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Cuadernos para InvesU8acin
de la
LITEQATUQA lII80NIC1\
PUBLICACIN DEL SEMINARIO "MENNDEZ PELAYO" NM. 26
DE LA FUNDACIN UNIVERSITARIA ESPAOLA 2001
SUMARIO
Pgs.
ARTCULOS
RESEAS
SIM, LOURDES, ed. Juglares y espectculo. Poesa medieval de debate. Bar-
celona. DVD Ediciones. 1999, 197 pp., por Ignacio Bajona Oliveras ...... 339
SECRETARA:
Alcal, 93. 28009 MADRID - Te!. 91 431 11 93
I.S.S.N.: 0210-0061
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En torno a las poesas patriticas de don Juan Bautista Arriaza y Superviela, por
Mbol Nang.
ARTICULOS
ANOTACIONES SOBRE LA CONC
EPCIN AUTORIAL
DEL ESPACIO LDICO EN ALGU
NOS DRAMAS ROMNTICOS
ESPAOLES
mite establecer los lmites ms claramente y diferenciar este aspecto de aqullos con-
tenidos en las expresiones kinsica 2 y proxmica 3.
En general, los autores romnticos concedan mucha mayor importancia a la
declamacin y correcta entonacin, que diera el sentido preciso, que a la kinsica
y proxmica: un ejemplo lo supone algn que otro retrato entre satrico y costum-
brista sobre los pormenores de los ensayos y la vida de los actores en la poca,
(v.gr. Peral, 1843: 13). A la luz de tales artculos, se infiere que los actores se pre-
ocupaban sobre todo de declamar adecuadamente, pues en ningn momento se ha-
bla en ellos de cmo han de gesticular o moverse, ni los autores parecen fijarse en
tales detalles. La declamacin, en cambio, s se entenda como un componente en
que la intervencin de los autores serva de gran ayuda.
De hecho, un anlisis de las correcciones realizadas por Zorrilla en su Don Juan
Tenorio revela que van orientadas a facilitar la pronunciacin del verso, como si
hubiera observado algn tipo de apuro en actores concretos. Por el mismo motivo,
aliger varios parlamentos y dilogos en aquella obra 4. Tambin cabe seguir la
opinin de Fernndez Cifuentes, para quien Zorrilla nunca parece olvidar que sus
parlamentos estaban destinados a un auditorio, no a un lector pnvado (1993: 251).
En efecto, en sus Recuerdos del tiempo viejo, Zorrilla se detiene a exponer cmo
ayud a Latorre en sus progresos hacia una declamacin adaptada al gusto de la
poca 5. Antes de iniciar sus ensayos, Latorre le deca a Zorrilla cmo pensaba de-
sarrollar su papel, y ste le explicaba cmo lo haba concebido (1943 II: 1773) 6
2 Se escribe aqu el trmmo como Bobes Naves (1987, 1988, 1993), pese a que una castellamzacin
ms aceptable lo sustituira por qumsica. Ambas opciones nos separan de cmo presenta esta voz
Fernando del Toro en la traduccin de la obra de Pavis: all utiliza cinsica para refenrse a la cien-
cia de la comunicacin a travs del gesto y de la expresin facial (1984: 56).
3 Parece deberse a Hall (1966), segn Pavis (1984: 383), el ongen de esta ciencra que examma la
organizacin de las distancias que los seres humanos establecen entre s en la Vida cotidiana, segn la
cultura a que pertenecen.
4 En efecto, la lectura del manuscnto, tal y como la ofrece Fernndez Cifuentes, presenta frag-
mentos con seales indicativas de que se supnrrueron en la representacin: parte del dilogo entre
Pascual y don LUIS sobre el miedo de ste a los poderes de don Juan (versos 896-955); parte del dis-
curso de la madre abadesa (vv. 1445-1489); parte del monlogo de doa Ins tras dejarla sola la aba-
desa (1516-1523); las quejas de Brgida sobre la rapidez con que han Viajado hacia la quinta (1922-
1929) Y la descripcin ante doa Ins del supuesto mcendio (2022-2067); versos todos, por otra parte,
que restan la concentracin dramtica y el rpido tempo que peculiariza la obra.
s La cita de Latorre, incluida en el apartado dedicado a la declamacin, sobre la cercana entre
autor y actor, constituy parte de su experiencia cotidiana durante vanos aos, en concreto durante
aqullos en los que encarn personajes de Zorrilla. l se esforzaba en mterpretar bien el sentido con-
cebido por el autor, pero ste tambin pareca modificar sus versos para elimmar trabas a su pronun-
ciacin. La SimbIOSIS fue perfecta en vanos dramas. En su edicin de El zapatero y el rey, Picoche
reproduce, como Apndice 111 todo el relato del dramaturgo en lo referente a sus relaciones mutuas
y la preparacin de esta obra concreta (1980: 356-369). Si ms adelante se citan otros fragmentos de
los mismos Recuerdos por la edicin de las obras completas, se debe a que no aparecen Citados en
mnguna edicin ms cercana.
" Con Brbara Lamadrid tambin mantuvo un estrecho contacto:
...necesilaba el mismo estudio, la misma inoculacin de mis ideas innovadoras y revotucronanas
en el teatro, y yo la trataba como a una hermana menor, a quien unas veces se la acarreta y otras
se la rie: yo latsic") deca sin reparo cuanto se me ocurra: la haca repetir diez veces la misma
cosa, no la dejaba pasar la ms mmma negligencia, la ensayaba sus papeles como a una chiqui-
lla de pnmer ao de Conservatorio; y a veces se enojaba conmigo como SI verdaderamente lo
fuese, hasta llorar como una chiquilla, y a veces me obedeca resignada como a un loco a quien
se obedece por compasin; pero convencida al fin de mi sinceridad, del respeto que su talento
me inspiraba. y de la seguridad con que contaba yo siempre con ella para el xito de mis obras
(...) que diga ella cuntos malos ratos la di con el ensayo y cuntas noches insomnes la hice
ANOTACIONES SOB RE LA CON
CEP CI N AUT ORI AL DEL ESPA
CIO LD ICO 17
BERNARDA. (,Jimena?
SANCHO. Pues.
BERNARDA. Cornendo l galope,
le pudiera ella seguir?
Ni qu? Si no la conocen.
Hay lguien que la haya VIsto
En trece aos catorce?
Donde quiera est segura.
(Jimena deja caer otra vez el huso: Bernarda le alza.)
Tenga cuidado la torpe.
JIMENA. Perdone, seora madre.
BERNARDA. Vaya adentro.
JIMENA. No se enoje,
(Se levanta para retirarse)
SANCHO. Temblando est. Si nosotros
Damos vuestros temores
Motivo, pronto marchamos. (Ese. V; 1897: 56) 10
si bien esta plasticidad, muy clara en todo el primer acto, se va diluyendo confor-
me avanzan la accin y las escenas.
En sus refundiciones de los dramas del Siglo de Oro, las concreciones en torno
al lugar, entradas, salidas, movimiento escmco, suponen una de sus ms evidentes
aportaciones.
Por lo que respecta a sus sealizaciones en el propio texto de Los amantes de
Teruel, suelen ser exiguas y se refieren casi exclusivamente a las entradas y salidas
y de los personajes. Pocas veces se detienen a indicar al actor un movimiento, un
gesto o un tono concreto. Eso s: importa mucho el desenlace de la versin defim-
tiva, pues Isabel, viendo a Marsilla muerto, corre hacia l con los brazos abiertos y
perece antes de llegar, frente a la versin pnmitiva, en que mora abrazada a l.
No obstante, no siempre las observaciones de la crtica hallaban eco en modifi-
caciones por parte del autor. Una buena prueba de ello lo constituye un detalle
proxrnico de Simn Bocanegra: Davred, en el Semanario Pintoresco, apunt su
opinin respecto a un detalle, aunque no se sabe si lleg a influir en alguna de las
representaciones:
En medio de las bellezas que encierra su papel, nos pareci algun tanto
inverosimil aquella escena, en que entrando en el palacio de Fiesco y viendo
muerta dentro de l su quenda, permanece en el balcon algunos instantes
contemplndola y querellndose de su inesperada desgracia. Era mas natural
que Simon hubiese entrado inmediatamente estrecharse con el cadver de
su amada, que hubiese huido de aquella escena de horror, sin detenerse m
lOSe mantIene la ortografa hallada en los originales de los textos del Siglo XIX citados.
1ITambin el crtico de El Sol (Nicomedes Pastor Daz?) se fij en este detalle: Tambin nubie-
ra convemdo suprimir el monologo del protagomsta en el ba1con de Fiesco; con que Bocanegra entra-
se en palacio y Viese muerta Manana, bastaba para el efecto de las escenas siguientes (2-IlI-1843:
4). Una atenta revisin de los ejemplares que en 1843 debieron de emplearse para las pnmeras repre-
sentaciones en Madrid, no obstante, parece demostrar que no se retoc la versin pnmitiva, al menos
en las funciones efectuadas con la ayuda de dichos documentos, que obraban en poder de los apunta-
dores. Tampoco las ediciones se diferencian unas de otras en esta escena. Conviene anotar que se trata
de un soliloquio muy propio de un ana operstica, donde se produce una congelacin de la escena
para que los personajes expresen sus estados psicolgicos y emocionales o sus pensamientos.
ANOTACIONES SOBRE LA CON
CEPCIN AUTORIAL DEL ESPA
CIO LDICO 19
13 No obstante, algunas indicaciones Vienen dadas por el propio dilogo en las obras de mayor
tendencia neoclsica: la banda que Sol le entrega a Pedro antes de que ste vaya al torneo y que uti-
liza como respuesta a la declaracin amorosa del Joven (Acto 1, ese. IV, 1842: 16) o los gestos de
doa Mara, cuando se abraza a su hijo para evitar que se marche (Acto 1lI, ese. x: 1842: 65). Se
sealar aqu su percatarse, gracias a un elemento paralingstico, el tono de don Juan en cierto mo-
mento, de una segunda intencin o una intencin oculta en la ambigedad de su acto de habla:
JUAN. Contad, don Alonso, contad con mi espada,
que a viles contrarios Jams perdon;
veris muy en breve, con prueba sobrada
que en vano a Tarifa don Juan no lleg. (...)
MARIA. (A Guzmn) Notis en su acento
la amarga irona? (Acto 1, ese. II; 1842: 8).
14 ... Garca Gutirrez es de los autores ms felices en la expresin de sus conceptos; pero de los
ms desdichados para encontrar intrpretes de sus creaciones, Aqu no tena un Latorre y m una Teo-
dora: necesitaba el pblico cerrar los OJos y orr solamente los versos y los elevados conceptos en que
abundan.
Pero SI no exigimos que todos sean notabilidades, al menos debemos pedir que cada cual utilice
sus facultades, y que no las eche a perder con afectaciones de mal gusto y de peor efecto: ese ahuecar
la voz de Delgado y esas actitudes de debilidad, que lastimosamente Imita el actor Mndez, constitu-
yen un defecto, tanto ms censurable, cuanto que uno y otro tienen buena voz y buena presencia. Por
qu se empean en desnaturalizar esas cualidades con actitudes y salmodias inaguantables? Por qu
no siguen el rumbo de Casa, que cada vez es ms digno en su entonacin, en su accin y en su
decir? Por qu arrastran tanto los versos, que parece que las palabras salen destiladas de sus labios?
Calvo estuvo regular, Aliseda bien, la Marn tuzo esfuerzos laudables, y Casa en su insignifi-
cante papel, le dio una importancia que oscureci el de Pablo, que por su contextura contrasta con el
de Simn. Donde mejor estuvo Delgado fue en la escena final (12-1-1861).
ANOTACIONES SOBRE LA CONCEP CIN AUTORI AL DEL
ESPACIO LDICO 21
rece formado por unos pocos signos, comodines en muchos casos. De ellos, los ms
destacables son aqullos que caracterizan a los personajes, sus sentimientos o su
actuacin, que avalan o desmienten los datos verbales que de ellos se ofrecen por
su boca o por las de otros personajes, pues entonces cumplen su propia funcin,
no complementan sin ms el dilogo verbal. La conclusin pnmera viene a ser la
misma que la resultante de los estudios sobre kinsica llevados a cabo en los lti-
mos aos: se trata de signos no separables de la expresin verbal, signos que no
existen como entidades aisladas (Keir Elam, 1980: 69).
Adel el Zegri, drama que no cont con un aplauso unnime y en el que no de-
jan de encontrarse defectos de todo tipo, contiene, sin embargo, aciertos -por lo
contados y detectables, quizs, de menor fuerza- de ndole escnica, y en ellos
comparecen varios cdigos diversos en la creacin de un mensaje coherente. Un
ejemplo de sumo inters lo constituye el final del segundo acto y el comienzo del
tercero. El Estudiante critic en el drama el poco enlace de unos actos con otros,
resultando que al paso que el autor se quita de encima una gravsima dificultad,
debilita tambien por esta parte el inters, porque ni sabemos de que manera entr
Isabel en el convento... (2-IV-1838: 2). Se aprecia, CIerto, que la obligada com-
presin temporal de todo drama se lleva al lmite, pero en lo que al enlace entre
estos dos actos se refiere, el autor efecta un encadenamiento de tipo espacial, un
enlace desde la significacin adquirida por los espacios segn el empleo que de ellos
realizan los personajes con su proxmica.
Al trmino del segundo acto, la condesa, creyendo culpable a Isabel de la muerte
de su hermano Fernando en un combate de honor y no escuchando de ella el nom-
bre de aquel a cuyas manos ha muerto, se marcha de la escena dejndola sola con
el cadver y encerrndola -la anotacin en los manuscntos de los traspuntes reza
en entrdo la(sic) Teresa se cierra la pta del fo y se da un fuerte cerrojazo (hoja
20)-0 El espacio representado del aposento se ha transformado, merced a la salida
del personaje y al ruido escenogrfico, en el espacio de la prisin para Isabel, trans-
formacin de signo ms claro cuando el teln vuelve a abrirse en el tercer acto y
el espectador se encuentra ante un convento, donde Isabel ha sido recluida, casti-
gada por su madre. Se ha elegido un espacio representado acorde con una crcel,
conforme a lo entendido en la poca y conforme al sentido otorgado expresamente
por los propios personajes: Isabel sigue guardando el secreto de quin sea Gonzalo
y a las abiertas amenazas de su madre, contesta: Lo que no habeis podido conse-
guir con splicas, mal lo conseguireis con amenazas. Ya no me horronza la idea de
verme encerrada dentro de estas paredes (Acto III, ese. m; 1838: 29).
El puente significativo tendido entre los dos espacios representados se corrobo-
ra gracias al paralelismo observado en el comportamiento ldico de Isabel durante
los dos actos ante una situacin de la misma naturaleza: al fin del segundo acto,
una vez que se oye a la condesa echar el cerrojo, Isabel recuerda que dej a Gon-
zalo escondido en su cmara y acude a abrir la puerta de sta, esperando en-
contrarle. Viendo que ha huido, se desmaya. Con tal antecedente visual, puede
provocarse la tensin en el espectador cuando, en el tercer acto, se produce
una situacin paralela y la condesa determina que Isabel profese, por negarse
sta a desvelar el nombre de Gonzalo. Isabel, ya sola en su celda, evoca a su ama-
do, cuya voz de pronto escucha. Tambin ahora se CIerra con cerrojo la puerta
-aunque esta vez sea Gonzalo quien lo haga, una vez dentro de la celda-; tam-
bin ahora parece encontrarse salida en un acceso no previsto por la condesa como
ANOTACIONES SOBRE LA CONCEPCIN AUTORIAL DEL ESPACI
O LDICO 23
bullen dentro y sus versos hablaran al interlocutor; y esto, desde el comienzo mis-
mo de la obra. Doa Guiomar explica por seales kinsicas la Justificacin de ha-
ber permitido la entrada en la estancia de su seora a unos embozados:
Poco despus, doa Mara Coronel aparecer por el fondo con gran sorpresa y
agitacin:
La obra mereci el elogio siguiente por parte del redactor de la crnica dramtica en la Revista
18
al de la intencin del Joven. Cuando en el tercer acto, viendo romperse toda esperan-
za, don Carlos desenvaina su daga para suicidarse, el duque de Alba le detiene y
su padre le llama parricida, pensando que se propona agredirle a l.
En el mismo drama, cuando en la ltima escena del primer acto Felipe II anun-
cia a la corte su resolucin de desposarse l mismo y no su hijo con la infanta
francesa, don Carlos cae en los brazos del duque de Lerma, lo que puede entender-
se como una premonicin del desenlace, pues la obra concluye con la muerte del
joven, hacia quien corre el duque de Lerma para tomarlo en sus brazos tambin
exnime.
En cuanto a doa Isabel de Valois, al autor le basta un gesto como SIgno de su
actitud y su comportamiento: como reina de Espaa por su matnmonio con Felipe
I1, da a besar la mano a su hijastro el prncipe, pero la retira en tanto que antigua
amada suya:
Luego, en la escena VIII del acto IV, ya encendidos los celos del monarca, cuan-
do la reina llegue ante l y se eche a sus pIes antes de empezar a hablar para pedir
piedad por el infante, Felipe II se basar en la ambigedad del gesto de arrodillarse
-para solicitar un favor, para pedir perdn, para pedir por otro- al preguntarle
Culpable sois?. La dama apela a su dignidad sm conseguir del rey un cambio
de perspectiva. Cuantos recursos verbales emplea se vuelven en contra suya ante la
lgica terminante de su esposo. En escasos dramas se ostenta de modo tan palpa-
ble la orientacin interpretativa de los signos kinsicos y proxmicos en un perso-
naje predispuesto por otros indicios,
Debe hacerse notar aqu la diferencia entre este comportamiento y el de los
personajes de Felipe 1I. En la ltima escena del primer acto, se ve por pnmera vez
juntos a don Carlos y a la rema y se confa en la mirada del prncipe a su madras-
tra y en el trato para con ella los significantes de unos signos que servirn para la
condena de ambos. Signos, por lo dems, escasamente ambiguos. Ruy Gmez de
Silva dialoga con el monarca en el acto segundo sobre aquel breve encuentro entre
Carlos y la reina, encuentro que ellos han presenciado bajo un embozo:
REY. Don Ruy Gmez, no visteis ayer, en el momento en que la Reyna sali de la
ermita la singular alegria que brill en el semblante del Prncipe? (...) El Prn-
cipe la sigui despues aunque CIerta distancia hasta llegar PalaCIO.
Ruv, La Reyna volvio dos veces la cara (...) Llegada que fu Palacio su magestad,
el Prncipe se adelanto y la di la mano con una turbacion dificil de esplicar.
Al dejar la Reyna en su cuarto su alteza hinc la rodilla derecha en tierra y
dio en la mano de Isabel un beso que nadie oyo, Es decir, un beso que no
fu de mera etiqueta y cortesania, sino que vino del corazon; ardiente y SI-
Iencioso, Al retirarse su alteza lloraba como SI fuera un nio. La Reyna llor
ANOTACIONES SOBRE LA CON
CEPCIN AUTORIAL DEL ESPA
CIO LDICO 27
La escena tiene su continuacin en el acto III, cuando don Luis descubre a doa
Elvira desmayada sobre la carta que l haba dejado poco antes despidindose de
don Diego para siempre. Castro y Orozco recurre para la expresin kinsica y
proxmica tanto al dilogo verbal como a las acotaciones; Elvira vuelve en s en
brazos de don Luis. El momento es un continuo de signos gestuales, ms que ver-
bales, sobre todo por parte de don Luis, y entre ellos estar el volver a tomar una
mano a Elvira y el arrodillarse ante ella:
DOA ELVIRA. Dnde estoy?
DON LUIS. Dnde estais? Entre mis brazos,
En brazos de don LUIS, que os idolatra.
DOA ELVIRA. (Soltndose) (...)
DON LUIS. Todo pronto est ya para rru marcha.
Al asomar el sol... acompaadme: (La toma una mano.)
Que nos halle dichosos cuando nazca.(...)
Temeis por vuestro honor? Mi honor le guarda.
Ved aqu... con rm sangre...
(Se acerca la mesa, hirese levemente en una mano con la daga, y escribe
con su sangre en un papel.) (...)
Confirmaros con ella mi pa1abra.( ...)
(Dndole el papel, que ella no toma)( ...)
O su amor, monr.. tomad... dudals?
(Deja el papel sobre la mesa, toma la daga y amenaza henrse)(...)
DOA ELVIRA. (Detenindole el brazo)
[Por piedad'(...)
Soltad! Soltad! (Le quita la daga y la deja sobre la mesa).
DON LUIS. Qu escucho! Soy dichoso!
Vedme espirar de amor vuestras plantas...(Se arrodilla) (...)
(Tomndola la mano y abrazndola) ... (Ese. VIII; 1864: 216-218).
De esta posible interpretacin parte el hecho de que las damas rechacen mu-
chas veces tales posturas, como acaba de verse en el caso de doa Elvira 21, sobre
...al entrar han VIsto los dos DON GUTIERRE en el momento de tener hinca-
da una rodilla en tierra y besar la mano CLEMENCIA
CONDE. Caballero, es ese honor?
GUTIERRE. Qu decs? estas, seor,
son costumbres espaolas.
y no puede estaros mal
que de admirado y corts,
me haya arrojado sus pies
con Impulso natural (1842: 21).
Otra prueba de ser stos gestos muy manidos entre los autores lo constituyen
otros casos 22, en obras de Patricio de la Escosura, de Gil y Zrate o de Calvo
Asensio. En La corte del Buen Retiro, el beso en la mano y el hincar la rodilla
puede responder a dos motivaciones 23: por una parte es seal del respeto debido a
los monarcas 24 pero, cuando Villamediana se arrodilla a los pies de la reina en la
escena 11 del pnmer acto, la significacin es la que se ha venido atendiendo hasta
aqu, tanto por la reaccin y el aparte de Orgaz al verlo, como por la rapidez con
que se levanta el conde al ver al bufn:
22 Uno de los pocos autores que no lo utiliza en una declaracin fue Pacheco en su Alfredo, Prefiri
confiar los ademanes y los movmuentos al gusto de los actores, pues la acotacin del momento reza:
(BERTA lnguida y abandonada: ALFREDO delirante, como expresan sus razones (Acto 11, ese, VI; 1835:
143) y los actores mterpretaron sus palabras con un abrazo del que haba de quejarse, claro est, el ar-
ticulista de El Correo de las Damas: ...atrapa la viudita en el jardin, le declara su amor, ella se mues-
tra blanda, Alfredo le echa los brazos al cuello, y dios sabe hasta donde hubiera abusado de la paciencia
de los espectadores no entrar en aquel momento el hermano Jorge ... (28-V-1835: 158).
23 Tambin la rema llega a arrodillarse en esta obra suplicando piedad al bufn en la ltima esce-
na del acto I1I, cuando ste la chantajea con entregar al rey, en caso de no acceder a sus demandas, el
soneto en acrsticos donde el conde manifiesta su amor por ella:
REINA. Ah! mrame tus pies baada en llanto.
BUFN. Es verdad, mis pies la Rema llora.
Tanto puede con ella el Conde, tanto!
REINA. Ah! no es por l, SI muere me deshonra,
slvame a m con l, pide mercedes .
BUFN. Levantaos: querels vuestra honra (1837: 74).
La reaccin de los espectadores se evidenci en crticas como la de Sartorius, qUien dej constan-
CIa de que el pblico haba aplaudido entusiasmado casi todas las escenas, pero ...dio muestras de
desagrado al ver a la Rema arrodillada ante el bufn. Tal vez el pblico se eqUIVOC, pero yo participo
de su opinin, La Rema pudo emplear la splica; la humillacin Jams. Aun cuando est en los lmi-
tes de lo posible, ese espectculo no puede presentarse (8-VI-1837: 3). Tambin el crtico del Eco
del Comercio se expres en trminos parecidos:
La reina de Espaa tiene un alma dbil, que debla abngar el bufo, y este el orgullo de la elevada
cuna de aquella (...) quin ve sm indignacion una rema de Espaa arrodillarse lOS pies de
un asqueroso bufan, solo porque este tiene en su poder un soneto que puede perder al conde de
Villamediana? (9-VI-1837: 1).
Por su parte, A.D. consider la escena entera y esta postura una concesin a la moda francesa (14-
VI-1837: 2). Bien Escosura bien los encargados de la empresa aceptaron las crticas e introdujeron la
modificacin: en los ejemplares usados por los apuntadores, se observa el fragmento marcado con la
misma seal que se emplea para las supresiones. Tambin parece que se elimin otro fragmento del
final de la escena, tal vez mnecesano, en que, ante la negativa de la rema a acceder a sus deseos, el
bufn la vuelve a amenazar dicindole que el rey debe saber la verdad del asunto sobre el soneto, la
rema le pide que se apiade de sus lgnmas y el bufn contesta Llora el cocodrilo (1837: 75).
24 El gesto de postrarse ante los reyes se repite contmuamente en las obras. Slo interesa mencio-
nar aquellos casos en que se produce algn tipo de ambigedad o se VIOla la norma tambin como
ndice. En Doa Urraca, el ademn de besar la mano slo aparece como seal de respeto al monarca,
nunca entre amantes (Jom. I1I, ese. 1; 1838: 36).
ANOTACIONES SOBRE LA CON
CEPCIN AUTORIAL DEL ESPACI
O LDICO 31
Alguien dinge
sus pasos este SItIo...No ... no es nadie...
nadie... Fieros temores me persiguen. (1843: 57) 25
Vanse ahora algunos otros gestos de cierto inters, Los pasos de doa Elvira
en el primer acto de El Gran Capitn se reflejan en las palabras de Nemours: se la
adivina sin saber bien adnde dirigirse, primero entrando, luego queriendo salir,
como manifestando con esos amagos de Ir y venir encontradas emociones que, unidas
al nerviosismo causado por la presencia de Nemours, le impiden actuar con la co-
herencia de una situacin relajada:
NEMURS. Pero, qmn se acerca...? Es ella! (Se supone que primero es-
cucha pasos o la ve muy de lejos).
ELVIRA. Pensaba
que mi padre aqu se hallaba.I...)
perdonad...
Dios os guarde.
NEMURS. Os vais, seora? (Acto 1, ese. IV; 1843: 11).
2; Es cunoso anotar que Eusebio Asquenno, en Doa Urraca, mdica a los actores casi mcamen-
te estos dos gestos, el postrarse y el tomar la mano, en ambos casos con un valor polisrnico. Entre
los personajes se cita el de arrodillarse como significante del significado acato y vasallaje:
Como rema de Castilla
el fidalgo, el caballero,
y hasta el nfimo pechero,
no te doblan la rodilla? (Acto 1, ese. 1; 1838: 6)
aunque no slo ante la figura del monarca:
CASTRO. Pues hora, conde orgulloso
me doblars la rodilla.
LARA. A un traidor jamas se humilla
el que es noble y esposo
de la rema de Castilla.(Jorn. IIJ, ese. v: 1838: 42)
mientras que Leonor y el paje Fernando lo utilizan ante la rema dos veces, ambas para solicitar de
ella la bendicin que les permIta casarse (Acto 1, ese, Vll, 1838: 17; y Jorn, IV, ese. ltima, 1838: 59).
En cuanto al gesto de coger la mano, slo aparece en tres ocasiones: una cuando el paje se la toma
a Leonor para acercarla ante la rema -tambin presente- y recibir su bendicin para poder unirse (Acto
1, ese. vn; 1838: 16) -cosa que no llega a ocumr-, y ah adquiere un valor de mtroduccin, pero
tambin, en cierto modo, de posesin por parte de Fernando. La segunda ocasin aparece cuando Lara
se la toma a la rema para ir a reumrse con el sacerdote que habra de casarlos (Acto 11, ese, v; 1838:
31): se trata, tambin en este caso, de un gesto de conduccin pero sugiere, como en el antenor, una
relacin entre ambos, de manera que viene a funcionar como smbolo. Por ltimo, Lara toma a Leonor
la mano como padre que puede disponer de ella para entregarla, en la ltima escena de la obra (1838:
59), y la acerca a la rema esperando que bendiga la unin con Fernando, que l ya acepta.
ANOTACIONES SOBRE LA CON
CEPCIN AUTORIAL DEL ESPA
CIO LDICO 33
que abrazar y estrechar manos hasta las ltimas escenas, cuando ordena acercarse
a los soldados y les va apretando la mano uno a uno (1843: 79). Todava le queda
volvrsela a dar a Nemours al aparecer ste en escena malherido y siendo trans-
portado a la tienda del vencedor; entonces le pide la mano a Gonzalo. Y luego le
vuelve a pedir la de Elvira:
Nuo se referir igualmente a l: Maldito si de l me fo; I tiene cara de judo (Acto 1, ese. 11; 1888: 10).
En cualquier caso, es una obra donde se recurre a los cdigos no verbales para cuanto callan los
personajes. Don Pedro dir a su amada: No han dicho mis ojos ya I quin amo, por quin deliro?
(Acto 1, ese. IV; 1888: 16). De la misma manera, doa Sol replicar al poco: Mi padre viene... To-
mad... I Esta banda os dice todo... I Id, Y por m pelead (Acto 1, ese. IV; 1888: 16).
ANOTACIONES SOBRE LA CON
CEPCIN AUTORIAL DEL ESPA
CIO LD ICO 35
De la misma manera, don Diego sospechar lo que le sucede a su amigo don Luis
gracias a su kinsica; la prueba que idea para averiguar la verdad llevar aparejada
la explosin pasional de don Luis y, de resultas, todo el conflicto dramtico:
ESCENA VI (...)
DON DIEGO. (...) Slo una queja
tengo de vos.
DON LUIS. (Sobresaltado) De m?
DON DIEGO. (...) Es una ofensa
Imperdonable.
DON LUIS. (Aparte con agitacioni
(Qu escucho?
SI sabr...?)
DON DIEGO. (...) No creyera
Que fueseis capaz...
DON LUIS. (Con mayor aguacior De qu?
DON DIEGO. De ocultarme vuestras penas,
Vuestros secretos.
DON LUIS. (Respiro) Penas dijisteis?
DON DIEGO. (...) Enmudecsteis? No hablais?
Ese silencio comprueba
que sents, que padeceis,
que el alma vuestra se quema (...)
Dnde el dolo reside...
tambien deciros pudiera.
DON LUIS. (Con viveza) Qu ...? Sabels...
DON DIEGO. Brava pregunta!
Cmo quereis que no sepa
lo que cada punto y hora
vuestra conducta revela?
Os vi en Salamanca alegre,
ANOTACIONES SOBRE LA CONCEPCIN AUTORIAL DEL ESPACIO
LDICO 37
y en Granada es la tristeza.
Qu querels que yo presuma
de estos datos? Cosa es Cierta...
DON LUIS. (Con mayor viveza) Qu? Seor... (...)
ESCENA VII
DON DIEGo. (...) El de Alburquerque es mando
Muy digno de doa Elvira.
DON LUIS. (Con vehemencia)
De doa Elvira?( ...)
DON DIEGo. (Don Luis qued demudado:
Qu sospecha!) (Acto I, Eses. VI-VII; 1837: 15-19).
Al de Alburquerque cederla?
venga luego a merecerla,
si de noble hiciera alarde;
noble tambien es mi cuna,
espada tengo y valor;
a quien merezca su amor
d victona la fortuna.
Mas qu digo? [yo, insensato,
Yo de Alburquerque nval! (1837: 20-21).
Todo este esfuerzo del autor desde el propio texto debi de ser de
cierta utili-
dad a los intrpretes -por suerte los tuvo buenos en su estren o-,
aun cuando el
articulista de El Patriota, que se deshizo en alabanzas hacia muchos
de aquellos
actores, slo a ellos atribuyera algunos aplausos, como a Matilde Dez
en su inter-
pretacin de la escena VI del acto III:
Tuvo momentos en que nos pareci realmente sublime, como por ejemplo
aquel en que lee la carta de su amante Len. Sin que pueda llevarlo
a mal el
autor debemos decir, en honor de la verdad, que los aplausos en que
en aquel
momento prorrumpi espontneamente el pblico todo, iban exclusiv
amente
dirigidos a la excelente actnz.
si bien admitiera que el desastre del final del tercer acto seguramente se deba a lo
mal ensayado de ste: El seor Sobrado estuvo muy feliz en todo el drama, me-
nos en el final del tercer acto, final que deba estar poco o mal ensayado porque es
el caso que no pudo salir peor (l8-VIII-1837: 1).
Escosura es otro de los autores que manifiesta una gran preocupacin en sus
textos por concretar los movimientos, gestos y entonacin de los personajes hasta
en detalles mnimos, como actuando a modo de director escnico. Una escena par-
ticularmente interesante es aqulla en la que Velzquez retrata al conde y a la reina
--como Diana y Acten- aprovechando los gestos de cada uno, cuyas variaciones
l unas veces atribuye a las peticiones que les va haciendo hasta hallar la expre-
sin precisa y otras son causa de su enojo:
29 Sobre la ejecucin de los actores en el estreno -que dio lugar a numerosos artculos, dicho
sea de paso- se dieron noticas de carcter general, sm aludir a momentos concretos. Findose de los
datos proporcionados por las crticas del momento, obtuvieron repetidos aplausos (Sartorius, 8-VI-37:
3) que se consideraron merecidos (Sartonus, y tambin A.D., 14-VI-37: 2). Segn A.D., el seor
Mate, en su papel de Velzquez ...nos pint bastante bien, en el nico momento que su papel le per-
mite brillar, la actitud de un gento inspirado por el arte, que concibe su belleza e Idealidad aun ms
all de lo que cree pueden producir sus manos mientras que Galindo ... ejecut al conde de Orgaz
con mucha maestra y naturalidad (...) penetrado del genio y carcter distintrvo de nuestros tiempos de
honradez, cortesana y lealtad (l4-VI-1837: 2).
Julin Romea -que haca de bufn-, en una opinin que comparta el crtico de El Patriota (5-
VI-1837: 2) venci la asquerosa y contrahecha figura que ha representado, y en lo posible la difcil
realizacin de un carcter tan ideal como el que le toc presentar a los sentidos. A.D., en cambio,
ANOTACIONES SOBRE LA CONCEPCIN AUTORIAL DEL ESPACI
O LDICO 39
Terminemos con una nota caracterstica de los dramas cuyo motivo primari
o es
el amor: consiste en que el hroe y la herona enamorados apenas compar
ten algu-
na secuencia. En la gran mayora de las obras slo se ven, dentro del
drama repre-
sentado, en una escena donde suelen hablar o declararse su amor y
en la del des-
enlace, tras de la cual se separarn definitivamente. Se manifiesta por
un cdigo
distinto del verbal el desarrollo de la trama: cuando se manifiesta el
anhelo, base
temtica de la obra, los amantes comparten escena; han de luchar por
su cumpli-
miento casi siempre por separado; cuando parece con posibilidades de
consecucin,
o est a punto de lograrse, comparecen Juntos, hasta el fracaso final,
en que se
anuncia o se deja clara la separacin definitiva Todo esto contribuye
a que la pro-
pia tensin de ambos, anhelantes por reunirse, se transmita a los especta
dores, quie-
nes han de asistir al proceso de combate contra los obstculos por lograr
tal obje-
tivo y, asimismo, experimentan la amargu ra de los protago nistas
cuando ven
frustrados sus deseos.
Basta recordar los ejemplos de Don lvaro -slo junto a Leonor en
las esce-
nas sptima y octava de la primera jornada y en la escena final-, La
conjuracin
de Venecia -Rugie ro y Laura nicamente aparecen juntos en la
escena III del se-
gundo acto y en el desenlace, antes de que l muera - y Don Juan Tenorio
-don-
de el hroe slo comparte escenario con Ins en la escena III del acto
IV y en tres
de la segunda parte del drama, ya muerta y como una sombra -o
El paradigma se extiende a otros dramas, como Don Fernando el Emplaz
ado,
en el que los amantes doa Sancha y don Pedro Carvajal slo compar
ten una se-
cuencia, en presencia del otro hermano Carvajal, quien finalmente les
bendice como
desposados, despus de impedir que se abracen sin estarlo (Acto 11,
ese. xv, 1883:
24-26). Se trata de una escena en que se juran fidelidad en una unin
desbaratada
por la condena a muerte del esposo y que concluye con el abrazo y
con la separa-
cin impuesta por el carcelero. En Doa Urraca, Leonor y Fernand
o son separa-
dos por el destierro con que la reina castiga al paje y, al final, cuando
de nuevo se
renen en la escena y la venia de Lara parece complacer sus deseos,
la declaracin
se mostr parco al refenrse tanto a Latorre como a Florencio Romea,
que encarnaban los principales
papeles, los del Rey y Villamediana, respectIvamente, aunque sin dejar
de elogiarlos. En cambio, tri-
but las mejores lneas a Matilde Dez:
Hablar de la Matilde y hablar poco, fuera agraviara. Ella sola necesitar
a un artculo; basta decir
que a no haberla Visto, acaso se escaparan a mis ojos muchas bellezas
de las que el drama con-
tiene, Ella me las ha enseado porque es mujer, porque es linda, y
porque en ambos conceptos
sabe concebir profundamente todos los matices del sentimiento, y sobre
todo, porque penetra el
corazn su voz suave, su accin natural, verdadera y decorosa (l4-VI-18
37: 2).
40 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
30 Todo el drama revela un estudio esmerado y lleno de conciencia de nuestra histona y nuestro
teatro antiguo (Ennque Gil, 16-XI-1838: 3).
31 El acto pnmero y el pnmer cuadro del segundo, parecen propiamente una comedia de Calde-
rn; el mismo enredo, las mismas situaciones, el mismo corte (en El Patriota, 24-XII-1837: 1). Con-
fesamos que es cast Imposible al escuchar los versos del Sr. GUTIERREZ, el no recordar aquellas clu-
sulas de suave meloda con que la magotable musa de Lope de Vega consigui deleitar (...) debemos
aadir, que en los primeros actos del REY MONJE, se perciben ademas de esa concordancia de soru-
dos, infinitos puntos de contacto con lo mas sublime del gnero que el antiguo poeta propendia
<M., 28-XII-1837: 1).
ANOTACIONES SOBRE LA CONCEPCiN AUTORIAL DEL ESPACIO LDICO
41
BIBLIOGRAFA
2 MXICO: Fondo de Cultura Econmica, 1950; referencias a esta obra con la abreviacin Erasmo
y el nmero de pgina en parntesis. La pnmera edicin francesa, Erasme et Espagne, es de 1937.
3 El ttulo completo del trabajo de Mendeloff es A Linguistic Inventory of the Conditional Sentence
Contrary to Fact m the Quijote, m Estudios Literarios de hispanistas norteamericanos dedicados a
Helmut Hatzfeld con motivo de su 80 aniversario, Editor Josep M. Sola-Sol. Barcelona, Ediciones
Hispam, 1974, pp. 133-155.
4 En Estudios sobre el Barroco, Madrid: Gredos, 1973. Referencias a esta obra con la abreviacin
Barroco y el nmero de pginas entre parntesis.
EL PERSONAJE DE GINS DE PASAMONTE, NMESIS DEL
QUIJOT E DE 1615 47
Es paradjico que Don Quijote espere fama de una obra que an no se ha es-
crito, pero cuyo autor y libro corresponden a un personaje-autor y libro reales. La
referencia de Cervantes est claramente inspirada en un Jernimo de Pasamonte,
aragons 9, que de esa manera es otro autor cuya obra y cuya biografa entreteje y
anticipa esa interaccin de realidad/ficcin predominante en la Segunda Parte y que
tendra as en el personaje de Gins de Pasamonte su primer ejemplo, ya en el ca-
ptulo 22 de la Primera Parte.
El Juego entre literatura y vida es un elemento temtlco y estilstico del Quijote
y se revela en las estructuras gramaticales y sintcticas, A este juego se debe el
desarrollo del personaje de Gins de Pasamonte que adquiere una dimensin
emblemtica al reaparecer en la Segunda Parte de la novela, bajo el nombre de
Maese Pedro. El juego entre literatura y realidad enmarca la apancin de este per-
sonaje. Su atuendo mismo, que cubre el OJO bizco, retoma el hilo de esa frase
adversativa con la que se introdujo el personaje de Gins, pero con una dimensin
nueva y es que Maese Pedro llega con un mono adivino que aparenta hablar y
revelar el pasado de los que preguntan. Su retablo, que Don Quijote equivocada-
mente confunde con la vida, es otra dimensin del absurdo que este personaje re-
presenta. Maese Pedro anuncia sus entretenimientos de titiritero pcaro: Que vie-
ne aqu el mono adivino y el retablo de la libertad de Melisendra (II, 25, 772). El
personaje anuncia el escenario, en que la venta sirve de marco a este episodio que
responde a la estructura tan tpicamente barroca del teatro en el teatro, con un
esquema que podramos representar as:
VENTA
RETABLO
MELISENDRA DON QUIJOTE
Y
GAIFEROS
9 fue soldado en Italia, se alist en Barcelona en el tercio de Miguel de Moneada, pas a Mesina
en la armada de don Juan de Austria, combati en Lepanto y se hall en las expediciones a Navanno
y Tez, o sea que su biografa es paralela a la de Cervantes. Pasamonte fue hecho pnsionero de los
turcos en Tnez (1574) Y estuvo dieciocho aos cautivo en Constantinopla y el norte de Afnca. Res-
catado, estuvo en el sur de Italia, en Aragn (su tierra) y en Madrid, y en 1599 se estableci en Npoles.
Pasamonte escribi su autobiografa con el ttulo de Vida y trabajos de Gernimo de Pasamonte, que
R. Foulch-Delbosc public en la Revue Hispanique, LV, 1922. Estas memonas llegan hasta 1603.
Nota del editor, Obras Completas, Vol. 1, Quijote, 1, 22, p. 220.
10 Realizacin eufmca de la frase italiana: Che pesce pigliarno?.
EL PERSONAJE DE GINS DE
PASAMONTE, NMESIS DEL QUI
JOTE DE 1615 51
tan distinto y un arte tan superior por la comicidad de la situacin, las alusiones
literarias y el desarrollo paralelo de la accin en el retablo con la de la novela y de
ambos con la estructura del teatro en el teatro y de la contraposicion del arte y de
la vida, preparatorios de la seccin central de la Segunda Parte, la de los Du-
ques, empeados en entretenerse a costa de Don Quijote y de Sancho (H, 30-57).
Don Quijote encuentra a Maese Pedro al poco tiempo de haber visitado la cue-
va de Montesinos (H, 22-23), episodio alrededor del cual se entreteje la madeja del
teatro en el teatro organizada por los Duques quienes han ledo la Pnmera Parte
y se han enterado del descenso del caballero a la cueva de Montesinos. De manera
que el retablo de Maese Pedro anticipa estilsticamente la parte central de la nove-
la de 1615 y Gins, presentado con el rizo de la adversativa, prepara la espiral
central de la novela, con la promesa, en H, 32, del Duque de entregar una nsula a
Sancho para que la gobierne y para Don Quijote una serie de sorpresas donde los
golpes de escena y los escenarios y tramoyas se suceden con un ritmo vertiginoso:
el cortejo en el bosque en H, 34 con la aparicin de Dulcinea, el carro triunfal de
Dulcinea, en H, 35, Y la necesidad de que Sancho se fustigue las nalgas para des-
encantar a Dulcinea, la Condesa Trifaldi en H, 36, con la historia de su encanta-
miento en los captulos 37 y 38 y, en H, 40-42, la aventura de Clavileo y final-
mente, desde el cap. 45 hasta el cap. 53, el gobierno de Baratana por Sancho,
desbaratado por el autor con un golpe de pluma, como el retablo de Maese Pedro
haba sido destruido por la espada de Don Quijote. Como una novela dentro de otra,
esta parte central adquiere autonoma en la medida en que la vemos como un modo
de libertar al personaje, de hacerle dudar de su locura, hasta que se recobra la unidad
narrativa abandonando la seccin con un golpe de pluma, accin que a su vez in-
cluye y supera el golpe de espada con el que se desbarat el retablo, en un Juego
de espirales que resuelven los planos dobles de la novela, su realidadlficcin
enmarcada por personajes-autores, como los mismos Gins/Maese Pedro y Don
Quijote/Alonso Quijano.
De esa manera el estilo de la presentacin de Gins, con la adversativa de 1,
22, preanuncia el estilo de la novela de 1615, de la que ese personaje es clave y
smbolo anticipatorio, verdadera alegora de la novela concebida por Cervantes, cifra
de su invencin artstica.
VIDA, AMOR Y MUERTE EN LA POESA DE QUEVEDO
A Carlos Miranda
l. VIDA
Por otra parte, ese dolor es, al mismo tiempo, desmesurado y contenido, lo que
dota a su poesa de un gran nmero de derivaciones aumentativas y de un mensaje
extraordinariamente comprimido.
Pero el desasosiego no lo condujo al ascetismo. El asceta rige su conducta
mostrando desdn hacia la vida terrena; pero no proyectando sobre ella su odio, ya
que esto supona la descalificacin absoluta de la obra del Creador. La postura ideo-
lgica de Quevedo entraa esa actitud sauda hacia lo terrenal, por lo que sus c-
nones convergen ms con el escepticismo que con el ascetismo. Esta aversin por
las cosas sensibles se debe, en opinin de Amrica Castro, a que Quevedo es un
pertinaz nominalista, esto es, que, para l, las entidades corpreas que nos rodean
no son sino designaciones convencionales bajo las cuales no subyace mnguna esen-
cia 3 Por tanto, todo es deleznable, idea que conduce inevitablemente al pesimismo
por la fugacidad y lo efmero de la existencia.
Quevedo poda haber quedado en los anales como un humamsta seero, condi-
cin que podra haber adoptado por formacin, pero no por talante 12. Tan pronto
como concluye su bagaje universitario, se apresta a intervenir en la vida pblica
espaola. Demostr una singular voluntad de servicio a su seor, el duque de Osuna,
al tiempo que pona frecuentemente en peligro su libertad y su integndad por las
denuncias descarnadas a las corruptelas del poder.
Esta vocacin le estimul a dedicar una buena parte de su vida meditativa a la
teora poltica. Sus Ideas a este respecto deben enmarcarse dentro de la comente
que vea, en la historia de las naciones, una misin providencial. As, Espaa ser
7 Vid. el mteresante desarrollo que hace de esta Idea J. L. LPEZ ARANGUREN, Lectura poltica
de Quevedo, Revista de Estudios Polticos 29 (1950) 157-167; apud F. RICO (coord.), Historia y eri-
trea de la literatura espaola. lII. Siglos de Oro: Barroco, Barcelona, Crtica, 1985, pp. 299-310.
8 Una exposicin extensa y documentada sobre el tema puede hallarse en R. LIDA, Poltica de
Dios, en su Prosas de Quevedo, Barcelona, Crtica, 1980, pp. 125-156.
9 [bid. p. 144.
lO Sobre el deber de acatar las disposiciones del rey, vid. J. A. LV REZ VZQUEZ, Teora y prctica
poltica de Quevedo, Cuadernos Hispanoamericanos 336 (1978) 429-51.
II Para perfilar el alcance tico y poltico de las Ideas de Quevedo, vtd. F. ABAD, Quevedo y el
pensamiento poltico en el Siglo de Oro, Letras de Deusto 20 (1980) 207-15.
12 YNDURIN, art. cit., pp. 201-5, aporta algunas notas sobre la formacin de Quevedo.
VIDA, AMOR Y MUERTE EN LA POESA DE QUEVEDO 57
uno de los estados cuyo papel en el devenir hstnco estar onentado a mantener
el recto curso de los acontecimientos, Idea que justifica la excesiva y secular dedi-
cacin a las armas en nuestro pas. Entre tanto, en otras zonas aprovechan el me-
noscabo que estos esfuerzos suponen en las arcas espaolas y se dejan llevar por
su afn lucrativo potenciando los oficios mecnicos.
Ciertamente, el afn por movilizar al pueblo espaol, asediado por el enemigo,
se agudiza en el ao 1609; pero ya desde tiempos de los Reyes Catlicos se vena
arengando a la poblacin acerca de la misin de Espaa ante la historia 13 En estos
momentos, se toma conciencia, por primera vez, de la Imposibilidad de infundir el
dogma catlico en los Pases BaJOS. En opinin de Quevedo, la paz que entonces
se instaur fue fruto de una prdida de valores, de una paulatina corrupcin, Tras
las fuerzas enemigas se pertrechaban todas las facciones herticas europeas. Como
consecuencia de esta situacin agitada, las reacciones de la poblacin debieron de
ser muy variopintas. Una vez ms, el dolor de Quevedo ante una realidad impenal
que se desmoronaba se canaliza a travs de la stira. Una extensa galera de perso-
najes grotescos se pase por las gavetas de su cerebro; pero el ms fustigado fue,
sin duda, el arbitrista taumatrgico que se consideraba a s mismo poseedor de las
soluciones que sacaran a Espaa de la cnsis.
Lo cierto es que, en Espaa, atesmo, hereja y maquiavelismo servan para
designar a toda suerte de enemigos. Quevedo blandir la pluma en contra de los
enemigos de la patria proyectando sobre ellos los ms vanados registros. Sin em-
bargo, el mal endmico no vena ocasionado slo por agentes externos; sino que
tambin se haba gestado fronteras adentro: cnstianos nuevos jactanciosos que afir-
maban proceder del linaje montas, considerndose as garantes de la perpetuidad
de la raza, Judos especuladores que negociaban con el conde-duque de Olivares 14
y otra suerte de dinerarios que merecen la reprobacin del poeta.
Pese a lo dicho, Quevedo no era un soador ni un revolucionano. S vuelve su
mirada hacia un pasado que considera glorioso y lejano, y da rienda suelta a sus
anhelos de grandeza. Sin embargo, este pasado no est acotado con precisin, pues
flucta entre perodos tan dispares como la Espaa de los Reyes Catlicos o los
reductos cristianos norteos en tiempos de don Pelayo. La Epstola satrica y cen-
soria no es ms que la evocacin de un tiempo y una poca indeterminados. No
obstante, tampoco se deja atrapar por el reclamo de esa falacia que supone la ala-
banza incondiconal de un pasado irreal y reelaborado; aunque s se conduce mvo-
cando un mbito austero de recias costumbres, ideano tradicional y humanista que
remite a la antigua Roma y a la figura de Catn.
Por medio de la poesa satrica, operar una desmItificacin de los valores en-
cumbrados y, en buena medida, intocables por su tradicional idealizacin. El des-
engao lleva implcito un proceso de degeneracin. Todo es denigrado, motejado y
rechazado.
El dinero es un elemento especialmente lacerado en este tipo de poesa, puesto
que se ha erigido en el agente que ha erosionado las bases de una -como hemos
visto- secular y aorada sociedad estamental. El dinero se ha convertIdo en el
salvoconducto necesario para acceder a los valores espirituales, exonerados ante-
riormente del peligro materialista y comercial -el amor, la amistad... Por medio
de la moneda se conseguir el beneplcito general en aquellas actitudes y compor-
tamientos que antes eran merecedores de reconvencin, como la creacin de una
justicia a la medida de reos pudientes..., tendencias stas que son propias de una
moral carcomida y acomodaticia, En estas composiciones, se suele evitar la acusa-
cin directa; pero detrs de los personajes clsicos que integran sus versos se es-
conden nombres propios de prceres de la Administracin.
En este ambiente de general decadencia, donde las relaciones y los valores hu-
manos pierden terreno en favor de lo crematstico, nuestro literato describe la rea-
lidad que lo circunda como cosificada, como un mundo exnime, inserto en el
VIDA, AMOR Y MUERTE EN LA POESA DE QUEVEDO
59
En general, el vehculo por el que se profieren las ideas del mundo al revs es
la locura colectiva.
Sin embargo, podemos acotar an ms las preferencias quevedianas en lo to-
cante a los satricos antiguos. En efecto, mientras desoye en gran medida la tradi-
cin horaciana, se muestra propincuo a Persio, Juvenal y Marcial. De todos ellos,
mostr mayor afecto por las stiras austeras, prximas al estoicismo y de tono pre-
dicador de Aula Persio, y, en especial, por la segunda de ellas. Hay cinco sonetos
en que se censuran las peticiones de los hombres a Dios; en especial, el poema
que transcribimos a continuacin es tributara de los versos 24-30 de la menciona-
da stira 22;
Pero Quevedo no hace una mera traduccin del poeta latino, sino que se ajusta
al precepto potico de la imitatio atque emulara.
Hay otros temas para los que tom como modelo a otros poetas antiguos 23; por
ejemplo: en la ridiculizacin de la mujer, Juvenal adopta un punto de vista
antimatrimonial y es seguido por Quevedo, que ataca de manera descarnada sin li-
mitarse a un tipo especial. Tambin se refiere Juvenal al adulteno y reprende al
marido tolerante; Marcial dedicar igualmente escntos vindicativos contra el matri-
momo empleando para ello tonos hilarantes. En los mismos tonos escribe Quevedo
sobre este tema.
22 Un rastreo profundo de los pasajes de Persio que Quevedo tom como modelo se encuentra en
B. REY, La stira segunda de Persio en la poesa moral de Quevedo, Botetin de la Biblioteca Mennde;
Pelayo 55 (1979) 65-84.
23 Para acercarse a este tema, hay que remitirse al extraordinano artculo de B. SNCHEZ ALONSO,
Los satncos lannos y la stira de Quevedo, Revista de Filologa Espaola 11 (1924) 8-153.
62 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Estatismo - Dinamismo.
Nobleza - Mercaderes.
Sangre - Dinero.
Proceso descendente - Proceso ascendente 26
2. AMOR
Este ciclo engloba sesenta y ocho composiciones de las cuales sesenta y cuatro
son sonetos. A lo largo de la coleccin, se nos revelan los tres factores del amor:
el amor mismo, la amada y el amante. Sin embargo, lo esencial en el cancionero,
tanto cuantitativa como cualitativamente, es -el desolador sentimiento del amante.
La simbolizacin de estos padecimientos oscila entre el fuego -el amor- y el
llanto -el dolor-o
El tratamiento que Quevedo hace del amor es agudo y profundo. As, pretende
dilucidar su gnesis, sus efectos, sus objetos ... Por este camino, nos ofrece un co-
rolano interesante para penetrar en el conjunto de sus pensamientos: el amor es el
alma del mundo.
El tono luctuoso que domina sus poemas metafsicos trasciende tambin sus
composiciones amorosas. As pues, la falta de consuelo o la soledad como eterna
compaera son motivos muy recurrentes 27.
Tomemos como referente el siguiente soneto:
26 Este tema ha sido tratado tambin, entre otros, por M. L MARTN FERNNDEZ, Referencias
Judaicas en la poesa satrica de Quevedo, Anuario de Estudios Fitolgtcos 2 (1979) 121-46.
27 Vid. G. SOBEJANO, En los claustros del'alma ... Apuntaciones sobre la lengua potica de
Quevedo, en Sprache und Geschiste. Festschrist fr Harri Meier, Munich, W. Fimk Verlag, 1971,
pp. 459-92.
VIDA, AMOR Y MUE RTE EN
LA POE SA DE QUE VED O
65
evocaciones mitolgicas: el alma tiene que atravesar el agua fra para acceder a la
otra ribera del da de la muerte... Son palabras que guardan relacin con un Hades
implcito en que se ubican el Leteo, la Laguna Estigia... Estas consideraciones le
dan pie a Walter Naumann para calificar el poema como puramente pagano, a lo
que aade, en trminos escolsticos que el alma a la que se alude en el poema es,
nicamente, el alma animal 30. Desde esta perspectiva, lo verdaderamente sobreco-
gedor es la avezante soledad que desprenden sus versos.
Los usos poticos de Quevedo en su lrica amorosa estn tamizados por la tra-
dicin petrarquista que le precedi y por la originalidad que demostr tanto en la
expresin como en el sentimiento. El espritu barroco del que se halla transido hace
que su potica, impregnada de anttesis, paradojas y toda suerte de juegos de con-
traste, no encuentre ubicacin en una esttica de la belleza arcdica; sino que po-
sibilita que hunda sus races en un oscurantismo pesimista y anhelante, que es la
veta que distingue al hombre del XVII del sujeto renacentista. El prurito por reducir
la dualidad a la unidad, la polisemia a la univocidad, le condujo indefectiblemente
a superar lo terreno para alzarse hasta lo divino. Estas apreciaciones pueden con-
templarse en el soneto siguiente.":
- Agua-Mar - Olvido.
- Tierra - Camino.
- Fuego - Amor puro.
- AIre - Firmamento.
En consecuencia, el poeta, ante la
Imposibilidad de reducir la dispersi
den, lo corpreo a lo espiritual, n al or-
acepta su condicin humana: el
cuerpo y el alma. fuego abrasa el
Por otra parte, los procedimientos
estilsticos empleados en este tipo
SICIOnes pueden reducirse a la yux de compo-
taposicin sistemtica de vocablos,
es dotar de unidad orgnica a la cuyo objetivo
materia tratada. Este recurso puede
extensin y en dificultad si la pret ampliarse en
ensin se centra en conectar dos
rentemente dismiles. Este tipo de elementos apa-
usos ha recibido el nombre de con
sico 32. Para Navarro de Kelley, el cepto metaf-
sentimiento amoroso tiene su gn
templacin de la belleza, idea asum esis en la con-
ida de las teoras estticas neoplat
identificaron belleza con armona, nicas, que
es decir, concordia y orden en la
adecuacin de las formas a las mat disp osicin y
erias, nicamente perceptibles por
alma 33 Con todo, Quevedo configu med io del
o
ra su ideal de belleza como el efec
de la accin del alma sobre el cuer to resu ltante
po, con lo que se separa de los
considerar que la percepcin de lo pita gri cos al
bello se realiza a travs de los sent
la razn. As, el empleo del llamado idos, y no de
concepto metafisico no responde a
sin meramente esteticista; sino a una preten-
la voluntad de aunar, en un solo
sesiones ms entraadas, como el poe ma, las ob-
amor y la muerte:
punto de identificarlo con la fusin primigema y eterna del espritu humano. As,
al alma enamorada, la muerte le ser inocua.
3. MUE RTE
18 [bid. p. 196.
19 Vid. L. Muxoz GONZLEZ, art. cit., p. 115-22.
VIDA, AMOR Y MUERTE EN LA POESA DE QUEVEDO
71
Despus de un riguroso anlisis textual, Blecua concluye que extraer del conte-
nido del poema una circunstancia histrico-poltlca responde a un criteno
hermenutico, romntico y poco objetivo. Las razones que aduce son poderosas, ya
que esta composicin es un salmo del Herclito cnstiano, poemario cuya temtica
es intimista y metafsica y, por tanto, muy alejado del peso poltico de otras pIe-
zas. Pero, adems la fecha del Herclito cristiano es, irrebatiblemente, la de 1613,
ao en que una intencin poltica, como se ha pretendido tantas veces, resulta lll-
sostenible 41. Por otra parte, slo un reducido nmero de palabras contenidas en el
primer cuarteto puede inducir a esa lectura tergiversada, y este nmero puede verse
reducido en algunas unidades SIgnificativas. As, la palabra muros, de enorme peso
especfico en una hermeneusis poltica, puede aludir a los muros de cualquier ciu-
dad, si bien todo hace pensar que se trata de un tpICO muy extendido en la poca
e ilustrado incluso en el salmo XII del mismo Herclito cristiano:
41 [bid. p. 288 Y n. t.
42 Vid. R. M. PRICE, Sobre fuentes y estructura de Mir los muros de la patria ma, en SOBEJANO
(ed.), op. ctt., pp. 319-25.
43 Ibid. p. 321.
VIDA, AMOR Y MUERT E EN LA POESA DE QUEVED O
73
44 Ibid. p. 322.
45 tu, p. 323.
46 Para seguir la evolucin Vital de Quevedo, puede leerse el estudio
de H. ETTINGHAUSEN, Fran-
CISCO de Quevedo and the neoestoic movemen
t, Oxford University Press, 1972, pp. 15-9, 80-81.
47 Vid. K. A. BLHER, Sneque et le desengao no-estorcien dan s la
posie Iynque de Quevedo,
en A. REDONDO (ed.), L'Humanisme dans Les Lettres espagnoles,
Pars, Vnn, 1979, pp. 299-310.
74 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Esto le impuls a tomar conciencia de la vida del hombre como muerte conti-
nua y encontr referencias de esta idea en la Biblia y en algunos poetas de la
Antigedad, como Ovidio; pero fue Sneca quien la dot de vigor expresivo y pro-
fundidad de contenido. Despus de haber sido tratada por el filsofo cordobs, esta
frmula se incorpor a la literatura con status de tpICO. Pues bien, posiblemente
el motivo extrao ms recurrente en la lrica quevediana sea el Quotidie morimur,
o sea, la vida como camino progresivo hacia la muerte o, mejor, la vida como muerte
constante y paulatina. Este tipo de expresiones, empleadas como lugares comunes
por otros poetas, fueron el mbito comunicativo ms propicio para el sentimiento
dolorido y oscuro de nuestro poeta 48_
De lo anterior, se infiere que nacer es cambiar inmediatamente claustro por cr-
cel, madre por mundo. El mundo, concebido como prisin, no es, para l, un en-
torno habitable; sino, ms bien, un rgido recinto que le muestra la inmediatez de
sus fronteras. La vida no es ms que un continuum prospectivo hacia la muerte con
el amor como nico compaero. El nacimiento es incorporacin al tiempo y, por
tanto, a lo cambiante, a lo efmero. En el camino hacia la muerte, nada es constan-
te, nada hay permanente excepto el dolor. As, tres son las notas que delimitan la
concepcin quevedesca del VIVIr humano: la incertidumbre, la fugacidad y la in-
consistencia. Pero la vida es, ms que ninguna otra cosa, fugitiva y Quevedo mati-
za, de manera descarnada, la imposibilidad de aprehender el instante 49
Pero quedarse en estas reflexiones hubiera sido lindar con el nihilismo, lo cual
repugna la personalidad de nuestro poeta. En efecto, se impona una adecuacin de
la filosofa estoica al cristianismo y, para ello, tradujo a Epicteto, defendi contra la
opinin comn las indagaciones de Epicuro en su intento de bnndar sosiego al es-
pritu humano, ensalz a Sneca como lo hace un discpulo con su maestro y sigui
diligentemente muchos de sus principios so. La correspondencia mantenida con el gran
humanista Lipsio comporta el objetivo de instaurar un estoicismo cristiano. El pun-
to de partida fue un principio deductivo comn a ambas doctrinas: la frmula sustine
et abstine; a partir de l, se creara una simbiosis dando entrada a algunos persona-
jes bblicos cuya conducta fuera digna de encomio de acuerdo con el catolicismo.
El esfuerzo sincrtico de Quevedo dio sus frutos: en su opinin, el Libro de Job fue
la fuente empleada por Epicteto para redactar los captulos I-IX de su Enchiridion,
y argument que, si la lengua y la cultura hebrea han sido la fuente primera de la
sabidura humana, debieron de influir en dos sabios posteriores como Epicteto y
Sneca. Una vez ms, es plausible pensar en fray Luis de Len como puente entre
Sneca y Quevedo ": en la Oda a Felipe Ruiz; aconseja a su amigo la vida retirada,
48 Vid. J. M. BALCELLS, Quevedo en La cuna y la sepultura, Madnd, SGEL, 1981, pp. 110,
113-6.
49 Vid. P. LAN ENTRALGO, La aventura de leer, Madrid, Espasa-Calpe, 1964', pp. 16-23, 36-7,
43-4.
50 Una opinin contrana a sta la encontramos en CH. MARCILLY, La angustta del tiempo y de la
muerte en Quevedo, en SOBEJANO (ed.), op. ctt., pp. 79-85. El mencionado autor sosttene que la vm-
culacin de Quevedo con Sneca obedece menos a una afinidad ideolgica que a un pretendido senti-
miento patritico del poeta. El supuesto patriotismo de Quevedo se observara a travs de expresiones
como mi Sneca, nuestro Sneca, y, nicamente por eso, el poeta otorgara al filsofo una paternidad
hispnica de la cual no haba conciencia an en los ttempos de Nern. A nuestro JUICIO, estos argu-
mentos no se sosttenen; es tambin posible encontrar en Montaigne trminos IdntICOS, y no se tiene
conciencia de que Sneca fuera galo.
" Vid. B. MARCOS, art. cit., pp. 76 Y ss.
VIDA, AMOR Y MUERTE EN LA POESA DE QUEVEDO 75
la contencin de los apetitos terrenos, la lucha por alcanzar la serenidad del hombre
sabio -prescripciones todas ellas de tono estoico-; pero enseguida cambia la t-
nica de su argumentacin -dndole unos inequvocos tintes cristianos.
En conclusin, aquello que une irrecusablemente a Sneca y a Quevedo es el
desengao y el cansancio de sus respectivas pocas de declive. Nuestro poeta, por
su parte, jams alcanzara el sosiego del sabio, que es, en ltimo extremo, un equi-
librio entre cuerpo y alma. Dedic toda su vida a extraer de todos los veneros que
conoci cualquier Idea que pudiera iluminar o satisfacer, en mayor o menor medi-
da, su ansia de trascendencia. El resultado de sus desvelos, frustraciones y espe-
ranzas a este respecto puede leerse en las Lgrimas de un penitente.
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76 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
INTRODUCCIN
tanto como no admitir por las mismas razones, la sintaxis de los evangelios o pre-
tender una semntica paralingstica en sus variadas versiones para diferentes pue-
blos. El pentecosts es el ejercicio de la lengua por va de lo maravilloso. En l se
testimonia la voluntad divina de capacitar idiomticamente a los mensajeros y
difusores de una filosofa esperanzadora: ... les acompaarn estos prodigios: en
mi nombre [...] hablarn lenguas nuevas... (Mc. 16, 17).
A Dios, lo que es de Dios y al Csar, lo que es del Csar, y este Csar tiene su
imperio en los debatibles hechos de lengua.
Por ltimo, es obligado mi alegato dirigido a justificar la transcripcin latina de
los fragmentos seleccionados en los Evangelios y de su atribucin a las funciones
de Propp. (Estas ltimas aceptan lgicamente su actualizacin en todas las lenguas.
Nuestra magnfica versin espaola corre a cargo de Mara Lourdes Ortz). En cuanto
a los pasajes evanglicos aislados tienen otras motivaciones. Creo que toda traduc-
cin enriquece o merma su original. Difcilmente se podr evitar la connotacin
lxica, patrimonio de toda cultura, capaz de alterar la intuicin preliminar, No ig-
noro que la lengua latina no fue la original bblica pero la versin vulgata ha sido
el referente obligado de posteriores Biblias. Qu mejor que citar por esta fuente
escrita en una lengua tan comprometida con los hechos que describe.
Si este argumento no es suficiente, me queda el consuelo de pensar que cual-
quier motivacin que Justifique el uso de la lengua latina, contribuir a compensar,
por poco que sea, la incuria en que la tecnologa pretende relegarla.
2 Citar por Biblia Sacra iuxta Vulgatam Clementznan, Matnti MCMLIII, Biblioteca de Autores
Cristianos.
, Los fragmentos seleccionados responden a la funcin situacin inicial, ex: Se enumeran los miem-
bros de la familia, entre los que el futuro protagomsta se presenta simplemente mediante la mencin
de su nombre o la descripcin de su estado (cf. PROPP, opus cit., p. 37). Remito al versculo 1, 1-17
de Mateo conocido como Genealoga Christi, de adecuada correspondencia con alfa.
4 Leemos en Marcos (1, 1) Initium Evangelii Jesu Christi, Filii Del, que, frente a la genealoga
en Mateo cuyo carcter es dinstico, prefiere ceirse exclusivamente a la filiacin divina. Si se com-
para con Mateo, surge el dilema de la eleccin. ste anuncia ya la condicin mesimca de Cnsto, al
remontarse a su ongen hasta el ttulo de filii David (Mt. 1, 1). Sin embargo, no dejo de considerar
las adecuadas condiciones morfolgicas que caractenzan al hroe en Marcos. La preferencia a favor
de Mateo obedece a dos motivos. Su manifiesta voluntad de considerar el linaje -la misma que me
determina a seleccionar la descnpcin de Lucas- y la predestinacin de una empresa Implcita en su
filiacin davdica, Por otra parte, la atribucin divina, preferida por Marcos, reclama con ms propie-
dad su complemento con el fragmento de Mateo que hace cantar al ngel: Ne time as, Mana, tnvenisti
enim gratiam apud Deum: eece conctptes in utero, et paries jilium, et vocabis nomen eius IESUM
(Le, 1, 30-31), de cuya relacin habr de resultar la figura del hroe, el descendiente de un Dios y
una mortal. Por ltimo, Igualmente expresivas y complementanas son las cuatro genealogas evangli-
cas: Mateo, como queda dicho, prefiere la enunciacin de acuerdo a la estirpe. Marcos se decide por
EL EVANGELIO SEGN VLA DIM
IR PROPP
81
7 Cf. Lucas 4, 4, 8 Y 12, fragmentos que tambin se acomodan a la funcin N. (cf. Nota 6).
8 Se lee en Mircea: en cualquier caso, lo cierto es que su encarcelamiento [de San Juan Bautis-
ta] desencaden la predicacin de Jess (Cf. Mircea ELIADE, Historia de las creencias y de las Ideas
religzosas, Madnd, 1979, ediciones Cristiandad, p. 325).
9 A 10 largo de la narracin de la VIda de Jess, se observa que la figura del agresor adopta
mltiples entidades. desde la del demonio hasta la de un pueblo, el Judo. Una institucin, el Sanedrn.
Un apstol, Judas. Un tetrarca, Herodes. Un gobernador, Pilatos. Un animal, el ardacho, Todas ellas,
representaciones del antihroe. En los tres apartados seleccionados, la fechora -A- determina la
marcha de Jess a Galilea o, lo que es 10 mismo, el comienzo de su VIda pblica: el hroe decide
actuar. La vanante fechora responde ahora al subgrupo 15, el agresor encierra a alguien, 10 aprisio-
na (cf. V. PROPP, opus cit., p. 45). En estos pasajes de la pnsin de Juan, volvern a aparecer para
protagomzar otra vanante, la partida.
10 Transcribo solamente los fragmentos ms representativos de la funcin carencia - a - de los
versculos 18 y 19 de Mateo pero remito a la totalidad de los nmeros 18 al 22 que completan esta
referencia a dicha funcin. Sigo el mismo proceso de Marcos quien en 1, del 16 al 20, representa
tambin a. De Lucas, selecciono 10 ms caractenzador en relacin con a, es decir, 5, 1-11. Juan da
testimomo del pnmer contacto de Jess con los que sern sus discpulos, 1, 35-51, de los que de nuevo,
entresaco aqu lo ms significativo al respecto.
EL EVANGELIO SEGN VLADIM
IR PROPP
83
Et add uxit eum ad Jesum.
Intu itus
aute m eum Jesus, dixit: Tu es Sim
on filius
lona (Jn. 1. 42)
13 Con esta funcin, el hroe buscador acepta o decide actuar, C, manifestada generalmente de
forma indirecta o por alusin -el protagonista se aleja, se mteresa por una ruta, l1ega a una aldea que
le sirve de punto de partida para su aventura, le precede la fama por toda la comarca- el hroe bus-
cador asume su misin e ilummado por una fuerza supenor (aqu, el Espritu Santo citado en Le, 4,
14, pero representado en otras ocasiones por seres cuya sabidura ponen siempre al servicio del perso-
naje central como, por ejemplo, druidas, magos, chamanes, ancianos imciticos que le preparan), em-
prende su viaje,
14 Esta funcin -s-partida, 1\- est sutilmente reflejada en el verbo venir utilizado por los tres
evangelstas escogidos en esta ocasin. Evidentemente, supone haber venido de alguna parte, un acu-
dir a la escena de los acontecrmentos, lo que sita al narrador en el punto de l1egada del hroe a fin
de dar testimonio fiel de su aventura. Es frecuente que se omitan los detal1es del desplazamiento en el
espacio, acelerando las secuencias argumentales.
EL EVANGELIO SEGN VLADIM
lR PROPP
85
22 El nto micitico que supone la confirmacin del hroe, incluye dos funciones que desvelan su
naturaleza supenor: persecucin, Pr, y tarea difcil, M. La pnmera prepara al noviero para el desga-
rrador acontecimiento de su madurez. Los chamanes se invisten de poderes mgicos y adoptan un
aspecto cruel y teatral propio de momtores infernales. La funcin pretende introducir al protagomsta
en un clima de tragedia precursor de pruebas definitivas. El agresor que propicia esta funcin se ca-
racteriza por su versatilidad fsica, tomando diferentes formas (todas ellas relacionadas con la aparien-
cia escenogrfica de su representacin ntual).
Trasladando estos postulados narrativos a la VIda de Jess, son ahora los fanseos quienes asumen
la figura del agresor. Jess demuestra su fortaleza y se prepara para actuar como hroe. En adelante
y hasta su muerte, superar la lgica humana con el milagro.
EL EVANGELIO SEGN VLADIMIR PROPP 89
23 Con la prueba difcil, M, el hroe es reconocido como tal -s-reconoctmiento, Q- funcin pos-
tergada aqu hasta su aparicin final en el cenculo. M se asocia con la siguiente funcin, tarea cum-
plida, N. He restringido la seleccin de textos representativos de M y N, a Mateo para evitar la repe-
ticin de estructuras con escasas van antes formales. Toda narracin maravillosa se extiende al llegar a
esta altura argumental. La condicin de las pruebas y la capacidad para superarlas constituyen gene-
ralmente el corpus narrativo ms Iiterano. Desde el punto de vista funcional, slo estas tareas Justifi-
can al hroe cuyo tnunfo depender de su aptitud para enfrentarse a ellas. El motivo de las empresas
difciles es uno de los ms difundidos en el cuento maravilloso (Cf. Vladimir PRPP, Las races hIS-
tricas del cuento, Madrid, 1974, p. 449). La empresa difcil en el cuento est abocada al matrimonio
del hroe. En su defecto, cualquier objetivo suficientemente Justificador de las acciones del protago-
rusta, garantiza la presencia de esta funcin. Jess tambin conoce el fin de su misin y en aras de
ella, se somete a las pruebas. Incluyo en el mismo apartado M y N puesto que los mismos prrafos
recogen ambas funciones complementanas: la tarea difcil y la tarea cumplida.
24 La transfiguracin es el prolegmeno del viaje final del hroe hacia un destino preconcebido.
Ahora el hroe se dinge resueltamente hacia la meta, sabiendo que llegar a ella (Cf. V. PRPP, Las
90 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
raices..., p. 241). Normalmente, el objeto mgico -un animal alado, una alfombra, un anciano, seor
del fno y del invierno, etc.-ha sido creado para actuar en este sentIdo: transportar al hroe al Ms
All. Todos llevan al hroe al otro reino (Cf. V. PROPP, idem, p. 241). Propp, en su mventano de
objetos mgicos con poderes para desplazarse en el espacio, ha establecido tres grupos. Objetos
antropomorfos -hasta cuarenta tIpOS de Maestros ayudantes se recogen en la narrativa maravillosa
(Cf. BOLTE y J. POLlVKA, Ammer Kungen den Kinder und Hausmiirchen der Brder Grimm, Leipizg,
1913-1932)-, objetos ammales y objetos mammados,
En la narracin bblica, el objeto mgico es inammado: una nube, nubes lcrdas, Mateo, facta
est nubes, Marcos, nubes, Lucas. El carcter del cuento, su localizacin espacial, la transmutacin
totmica, determinarn la condicin de dicho objeto (el guila entre los pueblos siberianos, el caballo
en las culturas asitica y europea, la serpiente en centro frica. La alfombra en el folclore rabe, la
varita -rama- en entornos clSICOS y los ancianos sabios, voladores, panubicantes en comumdades
del norte de Europa). El entorno bblico de los Evangelios frecuenta los motivos celestIales: ngeles,
voces cenitales, el propio cielo abnendo sus entraas, rayos luminosos. En este contexto, nada ms
adecuado que una nube refulgente que transporte al hroe al mundo de ultratumba de MOIss y Elas
- ...y se le aparecieron Elas y Moiss, que conversaban con Jess." (Me, 9,4)- en clave, una bajada
a los mfiernos (Cf. James George FRAZER, The Golden Bougn, Londres, 1890, 1"- Ed., 2 vols). No
ser la mca vez que este intermediario mgico aparezca en el Antiguo y Nuevo Testamentos. Las
teofanas de Yav se constelan de nubes. A su aparicin en la transfiguracin de Jess, hay que aadir
la presencia de la nube en la ascensin y en el anuncio del JUicIO final.
Jess ha SIdo transportado en este medio mgico con un fin coincidente con el de todo hroe. Pre-
pararlo para su apoteosis y tnunfo finales.
25 Ex representa la funcin descubrimiento del agresor. A partir de aqu, la narracin acelera los
acontecimientos, preparando el triunfo del hroe. Se hace necesano eliminar la figura del agresor,
circunstancia por la que Ex, descubrimiento, y U, castigo, se reclaman mutuamente.
Si se atIende al contenido de las funciones y al orden en que se supone, debieran aparecer, en toda
narracin se observar una estructura semejante: un presunto hroe abandonado se aleja de su entorno
protector. Se encuentra con un agresor que pretende engaarle y, de alguna manera, le perjudica. El
protagomsta acusa una carenera, Un ayudante mgico se pone a su disposicin. El hroe es marcado.
Supera las pruebas difciles y tnunfa. En sntesis, esta es su trayectoria.
Pero sera ingenuo creer que toda narracin maravillosa ha de presentar necesanamente todas las
funciones y en este orden de aparicin en escena; o que los personajes se han de corresponder con las
acciones que en principio debieran representar. El mconsciente narrativo almacena tcitamente infor-
macin colectIva acerca de estas estructuras. Su transmisin oral es una herencia SOCIal. Pero su ade-
cuacin a la historia narrada sufre mutaciones, cambios, falsas atribuciones, Lo correcto es rastrear la
presencia del motivo en la histona. En la que nos ocupa ahora, las funciones y sus protagonistas se
corresponden con gran fidelidad pero no por ello dejan de observarse CIertos desajustes mnimos. El
protagomsmo del agresor es uno de ellos. En cuanto a la frecuencia de estas dislocaciones y su mo-
perancia en la valoracin narrativa, Oigamos a Propp: Prosiguiendo estas mvesngaciones se puede es-
tablecer que diferentes personajes pueden realizar a menudo las mismas acciones. El medio mismo
por medio (sic) del cual se realiza una funcin puede cambiar: se trata de un valor vanable. [...] En el
estudio del cuento, la mca pregunta importante es saber qu hacen los personajes; quin hace algo y
cmo lo hace son preguntas que slo se plantean accesonamente (cf. V. PROPP, Morfologia ... p. 32).
Si el donante -el Padre, cuyo mensaje de proteccin en el momento de la purificacin del hroe
disipa toda duda: Este es rru hijo amado, en el que me complazco (Mi. 3,17)- y los ayudantes
mgicos -Llegaron los ngeles y le servan (Mi. 4,11)- no presentaron dificultad para localizarlos
y atribuirles las funciones que les correspondan, la figura del agresor, sin embargo, se perfila corn-
partida entre el diablo, (cf. Las tentaciones de Jess, en Mateo 4), los fariseos, (cf. Mateo 12, 34,
raza de vboras; idem 16, 11, guardaos de la levadura de los fanseos y, sobre todo, idem 23, 11-
37, en que se les desenmascara) y, por ltimo, Judas.
EL EVANGELIO SEGN VLADIM IR PROPP
91
CONCLUSIONES
Si se aplica este cnteno al Evangelio y se atiende en profundidad a su significado sin que la anc-
dota ofusque la lectura, se comprender que la cruenta aventura de Jess se cierra con su tnunfo, no
con su muerte. sta ha propiciado su purificacin y transformacin -resurreccin- destruyendo aquello
que de hombre tiene el hroe. Su nueva condicin ya plenamente divina est reconocida por dos mu-
jeres, Ellas se acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron (MI. 28, 9). Una vez ms son las
mujeres las que reciben al hombre-nuevo despus de la transformacin que se ha operado en l, y
reconocen su divinidad. El protagomsmo fememno es un constante guadiana en el proceso inicitico.
Al mlCIO de este ntual las mujeres los esperan, llevando cada madre una raya de arcilla blanca a
travs del rostro, en seal de duelo (Cf. Mircea ELIADE, opus cit., p. 32, Citando a su vez a HOWITT,
The Native Tribes of South-East Australia, Londres, 1904, p. 543).
Los personajes que reclama esta funcin, se documentan en el Evangelio. Dios Padre -el rey a
cuyo trono est destinado tambin el hroe de cualquier cuento maravilloso. Jess --el hroe que al
resolver las pruebas difciles, garantiza sus pretensiones. A nosotros nos parece que los matenales
folklncos nos autonzan a afirmar que este sucesor deba dar pruebas de su fuerza mgica y que en
este hecho es donde deben buscarse las races de las 'empresas difciles' (cf. V. PROPP, Las races ...,
p. 493). Y, por ltimo, el reino de los Cielos. Son suficientes elementos y correspondencias de actitu-
des para ver en todo ello la presencia latente del subconsciente narrativo. Y ello, a pesar de los dos
escollos que se resisten a reflejar plenamente el Simbolismo del estado SOCial en desarrollo, reflejado
en el cuento maravilloso: m el reino ser conseguido por el hroe para su mdividual detentacin
-aqu ser compartido en trinidad divma- m la transmisin se har por va femeruna. Pero escuche-
mos a la teologa atribuir la condicin de un Dios mco a la trinidad en la que se funde Jess. En
cuanto a la ausencia de una hija de rey con la que casar para conseguir el reino, est Justificada
estructuralmente puesto que el Evangelio no habla de una herencia smo de un acceso de forma com-
partida y en comumn mstica.
El estadio avanzado de la sociedad que narran las Escnturas nos sorprende por la fuerza con que
perviven en l estructuras narrativas inconscientes transmitidas etnogrficamente desde sociedades pn-
rmtrvas, no por una natural condicin ancestral leJOS de la voluntad consciente de sus autores y del
momento histrico de su redaccin.
En consecuencia, conservo la Sigla W, que representa el colofn con acceso al trono del nuevo rei-
no; aplico la vanante que prescinde de la mediacin del matrimonio y, sm corregir la denommacin
que se atribuye a esta funcin, SUStituyo esta referencia por la de triunfo, SI ms adecuada a esta na-
rracin, no por ello contraria en contenido a la propuesta por Vladimir Propp.
EL EVANGELIO SEGN VLADIMIR PROPP
93
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cin metodolgica, Madrid, 1976, ed. Gredos. (En especial, captulo I1I, aptdo.
Reflexiones acerca de los modelos actanciales, pp. 263-293).
PROPP, Vladimir: Morfologija skarki, Leningrado, 1928, col. Voprosy poetiki, nm.
12, Gosudarstvennyj institut istorii iskusstva. (Versin espaola, Morfologa del
cuento, Madrid, 1971, Editorial Fundamentos. Traduccin a cargo de Mara
Lourdes Ortiz).
- Istoriceskie korni volsebuoj skazki, Leningrado, 1946. (Versin espaola, -Las
raices histricas del cuento, Madrid, 1974, Editorial Fundamentos. Traduccin
espaola a cargo de Jos Martn Arancibia)
RUBIO MONTANER, Pilar: Estructuras en cuentos populares castellanos, Valladolid,
1982. Universidad de Valladolid.
LOS MANUSCRITOS TEATRALES DE E. SELLS
y NGEL (1844-1926)
La gran fecundidad teatral de los ltimos aos del siglo XIX y primero
s del XX
no se acompaa de una labor crtica de la misma envergadura, porque
estas obras
slo van conociendo una mediocre divulgacin por las colecciones
que van salien-
do a la luz tras los estrenos. De manera que sobre dicha produccin
pesa la ines-
tabilidad de gustos artsticos, los convencionalismos de la poca y,
sobre todo, el
carcter mediocre de muchos de sus autores (quienes, normalmente,
hoy apare-
cen desenfocados, ya que vienen siendo analizados con la perspectiva
actual). Nos
enfrentamos, pues, a un teatro al que la crtica actual ha prestado escasa
atencin,
y que, desde nuestra percepcin de hombres de otra poca, por tanto,
parece haber
envejecido, porque, en realidad, es deudor de un pblico muy distante
del de hoy.
De esta manera, nuestro propsito al presentar una catalogacin de
la obra tea-
tral de Eugenio Sells y ngel, no es otro que rescatar del olvido
a un autor del
que apenas existen estudios crticos o bibliografa especfica, tratando
de sistemati-
zar todos los datos dispersos sobre su figura, abordando, en primer
lugar, su con-
sideracin en la crtica y su biografa, para finalmente centrarnos en
la ordenacin
y catalogacin de su produccin teatral.
En el Museo Nacional del Teatro de Almagro (Ciudad Real) se encuen
tran sus
manuscritos teatrales originales, adems de muchas de sus obras en
primera edi-
cin. Fueron donados a principios de los aos 40 por la viuda del
autor, al enton-
ces Director del Centro, Don Fernando Jos de Larra, a peticin expresa
de ste.
Por otra parte, este fondo nos ha ayudado en la ordenacin de la prctica
totalidad
de su obra teatral. No en vano, all slo faltan los manuscritos de
El Cielo o el
suelo, La Vida Pblica, el drama primitivo de lS Vengadoras (1884),
el drama
primitivo de La Mujer de Loth y el manuscrito de Infiel?
Este material se hace imprescindible para alumbrar importantes aspecto
s, tanto
de los modos de produccin teatral de la poca, como del mismo
autor, pues nos
permite conocer el desarrollo del texto, desde su concepcin original
, recogida de
manera sinttica en los Planes que acompaan a algunos manuscritos
" desveln-
dose as el proceso ntimo de la creacin.
En el presente catlogo abordamos la descripcin fsica de los manusc
ritos halla-
dos en el Museo de Almagro, complementando esa informacin con
la descripcin
de otros manuscntos del autor, de distinta procedencia, y con las edicion
es de las
obras.
2 Recurdese la campaa Iconoclasta que Azorn y otros autores de su generacin hicieron contra
J. Echegaray, tras ser nombrado Premio Nobel de Literatura, en 1905. Campaa de la que tambin fue
vctima, indirectamente, Eugemo Sells, al ser considerado como Gente Vieja. Algunos artculos sobre
esta polmica generacional lo reflejan perfectamente; el Heraldo de Madrid se hizo eco de ello: Vie-
jos y jvenes (21 de Febrero de 1905), Echegaray y la Juventud (17 de febrero de 1905), Echegaray
y 'Gente Vieja' (28 de diciembre de 1905).
, Reseamos, siguiendo un cnteno cronolgico, algunas obras que tratan del teatro de Eugemo
Sells: F. PI y ARSUAGA, Echegaray, Sells y Cano, Madrid, 1884; MARQUS DEL PREMIO REAL MI-
RANDA Y SANDOVAL, El teatro espaol contemporneo, Madnd, 1886, pp. 13-14; F. BLANCO GARCA,
La Literatura espaola en el Siglo XIX, Madrid, 1891,- pp. 408-410; M. OSSORIO y BERNARD, Ensayo
de un catlogo de periodistas espaoles del Siglo XIX, Madnd, Imprenta de J. Palacios, 1903, p. 428;
F. CUENCA, Biblioteca de autores andaluces modernos y contemporneos, La Habana, Tipografa
Moderna Alfredo D., 1921-22, pp. 473-477; N. DAZ DE ESCOBAR-LASSO DE LA VEGA, H." del teatro
espaol. Comediantes-Escrltores-CurlOsldades escnicas, Barcelona, Montaner y Simn, 1924, Vol. I1,
p. 99; J. HURTADO y J. DE LA SERNA, Historia de la literatura espaola, Madrid, 1940, p. 926; N.
ALONSO CORTS, El teatro espaol en el Siglo XIX, en G. DAZ-PLAJA (edit.), Historia General de
las Literaturas Hispnicas, Barcelona, 1957, Vol. IV, pp. 313-314; G. DAZ-PLAJA, Antologa Mayor
de la Literatura Espaola, Madnd, Labor, 1961, Vol. IV, p. 1343; F. C. SAINZ DE ROBLES, Ensayo de
un Diccionario de la Literatura, Madnd, Aguilar, 1964, Vol. I1, p. 1094; G. BLEIBERG y J. MARAS,
DiCCIOnarIO de Literatura Espaola, Madnd, Revista de OCCidente, 1972, p. 836; J. CASALDUERO, El
teatro en el Siglo XIX, en Historia de la literatura espaola, Madnd, Taurus, 1980, Vol. III, pp. 487-
527 (edicin de J. M. Dez Borque); F. B. PEDRAZA JIMNEZ y M. RODRGUEZ CCERES, Manual de
Literatura espaola. poca del realismo, Barcelona, Cenlit Ediciones, 1983, Vol. VII, pp. 258-262 (re-
coge un error en la p. 261, pues titula al drama La Vida Pblica como La Vida Politicai; J. RUBIO
JIMNEZ, El Teatro en el Siglo XIX (I1) (1845-1900)>>, en J. M. DEZ BORQUE, H." del Teatro en Es-
paa, Madrid, Taurus, 1983, Vol I1, cap. IV; F. RUIZ RAMN, Historia del teatro espaol (Desde sus
orgenes hasta 1900), Madnd, Ctedra, 1986, Vol. I, pp. 358-361; J. PAZ, Catlogo de piezas de tea-
tro que se conservan en el Departamento de manuscritos de la Biblioteca Nacional, Madrid, 1989,
Vol. I1, pp. 231, 295, 327); J. M. GONZALEZ HERRN y V. ERMITAS PENAS, Cronologa de la Litera-
tura Espaola (Siglos XVIII y XIX), Madrid, Ctedra, 1992, Vol. III, pp. 399-401 (recoge un error en
el ttulo del monlogo de Sells, La Expiacin de Magdalena, apareciendo como La Expedicin de
Magdalena); T. SNCHEZ, Catlogo de dramaturgos espaoles del Siglo XIX, Madrid, Fundacin Uni-
versitana Espaola, 1994, p. 552 (a Sells se le atribuye el nombre de Eusebio); D. THATCHER GIES,
El teatro en la Espaa del Siglo XIX, Cambndge, Cambridge University Press, 1996, pp. 450-453.
4 Esta es la misin principal que nos hemos planificado en un estudio mucho ms amplio, que
desembocar en la redaccin de mi Tesis Doctoral.
LOS MANUSCRITOS TEATRALES
DE E. SELLS y NGEL (1844-19
26) 97
NOTAS BIOGRFICAS
EVOLUCIN TEATRAL
mal, pues, que en la primera pgina de la publicacin colocara unas lneas de agra-
decimiento al que, desde entonces, sera su maestro.
Posteriormente estrenaba Maldades que son justicias. Drama histrico en tres
actos y en verso, ambientado en la poca de Felipe III (Teatro Espaol, 18 de Mar-
zo de 1878). Esta vez encabezaba la obra impresa una dedicatoria a la prensa pe-
ridica que le alent a seguir en su quehacer, pero tambin ahora se confabul contra
l la mala suerte: dos de sus principales intrpretes, Vico y Valero, se haban pues-
to de acuerdo para hacerla fracasar. No obstante, la calidad de la obra se impuso y
finalmente la obra triunf, pese a que su autor amenaz con retirarla de cartel.
Vencidas estas iniciales dificultades, le llegara un gran xito con el estreno de
El Nudo Gordiano (Teatro Apolo, 28 de Noviembre de 1878), cuyo papel principal
fue interpretado por Antonio Vico. La obra consigui estar cen noches seguidas en
cartelera.
Sobre su estreno, al principio mucha gente pens que era una obra para llenar
una temporada muy poco exitosa (pese a haberse estrenado La Opinin Pblica de
Leopoldo Cano y el rotundo fracaso de Algunas veces aqu, de Echegaray).
El Nudo Gordiano, calificada por algunos crticos como drama de reforma so-
cial, responda en su ttulo al vnculo matrimonial, que slo puede romperse con
dificultad y dolor. Con ella entr en escena de nuevo el tema del adulterio, pero
sobre todo la cuestin del divorcio 12; por ello, en los pendicos se discuti no ya
el mrito de la obra, sino del valor de la tesis que se suscitaba desde el punto de
vista moral y Jurdico 13 Inmediatamente, y gracias al xito descomunal que tuvo,
se escribieron parodias para ser representadas y una novela inspirada en el argu-
mento del drama 14. La gran popularidad de la obra induce a pensar que el pblico
estaba deseoso de ver representado dramticamente temas polmicos y que Sells
estaba dispuesto a meterse a ello. No se olvide que en 1880 la obra ya iba por la
dcimoquinta edicin, habindose agotado las catorce primeras en menos de dos
aos, y generando numerosos estudios crticos de sus coetneos 15
Inmediatamente estren El Cielo y el suelo (Teatro Espaol, 17 de Enero de
1880); sin embargo, este drama no fue bien acogido, ni por el pblico ni por la
crtica, por lo que Sells decidi permanecer tres aos sin presentar en los escena-
nos obra teatral alguna. En realidad, con El Cielo y el suelo Eugenio Sells empie-
za a situarse en el centro de las polmicas teatrales de la dcada de 1880-90, por-
19 En este mismo ao estrenan Echegaray, El hijo de Don Juan, Guimer, Judith de Welp y Galds,
Realidad.
20 Sells, con esta obra, y Galds con Gerona (8 de febrero de 1893), quisieron apoyar a Antonio
Vico en el arnendo del Teatro Espaol, por prImera vez concedido mediante concurso y subasta. Fue-
ron los ltimos que confiaron en las posibilidades artstIcas de este inconstante actor, que en 1894
abandonara Espaa para trabajar en Argentma.
21 Una versin refundida de la misma se estren el 12 de Diciembre de 1902 en el Teatro Espa-
ol, tambin con M." Guerrero y Fernando Daz de Mendoza en sus pnncipales papeles; en esta refun-
dicin Sells mantuvo la misma tesis dramtica, transformando sobre todo el acto tercero.
22 Por entonces, la actnz trabajaba especialmente con los dramaturgos Sells, Guimer, Galds y
Echegaray. Galds, SIn embargo, que le ha dado su obra Voluntad y que M" Guerrero estren en el
Teatro Espaol (6 de Agosto de 1896), le retira la Siguiente, Doa Perfecta: sus relaciones se haban
Ido enturbiando, debido al creciente divismo de la actriz y sus Indiscreciones, que Imperaban sobre
los planes del dramaturgo.
23 Sells siempre reconoci como su maestro pnmero a Zorrilla, y su contribucin potica al ho-
menaje perodstico fue un cuarteto tItulado Ante el cadver de Zorrilla que transcribimos:
En vano la muerte brava
toc de ungida cabeza
la vida del genio empieza
cuando la del hombre acaba.
LOS MANUSCRITOS TEATRALES DE E. SELLS y NGEL (1844-1926) 103
24 En sta incluye un Prlogo en el que explica que la obra es la pnmera parte de una triloga,
que se contina en Los Domadores y se cierra en Los Caballos; incluso advierte que se deben colocar
por este orden en el teatro, cuando se representen juntas. Explica, no obstante, que cada una puede
vrvrr independientemente por su argumento, su accin y sus personajes, pero compartiendo una misma
Idea generadora: la obra va contra los anarquismos activos.
25 La obra tuvo bastante xito, lo que propici la parodia de ttulo El balido de Zul, de Salvador
Mara Grans y Enrique Lpez Martn.
26 El Heraldo de Madrid, Viernes, 12 de Mayo de 1905 da noticias de los episodios del Quijote
representados en el Teatro Real, y adaptados a la escena por encargo expreso de M." Guerrero a los
autores:
- La l." Salida del Quijote, por E. Sells.
- Captulo XXII, La aventura de los galeotes, adaptada por los Hermanos lvarez Quintero,
- Captulo XII, El Caballero de los Espejos, adaptado por Miguel Ramos Carrin.
27 Desconocemos SI llegaron a estrenarse estas obras de las que tenemos constancia por la exis-
tencia de sus manuscntos: El Arte conspirador. Zarzuela en tres cuadros, acabada en Granja (Portu-
gal), en Octubre de 1905; El amor en capilla. Melodrama en dos cuadros, Madrid, 1906; La Gatita y
el len. Nocturno dialogado, sm fecha en el manuscrito; La Pulsera. Comedia en un acto y en prosa,
104 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
1. La Torre de Talavera
Autgrafo total con correcciones y enmiendas escnto a tinta por ambas caras;
en cuartillas sueltas de desigual tamao (portada y doce ltimas ms pequeas) sm
encuadernar, excepto las cuatro ltimas.
En portada se lee un ttulo distinto del que aparece en la edicin impresa: El
drama de la hermosura.
Sin indicacin de fecha nr firma del autor.
Ediciones:
original de J. Antonio Traversi, arreglada a la escena espaola por Eugenio Sells y Ennque Tedeschi,
5 de Febrero de 1906; El voluntario realista (segn declara al Caballero Audaz, la escribi en colabo-
racin con Galds, y estaban preparndola para que la estrenase Margarita Xirgu), y Campanas y
Cornetas, zarzuela en tres cuadros y en prosa, 1898.
28 Eugenio SELLS y NGEL, Discursos ledos ante la Real Academia Espaola en la recepcin
pblica del Excmo. Sr. D. Armando Palacio Valds, el da 12 de Diciembre de 1920, Madnd, 1920.
LOS MANUSCRITOS TEATRALES DE E. SELLS y NGEL
(1844-19 26) 105
Autgrafo parcial escnto a lpiz y tinta por las dos caras con enmien
das y ta-
chaduras firmado por el autor en cada uno de los actos. En portada
de todos los
actos se lee: 2 Apte M. 1878, rubricado por el autor.
Las escenas 12, 13, 14 Y 15 del Acto 2. aparecen escntas con letra
distinta a la
del autor; de su puo y letra es el resto del manuscrito y todas
las enmiendas y
tachaduras que aparecen desde el principio del texto.
Las hojas pares estn numeradas: Acto 1.0, 2 hoj. + fols. 1-19; Acto
2., 1 hoj,
+ fols. 1-18; Acto 3., 1 hoj. + fols. 1-15 + 2 hoj. (dupl. el folio 3, hoja
en blanco,
portada repetida al final).
Otros mss. del texto: BN. 15445, en el que aparece tachado el ttulo,
Ambicin
contra ambicin y a continuacin se lee Comedia en tres actos y en
verso, 175 fols.
Ejemplar dedicado por el autor a la Biblioteca Nacional, con fecha
de Madrid,
17 de enero de 1893. Piel con orla dorada (Julin Paz, Catlogo de
piezas de tea-
tro de la Biblioteca Nacional, Tomo I1I, 1989, Madrid.)
Ediciones:
Copia de los Actos 1.0 y 3., escritos por las dos caras, con numerosas enmien-
das y tachaduras de puo y letra del autor.
Sin indicacin de fecha en ningn cuaderno.
Se estren en el Teatro Apolo de Madrid, elide febrero de 1883.
Ediciones:
Ediciones:
6. El Celoso de su imagen o hacer mal por querer bien. Drama en tres actos y
un eplogo original de Eugenio Sells.
Autgrafo parcial escrito por las dos caras a tinta. El 2., 3. Y 4. cuaderno son
de puo y letra del autor, y en el 4. y 5. parcialmente autgrafos.
En portada del primer cuaderno se lee: Acto 1.. 1893. En portada del 2. Cua-
derno se lee: Hacer mal por querer bien. Acto 2.. El tercer cuaderno es repeticin
del Acto 2. y no tiene portada. En portada del 4. Cuaderno se lee: Hacer mal por
querer bien. Acto 3.. Rbncado por el autor. 1893. En portada del 5. cuaderno se
lee: El Celoso de su imagen. Eplogo.
Las hojas pares estn numeradas por el autor: Acto 1.0, 2hoj. + fols. 1-24 + 1
hoj. (dupl. el fol. 1); Acto 2., 1 hOJ. + fols. 1-47; Acto 2., 53 hojs. ; Acto r, 2
hoj. + fols. 1-18 + 13 hoj.; Eplogo, 2 hOJ + 1-13 hoj.
Otros mss. del texto: B.N. Ms. 14421. Subtitulado: Drama en tres actos y en
verso, 175 fols. (Julin Paz, Catlogo de piezas de teatro de la Biblioteca Nacio-
nal, Tomo I1I, 1989).
Ediciones:
El Celoso de su imagen o Hacer mal por querer bien, Drama trgico en tres
actos y un eplogo dividido en nueve cuadros, en verso y prosa. Original de Eugenio
Sells. Representado por primera vez en el Teatro Espaol de Madrid el da 8 de
Abril de 1893. Madrid, Imprenta Colonial a cargo de G. Gutirrez, 1893.
Ediciones:
Primera copia con correcciones autgrafas del autor. En la ltima hoja se lee:
Escrito en Marzo de 1897 (Primera copia). Con rbrica del autor.
En portada tambin se lee: Estrenado en el teatro Espaol, el 9 de Abril de 1897.
Representado hasta el 11 en que acab la temporada.
S. XIX (1896), 4 cuad. (21+ 20+ 23+ 30 fols. )., 215 x 155
Autgrafo total escrito a tinta por las dos caras, con abundantes enmiendas y
tachaduras. Aparece tachado un pnmer comienzo de ttulo: Arreglo.
En la contraportada del primer cuadernillo (Acto 1.0) se lee: Empezado en Ma-
drid a 12 de Junio de 1896.
En el reverso de la hoja 19 del 2. cuaderno (Acto 2.) se lee: Acabado en 23
de Julio de 1896. En Granja (Portugal) a 6 de Septiembre de 1896.
Numeracin de las hojas por el autor: Acto 1.0, 2 hojs+ fols. 1-19; Acto 2., 1
hoj. + fols. 1-19; Acto 3., 1 hoj. + fols. 1-21 + 1 hoj.; Acto 4., 1 hOj+ fols. 1-28+
1 hOJ.
Ediciones:
Autgrafo parcial escrito a tinta por las dos caras, con enmiendas y tachaduras
aadidas de puo y letra del autor.
El primer cuaderno contiene los tres cuadros, y no son escritos por el autor; el
segundo cuaderno contiene el cuadro 2. reformado, y es casi ntegramente aut-
grafo, salvo hojas sueltas.
En portada del primer cuaderno se lee: Madrid, 1898.
Ediciones:
Autgrafo parcial escrito por las dos caras con enmiendas y tachadu
ras. No son
de letra del autor seis cuartillas que corresponden al cuadro 2.. El
autor slo nu-
mera las cuatro primeras hojas del cuadro 1.0.
En portada se lee: Compuesto en el ao de 1899. Representado en 1900,
y apa-
rece la rbrica del autor.
En el manuscrito aparecen cuatro cuadros (uno por cuaderno), pero
en la edi-
cin impresa se redujeron a tres.
112 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Numeracin de las hojas: cuadro l.', 1 hoj. + 21 fols.; cuadro 2., 1 hoj. + 36
fols.; cuadro 3., 1 hoj. + 14 fols.; cuadro 4., 1 hoj. + 9 fols. + 1 hoj.
Ediciones:
Autgrafo parcial con enmiendas y tachaduras, escrito por las dos caras. El pri-
mer cuaderno contiene el Plan de la obra y est escrito ntegramente por el autor
en octavillas sin numerar; el 2. cuaderno est escrito y numerado por el autor y
parece el manuscnto onginal primitivo, con tachaduras, enmiendas y adiciones; el
tercer cuaderno es la copia hecha por las hijas del original primitivo 29, con adicio-
nes y enmiendas autgrafas.
En portada del primer cuaderno se lee. Las Serpientes. Plan.
En portada del segundo cuaderno se lee: Las Serpientes. Escenas en un acto y
en prosa. Originales de Eugenio Sells (rubricado). Madrid, enero de 1897.
En portada del tercer cuaderno se lee con la letra de las copistas: Las Serpien-
tes. Escenas en un acto y en prosa originales de Eugenio Sells. Estrenadas en el
Teatro de la Comedia de Madrid, por la compaa del gran actor Ermete Zacconi.
Versin italiana de Enrico Tedeschi. 29 de mayo de 1903.
Ediciones:
29 Segn leemos en el manuscnto de Campanas y Cornetas, sus hijas solan hacerle la pnmera
copia del original pnmtivo, y serva para sacar las copias para el teatro donde iba a tener lugar el
estreno. Las enmiendas y tachaduras que aade a la copia las va realizando el autor sobre la marcha
en los ensayos. Sirve tambin esta copia para la Imprenta y para el segundo apunte en los primeros
ensayos.
LOS MANUSCRITOS TEATRALES DE E. SELLS y NGEL (1844-19
26) 113
Autgrafo total, escrito a tinta por las dos caras y con enmiendas
y tachaduras.
En portada se lee: Granja (Portugal). Octubre de 1901. En contrap
ortada apare-
ce su firma rubricada.
Las hojas estn numeradas por el autor, que deja algunas sin numera
r y duplica
otras:
Cuadro 1.,2 hOJ. + fols. 1-17 (dupl. folios 1, 13, 14); Cuadro 2.,
3 hoj. + fols.
1-5+ 2 hoj.; Cuadro 3., 2 hoj, + fols. 1-4 + 5 hoj.
Ediciones:
Autgrafo con enmiendas y tachaduras, escrito por ambas caras y firmado por
el autor en portada del primer acto.
Los dos primeros cuadernos son respectivamente el Acto 1.0 y el 2.; en el ter-
cer cuaderno aparece la especificacin de Acto 30 (primitivo) y en el cuarto cuader-
no: Acto 3. 0 (nuevo).
Al final del Acto 1 aparece: Acabado el 10 de Enero de 1895.
En portada del Tercer Acto (nuevo) aclara: Madrid, Febrero de 1901.
Ediciones:
Autgrafo parcial escrito a tinta por las dos caras, con enmiendas y tachaduras
superpuestas a la letra del copista. Las hojas estn numeradas por el autor, salvo
16 hojas sueltas.
En portada se lee: El Corneta de la partida (tachado debajo Balsilla), zarzuela
LOS MANUSCRITOS TEATRALES DE E. SELLS y NGEL (1844-19
26) 115
Ediciones:
Autgrafo escrito por ambas caras numeradas por el autor, con abundantes co-
rrecciones y tachaduras; sin portada.
En la primera hoja se lee: La Vejez de Don Juan. Monlogo (aparece tachado a
continuacin la indicacin de 2.).
Los tres monlogos, La Expiacin de Magdalena (manuscrito nuevo y primiti-
vo), y La vejez de Don Juan, aparecen encuadernados juntos en este orden, aunque
se han catalogado por separado.
No aparecen ediciones impresas de los monlogos.
Autgrafo del autor escnto por ambas caras con abundantes enmiendas y tacha-
duras.
El pnmer cuadernillo est escrito en octavillas sin numerar y contiene el Plan
de la obra.
El segundo cuaderno est escrito en hojas numeradas por el autor, entre las que
se entremezclan hojas sueltas. Contiene el Acto nico de la obra y en portada se
lee: Finalizada el 29 de noviembre de 1903 en Madrid, y aparece la firma del autor.
Ediciones:
Ediciones:
Autgrafo escrito a tinta por las dos caras con abundantes enmiendas y tacha-
duras. En portada se lee: Acabado en Granja (Portugal) en Octubre de 1905; y
aparece la rbrica del autor.
No se encuentran ediciones impresas ni se tiene constancia de su estreno.
25. La Primera Salida. Cuadro escnico compuesto con pasajes de Don Quijote
de la Mancha por Eugenio Sells
E.: Ahora sean servidos de darme de beber: que esta sabrosa trucha pide re-
mOJo .
A.: mi buen Rocinante, compaero eterno mo en todos mis caminos y carreras.
Ediciones:
Ediciones:
El Rayo Verde, comedia en dos actos y en prosa original de Eugenio Sells. re-
presentada por primera vez en el teatro Lara el 7 de Noviembre de 1905. Madrid,
Imprenta de R. Velasco, 1905.
El rayo verde, comedia en dos actos..., Los Contemporneos, n." 271, 1914.
El Rayo Verde, comedia en dos actos y en prosa ..., s.l., 1914.
Autgrafo escrito por las dos caras con adicin de hojas impresas, y numerosas
enmiendas y tachaduras.
Se van mezclando pginas impresas con pginas manuscritas (numeradas por el
autor) y enmiendas y tachaduras sobre las primeras, porque va realizando la refun-
dicin sobre la obra primitiva ya editada.
En la portada en letra impresa se lee: El Rayo Verde. Comedia en dos actos y
en prosa. Aparece tachado: Original de (en letra de imprenta) y encima escrito de
puo y letra del autor: Refundido por su autor, Eugenio Sells. Contina leyndose
en letra de imprenta: Representada por primera vez en el teatro Lara el 7 de No-
viembre de 1905. Y a continuacin se tacha el pie de imprenta.
E.: Coro general cantado: Bravo, bravo! Bien por ellos! ...
A.: ...Pues lleguemos pronto.
LOS MANUSCRITOS TEATRALES DE E. SELLS y NGEL (1844-1926) 119
Autgrafo pardal escrito por las dos caras a tinta, con enmiendas y tachaduras.
El cuadro 1.0 es autgrafo del autor, y la escena primera del cuadro 2. tambin,
pero a partir de la escena 2." vuelve a ser autgrafo con enmiendas y tachaduras
hasta el final del manuscrito.
En portada se lee: Madrid, 1906
29. La Gatita y el len. Nocturno dialogado original de Don Eugenio Sells. Acto
nico
Autgrafo pardal escrito por las dos caras. La mayor parte del cuaderno es copia,
salvo tres hojas escritas con letra del autor. No aparece en portada indicacin de
fecha.
No aparecen ediciones impresas ni se tiene constancia de su estreno.
Autgrafo de Enrique Tedeschi que firma la portada; escrito por las dos caras.
Las correcciones a tinta, a veces tachando pginas enteras, son de Eugenio Sells.
Al final se lee: Madrid, 5 de Febrero. 1906.
No aparecen ediciones impresas ni se tiene constancia de su estreno.
ANEJOS del Boletn de la Real Academia Espaola. Anejo L.: Catlogo de Manus-
critos de la RAE, Madrid, 1991.
ARTlGAS, Miguel: Catlogo de los manuscritos de la Biblioteca Menndez Pelayo,
Santander, 1957.
CATLOGO GENERAL DE LA SOCIEDAD DE AUTORES ESPAOLES, Imprenta de R.
Velasco, Madrid, 1913.
CATLOGO DEL TEATRO LRICO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL, Vol. III. Libretos P-
Z, Ministerio de Cultura, Direccin General del Libro y Bibliotecas, Madnd.
120 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
,Ennque MARTN PARDO, Antologa de la Joven poesa espaola, Madrid: Pjaro Cascabel, 1967.
Jos BATLL, Antologa de la nueva poesa espaola, Barcelona: El Bardo, 1968.
Leopoldo DE LUIS, Antologa de la poesa SOCial, Madrid: Alfaguara, 1969.
4 Jos Mara CASTELLET, Nueve Novisimos poetas espaoles, Barcelona: Barral, 1970.
5 Ennque MARTN PARDO, Nueva poesa espaola 1970, Madrid: Scorpio, 1970.
6 Antomo PRIETO, Espejo del amor y de la muerte. Antologa de la poesa espaola ltima, Ma-
drid: Azur, 1971.
7 Rosa Mara PEREDA y Concepcin G. MORAL, Joven poesa espaola, Madrid: Ctedra, 1979.
122 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
El libro estuvo escrito desde 1963 y, segn el autor slo por motivos de repre-
sin administrativa y de poquedad econmica del heroico editor Jos Batll, no pudo
editarse hasta cuatro aos despus 9. Una educacin sentimental est compuesto
por tres secciones: El libro de los antepasados, Una educacin sentimental y Ars
Amandi; cada uno de estos segmentos est precedido por un epgrafe que nos sita
dentro del contexto literario cataln: Salvador Espri y Ausas March.
La seccin inicial del libro, subtitulada, El libro de los antepasados nos sita
cronolgicamente en un pasado -el de la infancia del sujeto- que se corresponde
con el contexto de una Espaa posblica. El tono que preside el libro es, en pnn-
CipIO, nostlgico; nostalgia de un tiempo definitivamente ido, aquellos felices tiem-
pos que evoca el sujeto textual en la composicin inicial. Sealemos, sin embar-
go, que esta nostalgia ir cediendo progresivamente hacia un registro irnico que
pretender desdramatizar los recuerdos. Lejos de la condensacin lrica, estas com-
posiciones primeras optan por la gran extensin y arrojan como resultado poemas
narrativos, de desarrollo gradual en los cuales las escenas se suceden y despliegan
paralelamente al acto de lectura.
La enunciacin -caSI exclusivamente colectiva- incorpora al sujeto a la expe-
riencia compartida por los otros: espibamos/ la variacin anormal de la cha-
queta a cuadros/ Prncipe de Gales (35). Pero la presencia de esos otros no queda
slo relegada a una indefinida primera persona plural, sino que -en muchos ca-
sos- tales voces se incorporan claramente al corpus del poema como sujetos del
enunciado. En ocasiones es la voz/del musclaire:/ arri Joan que l'arrs/ s'est
covant (35); otras veces es la voz de la madre: Singer, me inclino por la Singer/
cansa menos los riones (35) o las voces corales de las manifestaciones calleje-
ras: Visea Maci qu's catal, mori Camb qu's un cabr (36). El descentra-
miento del espacio enunciante 10 que configura un mundo habitado por una multi-
tud de hablantes no se debe exclusivamente a la incorporacin de voces ntidamente
individualizadas sino tambin -y fundamentalmente- a la inclusin de discursos
otros. En este sentido opera la apelacin al collage que da cabida al discurso pu-
blicitario -con su incitacin al consumo: pay-pays de cartn blanco/con anuncios
de linimento Sloan (36) y sus slogans tursticos: Spain IS different (44)-, al
discurso radiofmco -hacia las nueve las emisoras/transmitan un 'buenas noches'
a la ciudad (38)-, al discurso periodstico -con sus titulares y sus avisos clasi-
ficados: cerr Ingraf/la Sopena precisa obreros para editar/cartillas de abasto, o
recaderos Roura/necesita mozos a horas libres (38)-, al imaginario cinematogr-
fico y de la cancin con presencias emblemticas como las de John Gilbert, Greta
Garbo oJean Harlow, Conchita Piquer, Glenn Miller y Bonet de San Pedro respec-
tivamente (36-39).
La convivencia de esta pluralidad de discursos SOCiales desplaza funcionalmente
al sujeto en tanto originador y controlador de todo el entramado discursivo. La tc-
R Manuel VZQUEZ MONTALBN, Memoria y Deseo. Obra Potica (1963-1983), Barcelona: Seix
Barral, 1986. En todos los casos la numeracin de las pginas corresponde a esta edicin,
9 Manuel VZQUEZ MONTALBN, Op.Cit., p. 277
10 Walter MIGNOLO, Semantizacin de la ficcin literana. Estudios, Vol. V-VI n." 15-16 (1980),
pp. 85-127.
LA ESCRITURA POTICA DE MANUEL VZQUEZ MONTALBN 123
nica del collage -desde su uso inicial por los pintores cubistas- supuso la inclu-
sin de la matenalidad de lo real prescindiendo de toda manipulacin o actividad
creadora por parte del sujeto.
Por otra parte, el polilingismo sumado a estos discursos masmediticos 11, que
se suceden ininterrumpidamente tejiendo una red de mensajes dismiles -y, en oca-
siones contradictorios-, abruman al lector a travs de la proliferacin informativa
logrando un efecto alienador. Esta sene de textos contiguos que se influyen mutua-
mente crean la ilusin de un discurso potico homogneo y permIten una lectura
metonrmca del mismo, es decir, por contigidad. Gillo Dorfles vincula al arte po-
pular -a ese vasto sector de las artes provocadas y propagadas por los mas s
media- al fenmeno denominado kitsch 12 y analiza el doble manejo que posi-
bilita esta relacin. Por una parte, puede operarse la degradacin de la obra de
arte original, ejemplo de esto sera la imagen de la Gioconda de Leonardo usada
como rclame de medicinas pero tambin - y ste es el caso que ms nos inte-
resa para aproximarnos a los procedimientos escriturales de Manuel Vzquez
Montalbn- esta manipulacin permite que material para-artstico [sea] utilizado
con fines decididamente estticos por algunos artistas, como el verso pagadizo y
romntico, el estribillo de una cancin, hbilmente incluidos en un texto literario,
se produce as el rescate o sublimacin de materiales que, en principio, no pertene-
can al dominio convencional de lo artstico. Creemos que el principio operativo
aqu es el de la descontextualizacin (o la recontextualizacin novedosa de los
materiales), principio que permite, por un lado, una lectura metonmica de esos textos
que, aunque dismiles, pasan a formar parte de una misma serie y, por otro, y como
consecuencia de lo anterior, posibilita una formulacin sinttica de los opuestos,
concepto central el de sntesis sobre el que volveremos en las conclusiones. Es
frecuente, tambin, en este mismo sentido el desplazamiento de versos de un poe-
ma a otro que redistribuye constantemente el sentido de los textos.
La apelacin a cortes bruscos en el hilo expositivo, a los saltos temporaespaciales,
a la yuxtaposicin de imgenes e historias evocadas se expresa grficamente a tra-
vs del empleo reiterado del verso quebrado que es concomItante con la concate-
nacin de imgenes diversas que evocan tambin diversas realidades. De este modo,
la composicin grfico-espacial del poema acta a manera de traduccin VIsual.
Sealbamos en un comienzo que este sujeto enunciante se identifica con la
figura del nio (residuo autobiogrfico ya que el propio Vzquez Montalbn nace
el ao en que finaliza la Guerra Civil). El libro de los antepasados es precisamen-
te, la reconstruccin a travs de la memoria de esos recuerdos infantiles: y pap
habl con un marino de bigotes amarillos/en un mercante (36) o ellas llenaban
entonces hasta los bordes el plato/del hijo que soaba imposibles enemigos
desconchados/en la pared pintada por la madre/en la primavera/con un cubo de cal
y polvos mgicos (40). El poema tItulado SOE tematiza los recuerdos del nio
en la sala de espera del mdico del Seguro Obligatorio de Enfermedad: el temor al
II Manuel Martnez Arnaldos traza la historia del trmino mass media y ofrece diversos inten-
tos de tipologizacin de la comumcacin humana. En su visin, la comumcacin instrumental o de
masas entra dentro de la llamada comumcacin urndireccional en la cual la transmisin se verifica
a travs de un medio tcmco, de forma unilateral y directa y sin alteracin de los papeles comunicatvos
de Emisor y Receptor. Manuel MARTNEZ ARNALDOS, Lenguaje. Texto y Mass-Media. Aproximacion a
una encrucijada, Murcia: Universidad de Murcia, 1990, pp. 13 Y ss.
12 Gillo DORFLES, Kitsch y cultura, Nuevos ritos, nuevos mitos, Barcelona: Lumen, 1969. p. 186.
124 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
3.1. Pasado/Presente
luego
volvieron otras tardes de abril, no aqullas
muertas
muertas ya para siempre
3.2. Cotidianeidad/Deseo
mientras/ haya crepsculos te amar, mientras haya poesa te amar/ mientras haya
hortensias/ te amar, Hortensia (76). Pero no slo Bcquer est aludido en estos
versos, tambin los intertextos quevedianos: nadie presiente un final adverso/ la
muerte/ ser ceniza mas tendr sentido, polvo/ ser mas polvo enamorado (81)
operan a modo de contrapunto; la esperanza del amor redentor, salvador de la muerte
contrasta violentamente con la reflexin de carcter terminal que articulan estos
poemas: ser la muerte un papel/ amarillo que flota un instante/ en la ventana
(82), Olvidable la muerte de todos (83).
Sostiene Gillo Dorfles que algunos crticos -tal es el caso de Giesz- asimi-
lan al kitsch con el sentimentalismo y define a ste como:
13 Son muchos los autores que hacen especial hincapi en el anlisis de esta figura que surge aso-
CIada a la modernidad urbana, el paseante o, en su expresin original. el flneur, A este personaje
moderno de las ciudades modernas lo hallamos ya en Baudelaire y ocupar la escena de las literaturas
de comienzos de SIglo. Para Beatnz Sarlo, un flneur es un mirn hundido en la escena urbana (...)
tiene la atencin flotante al pasear por el centro y los barnos metindose en la pobreza nueva de la
gran ciudad y en las formas ms evidentes de la marginalidad y el delito. Cfr. Beatriz SARLO, Una
modernidad perifrica: Buenos Aires 1920 y 1930, Bs.As.. Ediciones Nueva Visin, 1988, p. 16.
128 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
En este acto de apostar por la hibridez reside la opcin ms clara frente al plan-
teamiento radicalmente dialctico que exhibe su escritura. La alternativa de la sn-
tesis que este mestizaje cultural supone nos habilita para considerar a la cultura
de masas -este fenmeno de las sociedades industriales al que Dwight Mac
Donald rebautiza con el nombre de Masscult 15_ como una fuerza revoluciona-
ria capaz de disolver las fronteras que tradicionalmente enfrentaban a la Alta
Cultura canonizada y al arte popular.
Sentado esto, podemos fcilmente vincular el empleo masivo de la tcnica del
collage con este deseo de sntesis que moviliza el discurso potico de Vzquez
Montalbn. El uso del collage supone enfrentarse a la totalidad de la tradicin
literana occidental en un intento por fusionar los contranos, en un afn de sntesis
dialctica en la cual lo culto convive con lo popular, lo acadmico con lo maSIVO,
lo consagrado con los productos impuestos por la cultura de masas.
Al mismo tiempo, la oralidad surge tambin como una alternativa posible frente
a la tendencia generalizada de la moderna sociedad industrial. Montalbn propone
redefinir el concepto de poesa social y postula una nocin ms abarcadora del
fenmeno:
Para Julio Ramos, por ejemplo, el flneur es un sujeto que al caminar la CIUdad traza el itmerano,
ordenando el caos, estableciendo puentes y articulacrones entre espacios desarticulados. Cfr. Julio
RAMOS, Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina. Literatura y Poltica en el Siglo XIX,
MXICO: Fondo de Cultura Econmica, 1989, p. 127.
14 Jos BATLL, Antologa de la nueva poesa espaola en PROVENCIO, Pedro, Poticas espao-
las contemporneas. La generacin del 70, Madrrd: Hipenn, 1988. p. 14.
15 Dwight MAC DONALD, Masscult y Midcult, La industria de la cultura, Madrid: Alberto Co-
razn Ed., 1969, pp. 68-156.
LA ESC RITU RA PO TICA DE
MAN UEL VZ QUE Z MON TAL
BN 129
5 Esta cita forma parte de Quince preguntas a Miguel ngel Asturias, Revolucin, La Habana,
17 de agosto de 1959, p. 3.
" Miguel ngel ASTURIAS, Obras escogidas, tomo 1, Madrid. 1965, pp. 934-935.
EL POPaL VUH y EL SURREALISMO EN LEYENDAS DE GUATEM
ALA 135
9 Miguel ngel ASTURIAS, Leyendas de Guatemala, Madnd: Salvat Editores, S.A., 1970, p. 17. A
partir de ahora las citas entre parntesis en el texto pertenecen a esta edicin.
EL POPaL VUH y EL SURREALISMO EN LEYENDAS DE GUATEMALA 137
que Guatemala fue construida sobre ciudades enterradas hecho verdico aunque
en sentido figurado; no fue construida directamente encima, smo simblicamente
sobre un pasado maya, en rumas ya a la llegada de los espaoles. Hay tantas his-
torietas que el conjunto necesita un eje que las vaya enlazando, y as, tenemos a
cada rato que El Cuco de los Sueos va hilando los cuentos (se repite en todas
las pginas).
Hay una concentracin de elementos, una bipolaridad evidentsima entre esta
leyenda y la siguiente, Ahora que me acuerdo, Si en la primera hay relatos de
prdida, de desaparicin, en la segunda se narra la restauracin, la recuperacin del
pasado y de las tradiciones desaparecidas que son, las que en lo sucesivo, se pa-
tentizarn a los ojos del lector, el concepto de la bipolandad -fundamental tanto
para los mayas como en la esttica surrealista- le es harto til a Astunas no slo
al empalmar los dos primeros relatos, sino, tambin como principio estructural del
segundo (Prieto, 247). Esta bipolaridad, creacin/destruccin tan patente en Ahora
que me acuerdo se va seguir repitiendo. No podemos olvidar que en la tcnica
surrealista, los contrarios son los extremos, los polos opuestos de lo maravilloso, y
en ello radica la creacin. En la leyenda, uno de los personajes, principales, la Nia
Tina, habla de cmo fue privada de la conciencia del tiempo, comprendido como
sucesin de das y de aos, mediante otro personaje, el chipiln, un arbolito de
prpados con sueo que destruye la accin del tiempo. En esta leyenda Cuero de
Oro, que era el mismo autor, habla con los gegechos (Don Chepe y la Nia Tina),
entr al bosque y segu bajo los rboles como en una procesin de patriarcas...
Los cardenales parecan las lenguas del Espritu Santo. Yo iba viendo el cielo. Pri-
mitivo, inhumano e infantil, en ese tiempo me llamaban Cuero de Oro, y mi casa
era asilo de viejos cazadores. Sus estancias contaran, si hablasen, las historias que
oyeron contar (24-25). Es tambin en esta leyenda donde Miguel ngel introduce
la onomatopeya, resonancia repetitiva y tcmca con la que se expresan los quiches
a travs de lo que los queda de sus textos sagrados: A-e-i-o-u! [Ms ligero! A-
e-I-O-U! oo. Titilganabh! [Titilganabab! Criiii.i.criiiil (26-27).
En la Leyenda del volcn se habla de los primeros pobladores de la tierra.
Eran seis hombres, tres que llegaron en el viento y tres que llegaron en el agua.
Uno de los del viento volvi la cabeza y sus compaeros lo llamaron Nido. Un
movimiento de las nubes, sac a los hombres de su deslumbramiento, todo se
resquegrajaba, dos montaas movan los prpados a un paso del ro, la que lla-
maban Cabrakan, que era capaz de tronchar la selva entre sus brazos y levantar
una ciudad sobre sus hombros, escupi saliva de fuego hasta encender la tierra
(30), y en efecto la encendi. La que llamaban Huracn era una montaa de nubes
que subi al volcn a pelar el crter con las uas (31). El cielo se nubl, y todo
viviente, aves, personas, ammales, huyeron. Despus empezaron tambin las pie-
dras a marcharse dando brincos y derrumbando en su huida a las ceibas. La nica
persona que qued fue Nido, diramos No, cuando el diluvio, y estando solitario,
dice la leyenda que vivi el smbolo, El smbolo deca que hubo en un siglo un
da que dur muchos siglos, Nido iba a hablar pero su corazn le dijo que no
hablara hasta el final de ese camino, pero nunca despus volvi a or su voz. Ms
tarde muchas campanas entre las nubes repetan su nombre, y los rboles se llena-
ron de nidos, que no deja de ser un smbolo de germinacin. Nido VIO un santo,
una azucena y un nio que simbolizaban la Trinidad. Nido oy una voz: [Quiero
que me levantes un templo! (32) Las azucenas florecieron en la mano del santo, y
138 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
la voz llev tambin sonnsas a la boca del nio. Parece una repeticin del misterio
de Guadalupe. El volcn apag sus entraas y Nido, que era joven, VOlVI Viejo
despus de un da que dur muchos siglos. La irrealidad del tiempo personificado
en todos estos elementos, deja aflorar el surrealismo en esta Leyenda del volcn.
En El cadejo, La Tatuana y El sombrern la fuerza de la tentacin apn-
siona a los protagonistas, quienes despus de ser vapuleados por todo tipo de ele-
mentos, internos y externos a ellos mismos, vencen al demomo personificado de
distintas formas, y al desatarse de sus cadenas vuelven a la libertad.
Ya con anterioridad en el siglo XVII hubo una leyenda comentada por el pueblo
maya-quich y llevada y trada por todas partes. Esta leyenda refera costumbres
que sucedan cada ao en la fiesta de la Inmaculada Concepcin. Un ao, el ven-
dedor de cohetes no quiso regalar los necesanos para los festejos de la virgen, y se
contaba que el primer cohete disparado en esa noche durante las fiestas, cay en-
cendido en la tienda del cohetero y la quem por completo. El cohetero pudo salir,
pero convertido en perro-Cadejo. Es probable que de esta leyenda Miguel ngel
tomara el ttulo para la suya, dado que el epgrafe de esta leyenda dice as: y
asoma por las vegas el Cadejo, que roba mozas de trenzas largas y hace nudos en
las crines de los caballos. El estudio de esta leyenda alude al epgrafe.
En El cadejo la reverenda Madre de un convento recordaba sus aos de nOVI-
CIa, y ese recuerdo una su espritu y su carne a la casa de su infancia (33). Por
sus ventanas entraban las voces de la calle que la turbaban la paz. Su Imaginacin
le pona ante los ojos estampas de su vida seglar y el olor acompaaba a las im-
genes. De repente le pareci or pisadas de hombre, y pens en el que trabajaba en
el convento. Le llamaban el hombre-adormidera. Efectivamente era l y empez
a decirla: [Nia, nia, le cortarn la trenza, le cortarn la trenza! (34) La novicia
se puso en pIe para impedir que entrara; se senta como prisionera usando los za-
patos de una monja invlida, y sinti como SI la misma monja inmvil le pusiera
los pies y no pudo moverse. Se puso a llorar al tiempo que sinti que el peso de
su trenza le haca caer en el infierno. En su trenza estaba el misterio. No era un
sueo. Su trenza, pens, haba tentado al hombre-adormidera, (que no hay duda de
que era el cadejo), y sin ms se la cort; al caer al suelo la trenza se convirti en
un reptil que enfil hacia el hombre-adormidera que llevaba una vela encendida en
la mano, y se enrosc en ella. El demonio estaba en la trenza y al apagarse la
candela cay sm vida. A la media noche el hombre-adormidera arrastr al infierno
la trenza de la novicia que ms tarde sera la Madre Elvira de San Francisco,
prelada del monasteno de Santa Catalina. As nace el Cadejo, mientras la nOVI-
cia, libre de sus ataduras al mundo, soaba feliz arrodillada en su celda con la
azucena y el cordero mstico (36).
En La Tatuana, un sacerdote, el maestro Almendro, se queda sm alma al
repartirla entre los cuatro carmnos, las cuatro direcciones que llevan al cielo. Cada
uno de ellos comenz a disputarse la pertenencia total del alma del sacerdote, pero
ninguno quera deshacerse de su parte. Finalmente, el camino negro que fue el ms
rpido, se adelant mucho y vendi el pedacito de alma del Maestro a un mercader
de joyas de gran valor. Andando el tiempo el sacerdote qUISO recuperar su alma y
ofreci al mercader cien arrobas de perlas (38), pero el mercader sin entraas,
contest que sus joyas no tenan precio, le ofreci despus un lago de esmeral-
das pero recibi la misma contestacin. El mercader quera ese pedacito de alma
para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava ms bella (38). Y todo
EL POPaL VUH y EL SURREALISMO EN LEYENDAS DE GUATEMALA 139
fue intil, intil que el Maestro ofreciera o dijera tanto como lo dijo su deseo de
recobrar el alma. Los mercaderes no tienen corazn (39). Por fin, el mercader
compro la esclava con el trocito de alma del maestro, y la ofreci todo lo que
hubiera bajo el sol, todo era de l. La esclava tendra palacios, Joyas, servidores;
no necesitaba ms que pedir lo que quisiera en aquel lugar en el que los rboles
tejan a los lados del camino una caprichosa decoracin de guipil. Las aves daban
la impresin de volar dormidas, sin alas, en la tranquilidad del cielo, y en el silen-
co de granito, el Jadeo de las bestias, cuesta arriba, cobraba acento humano (39),
un lugar, en donde de verdad, se oa el silencio.
La esclava, en una hamaca con el mercader, escuchaba los cuentos de una vieja
sobre su destino. Iba desnuda, sobre sus senos, hasta sus piernas, rodaba su cabe-
llera negra envuelta en un solo manojo, como una serpiente (39).
Repentinamente una tormenta devastadora destrozo el entorno, los rboles caan
azotados por el huracn, las caballeras huan como espectros, el caballo del mer-
cader tropez y cay al suelo fulminado por un rayo. En medio de aquel desastre,
la esclava fue la nica que sobrevivi a la tempestad.
Varias lunas pasaron y un da, el maestro y la esclava comprada con un pedaci-
to de su alma, del alma del maestro, se encuentran y se enamoran. Ruidos nefastos
los sorprenden, venan a prenderlos en nombre de Dios y del Rey; a l por brujo y
a ella por endemoniada. Los llevaron a la crcel y los condenaron a monr quema-
dos en la plaza del pueblo. La vspera de la ejecucin el Maestro acercse a la
esclava y con la ua le tatu un barquito en el brazo, dicindole: Por virtud de este
tatuaje, Tatuana, vas a huir siempre que te halles en peligro, como vas a huir hoy.
Mi voluntad es que seas libre como mi pensamiento; traza este barquito en el muro,
en el suelo, en el aire, donde quieras, CIerra los ojos, entra en l y vete ... (40). La
Tatuana no perdi un segundo, SigUI los consejos del maestro y escap de la pn-
sin y de la muerte. El da de la ejecucin, cuando los alguaciles llegaron a la crcel
encontraron solamente un rbol seco con florecitas de almendro entre las ramas.
Tanto el Maestro como la Tatuana haban dejado su ambicin el primero, y sus
riquezas la esclava, y aunque cayeron en la crcel, pudieron encontrar su libertad.
En la Leyenda del Sombrern, tenemos tambin la promesa a una Rema por
un Navegante loco; pero destaca sobre todo la flaqueza humana vida de conoci-
mientos, o mejor, de reconocimientos, de vanidad.
Un grupo de religiosos ocupados en servir a Dios se entregaron al cultivo de
las bellas artes y al estudio de las ciencias y la filosofa, descuidando sus ocupa-
ciones y deberes a tal punto que olvidbanse de abrir el templo despus de llamar
a misa, y de cerrarlo concluidos los oficios (42). No sacaron nada en limpio de
sus elucubraciones. Entre ellos haba uno ms entregado al amor de Dios, le llama-
ban el Monje porque se negaba a tomar parte en las discusiones de los otros frai-
les, juzgndolos a todos vctimas del demonio.
Este pasaje de la Leyenda del Sombrern recuerda otro de Rubn Daro en el
cuento La extraa muerte de Fray Pedro, de 1913, donde al personaje principal
del cuento, un fraile, le vamos a ver obsesionado con el pensamiento de las cien-
cias y sus aplicaciones que le han apartado poco a poco de sus deberes religiosos,
hasta el extremo de que ha Ido dejando la Misa pretestando enfermedad 10 El monje
la Citado por Ana Mara HERNNDEZ DE LPEZ en su libro, El Mundial Magazine de Ruben Darla:
Historia, Estudio e Indices, Madrid: Ediciones Beramar, 1989, p. 181.
140 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
de Miguel ngel Asturias pasaba la mayor parte del tiempo en su cuarto dedicado
a la oracin. Un da entr por la ventana una pelotita escapada de la mano de un
nio y fue la gran tentacin del fraile. Absorto en los rebotes de la pelota, se re-
creaba con ella como en un juego. Poco a poco se aficion a la pelotita hasta el
punto de darse cuenta de que supona un grave peligro para su castidad; el monje
dudaba, sin embargo, se qued con ella. Pero un da se present en el convento
una mujer con su hijo buscando la pelota que se haba metido por la ventana. Se
lo dijo al monje, aadiendo que para su vecindad esa pelota era la imagen del de-
monio. Al monje se le nublaron los ojos, pero devolvi la pelotita diciendo: Il.e-
jos de m, Satn! ll.ejos de m, Satn! (45) Ya fuera del convento, la pelota re-
bot y se abri en forma de sombrero negro sobre la cabeza del nio que corra
tras ella. Era el sombrero del demonio. Y as naci al mundo El Sombrern. El
monje se deshizo de las ataduras de la tentacin y VOlVI a servir a Dios en plena
libertad.
Vamos viendo cmo los textos de Astunas son de fina hechura potica, que, a
veces, aunque con otros visos tienen un hondo parecido con los Cuentos negros de
Cuba, de Lydia Cabrera, publicados slo diez aos ms tarde (1940). Son narrati-
vas ancladas en lo fundamental americano, y en el caso de Las leyendas, sobre todo,
los relatos nos llevan a pensar en las tradiciones orales, es decir, de ninguna mane-
ra podramos inscribirlas en las agendas de la modernidad.
La Leyenda del tesoro del lugar flondo es amensima. Se iba apagando el
da entre las piedras hmedas de la ciudad, a sorbos, como se consume el fuego en
la ceniza. Cielo de cscara de naranja, la sangre de las pitahayas goteaba entre las
nubes, a veces coloreadas de rojo y a veces rubias como el pelo del maz, o el
cuero de los pumas (46).
Dentro de la leyenda, el volcn cubierto de nubes era anuncio de paz. Si el volcn
estaba despejado y el cielo claro, era anuncio de guerras, de invasin enemiga. Como
estaba cubierto de vellones de lana, se entenda que presagiaba la paz.
Se celebraron fiestas de todo tipo, el lujo destacaba en todas partes, y en medio
de todos, el cacique vestido de negro era el rey de la fiesta. El guatemalteco apro-
vecha para menospreciar a los espaoles cuando alude a que el cacique recibi en
el vaso pintado de los baos a los mensajeros de los hombres de Castiln, que
enviaba el Pedro de Alvarado, con muy buenas palabras, y los hIZO ejecutar en el
acto (48). Fue el pnmero rompiendo la paz. De improviso, las nubes empezaron a
disiparse y se interrumpi la celebracin, las fiestas de paz cesaron por todas par-
tes y dieron paso a la guerra. El volcn estaba despejado. En seguida, un poderoso
ejrcito se lanz sobre la ciudad. La zona de la ciudad del volcn estaba amuralla-
da, las tribus tenan enterrado all el tesoro, pero los destrozos de la guerra arrui-
naron la fortaleza, y los hombres blancos, al son de tambores y clannes, entraron a
la poblacin abandonada. Intentaban apoderarse del tesoro cuando el volcn entro
en erupcin. Un chorro de fuego barri del camino a los hombres de Alvarado que
vieron desmoronarse todo con lo que arrojaba el volcn, cuyas cenizas, arenas y
lava formaron otro volcn sobre el tesoro del lugar florido y abandonado por las
tribus. Dice Miguel ngel que sobre las aguas flotaban los tizones como rubes y
los rayos de sol como diamantes, y, chamuscados dentro de sus corazas, sin go-
bierno sus naves, flotaban a la denva los de Pedro de Alvarado, viendo caer, petri-
ficados de espanto, lvidos ante el insulto de los elementos, montaas sobre monta-
as, selvas sobre selvas, ros y ros en cascadas, rocas a puados, llamas, cenizas,
EL pOPaL VUH y EL SURREALISMO EN LEYENDAS DE GUATEMALA 141
lava, arena, torrentes, todo lo que arrojaba el Volcn para formar otro volcn sobre
el tesoro del Lugar Florido, abandonado por las tribus a sus pies, como un creps-
culo (50).
Salvando las metforas y comparaciones, Asturias trae repetidamente a la arena
un acontecimiento histrico, Recordamos a este respecto la valerosa entrada de los
espaoles en Tabasco y luego en Tlaxcala, cuando en 1520 Alvarado se um a
Corts. Pedro de Alvarado, en ausencia de Hernn Corts, extermin a la nobleza
mexicana, hecho que motiv el levantamiento de los aztecas y trajo como conse-
cuencia la funesta retirada de La Noche Triste. Alvarado fue capitn general y
gobernador de Guatemala y fund la ciudad de Santiago de los Caballeros de Gua-
temala. Estos hechos no puede olvidarlos Asturias, si bien, no solo el valor, smo
tambin la crueldad de Alvarado fueron proverbiales.
La Leyenda de las tablillas que cantan es interesante por dems. Aparecen en
ella los Mascadores de luna, unos hombres a quienes pareca no gustarles la luz
del sol, siempre andaban por la noche. Y como de noche, todos los gatos son par-
dos, dedicaban su tiempo a poner unas tablitas pequeas, llenas de poemas, de
cantos, de pinturas, en los templos, en las pirmides, en los dinteles de las fortale-
zas, en los qUiCIOS de las puertas, todo ello, por supuesto, sin dejarse ver; de ah
que cada da amanecan con la luna nueva tablillas cubiertas de smbolos y signos
pintados para el canto y el baile, y depositadas all, antes del alba, annimamente,
por los Mascadores de Luna que llegaban de los bosques, sin dar la cara, sin dejar
huellas, urgidos, cautelosos, arropados en ligero ripio de neblina (51). Una vez
distribuidas las tablillas, los Mascadores de Luna se perdan entre la muchedumbre
esperando saber qu tablilla resultaba premiada. Segn de donde saliera la voz, estos
hombres entendan si la suerte les haba acompaado. Fuera de las premiadas, las
restantes eran lanzadas al fuego, y el que quera seguir, debera comenzar de nue-
vo. Cada uno slo poda presentar siete veces en aquellos lunarios poticos; era
amesgado presentar la sptima, porque SI perdan, caa sobre ellos el peor de los
castigos, el ridculo y la burla: se les tomaba prisioneros, vencidos en la guerra
potica, y se les sacrificaba en medio de danzas grotescas, extrayndoles del pecho
una tablilla de chocolate en forma de corazn. Utuquel, un Mascador de Luna,
decidi participar por sptima vez.
La atmsfera de la plaza era impresionante, se cantaba, se bailaba, los himnos
religiosos simulaban minerales incandescentes, ya todo preparado la ceremonia se
inici al llegar los caudillos. El ms rico en plumajes, el ms florido en heridas de
combate, el engalanado Guerrero de los Cuatro Estandartes, se adelant a saludar a
Utuquel -el poeta-, dndole el nombre de Flechador de Cantos de Guerra y puso
en sus manos el dardo de la noche adamantina (56). Junto a la tabilla premiada
hubo una lluvia de flechas disparadas, y una fila de guerreros se situ en la esca-
linata que llevaba a la tablilla ganadora. Adornos de tortugas doradas, de Imgenes
de la luna llena que era golpeada con los huesos de los ausentes. El recin con-
sagrado Flechador de Cantos de Guerra, sostena en las dos manos, apoyndola
sobre su pecho, la tablilla premiada, frente a los capitanes que entraban de uno en
uno, se detenan y soplaban los SIgnos pmtados en ella, para avivar sus colores,
sus smbolos, su magia, su fuego inapagable, su poesa de espejos que al respirar
cantaban (57).
Me parece que de todo esto se puede sacar una gran leccin: La victoria es del
que persevera. No Importa los obstculos que haya que vencer, no importa el tra-
142 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
bajo, ni el sacrificio, ni tampoco el riesgo. Solo el que continua hasta el final, como
Utuquel, conseguir los laureles del xito.
Esta leyenda sirvi muy bIen a Garca Mrquez para escribir La mala hora. Las
tablillas de Miguel ngel, son los pasquines annimos del laureado colombiano,
que se depositaban cada da en la puerta de la iglesia con las noticias ms sobre-
salientes, y muchas veces bochornosas, para tantas familias.
Paralela a la destruccin del hombre en el Popol Vuh, es la temtica en la Le-
yenda de la mscara de cristal. Alude al ataque a los enseres, y seala cmo
Ambiastro, que tena dos astros en lugar de manos, muere y va camino del cemen-
terio con la cara cubierta por la mscara de cristal, y rodeado de flores amarillas,
que son el smbolo maya de la muerte.
Una mirada al mundo de la colonia es el tema de la Leyenda de la campana
difunta. Se trata de una ciudad colonial, que an no tiene acabada su Iglesia, y
una vez terminada la construccin, se echa de ver que le falta la campana. La igle-
sia y las religiosas clarisas facilitan metales preciosos para conseguir un sonido de
timbre metlico plata-oro. Cada monja aporta joyas de su familia. Un grupo de
asturianos llega al Nuevo Mundo para fundir la campana. Una monja indgena, de
piel tostada y ojos amarillos, a quien llaman sor Clarinera de Indias, que no tiene
nada para dar, ofrece el oro de sus pupilas. Pero, sacarse los ojos, perforarse la
lengua no eran sacrificios de su antigua raza? El sacerdote entendi el orgullo
satnico de la monja y se neg a absolverla. Sacarse los ojos? Rivalizar con reli-
giosas de ms alcurnia ofreciendo en prstamo los pepitones areos de sus pupilas,
oro lavado en llanto, para enriquecer la amalgama de la campana, que no se llama-
ra Clara, sino Clara de Indias?
[Absulvame, Padre, absulvame, yo me saqu los ojos !... liber los pies del
Seor y me clav el garfio en lo ms profundo de las pupilas que cayeron al cri-
sol... mezcla de Cristo y Sol... del Sol de mi raza tenue, sacrificada y sacrificadora
y de Cnsto lo espaol, bravo y tambin ensangrentado... (75)
Don Sancho de las Asturias, sin dar crdito a lo que oa golpeaba ms y ms
duro, hasta que la campana, extinguida la voz de la monja, se fue enronqueciendo
y dej de sonar. Volva a ser la campana difunta, Clara de Indias, la campana de
los piratas (75).
Leyenda de matachines tiene un ntmo semejante al de las danzas que fingen
una lucha a muerte.
Miguel ngel Asturias, como hemos visto, no slo manifiesta en su obra el
espritu de Guatemala, su pas natal, sino el de toda la Amnca hispana; y al su-
mergirse en la vanguardia, refleja tambin Europa.
En el mundo potico de Asturias, cualquier elemento de su entorno tropical est
fusionado con el surrealismo: mito e historia, muertos y vivos, fenmenos natura-
les y dioses, sueo y realidad; y la fusin de las dos imaginaciones que imperan
en las leyendas, la maya y la espaola, da como resultado frutos de belleza sin par,
que se asientan tambin en las ciudades coloniales sobre las ciudades indgenas, y
en las ciudades modernas sobre las ruinas de las coloniales.
EL POPaL VUH y EL SURREALISMO EN LEYENDAS DE GUATEMALA
143
OBRAS CITADAS
l. INTRODUCCIN
En esta sociedad, los conflictos se han convertido en algo habitual. Las hijas se
escapan de casa, y las madres, huyendo de su soledad, se refugian en el bingo. Las
cosas, por un lado, parecen ir bien y, por otro, parecen ir mal. Todo implica una
pequea o una gran tragedia, pero, a fin de cuentas, se puede comprender y discul-
par con una sonnsa.
Alonso de Santos actualiza el viejo tpico literario del mundo al revs, con el
que, ms que de hacer gracia, trata de mostrar una sociedad desconcertada en una
poca de cambio radical en la que, habindose derrumbado los viejos valores, no
es fcil inventarse otros nuevos, ms slidos.
La capacidad de observacin, el sentido del humor y la destreza en el tratamiento
del registro coloquial han convertido a Bajarse al moro en una de las obras clsi-
cas ms ledas y representadas dentro y fuera de nuestras fronteras, y a su autor en
uno de los ms representativos del nuevo teatro espaol.
2. EL REGISTO COLOQUIAL
3. FONTICA
4. GRAMTICA
5. LXICO
malla caja [Jaimito: 104]), cantidad de 'muy' (<<y es cantidad de barata adems
[Chusa: 119]), chachi 'estupendo' (<<Est chachi, te va a gustar [Chusa: 105]), chin-
gar 'fornicar' (<<Estaban chingando, no te jode [Abel: 148]), chollo 'ganga' (<<Se
les est acabando el chollo [Jaimito: 133]), chorrada 'tontera' (<<y deja de deCIr
chorradas [Chusa: 128]), chorva 'chica' (<<Se mete ah el to que te gusta con otra
chorva y t aqu, tan tranquilamente [Jaimito: 145]), chunga 'malo' (<<Pero no te
pongas chunga [Jaimito: 189]), colgado 'abandonado' (<<y me dejas aqu colgao,
sin un duro ... [Jaimito: 102]), cortado 'tmido' (<<Ya sabes cmo son de cortados
para todo [Elena: 124]), cortarse 'cohibirse' (<<SI te ve as se corta [Chusa: 128]),
curre 'trabajo' (<<Tambin nos lo podemos hacer nosotras SI queremos, pero es un
curre [Chusa: 121]), dar el cante 'llamar la atencin' (<<Pero tampoco hay que dar
mucho cante [Chusa: 117]), de coa 'de broma' (<<Est de coa [Chusa: 111]), de
puta madre 'estupendamente' (ese enrollan de puta madre [Chusa: 119]), echarle
morro 'actuar con atrevimiento' (<<Echndole morro a la vida [Chusa: 123]), enro-
llarse 'llevarse' (<<ConmIgo siempre se han enrollado bien [Chusa: 118]), facha
'fascista' (<<No seas facha [Chusa: 103]), fetn 'estupendo' (<<Alberto es un to fe-
tn [Chusa: 126]), follar 'fornicar' (Y si luego quieres follar, pues follamos, y no
pasa nada [Jaimito: 150]), fregado 'lo' (<<Estoy metido en un fregao tambin de
aqu te espero [Jaimito: 190]), gilipollez 'tontera' (<<y empieza a decir gilipolleces
[Jaimito: 132]), hortera 'vulgar y de mal gusto' (<<Es muy hortera [Elena: 161]),
ido 'loco' (<<As est, medio ido [Jaimito: 133]), ir de 'dedicarse a' (<<Que quin
es, de qu va, de qu la conoces ... [Jaimito: 102]), jodido 'fastidiado' (<<T ests
Jodido por lo que ests jodido [Alberto: 173]), joderse 'estropearse' (e Abre, a ver
SI hay suerte y es otra vez su madre, y se les Jode el plan [Jaimito: 146]), labia
'capacidad para convencer por medio de la palabra' (<<Daba gusto orle, hija. Qu
labia [Doa Antonia: 157]), largarse 'irse' (<<Se han largado del todo [Jaimito:
180]), liado 'atareado' (eAhora est muy liado con eso de la LODE [Elena: 168]),
liar 'embaucar' (<<Un sbado nos li y nos llev a una reumn de neocatecumenales
[Chusa: 114]), llevarse un corte 'pasar una situacin de brusca timidez o vergen-
za' (<<Vaya corte que te llevaras, llegar ah la madre, en ese momento... [Jaimito:
138]), madero 'polica' (<<hacerlo la primera vez con un madero me da no s qu
[Elena: 126]), mangar 'robar' (<<A un arrugo mo en Marruecos le pillaron mangando
una manzana y le queran cortar la mano [Chusa: 118]), mangui 'ladronzuelo' (el.os
moros de la ciudad, ya te digo, manguts que te caes [Chusa: 119-120]), meter un
paquete 'sancionar' (<<Pero a nu hijo le podan haber metido un paquete gordsimo
[Doa Antoma: 160]), mogolln 'desastre' (<<Es un mogolln de tren [Chusa: 117]),
montrselo 'organizarse un plan de vida' (s'Ie lo tienes montado a lo Onassis
[Jairnito: 175-176]), mosquearse 'recelar' (<<Se mosquea rpido [Chusa: 106]), ni
(qu) leches expresin de rechazo (<<Ni bocata ni leches [Jaimito: 101]; Qu
enfermedad ni qu leches! [Alberto: 111]) no tener ni puta idea 'no saber nada'
(eque no tienes ni puta idea de nada [Alberto: 153]), pachorra 'exceso de flema y
tranquilidad' (<<Qu pachorra, y qu... l [Jaimito: 145]), palo 'trago duro' (<<Un palo,
to [Jaimito: 176]), pasar de 'desinteresarse' (<<Pasa de l, de verdad te lo digo
[Jaimito: 181]), pelandusca 'puta' (<<No le haces caso a tu madre, y le vas a hacer
caso a esa pelandusca que se las sabe todas [Doa Antonia: 161]), pelas 'dinero'
(<<Bueno, y las pelas para el billete? [Jaumto: 106]), pillar 'coger' (<<a ver si po-
demos pillar el barco de las diez y media [Chusa: 117]), pirado 'alocado' (<<y cuatro
pirados ms de la vida que hay por ah [Jaimito: 189]), pistonudo 'estupendo' (<<Muy
EL REGISTRO COLOQUIAL EN BAJARSE AL MORO
153
6. ACTITU D
Los personajes, segn los casos, hablan con cara de pan (<<Se
puede pasar?
[Chusa: 101]), con timidez (<<Qu tal [Elena: 101]), enfrentndose
(<<No tIene casa.
EntIendes? [Chusa: 103]), desentendindose (<<Bueno! [Chusa:
104]), con dure-
za (<<Qu enferm edad m qu leches! [Alberto: 111]), dndose un
golpe amistoso
en el hombro (<<y no te mosquees, que te mosqueas por todo ltimam
ente [Jaimito:
113]), suspirando (<<Ay, Dios mo! [Qu hijos estos! [Doa Antonia
: 113]), dis-
cutIendo acaloradamente (<<Ah, yo no, m hablar! [Alberto: 127]),
con tensin (<<A
qu viene eso ahora? [Alberto: 128]), coquetamente (<<Hola, Alberto
, qu tal?
[Elena: 129]), acercndose, dndose con el codo y hablando por lo
bajo (<<Tiene el
154 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
7. CONCLUSIN
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
La obra sublime slo recibe recompensa a largo plazo, cuando se descubre que
en su momento se haba rebelado contra el gusto fcil. Fue Leopardi, tan prximo
a Cernuda, el que subray el Juego de muerte y renacimiento como peculiaridad de
las obras ms logradas, las cuales, incluso cuando representan al VIVO la nulidad
de las cosas, reavivan el entusiasmo y, no tratando de otra cosa que de la muerte,
le devuelven al alma, al menos momentneamente, aquella vida que haba perdi-
do. La atraccin de la obra cernudiana depende, en buena medida, de la movili-
dad de su forma musical para expresar la contradiccin del hombre en toda su
complejidad, en hacer de la msica un retorno al origen, en su capacidad de trans-
formacin. Porque el canto, que queda suspendido en el espacio abierto del poema,
es residuo memorable de la palabra primera, de una meloda que viene de lejos.
Tal vez por eso, los poemas de Ocnos (1940-1963), libro tan marcado por el re-
cuerdo de la infancia, aparecen rodeados de una atmsfera musical, en la que dis-
tintas realidades se fundan y entrelazan. Hacia esa nueva realidad, de la que part-
cipan por igual msica y poesa, apunta el poema que abre el libro
LA POESA
I Los tres poetas de la llamada Generacin del 27, ms relacionados con la msica, fueron Fede-
neo Garca Lorca, LUIS Cernuda y Gerardo Diego, en cuyos escntos sobre msica es posible apreciar
ciertas analogas, que son producto de CIertas afimdades culturales, como la relacin con la Residen-
cia de Estudiantes, en la que convivieron poetas, mSICOS, pmtores y cineastas. Una exposicin del
conjunto musical al que pertenecieron puede verse en el volumen, La msica en la generacin del 27.
Homenaje a Larca, Madnd, INAEM, 1986. Sobre lo que tenan en comn estos poetas, que era mucho
ms que lo que los desuna, vase ahora el clarividente ensayo de C. GUlLLN, Usos y abusos del 27
(Recuerdos de aquella generacin), en Revista de Occidente, nm. 191, abril 1997, pp. 126-151.
EL IDEAL DE LA MSICA EN CERNUDA 157
LA MSICA
2 Para este estado de inconsciencia, previo al Impulso creador, puede verse el estudio de Carlos
D. Fregtman, Msica transpersonal (Barcelona, Kairs, 1990), en el que se formula una teora del campo
creativo unificado. En cuanto al carcter evanescente de la palabra sonora, habitada siempre por la
nostalgia, remito al libro de A. LIBERMAN, De la msica, el amor y el inconsciente, Barcelona, Gedisa,
1993.
158 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
sala, fijos los ojos en un punto lummoso, quedaba absorto escuchndola, tal
quien contempla el mar. Su armomoso ir y vemr, su centelleo multiforme, eran
tal ola que desalojase las almas de los hombres. Y tal ola que nos alzara de
la vida a la muerte, era dulce perderse en ella, acunndonos hacia la regin
ltima del olvido.
EL ACORDE
Refinndose a esta dialctica de ligereza y gravedad, ya haba dicho Leonardo da Vinci: Pues
as se ha demostrado, la ligereza slo se crea SI es en conjuncin con la gravedad y la gravedad slo
se produce s se prolonga en la ligereza. En tal sentido, vase el ensayo conjunto de J. A.VALENTE
y F. CALVO SERRALLER, El arte como vaco. Conversacin con Eduardo Chillida, Revista de Occi-
dente, 1981, pp. 99-117.
En cuanto a las circunstancias biogrficas que hicieron posible el poema, stas han Sido sealadas
por R. Martnez Nadal: A Cernuda le gustaban aquellos recitales de una hora, sobre todo los de la
National Gallery, en particular cuando ejecutaban piezas de los que entonces eran sus compositores
favontos: Vivaldi, Coupenn, Schubert, Faur, amn -claro- de Mozart. Sobre todo SI eran mterpre-
tados por Myra Hess, entonces en el apogeo de su arte, Espaoles en la gran Bretaa. Luis Cernuda.
El hombre y sus temas, Madrid, Hipenn, 1983, p. 85.
EL IDEAL DE LA MSICA EN CERNUDA
159
y espaciales (<<Como si se abriese una puerta?), el simbolismo del arco (<<un arco
al espacio ilimitado), la comparacin con la experiencia mstica (el.o ms parecI-
do a ella es ese adentrarse por otro cuerpo en el momento del xtasis, de la unin
con la VIda a travs del cuerpo deseado) y, sobre todo, la explcita analoga entre
el acorde y el espntu, incluso con resonancias bblicas (<<se da cuando y como l
quiere), sirve para expresar una expenencia compleja, en la que ese acorde ms-
tico nos lleva a VIslumbrar que, detrs de las estructuras de lo real, est la expe-
riencia del misterio, que abarca la totalidad de la existencia, el sentimiento, el co-
razn, la inteligencia (<<nada puedes percibIr, querer ni entender si no entra en ti
primero por el sexo, de ah al corazn y luego a la mente), y cuya captacin de-
pende de la negativa a aceptar una relacin determinada, de su disolucin (<<Bo-
rrando lo que llaman otredad, eres, gracias a l, uno con el mundo, eres el mun-
do). El acorde mstico se revela as como un proceso de liberacin, en el que
la expenencia de la unidad csmica suprime toda altendad y expresa el modo de
ser del espritu. La mstica de la naturaleza, provocada por la msica, apunta a un
sentimiento de unidad con el mundo, propia del nio, de la que Ocnos participa,
pues la expenencia espiritual, mstica, est ligada a la experiencia originaria 4
La palabra potica, en su forma musical, dotada y sometida a un ritmo, es el
camino adecuado para llegar al estado mstico del acorde, donde se eliminan los
lmites entre la realidad y el deseo. La expresin musical es una forma de combi-
nar la realidad visible con la invisible, de entrar en contacto con una realidad tras-
cendental, de modo que el reconocmuento del arte musical, en su dimensin sin-
gular y total, se propone como cifra de toda escritura. Los poemas de Cernuda, en
su combinacin de armona y ritmo, proponen un contraste y buscan una reconci-
liacin, transitando de lo exterior a lo interior y articulndose en la armona de su
conflicto. De ah que la forma musical, al relacionar cuerpo y alma, se acompase
al ritmo de la vida y se convierta en escritura de lo indecible. Para el poeta sevilla-
no, que se Impuso el ejercicio de la libertad como tarea, vivir musicalmente es hacer
germinar otros mbitos de experiencia posibles.
En el poema siempre se habla con otro, -y la verdad final que hay que descubrir
depende de esta complicidad. Adems, puesto que el texto potico no puede ser
agotado, transformado en conceptos, lo que sostiene a la palabra, lo que la hace
recuperar su poder de diccin originario, es la continuidad sonora de su fluidez.
Teniendo en cuenta esta unidad de sonido y sentido, que mantiene firme la cons-
truccin del poema, me detendr en algunos poemas cernudianos, donde lo musical
tiene una acusada presencia y muestra una conciencia expresa de su tarea potica.
Dentro del espritu punsta que se respira en Primeras poesas (1924-1927), del que
4 La poca claridad expresiva del poema se debe a su compleja experiencra. Refinndose a ella, el
propio Cernuda ha sealado: Hay expenencias cuyo alcance se nos escapa, unas veces por pereza al
explorarlas, ese creo que fue mi caso al componer La Partida; otras por incapacidad para explorarlas,
y esa fue rm situacin al escribir el poema en prosa El Acorde, en Historial de un libro, incluido en
Prosa completa, Barcelona, Barral Editores, 1975, p. 930. Sobre El Acorde como texto para enten-
der la teora Vital y potica de Cernuda, aspecto ya sealado por O. Paz en su clebre ensayo La
palabra edificante, vase el artculo de J. LAMILLAR, La msica en Cernuda, en Actas del Przmer
Congreso Internacional sobre LUIS Cernuda (/902-1963), Universidad de Sevilla, 1990, pp. 177-183.
En cuanto al anlisis del poema, escnto por Cernuda hacia el final de su Vida, tengo en cuenta los
estudios de J. VALENDER, Cernuda y el poema en prosa, London, Tamesis, 1984, pp. 88-89; de Ph.
SILVER, Luis Cernuda, el poeta en su leyenda, Madnd, Alfaguara, 1972, pp. 185-189; Y de D. HARRIS,
La poesa de LUIS Cernuda, Unrversidad de Granada, 1992, pp. 98-101.
EL IDEAL DE LA MSICA EN
CERNUDA
161
XI
Es la atmsfera ceida;
Slo centellea un astro
Vertiendo luz de alabastro
Con pantalla adormecida.
S La msica, que aterida
En el papel hIZO nido,
Alisando su somdo,
Tiende el vuelo del atril
A la rama de marfil
10 Por la cmara en olvido.
Tienes la mano abierta como el ala de un pjaro; no temes que huyan las
buenas acciones, los delirios, lo que no sufre compostura.
Un gnto, y cantas la luz renovada. Un deseo, y mueres calladamente. Cun-
do sabrs que el color violado de las conchas, que sonren tan vagas en la
tierra, es la nueva meloda.
6 Para una VIsin de la msica como lmite de la estructura armmca de lo imagmano, vase el
estudio de G. DURAND, Las estructuras antropolgicas de lo imaginario, Madrid, Taurus, 1981, pp.
330-334. En cuanto a la libertad que acompaa al vuelo del pjaro, remito al trabajo de Marie-Madceme
Davy, El pjaro y su simbolismo, Madnd, Coleccin Parasos Perdidos, 1997, pp. 27-29.
EL IDEAL DE LA MSICA EN CERNUDA 163
7 Para este sentirmento primordial de la msica, que permite al hombre reencontrarse con la natu-
raleza, vase el ensayo de A. MAR, De la msica, la inspiracin y la armona, en La voluntad ex-
presiva. Ensayos para una potica, Barcelona, Versal, 1990, pp. 85-95. En cuanto a la funcin ritual
de las conchas, es preciso tener en cuenta el ensayo de M. ELIADE, Apuntes sobre el simbolismo de
las conchas, en Imgenes y smbolos, 3," ed., Madnd, Taurus, 1979, pp. 137-164.
164 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
8 Donde habite el otvido es el libro de Cernuda que ofrece el mayor nmero de resonancias
becquenanas, sobre todo por lo que se refiere al poder de la msica para crear ese clima de vaguedad
y ensueo en el que transcurren gran parte de los poemas y de las leyendas en prosa del poeta romn-
tico. En este sentido, pueden verse los artculos de Jos LUIS CANO, Bcquer y Cernuda, en La poesa
de la generacin del 27, 3: ed., Barcelona, Labor / Punto Omega, 1986, pp. 249-257; Y de L. MAR-
TNEZ CUITIO, Poesa y msica en Cernuda y Bcquer, Letras, Buenos Aires, nm. 1, marzo 1981,
pp. 53-71.
9 Para la msica armnica del lad, trmino que Significa moderacin, vase el trabajo de LUIS
RACIONERO, Textos de esttica taosta, Madnd, Alianza, 1983, sobre todo el Captulo S, titulado En-
sayo potico sobre el lad, pp. 179-188.
En cuanto a la ambivalencia del pual, smbolo de la palabra en su doble aspecto destructor y crea-
dor, vase el estudio de P. DIEL, El SImbolismo en la mitologa griega, Barcelona, Labor, 1976, p. 98.
EL IDEAL DE LA MSICA EN CERNUDA 165
10 Las mitologas clticas, con sus elfos, hadas y duendes, son mucho ms ncas que las mitologas
clsicas en el uso de Imgenes de las fuerzas naturales ms sutiles. Para esta consideracin de los
seres imagmanos, vanse los compendios de N. ARROWSMITH y G. MOORSE, Gua de campo de las
hadas y dems elfos, Palma de Mallorca, Jos J.Olaeta editor, 1997; y K. BRIGGS, Quin es quin en
el mundo mgico, 1997, dentro de la misma editonal.
166 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
como una fuerza csmica, que est ms all del hombre que la vive y del cuerpo
que la encarna. En mayor o menor medida, los poemas de configuracin musical,
como A un poeta futuro, El ro vespertino, El cementerio, El guila, Las
rumas, Elega anticipada, Tierra nativa, El arpa, Urania, participan de ese
deseo de fusin con la naturaleza, que es lo permanente bajo las apariencias. De
todos ellos, relacionados por una misma concepcin esttica del mundo, tal vez sea
Urania el que mejor exprese esta intuicin totalizadora de la armona a travs de
la metfora musical
Radiante inspiradora de los nmeros,
A cuyo influjo las almas se levantan
De abandono mortal en un batir de alas.
Conforta conocer que en ella mora
La calma vasta y lcida del cielo
Sobre el dolor informe de la Vida,
Sosegando el espntu a su acento
y al concierto celeste suspendido.
11 La transicin de lo subjetivo a 10 objetivo, a partir de los poemas finales de Las nubes, ha Sido
subrayada por Jaime Gil de Biedma en su conocido ensayo Como en s mismo, al fin, en El pie de
la letra. Ensayos 1955-1979, Barcelona, Crtica, 10980, pp. 331-347.
En cuanto a la capacidad de la msica para encarnar la armona umversal dentro del pensamiento
de Fray LUIS de Len, cuyo arte consisti en padecer el desorden para llegar al orden, vase mi ensa-
yo La armona en Fray LUIS de Len, en Cuadernos para Investigacin de la Literatura Hispnica,
nm. 15, 1992, pp. 196-216.
EL IDEAL DE LA MSICA EN CERNUDA 167
evidencia que la msica es la manera que tiene el poeta para interiorizar su propia
palabra, para darle fluidez
La materia del recuerdo, a la que toda palabra se reduce, constituye aqu el ob-
jeto y la fuente de revelacin potica. Cemuda comprendi que slo se puede ser
original dentro de una determinada tradicin, por eso acudi al ambiente musical
becqueriano, especialmente el de la rima VII (<<Cunta nota dorma en sus cuerdas,
/ como el pjaro duerme en las ramas, / esperando la mano de nieve / que sabe
arrancarlas!), para crear un mundo armonioso en el que msica y poesa siguen un
proceso paralelo. Las relaciones entre los dos poemas son dignas de destacarse. En
vez del arpa becquenana, tenemos la vihuela, que a lo largo del siglo XVI sustituye
al lad y se convierte en el instrumento adecuado para la adaptacin polifnica, dada
su capacidad para asociar el somdo a la palabra cantada, pero tanto el asunto como
la tcnica son SImilares en Bcquer y en Cemuda. No slo se repite un mismo ver-
bo (<<esperar), que sirve para humanizar al instrumento, sino tambin el smil de la
mano (sl.a mano de nieve y La mano de su dueo), que apunta a un origen
potico, pues mano tiene la misma raz que manifestacin. Si a ello aadimos, en
el caso de Cemuda, el uso del encabalgamiento (eda caricia / diestra, los sonidos
/ difanos), que contribuye a dar fluidez al discurso, la ambigedad o indetermina-
cin semntica (<<Para llamarte o para ser llamados) y el empleo del hiprbaton
(<<haciendo dulcemente / De su poder latente, temblor, canto), observamos que los
dos poetas buscan lo mismo: concentrar nuestra atencin en la creacin artstica. En
ambos casos, el efecto sonoro es parte esencial de su poesa, en cuanto la msica
es capaz de hacer surgir por s misma todo un fondo latente 12,
Aunque Con las horas contadas (1950-1956) est dominado por el tema del amor,
sobre todo en la seccin Poemas para un cuerpo, su expresin es enteramente
musical. No slo hay una tendencia al poema-cancin a travs del verso corto y la
rima asonante, como ocurre en el poema Instrumento msico, que revela el gus-
to popularizante del momento, en especial la tradicin de los poetas arbigo-anda-
luces (<<Si para despertar las notas, / Con una pluma de guila / Pulsaba el msico
rabe / Las cuerdas del lad, / Para despertar la palabra, / La pluma de qu ave /
Pulsada por qu mano / Es la que hiere en ti?), sino tambin la proximidad a ciertas
letras del flamenco, principalmente las soles, y el efecto de variacin, tpicamente
musical (<<Aunque el tema sea el mismo, / Cada amor tiene su aire, / Que con tan-
tas variaciones / Difiere y a nuevo sabe), que aparece como fundamento de la
creacin artstica y adquiere consistencia en VariacIOnes sobre un tema mexicano.
La leve msica asonantada, de sabor popular, queda incorporada en el ritmo del
verso blanco y se convierte en palabra sugerente.
A medida que nos aproximamos a los aos finales de Cemuda, la msica deviene
para l necesidad imprescindible y la expresin musical se va haciendo al mismo
tiempo que el poema, resultando ambos indisolubles. En los poemas de Desolacin
de la quimera (1956-1962), una vez que la palabra se ha hecho transparente a su
propio pensamiento, el compromiso tico se concreta en una escritura desnuda de
formas, que le lleva a una potica de la reconciliacin. La fluidez universal de la
msica es proyectada sobre la propia forma de escritura potica, impulsando la li-
bre exploracin de la palabra por espacios que ella misma, desasindose contmua-
mente de los referentes reales, va creando. Esa obsesin por lo genesaco, cuya
latencia abre la palabra a su nombrar inminente, resplandece con especial intensi-
dad en los dos grandes poemas con tema musical: Mozart y Luis II de Baviera
escucha Lohengrin, en los que Cemuda logra dar lo mejor de s mismo.
En el primero, la admiracin por la msica mozartiana es tanto un elogio de la
msica y, por tanto de la poesa, como de su papel salvador en el mundo.
MOZART
(1756-1956)
II
III
La relacin de Cernuda con Mozart no se reduce a los ltimos aos, SIllO que
viene de mucho antes. La encontramos ya en la narracin El sarao (1942), donde
los personajes escuchan el ana Non mi dir, del Don Juan, prosigue con la aSIS-
tencia a los conciertos sobre la msica de cmara de Mozart, que se desarrollaron
en Londres a lo largo de 1946, segn anota el propio Cernuda en Historial de un
libro (<<En Londres fue donde mejores ocasiones tuve para escuchar msica; no
olvido una sene de conciertos semanalmente dedicados a toda la msica de cmara
de Mozart. Porque Mozart es el artista a quien debo haber gozado del ms puro
170 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
deleite; y al escribir eso recuerdo cmo algunos discuten acerca de que el arte debe
comprometerse, ser til. No conozco obra de arte comprometido que me haya ser-
vido tanto, ni mejor, en su pureza irreductible, como la de Mozart), y alcanza su
punto culminante en este poema, que contiene un claro transfondo personal, en el
que lo esttico adqUiere un significado altamente moral.
No podemos analizar un poema tan extenso como ste sin tener en cuenta dos
reflexiones previas: Cernuda compone Mozart durante su estancia en Mjico, has-
tiado del ambiente acadmico de Mount Holyoke, y utiliza la forma del concierto
para su composicin. Recordemos que el concierto tiene tres movimientos: En el
primero, que presenta el esquema bsico de exposicin, desarrollo y recapitulacin,
el tono de un allegro sirve para anticipar las van antes del tema Mozart, que se con-
creta en la identificacin de Mozart con la msica (<<Si alguno alguna vez te pre-
guntase: / La msica, qu es? Mozart, diras, / Es la msica misma), en la
admiracin por el genio musical, smbolo supremo de la gloria del mundo (<<Desde
la tierra mtica de Grecia / Lleg hasta el norte el soplo que la amma / Y en el
norte hall eco, entre las voces / De poetas, filsofos y msicos: ciencia / Del ver,
ciencia del saber, ciencia del or, Mozart / Es la gloria de Europa, el ejemplo ms
alto / De la glona del mundo, porque Europa es el mundo) y en el menosprecio
del genio por los poderosos, a quienes slo sirve de entretenimiento (<<Mozart en-
tretena, como siempre ocurre, / Como es fatal que ocurra al genio, aunque ya to-
que / A su cenit. Cuando muri supieron todos: Cmo admiran las gentes al genio
muerto). El allegro con brio de la segunda constituye un apasionado elogio de la
msica mozartiana, en la que se funden los sentimientos ms opuestos (<<Toda ra-
zn su obra, pero sirviendo toda / Imaginacin, en s gracia Y majestad une, / Irona
y pasin, hondura y ligereza), y cuyo movimiento lento permite ir de lo particular
a lo universal. Por ltimo, el andante maestoso con el que comienza la tercera parte
y que ofrece una va de salvacin frente al hasto urbano (<<En cualquier urbe oscu-
ra, donde amortaja el humo / Al sueo de un vivir urdido en la costumbre / Y el
trabajo no da libertad ni esperanza, / An queda la sala del concierto, an puede el
hombre / Dejar que su mente' humillada se ennoblezca / Con la armona sin par, el
arte inmaculado / De esta voz de la msica que es Mozart), culmina en el lirismo
de la ltima estrofa, donde la eternidad del arte acta como consuelo de la fugaci-
dad de la vida (<<Voz ms divina que otra alguna, humana / Al mismo tiempo, pode-
mos siempre orla, / Dejarla que despierte sueos idos / Del ser que fuimos y al
vivir matamos. / S, el hombre pasa, pero su voz perdura, / Nocturno ruiseor o
alondra maanera, / Sonando en las ruinas del cielo de los dioses). El canto del
ruiseor sobre las rumas, que tanto recuerda al ruiseor de Keats, es una forma de
conjuro contra la desaparicin de la belleza en el mundo.
Si los poemas de Cernuda presentan abundantes rasgos autobiogrficos y este
poema es un claro ejemplo de transfondo autobiogrfico, no sorprende que la iden-
tidad Mozart-Cernuda, bajo la que se oculta una vez ms la de la msica-poesa,
sirva para proyectar la sensibilidad artstica del poeta sevillano, que slo puede
manifestarse lingsticamente. As, adems del motivo central en torno a la msica
mozartiana, que aparece evocado en los versos 3-13, 22-28 Y 32-35, y de la estruc-
tura tripartita del poema, dividido en tres partes de veintin versos cada una de
acuerdo con los mltiplos de siete y tres, habra que tener en cuenta el lenguaje
directo y sencillo, cercano a la prosa de la exposicin didctica, donde el tono
meditativo, el ritmo cortado de los prrafos, en los que abundan los encabalga-
EL IDEAL DE LA MSICA EN CERNUDA 171
13 Mozart se esforz por elevar lo que en el hombre hay de trascendente, por eso puso su Imagi-
nacin, su ideal esttico, al serVICIO de una tica. Su vuelo lnco, conseguido gracias a que el ruido
del sonido ya no est en la meloda, se form, en gran medida, dentro del ambiente liberador de la
segunda mitad del Siglo XVIII. En este sentido, vase el estudio de J. NEUBAUER, La emancipacin de
la msica. El alejamiento de la mimesis en la esttica del siglo XVIll, Madrid, Visor, 1992.
Por lo que atae al anlisis del poema, conviene destacar los ensayos de C. RUIZ SILVA, En torno
a un poema de LUIs Cernuda: Mazan, en Cuadernos Hispanoamericanos, nm. 316, Octubre 1976,
pp. 61-65; y de P. GMEZ BEDATE, El poema a Mozart de LUIs Cernuda, Revista de Poesia e CrI-
tica, Brasilia-Sao Paulo-Rio, nm. 4, Abril de 1978, pp. 9-13. Recogido ahora en Poetas espaoles del
siglo XX, Madrid, Huerga y Fierro, 1999, pp. 134-140.
14 Para el Simbolismo de las sirenas, que radica en su seduccin mortal, vase P. GRIMAL, Diccio-
nario de mitologa griega y romana, 4." reimpr., Barcelona, Paids, 1989, pp. 483-484. En Entrevista
con un poeta, hecha por Fernndez Figueroa a LUIs Cernuda, y que se public en ndice (Madrid,
abril-mayo de 1959), dice el poeta: De entre los poetas contemporneos muertos, Yeats...Rilke y Cavafy,
el poeta gnego de Alejandra. De este ltimo no conozco SIllO algunos poemas en traduccin inglesa;
pero aquel sobre tema de Plutarco, donde Marco Antonio oye en la noche la msica que acompaa al
cortejo de los dioses, que le abandonan, me parece una de las cosas ms definitivamente hermosas de
que tenga noticia en la poesa de este tiempo. Recogido despus en Poesa y Literatura, p. 378.
172 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Vistas las cosas desde este ngulo, deberamos volver a leer con
miras nuevas
las obras de Arriaza. Sus poemas son varios gracias a su vena
chispeante que le
permiti ensayarse en diversas composiciones: idilios, stIras, poesas
Jocosas, ele-
gas, odas, anacre ntIcas, sonetos , himnos , cancion es, melodr amas,
epigram as,
madrigales, y epstolas.
Desde el punto de vista mtnco y estilstIco, huelga decir que de
manera gene-
ral, la lrica de Arriaza refleja la sobriedad neoclsica, El verso predom
inante es el
endecaslabo sfico, la rima total o parcial segn el tema tratado,
el ritmo vario.
Es esa literatura a la que intento acercarme, respetando, cada vez
que sea posi-
ble, el espritu del XVIII.
El Arriaza que triunfa en las letras es el poeta patritico, compro
metIdo ya que
sus mejores composiciones son cantos PICOS, himnos , poesas
de tema naciona-
lista 3. Ello hizo que la crtica considerara slo la pica del vate madrileo menos-
preciando as buena parte de su produccin potica. Aunque se considere slo esa
literatura engage, se plantea el problema de la comunicacin en poesa y el del
realismo literario.
Digamos con F. Martnez 4 que el autor no comunica con nosotros por medio
del lenguaje, sino que comunica lenguaje. Y el lenguaje potico se caracteriza por
la presencia de una lgica diferente a la lgica del lenguaje. Este viene constituido
por la imposicin de un lenguaje articulado sobre un modo de signifiance lgica-
mente anterior a l cuya especificidad no puede ser nunca conseguida por una des-
cripcin metalingstica.
Kristeva 5 considera la literatura como discurso -objeto- secundario en rela-
cin a lo real [... ]; es a ese nivel de inteligibilidad de la literatura como dis-
curso sustitutivo donde se sita la recepcin de consumo del texto con su exigen-
cia de verosimilitud.
El caso es que en Arriaza lo verosmil se confunde con lo real. En los himnos
patriticos por ejemplo, la Espaa oprimida deja de ser la Espaa del Setecientos
para ser la Espaa del lector: una Espaa que reverdece en la esperanza de cada
espaol maduro y amante de su pas.
Antes de adentrarme en el anlisis de las poesas patriticas de Arriaza, quizs
sea conveniente hablar, aunque sucintamente, de algunos temas que encierran.
Los descuidados y alegres das de la juventud trajeron consigo afectos tiernos,
risueas ideas, incluso versos anacrenticos. Pero la invasin napolenica hizo del
autor del Dos de mayo en 1808 el poeta rebelde cantor de la desgracia nacional
y de la libertad de la patria oprimida. Los temas sobresalientes giran en tomo a lo
blico, el herosmo, el patriotismo, la gloria, la victoria y la libertad.
La meta del vate ahora es satirizar al invasor y estimular a los combatientes
espaoles. La comunicacin literaria, porque apela a la libertad,
Vivir en cadenas
cuan tnste vivir?
(<<Los defensores de la patria, BAE, LXI, p. 81)
3 Ya seal Juan LUIs Alborg que lo ms peculiar que puede situar a Arnaza en la historia de la
lrica espaola son sus numerosos himnos patriticos que hizo a diversos acontecimientos de la Gue-
rra de Independencia.Y segn Alcal Galiano, Arnaza es patriota puro y nadie hizo ms versos que l
sobre aquella guerra (BAE, LXI, p.43).
4 F. Martnez BONATl, La estructura de la obra literaria (Madrid Ariel, 1960), p. 128.
5 Vase Mara ngeles GRANDE ROSALES, Julia Knsteva La semitica como modelo isomrfico
de la lgica potica, en Investigaciones semiticas. IV. Actas del IV simposio tnternactonai de la Aso-
ciacin espaola de Semitica celebrado en Sevilla (3-5 de diciembre, 1990), (Madnd: Visor Libros,
1992), Vol. I p. 118.
EN TORNO A LAS POEsA S PATRITICAS DE DON JUAN BAUTIS
TA ARRIAZA 179
Digamos con Sartre 6 que uno de los motivos que Impulsan al escritor
es el deseo
de sacudir al lector con una especie de emocin esttica, cuya tarea
final es revelar
el mundo y proponerlo como una tarea a la generosidad del lector.
La poesa as responde a preguntas claves: qu es escribir?, por qu
escribir",
para qu escribir? Se llega as inevitablemente a la seleccin de los
temas pasan-
do por la eleccin de los vocablos para llegar al vocablo ms adecua
do para la
expresin de los sentimientos. Como dira Sartre,
Partamos al campo,
Que es gloria el partrr;
La trompa guerrera
Nos llama a la lid
La patria oprimd a,
Con ayes sin fin
Convoca a sus hijos,
Sus ecos oid.
(<<Los defensores de la patria, p. 81).
en 1808 (p. 57), de tono quejumbroso desde los primeros versos, traduce el pesar
espaol:
para conseguir de ese modo la libertad. El herosmo supone, pues, fuerza fsica y
grandeza moral. En Arriaza los hroes van dotados de las ms grandes fuerzas f-
sicas y morales que les permiten alcanzar metas extraordinarias y vencer al enemi-
go. Se descubren como hombres capaces de superar toda violencia fsica y moral.
Arriaza les hace recordar a los valientes hroes de Numancia, smbolo del orgullo
espaol, que no se sometieron al poderoso imperio romano (Soneto XIV).
El herosmo conlleva sacrificios, incluso el sacrificio supremo: la misma vida:
i Venid, vencedores,
Columnas de honor!
La patria os d el premio
De tanto valor.
(<<Himno de la victoria, p. 84).
Tras libertar a la patria, los hroes son aclamados y glorificados por el pueblo
mediante regocijos pblicos. La gloria es, pues, la materializacin de la libertad.
EN TORNO A LAS POEsAS PATRITICAS DE DON JUAN BAUTISTA ARRIAZA 181
La alegra y la glona son hijas de la libertad recobrada. Los valientes patriotas han
alejado al enemigo y con l
llena de mltiples significados metafricos los contmuos fnicos que son las
palabras fsicamente consideradas [... ], cambia capnchosamente los signifi-
cados y busca nuevas Imgenes expresivas para nombrar lo que la intuicin
conoce y distmgue, y [oo.] establece cada vez relaciones nuevas entre los SIg-
nos muertos y moribundos de la lengua, renovndolas contmuamente, cren-
dola en cada momento, para adaptarla a nuevas intuiciones, La alegra, la tns-
teza, el dolor y el miedo del hombre, su manera de considerar el mundo y su
actividad hacia l, todo esto se refleja en la palabra, en el acto de creacin
lingstIca. El hombre conoce, y al mismo tIempo piensa y siente, estable-
ciendo analogas mditas, en la intuicin como en la expresin, analogas que
contIenen y manifiestan su modo peculiar de tomar contacto con la realidad 10
Ya estamos con Rafael Lapesa que apunt que uno de los ms bellos sueos de
la poesa ha consistido en imaginar que la naturaleza est dotada de alma y que
entre ella y los humanos se establecen corrientes de intercambio sentimental.
La exclamacin es la figura pattica ms empleada por Arriaza. Segn las cir-
cunstancias, traduce ora la alegra, (Anacrentica II), ora el dolor (<<El dos de mayo
en 1808, Realidad en ilusin, etc.)
La necesidad de expresarse se sirve de la palabra como arma capaz de transfor-
mar la realidad. La necesidad y la voluntad de hablar para el pueblo se unen a un
desbordado amor por el ser humano, por la patria. Entonces, el verbo se yergue
por encima de todo para denunciar la injusticia y expresar indignacin y rebelda.
Si la palabra potica se escribe desde el rencor o la invidia, entonces su vivaci-
dad esencial no puede sino llevar a la condena, a la crtica. Junto a las municiones,
junto a nosotros mismos, las palabras se cargan de dinamita y estallan como bom-
bas: muy duros son los vocablos con que Arriaza califica al invasor francs: negro
bando, furor, codicia ardiente, placer de sangre, rabia (<<Realidad en la ilusin);
tirano, despota, impo (e Soneto XXVI); tigre, hipcrita, perfidia, villano, traidor
(<<Profeca del Pirineo); sangre, opresor, invasor, pual... en otros poemas. El
patriotismo vuelve al vate insolente: maldice e insulta violentamente todo cuanto
no sea espaol o partidario de la causa espaola.
Si el tono es amargo y angustiado, es porque lo nico que quiere el poeta es la
paz, la libertad y un maana totalmente distinto. Lo mismo vemos siglos despus
en los llamados poetas sociales de posguerra.
El estilo de Arriaza es sencillo, repito, siguiendo la moda de poca. Las posibi-
lidades innovadoras pueden conducir a la saturacin del desconocimiento expresi-
vo. Hay que ser sencillo, y de ese modo, transmitir un mensaje. Sin embargo, gran
parte de la poesa del Setecientos queda coja, invlida por su prosasmo. Pero hay
que saber que ello obedece a una realidad de poca, que Bousoo llama procedi-
mientos extrnsecos y modificantes extrnsecos propios de cualquier poca 11.
Cuanto ms se individualiza el estilo, mucho ms se comunica o participa. El
prosasmo de Arriaza es, pues, deseado. Era conocedor de las preceptivas clsicas
y del Setecientos. En su caso se trata SImplemente de interpretar los hechos a tra-
vs de la palabra, del canto potico. La expresin tiene sentido a travs de una
tcnica, de las posibilidades rtmicas, sintcticas, lxicas del lenguaje. Y hay que
tener en cuenta, sobre todo, que el ritmo del lenguaje oral, del que parti Arrriaza,
y no. tan slo el del lenguaje escrito, conduce a la cercana de la palabra con el
espritu, la realidad.
Digamos con Claudio Rodrguez 12 que la voz de la palabra humana, en este caso,
va excavando un cauce que puede, a veces, llegar hasta el orculo del sueo o a la
creacin del ritmo de las cosas, de la intimidad ms afable.
El estilo reside en la personalidad, en la calidad del espritu expresado. Todo no
es llaneza en Arriaza. De vez en cuando el poeta recurre al discurso exterior libre,
o sea que el sujeto de la enunciacin potica habla directamente y sin intermedia-
rio entre l y los lectores. A veces utiliza la tcnica dialogada como en la narrativa
(<<Profeca del Pirineo).
11 Vase la nota 2.
12 Claudio RODRGUEZ, Introduccin a Desde mis poemas (Madrid: Ctedra, 1984), p. 16.
184 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Napolen! (tronando
Son la voz) [Napolen! en dnde
La majestad augusta de Fernando
Tu perfidia encendi? Traidor, responde
Del que llamaste hermano;
Te busc grande, y te encontr villano.
(<<Profeca del Pinneo ... , p. 69).
Marcar el tiempo concreto en que ocurre una situacin a base de signos tempo-
rales que funcionan como delimitadores concretos e inconfundibles no es tarea del
poeta, 111 salvo excepciones, marca la lrica instantes que influyen decisivamente en
la creacin. Podramos decir que esta despreocupacin por el tiempo indica preci-
samente la frontera entre la lrica y la narrativa 15
Desgraciadamente en Arriaza la poesa se confunde con la narrativa. Vemos sig-
nos temporales que admiten una clasificacin concreta: signos que se resuelven
mencionando efemndes, signos histricos fciles de descodificar con exactitud (el
2 de mayo de 1808, el destierro del rey Fernando VII, su vuelta a Espaa, etc.).
Los hechos poticos se suceden con rapidez como las pginas de un manual de
historia:
menos verbales cuyo valor semntico nos remite a un significado, sino tambin una
relacin de palabras dispuestas especficamente, una particular modalidad del decir.
y al decir se miente. Tambin miente Arnaza que su poesa es monocorde y que
slo canta lo heroico-nacional. La misma crtica miente. Umberto Eco define la
semitica como una disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir 18
Reducir la poesa de Arriaza a la nica vertiente social sera mentir. El estudio-
so de la literatura debe saber que las circunstancias de la vida llevan al escritor a
adoptar cierta actitud ante el hecho de escribir. En el prlogo a sus Poesas escogi-
das, Jos Hierro dice:
[... ] Pero cuando una experiencia terrible, cuando la Vida de fuera se Impo-
ne, las diferencias entre el poeta y el hombre a secas se borran. En este caso
es un hombre como todos, horronzado porque el barco se hunde. Y sera
mucho pedirle que se entretuviese en oler una violeta... Como ha sentido la
vida acechada, rozada por la muerte, ama la Vida karamazoviamente: ms que
a su sentido. Y as surge una poesa testimonial, exprimida de las uvas de la
Vida, y arrebatadamente existencialista 19
BIBLIOGRAFA
AA. VY.: Investigaciones semiticas. IV, Madrid, Visor Libros, 1992. 2 vals.
BONATI, Martnez F.: La estructura de la obra literaria, Madnd, Ariel, 1960.
BORGES, Luis Jos: Obras completas, Buenos Aires, Enuc, 1974.
Bousoso, Carlos: Teora de la expresin potica, Madrid, Gredas, 1985, 2 vals.
i Cfr. CERVANTES, M. de, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Barcelona, Crtica, 1998,
p. 71. Sobre los antecedentes, caractersticas picas y edicin de estos romances, cfr. WOODRUFF, A.
Q., The Ballads of the Marqus de Mantua and Medieval Epic Tradition, UMI, An Arbor, Michi-
gan, 1996.
2 CERVANTES, op. CIt., pp. 115-116. En esta cita se utiliza, modificado, un verso de los romances:
de no comer [pan] a manteles,
190 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
J tu,
p. 75.
Cfr. SNCHEZ. A., Don Quijote, rapsoda del Romancero vieJo, On Cervantes: Essays for L. A.
4
Murillo, ed. J.A. Parr, Juan de la Cuesta, NEWARK, 1991, pp. 241-262. En otros captulos pueden
verse otras atusiones menos Importantes a los romances del Marqus de Mantua e, incluso, la utiliza-
cin de sus versos con matiz humorstico, como en el captulo XXXII de la Segunda Parte, tal y como
se advierte en la nota correspondiente de la mencionada edicin de El Quijote, pp. 894-895.
5 Cfr. AUBRuN, c.v., Los romances del Marqus de Mantua ars potica y poeticidad, ed. Teo-
ra y realidad en el teatro espaol del siglo XVll. La influencia ttaliana, Roma, 1981, pp. 247-256.
6 Cfr. PREZ LASHERAS, A., El Entrems de los romances y los romances del entrems, en La
recepcin del texto literario, eds. J. P. Etienvre y L. Romero, Casa de Velzqucz-Univcrsidad de Zara-
goza, Zaragoza, 1988, pp. 61-76.
LOPE DE VEGA, JERNIMO DE CNCER Y LAS DRAMATIZACIONES UREAS 191
7 Cfr. MOORE, J.A., The Romancero In the Chronicle-Legend Plays of Lope de Vega, Philadelphia,
Umversity of Pennsyvania, 1940; SWISLOCKI, M., Lope, the Romancero and the Comedia; Harvard
Urnversity, 1976; CARREO, A., Del Romancero Nuevo a la Comedia nueva de Lope de Vega: cons-
tantes e interpolaciones, Hispanic Review, L (1982), pp. 33-52; SWISLOCKI, M., Romancero y come-
dia lopesca: formacin de una consciencia histrica en la Espaa urea; Estado actual de los estu-
dios sobre el Siglo de Oro, Salamanca, Universidad, 1993, pp. 977-985; etc.
8 Cfr. SWISLOCKI, M., El romance de La adltera en algunas obras dramticas de Lope de Vega:
pretextos, mtertextos y contextos; Bulletin of Hispanic Studies, LXIII (1986), pp. 213-223. La cita en
p.220.
9 En 1619 se hicieron de esta obra dos tiradas ligeramente diferentes. EXIsten adems dos versio-
nes manuscritas de escasa relevancia. La obra no se ha editado modernamente en solitano aunque s
se encuentra incluida en las grandes colecciones de textos dramticos de Lope, como las de Menndez
Pelayo o Juli Martnez.
10 Cfr. MORLEY, S. G. y BRUERTON, C., Cronologa de las comedias de Lope de Vega, Madrid,
Gredos, 1968, pp. 250 Y ss.
11 Cfr. MORBY, E. S., Sorne observatIons on tragedia and tragicomedia m Lope, Hispanic Review,
XI (1943), pp. 185-209.
12 Cfr. ESPN TEMPLADO, M.P., Disposicin temtIca en El Marqus de Mantua, tragicomedia de
Lope de Vega, Epas, V (1989), pp. 165-182; OLEZA, J., La propuesta teatral del pnmer Lope de
Vega; en AA.VV., Teatro y prcticas escnicas, II: La comedia, Londres, Tamesis Books, 1986,
pp. 251-308.
192 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
realidad, la relacin amorosa de la pareja tiene como uno de los componentes fun-
damentales la religiosidad, que, en este sentido, ha sido privilegiada por algn cr-
tico, aunque quizs en exceso 13
En buena medida estos temas ya estaban presentes en los romances carolingios
que sirvieron de base a Lope para escribir su obra y cuyos versos, literalmente o
con adaptaciones variadas, son ampliamente utilizados en la comedia, como ya
sealara Menndez Pelayo:
algo que se repite tambin en el v. 50 del segundo romance (<<Por casarse con su
esposa, dizen que le fue a matar). Pero estas leves alusiones le SIrven a Lope para
trazar un profundo anlisis de los efectos de la hermosura y del amor ciego, muy
en la lnea de su poca.
El amor, visto en esta obra desde distintas perspectIvas (amor pasin, amor de-
seo, amor cortesano, amor conyugal, celos, etc.), es el motor y el centro de la tra-
ma. La obra consiste en mostrar cmo se trunca por una voluntad individual ajena
la felicidad conyugal de una pareja de recin casados. En El marqus de Mantua
se oponen, as, el amor conyugal y el deseo particular de un prncipe.
13 Vid., RUIZ DE VIZO, H., El marqus de Mantua (simbolismo y evangelio en Lope de Vega),
Miami, ed. Universal, 1971.
14 Vid., MENNDEZ PELAYO, M., Estudios sobre el teatro de Lope de Vega, VI, en Obras comple-
tas, XXXIV, Madrid, CSIe, 1949, pp. 335-356. La cita en p. 338.
15 Citar siempre los versos, entre parntesis, segn la edicin Citada en nota 1.
LOPE DE VEGA, JERNIMO DE CNCER Y LAS DRAMATIZACIONES UREAS 193
Al situarse las relaciones amorosas dentro de una institucin, stas slo pueden
alterarse con la violencia, De ah el germen trgico de una obra que se hace eco
del sistema de relacones del Siglo de Oro. El amor tiene como condicin primera
la belleza de la mujer, y el sentimiento amororoso surge de manera instantnea. El
Carlota que se sorprende de que Valdovmos pueda casarse con una mora y de que
sta sea tan hermosa, como dicen todos, pronto cambia de opinin al contemplarla
y queda prendado de Sevilla con slo verla, ya que, como en tantos poemas de la
poca, es la vista la que comunica a las personas y la que engendra el amor. As
puede decir Carlota: Mas quin me culpar, si de una vista! Sevilla me dej ren-
dido y ciego (vv. 387-388)16; y cuando doa Alda le pregunta la causa de su tur-
bacin, el delfn de Francia responde: Sola una vista,! don Alda, me mat; ya no
soy cuerdo (vv. 409-410).
Si la vista es lo que provoca el amor, los ojos de la dama, de acuerdo con la
imaginera de la poca, se nos presentan como soles, como estrellas verdaderas de
las que los astros celestes toman su luz.
y como es lgico, en la obra de Lope aparece el amor como servicio, la cor-
tesa y la idolatra de la dama. Pero el amor de Carlota no es neoplatnico ni
siquiera cortesano; es un amor ferino que busca slo la satisfaccin sexual. Desde
su primera y ltima conversacin con la infanta, Carlota desmiente su engolada
forma de hablar y su pretendido respeto corts con su comportamiento. Y si en el
verso 490 presume de ser su esclavo, las palabras de Sevilla nos dan la autntica
medida de su amor: Habla y no llegues la mano (v. 520). Carlota mtentar forzar-
la, intento fracasado por la llegada del esposo. Pero su deseo ya no puede aplacar-
se y Carlota buscar otros caminos para satisfacer su pasin. El traidor Galaln,
personaje Importante como veremos y que no est en los romances, es quren le
sugiere la traicin.
Todo este tratamiento del amor es una creacin de Lope que se apoy, no obs-
tante, no slo en los versos anteriormente citados smo en otros motivos de los ro-
mances. Las sospechas y celos del Valdovinos de Lope, de tanto calor dramtico,
pueden entreverse en los famosos versos 89-91 del romance 1, y el origen musul-
mn de la princesa Sevilla y su conversin al cristianismo por amor, explicados en
las escenas iniciales de la primera jornada, estaban presentes en los vv. 64 Y ss.
del segundo romance.
Tambin aprovecha Lope en este primer acto las sugerencias de los romances
sobre el nombramiento de Valdovmos como heredero del marqus de Mantua (vv.
139 y 218 Y ss. del I romance). Por supuesto, los prolegmenos de la traicin, con
la peticin a Valdovinos por parte de Carlota de que le acompae en una aventura
incierta, estaban recogidos con mucha vaguedad en los vv. 116 Y ss. del pnmer
romance:
pues me mat a traicin, vinindole acompaar,
Oh prncipe don Carlota! Qu Ira tan desigual
te movi sobre tal caso, a quererme ass matar,
rogndome que vmiesse contigo por te guardar?
Oh desventurado yo! Cmo vena sin CUIdar,
que tan alto caballero, pudiesse her tal maldad?
Pensando vemr a caca, rm muerte vme a cacar,
'6 Citar Siempre por la edicin ele JULI MARTNEZ, E., ed, LOPE DE VEGA, Obras dramticas
escogidas, IV, Madrid, Remando, 1935, sealando los versos correspondientes.
194 CUADERNOS PARA INVESTIGACiN DE LA LITERATURA HISPNICA
17 En los versos 326 y ss. del I romance, el escudero Marcelo seala que, antes de descubrir a su
seor malherido, vio a Carloto y a otros dos caballeros desconocidos, En la obra de Lope, aparte de
Carloto, los traidores son Galaln y dos caballeros ms. La presencia de Galaln en la traicin tiene
su importancia ya que es l quien ha sugendo a Carloto la muerte de Valdovinos y qUIen se venga
personalmente de una afrenta antenor. Con ello se descarga en parte la responsabilidad de Carloto y
se abre el camino al tratamiento del otro gran tema de la obra.
LOPE DE VEGA, JERNIMO DE CNCER Y LAS DRAMATIZACIONES UREAS 195
Pero tambin introduce Lope algunos cambios respecto a los textos originales.
Algunas escenas, slo aludidas, SI acaso, en los romances, subrayan el dolor de los
deudos de Valdovinos, como se muestra en los versos en que Sevilla reclama JUStI-
cia al Emperador o se entrevista con el marqus, o en aquellos otros que presentan
dramticamente el cuerpo insepulto del asesinado.
Introduce tambin Lope un clima de murmuraciones en la corte que anticipan
el resultado trgico, y presenta ms plsticamente la divisin en bandos de la corte
ante la suerte adversa del prncipe.
Pero el cambio ms importante afecta al tratamiento psicolgico del prncipe
acusado y condenado. Todo el acto, en el fondo, no es sino una composicin dra-
mtica para mostrar la interiorizacin de la culpa y los contrastes en su comporta-
miento. Los monlogos de Carlota -algunos tan hermosos como el soneto de los
versos 2289-2302-, su cambio anmico desde los recelos iniciales hasta la acepta-
cin final de la suerte personal, su propio encarcelamiento y las reflexiones y di-
logos a los que da lugar, poco de esto estaba en los romances originales.
De ah que se cambie la propia interpretacin de la muerte de Carlota. Si en los
romances se subraya el carcter de afrenta de la ejecucin (decapitacin y desmem-
bracin de su cuerpo), hecha en glona de Valdovinos (vv. 97-98 del III romance) ,
en la comedia de Lope de Vega, en cambio, el arrepentimiento del prncipe, y su
aceptacin cristiana de la muerte dignifican el momento final de Carlota, tal y como
se muestra en las palabras del Nuncio que da cuenta, en romances, de los ltimos
momentos de su vida -y de paso de la muerte del traidor Galaln, por justicia
potica, vv. 2781-2860- y de la reaccin dolorosa del pueblo ante la ejecucin 18
Con este cambio en uno de los protagonistas, Lope de Vega estaba dando su
interpretacin personal de los hechos y perfilaba su personal tratamiento del segun-
do tema importante de la comedia, la problemtica de los lmites del poder real,
ejemplificada en las personas de un rey justo (Carlomagno) y de un prfncpe injus-
to (Carlota), cuyas reacciones y dolores amplan los presentados en los romances.
En la obra de Lope la autoridad del rey est por encima de cualquier tipo de
duda. Su sola presencia exige respeto y los personajes, hasta los ms nobles, se
humillan ante su monarca. Por eso Valdovinos no puede negarse a acompaar a
Carlota en la aventura que ste le ha propuesto en los versos finales del acto 1. Al
sobrino del marqus de Mantua no se le pasa por la mente que Carlota est pla-
neando una traicin y de ningn modo osa en dudar de su autondad sobre l.
El problema que se desarrolla en la obra no es cuestionar la autoridad real sino
discutir los derechos y limitaciones de poder de un rey injusto (aunque hay que
tener en cuenta que Carlota no es todava rey sino prncipe heredero).
En consonancia con la establecida y acatada soberana real, Carlota tiene am-
plia conciencia de sus derechos. Enamorado de Sevilla, cree que su condicin le
permite, le da derecho a apoderarse de ella. Es que no puede un rey hacer leyes a
su antojo", pregunta Carlota a su hermano Rodulfo. La respuesta de este no puede
ser ms contundente: Puede del reino a su mstancia (v. 190). El problema se
presenta cuando se confunden las leyes con el poder arbitrano, con la tirana, Si
Carlota cree actuar con derecho al apoderarse de Sevilla, Rodulfo se encarga de
poner las cosas en su SItIO: Esto no es ley, aunque es gusto/ sino injusta tirana
(vv. 192-193).
18 El desenlace final (matnmorno de Sevilla con Rodulfo, hermano de Carloto) no est planteado
en nmgn romance.
196 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
yo te ped la licencia
para mi muerte buscar.
Pues yo, seora, la hall
a quin la culpa dar?
19 Cfr. AA. vv., lntertextuality/ Intertextualidad, ed. de M. Bengoechea y R. Sala, Alcal, Univer-
sidad, 1997; PLETT, H., ed. lntertextuality, Berln, Walter de Gruyter, 1991.
198 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Si viviendo me quisiste,
muriendo lo has de mostrar
no en extremos, ni en llorar
el cuerpo difunto y tnste
mas por el alma rogar.
Oh mi primo Montesinos;
deshecha es la compaa
de los dos en este da "
20 Los vv. 1528-1537 remiten a los vv. 81 y ss. del romance, con utilizacin expresa, adems, del
pretexto en el verso al pie de aquestos robles; remmrscencra de Al pie dunos altos robles. El
marqus interrumpir vanas veces ms, en la comedia, el parlamento de Valdovinos para manifestar
sus dudas y su dolor. Es lo que sucede en los vv. 1541-42; 1555-1557; 1566-1567; 1577-1580; Y 1593-
1600.
21 Las alteraciones de los versos subrayados son mmmas respecto al pretexto original o quizs
inexistentes segn las versin que manejara Lope o la distorsin oral de los romances: el v. 1548 cambia
el orden sintctico del romance, pues yo la halle, seora; el muriendo- del v, 1559 procede de un
al morir; y el no en extremos es el resultado de la supresin de dos palabras, fazer grandes,
del romance.
LOPE DE VEGA, JERNIMO DE CNCER Y LAS DRAMATIZACIONES UREAS 199
los vv. 2029-2034 y 2057-2064, reproducen, en redondillas, los versos 20-23 y 33-
36 respectivamente:
24 Los versos originales son Dezid, conde, qu queris, no os cabe recelar.! Bien sabis que el
mensajero licencra tiene de hablar) Al amigo y enemigo, siempre se debe escuchar,! por amistad al
amigo y al otro por se avisar.
LOPE DE VEGA, JERNIMO DE CNCER Y LAS DRAMATIZACIONES UREAS 201
nas finales, sobre todo cuando en boca del Condestable, y nuevamente en romance,
se le comumca a Carloto su sentencia de muerte en los vv. 2571-2612. Lope
parafrasea los 50 versos iniciales del III romance, abreviando la composicin del
tribunal y eliminando algn que otro detalle (como el tormento dado a Carloto) pero
manteniendo la condena y alguno de los versos originales.
El resto de la comedia es una ampliacin de los versos finales del III romance
pero ya sin empleo intertextual, lo que permite al autor una mayor libertad en el
tratamiento de la ejecucin de Carloto y en el mismo desenlace de la obra.
Esta libertad final de Lope de Vega en la interpretacin de un texto previo se
torna mucho mayor en una comedia burlesca o de disparates escnta por Jernimo
de Cncer y publicada en Madrid en 1651, La muerte de Baldovinos, que va des-
montando y parodiando, con indiscutible gracia en ocasiones, los motivos caracte-
rsticos de la conocida historia 25, aunque su texto de referencia es la comedia de
Lope de Vega y no los romances carolingios.
El texto de Cncer, como todas las comedias burlescas, es ms breve que el texto
parodiado (poco ms de 1500 versos) y su nmero de escenas es tambin menor
aunque se mantengan las tres jornadas de rigor, con una distribucin argumental
continuadora de la comedia de Lope.
Los personajes son sustancialmente los mismos aunque se aaden otros (Malgesi,
Gaiferos, Flor de Lis y Melisendra) de escasa importancia en la trama. Pero cam-
bia profundamente la psicologa y comportamiento y actitudes de los principales
protagonistas, despojados ahora de toda nobleza y dignidad, como exiga la come-
dia de disparates, en su afn de conseguir la negacin de una serie de valores pri-
mordiales en la comedia seria y de desmItificar con la cancatura personajes tradi-
cionalmente exaltados para arrancar la risa del pblico.
La infanta Sevilla, por ejemplo, es inmoral y libidinosa, tal y como la describe
Galaln en los compases imciales de la obra (vv. 57-66):
Yo no me pienso monr
porque he menester vivir
poco menos que el comer. (vv. 1295-1297)
escena que tiene su rplica en la tercera Jornada, cuando Sevilla no quiere escon-
derse y Carloto le recuerda: No me escond yo por vos/ en la primera jornada?
(vv. 1466-67). Y el primer acto concluye, precisamente, con un comentario sobre
los disparates representados (vv. 543-544), adems de prodigarse por toda la obra
las alusiones al propio escenano (as, por ejemplo, en la muerte de Valdovinos en
una selva se habla de cerrar puertas -v. 849- y de entradas y salidas -vv. 886
y ss.) y a las situaciones caractersticas de la comedia (vv. 499-503).
No obstante, la desmitificacin y su intencin cmica se explica perfectamente
desde la estructura pardica de la obra. Porque disfrutar y entender La muerte de
Baldovinos implica un conocimiento de El marqus de Mantua de Lope de Vega.
La comedia de Cncer se inicia, igual que la de Lope, con una escena en la que
los caballeros de Carlomagno comentan el extrao caso del bautismo y boda de la
infanta mora Sevilla con el caballero Valdovinos, pero para incidir en el carcter
disparatado y vicioso de los contrayentes y para presentar, cmicamente, los de-
seos del prncipe Carloto.
Este, en lugar de pedir consejos a nadie sobre su situacin, como ocurre en la
obra de Lope, pretende aplacar rpidamente sus celos y conseguir sus objetivos. Para
ello despide sin contemplaciones al marido recin casado y se queda solo con Se-
villa, a la que declara su amor, sm pretender, por pura desgana, violentarla, como
en la obra de Lope.
El encuentro Sevilla! Carloto es interrumpido, como en la comedia de Lope, por
el regreso de Valdovinos, En Cncer, sin embargo, Carloto se esconde, y la escena
de celos, resuelta felizmente por Lope con una declaracin exaltada de amor entre
los esposos, se desarrolla aqu en un clima de insultos y de amenazas de muerte
que no se llevan a cabo por la exigencia disparatada de celebrar una fiesta. Supri-
me Cncer, por lo dems, la importante entrevista entre Galaln y Carloto, el nom-
bramiento de Valdovinos como heredero del marqus y la peticin de Carloto a
Valdovinos para que le acompae en una aventura.
El acto segundo de La muerte de Baldovinos comienza, tambin como El mar-
qus de Mantua, con la despedida de los esposos. Pero la ternura con la que Lope
desarrolla la accin es sustituida por la grotesca desconfianza de un marido que
parece haberse olvidado de que haba prometido matar a su mujer en el acto pri-
204 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Como me huelgo de or
que el rapacillo es resuelto,
as era yo cuando mozo;
al fin es hijo de buenos.
Marqus, no soy de los padres
que gustan de andar sabiendo
travesuras de los hijos,
hulguese, que ste es su tiempo;
tambin todos fuimos mozos,
y a fe que no fuimos lerdos,
qu Importa que mate alguno?
Peor fuera ser soberbio,
Todas estas novedades tenan un claro fin cmico, rasgo que se incrementa con
el estilo en el que est escrita La muerte de Baldovinos y que, como es propio de
las comedias burlescas, acumula frases hechas (cque llore y no haga pucheros, v.
327; Habla por boca de ganso, v. 948; Ahora es Justo que te emperres, v. 1541;
etc.), refranes (<<En manos est el pandero, v. 1243); cuentecillos tradicionales (vv.
423 y ss.), expresiones degradantes y vulgarismos (mondonguera, v.51; sopla, pe-
rra, v. 498; diz que le casc en el soto, v. 1280, etc.), palabras inventadas
(<<desedo, v. 2; rollono, v. 124; andacar, v. 698, etc.) y toda clase de zegmas
y juegos de palabras que desmitifican el tono elevado con el que estaba contada
esta historia en los romances originales y en la obra de Lope de Vega, culminando
as un proceso que expenmentaran en el Siglo de Oro numerosos argumentos y
leyendas tradicionales.
27 Ha supnrmdo Cncer, adems del desenlace funesto, las escenas de rebelda de Roldn.
EL PERSONAJE EN ALGUNAS NOVELAS
DE ARMANDO PALACIO VALDS (1853-1938)
El novelista est detrs. Esto significa dos cosas: por una parte, que no
est en su personaje sino separado de l; por otra parte, que este separarse
tiene por objeto una comprensin inmediata de los resortes ms ntimos que
lo hacen actuar: Gracias a esta posicin ve los hilos que sostIenen la mano-
neta; desmonta al hombre. Es decir que no es el hroe el que se muestra al
novelista y le impone la visin que hay que tener de l, es el novelista quien
elige su posicin para ver al personaje 3
, Cf, POUlLLON, lean, Tiempo y novela, Buenos AIres, editorial Paids, 1970, pp. 61y ss.
2 Ibid., pp. 83 Y ss.
3 tu, pp. 70-71
208 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
que nos proponemos estudiar en este artculo 4 se nota ya desde la primera apan-
cin que hacen stos sobre la escena novelesca. Generalmente la presentacin est
hecha por un narrador omnisciente, que trata de proporcionar todos los datos que
pueden facilitar la comprensin del personaje. El procedimiento ms utilizado con-
siste en presentar los personajes segn van interviniendo en la conversacin. Los
comienzos in medias res, muy frecuentes en Palacio Valds, se prestan perfecta-
mente al procedimiento. A la primera frase pronunciada por el personaje sigue la
descripcin fsica del mismo. As acta el narrador en la mayora de las novelas:
La espuma, Marta y Mara, La fe, El Maestrante, etc. Unos ejemplos tomados en
la ltima novela lo ilustran claramente. En el caso de Amalia leemos:
4 En este artculo nos proponemos estudiar las novelas siguientes (las citas se harn con referen-
cia a las ediciones sealadas a contmuacin): Marta y Mara, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1975, Col.
Austral, nm 133. El idilio de un enfermo, Madrid, Ed. Aguilar, 1956, OC, T 11, pp. 101-168. Jos,
Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1982, Col. Austral, nm 277. El Cuarto Poder, Madrid, Librera Victonano
Surez, 1922, OC, T IX. La Hemana San SUlPICIO, Ed. Espasa Calpe, 1975, Col. Austral, nm 133.
La espuma, Madrid, Ed. Aguilar, 1956, OC, TII, pp. 169-344. Lafe, Madnd, Librera Victonano Surez,
1922, OC, T. XII. El Maestrante, Madrid, Ed. Aguilar, 1956, OC, T 11, pp. 345-466. El origen del
pensamiento, Madnd, Ed. Aguilar, 1956, OC, T 11, pp. 467-572. Los majos de Cdiz: Madrid, Ed.
Espasa Calpe, 1967, Col. Austral, nm. 155. La aldea perdida, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1982, Col.
Austral, nm. 368. Los crmenes de Granada, Madrid, Ed. Aguilar, 1956, OC, T 11, pp. 573-678.
5 El Maestrante, op. cit., p. 189.
Ibid.
o La espuma, op., cit., p.l89.
8 El origen del pensamiento, op. cit., p. 468.
EL PERSON AJE EN ALGUN AS NOVELAS DE ARMAN DO PALACIO
VALDS 209
Las miradas de los que cruzaban como los que estaban quietos posban
se
con complacencia en ella, se hacan comentanos sobre los pnmore s
de su traje
por las comadres 10
Esta haba sido esplndida, una rara perfeccin de rostro y de talle. Alto,
delgado, esbelto, facciones correctas, diminutas, cabellos rubios, finos, cayendo
en graciosos bucles, mejillas sonrosadas y voz atiplada. De este conjunto pri-
moroso quedaban tan slo una sombra por donde pudiera adivinarse la en-
hiesta espalda que se haba abovedeado; los hermosos bucles que se haban
desvanecido ... 19.
Cabe sealar por otra parte que el narrador facilita en muchas ocasiones retra-
tos fsicos comentados. Eso es, cada rasgo de la fisonoma va acompaado por un
comentario o explicacin. El procedimiento quebranta muy a menudo la objetivi-
dad y da a la descripcin un marcado sello subjetivo. La intervencin implcita o
explcita del narrador tiende a revelar, mediante el comentario, ciertos aspectos del
temperamento del personaje todava no averiguados por el lector. En un personaje
como Maldonado en La espuma, caracterizado esencialmente por la imitacin de
los dems y por una gran falta de personalidad, las aclaraciones aportadas por el
narrador cuando lo presenta fsicamente resaltan el rasgo caracterizante:
Celesto hIZO una mueca horrorosa con su nanz multicolora. Porque es tiem-
po de manifestar que la nanz del mensajero no era bermeja como a pnmera
vista le haba parecido a Andrs, smo que, dommando este color notablemente,
todava dejaba ver otros matices, tirando a amarillo, verde y morado, se ofre-
cieron con ms o menos franqueza entre los muchos altibajos y quebraduras
que la surcaban. En verdad que era digna de examen aquella nanz; un gelogo
hubiese encontrado en ella ejemplares de todos los terrenos volcnicos 22
Entre los personajes de La espuma, resalta el duque de Requena por sus grose-
ras y gruidos continuos. Le caracteriza tambin la mana de traer en la boca un ciga-
rro apagado, lo muerde y lo pasea sin cesar de un lado a otro. Esta mana acarrea
otra no menos grosera: escupir constantemente, y donde sea, sin ningun miramiento 26.
En la caracterizacin fsica de ciertos personajes aparece el afn generalizador
del novelista, que es generalmente de ndole costumbrista. Se trata en estos casos
de personajes secundarios que, sin tener grandes incidencias en el desenvolvimien-
to de la intriga, forman parte del color local. Por lo que la generalizacin tiende a
presentar al personaje descrito como un prototipo genrico representante de un grupo
social. Son figuras que recuerdan personajes que ms tienen que ver con los tpi-
cos literarios que con la realidad. As la sacristana de Jos viene a ser la figura de
la bruja malvada que echa maldiciones y aterroriza a los vecinos 27. Otro tanto po-
demos decir de su hijo, Rufo. Con su fsico tosco, su lenguaje infantil y torcido y
sus crisis nerviosas representa al tpico tonto del pueblo, figura frecuentemente
presente en la narrativa espaola y universal 28.
Pero, una de las figuras ms arquetpicas de la novela palaciovaldesiana es la
de Don Fernando de Meira. Es el prototipo del hidalgo hambriento y ridiculizado
por varias literaturas y sobre todo la espaola:
3D A este respecto seala Ramn Pres: sabe ocultarse antes de mover sobre las tablas las
figurillas que han de entretenernos con sus penas y alegras; como Si fueran hombres de verdad. Pero
se oculta de tal modo que a cada movimiento de las figuras vemos algo de la mano que las mueve y
de cuando en cuando ante una sene de actitudes, de sucesos o de palabras nos decimos sin poderlo
remediar: Palacio Valds se est divrrtiendo con sus pobres muecos. Cf. PRES, Ramn, A dos vien-
tos. Crticas y semblanzas, Barcelona, Librera Espaola de Lpez, 1892, p. 31.
31 Cf. La espuma, op. cit., p. 194-495, p. 245.
214 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
rrador, Aun en el dilogo est tan presente ste como aquellos. La verdad oral
de un personaje es una verdad tamizada por el narrador 32
Sin embargo, y a pesar de todo ello, no se puede negar que Palacio Valds m-
tenta por medio de vanos artificios dar a sus personajes visos de verosimilitud e
independencia: el dilogo es uno de los ms utilizados. El modo de hablar de los
personajes refleja su manera de ser y de pensar adems de plasmar su tempera-
mento y formacin intelectual. Los dilogos cumplen con otra funcin: establecer
una red de comunicacin entre los distintos actores. Esta comunicacin hace ms
acequible la comprensin por parte del lector de ciertos aspectos peculiares del
personaje. Volveremos sobre este punto ms adelante.
El Cuarto Poder es quiz una de las obras de Palacio Valds que ofrece los di-
logos ms logrados y los que ms revelan el temperamento y la formacin del
personaje. Del que mantiene Gonzalo con su to Don Melchor se desprenden dos
niveles de lenguaje, dos maneras de expresarse que traducen a la perfeccin la idio-
sincrasia de cada personaje y su manera de ver y considerar las cosas y los hom-
bres. El lenguaje utilizado por Gonzalo es preCISO, claro y rotundo, es el lenguaje
de un joven ingeniero acostumbrado a la concisin y a la exactitud. En cambio, el
to, empedernido mannero, habla en una lengua analgica donde dominan las com-
paraciones con el mundo marinero. Las frases que transcribimos a continuacin lo
ilustran claramente:
32 TACCA, Osear, Las voces de la novela, Madrid. Ed. Gredas, 1977, p. 137.
13 El Cuarto Poder, op. cit., p. 130.
34 Cf. Prlogo a La Hermana San Sulpicio, op. cit., p. 9
EL PERSONAJE EN ALGUNAS NOVELAS DE ARMANDO PALACIO VALDS 215
La cita es larga pero muy ilustradora no slo de la funcin del dilogo como
revelador del carcter, sino tambin de la intervencin constante del narrador. Los
comentarios que intercala ste en el dilogo tienen un doble objetivo: primero re-
forzar las palabras del personaje explicando sus ms ntimos pensamientos a la hora
de hablar; luego dirigir, en cierto modo, la interpretacin del lector. Las aclaracio-
nes aportadas por el narrador obligan al lector a comprender las frases pronun-
ciadas por el personaje segn las intenciones del propio narrador.
En otros casos, el dilogo permite la ocultacin del narrador y revela lo ms
ntimo del personaje. Este manifiesta, hablando con un confidente, preocupaciones
que jams deja al descubierto delante de los dems. En el fondo se trata ms bien
de reflexiones en voz alta que de un dilogo real. Se establece pues una complici-
dad tripartita entre el narrador, el personaje y el lector. Complicidad que hace po-
sible a la vez el conocimiento a fondo del personaje por parte del lector y la com-
prensin de ciertas reacciones que quedan incomprensibles para el resto de los
personajes. Mediante la conversacin pone el personaje su alma al desnudo y reve-
la su verdadera personalidad. La seguridad que le da la amistad y la sinceridad del
personaje-interlocutor le anima a descubrir aspectos de su vida que guarda celosa-
mente a lo largo de la novela. De esta ndole son los dilogos establecidos entre
Montesinos y el padre Gil en La fe 36; y los intercambiados entre Clementina y su
madrastra en La espuma 37,
Por otra parte, para dar ms verosimilitud a los dilogos, utiliza Palaco Valds
el clsico procedimiento realista que consiste en hacer corresponder el lenguaje del
personaje a su condicin social. El afn de objetividad motiva al novelista para dejar
hablar a ste en su lengua habitual. La clase a que pertenece y el oficio que ejerce
determinan su manera de expresarse. En Jos predomina el habla marinera donde
aparecen modismos, palabras y expresiones asturianas estrechamente vinculadas a
las faenas del mar. Se trata de un lenguaje espontneo y familiar donde abundan
los insultos y las exclamaciones 38.
En la misma novela reproduce el autor el lenguaje de un mentecato con sus
incorrecciones y su deformada sitxis. En efecto, Rufo habla como un nio. No
diferencia las laterales de las velares. As por ejemplo pronuncia en vez de perd-
name, peldname, de Seora, Seala 39, Las frases estn mal construidas, como
por ejemplo:
Por oposicin al lenguaje marinero popular y varias veces vulgar, alterna Pala-
cio Valds en la novela parlamentos cultos, nos referimos al lenguaje refinado de
Don Fernando de Meira. Conforme con su origen noble y su formacin universita-
na se expresa el personaje en una lengua depurada, elocuente y corts.
Se advierte tambin en la expresin de los personajes la preponderancia de la
nota regionalista. Un personaje madrileo, asturiano o andaluz habla en una lengua
que revela de inmediato su provincia de origen. Tomemos como ejemplo el anda-
luz. En las novelas andaluzas el empleo del dialecto es un exponente claro del uso
del lenguaje como revelador de una relidad SOCIal determinada. Ntese al respecto
que Palacio Valds no explota el aspecto lingstico nicamente como caractersti-
ca regionalista. Tampoco aplica las peculiandades del andaluz de manera sistern-
tica a todos los peronajes, sino que logra realizar cierto enlace entre lo SOCIal y lo
lingstico. De modo que el lenguaje andaluz aparece mucho ms cerrado en boca
de la gente del pueblo, como Paca, el guitarrista y las bailaoras, que en boca de
personajes de nivel social y cultural ms elevado como en el caso del conde del
Padul y su hija. Por lo tanto, el habla genuinamente andaluza que aparece en las
novelas del sur, es manejada tan slo por unas clases determinadas de la regin: la
popular y algunos miembros de la media. En las novelas andaluzas abundan los
ejemplos que a la vez que presentan las peculiaridades del habla local, establecen
la separacin entre los personajes de pertenencia social diferente. En La Hermana
San Sulpicio, por ejemplo, Paca, la cigarrera, habla del modo siguiente:
-No es de esas nias recosa Sabut?, que se lo guardan toto por om-
bligo. A mi seorita le baila el arma en los oho, Sabut? (... ). Tiene un
geniesiyo como un cohete. Le da un gofet al mesmo arzobispo en persona
si se decuida 41
Queremos que trabajes para que Gloria salga del convento. Por confesin
de ella misma, tiene deseos de salir. Hay obstculos que al parecer se lo
impiden. QUiero que averigues cules son y que los deshagas 42
... dispona totalmente de los actos de sus personajes, los diriga, los encami-
naba conscientemente hacia el fin que se haba propuesto y no vacilaba en
inrmscuirse en la accin de la novela, haciendo comentarios, describiendo con
Irona, amor u odio a sus cnaturas o anunciando al lector como iba a termi-
narse la novela o que les iba a suceder a sus hroes, antes de que la misma
ancdota lo revelara 46
Este poder absoluto sobre los personajes se manifiesta en casos concretos sola-
pado por las etopeyas de contenido naturalista. El impacto de la herencia o de la
educacin condiciona el comportamiento de ciertos personajes y les dicta una con-
ducta que no logran cambiar. En estos casos interviene el narrador para explicar
que tal o cual comportamiento o actitud son debidos a la herencia o a la educacin
recibida 47 Con ello deja bien claro que todo lo que hace el personaje debe ser
consecuente con los rasgos de carcter heredados o inculcados. Para que el lector
no se lo pierda de VIsta, seala el narrador las huellas de la herencia y las secuelas
de la educacin de modo explcito. Del comportamiento del conde de Ons explica
el narrador:
Tendr tremta y cuatro o treinta y seis aos, bajito, menudo, moreno, con
barba negra sedosa, las facciones correctas, los OJos negros, de una expresin
resuelta y altiva. Haba en su rostro atractivo. La figura aunque exigua, pro-
porcionada, denotaba agilidad y bro 50
Existen sin embargo ciertos casos en que el fsico poco o nada tiene que ver
con la conducta. Es en los personajes masculinos donde ms se da el contraste. As,
la figura viril e Imponente de Gonzalo en El Cuarto Poder o la del conde de ans
en El Maestrante contrastan violentamente con un temperamento dbil y un carc-
ter demasiado impresionable. Estos casos son sealados explcitamente por el na-
rrador. Del conde afirma:
A partir del retrato fsico del personaje empieza Palacio Valds a trazar el ca-
rcter. El anlisis de las distintas figuras novelescas muestra que el autor ha creado
tipos de personajes. Cada tipo representa una serie de rasgos comunes que le per-
miten evolucionar en la novela segn un trazado especfico y bien definido.
La visin maniquesta del novelista da lugar a dos grandes categoras: los bue-
nos y los malos. Los pnmeros hacen figura de vctimas, mientras que los segundos
53 El artificio utilizado por Palacio Valds es propio de la Visin por detrs y resulta frecuente en
la novela decimonnica. De ello dice Jean POUlLLON: . .. Con frecuencia el novelista se da cuenta de
este peligro, oculta al lector lo que sabe de su hroe y quiere desvelar el carcter de ste slo progre-
sivamente. Pero ah se cae en otro defecto: este carcter no est menos planteado desde la pnmera
pgma, est totalmente consutuido en el espntu del autor y dirigir toda la economa artificial de la
obra ... Cf. Tiempo y novela (versin espaola de Irene Cousm), Buenos Aires, ed. Paids, 1970, p. 73.
54 El nico protagonista masculino que desempea el papel de seductor en las novelas analizadas
es Andrs en El idilio de un enfermo.
220 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
la pasin, no logra discernir entre lo bueno y lo malo. Se desva entonces del ca-
mino y ya no vuelve a encontrarlo. Su vida cambia de rumbo y sigue una trayec-
toria que le lleva directamente al fracaso.
En cuanto a los personajes femeninos notamos que, frente a los masculinos, son
sicolgicamente ms interesantes, mejor perfilados y sobre todo ms efectivos en
la escena. Podemos sealar que los masculinos son personajes planos construidos
en torno a una sola Idea y sin gran profundidad sicolgica; los femeninos son per-
sonajes redondos y se definen por su complejidad y capacidad de tomar decisiones
que sorprenden y convencen 55.
Las figuras femeninas se caractenzan por la determinacin, la voluntad y la
habilidad para llevar a cabo su propsito, y sobre todo por la fidelidad a su manera
de ser. En cada una de las figuras principales encontramos un rasgo fundamental
con el cual ha sido presentada desde el principo de la ficcin. Este ir definindose
ms y mejor, al filo de los acontecimiento, mediante numerosos elementos que lo
completan pero que nunca lo cambian. A este respecto podemos referirnos a
Clementina en La espuma, cuyo rasgo fundamental es el libertinaje; a Marta y Mara
con sus respectivas y constantes preocupaciones de perfeccin prctIca y religiosa;
a Gloria en La Hermana San Sulpicio que aparece siempre llena de vida y de ale-
gra; a Amalia en El Maestrante, que evoluciona a lo largo de la novela como per-
sonaje perverso y degenerado, etc.
Dentro del conjunto femenino sita Palacio Valds el mayor nmero de perso-
najes destinados a ser malos y por consiguiente privados de redencin. No se trata
de ningn determinismo zolesco, sino de una voluntad de seguir adelante porque
ello satisface una ambicin, un insttnto o una vanidad. El tpico personaje malo
no siempre acta ciegamente arrastrado por una pasin, tampoco SIgue el camino
de la depravacin porque hay fuerzas ocultas que le obligan a ello. Es un persona-
je que planifica y que razona; tiene un objetivo y quiere lograrlo, poco Importan
los medios. Incluso llega un momento en que se da cuenta de lo aborrecible que es
su conducta, pero el ansia de ser lo que quiere ser es ms fuerte que el deseo de
corregirse. En La espuma en un momento de gran sinceridad, Clementina procede
a una autocrtica, reconoce su maldad y perversidad, pero al mismo tiempo la Im-
posibilidad de cambiar a causa del gran orgullo que la posee 56 En ningn momen-
to de la novela siente Clementina remordimientos. El personaje nacido malo, en
PalaCIO Valds, se complace en su maldad y no solicita ni busca el cambio. Este
tipo de personaje SIgue en la novela una trayctoria lineal. Su comportamiento es
siempre el mismo aunque cambian los procedimientos. Si tomamos como ejemplo
la protagonista de El Maestrante notamos que los dos rasgos caracterizantes de
Amalia son la infidelidad y la crueldad y aparecen asociadados de manera constan-
te y continua a lo largo de la novela. Todos los actos brbaros que comete el per-
sonaje apuntan a un solo fin: satisfacer su feroz apetito sexual. La crueldad con
que trata a su hija no significa una evolucin, y aunque los episodios de los tor-
mentos infligidos a la nia parecen como los ms duros de la historia, no plasman
55 Michel ZERAFFA define los dos conceptos que utilizamos como sigue: Le personnaje rond [... ]
est un vritable complexe humain dont les aspects sont peu a peu revels sur une longue dure, et qui
offre au lecteur, a la fin du roman, une image a la fois totale et tres particuliere de I'homme. Le
personnaje plat, au contratre [... ] nous est donn d'un seul coup, dans sa finitude reprsentative. Cf.
personne et personnage, Paris, ed. Klinsksiek, 1971, p. 29.
56 La espuma, op. ctt., p. 249.
EL PERSONAJE EN ALGUNAS NOVELAS DE ARMANDO PALACIO VALDS 221
-Demetria ha muerto!. ..
-Cmo que ha muerto? ..
-No, no es la hermosa zagala de Canzana por quien t te mteresas la
que ha muerto (... ) Es la gloriosa Demetna, la diosa de la agncultura, la diosa
que alimenta, como la llama Homero ... , esa que vosotros los latinistas lla-
mis Ceres ... 57
Eran los obreros, los que no estaban de tarea, (... ) todos ellos tenan la
tez plida, terrosa, los OJos mortecmos (... ), Detrs de la sonnsa forzada y
triste de los trabajadores, un hombre observador poda leer bien claro la hos-
tilidad 58
Por otro lado, cabe sealar que un gran nmero de personajes son representati-
vos de todo un grupo social. Su propia actuacin, reforzada por la intervencin
explcita del novelista, hace de ellos prototipos de su clase, de su poca o de cierta
mentalidad. Se multiplican los ejemplos y podemos citar algunos.
El amor adltero de Amalia en El Maestrante es presentado por el novelista con
rasgos genricos. Los sentimientos del personaje son una muestra de lo que cono-
cen otras mujeres que pasan por la misma experiencia. Amalia es por ello el pro-
totipo de la mujer casada e insatisfecha que busca una compensacin 61 ,
Para que el lector pueda ver en un determinado personaje las caractersticas del
grupo social a que pertenece le aplica el narrador los rasgos ms comunes al gru-
po. En El Maestrante leemos a propsito de LUIS de Ons:
La alusin sistemtica a las materias con que estn confeccionadas las prendas,
a los colores y a las formas destaca el detallismo de ndole realista que marca la
descripcin. La exactitud y la precisin del lenguaje descriptivo ponen de realce el
saber y la competencia del narrador. Este se vale de los ademanes precisos del
personaje que se viste para dar a la descripcin ms objetividad. Cada movimiento
de ste introduce una nueva prenda que el narrador describe dndole las califica-
ciones debidas. Por otra parte, la descripcin de un traje genuinamente astunano
revela la presencia solapada del novelista, quien quiere dar a conocer en sus por-
menores el atavo local de Entralgo, su aldea natal.
En la novela asturiana, la indumentaria tradicional no es un mero adorno, sino
una especie de sea de indentidad. Cambiar el traje equivale a perder su pertenen-
cia social y espiritual a la comunidad. El ejemplo ms ilustrativo de ello lo ofrece
Nolo. Este encarga un traje para ir a Oviedo, Las prendas encargadas aparecen, bajo
varios aspectos, como la anttesis del traje local y suponen por lo mismo una espe-
cie de disfraz ndculo. Es as como lo presenta el narrador:
El mozo de la Braa encarg en Pala un traje de pantaln largo hecho de
pana gns, merc un sombrero de anchas alas y unos borcegues de piel ama-
rilla. As ataviado y con su faja de seda encarnada a la cmtura, y camisa fina
con botones de plata, ms pareca un chaln segoviano que un rstico de las
montaas astunanas 66
joyas. Adems explica que las aldeanas se visten generalmente de la misma mane-
ra 67 y resulta difcil diferenciarlas por el vestido. As pues el atavo aparece como
un factor generalizador e igualador que no permite establecer diferencias sociales
entre la gente fememna de estas comarcas. El traje que lleva Rosa en El idilio de
un enfermo resulta descrito de la manera siguiente:
...llegaba vestida de nuevo con saya negra de estamea que dejaba ver me-
dias blancas y finas, delantal bordado de flores, dengue de pana, corales a la
garganta, y ceida la cabeza con un pauelo colorado de seda cuyos flecos le
caan graciosamente sobre las sienes 68
Las descripciones que ofrece La aldea perdida aunque presentan las mismas
prendas fememnas, tienden a ser ms animadas. No se trata, la mayora de las veces,
de descripciones estticas en que el narrador va enumerando prenda tras prenda y
facilitando datos especficos acerca de cada una de ellas. Todo lo contraro, en La
aldea perdida, se trata de descripciones extremadamente animadas, donde el narra-
dor detalla al mximo. Su vista establece un riguroso orden transmitiendo los dife-
rentes datos desde la cabeza a los pies. El narrador describe el traje cuando se VIS-
te el personaje. Por lo que a cada parte del cuerpo corresponde un movimiento, una
prenda y una explicacin que siempre aporta un nuevo elemento de gran precisin:
el color, la matena, el nmero, la procedencia y el origen. El lujo de detalles que
caracteriza la descripcin del traje de Demetria, que ofrecemos a continuacin,
denota, una vez ms, el saber del narrador, su profundo conocimiento de lo que
describe y patentiza su afn de objetividad:
En los das de fiesta seala el narrador que el traje es ms lujoso sin ser dife-
rente 71
En ciertas novelas, como El Cuarto Poder o El Maestrante, seala Palacio Valds
un fenmeno social que marca muchas sociedades: el impacto que tiene la gran
CIUdad, en materia de moda femenina, sobre las provincias. As, los ejemplos cita-
dos por el novelista no constituyen un hecho aislado o especfico del siglo XIX. Las
modas femeninas arrancan casi siempre en las grandes ciudades para ser imitadas
en las ms pequeas. Sin embargo, es de subrayar que el novelista asturiano ha
sabido utilizar el mencionado fenmeno para realzar la elegancia casi innata, y al
mismo tiempo pintoresca, de las mujeres asturianas. Con ello, destaca, una vez ms,
el regionalismo del novelista asturiano. Palacio Valds interviene explcitamente en
el discurso 72, en sus largas digresiones muestra claramente la predileccin que siente
por la moda de su regin natal 73. El apego a la tradicin que caracteriza la mujer
asturiana constituye para el novelista la afirmacin de la identidad y la personali-
dad astur.
En cuanto a la indumentaria masculina, la parquedad de las descripciones no
nos permite decir gran cosa. No obstante, como revelador de la condicin
sociocultural, el atavo de los indianos merece especial inters. Las descripciones
-aunque muy concisas- de sus trajes tienden a mostrar el pintorrequismo con que
vuelven de Amrica y el deseo de ostentar una riqueza inmensa sea como sea. El
traje de don Jaime, por ejemplo, extraa por ser desconocido en la regln:
... vestido de modo singular en aquel pas, con levita negra de alpaca, panta-
ln y chaleco blancos y sombrero de jipijapa 74
Gonzalo (... ) vea Jugar el chap a media docena de indianos, los cuales
al dar el tacazo hacan sonar como un repique de campanas todos los dijes
de oro que pendan de sus enormes cadenas de reloj 76
traje como una manifestacin regional, subraya Palacio Valds algunos aspectos que
hacen del traje un distintivo social.
Dentro de la escasez de las descripciones de los trajes andaluces, cabe sealar
que las pocas veces que trata el novelista el tema, lo hace para mformar de la con-
dicin social del personaje y luego para corroborar su carcter. Por lo visto, el tra-
je masculino andaluz suele componerse, en general, de un pantaln ceido y rela-
tivamente corto, de una chaqueta ajustada y corta tambin, y finalmente casi todos
llevan como sombrero un hongo flexible. Todos los hombres parecen vestirse de
igual modo. La categora social queda subrayada, sin embargo, por ciertos detalles
como la materia en que est confeccionada la prenda, la calidad de los botones, las
Joyas, etc. Por lo tanto el traje de "un chulo" y el de una persona distinguida pre-
sentan diferencias de calidad y no de forma. El primero va vestido como sigue:
... chaquetilla corta, hongo flexible y pantaln ceido, la camisa con nzados
y sm corbata 78
...vestan chaqueta y hongo, pero sus manos eran finas y llevaban en los
dedos sortijas de valor 79
78 tu, p. 241.
79 Los majos de Cdiz, op., cit., p. 17.
80 lbid. p. 79.
8l lbld. p. 33.
228 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
luza, pOCO exigente con el vestido, lo es con el calzado. Evocando los problemas
econmicos de un personaje, ofrece el narrador una explicacin al respecto:
... su jornal era tan exiguo que apenas SI con l poda comprarse un vestidito
de percal y calzar pasablemente. Aqu era donde le dola a la mocita. Las
andaluzas sufren sin pena el Ir vestidas con cualquier trapillo; pero VIven in-
felices SI no llevan una media bien limpia y un zapato fino y ajustado 82
Segn los datos facilitados por el narrador, el vestido no acta como diferenciador
social. Como ya lo hemos apuntado para el traje masculino, en el femenino son
tambin los detalles los que establecen la pertenencia a una clase u otra. Las mu-
jeres de vida airada llevan el consabido vestido de percal; pero en vez del pauelo
de seda, que parece dar cierta categora, optan por el paoln de Manila:
La Hermana San Su/picio ofrece otro ejemplo que puede demostrar que no es
nicamente por coquetera que se llevan estas flores en el pelo, sino que se trata
de una necesidad casi vital, es el ejemplo de las cigarreras. Estas son tres mil y
todas llevan flores 85. La observacin del narrador no deja de ser exagerada, sin
embargo es un detalle ms sobre La femineidad y la elegancia innata de la mujer
meridional.
Para concluir podemos afirmar que A. Palacio Valds adopta en sus novelas y
de manera casi sistemtica la visin por detrs. Hace alarde de un conocimiento
absoluto de los personajes. Estos hacen su aparicin en la escena novelesca de la
mano de un narrador omnisciente, que lo sabe todo de ellos y que proporciona todos
los datos relativos a su fsico, indumentaria, carcter, estados de nimo, comporta-
mientos, etc..
El autor presenta a los personajes creados en tercera persona, y acta como SI
tuviera un conocimiento absoluto de todo lo que cuenta. En el fondo lo que el
novelista trata de hacer es imponer unas vivencias a unos personajes creados por
l, pero cuando stos comienzan a vivir, se salen de los cauces trazados por su
creador e intentan, sin lograrlo siempre, vivir su vida a su modo.
ingresan como protagonistas una voz, un cuerpo, un paisaje de fondo, y, del otro
lado, un televidente 2
La lectura en voz alta de un texto de circulacin escnta conlleva el mestizaje
de los paradigmas oralidad/escritura en una relacin complementaria y encontrada.
Si el sujeto de un poema impreso es una voz sin coordenadas fsicas, abstrada dentro
de los mrgenes de su configuracin verbal, en la oralizacin de ese mismo texto
la voz toma el espesor de un tono y de una altura, y la densidad de un cuerpo. Por
ello, en esta transformacin parece termmarse abruptamente la distincin terica entre
el autor como entidad emprica y el SUjeto de la escritura: el yo aparece ahora
monoltico, en un nuevo lugar donde la frontera entre texto y extratexto se perfila
como ociosa. No olvidemos, sin embargo, que este sujeto est leyendo sus libros,
es presentado por el video como un autor, esto es, un individuo que produce dis-
cursos, con prescmdencia de otros perfiles.
Por otra parte, esa discursividad verbal (escrita y luego oral) est permeada y
enriquecida por la ingerencia de los signos visuales: un poema ledo con un paisa-
je al fondo cobra el estatuto de una puesta en escena, en la cual el paisaje no slo
es decorado, sino tambin otro texto, en trmmos semiticos. Y, Junto con la enun-
ciacin verbal surgida con el poema, otro foco enunciador plantea sus propias hi-
ptesis: la cmara, una mirada en absoluto neutra, que selecciona, orgamza, recorta
y expande significados desde su retrica especfica.
Hasta aqu, las operaciones de produccin. Un paso siguiente consiste en esbo-
zar un mapa mnimo de las condiciones de circulacin y recepcin del video y de
las rutas que propone en el mercado cultural. Si el poema de libro mgresa por su
materialidad especfica 3 en el campo del mercado editanal y a travs de l, en
la mstitucin literaria (o en sus bordes), el video circula en el sistema de los me-
dios masivos, especficamente el televisivo. La serie El poeta en su voz parece
hacerlo, sin embargo, de manera peculiar, con una retrica despegada de la utiliza-
da por las especies dominantes dentro del sistema.
Como videos culturales (y el adjetivo consiente en este caso su limitacin a
la cultura alta), los programas de esta serie presentan una propuesta diferente,
dijimos, de los video-clips o de los videos publicitarios. En su anlisis de la
pnmera de las especies mencionadas, Yves Picard delimita tres categoras:
1) la grabacin ms o menos "en VIVO" del cantante o grupo [oo.]; 2) la
transposicin, ms o menos convencional, del texto de la cancin a un relato
imaginado [oo.]; 3) la visualizacin "telescpica" ms o menos radical, del
propio ritmo de la cancin, [oo.] [donde] las virtualidades de la Imagen
videogrfica son exploradas al margen de cualquier lgica aristotlica 4
2 Algunas reflexiones tencas sobre estas trasmutaciones pueden encontrarse en nuestro captulo
A voz en cuello: la cancin de autor en el cruce de escntura y oralidad, en Laura SCARANO, Marta
FERRARI y Marcela ROMANO, La voz diseminada. Hacia una teora del sujeto en la poesa espaola,
BS.Asoo Biblos, 1994.
3 La materialidad de las formas textuales-editoriales ha sido Icidamente estudiada por Roger
Chartier tanto como causa a la vez que consecuencia de las transformaciones genncas de los discur-
sos. Esta orientacin pragmtica de sus hiptesis permite superar la restnccin semtico-estructuralista
que delimita el campo de produccin de sentido de los textos a su arquitectura formal, al ampliar la
lectura hacia los modos de circulacin y apropiacin de los mismos, en su matenalidad concreta. Cfr.
para mayor detalle Roger CHARTIER, El mundo como representacin, Barcelona: Gedisa, 1991, espe-
cialmente el Cap. IV.
4 CFr. Yves PICARD, El videoclip: entre el posmodermsmo y el star-systern., Comunicacin,
61 (enero-marzo 1988): 48-55.
UN VIDEO SOBRE JOS NGEL VALENTE: CLAVES PARA OTRA ANTOLOGA 231
El anlisis que Picard aporta en torno a esta ltima modalidad coincide con la
lectura que Fredric Jameson hace del (un) video experimental, el cual, segn este
autor, se articula semiticamente de acuerdo con un movimiento de rotacin ince-
sante de sus constelaciones provisionales de signos, cualidad, por su parte, de toda
discursividad posmoderna 5. Los televidentes, frente a videos de esta clase, asis-
ten a una ruptura de la imagen clsica, que ahora se fragmenta en mltiples imge-
nes simultneas, mediadas por una cmara intencionadamente mvil y arbitraria, que
da paso al collage, al encuentro y a la disonancia entre lo visual y lo sonoro, lo
culto y lo popular, lo cannico y lo experimental, etc.
Ahora bien, SI tratamos de leer el paisaje de sentidos que nos plantea Jos n-
gel Valente veremos que este texto cabalga a medias entre dos estticas, con re-
sultados diferentes respecto de los modelos propuestos por los autores menciona-
dos. El video en cuestin est armado, bsicamente, como un libro: una introduccin
bio-bibliogrfica, relatada por un locutor y acompaada por fotografas y grabados
de Tapies, seguida de un poemaro antolgico ledo por el propio Valente. Dicho
armado prev una recepcin lineal, sin sobresaltos, en la que el inters se focaliza
sobriamente en dos actores, los poemas y su autor, no en la exhibicin del artifi-
cio, no en los guios autorreferenciales de produccin del video. Podramos pensar
que, en este sentIdo, se acerca a la primera modalidad del videoclip sealada por
Picard, la grabacin en vivo de los recitales, donde lo que se intenta es crear la
ilusin de una enunciacin transparente y directa respecto de su referente". Pero lo
que nosotros vemos no es la lectura directa de los poemas sino un montaje de
imgenes seleccionadas y secuenciadas con posterioridad, la versin de un gesto
en la que mediaron, ms all de la cmara, otras instancias productIvas tanto o ms
activas serniticamente que la cmara misma 7 Este proceso de reorganizacin del
0
5 Unas pgmas despus agrega Jameson: Ahora la referencia y la realidad desaparecen totalmen-
te, e incluso el significado es puesto en entredicho; en su lugar nos queda ese juego puro y azaroso de
los Significantes que llamamos posmodernidad, y que ya no produce obras monumentales como la
rnodemidad sino que reorgamza fragmentos de textos preexistentes [...] en un nuevo Significado bnco-
lage... . Cfr. Fredric JAMESON, Leer sin mterpretar: la posmoderrudad y el videotexto, en Jonathan
CULLER, Frednc JAMESON et al., La lingstica de la escritura, Madrid: Visor, 1987: 207-229.
6 Mencionamos el carcter meramente ilusorio de este efecto en la medida en que toda cmara
(toda enunciacin en general) Jams es neutra respecto de aquello que representa. Cualquier represen-
tacin es, en gran medida, una reconstruccin de lo que est del otro lado.
7 Respecto de una de estas operaciones postenores, el montaje, opina Gilles DELEUZE: La
imagen-movimiento tiene dos caras, una respecto de objetos cuya posicin relativa ella hace vanar, y
la otra con respecto a un todo del cual expresa un cambio absoluto. Las posiciones estn en el espa-
cio, pero el todo que cambia est en el tiempo. Si asimiliamos la Imagen-movimiento al plano, llama-
mos encuadre a la primera cara del plano vuelta hacia los objetos, y montaje a la otra cara vuelta
hacia el todo. De all una pnmera tesis: el propio montaje constituye el todo, y nos da as la imagen
de eh> tiempo. Es, por tanto, el acto principal del eme. Cfr. Gilles DELEUZE, La imagen-tiempo.
Estudios sobre cine 2, Barcelona: Paids, 1987: 56.
232 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
2. ESTO NO ES UN LIBRO
El ttulo de BIas de Otero nos sirve ahora, aunque de manera diversa, para ana-
lizar el estatuto fronterizo que caracteriza el video sobre Valente.
" Cfr. lean Francois LYOTARD, La condicin posmoderna, Bs. As.. Rei, 1987.
9 Cfr. para este concepto el luminoso ensayo de Walter ONG, Oralidad y escritura. Tecnologas de
la palabra, MXICO: Fondo de Cultura Econmica, 1987.
10 El ttulo remite al libro de Beatnz SARLO, Escenas de la VIda posmoderna, que analiza la re-
lacin entre los intelectuales y las nuevas formas de circulacin cultural.
UN VIDEO SOBRE JOS NGEL VALENTE: CLAVES PARA OTRA ANTOLOGA 233
Los doce poemas elegidos por el autor integran, segn anticipamos, una selec-
cin antolgica que cobra su propio sentido en el armado particular de la serie.
En ella se traza el itinerario de una subjetividad en dos rdenes: el del propio
conocimiento (en relacin con la identidad) y el de la actividad potica, ambos
dibujados con especial insistencia en la produccin total del autor.
Los primeros ocho poemas se concentran en el diseo de un sujeto potico que
va desde su precariedad inicial a su pleno autoconocimiento,
As, en el poema inicial Tiempo de guerra, de La memoria y los signos"
(1966) emerge, desde una escntura fuertemente marcada por alusiones autobio-
grficas, la voz plural de una generacin, los nios de la guerra, fracturada en su
infancia por una historia Imposible de recomponer. Las matrices de representacin
dominantes en el poemas son la esperpentizacin y la Irona en torno al imagmano
oficial, triunfalista y falsamente piadoso: Gritos de excomunin.! Escapularios.!
Enormes moros, asombrosos moros/ llenos de pantalones y de dientes. La histona
de Espaa, y particularmente el episodio de la Guerra Civil, son concebidos como
una puesta en escena del absurdo, donde los signos (los disfraces, el decorado, los
ritos) se transforman en gestos sin contenido, que ocultan, deliberadamente, el do-
lor y la muerte. El tono ldico y corrOSIVO del poema adquiere, hacia el final, el de
un discurso sera que exhibe la mutilacin de un pas y de una generacin (en la
que se mvolucra la enunciacin), la de los incomprensiblemente desnacidos y
remotos, marcados para siempre por esa sorda infancia Irremediable, prota-
gonistas virtuales (e imposibles) de una historia otra que nunca pudo ser repre-
sentada. 12
En el video Jos ngel Valente aparece leyendo este poema sentado, en un pla-
no general cuyo fondo es el de una casa a medio hacer o destruda. En este senti-
do, la imagen inmvil duplica los significados verbales, y su efecto es limitador
(orienta ostensiblemente una lectura entre otras) y al mismo tiempo mtensificador:
se constituye en retrato, ahora visual, de una identidad destruida antes de consti-
tuirse como tal, y de un modo de ser (o de no-ser) ms all de ese tiempo de
guerra, que permanece de pie, como esas rumas.
El segundo poema, La llamada, de Poemas a Lzaro (1960), dibuja, en el
paisaje de esta destruccin, una salida. El sujeto, ahora en singular, parece cons-
truirse (re-construirse) alegricamente como otro Lzaro. El mismo ttulo del poe-
ma encima lecturas: la primera, lineal y anecdtica, que alude al llamado telefni-
co; la segunda, virtual, que trae al poema otros significados: la llamada de Jess
(<<Lzaro, ven fuera) y la llamada mstica de la vocacin religiosa 13 La anc- o
dota se concentra en una hora del da que invita, dira Borges, a la irrealidad: los
instantes previos al amanecer. El juego entre la sombra y la luz tambin impregna
la representacin del sujeto del poema, torpe y sumiso como una criatura sin
11 Cfr. Jos ngel VALENTE, La memorta y los signos, en Punto Cero. Poesa 1953-1979, Barce-
lona: SeIX Barral, 1980: 199. De aqu en adelante citaremos de esta edicin los textos cotejados de A
modo de esperanza (1955), Poemas a Lazara (1960) e Interior configuras (1976), incluidos en la misma.
12 En este sentido, el poema remite a otro del mismo libro, Ramblas de Julio, 1964 en el que
se dice: y me pregunto qu queda de esta tierra! y de su lento espacio poderoso,! del pertinaz re-
cuerdo de lo nunca vivido,! pero sobrevivido a golpes/ de violenta luz/ contra el aire vaco (212). El
subrayado es nuestro.
13 Es Armando Lpez Castro quien, como nosotros, ofrece una lectura del poema desde esta pers-
pectiva. Cfr. Armando Lpez CASTRO, Lectura de Jos ngel Valente, Santiago de Compostela-Len:
Universidades de Santiago y Len, 1992: 29-30.
234 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
14 Cfr. Jos ngel VALENTE, El fulgor (1984), en Material Memoria (1979-1989), Madnd: Alian-
za, 1992. En esta rmsrna edicin se han cotejado los poemas escogidos por el autor de Tres lecciones
de tinzeblas (1980), y Mandarla (1982).
UN VIDEO SOBRE JOS NGEL VALENTE: CLAVES PARA OTRA ANTOLOGA 235
no a los sujetos: dios es t (en su fiat lux), o dios descansa para que
t (el sujeto-poeta) comience a crear, a la manera de aqul, por el lenguaje, des-
de la nada al despertar? Una y otra opcin, sin embargo, se impregnan de la
15 Cfr. para estas citas y su ampliacin Leo SCHAYA, El significado universal de la cbala, Bs.
As.. Ddalo, 1989: 64. Remtimos tambin al libro fundamental de G. SCHOLEM, Las grandes tenden-
cias de la mistica Juda. MXICO: P.C.E, 1993. Una reflexin Interesante en torno a EL Zohar o Libro
del Esplendor es expuesta, a propsIto de la obra de Mara Zambrano, por Jos Antomo Antn en su
artculo Casa, palabra, libro, en Litoral, 124-125-126, Il, 1983: 55-59, donde aparece una referencia
de una edicin en espaol de dicho libro, a la cual, lamentablemente, no hemos podido acceder para
la elaboracin de este trabajo.
238 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
misma reflexin en torno al decir: ...tu propia creacin es tu palabra: la que acaso
no sabras decir, pues ella ha de decirte: la que aguarda nupcial como la sierpe en
la humedad secreta de la piedra.... En esta cita vemos cruzarse dos tradiciones de
perfil trascendentalista en torno al lenguaje: la judeo-cristiana, que identifica, en el
libro del Gnesis, la palabra con el ser, y la romntico-simbolista, que se apropia
de esa tradicin para formular su programa, vertebrado en dos ejes: el poeta-
demiurgo y la palabra-cosa. En aquel enunciado aparecen tambin otros motivos
recurrentes en este ltimo modelo: la justificacin de la propia existencia por la
palabra, el desconocimiento de s que la palabra resuelve, la unin entre poeta-poesa
connotada en clave amorosa o sexual. Como vemos, el texto de Valente manipula
de modo heterodoxo el SIstema de referencias bblicas y teosficas del que se apro-
pia, pero no polemiza radicalmente con sus hiptesis de sentido bsicas. El dios
del Gnesis es ahora un dios (identificable, por los mismo, con el poeta), que
crea el mundo y se crea a s mismo desde el lenguaje, a travs de una unin sexual
en la que Valente incorpora elementos de su mitologa propia. El pnncipio de crea-
cin mediante uniones sexuales es uno de los elementos explicativos a los que re-
curre la tradicin cabalstica. De hecho, la trada netsah-hod-yesod, denominada
globalmente base o fundamento, remite, en el esquema del hombre arquen-
po, a los rganos genitales. Si el dios-poeta es una figuracin, en Zayn, del
principio masculino en toda su fuerza creativa, la palabra aparece presentada en
su naturaleza femenina, de hembra animal, de SIerpe (con su doble connotacin
de generacin y perdicin). Sin embargo, esta hembra no es pasiva (<<ella ha de
decirte), representa una latencia en actividad, (como la piedra), ligada a los ci-
clos de la vida, a los procesos subterrneos e invisibles.
De este largo anlisis, indispensable dada la complejidad del texto abordado,
podemos desprender, entonces, algunas cuestiones de ndole metapotica, que lll-
gresan como pautas programticas dentro de la segunda seccin del video. En el
poema "Sern ceniza..." la poesa escandaliza por su lectura sin velos de la
realidad y su proyeccin solidaria Aqu, porque no es reproduccin Ideolgica o
refleja, sino creacin ex-nihilo, palabra auroral, no petrificada por el uso o la
convencin. La cuestin no es hablar, sino nombrar. La palabra potica, signo de
la feminidad, desde su humedad secreta, hace Slll hacer, y dice sin decir. Es
escandalosa. Es revolucionaria.
Valente lee el poema con aquella casa blanca detrs, dentro de un plano medio
que encuadra la mitad de su cuerpo, junto a una puerta. Frente al desierto de la
secuencia anterior, donde la palabra surga penosa en medio de las ruinas, ahora,
en correspondencia con la Imagen de La llamada, la poesa ha encontrado un
centro, una piedra desde donde ser dicha. La puerta instaura esa posibilidad. Su
centro, Slll embargo, es mvil, enancado simultneamente en la tierra y el cie-
lo. Ello explica el desplazamiento de la cmara al promediar el poema, y la cons-
truccin final de un plano general que abarca ambos lugares.
Los dos siguientes poemas, casi sucesivos en el libro original, Material Memo-
ria (1979), son complementarios del antenor en el sentido en que profundizan la
representacin del acto potico vinculndolo con uno de los elementos primordia-
les en la escritura valentiana: el agua. El primero de ellos, Como el oscuro pez
del fondo, se invita a un t (sujeto-poeta), a descender, como el pez, hasta el
hlito que habita en el limo hmedo y sin forma. En este poema se adivina
nuevamente la incorporacin y reelaboracin de tpicos metapoticos provenientes
UN VIDEO SOBRE JOS NGEL VALENTE: CLAVES PARA OTRA ANTOLOGA 239
J6 Bcquer comienza as la Introduccin Sinfmca a sus Rimas: Por los tenebrosos nncones
de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasa, esperando en
silencio que el arte los vista de la palabra... [...] Y aqu dentro, desnudos y deformes, revueltos y
barajados en mdescnptible confusin, los siento a veces agitarse y vrvir con una Vida oscura y extra-
a, semejante a la de esas miradas de grmenes que hierven y se estremecen en una extraa incubacin
dentro de las entraas de la tierra.... Cfr. Gustavo Adolfo BCQUER, Rimas, Madrid: Castalia, 1974: 81.
240 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
un ro/ de vengativa luz por las puertas vedadas... . En relacin con este campo, el
estribillo cundo podremos poseer la tierra, que se repite hacia el final como una
letana, recrea algunas lexas polticas acuadas en el imaginario discursivo de las
dcadas del 60 y 70 en torno a los problemas de desigualdad social.
Ahora bien, cuando este poema se inserta en una sede como la analizada es
indispensable preguntarse si su comportamiento semitico es el mismo. 0, mejor,
SI su nuevo co-texto permite una lectura no reduccionista de sus propuestas
metapoticas, ahora en relacin distante con los discursos culturales y polticos que
la condicionaron por los aos 70. La pregunta es: existe un eje que cruce en si-
multaneidad El poema y los otros poemas de la seccin para poder armar una
ideologa potica coherente? Para encontrarlo, es necesario desmontar los presupues-
tos de una lectura lineal, cronolgica, y analizar la propuesta metapotica del autor
en sentido transversal. El video Jos ngel Valente ha hecho de El poema un texto
otro, que ilumina y sorprende por su correspondencia con los poemas
autorreferenciales ms tardos del autor. Situado, como vemos, al final de la sede,
los recoge a todos, y consigue superar la falsa antmomia crtica (de la que el mis-
mo Valente, en sus ensayos, toma parte) entre arte instrumental y arte por el
arte, a travs de un gesto que abarca por igual a ambos. La potica poltica de
Valente abreva, en este texto, de los tpicos sociales para integrarlos y, a la vez,
desmontarlos. El objeto de pas aceradas, el poema, es ciertamente un arma,
pero en un sentido ms poroso que el que una recepcin acotada a ese canon po-
dra proponer. En su condicin de erizo (tal como se la denomina en el prlogo
Cmo se pinta un dragn, de Material Memoria, p. 11) ejerce una resistencia
respecto del orden establecido, se revela ante la hegemona del sentido, es anti-len-
guaje, en la medida en que el lenguaje es vehculo de la ideologa, del falseamien-
to de lo real. Por eso es morada, tierra por poseer tras el acto del ostracismo
verbal que propone Valente: Porque .es nuestro el exilio.! No el reino 17 En este
sentido, coincidimos con Miguel Ms, cuando afirma, respecto de la retnca del
silencio valentiana: Lo potico [...] es una oportunidad para acercarse a lo real-
verdadero y encontrar las vas de acceso a un compronuso mucho ms efectivo que
aqul que intencionalmente enunciaban los poetas con "tendencia", limitados por
el error fundamental de fiar en los contenidos toda la carga crtica del lenguaje
potico 18.
En esta secuencia, la cmara dibuja dos instancias. En primer lugar, un primer
plano del poeta, y detrs, un fondo deliberadamente borrado: la hegemona del yo.
En segundo lugar, cuando Valente lee correr desde s mismo, como semen o lava,!
para arrasar el mundo ..., la cmara se desplaza y construye un plano general don-
de la figura del poeta aparece rodeada por un mundo posible: a lo lejos, un pen,
el mar; ms cerca, una tierra sembrada de cactus. No es necesario, dice la Ima-
gen, junto con el poema, salir al mundo para arrasar el mundo. Pen (piedra),
aguas primordiales, plantas secas, rugosas. La riqueza, en todos ellos, est en sus
intenores. La palabra potica, qu escndalo, transforma la realidad cuando, como
la piedra, el mar, el cactus, permanece en s misma, en silencio.
3. CONCLUSIONES
I. INTRODUCCIN
La preparacin, por uno de nosotros (A. S.), del estudio introductorio para una
edicin facsmil del libro de ngel Rodrguez Chaves Recuerdos del Madrid viejo 1
nos lleva a rememorar la figura de un autor que, como muchos otros, es hoy des-
conocido, pero cuya personalidad literaria y, en especial, la obra antes citada son
merecedoras de una cierta atencin. Nuestro empeo es, en este trabajo y en otros
sucesivos, fijar definitivamente la biografa de un escritor no carente de mritos,
entre los cuales se incluye su carcter representativo dentro del romanticismo
tardo.
Una revisin de los bancos de datos no evidencia contribucin alguna sobre
Chaves en los ltimos veinte aos, SI se excepta la descripcin y reproduccin que
de una parte de su actividad periodstica, la crnica taurina, se hace en uno de los
ltimos tomos del Cosso 2, Dicha actividad periodstica, relacionada o no con la
, ngel RODRGUEZ CHAVES, Recuerdos del Madrid viejo. Leyendas de los SIglos XVI y XVII (Ma-
dnd: Lit. Imp. de la Biblioteca Unversal, 1879), 14 x 21 cm., 208 pp., rstica, La portada, un bo-
ruto fotocromo a todo color, representa una estampa del Madrid de los Austnas en la que puede verse
el paso de una procesin de Semana Santa. En el lateral derecho contrasta con dicha Imagen la figura
de un par de bravucones que, portando chambergo y espada, transitan por una calleja adyacente; por
su postura, los alborotadores van previsiblemente borrachos y armando bulla, bajo la mirada atenta de
un tercero que atisba desde la ventana enrejada ubicada en lo alto del arco que sobrevuela la calleja.
La edicin facsmil (Madrid: E y P Libros Antiguos, 1996) (ISBN 84-87860-11-7) es de Igual forma-
to, 14 x 21 cm., pero menor nmero de pginas, al reproducir el onginal a doble columna: XVIII +
112 pp., las numeradas en romanos corresponden al Prlogo y a la Noticia histrico-Iiterana a
cargo de uno de los autores de este artculo. Tanto en la original como en la edicin facsmil el ttulo
completo de la obra aparece en la portada mtenor: Recuerdos del Madrid viejo. Leyendas de los si-
glos XVI y XVII; as se cita en los diccionarios y en la bibliografa. En la portada extenor el ttulo que
aparece es Leyendas del Madrid viejo.
2 Jos Mara DE COSSo, Los Toros. Tratado tcnico e histrico (Madrid: Espasa-Calpe, 1987), IX,
pp. 276-284, 371, 390-408 y 474. Aqu se reproducen las siguientes crnicas que Chaves public en
La Iberia bajo el seudnimo de Achares:
- pp. 276-284: Toros. Quinta corrida de abono (3-V-1888): Elogio de Lagartijo,
- pp. 390-397: Toros. Corrida ms que extraordinana, dada antes de la inauguracin oficial de la
temporada y as como para despertar el apetito y dejar buen sabor de boca (22-111-1891): Pug-
na entre Guernta y El Espartero,
- pp. 397-404: Toros. Cornda extraordinana AlternatIva de Francisco Bonal (Bonarillo) (27-
VIII-1891): en un mano a mano con Mazzantim.
244 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
- pp. 404-408: Toros. Cornda extraordinana Alternaliva de Antonio Reverte Jimnez (l6-IX-
1891).
Adems, se incluyen dos poemas de tema taunno, firmados ngel R. Chaves, publicados tam-
bin en La Iberia:
- p. 371: Salvador Snchez (Frascuelo) (Soneto) (l3-V-1893).
- p. 474: En la despedida de Rafael Molina (Lagartijo) (25-V-1893).
3 Veinticuatro diarios (Madrid, 1830-1900). Artculos y nottctas de escritores espaoles del siglo
xtx. Coleccin de ndices de Publicaciones Peridicas, 23 (Madrid: CSIC-Inslituto Miguel de Cervantes,
1968), 1, pp. 516-518 Y IV, pp. 150-151.
4 Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (Madrid: Espasa-Calpe, 1926), LI, p. 1279.
En la resea, una de las obras de Chaves, La flor del umbro, aparece errneamente citada como La
flor del Vesubio. Se establecen como fechas de nacimiento y muerte 1849-1909.
5 Fedenco Carlos SAINZ DE ROBLES, Ensayo de un diccionario de la literatura. ll: Escritores
espaoles e hispanoamericanos (Madnd: Aguilar, 1964), p. 996. Sainz de Robles le llama Jos Rodr-
guez Chaves y da como fechas de nacimiento y muerte 1849-1909.
6 P. P. ROGERS y F. A. LAPUENTE, Diccionario de seudnimos literarios espaoles con algunas
iruciales. Biblioteca Romnica Hispnica, 5. Diccionarios, 6 (Madnd: Gredos, 1977), pp. 44, 79, 415
Y 418. Como seudnimos de Chaves se citan: Achares, El Licenciado Baches, Siebeb y Sent-
mientos. Este ltimo, tomado de Palau, se atribuye a Chaves, con casi total segundad, de forma err-
nea, toda vez que Sentimientos fue utilizado como seudnimo por Eduardo del Palacio y Huera en
sus crticas taunnas de El Imparcial; es muy Improbable que, Siendo ambos autores coetneos y con
idntica actividad, utilizaran Simultneamente el mismo apodo.
7 Antonio PALAU y DULCET, Manual del Librero Hispanoamericano (Barcelona: Librera Palau,
1948-19772) . En esta bibliografa aparecen vanos asientos:
- Tomo V, p. 49, n.? 79502: El Enano. Revista de Teatros, Loteras y Toros, Director ngel R.
Chaves (6 de abril de 1892 a 1903).
- Tomo XVII, p. 259, n." 273831-2738471: Bibliografa de Rodrguez Chaves (ngel).
- Tomo 1, p. 72: Achares. Seudnimo de Rodrguez Chaves (ngel).
- Tomo XXI, p. 15: Sentimientos. Seudnimo de Chaves (A) y de Palacios (Eduardo). (Vase
nota 6).
La segunda publicacin taunna dirigida por Chaves, Don Tancredo, y sus otros dos seudnimos no
aparecen reseados en Palau.
8 Luis BALLESTEROS ROBLES, Diccionario biogrfico matritense (Madrid: Ayuntamiento de Ma-
drid, 1912), p. 554.
9 Manuel OSSORIO y BERNARD, Ensayo de un catlogo de Periodistas Espaoles del siglo x/x
(Madnd: Imprenta y Litografa de J. Palacios, 1903), pp. 2, 33, 386 y 432.
10 Antonio LPEZ DE ZUAZO ALGAR, Catlogo de periodistas espaoles del siglo xx (Madnd:
Facultad de Ciencias de la Informacin-Universidad Complutense, 1980-81), pp. 12, 57, 517 y 585.
En su resea, Lpez de Zuazo da como nombre de Chaves Jos ngel. Su fecha de nacimiento la
sita siempre en 1847, pero sobre su fecha de muerte ofrece datos contradictonos: 1907 en p. 517 Y
1909 en las restantes.
LA OBRA LITERARIA DE NGEL RODRGUEZ CHAVES 245
- Quin es, le pregunt, ese que acaba de leer esa leyenda que recuer-
da a las de D. Antonio Hurtado sobre asuntos y costumbres del siglo XVII?
(p. IV).
Esta capacidad literaria no impide que Chaves tenga una especialidad en la que
destaca:
construccion de los versos, que todos nenen algo de la armona y del sabor
de aquellos que se escriban en tiempos de Tirso y Lope, de Calderon y de
Moreto, es un poeta esencialmente nacional como Zorrilla, y es el nico que
mdudablemente le sigue, entre los que hoy Viven, en el gnero histrico, ca-
balleresco y legendario. No sin razon recordamos haber odo al mismo Zorrilla
presentando Rodrguez Chaves Garca Gutierrez, "este es mi hijo mayor".
(p. IX).
Por una extraa anttesis, que con frecuencia suele manifestarse en los
espritus de los artistas, Rodrguez Chaves, enamorado de la antigua forma
literaria de nuestro siglo de oro, milita entre los mas esforzados campeones
de una Juventud entusiasta de reformas y vida por el progreso en la socie-
dad de los Ideales modernos. Apasionado en todo, ama al siglo XVII con de-
lino al propio tiempo que se revuelve contra las preocupaciones y errores de
una poca que se le hace tanto ms aborrecible, cuanto que sus inquietas
aspiraciones no le bastan ni los adelantos m las revoluciones del presente.
Si de sus aficiones artsticas se dejra arrastrar y no corriera el riesgo del
ridculo o la segundad de ser tenido por loco, Rodrguez Chaves vestira el
trage con que Cilla, el hbil dibujante y gracioso cancatunsta, di a conocer
al pblico su imagen en un nmero del Madrid Cmico, (pp. X-XI).
Es indudable que Hans Wimphen fue un personaje histrico decisivo para Chaves,
como queda puesto de manifiesto en el eplogo del libro, a l exclusivamente de-
dicado:
22 ngel R. CHAVES, El Principe Crlos. Los dramas de la Histona (Madrid: R. Velasco, 1880).
En la cita respetamos la grafa y acentuacin ongmales.
LA OBRA LITERARIA DE NGEL RODRGUEZ CHAVES 253
CONCLUSIN.
De aquella doliente historia
Slo la memona guardan
Las paredes del convento
De las monjas Trinitarias.
All por fin devorando
Lgnmas sobrado amargas,
La monja Isabel Saavedra (13)
Hall en la oracion la calma.
y an hoy que pasaron siglos,
Cual todo en el mundo pasa,
Hay quien dice cuando mira
Aquella Iglesia olvidada:
Pobre Miguel de Cervntes!
Quin al admirar tu fama,
Leyendo de tu Quijote
Las hojas regocijadas,
24 Martn FERNNDEZ DE NAVARRETE, Vida de Miguel de Cervantes Saavedra (Madrid: Real Aca-
demia Espaola, 1819). EXiste una reedicin pos tenor: Martn FERNNDEZ DE NAVARRETE, Vida de
Miguel de Cervantes Saavedra. Coleccin Cisneros, 48 (Madrid: Atlas, 1943).
25 LUiS ASTRANA MARN, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes. 1-VII (Madrid: Institu-
to Editonal Reus, 1948-1958).
26 Juan AntOnIO CABEZAS, Cervantes. Del mito al hombre (Madrid: Biblioteca Nueva, 1967).
LA OBRA LITERARIA DE NGEL RODRGUEZ CHAVES 255
Incluso el breve dilogo que reproduce resulta ms suave; Juan de Ezpeleta dice
en la leyenda:
-La muerte
Cura los males del alma;
Soy hidalgo, espada tengo,
Aun hay guerras empeadas ...
Dios quiera daros las dichas
Que m por mi mal me faltan.- (p. 78).
27 ngel RODRGUEZ CHAVES, La flor del umbro. Drama en un acto y en verso. Galera Irico-
dramtica hispano-lusitana (Madrid: Imp. J. J. de las Heras, 1873). Mantenemos en las citas la grafa
y acentuacin originales.
256 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Al final del poema titulado Lope de Vega. (Soneto) 29 nuestro autor insistir
nuevamente en la falsedad de atribuir al Fnix de los Ingenios la autora del ap-
crifo de Avellaneda:
28 ngel R. CHAVES, Pginas en prosa, pp. 77-83. Incomprensible error en la fecha del subttulo.
En el texto figura siempre: 23 de abril de 1616.
29 ngel R. CHAVES, La Corte de los Felipes..., p. 49.
LA OBRA LITERARIA DE NGEL RODRGUEZ CHAVES 257
sexta y su madre, lejos de morir de parto como pretende Chaves, todava alumbr
otro ms, Lopito, que muri en Amrica y dio a su padre muchsimos disgustos.
Pretender que la madre de Marcela fue una virgen violada es excesivo, pero no deja
de tener su gracia. S es cierto que Marcela vio pasar desde la clausura el entierro
de su padre 30. Lope fue amortajado con el hbito de Caballero de San Juan y su
fretro, descubierto, fue llevado en loor de multitud por las calles de Madnd: de
los Francos, del Nio, Cantarranas -para pasar delante del convento de las
Trnitarias-, del Len, plazuela de Antn Martn y calle Atocha, para finalizar en
la Iglesia de San Sebastin 31 El entierro de Lope se verific a las doce de la ma-
o
De Flandes
Los campos me darn tumba. (p. 21).
Hay que destacar que en la leyenda Chaves decidi sustituir la guerra de Flandes
por Amrica como futuro destino de Csar:
Por el contraro, en Sor Marcela de San Flix los personajes principales van a
ser Marcela y Lope, quiz porque lo que le interesa es resaltar el supuesto conte-
nido histrico de la leyenda.
Por ltimo, hay que aclarar que en ambas obras Chaves reconoce que su punto
de partida es Un drama oculto de Lope. 1584, una de las leyendas incluidas en el
Madrid dramtico (1870) de Antonio Hurtado 33, en la que se relata la aventura
amorosa que Lope tuvo con Ins y cmo sta sufri una brutal agresin contra su
honor que los separ. Chaves se salta una vez ms el rigor histrico al tomar de
Hurtado el nombre de sus personajes, cambiando el de la madre real de Marcela,
Micaela, por el de Ins, y tomando tambin prestado el personaje ficticio de Gon-
zalo de Ataide.
y entramos ya en la ltima de las leyendas: El balcn de Marirpalos, a nues-
tro juicio la mejor de todas, junto con la pnmera. Aqu, los amores de Felipe IV y
Mara Ins Caldern, La Calderona, s se ajustan, con mnimas licencias, al rigor
histrico. En efecto, La Calderona simultane el amor del rey con el de su anterior
amante, El Duque de Medina, al que tuvo escondido en su casa. Todo Madnd sa-
ba del enredo y enterado el rey sorprendi al duque y a punto estuvo de despenarle
con su daga. La intervencin de la joven actriz impidi la muerte y el duque fue
33 Antomo HURTADO, Un drama oculto de Lope. 1584, en Madrid dramtico. Coleccin de leyen-
das de los SIglos XVI Y XVII (Madrid: Establecimrento tIpog. de LUIS Jyme, 1870), pp. 11-178. EXIste
una reedicin postenor: Antomo HURTADO, Madrid dramtico (Madrid: Saeta, 1942).
260 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
desterrado. La Calderona alumbr un hijo del rey, que fue posteriormente recono-
cido y elevado a la categora de infante de Espaa. Don Juan Jos de Austria (1629-
1679) hubo de prestar grandes servicios al estado como general en las campaas
de Npoles, Catalua, Flandes y Portugal; y en tareas de gobierno, junto a su her-
mano Carlos Il, Tuvo que luchar con la enemistad de la reina viuda, Doa Manana,
y el jesuita Nithard 34 Reproducimos los versos finales de la leyenda:
CONCLUSION.
Algunos aos ms tarde
El rey bondadoso siempre
De entre sus muchos bastardos
LegItimar uno quiere.
Se dice que el Conde-Duque
A dar tal paso le mueve
Por imitar el ejemplo
Con cierto mancebo Imberbe
Que Julianillo Valcrcel
Por nombre postizo tiene.
Pero lo cierto del caso
Es que aquel monarca dbil
De su corazn impulsos
Tan solamente obedece.
Que al reconocer por suyo
Pblica y solemnemente
A don Juan Jos de Austria,
No ha de faltar quien se acuerde
Que de los tiernos desvelos
Que el rey dedic otras veces
A la bella Calderona
El nico fruto es ste. (p. 199).
34 Gabriel MAURA GAMAZ, Carlos 1I y su corte /. /66/-/669 (Madrid: F. Beltrn, 1911), y 1I.
/669-/679 (Madrid: F. Beltrn, 1915). Vase adems nota 18.
35 ngel R. CHAVES, Pginas en prosa, pp. 39-44. Dentro del artculo Chaves reconoce no saber
el origen de la denommacin casa de Marizpalos (p. 42).
36 La Iberia, Madrid (20-XI-1879), p. 3.
37 La poca, Madrid (11-XI-1879), p. 4.
LA OBRA LITERARIA DE NGEL RODRGUEZ CHAVES 261
l. Teatro
38 No nos ha Sido posible localizar aquellas obras de las que ofrecemos datos incompletos o slo
el ttulo. Las reseamos en la medida en que aparecen citadas en diferentes fuentes. Nuestro autor
firm todas sus obras como ngel R Chaves, salvo Amor en la ausencia, La flor del umbro y El
verdugo de s mismo, en las que utiliz sus dos apellidos completos, ngel Rodrguez Chaves. Para
evitar reiteraciones, en las referencas bibliogrficas que incluimos a contmuacin hemos omitido su
nombre cuando figura como nico autor.
262 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
2. Novelas
4. Poemarios
5. Otras obras
6. Prlogos
7. Traducciones
Vctor Balaguer: La ltima hora de Coln, trad. en verso castellano por ngel
R. Chaves, en Vctor Balaguer: Tragedias. Obras Completas, 28 (Barcelona: LUIS
Tasso, 1891), 1, pp. 383-389. La edicin es bilinge.
- E. T. A. Hoffmann: Cuentos fantsticos, trad. ngel R. Chaves (Madnd:
Lpez del Arco, 1905).
- E. T. A. Hoffmann: Retratos del natural, trad. ngel R. Chaves. Obras de
Autores Clebres, 17 (Madrid: Lpez del Arco, 1905).
- Paul Feval: La fbrica de crmenes, trad. ngel R. Chaves, i1. Montagud.
Coleccin de novelas espantosas, 1 (Madrid: Lpez del Arco, 1905).
8. Artculos de prensa 39
El Bazar
Blanco y Negro
Cosmopolita
La Crtica
El Da
El Da de Moda
La Gran Va
El Heraldo
HOjas Selectas
Ilustracin Artstica
La Ilustracin de Madrid
La Ilustracin Espaola y Americana
El Imparcial
El Liberal
El Liceo
Madrid Crnico
El Madrid Literario
El Mundo
Mundo Naval Ilustrado
La Msica Ilustrada
Los Nios
El Nuevo Mundo
Pluma y Lpiz
El Progreso
La Revista Contempornea
9. Crnicas Taurinas 40
J9 Incluimos las publicaciones peridicas en las que colabor por orden alfabtico.
40 Vase nota 39. Se indican tambin las dos revistas de las que fue director.
TRAVESAS DE LA ENUNCIACIN EN LAS POTICAS
SOCIALES ESPAOLAS DE POSGUERRA
Ya no me importan nada
mIS versos ni mi vida.
Lo mismo exactamente que a vosotros.
Versos mos y vida ma, muertos
para vosotros y para m.
JOS HIERRO
Quiero iniciar estas reflexiones con tres epgrafes de los llamados poetas SOCIa-
les porque me permiten instalar desde el comienzo el registro fundamental de las
poticas espaolas a partir de la posguerra, la crisis del lenguaje como vehculo de
representacin y comunicacin y la deconstruccin de la figura del poeta como su-
Jeto central de la escritura. Incapacidad de la palabra y del poeta (Otero) para co-
municar y referir, inutilidad de la empresa potica y figuracin terminal de su muerte
y de la de su hablante (Hierro), perfectibilidad e impersonalidad de la poesa (Celaya).
y justamente he elegido a estos autores pues son quienes cristalizaron un ideario
opuesto al que estos fragmentos instituyen: el gran gesto utpico de la primera poe-
sa de posguerra. Para una crtica mayoritaria quedaron congelados en esa empresa
testimonial, ingenuos portavoces de la poesa como arma de cambio social e instru-
mento dcil de comunicacin. Mi propuesta apunta a una relectura de sus textos
completos, desde una mirada menos confiada en sus propuestas programticas y ms
atenta a los huecos y fisuras que sus escrituras dibujan a lo largo de su evolucin,
temendo en cuenta el desarrollo de la serie literaria hasta nuestros das.
Desde hace unos aos estoy desarrollando un proyecto de investigacin, donde
ensayo una lectura diferente del discurso potico en Espaa, especialmente a partir
de la guerra CIvil, replanteando de otro modo un problema central de los estudios
literarios, el de la periodizacin historiogrfica, a partir de una revisin y supera-
266 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Me propuse estudiar la cuestin del sujeto a travs de dos vas que sucintamen-
te quisiera resumir aqu. Se trata de mirar la voz que habla en el poema desde una
perspectiva bifronte: por eso hablo de la voz de y en la escritura. Voz de la es-
critura porque sta adquiere un nivel de autonoma significante imposible de igno-
rar. La escritura nos habla y en esa parbola que traza en su interaccin con el lector
construye su propia voz. Pero tambin hablo de la VaL en la escntura, no como
una implantacin contranatura de una determinacin extratextual, con sus bordes
biogrficos o empricos, sino como articulacin de un lugar desde donde ese autor,
su historia y su cultura construyen una voz contextualizada, con categora semiti-
ca e institucional.
Esta doble mirada busca deliberadamente ser paradjica, porque tal es la natu-
raleza de la subjetividad sujetada al discurso. No podemos separar los textos de los
sujetos que los producen y reciben ni de las culturas de donde emergen, pero tam-
poco podemos desconocer que dicha subjetividad como produccin simblica de la
cultura se articula verbal e intersubjetivamente.
Esos dos ejes nos permiten configurar entonces la cuestin desde el punto de
vista terico, y a ellos me referir brevemente:
1.1. La voz de la escritura. Sujeto, enunciacin y ficcionalizacion.
1.2. La voz en la escritura. SUJeto, ideologa y cultura.
I Vanos captulos de los dos libros que he publicado con mis tesistas se dedican a desentraar
esta oculta genealoga. El pnmero, La voz diseminada (Buenos Aires: Biblos, 1994) traza la trayecto-
ria de la cuestin terica del sujeto y su articulacin desde los poetas mencionados hacia ngel Gon-
zlez, Jos ngel Valente, Pedro Gimferrer y Guillermo Carnero. El segundo Marcar la piel del agua
(Rosano: Beatnz Viterbo Ed., 1996) se ocupa del discurso autorreferencial construido desde el moder-
rusmo hasta estas poticas de la posmodemidad, atendiendo a su doble programa: la consolidacin del
mito de la autonoma potica desde el modernismo a la vanguardia, y su postenor desmitificacin y
cnsis, a partir de la posguerra.
TRAVESAS DE LA ENUNCIACIN EN LAS POTICAS SOCIALES 267
2 Francme MASIELLO, Lenguaje e ideologia. Las escuelas argentinas de vanguardia, Buenos AI-
res: Hachette, 1986.
J A travs del lenguaje el hombre se constituye como sujeto, porque slo el lenguaje establece
[...] el concepto de ego, afirma Emile BENVENISTE en Problemas de Lingstica General, Trad. Juan
Alrnela. MXICO: Siglo XXI, 1971, pp. 175-176.
4 Seala Ennque Pezzom: Por ficcin entiendo la asuncin de actitudes, muestras o elementos
del mundo que se vuelven analgicos del sujeto y que son lenguaje, discurso. La ficcin aparece como
el modo central de manifestacin del sujeto. (material mdito del autor Impreso en Cuadernillos de
clases, de circulacin interna, Universidad de Buenos Aires, 1988).
5 Walter MIGNOLO, La figura del poeta en la lrica de vanguardia, Revista Iberoamericana 118-
119 (enero-junio 1982), pp. 131-148.
6 Walter MIGNOLO, Elementos para una teora del texto literario. Barcelona: Crtica, 1978.
7 Jos Mara POZUELO YVANCOS, La teora literana reencuentra la ficcin, nsula 552 (diciem-
bre 1992).
8 Sifgfned J. SCHMIDT, La comunicacin literaria, en Jos Mayoral (ed.), Pragmtica de la
comunicacin lite rana. Madnd: Arco, 1987
9 J. LANDEWHR, Text und Fiktion. Munich, 1975, citado por Reisz, 1989.
268 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
1.2. Por otro lado, el segundo eje que enunciamos, nos permite pensar los mo-
dos de anclaje del sujeto social e hIStriCO en su escritura, integrando la dimensin
ideolgica y cultural. La complejidad de esta cuestin emerge desde las distintas
miradas que el postestructuralismo construye en torno al sujeto. Cuestionada la
autosuficiencia textual y el poder del hombre como originador de toda significa-
cin, se rompe la hilacin inmediata entre la subjetividad individual y el texto pro-
ducido. Se interpone ahora en dicha diada la CIrculacin de discursos, convencio-
nes y normas institucionales que aplazan y desplazan con sucesivas mediaciones al
autor de su escritura. La experiencia del lenguaje no puede ser sino intersubjetiva
y abre el texto a su naturaleza dialgica con la nocin de sujetos pluralizados en la
escritura.
Esta diseminacin del sujeto supone ver la Identidad como proceso y no como
producto, en permanente transformacin 10, Y como funcin de la ideologa, ya que
el lenguaje es su vehculo (Bajtn) y el sujeto es un ser sujetado por el discurso y
la historia (Althousser). La subjetividad es pues un haz de representaciones que
expresan las relaciones de los individuos con su contexto. ASImismo, se revela como
tensin o lucha de discursos que redistribuyen el poder en la sociedad. Como sea-
lar Foucault, la expresin del sujeto est determinada por el discurso en el cual se
inscribe y este est histrica e institucionalmente determinado 11.
A la cuestin de Quin habla? Roland Barthes respondi en su difundido
artculo La muerte del autor (1968) con una rotunda negativa:La escntura es la
destruccin de toda voz, de todo punto de origen. La escritura es ese espacio neu-
tro, compuesto, oblicuo, donde desaparece nuestra personalidad; la negacin donde
toda identidad se pierde, empezando por la identidad misma de la escritura (142) 12
Sujeto cerolgico (afirma Kristeva) apresado en la crcel del lenguaje que
expresa una postura extrema donde el lenguaje se vuelve un medio de privacin de
identidad por su carcter irremediablemente difendo (Derrida, Paul de Man). Pero
esta cancelacin de la identidad ser atinadamente cuestionada por varios crticos,
sin reincidir por ello en posturas esencialistas o biografistas.
No se trata de cuestionar la ya admitida e indiscutible construccin discursiva
de la subjetividad en los textos (con su consecuente ataque a las tesis biografistas
o genticas de la intencionalidad productora), sino ms bien lo que reclama hoy
ms detallado anlisis es esta teora negativa del sujeto, por la cual se traslada al
concepto hipermagnificado de Texto o intertextualidad las propiedades, funciones
y prcticas del sujeto (Sarlo-Altamirano 56). Como bien sealan ambos crticos,
la desapancin del concepto de sujeto da por descontada la existencia de relacio-
nes inmediatas entre los textos que producen nuevos textos por la fuerza de la ideo-
loga (57). El sesgo inmediatista y automtico de esta concepcin tiende a demos-
trar que la negacin del autor como cuestin no hace sino apartar un problema
que subsiste (57) 13
10 Ya Lacan ha demostrado cmo los sujetos no nacen smo que se hacen y cmo la subjetividad
se produce en los vacos y fisuras del lenguaje.
II Desde esta perspectiva, el sujeto es visto como un repliegue de la propia prctica del discurso
en constante lucha con el otro por el liderazgo y el poder.
12 Roland BARTHES, La muerte del autor en El susurro del lenguaje. Ms all de la palabra y
de la escritura, Bs. As .. Paids, 1994, pp. 65-71.
13 En el captulo lII, dedicado a El autor, Sarlo y Altamirano refutan las tesis de la sociocrtica
que clausura en un anlisis inmanente del texto las cuestiones de la produccin: Con arreglo a esta
Visin, el escntor no opera como el productor del texto, smo como vehculo transparente y ocasional
TRAVESAS DE LA ENUNCIACIN EN LAS POTICAS SOCIALES 269
de la Ideologa y los discursos que lo atraviesan. [oo.] La escena de la produccin literaria la ocupan
nicamente el modo de produccin, la lengua, las Ideologas, etc., es decir los conceptos construidos
para pensar las articulaciones colectivas del mundo social, De estos conceptos que, convertidos en
hipstasis, funcionan como instancias trascendentes, emanan los textos, y la productrvidad de que se
despoja al escntor es confenda a las abstracciones intelectuales. As a travs de este objetivrsmo que
sustituye el fetichismo del creador mcondicionado por el feuchismo de las estructuras y las leyes de
estructura, se abre paso a un discurso merafsrco. Beatriz SARLO, Carlos ALTAMIRANO, Literatura/
Sociedad. Buenos AIres: Hachette, 1983, p. 65.
14 Iris ZAVALA, Mijail Bajtn: Responsividad, sujeto, potica SOCIal y lo imaginario SOCial, nsu-
la (diciembre 1992): 13-15.
270 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
bal de una Identidad social. Esta postura crtica que suscribimos aboga por superar
las aporas de Ciertos anlisis que plantean la cuestin en trminos opositivos y
reformula el concepto de sujeto social como categora central para entender el
texto literario. Si el signo es ideolgico, ni el sujeto ni la identidad son indepen-
dientes de las operaciones discursivas que los producen. Esta teora de un sujeto
mltiple como conjunto de voces axiolgicas no es slo una forma de estructura
textual, sino que responde a una filosofa del lenguaje como intrnsecamente
heteroglsica y del sujeto como inserto siempre en relacin de otredad, Desde
este programa de estudio cultural, la nocin de subjetividad se rearticula como
constructo imaginario y emprico donde se materializan los discursos sociales, en
una tensin siempre dialgica 15
Hablar de ficciones del sujeto supone abrir un abanico de metforas argumen-
tativas que exceden las nociones de construccin textual, figuracin retrica o
fabulacin semitica, para designar sus posicionamientos culturales, sus empla-
zamientos ideolgicos. Como concepto filosfico surgido con la Modernidad, la no-
cin de sujeto aplicada al campo discursivo, apunta a definir un espacio de sentido
que involucra un trnsito, una travesa de articulacin de la subjetividad, un comple-
jo de mediaciones. Desde el extremo del autor real y su contexto geocultural (bIO-
grfico, histrico) al del hablante o persona gramatical como figura puramente tex-
tual, debemos advertir el funcionamiento del autor implcito o ideologa productora
que remite a su vez a la funcin autor, lcidamente teonzada por Michel Foucault.
Nuestra hiptesis especulativa se orienta a entender al sujeto como un disposi-
tivo semitico que disea un espacio disponible para ser ocupado por el lector (en
el Juego de la semiosis), pero que remite inocultablemente a la instancia de pro-
dUCCIn y enunciacin. Ese espacio-sujeto responde en su conformacin a un pro-
yecto de escritura, mediado por una seleccin de matenal lingstico y de repre-
sentacin, con la indudable evaluacin social que conlleva dicha seleccin. Supone
advertir su pertenencia a una formacin social, cruzada por mltiples discursos (su-
Jeto interdiscursivo) desde donde emerge como conciencia productora.
El sujeto no es pues reflejo directo de un individuo emprico, m fruto del aza-
roso Juego de significantes reunidos arbitrariamente por la fuerza autoengendrante
del lenguaje. Es un espacio de cruce de mltiples factores, ambivalente y mult-
factico, pero que est signado por la pulsin de la figuracin, de la corporizacin,
de la voz y la mirada: se construye un sujeto con los restos del sujeto que produ-
ce, del sujeto que lee, de los mltiples.sujetos que habitan los discursos en su ar-
ticulacin en formaciones socio-lingsticas.
Cabe reivindicar pues un estatuto multidisciplinar para las investigaciones en
torno a la subjetividad en las prcticas literanas 16 Dentro del contexto de esta cr-
20 Sera Imposible citar aqu a todos los crticos que se han ocupado de la poesa de posguerra,
especialmente de la llamada generacin SOCial (o pnmera promocin de posguerra); la mayora de ellos
reducen al carcter temtico (socio-poltico) y a la recurrencia de ciertos clichs formales esta forma-
cin discursiva, o bien abordan la produccin desde parmetros meramente sociolgicos (esquema
generacional).
21 Sobre la categora de voz potica vase Persona en Princeton Encyclopedia of Poetry and
Poetics. Pnnceton: Pnnceton University Press, 1974, p. 959. Adems es valioso el aporte de Juan
VILLEGAS-MoRALES, Teora del yo potico y poesa espaola, Lexis V, 1 (Julio 1981): 87-93.
TRAVESAS DE LA ENUNCIACIN EN LAS POTICAS SOCIALES 273
* * *
En trminos generales, en cuanto a la figura del sujeto, es posible verificar una
modificacin sustancial de las alternativas de construccin de la voz escritural, res-
pecto de las poticas modernas. La realidad histrico-social se propone como obje-
to de la mirada de un sujeto en proceso de dispersin y colectivizacin. Del mis-
mo modo, la eleccin de un conjunto especfico de actores (anti-poetas, voces del
pueblo, personajes de la calle, uso de correlatos autorales y nombres propios
histricos) define clasemas y encubre una clara evaluacin social en la construc-
cin de un sentido temporalista. La mostracin directa del lugar de la enunciacin
y su ensamblaje con la situacin contextual de escritura refuerza la figuracin
realista.
Estos procedimientos que responden a un mismo dispositivo semitico -la fi-
guracin realista-, se orientan a consolidar tambin una figura de autoridad tex-
TRAVESAS DE LA ENUNCIACIN EN LAS POTICAS SOCIALES 275
tual, que aparece en estas poticas testimoniales como contestataria al poder (al
rgimen, la institucin, el establishment), y que desde la escritura y en sus mrge-
nes se intenta socavar, mediante la resistencia de una voz que busca colectivizarse,
dispersarse en la multitud annima, descentrarse tambin del engao del discurso
hegemnico y falsamente redentor de las banderas polticas.
La propuesta de una potica que restaure la ilusin referencial deba necesa-
riamente destruir los mitos nucleares de ese modelo moderno radicalmente
antirrepresentacional. La consolidacin de una poesa figurativa y crtica, frente a
la tradicin de una poesa radicalmente autogeneratva e intransitiva se concretar a
partir de un cuidado montaje autorreferencial que disee tales matrices alternativas.
La humanizacin de la figura del poeta, la materializacin del objeto en tanto
producto socialmente orientado y concebido como prctica, y por ltimo la dimen-
sin temporal y comunicativa de la poesa ocupan el lugar de los antiguos mitos
modernos.
Por otro lado interesa ver cmo la poesa llamada social construye una teora
de la referencia esttica: primero, postula la adecuacin del signo a su funcin
representacional, no ya como reproduccin mimtica decimonnica o reflejo deter-
minado fatalmente por las condiciones de la superestructura, sino como corporizacin
lingstica de una funcin especfica del lenguaje, la indicial y comunicativa, a partir
no tanto de lo que la escritura puede decir, sino de lo que esta hace al decir. Pala-
bra-accin que genera una germinal teora accional del lenguaje potico, orientada
a su potencialidad perlocucionaria. Pero en segundo lugar, como los epgrafes indi-
can, desnuda sus falencias y peligros: el lenguaje se vuelve un instrumento falaz
de representacin, anticipando el giro escptico de las poticas posteriores.
Estas poticas intentarn desautomatizar el pacto de lectura ficcional, produciendo
efectos de analoga o correspondencia que parecieran violar el contrato semitico,
obligando al lector a leer crticamente la realidad histrica a travs del tamiz de
una escritura que se niega como mera invencin o juego verbal y se propone como
discurso social emparentado con otros discursos y abierto a sus mltiples intersec-
ciones. Sin embargo, esta empresa no queda congelada en el gesto de una ingenua
credulidad en el lenguaje como medio eficaz de comunicacin (como buena parte
de la crtica ha intentado pertinazmente demostrar). Si la norma esttica del realis-
mo decimonnico haba sido la de representar efectiva y fielmente la realidad, y
la del modernismo y vanguardia fue la de cancelar tan ingenua pretensin en aras
de la autonoma artstica, estas poticas erigirn como norma el cuestionamiento
crtico de tal posibilidad referencial, pero reinstalando la necesidad del vnculo.
Buscarn recuperar y resignificar el nexo perdido entre signo y referente,
problematizndolo y aspirando a superar el binarismo aparentemente irreconcilia-
ble de lenguaje y realidad.
La figuracin realista como dispositivo semitico es proyectada como va de
testimonio y denuncia desde una hipottica eficacia pragmtica en los aos '40 y
'50, para aligerarse de su carga poltico-pedaggica en poetas posteriores que, sin
embargo, mantienen como matriz discursiva tal recuperacin, desde una dimensin
vitalista y experiencial ms genrica. Pero ya en sus pnmeros representantes esta
recuperacin de lo real en la escritura no quedar ingenuamente cancelada en el
gesto utpico de una fcil transitividad. Muy por el contrario, algunos de los mejo-
res poetas sociales (como vimos) focalizan la cuestin del signo lingstico y
comienzan a problematizar su indiscutida capacidad denotativa y su eficacia como
276 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
22 Cabe destacar, entre los estudios ms recientes, el aporte de Dionisio Caas, solitario exponente
de una postura claramente revisionista de la cuestin -inspiradora en ms de un sentido de nuestros
presupuestos crticos-o En un artculo de 1986 titulado La posmodermdad cumple hoy cincuenta aos
en Espaa (El Pas, 28 de abril) remontaba el origen de la fractura a los inicios de la guerra civil.
Idea que retomar en otro artculo ms reciente titulado El sujeto potico posmoderno, donde seala
que El largo cammo que inici la poesa espaola posmoderna en 1935 ha seguido unas pautas hasta
la formulacin de un nuevo sujeto potico que ya no puede ser el de la modernidad (nsula 512-13
[agosto-septiembre 1989] pp. 52-53).
MS REFERENCIAS SINODALES SOBRE LAS ACTIVIDADES
PARATEATRALES MEDIEVALES EN LA DICESIS
DE BURGOS
* * *
Jaime MOLL, MSIca y representaciones en las constituciones sinodales de los Reinos de Castilla
del SIglo XV!, Anuario Musical, XXX, Madrid, 1975, pp. 209-243.
2 Jaime MOLL se bas en la Copilacin de todas las constituciones del Obispado de Burgos anu-
guas y nueuas: fecha por mandato del muy reuerendo e manifico seor el seor don fray Pascual obispo
de Burgos, Burgos [Fadrique de Basilea] [1503].
3 Citamos por Synodicon Hispanum (Dirigido por Antonio Garca y Garca), vol. VII, Burgos y
Palencia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, p. 128.
278 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
[153] 2. Que los que vinieren a las vigilias, esten en ellas devotamente e
no fagan en ellas deshonestldades, so pena de excomunion
Otrosi, por quanto por los nuestros visitadores por quien mandamos visi-
tar nuestro obispado, nos fue fecha cierta relacion de como, quando veman
algunas fiestas del ao, muchas personas, aSI varones como mugeres, yvan de
noche a las yglesias e herrnitas de la vocacion de los santos, e, donde havian
de estar devotos e en oracon en las dichas yglesias e hermitas, dezian mu-
chas trufas e burlas e fazian otras muchas cosas feas, de las quales se siguen
muchos adulterios e fornicios e otros muchos pecados feos e malos. E por
quanto a nos pertenece de proveer de remedio en las tales cosas e evrtar el
peligro de las animas, por ende mandamos, en virtud de obediencia e so pena
de excomunion, a todos los que fueren a las dichas vigilias, aSI clerigos como
legos, varones e mugeres, que estem en ellas devotamente e en oracion e no
fagan cosa de lo sobredicho, e guarden la consttucon que sobre esto fizo el
Cardenal de Sabina 4
[330] 3. Que los clerigos que estan en trentanano, no Jueguen en las yglesias
naypes ni tablas ni otros Juegos, ni se sirvan all de m09as ni
mugeres, so pena de un exceso
Otrosi, por que somos informados que algunos clerigos, estando encerra-
dos en trentanaros revelados, Juegan naypes e tablas e otros diversos Juegos,
e se sirven de mocas e mugeres que entran en las yglesias a servir, lo qual es
cosa deshonesta, mandamos que de aqu adelante no se faga cosa de lo suso
dicho, so pena que el que lo contrano fiziere, por ese mismo fecho caya en
pena de un exceso, la meytad para la fabrica de la yglesia donde lo tal
fizieren 5
I Menndez Pelayo nos da una interesante noticia sobre la elaboracin de esta obra: El seor
Cotarelo no ha querido acudir a fuentes inditas para no quitar ni un pice de novedad al trabajo de
doa Blanca de los Ros, de quien le constaba que haba trabajado sobre ellas.x (Estudios y discursos
de crtica nistrica y literaria, tomo 111,. pp. 55 Y 56). Este comportamiento nos dice cmo era la
caballerosidad y bizarra de don Emilio, que no tuvieron correspondencia en posteriores actitudes de
la seora de Lamprez.
280 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
ACTA
alcance de un desagradable incidente que surgi noches pasadas entre estos dos
seores, han acordado, despus de confrontadas las versiones respectivas del suce-
so, que, como era de esperar, tratndose de personas notoriamente tan cultas, no ha
habido por parte ni de uno 111 de otro el menor intento preconcebido de agresin ni
de disputa, sino por creer el Sr. Cotarelo que el Sr. Menndez Pelayo haba vertido
un concepto inexacto, que juzgaba molesto, y por estimar este seor que la forma
en que se le peda sobre esto una explicacin, implicaba una imposicin que le
impeda darla, hIZO que se exaltaran los nimos de los dos interlocutores, ms all
de lo que estaba en el nimo de cada uno de ellos; pero sin alcanzar ms propor-
ciones los hechos que las de un pasajero, y como queda dicho, desagradable inci-
dente que en nada afecta la reputacin 111 el honor de nuestros patrocinados.
Alguna vez se ha dicho que este incidente fue causa de que Menndez Pelayo
interrumpiese la publicacin de la llamada Primera Serie de la edicin acadmica de
las Obras de Lope de Vega. Pero es lo cierto que, cuando acaeci la disputa, don
Marcelino, que desde 1891 hasta 1902 haba publicado un tomo por ao, llevaba seis
sin dedicar ni una sola lnea a su edicin de Lope. Don Marcelino dej sin concluir
muchas obras: Historia de las ideas estticas, Antologa de poetas lricos, la edicin
del teatro de Timoneda, los Orgenes de la novela, ... Da la sensacin de que em-
prenda las obras con mucho mpetu, pero que le faltaba constancia para terminar-
las. Y no se podr argir que la muerte se lo Impidi, pues varias de ellas, cuando
mud don Marcelino, llevaban aos dormitando en el cajn del olvido.
Antes de copiar el Catlogo de todas aquellas obras de don Emilio Cotarelo que
hemos localizado, diremos algunas palabras sobre el carcter de las mismas y la
clasificacin que de ellas pueda hacerse.
Las primeras obras que han de mencionarse son las de literatura de creacin o
de ficcin, que son dos novelas: El hijo del Conde Duque, ambientada en la Espa-
a del siglo XVII, magnfica novela de capa y espada que es un esplndido cuadro
de costumbres de la poca. El protagonista es un hijo natural del Conde-Duque,
que algunos aos despus tambin sera protagonista de una comedia de los her-
manos Machado. La otra novela, Herenio, tambin es histrica, aunque sta se
ambienta en la Roma imperial.
Los estudios de Cotarelo abarcan desde la Edad Media hasta sus propios das,
como puede verse en la bibliografa que insertamos. Repetir aqu los ttulos all
insertados sera intil, pero baste decir que al principio de su carrera predominaron
los dedicados al siglo XVIII, que todava hoy son insustituibles, como su libro so-
bre Iriarte y el amplsimo estudio sobre don Ramn de la Cruz, cuya asombrosa
erudicin todava, en conjunto, no se ha superado.
En 1904 publica una obra an hoy fundamental: la Bibliografa sobre las con-
troversias acerca de la licitud del teatro en Espaa, esencial para estudiar las po-
lmicas del teatro en el siglo XVII.
Como editor destacan los doce tomos de la Coleccin selecta de antiguas nove-
las espaolas, muchas de las cuales no se han vuelto a editar. Tambin public
facsmiles de las primeras ediciones de las obras de Encina, de Lucas Fernndez y
de las Fbulas de Esopo (segn la edicin de 1489). De escritores del siglo XVI
son sus ediciones de las Obras Completas de Lope de Rueda y la primera edicin
de la Comedia de Seplveda.
De 1911 es la magna Coleccin de entremeses, de la que slo se editaron dos
volmenes, quedando materiales inditos para otros dos, que por desdicha nunca
vieron la luz. Sobre tal o cual punto de esta obra de Cotarelo se han escrito estu-
dios ms modernos, pero en su inmenso conjunto, un estudio que abarque la tota-
lidad del enorme panorama emprendido por Cotarelo, an no se intentado. Nadie
se ha atrevido a tan titnica tarea: editar y estudiar casi todo el teatro menor de los
siglos XVI y XVII. Complemento indispensable de esta Coleccin es la Bibliografa
y catlogo de entremeses... , premiada por la Biblioteca Nacional en 1935, y que
sigue siendo el mejor catlogo de teatro breve todava existente. Esta obra maestra,
que tantos servicios podra haber prestado a la literatura espaola, permanece, no
slo indita, sino tan desconocida de casi todos que incluso Eugenio Asensio, en
su magnfico Itinerario del Entrems, reprochaba a don Emilio que no la hubiese
redactado.
Tampoco se han mejorado sus estudios sobre diversos actores de los siglos XVII
y XVIII: Amarilis, Miquez, Mara del Rosario Fernndez...
Lope de Vega fue el escritor predilecto de Cotarelo 3, Y a l dedic la llamada
Segunda Serie de la edicin acadmica 4 y numerosas monografas, algunas impres-
cindibles, como la consagrada a la descendencia del Fnix, ampliamente saquea-
da por Rennert y Castro. Tambin, en el centenario de Lope de Vega, 1935, fue el
alma de la Academia, y a l se debe gran parte del nmero extraordinano del Bo-
letn que le dedic esta institucin.
Al siglo XIX corresponden sus estudios acerca de Zorrilla en la Academia, en
que se combaten varios tpicos; sobre la muerte de Larra, sobre las Galeras Dra-
mticas que se publicaban en este siglo, y algunos ms que pueden verse en la
Bibliografa, sobre todo la magna biograffa de la Avellaneda.
A mitad de camino entre el XIX y el xx se encuentra su estudio sobre don Mi-
guel Echegaray, incluido en la respuesta al discurso de este ltimo en su recepcin
acadmica. Mencionamos esta obra para que se vea cuan equivocados estn qUIe-
nes dicen que no se ha escrito nada sobre don Miguel Echegaray.
Al teatro musical dedic Cotarelo sus afanes durante los ltimos aos de su vida.
En efecto, la Historia de la Zarzuela es la ms completa de las dedicadas a ste
gnero; valor acrecentado pues Cotarelo no slo era un profundo conocedor del teatro
espaol, sino tambin un destacado musiclogo, faceta imprescindible para estudiar
con algn provecho la zarzuela. Don Emilio pretenda llegar hasta finales del siglo
XIX, pero la muerte se lo Impidi, y qued anclado su proyecto en el transcurso de
la temporada 1862-63. Con todo, Jos Subir public materiales, procedentes del
archivo de Cotarelo, que se referan a los diez ltimos aos del siglo.
En 1917 public una Historia de la pera de Espaa, hasta 1800. Tambin esta
obra es un Inagotable depsito de noticias, que ofrece mucho ms de lo que anuncia.
Una seccin que mantuvo durante muchos aos en el Boletn acadmico fue la
de Vocablos Incorrectos, en que se mostr un expertsimo lingista con grandes
conocimientos histricos, y se alz contra muchas palabras que circulan por nues-
tro Idioma sin razn etimolgica que lo justifique. Un ejemplo es el hoy tan popu-
lar europeizar. Tambin es importante su estudio sobre el le y el la.
Sobre los orgenes de la Academia public un documentado estudio en 1914,
mucho mejor documentado que el reciente libro sobre esta institucin, en el que se
denigra la obra de don Emilio 5.
Desde su creacin en 1914 hasta que muere Don Emilio en 1936, l fue el au-
tntico motor del Boletn, su alma y quien ms trabajos propios incluy en l.
Tras la muerte de Cotarelo, la calidad de esta revista disminuye notablemente. Nunca
volver a alcanzar el Inters que tuvo durante los aos de la Segunda Repblica,
cuando alberg las mejores obras, no solo del propio Cotarelo, sino tambin de
Gonzlez de Ameza, Entrambasaguas, Gonzlez Palencia... Aun siendo muchsi-
mos aos Director de la Academia, Menndez Pidal nunca hizo lo propio, excepto
su estudio sobre El Rey Rodrigo en la literatura y otro sobre los Cartapacios lite-
rarios salmantinos.
La mayor parte de sus estudios y ediciones de teatro son de la centuria decimo-
sptima. Adems de la ya citada edicin de Lope de Vega, muchos otros autores
distrajeron su atencin: Caldern de la Barca, de quien escribi un Ensayo sobre
su VIda y obras que es la ms completa biograffa an hoy existente sobre el autor
de La vida es sueo; Tirso de Malina, de quien edit dos tomos de comedias, que
en su mayor parte no haban visto la luz desde el SIglo XVII, y al que dedic varias
monografas, como un estudio sobre la leyenda de los amantes de Teruel"; y, prin-
cipalmente, sus monografas sobre los llamados dramaturgos menores: Vlez de
Guevara, Mira de Amescua, Juan Bautista Diamante, Alvaro Cubillo de Aragn, los
hermanos Figueroa y Crdoba, y algunos no tan menores, como don Francisco de
Rojas Zorrilla y Agustn Mareta. En los estudios sobre estos autores documenta su
obra con materiales de primera mano, casi siempre Inditos, estudia las comedias,
5 Entre otras lindezas, se dice que Fue autor de numerosas biograffas-estudio sobre autores cl-
SICOS hoy superadas (Tirso, Villamediana, Villena, ROJas, Zorrilla [SIC], etc.. Alonso ZAMORA VICEN-
TE, Historia de la Real Academia Espaola. Madrid, Espasa-Calpe, 1999, p. 274. El seor Zamora
Vicente debera aclararnos quin ha superado la biograffa que Cotarelo escribi de ROjas Zorrilla, pues
es lo CIerto que desde aquel lejano 1911 prctrcarncnte nada se ha aadido a lo que nos cont don
Emilio. Y lo mismo podra decirse de Vlez, Diamante ...
6 Don Emilio, con harta razn, no estaba seguro de que perteneciera a Tirso la comedia de este
ttulo incluida en la Segunda Parte de las comedias del Mercedano.
BIOBIBLIOGRAFA DE DON EMILIO COTARELO 285
estableciendo sus fuentes, su mrito y la calidad de las mismas, muchas de las cuales
permanecan y siguen permaneciendo inditas.
No podemos olvidar el Catlogo descriptivo de la gran coleccin de comedias
escogidas, publicadas en Madrid, en 48 tomos, durante la segunda mitad del siglo
XVII, en el que encontramos valiosas notas sobre las comedias.
De enorme dificultad fue el orden que Cotarelo dispuso en la complicadsima y
enmaraada bibliografa de Moreto, embrolladsimo asunto que slo poda empren-
der quien tuviese un concienzudo domimo del teatro del Siglo de Oro y de las
ediciones antiguas. Postenores estudiosos no han hecho sino aprovecharse de la
senda que abri y aclar don Emilio.
Del siglo XVIII son los ya citados estudios sobre don Ramn de la Cruz: un
Ensayo de ms de 600 pginas, y dos gruesos tomos de sainetes, quedando indito
un tercero por causas ajenas a don Emilio. De finales del siglo XVIII y principios
del XIX es su libro sobre Miquez, inagotable cantera, continuamente saqueada por
eruditos extranjeros, de matenales sobre el teatro de aquella poca. Su necrolgica
sobre Tamayo y Baus es un importante estudio, en el que encontramos mucho ms
de lo que su ttulo indica. Tambin le pertenece, aunque publicada anmma, la
Historza sinttica del teatro espaol, aparecida en el Diccionario Espasa.
Las obras de Cotarelo destacan por su minuciosa documentacin, en que ningu-
na aseveracin es gratuita, la paciente bsqueda de datos en los archivos, un estilo
limpio y culto, una sintaxis clara, un gran amor por el escritor estudiado, contra-
riamente a lo que se afirma sobre estos estudios historicistas y su frialdad. Esto
puede verse especialmente cuando trata sobre Lope de Vega. Cotarelo fue el prime-
ro en estudiar aspectos prximos o relacionados con el teatro, tan de moda hoy,
como la vida de actores. Su programa de Historia del teatro espaol es una buena
muestra de sus innovaciones y de su profunda erudicin.
De un pecado no pudo librarse don Emilio: Fue uno de los muchsimos estu-
diosos que echaron su cuarto a espadas en el mamdo asunto de Avellaneda y la
autora del falso Quijote. Para don Emilio, el autor era Guilln de Castro: teora
equivocada, como lo son todas las existentes, incluida la que lo atribuye a Jerm-
mo de Passamonte.
Se resean todas las obras de don Emilio Cotarelo que hemos localizado, tanto
las publicadas en libro como en revistas. Citamos por la edicin ms antigua, aun-
que apareciese en revista, pero se mencionan las tiradas aparte, no siempre fciles
de localizar, pues de varias no hemos encontrado ejemplar alguno, y slo las cono-
cemos por los repertorios bibliogrficos. Cuando as sucede, se seala. El orden
seguido es el cronolgico, para que pueda verse la evolucin de la obra de don
Emilio y su asombrosa fecundidad.
ABREVIATURAS
Programa de Historia del teatro espaol, pp. 15-22 de Ateneo Cieniifico, Litera-
no y Artstico de Madrid. Escuela de Estudios Supenores. curso de 1900 a 1901.
Lista de Profesores y alumnos. Programas. Madrid. Sucesores de Rivadeneyra,
1900, 79 pp. B.N.M. VC/4764-28.
Notas bibliogrficas. Menndez y Pelayo: Bartolom de Torres Naharro y su
Propalladia. R.A.B.M. IV (1900). pp. 559-562.
Sobre las imitaciones castellanas del Quijote (Discurso de recepcinen la R.A.E.).
Madrid, Imprenta Ducazcal, 1900, 52 pp. [Reimpreso en Estudios de historia
literaria de Espaa. Madrid, 1901.] B.N.M. vca 2533-94.
Estudios de historia literaria de Espaa. Madrid, Imprenta de la Revista Espaola,
1901, 406 pp. B.N.M. 5-8457.
Revista Espaola de Literatura, Historia y Arte. Madnd, 12 nmeros de enero a
Junio de 1901. Siendo Don Emilio Cotarelo director y alma de esta revista, no
sera muy aventurado atribuirle los artculos annimos que en ella se publica-
ron. A veces la atribucin es obvia, otras nos parece de difcil solucin, como
en la Crnica que aparece al frente de cada nmero, firmada con el seudnimo
de Cntn. Iremos comentndolo a su debido tiempo. R.A.E. 31-1-32.
Lo que ser la Revista Espaola. R.E. I (1901). pp. 1-3. [Editorial annimo, como
es obvio, pero obra indudable de don Emilio.]
Lazarillo de Manzanares. Novela espaola del siglo XVII, de Juan Corts de Tolosa.
[Edicn de Emilio Cotarelo.] R.E. I (1901) pp. 5-7; 37-40; 71-74; 105-110; 137-
140; 169-172; 201-205; 233-236; 265-269. Este mismo ao de 1901 se public
en libro: Madrid, Imprenta de la Revista Espaola, 1901, 150 pp. B.N.M. 1-
13792.
Poesas inditas de Quevedo. R.E. I (1901) pp. 7-9; 46-48. [An.] [Estn tomadas
de un manuscnto de hacia 1650 que perteneca a Cotarelo y ahora para en la
Biblioteca de la Real Academia Espaola, tras haber pasado por la de Rodr-
guez Moino. -
Versos satncos contra don Manuel Godoy. R.E. I (1901). pp. 12-13; 35-37, [An.]
Procesos polticos clebres: El del Marqus de Ayamonte (1641-1648). R.E. I
(1901). pp.13-16; 57-60; 87-91; 103-104; 186-188; 198-200; 315-317; 322-326.
Cancionero indito de Juan Alvarez Gato, poeta madrileo del siglo Xv. Revista
Espaola de Literatura, Historia y Arte, 1. 1901. pp. 16-21; 52-55; 74-79; 110-
113; 147-150; 172-175; 205-208; 236-240; 272-275; 300-302; 345-353. Se im-
primi en libro: Madrid, Imprenta de la Revista Espaola, 1901, XVI + 22 pp.
B.N.M. 2-55021.
El primer entrems del teatro espaol. R.E. I (1901). pp. 21-23. [An.]
Bibliografa. R.E. I (1901). pp. 28-29; 62; 91-93; 159 (An.); 189-191; 220-222;
253-255; 286; 319-320; 367 (An.); 408.
Necrologa. Don Rafael Monlen. R.E. I (1901). pp. 31-32.
Ancdotas histricas espaolas. R.E. I (1901). pp. 32; 64; 96. [Es muy previsible
que esta breve seccin, publicada annima, fuese redactada por don Emilio. Las
de Noticias y Crnica teatral, aunque pudieran ser suyas, no me parecen tan
seguras. La crnica teatral es annima en los tres primeros nmeros. A partir del
cuarto la firma M. Inicial de Mori? Tambin a partir de este cuarto nmero la
Crnica que se publica al frente de cada nmero aparece firmada por M.]
Nuevos documentos relativos a la Tirana. R.E. I (1901). pp. 41-46.
Don Vctor Balaguer. R.E. I (1901). p. 67.
BIOBIBLIOGRAFA DE DON EMILIO COTARELO 289
Vanas poesas inditas y curiosas del siglo XVII. R.E. I (1901). pp. 69-71; 120-
122. [An.]
Comedia de Seplveda... RE. I (1901). pp. 115-120; 151-155; 175-179; 216-217;
249-252; 280-282; 310-315; 353-359. Se Imprimi en libro: Comedia de
Seplveda. Ahora por pnmera vez impresa... con prlogo y notas de D. Emilio
Cotarelo y Mon, de la R.A.E. Madrid, Imprenta de la Revista Espaola, 1901,
l-51 pp. B.N.M. T-46030.
Versos satricos contra el corregidor Marquina. R.E. I (1901). pp. 85-87. [An.]
Breviario de la Rema Catlica. R.E. I (1901). p. 87. [An.]
El Marqus de Valmar. R.E. I (1901). pp. 98-100.
Versos a Romero y Costillares, toreros famosos del siglo XVIII R.E. I (1901).
pp. 101-103. [An.]
Epitafios burlescos portugueses. R.E. I (1901). pp. 113-115. [AnV
Campoamor R.E. I (1901). p. 131.
El Conde-Duque de Olivares en Toro despus de su cada. R.E. I (1901) pp. 131-
132. [An.]
Poesas inditas del SIglo XVIII y principios del XIX. RE. I (1901). pp. 133-
136. [An.]
Fragmentos de una farsa rarsima de pnncipios del SIglo XVI. RE. I (1901). pp.
140-142.
Documentos inditos de algunas representaciones palaciegas de comedias de Cal-
dern. RE. 1(1901). pp. 142-146; 179-182; 212-214; 245-247; 263-264; 295-
296; 327-328; 372-376.
Necrologa. Don Luis Manano de Larra. R.E. I (1901). pp. 158-159 [An.]
Poesas polticas de principios del SIglo XIX. R.E. I (1901). pp. 163-165; 196-
198. [An.]
Nuevos datos acerca del histrionismo en Espaa en los SIglos XVI y XVII. R.E.
I (1901). p. 166. Slo es de don Emilio el prlogo, en que presenta este intere-
sante trabajo de Cristbal Prez Pastor.
Necrologa. Don Juan Facundo Riao. R.E. I (1901). p. 188.
El Dr. Don Emilio Hbner. RE. I (1901). pp. 195-196. [An.]
Poesas inditas del siglo XVII. RE. I (1901). pp. 228-230 [An.]
La autenticidad del Centn Epistolario. R.E. I (1901). pp. 232; 269-272; 297-299;
329-337; 377-387.
Don Eduardo de Saavedra. R.E. I (1901). pp. 258-262. [An.]
Una nueva obra de Lope de Rueda. R.E. I (1901). pp. 278-280.
Poesas satncas del principios del SIglo XIX. R.E. I (1901). pp. 292-294.
Papel satrico contra don Fernando de Valenzuela. R.E. I (1901). pp. 294-295.
[An.]
Don Mariano Catalina. RE. I (1901). pp. 321-322 [Firmado por X]
Don Miguel Colmero. R.E. I (1901). pp. 369-371 [Firmado por X]
Censura de un libro de Quevedo. R.E. I (1901). pp. 371-372. [An.]
Poesas polticas del SIglo XIX. RE. I (1901). pp. 401-404. [An.]
Proceso contra Miguel de Pedriola, llamado el Profeta. RE. I (1901). pp. 404-
405. [An.]
7 No podemos resistir la tentacin de copiar uno de estos EpItafios. Su gracia lo merece: Aqu
he corpo santo do senhor don Joao de Pereyra, Capitan do Galeon C... fogo.. E foy santo poys nao
Teatro espaol anterior a Lope de Vega. Catlogo de obras impresas pero no co-
nocidas hasta el presente. Con un apndice sobre algunas piezas raras no co-
nocidas de los antiguos teatros francs e italiano. Madrid, Imprenta de Felipe
Marqus, 1902, 46 pp. B.N.M. vea / 239 / 31. R.A.E. V-304-1
Estudios sobre la Historia del arte escnico en Espaa, III: Isidoro Mique; y el
teatro de su tiempo. Madrid, J. Perales, 1902, 855 pp. + 21 fotograbados. B.N.M.
7-17765.
El primer auto sacramental del teatro espaol y noticia de su autor, el bachiller
Lpez de Yanguas. R.A.B.M. VII, 1902. pp. 251-272. Tirada aparte: Madrid,
Tipografa de la Revista de Archivos,1902, 24 pp. [Segn Palau, es tirada de 20
ejemplares.] R.A.E. E-42-6991. [Fondo Rodrguez Moino] Biblioteca de la
Hispanic Society of America, en Nueva York.
Las armas de los Girones. Estudio de herldica espaola. R.A.E.M. IX, 1903. pp.
13-21. Hay tirada aparte: Madrid, Tipografa de la R.A.B.M. 1903, 11 pp. B.N.M.
vea 308-35
Sobre el origen y desarrollo de la leyenda de los amantes de Teruel. R.A.B.M.
VIII, 1903. pp. 347-377. Hay tirada aparte: Madrid, Tipografa de ArchIVOS, 1903,
33 pp. B.N.M. vea 349-21. Hay segunda edicin, corregida y aumentada, que
mencionaremos a su debido tiempo, cuando llegue su ao: 1907.
El supuesto casamiento de Almanzor con una hija de Bermudo 11. La Espaa
moderna, 169 (enero de 1903). pp. 42-55. Tirada aparte: Madrid, Establecimiento
tipogrfico de Idanor M. Cruzado, 1903, 16 pp. [Es un estudio histrico en que
replica al hispanista R. Dozy.] B.N.M. vea 73-25.
Informe ledo ante la R.A.E. en la sesin pblica de 15 de noviembre de 1903 para
la reparticin de premios y socorros de la Fundacin de San Gaspar. Madrid,
Revista de Archivos, 1903, 11 pp. B.N.M. VC 2520-109.
Bibliografa de las controversias sobre la licitud del teatro en Espaa. Madrid,
Tipografa de ArchIVOS, 1904, 739 pp. Hay edicin facsmil, publicada en 1997
por la Universidad de Granada. B.N.M. 1-10481.
Bibliografa de los principales escritos publicados con ocasin del tercer centena-
rio del Quijote. R.A.E.M. XII, 1905. pp. 403 -410.
Efemrides cervantinas, o sea, resumen cronolgico de la vida de Miguel de
Cervantes. Madrid, Tipografa de la Revista de Archivos, 1905, 315 pp. B.N.M.
CERV / 1136.
Miguel de Cervantes. Epstola a Mateo Ydzquez; dirigida en 1577 desde Argel, con
introduccin y algunas notas de Emilio Cotarelo y Mori. Madnd, Imprenta Baena
Hermanos, 1905, 22 pp. + 1 lmina. Es edicin de 211 ejemplares. [Y no 200,
como dice Simn Daz.] B.N.M. Cerv. C / 7/ 23
Cervantes soldado. (Es una colaboracin, pginas 29-38, en el libro Cervantes y
el Quijote. Madrid, Tipografa de la Revista de Archivos, 1905, 171 pp.) Se-
gn el Diccionario Espasa, todo lo no firmado en este libro pertenece a don
Emilio. Lo no firmado son los prlogos y las notas biogrficas de algunos cola-
bores del libro: don Juan Antonio Pellicer, Gallardo, don Diego Clemencn, don
Juan Eugenio Hartzenbusch, don Adolfo de Castro, Nicols Daz de Benjumea
y don Juan Valera. B.N.M. Cerv-490.
Los grandes calgrafos espaoles I: Los Morante. Madrid, Revista de Archivos, 1906,
110 pp. + 22 lminas. B.N.M. 6-12619.
BIOBIBLIOGRAFA DE DON EMILIO COTARELO 291
Notas bibliogrficas: Tirso de Molina, conferencia leda por ... Da Blanca de los
Ros ... el da 23 de abril de 1906. R.A.B.M. XIV, 1906. pp. 394-401 8 Tirada
aparte: Madrid, Imprenta de la RA.B.M.,1906, 20 pp. Segn Palu, la tirada fue
de 50 ejemplares. RA.E. v: 187 n.O 19. B.M. B -28511.
Comedias de Tirso de Molina. Coleccin ordenada e ilustrada por Emilio Cotarelo
y Mori. Madrid, Bailly-Balliere, 1906-1907, 2 volmenes. Son los tomos 4 y 9
de la N.B.A.E. B.N.M. INV 08: 860 NUE.
Francisco de Lugo y Avila, Teatro Popular. Introduccin y notas de Emilio Cotarelo.
Madrid, Librera de la Viuda de Rico, 1906, 397 pp. Coleccin selecta de anti-
guas novelas espaolas. Tomo 1. B.N.M. 6-8684 Tomo I. RA.E. l-A-143.
Novelas peregrinas y ejemplares, de don Gonzalo de Cspedes y Meneses. Edicin
y noticias del autor por Emilio Cotarelo y Mor. Madnd, Librera de la Viuda
de Rico, 1906, 426 pp. Coleccin selecta de antiguas novelas espaolas. Tomo 2.
B.N.M. 9-188553. RA.E. l-A-144.
La Nia de los embustes Teresa de Manzanares, de D. Alonso del Castillo Solorzano.
Introduccin y notas de D. Emilio Cotarelo y Mor. Madrid, Librera de la viu-
da de Rico, 1906, 324 pp. Coleccin selecta de antiguas novelas espaolas.
Tomo 3. B.N.M. 7-120896. RA.E. l-A-145
Miguel Moreno y Baltasar Mateo Velzquez. Novelas. Introduccin de Emilio
Cotarelo. Madrid, Librera de la viuda de Rico, 1906, XXVII + 355 pp. Colec-
cin selecta de antiguas novelas espaolas. Tomo 4. B.N.M. 4-20214. RA.E. 1-
A-146.
Noches de placer, de don Alonso del Castillo Solrzano, Edicin y advertencia de
E. Cotarelo y Mon. Madrid, Librera de la viuda de Rico, 1906, XII + 438 pp.
Coleccin selecta de antiguas novelas espaolas. Tomo 5. B.N.M. 4-17578.
RA.E. l-A-1470
Sobre el origen y desarrollo de la leyenda de los Amantes de Teruel. Madrid, Tipo-
grafa de la Revista de Archivos, 1907, 85 pp. B.N.M. VCa 322-15.
Correccin de vicios y La sabia Flora Malsabidilla, de don Alonso J. de Salas
Barbadillo. Con la vida y obras del autor. Por Emilio Cotarelo y Mon. Madrid,
1907, CXXVIII + 504 pp. Coleccin de escritores castellanos. N.O 128. B.N.M.
S-42128.
Casos prodigiosos y Cueva encantada, de Juan de Pia. Estudio biogrfico y crti-
co por Emilio Cotarelo y Mon. Madrid, Librera de la viuda de Rico, 1907, XLII
+ 308 pp. Coleccin selecta de antiguas novelas espaolas. Tomo 6. B.N.M. 4-
18312. RA.E. l-A-148.
Las harpas de Madrid y tiempo de regocijo, de don Alonso del Castillo Solrzano.
Edicin e introduccin de Emilio Cotarelo y Mori. Madrid, Librera de los Bi-
blifilos Espaoles, 1907, XXIV + 436 pp. Coleccin selecta de antiguas nove-
las espaolas. Tomo 7. B.N.M. 7-1200490 RA.E. l-A-1490
8 Este artculo es una dursima y justa rplica a D." Blanca de los Ros, que por su alto ego y por
su Idolatra de Tirso iba sembrando agravios en el campo de la filologa. Dice don Emilio: La Sra.
de los Ros, que sm duda ha bebido las aguas del Leteo, haciendo caso omiso de lo que antes de ella
se ha trabajado, quiso volver a descubrir toda una sene de Mediterrneos y con qu fatigas (p. 398).
Sobre la Idolatra de D." Blanca, dice estas ecunimes palabras: Si no afloja algo la cuerda de su
entusiasmo por el autor a quien hace ms de veinte aos viene consagrando culto fervoroso, tendre-
mos, en vez de un JUICIO sereno, Imparcial y razonado del gran poeta, un delirante panegrico, un fas-
tidioso y conunuo ditirambo, un diCCIOnarIO estril de todos los superlativos encomisticos. (p. 399).
292 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Andrs Sanz del Castillo, La Mojiganga del gusto en seis novelas, Madnd, Libre-
ra de los Biblifilos Espaoles, 1908. Coleccin selecta de antiguas novelas
espaolas. Tomo 8. B.N.M. 8684 Tomo VIII. R.A.E. l-A-150.
Tardes entretenidas, de don Alonso del Castillo Solrzano. Edicin de Emilio
Cotarelo y Mori. Madrid, Librera de los Biblifilos Espaoles, 1908, 404 pp.
Coleccin selecta de antiguas novelas espaolas. Tomo 9. Segn Simn Daz, la
tirada es de 25 ejemplares, pero debe de ser error de este bibligrafo, pues nada
se dice en los ejemplares que hemos consultado. B.N.M. 6-8684 Tomo IX. RA.E.
l-A-151.
Migajas del Ingenio. Coleccin rarsima de entremeses, bailes y loas, reimpreso con
prlogo y notas de Emilio Cotarelo y Mori. Madrid, Revista de Archivos, 1908,
224 pp. B.N.M. T-18545. R.A.E. 41-8-59.
Noticias biogrficas de Alberto Ganasa, cmico famoso del siglo XVI. R.A.B.M.
XIX, 1908, pp. 42-61. Hay tirada aparte, segn Palau, pero no la hemos
visto.
Coleccin de poesas relativas al Dos de mayo. En el Discurso Conmemorativo del Cen-
tenario. Madrid, Tipografa de la R.A.B.M., 1908, 67 pp. B.NM. vea 308-41.
Don Juan de Espina. Noticias de esta clebre persona y enigmtico personaje.
Madrid, Revista de Archivos, 1908, 62 pp. B.N.M. Mss. / Imp. 937.
Obras de Lope de Rueda. Edicin y prlogo de Emilio Cotarelo y Mori. Madrid,
R.A.E., 1909, 2 tomos. B.N.M. 4-209749 Y 4-209750.
El Menandro, de Matas de los Reyes. Edicin y prlogo de Emilio Cotarelo y Mori.
Madrid, Librera de los Biblifilos Espaoles, 1909, XXXII + 398 pp. Colec-
cin selecta de antiguas espaolas. Tomo 10. B.N.M. 6-8684 Tomo X. RA.E.
l-A-152
Ultimos estudios acerca de El Burlador de Sevilla. R.A.R.M. XVIII, 1908. pp.
75-86. Tirada aparte: Madrid, Tipografa de la R.A.B.M., 1908, 14 pp. c.s.r.c.
Biblioteca Central EL / 8.
Jornadas alegres, de don Alonso del Castillo Solrzano. Edicin de Emilio Cotarelo
y Mori. Madrid, Librera de los Bilifilos Espaoles, 1909, 364 pp. Coleccin
selecta de antiguas novelas espaolas. Tomo 11. B.N.M. 6-8684 Tomo XI. RA.E.
l-A-152.
El curial del Parnaso, de Matas de los Reyes. Edicin de Emilio Cotarelo y Mori.
Madrid, Librera de los Biblifilos Espaoles, 1909, 348 pp. Coleccin selecta
de antiguas novelas espaolas. Tomo 12. B.N.M. 7-151813. R.A.E. l-A-153.
Fonologa espaola. Cmo se pronunciaba el castellano en los siglos XVI y XVII.
Madrid, Surez, 1909, 259 pp. B.N.M. 1-52739.
Satisfaccin a la Real Academia Espaola y defensa del vocabulario puesto a las
Obras de Lope de Rueda. Madrid, Revista de Archivos, 1909, 85 pp. B.N.M.
vea 390-19.
El caballero puntual y los prodigios de amor, de don Alonso J. de Salas Barbadillo.
Edicin de Emilio Cotarelo y Mori. Madrid, 1909, XVI + 407 pp. Coleccin de
escritores castellanos, N.o 139. B.N.M. S-42139.
Sobre el Le y el La. Cuestin gramatical. Madrid, Antonio Marzo,191O, 154
pp. B.N.M: 1-53290.
Coleccin de Entremeses, Loas, Bailes, Jcaras y Mojigangas desde fines del siglo
XVI a mediados del XVIII. Edicin y estudio preliminar de E. Cotarelo y Mori.
Madrid, Bailly-Balliere, 1911, 2 volmenes. Nueva Biblioteca de Autores Espa-
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Don Francisco de Rojas Zorrilla. Noticias biogrficas y bibliogrficas. Madrid,
Revista de Archivos, 1911, 311 pp. B.N.M. 1-59568.
Herenio. Novela histrica por don D. Emilio Cotarelo y Mori, de la Real Acade-
mia Espaola. MadrId, Revista de Archivos, 1912, 286 pp. B.N.M. 1-66379
El Hijo del Conde-Duque. Novela histrca por D. Emilio Cotarelo y Mori, de la
Real Academia Espaola. Madrid, Revista de Archivos, 1912, 408 pp. R.A.E.
21-VIII-49
Papeles pstumos de don Cristbal Prez Pastor, Publicados por don Emilio Cotarelo
y Mori. Memorias de la Real Academia Espaola, tomos X (1910), XI (1914),
XII (1926) Y XIII (1926).
Las letras y los grandes. Discurso ledo en el acto de su recepcin (en la R.A.E.)
por don Francisco Fernndez de Bethencourt y contestacin del Seor don Emilio
Cotarelo. Madrid, Imprenta de J. Rats, 1914, 72 pp. B.N.M. V-505-30. R.A.E.
Ac. Esp. 11-90.
Diccionario biogrfico y bibliogrfico de calgrafos espaoles. Obra premiada por
la Biblioteca nacional en ... 1904. Madrid, Revista de Archivos, 1914-16, 2
volmenes. B.N.M. INC 016: 003 COTo
La fundacin de la Academia Espaola y su primer director don Juan Manuel F.
Pacheco, marqus de Villena. B.R.A.E. t, 1914. pp. 4-38; 89-127.
Testamento de una hermana de Moreto. B.R.A.E., I. 1914. pp. 67-68.
Vocablos incorrectos: influenciar. B.R.A.E.,I. 1914. pp. 71-72.
Examen de libros: Vida y obra dramticas del Doctor Juan Pre; de Montalbn
(1602-1638), por Jorge W. Bacon (... ). CARMINE GIUSTINO MINNINI: Pietro
Napoli Signoreli. Vita, operi, tempt, amici (... )>> B.R.A.E. l, 1914. pp. 183-191.
Lexicografa: tubano, Jculo, catalinn, matalafe. B.R.A.E. I, 1914. pp. 192-196.
Vocablos incorrectos: provistar B.R.A.E.,1. 1914. pp. 197-198.
Don Diego Jimnez de Enciso y su teatro. B.R.A.E. I, 1914. pp. 209-248; 385-415;
510-550. Hay tIrada aparte: Madrid, R.A.B.M., 1914, 111 pp. B.N.M. 1-69847.
Lexicografa: pitimbau, picazo, terrero. B.R.A.E., 1. pp. 357-360.
Vocablos incorrectos: sancin, sancionar. B.R.A.E., I. 1914. pp. 361-365.
Segundo centenario de la fundacin de la Real Academia Espaola. B.R.A.E., I.
1914. pp. 377-384.
Vocablos incorrectos: modisto. B.R.A.E.,I. 1914. pp. 479-481.
El retrato de Garcilaso. B.R.A.E., I. 1914. pp. 582-585.
Vocablos incorrectos: calgene; caliginoso, Srdido; sordidez. Desmoralizarse; des-
moralizado. Echarpe. B.R.A.E., I. 1914. pp. 608-614.
Sainetes de don Ramn de la Cruz, en su mayora inditos. Coleccin ordenada
por don Emilio Cotarelo y Mori, de la Real Academia Espaola y su Secretario
perpetuo. Madrid, Bailly-Balliere, 1915-1928, 2 volmenes. N.B.A.E. 23 Y 28.
B.N.M. INV 08: 860 NUE.
La descendencia de Lope de Vega. B.R.A.E. n, 1915. pp. 21-56; 137-182. Existe
tIrada aparte: Madrid, Tipografa de la R.A.B.M.,1915, 71 pp. B.N.M. 4-29300
Vocablos incorrectos: Arrivismo, arrivista, polonesa, elucubracin, obstruccionar,
B.R.A.E. Il, 1915. pp. 229 -232.
Actores famosos del siglo XVII: SebastIn de Prado y su mujer Bernarda Ram-
rez, B.R.A.E. 1915. pp. 251-293; 425-457; 583-621; IlI, 1916. pp. 3-38; 151-
294 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
185. Hay tirada aparte: Madrid, Tipografa de la R.A.B.M., 1916, 182 pp. B.N.M.
1-73609.
Examen de libros: Doa Gertrudis Gmez de Avellaneda. Indicaciones bibliogr-
ficas con motivo de un libro reciente. B.R.A.E. 11, 1915. pp. 362-383. Hay ti-
rada aparte. Madnd, Tipografa de la RA.B.M.,1915, 24 pp. Washington. Bi-
blioteca del Congreso. Z8354. C67.
Vocablos incorrectos: Torpedear, torpedeamiento, siniestrado, siniestrada. B.R.A.E.
11, 1915. pp. 386-388.
La madre de Lope de Vega. B.R.A.E. 11, 1915. pp. 524-525.
Los padres del autor dramtico don Juan Ruiz de Alarcn. B.R.A.E. 11, 1915. pp.
525-526.
Vocablos incorrectos: Obsesionar, obsesionado, chismorrear, chismorreo, controlar.
B.R.A.E. 11, 1915. pp. 560-563.
El licenciado Sebastin de Horozco y sus obras. B.R.A.E. 11, 1915. pp. 646-694.
Tirada aparte: Madrid, Imprenta de la R.A.B.M., 1916, 51 pp. RA.E. E-42-6991
[Fondo Rodrguez Moino]. Universidad de Carolina del Norte (Chapell Hill).
861 H816zC
Vocablos incorrectos: Plus vala (plus value), entrevistarse, a base B.R.A.E. 11,
1915. pp. 718-720.
La dama castellana a fines del siglo Xv B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 80-88.
Vocablos incorrectos: Contingente, Porcentage, maqueta, Explotar, Explosionar,
B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 94 -97.
Vocablos incorrectos: Rebolera, fusionar, fusionarse, evidencia, emocionar-emo-
cionante. B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 241-243.
Don Juan Bautista Diamante y sus comedias. B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 272-297;
454-497. Hay tirada aparte: Madrid, Imprenta de la RA.B.M., 1916,69 pp. New
York Public Library.
Vocablos incorrectos: europeizarse, en CIernes, orfanato. B.R.A.E. 111, 1916. pp.
392-398.
Vocablos incorrectos: Obstaculizar, objetivo, independizarse, enjugar, infeccionar.
B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 605-607.
Discurso ledo ante la Real Academia Espaola en la recepcin pblica de don
Miguel Echegaray [Tema: lo cmicoJ y contestacin de don Emilio Cotarelo. Ma-
drid, Tipografa de Archivos, 1916, 48 pp. B.N.M. VC 1063-8. Ac. Esp. 11-97.
Luis Vlez de Guevara y sus obras dramticas. B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 621-652;
IV, 1917. pp. 137-171; 269-308; 414-444. Tirada aparte: Madrid, Tipografa de
la R.A.B.M., 1917, 136 pp. Washington, Biblioteca del Congreso: PQ 6497. C7.
Obras de Lope de Vega. Publicadas por la Real Academia Espaola (Nueva Edi-
cin). Obras Dramtlcas. [Edicin preparada por Emilio Cotarelo y Mori]. Ma-
drid, 1916-1930, 13 tomos. Tienen prlogo de Cotarelo los tomos 1, 2, 3, 4, 5,
6, 7, 8, 12 Y 13. B.N.M. 6-10894 al 6-10906.
Los puntos obscuros en la vida de Cervantes. Madnd, Tipografa de Archivos, 1916,
55 pp. B.N.M. vea 1641-62.
Semntica espaola: Retraer. B.R.A.E. I1I, 1916. pp. 685-705.
Centenario del nacimiento de Zorrilla. B.R.A.E. IV, 1917. pp. 3-22.
Semntica espaola: Refrn. B.R.A.E. IV, 1917. pp. 242-259.
Vocablos incorrectos: lesionar, lesionado, contusionar-contusionado, exteriorizar-
exteriorizacin. B.R.A.E. IV, 1917. pp. 377-382.
BIOBIBLIOGRAFA DE DON EMILIO COTARELO 295
605-649; X, 1923. pp. 5-25; 125-157. En 1924 se imprimi una tirada aparte,
que se dice Parte primera, pero es la nica publicada. En efecto, don Emilio
slo redact la parte que en el ttulo corresponde a la Vida. El ensayo sobre las
obras qued sm redactar, aunque en la parte publicada hay muchos y atinados
JUiCIOS sobre ellas: Madrid, Tipografa de la RA.B.M., 1924, 376 pp. RA.E.
32-VI-48. c.s.r.c. Biblioteca General de Humanidades 7 / 305
En honor de don Joaqun Ibarra. B.R.A.E. X, 1923, pp. 373-385.
El tecmcismo de la prehistoria. B.R.A.E. X, 1923. pp. 604-639. Tirada aparte:
Madrid, Tipografa de la RA.B.M., 1923, 40 pp. British Library 010007.g.22.
Biografa de don Antonio de Sancha. Bibliografa General Espaola e Hispano-
americana. 1923. Tambin se Imprimi en libro: Madrid, Cmaras oficiales del
libro de Madrid y Barcelona, 1924, 100 pp. Hay edicin facsmil, de mil ejem-
plares numerados: Madrid, Gremio madrileo de comerciantes del libro usa-
do,1990. British Library 10634 bb. 18. Washington. Biblioteca del Congreso:
Z412 S 21 C8.
Libreros de Madrid a fines del siglo XVIII. Bibliografa General Espaola e
Hispanoamericana. Enero-abril 1923.
La reforma del calendario. Orgenes y estudio prctico de esta cuestion. Madrid,
Tipografa de la R.A.B.M., 1924, 83 pp. Biblioteca de la Umversidad de Georgia,
Athens (Georgia). CE73 c6.
Sobre las voces concejala y edila. B.R.A.E. XI, 1924. pp. 459-460.
Los ltimos amores de Larra. R.B.A.M. 1, 1924. pp. 222-240. Hay tirada aparte:
Madrid, Imprenta Municipal, 1924, 21 pp. e.S.I.e. Instituto de Filologa F-4556.
Las comedias en los conventos de Madrid en el siglo XVII. R.B.A.M. 11, 1925.
pp. 461-470.
Una nueva casta de galicismos. B.R.A.E. XII, 1925. pp. 117-121.
Elogio biogrfico de don Ramn de Mesonero Romanos. B.R.A.E. XII, 1925. pp.
155-191; 309-343; 433-469. Se imprimi tirada aparte: Madrid, Tipografa de la
R.A.B.M.,1925, 110 pp. Biblioteca de la Universidad de Chicago. PQ 6539. Z8C8
Vocablos incorrectos: Racial. B.R.A.E. XII, 1925. pp. 556-558.
Un novelista del siglo XVII e imitador de Cervantes, desconocido. B.R.A.E. XII,
1925. pp. 640-651. Tirada aparte: Madrid, Tipografa de la R.A.B.M.,1926, 16 pp.
RA.E. E-42-6992 [Fondo Rodrguez Moino]. Washington, Biblioteca del Con-
greso. PQ 6321. C29Z6.
Algunas noticias acerca de Rodrigo de Cota. B.R.A.E. XIII, 1926. pp. 11-17. Se
imprimi una tirada aparte: Madrid, Tipografa de la RB.A.M., 1926, 9 pp.
R.A.E. E-42-6992. [Fondo Rodrguez Moino]e.S.I.e. Biblioteca General de
Humamdades F / 4895.
Adicin a las noticias sobre Rodrigo de Cota. B.R.A.E. XIII, 1926. pp. 140-143.
Nuevas noticias biogrficas de Feliciano de Silva. B.R.A.E. XIII, 1926. pp. 129-
139. Tirada aparte: Madrid, Tipografa de la RA.B.M., 1926, 16 pp. [Lleva al
final, pp. 13-16, Adiciones a las noticias sobre Rodrigo de Cota.] R.A.E. E-
42-6992 [Fondo Rodrguez Moino] Biblioteca de la Universidad de Chicago:
PQ 6433. S55Z8C8.
Sobre quin fue el raptor de la hija de Lope de Vega R.B.A.M. III, 1926. pp. 1-
19. Se imprimi una tirada aparte: Madrid, Imprenta Municipal, 1926, 21 pp.
RA.E. V-28-21. B.M. FM / 144 Y FM /145.
Una tragedia real de la Avellaneda. R.B.A.M. III, 1926. pp. 133-157 Tirada apar-
te. Madrid, Imprenta Municipal, 1926, 27 pp. B.M. FM / 135.
BIOBIBLIOGRAFA DE DON EMILIO COTARELO 297
Varias noticias nuevas acerca de Florin de Ocampo. B.R.A.E. XIII, 1926. pp. 259-
268. Se public tirada aparte: Madnd, Tipografa de la R.A.B.M., 1926, 12 pp.
RA.E. E-42-6992. [Fondo Rodrguez Moino] Biblioteca de la Universidad de
Kansas, Lawrence (Kansas).
Nuevos y curiosos datos biogrficos del famoso trovador y novelista Diego de San
Pedro. B.R.A.E. XIV, 1927. pp. 305-327. Tirada aparte: Madrid, Tipografa de
la R.A.B.M., 1927, 22 pp. R.A.E. E-42-6992. [Fondo Rodrguez Moino].
La bibliografa de Moreto. B.R.A.E. XIV, 1927. pp. 449-494. Tirada aparte: Ma-
drid, Tip. de la RA.B.M., 1927, 46 pp. B.N.M. VC 1957-17.
Acta de la sesin solemne en honor de don Antonio Cnovas del Castillo [en la
RA.E.]. B.R.A.E. XV, 1928. pp. 20-21.
Hugo Albert Rennert. B.R.A.E., XV, 1928. pp. 130-132.
Un pasaje de Lope de Vega sobre la formacin de algunos femenmos castellanos.
B.R.A.E. XV, 1928. pp. 567-568.
JUAN DEL ENCINA, Cancionero. Reproduccin facsmil de la edicin de 1496, con
prlogo de Emilio Cotarelo y Mori, Madrid, RA.E., 1928, 32 pp. + CXVI + 4
folios. B.N.M. 4-16513. R-24396. RA.E. 35-1-15.
Editores y galeras de obras dramticas en Madrid en el siglo XIX. R.B.A.M. V,
1928. pp. 121-139. Se imprimi una tirada aparte: Madnd, Imprenta Municipal,
1928, 21 pp. R.A.E. E-42-6992. [Fondo Rodrguez Moino] e.S.LC. Instituto
de Filologa F-3964.
Catlogo de las obras publicadas por la Real Academia Espaola. Discurso ledo
en la Fiesta del libro espaol, ao 1928, por don Emilio Cotarelo y Mor.
Madrid, RA.E.,1928, 218 pp. B.N.M. 2-77573.
<<La Avellaneda y sus obras. B.R.A.E. XV, 1928. pp. 583-635; XVI, 1929. pp. 5-
48; 131-184; 267-325; 395-437; 529-593; XVII, 1930. pp. 5-71; 145-205. Tira-
da aparte: Madrid, Tipografa de Archivos, 1930, 450 pp. B.N.M. 2-78836.
Don Antonio Restori, B.R.A.E. XV, 1928. pp. 685-688.
Farsas y glogas... de Lucas Fernndez. Reproduccin facsmil de la edicin de
1514, con prlogo de Emilio Cotarelo y Mori. Madrid, RA.E., 1929, XXIII +
60 pp. + 16 pp. B.N.M. 2-88764. R.A.E. 35-11-1.
Fbulas de Esopo. Reproducidas en facsmil de la pnmera edicin de 1489. Publcala
la Real Academia Espaola. Madnd, 1929, LII + CXXIII pp. Al fin del prlogo
aparecen las iniciales E.C. Esto demuestra una vez ms la gran modestia de
Cotarelo, que publicaba ediciones sin que su nombre figurase al frente de las
mismas, conformndose con que al fin del prlogo apareciesen las miciales E.e.
B.N.M. 1-31127; R-27847. RA.E. 35-1-19.
Discursos ledos en la Real Academia Espaola el da 27 de octubre de 1929, para
celebrar el centenario del nacimiento de don Manuel Tamayo y Baus. Madrid,
Tipografa de la Revista de Archivos, 1929, 64 pp. El discurso de Cotarelo ocu-
pa las pginas 7 a 41. Completan el tomo los discursos de Manuel de Sandoval
y de Serafn y Joaqun lvarez Quintero. B.N.M. T-46243.
La Estrella de Sevilla es de Lope de Vega R.B.A.M. VII, 1930. pp. 12-24.
Hay tirada aparte: Madrid. Imprenta Municipal, 1930, 15 pp. B.N.M. vea
1896-32.
Teatro espaol: Catlogo abreviado de una coleccin dramtica espaola hasta fines
del siglo XIX y de obras relativas al teatro espaol. Madrid, V de H. de J. Rats,
1930, 164 pp. [Se public annimo]. R.A.E. 42- VIII-34
298 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
ADICIN
Ramn MENNDEZ PIDAL, Don Emilio Cotarelo, B.A.E., XXIII, 1936, pp. 5-12.
Gerardo DIEGO, En memoria de don Emilio Cotarelo. B.R.A.E., XXXVII, 1957,
pp. 7-11.
Jos SUBIR, En el centenario de don Emilio Cotarelo y Mori. Revista de litera-
tura, XII, 1957, pp.14-33.
Jos SUBIR, El postrer captulo de la Histona de la zarzuela (ltimo decenio del
siglo XIX). B.R.A.E., XXXVIII, 1958, pp. 55-92.
Jos SUBIR, Un valiossimo epistolano indito, en Homenaje a don Agustn
Millares Carla. Las Palmas, Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975,
Tomo 1, pp. 623-635.
PANFLETOS
Estos dos panfletos injunosos fueron escritos por don Adolfo Bonilla y San
Martn, y don Julio Puyol y Alonso.
Cuando ya estaba en prensa este artculo, el profesor don Pablo Jauralde tuvo
la deferencia de comunicarnos que, entre los papeles que fueron de don Luis Valds,
se encuentran varios manuscritos de don Emilio Cotarelo. Nuestro ms sincero
agradecimiento por tan valiosa noticia.
Por otra parte, la riqusima y selecta biblioteca que perteneci a Cotarelo, tanto
impresos como manuscntos, se encuentra en el Instituto del Teatro, de Barcelona.
LA HISTORIA DEL LIBRO ESPAOL
DE HIPLITO ESCOLAR EN EL CONJUNTO DE SU OBRA
La ltima obra publicada por Hiplito Escolar Sobnno, Historia del libro espa-
ol, es un resumen de la extensa produccin bibliogrfica de un escritor bien cono-
cido por sus mritos en el mundo de la comunicacin escrita.
Desde muy Joven inici sus trabajos en torno al libro, en el mbito editonal
pnmero y en el campo de las bibliotecas despus. Intercaladas con las obras que
tienen como centro el libro y su cultura, ha Ido publicando otras en las que la
cultura, la historia y su propia biografa han acercado al lector estudioso una per-
sonalidad literaria siempre atrayente. Pnmero desde la Editonal Gredos, nacida al
amor de su vocacin filolgica, despus desde el mbito de las bibliotecas, en el
que se introdujo en 1944, sin olvidar su paso por la Escuela de Estudios rabes
-en la que fue alumno predilecto de Miguel Asn Palacios y Emilio Garca
Gmez- ni el ejercicio de una ayudanta de rabe en la Universidad Central, ha
desarrollado una intensa actividad reflejada en un complejo repertorio de obras de
gran variedad y contenido, imprescindible para conocer la evolucin cultural de
Espaa en los ltimos sesenta aos, en la que ha participado activamente.
Desde la edicin de la Guerra de las Galias de Csar -en colaboracin con
Valentn Garca Yebra, que alcanz nueve ediciones y que est en el alumbramiento
de la Editorial Gredos, hasta su Historia del libro espaol, ha publicado ms de veinte
obras extensas, sin contar los estudios publicados en la Revista de Archivos, Biblio-
tecas y Museos, el Boletn de la Asociacin de Archiveros, Bibliotecarios y
Arquelogos, otras revistas de contenido cultural y escritos de corta extensin.
La direccin de la Editorial Gredos habra SIdo suficiente motivo para colmar las
inquietudes culturales de Escolar. De su creacin habla largo y tendido en su obra
Gente del libro recientemente publicada (Gredos, 1999) en la que, sobre un fondo
autobiogrfico, presenta un ammado desfile de polticos, escritores, editores, biblio-
tecarios ... ammadores de la VIda espaola desde la terminacin de la Guerra Civil
hasta nuestros das. Antes, en 1996, tambin en Gredos, haba publicado No pudi-
mos escapar, pnmera parte de Gente del libro, sentido relato de su niez y adoles-
cencia, de su participacin a la fuerza en la guerra y de la vida en la retaguardia.
Hiplito Escolar haba ingresado en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Biblio-
tecanos y Arquelogos en 1944. vila y Toledo fueron los primeros escenarios de
su actuacin bibliotecaria; en sus bibliotecas provinciales tom contacto con los
libros antiguos y aunque este roce satisfaca a su formacin humanstica, tuvo oca-
sin de participar activamente en la difusin de la cultura por medio del libro en la
Biblioteca Francisco Villaespesa de Almera, renovacin total de la biblioteca p-
blica provincial que la preceda.
302 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
dad. La Editorial Gredas, a cuya direccin haba tambin renunciado, ha sido veh-
culo de la mayor parte de sus obras, entre las que ocupan un lugar interesante
ensayos histrico-literarios como Historia de cinco ciudades y un monasterio (1977)
y una serie de publicaciones de poca extensin pero de presentacin impecable,
autnticas vietas literarias en las que se mezcla realidad y fantasa concebidas para
felicItar a sus amigos en las fiestas de Navidad,
La Fundacin Germn Snchez Ruiprez ha acogido en su Biblioteca del Libro
las dos obras fundamentales salidas de su pluma: La historia del libro y la Histo-
ria de las bibliotecas. La primera apareci en 1984, con ediciones corregidas y
ampliadas sucesivamente: la 5: cambi su ttulo por el de Historia universal del
libro. La Historia de las Bibliotecas, publicada en 1985 como complemento de la
anterior alcanz tres ediciones, la ltima en 1990. Las dos obras estn ilustradas
en blanco y negro. La Fundacin ha editado tambin El compromiso intelectual de
bibliotecarios y editores (1989), trabajo que concilia cultura y profesionalidad en
una coleccin de biografas de personajes destacados en ambos campos.
Los editores y el cambio (Cmara del Libro, 1982), La cultura durante la Gue-
rra Civil (Alhambra, 1987), son otras aportaciones al tema, as como El tesoro bi-
bliogrfico espaol (Videolibro, 1989).
Como una ampliacin de las dos Historias -la del libro y la de las bibliote-
cas- ha concebido Escolar la Historia ilustrada del libro espaol, editada por la
Fundacin en tres volmenes. En ella ha asumido la direccin y ha contado con la
colaboracin de expertos -l tambin ha redactado algunos captulos. La publica-
cin se ha escalonado entre los aos 1993 y 1996. Cada tomo tiene ttulo propio:
Los manuscritos (1993), 473 p., De los incunables al siglo XVIII (1994), 592 p., Y
La edicin moderna (1996), 608 p.; bellamente editada, con profusin de ilustra-
ciones en negro y color, no puede confundirse con una historia del libro ilustrado:
en ella tienen tanto valor informativo la imagen -complementada con extensos pies
explicativos- como el texto histrico que da unidad al conjunto.
Ahora llega a nuestras manos la Historia del libro espaol, publicada por la
Editorial Gredas, terminada en las postrimeras de 1998, probablemente en su reti-
ro de El Escorial, y difundida en 1999. En sus 417 pginas, Impresas con prieto
texto en el que se ha prescindido de las ilustraciones, el libro es el principal prota-
gonista, pero no el exclusivo. El tema fundamental es, indudablemente, su historia,
pero inserta en la historia de Espaa y de su cultura. La lectura y las bibliotecas,
los gneros preferidos en cada poca, la mtervencin de los poderes pblicos en la
produccin y la distribucin, sirven de fondo a la materialidad de la edicin: la
sucesin cronolgica de impresores y editores, las caractersticas extrnsecas e in-
trnsecas del libro impreso y sus distintas formas de presentacin a travs de la
Imprenta, desde las hojas sueltas hasta las grandes enciclopedias. El estudio de los
impresores y editores en su evolucin desde los pnmeros talleres hasta las grandes
empresas editoras del momento actual con el detalle de su produccin est expues-
to con tanta exhaustvidad que confiere a este libro un gran valor bibliogrfico.
La Historia est dividida en XIX captulos en los que la materia se expone en
orden cronolgico. El captulo 1, Edad Antigua, se abre con las formas primitivas
de comunicacin anteriores a la invencin de la escrItura y las que pudieron ser
creaciones literarias primero orales y despus escritas deducidas de fuentes griegas
y romanas, introduccin debida al libro visigodo. La Espaa mozrabe (cap. 11), la
poca romnica (cap. I1I), AI-Andalus (cap. IV), la Baja Edad Media: literatura
304 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
latina (cap. V), la Baja Edad media: literatura romance (cap. VI), contienen la his-
toria del libro manuscrito espaol. A La imprenta incunable se dedica el cap. VII.
El siglo de oro ocupa los captulos VIII y IX. En los captulos X y XI -La
Contrarreforma y La produccin barroca- se plantean la estructura del libro ba-
rroco, la censura, la lectura y las bibliotecas (cap. X) y la historia de los talleres
pemnsulares y de la Amnca Hispmca y la impresin de textos hispanos en Euro-
pa (cap. XI). La poca de oro de la imprenta espaola, coincidente con la instau-
racin de la Casa de Barbn en el trono de Espaa, se mida en el cap. XII (El
siglo XVIII), continuado por El reinado de Fernando VII (cap. XIII) y El remado de
Isabel II (cap. XIV). Siguen La restauracin (cap. XV) y El reinado de Alfonso
XIII (cap. XVI). De la alegra de la Repblica a la amargura de la Guerra Civil
(cap. XVIII), La poca franquista (cap. XVIII) y La democracia: balance final
(cap. XIX) coronan la obra. Sigue un bello colofn, inspirado en la frmula comn
de los manuscritos medievales, que VIene bien para dar fin a esta resea:
Nos hemos paseado ... por la milenaria histona del libro espaol y, al rematar
el viaje, cuando los invernales vientos del Guadarrama nos traen el fro de las cum-
bres nevadas, damos, como los escribas medievales, gradas al Seor por habernos
permitido llevar a cabo la larga travesa... esperando el debido premio espintual y
eterno sin desdear un vaso confortante de vino, porque qui bona vina bibit
paradiso fortius ibit Explicit feliciter anno domini MCMXCVIII Le negaremos
nosotros el vaso de bon vino?
LA PRIMERA REDACCIN, AUTGRAFA E INDITA,
DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS
DE EMILIA PARDO BAZN
EL MANUSCRITO
, La Revista de Galicia de Emita Pardo Barn (1880), Estudio y edicin de Ana M." Freire Lpez,
La Corua, Fundacin Pedro Barri de la Maza, 1999.
2 Para comprender esto es preciso conocer los avatares sufridos tanto por la biblioteca como por
el archivo de doa Emilia, que en 1978 todava se encontraban en el Pazo de Meirs. Ese ao fueron
vctimas de un Incendio, que oblig a evacuar los fondos, no con el CUIdado que hubiera SIdo de de-
sear, pasando al stano de la Delegacin del Mimsteno de Cultura, en la coruesa Plaza de Pontevedra,
Alrededor de 6.900 libros, en relativo buen estado, fueron trasladados a la Real Academia Galega. El
archivo pas a la Real Academia Galega en 1978, poco antes de que el rey don Juan Carlos inaugu-
rara, en 1979, la actual sede de la mstitucin, en la calle Tabernas, 11, precisamente en el edificio que
fue la vivienda de doa Emi1ia. Los papeles con inters literano, actualmente en vas de ordenacin y
clasificacin, ocupan catorce cajas. (Agradezco a don Antonio Gil Mermo, actual bibliorecano de la
Real Academia Galega, la Informacin que acabo de resumir, y al personal de esa institucin las facr-
lidades que he encontrado para realizar esta Investigacin).
306 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
CRITERIOS DE EDICIN
Los nmeros entre parntesis se refieren a los que encabezan cada una de las
cuartillas del manuscrito y a ellos remito en mis comentarios sobre el texto.
En la transcripcin incluyo entre corchetes cuadrados [ ] lo que la autora aa-
di, interlineado, durante la redaccin del manuscrito. Es fcil advertir que Pardo
Bazn se correga a s misma a medida que iba redactando, con frecuencia antes
de terminar de escribir la frase comenzada. Mantengo los signos de puntuacin del
texto autgrafo.
Utilizo la cursiva para restituir letras perdidas por el deterioro del papel, y su-
brayo, tal como aparecen en el original, algunos ttulos de libros, de revistas u otras
palabras.
3 En Arte y Letras se publicaron vanas obras de Salvatore FARINA, Cabellos rubios (1886), Hijo
mo (1886), Oro escondido (1887); Mil Y un fantasmas, de DUMAS (1885); Mara, de Jorge ISAACS (1886);
Leoni Leone, de Jorge SAND (1888); Libro de los cantares, de Hemnch HEINE (1890); La mariposa, de
NarCISO OLLER; y de autores no estnctamente contemporneos como DICKENS, La nia Dorrit (1885).
4 En Castigo de Dios, de Enrique GASPAR, se anuncian los tomos que han salido hasta ese mo-
mento: Los pazos de Ulloa, de Emilia PARDO BAZN, Idilio lgubre, de Jos ORTEGA MUNILLA, dos
tomos de Leyendas genealgicas de Espaa, de Antomo de TRUEBA, Miedo al hombre, de Carlos
FRONTAURA, la propia obra de Ennque GASPAR, y se anuncia como obra en prensa La madre Natura-
leza. Todos los ejemplares, excepto Los pazos de Ulloa, tIenen pre de imprenta de 1887.
5 De la cuartilla nmero 33 a la 46, ambas inclusive, con excepcin de la 39, que se encuentra en
perfecto estado, sufrieron los efectos del fuego y del agua, que afectaron al margen derecho de las
mismas.
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 307
El texto autgrafo que ahora edito es, sin duda, antenor al que conocemos im-
preso, y no se hicieron sobre l las correcciones que dieron como resultado la ver-
sin definitiva, Tuvo que existir otra redaccin posterior, que sera la que se envi
a los editores.
El plan general de ambos textos, el indito y el publicado, es el mismo, de modo
que es posible cotejar, prrafo a prrafo, ambos documentos, a pesar de las nota-
bles diferencias -tambin de extensin- que existen entre algunos pasajes de la
versin manuscrita y de la impresa, y de la alteracin del orden de los prrafos en
algn caso.
Existen entre ambos textos variantes en la redaccin de algunos pasajes, e ideas
que adquieren un ms amplio desarrollo en la versin impresa: sus reflexiones so-
bre el gnero autobiogrfico, al comienzo los Apuntes (2); el excurso sobre la ge-
neracin literaria hija de la revolucin del sesenta y ocho (53), o el papel de la
novela (60). Pero tambin muchos prrafos del manuscrito autgrafo no llegaran a
la imprenta. Y pasajes, como el dedicado al krausismo (30-32), seran totalmente
rehechos.
Sin nimo de realizar un anlisis exhaustivo, el cotejo, a grandes rasgos, de
ambos textos pone de manifiesto la importancia de esta primera redaccin, ms
espontnea, surgida al calor de los recuerdos, de la evocacin, aunque no descarto
que doa Emilia se hubiera trazado un plan previo, del que da indicios una cuarti-
lla suelta, hallada tambin entre sus papeles.
En efecto, a pesar de la calidad del autgrafo, es patente el proceso de puli-
mento del estilo a que fue sometida la versin primitiva, antes de darla a la Im-
prenta. Sin que pierda el tono ameno y coloquial que Emilia Pardo Bazn quiso
dar a sus Apuntes, algunos trminos y expresiones de la edicin de Cortezo resul-
tan ms escogidos, ms cultos, ms literarios, si se quiere. El accedo gustosa (1)
del autgrafo se muda en defiero muy de grado; el recuerdo muy bien (7)
manuscrito pasa a se me ha quedado impreso; el borde del Po (26), gana en
precisin al convertirse en las orillas, por sealar algn ejemplo. Sin embargo,
cobran mayor fuerza, a la vez que revelan desenvoltura y desenfado expresiones
308 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
como los dems corifeos del romanticismo francs (19), que eran los dems no-
velistas de ese movimiento en las cuartillas autgrafas; o la acuada expresin
grito de jbilo (19) del manuscrito, que se convierte en un estridente chillido
de alegra, tal vez ms acorde con los aos de la nia que lo profin.
Muchas variantes verbales o de adjetivacin responden a una voluntad de estilo,
con un resultado de mayor brillantez y colorismo: el centelleaba (5) inicial es
reverberaba en el texto impreso; los reflejos del sol en las hojas de las coronas
de laurel son metlicos (5) en el manuscrito y como de esmalte en el texto
publicado. Otras veces la variante impresa amortigua una espontaneidad inicial, que
podra ser interpretada peyorativamente: la cubierta de la primera edicin de los
Episodios Nacionales es en el autgrafo -y seguramente la memoria de Emilia le
atribua los adjetivos que le dio en su juventud- chillona y poco usual (34),
mientras que en la edicin de 1886 habla de aquella nota viva, inslita en cubier-
tas de libros.
A veces, ese proceso de pulimentacin consiste en sintetizar una idea para
expresarla ms adecuadamente con menos palabras. Por eso, cuando hable de su
viaje a la Exposicin de Viena, modificar la frase otro gnero de VIda, la vida
del viajero que observa y estudia y no se cansa de recorrer museos y monumen-
tos (26), por un gnero de vida ms propio para despertar necesidades intelec-
tuales. En otras ocasiones buscar una forma de expresin ms literaria, como es
la comparacin de su estado de nimo con el de quien se acuesta la vspera de un
lance de honor, y le oprime entre sueos el temor de no despertar a tiempo para
cumplir su deber, que no aparece en el manuscrito.
El texto impreso no aporta, pues, ms informacin sustancial, pero s un estilo
ms cuidado, como fruto de la autocrtica,
Las cuartillas que ahora nos ocupan son ms espontneas y muchos prrafos de
ellas no pasaron a la versin impresa. Numerosas concreciones y datos muy preci-
sos, en los que abunda el autgrafo, debieron de ser considerados por doa Emilia
excesivos, de modo que los desdibuja o los suprime completamente a la hora de la
publicacin: que la distancia a la que se encontraba de Sangenjo la Torre de
Miraflores era un cuarto de legua (9), o que para ir a Galicia desde Madnd en
su infancia se tardaba tres das con sus noches, total una semana en prensa para
ir y volver a mi pueblo (17). Otras veces se trata de comentarios que juzgara
intrascendentes o anecdticos: que los palilleros por entonces eran objeto de lujo
y refinamiento (8); o que hacia 1868 an no se paseaba en el Retiro (21).
Algunos comentarios referentes a s misma quiz fueron suprimidos o modifi-
cados porque podran interpretarse como alardes de vanidad: la fecha exacta en que
aprendi a leer de corrido: temo que parezca exageracin SI digo desde los cuatro
aos (5), que sustituye por no hago memoria de haber deletreado nunca; o cuando
recuerda la lectura de los libros de la Biblia en su infancia, prefiriendo, con buen
gusto literario de que hoy me admiro las ms bellas partes de tan asombroso con-
junto (lO). Otras veces eliminar observaciones que exponen demasiado abierta-
mente a la opinin pblica aspectos de su intimidad o de su vida privada: que era
una recin casada ms nia an por dentro de lo que suelen ser a tal edad las
espaolas (20); o hoy comprendo que me sera insoportable aquella vida de di-
versin perpetua, ms montona en el fondo que la de ningn enclaustrado (21);
lo mismo que las dos preocupaciones no leves (54) que la distrajeron de sus pen-
samientos sobre la novela, despus de publicado Pascual Lpez; Ni siquiera en el
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 309
manuscrito explica cules eran, pero se reducen a una en el texto Impreso. Aunque
decidida a hablar de s misma, procura que prevalezca lo que se refiere a la escri-
tora, eliminando, tal vez por Irrelevantes, comentarios que se refieren nicamente a
s misma como persona privada, como cuando habla de la educacin de los varo-
nes frente a la de las mujeres: y lo veo hoy que tengo prxima la educacin de
un hombrecito de diez aos (32).
Muchos nombres de autores y ttulos de libros que figuran en el manuscrito no
pasan a la publicacin, En ocasiones su autocensura elimin juicios y opiniones,
tanto de rechazo como de admiracin, sobre obras literarias: el Telmaco (que
entonces como ahora me pareca un libro un tanto [acadmico y] empalagoso) (11);
la Moral universal de Holbach, el Espritu del siglo de Martnez de la Rosa, el
Contrato social y otros libros no menos aburridos para m (13); el Assommoir, de
Zola: le una vez, dos y tres la novela, subyugada por el vigor y exactitud de los
caracteres, la maciza y admirable arquitectura del estudio (50); o Germinie
Lacerteux, de Goncourt, uno de sus libros de ms poderoso y doloroso anli-
sis (56).
Dejando de lado algunos nombres propios que abrevia por razones estilsticas
-ConcepcIn Arenal de Garca Carrasco (40) ser slo Concepcin Arenal; el
Maestro Benito Jernimo Feijo (40) ser el Padre Feijo; Hurtado de Mendoza
(53) ser Mendoza-, y otros que modifica sin razn aparente -el hijo de Vctor
Manuel (26) pasa a ser el italiano-, otros cambios en el modo de referirse a
personajes pblicos son fruto de su autocrtica, como la sustitucin de nuestro pri-
mer hombre de Estado (38), expresin que implicara un Juicio de valor, por el
meramente denotativo Cnovas del Castillo.
Mayor es la importancia del nombre completo de Claudio Antn de Luzuriaga
(7) en el texto autgrafo, porque permite la identificacin de este personaje, que
pas a la primera edicin, y a las que se han hecho a partir de ella, convertido en
un equvoco Uzuriaga 6
La autocensura es muy patente en el caso de los nombres de contemporneos, y
de Juicios o comentanos sobre ellos. Pasajes tan expresivos del talante de la escri-
tora como el siguiente, en el deja correr libremente el pensamiento y la pluma,
desaparecern en 1886:
6 Sobre este mteresante personaje existe un estudio reciente de Pedro A. MUNAR BERNAT, Claudia
Antn de Luzuriaga: ministro, magistrado y precursor de La codificacin civil (Madrid. Semmano Je-
rmmo Gonzlez, 1998), aunque ya hace aos su figura despert el mters de otro investigador: Jos
MGICA, Carlistas, moderados y progresistas: Claudia Antn de Luzuriaga (San Sebastin, Biblioteca
Vascongada de los Amigos del Pas, 1950).
310 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
to, con mayor razn podemos estudiamos a nosotros mismos, que siempre
tendremos el cerebro ms pesado que la mayor parte de nuestros personajes,
por lijero que sea.
Tambin omite un par de comentarios que dejan ver su admiracin por Menndez
Pelayo: la originalidad de su poesa (39); su vala intelectual, que desconcertaba a
crticos de la talla de Revilla y Perojo (49). Y otro que, en cambio, amengua el
mrito de Pereda: era un escritor realista; pero era su realismo tan local y tan
heredado de los escritores del siglo de oro, que a nadie se le ocurra ver en l una
novedad. (50).
Un deseo de objetividad y de justicia le lleva a rehacer, dndole un sentido
absolutamente contrario, un prrafo en el que dice de Manuel de la Revilla, que
estaba sujeto [an] a las adherentes influencias del krausismo, que no haba lo-
grado vencer (49). En el texto que acompaa a Los Pazos de Ulloa, lo presenta,
sin embargo, libre ya de influencias krausistas, como efectivamente demuestran
los estudios sobre este autor.
La reflexin sobre lo escrito le llev a matizar diversos pasajes en que habla de
la mujer o de la condicin femenina. Algn comentario que singulariza tpicamente
a la mujer frente al hombre en el texto autgrafo ser eliminado, como que contar
las propias andanzas es cosa grata a las mujeres (4). Es significativa la variante
que introdujo al describir las Ras Bajas. En medio de una bella y sentida evoca-
cin de estas costas, leemos en el manuscrito que en ellas la raza [femenina], algo
pesada y oscura en la montaa, se hace ligera de sangre, morena de tez, quebrada
de cintura (9), tan parecido en la forma, y sin embargo tan diferente de lo que
leemos en la edicin de 1886: la raza humana se hace ligera de sangre, morena y
plida, derivando hacia el tipo meridional. Tambin se corregir cambiando la an-
fora de esas nias (9) -repetida tres veces en el manuscrito- por de esos
nios, ya que la aficin a la lectura es patrimonio comn.
Eliminara tambin en la edicin algunos comentarios de tinte ms o menos
religioso, sin que por ello oculte sus convicciones. Desde la supresin del prrafo
relativo a las madres de los soldados que pelearon en frica, caracterizadas como
mujeres de esas que tuvieron hijos de tropa y encendieron mil candelicas a otros
tantos santos y vrgenes para volver a verlos sanos y salvos (6), hasta cuestones
ms ntimas, como que, cuando decidi un plan serio de estudio, se lo tom con
tanto empeo que por mucho tiempo recuerdo que, al levantarme, me preparaba
[...] una oracin, [y] despus crea que tena la mente ms despejada y el espritu
ms abierto para que me entrase en l lo que iba estudiando (33). Tampoco en-
contramos en el texto editado la apreciacin de que la literatura mstica es el mejor
descanso para una cabeza catlica en que predominan los artsticos impulsos (44),
ni la apostilla fiel a mis nunca desmentidas aficiones msticas (54), que introdu-
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 311
7 Jos Manuel GONZLEZ HERRAN, "Un mdito de Emilia Pardo Bazn: Apuntes de un viaje. De
Espaa a Ginebra (1873)>>, en Salvador GARCA CASTAEDA (Coord.) Literatura de viajes. El Viejo
Mundo y el Nuevo, Madrid, Castalia-Ohio State University, 1999, pp. 177-187.
312 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
demia Galega. Las palabras de doa Emilia, que ahora reproduzco, hablan de lo
que, seguramente, fue la continuacin de ese diario, ya por tierras italianas 8:
pues sobre las mesas de las fondas, con plumas comidas de orn, tmteros secos
y papel que deca en el membrete Hotel de la Mtropole -Genve- o Albergo
della Porta -Verona- [la cursiva es ma] escrib el diado de VIaje obligado,
dndole la ms esmerada forma literana, pero sm nimo [alguno] de pu-
blicarlo. En efecto, jams lo mtent, ni he vuelto a mirar los desordenados
apuntes. (27)
* * *
TRANSCRIPCIN DEL MANUSCRITO AUTGRAFO
8 El itmerano del VIaJe, tal como consta en el autgrafo de los Apuntes autobiogrficos -no as
en el texto publicado-s- fue, SUIza, Italia, Austna.
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 313
por lijero que sea. Y con esto basta de prembulo, y vamos a contar algo de nues-
tras propias andanzas -cosa grata a las mujeres.
Mi primer recuerdo literario se remonta a una poca y a una fecha remota en la
historia de Espaa, a la terminacin de la guerra de frica, ocasin en que por vez
primera puse la pluma sobre el papel y trac unos renglones desiguales, como se-
ran, adivnelo el piadoso lector, calculando que an no tena yo la edad que la
Iglesia seala como uso de razn para confesarse. Apesar de esto, he conservado
vvsima y despierta la reminiscencia de todo aquel perodo, mientras que otros ms
prximos se me borran de la imaginacin, y el estremecimiento de patritico entu-
siasmo que dict aquel... no s SI le llame gorjeo.
Peridicos, conversaciones, todo estaba lleno entonces de la guerra con Marrue-
cos, aquella guerra cuyas ventajas en realidad hubieran podido ser grandes para la
patna, si Dios que nos ha otorgado valor para pelear no nos hubiese negado desde
(5) hace tiempo a los espaoles acuerdo para aprovechar el triunfo. En los pendi-
cos que reciba mi padre, entre los cuales descollaba La Iberia, dirigida por su muy
amigo y correligionario Calvo Asensio, lea yo con afn indescriptible (no he podi-
do jams fijar la fecha en que le de comdo, y temo que parezca exageracin si
digo desde los cuatro aos) todos los romances, todas las ancdotas, todos los por-
menores referentes a las hazaas de O'donell (sic), Prim, Ros de alano y otros h-
roes de aquella guerra, que me parecan superiores a los Cides y Bernardos -de
cuya existencia tena yo idea asaz confusa. Cuando termin la guerra, y [se supo
que pasaban] /pasaron/ por la Corua parte de las fuerzas vencedoras, y en particu-
lar los heroicos tercios vascongados (no se les poda nombrar sin anteponer el ep-
teto) me sent tan exaltada y tan fuera de quicio, que creo que senta como si en
los hombros me naciesen alitas, y quisiera volverme golondrina, para esperar antes
a los vencedores.
Jams, jams olvidar el da de sol de la entrada triunfal; un sol que centellea-
ba en las bayonetas, que haca ms gayos, ms insolentes, ms victoriosos los co-
lores de la patria ensea [agujereada por las balas], que daba reflejos metlicos a
las hojas de laurel de las coronas, que se derramaba a torrentes, como un bao de
glona, sobre las caras aceitunadas, curtidas, nsueas, de los ChICOS y giles caza-
dores. sobre su derrotado uniforme, donde con marcial coquetera se ostentaba el
polvo, los agujeros, los remiendos, el potico desalio de la lucha. Yo estaba en un
balcn de la calle (6) Real, a cuyo antepecho apenas alcanzaba mi cabeza; y mien-
tras las seoritas, objeto de mi envidia, dominaban la situacin, agitaban sus finos
pauelos y arrojaban a puados flores y coronas de laurel, yo trataba de ver mejor
por entre los barrotes, enviando, a falta de cosa mejor, los ojos y el alma a los
militares. No diga, no, que ha vivido en realidad quien no ha visto una vez siquiera
regresar los ejrcitos de su nacin trayendo en el uniforme el polvo de la victoria.
En la calle era el entusiasmo ms vivo an y sobre todo ms expansivo que en
los balcones, y los soldados eran abrazados, besuqueados por buenas vejezuelas, de
sas que tuvieron hijos de tropa y encendieron mil candelicas a otros tantos santos
y vrgenes para volver a verlos sanos y salvos. La carga de alojamiento, por lo
regular engorrosa, fue en tal ocasin apetecida por el vecindario. A nosotros nos
tocaron un sargento y dos voluntarios vascongados. Cuando se nos entraron por las
puertas -asaz cortados y respetuosos [los pobrecillos]- yo cre ver entrar a unos
seres sobrenaturales, bajando de un mundo superior al nuestro. Qu bien les caa
el casacn azul oscuro, el rojo pantaln bombacho, la polaina negra, y sobre todo
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 315
la airosa boina! Qu varoniles, con aquella tez tan asoleada y aquellas negras bar-
bas incultas! En realidad no pasaban de tres mocetones con aire de honradez, como
suelen ser los vascos, pero a m se me figuraban el ideal de la bizarra masculina.
Dispusimos todo para tratarles a cuerpo de rey, y nos parecan poco cuantos (7)
obsequios idea la hospitalidad ms franca y cariosa. Primero se pens en vino,
cigarros, [comida oppara]; luego se les aderez el dormitorio, de las mejores habi-
taciones de la casa. Prueba del extremo con que se atenda a aquellos valientes es
un detalle que recuerdo muy bien. Las buenas amas de casa no ignoran que siem-
pre se guardan en los armarios, para un caso imprevisto, algunos juegos de sba-
nas superiores en nqueza de bordado o finura de encajes a los dems. Aquellas
delicadas holandas fueron las que se tendieron en las camas de los montaeses
vizcanos, acompaadas de las colchas hereditarias, de magnfico damasco con las
iniciales a realce. Media hora despus nos llegaba otro alojado, impuesto por la
amistad: el comandante de los tercios [don] Claudia Antn de Luzuriaga, amigo
poltico y compaero de Cortes constituyentes de mi padre. Aqu de los apuros.
Luzuriaga iba a dormir en sbanas menos exquisitas que sus soldados! Se les
quitaran a stos las sbanas para ponerles otras? Despus de madura deliberacin,
se resolvi dejar las cosas como estaban. Podan ofenderse los valientes y no era
cosa de eso.
Luzuriaga me hizo mucha menos impresin que los voluntarios. La guerra y la
victoria me parecan patrimonio de la tropa, ms bien que de la oficialidad. Lo que
s contribuy a grabar en rm mente el recuerdo de aquellos das, fue el banquete
que en obsequio del alojado se dispuso. Yo rondaba por el comedor y los pasillos,
como suelen hacer los nios en casos tales, estorbando a todo el mundo, pregun-
tndolo todo, y admirando las adornadas fuentes, los ramilletes (8) monumentales,
la mantelera y cristalera de los das sealados, los candelabros y floreros de la
mesa, los palilleros (que por entonces eran objeto de lujo y refinamiento) las hila-
das de botellas SImtricamente dispuestas en el aparador. Todo aquel aire de fiesta
me embriagaba, y me deca claramente que suceda algo grande e importantsimo
para todos, un acontecimiento fausto, sagrado, algo que no era del Gobierno, con
quien mi padre sola andar a mal, sino de otra cosa mayor, ms de todos, que na-
die poda dejar de celebrar -algo nacional. No s si fue la misma noche de la
entrada de las tropas o al da siguiente cuando escrib mis versos, que a lo poco
que puedo recordar deban ser unas quintillas, (ms o menos cojitrancas). Ah! Si
yo pudiese entonces soar con la dicha y el honor inexplicable de que me las pu-
blicase un peridico local!
Tengo para m que pasaron algunos aos sin que se renovase aquella chispa
potica, fruto de un escalofro de amor patrio que estoy segura de que puede
expermentarse en la niez tan hondo y sublime e impulsando a actos tan heroicos
como en la juventud o en la edad madura. S de m que ese sentimiento, uno de
los pocos que inclumes conservo sin que ni estudios [m lecturas] m filosofas ni
sofismas inicuos que hoy corren y he odo repetir mil veces como frmula supre-
ma de la sabidura y del desengao humano, cuando no son ms que expresin de
ablacin y atrofia, hayan podido amenguarlo en lo ms mmmo, teniendo el gusto,
despus de tantas etapas, de encontrarme en ese terreno a la altura honrossima de
una mujer del (9) pueblo.
Resurgen mis recuerdos literanos con otro incidente ocurrido dos o tres aos
ms tarde. Por entonces venamos a veranear a las Ras Bajas, esa comarca encan-
316 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
tadora entre todas las del pas gallego, acanciada del sol y arrullada por un mar
cerleo, digno de las costas partenopeas, un pas de playas finas, de arena menuda,
de conchas nacaradas, de setos de loes, un pas en que el tono gns general del
paisaje gallego se alegra con tintes meridionales y la raza [femenina], algo pesada
y oscura en la montaa, se hace ligera de sangre, morena de tez, quebrada de cm-
tura. En tan privilegiado rincn tenemos una casa [posesin hermosa y grande, y
solariega], la Torre de Miraflores, tan poco ceuda y feudal como su nombre, y en
nada parecida al casern sombro que describo en Los Pazos. Mientras se le echa-
ban no s qu remiendos al desmantelado torreoncillo de mis mayores, vivamos
en una casa [alquilada] de un graciossimo pueblo de pesca, Sangenjo, [situado a
un cuarto de legua de la finca], -una casa que, como se ver, era de lo mejor del
pueblo. Haba SIdo alquilada con muebles, y entre stos contaba sin duda el dueo
una bibliotequilla que mal colocada en estantes pintados de azul, fue mi embeleso
desde el punto y hora en que me enter de su existencia. Siempre haba sido yo de
esas nias que leen todo lo que les cae por banda, hasta los papeles de envolver
azucarillos; de esas nias a quienes se les da un libro, y se estn quietecitas [en
una silla] y sin hacer diabluras horas enteras; de esas nias que tienen a veces los
ojos cansados y el nervio ptico dbil, por haber pasado la tarde con la cabeza baja
tragndose un librote. Los que me ha- (10) ban entregado, no me contentaba con
leerlos una vez ni dos; SI acertaban a gustarme, me aprenda trozos enteros de
memoria, con esa fresca memoria de cera de la edad infantil; del Quijote saba
captulos enteros. As es que en aquel cuartito, que an me parece estar viendo,
aquel cuartito que caa a la plaza de Sangenjo y hasta el cual suba a veces una
desvergonzada ria de sardineras, un canto melanclico de pescadores, encontr un
paraso. [Libros, muchos libros, y todos a mi disposicin, sin cristalera ni enreja-
do, pudiendo yo revolverlos, ponerlos, quitarlos, sin que se agotase nunca la frtil
vena! Dnde hay felicidad como la ma? All encontr las obras del P. Almeida,
que me dieron mucho en qu pensar, discurnendo por qu sera tan feliz aquel
hombre feliz; pero lo que sobre todo me cautiv fue el hallazgo de una Biblia con
notas, en castellano, que creo no deba ser la del P. Scio, sino ms antigua: [lo que
s s es que] tena preciosos grabados, y que me engolf en su leccin con no menos
empeo que don Quijote en la de los libros de caballeras, devorndola de cabo a
rabo, desde el Gnesis hasta las Actas de los Apstoles, pero prefiriendo, con buen
gusto literario de que hoy me admiro las ms bellas partes de tan asombroso con-
junto: el Gnesis cuya grandeza senta, [el dramtico xodo,] el libro de los Re-
yes, Jueces, Rut, ster, interesantes como admirables novelitas, y concediendo en
cambio poca atencin a la inspirada voz de los Profetas y a los arrullos [de la es-
posa] del Cantar de los Cantares. Y aqu debo aadir una cosa, para completar el
cuadro de la nia de ocho o nueve aos que se entregaba a tan extraa lectura Y
es que la completa inocencia posee en efecto el don de (11) la abeja, de sacar miel
hasta en los clices venenosos: pues puedo asegurar que, sintiendo la belleza, la
magnificencia, la poesa y la verdad bblicas con una intensidad que hoy me admi-
ra cuando las recuerdo, los pasajes, ms crudos que cocidos, que a cada paso se
tropieza uno por all, no me despertaron una curiosidad ni tendieron una nube en
el claro azul de mi pensamiento, y vi desfilar a las terribles pecadoras orientales,
las Tamares, las hijas de Lot, la que fue de Dras, como reza el sagrado texto, sin
percatarme SIguiera de sus picardfas gordas.
En Madrid, donde pasbamos los inviernos, me educaban en CIerto colegio fran-
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 317
saban los fervores jacobinos, Robespierre, Saint Just, como los girondinos y mada-
ma Roland, o el principito cautivo en el temple y vctima del zapatero Simon. El
Buffon me rob tambin muchas horas; y Pablo y Virginia me conmovi del modo
ms dulce, y me hizo soar mil veces en pases de vegetacin lozansima, donde
cuando se pierden los chiquillos, los negros se los encuentran.
(14) Todo lo llevaba ya escudriado; ocho estantes llenos de libros; pero me
tentaba, como la manzana prohibida, el estante ltimo, el ms alto, siempre oscu-
ro, donde retirados al fondo por mano de mi padre haba unos cuantos tomos, acerca
de los cuales me haban dicho -No vayas ah, sin insistir con gran eficacia en la
prohibicin, atendido que la distancia, la altura, parecan obstculo suficiente a que
yo pudiese llegar a aquel sitio vedado. Y en efecto, era punto menos que imposi-
ble; pero el diablo no discurre lo que una chiquilla deseosa de alcanzar algo que le
han prohibido y que tiene curiosidad de conocer. Con peligro de desnucarme, y
aprovechando un momento de soledad completa y segundad absoluta, coj seis u
ocho libros de los ms voluminosos, Diccionarios, la Anatoma pictrica, las Ilus-
traciones mglesas encuadernadas; hice con ellos pedestal a una silla, y sobre sta
puse otra que qued medio en equilibrio y nada segura; hecho lo cual, me encara-
m al catafalco, y agarrndome a los estantes para no perder pie y tratando de
gravitar lo menos posible en el artilugio, sent con inexplicable gozo que mi mano
alcanzaba ya a la altura de los misteriosos libros. Fui arrojndolos abajo, y tras ellos
salt yo. Sentme en el suelo, a saborear mi presa; abr uno de los tomos, mir la
vieta... No puedo explicar si lo que sent fue vergenza o tedio o despecho: s
que, sin leer una sola lnea, sin querer ver lo que eran los dems, fui disparndolos
hacia su antiguo rincn, donde se quedaron sepultados otra vez entre polvo y (15)
araas, sin que yo volviese a tratar de ponerles la mano encima.
Fue aquello absolutamente instintivo, pues mis once [o doce] aos de chiquilla
[que ha tenido confesor prudente] que no ha tenido amistades, 111 ms compaa
que la paterna, consentan bien poca malicia: rame del todo imposible apreciar el
porqu yo no deba leer aquel libro ni recrear los ojos en aquellos grabados. Aa-
dir que andando el tiempo he ledo con verdadero placer bastantes obras en com-
paracin de las cuales aqulla, que no era sino El Mozo de buen humor de Pigault
Lebrun, es flor de cantueso; pero las he ledo como se mira una obra de arte, un
relieve pagano del cual no se ven los detalles libertinos sino la elegancia del dise-
o, la realidad y vigor de la ejecucin. Sin la perfeccin y vida del estilo [de
Petronio], sin las sales [del Arcipreste de Hita, sm la admirable verdad de Delica-
do,] de ingenio de un Brantme o un Balzac, me dan grima o me hacen bostezar
los libros verdes, divirtindome mil veces ms cualquier inocente vida de santo o
de beata, cualquier libro [asctico o] mstico, aunque [no] sea de mano maestra, ni
mucho menos.
De las lecciones que venan a darme a casa vanos profesores sacaba yo bastan-
te menos partido que de aquel rincn de las frreas puertas. Mi mayor rebelda fue
contra el piano. Llegu, s, a tocar varias fantasas y no s qu galops y otras cosas
de Ketterer, Gotschalk y otras eminencias del teclado; pero siempre rabiando y de
mala gana, maldiciendo con todo nu corazn al que invent ese instrumento frvo-
lo, que solo resuena enrgicamente cuando lo aporrean, cmplice eterno de los aten-
tados contra el arte que se cometen en todo honrado hogar. Empezaba yo por en-
tonces a leer poetas; mi padre me compraba algu- (16) nos y la verdadera msica
que yo puedo apreciar y gozar se me revelaba en la forma, [ms] sonora que
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 319
cadenciosa, de las octavas de Ercilla, del Bernardo de Balbuena [el martilleo de los
alejandrinos de Racine], y sobre todo de Zorrilla, el gran mago de la msica y la
armona, el poeta rumoroso como la creacin, como los hondos bosques. No era
edad para sentir, como la siento hoy, la meloda y el ritmo de un buen trozo de
prosa, ritmo natural del lenguaje, que en mi entender supera al artificio de la rima;
y aun hoy, convencida la razn, [el gusto] el vicio de los sentidos hace que los
poetas ejerzan absoluto dominio sobre mIS nervios, y que para ellos quede guarda-
da, sino la mayor cantidad de admiracin, al menos de aficin y ternura. Por en-
tonces rimaba yo muchos versos [flojos], que o rompa o desparramaba en manos
de los amigos de la casa. Recuerdo tambin a los trece aos o cosa as haber remi-
tido un cuentecillo o esbozo de novela -puede colegirse lo que sera- al almana-
que de la Soberana Nacional de Madrid; y me parece curioso notar que muchas
personas conocidas nuestras creyeron ver en aquel cuentecillo la relacin de una
historia verdadera ocurrida entonces, en la cual yo no haba pensado ni por asomos
al escribir, a no ser que inconscientemente la recordase, pues en efecto creo que
me sera difcil inventar cosa alguna por completo, como dir despus.
En aquella poca pas por la Corua, teatro un tiempo de sus aventuras de cons-
pirador perseguido, al (sic) ms eminente orador que ha dado de (17) s el segundo
perodo constitucional espaol, don Salustiano Olzaga, grande amigo [y leader
poltico] de mi padre. Cuando vino a casa yo no me cansaba de mirarle, de admi-
rar sus bellas y correctas facciones de una palidez mate, sus COplOSOS rizos blan-
cos, su hermosa vejez tribunicia, y, como suele suceder en la primera edad, no
pudiendo colocarle en su verdadero lugar ni tomarle la medida, parecame que te-
na all ni ms ni menos que a uno de aquellos ilustres varones de Plutarco en carne
y hueso. La turbacin, la vergenza y el entusiasmo me embargaban la voz cuan-
do, despus de saborear el caf, me rog el caudillo progresista que le leyera cier-
to soneto donde, con trasposicin y todo, le deca que la patria ncora en ti con-
templa salvadora. Cuando acab de leer, encendida y anhelante, sent como una
msica deliciosa en el odo: Olzaga me estaba poniendo, con frases graves, esco-
gidas y dichas con voz todava vibrante y hermosa, a la altura de los Argensolas y
en parangn con los mejores soneteros del universo mundo. No tena otra salida el
pobre seor; pero Jzguese de la impresin que me haran a m sus alabanzas. No
pasaba todos los das por la Corua un Olzaga: [no haba entonces trasiego de
hombres polticos a cada verano:] en aquella poca era menester hacer intencin
formal para vemr a Galicia: no se pensaba en camino de hierro; el vage se haca
en diligencia, tres das con sus noches, total una semana de prensa para ir y volver
a mi pueblo. As es que apenas recuerdo en mi niez haber (18) tratado ms lite-
rato que al agradable fabulista y excelente viejecillo don Pascual Fernndez Baeza,
senador del reino y condecorado con no s cuantas cruces, a quien yo llamaba
Baeza-fbulas, y sobre cuyas rodillas (calclese donde va la fecha de esta relacin)
me suba para repetirle de memoria sus fabulillas apenas l me las recitaba una vez.
Aquel inofensivo anciano [cuyo dorso encorvado me pareca escapado [peda] de
un silln de Academia.] fue (jqun lo dira!) mi primer maestro de indisciplina e
insubordinacin retnca. -Nia [Pequea] -me deca con su desdentada y ben-
vola boca- no leas nunca a Hermosilla! Y si lo lees, mndalo a paseo, me en-
tiendes t? A paseo. Haz t tus versos all a tu modo ... pero nunca por reglas!
Nada de reglas! Las reglas solo sirven para echarlo todo a perder. No cuentes las
slabas, oyes? Al odo: Si no te ayuda el odo, aunque las cuentes por los dedos,
320 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
qu saldr? Un ciempis! Sobre todo ... cmdadito con Hermosilla!- Por manera
que yo llegu a imaginarme que Hermosilla era peor que un diablo del infierno, y
a sentir una curiosidad mezclada de terror que me movi a tragarme, as que lo
pesqu, el Arte de hablar en prosa y verso.
Respecto a la idea que por entonces tena yo de la novela, recuerdo un epISO-
dio, con el cual cerrar la serie de mis recuerdos literarios de la niez, no porque
no se me agolpen innumerables tentndome, sino por no cansar al lector paciente.
Dir pues que a la edad de catorce aos, y habindome sido concedido leer las
novelas de Cervantes y las dems que en la biblioteca figuraban, (19) y dndome
como premio a mis habilidades en la costura las de Fernn Caballero, tena en
entredicho las de los Dumas, Jorge Sand, Victor Hugo, y dems novelistas del ro-
mantIcismo francs. Siempre que se nombraban tales engendros, se haca en trmi-
nos de dar a entender que su lectura era lo ms pernicioso y funesto para una se-
orita. El concepto [censorio] general de lo que eran novelas solo se aplicaba a stas;
parece como si no hubiese otras en el mundo. De Jorge Sand no le una lnea en-
tonces m mucho tiempo despus; de Dumas hijo solo pude echar la vista encrma a
las que publicaban en folletn los diarios progresistas que reciba mi padre. As es
que me arda la sangre en deseos de satisfacer rm cunosidad acerca de los novelis-
tas por antonomasia, que eran para m gnero de contrabando. Cierto da, de los
pocos en que me permitan Ir a casa de mis amigas, nos metimos en el despacho
de su padre, y, naturalmente, lo pnmero que mir fue la estantera cargada de li-
bros. Di un grito de jbilo. Con todas sus letras acababa de leer en [el lomo] un
tomo en cuarto prolongado: Nuestra Seora de Pars. Poco dur la lucha entre el
deber y la pasin. Si lo peda no me lo daran, claro est; o al menos consultaran
a mis padres, y stos negaranme el permiso. Lo escond pues bajo el abrigo y as
me lo traje a casa escondindolo en un bufetillo donde guardaba mis cintas y brin-
cos, para leerlo cuando nadie me viese. Y qu bien me supo todo aquello de la
Esmeralda con (20) el capitn Febo, y las abnegaciones angelicales de Cuasimodo,
y las diablicas maldades de Claudio Frollo! Un mes no pens en otra cosa. En
efecto era delicioso como nctar el fruto prohibido! Aquello s que se poda llamar
novela: all no sucedan, como en las de Cervantes, cosas que a cada paso estaba
uno viendo, sino unas cosas tan grandes, raras y extraordinanas, que para idearlas
se necesitaba tambin un entendimiento fnix y sin par, por lo cual deduca yo que
la novela era un gnero que solo podan cultivar gentes dotadas de maravillosa in-
ventiva; y mucho tiempo me dur esta idea, presentndome la novela como cosa
inaccesible para los simples mortales. Si alguien me dijese entonces que podra yo
llegar a escribir una novela, me hubiera redo lo mismo que si me dijesen que poda
construir una catedral. Mucho tiempo despus an me quedaban rastros de esa idea.
La revolucin de SetIembre ocurri dos meses despus de mi boda, y elegido
mi padre diputado en las ConstItuyentes de 1869, empezamos a pasar la mitad del
ao en la corte, y en Galicia solamente los veranos. Mi amor a las letras, nacido
conmigo en CIerto modo, sufn pasajero eclipse, naufragando entre las distraccio-
nes que ofreca Madrid a una recin casada de diez y seis aos, ms nia an por
dentro de lo que suelen ser a tal edad las espaolas, merced a su gnero de VIda y
educacin y hasta a sus mismas aficiones de traga-libros. (21) Hoy comprendo que
me sera insoportable aquella VIda de diversin perpetua, ms montona en el fon-
do que la de ningn enclaustrado: toda la maana visitas o al picadero a tomar
lecciones de equitacin: todas las tardes en carruaje a la Castellana (an no se
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 321
paseaba en el Retiro entonces); todas las noches al teatro o a algn sarao o baile:
conciertos [Monasteno] en pnmavera: [del concierto a los toros:] Retiro por la noche
en verano: pocas veces a caballo a la Casa de Campo, y de higos a brevas una
excursin al Esconal o Aranjuez, No dir yo que no sean muy gratos a veces estos
pasatiempos, y que no dilaten el espritu y formen en nosotros CIerta sociabilidad y
dulzura bien necesaria para el roce mutuo de los infelices mortales: solo su conti-
nuidad y engranaje inalterable parece hoy a mi espritu independiente, menos tole-
rable que entonces. El verano era para m una sene de paseos [a travs de Galica],
a caballo, a pie, en carruaje, que empezaron a revelarme las hermosuras de la tie-
rra e hicieron de m, ms adelante, [una] incansable pasagsta, enamorada del gris
de las nubes, del olor de los castaares, de los ros espumantes presos en las ho-
ces, y refractaria a la descripcin urbana, en que todava no he acertado a com-
placerme.
Para la cultura espaola no puede dudarse que ha SIdo una etapa, una fase, la
revolucin de Setiembre. Los hondos trastornos polticos modifican siempre de re-
chazo el arte, y esta ley est sobrado demostrada por la historia para que se nece-
site probarla. Los ltimos aos del reinado de Isabel segunda fueron de escasa VIda
literaria y artstica: necesitbase (22) acaso el rudo sacudimiento para que desper-
tasen los que dormitaban, los que estaba despiertos combatiesen, y una nueva ge-
neracin, una cosecha, saliese del suelo que la piqueta sembraba de escombros y
empapaba la sangre. Aquel aire tempestuoso pareca llamado a robustecer los pul-
mones de los que lo respiraban, y a infundirles el aliento necesario; aquella apre-
surada discusin, aquel incesante y vertiginoso debate sobre todo cuanto compone
el ser moral de Espaa, pareca hecho de molde para madurar rpidamente las m-
teligencias y arrancar chispazos a la palabra y a la pluma. El mismo interregno
literario de los primeros aos de revolucin, interregno en que solo derramaba mares
de gracia, mordacidad y aticismo la prensa satrica, fue acaso provechoso, como lo
es el descanso del terruo cuando en l va a caer nueva simiente. Y en efecto, sin
que yo atribuya a las divisiones cronolgicas en literatura exagerada Importancia,
creo que puede decirse que una nueva era, distinta de la anterior, comenz con la
Revolucin, y que [aun] los que quedaban de la poca anterior se revelaron modi-
ficados, distintos, bajo la influencia de nuevas corrientes y horizontes nuevos.
De aquel movimiento que se iniciaba entonces me llegaban a veces, entre el
delicado aroma del t de las reuniones; entre el ruido de ruedas de la Castellana,
algunos ecos, que me preocupaban tambin algunos das. Los versos de Nez de
Arce [cuya fama comenzaba entonces], los primeros dramas de Echegaray, los l-
timos de Tamayo, a los cuales acudan los SOCIOS de la Juventud catlica dispuestos
(23) .
(24) cautivaba muchsimo ms que el moderno.
No eran sin embargo las cuestiones literarias las que ms preocupaban entonces
los nimos. Las relegaban a un papel ms secundario an que de costumbre las po-
lticas. Ah, qu momentos! No se hablaba ms que de poltica: asonadas, trastor-
nos a cada instante, partidas carlistas, motines federales; y sobre todo la terrible
cuestin religiosa, mezclada a todo: una cuestin que se encontraba hasta en la sopa,
[dir] SI la frase no peca de Irreverente. Los brutales excesos de la demagogia
clerfoba, el Congreso convertido en blasfemadero oficial, las Imgenes fusiladas,
las iglesias, monumentos preciosos del arte a veces, derribadas con saa estpida,
las monjas zarandeadas de aqu para all con menos miramientos que SI fuesen mozas
322 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
mesas de las fondas, con plumas comidas de orn, tmteros secos y papel que deca
en el membrete Hotel de la Mtropole -Genve- o Albergo della Porta
-Verona- escrib el diario de viaje obligado, dndole la ms esmerada forma li-
teraria, pero sm nimo [alguno] de publicarlo. En efecto, jams lo intent, m he
vuelto a mirar los desordenados apuntes. Pero desde entonces fue para m como
urgente necesidad el tener pendiente siempre algn estudio o algn escnto, dar en
una o en otra forma desahogo a la vida cerebral que comenzaba a sobreponerse a
la perezosa alegra [y dulce vagancia] de los primeros aos juveniles.
De vuelta a Espaa, dio alimento a esta nueva necesidad el movimiento nuevo
tambin que, a vuelta de las tragedias polticas, del cantonalismo y de la guerra
civil, empezaba a preocupar los nimos y a descender de la esfera poco numerosa
siempre de las gentes pensadoras y estudiosas al dominio del pblico, de la prensa
y hasta de los corrillos (28) y Casinos. A esta novedad mtelectual sola llamrsele
filosofa alemana y no era en puridad, al menos en la parte que ms sorprenda y
daba que charlar al profano vulgo, sino teosofa krausista, con sus puntas y ribetes
de iluminismo, si bien los espntus graves le aadan un contrapeso de crtica
kantiana o de Idealismo trascendental a lo Hegel. De aquella escuela, en que se
agrupaba entonces buena parte de la flor y nata de la juventud universitaria, se
hablaban mil cosas contradictorias y extravagantes, muy propias para despertar la
curiosidad de quien la tiene como yo algo cosquillosa. Quin presentaba a los
krausistas como nuevos Mesas y redentores de la humanidad, poseedores de una
ciencia esotnca con la cual en un abrir y cerrar de ojos iban a regenerar al hom-
bre corrompido y la sociedad decadente saldra, como Lzaro, resucitada y glono-
sa de entre la podredumbre del sepulcro; quin al contraro los pmtaba como sofistas
y farsantes, peores mil veces que los cantonales demagogos. Quin les tena por
ateos empedernidos, materialistas como Lucrecio, pantestas hasta el punto de ado-
rar como los antiguos egipcios los vegetales de las huertas; quin afirmaba al con-
trario que eran excesivamente piadosos, caritativos y aun rezadores y devotos. Qu
de cosas extraas se oan entonces! Pero sobre todo, lo que traa a la gente soli-
viantada (29) era el lenguaje -haba quien deca la gerigonza (sic)- de aquella
nueva secta: un hablar raro y enrevesado, unos trminos abstractos e imposibles de
entender. A propsito de esto no puedo olvidar un detalle: la entrada de cierto to
mo, hidalgo campesmo y no de los ms lerdos, que haba sido Diputado de las
[primeras] Constituyentes y era y es una [discreta y] cabal persona. Este tal, [pro-
cedente de su Pazo,] entr CIerta maana en rm habitacin, colorado como un pavo,
con un nmero de pendico en la mano. [Chica! exclam [antes de darme los bue-
nos das] sin saludarme. Scame de un apuro. Qu quiere decir esto, que lo llevo
ledo catorce veces y no puedo entenderlo? - y su dedo rugoso sealaba a un
prrafo del peridico que empezaba as: -Atentos a la propia conciencia, nos ha-
llamos en estados mudables de nosotros mismos, de los cuales somos, sin embar-
go, propia y verdaderamente ntimos...
Como yo me encontraba punto menos apurada que mi buen to, pero no Imagi-
naba que pudiesen sacarme del atolladero las explicaciones de nadie, sino el apli-
carme yo misma a despejar la incgnita, trat de hacerlo comprando los libros que
contenan aquellas tan discutidas doctnnas. Los traducidos al castellano eran po-
cos, y en su mayor parte de discpulos y comentadores de Krause, sobre todo Thiber-
gien. Sera presuncin vana en m decr que desde el primer momento me enter
fcilmente de todas aquellas filosofas, para m novsimas, como lo eran todas las
324 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
dems, pues yo no haba ledo sino de vaga y amena literatura hasta entonces. La
im- (30) presin que recib fue detestable, lo confieso. Como a pesar de la licencia
pontificia mi conciencia de catlica ferviente se alborotaba un poco con aquella
lectura incesante de obras heterodoxas, para poner la triaca al lado del veneno me
di a leer tambin otro gnero de autores que tampoco conoca, los autores msti-
cos. Tras de los Mandamientos de la Humanidad, me quitaba el amargor [de boca]
con un trozo de la Filotea, ese libro de tan fina psicologa, de anlisis pasional tan
delicado y profundo. Apenas soltaba la Analtica, me abrazaba con las Moradas de
Santa Teresa. El resultado de este ejercicio fue el que tena que ser en un espritu
donde la vocacin literaria y el culto [un tanto pagano] de la forma y de la belleza
yacan latentes, pero prontos a surgir al momento favorable. Cuanto ms tedio e
indignacin me causaban las malas traducciones y los desacatos contra el idioma
[castellano], cuya hermosura y riqueza y escultnco grandor empezaba entonces a
sentir, ms me iba cautivando y apoderndose de m lo que haba de ser firme amor
de mi inteligencia, la prosa y las letras castellanas.
Por lo que hace al [valor del] fondo de las doctnnas krausistas, habame pro-
puesto apreciarlo con serenidad, hasta donde me lo permitiese el alcance de mi
caletre. Encontrbame en las ms favorables condiciones para ello, pues me honra-
ba con la amistad de no pocos krausistas, gente de mrito, algo extraa, pero ms
recta an que extraa, y poseda (31) de cierto comunicativo entusiasmo y afn por
el mejoramiento de la sociedad y el adelantamiento de la ciencia [y aun de un res-
peto y tolerancia por las ideas religiosas ajenas], muy simptico para mis [cortos]
aos y mi imaginacin fcil en caldearse. Tan sincero era en m el deseo de ente-
rarme bien de lo que haba en todo aquello, que habiendo confesado francamente
lo poco que me persuadan y la vacuidad que encontraba en las traducciones ledas
hasta entonces, y habindome contestado [e imaginndome], con un poco de des-
dn, que era preciso leer a los autores en su idioma, me consagr a aprender el
alemn con objeto de sepultarme en la lectura de Hegel. As que empec a saberlo,
faltme tiempo para dedicarme a la de Schiller, Goethe, Heme, Brger -los poe-
tas, los artistas! Porque no hay como soltar al agua, para que ella busque su nivel
y su cauce propio.
A aquella cunosidad intelectual debo sin embargo mucho. En primer lugar, me
acostumbr y aficion a la lectura seguida, metdica y completa, hasta apurar un
asunto -que esto puede llamarse estudio en realidad. Le debo haber tomado el gusto
a dos gneros de lectura muy necesanos en mi entender al desarrollo de la inteli-
gencia y al fondo de pensador que debe tener todo artista: la filosofa especulativa
y la mstica, que es filosofa tambin, pero fundada en el amor divino. Por Krause
y Schelling fui a Espinosa, a Kant, a Hegel: de stos a Descartes, a Malebranche,
y as desde los filsofos modernos hasta los de la antigedad, Platn, Anstteles.
No (32) era ya la curiosidad vulgar del que oye hablar mucho de una cosa y dice
para s -Vamos a ver qu es eso- sino el placer sereno del que recorre un museo
donde se agrupan las ms raras preciosidades que ha producido el arte humano. Co-
locado ya Krause en su puesto secundano de filsofo y gnstico, entre las ramifi-
caciones del pantesmo alemn, lo que restaba era positivo provecho para m, y
aficiones nuevas y tiles.
Es difcil para el pblico que lee, y en el cual los hombres estn en mayora,
formarse idea de lo difcil que es para una mujer introducir un poco de mtodo en
sus lecturas y hacerse una cultura autodidctica. Los hombres van a las escuelas de
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 325
drid, y una maana cierto amigo de ambos me trajo a casa al autor de los Gritos
del combate, (35) que por entonces comenzaba a disfrutar de grande y merecida
fama, y del cual saba yo composiciones enteras de memoria, como Miserere, Tris-
tezas y Velut umbra [...] primera impresin recuerdo que fue de sorpresa de que un
hombre tan chico hubiese escrito unos versos tan anchos, tan resonantes y varoni-
les, que me [...] hechos de molde para recitarlo s sobre una roca, a lo Simnides,
[...] el rumor del Ponto y el fragor de las batallas. Disipada esta [...] me pareci
ver en aquella fisonoma [castellana] entristecida y grave, algo na [...] un lienzo
del siglo XVII, y muy en armona con el valor y abolengo [...] musa. Departimos
muy amigablemente: le recit poesas suyas [...] la bondad de hallar bien entona-
das; y luego salieron a relucir [...] propias, que por entonces ya estaban reunidas
en tres gruesos cuadernos, con su correspondiente rtulo y divisa. Es de todo pun-
to OCIOSO aadir que el poeta me las elogi hasta las nubes, porque eso de suyo se
cae de hombre corts a dama poetisa; lo que importa es que Nez de Arce medio
se escandaliz de ver all inditos aquellos primores y para vencer el escrpulo que
yo mostraba en publicarlos, ofrecime con la ms generosa intencin un prlogo
de su pluma que les sirviese de introduccin y portada. No necesito decir que tras
la animacin de los elogios, me supo a glo- (36) ria la promesa. Ocurra esto en
los ltimos das de mi residencia en Madrid y qued pactado que yo enviara el
mamotreto desde Galicia, previas las indispensables correcciones. As lo hice en bre-
ve, despus de escardar, mondar [oo.] y pulir el matorral de rimas. Pero el calor haba
[oo.] la [buena] intencin del poeta se haba ido a hacer compaa a [oo.] y el prlo-
go no lleg jams a tener ni un rengln. No he [oo.] decir [con cuantas veras] cuanto
se lo agradezco al cantor de Luzbel!
Ocurre con los versos un fenmeno digno de observarse, [oo.] notado en varios
de mis amigos literatos, y es que se les cobra tal [oo.] tan ciego cario a los partos
de la musa; se pone en los ojos tal [oo.] se aferra con tal energa el entendimiento
a la ilusin de contarse entre los predilectos de las nueve consabidas vrgenes (a
quienes compadezco por cada adorador que les sale) y beber en la fuente Castalia,
que desde Cervantes ac, los ms sagaces crticos, los ms claros y despejados
entendimientos son juguete de este linage de engao, y los mejores prosistas da-
ran a veces no digo un dedo de la mano, pero s todos sus libros en prosa, por el
lauro potico. Ni basta a curarles de este achaque el convencimiento de que en
Espaa hay un rimador tras de cada esquina, ni aquello de poeta, m- (37) sico y
loco, etctera, ni el ver que nadie que maneje la pluma ha dejado de hacer sus
primeras armas en verso, ni el convencimiento racional de que la esencia vaga y
divina de la poesa no se encierra en los lmites [estnctos] del metro [oo.] puede
derramarse tambin por la libre y varia amplitud de la prosa [oo.] Cervantes ser gran
poeta en el Quijote no SIndolo en sus renglones medidos. [oo.] aun la frialdad del
pblico, su indiferencia y silencio, son parte a [oo.] a estos as aferrados a su ramilla
de apolneo laurel, pues apelan de [oo.] [actual generacin distrada] prevenida [o
descaminada] a la posteridad Justiciera, y mientras [oo.] atiende la gente, ms se
encarian ellos con sus versos desde [...] peinan, alian y se esmeran en su impre-
sin, al modo que las madres estn SIempre cuidando del hijo menos lindo y ms
enfermo. Por no aludir sin nombrar ah est Menndez Pelayo, crtico, historiador,
prosista de acerado temple, que no ve sino por el ojo de sus versos; Valera, maes-
tro del estilo, novelista agudo y gentil, que acaba de reclamar, con todo el salero
que Dios le dio a manos llenas, su diploma de poeta; ah est Luis Vidart polgrafo
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 327
de los ms informados que tiene Espaa, autor de monografas muy eruditas y di-
ligentes, que me deca hace pocas horas -Tengo tal cario a mis versos, que sean
como sean los he de recojer, coleccionar e impri- (38) miro Quin ignora el afn
que nuestro primer hombre de Estado, que es adems un escritor docto, tiene por
el cultivo de la musa?
Sin meterme aqu a Juzgar los versos de estos seores, ni [...] los mos propios,
dir que estoy exenta de la flaqueza que a tantos [ ] discretos ingenios ha ataca-
do, de encariarse con las rimas. Lejos de defender [ ] tal empeo el bagage po-
tico, en m ha llegado al extremo el empeo [...] ocultar mis rimas como se ocul-
tan los pecados. Vaya [...] el porqu. La poesa no me satisface sino cuando el
poeta se [...] de ella una personalidad y una nota propia. Bien s que nadie es [...]
para nacer sin semilla (en apariencia, pues los hongos la tienen tambin) y que en
prosa como en poesa todo el mundo, quiera que no quiera, tiene antecesores y
maestros; pero debido acaso a la mayor libertad y variedad de la prosa, lo que en
sta puede llamarse seguir o ser adoctrinado por un autor, en poesa se conoce por
imitacin y es de lo ms desconsolado. Yo posea gran facilidad para rimar, y no
me era difcil, ledas tres o cuatro veces un verso de [Reine o Bcquer] Zorrilla o
de Campoamor, hacer unos remedos y vislumbres... qu plidos y feos me pare-
can! y [aun] cuando sin reminiscencias y por inspiracin propia escriba, en las
clusulas (39) y estrofas parecame or el eco de voces conocidas; no era que repi-
tiese all materialmente versos agenos, y sin embargo haba eso que en msica se
llama reminiscencias, por lo cual vena al cabo a parecerme odiosa la musa. Si al
menos tuviese yo la disculpa de Menndez Pelayo, de haber acertado a [crear o
resucitar] una direccin, ms o menos simptica, pero al cabo imposible de con-
fundir con los versos que pululan en revistas, semanarios e Ilustraciones, quizs se
explicara mi ceguera. Mas no hallndome en tales condiciones, sera indisculpable
en m cualquier debilidad por mis versos, y jams la he tenido. Slo el impulso de
un sentimiento nuevo, y muy vivo, me dict un da algunos poemas breves como
suele serlo el sentimiento, y si un amigo no los hubiese encontrado dignos de pu-
blicidad y me hubiese hecho la dulce violencia de imprimirlos en un lindo tomito,
es probable que Jams hubiesen salido de mi carpeta, no dir a la luz, sino a la
media oscuridad de arrugas manos, que los han apreciado y aun los han baado de
lgrimas.
Con este librito se relaciona un acontecimiento para m muy importante, ocurri-
do en Julio de 1876, que guarda inexplicable pero estrecha relacin con el princi-
pio de mIS trabajos de prosista. Mi primer y nico hijo varn vino al mundo, y
apenas expirada la cuarentena, entre mis fatigas (40) de madre y nodriza, renaci
en m la idea [que traa de Madnd] de optar al premio de un Certamen que se ce-
lebraba en Orense para honrar la memoria del Maestro Benito Jernimo Feijo. En
veinte das o poco ms escrib el Ensayo Crtico, que un escribiente iba copiando a
medida que sala de mis manos la pgina toda tachada. [oo.] poco partidaria de
Certmenes, lo confieso, y por punto general tengo [...] pero aquel certamen orensano
me pareca cosa ms seria de lo que suelen [...] tales solemnidades; y no me enga-
el presentimiento. Al tema crtico se [...] haban presentado nada ms que otros
dos competidores, pero eran respetables: la una una escritora de varonil entendi-
miento y serios estudios, doa Concepcin Arenal de Garca Carrasco, hecha a ganar
lauros en la Academia de Ciencias morales y polticas; el otro un profesor de la
Umversidad Central, Morayta, el que no hace mucho dio ocasin con un de [oo.] a
328 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
los motines de estudiantes tan dictatorialmente reprimidos por [...] [Los trmites y]
El resultado de aquel Certamen no dej de ser curioso. La votacin [...] empatada
entre la autora de las Cartas a un obrero y yo; el asunto pendiente de resolucin se
encomend al Claustro de la Universidad de Crviedo en ltima instancia, y su voto
me fue favorable. Mas no quiero omitir que conozco, mejor que pudo conocerlos
ninguno de mIS bemgnos jueces, los defectos (41) gravsimos que afean mi obra.
Apenas empezaba yo cuando la escrib a [...] el siglo XVIII, del cual se requiere
tener muy exacta noticia para hablar de Feijo. Conocale algo en los enciclopedistas
franceses; punto menos que nada en terreno espaol. Era adems aquella mi pri-
mer obra un poco larga en prosa destinada a la publicidad, y en ella se desbordaba
esa savia bulliciosa, exuberante, mal encauzada y contenida, de la extremada ju-
ventud literaria, y se vea la inexperiencia, no tanto de la pluma, cuanto del cere-
bro, incapaz de mtodo, de plan, de concretarse y analizar y ahondar un asunto. En
resolucin y para decirlo en pocas frases, mi estudio se resenta de la premura
conque lo hice y de mi falta de conocimientos, hasta tal extremo, que hoy no po-
dra reimprimirlo sin refundirlo totalmente, conservando bien poca parte de l. Para
dejar concluido lo referente al Certamen de Oren se dir que en l gan tambin el
primer [...] rosa de oro, por una oda a Feijo. Suelen estos premios de certmenes
de [tan] escaso gusto como valor; pero mi rosa, trabajada en Santiago, donde que-
dan restos de la gran tradicin de orfices y artfices en [...] Renacimiento [espa-
ol], es una joya encantadora: la rosa [de tamao natural] tal cual se [...] del rosal,
con la elegante curvatura y menudas espinas de su tallo, con el fino esmalte verde
y las venillas de las hojas, con la flor entreabierta y dejando ver en el fondo las
semillas [leves] blancas; una joya que nada tiene (42) de artificioso, una flor co-
piada en oro puro y macizo, que pesa en la mano [...] [prendida] en el pecho es de
una delicadeza encantadora.
Jams volv a tomar parte en Certmenes desde entonces. Sin [...] me tampoco
en la idea de escribir otra cosa larga, y atendiendo nicamente a la comenzada pero
interminable labor de adquirir la mucha instruccin de que careca, para lo cual me
sobraba tiempo, habindome establecido en la Corua a consecuencia del nacimiento
de mi hijo, transcurneron [casi] tres aos en que bien puedo decir que no hice ms
que versos y artculos sueltos para algunas publicaciones regionales; artculos y
versos que, sm metfora, ocupaban mis ratos de ocio no ms. Sobre mis variadas
aficiones, entre las cuales se contaban las ciencias naturales en cuyo estudio em-
ple algunas [... ] empezaba ya a destacarse rru aficin a la crtica y a la [bella]
literatura [...] nada a preponderar. De ella fueron muestra los artculos que [...] la
Ciencia Cristana, revista dirigida por el [sabio] filsofo don Juan Manuel Ort y
Lara. Mis artculos versaban sobre los Poetas picos cristianos y el Darwinismo.
El espntu de la revista de Ort era ms religioso que literario [tomista acrrimo],
sin que dejase de asociarse a l, como en cier [...] dems, un culto muy loable de
la tersura de la frase castellana, y de la CIenCIa ortodoxa All escriban los ms
graves y cristianos varones como Fray Zeferino Gonzlez, entonces ObISPO de
Crdoba, el P. Mir, el (43) P. Montaa, el mismo director, Ort, y con esto doy por
conocido el [...] que la Revista tendra. Redactores, pocos, y con faldas [femeniles]
uno solo, que era yo. Todo se acendraba all en el crisol de la ms ngurosa orto-
doxia. Las ideas de los escritos se pesaban en delicadsima balanza, y si discrepa-
ban un adarme no se les daba pasaporte. Con esto se entiende bien que un tempe-
ramento literario tan cunoso y desenfadado como el mo tena que rebasar, tarde o
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 329
temprano, del lmite, y derramarse fuera de las medidas un tanto angostas del di-
rector, [respetabilsima persona] por otra parte en todos conceptos, pero organizado
de manera muy distinta que yo. Siempre conservar no obstante grata memoria de
aquel tiempo en que me ejercit [...] mente para poder escribir el San Francisco de
Ass. Y por cierto que el captulo de esta obra acerca de los filsofos franciscanos
fue el [oo.] y definitivo desacuerdo que hubo entre el respetable Sr. Ort y nu hu-
milde persona. Tomista hasta la mdula, el traductor de Jungmann no aprob mi
adhesin a la filosofa mstico-crtica representada por San Buenaventura y Escoto.
Mis trabajos para la Ciencia cristiana, obligndome a pesar y examinar cada
pensamiento y cada palabra antes de estamparla, el pensamiento para no pecar contra
la teologa y las palabras para no ofender el idioma, (44) que all se respetaba muy
de veras, me fueron provechosa gunnasia y me prepararon a ms largos, ya que no
ms detemdos trabajos, pues all era cosa de pararse hasta en las semnimas. Por
ningn estilo creo que hayan dejado de prestarme servicios aquellos saludables en-
tretenimientos.
Un tanto fatigada de mIS largas excursiones por el campo filosfico, refugiada
ya en el seno de la dulce filosofa mstica, que es el mejor descanso para una ca-
beza [catlica] en que predominan los artsticos Impulsos, me haba concedido a
m misma permiso para leer, adems de los poetas, algo de amena literatura, con-
tndose entre ellas la novela. Este gnero desdeado antes por mi juvenil severi-
dad, empezaba a revelrseme con todo [oo.] atractivo pico-Irico, y la Idea singular
que de la novela me [oo.] yo all en mIS primeros tiempos, suponindola por preci-
sin llena de lances descabellados y extraordinarios, de enrevesados incidentes, haba
ido modificndose insensiblemente, sin premeditacin ma, por solo [oo.] de lecturas
sucesivas, Vi entonces desfilar ante m, en italiano, Los novios de Manzoni, las
ltimas cartas de Jacopo Ortis; en ingls le mucho de Walter Scott y no poco de
Ltton (sic) Bulwer y Dickens; en alemn a Werther; en francs mucho de Vctor
Hugo: pero todava segua Ignorando la novela espaola! Por entonces la Ciencia
cristiana publicaba Ama- (45) ya o los Vascos en el siglo VIII, de Navarro Villoslada.
Hablando de ella [oo.] mente, indicme no s quin a Pepita Gimnez, el Sombrero
de tres picos, el [oo.] (que haca ruido entonces) los Episodios Nacionales y algo de
Pereda. Fue para m en efecto regocijadsima sorpresa. Yo crea muertos para siem-
pre a los Hurtados, Espineles y Cervantes; yo no me formaba ni la Idea de que
existiese novela en Espaa. Y mientras yo lea filsofos, telogos, e historiadores,
o me enfrascaba en el Origen de las especies de Darwin o en la Historia Natural
[oo.] la Creacin de Haeckel, la novela, fresca, risuea, graciosa, con su Jubn [de
plumas y chamberguillo] del siglo XVI, pasaba all, a mi lado, convdndome a se-
guirla como [oo.] Galatea del poeta!
Para explicarse esta ignorancia ma tan prolongada, hay que formarse Idea de lo
que es la vida de una mujer en una capital de prOVIncia, y mxime SI esa mujer se
ha dedicado a otro gnero de estudios aislndose en ellos. Saba yo entonces al
dedillo cuntos y cules eran los Impugnadores de Draper; qu ltimo descubn-
miento se ha [oo.] en termodinmica; y otras muchas cosas que lea en revistas [oo.]
u obras especiales. Y el ruido de la novela, no mucho entonces, me llegaba tarda-
mente, como uno de esos rumores apagados a que, en la distraccin del espritu,
no prestamos atencin.
(46) De todas suertes, as que, SIn esfuerzo alguno crtico por mi parte, ya que
se haba modificado mi concepto de la novela, modific se tambin el de que yo no
330 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
serva para novelar. Ante los lances y enredos de Ponson Terrail [la escuela
dumasiana] y Alejandro Dumas; ante aquello de arrojar bonitamente a un hombre
al mar metido en un sudano, con una bala atada a los pies [...] que [... ] mismo
hombre, en un periquete, rasgue con un cuchillo el sudano consabido y salga a flote
nadando como un pato; o aquello otro de que un hidalgelo [...] a Pars se vea en
un abrir y cerrar de ojos introducido en la cmara de los reyes, mezclado en altos
secretos de estado y enredado en los amoros [...] [que est la pobre seora en un
apuro terrible,] los celos del rey y las venganzas del pnmer mimstro, con otras
extravagancias del mismo jaez, eso era cosa tan supenor a mis fuerzas mis [...] ja-
ms pude explicarme por qu movimiento de la Imaginacin se teje una fbula as,
sacada de la propia sustancia del autor, a su [oo.] raa. Si la novela consista en
describir lugares y costumbres que [oo.], en estudiar caracteres que encontramos en
la vida real y en narrar [...] pueden ocurrir a cada paso, entonces yo poda atreverme:
la novela estaba al alcance de mi fortuna.
Presentndoseme con ms o menos claridad, estas reflexiones fueron las que me
determinaron a escribir en 1879 Pascual Lpez, autobiografa de un (47) estudiante
de medicina, mi primer novela y rm segundo trabajo un poco largo en prosa, des-
pus del Estudio crtico sobre Feijo. Envila a Madrid a la Revista de Espaa, por
mano de un amigo que se encargase de recomendarla. Mi nombre no venca, como
dice el poeta, la indiferencia del vulgo, ni era entonces conocido sino en la regin,
donde claro est que todos nos conocemos como en pueblo pequeo, y entre el
pblico especial de lectores de la Ciencia cristiana y el Siglo futuro; as es que no
sobraba la recomendacin ni estaba de ms tratndose de una personalidad nueva.
Apenas empez la publicacin empezaron tambin esas satisfaccioncillas que, con-
fisenlo o no, gozan todos los autores cuyo primer trabajo un poco formal es lan-
zado a la publicidad y bien acogido. Hoy la [halagea] carta del maestro a quien
respetamos o del compaero a cuyo lado hemos quendo colocarnos; maana el ar-
tculo lisonjero, la palabra de aprobacin del docto, la [muestra de] atencin del
distrado, el primer araazo de la envidia, que cuando trae la marca de fbrica hasta
produce grata sensacin en la piel, el alto ah! de la crtica, que por vez primera
se digna mirarnos con detencin y comprobar que merecemos que nos dedique al-
gn tiempo, todo eso que nos revela que el esfuerzo de nuestro ingenio y la flor de
nuestra fantasa no se secarn olvidados en un rincn del mismo jardn en que se
abrieron...
(48) Terminada la publicacin de la novela en la Revista, hzose la edicin apro-
vechando las cajas y en el mismo formato de la Revista. Result, tipogrficamente,
la ms fea cosa que han VIStO los siglos: luengo y plano como una solla, con cu-
bierta de un azul lacio y desmayado, plagado de erratas, que por entonces menu-
deaban en la Revista ms an que ahora, y por colmo de desconcierto, hasta equi-
vocada la numeracin, Un crtico un poco nervioso se encontrara dispuesto a
pegarle, como ahora se dice, un palo, solo con verle la hechura. No obstante le
fueron propicios los hados, y el ms fiero de los que entonces se dedicaban a la
tarea de juzgar obras agenas, se abland ante l.
Cuando recuerdo la poca de la publicacin de Pascual Lpez, me admiro, no
tanto de la rapidez conque corre el tiempo, sino de la mutacin y renovacin que
un perodo bastante corto trae consigo a todos los rdenes del arte, y cmo se cam-
bia, por decirlo as, de baraja en todos los terrenos. Poco ms de un lustro ha co-
rrido desde entonces, y sin embargo, qu etapa tan nueva y tan diferente ha fran-
LA PRIMERA REDACCIN DE LOS APUNTES AUTOBIOGRFICOS 331
fresco matinal para despejarme la cabeza antes de ponerme al trabajo, tengo a dos
pasos el bosquecillo cuyas calles en cuesta se abren difcilmente paso por entre
maCIZOS de aralias, paulonias, castaos de Indias y retamas de perfume embriaga-
dor cuando estn florecidas. Poco ms abajo el surtidor del piln, [con la villa
cerrada,] desgrana gotitas menudas sobre (82) la superficie del agua, donde nadan
siempre alguna hoja amarillenta, despojo de los arbustos, o algn barquito de mu-
ecas, quilla arriba, resto de un naufragio producido por los combates de Trafalgar
que Jaime no cesa de hacer desde que lee los EPIsodios Nacionales de Galds. Las
magnolias entreabren sus urnas de mrmol blanco; los granados su boca de prpu-
ra; las enredaderas suben por el emparrado arriba, y trepan hasta las bajas e irregu-
lares ventanas de la casa, entre cuyas vidrieras se estrangula a veces un tallo de
fsia (sic) o un sarmiento de pasionaria. Ms all el reguero de agua, rodeado de
berros y helechos, va a perderse en el amplio declive del prado, y el crculo de
frutales que crece alrededor de la tapia llama a los golosos con sus perales rendi-
dos al peso de las pomas, y sus pavas destilando aroma. Cmo es posible no
acordarse ante tal vista, del poeta contemplador, y decir una vez ms
Mil olores son en efecto, porque en este huerto de la Granja [pienso que] hay
de todas (83) las flores y plantas del mundo, desde el cedro hasta el hisopo, y en
las noches serenas, cuando el cielo se tachona de luceros innumerables y el aire se
sosiega y cesan todos los ruidos del campo, chillar de carros, cantos de segadores,
actividad de vida campestre, parece elevarse en el silencio misteriosa sinfona de
aromas, unos conocidos, familiares, [hasta] populares, como madreselvas, don diego s
(sic), heliotropo, [azucena,] alecrn, retama, verbena, [clavo,] guisante de olor, cla-
vel y rosa [comn], otros exticos y que recuerdan pases de sol y comarcas
remotsimas, [salones alfombrados, y saraos deliciosos]: el ilang desvanecedor, la
aristocrtica gardema, la magnolia que enerva y produce jaqueca si se respira de-
masiado prxima, [la datura, nfora llena de ungento de nardo] el soador
heliotropo blanco, la pasiflora que derrama [efluvios de] miel hiblea en la atmsfe-
ra, la rosa de t y la glicima, de desmayado perfume, semejante a un recuerdo.
La celda [en que escribo] no da a los Jardines, sino a la era: a la izquierda veo
el hrreo inmenso y el palomar, desde el cual descendan poco ha millares de palo-
mas a beber en el estanque del jardn mayor, y a baarse en l no sin gran susto y
consternacin de los dorados peces; a la derecha, el muro y la higuera, cuyos re-
nuevos mordisca una pareja de blancos chivos, dignos de ser inmolados en el altar
del dios Pan; enfrente la puerta por donde sale el rebao del ganado para ir a pastar
al monte; y en el centro el pajar de paja tnga, un inmenso montn de oro blando,
-
RESENAS
SIM, Lourdes CEd.). Juglares y espectculo. Poesa medieval de debate. Barcelona. DVD
Ediciones. 1999, 197 pp.
Igualmente se nos recuerda como este tipo de debates entr en los mbitos universita-
nos, en los que, sirvindose de los recursos propiOS de la retrica clsica, dio lugar a la
disputatio latinas, particularmente divulgadas por clngos errabundos, los goliardos, de
disoluta conducta moral, quienes con tales recitados recorran tabernas y lupanares. De es-
tos debates latinos denvaran, en lengua vulgar, buena parte de los considerados alegncos,
en los que dos contendientes, bien fueran elementos de la naturaleza, como la Rosa y la
Violeta, el Agua y el Vino, o bien antropomrficos, como el Corazn y el Ojo, y, sobre todo,
las figuras del Clrigo y el Caballero, singularizados en los personajes de Elena y Mara,
defendiendo sta al Clngo, y Elena al Caballero.
No olvidemos que el texto del debate entre Elena y Mara, publicado por pnmera vez
por Menndez Pidal y compuesto a finales del siglo XIII, es una de las preciosas muestras
en castellano conservadas de este gnero Junto con la Disputa del Alma y el Cuerpo, los
Denuestos del Agua y del Vino y el poema Razn de Amor, piezas todas del mismo siglo, y
las tres pnmeras incluidas en la presente antologa, SI bien el ltimo de los tres debates se
edita a travs de dos distintas versiones, una Italiana y otra castellana, la pnmera -como
las restantes versiones no castellanas de la antologa- se ofrece en su lengua original Junto
con su traduccin al castellano.
Mismamente cabe relacionar el debate medieval con la tens de la poesa trovado-
resca provenzal, gnero que se aplic a muy diversos temas, desde las contiendas poti-
cas a los encuentros y requenrmentos amorosos, como ocurre en el poema del trovador
provenzal Raimbaut de Vaqueiras, Contrasto tra Giullare e Donara Genovese (Debate entre
el Juglar y la genovesa), tema que cabe emparentar con las famosas serranas del Arcipreste
de Hita.
Debates o disputas que, como en el caso antenor, no siempre se han conservado en el
anonimato y as se incluyen en esta antologa una Disputatio Rosae com Viola, del Italiano
Bonvesin de la Riva, el Dbat du Cuer et du Corps, de Francois de Villon y un cunoso
Pleito de los Colores, que hubieron en uno los colores del pao verde, pneto y colorado,
porfiando cul de ellos era mejor, un dezir, compuesto por el poeta cordobs Pedro Gon-
zlez de Uceda, Incluido en el Cancionero de Baena.
En fin, debates que van desde polemizar sobre cuestiones morales y escatolgicas a con-
troversias amorosas, SIn que falten disputas entre un caballero y un rocn, de las cuales tam-
bin se recogen dos ejemplos en la antologa que nos ocupa; uno a partir de un texto cata-
ln y otro francs.
En la breve Introduccin que precede a la seleccin antolgica, la profesora Sim Justi-
fica el criterio seguido en la eleccin de los qumce textos reumdos y compuestos entre los
Siglos XIII y XV en diversas lenguas romances -castellano, cataln, francs, italiano y
provenzal- a excepcin de un brevsimo debate en latn De Iuvene et Moniali (El Escolar
y la Monja), obra de un annimo escolar medieval, probablemente -como afirma la
antloga- como un ejercicio de disputatio.
Asimismo precisa las normas que ha seguido en la modernizacin de los tres mcos tex-
tos originales en castellano, tales como el observar los apcopes, las conjunciones y adver-
bIOS arcaicos, la conservacin de las desinencias verbales en el presente de Indicativo y en
el futuro simple, etc. Y en cuanto a los textos traducidos al castellano y confrontados con
sus respectivos originales en lenguas romances o en latn, dice haberse respetado en lo po-
sible el sentido de los versos originales, y en las composiciones con esquemas mtncos ms
elaborados respecto a la versificacin Irregular de la mayora de los poemas incluidos, la
profesora Sim afirma que se ha pretendido adaptar al castellano el ritmo particular de cada
composicin.
Una antologa que -como anticipbamos al principio-e- resulta sumamente til para fa-
milianzarnos con un gnero literario tan peculiar de la poesa medieval como el debate, al
tiempo que la edicin de los textos, con frecuentes notas filolgicas y literarias al pie de
pgina, nos ahorra la no tan fcil consulta de tales textos en repertonos y crestomatas
medievales.
RESEAS 341
MARTNEZ RUIZ, Gonzalo. El Cid histrico. Barcelona. Ed. Planeta. 1999, 472 pp.
Aunque el Poema de Mo Cid, a diferencia de los cantares de gesta franceses -la Chanson
de Roland, por ejemplo, elaborada con antenoridad- no contenga elementos fantsticos e
inverosmiles propios de la pica francesa, no es menos CIerto que en el poema castellano,
su protagonista Rodngo Daz de Vivar, as como sus hazaas guerreras aparecen aureoladas
por una multitud de elementos histncamente falsos o contorsionados, con el nICO prop-
sito de enaltecer la figura del Cid Campeador frente a las huestes musulmanas, y an ante
su rey Alfonso VI, que injustamente le haba desterrado de Castilla, dando crdito a falsos
testimonios.
Por otra parte, es bren sabido que los historiadores cidianos se han propuesto desde buen
principio, a travs de fuentes histncas y documentales, establecer cul fue la verdadera
personalidad del infanzn castellano Rodngo Daz de Vivar, y cules sus verdaderas haza-
as al frente de sus mesnadas, con independencia de lo que el Poema refiera sobre su h-
roe. As investigadores como el arabista holands Dozy dando una semblanza adversa del
Cid, sirvindose exclusivamente de fuentes arbigas, en tanto que ms tarde, nuestro
Menndez Pidal, apoyndose tanto en fuentes literanas contemporneas del Cid, como el
poema latmo Carmen Campidoctoris, y en particular en la extensa biograffa cidiana que
supone la Historia Roderici, establece una versin laudatona de la figura de Rodrigo Daz
de Vivar. A tales versiones cabe aadir las numerosas aportaciones postenores destinadas a
RESEAS 343
deslindar las mvenciones contenidas en el poema castellano de la verdad sobre el Cid hist-
neo, como pueden ser el libro de Jules Horrent, Historia y poesa en torno al Cantar de
Mo Cid, las aportaciones de Antonio Ubieto, o bien los estudios que preceden a numerosas
ediciones del Poema, como, por ejemplo, las de Colin Smith o Ian Michael.
Mas he aqu que, coincidiendo con el noveno centenano de la muerte del Cid en Valen-
cia en 1099, acaba de aparecer una nueva e Importante y nueva aportacin sobre la figura
de Rodrigo Daz de Vivar, cual es el libro del historiador jesuta Gonzalo Martnez Ruiz, El
Cid histrico, que constituye una amplia biografa cidiana, en la que, como afirma el autor
al final de su Introduccin, desea evocar la Imagen del Campeador a la luz de las fuentes
histricas con los claroscuros de un caballero del siglo XI, tan lejos de la cidofobia de Dozy
como de la cidofilia del maestro Menndez Pidal, pero todava ms ajenos a ciertas desca-
lificaciones de nuestros das que slo proceden del rencor, de la ignorancia y de la mcapa-
cidad de comprender cierta clase de valores.
A tal fin, el autor del reciente libro -y tambin autor con anterioridad de una edicin
del Poema de Mo Cid-:-, como lo hiciera en su da Menndez Pidal en La Espaa del Cid,
se sirve preferentemente de la citada Historia Roderici, en su caso a travs de la edicin de
Emma Falquet Rey (Turnhout, 1990), complementada por las crnicas registradas en la
Crnica General, de 1344 y la Crnica particular de Cid, a las que hay que aadir los
numerosos documentos y diplomatanos examinados; a todo lo cual hay que sumar las di-
versas fuentes musulmanas consultadas por el autor, resultando de sus exigentes investiga-
ciones una biografa detallada paso a paso, de Rodngo Daz de Vivar, que sita, en cada
momento, en el debido contexto histrico de su tiempo, con lo cual se nos ofrece un escla-
recedor panorama de las complejas relaciones que los monarcas cristianos y el propio Cid
mantuvieron con los remos taifas musulmanes a lo largo de la segunda mitad del Siglo XL
Prescindiendo desde un pnncipio de cuanto se narra en el Poema, el historiador jesuita
parte de los orgenes familiares de su biografiado, as como de su infancia y juventud al
lado de su rey castellano Sancho Il, y luego como vasallo de su nuevo monarca Alfonso VI,
quien propiciar el enlace de Rodngo con la astunana Jimena Daz, hija de una pnma car-
nal del rey.
A partir de los pnmeros pasos de Rodngo Daz de Vivar junto al squito del infante
Sancho, ya proclamado rey de Castilla, desarrolla el autor del presente libro toda la trayec-
toria vital del Cid, a travs de la cual quedan desvirtuados mltiples episodios y personajes
ficticios que aparecen en el Poema, al que para nada se alude a lo largo de los XXXV ca-
ptulos de esta biografa. De esta forma se restituye la verdadera ejecutoria seguida por
Rodngo Daz de Vivar desde sus pnmeras participaciones en lides guerreras, como las bata-
llas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), acompaando a su rey Sancho Il frente a su
hermano Alfonso VI de Len, hasta su conquista definitiva de Valencia en 1094, tras largo
asedio antes de la rendicin de la ciudad, y luego su postenor posesin y defensa ante los
ataques almorvides, hasta su muerte acaecida cinco aos despus de haberse hecho amo de
aquella.
Tras la muerte a traicin de su rey Sancho frente a los muros de Zamora en 1072, y en
el postenor reconocimiento solemne de Alfonso VI como rey de Len, Castilla y Galicia,
sin que mediase la famosa Jura del nuevo monarca en Santa Gadea de Burgos, como se cuenta
en el Poema, vemos al Cid entregado, pnmero a servir a su nuevo rey, y luego, despus de
ser desterrado por ste por pnmera vez en 1081, acaudillando su mesnada, bien ponindose
al servicio, durante cmco aos, del rey taifa de Zaragoza, o ms tarde, dirigir sus propias
campaas en pos de la conquista de tierras levantinas, usando a la vez de sus hbiles estra-
tegias y tcticas como consumado guerrero, como Igualmente de sus dotes diplomticas,
concertando pactos de amistad con los reyes de Aragn y Navarra, e incluso acudiendo en
auxilio de su rey Alfonso, qUien, por Cierto, airado por no haber acudido el Cid a tiempo en
la defensa de la fortaleza de Aledo contra el asedio de los almorvides capitaneados por el
emir Yusuf, nuevamente le condena al destierro (1088-1089), confiscndole en esta ocasin
todas sus pertenencias y ordenando una prisin momentnea para doa Jimena y sus hijos.
344 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Tngase presente que en el Poema slo se habla de un mco destierro tras el episodio de la
Jura de Santa Gadea; como tampoco hubo una sola reconciliacin entre el Cid y su monar-
ca, segn leemos en el Poema, sino que entre Rodngo y su rey hallamos constatados en
esta biografa cidiana que nos ocupa, vanos intentos de reconciliacin que culminan en una
definitiva en 1092, con la devolucin de todos sus bienes y honores.
Con la misma precisin cronolgica que caractenza toda esta biografa cidiana, podemos
segun con detalle las sucesivas campaas emprendidas por Rodngo con miras a la conquis-
ta de Valencia, unas veces pactando con taifas y cadies musulmanes para defenderles de los
ataques de los almorvides, y otras emprendindolas contra ellos y contra las huestes de
Yusuf, qUien una y otra vez desembarca en al-Andalus para intentar consolidar el dominio
musulmn en la Pennsula, llegando incluso en una ocasin a penetrar en tierras toledanas
derrotando a Alfonso VI en Consuegra (1097), batalla en la que perece combatiendo alIado
del rey cnstiano, Diego, el mco hijo varn conocido del Cid, del cual, por cierto, mnguna
mencin se hace en el Poema.
y tras ocuparse el historiador jesuta de los ltimos cinco aos de la Vida del Cid, du-
rante los cuales, en compaa de doa Jimena, fue dueo y seor de Valencia, dedica el autor
los tres ltimos captulos de su libro, pnmero a la permanencia de la viuda del Cid en Va-
lencia hasta verse sta obligada a abandonar la ciudad con la ayuda de su rey Alfonso VI,
quien ve Imposible su defensa ante las ofensivas almorvides; luego, a la descendencia del
Cid a travs de sus hijas y nietas, y finalmente dedica el ltimo captulo a trazar una sem-
blanza de la personalidad de Rodrigo Daz de Vivar. Tal vez el lector al llegar a este punto,
despus de haber seguido todas las hazaas cidianas, pueda tener la Impresin, a travs de
esta semblanza, que el autor del libro se haya finalmente prendado de su biografiado al
enaltecer sus muchas cualidades, tales como considerarle ideal de caballero en la lucha
contra el Islam, vasallo siempre fiel de su rey Alfonso, poltico magnnimo y genero-
so (...) esposo y padre de familia y cristiano creyente. An SI ello fuera as, nada obsta
para considerar este libro como la ms actualizada biografa del Cid histrico.
PREZ MATEOS, Juan Antonio. Cceres piedra yfuego. Crnica sentimental del siglo xx.
Prlogo de Alberto Oliart. Madnd. Blanca Tejedor. 1999, 268 pp. + 32 lms.
Esta obra de Juan Antonio Prez Mateos nos injerta en la ciudad de Cceres para parti-
cipar de la savia de su histona y ofrecer de este modo los mejores frutos del alma humana.
De la mano de su autor aprendemos a cammar por sus calles, conocemos a sus gentes, ad-
miramos la belleza de sus torres desmochadas y descubnmos la magia de la ciudad mca y
eterna. Con acento lnco hace brotar en los lectores los sentimientos de nuestro siglo sem-
brados en la ciudad amurallada con piedra y fuego, gobernada casi siempre desde sus pala-
CIOS prolongados en las casas seoriales y defendida apasionadamente por hombres y muje-
res, Identificados con su histona y con sus tradiciones.
Lo mismo que Antomo Machado se dej seducir por Sona y sus campos, Jos Mara de
Pereda por la tierruca y la montaa santandennas, Camilo Jos Cela por la Vida de la Alea-
rna o Carmen Martn Gaite por su misteriosa Salamanca; Prez Mateos se ha dejado guiar
por el alma de una ciudad en la que la historia y los recuerdos se hacen monumento,
segn expresin de Alberto Oliart. Se ha acercado a ella desde las humildes tierras de
Palomero, considerndose el chico de los pies de barro, a quien la ciudad acoge y le en-
sea a convivir en la calle Donoso Corts, ventana de su adolescencia abierta a la vieja Norba,
donde se ubicaron campamentos militares romanos en el siglo pnmero antes de Cnsto.
En ella reconoce los sillares romanos, las construcciones musulmanas, las inscripciones,
los arcos, las barbacanas, las almenas, las plazas, las murallas ... la Vida humana fosilizada,
RESEAS 345
a la que resucita con su palabra evocadora y cercana. Tan cercana que nos hace partcipes
del arte, la sabidura y la luz de la ciudad milenana.
El chico de los pies de barro, como tantos otros que pasaron del pueblo a la ciudad,
nos presenta a doa Leonor Ceballos, casada con su amigo Eugenio Vegas Latapi, fallec-
do hace unos aos, y antIguo preceptor del rey Don Juan Carlos 1; a don Gonzalo Lpez
Montenegro, propietario del Palacio de los Golfines de Arriba, Cuartel General de Franco
en los comienzos de la Guerra Civil; a doa Eladia Montesmos Espartero, profesora de francs
del Instituto y biznieta del general Espartero; a don Evansto Mlaga con su familia; a don
Romualdo Hernndez Serrano, padre del que fue presidente del Congreso de los Diputados
don Antonio Hernndez Gil; al Obispo Pedro Segura, futuro Cardenal de la Iglesia, y a otros
personajes relacionados con la ciudad, Como buen gua nos conduce por las aulas del Ins-
tituto, por las tertulias de licenciados reunidos, por los colegios de los frailes, por la Es-
cuela de Magisterio, por el Semmano prximo a la crcel, por la vieja Facultad de Filosofa
y Letras, por el palacio de la Generala, por la redaccin del diana Extremadura, por el Ateneo
cacereo, por la Plaza Mayor. ..
Tambin nos cuenta este gua smgular la tragedia de Cceres angustIada, desonentada y
apenada tras los fusilamientos en las fiestas de la Navidad de 1936, cuando fueron ejecuta-
dos vemtIcuatro presos y el alcalde de la ciudad Antomo Canales. El diana Extremadura
public la noticia en pnmera pgma el da de los Santos Inocentes.
La larga historia de la posguerra la describe con colores oscuros, salpicada de crueldad,
de sangre y de silencio. Este aguafuerte se transforma con la esperanza de una convivencia
ms humana, abierta al tercer milemo.
La documentacin acumulada y su expenencia como escntor le han permitido a Prez
Mateas ofrecernos una buena crmca histrica sobre Cceres, acompaada de un testimonio
grfico con unas CIen fotografas distribudas en 32 lmmas. En todas sus publicaciones estn
presentes la historia, la literatura y los problemas de nuestro siglo xx y entre ellas merecen
destacarse las siguientes: Las Hurdes: clamor de piedras, Los Confinados, Entre el
azar y la Muerte (Testimonios de la Guerra Civil), La Espaa del miedo, Juan Carlos:
La infancia desconocida de un Rey, El Rey que vino del exilio, El Proceso a Besteiro
(Teatro. Premio Tirso de Malina), La agona del hidalgo Don Miguel (Teatro), El men-
digo de plata (Teatro), Gua de Cceres (El Pas/Aguilar), El Toreo: una visin indi-
ta, Un Rey bajo el sol... En ellas se manifiesta como un poeta que describe con ternura
los hechos y el devemr histrico de esta centuna que termma.
PREZ GALDS, Bemto. Miau. Edicin de Francisco Javier Dez de Revenga. Madrid,
Ctedra, 2000,421 pp. (<<Letras Hispmcas, 476).
cionano cesado por los avatares poltIcos y sujeto a la inseguridad que tales Vaivenes provo-
caban en los empleados pblicos.
En sntesis, Miau es la novela del funcionario honrado y probo, un poco quijote, cesado
sin saber por qu cuando slo le faltaban dos meses para tener derecho a una pensin de
jubilacin, y que decide poner fin a su vida cuando llega a la conviccin de que no tiene
ninguna posibilidad de conseguir el puesto ansiado, rmentras que su yerno Vctor, un hom-
bre sm escrpulos, falso y desvergonzado, no tiene ninguna dificultad para obtener un buen
cargo en la administracin, Ya no tiene medios de subsistencia, sus antiguos compaeros se
ren de l y se burlan de sus proyectos de reforma financiera que consideran disparatados y
a los que le asignan el nombre de MIAU, acrmmo de Moralidad, Income Tax, Aduanas,
Unificacin de la deuda, sacado de los ttulos de las cuatro secciones que componen su plan
de reforma. Su mundo, el mundo de la administracin, su vida, se derrumba. No le queda
ms salida que el SUICIdio.
Dez de Revenga se ha enfrentado con xito al reto de ilummar todos los aspectos, hasta
ahora slo parcialmente conocidos o inditos, que elevan a Miau a la categora de gran novela,
equiparable en muchos aspectos a Fortunata y Jacinta, a la que sigue en orden de compo-
sicin. Para ello, ha reunido, manejado y asimilado la cuantiosa bibliografa existente
-ochenta y cinco estudios ms las numerosas ediciones-e- y, a partir de ella, ha elaborado
una completa y exhaustiva Introduccin y una muy cuidada edicin de la obra, que mcorpo-
ra un amplsimo y documentadsimo aparato crtico de ms de qurmentas notas.
La Introduccin se estructura en trece apartados:
1.0) Benito Pre; Gatds y Miau: nos acerca al contexto histrico de redaccin de la
obra (1888) y de los hechos narrados (1878).
2.) La interpretacin de la novela: analiza las diversas interpretaciones que se han hecho
de la novela, mcluso algunas muy aventuradas y alejadas de la realidad, como la polmica
producida sobre SI Villaamil era una vctima del absurdo de la burocracia al estilo de Kafka,
o si la intencionalidad ltima de Galds era ndiculizar a un funcionario mtil que no lucha-
ba contra la adversidad. Llega a la conclusin de que el propsito de Galds era muy claro:
reflejar cmo era Espaa, la burocracia, la Administracin Pblica, el Estado, los gobier-
nos, las influencias, los manejos de oficinas y funcionarios (p. 15).
3.) Argumento principal y argumentos secundarios: el argumento principal, la cesanta
de Villaamil y los argumentos secundarios, los sueos de LUISItO, los amores de Vctor y
Abelarda, el xito de Vctor, etc.
4.) Unas criaturas para una ficcin: nombre y smbolo: se refiere a los personajes de
la novela, algunos defimdos por su propio nombre segn recurso tpico galdosiano.
5.) La tragedia del cesante: dedica especial atencin al protagomsta, Ramn Villaamil,
personaje complejo y neo en matices, que espera da tras da, en vano, el puesto que no
llega, hasta que abrumado por una serie encadenada de circunstancias decide, en un acto de
suprema libertad, poner fin a su vida. Los ltimos captulos de la novela, aquellos en los
que se narra el ltimo da de la vida de Villaamil -en opinin de Dez de Revenga- son,
sin comparacin posible, de los mejores que se escribieron en toda la novela del SIglo XIX,
yeso que su autor ya haba producido Fortunata y Jacinta y le quedaba an por escribir
Misericordia (p. 30).
6.) El mensajero de los dioses: sobre los sueos de LUIsIto, meto de Villaamil, el ma-
yor acierto de Galds -segn Dez de Revenga- ya que a travs de estas alucinaciones o
sueos los lectores pueden penetrar en el terreno de lo subconsciente y examinar aspectos
reservados al destino, Son evidentes las implicaciones religiosas de estos dilogos absolu-
tamente conseguidos y perfectos, pero tambin cumplen otra misin en la estructura interna
de la novela: a travs de estas revelaciones Villaamil confirma su fracaso y decide suicidarse,
7.) El seductor desalmado: es Vctor Cadalso, yerno de Villaamil, el personaje que SIr-
ve de contrapunto al cesante, hombre intil, mujeriego y sm escrpulos que sin embargo,
como su nombre indica, es el vencedor y obtIene el puesto en la Administracin que le es
vedado al honrado e ntegro don Ramn.
RESEAS 347
8.) Espacios: en que se desarrolla la novela. El Madnd del barno de NOVICiado, el Mi-
nisterio de Hacienda, los itinerarios de Luisito y el ltimo recorndo de Villaamil que le
lleva al lugar de su suicidio, los vertederos de la Montaa, espacios que corresponden al
mundo social en que se desenvuelve la novela.
9.) Tiempos: Es uno de las aspectos ms complejos, Por un lado, est el tiempo hist-
rico, que es el ao 1878, en que se desarrollan los hechos narrados; por otro lado, est el
tiempo que transcurre desde que comienza la accin hasta que finaliza: desde primeros de
febrero a pnmeros de abril, apenas dos meses. Por ltimo, hay que tener tambin en cuenta
los diferentes tiempos reflejados en la novela, que coinciden con cmco perodos, desde el
presente hasta el pasado ms remoto, tiempos que, adems, se reparten muy desigualmente,
Por ejemplo, los primeros cmco captulos transcurren en un solo da, y los pnmeros cator-
ce, en cuatro; los ltimos cuatro captulos ocupan el ltimo da de la vida de Villaamil.
10.) Estructura narrativa: se corresponde con el esquema tripartito clsico, de plantea-
miento, nudo y desenlace, aunque se han sealado tambin otras estructuras internas deli-
mitadas por el enfrentamiento entre trminos antitticos, como esperanza/desesperanza, es-
clavitud/libertad, bien/mal, CIelo/infierno, etc. que determman y conforman el devenir de los
hechos.
11.) El narrador y la teatralidad: en este apartado, se analiza con detalle la complica-
da y multiforme perspectiva que adopta el narrador, utilizando para ello, una amplsima gama
de recursos narrativos, algunos de una gran modernidad, como el monlogo mtenor o una
especie de anticipacin del flUJO de conciencia, Pero el aspecto que ms define a la nove-
la es el uso continuado de acotaciones escnicas, lo que mtensifica la teatralidad de la na-
rracin, presente incluso en el argumento -van a representar una obra de teatro en casa de
Villaamil, el mundo de la pera, etc.- y en la forma de actuar de Vctor.
12.) La caricatura y la animaliracin. Con el ttulo ya defina Galds un aspecto fun-
damental de la construccin de la novela: la animalizacin de los personajes. Es constante
la utilizacin de elementos animalescos para definir o describir a los personajes o sus ac-
ciones. Toda la fauna aparece representada en esta novela: desde el gato al tigre pasando
por el pez, el mono, el puerco espn, el elefante, etc. Se trata de un proceso progresivo de
deshumanizacin de los personajes operado a travs de la cancatura, que corre paralelo a la
humanizacin del nico personaje animal, el perro Canelo. Se ha relacionado esta tcnica
galdosiana con el darwinismo, tambin presente en la novela, la lucha por sobrevivir frente
a las adversidades,
13.) La modernidad de una escritura. Es la conclusin a la que conducen los doce
apartados antenores. Como dice Dez de Revenga: [la escntura galdosiana] tras Fortunata
y Jacinta, micra un viaje hacia el interior que llevar a Galds muy lejos, hasta llegar al
otro hIto mgico de su novelstica: Misericordia. Miau es un espacio intermedio en el carm-
no de modernizacin de la novela espaola que Galds lleva a cabo entre una obra maestra
y otra (p. 70).
Para termmar esta esplndida Introduccin, Dez de Revenga seala la vigencia en mu-
chos aspectos de las situaciones denunciadas en la novela. La administracin pblica espa-
ola y el funcionanado SIguen todava manteniendo algunos de los VICIOS que hstricamen-
te se les ha atribuido. Y es una caracterstica tan propia, tan espaola, que muchos estudiosos
extranjeros de la obra de Galds son incapaces de comprender esta relacin con el presente,
o incluso, aadira yo, la intencionalidad ltima del autor. As, dice Dez de Revenga: An-
tes aludimos de pasada a que no era estrictamente necesano ser espaol y funcionano del
Estado para comprender Miau. Pero quiz una persona alejada de esta situacin no tenga
imaginacin suficiente para relacionar leyendo Miau, lo que en la novela ocurre con la SI-
tuacin actual de este pas y sus funcionarios. Las relaciones del empleado pblico frente a
la Administracin, un siglo y veintitantos aos despus, SIguen, sin embargo, siendo casi las
mismas entre nosotros (p. 70). Lo cual es otro SIgno que demuestra la modernidad de Miau.
En las notas se analizan abundantes recursos estilsticos, se aclaran mltiples referencias
a lugares, a personajes, a trminos ya en desuso, a frases hechas o a giros y usos lingsticos
348 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
Teatro y Carnaval, ed. Javier Huerta Calvo. Cuadernos de Teatro Clsico, n." 12. Madnd.
Compaa Nacional de Teatro Clsico, 1999, 239 pp.
A pesar de que durante siglos Carnaval y teatro formasen parte de una misma realidad,
en la actualidad, perdidas en buena medida las esencias primigenias que los conformaron,
no resulta en absoluto ocioso explorar los enlaces que unieron la fiesta y el espectculo por
excelencia de nuestro Siglo de Oro. ste es precisamente el objetivo de esta nueva entrega
de los Cuadernos de Teatro Clsico, dingida por el profesor de la UCM Javier Huerta Cal-
vo, quien ya ha tratado la cuestin en otros estudios.
Partiendo de la afirmacin de que, de todos los gneros literanos, quizs el ms vincula-
do al Carnaval sea el teatro, y tomando como punto de arranque la teora de Mijal Bajtn,
diez especialistas de distintas universidades acometen la apasionante labor de investigar la
traslacin de ntos y costumbres carnavalescas al espectculo teatral. Se ofrece, por consi-
guiente, una perspectiva diferente y necesaria para la completa valoracin de nuestro teatro
clsico, as como una nueva fuente de conocimiento de lo que fue en sus orgenes la fiesta
de fiestas, el Carnaval.
Con el fin de colocar al lector en situacin de poder disfrutar al mximo de los hallaz-
gos que este volumen aporta, Javier Huerta comienza exponiendo el estado de la investiga-
cin en torno al teatro carnavalesco hasta el da de hoy, en Aproximacin al teatro
carnavalesco. Por un lado, en estas pginas se recogen datos sobre los lmites cronolgicos
que el Carnaval abarcaba en el pasado y las ms interesantes celebraciones que se llevaban
a cabo, para mostrar despus cmo el teatro tambin haca su aparicin en esos das, y de
qu manera la fiesta era acogida en las manifestaciones dramticas de toda Europa.
Huerta destaca que la mteraccin entre el teatro y el Carnaval fue tanta, que muchas veces
resulta realmente difcil situar el lugar de ciertos ritos y fiestas, dentro o fuera del teatro.
Aun as, es posible diferenciar hasta cuatro niveles distintos de imbricacin entre ellos, que
seran, en pnmer lugar, las manifestaciones preteatrales que tenan lugar en plazas y calles;
en segundo lugar, las piezas vinculadas cronolgicamente al Carnaval; en tercero, los textos
cuya temtica se nutre de la fiesta; y en ltimo lugar los que, sin hacer referencia concreta
al Carnaval, se Impregnan de su cosmovisin.
Una vez establecido este deslinde metodolgico, tenemos la oportunidad de conocer las
principales formas teatrales que surgieron al amparo de la fiesta en Europa, desde las farsas
y sotties francesas, hasta los entremeses y comedias burlescas espaolas, pasando por un
interesante gnero carnavalesco alemn que se denomin Fastnachtspiel. El estudio se ere-
rra con la mencin a uno de los prmcipales personajes de la celebracin, el bobo o loco
festivo, y con una reflexin sobre SI el Carnaval posey o no un autntico valor transgresor,
y cul fue el papel del teatro en cuanto a su desaparicin o conservacin.
Ya centrndose en nuestro Siglo de Oro, los estudios que siguen a esta aproximacin a la
materia carnavalesca investigan los gneros dramticos que se nutneron, o directamente
surgieron, de esta manifestacin popular, enriqueciendo el planteamiento etnolgico que, por
otra parte, articula la obra. Como es de suponer, el teatro breve, por ser el que ms clara
Impronta carnavalesca presenta, es especialmente atendido.
RESEAS 349
Por ltimo, tambin la comedia utiliz el lenguaje carnavalesco de forma explcita para,
por ejemplo, llevar a cabo la crtica de costumbres, como sucede en El da de fiesta por la
tarde de Juan de Zabaleta, obra sobre la que reflexiona Garca Santo-Toms.
Pero antes de que el volumen se cierre con una extensa y ordenada bibliografa, dos es-
tudios ms traspasan los lmites del seiscientos para rastrear la huella que don Carnal dej
en el siglo XVIII y en el XX. Mientras que Jernimo Herrera Navarro desarrolla la Idea de
que en el siglo XVIII contma la penetracin de las fiestas carnavalescas en la representa-
cin teatral, y lo demuestra con un amplio anlisis de la cartelera madrilea, Emilio Peral
Vega destaca el relieve que adquiri la cosmovisin carnavalesca en la renovacin experi-
mentada por nuestro teatro en las pnmeras dcadas del xx. Y es que autores como Larca o
Valle volvieron la mirada a nuestro teatro clsico para aprovechar la fuerza transgresora de
sus fuentes populares.
En definitiva, superada esa especie de orgullo de la Filologa clsica tradicional, que no
quera descender a explicar la cultura de los pueblos clsicos a partir de otros reputados
como salvajes, como seal Rodrguez Adrados, Carnaval y teatro aporta una visin origi-
nal e mnovadora del cada vez mejor valorado teatro de la Edad Dorada.
Vamos teniendo un mejor conocimiento del teatro del Siglo de Oro gracias a la edicin
de textos como La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcn que en este caso nos pre-
senta Jos Montero Reguera, especialista en la poca urea que ejerce su docencia en la
Universidad de Vigo. El autor ha publicado en los ltimos tiempos estudios sobre El alcal-
de de Zalamea o el Quijote y ha colaborado en -Importantes revistas literanas como Hesperia
o Edad de Oro.
Aunque las investigaciones sobre el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcn pueden ofrecer
todava nuevas perspectivas, los datos que poseamos acerca de l resultaban a grandes ras-
gos satisfactorios, Incluso el estudio general de Willard F. King Juan RUIZ de Alarcn, le-
trado y dramaturgo. Su mundo mexicano y espaol (Mxico, El Colegio de MXICO, 1989)
quedaba ya algo alejado en el tiempo por lo que esta edicin resulta oportuna para romper
un silencio de ms de diez aos.
Tras esta pnmera aproximacin bibliogrfica, Jos Montero Reguera ilustra con suficien-
te amplitud la vida de Juan RUlZ de Alarcn y Mendoza. Destaca la imprecisin de la fecha
de su nacnmento, que debi de estar cercana a 1580. Aunque mexicano de nacimiento, en
torno al ao 1600 llega a la Pennsula donde contmuar su iniciada formacin en Leyes en
la Universidad de Salamanca. No se establece de forma definitiva en nuestro pas hasta que
ms tarde fija su residencia en Madrid, ciudad en la que entrar en contacto con las grandes
figuras de la poca. Nos habla tambin de sus primeras manifestaciones literarias, sobre todo
dentro del teatro, que al parecer virueron motivadas en un pnmer momento por necesidades
de carcter econmico pero que, a la larga, le proporcIOnaron fama y prestigio. Concluye
este completo y conCISO apartado biogrfico describiendo la personalidad y el carcter de
Ruiz de Alarcn retomando para ello las hiptesis planteadas por los crticos anteriores.
Pasa luego a estudiar el aspecto meramente teatral dando una amplia relacin de las obras
que compuso y aludiendo as mismo a las dificultades que plantean algunas de ellas en lo
que a la autora y atribucin se refiere. Seala aqullas que han tenido una mayor notorie-
dad y a la vez insiste en la dificultad para realizar una clasificacin y fijar una cronologa
de la produccin teatral del dramaturgo mexicano. Despus de enumerar algunas de las es-
tablecidas por los ms prestigiosos estudiosos, Jos Montero Reguera establece su propIa
RESEAS 351
Resulta complicado trazar una cronologa de lo que fue el movnruento vanguardista, pues
limitarse a unas fechas concretas significara excluir determinadas manifestaciones tanto
antenores como posteriores al momento de esplendor. De ah que la editora seale una sene
de hechos histricos, literarios o de otra naturaleza, que pudieron marcar en algn sentido
dicho vanguardismo. En la introduccin hace tambin balance sobre lo que signific esta
poca de cambios y transformaciones culturales, analiza la repercusin que tuvo la Pnmera
Guerra Mundial y, a su vez, recoge lo que pensaban acerca de todo esto los verdaderos
portavoces de lo nuevo como fueron Jos Ortega y Gasset, Guillermo de Torre o Ramn
Gmez de la Serna, as como las opmlOnes autonzadas de otros crticos postenores.
Espaa VIVI en esos momentos uno de los perodos ms fecundos de su historia literana
con la incorporacin a las cornentes literarias europeas, debido en gran parte al optimismo
de los ms Jvenes y a su decidida voluntad renovadora. Sin embargo, resulta complicado
defimr qu sea la literatura de vanguardia. Rodrguez Fisher, que abona la dificultad de un
cnteno unificador, muestra las diferentes opiniones de los protagonistas ms activos del
movirmento, Desde su punto de vista esta imprecisin radica en el hecho de que bajo esta
denominacin se engloban numerosos movimientos que no resultan homogneos y que se
hallan distanciados en el tiempo pero que, sm embargo, comparten el afn renovador. Acor-
de con el ongen militar de la palabra, se halla la actitud de lucha contra una esttica que
consideraban inoperante y acabada. Este antipasadismo y el antagonismo al pblico co-
mn traern como consecuencia la desrealizacin y el carcter rnmontano de tales expe-
riencias literarias.
Entre otras manifestaciones culturales, se destaca la importancia que tuvieron las publi-
caciones La Gaceta Literaria (1927-1932) o la Revista de Occidente, iniciada en 1923, en
la promocin de esta comente, as como el conocido ensayo de Jos Ortega y Gasset La
deshumanizacin del Arte (1925), donde constata que la impopularidad de los movimientos
vanguardistas estaba ligada a las graves dificultades de comprensin por parte del pblico.
Describe las caractersticas que marcaron esta nueva sensibilidad esttica y que, en gran
medida, se recogan en las publicaciones antenormente citadas y en otras obras del propio
Ortega y Gasset, como por ejemplo en algunos de los ensayos agrupados en los ocho vol-
menes de El Espectador (1916-1928) donde pone de relieve el gusto por las reflexiones cr-
ttcas sobre la naturaleza y las condiciones de la creacin. Innovacin, invencin, fantasa,
subconsciente, realidad conceptual, expenmentalismo... son sm duda palabras clave para
defimr la esttica de muchos de los protagomstas de este movimiento. La prosa vanguardis-
ta utiliza una temtica en la que tiene una amplia presencia el mundo moderno que est en
estrecha relacin con el culto al dinamismo fsico y mecmco; y su esttica practica una
pluralidad formal y estilstica, rechaza la obra fcil, manifiesta una voluntad de estilo, cree
en el valor absoluto de la palabra, con un lenguaje despojado de retnca... Concluye la parte
introductoria con una bibliografa selecta en la que se recogen los estudios ms destacadas
sobre el tema.
La edicin incluye una seleccin de treinta textos en prosa que fueron publicados en
diferentes revistas, pendicos o libros, cuya procedencia se indica a pIe de pgina. Pertene-
cen a autores diversos entre los que destacan Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dmaso
Alonso, Gerardo Diego, Federico Garca Larca, Pedro Salinas, Emilio Prados, Ramn Gmez
de la Serna... , escntores que no son exclusivamente vanguardistas y prosistas, sino que
movidos por el mismo afn de renovacin decidieron hacer incursiones en la prosa vanguar-
dista, alejados de sus prcticas creatrvas habItuales. Cada uno de los textos, de extensin
breve, est precedido por una introduccin explicativa donde se sealan los caracteres fun-
damentales del mismo as como una bibliografa especfica de cada uno de los autores
en relacin con sus experiencias vanguardistas.
Se trata por tanto de un preciso y bien seleccionado corpus de textos vanguardistas que
ilustra perfectamente lo que supuso la aparicin de los nuevos movimientos artsticos y lite-
ranos, y de cmo stos supIeron captar el inters de los escntores ms relevantes del mo-
mento en un perodo de profundos cambios polticos, sociales y esttIcos.
RESEAS 353
LLORENS, Ramn F. y PREZ MAGALLN, Jess (Eds.). Luz vital. Estudios de cultura
hispnica en memoria de Vctor Ouimette. Alicante. McGill University / Cap de Ahorros
del Mediterrneo. 1999, 227 pp.
En 1995 mun en Montreal el profesor canadiense Victor Ouimette, ilustre hispanista es-
pecializado en la literatura de la Generacin del 98. Sus colegas y amigos de ambas orillas
del Atlntico le dedican ahora, como muestra de admiracin y cario, este volumen titulado
Luz vital, mtegrado por dieciocho estudios sobre cultura hispnica, entendida en un sentido
muy amplio.
Tras un breve prefacio de Julin Maras -testimomo de sus expenencras comunes en
McGill University-s-, se abre el libro con un estudio de Jos ngel Ascunce, quien plantea
un recorrido por la obra de tres poetas espaoles del Siglo XX: Antonio Machado, Ramn
Gmez de la Serna y Juan Ramn Jimnez. El acercamiento a la obra de Machado se hace
a travs del poema A orillas del Duero; Ascunce destaca su gran fuerza expresiva y su
smcendad emotiva, contraponiendo a esta poesa referencial las gregueras de Gmez de
la Serna, representante de la metfora pura. Las famosas gregueras ramonianas seran, des-
de este punto de vista, poemas quintaesenciados o especie de afonsmos poticos. El ter-
cer poeta seleccionado para este estudio, Juan Ramn, vendra a ser quien sintetiza las
poticas encontradas de Machado y Gmez de la Serna.
Peter Bly analiza las relaciones entre Clarn y Galds y la fuerte Impresin que a este
ltimo le produjo La Regenta, plasmada en las evidentes semejanzas entre dos personajes
secundanos de las pnncipales novelas de ambos, Feijoo (Fortunata y Jacinta) y Frgilis (La
Regenta). Tras analizar minuciosamente este factor F (as lo llama Bly), se concluye que
Galds se inspir en su discpulo, aunque se advierte que no es figura robada, pero que
s hay una larga sene de reflejos intertextuales,
David Boruchoff analiza el acercamiento de Quevedo a la picaresca en La vida del Bus-
cn, contraponindolo al de Cervantes en Rinconete y Cortadillo. El punto central de su es-
tudio radica en la observacin de las Implicaciones morales y religiosas del personaje del
buscn Pablos.
Juan Cano Ballesta destaca el inters del poeta falangista Dionisio Ridruejo por la geo-
grafa -fSica y poltica- penmsular como matenal potico. El paisaje (sobre todo lugares
como la Sierra de Gredos o El Esconal) SIrve para exaltar el amor por Espaa y la doctrina
falangista, sobre todo en libros como Sonetos a la piedra (1943), donde la piedra es [... ]
roca Viva, gramto de la sierra, que se convierte en smbolo central de toda una retrica.
Una reflexin sobre la bsqueda de la regeneracin de Espaa en la literatura, el arte y
el pensamiento propone Inman Fox, en un acercamiento al concepto de la Identidad nacio-
nal, es decir, lo que tradicionalmente se viene etiquetando como el problema de Espaa.
Pero el anlisis se dispersa en una sene de pmceladas poco coherentes, que dibujan el alma
espaola como individualista, democrtica, espiritual, popular y realista.
Ricardo de la Fuente analiza un manuscnto de la obra dramtica El Otro, de Miguel de
Unamuno, existente en la Biblioteca Nacional de Madnd, conectando este texto con el resto
de los materiales conocidos de esta pieza teatral. El trabajo muestra el proceso de gnesis
de El Otro y demuestra el trabajo constante de pulimentacin de este drama unamuniano,
David Gies estudia la presencia del estilo artstico y literano denominado rococ en la
poesa espaola del Siglo XVIII, concretamente en autores como Cadalso, Melndez Valds
o Nicols Fernndez de Moratn. Se concluye que se trata de una tendencia sensualista que
se transmuta en pleno erotismo, sobre todo en la obra de Melndez Valds.
Del filsofo argentmo Alberto Rouges (1880-1946) se ocupa el malogrado Alam Guy,
revisando su trayectona desde el positivismo y el matenalismo iniciales hasta la filosofa
espiritualista en que desemboc, plasmada en 1943 en su obra maestra Las jerarquas del
ser y la eternidad.
354 CUADERNOS PARA INVESTIGACIN DE LA LITERATURA HISPNICA
GARCA SNCHEZ, Jos Mara. La novela corta de Jos Mara Vargas Vila. New Orleans.
University Press of the South. 1999, 108 pp.
El colombiano Jos Mara Vargas Vila (1860-1933) fue uno de los principales escntores
sudamencanos de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Especializado en narraciones
satricas y trgicas, alcanz un gran xito y populandad a travs, sobre todo, de sus nume-
rosas novelas cortas. A esta produccin de Vargas Vila va dedicado el libro de Jos Mara
Garca Snchez (profesor en Eastern Washington University), donde se selecciona y analiza
un corpus de trece novelas publicadas en Espaa en las primeras dcadas del siglo XX.
Vargas fue un escntor muy polmico y controvertido en su poca, lo cual no Impidi que
se convirtiera en un fenmeno sociocultural y -dice el autor del libro- en uno de los
RESEAS 355
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9' 780210 006344