El Gobierno celebró pero evitó subirse a la ola triunfalista: recordaron la derrota de Alfonsín en 1987

Diego Maradona le muestra a Raúl Alfonsín la copa obtenida en el Mundial 1986
Diego Maradona le muestra a Raúl Alfonsín la copa obtenida en el Mundial 1986

En la intimidad de la quinta de Olivos, Alberto Fernández evitó subirse a la euforia mundialista luego del triunfo del seleccionado argentino en el mundial de Qatar. Tanto el Presidente, que pasó la tarde contestando saludos y felicitaciones de líderes regionales y mundiales, como otros miembros del Gobierno evaluaron que la fiesta del país futbolero no irá mucho más allá de los primeros días , aunque sí valoraron el “clima positivo” que el triunfo del seleccionado capitaneado por Lionel Messi. El fantasma de la derrota electoral de Raúl Alfonsín en las legislativas de 1987, un año después del Mundial de México ganado por Argentina, recorrió los teléfonos de los leales al Presidente.

“¿Después de Messi qué?” La olla presión del peronismo unido

“Genera mejor clima, claro que sí. Pero el gobierno de Alfonsín terminó al año siguiente de que Diego Maradona paseó la copa en el balcón de la Casa Rosada, no hay que olvidarse de eso”, coincidieron un amigo del Presidente y un destacado consultor justicialista, en recuerdo de aquella derrota electoral del alfonsinismo, con epicentro en la provincia de Buenos Aires a manos del entonces electo gobernador Antonio Cafiero.

“ No lo capitaliza nadie . Ni nosotros, que no fuimos, ni [Mauricio] Macri que estuvo allá. Sería ridículo (intentarlo)”, afirmó un miembro del Gabinete con conocimientos futboleros cuando las manifestaciones de alegría y festejo colmaban distintas esquinas y plazas de todo el país.

“Gracias a jugadores y equipo técnico. Son el ejemplo de que no debemos bajar los brazos. Que tenemos un gran pueblo y un gran futuro”, fue la primera y escueta respuesta presidencial vía redes sociales, acompañado por la primera dama Fabiola Yañez y el pequeño Francisco, minutos después del triunfo.

La mesura presidencial, que desde el gabinete consideraron “imprescindible”, tenía un antecedente concreto: la decisión de Fernández de no viajar (ni él ni ministros invitados, como el canciller Santiago Cafiero o el titular de Turismo, Matías Lammens) a Qatar para ver en vivo el partido final de la Copa del Mundo. “Era arriesgado, la gente lo iba a ver muy mal. Y fíjate [Emmanuel] Macron, fue hasta allá y se fue con las manos vacías”, contaba un funcionario, que tenía muy presente la imagen del presidente francés, entregando, cabizbajo, las medallas de subcampeón a Kylian Mbappé y el resto de los jugadores franceses.

La vicepresidenta Cristina Kirchner tampoco fue exagerada en su festejo. “Gracias infinitas capitán… a usted, al equipo y al cuerpo técnico, por la enorme alegría que le han regalado al pueblo argentino. Y un saludo especial después de su maradoniano “andá pa’allá bobo”, con el que se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”, escribió la vicepresidenta, con acento en el capitán de la selección.

La idea de no subirse demasiado a la ola del triunfo era compartida en el búnker de Sergio Massa, hoy por hoy el oficialista mejor posicionado de cara a una eventual intentona por la Presidencia el año que viene. Cerca del tigrense, además de aclarar que el ministro de Economía vio el tenso y cambiante partido final contra Francia en su casa de Tigre con su familia, recalcaban la palabra “unidad” en referencia al Frente de Todos y se desentendían de alguna mirada triunfalista.

La pelea para llenar el vacío que dejó Cristina

En tren de valorar la nueva situación, desde el Gobierno destacaban que entre las felicitaciones internacionales (el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente chileno Gabriel Boric y su par boliviano Luis Arce) llegó la de Guillermo Lasso, presidente de Ecuador, quien días atrás negó la concesión de asilo diplomático en Argentina a la exministra de Rafael Correa María de los Ángeles Duarte.