No soy de Alejandro Sanz, pero sí de ti, amigo mío. De amistades a reloj parado. Soy, como dice Marián Rojas en «Cómo hacer que te pasen cosas buenas», de personas vitamina. Persona vitamina como luz a medianoche, como un chupito de serotonina cuando estás borracho de cortisol. Personas que te inyectan lo que la mediocridad ajena te quita, lo que las derrotas emocionales han conseguido hacer roto, sin tener un descosido con el cual emparejarlo. Soy tan de personas vitamina, que vivo pegada a una desde que las letras invaden mi cabeza y los números se escapan de ella. Porque sé que tu me tienes leída, y yo quiero que me sigas leyendo siempre porque tú ayudas a llenar de dibujos mis historias. Para ti, otro de mis poemas de tu 9 de febrero, con cariño, tu mayor fan (desde lo recíproco).
Amigo mío
Otro día más entre tus carcajadas que suenan tan fuerte como las campanadas a en punto.
Otro día más aportándome más vida que la que me regalaron al nacer.
Me crié entre tus reivindicaciones, y me he vuelto más de tu bandera que cualquier pirata,
a propósito, tu has robado todos mis estereotipos y de casualidad mi corazón.
Somos más de carne que de uña, menos de sangre que hermanos.
El tiempo te ha dado poder, poder sobre todas las cosas,
poder de estar siempre por encima de las vicisitudes que nos trae esta vida, hermano.
Siempre por encima de las nubes,
con la cabeza en un mapa con carreteras que tú mismo trazas a tu paso.
Tu vocación es dar tu mano, tu brazo y tu vida a quien tiene la suerte de saludarte en el camino.
A cambio tú solo pides algo nuevo que contar, y un gesto de corazón que te ayude a decir que sí en tus días de pedir al mundo que te deje en tu parada.
Agradecer siempre será necesario, pero yo te pido que muchas veces.
Muchas veces tú sin tablao flamenco pero con la sensación de vivir en uno, nosotros, a la vez tan de norte.
Muchas veces de “te lo dije”, porque el dicho de “cree que el ladrón que todos son de su condición” contigo cobra el sentido inverso.
Porque de modo ilustrativo, tú eres una chirigota en plena crisis; el más pobre en un mundo de ricos en “yo”.
Mi “adelante” sin frenos y sin enseñar ni en un momento los labios, porque la sonrisa, amigo mío, la alquilé en tu casa, y no hay manera de quitármela cuando tu estas a mi lado.
Por muchos años, mi hombro es tuyo; solo te pido seguir bailando, ante cualquier ritmo que logre sorprendernos.
Aida G.H.