¿Sabéis, amigos míos
que el mapa de mi pueblo
es tal cual un triángulo rectángulo?
El punto en que se unen los catetos
(me refiero a los lados,
no a los que llevan gorra
calada hasta los ojos)
responde al cementerio,
diría que es el vértice.
En su axila, la iglesia y además
la casa del curato.
En una de las puntas
de la que, digamos,
forma la hipotenusa,
en ese ángulo agudo nací yo.
Bueno, entonces
había
una casa de piedra
con tejado rojizo
y que alguien derrumbó
para hacer otra nueva.
Sigamos,
yo ya sé
que al paso que lo cuento
la vas imaginando.
En el ángulo agudo,
justo en el otro extremo
de este lado más largo
llamado hipotenusa, se encontraba
la fragua del herrero, que hoy por cierto
alguien la ha transformado
en casita rural para el turismo
y tengo que decir que queda bien.
Y con esto ya está,
lo tengo limitado.
Es verdad que mi pueblo
como todos,
posee alrededores, ya sabéis:
granjas y corralizas,
pastizales y huertos, parideras
y una hermosa dehesa.
Pero, vamos, que esto
sería ya extramuros
podríamos decir,
aunque allí donde sólo antes había
los pajares y eras,
se han levantado hoy
suntuosos chalets
con garaje, jardín y barbacoa.
Bien mirado, también es “extramuros”,
pero con mucha clase,
zona residencial
de los que progresaron.
En el centro (perdón, no querría olvidarme),
en el exacto centro geométrico,
la plaza con su fuente
y su banco de piedra,
donde los venerables
con pinzas de colgar tienden al sol
recuerdos del pasado
mojados de nostalgias.
Un hotelillo mínimo
al lado de la plaza nos confiere
marchamo universal,
categoría,
como el viejo y caduco Ayuntamiento,
que hoy restaurado, ha pasado a llamarse
Casa Consistorial
de manera pomposa y algo hortera.
-¿Dónde vas a parar
(dirás)
con todo esto?
-De un vértice hasta el otro, dando saltos
y del otro al primero
para llegar al centro
y volver a iniciar el recorrido. .........
OTRO. 16-02-2012
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