Vicente Llorca Alós, el alcalde almadrabero

Retrato de Vicente Llorca Alós

Al Alcalde de Benidorm, Vicente Llorca Alós (Benidorm, 22 de febrero de 1873- Ibidem., 6, de agosto, 1934), de 1925 a 1930, se le conocerá en la Historia por haber obtenido permiso del arzobispo de Valencia Prudencio Medo para que las Fiestas Mayores Patronales que se trasladaran al segundo domingo de noviembre, fecha de arribada de los “almadravers” de Ceuta, los últimos en finalizar y por construir la balaustrada del Castillo. Pero, realmente, además ¿quién fue este alcalde?

UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE

Vicente Llorca Alós, aseguró que “en el mes de marzo de cada año se quedaba Benidorm casi vacío, porque salían de él unos 200 hombres que se calaban en distintos sitios de la península y costas del norte de África. Desde Tarifa a Isla Cristina había dieciocho; entre Marruecos y Ceuta, diecisiete; en el Mediterráneo, de Cabo de Gata a Tarragona, trece; en Argel dos y posteriormente cuatro en Túnez y dos en Sicilia. En total, unas cincuenta y cinco, todas caladas por capitanes hijos de Benidorm, menos una, Isla Cristina”.

Carrer Major any 1910

Después de resaltar cómo ésta era la principal industria para la ciudad, añadió que “no sólo Benidorm se beneficiaba de las almadrabas, sino que también Villajososa sacaba provecho, pues de allí se transportaban hasta aquí miles de kilos piola de cáñamo, que un grupo numeroso de mujeres expertas trabajan en la calle y convertían en redes de todas clases. De Altea nos mandaban también gran cantidad de esparto, con el que del mismo modo mujeres de Benidorm hacían “feiscar”, especie de trençeta que servía para elaborar cuerdas con las cordelerías del PAL, de gran utilidad para armar las almadrabas.

Al mismo tiempo, el antiguo alcalde Vicente Llorca Alós, llamado “Garullo”, en 1926 calaba una almadraba en Tánger y compartía esa técnica con la de alcalde de Benidorm. Con su pequeña corporación municipal y sin grandes estudios, ayudados sólo por el albañil Juan Ortuño (“La Prenda”) y con los moldes elaborados por el constructor Santonja, hizo este alcalde la obra del Castillo, hoy todavía envidia de quienes nos visitan, continuando esa misma labor en el Torrechó y en el Paseo de Colón. Cita en su apoyo algunos párrafos del libro Almadrabas de la costa Alicantina, de Manuel Oliver Narbona, en el que se destaca a este alcalde “como el mejor de Benidorm, que arregló el Castillo con el dinero de esas almadrabas”. Del libro de Antonio Yáñez, Historia de Benidorm.

Benidorm en verano


La construcción de la balaustrada

Mujeres cigiendo agua pozo castillo

A principios de siglo el castillo de Benidorm había casi desaparecido por la cantidad de guerras que se habían sucedido a lo largo de su historia y sólo quedaba el nombre, Plaza del Castillo, nos remite a sus orígenes bélicos. “Después, a lo largo del siglo XIX y sobre todo del XX, se convirtió en un enclave de gran valor turístico por la magnífica visión que ofrecía de las dos playas y del entorno de su paisaje montañoso en una época en la que, excluyendo el casco urbano, apenas había edificaciones que alterasen su aspecto natural. También fue atractivo para los residentes, organizándose verbenas y actividades culturales, sobre todo en los meses estivales. Este fue el Benidorm de horizontes de azul cielo, de azul mar y de playas doradas que describió Gabriel Miró”, asegura el profesor de Historia, Francisco Amillo, en su artículo: “La plaza del Castillo y el arco de la plaza Castelar de Benidorm, dos testigos de la historia de esta población”.
Castillo año 1853


Amillo además subraya que “Benidorm se transformó de una manera intensa a partir de 1950 y esas transformaciones también afectaron a la plaza del Castillo. Pero la belleza luminosa y azul de la propia plaza y de su entorno continua siendo atractiva y recibe la visita diaria de miles de turistas. Y, como antaño, también sigue siendo un centro de atracción para los residentes de Benidorm que continúan, en el que se celebran numerosos actos lúdicos y culturales”.

(…) Para Amillo, “en la segunda mitad del siglo XIX la plaza del Castillo empezó a tener una utilidad lúdica, siendo lugar de paseo y reuniones. El recinto militar había pasado a ser propiedad de la villa en algún momento de mediados de ese siglo. En las actas de los plenos municipales se dice que el pueblo había hecho “sacrificios de consideración” para obtenerlo, -y explica-, “no se especifica más pero parece probable que se trate de su compra al Estado, dado que al ser un recinto militar constituía una propiedad estatal”.

En 1867 el pleno municipal decidía hacer mejoras “vista la imperiosa necesidad de atender a la recomposición del paseo denominado del Castillo de esta villa”. Se decidió reparar los muros “derruidos en parte por el efecto del último aluvión” así como “la escalinata que conduce al mar. Amillo explica que “es probable que esta escalinata se refiera a la que baja hasta el mirador o plazoleta del extremo sur de Canfali”. También se estimó necesario “dejar en estado servible el Aljibe (sic) que existe en medio de la plazoleta del Castillo”, y por seguridad se decidió “poner un enrejado que impida la libre entrada de los muchachos en el paseo del Castillo” porque no había una barandilla que protegiera la zona.

El proceso culminó en 1928, subraya el profesor, “en tiempos del alcalde Vicente Llorca Alós, cuando se mejoró el acondicionamiento para usos lúdicos y se creó la balaustrada que aún hoy es uno de los elementos característicos de la plaza. Así lo recogía el «Diario de Alicante» del 25-7-1929 en un artículo titulado “Pueblos que progresan”: “La cumbre del castillo y cumbre del pueblo, verdadero mirador de insospechada espectacularidad, asombroso balcón del Mediterráneo, un día en estado deplorable, casi ruinoso, ha quedado convertido en un punto ideal gracias a la seguridad que ofrece artística verja y a la acogedora invitación de unos bien distribuidos bancos”.

Por la parte sur del castillo, en sus profundidades, emerge [sic] de las aguas una diminuta península que semeja la cabeza de un náufrago gigante. La superficie de esa peña, creo que denominada “El Canfalí”, (digamos de paso que es de una belleza cautivadora que ni soñada) estaba completamente abandonada e inexplicablemente incomunicada.

Eso también lo vio el señor Llorca Alós, y, hombre con alma de artista comprendiendo el mérito de aquella maravilla, dotó a ésta de comunicación con el pueblo mediante amplia sólida y artística escalinata que arrancando desde la plaza del castillo viene a posarse en las rocas que son como guardias fieles de la deliciosa y pintoresca península “El Canfalí”. Una gran mejora, práctica y bellamente hablando.”. El periodista parece atribuir todo el mérito del embellecimiento de la plaza del Castillo a Vicente Llorca Alós pero ya hemos visto que su actuación contaba con algunos elementos que venían de bastantes años antes. Pero sí resulta indudable que él dio un gran impulso a su adecuación y que creó una fisonomía para este entorno que aún perdura. Su balaustrada fue construida, según se dice en Benidorm, por el maestro de obras “el Tí Santonja”.

Plaza del Castillo

Para finalizar conviene recordar que desde 1902 un tramo de la plaza del Castillo, el que está junto a la iglesia y la casa del arco, fue bautizado como plaza de Castelar. El motivo, según se indicaba en el pleno municipal, era conmemorar la estancia en Benidorm de este importante personaje del siglo XIX: “recordar que allí escribió el Ylustre [sic] y Gran Tribuno de la Democracia Don Emilio Castelar algunas de las obras que le han hecho inmortal, durante los cinco años que veraneó en esta población”.