El que es acomedido, come de lo que está escondido

Cuando se toma café en compañía, salen del escaparate las historias familiares, salen los cuentos de espantos, salen los recuerdos personales. Cuando se toma café, se apagan algunas luces para que la atención se concentre en los contertulios que, familiares o no, hacen comunidad alrededor de la mundial bebida. Un recuerdo mío:

Marlene, mi madre, siempre me dijo que las «gallinitas» y los palomos eran muy agradecidos, y que cada vez que tomaban agua del bebedero, levantaban sus cabezas para agradecer a Dios en cada sorbo. Lo decía, porque cada vez que el pescuezo del animal se doblaba para tomar agua, este levantaba su cabeza como para ayudarse a ingerir el líquido, acción que se repetía por cada sorbo. A mamá siempre le pareció que miraban para abajo, bebían, miraban hacia arriba y agradecían al creador ¡como los de la foto!

Y vos… ¿qué recordás de los cuentos de antes o de tu niñez?

3 respuestas a “El que es acomedido, come de lo que está escondido”

  1. Cuando era pequeña solía comer muchos chocolates. Me encantaban y actualmente también. Todo lo relacionado con chocolates era mi gran inspiración. Bombones, helados, brownies, trufas, tortas, bizcochos, fresas cubiertas con chocolate, entre otros. Comparo el chocolate con la amistad. Puro placer de conocerte. Aunque podemos sobrevivir sin los chocolates, la amistad es muy importante en la vida de los seres humanos. Valorar al otro, compartir o simplemente tener cosas en común, hace más significativa la vida. El chocolate nos enseña que la dulzura vale la pena, a menos de que seas diabético, debes elegir otro camino.
    La niñez me enseñó que la vida te da sorpresas… sorpresas te da la vida… como dice la canción. Cada instante aprendes, cada año cumplido maduras, cada momento te inspira. No olvidemos al niño porque es tan espontáneo…el adulto se vuelve rígido. Gracias a Dios que la naturaleza es tan sabia…retornemos a lo natural.

  2. Avatar de Alberto Mejía Vélez
    Alberto Mejía Vélez

    Cuando uno lleva ceremoniosamente el pocillo de café madrugador, hasta la comisura de los labios, se vienen atropellados los recuerdos, esos benditos del ayer, con travesuras integradas. Pelas con la ‘pretenina’ de tres ramales, la regla del maestro, por aquello de que: “la letra con sangre entra” y las huídas manga abajo, después de haber robado mangos y naranjas en propiedad ajena, que era el momento en que entraban El Chucho, El Diablo y ese condenado ventarrón que se llevaba al niño por los aire dejándolo siempre en un zarzal por desobediente. Creo que me escapé por el Ángel de la Guarda.

    1. que bonito recuerdo!!

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