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Jacinto Benavente, un Premio Nobel en el camino de Monteolivete

El dramaturgo madrileño se refugió en València y fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad durante la Guerra Civil. Pero ya desde 1924, con motivo de la concesión del Premio Nobel, su nombre rotulaba el antiguo camino de Monteolivete

'Callejeando': Jacinto Benavente, un Premio Nobel en el camino de Monteolivete (15/04/2024)

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València

La segunda fase del ensanche, entre la Gran Vía Marqués del Turia y el camino de Tránsitos, delineada por el arquitecto Francisco Mora, fue aprobada en 1912. Sobre plano, Mora dio continuidad a la trama del primer ensanche diseñado por los arquitectos Calvo, Arnau y Ferreres en 1887, pero en el encuentro de la retícula con el pretil del río duplicó la anchura, como dando continuidad al Pla del Remei -actual avenida de Navarro Reverter-, que, desde la plaza de América, estaba destinada a convertirse en una nueva alameda, pero en la orilla derecha.

Esta gran avenida seguía la dirección que marcaba el cauce del río hasta llegar a la iglesia de Monteolivete -por eso era conocida como 'Camí de Montolivet'-, un pintoresco paseo arbolado que entroncaba con la carrera del Riu y el camino de las Moreras, hasta llegar a la desembocadura en Nazaret.

Las calles surgidas del nuevo ensanche más cercanas al río empezaron a urbanizarse en la década de los años 20 y, sin ningún plan establecido, el Ayuntamiento de València tuvo que darles un nombre: calle de Salamanca (1923), calle del Conde de Altea (1923)... y avenida de Jacinto Benavente (1924). Efectivamente, para secundar la celebración oficial del Premio Novel obtenido por el dramaturgo madrileño, que tuvo lugar el 1 de marzo de 1924. Fue entonces cuando el consistorio de la capital, en sesión de 5 de marzo de 1924, acordó: "Que se llame Avenida de Jacinto Benavente al actual camino de Monteolivete".

Aquella denominación fue controvertida, porque don Jacinto -así era llamado en la época- había recibido el Nobel casi dos años antes, en noviembre de 1922, pero la celebración oficial se produjo pocos meses después del golpe de Estado de Primo de Rivera, y con el mundo de las letras en su contra. Este hecho puede resumir perfectamente la vida social y política de Jacinto Benavente, reconocido internacionalmente como el precursor de la modernización del teatro español durante las dos primeras décadas del siglo XX, pero siempre criticado en su casa, por unos y otros, debido a su ambigüedad y su carácter acomodadizo.

Esta misma actitud es de la que hizo gala durante su estancia en València, lugar al que llegó accidentalmente tras el estallido de la Guerra Civil. Se instaló en la calle de la Sangre, y allí pasó toda la contienda, sobreviviendo de forma discreta, pero defendiendo la legitimidad de la República, escribiendo y actuando en el Teatro Principal a beneficio de los niños madrileños desplazados por el conflicto.

Por ello, el Consejo Municipal de Valencia, dirigido por el Frente Popular, le nombró hijo adoptivo. Ni que decir tiene que, con la entrada de las tropas franquistas en la ciudad, Benavente hizo pública su adhesión al régimen y regresó a Madrid, donde todavía disfrutó de una intensa actividad creadora antes de morir en 1854 a los ochenta y siete años.

Para entonces, en su avenida de València empezaban a levantarse los primeros edificios. En los chaflanes con la calle Burriana se reconstruyeron los dos más populares de la época, la jefatura del sector aéreo de València y el sanatorio José Antonio, ambos desaparecidos en la actualidad. Y más al sur, el Colegio de Nuestra Señora de Loreto y el Real Automóvil Club de Valencia.

Una avenida que ahora cumple el primer siglo de vida y que, a pesar de los avatares políticos -ha resistido dos dictaduras militares y una República y una Guerra Civil- nunca ha cambiado de denominación. Tal vez este es el mejor ejemplo de la ambigüedad ideológica que marcó la vida de Jacinto Benavente, un hombre independiente que nunca quiso significarse en la época tan convulsa que le tocó vivir.

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