¿Quién puede amonestar al pecador?

Estas son las palabras que Moisés habló a todo Israel al otro lado del Jordán, en el desierto, en el Arabá, frente a Suf, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab. (Deut. 1:1)

Bilam hablaba solamente palabras bonitas sobre el pueblo de Israel. Sin embargo, en su corazón los odiaba.

Hay muchas personas que alaban con su boca pero odian con su corazón.

Ten cuidado con una persona que te halaga mucho. Normalmente no lo hace con un corazón de amor sino con intereses propios.

Me he encontrado con muchas personas que empezaron alabándome mucho pero terminaron maldiciéndome.

Los halagos no siempre son señal de amor.

El libro de Devarim/Deuteronomio contiene las amonestaciones del mayor de los profetas, Moshé. Me atrevería a decir que no hay ninguna otra persona, fuera de Yahshúa, que haya sufrido tanto por y con el pueblo de Israel como Moshé. Su amor por el pueblo en los momentos de juicio divino le indujo a entregar su vida en varias ocasiones para salvarlo.

Una persona con ese amor y preocupación es la más adecuada para amonestar.

Los lugares mencionados en este versículo son los lugares donde el pueblo pecó en el desierto.

Por causa de lo que pasó en estos lugares Moshé levanta su voz y, con amor profundísimo y agudeza profética, recuerda, corrige, reprende, amonesta y anima al pueblo que está en su corazón.

Las amonestaciones de los que verdaderamente son amigos son realmente expresiones de amor.

Los halagos de los enemigos son trampas, pero las reprensiones de los amigos son medicinas.

“Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto.” (Prov. 27:5)

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