La COP26 deja una promesa para Argentina: una inversión millonaria para producir hidrógeno verde. El nuevo vínculo entre políticas productivas y energéticas. Las críticas al enfoque exportador del proyecto. La urgencia de mitigar las emisiones de GEI, y el aporte de este desarrollo a las industrias responsables de un cuarto de la contaminación global causada por dióxido de carbono.
“Estimada industria de combustibles fósiles, hoy es el día que ustedes esperaban que nunca llegue.”
El mismo día en que los líderes de distintos países se reunían en Glasgow en el marco de la COP26, las estaciones de trenes y subte de Reino Unido y las páginas de los principales diarios amanecieron con ese mensaje intrigante. La empresa australiana Fortescue sacudió el tablero de la opinión pública difundiendo su apuesta por el hidrógeno verde. Cuando el sol británico se retiraba pasadas las cuatro de la tarde, Fortescue anunciaba una inversión de 8.400 millones de dólares -de aquí a 2028- para producir hidrógeno verde en Argentina, país priorizado por la empresa gracias a nuestros extraordinarios vientos patagónicos. Es uno de los anuncios de inversión más grandes de la historia argentina.
Para entender la importancia del hidrógeno verde hace falta rebobinar. ¿En qué situación estamos hoy?