- Aceite de oliva virgen extra
- 1 diente de ajo
- 1 yema de huevo
Un clásico de tierras levantinas perfecto para acompañar infinidad de platos,
Tengo entendido que el auténtico ajoaceite lleva ajo y aceite, nada más! Y además es blanco, no amarillo. Aún así nos vamos a saltar la norma y le vamos a echar una yema de huevo, que es una práctica muy habitual y facilita el proceso bastante.
Esta salsita o acompañamiento es un auténtico infierno de hacer. El proceso es muy sencillo pero si queréis que os salga fino fino… hay que dejarse la muñeca en el proceso.
Simplemente vamos utilizar un mortero y un mazo de madera. Vamos a trocear un diente de ajo con cuchillo (para ganar tiempo) y lo ponemos en el mortero. Machacamos mucho y echamos la yema de huevo.
Ahora lo mezclamos mucho y empieza la fiesta. Se trata de echar aceite (de oliva virgen extra… por supuesto) en hilitos sin dejar de mover. Es importante cogerle el punto a la muñeca porque vamos a estar dándole por lo menos 10 minutos sin parar y siempre en el mismo sentido. Cuanto más aceite echemos más se irá endureciendo la masa…y más costará moverlo. Es aconsejable poner el mortero sobre un trapo para que no se resbale.
Poco a poco irá cogiendo color y densidad…seguimos y seguimos dándole a la muñeca.
Cuando esté con cuerpo ya podremos darlo por finalizado. Al final hemos usado casi un vaso de aceite.
Durante el proceso, es posible que se nos “corte”. Esto implica que repentinamente el ajoaceite se vuele líquido y deja de tener consistencia y color. Puede ser porque echamos mucho aceite de golpe o por otros motivos metafísicos que desconozco. El caso es que para no tener que tirarlo y empezar de nuevo podemos echar un chorrito de limón y seguir moviendo mucho. Eso normalmente “arregla” el ajoaceite.
Pues si no se nos ha cortado y le hemos dado duro a la muñeca…tendremos una salsa ideal para mojar con pan o acompañar patatas, carnes, pescados …