Pastoral Litúrgica

DOMINGO DEL PUBLICANO Y DEL FARISEO

Publicado el 24-01-2021

"El que vive como el fariseo, está lejos de la Iglesia"

(estrofa de las Maitines de la fiesta)

 

Tropario (t. 5): Glorifiquemos y alabemos al Verbo, eterno con el Padre y el Espíritu*, que por nuestra salvación ha nacido de la Virgen*. El, que se dejó elevar en la cruz y padecer la muerte*, concedió la vida a los muertos con su gloriosa resurrección.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Kondakio (t.3): Los gemidos del publicano presentemos al Señor* y vayamos a Él, pecadores, como al Soberano;* Él quiere la salvación de todos los hombres,* y alcanza el perdón a todos los que se arrepienten,* porque por nosotros se encarnó – Dios Verdadero, igual al Padre sin principio.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Teotokio: Hoy la Virgen está delante de nosotros en el templo * y con los coros de los santos, invisibles, ruega a Dios por nosotros. * Los ángeles con los Jerarcas se inclinan delante de ella,  * los Apóstoles con los Profetas se regocijan,  * porque por nosotros implora la Madre al Dios Sempiterno.

Prokimen (t.1): Tú nos protegerás, Señor, nos preservarás para siempre de los malvados (Sal 12,8).

Versículo: ¡Sálvanos, Señor, porque ya no hay gente buena, ha desaparecido la lealtad entre los hombres! (Sal.12:2).

EPISTOLA

Lectura de la 2º Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo (2 Tim. 3,10-15)

¡Querido Timoteo! Tú, en cambio, has seguido de cerca mi enseñanza, mi modo de vida y mis proyectos, mi fe, mi paciencia, mi amor y mi constancia, así como también, las persecuciones y sufrimientos que debía soportar en Antioquía, Iconio y Listra. ¡Qué persecuciones no he tenido que padecer! Pero de todas me libró el Señor. Por lo demás, los que quieren ser fieles a Dios en Cristo Jesús, tendrán que sufrir persecución. Los pecadores y los impostores, en cambio, irán de mal en peor, y engañando a los demás, se engañarán a sí mismos. Pero tú permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús.

Aleluia (t. 1): Cantaré eternamente el amor del Señor,* proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones (Sal 89,2).

Versículo: Porque tú has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo (Sal.89,3).

EVANGELIO

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc. 18,10-14)

Y narró el Señor Jesús la siguiente parábola: “Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Comunión: Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas.(Sal. 148,1).Aleluia,(3 veces).

COMENTARIO POR MONS. DANIEL

Antes de ser enviado para la batalla, el soldado debe pasar por un largo período de preparación, que tiene como objetivo formar física y psicológicamente para  enfrentar el trabajo y las adversidades de la vida militar.

Así también procede la Iglesia con sus fieles. Antes de proponer las prácticas cuaresmales para sus hijos, busca prepararlos espiritualmente para este periodo de ayuno, oraciones y sacrificios. Este período se inicia con el domingo del Publicano y del Fariseo,  terminando en el Domingo del Perdón (abstinencia de los lácteos). Durante este periodo, la Iglesia presenta algunos pasajes bíblicos para poder hablar de virtudes y cómo ejercitarlas: el orgullo del fariseo y la humildad del publicano, la conversión del hijo pródigo, la escena del juicio final, la necesidad de la conversión personal  para estar bien consigo mismo, con el prójimo y con Dios. Estos pasajes de la Palabra del Señor en la Biblia, tienen el poder de conducirnos a la profunda meditación sobre la misericordia de Dios y su justicia, para convencernos de la importancia de la conversión, oración, ayuno y penitencia para alcanzar la salvación. Estas  reflexiones deben preparar a los fieles para tomar actitudes sobre la importancia y necesidad de los ejercicios cuaresmales. 

Los domingos que anticipan la gran cuaresma, históricamente han entrado en el calendario de la Iglesia ya en el final del primer milenio, cuando el calendario y prácticas cuaresmales se hicieron comunes, así como lo es hoy. En el inicio, eran solo dos domingos: el domingo del Juicio final (la abstinencia de la carne) y el domingo del perdón (abstinencia de los lácteos). En el final del siglo VIII, fueron agregados los domingos del fariseo y del publicano y el domingo del hijo pródigo. 

 

La parábola del fariseo y del publicano

Jesucristo, en el anuncio de la Palabra, a menudo hacía el uso de parábolas para enseñar. Es decir, a través de historias, buscaba explicar de modo simple y comprensible, la doctrina, las verdades, las virtudes. Escuchando parábolas, aprendemos más fácilmente. 

El domingo del publicano y del fariseo recibe su nombre de la parábola contada por Jesús y escrita por el Evangelista san Lucas: Lc 18, 10-14. En esta parábola, Jesucristo describe el modo de actuar de dos figuras opuestas: el orgulloso fariseo y el humilde publicano. Y en esos dos ejemplos, nos muestra el mal que produce el orgullo y el valor de la humildad. 

En la época de Jesucristo, los fariseos constituían una secta religiosa, que rigurosamente defendían el fiel cumplimiento estricto, legal y literal de la ley y tradición mosaica. Para ellos, era más importante la letra que el espíritu de la ley. Decían que la justicia estaba más en la observancia exterior de la Ley, en observar varias reglas triviales, que en la práctica de las virtudes que la Ley obligaba. Ellos se consideraban los guardianes fanáticos de la Ley, orgullosos de su falso celo, y miraban de modo irónico a los que no pertenecían a su secta. Jesucristo a menudo les llamó la atención por su modo de actuar, denunciando públicamente su hipocresía. " «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen… ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran… ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!... Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mateo 23).

La parábola quiere mostrar la actuación típica del fariseo. Aunque vino al templo a rezar, él no alaba a Dios, sino a sí mismo. No pide el perdón a Dios por sus pecados, sino que,  seguro de su modo justo de actuar, agradece a Dios porque no pertenece a la clase de los pecadores. Se gloría  de su ayuno, se llena de orgullo por el diezmo que deposita en el templo. Sin embargo, mira con desprecio al publicano, lo considera un gran pecador.

En cambio, el publicano, sintiendo el peso de sus pecados, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, pero humildemente rezaba, implorando: "Dios, ten piedad de mí pecador" (Lucas 18, 13). Su breve oración, pero llena de arrepentimiento y humildad, es, para nosotros, el mejor ejemplo de oración y el más sincero acto de arrepentimiento por los pecados.

Jesucristo concluye esta parábola con las palabras: " Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Lucas 18, 14).

Los publicanos eran, durante la ocupación del Imperio Romano en la Palestina, los encargados en recaudar los impuestos de la gente. El estado romano tenía dos tipos de impuestos: directos e indirectos. Los impuestos directos eran las tasas que se pagaban por la posesión de la tierra y sus ganancias. Los impuestos indirectos, eran las tasas que se originaban a través del comercio local, de exportación e importación de productos. Los impuestos directos eran recaudados por el propio estado. Los indirectos eran cobrados por licitación, o sea, personas compraban el derecho de hacer el cobro en favor del gobierno. Esta forma de cobrar los impuestos, generó un amplio camino a todo tipo de extorsión, injusticia e intolerancia.  Estos agentes eran llamados “publicanos”, cobraban los impuestos sin piedad.  Todo lo que recaudaban de más, hacían parte de sus ingresos personales. Por esto, no es de extrañar que a los ojos de la gente los publicanos nunca tuvieran buena fama, en general eran considerados deshonestos, corruptos, ladrones, pecadores y paganos. Eran odiados por la sociedad. No podían ser testigos en los juicios, porque su palabra, como personas deshonestas, no tenía poder.

 

El sentido espiritual de la parábola 

Esta parábola quiere testimoniar a todos que Dios no mira al estado de una persona o su condición, sino que mira a su corazón y a su alma. Aquí entendemos la veracidad de las palabras de la Sagrada Escritura, en las que se dice: "Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes” (1 Pedro 5, 5).

Así se hace claro para todos que Dios no ha aceptado las oraciones del fariseo satisfecho de sí mismo y orgulloso, sino que se compadeció con la oración del humilde publicano. El orgullo es uno de los pecados capitales, y es el mayor obstáculo para el arrepentimiento y conversión. A su vez, la humildad es el comienzo de la verdadera conversión y el fundamento de la verdadera contrición y ayuno.

Por esto, la Iglesia desea que nosotros, al acercarnos al período litúrgico de la Cuaresma, busquemos prepararnos con gran humildad y conciencia de nuestro pecado, porque solo así expresamos la buena voluntad de un corazón arrepentido, capaz del sacrificio y ayuno. Sin humildad, no hay conversión, no hay arrepentimiento por los pecados, no hay vuelta a Dios.

En este espíritu, están compuestas nuestras celebraciones litúrgicas y oraciones en este domingo.  Los troparios, los himnos litúrgicos de la celebración de las Vísperas y Maitines, enfatizan y alaban las virtudes de la humildad e indican el desprecio por el orgullo del fariseo. "Hermanos, no recemos como los fariseos, porque el que se ensalza será rebajado. Humillémonos ante Dios y, haciendo ayuno, como el publicano clamemos: oh Dios, purifícanos de nuestros pecados y ten misericordia de nosotros”. 

 

Los troparios – himnos litúrgicos – símbolos de la verdadera humildad 

En la liturgia de este domingo del Publicano y del Fariseo,  los himnos que cantamos en  Maitines, merecen una atención especial por su tono penitencial y humilde. Estos himnos se repiten hasta el quinto domingo de la Cuaresma. Así se expresan: 

"Ábreme la puerta del arrepentimiento, Dador de vida, mi espíritu suplica en esta mañana en tu santo templo, porque todo mi templo corpóreo está corrompido; pero Tú, Bondadoso, purifícame con tu misericordiosa gracia”.

"Madre de Dios, guía nuestras almas en el camino de la salvación, porque la envilecimos con vergonzosos pecados y en los placeres transcurrimos nuestra vida. Por esto, con tus oraciones,  libéranos de toda impureza”. 

"Meditando sobre mis innumerables pecados, temo el temible día del juicio; pero confío en la gracia de tu misericordia, y como David, clamo a Ti: Ten piedad de mí, Señor, por tu gran misericordia”.

Fuente: Julian Katrij, OSBM: Conozca su Rito, ed. Svidchado, Lviv, 2004

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