Parques, jardines e infraestructuras verdes

Patrimonio hidraúlico


La ciudad y el entorno de Zaragoza poseen un excepcional patrimonio hidráulico, reflejo de su historia y de cómo sus acequias y canales han transformado la ciudad.

La red de acequias que se extiende por Zaragoza, aunque muchas de ellas lo hacen de forma soterrada, tiene su origen en cuatro ríos: Ebro, Huerva, Gállego y Jalón.

Es de destacar la acequia de la Almozara cuyos orígenes se remontan al año 87 a.C. y que toma sus aguas del río Jalón. Dicha acequia permitió el riego de una parte de la margen derecha del Ebro hasta la llegada del Canal Imperial de Aragón, que incrementó la superficie regable. El desarrollo del sistema de acequias en Zaragoza permitió la aparición y mantenimiento de una variada agricultura, que se convirtió en un importante recurso para la ciudad. No solo servían como aporte de agua para el regadío, sino que en torno a ellas giraba gran parte del día a día de sus habitantes que, tradicionalmente, realizaban muchas actividades domésticas. Así, las acequias servían como punto de encuentro, para lavar la ropa, o para obtener agua para el consumo, antes de que el agua corriente llegara a las viviendas de las familias.

La llegada a Zaragoza, a finales del siglo XVIII, del Canal Imperial de Aragón marca un antes y un después en el suministro de agua a través de canalizaciones, ya que su construcción permitió aumentar de forma muy importante el número de hectáreas de regadío y mejorar el abastecimiento de agua a la ciudad y sus alrededores.

La red azul misteriosa


Las acequias vertebran el rico patrimonio hidráulico de Zaragoza como venas que transportan la vida. La huerta zaragozana debe su desarrollo a las acequias y, a su vez, fueron también imprescindibles para el desarrollo del proceso de industrialización de la ciudad, ubicándose en sus márgenes muchas de las fábricas destinadas a la producción de productos textiles, para la construcción, la alimentación, los curtidos o el papel. Pero además son elementos de conectividad territoriales fundamentales en la comunicación de los diferentes ecosistemas

A partir de los años setenta del siglo pasado la creciente ocupación residencial, la necesidad de nuevas vías de comunicación y la escasa sensibilidad y valoración de la red de acequias, supuso su enterramiento e invisibilidad en la ciudad. Hoy, la mayoría, están ocultas bajo las calles y edificios, despareciendo de la memoria colectiva de la ciudad y sus habitantes. Y aunque siguen siendo muchas de ellas todavía funcionales se ocultan en la oscuridad del subsuelo a la espera de mejores tiempos que las recuperen y valoren.

Hoy solo son visibles algunos pequeños tramos inconexos de esta red azul como por ejemplo la acequia de las Abdulas, que atraviesa el parque José Antonio Labordeta; la acequia Ontonar, en el parque de la Memoria; la acequia del Plano , visible en la calle Hayedo y en el parque Oliver; y la acequia del Rabal, en el parque Luis Buñuel.

Fuera del núcleo urbano, en el cauce del río Gállego, el Azud de Urdán da comienzo la acequia del mismo nombre, también denominada Urdana, que riega a lo largo de sus 30 km buena parte de la zona de la margen izquierda del Gállego hasta su desembocadura en el río Ebro.