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El infierno de Gabriel_1

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Sinopsis<br />

Una novela profunda y sugerente, llena <strong>de</strong> intriga, seducción y perdón.<br />

Tan enigmática como la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> su autor… <strong>El</strong> misterioso y<br />

atractivo profesor <strong>Gabriel</strong> Emerson, reconocido especialista en Dante,<br />

es un hombre torturado por su pasado y orgulloso <strong>de</strong>l prestigio que ha<br />

conseguido, aunque también es consciente <strong>de</strong> que es un imán para el<br />

pecado y, especialmente, para la lujuria. Cuando la virtuosa Julia<br />

Mitchell se matricula en el máster que <strong>Gabriel</strong> imparte en la<br />

Universidad <strong>de</strong> Toronto, la vida <strong>de</strong> éste cambia irrevocablemente. La<br />

relación que mantiene con su nueva alumna lo obligará a enfrentarse a<br />

sus <strong>de</strong>monios personales y lo conducirá a una fascinante exploración<br />

<strong>de</strong>l sexo, el amor y la re<strong>de</strong>nción. Con ingenio y sarcasmo, el autor<br />

cuenta la odisea <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a través <strong>de</strong> su particular <strong>infierno</strong> <strong>de</strong><br />

tentación y amor prohibido.


Índice<br />

Portada<br />

Biografía<br />

Dedicatoria<br />

Prólogo<br />

Capítulo 1<br />

Capítulo 2<br />

Capítulo 3<br />

Capítulo 4<br />

Capítulo 5<br />

Capítulo 6<br />

Capítulo 7<br />

Capítulo 8<br />

Capítulo 9<br />

Capítulo 10<br />

Capítulo 11<br />

Capítulo 12<br />

Capítulo 13<br />

Capítulo 14<br />

Capítulo 15<br />

Capítulo 16<br />

Capítulo 17<br />

Capítulo 18<br />

Capítulo 19<br />

Capítulo 20<br />

Capítulo 21<br />

Capítulo 22<br />

Capítulo 23<br />

Capítulo 24<br />

Capítulo 25<br />

Capítulo 26<br />

Capítulo 27<br />

Capítulo 28<br />

Capítulo 29<br />

Capítulo 30<br />

Capítulo 31<br />

Capítulo 32


Capítulo 33<br />

Capítulo 34<br />

Agra<strong>de</strong>cimientos<br />

La fascinante historia <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y Julia continúa en EL ÉXTASIS<br />

DE GABRIEL<br />

Créditos


Sylvain Reynard es un escritor canadiense, interesado<br />

particularmente en el arte y la cultura <strong>de</strong>l Renacimiento. Asimismo<br />

siente un cariño <strong>de</strong>smesurado por la ciudad <strong>de</strong> Florencia. (Entre<br />

paréntesis: cabe señalar que el sarcástico narrador <strong>de</strong> <strong>El</strong> <strong>infierno</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> ha recibido el encargo <strong>de</strong> escribir esta pequeña biografía; él<br />

pue<strong>de</strong> dar fe <strong>de</strong> que S. R. es real, también <strong>de</strong> que posee una<br />

envidiable colección <strong>de</strong> calcetines <strong>de</strong> rombos.)<br />

In memoriam Maiae.<br />

Resurgam


Dante y Virgilio cruzando la laguna Estigia<br />

GUSTAVE DORÉ (grabado <strong>de</strong> 1870)


Prólogo<br />

Florencia, 1283<br />

De pie junto al puente, el poeta observaba a la joven que se<br />

acercaba. <strong>El</strong> mundo se <strong>de</strong>tuvo al ver sus ojos, gran<strong>de</strong>s y oscuros, y su<br />

pelo castaño, peinado formando elegantes ondas.<br />

Al principio no la reconoció. Era tan hermosa que cortaba el<br />

aliento con sus movimientos gráciles y seguros. Y algo en su rostro le<br />

recordó a la niña <strong>de</strong> la que se había enamorado años atrás. La vida<br />

los había llevado por caminos distintos y él siempre había llorado la<br />

pérdida <strong>de</strong> su ángel, su musa, su amada Beatriz. Sin ella, su vida<br />

había sido solitaria e insustancial.<br />

«Y ahora aparece mi bendición.»<br />

Mientras ella seguía acercándose, acompañada <strong>de</strong> sus amigas,<br />

el poeta inclinó la cabeza en un saludo caballeroso. No tenía ninguna<br />

esperanza <strong>de</strong> que ella se lo <strong>de</strong>volviera. Era perfecta e inalcanzable, un<br />

ángel <strong>de</strong> ojos castaños, vestida <strong>de</strong> blanco resplan<strong>de</strong>ciente, mientras<br />

que él era un hombre mayor, hastiado <strong>de</strong>l mundo, que no le llegaba a<br />

la suela <strong>de</strong>l zapato.<br />

Cuando ya casi había pasado <strong>de</strong> largo, los ojos <strong>de</strong>l poeta se<br />

clavaron en una <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>licadas zapatillas, una zapatilla que vacilaba<br />

justo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él. <strong>El</strong> corazón se le <strong>de</strong>sbocó mientras aguardaba, sin<br />

resuello. La voz que le habló, suave y educada, dispersó sus dudas.<br />

Era ella.<br />

Levantó la cabeza y la miró asombrado. Llevaba años esperando<br />

ese momento, soñando con ese encuentro, pero nunca se imaginó<br />

que se produciría <strong>de</strong> un modo tan fortuito. Y menos aún que ella lo<br />

saludara con tanta dulzura.<br />

Desconcertado, le <strong>de</strong>volvió el saludo y se permitió el lujo <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>dicarle una sonrisa, una sonrisa que su musa le <strong>de</strong>volvió<br />

multiplicada por diez. Sintió henchírsele el corazón, mientras su amor<br />

por ella crecía y ardía como una hoguera en su pecho.<br />

Desgraciadamente, la breve conversación llegó a su fin cuando<br />

ella anunció que tenía que irse. <strong>El</strong> poeta se inclinó para <strong>de</strong>spedirse,<br />

pero en seguida se incorporó para contemplarla mientras se alejaba.<br />

La gran alegría que había sentido al reencontrarse con ella se vio<br />

empañada por la tristeza <strong>de</strong> no saber si volvería a verla nunca más...


1<br />

—¿Señorita Mitchell?<br />

La voz <strong>de</strong>l profesor <strong>Gabriel</strong> Emerson atravesó el aula en<br />

dirección a la atractiva joven <strong>de</strong> cabello castaño sentada en las últimas<br />

filas. Perdida en sus pensamientos, o en la traducción, tenía la cabeza<br />

gacha, mientras tomaba notas frenéticamente en su cua<strong>de</strong>rno.<br />

Diez pares <strong>de</strong> ojos se volvieron hacia ella y contemplaron su<br />

cara pálida, sus largas pestañas y sus <strong>de</strong>lgados <strong>de</strong>dos, que sostenían<br />

un bolígrafo. Luego, esos mismos diez pares <strong>de</strong> ojos se volvieron<br />

hacia el profesor, que permanecía inmóvil y había empezado a fruncir<br />

el cejo.<br />

Su actitud mordaz contrastaba vivamente con la atractiva<br />

simetría <strong>de</strong> sus rasgos: con sus ojos, gran<strong>de</strong>s y expresivos, y su boca<br />

<strong>de</strong> labios gruesos. Era uno <strong>de</strong> esos hombres guapos <strong>de</strong> aspecto duro,<br />

pero en esos momentos su gesto amargo y severo estropeaba el<br />

efecto.<br />

—Ejem.<br />

Una tos discreta a su <strong>de</strong>recha llamó la atención <strong>de</strong> la joven, que<br />

levantó la vista hacia el estudiante <strong>de</strong> anchos hombros sentado a su<br />

lado. Sonriendo, éste señaló con la mirada hacia el profesor.<br />

<strong>El</strong>la siguió el recorrido <strong>de</strong> su mirada y se encontró con unos ojos<br />

azules y muy enfadados. Tragó saliva audiblemente.<br />

—Estoy esperando una respuesta, señorita Mitchell. Si le<br />

apetece unirse a la clase —añadió, con una voz tan glacial como su<br />

mirada.<br />

<strong>El</strong> resto <strong>de</strong> alumnos <strong>de</strong>l seminario se revolvieron inquietos en<br />

sus asientos y se dirigieron miradas furtivas. En éstas se leían<br />

preguntas <strong>de</strong>l tipo «¿Qué mosca le ha picado?», pero ninguno dijo<br />

nada. (Porque es <strong>de</strong> sobra conocido que los licenciados odian<br />

enfrentarse a sus profesores sobre el tema que sea, no digamos ya<br />

por una falta <strong>de</strong> educación.)<br />

La joven abrió la boca para contestar, pero cambió <strong>de</strong> opinión en<br />

seguida y la cerró, sin apartar la vista en ningún momento <strong>de</strong> aquellos<br />

imperturbables ojos azules. Los <strong>de</strong> ella estaban tan abiertos que le<br />

daban aspecto <strong>de</strong> conejito asustado.<br />

—¿Habla nuestro idioma, señorita Mitchell? —se burló el<br />

profesor.


A una chica morena sentada a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> él se le escapó la<br />

risa, aunque trató <strong>de</strong> disimularla con una tos poco convincente. Todos<br />

los ojos volvieron a dirigirse hacia el conejito asustado, que se había<br />

ruborizado furiosamente y que agachó la cabeza, apartando la vista<br />

<strong>de</strong>l profesor.<br />

—Dado que la señorita Mitchell parece estar asistiendo a un<br />

seminario paralelo en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan<br />

amable <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a mi pregunta?<br />

La belleza morena sentada a su lado estuvo encantada <strong>de</strong><br />

hacerlo. Se volvió hacia él y le dirigió una sonrisa <strong>de</strong>slumbrante,<br />

mientras respondía a su pregunta con todo <strong>de</strong>talle, gesticulando<br />

mucho con las manos mientras citaba a Dante en italiano. Al terminar,<br />

<strong>de</strong>dicó una sonrisa ácida a la recién llegada, se volvió <strong>de</strong> nuevo hacia<br />

el señor Emerson y suspiró. Lo único que le faltó fue rodar un poco por<br />

el suelo y frotarse contra su pierna para <strong>de</strong>mostrarle que nada la haría<br />

más feliz que ser su mascota. (Aunque a él no le habría gustado nada<br />

que lo hiciera.)<br />

<strong>El</strong> profesor frunció el cejo <strong>de</strong> manera casi imperceptible a nadie<br />

en particular y se volvió para escribir en la pizarra. <strong>El</strong> conejito asustado<br />

parpa<strong>de</strong>ó con fuerza varias veces mientras seguía tomando apuntes,<br />

pero gracias a Dios no lloró.<br />

Más tar<strong>de</strong>, mientras el señor Emerson seguía hablando sin parar<br />

sobre el conflicto entre güelfos y gibelinos, un trozo <strong>de</strong> papel doblado<br />

apareció sobre el diccionario <strong>de</strong> italiano <strong>de</strong>l conejito asustado. Al<br />

principio ella no se dio cuenta, pero un nuevo «ejem» hizo que se<br />

volviera hacia el guapo joven sentado a su lado. Esta vez él le <strong>de</strong>dicó<br />

una sonrisa más amplia y le señaló la nota con los ojos.<br />

Al verla, ella parpa<strong>de</strong>ó sorprendida. Vigilando la espalda <strong>de</strong>l<br />

profesor, que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>ar con círculos palabras italianas, se<br />

llevó la nota al regazo y la abrió discretamente.<br />

Emerson es un asno.<br />

Aunque nadie que no hubiera estado observándola se habría<br />

dado cuenta, al leer la nota se ruborizó <strong>de</strong> un modo distinto. Le<br />

aparecieron dos nubes <strong>de</strong> color rosa en las mejillas mientras sonreía.<br />

No fue una sonrisa <strong>de</strong> las que <strong>de</strong>jan los dientes al <strong>de</strong>scubierto, ni <strong>de</strong><br />

las que hacen aparecer arrugas <strong>de</strong> expresión ni hoyuelos, pero era<br />

una sonrisa.<br />

Se volvió hacia su vecino, que le sonrió a su vez, franco y


amistoso.<br />

—¿Algo divertido que quiera compartir con nosotros, señorita<br />

Mitchell?<br />

Los ojos <strong>de</strong> la nueva alumna se abrieron aterrorizados y la<br />

sonrisa <strong>de</strong> su nuevo amigo <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> su cara al volverse para<br />

mirar al profesor.<br />

Sin atreverse a enfrentarse al señor Emerson, ella bajó la<br />

cabeza y se quedó inmóvil, mordisqueándose el labio inferior.<br />

—Ha sido culpa mía, profesor. Le estaba preguntando por qué<br />

página íbamos —dijo el chico, tratando <strong>de</strong> protegerla.<br />

—Una pregunta poco apropiada para un estudiante que está<br />

preparando el doctorado, Paul. Pero ya que lo preguntas, estamos<br />

empezando el primer canto. Espero que seas capaz <strong>de</strong> encontrarlo sin<br />

la ayuda <strong>de</strong> la señorita Mitchell. Ah, y ¿señorita Mitchell?<br />

La cola <strong>de</strong>l conejito asustado tembló un poco al levantar la vista<br />

hacia él.<br />

—La espero en mi <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> clase.


2<br />

Al acabar el seminario, Julia Mitchell guardó apresuradamente el<br />

trozo <strong>de</strong> papel <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l diccionario <strong>de</strong> italiano, junto a la entrada <strong>de</strong><br />

la palabra asino, asno.<br />

—Siento lo que ha pasado. Soy Paul Norris —la saludó su<br />

amable compañero, tendiéndole una enorme mano.<br />

La joven se la estrechó y Paul se maravilló <strong>de</strong> lo pequeña que<br />

era la <strong>de</strong> ella comparada con la suya. Podría rompérsela con sólo<br />

doblar la muñeca.<br />

—Hola, Paul. Yo soy Julia. Julia Mitchell.<br />

—Encantado <strong>de</strong> tenerte por aquí, Julia. Siento que Emerson se<br />

haya comportado como un gilipollas. Ahora enten<strong>de</strong>rás por qué su<br />

apodo es <strong>El</strong> Profesor, con mayúscula —dijo él, con no poco sarcasmo.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó levemente y volvió a centrarse en sus libros.<br />

—Eres nueva, ¿no? —continuó Paul, la<strong>de</strong>ando la cabeza para<br />

mirarla.<br />

—Acabo <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Saint Joseph.<br />

Él asintió como si la conociera.<br />

—¿Has venido a hacer un curso <strong>de</strong> doctorado?<br />

—Sí. —Señalando hacia las primeras filas, añadió—: Ya sé que<br />

no lo parece, pero teóricamente estoy estudiando para especializarme<br />

en Dante.<br />

<strong>El</strong> chico soltó un silbido <strong>de</strong> admiración.<br />

—Entonces, ¿estás aquí por Emerson?<br />

<strong>El</strong>la asintió y, al fijarse en su cuello, Paul se dio cuenta <strong>de</strong> que el<br />

pulso se le aceleraba. Como no encontraba una explicación para ello,<br />

se olvidó <strong>de</strong>l tema, aunque más tar<strong>de</strong> volvería a acordarse.<br />

—Tiene un carácter difícil, por lo que no tiene <strong>de</strong>masiados<br />

alumnos, pero es mi director <strong>de</strong> tesis. Y también el <strong>de</strong> Christa<br />

Peterson, ya la conoces.<br />

—¿Christa?<br />

—La coqueta <strong>de</strong> la primera fila. Es su otra alumna <strong>de</strong> doctorado,<br />

aunque su auténtico objetivo es convertirse en la futura señora<br />

Emerson. Acaba <strong>de</strong> llegar y ya le hace galletas, se <strong>de</strong>ja caer por su<br />

<strong>de</strong>spacho, le envía mensajes telefónicos. Es increíble.<br />

Julia asintió, pero no dijo nada.<br />

—Christa no parece consciente <strong>de</strong> la estricta política <strong>de</strong> no


confraternización <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Toronto —explicó Paul, que fue<br />

recompensado con una sonrisa preciosa.<br />

Se dijo que iba a tener que hacer sonreír a Julia Mitchell más a<br />

menudo. Pero eso tendría que esperar, <strong>de</strong> momento.<br />

—Será mejor que vayas. Quería verte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> clase y te<br />

estará esperando.<br />

Julia guardó sus cosas a toda prisa en la vieja mochila L. L.<br />

Bean que la había acompañado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su primer año en la<br />

universidad.<br />

—Ejem, no sé dón<strong>de</strong> está su <strong>de</strong>spacho.<br />

—Cuando salgas, gira a la izquierda y luego gira otra vez a la<br />

izquierda. <strong>El</strong> suyo es el último, al final <strong>de</strong>l pasillo. Buena suerte y, si no<br />

nos vemos antes, hasta la próxima clase.<br />

<strong>El</strong>la le <strong>de</strong>dicó una sonrisa agra<strong>de</strong>cida y salió <strong>de</strong>l aula.<br />

Al doblar la esquina, vio que <strong>El</strong> Profesor había <strong>de</strong>jado la puerta<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho abierta. Se quedó <strong>de</strong>lante, nerviosa, dudando sobre si<br />

llamar primero o asomar la cabeza directamente. Tras unos segundos<br />

<strong>de</strong> duda, se <strong>de</strong>cidió por la primera opción. Armándose <strong>de</strong> valor, respiró<br />

hondo, contuvo el aliento y levantó el puño. Justo entonces, oyó:<br />

—Siento no haberte <strong>de</strong>vuelto la llamada. ¡Estaba en clase!<br />

—exclamó la voz enfadada que ya empezaba a resultarle familiar. Se<br />

hizo un breve silencio antes <strong>de</strong> que volviera a hablar—: ¡Porque era el<br />

primer seminario <strong>de</strong> este curso, idiota, y porque la última vez que<br />

hablé con ella me dijo que estaba bien!<br />

Julia se apartó <strong>de</strong> la puerta. Al parecer, el señor Emerson estaba<br />

hablando por teléfono, gritándole a alguien. No quería ser su siguiente<br />

víctima, así que <strong>de</strong>cidió huir y afrontar las consecuencias más tar<strong>de</strong>.<br />

Pero justo entonces lo oyó sollozar. Fue un sonido ronco, <strong>de</strong>sgarrador,<br />

que le llegó al alma, impidiéndole marcharse.<br />

—¡Claro que habría querido estar allí! La quería. Claro que<br />

habría querido estar allí. —Le llegó otro sollozo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />

puerta—. No sé a qué hora llegaré. Diles que voy <strong>de</strong> camino. Iré al<br />

aeropuerto y tomaré el primer avión que salga, pero no sé cuándo<br />

llegaré.<br />

Otra pausa.<br />

—Lo sé. Diles que lo siento. Que lo siento mucho... —Su voz se<br />

perdió entre sollozos y Julia lo oyó colgar el teléfono.<br />

Sin pensar, se asomó.<br />

<strong>El</strong> hombre, <strong>de</strong> treinta y pico años, tenía la cabeza apoyada en<br />

las manos y lloraba con los codos apoyados en el escritorio. Julia vio


cómo le temblaban los hombros. Percibió la angustia y el dolor que<br />

brotaban <strong>de</strong> su pecho. Y sintió compasión.<br />

Quería acercarse a él, ro<strong>de</strong>arle el cuello con los brazos y<br />

ofrecerle consuelo. Quería acariciarle la cabeza y <strong>de</strong>cirle que lo sentía<br />

mucho. Por un momento, se imaginó cómo sería secar las lágrimas <strong>de</strong><br />

aquellos expresivos ojos azules como zafiros y verlos volverse hacia<br />

ella con amabilidad. Se imaginó dándole un casto beso en la mejilla,<br />

sólo para confortarlo.<br />

Pero verlo llorar <strong>de</strong> esa manera, como si acabaran <strong>de</strong> romperle<br />

el corazón, la <strong>de</strong>jó clavada en el suelo, por lo que no hizo nada <strong>de</strong> lo<br />

que se había imaginado. Al darse cuenta <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba, volvió a<br />

escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta, a ciegas sacó un trozo <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> la<br />

mochila y escribió:<br />

Lo siento.<br />

Julia Mitchell<br />

Luego, sin saber qué hacer, colocó la nota en la jamba <strong>de</strong> la<br />

puerta y la cerró silenciosamente.<br />

La timi<strong>de</strong>z no era el rasgo más característico <strong>de</strong> Julia. Su mayor<br />

cualidad, la que la <strong>de</strong>finía como persona, era la compasión, algo que<br />

no había heredado <strong>de</strong> sus padres. Su padre, aunque era un hombre<br />

<strong>de</strong>cente, tenía ten<strong>de</strong>ncia a ser rígido e inflexible. Su madre, ya<br />

fallecida, no había mostrado compasión hacia nadie en toda su vida, ni<br />

siquiera hacia su única hija.<br />

Tom Mitchell era hombre <strong>de</strong> pocas palabras, pero bastante<br />

popular y, en general, apreciado por sus vecinos. Era conserje en la<br />

Universidad <strong>de</strong> Susquehanna y jefe <strong>de</strong> bomberos <strong>de</strong> Selinsgrove,<br />

Pensilvania. Dado que el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> bomberos estaba formado<br />

íntegramente por voluntarios, Tom y el resto <strong>de</strong> sus compañeros<br />

estaban <strong>de</strong> guardia permanente. Se sentía orgulloso <strong>de</strong> su<br />

responsabilidad y le <strong>de</strong>dicaba mucho tiempo y energía, lo que<br />

implicaba que no paraba mucho en casa, ni siquiera cuando no había<br />

ninguna emergencia. La noche <strong>de</strong>l primer seminario <strong>de</strong> Julia, la llamó<br />

por teléfono <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el parque <strong>de</strong> bomberos, contento al ver que por fin<br />

respondía al móvil.<br />

—¿Cómo van las cosas, Jules? —le preguntó. Su voz, poco<br />

dada a sentimentalismos, la confortó igualmente, como si fuera una<br />

manta.


Julia suspiró.<br />

—Bien. <strong>El</strong> primer día ha sido... interesante, pero bien.<br />

—¿Cómo te tratan esos canadienses?<br />

—Muy bien, son muy amables. «Son los americanos los que son<br />

unos <strong>de</strong>sgraciados. Bueno, un americano para ser más exactos.»<br />

Tom se aclaró la garganta un par <strong>de</strong> veces y Julia contuvo el<br />

aliento. Gracias a sus años <strong>de</strong> experiencia, sabía que su padre se<br />

estaba preparando para <strong>de</strong>cir algo serio. Se preguntó qué habría<br />

pasado.<br />

—Cariño, Grace Clark ha muerto hoy.<br />

Julia se incorporó en la cama y se quedó mirando el vacío.<br />

—¿Me has oído?<br />

—Sí, sí, te he oído.<br />

—<strong>El</strong> cáncer volvió con fuerza. Todos pensaban que estaba bien,<br />

pero la enfermedad volvió sin avisar y, cuando se dieron cuenta, ya se<br />

le había extendido a los huesos y al hígado. Richard y los chicos están<br />

muy afectados.<br />

Julia se mordió el labio inferior y ahogó un sollozo.<br />

—Sabía que te dolería. Era como una madre para ti, y Rachel y<br />

tú siempre fuisteis tan buenas amigas... ¿Te ha dicho algo?<br />

—No... no me ha llamado. ¿Por qué no me dijo nada?<br />

—No sé cuándo se enteró la familia <strong>de</strong> que había vuelto a<br />

recaer. He pasado por su casa hace un rato y <strong>Gabriel</strong> ni siquiera había<br />

llegado. Estaban enfadados con él. No sé cómo lo recibirán cuando<br />

llegue. Hay mucho rencor en esa familia —añadió su padre,<br />

renegando en voz baja.<br />

—¿Vas a mandar flores?<br />

—Sí, supongo. No se me dan bien estas cosas, pero puedo<br />

pedirle a Deb que me ayu<strong>de</strong>.<br />

Deb Lundy era su novia. Julia puso los ojos en blanco al oír su<br />

nombre, pero se guardó su opinión.<br />

—Dile que envíe alguna cosa <strong>de</strong> mi parte, por favor. A Grace le<br />

encantaban las gar<strong>de</strong>nias. Y pí<strong>de</strong>le que firme la nota en mi nombre.<br />

—Descuida, lo haré. ¿Necesitas algo?<br />

—No, estoy bien.<br />

—¿Dinero?<br />

—No, papá. Con la beca me basta si voy con cuidado.<br />

Tom guardó silencio. Antes <strong>de</strong> que volviera a hablar, Julia ya<br />

sabía qué iba a <strong>de</strong>cir.<br />

—Siento lo <strong>de</strong> Harvard. Tal vez el año que viene...


Julia en<strong>de</strong>rezó la espalda y se obligó a sonreír, aunque su padre<br />

no pudiera verla.<br />

—Tal vez. Hasta pronto, papá.<br />

—Adiós, cariño.<br />

A la mañana siguiente, Julia se dirigió a la universidad un poco<br />

más <strong>de</strong>spacio que el día anterior. <strong>El</strong> iPod la aislaba <strong>de</strong>l exterior y en su<br />

cabeza iba redactando un correo electrónico <strong>de</strong> pésame y <strong>de</strong><br />

disculpas para su amiga Rachel, escribiéndolo y corrigiéndolo<br />

mentalmente mientras caminaba.<br />

La brisa <strong>de</strong> setiembre era cálida en Toronto. A Julia eso le<br />

gustaba. Le gustaba estar tan cerca <strong>de</strong>l lago. Le gustaba la luz <strong>de</strong>l sol<br />

y la amabilidad <strong>de</strong> la gente. Le gustaba estar en Toronto en vez <strong>de</strong> en<br />

Selinsgrove o Fila<strong>de</strong>lfia. Y, sobre todo, le gustaba la sensación <strong>de</strong><br />

estar a cientos <strong>de</strong> kilómetros <strong>de</strong> distancia <strong>de</strong> él. Sólo esperaba seguir<br />

así mucho tiempo.<br />

Cuando entró en el Departamento <strong>de</strong> Estudios Italianos para ver<br />

si había recibido alguna carta, seguía redactando en su mente el<br />

correo para Rachel. Alguien le dio un golpecito en el codo y entró en<br />

su campo <strong>de</strong> visión.<br />

Julia se quitó los auriculares.<br />

—Paul..., hola.<br />

Él sonrió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas. Julia era menuda, sobre todo cuando<br />

llevaba zapatillas <strong>de</strong>portivas, y apenas le llegaba al pecho.<br />

—¿Qué tal fue la reunión con Emerson? —le preguntó el joven,<br />

cambiando la sonrisa por una mirada <strong>de</strong> preocupación.<br />

<strong>El</strong>la se mordió el labio inferior, una costumbre <strong>de</strong> cuando estaba<br />

nerviosa. Debería <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hacerlo, pero no podía, básicamente<br />

porque no era consciente <strong>de</strong> ello.<br />

—Ah..., al final no fui.<br />

Paul cerró los ojos y negó con la cabeza.<br />

—Eso no es bueno.<br />

Julia trató <strong>de</strong> justificarse.<br />

—La puerta <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho estaba cerrada. Creo que estaba<br />

hablando por teléfono... No estoy segura. Le <strong>de</strong>jé una nota.<br />

Paul vio que sus <strong>de</strong>licadas cejas se unían con preocupación. Le<br />

dio lástima y maldijo a <strong>El</strong> Profesor por ser tan cáustico. Julia<br />

aparentaba ser una persona frágil a la que era fácil lastimar y Emerson<br />

no parecía darse cuenta <strong>de</strong>l efecto que causaba en sus alumnos, así<br />

que <strong>de</strong>cidió ayudarla.


—Si estaba hablando por teléfono, hiciste bien en no<br />

interrumpirlo. Esperemos que así fuera. Si no, diría que te has metido<br />

en un lío. —En<strong>de</strong>rezó la espalda y cruzó los brazos—. Si la cosa va a<br />

peor, avísame y veré qué puedo hacer. A mí no me importa que me<br />

grite, pero no quiero que te grite a ti. «Porque, a juzgar por tu aspecto,<br />

te morirías <strong>de</strong>l susto, conejito asustado.»<br />

Le pareció que Julia iba a <strong>de</strong>cir algo, pero finalmente guardó<br />

silencio. Con una débil sonrisa, la joven asintió y se dirigió a los<br />

casilleros en busca <strong>de</strong>l correo.<br />

Casi todo era propaganda. Había algunos comunicados internos<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento, entre ellos, uno <strong>de</strong> una conferencia pública <strong>de</strong>l<br />

profesor <strong>Gabriel</strong> O. Emerson titulada «La lujuria en el Infierno <strong>de</strong><br />

Dante: el pecado capital contra el Yo». Julia leyó el título varias veces<br />

antes <strong>de</strong> ser capaz <strong>de</strong> asimilarlo. Luego empezó a canturrear en voz<br />

baja.<br />

Lo siguió haciendo mientras leía una segunda circular que<br />

avisaba <strong>de</strong> que la conferencia <strong>de</strong>l profesor Emerson había sido<br />

aplazada. Y no <strong>de</strong>jó su canturreo al ver una tercera nota, en la que se<br />

avisaba <strong>de</strong> que todos los seminarios, citas y reuniones <strong>de</strong>l profesor<br />

Emerson quedaban cancelados hasta nuevo aviso.<br />

Finalmente, alargó la mano para alcanzar una nota doblada que<br />

estaba al final <strong>de</strong>l casillero. La <strong>de</strong>sdobló y leyó:<br />

Lo siento.<br />

Julia Mitchell<br />

Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> canturrear, se preguntó por qué el profesor le habría<br />

<strong>de</strong>vuelto la nota que le <strong>de</strong>jó en la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho. Pero su<br />

canturreo se <strong>de</strong>tuvo en seco, igual que su corazón, al darle la vuelta al<br />

papel y ver lo siguiente:<br />

Emerson es un asno.


3<br />

Durante una época <strong>de</strong> su vida, si hubiese tenido que enfrentarse<br />

a un acontecimiento tan embarazoso como ése, Julia se habría<br />

echado al suelo y habría adoptado una posición fetal, probablemente<br />

para siempre. Pero a los veintitrés años ya estaba hecha <strong>de</strong> otra<br />

pasta. Así que, en vez <strong>de</strong> quedarse frente a los buzones,<br />

contemplando cómo su breve carrera académica ardía y quedaba<br />

reducida a un montón <strong>de</strong> cenizas a sus pies, hizo rápidamente lo que<br />

había ido a hacer y regresó a casa.<br />

Una vez allí, e intentando no pensar en los asuntos académicos,<br />

hizo cuatro cosas:<br />

Primero, cogió un poco <strong>de</strong> dinero <strong>de</strong>l fondo para emergencias<br />

que guardaba en una fiambrera <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama.<br />

Segundo, fue a la tienda <strong>de</strong> licores más cercana y compró una<br />

botella muy gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> tequila muy barato.<br />

Tercero, volvió a casa y escribió un largo y sentido mensaje <strong>de</strong><br />

pésame para Rachel. Olvidó a propósito comentarle qué estaba<br />

haciendo y dón<strong>de</strong> estaba viviendo, y lo envió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuenta <strong>de</strong><br />

gmail en vez <strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuenta universitaria.<br />

Cuarto, se fue <strong>de</strong> compras. Esa última actividad era un<br />

<strong>de</strong>sconsolado homenaje tanto a Rachel como a Grace, porque a<br />

ambas les encantaban las cosas caras. En realidad, Julia era<br />

<strong>de</strong>masiado pobre para ir <strong>de</strong> compras.<br />

Cuando se mudó a Selinsgrove y conoció a Rachel, durante su<br />

primer año <strong>de</strong> instituto, no podía permitirse comprarse nada. De la<br />

misma forma que tampoco podía permitírselo en esos momentos. Con<br />

la beca <strong>de</strong> estudios que le habían concedido, a duras penas llegaba a<br />

fin <strong>de</strong> mes y no podía trabajar para complementar sus ingresos,<br />

porque, como estadouni<strong>de</strong>nse con visado <strong>de</strong> estudios, eran muy<br />

pocas las tareas que podía realizar.<br />

Mientras paseaba lentamente frente a los bonitos escaparates<br />

<strong>de</strong> la calle Bloor, pensó en su vieja amiga y en su madre sustituta. Se<br />

paró <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l escaparate <strong>de</strong> Prada recordando la única vez que<br />

había ido a comprar zapatos <strong>de</strong> marca con Rachel. Julia todavía<br />

conservaba esos zapatos negros <strong>de</strong> tacón <strong>de</strong> aguja guardados en una<br />

caja al fondo <strong>de</strong>l armario. Sólo se los había puesto una vez: la noche<br />

en que <strong>de</strong>scubrió que estaba siendo traicionada. Quiso <strong>de</strong>strozarlos,


igual que había <strong>de</strong>strozado el vestido, pero no pudo. Los zapatos<br />

habían sido un regalo <strong>de</strong> bienvenida <strong>de</strong> Rachel, que no sabía qué iba<br />

a encontrarse ella en casa.<br />

Luego se <strong>de</strong>tuvo una eternidad <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la tienda Chanel y<br />

lloró recordando a Grace. Recordó que siempre la recibía con una<br />

sonrisa y un abrazo cuando iba <strong>de</strong> visita. Recordó que, cuando su<br />

verda<strong>de</strong>ra madre murió en trágicas circunstancias, Grace le dijo que la<br />

quería y que le encantaría ser su madre si a ella le apetecía. Y había<br />

sido una madre mucho mejor <strong>de</strong> lo que Sharon lo fue nunca, para<br />

vergüenza <strong>de</strong> Sharon y pena <strong>de</strong> Julia.<br />

Cuando se le agotaron las lágrimas y las tiendas cerraron,<br />

regresó a casa lentamente y empezó a torturarse diciéndose que<br />

había sido una mala hija adoptiva, un <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> amiga y una boba<br />

insensible a la que no se le ocurría asegurarse <strong>de</strong> que un trozo <strong>de</strong><br />

papel estaba en blanco antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>járselo firmado a una persona cuya<br />

querida madre acababa <strong>de</strong> morir.<br />

«¿Qué habrá pensado al ver la nota?» Más animada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

un chupito o dos o tres <strong>de</strong> tequila, Julia se permitió seguir haciéndose<br />

preguntas. «¿Qué <strong>de</strong>be <strong>de</strong> pensar <strong>de</strong> mí ahora?»<br />

Se planteó hacer el equipaje y coger el primer autobús que se<br />

dirigiera a Selinsgrove para no tener que enfrentarse a él. Se sentía<br />

avergonzada por no haberse dado cuenta <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> Emerson<br />

estaba hablando <strong>de</strong> Grace aquel horrible día al teléfono. Pero no se le<br />

había pasado por la cabeza la posibilidad <strong>de</strong> que el cáncer <strong>de</strong> ésta se<br />

hubiera reproducido. Y mucho menos que hubiera muerto. Aquel día<br />

estaba más preocupada por haber empezado su relación con <strong>El</strong><br />

Profesor con tan mal pie. Su hostilidad la había pillado por sorpresa,<br />

pero todavía la había sorprendido más verlo llorar. En lo único que<br />

había podido pensar había sido en consolarlo. Esa i<strong>de</strong>a se había<br />

impuesto a todas las <strong>de</strong>más y ni siquiera la había <strong>de</strong>jado preguntarse<br />

por la causa <strong>de</strong> su dolor.<br />

No había bastado con que acabaran <strong>de</strong> romperle el corazón con<br />

la noticia <strong>de</strong> que su madre había muerto sin haber podido <strong>de</strong>spedirse<br />

<strong>de</strong> ella ni <strong>de</strong>cirle que la quería. No había sido suficiente con que<br />

alguien, probablemente su hermano Scott, hubiera discutido con él por<br />

no haber vuelto aún a casa. No. Cuando <strong>de</strong>strozado y llorando como<br />

un niño había abierto la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho para irse corriendo al<br />

aeropuerto, se había encontrado con su nota <strong>de</strong> consuelo y con lo que<br />

Paul había escrito por el otro lado.<br />

«Estupendo.»


A Julia la sorprendía que <strong>El</strong> Profesor no la hubiera expulsado <strong>de</strong>l<br />

curso en aquel mismo momento.<br />

«Tal vez me ha reconocido.» Un nuevo chupito <strong>de</strong> tequila le<br />

permitió formular esa i<strong>de</strong>a, pero ninguna más, porque cayó al suelo<br />

<strong>de</strong>smayada.<br />

Dos semanas más tar<strong>de</strong>, cuando fue a revisar su casillero en el<br />

<strong>de</strong>partamento, Julia se encontraba ligeramente mejor, aunque como si<br />

estuviera esperando en el corredor <strong>de</strong> la muerte, sin posibilidad <strong>de</strong><br />

indulto. No. No se había marchado a casa.<br />

Julia se ruborizaba con facilidad y era muy tímida. Pero también<br />

era una persona muy tenaz y testaruda y <strong>de</strong>seaba con todas sus<br />

fuerzas estudiar la obra <strong>de</strong> Dante. Si tenía que inventarse un cómplice<br />

sin i<strong>de</strong>ntificar para librarse <strong>de</strong> la pena <strong>de</strong> muerte, estaba dispuesta a<br />

hacerlo.<br />

Aún no se lo había dicho a Paul. Todavía.<br />

—¿Julianne? ¿Pue<strong>de</strong>s venir un momentito? —le preguntó la<br />

señora Jenkins, la encantadora auxiliar administrativa, ya entrada en<br />

años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su escritorio.<br />

Julia se acercó dócilmente.<br />

—¿Has tenido algún problema con el profesor Emerson?<br />

—Yo... ejem... no lo sé —respondió, ruborizándose y<br />

mordiéndose el interior <strong>de</strong> la mejilla.<br />

—He recibido dos correos electrónicos urgentes esta mañana<br />

pidiéndome que concierte una cita para que te reúnas con él en cuanto<br />

regrese. No suelo recibir ese tipo <strong>de</strong> encargos. Normalmente, los<br />

profesores prefieren acordar sus propias citas cuando les conviene.<br />

Por alguna razón, Emerson insiste en que sea yo quien fije la tuya y en<br />

que que<strong>de</strong> reflejada en tu expediente.<br />

Julia asintió y sacó la agenda <strong>de</strong> la mochila, tratando <strong>de</strong> no<br />

pensar en lo que el profesor <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber dicho <strong>de</strong> ella en esos<br />

correos.<br />

La señora Jenkins la estaba mirando expectante.<br />

—¿Qué tal mañana?<br />

Su fingida calma se <strong>de</strong>smoronó.<br />

—¿Mañana?<br />

—<strong>El</strong> señor Emerson regresa esta noche y propone reunirse<br />

contigo mañana a las cuatro en su <strong>de</strong>spacho. ¿Te va bien? Tengo que<br />

enviarle un mensaje <strong>de</strong> confirmación.<br />

Julia asintió y anotó la cita en su agenda, como si lo necesitara


para acordarse.<br />

—No dice <strong>de</strong> qué se trata, pero sí que es importante. Me<br />

pregunto a qué se referirá... —comentó la señora Jenkins, distraída.<br />

Julia acabó sus asuntos <strong>de</strong> ese día y regresó a casa para hacer<br />

las maletas, con la ayuda <strong>de</strong> su amiga, la señorita Tequila.<br />

A la mañana siguiente, tenía casi toda la ropa guardada en sus<br />

dos maletas. Sin querer admitir la <strong>de</strong>rrota —ni ante sí misma ni ante la<br />

señorita Tequila—, <strong>de</strong>cidió no acabar <strong>de</strong> hacer el equipaje, por lo que<br />

se encontró haciendo girar los pulgares <strong>de</strong> aburrimiento. Necesitaba<br />

ocupar el tiempo <strong>de</strong> alguna manera, así que <strong>de</strong>cidió hacer lo que<br />

cualquier estudiante perezoso que se precie haría en esa situación,<br />

aparte <strong>de</strong> beber e irse <strong>de</strong> fiesta con otros estudiantes perezosos:<br />

limpiar su apartamento.<br />

No le llevó <strong>de</strong>masiado tiempo. Cuando hubo terminado, todo<br />

estaba en perfecto or<strong>de</strong>n, escrupulosamente limpio y con un ligero<br />

aroma a limón. Orgullosa <strong>de</strong>l resultado, preparó su mochila para ir a la<br />

universidad.<br />

Mientras tanto, el profesor Emerson recorría los pasillos <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>partamento a gran<strong>de</strong>s zancadas. Estudiantes y colegas por igual se<br />

iban volviendo a su paso. <strong>El</strong> Profesor estaba <strong>de</strong> mal humor y nadie<br />

quería interponerse en su camino.<br />

Llevaba una buena temporada <strong>de</strong> ese talante, pero ese día<br />

estaba más cascarrabias <strong>de</strong> lo habitual <strong>de</strong>bido a la tensión y la falta <strong>de</strong><br />

sueño. Los dioses <strong>de</strong> Air Canada le habían echado una maldición y lo<br />

habían sentado al lado <strong>de</strong> un padre y <strong>de</strong> su hijo <strong>de</strong> dos años que<br />

regresaban <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia. <strong>El</strong> niño lloró sin parar durante todo el viaje y<br />

se meó encima —y encima <strong>de</strong>l profesor Emerson—, mientras su padre<br />

dormía profundamente. En la penumbra <strong>de</strong>l avión, mientras se secaba<br />

la orina <strong>de</strong>l niño <strong>de</strong> sus pantalones <strong>de</strong> Armani, pensó que el gobierno<br />

<strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cretar la esterilización <strong>de</strong> los padres permisivos.<br />

Julia acudió puntual a su cita <strong>de</strong> las cuatro con el profesor<br />

Emerson y comprobó encantada que la puerta estaba cerrada. Aunque<br />

su alegría duró poco, al darse cuenta <strong>de</strong> que <strong>El</strong> Profesor estaba<br />

<strong>de</strong>ntro, gritándole a Paul.<br />

Cuando su compañero salió, diez minutos más tar<strong>de</strong>, seguía<br />

igual <strong>de</strong> erguido que siempre, con sus casi dos metros <strong>de</strong> altura, pero<br />

visiblemente más alterado. Julia buscó con la mirada la salida <strong>de</strong><br />

incendios. Con sólo cinco pasos podría ponerse a salvo. Únicamente<br />

tendría que enfrentarse a la policía por haber hecho sonar una alarma


<strong>de</strong> incendios <strong>de</strong> manera ilegal. Resultaba una i<strong>de</strong>a tentadora.<br />

Paul se percató <strong>de</strong> lo que estaba pensando y negó con la<br />

cabeza. Tras murmurar algunos insultos dirigidos a <strong>El</strong> Profesor, sonrió.<br />

—¿Te gustaría tomar un café conmigo algún día?<br />

Julia lo miró sorprendida. Estaba <strong>de</strong>masiado nerviosa por la<br />

reunión para pensar en nada más, así que asintió.<br />

<strong>El</strong> joven siguió sonriendo y se inclinó hacia ella.<br />

—Sería mucho más fácil si tuviera tu número <strong>de</strong> teléfono.<br />

Ruborizándose, Julia buscó un trozo <strong>de</strong> papel, se aseguró <strong>de</strong><br />

que no hubiera nada escrito por el otro lado, y anotó el número <strong>de</strong> su<br />

móvil.<br />

Paul cogió la nota y, tras echarle un vistazo, le palmeó el<br />

hombro.<br />

—Machácalo, Conejito.<br />

<strong>El</strong>la no tuvo tiempo <strong>de</strong> preguntarle por qué creía que su apodo<br />

era o <strong>de</strong>bería ser «Conejito», ya que una voz atractiva pero impaciente<br />

dijo:<br />

—Ahora, señorita Mitchell.<br />

Julia se <strong>de</strong>tuvo en la puerta, insegura.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson parecía cansado. Tenía ojeras oscuras y<br />

estaba muy pálido, lo que hacía que pareciera más <strong>de</strong>lgado. Mientras<br />

revisaba un documento, se pasó lentamente la lengua por el labio<br />

inferior.<br />

<strong>El</strong>la se lo quedó mirando, hipnotizada por su boca sensual. Tras<br />

un momento, logró apartar la vista haciendo un gran esfuerzo y se fijó<br />

entonces en que llevaba gafas. Nunca antes lo había visto llevarlas.<br />

Tal vez sólo se las pusiera cuando se notaba la vista cansada. <strong>El</strong> caso<br />

es que ese día sus penetrantes ojos quedaban medio ocultos tras un<br />

par <strong>de</strong> gafas <strong>de</strong> Prada. La montura negra contrastaba con el castaño<br />

<strong>de</strong> su pelo y el azul <strong>de</strong> sus ojos, atrayendo las miradas. Julia se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que no sólo no había visto nunca a un profesor tan atractivo,<br />

sino que tampoco se había encontrado con uno tan elegante. Podría<br />

haber sido el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> una campaña publicitaria <strong>de</strong> cualquier marca<br />

cara, algo que no muchos profesores universitarios podían <strong>de</strong>cir. (Ya<br />

que éstos no suelen ser admirados precisamente por su buen gusto a<br />

la hora <strong>de</strong> vestir.)<br />

Julia lo conocía lo suficiente como para saber que tenía un<br />

temperamento impre<strong>de</strong>cible. Y también que, al menos en los últimos<br />

tiempos, se había vuelto un maniático <strong>de</strong> los buenos modales y el<br />

<strong>de</strong>coro. Sabía que probablemente no le parecería mal que se sentara


en una <strong>de</strong> las dos butacas <strong>de</strong> piel sin esperar a que le diera permiso,<br />

sobre todo si se acordaba <strong>de</strong> ella, pero teniendo en cuenta que la<br />

había llamado señorita Mitchell, prefirió esperar.<br />

—Por favor, siéntese, señorita Mitchell —dijo él con una voz fría<br />

como el hielo, señalando una silla metálica <strong>de</strong> aspecto incómodo.<br />

Suspirando, Julia se dirigió hacia la rígida silla <strong>de</strong> Ikea que<br />

estaba frente a una <strong>de</strong> sus enormes estanterías empotradas. Hubiera<br />

preferido sentarse en cualquier otro sitio, pero no le pareció sensato<br />

discutir por eso.<br />

—Acerque la silla. No pienso estirar el cuello para hablar con<br />

usted.<br />

<strong>El</strong>la se levantó para obe<strong>de</strong>cer y, con los nervios, se le cayó la<br />

mochila al suelo. Hizo una mueca y se ruborizó al ver que algunos <strong>de</strong><br />

los objetos que llevaba <strong>de</strong>ntro iban a parar <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong>l<br />

profesor Emerson, incluido un tampón, que fue rodando hasta<br />

<strong>de</strong>tenerse a un centímetro <strong>de</strong> su cartera <strong>de</strong> piel.<br />

«Tal vez pueda marcharme antes <strong>de</strong> que se dé cuenta.»<br />

Avergonzada, se agachó y empezó a recoger sus cosas. Pero<br />

cuando estaba terminando, una <strong>de</strong> las correas <strong>de</strong> la vieja mochila se<br />

rompió y todo volvió a caer al suelo con gran estrépito. Julia se <strong>de</strong>jó<br />

caer <strong>de</strong> rodillas mientras sus papeles, bolígrafos, el iPod, el móvil y<br />

una manzana ver<strong>de</strong> se esparcían por la bonita alfombra persa <strong>de</strong> <strong>El</strong><br />

Profesor.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> las estudiantes recién licenciadas y patosas,<br />

matadme por favor. Ahora.»<br />

—¿Es usted humorista, señorita Mitchell?<br />

Julia en<strong>de</strong>rezó la espalda al oír su sarcasmo y lo miró a la cara.<br />

Lo que vio en ella estuvo a punto <strong>de</strong> hacerla llorar.<br />

¿Cómo alguien con un nombre tan angelical podía ser tan cruel?<br />

¿Cómo una voz tan melodiosa podía ser tan <strong>de</strong>spiadada? Por un<br />

momento, se perdió en las profundida<strong>de</strong>s heladas <strong>de</strong> sus ojos,<br />

añorando la época en que la habían mirado con amabilidad. Pero en<br />

vez <strong>de</strong> rendirse a la <strong>de</strong>sesperación, respiró hondo y pensó que no le<br />

quedaba más remedio que aceptar que <strong>Gabriel</strong> Emerson había<br />

cambiado, por mucho que le doliera y <strong>de</strong>cepcionara.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, negó con la cabeza y volvió a recoger las cosas<br />

<strong>de</strong>l suelo.<br />

—Cuando le hago una pregunta, espero que me responda.<br />

Pensaba que a estas alturas ya habría aprendido la lección —dijo él,<br />

antes <strong>de</strong> volver a examinar el expediente que tenía en las manos—.


Tal vez no sea tan brillante como dice aquí.<br />

—¿Disculpe, doctor Emerson? —preguntó Julia con voz suave<br />

pero <strong>de</strong>cidida.<br />

No sabía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había sacado el valor, pero dio gracias a los<br />

dioses <strong>de</strong> las estudiantes recién graduadas por si acaso.<br />

—Profesor Emerson, si no le molesta —replicó malhumorado—.<br />

Doctores los hay a patadas. Incluso los quiroprácticos y los pediatras<br />

se consi<strong>de</strong>ran doctores.<br />

Harta <strong>de</strong> ser humillada, Julia trató <strong>de</strong> cerrar la cremallera <strong>de</strong> la<br />

mochila, pero por <strong>de</strong>sgracia también se había roto. Conteniendo el<br />

aliento, trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverla a la vida maldiciendo en voz baja.<br />

—¿Podría <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pelearse con esa ridícula abominación <strong>de</strong><br />

bolso y sentarse en la silla como una persona?<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> que estaba poniéndose <strong>de</strong> nuevo furioso,<br />

Julia <strong>de</strong>jó su ridícula abominación <strong>de</strong> bolso en el suelo y se sentó en la<br />

incómoda silla. Cruzó las manos sobre el regazo para no empezar a<br />

retorcérselas y esperó.<br />

—Al parecer, sí se consi<strong>de</strong>ra usted una humorista. ¿Le pareció<br />

que esto era divertido? —preguntó, lanzando una hoja <strong>de</strong> papel que<br />

fue a parar al suelo, casi junto a los pies <strong>de</strong> ella, calzados con<br />

zapatillas <strong>de</strong>portivas.<br />

Al agacharse para recogerla, vio que era una fotocopia <strong>de</strong> la<br />

terrible nota que le había <strong>de</strong>jado el día en que Grace había muerto.<br />

—Puedo explicarlo. Fue un error. Yo no la escribí por los dos...<br />

—¡No me interesan sus excusas! Le dije que viniera a verme<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la clase y no se presentó.<br />

—Es que estaba usted hablando por teléfono. Tenía la puerta<br />

cerrada y...<br />

—¡No tenía la puerta cerrada! —la interrumpió él, lanzando lo<br />

que parecía una tarjeta <strong>de</strong> visita sobre la mesa—. ¿Y esto? ¿También<br />

le parece gracioso?<br />

Julia la cogió y ahogó una exclamación. Era una tarjeta <strong>de</strong><br />

pésame <strong>de</strong> las que acompañan las flores que uno envía a un funeral.<br />

Os acompaño en el sentimiento.<br />

Por favor, aceptad mis condolencias.<br />

Con cariño,<br />

Julia Mitchell<br />

Al levantar la vista, vio que estaba tan furioso que casi escupía al


intentar hablar. <strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó rápidamente, tratando <strong>de</strong> explicarse:<br />

—No es lo que cree. Sólo quería darle el pésame...<br />

—¿No le bastaba con la nota que <strong>de</strong>jó en la puerta?<br />

—Pero es que esta nota era para su familia...<br />

—¡Deje a mi familia en paz! —exclamó él, dándole la espalda y<br />

quitándose las gafas para po<strong>de</strong>r frotarse la cara con las manos.<br />

Julia acababa <strong>de</strong> ser arrancada <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> los sorprendidos y<br />

arrojada al país <strong>de</strong> los atónitos. Nadie se lo había aclarado. Él había<br />

malinterpretado su nota por completo y nadie se había molestado en<br />

explicárselo. Con el estómago encogido, empezó a preguntarse qué<br />

significaría eso.<br />

Ajeno a sus elucubraciones, <strong>El</strong> Profesor se obligó a calmarse<br />

haciendo un esfuerzo hercúleo. Cerró el expediente <strong>de</strong> Julia y lo <strong>de</strong>jó<br />

caer con <strong>de</strong>sprecio sobre la mesa antes <strong>de</strong> fulminarla con la mirada.<br />

—Veo que está aquí con una beca para estudiar a Dante y me<br />

temo que soy el único profesor <strong>de</strong> este <strong>de</strong>partamento que se ocupa<br />

<strong>de</strong>l tema. Dado que esto —añadió, señalando el espacio entre ellos—<br />

no va a funcionar, va a tener que buscarse otro tema y otro director<br />

para su proyecto. O pedir el traslado a otro <strong>de</strong>partamento. O mejor<br />

aún, a otra universidad. Le comunicaré mi <strong>de</strong>cisión al director <strong>de</strong> su<br />

programa <strong>de</strong> estudios con efectos inmediatos. Y ahora, si me<br />

disculpa...<br />

Haciendo girar su silla, empezó a teclear furiosamente en el<br />

or<strong>de</strong>nador portátil.<br />

Julia no se creía lo que estaba oyendo. Mientras permanecía<br />

quieta en la silla, tratando <strong>de</strong> absorber no sólo su discurso sino sobre<br />

todo su conclusión, <strong>El</strong> Profesor volvió a hablar, sin molestarse en alzar<br />

la vista:<br />

—Eso es todo, señorita Mitchell.<br />

<strong>El</strong>la no dijo nada. No valía la pena. Se levantó lentamente,<br />

aturdida, y recogió <strong>de</strong>l suelo su ofensiva mochila. Sujetándola contra el<br />

pecho, salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho sin rumbo, como una zombi.<br />

Al salir <strong>de</strong>l edificio y cruzar la calle Bloor, se dio cuenta <strong>de</strong> que<br />

había elegido un mal día para salir <strong>de</strong> casa sin chaqueta, pues la<br />

temperatura había <strong>de</strong>scendido bruscamente y había empezado a<br />

diluviar. No había dado ni cinco pasos y ya estaba empapada.<br />

Tampoco se le había ocurrido coger un paraguas, así que tenía por<br />

<strong>de</strong>lante una caminata <strong>de</strong> tres largas manzanas bajo la lluvia, el frío y el<br />

viento.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong>l mal karma y <strong>de</strong> las tormentas eléctricas, tened


piedad <strong>de</strong> mí.»<br />

Mientras caminaba, se consoló pensando que su ridícula<br />

abominación <strong>de</strong> mochila le estaba sirviendo para la noble tarea <strong>de</strong><br />

tapar lo que la camiseta y el sujetador empapados no podían estar<br />

cubriendo ya.<br />

«Chúpate ésa, profesor Emerson.»<br />

Mientras caminaba, reflexionaba sobre lo que acababa <strong>de</strong> pasar.<br />

Se había preparado haciendo las maletas la noche anterior, pero,<br />

sinceramente, había esperado que él la recordara. Había esperado<br />

que volviera a mostrarse amable. Pero se había equivocado.<br />

No le había dado oportunidad <strong>de</strong> explicar su colosal metedura <strong>de</strong><br />

pata con la nota. Y, para empeorar las cosas, había malinterpretado<br />

sus intenciones al ver las flores y la nota, y la había expulsado <strong>de</strong>l<br />

curso. Todo había terminado. Ahora tendría que volver a la casita <strong>de</strong><br />

Tom en Selinsgrove con el rabo entre las piernas. Y cuando él lo<br />

<strong>de</strong>scubriera, se reiría <strong>de</strong> ella. Los dos se reirían <strong>de</strong> ella juntos. De la<br />

tonta <strong>de</strong> Julia. ¿Había creído que podía marcharse <strong>de</strong> Selinsgrove y<br />

convertirse en alguien? ¿Pensaba que podría llegar a ser profesora<br />

universitaria? ¿A quién quería engañar? Todo había terminado... al<br />

menos durante ese curso.<br />

Julia miró la <strong>de</strong>strozada y empapada mochila como si se tratara<br />

<strong>de</strong> un bebé y la abrazó con fuerza. Tras su <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> torpeza e<br />

ineptitud, ya no le quedaba nada, ni siquiera su dignidad. Y haberla<br />

perdido <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todos esos años era <strong>de</strong>masiado. No<br />

podía soportarlo.<br />

Se acordó <strong>de</strong>l solitario tampón <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l escritorio y supo que<br />

cuando él se agachara para recoger su cartera, la humillación <strong>de</strong> ella<br />

sería completa. Al menos, no estaría allí para presenciar su reacción<br />

<strong>de</strong> sorpresa y <strong>de</strong> asco. Se lo imaginó <strong>de</strong>smayándose <strong>de</strong>l disgusto.<br />

Literalmente. Se lo imaginó tumbado sin sentido sobre la preciosa<br />

alfombra persa.<br />

A unas dos manzanas <strong>de</strong> su casa, tenía la larga melena castaña<br />

pegada a la cabeza y sus pies chapoteaban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las zapatillas<br />

<strong>de</strong>portivas. Era como si estuviese <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un canalón <strong>de</strong> agua. Los<br />

coches y autobuses pasaban por su lado mojándola aún más, pero<br />

ella no se molestaba en apartarse <strong>de</strong> las olas que levantaban. Al igual<br />

que los disgustos que daba la vida, Julia simplemente las aceptaba.<br />

En ese momento, otro coche se acercó a ella, pero al menos<br />

éste redujo la velocidad para no empaparla más. Vio que se trataba <strong>de</strong><br />

un Jaguar negro, que parecía nuevo.


<strong>El</strong> coche siguió frenando hasta <strong>de</strong>tenerse por completo. La<br />

portezuela <strong>de</strong>l acompañante se abrió y una voz masculina gritó:<br />

—Suba.<br />

Julia dudó. No creía que el conductor se estuviera refiriendo a<br />

ella. Miró a su alre<strong>de</strong>dor, pero era la única idiota que estaba<br />

caminando por la calle bajo aquel aguacero. Curiosa, se acercó.<br />

No tenía intenciones <strong>de</strong> montarse en el coche <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>sconocido, ni siquiera en una tranquila ciudad canadiense, pero al<br />

agachar la cabeza se encontró con dos penetrantes ojos azules que la<br />

miraban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el asiento <strong>de</strong>l conductor y se acercó un poco más.<br />

—Pillará una pulmonía y se morirá. Suba, la llevaré a casa —dijo<br />

él con una voz mucho más suave.<br />

Era casi la voz que Julia recordaba.<br />

Así que, por los buenos tiempos y no por otra cosa, subió al<br />

vehículo y cerró la puerta, pidiendo disculpas en silencio a los dioses<br />

<strong>de</strong> los Jaguars por mojar su tapicería <strong>de</strong> cuero negro y sus alfombrillas<br />

inmaculadas.<br />

Dejó <strong>de</strong> rezar al oír los acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Nocturno op. 9 núm. 2 <strong>de</strong><br />

Chopin. Siempre le había gustado esa pieza, pensó sonriendo.<br />

Se volvió hacia el conductor.<br />

—Muchas gracias, profesor Emerson.


4<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson se había equivocado al girar. Podría <strong>de</strong>cirse<br />

que su vida estaba llena <strong>de</strong> giros equivocados, pero ése había sido<br />

totalmente acci<strong>de</strong>ntal. Estaba leyendo en su iPhone un correo<br />

electrónico <strong>de</strong> su hermano, que seguía enfadado, mientras iba<br />

conduciendo su Jaguar en mitad <strong>de</strong> una tormenta en plena hora punta<br />

por el centro <strong>de</strong> Toronto. Por todo eso, había girado a la izquierda en<br />

vez <strong>de</strong> hacerlo a la <strong>de</strong>recha en la calle Bloor, <strong>de</strong>jando atrás el parque<br />

Queen. Y eso quería <strong>de</strong>cir que iba en dirección contraria a la <strong>de</strong> su<br />

casa.<br />

No podía cambiar <strong>de</strong> sentido en la calle Bloor en plena hora<br />

punta. De hecho, hasta le costó meterse en el carril <strong>de</strong>recho para<br />

po<strong>de</strong>r dar la vuelta. Y así fue como vio a una señorita Mitchell con<br />

aspecto patético y muy mojada, que caminaba <strong>de</strong>sanimada por la<br />

calle, como si fuera una persona sin hogar, y, en un ataque <strong>de</strong><br />

culpabilidad, se encontró invitándola a subir al coche, un coche que<br />

era su orgullo y su capricho.<br />

—Siento estropear la tapicería —se disculpó ella, insegura.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson sujetó el volante con más fuerza.<br />

—Tengo a alguien que lo limpia cuando se ensucia.<br />

Julia agachó la cabeza, tratando <strong>de</strong> ocultar el daño que le habían<br />

causado sus palabras. Acababa <strong>de</strong> compararla con basura. Aunque no<br />

sabía <strong>de</strong> qué se extrañaba. Era consciente <strong>de</strong> que, para él, no valía<br />

más que la suciedad <strong>de</strong>l suelo.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> vive? —le preguntó Emerson, tratando <strong>de</strong> iniciar una<br />

conversación sobre un tema seguro y educado que llenara lo que<br />

esperaba que fuera un trayecto breve.<br />

—En la avenida Madison. Está ahí al lado, a la <strong>de</strong>recha<br />

—respondió Julia, señalando con el <strong>de</strong>do.<br />

—Sé dón<strong>de</strong> está Madison —replicó él con su impaciencia<br />

habitual.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con el rabillo <strong>de</strong>l ojo y se encogió en el asiento.<br />

Despacio, se volvió hacia la ventanilla y se mordió el labio inferior.<br />

<strong>Gabriel</strong> Emerson maldijo para sus a<strong>de</strong>ntros. Incluso bajo aquella<br />

maraña <strong>de</strong> pelo mojado era bonita. Un ángel <strong>de</strong> pelo castaño vestido<br />

con vaqueros y zapatillas <strong>de</strong>portivas. Su mente se <strong>de</strong>tuvo ante esa<br />

<strong>de</strong>scripción. <strong>El</strong> término «ángel <strong>de</strong> pelo castaño» le resultaba


extrañamente familiar, pero no logró recordar <strong>de</strong> qué le sonaba.<br />

—¿En qué número <strong>de</strong> Madison? —preguntó en voz tan baja que<br />

a Julia le costó enten<strong>de</strong>rlo.<br />

—En el cuarenta y cinco.<br />

Él asintió y aparcó frente al edificio <strong>de</strong> tres plantas. Era una casa<br />

<strong>de</strong> ladrillo rojo convertida en apartamentos.<br />

—Gracias —murmuró ella y se apresuró a abrir la puerta para<br />

escapar.<br />

—¡Espere! —le or<strong>de</strong>nó Emerson, alargando el brazo para coger<br />

un gran paraguas negro <strong>de</strong>l asiento trasero.<br />

Julia aguardó asombrada a que <strong>El</strong> Profesor diera la vuelta al<br />

coche y le abriera la puerta con el paraguas listo, esperando mientras<br />

su abominación y ella salían <strong>de</strong>l Jaguar, para acompañarla luego<br />

hasta la puerta <strong>de</strong>l edificio.<br />

—Gracias —repitió Julia, mientras trataba <strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrochar la<br />

medio atascada cremallera <strong>de</strong> la mochila para sacar las llaves.<br />

Él intentó disimular el disgusto que le provocaba la visión <strong>de</strong><br />

aquella bolsa y permaneció en silencio mientras ella luchaba con la<br />

cremallera, viendo cómo se ruborizaba al no conseguirlo. Recordó la<br />

expresión <strong>de</strong> su cara en su <strong>de</strong>spacho, arrodillada en la alfombra persa,<br />

y se le ocurrió que tal vez el problema actual fuera culpa suya.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, le quitó la mochila <strong>de</strong> las manos y le dio el<br />

paraguas. Tras acabar <strong>de</strong> romper la cremallera, la sostuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

ella para que buscara las llaves.<br />

Julia las encontró al fin, pero estaba tan nerviosa que se le<br />

cayeron al suelo. Cuando las recogió, las manos le temblaban tanto<br />

que no atinó a dar con la llave correcta.<br />

Emerson, que ya había perdido la paciencia, se las arrebató <strong>de</strong><br />

la mano y empezó a probarlas una a una. Tras abrir la puerta, le hizo<br />

un gesto para que entrara antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>volvérselas.<br />

Julia recuperó también la <strong>de</strong>nostada mochila y le dio las gracias<br />

una vez más.<br />

—La acompañaré hasta la puerta <strong>de</strong> su apartamento —dijo él,<br />

siguiéndola por el pasillo—. Una vez, un vagabundo me abordó en el<br />

vestíbulo <strong>de</strong> mi edificio. Hay que ir con mil ojos.<br />

Julia elevó una oración silenciosa a los dioses <strong>de</strong> los bloques <strong>de</strong><br />

apartamentos, rogándoles que la ayudaran a localizar la llave <strong>de</strong>l suyo<br />

rápidamente. Su oración fue escuchada. Estaba ya a punto <strong>de</strong><br />

meterse en casa y cerrar la puerta, cuando se <strong>de</strong>tuvo y, como si se<br />

conocieran <strong>de</strong> toda la vida, le sonrió y lo invitó a tomar una taza <strong>de</strong> té.


A pesar <strong>de</strong> la sorpresa que le causó su invitación, Emerson se<br />

encontró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l apartamento antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r plantearse si era<br />

buena o mala i<strong>de</strong>a. Tras echar un vistazo alre<strong>de</strong>dor, llegó a la<br />

conclusión <strong>de</strong> que había sido mala i<strong>de</strong>a.<br />

—¿Le guardo la gabardina, profesor? —le llegó la cantarina voz<br />

<strong>de</strong> Julia.<br />

—¿Y dón<strong>de</strong> la pondrá? —preguntó él con altivez, al comprobar<br />

que no había ningún armario ni perchero a la vista.<br />

<strong>El</strong>la agachó la cabeza, sin atreverse a <strong>de</strong>volverle la mirada.<br />

Al ver que se mordía el labio inferior, él se arrepintió <strong>de</strong> su falta<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—Perdone —se excusó, dándole la gabardina Burberry <strong>de</strong> la que<br />

se sentía tan orgulloso—. Y gracias.<br />

Julia la colgó cuidadosamente <strong>de</strong> una percha que había <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> su habitación y <strong>de</strong>jó la mochila en el suelo.<br />

—Pase. Póngase cómodo. Prepararé el té.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson se acercó a una <strong>de</strong> las dos únicas sillas y<br />

se sentó, esforzándose por disimular lo incómodo que se sentía para<br />

no humillarla más. <strong>El</strong> apartamento entero era más pequeño que su<br />

cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados. Constaba <strong>de</strong> una cama pegada a la<br />

pared, una mesa plegable con dos sillas, una estantería pequeña <strong>de</strong><br />

Ikea y una cómoda. Vio también lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser un baño, junto a<br />

un pequeño armario empotrado, pero <strong>de</strong>finitivamente no había cocina.<br />

Buscó con la mirada algún rastro <strong>de</strong> actividad culinaria y<br />

finalmente vio un microondas y un calientaplatos eléctrico guardados<br />

<strong>de</strong> manera bastante precaria encima <strong>de</strong>l armario. En una esquina, en<br />

el suelo, había un pequeño frigorífico.<br />

—Tengo una tetera eléctrica —dijo ella alegremente, como si<br />

estuviera anunciando que tenía un anillo <strong>de</strong> diamantes <strong>de</strong> Tiffany’s.<br />

Él se fijó en el agua que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> gotear <strong>de</strong> su cuerpo.<br />

Luego en la ropa que había <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l agua. Y finalmente en lo que<br />

había <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la ropa... y que el frío hacía <strong>de</strong>stacar. Con voz ronca,<br />

le sugirió que se secara antes <strong>de</strong> preparar el té.<br />

Julia volvió a agachar la cabeza, avergonzada. Ruborizándose,<br />

se metió en el baño. Poco <strong>de</strong>spués, salió con una toalla lila sobre los<br />

hombros, sin quitarse la ropa y una segunda toalla en la mano. Al<br />

parecer, iba a agacharse para secar el reguero <strong>de</strong> agua que había<br />

<strong>de</strong>jado, pero él se lo impidió.<br />

—Permítame hacerlo a mí —dijo—. Usted vaya a ponerse ropa<br />

seca antes <strong>de</strong> que pille una pulmonía.


—Y me muera —añadió ella con un susurro, mientras se dirigía<br />

al armario, con cuidado <strong>de</strong> no tropezar con las dos maletas.<br />

Emerson se preguntó brevemente por qué no habría <strong>de</strong>shecho<br />

aún el equipaje, pero en seguida se olvidó <strong>de</strong>l tema.<br />

Frunció el cejo mientras secaba el agua <strong>de</strong>l suelo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />

lleno <strong>de</strong> arañazos. Al acabar, se fijó en las pare<strong>de</strong>s. Llegó a la<br />

conclusión <strong>de</strong> que en algún momento <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> ser blancas, pero en<br />

esos momentos eran <strong>de</strong> un <strong>de</strong>slucido color crema y estaban<br />

empezando a <strong>de</strong>sconcharse.<br />

En el techo habían aparecido manchas <strong>de</strong> humedad y en una<br />

esquina ya empezaba a crecer moho. Se estremeció, preguntándose<br />

qué hacía una buena chica como la señorita Mitchell en un lugar tan<br />

espantoso. Aunque tenía que reconocer que el apartamento estaba<br />

muy limpio y recogido. Más <strong>de</strong> lo normal.<br />

—¿Cuánto le cobran <strong>de</strong> alquiler? —preguntó, haciendo una<br />

mueca mientras volvía a acomodar su casi metro noventa <strong>de</strong> altura en<br />

aquel objeto infame que se hacía pasar por silla plegable.<br />

—Ochocientos dólares al mes, gastos incluidos —respondió ella,<br />

antes <strong>de</strong> entrar en el baño.<br />

Él se acordó <strong>de</strong> los pantalones <strong>de</strong> Armani que había tirado a la<br />

basura tras el viaje <strong>de</strong> vuelta <strong>de</strong> Pensilvania. No podía soportar llevar<br />

algo manchado <strong>de</strong> orina, ni siquiera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido lavado,<br />

pero con el dinero que Paulina se había gastado en esos pantalones,<br />

la señorita Mitchell habría podido pagar el alquiler <strong>de</strong> un mes. Y aún le<br />

habría sobrado algo.<br />

Al mirar a su alre<strong>de</strong>dor una vez más, observó que su alumna se<br />

había esforzado penosa y patéticamente por convertir aquel<br />

apartamento en un hogar en la medida <strong>de</strong> lo posible. Junto a la cama<br />

había una gran lámina <strong>de</strong>l cuadro <strong>de</strong> Henry Holiday, Dante y Beatriz<br />

en el puente <strong>de</strong> la Santa Trinidad.<br />

Se la imaginó con la cabeza en la almohada y el pelo largo y<br />

brillante enmarcándole la cara, contemplando a Dante antes <strong>de</strong><br />

dormirse. A base <strong>de</strong> fuerza <strong>de</strong> voluntad, apartó esa imagen <strong>de</strong> su<br />

mente y reflexionó sobre lo extraño que era que ambos tuvieran una<br />

lámina <strong>de</strong>l mismo cuadro. Al fijarse más, se dio cuenta <strong>de</strong> que Julia se<br />

parecía bastante a Beatriz, aunque hasta ese momento no se hubiese<br />

dado cuenta. La i<strong>de</strong>a se le clavó en el cerebro como un sacacorchos,<br />

pero en ese momento no quiso darle más vueltas.<br />

Se fijó en varias láminas más pequeñas que adornaban las<br />

pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sconchadas <strong>de</strong>l apartamento: un dibujo <strong>de</strong>l Duomo <strong>de</strong>


Florencia; un esbozo <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> San Marcos, en Venecia; una<br />

fotografía en blanco y negro <strong>de</strong> la cúpula <strong>de</strong> San Pedro, en Roma. Vio<br />

una hilera <strong>de</strong> macetas con plantas medicinales que adornaban la<br />

ventana, junto a un esqueje <strong>de</strong> filo<strong>de</strong>ndro que trataba <strong>de</strong> convertirse<br />

en planta adulta. Se fijó también en que las cortinas eran bonitas.<br />

Lisas, <strong>de</strong>l mismo tono <strong>de</strong> lila que la colcha y los cojines. Y en la librería<br />

había muchos libros, tanto en inglés como en italiano, aunque al ver<br />

los títulos no quedó <strong>de</strong>masiado impresionado con su colección <strong>de</strong><br />

aficionada. En resumen, el apartamento era viejo, diminuto, en mal<br />

estado y no tenía cocina. En caso <strong>de</strong> que hubiera tenido perro, él no<br />

habría permitido que ni siquiera éste viviera en un sitio así.<br />

Julia volvió a aparecer con lo que parecía ropa <strong>de</strong> <strong>de</strong>porte, una<br />

suda<strong>de</strong>ra negra con capucha y pantalones <strong>de</strong> yoga. Se había recogido<br />

su precioso pelo en lo alto <strong>de</strong> la cabeza con una pinza. Pero incluso<br />

así vestida seguía siendo muy atractiva. Demasiado atractiva, como<br />

una sílfi<strong>de</strong>.<br />

—Tengo English Breakfast o Lady Grey —le ofreció ella por<br />

encima <strong>de</strong>l hombro. Se había puesto <strong>de</strong> rodillas para conectar la tetera<br />

eléctrica en el enchufe que había <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cómoda.<br />

Emerson la observó y negó con la cabeza mentalmente. Volvía a<br />

estar <strong>de</strong> rodillas, como en su <strong>de</strong>spacho. Era evi<strong>de</strong>nte que no era una<br />

persona orgullosa ni arrogante y eso estaba bien, pero le dolía verla<br />

arrodillarse constantemente, aunque no habría sabido <strong>de</strong>cir por qué.<br />

—English Breakfast. ¿Por qué vive aquí?<br />

Julia se incorporó bruscamente en respuesta a la dureza <strong>de</strong> su<br />

tono <strong>de</strong> voz. Luego le dio la espalda, mientras sacaba <strong>de</strong> la cómoda<br />

una gran tetera marrón y dos tazas <strong>de</strong> té sorpren<strong>de</strong>ntemente bonitas,<br />

con platos a juego.<br />

—Es una calle tranquila en un barrio tranquilo. No tengo coche,<br />

así que busqué un sitio cercano a la universidad. —Se interrumpió<br />

mientras colocaba dos cucharillas <strong>de</strong> plata en los platitos—. Éste fue<br />

uno <strong>de</strong> los mejores apartamentos que encontré que no se saliera <strong>de</strong><br />

mi presupuesto.<br />

Dejó las elegantes tazas <strong>de</strong> té en la mesa plegable sin mirarlo y<br />

volvió a la cómoda.<br />

—¿Por qué no se ha instalado en la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> estudiantes <strong>de</strong><br />

Charles Street?<br />

A ella se le cayó algo <strong>de</strong> la mano, pero él no vio <strong>de</strong> qué se<br />

trataba.<br />

—Pensaba ir a otra universidad, pero al final no pudo ser.


Cuando finalmente <strong>de</strong>cidí venir aquí, ya no quedaban plazas en la<br />

resi<strong>de</strong>ncia.<br />

—¿A qué universidad pensaba ir?<br />

Julia empezó a mor<strong>de</strong>rse el labio.<br />

—¿Señorita Mitchell?<br />

—A Harvard.<br />

Emerson estuvo a punto <strong>de</strong> caerse <strong>de</strong> la silla.<br />

—¿A Harvard? ¿Y qué <strong>de</strong>monios está haciendo aquí?<br />

Julia disimuló una sonrisa, como si entendiera la causa <strong>de</strong> su<br />

enfado.<br />

—Toronto es el Harvard <strong>de</strong>l norte.<br />

—No se an<strong>de</strong> con ro<strong>de</strong>os, señorita Mitchell, le he hecho una<br />

pregunta.<br />

—Sí, profesor. Y sé que siempre espera una respuesta a sus<br />

preguntas —replicó ella, alzando una ceja hasta que él apartó la<br />

mirada—. Mi padre no pudo aportar la parte que se suponía que iba a<br />

<strong>de</strong>stinar a mi educación y con la beca que me ofrecieron no me<br />

llegaba para vivir. Todo es mucho más caro en Cambridge que en<br />

Toronto. Ya <strong>de</strong>bo miles <strong>de</strong> dólares en préstamos que pedí para po<strong>de</strong>r<br />

estudiar la carrera en la Universidad <strong>de</strong> Saint Joseph y <strong>de</strong>cidí no<br />

en<strong>de</strong>udarme más. Por eso estoy aquí.<br />

Mientras volvía a arrodillarse para <strong>de</strong>senchufar la tetera, cuya<br />

agua ya hervía, <strong>El</strong> Profesor negaba con la cabeza, asombrado.<br />

—Toda esa información no aparece en el expediente que me dio<br />

la señora Jenkins —protestó—. Debería haberme dicho algo.<br />

Julia lo ignoró mientras añadía varias cucharadas <strong>de</strong> té a la<br />

tetera.<br />

Él se echó hacia a<strong>de</strong>lante, gesticulando vivamente.<br />

—Este sitio es horrible. Ni siquiera tiene cocina. ¿De qué se<br />

alimenta?<br />

<strong>El</strong>la <strong>de</strong>jó la tetera y un pequeño colador <strong>de</strong> plata en la mesa y,<br />

sentándose, empezó a retorcerse las manos.<br />

—Como mucha verdura fresca. Puedo preparar sopa y cuscús<br />

en el hornillo eléctrico. <strong>El</strong> cuscús es muy nutritivo —añadió, tratando<br />

<strong>de</strong> sonar <strong>de</strong>spreocupada, pero sin lograr disimular el temblor <strong>de</strong> su<br />

voz.<br />

—No pue<strong>de</strong> alimentarse a base <strong>de</strong> esa basura. ¡Un perro come<br />

mejor que usted!<br />

Julia agachó la cabeza, ruborizándose y luchando por no<br />

echarse a llorar.


<strong>El</strong> Profesor la miró un rato hasta que, por fin, la vio. Y mientras<br />

contemplaba la expresión torturada que nublaba sus preciosos rasgos,<br />

se dio cuenta <strong>de</strong> que él, el profesor <strong>Gabriel</strong> O. Emerson, era un<br />

egocéntrico hijo <strong>de</strong> puta. Acababa <strong>de</strong> avergonzarla por ser pobre,<br />

cuando ser pobre no era motivo <strong>de</strong> vergüenza. Él también había sido<br />

muy pobre. Julia era una mujer inteligente y atractiva, que a<strong>de</strong>más era<br />

una estudiante. No tenía nada <strong>de</strong> que avergonzarse. Lo había invitado<br />

a su casa, una casa que ella se había esforzado para que resultara<br />

acogedora porque no tenía otro sitio adon<strong>de</strong> ir y él se lo agra<strong>de</strong>cía<br />

diciéndole que aquel lugar no era a<strong>de</strong>cuado ni para un perro. Había<br />

hecho que se sintiera <strong>de</strong>spreciable y estúpida cuando no era ni una<br />

cosa ni la otra. ¿Qué diría Grace si lo hubiera oído?<br />

Diría que era un asno. Al menos ahora era consciente <strong>de</strong> serlo.<br />

—Dis... discúlpeme —dijo entrecortadamente—. No sé qué me<br />

pasa —se excusó, cerrando los ojos y frotándoselos con los nudillos.<br />

—Acaba <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a su madre —replicó ella con una voz<br />

sorpren<strong>de</strong>ntemente comprensiva.<br />

Un resorte se disparó en la mente <strong>de</strong> él.<br />

—No <strong>de</strong>bería estar aquí —dijo, levantándose rápidamente—.<br />

Tengo que irme.<br />

Julia lo siguió hasta la puerta <strong>de</strong> la calle y le dio su gabardina y<br />

su paraguas. Luego se quedó ruborizada, mirando al suelo, esperando<br />

a que se fuera. Se arrepentía <strong>de</strong> haberle enseñado su casa. Era obvio<br />

que no estaba a su altura. Horas atrás, se había sentido orgullosa <strong>de</strong><br />

su pequeño pero limpio agujero <strong>de</strong> hobbit, en cambio ahora se sentía<br />

muy avergonzada. Por no mencionar el hecho <strong>de</strong> que ser humillada <strong>de</strong><br />

nuevo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él hacía el asunto mucho peor.<br />

Emerson musitó algo, inclinó la cabeza y se marchó.<br />

Julia se apoyó en la puerta cerrada y finalmente <strong>de</strong>jó que las<br />

lágrimas resbalaran por sus mejillas.<br />

Toc, toc.<br />

Sabía quién era, pero no quería abrir.<br />

«Por favor, dioses <strong>de</strong> los agujeros <strong>de</strong> hobbit carísimos y no<br />

a<strong>de</strong>cuados ni para un perro, que me <strong>de</strong>je en paz <strong>de</strong> una vez.» En esta<br />

ocasión, su plegaria silenciosa y espontánea no fue escuchada.<br />

Toc, toc, toc.<br />

Se secó la cara rápidamente y abrió la puerta, pero sólo una<br />

rendija.<br />

Él la miró parpa<strong>de</strong>ando <strong>de</strong>sconcertado, como si le costara<br />

enten<strong>de</strong>r que ella hubiera estado llorando entre su partida y su


egreso.<br />

Julia se aclaró la garganta y se quedó mirando los zapatos<br />

italianos <strong>de</strong> él, <strong>de</strong> cordones, que se movían inquietos <strong>de</strong> un lado a<br />

otro.<br />

—¿Cuándo fue la última vez que se comió un buen filete?<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír y negó con la cabeza. No se acordaba.<br />

—Bueno, pues esta noche va a comer uno. Me muero <strong>de</strong><br />

hambre y me va a acompañar a cenar.<br />

Julia se permitió el lujo <strong>de</strong> esbozar una leve y traviesa sonrisa.<br />

—¿Está seguro, profesor? Pensaba que esto —dijo, imitando su<br />

gesto en el <strong>de</strong>spacho— no iba a funcionar.<br />

Él se ruborizó ligeramente.<br />

—Olví<strong>de</strong>se <strong>de</strong> eso. Pero... —añadió, mirándola <strong>de</strong> arriba abajo,<br />

<strong>de</strong>teniéndose quizá un poco más <strong>de</strong> lo necesario en sus <strong>de</strong>liciosos<br />

pechos.<br />

<strong>El</strong>la bajó la vista hacia su ropa.<br />

—Puedo cambiarme otra vez.<br />

—Será lo mejor. Póngase algo más a<strong>de</strong>cuado.<br />

Julia lo miró con expresión herida.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea pobre, pero tengo algunas cosas bonitas. Y<br />

son <strong>de</strong>centes. No tenga miedo, no va a aparecer en público con<br />

alguien vestida <strong>de</strong> pordiosera.<br />

Emerson se ruborizó aún más y se reprendió en silencio.<br />

—Quería <strong>de</strong>cir algo a<strong>de</strong>cuado para un restaurante que exige que<br />

los hombres lleven chaqueta y corbata —dijo, con una discreta sonrisa<br />

conciliadora.<br />

Esta vez fue ella quien lo miró <strong>de</strong> arriba abajo, <strong>de</strong>teniéndose tal<br />

vez un poco más <strong>de</strong> lo necesario en sus <strong>de</strong>liciosos pectorales.<br />

—De acuerdo. Con una condición.<br />

—No creo que esté en situación <strong>de</strong> negociar.<br />

—En ese caso, adiós, profesor.<br />

—¡Espere! —exclamó él, metiendo su caro zapato italiano en la<br />

rendija <strong>de</strong> la puerta, para impedir que la cerrara, sin preocuparse<br />

siquiera <strong>de</strong> que pudiera estropeársele—. ¿De qué se trata?<br />

<strong>El</strong>la lo miró en silencio unos instantes antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />

—Dígame una razón por la que <strong>de</strong>bería acompañarlo, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> todo lo que me ha dicho hoy.<br />

Él la miró con los ojos muy abiertos antes <strong>de</strong> volver a<br />

ruborizarse.<br />

—Yo... ejem... quiero <strong>de</strong>cir... ejem... podría <strong>de</strong>cirse que usted...


que yo... —balbuceó.<br />

Julia alzó una ceja y empezó a cerrar la puerta.<br />

—Un momento —dijo él, aguantando la puerta con la mano para<br />

darle un respiro a su pie, que empezaba a quejarse—. Porque lo que<br />

escribió Paul era correcto: «Emerson es un asno». Estoy <strong>de</strong> acuerdo.<br />

Pero ahora, al menos, Emerson lo sabe.<br />

En ese momento, la cara <strong>de</strong> Julia se iluminó con una sonrisa<br />

radiante y él se encontró <strong>de</strong>volviéndosela. Era preciosa cuando<br />

sonreía. Iba a tener que asegurarse <strong>de</strong> que sonriera más a menudo,<br />

por razones puramente estéticas.<br />

—La esperaré aquí. —No queriendo darle más motivos para que<br />

cambiara <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a, cerró la puerta.<br />

Dentro <strong>de</strong>l apartamento, Julia apretó los párpados y gimió.


5<br />

Emerson recorrió el pasillo <strong>de</strong> un extremo a otro varias veces.<br />

Luego se apoyó en la pared y se frotó la cara con las manos. Estaba<br />

bien jodido. No sabía cómo había acabado allí ni qué lo había<br />

impulsado a actuar como lo había hecho, pero sabía que estaba<br />

metido en un lío <strong>de</strong> proporciones épicas. Su comportamiento con la<br />

señorita Mitchell en su <strong>de</strong>spacho no había sido nada profesional.<br />

Había rozado casi el acoso verbal. Y luego, por si fuera poco, la había<br />

subido a su coche y había entrado en su casa. Todo estaba resultando<br />

muy irregular.<br />

Si en vez <strong>de</strong> a la señorita Mitchell hubiera recogido a la señorita<br />

Peterson, probablemente ésta se habría inclinado sobre él y le habría<br />

bajado la cremallera <strong>de</strong> la bragueta con los dientes mientras conducía.<br />

Se estremeció <strong>de</strong> sólo pensarlo. Y ahora estaba a punto <strong>de</strong> salir a<br />

cenar con la señorita Mitchell. ¡La había invitado a comer un filete! Si<br />

eso no violaba todas las normas <strong>de</strong> no confraternización entre<br />

profesores y alumnos, ya no sabía qué lo haría.<br />

Respiró hondo. La señorita Mitchell era un <strong>de</strong>sastre, una<br />

reencarnación <strong>de</strong> Calamity Jane, un torbellino <strong>de</strong> contratiempos.<br />

Parecía que todo le saliese mal, empezando por que no había podido<br />

ir a Harvard y siguiendo por toda la serie <strong>de</strong> objetos que se le rompían<br />

con sólo tocarlos... incluidos la calma y el carácter sereno <strong>de</strong> él.<br />

Aunque sintiera que viviese en aquellas <strong>de</strong>plorables condiciones,<br />

él no iba a poner en peligro su carrera por ayudarla. Si ella quisiera, al<br />

día siguiente mismo podría <strong>de</strong>nunciarlo por acoso ante el catedrático<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>partamento. No podía permitirlo.<br />

Recorrió el pasillo en dos largas zancadas y levantó la mano<br />

para llamar a la puerta. Pensaba darle cualquier excusa, algo que<br />

siempre sería mejor que <strong>de</strong>saparecer sin <strong>de</strong>cir nada, pero en ese<br />

momento oyó pasos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l apartamento que se acercaban.<br />

La señorita Mitchell abrió la puerta y se quedó quieta, con la<br />

mirada clavada en el suelo. Llevaba un vestido negro con cuello <strong>de</strong><br />

pico, sencillo pero elegante, que le llegaba hasta la rodilla. Los ojos <strong>de</strong><br />

él recorrieron sus suaves curvas hasta <strong>de</strong>tenese en sus piernas,<br />

sorpren<strong>de</strong>ntemente largas. Y los zapatos... Era imposible que ella lo<br />

supiera, pero Emerson tenía <strong>de</strong>bilidad por las mujeres con zapatos <strong>de</strong><br />

tacón. Tragó saliva con dificultad al ver los impresionantes zapatos


negros con tacón <strong>de</strong> aguja que llevaba. Era obvio que eran <strong>de</strong> diseño.<br />

Quería tocarlos y...<br />

—Ejem. —Julia carraspeó suavemente.<br />

A regañadientes, él apartó la vista <strong>de</strong> sus zapatos y la miró a la<br />

cara. <strong>El</strong>la lo estaba observando con expresión divertida.<br />

Se había recogido el pelo en un moño alto, con algunos rizos<br />

sueltos que le caían alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cara. Se había puesto un poco <strong>de</strong><br />

maquillaje. Su piel <strong>de</strong> porcelana seguía pálida, pero luminosa, y dos<br />

pinceladas <strong>de</strong> color rosa le alegraban las mejillas. Tenía las pestañas<br />

más oscuras y largas <strong>de</strong> lo que recordaba.<br />

La señorita Julianne Mitchell era atractiva.<br />

Se puso una gabardina azul marino y cerró con llave la puerta<br />

<strong>de</strong>l apartamento. Él le indicó con un gesto que pasara <strong>de</strong>lante y la<br />

siguió en silencio por el pasillo. Cuando llegaron a la calle, abrió el<br />

paraguas y se quedó dudando.<br />

Julia lo miró, la<strong>de</strong>ando la cabeza.<br />

—Será más fácil taparnos a los dos si se coge <strong>de</strong> mí —le dijo,<br />

ofreciéndole el brazo <strong>de</strong> la mano con que sujetaba el paraguas—. Si<br />

no le importa —añadió.<br />

<strong>El</strong>la tomó su brazo y lo miró con ternura.<br />

Se dirigieron en silencio hacia el puerto, una zona <strong>de</strong> la que Julia<br />

había oído hablar, pero a la que aún no había tenido ocasión <strong>de</strong> ir.<br />

Antes <strong>de</strong> que <strong>El</strong> Profesor le entregara las llaves al aparcacoches, le<br />

pidió a ella que le diera la corbata que guardaba en la guantera. Julia<br />

sonrió al ver una caja con una inmaculada corbata <strong>de</strong> seda.<br />

Al inclinarse para dársela, él cerró los ojos un instante para<br />

aspirar su perfume.<br />

—Vainilla —murmuró.<br />

—¿Qué?<br />

—Nada.<br />

Él se quitó el jersey y ella fue recompensada con la visión <strong>de</strong> su<br />

amplio pecho y <strong>de</strong> unos cuantos rizos que asomaban gracias a los<br />

botones abiertos <strong>de</strong> su camisa. <strong>El</strong> profesor Emerson era sexy. Tenía<br />

una cara muy atractiva y Julia estaba segura <strong>de</strong> que bajo la ropa sería<br />

igual <strong>de</strong> agraciado. Aunque por su propio bien trató <strong>de</strong> no pensar<br />

mucho en ello.<br />

No pudo evitar admirar su <strong>de</strong>streza mientras se hacía el nudo <strong>de</strong><br />

la corbata sin ayuda <strong>de</strong> un espejo. Aunque finalmente le quedó torcido.<br />

—No puedo... No veo... —se quejó él, tratando <strong>de</strong> en<strong>de</strong>rezarlo<br />

sin éxito.


—¿Quiere que pruebe yo? —se ofreció ella, tímidamente. No<br />

quería tocarlo sin su consentimiento.<br />

—Gracias.<br />

Julia le en<strong>de</strong>rezó el nudo rápidamente, le alisó la corbata y fue<br />

resiguiéndole el cuello hasta llegar a la nuca, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> le bajó el<br />

cuello <strong>de</strong> la camisa. Cuando terminó, estaba respirando<br />

aceleradamente y se había ruborizado.<br />

Él no se dio cuenta, porque estaba ocupado pensando en lo<br />

familiares que le resultaban los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Julia y preguntándose por<br />

qué los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Paulina nunca se lo habían parecido. Alargó el brazo<br />

hacia la americana que llevaba en un colgador en la parte posterior <strong>de</strong><br />

su asiento y se la puso. Con una sonrisa y una inclinación <strong>de</strong> cabeza,<br />

la invitó a salir <strong>de</strong>l coche.<br />

<strong>El</strong> Harbour Sixty Steakhouse era un local emblemático <strong>de</strong><br />

Toronto, un restaurante famoso y muy caro, frecuentado por directivos<br />

<strong>de</strong> empresa, políticos y otros personajes igual <strong>de</strong> impresionantes.<br />

Emerson solía comer allí porque el solomillo que preparaban era el<br />

mejor que había probado y no tenía paciencia para la mediocridad. No<br />

se le ocurrió llevar a la señorita Mitchell a otro sitio.<br />

Antonio, el maître, lo saludó calurosamente, con un firme apretón<br />

<strong>de</strong> manos y un torrente <strong>de</strong> palabras en italiano.<br />

Él respondió con la misma cali<strong>de</strong>z y en el mismo idioma.<br />

—¿Y quién es esta belleza? —preguntó Antonio, besándole la<br />

mano a Julia y empezando a alabar en un italiano muy <strong>de</strong>scriptivo sus<br />

ojos, su pelo y su piel.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó, pero le dio las gracias tímidamente en italiano.<br />

La señorita Mitchell tenía una voz preciosa, pero la señorita<br />

Mitchell hablando en italiano era algo celestial. Su boca <strong>de</strong> rubí<br />

abriéndose y cerrándose; el modo <strong>de</strong>licado en que prácticamente<br />

cantaba las palabras; su lengua, asomando <strong>de</strong> vez en cuando para<br />

hume<strong>de</strong>cerse los labios... Emerson tuvo que or<strong>de</strong>narse cerrar la boca.<br />

Antonio se quedó tan sorprendido y encantado por su respuesta<br />

que la besó en las mejillas no una vez, sino dos. Inmediatamente, los<br />

acompañó hasta la parte trasera <strong>de</strong>l restaurante, don<strong>de</strong> les ofreció la<br />

mejor mesa, la más romántica.<br />

Emerson dudó un momento antes <strong>de</strong> sentarse, al darse cuenta<br />

<strong>de</strong> lo que Antonio estaba interpretando. Él ya se había sentado a<br />

aquella mesa anteriormente, con otra persona, y el maître estaba<br />

sacando conclusiones precipitadas. Iba a tener que aclarar las cosas.<br />

Pero cuando empezó a carraspear para hablar, Antonio le preguntó a


Julia si aceptaría una botella <strong>de</strong> una cosecha muy especial <strong>de</strong> un<br />

viñedo <strong>de</strong> su familia en la Toscana.<br />

<strong>El</strong>la se lo agra<strong>de</strong>ció mucho, pero dijo que tal vez Il Professore<br />

tuviese otras preferencias. Él se sentó rápidamente y, para no ofen<strong>de</strong>r<br />

al maître, dijo que estaría encantado con cualquier vino que Antonio<br />

les ofreciera. Éste se retiró, radiante.<br />

—Ya que estamos en público, tal vez sería buena i<strong>de</strong>a que no<br />

me llamara profesor Emerson.<br />

<strong>El</strong>la asintió, sonriendo.<br />

—Pue<strong>de</strong> llamarme señor Emerson.<br />

<strong>El</strong> señor Emerson estaba <strong>de</strong>masiado ocupado mirando la carta<br />

para darse cuenta <strong>de</strong> que los ojos <strong>de</strong> Julia se abrieron mucho antes <strong>de</strong><br />

que bajara la vista.<br />

—Tiene acento <strong>de</strong> la Toscana —comentó él, distraído, sin<br />

mirarla todavía.<br />

—Sí.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> lo ha sacado?<br />

—Estudié el tercer año <strong>de</strong> carrera en Florencia.<br />

—Tiene un nivel muy bueno para haberlo estudiado sólo un año.<br />

—Empecé a estudiarlo antes, en el instituto.<br />

Él la miró <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro extremo <strong>de</strong> la mesa, pequeña e íntima, y<br />

se dio cuenta <strong>de</strong> que ella estaba evitando <strong>de</strong>volverle la mirada.<br />

Estudiaba la carta como si fueran las preguntas <strong>de</strong> un examen y se<br />

mordía el labio inferior.<br />

—Está invitada, señorita Mitchell.<br />

<strong>El</strong>la alzó la vista bruscamente, como si no acabara <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r<br />

lo que quería <strong>de</strong>cir.<br />

—Es mi invitada. Pida lo que quiera, pero, por favor, pida carne.<br />

Se sintió en la obligación <strong>de</strong> especificarlo, ya que el objetivo <strong>de</strong><br />

aquella cena era suministrarle algo más nutritivo que el cuscús.<br />

—No sé qué elegir.<br />

—Si quiere, puedo elegir por usted.<br />

<strong>El</strong>la asintió y cerró la carta, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>rse el labio.<br />

En ese momento, Antonio regresó y les mostró orgulloso una<br />

botella <strong>de</strong> chianti con una etiqueta escrita a mano. Julia sonrió<br />

mientras el maître abría la botella y le servía un poco en la copa.<br />

Emerson la observó conteniendo el aliento mientras ella hacía<br />

girar el vino en la copa con pericia y luego la levantaba para examinar<br />

el líquido a la luz <strong>de</strong> las velas. Se acercó la copa a la nariz, cerró los<br />

ojos e inspiró. Luego se la llevó a los carnosos labios y probó el vino,


manteniéndolo en la boca unos instantes antes <strong>de</strong> tragárselo. Abrió los<br />

ojos y, con una sonrisa más amplia, le dio las gracias a Antonio por su<br />

precioso regalo.<br />

<strong>El</strong> maître, radiante, felicitó al señor Emerson por su elección <strong>de</strong><br />

acompañante con un entusiasmo un poco excesivo y llenó ambas<br />

copas con su vino favorito.<br />

Mientras tanto, Emerson había tenido que ajustarse los<br />

pantalones por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa, porque la visión <strong>de</strong> la señorita<br />

Mitchell probando el vino había resultado ser la imagen más erótica<br />

que había visto nunca. No era sólo atractiva; era hermosa, como un<br />

ángel o una musa. Y tampoco era simplemente hermosa; era sensual,<br />

hipnótica y al mismo tiempo inocente. Sus bonitos ojos reflejaban una<br />

pureza y una profundidad <strong>de</strong> sentimientos en las que no se había<br />

fijado hasta entonces.<br />

Con esfuerzo, apartó la vista mientras volvía a ajustarse los<br />

pantalones. Se sintió sucio y un poco avergonzado por su reacción.<br />

Una reacción <strong>de</strong> la que iba a tener que ocuparse más tar<strong>de</strong>. A solas.<br />

Ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> olor a vainilla.<br />

Por <strong>de</strong> pronto pidió por los dos, asegurándose <strong>de</strong> que les traían<br />

los trozos más gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> filet mignon. Cuando la señorita Mitchell<br />

protestó, él hizo un gesto <strong>de</strong>spectivo con la mano y le dijo que si le<br />

sobraba algo se lo podría llevar a casa. Esperaba que las sobras le<br />

sirvieran para alimentarse un par <strong>de</strong> días más.<br />

Se preguntó qué comería cuando se le hubieran acabado, pero<br />

se negó a obsesionarse con el tema. Aquella cena no iba a volver a<br />

repetirse. Era una excepción. Sólo la había invitado para disculparse<br />

por haberla humillado en su <strong>de</strong>spacho. Después <strong>de</strong> esa noche, las<br />

cosas entre ellos volverían a ser estrictamente profesionales y la joven<br />

tendría que enfrentarse sola a sus futuras calamida<strong>de</strong>s.<br />

Julia, por su parte, se sentía muy feliz <strong>de</strong> que estuvieran juntos.<br />

Quería hablar con él, hablar con él <strong>de</strong> verdad, preguntarle por su<br />

familia y por el funeral. Quería consolarlo por la pérdida <strong>de</strong> su madre.<br />

Quería contarle sus secretos y que él, a cambio, le susurrara los suyos<br />

al oído. Pero los ojos <strong>de</strong>l señor Emerson, clavados en ella pero<br />

guardando las distancias, le dijeron que, por el momento, eso no iba a<br />

ser posible. Así que sonrió y jugueteó con los cubiertos, esperando no<br />

irritarlo con su nerviosismo.<br />

—¿Por qué empezó a estudiar italiano en el instituto?<br />

Julia ahogó una exclamación, abrió mucho los ojos y se quedó<br />

con su preciosa boca abierta.


Él frunció el cejo ante su reacción, completamente<br />

<strong>de</strong>sproporcionada a su pregunta. No la había interrogado sobre su<br />

talla <strong>de</strong> sujetador. No pudo evitar que los ojos se le dirigieran a sus<br />

pechos antes <strong>de</strong> volver a mirarla a la cara. Se ruborizó cuando una<br />

talla y una letra aparecieron milagrosamente en su mente.<br />

—Ejem... me interesaba mucho la literatura italiana. Dante y<br />

Beatriz especialmente —respondió ella, doblando y volviendo a doblar<br />

la servilleta que tenía en el regazo. Unos cuantos rizos cayeron sobre<br />

su rostro ovalado con el movimiento.<br />

Él se acordó entonces <strong>de</strong>l cuadro que tenía en su apartamento y<br />

<strong>de</strong> su extraordinario parecido con Beatriz. Una vez más, su mente le<br />

envió señales <strong>de</strong> aviso y, una vez más, las ignoró.<br />

—Son unos intereses notables para una jovencita —señaló,<br />

contemplándola y admirando su belleza.<br />

—Tuve un... amigo que me inició en el tema —replicó Julia,<br />

como si el recuerdo le resultara doloroso.<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> que se estaba a<strong>de</strong>ntrando en un terreno<br />

peligrosamente personal, él retrocedió y cambió <strong>de</strong> tema.<br />

—Ha impresionado a Antonio. Está encantado con usted.<br />

<strong>El</strong>la lo miró y sonrió.<br />

—Es un hombre muy amable.<br />

—Y usted florece con la amabilidad, ¿no es cierto? Como una<br />

rosa.<br />

Las palabras salieron <strong>de</strong> sus labios antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r reflexionar<br />

sobre lo que estaba diciendo. Una vez dichas, con Julia mirándolo con<br />

una cali<strong>de</strong>z alarmante, ya no pudo retirarlas.<br />

Había llegado <strong>de</strong>masiado lejos. Se encerró en sí mismo y<br />

empezó a mirar con atención la copa <strong>de</strong> vino para no mirarla a ella, y<br />

sus modales se volvieron fríos y distantes. Julia se dio cuenta <strong>de</strong>l<br />

cambio. Lo aceptó y no hizo ningún intento por retomar la<br />

conversación anterior.<br />

A lo largo <strong>de</strong> la cena, un Antonio claramente cautivado pasó más<br />

tiempo <strong>de</strong>l necesario charlando en italiano con la hermosa Julianne,<br />

invitándola a cenar con su familia en el club italo-canadiense el<br />

domingo siguiente. <strong>El</strong>la aceptó encantada y fue recompensada con<br />

tiramisú, espresso, biscotti, grappa y, para acabar, un bombón Baci. A<br />

Emerson no le ofrecieron ninguna <strong>de</strong> esas <strong>de</strong>licias, por lo que<br />

permaneció malhumorado, viéndola disfrutar.<br />

Al final <strong>de</strong> la cena, Antonio le puso a Julia lo que parecía un gran<br />

cesto <strong>de</strong> comida en las manos, sin querer escuchar las protestas <strong>de</strong> la


joven. La besó en las mejillas varias veces tras ayudarla a ponerse la<br />

gabardina y le rogó al profesor que volviera a traerla pronto y a<br />

menudo.<br />

Él en<strong>de</strong>rezó la espalda y le dirigió al maître una mirada glacial.<br />

—Eso no va a ser posible —dijo y, girando sobre sus talones,<br />

salió <strong>de</strong>l restaurante, <strong>de</strong>jando que Julia y su pesado cesto <strong>de</strong> comida<br />

lo siguieran <strong>de</strong>sanimados.<br />

Mientras los veía alejarse, Antonio se preguntó por qué habría<br />

llevado el profesor a una criatura tan <strong>de</strong>liciosa a un restaurante tan<br />

romántico para pasarse la noche sentado serio, sin apenas dirigirle la<br />

palabra, casi como si le resultara doloroso estar allí.<br />

Cuando llegaron al apartamento <strong>de</strong> la señorita Mitchell, Emerson<br />

abrió la puerta <strong>de</strong>l Jaguar y cogió la cesta <strong>de</strong> comida <strong>de</strong>l asiento <strong>de</strong><br />

atrás. Sin po<strong>de</strong>r reprimir su curiosidad, echó un vistazo al contenido.<br />

—Vino, aceite <strong>de</strong> oliva, vinagre balsámico, biscotti, un bote <strong>de</strong><br />

salsa marinara hecha por la esposa <strong>de</strong> Antonio, restos <strong>de</strong> comida... Va<br />

a alimentarse muy bien durante los próximos días.<br />

—Gracias a usted —dijo ella, alargando los brazos hacia la<br />

cesta.<br />

—Pesa mucho. Yo la llevaré.<br />

La acompañó hasta la puerta <strong>de</strong>l edificio y esperó mientras ella<br />

abría la puerta. Luego le dio la cesta.<br />

Ruborizándose, Julia se miró los zapatos y buscó las palabras<br />

a<strong>de</strong>cuadas para lo que quería <strong>de</strong>cir.<br />

—Gracias, profesor Emerson, por una noche tan agradable. Ha<br />

sido muy generoso por su parte...<br />

—Señorita Mitchell —la interrumpió él—, no hagamos esto más<br />

incómodo <strong>de</strong> lo que ya es. Lamento mi... mala educación. Mi única<br />

excusa es... <strong>de</strong> carácter privado, así que démonos la mano y<br />

empecemos <strong>de</strong> cero.<br />

Alargó la mano y ella se la estrechó. Él trató <strong>de</strong> no apretar con<br />

<strong>de</strong>masiada fuerza para no hacerle daño. Tuvo que hacer un gran<br />

esfuerzo para ignorar la electricidad que sintió en las venas ante el<br />

contacto <strong>de</strong> su piel, suave y <strong>de</strong>licada.<br />

—Buenas noches, señorita Mitchell.<br />

—Buenas noches, profesor Emerson.<br />

Y con esas palabras <strong>de</strong>sapareció en el interior <strong>de</strong> la casa,<br />

<strong>de</strong>spidiéndose <strong>de</strong> él en mejores términos que horas atrás.<br />

Aproximadamente una hora más tar<strong>de</strong>, Julia estaba sentada en<br />

la cama, contemplando la fotografía que siempre guardaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>


la almohada. Se la quedó mirando un buen rato, tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir si<br />

<strong>de</strong>bía romperla, <strong>de</strong>jarla don<strong>de</strong> estaba o guardarla en un cajón.<br />

Siempre le había encantado esa foto. Le encantaba su sonrisa. Era la<br />

foto más bonita que había visto nunca, pero le dolía <strong>de</strong>masiado<br />

mirarla.<br />

Alzó la vista hacia la lámina colgada junto a su cama,<br />

reprimiendo las lágrimas. No sabía qué había esperado <strong>de</strong> su Dante,<br />

pero sabía que no lo había conseguido. Así que, con la sabiduría que<br />

sólo se obtiene con un corazón roto, <strong>de</strong>cidió que <strong>de</strong>bía olvidarse <strong>de</strong> él<br />

<strong>de</strong> una vez por todas.<br />

Se acordó <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spensa abarrotada y <strong>de</strong> la amabilidad <strong>de</strong><br />

Antonio. Pensó en los mensajes que Paul le había <strong>de</strong>jado en el<br />

contestador, expresándole su preocupación por haberla <strong>de</strong>jado sola<br />

con <strong>El</strong> Profesor y rogándole que lo llamara sin importar la hora que<br />

fuera para <strong>de</strong>cirle que estaba bien.<br />

Fue hasta la cómoda, abrió el cajón <strong>de</strong> arriba y metió la foto<br />

<strong>de</strong>ntro, con respeto pero con <strong>de</strong>cisión, colocándola en la parte <strong>de</strong><br />

atrás, bajo la lencería sexy que nunca se ponía. Y con el contraste<br />

entre los tres hombres <strong>de</strong> su vida bien presente en su mente, volvió a<br />

la cama, cerró los ojos y soñó con un huerto <strong>de</strong> manzanos<br />

abandonado.


6<br />

<strong>El</strong> viernes, Julia encontró un documento oficial en su casillero,<br />

informándola <strong>de</strong> que el profesor Emerson había aceptado dirigir su<br />

proyecto. Estaba contemplándolo sorprendida, preguntándose qué lo<br />

habría hecho cambiar <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a, cuando Paul apareció a su espalda.<br />

—¿Estás lista?<br />

<strong>El</strong>la lo saludó con una sonrisa, mientras guardaba el documento<br />

en su mochila, que había arreglado lo mejor que había podido.<br />

Salieron <strong>de</strong>l edificio y echaron a andar por la calle Bloor en dirección al<br />

Starbucks que estaba a media manzana <strong>de</strong> allí.<br />

—Quiero que me cuentes qué tal te fue con Emerson, pero antes<br />

tengo que <strong>de</strong>cirte una cosa —dijo él, muy serio.<br />

Julia lo miró con ansiedad.<br />

—No tengas miedo, Conejito. No te va a doler —la tranquilizó,<br />

dándole unas palmaditas en el brazo.<br />

<strong>El</strong> corazón <strong>de</strong> Paul era casi tan gran<strong>de</strong> como el resto <strong>de</strong> su<br />

persona y siempre estaba atento al sufrimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />

—Sé lo que pasó con la nota.<br />

<strong>El</strong>la cerró los ojos y maldijo en silencio.<br />

—Paul, lo siento mucho. Iba a contarte que metí la pata y que<br />

escribí por el otro lado <strong>de</strong> tu nota, pero luego se me pasó. No le dije<br />

que lo habías escrito tú.<br />

Él la agarró <strong>de</strong>l brazo para interrumpirla.<br />

—Lo sé. Se lo dije yo.<br />

Julia lo miró, sorprendida.<br />

—¿Por qué lo hiciste?<br />

Mientras se hundía en las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s ojos<br />

castaños <strong>de</strong>l Conejito, Paul se convenció <strong>de</strong> que haría cualquier cosa<br />

por impedir que nadie le hiciera daño. Incluso si eso le costaba su<br />

carrera académica. Incluso si tenía que sacar a rastras a Emerson <strong>de</strong>l<br />

Departamento <strong>de</strong> Estudios Italianos para darle en su pomposo trasero<br />

la patada que tanto se merecía.<br />

—La señora Jenkins me contó que <strong>El</strong> Profesor te había<br />

mandado llamar y pensé que querría echarte la bronca. Encontré una<br />

copia <strong>de</strong> la nota en la pila <strong>de</strong> papeles para fotocopiar que me <strong>de</strong>jó<br />

preparada —dijo, encogiéndose <strong>de</strong> hombros—. Son los riesgos <strong>de</strong><br />

trabajar como ayudante <strong>de</strong> un gilipollas.


Le tiró <strong>de</strong>l brazo para animarla a seguir andando, pero esperó a<br />

continuar la conversación hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> invitarla a un enorme café<br />

con leche con vainilla y sin azúcar. Cuando Julia acabó <strong>de</strong><br />

acomodarse como un gato en un sofá <strong>de</strong> terciopelo lila y Paul se hubo<br />

convencido <strong>de</strong> que estaba cómoda y calentita, se volvió hacia ella con<br />

expresión comprensiva.<br />

—Sé que fue un acci<strong>de</strong>nte. Estabas tan nerviosa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />

primer seminario... Debí acompañarte hasta la puerta. Sinceramente,<br />

Julia, nunca lo había visto actuar como ese día. A veces pue<strong>de</strong> darse<br />

aires <strong>de</strong> superioridad o ser un poco susceptible, pero nunca se había<br />

comportado con tanta agresividad con una alumna. Fue incómodo<br />

para todos los que estábamos allí.<br />

<strong>El</strong>la bebió un sorbo <strong>de</strong> su café con leche y lo <strong>de</strong>jó hablar.<br />

—Cuando encontré la nota entre los papeles, supe que iba a<br />

arrancarte la cabeza. Pregunté a qué hora tenías la entrevista con él y<br />

concerté cita antes. Le confesé que lo había escrito yo y traté <strong>de</strong><br />

hacerle creer que había escrito también tu parte, pero eso ya no se lo<br />

creyó.<br />

—¿Hiciste todo eso por mí?<br />

Paul sonrió y flexionó los brazos en broma.<br />

—Trataba <strong>de</strong> ser tu escudo humano. Pensé que si se<br />

<strong>de</strong>sahogaba conmigo, ya no le quedarían ganas <strong>de</strong> gritarte a ti. —La<br />

miró fijamente—. Pero no funcionó, ¿verdad?<br />

<strong>El</strong>la lo miró con agra<strong>de</strong>cimiento.<br />

—Nadie había hecho algo así por mí. Te <strong>de</strong>bo una.<br />

—No tiene importancia. Ojalá hubiera <strong>de</strong>scargado su mal humor<br />

conmigo. ¿Qué te dijo?<br />

Julia fingió estar muy interesada en la taza y no haber oído la<br />

pregunta.<br />

—Vaya. ¿Tan mal fue? —preguntó Paul, frotándose la barbilla—.<br />

Bueno, al menos ahora parece que ya se le haya olvidado. Durante el<br />

último seminario ha estado educado.<br />

A Julia se le escapó la risa.<br />

—Sí, aunque no me ha <strong>de</strong>jado abrir la boca, ni siquiera cuando<br />

levantaba la mano. Estaba <strong>de</strong>masiado ocupado <strong>de</strong>jando que Christa<br />

Peterson respondiera a todas las preguntas.<br />

Paul la miró con curiosidad.<br />

—No te preocupes por ella. Tiene problemas con Emerson por<br />

un asunto relacionado con su proyecto. No le gusta cómo lo está<br />

enfocando. Él mismo me lo dijo.


—Eso es horrible. ¿Lo sabe Christa?<br />

Paul se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Debería saberlo, pero ¿quién sabe? Está tan obcecada en<br />

seducirlo, que su trabajo se está resintiendo. Es una vergüenza.<br />

Julia tomó nota <strong>de</strong> esa información y la guardó en su memoria<br />

para usarla cuando la necesitara. Se echó hacia atrás en el sillón, se<br />

relajó y disfrutó <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> con Paul, que estuvo encantador,<br />

amable y consiguió que se alegrara <strong>de</strong> haber ido a Toronto. A las<br />

cinco en punto, el estómago empezó a hacerle ruido y ella se lo agarró<br />

con ambas manos, avergonzada.<br />

Paul se echó a reír. Julia era un encanto <strong>de</strong> criatura. Hasta<br />

cuando le sonaba el estómago era graciosa.<br />

—¿Te gusta la comida tailan<strong>de</strong>sa?<br />

—Oh, sí. Había un sitio en Fila<strong>de</strong>lfia al que iba muy a menudo<br />

con... —Se interrumpió antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir su nombre en voz alta.<br />

<strong>El</strong> tailandés era el sitio adon<strong>de</strong> iba siempre con él. Se preguntó<br />

si seguiría yendo allí con la otra. Si se sentarían a su antigua mesa,<br />

riéndose <strong>de</strong> ella.<br />

Paul carraspeó para <strong>de</strong>volverla a la realidad.<br />

—Lo siento. —Julia agachó la cabeza y empezó a rebuscar en la<br />

mochila, sin un propósito en particular.<br />

—Hay un tailandés genial en esta misma calle. Está a varias<br />

manzanas <strong>de</strong> aquí, así que habrá que caminar un poco, pero la<br />

comida es francamente buena. Si no tienes otros planes, <strong>de</strong>ja que te<br />

invite a cenar.<br />

Sólo se le notaba que estaba nervioso por el modo <strong>de</strong> mover el<br />

pie. Al mirarlo a los ojos, cálidos y oscuros, Julia pensó que la<br />

amabilidad era mucho más importante en la vida que la pasión y<br />

aceptó su invitación sin pensarlo más.<br />

Él sonrió encantado y, levantando la mochila <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>l suelo, se<br />

la colgó <strong>de</strong>l hombro sin ningún esfuerzo.<br />

—Esta carga es <strong>de</strong>masiado pesada para ti —le dijo, mirándola a<br />

los ojos y eligiendo cada palabra cuidadosamente—. Deja que yo la<br />

lleve un rato.<br />

Julia sonrió mirando al suelo y lo siguió fuera.<br />

Emerson volvía a casa andando. Era un paseo, pero cuando<br />

hacía mal tiempo o cuando iba a salir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> clase, prefería llevar<br />

el coche.<br />

Mientras caminaba, pensaba en la conferencia que iba a dar en


la universidad sobre la lujuria en la obra <strong>de</strong> Dante. La lujuria era un<br />

pecado sobre el que reflexionaba a menudo y con mucho placer. De<br />

hecho, pensar en ese apetito y en las mil maneras <strong>de</strong> satisfacerlo era<br />

muy tentador. Tuvo que cerrarse la gabardina para que la levemente<br />

espectacular visión <strong>de</strong> su bragueta no atrajera miradas in<strong>de</strong>seadas.<br />

En ese momento la vio. Se <strong>de</strong>tuvo para mirar a la belleza <strong>de</strong><br />

cabello oscuro que caminaba por la otra acera.<br />

«Calamity Julianne.»<br />

Pero no estaba sola. Paul caminaba a su lado, llevando su<br />

abominación <strong>de</strong> mochila. Charlaban y reían y se los veía muy<br />

cómodos. Y, lo que era peor, iban peligrosamente juntos.<br />

«¿Así que le llevas los libros? Muy adolescente por tu parte,<br />

Paul.»<br />

Se fijó en que las manos <strong>de</strong> la pareja se rozaban al caminar y<br />

que su contacto provocaba una sonrisa en la señorita Mitchell. Él<br />

gruñó al verlo, mostrando los dientes.<br />

«¿Qué <strong>de</strong>monios ha sido eso?», se preguntó.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo un momento para calmarse y reflexionar. Apoyándose<br />

en el escaparate <strong>de</strong> una tienda <strong>de</strong> Louis Vuitton, trató <strong>de</strong> poner en<br />

or<strong>de</strong>n sus i<strong>de</strong>as. Era un ser racional. Llevaba ropa que cubría su<br />

<strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z, conducía un coche y comía con servilleta, cuchillo y<br />

tenedor. Tenía un empleo bien remunerado que requería habilidad y<br />

agu<strong>de</strong>za intelectual. Controlaba sus instintos sexuales mediantes<br />

varios sistemas, todos ellos civilizados, y nunca se acostaría con una<br />

mujer en contra <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> ésta.<br />

Sin embargo, al ver a la señorita Mitchell con Paul, se había<br />

dado cuenta <strong>de</strong> que también era un animal. Un ser primitivo. Salvaje.<br />

Su instinto le había gritado que se acercara a ellos, la arrancara <strong>de</strong> los<br />

brazos <strong>de</strong> Paul y se la llevara a rastras. Quería besarla hasta <strong>de</strong>jarla<br />

sin sentido, <strong>de</strong>splazar los labios hasta su cuello y reclamarla como su<br />

única pareja.<br />

«¿Qué coño?»<br />

Se asustó ante el rumbo que estaban tomando sus<br />

pensamientos. Aparte <strong>de</strong> en un idiota y un gilipollas pomposo, se<br />

estaba convirtiendo en un nean<strong>de</strong>rtal. Ya sólo le faltaba apoyarse en<br />

los nudillos para caminar y empezar a ja<strong>de</strong>ar. ¿Qué mosca le había<br />

picado? No tenía ningún <strong>de</strong>recho a sentirse el dueño <strong>de</strong> una jovencita<br />

a la que acababa <strong>de</strong> conocer y que, por cierto, lo odiaba. Ah y que<br />

a<strong>de</strong>más era alumna suya.<br />

Tenía que irse a casa, tumbarse y respirar hondo hasta calmarse


<strong>de</strong> una jodida vez. Luego iba a necesitar algo más fuerte. Mientras<br />

seguía caminando, alejándose en contra <strong>de</strong> su voluntad <strong>de</strong> la joven<br />

pareja, se sacó el iPhone <strong>de</strong>l bolsillo y apretó unos cuantos botones.<br />

Una mujer respondió al tercer timbrazo.<br />

—¿Hola?<br />

—Hola, soy yo. ¿Po<strong>de</strong>mos vernos esta noche?<br />

<strong>El</strong> miércoles siguiente, Julia salía <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento tras el<br />

seminario <strong>de</strong> Emerson, cuando oyó una voz familiar a su espalda.<br />

—¿Julia? Julia Mitchell, ¿eres tú?<br />

Se volvió en redondo y una joven la abrazó con tanta fuerza que<br />

pensó que la iba a ahogar.<br />

—Rachel —logró <strong>de</strong>cir, mientras luchaba por respirar.<br />

La chica, rubia y <strong>de</strong>lgada, gritó <strong>de</strong> alegría y volvió a abrazarla.<br />

—Te he echado mucho <strong>de</strong> menos. No puedo creer que llevemos<br />

tanto tiempo sin vernos. ¿Qué estás haciendo aquí?<br />

—Rachel, lo siento mucho. Siento lo <strong>de</strong> tu madre y... todo lo<br />

<strong>de</strong>más.<br />

Las dos amigas guardaron silencio mientras se abrazaban<br />

durante un buen rato.<br />

—Siento haberme perdido el funeral —añadió Julia, secándose<br />

las lágrimas—. ¿Cómo está tu padre?<br />

—Se siente perdido sin ella. Todos lo estamos. Ha pedido<br />

permiso en la universidad para ausentarse temporalmente mientras se<br />

recupera. Yo también estoy <strong>de</strong> baja, pero tenía que salir <strong>de</strong> allí. ¿Por<br />

qué no me dijiste que estabas aquí? —le reprochó Rachel, con los<br />

ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas.<br />

Julia apartó la mirada <strong>de</strong> su amiga para dirigirla hacia el profesor<br />

Emerson, que acababa <strong>de</strong> abandonar el edificio y la estaba mirando,<br />

boqueando como un pez fuera <strong>de</strong>l agua.<br />

—No estaba segura <strong>de</strong> que fuera a quedarme. Las dos primeras<br />

semanas fueron... bueno, duras.<br />

Rachel, que era muy inteligente, captó la extraña energía<br />

conflictiva que circulaba entre su hermano adoptivo, parado junto a<br />

ellas, y su mejor amiga, pero pensó que por el momento sería mejor<br />

obviarla.<br />

—Le he dicho a <strong>Gabriel</strong> que esta noche le prepararé la cena.<br />

Ven a cenar con nosotros.<br />

Julia abrió mucho los ojos. Parecía asustada.<br />

<strong>Gabriel</strong> carraspeó.


—Rachel, estoy seguro <strong>de</strong> que la señorita Mitchell tiene otros<br />

planes.<br />

Julia captó el mensaje que él le estaba enviando y asintió,<br />

obediente.<br />

Pero Rachel se volvió hacia su hermano.<br />

—¿La señorita Mitchell? Julia era mi mejor amiga en el instituto.<br />

Somos amigas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. ¿No lo sabías? —Escudriñó los ojos<br />

<strong>de</strong> su hermano y no encontró en ellos ni rastro <strong>de</strong> reconocimiento—.<br />

Oh, me había olvidado <strong>de</strong> que no habíais coincidido. No importa. Tu<br />

actitud es exagerada. Hazme el favor <strong>de</strong> sacarte el palo <strong>de</strong>l culo.<br />

Al volverse hacia Julia, Rachel vio que acababa <strong>de</strong> tragarse la<br />

lengua. O eso parecía, porque se había puesto azul y estaba tosiendo.<br />

—Será mejor que nos veamos otro día, a la hora <strong>de</strong> comer.<br />

Seguro que el profesor... que tu hermano querrá estar a solas contigo<br />

esta noche.<br />

Julia trató <strong>de</strong> sonreír, lo que no era fácil, con Emerson<br />

fulminándola con la mirada por encima <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong> Rachel. Ésta<br />

entornó los ojos.<br />

—Es <strong>Gabriel</strong>, Julia. ¿Qué <strong>de</strong>monios os pasa a los dos?<br />

—Es mi alumna, Rachel. Hay reglas al respecto. —<strong>El</strong> tono <strong>de</strong><br />

voz <strong>de</strong> él era cada vez más frío y agresivo.<br />

—Es mi amiga, <strong>Gabriel</strong>. ¡Que les <strong>de</strong>n a las reglas! —Miró a uno<br />

y a otra. Vio que Julia se estaba contemplando los zapatos y que su<br />

hermano tenía el cejo fruncido—. ¿Alguien podría explicarme qué está<br />

pasando aquí?<br />

Al ver que ninguno <strong>de</strong> los dos respondía, se cruzó <strong>de</strong> brazos y<br />

entornó los ojos aún más. Al recordar el comentario <strong>de</strong> su amiga sobre<br />

la dureza <strong>de</strong> las dos primeras semanas <strong>de</strong> curso, llegó a una<br />

conclusión.<br />

—<strong>Gabriel</strong> Owen Emerson, ¿te has estado comportando como un<br />

idiota con Julia?<br />

A ésta casi se le escapó la risa y <strong>Gabriel</strong> se enfurruñó todavía<br />

más. A pesar <strong>de</strong>l silencio, la reacción <strong>de</strong> ambos le indicó a Rachel que<br />

sus sospechas eran fundadas.<br />

—Bueno, pues no tengo tiempo para estas tonterías. Vais a<br />

tener que daros un beso y hacer las paces. Sólo voy a estar aquí una<br />

semana y quiero pasar todo el tiempo posible con los dos.<br />

Y cogiéndolos <strong>de</strong>l brazo, los arrastró hacia el Jaguar.<br />

Rachel Clark no se parecía en nada a su hermano adoptivo.<br />

Trabajaba como ayudante en la secretaría <strong>de</strong> prensa <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong>


Fila<strong>de</strong>lfia. Sonaba importante, pero no lo era. De hecho, se pasaba<br />

casi toda la jornada revisando los periódicos locales en busca <strong>de</strong><br />

noticias que mencionaran al alcal<strong>de</strong>, o haciendo fotocopias <strong>de</strong> los<br />

comunicados <strong>de</strong> prensa. En el mejor <strong>de</strong> los casos, se le permitía<br />

actualizar el blog <strong>de</strong> la alcaldía.<br />

Rachel era esbelta, <strong>de</strong> rasgos <strong>de</strong>licados y pelo liso, que llevaba<br />

largo. Tenía los ojos grises y muchas pecas. Era muy espontánea, lo<br />

que muchas veces sacaba <strong>de</strong> quicio al introvertido <strong>de</strong> su hermano,<br />

que era bastante mayor que ella.<br />

<strong>Gabriel</strong> mantuvo la boca cerrada durante el trayecto hasta su<br />

piso, mientras las dos jóvenes charlaban en el asiento <strong>de</strong> atrás, riendo<br />

y poniéndose al día como un par <strong>de</strong> adolescentes. No tenía ningunas<br />

ganas <strong>de</strong> pasar la velada con ellas, pero sabía que su hermana lo<br />

estaba pasando mal y no quería ponerle las cosas más difíciles.<br />

Pronto, el trío, compuesto por dos personas felices y otra no<br />

tanto, subía en el ascensor <strong>de</strong>l edificio Manulife, un impresionante<br />

rascacielos <strong>de</strong> lujo en la calle Bloor. Al salir <strong>de</strong>l ascensor en la última<br />

planta, Julia se fijó en que sólo había cuatro puertas en cada rellano.<br />

«¡Vaya! Estos pisos tienen que ser enormes.»<br />

Cuando entraron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y cruzaron el vestíbulo hasta<br />

una grandiosa y diáfana sala <strong>de</strong> estar, Julia entendió por qué la<br />

sensibilidad <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor se había sentido herida en su estudio. Su<br />

espacioso piso tenía cristaleras que iban <strong>de</strong>l suelo al techo, cubiertas<br />

por unas impresionantes cortinas <strong>de</strong> seda <strong>de</strong> un tono <strong>de</strong> azul pálido<br />

como el hielo. Des<strong>de</strong> los ventanales se veía el lado sur <strong>de</strong> la torre CN<br />

y el lago Ontario. Los suelos eran <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra noble, oscura, adornados<br />

con alguna alfombra persa, y las pare<strong>de</strong>s estaban pintadas <strong>de</strong> color<br />

visón claro.<br />

Los muebles <strong>de</strong>l salón parecían sacados <strong>de</strong>l catálogo <strong>de</strong><br />

Restoration Hardware. Destacaba un gran sofá <strong>de</strong> cuero color<br />

chocolate con remaches, con dos butacas a juego. Delante <strong>de</strong> la<br />

chimenea vio una otomana y otra butaca <strong>de</strong> terciopelo rojo <strong>de</strong> respaldo<br />

alto.<br />

Julia se quedó mirando la butaca y la otomana con envidia. Era<br />

el lugar perfecto don<strong>de</strong> pasar una tar<strong>de</strong> lluviosa, tomándose una taza<br />

<strong>de</strong> té y leyendo su libro favorito. No ella, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego.<br />

La chimenea funcionaba a gas y encima, en vez <strong>de</strong> un cuadro,<br />

<strong>Gabriel</strong> había colgado un televisor <strong>de</strong> plasma <strong>de</strong> pantalla plana. En la<br />

sala había varias obras <strong>de</strong> arte, pinturas al óleo en las pare<strong>de</strong>s y<br />

alguna figura sobre el mobiliario. Tenía piezas <strong>de</strong> vidrio romano y <strong>de</strong>


cerámica griega que podrían estar en un museo y reproducciones <strong>de</strong><br />

esculturas famosas, como la Venus <strong>de</strong> Milo o Apolo y Dafne <strong>de</strong><br />

Bernini. La verdad era que allí había muchas esculturas, todas ellas <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>snudos femeninos.<br />

Lo que no tenía eran fotografías personales. A Julia le extrañó<br />

mucho ver que tenía fotografías en blanco y negro <strong>de</strong> París, Roma,<br />

Londres, Florencia, Venecia y Oxford, pero ninguna <strong>de</strong> los Clark, ni<br />

siquiera <strong>de</strong> Grace.<br />

En la habitación <strong>de</strong> al lado, cerca <strong>de</strong> una mesa <strong>de</strong> comedor<br />

gran<strong>de</strong> y formal, había un bufet <strong>de</strong> ébano que Julia contempló con<br />

admiración. Encima, se veía un gran jarrón <strong>de</strong> cristal, una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

plata labrada con varias licoreras llenas <strong>de</strong> bebidas ambarinas, una<br />

cubitera y copas <strong>de</strong> cristal anticuadas. Unas pinzas <strong>de</strong> plata<br />

completaban la estampa. Estaban colocadas pulcramente sobre un<br />

montón <strong>de</strong> pequeñas servilletas <strong>de</strong> tela blanca con las iniciales G. O.<br />

E. bordadas. Julia se rió para sus a<strong>de</strong>ntros al darse cuenta <strong>de</strong> que, si<br />

el apellido <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> hubiera sido, por ejemplo, Davidson en vez <strong>de</strong><br />

Emerson, sus siglas serían G. O. D., Dios en inglés.<br />

Resumiendo, el piso <strong>de</strong>l profesor Emerson era estéticamente<br />

agradable, <strong>de</strong>corado con muy buen gusto, claramente masculino y<br />

muy, muy frío. Julia se preguntó si alguna vez llevaría mujeres a aquel<br />

lugar tan poco acogedor, aunque trató <strong>de</strong> no imaginarse lo que haría<br />

con ellas una vez allí. Tal vez tendría una habitación específica para<br />

esos asuntos, para que nadie ensuciara sus preciadas posesiones. Al<br />

pasar una mano sobre el gélido granito negro <strong>de</strong> la encimera <strong>de</strong> la<br />

cocina, se estremeció.<br />

Rachel precalentó el horno y se lavó las manos.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, ¿por qué no le enseñas a Julia la casa mientras yo<br />

empiezo a preparar la cena?<br />

<strong>El</strong>la se abrazó a la mochila. No se atrevía a <strong>de</strong>jar un objeto tan<br />

ofensivo en ninguno <strong>de</strong> los muebles, pero <strong>Gabriel</strong> se la arrancó <strong>de</strong> las<br />

manos y la <strong>de</strong>jó en el suelo, bajo una mesita. Julia le <strong>de</strong>dicó una<br />

sonrisa <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento y él se sorprendió a sí mismo<br />

<strong>de</strong>volviéndosela.<br />

No quería enseñarle la casa a la señorita Mitchell. Sobre todo,<br />

no quería que viera su dormitorio, ni las fotos en blanco y negro que<br />

adornaban las pare<strong>de</strong>s. Pero sabía que con Rachel allí no iba a<br />

librarse tan fácilmente. Al menos tendría que enseñarle las<br />

habitaciones <strong>de</strong> invitados.<br />

Así pues, poco <strong>de</strong>spués se encontraban en su estudio. Había


sido un dormitorio <strong>de</strong> invitados, pero lo había convertido en una<br />

cómoda biblioteca, con estanterías <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra oscura que iban <strong>de</strong>l<br />

suelo al techo.<br />

Julia se quedó contemplando los libros con la boca abierta.<br />

Había volúmenes nuevos y otros muy antiguos. Casi todos eran<br />

ejemplares <strong>de</strong> tapa dura. Vio títulos en latín, italiano, francés, inglés y<br />

alemán. La habitación, como el resto <strong>de</strong> la vivienda, era muy<br />

masculina. Las mismas cortinas color azul hielo, el mismo suelo <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra oscura, con una alfombra persa en el centro.<br />

<strong>Gabriel</strong> se puso tras el gran escritorio <strong>de</strong> roble.<br />

—¿Te gusta? —la tuteó. Sabía que Rachel no iba a permitir que<br />

le hablara <strong>de</strong> usted.<br />

—Mucho —respondió ella—. Es preciosa.<br />

Alargó la mano para acariciar la butaca <strong>de</strong> terciopelo rojo, era<br />

igual que la que había admirado antes en el salón, pero se <strong>de</strong>tuvo<br />

justo a tiempo. A <strong>El</strong> Profesor no le gustaría que la tocara.<br />

Probablemente la repren<strong>de</strong>ría por ensuciarla con sus <strong>de</strong>dos<br />

mugrientos.<br />

—Es mi butaca favorita. Es muy cómoda. ¿Quieres probarla?<br />

Julia sonrió como si acabara <strong>de</strong> darle un regalo y se sentó en<br />

ella con las piernas dobladas, enroscándose como un gato.<br />

<strong>Gabriel</strong> juraría que la había oído ronronear. Sonrió al verla. Lo<br />

hizo sentirse relajado y casi feliz. En un impulso, <strong>de</strong>cidió enseñarle<br />

uno <strong>de</strong> sus tesoros más preciados.<br />

—Ven, te enseñaré una cosa —le dijo, con un gesto <strong>de</strong> la mano.<br />

<strong>El</strong>la se levantó en seguida y se quedó esperando al otro lado <strong>de</strong>l<br />

escritorio.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió un cajón y sacó dos pares <strong>de</strong> guantes blancos <strong>de</strong><br />

algodón.<br />

—Póntelos —le dijo, dándole un par.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, ella imitó sus movimientos.<br />

—Ésta es una <strong>de</strong> mis posesiones más valiosas —le explicó él,<br />

sacando una caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> un cajón que acababa <strong>de</strong> abrir con<br />

llave.<br />

Cuando <strong>de</strong>jó la caja sobre el escritorio, a Julia le entró miedo.<br />

«¿Qué habrá <strong>de</strong>ntro? ¿Una cabeza reducida? ¿Tal vez la<br />

cabeza reducida <strong>de</strong> una antigua alumna?»<br />

Pero no. <strong>El</strong> profesor abrió la caja y sacó lo que parecía un libro.<br />

Al abrirlo, Julia vio que se trataba <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> sobres <strong>de</strong> papel<br />

unidos, formando un acor<strong>de</strong>ón. Estaban etiquetados en italiano.


Rebuscó entre los sobres cuidadosamente hasta encontrar el que<br />

buscaba y entonces sacó algo <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, que sostuvo reverentemente<br />

sobre las palmas.<br />

Al ver <strong>de</strong> qué se trataba, Julia ahogó una exclamación.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió orgulloso.<br />

—¿Lo reconoces?<br />

—¡Por supuesto! Pero... ¡no pue<strong>de</strong> ser el original!<br />

Él se echó a reír.<br />

—Por <strong>de</strong>sgracia, no. Eso no está al alcance <strong>de</strong> mi mo<strong>de</strong>sta<br />

fortuna. Los originales son <strong>de</strong>l siglo XV. Éstas son reproducciones <strong>de</strong>l<br />

XVI.<br />

Tenía en su mano una copia <strong>de</strong> la famosa ilustración <strong>de</strong> Dante y<br />

Beatriz y el cielo <strong>de</strong> las estrellas fijas <strong>de</strong>l Paraíso. <strong>El</strong> original había sido<br />

realizado por Sandro Botticelli con pluma y tinta. Era una ilustración <strong>de</strong><br />

unos cuarenta por cincuenta centímetros. Aunque el pintor sólo había<br />

utilizado tinta, el nivel <strong>de</strong> <strong>de</strong>talle era asombroso.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> lo has sacado? No sabía que existieran copias.<br />

—Pues las hay. A<strong>de</strong>más, probablemente fueron hechas por un<br />

alumno <strong>de</strong> Botticelli. Y lo mejor <strong>de</strong> todo: está completo. Botticelli<br />

realizó cien ilustraciones para La Divina Comedia, pero sólo se<br />

conservan noventa y dos. En cambio, mi juego <strong>de</strong> copias está<br />

completo.<br />

Julia abrió mucho los ojos, que le brillaban emocionados.<br />

—¿Me tomas el pelo?<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír.<br />

—No.<br />

—Fui a ver los originales cuando los expusieron en la galería <strong>de</strong><br />

los Uffizi, en Florencia. <strong>El</strong> Vaticano tiene ocho, si no me equivoco, y el<br />

resto pertenecen a un museo <strong>de</strong> Berlín —dijo Julia.<br />

—Exacto. Pensé que sabrías apreciarlos.<br />

—Pero nunca he visto los ocho que faltan.<br />

—Casi nadie los ha visto. Deja que te los enseñe.<br />

<strong>El</strong> tiempo pasó volando mientras él le mostraba sus tesoros. <strong>El</strong>la<br />

los estuvo admirando en silencio hasta que les llegó la voz <strong>de</strong> Rachel<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vestíbulo.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, ¿quieres servirle una copa a Julia y <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> aburrirla<br />

con tus antiguallas?<br />

Él puso los ojos en blanco y Julia se echó a reír.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> las sacaste? ¿No <strong>de</strong>berían estar en un museo?<br />

—preguntó mientras lo miraba guardar las ilustraciones en sus


espectivos sobres.<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los labios.<br />

—No están en un museo porque me niego a <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rme <strong>de</strong><br />

ellas. Nadie sabe que las tengo. Sólo mi abogado y mi agente <strong>de</strong><br />

seguros. Y ahora tú.<br />

Luego apretó los dientes, como dando el tema por zanjado, por<br />

lo que Julia no insistió.<br />

Lo más probable era que las ilustraciones hubieran sido robadas<br />

<strong>de</strong> algún museo y que él las hubiera comprado en el mercado negro.<br />

Eso explicaría su reticencia a darlas a conocer. Julia se estremeció al<br />

darse cuenta <strong>de</strong> que había visto algo que menos <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong><br />

personas habían visto. Eran tan hermosas que cortaban la respiración.<br />

Obras <strong>de</strong> arte.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? —insistió Rachel <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta.<br />

—Vale, vale. ¿Qué quiere beber, señorita Mitchell? —le preguntó<br />

él, saliendo <strong>de</strong>l estudio y dirigiéndose al botellero climatizado que tenía<br />

en la cocina.<br />

—¡<strong>Gabriel</strong>!<br />

—Perdón. ¿Julianne?<br />

<strong>El</strong>la se sobresaltó al oír su nombre completo en su boca.<br />

Al notar la extraña reacción <strong>de</strong> su amiga, Rachel <strong>de</strong>sapareció en<br />

un pequeño anexo que servía como <strong>de</strong>spensa.<br />

—Cualquier cosa estará bien, profe... <strong>Gabriel</strong> —respondió Julia,<br />

cerrando los ojos para disfrutar <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir por fin su<br />

nombre en voz alta. Luego se sentó en uno <strong>de</strong> los elegantes taburetes<br />

<strong>de</strong> la barra <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno.<br />

Él se <strong>de</strong>cidió por una botella <strong>de</strong> chianti y la <strong>de</strong>jó sobre la<br />

encimera.<br />

—La <strong>de</strong>jaré fuera un rato para que se ponga a temperatura<br />

ambiente —dijo, sin dirigirse a nadie en particular.<br />

Y, tras excusarse, <strong>de</strong>sapareció, probablemente para cambiarse<br />

<strong>de</strong> ropa y ponerse más cómodo.<br />

—Julia —susurró Rachel, <strong>de</strong>jando un montón <strong>de</strong> verduras a un<br />

lado <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro doble—. ¿Pue<strong>de</strong> saberse qué pasa entre <strong>Gabriel</strong> y<br />

tú?<br />

—Vas a tener que preguntárselo a él.<br />

—No te preocupes, pienso hacerlo. Pero ¿por qué se comporta<br />

<strong>de</strong> un modo tan raro? ¿Y por qué no le dijiste quién eras?<br />

—Pensé que me reconocería —admitió ella, que parecía a punto<br />

<strong>de</strong> echarse a llorar—, pero no me recuerda —añadió, con voz


temblorosa y la mirada fija en su regazo.<br />

Rachel, sorprendida tanto por sus palabras como por su<br />

respuesta tan emocional, se acercó para abrazarla.<br />

—No te preocupes. Ahora estoy yo aquí y me ocuparé <strong>de</strong> él. En<br />

algún lugar, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la ropa, tiene corazón. Se lo vi una vez. Pero<br />

ahora ayúdame a limpiar las verduras. <strong>El</strong> cor<strong>de</strong>ro ya está en el horno.<br />

Cuando <strong>Gabriel</strong> regresó, abrió el vino sonriendo para sus<br />

a<strong>de</strong>ntros. Iba a pasar un buen rato. Sabía qué aspecto tenía Julianne<br />

cuando probaba el vino e iba a tener una sesión privada <strong>de</strong> su erótica<br />

representación <strong>de</strong> la otra noche. Sintió un tirón involuntario en alguna<br />

parte <strong>de</strong> su cuerpo y <strong>de</strong>seó haber colocado alguna cámara secreta <strong>de</strong><br />

ví<strong>de</strong>o en el apartamento. No creía que fuera buena i<strong>de</strong>a sacar la<br />

máquina y empezar a hacerle fotos.<br />

Le mostró la botella, satisfecho al ver la expresión <strong>de</strong> aprobación<br />

que le iluminó la cara al leer la etiqueta. Había comprado una botella<br />

<strong>de</strong> esa cosecha <strong>de</strong> la Toscana y habría sido una lástima malgastarla<br />

en alguien que no supiera apreciarla. Le sirvió un poco <strong>de</strong> vino en la<br />

copa y se echó hacia atrás, observándola y esforzándose para no<br />

sonreír.<br />

Igual que la otra vez, Julia hizo girar el líquido lentamente y lo<br />

examinó a la luz halógena. Cerró los ojos y aspiró su aroma. Luego<br />

acercó sus tentadores labios al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la copa y probó el vino con<br />

<strong>de</strong>lectación, manteniéndolo en la boca unos instantes antes <strong>de</strong><br />

bebérselo.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró mientras miraba cómo el chianti viajaba por su<br />

larga y elegante garganta.<br />

Cuando abrió los ojos, Julia se encontró a <strong>Gabriel</strong><br />

tambaleándose ligeramente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella. Sus ojos azules se habían<br />

oscurecido y tenía la respiración alterada. La parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> sus<br />

pantalones gris marengo... Julia frunció el cejo.<br />

—¿Te encuentras bien?<br />

Pasándose una mano por la cara, él se obligó a calmarse.<br />

—Sí, lo siento. —Tras llenarle la copa, se sirvió también y<br />

empezó a disfrutar <strong>de</strong>l vino, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarla por encima <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> cristal.<br />

—Debes <strong>de</strong> estar muerto <strong>de</strong> hambre, <strong>Gabriel</strong> —comentó Rachel<br />

por encima <strong>de</strong>l hombro, mientras removía la salsa que estaba<br />

preparando—. Y sé que te conviertes en una bestia salvaje cuando<br />

tienes hambre.<br />

—¿Qué vamos a tomar con el cor<strong>de</strong>ro? —preguntó él,


observando a Julia como si fuera un halcón, mientras ella se llevaba la<br />

copa a los labios una vez más.<br />

Rachel <strong>de</strong>jó una caja sobre la barra.<br />

—¡Cuscús!<br />

Julia se atragantó y escupió <strong>de</strong> golpe todo el vino que tenía en la<br />

boca, empapando a <strong>Gabriel</strong> y su camisa blanca. Al ver lo que había<br />

hecho, se asustó y soltó la copa, que se rompió en mil pedazos al<br />

chocar contra la base <strong>de</strong>l taburete, manchándola a ella y manchando<br />

el suelo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra noble.<br />

<strong>Gabriel</strong> se limpió la cara y la camisa mientras mal<strong>de</strong>cía en voz<br />

alta. Muy alta. Julia se bajó <strong>de</strong>l taburete, se arrodilló y empezó a<br />

recoger los trozos <strong>de</strong> cristal roto.<br />

—Déjalo —dijo él suavemente, mirándola <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong><br />

la barra.<br />

Pero ella siguió recogiendo, con lágrimas en los ojos.<br />

—¡Que lo <strong>de</strong>jes! —repitió él más fuerte, ro<strong>de</strong>ando la barra.<br />

Julia se pasó los trozos <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> una mano a otra y siguió<br />

con su tarea. Parecía un cachorro arrastrándose patéticamente por el<br />

suelo con una pata herida.<br />

—¡Para! ¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, mujer, para! Te vas a cortar.<br />

—<strong>Gabriel</strong> se alzaba ante ella amenazadoramente y su enfado<br />

<strong>de</strong>scendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas como la ira <strong>de</strong> Dios.<br />

Agarrándola por los hombros, la levantó y la obligó a soltar los<br />

trozos <strong>de</strong> cristal en un cuenco que había sobre la barra, antes <strong>de</strong><br />

conducirla hasta el cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados.<br />

—Siéntate —le or<strong>de</strong>nó.<br />

<strong>El</strong>la se sentó en la taza <strong>de</strong>l váter y sollozó en silencio.<br />

—Enséñame las manos.<br />

Entre las manchas <strong>de</strong> vino, <strong>Gabriel</strong> distinguió algunas gotas <strong>de</strong><br />

sangre y alguna esquirla <strong>de</strong> cristal clavada en la palma. Maldijo varias<br />

veces negando con la cabeza mientras abría el botiquín.<br />

—No se te da muy bien escuchar, ¿no?<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó, lamentando no po<strong>de</strong>r secarse las lágrimas <strong>de</strong> las<br />

mejillas con las manos.<br />

—Y tampoco obe<strong>de</strong>cer —añadió, mirando por encima <strong>de</strong>l<br />

hombro.<br />

Lo que vio lo hizo <strong>de</strong>tenerse en seco.<br />

Si más tar<strong>de</strong> alguien le hubiera preguntado por qué lo hizo, se<br />

habría encogido <strong>de</strong> hombros y no habría sabido qué respon<strong>de</strong>r. Pero<br />

cuando se <strong>de</strong>tuvo y miró con atención a la criatura allí encogida,


llorando, sintió algo. Algo que no era irritación, ni enfado, ni culpa ni<br />

lujuria. Sintió compasión. Y se arrepintió <strong>de</strong> haberla hecho llorar.<br />

Inclinándose hacia ella, le secó las lágrimas con los <strong>de</strong>dos con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. En cuanto la rozó, notó un estremecimiento y la sensación<br />

<strong>de</strong> que su piel le resultaba familiar. Cuando le hubo secado las<br />

lágrimas, le sujetó la cara entre las manos y se la levantó hacia él.<br />

Pero al darse cuenta <strong>de</strong> lo que estaba haciendo, se apartó<br />

rápidamente y empezó a limpiarle las heridas.<br />

—Gracias —murmuró Julia, agra<strong>de</strong>ciéndole el cuidado con que<br />

estaba retirando los trocitos <strong>de</strong> cristal. Usaba unas pinzas y no <strong>de</strong>jaba<br />

ni un milímetro <strong>de</strong> piel sin examinar.<br />

—No se merecen.<br />

Cuando se dio por satisfecho con el resultado, echó yodo en una<br />

borra <strong>de</strong> algodón.<br />

—Esto te va a doler un poco.<br />

Vio que ella se preparaba y se encogió por <strong>de</strong>ntro. No le<br />

apetecía nada hacerle daño. Era tan suave y frágil. Tardó un minuto y<br />

medio en armarse <strong>de</strong> valor para aplicarle el <strong>de</strong>sinfectante en los<br />

cortes. Durante todo ese tiempo, Julia permaneció inmóvil, mirándolo<br />

con los ojos muy abiertos y mordiéndose el labio, esperando a que se<br />

<strong>de</strong>cidiera <strong>de</strong> una vez.<br />

—Ya está —dijo él malhumorado, limpiándole los últimos restos<br />

<strong>de</strong> sangre—. Curada.<br />

—Siento haber roto la copa. Sé que era <strong>de</strong> cristal.<br />

Su suave voz interrumpió sus pensamientos mientras guardaba<br />

las cosas en el botiquín.<br />

Él hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.<br />

—Tengo varias docenas. Hay una tienda <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> casa don<strong>de</strong><br />

las ven<strong>de</strong>n. Si necesito otra, la iré a buscar.<br />

—Me gustaría reponerla.<br />

—No podrías permitírtelo.<br />

Las palabras salieron <strong>de</strong> su boca antes <strong>de</strong> darse cuenta <strong>de</strong> lo<br />

que estaba diciendo. Al ver que Julia se ruborizaba y luego pali<strong>de</strong>cía,<br />

se horrorizó. Había vuelto a agachar la cabeza, por supuesto, y se<br />

estaba mordiendo la mejilla.<br />

—Señorita Mitchell, nunca se me ocurriría cobrarle la copa. Va<br />

en contra <strong>de</strong> todas las leyes <strong>de</strong> la hospitalidad.<br />

«Y eso sería intolerable», pensó ella con ironía.<br />

—Pero también te he manchado la camisa. Deja que pague la<br />

tintorería al menos.


<strong>Gabriel</strong> bajó la vista hacia su preciosa, pero obviamente<br />

estropeada camisa y maldijo en silencio. Le gustaba aquella camisa.<br />

Paulina se la había traído <strong>de</strong> Londres. La mancha <strong>de</strong> la saliva <strong>de</strong> Julia<br />

mezclada con el chianti no iba a <strong>de</strong>saparecer nunca.<br />

—Tengo varias camisas iguales —mintió—. A<strong>de</strong>más, seguro que<br />

la mancha saldrá fácilmente. Rachel me ayudará.<br />

Julia se mordió el labio inferior una vez más.<br />

<strong>Gabriel</strong> sintió que le daba vueltas la cabeza, pero sus labios eran<br />

tan rojos y tentadores que no pudo apartar la vista. Era una sensación<br />

comparable a estar presenciando un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> coche <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

cubierta <strong>de</strong> un barco.<br />

Inclinándose hacia ella, le dio unas palmaditas en el dorso <strong>de</strong> la<br />

mano.<br />

—Los acci<strong>de</strong>ntes son inevitables. No son culpa <strong>de</strong> nadie —dijo<br />

para tranquilizarla.<br />

Julia <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>rse el labio y lo recompensó con una sonrisa.<br />

«La amabilidad la hace florecer. Es como una rosa que abre los<br />

pétalos.»<br />

—¿Se encuentra bien? —preguntó Rachel a su espalda.<br />

<strong>Gabriel</strong> retiró la mano apresuradamente y suspiró.<br />

—Sí, aunque me temo que Julianne odia el cuscús.<br />

Y, tras <strong>de</strong>cirlo, le guiñó un ojo a Julia y disfrutó viendo cómo el<br />

rubor se extendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus mejillas por su piel <strong>de</strong> porcelana. En<br />

verdad era un ángel <strong>de</strong> ojos castaños.<br />

—No pasa nada. Prepararé arroz pilaf —dijo Rachel, que salió<br />

<strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño seguida por <strong>Gabriel</strong>.<br />

Julia se quedó don<strong>de</strong> estaba, tratando <strong>de</strong> impedir que el corazón<br />

se le saliera <strong>de</strong>l pecho.<br />

Mientras Rachel guardaba el cuscús en la nevera, <strong>Gabriel</strong> fue a<br />

cambiarse al dormitorio. Se quitó la camisa manchada y, muy a su<br />

pesar, la tiró a la basura. Al volver a la cocina, acabó <strong>de</strong> recoger los<br />

cristales y el vino <strong>de</strong>l suelo.<br />

—Hay un par <strong>de</strong> cosas que <strong>de</strong>berías saber sobre Julia —dijo<br />

Rachel por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

Él echó los trozos <strong>de</strong> cristal a la basura.<br />

—Preferiría no oírlas.<br />

—Pero ¡por favor! ¿Qué te pasa? Es mi amiga.<br />

—Pero también es mi alumna. No <strong>de</strong>bería saber nada <strong>de</strong> su vida<br />

privada. Que sea tu amiga ya resulta bastante problemático.<br />

Su hemana irguió la espalda y negó con la cabeza. Sus ojos


grises se oscurecieron al <strong>de</strong>cirle:<br />

—¿Sabes qué?, no me importa. La quiero mucho y mamá<br />

también la quería. Será mejor que lo recuer<strong>de</strong>s la próxima vez que<br />

sientas tentaciones <strong>de</strong> gritarle.<br />

Al cabo <strong>de</strong> unos momentos, continuó:<br />

—Lo ha pasado muy mal, idiota. Por eso se ha mantenido a<br />

distancia este año. Y ahora que por fin empieza a salir <strong>de</strong> su<br />

caparazón, un caparazón que yo pensaba que no abandonaría nunca,<br />

tú con tu arrogancia y tu con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia la empujas a volver a<br />

ocultarse. Así que <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> actuar como un estirado inglés y trátala<br />

como se merece. No eres ni el señor Rochester, ni el señor Darcy ni<br />

Heathcliff, por el amor <strong>de</strong> Dios. ¡Compórtate o volveré a Canadá y te<br />

meteré un taco por el culo!<br />

<strong>Gabriel</strong> en<strong>de</strong>rezó la espalda y la fulminó con la mirada.<br />

—Espero que te refieras a una tortilla <strong>de</strong> maíz.<br />

Rachel no se amilanó. De hecho, se irguió aún más. Tenía un<br />

aspecto casi amenazador.<br />

—De acuerdo —se rindió él.<br />

—Bien. Por otra parte, me cuesta creer que no reconocieras su<br />

nombre <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cantidad <strong>de</strong> veces que te he hablado <strong>de</strong> lo<br />

mucho que le gusta Dante. ¿A cuántas entusiastas <strong>de</strong> Dante <strong>de</strong><br />

Selinsgrove conoces?<br />

<strong>Gabriel</strong> se inclinó hacia su hermana y le dio un beso en la frente<br />

enfurruñada.<br />

—No seas tan dura conmigo, Rach. Trato <strong>de</strong> no pensar en nada<br />

relacionado con Selinsgrove si puedo evitarlo.<br />

<strong>El</strong> enfado <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>sapareció al oírlo.<br />

—Lo sé —dijo, abrazándolo con fuerza.<br />

Unas cuantas horas y otra botella <strong>de</strong> chianti más tar<strong>de</strong>, Julia se<br />

dispuso a irse.<br />

—Gracias por la cena. Tendría que volver a casa.<br />

—Te llevaremos —dijo Rachel, levantándose para ir a buscar los<br />

abrigos.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo, pero siguió a su hermana.<br />

—No hace falta. No está lejos, puedo ir andando —dijo Julia<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cocina.<br />

—Ni hablar. Es <strong>de</strong> noche y no me importa lo seguro que sea<br />

Toronto. A<strong>de</strong>más, está lloviendo —replicó Rachel antes <strong>de</strong> empezar a<br />

discutir con su hermano.


Julia se alejó para no oír a <strong>Gabriel</strong> diciendo que no quería<br />

acompañarla. Pero los hermanos reaparecieron en seguida y los tres<br />

salieron al rellano. Cuando el ascensor estaba llegando, el móvil <strong>de</strong><br />

Rachel empezó a sonar.<br />

—Es Aaron —informó ella, abrazando a su amiga para<br />

<strong>de</strong>spedirse—. Llevo todo el día intentando hablar con él, pero ha<br />

estado <strong>de</strong> reuniones. No te preocupes, hermano mayor, tengo llave.<br />

Y volvió a entrar en el piso, <strong>de</strong>jando a una incómoda Julia con un<br />

<strong>Gabriel</strong> enfurruñado en el ascensor.<br />

—¿Pensabas contarme quién eras alguna vez? —preguntó él en<br />

tono ligeramente acusatorio.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza y se abrazó con fuerza a su ridícula<br />

mochila.<br />

<strong>Gabriel</strong> le echó un vistazo y <strong>de</strong>cidió que aquella bolsa tenía los<br />

días contados. Si volvía a verla, per<strong>de</strong>ría los nervios. A<strong>de</strong>más, Paul la<br />

había tocado, lo que significaba que estaba contaminada. Julia iba a<br />

tener que tirarla.<br />

La guió hasta su plaza <strong>de</strong> aparcamiento y ella se dirigió a la<br />

puerta <strong>de</strong>l acompañante <strong>de</strong>l Jaguar. Pero entonces <strong>Gabriel</strong> apretó el<br />

botón <strong>de</strong> un mando a distancia y un Range Rover que tenían al lado<br />

hizo un ruido agudo.<br />

—Vamos a usar éste. La tracción en las cuatro ruedas es más<br />

segura cuando llueve. No me gusta usar el Jaguar con el suelo mojado<br />

si puedo evitarlo.<br />

<strong>El</strong>la trató <strong>de</strong> disimular su sorpresa al ver lo incómodo que<br />

parecía. Era como si se avergonzara <strong>de</strong> su riqueza. Cuando le abrió la<br />

puerta y la ayudó a subir, Julia se preguntó si habría notado la<br />

conexión entre ellos al tocarle el brazo.<br />

Por supuesto, la había notado.<br />

—Has <strong>de</strong>jado que me comportara como un auténtico imbécil<br />

—protestó él, frunciendo el cejo mientras salían <strong>de</strong>l garaje.<br />

«No has necesitado mi ayuda. Lo has hecho estupendamente tú<br />

solito.» Las palabras no pronunciadas quedaron suspendidas entre<br />

ellos. Julia se preguntó si <strong>El</strong> Profesor sería capaz <strong>de</strong> leer la mente.<br />

—Si lo hubiera sabido, te habría tratado <strong>de</strong> otra manera. Te<br />

habría tratado mejor.<br />

—¿Ah, sí? ¿De verdad? ¿Y qué habrías hecho? ¿Hacerle pagar<br />

tu mal humor a otro alumno? En ese caso, me alegro <strong>de</strong> que no lo<br />

supieras.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró con frialdad.


—Esto no cambia nada. Me alegro <strong>de</strong> que seas amiga <strong>de</strong><br />

Rachel, pero sigues siendo mi alumna y hemos <strong>de</strong> mantener nuestra<br />

relación a un nivel profesional, señorita Mitchell. Será mejor que<br />

tengas cuidado con cómo te diriges a mí, ahora y en el futuro.<br />

—Sí, profesor.<br />

<strong>Gabriel</strong> buscó algún rastro <strong>de</strong> sarcasmo en su voz, pero no lo<br />

encontró. Tenía los hombros encorvados y la cabeza gacha. Su<br />

pequeña rosa se había marchitado. Y él era el único responsable.<br />

«¿Tu pequeña rosa? ¡Maldita sea, Emerson! ¿En qué estás<br />

pensando?»<br />

—Rachel está muy contenta <strong>de</strong> tenerte aquí. ¿Sabías que<br />

estuvo prometida?<br />

—¿Estuvo? ¿Ya no lo está?<br />

—Aaron Webster le pidió que se casara con él y ella aceptó,<br />

pero eso fue antes <strong>de</strong> que Grace... —<strong>Gabriel</strong> respiró hondo—. A<br />

Rachel no le apetece preparar la boda ahora y canceló el compromiso.<br />

Por eso está aquí.<br />

—Oh, no, lo siento mucho. Pobre Rachel. —Julia suspiró—. Y<br />

pobre Aaron. Yo lo apreciaba mucho.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—Aún están juntos. Aaron la quiere, es obvio, y entien<strong>de</strong> que<br />

Rachel necesita tiempo. Cuando las cosas se ponían feas en casa,<br />

ella siempre venía a verme para escapar <strong>de</strong> las peleas. Lo que no <strong>de</strong>ja<br />

<strong>de</strong> ser curioso, porque yo era la oveja negra y Rachel la favorita.<br />

Julia asintió como si lo comprendiera.<br />

—Tengo un problema <strong>de</strong> carácter, señorita Mitchell. Me cuesta<br />

controlar la ira. Cuando pierdo el control, puedo ser muy <strong>de</strong>structivo.<br />

<strong>El</strong>la abrió mucho los ojos ante su confesión y separó los labios<br />

como si fuera a hablar, pero no dijo nada.<br />

—Sería... <strong>de</strong>saconsejable que perdiera los papeles cerca <strong>de</strong><br />

alguien como tú. Sería muy doloroso para ambos —siguió diciendo él.<br />

Sus palabras sonaban tan sinceras y aterradoras que a Julia se<br />

le quedaron grabadas a fuego.<br />

—La ira es uno <strong>de</strong> los siete pecados capitales —comentó,<br />

volviendo la cabeza para mirar por la ventanilla, tratando <strong>de</strong> calmar el<br />

ardor que sentía en el vientre.<br />

Él se echó a reír con amargura.<br />

—Curiosamente, poseo los siete. No te molestes en contarlos:<br />

orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria.<br />

<strong>El</strong>la alzó una ceja, pero no se volvió a mirarlo.


—Lo dudo.<br />

—No espero que lo entiendas. Tú sólo eres un imán para los<br />

percances, señorita Mitchell, pero yo soy un imán para el pecado.<br />

Esta vez sí se volvió hacia él, que le <strong>de</strong>dicó una mirada<br />

resignada; ella respondió con otra compasiva.<br />

—<strong>El</strong> pecado no se siente atraído por un ser humano en concreto,<br />

profesor. Es más bien al revés.<br />

—No según mi experiencia. A mí el pecado me encuentra<br />

siempre, aunque no lo busque. Eso sí, reconozco que no se me da<br />

bien resistirme a la tentación. —La miró brevemente a los ojos antes<br />

<strong>de</strong> volver a fijarse en la conducción—. Tu amistad con Rachel explica<br />

por qué enviaste gar<strong>de</strong>nias. Y cómo firmaste la tarjeta como lo hiciste.<br />

—Siento lo <strong>de</strong> Grace. Yo también la quería.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró <strong>de</strong> nuevo. En los ojos <strong>de</strong> Julia, gran<strong>de</strong>s y<br />

amables, vio indicios <strong>de</strong> tristeza y <strong>de</strong> una pérdida irreparable.<br />

—Sí, ahora me doy cuenta.<br />

—¿Tienes radio por satélite? —preguntó ella, cuando él<br />

encendió el aparato y apretó uno <strong>de</strong> los botones <strong>de</strong> presintonización.<br />

—Sí, suelo escuchar alguna emisora <strong>de</strong> las que ponen jazz, pero<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> mi estado <strong>de</strong> ánimo.<br />

Julia alargó la mano hacia la radio, pero la retiró sin atreverse a<br />

tocarla.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió al darse cuenta. Recordó cómo había ronroneado<br />

cuando le dio permiso para sentarse en su butaca favorita. Quería<br />

volver a oírla <strong>de</strong> nuevo.<br />

—A<strong>de</strong>lante. <strong>El</strong>ige lo que quieras.<br />

Julia fue tocando botones, sonriendo al comprobar qué emisoras<br />

había presintonizado él. No le extrañó encontrar la CBS francesa ni las<br />

noticias <strong>de</strong> la BBC, pero sí la sorprendió una llamada Nine Inch Nails.<br />

—¿Hay una emisora que sólo emite sus canciones? —preguntó<br />

ella, incrédula.<br />

—Sí —respondió <strong>Gabriel</strong>, revolviéndose inquieto en el asiento,<br />

como si hubiera <strong>de</strong>scubierto un secreto embarazoso.<br />

—¿Y te gustan?<br />

—Según <strong>de</strong> qué humor estoy.<br />

Julia apretó el botón <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las emisoras <strong>de</strong> jazz.<br />

<strong>Gabriel</strong> presintió más que vio su visceral rechazo. No lo<br />

entendió, pero pensó que sería mejor no insistir en ello.<br />

Julia odiaba a los Nine Inch Nails. Si empezaban a sonar en la<br />

radio, cambiaba <strong>de</strong> emisora. Si en algún sitio ponían una canción


suya, salía <strong>de</strong> la habitación, o <strong>de</strong>l edificio si hacía falta. <strong>El</strong> sonido <strong>de</strong> su<br />

música, pero sobre todo la voz <strong>de</strong> Trent Reznor, la aterrorizaban,<br />

aunque nunca le había contado a nadie por qué.<br />

La primera vez que los escuchó fue en un club, en Fila<strong>de</strong>lfia.<br />

Había estado bailando con él, y él se había estado restregando contra<br />

ella. Al principio no le dio importancia, porque ya estaba<br />

acostumbrada. Siempre lo hacía, pero cuando cambió la música y<br />

empezó a sonar aquella canción, Julia empezó a sentirse incómoda.<br />

Supuso que tendría algo que ver con la extraña secuencia <strong>de</strong> notas<br />

<strong>de</strong>l principio, pero luego empeoró con aquella voz, la letra sobre follar<br />

como un animal y la mirada <strong>de</strong> él mientras apoyaba la frente en la<br />

suya y le susurraba aquellas palabras, que se le clavaron en el alma.<br />

Fueran cuales fuesen las creencias religiosas <strong>de</strong> Julia y sus<br />

oraciones medio en broma a los dioses menores, en ese momento<br />

tuvo la certeza <strong>de</strong> estar oyendo la voz <strong>de</strong>l diablo. Sintió que Lucifer la<br />

ro<strong>de</strong>aba con sus brazos y le susurraba aquellas palabras. Y se asustó<br />

mucho.<br />

Julia se había separado <strong>de</strong> él bruscamente y se había refugiado<br />

en el lavabo <strong>de</strong> mujeres. Mientras miraba a la chica pálida y<br />

temblorosa que le <strong>de</strong>volvía la mirada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el espejo, se preguntó qué<br />

<strong>de</strong>monios le había pasado. No sabía por qué él le había hablado así,<br />

ni por qué había elegido ese preciso momento para hacerlo, pero<br />

estaba segura <strong>de</strong> que no se había tratado sólo <strong>de</strong> la letra <strong>de</strong> una<br />

canción. Ésta había sido un medio para confesarle sus intenciones y<br />

<strong>de</strong>seos más oscuros.<br />

Julia no quería que la follaran como a un animal. Quería ser<br />

amada. Habría renegado <strong>de</strong>l sexo para siempre si pensara que con<br />

ello lograría el tipo <strong>de</strong> amor <strong>de</strong>l que se nutrían los poemas y los mitos.<br />

Ése era el tipo <strong>de</strong> sentimiento que <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>sesperadamente,<br />

aunque en el fondo no se creía merecedora <strong>de</strong> él. Quería ser la musa<br />

<strong>de</strong> alguien. Quería ser venerada y adorada en cuerpo y alma. Quería<br />

ser la Beatriz <strong>de</strong> un Dante apuesto y noble y habitar con él para<br />

siempre en el Paraíso. Quería vivir una vida que rivalizara con la<br />

belleza <strong>de</strong> las ilustraciones <strong>de</strong> Botticelli.<br />

Ésa era la causa <strong>de</strong> que, a los veintitrés años, Julia Mitchell<br />

siguiera siendo virgen y <strong>de</strong> que guardara en el cajón <strong>de</strong> la ropa interior<br />

la fotografía <strong>de</strong>l hombre que había puesto el listón tan alto que<br />

ninguno <strong>de</strong> los que había habido <strong>de</strong>spués había podido alcanzarlo.<br />

Durante los últimos seis años, había dormido con su foto <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

almohada. Ningún otro hombre había estado nunca a su altura. Ningún


otro había <strong>de</strong>spertado en ella los sentimientos <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong>voción que<br />

él le había inspirado. Su relación se basaba en una única noche, una<br />

noche que Julia revivía en sus recuerdos una y otra vez.


7<br />

Julia <strong>de</strong>jó la bicicleta cerca <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> los Clark, un edificio<br />

gran<strong>de</strong> y blanco, y se dirigió al porche. Nunca llamaba a la puerta<br />

antes <strong>de</strong> entrar, así que subió el escalón <strong>de</strong> un salto y abrió la puerta<br />

mosquitera. La escena que se encontró la <strong>de</strong>jó helada.<br />

La mesa auxiliar <strong>de</strong>l salón estaba hecha añicos y había manchas<br />

<strong>de</strong> sangre en la alfombra. Las sillas y los cojines estaban tirados por el<br />

suelo y Rachel y Aaron estaban abrazados en el sofá. Rachel estaba<br />

llorando.<br />

—¿Qué ha pasado? —preguntó Julia, con los ojos como platos.<br />

—<strong>Gabriel</strong> —respondió Aaron.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? ¿Está herido?<br />

—¡Él está bien! —respondió Rachel, riendo histéricamente—.<br />

Hace menos <strong>de</strong> veinticuatro horas que está en casa y ya se ha<br />

peleado con mi padre a empujones, ha hecho llorar a mi madre dos<br />

veces y ha enviado a Scott al hospital.<br />

Aaron, muy serio, siguió acariciando la espalda <strong>de</strong> su novia para<br />

tranquilizarla.<br />

Julia ahogó un grito.<br />

—¿Por qué?<br />

—¿Quién sabe? Es imposible saber qué le pasa por la cabeza.<br />

Ha discutido con papá y cuando mamá se ha interpuesto entre ellos, la<br />

ha empujado. Scott le ha dicho que lo mataría si volvía a ponerle un<br />

<strong>de</strong>do encima, y <strong>Gabriel</strong> le ha dado un puñetazo y le ha roto la nariz.<br />

Julia bajó la vista hacia la mesita. Vio que había trozos <strong>de</strong> cristal<br />

clavados en la alfombra, junto a la sangre, restos <strong>de</strong> tazas <strong>de</strong> café<br />

rotas y galletas <strong>de</strong>smenuzadas.<br />

—¿Y qué ha pasado aquí? —preguntó, señalando la macabra<br />

escena.<br />

—Scott se ha caído sobre la mesa por culpa <strong>de</strong> un empujón <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>. Papá y Scott están en el hospital. Mamá se ha encerrado en<br />

su habitación y yo voy a pasar la noche en casa <strong>de</strong> Aaron.<br />

Dicho esto, Rachel se levantó y arrastró a su novio hacia la<br />

puerta <strong>de</strong> la calle.<br />

Julia seguía inmóvil en el sitio.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>bería ir a hablar con tu madre.<br />

—No pienso quedarme aquí ni un minuto más. Mi familia está


ota. —Con estas palabras, su amiga se marchó.<br />

Julia se acercó a la escalera, pero entonces oyó un ruido que<br />

venía <strong>de</strong> la cocina, por lo que se dirigió a esa parte <strong>de</strong> la casa. La<br />

puerta trasera estaba abierta y vio que había alguien sentado en el<br />

porche, llevándose una botella <strong>de</strong> cerveza a los labios. Tenía una<br />

abundante mata <strong>de</strong> pelo castaño, que brillaba a la luz <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer. Lo<br />

reconoció por las fotos que tenía Rachel.<br />

Sin pensarlo dos veces, salió <strong>de</strong> la casa y se sentó cerca <strong>de</strong> él,<br />

en una tumbona <strong>de</strong> jardín, abrazándose las rodillas y apoyando la<br />

barbilla en ellas.<br />

<strong>Gabriel</strong> la ignoró.<br />

Julia lo examinó a conciencia, grabándose su imagen a fuego en<br />

la memoria. En persona era todavía más guapo. Tenía los ojos azules<br />

inyectados en sangre, pero aun así resultaban impresionantes y<br />

contrastaban vivamente con sus cejas oscuras. Resiguió el ángulo <strong>de</strong><br />

sus pómulos, <strong>de</strong> su nariz, noble y recta, y <strong>de</strong> su mandíbula cuadrada.<br />

Se fijó en la barba <strong>de</strong> dos o tres días que le oscurecía la piel y casi le<br />

ocultaba un hoyuelo. Finalmente, clavó la vista en sus labios,<br />

observando la forma y grosor <strong>de</strong>l labio inferior antes <strong>de</strong> darse cuenta<br />

<strong>de</strong> los moratones.<br />

Tenía sangre en la mano <strong>de</strong>recha y un car<strong>de</strong>nal en la mejilla<br />

izquierda. <strong>El</strong> puño <strong>de</strong> Scott lo había alcanzado, pero<br />

sorpren<strong>de</strong>ntemente, <strong>Gabriel</strong> no había perdido el conocimiento.<br />

—Llegas tar<strong>de</strong> para la sesión <strong>de</strong> las seis. Ha acabado hace<br />

media hora.<br />

Su voz era suave, casi tan agradable como sus rasgos. Por un<br />

instante, Julia pensó cómo sería oír esa voz pronunciando su nombre.<br />

Se estremeció.<br />

—Aquí hay una manta —le ofreció él, señalando una manta <strong>de</strong><br />

lana a cuadros escoceses que tenía junto a la ca<strong>de</strong>ra. Sin levantar la<br />

vista, dio unos golpecitos a la prenda.<br />

Julia lo miró con <strong>de</strong>sconfianza. Cuando se convenció <strong>de</strong> que ya<br />

no era peligroso, se acercó y se sentó en un taburete, aunque todavía<br />

manteniendo cierta distancia. Se preguntó si sería rápido corriendo. Y<br />

luego se preguntó si ella podría correr más rápido si la persiguiera.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dio la manta.<br />

—Gracias —murmuró Julia, cubriéndose los hombros con ella.<br />

Lo miró <strong>de</strong> reojo. Era bastante alto y se lo veía encogido en la<br />

silla Adirondack <strong>de</strong> jardín. La cazadora <strong>de</strong> cuero negro hacía que sus<br />

hombros parecieran más anchos. La llevaba <strong>de</strong>sabrochada y Julia vio


la amplia extensión <strong>de</strong> sus pectorales cubiertos por la ceñida<br />

camiseta, <strong>de</strong> color negro, igual que los vaqueros. Tenía las piernas<br />

largas. Se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba más alto y fuerte que en las<br />

antiguas fotos <strong>de</strong> su hermana.<br />

Quería <strong>de</strong>cir algo, pero no se atrevía. Quería preguntarle por qué<br />

había actuado <strong>de</strong> un modo tan violento con la familia más agradable<br />

que conocía. Pero era <strong>de</strong>masiado tímida y, a<strong>de</strong>más, estaba un poco<br />

asustada. Así que, en vez <strong>de</strong> eso, le preguntó si tenía un abridor.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo, pero llevándose la mano al bolsillo trasero<br />

<strong>de</strong>l pantalón, sacó uno y se lo ofreció.<br />

<strong>El</strong>la le dio las gracias y se quedó inmóvil. Él se volvió hacia la<br />

caja <strong>de</strong> cervezas medio vacía que tenía a la espalda, cogió una botella<br />

y se la ofreció.<br />

—Permíteme —le dijo, sonriendo al mirarla por fin a la cara. Julia<br />

le <strong>de</strong>volvió el abridor y él <strong>de</strong>stapó la cerveza con facilidad, brindando<br />

<strong>de</strong>spués haciendo entrechocar las botellas—. ¡Salud!<br />

<strong>El</strong>la bebió para no hacerle un feo, tratando <strong>de</strong> no atragantarse<br />

cuando aquella bebida con sabor a cebada le llegó a la boca. Sin<br />

darse cuenta, ronroneó.<br />

—¿Habías probado la cerveza alguna vez? —le preguntó él<br />

sonriendo.<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—Pues me alegro <strong>de</strong> haber sido el primero.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó y ocultó la cara bajo su mata <strong>de</strong> pelo color<br />

caoba.<br />

—¿Qué haces aquí? —<strong>Gabriel</strong> la miraba con curiosidad.<br />

Julia tardó unos segundos en respon<strong>de</strong>r, buscando una manera<br />

<strong>de</strong>licada <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo.<br />

—Estaba invitada a cenar. «Esperaba conocerte al fin.»<br />

Él se echó a reír.<br />

—Pues me temo que he estropeado la velada. Bien, señorita<br />

Ojos Castaños, añada eso a mi cuenta.<br />

—¿Puedo preguntarte qué ha pasado? —Julia lo preguntó en<br />

voz muy baja, casi en un susurro, para que no se le notara el temblor.<br />

—¿Puedo preguntarte por qué todavía no has salido corriendo?<br />

—contraatacó él, mirándola fijamente con sus ojos azules.<br />

<strong>El</strong>la volvió a agachar la cabeza. Esperaba que, si se mostraba<br />

sumisa, se le pasaría el enfado. Sabía que estar allí con <strong>Gabriel</strong><br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que había pasado era una tontería. Estaba borracho y,<br />

si se ponía violento, Julia no tenía a nadie cerca a quien pedir ayuda.


Era un buen momento para marcharse.<br />

Inesperadamente, él alargó el brazo y le apartó el pelo <strong>de</strong> la<br />

cara, colocándoselo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l hombro. Le acarició el cabello con los<br />

<strong>de</strong>dos durante unos momentos antes <strong>de</strong> soltárselo. Julia notó una<br />

especie <strong>de</strong> conexión entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y su pelo y volvió a<br />

ronronear con los ojos cerrados, olvidándose <strong>de</strong> lo que le había<br />

preguntado.<br />

—Hueles a vainilla —comentó él, cambiando <strong>de</strong> postura para<br />

verla mejor.<br />

—Es el champú.<br />

<strong>Gabriel</strong> se acabó la cerveza y abrió otra inmediatamente,<br />

bebiendo un buen trago antes <strong>de</strong> volverse hacia Julia otra vez.<br />

—No sé cómo ha pasado.<br />

—Te quieren mucho. Se pasan el día hablando <strong>de</strong> ti.<br />

—<strong>El</strong> hijo pródigo. O un <strong>de</strong>monio, tal vez. <strong>El</strong> <strong>de</strong>monio <strong>Gabriel</strong><br />

—dijo, riendo amargamente antes <strong>de</strong> acabarse la nueva cerveza <strong>de</strong> un<br />

trago y abrir otra.<br />

—Estaban tan contentos <strong>de</strong> que volvieras a casa... Por eso tu<br />

madre me invitó a cenar.<br />

—No es mi madre. Y tal vez Grace te invitase porque sabía que<br />

necesitaba a un ángel <strong>de</strong> pelo castaño que velara por mí.<br />

Se inclinó hacia ella y le apoyó la mano en la mejilla. Julia ahogó<br />

una exclamación. Levantó la vista, sorprendida por su contacto, y<br />

quedó prisionera <strong>de</strong> sus ojos azules, que también la estaban mirando<br />

con sorpresa. <strong>Gabriel</strong>, claramente ebrio, le acarició la mejilla<br />

ruborizada con el pulgar y pareció dudar, como si no comprendiera <strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong> salía el calor que <strong>de</strong>sprendía la cara <strong>de</strong> la recién llegada.<br />

Cuando apartó la mano, Julia sintió ganas <strong>de</strong> llorar. Ya lo echaba <strong>de</strong><br />

menos.<br />

Dejando la botella en el suelo, él se levantó.<br />

—<strong>El</strong> sol se está poniendo. ¿Quieres venir a dar un paseo?<br />

<strong>El</strong>la se mordió el labio. Sabía que no <strong>de</strong>bería acompañarlo. Pero<br />

era <strong>Gabriel</strong>, el <strong>de</strong> la fotografía, y sabía que ésa sería seguramente su<br />

única oportunidad <strong>de</strong> estar con él. Después <strong>de</strong> lo que había pasado,<br />

dudaba que volviera <strong>de</strong> visita nunca más. O, por lo menos, durante<br />

una buena temporada.<br />

Dejó la manta en el porche y lo siguió.<br />

—Tráete la manta —le indicó él.<br />

Julia la enrolló y se la puso bajo el brazo. <strong>Gabriel</strong> le cogió la otra<br />

mano.


<strong>El</strong>la ahogó un grito al notar un cosquilleo que le empezaba en la<br />

yema <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos y le subía por el brazo. Tras superar la curva <strong>de</strong>l<br />

hombro, se lanzó en picado hacia su corazón, haciendo que éste le<br />

latiera mucho más <strong>de</strong> prisa.<br />

<strong>Gabriel</strong> le rozó la cabeza con la suya.<br />

—¿No habías ido nunca <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> un chico? —Cuando ella<br />

negó con la cabeza, él se echó a reír suavemente—. Pues me alegro<br />

<strong>de</strong> ser el primero.<br />

Se a<strong>de</strong>ntraron lentamente en el bosque y pronto <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> ver<br />

la casa <strong>de</strong> los Clark. A Julia le gustaba la manera en que su mano<br />

encajaba con la suya, mucho más gran<strong>de</strong>, y cómo sus largos <strong>de</strong>dos se<br />

curvaban sobre el dorso <strong>de</strong> su mano. La sujetaba con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za pero<br />

con <strong>de</strong>cisión y, <strong>de</strong> vez en cuando, le apretaba los <strong>de</strong>dos como si<br />

quisiera recordarle que seguía allí. Julia pensó que tal vez ir <strong>de</strong> la<br />

mano con alguien era siempre así, aunque no tenía experiencia y no<br />

podía comparar.<br />

Sólo había entrado en ese bosque una o dos veces<br />

anteriormente y siempre con Rachel. Si algo iba mal, probablemente<br />

se per<strong>de</strong>ría, pero apartó esos pensamientos <strong>de</strong> su mente y se<br />

concentró en la agradable sensación <strong>de</strong> ser llevada <strong>de</strong> la mano por la<br />

fuerte y cálida <strong>de</strong>l enigmático <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Antes pasaba mucho tiempo aquí —comentó él—. Es muy<br />

tranquilo. Un poco más lejos hay un huerto <strong>de</strong> manzanos abandonado.<br />

¿Te lo ha enseñado Rachel?<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró muy serio.<br />

—Estás muy callada. Pue<strong>de</strong>s hablar conmigo. Te prometo que<br />

no te mor<strong>de</strong>ré —dijo, con una <strong>de</strong> sus sonrisas características, una<br />

sonrisa que Julia había visto en las fotos <strong>de</strong> Rachel.<br />

—¿Por qué has venido a casa?<br />

Él ignoró su pregunta y siguió andando, pero le agarró la mano<br />

con más fuerza. <strong>El</strong>la le <strong>de</strong>volvió el apretón para <strong>de</strong>mostrarle que no<br />

estaba asustada. Aunque en realidad sí lo estaba.<br />

—No quería venir a casa. No en este estado. Perdí algo y llevo<br />

semanas borracho.<br />

Su honestidad la sorprendió.<br />

—Pero si has perdido algo, pue<strong>de</strong>s recuperarlo.<br />

—No. Lo he perdido para siempre —replicó él, entornando los<br />

ojos.<br />

Luego aceleró el paso y Julia tuvo que esforzarse para seguirle


el ritmo.<br />

—He venido a buscar dinero. Estoy <strong>de</strong>sesperado. Y sí, estoy<br />

bien jodido también —dijo, estremeciéndose—. Ya estaba jodido antes<br />

<strong>de</strong> liarme a hostias con todo el mundo. Antes <strong>de</strong> que llegaras.<br />

—Lo siento mucho.<br />

Encogiéndose <strong>de</strong> hombros, <strong>Gabriel</strong> tiró <strong>de</strong> ella hacia la izquierda.<br />

—Ya casi hemos llegado.<br />

A través <strong>de</strong> una zona <strong>de</strong> vegetación menos tupida, entraron en<br />

un pequeño claro cubierto <strong>de</strong> hierba y salpicado <strong>de</strong> flores silvestres,<br />

malas hierbas y algún tocón <strong>de</strong> árbol. <strong>El</strong> silencio era tan intenso que<br />

casi podía oírse. En un extremo <strong>de</strong>l claro había varios manzanos<br />

viejos y <strong>de</strong> aspecto abandonado.<br />

—Aquí es —anunció él, señalando con el brazo a su<br />

alre<strong>de</strong>dor—. Esto es el Paraíso.<br />

Guiándola hasta una gran roca que inexplicablemente había<br />

caído en medio <strong>de</strong> aquel campo, <strong>Gabriel</strong> la sujetó por la cintura y la<br />

sentó en ella. Luego trepó y se sentó a su lado. Julia se estremeció. La<br />

roca estaba fría a la débil luz <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer y el frío se coló con<br />

facilidad a través <strong>de</strong> la fina tela <strong>de</strong> sus vaqueros.<br />

<strong>Gabriel</strong> se quitó la cazadora y se la colocó sobre los hombros.<br />

—Pillarás una pulmonía y te morirás —le advirtió distraídamente,<br />

ro<strong>de</strong>ándole los hombros con el brazo y acercándola a él.<br />

<strong>El</strong> calor corporal que irradiaba la calentó inmediatamente.<br />

Julia inspiró hondo y suspiró, maravillándose <strong>de</strong> lo bien que<br />

encajaba bajo su brazo. Como si hubiera sido creada para estar allí.<br />

—Eres Beatriz.<br />

—¿Beatriz?<br />

—La Beatriz <strong>de</strong> Dante.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó.<br />

—No sé quién es.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír y Julia sintió su cálido aliento en la mejilla<br />

antes <strong>de</strong> que le acariciara la oreja con la nariz.<br />

—¿No te han contado eso? ¿No te han dicho que el hijo pródigo<br />

está escribiendo un libro sobre Dante y Beatriz?<br />

Al ver que no respondía, la besó suavemente en la cabeza.<br />

—Dante era un poeta y Beatriz era su musa. La conoció cuando<br />

ella era muy joven y la amó a distancia toda la vida. Beatriz fue su guía<br />

en el Paraíso.<br />

Julia lo escuchaba con los ojos cerrados, aspirando el aroma <strong>de</strong><br />

su cuerpo. Olía a almizcle, a sudor y a cerveza, pero no hizo caso <strong>de</strong>


eso y se centró en el aroma que era únicamente suyo. <strong>Gabriel</strong> tenía un<br />

olor muy masculino y potencialmente peligroso.<br />

—Hay un cuadro <strong>de</strong> un pintor llamado Holiday. Te pareces<br />

mucho a su Beatriz —añadió él y, cogiéndole la mano, se llevó sus<br />

pálidos <strong>de</strong>dos a los labios, besándoselos con veneración.<br />

—Tu familia te quiere. Deberías hacer las paces con ellos.<br />

—Julia no sabía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> habían salido aquellas palabras.<br />

<strong>Gabriel</strong> se limitó a abrazarla con más fuerza.<br />

—No son mi familia. No la <strong>de</strong> verdad. A<strong>de</strong>más, es <strong>de</strong>masiado<br />

tar<strong>de</strong>, Beatriz.<br />

<strong>El</strong>la se sobresaltó al oírlo llamarla así. Realmente había bebido<br />

<strong>de</strong>masiado. Pero ni siquiera entonces apartó la cabeza que<br />

<strong>de</strong>scansaba en su hombro. Poco <strong>de</strong>spués, <strong>Gabriel</strong> llamó su atención<br />

acariciándole el brazo.<br />

—No has cenado.<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—No.<br />

—¿Quieres que te dé <strong>de</strong> cenar?<br />

A regañadientes, levantó la vista para mirarlo. Él sonrió y,<br />

bajando <strong>de</strong> la roca, se acercó a uno <strong>de</strong> los pocos manzanos que<br />

sobrevivían. Estudió los frutos y escogió el más gran<strong>de</strong> y rojo que<br />

encontró. Luego cogió otro más pequeño y se lo guardó en el bolsillo<br />

mientras regresaba a su lado.<br />

—Beatriz —dijo, ofreciéndole la manzana.<br />

<strong>El</strong>la se la quedó mirando, hipnotizada, como si se tratara <strong>de</strong> un<br />

tesoro.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír y la movió <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus ojos, como<br />

habría hecho un niño con un azucarillo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un poni. Julia cogió<br />

la manzana y se la llevó a la boca, mordiéndola con <strong>de</strong>cisión.<br />

Él observó cómo lo hacía; observó cómo tragaba. Luego volvió a<br />

su lado en la roca y la abrazó <strong>de</strong> nuevo, aparentemente satisfecho.<br />

Manteniéndole la cabeza apretada contra su hombro con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za,<br />

se sacó la otra manzana <strong>de</strong>l bolsillo y se la comió.<br />

Se quedaron allí quietos mientras el sol se ponía. Cuando el<br />

claro estuvo a punto <strong>de</strong> quedar envuelto en sombras, <strong>Gabriel</strong> extendió<br />

la manta sobre la hierba.<br />

—Ven, Beatriz —la invitó, tendiéndole la mano.<br />

Julia sabía que era una locura sentarse con él en la manta, pero<br />

lo hizo igualmente. Estaba enamorada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera vez<br />

que Rachel le enseñó una foto suya. Sin po<strong>de</strong>r resistirse, había robado


esa foto. Y ahora que lo tenía ante ella en persona, en carne y hueso,<br />

no podía hacer otra cosa que darle la mano.<br />

—¿Alguna vez te has tumbado en el suelo al lado <strong>de</strong> un chico<br />

para mirar las estrellas? —preguntó él, tirando <strong>de</strong> ella hasta que<br />

estuvo tumbada a su lado.<br />

—No.<br />

<strong>Gabriel</strong> entrelazó los <strong>de</strong>dos con los suyos y las colocó encima <strong>de</strong><br />

su corazón. Su latido firme y regular la tranquilizó.<br />

—Eres hermosa, Beatriz. Como un ángel <strong>de</strong> ojos castaños.<br />

Julia se volvió para mirarlo y sonrió.<br />

—Pues yo creo que tú eres hermoso —dijo tímidamente,<br />

acariciándole la mandíbula y maravillándose <strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> su<br />

barba <strong>de</strong> tres días bajo los <strong>de</strong>dos.<br />

Él sonrió a su vez y cerró los ojos. <strong>El</strong>la le resiguió los rasgos <strong>de</strong><br />

la cara con los <strong>de</strong>dos durante un buen rato, hasta que el brazo se le<br />

empezó a dormir.<br />

—Gracias —dijo él, abriendo los ojos.<br />

<strong>El</strong>la sonrió y le apretó la mano, sintiendo que el corazón <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> se aceleraba.<br />

—¿Te han besado alguna vez?<br />

Ruborizándose intensamente, Julia negó con la cabeza.<br />

—Pues me alegro <strong>de</strong> ser el primero. —Incorporándose un poco y<br />

apoyándose en un brazo, se inclinó sobre ella con una sonrisa en los<br />

labios y los ojos brillantes.<br />

<strong>El</strong>la cerró los ojos justo antes <strong>de</strong> que sus labios se encontraran.<br />

Estaba flotando.<br />

Los labios <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> eran cálidos y acogedores y se posaron<br />

sobre los suyos con cuidado, como si tuviera miedo <strong>de</strong> lastimarla.<br />

Insegura y recelosa, Julia permaneció quieta, con la boca cerrada.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla con el pulgar, mientras su boca se movía<br />

<strong>de</strong>licadamente sobre la <strong>de</strong> ella.<br />

<strong>El</strong> beso no fue lo que Julia esperaba.<br />

Se había imaginado que sería un beso <strong>de</strong>scuidado, algo<br />

violento. Se había imaginado que sus besos serían <strong>de</strong>sesperados,<br />

urgentes, que sus <strong>de</strong>dos buscarían partes <strong>de</strong> su cuerpo que no estaba<br />

lista para <strong>de</strong>jarle tocar. Pero <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jó las manos don<strong>de</strong> las tenía,<br />

una acariciándole la parte baja <strong>de</strong> la espalda y la otra la mejilla. Fue un<br />

beso tierno y dulce, el tipo <strong>de</strong> beso que Julia se imaginaba que un<br />

amante le daría a su amada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una larga ausencia.<br />

La estaba besando como si la conociera, como si le


perteneciera. Era un beso apasionado, lleno <strong>de</strong> emoción, como si cada<br />

fibra <strong>de</strong> su ser se hubiera fundido y extendido sobre sus labios para<br />

po<strong>de</strong>r transmitírselas a ella. Su corazón dio un brinco ante esa i<strong>de</strong>a.<br />

Nunca se habría imaginado que un primer beso pudiera ser así.<br />

Cuando la presión <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> disminuyó, sintió ganas <strong>de</strong><br />

llorar. Era consciente <strong>de</strong> que nadie volvería a besarla así nunca más.<br />

Ningún hombre podría estar nunca a su altura. Nunca.<br />

Él suspiró hondo y la besó en la frente antes <strong>de</strong> apartarse.<br />

—Abre los ojos.<br />

Al hacerlo, Julia se encontró con un par <strong>de</strong> ojos azules<br />

excepcionalmente claros y llenos <strong>de</strong> sentimiento, aunque no fue capaz<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scifrar sus emociones. <strong>Gabriel</strong> sonrió y la besó en la frente una<br />

vez más antes <strong>de</strong> tumbarse y mirar las estrellas.<br />

—¿En qué piensas? —preguntó ella, cambiando <strong>de</strong> postura y<br />

acurrucándose a su lado, muy cerca <strong>de</strong> él pero sin llegar a tocarlo.<br />

—Pensaba en lo mucho que te he esperado. Esperaba y<br />

esperaba y nunca llegabas —respondió él con una sonrisa<br />

melancólica.<br />

—Lo siento, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Pero ahora estás aquí. Apparuit iam beatitudo vestra.<br />

—No sé qué significa —contestó tímidamente.<br />

—Significa «ahora aparece tu bendición», aunque <strong>de</strong>bería ser<br />

«mi bendición», porque soy yo el que recibe la bendición <strong>de</strong> tu<br />

presencia. —<strong>Gabriel</strong> la abrazó. Pasándole un brazo por <strong>de</strong>trás, la<br />

sujetó por la cintura, abriendo los <strong>de</strong>dos—. Durante lo que me que<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> vida soñaré con tu voz susurrando mi nombre.<br />

Julia sonrió en la oscuridad.<br />

—¿Te has quedado dormida alguna vez entre los brazos <strong>de</strong> un<br />

chico, Beatriz?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Pues me alegro <strong>de</strong> ser el primero. —Cambió <strong>de</strong> postura para<br />

que le apoyara la cabeza en el pecho, cerca <strong>de</strong>l corazón. Su <strong>de</strong>licado<br />

cuerpo encajaba a la perfección a su lado—. Como la costilla <strong>de</strong> Adán<br />

—murmuró <strong>Gabriel</strong> contra su pelo.<br />

—¿Tienes que marcharte? —susurró Julia, acariciándole el<br />

pecho con <strong>de</strong>dos vacilantes.<br />

—Sí, pero no esta noche.<br />

—¿Volverás? —Su voz era casi un gemido.<br />

Él suspiró profundamente.<br />

—Mañana seré expulsado <strong>de</strong>l Paraíso, Beatriz. Nuestra única


esperanza es que tú me encuentres. Búscame en el Infierno.<br />

La volvió <strong>de</strong>licadamente, tumbándola en el suelo. Luego colocó<br />

una mano a cada lado <strong>de</strong> su cuerpo y se cernió sobre ella. Con los<br />

ojos muy abiertos, la miró con nostalgia, intensamente, como si<br />

pudiera ver <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su alma.<br />

Y entonces, la besó.


8<br />

Rachel estaba sentada a la barra <strong>de</strong> la cocina <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>,<br />

tomándose un café con leche y hojeando el Vogue, edición francesa.<br />

No era su lectura habitual. Su mesita <strong>de</strong> noche en Fila<strong>de</strong>lfia estaba<br />

siempre llena <strong>de</strong> libros <strong>de</strong> política, relaciones públicas, economía y<br />

sociología, con la esperanza <strong>de</strong> que algún día sus superiores le<br />

pidieran su opinión en vez <strong>de</strong> pedirle que fotocopiara la opinión <strong>de</strong><br />

alguna otra persona. Ahora que estaba <strong>de</strong> baja, tenía tiempo <strong>de</strong> leer<br />

otras cosas aparte <strong>de</strong> política municipal.<br />

Esa mañana se encontraba mejor. Mucho mejor. La<br />

conversación con Aaron <strong>de</strong> la noche anterior había ido bien. Aunque<br />

seguía disgustado por la cancelación <strong>de</strong> la boda, no había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong><br />

repetirle que prefería mil veces tenerla a ella que una boda.<br />

«No hace falta que nos casemos ahora mismo. Po<strong>de</strong>mos<br />

aplazarlo hasta que hayas superado el duelo. Pero te quiero a mi lado,<br />

Rachel. Siempre te querré a mi lado. Como mi esposa, como mi<br />

amante... Aceptaré tus condiciones porque te amo. Vuelve conmigo.»<br />

Sus palabras atravesaron la nebulosa <strong>de</strong> dolor y <strong>de</strong>presión que<br />

se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> la mente <strong>de</strong> ella y, <strong>de</strong> pronto, lo vio todo claro.<br />

Había creído que huía <strong>de</strong> Scott, <strong>de</strong> su padre y <strong>de</strong>l fantasma <strong>de</strong> su<br />

madre, pero tal vez también hubiese estado huyendo <strong>de</strong> Aaron. Al<br />

oírlo <strong>de</strong>cir esas palabras se dio cuenta <strong>de</strong> que no podría abandonarlo<br />

nunca. No podría vivir lejos <strong>de</strong> él.<br />

Su <strong>de</strong>claración había roto sus <strong>de</strong>fensas y le había hecho darse<br />

cuenta <strong>de</strong> que realmente <strong>de</strong>seaba ser su esposa. Fue consciente <strong>de</strong><br />

que no quería esperar mucho para que Aaron se convirtiera en su<br />

marido. La vida era <strong>de</strong>masiado corta para <strong>de</strong>sperdiciarla siendo infeliz.<br />

Su madre así se lo había enseñado.<br />

<strong>Gabriel</strong> entró en la cocina. Llevaba puestas las gafas. Tras<br />

besarla en la cabeza, le puso <strong>de</strong>lante un fajo <strong>de</strong> billetes. Rachel se los<br />

quedó mirando con <strong>de</strong>sconfianza. Tras comprobar <strong>de</strong> cuánto dinero se<br />

trataba, abrió mucho los ojos.<br />

—¿Para qué es esto?<br />

Él se sentó a su lado, aclarándose la garganta.<br />

—¿No ibas a ir <strong>de</strong> compras con Julianne?<br />

Su hermana puso los ojos en blanco.<br />

—Se llama Julia, <strong>Gabriel</strong>. Y no. Está ocupada. Pasará todo el día


haciendo un trabajo con un tipo llamado Paul. Y cuando acaben, irán a<br />

cenar.<br />

«Follaángeles», pensó <strong>Gabriel</strong>. <strong>El</strong> insulto apareció en su mente<br />

sin pensar. Se tensó y gruñó para sus a<strong>de</strong>ntros.<br />

Rachel empujó el dinero en su dirección y siguió leyendo la<br />

revista.<br />

Él volvió a ponérselo <strong>de</strong>lante.<br />

—Quédatelo.<br />

—¿Para qué?<br />

—Cómprale algo a tu amiga.<br />

Su hermana entornó los ojos.<br />

—¿Por qué? Es mucho dinero.<br />

—Lo sé —murmuró.<br />

—Aquí hay quinientos dólares. Sé que los dólares canadienses<br />

no valen tanto, pero igualmente es <strong>de</strong>masiado, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—¿Has estado en su apartamento?<br />

—No. ¿Tú sí?<br />

Él se revolvió incómodo en el taburete alto.<br />

—Sólo un momento. Estaba lloviendo y la acompañé a su casa<br />

en coche. Y...<br />

—¿Y...? —Rachel le pasó un brazo por el hombro y se le acercó<br />

con una sonrisa cómplice—. Cuenta, cuenta.<br />

<strong>Gabriel</strong> se liberó <strong>de</strong> su brazo con un movimiento <strong>de</strong> hombros y la<br />

fulminó con la mirada.<br />

—No hay nada que contar. Vi un momento su apartamento y es<br />

espantoso. Ni siquiera tiene cocina, ¡por el amor <strong>de</strong> Dios!<br />

—¿No tiene cocina? ¿Qué <strong>de</strong>monios...?<br />

—Es más pobre que un ratón <strong>de</strong> iglesia. Por no hablar <strong>de</strong> esa<br />

espantosa mochila que lleva a todas partes. Gástate todo el dinero en<br />

comprarle una cartera <strong>de</strong>cente si hace falta, pero haz algo, porque si<br />

vuelvo a ver esa bolsa, te juro que le prendo fuego.<br />

Se pasó las manos por el pelo varias veces y luego las <strong>de</strong>jó allí<br />

mientras permanecía encorvado sobre la barra. Con el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

percepción que sólo tiene una hermana, Rachel se lo quedó mirando.<br />

<strong>Gabriel</strong> aparentaba ser el jugador <strong>de</strong> póquer perfecto. Era impasible,<br />

frío, cerebral... No un poco frío, como la brisa o como el agua <strong>de</strong> un<br />

arroyo en otoño, sino muy frío. Frío como el contacto <strong>de</strong> una roca en la<br />

piel al anochecer.<br />

Rachel pensaba que la frialdad era su peor <strong>de</strong>fecto, esa<br />

capacidad tan suya <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir y hacer cosas sin preocuparse por los


sentimientos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y en los <strong>de</strong>más incluía a su familia.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>fectos, <strong>Gabriel</strong> era su hermano favorito.<br />

Y, como la pequeña <strong>de</strong> la familia, diez años menor que él, Rachel era<br />

la favorita <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Nunca había discutido con ella <strong>de</strong> la misma<br />

forma que con Scott o con su padre. Siempre la había protegido. A su<br />

manera, la quería. Nunca le haría daño <strong>de</strong> manera intencionada. Sin<br />

embargo, le había hecho daño varias veces al ver cómo se lo hacía a<br />

los <strong>de</strong>más. Y, especialmente, cómo se hacía daño a sí mismo.<br />

Sabía que, si se fijaba bien, <strong>Gabriel</strong> no era tan buen jugador <strong>de</strong><br />

póquer. Había <strong>de</strong>masiados <strong>de</strong>talles que <strong>de</strong>lataban cuándo estaba<br />

sufriendo. Cuando estaba a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r los nervios, cerraba los<br />

ojos; cuando se sentía frustrado se frotaba la cara, y recorría la<br />

habitación <strong>de</strong> un lado a otro cuando estaba preocupado o asustado. Al<br />

ver que empezaba a caminar por la estancia, Rachel se preguntó <strong>de</strong><br />

qué tendría miedo.<br />

—¿Por qué te preocupas tanto por ella? Cuando cenó aquí no<br />

estuviste <strong>de</strong>masiado simpático. Ni siquiera la llamabas Julia.<br />

—Es mi alumna. Tengo que mantener una actitud profesional.<br />

—¿Profesionalmente mezquina?<br />

Él se <strong>de</strong>tuvo y la fulminó con la mirada.<br />

—Vale, vale. Me quedaré el dinero y le compraré una cartera.<br />

Aunque preferiría comprarle zapatos.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a sentarse en el taburete.<br />

—¿Zapatos?<br />

—Sí. ¿Y qué te parece si le compro también algo <strong>de</strong> ropa? Le<br />

gustan las cosas bonitas, pero no pue<strong>de</strong> permitírselas. Y es guapa,<br />

¿no crees?<br />

<strong>El</strong> miembro <strong>de</strong> él se movió inquieto bajo sus pantalones <strong>de</strong> lana<br />

gris. Cruzó las piernas para disimular.<br />

—Gástate el dinero en lo que quieras. Lo único que pido es no<br />

volver a ver esa mochila.<br />

—¡Bien! Le compraré algo fabuloso... aunque probablemente<br />

necesite más dinero. Y luego tendremos que llevarla a algún sitio para<br />

que luzca el nuevo mo<strong>de</strong>lito. —Rachel miró a su hermano mayor y<br />

parpa<strong>de</strong>ó.<br />

Sin molestarse en discutir ni en negociar, <strong>Gabriel</strong> sacó una<br />

tarjeta <strong>de</strong> visita <strong>de</strong> la cartera, cogió su estilográfica Montblanc y<br />

<strong>de</strong>senrolló el capuchón.<br />

—¿La gente normal aún usa esas cosas o sólo los<br />

medievalistas? —preguntó ella, inclinándose hacia él con curiosidad—.


Me extraña que no uses una pluma <strong>de</strong> ave.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—Es una Meisterstück 149 —respondió, como si eso lo aclarara<br />

todo.<br />

Rachel puso los ojos en blanco mientras su hermano usaba la<br />

reluciente plumilla <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> dieciocho quilates para escribir una nota<br />

en el dorso <strong>de</strong> su tarjeta con una caligrafía segura pero anticuada.<br />

Decir que <strong>Gabriel</strong> era pretencioso era quedarse corto.<br />

—Aquí tienes —dijo él, <strong>de</strong>slizando la tarjeta sobre la encimera <strong>de</strong><br />

la barra—. Tengo cuenta en Holt Renfrew. Enséñale esto al conserje y<br />

él te llevará hasta Hilary, mi personal shopper. <strong>El</strong>la se encargará <strong>de</strong><br />

que lo carguen todo en mi cuenta. Pero no te vuelvas loca, Rachel. Ah,<br />

y quédate con el dinero en efectivo. Considéralo un regalo <strong>de</strong><br />

cumpleaños con seis meses <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lanto.<br />

<strong>El</strong>la se inclinó y le dio un beso en la mejilla.<br />

—Gracias. ¿Qué es Holt Renfrew?<br />

—La versión canadiense <strong>de</strong> Saks Fifth Avenue. Tienen <strong>de</strong> todo.<br />

No te olvi<strong>de</strong>s, lo importante es sustituir la vieja mochila. Lo <strong>de</strong>más<br />

son... <strong>de</strong>talles insustanciales. —Su voz sonaba <strong>de</strong> pronto<br />

malhumorada.<br />

—De acuerdo, pero ¿me podrías explicar por qué te altera tanto<br />

una mochila L. L. Bean? Todos los estudiantes tienen una. Yo misma<br />

tenía una, hasta que maduré y <strong>de</strong>scubrí Longchamp.<br />

—No lo sé —reconoció <strong>Gabriel</strong>, quitándose las gafas y<br />

frotándose los ojos.<br />

—Hum. ¿Añado ropa interior a la lista? ¿Te gusta... <strong>de</strong> gustarte?<br />

—preguntó Rachel con una sonrisita irritante.<br />

Su hermano resopló.<br />

—¿Cuántos años tenemos, Rachel? Es mi alumna, ¿lo has<br />

olvidado? Esto no tiene nada que ver con romanticismo. Tiene que ver<br />

con penitencia.<br />

—¿Penitencia?<br />

—Penitencia por los pecados. Mis pecados.<br />

Esta vez fue Rachel la que resopló.<br />

—Realmente te has quedado anclado en la Edad Media. ¿Se<br />

pue<strong>de</strong> saber qué pecado has cometido contra Julia? ¿Aparte <strong>de</strong><br />

comportarte como un idiota? Si ni siquiera la conoces...<br />

Él volvió a ponerse las gafas y se removió incómodo en el<br />

asiento. Su miembro no paraba <strong>de</strong> dar brincos sólo <strong>de</strong> pensar en la<br />

señorita Mitchell y pecado en la misma frase. Los dos juntos en la


misma habitación. Sin ropa. Quizá ella sólo con unos zapatos <strong>de</strong><br />

tacón... que él por fin podría tocar...<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? Estoy esperando.<br />

—No tengo que confesarte mis pecados, Rachel. Sólo tengo que<br />

expiarlos —respondió, arrebatándole la revista <strong>de</strong> las manos.<br />

—¿Hablas francés? ¿Y te interesa la moda femenina?<br />

—preguntó su hermana apretando los dientes.<br />

<strong>Gabriel</strong> miró la revista abierta y vio la foto <strong>de</strong> una mo<strong>de</strong>lo muy<br />

pintada y <strong>de</strong>spatarrada, cubierta con un biquini très petite. Los ojos se<br />

le abrieron.<br />

Rachel se cruzó <strong>de</strong> brazos y lo miró enfadada.<br />

—A mí no me hables en ese tono. No soy una <strong>de</strong> tus alumnas y<br />

no pienso aguantar tus tonterías.<br />

Suspirando, él volvió a quitarse las gafas para frotarse los ojos.<br />

—Lo siento —murmuró, <strong>de</strong>volviéndole la revista, no sin antes<br />

echarle otro vistazo a la mo<strong>de</strong>lo, por interés puramente académico,<br />

bien sûr.<br />

—¿Por qué estás tan tenso? ¿Problemas <strong>de</strong> mujeres? ¿Estás<br />

saliendo con alguien ahora mismo? ¿Cuándo saliste con una mujer<br />

por última vez? Y, por cierto, ¿qué significan esas fotos en tu...?<br />

—No pienso hablar <strong>de</strong> estas cosas contigo —la interrumpió<br />

<strong>Gabriel</strong>—. Yo no te pregunto a quién te estás tirando.<br />

Rachel se mordió la lengua y respiró hondo.<br />

—Voy a pasar por alto ese comentario, a pesar <strong>de</strong> que ha sido<br />

<strong>de</strong> muy mal gusto. Cuando estés <strong>de</strong> rodillas haciendo penitencia, no te<br />

olvi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> añadir el pecado <strong>de</strong> envidia a los <strong>de</strong>más. Sabes que nunca<br />

he estado con nadie más que con Aaron y también sabes que lo que<br />

hay entre nosotros es mucho más que tirarse a alguien. ¿Qué<br />

<strong>de</strong>monios te pasa?<br />

Él murmuró una disculpa, pero no levantó la mirada. Aunque<br />

sabía que su comentario había estado fuera <strong>de</strong> lugar, había logrado su<br />

objetivo, que era que se olvidara <strong>de</strong> las preguntas que le había hecho.<br />

Así que, en realidad, no se arrepentía.<br />

Su hermana jugueteó con la tarjeta <strong>de</strong> visita mientras se<br />

calmaba.<br />

—Si no te gusta Julia, entonces es que sientes lástima por ella.<br />

¿Por qué? ¿Porque es pobre?<br />

—No lo sé —respondió él, suspirando y negando con la cabeza.<br />

—Julia suele <strong>de</strong>spertar el instinto protector <strong>de</strong> la gente. Tiene<br />

ese aspecto frágil, como <strong>de</strong> oveja perdida. Pero no te equivoques. Es


una mujer fuerte. Sobrevivió a una madre alcohólica y a un novio<br />

que...<br />

<strong>Gabriel</strong> se volvió hacia ella con interés.<br />

—¿Un novio que...?<br />

—Me dijiste que no querías saber nada <strong>de</strong> su vida privada. Es<br />

una lástima. Si no tuvierais una relación profesional, creo que te<br />

gustaría. Creo que incluso podríais ser buenos amigos.<br />

Sonrió mirando a su hermano para ver cómo reaccionaba, pero<br />

él volvió a bajar la vista y se frotó la barbilla, absorto en sus<br />

pensamientos.<br />

—¿Quieres que le diga que la cartera y los zapatos son un<br />

regalo tuyo? —preguntó Rachel, tamborileando con los <strong>de</strong>dos sobre la<br />

encimera.<br />

—¡Por supuesto que no! Podrían <strong>de</strong>spedirme sólo por eso.<br />

Alguien sacaría conclusiones equivocadas y me llevarían ante un<br />

tribunal académico.<br />

—Pensaba que los profesores adjuntos teníais plaza fija.<br />

—Eso no importa —murmuró él.<br />

—A ver si lo he entendido. Quieres gastarte un montón <strong>de</strong> dinero<br />

en Julia, pero no quieres que ella se entere <strong>de</strong> que eres tú quien paga.<br />

Esto es un poco como Cyrano <strong>de</strong> Bergerac, ¿no crees? Ya veo que el<br />

francés te resulta más familiar <strong>de</strong> lo que pensaba.<br />

<strong>Gabriel</strong> se levantó sin <strong>de</strong>cir nada y se dirigió hacia la enorme<br />

cafetera exprés que tenía en otra <strong>de</strong> las encimeras. Se concentró en el<br />

proceso algo laborioso <strong>de</strong> preparar un café perfecto y aprovechó para<br />

darle la espalda a su irritante hermana.<br />

Rachel suspiró.<br />

—De acuerdo, quieres hacer algo por Julia. Tú prefieres llamarlo<br />

penitencia, aunque tal vez sea simple amabilidad. Bueno, simple no.<br />

Es doble amabilidad, porque no quieres que sepa <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sale el<br />

dinero para que no se sienta avergonzada o en <strong>de</strong>uda contigo. Estoy<br />

impresionada. Bastante.<br />

—Quiero que sus pétalos vuelvan a abrirse —susurró <strong>Gabriel</strong>.<br />

O eso le pareció oír a Rachel, aunque lo <strong>de</strong>scartó en seguida.<br />

No tenía sentido.<br />

—¿No crees que <strong>de</strong>berías tratarla como a una persona adulta y<br />

<strong>de</strong>cirle <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> han salido los regalos? ¿Dejar que sea ella quien<br />

<strong>de</strong>cida si quiere aceptarlos o no?<br />

—Si supiera <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> salen no los aceptaría. Me odia.<br />

Su hermana se echó a reír.


—Julia no es <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> personas que odian a los <strong>de</strong>más. Es<br />

<strong>de</strong>masiado indulgente. Si <strong>de</strong> verdad te odia, probablemente te lo<br />

mereces. Pero tienes razón. No acepta caridad. Sólo en ocasiones<br />

muy especiales me <strong>de</strong>ja que le compre algo.<br />

—Dile que son regalos <strong>de</strong> Navidad atrasados. O que son <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong> Grace.<br />

Ambos hermanos intercambiaron una elocuente mirada.<br />

—De la única persona que Julia aceptaba caridad era <strong>de</strong> mamá<br />

—dijo Rachel con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas—. Era como una madre<br />

para ella.<br />

<strong>Gabriel</strong> se le acercó rápidamente y la abrazó para consolarla.<br />

En el fondo, sabía que al intentar convencer a su hermana <strong>de</strong><br />

que le comprara cosas bonitas a Julia estaba buscando indulgencia.<br />

Comprando una bula para un pecado que aún no había cometido.<br />

Nunca le había pasado nada parecido con ninguna otra mujer. Pero no<br />

quería pensar en ello, no serviría <strong>de</strong> nada.<br />

Sabía que vivía en el Infierno y lo aceptaba. No solía quejarse,<br />

pero para ser sincero, tenía que admitir que <strong>de</strong>seaba escapar <strong>de</strong> allí<br />

<strong>de</strong>sesperadamente. Por <strong>de</strong>sgracia, no tenía a un Virgilio ni a una<br />

Beatriz que fueran a buscarlo. Sus oraciones no recibían respuesta y<br />

sus intentos <strong>de</strong> reformarse siempre se veían frustrados por una cosa u<br />

otra. Casi siempre por alguna rubia <strong>de</strong> pelo largo, con zapatos <strong>de</strong><br />

tacón, que le arañaba la espalda mientras gritaba su nombre una y<br />

otra vez. Y otra. Y otra.<br />

En su actual estado <strong>de</strong> ánimo, la mejor manera que se le ocurría<br />

<strong>de</strong> gastarse el dinero manchado <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> su padre era un ángel<br />

<strong>de</strong> ojos castaños. Un ángel que no se podía permitir un apartamento<br />

con cocina y cuyos pétalos se abrirían un poco si su mejor amiga le<br />

regalaba un vestido bonito y unos zapatos nuevos.<br />

<strong>Gabriel</strong> quería hacer mucho más que comprarle una cartera,<br />

pero nunca admitiría que lo que <strong>de</strong>seaba en realidad era verla sonreír.<br />

Mientras los hermanos discutían sobre penitencia, perdón y<br />

ridículas abominaciones que hacían las veces <strong>de</strong> mochila, Paul<br />

esperaba a Julia en la entrada <strong>de</strong> la biblioteca Robarts, la más gran<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>l campus <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Toronto. Aunque Julia sólo lo<br />

sospechaba, durante el corto tiempo que había pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se<br />

conocieron, Paul le había cogido mucho cariño a su compañera <strong>de</strong><br />

clase.<br />

Era muy sociable y tenía muchos amigos, gran parte <strong>de</strong> los


cuales eran mujeres. Había salido con un montón <strong>de</strong> chicas, tanto<br />

centradas como con problemas. Ahora, su última relación había<br />

llegado a su fin.<br />

Allison quería quedarse en Vermont y trabajar como maestra <strong>de</strong><br />

escuela. Paul quería trasladarse a Toronto y seguir sus estudios para<br />

llegar a ser profesor universitario. Tras dos años <strong>de</strong> relación a<br />

distancia, se habían rendido a la evi<strong>de</strong>ncia: su relación no iba a<br />

ninguna parte.<br />

Sin embargo, su ruptura no había sido traumática. Nadie había<br />

salido <strong>de</strong>rrapando <strong>de</strong> ningún aparcamiento ni se habían quemado<br />

fotos. Seguían siendo amigos y Paul se sentía muy orgulloso <strong>de</strong> haber<br />

podido mantener esa amistad.<br />

Pero ahora que había conocido a Conejito, le parecía que una<br />

relación con alguien con quien compartía intereses y objetivos<br />

profesionales podía ser muy interesante y enriquecedora.<br />

Paul era un chico clásico, <strong>de</strong> la vieja escuela. Creía en la<br />

importancia <strong>de</strong> cortejar a una mujer y le gustaba tomarse su tiempo<br />

para ello. Por eso estaba encantado <strong>de</strong> ir paso a paso con la preciosa<br />

y tímida Conejito hasta conocerla mejor. Sólo cuando estuviera seguro<br />

<strong>de</strong> lo que ella sentía, le expresaría sus sentimientos.<br />

Había <strong>de</strong>cidido que lo mejor sería pasar mucho tiempo a su lado,<br />

tratarla bien y prestarle mucha atención. Así, si algún otro tipo<br />

aparecía y trataba <strong>de</strong> comerle terreno, él se enteraría en seguida y<br />

podría <strong>de</strong>cirle que apartara las zarpas <strong>de</strong> su Conejito.<br />

Julia lamentó no ir <strong>de</strong> compras con Rachel, pero le había<br />

prometido a Paul que pasaría el día con él en la biblioteca. Tenía que<br />

empezar a preparar su proyecto, ahora que el profesor Emerson había<br />

aceptado dirigirlo. Estaba muy motivada. Quería sorpren<strong>de</strong>rlo tanto en<br />

las clases como con la propuesta, aunque sabía que ni una cosa ni la<br />

otra iban a ser fáciles.<br />

—Hola —la saludó Paul alegremente, quitándole la mochila <strong>de</strong> la<br />

espalda y cargándosela al hombro como si no pesara nada.<br />

Julia le sonrió, agra<strong>de</strong>ciendo que la liberara <strong>de</strong>l peso durante un<br />

rato.<br />

—Gracias por aceptar ser mi guía. La última vez que vine por<br />

aquí me perdí. Acabé en una oscura sección <strong>de</strong> la cuarta planta,<br />

don<strong>de</strong> no había más que mapas —recordó ella, estremeciéndose.<br />

Él se echó a reír.<br />

—Es una biblioteca enorme. Te enseñaré la colección Dante <strong>de</strong><br />

la novena planta y luego te llevaré a mi <strong>de</strong>spacho.


Le sostuvo la puerta abierta para que pasara y Julia entró en el<br />

edificio sintiéndose como una princesa. Paul tenía unos modales<br />

exquisitos y no los usaba como una arma. Reflexionó sobre la actitud<br />

<strong>de</strong> algunas personas —que no hacía falta nombrar—, que usaban los<br />

modales para intimidar y controlar, mientras que otras —como Paul—<br />

los usaban para hacer que su acompañante se sintiera especial. Muy<br />

especial.<br />

—¿Tienes un <strong>de</strong>spacho aquí? —preguntó Julia, mientras los dos<br />

le enseñaban el carnet <strong>de</strong> estudiante al guarda <strong>de</strong> seguridad sentado<br />

junto a los ascensores.<br />

—Algo así —respondió él, aguantando la puerta <strong>de</strong>l ascensor<br />

hasta que Julia entró—. Tengo una pequeña zona <strong>de</strong> estudio junto a la<br />

sección <strong>de</strong>dicada a Dante.<br />

—¿Puedo solicitar una para mí?<br />

Él hizo una mueca.<br />

—Están más buscadas que el oro. Es casi imposible conseguir<br />

una, sobre todo si estás en un curso <strong>de</strong> doctorado.<br />

Al ver la expresión <strong>de</strong> incredulidad <strong>de</strong> ella, se apresuró a añadir:<br />

—Personalmente, pienso que estos cursos tienen el mismo valor<br />

que los seminarios, pero no hay <strong>de</strong>spachos para todo el mundo. <strong>El</strong><br />

mío tampoco es mío; es <strong>de</strong> Emerson.<br />

Si Julia no se hubiera vuelto en ese momento para apretar el<br />

botón <strong>de</strong>l ascensor, Paul habría notado que <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> respirar un<br />

instante y pali<strong>de</strong>cía.<br />

Al llegar a la novena planta, la guió por la colección Dante con<br />

paciencia, mostrándole tanto las fuentes primarias como las<br />

secundarias. Le gustó verla acariciar los lomos <strong>de</strong> los libros con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, como si estuviera saludando a viejos amigos.<br />

—Julia, ¿te importa si te hago una pregunta personal?<br />

<strong>El</strong>la permaneció muy quieta, con la mano sobre un volumen<br />

tamaño cuartilla con la cubierta <strong>de</strong> cuero hecha jirones. Aspiró su<br />

aroma profundamente para calmarse y asintió.<br />

—Emerson me pidió que recogiera tu expediente <strong>de</strong> la señora<br />

Jenkins y...<br />

<strong>El</strong>la lo miró con los ojos muy abiertos.<br />

«Oh, no», pensó.<br />

Paul levantó las manos para calmarla.<br />

—No lo leí, no te preocupes —dijo sonriendo—, aunque no hay<br />

nada <strong>de</strong>masiado personal en esos expedientes. Al parecer, Emerson<br />

quería coger algo. Pero lo que me extrañó fue lo que hizo luego.


Julia alzó las cejas.<br />

—Telefoneó a Greg Matthews, catedrático <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong><br />

Lenguas Románicas y <strong>de</strong> Literatura en Harvard.<br />

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella, parpa<strong>de</strong>ando lentamente.<br />

—Fui a llevarle unas fotocopias y lo oí hablar con él. La<br />

conversación iba sobre ti.<br />

—¿Y por qué iba a hacer algo así?<br />

—Eso precisamente quería comentarte. Le preguntó por qué no<br />

tenían becas lo suficientemente generosas para sus alumnos <strong>de</strong><br />

doctorado. Emerson es un alumnus <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>partamento, una especie<br />

<strong>de</strong> mecenas. Matthews ocupaba la cátedra cuando él se doctoró.<br />

«Mierda. Estaba comprobando si era cierto que había obtenido<br />

una plaza en Harvard. No se lo creía. ¡Qué típico!» Cerró los ojos y se<br />

apoyó en el estante más cercano.<br />

—No sé qué respondió Matthews, pero oí a Emerson.<br />

<strong>El</strong>la mantuvo los ojos cerrados esperando a que Paul remachara<br />

el clavo. Sólo esperaba que lo hiciera rápido y, a ser posible, que no<br />

se lo clavara en el pie.<br />

—No sabía que hubieses conseguido plaza en Harvard, Julia. Es<br />

impresionante. Emerson le pidió que le confirmara si habías sido<br />

admitida y luego le preguntó en qué posición habías quedado.<br />

—Por supuesto —murmuró ella—. Vengo <strong>de</strong> una ciudad<br />

pequeña en Pensilvania. Fui a una universidad jesuita con unos siete<br />

mil alumnos. ¿Cómo iba a entrar a Harvard?<br />

Paul frunció el cejo. «Pobre Conejito. Ese cabrón le tiene la<br />

moral comida. Debería darle una patada en el culo y luego volver a<br />

trabajar para él como si no hubiera pasado nada...»<br />

—¿Qué tienen <strong>de</strong> malo las universida<strong>de</strong>s católicas? Yo me<br />

licencié en la Universidad <strong>de</strong> Saint Michael, en Vermont, y mi<br />

educación no tiene nada que envidiar a la <strong>de</strong> otros. Tenían a un<br />

especialista en Dante en el Departamento <strong>de</strong> Lengua y a un<br />

especialista en Florencia en el Departamento <strong>de</strong> Historia.<br />

Julia asintió como si le estuviera prestando atención.<br />

—Escúchame, aún no he acabado. <strong>El</strong> caso es que Matthews<br />

trató <strong>de</strong> convencerlo <strong>de</strong> que te envíe a Harvard para hacer el<br />

doctorado cuando acabes el curso. Dijo que estabas entre los alumnos<br />

con mejor nota y, consi<strong>de</strong>rando la fuente, es muy buena noticia.<br />

Piensa que yo también me presenté y me rechazaron —reconoció<br />

Paul, sonriendo sin ganas, no sabiendo cómo reaccionaría ella cuando<br />

se enterara—. Así que, si no es <strong>de</strong>masiado personal, ¿por qué no


fuiste a Harvard?<br />

—No quería venir aquí —susurró Julia como si se sintiera<br />

culpable—. Sabía que me lo encontraría. Pero no me quedó otro<br />

remedio. En Saint Joseph me en<strong>de</strong>udé mucho con préstamos <strong>de</strong><br />

estudiante. Debo varios miles <strong>de</strong> dólares y no podía seguir<br />

en<strong>de</strong>udándome para ir a Harvard. Así que <strong>de</strong>cidí hacer el curso aquí y<br />

volver a solicitar una beca más generosa para el curso que viene. Si<br />

me la conce<strong>de</strong>n, podré ir sin tener que pedir más dinero.<br />

Paul asintió con la cabeza. Mientras Julia volvía a concentrarse<br />

en examinar los libros que tenía <strong>de</strong>lante, él la observó. Al parecer, no<br />

se había dado cuenta <strong>de</strong> lo que acababa <strong>de</strong> confesar. Lo que había<br />

dicho sin darse cuenta era mucho más revelador que la razón por la<br />

que supuestamente no había ido a Harvard.<br />

Mientras Julia abría y cerraba los polvorientos volúmenes, con<br />

los ojos muy abiertos y una sonrisa en sus <strong>de</strong>liciosos labios, Paul se<br />

dio cuenta <strong>de</strong> que el apodo que le había puesto era mucho más<br />

a<strong>de</strong>cuado <strong>de</strong> lo que pensaba en un principio. Julia era como un conejo<br />

asustado en medio <strong>de</strong> un prado o una carretera, pero también le<br />

recordó mucho a <strong>El</strong> conejo <strong>de</strong> terciopelo.<br />

Paul no lo reconocería nunca y si alguien se lo preguntara,<br />

mentiría mirando a los ojos <strong>de</strong>l interlocutor y juraría que no sabía <strong>de</strong><br />

qué le estaban hablando, pero ése era uno <strong>de</strong> los cuentos favoritos <strong>de</strong><br />

Allison. Al principio <strong>de</strong> su relación, ella le había pedido que lo leyera<br />

para po<strong>de</strong>r enten<strong>de</strong>rla mejor. Y Paul, el granjero <strong>de</strong> Vermont <strong>de</strong> más<br />

<strong>de</strong> noventa kilos <strong>de</strong> peso, se había leído el maldito libro a escondidas<br />

porque la amaba.<br />

Y, aunque nunca lo reconocería, le había encantado.<br />

Al mirar a Conejito, tuvo la sensación <strong>de</strong> que estaba esperando<br />

<strong>de</strong>sesperadamente convertirse en un ser real. Y también que alguien<br />

la amara. Pero la larga espera se había cobrado su precio. No en su<br />

aspecto físico, que era muy atractivo —aunque para el gusto <strong>de</strong> Paul<br />

estaba <strong>de</strong>masiado pálida y <strong>de</strong>lgada, algo que una buena ración <strong>de</strong><br />

productos <strong>de</strong> Vermont solucionaría rápidamente—, sino en su alma,<br />

que era bonita pero triste.<br />

Él nunca se había parado a pensar en el tema <strong>de</strong>l alma hasta<br />

que había conocido a Conejito. Pero ahora que la conocía, era un<br />

creyente fervoroso. Esperaba que algún día consiguiera lo que<br />

<strong>de</strong>seaba; que alguien la amara para que <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> ser un conejito<br />

asustado y se convirtiera en otra cosa. En alguien más valiente. Y más<br />

feliz.


Pensando que ya había <strong>de</strong>jado volar <strong>de</strong>masiado la imaginación<br />

con libros infantiles, sonrió, <strong>de</strong>cidido a distraerla <strong>de</strong> sus problemas. La<br />

guió hasta una puerta y le mostró la placa <strong>de</strong> latón don<strong>de</strong>, en elegante<br />

letra cursiva, había escrito: Profesor <strong>Gabriel</strong> O. Emerson,<br />

Departamento <strong>de</strong> Estudios Italianos.<br />

Julia se fijó en que ninguna <strong>de</strong> las otras puertas tenía placa. Y se<br />

fijó también en que Paul había puesto una tarjeta suya <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

placa. Se imaginó a <strong>El</strong> Profesor viéndola y arrancándola<br />

malhumorado. Al leer el nombre completo <strong>de</strong> su amigo, vio que su<br />

segundo nombre empezaba por V: Paul V. Norris, MA.<br />

—¿Qué significa la V? —le preguntó, señalando el improvisado<br />

cartel.<br />

—No me gusta mi segundo nombre —respondió él, incómodo.<br />

—A mí tampoco me gusta el mío. Si no quieres <strong>de</strong>círmelo, lo<br />

enten<strong>de</strong>ré —contestó ella, sonriendo, antes <strong>de</strong> volverse hacia la<br />

puerta cerrada.<br />

—Te reirás.<br />

—Lo dudo. Mi apellido es Mitchell. No me siento particularmente<br />

orgullosa <strong>de</strong> él.<br />

—Pues a mí me gusta.<br />

Julia se ruborizó, pero no <strong>de</strong>masiado.<br />

Paul suspiró.<br />

—¿Me prometes que no se lo dirás a nadie?<br />

—Por supuesto. Y yo te diré el mío: es Helena.<br />

—Es un nombre precioso. —Paul cerró los ojos e inspiró hondo.<br />

Luego esperó. Cuando no pudo más y los pulmones le estaban<br />

pidiendo a gritos oxígeno, soltó el aire rápidamente, diciendo—:<br />

Virgilio.<br />

—¿Virgilio? —repitió Julia, mirándolo con incredulidad.<br />

—Sí. —Paul abrió los ojos, temiendo que ella empezara a reírse.<br />

—¿Estás estudiando para ser especialista en Dante y tu<br />

segundo nombre es Virgilio? ¿Me tomas el pelo?<br />

—Es un nombre común en mi familia. Mi bisabuelo se llamaba<br />

así y te aseguro que nunca leyó a Dante. Era granjero en Essex,<br />

Vermont.<br />

Julia le <strong>de</strong>dicó una sonrisa maravillada.<br />

—Pues me parece un nombre precioso. Es un gran honor llevar<br />

el nombre <strong>de</strong> un noble poeta.<br />

—Sí, igual que es un gran honor llevar el nombre <strong>de</strong> Helena <strong>de</strong><br />

Troya, Julia Helena. Me parece muy a<strong>de</strong>cuado para ti —añadió,


mirándola con dulzura y admiración.<br />

<strong>El</strong>la apartó la vista, avergonzada.<br />

Paul carraspeó para aligerar la tensión que se había creado.<br />

—Emerson nunca usa este <strong>de</strong>spacho; sólo viene <strong>de</strong> vez en<br />

cuando a <strong>de</strong>jarme cosas. Pero es suyo, él paga la factura.<br />

—¿Son <strong>de</strong> pago?<br />

Él asintió con la cabeza y abrió la puerta.<br />

—Sí, pero lo valen. Tienen calefacción, aire acondicionado y<br />

acceso a Internet. A<strong>de</strong>más, se pue<strong>de</strong>n cerrar con llave, por lo que son<br />

muy prácticos para <strong>de</strong>jar libros que estás usando sin tener que<br />

<strong>de</strong>volverlos cada día. Cualquier material que necesites, incluso si es<br />

material <strong>de</strong> referencia, <strong>de</strong>l que no se pue<strong>de</strong> sacar <strong>de</strong> la biblioteca,<br />

pue<strong>de</strong>s guardarlo aquí cuando quieras.<br />

Julia miró el cuarto pequeño pero cómodo como si fuera la tierra<br />

prometida. Abrió mucho los ojos al ver el espacio <strong>de</strong> trabajo con la<br />

mesa empotrada, las cómodas sillas y estanterías que iban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

suelo hasta el techo. A través <strong>de</strong> una ventanita, se veía parte <strong>de</strong> la<br />

ciudad y la torre CN. Se preguntó cuánto costaría vivir allí. Sería<br />

mucho mejor que su agujero <strong>de</strong> hobbit, no apto ni para un perro.<br />

—De hecho —siguió diciendo Paul mientras retiraba unos<br />

papeles—, pue<strong>de</strong>s usar este estante. Y te <strong>de</strong>jaré mi llave <strong>de</strong> repuesto.<br />

Cogió la llave y escribió un número en un trozo <strong>de</strong> papel.<br />

—Éste es el número <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, por si te cuesta encontrarlo al<br />

principio. Y ésta es la llave.<br />

Julia se lo quedó mirando con la boca abierta.<br />

—No puedo aceptarla —reconoció finalmente—. Me odia. No le<br />

gustará verme por aquí.<br />

—Que se joda.<br />

Esta vez fueron los ojos <strong>de</strong> ella los que se abrieron sorprendidos.<br />

—Perdón —dijo Paul—. Normalmente no digo tacos. Bueno, al<br />

menos, no tantos ni <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las chicas, quiero <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> las mujeres.<br />

Julia asintió, aunque no había sido su lenguaje lo que la había<br />

sorprendido.<br />

—Emerson no viene casi nunca por este <strong>de</strong>spacho. Pue<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>jar tus cosas tranquilamente; pensará que son mías. Si no quieres<br />

encontrártelo, no hace falta que trabajes aquí. Pásate <strong>de</strong> vez en<br />

cuando, yo suelo venir a menudo. Si te ve, supondrá que estamos<br />

trabajando juntos. O algo así.<br />

Sonrió con timi<strong>de</strong>z. Le estaba dando la clave <strong>de</strong> lo que buscaba<br />

en su relación con ella. Quería que se vieran con frecuencia. Quería


ver sus cosas en su estante. Quería estudiar y trabajar a su lado...<br />

Pero Julia no quería que le diera claves ni llaves.<br />

—Por favor —insistió él, cogiéndole la mano y abriéndole los<br />

<strong>de</strong>dos con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

Al notar que dudaba, le acarició el dorso <strong>de</strong> la mano con el<br />

pulgar para tranquilizarla. Tras ponerle la llave y la nota en la mano,<br />

volvió a cerrarle los <strong>de</strong>dos con cuidado <strong>de</strong> no hacerle daño. Sabía que<br />

Emerson ya se había encargado <strong>de</strong> eso.<br />

—«Lo real no es algo que te venga dado. Es algo que te pasa. Y<br />

ahora mismo, necesitas que te pasen cosas buenas.»<br />

Julia se sobresaltó al oírlo. Paul no podía saber lo ciertas que<br />

eran sus palabras.<br />

«¿Está citando un cuento infantil? Imposible.»<br />

Al levantar la cara hacia él, vio que sus ojos eran cálidos y<br />

amables. No había en ellos nada grosero ni calculador. Nada turbio ni<br />

agresivo. Tal vez sencillamente le gustaba. O sentía lástima por ella.<br />

Fueran cuales fuesen sus auténticas motivaciones, en ese momento<br />

Julia <strong>de</strong>cidió creer que el universo no era un lugar completamente<br />

oscuro y <strong>de</strong>cepcionante; que siempre quedaban rincones luminosos<br />

con vestigios <strong>de</strong> bondad y <strong>de</strong> virtud, y aceptó la llave con la cabeza<br />

baja.<br />

—No llores, Conejito. —Paul alargó una mano para recoger una<br />

lágrima que aún no había caído, pero lo pensó mejor y <strong>de</strong>jó caer el<br />

brazo a un lado.<br />

Julia se volvió, avergonzada por la intensidad <strong>de</strong> las emociones<br />

que le estaban provocando cosas tan inocentes como una llave o un<br />

cuento infantil. Al mirar a su alre<strong>de</strong>dor buscando <strong>de</strong>sesperadamente<br />

algo con lo que distraerse, vio un CD en un estante y lo cogió: era el<br />

Réquiem <strong>de</strong> Mozart.<br />

—¿Te gusta Mozart? —preguntó, volviendo la caja para leer el<br />

dorso.<br />

Paul apartó la vista.<br />

Sorprendida, ella alargó el brazo para <strong>de</strong>volverlo a su sitio,<br />

pensando que lo había molestado al tocar sus objetos personales.<br />

—No, no pasa nada, pue<strong>de</strong>s mirarlo si quieres. Pero no es mío,<br />

es <strong>de</strong> Emerson.<br />

Una vez más, Julia sintió un escalofrío y notó que le daba<br />

vueltas la cabeza.<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> su reacción, Paul empezó a hablar muy <strong>de</strong><br />

prisa.


—No se lo digas a nadie. Se lo robé.<br />

<strong>El</strong>la levantó las cejas.<br />

—Lo sé, es horrible. Pero es que ponía el mismo tema una y otra<br />

y otra vez en su <strong>de</strong>spacho mientras yo catalogaba su biblioteca<br />

personal. «Lacrimosa, Lacrimosa», jodida «Lacrimosa». ¡No podía<br />

más! Es <strong>de</strong>primente. Así que robé el CD y lo traje aquí. Problema<br />

resuelto.<br />

Julia cerró los ojos y se echó a reír con ganas.<br />

Paul sonrió aliviado ante su reacción.<br />

—Pues no lo has escondido <strong>de</strong>masiado bien. Yo lo he<br />

encontrado en treinta segundos —dijo ella, ofreciéndoselo.<br />

Él le colocó el pelo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los hombros para verle la cara sin<br />

obstáculos.<br />

—¿Por qué no lo guardas tú en tu casa? —propuso.<br />

Julia se puso tensa y dio un paso atrás.<br />

Paul la vio agachar la cabeza y mor<strong>de</strong>rse el labio inferior y se<br />

preguntó qué había hecho mal. ¿No <strong>de</strong>bería haberla tocado? ¿Estaba<br />

preocupada por si Emerson encontraba el CD en su casa?<br />

—¿Julia? Lo siento —se disculpó en voz baja, sin hacer ningún<br />

movimiento—. ¿Qué he hecho mal?<br />

—No, no, nada —lo tranquilizó ella, mirándolo nerviosa y<br />

<strong>de</strong>jando el CD en su sitio—. Me encanta el Réquiem <strong>de</strong> Mozart y<br />

«Lacrimosa» es mi parte favorita. No sabía que a él también le<br />

gustaba. Me ha... sorprendido.<br />

—Tómalo prestado. —Paul se lo volvió a dar—. Si Emerson<br />

pregunta, le diré que lo tengo en mi casa. Llévatelo el fin <strong>de</strong> semana,<br />

lo cargas en el iPod y lo <strong>de</strong>vuelves el lunes.<br />

Julia se quedó mirando el CD.<br />

—No sé...<br />

—Hace una semana que lo tengo y no ha preguntado por él. Tal<br />

vez esté <strong>de</strong> mejor humor. Empezó a escucharlo cuando regresó <strong>de</strong><br />

Fila<strong>de</strong>lfia. No sé por qué.<br />

Impulsivamente, ella se lo guardó en su maltrecha mochila.<br />

—Gracias.<br />

—Por ti lo que sea, Julia —replicó él, sonriendo.<br />

Habría querido darle la mano. O, al menos, apretársela durante<br />

un instante, pero era asustadiza, así que se reprimió y se mantuvo a<br />

distancia mientras volvían al pasillo y le seguía enseñando la<br />

biblioteca.<br />

—<strong>El</strong> Festival <strong>de</strong> Cine <strong>de</strong> Toronto es este fin <strong>de</strong> semana. Tengo


una entrada doble para ver varias películas el sábado. ¿Te gustaría<br />

acompañarme? —le propuso, tratando <strong>de</strong> no parecer nervioso<br />

mientras se acercaban a los ascensores.<br />

—¿Qué películas?<br />

—Una es francesa y la otra alemana. Yo prefiero el cine europeo<br />

—reconoció con una tímida sonrisa—, aunque podría cambiarlas por<br />

otras entradas para ver algo más local...<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—A mí también me gustan las películas europeas. Siempre y<br />

cuando estén subtituladas. Tengo escasas nociones <strong>de</strong> francés y en<br />

alemán sólo conozco palabrotas.<br />

Paul apretó el botón <strong>de</strong> la planta baja y se volvió para mirarla<br />

con curiosidad.<br />

—¿Sabes palabrotas en alemán? —le preguntó con una sonrisa<br />

traviesa—. ¿Cómo es eso?<br />

—En la universidad, vivía en la resi<strong>de</strong>ncia internacional y una <strong>de</strong><br />

las estudiantes <strong>de</strong> intercambio era <strong>de</strong> Frankfurt. Siempre estaba<br />

diciendo palabrotas. Al final <strong>de</strong> aquel curso, todas las alumnas<br />

<strong>de</strong>cíamos palabrotas en alemán. Cosas <strong>de</strong> las resi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong><br />

estudiantes, ya sabes —dijo, ruborizándose un poco y arrastrando un<br />

pie calzado con una zapatilla <strong>de</strong>portiva <strong>de</strong> un lado a otro.<br />

Paul era un alumno <strong>de</strong> doctorado, así que lo más seguro era que<br />

hubiera estudiado francés y alemán. Probablemente se burlaría <strong>de</strong> su<br />

falta <strong>de</strong> conocimientos, como había hecho Christa en el primer<br />

seminario. Esperó en tensión un comentario burlón, pero no llegó.<br />

<strong>El</strong> chico sonrió mientras le aguantaba la puerta <strong>de</strong>l ascensor<br />

para que saliera.<br />

—Mi alemán es espantoso. Tal vez podrías enseñarme unas<br />

cuantas palabrotas. Sería una gran mejora.<br />

<strong>El</strong>la le <strong>de</strong>volvió la sonrisa, esta vez más relajada.<br />

—¿Por qué no? Me encantará acompañarte al cine el sábado.<br />

Gracias por invitarme.<br />

—De nada.<br />

Paul estaba muy contento. La encantadora Julia lo acompañaría<br />

al festival <strong>de</strong> cine y <strong>de</strong>spués irían a cenar. Todavía no la había llevado<br />

nunca a su restaurante hindú favorito. Aunque también podrían ir esa<br />

misma noche y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l cine a un restaurante chino. Luego la<br />

llevaría a Greg’s para que probara el helado casero. Y una vez allí, la<br />

invitaría a acompañarlo a la Galería <strong>de</strong> Arte <strong>de</strong> Ontario el siguiente fin<br />

<strong>de</strong> semana, para ver la remo<strong>de</strong>lación que había hecho Frank Gehry.


Mientras seguían la visita, Paul se recordó que <strong>de</strong>bía ser<br />

paciente. Muy paciente. Y muy cauteloso cada vez que alargara la<br />

mano para ofrecerle una zanahoria o para acariciarle el suave pelaje.<br />

Si no, el Conejito se asustaría y no tendría la oportunidad <strong>de</strong> ayudarlo<br />

a convertirse en un ser real.<br />

A la mañana siguiente, Julia estaba sentada en su estrecha<br />

cama, trabajando en su propuesta <strong>de</strong> proyecto con su viejo or<strong>de</strong>nador<br />

portátil y escuchando a Mozart. Los gustos musicales <strong>de</strong>l profesor<br />

Emerson la sorprendían bastante. ¿Cómo le podía gustar aquella<br />

música a alguien que escuchaba a los Nine Inch Nails? ¿Habría<br />

escuchado el Réquiem sólo como homenaje a Grace? ¿O tendría<br />

alguna otra razón para torturarse con la misma pieza <strong>de</strong>primente una y<br />

otra vez?<br />

Cerró los ojos y se concentró en las palabras <strong>de</strong> «Lacrimosa»,<br />

cantada a todo pulmón por el coro, en latín:<br />

Día <strong>de</strong> llanto,<br />

en el que <strong>de</strong> las cenizas resurgirá el culpable para ser juzgado.<br />

Ten piedad, oh, Dios, <strong>de</strong> ese hombre.<br />

Ten piedad, Oh, Señor, <strong>de</strong> él.<br />

Señor Jesús, tú que tienes piedad <strong>de</strong> todos,<br />

Otórgale el <strong>de</strong>scanso eterno.<br />

Compasivo Señor Jesús,<br />

otórgale el <strong>de</strong>scanso.<br />

Amén.<br />

«¿Qué problema tiene <strong>Gabriel</strong> que necesita escucharlo una y<br />

otra vez? ¿Y yo? ¿Por qué me siento más cerca <strong>de</strong> él oyendo esta<br />

música? Lo único que he hecho ha sido sustituir su foto por este CD.<br />

Estoy enferma. Menos mal que, al menos, no duermo con el CD<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la almohada.»<br />

Julia sacudió la cabeza y trató <strong>de</strong> concentrarse en el proyecto.<br />

Para librarse <strong>de</strong> la melancolía <strong>de</strong> la pieza, pensó en Paul y en las<br />

activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l día anterior.<br />

Se había mostrado muy servicial. Aparte <strong>de</strong> darle una llave <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor, le había ofrecido consejos sobre cómo<br />

estructurar el proyecto. Y la había hecho reír más <strong>de</strong> una vez. Hacía<br />

tiempo que no se reía tanto. Era todo un caballero. Le abría las


puertas y llevaba su fea y pesada mochila. Era tan amable y educado<br />

que era imposible que no le gustara. Resultaba agradable estar con<br />

alguien guapo y dulce al mismo tiempo. Era una combinación que se<br />

encontraba con poca frecuencia y que muchas veces no era valorada.<br />

Le estaba muy agra<strong>de</strong>cida por sus consejos. ¿Quién mejor que<br />

Virgilio, que había guiado a Dante en el Infierno, para guiarla a ella en<br />

su proyecto?<br />

Quería que su propuesta impresionara al profesor Emerson; que<br />

se diera cuenta <strong>de</strong> que era una estudiante capaz, inteligente. Aunque<br />

sabía que probablemente él estaría en <strong>de</strong>sacuerdo con ambos<br />

calificativos, sin importarle la opinión <strong>de</strong>l catedrático Matthews <strong>de</strong><br />

Harvard. Y mentiría si dijera que no estaba tratando <strong>de</strong> manera<br />

subliminal <strong>de</strong> que Emerson se acordara <strong>de</strong> ella.<br />

Se preguntó qué sería peor, ¿que <strong>Gabriel</strong> la hubiera olvidado o<br />

que se hubiera convertido en el profesor Emerson? La segunda opción<br />

la ponía enferma, así que la <strong>de</strong>scartó rápidamente. Era preferible que<br />

la hubiera olvidado pero siguiera siendo el hombre dulce y tierno que<br />

la había besado en el viejo huerto <strong>de</strong> los manzanos, a que la recordara<br />

convertido en el profesor Emerson, con todos los vicios y <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong><br />

éste.<br />

<strong>El</strong> proyecto <strong>de</strong> tesis <strong>de</strong> Julia era sencillo. Pretendía comparar el<br />

amor cortesano propio <strong>de</strong> la casta relación entre Dante y Beatriz y la<br />

lujuria apasionada <strong>de</strong> los adúlteros Paolo y Francesca, los dos<br />

personajes que Dante sitúa en el círculo <strong>de</strong> la lujuria en el Infierno.<br />

Julia quería abordar las virtu<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> la castidad, un tema por<br />

el que sentía un gran interés, y compararla con el erotismo subliminal<br />

<strong>de</strong> La Divina Comedia.<br />

Mientras trabajaba en su propuesta, se encontró con que la vista<br />

se le dirigía alternativamente al cuadro <strong>de</strong> Holiday y a una postal que<br />

mostraba la escultura <strong>de</strong> Rodin <strong>El</strong> beso. Rodin había esculpido a<br />

Paolo y Francesca <strong>de</strong> tal manera que sus labios no llegaban a tocarse,<br />

pero la escultura era sensual y erótica. Julia no había comprado una<br />

réplica <strong>de</strong> la escultura porque la excitaba <strong>de</strong>masiado. Y, al mismo<br />

tiempo, le rompía el corazón.<br />

Se había conformado con una postal pegada a la pared con cinta<br />

adhesiva.<br />

Sabía el francés justo para <strong>de</strong>senvolverse sin problemas en una<br />

boulangerie y en una fromagerie, pero su nivel básico <strong>de</strong>l idioma le<br />

permitía darse cuenta <strong>de</strong> que buena parte <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r subversivo <strong>de</strong> la<br />

escultura <strong>de</strong> Rodin estaba en su título, Le baiser. Porque, en francés,


aiser podía aplicarse tanto a un inocente beso, como a un acto tan<br />

poco inocente como follar. Uno podía <strong>de</strong>cir baiser y referirse a un<br />

beso, pero si alguien <strong>de</strong>cía baise-moi, estaba rogando que lo follaran.<br />

La inocencia y el ruego estaban reflejados en el abrazo <strong>de</strong> los<br />

amantes cuyos labios no llegaban a tocarse: inmovilizados juntos, pero<br />

separados por toda la eternidad. Julia quería liberarlos <strong>de</strong> su abrazo<br />

congelado y, secretamente, <strong>de</strong>seaba que su proyecto le permitiera<br />

hacerlo.<br />

A lo largo <strong>de</strong> los años, se había permitido pensar <strong>de</strong> vez en<br />

cuando en el episodio <strong>de</strong>l viejo huerto <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> los Clark y revivir<br />

aquel primer beso <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y algunas <strong>de</strong> las cosas que vinieron<br />

<strong>de</strong>spués. Pero casi siempre era en sueños. No solía pensar nunca en<br />

la mañana siguiente, cuando se <strong>de</strong>spertó llorando, aterrorizada. Ésa<br />

era una evocación en extremo dolorosa. <strong>El</strong> recuerdo <strong>de</strong> esa traición<br />

sólo la visitaba en sus pesadillas, <strong>de</strong>masiado a menudo para su gusto.<br />

Y también era la causa <strong>de</strong> que nunca hubiera tratado <strong>de</strong> ponerse en<br />

contacto con él.<br />

Justo entonces sonó su móvil.<br />

—Hola, soy Rachel, ¿tienes planes para esta noche?<br />

Julia oyó a <strong>Gabriel</strong> al fondo, refunfuñando.<br />

Inmediatamente apretó el botón <strong>de</strong> mute en el or<strong>de</strong>nador para<br />

silenciar a Mozart. Esperó unos instantes para asegurarse <strong>de</strong> que él<br />

no lo había oído.<br />

—¿Julia? ¿Sigues ahí?<br />

—Sí, aquí estoy.<br />

Por el sonido <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, fue incapaz <strong>de</strong> distinguir si<br />

estaba enfadado o sólo protestaba. Cualquiera <strong>de</strong> los dos<br />

comportamientos era normal en él.<br />

—¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?<br />

—Sí, perfectamente. Ejem, no, no tengo planes para esta noche<br />

—respondió finalmente, cuando se convenció <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> no había<br />

oído el CD.<br />

—Bien, porque quiero ir a una discoteca.<br />

—Oh, venga ya. Sabes que odio esos sitios. No sé bailar y la<br />

música siempre está <strong>de</strong>masiado alta.<br />

Rachel se rió con ganas.<br />

—Es gracioso que digas eso. <strong>Gabriel</strong> acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

prácticamente lo mismo. Aunque él no reconoce que no sabe bailar.<br />

Dice simplemente que no quiere.<br />

Julia se incorporó en la cama.


—¿Tu hermano vendría con nosotras?<br />

—Vuelvo a casa <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos días. Va a llevarme a cenar a un<br />

buen restaurante y luego quiero ir a una discoteca. No está encantado<br />

con la i<strong>de</strong>a, pero tampoco se ha negado en redondo. Me gustaría que<br />

te reunieras con nosotros <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar. ¿Qué te parece?<br />

<strong>El</strong>la cerró los ojos.<br />

—Me encantaría, Rachel, pero no tengo nada que ponerme. Lo<br />

siento.<br />

Su amiga se echó a reír.<br />

—Ponte un vestidito negro. Algo sencillo. Estoy segura <strong>de</strong> que<br />

tienes algo que puedas llevar.<br />

En ese instante llamaron a la puerta.<br />

—Un momento, Rachel, alguien está llamando.<br />

Julia vio que había un repartidor frente a la puerta <strong>de</strong> su casa y<br />

le abrió.<br />

—¿Sí?<br />

—Traigo un paquete para Julia Mitchell. ¿Es usted?<br />

<strong>El</strong>la asintió y firmó el recibo <strong>de</strong> lo que resultó ser una caja<br />

rectangular muy gran<strong>de</strong>.<br />

—Gracias —murmuró, poniéndose la caja <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo y<br />

recolocándose el teléfono en la oreja—. Rachel, ¿sigues ahí?<br />

Le pareció que su amiga se seguía riendo.<br />

—Sí. ¿Quién era?<br />

—Un paquete para mí.<br />

—Ajá. ¿Y qué hay <strong>de</strong>ntro?<br />

—No lo sé, pero es una caja muy gran<strong>de</strong>.<br />

—¿A qué esperas? Ábrela.<br />

Julia cerró la puerta <strong>de</strong>l apartamento y <strong>de</strong>jó la caja en la cama,<br />

sujetando el teléfono entre la oreja y el hombro para po<strong>de</strong>r seguir<br />

hablando mientras abría el paquete.<br />

—Tiene una etiqueta. Pone... Holt Renfrew. ¿Quién me enviará<br />

un regalo? ¡Rachel! ¡No me digas que has sido tú!<br />

Julia oyó sus carcajadas al otro lado <strong>de</strong>l teléfono.<br />

Al abrir la caja, vio un precioso vestido <strong>de</strong> cóctel lila con un solo<br />

tirante formado por tiras <strong>de</strong> tela entrecruzadas. No reconoció la marca,<br />

Badgley Mischka, pero era uno <strong>de</strong> los vestidos más femeninos que<br />

había visto nunca.<br />

En un extremo <strong>de</strong> la caja, al lado <strong>de</strong>l vestido, encontró una caja<br />

<strong>de</strong> zapatos con un par <strong>de</strong> Christian Louboutins <strong>de</strong> piel negra. Se<br />

quedó mirando las suelas rojas y los altísimos tacones con


incredulidad. Los zapatos tenían un bonito lazo <strong>de</strong> terciopelo en la<br />

punta y Julia era muy consciente <strong>de</strong> que costaban el alquiler <strong>de</strong> un<br />

mes por lo menos. Casi oculto en otro rincón <strong>de</strong> la caja, vio un bolso<br />

pequeño, adornado con cuentas.<br />

Por un momento, se sintió como Cenicienta.<br />

—¿Te gusta? —preguntó Rachel, insegura—. La <strong>de</strong>pendienta se<br />

encargó <strong>de</strong> elegirlo. Yo sólo le dije que te enviara un vestido lila.<br />

—Es precioso, Rachel. Todo. Un momento, ¿cómo sabías mi<br />

talla?<br />

—No estaba segura, pero no me pareció que hubieras<br />

aumentado <strong>de</strong> peso. De todos modos, será mejor que te lo pruebes.<br />

—Pero es <strong>de</strong>masiado. Sólo los zapatos ya... No puedo aceptarlo.<br />

—Julia, por favor, estoy tan contenta <strong>de</strong> que volvamos a ser<br />

amigas... Aparte <strong>de</strong> encontrarme contigo y <strong>de</strong> visitar a <strong>Gabriel</strong>, no me<br />

ha pasado nada bueno <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que mi madre se puso enferma. Por<br />

favor, no me quites esta alegría.<br />

«Caramba. Rachel sabe cómo hacer que alguien se sienta<br />

culpable.»<br />

Julia respiró hondo.<br />

—No sé...<br />

—No lo he pagado con mi dinero. Es dinero <strong>de</strong> la familia.<br />

Cuando mamá murió... —Dejó la frase a medias, esperando que su<br />

amiga sacara sus propias y erróneas conclusiones.<br />

Y eso fue exactamente lo que pasó.<br />

—A tu madre le habría gustado que te gastaras el dinero en ti.<br />

—A ella le gustaba que todos sus seres queridos fueran felices y<br />

tú te contabas entre ellos. No tuvo <strong>de</strong>masiadas oportunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

malcriarte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>... <strong>de</strong> lo que pasó. Estoy segura <strong>de</strong> que en este<br />

momento nos está viendo y está sonriendo. Hazlo por mí. Hazla feliz a<br />

ella, Julia.<br />

Rachel notó que su amiga estaba a punto <strong>de</strong> llorar y empezó a<br />

sentirse mal por ser tan manipuladora.<br />

<strong>Gabriel</strong>, que no tenía ganas <strong>de</strong> llorar ni se sentía culpable, sólo<br />

esperaba a que acabaran <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> una vez para po<strong>de</strong>r usar su<br />

teléfono.<br />

—¿Puedo pagar una parte? ¿Puedo pagarte los zapatos... poco<br />

a poco?<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> oírla, porque se lo oyó mal<strong>de</strong>cir. No paraba <strong>de</strong><br />

refunfuñar. Decía algo sobre un ratón y una iglesia.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, déjame a mí —dijo Rachel.


Julia oía fragmentos <strong>de</strong> la discusión entre los hermanos.<br />

—Si eso es lo que quieres, así lo haremos. <strong>Gabriel</strong>, cállate. Pero<br />

es nuestra última noche juntas y quiero que vengas. Así que cámbiate<br />

y ven con nosotros. Ya hablaremos <strong>de</strong> dinero más tar<strong>de</strong>. Mucho más<br />

tar<strong>de</strong>. Cuando esté en Fila<strong>de</strong>lfia, viviendo a cargo <strong>de</strong>l Estado.<br />

Julia suspiró y elevó una oración <strong>de</strong> gracias a Grace, que<br />

siempre se había portado muy bien con ella.<br />

—Gracias, Rachel. Te <strong>de</strong>bo una. Otra vez.<br />

—¡<strong>Gabriel</strong>! ¡Julia va a venir! —gritó su amiga.<br />

<strong>El</strong>la se apartó el teléfono <strong>de</strong> la oreja para no quedarse sorda con<br />

sus gritos.<br />

—Pasaremos a buscarte por tu casa hacia las nueve. <strong>Gabriel</strong><br />

dice que ya conoce el camino.<br />

—Es bastante tar<strong>de</strong>. ¿Estás segura?<br />

—¡Oh, vamos, por favor! <strong>Gabriel</strong> ha elegido la discoteca. Dice<br />

que no abren hasta las nueve, así que, <strong>de</strong> hecho, seremos <strong>de</strong> los<br />

primeros. Mientras te arreglas, el tiempo se te pasará volando.<br />

¡Estarás impresionante!<br />

Con esas entusiastas palabras, Julia colgó el teléfono y empezó<br />

a admirar su precioso vestido nuevo. Rachel había heredado <strong>de</strong> su<br />

madre su carácter generoso y caritativo. Era una lástima que parte <strong>de</strong><br />

ese carácter no se le hubiera pegado a <strong>Gabriel</strong>.<br />

Se preguntó si sería capaz <strong>de</strong> bailar subida a aquellos zapatos,<br />

tan seductores como peligrosos. Y se planteó la excitante pero<br />

levemente amenazadora posibilidad <strong>de</strong> bailar con cierto profesor.<br />

«Pero a Rachel le ha dicho que no baila. ¡Qué raro!»<br />

En un momento <strong>de</strong> inspiración, se dirigió a la cómoda y abrió el<br />

cajón <strong>de</strong> la lencería. Sin mirar la foto que tenía escondida al fondo <strong>de</strong>l<br />

mismo, eligió un pequeño y sugerente trozo <strong>de</strong> tela que había que ser<br />

muy caritativo para calificar <strong>de</strong> ropa interior. <strong>El</strong> término era a<strong>de</strong>cuado<br />

porque iba a llevarlo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l vestido, no porque pudiera<br />

consi<strong>de</strong>rarse «ropa».<br />

Julia sostuvo el tanga en la palma <strong>de</strong> la mano —tan pequeño<br />

era—, meditando como si estuviera ante una imagen <strong>de</strong> Buda.<br />

Finalmente <strong>de</strong>cidió ponérselo. Como si <strong>de</strong> un talismán se tratara,<br />

esperaba que le diera el valor que necesitaba para hacer lo que tenía<br />

que hacer. Lo que quería hacer. Que era recordarle a Dante a lo que<br />

había renunciado al abandonarla.<br />

No más «Lacrimosa» para Beatriz.


9<br />

Lobby era una coctelería exclusiva <strong>de</strong> la calle Bloor. <strong>Gabriel</strong>,<br />

siempre fiel a la obra <strong>de</strong> Dante, se refería al local como <strong>El</strong> Vestíbulo y<br />

se imaginaba que los parroquianos eran como los paganos virtuosos<br />

que pasaban la eternidad en la versión <strong>de</strong> Dante <strong>de</strong>l Limbo. Aunque,<br />

en realidad, muchos <strong>de</strong> los clientes <strong>de</strong> Lobby tenían más en común<br />

con los habitantes <strong>de</strong> varios <strong>de</strong> los círculos <strong>de</strong>l Infierno.<br />

A <strong>Gabriel</strong> no le apetecía ir allí con Julianne, y mucho menos con<br />

Rachel, ya que Lobby era su terreno <strong>de</strong> caza. <strong>El</strong> lugar adon<strong>de</strong> iba a<br />

satisfacer sus apetitos. En ese sitio lo conocía <strong>de</strong>masiada gente, o al<br />

menos conocía su fama. Tenía miedo <strong>de</strong> lo que pudieran <strong>de</strong>cir unos<br />

labios rojos liberados por el alcohol.<br />

Pero al menos en Lobby estaría en su terreno, podría tratar <strong>de</strong><br />

controlar el entorno. De ninguna manera se arriesgaría a llevar a<br />

Rachel y a Julianne a un local que no pudiera controlar. Por una noche<br />

cambiaría <strong>de</strong> papel. Dejaría <strong>de</strong> ser Dante y se convertiría en Beowulf;<br />

sería un guerrero en vez <strong>de</strong> un poeta. Llevaría la espada en la mano y<br />

mataría al monstruoso Gren<strong>de</strong>l y a todos sus parientes si se atrevían<br />

siquiera a mirar a cualquiera <strong>de</strong> las dos jóvenes a su cargo. Sabía que<br />

era muy hipócrita por su parte, pero no le importaba. Esa noche sería<br />

una tortura, pero haría cualquier cosa para que Rachel estuviera<br />

contenta.<br />

Cuando ésta y Julia salieron <strong>de</strong>l taxi tras él, los tres se dirigieron<br />

a la entrada <strong>de</strong>l club, don<strong>de</strong> había una larga fila <strong>de</strong> gente que quería<br />

entrar. Ignorando la fila, <strong>Gabriel</strong> se acercó al guardia <strong>de</strong> seguridad, un<br />

enorme gorila calvo afrocanadiense, con diamantes en las orejas. <strong>El</strong><br />

hombre lo saludó estrechándole la mano formalmente.<br />

—Señor Emerson.<br />

—Ethan, quiero presentarte a mi hermana Rachel y a su amiga,<br />

Julianne —dijo señalándolas.<br />

<strong>El</strong> vigilante las saludó con una inclinación <strong>de</strong> cabeza y se apartó<br />

para <strong>de</strong>jarlos pasar.<br />

—¿Cómo ha hecho eso? —susurró Julia al oído <strong>de</strong> Rachel,<br />

mientras entraban en un espacio mo<strong>de</strong>rno y elegante, <strong>de</strong>corado en<br />

blanco y negro.<br />

—Al parecer, <strong>Gabriel</strong> está en la lista <strong>de</strong> los vip. No preguntes<br />

—respondió su amiga, arrugando la nariz.


<strong>Gabriel</strong> las guió hacia la parte trasera <strong>de</strong>l club, una área<br />

exclusiva don<strong>de</strong> había reservado sitio, llamada «<strong>El</strong> salón blanco», que<br />

<strong>de</strong>bía su nombre a su <strong>de</strong>coración monocromática. Las amigas se<br />

sentaron en un banco largo acolchado y se acomodaron entre los<br />

cojines forrados <strong>de</strong> armiño. Des<strong>de</strong> su mirador privilegiado se veía la<br />

pista <strong>de</strong> baile, situada en el centro, con acceso privado a todos los<br />

reservados. En ese momento todavía no había nadie bailando.<br />

Rachel <strong>de</strong>dicó una mirada <strong>de</strong> admiración a su protégée.<br />

—Julia está preciosa, ¿no crees, <strong>Gabriel</strong>? Espectacular.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó mucho más <strong>de</strong> lo habitual y acabó <strong>de</strong> un color<br />

parecido al carmesí.<br />

—Rachel, por favor —susurró, jugando con el dobladillo <strong>de</strong>l<br />

vestido.<br />

—¿Qué pasa? —insistió su amiga, fulminando con la mirada a<br />

su hermano, que le estaba lanzando a su vez una mirada <strong>de</strong><br />

advertencia—. ¿Está guapa o no está guapa?<br />

—Las dos estáis muy bien —dijo él, no admitiendo nada y<br />

cambiando <strong>de</strong> postura como si le doliera algo.<br />

Julia negó con la cabeza discretamente, reprendiéndose. Se<br />

preguntó por qué seguía importándole su opinión y por qué le costaba<br />

tanto a aquel hombre ser agradable.<br />

A su lado, Rachel se encogió <strong>de</strong> hombros. Era el dinero <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>. Si a él no le importaba gastarse casi dos mil dólares para que<br />

Julia estuviera guapa, ¿quién era ella para objetar nada? <strong>El</strong> problema<br />

era que le daba rabia ser incapaz <strong>de</strong> conseguir que su hermano<br />

reaccionara, así que <strong>de</strong>cidió provocarlo un poco.<br />

—Julia —empezó a <strong>de</strong>cir, mirándolo a él <strong>de</strong> reojo y<br />

asegurándose <strong>de</strong> que estaba atento a sus palabras antes <strong>de</strong> seguir<br />

hablando—, ¿qué tal fue tu cita con Paul?<br />

La piel <strong>de</strong> su amiga mantuvo su profunda tonalidad carmesí.<br />

—Muy agradable. Es un auténtico caballero chapado a la antigua<br />

—respondió, resistiéndose al impulso <strong>de</strong> volverse para ver si <strong>Gabriel</strong><br />

estaba escuchando.<br />

No <strong>de</strong>bería haberse molestado. Rachel ya se estaba ocupando<br />

<strong>de</strong> mirar por las dos.<br />

—¿Fuisteis a cenar?<br />

—Sí. Fuimos al Nataraj, su restaurante hindú favorito. Y mañana<br />

iremos a ver una sesión doble al Festival <strong>de</strong> Cine y <strong>de</strong>spués a cenar al<br />

barrio chino.<br />

—¿Es mono?


Julia se revolvió en el asiento, inquieta.<br />

—Bueno, me cuesta llamar «mono» a un jugador <strong>de</strong> rugby, pero<br />

es guapo y amable y me trata como a una princesa.<br />

—Follaángeles.<br />

Las dos se volvieron hacia <strong>Gabriel</strong> al mismo tiempo, sin<br />

acabarse <strong>de</strong> creer lo que habían oído. Julia alzó las cejas, pero en<br />

seguida apartó la vista.<br />

Satisfecha <strong>de</strong> haber conseguido provocar una reacción en su<br />

hermano, Rachel se volvió hacia el espejo que cubría la pared para<br />

retocarse el maquillaje. Se estaba aplicando un toque <strong>de</strong> pintalabios<br />

Chanel color rosa cuando se <strong>de</strong>tuvo en seco y se quedó observando a<br />

alguien que venía hacia ellos.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, ¡esa mujer se te está comiendo con los ojos! ¿Qué<br />

<strong>de</strong>monios...?<br />

Antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r acabar <strong>de</strong> preguntar, una camarera rubia <strong>de</strong> bote<br />

llegó a su lado.<br />

—Señor Emerson, me alegro <strong>de</strong> volver a verlo —dijo y se inclinó<br />

sobre él, mostrándole el escote y apoyándole una mano en el hombro.<br />

Llevaba las uñas pintadas <strong>de</strong> color coral y le brillaban a la suave luz<br />

<strong>de</strong>l local.<br />

Con el cejo fruncido, Julia se preguntó si tendría previsto hacerle<br />

algo a <strong>Gabriel</strong> con esas uñas o si enseñarlas sólo era su manera <strong>de</strong><br />

ahuyentar a las <strong>de</strong>más mujeres.<br />

—Me llamo Alicia —añadió, saludándolas—. Seré su camarera<br />

esta noche.<br />

—Abre una cuenta a mi nombre, por favor. Y apunta las bebidas<br />

<strong>de</strong> los tres —le dijo <strong>Gabriel</strong>, poniéndole un billete doblado en la mano<br />

y soltándose así el hombro—. Ponle también una copa a Ethan <strong>de</strong> mi<br />

parte. Y otra para ti, por supuesto.<br />

Alicia sonrió y se guardó el billete en el bolsillo.<br />

—¿Señoras? —preguntó, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarlo y sonriéndole<br />

provocativamente. La punta <strong>de</strong> la lengua asomaba entre sus labios.<br />

—Para mí un Cosmo.<br />

Julia no supo qué pedir.<br />

—¿Qué te apetece? —la animó Rachel.<br />

—No... no lo sé —balbuceó, preguntándose qué <strong>de</strong>cir para no<br />

quedar en evi<strong>de</strong>ncia.<br />

En un sitio como Lobby no podía pedir una cerveza o unos<br />

chupitos <strong>de</strong> tequila, que eran sus opciones habituales.<br />

—Pues dos Cosmopolitans —encargó Rachel. Y volviéndose


hacia ella, añadió—: Te encantará. Está buenísimo.<br />

—Laphroaig <strong>de</strong> veinticinco años para mí. Doble y sin hielo. Y un<br />

vaso <strong>de</strong> agua mineral sin gas —pidió <strong>Gabriel</strong>, sin <strong>de</strong>volverle la mirada<br />

a la camarera.<br />

Cuando ésta se hubo marchado, Rachel empezó a reír.<br />

—Hermanito, sólo tú pue<strong>de</strong>s conseguir que pedir una copa<br />

suene pretencioso.<br />

Julia se echó a reír, divertida ante la expresión indignada <strong>de</strong> él.<br />

—¿Qué es Laphroaig? —preguntó.<br />

—Un whisky escocés <strong>de</strong> malta.<br />

—¿Y para qué quieres el agua mineral?<br />

—Una o dos gotas potencian el sabor <strong>de</strong>l whisky. Te lo <strong>de</strong>jaré<br />

probar cuando me lo traigan.<br />

Cuando <strong>Gabriel</strong> le sonrió, Julia apartó la vista en seguida y se<br />

quedó contemplando sus preciosos zapatos nuevos.<br />

Él siguió la dirección <strong>de</strong> su mirada y se quedó hipnotizado por<br />

los <strong>de</strong>liciosos zapatos <strong>de</strong> tacón. Rachel no tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la buena<br />

compra que había hecho. Estaba encantado <strong>de</strong> haber pagado hasta el<br />

último céntimo que hubieran costado sólo por po<strong>de</strong>r ver las preciosas<br />

piernas <strong>de</strong> la señorita Mitchell, estilizadas y arqueadas por los<br />

exquisitos zapatos. Se removió incómodo en el asiento, esperando<br />

que el movimiento bastara para liberar su creciente erección <strong>de</strong> la<br />

presión <strong>de</strong> la ropa.<br />

No fue así.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, tú pue<strong>de</strong>s quedarte a esperar las bebidas si quieres,<br />

pero Julia y yo nos vamos a bailar.<br />

Antes <strong>de</strong> que ella pudiera protestar, Rachel la había llevado a la<br />

pista <strong>de</strong> baile y, tras hacerle un gesto al DJ para que subiera el<br />

volumen <strong>de</strong> la música, empezó a bailar con entusiasmo.<br />

Julia, en cambio, se sentía muy incómoda. <strong>Gabriel</strong> se había<br />

cambiado <strong>de</strong> sitio y la estaba observando reclinado cómodamente en<br />

el asiento. Su mirada era intensa. Parecía que ni siquiera parpa<strong>de</strong>ara.<br />

Se preguntó si se habría dado cuenta <strong>de</strong> que no llevaba ropa interior<br />

convencional <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l vestido.<br />

«¿Se fijarán los hombres en esas cosas —se preguntó—. ¿Se<br />

dará cuenta <strong>de</strong> que llevo tanga?»<br />

Julia no podía apartar la mirada <strong>de</strong> él y vio cómo la recorría con<br />

los ojos <strong>de</strong> arriba abajo, <strong>de</strong>teniéndose más tiempo <strong>de</strong>l necesario en<br />

sus largas piernas y en sus zapatos <strong>de</strong> suela roja.<br />

—No puedo bailar con estos zapatos —le dijo a Rachel al oído.


—Tonterías. Deja los pies quietos y mueve el cuerpo. Por cierto,<br />

estás impresionante. Mi hermano es idiota.<br />

Julia le dio la espalda a Emerson y empezó a bailar, cerrando los<br />

ojos y <strong>de</strong>jándose llevar por la música. Era una sensación increíble. En<br />

cuanto logró olvidarse <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor y <strong>de</strong> sus penetrantes ojos azules,<br />

empezó a disfrutar un poquito <strong>de</strong> la noche.<br />

«¿Se marcará el tanga <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l vestido? Espero que sí.<br />

Espero que <strong>Gabriel</strong> se fije y sufra. Disfruta <strong>de</strong>l espectáculo, profesor,<br />

porque es lo único que vas a conseguir esta noche.»<br />

Cuando la canción llegó a su fin, Rachel se acercó al DJ con una<br />

sonrisa y le preguntó qué canciones tenía previsto poner a<br />

continuación. Su respuesta le gustó, porque levantó el puño en el aire<br />

<strong>de</strong> un modo nada femenino y soltó un grito.<br />

—¡Genial! —exclamó, regresando junto a Julia, cogiéndola <strong>de</strong><br />

las manos y haciéndola girar.<br />

Al verlas bailando —y pasándolo tan bien—, varias personas <strong>de</strong><br />

los reservados cercanos empezaron a unirse a ellas, incluido un joven<br />

rubio muy guapo.<br />

—Hola —saludó, acercándose a Julia y moviéndose al ritmo <strong>de</strong><br />

la música.<br />

—Hola —contestó ella, un poco incómoda por estar llamando la<br />

atención.<br />

Recordó la vieja asociación femenina entre baile y el sexo en los<br />

hombres. No sabía quién era el recién llegado, pero sin duda <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

ser excelente en lo segundo, porque era un bailarín muy bueno, con<br />

un estilo muy heterosexual. Cortaba la respiración.<br />

—No te había visto nunca por aquí —dijo él, sonriendo.<br />

Julia se fijó primero en sus dientes, muy blancos, y luego en sus<br />

ojos, azules como la flor <strong>de</strong>l aciano. Perdida en ellos, se olvidó<br />

momentáneamente <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>rle.<br />

—Yo soy Brad. ¿Cómo te llamas tú? —insistió él, inclinándose y<br />

casi rozándole los labios con la oreja para po<strong>de</strong>r oír su respuesta por<br />

encima <strong>de</strong> la música.<br />

<strong>El</strong>la se sobresaltó un poco al notar su cercanía.<br />

—Julia —respondió.<br />

—Encantado <strong>de</strong> conocerte, Julia. Es un nombre precioso.<br />

<strong>El</strong>la asintió con la cabeza para que supiera que lo había oído y<br />

dirigió una mirada <strong>de</strong>sesperada a Rachel, pidiéndole en silencio que la<br />

rescatara. Pero su amiga estaba bailando con los ojos cerrados. Al<br />

parecer, le encantaba aquella canción.


—¿Puedo invitarte a una copa? Mis amigos y yo estamos en una<br />

mesa <strong>de</strong> allí <strong>de</strong>lante —dijo, haciendo un vago gesto con la mano.<br />

—Gracias, pero estoy con mi amiga.<br />

Él sonrió más ampliamente, acercándose un poco más.<br />

—Tráetela también. Tienes unos ojos preciosos. No me<br />

perdonaría nunca <strong>de</strong>jarte escapar sin pedirte el número <strong>de</strong> teléfono.<br />

—Bueno... no sé.<br />

—Al menos, <strong>de</strong>ja que te dé el mío.<br />

Julia se volvió hacia Rachel, lo que no fue muy buena i<strong>de</strong>a, pues<br />

eso impidió que viera que Brad se acercaba todavía más. Al volverse,<br />

lo pisó. Él hizo una mueca <strong>de</strong> dolor y Julia perdió el equilibrio.<br />

Brad la sujetó antes <strong>de</strong> que cayera al suelo y la mantuvo<br />

abrazada contra su pecho. La verdad era que tenía un pecho<br />

musculoso y unos brazos sorpren<strong>de</strong>ntemente fuertes para ser alguien<br />

que trabajaba con traje.<br />

—Cuidado, preciosa. Siento haberte hecho caer. ¿Estás bien?<br />

La siguió sujetando con la mano izquierda, mientras con la<br />

<strong>de</strong>recha le apartaba el pelo <strong>de</strong> la cara. Cuando los ojos le quedaron al<br />

<strong>de</strong>scubierto, la miró y sonrió.<br />

—Estoy bien. Gracias por no <strong>de</strong>jarme caer.<br />

—Sería un idiota si te <strong>de</strong>jara escapar, Julia.<br />

<strong>El</strong>la vio que tenía una bonita sonrisa. De hecho, todo él era muy<br />

agradable. Su traje le dijo que había ido al club directamente <strong>de</strong>l<br />

trabajo. Probablemente <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar en alguna gran empresa <strong>de</strong>l<br />

centro <strong>de</strong> la ciudad. Una <strong>de</strong> esas compañías don<strong>de</strong> los empleados<br />

todavía tenían que llevar traje y corbata. Y zapatos negros muy<br />

brillantes.<br />

Se lo veía seguro <strong>de</strong> sí mismo, pero no arrogante. Sus palabras,<br />

aunque elegidas cuidadosamente, no parecían calculadas. Julia se<br />

podía imaginar saliendo con él unas cuantas veces, pero no creía que<br />

esa relación fuera a llegar muy lejos. No creía que tuvieran <strong>de</strong>masiado<br />

en común. Bailar, por ejemplo. Aunque a ella no le habían quedado<br />

ganas <strong>de</strong> repetir la experiencia en un futuro próximo. Sin embargo, no<br />

le importaría bailar con él en privado...<br />

Era <strong>de</strong>masiado tímida para alargar la conversación, <strong>de</strong> modo<br />

que abrió la boca para disculparse, pero justo entonces alguien la<br />

agarró por el otro brazo y se colocó entre Brad y ella. Sintió que un<br />

escalofrío le recorría la piel y supo con certeza quién era el dueño <strong>de</strong><br />

aquellos <strong>de</strong>dos largos y fríos que le sujetaban el brazo <strong>de</strong>snudo.<br />

—¿Estás bien? —le preguntó <strong>Gabriel</strong>, hablando y mirándola


como si estuviera sola.<br />

<strong>El</strong> tono tranquilo <strong>de</strong> su voz contrastaba con el inexplicable<br />

enfado que se reflejaba en sus ojos. Ese enfado la sorprendió tanto<br />

que no respondió. Se quedó inmóvil, perpleja y Brad se dio cuenta<br />

enseguida.<br />

—¿Te está haciendo daño este idiota? —preguntó, en<strong>de</strong>rezando<br />

la espalda. Y, mirando a <strong>Gabriel</strong> amenazadoramente, dio un paso al<br />

frente.<br />

Julia negó con la cabeza, todavía sorprendida.<br />

—Está conmigo —gruñó <strong>Gabriel</strong>, sin molestarse en mirarlo.<br />

Su tono había sido tan agresivo que el otro dio un paso atrás.<br />

—Vamos —or<strong>de</strong>nó <strong>Gabriel</strong>, apartándola <strong>de</strong> la pista y<br />

dirigiéndose con ella hacia el reservado.<br />

Con una mirada <strong>de</strong> disculpa por encima <strong>de</strong>l hombro, Julia lo<br />

acompañó <strong>de</strong> buen grado.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acercó una copa mientras por su parte trataba <strong>de</strong><br />

recuperar el aliento. Se había sorprendido a sí mismo con su reacción.<br />

Se había lanzado al rescate <strong>de</strong> Julia sin pararse a pensar en las<br />

consecuencias.<br />

Mientras ella bebía unos sorbitos <strong>de</strong> su Cosmopolitan, tratando<br />

<strong>de</strong> procesar lo que acababa <strong>de</strong> pasar, <strong>Gabriel</strong> se volvió y la miró,<br />

sujetando con fuerza su copa, ya medio vacía.<br />

—Debes ir con más cuidado. Estos locales pue<strong>de</strong>n ser<br />

peligrosos para chicas como tú... ¡que eres una calamidad andante!<br />

Julia apretó los dientes, indignada.<br />

—Estaba bien. ¡Y él ha sido muy amable!<br />

—Te ha puesto las manos encima.<br />

—¿Y qué? Me ha sujetado para que no me cayera al suelo.<br />

Estaba bailando con él. ¿Me has invitado tú a bailar? Porque no lo he<br />

oído.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a reclinarse en el asiento y le dirigió una sonrisa<br />

lenta y sinuosa.<br />

—Eso frustraría el objetivo <strong>de</strong> la noche, que es mirar, ¿no crees?<br />

<strong>El</strong>la se echó el pelo por encima <strong>de</strong>l hombro y apartó la mirada <strong>de</strong><br />

los brillantes zafiros en que se habían convertido los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

con ayuda <strong>de</strong>l whisky escocés. Vio que Brad trataba <strong>de</strong> llamar su<br />

atención <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la pista <strong>de</strong> baile y, mediante lenguaje corporal, le<br />

transmitió el mensaje <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> y ella no estaban juntos. Los ojos<br />

<strong>de</strong>l joven se iluminaron al enten<strong>de</strong>r lo que le <strong>de</strong>cía. Asintió con la<br />

cabeza y <strong>de</strong>sapareció.


—Te he prometido que te lo <strong>de</strong>jaría probar —dijo <strong>Gabriel</strong>,<br />

acercándose a ella y levantando la copa a la altura <strong>de</strong> sus labios.<br />

—No —replicó Julia <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa, volviendo la cara.<br />

—Insisto. —La voz <strong>de</strong> él se había endurecido.<br />

<strong>El</strong>la suspiró y trató <strong>de</strong> coger la copa, pero <strong>Gabriel</strong> no la soltó.<br />

—Deja que te lo dé yo —susurró con voz ronca.<br />

Una voz que sonaba a sexo. O, al menos, como Julia se<br />

imaginaba que sonaría el sexo <strong>de</strong> estar éste sentado en un banco<br />

blanco, con los ojos azules brillantes, mandíbula arrogante y tratando<br />

<strong>de</strong> acercarle un vaso helado a la boca.<br />

«Oh, Dios mío, <strong>Gabriel</strong>. Oh, Dios mío, <strong>Gabriel</strong>. Oh, Dios mío,<br />

<strong>Gabriel</strong>. Oh... Dios... mío... <strong>Gabriel</strong>.»<br />

—Puedo hacerlo sola —murmuró, insegura.<br />

—Por supuesto. Pero ¿por qué hacerlo sola si estoy yo aquí<br />

para dártelo? —insistió él con una sonrisa que <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto sus<br />

dientes perfectos.<br />

Julia no quería tirar su caro whisky escocés al suelo por<br />

acci<strong>de</strong>nte, así que <strong>de</strong>jó que apoyara la copa en su labio inferior. Los<br />

movimientos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> eran lentos y sensuales y ella cerró los ojos y<br />

se concentró en la sensación <strong>de</strong> frío que le transmitía el cristal. <strong>Gabriel</strong><br />

levantó la copa con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za hasta que el líquido ahumado penetró<br />

en sus labios y se <strong>de</strong>rramó en su boca abierta, expectante.<br />

Qué extraño que se estuviera comportando <strong>de</strong> un modo tan<br />

atrevido y sensual, pensó Julia. Pero en cuanto el whisky le alcanzó la<br />

lengua, abrasándole la boca, se olvidó <strong>de</strong> todo lo <strong>de</strong>más y tragó<br />

rápidamente.<br />

—¡Es horrible! —exclamó—. ¡Es como beberse una hoguera!<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás y la contempló. Estaba sofocada y<br />

muy animada.<br />

—Es por la turba. No es algo que guste la primera vez que se<br />

prueba. Cuando lo hayas probado dos o tres veces, pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cidir si<br />

quieres seguir insistiendo hasta que te guste —replicó él con una<br />

sonrisa irónica.<br />

Julia negó con la cabeza y tosió.<br />

—Lo dudo mucho. Y, por cierto, no soy una niña pequeña y sé<br />

cuidarme sola. Así que, a menos que te pida ayuda, te agra<strong>de</strong>cería<br />

que me <strong>de</strong>jaras ocuparme a mí <strong>de</strong> mis asuntos.<br />

—Tonterías. —<strong>Gabriel</strong> señaló hacia la pista <strong>de</strong> baile—. Gren<strong>de</strong>l<br />

y sus parientes te <strong>de</strong>vorarían si les diera la menor oportunidad, así que<br />

no te molestes en discutir conmigo.


—¿Cómo dices? ¿Quién te has creído que eres?<br />

—Alguien que reconoce la inocencia y la ingenuidad cuando las<br />

ve. Ahora, bébete tu copa <strong>de</strong>spacio como una niña buena y <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

actuar como si estuvieras acostumbrada a moverte en este ambiente.<br />

—Le <strong>de</strong>dicó una mirada sombría y se acabó el whisky <strong>de</strong> un trago—.<br />

¡Calamity Julianne!<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir con eso <strong>de</strong> inocencia e ingenuidad? ¿Qué<br />

me estás diciendo exactamente, <strong>Gabriel</strong>?<br />

—¿Tengo que <strong>de</strong>letrearlo?<br />

Haciendo una mueca, se le acercó. Julia puso los ojos en blanco<br />

mentalmente cuando su cálido aliento le rozó el cuello.<br />

—Te ruborizas como una adolescente, Julianne —susurró él—.<br />

Y puedo sentir tu inocencia. Es obvio que eres virgen, así que <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

aparentar que no es así.<br />

—¡Eres un...! ¡Eres...! —Se apartó bruscamente <strong>de</strong> su lado<br />

mientras buscaba un insulto a<strong>de</strong>cuado en inglés. Al no encontrarlo,<br />

pasó al italiano—: Stronzo!<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró furioso durante un instante, pero en seguida la<br />

expresión <strong>de</strong> la cara se le suavizó y empezó a reír. Echando la cabeza<br />

hacia atrás, cerró los ojos y se rió con tantas ganas que acabó<br />

sujetándose el vientre con las manos.<br />

Julia estaba furiosa. Allí sentada, bebiéndose su Cosmopolitan<br />

muy <strong>de</strong> prisa, se preguntó cómo era posible que él supiera la verdad<br />

habiéndose visto tan pocas veces. No creía que Rachel... No, Rachel<br />

no haría algo así. Era una información muy personal y no se la habría<br />

contado a nadie. Tal vez a Aaron, pero a nadie más. Y Aaron era<br />

<strong>de</strong>masiado caballero como para repetir eso por ahí.<br />

Mientras <strong>Gabriel</strong> seguía riendo, ella lamentó haber perdido la<br />

oportunidad <strong>de</strong> conocer a alguien que parecía agradable.<br />

Probablemente no le habría dado su número <strong>de</strong> teléfono, pues no<br />

solía hacer esas cosas, pero en todo caso habría preferido tomar<br />

personalmente la <strong>de</strong>cisión, no que le viniera impuesta por <strong>El</strong> Profesor.<br />

En efecto era un capullo. Y ya era hora <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> serlo.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, la camarera rubia <strong>de</strong> bote se acercó a Julia y le<br />

entregó una cajita dorada.<br />

—Es para ti.<br />

—Lo siento, <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber un error. Yo no he pedido nada.<br />

—Es obvio, cariño. Uno <strong>de</strong> esos tipos <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> los<br />

banqueros te lo envía. Y me ha pedido que te diga que le romperás el<br />

corazón si lo rechazas. —Con una seductora sonrisa en dirección a


<strong>Gabriel</strong>, añadió—: ¿Le traigo otra copa, señor Emerson?<br />

—Creo que estamos servidos, gracias —respondió él, con la<br />

mirada clavada en Julia mientras ella examinaba la caja, dándole<br />

vueltas.<br />

Al abrirla, encontró una tarjeta <strong>de</strong> visita y un bombón envuelto en<br />

papel metalizado dorado. En la tarjeta leyó:<br />

Brad Curtis, MBA<br />

Vicepresi<strong>de</strong>nte, Mercado <strong>de</strong> capitales<br />

Banco <strong>de</strong> Montreal<br />

Calle Bloor, oeste, n.º 55, 5.ª planta<br />

Toronto, Ontario<br />

Tel. 416-555-2525<br />

Al darle la vuelta, vio que había escrito una nota con una letra<br />

que <strong>de</strong>notaba confianza:<br />

Julia:<br />

Siento que hayamos empezado con mal pie.<br />

<strong>El</strong> chocolate me recuerda tus preciosos ojos.<br />

Brad<br />

Por favor, llámame: 416-555-1491<br />

<strong>El</strong>la le dio la vuelta a la tarjeta y sonrió. Brad bromeaba sobre el<br />

inci<strong>de</strong>nte, no pensaba que su timi<strong>de</strong>z fuera un obstáculo y no la había<br />

llamado «virgen» como si fuera una palabrota. Había elogiado sus ojos<br />

y le había hecho saber que le parecía atractiva.<br />

Con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, abrió el envoltorio y se metió el bombón en la<br />

boca. «Celestial.» ¿Cómo había sabido que le encantaba el chocolate<br />

caro? Tenía que ser el <strong>de</strong>stino. Cerró los ojos y pala<strong>de</strong>ó el sabor<br />

intenso, oscuro, pasándose la lengua por los labios para asegurarse<br />

<strong>de</strong> que no <strong>de</strong>sperdiciaba ni una pizca. Se le escapó un gemido<br />

involuntario.<br />

«¿Por qué no conocí a alguien así en mi primer año en Saint<br />

Joseph?»<br />

Mientras tanto, <strong>Gabriel</strong> se estaba mordiendo los nudillos <strong>de</strong> la<br />

mano <strong>de</strong>recha como un animal <strong>de</strong>squiciado. Una vez más, la visión <strong>de</strong><br />

la señorita Mitchell disfrutando <strong>de</strong> los pequeños placeres <strong>de</strong> la vida


estaba siendo uno <strong>de</strong> los espectáculos más eróticos que había<br />

presenciado nunca. Su manera <strong>de</strong> abrir los ojos al ver el bombón; el<br />

rubor que le había cubierto las mejillas al metérselo en la boca; el<br />

gemido; la lengua asomando para recoger los restos <strong>de</strong> chocolate <strong>de</strong><br />

sus labios rojos como el rubí... Era <strong>de</strong>masiado.<br />

Tenía que ponerle fin <strong>de</strong> alguna manera.<br />

—¿No te habrás comido eso?<br />

Julia volvió la cabeza bruscamente. Había estado tan perdida en<br />

las sensaciones cuasi orgásmicas inducidas por el bombón que se<br />

había olvidado <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Estaba <strong>de</strong>licioso.<br />

—Podrían haberte drogado. ¿Nadie te ha dicho que no <strong>de</strong>bes<br />

aceptar dulces <strong>de</strong> extraños, niña?<br />

—Supongo que esa norma no se aplica a las manzanas, ¿no,<br />

<strong>Gabriel</strong>?<br />

Él entornó los ojos ante el brusco cambio <strong>de</strong> tema. ¿Se había<br />

perdido algo?<br />

—Y no soy una niña —añadió, refunfuñando.<br />

—Pues <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> comportarte como si lo fueras. No pensarás<br />

guardar eso, ¿no?<br />

Señaló la caja que ella acababa <strong>de</strong> meter en el bolsito.<br />

—¿Por qué no? Parecía simpático.<br />

—¿Serías capaz? ¿Serías capaz <strong>de</strong> liarte con un hombre al que<br />

has conocido en un bar?<br />

Julia frunció el cejo y el labio inferior le empezó a temblar.<br />

—¡No me he liado con nadie! ¿Y tú? ¿No te has liado nunca con<br />

una mujer en un bar? ¿Y no te la has llevado a casa? Yo no lo he<br />

hecho nunca, aunque no veo que eso sea asunto tuyo, profesor.<br />

<strong>Gabriel</strong> se ruborizó. No podía contra<strong>de</strong>cirla, sería <strong>de</strong>masiado<br />

hipócrita por su parte. Pero algo <strong>de</strong> lo que había pasado entre ella y<br />

Gren<strong>de</strong>l, el banquero rubio, lo había alterado mucho, aunque aún no<br />

sabía exactamente qué había sido. Con un gesto <strong>de</strong> la mano, pidió<br />

otro whisky.<br />

Por su parte, Julia pidió otro Cosmopolitan, esperando que el<br />

combinado afrutado pero potente la ayudara a olvidarse <strong>de</strong>l hombre<br />

cautivador y cruel que estaba sentado a su lado, pero que nunca<br />

podría ser suyo.<br />

Cuando Rachel regresó y se <strong>de</strong>jó caer agotada en el asiento,<br />

Julia se excusó y buscó los servicios. La arrogancia y<br />

con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la ponían furiosa. Al parecer, no la


quería, pero tampoco quería que nadie más se le acercara. ¿Qué<br />

<strong>de</strong>monios le pasaba?<br />

Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se percató <strong>de</strong><br />

que había un hombre en el pasillo y tropezó con él. Cuando estaba a<br />

punto <strong>de</strong> caerse al suelo, el hombre la agarró.<br />

—Gracias —murmuró ella. Al levantar la cabeza, vio que se<br />

trataba <strong>de</strong> Ethan, el gorila <strong>de</strong> la entrada.<br />

—No pasa nada —dijo él, soltándola <strong>de</strong> inmediato.<br />

—Estaba buscando el baño.<br />

Ethan señaló con el teléfono móvil.<br />

—Está hacia el otro lado. —Y volviendo a mirar el mensaje <strong>de</strong><br />

texto que estaba escribiendo, exclamó—: ¡Maldita sea!<br />

—¿He roto algo?<br />

Él negó con la cabeza.<br />

—No, no. Es que tengo problemas... para expresarme.<br />

Julia le dirigió una sonrisa compasiva.<br />

—Lo siento.<br />

—Yo también. —Ethan la miró <strong>de</strong> arriba abajo y añadió—: Estoy<br />

impresionado. Emerson no suele venir nunca con compañía femenina.<br />

—¿Ah, no? ¿Por qué?<br />

<strong>El</strong> hombre rió con ironía.<br />

—¿Lo preguntas en serio? Mira a tu alre<strong>de</strong>dor. ¿Cuántas <strong>de</strong> las<br />

parejas que ves crees que han venido juntas?<br />

—Oh. ¿Y viene a menudo?<br />

—Eso vas a tener que preguntárselo a él.<br />

Julia se sintió mal.<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> su expresión, Ethan trató <strong>de</strong> tranquilizarla.<br />

—Eh, esta noche está aquí contigo. Eso <strong>de</strong>be <strong>de</strong> significar algo,<br />

sin duda.<br />

<strong>El</strong>la se miró las manos y jugueteó con sus uñas.<br />

—Bueno, en realidad no está conmigo. No soy más que una<br />

vieja amiga <strong>de</strong> su hermana.<br />

Tenía un aspecto tan triste, con aquellos enormes ojos castaños<br />

y el labio tembloroso, que Ethan trató <strong>de</strong> distraerla con lo primero que<br />

se le ocurrió.<br />

—Julianne, ¿no hablarás italiano, por casualidad?<br />

<strong>El</strong>la sonrió.<br />

—Me llamo Julia. Y <strong>de</strong> hecho, sí, estudio italiano en la<br />

universidad.<br />

Los ojos <strong>de</strong>l hombre se iluminaron.


—¿Podrías ayudarme a escribirle un mensaje <strong>de</strong> texto a mi<br />

novia? Es italiana y me gustaría impresionarla.<br />

—<strong>Gabriel</strong> lo habla mucho mejor que yo. Deberías pedírselo a él.<br />

Ethan la miró como si se hubiera vuelto loca.<br />

—Estás <strong>de</strong> broma, ¿no? No quiero que <strong>Gabriel</strong> se acerque a mi<br />

pareja. Veo cómo reaccionan las mujeres cuando está cerca. No<br />

pue<strong>de</strong> quitárselas <strong>de</strong> encima.<br />

Julia volvió a sentir náuseas, pero luchó contra ellas.<br />

—Por supuesto. ¿Qué quieres traducir?<br />

Ethan le entregó el teléfono y ella empezó a escribir palabras en<br />

italiano. Con alguna <strong>de</strong> las frases más íntimas se le escapó la risa,<br />

pero en general se quedó impresionada <strong>de</strong> que un tipo <strong>de</strong> aspecto tan<br />

duro e insensible como Ethan se molestara en asegurarle a su novia<br />

que la quería y que estaba manteniendo a raya a las clientas <strong>de</strong><br />

Lobby. Cuando estaba acabando, alguien tosió a sus espaldas.<br />

Julia alzó la vista y se encontró con un par <strong>de</strong> ojos azules muy<br />

enfadados.<br />

—Señor Emerson —saludó Ethan.<br />

—Ethan —contestó <strong>Gabriel</strong>.<br />

Julia pensó que sus oídos la habían engañado, pues le había<br />

parecido que la voz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> había sonado como un gruñido animal<br />

surgido <strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong> su pecho, pero no podía ser.<br />

Tras apretar el botón <strong>de</strong> ENVIAR, le <strong>de</strong>volvió el teléfono a Ethan.<br />

—Ya está. Listo.<br />

—Gracias, Julia. Te <strong>de</strong>bo una copa —dijo, antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse<br />

con una inclinación <strong>de</strong> cabeza y <strong>de</strong>saparecer.<br />

<strong>El</strong>la se dirigió hacia el baño.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> crees que vas? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, siguiéndola.<br />

—Al servicio <strong>de</strong> señoras, aunque no sabía que fuera asunto<br />

tuyo.<br />

Él la sujetó por la muñeca y no pudo resistirse a acariciarle con<br />

el pulgar las venas que latían bajo su pálida piel.<br />

Julia ahogó una exclamación.<br />

<strong>Gabriel</strong> tiró <strong>de</strong> ella, arrastrándola hasta un pasillo largo y oscuro<br />

y empujándola contra la pared. Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> acariciarle la muñeca,<br />

sintió cómo el pulso se le aceleraba y apoyó la otra mano en la pared,<br />

a la altura <strong>de</strong> su hombro. Estaba atrapada.<br />

Se permitió un momento para aspirar su aroma a vainilla<br />

mientras se pasaba la lengua por los labios, pero no parecía contento<br />

en absoluto.


—¿Por qué le has dado tu número <strong>de</strong> teléfono? Ethan vive con<br />

una mujer. ¿Por qué <strong>de</strong> repente te llama Julia y te invita a copas?<br />

—¡Me llama Julia porque ése es mi nombre! Tú eres el único que<br />

no lo usa. Y, a estas alturas, aunque quisieras hacerlo, te diría que no.<br />

Será mejor que <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong>lante me llames señorita Mitchell. Y no<br />

le he dado mi número <strong>de</strong> teléfono.<br />

—¿Cómo que no? Te he visto. Se lo estabas anotando. ¿Con<br />

cuántos hombres a la vez piensas quedar?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza, <strong>de</strong>masiado enfadada para respon<strong>de</strong>r, y<br />

trató <strong>de</strong> escabullirse por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su brazo, pero él la atrapó por la<br />

cintura.<br />

—Baila conmigo.<br />

—¡Ja! ¡Ni <strong>de</strong> coña!<br />

—No seas rebel<strong>de</strong>.<br />

—Sólo estoy empezando a ser rebel<strong>de</strong>, profesor.<br />

—Ten cuidado —susurró él en tono amenazador.<br />

Julia sintió que un escalofrío le recorría la espalda.<br />

—¿Por qué no me clavas un puñal en el corazón y acabamos<br />

antes? —susurró, mirándolo fijamente—. ¿No me has hecho ya<br />

bastante daño?<br />

<strong>Gabriel</strong> la soltó inmediatamente y se tambaleó hacia atrás.<br />

—Julianne. —Su tono estaba a medio camino entre un reproche<br />

y una pregunta. Frunció el cejo, muy disgustado. No estaba enfadado.<br />

Más bien parecía herido—. ¿Tan perverso soy? —murmuró.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza, con los hombros hundidos.<br />

—No tengo ningún <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacerte daño. Todo lo contrario<br />

—dijo él al ver que había vuelto a adoptar una postura sumisa y le<br />

buscó la boca con la mirada. Vio que el labio inferior le temblaba. Y<br />

también que no sabía adón<strong>de</strong> mirar.<br />

«Está asustada, payaso. Afloja un poco.»<br />

—Antes has dicho que no te había invitado a bailar. Te invito<br />

ahora —añadió, suavizando mucho su tono <strong>de</strong> voz—. Julianne, ¿me<br />

harías el honor <strong>de</strong> bailar conmigo, por favor?<br />

Y sonrió con la cabeza un poco la<strong>de</strong>ada, un gesto que usaba<br />

mucho cuando quería seducir a una mujer, pero que no tuvo el efecto<br />

<strong>de</strong>seado, porque Julia no alzó la vista. Alargando la mano, volvió a<br />

acariciarle la muñeca, como si estuviera pidiéndole disculpas a su piel,<br />

aunque ésta no las habría aceptado <strong>de</strong> haber podido hablar.<br />

Julia se llevó a mano al cuello instintivamente, como si estuviera<br />

sufriendo un latigazo cervical por culpa <strong>de</strong> su vaivén emocional. Al


levantar la vista hacia su garganta blanca como la nieve, <strong>Gabriel</strong> volvió<br />

a fijarse en sus venas azules, que vibraban con cada latido.<br />

«Como un colibrí —pensó—. Tan diminuta, tan frágil. Ten<br />

cuidado...»<br />

Julia tragó saliva y buscó una salida con la vista.<br />

—Por favor —insistió <strong>Gabriel</strong>, con los ojos brillándole en la<br />

oscuridad.<br />

—No sé bailar.<br />

—Estabas bailando hace un momento.<br />

—Bailar lento es distinto. Te pisaré y te haré daño con los<br />

tacones. O tropezaré y acabaré en el suelo y te sentirás avergonzado.<br />

Ya estás bastante enfadado conmigo... —<strong>El</strong> labio le empezó a temblar<br />

<strong>de</strong> un modo más evi<strong>de</strong>nte.<br />

Él dio un paso hacia ella, que se apretó contra la pared casi<br />

como si tratara <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer a través <strong>de</strong>l muro. <strong>Gabriel</strong> le cogió la<br />

mano y se la llevó a los labios ceremoniosamente. Con una sonrisa<br />

<strong>de</strong>cidida, se inclinó y le acercó la boca a la oreja. La piel <strong>de</strong> Julia<br />

vibraba con su cercanía y la cali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su aliento.<br />

—Julianne, ¿cómo podría estar enfadado con alguien tan dulce?<br />

Te prometo que no me enfadaré ni me sentiré humillado. Ya verás<br />

como sí sabes bailar —susurró. Su voz era suave pero <strong>de</strong>cidida;<br />

seductora y sexual; whisky escocés y licor <strong>de</strong> menta—. Ven conmigo.<br />

Al tomarla <strong>de</strong> la mano, un nuevo escalofrío le recorrió el brazo.<br />

Mientras <strong>Gabriel</strong> esperaba su reacción, ella se quedó muy quieta. Se<br />

sentía muy rara. Un momento antes estaba temblando, pero en ese<br />

instante parecía no po<strong>de</strong>r moverse.<br />

—Por favor, profesor —le rogó con un hilo <strong>de</strong> voz, con los ojos<br />

clavados en su pecho.<br />

—Pensaba que esta noche éramos <strong>Gabriel</strong> y Julianne.<br />

—En realidad no quieres bailar conmigo. Es el whisky el que<br />

habla por tu boca.<br />

Él enarcó las cejas. Habría respondido <strong>de</strong> mala manera, pero se<br />

reprimió. Lo estaba provocando. Parecía que supiera exactamente qué<br />

botones tenía que pulsar para que saltara.<br />

—Sólo un baile. No es mucho pedir.<br />

—¿Por qué quieres bailar con una virgen? —murmuró ella,<br />

súbitamente fascinada por la punta <strong>de</strong> sus zapatos.<br />

<strong>Gabriel</strong> se puso tenso.<br />

—No quiero bailar con una virgen, quiero bailar contigo,<br />

Julianne. Pensaba que tú también querrías bailar con alguien que no


fuera a acosarte en la pista y que no se tomara liberta<strong>de</strong>s contigo en<br />

un club lleno <strong>de</strong> hombres sexualmente agresivos.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con escepticismo, pero no dijo nada.<br />

—Estoy tratando <strong>de</strong> mantener a los lobos a raya —añadió<br />

<strong>Gabriel</strong> en voz baja.<br />

«Un león manteniendo a raya a los lobos —pensó ella—. Muy<br />

a<strong>de</strong>cuado.»<br />

Pero él no parecía tomárselo a broma. Sus intensos ojos azules<br />

la mantenían clavada en el sitio.<br />

—Si bailas conmigo, aunque sólo sea una vez, nadie te<br />

molestará. Y eso será muy <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cer —aclaró con una débil<br />

sonrisa—. Con suerte, nadie volverá a acercarse a ti y podré bajar la<br />

guardia durante el resto <strong>de</strong> la noche.<br />

A ella no le hizo ninguna gracia, pero se dio cuenta <strong>de</strong> que era<br />

una tontería discutir con él. A esas alturas <strong>de</strong> la vida estaba<br />

acostumbrado a salirse con la suya.<br />

«Pero no siempre fue así. ¿No es cierto, <strong>Gabriel</strong>?»<br />

—¿Qué quieres que bailemos? —preguntó él, con una mano<br />

apoyada en la parte baja <strong>de</strong> su espalda, mientras volvían al<br />

reservado—. Pediré que pongan lo que tú quieras. ¿Qué tal los Nine<br />

Inch Nails? Podría pedir Closer.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió para que viera que estaba bromeando, pero Julia<br />

no se dio cuenta, porque estaba mirando el suelo para no tropezar y<br />

no avergonzar a <strong>El</strong> Profesor. Sin embargo, en cuanto el nombre <strong>de</strong> la<br />

canción salió <strong>de</strong> sus labios, se quedó petrificada.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo tan bruscamente que fue él quien casi chocó contra<br />

su espalda. <strong>Gabriel</strong> sintió la tensión <strong>de</strong> su cuerpo con la punta <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>dos y se arrepintió <strong>de</strong> haber pronunciado el nombre <strong>de</strong>l grupo. La<br />

ro<strong>de</strong>ó para mirarla a la cara y lo que vio lo <strong>de</strong>jó muy preocupado.<br />

—Julianne, mírame.<br />

<strong>El</strong>la contuvo la respiración.<br />

—Por favor —insistió él.<br />

Obedientemente, Julia levantó la vista y lo miró a través <strong>de</strong> sus<br />

largas pestañas. Vio que estaba asustada y, sobre todo, muy<br />

incómoda y se le encogió el estómago.<br />

—Ha sido una broma... <strong>de</strong> mal gusto. No ha tenido ninguna<br />

gracia. Nunca pediría esa canción para bailar contigo. Sería una<br />

blasfemia horrible someter a alguien como tú a unas palabras como<br />

ésas.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó, confusa.


—He sido un auténtico... stronzo esta noche. Pero elegiré algo<br />

bonito. Te lo prometo.<br />

No queriendo soltarla por miedo a que saliera huyendo, se la<br />

llevó con él hasta la cabina <strong>de</strong> DJ y, <strong>de</strong>slizando un billete en su<br />

dirección, susurró su petición. <strong>El</strong> DJ sonrió y asintió, saludando a Julia<br />

con la mano antes <strong>de</strong> ponerse a buscar su encargo.<br />

<strong>Gabriel</strong> la guió hasta la pista <strong>de</strong> baile y la acercó a él, aunque no<br />

<strong>de</strong>masiado. Se fijó en que sus manos, mucho más pequeñas que las<br />

suyas, habían empezado a sudar. Ni se le ocurrió pensar que esa<br />

reacción pudiese tener algo que ver con la canción <strong>de</strong> los Nine Inch<br />

Nails que había mencionado. Lo que pensó fue que Julia le tenía una<br />

gran antipatía y que él había empeorado las cosas con su prepotencia<br />

y sus modales insultantes, cuando lo único que pretendía era<br />

ahuyentar a los lobos que habían acudido a olisquear sus faldas.<br />

«¿Y por qué tengo que preocuparme yo <strong>de</strong> quién se le acerca?<br />

Ya no es una niña. Ni siquiera somos amigos.»<br />

<strong>El</strong>la se estremeció y <strong>Gabriel</strong> volvió a lamentar haber sido tan<br />

brusco. Era un ser <strong>de</strong>licado y evi<strong>de</strong>ntemente muy sensible. No <strong>de</strong>bería<br />

haber mencionado que había notado que era virgen. Había sido un<br />

comentario zafio. Grace se habría sentido horrorizada, y con razón.<br />

Trataría <strong>de</strong> compensarla. Trataría <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarle a la hermosa<br />

Julianne que era capaz <strong>de</strong> comportarse como un caballero.<br />

Sujetándola con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za por la cintura, la acercó un poco más. La<br />

respiración <strong>de</strong> ella se aceleró inmediatamente.<br />

—Relájate —susurró él, rozándole la mejilla con los labios<br />

acci<strong>de</strong>ntalmente.<br />

Sus cuerpos se acercaron hasta que sus pechos entraron en<br />

contacto separados sólo por la ropa. <strong>El</strong> pecho masculino, duro y<br />

fuerte, contrastaba con el suave y blando <strong>de</strong> ella. <strong>Gabriel</strong> bailó,<br />

comportándose <strong>de</strong> un modo irreprochable.<br />

Julia no reconoció la canción que había pedido. La vocalista<br />

cantaba en español y, aunque no entendía la letra, reconoció las<br />

palabras «bésame mucho». Sabía poco español, pero lo suficiente<br />

para enten<strong>de</strong>r eso. Moviéndose al compás <strong>de</strong>l lento ritmo latino,<br />

<strong>Gabriel</strong> la guió como un experto por la pista <strong>de</strong> baile. Que hubiera<br />

elegido una canción tan romántica hizo que ella se ruborizara.<br />

«Te besé mucho, <strong>Gabriel</strong>, durante una única y gloriosa noche.<br />

Pero tú no te acuerdas. Me pregunto si te acordarías si te besara otra<br />

vez...»<br />

Notó que el <strong>de</strong>do meñique <strong>de</strong> él rozaba la tira <strong>de</strong>l tanga por


encima <strong>de</strong>l vestido y se preguntó si sabría lo que estaba tocando. Al<br />

pensar que probablemente sí, sintió que la piel se le encendía.<br />

Disimuló fijando la mirada en los botones <strong>de</strong> la camisa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Sería mejor que me miraras a los ojos. Te sería más fácil<br />

seguirme.<br />

Al hacerlo, vio que la estaba mirando con una sonrisa amplia y<br />

genuina que hacía muchos años que no veía en su cara. Aunque el<br />

corazón le dio un brinco, Julia le <strong>de</strong>volvió la sonrisa y, por un instante,<br />

bajó la guardia, aunque por el momento eso era lo único que pensaba<br />

bajar.<br />

La expresión <strong>de</strong> él se volvió más solemne.<br />

—Tu cara me resulta familiar. ¿Estás segura <strong>de</strong> que Rachel no<br />

nos presentó durante alguna <strong>de</strong> mis visitas?<br />

Los ojos <strong>de</strong> Julia se iluminaron esperanzados.<br />

—No, Rachel no nos presentó, pero...<br />

—Habría jurado que nos habíamos visto antes —la interrumpió<br />

él, arrugando la frente.<br />

—<strong>Gabriel</strong> —dijo ella, tratando <strong>de</strong> revelarle la verdad con la<br />

mirada.<br />

Pero él respiró hondo, negando con la cabeza.<br />

—No, supongo que no. Pero me recuerdas a la Beatriz <strong>de</strong>l<br />

cuadro <strong>de</strong> Holiday. ¿No te parece curioso que tú también tengas ese<br />

cuadro en tu habitación?<br />

Si <strong>Gabriel</strong> hubiera sabido qué buscar, o si se hubiera fijado un<br />

poco más, habría visto que el brillo esperanzado <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> los<br />

ojos <strong>de</strong> Julia.<br />

Ésta se mordió el labio inferior.<br />

—Un... un amigo me habló <strong>de</strong> ese cuadro. Por eso compré la<br />

lámina.<br />

—Tu amigo tenía buen gusto.<br />

La respuesta <strong>de</strong> ella le molestó, pero le quitó importancia<br />

diciéndose que lo que le molestaba era que hubiera vuelto a tensarse<br />

entre sus brazos. Suspiró y apoyó la frente en la suya, acariciándole el<br />

rostro con su aliento.<br />

Olía a Laphroaig y a algo genuinamente suyo y potencialmente<br />

peligroso, pensó Julia.<br />

—Julianne, te prometo que no te mor<strong>de</strong>ré. No estés tan tensa.<br />

Aunque sabía que <strong>Gabriel</strong> estaba tratando <strong>de</strong> hacerla sentir<br />

cómoda, se tensó un poco más. Estaba harta <strong>de</strong> su temperamento<br />

voluble. No era una marioneta con la que pudiera jugar <strong>de</strong>pendiendo


<strong>de</strong> sus cambios <strong>de</strong> humor. No podía librarse <strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> que<br />

todo aquello había sido provocado por un banquero rubio que le había<br />

enviado un bombón. Más que un baile, era una oportunidad <strong>de</strong><br />

proclamar su supremacía.<br />

—No me parece que esto sea muy profesional —dijo ella,<br />

molesta.<br />

La sonrisa <strong>de</strong> él se <strong>de</strong>svaneció y sus ojos <strong>de</strong>stellaron.<br />

—No lo es, señorita Mitchell. No estoy siendo profesional<br />

contigo. En mi <strong>de</strong>fensa, sólo puedo alegar que quería bailar con la<br />

chica más bonita <strong>de</strong>l club.<br />

La preciosa boca <strong>de</strong> Julia se abrió ligeramente, pero en seguida<br />

apretó los labios con fuerza.<br />

—No te creo.<br />

—¿Qué es lo que no crees? ¿Que eres <strong>de</strong> lejos la mujer más<br />

hermosa que hay aquí esta noche, con el <strong>de</strong>bido respeto para mi<br />

hermana? ¿O que un cabrón insensible como yo quiera bailar una<br />

canción romántica contigo?<br />

—No te burles <strong>de</strong> mí.<br />

—No lo estoy haciendo, Julianne.<br />

Cuando la sujetó con más fuerza por la zona lumbar, ella ahogó<br />

una exclamación. <strong>Gabriel</strong> había esperado provocarle una reacción,<br />

pero sus propias entrañas eran las que habían reaccionado. Pero lo<br />

que él no sabía era que no era la primera vez que la tenía agarrada <strong>de</strong><br />

esa manera. Había sido el primer hombre en hacerlo y la piel <strong>de</strong> Julia<br />

nunca había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> añorar su contacto.<br />

Cuando la excitación dio paso a la indignación, <strong>Gabriel</strong> la<br />

observó divertido.<br />

—Cuando no estás frunciendo el cejo y me miras con tus ojos<br />

gran<strong>de</strong>s y dulces, eres muy bonita. Eres atractiva siempre, pero en<br />

esos momentos pareces un ángel. Casi como si fueras... Te pareces<br />

a...<br />

La miró como si la hubiera reconocido y Julia <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> bailar.<br />

Apretándole la mano, lo miró a los ojos, animándolo a recordar.<br />

—¿A quién, <strong>Gabriel</strong>? ¿A quién te recuerdo?<br />

La cara <strong>de</strong> él perdió toda expresión. Negó con la cabeza y sonrió<br />

tristemente.<br />

—Ha sido una ilusión pasajera. No te preocupes, señorita<br />

Mitchell, el baile casi ha llegado a su fin. Pronto te librarás <strong>de</strong> mí.<br />

—Ojalá pudiera —murmuró ella.<br />

—¿Qué has dicho? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, pegando su frente a la


suya una vez más.<br />

Sin pensar en que su acción iba a resultar <strong>de</strong>masiado íntima, le<br />

soltó la mano y le apartó un mechón <strong>de</strong> cabello <strong>de</strong> la cara,<br />

aprovechando para rozarle la piel <strong>de</strong>l cuello con los nudillos mucho<br />

más tiempo <strong>de</strong>l necesario.<br />

—Eres preciosa —susurró.<br />

—Me siento como Cenicienta. Rachel me ha comprado el<br />

vestido y los zapatos —replicó ella, cambiando totalmente <strong>de</strong> tema.<br />

<strong>Gabriel</strong> bajó la mano.<br />

—¿De verdad te sientes como Cenicienta?<br />

Julia asintió.<br />

—Cuesta tan poco hacerte feliz... —reflexionó él en voz alta—.<br />

<strong>El</strong> vestido es precioso. Rachel <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> saber que el lila es tu color<br />

favorito.<br />

—¿Cómo sabes que el lila es mi color favorito?<br />

—En tu apartamento hay cosas lila por todas partes.<br />

<strong>El</strong>la hizo una mueca y <strong>de</strong>svió la vista al recordar su primera y<br />

única visita a su agujero <strong>de</strong> hobbit.<br />

<strong>Gabriel</strong> quería que lo mirara a él. Sólo a él.<br />

—Y los zapatos son exquisitos —añadió, mirándola <strong>de</strong> arriba<br />

abajo.<br />

<strong>El</strong>la se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Tengo miedo <strong>de</strong> caerme.<br />

—No lo permitiré.<br />

—Rachel es muy generosa.<br />

—Lo es. Igual que lo era Grace.<br />

Julia asintió.<br />

—Pero no como yo. —Las palabras que salieron <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> él<br />

sonaron más como una pregunta que como una afirmación.<br />

—Yo no he dicho eso. De hecho, creo que pue<strong>de</strong>s ser muy<br />

generoso cuando quieres.<br />

—¿Cuando quiero?<br />

—Sí. Estaba hambrienta y tú me diste <strong>de</strong> comer. —«Dos veces»,<br />

añadió para sus a<strong>de</strong>ntros.<br />

—¿Estabas hambrienta? —repitió <strong>Gabriel</strong> horrorizado, con la voz<br />

ronca y <strong>de</strong>jando <strong>de</strong> bailar—. ¿Estás pasando hambre? —Sus ojos se<br />

convirtieron en dos piedras preciosas, frías como el hielo y su voz se<br />

enfrió a la temperatura <strong>de</strong>l agua que corre bajo un glaciar.<br />

—No literalmente, profesor, sólo he echado <strong>de</strong> menos algunas<br />

cosas. Filetes. Y manzanas. —Lo miró con timi<strong>de</strong>z, tratando <strong>de</strong>


calmarlo.<br />

Pero él estaba <strong>de</strong>masiado alterado como para darse cuenta <strong>de</strong><br />

la referencia a las manzanas. Se le había hecho un nudo en la<br />

garganta al enfrentarse a la realidad <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> muchos estudiantes.<br />

Una realidad con la que estaba familiarizado, pero que no podía<br />

soportar ligada a la señorita Mitchell. No era <strong>de</strong> extrañar que estuviera<br />

tan <strong>de</strong>lgada y pálida.<br />

—Dime la verdad. ¿Te llega el dinero para vivir? Si no, el lunes<br />

iré a hablar con el jefe <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento y haré que te suban el<br />

importe <strong>de</strong> la beca. No, mejor te doy mi American Express esta misma<br />

noche. Por el amor <strong>de</strong> Dios, no pienso permitir que pases hambre.<br />

Julia lo contemplaba en silencio, estupefacta por su reacción.<br />

—Estoy bien, profesor. Si me organizo, tengo suficiente dinero. Y<br />

cocinar en mi apartamento no es cómodo, pero no paso hambre.<br />

Muy lentamente, <strong>Gabriel</strong> volvió a bailar, guiándola con suavidad<br />

por la pista <strong>de</strong> baile.<br />

Bajando la vista hacia sus pies, preguntó:<br />

—¿Vas a tener que ven<strong>de</strong>r los zapatos para comprar comida?<br />

¿O para pagar el alquiler?<br />

—¡Por supuesto que no! Son un regalo <strong>de</strong> Grace. Más o menos.<br />

Nunca me <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>ré <strong>de</strong> ellos. Pase lo que pase.<br />

—¿Me prometes que si alguna vez necesitas dinero acudirás a<br />

mí? ¿Por la memoria <strong>de</strong> Grace?<br />

Julia apartó la vista y guardó silencio.<br />

Él suspiró y añadió en voz más baja:<br />

—Sé que no me he ganado tu confianza, pero te pido que en<br />

esto y sólo en esto confíes en mí. ¿Me lo prometes?<br />

<strong>El</strong>la inspiró hondo y contuvo el aire.<br />

—¿Tan importante es para ti?<br />

—Ni te lo imaginas. Muchísimo.<br />

Julia soltó entonces el aire ruidosamente.<br />

—En ese caso, sí. Te lo prometo.<br />

—Gracias —dijo <strong>Gabriel</strong>, aliviado.<br />

—Rachel y Grace siempre se portaron muy bien conmigo,<br />

especialmente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> mi madre.<br />

—¿Cuándo murió tu madre?<br />

—Durante mi último año <strong>de</strong> instituto. En aquella época yo ya<br />

estaba viviendo con mi padre en Selinsgrove. <strong>El</strong>la vivía en San Luis.<br />

—Lo siento.<br />

—Gracias. —Julia abrió la boca como si fuera a <strong>de</strong>cir algo más,


pero se quedó callada.<br />

—No pasa nada —susurró él—. Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir lo que quieras.<br />

La animó con la mirada y, por un momento, Julia se olvidó <strong>de</strong> lo<br />

que quería <strong>de</strong>cir. Pero se obligó a concentrarse.<br />

—Iba a <strong>de</strong>cir que si alguna vez necesitas hablar con alguien...<br />

sobre Grace... Quiero <strong>de</strong>cir que... sé que Rachel va a volver pronto a<br />

Fila<strong>de</strong>lfia y... bueno, yo seguiré aquí. No será muy profesional, pero<br />

bueno, eso.<br />

Evitó mirarlo a los ojos y <strong>Gabriel</strong> notó que se estaba tensando<br />

otra vez, como si esperara que pasara algo horrible.<br />

«¿Qué le he hecho a esta pobre criatura? Está aterrorizada.<br />

Tiene miedo <strong>de</strong> que empiece a gritarle en medio <strong>de</strong> toda esta gente.»<br />

Sabía que se había ganado a pulso su <strong>de</strong>sconfianza, así que<br />

optó por colmarla <strong>de</strong> amabilidad... al menos hasta que la canción<br />

terminase y volvieran a asumir sus roles profesionales. Entonces<br />

seguiría siendo amable, pero distante.<br />

—Julianne, mírame. No tengo ninguna regla en contra <strong>de</strong> que la<br />

gente me mire a los ojos.<br />

<strong>El</strong>la levantó la vista, no muy convencida.<br />

—Es una oferta muy generosa. Gracias. No me gusta hablar <strong>de</strong><br />

ciertas cosas, pero lo tendré en cuenta. —Sonrió y, esa vez, mantuvo<br />

la sonrisa—. Posees amabilidad y caridad, dos <strong>de</strong> las principales<br />

virtu<strong>de</strong>s. De hecho, estoy seguro <strong>de</strong> que posees las siete.<br />

«Especialmente, la castidad», pensaron los dos a la vez. «Y él<br />

cree que la castidad es algo digno <strong>de</strong> burla», pensó Julia.<br />

—Nunca había bailado así con nadie —confesó, melancólica.<br />

—Pues me alegro <strong>de</strong> ser el primero —replicó él, apretándole la<br />

mano cariñosamente.<br />

Julia se quedó inmóvil.<br />

—Julianne, ¿qué te pasa?<br />

Los ojos <strong>de</strong> ella se nublaron y la piel se le enfrió rápidamente. <strong>El</strong><br />

rubor que se había extendido por sus mejillas un par <strong>de</strong> minutos antes<br />

<strong>de</strong>sapareció por completo, <strong>de</strong>jándole la piel más que blanca,<br />

translúcida, como papel <strong>de</strong> arroz. Tenía la vista clavada en algún lugar<br />

lejos <strong>de</strong> allí. Cuando <strong>Gabriel</strong> le apretó el trasero, fue como si no lo<br />

notara.<br />

Cuando salió <strong>de</strong> aquella especie <strong>de</strong> trance, él trató <strong>de</strong> hacerla<br />

hablar, pero estaba <strong>de</strong>masiado alterada para ello. <strong>Gabriel</strong> no tenía ni<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué le había pasado, por lo que optó por ser pru<strong>de</strong>nte y le<br />

pidió a Rachel con un gesto que la acompañara al baño <strong>de</strong> señoras.


Luego se acercó a la barra y encargó un whisky doble, que se bebió<br />

antes <strong>de</strong> que regresaran.<br />

En ese momento tomó una <strong>de</strong>cisión: era hora <strong>de</strong> volver a casa.<br />

Era obvio que la señorita Mitchell no se encontraba bien y <strong>El</strong> Vestíbulo<br />

no era un lugar a<strong>de</strong>cuado para ella en ninguna circunstancia.<br />

Sabía que en algún momento <strong>de</strong> la noche los hombres se<br />

emborracharían y tendrían las manos <strong>de</strong>masiado largas y las mujeres<br />

se emborracharían también y se pondrían cachondas. No quería<br />

exponer a su hermana ni a la virginal señorita Mitchell a cualquiera <strong>de</strong><br />

esos tipos <strong>de</strong> comportamiento. Así que pagó la cuenta y le pidió a<br />

Ethan que les consiguiera dos taxis. Pensaba darle una buena propina<br />

al taxista <strong>de</strong> la señorita Mitchell para que <strong>de</strong>jara a ésta en la puerta <strong>de</strong><br />

su casa y esperara hasta que estuviera a salvo en el interior.<br />

Pero por <strong>de</strong>sgracia para él, Rachel tenía sus propios planes.<br />

—¡Buenas noches, Julia! Te veo luego en casa, <strong>Gabriel</strong>. Gracias<br />

por acompañarla a casa —dijo, entrando en uno <strong>de</strong> los taxis, cerrando<br />

la puerta <strong>de</strong> golpe y alargándole un billete <strong>de</strong> veinte dólares al taxista<br />

para que arrancara antes <strong>de</strong> que su hermano pudiera preguntarle<br />

nada.<br />

Era obvio que estaba tratando <strong>de</strong> lanzarlos al uno en brazos <strong>de</strong>l<br />

otro. Sin embargo, era menos probable que Rachel se encontrara con<br />

algún in<strong>de</strong>seable en el vestíbulo <strong>de</strong>l edificio Manulife, don<strong>de</strong> siempre<br />

había un vigilante <strong>de</strong> guardia, que la señorita Mitchell en la avenida<br />

Madison. Así que no pudo enfadarse <strong>de</strong>masiado con ella.<br />

Ayudó a Julia a entrar en el otro taxi antes <strong>de</strong> entrar él. Cuando<br />

se <strong>de</strong>tuvieron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su bloque <strong>de</strong> pisos, le indicó al taxista que lo<br />

esperara. La acompañó hasta la puerta y aguardó mientras ella<br />

buscaba las llaves. Por supuesto, se le cayeron al suelo, porque<br />

seguía alterada por lo que había pasado en el club. <strong>Gabriel</strong> las recogió<br />

y abrió. Al <strong>de</strong>volvérselas, le acarició la mano con un <strong>de</strong>do y se la<br />

quedó mirando con expresión enigmática.<br />

Julia inspiró hondo y empezó a hablarles a sus zapatos negros<br />

—que eran un poco <strong>de</strong>masiado lujosos y brillantes incluso para<br />

<strong>Gabriel</strong>—, porque no podía <strong>de</strong>cir lo que tenía que <strong>de</strong>cir mirando<br />

aquellos ojos preciosos pero tan fríos.<br />

—Profesor Emerson, quiero darle las gracias por abrirme las<br />

puertas y por bailar conmigo. Estoy segura <strong>de</strong> que se ha sentido mal<br />

por tener que comportarse así con una estudiante. Sé que sólo tolera<br />

mi presencia porque Rachel está aquí y que, cuando se marche, todo<br />

volverá a la normalidad entre nosotros. Prometo que no le diré nada a


nadie. Se me da muy bien guardar secretos.<br />

»Voy a solicitar un cambio <strong>de</strong> director <strong>de</strong> proyecto. Sé que<br />

piensa que no soy <strong>de</strong>masiado brillante y que si no pidió el cambio fue<br />

porque sintió lástima al ver mi apartamento. Es evi<strong>de</strong>nte que piensa<br />

que no estoy a su altura y que le resulta muy duro tener que tratar con<br />

una estudiante virgen y tonta. Así que, adiós.<br />

Con el corazón encogido, se volvió para entrar en el edificio.<br />

—¿Has terminado? —preguntó él, barrándole el paso.<br />

Julia alzó la vista, temblando al oír la dureza en su voz.<br />

—Tú has dicho lo que querías <strong>de</strong>cir. Creo que las leyes <strong>de</strong> la<br />

cortesía me otorgan el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> réplica. —Se apartó <strong>de</strong> la puerta y<br />

se la quedó mirando fijamente, con furia reprimida—. Te abro las<br />

puertas porque es así como se trata a las damas, y tú, señorita<br />

Mitchell, eres una dama. Sé que yo no siempre me comporto como un<br />

caballero, aunque Grace intentó inculcármelo.<br />

»Rachel es una chica muy dulce, pero <strong>de</strong>masiado sentimental. Si<br />

por ella fuera, estaría recitando sonetos bajo tu ventana, como un<br />

adolescente. Así que vamos a <strong>de</strong>jar a mi hermana fuera <strong>de</strong> todo esto,<br />

¿<strong>de</strong> acuerdo?<br />

»Por lo que a ti respecta, si Grace te adoptó como me adoptó a<br />

mí, quiere <strong>de</strong>cir que vio en ti algo muy especial. <strong>El</strong>la tenía un modo<br />

muy particular <strong>de</strong> curar a la gente, gracias al amor. Por <strong>de</strong>sgracia, en<br />

tu caso, igual que en el mío, probablemente llegó <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>.<br />

Julia levantó la vista al oír esas últimas palabras. Habría querido<br />

preguntarle a qué se refería, pero no se atrevió.<br />

—Te he pedido que bailaras conmigo porque me apetecía estar<br />

contigo. Tienes una mente brillante y una personalidad encantadora.<br />

Si quieres otro director, no me opondré, pero francamente, me<br />

<strong>de</strong>cepcionas. No creía que fueras <strong>de</strong> las que se rin<strong>de</strong>n ante la primera<br />

dificultad.<br />

»Y si piensas que hago cosas por lástima es que no me<br />

conoces. Soy un cabrón egoísta y egocéntrico que no suele darse<br />

cuenta <strong>de</strong> los problemas <strong>de</strong> la gente que lo ro<strong>de</strong>a. ¡Maldito sea tu<br />

discurso, maldita sea tu baja autoestima y maldito sea el curso <strong>de</strong><br />

especialización! —resopló, tratando <strong>de</strong> no per<strong>de</strong>r la compostura—. Tu<br />

virginidad no es algo <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bas avergonzarte y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no<br />

es asunto mío. Sólo quería hacerte sonreír y...<br />

Se calló y le acarició la barbilla. Luego le levantó la cara con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za hasta que sus ojos se encontraron.<br />

Se inclinó hacia ella hasta que sus labios quedaron a escasos


centímetros <strong>de</strong> distancia. Estaban tan cerca que Julia podía notar su<br />

aliento en la cara.<br />

«Whisky escocés y licor <strong>de</strong> menta.»<br />

Los dos aspiraron, empapándose <strong>de</strong>l aliento <strong>de</strong>l otro. <strong>El</strong>la cerró<br />

los ojos y se hume<strong>de</strong>ció el labio inferior, esperando.<br />

—Facilis <strong>de</strong>scensus Averni —susurró él y sus palabras agoreras<br />

y premonitorias golpearon a Julia en el alma—. Qué fácil es <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />

al <strong>infierno</strong>.<br />

En<strong>de</strong>rezando la espalda, le soltó la barbilla y se dirigió al taxi,<br />

cerrando la puerta con un golpe seco.<br />

Julia abrió los ojos y vio que el coche se alejaba. Las piernas le<br />

temblaban tanto que tuvo que apoyarse en la pared para no caerse.


10<br />

Durante algunos instantes, en Lobby, Julia había estado segura<br />

<strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> se acordaba <strong>de</strong> ella. Pero no habían sido más que eso:<br />

instantes fugaces y etéreos que habían <strong>de</strong>saparecido como telarañas<br />

arrastradas por el viento. Y ella, que era una persona muy honesta,<br />

empezó a dudar <strong>de</strong> todo.<br />

Tal vez su primer encuentro con <strong>Gabriel</strong> no había sido más que<br />

un sueño. Tal vez se había enamorado <strong>de</strong> su fotografía y se había<br />

imaginado los acontecimientos que siguieron a la partida <strong>de</strong> Rachel y<br />

Aaron. Tal vez se había quedado dormida sola en el huerto <strong>de</strong><br />

manzanos y todo había sido la ilusión solitaria y <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong> una<br />

jovencita <strong>de</strong> un hogar <strong>de</strong>sestructurado que nunca se había sentido<br />

amada.<br />

Era posible.<br />

Cuando todo el mundo cree una cosa y tú eres el único que<br />

piensa <strong>de</strong> otro modo, la tentación <strong>de</strong> integrarte en el grupo es enorme.<br />

Lo único que Julia tenía que hacer era olvidar, negar, suprimir. Y<br />

volvería a ser una persona como las <strong>de</strong>más.<br />

Pero ella era <strong>de</strong>masiado fuerte para rendirse. No había querido<br />

montar un número en el club cuando <strong>Gabriel</strong> le había echado en cara<br />

su virginidad, porque habría sido llamar la atención sobre un hecho <strong>de</strong>l<br />

que se sentía un poco avergonzada. Y tampoco había querido<br />

obligarlo a reconocerla ni a reconocer que habían pasado una noche<br />

juntos, ya que tenía un corazón puro y no le gustaba forzar a nadie a<br />

nada.<br />

Cuando vio la confusión en la cara <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> mientras estaban<br />

bailando y se dio cuenta <strong>de</strong> que su mente no le permitía recordar, Julia<br />

lo <strong>de</strong>jó correr. La preocupaba lo que un súbito reconocimiento podía<br />

provocar en él y el temor a que su cerebro estallara como la taza <strong>de</strong><br />

café <strong>de</strong> Grace la <strong>de</strong>cidió a no <strong>de</strong>cir nada.<br />

Julia era una buena persona. Y a veces la bondad no cuenta<br />

todo lo que sabe. A veces, la bondad espera el momento a<strong>de</strong>cuado y<br />

aguanta como pue<strong>de</strong> hasta entonces.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson no era el hombre <strong>de</strong>l que se había<br />

enamorado en el huerto <strong>de</strong> manzanos. Era fácil darse cuenta <strong>de</strong> que a<br />

<strong>El</strong> Profesor le pasaba algo. No era sólo que fuera una persona<br />

sombría o <strong>de</strong>primida; era un ser perturbado. A Julia, familiarizada con


el alcoholismo <strong>de</strong> su madre, la preocupaba que tuviera problemas con<br />

la bebida. Pero su bondad le impedía hacerle daño, obligándolo a<br />

mirar algo que él no quería ver.<br />

Habría hecho cualquier cosa por <strong>Gabriel</strong>, el hombre con el que<br />

había pasado una noche en el bosque, si él le hubiera dado el más<br />

mínimo indicio <strong>de</strong> que la quería. Habría <strong>de</strong>scendido a los Infiernos y lo<br />

habría buscado por todos sus círculos hasta encontrarlo. Habría<br />

atravesado con él las puertas y lo habría traído <strong>de</strong> vuelta,<br />

arrastrándolo. Si <strong>Gabriel</strong> hubiera sido Frodo, Julia habría sido su Sam<br />

y lo habría seguido hasta las entrañas <strong>de</strong>l Monte <strong>de</strong>l Destino.<br />

Pero <strong>El</strong> Profesor ya no era su <strong>Gabriel</strong>. Éste estaba muerto.<br />

Había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong>jando tras <strong>de</strong> sí sólo vestigios en el cuerpo <strong>de</strong><br />

un clon torturado y cruel. <strong>Gabriel</strong> había estado a punto <strong>de</strong> romperle el<br />

corazón una vez y Julia no iba a permitir que volviera a hacerlo.<br />

Antes <strong>de</strong> irse <strong>de</strong> Toronto y regresar con Aaron y con ese grupo<br />

perturbado que tenía por familia, Rachel insistió en visitar el<br />

apartamento <strong>de</strong> Julia. Ésta había ido dándole largas y <strong>Gabriel</strong> le había<br />

aconsejado a su hermana que no se presentase sin avisar. Sabía que<br />

en cuanto Rachel viera dón<strong>de</strong> vivía, se encargaría <strong>de</strong> hacer sus<br />

maletas personalmente y la obligaría a mudarse a un sitio más<br />

confortable, a ser posible a la habitación <strong>de</strong> invitados <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

(Sólo cabía imaginar cuál sería la respuesta <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a esa<br />

i<strong>de</strong>a, pero sería algo parecido a «¡Ni <strong>de</strong> puta broma!».)<br />

Y así, el domingo por la tar<strong>de</strong>, Rachel llegó a casa <strong>de</strong> Julia para<br />

tomar el té y <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> ella antes <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> la acompañara al<br />

aeropuerto.<br />

Julia estaba nerviosa. Como un sobrio monje medieval, tenía la<br />

virtud <strong>de</strong> la fortaleza, así que no la asustaba la falta <strong>de</strong> comodida<strong>de</strong>s.<br />

Al firmar el contrato no le había parecido que su agujero <strong>de</strong> hobbit<br />

estuviera tan mal. Era un lugar seguro, estaba limpio y se lo podía<br />

permitir. Pero una cosa era lo que ella pensara y otra muy distinta<br />

enseñárselo a su amiga.<br />

—Tengo que advertirte que es muy pequeño. Pero recuerda que<br />

vivo gracias a una beca <strong>de</strong> estudios y que no puedo trabajar para<br />

sacarme algo <strong>de</strong> dinero extra porque no tengo permiso <strong>de</strong> trabajo. Así<br />

que, como compren<strong>de</strong>rás, no puedo permitirme vivir en un edificio<br />

como el <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> ni nada remotamente parecido —le explicó,<br />

mientras Rachel entraba en el apartamento.<br />

Ésta asintió y <strong>de</strong>jó una gran caja cuadrada encima <strong>de</strong> la cama.<br />

<strong>Gabriel</strong> ya la había avisado <strong>de</strong> lo pequeño que era el sitio. Y le había


dicho que no se le ocurriera escandalizarse, porque él todavía se<br />

sentía culpable por su horrible reacción.<br />

A pesar <strong>de</strong> todo, Rachel no estaba preparada para lo que vio. <strong>El</strong><br />

espacio era diminuto, <strong>de</strong>startalado y todo lo que contenía era <strong>de</strong><br />

segunda mano y barato. Todo menos las cortinas, la ropa <strong>de</strong> cama y<br />

las pocas cosas que Julia se había traído <strong>de</strong> casa.<br />

Rachel intentó disimular. Recorrió el estudio, lo que hizo en unos<br />

cinco pasos, miró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l armario, examinó el lavabo y permaneció<br />

en el área <strong>de</strong> cocinar mirando el patético hornillo eléctrico y el<br />

<strong>de</strong>crépito microondas. Luego se cubrió la cara con las manos y se<br />

echó a llorar.<br />

Julia se quedó clavada en el suelo, sin saber qué hacer. Sabía<br />

que a su amiga la afectaba mucho la fealdad, pero había tratado <strong>de</strong><br />

que su apartamento estuviera lo más bonito posible. Por eso había<br />

usado el lila para la <strong>de</strong>coración. Pensaba que Rachel sabría<br />

apreciarlo.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, ésta se recuperó. Secándose las lágrimas, se<br />

echó a reír, pero era una risa histérica.<br />

—Lo siento. Son las hormonas y la falta <strong>de</strong> sueño. Des<strong>de</strong> que<br />

murió mamá estoy muy sensible. Y luego está todo el tema <strong>de</strong> mi<br />

padre, Aaron y la boda. Oh, Julia. Ojalá pudiera llevarte conmigo a<br />

Fila<strong>de</strong>lfia. Hay tanto espacio libre en casa. Sólo la cocina ya es más<br />

gran<strong>de</strong> que tu estudio.<br />

<strong>El</strong>la la abrazó con fuerza hasta que Rachel se echó a reír.<br />

—<strong>Gabriel</strong> me dijo que eras muy exigente con el té. Se quedó<br />

impresionado con tu manera <strong>de</strong> prepararlo. Y ya sabes lo mucho que<br />

cuesta impresionarlo. Así que voy a acurrucarme en tu bonita cama lila<br />

y a apren<strong>de</strong>r a prepararlo —dijo, <strong>de</strong>jándose caer sobre la colcha,<br />

colocándose la caja sobre las rodillas y tratando <strong>de</strong> mostrarse contenta<br />

para no entristecer a su amiga.<br />

A Julia la sorprendió que <strong>Gabriel</strong> se acordara <strong>de</strong>l té, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

lo muy ocupado que había estado ese día criticando sus hábitos<br />

alimenticios. Pero trató <strong>de</strong> no pensar en ello y centrarse en Rachel.<br />

Quería que se sintiera cómoda y se olvidara <strong>de</strong> sus problemas por un<br />

rato. Pronto estuvieron las dos sentadas en la cama, con una taza <strong>de</strong><br />

té en la mano y comiendo trufas que Julia había comprado con los<br />

fondos <strong>de</strong> emergencia.<br />

—Tengo que contarte algo sobre <strong>Gabriel</strong> —dijo Rachel, pasando<br />

un <strong>de</strong>do por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la taza.<br />

—No quiero oírlo.


Su amiga la miró frunciendo el cejo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque es mi profesor. Es... más seguro fingir que no nos<br />

conocemos. Hazme caso.<br />

Rachel negó con la cabeza.<br />

—Él me dijo algo parecido. Pero yo le contesté que me daba<br />

igual. Es mi hermano y le quiero. Y hay unas cuantas cosas que<br />

<strong>de</strong>berías saber sobre él.<br />

Julia suspiró y asintió.<br />

—Si supiera que te estoy contando esto, me mataría, pero creo<br />

que te ayudará a enten<strong>de</strong>r su actitud. ¿Te explicó mi madre alguna<br />

vez la historia <strong>de</strong> su adopción?<br />

—Sólo me contaba las cosas buenas: lo orgullosa que estaba <strong>de</strong><br />

él; lo bien que le iban las cosas en Princeton o en Oxford. Nunca me<br />

habló <strong>de</strong> su infancia.<br />

—Mamá lo encontró cuando tenía nueve años, vagando cerca<br />

<strong>de</strong>l hospital <strong>de</strong> Sunbury. Iba <strong>de</strong> viaje con su madre, que estaba<br />

alcoholizada, y ella se puso enferma. La ingresaron en Sunbury, pero<br />

acabó muriendo, <strong>de</strong> pulmonía, creo. Sea como sea, mamá encontró a<br />

<strong>Gabriel</strong>, que no tenía ni un dólar. Ni siquiera podía comprarse una lata<br />

en la máquina <strong>de</strong> refrescos. Cuando localizó a sus parientes por<br />

teléfono, éstos le dijeron que no querían saber nada <strong>de</strong>l niño. <strong>Gabriel</strong><br />

siempre supo que su familia no lo quería. Pero a pesar <strong>de</strong> lo que mis<br />

padres hicieron por él, nunca se sintió a gusto en casa. Nunca se<br />

sintió un Clark.<br />

Julia pensó en ese niño hambriento y asustado y tuvo que<br />

reprimir las lágrimas. Se imaginó sus ojos, gran<strong>de</strong>s y azules, en su<br />

cara angelical. <strong>El</strong> pelo castaño alborotado, la ropa sucia y la madre<br />

loca a causa <strong>de</strong>l alcohol. Julia sabía lo que era tener una madre<br />

alcohólica. Sabía lo que era irse a la cama llorando cada noche,<br />

esperando que alguien, cualquier persona, la amara. <strong>Gabriel</strong> y ella<br />

tenían más cosas en común <strong>de</strong> lo que parecía. Muchas más.<br />

—Lo siento, Rachel. No lo sabía.<br />

—No estoy excusando su mala educación. Sólo te estoy<br />

contando quién es. Tras la horrible pelea con Scott, mamá <strong>de</strong>jó una<br />

vela encendida en la ventana cada noche. Pensó que si <strong>Gabriel</strong><br />

pasaba por allí y no se atrevía a entrar, la vela le diría que ella lo<br />

estaba esperando y que lo seguía queriendo.<br />

Julia negó con la cabeza. No le extrañaba. Era típico <strong>de</strong> Grace.<br />

Era la caridad personificada.


—<strong>Gabriel</strong> finge ser una persona sana, pero está herido por<br />

<strong>de</strong>ntro. En lo más profundo <strong>de</strong> su alma se odia. Le he pedido que te<br />

trate bien, así que espero que <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong>lante se comporte<br />

mejor. Si no lo hace, dímelo y yo me ocuparé <strong>de</strong> él.<br />

Julia resopló.<br />

—Básicamente me ignora. No soy más que una estudiante<br />

recién licenciada y nunca permite que me olvi<strong>de</strong> <strong>de</strong> ello.<br />

—Me cuesta creerlo. No creo que se <strong>de</strong>dique a observar con<br />

tanta intensidad a todas las estudiantes recién licenciadas.<br />

Julia se entretuvo mirando la trufa para no tener que levantar la<br />

cabeza.<br />

—¿Me observa? —preguntó, tratando <strong>de</strong> parecer relajada,<br />

aunque la voz le tembló un poco.<br />

—Te observa constantemente. ¿No te has dado cuenta? No <strong>de</strong>jó<br />

<strong>de</strong> mirarte durante la cena <strong>de</strong> la otra noche, ni en el club. Cada vez<br />

que bebes, no aparta los ojos <strong>de</strong> ti. Y cuando le guiño un ojo, frunce el<br />

cejo. —Rachel la miró, pensativa—. Cada vez que os veo juntos,<br />

pienso que me estoy perdiendo algo. Cuando le dije que iba a ir <strong>de</strong><br />

compras, no sólo no intentó evitarlo sino que me animó. Hasta me dio<br />

dinero.<br />

—¿Y qué? Me parece bien. Para eso están los hermanos<br />

mayores. ¿Qué te compraste?<br />

—<strong>El</strong> dinero no era para mí, era para ti.<br />

Julia arrugó la frente y se volvió para mirar a su amiga.<br />

—¿Por qué <strong>de</strong>monios iba a hacer algo así?<br />

—Dímelo tú.<br />

—No tengo ni i<strong>de</strong>a. Ha sido muy antipático conmigo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

llegué.<br />

—Bueno, pues el caso es que me dio dinero y me dijo que te<br />

comprara un regalo. Fue muy específico. Así que, aquí tienes.<br />

Rachel le acercó la caja al regazo.<br />

—No lo quiero.<br />

Julia trató <strong>de</strong> apartarla, pero su amiga se lo impidió.<br />

—Al menos, ábrela primero.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza, pero Rachel no se rindió, así que acabó<br />

abriendo la caja. Dentro había un precioso maletín <strong>de</strong> piel color<br />

chocolate, <strong>de</strong> los que pue<strong>de</strong>n llevarse por las asas o en bandolera. Al<br />

sacarlo vio la etiqueta <strong>de</strong> Fendi.<br />

«Mierda», pensó.<br />

—¿Qué te parece?


—No... no lo sé —balbuceó, contemplando el precioso maletín<br />

asombrada.<br />

Rachel se lo quitó <strong>de</strong> las manos y empezó a abrir sus distintos<br />

compartimentos, comentando lo bien cosido que estaba y la calidad <strong>de</strong><br />

sus acabados.<br />

—Es perfecto para llevar el or<strong>de</strong>nador portátil. Es funcional y<br />

femenino. ¡Y es italiano! Las dos sabemos que tanto <strong>Gabriel</strong> como tú<br />

tenéis <strong>de</strong>bilidad... por todo lo italiano —añadió tras una pausa para ver<br />

si Julia reaccionaba <strong>de</strong> alguna manera y se <strong>de</strong>lataba.<br />

<strong>El</strong> rubor <strong>de</strong> sus mejillas y su nerviosismo le dijeron todo lo que<br />

necesitaba saber, así que <strong>de</strong>cidió no seguir atormentándola.<br />

—Me pidió que no te dijera que era <strong>de</strong> su parte. Por supuesto,<br />

no le he hecho caso —añadió, riéndose.<br />

—Lo que quiere tu hermano es no volver a ver mi vieja mochila.<br />

Su sola existencia ofen<strong>de</strong> su patricia sensibilidad, así que te ha usado<br />

para que me libres <strong>de</strong> ella. Pero no pienso hacerlo. Es una mochila L.<br />

L. Bean, ¡maldita sea! Está garantizada <strong>de</strong> por vida. Si la envío a<br />

Maine me la cambian por una nueva. Llévate el maletín. Que se lo<br />

meta por ese culo suyo <strong>de</strong>masiado bueno para productos nacionales.<br />

Rachel la miró sorprendida, pero en seguida reaccionó.<br />

—No va a echar <strong>de</strong> menos el dinero. Lo tiene a montones.<br />

—Los profesores no ganan tanto.<br />

—Es verdad, pero el suyo lo heredó.<br />

—¿De Grace?<br />

—No, <strong>de</strong> su padre biológico. Hace unos años, un abogado<br />

localizó a <strong>Gabriel</strong> y le dijo que su padre había muerto y le había <strong>de</strong>jado<br />

un montón <strong>de</strong> dinero en herencia. Creo que hasta ese momento nunca<br />

supo ni <strong>de</strong> quién era hijo. De entrada, rechazó la herencia pero luego<br />

cambió <strong>de</strong> opinión.<br />

—¿Por qué?<br />

—No estoy segura. Fue <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la pelea con Scott. Después<br />

<strong>de</strong> aquello, pasé bastante tiempo sin hablar con <strong>Gabriel</strong>. Hoy en día,<br />

creo que se esfuerza en gastárselo rápido, porque no para <strong>de</strong><br />

acumular intereses. No pienses en el maletín como en un regalo suyo.<br />

Piensa que le estás ayudando a pulirse la fortuna <strong>de</strong> su padre. Él<br />

quiere gastársela y que tú tengas algo bonito. Me lo dijo.<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—No puedo aceptarlo. No me importa <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> venga el dinero.<br />

Rachel la miró apenada.<br />

—Por favor, Julia. <strong>Gabriel</strong> nos ha mantenido apartados <strong>de</strong> su


vida durante <strong>de</strong>masiado tiempo. Justo ahora que empieza a<br />

permitirme que me acerque a él otra vez, no quiero per<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong> nuevo<br />

—dijo, haciendo una mueca.<br />

—Lo siento, no pue<strong>de</strong> ser. Es mi profesor, podría meterse en un<br />

lío por hacerme regalos.<br />

Rachel la cogió <strong>de</strong> la mano.<br />

—¿Se lo contarías a alguien?<br />

—Claro que no.<br />

—Mejor, porque se supone que es un regalo atrasado por tu<br />

cumpleaños. —Abrió mucho los ojos—. Oh, Dios mío, Julia. Tu<br />

cumpleaños. Se me olvidó. Lo siento.<br />

<strong>El</strong>la apretó los dientes.<br />

—No lo sientas, ya no lo celebro. Es <strong>de</strong>masiado duro. No puedo.<br />

—¿Has vuelto a saber algo <strong>de</strong>... él?<br />

Julia sintió que se le revolvía el estómago.<br />

—Sólo cuando está borracho o enfadado por algo. Pero al venir<br />

aquí me cambié <strong>de</strong> teléfono para que no pueda localizarme.<br />

—¡Desgraciado! —exclamó Rachel—. Sé que no <strong>de</strong>bería<br />

haberte dicho que <strong>Gabriel</strong> había pagado el maletín, pero no he querido<br />

mentirte. Sé lo que duele <strong>de</strong>scubrir que te han engañado y yo no<br />

quiero hacerlo.<br />

Las dos amigas intercambiaron una significativa mirada. Julia se<br />

quedó contemplando el maletín, pensando en sus implicaciones, las<br />

<strong>de</strong>claradas y las ocultas. No quería recibir regalos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Él la<br />

había rechazado. ¿Qué sentido tenía tener aquel maletín en un<br />

agujero <strong>de</strong> hobbit? ¿Y cómo podía llevarlo encima todo el día<br />

sabiendo que era un regalo suyo? Sabiendo que él lo vería y la miraría<br />

con suficiencia, pensando que le había hecho un favor. Ni hablar. Ni<br />

por todo el oro <strong>de</strong>l mundo.<br />

Rachel se dio cuenta <strong>de</strong> lo que iba a <strong>de</strong>cir antes <strong>de</strong> que abriera<br />

la boca.<br />

—Si no la aceptas, sabrá que algo ha ido mal y me echará las<br />

culpas a mí.<br />

Julia lo maldijo en silencio:<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> los pretenciosos especialistas en Dante que van<br />

por el mundo con un palo metido en el culo, haced que le salgan<br />

ronchas como rodajas <strong>de</strong> mozzarella en el pene. Por favor. Algo que<br />

pique mucho».<br />

Pero Julia haría cualquier cosa por su amiga.<br />

—Oh, <strong>de</strong> acuerdo. Lo haré por ti y sólo por ti. Pero haz el favor


<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no se le ocurra comprarme nada más. Estoy<br />

empezando a sentirme como uno <strong>de</strong> los niños <strong>de</strong> las campañas <strong>de</strong><br />

Unicef.<br />

Rachel asintió sonriendo y se comió otra trufa. Luego se lamió el<br />

chocolate que le había quedado en los labios y cerró los ojos.<br />

—Hum. Qué buenas.<br />

Julia abrazó el maletín y aspiró el aroma a cuero.<br />

«<strong>Gabriel</strong> ha querido que tenga un regalo. Debe <strong>de</strong> sentir algo por<br />

mí, aunque sólo sea lástima. Y ahora tengo algo suyo, aparte <strong>de</strong> la<br />

foto. Algo que podré conservar para siempre.»<br />

Dejó pasar unos momentos antes <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> tema.<br />

—¿Qué pasó durante el funeral? Envié unas flores con una<br />

tarjeta. <strong>Gabriel</strong> la vio, pero no entendió por qué le enviaba flores a su<br />

madre.<br />

—Sí, algo oí. Vi las gar<strong>de</strong>nias y Scott me dijo que las habías<br />

enviado tú, pero la tarjeta <strong>de</strong>sapareció antes <strong>de</strong> que pudiera explicarle<br />

nada a <strong>Gabriel</strong>. Estaba <strong>de</strong>strozada. Mis hermanos se estaban<br />

peleando otra vez y en lo único que yo pensaba era en mantenerlos a<br />

distancia para que nadie acabara siendo arrojado por una ventana. O<br />

encima <strong>de</strong> una mesita auxiliar...<br />

Julia pensó en cristales rotos, sangre y una alfombra blanca y se<br />

estremeció.<br />

—¿Por qué se pelean tanto?<br />

Rachel suspiró.<br />

—Antes no era así. <strong>Gabriel</strong> cambió cuando se marchó a<br />

Harvard... —Dejó la frase inacabada.<br />

<strong>El</strong>la no quiso presionarla, así que no insistió.<br />

—Después <strong>de</strong> la pelea con Scott, tardó mucho en volver a casa.<br />

Y luego, cuando regresaba, sólo se quedaba un par <strong>de</strong> días. Insistía<br />

en dormir siempre en un hotel, aunque sabía que eso le rompía el<br />

corazón a mamá. Y Scott se encarga <strong>de</strong> recordarle lo mucho que la<br />

hizo sufrir siempre que pue<strong>de</strong>. —Rachel mordisqueó otra trufa,<br />

pensativa—. Scott admiraba mucho a <strong>Gabriel</strong> y cuando las cosas<br />

empezaron a torcerse se lo tomó muy a pecho. Ahora casi no se<br />

dirigen la palabra y cuando lo hacen es aún peor. —Rachel se<br />

estremeció—. No sé qué habría hecho yo sin Aaron. Supongo que<br />

echar a correr para no volver nunca.<br />

—Hasta una familia disfuncional es mejor que no tener familia<br />

—dijo Julia en voz baja.<br />

Su amiga la miró con tristeza.


—Sí, antes éramos los Clark. Ahora somos una familia<br />

disfuncional: la madre muerta, el padre <strong>de</strong>strozado por el dolor, una<br />

oveja negra irascible y un hermano cabezota llamado Scott. Supongo<br />

que yo soy la única normal <strong>de</strong> la familia.<br />

—¿Scott tiene novia?<br />

—Salía con una mujer <strong>de</strong> su oficina, pero rompieron antes <strong>de</strong><br />

que mamá se pusiera enferma.<br />

—Lo siento.<br />

Rachel suspiró.<br />

—Mi familia es como una novela <strong>de</strong> Dickens, Julia. No, peor.<br />

Somos una mezcla retorcida <strong>de</strong> Arthur Miller y <strong>de</strong> John Steinbeck, con<br />

una pizca <strong>de</strong> Dostoievski y <strong>de</strong> Tolstoi para darle sabor.<br />

—¿Tan grave es la cosa?<br />

—Sí. Me temo que hay también elementos <strong>de</strong> Thomas Hardy<br />

acechando bajo la superficie. Y sabes que odio a ese cabrón<br />

manipulador.<br />

Julia reflexionó sobre las palabras <strong>de</strong> Rachel y <strong>de</strong>seó que se<br />

estuviera refiriendo a <strong>El</strong> alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Casterbridge y no a Tess la <strong>de</strong> los<br />

d’Uberville o, Dios no lo quisiera, a Ju<strong>de</strong> el oscuro. (Lamentablemente,<br />

Julia no se <strong>de</strong>tuvo a plantearse qué novela <strong>de</strong> Hardy <strong>de</strong>scribía mejor<br />

su propia historia.)<br />

—Des<strong>de</strong> que mamá murió, todo está patas arriba. Papá sólo<br />

habla <strong>de</strong> jubilarse y <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r la casa. Quiere trasladarse a Fila<strong>de</strong>lfia<br />

para estar más cerca <strong>de</strong> Scott y <strong>de</strong> mí. Cuando le preguntó a <strong>Gabriel</strong><br />

si le importaría que vendiera la casa, éste salió disparado y<br />

<strong>de</strong>sapareció en el bosque. Tardó horas en volver.<br />

Julia inspiró hondo y empezó a juguetear con el asa <strong>de</strong>l maletín.<br />

Rachel, que estaba <strong>de</strong>jando la taza <strong>de</strong> té en la mesa plegable y<br />

luego fue un momento al baño, no se dio cuenta, pero sus palabras<br />

habían alterado mucho a Julia. Cuando regresó, ésta se estaba<br />

añadiendo agua al té y se había obligado a tranquilizarse.<br />

Su amiga la miró preocupada.<br />

—¿Qué te dijo <strong>Gabriel</strong> en la pista <strong>de</strong> baile que te molestó tanto?<br />

Ah y, por cierto, mi español está bastante oxidado, pero Bésame<br />

mucho ¡es una canción muy caliente! ¿Sabes lo que dice la letra?<br />

Julia se forzó a respirar lentamente para no hiperventilar. Sabía<br />

que no le quedaba otro remedio que mentirle a Rachel, pero no le<br />

gustaba hacerlo.<br />

—Me dijo que sabía que yo era virgen.<br />

—¡Será cabronazo! ¿Por qué hace esas cosas? —La joven negó


con la cabeza, incrédula—. Ya verás cuando lo pille por banda. Pienso<br />

echarle en cara las fotos que tiene en su dormitorio y...<br />

—No te molestes. Es verdad, ¿para qué negarlo? —Julia se<br />

mordió el labio inferior—. Pero no sé cómo lo adivinó. No es que yo<br />

vaya presentándome así por los sitios: «Buenas tar<strong>de</strong>s, profesor<br />

Emerson. Soy la señorita Mitchell y soy una virgen <strong>de</strong> Selinsgrove,<br />

Pensilvania. Encantada <strong>de</strong> conocerle».<br />

Rachel hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.<br />

—No le <strong>de</strong>s más vueltas. Piensa que nunca le falta compañía<br />

femenina. Estoy segura <strong>de</strong> que notó que eras distinta <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más<br />

mujeres que estaban allí esa noche. Probablemente eras la única<br />

mujer, aparte <strong>de</strong> mí, que no estaba en celo.<br />

A Julia no le hizo ninguna gracia el comentario, pero no dijo<br />

nada.<br />

—Cuando volviste <strong>de</strong> la pista <strong>de</strong> baile parecía que acabaras <strong>de</strong><br />

ver un fantasma. Tenías el aspecto que me imagino que <strong>de</strong>bías <strong>de</strong><br />

tener cuando te encontraste a Si...<br />

—Por favor, Rachel, no quiero hablar <strong>de</strong> esa noche. Ni siquiera<br />

quiero pensar en esa noche.<br />

—Debería haberlo atropellado por lo que te hizo. Aún estoy a<br />

tiempo. ¿Está en Fila<strong>de</strong>lfia? Dame su dirección.<br />

—Por favor —insistió Julia.<br />

Rachel le dio un abrazo cariñoso.<br />

—No te preocupes. Algún día serás feliz. Te enamorarás <strong>de</strong> un<br />

chico guapo y él se enamorará <strong>de</strong> ti. Te amará tanto que te dolerá. Os<br />

casaréis, tendréis una niña y seréis felices para siempre. Creo que en<br />

Nueva Inglaterra. Al menos, ésa es la historia que yo escribiría para ti<br />

si pudiera.<br />

—Espero que se haga realidad. Me gusta creer que esas cosas<br />

son posibles, incluso para mí. Porque si no...<br />

Su amiga la interrumpió con una sonrisa.<br />

—Si hay alguien que se merezca un final feliz, ésa eres tú. A<br />

pesar <strong>de</strong> todo lo que te ha pasado en la vida, no te has convertido en<br />

una persona amargada. Ni fría. Sólo te has vuelto un poco reservada y<br />

tímida, pero no hay nada <strong>de</strong> malo en ello. Si yo fuera una hada<br />

madrina, te conce<strong>de</strong>ría tu <strong>de</strong>seo inmediatamente. Te secaría las<br />

lágrimas y te diría que no lloraras. Ojalá <strong>Gabriel</strong> siguiera tu ejemplo.<br />

Podría apren<strong>de</strong>r una o dos cosas <strong>de</strong> ti sobre cómo enfrentarse al dolor<br />

y la frustración.<br />

La soltó y la miró <strong>de</strong> cerca antes <strong>de</strong> seguir hablando.


—Sé que es pedirte mucho, pero ¿cuidarás <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, por<br />

favor?<br />

Julia se volvió hacia la tetera y llenó <strong>de</strong> nuevo las tazas para que<br />

no le viera la cara.<br />

—<strong>Gabriel</strong> me odia y me <strong>de</strong>sprecia. Si ha tolerado mi presencia<br />

estos días ha sido por ti.<br />

—Eso no es cierto. Tienes que creerme, he visto cómo te mira.<br />

Pue<strong>de</strong> ser... frío, pero aparte <strong>de</strong> a sus padres biológicos, <strong>Gabriel</strong> no ha<br />

odiado a nadie en su vida. Ni siquiera a Scott.<br />

—No sé cómo podría cuidar <strong>de</strong> él —dijo Julia, encogiéndose <strong>de</strong><br />

hombros.<br />

—En realidad no hace falta que hagas nada. Sólo mantener los<br />

ojos abiertos. Y si ves que actúa <strong>de</strong> un modo extraño o que se mete<br />

en líos, avisarme. A cualquier hora <strong>de</strong>l día o <strong>de</strong> la noche.<br />

<strong>El</strong>la la miró, escéptica.<br />

—Lo digo en serio, Julia. Ahora que no está mamá, tengo miedo<br />

<strong>de</strong> que vuelva a caer en la oscuridad. No quiero per<strong>de</strong>rlo otra vez. A<br />

veces tengo la sensación <strong>de</strong> que está en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> un precipicio y<br />

que cualquier movimiento, el menor soplo <strong>de</strong> aire, pue<strong>de</strong>n hacerlo<br />

precipitarse al vacío. Y no puedo permitirlo.<br />

Julia frunció el cejo un momento, pero en seguida asintió.<br />

—Haré todo lo que esté en mi mano.<br />

Rachel cerró los ojos y <strong>de</strong>jó escapar el aire.<br />

—Me voy mucho más tranquila sabiendo que estás cerca. Serás<br />

su ángel guardián. —Rió suavemente—. Tal vez se le pegue parte <strong>de</strong><br />

tu buena suerte.<br />

—Yo tengo muy mala suerte y tú lo sabes mejor que nadie.<br />

—Has conocido a Paul, que parece un chico estupendo.<br />

Julia sonrió.<br />

Rachel se alegró al verlo.<br />

—No creo que a Paul le importara enterarse <strong>de</strong> que eres... ya<br />

sabes. Aunque no es que sea nada malo.<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír.<br />

—Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirlo, Rachel, no es ninguna palabrota. Y tienes<br />

razón, seguro que a Paul no le importaría que sea virgen. Pero por<br />

suerte no hablamos <strong>de</strong> esas cosas.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, Rachel le dio un último abrazo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida y<br />

subió al taxi que la llevaría a casa <strong>de</strong> su hermano.<br />

—Un día <strong>de</strong> éstos, cuando acabe <strong>de</strong> poner en or<strong>de</strong>n todos los<br />

asuntos que tengo en la cabeza, voy a empezar a planear una boda.


Espero que seas mi dama <strong>de</strong> honor.<br />

Julia sintió que los ojos se le llenaban <strong>de</strong> lágrimas.<br />

—Por supuesto. Sólo tienes que <strong>de</strong>cirme cuándo. Y, si quieres,<br />

te ayudaré con los preparativos.<br />

Su amiga le lanzó un beso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interior <strong>de</strong>l taxi.<br />

—Cuando vine hace unos días no sabía qué me iba a encontrar.<br />

Tenía miedo. Pero ahora estoy muy feliz <strong>de</strong> haber venido. Al menos<br />

dos <strong>de</strong> las piezas <strong>de</strong> mi vida rota están volviendo a encajar. Si <strong>Gabriel</strong><br />

se mete contigo y te hace sufrir, avísame. Cogeré el primer avión.<br />

Con la partida <strong>de</strong> Rachel, Julia y <strong>Gabriel</strong> se vieron obligados a<br />

prescindir <strong>de</strong> la guía <strong>de</strong> su santa Lucía particular. Pero como si <strong>de</strong> una<br />

auténtica santa se tratara, antes <strong>de</strong> partir había llevado a cabo todas<br />

las misiones que se había propuesto. Y había sembrado semillas que<br />

germinarían pronto <strong>de</strong> maneras inesperadas.


11<br />

<strong>El</strong> martes por la tar<strong>de</strong>, a última hora, Julia y Paul estaban<br />

sentados en el Starbucks <strong>de</strong> la calle Bloor, disfrutando <strong>de</strong> sus<br />

respectivos cafés, acurrucados en un sofá <strong>de</strong> terciopelo lila y<br />

charlando. Estaban cerca, pero no <strong>de</strong>masiado. Lo bastante cerca<br />

como para que Paul pudiera admirar su belleza; lo suficientemente<br />

lejos como para que Julia pudiera mirarlo a los ojos —aquellos ojos<br />

gran<strong>de</strong>s y amables— y no sentirse inquieta. O apabullada.<br />

—¿Te gustan los Nine Inch Nails? —le preguntó ella, que<br />

sostenía un vaso gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> café con las dos manos.<br />

A Paul le sorprendió la pregunta.<br />

—Pues no. La verdad es que no —respondió, encogiéndose <strong>de</strong><br />

hombros—. Trent Reznor me crispa bastante. Menos cuando canta<br />

temas <strong>de</strong> Tori Amos. ¿Por qué? ¿A ti te gustan?<br />

Julia se estremeció.<br />

—No. En absoluto.<br />

Él rebuscó en su maletín y sacó un CD.<br />

—Éste es el tipo <strong>de</strong> música que me gusta. Música que me<br />

permita trabajar mientras la escucho.<br />

—¿Hem? Nunca he oído hablar <strong>de</strong> ellos —dijo Julia, dándole la<br />

vuelta a la funda.<br />

—Tienen una canción que creo que te gustaría. Se llama Half<br />

Acre. Salía en un anuncio <strong>de</strong> seguros <strong>de</strong> la tele, así que pue<strong>de</strong> que te<br />

suene. Es preciosa. Y nadie grita, ni da berridos ni te dice que te va a<br />

fo... —Se interrumpió, ruborizándose. Estaba tratando <strong>de</strong> hablar bien<br />

cuando estaba con ella, pero no acababa <strong>de</strong> conseguirlo.<br />

Julia le alargó el CD, pero Paul lo rechazó.<br />

—No, lo compré para ti. <strong>El</strong> álbum se llama «Rabbit songs».<br />

Canciones <strong>de</strong> conejos para el Conejito.<br />

—Gracias, pero no puedo aceptarlo.<br />

Él pareció ofendido. Y dolido.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Porque no. Pero gracias <strong>de</strong> todos modos.<br />

—Pues has aceptado que alguien te regalara un precioso<br />

maletín —protestó Paul, señalándolo—. ¿Un regalo <strong>de</strong> Navidad<br />

a<strong>de</strong>lantado <strong>de</strong> algún novio?<br />

—No tengo novio —respondió ella, incómoda—. La madre <strong>de</strong> mi


mejor amiga quiso que me lo quedara. Murió hace poco.<br />

—Lo siento, Conejito. No lo sabía.<br />

Le dio unas palmaditas en la mano y <strong>de</strong>jó el CD en el sofá, entre<br />

los dos. Julia no se apartó. De hecho, estuvo rebuscando en el maletín<br />

hasta que encontró el CD <strong>de</strong>l profesor Emerson y se lo <strong>de</strong>volvió, sin<br />

apartar la mano que Paul le tenía sujeta en ningún momento.<br />

—¿Qué puedo hacer para convencerte <strong>de</strong> que aceptes mi<br />

regalo? —preguntó él, mientras guardaba el CD <strong>de</strong> Mozart en su<br />

maletín.<br />

—Nada. Ya he recibido <strong>de</strong>masiados regalos últimamente. Estoy<br />

servida.<br />

Paul en<strong>de</strong>rezó la espalda y sonrió.<br />

—Deja que lo intente. Tienes unas manos tan pequeñas... Nadie,<br />

ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas —añadió, moviendo<br />

sus manos unidas para verlas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos. La <strong>de</strong> Julia se<br />

veía diminuta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las <strong>de</strong> él.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con curiosidad.<br />

—Es muy bonito. ¿Se te ha ocurrido ahora?<br />

Paul apoyó la cabeza en el respaldo y se acercó la mano <strong>de</strong><br />

Julia a los ojos, mientras le trazaba la línea <strong>de</strong> la vida con el pulgar.<br />

Parecía como si le estuviera leyendo la palma <strong>de</strong> la mano.<br />

—No, es una cita <strong>de</strong>l poema <strong>de</strong> E. E. Cummings, «En algún<br />

lugar al que nunca he viajado». ¿Lo conoces?<br />

—No, pero me encantaría. —La voz <strong>de</strong> Julia sonó tímida <strong>de</strong><br />

repente.<br />

—Algún día te lo leeré. —Paul la miró a los ojos con una sonrisa<br />

esperanzada.<br />

—Me gustará mucho.<br />

—No es <strong>de</strong> Dante, pero es bonito. —<strong>El</strong> pulgar <strong>de</strong> Paul le<br />

presionó ligeramente la mano—. Y me recuerda a ti. Tú estás en un<br />

lugar al que nunca he viajado. Tú, tu fragilidad y tus manos diminutas.<br />

Julia se inclinó hacia a<strong>de</strong>lante para disimular el rubor que le<br />

cubría las mejillas y bebió un poco <strong>de</strong> café. Pero permitió que Paul<br />

siguiera acariciándole la mano dulcemente. Al llevarse el vaso a los<br />

labios, su vetusto jersey <strong>de</strong> lana lila le resbaló un poco <strong>de</strong>l hombro,<br />

<strong>de</strong>jando al <strong>de</strong>scubierto unos cinco centímetros <strong>de</strong> tira <strong>de</strong> sujetador <strong>de</strong><br />

algodón blanco y una curva <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> alabastro.<br />

Inmediatamente, Paul le soltó la mano y le cubrió la inocente tira<br />

con el jersey, apartando la vista para no incomodarla.<br />

—Así —susurró—. Arreglado.


Y volvió a reclinarse en el asiento. No quería arriesgarse a que<br />

se enfadara. Con mucha pru<strong>de</strong>ncia, le volvió a coger la mano. Tenía<br />

miedo <strong>de</strong> que la apartara en cualquier momento.<br />

Julia observaba lo que él estaba haciendo conteniendo el aliento.<br />

Parecía como si todo sucediera a cámara lenta. La manera <strong>de</strong> actuar<br />

<strong>de</strong> Paul le llegaba al corazón. Sus movimientos eran íntimos pero<br />

castos al mismo tiempo. Le había tapado el hombro. Había cubierto<br />

una parte <strong>de</strong> su cuerpo pequeña e inocente, para protegerla <strong>de</strong><br />

miradas lujuriosas. Y, al hacerlo, le había <strong>de</strong>mostrado su aprecio y su<br />

respeto. Virgilio la estaba honrando.<br />

Con ese acto, galante y caballeroso, se había ganado el acceso<br />

a su corazón. No hasta el fondo, pero sí hasta el Vestíbulo, por <strong>de</strong>cirlo<br />

<strong>de</strong> alguna manera. Si ese gesto había sido una muestra <strong>de</strong>l contenido<br />

<strong>de</strong> su alma, Julia estaba convencida <strong>de</strong> que no le importaría que fuera<br />

virgen. Estaba segura <strong>de</strong> que, al enterarse, la cubriría con una manta<br />

<strong>de</strong> aceptación.<br />

No la acusaría ni se burlaría <strong>de</strong> ella. Y mantendría cualquier<br />

secreto que tuvieran entre los dos, sin contárselos a nadie. No la<br />

trataría como a un animal; no la follaría ni la violaría. Y no querría<br />

compartirla con nadie.<br />

Empujada por esos sentimientos, hizo algo impetuoso: se inclinó<br />

hacia Paul y lo besó. Fue un beso tímido y casto. No sintió que la<br />

sangre se le acelerara, ni una vibración por todo el cuerpo, ni una<br />

explosión <strong>de</strong> calor. Los labios <strong>de</strong> él, que eran muy suaves,<br />

respondieron vacilantes. Julia notó su asombro en el modo en que<br />

apretó la mandíbula. Sin duda lo había sorprendido con su<br />

atrevimiento y lo lamentó inmediatamente.<br />

Lamentó que sus labios no fueran los <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Lamentó que<br />

aquel beso no fuera como los besos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

Una gran tristeza se abatió sobre ella. Una vez más, se maldijo<br />

por haber probado algo <strong>de</strong> lo que no podría volver a disfrutar. Con el<br />

primer bocado <strong>de</strong> aquella manzana, había echado a per<strong>de</strong>r la<br />

oportunidad <strong>de</strong> que otro hombre pudiera estar nunca a la altura <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>. Mor<strong>de</strong>r la manzana había sido adquirir el conocimiento. Y<br />

ahora lo sabía.<br />

Se alejó <strong>de</strong> Paul antes <strong>de</strong> que lo hiciera él, reprendiéndose por<br />

haber sido tan atrevida. Se preguntó qué pensaría <strong>de</strong> ella. «Acabo <strong>de</strong><br />

per<strong>de</strong>r a mi único amigo en Toronto por un beso —reflexionó—.<br />

¡Maldita sea!»<br />

—Conejito —dijo él mirándola con cariño y acariciándole la


mejilla.<br />

Su contacto no era eléctrico, sino suave y relajante. Todo en<br />

Paul era amable. Hasta su piel.<br />

Ro<strong>de</strong>ándola con sus brazos, la atrajo hacia su pecho para<br />

acariciarle el pelo y susurrarle algo dulce al oído. Cualquier cosa que<br />

sirviera para tranquilizarla y borrar aquella expresión <strong>de</strong> dolor y <strong>de</strong><br />

confusión en su cara. Pero sus dulces murmullos se interrumpieron en<br />

seco con la llegada <strong>de</strong> una arpía <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s alas, zapatos <strong>de</strong> tacón y<br />

pintalabios carmesí, con un vaso <strong>de</strong> café en cada mano.<br />

—Vaya, vaya, qué bonita escena —dijo una voz fría y dura como<br />

el acero.<br />

Al levantar la vista, Julia se encontró con los ojos castaños <strong>de</strong><br />

Christa Peterson.<br />

Trató <strong>de</strong> apartarse <strong>de</strong> Paul, pero éste se lo impidió.<br />

—Hola, Christa —la saludó él sin ningún entusiasmo.<br />

—¿De visita en los barrios pobres para confraternizar con los<br />

alumnos <strong>de</strong>l curso <strong>de</strong> especialización? Qué <strong>de</strong>mocrático por tu parte,<br />

Paul —se burló ella, ignorando a Julia.<br />

—Ten cuidado, Christa —le advirtió Paul—. ¿A dos manos? ¿No<br />

será <strong>de</strong>masiado café? ¿Acaso no has dormido en toda la noche?<br />

—Si yo te contara... —ronroneó ella—. Pero no son los dos para<br />

mí. Uno es para <strong>Gabriel</strong>. Oh, no te había visto, Julianne. Supongo que<br />

para ti sigue siendo el profesor Emerson. —Y se echó a reír como una<br />

gallina clueca.<br />

Alzando una ceja, Julia reprimió el impulso <strong>de</strong> sacarla <strong>de</strong> su error<br />

y <strong>de</strong> borrarle aquella sonrisa burlona <strong>de</strong> la cara. Porque, ante todo, era<br />

una dama. Y porque le gustaba la sensación <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> Paul sobre<br />

su hombro y no tenía ganas <strong>de</strong> moverse. De momento al menos.<br />

—Tú tampoco le llamas <strong>Gabriel</strong> a la cara, Christa —dijo Paul—.<br />

Te reto a que lo hagas la próxima vez que lo veas.<br />

La mirada <strong>de</strong> la joven se endureció aún más.<br />

—¿Me retas? Qué gracioso. ¿Es algo típico <strong>de</strong> Vermont? ¿Algo<br />

que los granjeros se dicen unos a otros mientras apilan estiércol?<br />

Después <strong>de</strong> la reunión con <strong>Gabriel</strong>, probablemente iremos a Lobby a<br />

tomar unas copas. Le gusta ir allí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l trabajo. Estoy segura <strong>de</strong><br />

que esta noche... intercambiaremos más que nombres. —Sacó un<br />

poco la lengua y se la pasó por el labio inferior lánguidamente.<br />

Julia sintió náuseas.<br />

—¿Te va a llevar allí a ti? —preguntó Paul, escéptico.<br />

—Oh, sí. No lo du<strong>de</strong>s.


Julia sintió una arcada, pero la reprimió. Pensar en <strong>Gabriel</strong> junto<br />

a aquella... furcia era repugnante. Hasta la camarera <strong>de</strong> Lobby le<br />

parecía preferible a ella.<br />

—No eres su tipo <strong>de</strong> mujer —murmuró Julia, sin po<strong>de</strong>r evitarlo.<br />

—¿Perdona?<br />

<strong>El</strong>la alzó la vista y se encontró con los ojos entornados y<br />

cargados <strong>de</strong> suspicacia <strong>de</strong> Christa. Calibró sus alternativas durante un<br />

par <strong>de</strong> segundos y <strong>de</strong>cidió optar por la pru<strong>de</strong>ncia.<br />

—He dicho que no es mi tipo <strong>de</strong> local.<br />

—¿Cuál?<br />

—Lobby. No me parece nada <strong>de</strong>l otro mundo.<br />

La otra le <strong>de</strong>dicó una sonrisa glacial.<br />

—Como si el portero te fuera a <strong>de</strong>jar entrar. Lobby es un club<br />

exclusivo.<br />

Luego la miró <strong>de</strong> arriba abajo, como si fuera un animal <strong>de</strong> esos<br />

que nadie quiere. Como si fuera un poni viejo y casi ciego en una<br />

granja escuela. De pronto, Julia se vio fea y poco a<strong>de</strong>cuada. Sintió<br />

ganas <strong>de</strong> llorar, pero las reprimió.<br />

Paul sabía lo que Christa estaba haciendo. Notó que Julia<br />

empezaba a temblar como reacción al afilamiento <strong>de</strong> garras <strong>de</strong> su<br />

compañera. Así que, aunque le dolió, soltó a Julia y se echó hacia<br />

a<strong>de</strong>lante en el sofá.<br />

«No me obligues a levantarme, zorra», pensó.<br />

—¿Qué te hace pensar que no <strong>de</strong>jarían entrar a Julia en Lobby,<br />

Christa? ¿Acaso sólo <strong>de</strong>jan entrar a profesionales?<br />

La joven se ruborizó violentamente.<br />

—¿Qué sabrás tú, Paul? ¡Eres prácticamente un monje! O tal<br />

vez sí. ¿Es eso lo que hacéis los monjes? ¿Tenéis que pagar para<br />

acostaros con alguien? —preguntó, con una mirada malintencionada<br />

hacia el nuevo maletín <strong>de</strong> Julia.<br />

—Christa, si no cierras la boca ahora mismo, voy a tener que<br />

levantarme. Y en cuanto me ponga <strong>de</strong> pie, me voy a olvidar <strong>de</strong> mis<br />

modales —dijo Paul, mirándola muy serio, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> recordarse que<br />

no podía pegarle a una mujer.<br />

Y Christa seguía siendo una mujer, por mucho que pareciera una<br />

puerca anoréxica en celo. Paul nunca la habría comparado con una<br />

vaca, porque consi<strong>de</strong>raba que las vacas eran animales nobles,<br />

especialmente las Holstein.<br />

—No te excites tanto —replicó Christa—. Estoy segura <strong>de</strong> que<br />

hay múltiples explicaciones. Tal vez no la <strong>de</strong>jaran entrar por su


coeficiente intelectual. <strong>Gabriel</strong> dice que no eres <strong>de</strong>masiado lista,<br />

Julianne.<br />

Y sonrió triunfalmente al ver que Julia agachaba la cabeza,<br />

sintiéndose insignificante. Paul se apoyó en los talones. No iba a<br />

pegarle a Christa; sólo iba a asegurarse <strong>de</strong> que se callara <strong>de</strong> una vez.<br />

Tal vez pudiese llevarla a rastras hasta la salida. Pero al final no tuvo<br />

que hacer nada.<br />

—¿Ah, sí? ¿Y qué más dice <strong>Gabriel</strong>, si se pue<strong>de</strong> saber?<br />

Los tres estudiantes se volvieron a la vez hacia el especialista en<br />

Dante <strong>de</strong> ojos azules que se había acercado a ellos sin que se dieran<br />

cuenta. No sabían cuánto tiempo llevaba allí ni lo que había oído, pero<br />

tenía la mirada brillante y no podía escon<strong>de</strong>r su enfado con Christa.<br />

Era como una nube <strong>de</strong> tormenta que crecía amenazadoramente. Por<br />

suerte, pensó Julia, esa vez no avanzaba en su dirección.<br />

«<strong>El</strong> picor en mi pulgar me dice que algo malo está a punto <strong>de</strong><br />

llegar», pensó Paul, recordando el famoso verso <strong>de</strong> Macbeth.<br />

—Paul —lo saludó <strong>Gabriel</strong> con frialdad, mirando<br />

intencionadamente hacia el espacio cada vez mayor que separaba a<br />

Julianne <strong>de</strong> su ayudante <strong>de</strong> investigación.<br />

«¡Follaángeles! Ajá. Así está mejor. Las manos lejos <strong>de</strong>l ángel,<br />

<strong>de</strong>sgraciado.»<br />

—Señorita Mitchell, es un placer verla. —<strong>Gabriel</strong> esbozó una<br />

sonrisa un poco forzada—. La veo estupendamente, como siempre.<br />

«Sí, ángel <strong>de</strong> ojos castaños, he oído lo que te ha dicho. No te<br />

preocupes. Yo me encargo <strong>de</strong> ella.»<br />

—Señorita Peterson —dijo <strong>Gabriel</strong> al fin, indicándole a Christa<br />

que lo siguiera con un gesto, como si fuera un perro.<br />

«Has mirado a Julia como si fuera basura. No lo volverás a<br />

hacer. Me aseguraré personalmente <strong>de</strong> ello.»<br />

Julia vio que él rechazaba el café que Christa le había comprado<br />

y que se dirigía al mostrador para pedir otra cosa. Vio también que los<br />

hombros <strong>de</strong> la chica se estremecían <strong>de</strong> rabia.<br />

Paul se volvió hacia Julia y suspiró.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> nos habíamos quedado?<br />

<strong>El</strong>la respiró hondo y <strong>de</strong>jó pasar unos instantes antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir lo<br />

que sabía que tenía que <strong>de</strong>cir.<br />

—No he <strong>de</strong>bido besarte. Lo siento —se disculpó, mirando el<br />

maletín para no mirarlo a la cara.<br />

—Yo no lo siento. Sólo siento que lo sientas —replicó Paul,<br />

acercándose y mirándola con una sonrisa—. Pero no pasa nada. No


estoy enfadado ni disgustado.<br />

—No sé qué me ha pasado. No suelo actuar así. No voy<br />

besando a cualquiera por ahí.<br />

—Es que yo no soy cualquiera. —La miró fijamente—.<br />

Personalmente, llevo mucho tiempo queriendo besarte. Des<strong>de</strong> el<br />

primer seminario, para ser sincero. Pero habría sido <strong>de</strong>masiado<br />

pronto.<br />

Trató <strong>de</strong> obligarla a mirarlo a los ojos, pero ella apartó la vista y<br />

miró a la pareja sentada a otra mesa, discutiendo. Suspiró.<br />

—Julia, ese beso no tiene por qué cambiar nada. Piensa en ello<br />

como en una <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> cariño entre amigos. No tiene por qué<br />

volver a suce<strong>de</strong>r a no ser que tú así lo quieras —insistió él,<br />

preocupado—. ¿Te sentirás mejor así? ¿Quieres que finjamos que no<br />

ha sucedido?<br />

<strong>El</strong>la asintió y se removió en el sofá.<br />

—Lo siento, Paul. Eres tan amable conmigo...<br />

—No quiero que sientas que me <strong>de</strong>bes nada. No soy amable<br />

contigo para conseguir algo a cambio. Soy así contigo porque me<br />

apetece. Por eso te compré el CD. Y por eso el poema me recuerda a<br />

ti. Me inspiras. —Se inclinó hacia ella para susurrarle al oído, aunque<br />

era muy consciente <strong>de</strong>l par <strong>de</strong> ojos azules clavados en él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra<br />

mesa—: Por favor, no te sientas obligada a hacer nada que no te<br />

apetezca. Yo seré tu amigo hagas lo que hagas. —Guardó silencio<br />

unos instantes—. Ha sido un pequeño beso amistoso. Pero a partir <strong>de</strong><br />

ahora po<strong>de</strong>mos limitarnos a abrazarnos. Y algún día, si quieres que<br />

pasemos a algo más...<br />

—No estoy preparada —susurró Julia, algo sorprendida al haber<br />

encontrado con tanta facilidad las palabras que expresaban<br />

exactamente cómo se sentía.<br />

—Lo sé. Por eso no te he <strong>de</strong>vuelto el beso con el entusiasmo<br />

que me habría gustado. Pero ha sido un beso muy bonito. Gracias. Sé<br />

que no <strong>de</strong>jas que cualquier persona se acerque tanto a ti y yo me<br />

siento muy honrado <strong>de</strong> que me tengas confianza.<br />

Le dio unos golpecitos en la mano y volvió a sonreír. <strong>El</strong>la abrió la<br />

boca para <strong>de</strong>cir algo, pero Paul habló primero.<br />

—Qué ganas tenía <strong>de</strong> romperle el cuello a Christa cuando te ha<br />

dicho esas cosas. Otro día no me molestaré en respon<strong>de</strong>rle. —Miró<br />

hacia la mesa <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor y comprobó aliviado que sus ojos color<br />

zafiro estaban ahora clavados en Christa, que parecía a punto <strong>de</strong><br />

llorar.


Julia se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No tiene importancia.<br />

—Sí la tiene. He visto cómo te miraba. Y he visto tu reacción. Te<br />

has encogido, Julia. ¿Por qué <strong>de</strong>monios te has encogido? ¿Por qué no<br />

la has mandado al <strong>infierno</strong>?<br />

—Porque yo no hago esas cosas si puedo evitarlo. Intento no<br />

ponerme a su nivel. Otras veces me quedo tan asombrada <strong>de</strong> que la<br />

gente sea tan <strong>de</strong>sagradable sin motivo que no me salen las palabras.<br />

—¿Hay más gente que se porta así contigo? —preguntó Paul,<br />

empezando a enfurecerse.<br />

—A veces.<br />

—¿Emerson? —susurró.<br />

—Ha mejorado mucho. Ya lo has visto. Hoy ha sido... educado.<br />

Paul asintió a regañadientes.<br />

«¡Profesor Mem-erson!»<br />

Julia se retorció las manos, nerviosa.<br />

—No pretendo ser san Francisco <strong>de</strong> Asís ni nada parecido, pero<br />

cualquiera pue<strong>de</strong> gritar obscenida<strong>de</strong>s. ¿Por qué <strong>de</strong>bería ser como<br />

Christa? Me gusta pensar que a veces... sólo a veces, el silencio<br />

pue<strong>de</strong> ser más fuerte que el mal. Y me gusta pensar que, si no digo<br />

nada, la gente oirá el odio que sale <strong>de</strong> su boca con sus propios oídos,<br />

sin nada que los distraiga. Tal vez la bondad sea suficiente para<br />

mostrar el mal como lo que es, sin necesidad <strong>de</strong> reprimirlo con más<br />

mal. Aunque no es que yo sea la encarnación <strong>de</strong>l bien. Sé que no lo<br />

soy. —Se <strong>de</strong>tuvo y miró a Paul—. No me estoy explicando muy bien.<br />

Él sonrió.<br />

—Te explicas con absoluta claridad. Precisamente hablamos <strong>de</strong><br />

esto en el seminario sobre santo Tomás <strong>de</strong> Aquino. <strong>El</strong> mal es su<br />

propio castigo. Mira a Christa, por ejemplo. ¿Crees que es feliz?<br />

¿Cómo podría serlo portándose así? Algunas personas son tan<br />

egocéntricas y viven tan engañadas que ni todos los gritos <strong>de</strong>l mundo<br />

servirían para que se dieran cuenta <strong>de</strong> sus errores.<br />

—O para activar su memoria —añadió Julia, con una mirada <strong>de</strong><br />

reojo a la otra mesa.<br />

Al día siguiente, Julia se encontraba en el Departamento <strong>de</strong><br />

Estudios Italianos, revisando la correspon<strong>de</strong>ncia antes <strong>de</strong>l seminario<br />

sobre Dante. Estaba escuchando el CD que Paul le había regalado.<br />

Finalmente había aceptado su regalo y lo había cargado en su iPod.<br />

Su amigo tenía razón. Se había enamorado <strong>de</strong>l álbum inmediatamente


y pronto comprobó que podía trabajar en su proyecto mucho mejor con<br />

aquella música que con la <strong>de</strong> Mozart. «Lacrimosa» era <strong>de</strong>masiado<br />

<strong>de</strong>primente.<br />

Tras varios días sin encontrar nada, finalmente recibió<br />

correspon<strong>de</strong>ncia. Tres cartas, concretamente.<br />

La primera anunciaba la nueva fecha <strong>de</strong> la conferencia <strong>de</strong>l<br />

profesor Emerson: «La lujuria en el Infierno <strong>de</strong> Dante: el pecado<br />

capital contra el Yo». Tomó nota y pensó preguntarle a Paul si le<br />

apetecería acompañarla.<br />

La segunda carta venía en un sobre pequeño color crema. Al<br />

abrirla, comprobó asombrada que contenía una tarjeta <strong>de</strong> regalo <strong>de</strong><br />

Starbucks. Era una tarjeta personalizada, <strong>de</strong>corada con la imagen <strong>de</strong><br />

una bombilla. <strong>El</strong> texto <strong>de</strong>cía: «Eres brillante, Julianne».<br />

Al darle la vuelta a la tarjeta, vio que tenía un valor <strong>de</strong> cien<br />

dólares. «Mierda —pensó—. Eso es mucho café.» No le cupo duda <strong>de</strong><br />

quién se la había enviado y por qué, pero igualmente no se <strong>de</strong>sprendió<br />

<strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> sorpresa. Hasta que abrió la tercera carta.<br />

Era un sobre alargado y elegante. Julia lo abrió rápidamente y<br />

vio que se lo enviaba el jefe <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong> Estudios Italianos.<br />

La felicitaba por haber conseguido una beca. Lo primero que hizo ella<br />

fue buscar la cantidad. Al ver que se trataba <strong>de</strong> cinco mil dólares al<br />

semestre y que era compatible con la que ya cobraba, cerró los ojos.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> los estudiantes francamente pobres que viven en<br />

agujeros <strong>de</strong> hobbit que no son aptos ni para perros, ¡gracias, gracias,<br />

gracias!»<br />

—Julianne, ¿te encuentras bien?<br />

La voz <strong>de</strong> la señora Jenkins, amable y tranquilizadora, la sacó <strong>de</strong><br />

su trance.<br />

Dirigiéndose a trompicones hasta su escritorio, le mostró la<br />

carta.<br />

—Ah, sí, ya me enteré —dijo la mujer con una sonrisa sincera—.<br />

Estas becas no se conce<strong>de</strong>n muy a menudo. De repente, el lunes<br />

recibimos una llamada diciendo que una fundación había donado miles<br />

<strong>de</strong> dólares para la dotación <strong>de</strong> esa beca.<br />

Julia asintió, sin salir <strong>de</strong> su asombro.<br />

La señora Jenkins se quedó mirando el sobre.<br />

—Me pregunto quién será.<br />

—¿Quién será quién?<br />

—La persona que da nombre a la beca.<br />

—No lo he leído hasta el final.


La señora Jenkins le <strong>de</strong>volvió la carta y le señaló un nombre.<br />

—Dice que eres la <strong>de</strong>stinataria <strong>de</strong> la Beca M. P. Emerson. Me<br />

pregunto quién será M. P. Emerson. ¿Crees que sería pariente <strong>de</strong>l<br />

profesor Emerson? Aunque Emerson es un apellido bastante común.<br />

Probablemente no sea más que una coinci<strong>de</strong>ncia.


12<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson vio que salía luz por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> la biblioteca, pero como Paul había tapado con cartulina<br />

marrón la estrecha ventanita, no vio quién estaba <strong>de</strong>ntro. Le extrañó<br />

que el chico estuviera trabajando un jueves a las diez y media <strong>de</strong> la<br />

noche. La biblioteca cerraría en media hora.<br />

Se sacó la llave <strong>de</strong>l bolsillo y entró sin llamar. Lo que se encontró<br />

<strong>de</strong>ntro lo <strong>de</strong>jó anonadado. La señorita Mitchell estaba en la silla, con la<br />

cabeza apoyada elegantemente en los brazos, que reposaban sobre el<br />

escritorio. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Se la veía<br />

sonrosada y el pecho le subía y bajaba rítmicamente al respirar<br />

pausadamente. <strong>El</strong> sonido <strong>de</strong> su respiración era relajante, como las<br />

olas <strong>de</strong>l mar chocando contra una playa tranquila. <strong>Gabriel</strong> se quedó<br />

contemplándola embelesado, pensando que se podría grabar un CD<br />

<strong>de</strong> relajación sólo con el sonido <strong>de</strong> su respiración. Se imaginó yéndose<br />

a dormir cada noche con esa melodía.<br />

Tenía el or<strong>de</strong>nador portátil encendido y vio que su fondo <strong>de</strong><br />

pantalla consistía en una serie <strong>de</strong> ilustraciones, al parecer <strong>de</strong> un libro<br />

infantil relacionado con animales. Le llamó la atención un conejo<br />

blanco con orejas que le llegaban a los pies. Oyó música y vio que<br />

también salía <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador. Al lado <strong>de</strong> Julia había un CD con la foto<br />

<strong>de</strong> un conejo en la carátula y <strong>Gabriel</strong> empezó a preguntarse por qué<br />

estaría tan obsesionada con esos animales.<br />

«¿Será algún tipo <strong>de</strong> fetichismo con la Pascua?» Empezó a<br />

imaginarse en qué podía consistir ese fetichismo, cuando, <strong>de</strong> repente,<br />

recuperó la sensatez. Acabó <strong>de</strong> entrar en el <strong>de</strong>spacho y cerró la puerta<br />

con llave. A ninguno <strong>de</strong> los dos les convenía que los encontraran en el<br />

<strong>de</strong>spacho a solas a esas horas.<br />

Se acercó a ella. No quería molestarla ni interrumpir lo que<br />

parecía un sueño muy agradable, pues estaba sonriendo. Tras<br />

localizar el libro que había ido a buscar, se dispuso a marcharse, pero<br />

sus ojos repararon en una libretita que había junto a los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

Julia.<br />

«<strong>Gabriel</strong>», había escrito. «Mi <strong>Gabriel</strong>.»<br />

La visión <strong>de</strong> su nombre escrito varias veces en la libreta con<br />

tanto amor lo atrajo con más fuerza que el canto <strong>de</strong> las sirenas y le<br />

provocó un escalofrío en la espalda. Se quedó momentáneamente


inmóvil, con la mano en el aire.<br />

Por supuesto, se podía tratar <strong>de</strong> otro <strong>Gabriel</strong>. Le costaba creer<br />

que Julia pensara en él y más aún que lo consi<strong>de</strong>rara «su» <strong>Gabriel</strong>.<br />

Al mirarla, supo que si se quedaba todo cambiaría entre los dos.<br />

Supo que si la tocaba sería incapaz <strong>de</strong> resistir el impulso<br />

—irreprimible, primitivo— <strong>de</strong> reclamar a la hermosa y pura señorita<br />

Mitchell que estaba allí esperándolo, llamándolo con su aroma <strong>de</strong><br />

vainilla que se percibía más <strong>de</strong> lo normal, en un espacio tan reducido y<br />

con <strong>de</strong>masiada calefacción.<br />

«Mi <strong>Gabriel</strong>.» Se imaginó su voz acariciando su nombre como la<br />

lengua <strong>de</strong> un amante se mueve sobre la piel <strong>de</strong>l amado. Su mente,<br />

<strong>de</strong>satada, se imaginó que la ro<strong>de</strong>aba con los brazos y la besaba. La<br />

sentaría en la mesa y se colocaría entre sus piernas, mientras ella le<br />

hundiría los <strong>de</strong>dos en el pelo y trataría <strong>de</strong> arrancarle el jersey y la<br />

camisa. Se <strong>de</strong>sharía el nudo <strong>de</strong> la pajarita, se la quitaría y la arrojaría<br />

al suelo.<br />

<strong>Gabriel</strong> acariciaría su pelo largo y ondulado y le rozaría el cuello<br />

con un <strong>de</strong>do, haciendo que cada centímetro, cada poro, se le cubriera<br />

<strong>de</strong> rubor. Con la nariz le acariciaría la mejilla, la oreja, la garganta,<br />

blanca como la nieve. Le encontraría el pulso en el cuello y se sentiría<br />

extrañamente calmado por su suave ritmo. Se sentiría conectado a los<br />

latidos <strong>de</strong> su corazón, sobre todo cuando éste empezara a<br />

acelerársele a causa <strong>de</strong> sus caricias. Se preguntaría si sería posible<br />

que sus corazones latieran al unísono o si eso sólo pasaba en la<br />

fantasía <strong>de</strong> los poetas.<br />

Sabía que al principio ella se mostraría tímida, pero él insistiría<br />

con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, susurrándole dulces palabras <strong>de</strong> seducción al oído. Le<br />

diría todo lo que quería oír y Julia se lo creería. Sus manos<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>rían centímetro a centímetro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los hombros hacia sus<br />

preciosas e inocentes curvas, maravillándose a su paso <strong>de</strong> su<br />

receptividad. <strong>El</strong>la florecería bajo sus manos.<br />

Porque ningún hombre la habría tocado así antes.<br />

Gradualmente, se encen<strong>de</strong>ría y respon<strong>de</strong>ría a sus caricias. ¡Oh, sí!<br />

¡Cómo respon<strong>de</strong>ría! Se besarían y su beso sería eléctrico, intenso,<br />

explosivo. Sus lenguas se mezclarían y danzarían juntas,<br />

<strong>de</strong>sesperadas, como si no hubieran besado nunca a nadie antes.<br />

Julia llevaría <strong>de</strong>masiada ropa. Él querría quitársela toda y cubrir<br />

su piel <strong>de</strong> porcelana <strong>de</strong> besos ligeros como una pluma. Especialmente<br />

su precioso cuello y sus venas azuladas, que formaban una red en su<br />

garganta. Se ruborizaría como Eva, pero él le curaría la timi<strong>de</strong>z a


esos. Pronto estaría <strong>de</strong>snuda y abierta ante él, pensando sólo en él y<br />

en la admiración que le <strong>de</strong>spertaba y se olvidaría <strong>de</strong> que estaba en un<br />

incómodo <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> biblioteca.<br />

<strong>Gabriel</strong> la halagaría con juramentos y odas y le murmuraría<br />

palabras cariñosas para que no se sintiera avergonzada. «Cariño,<br />

preciosa, tesoro, qué dulce eres...» Haría que creyera que la<br />

adoraba... y no sería <strong>de</strong>l todo falso.<br />

Pronto, la excitación sería <strong>de</strong>masiado intensa para aguantar<br />

más. La reclinaría sobre la mesa con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, sujetándole la nuca<br />

con la mano. Mantendría la mano allí todo el tiempo, para no hacerle<br />

daño en ningún momento. No permitiría que su cabeza golpeara en la<br />

mesa, como si fuera un juguete repudiado.<br />

<strong>Gabriel</strong> no era un amante cruel. No sería rudo ni indiferente.<br />

Sería erótico y apasionado, pero amable. Porque la conocía. Y quería<br />

que su primera vez fuera tan agradable para ella como lo sería para él.<br />

Pero para que fuera perfecto, tendría que tumbarla sobre la mesa.<br />

Quería verla con las piernas abiertas para él, ja<strong>de</strong>ando e invitándolo<br />

con los ojos nublados <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo.<br />

Con la otra mano la sujetaría por la parte baja <strong>de</strong> la espalda y la<br />

miraría fijamente a los ojos mientras ella suspiraba y ja<strong>de</strong>aba. La haría<br />

gemir. Él y sólo él.<br />

Julia se mor<strong>de</strong>ría el labio inferior y entornaría los ojos mientras<br />

<strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>slizaba en su cuerpo. Él le susurraría que se relajara y<br />

que se entregara sin resistencia. De ese modo, su primera vez le<br />

resultaría más fácil. <strong>Gabriel</strong> iría <strong>de</strong>spacio y se <strong>de</strong>tendría al llegar a su<br />

barrera. ¿Sería capaz <strong>de</strong> hacerlo?<br />

Su hermoso ángel <strong>de</strong> ojos castaños lo estaría mirando. <strong>El</strong> pecho<br />

le subiría y bajaría rápidamente. <strong>El</strong> rubor que habría nacido en sus<br />

mejillas se habría extendido por todo su cuerpo. Sería una rosa ante<br />

sus ojos y florecería <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él. <strong>Gabriel</strong> sería amable y ella se<br />

abriría. Y él la contemplaría extasiado, como si todo estuviera<br />

sucediendo a cámara lenta. Lo viviría con los cinco sentidos, la vista,<br />

el oído, el aroma, el gusto, el tacto. No se per<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l proceso.<br />

Y Julia <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> ser virgen y se convertiría en una mujer, por él.<br />

Gracias a él.<br />

«¿Y el himen?» Habría sangre. <strong>El</strong> precio <strong>de</strong>l pecado era la<br />

sangre. Y un poco <strong>de</strong> muerte.<br />

<strong>El</strong> corazón <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo. Perdió un latido y luego se<br />

recuperó latiendo el doble <strong>de</strong> rápido cuando lo asaltó el recuerdo <strong>de</strong><br />

un poema metafísico <strong>de</strong> sus días en Oxford. En ese instante vio


claramente que él, el profesor <strong>Gabriel</strong> O. Emerson, futuro seductor <strong>de</strong><br />

la hermosa e inocente Julianne, era una pulga.<br />

Las palabras <strong>de</strong> John Donne retumbaron en sus oídos:<br />

Mira esta pulga y mira qué pequeño<br />

es el favor que me niegas.<br />

Primero me picó a mí y luego a ti,<br />

y en su cuerpo se han mezclado nuestras sangres.<br />

A nadie se le ocurriría hablarle a la pulga <strong>de</strong> pecado,<br />

vergüenza o pérdida <strong>de</strong> virginidad.<br />

Este insignificante insecto disfruta sin comprometerse<br />

atiborrándose <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> los dos.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia, eso es más <strong>de</strong> lo que po<strong>de</strong>mos hacer tú o yo.<br />

Sabía por qué su subconsciente había elegido ese momento<br />

para acordarse <strong>de</strong>l poema <strong>de</strong> Donne. Los versos eran un argumento a<br />

favor <strong>de</strong> la seducción. <strong>El</strong> poeta le hablaba a la mujer que quería<br />

convertir en su amante, una virgen, y le <strong>de</strong>cía que la pérdida <strong>de</strong> la<br />

virginidad era comparable a la picadura <strong>de</strong> una pulga. Debería<br />

entregarse a él rápidamente, sin pensarlo. Sin dudar, sin<br />

lamentaciones.<br />

En cuanto las palabras aparecieron en su mente, <strong>Gabriel</strong> supo<br />

que eran perfectas para la ocasión. Perfectas para justificar sus actos.<br />

Perfectas para lo que pensaba hacer con Julia.<br />

«Probarla. Tomarla. Sorberla. Pecar. Chupar hasta <strong>de</strong>jarla seca.<br />

Abandonarla.»<br />

<strong>El</strong>la era pura. Inocente. La <strong>de</strong>seaba.<br />

Facilis <strong>de</strong>scensus Averni.<br />

Pero no sería él quien la hiciese sangrar. No sería él el<br />

responsable <strong>de</strong> que otra chica sangrara durante el resto <strong>de</strong> su vida.<br />

Todas las i<strong>de</strong>as sobre follar encima <strong>de</strong> mesas, sillas, contra pare<strong>de</strong>s,<br />

estanterías y ventanas, se esfumaron <strong>de</strong> repente. No la tomaría. No la<br />

marcaría ni la reclamaría, porque no tenía ningún <strong>de</strong>recho a hacerlo.<br />

<strong>Gabriel</strong> Emerson era un pecador empe<strong>de</strong>rnido que sólo se<br />

arrepentía a medias. <strong>El</strong> sexo sin compromisos y su propio placer<br />

ocupaban un lugar preferente en su mente dominada por la lujuria.<br />

Esa necesidad física nunca daba paso a algo más profundo, como el<br />

amor. Y, sin embargo, a pesar <strong>de</strong> esa y <strong>de</strong> otras carencias morales, a<br />

pesar <strong>de</strong> su incapacidad para resistirse a la tentación aún le quedaba


un principio moral que regía su comportamiento. Aún quedaba una<br />

línea que se negaba a cruzar.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson no seducía vírgenes. Nunca se acostaba<br />

con vírgenes, nunca, ni aunque acudieran a él voluntariamente. Nunca<br />

saciaba su sed con inocentes. Sólo se alimentaba <strong>de</strong> aquellas mujeres<br />

que ya lo habían probado y que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> conocerlo, seguían<br />

queriendo más. Y no iba a transgredir su último principio moral a<br />

cambio <strong>de</strong> una o dos horas <strong>de</strong> satisfacción lasciva con una <strong>de</strong>liciosa<br />

estudiante en su propio <strong>de</strong>spacho. Incluso un ángel caído tenía sus<br />

principios.<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jaría la virtud <strong>de</strong> Julia intacta. La <strong>de</strong>jaría como la había<br />

encontrado, un ángel ruboroso <strong>de</strong> ojos castaños, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> conejitos<br />

y acurrucada como un gato en su silla. Seguiría durmiendo<br />

imperturbable, serena, sin que nadie la besara, sin que nadie la<br />

molestara. Puso la mano en el pomo <strong>de</strong> la puerta y estaba a punto <strong>de</strong><br />

hacer girar la llave cuando oyó que ella se movía a su espalda.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró y <strong>de</strong>jó caer la cabeza hacia a<strong>de</strong>lante. No había<br />

renunciado a una noche <strong>de</strong> placer con ella por odio, sino por amor. Por<br />

el bien que a veces añoraba y <strong>de</strong>seaba que formara parte <strong>de</strong> su vida.<br />

Y tal vez por el recuerdo <strong>de</strong> la persona que había sido antes <strong>de</strong> que el<br />

pecado y el vicio se apo<strong>de</strong>raran <strong>de</strong> él como un matorral <strong>de</strong> espinos,<br />

retorciéndose alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su alma y ahogando sus virtu<strong>de</strong>s. Soltó el<br />

pomo e inspiró hondo. En<strong>de</strong>rezando los hombros, cerró los ojos,<br />

preguntándose qué iba a <strong>de</strong>cirle.<br />

Se volvió muy lentamente y vio que la señorita Mitchell gruñía y<br />

se estiraba. Parpa<strong>de</strong>ó y se cubrió la boca con la mano para bostezar.<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> que el profesor Emerson estaba junto a la<br />

puerta, abrió mucho los ojos, ahogó un grito y se levantó <strong>de</strong> golpe <strong>de</strong><br />

la silla, quedando aprisionada contra la pared. Verla encogida <strong>de</strong><br />

miedo por su presencia casi le rompió el corazón. (Lo que <strong>de</strong>mostraría<br />

que todavía tenía corazón.)<br />

—Chist, Julianne, sólo soy yo.<br />

<strong>Gabriel</strong> le mostró las palmas <strong>de</strong> las manos en señal <strong>de</strong> rendición<br />

y trató <strong>de</strong> sonreír.<br />

Julia estaba atónita. Había estado soñando con él instantes<br />

antes. Y ahora estaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella, observándola. Se pellizcó el<br />

brazo. <strong>Gabriel</strong> seguía allí.<br />

«Mierda. Me ha pillado.»<br />

—Sólo soy yo, Julianne. ¿Estás bien?<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó rápidamente y se frotó los ojos.


—No... no lo sé.<br />

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó él, bajando las<br />

manos.<br />

—Ejem... no lo sé —respondió, tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarse y <strong>de</strong><br />

recordar al mismo tiempo.<br />

—¿Estás con Paul?<br />

—No.<br />

<strong>Gabriel</strong> sintió un gran alivio.<br />

—¿Cómo has entrado? Éste es mi <strong>de</strong>spacho.<br />

Julia lo miró a los ojos para juzgar su estado <strong>de</strong> ánimo.<br />

«Me he metido en un lío. Y Paul también. De ésta nos expulsan<br />

a los dos.»<br />

Se movió bruscamente hacia a<strong>de</strong>lante, tirando la silla al suelo y,<br />

ya <strong>de</strong> paso, una pila <strong>de</strong> libros cercanos. Un montón <strong>de</strong> notas sueltas<br />

salieron volando y empezaron a caer a su alre<strong>de</strong>dor como copos <strong>de</strong><br />

papel <strong>de</strong> rayas. <strong>Gabriel</strong> pensó que parecía un ángel <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una<br />

bola <strong>de</strong> nieve.<br />

«Preciosa», pensó.<br />

<strong>El</strong>la se agachó y empezó a recogerlo todo apresuradamente,<br />

mientras repetía unas palabras <strong>de</strong> disculpa como una letanía. <strong>Gabriel</strong><br />

reconoció algunas <strong>de</strong> las palabras que iba diciendo como si estuviera<br />

rezando el rosario: «Paul me prestó la llave, lo siento, lo siento<br />

mucho».<br />

De una sola zancada, él se plantó a su lado y le puso una mano<br />

en el hombro.<br />

—Quieta. No pasa nada. Eres bienvenida aquí.<br />

Julia cerró los ojos y trató <strong>de</strong> calmarse, pero era muy difícil.<br />

Tenía miedo <strong>de</strong> que <strong>El</strong> Profesor perdiera los nervios y echara a Paul<br />

<strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho para siempre.<br />

<strong>Gabriel</strong> inspiró con fuerza y ella abrió los ojos. Al ver que tenía<br />

su mano en el hombro, la mirada se le nubló.<br />

Él se le acercó más y la miró a la cara.<br />

—Julianne, estás pálida. ¿Te encuentras bien?<br />

<strong>Gabriel</strong> no sabía qué hacer. ¿Por qué ella actuaba <strong>de</strong> un modo<br />

tan raro? Tal vez estaba débil por falta <strong>de</strong> comida, o no se había<br />

<strong>de</strong>spertado <strong>de</strong>l todo. O quizá fuera por el calor. Hacía <strong>de</strong>masiado calor<br />

en el <strong>de</strong>spacho y ella se había dormido con la calefacción encendida.<br />

<strong>Gabriel</strong> la sujetó justo cuando Julia se <strong>de</strong>smayaba. La ro<strong>de</strong>ó con sus<br />

brazos y la apretó contra su pecho. No estaba inconsciente. No <strong>de</strong>l<br />

todo al menos.


—¿Julianne?<br />

Le apartó el pelo <strong>de</strong> la cara y le acarició la mejilla con el dorso <strong>de</strong><br />

los <strong>de</strong>dos.<br />

<strong>El</strong>la murmuró unas palabras ininteligibles. No se había<br />

<strong>de</strong>smayado, pero se apoyaba contra él como si no tuviera fuerzas para<br />

mantenerse en pie. <strong>Gabriel</strong> la sujetó para que no chocara contra la<br />

silla volcada o se cayera al suelo.<br />

—¿Estás bien?<br />

Trató <strong>de</strong> moverla para que se sentara en el suelo, pero ella se<br />

sujetó con más fuerza a su cuello, como si no quisiera soltarse. A él le<br />

gustó la sensación, así que la abrazó más fuerte y aspiró<br />

disimuladamente el olor <strong>de</strong> su pelo. Vainilla. <strong>El</strong> pequeño cuerpo <strong>de</strong> ella<br />

encajaba a la perfección contra el suyo, como si fueran<br />

complementarios. Era asombroso.<br />

—¿Qué ha pasado? —murmuró Julia contra el jersey <strong>de</strong> él, <strong>de</strong><br />

color ver<strong>de</strong> brillante, que hacía <strong>de</strong>stacar el azul <strong>de</strong> sus ojos.<br />

—No estoy seguro. Creo que te has mareado al levantarte <strong>de</strong><br />

golpe. Hace <strong>de</strong>masiado calor aquí <strong>de</strong>ntro.<br />

<strong>El</strong>la le <strong>de</strong>dicó una sonrisa tan dulce que el corazón <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se<br />

<strong>de</strong>rritió.<br />

Deseaba besarlo, <strong>de</strong>sesperadamente. Estaba cerca, muy cerca.<br />

Si se acercaba un poco más, aquellos labios serían suyos... <strong>de</strong> nuevo.<br />

Sus ojos la miraban con cali<strong>de</strong>z y estaba siendo tan amable con ella...<br />

<strong>Gabriel</strong> empezó a apartarse centímetro a centímetro,<br />

asegurándose <strong>de</strong> que no se iba a caer. Cuando vio que se aguantaba<br />

sola, la sentó <strong>de</strong>licadamente sobre la mesa antes <strong>de</strong> en<strong>de</strong>rezar la silla.<br />

Luego se acercó a la puerta y se recolocó la pajarita.<br />

—No me importa que uses el <strong>de</strong>spacho. No me importa en<br />

absoluto. Sólo es que me ha sorprendido encontrarte aquí. Me alegro<br />

<strong>de</strong> que a Paul se le ocurriera <strong>de</strong>jarte la llave. No pasa nada. —<strong>Gabriel</strong><br />

sonrió para tranquilizarla, al ver que se había agarrado a la mesa con<br />

fuerza—. He venido a buscar un libro que le <strong>de</strong>jé —añadió, levantando<br />

el libro en cuestión.<br />

Moviéndose lentamente, Julia se levantó <strong>de</strong> la mesa y empezó a<br />

recoger los libros y los papeles esparcidos por el suelo.<br />

—¿Has quedado con Paul más tar<strong>de</strong>?<br />

—No. Ha ido a una conferencia para graduados en Princeton.<br />

Mañana tiene una presentación.<br />

Julia levantó la cabeza y al ver que <strong>Gabriel</strong> seguía sonriendo, se<br />

relajó. Un poquito.


—Princeton. Sí, por supuesto. Lo había olvidado. Qué maletín<br />

tan bonito llevas —comentó, con una mueca <strong>de</strong> complicidad.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó, tratando <strong>de</strong> no <strong>de</strong>latar el secreto que, gracias a<br />

su amiga, no era tan secreto.<br />

—Aunque parece que hay un ser vivo por ahí. Veo que asoman<br />

unas orejas por una <strong>de</strong> las cremalleras.<br />

Julia se volvió hacia el maletín. <strong>Gabriel</strong> tenía razón. Dos orejitas<br />

marrones asomaban <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los compartimentos, dando la<br />

sensación <strong>de</strong> que hubiese intentado meter una mascota a escondidas<br />

en la biblioteca. Se ruborizó más intensamente.<br />

—¿Puedo verlo? —preguntó él, sin moverse hasta que ella le<br />

diera permiso.<br />

In<strong>de</strong>cisa, Julia sacó el muñeco <strong>de</strong> peluche <strong>de</strong>l maletín y se lo<br />

ofreció, mordiéndose el labio muerta <strong>de</strong> vergüenza.<br />

«Es evi<strong>de</strong>nte que los conejos son el fetiche <strong>de</strong> la señorita<br />

Mitchell.»<br />

<strong>Gabriel</strong> sostuvo el conejito entre el índice y el pulgar, mirándolo<br />

con curiosidad, como si no supiera qué era. O como si temiera que, en<br />

un ataque <strong>de</strong> furia, al peluche fuera a darle por imitar al famoso conejo<br />

<strong>de</strong> los Monty Python en Los caballeros <strong>de</strong> la mesa cuadrada y sus<br />

locos seguidores y le saltara al cuello. <strong>Gabriel</strong> se llevó la mano al<br />

mismo como precaución y resistió el súbito impulso <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir Ni.<br />

<strong>El</strong> peluche era marrón, muy suave, hecho <strong>de</strong> terciopelo o algo<br />

parecido. Tenía las patas cortas, las orejas largas y unos bigotes muy<br />

graciosos. Se mantenía muy <strong>de</strong>recho, <strong>de</strong>masiado rígido, pero le<br />

resultaba extrañamente familiar. A Grace le habría encantado. Podría<br />

haber formado parte <strong>de</strong> la infancia que él nunca tuvo.<br />

Alguien le había atado un lazo rosa alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello. <strong>Gabriel</strong><br />

lo examinó y llegó a la conclusión <strong>de</strong> que se lo había puesto alguien<br />

con alguna discapacidad (con todos los respetos hacia los<br />

discapacitados), o alguien con las manos muy gran<strong>de</strong>s y escasa<br />

habilidad con la psicomotricidad fina (como él). Llevaba una tarjetita.<br />

No quería que se sintiera incómoda, así que sólo le echó un<br />

rápido vistazo. Fue suficiente para ver que <strong>de</strong>cía:<br />

C.<br />

Te <strong>de</strong>jo a alguien que te hará compañía mientras estoy fuera.<br />

Nos vemos a la vuelta.<br />

Tuyo,<br />

Paul


«<strong>El</strong> follaángeles contraataca», pensó <strong>Gabriel</strong>, malhumorado.<br />

—Es... muy bonito —dijo, <strong>de</strong>volviéndoselo.<br />

—Gracias.<br />

—¿Quién es C.?<br />

Julia se volvió para guardarlo en el maletín, con cuidado <strong>de</strong> que<br />

no se le engancharan las orejas en las cremalleras.<br />

—Es uno <strong>de</strong> mis motes.<br />

—No lo entiendo. Tendría que empezar por P.<br />

<strong>El</strong>la frunció el cejo.<br />

«¿Por qué? ¿P <strong>de</strong> puta? ¿De Perra? ¿Petarda?»<br />

—De preciosa —le aclaró <strong>Gabriel</strong> y luego agachó la cabeza,<br />

ruborizándose un poco, porque el halago había salido <strong>de</strong> sus labios sin<br />

preten<strong>de</strong>rlo—. ¿Así que llevas horas durmiendo aquí, escuchando<br />

canciones sobre conejos, con un conejito como acompañante? No<br />

sabía que fueras una amante <strong>de</strong> los conejos —añadió en tono<br />

insinuante, sin po<strong>de</strong>rlo evitar—. Me gusta ese grupo. Buena elección.<br />

—Gracias. —Julia apagó el or<strong>de</strong>nador y lo guardó con cuidado<br />

en el maletín, junto con el CD.<br />

—La biblioteca está a punto <strong>de</strong> cerrar. ¿Qué habrías hecho si no<br />

hubiera llegado yo?<br />

<strong>El</strong>la miró a su alre<strong>de</strong>dor, confusa.<br />

—No lo sé.<br />

—Si nadie se hubiera dado cuenta, podrías haberte quedado<br />

encerrada toda la noche. Sin comida. —La sonrisa <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> la<br />

cara <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> sólo <strong>de</strong> pensarlo—. ¿Qué vas a hacer en el futuro para<br />

asegurarte <strong>de</strong> que no te vuelve a pasar?<br />

—¿Poner la alarma en el reloj <strong>de</strong> Paul?<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió como si hubiera acertado la respuesta correcta,<br />

aunque no se había quedado satisfecho.<br />

—¿Tienes hambre?<br />

—Debería marcharme, profesor. Siento haber invadido tu<br />

espacio personal.<br />

«No sabes hasta qué punto has invadido mi espacio personal,<br />

Julianne.»<br />

—Señorita Mitchell, un momento —la interrumpió él, dando un<br />

paso en su dirección, mientras ella se colgaba el maletín al hombro<br />

con una mano y limpiaba la superficie <strong>de</strong> la mesa con la otra—. ¿Has<br />

cenado?<br />

—No.


<strong>Gabriel</strong> frunció mucho el cejo. Sus cejas se juntaron como nubes<br />

<strong>de</strong> tormenta.<br />

—¿A qué hora has comido?<br />

—A las doce.<br />

—De eso hace ya casi once horas. ¿Qué has comido?<br />

—Un perrito caliente <strong>de</strong>l carrito <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la biblioteca.<br />

Él maldijo en silencio.<br />

—No pue<strong>de</strong>s alimentarte a base <strong>de</strong> comida basura. Y no me<br />

gusta que comas carne cocinada en la calle. Me prometiste que si<br />

pasabas hambre me lo dirías. Te has <strong>de</strong>smayado <strong>de</strong> hambre.<br />

<strong>Gabriel</strong> miró la hora en su Rolex Day-Date <strong>de</strong> oro blanco.<br />

—Es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para llevarte a comer un filete. <strong>El</strong> Harbour<br />

Sixty ya está cerrado. Pero po<strong>de</strong>mos ir a cenar a otro sitio. Yo estaba<br />

concentrado preparando mi conferencia y tampoco he cenado.<br />

—¿Seguro?<br />

—Señorita Mitchell, no soy un hombre que lance invitaciones a la<br />

ligera. Si te invito a cenar es porque estoy seguro. ¿Me acompañas o<br />

no?<br />

—No voy vestida para ir a cenar, aunque muchas gracias<br />

—respondió ella, con suavidad pero con firmeza, arqueando una ceja.<br />

Había superado ya la sorpresa <strong>de</strong> encontrarlo allí y estaba<br />

totalmente <strong>de</strong>spierta e indignada por su actitud.<br />

<strong>Gabriel</strong> la examinó <strong>de</strong> arriba abajo lentamente, admirando su<br />

figura, pero su mirada cambió al llegar a las zapatillas <strong>de</strong>portivas.<br />

Odiaba que las mujeres se pusieran zapatillas <strong>de</strong>portivas. Les<br />

quitaban trabajo a los podólogos, puesto que <strong>de</strong> ese modo evitaban<br />

lucir los pies. Consciente <strong>de</strong>l absurdo rumbo <strong>de</strong> sus pensamientos, se<br />

aclaró la garganta.<br />

—Vas perfecta. Creo que el color <strong>de</strong> la blusa hace <strong>de</strong>stacar el<br />

rubor natural <strong>de</strong> tu piel y el jaspeado color caramelo <strong>de</strong> tus ojos. De<br />

hecho, estás muy guapa.<br />

«¿Tengo los ojos jaspeados color caramelo? ¿Des<strong>de</strong> cuándo?<br />

¿Y en qué momento se ha dado cuenta?»<br />

—Hay un sitio cerca <strong>de</strong> mi casa al que suelo ir entre semana,<br />

cuando se me hace tar<strong>de</strong>. Te invito a tomar algo allí y así po<strong>de</strong>mos<br />

hablar <strong>de</strong> tu proyecto. De manera informal, por supuesto. ¿Qué te<br />

parece?<br />

—Gracias, profesor.<br />

Ambos se miraron y sonrieron con timi<strong>de</strong>z.<br />

<strong>Gabriel</strong> aguardó pacientemente a que ella acabara <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo


todo en or<strong>de</strong>n antes <strong>de</strong> hacerse a un lado y señalar hacia el pasillo.<br />

—Después <strong>de</strong> ti.<br />

Julia le dio las gracias. Mientras salían, él alargó la mano hacia<br />

las asas <strong>de</strong>l maletín. <strong>El</strong>la notó el roce <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos y se apartó<br />

instintivamente, <strong>de</strong>jándolo caer.<br />

Él lo recogió.<br />

—Es un maletín muy bonito. ¿Te importa que lo lleve un rato?<br />

—preguntó, con una sonrisa que la hizo ruborizarse.<br />

—Gracias —murmuró ella—. Me gusta mucho. Es perfecto.<br />

<strong>Gabriel</strong> no le dio más conversación hasta que llegaron al<br />

restaurante Caffé Volo en la calle Yonge. Era un establecimiento<br />

tranquilo y acogedor. Presumían <strong>de</strong> tener la carta <strong>de</strong> cervezas más<br />

completa <strong>de</strong> Toronto. Tenían también un cocinero italiano y la mejor<br />

cocina casera <strong>de</strong>l barrio. Era un local pequeño, <strong>de</strong> sólo diez mesas,<br />

que en verano complementaban con algunas más en la terraza. La<br />

<strong>de</strong>coración, rústica, incluía algunas antigüeda<strong>de</strong>s, como bancos <strong>de</strong><br />

iglesia o gran<strong>de</strong>s mesas <strong>de</strong> granja. A Julia le recordó a una taberna<br />

alemana, <strong>de</strong>l estilo <strong>de</strong>l restaurante Vinum, don<strong>de</strong> había estado con<br />

amigos durante una visita a Frankfurt.<br />

A <strong>Gabriel</strong> le gustaba porque servían una <strong>de</strong> sus cervezas<br />

trapenses favoritas, la Chimay Première, y le gustaba tomar pizza<br />

napolitana con esa bebida. (Como siempre, no soportaba la<br />

mediocridad.) Como era un cliente habitual, y <strong>de</strong> los más puntillosos,<br />

le ofrecieron el mejor sitio, una tranquila mesa para dos en un rincón,<br />

cerca <strong>de</strong> un gran ventanal con vistas a la locura que era la calle Yonge<br />

por la noche.<br />

Travestis, estudiantes universitarios, resi<strong>de</strong>ntes en el colegio<br />

mayor, policías, felices parejas homosexuales, felices parejas<br />

heterosexuales, famosos <strong>de</strong> visita en los barrios pobres, yuppies<br />

paseando a sus pretenciosas mascotas, ecologistas, vagabundos,<br />

músicos callejeros, pandilleros, miembros <strong>de</strong> la mafia rusa, algún que<br />

otro profesor díscolo, algún miembro <strong>de</strong>l Parlamento Provincial. Un<br />

fascinante caleidoscopio <strong>de</strong> comportamientos humanos en directo. Y<br />

gratis.<br />

Julia se sentó lentamente en su asiento, un antiguo banco <strong>de</strong><br />

iglesia reconvertido y se echó sobre los hombros la manta <strong>de</strong><br />

borreguillo que el camarero le había <strong>de</strong>jado en el respaldo.<br />

—¿Tienes frío? Le diré a Christopher que nos siente al lado <strong>de</strong> la<br />

chimenea. —Levantó el brazo para llamar al camarero, pero Julia lo<br />

<strong>de</strong>tuvo.


—No lo hagas —dijo con timi<strong>de</strong>z—. Me gusta mirar a la gente.<br />

—A mí también, pero pareces el Yeti.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—Lo siento —se excusó él rápidamente—. No quería hacerte<br />

sentir incómoda, pero seguro que po<strong>de</strong>mos conseguir algo más<br />

a<strong>de</strong>cuado que esa manta, que a saber dón<strong>de</strong> habrá estado.<br />

Probablemente en el suelo <strong>de</strong>l apartamento <strong>de</strong> Christopher. Y quién<br />

sabe qué clase <strong>de</strong> travesuras habrá hecho ahí encima.<br />

«¿Ha usado la palabra "travesuras" en una frase?», pensó Julia,<br />

atónita.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson se quitó el jersey <strong>de</strong> cachemira ver<strong>de</strong>, con<br />

un coche <strong>de</strong> carreras inglés y se lo dio. Julia lo cogió y lo cambió por la<br />

censurable manta <strong>de</strong> Yeti.<br />

—¿Mejor? —preguntó él, peinándose con los <strong>de</strong>dos.<br />

—Mejor —respondió ella, sintiéndose más cómoda y mucho más<br />

caliente, envuelta en el calor corporal y el aroma <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

Se dobló las mangas varias veces porque los brazos <strong>de</strong> él eran<br />

mucho más largos que los suyos.<br />

—¿Fuiste a Lobby el martes? —le preguntó Julia.<br />

—No. ¿Por qué no me hablas <strong>de</strong> tu proyecto? —Cambió <strong>de</strong><br />

tema bruscamente y su voz adquirió un tono profesional.<br />

Por suerte, Christopher los interrumpió en ese momento<br />

preguntándoles qué querían cenar y ella pudo centrarse un poco.<br />

—La ensalada César es muy buena aquí, igual que la pizza<br />

napolitana, pero son raciones bastante gran<strong>de</strong>s para uno solo. ¿Eres<br />

aficionada a los intercambios? —preguntó él.<br />

Julia abrió la boca, sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />

—Me refiero a si te gustaría compartir una ensalada y una pizza<br />

conmigo. ¿O prefieres cualquier otra cosa?<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo. Estaba tratando <strong>de</strong> no ser un profesor<br />

avasallador y dominante, pero era más difícil <strong>de</strong> lo que parecía.<br />

Christopher golpeó el suelo con el pie discretamente. No quería<br />

que el profesor notara que se estaba impacientando. Lo había visto<br />

irritado en alguna ocasión y no le habían quedado ganas <strong>de</strong> repetir la<br />

experiencia. Aunque tal vez ahora que tenía compañía femenina —el<br />

remedio favorito <strong>de</strong> Christopher para cualquier <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n psicológico,<br />

gran<strong>de</strong> o pequeño— se comportase <strong>de</strong> otro modo.<br />

—Me encantará compartir la ensalada y la pizza contigo, gracias<br />

—respondió Julia en un tono que ponía fin a cualquier <strong>de</strong>liberación.<br />

Él pidió por los dos y, poco <strong>de</strong>spués, el camarero apareció con


dos cervezas Chimay. <strong>Gabriel</strong> había insistido en que ella la probara.<br />

—Salud —dijo él, brindando.<br />

—Prost —replicó Julia.<br />

Probó la cerveza y no pudo evitar recordar la primera que se<br />

había tomado y con quién. Era una cerveza rubia, <strong>de</strong> fabricación<br />

nacional. Ésta tenía un tono cobrizo y era dulce, con un intenso sabor<br />

a malta. Le gustó mucho y lo <strong>de</strong>mostró con un leve ronroneo <strong>de</strong><br />

aprobación.<br />

—¡Cuesta más <strong>de</strong> diez dólares la botella! —susurró, para no<br />

avergonzar a <strong>Gabriel</strong> en público con su incredulidad.<br />

—Pero es la mejor. ¿Qué prefieres, beber una botella <strong>de</strong> éstas o<br />

dos Budweiser, que es como beber asquerosa agua <strong>de</strong> la bañera?<br />

«Bueno, no he probado el agua <strong>de</strong> la bañera, pero me fiaré <strong>de</strong><br />

su opinión, chalado profesor Emerson.»<br />

—Vamos —la animó él—. ¿Qué estás pensando? Casi puedo<br />

ver las ruedas girando en esa pequeña cabecita, así que suéltalo.<br />

Y dicho esto, se cruzó <strong>de</strong> brazos y aguardó con una sonrisa,<br />

como si la cabeza <strong>de</strong> Julia fuera una fuente inagotable <strong>de</strong> diversión.<br />

A ella le molestó su actitud. No le gustaba que usara el<br />

diminutivo al referirse a su cabeza, porque le recordaba su <strong>de</strong>sprecio<br />

inicial por su capacidad intelectual, así que <strong>de</strong>cidió contraatacar.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> tener la oportunidad <strong>de</strong> hablar contigo en privado<br />

—comentó, sacando dos sobres <strong>de</strong>l maletín—. No puedo aceptar esto.<br />

Deslizó la tarjeta <strong>de</strong>l Starbucks y la concesión <strong>de</strong> la beca en su<br />

dirección.<br />

<strong>Gabriel</strong> los reconoció inmediatamente y frunció el cejo.<br />

—¿Qué te hace pensar que te los he enviado yo? —preguntó,<br />

empujándolos en dirección a Julia.<br />

—Mi capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>ducción. Eres la única persona que<br />

conozco que me llama Julianne. Y eres la única persona que conozco<br />

con una cuenta corriente lo bastante saneada como para crear una<br />

beca.<br />

Le entregó <strong>de</strong> nuevo los sobres.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció en silencio unos instantes. ¿De verdad era<br />

el único que llamaba a Julianne por su nombre completo? ¿Cómo la<br />

llamaban los <strong>de</strong>más?<br />

«Julia.»<br />

—Tienes que aceptarlos.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a empujarlos hacia ella.<br />

—No, no tengo que hacerlo. Los regalos me ponen muy nerviosa


y la tarjeta <strong>de</strong>l Starbucks es una exageración. Por no hablar <strong>de</strong> la<br />

beca. Nunca podría <strong>de</strong>volvértela. Ya le <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>masiadas cosas a tu<br />

familia. No puedo aceptar nada más.<br />

Empujó los sobres una vez más.<br />

—Pue<strong>de</strong>s aceptarlo y lo aceptarás. La tarjeta <strong>de</strong> regalo es<br />

intrascen<strong>de</strong>nte. Yo gasto mucho más que eso en café cada mes.<br />

Quería <strong>de</strong>mostrarte <strong>de</strong> un modo tangible que respeto tu inteligencia.<br />

Cometí una indiscreción en un momento en que tenía la guardia baja y<br />

la señorita Peterson lo aprovechó y retorció mis palabras <strong>de</strong> un modo<br />

intolerable. Así que no lo consi<strong>de</strong>res un regalo, considéralo una<br />

in<strong>de</strong>mnización. Hablé mal <strong>de</strong> ti sin motivo y por eso te escribí esa<br />

tarjeta. Si no la aceptas, el conflicto permanecerá sin resolver entre<br />

nosotros, porque no creo que me hayas perdonado que hablara mal<br />

<strong>de</strong> ti <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> tus colegas.<br />

Acercándole los sobres una vez más, la miró fijamente.<br />

Julia le clavó la vista en la pajarita para no caer presa <strong>de</strong> su<br />

intensa mirada azul. Se preguntó cómo habría logrado hacerse el nudo<br />

tan <strong>de</strong>recho y uniforme.<br />

«Tal vez haya contratado a una profesional para que se lo haga.<br />

Alguien con el pelo rubio teñido y tacones <strong>de</strong> aguja. Y uñas muy<br />

largas.»<br />

Julia volvió a <strong>de</strong>slizar la tarjeta <strong>de</strong>l Starbucks, <strong>de</strong>safiante. Para<br />

su gran sorpresa, la expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se endureció, pero se<br />

guardó la tarjeta.<br />

—No pienso pasarme la noche jugando al ping-pong <strong>de</strong> tarjeta<br />

<strong>de</strong> regalo contigo. Pero la beca no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>volver. <strong>El</strong> dinero no es<br />

mío. Lo único que hice fue alertar al señor Randall, el director <strong>de</strong> la<br />

organización filantrópica, <strong>de</strong> tus méritos académicos.<br />

—Y <strong>de</strong> mi pobreza —murmuró ella.<br />

—Si tienes algo que <strong>de</strong>cirme, señorita Mitchell, ten la cortesía <strong>de</strong><br />

hablar a un nivel audible —dijo él, con los ojos brillantes.<br />

<strong>El</strong>la le <strong>de</strong>volvió una mirada igual <strong>de</strong> encendida.<br />

—No creo que todo esto sea muy profesional, profesor Emerson.<br />

No sé cómo lo has logrado, pero sé que me estás haciendo llegar<br />

miles <strong>de</strong> dólares a través <strong>de</strong> una beca. Cualquiera pensaría que estás<br />

tratando <strong>de</strong> comprarme.<br />

<strong>Gabriel</strong> inspiró hondo y contó hasta diez para no estallar.<br />

—¿Comprarte? Pue<strong>de</strong>s creerme, nada está más lejos <strong>de</strong> mi<br />

intención. Me siento muy ofendido por tus palabras. Si te <strong>de</strong>seara, no<br />

tendría que comprarte.


Las cejas <strong>de</strong> Julia se alzaron <strong>de</strong> la sorpresa, pero en seguida le<br />

dirigió una mirada <strong>de</strong> advertencia.<br />

—Cuidado con lo que dices.<br />

<strong>Gabriel</strong> pareció sinceramente incómodo y a ella le gustó la<br />

sensación.<br />

—No quería <strong>de</strong>cir eso. Quería <strong>de</strong>cir que yo nunca te trataría<br />

como a un objeto que pue<strong>de</strong> comprarse y ven<strong>de</strong>rse. No eres el tipo <strong>de</strong><br />

chica que se ven<strong>de</strong>, estoy seguro.<br />

Julia le dirigió una mirada glacial antes <strong>de</strong> apartar la vista. Negó<br />

con la cabeza y empezó a buscar la salida, preguntándose si podría<br />

escapar.<br />

—¿Por qué lo haces? —susurró él, pasados unos instantes.<br />

—¿<strong>El</strong> qué?<br />

—Provocarme.<br />

—Yo... no... te provoco. Sólo expongo los hechos.<br />

—En cualquier caso, cada vez que trato <strong>de</strong> mantener una<br />

conversación normal contigo, acabas provocándome.<br />

—Eres mi profesor.<br />

—Sí y el hermano mayor <strong>de</strong> tu mejor amiga. ¿No po<strong>de</strong>mos ser<br />

<strong>Gabriel</strong> y Julianne por una noche? ¿No po<strong>de</strong>mos disfrutar <strong>de</strong> una<br />

conversación agradable y <strong>de</strong> una cena aún más agradable? Pue<strong>de</strong><br />

que no lo esté consiguiendo, pero me estoy esforzando por<br />

comportarme como un ser humano.<br />

Cerró los ojos, frustrado.<br />

—¿De verdad?<br />

Era una pregunta inocente, pero Julia se tapó la mano con la<br />

boca al darse cuenta <strong>de</strong> cómo había sonado.<br />

Los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se abrieron muy lentamente, como los <strong>de</strong>l<br />

dragón <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> Tolkien, pero no mordió el anzuelo <strong>de</strong> su<br />

impertinencia. Ni empezó a soltar fuego por la nariz. Todavía.<br />

—¿Quieres que tengamos una relación profesional? Pues<br />

empieza tú. Un estudiante normal recibiría una beca con gritos <strong>de</strong><br />

alegría. Aceptaría el dinero y se sentiría profundamente agra<strong>de</strong>cido<br />

por su buena suerte. Así que compórtese profesionalmente, señorita<br />

Mitchell. Podría haber mantenido mi conexión con la beca en secreto,<br />

pero preferí tratarte como a una adulta. Decidí respetar tu inteligencia<br />

y no recurrir a engaños. Sin embargo, sí me he preocupado <strong>de</strong> ocultar<br />

mi relación con la beca <strong>de</strong> manera pública. Mi nombre no va ligado<br />

oficialmente a esa organización filantrópica, así que nadie atará cabos.<br />

Emerson es un nombre muy común. Si le cuentas a alguien que estoy


<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la beca, lo más probable es que no te crea.<br />

Sacándose el iPhone <strong>de</strong>l bolsillo, <strong>Gabriel</strong> abrió la aplicación <strong>de</strong> la<br />

libreta <strong>de</strong> notas y empezó a escribir con el <strong>de</strong>do.<br />

—No iba a quejarme.<br />

—Podrías haberme dado las gracias.<br />

—Gracias, profesor Emerson. Pero míralo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi punto <strong>de</strong><br />

vista. No quiero ser <strong>El</strong>oísa ni que tú seas Abelardo —dijo, mirando los<br />

cubiertos y alineándolos hasta que estuvieron or<strong>de</strong>nados<br />

simétricamente.<br />

<strong>Gabriel</strong> recordó haberla visto hacerlo antes, cuando cenaron en<br />

el Harbour Sixty. Dejando el teléfono en la mesa, la miró con expresión<br />

apenada. Se sintió culpable al recordar lo que había estado a punto <strong>de</strong><br />

pasar en la biblioteca. Había estado a punto <strong>de</strong> sucumbir a los<br />

consi<strong>de</strong>rables encantos <strong>de</strong> la señorita Mitchell. Y con ellos se había<br />

arriesgado a correr el mismo <strong>de</strong>stino que Abelardo, porque sin duda<br />

Rachel lo castraría si se enteraba <strong>de</strong> que había seducido a su amiga.<br />

Milagrosamente, había <strong>de</strong>mostrado tener un mayor autocontrol<br />

que Abelardo.<br />

—Nunca seduciría a una alumna.<br />

—En ese caso, gracias —murmuró ella—. Y gracias por el gesto<br />

<strong>de</strong> la beca, aunque no puedo prometerte que la aceptaré. Sé que para<br />

ti es una cantidad mo<strong>de</strong>sta, pero para mí significa dinero para billetes<br />

<strong>de</strong> avión para Acción <strong>de</strong> Gracias, Navidad y Pascua. Y algún que otro<br />

extra <strong>de</strong> vez en cuando que ahora no puedo permitirme. Como un<br />

filete.<br />

—¿Vas a gastártelo en billetes <strong>de</strong> avión? Pensaba que<br />

buscarías un apartamento en mejores condiciones.<br />

—He firmado un contrato. Si me fuera a otro apartamento,<br />

tendría que seguir pagando éste. A<strong>de</strong>más, ir a casa para ver a mi<br />

padre es importante para mí. Es la única familia que me queda. Y me<br />

gustaría ir a visitar también a Richard antes <strong>de</strong> que venda la casa y se<br />

mu<strong>de</strong> a Fila<strong>de</strong>lfia para estar cerca <strong>de</strong> Rachel y Scott.<br />

«De hecho, creo que valdría la pena aceptar la beca para ir a<br />

visitar a Richard y, <strong>de</strong> paso, ver el huerto. Me pregunto si mi manzano<br />

favorito sigue allí... Me pregunto si alguien se daría cuenta si tallara<br />

mis iniciales en el tronco...»<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró <strong>de</strong> reojo.<br />

—¿No habrías ido a casa si no hubieras recibido la beca?<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—Papá quería comprarme un billete <strong>de</strong> avión para Navidad, para


que no tuviera que ir en autocar, pero los precios <strong>de</strong> Air Canada son<br />

imposibles y me habría sentido avergonzada si mi padre hubiera<br />

tenido que comprarme un billete.<br />

—No te avergüences <strong>de</strong> aceptar un regalo si te lo ofrecen sin<br />

contrapartidas.<br />

—Pareces Grace. <strong>El</strong>la siempre <strong>de</strong>cía cosas como ésa.<br />

<strong>Gabriel</strong> se removió inquieto en el asiento.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> crees que aprendí algo <strong>de</strong> generosidad? De mi<br />

madre biológica te aseguro que no.<br />

Julia lo miró <strong>de</strong> frente, sin parpa<strong>de</strong>ar ni ruborizarse. Suspirando,<br />

se guardó la carta en el maletín. Acabaría <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir qué hacer cuando<br />

no estuviera ante la presencia magnética <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor. Seguir<br />

discutiendo con él en esos momentos no llevaría a ninguna parte. En<br />

ese aspecto, como en muchos otros, era exactamente como Abelardo,<br />

sexy, inteligente y seductor.<br />

Él la observó con atención.<br />

—A pesar <strong>de</strong> todo lo que he hecho, que admito que no ha sido<br />

<strong>de</strong>masiado, ¿sigues pasando hambre?<br />

—<strong>Gabriel</strong>, tengo una relación muy especial con mi estómago. Me<br />

olvido <strong>de</strong> comer cuando estoy ocupada, o preocupada o... triste. No es<br />

por el dinero. No te preocupes, por favor.<br />

Recolocó los cubiertos una vez más.<br />

—¿Estás triste ahora?<br />

Julia bebió la cerveza lentamente, sin respon<strong>de</strong>r.<br />

—¿Dante te entristece?<br />

—A veces —susurró ella.<br />

—¿Y las otras veces?<br />

Julia levantó la vista y le <strong>de</strong>dicó una sonrisa muy dulce.<br />

—Otras veces no puedo evitarlo... me hace <strong>de</strong>lirar <strong>de</strong> felicidad. A<br />

veces, mientras estoy estudiando La Divina Comedia, siento como si<br />

estuviera haciendo lo que se supone que <strong>de</strong>bo estar haciendo. Como<br />

si hubiera encontrado mi pasión, mi vocación. Como si ya no fuera la<br />

chica tímida <strong>de</strong> Selinsgrove. Me siento capaz <strong>de</strong> todo. Sé que soy<br />

buena en esto y me hace sentir... importante.<br />

Era <strong>de</strong>masiado. Le había dado <strong>de</strong>masiada información. Se había<br />

bebido la cerveza <strong>de</strong>masiado rápido y se le había subido a la cabeza;<br />

igual que el aroma <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> impregnado en el jersey. No <strong>de</strong>bería<br />

haber dicho eso y a él menos que a nadie.<br />

Pero para su sorpresa, lo <strong>de</strong>scubrió mirándola con cali<strong>de</strong>z.<br />

—Es verdad que eres tímida, pero eso no es ningún pecado.


—<strong>Gabriel</strong> carraspeó—. Me da envidia tu entusiasmo por Dante. Yo me<br />

sentía así hace un tiempo. Hace mucho tiempo. Demasiado.<br />

Cuando volvió a sonreír, ella apartó la mirada.<br />

Julia se inclinó sobre la mesa y bajó la voz.<br />

—¿Quién es M. P. Emerson?<br />

Los ojos azules <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la perforaron con la intensidad <strong>de</strong> un<br />

rayo láser.<br />

—Preferiría no hablar <strong>de</strong> ello.<br />

Su tono <strong>de</strong> voz no era duro, pero sí muy frío y se dio cuenta <strong>de</strong><br />

que había tocado un nervio muy sensible. Le costó unos instantes<br />

recuperarse lo suficiente para preguntar:<br />

—¿Quieres ser mi amigo? ¿Es eso lo que tratas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme con<br />

la beca?<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo y dijo:<br />

—Rachel te ha dicho algo, ¿verdad?<br />

—No, ¿por qué lo preguntas?<br />

—Porque ella cree que <strong>de</strong>beríamos ser amigos. Te digo lo<br />

mismo que le dije antes <strong>de</strong> que se fuera: es imposible.<br />

Notó que se le hacía un nudo en la garganta. Tragó saliva con<br />

dificultad y preguntó:<br />

—¿Por qué?<br />

—Tenemos una ban<strong>de</strong>ra roja sobre la cabeza y en cualquier<br />

momento alguien pue<strong>de</strong> agitarla. Los profesores y las alumnas no<br />

pue<strong>de</strong>n ser amigos. Y aunque sólo fuéramos Julianne y <strong>Gabriel</strong><br />

compartiendo una pizza, tampoco te convendría ser amiga mía. Soy<br />

un imán para el pecado, y tú no. —Con una sonrisa triste, añadió—:<br />

Ya lo ves. Es imposible. «Los que entráis aquí, abandonad toda<br />

esperanza.»<br />

—Me gusta creer que nada es imposible —susurró ella.<br />

—Aristóteles dijo que la amistad sólo es posible entre dos<br />

personas virtuosas. Así que la amistad entre nosotros es imposible.<br />

—Nadie es virtuoso <strong>de</strong>l todo.<br />

—Tú lo eres —afirmó <strong>Gabriel</strong>. Los ojos le brillaban con lo que<br />

podría ser pasión o admiración.<br />

—Rachel me dijo que estabas en la lista vip <strong>de</strong> Lobby. —Julia<br />

volvió a cambiar <strong>de</strong> tema rápidamente, sin mucho tiempo para<br />

consi<strong>de</strong>rar la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus actos.<br />

—Así es.<br />

—Me lo dijo como si fuera un misterio. ¿Por qué?<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.


—¿Por qué crees tú?<br />

—No lo sé. Por eso te lo pregunto.<br />

Él la miró fijamente y bajó el tono <strong>de</strong> voz.<br />

—Voy regularmente, por eso tengo tratamiento preferencial,<br />

aunque últimamente no he ido <strong>de</strong>masiado.<br />

—¿Por qué vas allí? No te gusta bailar. ¿Vas sólo para beber?<br />

—Miró a su alre<strong>de</strong>dor. <strong>El</strong> Caffé era un lugar sencillo pero<br />

confortable—. Podrías beber aquí. Se está más a gusto. Es<br />

gemütlich... acogedor.<br />

«Y no hay ni una puta Emerson adicta a la vista.»<br />

—No, señorita Mitchell. No suelo ir a Lobby a beber.<br />

—Entonces, ¿para qué vas?<br />

—¿No es obvio? —<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo y negó con la<br />

cabeza—. Tal vez para alguien como tú no.<br />

—¿Qué significa alguien como yo?<br />

—Significa que no sabes lo que me estás preguntando —le<br />

espetó él, enfadado—, o no me lo harías <strong>de</strong>cir en voz alta. ¿Quieres<br />

saber para qué voy allí? Te lo diré. Voy a buscar mujeres para follar,<br />

señorita Mitchell. —La miraba furioso—. ¿Estás contenta?<br />

Julia inspiró hondo y contuvo el aliento. Cuando no pudo<br />

aguantar más, lo soltó, negando con la cabeza.<br />

—No —respondió en voz baja, mirándose las manos—. ¿Por<br />

qué iba a estar contenta? En realidad me pone enferma. No sabes<br />

cuánto.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró y se llevó las manos a la nuca. No estaba<br />

enfadado con ella. Estaba furioso, pero consigo mismo. Se sentía<br />

avergonzado. Una parte <strong>de</strong> él quería causarle repulsión<br />

intencionadamente. Quería mostrarse <strong>de</strong>snudo ante ella sin ocultar<br />

nada. Que viera cómo era en realidad, una criatura oscura y siniestra<br />

expuesta ante su virtud. Entonces se alejaría <strong>de</strong> él.<br />

Tal vez era eso lo que su subconsciente estaba haciendo con<br />

aquellos ridículos exabruptos, nada profesionales. En circunstancias<br />

normales nunca le habría hablado así a un alumno y menos aún a una<br />

alumna, ni aunque fuera cierto. Julianne estaba acabando con él y ni<br />

siquiera sabía cómo lo estaba haciendo.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró y ella vio remordimiento en sus ojos.<br />

—Lo siento. Sé que te repugno —dijo él en voz baja—, pero<br />

créeme, no es una mala reacción. Debes sentir repulsión hacia mí.<br />

Cada vez que estoy cerca <strong>de</strong> ti te estoy corrompiendo. No puedo<br />

evitarlo.


—No siento que me estés corrompiendo.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró con tristeza.<br />

—Sólo porque no sabes lo que eso implica. No sabes<br />

reconocerlo. Cuando lo hagas ya será <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Adán y Eva<br />

no se dieron cuenta <strong>de</strong> lo que habían perdido hasta que estuvieron<br />

fuera <strong>de</strong>l paraíso.<br />

—Sé algo sobre el tema —murmuró Julia— y no por haber leído<br />

a Milton.<br />

En ese momento, Christopher les llevó la cena, interrumpiendo la<br />

incómoda conversación. <strong>Gabriel</strong> se comportó como el perfecto<br />

anfitrión, sirviéndole la ensalada y la pizza a Julia antes <strong>de</strong> servirse él<br />

y asegurándose <strong>de</strong> que le tocaban más virutas <strong>de</strong> queso parmesano y<br />

más picatostes que a él. Y no porque no le gustaran. Al contrario, le<br />

gustaban mucho.<br />

Mientras comían en silencio, Julia recordaba su primera cena<br />

juntos. En ese momento, empezó a sonar una canción por los<br />

altavoces. Era una canción tan bonita que <strong>de</strong>jó los cubiertos sobre la<br />

mesa y escuchó con atención.<br />

<strong>Gabriel</strong> también la oyó y empezó a cantar susurrando. La letra<br />

hablaba sobre el cielo y el <strong>infierno</strong>, la virtud y el pecado.<br />

Julia se quedó atrapada en la sobrecogedora relevancia <strong>de</strong> la<br />

letra. Pero <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo en seco y volvió a concentrarse en la<br />

pizza. <strong>El</strong>la lo miró boquiabierta. No tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que cantara tan<br />

bien. Oír aquellas palabras saliendo <strong>de</strong> su boca perfecta con su<br />

sensual voz...<br />

—Es una canción preciosa. ¿De quién es?<br />

—Se llama You and Me. Es <strong>de</strong> Matthew Barber, un músico local.<br />

¿Has oído la frase sobre la virtud y el pecado? No cabe duda sobre<br />

cuál le correspon<strong>de</strong> a cada uno <strong>de</strong> nosotros.<br />

—Es muy bonita pero triste.<br />

—Siempre he tenido una gran <strong>de</strong>bilidad por las cosas bonitas<br />

pero tristes. —La miró atentamente antes <strong>de</strong> apartar la vista—. Creo<br />

que <strong>de</strong>beríamos empezar a hablar sobre tu proyecto, señorita Mitchell.<br />

Su máscara profesional volvía a estar firmemente colocada en<br />

su sitio. Julia respiró hondo y empezó a <strong>de</strong>scribir su proyecto,<br />

nombrando a Paolo y a Francesca, a Dante y a Beatriz. Justo en ese<br />

momento, sonó el teléfono <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

<strong>El</strong> tono <strong>de</strong> llamada eran las campanadas <strong>de</strong>l Big Ben. Él alzó un<br />

<strong>de</strong>do para indicarle que esperara un momento. Al leer la pantalla <strong>de</strong> su<br />

iPhone, le cambió la expresión <strong>de</strong> la cara.


—Tengo que respon<strong>de</strong>r —dijo con preocupación—. Lo siento.<br />

Se levantó y respondió al teléfono en un mismo gesto.<br />

—¿Paulina?<br />

Se dirigió a la sala vecina, pero Julia oía lo que <strong>de</strong>cía.<br />

—¿Qué pasa? ¿Dón<strong>de</strong> estás? —preguntó él, en voz cada vez<br />

más baja.<br />

Julia trató <strong>de</strong> seguir cenando, pero no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

preguntarse quién sería Paulina. Nunca había oído ese nombre hasta<br />

entonces. <strong>Gabriel</strong> había parecido muy preocupado al ver su nombre<br />

en la pantalla <strong>de</strong>l teléfono.<br />

«¿M. P. Emerson? ¿Paulina Emerson? ¿Será su ex esposa? ¿O<br />

M. P. será un código para alguien y estará intentando confundirme?»<br />

<strong>Gabriel</strong> regresó a la mesa un cuarto <strong>de</strong> hora más tar<strong>de</strong> y no se<br />

sentó. Estaba muy alterado, pálido y tembloroso.<br />

—Tengo que irme. Lo siento. La cena está pagada y le he<br />

pedido a Christopher que llame un taxi para que te lleve a casa<br />

cuando hayas terminado.<br />

—Puedo ir andando —replicó ella, agachándose para recoger el<br />

maletín.<br />

Él levantó una mano para <strong>de</strong>tenerla.<br />

—De ninguna manera. No a estas horas ni en este barrio. Toma<br />

—añadió, ofreciéndole un billete doblado—. Para el taxi o por si<br />

quieres tomar algo más. Por favor, quédate y acábate la cena. Y<br />

llévate lo que sobre a casa. ¿Lo harás?<br />

—No puedo aceptar tu dinero —dijo Julia, <strong>de</strong>volviéndole el<br />

billete.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dirigió una mirada suplicante.<br />

—Por favor, Julianne, ahora no —le rogó, frotándose los ojos<br />

con una mano.<br />

<strong>El</strong>la se apiadó <strong>de</strong> él y no insistió.<br />

—Siento tener que <strong>de</strong>jarte así. Yo...<br />

Lo sentía. Sentía mucho... algo. Estaba tremendamente<br />

angustiado, casi <strong>de</strong>sencajado <strong>de</strong> ansiedad. Sin pensar, Julia le tomó la<br />

mano en un gesto <strong>de</strong> compasión y solidaridad. Y se sorprendió mucho<br />

al comprobar que él no hacía ninguna mueca, ni se soltaba<br />

bruscamente.<br />

Al contrario. Le apretó los <strong>de</strong>dos como dándole las gracias por el<br />

contacto. Abrió los ojos y la miró, acariciándole el dorso <strong>de</strong> la mano<br />

con suavidad. Fue un gesto dulce y familiar, como si lo hubiera hecho<br />

miles <strong>de</strong> veces. Como si ella le perteneciera. Se acercó su mano a los


labios y se quedó mirándola.<br />

«Aquí permanece el olor a sangre; ni todos los perfumes <strong>de</strong><br />

Arabia harían más dulce esta mano», susurró, parafraseando a lady<br />

Macbeth. Tras besársela reverentemente, se <strong>de</strong>spidió:<br />

—Buenas noches, Julianne. Nos veremos el miércoles... si sigo<br />

aquí.<br />

<strong>El</strong>la asintió. Lo vio salir a la calle y echar a correr en cuanto sus<br />

pies tocaron la acera. Al cabo <strong>de</strong> un rato, se dio cuenta <strong>de</strong> que seguía<br />

llevando su precioso jersey <strong>de</strong> cachemira y que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l billete,<br />

<strong>Gabriel</strong> había escondido la tarjeta <strong>de</strong>l Starbucks junto con una nota<br />

que <strong>de</strong>cía:<br />

J:<br />

No creerías que iba a rendirme tan fácilmente, ¿no?<br />

No te avergüences <strong>de</strong> aceptar un regalo si te lo ofrecen sin<br />

contrapartidas.<br />

Y aquí no hay ninguna contrapartida.<br />

Tuyo,<br />

<strong>Gabriel</strong>


13<br />

A la mañana siguiente, Julia aún no había <strong>de</strong>cidido qué hacer<br />

respecto a la beca. No quería obrar precipitadamente. Tenía miedo <strong>de</strong><br />

que la generosidad <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> quedara al <strong>de</strong>scubierto. Sabía que en la<br />

administración universitaria había mentes <strong>de</strong>sconfiadas que no<br />

dudarían en atacarlo.<br />

Y también <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ir con mucha cautela por su propio bien.<br />

Cualquier paso en falso podía hacerla quedar como lo que no era. No<br />

quería que nadie la viera como otra cosa que una estudiante seria y<br />

responsable. Por eso no se atrevía a dirigirse al director <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>partamento y rechazar la beca. Entre otras cosas, una beca siempre<br />

quedaba bien en un currículum. Y se suponía que para un estudiante<br />

serio, el currículum era más importante que el orgullo personal.<br />

Hablando en términos clásicos, la señorita Mitchell se<br />

encontraba entre la Escila <strong>de</strong> proteger tanto a <strong>Gabriel</strong> como a sí<br />

misma y la Caribdis <strong>de</strong> su orgullo. Por <strong>de</strong>sgracia para este último,<br />

rechazar la beca era peligroso. Y para huir <strong>de</strong>l peligro lo único que<br />

tenía que hacer era aceptar el dinero. No le gustaba. No le gustaba<br />

nada. Especialmente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber aceptado ya el vestido y los<br />

zapatos <strong>de</strong> Rachel y <strong>de</strong> la maniobra no tan secreta <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> para<br />

reemplazar su vieja mochila.<br />

No le había comentado que había enviado ésta a L. L. Bean y<br />

que estaba esperando que se la cambiaran por una nueva. Y que,<br />

cuando la recibiera, tenía previsto usarla, aunque sólo fuera para<br />

reafirmar su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.<br />

<strong>El</strong> viernes por la tar<strong>de</strong>, sin po<strong>de</strong>r resistir más la curiosidad, le<br />

envió un mensaje <strong>de</strong> texto a Rachel contándole lo <strong>de</strong> la fundación y la<br />

beca y preguntándole si sabía quién era M. P. Emerson.<br />

Rachel le respondió casi inmediatamente:<br />

¿Qué dices que hizo G? Nunca había oído hablar <strong>de</strong> esa<br />

fundación. Ni <strong>de</strong> MPE. Podría ser su madre biológica. O su abuela.<br />

TQM, R.<br />

P. D.: A dice hola y gracias<br />

Julia leyó el mensaje varias veces. Le pareció que lo que tenía<br />

más sentido era que fuera su abuela. Dudaba que le hubiera puesto a


la beca el nombre <strong>de</strong> alguien a quien odiaba. Y estaba segura <strong>de</strong> que<br />

seguía odiando a su madre biológica.<br />

Aunque también podía ser que <strong>Gabriel</strong> le ocultara cosas a<br />

Rachel, igual que se las ocultaba al resto <strong>de</strong>l mundo. Tras un par <strong>de</strong><br />

chupitos <strong>de</strong> tequila para infundirse valor, le envió otro mensaje a su<br />

amiga preguntándole si <strong>Gabriel</strong> tenía novia en Toronto, para ver si<br />

ésta sabía algo <strong>de</strong> la beca. La respuesta le llegó en seguida, pero en<br />

la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada <strong>de</strong>l correo electrónico:<br />

¡Julia!<br />

Te escribo por aquí, porque los botones <strong>de</strong>l teléfono son muy<br />

pequeños. <strong>Gabriel</strong> NUNCA ha tenido novia. Nunca trajo a nadie a casa<br />

para presentársela a papá y mamá, ni siquiera en el instituto. Una vez,<br />

Scott lo acusó <strong>de</strong> ser gay, pero su radar no funciona para esas cosas.<br />

¿No viste su apartamento? ¿No viste las fotos <strong>de</strong> su dormitorio?<br />

¿Las viste? Vamos, seguro que no tiene novia. Sólo amigas para<br />

follar. Aunque, cuando se lo pregunté, reaccionó <strong>de</strong> manera extraña.<br />

Tiene treinta y tres años, por el amor <strong>de</strong> Dios. ¡Ya no tiene edad para<br />

ir <strong>de</strong> ligón!<br />

¿Estás segura <strong>de</strong> que no se ha inventado a ese M. P. Emerson?<br />

Se lo preguntaré a Scott y te diré algo. No quiero molestar a mi padre.<br />

Sigue estando muy mal.<br />

Aaron y yo vamos <strong>de</strong> camino a las islas <strong>de</strong> la Reina Carlota.<br />

Pasaremos allí dos semanas en una cabaña <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, sin Internet ni<br />

teléfonos móviles. Los dos solos. Paz, tranquilidad y un jacuzzi al aire<br />

libre.<br />

Por favor, no permitas que <strong>Gabriel</strong> caiga en el abismo hasta mi<br />

regreso.<br />

Te quiere, R.<br />

P. D.: Aaron quiere saludarte personalmente. Aquí tienes, cariño.<br />

Hola, Julia, soy Aaron.<br />

Gracias por cuidar tan bien <strong>de</strong> mi prometida en Canadá. Volvió<br />

muy cambiada y sé que no <strong>de</strong>bo agra<strong>de</strong>cérselo a <strong>Gabriel</strong>.<br />

Te echamos mucho <strong>de</strong> menos en el funeral. Ojalá podamos<br />

vernos en Acción <strong>de</strong> Gracias. Si no pensabas venir, ¿podrías<br />

reconsi<strong>de</strong>rarlo? Será duro este año, sin Grace. Richard —y Rachel—<br />

necesitan tener a toda la familia cerca y eso te incluye a ti.<br />

Tengo puntos <strong>de</strong> mi compañía aérea. Podría enviarte un billete.


Piénsalo.<br />

Te quiero, niñita,<br />

Aaron<br />

Julia se secó una lágrima ante su dulzura y al verlo feliz y<br />

aliviado porque su prometida y él seguían juntos y muy enamorados.<br />

Julia daría cualquier cosa por ser amada <strong>de</strong> esa manera.<br />

Se preguntó por qué la amable oferta <strong>de</strong> Aaron no le había<br />

parecido caridad. Se estaba planteando seriamente aceptarla. Pensó<br />

en Grace. <strong>El</strong>la tenía razón. Cuando no hay contrapartidas y un regalo<br />

se ofrece <strong>de</strong> corazón, no hay nada vergonzoso en aceptarlo. Si<br />

aceptaba el billete <strong>de</strong> avión ofrecido por Aaron, podría estar presente<br />

en la primera cena <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias tras la muerte <strong>de</strong> Grace y<br />

<strong>de</strong>volver la beca.<br />

Al pensar en Grace, se preguntó si sería útil rogarle a ésta tanto<br />

por ella como por <strong>Gabriel</strong>. Grace era una auténtica santa, una madre<br />

celestial que sin duda enviaría ayuda a sus hijos. Mientras santa Lucía<br />

estaba <strong>de</strong> vacaciones con su amado Aaron, Julia dirigió su atención a<br />

los cielos y le pidió a Grace que intercediera por las vidas <strong>de</strong> todos<br />

ellos y encendió una vela en su memoria en la ventana <strong>de</strong> su pequeño<br />

estudio, aquella fría noche <strong>de</strong> viernes. Antes <strong>de</strong> meterse en la cama<br />

con su conejito <strong>de</strong> peluche, <strong>de</strong>cidió aceptar el regalo <strong>de</strong> Aaron como<br />

prueba <strong>de</strong> su nueva actitud hacia la caridad y su capacidad <strong>de</strong><br />

tragarse el orgullo cuando era necesario. Lo que significaba que su<br />

pecado capital no era tan capital.<br />

En ausencia <strong>de</strong> Paul, Julia se encontró con que el sábado se le<br />

hacía muy largo y acabó yendo a trabajar en su propuesta <strong>de</strong> proyecto<br />

al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor en la biblioteca. Parte <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>seaba que<br />

<strong>Gabriel</strong> volviera a sorpren<strong>de</strong>rla allí, pero no sucedió. Recordó sus<br />

palabras <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida: «Nos veremos el miércoles... si sigo aquí».<br />

A pesar <strong>de</strong> lo que Rachel le había dicho, era muy posible que<br />

tuviera novia. Recordó que le había asignado a la tal Paulina el tono<br />

<strong>de</strong> llamada <strong>de</strong> las campanadas <strong>de</strong> Big Ben. ¿Viviría en Londres?<br />

¿Sería inglesa? ¿O tendría alguna relación con el repique <strong>de</strong> las<br />

campanas? Buscó la historia <strong>de</strong>l Big Ben en la Wikipedia, pero no<br />

encontró nada particularmente revelador. (Lo que suele suce<strong>de</strong>r<br />

muchas veces con Wikipedia.)<br />

Julia no era tan inocente como <strong>Gabriel</strong> pensaba. Sabía que él no<br />

era virgen. Ya no lo era cuando lo conoció. Pero una cosa era saberlo<br />

y otra que te lo restregaran por la cara.


Pensó en él y Paulina, o en él y cualquier otra chica sin rostro,<br />

piel con piel, entrelazados. Se lo imaginó besándola en los labios,<br />

explorando su cuerpo con la boca, las manos, los ojos. Vio a <strong>Gabriel</strong><br />

dando y recibiendo placer físico <strong>de</strong> una rubia alta y perfecta. Se lo<br />

imaginó en éxtasis, gritando el nombre <strong>de</strong> la chica y mirándola a los<br />

ojos mientras alcanzaba el clímax. Pensó en él convirtiéndose en un<br />

solo ser con otra alma, perteneciendo a otra mujer. Esa mujer, ¿lo<br />

amaría? ¿Sería amable con él? ¿Querría que se convirtiera en mejor<br />

persona o sólo <strong>de</strong>searía disfrutar <strong>de</strong> su cuerpo, su pasión, su<br />

naturaleza animal? ¿Le importaría si <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sus preciosos ojos<br />

azules se escondía el alma <strong>de</strong> un hombre herido, <strong>de</strong>saparecido,<br />

necesitado <strong>de</strong> re<strong>de</strong>nción y <strong>de</strong> cura? ¿O procuraría arrastrarlo aún más<br />

hacia las profundida<strong>de</strong>s, atrayéndolo con su cuerpo y con sus largas<br />

uñas?<br />

La sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> llevándose a otra mujer, a cualquier<br />

mujer, a su cama —ya no digamos a su alma— le resultaba muy<br />

dolorosa. Pero la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que esa mujer calentara su cama más <strong>de</strong><br />

una noche era absolutamente <strong>de</strong>vastadora. Porque Julia llevaba toda<br />

la vida queriendo ser ella.<br />

A pesar <strong>de</strong> sus i<strong>de</strong>as tristes y sórdidas no era capaz <strong>de</strong> quitarse<br />

el jersey ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> cachemira. Se lo llevó puesto a la biblioteca y pasó<br />

las horas envuelta en su calor y en el aroma <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Se temía que<br />

eso iba a ser lo más cerca que conseguiría estar <strong>de</strong> él.<br />

Olvidándose por un tiempo <strong>de</strong>l CD <strong>de</strong> Paul, se puso a escuchar<br />

a Yael Naim. Le encantaba la canción Far Far, aunque no tenía ni i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> si la letra era a<strong>de</strong>cuada a su situación. Julia se había pasado casi<br />

toda la vida esperando que le pasara algo bueno, guardándose<br />

sueños y esperanzas muy <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l alma. Pero pronto llegaría el día<br />

en que tendría que encargarse personalmente <strong>de</strong> que esas cosas<br />

buenas sucedieran.<br />

La música era suave y relajante y le permitió avanzar mucho en<br />

la propuesta hasta la hora <strong>de</strong> cierre <strong>de</strong> la biblioteca.<br />

Al salir, se puso los auriculares y pasó <strong>de</strong> largo el carrito <strong>de</strong> los<br />

perritos calientes, <strong>de</strong>cidiéndose por una cena líquida. Se compró un<br />

smoothie <strong>de</strong> mango, el más gran<strong>de</strong>, y regresó a casa andando,<br />

bebiendo y pensando. Como iba distraída preguntándose dón<strong>de</strong><br />

estaría <strong>Gabriel</strong> y qué andaría haciendo, casi no vio a Ethan, que la<br />

saludó al pasar ella junto a la larga cola <strong>de</strong> gente que aguardaba para<br />

entrar en Lobby.<br />

—Hola, Ethan —lo saludó, quitándose los auriculares.


Él le hizo un gesto para que se acercara.<br />

—Hola, Julia. Gracias otra vez por ayudarme a escribirle a<br />

Rafaela. Le encantó. —Si Ethan hubiera sido capaz <strong>de</strong> ruborizarse, lo<br />

habría hecho en ese momento. Sonrió con los ojos brillantes—. Me<br />

está enseñando italiano.<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír, encantada <strong>de</strong> verlo tan feliz.<br />

—¿Cómo van las cosas? Mucha gente, ¿eh? —comentó,<br />

señalando la cola.<br />

—Ahora <strong>de</strong>jaré entrar a unos cuantos más, pero antes tengo que<br />

sacar a alguien.<br />

—Vaya, eso suena amenazador.<br />

Ethan negó con la cabeza.<br />

—Tu amigo está <strong>de</strong>ntro. Nunca lo había visto tan borracho. <strong>El</strong><br />

camarero se niega a seguir sirviéndole copas y eso significa que tengo<br />

que sacarlo a la fuerza y meterlo en un taxi.<br />

Julia alzó mucho las cejas.<br />

«¿<strong>Gabriel</strong> está aquí? ¿Y Paulina?»<br />

—Lo he intentado solo y casi me ha dado un puñetazo. Estoy<br />

esperando que alguien me sustituya aquí para ir a buscarlo, pero voy a<br />

necesitar refuerzos. A no ser que me ayu<strong>de</strong>s tú —dijo, mirándola con<br />

admiración—. Creo que podrías convencerlo <strong>de</strong> que salga<br />

voluntariamente.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza con brusquedad.<br />

—¿Estás <strong>de</strong> broma? No me haría ningún caso. Ni siquiera<br />

somos amigos.<br />

—No es ésa la impresión que me dio, pero no pasa nada. Lo<br />

entiendo. —Se encogió <strong>de</strong> hombros y miró la hora.<br />

Julia bebió un poco más <strong>de</strong> smoothie y se acordó <strong>de</strong> la promesa<br />

que le había hecho a Rachel. Se preguntó si ése sería uno <strong>de</strong> esos<br />

casos en que estaba moralmente obligada a intervenir.<br />

«¿Y si no hago nada y <strong>Gabriel</strong> acaba en la cárcel? Él se ha<br />

esforzado por ser amable conmigo esta semana. No puedo ignorarlo.<br />

Me traería mal karma.»<br />

—Ejem, bueno, puedo intentarlo. A ver si quiere salir por las<br />

buenas —dijo, no muy convencida—. No me gustaría que acabara<br />

<strong>de</strong>tenido.<br />

—A mí tampoco. Nos gusta que nuestros vips estén contentos.<br />

Pero no ha parado <strong>de</strong> beber un whisky doble tras otro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ha<br />

llegado. No po<strong>de</strong>mos seguir sirviéndole más. Tal vez a ti te escuche.<br />

Lo que tiene que hacer es irse a casa a dormirla.


Ethan apartó el cordón <strong>de</strong> terciopelo para que pasara.<br />

—No voy vestida para entrar ahí —se excusó Julia, mirándose<br />

las zapatillas <strong>de</strong>portivas, los vaqueros rotos y el jersey <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, que<br />

olía <strong>de</strong> manera <strong>de</strong>liciosa, pero que le quedaba <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>.<br />

—Vas bien, pero escucha, si está <strong>de</strong>masiado borracho y no te<br />

ves capaz <strong>de</strong> tratar con él, vuelve en seguida. No es fácil <strong>de</strong> controlar<br />

cuando ha bebido tanto.<br />

Julia sabía <strong>de</strong> lo que era capaz <strong>Gabriel</strong> cuando estaba borracho,<br />

pero se recordó que con ella había sido muy dulce aquella noche,<br />

años atrás.<br />

Entró en el club esperando que nadie la reconociera. Se <strong>de</strong>shizo<br />

la coleta y se tapó la cara con el pelo, usándolo como un velo para<br />

mantenerse a salvo <strong>de</strong> miradas curiosas. <strong>El</strong>evó una oración<br />

<strong>de</strong>sesperada a los dioses <strong>de</strong> las coctelerías y bares <strong>de</strong> copas para que<br />

mantuvieran a distancia a Brad Curtis, MBA, vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

mercados <strong>de</strong> capitales. No quería que la viera vestida así. Se abrochó<br />

los botones <strong>de</strong> su chaquetón ver<strong>de</strong> militar porque no quería que<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>scubriera que seguía llevando su jersey.<br />

No le costó mucho localizarlo. Estaba sentado en el bar,<br />

charlando con una atractiva morena que quedaba <strong>de</strong> espaldas a Julia.<br />

<strong>Gabriel</strong> no estaba mirando a la mujer que tenía una mano enredada en<br />

su pelo y que lo estaba atrayendo hacia ella por la corbata, sino el<br />

vaso vacío. No parecía contento, pero eso probablemente tuviese más<br />

que ver con el estado <strong>de</strong> su copa que con otras cosas.<br />

Des<strong>de</strong> su observatorio privilegiado, a varios metros <strong>de</strong> distancia,<br />

vio que la Emerson adicta, que prácticamente estaba sentada en su<br />

regazo y metiéndole los pechos en la cara, no era otra que Christa<br />

Peterson. Mierda. ¿Pensaría llevársela <strong>Gabriel</strong> a casa?<br />

Julia supo que, en ese momento, la única que podía cuidar <strong>de</strong> él<br />

era ella. Si <strong>Gabriel</strong> se acostaba con Christa no sólo estaría violando la<br />

política <strong>de</strong> no confraternización y poniendo su carrera académica en<br />

peligro, sino que se vería envuelto en una incómoda relación con la<br />

joven que esperaba convertirse en la señora Emerson. Y no podía<br />

olvidar que era muy posible que Christa estuviera tratando <strong>de</strong><br />

seducirlo para vengarse <strong>de</strong> cómo <strong>Gabriel</strong> la había tratado en el<br />

Starbucks por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla a ella.<br />

Fuera por lo que fuese, no podía permitir que su compañera<br />

siguiera a<strong>de</strong>lante con sus planes <strong>de</strong> seducción.<br />

«Las manos fuera <strong>de</strong> mi tesoro, Gollum.»<br />

Volviéndose, salió en busca <strong>de</strong> Ethan y le susurró al oído:


—Necesito tu ayuda. Está con una chica a la que no le conviene<br />

llevarse a casa, porque es una <strong>de</strong> sus alumnas. Necesito separarlo <strong>de</strong><br />

ella antes <strong>de</strong> meterlo en el taxi.<br />

—Yo no puedo meterme en eso —contestó Ethan encogiéndose<br />

<strong>de</strong> hombros—. Es asunto suyo.<br />

—¿Y si el camarero le tira una copa encima y la envía al cuarto<br />

<strong>de</strong> baño? Entonces yo podría convencer a <strong>Gabriel</strong> para que salga <strong>de</strong>l<br />

local.<br />

—¿Crees que podrás hacerlo?<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó unos instantes.<br />

—No lo sé, pero seguro que me será más fácil si logramos<br />

separarlos. No creo que él sea capaz <strong>de</strong> formar pensamientos<br />

coherentes con esas tetas <strong>de</strong> plástico en la cara.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> las estudiantes <strong>de</strong> tesis que se están esforzando<br />

mucho por proteger a un amigo, ayudadme a mantener apartada a esa<br />

puta <strong>de</strong> su polla. Por favor.»<br />

Ethan se echó a reír.<br />

—Parece una película <strong>de</strong> intriga. De acuerdo, seguro que el<br />

camarero nos ayuda. Tiene sentido <strong>de</strong>l humor. Si Emerson se pone<br />

difícil, dile que me llame. ¿De acuerdo?<br />

—De acuerdo.<br />

Ethan hizo una llamada y momentos <strong>de</strong>spués le indicó a Julia<br />

que ya podía acercarse a <strong>Gabriel</strong>. Respirando hondo, ella en<strong>de</strong>rezó la<br />

espalda y volvió junto a él. Algo le había hecho mucha gracia, porque<br />

estaba riéndose a carcajadas, con la cabeza echada hacia atrás y<br />

sujetándose el estómago con las manos.<br />

Julia tuvo que admitir que todavía estaba más guapo cuando se<br />

reía. Llevaba una elegante camisa <strong>de</strong> un tono ver<strong>de</strong> pálido, con los<br />

dos botones superiores <strong>de</strong>sabrochados, lo que <strong>de</strong>jaba a la vista un<br />

poco <strong>de</strong> vello, que asomaba como briznas <strong>de</strong> hierba bajo el manto<br />

blanco inmaculado <strong>de</strong> su camiseta. Por suerte, había abandonado la<br />

moda <strong>de</strong> los años cincuenta y se había quitado la pajarita. Llevaba una<br />

corbata <strong>de</strong> seda negra con rayas también negras, que le colgaba <strong>de</strong>l<br />

cuello suelta; unos pantalones <strong>de</strong> vestir negros, bastante ajustados, y<br />

unos zapatos asimismo negros brillantes y acabados en punta.<br />

En resumen, <strong>El</strong> Profesor estaba bebido, pero iba impecable.<br />

—¿Profesor?<br />

Él <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> reír en seco y se volvió hacia Julia. Al verla, le <strong>de</strong>dicó<br />

una amplia sonrisa. Parecía contento <strong>de</strong> verla. Demasiado contento.<br />

—Señorita Mitchell, ¿a qué <strong>de</strong>bo este inesperado placer? —Le


cogió la mano y se la llevó a los labios, don<strong>de</strong> la retuvo <strong>de</strong>masiado<br />

tiempo.<br />

Julia frunció el cejo. La verdad era que no parecía bebido, pero<br />

estaba comportándose <strong>de</strong> un modo extraño, <strong>de</strong>masiado amistoso,<br />

seductor incluso, sin duda a causa <strong>de</strong>l alcohol. (O eso o había recibido<br />

un trasplante <strong>de</strong> personalidad <strong>de</strong> alguien encantador, pongamos por<br />

caso, Daniel Craig.)<br />

—¿Podrías ayudarme a conseguir un taxi? Tengo que volver a<br />

casa —dijo ella y retiró la mano mientras disimulaba una mueca por lo<br />

absurdo <strong>de</strong> su excusa.<br />

—Por ti haría cualquier cosa, señorita Mitchell. Y lo digo en serio.<br />

¿Puedo invitarte a una copa antes? —preguntó sonriendo, mientras se<br />

sacaba un fajo <strong>de</strong> billetes <strong>de</strong>l bolsillo y se los daba al camarero.<br />

—No, gracias, ya tengo una —respondió Julia, sacudiendo el<br />

smoothie bajo la nariz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

<strong>El</strong> camarero miró con escepticismo el estri<strong>de</strong>nte vaso <strong>de</strong><br />

polietileno, pero se limitó a cobrar sin hacer comentarios.<br />

—¿Por qué estás bebiendo eso? ¿Marida bien con el cuscús?<br />

—<strong>Gabriel</strong> volvió a reír, pero al ver que Julia se mordía el labio inferior,<br />

se <strong>de</strong>tuvo en seco.<br />

Algo bruscamente, le pasó el pulgar por el labio para que <strong>de</strong>jara<br />

<strong>de</strong> mordérselo.<br />

—Para. No quiero que te hagas sangre. —Y sujetándole la cara<br />

con las manos, le acercó la suya. Estaban muy cerca. Demasiado<br />

cerca—. Lo <strong>de</strong>l cuscús era una broma.<br />

Julia aún estaba recuperándose <strong>de</strong> la impresión <strong>de</strong> haber tenido<br />

el pulgar <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> entre los labios.<br />

—Supongo que no ha tenido gracia. No es divertido reírse <strong>de</strong> la<br />

pobreza <strong>de</strong> la gente. Y tú eres una niñita muy dulce.<br />

<strong>El</strong>la apretó los dientes, preguntándose cuánto tiempo iba a<br />

aguantar aquella actitud con<strong>de</strong>scendiente antes <strong>de</strong> largarse y <strong>de</strong>jarlos<br />

—a él y a su polla— en las garras <strong>de</strong> Christa.<br />

—Profesor, yo...<br />

—Estaba hablando con alguien. La conoces. Es una auténtica<br />

zorra. —La mirada embriagada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> barrió la sala antes <strong>de</strong><br />

volver a centrarse en ella—. Se ha largado. Me alegro, es una bruja.<br />

Julia asintió. Y sonrió.<br />

—Te miró como si fueras basura, pero yo la puse en su sitio. Si<br />

vuelve a molestarte, la expulsaré. Todo irá bien, ya lo verás.<br />

Volvió a acercar su cara a la <strong>de</strong> ella y se pasó la lengua por sus


labios perfectos muy lentamente.<br />

—No <strong>de</strong>berías estar en un sitio como éste. Ya <strong>de</strong>berías estar<br />

durmiendo en tu camita lila, enroscada como un gatito. Un precioso<br />

gatito con gran<strong>de</strong>s ojos castaños. Me encantaría acariciarte.<br />

Julia levantó las cejas.<br />

«¿De dón<strong>de</strong> saca esas i<strong>de</strong>as?»<br />

—Ejem, sí, es verdad. Tengo que irme a casa ahora mismo.<br />

¿Sales conmigo y me ayudas a parar un taxi? ¿Por favor, profesor?<br />

—Señaló hacia la salida, tratando <strong>de</strong> mantener una pru<strong>de</strong>nte distancia<br />

entre los dos.<br />

Él cogió su gabardina inmediatamente.<br />

—Lo siento. <strong>El</strong> jueves tuviste que volver sola. No volverá a<br />

ocurrir. Vamos, te llevaré a casa, gatita.<br />

Le ofreció el brazo a la manera tradicional y Julia se cogió <strong>de</strong> él,<br />

preguntándose quién guiaba a quién. Al llegar a la calle, Ethan los<br />

estaba esperando con un taxi. Al verlos acercarse, les abrió la puerta<br />

trasera.<br />

—Señorita Mitchell —susurró <strong>Gabriel</strong>, apoyándole una mano en<br />

la parte baja <strong>de</strong> la espalda.<br />

—Pensándolo mejor, creo que iré andando —contestó ella,<br />

tratando <strong>de</strong> alejarse.<br />

Pero él insistió, igual que Ethan, éste probablemente porque<br />

quería librarse <strong>de</strong> ellos antes <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>cidiera que quería<br />

seguir bebiendo y lo <strong>de</strong>rribara <strong>de</strong> un puñetazo. No <strong>de</strong>seando causarle<br />

problemas a Ethan y para huir <strong>de</strong> Christa, ese Gollum que podía<br />

aparecer en cualquier momento reclamando su tesoro, Julia se metió<br />

en el taxi y se <strong>de</strong>slizó por el asiento hasta el extremo opuesto.<br />

<strong>Gabriel</strong> entró tras ella. Julia trató <strong>de</strong> no respirar por la nariz para<br />

no embriagarse con los efluvios <strong>de</strong> todo el whisky escocés que había<br />

consumido. Ethan le dio un billete al taxista y cerró la puerta <strong>de</strong>l taxi,<br />

<strong>de</strong>spidiéndose <strong>de</strong> Julia con la mano.<br />

—Al edificio Manulife —indicó <strong>Gabriel</strong>.<br />

<strong>El</strong>la estaba a punto <strong>de</strong> corregirlo y dar su dirección, cuando él la<br />

interrumpió:<br />

—No has venido a Lobby a beber.<br />

Sus ojos, que la estaban examinando <strong>de</strong> arriba abajo, se<br />

<strong>de</strong>tuvieron en sus rodillas, que asomaban bajo los rotos <strong>de</strong>l pantalón.<br />

—Mala suerte. Estaba en el lugar ina<strong>de</strong>cuado en un momento<br />

inoportuno.<br />

—No lo creo —susurró él, con una sonrisita en los labios—. Creo


que tienes muy buena suerte. Y ahora que te he encontrado, yo<br />

también la tengo.<br />

Julia suspiró. Era tar<strong>de</strong> para <strong>de</strong>cirle al taxista que dieran la<br />

vuelta. Ya estaban circulando en dirección contraria. Iba a tener que<br />

asegurarse <strong>de</strong> que <strong>El</strong> Profesor llegaba a casa sano y salvo y <strong>de</strong>spués<br />

volver a su apartamento andando. Negando con la cabeza, dio un<br />

largo sorbo al smoothie.<br />

—¿Me estabas espiando? —preguntó él, mirándola con<br />

<strong>de</strong>sconfianza—. ¿Te pidió Rachel que lo hicieras?<br />

—Claro que no. Volvía a casa <strong>de</strong> la biblioteca y te he visto por la<br />

ventana.<br />

—¿Me has visto y has <strong>de</strong>cidido entrar a hablar conmigo?<br />

—preguntó <strong>Gabriel</strong>, sorprendido.<br />

—Sí —mintió Julia.<br />

—¿Por qué?<br />

—Sólo conozco a dos personas en Toronto. Tú eres una <strong>de</strong><br />

ellas.<br />

—Es una pena. Supongo que la otra es Paul.<br />

<strong>El</strong>la lo miró <strong>de</strong> reojo, pero no respondió.<br />

—Follaángeles.<br />

Julia frunció el cejo.<br />

—¿Por qué lo llamas así?<br />

—Porque eso es lo que es. O, para ser más exactos, lo que<br />

quiere ser. Pero tendrá que pasar por encima <strong>de</strong> mi cadáver. Ya<br />

pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>círselo. Dile que si quiere follarse al ángel, que se atenga a<br />

las consecuencias.<br />

<strong>El</strong>la alzó una ceja ante su comportamiento medieval y su<br />

lenguaje procaz. Lo había visto borracho anteriormente, por supuesto,<br />

y sabía que en esos momentos alternaba episodios <strong>de</strong> absoluta<br />

luci<strong>de</strong>z y otros <strong>de</strong> completa locura.<br />

«¿Y cómo se las arregla uno para follar con un ángel? Los<br />

ángeles son criaturas inmateriales, espirituales. ¡No tienen genitales,<br />

<strong>Gabriel</strong>! Eres un especialista en Dante, pero estás chalado.»<br />

No tardaron mucho en llegar al bloque <strong>de</strong> pisos. Cuando el taxi<br />

se <strong>de</strong>tuvo, ambos salieron a la vez. <strong>El</strong> apartamento <strong>de</strong> Julia no estaba<br />

lejos, a unas cuatro manzanas, y no tenía dinero para un taxi, así que<br />

se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> con una sonrisa, le <strong>de</strong>seó buenas noches y se<br />

volvió, dándose una figurada palmadita en la espalda <strong>de</strong> parte <strong>de</strong><br />

Rachel. Luego el smoothie y ella iniciaron la caminata <strong>de</strong> vuelta a su<br />

apartamento.


—He perdido las llaves —le llegó la voz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, que se<br />

estaba cacheando, apoyado precariamente en una palmera <strong>de</strong><br />

plástico—. Pero ¡he encontrado las gafas! —Le mostró su montura<br />

negra <strong>de</strong> Prada.<br />

Julia cerró los ojos y respiró hondo. Quería <strong>de</strong>jarlo e irse. Quería<br />

<strong>de</strong>legar la responsabilidad <strong>de</strong> su bienestar en otro buen samaritano, a<br />

ser posible algún vagabundo que pasara por allí. Pero cuando vio su<br />

expresión confusa y que empezaba a <strong>de</strong>slizarse hacia el suelo,<br />

arrastrando consigo a la pobre palmera, con maceta y todo (una pobre<br />

palmera <strong>de</strong> plástico que no le había hecho daño a nadie en toda su<br />

vida), supo que no podía hacerlo. <strong>Gabriel</strong> había sido el niño <strong>de</strong> Grace<br />

en otra época y ella no podía <strong>de</strong>jar abandonado a ese niño. En el<br />

fondo <strong>de</strong> su corazón, Julia sabía que la amabilidad, por pequeña que<br />

fuera, nunca se perdía.<br />

«Ni siquiera es capaz <strong>de</strong> encontrar las llaves, por el amor <strong>de</strong><br />

Dante.» Suspirando, Julia tiró el vaso a una papelera cercana.<br />

—Vamos —dijo, ro<strong>de</strong>ándole la cintura con un brazo. Hizo una<br />

mueca cuando él le ro<strong>de</strong>ó a su vez los hombros y le dio un apretón<br />

con <strong>de</strong>masiada familiaridad.<br />

Entraron en el vestíbulo inclinándose como un galeón en una<br />

tormenta. <strong>El</strong> conserje los vio y los <strong>de</strong>jó entrar, abriendo la puerta<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su puesto con el automático. Cuando llegaron al ascensor, el<br />

whisky pareció castigar a <strong>Gabriel</strong> con más fuerza. Permaneció con los<br />

ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, gruñendo <strong>de</strong> vez en<br />

cuando.<br />

Julia aprovechó el momento para buscar las llaves en sus<br />

bolsillos. En cuanto consiguió arrancarle <strong>de</strong> las manos su preciada<br />

gabardina Burberry, las encontró en seguida.<br />

—Me has buscado en un bar y me has llevado a casa, gatita<br />

traviesa. Pensaba que no te llevabas a casa a hombres que habías<br />

conocido en bares.<br />

Incluso estando borracho, el profesor Emerson seguía siendo un<br />

idiota.<br />

—No te he llevado a mi casa, profesor. Te he acompañado a la<br />

tuya para ayudarte. Pero como sigas comportándote así, voy a soltarte<br />

y te caerás —murmuró ella, cada vez más enfadada.<br />

Tras varios intentos, Julia dio con la llave y abrió la puerta. Lo<br />

ayudó a entrar y sacó la llave <strong>de</strong> la cerradura. Estaba a punto <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>jarlo allí, cuando él murmuró que se estaba mareando. Se lo<br />

imaginó ahogándose en su propio vómito, muerto en el baño, solo y


sin amigos, como una estrella <strong>de</strong>l rock en horas bajas, y <strong>de</strong>cidió<br />

quedarse. Esperaría hasta que estuviese en la cama y se aseguraría<br />

<strong>de</strong> que no vomitara (y se ahogara). Dejó las llaves y la gabardina<br />

sobre el mueble <strong>de</strong>l recibidor. Luego se quitó el abrigo y lo puso<br />

encima <strong>de</strong> su maletín.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba apoyado en la pared, con los ojos cerrados, así<br />

que no había peligro <strong>de</strong> que se diera cuenta <strong>de</strong> que seguía llevando su<br />

jersey, como si fuera una adolescente enamorada.<br />

—Vamos, profesor.<br />

Julia lo apoyó en su hombro y lo ayudó a recorrer el pasillo.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> me llevas? —preguntó él, abriendo un ojo.<br />

—A la cama.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír, se apoyó en la pared y separó las piernas<br />

para mantener el equilibrio.<br />

—¿Qué te parece tan gracioso?<br />

—Tú, señorita Mitchell —respondió en un ronco susurro—. Me<br />

llevas a la cama y ni siquiera me has besado. ¿No crees que<br />

<strong>de</strong>beríamos empezar con algún que otro beso? Luego podríamos<br />

hacer manitas un par <strong>de</strong> noches en el sofá y a partir <strong>de</strong> allí ya<br />

pasaríamos a la cama. Ni siquiera he tenido la oportunidad <strong>de</strong><br />

acariciarte, gatita traviesa. Eres virgen, no lo olvi<strong>de</strong>s.<br />

Julia se enfureció, especialmente por el último comentario.<br />

—Tú no has hecho manitas en tu vida. Y no te llevo a la cama,<br />

idiota. Te acompaño hasta allí para que puedas dormir la mona.<br />

Vamos, basta <strong>de</strong> cháchara.<br />

—Bésame, Julianne. Dame un beso <strong>de</strong> buenas noches.<br />

—<strong>Gabriel</strong> la estaba mirando fijamente. Su voz se había convertido en<br />

un murmullo aterciopelado—. Y te prometo que luego me iré a la cama<br />

como un niño bueno. Y tal vez, si te portas bien, <strong>de</strong>jaré que tú te<br />

acurruques a mi lado como una gatita buena.<br />

<strong>El</strong>la ahogó una exclamación. En ese momento no parecía<br />

borracho. Tenía un aspecto bastante lúcido y la estaba acariciando<br />

con la mirada, <strong>de</strong>teniéndose más tiempo <strong>de</strong>l necesario en la zona <strong>de</strong>l<br />

pecho. <strong>Gabriel</strong> se pasó la lengua por los labios.<br />

«Ahora viene la sonrisa seductora... Va a llegar en cinco, cuatro,<br />

tres, dos, uno... ahí está.» (Menos mal que en su actual estado <strong>de</strong><br />

ánimo, Julia era inmune a las sonrisas <strong>de</strong>rretidoras.)<br />

Soltándolo inmediatamente, dio un paso atrás y apartó la vista.<br />

No podía permitírselo. Mirarlo directamente cuando sonreía era como<br />

mirar el sol sin protección. <strong>Gabriel</strong> dio un paso hacia ella. La espalda


<strong>de</strong> Julia chocó contra la otra pared <strong>de</strong>l pasillo. Estaba atrapada. Él se<br />

acercó un poco más.<br />

Julia abrió mucho los ojos. La estaba acechando. Y parecía<br />

hambriento.<br />

—Por favor... no... no me hagas daño.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo, levantó las manos y le sujetó la barbilla<br />

para que lo mirara directamente a los ojos, que le brillaban atrevidos.<br />

—Nunca —dijo y la besó.<br />

En cuanto sus labios entraron en contacto, Julia perdió la<br />

capacidad <strong>de</strong> razonar y se sumergió en las sensaciones. Nunca había<br />

sido tan consciente <strong>de</strong> su físico como en ese momento. La energía<br />

que había perdido su mente la ganó su cuerpo. Notó que los labios <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> apenas se movían. Eran unos labios cálidos, húmedos y<br />

sorpren<strong>de</strong>ntemente suaves. No sabía si la estaba besando así por la<br />

borrachera. Era como si sus bocas se hubieran quedado pegadas.<br />

Como si su conexión, tan real como intensa, no pudiera romperse ni<br />

por un segundo. Julia no se atrevía a moverse por miedo a que él la<br />

soltara y no volviera a ser besada así nunca más en toda su vida.<br />

Él se apoyó en ella con suavidad pero con firmeza, mientras le<br />

acariciaba las mejillas con las manos. No abrió la boca, pero el<br />

sentimiento que circuló entre ellos fue muy intenso. Julia notó el latido<br />

<strong>de</strong> su corazón en sus oídos, sintió que se ruborizaba y que le<br />

aumentaba la temperatura en todo el cuerpo. Se acercó un poco más<br />

a él, eliminando la separación que quedaba entre los dos y ro<strong>de</strong>ándole<br />

la espalda con los brazos. Percibió la tensión <strong>de</strong> sus músculos <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> la camisa y su corazón latiendo contra su pecho. Pero la trataba<br />

con <strong>de</strong>masiado cuidado, con <strong>de</strong>masiada <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za... <strong>El</strong>la quería más,<br />

mucho más.<br />

No supo cuánto tiempo pasó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que empezaron a besarse,<br />

pero cuando <strong>Gabriel</strong> se apartó, a Julia le daba vueltas la cabeza.<br />

Había sido algo trascen<strong>de</strong>nte. Emocional. Durante unos instantes,<br />

había logrado satisfacer su <strong>de</strong>seo más profundo. Había sido un<br />

momento real y muy emotivo que le había provocado una marea <strong>de</strong><br />

recuerdos y <strong>de</strong> sueños <strong>de</strong>l huerto <strong>de</strong> los manzanos. Pero ese beso no<br />

se lo había imaginado. La chispa, la atracción, habían vuelto a la vida.<br />

Se preguntó si él habría sentido lo mismo. Tal vez a esas alturas <strong>de</strong> su<br />

vida ya era inmune a esos sentimientos.<br />

—Preciosa Julianne —murmuró <strong>Gabriel</strong>, tambaleándose—,<br />

dulce como un caramelo.<br />

Se pasó la lengua por los labios como si la estuviera


saboreando. Cualquier rastro <strong>de</strong> luci<strong>de</strong>z había <strong>de</strong>saparecido. Con los<br />

ojos cerrados, se <strong>de</strong>splomó contra la pared, a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>smayarse.<br />

Cuando Julia recobró el juicio, cosa que le llevó más <strong>de</strong> un<br />

minuto, lo arrastró hacia la habitación. Todo habría acabado bien si en<br />

ese momento él no le hubiera vomitado encima. De ella y <strong>de</strong>l precioso<br />

y carísimo jersey <strong>de</strong> cachemira. Cuando acabó, el ver<strong>de</strong> coche <strong>de</strong><br />

carreras inglés había dado paso a otro tipo <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>.<br />

<strong>El</strong>la ahogó un grito y reprimió sus propias náuseas ante la visión<br />

y el olor. Tenía el estómago muy <strong>de</strong>licado.<br />

«¡Lo tengo hasta en el pelo! Oh, dioses <strong>de</strong> las buenas<br />

samaritanas, ¡ayudadme, rápido!»<br />

—Lo siento, Julianne. Siento haber sido un mal chico —se<br />

disculpó <strong>Gabriel</strong>.<br />

Su voz le recordó a la <strong>de</strong> un niño pequeño.<br />

<strong>El</strong>la contuvo el aliento y negó con la cabeza.<br />

—No pasa nada. Vamos. —Lo arrastró hasta el cuarto <strong>de</strong> baño y<br />

logró que se arrodillara ante el váter antes <strong>de</strong> la siguiente erupción<br />

estomacal.<br />

Mientras vomitaba, Julia se tapó la nariz con dos <strong>de</strong>dos y miró a<br />

su alre<strong>de</strong>dor intentando distraerse. <strong>El</strong> cuarto <strong>de</strong> baño era elegante y<br />

muy espacioso. ¿Había una bañera don<strong>de</strong> cabían cómodamente dos<br />

personas o más? Correcto. ¿Una ducha para dos personas con una<br />

<strong>de</strong>ca<strong>de</strong>nte función <strong>de</strong> lluvia tropical? Correcto. ¿Toallas blancas,<br />

gran<strong>de</strong>s y esponjosas, perfectas para recoger vómito? Correcto.<br />

Cuando <strong>Gabriel</strong> acabó, ella le ofreció una toalla pequeña pero<br />

absorbente para que se secara la cara. Él gruñó e ignoró su<br />

ofrecimiento, así que Julia se inclinó hacia él y lo limpió con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za<br />

antes <strong>de</strong> darle un vaso <strong>de</strong> agua para que se enjuagara la boca.<br />

Luego se lo quedó mirando. A pesar <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sastre que había sido<br />

su familia y <strong>de</strong> su miedo al matrimonio, a veces se preguntaba cómo<br />

sería tener un bebé, un niño o una niña que se parecieran a ella y a su<br />

marido. Mirando a <strong>Gabriel</strong>, que seguía fatal, se imaginó lo que<br />

supondría ser madre y cuidar <strong>de</strong> un niño enfermo. La vulnerabilidad <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> le llegaba al alma. Sólo la había presenciado una vez<br />

anteriormente, no hacía tanto, en su <strong>de</strong>spacho, cuando había llorado<br />

por la muerte <strong>de</strong> Grace.<br />

«Grace se alegraría <strong>de</strong> saber que estoy cuidando <strong>de</strong> su hijo.»<br />

—¿Estarás bien si te <strong>de</strong>jo solo un minuto? —preguntó,<br />

apartándole el cabello <strong>de</strong> la frente.<br />

Él volvió a gruñir, sin abrir los ojos, y Julia lo interpretó como un


sí.<br />

Pero le costó separarse <strong>de</strong> él. Mientras <strong>Gabriel</strong> gemía, ella siguió<br />

acariciándole el pelo y hablándole como si fuera un bebé.<br />

—Está bien, <strong>Gabriel</strong>. Todo está bien. Siempre he querido cuidar<br />

<strong>de</strong> ti, preocuparme por ti, aunque tú nunca te preocupes por mí.<br />

Cuando se convenció <strong>de</strong> que podía <strong>de</strong>jarlo solo unos minutos,<br />

fue a su dormitorio y rebuscó en sus cajones en busca <strong>de</strong> algo,<br />

cualquier cosa que pudiera ponerse. Resistiéndose al impulso <strong>de</strong><br />

registrar el cajón <strong>de</strong> la ropa interior en busca <strong>de</strong> un trofeo que llevarse<br />

a casa —o que ven<strong>de</strong>r en eBay—, se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> los primeros<br />

calzoncillos tipo bóxer que encontró. Eran negros y estaban <strong>de</strong>corados<br />

con el escudo <strong>de</strong>l Magdalen College. Le pareció que eran <strong>de</strong>masiado<br />

pequeños para el trasero bien formado <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

«Hasta su ropa interior es pretenciosa», pensó, buscando una<br />

camiseta.<br />

En el cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados se quitó la ropa sucia, se metió<br />

en la ducha para lavarse el pelo <strong>de</strong> vómito y se puso su ropa.<br />

Luego trató <strong>de</strong> limpiar un poco el <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong>l jersey <strong>de</strong><br />

cachemira. Lo lavó lo mejor que pudo en el lavabo. Después lo <strong>de</strong>jó en<br />

la encimera <strong>de</strong> mármol para que se secara. <strong>Gabriel</strong> ya <strong>de</strong>cidiría más<br />

tar<strong>de</strong> si quería llevarlo a la tintorería (o quemarlo). Julia cogió el resto<br />

<strong>de</strong> su ropa, la metió en la lavadora y volvió al cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong>l<br />

dormitorio.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba sentado con la espalda apoyada en la pared, las<br />

rodillas dobladas ante el pecho y la cara escondida en las manos.<br />

Seguía gimiendo.<br />

Julia limpió el váter rápidamente y se arrodilló a su lado. No le<br />

gustaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo vestido con la ropa sucia <strong>de</strong> vómito, pero<br />

tampoco tenía ganas <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarlo. Probablemente él la acusaría <strong>de</strong><br />

acoso sexual o algo parecido. Y no le apetecía enfrentarse a un<br />

profesor Emerson ebrio y furioso. O a un profesor Emerson sobrio y<br />

furioso. Como un dragón, podía revolverse y atacar si creía que<br />

alguien le estaba tirando <strong>de</strong> la cola.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, te has manchado <strong>de</strong> vómito, ¿me entien<strong>de</strong>s?<br />

¿Quieres quedarte así o...? —Dejó la frase sin acabar.<br />

Él negó con la cabeza y trató <strong>de</strong> quitarse la corbata. Por<br />

supuesto, con los ojos cerrados no tuvo mucho éxito. Julia le aflojó el<br />

nudo con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y se la sacó por encima <strong>de</strong> la cabeza. La lavó<br />

con agua y la <strong>de</strong>jó en el mármol. También iba a tener que llevarla a la<br />

tintorería.


Mientras ella estaba <strong>de</strong> espaldas, él trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrocharse la<br />

camisa, pero era mucho más difícil <strong>de</strong> lo que había previsto, por lo que<br />

empezó a blasfemar y a tirar <strong>de</strong> la tela, casi arrancando los botones.<br />

Julia suspiró.<br />

—Déjame a mí.<br />

Volvió a arrodillarse a su lado, le apartó las manos y le<br />

<strong>de</strong>sabrochó los botones con facilidad.<br />

<strong>Gabriel</strong> sacó los brazos <strong>de</strong> las mangas y luego se quitó la<br />

camiseta por encima <strong>de</strong> la cabeza. Desorientado como estaba, fue<br />

incapaz <strong>de</strong> acabar <strong>de</strong> hacerlo y permaneció allí, con la camiseta<br />

enrollada alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabeza, como un turbante.<br />

La imagen era divertida y Julia tuvo que hacer un esfuerzo para<br />

no echarse a reír. Deseó tener el móvil a mano para sacarle una foto.<br />

Le habría encantado usarla como fondo <strong>de</strong> pantalla. O como avatar, si<br />

alguna vez necesitaba uno. Liberándolo <strong>de</strong> la camiseta con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, se sentó sobre los talones y ahogó una exclamación.<br />

<strong>El</strong> pecho <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era impresionante. Todo su torso<br />

era un estudio <strong>de</strong> perfección. Tenía los brazos gran<strong>de</strong>s y musculados.<br />

Los hombros anchos y unos pectorales bien tonificados. Cuando iba<br />

vestido, parecía mucho más esbelto, pero no había nada esbelto en el<br />

hombre que tenía <strong>de</strong>lante. Absolutamente nada.<br />

Tenía también un tatuaje y eso sí que fue toda una sorpresa.<br />

Había visto fotos <strong>de</strong> Scott y <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> sin camiseta —fotos tomadas<br />

durante vacaciones <strong>de</strong> verano antes <strong>de</strong> que Julia se mudara a<br />

Selinsgrove— y habría jurado que no tenía ningún tatuaje en esas<br />

fotos. Así que era uno reciente, hecho en los últimos seis o siete años.<br />

Se extendía por la parte izquierda <strong>de</strong> su pecho, le cubría el<br />

pezón y parte <strong>de</strong>l esternón. Mostraba un dragón medieval que ro<strong>de</strong>aba<br />

un corazón <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s dimensiones, <strong>de</strong>sgarrándolo con sus zarpas. <strong>El</strong><br />

corazón era muy realista, nada estilizado, y las garras <strong>de</strong>l dragón se<br />

hundían en él con tanta saña que lo hacían sangrar abundantemente.<br />

Julia se quedó mirando embobada la perturbadora imagen. <strong>El</strong><br />

animal era ver<strong>de</strong> y negro, con una cola con púas, gran<strong>de</strong>s alas<br />

abiertas y escupía fuego por la boca. Pero lo que más le llamó la<br />

atención fueron las letras negras escritas sobre el corazón: MAIA. ¿Un<br />

acrónimo? ¿O sería Maia, un nombre propio?<br />

Julia no tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quién podía ser Maia o <strong>de</strong> qué podía ser<br />

MAIA. Nunca había oído ese nombre en casa <strong>de</strong> los Clark. Por otra<br />

parte, no le parecía nada propio <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> hacerse un tatuaje. <strong>El</strong> que<br />

ella había conocido y el que estaba empezando a conocer esos días


nunca se haría uno, y menos uno tan gran<strong>de</strong> e inquietante.<br />

«¿Lleva un tatuaje como ése <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la ropa pero se pone<br />

pajarita? ¿Con un jersey?»<br />

Julia se preguntó qué otras sorpresas acechaban en la superficie<br />

<strong>de</strong> su piel y, sin querer, sus ojos se <strong>de</strong>splazaron más abajo. Incluso<br />

estando sentado, tenía los abdominales bien marcados, igual que una<br />

uve que nacía <strong>de</strong> sus ca<strong>de</strong>ras y se perdía bajo los pantalones <strong>de</strong> lana.<br />

«Jo<strong>de</strong>r. <strong>El</strong> Profesor <strong>de</strong>be <strong>de</strong> entrenar. Mucho. He cambiado <strong>de</strong><br />

i<strong>de</strong>a. Quiero una foto <strong>de</strong> sus abdominales como fondo <strong>de</strong> pantalla.»<br />

Ruborizándose, apartó la vista. No estaba bien que lo mirase <strong>de</strong><br />

esa manera. No le gustaría que alguien hiciera lo mismo con ella,<br />

especialmente si no se encontraba bien. Sintiéndose culpable, recogió<br />

la ropa sucia y la toalla que había usado para limpiar la alfombra persa<br />

<strong>de</strong>l dormitorio y lo llevó todo al lava<strong>de</strong>ro. Lo metió en la lavadora, junto<br />

con la ropa <strong>de</strong> ella, llenó la cubeta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>tergente y la puso en marcha.<br />

Al pasar por la cocina, cogió una jarra <strong>de</strong> agua filtrada y un vaso.<br />

En su ausencia, <strong>Gabriel</strong> había conseguido arrastrarse hasta la<br />

impresionante cama cubierta con una colcha <strong>de</strong> seda, que ocupaba el<br />

centro <strong>de</strong> la habitación. Julia lo encontró sentado en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

misma, <strong>de</strong>scalzo y vestido sólo con unos bóxers negros, con el pelo<br />

muy alborotado.<br />

«¡Madre <strong>de</strong> Dios!»<br />

Aunque probablemente no había nada más excitante en el<br />

universo que la visión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> semi<strong>de</strong>snudo sentado en la cama,<br />

Julia apartó la vista y <strong>de</strong>jó el agua en la mesita <strong>de</strong> noche. Quería<br />

preguntarle cómo se encontraba, pero pensó que tal vez <strong>de</strong>bería darle<br />

un momento <strong>de</strong> respiro. Así que se apartó y miró a su alre<strong>de</strong>dor. Y lo<br />

que vio la <strong>de</strong>jó asombrada.<br />

La afición <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> por las fotografías en blanco y negro se<br />

hacía patente también allí. En tres <strong>de</strong> las cuatro pare<strong>de</strong>s había un par<br />

<strong>de</strong> fotos. Eran muy gran<strong>de</strong>s, enmarcadas en impresionantes marcos<br />

negros. Sin embargo, lo más sorpren<strong>de</strong>nte era el contenido.<br />

Eran fotos eróticas, fotografías <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudos, básicamente<br />

femeninos, aunque en algunas <strong>de</strong> ellas aparecían un hombre y una<br />

mujer juntos. Los rostros y los genitales no se veían en ninguna, o bien<br />

estaban difuminados o en sombras. Eran fotografías elegantes,<br />

hechas con muy buen gusto y estéticamente bonitas. A Julia no le<br />

parecieron obscenas, pero eran muy sensuales, mucho más<br />

sofisticadas que las fotografías pornográficas y también mucho más<br />

excitantes.


Una <strong>de</strong> ellas mostraba a una pareja <strong>de</strong> perfil. Estaban cara a<br />

cara, sentados en una especie <strong>de</strong> banco. Tenían los torsos pegados y<br />

él tenía las manos enredadas en la melena rubia y larga <strong>de</strong> ella. Julia<br />

se ruborizó mientras se preguntaba si la foto habría sido tomada<br />

antes, <strong>de</strong>spués o mientras la pareja hacía el amor.<br />

En otra se veía la espalda <strong>de</strong> una mujer y dos manos<br />

masculinas. Una <strong>de</strong> éstas sujetaba a la mujer por el centro <strong>de</strong> la<br />

espalda. La otra la agarraba por el culo. En la ca<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la<br />

mujer se veía un tatuaje, pero eran letras árabes y Julia no entendió lo<br />

que <strong>de</strong>cían.<br />

Las dos fotos más gran<strong>de</strong>s colgaban sobre el cabecero <strong>de</strong> la<br />

cama.<br />

Una <strong>de</strong> ellas retrataba a una mujer tumbada boca abajo. La<br />

forma <strong>de</strong> un hombre flotaba sobre ella casi como si se tratara <strong>de</strong> un<br />

ángel oscuro. Mientras le apoyaba la mano en la parte baja <strong>de</strong> la<br />

espalda, le daba un beso en el hombro. Le recordó la escultura <strong>de</strong><br />

Rodin conocida como <strong>El</strong> sueño o <strong>El</strong> beso <strong>de</strong>l ángel y se preguntó si el<br />

fotógrafo se habría inspirado en esa obra.<br />

La otra fotografía la <strong>de</strong>jó sin respiración. Era la más<br />

abiertamente erótica y Julia sintió un gran rechazo por su cru<strong>de</strong>za y<br />

agresividad. Era una visión lateral <strong>de</strong> una mujer tumbada boca abajo.<br />

Sólo se le veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el torso hasta la rodilla y sobre ella se cernía<br />

parte <strong>de</strong> una figura masculina. <strong>El</strong> hombre le agarraba la ca<strong>de</strong>ra y la<br />

nalga izquierdas con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos,<br />

mientras presionaba sus propias ca<strong>de</strong>ras contra la curva <strong>de</strong>l trasero <strong>de</strong><br />

la mujer. Él tenía un atractivo glúteo muy <strong>de</strong>finido y <strong>de</strong>dos largos y<br />

elegantes.<br />

Algo en la foto la hizo sentir tan incómoda que tuvo que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

mirarla.<br />

¿Por qué querría tener nadie una foto así colgada en su<br />

habitación? Julia negó con la cabeza. Aunque, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto<br />

las fotografías, una cosa le había quedado clara: al profesor Emerson<br />

le gustaban los culos.<br />

A juzgar por la <strong>de</strong>coración y por las obras <strong>de</strong> arte que adornaban<br />

su habitación, el dormitorio <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> parecía tener una función muy<br />

<strong>de</strong>finida: servir como cal<strong>de</strong>ro para su lujuria <strong>de</strong>satada. Él no hacía<br />

nada a la ligera, así que ése tenía que ser el efecto que quería<br />

conseguir, a pesar <strong>de</strong> la aparente frialdad tanto <strong>de</strong>l apartamento como<br />

<strong>de</strong> su dueño. Ésta era una sensación glacial que <strong>de</strong>sprendían no sólo<br />

las pare<strong>de</strong>s color visón y las fotografías en blanco y negro, sino


también la seda azul claro <strong>de</strong> las cortinas, la colcha y los escasos<br />

muebles.<br />

Entre tanta sencillez, <strong>de</strong>stacaba la enorme cama y su cabecero<br />

ricamente labrado, con columnas a los lados, y el pie <strong>de</strong> la cama, más<br />

bajo pero con una talla igual <strong>de</strong> intrincada.<br />

«Medieval —pensó ella—. Qué a<strong>de</strong>cuado.»<br />

Pronto, algo aún más sorpren<strong>de</strong>nte que las fotografías captó su<br />

atención. Al ver lo que ocupaba la cuarta pared, la boca se le abrió sin<br />

po<strong>de</strong>r evitarlo.<br />

Al pie <strong>de</strong> la gran cama medieval <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, <strong>de</strong>sentonando<br />

bastante entre las fotografías eróticas en blanco y negro, vio un cuadro<br />

prerrafaelita a todo color. Los vivos y gloriosos tonos pertenecían a<br />

una reproducción a gran escala <strong>de</strong>l cuadro <strong>de</strong> Dante y Beatriz <strong>de</strong><br />

Henry Holiday, el mismo cuadro que colgaba junto a la cama <strong>de</strong> ella.<br />

Se volvió hacia <strong>Gabriel</strong> y luego miró el cuadro <strong>de</strong> nuevo. Él podía<br />

verlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cama. Se lo imaginó quedándose dormido cada noche<br />

contemplando el rostro <strong>de</strong> Beatriz. Era la última imagen que veía cada<br />

noche y la primera que vislumbraba por las mañanas. No sabía qué<br />

tenía ese cuadro para <strong>Gabriel</strong>. Él era la razón por la que ella lo había<br />

comprado. ¿Sería ella la razón por la que lo había comprado él?<br />

La i<strong>de</strong>a la hizo estremecer. No importaba quién entrara en su<br />

dormitorio. No importaba qué chica fuera a calentarle la cama, Beatriz<br />

siempre estaba allí, siempre estaba presente.<br />

Pero <strong>Gabriel</strong> no recordaba que ella era Beatriz.<br />

Sacudiendo la cabeza para librarse <strong>de</strong> esa i<strong>de</strong>a, se acercó a él y<br />

lo convenció <strong>de</strong> que se tumbara en la cama. Luego lo cubrió con la<br />

sábana y el edredón <strong>de</strong> seda y le remetió los bor<strong>de</strong>s por <strong>de</strong>bajo, a la<br />

altura <strong>de</strong>l pecho. A continuación se sentó a su lado. <strong>Gabriel</strong> la estaba<br />

mirando.<br />

—Estaba escuchando música —murmuró, como si hubieran<br />

<strong>de</strong>jado una conversación a medias y la estuviera retomando.<br />

—¿Qué tipo <strong>de</strong> música? —preguntó Julia, algo confusa.<br />

—Hurt, <strong>de</strong> Johnny Cash. Una y otra vez, sin parar.<br />

—¿Por qué escuchas esas cosas?<br />

—Para recordar.<br />

—Oh, <strong>Gabriel</strong>. ¿Por qué?<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó para no llorar. Ésa era la única canción <strong>de</strong> Trent<br />

Reznor que podía escuchar sin sentir náuseas, pero siempre la hacía<br />

llorar.<br />

<strong>Gabriel</strong> no respondió.


Julia se inclinó sobre él.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? Cariño, no vuelvas a escuchar ese tipo <strong>de</strong> música,<br />

¿me lo prometes? Ni «Lacrimosa», ni a los Nine Inch Nails. Sal <strong>de</strong> la<br />

oscuridad. Camina hacia la luz.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está la luz? —murmuró él.<br />

<strong>El</strong>la respiró hondo.<br />

—¿Por qué bebes tanto?<br />

—Para olvidar.<br />

<strong>Gabriel</strong> cerró los ojos.<br />

De ese modo, Julia podía contemplarlo y admirarlo. Debió <strong>de</strong> ser<br />

un adolescente muy dulce, con esos gran<strong>de</strong>s ojos azules, unos labios<br />

que pedían a gritos ser besados y aquella mata <strong>de</strong> pelo castaño tan<br />

sexy. Podría haber sido un chico tímido en vez <strong>de</strong> un chico triste y<br />

agresivo. Podría haber sido noble y bueno.<br />

Si Julia y él no se hubieran llevado tantos años <strong>de</strong> diferencia, tal<br />

vez la habría besado en el porche <strong>de</strong> su padre, la habría llevado al<br />

baile <strong>de</strong> promoción y le habría hecho el amor por primera vez sobre<br />

una manta bajo las estrellas, en el viejo huerto <strong>de</strong> manzanos. En un<br />

universo perfecto, ella habría podido ser la primera.<br />

Julia se preguntó cuánto dolor podría soportar una alma humana<br />

—la suya en concreto— sin marchitarse por completo y se levantó<br />

para marcharse. Una mano cálida salió disparada <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />

sábanas y la sujetó con fuerza.<br />

—No me <strong>de</strong>jes —le suplicó él con un hilo <strong>de</strong> voz. Sus ojos,<br />

entornados, le estaban suplicando que se quedara—. Por favor,<br />

Julianne.<br />

Sabía quién era y quería que se quedara. A juzgar por su voz y<br />

su mirada, no sólo lo quería, lo necesitaba. No podía negarse.<br />

Julia le dio la mano y volvió a sentarse a su lado.<br />

—No voy a <strong>de</strong>jarte. Duérmete. Hay luz a tu alre<strong>de</strong>dor. Mucha luz.<br />

Una sonrisa apareció en los labios perfectos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Lo oyó<br />

suspirar, aliviado. La mano con que la agarraba se relajó. Julia inspiró<br />

hondo, retuvo el aire y, suavemente, le acarició las cejas con un <strong>de</strong>do.<br />

Al comprobar que él no abría los ojos ni hacía ninguna mueca, se las<br />

siguió acariciando; primero una, luego la otra. Su madre se lo había<br />

hecho alguna vez, cuando ella no podía dormir <strong>de</strong> niña. Pero <strong>de</strong> eso<br />

hacía mucho tiempo. Había sido antes <strong>de</strong> que la abandonara para<br />

ocuparse <strong>de</strong> otros asuntos más importantes.<br />

<strong>Gabriel</strong> seguía sonriendo y eso le dio ánimos para mover la<br />

mano hasta su pelo. <strong>El</strong> tacto <strong>de</strong> sus mechones alborotados le trajo


ecuerdos <strong>de</strong> un día en una granja <strong>de</strong> la Toscana durante el año que<br />

pasó en el extranjero. Un niño italiano la había llevado a ver los<br />

campos y Julia había acariciado las puntas <strong>de</strong> las espigas con la<br />

palma <strong>de</strong> la mano. <strong>El</strong> pelo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era suave como una pluma, o<br />

como las susurrantes espigas italianas.<br />

Le acarició el pelo, como <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> hacerlo Grace en el pasado.<br />

<strong>Gabriel</strong> permitió que le acariciara también la mejilla, que le trazara la<br />

angulosa línea <strong>de</strong> la barbilla y le rascara suavemente la barba que le<br />

empezaba a salir. Le resiguió el leve hoyuelo <strong>de</strong> la barbilla y volvió a<br />

subir la mano para rozarle los pómulos, altos y nobles. Nunca volvería<br />

a estar tan cerca <strong>de</strong> él. Si estuviera <strong>de</strong>spierto, no le permitiría tocarlo<br />

<strong>de</strong> esa manera. Estaba segura <strong>de</strong> que primero le habría mordido la<br />

mano y luego la yugular.<br />

Su pecho perfecto subía y bajaba rítmicamente. Se había<br />

dormido.<br />

Se quedó contemplando su cuello, los músculos <strong>de</strong> los hombros<br />

y <strong>de</strong> la parte superior <strong>de</strong> los brazos, las clavículas y la parte superior<br />

<strong>de</strong>l pecho. Si hubiera estado pálido, le habría recordado a una estatua<br />

romana tallada en mármol blanco. Pero aún conservaba el rastro <strong>de</strong>l<br />

bronceado <strong>de</strong>l verano anterior y su piel parecía dorada a la luz <strong>de</strong> la<br />

lámpara.<br />

Julia se besó dos <strong>de</strong>dos y los colocó sobre sus labios<br />

entreabiertos.<br />

—Ti amo, Dante. Eccomi Beatrice. —Te quiero, Dante. Soy yo,<br />

Beatriz.<br />

En ese preciso momento, sonó el teléfono fijo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

Julia dio un brinco. <strong>El</strong> teléfono sonaba muy fuerte y <strong>Gabriel</strong><br />

estaba empezando a moverse. <strong>El</strong> horrible ruido estaba perturbando su<br />

<strong>de</strong>scanso, así que Julia respondió:<br />

—¿Diga?<br />

—¿Quién <strong>de</strong>monios es? —quiso saber una voz <strong>de</strong> mujer, aguda<br />

y sorprendida.<br />

—Es la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> Emerson. ¿Quién llama?<br />

—¡Paulina llama! ¡Que se ponga <strong>Gabriel</strong>!<br />

<strong>El</strong> corazón <strong>de</strong> Julia se aceleró y luego se saltó un latido antes <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sbocarse. Levantándose, se llevó el terminal inalámbrico hasta el<br />

cuarto <strong>de</strong> baño y cerró la puerta.<br />

—Ahora mismo no pue<strong>de</strong> ponerse. ¿Es alguna emergencia?<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir que no pue<strong>de</strong>? Dígale que soy Paulina y<br />

que quiero hablar con él.


—Bueno, es que está indispuesto.<br />

—¿Indispuesto? Escucha bien, puta, dale la vuelta y ponle el<br />

teléfono en la mano. Llamo <strong>de</strong>s<strong>de</strong>...<br />

—Ahora no pue<strong>de</strong> hablar. Haga el favor <strong>de</strong> llamar mañana.<br />

—Julia apretó el botón y cortó la comunicación, interrumpiendo el<br />

torrente <strong>de</strong> furiosas palabras <strong>de</strong> la mujer y sintiéndose profundamente<br />

asqueada.<br />

«Es <strong>de</strong>masiado exigente para ser un rollo ocasional. Debe <strong>de</strong> ser<br />

su amante oficial. Se habrá puesto furiosa al oírme contestar. Tal vez<br />

se enfa<strong>de</strong> tanto que rompa con él.»<br />

Julia hizo una mueca. ¿Por qué tenía siempre tan mala suerte?<br />

Se quitó la toalla <strong>de</strong> la cabeza y la puso a secar. Luego regresó al<br />

dormitorio y <strong>de</strong>jó el teléfono en su sitio. No se iría a casa porque le<br />

había prometido a <strong>Gabriel</strong> que no lo <strong>de</strong>jaría solo, pero dormiría en la<br />

habitación <strong>de</strong> invitados.<br />

De repente, él abrió los ojos y la miró fijamente.<br />

—Beatriz —susurró, alargando la mano hacia ella.<br />

Julia empezó a temblar convulsivamente.<br />

—Beatriz —susurró él <strong>de</strong> nuevo, sin rastro <strong>de</strong> duda en sus ojos<br />

azules.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? —sollozó ella.


14<br />

<strong>Gabriel</strong> cerró los ojos, pero sólo un instante. Una sonrisa, dulce y<br />

lenta, apareció en su rostro. Su mirada se volvió suave y muy cálida.<br />

—Me has encontrado.<br />

Julia se mordió el interior <strong>de</strong> la mejilla para no echarse a llorar al<br />

oír su voz. Era la voz que recordaba. Llevaba mucho tiempo<br />

esperando volver a oírla. Llevaba muchos años esperando que él<br />

regresara a su vida.<br />

—Beatriz. —Agarrándola <strong>de</strong> la muñeca, tiró <strong>de</strong> ella. Se apartó un<br />

poco en la cama para hacerle sitio, ro<strong>de</strong>ándola con los brazos<br />

mientras Julia apoyaba la cabeza en su pecho—. Pensaba que te<br />

habías olvidado <strong>de</strong> mí.<br />

—Nunca —contestó, sin po<strong>de</strong>r contener las lágrimas por más<br />

tiempo—. He pensado en ti cada día.<br />

—No llores. Me has encontrado.<br />

<strong>Gabriel</strong> cerró los ojos y volvió la cabeza. Su respiración<br />

empezaba a regulársele otra vez. Julia trató <strong>de</strong> quedarse quieta para<br />

no molestarlo con sus sollozos, pero el dolor y el alivio mezclados eran<br />

tan fuertes que no pudo evitar que la cama temblara un poco. Las<br />

lágrimas formaron dos riachuelos que <strong>de</strong>scendían por sus mejillas y se<br />

unían sobre el pecho bronceado y tatuado <strong>de</strong> él.<br />

Su <strong>Gabriel</strong> la había recordado. Su <strong>Gabriel</strong> había regresado.<br />

—Beatriz. —Le ro<strong>de</strong>ó la cintura con un brazo y susurró en su<br />

pelo, todavía húmedo <strong>de</strong> la ducha—. No llores.<br />

Y con los ojos cerrados, la besó en la frente, una, dos, tres<br />

veces.<br />

—Te he echado tanto <strong>de</strong> menos —murmuró Julia, con los labios<br />

pegados a su tatuaje.<br />

—Me has encontrado —musitó <strong>Gabriel</strong>—. Debí haberte<br />

esperado. Te quiero.<br />

<strong>El</strong>la se echó a llorar con <strong>de</strong>sesperación, abrazándose a él como<br />

si se estuviera ahogando y fuera su tabla <strong>de</strong> salvación. Le besó el<br />

pecho con suavidad mientras le acariciaba el abdomen.<br />

Como respuesta, los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> le acariciaron la piel<br />

erizada <strong>de</strong> los brazos antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizarse bajo la camiseta. Tras<br />

recorrerle la espalda con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, se acomodaron en la parte baja<br />

<strong>de</strong> su espalda, don<strong>de</strong> permanecieron quietos cuando él regresó al país


<strong>de</strong> los sueños con un suspiro.<br />

—Te quiero, <strong>Gabriel</strong>. Te quiero tanto que me duele —dijo Julia,<br />

apoyándole la mano sobre el corazón.<br />

Y luego le susurró las palabras <strong>de</strong> Dante, algo cambiadas:<br />

<strong>El</strong> amor se adueñó <strong>de</strong> mí durante tanto tiempo<br />

que su señorío acabó por resultarme familiar.<br />

Y aunque al principio me irritaba, aprendí a apreciarlo.<br />

Lo guardo en mi corazón, que es don<strong>de</strong> mejor se guardan los<br />

secretos.<br />

Y así, cuando me <strong>de</strong>stroza la vida como nadie sabe hacerlo.<br />

Y parece que no me quedan fuerzas para nada más.<br />

Mi yo más profundo se siente libre <strong>de</strong> angustia,<br />

liberado <strong>de</strong> todo mal.<br />

Porque el amor hace brotar <strong>de</strong> mí tanto po<strong>de</strong>r<br />

que mis suspiros más que hablar, gritan.<br />

Lastimeramente suplican<br />

que mi <strong>Gabriel</strong> me salu<strong>de</strong>.<br />

Cada vez que me abraza, todo es más dulce<br />

<strong>de</strong> lo que las palabras pue<strong>de</strong>n expresar.<br />

Cuando se le secaron las lágrimas, Julia le dio varios besos<br />

inseguros en los labios y cayó en un sopor profundo y sin sueños entre<br />

los brazos <strong>de</strong> su amado.<br />

Cuando se <strong>de</strong>spertó, eran ya las siete <strong>de</strong> la mañana. <strong>Gabriel</strong><br />

seguía profundamente dormido. De hecho, estaba roncando.<br />

Aparentemente, ninguno <strong>de</strong> los dos se había movido en toda la noche.<br />

Julia nunca había dormido tan bien como esa noche. Bueno, sí, una<br />

vez.<br />

No quería moverse. No quería separarse <strong>de</strong> él ni un centímetro.<br />

Quería permanecer en sus brazos para siempre y fingir que nunca se<br />

habían separado.<br />

«Me reconoce. Me ama. Por fin.»<br />

Nunca se había sentido amada antes. No realmente. Él se lo<br />

había susurrado anteriormente y su madre se lo había dicho a gritos,<br />

pero sólo cuando estaba borracha, por lo que sus palabras no habían<br />

calado en la conciencia <strong>de</strong> Julia. Ni en su corazón. No se lo había<br />

creído, porque eran palabras huecas, no respaldadas por sus actos.<br />

Pero creía a <strong>Gabriel</strong>.


Y así, esa mañana, por primera vez, Julia se sintió amada.<br />

Sonrió con tantas ganas que pensó que se le iba a romper la cara.<br />

Acercó los labios al cuello <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y le acarició con ellos la piel<br />

cubierta por la incipiente barba. Él gimió débilmente y la abrazó con<br />

más fuerza, pero su respiración honda y regular le indicó que seguía<br />

profundamente dormido.<br />

Julia tenía la suficiente experiencia con alcohólicos como para<br />

saber que estaría resacoso y probablemente <strong>de</strong> mal humor cuando se<br />

<strong>de</strong>spertara, así que no tenía <strong>de</strong>masiada prisa por que lo hiciera. Había<br />

sido una suerte que la noche anterior se hubiera comportado como un<br />

borracho seductor e inofensivo. Ese tipo <strong>de</strong> borracheras ella sabía<br />

cómo manejarlas. Era el otro tipo el que le daba miedo.<br />

Pasó casi una hora empapándose <strong>de</strong> su calor y su olor corporal,<br />

disfrutando <strong>de</strong> su cercanía, acariciándole <strong>de</strong>licadamente el torso.<br />

Aparte <strong>de</strong> la noche que había compartido con él en el bosque, esos<br />

momentos estaban siendo los más felices <strong>de</strong> su vida. Pero al final<br />

tendría que marcharse.<br />

Sigilosamente, salió <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su brazo y fue <strong>de</strong> puntillas<br />

hasta el cuarto <strong>de</strong> baño, cerrando la puerta. Vio una botella <strong>de</strong> colonia<br />

Aramis en el tocador y la abrió para olerla. No era el aroma que<br />

recordaba <strong>de</strong>l huerto. Su olor en aquella época había sido más natural,<br />

más... salvaje.<br />

«Éste es el aroma <strong>de</strong>l nuevo <strong>Gabriel</strong>. Es como él... imponente. Y<br />

ahora es mío.»<br />

Julia se cepilló los dientes, se recogió el pelo, rizado y<br />

alborotado en un nudo y se dirigió a la cocina en busca <strong>de</strong> una goma<br />

elástica o <strong>de</strong> un lápiz para sujetárselo. Resuelto el tema <strong>de</strong>l pelo, fue a<br />

sacar la ropa <strong>de</strong> la lavadora y la metió en la secadora. No podía volver<br />

a casa hasta que estuviera seca, pero no tenía intenciones <strong>de</strong><br />

marcharse ahora que él la había recordado.<br />

«¿Y qué pasa con Paulina? ¿Y con MAIA?». Julia apartó esos<br />

pensamientos <strong>de</strong> su mente. Eran irrelevantes. <strong>Gabriel</strong> la amaba. Por<br />

supuesto, <strong>de</strong>jaría a Paulina.<br />

«Pero ¿cómo vamos a resolver el problema <strong>de</strong> que sea mi<br />

profesor? ¿Y si es alcohólico?»<br />

Años atrás, se había jurado que no tendría nunca una relación<br />

con un alcohólico. Pero en vez <strong>de</strong> plantearse esa posibilidad <strong>de</strong><br />

manera directa y honesta, <strong>de</strong>sechó todas las sospechas y dudas a un<br />

rincón <strong>de</strong> su mente. Quería creer que su amor sería capaz <strong>de</strong> vencer<br />

todos los obstáculos.


«Que a matrimonio <strong>de</strong> alma y alma verda<strong>de</strong>ra no haya<br />

impedimentos», recitó Julia mentalmente, citando a Shakespeare,<br />

como un talismán contra sus miedos. Creía que los vicios <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

nacían <strong>de</strong> la soledad y la <strong>de</strong>sesperación. Y que, ahora que se habían<br />

reencontrado, su amor bastaría para rescatarlos a ambos <strong>de</strong> la<br />

oscuridad. Juntos serían mucho más fuertes y mucho más cuerdos<br />

que por separado.<br />

Mientras pensaba todas estas cosas, iba abriendo los armarios<br />

<strong>de</strong> la cocina, que estaba muy bien equipada. No sabía si él querría<br />

<strong>de</strong>sayunar. Sharon, su madre, nunca quería hacerlo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una<br />

borrachera. Prefería tomar, por ejemplo, un Brisa Marina, el cóctel a<br />

base <strong>de</strong> vodka, zumo <strong>de</strong> uva y <strong>de</strong> arándanos que —por <strong>de</strong>sgracia—<br />

Julia había aprendido a preparar con aplomo a los ocho años. Sin<br />

embargo, tras comerse un <strong>de</strong>sayuno <strong>de</strong> huevos revueltos, beicon y<br />

café, preparó lo mismo para <strong>Gabriel</strong>.<br />

No sabiendo si él sería <strong>de</strong> los que se curaban las resacas<br />

bebiendo, le preparó un cóctel Walters por si acaso. Encontró la receta<br />

en su guía <strong>de</strong> cócteles y eligió el whisky que le pareció menos caro<br />

para mezclarlo con el zumo <strong>de</strong> frutas.<br />

Cuando acabó, se sentía exultante ante esa inesperada<br />

oportunidad <strong>de</strong> malcriar a <strong>Gabriel</strong>. Por eso se tomó muchas molestias<br />

en prepararle la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Incluso cortó unos tallos <strong>de</strong><br />

perejil como <strong>de</strong>coración y los colocó junto a los gajos <strong>de</strong> naranja que<br />

había dispuesto en forma <strong>de</strong> abanico junto al beicon. Hasta se molestó<br />

en envolverle los cubiertos con una servilleta <strong>de</strong> hilo, que dobló sin<br />

<strong>de</strong>masiado éxito en forma <strong>de</strong> bolsillo. Deseó ser capaz <strong>de</strong> doblarla<br />

formando algo más impresionante, como un abanico o un pavo real, y<br />

<strong>de</strong>cidió investigar el tema la próxima vez que se conectara a Internet.<br />

Seguro que Martha Stewart lo sabría. Martha Stewart lo sabía todo.<br />

Armándose <strong>de</strong> valor, Julia entró en el <strong>de</strong>spacho y buscó un<br />

papel y un bolígrafo en su escritorio para escribirle una nota:<br />

Octubre, 2009<br />

Querido <strong>Gabriel</strong>:<br />

Había perdido la fe<br />

hasta que anoche me miraste a los ojos y finalmente me viste.<br />

Apparuit iam beatitudo vestra.<br />

Ahora aparece tu bendición.


Tu Beatriz<br />

Apoyó la nota en la copa que había usado para servir el zumo <strong>de</strong><br />

naranja. No quería <strong>de</strong>spertarlo todavía, así que metió la ban<strong>de</strong>ja<br />

entera, con el cóctel y todo, en el gran frigorífico, que estaba casi<br />

vacío. Luego se apoyó en la puerta <strong>de</strong> la nevera y suspiró.<br />

Toc, toc, toc.<br />

Su rutina <strong>de</strong> diosa doméstica se vio interrumpida por alguien que<br />

llamaba a la puerta.<br />

«Mierda. No me digas que ha venido. No pue<strong>de</strong> ser.»<br />

Al principio no supo qué hacer. ¿Sería preferible esperar a que<br />

Paulina abriera con su propia llave? ¿Y si volvía a la cama y se<br />

escondía entre los brazos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>? Tras un par <strong>de</strong> minutos, su<br />

curiosidad pudo más y se dirigió <strong>de</strong> puntillas a la puerta.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> las estudiantes <strong>de</strong> tesis que acaban <strong>de</strong> reunirse<br />

con su alma gemela tras seis puñeteros años <strong>de</strong> separación, no<br />

permitáis que la —futura— ex amante <strong>de</strong> mi amor lo fastidie todo. Por<br />

favor.»<br />

Julia respiró hondo y miró por la mirilla. <strong>El</strong> rellano estaba<br />

<strong>de</strong>sierto. Con el rabillo <strong>de</strong>l ojo vio algo en el suelo. Abrió la puerta con<br />

precaución y sacó la mano, respirando aliviada al encontrar un<br />

ejemplar <strong>de</strong> The Globe and Mail.<br />

Con una sonrisa <strong>de</strong> alivio porque su reunión con <strong>Gabriel</strong> no<br />

había terminado arruinada por una ex amante, recogió el periódico y<br />

cerró la puerta. Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sonreír, se sirvió un vaso <strong>de</strong> zumo <strong>de</strong><br />

naranja y se acomodó en la butaca <strong>de</strong> terciopelo rojo <strong>de</strong> enfrente <strong>de</strong> la<br />

chimenea, con los pies apoyados en la otomana tapizada a juego y<br />

suspiró satisfecha.<br />

Si dos semanas atrás, cuando estuvo allí <strong>de</strong> visita con Rachel, le<br />

hubieran preguntado si creía que estaría en esa casa un domingo por<br />

la mañana, habría dicho que no. No lo habría creído posible, ni<br />

siquiera con la santa intercesión <strong>de</strong> Grace <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo. Pero ahora<br />

que estaba allí se sentía muy feliz.<br />

Se dispuso a disfrutar <strong>de</strong> una mañana <strong>de</strong> domingo a base <strong>de</strong><br />

zumo <strong>de</strong> naranja y periódico matutino. Una mañana así se merecía un<br />

poco <strong>de</strong> música. Se <strong>de</strong>cantó por música cubana, más específicamente<br />

por Buena Vista Social Club. Mientras escuchaba la canción Pueblo<br />

Nuevo en el iPod, hojeó la sección <strong>de</strong> arte <strong>de</strong>l periódico y vio que<br />

pronto se inauguraría una exposición sobre arte florentino en el Royal<br />

Ontario Museum. Era un préstamo <strong>de</strong> la galería <strong>de</strong> los Uffizi. Tal vez a


<strong>Gabriel</strong> no le importaría acompañarla. Podrían tener una cita.<br />

Sí, no habían ido juntos a su baile <strong>de</strong> promoción, ni a ninguna <strong>de</strong><br />

las fiestas en la Universidad <strong>de</strong> Saint Joseph, pero Julia estaba segura<br />

<strong>de</strong> que iban a recuperar todo el tiempo perdido y que ahora sería<br />

mucho mejor. Contenta, se puso en pie <strong>de</strong> un salto justo cuando la<br />

trompeta empezaba a tocar las notas <strong>de</strong> Stormy weather, como<br />

contrapunto a la melodía cubana y empezó a cantar en voz alta,<br />

<strong>de</strong>masiado alta, mientras bailaba con el zumo <strong>de</strong> naranja en la mano,<br />

vestida con unos pretenciosos calzoncillos, totalmente ajena al hombre<br />

semi<strong>de</strong>snudo que se dirigía hacia ella.<br />

—¡Qué <strong>de</strong>monios estás haciendo!<br />

—¡Aaaaaaaaarrrrrrggggggg!<br />

Julia dio un brinco sobresaltada al oír la voz <strong>de</strong> enfado a su<br />

espalda. Arrancándose los auriculares <strong>de</strong> las orejas, se volvió y, lo que<br />

vio, la <strong>de</strong>jó <strong>de</strong>strozada.<br />

—¡Te he hecho una pregunta! —Los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> parecían<br />

dos balsas <strong>de</strong> agua oscura—. ¿Qué coño estás haciendo vestida con<br />

mi ropa interior dando brincos en mi salón?<br />

Crack.<br />

¿Había sido el sonido <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Julia rompiéndose en dos?<br />

¿O el <strong>de</strong>l último clavo hundiéndose en el ataúd <strong>de</strong> su difunto amor,<br />

que <strong>de</strong>scansaba eternamente, aunque no en paz?<br />

Tal vez fuera por su tono <strong>de</strong> voz, furioso y autoritario, o porque<br />

con una sola pregunta le había <strong>de</strong>jado claro que ya no la veía como a<br />

Beatriz y que todas sus esperanzas y sueños acababan <strong>de</strong> morir nada<br />

más nacer. Fuera por lo que fuese, el iPod y el zumo <strong>de</strong> naranja se le<br />

resbalaron <strong>de</strong> entre los <strong>de</strong>dos. <strong>El</strong> vaso se rompió y el iPod se <strong>de</strong>slizó<br />

al charco <strong>de</strong> líquido dorado, a sus pies.<br />

Se quedó mirando el estropicio durante unos segundos, tratando<br />

<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r lo que acababa <strong>de</strong> pasar. Cualquiera que la viera<br />

pensaría que era incapaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r que el vidrio pudiera<br />

romperse y causar un <strong>de</strong>sastre en forma <strong>de</strong> estrella líquida.<br />

Finalmente, se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> rodillas para recoger el cristal, mientras en<br />

su cabeza se repetían dos preguntas: «¿Por qué está tan enfadado?<br />

¿Por qué no me reconoce?»<br />

Un <strong>Gabriel</strong> alto y <strong>de</strong>scamisado la miró <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba. Llevaba sólo<br />

los bóxers, lo que le daba una apariencia un poco sexy y un poco<br />

ridícula. Tenía los puños tan apretados que se le marcaban los<br />

tendones <strong>de</strong> los brazos.<br />

—¿No recuerdas lo que pasó anoche, <strong>Gabriel</strong>?


—No, gracias a Dios, no lo recuerdo. ¡Y levántate! Pasas más<br />

tiempo <strong>de</strong> rodillas que cualquier puta —exclamó, con los dientes<br />

apretados.<br />

Julia alzó la cabeza bruscamente. Al mirarlo a los ojos,<br />

comprobó que no recordaba nada en absoluto y que estaba cada vez<br />

más furioso. Más le habría valido a <strong>Gabriel</strong> atravesarle el corazón con<br />

una espada, pues se lo había <strong>de</strong>strozado con sus palabras y ya le<br />

había empezado a sangrar.<br />

«Como en el tatuaje. Él es el dragón. Yo soy el corazón que<br />

sangra.»<br />

Pero en ese instante tuvo lugar un hecho remarcable. Después<br />

<strong>de</strong> seis años, algo —¡por fin!— se rompió en el interior <strong>de</strong> Julia.<br />

—Voy a tener que fiarme <strong>de</strong> tu palabra por lo que se refiere al<br />

comportamiento <strong>de</strong> las putas, Emerson —replicó, con algo muy<br />

parecido a un gruñido—. Al parecer, experiencia no te falta.<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>sgarro <strong>de</strong> su corazón seguía expandiéndose<br />

dolorosamente. No <strong>de</strong>l todo satisfecha con ese comentario, se olvidó<br />

<strong>de</strong> los cristales y se puso en pie <strong>de</strong> un salto.<br />

—¡No te atrevas a volver a hablarme en ese tono, borracho<br />

asqueroso! ¿Quién <strong>de</strong>monios crees que eres? Después <strong>de</strong> todo lo que<br />

hice por ti anoche. Debería haber <strong>de</strong>jado que Gollum te atrapara.<br />

¡Tendría que haber <strong>de</strong>jado que te la tiraras <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todo el mundo<br />

en Lobby!<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

Julia se acercó a él con los ojos brillantes, las mejillas<br />

encendidas y los labios temblorosos. Se estremecía <strong>de</strong> rabia mientras<br />

la adrenalina le fluía por las venas. Tenía ganas <strong>de</strong> golpearlo, <strong>de</strong><br />

borrarle a bofetadas aquella expresión <strong>de</strong> la cara. Quería arrancarle el<br />

pelo a puñados y <strong>de</strong>jarlo calvo. Para siempre.<br />

<strong>Gabriel</strong> aspiró su aroma, erótico e incitante, y se pasó la lengua<br />

por los labios. Pero hacer eso ante una mujer tan enfadada como la<br />

señorita Mitchell fue un error.<br />

Alzó la cabeza, orgullosa, y salió a gran<strong>de</strong>s zancadas <strong>de</strong>l salón,<br />

murmurando variados y exóticos insultos, tanto en inglés como en<br />

italiano. Y, cuando se le acabaron, pasó al alemán, señal inequívoca<br />

<strong>de</strong> que estaba realmente furiosa.<br />

—Hau ab! Verpiss dich! —exclamó<br />

<strong>Gabriel</strong> se frotó los ojos lentamente. A pesar <strong>de</strong> tener una <strong>de</strong> las<br />

peores resacas <strong>de</strong> su vida, estaba empezando a disfrutar <strong>de</strong>l<br />

espectáculo <strong>de</strong> ella vestida con su ropa interior, apasionada y furiosa,


gritándole en múltiples idiomas. Era el segundo espectáculo más<br />

erótico que había visto nunca. Totalmente fuera <strong>de</strong> lugar.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> aprendiste palabrotas en alemán? —le preguntó,<br />

siguiendo la retahíla <strong>de</strong> insultos auf Deutsch hasta el lava<strong>de</strong>ro, don<strong>de</strong><br />

la encontró sacando su ropa <strong>de</strong> la secadora.<br />

—¡Que te jodan, <strong>Gabriel</strong>!<br />

<strong>El</strong> aludido se había distraído momentáneamente con la visión <strong>de</strong>l<br />

sujetador <strong>de</strong> encaje negro que colgaba provocativamente <strong>de</strong> su mano.<br />

Al mirarlo con más atención, se dio cuenta <strong>de</strong> que la talla y la copa<br />

que le habían venido a la cabeza durante la cena en el Harbour Sixty<br />

eran acertadas y se felicitó a sí mismo en silencio.<br />

Se obligó a apartar la vista <strong>de</strong> la prenda y levantarla hasta los<br />

ojos <strong>de</strong> Julia, en los que vio chispas color caramelo entre el oscuro<br />

chocolate, como si fueran una copa <strong>de</strong> helado.<br />

—¿Qué estás haciendo?<br />

—¿Qué te parece que estoy haciendo? Me estoy largando <strong>de</strong><br />

aquí antes <strong>de</strong> que agarre una <strong>de</strong> tus estúpidas pajaritas y te<br />

estrangule con ella.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo. Siempre había pensado que sus pajaritas<br />

eran muy elegantes.<br />

—¿Quién es Gollum?<br />

—La jodida Christa Peterson.<br />

Él alzó mucho las cejas. «¿Christa? Supongo que se parece a<br />

Gollum. Si entornas los ojos...»<br />

—Deja en paz a Christa. Me importa una mierda. ¿Anoche tú y<br />

yo nos acostamos? —preguntó muy serio, cruzándose <strong>de</strong> brazos.<br />

—¡En tus sueños, <strong>Gabriel</strong>!<br />

—Eso no es una negativa, señorita Mitchell. —Le sujetó el brazo<br />

para que <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> hacer lo que estaba haciendo—. Yo no lo niego.<br />

¿Niegas tú haberte acostado conmigo en tus sueños?<br />

—¡Quítame las manos <strong>de</strong> encima, arrogante hijo <strong>de</strong> puta! —Julia<br />

se soltó con tanto ímpetu que casi se cayó <strong>de</strong> espaldas—. Por<br />

supuesto, tendrías que estar borracho para querer follar conmigo.<br />

<strong>Gabriel</strong> se ruborizó.<br />

—Cálmate. ¿Quién ha hablado <strong>de</strong> follar?<br />

—¿Ah, no? ¿Y <strong>de</strong> qué estamos hablando? Soy una puta que se<br />

pone <strong>de</strong> rodillas cada cinco segundos. Pasara lo que pasase, no<br />

importa que no lo recuer<strong>de</strong>s. Seguro que no fue nada memorable.<br />

Él le sujetó la barbilla con fuerza y le levantó la cara hasta que<br />

estuvieron a escasos centímetros <strong>de</strong> distancia.


—Te he dicho que te calmes. — La estaba advirtiendo con la<br />

mirada—. No eres ninguna puta. No vuelvas a referirte a ti en esos<br />

términos.<br />

Su tono, gélido, se <strong>de</strong>slizó por la espalda <strong>de</strong> Julia como un<br />

cubito <strong>de</strong> hielo.<br />

Luego, le soltó la barbilla y dio un paso atrás. Tenía la mirada<br />

ardiente y la respiración alterada. Cerró los ojos y empezó a respirar<br />

hondo, muy <strong>de</strong>spacio. Incluso en su actual estado <strong>de</strong> nebulosa mental,<br />

<strong>Gabriel</strong> sabía que las cosas habían llegado <strong>de</strong>masiado lejos. Tenía<br />

que calmarse y <strong>de</strong>spués tenía que calmarla a ella, antes <strong>de</strong> que<br />

hiciera algo <strong>de</strong> lo que pudiera arrepentirse.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Julia no escondían nada. En ellos podía leerse que<br />

estaba furiosa y herida como un animal acorralado. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

asustada y triste. Era como un gatito irritado y dolido que había sacado<br />

las garras y estaba a punto <strong>de</strong> llorar. Y todo era obra suya. Había sido<br />

él quien le había hecho aquello al ángel <strong>de</strong> ojos castaños al<br />

compararla con una puta y al olvidarse <strong>de</strong> lo que había pasado entre<br />

los dos la noche anterior.<br />

«Debes <strong>de</strong> haberla seducido. Si no, no se estaría comportando<br />

así. Emerson, eres un imbécil <strong>de</strong> primera. Y ya pue<strong>de</strong>s ir<br />

<strong>de</strong>spidiéndote <strong>de</strong> tu carrera.»<br />

Mientras él pensaba, lentamente y con esfuerzo, Julia aprovechó<br />

la oportunidad. Con un último insulto, recogió sus cosas y se encerró<br />

en la habitación <strong>de</strong> invitados.<br />

Tras quitarse los calzoncillos, los <strong>de</strong>jó en el suelo <strong>de</strong> una patada.<br />

Se puso los calcetines y los vaqueros, aún un poco húmedos, y se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que se había <strong>de</strong>jado el sujetador en el lava<strong>de</strong>ro, pero<br />

<strong>de</strong>cidió irse sin él. «Pue<strong>de</strong> añadirlo a su colección. Cabronazo.» Optó<br />

por no cambiarse <strong>de</strong> camiseta. La <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era más discreta que la<br />

suya para ir sin sujetador. Y si él se la reclamaba, le arrancaría los<br />

ojos.<br />

Pegó la oreja a la puerta, pero no oyó nada. Mientras esperaba<br />

para asegurarse <strong>de</strong> que no hubiera nadie en el pasillo, reflexionó<br />

sobre lo sucedido.<br />

Había perdido los nervios y se había comportado como una<br />

boba. Sabía cómo era él en ocasiones. Había visto la mesa<br />

<strong>de</strong>strozada y la sangre en la alfombra <strong>de</strong> Grace. Aunque estaba<br />

convencida <strong>de</strong> que su <strong>Gabriel</strong> nunca le levantaría la mano, no sabía<br />

<strong>de</strong> qué era capaz el profesor Emerson cuando perdía el control.<br />

Pero es que la había hecho enfadar mucho. Y ella nunca antes


había podido expresar la rabia que había ido acumulando durante<br />

esos años. Cuando había encontrado una salida, había querido<br />

sacarla toda a gritos. Y, a<strong>de</strong>más, tenía que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Tenía que<br />

librarse <strong>de</strong> su <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong> una vez por todas. Se había<br />

pasado media vida suspirando por una persona que no era real, sólo<br />

una consecuencia temporal <strong>de</strong>l alcohol. Debía poner fin a esa relación<br />

insana.<br />

«Le has gritado y le has insultado. Sal <strong>de</strong> aquí antes <strong>de</strong> que<br />

reaccione y se ponga violento.»<br />

Mientras Julia se vestía, <strong>Gabriel</strong> había ido tambaleándose hasta<br />

la cocina. Necesitaba algo que lo ayudara a librarse <strong>de</strong> las telarañas<br />

causadas por el alcohol que le nublaban la mente. Abrió la puerta <strong>de</strong> la<br />

nevera y quedó inundado por su luz fluorescente.<br />

Sus ojos vagaron hasta llegar a una gran ban<strong>de</strong>ja blanca. Una<br />

ban<strong>de</strong>ja blanca muy bonita y bien presentada. Muy femenina. Una<br />

ban<strong>de</strong>ja con comida, zumo <strong>de</strong> naranja y lo que parecía un cóctel.<br />

¿Qué era aquello?<br />

«Pero ¡si hasta la ha <strong>de</strong>corado, por el amor <strong>de</strong> Dios!»<br />

Se quedó mirando la ban<strong>de</strong>ja sin dar crédito a lo que veía. La<br />

señorita Mitchell era una persona amable en general, pero ¿por qué<br />

iba a prepararle una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno si no se hubiera acostado<br />

con ella? Aquel presente, en todo su adornado esplendor, era una<br />

prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> su seducción y, por esa misma razón, provocaba<br />

en él un gran rechazo.<br />

A pesar <strong>de</strong> todo, se sintió muy agra<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> que le hubiera<br />

preparado un cóctel y se lo bebió <strong>de</strong> un trago. Era justo el antídoto que<br />

el martilleo <strong>de</strong> su cabeza necesitaba. Momentos más tar<strong>de</strong>, se<br />

empezó a encontrar mejor.<br />

Sus ojos se movieron lentamente sobre el contenido <strong>de</strong> la<br />

ban<strong>de</strong>ja hasta <strong>de</strong>tenerse en la nota apoyada en el zumo <strong>de</strong> naranja.<br />

La leyó lentamente, sin compren<strong>de</strong>r por qué Julianne habría elegido<br />

esa manera <strong>de</strong> comunicarse con él, hasta que llegó a las frases<br />

finales:<br />

Apparuit iam beatitudo vestra.<br />

Ahora aparece tu bendición.<br />

Tu Beatriz<br />

Tiró la nota, enfadado. Aunque no confirmaba que se hubieran<br />

acostado, sí <strong>de</strong>mostraba que ella estaba enamorada <strong>de</strong> él. No le


extrañaba que hubiera sido tan fácil hacerle per<strong>de</strong>r la virginidad. Las<br />

estudiantes solían encandilarse con las figuras <strong>de</strong> autoridad y entablar<br />

relaciones ina<strong>de</strong>cuadas con ellas. En el caso <strong>de</strong> Julianne era obvio.<br />

Veía su relación a través <strong>de</strong> la lente <strong>de</strong> los personajes <strong>de</strong> su<br />

investigación. Se imaginaba que ella era Beatriz y que él era Dante.<br />

Una relación prohibida. Pero una tentación en la que él mismo había<br />

caído en un momento <strong>de</strong> egoísmo y <strong>de</strong> estupor alcohólico. Perdió el<br />

apetito bruscamente.<br />

«¿Qué dirá Rachel cuando se entere?»<br />

Maldiciendo su falta <strong>de</strong> autocontrol, pasó sin <strong>de</strong>tenerse ante la<br />

habitación <strong>de</strong> invitados <strong>de</strong> camino a su dormitorio. Le vinieron a la<br />

mente fugaces recuerdos <strong>de</strong> la noche anterior. Se acordó <strong>de</strong> haber<br />

besado a Julianne en el pasillo. Recordó el suave tacto <strong>de</strong> su piel bajo<br />

sus manos y que la había <strong>de</strong>seado intensamente, anhelando la<br />

dulzura <strong>de</strong> sus labios, su cálido aliento; recordó cómo temblaba bajo<br />

sus manos... Aunque no se acordaba <strong>de</strong>l acto en sí, ni <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong><br />

acariciar su piel <strong>de</strong>snuda. Recordaba haberla mirado a la cara<br />

mientras estaba tumbada a su lado en la cama y que ella le había<br />

apoyado la mano en la cara y le había suplicado que fuera hacia la luz.<br />

Tenía el rostro <strong>de</strong> un ángel. Un hermoso ángel <strong>de</strong> ojos castaños.<br />

«<strong>El</strong>la quería ayudarme y ¿cómo se lo he pagado? Le he robado<br />

la virginidad y ni siquiera lo recuerdo. Se merecía algo mejor. Mucho<br />

mejor.»<br />

Gruñendo como una alma torturada, se puso unos vaqueros y<br />

una camiseta y buscó las gafas por la habitación. Cuando estaba a<br />

punto <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l dormitorio, se <strong>de</strong>tuvo, inexplicablemente atraído por<br />

el cuadro que colgaba frente a la cama.<br />

Beatriz.<br />

Se movió hasta quedar casi pegado al precioso rostro <strong>de</strong> la<br />

familiar figura vestida <strong>de</strong> blanco. Su ángel <strong>de</strong> ojos castaños. Un<br />

<strong>de</strong>stello <strong>de</strong> lo imposible apareció ante sus ojos, pero como una espiral<br />

<strong>de</strong> humo, se <strong>de</strong>svaneció. Tenía resaca y le costaba un gran esfuerzo<br />

pensar.<br />

Julia abrió la puerta sigilosamente y se asomó al pasillo. No<br />

había nadie. Fue a la cocina a calzarse, cogió sus cosas y se dirigió al<br />

recibidor. <strong>Gabriel</strong> la estaba esperando allí apoyado en la puerta.<br />

«Scheiße.»<br />

—No pue<strong>de</strong>s irte hasta que me expliques un par <strong>de</strong> cosas.<br />

<strong>El</strong>la tragó saliva con dificultad.


—Déjame marchar o llamaré a la policía.<br />

—Si llamas a la policía, les diré que has entrado sin mi permiso.<br />

—Si les dices eso, les diré que me has retenido contra mi<br />

voluntad y que me has hecho daño. —Otra vez estaba hablando sin<br />

pensar lo que <strong>de</strong>cía y eso no era muy inteligente. A<strong>de</strong>más, acababa<br />

<strong>de</strong> amenazarlo con una mentira. Porque todo lo que había pasado<br />

entre ellos había sido consentido, aparte <strong>de</strong> casto y muy dulce. Y<br />

ahora <strong>Gabriel</strong> lo había estropeado todo. Pero no lo sabía.<br />

—Por favor, Julianne. Dime que no... —Sus ojos se cerraron con<br />

una mueca <strong>de</strong> dolor—. Dime que no fui brusco contigo. —La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

haberle hecho daño casi le provocó náuseas. Llevándose una mano a<br />

las gafas, preguntó—: ¿Te hice mucho daño?<br />

Durante un instante, Julia se planteó la posibilidad <strong>de</strong> mantenerlo<br />

colgando <strong>de</strong>l anzuelo, pero no fue más que un instante. Cerró los ojos<br />

y gruñó antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />

—No me hiciste daño. Físicamente no, al menos. Sólo querías<br />

que alguien te metiera en la cama y te hiciera compañía. Me rogaste<br />

que me quedara, pero como amiga. Fuiste mucho más caballeroso<br />

anoche <strong>de</strong> lo que lo has sido esta mañana. Creo que me gustas más<br />

cuando estás borracho.<br />

—No digas eso, Julianne. Y sigo borracho. —<strong>Gabriel</strong> negó con la<br />

cabeza y suspiró—. Al menos, me alegro <strong>de</strong> no haber sido el primero.<br />

<strong>El</strong>la inspiró hondo y una expresión <strong>de</strong> pesar le cruzó el rostro.<br />

—Pero... tu ropa... —Le miró el pecho y vio que los pezones se<br />

le marcaban <strong>de</strong> un modo muy atractivo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la camiseta. Trató<br />

<strong>de</strong> apartar la vista, pero fracasó.<br />

—¿Me estás tomando el pelo? —preguntó ella, molesta—. ¿De<br />

verdad no te acuerdas?<br />

—Tengo lagunas. Me pasa a veces cuando bebo.<br />

Julia perdió la paciencia.<br />

—Me vomitaste encima. Por eso me cambié <strong>de</strong> ropa. Por<br />

ninguna otra razón, te lo aseguro.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró, aliviado y avergonzado al mismo tiempo.<br />

—Lo siento —se disculpó—. Y siento mucho haberte insultado.<br />

No pensaba lo que <strong>de</strong>cía, no pienso eso en absoluto. Me ha<br />

sorprendido encontrarte aquí, vestida así. He creído que nosotros...<br />

—Dejó la frase en el aire, haciendo un gesto vago con la mano.<br />

—Bobadas.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dirigió una mirada <strong>de</strong> advertencia.<br />

—Si alguien <strong>de</strong>l entorno <strong>de</strong> la universidad <strong>de</strong>scubre que has


pasado la noche aquí, me meteré en un buen lío. Y tú también.<br />

—No se lo diré a nadie, <strong>Gabriel</strong>. A pesar <strong>de</strong> lo que piensas <strong>de</strong><br />

mí, no soy idiota.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—Ya sé que no eres idiota. Pero si Paul o Christa llegaran a<br />

enterarse, yo...<br />

—¿Eso es lo único que te preocupa? ¿No quedarte con el culo al<br />

aire? Pues no te preocupes, ya me ocupé <strong>de</strong> cubrírtelo anoche. Alejé a<br />

Christa <strong>de</strong> tu polla antes <strong>de</strong> que pudierais consumar vuestra relación<br />

profesor-alumna. ¡Deberías estar dándome las gracias, no echándome<br />

la bronca!<br />

La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se ensombreció aún más.<br />

—Gracias, señorita Mitchell. Pero si alguien te ve salir <strong>de</strong> aquí...<br />

Julia levantó las manos, frustrada. Era imposible tratar con él esa<br />

mañana.<br />

—Si alguien me ve, le diré que estaba <strong>de</strong> rodillas ante tu vecino<br />

para conseguir dinero para comprarme cuscús. No les costará nada<br />

creerlo.<br />

Él la sujetó por la barbilla con más fuerza que la última vez.<br />

—Te he dicho que pares. No vuelvas a hablar así.<br />

<strong>El</strong>la se quedó petrificada por la sorpresa, pero sólo durante un<br />

instante. En seguida se libró <strong>de</strong> un manotazo.<br />

—No me toques —le dijo entre dientes.<br />

Trató <strong>de</strong> abrir la puerta, pero él puso la mano en el pomo y siguió<br />

barrándole el paso.<br />

—¡Maldita sea! ¡Te he dicho que pares!<br />

Levantó la mano para agarrarla, pero ella pensó que iba a<br />

golpearla y se cubrió la cabeza con las manos. Al verlo, a <strong>Gabriel</strong> se le<br />

encogió el estómago.<br />

—Julianne, por favor —le suplicó, susurrando—. No voy a<br />

pegarte. Sólo quiero hablar contigo. —Llevándose una mano a la cara,<br />

hizo una mueca—. He hecho cosas terribles cuando he perdido el<br />

control. Y tengo miedo <strong>de</strong> haberte tratado mal anoche. Por eso te<br />

hablo en este tono. Pero estoy furioso conmigo, no contigo.<br />

»Tengo una gran opinión <strong>de</strong> ti. ¿Cómo no iba a tenerla? Eres<br />

hermosa, inocente y dulce. No me gusta verte tirada por el suelo como<br />

si fueras un animal o una esclava. Deja los jodidos cristales don<strong>de</strong><br />

están, no me importa. ¿Recuerdas las palabras <strong>de</strong>spectivas que me<br />

dijiste sobre ti misma al volver <strong>de</strong> Lobby? <strong>El</strong> recuerdo <strong>de</strong> esas<br />

palabras me ha martirizado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese día. Ten piedad <strong>de</strong> mí y <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>


<strong>de</strong>nigrarte. No puedo soportarlo.<br />

Carraspeó dos veces antes <strong>de</strong> continuar:<br />

—No recuerdo lo que pasó con la señorita Peterson, pero me<br />

disculpo. Fui un idiota y tú me rescataste. Gracias. —Se recolocó las<br />

gafas lentamente—. Lo que pasó ayer noche no pue<strong>de</strong> repetirse.<br />

Siento haberte besado. Estoy seguro <strong>de</strong> que fue una experiencia<br />

traumática. Un borracho babeándote por todas partes. Perdóname.<br />

Julia contuvo el aliento. Para ser una disculpa, sus palabras<br />

habían sido muy hirientes. Al parecer, él no recordaba el beso igual<br />

que ella. Y eso la disgustó mucho.<br />

—Ah, eso —replicó con fingida indiferencia—. Ya ni me<br />

acordaba. No fue nada.<br />

<strong>Gabriel</strong> alzó las cejas. Por alguna razón, su expresión se<br />

ensombreció.<br />

—¿Nada? Claro que fue algo.<br />

Se la quedó mirando, preguntándose si <strong>de</strong>bería hablarle <strong>de</strong> la<br />

nota <strong>de</strong> la ban<strong>de</strong>ja o no.<br />

—Estás disgustada y yo no estoy <strong>de</strong>spejado <strong>de</strong>l todo. Es mejor<br />

<strong>de</strong>jarlo antes <strong>de</strong> que digamos algo <strong>de</strong> lo que nos podamos arrepentir<br />

—concluyó con repentina frialdad—. Adiós, señorita Mitchell.<br />

Abrió la puerta y le permitió salir.<br />

—<strong>Gabriel</strong>... —Julia se volvió hacia él en cuanto estuvo en el<br />

rellano.<br />

—¿Sí?<br />

—Tengo que <strong>de</strong>cirte una cosa.<br />

—Te escucho.<br />

Sonaba resignado.<br />

—Paulina llamó anoche, mientras estabas... indispuesto. Y yo<br />

respondí al teléfono.<br />

<strong>Gabriel</strong> se quitó las gafas y se frotó los ojos.<br />

—Mierda. ¿Qué dijo?<br />

—Me llamó puta y me dijo que te diera la vuelta y que te pusiera<br />

el teléfono en la oreja. Le contesté que no te encontrabas bien.<br />

—¿Te dijo por qué llamaba?<br />

—No.<br />

—¿Le dijiste quién eras? ¿Le diste tu nombre?<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—Gracias a Dios —murmuró él.<br />

<strong>El</strong>la frunció el cejo. Había esperado que se disculpara en nombre<br />

<strong>de</strong> Paulina, pero no lo hizo. Ni se inmutó al oír que la había insultado.


Al contrario, parecía preocupado por si ella había molestado a Paulina.<br />

«Tiene que ser su amante.»<br />

Julia le dirigió una mirada glacial y empezó a temblar <strong>de</strong> rabia.<br />

—Me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el Infierno. Y<br />

ahí te encontré. Por mí, pue<strong>de</strong>s quedarte eternamente.<br />

<strong>Gabriel</strong> dio un paso atrás y, poniéndose las gafas, la miró con los<br />

ojos entornados.<br />

—¿De qué <strong>de</strong>monios estás hablando?<br />

—De nada. Se acabó, profesor Emerson.<br />

Volviéndose, se dirigió al ascensor.<br />

Confuso, <strong>Gabriel</strong> la vio alejarse. Tras unos momentos, fue tras<br />

ella.<br />

—¿Por qué has escrito esa ridícula nota?<br />

Julia sintió que una daga se le clavaba en el corazón. En<strong>de</strong>rezó<br />

los hombros y trató <strong>de</strong> que la voz no le temblara <strong>de</strong>masiado.<br />

—¿Qué nota?<br />

—¡Sabes perfectamente <strong>de</strong> qué nota hablo! La que has <strong>de</strong>jado<br />

en la nevera.<br />

<strong>El</strong>la se encogió <strong>de</strong> hombros exageradamente. <strong>Gabriel</strong> la sujetó<br />

por el codo y la obligó a volverse hacia él.<br />

—¿Todo esto es un juego para ti?<br />

—¡Claro que no! ¡Suéltame!<br />

Se liberó <strong>de</strong> su mano y empezó a aporrear el botón <strong>de</strong> bajar,<br />

suplicándole al ascensor que acudiera en su rescate. Se sentía<br />

humillada y muy enfadada, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> estúpida y muy pequeña. Tenía<br />

que alejarse <strong>de</strong> él como fuera. Aunque tuviera que bajar andando.<br />

<strong>Gabriel</strong> se le acercó un poco más.<br />

—¿Por qué has firmado la nota <strong>de</strong> esa manera? —insistió.<br />

—¿Y a ti qué más te da?<br />

<strong>Gabriel</strong> oyó acercarse el ascensor y supo que le quedaban<br />

escasos segundos para obtener respuestas a sus preguntas. Cerró los<br />

ojos y las palabras <strong>de</strong> Julia retumbaron en su cabeza. Lo había<br />

buscado en el Infierno. Él le había rogado que fuera a buscarlo y el<br />

ángel <strong>de</strong> ojos castaños lo había hecho. No, claro que no. Las<br />

alucinaciones no respondían a los ruegos.<br />

«¿Y si Beatriz no hubiera sido una alucinación? ¿Y si...» Sintió<br />

un escalofrío. Una vez más, lo imposible flotó ante sus ojos. Si se<br />

concentraba, podía verla ante él, pero su rostro era una mancha<br />

borrosa.<br />

Un campanilleo avisó <strong>de</strong> que había llegado el ascensor.


Abrió los ojos.<br />

Julia entró en el ascensor y se volvió hacia él, negando con la<br />

cabeza, exasperada por su confusión y por la intoxicación que aún le<br />

nublaba los ojos. Era un momento crucial para ella. Podía confesarle<br />

la verdad o podía guardar silencio, manteniendo lo sucedido entre los<br />

dos en secreto, como siempre, como cada día <strong>de</strong> los últimos seis<br />

jodidos años.<br />

Cuando la puerta empezó a cerrarse, vio que él había vuelto a<br />

recordarla.<br />

—¿Beatriz? —susurró.<br />

—Sí —respondió ella, moviéndose para sostenerle la mirada<br />

durante más tiempo—. Soy Beatriz. Me diste mi primer beso. Me<br />

quedé dormida entre tus brazos en tu precioso huerto.<br />

<strong>Gabriel</strong> trató <strong>de</strong> impedir que se cerraran las puertas.<br />

—¡Beatriz! ¡Espera!<br />

Pero era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. La puerta se cerró y aunque él<br />

aporreó el botón <strong>de</strong>sesperadamente, el ascensor inició su lento pero<br />

inexorable <strong>de</strong>scenso.<br />

—Ya no soy Beatriz —dijo Julia, rompiendo a llorar.<br />

<strong>Gabriel</strong> apoyó la frente y las manos contra el frío acero <strong>de</strong>l<br />

ascensor.<br />

«¿Qué he hecho?»


15<br />

<strong>El</strong> viejo señor Krangel miró por la mirilla y no vio nada fuera <strong>de</strong> lo<br />

común. Había oído a un hombre y a una mujer discutiendo, pero ahora<br />

no se veía a nadie. Incluso había oído un nombre: Beatriz. No sabía<br />

que hubiera una Beatriz en el rellano. En esos momentos, éste parecía<br />

<strong>de</strong>sierto.<br />

Ya había salido <strong>de</strong> casa una vez ese día. Había tenido que<br />

<strong>de</strong>volverle a su anónimo vecino el periódico, que habían <strong>de</strong>jado en su<br />

puerta por error. Los Krangel no estaban suscritos a ningún diario,<br />

pero la señora Krangel pa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong>mencia senil y lo había cogido sin<br />

darse cuenta.<br />

Algo molesto por haber visto interrumpida la paz <strong>de</strong> la mañana<br />

<strong>de</strong>l domingo por una kemfn en el rellano, el señor Krangel abrió la<br />

puerta y asomó su anciana cabeza. A unos quince metros <strong>de</strong> distancia<br />

vio a un hombre apoyado en la puerta <strong>de</strong>l ascensor. Le temblaban los<br />

hombros.<br />

Aunque muy incómodo ante el patético espectáculo, fue incapaz<br />

<strong>de</strong> apartar la vista.<br />

No lo reconoció y no le pareció que fuera el mejor momento para<br />

presentarse. Sin duda, un adulto que salía al rellano <strong>de</strong>scalzo y medio<br />

<strong>de</strong>snudo para hacer... lo que fuera que estuviera haciendo, no era<br />

alguien a quien <strong>de</strong>seara conocer. Los hombres <strong>de</strong> su generación no<br />

lloraban nunca. Claro que tampoco se quitaban los calcetines para<br />

salir <strong>de</strong> casa. A menos que fueran... raros. O vivieran en California.<br />

<strong>El</strong> señor Krangel se metió en casa, cerró la puerta con llave y<br />

telefoneó al conserje para avisarle <strong>de</strong> que en el rellano había un<br />

hombre <strong>de</strong>scalzo que acababa <strong>de</strong> tener una kemfn a gritos con una<br />

mujer llamada Beatriz.<br />

Tardó cinco minutos en explicarle qué era una kemfn. Luego se<br />

quejó <strong>de</strong> eso durante un buen rato, culpando al sistema educativo <strong>de</strong><br />

Toronto y a sus materias basadas en la cultura cristiana.<br />

Estaban casi a finales <strong>de</strong> octubre y el tiempo en Toronto era frío.<br />

Julia no llevaba jersey <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l abrigo y caminar hasta su casa no<br />

fue una experiencia agradable. Mientras lo hacía, se ro<strong>de</strong>ó el pecho<br />

con los brazos, secándose las lágrimas <strong>de</strong> vez en cuando. Eran<br />

lágrimas <strong>de</strong> enfado y resignación.


La gente que se cruzaba con ella le dirigía miradas compasivas.<br />

Muchos canadienses eran así. Compasivos pero educadamente<br />

distantes. Julia les agra<strong>de</strong>ció su sentimiento y todavía más que no se<br />

<strong>de</strong>tuvieran a preguntarle qué le pasaba. Su historia era <strong>de</strong>masiado<br />

larga y complicada para explicarla en un momento.<br />

<strong>El</strong>la nunca se preguntaba por qué le pasaban cosas malas a la<br />

gente buena, porque ya sabía la respuesta: a todo el mundo le pasan<br />

cosas malas. No consi<strong>de</strong>raba que eso sirviera <strong>de</strong> excusa para hacerle<br />

daño a otro, pero si había una experiencia que todos los seres<br />

humanos compartían era la <strong>de</strong>l sufrimiento. Nadie se iba <strong>de</strong> este<br />

mundo sin haber <strong>de</strong>rramado alguna lágrima, sin haber sentido dolor o<br />

haberse sumido en un pozo <strong>de</strong> tristeza. ¿Por qué <strong>de</strong>bería ser distinta<br />

su vida? ¿Por qué <strong>de</strong>bería esperar un trato <strong>de</strong> favor? Hasta la madre<br />

Teresa había sufrido, y eso que era una santa.<br />

No se arrepentía <strong>de</strong> haber cuidado <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor mientras<br />

estaba borracho, por mucho que su buena acción hubiera sido<br />

recompensada con un castigo en vez <strong>de</strong> con un premio. Si uno creía<br />

que la amabilidad nunca se perdía, tenía que actuar en consecuencia,<br />

incluso cuando le echaban su amabilidad en cara.<br />

De lo que se avergonzaba era <strong>de</strong> haber sido tan idiota, tan<br />

estúpida, tan ingenua <strong>de</strong> creer que él la seguiría recordando <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la borrachera y que las cosas entre ellos volverían a ser como<br />

antes (aunque en realidad nunca habían sido <strong>de</strong> ninguna manera).<br />

Sabía que se había <strong>de</strong>jado llevar por su fantasía y que se había<br />

inventado un cuento <strong>de</strong> hadas sin tener en cuenta el mundo real y al<br />

<strong>Gabriel</strong> real.<br />

«Pero por un instante, fue real. La chispa seguía viva. Cuando<br />

me besó y me acarició, la electricidad seguía estando allí. Tiene que<br />

haberla sentido él también. Es imposible que haya existido sólo en mi<br />

cabeza.»<br />

Julia se obligó a no seguir por ese camino, recordándose que<br />

acababa <strong>de</strong> empezar una dieta libre <strong>de</strong> Emerson.<br />

«Ha llegado el momento <strong>de</strong> crecer. Se acabaron los cuentos <strong>de</strong><br />

hadas. En setiembre no te reconoció y ahora tiene a Paulina.»<br />

Al llegar a su agujero <strong>de</strong> hobbit, se dio una larga ducha y se<br />

puso el pijama <strong>de</strong> franela más viejo y suave que tenía. Era rosa pálido<br />

con un estampado <strong>de</strong> patitos <strong>de</strong> goma. Tiró la camiseta <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a la<br />

parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong>l armario, esperando olvidarse <strong>de</strong> ella, se hizo un<br />

ovillo en la cama, abrazada al conejito <strong>de</strong> terciopelo, y se durmió,<br />

exhausta física y emocionalmente.


Mientras ella dormía, <strong>Gabriel</strong> estaba luchando contra la resaca y<br />

contra el impulso <strong>de</strong> sumergirse en una botella <strong>de</strong> whisky escocés y no<br />

volver a salir a la superficie.<br />

No la había perseguido. No había bajado a trompicones treinta<br />

pisos por la escalera. No había esperado el siguiente ascensor para<br />

perseguirla por la calle.<br />

No. Se había tambaleado hasta el salón, don<strong>de</strong> se había <strong>de</strong>jado<br />

caer en una butaca para revolcarse en las náuseas y el odio hacia sí<br />

mismo. Se maldijo por la brusquedad con que la había tratado, no sólo<br />

esa mañana, sino <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día <strong>de</strong>l seminario. Una brusquedad<br />

mucho más odiosa por el hecho <strong>de</strong> que ella la había tolerado en<br />

silencio, con una paciencia digna <strong>de</strong> una santa, sabiendo en todo<br />

momento quién era y lo que significaba para él.<br />

«¿Cómo puedo haber estado tan ciego?»<br />

Pensó en la primera vez que la vio. Acababa <strong>de</strong> regresar a<br />

Selinsgrove <strong>de</strong>primido y <strong>de</strong>sesperado. Pero Dios había intervenido.<br />

Como un auténtico <strong>de</strong>us ex máchina le había enviado un ángel para<br />

rescatarlo <strong>de</strong>l <strong>infierno</strong>. Un ángel <strong>de</strong>licado, <strong>de</strong> ojos castaños, vestido<br />

con vaqueros y zapatillas <strong>de</strong>portivas, con un rostro hermoso y una<br />

alma pura, que lo había consolado en la oscuridad y le había dado<br />

esperanza. Un ángel que parecía apreciarlo sinceramente, a pesar <strong>de</strong><br />

todos sus <strong>de</strong>fectos.<br />

«<strong>El</strong>la me salvó.»<br />

Y, por si fuera poco, ese ángel había aparecido una segunda<br />

vez, justo el día en que había perdido la otra po<strong>de</strong>rosa fuerza <strong>de</strong>l bien<br />

que existía en su vida: Grace. <strong>El</strong> ángel se había sentado en su clase,<br />

recordándole que existía la verdad, la belleza, la bondad. Y él había<br />

respondido hablándole mal y amenazándola con expulsarla <strong>de</strong>l curso.<br />

Y esa mañana había vuelto a tratarla con crueldad y la había<br />

comparado con una puta.<br />

«<strong>El</strong> follaángeles soy yo. He jodido al ángel <strong>de</strong> ojos castaños.»<br />

Maldiciendo la ironía <strong>de</strong> quien lo había bautizado con el nombre <strong>de</strong> un<br />

arcángel, se dirigió a la cocina a buscar la nota.<br />

Con el frágil y hermoso mensaje en la mano, vio su propia<br />

fealdad. Era una fealdad interna, <strong>de</strong>l alma. La nota <strong>de</strong> Julia, <strong>de</strong>l mismo<br />

modo que la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, contrastaba con el pecado <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong> un modo imposible <strong>de</strong> ignorar.<br />

<strong>El</strong>la no se lo podía haber imaginado en ese momento, pero las<br />

palabras que había pronunciado estando con Paul, una semana atrás,<br />

cobraron más sentido que nunca. A veces, cuando la gente no obtenía


espuesta a sus gritos, podía oír el eco <strong>de</strong> su propio odio. A veces, la<br />

bondad era suficiente para <strong>de</strong>jar en evi<strong>de</strong>ncia a la maldad.<br />

Dejando caer la nota, <strong>Gabriel</strong> enterró la cara entre las manos y<br />

se echó a llorar.<br />

Cuando Julia se <strong>de</strong>spertó al fin, eran más <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la<br />

noche. Bostezó y se estiró. Tras prepararse un triste tazón <strong>de</strong> gachas<br />

instantáneas y lograr tomarse casi un tercio, escuchó el buzón <strong>de</strong> voz.<br />

Había apagado el móvil al llegar a casa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la noche<br />

anterior, porque esperaba una llamada <strong>de</strong> Paul y no estaba <strong>de</strong> humor<br />

para hablar con él, ni entonces ni ahora. Sabía que probablemente la<br />

animaría a hacerlo, pero lo único que quería en esos momentos era<br />

estar sola para lamerse las heridas, como un cachorro al que le<br />

hubieran dado una paliza.<br />

Con el ánimo por los suelos, Julia revisó sus mensajes,<br />

buscando primero los más antiguos. Frunció el cejo al darse cuenta <strong>de</strong><br />

que tenía la memoria llena. Nunca le había pasado antes. Las únicas<br />

personas que la llamaban eran su padre, Rachel y Paul y sus<br />

mensajes siempre eran breves.<br />

«Hola, Julia, soy yo. Es sábado por la noche y la conferencia ha<br />

ido muy bien. Te llevo un recuerdo <strong>de</strong> Princeton. No te preocupes, es<br />

pequeño. Supongo que estarás en la biblioteca, trabajando. Llámame<br />

luego. [Silencio elocuente.] Te echo <strong>de</strong> menos.»<br />

Julia suspiró. Borró el mensaje y pasó al siguiente, que también<br />

era <strong>de</strong> Paul.<br />

«Hola, Julia. Vuelvo a ser yo. Es domingo por la mañana.<br />

Supongo que no llegaré muy tar<strong>de</strong> esta noche. ¿Quieres que cenemos<br />

juntos? Hay un restaurante <strong>de</strong> sushi no muy lejos <strong>de</strong> tu casa.<br />

Llámame. Te echo <strong>de</strong> menos, Conejito.»<br />

Tras borrar el segundo mensaje, Julia le escribió un mensaje <strong>de</strong><br />

texto, diciéndole que estaba griposa y que prefería no salir <strong>de</strong> la cama.<br />

Lo avisaría cuando se encontrara mejor y esperaba que llegara a casa<br />

sano y salvo. No le dijo que lo echaba <strong>de</strong> menos.<br />

<strong>El</strong> siguiente mensaje era <strong>de</strong> un número local <strong>de</strong>sconocido.<br />

«Julianne... ejem, Julia. Soy <strong>Gabriel</strong>. Yo... Por favor, no<br />

cuelgues. Sé que soy la última persona con la que quieres hablar<br />

ahora mismo, pero llamo para arrastrarme. De hecho, estoy <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

tu edificio, bajo la lluvia. Estaba preocupado por ti y quería asegurarme<br />

<strong>de</strong> que habías llegado bien a casa.<br />

»Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo. Volvería a esta mañana


y te diría que nunca había visto nada tan bonito como tú, feliz,<br />

bailando en mi salón. Te diría que soy el hombre más afortunado <strong>de</strong>l<br />

mundo porque me rescataste y te quedaste a mi lado toda la noche.<br />

Que soy un idiota que lo jo<strong>de</strong> todo y que no me merezco tu<br />

amabilidad. En absoluto. Sé que te he hecho daño, Julia, y lo siento.<br />

[Respiración profunda.] No <strong>de</strong>bí <strong>de</strong>jarte marchar esta mañana. No <strong>de</strong><br />

esa manera. Tenía que haber salido corriendo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ti y haberte<br />

suplicado que te quedaras. La he cagado, Julia. La he cagado bien.<br />

»Debería haberme humillado. Y eso es lo que pretendo hacer<br />

ahora. Por favor, sal a la calle para que pueda disculparme. Mejor no.<br />

No salgas. Pillarás una pulmonía. Sólo ven hasta la puerta y<br />

escúchame a través <strong>de</strong>l cristal. Estaré aquí, esperándote. Te <strong>de</strong>jo mi<br />

número <strong>de</strong> móvil...»<br />

Julia frunció el cejo y borró el mensaje sin molestarse en anotar<br />

su número. Sin cambiarse <strong>de</strong> ropa, vestida con el pijama <strong>de</strong> patitos <strong>de</strong><br />

goma, salió <strong>de</strong>l apartamento y se acercó a la puerta <strong>de</strong> la calle. No<br />

tenía ninguna intención <strong>de</strong> escuchar las excusas <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Sólo<br />

quería comprobar si seguía allí, bajo la lluvia y el frío.<br />

Apoyó la nariz contra el vidrio, empañándolo, y trató <strong>de</strong> ver en la<br />

oscuridad. Ya no llovía y no había ningún profesor a la vista. Se<br />

preguntó cuánto rato habría esperado. Se preguntó si habría ido hasta<br />

allí sin paraguas. En<strong>de</strong>rezando la espalda, se dijo que no le importaba.<br />

«Que pille una pulmonía. Se lo tiene merecido.»<br />

Al volverse, se dio cuenta <strong>de</strong> que había un ramo <strong>de</strong> jacintos<br />

apoyado en uno <strong>de</strong> los pilares <strong>de</strong>l porche <strong>de</strong> la entrada. Tenía un gran<br />

lazo rosa y lo que parecía una tarjeta Hallmark en el centro. En el<br />

sobre le pareció que ponía «Julia».<br />

«¿En serio, profesor Emerson? No sabía que hubiera tarjetas<br />

Hallmark para estas ocasiones. ¿Qué pone? “¿Para la estudiante <strong>de</strong><br />

tesis que eché <strong>de</strong> casa a gritos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que quería<br />

acariciarla como a un gatito y <strong>de</strong> vomitarle encima?”»<br />

Julia regresó al apartamento, negando con la cabeza y<br />

murmurando entre dientes.<br />

Acomodándose en la cama con el portátil, buscó en Internet el<br />

significado <strong>de</strong> los jacintos lila, por si <strong>Gabriel</strong> —o su florista— trataba <strong>de</strong><br />

enviarle un mensaje subliminal. En una página web sobre horticultura,<br />

encontró lo siguiente: «Los jacintos lila simbolizan el dolor, el<br />

arrepentimiento, una disculpa».<br />

«Ya, bueno, si no te hubieras comportado como un cabronazo<br />

conmigo, ahora no tendrías que comprar jacintos para suplicar que te


perdonara. Gilipollas.» Sacudiendo la cabeza, furiosa, <strong>de</strong>jó el<br />

or<strong>de</strong>nador a un lado y escuchó el último mensaje. Era también <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> y lo había <strong>de</strong>jado hacía poco rato.<br />

«Julia, quería <strong>de</strong>cirte esto en persona, pero no puedo esperar<br />

más. No puedo esperar más.<br />

»Esta mañana no quería llamarte puta. Te lo juro. Ha sido una<br />

comparación horrible y nunca <strong>de</strong>bí <strong>de</strong>cirlo, pero no quería llamarte<br />

puta. Me molesta mucho verte <strong>de</strong> rodillas. No te imaginas cuánto.<br />

Deberías ser adorada, venerada, tratada con dignidad. Nunca<br />

<strong>de</strong>berías estar <strong>de</strong> rodillas, Julia, ante nadie. Lo que pienses <strong>de</strong> mí no<br />

importa, pero nunca te olvi<strong>de</strong>s <strong>de</strong> eso. Es la verdad.<br />

»Debería haberme disculpado por lo que te dijo Paulina. Acabo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle las cosas claras y me ha pedido que me disculpe <strong>de</strong> su<br />

parte. <strong>El</strong>la y yo tenemos una... ejem... [tos] es complicado. No creo<br />

que te cueste imaginarte por qué llegó a la conclusión a la que llegó.<br />

Todo tiene que ver con mi historial y nada con el tuyo. Siento que te<br />

faltara al respeto. No volverá a pasar. Te lo prometo.<br />

»Gracias por prepararme el <strong>de</strong>sayuno esta mañana. [Pausa muy<br />

larga.] Ver la ban<strong>de</strong>ja me ha afectado mucho. No puedo expresarlo<br />

con palabras. Julia, nadie había hecho algo así para mí antes. Nadie.<br />

Ni Grace, ni un amigo, ni una amante, nadie... Has sido buena, amable<br />

y generosa conmigo y yo... he sido egoísta y cruel. [Se aclara la<br />

garganta.]<br />

»Por favor, Julia. [La voz se le vuelve ronca.] Tenemos que<br />

hablar <strong>de</strong> la nota. La tengo en la mano y no voy a soltarla. Hay cosas<br />

importantes que he <strong>de</strong> contarte. Son cosas graves, <strong>de</strong> las que no<br />

quiero hablar por teléfono. Siento mucho lo que ha pasado esta<br />

mañana. Es culpa mía y me gustaría mucho arreglarlo. Por favor, dime<br />

qué puedo hacer para arreglarlo y lo haré. Llámame.»<br />

Una vez más, Julia borró el mensaje y una vez más no guardó<br />

su número <strong>de</strong> móvil. Apagó el teléfono y lo <strong>de</strong>jó junto al portátil en la<br />

mesita plegable. Luego volvió a la cama y trató <strong>de</strong> quitarse la voz triste<br />

y torturada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong> la cabeza.<br />

No salió <strong>de</strong>l apartamento ni al día siguiente ni al otro. Pasó todo<br />

el tiempo vestida con distintos pijamas <strong>de</strong> franela, tratando <strong>de</strong><br />

distraerse con música a todo volumen o leyendo novelas <strong>de</strong> Alexan<strong>de</strong>r<br />

McCall Smith. Las historias <strong>de</strong> Edimburgo eran sus favoritas. Eran<br />

alegres, tenían un poco <strong>de</strong> misterio y eran inteligentes. Le gustaba su<br />

estilo. Le parecía reconfortante. Leer sus novelas solía <strong>de</strong>spertarle el<br />

apetito por todo lo escocés, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las gachas a las galletas Walker <strong>de</strong>


mantequilla o el queso cheddar <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> Mull, no necesariamente<br />

en ese or<strong>de</strong>n.<br />

Aunque acababa <strong>de</strong> vivir una experiencia muy traumática junto a<br />

<strong>Gabriel</strong>, especialmente dolorosa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber pasado la noche<br />

entre sus brazos, estaba <strong>de</strong>cidida a no permitir que él la <strong>de</strong>struyese<br />

psicológicamente. Sabía lo que era que alguien hiciera algo así. De<br />

hecho, <strong>Gabriel</strong> ya la había <strong>de</strong>strozado psíquicamente una vez. Y Julia<br />

se había jurado que no volvería a pasar.<br />

Por eso, tomó tres <strong>de</strong>cisiones:<br />

La primera, que no <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> ir a sus clases, porque necesitaba<br />

el seminario para sus créditos.<br />

La segunda, que no iba a abandonar ni iba a regresar a<br />

Selinsgrove con el rabo entre las piernas.<br />

Y la tercera, que buscaría a otro director <strong>de</strong> proyecto y que<br />

presentaría la documentación lo antes posible, a espaldas <strong>de</strong><br />

Emerson.<br />

<strong>El</strong> martes por la noche, volvió a encen<strong>de</strong>r el móvil y a revisar los<br />

mensajes <strong>de</strong> voz. La memoria volvía a estar llena. Puso los ojos en<br />

blanco al comprobar que el primer mensaje era <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Lo había<br />

<strong>de</strong>jado el lunes por la mañana.<br />

«Julianne... te <strong>de</strong>jé algo anoche en el porche. ¿Lo viste? ¿Leíste<br />

la tarjeta? Por favor, léela.<br />

»Por cierto, llamé a Paul Norris para que me diera tu número <strong>de</strong><br />

móvil. Me inventé una excusa. Le dije que tenía que comentarte un<br />

tema <strong>de</strong>l proyecto, por si te pregunta algo.<br />

»¿Sabes que te <strong>de</strong>jaste el iPod? Lo he estado escuchando. Me<br />

sorprendió que tuvieras a Arca<strong>de</strong> Fire. He estado escuchando<br />

Intervention. Me ha extrañado que a alguien tan feliz y equilibrado<br />

como tú le guste una canción tan trágica. Quisiera <strong>de</strong>volverte el iPod<br />

en persona.<br />

»Y me gustaría que hablaras conmigo. Grítame, insúltame,<br />

maldíceme, tírame cosas a la cara, pero no me castigues con este<br />

silencio, Julianne, por favor. [Gran suspiro.] Sólo te pido unos minutos<br />

<strong>de</strong> tu tiempo. Por favor, llámame.»<br />

Julia borró el mensaje y se dirigió al porche, vestida con un<br />

pijama <strong>de</strong> franela a cuadros escoceses. Cogió la tarjeta que<br />

acompañaba al ramo; la rompió en mil pedazos y tiró los trozos al otro<br />

lado <strong>de</strong> la valla. Luego tiró también los jacintos, ya muy marchitos.<br />

Tras inspirar el aire fresco <strong>de</strong> la noche, cerró la puerta con rabia y<br />

volvió a casa.


Cuando estuvo más calmada, escuchó el siguiente mensaje, que<br />

también era <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Se lo había <strong>de</strong>jado esa tar<strong>de</strong>.<br />

«Julianne, ¿sabías que Rachel está <strong>de</strong> viaje en una isla<br />

canadiense perdida <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Dios? No tiene acceso a Internet ni<br />

cobertura <strong>de</strong> teléfono. Tuve que llamar a Richard, por el amor <strong>de</strong> Dios,<br />

porque no contestaba al teléfono. Quería ponerme en contacto con<br />

ella para que se pusiera en contacto contigo, ya que no respon<strong>de</strong>s a<br />

mis mensajes.<br />

»Estoy preocupado por ti. He preguntado y nadie te ha visto, ni<br />

siquiera Paul. Voy a enviarte un correo electrónico, pero será formal,<br />

porque la universidad tiene acceso a mi cuenta. Espero que escuches<br />

esto antes <strong>de</strong> que te llegue el correo, o pensarás que vuelvo a ser el<br />

mismo idiota <strong>de</strong> siempre. No lo soy, pero tengo que sonar como un<br />

pomposo en un mensaje oficial. Si me respon<strong>de</strong>s, ten en cuenta que<br />

cualquier miembro <strong>de</strong> la administración pue<strong>de</strong> leer esos correos. Ten<br />

cuidado con lo que dices.<br />

»Te veré mañana en el seminario. Si no vas, llamaré a tu padre y<br />

le pediré que te localice. No sé dón<strong>de</strong> estás. No sé si estás en un<br />

autocar <strong>de</strong> camino a Selinsgrove. Por favor, llámame. Estoy haciendo<br />

un gran esfuerzo para no ir a tu casa. [Larga pausa...]<br />

»Sólo quiero saber que estás bien. Dos palabras, Julia. Envíame<br />

dos palabras diciéndome que estás bien. Es lo único que pido.»<br />

Julia encendió el or<strong>de</strong>nador y revisó el correo <strong>de</strong> la universidad.<br />

En la ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada, esperando como una bomba <strong>de</strong> relojería,<br />

estaba el mensaje <strong>de</strong>l profesor <strong>Gabriel</strong> O. Emerson:<br />

Querida señorita Mitchell:<br />

Necesito hablar con usted sobre un tema bastante urgente.<br />

Por favor, contacte conmigo lo antes posible. Pue<strong>de</strong> llamarme al<br />

siguiente número <strong>de</strong> móvil: 416-555-0739.<br />

Saludos,<br />

Prof. <strong>Gabriel</strong> O. Emerson<br />

Profesor<br />

Departamento <strong>de</strong> Estudios Italianos/<br />

Centro <strong>de</strong> Estudios Medievales<br />

Universidad <strong>de</strong> Toronto<br />

Julia borró tanto el correo electrónico como el mensaje <strong>de</strong> voz<br />

sin pensarlo ni un momento. Luego le escribió un correo a Paul,<br />

explicándole que todavía no se encontraba lo bastante recuperada


como para asistir al seminario <strong>de</strong>l día siguiente y pidiéndole que<br />

informara a <strong>El</strong> Profesor. Le agra<strong>de</strong>ció los correos que le había enviado<br />

y se disculpó por no haber respondido antes. Para acabar, le preguntó<br />

si le gustaría acompañarla a visitar la exposición sobre arte florentino<br />

que presentaba el Royal Ontario Museum cuando se recuperara.<br />

Al día siguiente, pasó casi toda la tar<strong>de</strong> redactando un correo<br />

provisional para la profesora Jennifer Leaming, <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong><br />

Filosofía. La profesora Leaming era especialista en santo Tomás <strong>de</strong><br />

Aquino y también estaba interesada en Dante. Aunque Julia no la<br />

conocía personalmente, Paul había asistido a una <strong>de</strong> sus clases y le<br />

había gustado mucho. Era joven, divertida y muy popular entre los<br />

estudiantes, todo lo contrario que el profesor Emerson. Julia esperaba<br />

que aceptara dirigir su proyecto y en el correo se lo planteaba como<br />

una posibilidad.<br />

Le habría gustado consultarlo con Paul, pero sabía que éste<br />

asumiría que Emerson la había expulsado y que se enfrentaría con él<br />

por su culpa. Así que envió el correo a la profesora Leaming<br />

esperando que recibiera su propuesta <strong>de</strong> buena gana y que<br />

respondiera rápidamente.<br />

Cuando esa noche volvió a revisar su buzón <strong>de</strong> voz, se encontró<br />

con un nuevo mensaje <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>:<br />

«Julianne, es miércoles por la noche. Te he echado <strong>de</strong> menos en<br />

el seminario. Tu sola presencia es capaz <strong>de</strong> iluminar una sala, ¿lo<br />

sabes? Siento no habértelo dicho antes.<br />

»Paul me ha dicho que estás enferma. ¿Puedo llevarte algo?<br />

¿Caldo <strong>de</strong> pollo? ¿Helado? ¿Zumo <strong>de</strong> naranja? Puedo hacer que te lo<br />

lleven a casa. No tendrías que verme. Por favor, déjame ayudarte. Me<br />

siento muy mal sabiendo que estás sola y enferma en tu apartamento,<br />

sin po<strong>de</strong>r hacer nada.<br />

»Al menos sé que estás en casa, a salvo, y no en un autocar en<br />

alguna parte. [Una pausa... Se aclara la garganta.]<br />

»Recuerdo haberte besado. Y recuerdo que tú me <strong>de</strong>volviste el<br />

beso. Lo hiciste, Julia. Lo sé. ¿No lo notaste? Hay algo entre nosotros.<br />

O al menos, lo hubo.<br />

»Por favor, necesito hablar contigo. No esperarás que justo<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir tu i<strong>de</strong>ntidad, vaya a actuar como si no existieras.<br />

Tengo que explicarte unas cuantas cosas. Bastantes. Llámame, por<br />

favor. Sólo te pido una conversación. Creo que me la <strong>de</strong>bes.»<br />

<strong>El</strong> tono <strong>de</strong> los mensajes <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> había ido aumentando en<br />

<strong>de</strong>sesperación. Julia apagó el teléfono, suprimiendo al mismo tiempo


su empatía innata. Sabía que la universidad podía acce<strong>de</strong>r al correo<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, pero en esos momentos le daba igual. Sólo quería que<br />

parara <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle mensajes en el buzón <strong>de</strong> voz. No iba a po<strong>de</strong>r seguir<br />

a<strong>de</strong>lante con su vida si no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> molestarla. Y no daba la<br />

sensación <strong>de</strong> que fuera a rendirse pronto.<br />

Por eso le escribió un correo a su cuenta <strong>de</strong> la universidad,<br />

volcando todo su enfado y su dolor en cada palabra:<br />

Dr. Emerson:<br />

Deje <strong>de</strong> acosarme.<br />

Ya no quiero nada con usted. No quiero conocerlo. Si no me <strong>de</strong>ja<br />

en paz, me veré obligada a presentar una <strong>de</strong>manda por acoso. Y eso<br />

es lo que haré si se pone en contacto con mi padre. Inmediatamente.<br />

Si cree que voy a permitir que algo tan insignificante me aparte<br />

<strong>de</strong> mis estudios, está muy equivocado. Necesito otro director <strong>de</strong><br />

proyecto, no un billete <strong>de</strong> vuelta.<br />

Saludos,<br />

Señorita Julia H. Mitchell<br />

Humil<strong>de</strong> Estudiante <strong>de</strong>l curso <strong>de</strong> doctorado,<br />

que pasa <strong>de</strong> rodillas más tiempo que cualquier puta.<br />

P. D.: Devolveré la beca M. P. Emerson la semana que viene.<br />

Felicida<strong>de</strong>s, profesor Abelardo. Nadie me ha humillado tanto como<br />

usted el domingo pasado.<br />

Julia apretó el botón <strong>de</strong> ENVIAR sin releer el mensaje.<br />

Para reforzar su rebelión, se tomó dos chupitos <strong>de</strong> tequila y puso<br />

la canción All the Pretty Faces, <strong>de</strong> The Killers. A todo volumen y con<br />

repetición.<br />

Fue un momento Bridget Jones total.<br />

Agarró un cepillo <strong>de</strong>l baño y empezó a cantar como si fuera un<br />

micrófono y a bailar dando brincos por la habitación, con su pijama <strong>de</strong><br />

franela con estampado <strong>de</strong> pingüinos. Tenía un aspecto bastante<br />

ridículo. Y se sentía extrañamente... peligrosa, <strong>de</strong>safiante, rebel<strong>de</strong>.<br />

En los días que siguieron al enfadado correo <strong>de</strong> Julia, <strong>El</strong><br />

Profesor interrumpió todo contacto. Cada día, esperaba tener noticias<br />

suyas, pero no llegaba nada. Hasta el martes siguiente, cuando recibió<br />

otro mensaje <strong>de</strong> voz.<br />

«Julianne, estás dolida y enfadada, lo entiendo. Pero no


permitas que tu enfado te impida disfrutar <strong>de</strong> algo que te has ganado<br />

siendo la estudiante con las calificaciones más brillantes <strong>de</strong> todos los<br />

que se presentaron al curso <strong>de</strong> doctorado <strong>de</strong> este año. Por favor, no<br />

renuncies a un dinero que te permitirá volver a casa y visitar a tu padre<br />

sólo porque yo haya sido un idiota.<br />

»Siento haberte humillado. Estoy seguro <strong>de</strong> que cuando me<br />

llamaste Abelardo no lo hiciste como un halago, pero lo cierto es que a<br />

Abelardo le importaba <strong>El</strong>oísa, igual que a mí me importas tú. Así que,<br />

en ese sentido, nos parecemos. Y él le hizo daño, igual que yo te he<br />

lastimado a ti. Pero se arrepintió mucho <strong>de</strong>spués. ¿Has leído las<br />

cartas que le escribió? Lee la sexta y dime luego si has cambiado <strong>de</strong><br />

opinión sobre él... y sobre mí.<br />

»Es la primera vez que se conce<strong>de</strong> la beca porque nunca había<br />

conocido a nadie que fuera lo bastante especial como para recibirla<br />

hasta que te conocí. Si la <strong>de</strong>vuelves, el dinero se quedará en el banco<br />

y nadie se beneficiará <strong>de</strong> él. No permitiré que vaya a parar a nadie<br />

más, porque te pertenece.<br />

»Estaba tratando <strong>de</strong> sacar algo bueno <strong>de</strong> algo malo. Pero he<br />

fracasado igual que en todo lo <strong>de</strong>más. Todo lo que toco se<br />

contamina... Se <strong>de</strong>struye. [Larga pausa...]<br />

»Hay algo que puedo hacer por ti y es ayudarte a encontrar otro<br />

director <strong>de</strong> proyecto. La profesora Katherine Picton es amiga mía y,<br />

aunque está retirada, ha aceptado reunirse contigo para discutir la<br />

posibilidad <strong>de</strong> dirigir tu proyecto. Sería una tremenda oportunidad para<br />

ti. Me dijo que te pusieras en contacto con ella vía correo electrónico lo<br />

antes posible. Su dirección es KPicton@UToronto.ca.<br />

»Sé que es tar<strong>de</strong> para que te apuntes a otro seminario, aunque<br />

no dudo que es lo que <strong>de</strong>searías. Le preguntaré a algún colega si<br />

pue<strong>de</strong> supervisarte un curso <strong>de</strong> lectura para que obtengas los créditos<br />

que necesitas sin necesidad <strong>de</strong> asistir al seminario. Firmaré la solicitud<br />

y la presentaré ante el Colegio <strong>de</strong> Estudios <strong>de</strong> Grado. Dile a Paul lo<br />

que quieres hacer y que él me dé el mensaje. Sé que no quieres<br />

hablar conmigo.<br />

[Se aclara la garganta.]<br />

»Paul es un buen chico.<br />

[Murmullos...]<br />

»Au<strong>de</strong>ntes fortuna iuvat.<br />

[Pausa... La voz se le convierte en un susurro.]<br />

»Siento que ya no quieras conocerme. Pasaré el resto <strong>de</strong> mi vida<br />

lamentando haber <strong>de</strong>sperdiciado mi segunda oportunidad contigo. Y


siempre seré consciente <strong>de</strong> tu ausencia.<br />

»Pero no volveré a molestarte. [ Carraspea dos veces.]<br />

»Adiós, Julianne. [Larga, larguísima pausa antes <strong>de</strong> que<br />

finalmente cuelgue.]»<br />

Julia estaba asombrada. Permaneció sentada, boquiabierta, con<br />

el teléfono en la mano, tratando <strong>de</strong> asimilar todo lo que había oído.<br />

Volvió a escucharlo y luego otra vez. La única parte que no le costaba<br />

enten<strong>de</strong>r y aceptar era la cita <strong>de</strong> Virgilio: «La fortuna favorece a los<br />

audaces».<br />

Sólo <strong>El</strong> Profesor sería capaz <strong>de</strong> aprovechar un mensaje <strong>de</strong><br />

disculpa para <strong>de</strong>mostrar sus conocimientos académicos y darle una<br />

clase improvisada sobre las cartas <strong>de</strong> Abelardo. Aunque se negó a<br />

seguir su consejo y no buscó la sexta carta, trató <strong>de</strong> ignorar su enfado<br />

y centrarse en el tema <strong>de</strong> Katherine Picton.<br />

La profesora Picton tenía setenta años. Era una especialista en<br />

Dante que se había formado en Oxford y que había dado clases en<br />

Cambridge y en Yale antes <strong>de</strong> que la Universidad <strong>de</strong> Toronto la<br />

atrajera, financiando una cátedra <strong>de</strong> Estudios Italianos. Tenía fama <strong>de</strong><br />

ser severa, exigente y brillante. Su nivel <strong>de</strong> erudición competía con el<br />

<strong>de</strong> Mark Musa. La carrera <strong>de</strong> Julia obtendría un empujón muy fuerte si<br />

presentara su proyecto bajo su supervisión. Si hacía un buen trabajo,<br />

podría hacer el doctorado don<strong>de</strong> quisiera: Oxford, Cambridge,<br />

Harvard...<br />

<strong>Gabriel</strong> le estaba ofreciendo en ban<strong>de</strong>ja la mayor oportunidad <strong>de</strong><br />

su vida, envuelta en papel <strong>de</strong> regalo y con un lazo gran<strong>de</strong> y brillante.<br />

Una oportunidad que valía mucho más que un maletín o que una beca<br />

<strong>de</strong> estudios. ¿Tendría contrapartidas?<br />

«Expiación —pensó Julia—. Está tratando <strong>de</strong> compensarme por<br />

todos los malos momentos que me ha hecho pasar.»<br />

<strong>Gabriel</strong> se lo había pedido a Katherine Picton como un favor<br />

personal. Los profesores eméritos muy raramente dirigían tesis<br />

doctorales, mucho menos proyectos <strong>de</strong> estudiantes <strong>de</strong> cursos <strong>de</strong><br />

especialización. Era un favor tan gran<strong>de</strong> que sin duda habría tenido<br />

que echar mano <strong>de</strong> toda su influencia.<br />

«Y lo ha hecho por mí.»<br />

Después <strong>de</strong> reflexionar sobre el mensaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los puntos<br />

<strong>de</strong> vista, no le quedó más remedio que hacerse la pregunta que había<br />

estado evitando hacerse:<br />

«¿<strong>Gabriel</strong> se está <strong>de</strong>spidiendo <strong>de</strong> mí?»


Escuchó el mensaje tres veces más y, sintiéndose bastante<br />

culpable, lloró hasta quedarse dormida. A pesar <strong>de</strong> la rebeldía que<br />

había guiado sus actos esos últimos días, algo en su interior sabía que<br />

tenía una alma gemela en <strong>Gabriel</strong>. Y eso no podía eliminarse a no ser<br />

que estuviera dispuesta a eliminar una parte <strong>de</strong> su alma.<br />

A la mañana siguiente, bien temprano, llamó a Paul con la<br />

excusa <strong>de</strong> quedar con él antes <strong>de</strong>l seminario. En realidad, esperaba<br />

que le dijera que Emerson se había puesto enfermo, o que se había<br />

marchado repentinamente a Inglaterra, o que había pillado la gripe<br />

porcina y se había cancelado el seminario. Por <strong>de</strong>sgracia, no había<br />

hecho ninguna <strong>de</strong> esas cosas.<br />

Después <strong>de</strong> mucho dudar, <strong>de</strong>cidió asistir al seminario, por si<br />

acaso <strong>Gabriel</strong> no lograba encontrarle un curso <strong>de</strong> lectura que le diera<br />

los créditos necesarios. Si la recompensa era tener a la profesora<br />

Picton como directora <strong>de</strong> proyecto, bien podría resistir las cinco<br />

semanas restantes <strong>de</strong>l semestre. Esa tar<strong>de</strong>, entró en la oficina <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>partamento para revisar el casillero <strong>de</strong>l correo, antes <strong>de</strong> reunirse<br />

con Paul.<br />

Le extrañó encontrar un gran sobre acolchado. Al darle la vuelta,<br />

vio que no llevaba remitente ni <strong>de</strong>stinatario.<br />

Lo abrió rápidamente y lo que encontró <strong>de</strong>ntro la <strong>de</strong>jó con la<br />

boca abierta. Aplastado en su interior, como si se tratara <strong>de</strong> las plumas<br />

<strong>de</strong> un cuervo, estaba su sujetador <strong>de</strong> encaje negro. <strong>El</strong> que,<br />

<strong>de</strong>sgraciadamente, se había <strong>de</strong>jado olvidado encima <strong>de</strong> la secadora<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

«Cabrón.»<br />

Julia se sentía tan furiosa que empezó a temblar. ¿Cómo se<br />

atrevía a <strong>de</strong>járselo en el casillero? Cualquiera podía haber estado a su<br />

lado mientras abría el sobre.<br />

«¿Está tratando <strong>de</strong> humillarme una vez más? ¿O cree que es<br />

divertido?»<br />

(No se dio cuenta <strong>de</strong> que el iPod también estaba en el sobre.)<br />

—Hola, preciosa.<br />

Sobresaltada, Julia ahogó un grito.<br />

—Lo siento, no quería asustarte.<br />

Al volverse, se encontró con los amables ojos oscuros <strong>de</strong> Paul,<br />

que la miraban con extrañeza.<br />

—Qué nerviosa estás. ¿Es por el sobre? ¿Suce<strong>de</strong> algo?<br />

—preguntó, señalándolo con la barbilla, con las manos levantadas en<br />

señal <strong>de</strong> rendición para tranquilizarla.


—No, no es nada. Propaganda. —Metió el sobre en su nueva<br />

mochila L. L. Bean y se obligó a sonreír—. ¿Listo para el seminario?<br />

Creo que va a ser una buena clase.<br />

—No lo creo. <strong>El</strong> Profesor está <strong>de</strong> muy mal humor. No lo<br />

provoques. Lleva dos semanas rarísimo. —Paul se había puesto muy<br />

serio—. No quiero que se repita lo que pasó la última vez que estuvo<br />

tan alterado.<br />

Julia se apartó el pelo <strong>de</strong> la cara y sonrió.<br />

«Creo que <strong>de</strong>berías <strong>de</strong>cirle a Emerson que no me provoque él a<br />

mí. Llevo un sujetador negro en la mochila y un montón <strong>de</strong> rabia<br />

acumulada. Es él quien tiene problemas. No yo.»<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que estés mejor. Estaba preocupado por ti.<br />

—Paul le cogió la mano y le puso algo frío en la palma. Luego le cerró<br />

los <strong>de</strong>dos y se los apretó con suavidad. Al abrirlos, Julia vio que se<br />

trataba <strong>de</strong> un precioso llavero <strong>de</strong> plata, en forma <strong>de</strong> letra «P», que se<br />

balanceaba como un péndulo.<br />

—Ni se te ocurra <strong>de</strong>cirme que no pue<strong>de</strong>s aceptarlo. Sé que no<br />

tienes llavero y quería que supieras que había pensado en ti mientras<br />

estaba fuera. Por favor, no me lo <strong>de</strong>vuelvas.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—No iba a <strong>de</strong>volvértelo. No quiero ser <strong>de</strong> esas personas que,<br />

cuando los otros tratan <strong>de</strong> ser amables con ellas, lo pagan tirándoles<br />

su amabilidad a la cara. Sé lo que se siente. —Miró rápidamente a su<br />

alre<strong>de</strong>dor para asegurarse <strong>de</strong> que estaban solos—. Gracias, Paul. Yo<br />

también te he echado <strong>de</strong> menos.<br />

Se acercó y le ro<strong>de</strong>ó el enorme torso con los brazos, con el<br />

llavero colgando <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos. Apoyando la mejilla en los botones <strong>de</strong><br />

su camisa, lo abrazó.<br />

—Gracias —repitió, suspirando mientras los largos y musculosos<br />

brazos <strong>de</strong> Paul la engullían.<br />

—De nada, Conejito —replicó él, dándole un suave beso en la<br />

coronilla.<br />

Ajenos a todo, no se dieron cuenta <strong>de</strong> que un temperamental<br />

especialista en Dante acababa <strong>de</strong> entrar en el <strong>de</strong>spacho, ansioso <strong>de</strong><br />

asegurarse <strong>de</strong> que cierta prenda había llegado a su <strong>de</strong>stinataria. Se<br />

quedó inmóvil al ver a la joven pareja que se abrazaba y murmuraba<br />

algo en voz baja.<br />

«<strong>El</strong> follaángeles vuelve a la carga.»<br />

—¿Quién te ha tirado tu amabilidad a la cara? —preguntó Paul,<br />

ajeno al dragón que escupía fuego por la boca a su espalda.


En vez <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r, Julia lo abrazó con más fuerza.<br />

—Dímelo, Conejito, y yo le ajustaré las cuentas a ese<br />

<strong>de</strong>sgraciado. O <strong>de</strong>sgraciada —pidió su amigo con los labios pegados<br />

al cabello <strong>de</strong> ella—. Eres muy especial para mí, ¿lo sabes? Si<br />

necesitas cualquier cosa, sólo tienes que pedírmela. Cualquier cosa.<br />

¿De acuerdo?<br />

Julia suspiró contra su pecho.<br />

—Lo sé.<br />

<strong>El</strong> dragón <strong>de</strong> ojos azules se volvió y salió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho<br />

bruscamente, murmurando algo sobre un follaconejitos.<br />

Julia interrumpió el abrazo.<br />

—Gracias, Paul. Y gracias por esto —añadió, sonriendo y<br />

levantando el llavero.<br />

«Podría pasarme la vida contemplando esa sonrisa», pensó él.<br />

—De nada, ha sido un placer.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, entraron en la sala <strong>de</strong> seminarios. Julia evitó<br />

mirar a <strong>Gabriel</strong>, por lo que mantuvo los ojos fijos en Paul, mientras reía<br />

una <strong>de</strong> sus bromas. Éste le apoyó la mano en la parte baja <strong>de</strong> la<br />

espalda guiándola hacia los asientos.<br />

«¡Las manos quietas, follaconejitos!»<br />

<strong>El</strong> Profesor lo miró con hostilidad hasta que se distrajo al ver la<br />

nueva mochila <strong>de</strong> Julia. Se preguntó cómo había logrado que<br />

pareciera nueva y por qué no usaba su regalo. Se sintió muy mal.<br />

«¿Le diría Rachel que era un regalo mío?», pensó y la i<strong>de</strong>a lo<br />

torturó.<br />

Jugueteó con la pajarita, atrayendo la atención sobre ella. Se la<br />

había puesto para mortificarse, pero Julia no se la había visto, porque<br />

no le había dirigido la mirada en ningún momento. Estaba contándose<br />

secretitos y riendo con Paul, moviendo la melena y castigándolo con<br />

sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos... Estaba todavía más<br />

guapa que en su recuerdo.<br />

—Señorita Mitchell, tengo que hablar con usted un momento<br />

cuando acabe la clase, por favor —le dijo con una sonrisa.<br />

<strong>Gabriel</strong> bajó la vista hacia sus zapatos brillantes acabados en<br />

punta y se disponía a empezar a hablar cuando una vocecita <strong>de</strong>cidida<br />

lo interrumpió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la parte trasera <strong>de</strong>l aula:<br />

—Lo siento, profesor, hoy no puedo. Tengo una cita urgente que<br />

no puedo aplazar.<br />

Luego miró a Paul y le guiñó un ojo.<br />

<strong>Gabriel</strong> alzó la cabeza <strong>de</strong>spacio y se la quedó mirando fijamente.


Diez estudiantes contuvieron el aliento y se echaron hacia atrás en las<br />

sillas, como si tuvieran miedo <strong>de</strong> que fuera a explotar o <strong>de</strong> que <strong>de</strong> sus<br />

ojos saliera disparada alguna daga.<br />

Julia lo estaba provocando. Era obvio. Su tono <strong>de</strong> voz, su<br />

manera <strong>de</strong> acercarse a Paul, cómo se retiraba el pelo <strong>de</strong> la cara con<br />

una mano...<br />

<strong>Gabriel</strong> se quedó hipnotizado al ver la curva <strong>de</strong> su cuello y<br />

recordó su piel <strong>de</strong>licada, su aroma a vainilla que lo perseguía en<br />

persona o en sueños. Quería insistir, exigirle que se reuniera con él,<br />

pero sabía que si perdía los nervios lo único que conseguiría sería que<br />

ella se alejara aún más, cada vez más lejos <strong>de</strong> su alcance hasta<br />

per<strong>de</strong>rla <strong>de</strong>l todo. No podía permitirlo.<br />

Parpa<strong>de</strong>ó varias veces.<br />

—Por supuesto, señorita Mitchell. Estas cosas pasan. Por favor,<br />

envíeme un mail diciéndome cuándo le va bien.<br />

Trató <strong>de</strong> sonreír, pero no lo consiguió. Sólo se le levantó un lado<br />

<strong>de</strong> la boca, con lo que parecía que sufriera parálisis facial.<br />

Julia lo miró. No se ruborizó ni parpa<strong>de</strong>ó. Su expresión era...<br />

ausente.<br />

Al darse cuenta, <strong>Gabriel</strong> sintió pánico.<br />

«Estoy tratando <strong>de</strong> ser amable y me mira como si no estuviera<br />

aquí. ¿Tan sorpren<strong>de</strong>nte es que me comporte con cordialidad? ¿Que<br />

sea capaz <strong>de</strong> mantener el control <strong>de</strong> mis emociones?»<br />

Paul apretó el codo <strong>de</strong> Julia por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa. Cuando ella<br />

lo miró, le hizo una señal con los ojos.<br />

<strong>El</strong>la pareció <strong>de</strong>spertarse <strong>de</strong> un sueño.<br />

—Por supuesto, profesor. Otra vez será —dijo, antes <strong>de</strong> bajar la<br />

mirada y esperar a que empezara la clase.<br />

La mente <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> funcionaba a toda velocidad. Si no era<br />

capaz <strong>de</strong> hablar con ella ese día, podían pasar muchos más, o incluso<br />

semanas, antes <strong>de</strong> que pudiera darle una explicación. No podía<br />

esperar tanto. Esa separación estaba acabando con él. Y sabía que,<br />

cuanto más esperara, menos receptiva iba a estar. Tenía que hacer<br />

algo. Tenía que encontrar un modo <strong>de</strong> comunicarse con ella.<br />

Inmediatamente.<br />

—Ejem, he <strong>de</strong>cidido que en vez <strong>de</strong> un seminario normal, hoy les<br />

voy a dar una conferencia. Examinaré la relación entre Dante y<br />

Beatriz. En particular, lo que sucedió cuando se encontraron por<br />

segunda vez y ella lo rechazó.<br />

Julia ahogó un grito y lo miró horrorizada.


—Siento tener que hacer esto —explicó en tono conciliador—,<br />

pero no me queda más remedio. Ha surgido un malentendido que<br />

<strong>de</strong>bo aclarar antes <strong>de</strong> que sea <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. —Tras cruzar la<br />

mirada con la suya durante un instante, bajó la vista hacia sus notas.<br />

Notas que, por supuesto, ya no le servían <strong>de</strong> nada.<br />

<strong>El</strong> corazón <strong>de</strong> Julia se había <strong>de</strong>sbocado.<br />

«Oh, no. No se atreverá...»<br />

<strong>Gabriel</strong> respiró hondo y empezó a hablar:<br />

—Beatriz representa muchas cosas para Dante. Sobre todo, es<br />

su i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> feminidad. Beatriz es hermosa, es inteligente y<br />

encantadora. Tiene todas las características que él consi<strong>de</strong>ra<br />

esenciales en la mujer i<strong>de</strong>al.<br />

»La primera vez que se encontraron, ambos eran muy jóvenes.<br />

Demasiado jóvenes para establecer una relación <strong>de</strong> ningún tipo. Y, en<br />

vez <strong>de</strong> enturbiar su amor con un prosaico lío <strong>de</strong> mal gusto, Dante<br />

prefirió adorarla a distancia, como muestra <strong>de</strong> respeto por su edad y<br />

falta <strong>de</strong> experiencia.<br />

»Pero el tiempo pasa y Dante se reencuentra con Beatriz. Ésta<br />

se ha convertido en una joven <strong>de</strong> talento, todavía más hermosa e<br />

inteligente. Sus sentimientos hacia ella son más fuertes, aunque esté<br />

casado. Vierte su afecto en la poesía y le escribe varios sonetos a<br />

Beatriz, pero ninguno a su esposa.<br />

»Dante no conoce a Beatriz. Apenas tienen contacto directo,<br />

pero eso no resulta ningún impedimento para que él que la adore a<br />

distancia. Cuando ella muere, a los veinticuatro años, él le rin<strong>de</strong><br />

homenaje en sus escritos.<br />

»En La Divina Comedia, la obra más famosa <strong>de</strong> Dante, Beatriz<br />

convence a Virgilio para que éste guíe al poeta en el Infierno, ya que<br />

ella, como una <strong>de</strong> las almas redimidas, no pue<strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l Paraíso para<br />

rescatarlo. Cuando Virgilio lo ha guiado hasta la salida, Beatriz se<br />

reúne con él y lo lleva a través <strong>de</strong>l Purgatorio hasta llegar con él al<br />

Paraíso.<br />

»En mi charla <strong>de</strong> hoy quiero plantear la siguiente pregunta:<br />

¿dón<strong>de</strong> estaba Beatriz y qué estuvo haciendo durante el tiempo que<br />

transcurrió entre ambos encuentros?<br />

»Dante la esperó durante años. <strong>El</strong>la sabía dón<strong>de</strong> vivía el poeta,<br />

conocía a su familia, es más, tenía una muy buena relación con ellos.<br />

Si Dante le importaba, ¿por qué no le escribió? ¿Por qué no hizo el<br />

menor esfuerzo por ponerse en contacto con él? Creo que la<br />

respuesta es obvia: su relación era absolutamente unilateral. Beatriz


era importante para Dante, pero a ella Dante no le importaba en<br />

absoluto.<br />

Julia estuvo a punto <strong>de</strong> caerse <strong>de</strong> la silla.<br />

Los alumnos escuchaban con atención y tomaban abundantes<br />

notas, aunque Paul, Julia y Christa, familiarizados como estaban con<br />

la obra <strong>de</strong> Dante, encontraron poca información nueva en sus<br />

palabras. Con la excepción <strong>de</strong>l último párrafo, que no tenía nada que<br />

ver con Dante Alighieri ni con Beatriz Portinari.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sostuvo la mirada un instante más <strong>de</strong> lo necesario<br />

antes <strong>de</strong> volverse hacia Christa y <strong>de</strong>dicarle una sonrisa seductora.<br />

Julia se enfureció. Lo estaba haciendo a propósito. Al mirarla a ella y<br />

justo <strong>de</strong>spués a Christa —también conocida como Gollum—, le estaba<br />

diciendo que no le costaría nada reemplazarla.<br />

«Ajá. Así que quiere jugar a los celos. Pues muy bien. Aquí te<br />

espero.»<br />

Empezó a dar golpecitos con el bolígrafo en la libreta, con la<br />

fuerza suficiente como para que resultara molesto. Cuando <strong>Gabriel</strong><br />

entornó los ojos buscando la fuente <strong>de</strong>l ruido y su mirada aterrizó en la<br />

mano izquierda <strong>de</strong> Julia, ésta buscó la mano <strong>de</strong> Paul y le dio un<br />

apretón. Cuando su amigo la miró con una <strong>de</strong> esas sonrisa que<br />

<strong>de</strong>rriten corazones, Julia le <strong>de</strong>dicó una mirada seductora y la sonrisa<br />

más dulce que logró esbozar.<br />

Un sonido, mitad tos, mitad gruñido, hizo que Paul apartara la<br />

vista <strong>de</strong> ella y se volviera hacia <strong>El</strong> Profesor, que lo estaba mirando<br />

muy enfadado. Él apartó la mano <strong>de</strong> inmediato.<br />

Con una sonrisa irónica y sin per<strong>de</strong>r nunca el hilo <strong>de</strong>l discurso, <strong>El</strong><br />

Profesor se volvió para escribir en la pizarra. Más <strong>de</strong> un estudiante se<br />

quedó boquiabierto al ver lo que había escrito:<br />

En la vida real, Beatriz <strong>de</strong>jó a Dante en el Infierno porque no le<br />

dio la gana <strong>de</strong> mantener su promesa.<br />

Julia fue la última en ver lo que había escrito, porque todavía<br />

estaba enfurruñada con lo que acababa <strong>de</strong> pasar. Cuando levantó la<br />

vista, <strong>Gabriel</strong> estaba apoyado en la pizarra, con los brazos cruzados y<br />

una expresión triunfal y petulante en la cara.<br />

En ese momento, ella tomó una <strong>de</strong>cisión: le borraría esa<br />

expresión <strong>de</strong> la cara aunque le costara la expulsión. Y lo haría<br />

inmediatamente.<br />

Levantó la mano y esperó a que él le diera permiso para hablar


antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir:<br />

—Eso es muy arrogante, por no <strong>de</strong>cir interesado, profesor.<br />

Paul le apretó el brazo.<br />

—¿Te has vuelto loca? —susurró.<br />

Julia no le hizo caso y siguió hablando:<br />

—¿Por qué culpar a Beatriz? <strong>El</strong>la no es más que una víctima.<br />

Cuando Dante la conoció, aún no había cumplido los dieciocho años.<br />

No habrían podido estar juntos a menos que él fuera un pedófilo. ¿Nos<br />

está diciendo que el poeta era un pedófilo, profesor?<br />

Una <strong>de</strong> las alumnas ahogó una exclamación.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—¡Por supuesto que no! Dante sentía un afecto sincero por ella,<br />

un afecto que siguió aumentando durante su separación. Si Beatriz<br />

hubiera tenido el valor <strong>de</strong> preguntárselo, él se lo habría dicho. Sin<br />

lugar a dudas.<br />

Julia la<strong>de</strong>ó la cabeza y entornó los ojos.<br />

—Cuesta un poco <strong>de</strong> creer. Todo en la vida <strong>de</strong> Dante parece<br />

girar en torno al sexo. No es capaz <strong>de</strong> relacionarse con las mujeres <strong>de</strong><br />

otra manera. No me lo imagino las noches <strong>de</strong> los viernes y los<br />

sábados encerrado en casa, esperando a Beatriz. <strong>El</strong>la no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

importarle tanto.<br />

La cara <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> adquirió un intenso tono <strong>de</strong> rojo. Descruzó los<br />

brazos y dio un paso en dirección a Julia. Paul levantó la mano<br />

tratando <strong>de</strong> distraerlo, pero él lo ignoró y avanzó un paso más.<br />

—No olvi<strong>de</strong>mos que era un hombre y que necesitaba... ejem...<br />

compañía. Por si sirve <strong>de</strong> algo, en su <strong>de</strong>fensa pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que esas<br />

mujeres no eran más que amigas serviciales. Nada más. Su atracción<br />

por Beatriz no se vio alterada por esos encuentros. Estaba<br />

<strong>de</strong>sesperado, creía que no iba a volver a verla nunca más. Por<br />

<strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Beatriz, no suya.<br />

Julia sonrió dulcemente mientras afilaba el cuchillo.<br />

—Si eso es afecto, creo que prefiero el odio. ¿Amigas<br />

serviciales, profesor? ¿Y qué tipo <strong>de</strong> servicios le proporcionaban? No<br />

creo que puedan consi<strong>de</strong>rarse amigas. Creo que sería más preciso<br />

llamarlas socias pélvicas. Para mí un amigo es alguien que quiere lo<br />

mejor para la otra persona, que le <strong>de</strong>sea una vida <strong>de</strong> felicidad, no<br />

alguien que se agarra a unos instantes <strong>de</strong> placer pasajero como si<br />

fuera un lascivo adicto al sexo.<br />

Vio que <strong>Gabriel</strong> hacía una mueca, pero siguió a<strong>de</strong>lante sin<br />

amilanarse.


—Todo el mundo sabe que los <strong>de</strong>vaneos <strong>de</strong> Dante eran<br />

anónimos y sórdidos. Solía requerir los servicios <strong>de</strong> alguna mujer en...<br />

el mercado <strong>de</strong> la carne, si no me equivoco. Y luego las echaba <strong>de</strong> su<br />

vida <strong>de</strong> una patada. No me parece que ese tipo <strong>de</strong> hombre pudiera<br />

resultarle atractivo a Beatriz. Por no mencionar que él tenía una<br />

amante llamada Paulina.<br />

Diez pares <strong>de</strong> ojos se volvieron bruscamente hacia ella. Julia se<br />

ruborizó, pero siguió hablando, algo alterada:<br />

—Una vez leí que una estudiosa <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia había encontrado<br />

pruebas <strong>de</strong> su relación. Si Beatriz no apreciaba a Dante lo suficiente y<br />

lo rechazó más a<strong>de</strong>lante, creo que no le faltaban motivos. Era un<br />

mujeriego, cruel y egoísta, que trataba a las mujeres como juguetes<br />

para divertirse.<br />

A esas alturas, tanto Paul como Christa se estaban preguntando<br />

qué le había pasado a ese seminario. Ninguno <strong>de</strong> ellos había oído<br />

hablar nunca <strong>de</strong> una experta en Dante <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia ni <strong>de</strong> una amante<br />

llamada Paulina. Ambos se prometieron que, en a<strong>de</strong>lante, pasarían<br />

más tiempo en la biblioteca.<br />

<strong>Gabriel</strong> la fulminó con la mirada.<br />

—Creo que sé a qué estudiosa se refiere, pero no es <strong>de</strong><br />

Fila<strong>de</strong>lfia, sino <strong>de</strong> un pueblucho <strong>de</strong> Pensilvania. Y no sabe <strong>de</strong> lo que<br />

habla, así que <strong>de</strong>bería ser más pru<strong>de</strong>nte a la hora <strong>de</strong> pronunciarse<br />

sobre esos temas.<br />

Las mejillas <strong>de</strong> Julia estaban casi en llamas.<br />

—Ésa es una objeción ad hóminem, un ataque personal. Su<br />

lugar <strong>de</strong> nacimiento no le resta ninguna credibilidad. Dante y su familia<br />

también eran originarios <strong>de</strong> un pueblucho. Aunque a él le costara<br />

admitirlo.<br />

—Yo no llamaría a la Florencia <strong>de</strong>l siglo XIV un pueblucho. Y<br />

respecto a lo <strong>de</strong> la amante, esa investigación es muy chapucera. Diría<br />

más, lo que dice esa mujer es una tontería. No hay ni una sola prueba<br />

que <strong>de</strong>muestre su teoría.<br />

—Yo no lo <strong>de</strong>scartaría tan radicalmente, profesor, a no ser que<br />

esté dispuesto a discutirlo en <strong>de</strong>talle. Y usted tampoco nos ha dado<br />

ninguna prueba, sólo un ataque personal —replicó Julia, alzando una<br />

ceja y temblando ligeramente.<br />

Paul le apretó la mano por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa.<br />

—Para —le susurró, para que sólo ella pudiera oírlo—, para ya.<br />

Con la cara todavía muy roja, <strong>Gabriel</strong> empezó a respirar por la<br />

boca.


—Si esa mujer hubiera querido conocer los auténticos<br />

sentimientos <strong>de</strong> Dante hacia Beatriz, sabía dón<strong>de</strong> encontrar la<br />

respuesta, sin necesidad <strong>de</strong> ir soltando perlas sobre cosas <strong>de</strong> las que<br />

no sabe absolutamente nada. Y haciendo que Dante y ella misma<br />

que<strong>de</strong>n en ridículo. En público.<br />

Christa miró a Julia y al profesor. Allí había algo raro. Algo que<br />

se le escapaba. No sabía qué era, pero no se <strong>de</strong>tendría hasta<br />

averiguarlo.<br />

<strong>Gabriel</strong> se volvió hacia la pizarra tratando <strong>de</strong> calmarse y escribió:<br />

Dante pensaba que había sido un sueño.<br />

—<strong>El</strong> lenguaje que Dante emplea para <strong>de</strong>scribir su primer<br />

encuentro tiene un carácter onírico. Por varias razones, ejem...,<br />

personales: no se fía <strong>de</strong> sus sentidos. No está seguro <strong>de</strong> quién es. De<br />

hecho, una teoría afirma que pensaba que Beatriz era un ángel.<br />

»Por lo tanto, cuando volvieron a encontrarse, ella no tenía<br />

ningún motivo para asumir que Dante recordaba su primer encuentro.<br />

Ni para echarle en cara que no lo hiciera sin darle la oportunidad <strong>de</strong><br />

explicarse. Si pensaba que era un ángel, no podía tener ninguna<br />

esperanza <strong>de</strong> volver a verla.<br />

»Dante se lo habría explicado todo si ella no lo hubiera<br />

rechazado sin darle la posibilidad <strong>de</strong> hacerlo. Una vez más, la falta <strong>de</strong><br />

entendimiento en este punto es culpa <strong>de</strong> ella, no <strong>de</strong> él.<br />

Christa levantó la mano y, a regañadientes, <strong>Gabriel</strong> le indicó que<br />

hablara.<br />

Pero Julia se le a<strong>de</strong>lantó:<br />

—Discutir sobre su primer encuentro es irrelevante. Dante <strong>de</strong>bió<br />

<strong>de</strong> reconocerla al verla por segunda vez, la hubiera visto en sueños o<br />

en la vida real. ¿Por qué fingió no saber quién era?<br />

—No estaba fingiendo. Le resultó familiar, pero ella había<br />

crecido, él estaba confuso y preocupado por otros asuntos<br />

—respondió apenado.<br />

—Claro, sin duda eso era lo que él se repetía por las noches<br />

para po<strong>de</strong>r dormir, cuando no estaba <strong>de</strong> copas en los locales <strong>de</strong><br />

Florencia.<br />

—Julia, ¿quieres <strong>de</strong>jarlo ya? —dijo Paul en voz más alta.<br />

Christa estaba a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo también, cuando <strong>Gabriel</strong><br />

levantó una mano y lo impidió:<br />

—¡Eso no tiene nada que ver!


Inspiró y espiró varias veces, tratando <strong>de</strong> recuperar el control <strong>de</strong><br />

sus emociones. Bajando el tono <strong>de</strong> voz, miró a Julia fijamente,<br />

dirigiéndose sólo a ella, sin darse cuenta <strong>de</strong> que Paul se iba moviendo<br />

imperceptiblemente para colocarse entre los dos en caso <strong>de</strong><br />

necesidad.<br />

—¿Nunca se ha sentido sola, señorita Mitchell? —siguió<br />

diciendo—. ¿Nunca ha necesitado tanto estar con alguien que le<br />

resultara hasta doloroso? Tan sola que no le importara que la<br />

compañía que consiguiera fuera sólo carnal y temporal. A veces es<br />

imposible encontrar otra. Si ése es el caso, uno lo acepta y se siente<br />

agra<strong>de</strong>cido, aun dándose cuenta <strong>de</strong> lo que es, porque no tiene otra<br />

cosa. En vez <strong>de</strong> ser tan arrogante y mojigata al juzgar el<br />

comportamiento <strong>de</strong> Dante, <strong>de</strong>bería probar a ser más compasiva.<br />

Cerró la boca al darse cuenta <strong>de</strong> que había hablado más <strong>de</strong> la<br />

cuenta. Julia lo estaba observando fríamente, mientras esperaba a<br />

que siguiera.<br />

—Dante estaba torturado por el recuerdo <strong>de</strong> Beatriz. Y eso le<br />

hacía las cosas más complicadas, porque nunca conoció a otra mujer<br />

que estuviera a su altura. Ninguna era lo bastante hermosa, ni lo<br />

bastante pura. Ninguna lo hacía sentir como ella. La <strong>de</strong>seaba<br />

constantemente, pero había perdido la esperanza <strong>de</strong> encontrarla. Si<br />

Beatriz se hubiera presentado antes y le hubiera dicho quién era, él lo<br />

habría <strong>de</strong>jado todo por ella. Todo y a todos. Inmediatamente.<br />

Los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se clavaron en los profundos ojos castaños<br />

<strong>de</strong> Julia con <strong>de</strong>sesperación.<br />

—¿Qué se suponía que <strong>de</strong>bería haber hecho, señorita Mitchell?<br />

¿Quiere iluminarnos? Beatriz lo había rechazado y a él sólo le<br />

quedaba una cosa <strong>de</strong> valor en la vida: su carrera. Cuando Beatriz lo<br />

amenazó, ¿qué otra cosa podía hacer? Tuvo que <strong>de</strong>jarla marchar.<br />

Pero fue <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> ella, no <strong>de</strong> él.<br />

Julia sonrió con dulzura y <strong>Gabriel</strong> supo que estaba a punto <strong>de</strong><br />

darle la puntilla.<br />

—Su conferencia ha sido muy clarificadora, profesor. Sólo me<br />

queda una duda. ¿Está diciendo que Paulina no fue la amante <strong>de</strong><br />

Dante? ¿Que sólo fue un aquí te pillo, aquí te mato?<br />

Un ruido seco resonó en el aula. Todos los asistentes se<br />

quedaron boquiabiertos al darse cuenta <strong>de</strong> que el profesor Emerson<br />

acababa <strong>de</strong> romper en dos pedazos el rotulador <strong>de</strong> la pizarra. Mientras<br />

la tinta negra se extendía por sus <strong>de</strong>dos como una noche sin luna, los<br />

ojos se le encendieron con el brillo <strong>de</strong> una hoguera azul.


«¡Jo<strong>de</strong>r! Esto ya pasa <strong>de</strong> castaño oscuro», pensó.<br />

Paul ro<strong>de</strong>ó a Julia con un brazo al ver que <strong>El</strong> Profesor empezaba<br />

a temblar <strong>de</strong> rabia.<br />

—La clase ha terminado. A mi <strong>de</strong>spacho, señorita Mitchell.<br />

¡Ahora!<br />

Metió sus notas y cosas <strong>de</strong> cualquier manera en el maletín y<br />

salió <strong>de</strong> la sala dando un portazo.


16<br />

Los alumnos <strong>de</strong>l seminario permanecieron sentados en el aula,<br />

súbitamente silenciosa, atónitos. La mayor parte <strong>de</strong> ellos no eran<br />

expertos en Dante y no tuvieron problema en aceptar el altercado<br />

como un <strong>de</strong>bate entretenido, aunque algo aberrante. Todo el mundo<br />

sabía que los académicos se apasionaban mucho cuando discutían<br />

sobre su materia. Al parecer, algunos, como Julia o el profesor<br />

Emerson, eran más apasionados que el resto.<br />

Se veía venir que el seminario <strong>de</strong> ese día iba a acabar en<br />

<strong>de</strong>sastre. Aunque Paul había presenciado cosas peores durante el<br />

seminario <strong>de</strong> la profesora Singer sobre métodos <strong>de</strong> tortura medieval el<br />

semestre anterior. Un curso que había resultado ser más... práctico <strong>de</strong><br />

lo que cabía esperar.<br />

Cuando los estudiantes se convencieron <strong>de</strong> que el<br />

enfrentamiento se había acabado y <strong>de</strong> que no habría segundo asalto<br />

(ni palomitas), empezaron a marcharse. Los últimos en salir fueron<br />

Christa, Paul y Julia.<br />

Tras fulminar a Julia con la mirada, Christa salió en busca <strong>de</strong> <strong>El</strong><br />

Profesor como un patito <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su madre.<br />

Paul cerró los ojos y gruñó.<br />

—¿Tienes ten<strong>de</strong>ncias suicidas?<br />

—¿Qué? —Julia parecía acabar <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarse <strong>de</strong> un sueño.<br />

—¿Por qué lo has provocado <strong>de</strong> esa manera? ¡Está buscando<br />

una excusa para librarse <strong>de</strong> ti!<br />

<strong>El</strong>la empezó a darse cuenta <strong>de</strong> la magnitud <strong>de</strong>l lío en que se<br />

había metido. Era como si, durante la clase, se hubiera convertido en<br />

otra persona. Había soltado veneno y rabia por la boca sin acordarse<br />

<strong>de</strong> que no estaban solos. Y en esos momentos se sentía <strong>de</strong>sinflada<br />

como un globo pinchado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una fiesta <strong>de</strong> cumpleaños.<br />

Recogió sus cosas lentamente, preparándose para lo que sabía que<br />

iba a ser una conversación difícil y <strong>de</strong>sagradable con <strong>El</strong> Profesor en su<br />

<strong>de</strong>spacho.<br />

—Me parece que no <strong>de</strong>berías ir —le dijo Paul.<br />

—No quiero hacerlo.<br />

—Pues no vayas. Envíale un correo electrónico. Dile que estás<br />

enferma. Y que lo sientes.<br />

Julia se lo planteó seriamente durante un momento. Era muy


tentador. Pero sabía que su única posibilidad <strong>de</strong> salvar su carrera<br />

académica pasaba por echarle... ovarios y aceptar el castigo que<br />

<strong>Gabriel</strong> quisiera imponerle. Después ya se ocuparía <strong>de</strong> recoger los<br />

trocitos <strong>de</strong> su vida personal. Si era posible.<br />

—Si no voy se enfurecerá aún más. Tal vez me expulse<br />

directamente. Necesito los créditos <strong>de</strong>l seminario si quiero graduarme<br />

en mayo.<br />

—En ese caso, te acompañaré. Es más, hablaré con él antes<br />

que tú —dijo Paul, en<strong>de</strong>rezando la espalda y flexionando los brazos.<br />

—No, tú tienes que mantenerte al margen. Iré, me disculparé y<br />

<strong>de</strong>jaré que me grite todo lo que quiera. Cuando hayamos saldado<br />

cuentas, tendrá que <strong>de</strong>jarme ir.<br />

—«La compasión <strong>de</strong>be entregarse voluntariamente» —murmuró<br />

Paul, citando a Shakespeare, porque las palabras <strong>de</strong> Julia le<br />

recordaron a <strong>El</strong> merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Venecia—. Aunque <strong>El</strong> Profesor no sabe<br />

mucho <strong>de</strong> compasión. ¿Se pue<strong>de</strong> saber a qué ha venido todo eso?<br />

Dante nunca tuvo una amante llamada Paulina.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó varias veces.<br />

—Leí un artículo sobre Pia <strong>de</strong> Tolomei. Paulina era uno <strong>de</strong> sus<br />

apodos.<br />

—Pia <strong>de</strong> Tolomei no fue amante <strong>de</strong> Dante. Tienes razón en que<br />

se rumorea que tuvo varias, incluso hijos ilegítimos, pero me temo<br />

que, en esto, Emerson tiene razón. Nadie cree que Pia fuera amante<br />

<strong>de</strong> Dante. Nadie.<br />

Julia se mordió el interior <strong>de</strong> la mejilla.<br />

—Pero no me <strong>de</strong>jaba explicarme y me ha puesto nerviosa. Al<br />

final, he explotado.<br />

—Oh, sí, has explotado. De eso no cabe duda. Si fueras<br />

cualquier otro alumno, te estaría dando palmaditas en la espalda y<br />

pensando que Emerson se lo tenía bien merecido. Es un idiota y un<br />

engreído. Pero en tu caso sabíamos que no te iba a <strong>de</strong>jar pasar una.<br />

—Paul negó con la cabeza—. Deja que hable con él.<br />

—Es tu director <strong>de</strong> tesis. No es sensato que lo hagas enfadar. Si<br />

se pasa con los gritos, me marcharé y le pondré una <strong>de</strong>nuncia por<br />

acoso.<br />

Paul la miró con preocupación.<br />

—Esto no me gusta nada. Está furioso.<br />

—No puedo negarme. Él es el profesor malvado y yo la pequeña<br />

alumna in<strong>de</strong>fensa. Tiene todo el po<strong>de</strong>r.<br />

—<strong>El</strong> po<strong>de</strong>r tiene efectos muy raros en la gente.


—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir con eso?<br />

Paul asomó la cabeza para asegurarse <strong>de</strong> que no había nadie<br />

escuchando en el pasillo.<br />

—Emerson es un pervertido. Estuvo liado con la profesora<br />

Singer y eso significa que... —Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> repente y negó con la<br />

cabeza.<br />

—¿Qué significa, Paul?<br />

—Si te ha estado acosando, o tratando <strong>de</strong> obligarte a hacer<br />

ciertas cosas, avísame y te ayudaré a poner una <strong>de</strong>nuncia.<br />

Julia lo miró sin enten<strong>de</strong>r.<br />

—No, nada <strong>de</strong> eso. Es un tipo malhumorado al que no le gusta<br />

que le contradigan, pero no hay nada siniestro aquí. Me tragaré el<br />

orgullo, iré a su oficina y, con suerte, no me expulsará.<br />

—Espero que tengas razón. Siempre se ha comportado con<br />

mucha profesionalidad con los alumnos, pero contigo parece otra<br />

persona.<br />

Paul la acompañó hasta el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor y llamó a la<br />

puerta.<br />

Emerson abrió en seguida, con los ojos brillantes y duros como<br />

el lapislázuli.<br />

—¿Qué quiere? —le preguntó a Paul, sin apartar los ojos <strong>de</strong><br />

Julia.<br />

—Sólo un minuto <strong>de</strong> su tiempo.<br />

—Ahora no. Mañana.<br />

—Pero profesor, yo...<br />

—Mañana, señor Norris. No me presione.<br />

Paul le dirigió una mirada preocupada a Julia mientras le <strong>de</strong>cía<br />

«Lo siento» en voz baja.<br />

<strong>Gabriel</strong> esperó a que el chico <strong>de</strong>sapareciera por la esquina <strong>de</strong>l<br />

pasillo, antes <strong>de</strong> apartarse y permitir que Julia entrara en el <strong>de</strong>spacho.<br />

Tras cerrar la puerta, se dirigió a la ventana.<br />

«Los que entráis aquí, abandonad toda esperanza...»<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor estaba oscuro, iluminado sólo por la<br />

lamparita <strong>de</strong> sobremesa. Había corrido las cortinas y estaba lo más<br />

lejos posible <strong>de</strong> ella, frotándose los ojos con los <strong>de</strong>dos manchados <strong>de</strong><br />

tinta.<br />

Julia se puso la mochila ante el pecho y la abrazó con fuerza,<br />

como si fuera un escudo. Como él no <strong>de</strong>cía nada, se entretuvo<br />

mirando a su alre<strong>de</strong>dor. Lo primero que llamó su atención fue una silla.<br />

Era la incómoda silla <strong>de</strong> Ikea en la que le había dicho que se sentara


durante su primera y fatídica entrevista, en setiembre. La silla estaba<br />

rota, hecha pedazos y esparcida por toda la alfombra persa.<br />

Los miró alternativamente a él y los trozos <strong>de</strong>l mueble.<br />

«Ha roto una silla. ¡Ha hecho pedazos una jodida silla metálica!»<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió los ojos y, en sus profundida<strong>de</strong>s, Julia vio una<br />

calma extraña y amenazadora. <strong>El</strong> dragón estaba en su cueva y ella iba<br />

<strong>de</strong>sarmada.<br />

—Si fueras cualquier otra persona, ya te habría expulsado.<br />

Julia empezó a temblar en cuanto oyó su tono <strong>de</strong> voz. Era<br />

engañosamente suave y calmado, como la seda <strong>de</strong>slizándose sobre la<br />

piel. Pero, por <strong>de</strong>bajo, era duro y frío como el acero y el hielo.<br />

—Lo que acaba <strong>de</strong> pasar ha sido la exhibición <strong>de</strong><br />

comportamiento infantil más <strong>de</strong>sagradable que he tenido que<br />

presenciar. Tu falta <strong>de</strong> respeto es absolutamente inaceptable. Y no<br />

tengo palabras para expresar lo enfadado que estoy por lo que has<br />

dicho sobre Paulina. No vuelvas a hablar <strong>de</strong> ella nunca más. ¿Me<br />

explico?<br />

Julia tragó saliva para respon<strong>de</strong>r, pero no pudo hacerlo.<br />

—He preguntado si me explico —gruñó él.<br />

—Sí.<br />

—Me estoy controlando haciendo un gran esfuerzo. Te aconsejo<br />

que no me provoques. Y me gustaría que te <strong>de</strong>fendieras sola y no<br />

manipularas a Paul para que te rescate <strong>de</strong> tu propia estupi<strong>de</strong>z. Él ya<br />

tiene su ración <strong>de</strong> problemas<br />

Julia clavó la vista en la alfombra, evitando mirarlo a los ojos,<br />

que parecían brillar en la oscuridad.<br />

—Creo que querías que perdiera el control, que me enfadara y<br />

montara una escena para tener una excusa para salir corriendo.<br />

Querías que me comportara como todos los <strong>de</strong>más imbéciles que te<br />

han maltratado en la vida. Bueno, pues entérate, yo no soy un<br />

maltratador y no voy a comportarme como uno sólo para estar a la<br />

altura <strong>de</strong> lo que esperas.<br />

Julia miró <strong>de</strong> reojo hacia los restos <strong>de</strong> la silla —una buena silla<br />

sueca que no le había hecho daño a nadie en su corta vida— y luego<br />

volvió a mirar a <strong>El</strong> Profesor, pero no discutió.<br />

Él se pasó la lengua por los labios.<br />

—¿Todo esto te parece un juego? ¿Qué preten<strong>de</strong>s? ¿Quieres<br />

enfrentarnos como si Paul y yo fuéramos personajes <strong>de</strong> una obra <strong>de</strong><br />

Prokofiev? Él es Pedro y yo soy el lobo. ¿Qué eres tú? ¿<strong>El</strong> pato?<br />

Julia negó con la cabeza.


—Lo que ha pasado hoy en el seminario no pue<strong>de</strong> volver a<br />

suce<strong>de</strong>r, ¿lo entien<strong>de</strong>s?<br />

—Sí, profesor.<br />

Julia intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave.<br />

—Pediré disculpas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> toda la clase.<br />

—¿Para que aumenten los chismorreos? No, mejor que no. ¿Por<br />

qué te has negado a hablar conmigo? Una llamada <strong>de</strong> teléfono. Un<br />

encuentro. Habría aceptado hacerlo a través <strong>de</strong> la puerta cerrada si<br />

me lo hubieras pedido. ¡Por el amor <strong>de</strong> Dios! Y en vez <strong>de</strong> eso, <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s<br />

comunicarte conmigo ¡en medio <strong>de</strong>l jodido seminario!<br />

—Has <strong>de</strong>jado un sujetador en mi casillero. He pensado que...<br />

—¡Usa la cabeza! —exclamó él—. Si te lo hubiera enviado por<br />

correo, habría <strong>de</strong>jado una prueba en papel. Habría sido muy<br />

comprometedor. Y no iba a <strong>de</strong>jarte el iPod en el porche durante una<br />

tormenta.<br />

Julia no entendió el cambio <strong>de</strong> tema, pero no dijo nada.<br />

—Yo soy responsable <strong>de</strong> haber empezado este <strong>de</strong>sastre al<br />

cambiar la clase, pero tú eres responsable <strong>de</strong> la <strong>de</strong>bacle final. Tu<br />

respuesta ha sido una especie <strong>de</strong> bomba <strong>de</strong> hidrógeno. No vas a<br />

abandonar el curso, ¿me oyes? No vas a <strong>de</strong>jar la universidad. Vamos<br />

a actuar como si esta hecatombe nunca hubiera ocurrido y a rezar<br />

para que el resto <strong>de</strong> alumnos esté <strong>de</strong>masiado ocupado con sus<br />

asuntos para darse cuenta <strong>de</strong> lo que ha pasado.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dirigió una mirada impasible.<br />

—Ven aquí —dijo, señalando un espacio <strong>de</strong>spejado en la<br />

alfombra.<br />

<strong>El</strong>la dio varios pasos al frente.<br />

—¿Has <strong>de</strong>vuelto ya la beca?<br />

—Aún no. <strong>El</strong> director <strong>de</strong>l Departamento <strong>de</strong> Estudios Italianos<br />

está enfermo.<br />

—Pero ¿has pedido cita con él?<br />

—Sí.<br />

—Así que pediste cita con el director, pero no te molestaste en<br />

enviarme a mí un mensaje <strong>de</strong> dos palabras cuando estaba<br />

<strong>de</strong>sesperado por saber cómo te encontrabas —refunfuñó.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—Cancela la cita.<br />

—Pero no quiero el dinero...<br />

—Vas a cancelar la cita, a aceptar el dinero y a mantener la boca<br />

cerrada. Tú has organizado este <strong>de</strong>sastre; ahora me toca a mí recoger


los pedazos. —Con una mirada sombría, añadió—: ¿Está claro?<br />

Julia contuvo el aliento y asintió a regañadientes.<br />

—<strong>El</strong> correo que me enviaste fue una vergüenza. Una auténtica<br />

bofetada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todos los mensajes que te <strong>de</strong>jé. ¿Llegaste a<br />

escucharlos o los borraste directamente?<br />

—Los escuché.<br />

—Los escuchaste pero no te los creíste. Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no los<br />

respondiste. Usaste la palabra «acoso» en tu correo. ¿Qué<br />

pretendías?<br />

—Eh... No lo sé.<br />

<strong>Gabriel</strong> se acercó hasta quedar a pocos centímetros <strong>de</strong> ella.<br />

—Es muy posible que alguien ya haya sido alertado sobre el<br />

contenido <strong>de</strong>l mensaje. Incluso <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo borrado, cosa que<br />

ya he hecho, pue<strong>de</strong>n seguirle la pista. Un correo electrónico <strong>de</strong>ja una<br />

huella imposible <strong>de</strong> borrar, Julianne. No vuelvas a hacer algo así<br />

nunca más. ¿Está claro?<br />

—Sí.<br />

—Eres la única persona capaz <strong>de</strong> alterarme <strong>de</strong> esta manera. De<br />

todas las maneras.<br />

<strong>El</strong>la miró <strong>de</strong> reojo a la puerta, <strong>de</strong>seando huir.<br />

—Mírame —susurró él.<br />

Cuando lo hizo, <strong>Gabriel</strong> siguió hablando:<br />

—Voy a tener que hacer control <strong>de</strong> daños. Acabo <strong>de</strong> hablar con<br />

Christa y ahora, gracias a ti, voy a tener que hablar también con Paul.<br />

Christa es un peligro público, pero Paul era un buen ayudante <strong>de</strong><br />

investigación.<br />

«¿Era?»<br />

—Por favor, no lo <strong>de</strong>spidas. No es culpa suya. Me aseguraré <strong>de</strong><br />

que no le diga nada a nadie. Por favor.<br />

—¿Es a él a quien quieres? —preguntó <strong>Gabriel</strong>. Su voz se había<br />

vuelto un murmullo glacial.<br />

Julia jugueteó con la mochila.<br />

—Respón<strong>de</strong>me.<br />

—Lo intenté.<br />

—¿Y?<br />

—Y nada.<br />

—No es lo que parecía cuando os he visto abrazados ante los<br />

casilleros. No es lo que parecía cuando ha llamado a la puerta como<br />

un caballero andante, dispuesto a protegerte. ¿Por qué no eres capaz<br />

<strong>de</strong> admitir lo que quieres, Julianne? ¿O es que sólo respon<strong>de</strong>s si te


llaman Conejito? —preguntó, supurando sarcasmo.<br />

<strong>El</strong>la abrió mucho los ojos, pero no dijo nada. No sabía qué <strong>de</strong>cir.<br />

—Bien. Me rindo —añadió <strong>Gabriel</strong>, señalando la puerta con la<br />

mano <strong>de</strong> un modo <strong>de</strong>spectivo—. Paul gana.<br />

<strong>El</strong> cerebro <strong>de</strong> Julia tardó unos segundos en procesar lo que<br />

había oído. Podía marcharse. Con la cabeza gacha y los hombros<br />

encogidos, se dirigió hacia la puerta. Parecía una mariposa a la que le<br />

hubieran arrancado las alas. Pero no la había expulsado <strong>de</strong>l seminario<br />

ni <strong>de</strong> la universidad. Había perdido cosas mucho más importantes,<br />

pero algo era algo.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció inmóvil mientras ella buscaba a tientas la<br />

cerradura por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mochila. Cuando la vio tratar <strong>de</strong> girar la<br />

llave sin conseguirlo, soltó un gemido. Se acercó y le ro<strong>de</strong>ó la cintura<br />

con un brazo para abrir la puerta, acariciándole la ca<strong>de</strong>ra. Al ver que<br />

no se encogía por el contacto, le dijo al oído:<br />

—Entonces, ¿toda esta agonía ha sido en vano?<br />

Julia sintió el calor <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a su espalda. Irradiaba<br />

<strong>de</strong> su pecho y se extendía por sus hombros. La seda <strong>de</strong> la pajarita le<br />

rozó el pelo, provocándole un estremecimiento.<br />

—¿Nos has expuesto a los chismorreos maliciosos por nada?<br />

—Has sido muy cruel.<br />

—Tú también.<br />

—Me has hecho daño.<br />

—Y tú a mí. ¿Satisfecha con la venganza? —siguió susurrando<br />

<strong>Gabriel</strong>. Su cálido aliento le acarició la mejilla—. Has <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser un<br />

conejito y te has transformado en una gata furiosa. No lo niego, hoy<br />

me has clavado las uñas bien clavadas. Me has hecho sangrar con<br />

cada palabra. ¿Estás contenta? Me has humillado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis<br />

alumnos sacando todos mis pecados a la luz. Ha sido una auténtica<br />

hoguera <strong>de</strong> las vanida<strong>de</strong>s y has sido tú quien ha encendido la llama.<br />

Le acercó los labios un poco más a la oreja, provocándole un<br />

nuevo escalofrío.<br />

—Eres una cobar<strong>de</strong> —susurró.<br />

—No lo soy.<br />

—Eres tú la que se marcha.<br />

—Me lo has dicho tú . Has dicho que me vaya con Paul.<br />

—¡Maldita sea! ¿Haces todo lo que te dicen? ¿Dón<strong>de</strong> se ha<br />

escondido la gatita furiosa?<br />

—No soy más que una estudiante, profesor Emerson. Tú tienes<br />

todo el po<strong>de</strong>r. Podrías... <strong>de</strong>struirme.


—Bobadas. ¿No lo dirás en serio? ¿Piensas que esto son<br />

jueguecitos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r? —Le arrancó la mochila que sujetaba con los<br />

<strong>de</strong>dos agarrotados y la tiró a un lado. Luego la obligó a volverse y le<br />

sujetó la cara entre las manos—. ¿De verdad crees que sería capaz<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>struirte, con nuestra historia?<br />

—No soy yo la que tiene problemas <strong>de</strong> memoria. Y no, claro que<br />

no estoy satisfecha. ¿Crees que era esto lo que buscaba? Soy muy<br />

infeliz. Cuando finalmente te encuentro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todos estos años,<br />

¡has cambiado tanto que apenas te reconozco!<br />

—No me has dado la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarte cómo soy en<br />

realidad. ¿Y cómo voy a saber lo que esperas <strong>de</strong> mí si no hablas<br />

conmigo? ¡No me explicas nada!<br />

—¡A gritos no vas a conseguir que hable contigo!<br />

<strong>Gabriel</strong> le aplastó la boca con la suya, brevemente pero con<br />

mucha pasión, antes <strong>de</strong> volver a susurrarle al oído:<br />

—Habla conmigo —le or<strong>de</strong>nó, acariciándole el lóbulo <strong>de</strong> la oreja<br />

con los labios.<br />

Julia permaneció en silencio, sintiendo cómo la energía fluía<br />

entre los dos como una serpiente <strong>de</strong> furia y <strong>de</strong> pasión <strong>de</strong>vorándose a<br />

sí misma.<br />

—Dime lo que quieres o márchate.<br />

Al ver que ella no respondía, <strong>Gabriel</strong> se apartó lentamente. <strong>El</strong>la<br />

sintió su ausencia <strong>de</strong> inmediato y habló sin filtrar las palabras:<br />

—Nunca he querido a nadie más.<br />

Él la miró a los ojos antes <strong>de</strong> besarla. Sus labios se unieron con<br />

firmeza, juntando sus alientos, sus bocas húmedas y resbaladizas.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla y la oreja antes <strong>de</strong> sujetarla por la nuca.<br />

Mientras le aprisionaba la boca con la suya, le acariciaba la piel, para<br />

tranquilizarla. Sus labios flotaban juntos, <strong>de</strong>slizándose, <strong>de</strong>vorándose<br />

entre sí. Tras unos instantes, él le echó la cabeza hacia atrás<br />

rogándole sin palabras que separara los labios.<br />

Julia no respiraba. Era imposible. Las sensaciones eran<br />

<strong>de</strong>masiado intensas: el sabor a licor <strong>de</strong> menta, el aroma <strong>de</strong> Aramis, su<br />

aliento, que la consumía. Ante la falta <strong>de</strong> respuesta <strong>de</strong> ella, <strong>Gabriel</strong> le<br />

recorrió el labio inferior explorándolo con precaución, antes <strong>de</strong><br />

apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> él hábilmente y <strong>de</strong> metérselo en la boca. Julia ahogó<br />

una exclamación ante la sensación, extraña y tan íntima.<br />

<strong>Gabriel</strong> jugueteó con su labio entre los suyos. Todo era nuevo,<br />

pero al mismo tiempo curiosamente familiar. Labios, dientes, el dulce<br />

juego <strong>de</strong> la lengua. La pasión permaneció, pero la rabia se transformó


en energía eléctrica que ardió y chisporroteó a su alre<strong>de</strong>dor cuando<br />

Julia por fin respondió a su invitación y se abrió a él.<br />

Tenía la mandíbula muy tensa. Al notarlo, <strong>Gabriel</strong> empezó a<br />

acariciársela para relajarla. Al ver que lo lograba, se volvió más<br />

atrevido. Le acarició el labio inferior con la lengua antes <strong>de</strong> tirar <strong>de</strong> él y<br />

penetrar en su boca. <strong>El</strong> primer contacto fue tímido, como si sus<br />

lenguas fueran viejos amigos que se reencontraban. Pero en seguida<br />

se volvió sensual y erótico, como el <strong>de</strong> dos amantes. <strong>El</strong> calor se<br />

apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> ellos y el baile <strong>de</strong> dos se convirtió en un tango <strong>de</strong> uno.<br />

Fue mucho mejor <strong>de</strong> lo que <strong>Gabriel</strong> podría haber imaginado.<br />

Mucho mejor que cualquier sueño. Porque ella era real. Beatriz era<br />

real. Y mientras sus labios estaban unidos y le exploraba la boca con<br />

la lengua, ella era suya, en cuerpo y alma. Aunque sólo durara unos<br />

momentos.<br />

«Tan dulce —pensó Julia—. Tan cálido.»<br />

Tiró <strong>de</strong> él para acercarlo más. Le enredó las manos en el pelo y<br />

quedó aprisionada entre su cuerpo y la puerta. Su forma menuda<br />

estaba firmemente aplastada por el cuerpo alto y musculoso <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>. Éste movió la mano que le sujetaba la nuca y le protegió con<br />

ella la cabeza, para que no se golpeara contra la puerta, mientras<br />

gemía.<br />

«Gime por mí. Soy yo la que lo hace gemir.»<br />

Era un gemido intenso, fiero y erótico. Julia recordaría ese<br />

sonido y esa manera <strong>de</strong> vibrar contra su boca durante el resto <strong>de</strong> su<br />

vida. Sintió la sangre correr por sus venas, caliente y espesa,<br />

haciendo que su piel se ruborizara. Nunca había <strong>de</strong>seado nada con<br />

tanta intensidad como sentir sus brazos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cuerpo y sus<br />

labios contra los suyos.<br />

Paul no existía. Ni Christa. Ni la universidad. Sólo ellos.<br />

Los labios <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> su boca. La poseyeron.<br />

Un fuego se encendió cuando sus cuerpos entraron en contacto,<br />

curvas suaves contra acero inquebrantable. Julia trató <strong>de</strong> respirar,<br />

pero no fue suficiente. La cabeza empezó a darle vueltas.<br />

Estaban tan juntos que <strong>Gabriel</strong> habría jurado que podía sentir el<br />

corazón <strong>de</strong> ella a través <strong>de</strong> la camisa. Deslizó la mano por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />

su blusa para tocarle la piel <strong>de</strong> la parte baja <strong>de</strong> la espalda. Volvió a<br />

gemir cuando su mano alcanzó ese valle y lo reclamó. No necesitaba<br />

verlo para saber que era precioso.<br />

Julia empezó a respirar entrecortadamente. Le faltaba el aire.<br />

<strong>Gabriel</strong> no quería <strong>de</strong>tenerse. Quería seguir, llevarla hasta el escritorio


y tumbarla encima para acabar lo que habían empezado. Quería<br />

explorar cada centímetro <strong>de</strong> su piel. Mirarla a los ojos mientras su<br />

cuerpo le revelaba sus secretos. Pero la pru<strong>de</strong>ncia ganó la batalla y<br />

fue <strong>de</strong>teniéndose lentamente, aunque todo su ser protestaba a gritos<br />

ante el dolor <strong>de</strong> la separación.<br />

La abrazó con fuerza, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> protegerle la cabeza y le dio<br />

tres castos besos en la boca abierta. Luego le acarició el cuello con los<br />

labios, muy suavemente, <strong>de</strong>scendiendo hasta llegar al punto don<strong>de</strong> el<br />

cuello se unía con el hombro. Con un último beso bajo la oreja, más<br />

una promesa que una <strong>de</strong>spedida, se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>l todo.<br />

Le acarició los brazos <strong>de</strong> arriba abajo y le apoyó las manos en<br />

las ca<strong>de</strong>ras, don<strong>de</strong> trazó intrincados dibujos con los pulgares,<br />

animándola a abrir los ojos. Casi podía oír el corazón <strong>de</strong> ambos<br />

latiendo frenéticamente pero al unísono, en el silencio <strong>de</strong> la oficina.<br />

Julia lo afectaba hasta ese punto. Le hechizaba la carne y la sangre.<br />

Bajó la vista hasta sus labios, aún entreabiertos, y volvió a besarlos<br />

con reverencia. <strong>El</strong>la no reaccionó. <strong>Gabriel</strong> la examinó, empezando a<br />

preocuparse.<br />

—Julia, cariño, ¿estás bien?<br />

<strong>El</strong> corazón <strong>de</strong> él se <strong>de</strong>tuvo cuando ella se <strong>de</strong>svaneció entre sus<br />

brazos.<br />

No se había <strong>de</strong>smayado. Era la suma <strong>de</strong> las sensaciones tan<br />

intensas y la falta <strong>de</strong> una comida en condiciones. Pero Julia sabía que<br />

estaba segura entre los brazos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, que nunca la <strong>de</strong>jaría caer y<br />

que le estaba susurrando palabras dulces al oído.<br />

Le acarició la cara con las yemas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos. Al no obtener<br />

respuesta, le besó la frente.<br />

—¿Beatriz?<br />

<strong>El</strong>la abrió los ojos.<br />

—¿Por qué me llamas así?<br />

—Porque es tu nombre —murmuró <strong>Gabriel</strong>, acariciándole el<br />

cabello—. ¿Estás bien?<br />

Julia respiró hondo.<br />

—Sí, eso creo.<br />

Él volvió a besarla en la frente.<br />

De pronto, ella se acordó <strong>de</strong> su enfado y <strong>de</strong> su mirada, dura y<br />

brillante.<br />

—Esto está mal. Eres mi profesor. Me he metido en un lío.<br />

—Trató <strong>de</strong> liberarse <strong>de</strong> su abrazo, pero cuando <strong>Gabriel</strong> no se lo<br />

permitió, se apoyó contra la puerta.


»¿Qué he hecho? —se preguntó, llevándose una mano<br />

temblorosa a la frente.<br />

Fulminándola con la mirada, él la soltó.<br />

—Me <strong>de</strong>cepcionas, Julia. Deberías saber que nunca se lo<br />

contaría a nadie. Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano<br />

por protegerte. —Recogió la mochila <strong>de</strong>l suelo y se la cargó al hombro.<br />

Sujetando el maletín con una mano, le ro<strong>de</strong>ó la cintura con la otra,<br />

pegándola a su costado—. Ven conmigo.<br />

—Paul me está esperando.<br />

—Que se joda.<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—Para él sólo eres una mascota —dijo <strong>Gabriel</strong>.<br />

—No soy una mascota, soy su amiga. Él es mi único amigo en<br />

Toronto.<br />

—A mí me gustaría ser tu amigo. —<strong>Gabriel</strong> bajó la mirada hacia<br />

sus ojos—. Y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para mantener<br />

a mi amiguita muy cerca y asegurarme <strong>de</strong> que no vuelve a salir<br />

corriendo.<br />

—Esto es... complicado. Y peligroso. —Julia se or<strong>de</strong>nó olvidarse<br />

<strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> sobre su boca y centrarse en<br />

sus problemas insalvables. Pero era imposible, sobre todo porque los<br />

sonidos <strong>de</strong> él mientras la besaba seguían resonando en sus oídos.<br />

—No te pareció complicado ni peligroso cuando bailabas en mi<br />

apartamento, vestida con mi ropa interior. No te pareció complicado<br />

cuando <strong>de</strong>jaste una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno en la nevera, acompañada<br />

con lo que sólo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribirse como una carta <strong>de</strong> amor. ¿Por qué<br />

es todo más complicado ahora que te he besado?<br />

—Porque nos han... <strong>de</strong>scubierto.<br />

La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se endureció.<br />

—No, no nos han <strong>de</strong>scubierto. Aparte <strong>de</strong>l correo electrónico, la<br />

única otra prueba es la discusión, que pue<strong>de</strong> interpretarse <strong>de</strong> muchas<br />

maneras. Nuestros enemigos tendrían que aportar pruebas. Lo<br />

negaremos todo.<br />

—¿Es eso lo que quieres hacer?<br />

—No veo una mejor alternativa. A<strong>de</strong>más, durante la clase no<br />

estábamos manteniendo una relación.<br />

Se agachó para recoger unas llaves <strong>de</strong>l suelo.<br />

—¿Son tuyas?<br />

—Sí.<br />

Julia alargó la mano.


—¿La «P» es <strong>de</strong> Princeton o <strong>de</strong> Paul? —bromeó él, haciendo<br />

oscilar las llaves <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus ojos.<br />

Julia se las arrebató <strong>de</strong> la mano con una mueca y las guardó en<br />

la mochila.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió ante su reacción.<br />

—Espera un momento. Quiero asegurarme <strong>de</strong> que Paul no está<br />

esperando con un rifle para dispararle al lobo y salvar al pato. —Tras<br />

un rápido vistazo al pasillo vacío, dijo—: Vamos, iremos por la<br />

escalera.<br />

La empujó para que saliera <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y cerró la puerta con<br />

llave.<br />

—¿Estás bien? ¿Pue<strong>de</strong>s ir andando? Po<strong>de</strong>mos atravesar por<br />

Victoria College y subir por la calle Charles. O puedo llamar a un taxi<br />

—susurró, sosteniéndole la puerta <strong>de</strong> la escalera.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> me llevas?<br />

—A casa.<br />

Julia se relajó durante un segundo.<br />

—A mi casa. Conmigo —especificó él, acercándose mucho a su<br />

cara.<br />

—Pensaba que te alteraba <strong>de</strong> todas las maneras posibles.<br />

<strong>Gabriel</strong> en<strong>de</strong>rezó la espalda.<br />

—Lo haces. No sabes hasta qué punto. Pero son las seis <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong> y estás muerta <strong>de</strong> hambre. No voy a llevarte a ningún sitio<br />

público <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que ha pasado. Y no puedo prepararte una cena<br />

en condiciones en tu casa.<br />

—Pero sigues furioso. Lo veo en tus ojos.<br />

—Y tú también estás furiosa conmigo, estoy seguro. Pero confío<br />

en que lo superemos. En estos momentos, cada vez que te miro, sólo<br />

puedo pensar en besarte.<br />

La soltó y empezó a bajar la escalera.<br />

—Paul podría llevarme a casa.<br />

—¿Quieres que te lo repita? Que le <strong>de</strong>n a Paul. Eres mi Beatriz.<br />

Me perteneces.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no soy tu Beatriz. No soy la Beatriz <strong>de</strong> nadie. Los<br />

<strong>de</strong>lirios tienen que acabar.<br />

Él le puso una mano en el brazo para <strong>de</strong>tenerla.<br />

—Nadie tiene el monopolio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>lirios. Nuestra única<br />

esperanza es <strong>de</strong>dicar el tiempo que necesitemos a <strong>de</strong>scubrir quiénes<br />

somos en realidad y <strong>de</strong>cidir luego si es una realidad con la que ambos<br />

podamos convivir.


»Estoy harto <strong>de</strong> estar enfadado contigo. Durante estos diez días,<br />

he pasado tanto tiempo enfadado que tengo enfado para el resto <strong>de</strong> mi<br />

vida. No necesito más. Vamos a sentarnos y a mantener la<br />

conversación que <strong>de</strong>bimos tener hace diez días. Y no pienso per<strong>de</strong>rte<br />

<strong>de</strong> vista hasta entonces. Fin <strong>de</strong> la charla.<br />

Con una mirada, Julia se dio cuenta <strong>de</strong> que no le serviría <strong>de</strong><br />

nada discutir. Mientras <strong>Gabriel</strong> la guiaba por una puerta lateral y por<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l edificio, sacó el móvil y le envió un mensaje a Paul,<br />

sintiéndose culpable. Le dijo que estaba bien, pero que se sentía<br />

<strong>de</strong>masiado avergonzada como para hablar con nadie, por lo que se<br />

iba a casa.<br />

Paul había estado esperando a Julia escondido junto a los<br />

ascensores. Se había acercado un par <strong>de</strong> veces a la puerta <strong>de</strong> la<br />

oficina <strong>de</strong> Emerson, pero no había oído nada. No quería provocar la<br />

ira <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor montando guardia frente al <strong>de</strong>spacho .<br />

En cuanto recibió el mensaje, volvió corriendo allí, pero ya no<br />

encontró a nadie. Bajó la escalera a la carrera, esperando alcanzarla.<br />

<strong>Gabriel</strong> entró <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Julia.<br />

—¿Has comido este mediodía?<br />

—No me acuerdo.<br />

—¡Julianne! ¿Y esta mañana?<br />

—Me he tomado un café...<br />

<strong>Gabriel</strong> maldijo entre dientes.<br />

—Tienes que cuidarte mejor. No me extraña que estés tan<br />

pálida. Ven.<br />

La llevó hasta la butaca <strong>de</strong> terciopelo rojo <strong>de</strong>l salón y la hizo<br />

sentarse, levantándole los pies con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y colocándoselos sobre<br />

la otomana.<br />

—No hace falta. Puedo sentarme en la cocina, contigo.<br />

Él le <strong>de</strong>dicó una mirada firme pero cariñosa mientras encendía la<br />

chimenea <strong>de</strong> gas. Luego le acarició la cabeza, apartándole el pelo <strong>de</strong><br />

la cara.<br />

—Don<strong>de</strong> están mejor las gatitas en un día como éste es<br />

acurrucadas junto al fuego. Estás más cómoda aquí que en un<br />

taburete. Voy a prepararte la cena, pero necesito salir un momento a<br />

comprar un par <strong>de</strong> cosas. ¿Puedo <strong>de</strong>jarte sola?<br />

—Por supuesto, <strong>Gabriel</strong>. No soy una inválida.<br />

—Si tienes <strong>de</strong>masiado calor, dale al interruptor y el Averno se<br />

apagará.


Tras darle un beso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida en la coronilla, se dirigió hacia<br />

el vestíbulo.<br />

—Prométeme que no te marcharás antes <strong>de</strong> que vuelva.<br />

—Te lo prometo.<br />

Julia se preguntó si realmente estaba tan preocupado como<br />

parecía.<br />

Recordó lo sucedido en el aula <strong>de</strong>l seminario y luego en su<br />

<strong>de</strong>spacho. Se preguntó si sería la falta <strong>de</strong> comida lo que había hecho<br />

que se <strong>de</strong>svaneciera o si habrían sido los besos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. No sería<br />

la primera vez que la afectaba <strong>de</strong> esa manera.<br />

Cerró los ojos un segundo mientras el fuego ardía en la<br />

chimenea y se quedó profundamente dormida.<br />

<strong>El</strong> sonido <strong>de</strong> una voz femenina, apasionada y cargada <strong>de</strong><br />

sentimiento, flotaba en el aire. Julia reconoció la canción antes <strong>de</strong> abrir<br />

los ojos. Era Edith Piaf y su Non, je ne regrette rien. Una excelente<br />

elección.<br />

Al abrir los ojos, se encontró con que <strong>Gabriel</strong> la estaba<br />

contemplando con una sonrisa. Parecía un ángel caído. Un ángel <strong>de</strong><br />

pelo oscuro, una boca hecha para pecar y unos ojos azules y<br />

penetrantes. Se había cambiado <strong>de</strong> ropa. Llevaba pantalones negros y<br />

camisa negra, con las mangas remangadas, <strong>de</strong>jando a la vista unos<br />

po<strong>de</strong>rosos antebrazos.<br />

—¿Julianne? —La invitó a acompañarlo, ofreciéndole la mano.<br />

<strong>El</strong>la se la cogió y él la guió hasta el comedor, don<strong>de</strong> había<br />

puesto la mesa. Julia se fijó en el mantel <strong>de</strong> hilo blanco y los<br />

can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong> plata. En la vajilla <strong>de</strong> porcelana, las copas <strong>de</strong> cristal, la<br />

cubertería <strong>de</strong> plata y lo que parecía ser una botella <strong>de</strong> champán<br />

francés.<br />

«Veuve Clicquot Ponsardin vintage 2002», leyó en la etiqueta.<br />

—¿Te gusta? —le preguntó <strong>Gabriel</strong> a su espalda, acariciándole<br />

los brazos.<br />

—Es precioso —susurró ella, observando la botella con<br />

<strong>de</strong>sconfianza.<br />

—Permíteme. —<strong>Gabriel</strong> le separó la silla y, cuando ella se sentó,<br />

le dio la servilleta—. He hecho un segundo intento con las flores. Por<br />

favor, no las <strong>de</strong>stroces como las otras —dijo, sonriendo irónicamente y<br />

señalando el ramo <strong>de</strong> jacintos lila que había colocado en un jarrón<br />

alto, <strong>de</strong> estilo mo<strong>de</strong>rno—. Si te portas bien, te <strong>de</strong>jaré leer la tarjeta<br />

—añadió, sirviéndole una copa <strong>de</strong> champán. Sin esperar a ver cómo lo<br />

probaba, regresó a la cocina.


Mirando por encima <strong>de</strong>l hombro para asegurarse <strong>de</strong> que no la<br />

estaba vigilando, Julia sacó la tarjeta <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong>l ramo y leyó:<br />

Querida Julianne:<br />

Si quieres saber lo que siento por ti,<br />

sólo tienes que preguntármelo.<br />

Tuyo,<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

«Petulante cabrón», pensó, <strong>de</strong>volviendo la tarjeta a su sitio.<br />

Mientras estaba allí, esperando enfadada, varias cosas captaron<br />

su atención. <strong>Gabriel</strong> había elegido a Edith Piaf como música <strong>de</strong> fondo.<br />

En esos momentos, estaba cantando La vie en rose. <strong>El</strong> mantel, la<br />

vajilla, el champán, las flores... no se había tomado tantas molestias<br />

con Rachel.<br />

Ambos estaban encendidos, en llamas, tras la tremenda<br />

discusión en el aula y la pasión en el <strong>de</strong>spacho. Los besos que se<br />

habían dado... A Julia nunca la habían besado así, ni siquiera él. Se<br />

estremeció al recordarlo. Era una sensación nueva, pero no<br />

<strong>de</strong>sagradable.<br />

«Preliminares.»<br />

Era consciente <strong>de</strong>l esfuerzo que le había supuesto a él <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

besarla. Había tenido que luchar contra sí mismo. En aquel momento,<br />

la tensión sexual entre los dos había sido palpable. Sabía que <strong>Gabriel</strong><br />

era un hombre muy sexual, al que nunca le faltaba compañía<br />

femenina. Y ahora que la había probado estando sereno, seguía<br />

<strong>de</strong>seándola. Era una sensación abrumadora, ser <strong>de</strong>seada por una<br />

criatura tan sensual. Se sentía como Psique siendo cortejada por<br />

Cupido. No podía negar la atracción que sentía por él ni los<br />

estremecimientos <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo que le recorrían el cuerpo cada vez que la<br />

besaba.<br />

Pero a Julia no le gustaba compartir a su pareja, así que todas<br />

las <strong>de</strong>más consi<strong>de</strong>raciones, románticas o sexuales, <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> tener<br />

importancia. Pero pensó que la ensalada era un poco pronto para<br />

confi<strong>de</strong>ncias.<br />

Cuando <strong>Gabriel</strong> se sentó a su lado a la cabecera <strong>de</strong> la mesa y<br />

alzó su copa para brindar con ella, Julia se dio cuenta <strong>de</strong> que él no<br />

estaba tomando champán.<br />

—¿No tomas Veuve Clicquot? —le preguntó, incrédula.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió y negó con la cabeza.


—Non, seulement <strong>de</strong> l’eau ce soir, mon ange.<br />

Julia puso los ojos en blanco al oírlo hablar en francés y no<br />

precisamente porque su pronunciación fuera mala.<br />

—Sé que te costará <strong>de</strong> creer, pero no bebo constantemente. Sin<br />

embargo, no espero que te acabes la botella tú sola. Guardaremos lo<br />

que sobre y prepararemos Mimosas para <strong>de</strong>sayunar.<br />

Julia levantó las cejas. «¿Para <strong>de</strong>sayunar? Estás muy seguro <strong>de</strong><br />

ti mismo, Casanova.»<br />

—He buscado una botella <strong>de</strong> la cosecha <strong>de</strong> 2003, pero no he<br />

encontrado ninguna, así que tendremos que conformarnos con una <strong>de</strong>l<br />

2002.<br />

Julia tardó unos segundos en compren<strong>de</strong>r la trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la<br />

fecha. Cuando lo hizo, se ruborizó y se miró las manos. <strong>Gabriel</strong> la miró<br />

por encima <strong>de</strong> su plato <strong>de</strong> ensalada, pero no dijo nada. Había<br />

esperado una respuesta; no obstante, asumió que estaba abrumada<br />

por los acontecimientos <strong>de</strong>l día.<br />

«Está nerviosa; está temblando y se ha ruborizado.»<br />

De vez en cuando, <strong>Gabriel</strong> alargaba la mano y le acariciaba la<br />

muñeca para tranquilizarla. Cuando sus miradas se cruzaban, él<br />

<strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hacer lo que fuera que estuviera haciendo para <strong>de</strong>dicarle<br />

una sonrisa <strong>de</strong> ánimo. Esperaba que en algún momento ella se<br />

<strong>de</strong>cidiera a hablar, pero en vez <strong>de</strong> eso, Julia bajaba la cabeza y<br />

miraba el plato. Hasta que empezaron a sonar los acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una<br />

canción:<br />

Bésame, bésame mucho...<br />

<strong>Gabriel</strong> la observó con atención. Cuando Julia, que se había<br />

ruborizado aún más, lo miró, él le guiñó un ojo.<br />

—¿Recuerdas esta canción?<br />

—Sí.<br />

—¿Qué tal llevas el español? —le preguntó expectante.<br />

—No lo llevo.<br />

—Es una lástima. La letra es muy bonita.<br />

Sonrió con melancolía y ella apartó la vista.<br />

<strong>Gabriel</strong> cantó algunas <strong>de</strong> las frases <strong>de</strong> la canción. Cuando no<br />

estaba cantando, la observaba atentamente, sin per<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l<br />

movimiento <strong>de</strong> sus ojos, <strong>de</strong> cómo se retorcía las manos, <strong>de</strong>l rubor <strong>de</strong><br />

su piel. Cuando la canción acabó, él volvió a sonreír, se levantó y le<br />

dio un largo beso en la coronilla.<br />

Luego recogió los platos <strong>de</strong> la ensalada, le rellenó la copa y<br />

sirvió el primer plato:


Spaghetti al limone, con alcaparras y langostinos. Era un plato<br />

poco habitual y uno <strong>de</strong> los favoritos <strong>de</strong> Julia. Le extrañó que <strong>Gabriel</strong><br />

hubiera elegido prepararlo. Tal vez Rachel...<br />

Negó con la cabeza. Aquello era entre <strong>Gabriel</strong> y ella, y punto.<br />

Excepto por el espectro <strong>de</strong> Paulina, que los estaba atormentando a<br />

ambos.<br />

—No eres el mismo hombre que conocí en el huerto —dijo ella<br />

finalmente, cuando el champán le soltó la lengua.<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jó el tenedor en el plato y juntó las cejas.<br />

—Tienes razón. Soy mucho mejor ahora.<br />

Julia se echó a reír con amargura.<br />

—Imposible. Él fue muy amable y cariñoso conmigo. Nunca me<br />

habría tratado con la frialdad con que tú lo has hecho.<br />

—No sabes lo que estás diciendo —replicó él, con los ojos<br />

brillantes—. Nunca te he mentido. ¿Por qué iba a empezar a hacerlo<br />

ahora?<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó, pero esta vez a causa <strong>de</strong>l enfado.<br />

—No <strong>de</strong>jaré que tu oscuridad me consuma.<br />

<strong>Gabriel</strong> se sorprendió por ese súbito arranque <strong>de</strong> hostilidad y<br />

estuvo a punto <strong>de</strong> pedirle explicaciones, pero en vez <strong>de</strong> eso la<strong>de</strong>ó la<br />

cabeza. Mojó un <strong>de</strong>do en su agua Perrier y empezó a frotar el bor<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> la copa, lenta y sensualmente. Pronto, la melodía <strong>de</strong>l cristal llegó a<br />

sus oídos.<br />

<strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo bruscamente.<br />

—¿De verdad crees que la oscuridad pue<strong>de</strong> consumir a la luz?<br />

Es una teoría interesante. Vamos a ver si funciona. —Movió la mano<br />

ante el can<strong>de</strong>labro—. Ya está. Acabo <strong>de</strong> arrojar parte <strong>de</strong> mi oscuridad<br />

a esas velas. ¿Ha funcionado?<br />

Con una sonrisilla irónica, volvió a comer.<br />

—¡Ya sabes a qué me refiero! —dijo ella—. No seas tan<br />

con<strong>de</strong>scendiente.<br />

Los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se ensombrecieron.<br />

—No tengo ningún interés en consumirte, pero no te mentiré. Tu<br />

luminosidad me atrae. Si yo soy la oscuridad, entonces tú eres las<br />

estrellas. Y también me siento muy atraído por la luce <strong>de</strong>lla tua<br />

umilitate.<br />

—No <strong>de</strong>jaré que me folles.<br />

Esta vez, <strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás en la silla, con una<br />

expresión <strong>de</strong> sorpresa y rechazo. En silencio, <strong>de</strong>cidió que Julia ya<br />

había bebido bastante.


—Disculpa, ¿te lo he pedido? —preguntó, con una voz tan suave<br />

y calmada que ella aún se alteró más.<br />

«Embustero, embustero, esos preciosos ojos azules me están<br />

follando por entero.»<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió con impertinencia, mirándola por encima <strong>de</strong> la<br />

copa. Se secó los labios con la servilleta y se acercó hasta que sus<br />

caras casi se rozaron.<br />

—Si te pidiera algo, señorita Mitchell, sería otra cosa. —Sin <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> sonreír, volvió a acomodarse en la silla y acabó <strong>de</strong> cenar.<br />

Julia estaba furiosa. Sabía que él no apartaba la vista <strong>de</strong> ella.<br />

Sentía sus ojos clavados en su cara, en su boca, en sus hombros<br />

temblorosos. Nada escapaba a sus penetrantes ojos. Era como si<br />

pudiera leerle el alma.<br />

—Julianne —dijo él finalmente, <strong>de</strong>slizando la mano por <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> la mesa. Le agarró la muñeca y, al hacerlo, le rozó el muslo.<br />

Su voz era un suave murmullo. Julia notó su calor <strong>de</strong>slizársele<br />

por la pierna hasta los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies.<br />

—Mírame.<br />

<strong>El</strong>la trató <strong>de</strong> apartar la mano, pero <strong>Gabriel</strong> la sujetó con más<br />

fuerza.<br />

—¡Mírame cuando te hablo!<br />

Julia levantó los ojos hacia los suyos. No eran tan<br />

amenazadores como el tono <strong>de</strong> su voz podía hacer creer, pero sí la<br />

miraban con mucha intensidad.<br />

—Nunca, y cuando digo nunca quiero <strong>de</strong>cir nunca, te follaría.<br />

¿Está claro? Uno no se folla a un ángel.<br />

—Entonces, ¿qué hace alguien como tú con un ángel?<br />

—preguntó con voz temblorosa.<br />

—Alguien como yo la valoraría, la apreciaría. Trataría <strong>de</strong><br />

conocerla y compren<strong>de</strong>rla. Empezaría tal vez por ser su amigo.<br />

<strong>El</strong>la se revolvió inquieta en la silla.<br />

—¿Un amigo con <strong>de</strong>recho a roce?<br />

—Julianne —le advirtió él, soltándole la mano—. ¿Tan difícil es<br />

creer que quiero conocerte? ¿Que quiero tomarme las cosas con<br />

calma?<br />

—Sí.<br />

<strong>Gabriel</strong> maldijo en voz baja y luego dijo:<br />

—Todo esto es nuevo para mí. Tus prejuicios están justificados<br />

hasta cierto punto, pero tampoco hace falta que me provoques<br />

<strong>de</strong>liberadamente.


—Todo el mundo sabe que los profesores y las alumnas no son<br />

amigos.<br />

—Nosotros podríamos serlo —murmuró él, retirándole el pelo<br />

con suavidad por encima <strong>de</strong>l hombro y aprovechando para rozarle el<br />

cuello—, si eso es lo que quieres.<br />

Sin saber cómo respon<strong>de</strong>r, Julia se apartó <strong>de</strong> él.<br />

—No me <strong>de</strong>dico a seducir vírgenes, Julia. Tu virtud está a salvo<br />

conmigo. —Y dicho eso, se levantó y, llevándose los platos,<br />

<strong>de</strong>sapareció en la cocina.<br />

Julia se acabó el champán <strong>de</strong> dos rápidos sorbos.<br />

«Está mintiendo. Si no me hubiera negado, me habría sonreído y<br />

habría estado <strong>de</strong>snuda y con las piernas abiertas antes <strong>de</strong> que las<br />

bragas hubieran llegado al suelo. Y probablemente me habría pedido<br />

que reprodujéramos alguna <strong>de</strong> las posturas <strong>de</strong> las fotos <strong>de</strong> su<br />

dormitorio. Y Paulina habría llamado justo en ese momento.»<br />

Cuando regresó, <strong>Gabriel</strong> le retiró la copa y la botella. Unos<br />

minutos <strong>de</strong>spués, le llevó un café exprés servido con un trozo pequeño<br />

<strong>de</strong> piel <strong>de</strong> limón. Julia abrió mucho los ojos. Le costaba imaginarse a<br />

<strong>Gabriel</strong> pelando limones, pero ahí estaba, una piel <strong>de</strong> limón fresca,<br />

acabada <strong>de</strong> cortar.<br />

—Gracias. Las cápsulas <strong>de</strong> café Roma son mis favoritas.<br />

Él la miró con suficiencia.<br />

—He pensado que ya era hora <strong>de</strong> pasar a una bebida sin<br />

alcohol, antes <strong>de</strong> que me vomitaras encima.<br />

Julia frunció el cejo. Se sentía perfectamente. Un poco más<br />

<strong>de</strong>sinhibida <strong>de</strong> lo normal, pero mantenía el control <strong>de</strong> sus faculta<strong>de</strong>s.<br />

O eso creía.<br />

—¿Qué ponía en la nota que <strong>de</strong>jaste en el porche?<br />

<strong>Gabriel</strong> se puso tenso.<br />

—¿No la leíste?<br />

—Estaba enfadada.<br />

—En ese caso, mejor que no la leyeras —dijo él, encogiéndose<br />

<strong>de</strong> hombros antes <strong>de</strong> volver a <strong>de</strong>saparecer.<br />

Julia se bebió el café lentamente, tratando <strong>de</strong> adivinar qué podía<br />

haber escrito. Tenía que haber sido algo bastante íntimo, porque se<br />

había molestado. Se preguntó si los trozos <strong>de</strong> la nota seguirían entre<br />

las flores y si sería posible recomponerla.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, <strong>Gabriel</strong> regresó con un único trozo <strong>de</strong> pastel <strong>de</strong><br />

chocolate y un tenedor.<br />

—¿Te apetece postre? —le preguntó, moviendo la silla para


sentarse más cerca <strong>de</strong> ella.<br />

Demasiado cerca, <strong>de</strong> hecho.<br />

—Julianne —insistió, con voz cantarina—. Sé que te gusta el<br />

chocolate. Lo he comprado para complacerte.<br />

Cortó un trozo y se lo puso <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la nariz para que le llegara<br />

el aroma. Julia se pasó la lengua por los labios involuntariamente. Olía<br />

<strong>de</strong> maravilla. Alargó la mano para quitarle el tenedor, pero él lo<br />

escondió.<br />

—No. Tienes que <strong>de</strong>jar que te lo dé yo.<br />

—No soy una niña pequeña.<br />

—Pues <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> comportarte como si lo fueras. Confía en mí, por<br />

favor.<br />

<strong>El</strong>la apartó la cara, negándose a ver cómo él se llevaba el<br />

tenedor a los labios y probaba la cobertura con la punta <strong>de</strong> la lengua.<br />

—Hum. ¿ Sabes?, dar <strong>de</strong> comer a alguien es un acto <strong>de</strong><br />

profundo afecto. Te estás entregando a través <strong>de</strong> la comida. —Le<br />

colocó otro trozo <strong>de</strong> pastel bajo la nariz—. Piénsalo. Nos alimentan en<br />

la eucaristía. Nos alimentan nuestras madres cuando somos niños <strong>de</strong><br />

pecho. Nuestras madres y padres por igual cuando somos pequeños.<br />

Nuestros amigos cuando nos invitan a cenar. Los amantes se<br />

alimentan el uno al otro cuando se dan un festín con sus cuerpos y, en<br />

ocasiones, con sus almas. ¿No quieres que te alimente? Ya sé que no<br />

quieres darte un festín con mi cuerpo, pero al menos, dátelo con el<br />

pastel.<br />

Cuando Julia no respondió, <strong>Gabriel</strong> se echó a reír y siguió<br />

comiéndose la tarta. Julia frunció el cejo. Si pensaba captar su<br />

atención con ese <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> pornografía alimenticia y excitarla<br />

hasta convertirla en una marioneta sin voluntad...<br />

... había acertado.<br />

La visión <strong>de</strong> él comiendo pastel <strong>de</strong> chocolate era lo más erótico<br />

que había visto nunca. Saboreaba cada pedazo, lamiéndose los labios<br />

y el tenedor cada vez. De vez en cuando, cerraba los ojos y gemía,<br />

con sonidos salvajes y guturales que le resultaban dolorosamente<br />

familiares. Sus movimientos eran lentos y sinuosos. Los tendones <strong>de</strong>l<br />

brazo se le marcaban con cada gesto. No apartó los ojos <strong>de</strong> los suyos<br />

en ningún momento mientras marcaba un ritmo lento y obvio, a<strong>de</strong>lante<br />

y atrás.<br />

Antes <strong>de</strong> que se hubiera acabado el trozo <strong>de</strong> pastel, a Julia le<br />

pareció que en la habitación había subido mucho la temperatura. Se<br />

notaba las mejillas encendidas, la respiración alterada y pequeñas


gotas <strong>de</strong> sudor formándosele en la frente. Y más abajo.<br />

«¿Qué está haciendo conmigo? Es como si...»<br />

—Última oportunidad, Julia —dijo él, haciendo bailar el tenedor<br />

ante sus ojos.<br />

<strong>El</strong>la trató <strong>de</strong> resistirse. Empezó a volverse, pero al separar los<br />

labios para negarse, <strong>Gabriel</strong> le metió el pastel en la boca.<br />

—Hummm —dijo él y sonrió, mostrando sus perfectos dientes<br />

blancos—. Ésta es mi gatita.<br />

Julia se ruborizó todavía más y se pasó los <strong>de</strong>dos por los labios,<br />

recogiendo las últimas migas <strong>de</strong>l pastel. <strong>Gabriel</strong> tenía razón. Estaba<br />

<strong>de</strong>licioso.<br />

—No ha sido tan grave, ¿no? ¿No te parece agradable que<br />

alguien se ocupe <strong>de</strong> ti? ¿Que yo me ocupe <strong>de</strong> ti?<br />

<strong>El</strong>la empezaba a preguntarse si tenía alguna posibilidad <strong>de</strong><br />

resistirse a su seducción. Sabía que le había dicho algo sobre su<br />

virtud, pero no recordaba qué.<br />

<strong>Gabriel</strong> le agarró la muñeca y se acercó sus <strong>de</strong>dos a la boca.<br />

—Te has <strong>de</strong>jado un poco <strong>de</strong> chocolate —susurró, entornando los<br />

ojos—. ¿Puedo?<br />

Julia inspiró bruscamente. No sabía qué pretendía hacer, así que<br />

no respondió.<br />

Él sonrió travieso antes <strong>de</strong> meterse los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> ella en la boca,<br />

uno a uno, chupándolos y pasándoles la lengua sin prisa por la yema.<br />

Julia se mordió el labio inferior para ahogar un gemido mientras<br />

la piel se le prendía en llamas.<br />

«¡Jo<strong>de</strong>r, <strong>Gabriel</strong>!»<br />

Cuando él se dio por satisfecho, ella cerró los ojos y se secó el<br />

sudor <strong>de</strong> la frente.<br />

<strong>Gabriel</strong> la observó en silencio durante lo que le pareció una<br />

eternidad.<br />

—Estás exhausta —dijo <strong>de</strong> repente, apagando las velas—. Hora<br />

<strong>de</strong> acostarse.<br />

—¿Y nuestra conversación?<br />

—Ya hemos hablado bastante por hoy. La conversación será<br />

larga y <strong>de</strong>beríamos tener la cabeza clara cuando por fin hablemos.<br />

—Por favor, <strong>Gabriel</strong>, no lo hagas —le suplicó ella en voz baja y<br />

<strong>de</strong>sesperada.<br />

—Una noche. Pasa una noche conmigo y, si quieres marcharte<br />

mañana, no te <strong>de</strong>tendré.<br />

Muy suavemente, la ayudó a levantarse <strong>de</strong> la silla y la apretó


contra su pecho.<br />

Julia no dijo nada, sintiendo cómo sus últimos vestigios <strong>de</strong><br />

autocontrol la abandonaban. Estaba agotada. <strong>Gabriel</strong> la había agotado<br />

y había diezmado su resistencia. Tal vez había sido el champán. O las<br />

emociones <strong>de</strong>l día. O su explosivo encuentro en el <strong>de</strong>spacho. No<br />

importaba la causa. Ya no tenía fuerzas para seguir resistiendo. <strong>El</strong><br />

corazón le latía acelerado. Las entrañas se le <strong>de</strong>rretían por el calor<br />

que le recorría el cuerpo. En el vientre sintió el aleteo nada sutil <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>seo.<br />

«Me consumirá, en cuerpo y alma.»<br />

En sus sueños, siempre le entregaba la virginidad a <strong>Gabriel</strong>.<br />

Pero no <strong>de</strong> ese modo. No con ese sentimiento <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperanza ni con<br />

esa mirada inclasificable en sus ojos.<br />

Él la cogió en brazos, la llevó hasta su dormitorio y la <strong>de</strong>positó<br />

suavemente sobre la gran cama medieval. Encendió unas cuantas<br />

velas y las colocó alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la misma, en las mesitas <strong>de</strong> noche, en<br />

el vestidor, en la cómoda, bajo el retrato <strong>de</strong> Dante y Beatriz. Tras<br />

apagar todas las luces <strong>de</strong> la casa, <strong>de</strong>sapareció en el cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

Julia quiso aprovechar la ocasión para mirar <strong>de</strong> nuevo las<br />

fotografías en blanco y negro, pero habían <strong>de</strong>saparecido. Las pare<strong>de</strong>s<br />

estaban <strong>de</strong>snudas, con la excepción <strong>de</strong> la reproducción <strong>de</strong>l cuadro <strong>de</strong><br />

Holiday. Seis alcayatas eran los únicos testigos <strong>de</strong> la previa presencia<br />

<strong>de</strong> las fotos.<br />

«¿Por qué las habrá quitado? ¿Y cuándo?»<br />

Se alegraba <strong>de</strong> que lo hubiera hecho. Estaba segura <strong>de</strong> que a la<br />

luz <strong>de</strong> las velas habrían tenido un aspecto amenazador, casi satánico,<br />

mostrando <strong>de</strong> manera cruda lo que sería su <strong>de</strong>stino, ya sellado. Sería<br />

un nuevo ser <strong>de</strong>snudo, sin nombre, sin rostro, sin alma... Sólo le<br />

quedaba esperar que la última foto, la más agresiva <strong>de</strong> las seis, no<br />

fuera lo que él tenía en mente para su primera vez.<br />

¿Sería eso lo que querría? ¿Lo que le exigiría? ¿Le arrancaría la<br />

ropa, la pondría boca abajo en la cama, se clavaría en ella por<br />

<strong>de</strong>trás... sin ni siquiera mirarla a los ojos mientras le arrebataba la<br />

virginidad, sin besos, sin hacer el amor...? ¿Habría sólo agresión y<br />

dominación? Lo único que sabía <strong>de</strong> sus gustos sexuales era lo que<br />

había visto en las fotografías. Eso y que había <strong>de</strong>scrito lo que hacía<br />

con las mujeres que llevaba a su casa como «follar».<br />

A medida que el pánico se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> ella, la respiración se le<br />

aceleraba. Oyó una voz conocida en su cabeza burlándose y hablando<br />

<strong>de</strong> follar como animales.


<strong>Gabriel</strong> regresó con una camiseta <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> cazador y unos<br />

pantalones <strong>de</strong> pijama <strong>de</strong> cuadros escoceses ver<strong>de</strong>s y azul marino.<br />

Tras <strong>de</strong>jar un vaso <strong>de</strong> agua en la mesita <strong>de</strong> noche, retiró la colcha y<br />

levantó a Julia para volver a <strong>de</strong>positarla, esta vez, bajo las sábanas.<br />

<strong>El</strong>la se encogió, pero él fingió no darse cuenta. Acercándose las<br />

piernas <strong>de</strong> Julia al pecho, le <strong>de</strong>sató los cordones <strong>de</strong> las zapatillas<br />

<strong>de</strong>portivas y se las quitó, junto con los calcetines. Luego le acarició las<br />

plantas <strong>de</strong> los pies y los <strong>de</strong>dos, provocándole un gemido a su pesar.<br />

—Relájate, Julianne. No te resistas. Se supone que <strong>de</strong>be ser<br />

agradable.<br />

Mientras le acariciaba los pies, iba murmurando <strong>de</strong> vez en<br />

cuando. En algún momento, a Julia le pareció que <strong>de</strong>cía la sua<br />

immagine, pero no estaba segura. Su voz no era más que un<br />

murmullo, como un suspiro o una plegaria.<br />

Se preguntó si se estaría refiriendo a ella o a Beatriz, y a qué<br />

dioses <strong>de</strong>pravados <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar rezando. En silencio, les rogó que la<br />

ayudaran a escapar.<br />

«Por favor, no <strong>de</strong>jéis que me consuma.»<br />

—Creo recordar que te gustaron mis bóxers <strong>de</strong>l Magdalen<br />

College. Están en el cajón <strong>de</strong> arriba, por si quieres ponértelos. A mí<br />

me van pequeños.<br />

Julia inspiró por la nariz.<br />

—Las fotos... las que estaban aquí... ¿es eso lo que esperas <strong>de</strong><br />

mí?<br />

Las manos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvieron en seco.<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

Los ojos <strong>de</strong> ella se volvieron hacia el lugar don<strong>de</strong> había estado<br />

colgada la sexta foto. La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> pasó <strong>de</strong> la sorpresa al<br />

horror.<br />

—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? —se <strong>de</strong>fendió<br />

con un susurro ofendido—. Estás agotada. No quiero correr el riesgo<br />

<strong>de</strong> per<strong>de</strong>rte una vez más, antes <strong>de</strong> tener ocasión <strong>de</strong> hablar. —Sonrió<br />

antes <strong>de</strong> continuar—: Quiero prepararte una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno con<br />

perejil y gajos <strong>de</strong> naranja, no arrebatarte la virginidad. Des<strong>de</strong> luego, no<br />

así. —Parecía asqueado—. No soy un bárbaro.<br />

Al ver que ella no respondía, le tapó los pies con las sábanas.<br />

Luego acabó <strong>de</strong> taparla hasta la barbilla y le dio un beso en la frente,<br />

como si fuera una niña.<br />

—Tratemos <strong>de</strong> perdonarnos, por favor. Los dos nos hemos<br />

hecho daño y hemos perdido mucho tiempo. No perdamos más


sacando conclusiones sin sentido.<br />

Se levantó y se frotó los ojos.<br />

—Aunque sé que es posible que mañana no haya cambiado<br />

nada —murmuró, perdido en sus pensamientos. Volviendo a la<br />

realidad, sonrió y le dijo—: Llámame si necesitas algo.<br />

Mientras Julia daba vueltas, sola en la cama, él escuchaba<br />

música. Aunque ella no reconoció la canción, el sonido <strong>de</strong> unos<br />

arpegios que recordaban una cascada la ayudó a conciliar el sueño.<br />

Más tar<strong>de</strong>, esa misma noche, <strong>Gabriel</strong> estaba tumbado en la<br />

cama <strong>de</strong> invitados, cubriéndose los ojos con un brazo, a medio camino<br />

entre el sueño y la vigilia, cuando notó un movimiento a su izquierda.<br />

Un cuerpo cálido avanzaba hacia él y tiraba <strong>de</strong> las sábanas.<br />

<strong>El</strong> cuerpo se metió en la cama y se pegó a su costado. Notó<br />

unos rizos largos y suaves acariciarle el pecho, ahora <strong>de</strong>snudo. Oyó<br />

un suspiro satisfecho cuando un brazo le cubrió los abdominales y se<br />

quedó <strong>de</strong>scansando allí.<br />

<strong>Gabriel</strong> besó la cabeza que estaba apoyada en su tatuaje y<br />

luego, con mucha cautela, le ro<strong>de</strong>ó los hombros con un brazo y le<br />

apoyó la mano en la parte baja <strong>de</strong> la espalda, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

camiseta, hasta entrar en contacto con su piel suave y cálida. Notó<br />

unos hoyuelos justo por encima <strong>de</strong> la goma <strong>de</strong> los calzoncillos, que le<br />

iban <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s.<br />

<strong>El</strong> cálido cuerpo volvió a suspirar y le dio a él un suave beso en<br />

la barba <strong>de</strong> pocos días que le crecía en el cuello.<br />

—He tratado <strong>de</strong> mantenerme apartada —murmuró—, pero no he<br />

podido.<br />

—Y yo he tratado <strong>de</strong> no lamerte el chocolate <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos<br />

—replicó <strong>Gabriel</strong>, con una voz que quería ser traviesa, pero no podía<br />

ocultar la tristeza—, pero no he podido.<br />

—Hum —dijo ella, medio dormida, al recordar el chocolate—.<br />

¿Por qué has <strong>de</strong>scolgado las fotos <strong>de</strong> la habitación?<br />

Él se movió inquieto.<br />

—Porque me daban vergüenza.<br />

—¿Y antes, no?<br />

—Eso fue antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>cidiera llevar un ángel a mi cama.<br />

Unas manos soñolientas pero curiosas le acariciaron el pecho,<br />

explorándolo con suavidad, castamente. Dos alientos se unieron en la<br />

noche, salpicados por algún suspiro ocasional. Los latidos <strong>de</strong> dos<br />

corazones se sincronizaron al reconocerse el uno al otro. Y dos<br />

mentes atormentadas por fin encontraron reposo.


Justo cuando <strong>Gabriel</strong> se estaba quedando dormido, la oyó hablar<br />

en sueños. No eran palabras. Eran sonidos cada vez más asustados,<br />

que culminaron con la pronunciación <strong>de</strong> un nombre que no había oído<br />

hasta ese momento:<br />

—Simon.


17<br />

Cuando Julia se <strong>de</strong>spertó, bostezó y se estiró. Al alargar la mano<br />

no encontró nada. <strong>Gabriel</strong> se había levantado y su lado <strong>de</strong> la cama<br />

estaba frío. Una sensación <strong>de</strong> inquietud la invadió. No era una<br />

sensación nueva; la había notado antes. Le vinieron náuseas.<br />

Al levantarse, vio una nota en la mesilla <strong>de</strong> noche. Estaba<br />

apoyada en una copa <strong>de</strong> agua, en la que flotaba una rodaja <strong>de</strong> limón.<br />

La nota estaba escrita con estilográfica.<br />

Preciosa Julianne:<br />

He ido a buscar algo especial para el <strong>de</strong>sayuno.<br />

Por favor, usa el baño principal. Es mejor.<br />

Te he <strong>de</strong>jado algunos objetos personales allí.<br />

Pue<strong>de</strong>s usar lo que quieras <strong>de</strong> mis armarios.<br />

Por favor, quédate.<br />

Tuyo,<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

P. D.: perdona el atrevimiento, pero verte dormida entre mis<br />

brazos esta mañana ha sido la visión más bonita que he presenciado<br />

nunca.<br />

«Vaya, ¿cómo lo hace?», pensó ella, ruborizándose.<br />

<strong>El</strong> Profesor sin duda sabía usar las palabras... y las flores y la<br />

música y el pastel <strong>de</strong> chocolate. Se llevó una mano a la frente,<br />

tratando <strong>de</strong> calmarse. <strong>El</strong> pastel <strong>de</strong> chocolate era su nuevo postre<br />

favorito. Y el recuerdo <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos en la boca cálida <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y el<br />

modo experto en que su lengua había...<br />

«Julia, céntrate. Tienes que darte una ducha. Fría, a ser<br />

posible.»<br />

Se bebió el agua que le había <strong>de</strong>jado y se dio golpecitos en los<br />

dientes con la nota. La última vez que había dormido en esa cama, la<br />

cosa acabó <strong>de</strong> golpe en el salón, con sus gritos. Aunque la noche<br />

anterior <strong>Gabriel</strong> había sido muy amable con ella, tenía miedo <strong>de</strong> su<br />

reacción <strong>de</strong> esa mañana.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> invitados y asomó la cabeza,<br />

esperando oír signos <strong>de</strong> vida. Cuando se convenció <strong>de</strong> que estaba


sola, se dirigió al dormitorio principal y cerró la puerta. Recuperó su<br />

ropa y se metió en el baño, echando el pestillo.<br />

<strong>Gabriel</strong> le había <strong>de</strong>jado otra nota apoyada en una copa <strong>de</strong> zumo<br />

<strong>de</strong> naranja, <strong>de</strong>corada con una rodaja <strong>de</strong> esa misma fruta.<br />

«Parece que <strong>Gabriel</strong> tiene <strong>de</strong>bilidad por la <strong>de</strong>coración», pensó.<br />

La nota <strong>de</strong>cía:<br />

Julianne:<br />

Espero que encuentres todo lo que necesites.<br />

Si no, Rachel llenó <strong>de</strong> cosas el tocador <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong><br />

invitados. Usa lo que quieras.<br />

Mi ropa está a tu disposición.<br />

Ponte un jersey, hace un día frío.<br />

Tuyo,<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

Julia se fue tomando el zumo <strong>de</strong> naranja mientras examinaba los<br />

productos que le había <strong>de</strong>jado a la vista. Sobre el mármol, colocados<br />

con precisión militar, había un cepillo <strong>de</strong> dientes en su estuche, pasta<br />

<strong>de</strong> dientes, una maquinilla <strong>de</strong> afeitar <strong>de</strong>sechable —que Julia examinó<br />

con la ceja alzada—, varios artículos <strong>de</strong> tocador <strong>de</strong> aspecto femenino<br />

<strong>de</strong> una marca llamada Bliss, todos con aroma a vainilla y bergamota y<br />

una esponja <strong>de</strong> ducha <strong>de</strong> tul color lavanda.<br />

¿Le habría pedido <strong>Gabriel</strong> a Rachel que comprara todas esas<br />

cosas para sus invitadas? ¿O esa costumbre venía <strong>de</strong> más lejos?<br />

¿Guardaba esponjas <strong>de</strong> tul nuevas por si acaso? Tal vez seguía un<br />

código <strong>de</strong> color: lavanda para las vírgenes, rojo para Paulina, negro<br />

para la profesora Singer, ver<strong>de</strong> para las Emerson adictas... Julia<br />

dudaba que en ese baño se hubiera usado nunca una esponja color<br />

lavanda.<br />

«Una esponja virgen para una virgen. Qué a<strong>de</strong>cuado.»<br />

Se obligó a no seguir por ese camino. <strong>Gabriel</strong> se había<br />

disculpado y le había pedido que no sacara conclusiones precipitadas.<br />

Y lo primero que hacía ella era sacarlas basándose en una esponja.<br />

Miró a su alre<strong>de</strong>dor y encontró un albornoz blanco <strong>de</strong> algodón<br />

turco colgado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta y un par <strong>de</strong> zapatillas <strong>de</strong> mujer al<br />

lado <strong>de</strong> la bañera. Eran <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s para ella y también<br />

habrían sido <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s para Rachel. Esta vez, se limitó a<br />

poner los ojos en blanco.<br />

Le llevó varios minutos <strong>de</strong>scubrir cómo funcionaba la ducha y


sus múltiples chorros. Se podía ajustar la presión <strong>de</strong>l agua, la<br />

temperatura... Parecía bastante complicado y a ella sólo le interesaba<br />

la función principal, en forma <strong>de</strong> lluvia o <strong>de</strong> cascada, le daba igual. Por<br />

supuesto, fue la función que se activó al accionar la primera palanca.<br />

Mientras se envolvía en aroma <strong>de</strong> vainilla y bergamota, tratando<br />

—sin éxito— <strong>de</strong> que no le recordara a la crema <strong>de</strong> té Earl Grey, Julia<br />

se hizo varias preguntas muy serias. Sospechaba que <strong>Gabriel</strong> no<br />

querría esperar para mantener la conversación que tenían pendiente.<br />

Sería dolorosa. Y luego, ¿qué harían? ¿Intentarían seguir siendo<br />

amigos? ¿Para qué?<br />

Pero si se bloqueaba pensando en el futuro, no sería capaz <strong>de</strong><br />

enfrentarse al pasado, o no lo haría bien. Por eso se or<strong>de</strong>nó centrarse<br />

sólo en sus encuentros anteriores, incluida su mala educación y su<br />

con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ese semestre. Era imprescindible que <strong>Gabriel</strong> se<br />

explicara y que ella escuchara sin sacar conclusiones antes <strong>de</strong> tiempo.<br />

Cuando acabara, le diría exactamente qué pensaba.<br />

Sí, iba a resultar doloroso para ambos. Se entristeció al darse<br />

cuenta <strong>de</strong> que nunca había tenido una relación sentimental sana, a<br />

pesar <strong>de</strong> que lo que más <strong>de</strong>seaba en la vida era disfrutar <strong>de</strong>l amor y<br />

<strong>de</strong>l afecto. <strong>Gabriel</strong> venía <strong>de</strong> una buena familia —aunque fuera<br />

adoptiva— y era inteligente, guapo y rico, pero sospechaba que<br />

tampoco era capaz <strong>de</strong> mantener una relación sentimental sana.<br />

Las relaciones <strong>de</strong> la madre <strong>de</strong> Julia no habían sido <strong>de</strong> ese tipo.<br />

<strong>El</strong>la había sido testigo <strong>de</strong> <strong>de</strong>masiadas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una edad <strong>de</strong>masiado<br />

temprana. Había asistido a un <strong>de</strong>sfile constante <strong>de</strong> relaciones<br />

disfuncionales. Por contraste, la relación <strong>de</strong> su padre con Deb Lundy<br />

era bastante normal, aunque podía consi<strong>de</strong>rarse informal. Se tenían<br />

cariño, pensó Julia, pero era un cariño frío y pequeño, como una<br />

estrella distante.<br />

«Si <strong>Gabriel</strong> fuera capaz <strong>de</strong> amar a alguien, su amor sería<br />

ardiente como el sol. Aunque, obviamente, prefiere el sexo al amor. O<br />

tal vez los confun<strong>de</strong>. ¿Qué es peor, pensar que el sexo es amor o<br />

pensar que son cosas distintas y elegir el sexo?»<br />

Julia <strong>de</strong>jó que el agua caliente se <strong>de</strong>slizara por su cuerpo,<br />

buscando la manera <strong>de</strong> liberarse <strong>de</strong> la irresistible atracción que sentía<br />

por <strong>El</strong> Profesor.<br />

¿Qué no daría ella por tener aunque fuera sólo una pequeña<br />

parte <strong>de</strong> la felicidad que habían tenido Grace y Richard? Eran el<br />

matrimonio i<strong>de</strong>al. Siempre se hablaban con amabilidad. Y se querían<br />

tanto...


Salió <strong>de</strong> la ducha, se enfundó el albornoz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y se<br />

enroscó una toalla en la cabeza. Bueno, esperaba que fuera el<br />

albornoz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, aunque no olía como él. Tras ponerse las<br />

zapatillas, regresó al dormitorio en busca <strong>de</strong> ropa limpia. Encontró<br />

unos calcetines, una camiseta blanca y unos bóxers <strong>de</strong> Princeton y<br />

esperó que no le fueran excesivamente gran<strong>de</strong>s. Dirigiéndose luego<br />

hacia el gran armario empotrado, encendió la luz interior y vio la ropa<br />

meticulosamente organizada en la pared <strong>de</strong> enfrente y en las dos<br />

laterales.<br />

Rebuscó en el montón <strong>de</strong> jerséis y chaquetas. Casi todos eran<br />

<strong>de</strong> cachemira, <strong>de</strong> la marca Loro Piana, y estaban colocados con<br />

esmero en los compartimentos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Rápidamente, se <strong>de</strong>cidió<br />

por el ver<strong>de</strong> coche <strong>de</strong> carreras inglés y comprobó con satisfacción que<br />

había recobrado su esplendor inicial. Al llevárselo a la nariz, aspiró el<br />

aroma a Aramis y a <strong>Gabriel</strong>. Se lo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber puesto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

llevarlo a la tintorería.<br />

En ese momento, algo brillante captó su atención. Apoyadas<br />

contra la pared y medio ocultas por los abrigos y las chaquetas <strong>de</strong> los<br />

trajes estaban las fotos en blanco y negro. Reconoció la quinta<br />

fotografía, la que había estado sobre el cabecero <strong>de</strong> la cama. Era una<br />

fotografía ligeramente erótica y casi tierna.<br />

«No <strong>de</strong>bería sentirse avergonzado <strong>de</strong> esta foto.» Julia <strong>de</strong>seó que<br />

su espalda fuera tan hermosa como aquélla. Y una parte <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>seó<br />

también que algún día <strong>Gabriel</strong> la mirara como el hombre <strong>de</strong> la<br />

fotografía miraba a la mujer. Aunque sólo fuera una vez.<br />

Regresó al baño y se miró al espejo. Se notaba que estaba<br />

cansada. Estaba pálida, como casi siempre, y algo ojerosa. Tenía los<br />

ojos vidriosos y se le marcaban las venas <strong>de</strong>l cuello. Lo cierto era que<br />

tenía un aspecto enfermizo, tras aquella dos semanas <strong>de</strong> tensión y<br />

falta <strong>de</strong> sueño. <strong>El</strong> contraste entre la piel tan pálida y el pelo tan oscuro<br />

no ayudaba. Como tampoco el hecho <strong>de</strong> que Rachel se hubiera<br />

olvidado <strong>de</strong> comprar maquillaje para las invitadas.<br />

«Menudo fallo», pensó, con ironía.<br />

Cuando acabó <strong>de</strong> vestirse, se dirigió a la cocina. <strong>Gabriel</strong> no<br />

había regresado aún. Tras sacar el móvil y el sobre acolchado, metió<br />

la ropa usada en la mochila y luego se sentó en uno <strong>de</strong> los taburetes<br />

<strong>de</strong> la barra para revisar el buzón <strong>de</strong> voz. Tenía cinco mensajes <strong>de</strong><br />

Paul, cada uno más frenético que el anterior. En el último le <strong>de</strong>cía que<br />

estaba frente a su casa, en la avenida Madison, llamando al timbre.<br />

«Scheiße.» No podía explicarle lo que había pasado, pero


tampoco podía seguir ignorándolo. Se inventó una excusa y le envió<br />

un mensaje:<br />

Hola, Paul. Lo siento. No oí el timbre. ¿Se habrá roto? Emerson<br />

me abroncó, pero no tengo que <strong>de</strong>jar el curso (uff). Tengo que<br />

encontrar nuevo director. Estoy en ello. Hablamos luego. Gracias.<br />

Julia.<br />

Esperaba que el mensaje fuera suficiente para parar el golpe,<br />

mientras pensaba una excusa mejor. Suponía que tendría que<br />

comentarlo con <strong>Gabriel</strong> para unificar las coartadas.<br />

Al recordar algo que <strong>Gabriel</strong> había dicho el día anterior, abrió el<br />

sobre que le había <strong>de</strong>jado en el casillero. Dentro, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l<br />

sujetador negro, encontró su iPod. Se puso los auriculares y buscó en<br />

la sección <strong>de</strong> canciones añadidas recientemente, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrió que<br />

él había incorporado dos.<br />

La primera era Prospero’s Speech, <strong>de</strong> Loreena McKennitt. Julia<br />

escuchó sorprendida la evocadora voz femenina cantando el famoso<br />

discurso <strong>de</strong> Próspero <strong>de</strong> La Tempestad <strong>de</strong> Shakesperare:<br />

Liberadme ahora con vuestros aplausos.<br />

Vuestro gentil aliento es el viento<br />

que mis velas impulsa. Sin él, fracasa mi proyecto<br />

que no es otro que complaceros. Pero ahora quiero,<br />

con ayuda <strong>de</strong>l buen vino<br />

y <strong>de</strong>l arte más fino,<br />

conseguir vuestro favor para no <strong>de</strong>sesperar.<br />

Con ayuda <strong>de</strong> los dioses,<br />

que perdonan los errores,<br />

espero que seáis capaces <strong>de</strong> perdonar los míos.<br />

Igual que vosotros esperáis perdón por vuestros pecados.<br />

Que vuestra benevolencia me libere.<br />

Julia la escuchó dos veces más, sorprendida tanto por la letra<br />

como por la música. Ya sabía que <strong>Gabriel</strong> era un hombre intenso,<br />

Grace se lo había dicho y ella misma lo había experimentado durante<br />

su primer encuentro, cuando la había mirado a los ojos como si nunca<br />

hubiera visto a una mujer.<br />

—¿Julianne?


<strong>El</strong>la soltó un grito y se cubrió la boca con la mano. Tenía a<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>lante, con tres bolsas en una mano y un ramo <strong>de</strong> lirios lila en<br />

la otra. Se quitó los auriculares y se lo quedó mirando fijamente. Él<br />

bajó la vista hacia el iPod y sonrió.<br />

Julia le <strong>de</strong>volvió la sonrisa. Como respuesta, <strong>Gabriel</strong> se inclinó y<br />

le dio un beso en la mejilla izquierda y luego otro en la <strong>de</strong>recha. <strong>El</strong>la<br />

creyó que iba a besarla en los labios y, cuando no lo hizo, se sintió<br />

<strong>de</strong>cepcionada. Sin embargo, el casto contacto fue suficiente para que<br />

se le acelerara el corazón. Ruborizándose, se miró las manos.<br />

—Buenos días, Julianne. Me alegro <strong>de</strong> que te hayas quedado.<br />

¿Has dormido bien? —le preguntó suavemente.<br />

—Al principio no, pero luego sí.<br />

—A mí me ha pasado lo mismo.<br />

Dejó las cosas en la barra <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno. No la tocó, pero le miró<br />

los <strong>de</strong>dos.<br />

Julia se estremeció al recordar lo que él había hecho la noche<br />

anterior.<br />

—¿Tienes frío?<br />

—No.<br />

—Estás temblando —señaló, frunciendo el cejo—. ¿Te pongo<br />

nerviosa?<br />

—Un poco.<br />

<strong>Gabriel</strong> empezó a guardar las provisiones.<br />

—¿Qué has comprado? —Julia señaló las bolsas.<br />

—Pastas y una baguette. Hay una pana<strong>de</strong>ría francesa a la vuelta<br />

<strong>de</strong> la esquina que prepara el mejor pain au chocolat <strong>de</strong> la ciudad.<br />

También he comprado queso en la tienda <strong>de</strong> abajo, fruta y una<br />

sorpresa.<br />

—¿Una sorpresa?<br />

—Sí. —<strong>Gabriel</strong> sonrió y esperó.<br />

<strong>El</strong>la arrugó la nariz.<br />

—¿No vas a <strong>de</strong>cirme <strong>de</strong> qué se trata?<br />

—Si te lo dijera, no sería una sorpresa.<br />

Julia puso los ojos en blanco y él se echó a reír antes <strong>de</strong><br />

confesar:<br />

—Baci.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó.<br />

«¿Besos?»<br />

Al ver que no entendía el doble sentido, sacó algo <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las<br />

bolsas y lo sostuvo en la palma <strong>de</strong> la mano, mostrándolo como si fuera


una manzana y tratara <strong>de</strong> tentar a un caballo.<br />

La similitud no le pasó <strong>de</strong>sapercibida a Julia, que arrugó la nariz<br />

mientras miraba la pequeña chocolatina envuelta en papel <strong>de</strong> plata.<br />

—Me he acordado <strong>de</strong> que te gustan. Cuando Antonio te dio uno,<br />

le dijiste que eran tus favoritos.<br />

—Lo son, pero se supone que si un hombre me ofrece dulces no<br />

<strong>de</strong>bo aceptarlos. ¿No fue eso lo que me or<strong>de</strong>naste en Lobby cuando<br />

fuimos con Rachel?<br />

Julia cogió el bombón, lo <strong>de</strong>senvolvió y se lo metió en la boca.<br />

—Yo no te doy ór<strong>de</strong>nes.<br />

—¿Te estás riendo <strong>de</strong> mí? —preguntó ella, abriendo mucho los<br />

ojos mientras se comía el bombón.<br />

—No.<br />

—¿De qué planeta has salido? Hola, me llamo <strong>Gabriel</strong> y soy <strong>de</strong>l<br />

planeta <strong>de</strong> los que damos ór<strong>de</strong>nes sin parar y no nos damos cuenta.<br />

—Muy graciosa, Julianne. —Se aclaró la garganta y la miró<br />

fijamente—. Ahora en serio. ¿De verdad crees que te doy ór<strong>de</strong>nes?<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no haces otra cosa. Cuando hablas con la gente, sólo<br />

usas un tiempo verbal y es el imperativo: haz esto, haz lo otro, ven<br />

aquí... Y para empeorar las cosas, al igual que Paul, piensas que<br />

<strong>de</strong>bería vivir en un zoo. O en un libro infantil.<br />

Al oír el nombre <strong>de</strong> Paul, la expresión <strong>de</strong> él se ensombreció.<br />

—Ayer alguien tenía que tomar las riendas <strong>de</strong> la situación. Sólo<br />

trataba <strong>de</strong> protegernos a los dos. Te pedí que hablaras conmigo,<br />

llevaba días suplicándotelo, pero no me escuchabas.<br />

—¿Qué podía hacer? Eres una montaña rusa emocional y<br />

quería bajar antes <strong>de</strong> hacerme daño. Nunca sé cuándo vas a ser dulce<br />

y susurrarme algo que me <strong>de</strong>je sin aliento o a <strong>de</strong>cirme algo tan<br />

mezquino que me rompa el... —Se interrumpió.<br />

<strong>Gabriel</strong> carraspeó.<br />

—Siento haber sido mezquino. No tengo excusa.<br />

<strong>El</strong>la dijo algo entre dientes.<br />

—A veces es difícil hablar contigo —continuó él—. Nunca sé lo<br />

que estás pensando. Sólo dices lo que piensas cuando te enfadas.<br />

Como ahora.<br />

Julia inspiró por la nariz.<br />

—No estoy furiosa.<br />

—En ese caso, me gustaría que habláramos un rato.<br />

Arriesgándose, <strong>Gabriel</strong> alargó la mano y le acarició los largos<br />

rizos húmedos.


—Hueles a vainilla —susurró.<br />

—Es tu champú.<br />

—¿Crees que soy un mandón?<br />

—Sí.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró.<br />

—Supongo que es la costumbre. Llevo tantos años viviendo solo<br />

que me he vuelto grosero. No tengo práctica en ser amable. Pero<br />

tendré cuidado con cómo te hablo a partir <strong>de</strong> ahora. Respecto a Paul,<br />

me parece ofensivo que te llame conejo. Los conejos acaban en una<br />

cazuela, así que eso <strong>de</strong>be acabar. Pero ¿qué problema tienes con que<br />

te llame gatita? Pensaba que era... dulce.<br />

—No lo es cuando tienes veintitrés años, eres menuda y estás<br />

tratando <strong>de</strong> que te tomen en serio en el ámbito académico.<br />

—¿Ni siquiera cuando tienes veintitrés años y eres preciosa y<br />

alguien <strong>de</strong> treinta y tres años <strong>de</strong>l ámbito académico te lo dice porque<br />

cree que eres muy, muy sexy?<br />

Julia le apartó la mano.<br />

—No te burles <strong>de</strong> mí, <strong>Gabriel</strong>. Es muy cruel.<br />

—Nunca me burlaría <strong>de</strong> ti —dijo él, muy serio—. Julianne,<br />

mírame.<br />

<strong>El</strong>la mantuvo los ojos clavados en el suelo.<br />

<strong>Gabriel</strong> aguardó impaciente hasta que los levantó.<br />

—Nunca me burlaría <strong>de</strong> ti. Y menos con algo así.<br />

Julia hizo una mueca y apartó la vista.<br />

—Gatita suena como algo que se le dice a una amante<br />

—protestó, ruborizándose, mientras <strong>Gabriel</strong> seguía guardando la<br />

compra.<br />

Cuando acabó, él le dijo:<br />

—Significó mucho para mí que vinieras a la cama anoche y<br />

po<strong>de</strong>r dormirme abrazado a ti. Gracias.<br />

<strong>El</strong>la siguió sin mirarlo.<br />

—Mírame, por favor —susurró <strong>Gabriel</strong>.<br />

Sus ojos se encontraron y a Julia la sorprendió la expresión <strong>de</strong><br />

él. Estaba preocupado.<br />

—¿Te avergüenzas <strong>de</strong> haberte metido en mi cama?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Me recordó nuestra primera noche juntos.<br />

—A mí también —murmuró Julia.<br />

—Siento no haber estado cuando te has <strong>de</strong>spertado esta<br />

mañana. Me he <strong>de</strong>spertado <strong>de</strong> madrugada. Dormida me has


ecordado a La <strong>de</strong>speinada <strong>de</strong> Leonardo da Vinci. Se te veía tan<br />

serena con la cabeza apoyada en mi hombro... Y muy, muy hermosa.<br />

—Se inclinó sobre ella por encima <strong>de</strong> la barra <strong>de</strong> la cocina y la besó<br />

dulcemente en la frente—. Entonces, ¿has dormido bien?<br />

—Demasiado bien. ¿Por qué encendiste velas en tu dormitorio?<br />

Él le acarició una ceja con el <strong>de</strong>do.<br />

—Quería que pudieras ver el cuadro <strong>de</strong> Holiday. Y sé que no te<br />

gusta la oscuridad. Tenía miedo <strong>de</strong> que te asustaras y te fueras.<br />

—Fue, ejem, muy consi<strong>de</strong>rado por tu parte. Gracias.<br />

Sin apartarle la mano <strong>de</strong> la mejilla, <strong>Gabriel</strong> clavó en ella sus ojos<br />

azules. Julia sintió que su mirada la quemaba.<br />

—Soy un buen amante, Julianne, en todos los sentidos.<br />

Cuando él se volvió, ella trató <strong>de</strong> recobrar el aliento, sin<br />

conseguirlo <strong>de</strong>l todo.<br />

—¿Por qué te enfadaste tanto conmigo el primer día <strong>de</strong><br />

seminario?<br />

—No estaba enfadado contigo. Estaba preocupado y <strong>de</strong> mal<br />

humor. Me resultabas familiar. Te hice una pregunta para que me<br />

miraras a la cara y, cuando me ignoraste, perdí los nervios. No estoy<br />

acostumbrado a que me ignoren.<br />

<strong>El</strong>la se mordió el labio inferior.<br />

—Sé que eso no es excusa. No trato <strong>de</strong> excusarme, sólo <strong>de</strong><br />

darte una explicación. Al verte, se removieron muchas cosas en mi<br />

interior. No sabía qué me estaba pasando y reaccioné mal. Reaccioné<br />

atacando. Mi mala educación contigo es totalmente inexcusable.<br />

—<strong>Gabriel</strong> le liberó el labio—. Pero recibí mi castigo minutos <strong>de</strong>spués.<br />

Scott me llamó para <strong>de</strong>cirme que Grace había muerto. Que había<br />

muerto susurrando mi nombre, porque no estaba allí. Me dijo que no<br />

había muerto en paz por mi culpa...<br />

Julia le sujetó la mano entre las suyas y, sin pensar lo que hacía,<br />

se la besó.<br />

—Lo siento mucho.<br />

Él se le acercó más y la besó en los labios. Permanecieron así<br />

durante unos instantes, hasta que <strong>Gabriel</strong> empezó a cambiar el peso<br />

<strong>de</strong> pie. Julia reconoció el gesto que hacía siempre cuando se<br />

inquietaba y murmuró:<br />

—Tengo hambre.<br />

—Quieres que te dé <strong>de</strong> comer.<br />

<strong>El</strong>la asintió, notando que una oleada <strong>de</strong> calor le recorría el<br />

cuerpo al recordar cómo había hecho eso mismo la noche anterior.


—¿Café latte o exprés? —le preguntó, dirigiéndose a la máquina<br />

<strong>de</strong> café.<br />

—Café latte, por favor.<br />

Julia se levantó y se acercó a los lirios<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s ponerlos en agua, por favor? Hay un jarrón <strong>de</strong> cristal<br />

sobre el bufet <strong>de</strong>l comedor. Pue<strong>de</strong>s quitar los jacintos <strong>de</strong> anoche o<br />

<strong>de</strong>jarlos don<strong>de</strong> están.<br />

<strong>El</strong>la fue al comedor y volvió a admirar la belleza <strong>de</strong>l mueble <strong>de</strong><br />

ébano.<br />

—Oí la música que sonaba anoche. Era preciosa.<br />

—La música clásica me resulta muy relajante. Espero que no te<br />

molestara.<br />

—No, en absoluto. ¿Por qué has elegido lirios?<br />

—Fleur-<strong>de</strong>-lis —respondió, como si fuera obvio. Le sirvió el café<br />

con leche en una taza gran<strong>de</strong>, al estilo parisino—. Y sé que el lila es tu<br />

color favorito.<br />

—Son mis flores favoritas —comentó ella con timi<strong>de</strong>z.<br />

—Las mías también, probablemente porque son el símbolo <strong>de</strong><br />

Florencia. Aunque supongo que para ti <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> tener un significado<br />

más profundo.<br />

Le guiñó un ojo para suavizar la impertinencia <strong>de</strong> su comentario<br />

y siguió preparando el <strong>de</strong>sayuno.<br />

Julia resopló. Sabía a qué se estaba refiriendo: los lirios se<br />

convirtieron en símbolo <strong>de</strong> la Virgen María durante la Edad Media y,<br />

por tanto, habían quedado asociados a la virginidad. Al regalarle lirios,<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba rindiendo homenaje a su pureza. Lo que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong><br />

ser curioso, teniendo en cuenta que quería ser su amante.<br />

«Tal vez habla en serio cuando dice que quiere ser mi amigo.»<br />

Julia cogió la taza y el jarrón y volvió al comedor. Se sentó y,<br />

mientras bebía el café a sorbitos, pensó en cómo formular lo que tenía<br />

que <strong>de</strong>cirle.<br />

Él se reunió con ella poco <strong>de</strong>spués, llevando el resto <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sayuno y sentándose a su lado.<br />

—Buon appetito.<br />

Julia llegó a la conclusión <strong>de</strong> que se estaba alimentando mejor<br />

en casa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> que en toda su vida, con la única excepción <strong>de</strong> la<br />

temporada que pasó en Italia. Ante ella había un plato <strong>de</strong> fruta fresca,<br />

otro <strong>de</strong> pain au chocolat y otro con rebanadas <strong>de</strong> baguette y trozos <strong>de</strong><br />

queso. Distinguió entre otros, brie, mimolette y gorgonzola. <strong>Gabriel</strong><br />

había <strong>de</strong>corado los platos con perejil y gajos <strong>de</strong> naranja.


Levantó la copa con su cóctel y esperó a que ella hiciera lo<br />

mismo.<br />

—Son Bellinis, no Mimosas. He pensado que te gustarían más.<br />

Después <strong>de</strong> brindar, Julia bebió un sorbo.<br />

«Sabe a melocotón burbujeante», pensó.<br />

Estaba mucho más rico que el zumo <strong>de</strong> naranja. Aunque se<br />

preguntó por qué él habría <strong>de</strong>cidido volver a beber.<br />

—Esto se te da francamente bien.<br />

—¿<strong>El</strong> qué?<br />

—Seducir a tus invitadas con la comida. Estoy segura <strong>de</strong> que<br />

nunca quieren irse.<br />

Él <strong>de</strong>jó el tenedor sobre el plato algo bruscamente y se limpió los<br />

labios con la servilleta, fulminándola con la mirada.<br />

—No suelo tener invitadas que se que<strong>de</strong>n a dormir. Y mucho<br />

menos a <strong>de</strong>sayunar. Pensaba que era obvio que tú eres diferente, que<br />

te estoy tratando <strong>de</strong> manera diferente... —Negó con la cabeza—.<br />

Aunque supongo que no lo es.<br />

—Has dicho que querías hablar —dijo ella, cambiando <strong>de</strong> tema.<br />

—Sí, me gustaría preguntarte algunas cosas. Y <strong>de</strong>cirte algunas<br />

otras también.<br />

—No he aceptado someterme a una inquisición.<br />

—Esto no se parece en nada a una inquisición. Quiero<br />

preguntarte algunas cosas, sobre todo porque cuando te conocí no<br />

estaba <strong>de</strong>l todo lúcido. Discúlpame por querer hacerme una i<strong>de</strong>a más<br />

clara <strong>de</strong> lo que pasó —replicó con sarcasmo.<br />

Julia cogió una fresa y se la llevó a la boca.<br />

«Muy bien, que pregunte lo que quiera. Yo también le haré unas<br />

cuantas preguntas. Y no serán bonitas.»<br />

—Antes <strong>de</strong> empezar, creo que <strong>de</strong>beríamos establecer unas<br />

normas básicas. Me gustaría que discutiéramos el pasado antes <strong>de</strong><br />

pasar a hablar <strong>de</strong>l presente o <strong>de</strong>l futuro. ¿De acuerdo?<br />

—De acuerdo —contestó Julia.<br />

—Y te prometo que lo que me digas será estrictamente<br />

confi<strong>de</strong>ncial. Espero que me hagas partícipe <strong>de</strong> la misma cortesía.<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Te gustaría poner tú alguna norma?<br />

—Ejem, no. Sólo que seamos totalmente sinceros.<br />

—Por supuesto. Bien, empiezo yo. ¿Cuántos años tenías<br />

cuando nos conocimos?<br />

—Los mismos que Rachel. —Julia empezó a respon<strong>de</strong>r con


evasivas, pero al ver la mirada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> añadió—: Diecisiete.<br />

—¿Diecisiete?<br />

Maldijo varias veces y bebió un buen trago <strong>de</strong> su Bellini. Su<br />

respuesta lo había afectado, lo que la sorprendió bastante.<br />

—¿Por qué viniste a verme aquella noche?<br />

—No lo hice. Me invitaron a cenar, pero cuando llegué, Rachel y<br />

Aaron estaban a punto <strong>de</strong> marcharse. Oí un ruido y te vi en el porche.<br />

<strong>Gabriel</strong> se quedó unos instantes callado, reflexionando.<br />

—¿Sabías quién era yo?<br />

—Hablaban <strong>de</strong> ti todo el rato.<br />

—¿Sabías lo jodido que estaba?<br />

—No, nunca hablaban mal <strong>de</strong> ti, al menos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Ni<br />

siquiera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquello. Sólo <strong>de</strong>cían cosas buenas.<br />

—¿Qué pasó por la mañana?<br />

Ésa era la parte <strong>de</strong> la que Julia no quería hablar. Ignorando su<br />

pregunta, empezó a comerse una pasta, sabiendo que no la forzaría a<br />

contestar con la boca llena.<br />

—Es importante, Julianne. Quiero saber qué pasó. Mis<br />

recuerdos <strong>de</strong> la mañana siguiente son muy borrosos.<br />

<strong>El</strong>la le dirigió una mirada agresiva.<br />

—¿Ah, sí? Bueno, pues <strong>de</strong>ja que te lo aclare. Me <strong>de</strong>sperté <strong>de</strong><br />

madrugada, sola, en medio <strong>de</strong>l bosque, don<strong>de</strong> tú me habías <strong>de</strong>jado.<br />

Estaba aterrorizada, así que cogí la manta y salí corriendo. Pero no<br />

conocía el camino y aún estaba oscuro. Vagué por el bosque,<br />

histérica, durante dos horas, hasta que logré volver a casa <strong>de</strong> tus<br />

padres. —Se echó a temblar—. Pensaba que no lo lograría nunca.<br />

—Así que eso fue lo que pasó... —susurró <strong>Gabriel</strong>.<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir?<br />

—Yo no te abandoné allí.<br />

—¿Cómo lo llamarías tú?<br />

—Me <strong>de</strong>sperté antes que tú. Estabas dormida entre mis brazos y<br />

no quería <strong>de</strong>spertarte, pero tenía que... aliviarme. Así que me alejé.<br />

Me fumé un cigarro y recogí unas cuantas manzanas. Cuando volví,<br />

ya no estabas. Regresé a la casa, pero tampoco estabas allí. Supuse<br />

que te habrías marchado. Subí a la habitación y me quedé frito en la<br />

cama.<br />

—¿Pensaste que me había ido?<br />

—Sí —respondió él, mirándola fijamente.<br />

—¡Te llamé, <strong>Gabriel</strong>! ¡Te llamé a gritos!<br />

—No te oí. Tenía resaca. Y probablemente me alejé más <strong>de</strong> la


cuenta.<br />

—Mientras estuviste conmigo no fumaste —comentó ella,<br />

<strong>de</strong>sconfiada.<br />

—No. Fumaba poco. Y luego lo <strong>de</strong>jé <strong>de</strong>l todo.<br />

—¿Por qué no me buscaste?<br />

Los ojos <strong>de</strong> él se nublaron. Julia apartó la vista, incapaz <strong>de</strong><br />

soportar el peso <strong>de</strong> la culpabilidad.<br />

—Mi familia me <strong>de</strong>spertó horas más tar<strong>de</strong> exigiéndome que<br />

recogiera los <strong>de</strong>strozos que había causado la noche anterior. Cuando<br />

pregunté dón<strong>de</strong> estaba Beatriz, me dijeron que sufría alucinaciones.<br />

—¿Y Rachel?<br />

—Me marché antes <strong>de</strong> que ella volviera. Pasó varios meses sin<br />

hablarme.<br />

—No mientas, <strong>Gabriel</strong>. Devolví la chaqueta. La doblé y la <strong>de</strong>jé<br />

encima <strong>de</strong> la manta, en el porche. Eso era una pista. Y mi bicicleta,<br />

¿nadie la vio?<br />

—No sé lo que vieron los <strong>de</strong>más. Grace me dio la chaqueta y<br />

nadie te mencionó. Pero aunque lo hubieran hecho, no habría<br />

reconocido tu nombre. Fue como si hubiera estado con un fantasma.<br />

—¿Cómo pudiste pensar que había sido un sueño? No estabas<br />

tan borracho.<br />

Él cerró los ojos y apretó los puños, tensando los tendones <strong>de</strong><br />

los brazos. Cuando volvió a abrir los ojos, los mantuvo clavados en la<br />

mesa.<br />

—Porque, aparte <strong>de</strong> aturdido por la resaca, estaba hasta arriba<br />

<strong>de</strong> coca.<br />

Zas. <strong>El</strong> cuento <strong>de</strong> hadas <strong>de</strong> Julia acababa <strong>de</strong> estamparse contra<br />

el muro <strong>de</strong> la realidad. Ahogó un grito y abrió mucho los ojos.<br />

—¿Rachel no te contó la causa <strong>de</strong> la pelea? Cuando Richard me<br />

recogió en el aeropuerto <strong>de</strong> Harrisburg, se dio cuenta <strong>de</strong> que me había<br />

metido algo. Antes <strong>de</strong> cenar, registró mi habitación y la encontró.<br />

Cuando me lo echó en cara, exploté.<br />

Julia cerró los ojos y apoyó la cara en las manos.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció inmóvil, esperando que dijera algo.<br />

—Cocaína —susurró.<br />

Él se removió en el asiento.<br />

—Sí.<br />

—Pasé la noche en el bosque, a solas con un cocainómano <strong>de</strong><br />

veintisiete años colocado y resacoso. ¡Qué idiota soy!<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los dientes.


—Julianne, no eres idiota. Yo soy el único culpable. No <strong>de</strong>bí<br />

alejarte <strong>de</strong> la casa en mi estado.<br />

Julia soltó el aire y empezó a temblar.<br />

—Mírame, Julianne.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Aquella mañana vi a tu padre —continuó él.<br />

—¿Ah, sí? —Julia levantó la cabeza.<br />

—Ya sabes cómo son las cosas en los pueblos. Cuando Richard<br />

llevó a Scott al hospital y ninguno <strong>de</strong> los dos explicó lo que había<br />

pasado, empezaron a exten<strong>de</strong>rse los rumores. Tu padre se enteró y<br />

fue a ver si podía echar una mano.<br />

—Nunca lo mencionó.<br />

—Richard y Grace se sentían avergonzados. Tu padre sin duda<br />

quería protegerlos <strong>de</strong> las habladurías. Y nadie sabía lo que había<br />

pasado entre nosotros... —Negó con la cabeza lentamente—. ¿Por<br />

qué no se lo contaste a Rachel?<br />

—Estaba traumatizada por el miedo. Y humillada.<br />

<strong>Gabriel</strong> hizo una mueca. Le cogió la mano y la miró fijamente.<br />

—¿No recuerdas lo que sucedió entre nosotros?<br />

<strong>El</strong>la apartó la mano bruscamente.<br />

—¡Claro que lo recuerdo! Por eso lo pasé tan mal. Recordaba<br />

esa noche una y otra vez y me repetía que <strong>de</strong>biste <strong>de</strong> tener una buena<br />

razón para marcharte. Pero otras veces no podía quitarme <strong>de</strong> la<br />

cabeza que me abandonaste y tenía pesadillas en las que vagaba<br />

perdida por el bosque. ¿Y sabes lo más triste <strong>de</strong> todo? Estuve<br />

esperando que volvieras. Pasé años esperando que te presentaras<br />

ante mi puerta y dijeras que querías volver conmigo. Que no habías<br />

mentido al <strong>de</strong>cirme que te alegrabas <strong>de</strong> haberme encontrado. Patético,<br />

¿no?<br />

—No, no es patético. Entiendo que pensaras que te había<br />

abandonado, pero te juro que no lo hice. Créeme. Si hubiera pensado<br />

que eras real y que vivías en Selinsgrove, me habría presentado ante<br />

tu puerta hace mucho tiempo. —<strong>Gabriel</strong> carraspeó y Julia sintió la<br />

vibración a través <strong>de</strong> sus rodillas unidas bajo la mesa—. Soy un<br />

adicto. No lo puedo evitar . Y necesito controlarlo todo, tanto a las<br />

personas como las cosas. No puedo cambiar eso.<br />

—¿Estás colocado ahora?<br />

—¡Claro que no! ¿Crees que te haría algo así?<br />

—Si eres un adicto, lo eres siempre. Que yo esté aquí o no lo<br />

esté no tiene importancia.


—Para mí tiene mucha importancia.<br />

—Las personas con personalidad adictiva se enganchan a<br />

cualquier cosa: las drogas, el alcohol, el sexo, la gente... ¿ Y si te<br />

vuelves adicto a mí?<br />

—Ya soy adicto a ti, Beatriz. Y te aseguro que eres mucho más<br />

peligrosa que la cocaína.<br />

Julia alzó las cejas, sorprendida.<br />

Él volvió a cogerle la mano y le acarició las venas que<br />

<strong>de</strong>stacaban en su pálida y <strong>de</strong>lgada muñeca.<br />

—Lo reconozco. Soy <strong>de</strong>structivo. Tengo bruscos cambios <strong>de</strong><br />

humor y muy mal carácter. Algunas <strong>de</strong> esas cosas tienen que ver con<br />

mi personalidad adictiva; otras con mi pasado.<br />

»¿Fue un error tan imperdonable por mi parte pensar que tu<br />

existencia era fruto <strong>de</strong> mi imaginación o... la corona <strong>de</strong> la creación <strong>de</strong><br />

Dios?<br />

Sus palabras y su expresión eran tan intensas que Julia tuvo que<br />

soltarse. La combinación <strong>de</strong> su voz y el tacto <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos<br />

acariciándole las venas era tan ardiente que temió que la piel se le<br />

incendiara y quedara convertida en un montón <strong>de</strong> ceniza.<br />

—¿Todavía te drogas?<br />

—No.<br />

—¿Ni siquiera drogas blandas?<br />

—No. Después <strong>de</strong>l vergonzoso episodio en Selinsgrove, Grace<br />

me convenció para que buscara ayuda. Pensaba suicidarme, pero<br />

antes necesitaba dinero para poner en or<strong>de</strong>n mis asuntos. La noche<br />

que pasé contigo lo cambió todo. Cuando me dijeron que Beatriz no<br />

existía, pensé que eras una alucinación o un ángel. Y que cualquiera<br />

<strong>de</strong> los dos casos podían ser una muestra <strong>de</strong> que Dios se había<br />

apiadado <strong>de</strong> mí y te había enviado para salvarme. «Lo seme di felicità<br />

messo <strong>de</strong> Dio nell’ anima ben posta.»<br />

Julia cerró los ojos al oír las palabras <strong>de</strong> Dante en <strong>El</strong> banquete:<br />

«La semilla <strong>de</strong> la felicidad que Dios envía a una alma dispuesta a<br />

recibirla».<br />

<strong>Gabriel</strong> se aclaró la garganta.<br />

—Scott accedió a no <strong>de</strong>nunciarme a cambio <strong>de</strong> que me<br />

sometiera a tratamiento inmediatamente. Richard me llevó a Fila<strong>de</strong>lfia<br />

ese mismo día y me ingresó en un hospital. Tras el tratamiento<br />

intensivo inicial, me llevó <strong>de</strong> vuelta a Boston y me apuntó a<br />

rehabilitación más cerca <strong>de</strong> mi... trabajo.<br />

Volvió a removerse inquieto en la silla.


—¿Por qué querías matarte, <strong>Gabriel</strong>?<br />

—No puedo <strong>de</strong>círtelo.<br />

—¿Por qué no?<br />

—No sé qué pasaría si resucitara esos viejos <strong>de</strong>monios, Beatriz.<br />

—¿Aún piensas en el suicidio?<br />

<strong>Gabriel</strong> carraspeó.<br />

—No. Parte <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>presión estaba causada por las drogas. <strong>El</strong><br />

resto por... otras circunstancias <strong>de</strong> mi vida que he tratado <strong>de</strong><br />

en<strong>de</strong>rezar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. Pero no hace falta que te diga que una<br />

persona que recurre al suicidio es alguien que ha perdido la<br />

esperanza. Yo la encontré cuando te conocí a ti.<br />

Sus ojos ardían con tanta intensidad que Julia cambió <strong>de</strong> tema.<br />

—¿Tu madre era alcohólica?<br />

—Sí.<br />

—¿Y tu padre?<br />

—Nunca hablo <strong>de</strong> él.<br />

—Rachel me contó lo <strong>de</strong>l dinero.<br />

—Es lo único bueno que hizo en la vida —gruñó <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Eso no es cierto —replicó Julia suavemente.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Porque también te hizo a ti.<br />

La expresión <strong>de</strong> él se suavizó y le besó el dorso <strong>de</strong> la mano.<br />

—¿Tu padre era alcohólico? —insistió ella.<br />

—No lo sé. Sé que era el director ejecutivo <strong>de</strong> una empresa <strong>de</strong><br />

Nueva York y que murió <strong>de</strong> un ataque al corazón. No me molesté en<br />

averiguar nada más.<br />

—¿Y tú? ¿Eres alcohólico?<br />

—No.<br />

<strong>El</strong>la dobló la servilleta con <strong>de</strong>dos temblorosos y separó la silla <strong>de</strong><br />

la mesa.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que ya no te drogues y <strong>de</strong> que estés tan<br />

recuperado, pero tienes que saber que nunca ligaré mi vida a la <strong>de</strong> un<br />

alcohólico. La existencia es <strong>de</strong>masiado corta para tanto sufrimiento.<br />

Él la miró con interés.<br />

—Estoy <strong>de</strong> acuerdo. Pero si pasaras algo más <strong>de</strong> tiempo<br />

conmigo te darías cuenta <strong>de</strong> que no soy alcohólico. Te juro que no<br />

volveré a emborracharme. Es una pena que hayas sido testigo <strong>de</strong> la<br />

única vez que lo he hecho en los últimos seis meses.<br />

—Mi madre fue a rehabilitación varias veces, pero nunca<br />

aguantó mucho. ¿Qué pasará si vuelves a drogarte? Aparte <strong>de</strong> esa


fijación que roza el <strong>de</strong>lirio con Beatriz. Yo no soy ella, <strong>Gabriel</strong>. Tú<br />

buscas un i<strong>de</strong>al, o una ilusión creada por las drogas, no a mí.<br />

—Llevo limpio seis años. No es que acabe <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />

rehabilitación. Sé que estoy cargado <strong>de</strong> <strong>de</strong>fectos, pero me gustaría<br />

conocerte a ti, tal como eres. Quiero que seas tú misma. Sé que eres<br />

más que un sueño. Tu realidad es mucho más hermosa y atractiva que<br />

cualquier sueño. No quiero un sueño. Te quiero a ti.<br />

Una lágrima empezó a <strong>de</strong>slizarse por la mejilla <strong>de</strong> Julia, que se<br />

la secó bruscamente.<br />

—No me conoces. No me conociste aquella noche. Abrazaste a<br />

la Beatriz <strong>de</strong> Dante, a la imagen que te habías formado gracias a los<br />

escritos y al cuadro <strong>de</strong> Holiday, no a mí.<br />

Él negó con la cabeza.<br />

—Lo que sentí fue real. Lo que hice fue real.<br />

—Te lo pareció, pero forma parte <strong>de</strong> la ilusión.<br />

—Fue real, Julia. Lo más real que me ha pasado nunca. En<br />

cuanto te toqué, lo supe. Y cuando volví a tocarte... años <strong>de</strong>spués... te<br />

recordé. Mi cuerpo se acordaba <strong>de</strong>l tuyo. Sólo mi mente consciente te<br />

había olvidado.<br />

—Ya no soy aquella chiquilla. Me he convertido en una mujer,<br />

una mujer que te <strong>de</strong>sagradó a primera vista.<br />

—No es cierto. Te has convertido en una joven preciosa.<br />

—Sólo buscas una mascota.<br />

—No, Beatriz.<br />

—Deja <strong>de</strong> llamarme así —protestó ella, apretando los dientes.<br />

—Lo siento, Julianne. Sé que te he hecho daño. Y soy<br />

consciente <strong>de</strong> que tengo un lado oscuro. ¿Me <strong>de</strong>jarás <strong>de</strong>mostrarte que<br />

también puedo ser bueno? ¿Muy bueno?<br />

—No. Es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. No puedo. —Aunque sentía que el<br />

corazón se le <strong>de</strong>sgarraba, se dirigió al recibidor, recogiendo el abrigo y<br />

la mochila por el camino.<br />

—¿Y lo <strong>de</strong> anoche? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, siguiéndola—. ¿No<br />

significó nada para ti?<br />

—¿Qué <strong>de</strong>bería significar? ¡A ver, te escucho! —lo incitó,<br />

abrazándose a la mochila para protegerse por <strong>de</strong>lante y apoyándose<br />

en la pared para cubrirse la espalda.<br />

<strong>Gabriel</strong> apoyó una mano a cada lado <strong>de</strong> sus hombros y se<br />

inclinó sobre ella.<br />

—¿Tengo que explicártelo? ¿No lo notaste?<br />

Acercó los labios, casi rozando los suyos. Al notar su cálido


aliento sobre la piel, Julia se estremeció.<br />

—¿<strong>El</strong> qué?<br />

—Tu cuerpo junto al mío. Fuiste tú la que vino a mí anoche. Te<br />

metiste en mi cama. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me dijiste que no<br />

podías mantenerte alejada <strong>de</strong> mí? Porque somos almas gemelas, tal<br />

como Aristófanes las <strong>de</strong>scribió, una alma en dos cuerpos. Eres la<br />

mitad que me falta. Eres mi bashert.<br />

—¿Bashert? ¿Acaso sabes lo que significa? <strong>El</strong> Bashert es el<br />

bashert, <strong>Gabriel</strong>, el <strong>de</strong>stino es el <strong>de</strong>stino. Pue<strong>de</strong>s aplicarlo a lo que<br />

quieras. No tengo por qué ser yo.<br />

Él le <strong>de</strong>dicó una sonrisa radiante.<br />

—Tus conocimientos lingüísticos no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rme.<br />

—Conozco esa palabra.<br />

—Por supuesto, preciosa, porque eres muy inteligente.<br />

Le acercó una mano al cuello y empezó a acariciárselo con la<br />

yema <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, para. —Julia le apartó la mano para po<strong>de</strong>r pensar—.<br />

Aunque estés limpio, sigues siendo un adicto. Y yo soy hija <strong>de</strong> una<br />

alcohólica. No pienso volver a pasar por ese <strong>infierno</strong>.<br />

—No te merezco. Lo sé. Conosco i segni <strong>de</strong>ll’ antica fiamma. La<br />

sentí la primera vez que te di la mano. Y la primera vez que te besé.<br />

Anoche seguía estando allí. Las sensaciones, los recuerdos, todo lo<br />

que había sentido la primera vez, volvía a estar allí. Era real. Mírame a<br />

la cara y dime que no significó nada para ti y te <strong>de</strong>jaré marchar.<br />

Julia cerró los ojos para alejarse <strong>de</strong> sus súplicas. No quería oírlo<br />

<strong>de</strong>cir que había reconocido los signos <strong>de</strong> la antigua llama.<br />

—No pue<strong>de</strong>s hacerlo, ¿no es cierto? Tu piel me recuerda, igual<br />

que tu corazón. Desearías que me hubieran olvidado, pero no pue<strong>de</strong>n<br />

hacerlo. Recuérdame, Beatriz. Recuerda a tu primer hombre.<br />

Le rozó el cuello con los labios y el pulso <strong>de</strong> Julia se aceleró. Su<br />

cuerpo era un traidor. No sabía mentir. No actuaba con sensatez. Él<br />

podría pedirle cualquier cosa en esos momentos y ella sería incapaz<br />

<strong>de</strong> negarse. La i<strong>de</strong>a la ponía enferma.<br />

—Por favor, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Por favor, ¿qué? —susurró, <strong>de</strong>positando suaves besos a lo<br />

largo <strong>de</strong> su cuello. Finalmente, se <strong>de</strong>tuvo para sentir el flujo vital <strong>de</strong> su<br />

sangre bajo la boca.<br />

—Por favor, <strong>de</strong>ja que me vaya.<br />

—No puedo. —Le arrancó la mochila y el abrigo <strong>de</strong> las manos y<br />

los tiró al suelo.


—No confío en ti.<br />

—Lo sé.<br />

—Me <strong>de</strong>struirás. Serás mi perdición.<br />

—Nunca.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sujetó la cara entre las manos. Cuando ella cerró los<br />

ojos, se <strong>de</strong>tuvo. Julia aguardó, esperando sentir la suavidad <strong>de</strong> sus<br />

labios sobre los suyos, pero el gesto no llegó. Esperó un poco más y<br />

abrió los ojos.<br />

Los <strong>de</strong> él, gran<strong>de</strong>s y cálidos, la estaban contemplando. Sonreía.<br />

Le acarició la cara con suavidad aquí y allí, como si estuviera<br />

memorizando sus rasgos. Cuando volvió a acariciarle el cuello, arriba<br />

y abajo, con la yema <strong>de</strong> un <strong>de</strong>do, Julia se estremeció.<br />

Le acercó los labios al oído.<br />

—Relájate, cariño —dijo él, antes <strong>de</strong> mordisquearle el lóbulo <strong>de</strong><br />

la oreja y el cuello—. Deja que te muestre lo que soy capaz <strong>de</strong> hacer<br />

cuando me tomo mi tiempo.<br />

Sosteniendo la cara <strong>de</strong> Julia entre sus manos, le rozó la frente<br />

con los labios. Descendió por su nariz, por sus mejillas, por la barbilla.<br />

Cuando ella volvió a cerrar los ojos, le cubrió la boca con los labios. A<br />

esas alturas, Julia ya estaba sin aliento.<br />

En cuanto sus labios se encontraron, una corriente <strong>de</strong> sangre,<br />

calor y energía los recorrió a ambos, pero <strong>Gabriel</strong> no se apresuró. Sus<br />

labios cubrieron los <strong>de</strong> ella completamente y se movieron arriba y<br />

abajo, hasta que sus cuerpos vibraron con la suave fricción. Pero no<br />

abrió la boca. Levantó una mano para sujetarle <strong>de</strong>licadamente la nuca,<br />

masajeándole con suavidad la cabeza y enredándose en su pelo unos<br />

segundos antes <strong>de</strong> volver a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r.<br />

Julia no fue tan <strong>de</strong>licada al agarrarlo por la nuca y hundir los<br />

<strong>de</strong>dos en su pelo. Sus bocas seguían presionando la una contra la<br />

otra, milímetro a milímetro. <strong>Gabriel</strong> sacó la punta <strong>de</strong> la lengua y la<br />

pasó lánguidamente por el labio superior <strong>de</strong> ella, probándola con<br />

discreción antes <strong>de</strong> succionarle el labio inferior.<br />

Era tentador. Era una tortura. Era el beso más lento que <strong>Gabriel</strong><br />

había dado nunca. Su corazón, por el contrario, latía aceleradamente.<br />

Cuando ella gimió contra su boca, él le echó la cabeza hacia atrás<br />

para que abriera la boca. Pero no aceleró el ritmo. Esperó a que la<br />

mandíbula <strong>de</strong> Julia se relajara. Cuando ella no pudo esperar más y<br />

sacó a su vez la punta <strong>de</strong> la lengua para que se reuniera con la suya,<br />

sólo entonces <strong>Gabriel</strong> se dio permiso para aceptar su invitación.<br />

Julia se habría lanzado a un beso enfebrecido, pero él marcaba


el ritmo y quería ir <strong>de</strong>spacio. Besarla con suavidad, tomarse su tiempo.<br />

Tardó una eternidad en bajar las manos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cara <strong>de</strong> Julia hasta<br />

sus hombros. Y media eternidad más en <strong>de</strong>slizárselas por la espalda<br />

hasta encontrar piel <strong>de</strong>snuda. Y durante todo ese tiempo no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

explorarle la boca, como si nunca fuera a tener otra oportunidad <strong>de</strong><br />

hacerlo.<br />

<strong>Gabriel</strong> inspiró hondo y gimió al encontrar los hoyuelos que<br />

había <strong>de</strong>scubierto la noche anterior. Eran territorio inexplorado, nunca<br />

hollado por otras manos, aunque las suyas tampoco tenían <strong>de</strong>recho a<br />

reclamarlo; no tenía <strong>de</strong>recho a reclamar a Julia.<br />

Sus <strong>de</strong>dos se <strong>de</strong>slizaron por su piel mientras ella gemía y se<br />

agarraba a él. Sus sonidos <strong>de</strong> impotencia eran más eróticos que<br />

cualquier ja<strong>de</strong>o lascivo que hubiera emitido. Le perforaba el cuerpo y<br />

se lo inflamaba. Se apretó contra ella, oponiendo tendones <strong>de</strong> acero a<br />

sus <strong>de</strong>licadas y suaves curvas. Fue moviéndose lentamente hasta que<br />

fue su espalda la que se apoyó en la pared. No quería que se sintiera<br />

atrapada ni acorralada. Él en cambio no tenía ningún inconveniente en<br />

<strong>de</strong>jar que ella lo acorralara.<br />

Julia respiraba su aliento cálido y húmedo. Él era su oxígeno. No<br />

lograba <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> besarlo el tiempo necesario para respirar<br />

correctamente y la cabeza empezó a darle vueltas. <strong>El</strong> aturdimiento<br />

hacía que sintiera el roce <strong>de</strong> sus labios con más intensidad, por lo que<br />

no se resistió. Se rindió a las sensaciones, lamiendo, succionando,<br />

moviéndose...<br />

Muy lentamente, <strong>Gabriel</strong> se retiró, interrumpiendo el beso.<br />

Con los pulgares le acarició la piel <strong>de</strong>snuda <strong>de</strong> la cintura.<br />

Cuando ella inspiró bruscamente, <strong>Gabriel</strong> la abrazó con fuerza,<br />

ro<strong>de</strong>ándola con sus brazos y sintiendo cómo sus pechos se le<br />

clavaban en el torso.<br />

—Tienes que acostumbrarte a mis labios, Julia, porque pienso<br />

besarte mucho —la amenazó en broma, besándole el pelo y<br />

sonriendo.<br />

Parecía verda<strong>de</strong>ramente feliz.<br />

Cuando ella por fin pudo hablar, la voz le temblaba.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no te prometo nada. Un beso no cambia las cosas.<br />

La sonrisa se borró <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> él, pero siguió abrazándola con<br />

fuerza. Con un <strong>de</strong>do, le apartó un mechón <strong>de</strong> pelo <strong>de</strong> la cara.<br />

—Sólo te pido una oportunidad para tomarnos las cosas con<br />

calma y tratar <strong>de</strong> curarnos el uno al otro.<br />

—Anoche hablaste <strong>de</strong> ser amigos. Los amigos no se besan así.


<strong>Gabriel</strong> se echó a reír.<br />

—Po<strong>de</strong>mos ser amigos. Po<strong>de</strong>mos seguir el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> amor<br />

cortés si es lo que <strong>de</strong>seas. Tendré que recordarlo la próxima vez que<br />

te bese. Y tú también.<br />

Julia apartó la mirada.<br />

—No me fío <strong>de</strong> ti. Y, aunque lo hiciera, no soy la chica que te<br />

imaginas. Te llevarías una gran <strong>de</strong>cepción.<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

—No estarías satisfecho si tuvieras que conformarte sólo<br />

conmigo. Y en cuanto te <strong>de</strong>s cuenta <strong>de</strong> eso, me <strong>de</strong>jarás. Por eso te<br />

ruego que elijas una pareja que sea sexualmente compatible contigo<br />

antes <strong>de</strong> que uno <strong>de</strong> los dos resulte herido.<br />

Julia vio que <strong>Gabriel</strong> se sofocaba y que sus ojos lanzaban<br />

chispas y supo que estaba a punto <strong>de</strong> estallar.<br />

—¿Qué te hizo?<br />

Ésa no era la pregunta que ella había esperado.<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró con cautela, observando sus reacciones. Se<br />

separó <strong>de</strong> la pared y en<strong>de</strong>rezó los hombros.<br />

—No sé qué te hizo para que tengas tan mala opinión <strong>de</strong> ti<br />

misma, pero yo no soy él. ¿No comprobaste durante la noche en el<br />

huerto que nuestra conexión no está basada en el sexo? —Le acarició<br />

el cabello con una dulzura que contrastaba con la fiereza <strong>de</strong> sus<br />

palabras—. No me costaría mucho matarlo por lo que te ha hecho<br />

—susurró—, por quebrantar tu espíritu.<br />

»No negaré que me he dado muchos caprichos y que nunca he<br />

sido monógamo, pero quiero algo más. Algo real. Y sé que tú también<br />

lo quieres. ¿Qué posibilida<strong>de</strong>s hay <strong>de</strong> que tu próximo novio sea<br />

virgen? Muy pocas. Tu baja autoestima será un problema con<br />

cualquier persona, no sólo conmigo. Si un hombre te <strong>de</strong>ja por tu falta<br />

<strong>de</strong> experiencia sexual, no se merece tus lágrimas. Has <strong>de</strong> tener fe,<br />

Julia, y <strong>de</strong>bes tener esperanza. Si no en nosotros, al menos en ti. De<br />

otro modo, nunca <strong>de</strong>jarás que nadie te ame.<br />

—No me conoces.<br />

—Te conozco más <strong>de</strong> lo que crees y lo que no conozco me<br />

gustaría conocerlo. Enséñame, Beatriz. Me matricularé en tu<br />

universidad. Seré tu alumno. Enséñame a cuidarte.<br />

—Por favor, <strong>Gabriel</strong>. ¡No bromees!<br />

—No bromeo. Hay muchas cosas que <strong>de</strong>sconocemos el uno <strong>de</strong>l<br />

otro. Cosas que <strong>de</strong>seo explorar y <strong>de</strong>scubrir.


—No <strong>de</strong>jaré que me compartas con nadie.<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó.<br />

—No tengo la costumbre <strong>de</strong> compartir lo que es valioso para mí.<br />

Nunca permitiría que otro hombre te pusiera las manos encima y eso<br />

incluye a Paul y a cualquier otro follaángeles que an<strong>de</strong> por ahí.<br />

—Y yo no pienso compartirte con nadie.<br />

—¿A mí?<br />

—Sí.<br />

—Por <strong>de</strong>scontado. Es evi<strong>de</strong>nte.<br />

—No, no lo es.<br />

—¿Qué se supone que quiere <strong>de</strong>cir eso? —refunfuñó él.<br />

—No toleraré que duermas con nadie, incluso durante el período<br />

<strong>de</strong>... reflexión inicial. Tómatelo como una <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> buenas<br />

intenciones.<br />

—Hecho.<br />

Julia se echó a reír.<br />

—Lo dices como si fuera lo más fácil <strong>de</strong>l mundo. ¿Piensas<br />

renunciar a toda compañía femenina sólo por la posibilidad <strong>de</strong> tener<br />

algo conmigo? No te creo.<br />

—Créeme. Gano mucho más <strong>de</strong> lo que pierdo. Y pienso<br />

<strong>de</strong>mostrártelo. Una vez, y otra... y otra. —Se inclinó sobre ella y le<br />

besó la mejilla.<br />

—Paulina... —susurró Julia.<br />

<strong>Gabriel</strong> siguió besándola, bajando por su cuello hasta llegar al<br />

hombro.<br />

—No te preocupes por ella.<br />

—No pienso compartirte con ella.<br />

—No tendrás que hacerlo —dijo él con impaciencia.<br />

—¿Es tu esposa?<br />

<strong>Gabriel</strong> se apartó <strong>de</strong> ella y le dirigió una mirada incrédula.<br />

—Por supuesto que no. ¿Por quién me tomas?<br />

—¿Tu ex esposa?<br />

—Julianne, para. No es mi ex esposa. Fin <strong>de</strong> la conversación.<br />

—Quiero que me hables <strong>de</strong> ella.<br />

—No.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Por razones que no quiero comentar. Ya te dije que no me<br />

acostaba con ella y que no voy a hacerlo en el futuro. Con eso <strong>de</strong>bería<br />

bastarte.<br />

—¿Y quién es MAIA?


La expresión <strong>de</strong> él se endureció aún más.<br />

—No.<br />

—Vi el tatuaje en tu pecho, <strong>Gabriel</strong>. Vi las letras.<br />

Él se cruzó <strong>de</strong> brazos.<br />

—No puedo.<br />

—Entonces yo tampoco puedo.<br />

Agachándose, Julia recogió el abrigo y la mochila.<br />

Él la retuvo.<br />

—Julianne, dime quién hizo que te sintieras tan insegura <strong>de</strong> ti<br />

misma y <strong>de</strong> tu capacidad sexual. ¿Fue Simon?<br />

<strong>El</strong>la se encogió.<br />

—Dímelo.<br />

—No pronuncies su nombre en mi presencia.<br />

—Fuiste tú quien lo pronunció en sueños. Parecías muy<br />

alterada. Cuéntamelo.<br />

—No.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Porque me da mucho asco —susurró, suplicándole con la<br />

mirada que cambiara <strong>de</strong> tema.<br />

Una i<strong>de</strong>a oscura e inquietante se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la mente <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>. Y una vez que se instaló, no pudo librarse <strong>de</strong> ella.<br />

—Julianne, ¿él no... te forzaría?<br />

Julia agachó la cabeza.<br />

—No, <strong>Gabriel</strong>. Sigo siendo virgen.<br />

Él guardó silencio unos instantes, respirando hondo.<br />

—Serías virgen aunque te hubiera forzado. Para mí, seguirías<br />

siendo virgen.<br />

Su voz sonaba tan sincera y apenada que Julia sintió que se le<br />

rompía el corazón.<br />

—Eso es muy noble por tu parte, pero no me violó.<br />

<strong>Gabriel</strong> cerró los ojos y suspiró.<br />

—Los dos tenemos secretos que no queremos compartir. No te<br />

mentiré, pero tampoco voy a contártelo todo. Al menos hoy. Y no hace<br />

falta que hables para saber que tú también guardas secretos muy<br />

dolorosos. Lo acepto. No te voy a forzar a hablar <strong>de</strong> ellos.<br />

—Ro<strong>de</strong>ándole la cintura con el brazo, la acercó hasta que se tocaron.<br />

—Entonces, ¿vamos a tener secretos el uno para el otro? —Julia<br />

sonaba perpleja.<br />

—De momento, sí.<br />

—Y queda pendiente el tema <strong>de</strong> que soy tu alumna.


<strong>Gabriel</strong> la besó para impedir que siguiera hablando.<br />

—Ése es otro secreto que vamos a tener que guardar. Pero<br />

cariño, no quiero mantener el resto <strong>de</strong> esta conversación en el dichoso<br />

pasillo. Vuelve a la mesa y acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar. Po<strong>de</strong>mos hablar<br />

tomando un café o po<strong>de</strong>mos comer en silencio. Pero no te vayas, por<br />

favor.<br />

Julia echó un vistazo rápido a la puerta antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />

—Necesito saber lo que sientes por mí, <strong>Gabriel</strong> —dijo ella,<br />

insegura—. Necesito saber que esto no es un juego para ti. Ni siquiera<br />

sé si te gusto. Si te gusto yo, no Beatriz.<br />

Él la miró sin dar crédito.<br />

—Por supuesto que me gustas. Y quiero ganarme tu afecto. Lo<br />

que venga <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá <strong>de</strong> ti.<br />

Julia levantó la mano y le acarició el cabello. Él cerró los ojos y<br />

se relajó, respirando hondo. Cuando ella se <strong>de</strong>tuvo, <strong>Gabriel</strong> abrió los<br />

ojos y Julia vio hambre en sus profundida<strong>de</strong>s.<br />

Entonces sonrió y el hambre se transformó en otra cosa.<br />

«Esperanza.» Ver ese sentimiento en su cara hizo que a Julia se<br />

le saltaran las lágrimas.<br />

—Esto no es lo que me había imaginado —sollozó—.<br />

Encontrarte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años ha sido totalmente distinto a como<br />

era en mis sueños. No eres la persona que yo pensaba.<br />

—Lo sé. —Él la abrazó y le besó la frente con cariño.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, me enamoré <strong>de</strong> ti a los diecisiete años. Fue la primera<br />

vez que me enamoré. Y resulta que lo hice <strong>de</strong> alguien que no existía.<br />

He malgastado mi vida por culpa <strong>de</strong> una falsa ilusión.<br />

—Siento haberte <strong>de</strong>cepcionado. Me gustaría po<strong>de</strong>r ser el<br />

caballero y no el dragón, pero no lo soy. —<strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás<br />

y la miró fijamente—. Todo está en tus manos. Pue<strong>de</strong>s rescatarme o<br />

<strong>de</strong>sterrarme <strong>de</strong> tu vida con una sola palabra.<br />

Julia escondió la cara en su pecho y se preguntó si tenía<br />

elección.


18<br />

Hola, Paul. Lo siento. No oí el timbre. ¿Se habrá roto? Emerson<br />

me abroncó, pero no tengo que <strong>de</strong>jar el curso (uff). Tengo que<br />

encontrar nuevo director. Estoy en ello. Hablamos luego. Gracias.<br />

Julia.<br />

Paul contempló extrañado el mensaje <strong>de</strong> texto que le acababa<br />

<strong>de</strong> enviar Julia. ¿Un timbre roto? Qué oportuno. No sabía si estaba<br />

tratando <strong>de</strong> librarse <strong>de</strong> él porque se sentía avergonzada por su<br />

altercado con el profesor Emerson o por alguna otra razón. En<br />

cualquier caso, no tenía tiempo <strong>de</strong> seguir persiguiéndola. Emerson le<br />

había enviado un correo electrónico pidiéndole un listado <strong>de</strong> libros que<br />

quería que sacara <strong>de</strong> la biblioteca y le <strong>de</strong>jara en su <strong>de</strong>spacho antes <strong>de</strong><br />

la una.<br />

Tras enviarle a Julia un breve texto diciéndole que se alegraba<br />

<strong>de</strong> que estuviera bien, salió <strong>de</strong> su apartamento y, un poco<br />

<strong>de</strong>sconcertado, se dirigió a la biblioteca Robarts.<br />

Julia estaba <strong>de</strong> rodillas en el sofá <strong>de</strong> piel, mirando por encima<br />

<strong>de</strong>l respaldo, con la barbilla apoyada en los brazos cruzados. La vista<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> los ventanales <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era espectacular. Des<strong>de</strong> su<br />

situación privilegiada veía buena parte <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> la ciudad y un<br />

trozo <strong>de</strong>l lago Ontario. Los árboles ya habían empezado a cambiar <strong>de</strong><br />

color y se veían muchas manchas doradas, amarillas, naranja y rojas<br />

entre el ver<strong>de</strong>. La visión le recordó los paisajes canadienses que Paul<br />

la había llevado a ver en la Galería <strong>de</strong> Arte <strong>de</strong> Ontario.<br />

Se había ofrecido a ayudar a <strong>Gabriel</strong> a recoger las cosas <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sayuno, pero él no había querido ni oír hablar <strong>de</strong> ello. Le había dado<br />

un beso en la frente y le había dicho que se relajara, como si fuera tan<br />

fácil. Contemplar el panorama le daba la oportunidad <strong>de</strong> mirar algo<br />

bonito mientras en su mente repasaba una y otra vez la conversación<br />

que habían mantenido, comparándola con sus encuentros anteriores.<br />

¿Cómo había podido estar tan ciega? ¿Y por qué le habían<br />

escondido los Clark su adicción? Siempre la habían tratado como si<br />

fuera un miembro <strong>de</strong> la familia, pero ni siquiera Rachel le había<br />

comentado nada al respecto, a menos que se pudiera consi<strong>de</strong>rar<br />

como tal su reciente referencia a la oscuridad <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. ¿Es que


todos los miembros <strong>de</strong> la familia Clark hablaban siempre con<br />

metáforas, como si fueran poetas metafísicos? Iba a tener que<br />

apuntarse a una clase <strong>de</strong> crítica literaria para po<strong>de</strong>r enten<strong>de</strong>r sus<br />

alusiones.<br />

<strong>Gabriel</strong> se apoyó en la chimenea y la observó. Parecía cómoda,<br />

<strong>de</strong> rodillas en el sofá, mirando por la ventana como si fuera un gato.<br />

Pero la tensión en sus hombros <strong>de</strong>lataba que estaba preocupada. Se<br />

sentó a su lado, asegurándose <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar una distancia segura entre<br />

ellos. Cuando Julia no hizo amago <strong>de</strong> acercarse, ni siquiera <strong>de</strong> mirarlo,<br />

él alargó la mano.<br />

—Por favor —le pidió con una sonrisa.<br />

<strong>El</strong>la le dio la mano, no muy convencida, y <strong>Gabriel</strong> tiró hasta<br />

tenerla a su lado. Abrazándola, le dio un beso en la cabeza.<br />

—Mucho mejor —dijo él.<br />

Julia suspiró y cerró los ojos.<br />

—¿Estás cómoda?<br />

—Sí.<br />

<strong>Gabriel</strong> notó que ella se relajaba. Después <strong>de</strong> todo lo que habían<br />

discutido, le extrañó que fuera capaz <strong>de</strong> sentirse tranquila a su lado.<br />

—¿Cuándo fue la última vez que alguien te abrazó así? —le<br />

preguntó, acariciándole el pelo como si fuera lo más normal.<br />

—Anoche.<br />

Él se echó a reír.<br />

—¿Y antes?<br />

—No me acuerdo —respondió ella a la <strong>de</strong>fensiva, por lo que<br />

<strong>Gabriel</strong> prefirió no presionarla.<br />

«Probablemente la haya faltado cariño y contacto físico. Las<br />

madres alcohólicas no suelen cuidar bien <strong>de</strong> sus hijos. Y ese Simon no<br />

creo que la abrazara mucho... a no ser que estuviera tratando <strong>de</strong><br />

quitarle la ropa.»<br />

Pensar que alguien pudiera tratarla con tan poco cuidado lo<br />

ponía furioso. Vio que su contacto la estaba tranquilizando y eso le<br />

hacía pensar que no tenía mucha experiencia con el contacto físico<br />

positivo.<br />

—¿Te molesta que te abrace? —susurró, con la boca pegada a<br />

su pelo.<br />

—No, está bien.<br />

—Estupendo. —<strong>Gabriel</strong> le acarició la línea <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l<br />

pelo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> toda la cara, apartando algún mechón que se<br />

interponía en su camino—. Tan hermosa... —susurró—. Preciosa.


Permanecieron así un rato, hasta que Julia se <strong>de</strong>cidió a hacerle<br />

la pregunta que le rondaba la cabeza.<br />

—La foto que tenías sobre la cabecera <strong>de</strong> la cama, la <strong>de</strong>l<br />

hombre que le besaba el hombro a una mujer, ¿dón<strong>de</strong> la encontraste?<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los labios antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />

—No la encontré.<br />

—Entonces, ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong>...?<br />

—¿Acaso importa?<br />

—Si no quieres <strong>de</strong>círmelo, no pasa nada. Cuando fui a buscar<br />

un jersey, vi que la habías guardado en el armario. Me parece una foto<br />

muy bonita.<br />

Julia trató <strong>de</strong> alejarse, pero él se lo impidió.<br />

—¿De verdad te lo parece? —preguntó <strong>Gabriel</strong> suavemente,<br />

levantándole la barbilla para mirarla a los ojos.<br />

—Sí —susurró ella.<br />

—¿Y las <strong>de</strong>más?<br />

—No tanto.<br />

Él la miró con arrogancia.<br />

—Las hice yo.<br />

—¿Las hiciste tú? —Julia se alejó, sorprendida.<br />

—Sí.<br />

—Pero son...<br />

—¿Eróticas?<br />

—Sí.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió irónicamente.<br />

—¿Tan difícil es creer que sea capaz <strong>de</strong> hacer fotografías<br />

eróticas y hermosas, señorita Mitchell?<br />

—No sabía que fueras fotógrafo. Esas fotos son muy buenas.<br />

—Sólo soy un aficionado. La verdad es que ésas no salieron<br />

mal. Tengo más.<br />

Julia se quedó con la boca abierta.<br />

—¿Otras? ¿Y las mujeres?<br />

<strong>Gabriel</strong> se acercó a ella.<br />

—Las mujeres son o, mejor dicho, eran amigas mías.<br />

—¿Mo<strong>de</strong>los?<br />

—No.<br />

Julia, confusa, hizo una serie <strong>de</strong> muecas hasta que se le<br />

apareció la respuesta. Entonces, alzando las cejas, lo miró<br />

sorprendida.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró y se frotó los ojos.


—Sí, estoy seguro <strong>de</strong> que era <strong>de</strong> mal gusto tenerlas expuestas<br />

en la habitación. Y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, me parecería <strong>de</strong> muy mal gusto<br />

obligarte a verlas. Son <strong>de</strong>masiado personales. Por eso las retiré antes<br />

<strong>de</strong> llevarte a mi habitación. Eso sí, todas fueron tomadas con<br />

consentimiento. De hecho, algunas <strong>de</strong> esas mujeres me rogaron que<br />

las fotografiara. Te <strong>de</strong>biste <strong>de</strong> dar cuenta <strong>de</strong> que salgo en más <strong>de</strong> una,<br />

así que no me limitaba a ser un mirón lascivo.<br />

Julia se olvidó <strong>de</strong> que estaba a punto <strong>de</strong> preguntarle cuál <strong>de</strong><br />

ellas era Paulina y lo miró completamente atónita.<br />

—¿Ése eras tú?<br />

—¿Sí?<br />

—¿<strong>El</strong> <strong>de</strong> la foto gran<strong>de</strong> también?<br />

—¿Por qué te sorpren<strong>de</strong>s tanto? Pensaba que me encontrabas<br />

atractivo.<br />

—Pero en esa foto estás <strong>de</strong>snudo.<br />

Sofocada, se abanicó furiosamente con una mano.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír con ganas y la acercó a él.<br />

—Estoy <strong>de</strong>snudo en todas ellas —le susurró al oído, con una voz<br />

que rezumaba sexo—. Esa foto que te gusta también era mi favorita,<br />

aunque al final esa mujer y yo no acabamos <strong>de</strong>masiado bien. —Le<br />

besó la coronilla y, con una sonrisa incitante, añadió—: Me encantaría<br />

fotografiarte a ti.<br />

—Pues espera sentado.<br />

—Eres preciosa, Julianne. Una foto tuya, <strong>de</strong> tu perfil, <strong>de</strong> tu<br />

sonrisa, o <strong>de</strong> tu elegante cuello sería más hermosa que cualquiera <strong>de</strong><br />

las obras <strong>de</strong> arte que poseo, incluido el cuadro <strong>de</strong> Holiday.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Te lo volveré a pedir más a<strong>de</strong>lante. De momento, ¿qué me<br />

dices <strong>de</strong> ir a cenar al Scaramouche? Es uno <strong>de</strong> mis restaurantes<br />

favoritos.<br />

—No creo que sea muy buena i<strong>de</strong>a cenar fuera.<br />

Julia aún estaba intentando recuperarse <strong>de</strong> la impresión.<br />

—¿Por qué no?<br />

—¿No dijiste que no <strong>de</strong>berían vernos en público?<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció al cejo.<br />

—Conozco al dueño —dijo—. Puedo reservar la mesa <strong>de</strong>l chef,<br />

don<strong>de</strong> estaremos a salvo <strong>de</strong> miradas indiscretas. A menos que<br />

prefieras ir al Harbour Sixty a ver a Antonio. No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> incordiarme<br />

para que te lleve otro día.<br />

—¿En serio?


—Oh, sí. Me contó que habías ido a comer con él y su familia al<br />

club italocanadiense.<br />

—Fue muy amable conmigo.<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió e hizo amago <strong>de</strong> besarla, pero Julia le puso una<br />

mano en el pecho.<br />

—No puedo ir a cenar contigo esta noche. Tengo una reunión<br />

con Katherine Picton mañana y no me la he preparado.<br />

—¿Mañana?<br />

—Me invitó a tomar el té en su casa. Me da un poco <strong>de</strong> miedo.<br />

—Pues ya verás cuando la conozcas. Tiene el aspecto <strong>de</strong> una<br />

entrañable abuelita, pero no <strong>de</strong>jes que eso te engañe. Es una mujer<br />

brillante que no tolera tonterías. Llámala profesora Picton y no te<br />

molestes en charlar <strong>de</strong> nimieda<strong>de</strong>s con ella para romper el hielo. Ve<br />

directa al grano y no le hagas preguntas personales.<br />

—Sólo los presuntuosos oxonienses quieren que se los llame<br />

profesor —murmuró Julia.<br />

Él frunció el cejo hasta que ella le guiñó un ojo.<br />

—Es muy formal, pero es una excelente académica. Si<br />

consigues trabajar con ella será muy bueno para ti. Compórtate con<br />

corrección y seguro que se encariñará contigo. En la medida <strong>de</strong> sus<br />

posibilida<strong>de</strong>s, claro.<br />

Julia se estremeció y <strong>Gabriel</strong> la abrazó con más fuerza.<br />

—No te preocupes. Ya verás como le interesa tu i<strong>de</strong>a. Estoy<br />

convencido <strong>de</strong> que tratará <strong>de</strong> hacer que la cambies. Yo que tú<br />

aceptaría sus indicaciones sin discutir. Sabe lo que se trae entre<br />

manos.<br />

—Estoy segura <strong>de</strong> que tiene cosas mejores que hacer durante<br />

su retiro que supervisar a estudiantes <strong>de</strong> doctorado.<br />

—Me <strong>de</strong>bía un favor. Le dije que tenía una estudiante muy<br />

brillante, pero que no me sentía cómodo siendo su director <strong>de</strong> tesis,<br />

porque era amiga <strong>de</strong> la familia y en seguida aceptó reunirse contigo.<br />

Aunque te advierto que es bastante escéptica con la juventud actual.<br />

Cree que los jóvenes <strong>de</strong> hoy no tienen tanto talento ni se esfuerzan<br />

tanto como cuando ella estudiaba. Así que no me prometió nada.<br />

—No tenías por qué hacerlo.<br />

<strong>Gabriel</strong> se enroscó un mechón <strong>de</strong> pelo <strong>de</strong> ella en el <strong>de</strong>do.<br />

—Quería hacer una buena acción. Lamenté mucho que no<br />

pudieras ir a Harvard.<br />

Julia bajó la mirada.<br />

—Pero gracias a eso me he reencontrado contigo.


<strong>Gabriel</strong> sonrió con los ojos brillantes.<br />

—Así es.<br />

Tras observarla intensamente durante unos instantes, cambió <strong>de</strong><br />

postura para mirar la hora en su Rolex y gruñó.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó Julia.<br />

—He <strong>de</strong> irme. Tengo una reunión.<br />

—Yo también tendría que marcharme —replicó ella,<br />

levantándose rápidamente <strong>de</strong>l sofá.<br />

Se colgó la mochila al hombro y fue a por su abrigo.<br />

Cruzando la habitación en tres zancadas, <strong>Gabriel</strong> la <strong>de</strong>tuvo<br />

poniéndole las manos en los hombros.<br />

—Quédate. No tardaré mucho y volveré directamente aquí.<br />

Julia se mordió el labio inferior mientras lo pensaba.<br />

—No hagas eso —le pidió él, liberándole el labio con el pulgar—.<br />

Me preocupa que hagas eso.<br />

Retiró el pulgar rápidamente para que ella no malinterpretara su<br />

intención, pero no antes <strong>de</strong> que éste entrara en contacto con la lengua<br />

<strong>de</strong> Julia por acci<strong>de</strong>nte. No habría sabido <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> quién había sido el<br />

<strong>de</strong>scuido.<br />

—¿De qué va la reunión?<br />

—He quedado con Christa —respondió <strong>Gabriel</strong> mirándola a los<br />

ojos—. Va a ser <strong>de</strong>sagradable. Pero será mucho más soportable si sé<br />

que, cuando acabe, estarás aquí esperándome.<br />

—Tengo muchas cosas que hacer y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>bo llamar a Paul.<br />

Al parecer, anoche fue a mi apartamento para asegurarse <strong>de</strong> que<br />

estaba bien —explicó ella, hablando muy <strong>de</strong> prisa—. Le mandé un<br />

mensaje diciéndole que estaba bien, que no tendría que <strong>de</strong>jar el curso,<br />

pero que iba a tener que buscar un nuevo director <strong>de</strong> tesis. No sé<br />

cómo voy a explicarle lo <strong>de</strong> Katherine.<br />

—No tienes por qué darle explicaciones —refunfuñó <strong>Gabriel</strong>—.<br />

Dile que se meta en sus asuntos.<br />

—Es mi amigo.<br />

—Entonces dile que lo has conseguido gracias a la solicitud que<br />

enviaste a Harvard. Katherine es amiga <strong>de</strong> Greg Matthews.<br />

Julia asintió mientras se abrochaba el abrigo.<br />

—Un momento.<br />

Él <strong>de</strong>sapareció en su estudio durante unos momentos y luego<br />

regresó con un viejo libro que le puso entre las manos.<br />

<strong>El</strong>la leyó el título: La figura <strong>de</strong> Beatriz: Un estudio sobre Dante,<br />

<strong>de</strong> Charles Williams.


—Quiero que te lo que<strong>de</strong>s.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, tienes que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> regalarme cosas —dijo,<br />

<strong>de</strong>volviéndoselo.<br />

—Si estás familiarizada con este libro, impresionarás a<br />

Katherine. Es una gran admiradora <strong>de</strong> Dorothy L. Sayers, y Sayers<br />

obtuvo muchos <strong>de</strong> sus conocimientos sobre La Divina Comedia <strong>de</strong> la<br />

obra <strong>de</strong> Williams. —Se aclaró la garganta—. No espero nada a<br />

cambio, así que no te preocupe aceptarlo.<br />

<strong>El</strong>la pasó una mano sobre la vieja cubierta, contemplándola con<br />

<strong>de</strong>voción.<br />

—Julianne, quédatelo al menos hasta que Katherine acepte ser<br />

tu tutora.<br />

—Gracias.<br />

—De nada. Tenemos que comentar una cosa más.<br />

<strong>El</strong>la levantó la vista hacia él, nerviosa.<br />

—Todo sería mucho más fácil si no fueras mi alumna, pero lo<br />

eres, al menos <strong>de</strong> momento.<br />

<strong>El</strong>la ahogó un grito.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró a los ojos.<br />

—Disculpa. No era eso lo que quería <strong>de</strong>cir. Me refiero a que,<br />

aunque solucionemos el tema <strong>de</strong> la dirección <strong>de</strong> tu tesis, seguimos<br />

teniendo el problema <strong>de</strong>l seminario.<br />

—Si lo <strong>de</strong>jo, no podré graduarme en mayo. En tus mensajes<br />

<strong>de</strong>cías que me buscarías un curso para suplir éste, pero no es una<br />

buena solución. Necesito hacer el seminario sobre Dante, tanto para<br />

mi especialización como para la tesis.<br />

—La política <strong>de</strong> no confraternización se aplica tanto a<br />

estudiantes <strong>de</strong> doctorado como a todos los <strong>de</strong>más alumnos. Mientras<br />

estés en mi seminario, no po<strong>de</strong>mos mantener una relación. <strong>El</strong><br />

semestre que viene será distinto, claro. Ya no serás mi alumna.<br />

Julia ya sabía todo esto. La Declaración <strong>de</strong> Derechos y Deberes<br />

<strong>de</strong> los Estudiantes Universitarios lo <strong>de</strong>cía claramente. <strong>El</strong> profesorado<br />

no podía acostarse con los alumnos. Los alumnos no podían<br />

acostarse con los profesores. Si lo hacían, <strong>de</strong>bían atenerse a las<br />

consecuencias.<br />

Por supuesto, Julia no estaba previendo acostarse con <strong>Gabriel</strong>.<br />

Se preguntó si él se acordaría <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>talle.<br />

—No pienso per<strong>de</strong>rte —susurró él—, pero tampoco voy a<br />

apartarte <strong>de</strong> tus objetivos. Vamos a tener que planear algo. Mientras<br />

tanto, hablaré con mi abogado.


—¿Tu abogado?<br />

—Una conversación preventiva sobre lo que podría pasar si me<br />

acostara con una <strong>de</strong> mis alumnas.<br />

Julia le apoyó una mano temblorosa en la manga.<br />

—¿Quieres per<strong>de</strong>r tu empleo?<br />

—Claro que no —respondió él bruscamente.<br />

—Ya he puesto en peligro tu carrera una vez. No pienso volver a<br />

hacerlo —aseveró ella—. Tenemos que mantenernos apartados hasta<br />

que acabe el semestre. Luego, si quieres, volveremos a hablar <strong>de</strong>l<br />

tema. Tal vez durante ese tiempo cambies <strong>de</strong> opinión y te <strong>de</strong>s cuenta<br />

<strong>de</strong> que en realidad no te intereso.<br />

Bajó la vista hacia sus zapatillas <strong>de</strong>portivas y movió los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

los pies, inquieta.<br />

—Eso no va a pasar, Julianne.<br />

—Todavía nos estamos conociendo. Tal vez cinco semanas sólo<br />

<strong>de</strong> amistad sea justo lo que necesitamos.<br />

—Los amigos cenan juntos. ¿Mañana por la noche?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza con fuerza y dijo:<br />

—¿Por qué no me llamas? Te prometo que respon<strong>de</strong>ré al<br />

teléfono.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

Entonces, ¿cuándo volveré a verte?<br />

—La semana que viene, en tu seminario.<br />

—Falta mucho para eso.<br />

—Es lo que hay, profesor.<br />

Julia esbozó una media sonrisa y se dirigió hacia la puerta.<br />

—¿No te <strong>de</strong>jas nada?<br />

<strong>El</strong>la comprobó que llevaba las llaves en la mochila.<br />

—No, creo que no.<br />

Él se le acercó con una mirada insinuante.<br />

—¿No hay un beso para el pobre y solitario <strong>Gabriel</strong>? —musitó en<br />

tono seductor.<br />

Julia tragó saliva.<br />

—Los amigos no se besan como lo haces tú.<br />

<strong>Gabriel</strong> siguió avanzando hasta que ella notó la puerta contra su<br />

espalda.<br />

—Sólo un beso <strong>de</strong> amigos. Palabra <strong>de</strong> boy scout.<br />

—¿Fuiste boy scout?<br />

—No.<br />

Levantando la mano muy lentamente para no asustarla, le


acarició la mejilla con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y le sonrió. Desarmada, Julia le<br />

<strong>de</strong>volvió la sonrisa. <strong>Gabriel</strong> entonces la besó, con un beso suave pero<br />

firme.<br />

<strong>El</strong>la esperaba que continuara seduciéndola, abriendo la boca, o<br />

moviendo el cuerpo, pero no lo hizo. Se mantuvo inmóvil, con los<br />

labios pegados a los suyos hasta que se apartó sonriente.<br />

—No ha sido tan grave, ¿no? —preguntó, pasándole un <strong>de</strong>do<br />

por la mandíbula y echándose a reír.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Adiós, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Cuando Julia se hubo marchado, él se apoyó en la puerta y se<br />

frotó los ojos, refunfuñando.<br />

Cuando <strong>Gabriel</strong> regresó a casa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una reunión<br />

<strong>de</strong>sagradable y bastante pintoresca con Christa, sacó una agua<br />

Perrier <strong>de</strong> la nevera y marcó el número <strong>de</strong> John Green, su abogado.<br />

Hacía bastante tiempo que no necesitaba sus servicios y no lo había<br />

echado <strong>de</strong> menos. John tenía algunos clientes <strong>de</strong> dudosa reputación,<br />

pero era el mejor en su campo y <strong>Gabriel</strong> lo sabía. Era especialista en<br />

<strong>de</strong>recho penal <strong>de</strong> Canadá, tema que tenía poco que ver con el<br />

<strong>de</strong>recho laboral, como John se ocupó <strong>de</strong> recordarle varias veces a lo<br />

largo <strong>de</strong> la media hora que duró su conversación.<br />

—Te advierto que si la política <strong>de</strong> no confraternización es uno <strong>de</strong><br />

los puntos <strong>de</strong> tu contrato, violarla pone en peligro tu empleo. Así que<br />

<strong>de</strong>ja que te lo pregunte directamente: ¿te estás acostando con ella?<br />

—No —respondió <strong>Gabriel</strong> lacónicamente.<br />

—Bien. Pues sigue así. De hecho, mi consejo profesional es que<br />

te mantengas lejos <strong>de</strong> esa chica hasta que volvamos a hablar.<br />

¿Cuántos años tiene?<br />

—¿Disculpa?<br />

—La chica, <strong>Gabriel</strong>, la putita.<br />

—Vuelve a llamarla así y <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> ser tu cliente.<br />

<strong>El</strong> abogado hizo una pausa. Su cliente era un tipo duro, un<br />

cabronazo sin miedo a nada y John no tenía energías para un<br />

altercado telefónico.<br />

—Déjame intentarlo <strong>de</strong> nuevo. ¿Qué edad tiene la jovencita?<br />

—Veintitrés.<br />

John suspiró aliviado.<br />

—Bueno, al menos no estamos hablando <strong>de</strong> una menor.<br />

—Fingiré no haber oído eso.


—Escucha, Emerson, soy tu abogado. Déjame hacer mi trabajo.<br />

No puedo darte una opinión profesional sobre tu situación hasta que<br />

no conozca todos los <strong>de</strong>talles. Una <strong>de</strong> mis socias <strong>de</strong>mandó a la<br />

Universidad <strong>de</strong> Toronto el año pasado. Le pediré que me pase el<br />

informe. Pero <strong>de</strong> momento, repito, mantente alejado <strong>de</strong> ella. Hagas lo<br />

que hagas, no te acuestes con ella. ¿Está claro?<br />

—Sí.<br />

—Para que no haya malentendidos, no mantengas ningún tipo<br />

<strong>de</strong> actividad sexual con ella. No me gustaría que nos viéramos<br />

metidos en un <strong>de</strong>bate clintoniano sobre qué es una relación sexual y<br />

qué no lo es. No hagas nada con ella, aunque sea sexo consentido.<br />

—¿Y si tuviéramos una relación romántica pero no sexual?<br />

John reflexionó durante unos momentos, mientras se limpiaba la<br />

oreja con el <strong>de</strong>do meñique.<br />

—No acabo <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rlo.<br />

—¿Qué pasaría si nos viésemos, sin tener contacto sexual?<br />

John se echó a reír a carcajadas.<br />

—¿Me tomas el pelo, Emerson? Eso no me lo creo ni yo y soy tu<br />

abogado. Nadie más se lo creería.<br />

—No es lo que te he preguntado. Lo que quiero saber es si<br />

mantener una relación en la que no haya actividad sexual violaría la<br />

política <strong>de</strong> no confraternización <strong>de</strong> la universidad.<br />

—Nadie va a creerse que tengas relación con una estudiante sin<br />

sexo <strong>de</strong> por medio, especialmente con tu reputación. Por supuesto, le<br />

correspon<strong>de</strong>ría al empleador aportar pruebas, a no ser que tu chiquita<br />

presentara una <strong>de</strong>manda contra ti, o que alguien os <strong>de</strong>scubriera en<br />

una situación comprometida. O que acabe embarazada.<br />

—Eso no va a pasar.<br />

—Eso es lo que dice todo el mundo, Emerson.<br />

<strong>Gabriel</strong> se aclaró la garganta.<br />

—Sí, pero en este caso es imposible. Por más <strong>de</strong> una razón.<br />

John puso los ojos en blanco. No tenía ganas <strong>de</strong> darle una clase<br />

<strong>de</strong> biología al profesor.<br />

—En cualquier caso, si os <strong>de</strong>scubrieran y no hubiera habido<br />

contacto sexual, lo más probable es que sólo recibierais una<br />

reprimenda por relación ina<strong>de</strong>cuada. Pero no puedo poner la mano en<br />

el fuego antes <strong>de</strong> leer la normativa y <strong>de</strong> informarme sobre los<br />

prece<strong>de</strong>ntes que haya habido en tu universidad.<br />

—Gracias.<br />

—Si la lías, es tu culo el que correrá peligro, no el mío. Ten


cuidado. Yo cobraré igual, hagas lo que hagas. —Carraspeó—. Y,<br />

<strong>Gabriel</strong>...<br />

—¿Sí?<br />

—Trata <strong>de</strong> no meterte en líos durante una temporada. Nada <strong>de</strong><br />

chicas, nada <strong>de</strong> peleas ni <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte ver borracho en público.<br />

Cualquier <strong>de</strong>manda judicial <strong>de</strong>jará al <strong>de</strong>scubierto tu historia, no lo<br />

olvi<strong>de</strong>s. Dejemos el pasado en el pasado, ¿<strong>de</strong> acuerdo?<br />

—De acuerdo, John.<br />

Y dicho eso, colgó el teléfono y cogió las llaves. La mejor<br />

solución para liberar tensiones sería una sesión en su club <strong>de</strong> esgrima.<br />

Cuando Julia regresó a su apartamento, rebuscó entre los<br />

arbustos <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su puerta, pero lo único que encontró fueron<br />

unos cuantos trozos <strong>de</strong> la postal <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> rotos y medio borrados.<br />

Era imposible recomponer el mensaje con ellos.<br />

Pasó casi todo el día leyendo el libro <strong>de</strong> Charles Williams y<br />

tomando notas que esperaba que le fueran útiles para su entrevista<br />

con Katherine. Tuvo que admitir que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> había sido<br />

provi<strong>de</strong>ncial. <strong>El</strong> dominio <strong>de</strong> Dante que tenía Williams le aportó<br />

muchísimas i<strong>de</strong>as para su proyecto <strong>de</strong> tesis.<br />

Antes <strong>de</strong> irse a dormir, se sentó en la cama escuchando el iPod<br />

y pensando en <strong>Gabriel</strong>. La segunda canción que éste le había<br />

<strong>de</strong>scargado era Dante’s prayer, la oración <strong>de</strong> Dante, también <strong>de</strong><br />

Loreena McKennitt. Era una pieza muy emotiva y, mientras la<br />

escuchaba, empezó a llorar. Esa noche, se acostó con la fotografía<br />

que había guardado en el cajón <strong>de</strong> la ropa interior otra vez bajo la<br />

almohada y reflexionando sobre un montón <strong>de</strong> cosas.<br />

<strong>Gabriel</strong> era un adicto. Sabía que si alguna vez volvía a caer en<br />

las garras <strong>de</strong> la droga, la arrastraría a ella en su caída, hasta unas<br />

profundida<strong>de</strong>s en las que no <strong>de</strong>seaba habitar.<br />

A<strong>de</strong>más, cualquier tipo <strong>de</strong> relación con él podía manchar tanto la<br />

carrera <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> como la suya. Si su relación salía a la luz, él se<br />

convertiría en el centro <strong>de</strong> las conversaciones malintencionadas <strong>de</strong><br />

todas las fiestas <strong>de</strong> la universidad. Sería el joven y prometedor<br />

profesor que se había tirado a una alumna a la que había conocido en<br />

su seminario. Y ella sería la fresca que se había abierto <strong>de</strong> piernas<br />

para conseguir aprobar el seminario, ya que no era lo bastante<br />

inteligente como para conseguirlo <strong>de</strong> otra manera. Que ambos<br />

esperaran al final <strong>de</strong>l semestre no tenía importancia. Las habladurías<br />

los alcanzarían igualmente.


También se <strong>de</strong>dicó a recordar el pasado. Se había enamorado<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a los diecisiete años. Tal vez podía explicarse por la intensa<br />

conexión que había existido entre ellos, o por cómo él la había mirado,<br />

o por los sentimientos que le había <strong>de</strong>spertado mientras estuvo entre<br />

sus brazos. Cualquiera que fuera la base <strong>de</strong> ese sentimiento, el caso<br />

era que se había enamorado <strong>de</strong> él perdidamente. Cuando <strong>Gabriel</strong><br />

<strong>de</strong>sapareció, trató <strong>de</strong> borrar sus sentimientos. Al ver que no lo<br />

conseguía, trató <strong>de</strong> ahogarlos enamorándose <strong>de</strong> otra persona.<br />

Pero acurrucada entre sus brazos la noche anterior, había<br />

sentido unas emociones tan intensas que las <strong>de</strong>fensas que había<br />

construido tan cuidadosamente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su corazón se habían<br />

<strong>de</strong>rrumbado como un castillo <strong>de</strong> arena abatido por la fuerza <strong>de</strong>l<br />

océano. <strong>El</strong> amor que sentía por <strong>Gabriel</strong> seguía allí, como una llamita<br />

que ningún océano podía apagar.<br />

Tal vez en ese momento no tenía elección porque ya la había<br />

hecho en el pasado. Había elegido cuando él le tendió la mano y ella<br />

se la cogió sin dudarlo un instante. En cuanto <strong>Gabriel</strong> la había tocado,<br />

Julia supo que era suya. Después, él había vivido siempre entre las<br />

sombras, como un fantasma que se negaba a <strong>de</strong>saparecer por<br />

completo. Y ahora ese fantasma había <strong>de</strong>cidido que quería<br />

recuperarla.<br />

Aunque Julia creía que él nunca sería capaz <strong>de</strong> amarla.<br />

A la mañana siguiente, Julia comprobó los mensajes en el móvil<br />

y se sorprendió al encontrar uno <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. La había llamado cuando<br />

ya estaba dormida.<br />

«Julianne, me prometiste que respon<strong>de</strong>rías al teléfono. [Suspiro.]<br />

Supongo que estás bien; que estarás en el baño o algo. Llámame<br />

cuando recibas el mensaje.<br />

»Siento no haber podido llevarte a cenar esta noche, pero me<br />

gustaría cenar contigo mañana. ¿Podríamos al menos hablarlo?<br />

[Pausa.] Llámame, principessa. Por favor.»<br />

Lo primero que hizo ella fue guardar su número, aunque en vez<br />

<strong>de</strong> su nombre, escribió Dante Alighieri. Luego lo llamó, pero le salió el<br />

buzón <strong>de</strong> voz.<br />

«Hola, soy yo. Siento no haber respondido al teléfono anoche.<br />

Me quedé dormida. Claro que me gustaría verte, pero creo que ir a<br />

cenar fuera es muy arriesgado. Quiero conocerte mejor, <strong>Gabriel</strong>, y<br />

espero que encontremos una manera segura <strong>de</strong> hacerlo. Siento<br />

haberme perdido tu llamada. Hablamos luego.»


Julia pasó casi toda la mañana <strong>de</strong>l viernes trabajando en su<br />

proyecto <strong>de</strong> tesis. Tuvo el teléfono a mano por si <strong>Gabriel</strong> la llamaba,<br />

pero no lo hizo. Quien sí la llamó fue Paul, aunque su conversación se<br />

interrumpió bruscamente cuando el profesor Emerson entró en su<br />

<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> la biblioteca. Al parecer, <strong>Gabriel</strong> estaba <strong>de</strong> mucho mejor<br />

humor, así que a Paul no le costó <strong>de</strong>masiado creer que no había sido<br />

excesivamente duro con ella. Julia, por su parte, hizo todo lo que<br />

estaba en su mano para convencerlo. Crisis evitada.<br />

Tras una reunión muy interesante con Katherine, regresó a casa<br />

y se preparó una cena ligera. Después <strong>de</strong> tomarse la sopa <strong>de</strong> tomate,<br />

se duchó y se cubrió con una toalla lila que apenas llegaba para<br />

cubrirle el pecho y el trasero. Frente al armario, estuvo dudando qué<br />

pijama ponerse. En vista <strong>de</strong> que el frío <strong>de</strong> finales <strong>de</strong> octubre no<br />

parecía tener intenciones <strong>de</strong> remitir y como homenaje a la proximidad<br />

<strong>de</strong> Halloween, eligió uno <strong>de</strong> calabazas.<br />

Tap, tap, tap.<br />

Sobresaltada, Julia soltó un gritito. Una voz llegaba amortiguada<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong> la ventana. Alguien volvió a golpear en el cristal<br />

con más urgencia. Fue hacia allí y, al <strong>de</strong>scorrer la cortina, se encontró<br />

con la cara preocupada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—¡Me has dado un susto <strong>de</strong> muerte! —exclamó ella, quitando<br />

los seguros <strong>de</strong> la vieja ventana y levantándola con una mano, mientras<br />

se sujetaba la toalla con la otra.<br />

—No respondías al teléfono, ni al timbre <strong>de</strong> la puerta. Temía que<br />

te hubiera pasado algo. He dado la vuelta al edificio y he visto luz en<br />

esta habitación.<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> que le costaba sujetar la ventana, dijo:<br />

—Déjame a mí.<br />

Con un solo movimiento, la levantó hasta arriba y le dio dos<br />

bolsas <strong>de</strong> papel.<br />

—¿Qué es esto? —preguntó Julia.<br />

—La cena. Ahora apártate y déjame entrar. Aquí fuera hace frío.<br />

—¿Qué estás haciendo?<br />

—¿A ti qué te parece? Estoy entrando en tu apartamento por la<br />

ventana.<br />

—Te habría <strong>de</strong>jado entrar por la puerta como una persona<br />

normal —replicó ella, colocando las bolsas sobre la mesa.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dirigió una mirada hambrienta mientras pasaba las<br />

piernas por encima <strong>de</strong>l alféizar <strong>de</strong> la ventana.<br />

—Vestida así, mejor que no abras la puerta. —Cerró la ventana,


pasó el seguro y corrió las cortinas—. Deberías ponerte algo encima.<br />

Julia se estremeció cuando él le acarició el hombro <strong>de</strong>snudo con<br />

un <strong>de</strong>do.<br />

«Suave, tersa, húmeda y cálida», pensó <strong>Gabriel</strong>.<br />

<strong>El</strong>la se sujetó la toalla con más fuerza, mientras él apartaba la<br />

vista. Estaba prácticamente <strong>de</strong>snuda y aún húmeda <strong>de</strong> la ducha. La<br />

visión estaba causando efectos in<strong>de</strong>seados en su anatomía. Algo<br />

cobró vida <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus pantalones y saludó. Más <strong>de</strong> una vez.<br />

—Por favor, vístete, Julianne —le dijo con voz ronca.<br />

<strong>El</strong>la retrocedió ante lo que le pareció vergüenza e incomodidad<br />

por parte <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Me cambiaré en el baño —dijo, mientras buscaba la ropa <strong>de</strong><br />

yoga y sus zapatillas <strong>de</strong> borreguillo.<br />

—¿Por qué no tienes encendida la calefacción? —preguntó él,<br />

mientras Julia se alejaba.<br />

—Está encendida.<br />

—No me digas... Si hace casi el mismo frío aquí que en la calle.<br />

Te pondrás enferma si te paseas vestida sólo con una toalla.<br />

<strong>El</strong>la cerró la puerta, poniendo fin a la conversación.<br />

<strong>Gabriel</strong> se recolocó los pantalones y buscó un termostato, pero<br />

por supuesto, no había ninguno. Pronto estuvo <strong>de</strong> rodillas en el suelo,<br />

tratando <strong>de</strong> reparar el viejo radiador que era la única fuente <strong>de</strong> calor<br />

<strong>de</strong>l apartamento.<br />

«¿Cómo pue<strong>de</strong> vivir así? Hace un frío que pela aquí <strong>de</strong>ntro.»<br />

Cuando Julia salió <strong>de</strong>l baño, se lo encontró todavía con el abrigo<br />

puesto, arrodillado frente al radiador, como si éste fuera un altar.<br />

—Pasas más tiempo <strong>de</strong> rodillas que cualquier otro profesor —le<br />

comentó riendo.<br />

Él la miró por encima <strong>de</strong>l hombro.<br />

—Muy graciosa, Julianne. Este radiador no funciona. ¿Tienes<br />

alguna estufa eléctrica?<br />

—Hay una <strong>de</strong> barra en el baño, pero no la uso.<br />

<strong>Gabriel</strong> se levantó negando con la cabeza y se dirigió al aseo<br />

rápidamente. Encendió la barra eléctrica y <strong>de</strong>jó la puerta abierta.<br />

—Deja que caliente un poco el apartamento. Tienes el pelo<br />

mojado y pue<strong>de</strong>s coger frío. Te prepararé una taza <strong>de</strong> té —se ofreció,<br />

colgando el abrigo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la calle.<br />

—Puedo hacerlo yo.<br />

—Permíteme —pidió, dándole un beso en la frente.<br />

A continuación, cogió la tetera eléctrica, la llenó con agua <strong>de</strong>l


lavabo y volvió a ponerse <strong>de</strong> rodillas para enchufarla <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l<br />

armario.<br />

Julia trató <strong>de</strong> no quedarse mirando cómo los pantalones <strong>de</strong> lana<br />

negra se amoldaban a su bien formado trasero mientras lo hacía. Para<br />

distraerse, comparó su comportamiento con el <strong>de</strong> la primera visita que<br />

hizo a su agujero <strong>de</strong> hobbit. Era como si existieran dos <strong>Gabriel</strong> y ese<br />

día había tocado que la visitara el amable.<br />

«Este otro es igual <strong>de</strong> guapo, pero mucho más atractivo.»<br />

—Bien —dijo <strong>Gabriel</strong>, levantándose y mirando a su alre<strong>de</strong>dor—.<br />

Y ahora te haré entrar en calor. —Clavando la mirada en ella, se le<br />

acercó y la abrazó, frotándole la espalda—. ¿Estás bien?<br />

—Sí.<br />

—¿Y por qué no contestas al teléfono?<br />

—Contesto al teléfono, a no ser que esté durmiendo o en la<br />

ducha.<br />

—Estaba preocupado. No me respondiste ayer por la noche, ni<br />

hace una hora.<br />

—Me estaba lavando el pelo.<br />

<strong>Gabriel</strong> le hundió la cara en el cuello y aspiró su aroma.<br />

«Vainilla.»<br />

—Julianne —empezó a <strong>de</strong>cir, acariciándole la cara.<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—¿Sí?<br />

Él guardó silencio.<br />

Al alzar la vista, Julia vio que se le habían oscurecido los ojos y<br />

que la estaba mirando intensamente.<br />

<strong>Gabriel</strong> se inclinó sobre ella y le rozó el cuello con los labios con<br />

suavidad, empezando por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la oreja izquierda y terminando en<br />

el comienzo <strong>de</strong> la clavícula. Un fogonazo <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo se encendió en el<br />

estómago <strong>de</strong> Julia y fue bajando. Aunque los labios <strong>de</strong> él reseguían su<br />

piel casi sin tocarla, la sangre <strong>de</strong> ella respondía a su llamada y<br />

circulaba más <strong>de</strong> prisa. <strong>El</strong> contacto <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> nunca le había parecido<br />

tan erótico, tan afectuoso.<br />

Una y otra vez, recorrió la columna <strong>de</strong> su cuello, sacando la<br />

lengua <strong>de</strong> vez en cuando para probar el sabor <strong>de</strong> su piel. Y también <strong>de</strong><br />

vez en cuando cambiando los labios por la nariz o la barbilla,<br />

rascándola con la barba incipiente.<br />

Trazó un camino <strong>de</strong> <strong>de</strong>licados besos hasta llegar al hueco <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su garganta. Tras presionar allí los labios con fuerza, siguió<br />

su camino, recorriéndole el lado <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l cuello.


Julia gimió y cerró los ojos. Subiendo las manos por la espalda<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, llegó a su nuca y le enredó las manos en el pelo. Sus<br />

<strong>de</strong>dos se movían por voluntad propia, acariciándole la piel justo por<br />

encima <strong>de</strong>l cuello <strong>de</strong> la camisa sin darse cuenta.<br />

—Humm.<br />

—¿Te gusta? —susurró él, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> besarla.<br />

Julia volvió a murmurar para expresar su placer.<br />

—Quiero complacerte, Julianne. Más <strong>de</strong> lo que te imaginas<br />

—dijo <strong>Gabriel</strong>, prestando especial atención a la zona <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

oreja y a la sensible piel <strong>de</strong> la mandíbula—. Dime si te estoy dando<br />

placer.<br />

<strong>El</strong>la apenas oyó lo que <strong>de</strong>cía, distraída por una miríada <strong>de</strong><br />

sensaciones que le recorrían el cuerpo y por el calor que le encendía<br />

la carne. Ya no tenía frío. No sentía nada que no fuera él.<br />

—Me das placer, <strong>Gabriel</strong> —susurró aturdida.<br />

—Ésa es una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo —murmuró él a su oído,<br />

provocando que ella se estremeciera—. Si fuéramos amantes, te<br />

besaría así para comunicarte mi intención <strong>de</strong> llevarte a la cama. Ahora<br />

sólo pue<strong>de</strong>s imaginarte los placeres que te aguardan allí, pero te<br />

puedo asegurar que ardo por ti. No voy a besarte en los labios porque<br />

tengo miedo <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>tenerme.<br />

Julia gimió con más fuerza y <strong>Gabriel</strong> continuó con su sensual<br />

asalto, echándole el pelo hacia atrás para po<strong>de</strong>r ampliar su territorio<br />

<strong>de</strong> exploración. Con besos ligeros y <strong>de</strong>licados como plumas, fue<br />

ascendiendo hasta llegar a su otra oreja. Una vez allí, se metió el<br />

lóbulo en la boca y se lo acarició con la lengua.<br />

—Si probara tu boca ahora, no respon<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> las<br />

consecuencias. Sólo puedo adorar tu precioso cuello. Y sé que <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> poco tendré que parar, antes <strong>de</strong> que la tentación sea <strong>de</strong>masiado<br />

gran<strong>de</strong>. Ya es <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>. No te imaginas cuánto te <strong>de</strong>seo.<br />

—La voz se le había puesto ronca; parecía estar respirando<br />

agitadamente.<br />

Julia sintió que las piernas no la aguantaban y empezó a<br />

tambalearse... justo cuando la tetera empezó a silbar. <strong>Gabriel</strong> le dio un<br />

casto beso en la mejilla y se apartó para preparar el té, mientras ella<br />

se sentaba, temblorosa, en una <strong>de</strong> las sillas. <strong>El</strong> corazón le latía tan <strong>de</strong><br />

prisa que pensó que estaba a punto <strong>de</strong> tener un ataque. Se echó hacia<br />

a<strong>de</strong>lante y apoyó la cabeza entre las manos.<br />

«Si reacciono así por unos cuantos besos, ¿cómo voy a<br />

reaccionar cuando...?»


—¿Qué tipo <strong>de</strong> té quieres, cariño? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, alzando<br />

una ceja, divertido ante los esfuerzos <strong>de</strong> Julia por recuperar el aliento.<br />

La única razón por la que él había recuperado el suyo era<br />

porque se había apartado <strong>de</strong> ella. Y porque tenía más experiencia en<br />

ocultar sus sentimientos y sensaciones. A menos que alguien hiciera<br />

un examen visual riguroso.<br />

—Lady Grey. Está en la lata, al lado <strong>de</strong> la tetera —respondió<br />

Julia con voz temblorosa.<br />

—No soy muy aficionado al té, así que seguro que no será tan<br />

bueno como el que haces tú. Esperemos que se pueda beber.<br />

Julia alzó la ceja, sorprendida por su elección <strong>de</strong> palabras, y le<br />

dio las gracias cuando él le puso la tetera y una taza <strong>de</strong>lante.<br />

—He comprado unas cuantas cosas. ¿Has cenado?<br />

—Me he tomado una sopa.<br />

—Julianne. —<strong>Gabriel</strong> se sentó a su lado, mirándola con<br />

<strong>de</strong>saprobación—. Una sopa no es suficiente.<br />

—Sí, creo que no es la primera vez que oigo eso —replicó ella,<br />

poniendo los ojos en blanco.<br />

Él se echó a reír y sacó <strong>de</strong> las bolsas una botella <strong>de</strong> vino y un<br />

abridor.<br />

—¿Tienes copas?<br />

—Sí.<br />

Julia se acercó a la zona <strong>de</strong> cocina para buscarlas. Todavía no<br />

sabía qué pensar <strong>de</strong> la relación <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> con el alcohol, pero por el<br />

momento <strong>de</strong>cidió conce<strong>de</strong>rle el beneficio <strong>de</strong> la duda.<br />

Al volver a la mesa, leyó la etiqueta <strong>de</strong> la botella: Serego<br />

Alighieri Vaio Armaron Amarone 2000.<br />

—¿Es quien creo que es? —preguntó, señalando la botella.<br />

<strong>Gabriel</strong> le cogió la mano y le dio un beso en la palma.<br />

—Sí, el hijo <strong>de</strong> Dante compró los viñedos en el siglo XIV y la<br />

familia Masi ha estado produciendo vino <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces.<br />

Echándose hacia atrás en la silla plegable, contempló a Julia en<br />

silencio. Parecía sobrecogida.<br />

—No sabía que su familia tuviera un viñedo.<br />

—Producen un vino muy bueno. Aunque, tal vez, teniendo en<br />

cuenta nuestro pasado, la elección te parezca <strong>de</strong>masiado sentimental.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—No. No me lo parece.<br />

—He trabajado hasta tar<strong>de</strong>, pero me apetecía mucho cenar<br />

contigo. He ido a Pusateri’s y he comprado comida para llevar. Hay


manicotti, ensalada César y una barra <strong>de</strong> pan. ¿Te apetece?<br />

Julia miró el <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> comida que había aparecido en su<br />

mesa y se le abrió el apetito inmediatamente.<br />

—¿Y esto qué es? —preguntó, señalando un paquete <strong>de</strong> lo que<br />

parecían galletas, con un reno en la etiqueta.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír.<br />

—Son galletas <strong>de</strong> lima <strong>de</strong> la Dancing Deer Baking Company, mis<br />

favoritas. ¿Por qué no te secas el pelo y te bebes el té mientras acabo<br />

<strong>de</strong> preparar todo esto? —propuso, pasándole los <strong>de</strong>dos por el cabello<br />

aún húmedo.<br />

—¿Por qué sigues alimentándome?<br />

La mano <strong>de</strong> él se <strong>de</strong>tuvo.<br />

—Ya te lo he dicho, me gusta darte placer. —Retirando la mano,<br />

le <strong>de</strong>dicó una mirada socarrona—. Esto es lo que hace un hombre<br />

cuando le interesa una mujer, Julianne. Se muestra atento, se anticipa<br />

a sus necesida<strong>de</strong>s. —Con una sonrisa traviesa, añadió—: Tal vez esté<br />

tratando <strong>de</strong> enviarte un mensaje. Si soy así <strong>de</strong> atento con tus<br />

necesida<strong>de</strong>s culinarias, imagínate lo atento que sería respecto a<br />

otros... apetitos.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó inmediatamente y <strong>Gabriel</strong> no pudo reprimir el<br />

impulso <strong>de</strong> acariciarle la mejilla.<br />

—Tienes una piel preciosa —susurró—. Como una rosa que<br />

acabara <strong>de</strong> florecer. —La miró con admiración—. Rachel <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

ruborizarse cuando empezó a acostarse con Aaron.<br />

—¿Cómo lo sabes?<br />

—Todos nos dimos cuenta. No fue muy difícil. Un día estaba<br />

leyendo <strong>El</strong> Principito y al siguiente se estaba comprando lencería.<br />

Julia se mordisqueó el labio inferior, perdida en sus propios<br />

pensamientos.<br />

—Me encantó ese libro.<br />

—«Hemos <strong>de</strong> mirar con el corazón, no con los ojos.»<br />

—Exacto —murmuró ella—. Me encanta la parte en la que el<br />

zorro le explica al Principito el proceso <strong>de</strong> domesticación y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> que<br />

quiere que lo domestique a él, que quiere ser su zorro, aunque eso lo<br />

haga vulnerable.<br />

—Julianne, creo que <strong>de</strong>berías secarte el pelo ahora mismo.<br />

Él le apartó la mano <strong>de</strong> la cara y se levantó bruscamente, luego<br />

fingió estar muy ocupado organizando la cena. Julia se preguntó qué<br />

habría dicho para causarle esa <strong>de</strong>sazón.


Después <strong>de</strong> cenar, se sentaron en la cama a modo <strong>de</strong> sofá.<br />

<strong>Gabriel</strong> apiló varios cojines y se reclinó, ro<strong>de</strong>ando la cintura <strong>de</strong> Julia<br />

con un brazo.<br />

—Siento que sea tan incómodo —se disculpó ella con sencillez.<br />

—No es incómodo.<br />

—No disimules. Sé que odias este sitio. Es pequeño, frío y...<br />

—<strong>de</strong>jó la frase en el aire, señalando a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

—Siempre me arrepentiré <strong>de</strong> las cosas que te dije cuando fuiste<br />

tan amable <strong>de</strong> invitarme a entrar. No odio este sitio. ¿Cómo iba a<br />

hacerlo? —Entrelazó los <strong>de</strong>dos con los suyos—. Es don<strong>de</strong> tú estás.<br />

—Gracias.<br />

—Gracias a ti por hacer que todo sea hermoso sólo por estar<br />

ahí.<br />

Julia sonrió mientras <strong>Gabriel</strong> se llevaba sus manos entrelazadas<br />

a la boca y le besaba los <strong>de</strong>dos con ternura.<br />

—Cuéntame, ¿qué tal la reunión con Katherine?<br />

<strong>El</strong>la tuvo que esperar unos momentos a que los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong>jaran<br />

<strong>de</strong> hormiguearle para po<strong>de</strong>r hablar:<br />

—Es exactamente como me la <strong>de</strong>scribiste. Se ha alegrado<br />

mucho al saber que había estado leyendo a Charles Williams. Creo<br />

que eso la ha predispuesto a mi favor. Ha aceptado ser mi tutora.<br />

—¿Y qué le ha parecido el proyecto?<br />

—Bueno, dice que le parece un tema muy trillado. Ha sugerido<br />

que, en vez <strong>de</strong> comparar lujuria y amor cortés, podría comparar<br />

aspectos <strong>de</strong> la amistad entre Virgilio y Dante con el amor cortés. Así<br />

que, en vez <strong>de</strong> lujuria y amor, compararé amistad y amor.<br />

—¿Estás satisfecha con el cambio?<br />

—Supongo. Me ha aconsejado que el semestre que viene me<br />

matricule en el seminario <strong>de</strong> la profesora Leaming. Aunque sea<br />

especialista en santo Tomás <strong>de</strong> Aquino, su curso está centrado en el<br />

amor y la amistad.<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió.<br />

—Conozco a Jennifer Leaming. Es buena.<br />

<strong>El</strong>la jugueteó con la colcha.<br />

Él le cubrió la mano con la suya.<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Nada.<br />

—Sin secretos, Julia. ¿Qué pasa?<br />

—Le envié un correo electrónico a la profesora Leaming hace<br />

una semana preguntándole si quería ser mi directora <strong>de</strong> tesis. Fue


antes <strong>de</strong> que mantuviéramos nuestra... conversación.<br />

La mirada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se ensombreció.<br />

—Y ¿qué te dijo?<br />

—Nada.<br />

—Jennifer está muy ocupada. No es adjunta y dudo que tenga<br />

tiempo <strong>de</strong> supervisar a alumnos que no pertenezcan al Departamento<br />

<strong>de</strong> Filosofía. —<strong>Gabriel</strong> se interrumpió unos instantes antes <strong>de</strong> seguir<br />

hablando—: Cuando te dije que te buscaría un nuevo director, ¿no me<br />

creíste?<br />

Julia se removió, inquieta.<br />

—Te creí.<br />

—Entonces, ¿qué te impulsó a moverte a mis espaldas?<br />

—Quería comprobar si podía resolverlo por mi cuenta.<br />

—¿Y qué tal? —preguntó él, apretando los labios.<br />

—Muy mal.<br />

—Tar<strong>de</strong> o temprano vas a tener que confiar en mí.<br />

Particularmente en temas ligados a la universidad. Si no, no<br />

conseguirás nada.<br />

<strong>El</strong>la asintió, mordiéndose la mejilla por <strong>de</strong>ntro.<br />

—¿Y qué tal fue tu reunión con Christa?<br />

—Prefiero no hablar <strong>de</strong> eso. Esa mujer es una plaga bíblica.<br />

Julia trató <strong>de</strong> disimular una sonrisa.<br />

—Está <strong>de</strong>masiado ocupada tratando <strong>de</strong> rescatar su propuesta <strong>de</strong><br />

tesis para molestarnos ahora mismo —continuó él—. No pienso<br />

aceptar su proyecto tal como está y eso probablemente implique que<br />

busque a otro director <strong>de</strong> tesis. Aunque, por <strong>de</strong>sgracia, soy el único<br />

especialista en Dante en estos momentos.<br />

—¿Así que Christa queda fuera <strong>de</strong> la ecuación?<br />

—Le he dicho que tiene <strong>de</strong> plazo hasta el 18 <strong>de</strong> diciembre para<br />

presentarme una nueva propuesta. Pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarlo un regalo <strong>de</strong><br />

Navidad. No te preocupes más por ella. Su futuro académico pen<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

un hilo. Un hilo que sostengo yo.<br />

«Bien», pensó Julia.<br />

—También tuve una interesante conversación con mi abogado<br />

—añadió <strong>Gabriel</strong>.<br />

Julia bebió un trago <strong>de</strong> vino y esperó a que él siguiera hablando.<br />

—Me dijo que se informaría más a fondo sobre la política <strong>de</strong> no<br />

confraternización <strong>de</strong> la universidad, pero que me <strong>de</strong>saconsejaba muy<br />

encarecidamente mantener cualquier tipo <strong>de</strong> relación sentimental<br />

contigo mientras estuvieras en mi clase.


<strong>El</strong>la se ruborizó.<br />

—¿Eso incluye los besos?<br />

—No lo du<strong>de</strong>s, pero comentó que a la universidad le preocupan<br />

básicamente las activida<strong>de</strong>s sexuales. Mientras seamos castos y<br />

discretos durante el resto <strong>de</strong>l semestre, no creo que tengamos<br />

problemas.<br />

Julia se ruborizó aún más y no apartó la vista <strong>de</strong> la copa.<br />

—Así que vas a tener que mantener las manos quietas hasta<br />

que te haya entregado la nota <strong>de</strong>l seminario, señorita Mitchell.<br />

—No pue<strong>de</strong>s ir besándome y calificar mi trabajo a la vez.<br />

—Tienes razón. A estas alturas ya no podría ser objetivo con tu<br />

trabajo por mucho que me esforzara. Haré que lo califique Katherine.<br />

—¿No le extrañará?<br />

—Me inventaré alguna excusa —respondió él, sonriendo—. Y le<br />

compraré una botella <strong>de</strong> Lagavulin <strong>de</strong> dieciséis años. Resucita a un<br />

muerto.<br />

—Pero lo que estamos haciendo no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser confraternizar.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sujetó la cara entre las manos.<br />

—Pero no es tan grave como si nos hubiéramos acostado.<br />

Tendríamos menos problemas con la administración en caso <strong>de</strong> ser<br />

<strong>de</strong>scubiertos. Mi abogado está buscando cualquier resquicio legal.<br />

—No quiero ser un resquicio en tu vida.<br />

—No lo eres. ¿Prefieres que nos mantengamos totalmente<br />

apartados durante cinco semanas? Yo prefiero verte y po<strong>de</strong>r darte la<br />

mano, pero si es lo que tú prefieres, lo haré.<br />

Julia se lo planteó, pero la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> no verlo durante cinco<br />

semanas la ponía enferma, así que negó con la cabeza.<br />

—Me gustaría que pudiéramos seguir viéndonos —continuó<br />

<strong>Gabriel</strong>—. Como amigos, por supuesto. Tú aún estás <strong>de</strong>cidiendo si<br />

pue<strong>de</strong>s confiar en mí y todavía nos estamos conociendo. Si nadie en<br />

la universidad se entera, nadie podrá atacarnos.<br />

Le quitó la copa <strong>de</strong> vino y la <strong>de</strong>jó en la mesita, al lado <strong>de</strong> la suya.<br />

Luego la abrazó hasta que Julia prácticamente estuvo sentada sobre<br />

su regazo.<br />

—Po<strong>de</strong>mos imaginarnos que somos adolescentes y que<br />

seguimos viviendo en Selinsgrove. Que acabamos <strong>de</strong> empezar a salir<br />

juntos y que, como somos buenos chicos chapados a la antigua,<br />

hemos hecho voto <strong>de</strong> castidad.<br />

—Le has estado dando muchas vueltas a todo esto.<br />

—Tengo una imaginación muy rica y gráfica en lo que a ti se


efiere —susurró él—. Tal vez me hubiese gustado que pudiésemos<br />

ser adolescentes al mismo tiempo.<br />

—Entonces, ¿todo esto va encaminado a acostarnos?<br />

<strong>Gabriel</strong> reflexionó un momento antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />

—Lo que me había imaginado no era tan sórdido. Pero, Julianne,<br />

piensa que lo que pase o <strong>de</strong>je <strong>de</strong> pasar en nuestra relación <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><br />

enteramente <strong>de</strong> ti.<br />

<strong>El</strong>la asintió para hacerle saber que lo había oído y ambos<br />

guardaron silencio. Poco <strong>de</strong>spués, Julia cerró los ojos, sintiéndose<br />

extrañamente relajada por el aroma <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y el latido <strong>de</strong> su<br />

corazón. Él le acarició el cabello y le susurró palabras en italiano.<br />

—¿Julianne? —la llamó al cabo <strong>de</strong> un rato.<br />

Silencio.<br />

—¿Julia?<br />

Al inclinarse, vio que se había dormido. No quería <strong>de</strong>spertarla,<br />

pero tampoco quería irse sin <strong>de</strong>spedirse. A<strong>de</strong>más, no se marcharía<br />

tranquilo si ella no cerraba la puerta por <strong>de</strong>ntro.<br />

La levantó con cuidado y la <strong>de</strong>positó bajo el edredón, esperando<br />

que se <strong>de</strong>spertara, pero no lo hizo. <strong>Gabriel</strong> se quedó mirando su<br />

cuerpo menudo, sus labios entreabiertos, su pecho, que subía y<br />

bajaba cada vez que respiraba. Era muy bonita. Y muy dulce.<br />

No recordaba la última vez que había pasado una noche casta al<br />

lado <strong>de</strong> una mujer hermosa que no fuera miembro <strong>de</strong> la familia. Una<br />

noche casta, aunque cargada <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo, pasión y una necesidad<br />

abrumadora... ¡Dios, cómo la <strong>de</strong>seaba!<br />

Pero el conflicto <strong>de</strong> siempre se cernía amenazador en su mente.<br />

No quería corromperla. No quería que se volviera como él. No quería<br />

que fuera vulnerable ni soportaría que sufriera por su culpa. Dudaba<br />

muy seriamente <strong>de</strong> su propia capacidad para mantener una relación<br />

con Julia sin per<strong>de</strong>r el control. Había estado a punto <strong>de</strong> olvidarse <strong>de</strong><br />

sus buenas intenciones al verla con aquella toalla.<br />

«Ésta es la consecuencia <strong>de</strong> años <strong>de</strong> lujuria y <strong>de</strong>senfreno. Ya ni<br />

siquiera sabes cortejarla como un caballero. Quieres hacerle el amor<br />

sin que ella sienta que la estás follando, pero ¿serás capaz? ¿Podrías<br />

mantener una relación sexual con Julia sin tratarla como si fuera un<br />

juguete concebido para tu satisfacción carnal? ¿Podrías amarla sin<br />

pecar?»<br />

Estos pensamientos lo martirizaban mientras contemplaba al<br />

cor<strong>de</strong>rito <strong>de</strong> mejillas sonrosadas que le tenía tanta confianza que se<br />

había quedado dormida entre sus brazos, ajena a la pasión que le


hervía a él en las venas.<br />

Se vació los bolsillos y <strong>de</strong>sconectó el iPhone antes <strong>de</strong> ir al baño.<br />

Apagó la estufa y se quedó en calzoncillos y camiseta. Dedicó un<br />

momento a memorizar la marca <strong>de</strong>l champú y <strong>de</strong>más productos <strong>de</strong><br />

aseo <strong>de</strong> Julia, para po<strong>de</strong>r comprarlos para su próxima visita a su casa.<br />

Definitivamente, la vainilla era su nuevo sabor favorito.<br />

«Aunque la vainilla y el chocolate juntos...»<br />

Tras apagar la luz, se tumbó a su lado en la cama individual. Era<br />

<strong>de</strong>masiado pequeña para dos personas. Por un momento, casi añoró<br />

su camastro <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> estudiantes en Princeton o en el<br />

Magdalen College. Casi. En aquellas camas se podía dormir, pero<br />

eran totalmente ina<strong>de</strong>cuadas para cualquier actividad sexual. Era una<br />

suerte que ese tipo <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s no formaran parte <strong>de</strong>l menú <strong>de</strong> esa<br />

noche.<br />

Al darse la vuelta, su mano rozó un trozo <strong>de</strong> papel pequeño y<br />

liso metido bajo la almohada. Lo cogió y lo levantó para mirarlo a la luz<br />

<strong>de</strong> un rayo <strong>de</strong> luna que entraba por la ventana. Lo que vio no podía<br />

haberlo sorprendido más. Era una vieja fotografía suya, <strong>de</strong> sus días en<br />

Princeton. Reconoció el jersey <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> remo <strong>de</strong> la universidad.<br />

«¿De dón<strong>de</strong> la habrá sacado? ¿Cuánto tiempo hará que la<br />

tiene?» Volvió a <strong>de</strong>jarla bajo la almohada, sonriendo sorprendido. Algo<br />

parecido a la esperanza le calentó las entrañas.<br />

Nunca le había gustado dormir abrazando a alguien por <strong>de</strong>trás,<br />

como cucharitas en un cajón. Era una postura <strong>de</strong>masiado íntima para<br />

él. Pero ese día era justo lo que <strong>de</strong>seaba hacer. Ro<strong>de</strong>ó a Julia con su<br />

cuerpo y le pasó un brazo por encima. Encajaban perfectamente.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró <strong>de</strong> satisfacción al po<strong>de</strong>r abrazar el cálido cuerpo <strong>de</strong> la<br />

joven a la que adoraba y hundir la nariz en su pelo largo y suave, que<br />

olía a vainilla.<br />

Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la mañana, Julia abrió los ojos. Un<br />

fuerte brazo la sujetaba con firmeza y el aroma <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> le llegó a la<br />

nariz. Estaba entre sus brazos, con la espalda pegada a su pecho.<br />

Aunque él se movió un poco como reacción al movimiento <strong>de</strong> ella, su<br />

respiración acompasada indicaba que seguía durmiendo.<br />

Julia lo miró en la oscuridad. ¿Cuántos años había esperado<br />

para dormir otra vez a su lado? Se volvió muy lentamente y se puso<br />

boca arriba. Con los ojos cerrados y una expresión <strong>de</strong> paz en la cara,<br />

<strong>Gabriel</strong> parecía mucho más joven.<br />

Casi parecía un niño. Un niño bueno, <strong>de</strong> pelo castaño y labios


sonrosados, que sonreía en sueños dulcemente. Julia suspiró<br />

disfrutando <strong>de</strong> su belleza.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió los ojos. Tardó unos segundos en distinguirla en la<br />

oscuridad, pero cuando lo hizo, la besó en los labios y susurró:<br />

—¿Estás bien?<br />

—Sigues aquí —dijo ella.<br />

—No volveré a <strong>de</strong>jarte sola sin <strong>de</strong>cirte adiós. ¿No pue<strong>de</strong>s<br />

dormir?<br />

—Pensaba que esto era un sueño.<br />

—Sólo para mí —replicó él con una sonrisa.<br />

—Eres guapísimo, <strong>Gabriel</strong>. Siempre lo has sido, lo sabes, ¿no?<br />

—La naturaleza es muy cruel. <strong>El</strong> ángel caído conserva su<br />

belleza, pero soy feo por <strong>de</strong>ntro.<br />

Julia le dio un beso <strong>de</strong>cidido para dar más énfasis a las palabras<br />

que estaba a punto <strong>de</strong> pronunciar.<br />

—Alguien que es feo por <strong>de</strong>ntro no compra un maletín para otra<br />

persona y mantiene lo que ha hecho en secreto.<br />

Él la miró boquiabierto.<br />

—¿Des<strong>de</strong> cuándo lo sabes?<br />

—Rachel me lo contó.<br />

—Y, al enterarte, ¿te vinieron más ganas <strong>de</strong> quedártelo o<br />

menos?<br />

—En aquel momento, mitad y mitad.<br />

—Pero ya no lo usas —comentó <strong>Gabriel</strong>, apartándole el pelo <strong>de</strong><br />

la cara.<br />

—Volveré a usarlo.<br />

—Entonces, ¿te gusta?<br />

—Mucho. Gracias.<br />

Él le frotó la nariz con la suya y sonrió.<br />

—Tú eras hermosa a los diecisiete años, Julianne. Ahora eres<br />

<strong>de</strong>slumbrante.<br />

—Nadie es feo <strong>de</strong>l todo en la oscuridad —susurró ella.<br />

—No estoy <strong>de</strong> acuerdo. —<strong>Gabriel</strong> volvió a besarla, pero al darse<br />

cuenta <strong>de</strong> lo que estaba haciendo, se apartó bruscamente y se obligó<br />

a <strong>de</strong>tenerse.<br />

Julia le apoyó la cabeza en el pecho y cerró los ojos,<br />

escuchando el latido <strong>de</strong> su corazón y tratando <strong>de</strong> no embriagarse con<br />

la energía que circulaba entre los dos.<br />

—Acabo <strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> que la única manera <strong>de</strong> conseguir<br />

que seas sincera conmigo es compartiendo tu cama.


<strong>El</strong>la se ruborizó. Aunque estaba oscuro, <strong>Gabriel</strong> lo notó y se<br />

echó a reír.<br />

—¿A qué crees que se <strong>de</strong>berá?<br />

—Cuando estamos juntos en la cama, eres amable conmigo. Me<br />

siento... segura.<br />

—No sé si estar acostados juntos es muy seguro, Julianne, pero<br />

te prometo que trataré <strong>de</strong> ser amable contigo siempre. Especialmente<br />

en la cama.<br />

<strong>El</strong>la lo abrazó y asintió contra su pecho, como si entendiera las<br />

implicaciones <strong>de</strong> lo que le estaba diciendo. Pero no podía enten<strong>de</strong>rlas.<br />

¿O sí?<br />

—¿Vas a ir a casa en Acción <strong>de</strong> Gracias?<br />

—Sí, tengo que llamar a mi padre para darle las buenas noticias.<br />

—Yo le prometí a Richard que iría. ¿Te... te apetecería viajar<br />

conmigo?<br />

—Me encantaría.<br />

—Bien. —<strong>Gabriel</strong> suspiró y se frotó los ojos—. Entonces será<br />

una fiesta mucho más agradable.<br />

—Nunca me ha gustado Acción <strong>de</strong> Gracias. Sólo Grace la hacía<br />

tolerable.<br />

—¿No lo pasabas bien con tu familia?<br />

Julia cambió <strong>de</strong> postura, inquieta.<br />

—No lo celebrábamos.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Yo siempre me encargaba <strong>de</strong> cocinar, a menos que mi madre<br />

estuviera fuera <strong>de</strong> casa, en rehabilitación. Pero cuando trataba <strong>de</strong><br />

preparar algo especial... —Julia negó con la cabeza. No podía<br />

continuar.<br />

<strong>Gabriel</strong> la abrazó con más fuerza.<br />

—Cuéntamelo —susurró.<br />

—No quieres saberlo.<br />

<strong>El</strong>la trató <strong>de</strong> liberarse, pero él se mantuvo firme.<br />

—No quería que te disgustaras. Sólo quiero conocerte mejor.<br />

<strong>El</strong> tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, más que sus palabras o sus gestos, le<br />

llegó al corazón. Respiró hondo antes <strong>de</strong> seguir hablando.<br />

—Durante mi último día <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias, en San Luis, mi<br />

madre llevaba varios días <strong>de</strong> borrachera en casa con uno <strong>de</strong> sus<br />

novios. Pero, estúpida <strong>de</strong> mí, <strong>de</strong>cidí preparar un pollo relleno asado<br />

con patatas doblemente horneadas y verduras como<br />

acompañamiento.


—Seguro que quedó <strong>de</strong>licioso —la animó él.<br />

—Nunca lo averigüé.<br />

—¿Por qué?<br />

—Tuve una especie <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>nte.<br />

—Julianne... —<strong>Gabriel</strong> trató <strong>de</strong> levantarle la barbilla para que lo<br />

mirara a los ojos, pero ella se resistió—. ¿Qué pasó?<br />

—No teníamos mesa en la cocina. Así que monté una mesa<br />

plegable en el salón y puse tres cubiertos. Fue una auténtica<br />

estupi<strong>de</strong>z. No tenía que haberme molestado. Coloqué la comida en<br />

una ban<strong>de</strong>ja para llevarla a la mesa, pero el novio <strong>de</strong> mi madre me<br />

puso la zancadilla y me caí.<br />

—¿A propósito?<br />

—Sí, me vio venir.<br />

<strong>Gabriel</strong> se enfureció inmediatamente y apretó los puños.<br />

—Salí volando. Los platos se rompieron. Había comida por todas<br />

partes.<br />

—¿Te hiciste daño? —preguntó él, con los dientes apretados.<br />

—No me acuerdo.<br />

—¿Tu madre te ayudó?<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó.<br />

—Se echaron a reír. Debía <strong>de</strong> tener un aspecto patético, <strong>de</strong><br />

rodillas, llorando, bañada en salsa. <strong>El</strong> pollo salió disparado y se <strong>de</strong>slizó<br />

por el suelo hasta quedar <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> una silla. —Permaneció un rato<br />

en silencio, reflexionando—. Pasé un buen rato <strong>de</strong> rodillas. Te habría<br />

dado un ataque si me hubieras visto.<br />

Él reprimió el impulso <strong>de</strong> dar un puñetazo a la pared.<br />

—No me habría dado ningún ataque. A él le habría dado una<br />

paliza y me habría tenido que contener mucho para no dársela<br />

también a ella.<br />

Julia le acarició el puño con un <strong>de</strong>do.<br />

—Pronto se aburrieron <strong>de</strong>l espectáculo y se fueron a la<br />

habitación a follar. Ni siquiera se molestaron en cerrar la puerta. Ése<br />

fue el último día <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias que pasé con Sharon.<br />

—Tu madre me recuerda a Anne Sexton.<br />

—Pero mi madre nunca escribió poesía.<br />

—Dios mío, Julia. —<strong>Gabriel</strong> abrió los puños y la abrazó.<br />

—Lo recogí todo para que no se enfadaran conmigo y me subí a<br />

un autobús. Fui dando vueltas sin rumbo hasta que vi a un grupo <strong>de</strong>l<br />

Ejército <strong>de</strong> Salvación. Anunciaban una cena <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias


para los sin techo. Les pregunté si aceptaban voluntarios y me<br />

enviaron a la cocina.<br />

—¿Así pasaste la noche <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias?<br />

<strong>El</strong>la se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No podía volver a casa. Los <strong>de</strong>l Ejército <strong>de</strong> Salvación fueron<br />

muy amables conmigo. Cuando acabamos <strong>de</strong> servir la cena, comí<br />

pavo con el resto <strong>de</strong> los voluntarios. Incluso me llevé un poco que<br />

había sobrado a casa. Y un trozo <strong>de</strong> tarta. Nadie me había preparado<br />

tarta antes.<br />

<strong>Gabriel</strong> se aclaró la garganta.<br />

—Julianne, ¿por qué no fuiste a vivir antes con tu padre?<br />

—No todos los días eran tan malos —contestó y empezó a<br />

juguetear con la camiseta <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, enroscándosela alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>do y tirando <strong>de</strong> ella.<br />

—¡Eh, cuidado! —Él se echó a reír—. Me estás arrancando los<br />

cuatro pelos que tengo.<br />

—Lo siento. —Julia le alisó la camiseta, nerviosa—. Mi padre<br />

vivió con nosotras hasta que mi madre lo echó <strong>de</strong> casa. Yo tenía<br />

cuatro años. Regresó a Selinsgrove, su pueblo natal. Solía llamarme<br />

los domingos. Un día, mientras hablaba con él, se me escapó <strong>de</strong>cirle<br />

que uno <strong>de</strong> los novios <strong>de</strong> mi madre se había colado en mi cuarto la<br />

noche anterior, <strong>de</strong>snudo, creyendo que mi habitación era el baño.<br />

—Se aclaró la garganta y empezó a hablar más <strong>de</strong> prisa, para que<br />

<strong>Gabriel</strong> no pudiera hacerle la pregunta—. Papá se asustó y me<br />

preguntó si ese hombre me había tocado. No lo había hecho.<br />

Entonces, mi padre quiso hablar con mi madre. Cuando le expliqué<br />

que no podía molestarla cuando estaba con alguno <strong>de</strong> sus novios, me<br />

dijo que me metiera en mi habitación y que cerrara la puerta por<br />

<strong>de</strong>ntro. Por supuesto, no tenía cerradura ni cerrojo. A la mañana<br />

siguiente, a primera hora, mi padre se plantó en casa y me llevó con él<br />

a Selinsgrove. Menos mal que el novio ya se había ido. Creo que papá<br />

lo habría matado.<br />

—¿Te marchaste?<br />

—Sí. Papá le dijo a mi madre que si no <strong>de</strong>jaba el alcohol y los<br />

hombres, se quedaría conmigo permanentemente. <strong>El</strong>la aceptó ir a<br />

rehabilitación y yo me fui a vivir con él.<br />

—¿Cuántos años tenías?<br />

—Ocho.<br />

—¿Por qué no te quedaste luego con tu padre?<br />

—Porque nunca estaba en casa. Tenía un trabajo que le


ocupaba muchas horas. A veces, también tenía que trabajar los fines<br />

<strong>de</strong> semana. Y encima era bombero voluntario. Al acabar el curso, me<br />

mandó <strong>de</strong> nuevo a San Luis. Mi madre acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />

rehabilitación y estaba trabajando en un salón <strong>de</strong> manicura. Pensó que<br />

estaría mejor con ella.<br />

—Pero más tar<strong>de</strong> volviste a vivir con él. ¿Qué pasó?<br />

Julia titubeó.<br />

—Pue<strong>de</strong>s contármelo, Julianne —la animó, abrazándola con<br />

fuerza.<br />

Luego esperó, acariciándole la cabeza.<br />

<strong>El</strong>la tragó saliva.<br />

—<strong>El</strong> verano antes <strong>de</strong> cumplir los diecisiete años, papá me fue a<br />

buscar otra vez.<br />

—¿Por qué?<br />

—Mamá me pegó. Me caí y me golpeé la cabeza contra el<br />

mármol <strong>de</strong> la cocina. Des<strong>de</strong> el hospital, llamé a mi padre y le dije que<br />

si no venía a buscarme me iría <strong>de</strong> casa. Y eso fue todo. No volví a ver<br />

a mi madre.<br />

—¿Te quedó cicatriz?<br />

Julia le cogió la mano y se la llevó a la nuca. Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> resiguieron una línea <strong>de</strong> piel más gruesa en la que no crecía<br />

pelo.<br />

—Lo siento —dijo, acariciándosela con los <strong>de</strong>dos y luego con los<br />

labios—. Siento mucho que te pasaran todas esas cosas. Si pudiera,<br />

les daría una paliza a todos... empezando por tu padre.<br />

—No me quejo. Tuve suerte. Podría haber sido mucho peor. Mi<br />

madre sólo me pegó una vez.<br />

—No veo la suerte por ningún lado.<br />

—Tengo suerte ahora. Aquí nadie me pega. Y tengo un amigo<br />

que se preocupa <strong>de</strong> que coma bien.<br />

<strong>Gabriel</strong> negó con la cabeza, maldiciendo entre dientes.<br />

—Deberías haber sido adorada, malcriada, tratada como una<br />

princesa. Como Rachel.<br />

—No creo en los cuentos <strong>de</strong> hadas —susurró ella.<br />

—Me gustaría lograr que volvieras a creer. —Se inclinó y le besó<br />

la frente.<br />

—La realidad es mejor que la fantasía, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—No si convertimos la fantasía en nuestra realidad.<br />

Julia negó con la cabeza, pero sonrió.<br />

—¿Puedo hacerte una pregunta?


—Por supuesto —respondió él.<br />

—¿Y tú? —La sonrisa había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> su rostro—.<br />

¿Tienes alguna cicatriz?<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció impasible.<br />

—No pue<strong>de</strong>s pegar a alguien cuya existencia ignoras.<br />

Julia le apoyó la cabeza en el hombro.<br />

—Lo siento.<br />

—No sé qué es peor, que te peguen o que te ignoren. Supongo<br />

que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> dolor que prefieras.<br />

—Lo siento mucho, <strong>Gabriel</strong>. No lo sabía.<br />

Entrelazando los <strong>de</strong>dos con los suyos, Julia preguntó:<br />

—¿Vas a volver a casa ahora?<br />

—No, a no ser que tú quieras que me vaya. —Volvió a<br />

acariciarle el pelo, evitando la zona <strong>de</strong> la cicatriz.<br />

—Quiero que te que<strong>de</strong>s conmigo —respondió ella, suspirando.<br />

—Entonces, no voy a ninguna parte.<br />

Julia se durmió, mientras <strong>Gabriel</strong> reflexionaba sobre las<br />

cicatrices que le había mostrado y sobre las que permanecían ocultas.<br />

La llamó en voz baja, pero su respiración y falta <strong>de</strong> respuesta le<br />

indicaron que había vuelto a dormirse.<br />

—No <strong>de</strong>jaré que nadie te haga daño. —Le besó la mejilla con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za—. Yo menos que nadie.


19<br />

Julia se <strong>de</strong>spertó a la mañana siguiente con el sonido <strong>de</strong>l agua<br />

<strong>de</strong> la ducha. Estaba tratando <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r cómo podía estar la ducha<br />

en marcha mientras ella seguía en la cama, cuando el sonido se<br />

interrumpió y, poco <strong>de</strong>spués, un hombre alto y <strong>de</strong> pelo castaño<br />

apareció envuelto en una toalla pequeña <strong>de</strong> color lila.<br />

Julia abrió mucho los ojos y se cubrió la boca con la mano.<br />

—Buenos días —saludó <strong>Gabriel</strong>, sujetándose la toalla con una<br />

mano mientras cogía su ropa con la otra.<br />

<strong>El</strong>la lo estaba mirando fijamente. Y no precisamente a la cara.<br />

<strong>Gabriel</strong> acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> su ducha y tenía el pelo mojado y<br />

muy <strong>de</strong>speinado. Se le veían gotas <strong>de</strong> agua en los hombros y en el<br />

pecho, haciendo más nítido el tatuaje. <strong>El</strong> contorno <strong>de</strong> las líneas <strong>de</strong><br />

tendones, músculos y venas, simétricas y equilibradas, configuraban<br />

unas proporciones dignas <strong>de</strong> un i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> belleza. Las líneas clásicas<br />

<strong>de</strong> aquel cuerpo <strong>de</strong>jarían sin aliento a cualquiera.<br />

Julia acababa <strong>de</strong> pasar la noche con el dueño <strong>de</strong> ese cuerpo en<br />

su cama, y él la había abrazado y jugado con su pelo. Y ese cuerpo<br />

iba unido a una mente brillante y a una alma profunda y apasionada.<br />

Permanecía con la mirada clavada en su físico y las palabras<br />

«semidiós marino» revolotearon por su conciencia.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió.<br />

—He dicho buenos días, Julianne.<br />

<strong>El</strong>la cerró la boca <strong>de</strong> golpe.<br />

—Buenos días.<br />

Él se acercó y se inclinó para darle un beso suave con los labios<br />

entreabiertos. Unas cuantas gotas <strong>de</strong> agua la salpicaron y la sábana<br />

las absorbió.<br />

—¿Has dormido bien?<br />

<strong>El</strong>la asintió lentamente, <strong>de</strong>masiado sofocada para hablar.<br />

—No eres muy habladora <strong>de</strong> buena mañana —bromeó él,<br />

incorporándose con una sonrisilla en los labios.<br />

—¡Estás casi <strong>de</strong>snudo!<br />

—Es verdad. ¿Preferirías que acabara <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudarme <strong>de</strong>l todo?<br />

—preguntó, moviendo la toalla provocativamente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus<br />

ca<strong>de</strong>ras.<br />

Julia casi se muere <strong>de</strong> la impresión.


—Estoy bromeando, cariño. —Volvió a besarla con el cejo<br />

fruncido. Y, al recordar lo que le había contado la noche anterior, se<br />

alejó <strong>de</strong> ella cautelosamente—. Me había olvidado <strong>de</strong> lo que te pasó<br />

en San Luis cuando eras pequeña. Siento haber salido así <strong>de</strong>l baño.<br />

Lo he hecho sin darme cuenta.<br />

<strong>El</strong>la lo miró <strong>de</strong> arriba abajo, admirándolo en silencio, y lo<br />

tranquilizó con una sonrisa.<br />

—No pasa nada. Es que... eres impresionante. Se te ve<br />

contento.<br />

Él le <strong>de</strong>volvió la sonrisa.<br />

—Dormir a tu lado me sienta bien. ¿Puedo prepararte el<br />

<strong>de</strong>sayuno?<br />

—Sí, claro. Pero ya sabes que no tengo cocina.<br />

—Soy un hombre <strong>de</strong> recursos.<br />

La sonrisa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era tan cálida que hizo que Julia se<br />

olvidara <strong>de</strong> las carencias <strong>de</strong> su apartamento.<br />

Justo antes <strong>de</strong> que la puerta <strong>de</strong>l baño se cerrara tras él, Julia<br />

pudo disfrutar <strong>de</strong>l espectáculo <strong>de</strong> un perfecto glúteo, cuando <strong>Gabriel</strong><br />

<strong>de</strong>jó caer la toalla al suelo, <strong>de</strong>jándola a ella boqueando como un pez.<br />

La noche siguiente, cuando Rachel regresó <strong>de</strong> su escapada<br />

romántica con Aaron, revisó su buzón <strong>de</strong> voz. Tras llamar en seguida<br />

a su padre, telefoneó a <strong>Gabriel</strong> y le <strong>de</strong>jó un mensaje.<br />

«¿Qué <strong>de</strong>monios pasa, <strong>Gabriel</strong>? ¿Qué le has hecho a Julia?<br />

Sólo ha <strong>de</strong>saparecido una vez en su vida, cuando su ex la humilló <strong>de</strong><br />

un modo espantoso. Así que, repito, ¿qué <strong>de</strong>monios le has hecho?<br />

¡Como tenga que ir yo allí para enterarme, será peor! Llámame.<br />

»Por cierto, papá me ha dado recuerdos para ti. Dice que se<br />

alegró mucho <strong>de</strong> que lo llamaras. ¿Sería mucho pedir que le llamaras<br />

más a menudo? ¿Una vez a la semana, por ejemplo? Ha <strong>de</strong>cidido<br />

volver al trabajo porque no soporta estar en casa solo. Y, por cierto, la<br />

ha puesto a la venta.»<br />

Luego, preocupada por su mejor amiga, llamó a Julia y le <strong>de</strong>jó<br />

también un mensaje.<br />

«Julia, ¿qué hizo <strong>Gabriel</strong>? He encontrado un mensaje suyo en el<br />

buzón <strong>de</strong> voz. Parecía loco <strong>de</strong> atar. No respon<strong>de</strong> al teléfono, así que<br />

no sé qué ha pasado. Tampoco creo que me contara la verdad. De<br />

todos modos, espero que estés bien y lo siento mucho. Hiciera lo que<br />

hiciese, te ruego que no vuelvas a <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> mi vida. No ahora.<br />

Éste será el último día <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias que celebraremos en


casa. Papá la ha puesto a la venta. Aaron insiste en comprarte un<br />

billete. Llámame, ¿quieres? Te quiero.»<br />

Después <strong>de</strong> eso, Rachel regresó a su vida en Fila<strong>de</strong>lfia,<br />

esperando recibir noticias tanto <strong>de</strong> su hermano como <strong>de</strong> su mejor<br />

amiga. Y planeando una boda.<br />

Tras convencerla <strong>de</strong> que no se subiera al primer avión con<br />

<strong>de</strong>stino a Toronto para patearle el culo, <strong>Gabriel</strong> llamó a Richard y le<br />

pidió que retirara la casa <strong>de</strong>l mercado. Luego llamó a Julia, pero no<br />

pudo hablar con ella, porque estaba comunicando, así que le <strong>de</strong>jó un<br />

mensaje.<br />

«Nunca me coges el teléfono. [Refunfuña ligeramente.] ¿No<br />

tienes llamada en espera? ¿Pue<strong>de</strong>s contratarlo? No me importa lo que<br />

cueste. Pago yo. Estoy harto <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte mensajes. [Respira hondo.]<br />

Acabo <strong>de</strong> hablar con Rachel. Estaba furiosa conmigo, pero creo que<br />

he podido convencerla <strong>de</strong> que tú y yo discutimos sobre un tema<br />

académico, pero que ya nos hemos dado un besito y hemos hecho las<br />

paces. [Se ríe.] Bueno, lo <strong>de</strong>l besito no se lo he dicho.<br />

»Tal vez podrías llamarla y tranquilizarla para que no cumpla su<br />

amenaza <strong>de</strong> venir a Toronto. [Suspiro.] Julianne, me gustó mucho<br />

<strong>de</strong>spertarme a tu lado ayer. Más <strong>de</strong> lo que puedo expresar por<br />

teléfono. Dime que podré <strong>de</strong>spertarme a tu lado otra vez pronto. [Con<br />

una voz más baja y ardiente.] Estoy sentado frente a la chimenea,<br />

<strong>de</strong>seando que estuvieras aquí, entre mis brazos. Llámame,<br />

principessa.»<br />

Mientras tanto, Julia estaba hablando con su padre.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que vengas a casa, Jules. Estaré <strong>de</strong> guardia,<br />

pero podremos pasar algún rato juntos. —Tom acabó la frase tosiendo<br />

y aclarándose la garganta.<br />

—Bien. Rachel también quiere que vaya a visitarla. Va a casarse<br />

y creo que necesita ayuda con los preparativos, ahora que Grace no<br />

está.<br />

—Deb me ha invitado a cenar con ella y los niños en Acción <strong>de</strong><br />

Gracias. Estoy seguro <strong>de</strong> que no le importará que vayas.<br />

—Ni <strong>de</strong> coña —murmuró Julia.<br />

—¿Cómo dices?<br />

—Perdona, papá. Me gustaría saludar a Deb, pero no pienso ir a<br />

cenar a su casa.<br />

Tom hizo una pausa incómoda.<br />

—No hace falta que vaya yo tampoco. Veo a Deb<br />

constantemente.


Julia puso los ojos en blanco.<br />

—¿A qué hora llegarás al aeropuerto? —le preguntó su padre.<br />

—De hecho, como <strong>Gabriel</strong> Emerson está viviendo en Toronto,<br />

me comentó que podríamos volver juntos a Fila<strong>de</strong>lfia. Así podría ir con<br />

los Clark <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el aeropuerto.<br />

Tom guardó silencio unos segundos.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong> está ahí?<br />

—Da clases en la universidad. Tengo un seminario con él.<br />

—No me lo habías dicho, Jules. Tienes que mantenerte apartada<br />

<strong>de</strong> ese chico.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque no es una buena compañía.<br />

—¿Qué te hace <strong>de</strong>cir eso?<br />

Tom volvió a carraspear.<br />

—No fue a ver a su madre cuando se estaba muriendo. Y pasa<br />

muy poco tiempo con su familia. No me fío <strong>de</strong> él y no quiero que esté<br />

cerca <strong>de</strong> mi hija.<br />

—Papá, es el hermano <strong>de</strong> Rachel. Y ella se ha ofrecido a<br />

recogernos en el aeropuerto.<br />

—Bajo ningún concepto le lleves ninguna bolsa en el avión y no<br />

aceptes nada que te ofrezca que sea sospechoso. Tendrás que cruzar<br />

la frontera.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>monios quieres <strong>de</strong>cir?<br />

—Quiero <strong>de</strong>cir que me preocupo por ti. ¿No puedo preocuparme<br />

por mi única hija?<br />

Julia reprimió el impulso <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo cruel o maleducado.<br />

—Cuando tenga el billete, te diré cuándo llego.<br />

—Perfecto. Hablamos entonces.<br />

Y con esas palabras, la poco productiva conversación entre Julia<br />

y Thomas Mitchell llegó a su fin.<br />

Luego, ella pasó la hora siguiente asegurándole a Rachel que<br />

estaba bien y que, sorpren<strong>de</strong>ntemente, <strong>Gabriel</strong> ya no se estaba<br />

comportando como un asno. También logró convencer a Aaron <strong>de</strong> que<br />

no era necesario que le comprara el billete. Mencionó el problema <strong>de</strong><br />

los planes <strong>de</strong> su padre para Acción <strong>de</strong> Gracias y les aseguró que<br />

cenaría con ellos el jueves por la noche.<br />

Estaba ya muy cansada cuando por fin pudo hablar con <strong>Gabriel</strong>.<br />

No fue fácil convencerlo <strong>de</strong> que no era buena i<strong>de</strong>a dormir juntos cada<br />

noche. Alguien ligado a la universidad podría verlos entrar o salir <strong>de</strong><br />

sus respectivas viviendas. Él le dio la razón a regañadientes, pero le


hizo prometer que volverían a dormir juntos antes <strong>de</strong> una semana.<br />

Julia no quería que <strong>Gabriel</strong> perdiera el trabajo por su culpa, por<br />

eso estaba <strong>de</strong>cidida a reducir las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que los<br />

<strong>de</strong>scubrieran juntos. Tampoco quería pasar todas las noches en su<br />

cama, porque sabía adón<strong>de</strong> llevaría eso. Seguía intentando confiar en<br />

él. Su reticencia era más que razonable, teniendo en cuenta que aún<br />

hacía poco tiempo que <strong>Gabriel</strong> había cambiado <strong>de</strong> actitud hacia ella. Y<br />

que él había admitido que su pasión estaba a punto <strong>de</strong> acabar con su<br />

precario control.<br />

<strong>El</strong>la no quería <strong>de</strong>jarse convencer para hacer algo para lo que no<br />

se sentía preparada. No quería entregarle parte <strong>de</strong> sí misma y volver<br />

luego a su apartamento sintiéndose utilizada y sola, como le había<br />

pasado tantas veces con él. Cierto, <strong>Gabriel</strong> no era él. Pero no podía<br />

evitar ser cautelosa, por mucho que <strong>de</strong>seara confiar en él.<br />

A pesar <strong>de</strong> sus precauciones para protegerse, Julia dormía<br />

mucho mejor con <strong>Gabriel</strong> que sin él y cada día que pasaba sin verlo le<br />

dolía el corazón.<br />

<strong>El</strong> lunes por la tar<strong>de</strong>, un mensajero llevó a casa <strong>de</strong> Julia una<br />

gran caja blanca. Tras firmar el recibo, cerró la puerta y abrió el sobre<br />

que acompañaba la caja. La tarjeta tenía grabadas las iniciales G. O.<br />

E. y estaba escrita a mano.<br />

Querida Julianne:<br />

Gracias por compartir conmigo el viernes por la noche.<br />

Tienes corazón <strong>de</strong> león.<br />

Me encantaría po<strong>de</strong>r domesticarte lentamente,<br />

sin lágrimas ni adioses.<br />

Tuyo,<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

P. D.: Tengo una nueva cuenta <strong>de</strong> correo electrónico a tu<br />

disposición. Es ésta: goe717@gmail.com<br />

Julia abrió la caja e inmediatamente quedó cautivada por una<br />

agradable fragancia. La sorprendió ver que procedía <strong>de</strong> un gran<br />

cuenco <strong>de</strong> cristal lleno <strong>de</strong> agua. Flotando en su superficie, había siete<br />

gar<strong>de</strong>nias. Con mucho cuidado, sacó el cuenco <strong>de</strong> la caja y lo colocó<br />

en la mesa plegable, aspirando profundamente el perfume que<br />

empezaba a exten<strong>de</strong>rse por la habitación.


Releyó la nota <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y abrió el portátil para enviarle un<br />

mensaje a su nueva dirección <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su correo <strong>de</strong> Gmail.<br />

Querido <strong>Gabriel</strong>:<br />

Gracias por las gar<strong>de</strong>nias, son preciosas.<br />

Gracias por la tarjeta.<br />

Gracias por escucharme.<br />

Tengo muchas ganas <strong>de</strong> verte,<br />

Julia<br />

Besos<br />

<strong>El</strong> miércoles por la tar<strong>de</strong>, Julia se encontró con Paul en los<br />

casilleros, antes <strong>de</strong>l seminario <strong>de</strong>l profesor Emerson. Se saludaron y<br />

charlaron un poco antes <strong>de</strong> ser interrumpidos bruscamente por el<br />

móvil <strong>de</strong> ella. La pantalla <strong>de</strong>cía que la estaba llamando<br />

—milagrosamente— Dante Alighieri, así que, por supuesto, respondió.<br />

—Tengo que contestar —murmuró, disculpándose con Paul,<br />

antes <strong>de</strong> salir al pasillo.<br />

—¿Hola?<br />

—Julianne.<br />

<strong>El</strong>la sonrió al oír su voz.<br />

—Hola.<br />

—¿Cenarás conmigo esta noche?<br />

Julia miró a su alre<strong>de</strong>dor para asegurarse <strong>de</strong> que estaba sola.<br />

—Hum, ¿qué habías pensado?<br />

—Cenar en mi casa. No te he visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el sábado. Estoy<br />

empezando a pensar que sólo estás interesada en una relación por<br />

correo, ahora que tienes mi nueva dirección electrónica —dijo él y se<br />

echó a reír.<br />

<strong>El</strong>la respiró profundamente, contenta <strong>de</strong> que no estuviera<br />

enfadado.<br />

—He estado preparando mi próxima reunión con Katherine. Y tú<br />

tenías tu conferencia, así que...<br />

—Necesito verte.<br />

—Yo también tengo ganas, pero vamos a vernos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

momento.<br />

—También quería hablarte <strong>de</strong> eso. Lo mejor será que no<br />

hagamos ninguna referencia a lo que pasó. Si ves que te ignoro, es<br />

por eso. No estoy enfadado. Quería avisarte para que no te<br />

preocuparas. —Tras una breve pausa, añadió—: Sólo pienso en


tocarte, pero tenemos que guardar las apariencias.<br />

—Lo entiendo.<br />

—Julianne —dijo <strong>Gabriel</strong> bajando la voz—, esta situación me<br />

disgusta tanto como a ti, pero me gustaría mucho que vinieras a cenar<br />

esta noche, para compensarte. Después <strong>de</strong> cenar, po<strong>de</strong>mos pasar<br />

una velada tranquila junto al fuego, disfrutando <strong>de</strong> nuestra mutua<br />

compañía. Antes <strong>de</strong> acostarnos.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó inmediatamente.<br />

—Me encantaría, pero esta noche tengo que trabajar. No he<br />

acabado <strong>de</strong> leer todos los textos que me dio Katherine y la reunión es<br />

mañana por la tar<strong>de</strong>. Es muy exigente, ya la conoces.<br />

Él empezó a mal<strong>de</strong>cir entre dientes.<br />

—Lo siento, <strong>Gabriel</strong>, pero quiero que esté contenta conmigo.<br />

—¿Y no quieres que yo esté contento contigo?<br />

—Yo... —Julia no supo qué respon<strong>de</strong>r.<br />

Él refunfuñó un poco más antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir:<br />

—¿Me prometes que nos veremos el viernes por la noche?<br />

—¿Después <strong>de</strong> la conferencia?<br />

—Tendré que ir a cenar con los organizadores, pero me gustaría<br />

que te reunieras conmigo en mi casa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cena.<br />

—¿No será muy tar<strong>de</strong>?<br />

—No para lo que tengo en mente. Me lo prometiste, ¿lo has<br />

olvidado?<br />

Julia sonrió al recordar las nuevas fiestas <strong>de</strong> pijama, más<br />

maduras, que había <strong>de</strong>scubierto recientemente.<br />

—Entonces, ¿nos veremos el viernes? —insistió él, susurrando.<br />

—Sí, tendré que buscar una excusa para Paul. Iremos a la<br />

conferencia juntos.<br />

Al otro lado <strong>de</strong>l teléfono se hizo un silencio tenso.<br />

—¿Hola? —Julia se <strong>de</strong>splazó un poco para mejorar la<br />

recepción—. ¿Sigues ahí?<br />

—Estoy aquí —respondió él, en un tono glacial.<br />

«Scheiße», pensó ella.<br />

Tras unos instantes <strong>de</strong> silencio, <strong>Gabriel</strong> siguió hablando:<br />

—¿Teníamos o no teníamos un acuerdo <strong>de</strong> no compartirnos con<br />

nadie?<br />

«Doble Scheiße.»<br />

—Por supuesto.<br />

—Yo he mantenido mi palabra.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor...


—Dime que he malinterpretado tus palabras —la interrumpió él.<br />

—Somos amigos y me invitó a acompañarlo a la conferencia. No<br />

me pareció nada malo.<br />

—¿Te gustaría que yo me viera con otras mujeres? ¿Que fuera<br />

a actos públicos con ellas?<br />

—No —admitió Julia en un susurro.<br />

—Entonces te ruego que tengas la misma <strong>de</strong>ferencia conmigo.<br />

—Por favor, no te enfa<strong>de</strong>s.<br />

Su petición chocó con un muro <strong>de</strong> silencio.<br />

—Es el único amigo que tengo. Ser estudiante en una ciudad<br />

extranjera es muy... solitario.<br />

—Pensaba que yo era tu amigo.<br />

—Por supuesto que lo eres. Pero necesito a alguien con quien<br />

hablar <strong>de</strong> las clases y cosas así.<br />

—Cualquier tema relacionado con la universidad <strong>de</strong>berías<br />

hablarlo conmigo.<br />

—Por favor, no me obligues a renunciar al único amigo que<br />

tengo. A ti no puedo verte siempre que quiero; me quedaría totalmente<br />

aislada.<br />

<strong>Gabriel</strong> se estremeció.<br />

—¿Le has dicho que te estás viendo con alguien?<br />

<strong>El</strong>la tragó saliva.<br />

—No. Pensaba que era un secreto.<br />

—Vamos, Julianne, no te hagas la tonta. —Respiró hondo para<br />

tranquilizarse—. De acuerdo. Admito que necesitas un amigo, pero<br />

tienes que <strong>de</strong>jarle claro que no estás disponible. Paul está claramente<br />

interesado en algo más y eso podría crearnos problemas.<br />

—Le diré que tengo un nuevo novio. Hemos quedado para ir a<br />

ver una exposición <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos semanas...<br />

—No, no irás con él —gruñó <strong>Gabriel</strong>—. Yo te llevaré.<br />

—Pero... ¿en público? No po<strong>de</strong>mos.<br />

—Yo me ocuparé <strong>de</strong> los <strong>de</strong>talles. Entonces, ¿<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

momento lo veré entrar en el aula llevándote los libros? —preguntó<br />

con ironía.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor.<br />

Él soltó el aire sonoramente.<br />

—De acuerdo. Olvidémonos <strong>de</strong> esto. Pero lo estaré vigilando. Y<br />

respecto al viernes, te daré una llave. O avisaré al conserje para que<br />

te <strong>de</strong>je entrar.<br />

—De acuerdo.


—Hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nada.<br />

Cuando Paul y Julia llegaron al aula <strong>de</strong> seminarios, <strong>Gabriel</strong> ya<br />

estaba allí. Tras fulminar a Paul con la mirada, volvió a revisar sus<br />

notas. Comprobó satisfecho que Julia volvía a usar el maletín. Era una<br />

tontería, pero se sintió muy contento.<br />

<strong>El</strong> resto <strong>de</strong> los alumnos, incluida Christa, paseó la mirada entre<br />

Julia y <strong>El</strong> Profesor unas cuantas veces. Parecía que estuvieran en un<br />

partido <strong>de</strong> tenis en Wimbledon.<br />

Julia se sentó en su asiento <strong>de</strong> siempre, al lado <strong>de</strong> Paul, con<br />

actitud <strong>de</strong>ferente.<br />

—No te preocupes, lleva toda la semana <strong>de</strong> buen humor. No<br />

creo que hoy se meta contigo. —Paul se inclinó hacia ella para<br />

susurrarle al oído—: Debe <strong>de</strong> haberse tirado a alguien este fin <strong>de</strong><br />

semana. Más <strong>de</strong> una vez.<br />

<strong>El</strong> profesor Emerson carraspeó con fuerza hasta que Paul se<br />

apartó.<br />

Julia se sofocó al oír el comentario <strong>de</strong> su amigo. Sin levantar la<br />

cabeza, empezó a tomar notas sin parar. <strong>El</strong> truco funcionó. Pronto<br />

había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> pensar en el sábado por la mañana y en <strong>Gabriel</strong><br />

<strong>de</strong>snudo, mojado, <strong>de</strong>jando caer una toalla pequeña, lila.<br />

Él casi no la miró y en ningún momento le preguntó nada, ni le<br />

hizo comentar ningún tema. En resumen, la clase supuso una enorme<br />

<strong>de</strong>cepción para los alumnos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong>l<br />

entretenimiento. Christa fue la única en sentirse satisfecha <strong>de</strong> que, al<br />

fin, el universo hubiera vuelto a su órbita —casi— correcta.<br />

—Están todos invitados a la conferencia sobre la lujuria en el<br />

Infierno <strong>de</strong> Dante que daré en el Victoria College el viernes a las tres<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Nos vemos la semana que viene. La clase ha terminado.<br />

<strong>El</strong> Profesor recogió sus cosas rápidamente y salió <strong>de</strong>l aula sin<br />

mirar a nadie.<br />

Paul se inclinó sobre Julia una vez más.<br />

—¿Te acompaño a casa? Podríamos comprar comida tailan<strong>de</strong>sa<br />

por el camino.<br />

—Me encantaría que me acompañaras, pero esta noche me la<br />

voy a pasar trabajando. Aunque hay algo que quería comentarte.<br />

<strong>El</strong> viernes por la mañana, Julia estaba frente al armario abierto,<br />

preguntándose qué iba a ponerse para la conferencia. Sabía que a<br />

<strong>Gabriel</strong> no le gustaría verla allí con Paul, pero también sabía que luego


pasarían la noche juntos en su casa. Ya había metido en el maletín lo<br />

que podía necesitar.<br />

Quería causarle buena impresión. Quería que <strong>Gabriel</strong> se fijara<br />

en ella entre todas las <strong>de</strong>más y que pensara que estaba muy guapa.<br />

Así que, por primera vez ese curso, se arregló. Se puso un vestido<br />

negro, medias negras tupidas y botas <strong>de</strong> piel negra <strong>de</strong> tacón alto.<br />

Rachel la había convencido para que se las comprara, hacía varios<br />

años. Se adornó con unos sencillos pendientes <strong>de</strong> perla que habían<br />

pertenecido a su abuela paterna y se ro<strong>de</strong>ó el cuello con una<br />

pashmina lila, por si el mo<strong>de</strong>sto escote resultaba excesivo para una<br />

conferencia en pleno día.<br />

Paul y ella fueron <strong>de</strong> los primeros en llegar a la gran sala <strong>de</strong><br />

conferencias. Se sentaron en una <strong>de</strong> las últimas filas, al lado <strong>de</strong>l<br />

pasillo, para no llamar la atención. <strong>El</strong> personal docente solía ocupar<br />

las primeras y los estudiantes no solían atreverse a romper esa<br />

convención.<br />

Sólo poner un pie en la sala, Julia sintió la presencia <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

Una extraña tensión vibraba entre ellos, incluso a esa distancia. Notó<br />

que él la miraba y supo que pronto estaría frunciendo el cejo. Una<br />

mirada <strong>de</strong> reojo a la tarima confirmó sus sospechas. Estaba<br />

fulminando a Paul con la mirada mientras éste le apoyaba la mano en<br />

la parte baja <strong>de</strong> la espalda para guiarla hacia el asiento.<br />

Pero luego, en seguida, dirigió la vista hacia ella y, con una<br />

sonrisa la<strong>de</strong>ada, la examinó <strong>de</strong> arriba abajo, <strong>de</strong>teniéndose un segundo<br />

más <strong>de</strong> la cuenta en sus botas <strong>de</strong> tacón. Volviéndose, siguió<br />

conversando con otro <strong>de</strong> los profesores.<br />

Julia <strong>de</strong>dicó varios segundos a admirar su aspecto. Estaba<br />

imponente, como siempre, vestido con un traje <strong>de</strong> Armani negro, una<br />

camisa blanca <strong>de</strong> puños dobles, estilo francés, corbata negra y unos<br />

zapatos <strong>de</strong> vestir también negros que, por suerte, no eran<br />

puntiagudos. Sorpren<strong>de</strong>ntemente, llevaba un chaleco <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

americana, que tenía <strong>de</strong>sabrochada. Julia se fijó en la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> un<br />

reloj que colgaba <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los bolsillos <strong>de</strong>l chaleco.<br />

—¿Has visto? Lleva un chaleco y un reloj <strong>de</strong> bolsillo —comentó<br />

Paul, negando con la cabeza—. ¿Cuántos años tiene este tipo?<br />

Apuesto a que guarda un retrato en su <strong>de</strong>sván que va envejeciendo en<br />

su lugar.<br />

Julia disimuló una sonrisa, pero no dijo nada.<br />

—¿Sabes qué me encargó hacer ayer?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.


—Tuve que meter algunas <strong>de</strong> sus preciosas plumas en una caja,<br />

cerrarla bien y enviarlas a un hospital <strong>de</strong> estilográficas. ¿Te lo pue<strong>de</strong>s<br />

creer?<br />

—¿Qué es un hospital <strong>de</strong> estilográficas?<br />

—Un taller <strong>de</strong> reparación para plumas enfermas, que ofrece<br />

servicio a una pandilla <strong>de</strong> dueños <strong>de</strong> plumas aún más enfermos, a los<br />

que les sobra el dinero. Y el tiempo. O el tiempo <strong>de</strong> sus ayudantes.<br />

Julia se echó a reír y <strong>de</strong>sconectó el teléfono.<br />

Recuperado ya <strong>de</strong> la gripe porcina, el profesor Jeremy H. Martin,<br />

catedrático <strong>de</strong> Estudios Italianos, dio la bienvenida al centenar <strong>de</strong><br />

asistentes e hizo una elogiosa presentación <strong>de</strong> los logros y la actual<br />

investigación <strong>de</strong>l profesor Emerson. Julia vio que <strong>Gabriel</strong> se removía<br />

incómodo en la silla, como si los halagos le <strong>de</strong>sagradaran. Sus<br />

miradas se cruzaron y ella le sonrió, dándole ánimos. Los hombros <strong>de</strong><br />

él se relajaron ostensiblemente.<br />

Era obvio que el profesor Martin estaba muy orgulloso <strong>de</strong>l<br />

profesor Emerson y que no tenía ningún reparo en expresar esa<br />

admiración. <strong>Gabriel</strong> había sido el fichaje estrella <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento y no<br />

había <strong>de</strong>fraudado las expectativas que habían <strong>de</strong>positado en él. Le<br />

habían dado plaza fija tras publicar su primer libro con la Oxford<br />

University Press. Iba camino <strong>de</strong> convertirse en un académico tan<br />

famoso como Katherine Picton. O al menos eso esperaba el profesor<br />

Martin.<br />

Tras un breve aplauso <strong>de</strong> bienvenida, <strong>Gabriel</strong> se puso las gafas,<br />

colocó sus notas en el atril y comprobó que el PowerPoint estuviera a<br />

punto. Antes <strong>de</strong> empezar a hablar, se tomó un par <strong>de</strong> segundos para<br />

examinar a los presentes: en la primera fila, el profesor Martin sonreía,<br />

la señorita Peterson, un poco inclinada hacia a<strong>de</strong>lante, se estaba<br />

acariciando el contorno <strong>de</strong>l escote y el resto <strong>de</strong> sus colegas<br />

esperaban, claramente interesados en lo que iban a escuchar.<br />

Con la excepción <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellos. Una profesora que no parecía<br />

ni remotamente interesada en la investigación ni en nada académico.<br />

Sus intereses eran mucho más disolutos y libertinos y, para que no<br />

cupiera duda <strong>de</strong> cuáles eran, se estaba pasando la lengua por los<br />

labios, pintados <strong>de</strong> color carmesí. Era una mujer retorcida. Una<br />

<strong>de</strong>predadora. <strong>Gabriel</strong> se sintió incómodo bajo el escrutinio <strong>de</strong> su<br />

mirada <strong>de</strong> serpiente, sobre todo con Julia en la misma sala. Sabía que<br />

su pasado acechaba en cada esquina, pero que Dios se apiadara <strong>de</strong><br />

él si aquellas dos mujeres llegaban a conocerse.


Apartando los ojos <strong>de</strong> la rubia profesora, se obligó a sonreír.<br />

Buscó la mirada <strong>de</strong> Julia, sacó fuerzas <strong>de</strong> su cálida expresión y<br />

empezó:<br />

—<strong>El</strong> título <strong>de</strong> la conferencia es «La lujuria en el Infierno <strong>de</strong><br />

Dante: el pecado capital contra el Yo». Lo primero que uno se<br />

pregunta al ver este título es cómo pue<strong>de</strong> la lujuria ser un pecado<br />

contra uno mismo, cuando su objetivo siempre es otra persona. Pero<br />

siempre se utiliza a otra persona para obtener gratificación sexual<br />

personal.<br />

Le llegó una risa disimulada <strong>de</strong> la primera fila, pero la ignoró,<br />

limitándose a endurecer un poco la expresión <strong>de</strong> la cara como<br />

respuesta.<br />

—La noción <strong>de</strong> pecado <strong>de</strong> Dante viene <strong>de</strong>finida en gran medida<br />

por los escritos <strong>de</strong> santo Tomás <strong>de</strong> Aquino. En su famosa Suma<br />

Teológica, santo Tomás afirma que toda acción malvada o pecado es<br />

una forma <strong>de</strong> auto<strong>de</strong>strucción. Consi<strong>de</strong>ra que la naturaleza humana<br />

tien<strong>de</strong> a ser buena y sensata. Cree que la naturaleza <strong>de</strong> animal<br />

racional <strong>de</strong>l hombre fue creada por Dios para la búsqueda <strong>de</strong>l bien y,<br />

más específicamente, <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s.<br />

»Cuando un ser humano se aparta <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>stino natural, se<br />

daña a sí mismo, porque no hace aquello para lo que fue diseñado.<br />

Lucha contra él y contra su naturaleza.<br />

La señorita Peterson se echó hacia a<strong>de</strong>lante, claramente<br />

interesada.<br />

—¿Por qué Tomás <strong>de</strong> Aquino tiene esta visión tan peculiar <strong>de</strong>l<br />

pecado?<br />

»Una razón es porque acepta la afirmación <strong>de</strong> Boecio <strong>de</strong> que la<br />

bondad y el ser son intercambiables, es <strong>de</strong>cir, que todo lo que existe<br />

tiene al menos parte <strong>de</strong> bondad intrínseca, ya que ha sido creado por<br />

Dios. No importa lo sucio, <strong>de</strong>strozado o pecador que sea ese ser<br />

humano. Mientras siga existiendo, el bien existirá en su interior.<br />

Apretó un botón y la primera imagen apareció en la pantalla.<br />

Julia reconoció la ilustración <strong>de</strong> Lucifer hecha por Botticelli.<br />

—Según esta teoría, nadie, ni siquiera Lucifer atrapado en el<br />

hielo en el Infierno <strong>de</strong> Dante, es completamente malo. <strong>El</strong> mal sólo<br />

pue<strong>de</strong> existir alimentándose <strong>de</strong>l bien, como un parásito. Si todo el bien<br />

<strong>de</strong> una criatura fuera eliminado, esa criatura no podría seguir<br />

existiendo.<br />

Notó un par <strong>de</strong> astutos ojos clavados en él, burlándose <strong>de</strong> su<br />

concepción burguesa <strong>de</strong>l bien y <strong>de</strong>l mal. Carraspeó antes <strong>de</strong>


continuar:<br />

—Es un concepto que a muchos <strong>de</strong> nosotros nos cuesta aceptar.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que incluso un ángel caído, con<strong>de</strong>nado a pasar el resto <strong>de</strong><br />

sus días en el <strong>infierno</strong>, tenga parte <strong>de</strong> bondad. —Buscó a Julia con los<br />

ojos, esperando que captara la súplica que había en ellos—. Una<br />

bondad que ruega ser reconocida, a pesar <strong>de</strong> la triste y <strong>de</strong>sesperada<br />

adicción <strong>de</strong>l ángel caído por el pecado.<br />

Una nueva ilustración <strong>de</strong> Botticelli mostraba a Dante y a Beatriz<br />

bajo el cielo <strong>de</strong> las estrellas fijas <strong>de</strong>l Paraíso. Julia reconoció la imagen<br />

que <strong>Gabriel</strong> le había mostrado en su <strong>de</strong>spacho, la que formaba parte<br />

<strong>de</strong> su colección privada.<br />

—En este contexto, consi<strong>de</strong>remos los personajes <strong>de</strong> Dante y<br />

Beatriz. Son el prototipo <strong>de</strong>l amor cortés. En La Divina Comedia,<br />

Beatriz le pi<strong>de</strong> a Virgilio que guíe a su amado Dante a través <strong>de</strong>l<br />

Infierno, ya que ella no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r hasta allí a causa <strong>de</strong> su<br />

resi<strong>de</strong>ncia permanente en el Paraíso. Mediante esta conexión entre<br />

Beatriz y Virgilio, Dante está expresando su convencimiento <strong>de</strong> que el<br />

amor cortés está más ligado a la razón que a la pasión.<br />

Ante la mención <strong>de</strong> Beatriz, Julia empezó a removerse inquieta<br />

en el asiento, manteniendo la cabeza baja para no <strong>de</strong>latarse. Paul se<br />

dio cuenta y, malinterpretando su inquietud, le tomó la mano y se la<br />

apretó ligeramente.<br />

Estaban sentados <strong>de</strong>masiado atrás para que <strong>Gabriel</strong> viera lo que<br />

estaban haciendo, pero sí se dio cuenta <strong>de</strong> que Paul se inclinaba<br />

hacia Julia y <strong>de</strong> que su mano <strong>de</strong>saparecía cerca <strong>de</strong>l regazo <strong>de</strong> ella. La<br />

visión lo distrajo momentáneamente.<br />

Tosió mientras recuperaba el hilo y, al oírlo, Julia levantó la vista<br />

y se soltó <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Paul.<br />

—Pero ¿qué pasa con la lujuria? Si el amor es el cor<strong>de</strong>ro, la<br />

lujuria es el lobo. Dante lo <strong>de</strong>ja claro cuando la i<strong>de</strong>ntifica con un<br />

pecado <strong>de</strong> incontinencia, <strong>de</strong> falta <strong>de</strong> control. Al igual que el lobo, en el<br />

pecador, la pasión se impone a la razón.<br />

Al oír esas palabras, Christa se sentó en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l asiento,<br />

inclinándose lo suficiente como para que su escote fuese visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el estrado. Por <strong>de</strong>sgracia para ella, <strong>Gabriel</strong> estaba <strong>de</strong>masiado<br />

ocupado pasando a la siguiente imagen, que no era otra que la<br />

escultura <strong>de</strong> Rodin, <strong>El</strong> beso.<br />

—Dante sitúa a Paolo y a Francesca en el Círculo <strong>de</strong> los<br />

Lujuriosos. Sorpren<strong>de</strong>ntemente, la historia <strong>de</strong> su caída va íntimamente<br />

ligada a la tradición <strong>de</strong>l amor cortés. En el momento <strong>de</strong> su indulgencia


lujuriosa, estaban leyendo juntos sobre la relación adúltera entre<br />

Lanzarote y la reina Ginebra. —<strong>Gabriel</strong> sonrió travieso—. Vendría a<br />

ser el equivalente medieval <strong>de</strong> unos preliminares a base <strong>de</strong> porno.<br />

Se oyeron unas risas en la sala.<br />

—En el caso <strong>de</strong> Paolo y Francesca, la pasión se impuso a la<br />

razón, que <strong>de</strong>bería haberles dicho que, ya que uno <strong>de</strong> los dos estaba<br />

atado a otra persona, <strong>de</strong>bían tener las manos quietas.<br />

Estas últimas palabras las pronunció con la mirada clavada en<br />

Paul, pero éste pensó que miraba a Julia, o a alguna otra mujer<br />

sentada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos, así que se mantuvo impasible. Ante su falta<br />

<strong>de</strong> reacción, los ojos azules <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se volvieron ver<strong>de</strong>s, como los<br />

<strong>de</strong> un dragón. Ya sólo faltaba que empezara a escupir fuego por la<br />

boca.<br />

—Su relación podría compararse con el sentimiento <strong>de</strong> posesión<br />

<strong>de</strong> una pareja comprometida. Si otra persona tratara <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> las<br />

<strong>de</strong>licias que <strong>de</strong>berían estar reservadas a la prometida o el prometido,<br />

la relación acabaría en enfado y celos —añadió, con voz más<br />

amenazadora.<br />

Julia se encogió un poco y se alejó <strong>de</strong> Paul todo lo que pudo.<br />

—Pero el hecho <strong>de</strong> que Dante vea, tanto en Lanzarote y Ginebra<br />

como en Paolo y Francesca, una corrupción <strong>de</strong>l amor cortés,<br />

<strong>de</strong>muestra que reconoce los peligros que conlleva su relación con<br />

Beatriz. Sabe que si permite que la pasión se imponga a la razón,<br />

arruinará sus vidas y las expondrá al escándalo. Así que el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong><br />

Paolo y Francesca es para Dante un aviso personal <strong>de</strong> que <strong>de</strong>be<br />

mantener su relación con Beatriz casta. Lo que no le resulta sencillo,<br />

dado el gran atractivo <strong>de</strong> la joven y la intensidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo que siente<br />

por ella.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—Quisiera <strong>de</strong>jar claro que, aunque pasaron muchos años<br />

separados, Dante sigue profundamente enamorado <strong>de</strong> Beatriz. La<br />

ama y la <strong>de</strong>sea con tanta intensidad que le duele. Su castidad resulta<br />

mucho más virtuosa gracias a la fuerza y <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> su <strong>de</strong>seo.<br />

Los ojos <strong>de</strong> serpiente <strong>de</strong> la rubia profesora siguieron la dirección<br />

<strong>de</strong> la mirada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y vieron a Julia antes <strong>de</strong> volver la vista hacia<br />

él, que la miró con hostilidad antes <strong>de</strong> continuar.<br />

—Según la filosofía <strong>de</strong> Dante, la lujuria es un amor <strong>de</strong>scarriado,<br />

pero no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser amor. Por esta razón, lo consi<strong>de</strong>ra el menos malo<br />

<strong>de</strong> los siete pecados capitales y coloca el Círculo <strong>de</strong> la Lujuria justo<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l Limbo. La lujuria es el mayor <strong>de</strong> los placeres terrenales.


<strong>Gabriel</strong> volvió a mirar a Julia, que lo escuchaba encandilada.<br />

—<strong>El</strong> sexo no es sólo una unión <strong>de</strong> los cuerpos, también es una<br />

unión espiritual; una unión extática <strong>de</strong> dos cuerpos y dos almas, que<br />

imita el gozo y el éxtasis <strong>de</strong> la unión con la divinidad en el paraíso.<br />

Dos cuerpos unidos en el placer. Dos almas unidas a través <strong>de</strong> la<br />

conexión entre sus cuerpos, así como <strong>de</strong> la entrega entusiasta y<br />

altruista <strong>de</strong>l propio ser.<br />

Julia trató <strong>de</strong> no moverse en el asiento, al recordar cómo él le<br />

había lamido los <strong>de</strong>dos uno a uno limpiándole los restos <strong>de</strong> chocolate.<br />

La temperatura <strong>de</strong> la sala había aumentado claramente y no era la<br />

única en tener problemas para estarse quieta.<br />

—Tal vez sea pedante señalar que si uno <strong>de</strong> los dos no se<br />

entrega totalmente durante el encuentro sexual, no alcanzará el<br />

orgasmo. En ese caso, el resultado es la tensión, la frustración y una<br />

pareja infeliz. <strong>El</strong> orgasmo es un anticipo <strong>de</strong> la trascen<strong>de</strong>ncia absoluta y<br />

<strong>de</strong>l placer total, extático. Del tipo <strong>de</strong> placer durante el cual las<br />

necesida<strong>de</strong>s y <strong>de</strong>seos más profundos se satisfacen por completo.<br />

Sonrió al ver que Julia cruzaba y <strong>de</strong>scruzaba las piernas,<br />

disfrutando <strong>de</strong> su reacción mientras tomaba un sorbo <strong>de</strong> agua.<br />

—La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l orgasmo compartido, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l éxtasis <strong>de</strong> un<br />

miembro <strong>de</strong> la pareja provocando el <strong>de</strong>l otro, pone <strong>de</strong> relieve la<br />

intimidad mutua <strong>de</strong> esta unión física y espiritual. Ja<strong>de</strong>ar, retorcerse,<br />

tocarse, <strong>de</strong>sear, entregar y, finalmente, llegar juntos al orgasmo, <strong>de</strong><br />

manera gloriosa.<br />

Hizo una pausa y se obligó a no mirar a Julia, para no atraer las<br />

miradas sobre su rostro ruborizado. Carraspeó ligeramente y <strong>de</strong>dicó<br />

una sonrisa la<strong>de</strong>ada a los presentes.<br />

—¿A alguien más le falta el aire?<br />

Risas tímidas pero sinceras resonaron en la sala. Christa se<br />

apartó el pelo <strong>de</strong> la cara y se abanicó con el libro <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Creo que he ilustrado la tesis <strong>de</strong> Dante con mis palabras. Lo<br />

que quería <strong>de</strong>mostrar era que la lujuria es lo bastante po<strong>de</strong>rosa como<br />

para distraer la mente <strong>de</strong> una persona, y no olvi<strong>de</strong>mos que la mente<br />

es el órgano encargado <strong>de</strong> razonar. Una mente alterada por la lujuria<br />

se centrará en i<strong>de</strong>as carnales y terrenales en vez <strong>de</strong> elevarse a los<br />

cielos para centrarse en Dios. Sin duda, algunos <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s ahora<br />

mismo preferirían ir corriendo a reunirse con sus parejas en vez <strong>de</strong><br />

quedarse aquí escuchando el resto <strong>de</strong> esta árida conferencia.<br />

Se echó a reír, ignorando a la profesora <strong>de</strong> la primera fila y el<br />

pequeño y obsceno objeto que había sacado <strong>de</strong>l bolso para


provocarlo.<br />

—<strong>El</strong> amor, a diferencia <strong>de</strong> la lujuria, no es ningún pecado.<br />

Tomás <strong>de</strong> Aquino argumenta que el amante está ligado a su amado<br />

como si éste fuera una parte <strong>de</strong> su propio cuerpo.<br />

Al <strong>de</strong>cir esto, la expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se suavizó y una dulce<br />

sonrisa apareció en su rostro.<br />

—<strong>El</strong> goce y la belleza <strong>de</strong> la intimidad que se expresa en la unión<br />

sexual son consecuencia <strong>de</strong> un acto <strong>de</strong> amor. En este caso, es<br />

evi<strong>de</strong>nte que el sexo no pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse un sinónimo <strong>de</strong> lujuria. De<br />

ahí la distinción en el lenguaje contemporáneo entre, disculpen mi<br />

vulgaridad, follar y hacer el amor. Pero el sexo y el amor tampoco son<br />

sinónimos, como <strong>de</strong>muestra la tradición <strong>de</strong>l amor cortés. Una persona<br />

pue<strong>de</strong> amar a otra <strong>de</strong> manera casta y apasionada, sin que exista entre<br />

ellos ningún contacto sexual.<br />

»En el Paraíso <strong>de</strong> Dante, la lujuria se transforma en caridad, la<br />

más pura y sincera manifestación <strong>de</strong> amor. En el Paraíso, el alma está<br />

libre <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos, ya que todos están satisfechos y ella está henchida<br />

<strong>de</strong> gozo. Ya no siente culpabilidad por sus anteriores pecados y<br />

disfruta <strong>de</strong> una libertad y una plenitud absolutas. Sin embargo, por<br />

cuestiones <strong>de</strong> tiempo no puedo exten<strong>de</strong>rme más en la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l<br />

Paraíso.<br />

»En La Divina Comedia, encontramos la dicotomía<br />

lujuria-caridad y también una potente manifestación <strong>de</strong> la castidad en<br />

el amor cortés, correspondiente al amor entre Dante y Beatriz. Pero<br />

como mejor se expresa este i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> amor cortés no es con palabras<br />

<strong>de</strong> Dante, sino <strong>de</strong> Beatriz: Apparuit iam beatitudo vestra, es <strong>de</strong>cir,<br />

«Ahora aparece tu bendición». Nunca se han pronunciado palabras<br />

más ciertas. Gracias.<br />

La sala <strong>de</strong> conferencias estalló en educados aplausos y<br />

murmullos <strong>de</strong> aprobación. A continuación, <strong>Gabriel</strong> respondió a las<br />

preguntas <strong>de</strong> los asistentes. Como era habitual, los profesores fueron<br />

los primeros en preguntar, mientras los estudiantes aguardaban su<br />

turno. (Ya que en el mundo académico, igual que la Europa <strong>de</strong> la Edad<br />

Media, impera un sistema <strong>de</strong> clases.)<br />

Julia permanecía muy quieta, tratando <strong>de</strong> asimilar lo que le<br />

parecía haber entendido <strong>de</strong> la conferencia. Se estaba repitiendo<br />

alguna <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as más profundas, cuando Paul se inclinó hacia ella<br />

para susurrarle al oído:<br />

—No te lo pierdas. Emerson está a punto <strong>de</strong> ignorar a Christa.<br />

Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaban no podían ver el escote <strong>de</strong> su compañera


(lo cual era una bendición.) Seguía inclinada hacia a<strong>de</strong>lante, con la<br />

mano levantada, tratando <strong>de</strong> llamar la atención <strong>de</strong>l profesor. Éste<br />

pareció no ver su mano, ignorándola <strong>de</strong>liberadamente antes <strong>de</strong><br />

conce<strong>de</strong>r la palabra a otras personas y ofrecerles respuestas<br />

razonadas.<br />

Finalmente, el profesor Martin se puso en pie para anunciar que<br />

la ronda <strong>de</strong> preguntas había terminado. Sólo entonces Christa bajó la<br />

mano, enfurruñada.<br />

Tras una nueva tanda <strong>de</strong> aplausos, <strong>Gabriel</strong> bajó <strong>de</strong> la tarima.<br />

Inmediatamente fue interceptado por una morena <strong>de</strong> treinta y tantos<br />

años, que parecía ser una profesora. Se saludaron con un apretón <strong>de</strong><br />

manos.<br />

Paul resopló.<br />

—¿Lo has visto? No ha <strong>de</strong>jado que Christa le haga una pregunta<br />

en un foro público. Creo que tenía miedo <strong>de</strong> que le lanzara un<br />

sujetador o que <strong>de</strong>splegara un póster que dijera:<br />

«Yo-corazón-Emerson».<br />

Julia se echó a reír, sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista a la morena hasta que<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hablar con ella y se dirigió a otro <strong>de</strong> los que querían<br />

saludarlo.<br />

—Me ha extrañado que nadie corrija a <strong>El</strong> Profesor —comentó<br />

Paul luego, rascándose una patilla reflexivamente.<br />

—¿Sobre qué?<br />

—Ha atribuido la frase Apparuit iam beatitudo vestra a Beatriz,<br />

cuando todos sabemos que es <strong>de</strong> Dante. <strong>El</strong> poeta la pronuncia en la<br />

segunda sección <strong>de</strong> La Vita Nuova, cuando se encuentra con Beatriz<br />

por primera vez.<br />

Julia lo sabía, por supuesto, pero nunca se le habría ocurrido<br />

comentarlo, así que guardó silencio.<br />

Paul se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Seguro que ha sido un lapsus. Pue<strong>de</strong> citar esos textos <strong>de</strong><br />

memoria en italiano y en inglés. Sólo es que me ha resultado curioso<br />

que <strong>El</strong> Profesor Perfecto haya cometido un error tan gran<strong>de</strong> en público<br />

y que nadie haya dicho nada. —Se echó a reír—. Tal vez eso era lo<br />

que quería <strong>de</strong>cir Christa.<br />

Julia asintió. Sabía que el error <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> había sido<br />

intencionado, pero no pensaba <strong>de</strong>círselo a nadie y mucho menos a<br />

Paul.<br />

Éste la miró <strong>de</strong> arriba abajo con franca apreciación.<br />

—Estás muy guapa hoy. Siempre estás guapa, pero hoy estás


particularmente... radiante. —Su expresión se ensombreció—. Espero<br />

no estar metiéndome en terreno vedado. ¿Cómo me has dicho que se<br />

llama tu novio?<br />

—Owen.<br />

—Bueno, no pue<strong>de</strong>s negarlo. Se te ve en los ojos. Se nota que<br />

estás contenta <strong>de</strong> haber vuelto con él. Después <strong>de</strong> verte triste durante<br />

semanas, me alegra verte feliz.<br />

—Gracias —murmuró Julia.<br />

—¿Por qué te has puesto tan guapa?<br />

<strong>El</strong>la miró a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

—No sabía cómo se vestía la gente aquí para una conferencia.<br />

Sabía que asistirían todos los profesores y quería tener buen aspecto.<br />

Paul se echó a reír.<br />

—La mayoría <strong>de</strong> las mujeres <strong>de</strong>l mundo académico no se<br />

preocupan <strong>de</strong>masiado por la moda. —Negó con la cabeza y le apretó<br />

la mano—. Espero que tu ex te trate bien esta vez. Si no, voy a tener<br />

que ir a Fila<strong>de</strong>lfia a patearle el culo.<br />

A esas alturas, Julia ya casi no lo escuchaba, porque vio que<br />

una profesora bajita y rubia saludaba a <strong>Gabriel</strong> con un beso en cada<br />

mejilla.<br />

Alzó las cejas sorprendida.<br />

«¿Y tú riñéndome por Paul, profesor? Pensaba que no iba a<br />

tener que compartirte.»<br />

Oyó que Paul mal<strong>de</strong>cía entre dientes.<br />

—¿Qué pasa? —le preguntó.<br />

—Bueno, la conferencia ha estado bien. Por eso vine a esta<br />

universidad, para estudiar con él —respondió, mirando a <strong>Gabriel</strong>—.<br />

Pero míralos.<br />

Como si lo hubiera oído, la rubia echó la cabeza hacia atrás y se<br />

rió a carcajadas, mientras Emerson le <strong>de</strong>volvía una sonrisa tensa.<br />

La mujer <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> medir poco más <strong>de</strong> metro y medio y llevaba el<br />

pelo, muy rubio, recogido en un severo moño. Vestía un traje <strong>de</strong><br />

aspecto caro, con una falda tubo que no le llegaba a las rodillas y<br />

completaba su atuendo con unas gafas <strong>de</strong> Armani rojas. Julia también<br />

se fijó en que llevaba zapatos <strong>de</strong> tacón muy alto y unas medias <strong>de</strong><br />

rejilla, con las que se podrían pescar peces, aunque muy pequeños.<br />

Era guapa, pero había algo en ella que parecía fuera <strong>de</strong> lugar en<br />

aquel entorno académico. Por otra parte, su presencia <strong>de</strong>sprendía<br />

agresividad.<br />

—Es la profesora Singer —dijo Paul, haciendo una mueca <strong>de</strong>


disgusto.<br />

—¿La rubia?<br />

—Sí, la morena es la profesora Leaming. Es fantástica, tienes<br />

que conocerla. Pero aléjate <strong>de</strong> Singer, es una arpía.<br />

A Julia se le encogió el corazón al ver a la mujer agarrar el brazo<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> con <strong>de</strong>masiada familiaridad, mientras se ponía <strong>de</strong> puntillas<br />

para susurrarle algo al oído. Él permaneció impasible.<br />

—¿Por qué dices eso?<br />

—¿Has visitado su página web?<br />

—No.<br />

—Pues tienes suerte. Te quedarías horrorizada <strong>de</strong> ver en qué<br />

está metida. La llaman La Profesora Dolor.<br />

Con reticencia, Julia apartó los ojos <strong>de</strong>l espectáculo que estaban<br />

ofreciendo los profesores Emerson y Dolor y empezó a retorcerse las<br />

manos. Se preguntó si el nombre <strong>de</strong> pila <strong>de</strong> Dolor sería Paulina.<br />

Asqueada, cogió el abrigo y se levantó.<br />

—Creo que es un buen momento para marcharnos.<br />

—Te acompañaré a casa. —Paul la ayudó a ponerse el abrigo<br />

caballerosamente.<br />

Mientras se dirigían a la salida, el profesor Martin vio a Paul y le<br />

indicó con un gesto que se acercara.<br />

—Un momentito. Espérame, por favor.<br />

Julia volvió a sentarse y jugueteó con los botones <strong>de</strong>l abrigo para<br />

distraerse.<br />

<strong>Gabriel</strong> no la había buscado con la vista en ningún momento.<br />

Suponía que la estaba ignorando expresamente. Paul habló un<br />

momento con el catedrático antes <strong>de</strong> volverse en su dirección y<br />

señalarla. <strong>El</strong> profesor Martin asintió, dándole unas palmaditas en la<br />

espalda. Paul regresó a su lado con una sonrisa radiante.<br />

—Nunca adivinarías lo que quería.<br />

Julia levantó las cejas.<br />

—Nos han invitado a la cena en honor <strong>de</strong> Emerson.<br />

—Estás <strong>de</strong> guasa.<br />

—No. Al parecer, el presupuesto <strong>de</strong> la conferencia daba para<br />

invitar a un par <strong>de</strong> estudiantes y Martin me ha invitado a mí. Cuando le<br />

he dicho que estaba contigo, te ha invitado también. —Le guiñó un<br />

ojo—. La pobre Christa no está en la lista <strong>de</strong> invitados. Hoy es tu día<br />

<strong>de</strong> suerte.<br />

Al levantar la vista, Julia se encontró con que <strong>Gabriel</strong> la estaba<br />

mirando. Parecía preocupado, incluso enfadado. Miró a Paul y luego a


ella, negando con la cabeza.<br />

Julia apretó los labios.<br />

«¿Cómo pue<strong>de</strong> estar celoso <strong>de</strong> un amigo mientras La Profesora<br />

Dolor no le quita las manos <strong>de</strong> encima? Menuda doble moral.»<br />

—Si no te apetece, no tenemos por qué ir. —Paul carraspeó—.<br />

Sé que Emerson se ha portado como un imbécil contigo.<br />

Probablemente no te apetezca ir a celebrar su triunfo.<br />

—Sería <strong>de</strong> mala educación rechazar la invitación <strong>de</strong>l catedrático<br />

—replicó ella lentamente.<br />

—Supongo que tienes razón. Será divertido. La cena es en el<br />

Segovia, un restaurante fantástico. Pero no empieza hasta las siete.<br />

¿Quieres que vayamos al Starbucks mientras tanto? ¿O a algún otro<br />

sitio? —preguntó él, ofreciéndole la mano.<br />

—<strong>El</strong> Starbucks me va bien.<br />

Ya en la calle, pasados unos minutos, Julia encontró el valor<br />

para hacerle la pregunta que la atormentaba.<br />

—¿Conoces bien a la profesora Singer? —Trató <strong>de</strong> sonar<br />

<strong>de</strong>spreocupada.<br />

—No. Me mantengo tan alejado <strong>de</strong> ella como puedo. —Paul<br />

maldijo varias veces entre dientes—. Ojalá pudiera olvidar los correos<br />

electrónicos que le envió a Emerson. Los tengo grabados a fuego en<br />

la mente.<br />

—¿Cómo se llama <strong>de</strong> nombre?<br />

—Ann.


20<br />

Julia invitó a Paul a un café, que pagó disimuladamente con su<br />

tarjeta regalo con el dibujo <strong>de</strong> una bombilla. Cuando finalmente<br />

cruzaron el umbral <strong>de</strong>l Segovia, los recibió un español <strong>de</strong> aspecto<br />

agradable, que se presentó como el dueño <strong>de</strong>l restaurante y que<br />

estuvo encantado <strong>de</strong> que Paul le respondiera en su idioma.<br />

Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Segovia estaban pintadas <strong>de</strong> color amarillo,<br />

como el sol, y <strong>de</strong>coradas con dibujos <strong>de</strong> Picasso en los que se veía a<br />

Don Quijote y a Sancho Panza. En un rincón, un guitarrista tocaba<br />

temas <strong>de</strong>l maestro Segovia. Una serie <strong>de</strong> mesas alargadas estaban<br />

colocadas formando un cuadrado en el centro <strong>de</strong> la sala para la cena<br />

<strong>de</strong> la facultad. Esa disposición aseguraba que todos los comensales<br />

quedaran <strong>de</strong> cara al resto. A Julia no le apetecía en absoluto quedar<br />

frente a la profesora Dolor. Si se le hubiera ocurrido alguna manera <strong>de</strong><br />

marcharse sin insultar al profesor Martin, lo habría hecho.<br />

Paul eligió dos sitios apartados <strong>de</strong>l centro. Era muy consciente<br />

<strong>de</strong>l sistema <strong>de</strong> clases y sabía que los puestos <strong>de</strong> honor no eran para<br />

ellos. Mientras comentaba el menú con el camarero en español, Julia<br />

seguía dándole vueltas a los celos injustificados <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

Discretamente, sacó el teléfono <strong>de</strong>l maletín para enviarle un mensaje<br />

<strong>de</strong> texto. Entonces se dio cuenta <strong>de</strong> que tenía un mensaje <strong>de</strong> él.<br />

No vengas a la cena. Búscate una excusa.<br />

Espérame en casa, el conserje te abrirá la puerta.<br />

Luego te lo explico. Por favor, haz lo que te pido. G.<br />

Julia se quedó mirando la pantalla sin compren<strong>de</strong>r nada, hasta<br />

que Paul le dio un codazo.<br />

—¿Te apetece beber algo?<br />

—Hum, si tienen, me encantaría un poco <strong>de</strong> sangría.<br />

—Nuestra sangría es excelente —dijo el camarero antes <strong>de</strong><br />

retirarse para encargar las bebidas.<br />

Julia dirigió a Paul una mirada <strong>de</strong> disculpa.<br />

—Tengo un mensaje <strong>de</strong> Owen. Siento ser tan maleducada.<br />

—No te preocupes. —Él se entretuvo leyendo el menú mientras<br />

ella escribía una respuesta:


Tenía el teléfono apagado. Es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Ya estoy aquí.<br />

No tienes motivos para estar celoso. Cuando acabe la cena me<br />

iré a casa contigo.<br />

Me tendrás en tu cama hasta mañana, J.<br />

Volvió a guardar el teléfono, rezando para que <strong>Gabriel</strong> no se<br />

enfadara <strong>de</strong>masiado.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> los —rellenar con el término que mejor <strong>de</strong>fina<br />

nuestra relación— celosos y <strong>de</strong>masiado protectores, no permitáis que<br />

monte una escena. No <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus colegas.»<br />

Por <strong>de</strong>sgracia para Julia y para quien le estaba enviando un<br />

mensaje en ese momento, el maletín ahogó el sonido.<br />

En los siguientes veinte minutos, los invitados acabaron <strong>de</strong><br />

llegar. La profesora Leaming y algún otro académico se sentaron al<br />

lado <strong>de</strong> Paul. En el extremo opuesto, <strong>Gabriel</strong> se había sentado entre el<br />

profesor Martin y la profesora Singer.<br />

Al verlos, Julia empezó a beber su sangría con <strong>de</strong>masiado<br />

entusiasmo. Esperaba que el alcohol la ayudara a tolerar mejor la<br />

tensión que crepitaba en la sala. La bebida, con mucha fruta, estaba<br />

buenísima.<br />

—¿Tienes frío? —preguntó Paul, señalando la pashmina que<br />

seguía llevando enroscada al cuello, con un estilo muy chic.<br />

—La verdad es que no —reconoció ella, quitándosela y<br />

<strong>de</strong>jándola encima <strong>de</strong>l maletín.<br />

Paul apartó la vista con educación cuando la pálida y <strong>de</strong>licada<br />

piel <strong>de</strong> Julia quedó al <strong>de</strong>scubierto. Su compañera era hermosa y su<br />

cuerpo, aunque menudo, poseía unos pechos generosos que le<br />

hacían un escote bonito y proporcionado.<br />

En cuanto se hubo quitado la pashmina, un par <strong>de</strong> celosos ojos<br />

azules la observaron con avi<strong>de</strong>z antes <strong>de</strong> apartarse rápidamente.<br />

—Paul, ¿qué pasó con la profesora Singer? —preguntó Julia en<br />

voz baja, ocultando la boca tras la copa.<br />

Él miró disimuladamente a Singer, que estaba <strong>de</strong>masiado<br />

pegada a Emerson. Vio que éste apartaba la silla imperceptiblemente<br />

como respuesta, pero ella volvió a acercarse sin darse por enterada.<br />

Julia no lo vio.<br />

—Emerson y ella estuvieron liados. Bueno, parece que todavía<br />

lo están. —Se echó a reír disimuladamente—. Parece que ya hemos<br />

resuelto el misterio <strong>de</strong>l buen humor <strong>de</strong> <strong>El</strong> Profesor.<br />

Julia abrió mucho los ojos y sintió un vahído.


—¿Fue... su novia?<br />

Paul acercó la silla a ella para que la profesora Leaming no los<br />

oyera. <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que un bailarín <strong>de</strong> flamenco hubiera hecho su<br />

aparición y estuviera taconeando al ritmo <strong>de</strong> los acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la guitarra<br />

clásica le facilitaba la tarea.<br />

—Un segundo. —Le pasó unas tapas—. Prueba éstas. Son <strong>de</strong><br />

chorizo y queso manchego. Y estas otras son <strong>de</strong> cabrales, un queso<br />

azul español.<br />

Julia se sirvió y mordisqueó las tapas, mientras aguardaba<br />

ansiosamente la respuesta <strong>de</strong> su amigo.<br />

—A Singer no le interesan los novios. Sólo le interesan el dolor y<br />

el control. Ya sabes... —Dejó la frase en el aire, con gesto vago.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó <strong>de</strong>sconcertada.<br />

—¿Has visto Pulp Fiction?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—No me gusta Tarantino. Sus películas son <strong>de</strong>masiado...<br />

sombrías.<br />

—En ese caso, para que me entiendas, sólo te diré que le gusta<br />

el rollo medieval... en su vida privada. Y más concretamente en el culo<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. Y no se escon<strong>de</strong>. Investiga sobre el tema y cuelga los<br />

resultados en Internet.<br />

Julia engulló un trozo <strong>de</strong> chorizo.<br />

—¿Me estás diciendo que él...?<br />

—Está tan enfermo como ella. Pero es un gran académico, como<br />

has podido comprobar esta tar<strong>de</strong>. Procuro no pensar en lo que hace<br />

en su vida privada. Yo creo que los amantes <strong>de</strong>ben tratarse con<br />

amabilidad. Aunque no creo que el amor <strong>de</strong>sempeñe ningún papel en<br />

su relación. —Miró a su alre<strong>de</strong>dor pru<strong>de</strong>ntemente antes <strong>de</strong> susurrarle<br />

al oído—: Creo que si alguien te importa lo suficiente como para<br />

mantener una relación sexual con él o ella, también <strong>de</strong>bería importarte<br />

lo suficiente como para respetar a esa persona y no tratarla como a un<br />

objeto. Tienes que ser responsable, cuidadoso y no hacerle daño. Ni<br />

siquiera si la otra persona está tan mal que te suplica que se lo hagas.<br />

Julia se estremeció y bebió un largo trago <strong>de</strong> su segundo vaso<br />

<strong>de</strong> sangría.<br />

Paul se echó hacia atrás en la silla.<br />

—No concibo que nadie pueda sentirse atraído por el dolor bajo<br />

ninguna circunstancia, pero mucho menos durante el sexo. Para mí,<br />

éste <strong>de</strong>be ir ligado al placer y al afecto. ¿Te imaginas a Dante atando<br />

a Beatriz y golpeándola con un látigo?


<strong>El</strong>la dudó un instante, pero en seguida negó con la cabeza.<br />

—Cuando estudiaba en Saint Michael, hice un curso llamado<br />

«Filosofía <strong>de</strong>l sexo, el amor y la amistad». Hablamos sobre el<br />

consentimiento. Todo el mundo suele estar <strong>de</strong> acuerdo en que si una<br />

actividad se lleva a cabo entre dos adultos que dan su consentimiento,<br />

no hay problema. Pero el profesor nos preguntó si creíamos que un<br />

ser humano podía dar su consentimiento a una injusticia, como por<br />

ejemplo ven<strong>de</strong>rse como esclavo.<br />

—Nadie <strong>de</strong>sea ser un esclavo.<br />

—En el mundo <strong>de</strong> La Profesora Dolor, sí. Algunas personas se<br />

entregan a una esclavitud sexual voluntariamente. En ese caso, ¿es<br />

aceptable la esclavitud si es consentida? ¿Pue<strong>de</strong> una persona cuerda<br />

aceptar ser esclava <strong>de</strong> otra persona? ¿O el hecho <strong>de</strong> que <strong>de</strong>seen ser<br />

esclavos <strong>de</strong>muestra que no están bien <strong>de</strong> la cabeza?<br />

Julia empezó a sentirse francamente incómoda manteniendo esa<br />

conversación tan cerca <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y <strong>de</strong> La Profesora Dolor, por lo que<br />

vació el vaso <strong>de</strong> un trago y cambió <strong>de</strong> tema.<br />

—¿Sobre qué trata tu tesis, Paul? No me lo has contado con<br />

<strong>de</strong>talle.<br />

Él se echó a reír.<br />

—Sobre el placer y la visión beatífica. Es una comparación entre<br />

los pecados capitales asociados al placer, la lujuria, la gula y la<br />

avaricia, y el placer <strong>de</strong> la visión beatífica en el paraíso. Emerson es un<br />

gran tutor y, como te he dicho, no me meto en su vida privada. Aunque<br />

probablemente sería un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> estudio perfecto para el segundo<br />

Círculo <strong>de</strong>l Infierno.<br />

—No entiendo que haya gente que no <strong>de</strong>see la amabilidad —dijo<br />

Julia, reflexionando en voz alta—. La vida ya es bastante dolorosa.<br />

—Es el mundo en que vivimos —contestó él, con una sonrisa<br />

sincera—. Espero que tu novio sea amable contigo. Da gracias <strong>de</strong> no<br />

haber topado con alguien que esté metido en esta mierda.<br />

<strong>El</strong> camarero llegó en ese momento, por lo que Paul no vio cómo<br />

Julia pali<strong>de</strong>cía. Miró furtivamente a <strong>Gabriel</strong> y vio que la profesora<br />

Singer volvía a susurrarle algo al oído.<br />

Él miraba la mesa fijamente, con los dientes muy apretados.<br />

Cogió la copa y bebió sin apartar la vista <strong>de</strong> la mesa.<br />

«Mírame, <strong>Gabriel</strong>. Pon los ojos en blanco, frótate la cara, frunce<br />

el cejo... Haz algo, cualquier cosa. Demuéstrame que esto es un<br />

malentendido, que Paul se equivoca.»<br />

—¿Julia? —La voz <strong>de</strong> Paul irrumpió en sus pensamientos—.


¿Quieres compartir la paella valenciana conmigo? Sólo la preparan<br />

para dos personas. Está muy buena. —Por fin se dio cuenta <strong>de</strong> su<br />

pali<strong>de</strong>z y <strong>de</strong> que le temblaban las manos—. ¿Te encuentras bien?<br />

<strong>El</strong>la se frotó la frente.<br />

—Sí, paella está bien.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>berías aflojar un poco con la sangría. Apenas has<br />

comido. Estás muy pálida.<br />

Paul estaba preocupado por si la había disgustado con sus<br />

procaces revelaciones. No <strong>de</strong>bería habérselo contado. Cambió <strong>de</strong><br />

tema y le empezó a explicar anécdotas <strong>de</strong> su último viaje a España y a<br />

hablarle <strong>de</strong> su fascinación por la arquitectura <strong>de</strong> Gaudí.<br />

Julia asentía y le hacía preguntas <strong>de</strong> vez en cuando, pero su<br />

mente estaba muy lejos <strong>de</strong> allí, preguntándose con quién exactamente<br />

había compartido cama hacía una semana, con el ángel caído que aún<br />

poseía bondad en su interior o con alguien distinto, mucho más<br />

oscuro.<br />

Se fijó en que la mano izquierda <strong>de</strong> Singer había <strong>de</strong>saparecido<br />

<strong>de</strong> la vista. Aunque no se atrevió a buscar los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, la<br />

profesora se dio cuenta <strong>de</strong>l interés <strong>de</strong> ella. Las miradas <strong>de</strong> ambas se<br />

cruzaron justo cuando <strong>Gabriel</strong> le apartaba la mano <strong>de</strong>l regazo.<br />

Avergonzada, Julia se volvió hacia Paul. La mirada <strong>de</strong> Singer se<br />

transformó. De ser una mirada <strong>de</strong>scarada pasó a ser otra <strong>de</strong><br />

fascinación.<br />

Ansiosa por huir <strong>de</strong> aquel sórdido espectáculo, Julia se excusó<br />

alegando que no se encontraba bien y se levantó <strong>de</strong> la mesa. Subió al<br />

primer piso en busca <strong>de</strong> los servicios.<br />

Se miró al espejo, tratando <strong>de</strong> asimilar todo lo que había oído.<br />

Su mente era un torbellino <strong>de</strong> imágenes y palabras que le <strong>de</strong>sgarraban<br />

el corazón.<br />

¿Por qué querría nadie que lo golpearan? <strong>Gabriel</strong> y Ann...<br />

Dolor... Control... La mano <strong>de</strong> ella en el regazo <strong>de</strong> él... Ann pegando a<br />

<strong>Gabriel</strong>... <strong>Gabriel</strong> pegando a Ann...<br />

Julia se inclinó sobre el lavabo, luchando contra las náuseas. No<br />

supo cuánto tiempo pasó así, con los ojos cerrados, hasta que alguien<br />

entró.<br />

—Hola, hola. —La profesora Singer la estaba contemplando con<br />

una sonrisa <strong>de</strong> oreja a oreja, que <strong>de</strong>jaba al <strong>de</strong>scubierto sus dientes<br />

brillantes.<br />

Julia observó que la luz que se reflejaba en las gafas <strong>de</strong> la mujer<br />

hacía que sus ojos ver<strong>de</strong>s tuvieran un brillo rojizo.


—Soy la profesora Singer. Encantada <strong>de</strong> conocerte. —Le ofreció<br />

la mano y ella se la estrechó a regañadientes, murmurando un saludo.<br />

La mano <strong>de</strong> la mujer estaba fría, pero llena <strong>de</strong> vida. Sujetó la <strong>de</strong><br />

Julia con fuerza, <strong>de</strong>masiado rato. Al soltarla, le acarició la línea <strong>de</strong> la<br />

vida con un <strong>de</strong>do, como si la estuviera poniendo a prueba. <strong>El</strong>la se<br />

estremeció.<br />

La profesora la<strong>de</strong>ó la cabeza y entornó los ojos.<br />

—Creía que me estabas esperando. ¿Te pongo nerviosa?<br />

Julia frunció el cejo.<br />

—No, he venido a lavarme las manos. Creo que he pillado la<br />

gripe.<br />

—Es una lástima. —Ann Singer volvió a sonreír, dando un paso<br />

hacia ella—. Aunque no pareces enferma. Tienes una piel preciosa.<br />

—Gracias. —Julia miró hacia la puerta, buscando el modo <strong>de</strong><br />

escapar.<br />

—De nada, <strong>de</strong> nada. ¿Llevas los labios pintados o es tu color<br />

natural? —preguntó entonces, inclinándose y observando <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>masiado cerca los labios gruesos y entreabiertos <strong>de</strong> Julia.<br />

Ésta dio un paso atrás.<br />

—Es mi color natural.<br />

La profesora dio otro paso a<strong>de</strong>lante.<br />

—Extraordinario. Ya sabes, por supuesto, que el color natural <strong>de</strong><br />

los labios se encuentra en otras partes más íntimas <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> la<br />

mujer. Ese color en tus labios es <strong>de</strong>licioso. Estoy segura <strong>de</strong> que será<br />

arrebatador en otros lugares.<br />

<strong>El</strong>la se quedó boquiabierta.<br />

—Mírate en el espejo. ¿Cómo no me he fijado en ti antes? Por<br />

suerte, tú te has fijado en mí. —Dando otro paso hacia ella, añadió en<br />

voz más baja—: ¿Te gusta mirar? ¿Te ha gustado ver lo que estaba<br />

haciendo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa? —susurró.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—No sé <strong>de</strong> qué me está hablando.<br />

—¿Sabes?, cuando se incrementa el flujo sanguíneo, la piel<br />

cambia <strong>de</strong> color. Como ahora. —Sonrió, mostrando los dientes—.<br />

Estás avergonzada o excitada, por eso tus mejillas se han ruborizado,<br />

igual que tus labios. Y seguro que te has ruborizado también en otras<br />

partes, ¿verdad? —Bajó la voz todavía más—. Más abajo, don<strong>de</strong><br />

seguro que tu cuerpo está <strong>de</strong>seando que lo acaricien y jueguen con él.<br />

—Se pasó la lengua por los labios antes <strong>de</strong> continuar—: Mi pequeña<br />

perla rosada. Creo que quieres que juegue contigo. Serías una


mascota preciosa.<br />

Julia la miró con dureza.<br />

—No estoy interesada en ser la mascota <strong>de</strong> nadie.<br />

La profesora Singer se tensó. No había esperado esa<br />

<strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> carácter.<br />

—Soy un ser humano, no un animal. Déjeme en paz.<br />

Julia no sabía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había sacado el valor para plantarle<br />

cara, pero el caso era que lo había hecho.<br />

La mujer se echó a reír.<br />

—Los seres humanos somos animales, querida. Compartimos<br />

fisiología, reaccionamos <strong>de</strong>l mismo modo a los estímulos, tenemos las<br />

mismas necesida<strong>de</strong>s: comida, bebida y sexo. Pero algunos <strong>de</strong><br />

nosotros somos un poco más inteligentes.<br />

Julia la miró con suficiencia.<br />

—Yo soy lo bastante inteligente como para saber lo que es un<br />

animal. Y no estoy ni remotamente interesada en que me follen como<br />

si lo fuera. Si me disculpa...<br />

Esquivándola, salió <strong>de</strong>l baño.<br />

—Si cambias <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a, ven a buscarme —ronroneó Ann.<br />

—Ni lo sueñe —replicó ella, enfadada. Y se marchó corriendo,<br />

respirando muy <strong>de</strong> prisa.<br />

Unos pasos la persiguieron. Cuando alguien la metió en un<br />

cuarto oscuro y corrió el pestillo, Julia gritó. Al intentar salir <strong>de</strong> allí,<br />

chocó contra un pecho sólido. <strong>El</strong> <strong>de</strong>sconocido la sujetó por las<br />

muñecas.<br />

—Julianne.<br />

Estaba <strong>de</strong>masiado oscuro para verle la cara, pero Julia<br />

reconoció su voz, así como la extraña sensación que la recorría cada<br />

vez que él la tocaba. Dejó <strong>de</strong> resistirse.<br />

—Por favor, encien<strong>de</strong> la luz. Tengo claustrofobia —dijo, con una<br />

voz que a <strong>Gabriel</strong> le recordó a la <strong>de</strong> una niña asustada.<br />

La soltó y sostuvo su iPhone en alto como si fuera una linterna.<br />

—¿Mejor así? —preguntó, reprimiendo el impulso <strong>de</strong> preguntarle<br />

qué tenía que ver la luz con la claustrofobia.<br />

Ro<strong>de</strong>ándole los hombros temblorosos con un brazo, le dio un<br />

beso en la frente.<br />

—¿Julianne?<br />

<strong>El</strong>la miró a su alre<strong>de</strong>dor y vio que estaban en el cuartito <strong>de</strong> las<br />

escobas.<br />

—¿Julianne? —repitió él, tratando <strong>de</strong> retener su atención—. He


visto que Ann te seguía. ¿Estás bien?<br />

—No.<br />

—¿Qué te ha hecho?<br />

—Me ha dicho que sería una buena mascota —murmuró, con la<br />

cabeza baja.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—¿Te ha tocado?<br />

<strong>El</strong>la cerró los ojos y se secó unas gotas <strong>de</strong> sudor <strong>de</strong> la frente.<br />

—Sólo la mano.<br />

Él bajó la intensidad <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong>l iPhone por miedo a que Ann<br />

viera la luz por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la puerta.<br />

—Tenía miedo <strong>de</strong> que pasara esto. ¿Por qué no me has hecho<br />

caso?<br />

—Ya te lo he dicho. Cuando he visto el mensaje ya era<br />

<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Francamente, no esperaba que nadie me tirara los<br />

tejos en una cena académica y mucho menos que lo hiciera ningún<br />

profesor que no fueras tú.<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó.<br />

—Llevaba toda la cena observándote. Sin duda la has excitado<br />

con tu timi<strong>de</strong>z y tu belleza. Para ella, estar en una habitación contigo<br />

es una provocación tan gran<strong>de</strong> como enseñarle un cor<strong>de</strong>ro a un lobo.<br />

—Negó con la cabeza—. He tratado <strong>de</strong> impedirlo.<br />

Julia lo miró a los ojos.<br />

—¿No era porque estuvieras celoso?<br />

—Claro que estoy celoso. Los celos son una emoción nueva<br />

para mí, Julianne. No estoy acostumbrado a lidiar con ellos. Pero le<br />

habría pedido a Paul que te llevara a cenar a otro sitio, a cualquier<br />

sitio, con tal <strong>de</strong> mantenerte alejada <strong>de</strong> esa mujer.<br />

—¿Tuviste una historia con ella?<br />

La mirada <strong>de</strong> él perdió brillo y apretó los labios.<br />

—No es el lugar a<strong>de</strong>cuado para hablar <strong>de</strong> eso.<br />

Julia negó con la cabeza y volvió a marearse. Había confiado en<br />

que Paul estuviera equivocado, pero la reacción <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> acababa<br />

<strong>de</strong> confirmar sus temores.<br />

—¿Cómo pudiste?<br />

—Estás temblando. ¿Vas a vomitar?<br />

—¿Por qué no respon<strong>de</strong>s a mis preguntas?<br />

—Julianne —dijo él, con los dientes apretados—, en estos<br />

momentos lo único que me preocupa es tu salud y tu bienestar. No<br />

respon<strong>de</strong>ré a ninguna pregunta hasta que esté seguro <strong>de</strong> que te


encuentras bien. Aunque, si vomitas, te prometo que te apartaré el<br />

pelo <strong>de</strong> la cara —añadió, con una débil sonrisa.<br />

—No voy a vomitar —murmuró ella—. Por <strong>de</strong>sgracia, no es la<br />

primera mujer que trata <strong>de</strong> ligar conmigo. Lo que más me preocupa es<br />

que me ocultes cosas.<br />

<strong>Gabriel</strong> juntó mucho las cejas al oírla, pero en seguida recobró el<br />

aplomo.<br />

—Julianne, confía en mí. Cuanto menos sepas sobre ella, mejor.<br />

Tu alma estará más limpia cuanto más apartada estés <strong>de</strong> esa mujer.<br />

—¿Y qué pasa con tu alma? ¿No pasa nada si te toca por<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa? Os he visto, <strong>Gabriel</strong>. Por eso se ha fijado en mí.<br />

Él la fulminó con la mirada.<br />

—Me estaba provocando. Quería que montara una escena en<br />

público. Me he resistido esperando que se mantuviera entretenida<br />

conmigo y no se fijara en ti, pero he fracasado.<br />

—¿Por qué he tenido que enterarme por Paul <strong>de</strong> que estuviste<br />

liado con ella?<br />

—¿Paul te lo ha contado?<br />

Julia asintió.<br />

<strong>Gabriel</strong> maldijo y se frotó los ojos con fuerza, como si tratara <strong>de</strong><br />

librarse <strong>de</strong> una imagen repulsiva.<br />

—No pensaba que viniera a la conferencia. No compartimos<br />

valores ni temas <strong>de</strong> interés. Hacía meses que no la veía. Forma parte<br />

<strong>de</strong> mi pasado, <strong>de</strong> un pasado que no pienso repetir. Ni aunque viviera<br />

eternamente.<br />

—Paul me contó que le gusta el dolor. ¿Fuisteis... violentos<br />

juntos?<br />

Él apretó tanto los puños que los tendones se le tensaron y<br />

empezaron a temblar.<br />

—Sí. Me gustaría po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cirte que me embaucó con sus malas<br />

artes <strong>de</strong> seductora, pero no fue eso lo que pasó. Sin embargo, no<br />

pienso entrar en <strong>de</strong>talles. No quiero que tu mente <strong>de</strong>scienda a su<br />

oscuro reino. Lo que sí te contaré es que durante uno <strong>de</strong> nuestros...<br />

encuentros, hizo algo que me hizo per<strong>de</strong>r el control. Y que le di a<br />

probar su propia medicina. Por eso me echó <strong>de</strong> su casa y no volví<br />

nunca más.<br />

—¿Te pegó?<br />

—Varias veces —admitió él muy serio—. De eso se trataba.<br />

—<strong>Gabriel</strong> —sollozó ella, rompiéndole el corazón—. ¿Cómo<br />

pudiste? ¿Cómo pudiste <strong>de</strong>jar que te tocara y mucho menos que te


hiciera daño?<br />

Él la abrazó con fuerza.<br />

—Julianne, por favor, no hablemos <strong>de</strong> eso. Por favor, olvida lo<br />

que te ha dicho Paul. Olvídate <strong>de</strong> esa mujer.<br />

—No puedo. Y tampoco puedo olvidar lo que has dicho en tu<br />

conferencia esta tar<strong>de</strong>. Tu <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l amor ha sido preciosa, pero<br />

no es eso lo que tú <strong>de</strong>seas. Tal vez no creas posible que dos amantes<br />

puedan quererse así.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró fijamente.<br />

—Por supuesto que es lo que quiero. Y por supuesto que creo<br />

que es posible. Es sólo que todavía no lo he experimentado.<br />

—Carraspeó—. No eres la única virgen en esta relación.<br />

Julia lo miró sorprendida.<br />

—Entonces, ¿por qué querías que alguien te hiciera daño? ¿No<br />

habías sufrido bastante en la vida?<br />

Él la miró apenado.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, tu vida está llena <strong>de</strong> habitaciones secretas, cerradas<br />

con llave. Nunca sé lo que hay acechando <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esas puertas. No<br />

me cuentas nada. ¡Tengo que enterarme <strong>de</strong> que has tenido una<br />

relación con una mujer a través <strong>de</strong> tu ayudante!<br />

—No tuvimos una relación. Y cuando te pregunté a ti por Simon,<br />

tampoco quisiste contarme nada, así que estamos en paz.<br />

Julia hizo una mueca.<br />

—Pero te hablé <strong>de</strong> mi madre.<br />

Él suspiró.<br />

—Sí, lo hiciste. Enterarme <strong>de</strong> lo que te pasó en San Luis me<br />

dolió más <strong>de</strong> lo que puedas imaginar. Mucho más que Ann y sus<br />

jueguecitos <strong>de</strong> salón. —Negó con la cabeza—. Tienes razón. Debí<br />

hablarte <strong>de</strong> ella.<br />

Cambió el peso <strong>de</strong> pie varias veces y se metió las manos en los<br />

bolsillos.<br />

—Pensé que si te lo contaba te sentirías tan asqueada que<br />

huirías <strong>de</strong> mí. Que te darías cuenta <strong>de</strong> que soy un <strong>de</strong>monio.<br />

—No eres un <strong>de</strong>monio —susurró Julia—. Eres un ángel caído<br />

que aún tiene bondad en su interior. Un ángel caído que aspira a<br />

hacerle el amor a una mujer y tratarla con ternura. —Cerró los ojos—.<br />

Haberme enterado <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> la profesora Singer por tu boca<br />

habría sido muy preferible a esto. He tenido que aguantar que ella me<br />

lo restregara por la cara y tú ni siquiera me mirabas.<br />

—La vergüenza es una pesada carga, Julianne, y es algo que tú


<strong>de</strong>sconoces.<br />

—No eres el único pecador que hay en este cuarto, <strong>Gabriel</strong><br />

—replicó ella, abriendo los ojos y respirando hondo— y por eso no<br />

puedo echarte en cara tus pecados <strong>de</strong>l pasado. ¿Aún la <strong>de</strong>seas?<br />

—¡Por supuesto que no! —exclamó él, indignado—. No tuvimos<br />

una relación, Julianne, sólo un par <strong>de</strong> encuentros. Fue hace más <strong>de</strong> un<br />

año y no habíamos vuelto a vernos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. —Suspiró—. Si<br />

insistes, te contaré los <strong>de</strong>talles, pero no aquí ni ahora. ¿Pue<strong>de</strong>s<br />

esperar a que acabe la cena al menos, por favor?<br />

<strong>El</strong>la se mordió el labio inferior, pensativa.<br />

<strong>Gabriel</strong> le cubrió la boca con la suya y, besándola, le liberó el<br />

labio.<br />

—Por favor, no te lastimes. Me duele.<br />

—Yo podría <strong>de</strong>cir lo mismo.<br />

A él se le hundieron los hombros y gruñó un poco.<br />

—Te doy <strong>de</strong> tiempo hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cena, pero sólo si me<br />

prometes que no <strong>de</strong>jarás que ella vuelva a ponerte la mano encima.<br />

—Encantado.<br />

Julia soltó el aire con fuerza.<br />

—Gracias.<br />

—¿Te quedarás?<br />

—No, no puedo estar sentada frente a esa mujer, comiendo<br />

paella tranquilamente. Me revuelve el estómago.<br />

—Te llevaré a casa.<br />

—Eres el invitado <strong>de</strong> honor. No pue<strong>de</strong>s irte.<br />

<strong>Gabriel</strong> se pasó las manos por el pelo.<br />

—Al menos <strong>de</strong>ja que te pida un taxi. Trataré <strong>de</strong> escaparme lo<br />

antes posible. <strong>El</strong> conserje te abrirá la puerta.<br />

Metiendo la mano en el bolsillo, sacó un fajo <strong>de</strong> billetes sujeto<br />

por un lujoso clip metálico.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Ya tengo dinero.<br />

—Coge al menos mi tarjeta <strong>de</strong> crédito y pi<strong>de</strong> comida a domicilio.<br />

No has cenado.<br />

—Ahora no podría comer aunque quisiera.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró y se frotó los ojos.<br />

Julia se dispuso a marcharse, pero él la <strong>de</strong>tuvo, sujetándola por<br />

el codo.<br />

—Espera —le rogó—. Cuando te he visto entrar en la sala <strong>de</strong><br />

conferencias, el corazón me ha dado un brinco. Literalmente. Julianne,


nunca te había visto tan hermosa. Parecías... feliz. —Tragó saliva<br />

ruidosamente—. Siento mucho haber matado a esa Julianne feliz.<br />

Siento no haberte dicho la verdad. Crees... ¿crees que podrás<br />

perdonarme?<br />

—No tengo nada que perdonarte, <strong>Gabriel</strong>. No pecaste contra mí.<br />

—A ella los ojos se le habían llenado <strong>de</strong> lágrimas—. Estoy tratando <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>terminar hasta dón<strong>de</strong> llega tu afición al dolor y cómo pue<strong>de</strong> afectar a<br />

nuestra relación. Siento que eres un <strong>de</strong>sconocido y me duele.<br />

Con esas palabras, salió <strong>de</strong>l cuarto.<br />

Los hados se apiadaron <strong>de</strong> Julia. Cuando regresó a la mesa a<br />

recoger sus cosas y excusarse, Ann aún no había regresado <strong>de</strong>l baño<br />

<strong>de</strong> señoras. Otra profesora también estaba ausente <strong>de</strong> la mesa.<br />

Una mirada a la pálida cara <strong>de</strong> Julia y a sus ojos enrojecidos le<br />

indicó a Paul que no valía la pena tratar <strong>de</strong> convencerla para que se<br />

quedara. Cuando ella le ofreció una excusa no muy convincente sobre<br />

un comienzo <strong>de</strong> migraña, no le preguntó nada hasta que hubieron<br />

salido <strong>de</strong>l restaurante.<br />

—Singer te ha seguido al baño, ¿verdad?<br />

Julia se mordió el labio inferior y asintió.<br />

Él negó con la cabeza.<br />

—Es una <strong>de</strong>predadora. Una <strong>de</strong>predadora peligrosa. Debí<br />

advertirte. ¿Estás bien?<br />

—De verdad, estoy bien, pero quiero irme a casa. Lo siento por<br />

la paella.<br />

—Que le <strong>de</strong>n a la paella. Me preocupas tú. —Haciendo una<br />

mueca, añadió—: Si quieres presentar una <strong>de</strong>nuncia contra ella, te<br />

acompañaré a la oficina <strong>de</strong>l comité judicial el lunes.<br />

—¿Qué es eso?<br />

—Es la oficina que gestiona las acusaciones <strong>de</strong> conducta<br />

inapropiada contra miembros <strong>de</strong> la facultad. Si quieres contar lo que<br />

ha pasado, te ayudaré en lo que pueda.<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—No ha habido testigos. Sería su palabra contra la mía. Voy a<br />

tratar <strong>de</strong> olvidarme, a menos que vuelva a intentarlo.<br />

—Tú eres la que tiene que <strong>de</strong>cidirlo, pero <strong>de</strong>bes saber que yo<br />

presenté una <strong>de</strong>nuncia contra ella el año pasado. Y a pesar <strong>de</strong> que fue<br />

su palabra contra la mía, la <strong>de</strong>nuncia sigue en su expediente. Gracias<br />

a eso, no ha vuelto a molestarme. Estoy muy satisfecho <strong>de</strong> haberlo<br />

hecho.


Julia lo miró muy seria.<br />

—No me apetece nada, pero lo pensaré. Siento mucho que<br />

tuvieras que pasar por eso.<br />

—No te preocupes por mí. Que tengas un buen fin <strong>de</strong> semana y<br />

procura no pensar en ello. Si necesitas hablar con alguien, llámame. Si<br />

no, hasta la semana que viene.<br />

Con una mirada <strong>de</strong> ánimo, Paul se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> ella con la mano<br />

mientras el taxi se alejaba.<br />

Con las palabras <strong>de</strong> Virgilio resonando en sus oídos, Julia miró<br />

el móvil y encontró un mensaje que <strong>Gabriel</strong> le había enviado poco<br />

antes <strong>de</strong> que los profesores entraran en el Segovia.<br />

Mantente alejada <strong>de</strong> prof. Singer.<br />

Quédate cerca <strong>de</strong> Paul. <strong>El</strong>la lo odia.<br />

Ten cuidado. G.<br />

«Poca información y tar<strong>de</strong>», pensó Julia, con tristeza.<br />

Al entrar en el piso <strong>de</strong> él, lo primero que hizo fue encen<strong>de</strong>r la<br />

chimenea, en un intento por dispersar las sombras que reptaban<br />

sigilosas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su corazón. Pero no sirvió <strong>de</strong> mucho. En<br />

realidad, lo único que quería era irse a casa y escon<strong>de</strong>rse bajo las<br />

sábanas. Pero era consciente <strong>de</strong> que huir <strong>de</strong> la realidad no<br />

solucionaba los problemas.<br />

Aunque no le gustaba fisgar en los asuntos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, se<br />

encontró arrodillada en el suelo <strong>de</strong>l vestidor <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Quería mirar<br />

las fotos en blanco y negro para ver si la profesora Singer aparecía en<br />

alguna <strong>de</strong> ellas. Por el pelo, podría ser. Pero las fotos habían<br />

<strong>de</strong>saparecido. Buscó y rebuscó por el armario y el resto <strong>de</strong> la<br />

habitación, incluso <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama, pero no las encontró.<br />

En el lugar don<strong>de</strong> antes estaban colgadas las fotos había seis<br />

cuadros. Unos eran abstractos; otros renacentistas; uno <strong>de</strong> Tom<br />

Thomson. Todos ellos muy hermosos y todos ellos <strong>de</strong>sprendían una<br />

sensación <strong>de</strong>... paz.<br />

<strong>Gabriel</strong> había re<strong>de</strong>corado su habitación.<br />

Se acercó a admirar una reproducción <strong>de</strong> La primavera <strong>de</strong><br />

Botticelli, colgada sobre la cómoda y <strong>de</strong>scubrió con sorpresa una foto<br />

<strong>de</strong> veinte por veinticinco centímetros colocada sobre el mueble. Era la<br />

fotografía <strong>de</strong> una pareja bailando.<br />

<strong>El</strong> hombre era alto, atractivo, elegante y <strong>de</strong>sprendía una aura <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r. Miraba a la mujer con una mirada intensa y ardiente.


La mujer era menuda, estaba ruborizada y tenía la mirada<br />

clavada en los botones <strong>de</strong> la camisa <strong>de</strong> él. Llevaba un vestido <strong>de</strong> un<br />

color lila tan vibrante que el resto <strong>de</strong> los colores <strong>de</strong> la foto pali<strong>de</strong>cían<br />

en comparación.<br />

«¿De dón<strong>de</strong> habrá sacado una foto <strong>de</strong> nosotros dos bailando en<br />

Lobby? De Rachel», se respondió inmediatamente.<br />

Salió <strong>de</strong> la habitación, <strong>de</strong>jándolo todo tal como lo había<br />

encontrado.


21<br />

Mientras Julia esperaba en su piso, <strong>Gabriel</strong> trataba <strong>de</strong><br />

mimetizarse con su entorno, como un camaleón. Se mostraba<br />

encantador con sus colegas, aunque tenía las entrañas revueltas y la<br />

mente <strong>de</strong>sbocada. Se obligó a comer y rechazó una copa tras otra.<br />

Estaba convencido <strong>de</strong> que, cuando llegara a casa, Julia ya no estaría<br />

allí. Habría salido huyendo.<br />

No es que eso lo pillara por sorpresa. Sabía que pasaría tar<strong>de</strong> o<br />

temprano. Lo que no se había imaginado era que sería precisamente<br />

ése el secreto que los separaría. <strong>Gabriel</strong> sabía que no se merecía a<br />

Julia por muchas razones, razones que se había callado como un<br />

cobar<strong>de</strong>. No era una cuestión <strong>de</strong> amor, no creía que ella pudiera llegar<br />

a amarlo nunca. No era posible amar a alguien como él. Pero había<br />

esperado po<strong>de</strong>r cortejarla el tiempo suficiente para que el afecto y la<br />

amistad los unieran, a pesar <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> sus oscuros secretos. Pero<br />

ya era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>.<br />

Cuando por fin llegó a casa, se sorprendió al encontrarla<br />

durmiendo en el sofá. Su rostro era la imagen <strong>de</strong> la serenidad. Trató<br />

<strong>de</strong> no tocarla, pero no lo logró. Alargó la mano y le acarició el pelo,<br />

murmurando unas palabras tristes en italiano.<br />

Necesitaba música. En esos momentos necesitaba una melodía<br />

que lo ayudara a calmar la agonía, pero en la única canción que podía<br />

pensar era en Mad World, <strong>de</strong> Gary Jules. Y no quería estar oyendo<br />

esa canción cuando Julia lo abandonara.<br />

<strong>El</strong>la abrió los ojos <strong>de</strong> repente. Vio que <strong>Gabriel</strong> se había quitado<br />

la americana y la corbata y que se había <strong>de</strong>sabrochado tres botones<br />

<strong>de</strong> la camisa. También se había quitado los gemelos y se había<br />

remangado.<br />

Él sonrió con cautela.<br />

—No quería <strong>de</strong>spertarte.<br />

—No pasa nada, sólo había cerrado los ojos un momento.<br />

Julia bostezó y se incorporó lentamente.<br />

—Pue<strong>de</strong>s seguir durmiendo.<br />

—No creo que sea buena i<strong>de</strong>a.<br />

—¿Has comido algo?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—¿Te apetece hacerlo ahora? Puedo prepararte una tortilla.


—No, tengo el estómago encogido.<br />

A él le molestaba que se negara a comer, pero prefirió no discutir<br />

con ella, consciente <strong>de</strong> que una discusión más grave se acercaba por<br />

el horizonte.<br />

—Tengo un regalo para ti.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, un regalo es lo último que necesito en este momento.<br />

—No estoy <strong>de</strong> acuerdo, pero pue<strong>de</strong> esperar. —Se removió<br />

incómodo en el sofá, sin apartar los ojos <strong>de</strong> ella—. Llevas un chal y<br />

estás sentada al lado <strong>de</strong>l fuego, pero sigues estando muy pálida.<br />

¿Tienes frío?<br />

—No.<br />

Julia empezó a quitarse la pashmina, pero los largos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> él<br />

le sujetaron la mano.<br />

—¿Puedo?<br />

<strong>El</strong>la retiró la mano y asintió recelosa.<br />

<strong>Gabriel</strong> se acercó y Julia cerró los ojos cuando su aroma la<br />

envolvió. Con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, él le <strong>de</strong>senrolló el chal con las dos manos y<br />

lo <strong>de</strong>jó entre los dos, en el sofá. Luego le acarició el cuello con los<br />

nudillos.<br />

—Eres preciosa —murmuró—. No me extraña que todos los ojos<br />

estuvieran clavados en ti esta noche.<br />

<strong>El</strong>la se tensó al oírlo y <strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás,<br />

maldiciéndose entre dientes.<br />

Al bajar la vista, Julia se dio cuenta <strong>de</strong> que no había llegado a<br />

quitarse las botas, pero a él no parecía molestarle.<br />

—Siento haber puesto las botas sobre el sofá. Me las quitaré.<br />

Cuando empezó a bajarse una <strong>de</strong> las cremalleras, <strong>Gabriel</strong> se<br />

puso <strong>de</strong> rodillas en el suelo.<br />

—¿Qué haces? —preguntó ella, mirándolo sorprendida.<br />

—Admirar tus botas. Me gustan mucho —respondió él,<br />

acariciando el tacón <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas.<br />

—Rachel me ayudó a elegirlas, pero los tacones son <strong>de</strong>masiado<br />

altos.<br />

—Los tacones nunca son <strong>de</strong>masiado altos. Pero <strong>de</strong>ja que te<br />

ayu<strong>de</strong>.<br />

La voz <strong>de</strong> él, ronca y cargada <strong>de</strong> adoración, le aceleró el pulso.<br />

Con las manos suspendidas en el aire por encima <strong>de</strong> sus<br />

rodillas, repitió:<br />

—¿Puedo?<br />

Julia asintió, conteniendo el aliento.


Reverentemente, <strong>Gabriel</strong> le acabó <strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrochar la bota y, con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, le recorrió la pierna con los <strong>de</strong>dos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la pantorrilla<br />

hasta el tobillo antes <strong>de</strong> quitársela. Tras repetir el proceso con la otra<br />

bota, las <strong>de</strong>jó ambas junto al sofá. Luego le levantó el pie <strong>de</strong>recho y<br />

empezó a masajearlo ligeramente con ambas manos.<br />

Julia gimió sin po<strong>de</strong>r evitarlo y luego se mordió el labio,<br />

avergonzada.<br />

—No hay nada malo en <strong>de</strong>mostrar que sientes placer, Julianne<br />

—la tranquilizó él—. Me anima mucho comprobar que no te resulto <strong>de</strong>l<br />

todo repulsivo.<br />

—No me resultas repulsivo en absoluto. Pero no me gusta verte<br />

<strong>de</strong> rodillas —susurró ella.<br />

La expresión satisfecha <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se ensombreció.<br />

—Cuando un hombre se arrodilla ante una mujer es un gesto <strong>de</strong><br />

caballerosidad. Cuando una mujer se arrodilla ante un hombre, es<br />

in<strong>de</strong>cente.<br />

Julia volvió a gemir.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> aprendiste a hacer eso?<br />

Él la miró sin compren<strong>de</strong>r.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> aprendiste a dar masajes en los pies? —insistió ella,<br />

ruborizándose.<br />

Él suspiró.<br />

—Una amiga me enseñó.<br />

«Una <strong>de</strong> sus amigas merecedoras <strong>de</strong> una foto en blanco y<br />

negro, seguro», pensó Julia.<br />

—Sí —dijo <strong>Gabriel</strong>, como si la hubiera oído—. Me gustaría<br />

ampliar el masaje al resto <strong>de</strong>l cuerpo, pero no creo que sea una buena<br />

i<strong>de</strong>a, al menos <strong>de</strong> momento.<br />

Los ojos se le habían oscurecido mientras hablaba. Cambiando<br />

<strong>de</strong> pie, bajó la vista.<br />

—Tengo hambre <strong>de</strong> tu cuerpo, Julianne. No soy lo<br />

suficientemente fuerte como para tocarte <strong>de</strong> manera casta. No si<br />

estuvieras tumbada ante mí, cubierta sólo por una sábana.<br />

Permanecieron en silencio unos instantes, mientras <strong>Gabriel</strong> le<br />

masajeaba el pie. Luego, él se echó hacia atrás y, sentado sobre los<br />

talones, le pasó un <strong>de</strong>do arriba y abajo por las medias.<br />

—Si quieres, puedo llevarte a tu casa y hablamos mañana. O<br />

pue<strong>de</strong>s quedarte aquí. Duerme en mi habitación y yo lo haré en la <strong>de</strong><br />

invitados —le ofreció, inseguro.<br />

—No quiero alargar las cosas innecesariamente. Me gustaría


que habláramos, si no te importa.<br />

—No me importa. ¿Quieres algo <strong>de</strong> beber? —<strong>Gabriel</strong> señaló<br />

hacia la cocina—. Puedo abrir una botella <strong>de</strong> vino. O prepararte un<br />

cóctel. —La miró fijamente—. Por favor, <strong>de</strong>ja que haga algo por ti.<br />

Una llama prendió en el vientre <strong>de</strong> Julia, creciendo y<br />

envolviéndola, pero luchó contra ella.<br />

—Agua, por favor. Necesito tener la cabeza clara.<br />

Él se levantó y fue a la cocina. Julia oyó que se lavaba las<br />

manos y luego el ruido <strong>de</strong> varios cajones <strong>de</strong> la nevera abriéndose y<br />

cerrándose. Regresó con un vaso alto lleno <strong>de</strong> agua Perrier, hielo y<br />

varios trozos <strong>de</strong> lima.<br />

—¿Me disculpas un momento?<br />

—Todos los que necesites. Regresa al fuego cuando estés lista.<br />

—Trató <strong>de</strong> sonreír, pero estaba <strong>de</strong>masiado tenso para que la sonrisa<br />

resultara sincera.<br />

<strong>El</strong>la <strong>de</strong>sapareció con su bebida. <strong>Gabriel</strong> supuso que necesitaba<br />

armarse <strong>de</strong> valor para enfrentarse a la siguiente revelación sobre su<br />

maldita y miserable existencia. O tal vez pensaba encerrarse en el<br />

baño y exigirle que hablaran a través <strong>de</strong> la puerta. No podría culparla.<br />

La mente <strong>de</strong> Julia funcionaba a la velocidad <strong>de</strong> la luz. No sabía<br />

lo que <strong>Gabriel</strong> iba a <strong>de</strong>cirle, ni cómo respon<strong>de</strong>ría ella. Era muy posible<br />

que se enterara <strong>de</strong> cosas que hicieran imposible que su relación<br />

continuara. La i<strong>de</strong>a la <strong>de</strong>strozaba. No importaba lo que él hubiera<br />

hecho o con quién; lo amaba. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlo otra vez, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la felicidad <strong>de</strong> haberlo reencontrado, era una tortura.<br />

<strong>Gabriel</strong> se había sentado en su butaca roja y estaba<br />

contemplando la chimenea. Al verlo tan melancólico y con chaleco, le<br />

recordó a un personaje <strong>de</strong> una novela <strong>de</strong> las hermanas Brontë.<br />

Mientras se acercaba a él, le rogó a Charlotte que fuera un personaje<br />

<strong>de</strong> una <strong>de</strong> las suyas, no <strong>de</strong> su hermana Emily.<br />

«Lo siento, pero es que Heathcliff me aterroriza. Por favor, que<br />

<strong>Gabriel</strong> no sea un Heathcliff. (No se ofenda, señorita Emily.) Por<br />

favor.»<br />

Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba, él no la veía. Carraspeó para advertirlo <strong>de</strong><br />

su presencia.<br />

<strong>Gabriel</strong> le hizo un gesto con el brazo para que se acercara al<br />

fuego.<br />

—Ven a calentarte.<br />

Julia hizo amago <strong>de</strong> sentarse en el suelo, pero él se lo impidió<br />

con un gesto <strong>de</strong> la mano.


—Por favor —le dijo con una sonrisa—, siéntate en mi regazo. O<br />

en la otomana. O en el sofá.<br />

A Julia no le importaba en absoluto sentarse en el suelo frente al<br />

fuego, pero a él parecía molestarle y no valía la pena discutir por algo<br />

así. Se <strong>de</strong>cantó por la otomana y tomó asiento, contemplando las<br />

llamas azules y naranja. En su mente ya no era <strong>El</strong> Profesor; sino<br />

<strong>Gabriel</strong>, su profesor, su amado.<br />

Él cambio <strong>de</strong> postura, preguntándose por qué Julia se habría<br />

sentado tan lejos.<br />

«Porque ahora sabe lo que eres y te tiene miedo.»<br />

—¿Por qué no te gusta verme <strong>de</strong> rodillas? —preguntó ella<br />

finalmente, rompiendo el silencio.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la charla que hemos tenido antes, puedas<br />

adivinar la razón. Una razón que cobra más peso si tienes en cuenta lo<br />

que me contaste en tu apartamento. —Hizo una breve pausa—. Eres<br />

<strong>de</strong>masiado humil<strong>de</strong> y la gente se aprovecha <strong>de</strong> tu dulzura y<br />

amabilidad.<br />

—Los estudiantes universitarios no lo tienen fácil. Tienen que<br />

ganárselo todo con esfuerzo.<br />

—Ser una estudiante no tiene nada que ver con esto.<br />

—Tú siempre serás el profesor brillante y yo siempre seré tu<br />

alumna —dijo ella en voz baja.<br />

—Te olvidas <strong>de</strong> que te conocí antes <strong>de</strong> que fueras mi alumna. Y<br />

no serás estudiante eternamente. Estaré sentado en primera fila<br />

cuando <strong>de</strong>s tu primera conferencia. Y respecto a tus prejuicios contra<br />

los profesores, sólo puedo <strong>de</strong>cir: «Si nos pincháis, ¿no sangramos?».<br />

—«Y si nos atacáis, ¿no tenemos <strong>de</strong>recho a vengarnos?»<br />

—replicó ella, siguiendo con el monólogo <strong>de</strong> <strong>El</strong> Merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Venecia.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás en la butaca y la miró complacido.<br />

—¿Quién es ahora la maestra, profesora Mitchell? Yo sólo te<br />

supero en edad y en experiencia.<br />

—La edad no lo vuelve a uno sabio necesariamente.<br />

—Por supuesto que no. Y aunque tú eres joven, eres trabajadora<br />

y estás comenzando lo que promete ser una larga y brillante carrera.<br />

Tal vez no he <strong>de</strong>jado lo bastante claro lo mucho que te admiro.<br />

Julia no dijo nada y mantuvo la vista clavada en las llamas.<br />

<strong>Gabriel</strong> se aclaró la garganta.<br />

—Ann no me hizo daño, Julianne. Apenas pienso en ella y,<br />

cuando lo hago, es para lamentar lo que pasó. No me <strong>de</strong>jó cicatrices.<br />

Julia se volvió para mirarlo con preocupación.


—No todas las cicatrices <strong>de</strong>jan marcas en la piel. ¿Por qué<br />

tuviste que elegirla a ella, <strong>de</strong> entre tanta gente?<br />

Él se encogió <strong>de</strong> hombros y clavó la mirada en las llamas.<br />

—¿Por qué hacen las cosas los seres humanos? Todos buscan<br />

la felicidad. Me prometió un placer intenso y en ese momento<br />

necesitaba distraerme con algo.<br />

—¿Dejaste que te hiciera daño porque estabas aburrido?<br />

Julia sintió náuseas.<br />

La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se endureció.<br />

—No espero que lo entiendas, pero en ese momento necesitaba<br />

quitarme una cosa <strong>de</strong> la cabeza. Podía elegir entre el dolor o el alcohol<br />

y no quería hacer nada que pudiera perjudicar a Grace o a Richard.<br />

Traté <strong>de</strong> mantener relaciones con varias mujeres, pero en seguida<br />

perdía el interés. Los orgasmos fáciles pero sin sentido acaban<br />

cansando, Julianne.<br />

«Trataré <strong>de</strong> recordarlo», pensó ella.<br />

—La actitud <strong>de</strong> la profesora Singer, tanto en la conferencia como<br />

durante la cena, no era la <strong>de</strong> una mujer <strong>de</strong>spechada.<br />

—<strong>El</strong>la <strong>de</strong>sprecia la <strong>de</strong>bilidad y por tanto no reconoce el fracaso.<br />

Fue un duro golpe para su reputación y su enorme ego cuando trató<br />

<strong>de</strong> dominarme y fracasó. No quiere que se sepa.<br />

—¿La querías?<br />

—No. Es un súcubo sin alma ni corazón.<br />

Julia volvió a mirar hacia la chimenea y apretó los labios.<br />

—En realidad, fue una especie <strong>de</strong> prueba. Y no la superamos.<br />

En otras palabras, aunque... nos relacionamos, nunca existió nada<br />

entre nosotros.<br />

—Me disculparás, pero carezco <strong>de</strong> vocabulario específico para<br />

<strong>de</strong>scifrar lo que tratas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme.<br />

—Estoy tratando <strong>de</strong> explicártelo sin manchar tu inocencia más<br />

<strong>de</strong> lo necesario. No me pidas que sea más explícito —dijo con frialdad.<br />

—¿Todavía <strong>de</strong>seas lo que ella te ofrecía?<br />

—No, fue una experiencia <strong>de</strong>sastrosa.<br />

—¿Y con otra persona?<br />

—No.<br />

—¿Y qué harás la próxima vez que te envuelva la oscuridad?<br />

—Pensaba que lo había <strong>de</strong>jado claro. Cuando tú estás a mi lado,<br />

la oscuridad <strong>de</strong>saparece, Beatriz. —Carraspeó—. Julianne.<br />

—Dime que no era ella la que aparecía en las fotografías.<br />

—No, en absoluto. Las mujeres que fotografié me gustaban.


—¿Por qué te echó <strong>de</strong> su casa?<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los dientes antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />

—Hice algo que en su mundo es absolutamente inaceptable. No<br />

te mentiré diciendo que no disfruté al ver la expresión <strong>de</strong> su cara<br />

cuando le di a probar su propia medicina. Aunque al hacerlo violé una<br />

<strong>de</strong> mis reglas sagradas.<br />

Julia se estremeció.<br />

—Entonces, ¿por qué sigue acosándote?<br />

—Represento su fracaso, sigue <strong>de</strong>seando dominarme. Aparte <strong>de</strong><br />

que poseo algunas habilida<strong>de</strong>s...<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó, incómoda.<br />

—Me refiero a mis habilida<strong>de</strong>s pugilísticas. Cuando se enteró <strong>de</strong><br />

que había boxeado y <strong>de</strong> que era miembro <strong>de</strong>l Club <strong>de</strong> Esgrima <strong>de</strong><br />

Oxford, no pu<strong>de</strong> quitármela <strong>de</strong> encima. Por <strong>de</strong>sgracia, tenemos esas<br />

aficiones en común.<br />

Julia se pasó un <strong>de</strong>do por la cicatriz <strong>de</strong> la cabeza.<br />

—No puedo estar con alguien que pega, <strong>Gabriel</strong>. Ni por enfado,<br />

ni por placer, ni por ninguna otra razón.<br />

—Y haces bien. Lo apoyo. No está en mi naturaleza ser violento<br />

con las mujeres. Me gusta seducirlas. Ann fue una excepción. Si<br />

conocieras las circunstancias, creo que me darías la razón y me<br />

perdonarías.<br />

—Pero tampoco puedo estar con alguien que <strong>de</strong>sea que le<br />

peguen. La violencia me da mucho miedo. Por favor, entién<strong>de</strong>lo.<br />

—Lo entiendo. Pensé que lo que Ann me ofrecía me ayudaría a<br />

superar mis problemas. —Negó con la cabeza con tristeza—. Julianne,<br />

lo auténticamente doloroso ha sido tener que mirarte a la cara y<br />

admitir mi sórdida relación con ella. Por ti, <strong>de</strong>searía no tener pasado.<br />

Desearía ser tan bueno como tú.<br />

Julia bajó la vista hasta sus manos, que se estaba retorciendo<br />

sobre el regazo.<br />

—La sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que alguien te golpee... y te trate como a un<br />

animal... —La voz le empezó a temblar y los ojos se le llenaron <strong>de</strong><br />

lágrimas—. No me importa que mantuvierais relaciones sexuales. No<br />

me importa que no te <strong>de</strong>jara marcas. Lo que no soporto es la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

que alguien te haga daño porque tú lo <strong>de</strong>sees.<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los labios y guardó silencio.<br />

—La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> alguien golpeándote me pone enferma.<br />

Él apretó los dientes al ver dos lágrimas cayendo por sus<br />

mejillas.


—Debes estar con alguien que te trate con amabilidad —dijo<br />

Julia, secándose la mejilla con el dorso <strong>de</strong> la mano—. Prométeme que<br />

nunca volverás con ella. O con alguien como ella.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dirigió una dura mirada.<br />

—Te dije que no tendrías que compartirme con nadie. Cumplo<br />

mis promesas.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Digo nunca más. Ni siquiera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mí. Prométemelo.<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó.<br />

—Lo dices como si fuera inevitable que vaya a haber un<br />

<strong>de</strong>spués.<br />

Julia se secó otra lágrima.<br />

—Prométeme que no <strong>de</strong>jarás que nadie te maltrate para<br />

castigarte a ti mismo. Pase lo que pase.<br />

Él apretó los dientes con más fuerza.<br />

—Prométemelo, <strong>Gabriel</strong>. No volveré a pedirte nada, pero<br />

prométeme esto.<br />

Entornando los ojos, él la observó en silencio unos instantes<br />

antes <strong>de</strong> asentir.<br />

—Te lo prometo.<br />

Julia se relajó y <strong>de</strong>jó caer la cabeza hacia a<strong>de</strong>lante, física y<br />

emocionalmente exhausta.<br />

<strong>Gabriel</strong> no se había perdido <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> las emociones que habían<br />

batallado en su rostro, tan pronto pálido como sofocado, o <strong>de</strong>l modo<br />

<strong>de</strong> retorcerse la tela <strong>de</strong>l vestido. Le dolía mucho verla tan disgustada.<br />

Y verla llorar era <strong>de</strong>sesperante.<br />

«<strong>El</strong> ángel <strong>de</strong> ojos castaños estaba llorando por el <strong>de</strong>monio. <strong>El</strong><br />

ángel lloraba porque le dolía que alguien le hiciera daño a él.»<br />

Sin una palabra, la agarró y la sentó sobre su regazo. Apoyó su<br />

cabeza <strong>de</strong>licadamente en su pecho y la abrazó.<br />

—No más lágrimas. Ya has <strong>de</strong>rramado <strong>de</strong>masiadas lágrimas por<br />

mí —le susurró al oído— y te aseguro que no me merezco ni una.<br />

—Suspiró pesaroso—. He sido muy egoísta queriendo estar contigo,<br />

Julianne. Deberías estar con alguien <strong>de</strong> tu edad, alguien bueno, como<br />

tú. No con un retorcido Calibán, que merece estar en la isla <strong>de</strong> La<br />

tempestad y no a tu lado.<br />

—A veces eres tan inocente como yo.<br />

—¿Cuándo? Dímelo.<br />

—Cuando me abrazas. Cuando me acaricias el pelo —susurró<br />

ella—. Cuando estamos en la cama juntos.


<strong>Gabriel</strong> la miró con expresión torturada.<br />

—Si no me quieres en tu vida, sólo tienes que <strong>de</strong>cirlo y<br />

<strong>de</strong>sapareceré para siempre. No quiero que tengas miedo <strong>de</strong> mi<br />

reacción. Si me rechazas, te prometo que no trataré <strong>de</strong> retenerte. Si es<br />

lo que <strong>de</strong>seas, te <strong>de</strong>jaré marchar.<br />

Julia guardó silencio, sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />

—Sé que tengo una personalidad controladora y admito que,<br />

como tú misma dijiste, soy un mandón —continuó, con la voz baja y<br />

crispada—. Pero nunca te trataría como a ella. No te haré daño,<br />

Julianne. Sería incapaz <strong>de</strong> hacerte daño.<br />

Le acarició el brazo con un <strong>de</strong>do y a Julia se le erizó el vello,<br />

tanto por su caricia como por sus palabras.<br />

—No me preocupa lo que puedas hacerme, sino lo que Ann<br />

pueda hacerte a ti.<br />

—Hacía mucho tiempo que nadie se preocupaba por mí.<br />

—Tu familia lo hace. Y yo también antes <strong>de</strong> mudarme a Toronto.<br />

Me preocupaba por ti cada día.<br />

<strong>Gabriel</strong> le dio un suave beso en los labios, que ella le <strong>de</strong>volvió.<br />

—A pesar <strong>de</strong> mis pasadas indiscreciones, me gusta mucho más<br />

dar a mis amantes un placer loco y apasionado que dolor, te lo<br />

aseguro. Algún día me gustará mostrarte esa faceta mía. Despacio,<br />

por supuesto.<br />

Julia se mordió la mejilla por <strong>de</strong>ntro, buscando las palabras<br />

a<strong>de</strong>cuadas para lo que tenía que <strong>de</strong>cir.<br />

—Tengo que <strong>de</strong>cirte algo.<br />

—¿Sí?<br />

—No soy... tan inocente como crees.<br />

—¿Y qué se supone que quiere <strong>de</strong>cir eso? —preguntó él,<br />

bruscamente.<br />

Julia se mordisqueó el labio superior, nerviosa.<br />

—Lo siento. Me has pillado por sorpresa. —<strong>Gabriel</strong> se frotó los<br />

ojos.<br />

—He tenido un novio.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—Ya lo sabía.<br />

—Y nosotros... hicimos cosas.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> cosas? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, levantando las<br />

cejas. Las palabras habían salido <strong>de</strong> su boca sin pensar, pero en<br />

seguida cambió <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a—. No respondas. No quiero saberlo.<br />

—No soy tan inocente como lo era cuando tú y yo nos


conocimos, lo que significa que tienes una visión falsa e i<strong>de</strong>alizada <strong>de</strong><br />

mí.<br />

<strong>Gabriel</strong> reflexionó un instante sobre lo que estaba oyendo.<br />

Quería saber los <strong>de</strong>talles, pero al mismo tiempo tenía miedo <strong>de</strong> lo que<br />

Julia pudiera <strong>de</strong>cir. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que otra persona —él— la hubiera<br />

tocado, le hubiera dado placer, lo ponía furioso. Se daba cuenta <strong>de</strong><br />

que ella necesitaba contarlo, pero no estaba seguro <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

reaccionar correctamente.<br />

—Tú fuiste el primero en besarme. <strong>El</strong> primero que me cogió la<br />

mano —dijo Julia.<br />

—Me alegro. —<strong>Gabriel</strong> le levantó una mano y le besó el dorso—.<br />

Ojalá hubiera podido ser el primero en todo.<br />

—No me arrebató todas las primeras veces. —Julia cerró la boca<br />

rápidamente. No había querido <strong>de</strong>cir eso.<br />

<strong>El</strong> uso <strong>de</strong> la palabra «arrebatar» <strong>de</strong>spertó en <strong>Gabriel</strong> instintos<br />

asesinos. Si alguna vez se encontraba a ese hombre, le partiría el<br />

cuello con sus propias manos.<br />

—Al ver que no regresabas, empecé a salir con alguien. En<br />

Fila<strong>de</strong>lfia. Y... bueno... empezaron a pasar cosas.<br />

—¿Cosas que tú <strong>de</strong>seabas que pasaran?<br />

Julia se removió en el asiento, incómoda.<br />

—Era mi novio. A veces... perdía la paciencia.<br />

—Justo lo que me temía. Era un manipulador hijo <strong>de</strong> puta que te<br />

sedujo.<br />

—Tengo voluntad propia. No tenía por qué ce<strong>de</strong>r.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció en silencio.<br />

«No puedo soportarlo. Estos celos me matan. Pensar en sus<br />

manos y sus labios con los <strong>de</strong> otra persona... No.»<br />

—Sé qué no tengo <strong>de</strong>recho a preguntarte esto —dijo<br />

finalmente—, pero ¿lo amabas?<br />

—No.<br />

Él trató <strong>de</strong> ocultar la satisfacción que sintió al oír su respuesta<br />

levantando la barbilla.<br />

—No me toques nunca, ni permitas que yo lo haga, a no ser que<br />

lo <strong>de</strong>sees. Quiero que me hagas esta promesa ahora mismo.<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó sorprendida.<br />

—Me conozco. Hasta ahora he mantenido mis pasiones a raya,<br />

pero más <strong>de</strong> una vez he sido <strong>de</strong>masiado directo y te he hecho sentir<br />

incómoda. Me disgustaría mucho saber que nuestra relación había<br />

avanzado sólo porque te sentías coaccionada.


—Te lo prometo, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Él asintió y la besó en la frente.<br />

—Julianne, ¿por qué no quieres que te llame Beatriz?<br />

—Me entristeció mucho que no quisieras saber mi nombre<br />

cuando nos conocimos.<br />

Él la miró intensamente.<br />

—Quiero saber mucho más que eso. Quiero conocer tu auténtico<br />

yo.<br />

Julia sonrió.<br />

—¿Todavía quieres estar conmigo? —preguntó él—. ¿O quieres<br />

<strong>de</strong>jarme?<br />

—Claro que quiero estar contigo.<br />

<strong>Gabriel</strong> la besó con dulzura antes <strong>de</strong> ayudarla a levantarse y<br />

guiarla hasta la cocina. Cuando Julia estuvo cómodamente sentada en<br />

uno <strong>de</strong> los taburetes, él cogió algo <strong>de</strong> una encimera, cubierto por una<br />

tapa<strong>de</strong>ra en forma <strong>de</strong> cúpula plateada. Mientras le <strong>de</strong>jaba la ban<strong>de</strong>ja<br />

<strong>de</strong>lante, sus ojos brillaban traviesos.<br />

—Tarta <strong>de</strong> manzana casera —anunció, retirando la tapa con<br />

gran efecto.<br />

—¿Tarta?<br />

—Dijiste que nadie te había preparado una tarta. Ya no podrás<br />

<strong>de</strong>cirlo.<br />

Julia se quedó mirando el dulce sin dar crédito a lo que veía.<br />

—¿La has hecho tú?<br />

—No exactamente. La hizo mi asistenta. ¿Te gusta?<br />

—¿Le pediste a alguien que hiciera una tarta para mí?<br />

—Bueno, la verdad es que esperaba que la compartieras<br />

conmigo, pero ya que insistes en comértela toda tú sola... —bromeó<br />

él.<br />

Julia cerró los ojos y se cubrió la boca con la mano.<br />

—¿Julianne?<br />

Al ver que no respondía, <strong>Gabriel</strong> empezó a hablar muy <strong>de</strong> prisa:<br />

—Dijiste que te gustaba. Cuando me contaste lo <strong>de</strong> San Luis,<br />

dijiste que nadie te había preparado nunca una tarta y pensé... —Se<br />

<strong>de</strong>tuvo, súbitamente inseguro.<br />

Los hombros <strong>de</strong> ella temblaban mientras lloraba en silencio.<br />

—¿Julia? ¿Qué pasa? —le preguntó frenético. No soportaba<br />

verla llorar. Y menos por su culpa. Ro<strong>de</strong>ó la barra y la abrazó—. ¿Qué<br />

he hecho?<br />

—Lo siento —se disculpó cuando por fin fue capaz <strong>de</strong> hablar.


—Cariño, no lo sientas. Sólo explícame qué he hecho mal para<br />

no repetirlo.<br />

—No has hecho nada mal. —Julia se secó las lágrimas—. Es<br />

que nadie había hecho algo así por mí antes. —Sonrió melancólica.<br />

—No quería disgustarte. Quería hacerte feliz.<br />

—Son lágrimas <strong>de</strong> felicidad. Más o menos —contestó ella, riendo<br />

y llorando a la vez.<br />

<strong>Gabriel</strong> la abrazó una vez más antes <strong>de</strong> soltarla. Retirándole el<br />

pelo por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los hombros, dijo:<br />

—Creo que alguien <strong>de</strong> por aquí necesita un trozo <strong>de</strong> tarta.<br />

Cortó una generosa porción, <strong>de</strong> la que partió un trozo con el<br />

tenedor, sosteniéndolo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella.<br />

—Me gustaría dártelo yo, pero enten<strong>de</strong>ré si no quieres que lo<br />

haga.<br />

Julia abrió la boca inmediatamente y <strong>Gabriel</strong> le metió la tarta en<br />

la boca.<br />

—Hum, está buenísima —dijo, con la boca llena.<br />

Mientras se quitaba unas cuantas migas <strong>de</strong> los labios, sonrió.<br />

—Me alegro.<br />

—No sabía que tuvieses asistenta.<br />

—Sólo viene dos veces a la semana.<br />

—¿Y también cocina?<br />

—A veces. Funciono a rachas. O tal vez <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cir por<br />

obsesiones, ya sabes —respondió, dándole un golpecito en la nariz—.<br />

Esta receta era <strong>de</strong> su abuela. No puedo <strong>de</strong>cirte lo que puso en la<br />

masa <strong>de</strong>l hojaldre. Es un secreto —añadió, guiñando un ojo.<br />

—¿Y tú? ¿No vas a comer?<br />

—Prefiero ver cómo disfrutas. Aunque esto no es una cena en<br />

condiciones. Me quedaría más tranquilo si me <strong>de</strong>jaras prepararte algo<br />

caliente.<br />

—Mi padre siempre come un trozo <strong>de</strong> queso con la tarta <strong>de</strong><br />

manzana. Si tienes queso, tomaré un poco.<br />

Al principio, <strong>Gabriel</strong> pareció sorprendido por la petición, pero en<br />

seguida reaccionó y fue a la nevera a buscar un trozo <strong>de</strong> queso<br />

cheddar blanco curado.<br />

—Perfecto —murmuró ella.<br />

Cuando acabó <strong>de</strong> comer, permaneció unos segundos en<br />

silencio, preguntándose si <strong>de</strong>bería volver a su casa. No le apetecía,<br />

pero tal vez <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantas lágrimas y tanto drama, <strong>Gabriel</strong> no<br />

quisiera que se quedara.


—No respondiste a mi nota —comentó él, rompiendo el<br />

silencio—, la que te envié con las gar<strong>de</strong>nias.<br />

—Te envié un correo electrónico.<br />

—Pero te olvidaste <strong>de</strong> una cosa.<br />

Julia tardó unos segundos en contestar.<br />

—No sabía cómo respon<strong>de</strong>r a lo <strong>de</strong> la domesticación.<br />

—Me dijiste que ese diálogo entre el Principito y el zorro era tu<br />

favorito. Pensé que te quedaría claro.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Sé lo que quería <strong>de</strong>cir el zorro, pero no tengo tan claro lo que<br />

significa para ti.<br />

—Entonces te lo aclararé. No espero que confíes en mí, pero me<br />

gustaría ganarme tu confianza. Tal vez cuando logre que confíes en<br />

mí con la mente, puedas confiarme también tu cuerpo. Ése era el tipo<br />

<strong>de</strong> domesticación al que me refería. Quiero estar pendiente <strong>de</strong> ti... <strong>de</strong><br />

tus necesida<strong>de</strong>s y tus <strong>de</strong>seos... y quiero <strong>de</strong>dicarles todo el tiempo que<br />

se merecen.<br />

—¿Cómo me domesticarás?<br />

—Mostrándote con mis actos que soy digno <strong>de</strong> confianza. Y así.<br />

Le sujetó la cara entre las manos y acercó su boca a la <strong>de</strong> ella<br />

hasta que estuvieron casi rozándose. Julia cerró los ojos y aguardó,<br />

conteniendo el aliento, a que sus labios se tocaran.<br />

Pero no lo hicieron.<br />

<strong>El</strong> aire cálido que salía <strong>de</strong> los labios entreabiertos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> le<br />

acariciaba la boca. Con la punta <strong>de</strong> la lengua, Julia se hume<strong>de</strong>ció el<br />

labio inferior. Al sentir el aliento <strong>de</strong> él sobre la humedad <strong>de</strong> sus labios,<br />

un escalofrío le recorrió la espalda.<br />

—Estás temblando —susurró <strong>Gabriel</strong>, enviándole una nueva<br />

oleada <strong>de</strong> aliento cálido junto con sus palabras.<br />

Julia se ruborizó entre sus manos. <strong>El</strong> calor se extendió por su<br />

rostro y <strong>de</strong>scendió por su cuello.<br />

—Noto cómo te ruborizas. Tu piel florece y se llena <strong>de</strong> color.<br />

Le acarició las cejas. Al abrir los ojos, Julia se encontró con dos<br />

estanques <strong>de</strong> agua azul oscuro.<br />

—Tienes las pupilas dilatadas —siguió <strong>de</strong>scribiendo <strong>Gabriel</strong>, con<br />

una sonrisa— y tu respiración se ha acelerado. ¿Sabes lo que eso<br />

significa?<br />

—Él <strong>de</strong>cía que era frígida —confesó Julia, avergonzada—. Fría<br />

como la nieve. Y eso lo enfurecía.<br />

—Sólo un niñato que no sabe nada <strong>de</strong> mujeres pue<strong>de</strong> estar tan


ciego y <strong>de</strong>cir algo tan ridículo. No lo creas ni por un momento,<br />

Julianne. Sé que no es verdad. —Esbozó una sonrisa seductora—. Sé<br />

perfectamente cuándo estás excitada. Lo veo en tus ojos. Lo noto en<br />

tu piel. Puedo... sentirlo.<br />

Volvió a pasarle los <strong>de</strong>dos por las cejas para relajarla.<br />

—Por favor, no te sientas mal. No hay nada vergonzoso en ello.<br />

Es excitante y muy erótico.<br />

Julia cerró los ojos y aspiró hondo.<br />

—Aramis, menta y el bendito <strong>Gabriel</strong>.<br />

Él se echó a reír.<br />

—¿Es tu manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que te gusta mi colonia? — Se<br />

inclinó un poco hacia ella para que pudiera olerle mejor el cuello,<br />

don<strong>de</strong> el aroma <strong>de</strong> la colonia era más intenso.<br />

—¿Qué haces?<br />

—Alimentar el <strong>de</strong>seo, Julianne. Dime qué <strong>de</strong>seas. Estás<br />

sofocada, tu corazón late rápidamente y la respiración se te ha<br />

acelerado. ¿Qué <strong>de</strong>seas, Julia? —repitió, volviendo a sujetarle la cara<br />

entre las manos y acercándole la boca a los labios, sin tocarla.<br />

—Quiero besarte —susurró ella.<br />

—Yo también quiero besarte —replicó él, sonriendo.<br />

Julia aguardó, pero <strong>Gabriel</strong> permaneció quieto.<br />

—Julianne —murmuró él contra su boca.<br />

<strong>El</strong>la abrió los ojos.<br />

—Toma lo que <strong>de</strong>seas.<br />

Julia inspiró hondo.<br />

—Si no inicias tú el beso <strong>de</strong> vez en cuando, pensaré que no me<br />

<strong>de</strong>seas. Que te estoy obligando. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una noche como ésta,<br />

la única que <strong>de</strong>bes exigir algo eres tú.<br />

<strong>Gabriel</strong> la estaba mirando con los ojos muy abiertos y cargados<br />

<strong>de</strong> intención.<br />

<strong>El</strong>la no necesitó más. Sorprendiéndolos a ambos, le ro<strong>de</strong>ó el<br />

cuello con los brazos y lo atrajo hacia sí. Cuando sus labios se<br />

encontraron, las manos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>splazaron hasta la espalda <strong>de</strong><br />

Julia. Se imaginó acariciando su piel <strong>de</strong>snuda. <strong>El</strong>la le mordisqueó el<br />

labio inferior antes <strong>de</strong> succionárselo y metérselo en la boca, imitando<br />

lo que él le había hecho en una ocasión anterior. Aunque le faltaba<br />

experiencia, a <strong>Gabriel</strong> le encantó.<br />

Su calmada pasión lo enar<strong>de</strong>cía. En pocos segundos, le había<br />

subido la temperatura y su corazón se había disparado. Mientras le<br />

exploraba la boca con la lengua, <strong>de</strong>seaba separarle las castas rodillas


con una mano y apretarse contra ella. Y llevarla en brazos hasta el<br />

dormitorio para...<br />

Se separó bruscamente y la sujetó por los antebrazos <strong>de</strong>snudos.<br />

—Tengo que parar. —Apoyando la frente en la suya, soltó el aire<br />

ruidosamente.<br />

—Lo siento.<br />

<strong>Gabriel</strong> le besó la frente.<br />

—No te disculpes por seguir el dictado <strong>de</strong> tus <strong>de</strong>seos. Eres<br />

hermosa y sensual. Y me excitas muchísimo. Puedo disfrutar <strong>de</strong> ti sin<br />

llevar esto más lejos, pero no seré capaz <strong>de</strong> contenerme si te sigo<br />

besando.<br />

Permanecieron inmóviles, abrazados, hasta que él abrió los ojos<br />

y le acarició la mejilla.<br />

—Dime que <strong>de</strong>seas, Julianne. Esta noche soy tuyo. ¿Quieres<br />

que te lleve a casa? ¿Quieres quedarte?<br />

<strong>El</strong>la le acarició la mandíbula con la nariz.<br />

—Me gustaría quedarme.<br />

—En ese caso, creo que es hora <strong>de</strong> que nos vayamos a la cama.<br />

Le ofreció la mano para ayudarla a bajar <strong>de</strong>l taburete.<br />

—¿No te resulta raro compartir la cama conmigo?<br />

—Te quiero en mi cama y entre mis brazos todas las noches.<br />

Julia guardó silencio mientras iba en busca <strong>de</strong>l maletín.<br />

—¿Te molesta? —preguntó él, frunciendo el cejo.<br />

—No, aunque tal vez <strong>de</strong>bería.<br />

—Te he echado <strong>de</strong> menos esta semana.<br />

—Yo también te he echado <strong>de</strong> menos.<br />

—Duermo mejor cuando estás entre mis brazos —confesó<br />

<strong>Gabriel</strong> con una cálida sonrisa—, pero pue<strong>de</strong>s elegir don<strong>de</strong> prefieres<br />

dormir.<br />

—Me gustaría compartir la cama contigo —admitió ella, con<br />

timi<strong>de</strong>z—, si no te importa.<br />

—Nunca te negaría algo así —dijo él, guiándola hacia el<br />

dormitorio.<br />

Cuando Julia se sentó en la cama, <strong>Gabriel</strong> cogió la foto <strong>de</strong> la<br />

cómoda.<br />

—Tú tienes una foto mía <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la almohada. Pensé que no<br />

te importaría que yo tuviera una foto tuya —bromeó, ofreciéndosela.<br />

Julia se <strong>de</strong>vanó los sesos tratando averiguar cómo habría<br />

encontrado él la fotografía.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> la has sacado?


—Soy yo el que <strong>de</strong>bería preguntarte <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sacaste tú una<br />

foto <strong>de</strong> mis tiempos en el equipo <strong>de</strong> remo <strong>de</strong> Princeton —replicó él,<br />

mientras se sacaba la camisa <strong>de</strong>l pantalón y se <strong>de</strong>sabrochaba los<br />

botones <strong>de</strong>l chaleco y la camisa, <strong>de</strong>jando al <strong>de</strong>scubierto la ceñida<br />

camiseta que llevaba <strong>de</strong>bajo.<br />

Julia apartó la vista, maldiciendo en silencio el día en que<br />

alguien <strong>de</strong>cidió que los hombres llevaran camisetas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

camisa. Ver cómo se <strong>de</strong>snudaba era todavía más sexy que verlo<br />

cubierto por una toalla lila <strong>de</strong>masiado pequeña.<br />

— Bueno... Rachel la tenía colgada en un corcho, en su<br />

habitación. La primera vez que la vi, no pu<strong>de</strong> resistirme y me la llevé.<br />

<strong>Gabriel</strong> se inclinó sobre ella para mirarla a la cara.<br />

—¿Te la llevaste? ¿Quieres <strong>de</strong>cir que la robaste?<br />

—Ya sé que no hice bien. Pero tenías una sonrisa tan<br />

maravillosa. Yo tenía diecisiete años y era muy tonta, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—¿Tonta o enamorada?<br />

Julia bajó la vista.<br />

—Creo que ya lo sabes.<br />

—Rachel tomó unas cuantas fotos con su teléfono cuando<br />

fuimos a Lobby. Ésta es mi favorita, por eso la enmarqué. —La<br />

observó más <strong>de</strong> cerca—. ¿No te gusta?<br />

<strong>El</strong>la se puso nerviosa.<br />

—Estás muy guapo.<br />

<strong>Gabriel</strong> le quitó la foto <strong>de</strong> las manos y la <strong>de</strong>jó en su sitio.<br />

—¿Qué piensas? Cuéntamelo.<br />

—Tu manera <strong>de</strong> mirarme mientras bailábamos... no la entiendo.<br />

—Eres una mujer muy hermosa, Julia. ¿Por qué no iba a<br />

mirarte?<br />

—Pero me miras <strong>de</strong> una manera muy especial.<br />

—Siempre te miro así —confesó él, dándole un beso suave—.<br />

Te estoy mirando así ahora mismo. —Le echó el pelo hacia atrás—.<br />

En seguida vuelvo.<br />

<strong>El</strong>la se quitó el vestido y se puso lo que sería su pijama <strong>de</strong><br />

aquella noche. Luego se acercó a la puerta <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño, <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> salía una luz blanquecina.<br />

—Quieta —dijo <strong>Gabriel</strong>, que había regresado a la cama y estaba<br />

tumbado, observándola.<br />

Julia se miró, inquieta. Había dudado mucho. Casi todos sus<br />

pijamas eran <strong>de</strong>masiado infantiles para ponérselos estando con él y no<br />

tenía lencería bonita. Y, aunque tuviera, no se habría atrevido a


ponérsela. Así que, finalmente, se había <strong>de</strong>cidido por una camiseta<br />

amplia y oscura y unos pantalones cortos con el logo <strong>de</strong> la universidad<br />

<strong>de</strong> Saint Joseph.<br />

—Eres exquisita.<br />

<strong>El</strong>la hizo una mueca y alargó la mano para apagar la luz.<br />

—Espera. Ahí, recortada contra la luz, pareces un ángel.<br />

Julia asintió para que supiera que lo había oído, antes <strong>de</strong> apagar<br />

la luz y volver a la cama.<br />

Él la acogió en un cálido abrazo. Julia se dio cuenta <strong>de</strong> que iba<br />

vestido <strong>de</strong> un modo muy similar.<br />

¡Menudo par estaban hechos! Pero al menos sus piernas<br />

<strong>de</strong>snudas podían unirse felizmente bajo las sábanas. <strong>Gabriel</strong> la besó<br />

con ternura y se reclinó en la almohada, suspirando <strong>de</strong> satisfacción<br />

cuando ella apoyó la cara en su pecho y le ro<strong>de</strong>ó la cintura con un<br />

brazo.<br />

—Lamento que te sientas sola, Julianne.<br />

<strong>El</strong>la se sorprendió por el brusco cambio <strong>de</strong> tema.<br />

—Hace unos días, me dijiste que te sentías muy sola. Que no<br />

tienes amigos.<br />

Julia hizo una mueca al recordarlo.<br />

—¿Quieres que te compre un gato o un conejo para que te<br />

hagan compañía?<br />

—<strong>Gabriel</strong>, te lo agra<strong>de</strong>zco mucho, pero no pue<strong>de</strong>s tratar <strong>de</strong><br />

solucionar todos mis problemas comprándome cosas.<br />

—Lo sé, pero puedo comprarte cosas para hacerte sonreír.<br />

Volvió a besarla.<br />

—La amabilidad vale mucho más que todo el dinero <strong>de</strong>l mundo.<br />

—La tendrás. Entre otras cosas.<br />

—No quiero nada más.<br />

—Quédate conmigo este fin <strong>de</strong> semana.<br />

<strong>El</strong>la sólo dudó un instante.<br />

—De acuerdo —susurró.<br />

<strong>Gabriel</strong> pareció aliviado.<br />

—¿Qué me dices <strong>de</strong> un pez? Son la nueva moda en mascotas.<br />

Julia se echó a reír.<br />

—Mejor no. Bastante me cuesta ya cuidar <strong>de</strong> mí misma, como<br />

para tener que cuidar <strong>de</strong> una pobre criatura que no tiene ninguna<br />

culpa.<br />

Él se incorporó un poco para po<strong>de</strong>r mirarla a la cara.<br />

—En ese caso, <strong>de</strong>ja que yo cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti —susurró, con los ojos


illantes.<br />

—Podrías tener a cualquier mujer que quisieras, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—Sólo te quiero a ti.<br />

<strong>El</strong>la apoyó la cabeza en su pecho y sonrió.<br />

—Estar sin ti es como vivir en una eterna noche sin estrellas.


22<br />

Los cuerpos <strong>de</strong> los dos casi amantes estaban enredados en la<br />

gran cama, con las piernas <strong>de</strong>snudas entrelazadas bajo la colcha <strong>de</strong><br />

seda <strong>de</strong> color azul hielo y las sábanas blancas <strong>de</strong> la casa Frette. <strong>El</strong>la<br />

murmuraba en sueños, dando vueltas inquieta. Él permanecía inmóvil,<br />

disfrutando <strong>de</strong> su compañía.<br />

Podría haberla perdido. Tumbado a su lado, era muy consciente<br />

<strong>de</strong> que esa noche habría podido acabar <strong>de</strong> un modo muy distinto. Julia<br />

habría podido no perdonarlo. Nada la obligaba a aceptarlo. Pero lo<br />

había hecho. Tal vez podía empezar a tener esperanzas...<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>?<br />

Creyendo que seguía dormida, él no respondió. Eran las tres <strong>de</strong><br />

la madrugada y el dormitorio estaba envuelto en sombras rotas tan<br />

sólo por las luces <strong>de</strong> la ciudad que se colaban a través <strong>de</strong> las cortinas.<br />

Julia se volvió hacia él.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? —susurró—. ¿Estás <strong>de</strong>spierto?<br />

—Sí. Todo va bien, cariño. Duérmete —le dijo, besándola<br />

suavemente y acariciándole el pelo.<br />

<strong>El</strong>la se apoyó en un codo.<br />

—Estoy muy <strong>de</strong>spierta.<br />

—Yo también.<br />

—¿Po<strong>de</strong>mos... po<strong>de</strong>mos hablar?<br />

Él se apoyó en un codo también.<br />

—Por supuesto. ¿Pasa algo?<br />

—¿Eres más feliz ahora que hace un tiempo?<br />

<strong>Gabriel</strong> se la quedó mirando un instante antes <strong>de</strong> darle un<br />

golpecito en la nariz.<br />

—¿A qué viene esa pregunta tan profunda en mitad <strong>de</strong> la<br />

noche?<br />

—Has dicho que el año pasado eras muy infeliz. Me preguntaba<br />

si serías más feliz ahora.<br />

—No soy un gran experto en felicidad. ¿Y tú?<br />

Julia retorció el dobladillo <strong>de</strong> la sábana.<br />

—Intento serlo. Trato <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> las cosas pequeñas. La<br />

tarta me ha hecho muy feliz.<br />

—De haberlo sabido, la habría encargado antes.<br />

—¿Por qué no eres feliz ahora?


—Cambié mi primogenitura por un plato <strong>de</strong> lentejas.<br />

—¿Estás citando las Escrituras? —preguntó ella, incrédula.<br />

<strong>Gabriel</strong> se puso a la <strong>de</strong>fensiva.<br />

—No soy un pagano, Julianne. Me criaron en la fe episcopalista.<br />

Richard y Grace eran muy <strong>de</strong>votos, ¿no lo sabías?<br />

Julia asintió. Lo había olvidado.<br />

La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era muy seria.<br />

—Aunque por mi modo <strong>de</strong> vida no lo parezca, sigo siendo<br />

creyente. Sé que eso me convierte en un hipócrita.<br />

—Todos los creyentes somos hipócritas, porque no estamos a la<br />

altura <strong>de</strong> nuestras creencias. Yo también creo, aunque no se me da<br />

<strong>de</strong>masiado bien. Sólo voy a misa cuando estoy triste, en Navidad o en<br />

Semana Santa. —Buscó la mano <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y se la apretó con<br />

fuerza—. Si todavía crees, <strong>de</strong>bes tener esperanza. Tienes que confiar<br />

en que la felicidad te llegará algún día.<br />

Él le soltó la mano y, tumbándose <strong>de</strong> espaldas, se quedó<br />

mirando el techo.<br />

—He perdido mi alma, Julianne.<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir?<br />

—Estás contemplando a una <strong>de</strong> esas almas que han cometido<br />

pecados <strong>de</strong>masiado graves como para ser perdonadas.<br />

—No lo entiendo.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró.<br />

—Mi nombre es una enorme ironía. Estoy más cerca <strong>de</strong> ser un<br />

<strong>de</strong>monio que un ángel y no puedo esperar re<strong>de</strong>nción, porque he hecho<br />

cosas imperdonables.<br />

—¿Te refieres a lo que pasó con la profesora Singer?<br />

Él se echó a reír sin ganas.<br />

—Ojalá ésos fueran mis pecados más graves. No, Julia. He<br />

hecho cosas mucho peores. Por favor, acepta mi palabra y no me<br />

preguntes más.<br />

<strong>El</strong>la se acercó un poco más. Los <strong>de</strong>licados rasgos <strong>de</strong> su rostro<br />

estaban contraídos <strong>de</strong> preocupación.<br />

Mientras ella se preguntaba qué le estaría ocultando, él trataba<br />

<strong>de</strong> hacerse perdonar acariciándole el brazo.<br />

—Sé que no te gusta que te oculte cosas y sé también que no<br />

podré ocultártelas para siempre, pero te ruego que me <strong>de</strong>s un poco<br />

más <strong>de</strong> tiempo. —Soltó el aire lentamente y bajó la voz—. Te prometo<br />

que no te haré el amor sin haberte contado antes quién soy.<br />

—Es un poco pronto para hablar <strong>de</strong> eso, ¿no crees?


Él la miró entrecerrando los ojos.<br />

—¿Lo es?<br />

—<strong>Gabriel</strong>, estamos empezando a conocernos. Y ya ha habido<br />

unas cuantas sorpresas.<br />

Él hizo una mueca.<br />

—No quiero escon<strong>de</strong>r mis intenciones. No quiero seducirte y<br />

marcharme luego. Y tampoco pienso reservar mis secretos hasta<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberte hecho mía. Estoy tratando <strong>de</strong> comportarme<br />

correctamente.<br />

Sus palabras tenían buena intención. La <strong>de</strong>seaba, <strong>de</strong>seaba<br />

hasta el último rincón <strong>de</strong> su cuerpo, pero tenía muy claro que no podía<br />

arrebatarle la virginidad sin haberle confesado antes sus secretos más<br />

íntimos. Y, aunque su reacción ante el acoso <strong>de</strong> Ann le daba<br />

esperanzas, seguía teniendo miedo <strong>de</strong> que sus revelaciones la<br />

hicieran salir corriendo. Sabía que ella estaría mejor con otro hombre,<br />

pero sólo con imaginárselo, el corazón le empezaba a latir<br />

<strong>de</strong>sacompasadamente.<br />

—¿Tienes conciencia?<br />

—¿Qué pregunta es ésa? —gruñó él.<br />

—¿Crees que hay diferencia entre el bien y el mal?<br />

—¡Por supuesto!<br />

—¿Y sabes distinguirlos?<br />

<strong>Gabriel</strong> se frotó la cara con las manos y las <strong>de</strong>jó ahí.<br />

—Julianne, no soy un psicópata. No tengo ningún problema en<br />

distinguir una cosa <strong>de</strong> otra, el problema llega a la hora <strong>de</strong> actuar.<br />

—Entonces, no has perdido el alma. Sólo una criatura con alma<br />

es capaz <strong>de</strong> distinguir entre el bien y el mal. Sí, has cometido errores,<br />

pero te sientes culpable. Sientes remordimiento. Y si no has perdido el<br />

alma, sigues teniendo posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> re<strong>de</strong>nción.<br />

Él sonrió con tristeza y la besó.<br />

—Hablas como Grace.<br />

—Grace era una mujer muy sabia.<br />

—Igual que tú, señorita Mitchell, según parece —bromeó él.<br />

—Con un poco <strong>de</strong> ayuda <strong>de</strong> santo Tomás <strong>de</strong> Aquino, profesor.<br />

Él le levantó un poco la camiseta para hacerle cosquillas en el<br />

estómago.<br />

—¡Ah! ¡<strong>Gabriel</strong>, para! —se rió ella, retorciéndose y tratando <strong>de</strong><br />

apartarse.<br />

Él siguió unos instantes antes <strong>de</strong> soltarla, sólo por el placer <strong>de</strong><br />

oír su risa resonando en la oscuridad.


—Gracias, Julianne. —Le acarició la mejilla—. Por un momento,<br />

casi te he creído.<br />

<strong>El</strong>la le ro<strong>de</strong>ó la cintura con el brazo y se acurrucó a su lado,<br />

aspirando su aroma con satisfacción.<br />

—¡Siempre hueles tan bien...!<br />

—Pue<strong>de</strong>s agra<strong>de</strong>cérselo a Rachel y a Grace. Empezaron a<br />

regalarme colonia Aramis hace mucho tiempo. Y luego yo seguí<br />

comprándola por costumbre. —Sonrió—. ¿Crees que <strong>de</strong>bería probar<br />

algo nuevo?<br />

—No si Grace la eligió para ti.<br />

La sonrisa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>sapareció, pero le dio un beso en la<br />

frente <strong>de</strong> todos modos.<br />

—Supongo que <strong>de</strong>bería dar las gracias porque no se le ocurriera<br />

comprarme Brut.<br />

Julia se echó a reír.<br />

Permanecieron en silencio varios minutos antes <strong>de</strong> que ella le<br />

susurrara al oído:<br />

—Me gustaría <strong>de</strong>cirte una cosa.<br />

Apretando ligeramente los labios, <strong>Gabriel</strong> asintió.<br />

A pesar <strong>de</strong> la oscuridad, ella apartó la vista con timi<strong>de</strong>z.<br />

—Podrías haberme tomado en el huerto <strong>de</strong> manzanos. Te habría<br />

<strong>de</strong>jado.<br />

Él le acarició la mejilla con un <strong>de</strong>do.<br />

—Lo sé.<br />

—¿Lo sabes?<br />

—<strong>El</strong> cuerpo femenino tiene pocos secretos para mí. Aquella<br />

noche estabas muy... receptiva.<br />

Julia no salía <strong>de</strong> su asombro.<br />

—¿Sabías que...?<br />

—Sí.<br />

—Pero no lo hiciste...<br />

—No.<br />

—¿Puedo saber por qué?<br />

<strong>Gabriel</strong> reflexionó antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />

—No me pareció correcto. A<strong>de</strong>más, estaba tan feliz <strong>de</strong> haberte<br />

encontrado y <strong>de</strong> tenerte entre mis brazos, que no necesitaba nada<br />

más.<br />

Julia se inclinó sobre él y lo besó en el cuello.<br />

—Fue perfecto.<br />

—Cuando volvamos a casa por Acción <strong>de</strong> Gracias, me gustaría


llevarte allí otra vez. ¿Me acompañarás?<br />

—Por supuesto.<br />

Le besó el pecho, sin tocar el tatuaje. <strong>Gabriel</strong> se encogía cada<br />

vez que lo tocaba allí.<br />

—Bésame —musitó él.<br />

<strong>El</strong>la obe<strong>de</strong>ció, presionando su boca entreabierta contra la suya,<br />

<strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> saborearlo todo el tiempo que él se lo permitiera. Que fue<br />

menos <strong>de</strong>l que Julia habría <strong>de</strong>seado. Con un suspiro, <strong>Gabriel</strong> se<br />

volvió. La pérdida <strong>de</strong> su contacto la entristeció y un viejo fantasma<br />

asomó la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong> notó que ella se tensaba a su lado.<br />

—No confundas mi templanza con falta <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo, Julianne.<br />

Estoy ardiendo por ti. —Suavemente, le dio media vuelta y la abrazó<br />

por <strong>de</strong>trás, hundiendo la cara en su pelo—. Me alegro tanto <strong>de</strong> que<br />

estés aquí... —susurró.<br />

<strong>El</strong>la quería confesarle que dormía mejor con él que sola. Quería<br />

<strong>de</strong>cirle que le gustaría pasar a su lado el resto <strong>de</strong> sus noches y que lo<br />

<strong>de</strong>seaba mucho.<br />

Pero no lo hizo.<br />

Al <strong>de</strong>spertarse a la mañana siguiente, estaba sola. Al mirar la<br />

hora en el reloj antiguo que <strong>Gabriel</strong> tenía en la mesita <strong>de</strong> noche,<br />

<strong>de</strong>scubrió asombrada que ya era mediodía. Había dormido<br />

<strong>de</strong>masiado.<br />

Él le había <strong>de</strong>jado un <strong>de</strong>sayuno continental y una nota apoyada<br />

en el zumo <strong>de</strong> naranja. La leyó mientras mordisqueaba el pain au<br />

chocolat.<br />

Del <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l profesor <strong>Gabriel</strong> O. Emerson<br />

Cariño:<br />

Estabas durmiendo tan profundamente que no he querido<br />

molestarte.<br />

He ido a hacer unos recados.<br />

Llámame cuando te <strong>de</strong>spiertes.<br />

Gracias por <strong>de</strong>jarme tenerte entre mis brazos toda la noche,<br />

y por tus palabras...<br />

Si tengo alma, es tuya.<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

Julia sonrió feliz y <strong>de</strong>sayunó tranquilamente en la habitación.


<strong>Gabriel</strong> parecía contento en la nota y eso hacía que ella también lo<br />

estuviera. Después <strong>de</strong> lavarse, estaba a punto <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l dormitorio<br />

cuando tropezó con tres bolsas <strong>de</strong> Holt Renfrew. Las apartó algo<br />

irritada y se dirigió a la cocina, don<strong>de</strong> le extrañó encontrarse a <strong>Gabriel</strong><br />

sentado a la barra, tomándose un café y leyendo el periódico. Llevaba<br />

una camisa <strong>de</strong> color azul pálido que resaltaba el azul más intenso <strong>de</strong><br />

sus ojos y unos cómodos pantalones negros. Se había puesto las<br />

gafas y estaba guapo, como siempre. Julia se sintió poco vestida con<br />

la camiseta y los pantalones cortos.<br />

—¡Hola! —la saludó él, doblando el periódico y recibiéndola con<br />

los brazos abiertos.<br />

Cuando estuvo entre sus piernas, <strong>Gabriel</strong> le dio un cálido<br />

abrazo.<br />

—¿Has dormido bien? —le susurró al oído.<br />

—Muy bien.<br />

La besó suavemente.<br />

—Debías <strong>de</strong> estar cansada. ¿Cómo te encuentras? —La miró<br />

con preocupación.<br />

—Estoy bien.<br />

—¿Quieres que te prepare algo <strong>de</strong> comer?<br />

—¿Tú has comido ya?<br />

—He picado algo con el café. Estaba esperando para almorzar<br />

contigo.<br />

Volvió a besarla, más apasionadamente esta vez. Julia le ro<strong>de</strong>ó<br />

la espalda con los brazos y, tímidamente, le enredó los <strong>de</strong>dos en el<br />

pelo. <strong>Gabriel</strong> le mordisqueó el labio inferior antes <strong>de</strong> apartarse un poco<br />

y <strong>de</strong>cirle con una sonrisa:<br />

—Parte <strong>de</strong> mí tenía miedo <strong>de</strong> que, al <strong>de</strong>spertarme, hubieras<br />

<strong>de</strong>saparecido.<br />

—No voy a ninguna parte, <strong>Gabriel</strong>. Todavía tengo los pies<br />

<strong>de</strong>strozados <strong>de</strong> ir ayer arriba y abajo todo el día con esos tacones. No<br />

creo que pudiera llegar a casa.<br />

—Eso tiene remedio... con ayuda <strong>de</strong> un buen baño caliente<br />

—propuso él, alzando las cejas varias veces.<br />

Julia se ruborizó y cambió <strong>de</strong> tema.<br />

—¿Cuánto tiempo quieres que me que<strong>de</strong>?<br />

—Para siempre.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, estoy hablando en serio —protestó ella, sonriendo.<br />

—Hasta el lunes por la mañana.<br />

—No tengo ropa. Tendría que ir a casa a buscar algo para


cambiarme.<br />

Él sonrió con indulgencia.<br />

—Si quieres, puedo llevarte. O <strong>de</strong>jarte el Range Rover. Pero<br />

antes, creo que <strong>de</strong>berías echarle un vistazo a las bolsas que he<br />

<strong>de</strong>jado en la habitación. Igual te ahorras el viaje.<br />

—¿Qué hay?<br />

<strong>Gabriel</strong> hizo un gesto vago con las manos.<br />

—Cosas que alguien pue<strong>de</strong> necesitar si se queda a dormir en<br />

casa <strong>de</strong> un amigo.<br />

—¿Y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> han salido?<br />

—De la tienda don<strong>de</strong> Rachel te compró el maletín.<br />

—Es <strong>de</strong>cir, que todo será carísimo —protestó ella, frunciendo el<br />

cejo y cruzándose <strong>de</strong> brazos.<br />

—Eres mi invitada. Las reglas <strong>de</strong> la hospitalidad me obligan a<br />

satisfacer todas tus necesida<strong>de</strong>s —replicó él, con la voz ronca, antes<br />

<strong>de</strong> pasarse la punta <strong>de</strong> la lengua por el labio inferior.<br />

Haciendo un gran esfuerzo, Julia apartó la vista <strong>de</strong> su boca.<br />

—Me parece... mal que me compres ropa.<br />

—¿De qué estás hablando? —<strong>Gabriel</strong> parecía molesto.<br />

—Como si fuera una...<br />

—¡Para! —La soltó y le dirigió una mirada sombría.<br />

<strong>El</strong>la se la <strong>de</strong>volvió, preparándose para el chaparrón que sabía<br />

que se avecinaba.<br />

—Julianne, ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> viene tu aversión a la generosidad?<br />

—No tengo aversión a la generosidad.<br />

—Sí la tienes. ¿Acaso crees que quiero sobornarte para que te<br />

acuestes conmigo?<br />

—Por supuesto que no —respondió ella, ruborizándose.<br />

—¿Crees que te compro cosas porque espero favores sexuales<br />

a cambio?<br />

—No.<br />

—Entonces, ¿cuál es el problema?<br />

—No quiero <strong>de</strong>berte nada.<br />

—¿Deberme? Ah, ya lo entiendo. Soy un prestamista medieval<br />

que cobra intereses exagerados y que, cuando no puedas <strong>de</strong>volverle<br />

el dinero, se lo cobrará en carne.<br />

—No, claro que no —susurró Julia.<br />

—¿Entonces?<br />

—Es que quiero valerme por mí misma. Tú eres un profesor, yo<br />

soy una alumna y...


—Eso ya lo discutimos anoche. Que un amigo te haga un regalo<br />

no te convierte en un ser <strong>de</strong>pendiente y sin voluntad —refunfuñó él—.<br />

No quería que tuvieras que ir a casa. Pasamos muy poco tiempo<br />

juntos. Sólo he tenido que cruzar la calle. La tienda está aquí mismo.<br />

Únicamente quería ser amable. Mi personal shopper me ha ayudado a<br />

elegir unas cuantas cosas, pero si no las quieres, las <strong>de</strong>volveré.<br />

<strong>Gabriel</strong> se levantó y <strong>de</strong>jó la taza en la encimera. Pasando por<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella sin <strong>de</strong>cirle una palabra, se encerró en el <strong>de</strong>spacho.<br />

«No ha ido <strong>de</strong>masiado bien», pensó Julia.<br />

Sin saber qué hacer, se mordió las uñas. Por un lado, quería ser<br />

in<strong>de</strong>pendiente. No quería ser como un pajarillo in<strong>de</strong>fenso con el ala<br />

rota. Por otro lado, su corazón amable sufría causándole dolor a otras<br />

personas. Y tras el enfado <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> sabía que se escondía dolor.<br />

«No quería hacerle daño...»<br />

<strong>Gabriel</strong> era tan fuerte, tan enérgico, que costaba darse cuenta <strong>de</strong><br />

que en su interior se ocultaba un ser sensible que se disgustaba por<br />

algo tan intrascen<strong>de</strong>nte como unos regalos. Tal vez ella fuera la única<br />

persona en el mundo consciente <strong>de</strong> lo sensible que era. Lo que la<br />

hacía sentirse aún más culpable por haberlo lastimado.<br />

Se sirvió un vaso <strong>de</strong> agua y se lo bebió <strong>de</strong>spacio, dándole a él<br />

intimidad y a ella unos momentos para reflexionar. Al acercarse al<br />

<strong>de</strong>spacho, el teléfono sonó. Julia asomó la cabeza por la puerta y vio<br />

que <strong>Gabriel</strong> estaba sentado tras el escritorio y que rebuscaba entre los<br />

papeles mientras contestaba la llamada.<br />

Al verla, señaló al teléfono y dijo «Richard» en voz baja.<br />

<strong>El</strong>la asintió. Acercándose al escritorio, cogió una pluma sencilla y<br />

un trozo <strong>de</strong> papel y escribió «Perdona». Le mostró el papel y <strong>Gabriel</strong>,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> leerlo, asintió bruscamente.<br />

Julia volvió a escribir:<br />

Voy a ducharme. ¿Hablamos luego?<br />

Él leyó la nueva nota y volvió a asentir.<br />

Gracias por ser tan consi<strong>de</strong>rado. Lo siento.<br />

Cuando se volvió para marcharse, <strong>Gabriel</strong> la agarró por la<br />

muñeca y le dio un beso en la palma <strong>de</strong> la mano antes <strong>de</strong> soltarla.<br />

Julia regresó al dormitorio, cerró la puerta, llevó las bolsas hasta<br />

la cama y se dispuso a ver qué contenían.


En la primera encontró ropa <strong>de</strong> mujer, toda <strong>de</strong> su talla. <strong>Gabriel</strong> le<br />

había comprado una falda tubo negra, clásica, unos pantalones<br />

negros, lisos, marca Theory, una camisa <strong>de</strong> vestir <strong>de</strong> algodón blanco<br />

con puños franceses y una blusa <strong>de</strong> seda <strong>de</strong> color azul. Unas medias<br />

<strong>de</strong> rombos, unos calcetines y unos botines negros puntiagudos<br />

completaban el conjunto. Le recordó la colección básica <strong>de</strong> un<br />

diseñador. No quería parecer <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cida, pero habría estado igual<br />

<strong>de</strong> contenta con unos simples vaqueros, una camiseta <strong>de</strong> manga larga<br />

y unas zapatillas <strong>de</strong>portivas.<br />

La segunda bolsa, según <strong>de</strong>scubrió sorprendida, contenía<br />

lencería. <strong>Gabriel</strong> le había comprado un elegante y obviamente<br />

carísimo albornoz <strong>de</strong> color lila. También un camisón largo <strong>de</strong>l mismo<br />

color, con volantes en el cuello. Se sintió sorprendida y encantada con<br />

el camisón. Era sofisticado y sencillo al mismo tiempo. Algo que podía<br />

ponerse para dormir con él sin sentirse incómoda. En el fondo <strong>de</strong> la<br />

bolsa vio un par <strong>de</strong> zapatillas <strong>de</strong> raso <strong>de</strong>l mismo color, con tacones <strong>de</strong><br />

unos cinco centímetros. Eran un peligro para la salud disfrazado <strong>de</strong><br />

zapatillas sexies.<br />

«Es evi<strong>de</strong>nte que los tacones son el fetiche <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>... en todo<br />

tipo <strong>de</strong> calzado.»<br />

En la tercera bolsa encontró ropa interior. Julia se ruborizó<br />

intensamente al ver tres sujetadores <strong>de</strong> encaje, <strong>de</strong> media copa, con<br />

bragas a juego, todos ellos <strong>de</strong> un diseñador francés. Un conjunto era<br />

<strong>de</strong> color champán, otro azul pálido y el tercero rosa palo. Las bragas<br />

eran tipo culotte, todas <strong>de</strong> encaje. Se ruborizó aún más al imaginarse<br />

a <strong>Gabriel</strong> paseando entre hileras e hileras <strong>de</strong> lencería cara, eligiendo<br />

lo que le parecía elegante y atractivo y comprando prendas que eran<br />

exactamente <strong>de</strong> su talla.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> los —¿amigos? ¿novios?— francamente<br />

generosos, gracias por mantenerlo apartado <strong>de</strong> los artículos<br />

provocativos... <strong>de</strong> momento.»<br />

Estaba abrumada y algo avergonzada. Pero era todo tan bonito,<br />

tan <strong>de</strong>licado, tan perfecto...<br />

«Tal vez no me ame, pero se preocupa por mí y quiere hacerme<br />

feliz», pensó.<br />

<strong>El</strong>igió el conjunto color champán, los pantalones negros y la<br />

camisa blanca y fue al baño a darse una ducha. En la bañera, no sólo<br />

encontró la esponja color lavanda, sino también su propia marca <strong>de</strong><br />

gel, <strong>de</strong> champú y <strong>de</strong> acondicionador. <strong>Gabriel</strong>, a su modo obsesivo, se<br />

había ocupado <strong>de</strong> todo.


Se estaba secando el pelo, estrenando orgullosa su albornoz<br />

nuevo, cuando oyó que llamaban a la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante —dijo.<br />

<strong>Gabriel</strong> asomó la cabeza.<br />

—¿Seguro? —La examinó <strong>de</strong> arriba abajo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el pelo mojado hasta los pies <strong>de</strong>scalzos y volvió a subir luego<br />

hasta <strong>de</strong>tenerse en su cuello <strong>de</strong>snudo.<br />

—Estoy <strong>de</strong>cente. Pue<strong>de</strong>s pasar.<br />

<strong>Gabriel</strong> se le acercó con una mirada hambrienta.<br />

—Tú siempre estás <strong>de</strong>cente porque eres <strong>de</strong>cente, pero yo no.<br />

Julia le sonrió y él le <strong>de</strong>volvió la sonrisa más civilizadamente.<br />

Apoyándose en la pared, <strong>Gabriel</strong> se metió las manos en los<br />

bolsillos y dijo:<br />

—Lo siento.<br />

—Yo también.<br />

—He exagerado.<br />

—Yo también.<br />

—Hagamos las paces.<br />

—Por favor.<br />

—Ha sido muy fácil. —<strong>Gabriel</strong> se echó a reír y, quitándole la<br />

toalla <strong>de</strong> las manos, la echó a un lado antes <strong>de</strong> abrazarla con<br />

fuerza—. ¿Te gusta el albornoz? —preguntó, inseguro.<br />

—Es precioso.<br />

—Devolveré el resto.<br />

—No lo hagas. Me gusta todo. Me gusta, sobre todo, porque tú<br />

lo has elegido para mí. Gracias.<br />

Los besos <strong>de</strong> él podían ser dulces y suaves, como los <strong>de</strong> un<br />

chico que estuviera besando a su primera novia, pero esa vez no lo<br />

fueron. Esa vez le presionó la boca hasta que ella separó los labios y<br />

le dio entonces un largo y apasionado beso antes <strong>de</strong> apartarse y<br />

acariciarle la mejilla.<br />

—Te habría comprado también unos vaqueros, pero Hillary, la<br />

personal shopper, me ha dicho que es muy difícil acertar con unos<br />

vaqueros sin probarlos. Si prefieres ponerte algo más informal,<br />

po<strong>de</strong>mos ir a comprar otra cosa.<br />

—No necesito más vaqueros.<br />

—Lo he elegido todo yo menos la ropa interior. Ésa la ha elegido<br />

Hillary. —Al ver que Julia se sorprendía, le aclaró—: No quería que te<br />

sintieras incómoda.<br />

—Demasiado tar<strong>de</strong> —replicó ella, algo <strong>de</strong>cepcionada al


enterarse <strong>de</strong> que no había sido <strong>Gabriel</strong> quien había elegido aquellos<br />

preciosos conjuntos.<br />

—Julianne, tengo que explicarte una cosa.<br />

Se había puesto tan solemne que ella sintió un escalofrío. Lo vio<br />

cambiar el peso <strong>de</strong> pie varias veces, mientras buscaba las palabras<br />

a<strong>de</strong>cuadas.<br />

—Mi padre era un hombre casado, con su propia familia, cuando<br />

conoció a mi madre. La sedujo, la trató como a una puta y la<br />

abandonó. Me duele que pienses que yo podría tratarte así. No es que<br />

me extrañe mucho, dados mis antece<strong>de</strong>ntes, pero...<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no lo creo. Es sólo que no me gusta que te sientas<br />

con la obligación <strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong> mí.<br />

Él la miró con atención.<br />

—Me gusta cuidar <strong>de</strong> ti. No es ninguna obligación. Ya sé que<br />

pue<strong>de</strong>s cuidarte sola. Lo has hecho perfectamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que eras<br />

una niña, pero ya no tienes que hacerlo todo sola. Ahora me tienes a<br />

mí.<br />

Se removió, inquieto antes <strong>de</strong> continuar.<br />

—Quiero malcriarte con <strong>de</strong>talles extravagantes porque me<br />

importas. No sé expresar todo lo que siento por ti. Se me da mucho<br />

mejor <strong>de</strong>mostrártelo. Por eso, cuando no quieres aceptar mis regalos...<br />

Se encogió <strong>de</strong> hombros, pero no pudo ocultar el dolor que eso le<br />

causaba.<br />

—Nunca lo había visto <strong>de</strong> esa manera —dijo ella en voz baja.<br />

—Cada vez que hago algo por ti, estoy tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarte<br />

lo que no sé expresar con palabras. —Le acarició las mejillas con los<br />

pulgares—. No me lo niegues, por favor.<br />

Julia respondió poniéndose <strong>de</strong> puntillas y apretándose contra su<br />

pecho. Ro<strong>de</strong>ándole el cuello con las manos, lo besó. Fue un beso<br />

hambriento, lleno <strong>de</strong> promesas, <strong>de</strong> entrega y <strong>de</strong> necesidad.<br />

<strong>Gabriel</strong> también se entregó al beso, con la mandíbula en tensión<br />

mientras concentraba todo su ser en la unión perfecta <strong>de</strong> sus bocas.<br />

Cuando se separaron, ambos estaban ja<strong>de</strong>ando.<br />

—Gracias —susurró él, apoyándole la barbilla en el hombro.<br />

—Me cuesta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> otra persona.<br />

—Lo sé.<br />

—Preferiría que me consultaras tus planes, en vez <strong>de</strong> tomar<br />

<strong>de</strong>cisiones en mi nombre. Así me resultaría más fácil pensar que<br />

somos pareja. Aunque no lo seamos —añadió rápidamente,<br />

ruborizándose.


Él volvió a besarla.<br />

—Quiero que seamos una pareja, Julianne. Y lo que pi<strong>de</strong>s me<br />

parece justo. A veces me <strong>de</strong>jo llevar por el entusiasmo <strong>de</strong>l momento,<br />

sobre todo en todo lo que tiene que ver contigo.<br />

<strong>El</strong>la asintió contra su pecho. Cuando <strong>Gabriel</strong> carraspeó, levantó<br />

la cabeza para verle los ojos.<br />

—Más o menos un año antes <strong>de</strong> morir, mi padre tuvo un ataque<br />

<strong>de</strong> conciencia y me añadió a su testamento. Debió <strong>de</strong> pensar que, al<br />

<strong>de</strong>jarme la misma parte <strong>de</strong> herencia que a sus hijos legítimos, estaba<br />

expiando sus pecados. Ya ves, soy una indulgencia andante.<br />

—Lo siento mucho, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Yo no quería el dinero. Pero casi todo estaba invertido y esas<br />

inversiones no paran <strong>de</strong> generar beneficios. No importa lo rápido que<br />

me lo gaste, siempre hay más. Nunca me libraré <strong>de</strong> ese dinero ni <strong>de</strong><br />

mi padre. Así que, por favor, no pienses en lo que cuestan los regalos.<br />

<strong>El</strong> coste no tiene importancia.<br />

—¿Por qué acabaste aceptando la herencia?<br />

Él la soltó y, tras pensarlo un momento, explicó:<br />

—Richard y Grace tuvieron que hipotecar la casa para pagar mis<br />

errores. Debía dinero que me habían prestado para drogarme; mi vida<br />

estaba en peligro. Y... por alguna otra cosa.<br />

—No lo sabía.<br />

—Tu padre sí.<br />

—¿Papá? ¿Cómo se enteró?<br />

—Richard quería salvarme a toda costa. Cuando le confesé los<br />

líos en los que andaba metido, <strong>de</strong>cidió ir puerta por puerta a visitar a<br />

todos los tipos a los que les <strong>de</strong>bía dinero y saldar mis <strong>de</strong>udas. Por<br />

suerte, antes habló con tu padre.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque él conocía a un <strong>de</strong>tective privado que tenía contactos<br />

en Boston.<br />

Julia abrió mucho los ojos.<br />

—Mi tío Jack.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—No sabía que era tu tío. Richard era muy ingenuo. No se daba<br />

cuenta <strong>de</strong> que esos tipos eran gente sin escrúpulos. Lo más probable<br />

habría sido que se hubieran quedado con el dinero y lo hubieran<br />

matado. Tom se ocupó <strong>de</strong> que tu tío y algunos contactos suyos<br />

pagaran las <strong>de</strong>udas con el dinero <strong>de</strong> Richard <strong>de</strong> un modo seguro.<br />

Cuando salí <strong>de</strong> rehabilitación, llamé al abogado <strong>de</strong> mi padre en Nueva


York y le dije que aceptaba la herencia. Pagué la hipoteca <strong>de</strong> la casa,<br />

pero no hay dinero que pueda borrar la vergüenza. Richard podría<br />

haber muerto por mi culpa.<br />

—Eres su hijo. Es normal que quisiera salvarte. Te quiere.<br />

—Sí, soy el hijo pródigo. —Bajó las manos hasta las ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong><br />

Julia y cambió <strong>de</strong> tema—. Quiero que te sientas cómoda aquí. He<br />

vaciado uno <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong> la cómoda y te he hecho un poco <strong>de</strong><br />

espacio en el armario. Me gustaría que <strong>de</strong>jaras algo <strong>de</strong> ropa para<br />

cuando vengas. Ah y te daré una llave.<br />

—¿Quieres que <strong>de</strong>je cosas mías aquí?<br />

—Bueno, en realidad me gustaría que te quedaras toda tú, pero<br />

me conformaré con la ropa —respondió él con una media sonrisa.<br />

<strong>El</strong>la se puso <strong>de</strong> puntillas para besarlo en los labios.<br />

—Dejaré parte <strong>de</strong> la ropa que me has comprado. Me estará<br />

esperando aquí cuando regrese.<br />

La expresión <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se transformó al esbozar una sonrisa<br />

traviesa.<br />

—Ya que hablamos <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar cosas aquí, tal vez no te importase<br />

<strong>de</strong>jarme una foto <strong>de</strong> recuerdo.<br />

—¿Quieres hacerme una foto así?<br />

—¿Por qué no? Eres preciosa, Julianne.<br />

<strong>El</strong>la sintió que la piel le ardía.<br />

—Creo que no estoy preparada para que me saques fotos<br />

eróticas.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—Lo que había pensado era tomar algunas fotos en blanco y<br />

negro <strong>de</strong> tu perfil, el cuello, la cara... —Le acarició suavemente la<br />

espalda, trazando círculos para <strong>de</strong>mostrarle su afecto.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque me gustaría po<strong>de</strong>r verte cuando no estés. Mi piso está<br />

muy vacío sin ti.<br />

<strong>El</strong>la frunció los labios pensativa.<br />

—¿Te molesta la i<strong>de</strong>a? —preguntó, acariciándole la mandíbula<br />

lentamente.<br />

—No, no me importa que me fotografíes. Pero preferiría estar<br />

completamente vestida.<br />

—No creo que mi corazón pudiera resistir verte <strong>de</strong>snuda.<br />

Al verla sonreír, él se echó a reír.<br />

—¿Puedo preguntarte una cosa, <strong>Gabriel</strong>?<br />

—Por supuesto.


—Cuando vuelvas a Selinsgrove en Acción <strong>de</strong> Gracias,<br />

¿dormirás en casa <strong>de</strong> Richard o en un hotel?<br />

—Me quedaré en casa con los <strong>de</strong>más. ¿Por qué?<br />

—Rachel me dijo que solías alojarte en un hotel cuando ibas <strong>de</strong><br />

visita.<br />

—Es cierto.<br />

—¿Por qué?<br />

Él se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Porque era la oveja negra <strong>de</strong> la familia y Scott nunca me<br />

permitía olvidarlo. Era un alivio saber que tenía un sitio adon<strong>de</strong> ir si las<br />

cosas se ponían feas.<br />

—¿Alguna vez llevaste a alguna chica a casa <strong>de</strong> tus padres?<br />

—Nunca.<br />

—¿Alguna vez quisiste hacerlo?<br />

—No antes <strong>de</strong> conocerte. —Se inclinó hacia ella y la besó—. Por<br />

mí, serías la primera chica en compartir mi cama en casa <strong>de</strong> mis<br />

padres. Por <strong>de</strong>sgracia, no creo que eso vaya a ser posible, a no ser<br />

que te cuele <strong>de</strong>ntro cuando todos estén durmiendo.<br />

Julia soltó una risita tímida. Estaba encantada con lo que estaba<br />

oyendo.<br />

—Richard me ha recordado que tengo que reservar los billetes<br />

<strong>de</strong> avión. ¿Por qué no <strong>de</strong>jas que me ocupe yo <strong>de</strong> las gestiones y ya<br />

arreglamos el tema <strong>de</strong>l dinero más a<strong>de</strong>lante?<br />

—Puedo sacar mi propio billete.<br />

—Ya lo sé. Pero me gustaría que fuéramos juntos en el avión.<br />

Para eso tendríamos que salir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l seminario, es <strong>de</strong>cir,<br />

<strong>de</strong>beríamos tomar el último vuelo que sale <strong>de</strong> Toronto, hacia las nueve<br />

<strong>de</strong> la noche.<br />

—Qué tar<strong>de</strong>.<br />

—Había pensado reservar una habitación en Fila<strong>de</strong>lfia el<br />

miércoles por la noche, ya que llegaremos cerca <strong>de</strong> las once. A menos<br />

que prefieras que salgamos hacia Selinsgrove directamente.<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—¿Por qué no volamos directamente a Harrisburg?<br />

—<strong>El</strong> último vuelo hacia allá sale antes <strong>de</strong> que termine el<br />

seminario. Por supuesto, podríamos irnos al día siguiente, si lo<br />

prefieres. En ese caso no haría falta reservar hotel.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miraba fijamente, para observar cada <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> sus<br />

reacciones.<br />

—No quiero per<strong>de</strong>r casi un día entero. Y me gustará dormir en


un hotel contigo —dijo ella con una sonrisa.<br />

—Bien. Haré las reservas y alquilaré un coche.<br />

—¿Y Rachel y Aaron? ¿No <strong>de</strong>beríamos ir con ellos?<br />

—<strong>El</strong>los se irán el miércoles, cuando acaben <strong>de</strong> trabajar. Mi<br />

hermana me or<strong>de</strong>nó que me encargara <strong>de</strong> que llegaras a casa sana y<br />

salva. Espera que sea tu chófer y tu botones —añadió con un guiño y<br />

una sonrisa.<br />

—¿Lo sabe?<br />

—Rachel cree que lo sabe todo. —Su sonrisa se volvió más<br />

tensa—. No te preocupes. Yo me encargo <strong>de</strong> ella.<br />

—No es Rachel la que me preocupa.<br />

—No tienes que preocuparte por nadie. Sólo somos dos amigos<br />

que se han encontrado en una ciudad lejana. Va a ser mucho más<br />

duro para mí que para ti.<br />

—¿Y eso por qué?<br />

—Porque tendré que estar en la misma habitación que tú sin<br />

po<strong>de</strong>r tocarte.<br />

Julia se miró los pies y sonrió con timi<strong>de</strong>z.<br />

<strong>Gabriel</strong> le cogió la mano y se la acarició.<br />

—¿Cuándo es tu cumpleaños?<br />

—No lo celebro.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Porque no —respondió ella a la <strong>de</strong>fensiva.<br />

—Bueno, pues a mí me gustaría mucho celebrarlo contigo. No<br />

me lo niegues, Julianne —le pidió, más frustrado que enfadado.<br />

Julia recordó la discusión sobre la ropa. No le apetecía nada<br />

volver a discutir otra vez tan pronto.<br />

—Fue el 1 <strong>de</strong> setiembre. Llegas tar<strong>de</strong>.<br />

—No. —<strong>Gabriel</strong> la abrazó y le frotó la mejilla con la suya—.<br />

¿Tienes planes para el viernes que viene? Po<strong>de</strong>mos celebrarlo<br />

entonces.<br />

—¿Qué haremos?<br />

—Todavía tengo que organizarlo, pero lo que es seguro es que<br />

lo celebraremos fuera <strong>de</strong> casa.<br />

—No creo que sea buena i<strong>de</strong>a que nos vean juntos en público.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—No te preocupes por eso. Sólo dime si aceptas mi invitación o<br />

no —insistió, acariciándole uno <strong>de</strong> los puntos <strong>de</strong>l costado en los que<br />

Julia no podía resistir las cosquillas.<br />

—Acepto agra<strong>de</strong>cida, pero por favor no me hagas cosquillas —le


ogó, riendo antes <strong>de</strong> que empezara.<br />

Ignorando su ruego, <strong>Gabriel</strong> se las hizo <strong>de</strong>licadamente hasta que<br />

estuvo riendo a carcajadas. Le encantaba oírla reír. Y a ella le<br />

encantaban los escasos momentos en que él se ponía juguetón.<br />

Cuando recuperó el aliento, Julia se disculpó:<br />

—Siento haber herido tus sentimientos hace un rato. Sé que no<br />

es excusa, pero ayer fue un día muy duro y, a<strong>de</strong>más..., estoy<br />

hormonal.<br />

«¿Hormonal? —repitió <strong>Gabriel</strong> mentalmente—. ¡Oh!»<br />

—¿Te sientes mal? —le preguntó preocupado.<br />

—Estoy bien, pero los días anteriores me altero un poco. Aunque<br />

dudo que quieras que entre en <strong>de</strong>talles.<br />

—Si hace que te encuentres mal o que estés disgustada, claro<br />

que quiero saber los <strong>de</strong>talles. Me importas y me preocupo por ti.<br />

—Te aconsejo que marques la fecha en el calendario para que<br />

sepas cuándo te conviene mantenerte a distancia. Bueno, siempre y<br />

cuando las cosas entre nosotros...<br />

—No pienso hacer tal cosa —la interrumpió él bruscamente—.<br />

Te quiero completa. Lo quiero todo <strong>de</strong> ti, no sólo lo bueno. Y por<br />

supuesto que las cosas entre nosotros van a continuar.<br />

«Espero.»<br />

La confesión <strong>de</strong> Julia lo enfrentó a una situación curiosa. No se<br />

había olvidado <strong>de</strong> las clases <strong>de</strong> biología básica, pero dado su estilo <strong>de</strong><br />

vida, hacía tiempo que esas cosas no formaban parte <strong>de</strong> su<br />

cotidianidad. Las mujeres «hormonales» o las mujeres que tenían la<br />

regla no solían ir a Lobby en busca <strong>de</strong> sexo.<br />

Y muy raramente <strong>Gabriel</strong> se acostaba con la misma mujer más<br />

<strong>de</strong> una vez. Y en esas escasas ocasiones no había salido el tema en<br />

la conversación. Pero no tenía ningún inconveniente en hablar <strong>de</strong> ello<br />

con Julianne. Quería reconocer sus estados <strong>de</strong> ánimo, saber cuándo<br />

estaba <strong>de</strong> mal humor o con ganas <strong>de</strong> llorar. La i<strong>de</strong>a lo sorprendió, pero<br />

no <strong>de</strong> un modo <strong>de</strong>sagradable.<br />

—Dejaré que acabes <strong>de</strong> vestirte. Hay algo más que <strong>de</strong>beríamos<br />

comentar.<br />

La miró con tanta solemnidad que Julia no pudo evitar<br />

preocuparse.<br />

—Volví a hablar con mi abogado.<br />

—¿Y?<br />

—Me dijo que me mantuviera alejado <strong>de</strong> ti. Me confirmó que la<br />

universidad tiene una política muy estricta <strong>de</strong> no confraternización, que


afecta tanto a alumnos como a personal docente.<br />

—¿Y eso qué quiere <strong>de</strong>cir?<br />

—Quiere <strong>de</strong>cir que los dos correríamos peligro si <strong>de</strong>scubrieran<br />

que mantenemos una relación mientras estás en mi clase. En<br />

<strong>de</strong>terminadas circunstancias, incluso te podrían expulsar <strong>de</strong> la<br />

universidad.<br />

Julia cerró los ojos y reprimió un gruñido.<br />

«¿Por qué el universo siempre conspira contra nosotros?»<br />

—Conocíamos la política <strong>de</strong> la universidad y ahora ya sabemos<br />

que van en serio. Sólo tenemos que seguir manteniendo las mismas<br />

precauciones que hasta ahora. Hemos <strong>de</strong> continuar siendo discretos<br />

durante un par <strong>de</strong> semanas. En cuanto Katherine te entregue su nota,<br />

podremos vernos libremente.<br />

—Tengo miedo.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla.<br />

—¿De qué?<br />

—Si alguien nos ve juntos, o si algo les resulta sospechoso,<br />

pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>nunciarnos. Christa te <strong>de</strong>sea y me odia. A Paul no le gusta<br />

cómo me tratas en público, así que no sería difícil que <strong>de</strong>clarara en tu<br />

contra. Y la profesora Singer...<br />

Se estremeció. No quería pensar en esa mujer.<br />

—No permitiré que te expulsen. No importa lo que pase. Las<br />

cosas nunca llegarán tan lejos.<br />

Julia trató <strong>de</strong> protestar, pero él la hizo callar con sus labios,<br />

murmurando palabras <strong>de</strong> ánimo contra su boca mientras le<br />

<strong>de</strong>mostraba lo mucho que le importaba.<br />

Pasaron un día muy agradable juntos. Se rieron, se besaron y<br />

hablaron durante horas. <strong>Gabriel</strong> tomó varias fotos <strong>de</strong> ella en poses<br />

informales, hasta que, muerta <strong>de</strong> vergüenza, Julia le rogó que<br />

guardara la cámara. Él <strong>de</strong>cidió que le haría un par <strong>de</strong> fotos más esa<br />

noche, mientras durmiera, porque entonces Julianne tenía el rostro <strong>de</strong><br />

un ángel. Sabía que imágenes suyas durmiendo serían arrebatadoras.<br />

Después <strong>de</strong> cenar, bailaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l fuego. <strong>Gabriel</strong> había<br />

preparado una colección <strong>de</strong> temas sensuales cantados por Sting, pero<br />

Julia no podía concentrarse en la música. Estaba aturdida, como<br />

siempre que él la besaba. Estaba tan atrapada en el mundo <strong>de</strong> las<br />

emociones y las sensaciones físicas, que le daba vueltas la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong>, con las manos hundidas en su pelo, le acariciaba la<br />

nuca. Des<strong>de</strong> allí, sus manos <strong>de</strong>scendieron hasta sus hombros, don<strong>de</strong>


esiguieron los contornos <strong>de</strong> su piel. Continuaron bajando hasta su<br />

cintura y, muy lentamente, volvieron a ascen<strong>de</strong>r hasta rozar la parte<br />

baja <strong>de</strong> sus pechos. Dos manos gran<strong>de</strong>s y fuertes le cubrieron los<br />

senos, moviéndose y masajeándolos con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

Julia se apartó.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió los ojos, sorprendido. <strong>El</strong>la se había apartado <strong>de</strong> él,<br />

pero aún sentía su corazón latiendo <strong>de</strong>sbocado contra sus <strong>de</strong>dos.<br />

—¿Julianne? —susurró.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza. Tenía la boca entreabierta y la piel<br />

sonrojada. Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarlo, se acercó un poco más. <strong>Gabriel</strong><br />

cambió ligeramente la posición <strong>de</strong> sus manos para observar su<br />

reacción.<br />

Julia cerró los ojos y, cuando volvió a abrirlos, pudo ver algo<br />

nuevo en sus profundida<strong>de</strong>s: calor.<br />

La visión <strong>de</strong> su intensa y repentina excitación lo afectó mucho,<br />

no sólo por su propio estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo, sino también a nivel emocional.<br />

<strong>El</strong>la nunca lo había mirado <strong>de</strong> esa manera, ansiosa y exultante, como<br />

si fuera la primera vez que alguien la había tocado íntimamente.<br />

Un gruñido retumbó en el pecho <strong>de</strong> él y le indicó con los ojos que<br />

se acercara para besarla. Cuando sus labios se fundieron, le acarició<br />

los pechos con más fuerza y con los pulgares le frotó los pezones, que<br />

empezó a notar contra su camisa. Julia gimió <strong>de</strong> placer <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su<br />

boca. Su reacción animó a <strong>Gabriel</strong>, que gruñó y se pegó más a ella.<br />

«Más —le or<strong>de</strong>naba su cuerpo—. Más cerca, más rápido, más<br />

fuerte, más. Más.»<br />

—¡Aaaahhh! —exclamó, rompiendo el contacto <strong>de</strong> sus labios y<br />

moviendo las manos hasta la seguridad <strong>de</strong> sus hombros.<br />

Julia apoyó la mejilla en su pecho, con las emociones girando en<br />

su interior como un remolino. Con los ojos cerrados, sintió que perdía<br />

el equilibrio, pero <strong>Gabriel</strong> la sujetó por la cintura para impedir que se<br />

cayera al suelo.<br />

—¿Cómo estás?<br />

—Feliz.<br />

—La pasión tiene ese efecto —contestó él, con una sonrisa<br />

socarrona.<br />

—Tus <strong>de</strong>dos también —susurró ella.<br />

<strong>Gabriel</strong> la llevó hasta la butaca roja y la <strong>de</strong>jó allí.<br />

—Voy a darme una ducha fría.<br />

Julia trató <strong>de</strong> recuperar la compostura. Los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong><br />

seducción <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la habían <strong>de</strong>jado medio borracha <strong>de</strong> pasión y


frustrada, <strong>de</strong>seando cosas para las que no estaba preparada. Todavía.<br />

«<strong>El</strong> profesor Emerson no sólo tiene <strong>de</strong>bilidad por los culos.<br />

También le gustan los pechos», pensó Julia con no poco entusiasmo.<br />

Cuando vio que tardaba un rato pensó si le habría pasado algo.<br />

Y se preguntó por qué habría sentido la necesidad <strong>de</strong> darse una<br />

segunda ducha <strong>de</strong> repente. Al hallar la respuesta, sonrió para sus<br />

a<strong>de</strong>ntros.


23<br />

<strong>El</strong> fin <strong>de</strong> semana que Julia pasó con <strong>Gabriel</strong> fue uno <strong>de</strong> los más<br />

felices <strong>de</strong> su vida. Durante toda la semana siguiente la acompañaron<br />

sus recuerdos, como si fueran talismanes. No la abandonaron ni<br />

durante el seminario, cuando Christa trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla en evi<strong>de</strong>ncia, ni<br />

mientras escuchaba los bienintencionados pero inoportunos consejos<br />

<strong>de</strong> Paul para que interpusiera una <strong>de</strong>manda contra la profesora<br />

Singer.<br />

<strong>Gabriel</strong> pasó una semana espantosa. Durante el seminario, le<br />

costó muchísimo mantener los ojos apartados <strong>de</strong> Julianne. <strong>El</strong> esfuerzo<br />

lo volvió más irritable y malhumorado que <strong>de</strong> costumbre. Christa casi<br />

había logrado acabar con su paciencia pidiéndole por todos los medios<br />

más reuniones para —supuestamente— discutir su proyecto <strong>de</strong> tesis.<br />

<strong>Gabriel</strong> rechazó cada una <strong>de</strong> sus invitaciones con un gesto <strong>de</strong> la<br />

mano, lo que hizo que ella redoblara sus esfuerzos.<br />

Y la profesora Singer... le envió un correo electrónico:<br />

gabriel,<br />

Me gustó volver a verte. He echado <strong>de</strong> menos nuestras charlas.<br />

tu conferencia fue técnicamente impecable, pero me <strong>de</strong>cepcionó<br />

verte tan cerrado <strong>de</strong> mente. Antes eras mucho más atrevido. Y<br />

liberado. Aunque tal vez no seas tan <strong>de</strong>cente como pretendiste<br />

hacernos creer. Creo que <strong>de</strong>bes aceptar tu auténtica naturaleza. Con<br />

un poco <strong>de</strong> entrenamiento, puedo darte justo lo que necesitas. Sé que<br />

puedo darte exactamente lo que <strong>de</strong>seas.<br />

Madame Ann<br />

<strong>Gabriel</strong> se quedó mirando el provocador correo <strong>de</strong> la<br />

profesora-dominatriz, que <strong>de</strong>jaba claras sus intenciones hasta en la<br />

falta <strong>de</strong> mayúsculas <strong>de</strong> su nombre y en los adjetivos posesivos. <strong>El</strong><br />

rechazo que le provocaba, tanto su persona como sus palabras, le<br />

<strong>de</strong>mostró lo mucho que él había cambiado durante el último año. Ya<br />

no le resultaba ni remotamente atractiva. Tal vez ya antes <strong>de</strong> que<br />

Julianne regresara a su vida había empezado el lento camino <strong>de</strong><br />

vuelta hacia la luz, un camino mucho más fácil y rápido <strong>de</strong> recorrer<br />

junto a ella. La i<strong>de</strong>a le causó una gran satisfacción.<br />

Fue cauteloso. No respondió al mensaje ni lo borró. Lo que hizo


fue imprimirlo y guardarlo en un archivo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho, junto a su<br />

correspon<strong>de</strong>ncia anterior. No le apetecía presentar una queja formal,<br />

ya que su relación se había iniciado <strong>de</strong> modo consensuado. Eso sí, si<br />

era necesario, usaría sus correos como amenaza para que lo <strong>de</strong>jara<br />

en paz. Pero <strong>de</strong> momento esperaba que siguiera obsesionada con él y<br />

se olvidara <strong>de</strong> Julianne.<br />

Para distraerse, pasó casi todo su tiempo libre preparando la<br />

sorpresa <strong>de</strong> cumpleaños <strong>de</strong> Julianne o practicando esgrima en el club<br />

<strong>de</strong> la universidad. Cualquiera <strong>de</strong> las dos alternativas era mucho más<br />

saludable que sus costumbres anteriores.<br />

Cada noche, acostado en su cama, se quedaba un rato mirando<br />

el techo, pensando en Julianne y <strong>de</strong>seando que su cuerpo cálido y<br />

suave estuviera a su lado. Empezaba a costarle dormir si no era con<br />

ella. No existía ningún sistema <strong>de</strong> liberar tensiones que le sirviera para<br />

relajarse. Ni para hacerle olvidar el hambre que lo consumía.<br />

Hacía mucho tiempo que no tenía una cita en el sentido clásico<br />

<strong>de</strong>l término, por lo menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Harvard. Se maldijo por haber sido<br />

tan idiota <strong>de</strong> creer que sus ataques <strong>de</strong>predadores en Lobby podían ser<br />

un sustituto para una relación real. Una relación pura.<br />

Echaba <strong>de</strong> menos el sexo, eso era innegable. A veces se<br />

preguntaba si sería capaz <strong>de</strong> mantener su promesa <strong>de</strong> castidad o su<br />

hambre se impondría y trataría <strong>de</strong> seducir a la dulce Julianne. Lo que<br />

no le pasó por la mente ni por un momento fue la posibilidad <strong>de</strong> serle<br />

infiel. No echaba <strong>de</strong> menos la alienación que sentía cada vez que salía<br />

<strong>de</strong> casa <strong>de</strong> alguna amante ocasional y se iba a directo a la ducha para<br />

quitarse <strong>de</strong>l cuerpo las huellas <strong>de</strong> su encuentro, como si fueran<br />

enfermas contagiosas. Tampoco echaba <strong>de</strong> menos el sentimiento <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> sí mismo al acordarse <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> las mujeres con las<br />

que había estado, mujeres que nunca habría podido presentarle a<br />

Grace.<br />

Julianne era distinta a todas. Con ella quería experimentar<br />

pasión y excitación, pero también ternura y compañerismo. Todas<br />

esas i<strong>de</strong>as eran <strong>de</strong>sconocidas para él y lo asustaban y emocionaban<br />

por igual.<br />

<strong>El</strong> sábado por la tar<strong>de</strong>, Julia leyó y releyó el correo electrónico<br />

con los <strong>de</strong>talles sobre la celebración <strong>de</strong> su cumpleaños.<br />

Feliz cumpleaños, cariño.<br />

Por favor, hónrame con tu presencia


en el Royal Ontario Museum esta tar<strong>de</strong> a las seis en punto<br />

Reúnete conmigo en la entrada <strong>de</strong> la calle Bloor.<br />

Seré el <strong>de</strong>l traje, la corbata y una enorme sonrisa<br />

cuando te vea entrar.<br />

Espero con ansiedad el momento <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> tu<br />

compañía.<br />

Con afecto y el <strong>de</strong>seo más profundos.<br />

Tuyo,<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

<strong>El</strong>la siguió sus instrucciones con entusiasmo. Se puso el vestido<br />

lila que le había comprado Rachel, medias negras y los zapatos <strong>de</strong><br />

Christian Louboutin. <strong>El</strong> museo estaba <strong>de</strong>masiado lejos para ir andando<br />

con aquellos tacones, así que cogió un taxi. Llegó a las seis,<br />

puntualmente, con los ojos brillantes y las mejillas encendidas.<br />

«Tengo una cita con <strong>Gabriel</strong>. Nuestra primera cita <strong>de</strong> verdad.»<br />

Casi se había olvidado <strong>de</strong>l motivo. Aunque odiaba celebrar su<br />

cumpleaños, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tenerlo a él para ella sola durante una velada<br />

romántica bien valía todo lo <strong>de</strong>más. A pesar <strong>de</strong> sus mensajes <strong>de</strong> texto<br />

a escondidas, <strong>de</strong> sus correos electrónicos furtivos y <strong>de</strong> sus charlas<br />

telefónicas, lo echaba <strong>de</strong> menos.<br />

Hacía poco que habían renovado el museo y una estructura que<br />

recordaba la proa <strong>de</strong> un barco sobresalía <strong>de</strong> la fachada original <strong>de</strong><br />

piedra. A Julia no le gustaba <strong>de</strong>masiado que se mezclaran cosas<br />

antiguas y mo<strong>de</strong>rnas, prefería que los edificios siguieran un estilo u<br />

otro, pero probablemente estaba en minoría.<br />

Al acercarse a la entrada, se dio cuenta <strong>de</strong> que el lugar estaba<br />

cerrado. <strong>El</strong> cartel <strong>de</strong> los horarios indicaba que había cerrado hacía<br />

media hora. A pesar <strong>de</strong> todo, se acercó a la puerta, don<strong>de</strong> la recibió un<br />

guardia <strong>de</strong> seguridad.<br />

—¿Señorita Mitchell? —preguntó.<br />

—Sí.<br />

—Su anfitrión la espera en la tienda <strong>de</strong> regalos.<br />

<strong>El</strong>la le dio las gracias y caminó entre vitrinas llenas <strong>de</strong> artefactos,<br />

juguetes, recuerdos y cachivaches. Un hombre alto, impecablemente<br />

vestido con un traje azul marino a rayas con dos aberturas traseras, la<br />

esperaba vuelto <strong>de</strong> espaldas. En cuanto le vio los anchos hombros y el<br />

pelo castaño, el corazón <strong>de</strong> Julia le dio un brinco en el pecho.<br />

«¿Será siempre así? ¿Me quedaré sin aliento y me temblarán<br />

las piernas cada vez que lo vea?»


Supo cuál era la respuesta antes <strong>de</strong> acercarse a él. Al ver que<br />

no se volvía, Julia carraspeó.<br />

—<strong>El</strong> profesor Emerson, supongo.<br />

Él se volvió rápidamente. Al verla, ahogó una exclamación.<br />

—Hola, preciosa. —Tras darle un beso <strong>de</strong>masiado entusiasta, la<br />

ayudó a quitarse el abrigo—. Date la vuelta —le pidió, con voz ronca.<br />

Julia giró muy lentamente.<br />

—Estás espectacular.<br />

Cuando ella acabó <strong>de</strong> darse la vuelta completa, <strong>Gabriel</strong> la<br />

abrazó y la besó apasionadamente, capturándole el labio inferior entre<br />

los suyos y explorándole la boca a conciencia.<br />

Julia se apartó, avergonzada.<br />

Él le dirigió una mirada ardiente.<br />

—Haremos mucho más que esto esta noche. Tenemos el museo<br />

para nosotros solos. Pero antes...<br />

Alargó la mano para coger una caja transparente <strong>de</strong> una mesa<br />

cercana. Dentro había una gran orquí<strong>de</strong>a blanca.<br />

—¿Es para mí?<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír.<br />

—Quiero compensarte por haberme perdido tu baile <strong>de</strong><br />

graduación. ¿Puedo?<br />

Julia respondió con una sonrisa radiante.<br />

Él sacó la flor <strong>de</strong> la caja y se la ató a la muñeca con <strong>de</strong>masiada<br />

habilidad para su gusto.<br />

—Es preciosa, <strong>Gabriel</strong>. Gracias —dijo ella, besándolo con<br />

dulzura.<br />

—Ven.<br />

Lo siguió gustosa, pero al darse cuenta <strong>de</strong> su error, él se <strong>de</strong>tuvo<br />

en seco.<br />

—Quería <strong>de</strong>cir, ven, por favor.<br />

Julia sonrió y entrelazó los <strong>de</strong>dos con los suyos. Se dirigieron a<br />

una zona abierta, don<strong>de</strong> se había instalado un bar improvisado. Una<br />

vez allí, <strong>Gabriel</strong> le puso la mano en la curva <strong>de</strong> la espalda.<br />

—¿Cómo has montado todo esto? —susurró ella.<br />

—Soy uno <strong>de</strong> los patrocinadores <strong>de</strong> la exposición florentina.<br />

Cuando pedí una visita privada, aceptaron encantados.<br />

Le <strong>de</strong>dicó una media sonrisa que casi hizo que Julia se<br />

convirtiera en un charco en el suelo, como en la película Amélie.<br />

<strong>El</strong> camarero los saludó calurosamente.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>sea tomar, señorita?


—¿Sabe preparar un Flirtini?<br />

—Por supuesto, señorita. En seguida se lo doy.<br />

Alzando las cejas, <strong>Gabriel</strong> le susurró al oído:<br />

—Interesante nombre para un cóctel. ¿En previsión <strong>de</strong> lo que<br />

está a punto <strong>de</strong> llegar?<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír.<br />

—Vodka <strong>de</strong> frambuesa, zumo <strong>de</strong> arándanos y piña. No lo he<br />

probado nunca, pero leí los ingredientes por Internet y me pareció que<br />

<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar bueno.<br />

Él se echó a reír, negando con la cabeza.<br />

—¿Señor? —preguntó entonces el camarero, tras entregarle a<br />

Julia su bebida, adornada con una rodajita <strong>de</strong> piña.<br />

—Tónica con lima, por favor.<br />

—¿No vas a beber nada más? —preguntó ella, sorprendida.<br />

—Tengo una botella <strong>de</strong> vino especial en casa. Me estoy<br />

reservando —respondió <strong>Gabriel</strong>, con una sonrisa.<br />

Julia esperó a que él tuviera también su bebida para brindar.<br />

—Pue<strong>de</strong>s traerte el..., ¿cómo se llamaba?, Flirtini. Somos los<br />

únicos visitantes esta noche.<br />

—Creo que me va a durar mucho rato. Es bastante fuerte.<br />

—Tenemos todo el tiempo <strong>de</strong>l mundo, Julianne. Esta noche todo<br />

es en tu honor. Lo único que importa es lo que quieres, lo que<br />

necesitas, lo que <strong>de</strong>seas. —Con un guiño, la condujo hacia los<br />

ascensores—. La exposición está en el piso <strong>de</strong> abajo.<br />

Al entrar en el ascensor, se volvió hacia ella.<br />

—¿Te he dicho lo mucho que te he echado <strong>de</strong> menos esta<br />

semana? Los días y las noches se me han hecho eternos.<br />

—Yo también te he echado <strong>de</strong> menos —admitió Julia,<br />

tímidamente.<br />

—Estás preciosa. —La miró <strong>de</strong> arriba abajo y se quedó<br />

contemplando encantado los zapatos <strong>de</strong> tacón—. Eres un sueño<br />

hecho realidad.<br />

—Gracias.<br />

—Voy a tener que hacer gala <strong>de</strong> todo mi autocontrol para no<br />

llevarte a la exposición <strong>de</strong> mobiliario victoriano y hacerte el amor en<br />

una <strong>de</strong> las camas con dosel.<br />

<strong>El</strong>la lo miró y soltó una risita, preguntándose qué cara pondría el<br />

personal <strong>de</strong>l museo si él llevara a cabo su amenaza.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró aliviado al comprobar que su comentario<br />

impru<strong>de</strong>nte no la había asustado. Se recordó que tenía que andarse


con cuidado.<br />

Había participado activamente no sólo en la financiación <strong>de</strong> la<br />

exposición <strong>de</strong> los tesoros <strong>de</strong> Florencia, sino también en su selección.<br />

Mientras recorrían las salas <strong>de</strong> la exposición, le contó a Julia algún<br />

<strong>de</strong>talle sobre alguna <strong>de</strong> las piezas más impresionantes. Aunque sobre<br />

todo pasearon <strong>de</strong> la mano, como una pareja enamorada, <strong>de</strong>teniéndose<br />

para besarse o abrazarse cada vez que les apetecía. Que era<br />

bastante a menudo.<br />

<strong>El</strong>la se acabó el cóctel antes <strong>de</strong> lo previsto y <strong>Gabriel</strong> encontró un<br />

sitio don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar los vasos, encantado <strong>de</strong> tener, por fin, las manos<br />

libres. Julia era una sirena; no podía resistirse a su voz. Le acarició el<br />

cuello, la mejilla, la clavícula. Le besó el dorso <strong>de</strong> la mano, los labios,<br />

el cuello. Lo estaba volviendo loco. Cada vez que reía o sonreía,<br />

<strong>Gabriel</strong> pensaba que iba a ar<strong>de</strong>r en llamas.<br />

Pasaron bastante rato contemplando la Virgen con Niño y dos<br />

ángeles <strong>de</strong> Fra Filippo Lippi, ya que era una pintura que ambos<br />

admiraban. A su espalda, él la abrazaba por la cintura mientras<br />

contemplaban la obra.<br />

—¿Te gusta? —le susurró al oído, apoyándole la barbilla en el<br />

hombro.<br />

—Mucho. Siempre me ha gustado la serenidad que <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> el<br />

rostro <strong>de</strong> la Virgen.<br />

—A mí también —replicó <strong>Gabriel</strong>, <strong>de</strong>slizándole los labios <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la mandíbula hasta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l lóbulo <strong>de</strong> la oreja—. Tu serenidad es<br />

muy atractiva.<br />

Julia puso los ojos en blanco y echó la cabeza hacia atrás.<br />

—Humm —gimió en voz alta.<br />

Él se echó a reír y repitió sus movimientos, acariciándole el<br />

cuello con la punta <strong>de</strong> la lengua con tanta suavidad que Julia pensó<br />

que eran sus labios.<br />

—¿Te gusta?<br />

<strong>El</strong>la respondió levantando las manos y enterrándole los <strong>de</strong>dos en<br />

el pelo. <strong>Gabriel</strong> no necesitó más invitación. Volviéndola entre sus<br />

brazos, la pegó a su cuerpo, apoyándole las manos en las ca<strong>de</strong>ras.<br />

—Tú eres la auténtica obra <strong>de</strong> arte —murmuró contra su<br />

cuello—. Eres una obra maestra. Feliz cumpleaños, Julianne.<br />

<strong>El</strong>la le tiró <strong>de</strong>l lóbulo <strong>de</strong> la oreja con los dientes antes <strong>de</strong> darle un<br />

beso suave.<br />

—Gracias.<br />

<strong>Gabriel</strong> la besó con firmeza, rogándole silenciosamente que


abriera la boca. Cuando lo hizo, sus lenguas se entrelazaron y se<br />

movieron al unísono, lentamente. No había prisa. Estaban solos en un<br />

museo casi <strong>de</strong>sierto. Mientras le besaba los labios y las mejillas, fue<br />

haciéndola retroce<strong>de</strong>r hasta un rincón <strong>de</strong> la sala.<br />

La miró con cautela.<br />

—¿Puedo seguir?<br />

<strong>El</strong>la asintió sin aliento.<br />

—Si quieres que pare, dímelo. No iré <strong>de</strong>masiado lejos, pero... te<br />

necesito.<br />

Julia le ro<strong>de</strong>ó el cuello con los brazos y se le acercó.<br />

Él la apoyó suavemente contra la pared, pegándose a ella. Cada<br />

uno <strong>de</strong> sus ángulos y planos era acogido por las curvas <strong>de</strong> Julia. Las<br />

manos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>scendieron, dudando, hasta sus ca<strong>de</strong>ras. Como<br />

respuesta, ella se apretó más a él. Durante todo ese tiempo, sus labios<br />

y sus lenguas siguieron explorando, sin darse nunca por satisfechos.<br />

Los <strong>de</strong>dos finos y largos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> regresaron a su espalda y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

allí, volvieron a bajar hasta ro<strong>de</strong>arle las nalgas, redon<strong>de</strong>adas y<br />

<strong>de</strong>liciosas. Apretó vacilante y sonrió contra su boca cuando ella gimió.<br />

—Eres perfecta. Todas tus partes lo son. Pero ésta en<br />

concreto... —<strong>Gabriel</strong> apretó otra vez y la besó con ardor renovado.<br />

—¿Me estás diciendo que te gusta mi culo, profesor?<br />

—No me llames así.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Porque no quiero pensar en todas las normas universitarias<br />

que estoy rompiendo ahora mismo.<br />

<strong>Gabriel</strong> se arrepintió <strong>de</strong> sus palabras tan pronto como la sonrisa<br />

<strong>de</strong> Julia <strong>de</strong>sapareció.<br />

—Y nunca me referiría a esa bella zona <strong>de</strong> tu cuerpo como un<br />

culo. Es <strong>de</strong>masiado elegante. Voy a tener que crear una palabra<br />

nueva que la <strong>de</strong>scriba en toda su gloria.<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír a carcajadas y él le dio un nuevo apretón para<br />

que no quedara duda <strong>de</strong> su admiración.<br />

«Confirmado, el profesor Emerson tiene <strong>de</strong>bilidad por los culos.»<br />

Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Julia tenían <strong>de</strong>bilidad por el pelo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Le<br />

gustaba acariciarlo, hundirse en él, agarrarlo con fuerza para acercar<br />

su cara a la suya. Al sentir el corazón <strong>de</strong> él latiendo contra su pecho le<br />

faltó el aliento, pero no le importó. Lo amaba. Estaba enamorada <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tenía diecisiete años. Y se había portado tan bien<br />

con ella... En ese instante, le habría dado todo lo que le hubiera<br />

pedido sin importarle las consecuencias. «¿Qué consecuencias?» Su


mente ni siquiera podía acordarse.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la ca<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong>slizó la mano hasta su muslo y le<br />

levantó una pierna. Cuando se la colocó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>ra, Julia se<br />

apretó contra él en un erótico tango contra la pared. Por fin podía<br />

moverse libremente. Las ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se movieron hacia<br />

a<strong>de</strong>lante, mientras le acariciaba el muslo con una mano. <strong>El</strong>la sintió su<br />

dureza. Era una presión <strong>de</strong>liciosa y una fricción que prometía mucho<br />

más.<br />

Julia no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> besarlo... Ni siquiera para preguntarse<br />

cómo había dominado el arte <strong>de</strong> sostenerse sobre un solo pie en tan<br />

poco tiempo, o cómo podía respirar a través <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

Sintiéndose atrevida, apartó las manos <strong>de</strong> su cabello y le acarició los<br />

hombros y la cintura antes <strong>de</strong> agarrarle las nalgas. <strong>El</strong>la también había<br />

admirado su trasero en más <strong>de</strong> una ocasión. Las curvas <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

eran más musculosas y firmes que las suyas y lo apretó con fuerza,<br />

animándolo, acercándolo más.<br />

Él no necesitaba que nadie lo animara. Le acarició la pierna<br />

cubierta por la fina media. Estaba en el cielo. Respiraba, ja<strong>de</strong>aba,<br />

presionaba, besaba, sentía. Sin encontrar oposición. Sin dudas.<br />

Julia lo aceptaba. Lo <strong>de</strong>seaba. Su cuerpo era suave, cálido y...<br />

muy receptivo.<br />

—Julianne, yo... nosotros... tenemos que parar —le dijo,<br />

separándose un poco.<br />

<strong>El</strong>la seguía con los ojos cerrados, haciendo un mohín con los<br />

labios enrojecidos por sus besos. Ahora <strong>de</strong>seaba besarla con mucha<br />

más intensidad.<br />

Le apartó el pelo <strong>de</strong> la cara con cuidado:<br />

—¿Cariño?<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó y abrió los ojos.<br />

<strong>Gabriel</strong> pegó la frente a la suya y aspiró su aliento, dulce y<br />

suavemente perfumado. Con una última caricia, la ayudó a bajar la<br />

pierna. <strong>El</strong>la le apartó las manos <strong>de</strong>l culo a regañadientes. No fue fácil,<br />

pero <strong>Gabriel</strong> logró poner un poco <strong>de</strong> distancia entre sus cuerpos y le<br />

cogió las manos.<br />

—No <strong>de</strong>bería haberte acorralado <strong>de</strong> esta manera. Ni haber<br />

<strong>de</strong>jado que las cosas llegaran tan lejos. —Negando con la cabeza,<br />

maldijo entre dientes—. ¿Te he asustado?<br />

—No te he dicho que pararas, <strong>Gabriel</strong>. —La suave voz <strong>de</strong> Julia<br />

resonó en la gran sala <strong>de</strong>sierta—. Y no, no estoy asustada.<br />

—Pero antes te daba miedo. ¿Te acuerdas <strong>de</strong> la noche en que


me preguntaste por las fotografías en blanco y negro? —Apretó los<br />

labios.<br />

—Ahora te conozco un poco mejor.<br />

—Julianne, nunca te arrebataría nada. Nunca te manipularé para<br />

que hagas cosas que no quieres hacer. Tienes que creerme.<br />

—Te creo, <strong>Gabriel</strong>. —Julia levantó una <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> él y se<br />

la colocó sobre el corazón, entre los pechos—. ¿Notas mi corazón?<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—Va muy <strong>de</strong> prisa. Parecen las alas <strong>de</strong> un colibrí.<br />

—Es el efecto que provocas en mí cada vez que te me acercas.<br />

Cada vez que me tocas, las emociones me abruman.<br />

Él le acarició la piel <strong>de</strong>l escote, pero en seguida volvió la<br />

atención a su labio inferior, hinchado.<br />

—Mira lo que te he hecho. ¿Te duele? —susurró.<br />

—Sólo cuando te apartas <strong>de</strong> mí.<br />

<strong>Gabriel</strong> la besó con reverencia.<br />

—Tus palabras me matan.<br />

<strong>El</strong>la se apartó el pelo <strong>de</strong> la cara y se echó a reír.<br />

—Pero será una muerte muy dulce.<br />

Él también se echó a reír y la abrazó.<br />

—Será mejor que sigamos con la visita antes <strong>de</strong> que mi contacto<br />

<strong>de</strong>cida echarnos <strong>de</strong>l museo por conducta in<strong>de</strong>cente. Tendré que<br />

hablar con él y pedirle que me entregue las cintas con las grabaciones<br />

<strong>de</strong> las cámaras <strong>de</strong> seguridad.<br />

«¿Cintas? ¿Cámaras <strong>de</strong> seguridad? Scheiße! —maldijo<br />

Julia—. Aunque, pensándolo bien, hummmm.»<br />

Cuando llegaron al piso <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, la cabeza les daba vueltas<br />

<strong>de</strong> tanto reír. <strong>El</strong> <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>sesperado que sentían el uno por el otro se<br />

había enfriado un poco, pero seguían llenos <strong>de</strong> afecto y cali<strong>de</strong>z. Julia<br />

era feliz. Y tenían toda la noche por <strong>de</strong>lante para ellos solos...<br />

En la cocina, <strong>Gabriel</strong> la besó e insistió en que le <strong>de</strong>jara<br />

prepararlo todo.<br />

—Pero quiero ayudarte.<br />

—Si quieres, mañana por la noche po<strong>de</strong>mos cocinar juntos.<br />

Julia tuvo una i<strong>de</strong>a.<br />

—No sé qué te parecerá, pero tengo la receta <strong>de</strong> pollo a la Kiev<br />

<strong>de</strong> Grace. Podríamos prepararlo juntos —propuso, insegura <strong>de</strong> la<br />

reacción <strong>de</strong> él.<br />

—Scott lo llamaba «el pollo <strong>de</strong>l chorrito» —recordó <strong>Gabriel</strong> con


melancolía y volvió a besarla—. Hace años que no lo como. Me<br />

encantará que me enseñes a prepararlo.<br />

«Probablemente será lo único que pueda enseñarte, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Eres un dios <strong>de</strong>l amor, entre otras cosas.»<br />

Tras rozarle los labios con los suyos, Julia se sentó en un<br />

taburete.<br />

—La cena <strong>de</strong> hoy nos la han preparado en Scaramouche. Si<br />

Mahoma no pue<strong>de</strong> ir a la montaña, la montaña irá a Mahoma.<br />

—¿De verdad?<br />

—Sí, lo han traído todo, incluido un <strong>de</strong>licioso pastel <strong>de</strong> chocolate<br />

al Grand Marnier <strong>de</strong> la patisserie La Cigogne. Y tengo una<br />

extraordinaria botella <strong>de</strong> vino que he estado reservando. Voy a abrirla<br />

para que respire antes <strong>de</strong> empezar. —Con un guiño, añadió—: Hasta<br />

tengo velas para el pastel.<br />

—Muchas gracias por esta noche maravillosa, <strong>Gabriel</strong>. Des<strong>de</strong><br />

luego, está siendo el mejor cumpleaños <strong>de</strong> mi vida.<br />

—Y todavía no ha terminado —le recordó él, con la voz ronca y<br />

los ojos brillantes—. Aún no te dado tu regalo.<br />

Julia se ruborizó y bajó la vista, preguntándose si sería su<br />

intención sonar tan sensual o si le salía <strong>de</strong> manera natural.<br />

«No sé qué me habrá preparado, pero sé lo que me gustaría:<br />

estoy fantaseando con hacer el amor con él.»<br />

<strong>El</strong> móvil <strong>de</strong> Julia interrumpió sus fantasías eróticas. Fue a buscar<br />

el bolso y miró quién llamaba.<br />

—No reconozco el número —musitó—, pero es <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong><br />

Fila<strong>de</strong>lfia.<br />

Decidió respon<strong>de</strong>r.<br />

—¿Hola?<br />

—Hola, Jules.<br />

<strong>El</strong>la inspiró profundamente y sus pulmones sonaron como una<br />

aspiradora atascada. <strong>Gabriel</strong> se le acercó inmediatamente, sabiendo<br />

que algo iba muy mal. <strong>El</strong> color le había <strong>de</strong>saparecido completamente<br />

<strong>de</strong> la cara.<br />

—¿Cómo has conseguido este número? —logró <strong>de</strong>cir, antes <strong>de</strong><br />

que se le doblaran las piernas.<br />

Se tambaleó hasta la silla más cercana y se sentó.<br />

—Qué bienvenida tan fría, Julia. Vas a tener que esforzarte más.<br />

<strong>El</strong>la se mordió el labio inferior sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />

Su interlocutor suspiró dramáticamente.<br />

—Me lo dio tu padre. Siempre disfruto mucho hablando con él.


Es muy comunicativo, algo que no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> ti. Te has portado<br />

como una niña malcriada.<br />

Julia cerró los ojos y empezó a respirar agitadamente. <strong>Gabriel</strong> le<br />

dio la mano y trató <strong>de</strong> levantarla, pero ella no se movió.<br />

—¿Qué quieres?<br />

—Paso por alto tu malhumor porque hace tiempo que no hablo<br />

contigo, pero no tientes a la suerte. —Bajando la voz, añadió—: Llamo<br />

para saber cómo te van las cosas en Toronto. ¿Sigues viviendo en la<br />

avenida Madison?<br />

Se echó a reír y Julia se llevó una mano al cuello.<br />

—Mantente alejado <strong>de</strong> mí. No quiero hablar contigo ni quiero que<br />

vuelvas a llamar a mi padre.<br />

—No habría tenido que hablar con él si te dignaras respon<strong>de</strong>r<br />

mis correos electrónicos. Pero tuviste que cerrar la maldita cuenta.<br />

—¿Qué quieres? —repitió Julia.<br />

Con el cejo fruncido, <strong>Gabriel</strong> la invitó con un gesto a pasarle el<br />

móvil, pero ella negó con la cabeza.<br />

—<strong>El</strong> otro día tuve una conversación muy interesante con Natalie<br />

—respondió la voz.<br />

—¿Y?<br />

—Y me dijo que tienes unas fotos que me pertenecen.<br />

—No tengo nada tuyo. Lo <strong>de</strong>jé todo. Ya lo sabes.<br />

—Tal vez sí o tal vez no. Sólo quería advertirte <strong>de</strong> que sería una<br />

<strong>de</strong>sgracia que esas fotos acabaran en manos <strong>de</strong> la prensa. —Hizo una<br />

pausa—. Porque yo tengo un par <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>os tuyos que podrían salir a<br />

la luz. Me pregunto qué pensaría tu papaíto si te viera <strong>de</strong> rodillas con<br />

mi...<br />

Con la vulgar <strong>de</strong>scripción aún resonando en sus oídos, Julia<br />

emitió una especie <strong>de</strong> silbido y soltó el teléfono, que se estrelló contra<br />

el suelo, cerca <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Salió corriendo hacia el cuarto <strong>de</strong><br />

baño y el sonido <strong>de</strong> sus arcadas llegó hasta la cocina.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia para quienquiera que llamase, <strong>Gabriel</strong> había oído<br />

la amenaza final. Recogió el teléfono y preguntó:<br />

—¿Quién es?<br />

—Simon. ¿Y quién coño eres tú?<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó mucho los dientes y soltó el aire. Los ojos se le<br />

habían cerrado hasta casi convertírsele en dos rendijas.<br />

—<strong>El</strong> novio <strong>de</strong> Julianne. ¿Qué quieres?<br />

Simon guardó silencio unos instantes.<br />

—Jules no tiene novio, gilipollas. Y nadie la llama Julianne. ¡Que


se ponga!<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó y el sonido retumbó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong>l<br />

pecho.<br />

—Si sabes lo que te conviene, harás caso <strong>de</strong> lo que te ha dicho<br />

y la <strong>de</strong>jarás en paz.<br />

<strong>El</strong> otro se echó a reír amenazadoramente.<br />

—No tienes ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> con quién estás tratando. Julia es<br />

inestable. Es un saco <strong>de</strong> problemas. Necesita ayuda profesional.<br />

—En ese caso, es una suerte que esté saliendo con uno.<br />

—¿Qué tipo <strong>de</strong> profesional? ¿Un imbécil profesional? ¿Sabes<br />

con quién estás hablando? Mi padre es...<br />

—Escucha bien, hijo <strong>de</strong> puta, tienes suerte <strong>de</strong> que no estemos<br />

en la misma habitación o te pasarías el resto <strong>de</strong> la noche en el<br />

quirófano, mientras te pegaban la cabeza al cuerpo. Si me entero <strong>de</strong><br />

que has tratado <strong>de</strong> ponerte en contacto con ella <strong>de</strong> cualquier manera,<br />

iré a buscarte y ni siquiera tu padre, sea quien sea, será capaz <strong>de</strong><br />

hacer que recuperes la conciencia. ¿Queda claro? Déjala en paz.<br />

—Apagó el teléfono, cerrándolo, y lo lanzó contra la pared. Se rompió<br />

en varios trozos, que quedaron repartidos por el suelo.<br />

Cerró los ojos y contó hasta cincuenta antes <strong>de</strong> ir a buscar a<br />

Julia. Nunca había estado tan furioso. Nunca había sentido tantas<br />

ganas <strong>de</strong> matar. Era una suerte que ella lo necesitara en ese<br />

momento, o muy probablemente habría ido a buscar a ese tipo y lo<br />

habría matado.<br />

Llenó un vaso con agua y se lo llevó a Julia, que estaba sentada<br />

en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la bañera <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> invitados. Tenía la<br />

cabeza gacha y se abrazaba a sí misma. La flor que aún llevaba atada<br />

a la muñeca temblaba.<br />

«¿Qué coño le hizo ese <strong>de</strong>sgraciado?»<br />

Vio que ella se bajaba el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l vestido con una mano y su<br />

muestra <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>stia le encogió el corazón.<br />

—¿Julia? —la llamó, ofreciéndole el vaso <strong>de</strong> agua.<br />

<strong>El</strong>la la bebió a sorbitos, pero no respondió.<br />

<strong>Gabriel</strong> se sentó a su lado en la bañera y la atrajo hacia sí.<br />

—Te ha contado lo que pasó cuando estábamos juntos, ¿no es<br />

cierto? —preguntó ella en voz baja, sin emoción.<br />

Él la abrazó.<br />

—Quería hablar contigo, pero le he dicho que no volviera a<br />

molestarte nunca más.<br />

Julia lo miró mientras una lágrima le <strong>de</strong>scendía lentamente por la


mejilla.<br />

—¿No... no te ha contado nada sobre mí?<br />

—Ha murmurado incoherencias hasta que lo he amenazado<br />

—respondió él, haciendo una mueca—. Y no estaba bromeando.<br />

—Es un tipo asqueroso —susurró ella.<br />

—Deja que me ocupe <strong>de</strong> él personalmente. Si tengo que volar a<br />

Fila<strong>de</strong>lfia para verlo en persona, lo haré. Y cuando llegue allí, no le<br />

gustará lo que pasará.<br />

Julia sólo lo escuchaba a medias. Simon siempre lograba que se<br />

sintiera usada, sucia, patética. No quería que <strong>Gabriel</strong> tuviera esa<br />

imagen <strong>de</strong> ella. No quería que supiera lo que había pasado. Nunca.<br />

—Cariño, ¿qué quería?<br />

—Cree que tengo unas fotos suyas. Quiere que se las <strong>de</strong>vuelva.<br />

—¿Qué tipo <strong>de</strong> fotos?<br />

Julia aspiró por la nariz con fuerza.<br />

—No lo sé, pero <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser algo grave si está tan preocupado.<br />

—¿Tienes algo que pueda perjudicarlo?<br />

—¡No! Pero él dice que tiene ví<strong>de</strong>os caseros míos —admitió,<br />

estremeciéndose—. Me extrañaría mucho, pero ¿y si es verdad? ¿Y si<br />

hace un montaje y se lo envía a mi padre? ¿O lo cuelga en Internet?<br />

<strong>Gabriel</strong> se tragó su repulsión mientras le secaba las lágrimas con<br />

el pulgar.<br />

—No lo hará, a no ser que sea muy estúpido. Mientras crea que<br />

tienes algo que pue<strong>de</strong> perjudicarlo, no hará nada. Podría hablar con tu<br />

padre y <strong>de</strong>cirle que he oído cómo ese maleante te amenazaba. Si<br />

luego cuelga algo, Tom ya estará avisado y sabrá que es un montaje,<br />

fruto <strong>de</strong> la mente <strong>de</strong> un acosador.<br />

Julia lo miró, súbitamente alarmada.<br />

—No, no lo hagas, por favor. Mi padre está preocupado porque<br />

voy a viajar a Selinsgrove contigo. No pue<strong>de</strong> enterarse <strong>de</strong> que<br />

estamos juntos.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició rápidamente el pelo antes <strong>de</strong> secarle una<br />

nueva lágrima.<br />

—No me lo habías contado. No me extraña. Pero tienes que<br />

hablar con él y <strong>de</strong>cirle lo que ha pasado para que no le dé más<br />

información a Simon.<br />

Julia asintió.<br />

—Puedo hablar mañana con mi abogado. Podrías ponerle una<br />

<strong>de</strong>nuncia y pedir una or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> alejamiento. También po<strong>de</strong>mos<br />

investigar si realmente tiene imágenes tuyas o si se está marcando un


farol.<br />

—No quiero hacer nada para ganarme su enemistad. No lo<br />

entien<strong>de</strong>s. Tiene parientes importantes.<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los labios con fuerza. Quería darle un empujón;<br />

que reaccionara, o al menos que permitiera que él actuara en su lugar,<br />

pero era evi<strong>de</strong>nte que estaba traumatizada. Y no quería preocuparla<br />

más.<br />

—Si vuelve a ponerse en contacto contigo, hablaré con mi<br />

abogado y sabrá lo que es bueno. Mañana iremos a comprarte un<br />

móvil nuevo, con un número <strong>de</strong> Toronto. Y le dirás a tu padre que lo<br />

mantenga en secreto.<br />

Le levantó la barbilla para que lo mirara a los ojos.<br />

—No volverá a tocarte. Te lo aseguro —le dijo con una<br />

sonrisa—. No <strong>de</strong>jes que las gafas o las pajaritas te engañen. Sé<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme. Y no permitiré que nadie te haga daño. —La besó<br />

castamente en la frente—. Cuando vayamos a casa, estarás conmigo<br />

todo el tiempo que no pases con tu padre. Y podrás llamarme por<br />

teléfono en todo momento. ¿De acuerdo?<br />

<strong>El</strong>la hizo un ruido para que supiera que lo había oído.<br />

—¿Julia?<br />

—¿Sí?<br />

<strong>Gabriel</strong> la abrazó con fuerza.<br />

—Es culpa mía.<br />

<strong>El</strong>la lo miró sin compren<strong>de</strong>r.<br />

—Si no te hubiera <strong>de</strong>jado sola aquella mañana... O si hubiera<br />

vuelto a buscarte...<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Sólo tenía diecisiete años, <strong>Gabriel</strong>. Papá te habría echado <strong>de</strong><br />

casa con una escopeta.<br />

—Te habría esperado.<br />

Suspiró apenada.<br />

—No sabes cuánto lamento no haberte esperado. Él es la razón<br />

por la que nunca celebro mi cumpleaños. Me lo estropeó una vez. Y<br />

hoy ha vuelto a hacerlo —concluyó, antes <strong>de</strong> empezar a llorar en<br />

silencio.<br />

<strong>Gabriel</strong> le secó las lágrimas con sus besos.<br />

—Olvídate <strong>de</strong> él. Ahora estamos solos. Nadie más importa.<br />

Julia quería creerlo, pero por <strong>de</strong>sgracia, sabía que el pasado no<br />

podía borrarse <strong>de</strong> un plumazo. Se estremeció al pensar en su próxima<br />

visita a casa.


Acción <strong>de</strong> Gracias siempre le había traído muy mala suerte.


24<br />

<strong>El</strong> martes por la noche, Julia mantuvo una tensa conversación<br />

con su padre sobre los acontecimientos <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong> semana. Lo llamó<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su iPhone nuevo, explicándole por qué había tenido que<br />

cambiar <strong>de</strong> número. <strong>El</strong> hombre llevaba tres días tratando <strong>de</strong> hablar<br />

con ella sin conseguirlo y estaba enfadado.<br />

—Papá, he tenido que cambiarme <strong>de</strong> número porque Simon me<br />

llamó.<br />

—¿Ah, sí? —<strong>El</strong> tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> Tom era receloso.<br />

—Pues sí. Me dijo que tú se lo habías dado. Me llamó y me<br />

estuvo acosando.<br />

—Menudo cabrón —murmuró su padre.<br />

—Te doy el nuevo número, pero no quiero que se lo <strong>de</strong>s a nadie,<br />

especialmente a Deb. A la que te <strong>de</strong>scui<strong>de</strong>s, ya se lo habrá dado a<br />

Natalie.<br />

Tom seguía refunfuñando, como si se hubiera olvidado <strong>de</strong> que<br />

estaba hablando con alguien.<br />

—No te preocupes por Deb.<br />

—¡Sí, papá, claro que me preocupo! Su hija sigue hablando con<br />

Simon. ¿Y si le dice que vuelvo ahí para Acción <strong>de</strong> Gracias? ¡Podría<br />

presentarse en casa!<br />

—Estás exagerando. No va a hacer eso. La semana pasada<br />

tuvimos una conversación muy agradable. Fue muy educado. Me dijo<br />

que todavía tenías algunas cosas suyas. No quería molestarte, pero<br />

yo le di tu número y le dije que no te importaría que te llamara.<br />

—¡No tengo absolutamente nada suyo! Y aunque no fuera así,<br />

sabes que no quiero hablar con él. No es una buena persona, papá.<br />

Cuando habla contigo finge. Conmigo es una persona totalmente<br />

distinta —trató <strong>de</strong> explicarle Julia, que había empezado a temblar.<br />

—¿Estás segura <strong>de</strong> que no fue un malentendido?<br />

—Es difícil malinterpretar el acoso y las amenazas, papá. No<br />

volverá a hablar conmigo. Nunca seremos amigos. Lo que hizo no se<br />

arregla con una disculpa.<br />

Tom suspiró.<br />

—De acuerdo, Jules, lo siento. No le daré tu número a nadie.<br />

Pero ¿estás segura <strong>de</strong> que no quieres ofrecerle a Simon una segunda<br />

oportunidad? Es <strong>de</strong> muy buena familia... Y todos cometemos errores.


<strong>El</strong>la puso los ojos en blanco. Le apetecía mucho ponerse en plan<br />

revanchista. Le apetecía preguntarle a su padre si él habría perdonado<br />

a su madre si hubiera presenciado lo que ella misma vio una tar<strong>de</strong> al<br />

volver a casa: a su madre doblada encima <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> la cocina,<br />

con uno <strong>de</strong> sus amigos <strong>de</strong>trás. Pero no era una persona vengativa, así<br />

que no lo hizo.<br />

—Papá, que sea el hijo <strong>de</strong> un senador no quiere <strong>de</strong>cir que no<br />

pueda ser un hijo <strong>de</strong> puta al mismo tiempo. Lo nuestro está roto. No se<br />

pue<strong>de</strong> reparar, créeme.<br />

Tom soltó el aire ruidosamente.<br />

—De acuerdo. ¿Cuándo llegarás?<br />

—<strong>El</strong> jueves.<br />

—¿Vendrás con Rachel y Aaron?<br />

—Ése es el plan. Y con <strong>Gabriel</strong> también —respondió ella,<br />

tratando <strong>de</strong> sonar convincente.<br />

—Mantente cerca <strong>de</strong> Aaron y alejada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—¿Por qué?<br />

—Es una manzana podrida. Me sorpren<strong>de</strong> que no esté en la<br />

cárcel. Menos mal que se trasladó a Canadá.<br />

Julia negó con la cabeza.<br />

—Si fuera un <strong>de</strong>lincuente, los canadienses no le habrían dado<br />

visado <strong>de</strong> trabajo.<br />

—Los canadienses <strong>de</strong>jan entrar a todo el mundo. Hasta a los<br />

terroristas.<br />

Julia suspiró resignada y empezó a concretar con él los <strong>de</strong>talles<br />

<strong>de</strong> su visita esperando que, por una vez en su vida, su padre<br />

cumpliera sus promesas.<br />

Tras otro seminario durante el cual Christa no paró <strong>de</strong> coquetear<br />

abiertamente con <strong>Gabriel</strong>, Julia volvió a su apartamento con Paul, que<br />

seguía igual <strong>de</strong> amable y simpático con ella. Comentaron el nuevo<br />

vestuario y las botas <strong>de</strong> tacón <strong>de</strong> Christa, cuyo estilo podría bautizarse<br />

como: «Deja que te seduzca antes <strong>de</strong> que me suspendas». Al llegar a<br />

la puerta, se <strong>de</strong>spidieron. Julia se preparó una cena sencilla a base <strong>de</strong><br />

sopa <strong>de</strong> pollo con fi<strong>de</strong>os y té Lady Grey y se la tomó admirando sus<br />

regalos <strong>de</strong> cumpleaños.<br />

Tras la interrupción <strong>de</strong> Simon, <strong>Gabriel</strong> le había dado una copa <strong>de</strong><br />

vino y había insistido en que se relajara junto al fuego mientras él<br />

servía la cena. Tras ésta, había encendido las velas <strong>de</strong>l pastel y le<br />

había dado sus regalos antes <strong>de</strong> irse juntos a la cama.


<strong>Gabriel</strong> permaneció <strong>de</strong>spierto buena parte <strong>de</strong> la noche,<br />

acariciándole los brazos y la espalda, con las piernas entrelazadas.<br />

Julia se había <strong>de</strong>spertado sobresaltada y aturdida varias veces, pero<br />

él siempre había estado allí para tranquilizarla y abrazarla con más<br />

fuerza. A su lado se sentía a salvo, pero tenía miedo <strong>de</strong> su reacción<br />

cuando <strong>de</strong>scubriera la verdad. Si alguna vez tenía el valor como para<br />

pronunciar las palabras en voz alta.<br />

Su iPhone también podía consi<strong>de</strong>rarse un regalo. Cuando el<br />

domingo por la mañana <strong>Gabriel</strong> le mostró avergonzado los trozos <strong>de</strong><br />

su teléfono, Julia se había echado a reír. Aliviado, le explicó que se<br />

había enfadado tanto con Simon por haberla disgustado que lo había<br />

estampado contra la pared. Con una sonrisa, ella aceptó su<br />

ofrecimiento <strong>de</strong> comprarle un teléfono nuevo y su guía para apren<strong>de</strong>r a<br />

utilizar el aparato, más sofisticado que su antiguo móvil.<br />

Estuvo encantada cuando <strong>Gabriel</strong> le cargó las fotos que Rachel<br />

había hecho en Lobby. La ayudó también a introducir sus contactos y<br />

alzó una ceja al enterarse <strong>de</strong> que su número estaba archivado con el<br />

nombre <strong>de</strong> Dante Alighieri. Insistió en elegir el tono musical <strong>de</strong> sus<br />

llamadas.<br />

Pero el principal regalo <strong>de</strong> cumpleaños fueron unas<br />

reproducciones digitales <strong>de</strong> los grabados <strong>de</strong> Botticelli. <strong>Gabriel</strong> las<br />

colocó en un álbum con su nombre grabado en letras <strong>de</strong> oro en la<br />

cubierta. Aunque se trataba <strong>de</strong> copias, el valor <strong>de</strong> la colección<br />

completa era incalculable. A<strong>de</strong>más, le había escrito una <strong>de</strong>dicatoria en<br />

la guarda <strong>de</strong>lantera con su elegante letra:<br />

Para mi querida Julianne:<br />

Feliz cumpleaños.<br />

Que cada año sea mejor que el anterior<br />

y que siempre seas feliz.<br />

Con afecto dura<strong>de</strong>ro,<br />

<strong>Gabriel</strong><br />

Julia acarició las curvas <strong>de</strong> la inicial <strong>de</strong> su nombre con el <strong>de</strong>do.<br />

Aquél era, sin duda, el mejor regalo que le habían hecho nunca.<br />

A<strong>de</strong>más, <strong>Gabriel</strong> le había dado también un pequeño álbum <strong>de</strong><br />

fotos en blanco y negro. En algunas <strong>de</strong> ellas se la reconocía. En las<br />

<strong>de</strong>más, sólo se adivinaba un trozo <strong>de</strong> cara, un rizo <strong>de</strong>l cabello, un<br />

pálido cuello o una chica riendo con los ojos cerrados. Cuando <strong>Gabriel</strong><br />

la tocaba y la besaba, se sentía hermosa. Esas fotos eran la


<strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> que él era capaz <strong>de</strong> ver su belleza y capturarla para<br />

siempre.<br />

Algunas fotos eran sexies; otras inocentes; otras dulces.<br />

Ninguna <strong>de</strong> ellas haría que se sintiera avergonzada si, por algún<br />

motivo, llegaban a manos <strong>de</strong> su padre o se colgaban en Internet. Su<br />

favorita era una en la que se la veía <strong>de</strong> perfil, mientras unos <strong>de</strong>dos<br />

masculinos le apartaban el cabello y un rostro en sombras le daba un<br />

beso en la nuca. No le importaría ampliar la foto y colgarla sobre el<br />

cabecero <strong>de</strong> su cama. No echaría <strong>de</strong> menos el cuadro <strong>de</strong> Holiday.<br />

«Chúpate ésa, Simon.»<br />

—¿Qué pasa? ¿Por qué llamas? ¿Le has hecho algo a Julia?<br />

<strong>Gabriel</strong>, te juro que como hayas...<br />

Él se apartó el iPhone <strong>de</strong> la oreja mientras Rachel lo reñía.<br />

—No le he hecho nada a Julia —la interrumpió finalmente—. Su<br />

ex novio la llamó el sábado y se quedó <strong>de</strong>strozada. Quería preguntarte<br />

un par <strong>de</strong> cosas.<br />

—Mierda. ¿Cómo está?<br />

—Se disgustó muchísimo, pero no quiere hablar <strong>de</strong> ello.<br />

—Por supuesto que no. ¿Por qué iba a hablar <strong>de</strong> ello con su<br />

profesor?<br />

<strong>Gabriel</strong> perdió la paciencia.<br />

—Estábamos hablando <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias y haciendo planes<br />

para el viaje cuando ese hijo <strong>de</strong> puta nos interrumpió.<br />

—Te noto alterado, <strong>Gabriel</strong>. ¿Por qué te importa tanto?<br />

—Porque ese <strong>de</strong>sgraciado, sea quien sea, engañó al padre <strong>de</strong><br />

Julia para que le diera su teléfono para po<strong>de</strong>r acosarla.<br />

—Mierda —repitió Rachel.<br />

—Exacto. Así que, antes <strong>de</strong> llegar a Selinsgrove, don<strong>de</strong> él podría<br />

ir a visitarla, me gustaría saber a qué me estoy enfrentando.<br />

Su hermana guardó silencio.<br />

—¿Rachel? Estoy esperando.<br />

—No sé qué esperas que te diga. Esto forma parte <strong>de</strong>l pasado<br />

<strong>de</strong> Julia. Tienes que preguntárselo a ella.<br />

—Ya te lo he dicho. No quiere hablar <strong>de</strong> ello.<br />

—¿Y te extraña? Si sabes que es un <strong>de</strong>sgraciado, no sé por qué<br />

te extraña que no quiera hablar <strong>de</strong> él. Ni siquiera quiere pronunciar su<br />

nombre en voz alta. <strong>El</strong>la es así. Hay que respetarlo. —Guardó silencio<br />

unos instantes y respiró hondo—. <strong>El</strong> padre <strong>de</strong> Simon es el senador<br />

John Talbot.


<strong>Gabriel</strong> parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—¿Y?<br />

—Julia conoció a Simon en primero <strong>de</strong> carrera. Se quedó<br />

<strong>de</strong>slumbrada por él, aunque a mí me pareció un tipo poco <strong>de</strong> fiar. En<br />

tercero, ella se fue a Florencia. Al regresar, rompieron la relación. No<br />

volví a verla hasta que fui a visitarte. Aaron odiaba a Simon así que no<br />

nos veíamos <strong>de</strong>masiado.<br />

<strong>Gabriel</strong> soltó el aire por la nariz, impaciente.<br />

—No has respondido a mi pregunta. ¿De qué estamos<br />

hablando? ¿Agresión? ¿Infi<strong>de</strong>lidad? ¿Maltrato emocional?<br />

—La verdad es que no lo sé exactamente. Me hice una i<strong>de</strong>a<br />

hablando con Natalie, la antigua compañera <strong>de</strong> habitación <strong>de</strong> Julia.<br />

Simon es un idiota arrogante al que le gustaba tenerla comiendo en la<br />

palma <strong>de</strong> su mano. Es obvio que la machacó emocionalmente. <strong>El</strong> resto<br />

no es difícil <strong>de</strong> imaginar.<br />

—Simon me dijo que Julia está perturbada; que necesita ayuda<br />

profesional.<br />

—Ese tipo es un cabrón mentiroso, <strong>Gabriel</strong>. ¿Qué esperabas<br />

que dijera? —preguntó Rachel, frustrada—. <strong>El</strong> principal problema <strong>de</strong><br />

ella era él. Si quieres ayudarla, tienes que procurar hacerle la vida más<br />

fácil, no complicársela más. Espero que no sigas intimidándola con tu<br />

rollo pretencioso. Ya tuvo bastante <strong>de</strong> eso con él.<br />

—En realidad, nos llevamos bastante bien —contestó él,<br />

ofendido.<br />

—¿Tan bien como en las fotos que te envié? —se burló su<br />

hermana, riendo traviesa.<br />

—Tenemos una relación profesional.<br />

—Pue<strong>de</strong> que consigas engañar a los <strong>de</strong>más, pero a mí no me<br />

engañas. Julia me dijo que el sábado tenía una cita y, casualmente,<br />

estabas con ella cuando Simon la llamó el sábado. Dime, <strong>Gabriel</strong>, ¿os<br />

visteis antes <strong>de</strong> su cita o <strong>de</strong>spués? ¿Y qué tal le fue?<br />

—Llegaremos a Selinsgrove el jueves. Llevaré a Julia a casa.<br />

—La voz <strong>de</strong> él era fría como el hielo.<br />

—Bien. Creo que Julia <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cirle a su padre que quiere<br />

quedarse con nosotros. Si Simon va a buscarla, no se le ocurrirá venir<br />

a casa. Ah, y <strong>Gabriel</strong>, muchas gracias por lo que has hecho con la<br />

casa. Papá se ha quitado un gran peso <strong>de</strong> encima. Todos, en realidad.<br />

Scott también.<br />

—Era lo menos que podía hacer, Rachel.<br />

—Recuerda. Si le haces daño, te mataré. Ahora ve a consolarla


y sé amable. Si no, nunca le arrancarás el caparazón. Te quiero.<br />

—Yo... Adiós. —Incómodo, colgó y siguió preparando el<br />

seminario <strong>de</strong> la semana siguiente.<br />

Al acercarse el final <strong>de</strong>l semestre, la cantidad <strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong> Julia<br />

se incrementó exponencialmente. Aparte <strong>de</strong> escribir su tesis, tenía que<br />

entregar varios trabajos para los distintos seminarios antes <strong>de</strong>l 4 <strong>de</strong><br />

diciembre. Y, encima, estaba preparando solicitu<strong>de</strong>s para varias<br />

universida<strong>de</strong>s con programas <strong>de</strong> doctorado.<br />

<strong>Gabriel</strong> y ella hablaron una noche sobre las solicitu<strong>de</strong>s. Él sabía<br />

que quería ir a Harvard y que estaba preparando la solicitud con<br />

mucho cariño. Lo que no sabía era que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> marcharse <strong>de</strong><br />

Toronto y volver a per<strong>de</strong>rlo a Julia le resultaba tan insoportable que, a<br />

escondidas, también estaba preparando una solicitud para la<br />

Universidad <strong>de</strong> Toronto.<br />

Mientras ella pasaba los días y buena parte <strong>de</strong> las noches<br />

trabajando, <strong>Gabriel</strong> luchaba por mantenerse a flote entre un mar <strong>de</strong><br />

evaluaciones y la escritura <strong>de</strong> su segundo libro. Le gustaba pasar las<br />

noches con Julia y a veces la convencía para que trabajara en su<br />

casa. Él ocupaba el <strong>de</strong>spacho y ella extendía sus numerosos papeles<br />

en la mesa <strong>de</strong>l comedor. Aunque no solía durar allí mucho rato. Por<br />

alguna curiosa razón, siempre acababa sentada frente al fuego,<br />

mordiendo la punta <strong>de</strong>l lápiz y tomando notas en una libreta.<br />

Tras varios días <strong>de</strong> verse poco, fue un alivio entrar en el taxi que<br />

los esperaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, para partir <strong>de</strong> viaje. Mientras<br />

el taxista metía su equipaje en el maletero, Julia vio que el viento<br />

otoñal alborotaba el cabello <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y le echaba algún mechón<br />

sobre la frente. Sin pensar, se puso <strong>de</strong> puntillas y se lo apartó <strong>de</strong> la<br />

cara antes <strong>de</strong> darle un beso. Luego le acarició la mejilla con ternura,<br />

diciéndole con los ojos lo que no se atrevía a <strong>de</strong>cirle con palabras.<br />

<strong>Gabriel</strong> le <strong>de</strong>volvió una mirada ardiente y la abrazó por la cintura.<br />

Acercándola a su pecho, profundizó el beso y le acarició la espalda<br />

por encima <strong>de</strong>l chaquetón. Fue ella la que finalmente interrumpió el<br />

beso, riendo como una colegiala cuando él le dio una disimulada<br />

palmadita en el culo.<br />

—Sigo tratando <strong>de</strong> encontrar el adjetivo correcto —dijo él, con<br />

una sonrisa satisfecha—. Respingón no le viene mal.<br />

—Compórtate —lo regañó ella, volviendo a juguetear con su<br />

pelo.<br />

—No puedo. Soy adicto a ti —replicó <strong>Gabriel</strong>, moviendo las


cejas— y voy a tener que pasar tres días <strong>de</strong> abstinencia total.<br />

Al llegar al aeropuerto Pearson, Julia se sorprendió al ver que<br />

<strong>Gabriel</strong> la llevaba directamente a la cola para ejecutivos y viajeros <strong>de</strong><br />

primera clase <strong>de</strong> los mostradores <strong>de</strong> Air Canada.<br />

—¿Qué haces? —susurró.<br />

—Facturar —respondió él en el mismo tono, con una sonrisa.<br />

—Pero si sólo tenía dinero para un billete en clase turista...<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla con un <strong>de</strong>do.<br />

—Quiero que estés cómoda. A<strong>de</strong>más, la última vez que volé en<br />

clase turista, acabé manchado <strong>de</strong> orina y me salió más caro, porque<br />

tuve que tirar unos pantalones buenos.<br />

Julia alzó una ceja.<br />

—Tenía puntos por ser cliente habitual, así que compré billetes<br />

<strong>de</strong> clase turista y luego los cambié por éstos. Técnicamente, sólo me<br />

<strong>de</strong>bes el billete en clase turista. Aunque preferiría que no me lo<br />

pagaras.<br />

<strong>El</strong>la seguía mirándolo fijamente.<br />

—¿Orina, <strong>Gabriel</strong>? No sabía que Air Canada tuviese una sección<br />

para pasajeros incontinentes.<br />

Él hizo un vago gesto con la mano.<br />

—No preguntes, pero no me volverá a pasar. A<strong>de</strong>más, así nos<br />

servirán bebidas y algo más sustancial que unas galletas saladas.<br />

La besó con ternura y ella respondió con una sonrisa.<br />

<strong>El</strong> vuelo a Fila<strong>de</strong>lfia fue tranquilo. Tras <strong>de</strong>sconectar la función<br />

teléfono, <strong>Gabriel</strong> siguió instruyendo a Julia en el uso <strong>de</strong>l iPhone. Le<br />

enseñó varias aplicaciones y le preguntó si le gustaría que se las<br />

instalara. Mientras ella examinaba las aplicaciones <strong>de</strong>l iPhone <strong>de</strong> él,<br />

vio que tenía música <strong>de</strong> Mozart, Chopin, Berlioz, Rachmaninoff,<br />

Beethoven, Matthew Barber, Sting, Diana Krall, Loreena McKennitt,<br />

Coldplay, U2, Miles Davis, Arca<strong>de</strong> Fire, Nine Inch Nails...<br />

Al ver ese nombre, reaccionó tocando un botón al azar, que la<br />

llevó a la cuenta <strong>de</strong> correo electrónico <strong>de</strong> la universidad. Le echó un<br />

vistazo rápido y se sorprendió al ver que tanto la profesora Singer<br />

como Paulina Grushcheva le habían escrito recientemente.<br />

Resistiéndose a la tentación <strong>de</strong> leer los mensajes, cerró la aplicación.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba leyendo un artículo <strong>de</strong> una revista académica, ajeno a<br />

lo que acababa <strong>de</strong> pasar.<br />

«¿Por qué le escriben?»<br />

La respuesta era obvia, pero eso no impidió que se siguiera


haciendo todo tipo <strong>de</strong> preguntas, mientras se mordía las uñas,<br />

ausente.<br />

Vio que <strong>Gabriel</strong> había cargado en el teléfono varias <strong>de</strong> las fotos<br />

que le había hecho a ella. Algunas no las había visto. Mientras las<br />

miraba, <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> leer y se dio cuenta <strong>de</strong> lo que estaba<br />

haciendo. Avergonzado, trató <strong>de</strong> arrebatarle el teléfono, pero Julia lo<br />

agarró con más fuerza y se echó a reír.<br />

Él, que no quería ofrecer un espectáculo al resto <strong>de</strong> los<br />

pasajeros, se acercó y le susurró al oído que la besaría hasta hacerle<br />

per<strong>de</strong>r el conocimiento si no se lo <strong>de</strong>volvía.<br />

<strong>El</strong>la se rindió. Devolviéndole el iPhone, se acurrucó contra su<br />

costado. Olvidándose <strong>de</strong> su lectura técnica, <strong>Gabriel</strong> sacó una novela<br />

<strong>de</strong> su maletín.<br />

—¿Qué es? —La suave voz <strong>de</strong> Julia lo arrancó <strong>de</strong> la lectura<br />

pasados unos momentos.<br />

Él le mostró la cubierta. Era <strong>El</strong> fin <strong>de</strong> la aventura, <strong>de</strong> Graham<br />

Greene.<br />

—¿Es bueno?<br />

—Acabo <strong>de</strong> empezarlo, pero es un autor <strong>de</strong> prestigio. Escribió el<br />

guión <strong>de</strong> <strong>El</strong> tercer hombre, una <strong>de</strong> mis películas favoritas.<br />

—<strong>El</strong> título es <strong>de</strong>primente.<br />

—No es lo que parece. —<strong>Gabriel</strong> se removió inquieto en su<br />

asiento—. O sí, pero no. Habla <strong>de</strong> la fe, <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> la lujuria... Te lo<br />

<strong>de</strong>jaré cuando lo acabe. —Con una sonrisa sugerente, se acercó para<br />

susurrarle al oído—: O tal vez te lo lea en voz alta cuando estemos<br />

juntos en la cama.<br />

Julia se ruborizó un poco, pero le <strong>de</strong>volvió la sonrisa.<br />

—Me encantaría.<br />

Él le dio un beso en la frente. <strong>El</strong>la se acomodó un poco más y se<br />

relajó. De vez en cuando, <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> leer y la contemplaba por<br />

encima <strong>de</strong> las gafas.<br />

Le costaba expresar en palabras cómo se sentía cuando tenía a<br />

Julia a su lado. Lo satisfecho que estaba cada vez que ella lo tocaba o<br />

que compartían el placer <strong>de</strong> la música, <strong>de</strong> la literatura, la comida o el<br />

vino. Le inspiraba emociones y <strong>de</strong>seos tan extraños como el <strong>de</strong> querer<br />

leerle en voz alta, compartir cama castamente, llenarla <strong>de</strong> regalos<br />

sencillos o lujosamente <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ntes, protegerla <strong>de</strong> todo mal o<br />

asegurarse <strong>de</strong> que no pasara ni un solo día sin sonreír.<br />

«Tal vez la felicidad sea esto —pensó, intrigado—. Tal vez esto<br />

era lo que tenían Grace y Richard.»


«La amas.»<br />

<strong>Gabriel</strong> se sobresaltó.<br />

«¿De dón<strong>de</strong> ha salido esa voz? ¿Quién ha dicho eso?»<br />

Miró a su alre<strong>de</strong>dor, pero el resto <strong>de</strong> los pasajeros <strong>de</strong> primera<br />

clase estaban ocupados en sus cosas o durmiendo. Nadie prestaba<br />

atención al inquieto viajero ni a la belleza que dormitaba a su lado.<br />

«Es <strong>de</strong>masiado pronto. No es posible que la ame todavía», le<br />

dijo a la voz, fuera quien fuese y volvió a sumergirse en la lectura con<br />

<strong>de</strong>sasosiego.<br />

Al llegar a Fila<strong>de</strong>lfia, fueron al garaje <strong>de</strong>l aeropuerto a buscar el<br />

Jeep Grand Cherokee que <strong>Gabriel</strong> había alquilado.<br />

—¿En qué hotel estamos?<br />

—En el Four Seasons. ¿Lo conoces?<br />

—Sé dón<strong>de</strong> está, pero nunca me he alojado allí.<br />

—Es muy agradable. Te gustará.<br />

Lo que <strong>Gabriel</strong> se olvidó <strong>de</strong> mencionar fue que había reservado<br />

una suite con vistas panorámicas al Logan Circle, la famosa plaza <strong>de</strong>l<br />

centro <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia. También se olvidó <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que la habitación<br />

tenía un precioso baño <strong>de</strong> mármol con una exquisita bañera. Julia se<br />

fijó en ella antes que en las vistas. Tampoco se perdió <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> la<br />

impresionante cesta <strong>de</strong> frutas con la que el director <strong>de</strong>l hotel<br />

obsequiaba a sus mejores clientes.<br />

—<strong>Gabriel</strong> —dijo, casi casi sin aliento—, es preciosa. Me<br />

encantaría tomar un baño <strong>de</strong> espuma, pero...<br />

Él sonrió y, cogiéndola <strong>de</strong>l brazo, la acompañó al cuarto <strong>de</strong><br />

baño.<br />

—Pue<strong>de</strong>s meterte en la bañera tranquilamente. No irrumpiré en<br />

tu intimidad y me comportaré como un perfecto caballero. —Con un<br />

brillo travieso en los ojos, añadió—: A menos que quieras que te frote<br />

la espalda. En ese caso, tendrás que taparme antes los ojos.<br />

Julia se echó a reír.<br />

—Podríamos usar una <strong>de</strong> tus pajaritas —propuso, susurrando.<br />

Ante la expresión sorprendida <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, se echó a reír con más<br />

ganas. Le estaba tomando el pelo.<br />

«¡Descarada!»<br />

Al verla sacar <strong>de</strong> la maleta el albornoz lila y las zapatillas a<br />

juego, se dio cuenta <strong>de</strong> que permanecer en la habitación mientras ella<br />

se daba un baño iba a ser una tortura. Se sentiría como el rey David<br />

tentado por Betsabé así que, murmurando una excusa sobre ir a<br />

buscar un periódico, bajó al bar. No le pareció pru<strong>de</strong>nte sentarse a la


arra, llena <strong>de</strong> mujeres <strong>de</strong> aspecto <strong>de</strong>predador y optó por tomarse una<br />

copa <strong>de</strong> vino y un sándwich en un rincón tranquilo. Consiguió un<br />

ejemplar <strong>de</strong>l Phila<strong>de</strong>lphia Inquirer y pasó la hora siguiente<br />

ahuyentando a las susodichas mujeres y tratando <strong>de</strong> no pensar en el<br />

precioso cuerpo <strong>de</strong> la Betsabé que estaba en su bañera.<br />

Cuando al fin regresó, la habitación entera olía a vainilla. Julia<br />

estaba enroscada como un gatito en la cama. <strong>El</strong> pecho le subía y<br />

bajaba rítmicamente y tenía el pelo, largo y oscuro, extendido sobre el<br />

edredón color ver<strong>de</strong> salvia. Llevaba puesto el albornoz y las zapatillas<br />

<strong>de</strong> tacón.<br />

<strong>Gabriel</strong> la observó dormir unos instantes, sintiendo una gran<br />

emoción. Mientras trataba <strong>de</strong> calmar sus sentimientos, se dio cuenta<br />

<strong>de</strong> que si su relación no avanzaba no era sólo por culpa <strong>de</strong> las normas<br />

<strong>de</strong> la universidad. Él también tenía buena parte <strong>de</strong> culpa o, para ser<br />

más precisos, sus secretos.<br />

Y luego estaban los <strong>de</strong> ella.<br />

Había <strong>de</strong>cidido no hacer el amor con Julia hasta contárselo todo.<br />

Aunque la i<strong>de</strong>a era casi insoportable, sabía que <strong>de</strong>bería esperar<br />

también a que ella se sintiera lo bastante cómoda como para explicarle<br />

lo que callaba. Eso implicaba esperar a que se sintiera lo bastante<br />

segura y fuerte como para confesarle lo que había pasado con Simon.<br />

Si no lo hacían así, nunca llegaría a conocerla <strong>de</strong>l todo. Sólo tendría<br />

acceso a una parte. Y tenían que conocerse el uno al otro<br />

completamente.<br />

Para él era importante no violar las normas <strong>de</strong> la universidad <strong>de</strong><br />

manera literal, aunque en espíritu las estaban violando diariamente. Y<br />

para acabar <strong>de</strong> complicar las cosas, aunque tenía muchas ganas <strong>de</strong><br />

avanzar en su relación, las amenazas <strong>de</strong> Simon habían sido como un<br />

jarro <strong>de</strong> agua fría para ambos.<br />

Estaba seguro <strong>de</strong> que a Julia no le habría importado mantener<br />

contacto manual o incluso oral antes <strong>de</strong> que acabara el semestre. A él,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, le habría servido para mantener a raya su <strong>de</strong>seo, aunque<br />

fuera temporalmente. Pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que su ex novio la hubiera<br />

amenazado con las cintas <strong>de</strong> ví<strong>de</strong>o que tenía en su po<strong>de</strong>r, que<br />

mostraban sus contactos sexuales, sabía que no había la menor<br />

posibilidad <strong>de</strong> que ella aceptara repetir algo así. Estaba <strong>de</strong>cidido a<br />

tratarla con respeto y <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, y a no presionarla para hacer nada<br />

para obtener gratificación sexual momentánea. <strong>Gabriel</strong> necesitaba<br />

intimidad con ella, no sólo contacto sexual. Dadas las previas<br />

vivencias <strong>de</strong> Julia en esos temas, no iba a permitir que su primera


experiencia juntos fuera otra cosa que una relación sexual plena.<br />

Era consciente <strong>de</strong> que, al tomar esa <strong>de</strong>cisión, igual que la<br />

anterior <strong>de</strong> no hacer el amor con ella hasta no revelarle todos sus<br />

secretos, las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> acabar haciendo el amor con Julia<br />

disminuían. Pero <strong>Gabriel</strong> quería más con ella, no menos. Nunca podría<br />

conformarse con unos toqueteos en la oscuridad como los que le<br />

había robado su ex.<br />

Julianne se merecía un hombre que estuviera dispuesto a<br />

dárselo todo con ternura y paciencia, un hombre concentrado en la<br />

unión, no en sus propios <strong>de</strong>seos. Se merecía ser adorada, incluso<br />

venerada, especialmente la primera vez. Que le partiera un rayo si le<br />

daba menos <strong>de</strong> lo que merecía.<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró y miró la hora. Eran casi las dos <strong>de</strong> la<br />

madrugada. Los dos necesitaban <strong>de</strong>scansar. Le quitó las zapatillas y,<br />

levantándola en brazos, trató <strong>de</strong> apartar el edredón sin <strong>de</strong>spertarla. <strong>El</strong><br />

albornoz se abrió, <strong>de</strong>jando al <strong>de</strong>scubierto su elegante cuello, la<br />

clavícula y uno <strong>de</strong> sus pechos. Era perfecto. <strong>El</strong> pezón rosado<br />

contrastaba contra su pálida piel. Tan <strong>de</strong>licado... Tan redondo...<br />

No precisamente lo que necesitaba ver en ese momento.<br />

Luchó por colocarla <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l edredón sin <strong>de</strong>jar más partes <strong>de</strong><br />

su cuerpo al <strong>de</strong>scubierto. Luego, con suaves tironcitos le cerró el<br />

albornoz, resistiendo la tentación <strong>de</strong> sujetar suavemente el pezón<br />

entre los <strong>de</strong>dos. O entre sus labios. Nunca olvidaría esa imagen.<br />

Julianne vestida era espectacular, pero <strong>de</strong>snuda era como una Venus<br />

<strong>de</strong> Botticelli.<br />

Se dirigió a la ventana para contemplar el Logan Circle y rebuscó<br />

en la cesta <strong>de</strong> frutas. Tras servirse un vaso <strong>de</strong> Perrier, se comió una<br />

manzana. Cuando se convenció <strong>de</strong> que podría controlarse, se puso el<br />

pantalón <strong>de</strong>l pijama y una camiseta y, silenciosamente, se metió en la<br />

cama.<br />

Al notar el movimiento, Julia suspiró y se volvió hacia él. <strong>El</strong><br />

insignificante gesto hizo que el corazón se le hinchara en el pecho.<br />

Incluso en sueños lo reconocía y lo <strong>de</strong>seaba. La abrazó, envuelta en el<br />

edredón, y le dio un beso <strong>de</strong> buenas noches.<br />

Mientras se dormía, dio las gracias porque el fin <strong>de</strong>l semestre<br />

estuviera tan cercano.<br />

Cuando llegaron a Selinsgrove, la tar<strong>de</strong> siguiente, fueron<br />

directamente a casa <strong>de</strong> Richard. En cuanto aparcaron, Julia llamó a su<br />

padre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el coche.


—¡Jules! Bienvenida a casa. ¿Habéis tenido un buen vuelo?<br />

—Muy bueno. Hemos tenido que salir muy temprano, pero ha<br />

valido la pena.<br />

Tom soltó el aire con fuerza.<br />

—Por cierto, quería comentarte una cosa. Ya le he dicho a<br />

Richard que no podré cenar con vosotros. Deb se enfadó un poco<br />

cuando le dije que no iría a su casa por Acción <strong>de</strong> Gracias, así que<br />

finalmente le dije que cenaría con ella y los niños. Rachel sugirió que<br />

te quedaras con ellos para que no estés sola esta noche.<br />

—Oh. —Julia miró a <strong>Gabriel</strong> con sentimientos encontrados.<br />

—Deb dice que estaría encantada <strong>de</strong> que fueras a cenar.<br />

—No insistas.<br />

Su padre suspiró.<br />

—Entonces, ¿qué te parece si nos encontramos en el<br />

restaurante Kinfolks mañana por la mañana y <strong>de</strong>sayunamos juntos?<br />

Julia se mordió las uñas, preguntándose por qué siempre<br />

ocupaba un segundo o un tercer lugar en la vida <strong>de</strong> su padre.<br />

—De acuerdo. Le pediré a Rachel que me lleve. ¿A las nueve?<br />

—Perfecto. Ah y, Jules, dales recuerdos a Richard y a Aaron. Y<br />

mantente alejada <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

<strong>El</strong>la se ruborizó intensamente.<br />

—Adiós, papá.<br />

Colgó el teléfono y, mirando a <strong>Gabriel</strong>, preguntó:<br />

—Has oído eso, ¿no?<br />

—Sí. —Cogiéndole una mano entre las suyas, le acarició la<br />

palma con el pulgar—. Pronto sabrán que estamos aquí. ¿Cómo<br />

reaccionó Tom cuando le contaste lo <strong>de</strong> Simon?<br />

Julia bajó la vista hacia sus manos unidas.<br />

—¿Julianne?<br />

—Lo siento. Sí, me dijo que no volvería a darle mi número.<br />

—¿Le mencionaste lo <strong>de</strong>l ví<strong>de</strong>o? —preguntó él, muy serio.<br />

—No. Y no pienso hacerlo.<br />

—Es tu padre, Julianne. ¿No <strong>de</strong>bería saber lo que está pasando<br />

para que pueda protegerte?<br />

Encogiéndose <strong>de</strong> hombros, ella miró por la ventana.<br />

—¿Qué podría hacer? Es mi palabra contra la suya.<br />

<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> acariciarla en seco.<br />

—¿Fue eso lo que dijo tu padre?<br />

—No exactamente.<br />

—¿No se lo tomó en serio?


—Simon lo tiene engañado, igual que tiene engañados a todos<br />

los <strong>de</strong>más. Papá cree que es un malentendido.<br />

—¿Y por qué <strong>de</strong>monios cree eso? Eres su hija, por el amor <strong>de</strong><br />

Dios.<br />

—A él, Simon le gustaba mucho. Y no sabe lo que pasó entre<br />

nosotros.<br />

—¿Por qué no se lo contaste?<br />

Julia se volvió hacia él con una mirada <strong>de</strong>sesperada.<br />

—Porque no quiero que lo sepa. No me creería. Ya perdí a mi<br />

madre. No quiero per<strong>de</strong>r también a mi padre.<br />

—Julia, ¿cómo iba a abandonarte tu padre por romper con tu<br />

novio?<br />

—Lleva toda la vida observándome para ver si acabo como mi<br />

madre. No quiero que me vea así. Es la única familia que me queda.<br />

Cerrando los ojos, <strong>Gabriel</strong> apoyó la cabeza en el asiento.<br />

—Si ese chico te obligó a hacer cosas contra tu voluntad, si te<br />

atacó o si abusó <strong>de</strong> ti, tienes que contárselo a tu padre. Él tiene que<br />

saberlo.<br />

—Demasiado tar<strong>de</strong>.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió los ojos y, volviéndose hacia ella, le sujetó la cara<br />

entre las manos.<br />

—Julia, escúchame bien. Algún día vas a tener que contárselo a<br />

alguien.<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó para no llorar.<br />

—Lo sé.<br />

—Me gustaría ser la persona a la que se lo explicaras.<br />

Julia asintió, pero no le prometió nada.<br />

Inclinándose, <strong>Gabriel</strong> le dio un casto beso en los labios.<br />

—Vamos. Nos estarán esperando.<br />

Al cruzar el umbral, ella se sintió... rara. Los muebles seguían en<br />

el mismo sitio <strong>de</strong> siempre y la <strong>de</strong>coración no había cambiado, excepto<br />

por la ausencia <strong>de</strong> flores frescas, que Grace siempre colocaba en un<br />

gran jarrón, en una mesita a la entrada. Pero ahora, sólo entrar y mirar<br />

a su alre<strong>de</strong>dor, se dio cuenta <strong>de</strong> que la casa estaba vacía, fría y<br />

solitaria, a pesar <strong>de</strong> estar llena <strong>de</strong> gente. Grace había sido el corazón<br />

<strong>de</strong> aquella familia y todo el mundo notaba su ausencia.<br />

Julia se estremeció. Instintivamente, <strong>Gabriel</strong> le puso la mano en<br />

la parte baja <strong>de</strong> la espalda —una suave presión, un calor<br />

tranquilizador— hasta que el escalofrío <strong>de</strong>sapareció. Ni siquiera se<br />

habían mirado. Cuando él apartó la mano, ella sintió su ausencia. Se


preguntó qué significaría todo aquello.<br />

—¡Julia! —Rachel salió corriendo <strong>de</strong> la cocina—. Me alegro tanto<br />

<strong>de</strong> que estés aquí...<br />

Cuando las dos amigas acabaron <strong>de</strong> abrazarse, Rachel hizo lo<br />

propio con <strong>Gabriel</strong>. Scott, Aaron y Richard se levantaron <strong>de</strong> su silla<br />

para saludar a los recién llegados.<br />

Julia empezó a <strong>de</strong>cirle a Richard lo mucho que sentía no haber<br />

podido asistir al funeral, pero Rachel la interrumpió:<br />

—Vamos, quítate el chaquetón. Estoy preparando unos Flirtinis.<br />

<strong>Gabriel</strong>, sírvete lo que quieras. Hay cerveza en la nevera.<br />

Julia murmuró algo que <strong>Gabriel</strong> no entendió y las dos<br />

<strong>de</strong>saparecieron en la cocina, <strong>de</strong>jando a los hombres ocupados con el<br />

partido <strong>de</strong> fútbol americano.<br />

—Espero que <strong>Gabriel</strong> haya sido educado durante el viaje —dijo<br />

Rachel, vertiendo los ingredientes en la licorera.<br />

—Muy educado. Me alegro <strong>de</strong> que se ofreciera a traerme, o<br />

habría tenido que hacer autostop. Al final, papá ha <strong>de</strong>cidido pasar la<br />

noche con Deb y sus hijos. Me temo que voy a tener que dormir aquí.<br />

Puso los ojos en blanco, todavía <strong>de</strong>cepcionada porque su padre<br />

hubiera elegido a su novia en vez <strong>de</strong> a ella.<br />

Rachel le dio ánimos con una sonrisa y se alcanzó un Flirtini.<br />

—Necesitas una copa. Pue<strong>de</strong>s quedarte todo el fin <strong>de</strong> semana si<br />

quieres. ¿Quién <strong>de</strong>sea estar sola en casa pudiendo estar aquí,<br />

bebiendo cócteles?<br />

Julia se echó a reír y dio un sorbo a la bebida con <strong>de</strong>masiado<br />

entusiasmo. Las amigas se pusieron al día <strong>de</strong> las noveda<strong>de</strong>s. Cuando<br />

iban ya por la segunda ronda <strong>de</strong> Flirtinis y la conversación había<br />

empezado a subir <strong>de</strong> tono, el partido acabó, liberando a los hombres<br />

<strong>de</strong> la gran pantalla plana <strong>de</strong> plasma que dominaba el salón. Grace la<br />

había con<strong>de</strong>nado al sótano, pero tras su muerte, Richard la había<br />

indultado.<br />

Se reunieron con las dos jóvenes en la cocina, pasándose<br />

aperitivos y botellas <strong>de</strong> cerveza y ofreciéndole a Rachel consejos no<br />

<strong>de</strong>seados para la cocción <strong>de</strong>l pavo orgánico criado en granja.<br />

—Lleva <strong>de</strong>masiado tiempo en el horno. Estará más seco que el<br />

pavo que sale en la película ¡Socorro! Ya es Navidad. —Scott le guiñó<br />

un ojo a Julia a espaldas <strong>de</strong> su hermana.<br />

—Scott, o paras o te trincharé a ti en vez <strong>de</strong> al pavo. —Rachel<br />

abrió la puerta <strong>de</strong>l horno y empezó a rociar la carne con salsa<br />

ansiosamente, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> controlar el termómetro.


—Tiene un aspecto estupendo, cariño —observó Aaron, dándole<br />

un beso en la mejilla y aprovechando la distracción para arrebatarle el<br />

cucharón que ella estaba usando para bañar el pavo con su salsa.<br />

Temía que Rachel lo usara para atacar con él a su hermano.<br />

Scott era el mayor <strong>de</strong> los hijos biológicos <strong>de</strong> Grace y Richard.<br />

Tenía cinco años más que Rachel. Era divertido, <strong>de</strong>spreocupado y, a<br />

menudo, grosero. Era un par <strong>de</strong> centímetros más alto que <strong>Gabriel</strong> y un<br />

poco más fuerte. Igual que Rachel, había sacado el pelo y los ojos <strong>de</strong><br />

su padre. Y, al igual que éste, tenía un gran corazón, excepto en lo<br />

que a su hermano adoptivo se refería.<br />

—Julia, me alegro mucho <strong>de</strong> volver a verte —dijo Richard,<br />

sentándose a su lado en un taburete—. Rachel me ha contado que te<br />

va muy bien en la universidad.<br />

<strong>El</strong>la sonrió. Richard era un hombre guapo, con una belleza<br />

clásica. Tenía el pelo claro, que empezaba a llenársele <strong>de</strong> canas, y<br />

una mirada amable. Era profesor <strong>de</strong> biología en la Universidad <strong>de</strong><br />

Susquehanna, especializado en anatomía humana y, más<br />

concretamente, en el cerebro y las neuronas. A pesar <strong>de</strong> su encanto y<br />

su inteligencia, a menudo era el último en participar en una<br />

conversación. Su carácter callado se había complementado<br />

perfectamente con el extrovertido <strong>de</strong> Grace. Sin ella, parecía... a la<br />

<strong>de</strong>riva. Julia sintió su soledad, que también era visible en las arrugas<br />

que le habían aparecido alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ojos. Estaba claramente más<br />

viejo y más <strong>de</strong>lgado.<br />

—Y yo me alegro <strong>de</strong> estar aquí, Richard. Siento no haber podido<br />

venir en setiembre. —Él la tranquilizó con unas palmaditas en la<br />

mano—. Sí, las clases me van muy bien. Estoy muy contenta.<br />

Trató <strong>de</strong> no removerse en el asiento, especialmente al notar un<br />

par <strong>de</strong> ojos azules clavados en ella.<br />

—<strong>Gabriel</strong> me dijo que estabas en su clase.<br />

—Es verdad, ¿qué tal? —preguntó Scott—. ¿Entien<strong>de</strong>s algo <strong>de</strong><br />

lo que dice o necesitas intérprete?<br />

Aunque Julia sabía que Scott estaba bromeando, vio <strong>de</strong> reojo<br />

que <strong>Gabriel</strong> hacía una mueca.<br />

—Es mi clase favorita —respondió suavemente—. <strong>El</strong> seminario<br />

<strong>de</strong>l profesor Emerson tiene fama <strong>de</strong> ser el mejor en su especialidad.<br />

En octubre dio una conferencia a la que asistieron más <strong>de</strong> cien<br />

personas. Su fotografía salió en el periódico <strong>de</strong> la universidad.<br />

Rachel alzó las cejas y miró alternativamente a Julia y <strong>Gabriel</strong>.<br />

—<strong>El</strong> profesor Emerson, ¿eh? Caramba, Gabe. ¿Te pone que te


llamen así? ¿Tus mujeres también te llaman así en la cama?<br />

—preguntó Scott, riéndose a carcajadas.<br />

—En primer lugar, no tengo mujeres. Y no, la maravillosa dama<br />

con la que estoy saliendo no me llama así —respondió <strong>Gabriel</strong> en tono<br />

frío y hostil, mientras se marchaba <strong>de</strong> la cocina.<br />

—Scott, te he dicho que te comportaras —lo reprendió su padre<br />

en voz baja.<br />

—Estaba bromeando. Siempre se lo toma todo tan a pecho...<br />

Necesita relajarse un poco. A<strong>de</strong>más, siempre ha sido un mujeriego.<br />

No entiendo por qué se ha molestado.<br />

—Parece que ahora tiene novia. Esperemos que lo haga feliz<br />

—intervino Aaron, sorpren<strong>de</strong>ntemente comprensivo.<br />

La expresión <strong>de</strong> Richard era difícil <strong>de</strong> interpretar.<br />

—A ver. Esto ya va a ser bastante duro sin necesidad <strong>de</strong> toda<br />

esta mierda pasivo-agresiva —dijo Rachel levantando la voz y mirando<br />

a su hermano con los brazos en jarras—. Perdón por el lenguaje,<br />

papá.<br />

—¿Por qué siempre tiene que ser el centro <strong>de</strong> todo? La última<br />

vez que conté, éramos cuatro en esta casa. —Scott ya no estaba<br />

bromeando.<br />

—Porque está tratando <strong>de</strong> mejorar, que es más <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> ti. Y ahora, ven aquí, escurre esas patatas y empieza a<br />

machacarlas para hacer el puré mientras Aaron saca el pavo <strong>de</strong>l<br />

horno. Julia, ¿pue<strong>de</strong>s ir a buscar a <strong>Gabriel</strong>, por favor? Me gustaría que<br />

subiera un par <strong>de</strong> botellas <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>ga.<br />

—Puedo hacerlo yo —se ofreció Richard—. Tal vez <strong>de</strong>beríamos<br />

darle un momento.<br />

—Ya ha tenido un momento. Si Scott promete comportarse, no<br />

habrá más problemas. —Fulminó a su hermano con la mirada hasta<br />

que él asintió—. A<strong>de</strong>más, papá, necesito que tú trinches el pavo.<br />

¿Julia?<br />

Rachel le hizo un gesto con la cabeza y ella asintió, saliendo <strong>de</strong><br />

la cocina. Tras subir rápidamente la escalera, recorrió el pasillo hasta<br />

la puerta entreabierta <strong>de</strong> la antigua habitación <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Llamó con<br />

suavidad.<br />

—A<strong>de</strong>lante. —Sonaba enfadado.<br />

La habitación estaba igual que cuando tenía diecisiete años. Lo<br />

único que faltaba eran los carteles <strong>de</strong> grupos musicales y las fotos <strong>de</strong><br />

mujeres ligeras <strong>de</strong> ropa. Una gran cama ocupaba el centro <strong>de</strong> la<br />

estancia, frente a una ventana que mostraba una vista panorámica <strong>de</strong>l


osque <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casa. En una <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s había un gran<br />

armario ropero antiguo. En la <strong>de</strong> enfrente, tres estanterías y un equipo<br />

<strong>de</strong> música. Las cortinas y la ropa <strong>de</strong> cama eran <strong>de</strong> color azul oscuro,<br />

igual que la alfombra.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba <strong>de</strong>shaciendo el equipaje, colocando la ropa<br />

metódicamente encima <strong>de</strong> la cama. Al verla, se incorporó y sonrió.<br />

—¿Ves por qué prefiero alojarme en un hotel?<br />

—Lo siento, <strong>Gabriel</strong>. Debería haber hecho algo. O haber dicho<br />

algo.<br />

—No. Tienes que hacer lo que suelo hacer yo. Aceptar las<br />

bromas y callar. —Soltando lo que tenía en las manos, se acercó a<br />

ella rápidamente y la abrazó—. Me alegro <strong>de</strong> que estemos llevando<br />

nuestra relación en secreto. Scott no tiene muy buena opinión <strong>de</strong> mí y<br />

tu reputación saldría perjudicada por asociación.<br />

—No me importa que me critique.<br />

Él sonrió y le acarició la mejilla.<br />

—A mí sí me importa. Me importa mucho. —Se aclaró la<br />

garganta—. Esta noche, cuando todos se hayan acostado, me<br />

gustaría que fuésemos a dar un paseo.<br />

—Me encantaría.<br />

—Al menos, así tendré algo agradable que esperar.<br />

<strong>Gabriel</strong> la abrazó apasionadamente. Su lengua se coló en su<br />

boca mientras las manos se le iban a su culo, que le apretó sin<br />

ninguna vergüenza.<br />

Julia se permitió olvidarse <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba durante unos<br />

instantes, pero luego lo apartó <strong>de</strong> un empujón.<br />

—No... No po<strong>de</strong>mos.<br />

Los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> tenían un brillo salvaje.<br />

—Pero te necesito... —Agarrándola con fuerza, le hundió las<br />

manos en el pelo—. Te necesito, Julianne. Ahora.<br />

Las entrañas <strong>de</strong> ella se licuaron al oír la <strong>de</strong>sesperación en sus<br />

palabras. <strong>Gabriel</strong> le besó el cuello, abriéndole el cuello <strong>de</strong> la blusa con<br />

la boca y mordisqueándole la clavícula. Cerrando la puerta <strong>de</strong> la<br />

habitación con el pie, le <strong>de</strong>sabrochó dos botones, apartando la tela<br />

para <strong>de</strong>jar al <strong>de</strong>scubierto la piel <strong>de</strong> encima <strong>de</strong>l sujetador. Luego la<br />

levantó y la apoyó contra la puerta, ro<strong>de</strong>ándose la cintura con sus<br />

piernas. Al notar el contacto directo entre ellos, Julia ahogó un grito.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició el pecho con los labios, hundiendo la punta <strong>de</strong><br />

la lengua bajo el sujetador rosa palo. <strong>El</strong>la echó la cabeza hacia atrás y<br />

gruñó, buscando la cabeza <strong>de</strong> él a ciegas, enlazando las manos en su


pelo, animándolo a seguir. <strong>Gabriel</strong> respondió resiguiendo la línea <strong>de</strong>l<br />

sujetador con un <strong>de</strong>do, mientras con la otra mano seguía sujetándola<br />

por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l muslo.<br />

Julia abrió los ojos <strong>de</strong> repente al notar que le estaba sujetando el<br />

pecho en la palma <strong>de</strong> la mano y que su boca le succionaba la base <strong>de</strong>l<br />

cuello. En contra <strong>de</strong> su voluntad, le apartó la mano y se movió para<br />

que le soltara el cuello.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, lo siento. No po<strong>de</strong>mos —dijo, colocándose bien el<br />

sujetador. Se movió <strong>de</strong> un lado a otro, pero él no la soltó. Lo que vio<br />

en sus ojos la hizo ruborizar—. Sé que estás disgustado y me gustaría<br />

consolarte, pero nos están esperando abajo. Rachel quiere que elijas<br />

el vino para la cena.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró <strong>de</strong> otra manera y la <strong>de</strong>positó en el suelo con<br />

suavidad. <strong>El</strong>la se abrochó la blusa rápidamente y se puso bien los<br />

pantalones.<br />

—Tienes una opinión <strong>de</strong>masiado buena <strong>de</strong> mí.<br />

Julia recorrió el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la alfombra con la punta <strong>de</strong>l botín.<br />

—Lo dudo.<br />

—Lo que acabo <strong>de</strong> hacer no ha sido agradable ni apropiado. Lo<br />

siento mucho.<br />

Con un <strong>de</strong>do, le acarició la mancha roja que había aparecido en<br />

el lugar don<strong>de</strong> la había succionado, antes <strong>de</strong> abrocharle la blusa hasta<br />

arriba. Ahora parecía una amish.<br />

Julia le miró los ojos, oscuros y preocupados.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, estás cansado <strong>de</strong>l viaje y esta reunión no resulta fácil.<br />

Sé que no ibas en serio. Te sientes mejor cuando me tocas y,<br />

francamente, a mí me pasa lo mismo —confesó, mirando al suelo.<br />

—Ven aquí —susurró él, envolviéndola en un cálido abrazo—.<br />

Te equivocas en una cosa. Iba muy en serio. Por supuesto que me<br />

siento mejor cuando te toco, pero eso no es excusa. Siento haberte<br />

asaltado <strong>de</strong> esta manera. He perdido la cabeza.<br />

Parecía asqueado <strong>de</strong> sí mismo.<br />

—No me has hecho daño.<br />

Él sonrió y le dio un beso en la frente.<br />

—Me esforzaré para ser digno <strong>de</strong> ti. Si no estuvieras aquí, ya me<br />

habría marchado.<br />

—No, no lo habrías hecho. Richard te necesita. Y tú no lo<br />

abandonarías en la adversidad.<br />

Una sombra cruzó el rostro <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Con un último beso, más<br />

<strong>de</strong> amigo que <strong>de</strong> amante, se volvió hacia la maleta.


Julia salió <strong>de</strong> la habitación y bajó la escalera, preguntándose qué<br />

pasaría durante la cena. Se <strong>de</strong>tuvo en el <strong>de</strong>scansillo a mirarse en el<br />

espejo, esperando que no se notara que acababa <strong>de</strong> pasar unos<br />

momentos furtivos <strong>de</strong> intimidad con su profesor.


25<br />

Rachel se había encargado <strong>de</strong> distribuir a los invitados en la<br />

mesa. <strong>El</strong>la ocupó el lugar <strong>de</strong> Grace, para estar más cerca <strong>de</strong> la cocina,<br />

y Richard se sentó a la cabecera; como siempre. Scott y Aaron<br />

estaban sentados en un lado y Julia y <strong>Gabriel</strong> en el otro. Aunque <strong>de</strong><br />

vez en cuando ella notaba los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> mirándola, para su<br />

<strong>de</strong>cepción, éste no hizo ningún intento <strong>de</strong> tocarla por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

mesa.<br />

A Rachel no se le pasó por alto la nueva imagen amish <strong>de</strong> su<br />

amiga. Miró a <strong>Gabriel</strong> alzando una ceja, pero éste ignoró a su<br />

hermana y se concentró en la servilleta <strong>de</strong> hilo.<br />

Antes <strong>de</strong> empezar a comer, Richard les pidió que se dieran las<br />

manos para ben<strong>de</strong>cir la mesa. Al darle la mano a <strong>Gabriel</strong>, a Julia le<br />

pasó la corriente e, instintivamente, se soltó. Los ojos <strong>de</strong> halcón <strong>de</strong><br />

Rachel tampoco se perdieron <strong>de</strong>talle esta vez, pero no dijo nada,<br />

sobre todo porque Julia volvió a darle la mano a <strong>Gabriel</strong> en seguida.<br />

—Padre, te damos gracias por este día y por los muchos dones<br />

que hemos recibido. Gracias por nuestro país, nuestro hogar y la<br />

comida que vamos a tomar. Gracias por mi hermosa familia y por<br />

po<strong>de</strong>r estar juntos; por mi preciosa esposa, el amor <strong>de</strong> mi vida...<br />

Seis pares <strong>de</strong> ojos se abrieron al unísono. Cinco <strong>de</strong> ellos se<br />

volvieron hacia la cabecera <strong>de</strong> la mesa. Un par <strong>de</strong> ojos grises se<br />

cerraron y una mano los cubrió.<br />

Había sido un lapsus. Las palabras se le habían escapado sin<br />

pensar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años <strong>de</strong> repetirlas. Pero el efecto fue<br />

inmediato y dramático. Los hombros <strong>de</strong> Richard empezaron a temblar.<br />

—Oh, Dios mío —murmuró Julia.<br />

Rachel salió disparada a abrazar y consolar a su padre,<br />

intentando contener las lágrimas. Aaron acabó la plegaria por Richard<br />

como si no hubiera pasado nada. Cuando dijeron «Amén», casi todos<br />

se secaron alguna lágrima. Empezaron a pasarse el pavo, las<br />

verduras y el puré <strong>de</strong> patatas <strong>de</strong> Scott.<br />

Excepto <strong>Gabriel</strong>, que permaneció inmóvil, con los puños<br />

apretados a los costados, mientras era testigo <strong>de</strong> las lágrimas <strong>de</strong> su<br />

padre adoptivo. Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa, Julia le buscó la rodilla con la<br />

mano. Al ver que no protestaba ni hacía muecas, la <strong>de</strong>jó allí. Al cabo<br />

<strong>de</strong> un rato, él le tomó la mano y le dio un apretón.


Julia notó que el cuerpo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se relajaba antes <strong>de</strong> soltarla.<br />

Durante el resto <strong>de</strong> la cena, él mantuvo el pie enlazado con el <strong>de</strong> ella,<br />

en secreto.<br />

Mientras disfrutaban <strong>de</strong> una tarta <strong>de</strong> calabaza comprada en la<br />

tienda, Richard le contó a Julia que en enero se trasladaría a Fila<strong>de</strong>lfia<br />

para iniciar una nueva vida. Iba a trabajar como investigador en el<br />

Centro <strong>de</strong> Neurociencia <strong>de</strong>l hospital <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Temple.<br />

—¿Has vendido la casa?<br />

Richard <strong>de</strong>svió la vista hacia <strong>Gabriel</strong> antes <strong>de</strong> volver a mirar a<br />

Julia.<br />

—Sí, he comprado un piso cerca <strong>de</strong> Rachel y Aaron. En<br />

Fila<strong>de</strong>lfia podré centrarme en la investigación y no tendré que dar<br />

clases. Creo que aún no ha llegado el momento <strong>de</strong> retirarme, pero sí<br />

me apetece mucho cambiar <strong>de</strong> actividad.<br />

Julia se entristeció al pensar que la casa iba a pasar a otras<br />

manos, pero en voz alta apoyó la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Richard.<br />

«Por eso <strong>Gabriel</strong> quiere ir a pasear esta noche por el huerto.»<br />

—Bueno, <strong>Gabriel</strong>, ¿por qué no le cuentas a todo el mundo lo <strong>de</strong><br />

tu viaje a Italia? —Richard le dirigió una sonrisa orgullosa a su hijo<br />

adoptivo.<br />

Varias cosas pasaron a la vez. Rachel y Aaron se volvieron<br />

hacia Julia, que siguió comiendo la tarta <strong>de</strong> calabaza como si no<br />

pasara nada, tratando <strong>de</strong> que no se le notara que se había quedado<br />

<strong>de</strong> piedra. <strong>Gabriel</strong> le buscó la mano por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa mientras<br />

apretaba tanto los dientes que a ella le pareció oírlos.<br />

—¿Te vas a Italia? —preguntó Scott—. Ojalá yo también tuviera<br />

un fondo <strong>de</strong> inversiones que me permitiera irme <strong>de</strong> viaje. Me<br />

encantaría ir a Italia —añadió, guiñándole un ojo a Julia.<br />

Richard miró a <strong>Gabriel</strong> expectante, y Julia vio que éste luchaba<br />

para disimular el enfado que sentía antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />

—Me han invitado a dar una conferencia en la Galería <strong>de</strong> los<br />

Uffizi, en Florencia —respondió con sequedad.<br />

—¿Cuándo irás?<br />

—A principios <strong>de</strong> diciembre.<br />

—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —preguntó Aaron.<br />

—Una semana o dos. Tal vez algo más. Los organizadores han<br />

planeado varios actos y pensaba aprovechar para investigar algunos<br />

temas para mi segundo libro mientras estoy allí. Pero ya veremos.<br />

Apretó la mano <strong>de</strong> Julia por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa. <strong>El</strong>la había<br />

perdido la fuerza y tenía la mano como muerta. Permanecía con la


vista clavada en la tarta <strong>de</strong> calabaza, masticando <strong>de</strong>spacio. Nadie se<br />

había dado cuenta <strong>de</strong> que tenía los ojos húmedos. No se atrevía a<br />

mirar a <strong>Gabriel</strong>.<br />

Después <strong>de</strong> cenar, todos colaboraron recogiendo la mesa y<br />

lavando platos. <strong>Gabriel</strong> trató <strong>de</strong> hablar con Julia a solas, pero los<br />

interrumpían constantemente. Por fin, se rindió y acompañó a Richard<br />

al porche mientras el resto <strong>de</strong> la familia se apilaba en los sofás <strong>de</strong>l<br />

salón para escuchar música mala <strong>de</strong> los años ochenta.<br />

La elección había sido <strong>de</strong> Scott, que se puso a bailar cuando<br />

empezó a sonar Tainted Love, <strong>de</strong> Soft Cell, entre las burlas <strong>de</strong> Rachel<br />

y <strong>de</strong> Julia.<br />

Aaron no entendía la fascinación que tanta gente sentía por la<br />

música <strong>de</strong> los ochenta, ni le veía la gracia a la manera <strong>de</strong> bailar<br />

ecléctica <strong>de</strong> Scott, pero le <strong>de</strong>dicó una sonrisa educada mientras bebía<br />

cerveza.<br />

Cuando empezó a sonar Don’t You Forget About Me, Julia supo<br />

que había llegado la hora <strong>de</strong> ir a buscar una segunda copa. Una vez<br />

en la cocina, se encontró mirando por la ventana a <strong>Gabriel</strong> y a<br />

Richard, que estaban sentados en sillas Adirondack, con los abrigos<br />

puestos.<br />

—Hola, Julia —la saludó Aaron, abriendo la nevera y sacando<br />

otra cerveza—. ¿Una Corona?<br />

—Gracias. —Julia la aceptó, francamente agra<strong>de</strong>cida.<br />

—¿Lima? —Aaron señaló un cuenco con trozos <strong>de</strong> lima en la<br />

encimera.<br />

Al verla intentar introducir el trozo <strong>de</strong> lima en la estrecha abertura<br />

<strong>de</strong> la botella, se apiadó <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Quieres que lo haga yo?<br />

—Por favor.<br />

Aaron era un especialista en cervezas Corona. Metió la lima<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l botellín y, cerrando la abertura con el pulgar, lo puso boca<br />

abajo, enviando la fruta al fondo. Luego le dio la vuelta y <strong>de</strong>jó escapar<br />

el aire comprimido muy lentamente. Con una mirada <strong>de</strong> satisfacción,<br />

se lo <strong>de</strong>volvió.<br />

—Así es como se hace —le dijo sonriendo.<br />

<strong>El</strong>la dio un trago y le <strong>de</strong>volvió la sonrisa. Tenía razón. La cerveza<br />

estaba muy buena.<br />

—Eres un buen hombre, Aaron. —Julia se sorprendió al darse<br />

cuenta <strong>de</strong> que lo había dicho en voz alta.<br />

Él se ruborizó, pero no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> sonreír.


—¿Cómo estás?<br />

Julia se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Bien. Tengo mucho trabajo, pero no se me da mal. Voy a<br />

presentar solicitu<strong>de</strong>s a varias universida<strong>de</strong>s para hacer varios cursos<br />

<strong>de</strong> doctorado el año que viene. Espero que me admitan en alguna.<br />

Aaron asintió y le dirigió una mirada seria pero comprensiva.<br />

—Rachel me contó que Simon te había llamado. No quiero<br />

disgustarte, pero estamos preocupados por ti. ¿De verdad estás bien?<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó al darse cuenta <strong>de</strong> lo que Aaron le estaba<br />

diciendo. <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haberle contado a Rachel la llamada <strong>de</strong><br />

Simon.<br />

—Me asusté. A pesar <strong>de</strong> estar tan lejos, logró localizarme. Y no<br />

le gustó lo que le dije.<br />

Él le dio unas palmaditas en el brazo.<br />

—Ahora estás aquí. Formamos una familia y nos protegemos<br />

entre nosotros. Si se atreve a aparecer por aquí, me encargaré <strong>de</strong><br />

darle su merecido. No sabes las ganas que tengo <strong>de</strong> darle una paliza.<br />

Qué mejor manera <strong>de</strong> liberar tensiones que darle su merecido a<br />

alguien como él.<br />

Sonrió y bebió un nuevo sorbo.<br />

Julia asintió, pero no le <strong>de</strong>volvió la sonrisa.<br />

—¿Qué pasa con la boda? Rachel me dijo que ya teníais fecha,<br />

pero cuando se lo he preguntado esta noche se ha cerrado como una<br />

ostra y no me dicho nada.<br />

Aaron negó con la cabeza.<br />

—No se lo digas a nadie. Habíamos pensado casarnos en julio.<br />

Pero esta noche, al ver a su padre romperse al ben<strong>de</strong>cir la mesa, me<br />

ha dicho que no era un buen momento para anunciarlo. Así que<br />

volvemos a estar don<strong>de</strong> estábamos. Comprometidos, pero sin fecha.<br />

Bajó la cabeza y se secó la comisura <strong>de</strong> un ojo.<br />

Julia sintió lástima por él.<br />

—Rachel te quiere y se casará contigo, pero quiere tener una<br />

boda feliz, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> una familia feliz. Lo logrará, aunque tengáis que<br />

esperar un poco.<br />

—¿Y yo? ¿No le importa que yo sea feliz? —murmuró y la<br />

mirada se le endureció momentáneamente. En seguida suspiró y negó<br />

con la cabeza—. No era eso lo que quería <strong>de</strong>cir. La amo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />

años. Yo no quería que nos fuéramos a vivir juntos. Quería que nos<br />

casáramos antes <strong>de</strong> entrar en la universidad. Pero ella siempre quiere<br />

esperar. Tanta espera me está matando, Jules.


—Para algunas personas, el matrimonio sólo es un trozo <strong>de</strong><br />

papel. Rachel tiene suerte <strong>de</strong> que tú pienses <strong>de</strong> otra manera.<br />

—No es sólo un trozo <strong>de</strong> papel. Quiero estar junto a ella y<br />

prometerle mi amor frente a Dios y todos nuestros amigos. Quiero que<br />

sea mía, pero no como ni novia, sino como mi mujer. Quiero lo que<br />

Richard y Grace tenían, pero algunos días me pregunto si será<br />

posible.<br />

Julia le ro<strong>de</strong>ó el hombro con un brazo y lo abrazó con timi<strong>de</strong>z.<br />

—Ya verás como sí. Ten fe. En cuanto Richard se mu<strong>de</strong> a<br />

Fila<strong>de</strong>lfia y empiece una nueva vida, Rachel se dará cuenta <strong>de</strong> que<br />

tenéis <strong>de</strong>recho a ser felices. Estar en esta casa sin Grace es muy duro<br />

para todos. Está tan vacía sin ella...<br />

Aaron asintió y vació el resto <strong>de</strong>l botellín.<br />

—Scott ha puesto una lenta. Rachel querrá bailar. Si me<br />

disculpas... —Desapareció en el salón, <strong>de</strong>jando a Julia con una<br />

cerveza perfecta y unos pensamientos imperfectos.<br />

Mientras tanto, Richard y <strong>Gabriel</strong> estaban disfrutando <strong>de</strong> los<br />

regalos <strong>de</strong> éste: puros habanos que había traído <strong>de</strong> contrabando <strong>de</strong><br />

Canadá y una botella <strong>de</strong>l whisky escocés favorito <strong>de</strong> Richard, The<br />

Glenrothes.<br />

—Grace nunca nos habría permitido hacer esto <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> casa<br />

—reflexionó Richard, soltando anillos <strong>de</strong> humo hacia el cielo oscuro y<br />

aterciopelado <strong>de</strong> noviembre.<br />

—No creo que a nadie le importara ahora.<br />

Richard le <strong>de</strong>dicó una sonrisa triste.<br />

—A mí me importaría. Por ella. Gracias, por cierto. Creo que son<br />

los mejores que he probado.<br />

—De nada.<br />

Tras brindar y <strong>de</strong>searse salud, volvieron a guardar silencio<br />

mientras contemplaban el bosque <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casa y las <strong>de</strong>licadas<br />

estrellas.<br />

—Julia tiene buen aspecto. ¿Os veis a menudo?<br />

<strong>Gabriel</strong> echó la ceniza en el cenicero que había entre los dos.<br />

—Está en mi clase.<br />

—Ha crecido. Y parece una persona mucho más segura.<br />

—Richard aspiró el humo <strong>de</strong>l puro, pensativo—. Tu universidad le<br />

sienta bien.<br />

<strong>Gabriel</strong> se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Grace la quería mucho —continuó el hombre y miró <strong>de</strong> reojo a<br />

su hijo adoptivo, que no reaccionó <strong>de</strong> ninguna manera—. Antes <strong>de</strong> que


me mu<strong>de</strong>, tendríamos que celebrar una reunión familiar para hablar<br />

sobre los muebles y otras cosas. Sé que será incómodo para todos,<br />

pero creo que sería mejor hacerlo ahora que en Navidad. Vendrás en<br />

Navidad, ¿verdad?<br />

—Sí, pero aún no sé la fecha exacta. Y por lo que respecta a los<br />

muebles, Rachel y Scott pue<strong>de</strong>n quedárselo todo.<br />

Richard apretó los labios.<br />

—Tú también formas parte <strong>de</strong> esta familia. ¿No hay nada que te<br />

apetezca conservar? ¿Ni siquiera el armario que Grace heredó <strong>de</strong> su<br />

abuela? Siempre ha estado en tu habitación.<br />

Él se lo quedó mirando antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r:<br />

—Pensaba que te lo llevarías todo.<br />

—No, no hay sitio en el piso. Hay algunas cosas <strong>de</strong> las que no<br />

puedo <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rme, pero el resto... —Suspiró—. Francamente, para<br />

mí lo más importante es esto. —Levantó la mano y le enseñó el anillo<br />

<strong>de</strong> boda.<br />

A <strong>Gabriel</strong> le sorprendió que lo siguiera llevando, pero sólo por un<br />

momento. Algo le dijo que Richard lo seguiría llevando el resto <strong>de</strong> su<br />

vida.<br />

—Grace quería que os repartierais las joyas. Rachel se ocupó<br />

ayer. Hay un par <strong>de</strong> piezas para ti en el tocador <strong>de</strong> nuestra habitación.<br />

—¿A Rachel no le importa?<br />

—Claro que no. Respeta la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Grace, igual que Scott.<br />

De hecho, también hay algo para Julia, si no te importa.<br />

<strong>Gabriel</strong> se frotó los ojos.<br />

—No, claro que no me importa. ¿En qué habéis pensado?<br />

—Grace tenía dos collares <strong>de</strong> perlas. Uno se lo compré yo, pero<br />

el otro se lo regalaron sus padres o se lo compró ella cuando era<br />

joven, no estoy seguro. Ése es el que quieren regalarle a Julia.<br />

—Perfecto.<br />

—Bien. Por favor, habla con Rachel <strong>de</strong>l asunto antes <strong>de</strong> irte. Hay<br />

algunas cosas que seguro que querrás llevarte.<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió incómodo, sin apartar la vista <strong>de</strong>l habano.<br />

—Grace te quería. Para ella no había favoritos, pero siempre<br />

supo que tú eras... especial. Estaba convencida <strong>de</strong> que Dios te había<br />

llevado hasta ella y <strong>de</strong>seaba fervientemente que fueras feliz.<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió.<br />

—Lo sé.<br />

—En realidad, lo que quería era que conocieras a una buena<br />

chica, sentaras la cabeza, tuvieras hijos y, luego, fueras feliz.


—Eso no pasará nunca, Richard.<br />

—Eso nunca se sabe. —Alargando una mano, le dio un cariñoso<br />

apretón en el antebrazo—. Grace nunca se rindió. No te rindas tú.<br />

Sabes que ella te amaba y que ahora mismo <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar<br />

encendiendo velas y rezando por ti. Sólo que un poco más cerca <strong>de</strong> la<br />

fuente original.<br />

Por un instante, sus ojos se encontraron. Por un instante, tanto<br />

los <strong>de</strong> color zafiro como los <strong>de</strong> color gris se hume<strong>de</strong>cieron.<br />

«Reza también por mí, Grace. ¿Cómo voy a vivir sin ti?», pensó<br />

Richard.<br />

Los dos hombres siguieron lanzando anillos <strong>de</strong> humo por el<br />

porche, saboreando en silencio el whisky y los recuerdos.<br />

Cuando <strong>de</strong>cidieron que era hora <strong>de</strong> acostarse, todos subieron la<br />

escalera por parejas, como los animales <strong>de</strong>l arca.<br />

<strong>Gabriel</strong> agarró ligeramente a Julia, para que fueran los últimos<br />

en subir. Cuando todos hubieron <strong>de</strong>saparecido en sus respectivas<br />

habitaciones, se plantó frente a su puerta, observándola a ella con<br />

voracidad. Julia, nerviosa <strong>de</strong> repente, no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarse los<br />

pies.<br />

Acercándose, <strong>Gabriel</strong> le <strong>de</strong>sabrochó un botón <strong>de</strong> la blusa y le<br />

acarició la marca que le había <strong>de</strong>jado hacía un rato.<br />

—Lo siento —dijo.<br />

Julia mantuvo la cabeza baja.<br />

—Julianne, mírame —le pidió preocupado, alzándole la barbilla<br />

con un <strong>de</strong>do—. No pretendía marcarte. Sé que no me perteneces,<br />

pero aunque fueras mía, encontraría una manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrárselo al<br />

mundo que no fuera <strong>de</strong>jando tu preciosa piel <strong>de</strong> color rojo o morado.<br />

Los ojos <strong>de</strong> ella se llenaron <strong>de</strong> lágrimas. Por supuesto que era<br />

suya. Lo había sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que, a los diecisiete años, le dio la mano<br />

aquella noche y lo siguió al bosque.<br />

—Espera un momento. —<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>sapareció en su habitación y<br />

regresó con un jersey <strong>de</strong> cachemira <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> que a Julia le<br />

resultaba muy familiar—. Toma, es para ti.<br />

<strong>El</strong>la cogió el jersey, pero lo miró sin compren<strong>de</strong>r.<br />

—No quiero que pases frío. Es para nuestro paseo por el<br />

bosque.<br />

—Gracias. ¿No te hará falta?<br />

Él sonrió.<br />

—Tengo más. Y me gusta saber que algo mío estará cerca <strong>de</strong> ti.<br />

Si por mí fuera, lo llevarías puesto todo el fin <strong>de</strong> semana.


—En<strong>de</strong>rezando los hombros, añadió—: Es una manera mucho más<br />

civilizada <strong>de</strong> marcarte.<br />

Sus ojos brillaban en la tenue luz <strong>de</strong>l pasillo. Dio un paso hacia<br />

ella, como si fuera a abrazarla, pero Scott salió <strong>de</strong> la habitación en ese<br />

momento, vestido sólo con unos bóxers con caritas sonrientes<br />

estampadas.<br />

Al verlo, <strong>Gabriel</strong> alargó la mano formalmente.<br />

—Buenas noches, Julia —le <strong>de</strong>seo, estrechándosela.<br />

Scott resopló y entró en el baño, rascándose el culo. En cuanto<br />

la puerta se cerró tras él, <strong>Gabriel</strong> estrechó a Julia entre sus brazos y la<br />

besó <strong>de</strong>cididamente en los labios.<br />

—Vendré a buscarte <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora. Abrígate bien y ponte<br />

calzado cómodo —dijo, mirándole los botines <strong>de</strong> tacón y suspirando.<br />

Le dolía tener que <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> ellos, pero sabía que era<br />

necesario.<br />

—Buenas noches, mi... —Se interrumpió bruscamente y se<br />

metió en su habitación, <strong>de</strong>jando a Julia sola en el pasillo.<br />

<strong>El</strong>la se preguntó qué sería lo que no había dicho y si <strong>de</strong>bería<br />

aclararle que era suya.<br />

Entró en la habitación y se cambió <strong>de</strong> ropa, envuelta en el aroma<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y la cali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la lana <strong>de</strong> cachemira, que la ro<strong>de</strong>aba como<br />

si fuera el abrazo <strong>de</strong> un amante.


26<br />

Mientras la casa estaba sumida en sombras y todo el mundo<br />

parecía estar durmiendo, <strong>Gabriel</strong> y Julia permanecían <strong>de</strong> pie en la<br />

cocina, contemplándose.<br />

—No estoy seguro <strong>de</strong> que vayas lo suficientemente abrigada.<br />

Hace mucho frío ahí fuera —dijo, tocándole el chaquetón.<br />

—No tanto como en Toronto —replicó ella, quitándole<br />

importancia.<br />

—No estaremos mucho rato fuera. Mira lo que he encontrado.<br />

—<strong>Gabriel</strong> le mostró una bufanda larga, hecha <strong>de</strong> anchas franjas<br />

blancas y negras. Tras enroscarla alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello <strong>de</strong> Julia, le hizo<br />

una lazada—. Es <strong>de</strong> mi facultad en Oxford.<br />

<strong>El</strong>la sonrió.<br />

—Me gusta.<br />

—Te favorece. Y he encontrado otra cosa —añadió, mostrándole<br />

una vieja manta que le resultó familiar.<br />

Alargando la mano, Julia la acarició.<br />

—¿Es nuestra manta?<br />

—Eso creo, pero no será suficiente. He traído dos más.<br />

—Dándole la mano, la guió hasta el porche.<br />

Estaba más oscuro que hacía un rato y hacía más frío, pero<br />

extrañamente, parecía como si no hubiera pasado el tiempo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

momento en que, hacía tantos años, le dio la mano y lo siguió al<br />

bosque. Al recordar aquella noche, el corazón se le aceleró y respiró<br />

hondo para calmarse.<br />

<strong>Gabriel</strong> le apretó la mano.<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Nada.<br />

—Estás nerviosa, lo noto. Cuéntamelo.<br />

Le soltó la mano y la abrazó por la cintura.<br />

<strong>El</strong>la le <strong>de</strong>volvió el abrazo.<br />

—La última vez que estuve en este bosque me perdí.<br />

Prométeme que no me <strong>de</strong>jarás sola otra vez.<br />

—Julianne, no tengo ninguna intención <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte sola. No sabes<br />

lo importante que eres para mí. No quiero ni imaginarme lo que sería<br />

per<strong>de</strong>rte. —<strong>El</strong> tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> había cambiado. Era una voz<br />

más baja, más tensa.


Su <strong>de</strong>claración la pilló por sorpresa.<br />

—Si por cualquier razón nos separamos, quiero que me esperes.<br />

Te encontraré, te lo prometo. —Sacándose una linterna <strong>de</strong>l bolsillo,<br />

iluminó el camino que <strong>de</strong>saparecía entre los árboles.<br />

<strong>El</strong> bosque por la noche era espeluznante, una mezcla <strong>de</strong> árboles<br />

pelados esperando a que llegara la primavera y <strong>de</strong> pinos frondosos.<br />

Julia se sujetó <strong>de</strong> la cintura <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> con más fuerza para no<br />

tropezar con alguna raíz. Cuando llegaron al extremo <strong>de</strong>l huerto <strong>de</strong><br />

manzanos, se <strong>de</strong>tuvieron.<br />

A ella le pareció más pequeño <strong>de</strong> lo que recordaba. La zona<br />

cubierta <strong>de</strong> hierba no había cambiado, igual que la roca. Los árboles<br />

eran los mismos, pero no tan gran<strong>de</strong>s ni tan impresionantes como los<br />

recordaba. Todo tenía un aspecto mucho más melancólico y solitario,<br />

como si hubiera sido olvidado.<br />

<strong>Gabriel</strong> la guió hasta el lugar don<strong>de</strong> habían estado, tantos años<br />

atrás, y extendió la manta en el suelo.<br />

—¿Quién ha comprado la casa <strong>de</strong> Richard? —preguntó Julia.<br />

—¿Por qué lo preguntas?<br />

—Por curiosidad. Dime que no ha sido la señora Roberts.<br />

Siempre la quiso.<br />

Él le tiró <strong>de</strong>l brazo para que se sentara a su lado y los cubrió a<br />

ambos con mantas. <strong>El</strong>la se acurrucó a su lado y <strong>Gabriel</strong> la abrazó.<br />

—La he comprado yo.<br />

—¿De verdad? ¿Por qué?<br />

—No podía permitir que la señora Roberts se la quedara y talara<br />

todos los árboles.<br />

—¿Compraste la casa por el huerto?<br />

—No soportaba la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que alguien más la comprara y<br />

<strong>de</strong>struyera la propiedad. O <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r regresar aquí nunca más.<br />

—¿Qué harás con ella?<br />

—No lo sé. Tal vez la alquile. O me la que<strong>de</strong> como casa <strong>de</strong><br />

veraneo. Pero no podía consentir que Richard se la vendiera a un<br />

<strong>de</strong>sconocido.<br />

—Ha sido un gesto muy generoso.<br />

—<strong>El</strong> dinero no significa nada. Nunca podré pagarle lo que hizo<br />

por mí.<br />

Julia lo besó en la mejilla.<br />

—¿Estás cómoda? —preguntó él con una sonrisa.<br />

—Sí.<br />

—¿Tienes frío?


<strong>El</strong>la se echó a reír.<br />

—No, estás generando una importante cantidad <strong>de</strong> calor.<br />

—Pero estás <strong>de</strong>masiado lejos.<br />

Incluso a la escasa luz <strong>de</strong> la luna, notó que los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

se oscurecían. Se acercó un poco más a él y se estremeció cuando la<br />

sentó <strong>de</strong> lado sobre su regazo.<br />

—Mucho mejor así —susurró, subiéndole un poco el chaquetón<br />

para po<strong>de</strong>r acariciarle la suave piel <strong>de</strong> la espalda.<br />

—¿Puedo hacerte una pregunta?<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Por qué no te llamas Clark <strong>de</strong> apellido?<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró.<br />

—Emerson era el apellido <strong>de</strong> mi madre. Pensé que, si me lo<br />

cambiaba, sería como renegar <strong>de</strong> ella. A<strong>de</strong>más, no soy un Clark. No<br />

realmente.<br />

Permanecieron unos minutos en silencio, cada uno perdido en<br />

sus recuerdos, <strong>Gabriel</strong> acariciándole la espalda y Julia acurrucada<br />

contra su cuerpo. No parecía que él tuviera intención <strong>de</strong> iniciar una<br />

conversación, por lo que ella tomó la iniciativa.<br />

—Me enamoré <strong>de</strong> ti al ver tu foto por primera vez. Me quedé muy<br />

sorprendida cuando te fijaste en mí aquella noche. No me podía creer<br />

que quisieras que te acompañara al bosque.<br />

<strong>Gabriel</strong> le rozó los labios con los suyos, avivando el fuego que<br />

ardía latente bajo la superficie.<br />

—Te apareciste a mí <strong>de</strong> entre las sombras. Una vez me<br />

preguntaste por qué no te hice el amor aquella noche. No me hizo<br />

falta. Bebí <strong>de</strong> tu bondad y eso fue suficiente para calmar mi anhelo.<br />

Julia habría apartado la vista, avergonzada, pero la<br />

vulnerabilidad que vio en los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la retuvo y se quedó<br />

explorando las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sus ojos.<br />

—No me acuerdo <strong>de</strong> todo, pero sí recuerdo que pensé que eras<br />

muy hermosa. <strong>El</strong> pelo, la cara, la boca... Tu boca merece que le<br />

escriban sonetos, Julianne. Des<strong>de</strong> el mismo instante en que la vi, me<br />

moría <strong>de</strong> ganas <strong>de</strong> besarla.<br />

<strong>El</strong>la se apretó contra su pecho y, pasándole los brazos alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong>l cuello, se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> su boca. Lo besó <strong>de</strong>spacio pero con<br />

sentimiento, tirándole <strong>de</strong>l labio inferior con los dientes y explorando su<br />

boca con la lengua.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sujetó la espalda con las dos manos, casi<br />

levantándola. Julia respondió cambiando <strong>de</strong> postura y montándose


sobre él, que le gruñó en la boca ante la súbita e intensa conexión y la<br />

abrazó con más fuerza. Le acarició la espalda, subiendo hasta llegar a<br />

la tira <strong>de</strong>l sujetador <strong>de</strong> encaje y bajando otra vez hasta la cintura <strong>de</strong> los<br />

vaqueros, amenazando con atravesar las fronteras que la protegían.<br />

Su piel era tan suave, tan <strong>de</strong>licada... Deseó verla a la luz <strong>de</strong> la luna.<br />

Sin que nada se interpusiera entre sus ojos y su piel.<br />

Se apartó un poco al notar que se estremecía.<br />

—¿Estás bien, amor mío?<br />

<strong>El</strong>la se sobresaltó al oír sus palabras, pero en seguida sonrió.<br />

—Bien es poco. Yo... —Se interrumpió y negó con la cabeza.<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Eres muy... intenso.<br />

Echando la cabeza hacia atrás, <strong>Gabriel</strong> se echó a reír a<br />

carcajadas. Su pecho resonaba, lleno <strong>de</strong> buen humor, y a Julia le<br />

costó no contagiarse. Esperaba que no se estuviera riendo <strong>de</strong> ella.<br />

Con el pulgar, él le liberó el labio inferior <strong>de</strong> entre los dientes.<br />

—Si te parezco intenso, menos mal que no sabes lo que estoy<br />

pensando ahora mismo.<br />

Se removió inquieto. Julia no se había dado cuenta hasta ese<br />

momento, pero ya era imposible <strong>de</strong> ignorar. En el lugar don<strong>de</strong> sus<br />

cuerpos se juntaban, había soli<strong>de</strong>z y mucho calor; la promesa <strong>de</strong> algo<br />

misterioso y muy satisfactorio.<br />

Se ruborizó por la reacción <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> ante su<br />

cercanía, pero no apartó la mirada.<br />

—Cuéntamelo.<br />

—Quiero hacerte el amor porque me importas. Quiero adorar tu<br />

cuerpo <strong>de</strong>snudo con el mío y <strong>de</strong>scubrir todos sus secretos. Quiero<br />

darte placer, no unos minutos, sino durante horas, o días. Quiero ver<br />

cómo arqueas la espalda <strong>de</strong> éxtasis y mirarte a los ojos mientras te<br />

hago mía. —<strong>Gabriel</strong> suspiró y negó con la cabeza, con la mirada<br />

ardiente pero <strong>de</strong>cidida—. Pero no aquí. Hace frío, sería tu primera vez<br />

y todavía tenemos cosas que aclarar.<br />

Le besó la frente con ternura, preocupado porque ella pudiera<br />

pensar que la estaba rechazando.<br />

—Quiero que te sientas segura y cómoda —continuó—. Quiero<br />

adorar cada centímetro <strong>de</strong> tu cuerpo y eso lleva tiempo. Y...<br />

necesitaremos más comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las que nos pue<strong>de</strong> proporcionar<br />

este huerto. —Sonriendo, alzó una ceja—. Por supuesto, mis <strong>de</strong>seos<br />

tienen poca importancia. Lo que importa es lo que <strong>de</strong>sees tú.<br />

—Creo que está bastante claro.


—¿Lo está? —preguntó él, inseguro.<br />

Julia se le acercó para besarlo en los labios, pero sólo lo alcanzó<br />

en la barbilla.<br />

—No estaría aquí con el frío que hace si no quisiera estar<br />

contigo.<br />

—Siempre es agradable oírlo <strong>de</strong>cir en voz alta.<br />

—<strong>Gabriel</strong> Emerson, te <strong>de</strong>seo —susurró ella—. De hecho, yo...<br />

—Se mordió el labio para no <strong>de</strong>cir una palabrota.<br />

—Di lo que quieras —la animó él—. No pasa nada. Di lo que<br />

sientes.<br />

—Quiero que seas el primero. Soy tuya, <strong>Gabriel</strong>, si me quieres.<br />

—No hay nada que quiera más.<br />

Esta vez, fue él quien se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> su boca, besándola con<br />

<strong>de</strong>terminación. Su beso, lleno <strong>de</strong> promesas, prendió fuego en las<br />

entrañas <strong>de</strong> Julia, <strong>de</strong>spertando y alborotando su <strong>de</strong>seo.<br />

<strong>Gabriel</strong> la <strong>de</strong>seaba. Nunca lo había ocultado. Siempre se lo<br />

había <strong>de</strong>mostrado con sus besos, pero la línea que separaba el <strong>de</strong>seo<br />

carnal y el afecto era muy tenue y fácil <strong>de</strong> malinterpretar. Julia ya no<br />

era consciente <strong>de</strong> esa distinción. Lo único que existía para ella eran<br />

sus cuerpos unidos y sus bocas conectadas, mientras sus manos se<br />

exploraban suavemente. En el huerto, que era su paraíso, sólo había<br />

dos casi amantes. No existía nada ni nadie más.<br />

Mientras sus besos se volvían más apasionados, él se echó<br />

hacia atrás en la manta hasta quedar tumbado en el suelo, con ella<br />

arrodillada encima. <strong>El</strong> pecho <strong>de</strong> Julia se pegó al <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y entre sus<br />

ca<strong>de</strong>ras notó una fricción muy agradable. Se <strong>de</strong>jó caer, presionando<br />

<strong>de</strong>scaradamente sus curvas contra él. Nunca había experimentado<br />

nada igual.<br />

<strong>Gabriel</strong> le permitió que siguiera, pero sólo un poco más.<br />

Liberándose <strong>de</strong> sus labios, le acarició las mejillas con los pulgares,<br />

mirándola con pasión.<br />

—Ardo por ti, Julianne, pero es mucho más que hambre física.<br />

Te <strong>de</strong>seo completamente. —Negó con la cabeza, suspirando—. Odio<br />

hacer esto, pero hay unas cuantas cosas <strong>de</strong> las que tenemos que<br />

hablar.<br />

<strong>El</strong>la también suspiró.<br />

—¿Como cuáles?<br />

—Como el viaje a Italia. Tendría que habértelo contado antes.<br />

Julia se incorporó lentamente.<br />

—Los profesores viajan por trabajo. Ya lo sé —dijo, mirando la


manta.<br />

<strong>Gabriel</strong> también se sentó.<br />

—Julianne. —Le alzó la barbilla con un <strong>de</strong>do—. No te escondas<br />

<strong>de</strong> mí. Dime lo que piensas.<br />

<strong>El</strong>la se retorció las manos.<br />

—Sé que no tengo <strong>de</strong>recho a exigirte nada, pero me ha dolido<br />

que Richard se enterara antes que yo.<br />

—Tienes todo el <strong>de</strong>recho. Soy tu novio. Deberías haber sido la<br />

primera en saberlo.<br />

—¿Eres mi novio? —murmuró ella.<br />

—Soy más que eso. Soy tu amante.<br />

Las palabras <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y, sobre todo, su voz, baja y sensual, le<br />

provocaron un escalofrío.<br />

—¿Sin sexo?<br />

—Los amantes tienen una relación íntima a muchos niveles.<br />

Tienes que enten<strong>de</strong>r que <strong>de</strong>seo ese tipo <strong>de</strong> relación contigo. Sólo<br />

contigo. <strong>El</strong> término «novio» se queda corto. Y siento mucho haberte<br />

hecho daño. <strong>El</strong> viaje salió en la conversación mientras hablábamos <strong>de</strong>l<br />

tema <strong>de</strong> la casa, porque afectaba a las gestiones que tenemos que<br />

hacer. Recibí la invitación <strong>de</strong> los Uffizi hace unos meses, antes <strong>de</strong> que<br />

tú llegaras a Toronto. He estado a punto <strong>de</strong> sacar el tema varias<br />

veces, pero al final no he encontrado el momento. Supongo que<br />

esperaba a que estuviéramos más cómodos en nuestra relación.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con interés.<br />

—Quería que el viaje a Florencia fuera tu regalo <strong>de</strong> Navidad. No<br />

quiero ir solo. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarte ahora, <strong>de</strong> separarme <strong>de</strong> ti... —La voz<br />

se le volvió más ronca—. Pero tenía miedo <strong>de</strong> que te negaras. Que<br />

pensaras que era un truco <strong>de</strong> seducción.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con el cejo fruncido.<br />

—¿De verdad quieres que vaya contigo?<br />

—Si no me acompañas, preferiría no ir.<br />

Julia sonrió y lo besó.<br />

—En ese caso, gracias por la invitación. Acepto.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió aliviado y le enterró la cara en el pelo.<br />

—Después <strong>de</strong> lo que pasó con la ropa, estaba convencido <strong>de</strong><br />

que me dirías que no. Si quieres, reservaré habitaciones separadas. Y<br />

te sacaré un billete abierto para que puedas volver si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s...<br />

—<strong>Gabriel</strong>, te he dicho que acepto. De todo corazón. No se me<br />

ocurre una persona con la que me gustaría más ir a Florencia. Y<br />

quiero compartir habitación contigo. —Lo miró tímidamente—. <strong>El</strong>


semestre ya habrá acabado. No estaremos rompiendo ninguna norma<br />

si... si me llevas a tu cama y me haces tuya.<br />

Él la interrumpió con un beso abrasador.<br />

—¿Estás segura? ¿Estás segura <strong>de</strong> que quieres que sea el<br />

primero?<br />

<strong>El</strong>la lo miró muy seria.<br />

—Siempre has sido tú, <strong>Gabriel</strong>. Nunca he querido a otro. Tú eres<br />

el hombre que he estado esperando.<br />

Julia inició un beso suave, que pronto aumentó <strong>de</strong> intensidad.<br />

Instantes <strong>de</strong>spués, estaba tumbada sobre él. Sus cuerpos estaban<br />

pegados y, sin embargo, <strong>de</strong>seaba estar aún más cerca. Lo <strong>de</strong>seaba<br />

aún con más fuerza que durante su tango en el museo.<br />

<strong>Gabriel</strong> interrumpió el beso, ja<strong>de</strong>ando, y le besó el cuello,<br />

evitando cuidadosamente la marca que le había <strong>de</strong>jado hacía unas<br />

horas. Cuando la besó en la zona <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l pelo, ella gimió y<br />

le entrelazó las manos en la nuca.<br />

—Es <strong>de</strong>masiado arriesgado, amor mío. Si sigo besándote así, no<br />

voy a po<strong>de</strong>r parar.<br />

A pesar <strong>de</strong> sus protestas, las manos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> siguieron<br />

resiguiendo las curvas <strong>de</strong> su trasero y <strong>de</strong> sus ca<strong>de</strong>ras, provocándola,<br />

excitándola. Julia trató <strong>de</strong> besarlo una vez más, pero él se lo impidió<br />

sujetándole la cara con una mano.<br />

—Si sigues así, voy a tomarte aquí y ahora —susurró—. Te<br />

mereces algo mejor. Te lo mereces todo y eso es lo que voy a darte.<br />

<strong>El</strong>la se apoyó en un codo.<br />

—A<strong>de</strong>más, no hemos acabado <strong>de</strong> discutirlo todo. —La voz <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> ya no era ronca ni sexy. Aclarándose la garganta, respiró<br />

hondo un par <strong>de</strong> veces antes <strong>de</strong> seguir hablando—. Si estás tomando<br />

la píldora, no digo nada, pero <strong>de</strong>bes saber que no hace falta que te<br />

preocupes por quedarte embarazada.<br />

—No te entiendo.<br />

—No puedo tener hijos, Julianne.<br />

<strong>El</strong>la lo miró, parpa<strong>de</strong>ando.<br />

—¿Deseas tener hijos? Tal vez <strong>de</strong>bería haber sacado el tema<br />

antes. —La miró inseguro.<br />

<strong>El</strong>la guardó silencio mientras asimilaba la noticia.<br />

—No vengo <strong>de</strong> un entorno familiar feliz. Alguna vez he pensado<br />

que sería agradable casarme y tener un bebé, pero nunca <strong>de</strong>masiado<br />

en serio.<br />

—¿Por qué no?


Julia se encogió <strong>de</strong> hombros y miró hacia otro lado.<br />

—Nunca pensé que encontraría a nadie que me amara. No soy<br />

precisamente sexy. Soy tímida. Y débil.<br />

—Oh, Julia. —Él la abrazó y la besó en las mejillas—. Te<br />

equivocas. Eres increíblemente sexy. Y no eres débil en absoluto.<br />

<strong>El</strong>la jugueteó con la solapa <strong>de</strong> la cazadora <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Siento que no puedas tener hijos. Pero muchas parejas tienen<br />

problemas <strong>de</strong> concepción.<br />

Él se tensó.<br />

—Mi situación no tiene nada que ver con la <strong>de</strong> ellos.<br />

—¿A qué te refieres?<br />

—Su infertilidad es natural. —<strong>Gabriel</strong> entrecerró los ojos y la<br />

miró con preocupación.<br />

Julia levantó una mano para acariciarle la mejilla.<br />

—¿Te disgustaste mucho al enterarte?<br />

Él le agarró la muñeca y la apartó.<br />

—Me sentí muy aliviado, Julianne. Y no me enteré.<br />

—No te entiendo.<br />

—Fui yo el que tomé la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> esterilizarme al salir <strong>de</strong><br />

rehabilitación.<br />

<strong>El</strong>la tragó saliva ruidosamente.<br />

—Oh, <strong>Gabriel</strong>. ¿Por qué?<br />

—Porque alguien como yo no <strong>de</strong>be reproducirse. Te conté la<br />

historia <strong>de</strong> mi padre. Y te conté cómo era cuando me drogaba. Me<br />

pareció una irresponsabilidad <strong>de</strong>jar abierta la puerta a una posible<br />

paternidad. Así que tomé esa <strong>de</strong>cisión y no pienso cambiar <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a.<br />

No quiero tener hijos. Nunca.<br />

Se volvió para mirarla. Al cabo <strong>de</strong> unos momentos <strong>de</strong> silencio,<br />

continuó:<br />

—Pero no contaba con que tú aparecieras en mi vida. Ahora casi<br />

me arrepiento <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>cisión, aunque, créeme Julia, es mejor así.<br />

—Se tensó, como preparándose para recibir una embestida—. Tal vez<br />

ahora cambies <strong>de</strong> opinión sobre tu relación conmigo.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor... Dame un minuto. —Se sentó a su lado<br />

mientras procesaba toda esa nueva información.<br />

Él la tapó con una <strong>de</strong> las mantas. Julia era consciente <strong>de</strong> que no<br />

se lo había contado todo. Tenía que haberle pasado algo muy<br />

traumático como para hacerlo tomar esa <strong>de</strong>cisión tan drástica. Tenía<br />

que haber algo más, aparte <strong>de</strong> sus orígenes y adicciones.<br />

¿Importaría <strong>de</strong> verdad? ¿Habría algún secreto capaz <strong>de</strong> matar


su amor por él?<br />

<strong>Gabriel</strong> permanecía inmóvil bajo la luz <strong>de</strong> la luna, esperando su<br />

respuesta. Los minutos le estaban pareciendo horas.<br />

«Le amo. Nada <strong>de</strong> lo que me diga podrá matar ese sentimiento.<br />

Nada.»<br />

—Lo siento, <strong>Gabriel</strong>. —Julia le ro<strong>de</strong>ó el cuello con los brazos—.<br />

Sigo queriéndote. Me imagino que en algún momento tendremos que<br />

volver a hablar <strong>de</strong> esto, pero por ahora me vale con lo que me has<br />

contado.<br />

Él pareció sorprendido con sus palabras. Luego, la suave<br />

aceptación <strong>de</strong> ella lo emocionó. Le costó encontrar las palabras<br />

a<strong>de</strong>cuadas.<br />

—Julia, necesito <strong>de</strong>cirte quién soy. Lo que soy en realidad —dijo<br />

con énfasis.<br />

—Escucharé todo lo que quieras contarme, pero eso no<br />

cambiará nada. Siempre has sido tú, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Él le sujetó la cara entre las manos y la besó dulcemente, como<br />

si quisiera unir sus almas.<br />

—Siempre has sido tú, Julianne. Sólo tú.<br />

La abrazó y se tranquilizó al oler su aroma. De repente, el futuro<br />

parecía posible. Tenía esperanza. Tenía fe en que tal vez, sólo tal vez,<br />

cuando ella lo supiera todo, lo mirara con aquellos gran<strong>de</strong>s ojos<br />

castaños y le dijera que seguía queriéndolo.<br />

«La amas.»<br />

Otra vez la voz salió <strong>de</strong> la nada, pero en esta ocasión <strong>Gabriel</strong> la<br />

reconoció. Y, en silencio, le dio las gracias.<br />

—Pareces estar muy lejos <strong>de</strong> aquí, amor mío. —Julia sonrió al<br />

utilizar el mismo término cariñoso que él.<br />

Él le dio un beso suave.<br />

—Estoy justo don<strong>de</strong> quiero estar. Tal vez hoy no sea la mejor<br />

noche para compartir secretos, pero no puedo llevarte a Italia sin<br />

contártelo todo. Y también me gustaría que tú lo hicieras. —La miró<br />

con seriedad—. No puedo pedirte que <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>s tu cuerpo sin pedirte<br />

también que <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>s tu alma. Y quiero hacer lo mismo contigo.<br />

Espero que lo entiendas.<br />

Con los ojos, trataba <strong>de</strong> expresar que lo estaba haciendo por<br />

ella.<br />

Julia asintió lentamente. <strong>Gabriel</strong> unió los labios a los suyos. <strong>El</strong>la<br />

suspiró, apoyando la cabeza en su pecho y escuchando los latidos<br />

fuertes y regulares <strong>de</strong> su corazón. <strong>El</strong> tiempo pasó o tal vez se <strong>de</strong>tuvo.


Dos casi amantes se entrelazaban como la hiedra bajo el cielo <strong>de</strong><br />

noviembre, con la luna y las estrellas como única iluminación.<br />

A la mañana siguiente, Julia se <strong>de</strong>spertó temprano y fue a darse<br />

una ducha. Se vistió, hizo la maleta y llamó a la puerta <strong>de</strong> la habitación<br />

<strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a las ocho en punto. Pero no hubo respuesta. Acercó la<br />

oreja a la puerta y escuchó. Nada, ni un movimiento, ni un ruido.<br />

Arrastró su maleta <strong>de</strong> ruedas por el pasillo y la bajó a la planta<br />

baja. Al asomarse al salón, vio a Richard y a Rachel sentados en un<br />

sofá. <strong>El</strong>la estaba llorando y su padre trataba <strong>de</strong> consolarla.<br />

Julia soltó la maleta, que se cayó al suelo, atrayendo la mirada<br />

<strong>de</strong> padre e hija. Empezó a disculparse, pero la interrumpieron en<br />

seguida.<br />

—No pasa nada, Julia —dijo Richard—. ¿Has dormido bien?<br />

—Sí, gracias. Rachel, ¿estás bien?<br />

Su amiga se secó los ojos.<br />

—Perfectamente.<br />

—¿Por qué no habláis un poco las dos mientras yo preparo el<br />

<strong>de</strong>sayuno? A Rachel le gustan las tortitas con arándanos. ¿Y a ti te<br />

gustan, Julia? —Richard se levantó y señaló hacia la cocina.<br />

—Gracias, pero he quedado con mi padre en Kinfolks para<br />

<strong>de</strong>sayunar a las nueve.<br />

—Te llevaré en coche, pero <strong>de</strong>ja que prepare unas tortitas antes.<br />

Cuando Richard <strong>de</strong>sapareció, Julia se sentó al lado <strong>de</strong> su amiga<br />

y le ro<strong>de</strong>ó los hombros con un brazo.<br />

—¿Qué ha pasado?<br />

—He discutido con Aaron. Parecía malhumorado esta mañana y<br />

le he preguntado qué le pasaba. Ha empezado a hablar <strong>de</strong> la boda y<br />

me ha preguntado si pensaba fijar la fecha alguna vez. Cuando le he<br />

dicho que quería esperar un poco, me ha preguntado que cuánto<br />

tiempo era un poco. —Levantó los brazos al cielo, frustrada—. Cuando<br />

le he vuelto a <strong>de</strong>cir que no lo sabía, ¡me ha preguntado si quería<br />

romper el compromiso!<br />

<strong>El</strong>la ahogó una exclamación <strong>de</strong> sorpresa.<br />

—Nunca discutimos, pero esta vez estaba tan alterado que ni<br />

siquiera me miraba a la cara. Y en mitad <strong>de</strong> la discusión, se ha metido<br />

en el coche y se ha ido. No sé adón<strong>de</strong> ni si piensa volver —añadió<br />

Rachel, sollozando.<br />

Julia la abrazó con fuerza.<br />

—Claro que va a volver. Estoy segura <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar


molesto consigo mismo por discutir contigo y que se ha ido a dar una<br />

vuelta para calmarse.<br />

—Papá nos ha oído y, claro, ha querido saber por qué estaba<br />

retrasando la boda. —Rachel volvió a secarse las lágrimas con las<br />

manos—. Dice que Aaron tiene razón, que no puedo poner mi vida en<br />

espera. Y que mamá se disgustaría si se enterara <strong>de</strong> que estaba<br />

retrasando la boda por su culpa. —Los ojos volvieron a llenársele <strong>de</strong><br />

lágrimas.<br />

—Tu padre tiene razón. Merecéis ser felices. Aaron te quiere<br />

mucho. Lo único que <strong>de</strong>sea es casarse contigo. Tiene miedo <strong>de</strong> que te<br />

hayas arrepentido.<br />

—No me he arrepentido. Le quiero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre.<br />

—Pues díselo. Te llevó a una isla para que pudierais estar a<br />

solas tras el funeral. Ha tenido paciencia con todo. Estoy segura <strong>de</strong><br />

que aceptará la fecha que le <strong>de</strong>s; sólo quiere fijar una.<br />

Rachel sorbió por la nariz.<br />

—No sabía que le preocupara tanto.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>berías <strong>de</strong>sayunar algo antes <strong>de</strong> llamarlo. Deja que<br />

se calme un poco y luego os vais a dar un paseo y lo habláis. No<br />

podéis arreglar las cosas aquí, con tanta gente alre<strong>de</strong>dor.<br />

Rachel se estremeció.<br />

—Menos mal que no ha sido Scott el que nos ha oído. Él se<br />

habría puesto <strong>de</strong> mi lado y Aaron se hubiera enfadado aún más.<br />

En ese momento, la puerta <strong>de</strong> la calle se abrió y volvió a<br />

cerrarse y <strong>Gabriel</strong> entró en el salón. Tenía el pelo húmedo y<br />

alborotado, como si volviera <strong>de</strong> correr, y llevaba un chándal Nike<br />

negro. Mientras se acercaba a ellas, se quitó los auriculares <strong>de</strong> las<br />

orejas y apretó un botón <strong>de</strong>l iPhone.<br />

Paseó la mirada entre Julia y Rachel antes <strong>de</strong> preguntar:<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Aaron y yo hemos discutido —respondió Rachel, cuyos ojos<br />

habían vuelto a llenarse <strong>de</strong> lágrimas.<br />

Acercándose a ella, <strong>Gabriel</strong> la abrazó y le dio un beso en la<br />

coronilla.<br />

—Lo siento, Rach. ¿Dón<strong>de</strong> está?<br />

—Se ha ido.<br />

Él negó con la cabeza débilmente. Le dolía ver sufrir a su<br />

hermana.<br />

Antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r preguntar nada más, Richard salió <strong>de</strong> la cocina,<br />

anunciando que el <strong>de</strong>sayuno estaba en la mesa.


—Julia, dame cinco minutos y te llevaré a Kinfolks.<br />

<strong>Gabriel</strong> soltó a Rachel.<br />

—¿Por qué? ¿Qué pasa?<br />

—Julia ha quedado con su padre a las nueve.<br />

<strong>Gabriel</strong> miró la hora.<br />

—Todavía no son las ocho y media.<br />

—No pasa nada. Puedo esperar allí tomándome un café —dijo<br />

ella sin mirarlo. Odiaba ser una molestia.<br />

—Deja que me duche y te llevo yo. Igualmente tengo que pasar<br />

por la inmobiliaria.<br />

<strong>El</strong>la asintió y los tres entraron en la cocina mientras <strong>Gabriel</strong> se<br />

duchaba. Entre tortita y tortita, Rachel sacó un collar <strong>de</strong>l bolso y se lo<br />

puso a Julia alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello.<br />

—¿Qué es esto? —preguntó ella, acariciando las perlas,<br />

sorprendida.<br />

—Era <strong>de</strong> mamá. Nos gustaría que tuvieras un recuerdo suyo.<br />

—No puedo aceptarlo, Rachel. Debes tenerlo tú.<br />

—Yo tengo otro —la tranquilizó su amiga con una sonrisa.<br />

—¿Y Scott?<br />

Rachel se echó a reír.<br />

—Scott dijo que no eran <strong>de</strong> su estilo.<br />

—Queremos que lo tengas tú —le aseguró Richard, mirándola<br />

con cariño.<br />

—¿Estáis seguros?<br />

—¡Por supuesto! —Rachel la abrazó, agra<strong>de</strong>cida por po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong>volverle tanta amabilidad <strong>de</strong> un modo tangible.<br />

Julia se sentía abrumada, pero se aguantó las lágrimas por<br />

Richard.<br />

—Gracias. A los dos.<br />

Él le dio un beso paternal en la cabeza.<br />

—A Grace le habría encantado verte con algo suyo.<br />

—Debería darle las gracias también a Scott.<br />

Rachel puso los ojos en blanco y resopló.<br />

—No se levantará hasta el mediodía. Aaron y yo tuvimos que<br />

encen<strong>de</strong>r el equipo <strong>de</strong> música ayer por la noche para no oírlo. Sus<br />

ronquidos atravesaban la pared. —Rachel miró a su padre, que tenía<br />

el cejo fruncido— Lo siento, papá, pero es la verdad. Si quieres, ven a<br />

cenar mañana con tu padre. Scott estará y podrás darle las gracias.<br />

Julia asintió, acariciando las perlas, maravillándose <strong>de</strong> su<br />

esférica perfección.


<strong>Gabriel</strong> y Julia no hablaron mucho <strong>de</strong> camino al restaurante.<br />

Casi todo lo que tenían que <strong>de</strong>cirse ya se lo habían dicho. Durante el<br />

trayecto, se tomaron <strong>de</strong> la mano como dos adolescentes. <strong>El</strong>la le<br />

<strong>de</strong>dicó una sonrisa radiante cuando él le dio su bufanda <strong>de</strong>l Magdalen<br />

College y le dijo que quería que se la quedara. Cuando llegaron al<br />

restaurante, Tom no había llegado todavía.<br />

—Hemos tenido suerte —dijo Julia, aliviada.<br />

—Tendrá que enterarse tar<strong>de</strong> o temprano. Si lo prefieres, se lo<br />

digo yo.<br />

<strong>El</strong>la lo miró para ver si hablaba en serio. Y vio que sí.<br />

—Me dijo que me mantuviera alejada <strong>de</strong> ti. Cree que eres un<br />

<strong>de</strong>lincuente.<br />

—Razón <strong>de</strong> más para que me <strong>de</strong>jes hablar con él. Ya <strong>de</strong>masiada<br />

gente te ha tratado mal.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, mi padre nunca me ha tratado mal. No es mala<br />

persona. Sólo está un poco mal informado.<br />

Él se frotó la boca, pero no dijo nada.<br />

—No voy a <strong>de</strong>cirle nada hasta que haya terminado el semestre.<br />

Será más fácil por teléfono. Pero ahora será mejor que entre. Llegará<br />

en cualquier momento.<br />

<strong>Gabriel</strong> la besó suavemente y le acarició la mejilla con el dorso<br />

<strong>de</strong> la mano.<br />

—Llámame luego.<br />

—Lo haré.<br />

Con un último beso, Julia salió <strong>de</strong>l todoterreno.<br />

Él sacó el equipaje <strong>de</strong>l maletero y lo <strong>de</strong>jó a los pies <strong>de</strong> ella,<br />

inclinándose para susurrarle al oído:<br />

—Ya me estoy imaginando nuestra primera vez.<br />

Julia se ruborizó y murmuró:<br />

—Yo también.<br />

Tom Mitchell era hombre <strong>de</strong> pocas palabras. Tenía un aspecto<br />

sorpren<strong>de</strong>ntemente anodino. De estatura regular, constitución regular,<br />

pelo castaño ni muy claro ni muy oscuro, y ojos asimismo castaños. A<br />

pesar <strong>de</strong> su fracaso como padre y sus posibles <strong>de</strong>fectos como marido,<br />

era un voluntario <strong>de</strong>dicado, que participaba activamente <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong><br />

la comunidad. De hecho, su reputación entre los ciudadanos <strong>de</strong><br />

Selinsgrove era excelente y su opinión sobre temas municipales era<br />

siempre bien recibida.<br />

Julia y él pasaron un agradable día juntos. Los clientes


habituales <strong>de</strong> Kinfolks recibieron a la hija <strong>de</strong> Tom con los brazos<br />

abiertos y el hombre pudo presumir ante ellos <strong>de</strong> lo bien que le iban<br />

las cosas en la universidad. Hasta les dijo que iba a presentar una<br />

solicitud para Harvard para el curso siguiente.<br />

Luego fueron a dar un paseo en la furgoneta. Tom le enseñó los<br />

nuevos edificios en construcción, señalando lo mucho que había<br />

crecido el pueblo durante su corta ausencia. Más tar<strong>de</strong> la llevó a una<br />

charla sobre primeros auxilios que se estaba dando en el cuartel <strong>de</strong><br />

bomberos, para que sus compañeros pudieran <strong>de</strong>cirle a Julia lo mucho<br />

que su padre hablaba <strong>de</strong> ella. Finalmente, fueron a comprar. Tom<br />

nunca tenía mucha comida en casa. Esa tar<strong>de</strong>, se perdió el partido<br />

para ver juntos una película. Se trataba <strong>de</strong> la versión <strong>de</strong>l director <strong>de</strong><br />

Bla<strong>de</strong> Runner, una película que les apetecía ver a los dos.<br />

Al acabar, Julia le alcanzó una cerveza, animándolo a ver el<br />

partido mientras ella preparaba el famoso pollo a la Kiev. Al quedarse<br />

sola al fin, le envió un mensaje a <strong>Gabriel</strong>:<br />

G, estoy preparando el pollo a la Kiev <strong>de</strong> Grace y una tarta <strong>de</strong><br />

merengue <strong>de</strong> limón para papá. Él está mirando el partido. Espero que<br />

estés pasando un buen día. Te llamaré hacia las seis y media.<br />

Tu Julia. Besos<br />

Poco <strong>de</strong>spués, mientras preparaba dos cazuelas con pollo a la<br />

Kiev —una para esa noche y otra para que su padre la congelara—,<br />

su iPhone la avisó <strong>de</strong> que tenía respuesta.<br />

Mi Julia, te he echado <strong>de</strong> menos. Aquí también estamos mirando<br />

el partido. R y A han hecho las paces y han fijado una fecha. Creo que<br />

Richard hace milagros. ¿O has sido tú? No sabes lo mucho que<br />

significa para mí oírte <strong>de</strong>cir que eres mía. Ya estoy <strong>de</strong>seando oír tu<br />

voz.<br />

Soy tuyo, <strong>Gabriel</strong><br />

Muchos besos<br />

Julia fue casi flotando hasta la cocina, muy animada por las<br />

palabras <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y por los recuerdos <strong>de</strong> la noche anterior. Su sueño<br />

se estaba haciendo realidad. Tras años <strong>de</strong> espera, <strong>Gabriel</strong> iba a ser el<br />

primero.<br />

Todas las lágrimas, el sufrimiento y la humillación vivida con<br />

Simon <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> tener importancia. Había esperado al hombre <strong>de</strong>


sus sueños y ahora tendría la primera vez que siempre había soñado.<br />

¡Y en Florencia, nada menos! Tenía muchas cosas por las que<br />

sentirse agra<strong>de</strong>cida, incluidas las perlas que llevaba al cuello. No le<br />

cabía ninguna duda <strong>de</strong> que Grace había <strong>de</strong>sempeñado un papel en<br />

todo lo que le estaba sucediendo, así que le susurró unas palabras <strong>de</strong><br />

agra<strong>de</strong>cimiento.<br />

Cuando hubo acabado <strong>de</strong> preparar las cazuelas <strong>de</strong> pollo, metió<br />

una en el horno y guardó la otra en el congelador <strong>de</strong>l sótano. Al abrirlo,<br />

la sorprendió encontrarse con un montón <strong>de</strong> comida preparada,<br />

guardada en fiambreras o envuelta en papel <strong>de</strong> plata. Muchas llevaban<br />

una notita <strong>de</strong> «Con amor, Deb».<br />

Julia ignoró su rechazo al verlas. Deb Lundy era una buena<br />

mujer y parecía cuidar bien <strong>de</strong> Tom, pero su hija Natalie era harina <strong>de</strong><br />

otro costal. Si Deb y Tom <strong>de</strong>cidieran irse a vivir juntos o, Dios no lo<br />

quisiera, casarse, las cosas se le pondrían muy difíciles a Julia para<br />

ver a su padre.<br />

Intentando no pensar en Deb y Natalie, se concentró en preparar<br />

el postre favorito <strong>de</strong> su padre: tarta <strong>de</strong> merengue <strong>de</strong> limón. Aunque la<br />

que le gustaba era la que servían en Kinfolks, ella quiso hacerle uno.<br />

Estaba metiéndola en el horno cuando sonó el teléfono. Tom<br />

respondió y empezó a mal<strong>de</strong>cir a gritos. Tras una breve conversación<br />

sobre lo que parecían temas relacionados con el trabajo, colgó el<br />

teléfono bruscamente y <strong>de</strong>sapareció en el piso <strong>de</strong> arriba. Al volver a<br />

bajar, llevaba puesto el uniforme.<br />

—Jules, tengo que irme.<br />

—¿Qué ha pasado?<br />

—Hay un incendio en la bolera. Los chicos ya están allí, pero<br />

creen que pue<strong>de</strong> haber sido provocado.<br />

—¿En Best Bowl? ¿Cómo...?<br />

—Eso es lo que voy a averiguar. No sé a qué hora volveré.<br />

—Casi en la puerta, se volvió—. Siento no quedarme a cenar. Tenía<br />

muchas ganas <strong>de</strong> probar lo que has preparado. Nos vemos luego.<br />

Julia lo miró por la ventana mientras salía marcha atrás con el<br />

coche y <strong>de</strong>saparecía. Sin duda, <strong>Gabriel</strong> estaría cenando con su<br />

familia; no era buena hora para llamarlo. Esperaría a que fueran las<br />

seis y media.<br />

Cuando la alarma <strong>de</strong>l reloj la avisó, sacó la tarta <strong>de</strong>l horno y<br />

aspiró su aroma, dulce y ácido a la vez. Mientras esperaba a que se<br />

enfriara, guardó el pollo a la Kiev en la nevera. Lo <strong>de</strong>jaría para el día<br />

siguiente. Esa noche cenaría un sándwich.


Un cuarto <strong>de</strong> hora más tar<strong>de</strong>, oyó que la puerta se abría y se<br />

cerraba.<br />

Cogió un plato para servirle un trozo <strong>de</strong> tarta a su padre.<br />

—¿Cómo has podido volver tan <strong>de</strong> prisa? Acabo <strong>de</strong> sacar la<br />

tarta <strong>de</strong>l horno —le dijo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cocina.<br />

—Me alegra saberlo, Jules.<br />

Al oír esa voz, el plato se le escurrió <strong>de</strong> entre los <strong>de</strong>dos,<br />

haciéndose añicos contra el suelo <strong>de</strong> linóleo <strong>de</strong> la cocina.


27<br />

Simon entró en la cocina y se <strong>de</strong>tuvo con los brazos cruzados<br />

sobre el pecho, apoyándose en el marco <strong>de</strong> la puerta. Julia se quedó<br />

mirando su hermosa cara <strong>de</strong> ojos azules y pelo rubio corto, sin creerse<br />

lo que estaba viendo.<br />

Al convencerse <strong>de</strong> que no lo estaba imaginando, dio un grito y<br />

salió corriendo hacia la puerta, tratando <strong>de</strong> sortearlo. La gran mano <strong>de</strong><br />

Simon se apoyó en el otro lado <strong>de</strong>l quicio, barrándole el paso. <strong>El</strong>la tuvo<br />

que agarrarse <strong>de</strong> su brazo para no caerse hacia atrás.<br />

—Por favor —le rogó—, déjame salir.<br />

—¿Qué manera es ésta <strong>de</strong> recibirme <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo este<br />

tiempo? —Simon le sonrió, retirando el brazo y en<strong>de</strong>rezándose cuan<br />

alto era, es <strong>de</strong>cir, casi metro ochenta.<br />

Julia se encogió <strong>de</strong> miedo junto a la puerta, buscando a su<br />

alre<strong>de</strong>dor un lugar por don<strong>de</strong> escapar.<br />

Aunque no era exageradamente alto, Simon resultaba muy<br />

intimidante. La arrinconó y, una vez la tuvo segura en una esquina, le<br />

dio un gran abrazo.<br />

—¡Simon, suéltame! —exclamó ella, tratando <strong>de</strong> escapar y <strong>de</strong><br />

respirar.<br />

Él apretó con más fuerza, esbozando una sonrisa malvada.<br />

—Vamos, Jules, relájate un poco.<br />

Julia siguió resistiéndose.<br />

—¡Tengo novio! ¡Suéltame!<br />

—Y a mí qué me importa que tengas novio.<br />

Se acercó mucho a su cara y ella temió que fuera a besarla.<br />

Pero no lo hizo. Se frotó íntimamente contra su cuerpo y la toqueteó,<br />

riendo al ver su expresión <strong>de</strong> asco.<br />

—Vaya, sigues siendo fría como el hielo. Creía que tu novio tal<br />

vez te habría curado. —La miró <strong>de</strong> arriba abajo con lujuria—. Al<br />

menos, sé que no me estoy perdiendo nada. Aunque me parece<br />

insultante que le hayas dado a él lo que no quisiste darme a mí.<br />

Julia se apartó y fue hasta la puerta principal. Abriéndola, le hizo<br />

un gesto para que se marchara.<br />

—Vete. No quiero hablar contigo. Papá volverá en cualquier<br />

momento.<br />

Simon se le acercó lentamente, como un lobo acechando a un


cor<strong>de</strong>ro.<br />

—No me mientas. Sé que se acaba <strong>de</strong> marchar. Al parecer han<br />

tenido problemas en la bolera. Alguien ha quemado el edificio. Tardará<br />

horas en volver.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó nerviosa.<br />

—¿Cómo lo sabes?<br />

—Lo he oído por la radio. Estaba en la zona, así que me ha<br />

parecido el momento i<strong>de</strong>al para venir a visitarte.<br />

Julia trató <strong>de</strong> mantener la calma, mientras analizaba sus<br />

alternativas. Era inútil salir corriendo, porque Simon la atraparía en<br />

seguida y se enfadaría aún más. Por otra parte, si permanecía en la<br />

casa, tenía alguna posibilidad <strong>de</strong> coger el móvil, que estaba en la<br />

cocina.<br />

Con una sonrisa falsa y un tono amable más falso todavía, dijo:<br />

—Has sido muy amable <strong>de</strong> venir a verme. Pero los dos sabemos<br />

que lo nuestro se acabó. Tú conociste a otra persona y ahora eres feliz<br />

con ella. Dejemos el pasado atrás, ¿no te parece?<br />

Estaba tratando <strong>de</strong> que no se notara lo nerviosa que estaba y no<br />

lo estaba haciendo mal.<br />

Hasta que Simon se acercó y le acarició el pelo con ambas<br />

manos, llevándose mechones a la nariz para olerlos.<br />

—No fue una cuestión <strong>de</strong> felicidad. Era sólo sexo. <strong>El</strong>la no es <strong>de</strong><br />

ese tipo <strong>de</strong> chicas que pue<strong>de</strong>s llevar a casa <strong>de</strong> tus padres a cenar. Tú,<br />

al menos, eras presentable. Aunque me <strong>de</strong>cepcionaste mucho.<br />

—No quiero hablar <strong>de</strong> eso.<br />

Él agarró la puerta y la cerró <strong>de</strong> un portazo.<br />

—No he acabado. Y no me gusta que me interrumpan.<br />

Julia dio un cauteloso paso atrás.<br />

—Lo siento, Simon.<br />

—Dejémonos <strong>de</strong> gilipolleces. Los dos sabemos por qué estoy<br />

aquí. Quiero las fotos.<br />

—Ya te dije que no las tengo.<br />

—No te creo. —Le cogió el collar con una mano y la atrajo hacia<br />

él.<br />

—¿De verdad quieres jugar a este juego? He visto lo que tiene<br />

Natalie y sé que las fotos existen. Si me las das ahora, seguiremos<br />

siendo amigos. Pero no me provoques. No he conducido tres horas<br />

para aguantar tus chorradas. No me importa cuántos collares <strong>de</strong><br />

perlas te pongas. ¡No vales nada! —exclamó, tirando <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>l<br />

collar.


Julia levantó las manos para <strong>de</strong>tenerlo.<br />

—Por favor, para. Estas perlas eran <strong>de</strong> Grace.<br />

—Oooh, eran <strong>de</strong> Grace. Disculpa. Lo que vale este collar me lo<br />

gastaba en ti cada semana —replicó, tirando una vez más, <strong>de</strong>safiante.<br />

Julia tragó saliva con dificultad y Simon notó el latido irregular <strong>de</strong><br />

su pulso bajo los <strong>de</strong>dos.<br />

—Natalie está mintiendo —repuso ella—. No sé por qué, pero ya<br />

te he dicho que no me llevé ninguna foto tuya. Y no tengo ningún<br />

motivo para mentirte. Por favor, Simon.<br />

Él se echó a reír.<br />

—Impresionante actuación, pero eso es lo que es, una<br />

actuación. Sé que estás furiosa conmigo por lo que pasó y creo que te<br />

llevaste un recuerdo para vengarte <strong>de</strong> mí.<br />

—Si eso fuera cierto, ¿no las habría sacado ya a la luz? ¿Por<br />

qué no enviarlas a un periódico o pedirte dinero por ellas? ¿Por qué<br />

iba a guardarlas durante más <strong>de</strong> un año? ¡No tiene sentido!<br />

Simon la atrajo hacia él y le dijo al oído:<br />

—No eres <strong>de</strong>masiado espabilada, Jules. No me cuesta<br />

<strong>de</strong>masiado creer que puedas tener algo guardado y que no sepas<br />

sacarle partido. ¿Por qué no subimos al piso <strong>de</strong> arriba? Así yo podré ir<br />

buscando las fotos y tú podrás tratar <strong>de</strong> ponerme <strong>de</strong> mejor humor.<br />

Succionándole el lóbulo <strong>de</strong> la oreja, se lo mordió ligeramente.<br />

<strong>El</strong>la inspiró y espiró hondo un par <strong>de</strong> veces, haciendo acopio <strong>de</strong><br />

todo su valor. Alzando la vista hasta sus fríos ojos azules, dijo:<br />

—No pienso hacer nada hasta que no me quites las manos <strong>de</strong><br />

encima. ¿Por qué no pue<strong>de</strong>s comportarte?<br />

La mirada <strong>de</strong> Simon se endureció, pero la soltó.<br />

—No te preocupes. Me portaré muy bien contigo —la tranquilizó,<br />

dándole unas palmaditas en la mejilla—, pero espero algo a cambio. Si<br />

no piensas darme las fotos, tendrás que darme otra cosa. Ya pue<strong>de</strong>s<br />

empezar a pensar en lo que pue<strong>de</strong>s hacer para que me vaya <strong>de</strong> aquí<br />

con una sonrisa en la cara.<br />

Julia se encogió.<br />

—Las cosas han cambiado mucho, ¿verdad? Creo que me lo<br />

voy a pasar muy bien.<br />

Abrazándola con fuerza, estampó la boca abierta sobre la <strong>de</strong><br />

ella.<br />

A las seis y media en punto, <strong>Gabriel</strong> se excusó por levantarse <strong>de</strong><br />

la mesa y se dirigió al salón para esperar la llamada <strong>de</strong> Julia, que no


llegó.<br />

Miró el buzón <strong>de</strong> voz. Nada. Tampoco tenía ningún mensaje <strong>de</strong><br />

texto. Ni ningún correo electrónico. A las siete menos diez, la llamó.<br />

Como no respondió, le <strong>de</strong>jó un mensaje:<br />

«¿Julianne? ¿Estás ahí? Llámame.»<br />

Al colgar, buscó el listín telefónico en el iPhone y el número <strong>de</strong> la<br />

casa <strong>de</strong> Tom. <strong>El</strong> teléfono sonó y sonó, hasta que saltó el contestador.<br />

<strong>Gabriel</strong> colgó sin <strong>de</strong>jar ningún mensaje.<br />

«¿Por qué no respon<strong>de</strong> al teléfono? ¿Dón<strong>de</strong> está? ¿Y dón<strong>de</strong><br />

está Tom?»<br />

Una sospecha espantosa se abrió camino en su mente. Sin<br />

per<strong>de</strong>r un instante en <strong>de</strong>spedirse, salió <strong>de</strong> casa, se subió al<br />

todoterreno y se dirigió a casa <strong>de</strong> Tom a toda velocidad. Por el<br />

camino, siguió tratando <strong>de</strong> conectar con Julia o con Tom<br />

telefónicamente. Si lo paraba la policía, mucho mejor.<br />

La victoria estaba tan cerca que Simon casi podía pala<strong>de</strong>arla.<br />

Sabía que Julia no era una persona fuerte y estaba acostumbrado a<br />

utilizar su <strong>de</strong>bilidad en su propio provecho. Cuando ella lo había<br />

mirado a los ojos y le había asegurado que no tenía las fotos, la había<br />

creído. Era mucho más probable que fuera Natalie quien lo estuviera<br />

engañando, <strong>de</strong>sviando su atención <strong>de</strong> sus propios planes <strong>de</strong><br />

venganza. Pero cuando tuvo a Julia entre sus brazos, se olvidó <strong>de</strong> las<br />

fotos y se embarcó en un nuevo propósito.<br />

Sin hacer caso <strong>de</strong>l timbre <strong>de</strong>l teléfono ni <strong>de</strong> las notas <strong>de</strong><br />

Message in a Bottle que sonaban <strong>de</strong> vez en cuando en el iPhone <strong>de</strong><br />

Julia, Simon siguió besándola y tirando <strong>de</strong> ella hasta que quedó<br />

montada a horcajadas encima <strong>de</strong> él, que se había sentado en el sofá.<br />

Seguía tan frígida como siempre. Se notaba que apenas toleraba<br />

su contacto. Sus brazos y su cuerpo estaban lánguidos, sin fuerzas. A<br />

Julia nunca le había gustado que le metiera la lengua en la boca.<br />

Nunca le había gustado que le metiera nada en la boca. Cuando<br />

empezó a moverse para liberarse, Simon se excitó. Recorriéndole la<br />

boca con la lengua, notó que su erección crecía y topaba contra la<br />

barrera <strong>de</strong> la cremallera.<br />

Siguió besándola hasta que ella no pudo soportarlo más y le<br />

empujó el pecho con los puños. En ese instante, Simon supo que era<br />

el momento <strong>de</strong> pasar a otras activida<strong>de</strong>s. Julia se resistió mientras él<br />

le <strong>de</strong>sabrochaba los botones <strong>de</strong> la blusa.<br />

—Por favor, no lo hagas —suplicó ella—. Por favor, suéltame.<br />

—Te va gustar —se burló él, riéndose y manoseándole el culo—.


Me aseguraré <strong>de</strong> que pases un buen rato y luego te soltaré.<br />

Con la boca le recorrió la mandíbula y <strong>de</strong>scendió por el cuello,<br />

succionando en un punto por encima <strong>de</strong> las perlas.<br />

—No creo que quieras que volvamos a pelearnos como la última<br />

vez, ¿no, Julia?<br />

<strong>El</strong>la se echó a temblar.<br />

—¿Julia?<br />

—No, Simon.<br />

—Bien.<br />

Al tener los ojos cerrados, no vio la marca que le había <strong>de</strong>jado<br />

<strong>Gabriel</strong> a escasos centímetros. Tampoco le habría importado. Ya<br />

había <strong>de</strong>cidido marcarla para que, al volver a Canadá, su novio viera a<br />

qué se había estado <strong>de</strong>dicando. Una marca para ajustarle las cuentas.<br />

Tras succionar con toda la fuerza que pudo, le clavó los dientes.<br />

Julia gritó <strong>de</strong> dolor.<br />

Él le lamió la herida, saboreando el gusto a la vez dulce y salado<br />

<strong>de</strong> su sangre. Cuando acabó, se retiró para contemplar su obra. Iba a<br />

tener que llevar jerséis <strong>de</strong> cuello alto para que no se le viera y sabía<br />

que ella los odiaba. La marca era tremenda, enorme, y contra su<br />

superficie roja <strong>de</strong>stacaban dos hileras <strong>de</strong> dientes. Era perfecta.<br />

Julia lo miró a través <strong>de</strong> sus largas pestañas y Simon vio que<br />

algo cambiaba en su expresión. Excitado, se pasó la lengua por los<br />

labios. De repente, ella le dio una violenta bofetada. Sin darle tiempo a<br />

reaccionar, salió disparada <strong>de</strong>l salón y corrió escaleras arriba.<br />

—¡Mala puta! —bramó Simon, saltando tras ella.<br />

Antes <strong>de</strong> que llegara al último escalón, la alcanzó. Sujetándole el<br />

tobillo con ambas manos, se lo retorció. Julia se cayó <strong>de</strong> rodillas,<br />

aullando <strong>de</strong> dolor.<br />

—Voy a darte una lección que nunca olvidarás —la amenazó,<br />

agarrándola <strong>de</strong>l pelo.<br />

<strong>El</strong>la volvió a gritar cuando le echó la cabeza hacia atrás.<br />

Desesperada, le dio una patada que lo alcanzó en la entrepierna.<br />

Simon la soltó y se dobló sobre sí mismo antes <strong>de</strong> caerse rodando por<br />

la escalera. Julia fue saltando a la pata coja hasta su habitación y<br />

cerró la puerta con llave.<br />

—¡Espera a que te ponga las manos encima, puta! —la<br />

amenazó él a gritos, agarrándose la entrepierna con las dos manos.<br />

Mientras, ella apuntaló la puerta con una silla y empezó a tirar <strong>de</strong><br />

la cómoda para reforzar la barricada. Varias fotos en marcos antiguos<br />

se cayeron mientras trataba <strong>de</strong> <strong>de</strong>splazar el pesado mueble. Una


muñeca <strong>de</strong> porcelana se estrelló contra el suelo. Sin hacer caso <strong>de</strong>l<br />

dolor que sentía en el tobillo, fue hasta el extremo opuesto <strong>de</strong> la<br />

cómoda y la empujó.<br />

Simon se lanzaba contra la puerta sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> proferir insultos y<br />

amenazas.<br />

Finalmente, Julia logró <strong>de</strong>splazar la cómoda. Esperaba que eso<br />

le diera el tiempo necesario para llamar a <strong>Gabriel</strong> antes <strong>de</strong> que Simon<br />

se abriera paso. Fue dando saltos hasta la mesilla <strong>de</strong> noche, don<strong>de</strong><br />

había un teléfono, pero con la urgencia lo tiró al suelo.<br />

—¡Mierda!<br />

Recogió el teléfono <strong>de</strong>l suelo con <strong>de</strong>dos temblorosos y marcó el<br />

número <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>; le salió el buzón <strong>de</strong> voz. Mientras esperaba el<br />

pitido para <strong>de</strong>jar mensaje, Julia observó horrorizada cómo la puerta<br />

empezaba a ce<strong>de</strong>r ante los golpes <strong>de</strong> Simon.<br />

—¡<strong>Gabriel</strong>, ven a casa <strong>de</strong> mi padre en seguida! Simon está aquí.<br />

¡Está tratando <strong>de</strong> tirar abajo la puerta <strong>de</strong> mi habitación!<br />

Entre gruñidos y maldiciones, Simon seguía arremetiendo contra<br />

la ma<strong>de</strong>ra. Cuando lograra romperla, volcaría la cómoda y la atraparía.<br />

«No hay nada que hacer. Voy a morir», pensó Julia.<br />

Pues no veía posible que pudiera salir <strong>de</strong> aquella situación sin<br />

graves heridas o algo peor. Tenía que hacer algo. Soltó el teléfono y<br />

abrió la ventana, dispuesta a salir por allí. Cuando estaba levantando<br />

la pierna sobre el alféizar, vio que el todoterreno <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tenía<br />

<strong>de</strong>rrapando frente a la casa. Lo vio saltar fuera <strong>de</strong>l coche y correr<br />

hacia la entrada principal. Mientras lo hacía, gritó el nombre <strong>de</strong> ella y<br />

Simon, al oírlo, soltó una maldición.<br />

<strong>El</strong> sonido <strong>de</strong> pasos subiendo rápidamente la escalera llegó<br />

seguido <strong>de</strong>l ruido <strong>de</strong> pelea y una cascada <strong>de</strong> insultos y maldiciones.<br />

Algo pesado se <strong>de</strong>splomó y Julia oyó que alguien caía rodando por la<br />

escalera.<br />

Se acercó a la puerta casi <strong>de</strong>strozada para escuchar, pero los<br />

ruidos parecían llegar ahora <strong>de</strong>l exterior <strong>de</strong> la casa. Volvió cojeando<br />

hasta la ventana y, al asomarse, vio que Simon estaba tumbado en el<br />

suelo, maldiciendo y cubriéndose la nariz con las manos. Contuvo el<br />

aliento al ver que se levantaba con la cara cubierta <strong>de</strong> sangre. Un<br />

segundo <strong>de</strong>spués, la sangre que le salía <strong>de</strong> la nariz se mezcló con la<br />

que le salía <strong>de</strong> la boca cuando <strong>Gabriel</strong> le partió el labio <strong>de</strong> un gancho<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>recha.<br />

—¡Cabrón! —gritó Simon, escupiendo, antes <strong>de</strong> lanzarse sobre<br />

<strong>Gabriel</strong>.


A pesar <strong>de</strong> los golpes recibidos, fue capaz <strong>de</strong> alcanzarlo en<br />

pleno plexo solar <strong>de</strong> un puñetazo.<br />

<strong>Gabriel</strong> retrocedió mientras recuperaba el aliento. Simon avanzó<br />

entonces otro paso, ansioso por aprovechar la momentánea <strong>de</strong>bilidad<br />

<strong>de</strong> su enemigo, pero <strong>Gabriel</strong> se recuperó rápidamente y ganó terreno,<br />

alcanzándolo en el estómago con un doble golpe. Simon se dobló por<br />

la cintura y se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> rodillas.<br />

<strong>Gabriel</strong> en<strong>de</strong>rezó los hombros y relajó el cuello moviendo la<br />

cabeza a un lado y a otro. Parecía calmado, vestido con una camisa<br />

Oxford y una americana <strong>de</strong> tweed, como si fuera <strong>de</strong> camino a una<br />

reunión <strong>de</strong> la universidad en vez <strong>de</strong> estar pateándole el culo al hijo <strong>de</strong><br />

un senador <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia.<br />

—Levántate —or<strong>de</strong>nó, en un tono <strong>de</strong> voz que hizo que Julia se<br />

estremeciera.<br />

Simon gimió, sin moverse.<br />

—¡He dicho que te levantes! —<strong>Gabriel</strong> se cernía sobre él como<br />

un ángel vengador, hermoso, terrible, implacable.<br />

Al ver que el otro seguía sin moverse, lo agarró <strong>de</strong>l pelo y le<br />

echó la cabeza hacia atrás.<br />

—Si se te ocurre volver a acercarte a ella, te mataré. La única<br />

razón por la que sigues con vida es porque Julianne se disgustaría si<br />

me metieran en la cárcel. No voy a <strong>de</strong>jarla sola ni un segundo <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> lo que has hecho, enfermo hijo <strong>de</strong> puta. Si una fotografía o un ví<strong>de</strong>o<br />

<strong>de</strong> alguien que se parezca a ella, aunque sea remotamente, aparece<br />

en un periódico o en Internet, vendré a por ti. He resistido combates <strong>de</strong><br />

diez asaltos contra tipos duros <strong>de</strong> Boston y he vivido para presumir <strong>de</strong><br />

ello, así que no du<strong>de</strong>s ni por un momento <strong>de</strong> que la próxima vez te<br />

machacaré.<br />

Con un último gancho <strong>de</strong> izquierda a la mandíbula, lo <strong>de</strong>jó<br />

inconsciente en el suelo. Luego se sacó un pañuelo <strong>de</strong>l bolsillo y se<br />

limpió la sangre <strong>de</strong> los nudillos. En ese preciso instante, ella apareció<br />

tambaleándose en la puerta.<br />

—¡Julia! —<strong>Gabriel</strong> la sostuvo cuando estuvo a punto <strong>de</strong> caerse<br />

por los escalones <strong>de</strong>l porche—. ¿Estás bien?<br />

La bajó al suelo con cuidado y la abrazó.<br />

—¿Julia? —repitió, retirándole el pelo para po<strong>de</strong>r verle la cara.<br />

Tenía los labios rojos e hinchados, arañazos en el cuello, la<br />

mirada perdida y... ¿aquello era un mordisco?<br />

«¡Esa bestia rabiosa la ha mordido!»<br />

—¿Estás bien? ¿Te ha...?


<strong>Gabriel</strong> bajó la vista con temor <strong>de</strong> lo que fuera a encontrarse,<br />

pero no tenía la ropa rasgada y, por suerte, estaba vestida, aunque<br />

tenía la blusa <strong>de</strong>sabrochada.<br />

Cerrando los ojos, dio gracias a Dios por no haber llegado<br />

<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. No quería ni imaginar lo que podría haber pasado.<br />

—Ven conmigo —dijo con firmeza, quitándose la chaqueta y<br />

echándosela a ella sobre los hombros. Tras abotonarle la camisa, la<br />

condujo hasta el asiento <strong>de</strong>l acompañante y cerró la puerta—. ¿Qué<br />

ha pasado? —preguntó, mientras se sentaba al volante.<br />

Julia se agarraba el tobillo murmurando incoherencias.<br />

—¿Julianne? —Al ver que no respondía, alargó la mano para<br />

retirarle el pelo <strong>de</strong> la cara.<br />

De un salto, ella se pegó a la puerta.<br />

—Julia, soy yo, <strong>Gabriel</strong> —le dijo horrorizado—. Voy a llevarte al<br />

hospital. ¿De acuerdo?<br />

<strong>El</strong>la no pareció haberlo oído. No lloraba ni temblaba. «Está en<br />

estado <strong>de</strong> shock», pensó <strong>Gabriel</strong>. Sacándose el teléfono <strong>de</strong>l bolsillo,<br />

llamó a Richard.<br />

—¿Richard? A Julia le ha sucedido algo. —Se <strong>de</strong>tuvo y la miró<br />

<strong>de</strong> reojo—. Su antiguo novio se ha presentado en casa <strong>de</strong> su padre y<br />

la ha atacado. Voy a llevarla al hospital <strong>de</strong> Sunbury. Sí, pue<strong>de</strong>s ir allí<br />

directamente. Hasta ahora.<br />

Luego se volvió hacia ella, <strong>de</strong>seando que le <strong>de</strong>volviera la mirada.<br />

—Richard se reunirá con nosotros en Sunbury. Avisará a un<br />

médico amigo suyo.<br />

Julia tampoco respondió. Antes <strong>de</strong> arrancar, <strong>Gabriel</strong> buscó el<br />

teléfono <strong>de</strong> la central <strong>de</strong> bomberos y le <strong>de</strong>jó un mensaje a Tom,<br />

explicando lo que había pasado.<br />

«Es culpa <strong>de</strong> su padre. ¿Por qué coño la ha <strong>de</strong>jado sola?»<br />

—Le he pegado. —La voz <strong>de</strong> Julia, <strong>de</strong>masiado aguda,<br />

interrumpió sus pensamientos.<br />

—¿Qué?<br />

—Él me ha besado, pero yo le he dado una bofetada. Lo siento.<br />

Lo siento mucho. No lo haré nunca más. Yo no quería besarlo.<br />

En ese momento, <strong>Gabriel</strong> dio las gracias por tener que llevar a<br />

Julia al hospital. Si no tuviera que ocuparse <strong>de</strong> ella, habría regresado a<br />

la casa y habría rematado a Simon.<br />

<strong>El</strong>la empezó entonces a <strong>de</strong>cir cosas raras. Repitió que Simon la<br />

había besado y habló <strong>de</strong> una tal Natalie. A <strong>Gabriel</strong> también le pareció<br />

que hablaba <strong>de</strong> él, <strong>de</strong> que ya no querría acostarse con ella porque la


habían marcado y porque era un <strong>de</strong>sastre en la cama...<br />

«Pero ¿qué <strong>de</strong>monios le ha hecho ese <strong>de</strong>sgraciado?»<br />

—Chist, Beatriz. Mírame. ¿Beatriz?<br />

Le costó unos instantes reconocer ese nombre, pero cuando lo<br />

hizo, los ojos <strong>de</strong> Julia recobraron la niti<strong>de</strong>z.<br />

—Nada <strong>de</strong> esto es culpa tuya, ¿lo entien<strong>de</strong>s? —dijo él—. No es<br />

culpa tuya que te besara.<br />

—No quería engañarte. Lo siento mucho —murmuró ella.<br />

Ante su tono <strong>de</strong> voz y el pánico que vio en su mirada, <strong>Gabriel</strong><br />

sintió que la bilis le subía a la garganta.<br />

—Julia, no me has engañado, ¿<strong>de</strong> acuerdo? Y me alegro mucho<br />

<strong>de</strong> que le hayas pegado. Se lo merecía. Eso y más. —Negó con la<br />

cabeza preguntándose qué habría pasado antes <strong>de</strong> su llegada.<br />

Cuando Richard llegó al hospital, los encontró a los dos en la<br />

sala <strong>de</strong> espera. <strong>Gabriel</strong> le estaba acariciando a Julia el cabello y le<br />

hablaba al oído suavemente. Era una escena muy tierna, pero lo que<br />

lo sorprendió fue el grado <strong>de</strong> intimidad que se notaba que existía entre<br />

ellos. Lo sorprendió mucho.<br />

Mientras esperaban a que llegara el amigo <strong>de</strong> Richard, éste<br />

examinó el tobillo <strong>de</strong> Julia con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. <strong>El</strong>la soltó un gritito. Al mirar<br />

a <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong> reojo, vio que éste estaba haciendo gran<strong>de</strong>s esfuerzos<br />

para controlarse.<br />

—Creo que no está roto, pero es evi<strong>de</strong>nte que está lastimado.<br />

<strong>Gabriel</strong>, ¿por qué no vas a buscarnos una taza <strong>de</strong> té y unas galletas?<br />

—No pienso <strong>de</strong>jarla sola —contestó él.<br />

—Sólo será un momento. Me gustaría hablar con Julia.<br />

Asintiendo a regañadientes, <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>sapareció camino <strong>de</strong> la<br />

cafetería.<br />

Richard no pudo evitar fijarse en el cuello <strong>de</strong> la joven. <strong>El</strong><br />

mordisco era muy evi<strong>de</strong>nte. La otra marca, no tanto. Era más antigua.<br />

Tenía por lo menos un día o dos. Era obvio que la relación entre Julia<br />

y su hijo adoptivo estaba más avanzada <strong>de</strong> lo que pensaba.<br />

—Grace trabajaba en este hospital como voluntaria.<br />

Julia asintió.<br />

—A lo largo <strong>de</strong> los años trató con mucha gente distinta<br />

—continuó Richard—, pero llegó a ser experta en víctimas <strong>de</strong> violencia<br />

doméstica. —Suspiró—. Fue testigo <strong>de</strong> casos muy tristes, en algunos<br />

<strong>de</strong> los cuales se vieron envueltos niños y niñas. Algunos tuvieron un<br />

<strong>de</strong>senlace fatal. —Mirándola a los ojos, añadió—: Te diré lo que Grace


les <strong>de</strong>cía siempre a las víctimas: «No es culpa tuya». No importa lo<br />

que él haya hecho ni lo que te haya obligado a hacer. No te lo<br />

merecías. En estos momentos me siento muy orgulloso <strong>de</strong> mi hijo.<br />

Julia bajó la vista hacia su tobillo magullado y guardó silencio.<br />

Un instante <strong>de</strong>spués, un hombre asiático <strong>de</strong> aspecto agradable<br />

entró en la sala.<br />

—Hola, Richard —lo saludó, caminando hacia él con la mano<br />

extendida.<br />

Richard se puso en pie en seguida y se la estrechó.<br />

—Stephen, quiero presentarte a Julia Mitchell, una amiga <strong>de</strong> la<br />

familia. Julia, él es el doctor Ling.<br />

Éste asintió y le pidió a una enfermera que la acompañara a una<br />

sala <strong>de</strong> exploración. Él las siguió poco <strong>de</strong>spués, tras asegurarle a<br />

Richard que la trataría como si fuera su propia hija.<br />

Sabiendo que Julia quedaba en buenas manos, Richard fue a<br />

buscar a <strong>Gabriel</strong> a la cafetería, pero nada más salir al pasillo se lo<br />

encontró discutiendo con Tom Mitchell.<br />

—¡Creo que sé <strong>de</strong> quién puedo fiarme y <strong>de</strong> quién no! —le gritaba<br />

Tom, casi pegado a su cara, tratando <strong>de</strong> intimidarlo cosa que no<br />

parecía conseguir en absoluto.<br />

—Pues es obvio que no, señor Mitchell, o no habría tenido que<br />

sacar a esa rata a rastras <strong>de</strong> su casa para impedir que violara a su hija<br />

en su propia habitación.<br />

—Caballeros, estamos en un hospital —les recordó Richard muy<br />

serio—. Vayan a discutir a la calle.<br />

Tom lo miró, antes <strong>de</strong> volverse <strong>de</strong> nuevo hacia <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> que Julia esté bien —dijo en tono más<br />

calmado—. Y si eres tú quien la ha ayudado, te doy las gracias. Pero<br />

acabo <strong>de</strong> recibir una llamada <strong>de</strong> la policía diciéndome que le has dado<br />

una paliza al hijo <strong>de</strong>l senador Talbot. ¿Cómo sé que no has sido tú<br />

quien lo ha empezado todo? ¡Tú eres el drogadicto!<br />

—Me haré un test <strong>de</strong> drogas —replicó <strong>Gabriel</strong> con los ojos<br />

brillantes—. No tengo nada que ocultar. En vez <strong>de</strong> preocuparse por el<br />

hijo <strong>de</strong>l senador, ¿no cree que <strong>de</strong>bería preocuparse <strong>de</strong> su hija?<br />

Protegerla a ella era su obligación como padre. Y no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse<br />

que haya hecho un gran trabajo. Jo<strong>de</strong>r, Tom, ¿cómo pudo enviarla <strong>de</strong><br />

vuelta a casa <strong>de</strong> su madre cuando era niña?<br />

<strong>El</strong> hombre apretó los puños con tanta fuerza que sus venas<br />

parecieron a punto <strong>de</strong> estallar.<br />

—No sabes <strong>de</strong> qué estás hablando, así que cállate. Hay que


tener narices para venir a darme sermones sobre la educación <strong>de</strong> mi<br />

hija, siendo un cocainómano con antece<strong>de</strong>ntes por violencia. Como<br />

vuelva a verte cerca <strong>de</strong> ella, haré que te arresten.<br />

—¿Que no sé <strong>de</strong> qué estoy hablando? Vamos, Tom, saque la<br />

cabeza <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ala y afronte las cosas. Estoy hablando <strong>de</strong> todos<br />

los hombres que entraban y salían <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> su ex mujer en San Luis<br />

y que se la follaban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su hijita. ¿Y qué hizo usted al<br />

respecto? La rescató cuando estaba a punto <strong>de</strong> convertirse en una<br />

víctima <strong>de</strong> abusos sexuales y al cabo <strong>de</strong> unos meses la <strong>de</strong>volvió con<br />

su madre. ¿Por qué? ¿No se portaba bien? ¿Le quitaba <strong>de</strong>masiado<br />

tiempo? ¿Tiempo que prefería pasar en el cuartel <strong>de</strong> bomberos?<br />

Tom lo miró con un profundo odio. Tuvo que recurrir a todo su<br />

autocontrol para no liarse a puñetazos con él allí mismo. O, aún peor,<br />

ir a buscar la escopeta que guardaba en la furgoneta y pegarle un tiro.<br />

Pero no iba a hacer ni una cosa ni otra al lado <strong>de</strong> una sala <strong>de</strong> espera<br />

llena <strong>de</strong> gente. En vez <strong>de</strong> eso, maldijo entre dientes y fue a la<br />

ventanilla <strong>de</strong> admisiones para pagar la factura <strong>de</strong>l hospital.<br />

Cuando Julia regresó, andando con la ayuda <strong>de</strong> muletas, Tom ya<br />

se había tranquilizado. Estaba al lado <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> urgencias. La<br />

culpabilidad lo ahogaba.<br />

<strong>Gabriel</strong> se acercó a ella rápidamente, mirándole el tobillo<br />

vendado con preocupación.<br />

—¿Estás bien? —le preguntó.<br />

—No lo tengo roto. Gracias, <strong>Gabriel</strong>, no sé qué habría hecho si...<br />

—Por fin fue capaz <strong>de</strong> llorar, pero las lágrimas no le permitieron seguir<br />

hablando.<br />

Él le ro<strong>de</strong>ó los hombros con un brazo y le dio un beso en la<br />

frente.<br />

Tom los observó un momento antes <strong>de</strong> acercarse a Richard. Los<br />

dos amigos se dijeron unas palabras y se estrecharon la mano.<br />

—Jules, ¿quieres venir a casa? Richard dice que pue<strong>de</strong>s<br />

quedarte con ellos si lo prefieres —le propuso Tom, moviendo los pies<br />

a un lado y a otro, incómodo.<br />

—No puedo ir a casa —dijo ella y, apartándose <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>,<br />

abrazó a su padre con un solo brazo.<br />

Con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas, él se disculpó y se marchó.<br />

Richard <strong>de</strong>seó buenas noches a la pareja y se marchó también,<br />

<strong>de</strong>jándole a Julia privacidad para llorar tranquila.<br />

<strong>Gabriel</strong> se volvió hacia ella inmediatamente.<br />

—Po<strong>de</strong>mos comprar las medicinas <strong>de</strong> camino. Rachel pue<strong>de</strong>


<strong>de</strong>jarte algo o pue<strong>de</strong>s ponerte mi ropa. A menos que prefieras pasar<br />

por casa <strong>de</strong> tu padre a buscar tus cosas.<br />

—No puedo volver allí —gimió, doblándose sobre sí misma.<br />

—No tendrás que volver si no quieres.<br />

—¿Y... y... él?<br />

—No tienes que volver a preocuparte por ese asunto. La policía<br />

ya lo ha <strong>de</strong>tenido.<br />

Julia lo miró a los ojos y casi se perdió en la cali<strong>de</strong>z y la<br />

preocupación que reflejaban.<br />

—Te quiero, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Al principio, él no reaccionó. Se quedó inmóvil, como si no la<br />

hubiera oído. Pero en seguida la expresión <strong>de</strong> su cara se suavizó. La<br />

abrazó, con muletas y todo, y la besó en la mejilla sin <strong>de</strong>cir ni una<br />

palabra.


28<br />

Después <strong>de</strong> cenar, Scott se fue a visitar a un amigo. Al volver a<br />

casa, <strong>de</strong>scubrió sorprendido que había dos coches <strong>de</strong> policía en la<br />

puerta. La agente Jamie Roberts estaba interrogando a Julia en el<br />

salón, mientras el agente Ron Quinn hacía lo propio con <strong>Gabriel</strong> en el<br />

comedor. Con Richard ya habían hablado antes.<br />

—¿Alguien pue<strong>de</strong> explicarme qué hace la casa llena <strong>de</strong> policías?<br />

¿Qué ha hecho <strong>Gabriel</strong> esta vez? —les preguntó Scott a su padre y a<br />

su hermana, que estaban sentados en la cocina.<br />

Aaron sacó una cerveza <strong>de</strong> la nevera, la abrió y se la alargó a<br />

Scott, que la aceptó agra<strong>de</strong>cido.<br />

—Simon Talbot ha atacado a Julia.<br />

Scott casi escupió la cerveza.<br />

—¿Qué? ¿Está bien?<br />

—<strong>El</strong> muy cabrón la ha mordido —explicó Rachel— y casi le ha<br />

roto el tobillo.<br />

—¿Él...? —empezó a preguntar con <strong>de</strong>cisión, pero no fue capaz<br />

<strong>de</strong> pronunciar las palabras en voz alta.<br />

Su hermana negó con la cabeza.<br />

—Se lo he preguntado. Tal vez no <strong>de</strong>bería, pero lo he hecho. Me<br />

ha dicho que no.<br />

Todos soltaron un suspiro <strong>de</strong> alivio.<br />

Scott <strong>de</strong>jó la cerveza sobre la encimera con fuerza.<br />

—Bueno, ¿y dón<strong>de</strong> está Simon ahora? Vamos, Aaron, alguien<br />

tiene que darle una lección.<br />

—<strong>Gabriel</strong> ya se ha encargado <strong>de</strong> eso. Ron dice que han tenido<br />

que llevarlo al hospital con la mandíbula rota. <strong>Gabriel</strong> le ha <strong>de</strong>strozado<br />

la cara.<br />

—¿<strong>El</strong> Profesor? ¿Por qué iba a hacer algo así?<br />

Aaron y Rachel intercambiaron una mirada sin <strong>de</strong>cir nada.<br />

—De todos modos, me gustaría hacerle una visita <strong>de</strong> cortesía a<br />

ese gilipollas —insistió Scott, con los puños cerrados a los costados.<br />

Aaron negó con la cabeza.<br />

—¿Te estás oyendo? Eres fiscal, Scott, y él es el hijo <strong>de</strong> un<br />

senador. No pue<strong>de</strong>s ir a darle una paliza. A<strong>de</strong>más, <strong>Gabriel</strong> ha hecho<br />

un buen trabajo. Cuando los médicos acaben <strong>de</strong> remendarlo, lo<br />

<strong>de</strong>tendrán.


—Aún no me habéis explicado por qué <strong>Gabriel</strong> se ha ensuciado<br />

las manos por Julia. Apenas se conocen.<br />

Rachel se inclinó hacia su hermano y le susurró:<br />

—Son pareja.<br />

Scott parpa<strong>de</strong>ó como un semáforo perezoso.<br />

—¿Cómo dices?<br />

—Lo que has oído. Están juntos.<br />

—Jo<strong>de</strong>r. ¿Qué hace Julia con él?<br />

Antes <strong>de</strong> que nadie pudiera ofrecer una opinión, <strong>Gabriel</strong> entró en<br />

la cocina.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está Julianne?<br />

—Aún la están interrogando —respondió Richard, sonriendo y<br />

apoyando la mano en el hombro <strong>de</strong> su hijo adoptivo—. Estoy muy<br />

orgulloso <strong>de</strong> lo que has hecho por ella. Sé que hablo en nombre <strong>de</strong><br />

todos. Damos gracias porque llegaras a tiempo <strong>de</strong> impedir algo peor.<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los labios y asintió, incómodo.<br />

—Te has ganado una medalla por haberle dado una paliza a<br />

Simon Talbot, pero no por haberte liado con Julia. No te la mereces.<br />

No eres lo bastante bueno para ella —dijo Scott, haciendo crujir los<br />

nudillos.<br />

<strong>Gabriel</strong> le <strong>de</strong>dicó una mirada gélida.<br />

—Mi vida personal no es asunto tuyo.<br />

—Ahora sí. ¿Qué clase <strong>de</strong> profesor se tira a sus alumnas? ¿No<br />

tienes suficiente con todas las <strong>de</strong>más?<br />

Rachel inspiró hondo y empezó a dirigirse hacia la puerta,<br />

alejándose <strong>de</strong>l inminente choque <strong>de</strong> titanes.<br />

Con los puños apretados a los costados, <strong>Gabriel</strong> se acercó a su<br />

hermano, más joven pero más corpulento.<br />

—Como vuelvas a usar ese vocabulario para referirte a ella, tú y<br />

yo vamos a tener más que palabras.<br />

—Chicos, <strong>de</strong>jaos ya <strong>de</strong> toda esta mierda <strong>de</strong> Caín y Abel. Hay<br />

policías en el salón y estáis asustando a vuestra hermana —les<br />

advirtió Aaron, interponiéndose entre ellos y apoyándole a Scott una<br />

mano en el pecho.<br />

—Julia no es <strong>de</strong> esas chicas a las que uno <strong>de</strong>ja tiradas <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> follársela. Es <strong>de</strong> las chicas con las que uno se casa —dijo Scott por<br />

encima <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong> Aaron.<br />

—¿Te crees que no lo sé? —preguntó <strong>Gabriel</strong> con hostilidad.<br />

—¿Y no se te ha ocurrido pensar que ya ha cubierto el cupo <strong>de</strong><br />

gilipollas en su vida?


Richard levantó una mano.<br />

—Scott, ya basta.<br />

Éste miró a su padre con curiosidad.<br />

—<strong>Gabriel</strong> ha rescatado a Julia <strong>de</strong> su atacante.<br />

Su hijo se lo quedó mirando como si le hubiera dicho que la<br />

Tierra era plana. Y que todos lo sabían, menos él.<br />

Rachel intervino, ansiosa por cambiar <strong>de</strong> tema.<br />

—Por cierto, <strong>Gabriel</strong>, no sabía que conocieras a Jamie Roberts.<br />

¿Fuisteis juntos al instituto?<br />

—Sí.<br />

—¿Erais amigos?<br />

—Conocidos.<br />

Todos los ojos se volvieron hacia él, que se dio la vuelta y salió<br />

<strong>de</strong> la cocina.<br />

Richard esperó a que la tensión se calmara para volverse hacia<br />

Scott.<br />

—Me gustaría hablar un momento contigo —le indicó, con calma<br />

pero con <strong>de</strong>cisión.<br />

Los dos subieron la escalera y se encerraron en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong><br />

Richard.<br />

—Siéntate —le indicó éste—. Quiero que hablemos <strong>de</strong> tu actitud<br />

respecto a tu hermano.<br />

Sentado frente a su padre, Scott se preparó para lo que se le<br />

venía encima. Richard sólo llevaba a sus hijos al <strong>de</strong>spacho para las<br />

charlas trascen<strong>de</strong>ntes.<br />

Señalando hacia una reproducción <strong>de</strong>l cuadro <strong>de</strong> Rembrandt <strong>El</strong><br />

regreso <strong>de</strong>l hijo pródigo, que ocupaba un lugar <strong>de</strong> honor en una <strong>de</strong> las<br />

pare<strong>de</strong>s, Richard le preguntó:<br />

—¿Recuerdas la parábola?<br />

Scott asintió lentamente. Se había metido en un lío.<br />

Julia se incorporó en la cama y se sentó <strong>de</strong> un salto, tratando <strong>de</strong><br />

respirar.<br />

«Una pesadilla. Sólo ha sido una pesadilla. Estás a salvo.»<br />

Su corazón tardó unos minutos en recuperar el ritmo normal.<br />

Cuando su mente aceptó que estaba en la habitación <strong>de</strong> invitados <strong>de</strong><br />

los Clark y no <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> Simon, en el suelo <strong>de</strong> su antigua habitación,<br />

se relajó un poco.<br />

Encendió la lámpara. La luz dispersó las sombras, pero no la<br />

animó. Se tomó un par <strong>de</strong> pastillas para el dolor que <strong>Gabriel</strong> le había


<strong>de</strong>jado en la mesita <strong>de</strong> noche cuando la había acompañado a la cama,<br />

unas horas antes. La había arropado y la había abrazado por encima<br />

<strong>de</strong> las mantas hasta que se había dormido. Pero ahora no estaba.<br />

«Lo necesito a mi lado.»<br />

Más que las pastillas para el dolor, la luz o el aire, Julia lo<br />

necesitaba a él. Necesitaba sentir su cuerpo ro<strong>de</strong>ándola, oír su voz<br />

profunda susurrándole palabras <strong>de</strong> consuelo. Era la única persona que<br />

podía hacerle olvidar lo que había pasado. Necesitaba tocarlo.<br />

Necesitaba besarlo para olvidar la pesadilla.<br />

Las pastillas servían sólo para aliviarle el dolor <strong>de</strong>l tobillo; así<br />

que, a saltitos, fue hasta la habitación <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> para que le aliviara el<br />

dolor <strong>de</strong>l corazón. Silenciosa como un ratón, escuchó. Cuando se<br />

convenció <strong>de</strong> que no había nadie <strong>de</strong>spierto, entró en la habitación <strong>de</strong><br />

él.<br />

Tardó unos instantes en distinguir algo en la penumbra. <strong>Gabriel</strong><br />

no había corrido las cortinas y estaba tumbado en el lado <strong>de</strong> la cama<br />

que habitualmente ocupaba Julia. Se preguntó si podía <strong>de</strong>cir que<br />

tuviese un lado <strong>de</strong> la cama con él. Fue dando saltos hasta el otro lado,<br />

apartó el edredón y apoyó una rodilla en el colchón.<br />

—Julianne.<br />

Su ronco murmullo la sobresaltó. Se cubrió la boca con la mano<br />

para no gritar.<br />

—No, quieta.<br />

<strong>El</strong>la se sintió <strong>de</strong>sfallecer ante su rechazo y bajó la cabeza<br />

avergonzada.<br />

—Lo siento. No quería molestarte.<br />

Ruborizada <strong>de</strong> vergüenza y conteniendo las lágrimas, se volvió<br />

para irse.<br />

—No quería <strong>de</strong>cir eso. Espera.<br />

<strong>Gabriel</strong> apartó el edredón <strong>de</strong> un golpe seco y se levantó. Estaba<br />

<strong>de</strong>snudo y la luz <strong>de</strong> las estrellas se reflejaba en su espalda, sobre sus<br />

músculos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los atléticos hombros, bajando por la columna hasta<br />

la estrecha zona lumbar, que se estiró mientras se agachaba para<br />

coger el pantalón <strong>de</strong>l pijama.<br />

Y, por supuesto, también sobre un trasero precioso y las<br />

piernas...<br />

Cuando acabó <strong>de</strong> ponerse los pantalones, se volvió hacia ella.<br />

Esta vez la luz se reflejó en su pecho perfectamente esculpido y en<br />

sus anchos hombros. <strong>El</strong> dragón tatuado quedaba medio oculto por la<br />

oscuridad, pero siempre estaba presente.


—Ya está. Ya pue<strong>de</strong>s asaltar mi cama —bromeó—. He pensado<br />

que te asustarías si entrabas y me encontrabas así.<br />

Julia puso los ojos en blanco. No le gustaba que se riera <strong>de</strong> ella,<br />

pero en ese caso, lo entendió<br />

—Ven aquí —susurró él, extendiendo el brazo para que, cuando<br />

se acostara, la cabeza <strong>de</strong> Julia quedara apoyada en su pecho—. Me<br />

he puesto la alarma para ir a ver cómo estabas. Habría sonado en<br />

quince minutos. ¿Qué tal tienes el tobillo?<br />

—Me duele.<br />

—¿Te has tomado las pastillas que te <strong>de</strong>jé?<br />

—Sí, pero aún no me han hecho efecto.<br />

<strong>Gabriel</strong> le buscó la mano y le dio un beso en los <strong>de</strong>dos con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—Mi pequeña guerrera —le dijo, acariciándole el pelo con la<br />

yema <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos—. ¿No podías dormir?<br />

—He tenido una pesadilla.<br />

—¿Quieres hablar <strong>de</strong> ello?<br />

—No.<br />

Él la abrazó con más fuerza para indicarle que si cambiaba <strong>de</strong><br />

opinión, estaría allí para escucharla.<br />

—¿Pue<strong>de</strong>s besarme? —le pidió Julia.<br />

—Pensaba que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que ha pasado, no querrías que<br />

te tocara.<br />

<strong>El</strong>la alzó la cabeza y unió sus labios a los suyos, poniendo fin a<br />

la conversación.<br />

<strong>Gabriel</strong> la besó con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, sin apenas apretar, porque la<br />

boca <strong>de</strong> Julia seguía irritada y no quería hacerle daño. En silencio,<br />

maldijo a Simon.<br />

Pero ella no tenía suficiente con ese beso. Quería beber <strong>de</strong> él,<br />

quería que el fuego que sólo <strong>Gabriel</strong> sabía <strong>de</strong>spertar en su interior la<br />

envolviera y no pensar en nada más.<br />

Abriendo la boca, Julia le recorrió el labio inferior con la lengua,<br />

saboreando su dulzura. Con <strong>de</strong>cisión, le metió la lengua en la boca<br />

hasta encontrar la <strong>de</strong> él. Se la lamió, bailó un tango con ella, tropezó y<br />

volvió al ataque. <strong>Gabriel</strong> le sujetó la cabeza, agarrándola por el pelo.<br />

Contraatacando, empujó la lengua <strong>de</strong> Julia con la suya, llevando el<br />

dulce combate a la boca <strong>de</strong> ella, que empezó a gemir <strong>de</strong> placer.<br />

Mientras lo besaba, no pensaba en nada más. Apartó el tobillo<br />

magullado para protegérselo y enredó las manos en el pelo <strong>de</strong> él,<br />

tirando.


<strong>Gabriel</strong> gruñó, pero no se <strong>de</strong>tuvo. Julia notó que su miembro<br />

empezaba a tensarse contra su muslo <strong>de</strong>snudo.<br />

Él le recorrió el costado con la mano, <strong>de</strong>teniéndose unos<br />

instantes en su pecho antes <strong>de</strong> seguir bajando hasta la ca<strong>de</strong>ra. Le<br />

gustaba que la camiseta <strong>de</strong> tirantes y los pantalones cortos <strong>de</strong> Rachel<br />

le apretaran un poco, marcando sus curvas y <strong>de</strong>jando una buena<br />

cantidad <strong>de</strong> piel al <strong>de</strong>scubierto en los hombros y el escote. Incluso en<br />

la penumbra era preciosa.<br />

De pronto, Julia se encontró tumbada <strong>de</strong> espaldas, con <strong>Gabriel</strong><br />

apoyado en los antebrazos encima <strong>de</strong> ella. Cuando él le apoyó la<br />

rodilla entre las piernas, las separó <strong>de</strong> buena gana.<br />

Julia quería más. Necesitaba más. Respiraba<br />

entrecortadamente, pero sus <strong>de</strong>dos se negaban a soltarle el pelo,<br />

obligándolo a seguir besándola.<br />

<strong>Gabriel</strong> respondió acariciándole los pechos por encima <strong>de</strong> la<br />

camiseta, aplicando la presión necesaria para excitarla, pero no la<br />

suficiente como para satisfacerla. Pero en seguida se reprimió y se<br />

apartó, apoyándose en un codo.<br />

Actuando por instinto, Julia se cogió la camiseta y trató <strong>de</strong><br />

quitársela por la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong> la sujetó por la muñeca, impidiéndoselo. La besó y<br />

pronto volvieron a provocarse, excitándose mutuamente con la lengua<br />

e intercambiando alientos. Cuando él le soltó la mano para acariciarle<br />

el muslo y colocarle luego la pierna alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su ca<strong>de</strong>ra, Julia<br />

aprovechó que tenía las manos libres para tratar <strong>de</strong> quitarse la<br />

camiseta una vez más, retorciéndose bajo el torso <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>.<br />

Esta vez, él la sujetó con ambas manos.<br />

—Julianne —ja<strong>de</strong>ó casi sin aliento—, por favor... para.<br />

Echándose hacia atrás, se arrodilló en la cama tratando <strong>de</strong><br />

calmarse.<br />

—¿No... te apetece? —La voz <strong>de</strong> ella, tan sincera e inocente, le<br />

llegó al corazón, retorciéndoselo.<br />

<strong>Gabriel</strong> cerró los ojos y negó con la cabeza. Con su respuesta,<br />

un dique se abrió en la memoria <strong>de</strong> Julia, <strong>de</strong>jando escapar todas las<br />

crueles palabras que Simon le había dicho: «Zorra estúpida. Vas a ser<br />

un <strong>de</strong>sastre en la cama. Eres frígida. Ningún hombre va a querer<br />

acostarse contigo».<br />

Rodó hasta el extremo <strong>de</strong> la cama y se sentó. Quería irse <strong>de</strong> la<br />

habitación antes <strong>de</strong> que se le escapara algún sollozo. Pero antes <strong>de</strong>


que pudiera poner el pie bueno en el suelo, unos fuertes brazos le<br />

ro<strong>de</strong>aron la cintura. Estaba atrapada.<br />

<strong>Gabriel</strong> se sentó con las piernas a ambos lados <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>ras<br />

<strong>de</strong> ella y la abrazó con fuerza. Julia notaba su respiración y el latido <strong>de</strong><br />

su corazón contra su espalda. Era una sensación curiosa, pero muy<br />

erótica.<br />

—No te vayas —susurró <strong>Gabriel</strong>, dándole un beso en la oreja.<br />

Inclinándose hacia a<strong>de</strong>lante, le besó el cuello y se lo acarició con los<br />

labios.<br />

Julia sorbió por la nariz.<br />

—No quería disgustarte. ¿Te he hecho daño? —Como ella no<br />

respondía, <strong>Gabriel</strong> volvió a besarle la oreja y la abrazó con más<br />

fuerza.<br />

—No, al menos, no físicamente —logró <strong>de</strong>cir sin llorar.<br />

—Explícamelo, por favor —le susurró él al oído—. Dime cómo te<br />

he hecho daño.<br />

Julia levantó las manos, exasperada.<br />

—Me dices que me <strong>de</strong>seas, pero cuando por fin encuentro el<br />

valor para lanzarme a tus brazos, ¡me rechazas!<br />

<strong>Gabriel</strong> inspiró hondo, emitiendo una especie <strong>de</strong> silbido contra el<br />

oído <strong>de</strong> ella. Sintió que se tensaba. Notó los tendones <strong>de</strong> sus brazos<br />

en la cintura y otra cosa en la parte baja <strong>de</strong> la espalda.<br />

—Créeme, Julianne. No te estoy rechazando. Por supuesto que<br />

te <strong>de</strong>seo. Eres preciosa. Deliciosa. —Le besó la mejilla—. Ya hemos<br />

hablado <strong>de</strong> esto. Nuestra primera vez ya está cerca. ¿De verdad<br />

quieres que sea hoy?<br />

<strong>El</strong>la dudó y esa vacilación fue todo lo que <strong>Gabriel</strong> necesitaba.<br />

—Incluso aunque estuvieras preparada, no te haría el amor esta<br />

noche, cariño. Estás magullada y eso significa que vas a tener que<br />

cuidarte unos cuantos días. Necesito que estés plenamente<br />

recuperada antes <strong>de</strong> empezar a explorar las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>... ah...<br />

las distintas posturas.<br />

Aunque no lo veía, Julia notó en su voz que estaba sonriendo.<br />

Estaba tratando <strong>de</strong> hacerla reír.<br />

—Y, a<strong>de</strong>más, está esto.<br />

<strong>Gabriel</strong> se movió para que ella se apoyara en el lado izquierdo<br />

<strong>de</strong> su torso, mientras le acariciaba la marca <strong>de</strong>l cuello con un <strong>de</strong>do.<br />

<strong>El</strong>la se encogió al notar su contacto y él sintió un gran odio hacia<br />

Simon. Inspiró y espiró varias veces para controlarse. Cuando lo logró,<br />

empezó a darle suaves besos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l mordisco, hasta que Julia


suspiró y, relajándose, <strong>de</strong>jó caer la cabeza hacia atrás, contra el<br />

hombro <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Hace unas pocas horas, estabas en posición fetal. No sería un<br />

gran amante ni una gran persona si me aprovechara <strong>de</strong> tu<br />

vulnerabilidad. ¿Lo entien<strong>de</strong>s?<br />

Tras reflexionar durante unos instantes, ella asintió.<br />

—Hoy has pasado por unas circunstancias aterradoras. Es<br />

normal que quieras sentirse querida y protegida. Y yo quiero ayudarte,<br />

amor mío, pero hay muchas maneras <strong>de</strong> lograrlo. No hace falta que te<br />

quites la ropa para llamar mi atención. La tienes en exclusiva. Y<br />

tampoco tienes que acostarte conmigo para sentirte <strong>de</strong>seada.<br />

—¿Ah, no? —murmuró Julia, curiosa.<br />

—No. Puedo <strong>de</strong>mostrártelo así.<br />

<strong>Gabriel</strong> la besó en el cuello y la reclinó sobre la cama. Luego se<br />

tumbó a su lado, <strong>de</strong> costado, apoyado en un codo y la miró a los ojos,<br />

gran<strong>de</strong>s y tristes. Empezó a acariciarla <strong>de</strong> arriba abajo, con caricias<br />

lentas y <strong>de</strong>licadas. Le secó las lágrimas, le resiguió la línea <strong>de</strong> la<br />

mandíbula, pasando por la barbilla y, tras recorrerle las cejas, bajó<br />

hasta el cuello, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> alcanzó las clavículas.<br />

Julia ahogó una exclamación cuando los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

pasaron sobre su esternón, entre sus pechos, para llegar al estómago,<br />

don<strong>de</strong> le dibujó círculos sobre la piel <strong>de</strong>snuda. Con la mano plana<br />

sobre la parte baja <strong>de</strong>l vientre <strong>de</strong> ella, le recorrió el escote con los<br />

labios.<br />

Al levantar la cabeza, vio que Julia había cerrado los ojos.<br />

—¿Cariño?<br />

<strong>El</strong>la los abrió, parpa<strong>de</strong>ando.<br />

—En esta cama estamos solos tú y yo. Y tú eres lo único que<br />

importa. —Le acarició la cintura y bajó la mano hasta la ca<strong>de</strong>ra, don<strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>jó reposar—. Si quieres volver a tu habitación, te acompañaré. Si<br />

quieres dormir aquí sola, me marcharé. Dime lo que quieres y, si está<br />

en mi mano, te lo daré. Pero, por favor, no me pidas que te arrebate tu<br />

virginidad. Esta noche no.<br />

Julia pensó un poco y tragó saliva antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />

—Quiero quedarme aquí. No duermo bien sin ti.<br />

—Yo apenas duermo si no estoy contigo. Me alegro <strong>de</strong> que sea<br />

algo mutuo. —<strong>Gabriel</strong> le acarició el muslo y la parte baja <strong>de</strong>l culo—.<br />

Sabes que me importas mucho, ¿verdad?<br />

<strong>El</strong>la asintió y le acarició el pecho mientras él se inclinaba hacia<br />

a<strong>de</strong>lante y le rozaba con los labios la zona <strong>de</strong>l cuello don<strong>de</strong> no tenía


marcas.<br />

—Siento haberte hecho esto el otro día —se disculpó, rozándole<br />

el chupetón, que ya empezaba a borrarse.<br />

Julia lo miró a los ojos y vio que se sentía francamente culpable.<br />

—No pasa nada, <strong>Gabriel</strong>. Eso fue muy distinto.<br />

—Tengo que ser más cuidadoso contigo.<br />

<strong>El</strong>la suspiró.<br />

—Siempre eres muy cuidadoso conmigo.<br />

—Date la vuelta, cariño.<br />

No sabía lo que se le habría ocurrido, pero Julia se tumbó boca<br />

abajo y volvió la cabeza para mirarlo. Confiaba en él por completo.<br />

<strong>Gabriel</strong> se arrodilló a su lado y le apartó el pelo <strong>de</strong> la cara.<br />

—Relájate. Sólo quiero que te sientas bien.<br />

Empezó a masajearla suavemente con ambas manos,<br />

explorando cada centímetro <strong>de</strong> su cuerpo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cabeza a los pies.<br />

Cuando acabó, se tumbó junto a éstos y les <strong>de</strong>dicó una atención<br />

especial, centrándose en los talones y las plantas.<br />

<strong>El</strong>la gimió suavemente.<br />

—¿Recuerdas cuando te quedaste en casa, tras aquel<br />

<strong>de</strong>sastroso seminario? —preguntó <strong>Gabriel</strong> con el cejo fruncido—. No<br />

te fiabas <strong>de</strong> mí. Era lógico que no lo hicieras, pero en aquel momento<br />

yo ya había <strong>de</strong>cidido que... Estás a salvo conmigo, amor, te lo<br />

prometo.<br />

Cuando acabó con los pies, volvió a ascen<strong>de</strong>r por su cuerpo,<br />

pero esta vez la acarició con los labios —besando, mordisqueando,<br />

atrapando con su boca— las zonas que antes había explorado con los<br />

<strong>de</strong>dos.<br />

Julia lo miró a los ojos y vio un gran afecto reflejado en ellos.<br />

Cuando se tumbó a su lado, lo besó apasionadamente.<br />

—Gracias, <strong>Gabriel</strong> —susurró.<br />

Él sonrió satisfecho y le hundió los <strong>de</strong>dos en el pelo.<br />

En este entorno <strong>de</strong> paz y seguridad, Julia se dio cuenta <strong>de</strong> que<br />

había llegado el momento. Habían acordado que <strong>de</strong>snudarían sus<br />

almas antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>snudar sus cuerpos y una parte <strong>de</strong> ella estaba<br />

cansada <strong>de</strong> guardar secretos. A<strong>de</strong>más, eran secretos <strong>de</strong> Simon, no<br />

suyos.<br />

<strong>Gabriel</strong> ya le había contado parte <strong>de</strong> su pasado. ¿Por qué se<br />

había resistido ella tanto a hacer lo mismo? Sabía que iba a ser<br />

doloroso <strong>de</strong>cir las palabras en voz alta, pero más doloroso era tener<br />

algo interponiéndose entre los dos. Cerrando los ojos, respiró hondo y,


sin preámbulos, empezó:<br />

—Lo conocí en una fiesta, durante mi primer año en la<br />

universidad. —Se aclaró la garganta varias veces antes <strong>de</strong> continuar<br />

con un hilo <strong>de</strong> voz—: Estudiábamos en la Universidad <strong>de</strong> Pensilvania.<br />

Sabía quién era su padre, pero no fue eso lo que me atrajo <strong>de</strong> él. Me<br />

gustó porque era divertido y agradable y lo pasábamos muy bien<br />

juntos. La primera Navidad se presentó en mi casa para darme una<br />

sorpresa. Sabía que me gustaban las cosas italianas, así que me<br />

compró una Vespa roja como una manzana <strong>de</strong> caramelo. Rojo Julia lo<br />

llamó.<br />

<strong>Gabriel</strong> alzó las cejas.<br />

—Por supuesto, mi amor por todo lo italiano venía <strong>de</strong> ti, pero ya<br />

había perdido la esperanza <strong>de</strong> volver a verte. Pensaba que yo no te<br />

importaba, así que traté <strong>de</strong> seguir a<strong>de</strong>lante con mi vida. Sus padres<br />

aprobaban nuestra relación y nos invitaban constantemente a<br />

Washington o a actos políticos en Fila<strong>de</strong>lfia. Tras unos cuantos meses<br />

<strong>de</strong> salir como amigos, me dijo que quería más. Me pareció bien.<br />

»A partir <strong>de</strong> ese momento, las cosas empezaron a cambiar.<br />

Nunca estaba satisfecho, siempre quería más y se volvió exigente.<br />

Julia se ruborizó en la oscuridad.<br />

<strong>Gabriel</strong> notó que le aumentaba la temperatura <strong>de</strong> la piel y la<br />

acarició suavemente para tranquilizarla.<br />

—Decía que ser mi novio le daba <strong>de</strong>recho a practicar sexo<br />

conmigo. Cuando le dije que no estaba preparada, me llamó frígida. Y<br />

eso no hizo más que aumentar mi <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> esperar. No es<br />

que te estuviera esperando, pero no quería que nadie me obligara a<br />

hacer nada contra mi voluntad. Sé que suena inmaduro...<br />

—Julianne, no tiene nada <strong>de</strong> inmaduro imponer tu voluntad y<br />

<strong>de</strong>cidir con quién quieres acostarte y con quién no.<br />

<strong>El</strong>la sonrió sin ganas.<br />

—Cuanto más insistía, menos cedía yo, pero entonces trataba<br />

siempre <strong>de</strong> que lo compensara <strong>de</strong> alguna manera. Era<br />

exageradamente posesivo. No le gustaba que estuviera con Rachel,<br />

probablemente porque a ella no le gustaba él. Yo hacía lo que estaba<br />

en mi mano para evitar los conflictos y Simon, bueno... no siempre era<br />

una persona agradable.<br />

Hizo una pausa, tratando <strong>de</strong> encontrar las palabras a<strong>de</strong>cuadas.<br />

—¿Te pegaba? —preguntó <strong>Gabriel</strong>.<br />

—No, en realidad no.<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir eso, Julianne? ¿Te pegaba o no?


Julia notó que él estaba temblando <strong>de</strong> indignación y rabia. No<br />

quería mentirle, pero tenía miedo <strong>de</strong> su reacción, así que eligió las<br />

palabras con mucho cuidado.<br />

—Me empujó en algunas ocasiones. Natalie, mi compañera <strong>de</strong><br />

habitación, tuvo que quitármelo <strong>de</strong> encima una vez.<br />

—¿Te das cuenta <strong>de</strong> que empujar también es maltratar?<br />

Como ella apartó la vista sin respon<strong>de</strong>r, <strong>Gabriel</strong> añadió:<br />

—Me gustaría que habláramos <strong>de</strong> esto más a fondo. Otro día.<br />

—Sinceramente —Julia rió con ironía—, eran mucho peores las<br />

cosas que <strong>de</strong>cía que las que hacía. Y durante casi todo el tiempo me<br />

trató mejor que mi madre. Algunas veces... reconozco que habría<br />

<strong>de</strong>seado que me pegara. Si me hubiera dado un puñetazo, todo habría<br />

acabado en dos segundos. Habría sido preferible a tener que<br />

escucharlo <strong>de</strong>cirme que era frígida y que no valía nada una y otra vez.<br />

—Se estremeció—. Al menos, si me hubiera pegado, habría podido<br />

contárselo a mi padre. Le habría enseñado el moratón y él me habría<br />

creído.<br />

<strong>Gabriel</strong> se sintió asqueado al oír eso. Su enfado hacia Simon y<br />

Tom no hacía más que aumentar.<br />

A pesar <strong>de</strong> que guardaba un silencio paciente y respetuoso, Julia<br />

sabía que su mente <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar funcionando a toda velocidad.<br />

—Siempre me hacía sentir que no era lo bastante buena para él.<br />

Como me negaba a que nos acostáramos, me exigió otras cosas. Pero<br />

yo nunca hacía nada como él quería. Me <strong>de</strong>cía que si acostarse<br />

conmigo iba a ser así, no merecía la pena tanta espera. —Se rió,<br />

nerviosa, retorciéndose un mechón <strong>de</strong> pelo con un <strong>de</strong>do—. No<br />

pensaba contarte esto, pero supongo que es mejor que lo sepas antes<br />

<strong>de</strong> que te lleves una <strong>de</strong>cepción. ¿Para qué estar conmigo si, a<strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong> frígida, no sabía darle placer a un hombre <strong>de</strong> otras maneras?<br />

Sin po<strong>de</strong>rse reprimir, <strong>Gabriel</strong> soltó una sarta <strong>de</strong> insultos que<br />

habrían puesto los pelos <strong>de</strong> punta a más <strong>de</strong> uno.<br />

Julia permaneció inmóvil. Sólo se le movía la punta <strong>de</strong> la nariz.<br />

Como a un ratón. O un conejo.<br />

—Julianne, mírame. —Le apoyó la mano en la mejilla con<br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, hasta que ella alzó la vista—. Todo lo que te dijo era<br />

mentira. Tienes que creerme. Sus palabras tenían un solo objetivo:<br />

controlarte.<br />

»Por supuesto que quiero estar contigo y por supuesto que te<br />

<strong>de</strong>seo. Mírate. Eres preciosa, cálida e inteligente. Eres amable y<br />

comprensiva. Pue<strong>de</strong> que no te <strong>de</strong>s cuenta, pero cuando estoy contigo


haces que me vuelva como tú. Haces que <strong>de</strong>see ser amable y<br />

comprensivo. Y cuando hagamos el amor, así es como será.<br />

La voz le había sonado ronca, así que se aclaró la garganta<br />

antes <strong>de</strong> continuar.<br />

—Es imposible que alguien tan generoso y apasionado como tú<br />

no sea bueno en la cama. Lo único que necesitas es estar con alguien<br />

que te haga sentir segura para po<strong>de</strong>r expresarte. En ese momento, la<br />

tigresa que llevas <strong>de</strong>ntro, saldrá al exterior. Él no merecía conocer esa<br />

parte <strong>de</strong> ti. Me alegro mucho <strong>de</strong> que no se la mostraras. Pero entre<br />

nosotros las cosas son distintas. Anoche, la noche <strong>de</strong>l museo, hace un<br />

rato... He sido testigo <strong>de</strong> tu pasión. La he sentido. Es impresionante.<br />

Tú eres impresionante.<br />

Julia lo miró sorprendida. Los ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> nunca le habían<br />

parecido tan sinceros.<br />

—Me dijiste que creías en la re<strong>de</strong>nción —susurró él—, así que<br />

<strong>de</strong>muéstramelo. Perdónate cualquier cosa <strong>de</strong> la que te sientas<br />

avergonzada y permítete ser feliz. Porque eso es lo único que yo<br />

quiero. Que seas feliz.<br />

<strong>El</strong>la sonrió y lo besó, disfrutando momentáneamente <strong>de</strong> su<br />

contacto y sus palabras, pero tras unos instantes se apartó, sabiendo<br />

que lo peor aún tenía que llegar.<br />

—Me apunté al programa <strong>de</strong> estudios en el extranjero para<br />

estudiantes <strong>de</strong> tercer año. Él no quería que fuera, así que presenté la<br />

solicitud a sus espaldas y no se lo dije hasta el último momento. Se<br />

enfadó mucho, pero luego pareció superarlo.<br />

»Mientras estuve en Italia, me escribió unos correos preciosos,<br />

con fotografías. Me dijo que me amaba. —Julia tragó saliva—. Nadie<br />

me lo había dicho antes. —Respiró hondo—. No regresé en Navidad<br />

ni al acabar el curso, porque hice algunos cursillos complementarios y<br />

viajé un poco. Cuando volví, a finales <strong>de</strong> agosto, Rachel me llevó <strong>de</strong><br />

compras como regalo <strong>de</strong> bienvenida. Grace le había dado dinero y<br />

entre las dos me compraron un vestido muy bonito y unos zapatos <strong>de</strong><br />

Prada. —Se ruborizó—. Bueno, los has visto. Fueron los zapatos que<br />

llevé durante nuestra primera ci... quiero <strong>de</strong>cir, la noche que me<br />

llevaste a comer un filete.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla con el dorso <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos.<br />

—Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirlo, Julianne. Fue nuestra primera cita. Yo también<br />

la consi<strong>de</strong>ro así. Aunque me comporté como un auténtico idiota. O,<br />

mejor dicho, como un asno.<br />

<strong>El</strong>la respiró hondo.


—Él hizo planes para que celebráramos juntos mi cumpleaños.<br />

Rachel insistió en que me cambiara en su apartamento, para<br />

ayudarme a arreglarme. Simon y yo teníamos que reunirnos en el<br />

Ritz-Carlton, pero me olvidé la cámara y pasé un momento por la<br />

habitación <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia universitaria para recogerla.<br />

Julia empezó a temblar. Cada músculo, cada parte <strong>de</strong> su cuerpo,<br />

empezó a sacudirse como si estuviera muerta <strong>de</strong> frío.<br />

<strong>Gabriel</strong> la ro<strong>de</strong>ó con los brazos.<br />

—No tienes por qué contarme nada más. Ya he oído suficiente.<br />

—No —replicó ella, con la voz temblorosa, pero <strong>de</strong>cidida a<br />

seguir—. Tengo que contárselo a alguien. Ni siquiera Rachel lo sabe<br />

todo. —Inspiró hondo un par <strong>de</strong> veces—. Abrí la puerta. La habitación<br />

estaba a oscuras excepto por la lámpara <strong>de</strong>l escritorio <strong>de</strong> mi<br />

compañera. Pero el equipo <strong>de</strong> música estaba encendido. Estaba<br />

sonando Closer, <strong>de</strong> Nine Inch Nails. Como una idiota, pensé que<br />

Natalie se lo habría <strong>de</strong>jado encendido. Fui a apagarlo, pero entonces<br />

los vi.<br />

Julia se había quedado inmóvil como una estatua.<br />

<strong>Gabriel</strong> aguardó.<br />

—Simon estaba follando con Natalie en mi cama. Me quedé tan<br />

sorprendida que no reaccioné. Al principio, pensé que no podía ser él.<br />

Y luego pensé que no podía ser ella. Pero lo eran. Y... —Su voz se<br />

convirtió en un susurro—. Había sido mi compañera <strong>de</strong> habitación<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día <strong>de</strong> facultad. Ya éramos amigas en el instituto. Me<br />

vieron mirándolos como un pasmarote. Simon se echó a reír y me dijo<br />

que no me extrañara tanto, que se acostaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> segundo. Yo<br />

seguía allí, porque, francamente, no entendía nada. Natalie se acercó<br />

a mí, <strong>de</strong>snuda, y me dijo que me uniera a ellos.<br />

Julia cerró la boca, pero <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Ya lo había dicho.<br />

Había pronunciado las palabras en voz alta. La agonía y el horror <strong>de</strong><br />

aquella noche volvieron a inundarla. Se arrodilló y apoyó la mejilla en<br />

el pecho <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, pero no lloró.<br />

Él la abrazó con fuerza, apretando los labios contra su coronilla.<br />

En su fuero interno, se alegró <strong>de</strong> no haberlo sabido cuando se<br />

peleó con él, porque lo habría matado, estaba seguro.<br />

«Él es el follaángeles. Quería follarse a mi Julianne como un<br />

animal. Estaba practicando con su compañera <strong>de</strong> habitación.»<br />

Permanecieron sentados y abrazados un buen rato, mientras<br />

Julia trataba <strong>de</strong> librarse <strong>de</strong> la vergüenza y <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong> sus impulsos<br />

asesinos. Cuando notó que el corazón <strong>de</strong> ella recuperaba un ritmo


normal, empezó a susurrarle al oído. Le dijo lo mucho que la quería y<br />

que a su lado siempre estaría segura. Y luego le preguntó si era un<br />

buen momento para que le contara unas cosas.<br />

Julia asintió.<br />

—Siento mucho que tuvieras que pasar por eso. —Negó con la<br />

cabeza—. Y siento que no crecieras en una casa con unos padres que<br />

se amaran y compartieran cama. Yo tuve esa suerte.<br />

»Ya sabes cómo eran Richard y Grace, siempre tocándose,<br />

siempre riendo. Nunca lo oí a él levantarle la voz. Y nunca oí a Grace<br />

burlarse <strong>de</strong> Richard ni <strong>de</strong>cirle nada grosero. Eran la pareja perfecta. Y<br />

por mucho que a uno le cueste imaginarse a sus padres teniendo vida<br />

sexual, es evi<strong>de</strong>nte que eran una pareja apasionada.<br />

»Cuando Richard me dio la famosa charla sobre las flores y las<br />

semillitas en la barriga <strong>de</strong> la madre, citó una frase <strong>de</strong>l Libro <strong>de</strong> oración<br />

común, un voto que había pronunciado durante su boda con Grace:<br />

"Con este anillo te <strong>de</strong>sposo, con mi cuerpo te adoro y te hago partícipe<br />

<strong>de</strong> todos mis bienes"».<br />

—La he oído. Es preciosa.<br />

—Sí, ¿verdad? Y en el contexto <strong>de</strong> la incómoda conversación<br />

con Richard, él me hizo ver que ese voto expresa la intención <strong>de</strong>l<br />

marido <strong>de</strong> hacerle el amor a su esposa, no <strong>de</strong> usar su cuerpo<br />

únicamente para el sexo. Me explicó que el voto implica la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />

hacer el amor es un acto <strong>de</strong> adoración. <strong>El</strong> esposo adora a su esposa<br />

con su cuerpo, amándola, entregándose a ella y avanzando juntos<br />

hacia el éxtasis.<br />

<strong>Gabriel</strong> se aclaró la garganta y calló un momento antes <strong>de</strong><br />

continuar.<br />

—Creo que puedo <strong>de</strong>cir sin miedo a equivocarme que lo que<br />

presenciaste en esa habitación fue un acto <strong>de</strong>predador y <strong>de</strong>spreciable.<br />

Sé que viste cosas parecidas mientras crecías en San Luis, cosas que<br />

una niña no <strong>de</strong>bería ver. Es posible que creyeras que las relaciones<br />

sexuales eran siempre así y que todos los hombres eran como él,<br />

<strong>de</strong>predadores maliciosos que usan y abusan <strong>de</strong> las mujeres.<br />

»Pero la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> Richard <strong>de</strong> hacer el amor era totalmente<br />

distinta. Me dijo que era una forma <strong>de</strong> placer muy apasionada, porque<br />

el contexto permite que uno explore sus <strong>de</strong>seos más íntimos con<br />

libertad y aceptación, ya sean <strong>de</strong>sesperados e intensos o lentos y<br />

tiernos. Lo importante es que los cimientos sobre los que se afianzan<br />

esos <strong>de</strong>seos estén formados <strong>de</strong> respeto mutuo y generosidad. Lo<br />

importante es entregar, no tomar ni utilizar.


Acercó los labios a la oreja <strong>de</strong> ella para seguir hablando.<br />

—A lo largo <strong>de</strong> la vida, llegué a apartarme mucho <strong>de</strong>l camino<br />

que me mostró Richard, pero en lo más profundo <strong>de</strong> mi alma, siempre<br />

quise tener lo que él y Grace tenían. Cuando te dije que quería<br />

adorarte con mi cuerpo, era exactamente eso lo que quería <strong>de</strong>cir. Y<br />

sigo pensando lo mismo. De todo corazón. Nunca te arrebataré nada.<br />

Sólo te entregaré cosas. En la cama y fuera <strong>de</strong> ella.<br />

Julia sonrió con la cara pegada a su pecho.<br />

—Tú y yo estamos empezando <strong>de</strong> cero, así que, como dice el<br />

Nuevo Testamento en la Carta a los Corintios, «¡Todo ha cambiado,<br />

todo es nuevo!».<br />

Levantó la cara y lo besó en los labios, susurrándole palabras <strong>de</strong><br />

agra<strong>de</strong>cimiento. Su <strong>de</strong>claración la había consolado muchísimo. No<br />

había eliminado el dolor ni había borrado los recuerdos, pero era un<br />

gran alivio saber que no iba a echarle en cara sus flaquezas <strong>de</strong>l<br />

pasado. Porque, en realidad, <strong>de</strong> lo que más avergonzada se sentía era<br />

<strong>de</strong> haberse <strong>de</strong>jado tratar tan mal. Ésa era la razón por la que lo había<br />

mantenido en secreto.<br />

—Ahora me siento mucho peor por haberte gastado aquella<br />

broma sin gracia sobre los Nine Inch Nails en Lobby —dijo él—. No me<br />

extraña que te afectara tanto que mencionara esa canción.<br />

Julia asintió lentamente.<br />

—En cuanto volvamos a Toronto, cambiaré las presintonías <strong>de</strong> la<br />

radio. No pienso volver a escuchar esa emisora nunca más. —<strong>Gabriel</strong><br />

carraspeó antes <strong>de</strong> seguir—. Cariño, no tienes que hablar <strong>de</strong> ello si no<br />

quieres, pero tengo curiosidad por saber qué le contaste a tu padre.<br />

Por cierto, te <strong>de</strong>bo una disculpa por haber discutido con él en el<br />

hospital. He dicho algunas cosas que no <strong>de</strong>bería haber dicho.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con curiosidad.<br />

—Le he dicho que no <strong>de</strong>bió enviarte a vivir con tu madre. Que su<br />

misión como padre era protegerte y que había fracasado.<br />

Julia se quedó muy sorprendida. Nadie, ni siquiera Grace ni<br />

Richard le habían echado nunca en cara a Tom sus <strong>de</strong>cisiones. Nadie.<br />

Una expresión maravillada se extendió por su rostro.<br />

—¿No estás enfadada? —preguntó él, sorprendido.<br />

—¿Cómo iba a estarlo? Gracias por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme, <strong>Gabriel</strong>. Es la<br />

primera vez que alguien hace algo así por mí.<br />

Y cogiéndole las manos, le besó los nudillos hinchados y los<br />

arañazos. Sus heridas <strong>de</strong> guerra le resultaban tan queridas como sus<br />

preciosos y expresivos ojos.


—No se lo conté todo. Sólo le dije que había sorprendido a<br />

Simon con Natalie y que no podía seguir compartiendo habitación con<br />

ella. Fue un poco difícil, porque mi padre estaba saliendo con la madre<br />

<strong>de</strong> Natalie, pero no se quejó.<br />

—Muy noble por su parte —comentó <strong>Gabriel</strong>, sarcástico.<br />

—Pasé unos cuantos días en Selinsgrove para calmarme.<br />

Luego, papá me llevó <strong>de</strong> vuelta a la universidad y me ayudó a<br />

trasladarme a un pequeño estudio. Te reirías si lo vieras, <strong>Gabriel</strong>. Era<br />

aún más pequeño que el que tengo ahora.<br />

—No me reiría —replicó muy serio.<br />

—No es una crítica, pero es que eres tan exigente y <strong>de</strong>tallista...<br />

Sé que lo habrías encontrado aún más espantoso que mi apartamento<br />

actual.<br />

—Tu apartamento actual no me parece espantoso. Lo único que<br />

no me gusta <strong>de</strong> él es que tengas que vivir allí. ¿Qué pasó cuando<br />

volviste a clase?<br />

—Procuré esquivarlos. <strong>El</strong>los dos se habían convertido en pareja,<br />

más o menos. Tenía miedo <strong>de</strong> encontrármelos, así que evité todos los<br />

lugares que solíamos frecuentar. Iba a clase, estudiaba italiano,<br />

preparaba las solicitu<strong>de</strong>s para el doctorado... Apenas salía <strong>de</strong> casa.<br />

Fue una especie <strong>de</strong> retiro.<br />

—Sí, algo me comentó Rachel.<br />

—Fui una pésima amiga. No respondía a sus llamadas. Ni<br />

siquiera quise hablar con Grace, a pesar <strong>de</strong> que me escribió una carta<br />

preciosa. En Navidad les envié una postal, pero me sentía <strong>de</strong>masiado<br />

humillada como para explicar lo que había pasado. Rachel sabe que<br />

los pillé juntos, porque Natalie se lo contó. Pero no sabe lo horrible<br />

que fue. Y no quiero que lo sepa.<br />

—Todo lo que me cuentes quedará entre nosotros.<br />

—Me avergonzaba admitir que había sido tan idiota <strong>de</strong> meterme<br />

en esa situación. Que le había permitido tratarme <strong>de</strong> esa manera<br />

durante tanto tiempo. Que no me había dado cuenta <strong>de</strong> que estaban<br />

juntos a mis espaldas. Quería convencerme <strong>de</strong> que aquello no me<br />

había pasado a mí, que le había pasado a otra persona.<br />

Levantó la vista. <strong>Gabriel</strong> la estaba mirando, comprensivo.<br />

—Por favor, no vuelvas a <strong>de</strong>cir que eres idiota. Son ellos los que<br />

<strong>de</strong>berían sentirse avergonzados por cómo te trataron. <strong>El</strong>los son los<br />

villanos en esta historia, no tú. —Le besó la cabeza y hundió la nariz<br />

en su pelo—. Creo que <strong>de</strong>berías dormir un poco, mi amor. Mañana<br />

será un día muy largo y tienes que recuperarte.


—¿No se molestará tu familia cuando nos encuentren juntos?<br />

—Saben que somos pareja y creo que a casi todos les parece<br />

bien.<br />

—¿A casi todos?<br />

<strong>Gabriel</strong> suspiró.<br />

—A Richard no le importa, lo que no le gusta es que tengamos<br />

sexo bajo su techo sin estar casados. Es muy conservador en ese<br />

aspecto y prefiere que durmamos en habitaciones separadas. De<br />

todos modos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que te ha pasado, estoy seguro <strong>de</strong> que no<br />

le importará encontrarte aquí.<br />

—¿Y Rachel y Aaron? Tampoco están casados.<br />

—No es que le haga mucha gracia, pero al menos están<br />

comprometidos. Rachel siempre me ha apoyado en todo y también<br />

nos apoya en esto.<br />

—¿Y Scott?<br />

—Scott se siente muy protector contigo. Sabe que he sido un<br />

libertino y...<br />

—No eras un libertino, te sentías solo.<br />

Él le dio un beso suave.<br />

—Eso es muy generoso por tu parte, pero ambos sabemos que<br />

no es verdad.<br />

Se tumbaron y Julia apoyó la cabeza en su pecho, acariciándole<br />

el torso con un <strong>de</strong>do. Canturreaba mientras reflexionaba sobre sus<br />

palabras. Le había dicho que la quería y que quería adorarla con su<br />

cuerpo. Probablemente, eran las palabras más importantes que le<br />

habían dicho nunca. Insegura, le recorrió el tatuaje con el <strong>de</strong>do.<br />

—No —susurró <strong>Gabriel</strong>, apartándole la mano<br />

—Lo siento. ¿Qué es MAIA?<br />

Él apretó los labios.<br />

—Perdona. No quería sacar el tema, pero como nos estábamos<br />

contando secretos, pensaba...<br />

<strong>Gabriel</strong> se frotó los ojos con la mano libre, pero no la soltó.<br />

—Maia es un nombre —dijo, con voz ronca.<br />

—¿La... la amabas?<br />

—Por supuesto que la amaba.<br />

—¿Estuvisteis mucho tiempo juntos?<br />

<strong>Gabriel</strong> carraspeó.<br />

—No es lo que piensas.<br />

Julia lo abrazó y cerró los ojos.<br />

Pero él permaneció <strong>de</strong>spierto durante un largo rato, mirando el


techo.


29<br />

Cuando Julia se <strong>de</strong>spertó a la mañana siguiente, <strong>Gabriel</strong> estaba<br />

sentado en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cama, completamente vestido,<br />

contemplándola.<br />

—Buenos días —lo saludó, sonriendo.<br />

Él se inclinó y le dio un cariñoso abrazo.<br />

—Llevo un rato levantado, pero he subido hace poco para<br />

asegurarme <strong>de</strong> que estabas bien. Es muy relajante verte dormir.<br />

Tras darle un beso muy dulce, se acercó al armario por un<br />

jersey.<br />

Julia rodó hasta quedar boca abajo en la cama y lo observó con<br />

<strong>de</strong>scaro, admirando cómo la camisa se le ajustaba a los hombros a la<br />

perfección. Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba, también podía disfrutar <strong>de</strong>l<br />

espectáculo <strong>de</strong> su trasero, bien <strong>de</strong>finido gracias a los vaqueros negros<br />

que llevaba.<br />

«Eso sí que es un buen culo», pensó.<br />

—¿Qué has dicho? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, mirando por encima <strong>de</strong>l<br />

hombro.<br />

—No he dicho nada.<br />

Él torció los labios, como si se estuviera aguantando la risa.<br />

—¿Ah, no?<br />

Al regresar a su lado, se inclinó y le susurró al oído:<br />

—No sabía que tuvieses <strong>de</strong>bilidad por los culos.<br />

—¡<strong>Gabriel</strong>!<br />

Algo avergonzada por haber sido <strong>de</strong>scubierta, le dio una<br />

palmada en el brazo y ambos se echaron a reír.<br />

Agarrándola por la cintura, él la sentó en su regazo.<br />

—En cualquier caso, quiero que que<strong>de</strong> claro que mi culo se<br />

siente muy halagado.<br />

—¿Ah, sí? —Julia arqueó una ceja.<br />

—Inmensamente. Quiere que te haga llegar sus respetos y que<br />

te diga que espera conocerte <strong>de</strong> un modo más... íntimo y personal<br />

cuando estemos en Florencia.<br />

Negando con la cabeza, Julia se inclinó hacia él en busca <strong>de</strong> un<br />

beso. Fue recompensada con uno breve pero muy tierno, antes <strong>de</strong> que<br />

se apartara y le dijera muy serio:<br />

—Tenemos que hablar <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> cosas.


Julia se mordió el labio inferior y esperó.<br />

—Simon ha sido arrestado y se le imputan varios cargos. <strong>El</strong><br />

abogado <strong>de</strong> su padre está en camino y se rumorea que tratará <strong>de</strong><br />

llegar a un acuerdo.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—Al parecer, el senador no quiere que esto llegue a los<br />

periódicos. Scott ha llamado al fiscal, que le ha asegurado que el<br />

asunto recibirá prioridad. Scott le ha <strong>de</strong>jado claro que a todos nos<br />

gustaría que la sentencia fuera <strong>de</strong> prisión y no algún sucedáneo como<br />

una casa tutelada o un programa <strong>de</strong> tratamiento. Aunque, dados los<br />

contactos <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> Simon, dudo que vaya a la cárcel.<br />

Julia se dijo que tendría que darle las gracias a Scott en cuanto<br />

lo viera.<br />

—¿Y tú? ¿Hay riesgo <strong>de</strong> que puedas ir a la cárcel?<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó a reír.<br />

—<strong>El</strong> abogado <strong>de</strong> los Talbot ha amenazado con presentar cargos.<br />

Por suerte, mi hermano ha tenido una conversación corta pero muy<br />

esclarecedora con él, recordándole que a la prensa le encantaría oír<br />

mi versión <strong>de</strong> la historia, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la tuya. No, no habrá <strong>de</strong>nuncia.<br />

No hace falta que te diga que los Talbot ya están hartos <strong>de</strong> Scott.<br />

Julia cerró los ojos y soltó el aire lentamente.<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que le pudiera pasar algo a <strong>Gabriel</strong> le resultaba muy<br />

dolorosa, sobre todo porque no había hecho nada más que ayudarla.<br />

—Tengo que ducharme y vestirme —dijo, abriendo los ojos.<br />

Él le dirigió una mirada ardiente, mientras le recorría el brazo con<br />

un <strong>de</strong>do.<br />

—Me encantaría ducharme contigo, pero me temo que mi familia<br />

se escandalizaría.<br />

Julia se estremeció.<br />

—Y no queremos escandalizar a su familia, profesor Emerson.<br />

—Por supuesto que no, señorita Mitchell. Sería <strong>de</strong> lo más<br />

ina<strong>de</strong>cuado. Un escándalo. Así que, para preservar el <strong>de</strong>coro, mi<br />

halagado culo y yo prescindiremos <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> una ducha en su<br />

compañía. —Inclinándose hacia ella, añadió con los ojos brillantes—:<br />

De momento.<br />

Julia se echó a reír y <strong>Gabriel</strong> la <strong>de</strong>jó sola.<br />

Cuando volvió a la habitación <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ducharse, se lo<br />

encontró esperándola en el pasillo.<br />

—¿Pasa algo?<br />

—No. Sólo quería asegurarme <strong>de</strong> que no tropezabas. ¿Dón<strong>de</strong>


tienes las muletas?<br />

—En la habitación, pero no te preocupes, <strong>Gabriel</strong>. Estoy bien.<br />

—Pasó cojeando a su lado y entró en el cuarto, don<strong>de</strong> cogió el cepillo<br />

y empezó a <strong>de</strong>senredarse el pelo con dificultad.<br />

—Deja que lo haga yo —dijo él, acercándose y quitándole el<br />

cepillo <strong>de</strong> la mano.<br />

—¿Vas a cepillarme el pelo?<br />

—¿Por qué no?<br />

Le señaló una silla para que se sentara. Colocándose a su<br />

espalda, empezó por <strong>de</strong>shacerle los enredos más gran<strong>de</strong>s con los<br />

<strong>de</strong>dos.<br />

Julia cerró los ojos.<br />

<strong>Gabriel</strong> continuó unos instantes antes <strong>de</strong> susurrarle al oído:<br />

—¿Te gusta?<br />

Como respuesta, ella ronroneó, sin abrir los ojos.<br />

<strong>Gabriel</strong> rió, negando con la cabeza. Era tan dulce y fácil <strong>de</strong><br />

complacer... Y él quería complacerla. Desesperadamente. Cuando<br />

hubo acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>shacerle los enredos, le pasó el cepillo por el pelo<br />

con suavidad, trabajando metódicamente, mechón por mechón.<br />

Ni en sus sueños más locos, Julia se lo habría imaginado como<br />

peluquero. Pero había algo instintivo en su modo <strong>de</strong> tocarla. Algo en<br />

cómo sus largos <strong>de</strong>dos se <strong>de</strong>slizaban por su pelo que hizo que le<br />

subiera la temperatura. Se imaginó los placeres que la esperaban en<br />

Florencia, cuando pudiera disfrutar <strong>de</strong> su cuerpo al completo. ¡Y<br />

<strong>de</strong>snudo! Cerró las piernas bruscamente.<br />

—¿La estoy excitando, señorita Mitchell? —susurró, con su voz<br />

dulce como la miel.<br />

—No.<br />

—Entonces es que estoy haciendo algo mal. —Procurando no<br />

echarse a reír, ralentizó el ritmo <strong>de</strong> sus movimientos y le dio un suave<br />

beso en la coronilla—. Aunque, en realidad, mi auténtico objetivo es<br />

hacerte sonreír.<br />

—¿Por qué eres tan amable conmigo?<br />

<strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>l todo.<br />

—Ésa es una pregunta muy rara para hacérsela a un amante.<br />

—Lo digo en serio, <strong>Gabriel</strong>. ¿Por qué?<br />

Él volvió a cepillarle el cabello antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />

—Tú has sido amable conmigo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera vez que nos<br />

vimos. ¿Por qué no iba a serlo yo? ¿No crees que mereces ser tratada<br />

con amabilidad?


Julia prefirió no insistir. Aunque la noche anterior estaba muy<br />

alterada, recordaba perfectamente haberle confesado su amor en el<br />

hospital. Pero él no había contestado.<br />

«No pasa nada —se dijo—. Sus actos, su amabilidad y su<br />

protección son más que suficiente. No necesito las palabras.»<br />

Julia lo amaba tanto que le dolía. Siempre lo había sentido así,<br />

con tanta intensidad que incluso en sus días más sombríos la luz <strong>de</strong><br />

su amor había permanecido encendida. Pero al parecer él no sentía lo<br />

mismo.<br />

Cuando acabó <strong>de</strong> peinarla, <strong>Gabriel</strong> insistió en prepararle algo <strong>de</strong><br />

comida. Después se quedaron sentados en la cocina, haciendo planes<br />

para la tar<strong>de</strong>. Hasta que sonó el teléfono y Richard entró con el<br />

inalámbrico en la mano.<br />

—Es tu padre —le hizo saber, dándole el teléfono a Julia.<br />

<strong>Gabriel</strong> lo cogió y cubrió el auricular con la mano.<br />

—No hace falta que hables con él si no quieres. Yo puedo<br />

encargarme.<br />

—Algún día tendremos que hablar.<br />

Julia se bajó <strong>de</strong>l taburete y se fue con el teléfono al comedor,<br />

con ayuda <strong>de</strong> las muletas.<br />

Richard miró a su hijo y negó con la cabeza.<br />

—No pue<strong>de</strong>s interponerte entre ella y Tom.<br />

—No ha sido un padre mo<strong>de</strong>lo precisamente.<br />

—Tal vez, pero es el único que tiene. Y Julia es la luz <strong>de</strong> su vida.<br />

<strong>Gabriel</strong> entrecerró los ojos.<br />

—Si le importara tanto, la habría protegido mejor.<br />

Richard le apoyó una mano en el hombro.<br />

—Los padres nos equivocamos. A veces, es más fácil enterrar la<br />

cabeza en la arena que admitir que nuestros hijos tienen problemas. Y<br />

que es culpa nuestra. Lo sé por experiencia.<br />

Él apretó los labios pero no dijo nada.<br />

Unos diez minutos más tar<strong>de</strong>, Julia regresó. Aunque Richard<br />

seguía en la cocina, <strong>Gabriel</strong> la abrazó y la besó en la mejilla.<br />

—¿Va todo bien?<br />

—Mi padre quiere que vaya a cenar con él esta noche.<br />

A Richard le pareció que ése era un buen momento para<br />

retirarse y se dirigió a su <strong>de</strong>spacho.<br />

—¿Tú quieres ir?<br />

—Será incómodo, pero le he dicho que sí.<br />

—Julianne, no tienes que hacer nada que no quieras. Si lo


prefieres, te llevaré yo.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Lo está intentando, <strong>Gabriel</strong>. Es mi padre; tengo que darle una<br />

oportunidad.<br />

Él guardó silencio, frustrado, pero no quiso discutir con ella.<br />

A las seis en punto, Tom Mitchell apareció en casa <strong>de</strong> los Clark,<br />

vestido con traje y tirándose nerviosamente <strong>de</strong> la corbata. No estaba<br />

acostumbrado a llevarla. Se la había puesto por su hija.<br />

Richard lo hizo pasar al salón y le dio conversación mientras<br />

esperaban que Julia bajara.<br />

—¿Estás segura <strong>de</strong> que quieres ir?<br />

Tumbado en la cama, <strong>Gabriel</strong> la contemplaba mientras se<br />

aplicaba el pintalabios con ayuda <strong>de</strong>l espejo <strong>de</strong> la polvera.<br />

—No voy a <strong>de</strong>jar plantado a mi propio padre. A<strong>de</strong>más, Rachel se<br />

va a llevar a Richard a ver una película romántica y tú has quedado<br />

para salir con los chicos. Acabaría quedándome aquí sola.<br />

<strong>Gabriel</strong> se levantó, se acercó a ella y le ro<strong>de</strong>ó la cintura con los<br />

brazos.<br />

—No estarías sola; estarías conmigo. Y sé cómo entretener a<br />

una dama. —Reforzó sus palabras dándole varios besos húmedos<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la oreja—. Estás impresionante —le susurró.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—Gracias.<br />

—¿<strong>El</strong> pañuelo es <strong>de</strong> Rachel? —preguntó, acariciando la seda<br />

<strong>de</strong>l fular azul <strong>de</strong> Hermès que su hermana le había anudado<br />

artísticamente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello para ocultar el mordisco.<br />

—Era <strong>de</strong> Grace —respondió Julia suavemente—. Fue un regalo<br />

<strong>de</strong> Richard.<br />

—A él le gustaba malcriarla. Sobre todo cuando iban a París.<br />

—Te le pareces mucho. —Se puso <strong>de</strong> puntillas y le dio un beso<br />

en la mejilla.<br />

—Espera a que lleguemos a Florencia. —<strong>Gabriel</strong> la abrazó con<br />

fuerza y la besó apasionadamente antes <strong>de</strong> soltarla.<br />

—¿Y adón<strong>de</strong> iréis vosotros? Espero que no sea a un club <strong>de</strong><br />

striptease.<br />

Julia lo miró parpa<strong>de</strong>ando, <strong>de</strong>masiado adorable para la<br />

tranquilidad mental <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

—¿No creerás en serio que haría algo así?<br />

—¿No es eso lo que hacéis los chicos cuando salís solos?<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla con el dorso <strong>de</strong> la mano.


—¿Crees que Rachel aprobaría esa excursión?<br />

—No.<br />

—¿Y yo? ¿Crees que a mí me apetece?<br />

Julia apartó la vista y no respondió.<br />

—¿Por qué tendría que ir a mirar a otras mujeres cuando la<br />

mujer más hermosa <strong>de</strong>l mundo comparte mi cama cada noche?<br />

—insistió él, dándole un beso muy dulce—. La única mujer a la que<br />

quiero ver <strong>de</strong>snuda es a ti.<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír.<br />

—¿Qué te había preguntado? Ya no me acuerdo.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió.<br />

—Bien. Ven aquí.<br />

Más tar<strong>de</strong>, esa noche, cuando la casa estaba a oscuras y todo el<br />

mundo ya se había acostado, Julia volvió a colarse en la habitación <strong>de</strong><br />

él, con un sencillo camisón azul. <strong>Gabriel</strong> estaba sentado en la cama,<br />

con las rodillas dobladas, leyendo. No llevaba la parte <strong>de</strong> arriba <strong>de</strong>l<br />

pijama y se había puesto las gafas.<br />

—Hola —la saludó sonriendo y <strong>de</strong>jó <strong>El</strong> fin <strong>de</strong> la aventura en la<br />

mesilla <strong>de</strong> noche—. Estás preciosa.<br />

Apoyando las muletas en la pared, Julia se tocó el camisón<br />

agra<strong>de</strong>cida.<br />

—Gracias por ir a buscar mis cosas a casa <strong>de</strong> mi padre.<br />

—De nada. —<strong>Gabriel</strong> le ofreció la mano y ella se acurrucó a su<br />

lado.<br />

Al besarla, se dio cuenta <strong>de</strong> que seguía llevando el pañuelo <strong>de</strong><br />

Hermès.<br />

—¿Por qué no te lo has quitado? —le preguntó, tirando <strong>de</strong> los<br />

extremos.<br />

Julia bajó la vista.<br />

—No quiero que tengas que ver la señal.<br />

Él le levantó la barbilla.<br />

—No tienes que escon<strong>de</strong>rme nada.<br />

—Es fea. Y no quiero recordártelo a todas horas.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró fijamente mientras le quitaba el pañuelo. Tiró con<br />

mucha suavidad, haciéndole cosquillas en la nuca hasta que lo tuvo en<br />

la mano. <strong>El</strong> contacto <strong>de</strong> la seda sobre su piel, acompañado por la<br />

intensidad <strong>de</strong> su mirada, hizo que Julia se estremeciera. Tras <strong>de</strong>jar el<br />

pañuelo en la mesilla <strong>de</strong> noche, él le besó la marca repetidamente.<br />

—Los dos tenemos cicatrices, Julianne. Pero las mías no están a


la vista.<br />

—Ojalá no las tuviera —susurró ella—. Ojalá mi piel fuera<br />

perfecta.<br />

<strong>Gabriel</strong> negó con la cabeza con tristeza.<br />

—¿Te gusta Caravaggio?<br />

—Mucho. De sus cuadros, <strong>El</strong> sacrificio <strong>de</strong> Isaac es mi favorito.<br />

Él asintió.<br />

—Yo prefiero La incredulidad <strong>de</strong> santo Tomás. Richard tiene una<br />

copia en su <strong>de</strong>spacho. Esta misma tar<strong>de</strong> la he estado mirando.<br />

—Siempre me ha parecido un cuadro... extraño.<br />

—Es extraño. Jesús se aparece a los apóstoles tras la<br />

resurrección y Tomás le mete el <strong>de</strong>do en la llaga <strong>de</strong>l costado. Es un<br />

cuadro profundo.<br />

Julia no le veía la profundidad por ningún lado, por lo que guardó<br />

silencio.<br />

— Julianne, si quieres esperar a que la cicatriz <strong>de</strong>saparezca,<br />

esperarás en vano. Las cicatrices no <strong>de</strong>saparecen nunca. <strong>El</strong> cuadro <strong>de</strong><br />

Caravaggio lo muestra claramente. Las heridas cicatrizan y <strong>de</strong>jamos<br />

<strong>de</strong> pensar en ellas, pero su huella es permanente. Ni siquiera las<br />

cicatrices <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>saparecieron.<br />

Se frotó la barbilla, pensativo. Al cabo <strong>de</strong> un momento, continuó:<br />

—Si no hubiera sido tan egoísta, me habría dado cuenta. Y<br />

habría tratado a Grace y a los <strong>de</strong>más con más cuidado. Te habría<br />

tratado a ti con más cuidado en setiembre y octubre. —Carraspeó—.<br />

Espero que me perdones las cicatrices que te he <strong>de</strong>jado. Sé que son<br />

numerosas.<br />

<strong>El</strong>la se sentó en su regazo y lo besó apasionadamente.<br />

—Te perdoné hace tiempo. Te lo perdoné todo. No volvamos a<br />

hablar <strong>de</strong> esto.<br />

Los dos casi amantes compartieron unos instantes <strong>de</strong> silencio<br />

antes <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> le preguntara cómo había ido la cena con su<br />

padre.<br />

—Se ha echado a llorar —respondió Julia, removiéndose<br />

incómoda.<br />

<strong>Gabriel</strong> levantó las cejas.<br />

«¿Tom Mitchell llorando? Resulta difícil <strong>de</strong> creer.»<br />

—Me ha explicado cómo encontró la casa. Cuando le he contado<br />

lo que pasó antes <strong>de</strong> que tú llegases, se ha echado a llorar. Le he<br />

dicho algunas <strong>de</strong> las cosas que Simon solía <strong>de</strong>cirme cuando<br />

discutíamos y los dos hemos llorado en medio <strong>de</strong>l restaurante. —Julia


negó con la cabeza—. Ha sido un <strong>de</strong>sastre.<br />

<strong>Gabriel</strong> le apartó el pelo <strong>de</strong> la cara para verla mejor.<br />

—Lo siento —dijo.<br />

—Teníamos que hablar y, por primera vez en la vida, he tenido<br />

la sensación <strong>de</strong> que me escuchaba. Al menos creo que lo está<br />

intentando. Es un gran paso. Y cuando nos hemos quitado esos temas<br />

<strong>de</strong> encima, hemos hablado <strong>de</strong> ti. Quería saber cuánto tiempo<br />

llevábamos juntos.<br />

—¿Qué le has dicho?<br />

—Que poco tiempo, pero que me gustas mucho. Le he dicho que<br />

has hecho muchas cosas por mí y que eres importante en mi vida.<br />

—¿Le has contado lo que siento por ti?<br />

<strong>El</strong>la lo miró con timi<strong>de</strong>z.<br />

—Bueno, sobre lo <strong>de</strong> hacerme el amor en Florencia no he<br />

mencionado nada, pero le he dicho que creo que te gusto.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo.<br />

—¿Que me gustas? ¿No se te ha ocurrido nada mejor?<br />

—Es mi padre. No le interesan los <strong>de</strong>talles sentimentales. Lo que<br />

le interesa es saber si te drogas, si te metes en peleas y si eres fiel.<br />

Él hizo una mueca.<br />

Julia lo abrazó.<br />

—Le he dicho que eres un ciudadano ejemplar y que me tratas<br />

como a una princesa. Que no te merezco.<br />

—Eso es mentira. —<strong>Gabriel</strong> le besó la frente—. Soy yo quien no<br />

te merece.<br />

—Tonterías.<br />

Se besaron dulcemente unos momentos antes <strong>de</strong> que él se<br />

apartara para quitarse las gafas y <strong>de</strong>jarlas encima <strong>de</strong>l libro. Apagó la<br />

luz y la abrazó por <strong>de</strong>trás, sintiéndose muy feliz.<br />

Cuando se estaban quedando dormidos, Julia susurró:<br />

—Te quiero.<br />

Como <strong>Gabriel</strong> no respondió, asumió que ya se había dormido.<br />

Suspirando, se acomodó contra su pecho. Él la sujetó con más firmeza<br />

por la cintura.<br />

Lo oyó inspirar hondo y contener el aire antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir:<br />

—Julia Mitchell, yo también te quiero.


30<br />

Al <strong>de</strong>spertarse a la mañana siguiente, Julia notó algo cálido<br />

cerca <strong>de</strong> su corazón y una suave brisa que le acariciaba la nuca. Al<br />

fijarse más, se dio cuenta <strong>de</strong> que la mano <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> le cubría un<br />

pecho mientras la abrazaba. Echándose a reír, cambió <strong>de</strong> postura.<br />

Él gruñó ante el inesperado movimiento.<br />

—Buenos días, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Buenos días, preciosa. —Los labios <strong>de</strong> él se encontraron con<br />

su mejilla y la besaron.<br />

—¿Has dormido bien?<br />

—Muy bien. ¿Y tú?<br />

—Bien, gracias.<br />

—¿Te molesta que haga esto?<br />

La estaba acariciando suavemente por encima <strong>de</strong>l camisón.<br />

—Al contrario, me gusta —respondió Julia, volviéndose hacia él.<br />

Bajando la mano por su espalda, <strong>Gabriel</strong> le ro<strong>de</strong>ó la cintura y la<br />

acercó para besarla apasionadamente.<br />

—Julianne. —Le apartó unos mechones <strong>de</strong> pelo <strong>de</strong> la cara—.<br />

Hay algo que me gustaría <strong>de</strong>cirte.<br />

Julia frunció el cejo.<br />

Él le pasó un <strong>de</strong>do entre las cejas.<br />

—Es algo agradable. Espero.<br />

<strong>El</strong>la lo miró expectante.<br />

Los gran<strong>de</strong>s ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la miraban con solemnidad.<br />

—Te quiero.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó y una sonrisa se extendió lentamente por su cara.<br />

—Yo también te quiero. Pensaba que me lo había imaginado<br />

cuando lo dijiste anoche.<br />

Él la besó con dulzura.<br />

—Yo tampoco estaba seguro <strong>de</strong> que me hubieras oído.<br />

—¿Sabes?, ya me lo habías dicho una vez.<br />

—¿Cuándo?<br />

—Cuando te rescaté <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> Christa y te metí en la<br />

cama, me llamaste Beatriz y me dijiste que me amabas.<br />

<strong>Gabriel</strong> tragó saliva.<br />

—Julianne, siento haber tardado tanto en <strong>de</strong>círtelo como te<br />

mereces.


Ro<strong>de</strong>ándole el cuello con los brazos, ella le apoyó la frente en la<br />

barbilla cubierta por una incipiente barba.<br />

—Gracias.<br />

—No, cariño, soy yo el que tiene que dártelas. Nunca me había<br />

sentido así. Haces que me dé cuenta <strong>de</strong> cómo he malgastado mi vida<br />

hasta ahora. —Se le ensombreció la mirada.<br />

Julia le dio un beso suave.<br />

—Los dos teníamos que madurar. Ha sido mejor así.<br />

—Me arrepiento <strong>de</strong> cómo trataba a las mujeres antes <strong>de</strong><br />

conocerte. Y lamento haber perdido el tiempo con ellas. Lo sabes,<br />

¿verdad?<br />

—Y yo lamento haber estado con Simon, pero no po<strong>de</strong>mos<br />

hacer nada más que dar gracias por habernos encontrado finalmente.<br />

—Ojalá pudiéramos pasarnos el día en la cama —dijo él, en tono<br />

soñador.<br />

Julia se echó a reír.<br />

—Creo que eso sí que escandalizaría a tu familia.<br />

—Supongo. Maldita sea.<br />

<strong>Gabriel</strong> rió también, hasta que la risa <strong>de</strong> ambos se transformó en<br />

besos.<br />

<strong>El</strong>la fue la primera en apartarse.<br />

—¿Puedo hacerte una pregunta?<br />

—Por supuesto —respondió él, aunque a Julia no se le escapó<br />

que apretaba la mandíbula.<br />

«No quieras saberlo todo esta mañana, Julianne. Hay cosas que<br />

no puedo contarte en casa <strong>de</strong> Richard.»<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> lencería femenina te gusta?<br />

Relajando la mandíbula inmediatamente, <strong>Gabriel</strong> esbozó una<br />

pícara sonrisa.<br />

—¿Me lo preguntas porque... estás haciendo una encuesta?<br />

Riendo, le cogió la mano y le besó los nudillos.<br />

<strong>El</strong>la se quedó mirando sus manos unidas.<br />

—Me gustaría ir <strong>de</strong> compras antes <strong>de</strong>l viaje. Me preguntaba qué<br />

cosas te gustan.<br />

Él la miró con <strong>de</strong>seo.<br />

—Julianne, soy un hombre. Mi lencería favorita es... la que te<br />

quitas. —Le sujetó la barbilla para que no apartara la vista—. Eres una<br />

mujer preciosa. Cuando me imagino contigo, pienso en tomarme<br />

mucho tiempo para admirar tu belleza: tu cara, tus hombros, tus<br />

pechos, cada parte <strong>de</strong> ti. Pienso en tu piel blanca y sonrosada y en las


suaves curvas que adoraré con mi cuerpo.<br />

La empujó con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za hasta que quedó tumbada <strong>de</strong><br />

espaldas y entonces se arrodilló a su lado.<br />

—Quiero que lleves algo que te haga sentir cómoda y bella,<br />

porque así es como quiero que te sientas cuando estés conmigo. —Y<br />

atrapando su boca, la besó ardientemente.<br />

Cuando se apartó, Julia lo miró traviesa.<br />

—¿Algo cómodo, como un conjunto Lululemon para yoga?<br />

Él la miró confuso.<br />

—No conozco esos lulu... lo que sea, pero si vas cómoda con<br />

ellos, no me oirás protestar.<br />

<strong>El</strong>la levantó la cara para frotarle la punta <strong>de</strong> la nariz con la suya.<br />

—Eres un auténtico encanto, pero te lo he preguntado en serio.<br />

Quiero elegir algo que te guste.<br />

—Me gustará... siempre que seas tú quien lo lleve puesto.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a besarla y esta vez se permitió el lujo <strong>de</strong><br />

acercarse a ella hasta casi rozarle el pecho con el suyo, pero sin<br />

tocarla. Entre los dos empezó a circular una corriente <strong>de</strong> calor y<br />

electricidad que <strong>de</strong>jó a Julia sin aliento.<br />

—¿Algún color? —insistió ella, ja<strong>de</strong>ante—. ¿Algún estilo?<br />

Riéndose, <strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla ruborizada.<br />

—Mientras no sea negro ni rojo, me da igual.<br />

—Pensaba que ésos eran los colores habituales. Se supone que<br />

son seductores.<br />

Él le susurró al oído:<br />

—Ya me has seducido. Me atraes, me seduces y me excitas...<br />

muchísimo.<br />

La temperatura <strong>de</strong> la habitación aumentó tanto que Julia se<br />

olvidó <strong>de</strong> lo que quería preguntarle. Finalmente lo recordó.<br />

—Entonces, ni rojo ni negro. ¿Ninguna preferencia, seguro?<br />

—Eres muy obstinada. Pues ya que insistes, creo que te<br />

quedarían bien los colores pálidos: blanco, rosa, azul. Supongo que no<br />

hay nada malo en <strong>de</strong>cirte que te he imaginado llevando lencería<br />

clásica, con el pelo suelto cayéndote sobre los hombros. Pero lo que<br />

yo me imagine no tiene importancia. Lo importante eres tú. Creo que la<br />

elección <strong>de</strong>bería ser tuya. —Con una sonrisa, añadió—: Por supuesto,<br />

eso no quiere <strong>de</strong>cir que no pueda regalarte algo mientras estemos allí.<br />

Pero para la primera vez quiero que elijas tú. Algo que te haga sentir<br />

especial, sexy y adorada. Eso es lo que quiero, porque te amo.<br />

—Yo también a ti.


Julia le <strong>de</strong>dicó una sonrisa tan dulce que <strong>Gabriel</strong> sintió que el<br />

corazón se le <strong>de</strong>rretía en el pecho. <strong>El</strong>la le acarició la mandíbula con el<br />

pulgar y él cerró los ojos abandonándose a su contacto. Cuando volvió<br />

a abrirlos, la miró con voracidad.<br />

Julia apartó la vista.<br />

—Tengo que vestirme. ¿A qué hora salimos hacia Fila<strong>de</strong>lfia?<br />

Él le trazó una línea <strong>de</strong> besos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una clavícula hasta la otra.<br />

—Después —beso— <strong>de</strong> —beso— <strong>de</strong>sayunar —beso—. <strong>El</strong> vuelo<br />

sale —beso— a la hora <strong>de</strong> la cena —beso— y tenemos que estar en<br />

el aeropuerto pronto —beso doble.<br />

Con un beso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, Julia salió al pasillo, apoyándose en<br />

las muletas.<br />

En la planta baja, Richard parecía un <strong>de</strong>rviche, preparando y<br />

sirviendo el <strong>de</strong>sayuno a toda la familia. Scott <strong>de</strong>voraba todo lo que no<br />

estaba clavado al suelo o lo que no era reclamado por otras personas.<br />

Rachel y Aaron estaban mirando en la Blackberry <strong>de</strong> él fotos <strong>de</strong> sitios<br />

<strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia don<strong>de</strong> celebrar la boda.<br />

—Aquí están. —Rachel los saludó a los dos cuando entraron en<br />

la cocina.<br />

—Tengo que <strong>de</strong>volverte esto —le dijo Julia al verla,<br />

<strong>de</strong>shaciéndose el nudo <strong>de</strong>l pañuelo, que había vuelto a atarse al<br />

cuello.<br />

—Quédatelo. A mamá le habría gustado que lo tuvieras.<br />

Julia le dio las gracias con un abrazo. Una vez más, se sintió<br />

afortunada por la generosidad <strong>de</strong> su amiga y la <strong>de</strong> Grace, que siempre<br />

parecía velar por ella.<br />

—Se te ve contenta esta mañana.<br />

Scott le sirvió un vaso <strong>de</strong> zumo <strong>de</strong> naranja mientras Julia se<br />

sentaba.<br />

—Lo estoy. Muy contenta.<br />

—Más le vale tratarte bien —le susurró muy serio.<br />

—Ha cambiado, Scott. Él... me ama —replicó ella en voz muy<br />

baja, para que no la oyeran los <strong>de</strong>más.<br />

Él la miró sorprendido.<br />

—Jo<strong>de</strong>r —murmuró incómodo, cambiando <strong>de</strong> postura antes <strong>de</strong><br />

cambiar <strong>de</strong> tema.<br />

—Ayer era el día en que el tribunal tenía que <strong>de</strong>cidir si <strong>de</strong>jaba a<br />

Simon en libertad bajo fianza. Su abogado estaba tratando <strong>de</strong><br />

conseguirlo a toda costa —le explicó—, pero aún no sé qué han<br />

resuelto.


Julia tardó unos momentos en enten<strong>de</strong>r lo que le estaba<br />

diciendo. Cuando al fin lo hizo, las manos le empezaron a temblar <strong>de</strong><br />

ansiedad y el zumo <strong>de</strong> naranja se le cayó sobre el <strong>de</strong>sayuno,<br />

mojándolo.<br />

Parpa<strong>de</strong>ó tratando <strong>de</strong> recobrar la compostura. Mientras secaba<br />

el zumo <strong>de</strong>l plato, se mal<strong>de</strong>cía en voz baja por ser un manojo <strong>de</strong><br />

nervios.<br />

«<strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar harto <strong>de</strong> verme tirar cosas. Soy una<br />

idiota.»<br />

Cuando iba a levantarse, vio una mano ante ella, ofreciéndole<br />

apoyo. Al levantar la vista, se encontró con un par <strong>de</strong> ojos color zafiro<br />

que la miraban con preocupación. <strong>Gabriel</strong> la ayudó a bajar <strong>de</strong>l taburete<br />

y a sentarse en otro seco. Tras darle un beso rápido en la frente, la<br />

tranquilizó:<br />

—Ahora estás a salvo —musitó—. No permitiré que se acerque<br />

a ti. —Le acarició los brazos, frotándoselos arriba y abajo para<br />

relajarla.<br />

Mientras Richard le preparaba otro gofre, <strong>Gabriel</strong> recogió el<br />

<strong>de</strong>sayuno mojado y lo <strong>de</strong>jó en el frega<strong>de</strong>ro.<br />

—Yo me encargo. Siéntate con tu chica —dijo Scott a<br />

regañadientes—. Y lo siento.<br />

Nadie se dio cuenta <strong>de</strong> la conversación entre los hermanos: el<br />

hijo pródigo y el hijo constante. Sus ojos se encontraron y en ellos<br />

brilló la luz <strong>de</strong> la comprensión y, tal vez, <strong>de</strong>l perdón. Asintiendo<br />

agra<strong>de</strong>cido, <strong>Gabriel</strong> se sentó junto a Julia. Ro<strong>de</strong>ándole la cintura con<br />

un brazo, le susurró palabras tranquilizadoras al oído hasta que ella<br />

<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> temblar.<br />

Tenía que llevársela <strong>de</strong> Selinsgrove.<br />

Mientras se alejaban, Julia cerró los ojos y suspiró aliviada.<br />

Había sido una mañana llena <strong>de</strong> emociones. Decirle adiós a su familia<br />

adoptiva no había sido fácil. Y <strong>de</strong>cirle adiós a su padre, tras los<br />

acontecimientos <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong> semana, había sido agotador.<br />

—¿Lamentas marcharte? —<strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla.<br />

Julia abrió los ojos.<br />

—Una parte <strong>de</strong> mí no quería irse, pero otra <strong>de</strong>seaba huir <strong>de</strong> ahí<br />

lo antes posible.<br />

—Lo entiendo. A mí me pasa lo mismo.<br />

—¿Qué te ha dicho mi padre al <strong>de</strong>spedirse?<br />

<strong>Gabriel</strong> se removió en el asiento.


—Me ha dado las gracias. Dice que es consciente <strong>de</strong> que Simon<br />

te podría haber hecho mucho daño. —Enlazando los <strong>de</strong>dos con los<br />

suyos, se los llevó a los labios—. Me ha pedido que cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> su niñita,<br />

dice que lo eres todo para él.<br />

Una lágrima rodó por la mejilla <strong>de</strong> Julia al oírlo. Se la secó con la<br />

mano y miró por la ventana. Ciertamente, las cosas con su padre<br />

habían cambiado.<br />

Durante el vuelo <strong>de</strong> vuelta a Toronto, se acurrucó junto a<br />

<strong>Gabriel</strong>, <strong>de</strong>jando a un lado el trabajo para reposar la cabeza en su<br />

hombro.<br />

—Tengo que empezar a preparar el viaje —dijo él, dándole un<br />

beso en la cabeza.<br />

—¿Cuándo nos iremos?<br />

—Había pensado partir en cuanto acabaran las clases <strong>de</strong>l<br />

viernes, pero si tú vienes, tendremos que esperar a que Katherine<br />

entregue tu nota. La conferencia es el día 10. ¿Te iría bien viajar el 8?<br />

—Supongo que sí. Tengo que presentar algún trabajo el viernes<br />

y Katherine también espera que le entregue un borrador <strong>de</strong>l proyecto.<br />

Supongo que tardará unos días en leerlo, así que no creo que haya<br />

problema en salir el 8. ¿Cuándo pensabas volver?<br />

<strong>Gabriel</strong> movió el brazo para ro<strong>de</strong>arla con él.<br />

—Rachel quiere que vayamos todos a casa en Navidad. Eso te<br />

incluye. Así que tendríamos que salir <strong>de</strong> Italia el 23 o el 24 y hacer una<br />

parada en Fila<strong>de</strong>lfia antes <strong>de</strong> regresar a Toronto. A menos que<br />

prefirieras quedarte a pasar las Navida<strong>de</strong>s conmigo en Italia.<br />

Julia se echó a reír.<br />

—¿Y arriesgarme a sufrir la furia <strong>de</strong> Rachel? No, gracias.<br />

A<strong>de</strong>más, mi padre también espera que vaya, aunque ya sabe que no<br />

me quedaré a dormir en su casa.<br />

Se estremeció.<br />

<strong>Gabriel</strong> la abrazó con más fuerza.<br />

—Pues entonces duerme conmigo. Reservaremos habitación en<br />

un hotel. No pienso dormir separado <strong>de</strong> ti por un pasillo nunca más.<br />

Julia se ruborizó, pero sonrió.<br />

—Tendremos dos semanas para disfrutar <strong>de</strong> Florencia. Y<br />

también po<strong>de</strong>mos viajar a Roma y a Venecia, si quieres. Podríamos<br />

alquilar una casa en la región <strong>de</strong> Umbría. Conozco un lugar precioso,<br />

cerca <strong>de</strong> Todi. Me gustaría enseñártelo.<br />

—Mientras esté contigo, amor mío, me da igual dón<strong>de</strong> estemos.<br />

<strong>Gabriel</strong> apretó los labios.


—Dios te bendiga —murmuró.<br />

—Rachel ha empezado a preparar la boda. La celebrarán a<br />

finales <strong>de</strong> agosto, siempre y cuando el salón que quieren esté libre.<br />

Me pregunto por qué querrá esperar tanto. —Julia quería saber si<br />

<strong>Gabriel</strong> tenía más información.<br />

Pero él se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Conociendo a Rachel, probablemente necesite meses para<br />

asegurarse <strong>de</strong> que a todo el mundo se le ha notificado el enlace<br />

<strong>de</strong>bidamente y que la boda aparezca en la CNN.<br />

Los dos se echaron a reír.<br />

—Creo que Rachel querrá tener familia en seguida —dijo<br />

Julia—. Me preguntó qué opinará Aaron.<br />

—Él la ama y quiere casarse con ella. Me imagino que estará<br />

encantado <strong>de</strong> que el amor <strong>de</strong> su vida lleve a su hijo en su interior.<br />

Tras unos instantes, se volvió hacia ella.<br />

—Julianne, ¿no te preocupa que no pueda...?<br />

—No. Al menos <strong>de</strong> momento no. Quiero acabar los cursos y,<br />

más tar<strong>de</strong>, obtener el doctorado. Me gustaría dar clases. —Se encogió<br />

<strong>de</strong> hombros—. Supongo que es una <strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> salir con<br />

alguien más joven.<br />

<strong>Gabriel</strong> resopló en broma.<br />

—Me haces sentir como un anciano. ¿Te das cuenta <strong>de</strong> que<br />

cuando cumplas treinta años cambiarás <strong>de</strong> opinión? O antes. Y<br />

entonces...<br />

Julia frunció el cejo y negó con la cabeza.<br />

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que no te quiero? No pienso<br />

<strong>de</strong>cirlo. Te quiero, <strong>Gabriel</strong>, por entero, tal como eres. Por favor, no me<br />

apartes <strong>de</strong> ti ahora que al fin nos hemos reencontrado —le rogó,<br />

cerrando los ojos—. Me duele.<br />

—Perdóname —susurró él, besándole el dorso <strong>de</strong> la mano.<br />

<strong>El</strong>la aceptó sus disculpas y trató <strong>de</strong> relajarse, cansada por las<br />

emociones <strong>de</strong>l día.<br />

Él se frotó los ojos para po<strong>de</strong>r pensar, pero pronto se dio cuenta<br />

<strong>de</strong> que iba a necesitar un poco <strong>de</strong> distancia para po<strong>de</strong>r poner sus<br />

i<strong>de</strong>as en or<strong>de</strong>n.<br />

«No hará falta que te anime a apartarte <strong>de</strong> mí cuando te cuente<br />

lo <strong>de</strong> Paulina...»<br />

La primera semana <strong>de</strong> diciembre fue la última semana <strong>de</strong> clases.<br />

Fueron unos días bastante tranquilos. <strong>Gabriel</strong> y Julia se mantuvieron


apartados. Por las noches, él preparaba en su amplio apartamento la<br />

conferencia que daría en la Galería <strong>de</strong> los Uffizi, mientras que ella<br />

trabajaba incansablemente en su diminuto agujero <strong>de</strong> hobbit.<br />

Se escribían mensajes <strong>de</strong> texto constantemente.<br />

Cariño, te echo <strong>de</strong> menos. ¿Te vienes? Te quiero, G.<br />

Julia sonrió con tanto cariño al ver el mensaje en la pantalla que<br />

hasta el iPhone se ruborizó.<br />

G, yo también te echo <strong>de</strong> menos. Estoy acabando un trabajo<br />

para esta locura <strong>de</strong> seminario sobre Dante que estoy haciendo.<br />

Probablemente me pase la noche trabajando. <strong>El</strong> profesor está<br />

buenísimo, pero es muy exigente. Te quiero, Julia.<br />

Se volvió hacia el portátil para seguir trabajando en el proyecto<br />

para Katherine. Poco <strong>de</strong>spués, el teléfono volvía a avisarla <strong>de</strong> que<br />

tenía un mensaje.<br />

Cariño, estás <strong>de</strong> suerte, soy especialista en Dante. ¿Por qué no<br />

te traes el trabajo a mi casa y te ayudo a hacerlo... toda la noche...<br />

Todo mi amor, G.<br />

P. D.: ¿Cómo <strong>de</strong> bueno?<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír y escribió la respuesta:<br />

Queridísimo Especialista en Dante, mi profesor está buenísimo,<br />

es ardiente como una hoguera, picante como el chile habanero y el<br />

pollo vindalú. Ya sé cómo sería tu noche <strong>de</strong> trabajo y sé que no<br />

acabaría el ensayo.<br />

¿Lo <strong>de</strong>jamos para el viernes? Besos y abrazos. Julia.<br />

Esperó un poco por si contestaba inmediatamente, pero la<br />

respuesta no llegó hasta que estuvo en la ducha.<br />

Querida Julia, caramba, sí que es ardiente tu profesor. Tu<br />

rechazo me ha <strong>de</strong>jado sumido en un mar <strong>de</strong> soledad, que trato <strong>de</strong><br />

superar con un vaso <strong>de</strong> whisky escocés y un par <strong>de</strong> capítulos <strong>de</strong><br />

Graham Greene. Tus besos y abrazos me han ayudado un poco. Te<br />

quiero. G.


P. D.: Tú eres ardiente como el sol, pero mucho más bonita.<br />

<strong>El</strong>la sonrió y le respondió con un breve mensaje, diciéndole<br />

cuánto lo amaba. Después, pasó el resto <strong>de</strong> la noche trabajando.<br />

Finalmente se vieron el miércoles, durante el último seminario. <strong>El</strong><br />

principal atractivo <strong>de</strong> la sesión fue el comportamiento <strong>de</strong> Christa. Iba<br />

muy elegante, con un largo jersey <strong>de</strong> cachemira color berenjena que le<br />

servía <strong>de</strong> vestido y se le ceñía a las curvas <strong>de</strong>l pecho y el trasero <strong>de</strong><br />

un modo muy atractivo. Iba impecablemente peinada y maquillada,<br />

pero estaba muy quieta, sin tomar apuntes, y la expresión <strong>de</strong> su cara<br />

era <strong>de</strong> enfado. Para no <strong>de</strong>jar lugar a dudas, se cruzó <strong>de</strong> brazos.<br />

Cuando el profesor Emerson hizo una pregunta muy sencilla, no<br />

levantó la mano. Cuando él la miró por encima <strong>de</strong> las gafas,<br />

animándola a participar, ella frunció el cejo y miró hacia otro lado. Si<br />

<strong>Gabriel</strong> no hubiera estado tan concentrado en lo suyo se habría<br />

preocupado. Pero no lo hizo.<br />

<strong>El</strong> comportamiento <strong>de</strong> Christa no sólo llamaba la atención por su<br />

silencio, sino por su flagrante hostilidad contra Julia, a la que miraba<br />

con odio abierto.<br />

—¿Qué mosca le habrá picado? —le susurró ella a Paul al oído,<br />

en cuanto acabó en seminario.<br />

Él se echó a reír.<br />

—Tal vez se haya convencido ya <strong>de</strong> que Emerson no va a<br />

aceptar el tema <strong>de</strong> su tesis y se esté planteando un cambio <strong>de</strong> carrera<br />

profesional. Hay un club <strong>de</strong> striptease en la calle Yonge que busca<br />

personal. Quizá tenga lo que hace falta para trabajar allí. O no.<br />

Esa vez fue Julia la que se echó a reír.<br />

—Por cierto, me gusta tu pañuelo. Es muy francés —comentó<br />

Paul con una sonrisa—. ¿Regalo <strong>de</strong> tu novio?<br />

—No. De mi mejor amiga.<br />

—En cualquier caso, te queda bien.<br />

<strong>El</strong>la le sonrió mientras recogían los libros. Cuando volvían a<br />

casa, paseando bajo la ligera nevada, se contaron una versión<br />

(vagamente modificada) <strong>de</strong> sus respectivos días <strong>de</strong> Acción <strong>de</strong> Gracias.


31<br />

<strong>El</strong> viernes, el profesor Emerson estaba <strong>de</strong> mal humor. Llevaba<br />

casi una semana sin ver a Julianne y el miércoles había tenido que<br />

verla marcharse con Paul al acabar la clase, sin tan siquiera una<br />

mirada en su dirección. Tenía que mantenerse a distancia cuando lo<br />

que más <strong>de</strong>seaba en el mundo era tocarla y gritar a los cuatro vientos<br />

que era suya. Mientras dormía <strong>de</strong>snudo en la oscuridad, los <strong>de</strong>monios<br />

habían ido a visitarlo y lo habían torturado con pesadillas, pesadillas<br />

que sólo Julianne lograba mantener a raya con su luz; una luz más<br />

brillante que la <strong>de</strong> cualquier estrella. Una estrella <strong>de</strong> la que pronto iba<br />

a tener que prescindir.<br />

Sabía que iba a tener que confesarle sus secretos antes <strong>de</strong><br />

viajar a Florencia. Por eso le molestaba especialmente haber pasado<br />

solo la que probablemente sería su última semana juntos. Había<br />

hecho reservas para dos personas, pero no estaba muy seguro <strong>de</strong> que<br />

Julia finalmente lo acompañara. Por eso había contratado un seguro<br />

<strong>de</strong> cancelación. Temía el momento en que sus gran<strong>de</strong>s e inocentes<br />

ojos se oscurecieran y le dijeran que no era digno <strong>de</strong> ella. Pero por<br />

mucho que lo temiera, no iba a permitir que le entregara su inocencia<br />

a un <strong>de</strong>monio sin conocer todos los datos. No sería Cupido ni<br />

permitiría que ella fuera su Psique.<br />

Eso sí sería auténticamente <strong>de</strong>moníaco.<br />

Por consiguiente, cuando el viernes por la noche ella fue a cenar<br />

a su casa, la recibió con frialdad, le dio un fraternal beso en la frente y<br />

se hizo a un lado, indicándole que pasara.<br />

«Abandonad toda esperanza», pensó.<br />

Julia se dio cuenta en seguida <strong>de</strong> que algo iba mal y no sólo por<br />

las notas <strong>de</strong> Madama Butterfly que le llegaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el salón.<br />

Normalmente, <strong>Gabriel</strong> la recibía con un abrazo y varios besos<br />

apasionados antes <strong>de</strong> ayudarla a quitarse el abrigo. Pero esta vez<br />

permanecía inmóvil, esperando a que ella hablara, sin apenas mirarla.<br />

—¿<strong>Gabriel</strong>? —Julia le tocó la mejilla—. ¿Pasa algo?<br />

—No —mintió él, apartando la cara—. ¿Te sirvo una copa?<br />

Resistiendo el impulso <strong>de</strong> insistir, le pidió una copa <strong>de</strong> vino.<br />

Esperaba que estuviera más hablador durante la cena.<br />

Pero no fue así. Le sirvió la cena en silencio y, cuando Julia trató<br />

<strong>de</strong> sacar algún tema <strong>de</strong> conversación mientras comían el rosbif,


espondió con monosílabos. <strong>El</strong>la le contó que había acabado todos los<br />

trabajos <strong>de</strong>l semestre y que Katherine Picton le había confirmado que<br />

le daría la nota antes <strong>de</strong>l 8 <strong>de</strong> diciembre, pero <strong>Gabriel</strong> se limitó a<br />

asentir, sin apartar la vista <strong>de</strong> la copa <strong>de</strong> vino, que pronto estaría<br />

vacía.<br />

Julia nunca lo había visto beber tanto. La noche que lo rescató<br />

<strong>de</strong> Lobby ya estaba borracho cuando ella llegó. Esa noche era muy<br />

distinto. No estaba contento ni coqueteaba, se lo veía atormentado.<br />

Con cada nueva copa <strong>de</strong> vino que vaciaba, Julia se preocupaba más.<br />

Pero cada vez que abría la boca para <strong>de</strong>cirle algo, él la miraba con<br />

tanta tristeza que no se atrevía. Estaba más frío y distante por<br />

momentos y, cuando le sirvió la tarta <strong>de</strong> manzana casera que había<br />

preparado la asistenta, Julia la apartó bruscamente y le exigió que<br />

hiciera callar a Maria Callas para que pudieran hablar.<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró sorprendido ya que la tarta —y la Butterfly— eran<br />

la culminación <strong>de</strong> la cena. De su Última Cena.<br />

—¿Por qué? No pasa nada —refunfuñó, acercándose al equipo<br />

<strong>de</strong> música para quitar la ópera.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no me mientas. Es obvio que estás disgustado. Dime<br />

lo que pasa, por favor.<br />

Ver a Julianne, a la inocente Julianne, mirarlo con sus enormes<br />

ojos castaños y el cejo fruncido, era más <strong>de</strong> lo que podía soportar.<br />

«¿Por qué tiene que ser tan dulce y generosa? ¿Por qué tiene<br />

que ser tan compasiva? ¿Era obligatorio que tuviera una alma tan<br />

hermosa?»<br />

La culpabilidad que sentía aumentó. Era una suerte que no la<br />

hubiera seducido. <strong>El</strong> corazón <strong>de</strong> Julia se curaría antes así que si<br />

hubieran tenido relaciones. Sólo llevaban unas cuantas semanas<br />

juntos. Las lágrimas pronto se le secarían y podría encontrar un<br />

hombre bueno y constante, como Paul.<br />

La i<strong>de</strong>a le provocó náuseas.<br />

Sin una palabra, se acercó al bufet en busca <strong>de</strong> una licorera y un<br />

vaso <strong>de</strong> cristal. Se sentó y se sirvió dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> whisky escocés. Se<br />

bebió la mitad <strong>de</strong> un sorbo y <strong>de</strong>jó el vaso en la mesa bruscamente.<br />

Esperó a que se aplacara el fuego que le quemaba la garganta.<br />

Confiaba en que se le contagiara algo <strong>de</strong>l valor líquido <strong>de</strong>l licor, pero le<br />

iba a hacer falta mucho más que eso para calmar el dolor en su<br />

corazón.<br />

Respiró hondo.<br />

—Tengo que contarte algunas cosas... cosas <strong>de</strong>sagradables. Sé


que cuando haya terminado, te per<strong>de</strong>ré.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor, yo...<br />

—Déjame hablar —la interrumpió él, pasándose la mano por el<br />

pelo—, antes <strong>de</strong> que pierda el valor.<br />

Cerrando los ojos, volvió a tomar aire. Cuando los abrió, su<br />

mirada era la <strong>de</strong> un dragón herido.<br />

—Estás viendo a un asesino.<br />

Julia oyó las palabras, pero le costó procesarlas. Pensó que lo<br />

había entendido mal.<br />

—Y no un asesino cualquiera. Acabé con la vida <strong>de</strong> un ser<br />

inocente. Si pue<strong>de</strong>s soportar estar en la misma habitación que yo<br />

durante unos minutos, te contaré cómo pasó. —Como ella no se<br />

movió, siguió hablando—: Como sabes, fui a hacer el doctorado a<br />

Oxford, al Magdalen College. Lo que no sabes es que allí conocí a una<br />

chica americana llamada Paulina.<br />

Julia inspiró bruscamente y <strong>Gabriel</strong> hizo una pausa. Cada vez<br />

que ella había tratado <strong>de</strong> sacar el tema, él le había dado largas,<br />

diciéndole que no suponía una amenaza para ellos, aunque Julia no<br />

se lo había creído. Por supuesto que era una amenaza. Paulina se lo<br />

había arrebatado en medio <strong>de</strong> una cena en octubre. Y, antes <strong>de</strong> salir<br />

corriendo, <strong>Gabriel</strong>, ojeroso y <strong>de</strong>macrado, había citado a lady Macbeth.<br />

Julia sintió un escalofrío.<br />

—Paulina todavía no había acabado la carrera. Era rubia, alta,<br />

guapa y majestuosa. Le gustaba contar que estaba emparentada con<br />

la aristocracia rusa, como una especie <strong>de</strong> Anastasia. Nos hicimos<br />

amigos y nos veíamos <strong>de</strong> vez en cuando. No había nada físico entre<br />

nosotros. Yo salía con otras chicas y ella estaba enamorada <strong>de</strong> otro<br />

hombre. —Carraspeó nervioso—. Al acabar el curso me trasladé a<br />

Harvard. Seguimos en contacto vía correo electrónico durante un año<br />

más o menos. Un día me dijo que la habían admitido en Harvard para<br />

hacer un curso <strong>de</strong> posgrado. Quería especializarse en Dostoievski.<br />

Estaba buscando un sitio para vivir y le hablé <strong>de</strong> un apartamento que<br />

se alquilaba en mi edificio. En agosto se instaló allí.<br />

<strong>Gabriel</strong> miró a Julia, que asintió para darle ánimos.<br />

—Ese año fue muy duro para mí. Estaba haciendo la tesis y,<br />

a<strong>de</strong>más, era ayudante <strong>de</strong> un profesor muy exigente. Trabajaba<br />

muchas horas y apenas podía dormir.<br />

Bajó la vista y empezó a tamborilear en la mesa. Al cabo <strong>de</strong> un<br />

momento, continuó:<br />

—Algunos fines <strong>de</strong> semana salía con algunos compañeros. A


veces nos metíamos en líos y acabábamos en peleas. —Se rió sin<br />

ganas—. No era un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> conducta, pero al menos con Simon me<br />

sirvió <strong>de</strong> algo el entrenamiento.<br />

Se echó hacia a<strong>de</strong>lante en la silla y apoyó los codos en las<br />

rodillas. Julia se fijó en que movía las piernas nervioso. Con cada<br />

nueva frase que <strong>de</strong>cía se inquietaba más, como si se estuviera<br />

acercando al abismo en el fondo <strong>de</strong>l cual había escondido su secreto.<br />

—Una noche, alguien me ofreció cocaína. Me pregunté si eso<br />

me ayudaría a mantenerme <strong>de</strong>spierto para po<strong>de</strong>r acabar el trabajo<br />

pendiente que tenía. Así empezó todo. La usé como estimulante y la<br />

alternaba con alcohol. Creí que estar en Harvard me convertía en un<br />

consumidor <strong>de</strong> drogas ocasional y respetable. Creí que sería capaz <strong>de</strong><br />

controlarlo. —Suspiró y bajó el tono <strong>de</strong> voz—. Me equivoqué.<br />

»Paulina venía mucho a mi casa. Llamaba sin importarle la hora,<br />

porque sabía que siempre estaba <strong>de</strong>spierto. Mientras yo escribía, ella<br />

se sentaba en el sofá o preparaba té ruso. Empezó a cocinar para mí.<br />

Con el tiempo, le di una llave. La cocaína me quitaba el hambre.<br />

Gracias a Paulina, me alimentaba <strong>de</strong> vez en cuando.<br />

<strong>Gabriel</strong> siguió hablando, angustiado. La culpabilidad lo arañaba<br />

por <strong>de</strong>ntro, tratando <strong>de</strong> salir al exterior. Al alzar la vista un momento,<br />

leyó una pregunta en los ojos <strong>de</strong> Julia y la respondió:<br />

—Sí, ella sabía que me drogaba. Al principio se lo oculté, pero<br />

siempre estaba por allí, así que al final ya lo hacía abiertamente. No le<br />

importaba.<br />

Bajó la vista. Parecía avergonzado.<br />

—Paulina se había criado entre algodones. No sabía nada sobre<br />

drogas ni muchas otras cosas. Yo la corrompí. Una noche, se <strong>de</strong>snudó<br />

y me propuso que la esnifáramos el uno en el cuerpo <strong>de</strong>l otro.<br />

Obviamente, yo no pensaba con claridad y ella... estaba <strong>de</strong>snuda.<br />

Soltó el aire con fuerza y mantuvo los ojos clavados en las<br />

manos, mientras negaba con la cabeza.<br />

—No estoy buscando excusas. Fue culpa mía. <strong>El</strong>la era una<br />

buena chica, acostumbrada a conseguir lo que quería. Y lo que quería<br />

en aquel momento era a mí, el vecino drogadicto.<br />

Al frotarse la barbilla con la mano, Julia se fijó en que no se<br />

había afeitado.<br />

<strong>Gabriel</strong> cambió <strong>de</strong> postura.<br />

—A la mañana siguiente le dije que había sido un error, que no<br />

estaba interesado en tener una relación monógama. La cocaína me<br />

hacía <strong>de</strong>sear más sexo que nunca, aunque a veces me provocaba


impotencia. Cosas <strong>de</strong>l karma, supongo. Estaba acostumbrado a estar<br />

con una mujer distinta cada fin <strong>de</strong> semana. Pero cuando le conté todo<br />

esto, Paulina me dijo que no le importaba. Daba igual lo que le dijera,<br />

o cómo me portara con ella, siempre regresaba. Y las cosas siguieron<br />

su camino. <strong>El</strong>la se comportaba como si fuera mi novia y yo la usaba<br />

para <strong>de</strong>sahogarme cuando no tenía a nadie más a mano. No la quería.<br />

Lo único que me importaba en aquella época era yo mismo, las drogas<br />

y la maldita tesis.<br />

A Julia se le encogió el corazón. Sabía que a <strong>Gabriel</strong> nunca le<br />

había faltado compañía femenina. Era un hombre guapo y<br />

extremadamente sensual. Las mujeres se <strong>de</strong>svivían tratando <strong>de</strong> llamar<br />

su atención. No es que le hiciera gracia, pero lo había aceptado como<br />

parte <strong>de</strong> su pasado.<br />

Sin embargo, lo <strong>de</strong> Paulina era distinto. Su intuición se lo dijo la<br />

primera vez que oyó su nombre. Aunque no creía que siguieran juntos,<br />

lo que le estaba contando no era una aventura <strong>de</strong> una noche. <strong>El</strong><br />

espectro <strong>de</strong> los celos hizo su aparición, cercando el corazón <strong>de</strong> Julia y<br />

estrujándolo con fuerza.<br />

<strong>Gabriel</strong> se levantó y empezó a caminar por el comedor.<br />

—Las cosas se aceleraron cuando me dijo que estaba<br />

embarazada. La acusé <strong>de</strong> querer atraparme y le dije que se <strong>de</strong>shiciera<br />

<strong>de</strong>l bebé. —La cara se le contrajo <strong>de</strong> dolor—. <strong>El</strong>la se echó a llorar. Me<br />

suplicó, me dijo que estaba enamorada <strong>de</strong> mí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Oxford y que<br />

quería tener a mi hijo. No la escuché. Le tiré dinero a la cara para que<br />

pagara el aborto y la eché <strong>de</strong> casa a patadas.<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó, pero su gruñido se transformó en un gemido<br />

<strong>de</strong>sgarrado que surgía <strong>de</strong> las profundida<strong>de</strong>s torturadas <strong>de</strong> su alma. Se<br />

frotó los ojos con fuerza.<br />

Julia se cubrió la boca con la mano. No había esperado esa<br />

confesión. Pero mientras su mente trataba <strong>de</strong> procesar todo lo que iba<br />

oyendo, las piezas <strong>de</strong>l rompecabezas que era el profesor Emerson<br />

empezaron a encajar.<br />

—Durante un tiempo no volví a verla. Supuse que habría<br />

abortado. En aquella época estaba tan jodido que ni me molesté en<br />

averiguarlo. Un par <strong>de</strong> meses más tar<strong>de</strong>, entré en la cocina y me<br />

encontré una ecografía pegada en la nevera, con una nota.<br />

<strong>Gabriel</strong>, echándose hacia atrás en la silla, se sostuvo la cabeza<br />

con las manos.<br />

—Había escrito: «Ésta es tu hija, Maia. ¿A que es preciosa?».<br />

No pudo acabar la frase, porque un sollozo se lo impidió.


—Reconocí la línea <strong>de</strong> su cabeza, la naricita, los brazos y las<br />

piernas. Era preciosa. Un bebé diminuto y frágil. Mi niñita. Maia.<br />

—Volvió a sollozar—. No lo sabía. No era real. Hasta que vi la<br />

ecografía no existió realmente para mí.<br />

No podía parar <strong>de</strong> llorar.<br />

Al ver las lágrimas que le caían por las mejillas, a Julia se le<br />

encogió el corazón. Con los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas, se levantó para<br />

consolarlo, pero él se lo impidió levantando la mano.<br />

—Le dije a Paulina que la ayudaría con el bebé, pero no tenía<br />

dinero. Me lo había gastado todo en drogas. De hecho, en aquella<br />

época ya estaba en<strong>de</strong>udado con mi camello. Aun sabiendo todo eso,<br />

ella seguía queriéndome. Volvió a instalarse en casa y se pasaba las<br />

horas leyendo en mi sofá mientras yo trabajaba en la tesis. Dejó <strong>de</strong><br />

tomar drogas por el bebé. Yo también lo intenté, pero no lo conseguí.<br />

—Levantó la cabeza—. ¿Quieres oír el resto o ya has tenido bastante?<br />

¿Quieres irte ya?<br />

Julia no tuvo que pensarlo. Se levantó y lo abrazó.<br />

—Por supuesto que quiero oír el resto.<br />

Él la abrazó con fuerza durante un instante, pero luego la apartó<br />

y se secó las lágrimas. <strong>El</strong>la permaneció a su lado, incómoda, mientras<br />

<strong>Gabriel</strong> continuaba su confesión.<br />

—Los padres <strong>de</strong> Paulina vivían en Minnesota. No eran ricos,<br />

pero <strong>de</strong> vez en cuando le enviaban dinero. Grace también me<br />

mandaba dinero cuando se lo pedía. Como podíamos, íbamos<br />

saliendo a<strong>de</strong>lante. O, al menos, íbamos retrasando lo inevitable. Pero<br />

yo casi todo me lo gastaba en la droga. —Se echó a reír<br />

amargamente—. ¿Qué clase <strong>de</strong> hombre le quita el dinero a una mujer<br />

embarazada y se lo gasta en cocaína?<br />

»Una noche <strong>de</strong> setiembre, salí <strong>de</strong> marcha. Estuve fuera un par<br />

<strong>de</strong> días y, cuando volví, me <strong>de</strong>splomé en el sofá. Ni siquiera llegué al<br />

dormitorio. Cuando me <strong>de</strong>sperté, con una resaca espantosa, vi sangre<br />

en el suelo.<br />

Se cubrió los ojos con las manos, como si tratara <strong>de</strong> borrar esas<br />

imágenes <strong>de</strong> su mente. Julia contuvo el aliento, a la espera <strong>de</strong> la<br />

siguiente revelación.<br />

—Siguiendo el rastro llegué hasta Paulina, que estaba en medio<br />

<strong>de</strong> un charco <strong>de</strong> sangre en el suelo <strong>de</strong>l lavabo. Le busqué el pulso,<br />

pero no se lo encontré. Pensé que estaba muerta.<br />

Guardó silencio unos minutos.<br />

—Si hubiera ido a verla cuando llegué a casa, habría podido


llamar a una ambulancia. Pero no lo hice. Estaba borracho y colocado<br />

y me <strong>de</strong>splomé en el sofá sin preocuparme <strong>de</strong> nada ni <strong>de</strong> nadie.<br />

Cuando me dijeron que había perdido el bebé, supe que era culpa<br />

mía. Su muerte se habría podido evitar. Era como si lo hubiera matado<br />

con mis propias manos.<br />

Levantó las manos y se las miró por <strong>de</strong>lante y por <strong>de</strong>trás, como<br />

si las viera por primera vez.<br />

—Soy un asesino, Julianne. Un adicto y un asesino.<br />

<strong>El</strong>la abrió la boca para contra<strong>de</strong>cirlo, pero <strong>Gabriel</strong> la interrumpió:<br />

—Paulina pasó varias semanas en el hospital, primero con<br />

problemas físicos, luego por la <strong>de</strong>presión. Yo tuve que pedir la baja.<br />

Estaba constantemente borracho o colocado y no podía trabajar.<br />

Debía miles <strong>de</strong> dólares a gente muy peligrosa y no sabía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />

sacar el dinero. Paulina había tratado <strong>de</strong> suicidarse en el hospital y<br />

quería llevarla a una clínica psiquiátrica privada, un lugar don<strong>de</strong> la<br />

trataran bien. Cuando llamé a sus padres para pedirles ayuda, me<br />

dijeron que era un <strong>de</strong>sgraciado, que había llevado la <strong>de</strong>shonra a su<br />

familia. Que primero me casara con ella y luego ya hablaríamos.<br />

<strong>Gabriel</strong> hizo una nueva pausa.<br />

—Lo habría hecho, pero Paulina estaba <strong>de</strong>masiado alterada<br />

como para hablar <strong>de</strong> nada. Decidí buscar un lugar don<strong>de</strong> cuidaran <strong>de</strong><br />

ella y luego suicidarme. Eso solucionaría los problemas <strong>de</strong> todos.<br />

Le dirigió una mirada fría, muerta.<br />

—Ya ves, Julianne, soy uno <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>nados. Mi <strong>de</strong>pravación<br />

y mi indiferencia supusieron la muerte <strong>de</strong> un bebé inocente y la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> una mujer con un brillante porvenir. Habría sido<br />

preferible que me ataran una piedra al cuello y me echaran al mar.<br />

—Fue un acci<strong>de</strong>nte —susurró Julia—. No fue culpa tuya.<br />

Él se echó a reír amargamente.<br />

—¿No fue culpa mía acostarme con Paulina y engendrar una<br />

hija con ella? ¿No fue culpa mía tratarla como a una puta, engancharla<br />

a las drogas y presionarla para que abortara? ¿No fue culpa mía llegar<br />

tan colocado a casa que ni me di cuenta <strong>de</strong> que estaba allí?<br />

Julia le agarró las manos y se las apretó con fuerza.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, escúchame. Tú tuviste mucho que ver, sí, pero no fue<br />

culpa tuya. Fue un acci<strong>de</strong>nte. Si había mucha sangre es que algo no<br />

iba bien en el embarazo. Si no hubieras llamado a la ambulancia<br />

cuando lo hiciste, Paulina habría muerto. Tú la salvaste.<br />

Él permaneció con la cabeza baja, pero Julia le sujetó la barbilla<br />

y lo obligó a mirarla.


—La salvaste, <strong>Gabriel</strong>. Y me acabas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que querías al<br />

bebé. No querías que muriera.<br />

Él se encogió, pero ella no lo soltó.<br />

—No eres un asesino. Fue un trágico acci<strong>de</strong>nte.<br />

—No lo entien<strong>de</strong>s —replicó él, con apatía—. Soy igual que<br />

Simon. Él te usó y yo la usé a ella. Hice algo peor que usarla. La traté<br />

como si fuera un juguete. Le di drogas cuando <strong>de</strong>bería haber estado<br />

cuidándola. ¿Qué clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>monio soy?<br />

—No te pareces en nada a Simon —exclamó Julia con los<br />

dientes apretados—. Él no se arrepiente <strong>de</strong> nada <strong>de</strong> lo que me hizo. Si<br />

pudiera, volvería a hacer lo mismo. O algo peor.<br />

Respiró hondo y contuvo el aire, que fue expulsando poco a<br />

poco.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, has cometido errores y has hecho cosas terribles,<br />

pero te has arrepentido. Llevas años pagando por tus errores. ¿No<br />

crees que eso es importante?<br />

—Ni todo el oro <strong>de</strong>l mundo pue<strong>de</strong> compensar la pérdida <strong>de</strong> una<br />

vida.<br />

—Una vida que tú no arrebataste —replicó ella, con los ojos<br />

encendidos.<br />

Él hundió la cara entre las manos. No era ésa la reacción que<br />

había esperado.<br />

«¿Por qué sigue aquí? ¿Por qué no me ha abandonado<br />

todavía?»<br />

Julia dio un paso atrás, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> observarlo. Las oleadas <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sesperación que brotaban <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> eran casi visibles. Se <strong>de</strong>vanó<br />

los sesos buscando la manera <strong>de</strong> alcanzarlo, <strong>de</strong> llegar a su corazón.<br />

—¿Conoces Los miserables, <strong>de</strong> Victor Hugo?<br />

—Por supuesto —murmuró él—. ¿Qué tiene que ver con todo<br />

esto?<br />

—<strong>El</strong> héroe <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> pecar y hace penitencia. Cuida <strong>de</strong> una niña<br />

como si fuera su hija. Pero durante todo ese tiempo, un policía no <strong>de</strong>ja<br />

<strong>de</strong> perseguirlo, convencido <strong>de</strong> que no se ha reformado. ¿No preferirías<br />

ser el hombre que hace penitencia en vez <strong>de</strong>l policía?<br />

<strong>Gabriel</strong> no respondió.<br />

—Porque eso es lo que estás diciendo. Que no pue<strong>de</strong>s darte<br />

permiso para ser feliz. Que no pue<strong>de</strong>s darte permiso para tener hijos.<br />

Crees que has perdido el alma, <strong>Gabriel</strong>, pero ¿qué me dices <strong>de</strong> la<br />

re<strong>de</strong>nción? ¿Y <strong>de</strong>l perdón?<br />

—No los merezco.


—¿Qué pecador los merece? —Julia negó con la cabeza—.<br />

Cuando te conté lo que me había pasado a mí, me dijiste que me<br />

perdonara y me diera permiso para ser feliz. ¿Por qué no pue<strong>de</strong>s<br />

predicar con el ejemplo?<br />

Él bajó la cara.<br />

—Porque tú fuiste la víctima. Yo soy el asesino.<br />

—Aceptemos que sea así. ¿Cuál sería la penitencia a<strong>de</strong>cuada<br />

en ese caso? ¿Cómo crees que se haría justicia?<br />

—Ojo por ojo —murmuró.<br />

—Bien. Entiendo que «ojo por ojo» quiere <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>bes salvar<br />

la vida <strong>de</strong> un niño. Si eres responsable <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> un bebé, la<br />

justicia reclama que <strong>de</strong>vuelvas una vida. Un donativo en metálico no<br />

sirve. Debe ser una vida.<br />

<strong>Gabriel</strong> permanecía inmóvil, pero Julia sabía que la estaba<br />

escuchando.<br />

—Salvaste la vida <strong>de</strong> Paulina, pero sé que no vas a darte por<br />

satisfecho con eso. Así que necesitas salvar la vida <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> otro<br />

hombre. ¿Te ayudaría eso?<br />

—No <strong>de</strong>volvería la vida a Maia, pero sería algo. Me convertiría<br />

en una persona menos... mala —respondió él, con los hombros<br />

hundidos y los brazos apoyados en las rodillas.<br />

<strong>El</strong> dolor que impregnaba su voz encogió el corazón a Julia, pero<br />

no le impidió continuar.<br />

—Vas a tener que encontrar a una niña cuya vida esté en peligro<br />

y salvarla. ¿Te serviría eso <strong>de</strong> expiación?<br />

<strong>Gabriel</strong> asintió con un gruñido.<br />

<strong>El</strong>la se <strong>de</strong>jó caer <strong>de</strong> rodillas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él y le cogió las manos.<br />

—¿No lo ves, <strong>Gabriel</strong>? Yo soy esa niña.<br />

Él levantó la cabeza y la miró con los ojos inundados <strong>de</strong><br />

lágrimas, como si estuviera loca.<br />

—Simon me habría matado. Cuando le pegué, se enfureció tanto<br />

que rompió la puerta para vengarse. Aunque hubiera llamado a la<br />

policía, no habrían llegado a tiempo. Me habría matado antes <strong>de</strong> que<br />

llegaran.<br />

»Pero tú me salvaste. Lo arrancaste <strong>de</strong> mi puerta y lo sacaste <strong>de</strong><br />

la casa. Estoy viva gracias a ti. Soy la niñita <strong>de</strong> Tom, como él te dijo, y<br />

me salvaste la vida.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció mudo, se había quedado sin palabras.<br />

—Una vida por una vida, ¿no? Estás convencido <strong>de</strong> que<br />

acabaste con una vida, pero ahora has salvado otra. Tienes que


perdonarte. Tienes que pedirle perdón a Paulina y a Dios, pero, sobre<br />

todo, tienes que perdonarte tú.<br />

—No es suficiente —murmuró, con sus gran<strong>de</strong>s ojos tristes,<br />

todavía llenos <strong>de</strong> lágrimas.<br />

—Es verdad que eso no te <strong>de</strong>volverá a tu hija, pero piensa en el<br />

regalo que le has hecho a Tom: le has <strong>de</strong>vuelto a su única hija.<br />

Convierte tu <strong>de</strong>uda en penitencia. No eres un <strong>de</strong>monio. Eres un ángel.<br />

Mi ángel.<br />

<strong>Gabriel</strong> se la quedó mirando, observando sus ojos, sus labios, su<br />

expresión. Luego, le tendió la mano y la sentó en su regazo. La abrazó<br />

durante largo rato. Sus lágrimas caían en el hombro <strong>de</strong> Julia.<br />

—Lo siento —susurró—. Siento haber tardado tanto en <strong>de</strong>círtelo.<br />

Siento que mi historia sea cierta. He matado tu fe en mí. Lo sé.<br />

—Todavía te quiero.<br />

Julia trató <strong>de</strong> calmarlo murmurándole al oído y <strong>de</strong>jando que se<br />

<strong>de</strong>sahogara. Cuando <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llorar, le <strong>de</strong>sabrochó los botones <strong>de</strong> la<br />

camisa rápidamente, antes <strong>de</strong> que pudiera preguntarle qué estaba<br />

haciendo. Abriéndosela, le acarició el tatuaje con los <strong>de</strong>dos. Luego,<br />

muy lentamente, acercó los labios a la boca <strong>de</strong>l dragón y lo besó.<br />

Cuando se echó hacia atrás, <strong>Gabriel</strong> la estaba mirando<br />

asombrado.<br />

Luego, se quitó el pañuelo que le cubría el mordisco y<br />

levantándole la mano, se la colocó sobre la marca, que se había<br />

curado un poco, pero no <strong>de</strong>l todo.<br />

—Los dos tenemos cicatrices. Y tal vez tengas razón, tal vez<br />

nunca <strong>de</strong>saparezcan. Pero soy tu expiación, <strong>Gabriel</strong>. Mi vida es tu<br />

regalo a un padre que podría haber perdido a su única hija para<br />

siempre. Gracias.<br />

—Soy un hipócrita —se lamentó él, con voz ronca—. Le dije a<br />

Tom que era un padre terrible. ¿Y yo? ¿Qué clase <strong>de</strong> padre soy?<br />

—Uno joven e inexperto que no <strong>de</strong>bería haber tomado drogas,<br />

pero que quería a Maia. Me lo has dicho.<br />

Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> abrazarla, <strong>Gabriel</strong> se estremeció.<br />

—Nada <strong>de</strong> lo que pueda <strong>de</strong>cir te la <strong>de</strong>volverá. Pero creo<br />

sinceramente que tu hija está en el paraíso con los bienaventurados. Y<br />

con Grace. —Julia le secó las lágrimas—. Y estoy segura <strong>de</strong> que<br />

ambas querrían que encontraras el amor y el perdón. Creo que rezan<br />

por tu re<strong>de</strong>nción. Y que no creen que seas malo.<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong>s estar segura? —susurró él.<br />

—Lo aprendí <strong>de</strong> ti. <strong>El</strong> canto treinta y dos <strong>de</strong> <strong>El</strong> Paraíso <strong>de</strong> Dante


<strong>de</strong>scribe el lugar especial que Dios reserva a los niños. «De los que<br />

son como ellos es el reino <strong>de</strong> los cielos.» Y en el paraíso sólo hay<br />

amor y perdón. No hay odio ni maldad. Sólo paz.<br />

<strong>Gabriel</strong> la atrajo hacia sí y permanecieron así abrazados largo<br />

rato. Julia nunca se habría imaginado que ése fuera su secreto.<br />

Aunque le dolía verlo tan triste y melancólico, su sufrimiento era real y<br />

no podían obviarlo.<br />

<strong>El</strong>la nunca había amado a un niño que hubiera muerto. No podía<br />

hacerse una i<strong>de</strong>a exacta <strong>de</strong> su dolor, pero igualmente se sentía llena<br />

<strong>de</strong> compasión hacia él. Tenía una gran necesidad <strong>de</strong> ayudarlo a<br />

reconocer su valía. Ayudarlo a aceptar que era un ser digno <strong>de</strong> ser<br />

amado, a pesar <strong>de</strong> los pecados que hubiera cometido en el pasado.<br />

Sentada en su regazo, con la blusa aún húmeda por sus lágrimas,<br />

<strong>Gabriel</strong> Emerson se le presentó con mucha más claridad. En muchos<br />

aspectos, seguía siendo un niño pequeño, un niño que tenía miedo <strong>de</strong><br />

que no le perdonaran sus errores. Y <strong>de</strong> que no lo amaran por culpa <strong>de</strong><br />

éstos.<br />

Pero ella lo seguía amando.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no pue<strong>de</strong>s estar cómodo en esta silla.<br />

Él le dio la razón, asintiendo contra su hombro.<br />

—Ven. —Levantándose, le dio la mano para que la siguiera. Lo<br />

condujo hasta el sofá y lo animó a sentarse, mientras ella encendía la<br />

chimenea a gas.<br />

<strong>Gabriel</strong> se quitó los zapatos y Julia le dijo que se tumbara,<br />

apoyándole la cabeza en su regazo. Tras acariciarle las cejas con un<br />

<strong>de</strong>do, le pasó los <strong>de</strong>dos por el pelo hasta que él cerró los ojos.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está Paulina ahora?<br />

—En Boston. Cuando cobré la herencia, abrí un fondo <strong>de</strong><br />

inversión a su nombre y le compré un piso. Ha estado en un centro <strong>de</strong><br />

rehabilitación un par <strong>de</strong> veces, pero básicamente está bien cuidada.<br />

Volvió a Harvard hace un par <strong>de</strong> años, aunque se lo está tomando con<br />

calma.<br />

—¿Qué pasó la noche que llamó mientras cenábamos?<br />

<strong>Gabriel</strong> la miró confuso, hasta que recordó la noche en cuestión.<br />

—Me había olvidado <strong>de</strong> que oíste esa conversación. Había<br />

bebido y tuvo un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> coche. Estaba histérica y pensé que iba<br />

a tener que coger un avión hasta allí. Sólo me llama cuando se mete<br />

en líos. O cuando quiere algo.<br />

—¿Y qué pasó?<br />

—Hice la maleta, pero antes <strong>de</strong> salir hacia el aeropuerto, llamé a


mi abogado en Boston. Fue a verla al hospital y me dijo que no estaba<br />

tan grave como me había hecho creer. Pero un par <strong>de</strong> días más tar<strong>de</strong><br />

la acusaron <strong>de</strong> conducción temeraria y tuve que contratar a un<br />

abogado especialista para que la <strong>de</strong>fendiera. Últimamente ha estado<br />

bastante tranquila, pero <strong>de</strong> vez en cuando tiene alguna crisis.<br />

Tal vez fue el brillo <strong>de</strong> las llamas, o la tensión <strong>de</strong> haberle<br />

revelado su secreto más oscuro, pero en ese momento <strong>Gabriel</strong> le<br />

pareció viejo y cansado para tener sólo treinta y pocos años.<br />

—¿La amas?<br />

Él negó con la cabeza.<br />

—Siento algo por ella, pero no lo <strong>de</strong>finiría como amor. Por<br />

mucho que me avergüence admitirlo, su presencia y su contacto<br />

nunca me resultaron familiares. Pero no podía abandonarla. Y menos<br />

aún cuando su familia le dio la espalda. Yo fui el causante <strong>de</strong> sus<br />

problemas. Por mi culpa, tal vez no pueda volver a tener hijos.<br />

<strong>Gabriel</strong> se estremeció.<br />

—¿Por eso <strong>de</strong>cidiste no tenerlos tú?<br />

—Ojo por ojo, ¿recuerdas? Cuando me lo confesó entre<br />

lágrimas, tomé la <strong>de</strong>cisión. Me costó encontrar a un médico que<br />

accediera a hacer la operación. Todos me <strong>de</strong>cían que era muy joven y<br />

que cambiaría <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a. Pero finalmente encontré a uno. Curiosamente,<br />

en aquel momento fue un consuelo.<br />

Levantando el brazo, <strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla.<br />

—Le hablé a Paulina <strong>de</strong> ti. Siempre ha sido una mujer celosa,<br />

pero sabe que no puedo darle lo que quiere. Nuestra relación es...<br />

complicada. Siempre formará parte <strong>de</strong> mi vida, Julianne. Quiero que te<br />

que<strong>de</strong> claro. Siempre y cuando sigamos...<br />

<strong>El</strong>la lo besó en los labios.<br />

—Por supuesto que seguiremos juntos. La ayudas cuando tiene<br />

problemas. Es lo correcto. Me parece muy noble por tu parte.<br />

—Créeme, Julianne, yo no me <strong>de</strong>finiría como una persona noble.<br />

—¿Me... me pue<strong>de</strong>s contar lo <strong>de</strong>l tatuaje?<br />

Él se sentó en el sofá y acabó <strong>de</strong> quitarse la camisa, que tiró<br />

sobre la alfombra persa. Volviendo a apoyar la cabeza en el regazo <strong>de</strong><br />

Julia, la miró a los ojos, los suyos llenos <strong>de</strong> preocupación y<br />

resignados.<br />

—Me lo hice en Boston, cuando salí <strong>de</strong> rehabilitación.<br />

Julia volvió a besar el dragón con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

<strong>Gabriel</strong> inspiró hondo al notar el contacto <strong>de</strong> sus labios contra la<br />

piel <strong>de</strong>snuda.


<strong>El</strong>la le acarició el pelo para que se relajara.<br />

—¿Qué representa el dragón?<br />

—Soy yo, o las drogas. O las dos cosas. <strong>El</strong> corazón es el mío y<br />

está roto, obviamente. Maia siempre estará en mi corazón. Me imagino<br />

que te parecerá horrible que tenga algo tan macabro y feo en mi<br />

cuerpo <strong>de</strong> manera permanente.<br />

—No, <strong>Gabriel</strong>, no me lo parece. Es... un memorial.<br />

—Paulina estaba embarazada <strong>de</strong> unos cinco meses cuando<br />

perdió el bebé. Estaba <strong>de</strong>strozada, igual que yo, y no celebramos<br />

ningún funeral. Hace un par <strong>de</strong> años, mandé erigir una lapida en<br />

Boston en memoria <strong>de</strong> la niña. —Llevándose la mano <strong>de</strong> Julia a la<br />

boca, la besó—. Pero no está enterrada allí —añadió, con voz<br />

torturada.<br />

—No lo estaría aunque las cosas hubieran sido distintas. Está<br />

con Grace, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Él la miró con agra<strong>de</strong>cimiento, mientras los ojos volvían a<br />

llenársele <strong>de</strong> lágrimas.<br />

—Muchas gracias —susurró, besándole la mano una vez más—.<br />

Mandé colocar un ángel <strong>de</strong> piedra a cada lado <strong>de</strong> la lápida. Quería que<br />

fuera bonita.<br />

—Estoy segura <strong>de</strong> que es preciosa.<br />

—Tú has recibido parte <strong>de</strong> su legado.<br />

Julia lo miró sin compren<strong>de</strong>r.<br />

—La beca <strong>de</strong> estudios lleva su nombre: Maia Paulina Emerson.<br />

Julia se secó una lágrima.<br />

—Siento haber tratado <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverla. No lo sabía.<br />

<strong>Gabriel</strong> se incorporó y le besó la nariz.<br />

—Lo sé, amor mío. En aquel momento no me sentía preparado<br />

para explicarte su trascen<strong>de</strong>ncia. Sólo quería que la tuvieras. No había<br />

encontrado a nadie que fuera digno <strong>de</strong> ella —añadió, con otro beso<br />

suave.<br />

—Le pregunté a Rachel por la beca. <strong>El</strong>la no sabía nada.<br />

—Nadie sabe nada <strong>de</strong> Maia ni <strong>de</strong> Paulina, excepto Richard.<br />

Grace también lo sabía. Me sentía tan avergonzado... Pensamos que<br />

Rachel y Scott ya tenían bastante con estar enterados <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> las<br />

drogas. Tampoco saben lo <strong>de</strong>l tatuaje. Tú eres la única que me lo ha<br />

visto.<br />

Julia le hundió los <strong>de</strong>dos en el pelo.<br />

—Oír a Puccini al entrar me ha asustado —susurró.<br />

—Me ha parecido una música a<strong>de</strong>cuada.


<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Por la manera en que traté a Paulina. <strong>El</strong>la me amó durante<br />

años y yo no pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>volverle ese amor. —<strong>Gabriel</strong> se encogió <strong>de</strong><br />

hombros y la miró ardientemente—. Nunca te trataría como a una<br />

mariposa, ni como a un juguete. Nunca te clavaría en un corcho ni te<br />

arrancaría las alas.<br />

<strong>El</strong>la lo miró con tristeza.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor. Confío en ti. No eres Pinkerton, lo sé.<br />

Como si quisiera recalcar sus palabras, lo besó. <strong>Gabriel</strong> retuvo<br />

su boca hasta que ella tuvo que apartarse para respirar.<br />

—No te merezco —susurró él.<br />

—Tal vez. Tal vez no nos merezcamos el uno al otro. Pero<br />

puedo elegir a quien quiero amar. Y te he elegido a ti.<br />

<strong>Gabriel</strong> frunció el cejo, como si le costara creerlo.<br />

—Por favor, <strong>de</strong>ja que te ame. —La voz <strong>de</strong> Julia se quebró al<br />

<strong>de</strong>cir las últimas palabras.<br />

—Como si pudiera plantearme una vida sin ti.<br />

<strong>Gabriel</strong> la atrajo hacia él, uniéndolos con la fuerza <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> su alma torturada.<br />

Julia le <strong>de</strong>volvió su pasión con la misma intensidad, dando y<br />

recibiendo amor <strong>de</strong>l hombre que <strong>de</strong>scansaba la cabeza en su regazo.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sujetó las muñecas y le besó las venas azuladas con la<br />

boca abierta, succionándolas con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—Perdóname Julianne, pero te necesito. Mi dulce, dulce,<br />

Julianne. Te necesito tanto... —le suplicó con voz ronca y los ojos<br />

como hogueras azules.<br />

Sin darse cuenta <strong>de</strong> lo que estaba pasando, Julia se encontró<br />

con que <strong>Gabriel</strong> se había sentado en el sofá y que ella estaba sentada<br />

encima <strong>de</strong> él, a horcajadas. Tenían los torsos muy juntos y las manos<br />

<strong>de</strong> él la acariciaban, resiguiendo las curvas <strong>de</strong> su trasero por encima<br />

<strong>de</strong> los pantalones <strong>de</strong> lana.<br />

De algún lugar <strong>de</strong> su mente le llegó el recuerdo <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las<br />

fotografías en blanco y negro que <strong>de</strong>coraban la habitación <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>.<br />

En ese instante, reconoció la belleza <strong>de</strong> la pasión que retrataban,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la óptica no <strong>de</strong>l espectador, sino <strong>de</strong> los protagonistas.<br />

Lo que sentía era la fuerza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo, <strong>de</strong> la necesidad, <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>sesperación y <strong>de</strong> un amor incondicional y muy profundo, que se<br />

había liberado al contarse sus secretos más ocultos y oscuros.<br />

<strong>Gabriel</strong> sintió el amor <strong>de</strong> Julia en sus besos, en sus abrazos, en<br />

cómo le acariciaba la nuca, la superficie <strong>de</strong>l tatuaje y le besaba el


pecho con la boca abierta. Sabía que se lo daría todo. Haría cualquier<br />

cosa para librarlo <strong>de</strong>l dolor, incluso ofrecerle su cuerpo.<br />

«<strong>El</strong> sacrificio <strong>de</strong> Isaac.»<br />

Con <strong>de</strong>dos temblorosos, ella se <strong>de</strong>sabrochó los botones <strong>de</strong> la<br />

blusa y la <strong>de</strong>jó caer por los brazos. <strong>El</strong> grito ahogado <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> fue un<br />

eco <strong>de</strong>l sonido <strong>de</strong> la seda <strong>de</strong>slizándose hacia el suelo.<br />

Julia era su re<strong>de</strong>nción.


32<br />

Julia se <strong>de</strong>spertó a la mañana siguiente <strong>de</strong>snuda.<br />

O eso le pareció.<br />

Estaban en la cama <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, con las piernas entrelazadas.<br />

Tenía la cabeza apoyada en el hombro <strong>de</strong> él y uno <strong>de</strong> sus brazos<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>ras.<br />

Recorrió la espalda <strong>de</strong> él con la mano hasta comprobar que no<br />

estaba <strong>de</strong>snudo. Al bajar la vista, vio que ella llevaba puesto el<br />

conjunto rosa <strong>de</strong> sujetador y braguitas.<br />

En sus sueños, se habían metido en la cama <strong>de</strong>snudos y habían<br />

hecho el amor horas y horas.<br />

<strong>Gabriel</strong> se había colocado encima <strong>de</strong> ella y la había capturado<br />

con la mirada, como si fuera un imán, mientras la penetraba<br />

lentamente hasta que se habían convertido en un solo ser. En un<br />

círculo eterno sin principio ni fin. La había adorado con su cuerpo y<br />

sus palabras. Había sido más bonito y emotivo que en sus sueños<br />

anteriores.<br />

Pero no había sido más que eso. Otro sueño. Suspiró y cerró los<br />

ojos, recordando los acontecimientos <strong>de</strong> la noche anterior. <strong>El</strong> dolor y el<br />

alivio llenaron su corazón. Dolor por la pérdida <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y por la<br />

<strong>de</strong>sesperación que lo torturaba y alivio porque ya no quedaban<br />

secretos que se interpusieran entre ellos.<br />

<strong>Gabriel</strong> murmuró su nombre, mientras los ojos se le movían bajo<br />

los párpados muy <strong>de</strong> prisa. Estaba profundamente dormido. La noche<br />

anterior había sido agotadora para él. Se había <strong>de</strong>smoronado.<br />

Liberándose <strong>de</strong> su abrazo con mucho cuidado, se levantó para ir<br />

al baño.<br />

Al mirarse en el espejo, vio que tenía el pelo alborotado, el rímel<br />

corrido y los labios hinchados por los besos. Él le había <strong>de</strong>jado varias<br />

marcas en el cuello y el pecho, muy ligeras, que no le dolían en<br />

absoluto. Había sido un amante consi<strong>de</strong>rado pero entusiasta.<br />

Se lavó la cara y se cepilló el pelo, recogiéndoselo en una cola<br />

alta. En vez <strong>de</strong>l albornoz lila, se puso provocativamente una camisa <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>. Recogió el Globe and Mail <strong>de</strong>l rellano y saludó con la mano al<br />

nervioso vecino, que la miró boquiabierto con sus gafas sin montura,<br />

antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer en su casa como un ratón asustado.<br />

No estaba acostumbrado a ver tanta belleza tan temprano.


A<strong>de</strong>más, llevaba sólo unos pantalones <strong>de</strong> pijama con dibujos <strong>de</strong><br />

Superman.<br />

Cuando Julia entró en la cocina, se la encontró hecha un<br />

<strong>de</strong>sastre, ya que la noche anterior habían estado <strong>de</strong>masiado distraídos<br />

como para ocuparse <strong>de</strong> temas tan prosaicos. Tras darse el lujo <strong>de</strong><br />

disfrutar <strong>de</strong> un trozo <strong>de</strong> tarta <strong>de</strong> manzana con queso cheddar <strong>de</strong><br />

Vermont, se <strong>de</strong>dicó a <strong>de</strong>volver al apartamento <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> su esplendor<br />

inicial. Le llevó más rato <strong>de</strong>l que había previsto.<br />

Cuando la cocina estuvo inmaculada y, en vista <strong>de</strong> que él seguía<br />

durmiendo, se sirvió una gran taza <strong>de</strong> café y se sentó a leer el<br />

periódico en la butaca frente al fuego. La imagen <strong>de</strong> su blusa tirada en<br />

el suelo junto a la camisa Oxford <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> la hizo ruborizarse y<br />

sonreír al mismo tiempo.<br />

«Por <strong>de</strong>sgracia, eso es más <strong>de</strong> lo que po<strong>de</strong>mos hacer tú o yo»,<br />

pensó, recordando el poema sobre la pulga.<br />

<strong>Gabriel</strong> se había <strong>de</strong>tenido. <strong>El</strong>la se habría entregado gustosa a él<br />

porque lo amaba. Para Julia, no se trataba <strong>de</strong> saber si se entregaría a<br />

él, sino sólo <strong>de</strong> cuándo. Pero <strong>Gabriel</strong> había murmurado algo<br />

ininteligible contra su pecho <strong>de</strong>snudo y se había <strong>de</strong>tenido.<br />

Tenía tanto miedo <strong>de</strong> que ella lo abandonara cuando <strong>de</strong>scubriera<br />

su relación con Paulina y la trágica pérdida <strong>de</strong> su hija. Pero su<br />

confesión, lejos <strong>de</strong> apartarlos, los había unido aún más. Al menos,<br />

Julia había logrado convencerlo <strong>de</strong> eso.<br />

«Y tal vez, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres días, estaremos tan unidos como<br />

pue<strong>de</strong> estarlo una pareja.»<br />

Faltaban dos días para que salieran <strong>de</strong> viaje hacia Italia y ella lo<br />

acompañaría a la conferencia como su novia. Y cuando su estancia en<br />

Florencia llegara a su fin, tal vez pudiesen visitar Venecia o la región<br />

<strong>de</strong> Umbría como amantes.<br />

A pesar <strong>de</strong> las revelaciones <strong>de</strong> la noche anterior, se sentía muy<br />

cómoda y a gusto en la butaca <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y con su camisa. Estaba<br />

segura <strong>de</strong> que se pertenecían el uno al otro. Mientras los hados no<br />

conspiraran en su contra, serían felices juntos. O eso esperaba.<br />

Aunque saber que Paulina tenía la capacidad <strong>de</strong> poner la vida <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> patas arriba con una simple llamada telefónica no era muy<br />

tranquilizador.<br />

Una hora más tar<strong>de</strong>, él apareció en el salón, rascándose la<br />

cabeza y bostezando. <strong>El</strong> pelo le había quedado disparado en todas<br />

direcciones, excepto un rizo perfecto que se había enamorado <strong>de</strong> su<br />

frente. Llevaba unos vaqueros gastados y las gafas, nada más. Ni


siquiera calcetines. (Incluso los pies <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> eran atractivos.)<br />

—Buenos días, amor mío. —Inclinándose hacia ella, le acarició<br />

la mejilla y la besó con firmeza—. Me gusta tu ropa —comentó, con la<br />

mirada fija en la cantidad generosa <strong>de</strong> carne que asomaba bajo los<br />

faldones <strong>de</strong> la camisa.<br />

—Y a mí la tuya. Estás tremendamente informal esta mañana,<br />

profesor.<br />

Él le dirigió una mirada ardiente.<br />

—Señorita Mitchell, tiene suerte <strong>de</strong> que haya <strong>de</strong>cidido ponerme<br />

algo encima.<br />

Al ver cómo se ruborizaba, se echó a reír y <strong>de</strong>sapareció en la<br />

cocina.<br />

«Oh, dioses <strong>de</strong> las vírgenes que planean acostarse con sus<br />

novios que son unos auténticos dioses <strong>de</strong>l sexo —sin intención <strong>de</strong><br />

blasfemar—, por favor, no permitáis que muera por combustión<br />

espontánea cuando por fin me lleve a la cama. Necesito que me dé<br />

antes un orgasmo. Al menos uno. Por favor. Por favor.»<br />

Poco <strong>de</strong>spués, <strong>Gabriel</strong> volvió y se sentó en el sofá con una taza<br />

<strong>de</strong> café, rascándose la barba. La miró con el cejo fruncido.<br />

—Estás muy lejos —le dijo, dándose unas palmaditas en la<br />

rodilla.<br />

Julia sonrió y se acercó a él, <strong>de</strong>jando que la guiara, hasta quedar<br />

cómodamente sentada en su regazo. <strong>Gabriel</strong> le ro<strong>de</strong>ó las ca<strong>de</strong>ras con<br />

un brazo, levantándole la camisa para po<strong>de</strong>r apoyar la mano<br />

directamente en sus braguitas.<br />

—¿Y cómo se encuentra la señorita Mitchell esta mañana?<br />

—Cansada —respondió ella con un suspiro—, pero feliz. —Lo<br />

miró alarmada—. Si no te parece una falta <strong>de</strong> respeto.<br />

—No me lo parece. Yo también estoy feliz. Y muy aliviado.<br />

—Cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás y suspiró—. Estaba<br />

seguro <strong>de</strong> que iba a per<strong>de</strong>rte.<br />

—¿Por qué?<br />

—Julianne, si alguien hiciera un análisis <strong>de</strong> costes y beneficios<br />

<strong>de</strong> mí, llegaría a la conclusión <strong>de</strong> que soy una inversión <strong>de</strong> alto riesgo,<br />

alto coste y escasos beneficios.<br />

—Tonterías, yo no te veo así.<br />

Él sonrió débilmente.<br />

—Sólo porque eres la compasión personificada. Debo admitir<br />

que todavía no conoces mis principales talentos. —Con la voz ronca y<br />

los ojos brillantes, añadió—: Aunque ardo en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ponerlos a tu


disposición una y otra vez. Y otra, y otra, ad infinítum, hasta que estés<br />

cansada <strong>de</strong> los dos. Y totalmente, felizmente saciada.<br />

Julia tragó saliva. No fue fácil.<br />

Él la besó en la frente y <strong>de</strong>jó el café en la mesa auxiliar para<br />

po<strong>de</strong>r abrazarla.<br />

—Gracias por quedarte.<br />

—Te quiero, <strong>Gabriel</strong>. Vas a tener que aceptar que no voy a irme<br />

a ninguna parte.<br />

Como respuesta, él la abrazó, pero guardó silencio.<br />

—Y no tienes que conquistarme con tus proezas sexuales. Ya<br />

me has conquistado —susurró Julia—. Tu mejor cualidad está en tu<br />

corazón, no en otras partes <strong>de</strong> tu cuerpo. Tu corazón fue el culpable<br />

<strong>de</strong> que me enamorara <strong>de</strong> ti.<br />

Guardó silencio durante tanto rato, que ella pensó que se había<br />

disgustado. O sentido insultado.<br />

«Supongo que no es muy pru<strong>de</strong>nte poner en duda las proezas<br />

sexuales <strong>de</strong> un futuro amante antes <strong>de</strong> haber tenido la oportunidad <strong>de</strong><br />

probarlas.» Abrió la boca para disculparse, pero él la interrumpió<br />

levantando la mano.<br />

La besó con <strong>de</strong>cisión, con la boca cerrada, antes <strong>de</strong> empezar a<br />

tirar <strong>de</strong> su labio inferior, a juguetear con su lengua y a acariciarla con<br />

la suya.<br />

Cuando <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> besarla, la abrazó y le susurró al oído:<br />

—Me <strong>de</strong>sarmas. No puedo ocultarte nada. Eres la única persona<br />

que me sigue queriendo a pesar <strong>de</strong> todos mis <strong>de</strong>fectos. Sólo tú, mi<br />

amor.<br />

Julia se había dado cuenta <strong>de</strong> que <strong>Gabriel</strong> usaba la sexualidad<br />

como un escudo para protegerse <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> la auténtica intimidad.<br />

Su confesión no hizo más que confirmar lo solo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haberse<br />

sentido los últimos años. Solo como cuando su madre lo había<br />

ignorado o durante la difícil adaptación a ser un niño adoptado. Si a<br />

toda esa soledad le añadía el dolor por la muerte <strong>de</strong> Maia, el resultado<br />

era tan <strong>de</strong>sgarrador que, aunque trató <strong>de</strong> no llorar, no lo logró.<br />

—Chist, no llores —susurró <strong>Gabriel</strong>, secándole las lágrimas y<br />

besándola en la frente—. Te quiero. No llores por mí.<br />

<strong>El</strong>la se acurrucó en sus brazos y trató <strong>de</strong> reprimir las lágrimas. Él<br />

le acarició la espalda suavemente. Cuando se hubo calmado, Julia<br />

dijo:<br />

—Te amo, <strong>Gabriel</strong>. Y creo firmemente que Grace estaría muy<br />

orgullosa <strong>de</strong> ti.


Él frunció el cejo.<br />

—Yo no estoy tan seguro <strong>de</strong> eso. Aunque sin duda estaría muy<br />

orgullosa <strong>de</strong> ti y <strong>de</strong> todos tus logros.<br />

<strong>El</strong>la sonrió.<br />

—Grace tenía el don <strong>de</strong> la misericordia.<br />

—Es cierto. Y, curiosamente, uno <strong>de</strong> sus libros favoritos, A<br />

Severe Mercy, trataba <strong>de</strong> ese tema. Pasó años insistiéndome para que<br />

lo leyera. Tengo un ejemplar en el estudio. Tal vez <strong>de</strong>bería leerlo.<br />

—¿De qué va?<br />

—De una pareja joven. <strong>El</strong> hombre acaba estudiando en Oxford y<br />

se convierte en el protegido <strong>de</strong> C. S. Lewis. Es una historia real.<br />

—Me encantaría ir a Oxford a visitar los lugares don<strong>de</strong> los<br />

Inklings bebían cerveza y escribían sus historias. Katherine Picton<br />

habla mucho <strong>de</strong> Oxford.<br />

<strong>Gabriel</strong> volvió a besarla en la frente.<br />

—Me encantaría llevarte. Te enseñaré las estatuas <strong>de</strong>l Magdalen<br />

College que inspiraron a Lewis para escribir <strong>El</strong> león, la bruja y el<br />

armario. Po<strong>de</strong>mos ir en junio, si quieres.<br />

Julia sonrió y le <strong>de</strong>volvió el beso.<br />

—Si me prestas el libro <strong>de</strong> Grace, me lo llevaré a Italia. Será<br />

agradable tener lectura durante el viaje.<br />

Con una sonrisa sugerente, él le dio un golpecito con el <strong>de</strong>do en<br />

la punta <strong>de</strong> la nariz.<br />

—¿Qué te hace pensar que tendrás tiempo para leer?<br />

Ruborizándose, Julia murmuró una vaga respuesta, pero <strong>Gabriel</strong><br />

siguió hablando, esta vez mucho más serio.<br />

—Siento haberme <strong>de</strong>tenido tan bruscamente anoche. Sé que no<br />

es justo provocarte <strong>de</strong> esa manera y luego... —Se calló, esperando su<br />

reacción.<br />

<strong>El</strong>la lo ro<strong>de</strong>ó con los brazos y apretó con fuerza.<br />

—Fue una noche llena <strong>de</strong> emociones. Me gustó po<strong>de</strong>r estar a tu<br />

lado y dormirme entre tus brazos. Sólo quería consolarte. La manera<br />

me daba igual. No tienes que disculparte.<br />

Él le sujetó la cara entre las manos.<br />

—Julianne, tu mera presencia me consuela, pero estaba agotado<br />

y había bebido <strong>de</strong>masiado. La receta perfecta para el <strong>de</strong>sastre.<br />

—Negó con la cabeza, avergonzado—. No quería que nuestra primera<br />

vez estuviera lastrada con los fantasmas <strong>de</strong> mi pasado. Quiero que<br />

vayamos a un lugar don<strong>de</strong> estemos solos, para que podamos construir<br />

nuevos recuerdos. Recuerdos felices.


—Por supuesto. Aunque <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que me sentía bastante feliz<br />

ayer por la noche, mientras me besabas —bromeó ella, dándole un<br />

beso suave, que él le <strong>de</strong>volvió con entusiasmo.<br />

—¿No estás enfadada?<br />

—<strong>Gabriel</strong>, eres un caballero y merece la pena esperar por ti.<br />

¿Qué clase <strong>de</strong> mujer sería si te montara una escena porque <strong>de</strong>cidiste<br />

parar? Si la situación hubiera sido al revés, habría confiado en que lo<br />

aceptaras sin enfadarte.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—Por supuesto. Siempre pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirme que pare y no me<br />

enfadaré.<br />

—Bueno, pues lo que vale para el ganso vale para la gansa.<br />

—Ah, así que ahora soy un ganso.<br />

—Mejor un ganso que un viejo ver<strong>de</strong>.<br />

—Ah, no, por favor —le suplicó él—. Bromas con la edad, no. Ya<br />

me cuesta bastante acostumbrarme a nuestra diferencia.<br />

<strong>El</strong>la se echó la coleta hacia atrás.<br />

—Nuestras almas <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> tener la misma edad y, en cualquier<br />

caso, ¿quién lleva la cuenta?<br />

<strong>Gabriel</strong> le dio un tironcito <strong>de</strong> pelo.<br />

—Eres increíble. Eres inteligente, divertida y, qué <strong>de</strong>monios,<br />

preciosa. Anoche, mientras te besaba los pechos... —Le colocó una<br />

mano reverentemente sobre el corazón—. Rivalizas en belleza con la<br />

musa <strong>de</strong> Botticelli.<br />

—¿De Botticelli?<br />

—¿No te has dado cuenta <strong>de</strong> que en muchas <strong>de</strong> sus obras<br />

aparece la misma mujer? La he elegido como tema para la conferencia<br />

en los Uffizi.<br />

Julia le sonrió con dulzura. Imitando su gesto, le colocó la mano<br />

sobre el corazón.<br />

—Me muero <strong>de</strong> ganas.<br />

—Yo también —replicó él, con voz ronca.<br />

Después <strong>de</strong> una ducha solitaria, a Julia le costó bastante<br />

convencer a <strong>Gabriel</strong> para que la <strong>de</strong>jara ir <strong>de</strong> compras sola. Finalmente,<br />

tuvo que <strong>de</strong>cirle que quería comprar lencería para que se rindiera.<br />

—Prométeme que te quedarás conmigo hasta que salgamos <strong>de</strong><br />

viaje.<br />

—Tengo que hacer las maletas. Lo tengo todo en mi<br />

apartamento.<br />

—Cuando acabes <strong>de</strong> comprar, dile al taxista que te lleve a casa,


haz las maletas y vuelve aquí. Tengo que hacer unos recados, pero ya<br />

tienes llave, así que no hay problema.<br />

—¿Y qué recados tiene que hacer hoy el profesor Emerson?<br />

Él esbozó una sonrisa seductora y Julia sintió que tenía las<br />

braguitas a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizársele por las ca<strong>de</strong>ras y caer al suelo como<br />

si tuvieran vida propia.<br />

—Tal vez yo también tengo que ir a hacer unas compras...<br />

personales. —Inclinándose hacia ella, le susurró al oído—: Te dije que<br />

era un buen amante, Julianne. Confía en mí. Me encargaré <strong>de</strong> todos<br />

los <strong>de</strong>talles.<br />

<strong>El</strong>la se estremeció al sentir su aliento en el cuello, que se le coló<br />

bajo el pañuelo que aún llevaba para ocultar el mordisco. No sabía a<br />

qué se refería, pero se sintió seducida y hechizada por sus palabras.<br />

La poseía, en cuerpo y alma.<br />

Mientras Julia elegía conjuntos <strong>de</strong> lencería, le sonó el iPhone. Al<br />

mirar la pantalla, vio un mensaje <strong>de</strong> texto <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>:<br />

¿Qué estás mirando? G.<br />

<strong>El</strong>la se echó a reír y tecleó una respuesta:<br />

Cosas diminutas. Julia<br />

<strong>Gabriel</strong> respondió inmediatamente:<br />

¿Cómo <strong>de</strong> diminutas? G.<br />

P. D.: Envía fotos.<br />

Julia puso los ojos en blanco.<br />

Demasiado diminutas. Nada <strong>de</strong> fotos.<br />

Estropearían la sorpresa. Te quiero, Julia<br />

<strong>El</strong> siguiente mensaje <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> tardó un poco más en llegar.<br />

Cariño, ninguna foto podría estropear la experiencia <strong>de</strong> verte en<br />

toda tu gloria por primera vez. Eres preciosa. Todo mi amor, G.<br />

Julia tecleó rápidamente:


Gracias, <strong>Gabriel</strong>. Te quiero mucho.<br />

<strong>El</strong> mensaje <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> él le llegó mientras entraba en el<br />

probador:<br />

Yo también te quiero mucho, cariño. Diviértete... y vuelve a casa<br />

pronto. G.<br />

Los siguientes dos días fueron un torbellino <strong>de</strong> actividad. <strong>Gabriel</strong><br />

entregó las notas y completó sus tareas administrativas en la facultad.<br />

<strong>El</strong> semestre llegaba a su fin.<br />

Julia concertó cita en un centro <strong>de</strong> belleza, aunque, a causa <strong>de</strong><br />

su bajo umbral <strong>de</strong> tolerancia al dolor y <strong>de</strong> su amor por todo lo italiano,<br />

<strong>de</strong>clinó educadamente la proposición <strong>de</strong> la esteticista <strong>de</strong> que probara<br />

una <strong>de</strong>pilación brasileña.<br />

<strong>Gabriel</strong> había mantenido casi todos los preparativos en secreto<br />

para darle una sorpresa, así que una asombrada Julia entró <strong>de</strong>l brazo<br />

<strong>de</strong> él en el Gallery Hotel Art un día <strong>de</strong> diciembre más cálido <strong>de</strong> lo<br />

normal. <strong>El</strong> hotel era lujoso, mo<strong>de</strong>rno y se encontraba muy cerca <strong>de</strong>l<br />

Ponte Vecchio, el puente favorito <strong>de</strong> ella, a escasos minutos <strong>de</strong>l Ponte<br />

Santa Trinitá, que aparecía en el cuadro <strong>de</strong> Holiday <strong>de</strong> Dante y<br />

Beatriz.<br />

<strong>El</strong> conserje, Paolo, los saludó inmediatamente. Aunque <strong>Gabriel</strong><br />

no se había hospedado antes en ese hotel, el dottore Massimo Vitali,<br />

director ejecutivo <strong>de</strong> la Galería <strong>de</strong> los Uffizi, le había dado<br />

instrucciones al hombre para que tratara con la máxima amabilidad al<br />

profesor Emerson y a su fidanzata. De hecho, Paolo los acompañó<br />

personalmente a la suite <strong>de</strong>l séptimo piso, junto con el botones. Su<br />

suite se llamaba Palazzo Vecchio Penthouse.<br />

Cuando los tres hombres se separaron como las aguas <strong>de</strong>l mar<br />

Rojo para que Julia entrara en la habitación, ella ahogó una<br />

exclamación. Era la habitación más bonita que había visto nunca. <strong>El</strong><br />

suelo, <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra oscura, contrastaba con las pare<strong>de</strong>s claras. <strong>El</strong> salón<br />

estaba <strong>de</strong>corado con muebles mo<strong>de</strong>rnos y elegantes al mismo tiempo.<br />

Una puerta corre<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cristal lo separaba <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

Éste era espacioso. <strong>El</strong> sitio <strong>de</strong> honor lo ocupaba una gran cama<br />

ricamente cubierta con sábanas y colcha, todo inmaculadamente<br />

blanco. A pocos pasos, otra puerta <strong>de</strong> cristal daba a la terraza, lo que<br />

permitía que la luz <strong>de</strong>l sol se reflejara en la cama. En uno <strong>de</strong> los


cuartos <strong>de</strong> baños había una bañera parecida a la <strong>de</strong>l hotel <strong>de</strong><br />

Fila<strong>de</strong>lfia, mientras que en el otro había una ducha y dos lavabos. Tras<br />

una ojeada a la bañera, <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong>cidió que la estrenaría con Julia esa<br />

misma noche.<br />

Pero lo mejor <strong>de</strong> la suite era la terraza, que ofrecía<br />

impresionantes vistas <strong>de</strong>l Duomo, el Palazzo y las colinas cercanas.<br />

Julia se imaginó acurrucándose junto a <strong>Gabriel</strong> en el cómodo futón<br />

que había fuera, mirando las estrellas con una copa <strong>de</strong> chianti en la<br />

mano. O tal vez, pensó ruborizándose, haciendo el amor a la luz <strong>de</strong> las<br />

velas bajo aquellas mismas estrellas.<br />

«Orgasmos con <strong>Gabriel</strong> a la luz <strong>de</strong> la luna...»<br />

Cuando se quedaron solos, lo abrazó con fuerza y le dio las<br />

gracias una y otra vez por haber elegido una habitación tan bonita.<br />

—Todo es poco para ti, mi amor. —<strong>Gabriel</strong> la besó<br />

dulcemente—. Todo es poco.<br />

Nada le habría gustado más que tumbar a Julianne sobre la<br />

cama y hacerle el amor inmediatamente, pero sabía que casi no había<br />

dormido en el avión y que estaba cansada. Mientras trataba <strong>de</strong><br />

besarla, a ella se le escapó un bostezo y él se echó a reír.<br />

—Tendría que pasarme por los Uffizi. ¿Te importa si te <strong>de</strong>jo aquí<br />

sola? Pue<strong>de</strong>s dormir la siesta o, si lo prefieres, puedo llamar a<br />

recepción para que te <strong>de</strong>n un masaje.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Julia se iluminaron al oír la palabra «masaje», pero<br />

sabía que tenía <strong>de</strong>masiado sueño para disfrutarlo.<br />

—Lo <strong>de</strong> la siesta suena muy bien. Sé que no es la mejor manera<br />

<strong>de</strong> superar el jet lag, pero seré una compañía mucho más agradable<br />

durante la cena y... bueno, luego, si puedo dormir un poco...<br />

Se ruborizó.<br />

<strong>Gabriel</strong> le acarició la mandíbula con un <strong>de</strong>do.<br />

—Sólo te lo diré una vez, Julianne: no hay prisa. Po<strong>de</strong>mos<br />

<strong>de</strong>dicar la noche a <strong>de</strong>scansar. Aunque me gustaría que probáramos la<br />

bañera. Juntos —añadió, con una media sonrisa seductora.<br />

—Me encantaría.<br />

Él le besó la punta <strong>de</strong> la nariz.<br />

—He encargado algunos productos <strong>de</strong> la Farmacia di Santa<br />

Maria Novella. Mira a ver si alguno te gusta y lo usaremos. Mientras<br />

tanto, reservaré mesa para cenar a las nueve o nueve y media.<br />

—Perfecto. ¿Adón<strong>de</strong> iremos?<br />

Él le <strong>de</strong>dicó una sonrisa radiante.<br />

—Al Palazzo <strong>de</strong>ll’Arte <strong>de</strong>i Giudici. ¿Lo conoces?


—He pasado por <strong>de</strong>lante, pero no he entrado nunca. No sabía<br />

que hubiera un restaurante <strong>de</strong>ntro.<br />

—Tengo muchas ganas <strong>de</strong> enseñártelo. —Llevándose la mano<br />

<strong>de</strong> Julia a los labios, la besó—. He encargado una cesta <strong>de</strong> fruta y<br />

unas cuantas botellas <strong>de</strong> agua mineral. Pi<strong>de</strong> lo que quieras.<br />

—Riéndose, añadió—: Pero el champán guárdalo para cuando vuelva.<br />

Nos lo tomaremos en la bañera.<br />

<strong>El</strong>la bajó la vista.<br />

—Me estás malcriando.<br />

Él le levantó la barbilla con un <strong>de</strong>do.<br />

—No, cariño, no te malcrío; sólo te trato como te mereces.<br />

Llevas toda la vida ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> idiotas. Yo, el peor <strong>de</strong> todos.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, eres muchas cosas, pero no eres idiota.<br />

Poniéndose <strong>de</strong> puntillas, le dio un suave beso en los labios antes<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer en el cuarto <strong>de</strong> baño para darse una ducha.<br />

Varias horas más tar<strong>de</strong>, <strong>Gabriel</strong> regresó <strong>de</strong> una cordial reunión<br />

con su amigo Massimo Vitali.<br />

Mientras tomaban café expreso, hablaron <strong>de</strong> la conferencia <strong>de</strong>l<br />

día siguiente y <strong>de</strong> los planes para el banquete que se serviría en su<br />

honor al terminar, en la misma Galería <strong>de</strong> los Uffizi. <strong>Gabriel</strong> se sentía<br />

muy agra<strong>de</strong>cido, más por Julia que por él. Se imaginaba que le<br />

encantaría participar en un acto tan festivo en su museo <strong>de</strong> arte<br />

favorito.<br />

Al regresar a la suite, <strong>Gabriel</strong> la encontró dormida en el centro<br />

mismo <strong>de</strong> la cama, con un pijama <strong>de</strong> raso color champán. Tenía el<br />

pelo suelto alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la cabeza, como un halo color caoba. Parecía<br />

una bella durmiente.<br />

Tras observarla dormir unos segundos, la besó en la mejilla. Al<br />

ver que no se movía, se sirvió una copa y se sentó en la terraza. Era<br />

agradable tener un momento para él, para planificar y soñar con los<br />

días que tenían por <strong>de</strong>lante. Tenía la sensación <strong>de</strong> que alguien lo<br />

había liberado <strong>de</strong> la pesada carga que había llevado sobre los<br />

hombros. Julia conocía la verdad sobre Paulina y Maia y lo seguía<br />

amando. Se habían librado <strong>de</strong>l comité <strong>de</strong> la universidad tras sobrevivir<br />

a un semestre académico juntos. Tenía muchas cosas por las que dar<br />

gracias. Sobre todo, por tener a su Julianne para él solo durante dos<br />

semanas.<br />

«Julia no es <strong>de</strong> esas chicas a las que uno <strong>de</strong>ja tiradas <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> follársela. Es <strong>de</strong> las chicas con las que uno se casa.» Las palabras<br />

<strong>de</strong> Scott le vinieron a la mente.


Scott tenía razón. Julianne era especial. Era una mujer hermosa,<br />

inteligente y compasiva, que amaba y se entregaba apasionadamente.<br />

Se merecía mucho más que una simple aventura, aunque <strong>Gabriel</strong> se<br />

negaba a calificar su relación <strong>de</strong> aventura y no le importaba lo que<br />

pensaran los <strong>de</strong>más. Comprobó que la cajita <strong>de</strong> terciopelo que había<br />

escondido en el bolsillo <strong>de</strong> la americana seguía allí. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tener<br />

una relación dura<strong>de</strong>ra con alguien siempre le había parecido muy<br />

remota, pero ella había cambiado su manera <strong>de</strong> pensar.<br />

Esa noche le <strong>de</strong>mostraría lo mucho que la amaba. Quería<br />

adorarla. Empezaría relajándola con un baño <strong>de</strong> espuma y un masaje,<br />

para que no se sintiera incómoda con su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z. Julianne era<br />

tímida, pero quería que esa noche se sintiera sexy y <strong>de</strong>seable. Simon<br />

había <strong>de</strong>jado graves grietas en su confianza. Había llegado a creer<br />

incluso que era frígida. Pensaba que era torpe en temas <strong>de</strong> sexo y<br />

tenía miedo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fraudarlo.<br />

<strong>Gabriel</strong> sabía que convencerla <strong>de</strong> que nada <strong>de</strong> eso era cierto<br />

llevaría su tiempo, un tiempo que también necesitaría para curarse las<br />

heridas. Pero estaba <strong>de</strong>cidido a <strong>de</strong>volverle la confianza y a conseguir<br />

que se viera como la veía él: sexy, atractiva y apasionada.<br />

Sólo lo lograría con paciencia y <strong>de</strong>cisión. Tenía muchas ganas<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarle su amor y <strong>de</strong> poner sus técnicas amatorias a su<br />

servicio. Sabía que ella nunca le exigiría nada, lo que hacía que la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dárselo todo fuera mucho más satisfactoria.<br />

Si Julianne no fuera tan tímida, le propondría hacer el amor en la<br />

terraza. Pensar en su suave y pálida piel brillando a la luz <strong>de</strong> las<br />

estrellas hacía que el corazón se le acelerara y el pantalón le apretara.<br />

Pero no creía que fuera buena i<strong>de</strong>a hacer el amor por primera vez al<br />

aire libre. Lo último que quería era que se sintiera incómoda.<br />

«Tendremos que volver en otra ocasión», pensó.


33<br />

Esa tar<strong>de</strong>, a las ocho, la señorita Mitchell acababa <strong>de</strong> retocarse<br />

el peinado mientras su novio la miraba con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l<br />

cuarto <strong>de</strong> baño. La adoraba. Era evi<strong>de</strong>nte en cada mirada, cada<br />

caricia, en el modo en que se quedaba embobado observándola hacer<br />

las cosas más sencillas.<br />

Se había rizado el pelo y se había hecho un recogido, <strong>de</strong>jándose<br />

algunos mechones enmarcándole el rostro, mechones que <strong>Gabriel</strong><br />

<strong>de</strong>seaba enrollarse en el <strong>de</strong>do. La esteticista <strong>de</strong> Toronto le había dado<br />

un tubo <strong>de</strong> maquillaje corrector, capaz <strong>de</strong> ocultar hasta las marcas<br />

más rebel<strong>de</strong>s. Era tan eficaz que Julia no tuvo que ponerse el pañuelo<br />

para cubrir la marca <strong>de</strong>l mordisco <strong>de</strong> Simon. Po<strong>de</strong>r olvidarse <strong>de</strong> eso<br />

durante unas horas le causó una gran alegría, entre otras cosas<br />

porque el bonito pañuelo <strong>de</strong> Grace no habría quedado bien con su<br />

atuendo.<br />

Era un sedoso vestido nuevo, ver<strong>de</strong> esmeralda, <strong>de</strong> manga larga<br />

y escote <strong>de</strong> pico, largo hasta la rodilla. Llevaba medias negras con<br />

ligas y estaba a punto <strong>de</strong> ponerse los zapatos <strong>de</strong> tacón negro <strong>de</strong><br />

Prada.<br />

Mientras <strong>Gabriel</strong> la observaba agacharse para ponérselos, se<br />

juró que le compraría muchos más pares. Los zapatos <strong>de</strong> tacón no<br />

sólo hacían maravillas con sus piernas, sino también con su escote al<br />

agacharse.<br />

—Permíteme —dijo, acuclillándose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella con su traje<br />

azul marino recién planchado.<br />

Le cogió la mano y la apoyó en su hombro para ayudarla a<br />

mantener el equilibrio, mientras le levantaba un pie y <strong>de</strong>spués el otro<br />

para ponerle los zapatos.<br />

—Gracias —murmuró Julia.<br />

Él sonrió y le besó la mano.<br />

—Por ti cualquier cosa, Cenicienta.<br />

<strong>El</strong>la sacó su gabardina tres cuartos negra <strong>de</strong>l armario y se<br />

disponía a ponérsela cuando <strong>Gabriel</strong> se la arrebató <strong>de</strong> las manos.<br />

—Déjame hacerlo —le pidió—. Quiero mimarte.<br />

—Es una gabardina, <strong>Gabriel</strong>. Puedo ponérmela sola.<br />

—Ya lo sé. Pero también es una oportunidad para comportarme<br />

como un caballero y honrarte. No me prives <strong>de</strong> ella.


<strong>El</strong>la se ruborizó, pero asintió. No estaba acostumbrada a recibir<br />

tanta atención, aunque con él estaba empezando a acostumbrarse.<br />

Quería aceptar sus atenciones con naturalidad, pero no siempre le<br />

resultaba fácil creer que merecía ser tratada así. Levantó la cara para<br />

darle un beso y susurrarle las gracias contra los labios.<br />

Con ella cogida <strong>de</strong> su brazo, <strong>Gabriel</strong> la guió hasta el restaurante.<br />

Julia y <strong>Gabriel</strong> pasearon tranquilamente por las calles<br />

adoquinadas. Des<strong>de</strong> el Palazzo Vecchio fueron al Palazzo <strong>de</strong>ll’Arte <strong>de</strong>i<br />

Giudici, riendo y recordando anteriores visitas a la ciudad. Iban<br />

<strong>de</strong>spacio, porque recorrer Florencia con zapatos <strong>de</strong> tacón no era tarea<br />

fácil. Por suerte, <strong>Gabriel</strong> la llevaba bien sujeta <strong>de</strong>l brazo y eso le<br />

permitía caminar con seguridad, aparte <strong>de</strong> evitarse los silbidos y<br />

piropos <strong>de</strong> los jóvenes florentinos. La ciudad no había cambiado<br />

mucho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Dante.<br />

<strong>El</strong> restaurante que <strong>Gabriel</strong> había elegido se llamaba Alle Murate.<br />

Estaba situado cerca <strong>de</strong>l Duomo, en un edificio <strong>de</strong>l siglo XIV que había<br />

albergado un gremio y tenía unos impresionantes frescos <strong>de</strong> la época<br />

en las pare<strong>de</strong>s y el techo. Incluso había un retrato <strong>de</strong> Dante. Julia se<br />

quedó abrumada por la belleza <strong>de</strong> las pinturas y se distrajo mirándolas<br />

mientras el maître los conducía a su mesa.<br />

<strong>Gabriel</strong> había reservado un rincón tranquilo en el altillo que<br />

dominaba la sala principal, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l techo abovedado. Era la<br />

mejor mesa, ya que permitía contemplar <strong>de</strong> cerca las imágenes<br />

medievales. Cuatro ángeles petrificados en las pinturas al fresco<br />

flotaban sobre sus cabezas. Julia cogió la mano <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> y la apretó.<br />

Estaba exultante <strong>de</strong> felicidad.<br />

—Es precioso. Gracias. No tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que existían estos<br />

frescos.<br />

Él sonrió ante su entusiasmo.<br />

—Y mañana será aún mejor. Massimo me ha dicho que la<br />

conferencia tendrá lugar cuando el museo ya esté cerrado. Tras la<br />

recepción con autorida<strong>de</strong>s locales y gente <strong>de</strong>l mundo académico,<br />

habrá un banquete en la propia galería. Será un acto formal pero no<br />

<strong>de</strong> etiqueta y nosotros seremos los invitados <strong>de</strong> honor.<br />

Julia sonrió, tensa.<br />

—No he traído ropa para un acto formal.<br />

—Estoy seguro <strong>de</strong> que estarás preciosa con cualquier cosa que<br />

te pongas, pero entiendo que no quieras repetir vestido, así que me<br />

temo que mañana tendré que llevarte <strong>de</strong> compras.<br />

—¿Estás seguro <strong>de</strong> que no prefieres ir solo a la conferencia? <strong>El</strong>


anquete es en tu honor y estarás muy solicitado. Tal vez te sientas<br />

más cómodo si pue<strong>de</strong>s relacionarte libremente, sin estar pendiente <strong>de</strong><br />

mí.<br />

Él le apartó un rizo <strong>de</strong> la cara.<br />

—Julianne, tu presencia no sólo es <strong>de</strong>seada, sino obligatoria.<br />

Odio ir a actos sociales solo. Des<strong>de</strong> siempre. Tenerte a mi lado será la<br />

única satisfacción <strong>de</strong> la noche, te lo aseguro. ¿No quieres<br />

acompañarme? —preguntó preocupado.<br />

—Claro, me encanta estar contigo, pero la gente me preguntará<br />

quién soy y a qué me <strong>de</strong>dico. ¿No será un poco incómodo?<br />

<strong>El</strong> rostro <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se ensombreció.<br />

—¡Por supuesto que no! He estado esperando a que acabara el<br />

semestre para po<strong>de</strong>r disfrutar <strong>de</strong> tu compañía en público y po<strong>de</strong>r<br />

presentarte como mi novia. Y no hay nada vergonzoso en estar<br />

preparando el doctorado. La mitad <strong>de</strong> los presentes lo hicieron en<br />

algún momento. Eres una mujer adulta, inteligente y preciosa...<br />

Sonrió con malicia y, tras mirarla, añadió:<br />

—Voy a tener que mantenerte pegada a mí para ahuyentar a los<br />

rivales. Van a ro<strong>de</strong>arte como lobos etruscos, luchando entre sí por<br />

conseguir la atención <strong>de</strong> la dama más bella <strong>de</strong> la fiesta.<br />

Julia sonrió, agra<strong>de</strong>cida, y se inclinó hacia él para darle un beso.<br />

—En ese caso, me encantará acompañarte.<br />

Como respuesta, <strong>Gabriel</strong> le besó el dorso <strong>de</strong> la mano, la palma y<br />

la muñeca antes <strong>de</strong> mover los labios lentamente hasta la manga <strong>de</strong>l<br />

vestido. Levantándosela un poco, <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto su pálida piel y la<br />

besó sin prisas. Arrastró los labios hasta la zona sensible <strong>de</strong>l interior<br />

<strong>de</strong>l codo y succionó ligeramente. Aunque Julia no lo sabía, <strong>Gabriel</strong> era<br />

muy consciente <strong>de</strong> que el interior <strong>de</strong>l codo es una zona<br />

particularmente erógena.<br />

<strong>El</strong> carraspeo <strong>de</strong>l camarero a su espalda sólo logró que <strong>Gabriel</strong><br />

<strong>de</strong>tuviera un momento sus atenciones. Pero ver a Julia ruborizarse lo<br />

convenció <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía soltarle el brazo, aunque lo hizo a<br />

regañadientes.<br />

Mientras bebían vino <strong>de</strong> la Toscana y tomaban unos antipasti,<br />

<strong>Gabriel</strong> le preguntó por su anterior estancia en Italia, dón<strong>de</strong> se había<br />

alojado y a qué se <strong>de</strong>dicaba. Cuando ella le contó que había visitado<br />

los Uffizi casi a diario para contemplar las obras <strong>de</strong> Botticelli, se<br />

preguntó muy seriamente si existiría el <strong>de</strong>stino. Y se maravilló <strong>de</strong><br />

haber sido tan afortunado como para haberla encontrado no una vez,<br />

sino dos.


Cuando ya habían acabado el segundo plato y estaban<br />

mirándose a los ojos e intercambiando castos besos, <strong>Gabriel</strong> le soltó la<br />

mano y rebuscó en el bolsillo <strong>de</strong> la americana.<br />

—Tengo algo para ti.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, el viaje es un regalo maravilloso y ahora a<strong>de</strong>más<br />

quieres comprarme un vestido. No puedo aceptar nada más.<br />

Él negó con la cabeza.<br />

—Esto es distinto. Antes <strong>de</strong> que te lo dé, quiero que me<br />

prometas que lo aceptarás.<br />

Julia lo miró a los ojos. No estaba bromeando. De hecho, estaba<br />

muy serio. Se preguntó qué escon<strong>de</strong>ría en la mano.<br />

—No puedo prometerte eso sin saber qué es.<br />

Él hizo una mueca.<br />

—Prométeme al menos que no te cerrarás en banda.<br />

—Por supuesto.<br />

—Extien<strong>de</strong> la mano.<br />

Julia hizo lo que le pedía y <strong>Gabriel</strong> le colocó una cajita <strong>de</strong><br />

terciopelo negro sobre la palma. <strong>El</strong>la contuvo el aliento.<br />

—No es un anillo, así que pue<strong>de</strong>s volver a respirar —dijo<br />

sonriendo, aunque se notaba que estaba tenso.<br />

Al abrir la caja, Julia no reaccionó. Sobre el terciopelo negro<br />

había dos pendientes <strong>de</strong> diamantes, gran<strong>de</strong>s, redondos y perfectos,<br />

<strong>de</strong> aproximadamente un quilate cada uno.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, yo... —Julia no encontró palabras.<br />

—Antes <strong>de</strong> que los rechaces, me gustaría contarte su historia.<br />

¿Me escucharás, por favor?<br />

<strong>El</strong>la asintió, fascinada por el brillo <strong>de</strong> los diamantes.<br />

—Eran <strong>de</strong> Grace. Richard se los regaló cuando le dijo que la<br />

amaba. No tardó mucho tiempo en enamorarse perdidamente <strong>de</strong> ella.<br />

Cuenta la leyenda que vendió su coche para comprarle estos<br />

pendientes.<br />

Julia se quedó con la boca abierta. Por supuesto, se los había<br />

visto puestos a Grace muchas veces. Casi nunca se los quitaba.<br />

—Quiero que sean para ti.<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza y, con mucho respeto, casi con<br />

reverencia, cerró la caja y se la <strong>de</strong>volvió.<br />

—No puedo. Eran <strong>de</strong> tu madre. Debes tenerlos tú.<br />

—No.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor. Deberías dárselos a Rachel o a Scott.<br />

—Rachel y Scott tienen otras cosas. Richard me dio los


pendientes a mí. —<strong>Gabriel</strong> empezó a sentir pánico. Entornó los ojos y<br />

se concentró en la pequeña superficie <strong>de</strong> terciopelo ro<strong>de</strong>ada por su<br />

piel <strong>de</strong> porcelana—. Si los rechazas, me harás mucho daño.<br />

Aunque lo dijo susurrando, sus palabras la golpearon con la<br />

fuerza <strong>de</strong> un grito.<br />

Julia tragó saliva y reflexionó unos instantes antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir:<br />

—Lo siento. Son preciosos y no puedo expresar con palabras lo<br />

honrada que me siento, pero no me parece correcto.<br />

Vio que el estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> él pasaba <strong>de</strong> herido a disgustado<br />

y bajó la vista hacia el mantel.<br />

—No me has entendido, Julianne. No te los doy para que tengas<br />

algo <strong>de</strong> Grace. No son como el pañuelo o el collar <strong>de</strong> perlas.<br />

<strong>El</strong>la se mordió el labio inferior mientras esperaba a que siguiera<br />

hablando.<br />

Él se inclinó y le puso una mano en la mejilla.<br />

—Te los regalo para conmemorar que ya te he entregado mi<br />

corazón. —Tragó saliva—. Es mi manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte que eres el amor<br />

<strong>de</strong> mi vida y que quiero que siempre lleves algo mío contigo. ¿No lo<br />

ves? Estos diamantes representan mi corazón. No pue<strong>de</strong>s<br />

rechazarlos.<br />

Julia vio que hablaba completamente en serio. Si le hubiera<br />

regalado un anillo <strong>de</strong> compromiso se habría sorprendido mucho, pero<br />

lo habría aceptado. Sabía que no había en el mundo otra persona para<br />

ella, sólo él. Entonces, ¿por qué dudaba?<br />

Por un lado, era una cuestión <strong>de</strong> orgullo, pero por otro, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

hacerle daño al rechazar su regalo le resultaba intolerable. No quería<br />

herirlo. Lo amaba. Y suponía que eso respondía a su dilema.<br />

—Son preciosos. Son el regalo más bonito que he recibido<br />

nunca, sólo comparable al <strong>de</strong> tu amor. Gracias.<br />

Él le besó los <strong>de</strong>dos, agra<strong>de</strong>cido.<br />

—Grace se sentirá muy feliz si sabe que nos hemos encontrado.<br />

Creo que nos está viendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba y nos está bendiciendo. Y creo<br />

que está muy contenta al ver que le he regalado los pendientes a la<br />

mujer que amo.<br />

Sonriendo, la abrazó apasionadamente.<br />

—Gracias —susurró.<br />

Después <strong>de</strong> besarla, le quitó la cajita <strong>de</strong> la mano y la ayudó a<br />

ponerse los pendientes, dándole un beso en cada lóbulo al acabar.<br />

—Meravigliosa.<br />

Julia se rió, nerviosa.


—Todo el mundo nos está mirando.<br />

—No todo el mundo. <strong>El</strong> camarero está en la cocina —bromeó él,<br />

lo que provocó la risa <strong>de</strong> Julia una vez más.<br />

Mirándola fijamente, se inclinó hacia ella y le susurró al oído:<br />

—«Qué hermosa eres, amada mía».<br />

Julia se ruborizó al reconocer las palabras <strong>de</strong>l famoso poema<br />

hebreo, el Cantar <strong>de</strong> los Cantares. Inclinándose hacia él, murmuró:<br />

—«En mi lecho, por la noche, busqué al amado <strong>de</strong> mi alma. Lo<br />

busqué, pero no lo encontré. Me levantaré y recorreré la ciudad; lo<br />

buscaré por las callejuelas y las avenidas».<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió, mirándola con sorpresa y admiración y la besó<br />

hasta que el camarero regresó.<br />

Julia no quiso postre y, como ya se habían acabado el vino, se<br />

dirigieron hacia el hotel como flotando.<br />

—¿Qué tal van tus pies? —preguntó él, mirando con <strong>de</strong>seo sus<br />

preciosos zapatos.<br />

<strong>El</strong>la le apretó la mano.<br />

—No los siento. En estos momentos, lo único que siento es una<br />

gran felicidad.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sonrió con ternura.<br />

—Qué dulce eres. —Le enredó un <strong>de</strong>do en un rizo <strong>de</strong>l cabello—.<br />

¿Podrás soportar que <strong>de</strong>mos un ro<strong>de</strong>o? <strong>El</strong> Duomo es precioso <strong>de</strong><br />

noche y nunca te he besado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él.<br />

Cuando ella asintió, <strong>Gabriel</strong> la condujo hasta la catedral para<br />

admirar la cúpula <strong>de</strong> Brunelleschi. Era uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s hitos <strong>de</strong> la<br />

arquitectura renacentista: una enorme cúpula cubierta <strong>de</strong> tejas, que se<br />

elevaba sobre la preciosa iglesia. Se acercaron a la puerta principal,<br />

que no quedaba lejos <strong>de</strong>l baptisterio y levantaron la vista. Incluso <strong>de</strong><br />

noche era impresionante.<br />

Acercando a Julia a su pecho, <strong>Gabriel</strong> la besó con dulzura,<br />

enredando los <strong>de</strong>dos en los mechones sueltos <strong>de</strong> su cabello.<br />

<strong>El</strong>la gimió débilmente cuando él le besó el lóbulo <strong>de</strong> la oreja y se<br />

lo succionó con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—No te pue<strong>de</strong>s imaginar cómo me siento al saber que he sido<br />

yo quien te ha regalado estos pendientes —susurró <strong>Gabriel</strong>,<br />

acariciándole la oreja con la nariz—. Sabiendo que llevas puesto mi<br />

amor y que todo el mundo pue<strong>de</strong> verlo.<br />

Julia respondió con un beso apasionado.<br />

Cogidos <strong>de</strong> la mano, fueron hasta el Ponte Santa Trinità, el lugar<br />

don<strong>de</strong> Dante vio a Beatriz. Des<strong>de</strong> allí contemplaron el Arno, iluminado


por las luces <strong>de</strong> los edificios que se alzaban a lado y lado.<br />

—Julianne —murmuró él, abrazándola mientras miraban el río.<br />

—<strong>Gabriel</strong>. —Julia levantó la cara, preparándose su beso.<br />

Él la besó, suavemente al principio, pero luego cada vez con<br />

más intensidad. Al final, se apartó <strong>de</strong> ella, consciente <strong>de</strong> que se<br />

estaban convirtiendo en un espectáculo para los transeúntes.<br />

—Me siento tan feliz por haberte reencontrado. Nunca lo había<br />

sido tanto.<br />

Le acarició la mejilla con un <strong>de</strong>do y la besó en la frente.<br />

Impulsivamente, ella lo agarró por la corbata <strong>de</strong> seda y tiró hasta<br />

que sus caras quedaron casi tocándose.<br />

—Te <strong>de</strong>seo —susurró, acercándolo aún más para besarlo.<br />

No fue un beso cualquiera. La tigresa estaba emergiendo bajo la<br />

piel <strong>de</strong> la gatita. La pasión <strong>de</strong> Julia, alimentada por el afecto <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong>, pasó <strong>de</strong> su boca a la <strong>de</strong> él mientras se esforzaba por <strong>de</strong><br />

mostrarle la intensidad <strong>de</strong> sus sentimientos. Sus manos, que<br />

generalmente ella mantenía quietas sobre sus hombros o en su pelo<br />

mientras lo besaba, le exploraron el pecho y se <strong>de</strong>splazaron hasta su<br />

espalda, acariciando sus músculos y pegándolo más a ella.<br />

Su ataque era <strong>de</strong>licioso. <strong>Gabriel</strong> contraatacó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos<br />

límites, muy consciente <strong>de</strong>l puente que tenía a la espalda y <strong>de</strong> los<br />

grupos <strong>de</strong> jovenzuelos impertinentes que no paraban <strong>de</strong> pasar por su<br />

lado.<br />

Cuando ambos estuvieron ja<strong>de</strong>ando, Julia le susurró al oído:<br />

—Hazme tuya. Ahora.<br />

—¿Estás segura? —preguntó él con voz ronca, acariciándole las<br />

ca<strong>de</strong>ras y el trasero.<br />

—De todo corazón.<br />

<strong>Gabriel</strong> le pasó un <strong>de</strong>do sobre el labio inferior, hinchado por sus<br />

besos.<br />

—Sólo si estás preparada.<br />

—Te <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre, <strong>Gabriel</strong>. Por favor, no me hagas<br />

esperar más.<br />

Él se echó a reír suavemente.<br />

—En ese caso, será mejor que nos vayamos <strong>de</strong> este puente<br />

—dijo, dándole un beso.<br />

Se apartó unos pasos para hacer una rápida llamada telefónica.<br />

A Julia le pareció que le daba alguna instrucción al conserje en<br />

italiano, pero no lo entendió todo, porque él se dio la vuelta y bajó el<br />

tono <strong>de</strong> voz.


Cuando se lo preguntó, se echó a reír.<br />

—Ya lo verás.<br />

Tardaron un poco más <strong>de</strong> la cuenta en llegar al hotel, ya que<br />

cada pocos pasos uno <strong>de</strong> los dos agarraba al otro para darle un beso<br />

apasionado. Hubo risas y caricias suaves; hubo abrazos tiernos y<br />

murmullos seductores y uno o dos tangos contra la pared <strong>de</strong> algún<br />

callejón oscuro.<br />

Aunque no habría hecho falta ningún tipo <strong>de</strong> seducción, ya que<br />

toda ésta había tenido lugar en un huerto <strong>de</strong> manzanos años atrás.<br />

Cuando entraron en la suite, <strong>Gabriel</strong> llevó a Julia directamente a<br />

la terraza. Ambos vibraban <strong>de</strong> electricidad compartida y <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo. Fue<br />

ese <strong>de</strong>seo, que la cegaba, lo que hizo que ella tardara un poco en<br />

darse cuenta <strong>de</strong> la transformación que había sufrido la terraza. Habían<br />

colocado gran<strong>de</strong>s velas por los rincones. Su cálida luminosidad se<br />

unía a la luz <strong>de</strong> las estrellas. <strong>El</strong> aire olía a jazmín. Los cojines y la<br />

manta <strong>de</strong> cachemira sobre el futón eran muy tentadores.<br />

Había una botella <strong>de</strong> champán en una cubitera y, cerca, un plato<br />

<strong>de</strong> fresas bañadas con chocolate y otro con lo que parecía tiramisú.<br />

Por último, Julia se dio cuenta <strong>de</strong> que sonaba música <strong>de</strong> Diana Krall.<br />

<strong>Gabriel</strong> se acercó por <strong>de</strong>trás y le ro<strong>de</strong>ó la cintura con los brazos,<br />

acariciándole la oreja con la nariz.<br />

—¿Te gusta?<br />

—Es precioso.<br />

—Tengo planes para esta noche, mi amor. Y me temo que esos<br />

planes no incluyen dormir hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mucho rato.<br />

Julia se estremeció al oír su voz, grave y sensual.<br />

Él la abrazó con más fuerza.<br />

—¿Te estoy poniendo nerviosa?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

<strong>Gabriel</strong> empezó a besarle el cuello, <strong>de</strong>slizando los labios<br />

suavemente sobre su piel.<br />

—Ésta es una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo —murmuró él—, pero esta<br />

noche <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> ser una <strong>de</strong>claración y se convertirá en realidad<br />

cuando te lleve a la cama y te convierta en mi amante.<br />

Julia se estremeció una vez más. Esta vez, <strong>Gabriel</strong> levantó el<br />

brazo y se lo pasó por encima <strong>de</strong> la clavícula.<br />

—Relájate, cariño. Esta noche está <strong>de</strong>dicada al placer. Tu<br />

placer. Pienso hacerte gozar durante horas.<br />

Tras besarle la mejilla, le dio la vuelta muy lentamente.<br />

—Los preliminares son muy importantes. Y dado que esto es


nuevo para los dos, hay unas cuantas cosas que me gustaría hacer<br />

para empezar.<br />

La miró a los ojos, esperando su reacción.<br />

—Soy tuya, <strong>Gabriel</strong>.<br />

Sonriendo, él la abrazó.<br />

—Quiero explorar tus sentidos, el oído, el gusto, la vista, el<br />

tacto... Quiero tomármelo con calma, excitarte poco a poco. —Bajó la<br />

voz—. Sobre todo, quiero que tu cuerpo aprenda a reconocer al<br />

hombre que te adora, sólo por el tacto.<br />

—Ya te reconozco, <strong>Gabriel</strong>. Sólo existes tú.<br />

Él la besó apasionadamente mientras las notas <strong>de</strong> Bésame<br />

mucho empezaban a sonar.<br />

—¿Bailas conmigo?<br />

—Pos supuesto.<br />

«Como si fuera a renunciar a la oportunidad <strong>de</strong> tenerte entre mis<br />

brazos.»<br />

Cuando él la acercó a su cuerpo, Julia le besó la mejilla.<br />

—¿Es nuestra canción? —preguntó, acariciándole el labio<br />

inferior con un <strong>de</strong>do.<br />

—Debería serlo —respondió <strong>Gabriel</strong>—. Lo recuerdo todo <strong>de</strong><br />

aquella noche: tu pelo, tu vestido. Estabas espectacular. Y yo fui un<br />

imbécil. Sólo pensar en las cosas que te dije... —Negó con la<br />

cabeza—. ¿Cómo pudiste perdonarme?<br />

<strong>El</strong>la le dirigió una mirada <strong>de</strong> reproche.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, me estás ofreciendo una noche digna <strong>de</strong> un cuento <strong>de</strong><br />

hadas. Por favor, no lo estropees.<br />

Él la besó en los labios como disculpa y, tras abrazarla con<br />

fuerza, le acarició las costillas. Ya que, aunque Julia lo ignoraba,<br />

<strong>Gabriel</strong> sabía que aquélla era otra zona erógena <strong>de</strong> la mujer.<br />

Mientras se movían al ritmo <strong>de</strong> la música, él le cantaba<br />

suavemente al oído, volcando su alma en la letra, pero cambiándola<br />

ligeramente para que Julia supiera que nunca la abandonaría. No se<br />

conformaría con menos que la eternidad y ni el mismísimo <strong>infierno</strong><br />

podría impedirle cumplir ese voto. Un voto que no había pronunciado<br />

en voz alta.<br />

Todavía.<br />

Julia alzó la vista y se quedó mirando sus labios, memorizando<br />

su forma y su textura. Mientras le mordisqueaba el labio inferior y se lo<br />

succionaba hasta metérselo en la boca, le hundió los <strong>de</strong>dos en el pelo.<br />

La boca <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> era dulce, húmeda y muy cálida. Pero en ella


también encontró hambre, necesidad, pasión, amor y <strong>de</strong>voción. Con<br />

sus besos, él accedía a todas las partes <strong>de</strong> su cuerpo y <strong>de</strong> su alma.<br />

Hasta en los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies sentía su adoración y su <strong>de</strong>seo.<br />

Dos cuerpos se apretaban en un baile. Era la danza <strong>de</strong> dos<br />

amantes ansiosos, llenos <strong>de</strong> expectativas.


34<br />

Julia se reclinó en el futón <strong>de</strong> la terraza, con la mirada fija en los<br />

brillantes ojos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>. Él se había quitado la americana y se había<br />

aflojado la corbata sin llegar a quitársela, porque le había gustado que<br />

Julianne le tirara <strong>de</strong> ella en el Ponte Santa Trinità.<br />

<strong>El</strong>la estaba embelesada. Todo él le gustaba: la nariz, las mejillas,<br />

la mandíbula angulosa, sus magníficos ojos azules bajo las cejas<br />

oscuras... Hasta el vello que le asomaba por la camisa.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba reclinado <strong>de</strong> costado, con una rodilla doblada y<br />

apoyándose en un codo mientras servía champán. Brindaron por su<br />

amor con un Dom Pérignon <strong>de</strong> la cosecha favorita <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> antes <strong>de</strong><br />

que éste se inclinara y le atrapara los labios con los suyos.<br />

—Me gustaría darte <strong>de</strong> comer.<br />

—Sí, por favor.<br />

—Cierra los ojos —le pidió—. Prueba.<br />

Julia confiaba en él, así que cerró los ojos y sintió que algo<br />

trataba <strong>de</strong> abrirse paso contra su labio inferior. Pronto estuvo en su<br />

boca, una explosión <strong>de</strong> chocolate y jugosa fresa y el pulgar <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

acariciándole el labio enfebrecido. <strong>El</strong>la abrió los ojos, le agarró la<br />

muñeca y se metió su pulgar lentamente en la boca.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió mucho los ojos y gimió. Julia le recorrió el pulgar<br />

con la lengua; ligeramente al principio y succionando con fuerza luego,<br />

en busca <strong>de</strong> algún resto <strong>de</strong> chocolate. <strong>Gabriel</strong> volvió a gemir al ver que<br />

ella lo miraba con los ojos entrecerrados y una expresión entre<br />

sorprendida y apasionada.<br />

—No te hagas ilusiones. Los pulgares son una cosa, pero soy un<br />

<strong>de</strong>sastre con... —dijo ella, soltándole el pulgar y apartando la vista.<br />

Él la interrumpió con un beso brusco. Mientras le exploraba la<br />

boca con la lengua, le acariciaba el cuello con un <strong>de</strong>do, arriba y abajo.<br />

Cuando se apartó, tenía fuego en la mirada.<br />

—No quiero que vuelvas a hablar así <strong>de</strong> ti nunca más. No lo voy<br />

a consentir. Lo que hay entre los dos es sólo nuestro. No me<br />

prejuzgues, ni te prejuzgues, ni a nosotros ni a lo que po<strong>de</strong>mos hacer<br />

juntos. —Le dio un beso en la mejilla, como si quisiera suavizar la<br />

dureza <strong>de</strong> su tono y le acarició la oreja con los labios—. A<strong>de</strong>más<br />

—susurró—, no me cabe la menor duda <strong>de</strong> que eres excelente<br />

también en eso. Es imposible que una boca tan hábil como la tuya


<strong>de</strong>cepcione.<br />

Le guiñó un ojo con <strong>de</strong>scaro.<br />

<strong>El</strong>la se puso <strong>de</strong>l mismo color que la fresa, pero no dijo nada.<br />

<strong>Gabriel</strong> siguió dándole frutas bañadas en chocolate,<br />

alternándolas con sorbos <strong>de</strong> champán, hasta que ella le pidió que se<br />

<strong>de</strong>tuviera.<br />

Julia cogió un poco <strong>de</strong> tiramisú con un tenedor y, alzando una<br />

ceja, le dijo:<br />

—Cierra los ojos.<br />

Cuando <strong>Gabriel</strong> obe<strong>de</strong>ció, le <strong>de</strong>slizó el tenedor entre los labios.<br />

Él hizo un sonido <strong>de</strong> placer, ya que el postre estaba <strong>de</strong>licioso. Aunque<br />

más <strong>de</strong>licioso aún era ser alimentado por la persona amada. Julia se<br />

estaba preparando para darle otro poco cuando <strong>Gabriel</strong> la interrumpió.<br />

—¿No se olvida <strong>de</strong> nada, señorita Mitchell? —le preguntó,<br />

pasándose la lengua por el labio inferior.<br />

Luego le agarró la muñeca, le sumergió dos <strong>de</strong>dos en el tiramisú<br />

y se los llevó a la boca. Como <strong>de</strong> costumbre, él se lo tomó con calma,<br />

pasando la lengua por cada <strong>de</strong>do <strong>de</strong> arriba abajo, antes <strong>de</strong><br />

succionárselos profundamente.<br />

Mientras le adoraba los <strong>de</strong>dos con la boca, el cuerpo <strong>de</strong> Julia<br />

clamaba por conseguir su atención. No podía evitar imaginarse su<br />

hábil lengua hundiéndose en su ombligo y más abajo, allí don<strong>de</strong><br />

ningún hombre había llegado.<br />

—¿Eres feliz, amor mío?<br />

<strong>El</strong>la parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—Sí —respondió, con voz temblorosa.<br />

—Pues entonces, bésame.<br />

Julia le tiró <strong>de</strong> la corbata, tal como él había esperado, e hizo lo<br />

que le pedía gustosamente. Rodó hasta quedar tumbada <strong>de</strong> espaldas<br />

y <strong>Gabriel</strong> le separó las piernas con la rodilla. Mientras le daba besos<br />

cálidos y húmedos, con sus largos <strong>de</strong>dos le acarició las costillas y<br />

<strong>de</strong>scendió hasta el trasero, que sujetó firmemente. Julia sintió el calor<br />

<strong>de</strong> su pecho presionándole los senos a través <strong>de</strong> la camisa y la<br />

firmeza <strong>de</strong> su erección contra el muslo, pero quería más, mucho más...<br />

Lo quería encima, entre sus piernas, lo quería <strong>de</strong>ntro...<br />

Apartándose <strong>de</strong> ella, <strong>Gabriel</strong> le cogió la mano, besándole el<br />

dorso.<br />

—Ven a la cama.<br />

—Pue<strong>de</strong>s tomarme aquí.<br />

Él frunció él cejo un instante, pero en seguida recuperó la


sonrisa y le besó la punta <strong>de</strong> la nariz.<br />

—Oh, no. Te quiero en mi cama. Hace frío y no me gustaría que<br />

pillases una pulmonía.<br />

Julia pareció algo <strong>de</strong>sencantada.<br />

<strong>Gabriel</strong> se apresuró a consolarla.<br />

—Si quieres, po<strong>de</strong>mos quedarnos aquí mañana, pero creo que<br />

esta noche <strong>de</strong>beríamos ir <strong>de</strong>ntro. Me reuniré contigo en la habitación.<br />

Tómate el tiempo que necesites.<br />

La besó con comedimiento y le miró el trasero mientras cruzaba<br />

la terraza y entraba en el dormitorio. Reclinándose en el futón, <strong>Gabriel</strong><br />

se cubrió los ojos con un brazo y se recolocó el miembro más <strong>de</strong> una<br />

vez por <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los pantalones <strong>de</strong> lana azul marino. Tanta espera lo<br />

estaba matando. Nunca había estado tan excitado. Nunca había<br />

tenido tantas ganas <strong>de</strong> tumbar a una mujer en la cama, separarle las<br />

piernas y tomarla con <strong>de</strong>senfreno. Pero eso era precisamente lo que<br />

no pensaba hacer esa noche.<br />

¿Cómo había podido pensar alguna vez que follarse a una<br />

<strong>de</strong>sconocida en los lavabos <strong>de</strong> Lobby era excitante? ¿Cómo había<br />

podido convencerse <strong>de</strong> que esos orgasmos sin nombre, sin cara,<br />

podrían satisfacerlo? Había malgastado su vida rezando ante el altar<br />

<strong>de</strong> un dios silencioso y ausente que se lo prometía todo pero sólo le<br />

daba algo pasajero que lo <strong>de</strong>jaba con más hambre que al principio.<br />

Había traficado con lujuria disfrazada <strong>de</strong> eros, pero nada había estado<br />

más lejos <strong>de</strong> la realidad.<br />

«Vanidad <strong>de</strong> vanida<strong>de</strong>s. Todo es vanidad.»<br />

Todo había cambiado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se había reencontrado con<br />

Julia, especialmente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se había enamorado <strong>de</strong> ella. Julianne<br />

había <strong>de</strong>rribado sus barreras y lo había <strong>de</strong>svirgado emocionalmente,<br />

con toda la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y paciencia <strong>de</strong>l mundo. Y ella no se merecía<br />

menos.<br />

Mientras <strong>Gabriel</strong> pensaba en maneras <strong>de</strong> adorarla, Julia estaba<br />

apoyada en el lavabo, tratando <strong>de</strong> recobrar el aliento. <strong>El</strong> concepto <strong>de</strong><br />

preliminares <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se parecía mucho a una táctica <strong>de</strong> tierra<br />

quemada. No había vuelta atrás. No había fuerza posible capaz <strong>de</strong><br />

contener la irresistible atracción que existía entre ellos.<br />

«Oh, Dios, le <strong>de</strong>seo tanto.»<br />

Se miró en el espejo mientras se lavaba los dientes y se<br />

arreglaba luego el maquillaje y el peinado. Cuando se dio por<br />

satisfecha con su aspecto, fue a ponerse el camisón nuevo, pero se<br />

dio cuenta <strong>de</strong> que lo había <strong>de</strong>jado en el otro cuarto <strong>de</strong> baño.


Merda.<br />

Podría <strong>de</strong>snudarse y ponerse uno <strong>de</strong> los albornoces <strong>de</strong>l hotel,<br />

pero no se había molestado tanto en elegir la lencería para eso. O<br />

podría ir al otro baño a buscarla, pero para eso tendría que pasar por<br />

el dormitorio y seguro que <strong>Gabriel</strong> ya la esperaba allí. Sin duda estaría<br />

tumbado en la cama, como el rey Salomón en toda su gloria.<br />

Julia tembló <strong>de</strong> excitación al imaginárselo.<br />

«¿Me ducho y salgo envuelta en la toalla? ¿O salgo sólo con las<br />

bragas?»<br />

Mientras ella daba vueltas a cómo hacer su entrada triunfal,<br />

<strong>Gabriel</strong> recogía la terraza y lo llevaba todo <strong>de</strong>ntro. Distribuyó las velas<br />

por la habitación, agrupando varias a los pies <strong>de</strong> la cama. Cambió la<br />

música por una nueva lista <strong>de</strong> reproducción que había preparado para<br />

la ocasión. La lista se llamaba «Amando a Julia» y se sentía muy<br />

orgulloso <strong>de</strong> ella. Tras <strong>de</strong>jar algunos objetos personales en la mesilla<br />

<strong>de</strong> noche, apagó todas las luces.<br />

Y esperó.<br />

Y esperó. Pero ella no aparecía. <strong>Gabriel</strong> empezó a preocuparse.<br />

Se acercó a la puerta <strong>de</strong>l baño y apoyó la oreja en la puerta. No<br />

se oía nada, ni siquiera el sonido <strong>de</strong> agua corriendo o <strong>de</strong> la seda<br />

<strong>de</strong>slizándose. <strong>El</strong> corazón se le encogió. ¿Y si se había sentido mal?<br />

¿O estaba asustada?<br />

«¿Se habrá encerrado?»<br />

Respiró hondo y llamó a la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

A <strong>Gabriel</strong> lo sorprendió su invitación. Abrió la puerta con cuidado<br />

y asomó la cabeza. Julia estaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l espejo, mirándolo con<br />

timi<strong>de</strong>z.<br />

—¿Estás bien?<br />

—Sí.<br />

Él frunció el cejo.<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Nada. Sólo que... <strong>Gabriel</strong>, ¿pue<strong>de</strong>s abrazarme, por favor? Lo<br />

tenía todo previsto, pero luego he entrado aquí, me he quedado<br />

bloqueada y... —Se lanzó en sus brazos.<br />

Él la miró preocupado.<br />

—No pasa nada. Sólo soy yo, cariño. ¿Tal vez te he presionado<br />

<strong>de</strong>masiado?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza contra su pecho.<br />

—No, no. Es que le doy <strong>de</strong>masiadas vueltas a las cosas.


Siempre me pasa lo mismo.<br />

—Entonces, piensa en lo mucho que te amo, dulce criatura. Esta<br />

noche voy a <strong>de</strong>mostrártelo.<br />

La besó con ternura y, cuando ella levantó la cara y sonrió, él la<br />

cogió en brazos y la llevó a la cama.<br />

Julia no tenía miedo. Pensaba que estaría asustada, pero<br />

<strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo a cada paso para besarla hasta que se relajó. Lo<br />

amaba, lo <strong>de</strong>seaba y sabía que él sentía lo mismo por ella.<br />

La <strong>de</strong>positó sobre la cama, mirándola con amabilidad y ella se<br />

quedó sin aliento. Era la misma mirada que le había dirigido en el<br />

huerto. En su huerto <strong>de</strong> manzanos. Ahora lo <strong>de</strong>seaba aún más.<br />

—Has apagado las luces.<br />

—Tienes una piel preciosa. Será irresistible a la luz <strong>de</strong> las velas.<br />

—<strong>Gabriel</strong> le besó la frente—. Un cuerpo como el tuyo habría inspirado<br />

a los hombres <strong>de</strong> las cavernas a pintar las pare<strong>de</strong>s.<br />

Arrodillándose <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella, empezó a quitarle los zapatos.<br />

—¿Estás seguro? —susurró Julia.<br />

Él se sentó en los talones y la miró, apartándole un mechón <strong>de</strong><br />

pelo <strong>de</strong> la cara.<br />

—Sólo si tú lo estás, amor.<br />

<strong>El</strong>la sonrió.<br />

—Me refería a los zapatos. Puedo <strong>de</strong>jármelos puestos.<br />

La i<strong>de</strong>a era excitante, no lo iba a negar, pero lo más importante<br />

en ese momento era su comodidad. Ya habría tiempo para juegos más<br />

a<strong>de</strong>lante.<br />

—No <strong>de</strong>bería haberte <strong>de</strong>jado caminar tanto con estos tacones.<br />

Te <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> doler los pies. Nada <strong>de</strong> zapatos esta noche.<br />

Le masajeó los pies lentamente, recorriéndole el arco plantar con<br />

el pulgar, un movimiento <strong>de</strong>stinado a relajarla, pero también a excitarla<br />

al mismo tiempo.<br />

Julia hizo un sonido <strong>de</strong> placer. Era muy agradable. Se preguntó<br />

si su pulgar la haría sentir el mismo placer en otras partes <strong>de</strong> su<br />

cuerpo y un escalofrío le recorrió la espalda.<br />

<strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo.<br />

—Estás temblando. No tenemos que continuar si no quieres.<br />

—Son temblores agradables —murmuró ella.<br />

Él siguió masajeándole los pies durante un rato antes <strong>de</strong> pasar a<br />

las pantorrillas y <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse en la parte posterior <strong>de</strong> las rodillas.<br />

Cuando sus <strong>de</strong>dos mágicos le acariciaron esa zona erógena oculta,<br />

Julia estuvo a punto <strong>de</strong> gritar. La respiración se le aceleró y no pudo


mantener los ojos abiertos.<br />

«Conoce el cuerpo <strong>de</strong> las mujeres como... como alguien conoce<br />

algo... ¿Qué estoy diciendo?»<br />

En realidad, <strong>Gabriel</strong> conocía su cuerpo bastante mejor que ella,<br />

lo que era lamentable. Pero no era momento para lamentaciones. Se<br />

estremeció una vez más al imaginarse el placer que iba a sentir<br />

cuando <strong>de</strong>splazara las manos un poco más arriba.<br />

Como si pudiera leerle la mente, <strong>Gabriel</strong> ascendió hasta sus<br />

muslos, apretándoselos y separándolos un poco para po<strong>de</strong>r<br />

recorrerlos con los pulgares arriba y abajo, <strong>de</strong>teniéndose al llegar al<br />

final <strong>de</strong> las medias. Se lo estaba tomando con calma, asegurándose<br />

<strong>de</strong> no saltarse ningún paso, <strong>de</strong> que ella disfrutaba <strong>de</strong> cada<br />

movimiento.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, por favor, levántate <strong>de</strong>l suelo. —Julia le ofreció la<br />

mano y él la besó.<br />

—Esta noche es un regalo. Acéptalo —replicó él, con una<br />

sonrisa en sus labios perfectos—. San Francisco <strong>de</strong> Asís lo aprobaría.<br />

—Pero es que yo también quiero hacerte feliz.<br />

—Ya me has hecho feliz, Julia. Más <strong>de</strong> lo que te imaginas. ¿Te<br />

sentirías mejor si te confieso que yo también estoy nervioso?<br />

—¿Por qué ibas a estarlo?<br />

—Quiero complacerte. No he estado con una virgen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

yo mismo perdí la virginidad y <strong>de</strong> eso hace mucho. Quiero que nos lo<br />

tomemos con calma. Quiero que estés relajada y tan cómoda como<br />

sea posible. Si en algún momento estás a disgusto, quiero que me lo<br />

digas inmediatamente. ¿Lo harás?<br />

—Por supuesto.<br />

—Eres muy importante para mí. Y una <strong>de</strong> las cosas que más me<br />

gustan <strong>de</strong> ti es tu voz. Por favor, dime lo que quieres, lo que necesitas,<br />

lo que <strong>de</strong>seas... —Dijo las últimas palabras con la voz más ronca y<br />

Julia no pudo evitar estremecerse.<br />

—Lo que <strong>de</strong>seo es que <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> arrodillarte ante mí, <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Se inclinó para darle un beso en los labios—. Así que, levántate.<br />

«Hola, tigresa, bienvenida», pensó él.<br />

—Dame un minuto. En seguida vuelvo —dijo él y <strong>de</strong>sapareció en<br />

el cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

Julia oyó el ruido <strong>de</strong>l agua corriendo.<br />

Al volver a la cama, <strong>Gabriel</strong> se la encontró <strong>de</strong> pie, tratando <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sabrocharse el vestido.<br />

—Permíteme —le pidió, con voz ronca.


Le bajó la cremallera lentamente, sin apartar los ojos <strong>de</strong> ella.<br />

Luego le <strong>de</strong>slizó el vestido <strong>de</strong> seda por los hombros hasta que cayó al<br />

suelo. Al hacerlo, produjo un sonido que a Julia le recordó un suspiro,<br />

como si el vestido también hubiera sido seducido por <strong>Gabriel</strong>.<br />

Se quedó vestida con una mini combinación <strong>de</strong> raso color marfil,<br />

que <strong>de</strong>jaba al <strong>de</strong>scubierto las ligas que le sujetaban las medias<br />

negras. <strong>Gabriel</strong> ahogó una exclamación al verla. Parecía un ángel. Un<br />

ángel <strong>de</strong> ojos castaños, con el cabello recogido. Su pelo oscuro<br />

contrastaba con su piel blanca <strong>de</strong>l mismo modo que el marfil <strong>de</strong> la<br />

combinación lo hacía con el negro <strong>de</strong> las medias. Era una<br />

yuxtaposición <strong>de</strong> virtud y eros.<br />

<strong>Gabriel</strong> alargó la mano para tocarle una <strong>de</strong> las ligas con un <strong>de</strong>do.<br />

—Esto sí que no me lo esperaba.<br />

Julia se ruborizó.<br />

—Ya sé que no te gusta el negro, pero es que no esperaba que<br />

me vieras así. Pensaba cambiarme.<br />

—Eh —<strong>Gabriel</strong> le levantó la barbilla y le acarició la mejilla<br />

ruborizada—, estás impresionante. Y nunca he dicho que no me guste<br />

el negro. Pero si prefieres cambiarte, te esperaré.<br />

Él la estaba mirando expectante. Julia negó con la cabeza. Ya<br />

había esperado bastante. Le recorrió el pecho con las manos antes <strong>de</strong><br />

tirarle <strong>de</strong> la corbata. Mientras lo besaba apasionadamente, le <strong>de</strong>shizo<br />

el nudo y le <strong>de</strong>slizó la seda sensualmente por la nuca antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla<br />

caer al suelo. Luego le <strong>de</strong>sabrochó los botones <strong>de</strong> la camisa y se la<br />

quitó sin muchas ceremonias, igual que la camiseta, que fue a parar al<br />

montón <strong>de</strong> ropa que crecía en el suelo. <strong>Gabriel</strong> permaneció quieto<br />

ante ella, medio <strong>de</strong>snudo, mientras Julia le besaba el torso y le<br />

ro<strong>de</strong>aba la espalda con los brazos.<br />

—Siento tu corazón latir.<br />

—Por ti —replicó él, con los ojos ardientes.<br />

<strong>El</strong>la sonrió mientras le acariciaba los abdominales y la cintura.<br />

Tenía la piel cálida, mucho más cálida que la suya, y muy tentadora.<br />

Se puso un poco nerviosa mientras le <strong>de</strong>sabrochaba el cinturón y los<br />

pantalones. Al notarlo, <strong>Gabriel</strong> le cubrió las manos con las suyas y la<br />

ayudó. Cuando, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> librarse <strong>de</strong> los zapatos y los calcetines, se<br />

quedó <strong>de</strong> pie frente a ella, vestido sólo con los bóxers, Julia contuvo el<br />

aliento. Cuando él asintió, le <strong>de</strong>slizó los calzoncillos hacia abajo y dio<br />

un paso atrás para admirarlo.<br />

Pasándose la lengua por los labios, sonrió. Una amplia sonrisa.<br />

<strong>Gabriel</strong> era espléndido.


Probablemente fuese una cuestión genética, o un don <strong>de</strong> los<br />

dioses, o una combinación <strong>de</strong> ambas cosas ayudada por una buena<br />

dieta y por el ejercicio. Pero mientras sus ojos vagaban sobre su<br />

cuerpo musculoso y sus abdominales bien <strong>de</strong>finidos, algo en su<br />

interior se calentó hasta fundirse. Sintió una oleada <strong>de</strong> calor en el<br />

vientre y más abajo, especialmente al fijarse en el músculo en forma<br />

<strong>de</strong> uve que le comenzaba en las ca<strong>de</strong>ras. Era una versión mo<strong>de</strong>rna<br />

<strong>de</strong>l David <strong>de</strong> Miguel Ángel, pero mucho más proporcionado. Y con<br />

unas manos enormemente atractivas. Tal vez no fuese muy elegante<br />

hacer comparaciones, pero sonrió satisfecha al darse cuenta <strong>de</strong> que<br />

era mucho más gran<strong>de</strong> que Simon.<br />

«<strong>El</strong> karma, seguro», la animó su conciencia. Julia se mordió el<br />

labio inferior para no echarse a reír como una colegiala ante el<br />

memorable <strong>de</strong>scubrimiento.<br />

<strong>Gabriel</strong> se dio cuenta <strong>de</strong> su extraña reacción, pero no dijo nada.<br />

Reprimió una sonrisa <strong>de</strong> suficiencia, diciéndose que probablemente no<br />

era el mejor momento para bromear sobre su tamaño. No quería<br />

abrumarla. Sabía qué aspecto tenía su pene, sobre todo en momentos<br />

como ése, cuando saludaba en posición <strong>de</strong> firmes.<br />

«Un saludo en su honor.»<br />

—¿Puedo? —le preguntó, señalando su pelo recogido.<br />

Cuando ella asintió, <strong>Gabriel</strong> le fue quitando las horquillas una a<br />

una, <strong>de</strong>jándole caer los rizos sobre los hombros. Julia cerró los ojos,<br />

disfrutando <strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos en su pelo. Le recordó a<br />

aquel día en casa <strong>de</strong> Richard, cuando había sido su peluquero.<br />

<strong>Gabriel</strong> le <strong>de</strong>shizo el recogido muy suavemente, hasta que los<br />

mechones le ro<strong>de</strong>aron la cara como una oscura cortina. Luego le<br />

acarició el cuello antes <strong>de</strong> que sus <strong>de</strong>dos se encontraran con los<br />

tirantes <strong>de</strong> la combinación. Cuando los retiró a lado y lado y <strong>de</strong>jó caer<br />

la fina prenda, Julia quedó ante él vestida sólo con un sujetador <strong>de</strong><br />

encaje negro, a juego con las braguitas.<br />

«La perfección erótica unida al rubor <strong>de</strong> la inocencia.»<br />

Era <strong>de</strong>liciosa, pero que él la observara la estaba poniendo<br />

nerviosa. <strong>Gabriel</strong> sabía que a ella no le gustaba que la miraran<br />

fijamente, ni ser el centro <strong>de</strong> atención <strong>de</strong>masiado tiempo. Así que la<br />

atrajo hacia él y la besó hasta que notó que se le relajaban los<br />

hombros.<br />

—Julia, me gustaría verte, por entero, sin obstáculos —susurró.<br />

Cuando ella asintió, él se tomó su tiempo quitándole las medias<br />

y enrollándolas para bajárselas, aprovechando para hacer una breve


pausa en la parte <strong>de</strong> atrás <strong>de</strong> las rodillas. Su respiración entrecortada<br />

le dijo que lo estaba haciendo bien. Luego se colocó a su espalda y le<br />

besó los hombros antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrocharle el sujetador <strong>de</strong>licadamente.<br />

Julia lo <strong>de</strong>jó caer a sus pies. Sus ropas mezcladas en el suelo le<br />

parecieron una imagen muy erótica.<br />

<strong>Gabriel</strong> la abrazó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la espalda, sosteniéndole los pechos en<br />

las manos. La acarició con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, rozándole los pezones con los<br />

pulgares mientras la besaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la oreja. Luego le acarició las<br />

costillas antes <strong>de</strong> meter los pulgares por <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las braguitas <strong>de</strong><br />

encaje. Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> excitarla lamiéndole la piel <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la oreja,<br />

se las bajó.<br />

Por fin Julia estaba <strong>de</strong>snuda, en toda su gloria.<br />

Agarrándola por la cintura, la volvió hasta que estuvieron frente a<br />

frente. <strong>El</strong>la tenía los ojos clavados en el suelo y se estaba mordiendo<br />

el labio inferior. Cuando empezó a mover las manos, nerviosa, <strong>Gabriel</strong><br />

supo que estaba a punto <strong>de</strong> cubrirse.<br />

—Eres una diosa —le dijo, liberándole el labio con el pulgar,<br />

antes <strong>de</strong> alzarle la barbilla.<br />

La miró abiertamente <strong>de</strong> la cabeza a los pies y otra vez hasta la<br />

cabeza para que no le quedara duda <strong>de</strong> su admiración.<br />

—Cuando sea un anciano y ya no recuer<strong>de</strong> nada más, seguiré<br />

recordando este momento. La primera vez que mis ojos vieron a un<br />

ángel <strong>de</strong> carne y hueso. Recordaré tu cuerpo y tus ojos, tu preciosa<br />

cara y tus pechos, tus curvas y esto.<br />

Le ro<strong>de</strong>ó el ombligo con los <strong>de</strong>dos, antes <strong>de</strong> bajarlos hasta la<br />

línea don<strong>de</strong> empezaban sus rizos.<br />

—Recordaré tu aroma, el tacto <strong>de</strong> tu piel y las sensaciones que<br />

tuve al hacerte el amor. Pero, sobre todo, recordaré la sensación <strong>de</strong><br />

contemplar la auténtica belleza, por <strong>de</strong>ntro y por fuera. Porque eres<br />

hermosa, amada mía, en cuerpo y alma. Generosa en espíritu y <strong>de</strong><br />

corazón. Nunca volveré a ver nada a este lado <strong>de</strong>l cielo más hermoso<br />

que tú.<br />

La abrazó y la besó repetidamente, con besos suaves que<br />

trataban <strong>de</strong> comunicarle sin palabras lo mucho que la amaba. Le<br />

acarició los diamantes que seguía llevando en las orejas y le susurró<br />

al oído:<br />

—Tras verte <strong>de</strong>snuda, <strong>de</strong>bería exigirte que lo único que lleves<br />

puesto en mi presencia sean estos pendientes. Todo lo <strong>de</strong>más sobra.<br />

Julia le dio un beso rápido en los labios antes <strong>de</strong> tumbarse en la<br />

cama y mirarlo con timi<strong>de</strong>z. <strong>Gabriel</strong> inspiró hondo y soltó el aire


lentamente. La visión <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong>snuda, invitándolo a acostarse a su<br />

lado, casi lo hizo per<strong>de</strong>r el control.<br />

—¿Por qué no te das la vuelta, cariño? Me encantaría admirar tu<br />

preciosa espalda.<br />

Julia sonrió y lo hizo, apoyando la barbilla en los brazos<br />

doblados y <strong>de</strong>jando que disfrutara <strong>de</strong>l espectáculo. <strong>Gabriel</strong> la miró<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba, con una sonrisa satisfecha y le dio un beso en cada<br />

hombro.<br />

«Como en mi fotografía favorita», pensó ella.<br />

—Quitas el aliento, Julia. Eres arrebatadora <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los<br />

ángulos. Una auténtica obra <strong>de</strong> arte.<br />

Le recorrió la columna con un <strong>de</strong>do, <strong>de</strong>teniéndose al ver que se<br />

estremecía, antes <strong>de</strong> acariciarle una nalga con la mano.<br />

—Has cambiado la música —musitó ella, al reconocer And You<br />

Give, el tema romántico <strong>de</strong> Matthew Barber.<br />

—Me inspiras.<br />

Cogió una botellita <strong>de</strong> aceite <strong>de</strong> masaje con aroma a sándalo y<br />

mandarina satsuma, se echó un poco en la palma <strong>de</strong> la mano, <strong>de</strong>jó<br />

que se calentara y empezó a masajearle los hombros. Julia cerró los<br />

ojos y suspiró.<br />

—Sólo siente.<br />

<strong>Gabriel</strong> le besó la mejilla y siguió masajeándola <strong>de</strong>licadamente,<br />

<strong>de</strong>scendiendo por su espalda sin prisas hasta llegar a los dos<br />

hoyuelos <strong>de</strong> la curva <strong>de</strong> su trasero incomparable.<br />

—Son preciosos —susurró, besando cada hoyuelo.<br />

Julia se tensó un poco, así que <strong>Gabriel</strong> se apartó. Cuando siguió<br />

con el masaje, ella se volvió a relajar. Al cabo <strong>de</strong> un rato, <strong>Gabriel</strong> le<br />

dijo al oído que se volviera. <strong>El</strong>la se sentía flotando en una nube. Lo<br />

miró con los ojos entrecerrados y sonrió satisfecha.<br />

Él se apoyó en los codos y colocó una rodilla entre sus piernas<br />

mientras le acariciaba la nariz con la suya.<br />

—Eres preciosa —murmuró, <strong>de</strong>scendiendo lentamente hasta<br />

que sus cuerpos se rozaron.<br />

Mientras le acariciaba el cuerpo con una mano, le daba besos<br />

suaves por el cuello y las clavículas.<br />

A Julia le encantaba sentir cómo sus pechos rozaban el torso <strong>de</strong><br />

<strong>Gabriel</strong> y su suave abdomen los duros abdominales <strong>de</strong> él.<br />

Deslizando una mano bajo el trasero <strong>de</strong> Julia, la atrajo hacia sus<br />

ca<strong>de</strong>ras.<br />

—No sabes cuánto te <strong>de</strong>seo... —murmuró contra su cuello—. No


sabes lo increíblemente sexy que eres.<br />

Le acarició la base <strong>de</strong>l cuello con la nariz y luego con la lengua.<br />

Sin previo aviso, Julia se arqueó contra él y gimió <strong>de</strong> placer. Le<br />

recorrió la espalda con las manos, <strong>de</strong>scendiendo hasta alcanzar las<br />

ca<strong>de</strong>ras y se las apretó con fuerza, pegándolo a ella.<br />

—Aún no, cariño.<br />

<strong>Gabriel</strong> la adoró con la boca, recorriéndole el cuerpo con los<br />

labios, dándole suaves mordisquitos <strong>de</strong> vez en cuando. Julia se tensó<br />

cuando él le besó la ca<strong>de</strong>ra, probándola con la lengua.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó <strong>Gabriel</strong>, mientras le hacía cosquillas<br />

en el vientre con la nariz, pasando <strong>de</strong> una ca<strong>de</strong>ra a la otra.<br />

—Es que nadie... nunca... —titubeó, avergonzada.<br />

Él sonrió encantado, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> besarle la ca<strong>de</strong>ra y reseguirla<br />

con la lengua.<br />

«Claro que nunca lo hizo. Aparte <strong>de</strong> cabrón, era un idiota.»<br />

—Cariño, separa las piernas.<br />

Julia lo miró con <strong>de</strong>sconfianza, pero también con <strong>de</strong>seo, e hizo lo<br />

que le pedía. <strong>Gabriel</strong> sonrió, como si le gustara mucho lo que estaba<br />

viendo, antes <strong>de</strong> acariciarla con los <strong>de</strong>dos. <strong>El</strong>la gimió.<br />

Al principio, la acarició con mucha suavidad, penetrándola con<br />

un solo <strong>de</strong>do, cautelosamente. Luego añadió un segundo y los dobló<br />

hacia arriba mientras la acariciaba con el pulgar, trazando pequeños<br />

círculos. No <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirarla a los ojos en ningún momento, alerta ante<br />

cualquier señal <strong>de</strong> incomodidad, escuchando cómo su respiración se<br />

alteraba al encontrar un punto muy sensible en su interior. Inclinando<br />

la cabeza, le besó la parte interior <strong>de</strong>l muslo antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>vorarla con<br />

entusiasmo, lamiendo y succionando esa zona íntima sin <strong>de</strong>tener en<br />

ningún momento los movimientos <strong>de</strong> su mano. Era una combinación<br />

extraordinaria.<br />

<strong>El</strong> cuerpo <strong>de</strong> Julia se arqueó y se levantó <strong>de</strong> la cama cuando<br />

llegó al orgasmo con un grito <strong>de</strong>sgarrado. Él siguió acariciándola, pero<br />

aflojó la succión hasta que ella se movió, tratando <strong>de</strong> cerrar las<br />

piernas. <strong>Gabriel</strong> se acercó a su boca y la besó con ternura.<br />

—Gracias —susurró, sintiéndose ligera como una pluma.<br />

«Debería ser <strong>de</strong>lito tener unos <strong>de</strong>dos tan hábiles... Por no hablar<br />

<strong>de</strong> su boca.»<br />

—¿Te ha gustado?<br />

<strong>El</strong>la asintió, con la mirada perdida y la respiración entrecortada.<br />

<strong>Gabriel</strong> dudaba que el hijo <strong>de</strong>l senador hubiera encontrado su<br />

punto secreto y la i<strong>de</strong>a lo hizo henchirse <strong>de</strong> orgullo. Estaba <strong>de</strong>seando


mostrarle muchos más puntos <strong>de</strong> su cuerpo con los que podía darle<br />

placer, sin <strong>de</strong>jarse ninguno. Partiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuello, le trazó una<br />

línea con el <strong>de</strong>do que, tras ro<strong>de</strong>arle un pecho, <strong>de</strong>scendió hasta el lugar<br />

<strong>de</strong>l muslo don<strong>de</strong> le había <strong>de</strong>jado una ligera marca.<br />

—¿Te duele?<br />

—No, pero ¿cómo has podido...?<br />

—Esta zona <strong>de</strong>l muslo es muy sensible. Un amante apresurado<br />

o egoísta la habría ignorado y te habría tocado directamente aquí.<br />

La acarició ligeramente entre las piernas.<br />

Aún sensibilizada por el reciente orgasmo, Julia dio un brinco. Él<br />

apartó la mano y le acarició el muslo una vez más.<br />

—Lo único que me redime <strong>de</strong> mis experiencias anteriores es<br />

po<strong>de</strong>r ponerlas a tu disposición. Tú eres la única mujer a la que quiero<br />

dar placer a partir <strong>de</strong> ahora.<br />

Cuando ella le acarició la cara, él apoyó la mejilla en su mano.<br />

Julia le tocó el labio inferior con el pulgar y, tirando <strong>de</strong> él, lo besó<br />

apasionadamente. <strong>Gabriel</strong> respondió colocándose encima y su<br />

corazón se aceleró, pensando que el momento <strong>de</strong> su unión era<br />

inminente.<br />

Una vez más, lo agarró por el culo, animándolo a acercarse aún<br />

más. Él sonrió, apoyándose en un brazo.<br />

—Esta postura no es buena. Necesito que te muevas.<br />

—¿Por qué? ¿Qué problema hay?<br />

—Es la peor postura para per<strong>de</strong>r la virginidad —le explicó él,<br />

dándole ligeros besos en el hombro.<br />

—Creo que me gustará.<br />

<strong>Gabriel</strong> se apartó.<br />

—No, la primera vez, no. Podría hacerte daño sin darme cuenta.<br />

«¿Daño?», pensó ella, alarmada.<br />

A él se le encogió el corazón al ver la preocupación en sus ojos.<br />

Apoyando las manos a lado y lado <strong>de</strong> su cara, le dijo:<br />

—No voy a hacerte daño, Julianne. No soy un adolescente. No<br />

soy él. Voy a ser muy, muy <strong>de</strong>licado. Precisamente por eso no vamos<br />

a hacerlo así.<br />

—¿Por qué?<br />

—Por el ángulo. Y por el peso. Aunque me apoye en los brazos,<br />

la gravedad no ayudaría. Pero si tú estás encima, pue<strong>de</strong>s controlar los<br />

movimientos, la profundidad <strong>de</strong> la penetración..., todo. Te ce<strong>de</strong>ré el<br />

mando. Confía en mí —susurró, besándole la oreja.<br />

Luego siguió acariciándola, murmurando palabras <strong>de</strong> adoración


contra su piel casi translúcida. Ro<strong>de</strong>ándole la espalda con los brazos,<br />

le dio la vuelta, colocándola sobre él.<br />

Mientras ella reposaba sobre su pecho, <strong>Gabriel</strong> le susurró en<br />

italiano las palabras <strong>de</strong> Dante:<br />

Color di perle ha quasi in forma, quale<br />

convene a donna aver, non for misura;<br />

ella è quanto <strong>de</strong> ben pò far natura;<br />

per esemplo di lei bieltà si prova.<br />

De li occhi suoi, come ch’ella li mova,<br />

escono spirti d’amore inflammati,<br />

che fèron li occhi a qual che allor la guati,<br />

e passan sì che ‘l cor ciascun retrova:<br />

voi le ve<strong>de</strong>te Amor pinto nel viso,<br />

là ‘ve non pote alcun mirarla fiso.<br />

<strong>Gabriel</strong> estaba alabando su belleza y su bondad, comparándola<br />

con una perla y <strong>de</strong>clarando que el Amor, en mayúsculas, se reflejaba<br />

en su rostro. Julia le susurró las gracias por sus preciosas palabras y<br />

permaneció quieta, escuchando los latidos <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> él. Se<br />

sentía abrumada pensando que tenía a esa persona, ese hombre al<br />

que había amado durante tanto tiempo, entre sus brazos. No podía<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> tocarlo, <strong>de</strong> reseguir cada músculo, cada tendón firme y<br />

perfecto. Le recorrió las cejas, la hendidura central <strong>de</strong> su labio<br />

superior, las patillas, las orejas...<br />

<strong>Gabriel</strong> alzó la cara para besarla. Le dibujó los labios con la<br />

lengua antes <strong>de</strong> succionarle el labio inferior y metérselo en la boca.<br />

Durante unos minutos no existió nada más que dos cuerpos <strong>de</strong>snudos,<br />

tumbados juntos, piel contra piel. Julia siguió explorándolo: la cara, el<br />

pecho, las ca<strong>de</strong>ras. Empezó a acariciarle la erección suavemente,<br />

cautelosa, besándole el cuello mientras lo acariciaba arriba y abajo.<br />

<strong>Gabriel</strong> gruñó <strong>de</strong> placer. Mucho más segura, lo acarició con más<br />

firmeza y rapi<strong>de</strong>z mientras le besaba los pectorales y el tatuaje.<br />

<strong>Gabriel</strong> empezó a respirar con dificultad.<br />

—Deja que te adore con mi cuerpo, Julia —le rogó con la voz<br />

ronca, no queriendo <strong>de</strong>rramarse en su mano.<br />

Cuando ella lo soltó, él le sujetó las piernas y le separó los<br />

muslos hasta hacerla apoyar las rodillas por la parte exterior <strong>de</strong> sus<br />

ca<strong>de</strong>ras. Julia sintió la erección <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> entre sus piernas,


levantándose como si tuviera voluntad propia. Se movió un poco,<br />

mientras una sombra le cruzaba la cara.<br />

Él le apoyó la mano en el corazón y notó que le latía<br />

frenéticamente.<br />

—¿Estás bien?<br />

<strong>El</strong>la se echó hacia a<strong>de</strong>lante hasta que el cabello le cubrió el<br />

rostro.<br />

<strong>Gabriel</strong> se lo apartó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los hombros para verle la cara.<br />

—Por favor, no te escondas. Quiero verte.<br />

Julia se mordió el labio inferior y apartó la vista.<br />

—¿Qué pasa?<br />

<strong>El</strong>la negó con la cabeza.<br />

—Cariño, no es un buen momento para timi<strong>de</strong>ces. Dime qué te<br />

pasa.<br />

Julia se quedó mirando su pecho, tratando sin éxito <strong>de</strong> no mirar<br />

al dragón, que parecía burlarse <strong>de</strong> ella.<br />

—No es así como me lo había imaginado —susurró, en voz tan<br />

baja que a <strong>Gabriel</strong> le costó oírla.<br />

—Entonces, dime cómo.<br />

—Siempre me imaginé que estarías... tú encima. «Su ban<strong>de</strong>ra<br />

sobre mí es amor.»<br />

—Me gusta estar encima, no lo niego, pero eres muy menuda y<br />

<strong>de</strong>licada, cariño. Me da miedo que...<br />

—Sé que te he hecho esperar mucho, <strong>Gabriel</strong> —murmuró ella—.<br />

No pasa nada si no pue<strong>de</strong>s ser cuidadoso. Entiendo que puedas<br />

necesitar ser... agresivo.<br />

Su comentario lo disgustó mucho, porque reconoció las palabras<br />

<strong>de</strong> Simon en su voz.<br />

«Es normal que piense eso. Es lo único que ha conocido. Cree<br />

que los hombres somos como perros, sin ningún tipo <strong>de</strong> autocontrol, y<br />

que ella no es más que un juguete sexual.»<br />

La i<strong>de</strong>a le revolvió el estómago, pero se esforzó porque no se le<br />

notara mientras le acariciaba la mejilla.<br />

—Julia, te quiero. Si yo fuera <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> hombres que se vuelven<br />

agresivos con una mujer porque los ha hecho esperar, no <strong>de</strong>berías<br />

acostarte conmigo. Eres una persona, no un juguete. No quiero usarte.<br />

Quiero darte placer. —Mirándola fijamente a los ojos, añadió en un<br />

susurro—: Te quiero para siempre, no sólo para esta noche. Por favor,<br />

déjame hacer las cosas a mi manera.<br />

Con la mirada le rogaba que confiara en él. No quería tener que


explicarle por qué estaba preocupado y qué clase <strong>de</strong> problemas<br />

estaba tratando <strong>de</strong> evitar. Ya habría tiempo para eso a la mañana<br />

siguiente.<br />

—Lo único que quería era que alguien me amara —confesó ella<br />

en voz baja.<br />

—Pues ya lo has encontrado.<br />

<strong>Gabriel</strong> le capturó un pecho con la boca mientras le acariciaba el<br />

otro con la mano. Eran perfectos. Perfectos en peso y tamaño,<br />

naturales y bonitos. «Nata y capullos <strong>de</strong> rosa.» Recordó la noche en<br />

que le había visto uno por primera vez, asomando por el albornoz lila,<br />

en la habitación <strong>de</strong> hotel <strong>de</strong> Fila<strong>de</strong>lfia. Recordó cómo había <strong>de</strong>seado<br />

llevárselo a la boca. Después <strong>de</strong> darle un suave lametón, le succionó<br />

el pezón, sintiendo cómo se endurecía en su boca.<br />

Julia echó la cabeza hacia atrás, haciendo sonidos inarticulados.<br />

Él calculó su reacción cuidadosamente. Quería que estuviera muy<br />

excitada. Si llegaba al orgasmo sólo con esto, bienvenido fuera. Lo<br />

que vendría a continuación sería entonces mucho más fácil.<br />

—Suéltate, amor mío, no te resistas —la animó, ocupándose <strong>de</strong>l<br />

otro pecho.<br />

Julia se estremeció al oírlo y empezó a frotarse contra él con los<br />

ojos cerrados. <strong>Gabriel</strong> no tardó mucho en notar que se contraía y<br />

luego se relajaba, <strong>de</strong>splomándose contra su pecho. <strong>El</strong>la abrió los ojos,<br />

parpa<strong>de</strong>ó, y levantó la cabeza para sonreírle.<br />

«Muchas gracias por el orgasmo número dos.»<br />

Luego fue ella la que tomó la iniciativa y volvió a besarlo con sus<br />

labios hinchados. Cuando se apartó, <strong>Gabriel</strong> cogió algo <strong>de</strong> la mesilla<br />

<strong>de</strong> noche. Julia vio que se echaba una sustancia clara en la mano y se<br />

la extendía por el miembro sin <strong>de</strong>masiada <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

Al ver la expresión <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto en su cara él se apresuró a<br />

explicarle:<br />

—Te hará las cosas más fáciles.<br />

Julia se ruborizó. Sabía que existían los lubricantes y ese tipo <strong>de</strong><br />

cosas pero nunca había tenido ocasión <strong>de</strong> probarlos. Se sintió<br />

avergonzada por no haber pensado en comprarlo ella. Había ido a<br />

Florencia muy poco preparada.<br />

—Eres muy consi<strong>de</strong>rado.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió con suficiencia.<br />

—Ya te dije que me encargaría <strong>de</strong> todas tus necesida<strong>de</strong>s.<br />

—Besándola, la reclinó sobre la almohada—. Puedo usar condón, si<br />

has cambiado <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a.


—Con todas las pruebas que te has hecho, no creo que<br />

tengamos nada <strong>de</strong> lo que preocuparnos.<br />

—Sigue siendo <strong>de</strong>cisión tuya.<br />

—Confío en ti.<br />

—Me alegro mucho <strong>de</strong> ser el primero.<br />

Julia sonrió al oírlo.<br />

—Quiero que seas el último, <strong>Gabriel</strong>. —Lo besó<br />

apasionadamente, con el corazón lleno <strong>de</strong> sus palabras y sus actos—.<br />

Pero hay otra cosa que quiero ahora mismo.<br />

—Lo que sea.<br />

—Quiero que estés encima.<br />

Cuando él empezó a fruncir el cejo, ella lo miró muy seria.<br />

—Ya me has <strong>de</strong>mostrado que eres un amante generoso. No me<br />

parece buena i<strong>de</strong>a que me cedas el mando <strong>de</strong> algo que no domino.<br />

Me pone nerviosa. No podré relajarme. —Al cabo <strong>de</strong> unos segundos,<br />

añadió—: Por favor.<br />

No quería suplicarle. Él le había dicho que expresara sus <strong>de</strong>seos<br />

y eso era lo que estaba haciendo.<br />

En ese momento, <strong>Gabriel</strong> se dio cuenta <strong>de</strong> que para ella <strong>de</strong>bía<br />

<strong>de</strong> ser estresante estar sentada sobre él, <strong>de</strong>snuda y expuesta,<br />

tomando la iniciativa <strong>de</strong> lo que iba a ocurrir. Tal vez más a<strong>de</strong>lante,<br />

pero no la primera vez. A pesar <strong>de</strong> sus miedos, no podía negárselo.<br />

Asintió, apretando la mandíbula y, con un fluido movimiento, tumbó a<br />

Julia <strong>de</strong> espaldas y se arrodilló entre sus piernas.<br />

<strong>El</strong>la le <strong>de</strong>dicó una sonrisa radiante como el amanecer. Porque<br />

así era como se lo había imaginado siempre.<br />

—Gracias —murmuró, contra la boca <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong>, cuando éste se<br />

inclinó para besarla dulcemente.<br />

—Hace falta tan poca cosa para hacerte feliz.<br />

—Yo no llamaría a esto «poca cosa» —replicó ella con una risita<br />

nerviosa, mientras se frotaba contra él.<br />

<strong>Gabriel</strong> sonrió, agra<strong>de</strong>ciendo el momento <strong>de</strong> frivolidad.<br />

La música volvió a cambiar y Julia volvió la cabeza con<br />

curiosidad.<br />

—¿Cómo se llama esta canción?<br />

—Lying in the Hands of God, <strong>de</strong> la Dave Matthews Band.<br />

—Me gusta.<br />

—A mí también.<br />

—¿Por qué la elegiste? —preguntó ella, con curiosidad.<br />

—Por la letra, por la música... —Con los ojos brillantes,


añadió—: Por el ritmo.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—Siéntelo. Céntrate en él. Es perfecto para hacer el amor.<br />

—Sujetándola por las ca<strong>de</strong>ras, se apretó contra ella, <strong>de</strong>slizándose<br />

arriba y abajo al ritmo <strong>de</strong> la música, sabiendo que le gustaba tanto<br />

como a él.<br />

Julia gimió, olvidándose <strong>de</strong> las risas y las bromas y empezó a<br />

empujar hacia <strong>Gabriel</strong>.<br />

—Respira hondo, amor —susurró él.<br />

Mientras ella lo hacía, <strong>Gabriel</strong> la penetró un poco. Julia cerró los<br />

ojos, disfrutando <strong>de</strong> la sensación.<br />

Ahora que había tenido una pequeña muestra <strong>de</strong> lo que sería<br />

sentirla, la tentación <strong>de</strong> hundirse en su interior era mucho mayor. Pero<br />

si se apresuraba, podía <strong>de</strong>sgarrarla. La <strong>de</strong>seaba y quería estar <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> ella, pero olvidándose <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>seos, permaneció quieto,<br />

apoyándose en los codos, lamiendo y succionándole los pechos.<br />

Ahora que había tenido una pequeña muestra <strong>de</strong> lo que sería<br />

estar conectada a él, Julia quería más; mucho más. Lo quería todo.<br />

—Con cuidado —le advirtió él, cuando ella levantó las ca<strong>de</strong>ras<br />

para atraerlo más—. La próxima parte será incómoda.<br />

Al ver que no abría los ojos, <strong>Gabriel</strong> le acarició la mejilla con el<br />

pulgar.<br />

—Mírame a los ojos. —Cuando ella parpa<strong>de</strong>ó y lo hizo, <strong>Gabriel</strong><br />

la miró solemne—. Te lo doy todo. Mi cuerpo. Mi alma. Tómalos.<br />

Tómalo todo.<br />

Siguieron mirándose fijamente mientras él la penetraba un poco<br />

más, empujando lentamente.<br />

Julia abrió mucho los ojos y ahogó un grito cuando él se abrió<br />

camino en su interior.<br />

<strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo inmediatamente, sujetándole la ca<strong>de</strong>ra con<br />

una mano para impedir que ninguno <strong>de</strong> los dos se moviera.<br />

—Lo siento, cariño —la consoló, acariciándole la cara—. Esto ha<br />

sido lo peor, te lo prometo. ¿Estás bien? —Le miró la cara, buscando<br />

lágrimas.<br />

Pero no estaba llorando. No había sido tan doloroso como había<br />

temido. No es que fuera... cómodo, pero la sensación <strong>de</strong> tenerlo en su<br />

interior, las emociones que veía reflejadas en su rostro, la distraían <strong>de</strong><br />

lo <strong>de</strong>más. Era todo muy intenso.<br />

Y quería más. Más <strong>de</strong> él, más <strong>de</strong> aquello, <strong>de</strong> los dos juntos...<br />

Quería verlo cuando alcanzara el éxtasis y saber que lo habían


conseguido juntos. Quería que encontraran su propio ritmo. La música<br />

los envolvía, marcando un ritmo tentador que Julia quería reproducir<br />

con <strong>Gabriel</strong>.<br />

Sonrió y él sintió que la sonrisa <strong>de</strong> ella le llegaba directa al<br />

corazón, acallando sus preocupaciones. Sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarla, empezó<br />

a entrar y salir <strong>de</strong> su cuerpo con lentitud.<br />

Julia parpa<strong>de</strong>ó rápidamente al notarlo <strong>de</strong>ntro una vez más.<br />

Deslizó las manos por los músculos en tensión <strong>de</strong> su espalda y le<br />

acarició las nalgas, sintiendo sus curvas y el ritmo <strong>de</strong> sus embestidas.<br />

<strong>Gabriel</strong> se apoyó en un brazo y le trazó dibujos con un <strong>de</strong>do <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las<br />

costillas hasta los hombros. Era preciosa. Tenía el cabello, largo y<br />

oscuro, suelto sobre la almohada y los ojos castaños clavados en él.<br />

La boca, roja y abierta, porque gemía con cada embestida.<br />

Le <strong>de</strong>slizó una mano <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l culo, guiándola y moviéndola,<br />

manteniendo aún un ritmo suave. Llevaba tanto tiempo esperando...<br />

Julia vio que fruncía un poco el cejo y que se mordía el labio inferior.<br />

Se movían sin cesar, no muy <strong>de</strong> prisa, pero con <strong>de</strong>terminación, con la<br />

sincronización <strong>de</strong> dos amantes que no apartaban los ojos el uno <strong>de</strong>l<br />

otro.<br />

Julia leyó tantas emociones en los <strong>de</strong> él: amor, preocupación,<br />

pasión, adoración, afecto, <strong>de</strong>seo erótico... La miraba como si fuera la<br />

única mujer sobre la Tierra, como si no existiera nada más en su<br />

universo privado que ellos dos, la música sensual que flotaba en el<br />

aire y los sonidos que escapaban <strong>de</strong> su boca.<br />

<strong>El</strong>la se oyó gemir y ja<strong>de</strong>ar, pero estaba <strong>de</strong>masiado excitada<br />

como para sentirse avergonzada al oír los sonidos que escapaban sin<br />

control <strong>de</strong> su garganta.<br />

A <strong>Gabriel</strong> le encantaba oírlos y lo excitaban aún más, si era<br />

posible. Aumentó la velocidad <strong>de</strong> sus embestidas y, al mismo tiempo,<br />

metió una mano entre los dos y la acarició íntimamente. Julia le<br />

<strong>de</strong>mostró su placer apretándole el trasero con más fuerza, luchando<br />

por mantener los ojos abiertos.<br />

—Mírame. Quiero verte los ojos cuando te corras. —La<br />

intensidad <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> se correspondía con la <strong>de</strong> su mirada.<br />

Julia abrió más los ojos cuando él aceleró la velocidad <strong>de</strong> sus<br />

<strong>de</strong>dos. Se sintió tensarse como un nudo <strong>de</strong>masiado apretado para<br />

luego, súbitamente, estallar y relajarse.<br />

Murmullos eróticos y murmullos <strong>de</strong> adoración le llenaron los<br />

oídos. <strong>Gabriel</strong> no había soltado insultos ni maldiciones, aunque estaba<br />

<strong>de</strong>masiado distraída para fijarse en ese hecho asombroso. No sabía


que, habitualmente, él era un amante ruidoso, que gritaba, gruñía y<br />

soltaba palabrotas para expresar sus necesida<strong>de</strong>s. Pero esa noche,<br />

en aquel espacio semisagrado, sus exclamaciones habían sido limpias<br />

y puras.<br />

—Te quiero, te quiero, te quiero —entonó sobre ella, al ritmo con<br />

sus movimientos.<br />

Julia estaba experimentando una sensación <strong>de</strong> plenitud intensa y<br />

sin prece<strong>de</strong>ntes. Antes <strong>de</strong> recuperarse <strong>de</strong>l orgasmo, sintió que <strong>Gabriel</strong><br />

la penetraba profundamente, gritando su nombre.<br />

Aunque tuvo cuidado <strong>de</strong> apoyarse en los brazos, se <strong>de</strong>rrumbó<br />

sobre ella mientras las emociones y sensaciones <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>roso<br />

orgasmo lo sacudían <strong>de</strong> arriba abajo. La abrazó, manteniéndola<br />

pegada a su cuerpo, mientras le susurraba palabras <strong>de</strong> amor al oído<br />

en italiano, esperando a que abriera los ojos.<br />

«Amo a esta mujer más que a mi propia vida.»<br />

Su preciosa Beatriz ya no era virgen. Él había tomado —y<br />

entregado— lo que Dante nunca pudo. En silencio, rezó para que ella<br />

no se arrepintiera <strong>de</strong> haberlo elegido como su primer amante.<br />

Se volvió <strong>de</strong> lado y le acarició la barbilla con un <strong>de</strong>do. Sólo<br />

entonces se dio cuenta <strong>de</strong>l rubor que le cubría el cuello, el pecho y<br />

más abajo, hasta los muslos. <strong>Gabriel</strong> se sintió culpable.<br />

«Dios mío, le he hecho daño.»<br />

—¿Julia?<br />

Al abrir los ojos, tenía la mirada perdida, pero al ver a <strong>Gabriel</strong> le<br />

dirigió una bonita sonrisa que <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto sus dientes blancos.<br />

Se sentía como una pluma llevada por la brisa <strong>de</strong>l verano. Había sido<br />

mucho mejor que cualquier otra cosa. Verlo y oírlo, tocarlo, saborearlo<br />

y, finalmente, compartir el clímax, sincero, crudo, excepcional.<br />

Él soltó el aire y la besó apasionadamente.<br />

—¿Estás bien?<br />

—Sí —ronroneó ella.<br />

—Te amo. Sólo quiero hacerte feliz y verte sonreír. Para<br />

siempre.<br />

—Me vas a hacer llorar.<br />

Julia no pudo <strong>de</strong>cir nada más. No le salían las palabras. Lo besó<br />

con los ojos cerrados, disfrutando <strong>de</strong> la sensación <strong>de</strong> estar entre los<br />

brazos <strong>de</strong> su amante. <strong>El</strong> primero. Y el último.<br />

—No llores, mi dulce niña. —<strong>Gabriel</strong> le besó los párpados y le<br />

acarició las mejillas.<br />

Pero <strong>de</strong> repente, se levantó y Julia se encontró sola en la gran


cama, que parecía aún más gran<strong>de</strong> y fría por su ausencia. La<br />

sensación <strong>de</strong> pérdida fue muy intensa, pero tenía la mente nublada<br />

por el éxtasis y, antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r reaccionar, <strong>Gabriel</strong> ya había vuelto a<br />

la cama.<br />

—Deja que mire un momento, cariño —le pidió él, inseguro.<br />

Julia no tenía ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué le estaba pidiendo, así que se limitó<br />

a hacer un sonido <strong>de</strong> asentimiento. Al notar que unos <strong>de</strong>dos le<br />

separaban las rodillas y le levantaban una pierna, los ojos se le<br />

abrieron <strong>de</strong> golpe como platos.<br />

Cuando sus miradas se cruzaron, <strong>Gabriel</strong> se <strong>de</strong>tuvo en seco.<br />

—Sólo quiero asegurarme <strong>de</strong> que todo está bien.<br />

Cuando se había lavado en el baño, no había encontrado ningún<br />

rastro <strong>de</strong> sangre, lo que lo había aliviado mucho. Examinó a Julia y lo<br />

que vio acabó <strong>de</strong> tranquilizarlo. Le presionó algo húmedo y suave<br />

entre las piernas.<br />

<strong>El</strong>la se encogió.<br />

—Lo siento —se excusó, volviendo a aplicarle la toalla húmeda.<br />

Al retirarla, vio un par <strong>de</strong> manchas rosadas, pero nada<br />

preocupante. <strong>Gabriel</strong> habría preferido que no hubiera habido ningún<br />

tipo <strong>de</strong> mancha, pero mejor rosa que rojo.<br />

—No pasa nada, es que me has sorprendido.<br />

La voz <strong>de</strong> Julia temblaba, pero no <strong>de</strong> dolor. Seguía muy<br />

sensibilizada y cuando <strong>Gabriel</strong> la había tocado allí, las sensaciones se<br />

habían intensificado.<br />

Él le alargó un vaso <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la mesita <strong>de</strong> noche y le dio una<br />

pastilla.<br />

—Ibuprofeno —le explicó—. Para el dolor.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, no es tan grave. Yo ni siquiera lo llamaría dolor.<br />

—Por favor —le rogó él.<br />

A Julia la sorprendió su exagerada reacción, pero por no discutir,<br />

se tomó la pastilla y se bebió el vaso entero <strong>de</strong> agua. Tenía mucha<br />

sed.<br />

Cuando hubo acabado, <strong>Gabriel</strong> la cogió en brazos y, besándole<br />

la frente una y otra vez, la llevó al baño.<br />

Julia oyó el ruido <strong>de</strong>l agua antes <strong>de</strong> entrar.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó, sin levantar la cabeza.<br />

—Nada. Deja que cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti —respondió él, metiéndola con<br />

cuidado en la acogedora bañera.<br />

<strong>El</strong> agua caliente y la espuma con aroma a rosas fue<br />

reconfortante. Julia seguía como flotando, pero poco a poco la realidad


se iba imponiendo. Al abrir los ojos, vio a <strong>Gabriel</strong> <strong>de</strong> pie sobre ella, aún<br />

<strong>de</strong>snudo, glorioso, comprobando la temperatura <strong>de</strong>l agua con los<br />

<strong>de</strong>dos y ajustando los grifos.<br />

—¿Tienes más sed?<br />

<strong>El</strong>la asintió.<br />

Él <strong>de</strong>sapareció, pero regresó en seguida con una copa llena <strong>de</strong><br />

un líquido color granate.<br />

—Zumo <strong>de</strong> arándanos con soda —le explicó—. Te sentará bien.<br />

Julia levantó una ceja, preguntándose cuándo se habría<br />

convertido en un experto en males femeninos, pero una vez más,<br />

<strong>de</strong>cidió no discutir con él. Bebió con ganas y le <strong>de</strong>volvió la copa vacía.<br />

—Has cambiado la música. ¿Qué es?<br />

—Sogno, <strong>de</strong> Andrea Bocelli.<br />

—Es bonita.<br />

—No tanto como tú.<br />

Cerrando los grifos, <strong>Gabriel</strong> se sentó en la bañera <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella,<br />

estirando las piernas a lado y lado y acercándola a su pecho. Los dos<br />

suspiraron <strong>de</strong> satisfacción. Julia le apoyó la cabeza en el hombro y él<br />

le acarició el cabello con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.<br />

—¿Y a ti... te ha gustado?<br />

«"Gustar" no es la palabra que emplearía», pensó él.<br />

—Nunca había sentido nada parecido. Has estado perfecta. Eres<br />

perfecta. —Le besó la coronilla y ella se acurrucó entre sus brazos—.<br />

Y muy, muy sexy. ¿Y a ti?<br />

—Ha sido incluso mejor que en mis sueños. Gracias.<br />

Él le acarició la piel húmeda <strong>de</strong> las costillas.<br />

—¿Y a qué ha venido el baño? —preguntó ella, revolviéndose<br />

ligeramente y notando una nueva erección clavársele en la espalda.<br />

—Quería cuidar <strong>de</strong> ti —le susurró él al oído.<br />

—Gracias, <strong>Gabriel</strong>, por ser tan amable conmigo. Sé que las<br />

cosas no habrían sido ni la mitad <strong>de</strong> buenas con cualquier otra<br />

persona.<br />

Él le besó el cabello.<br />

—Te mereces mucho más. Te mereces a alguien mejor que yo,<br />

Beatriz —murmuró él—. La gloriosa donna <strong>de</strong>lla mia mente. La<br />

gloriosa dama <strong>de</strong> mi mente.<br />

—Mi Dante. —Julia se volvió y le besó el pecho húmedo—.<br />

¿Cuándo podremos volver a hacerlo?<br />

Él sonrió.<br />

—Mañana. Tienes que recuperarte.


<strong>El</strong>la se revolvió impaciente.<br />

—No ha sido tan grave. Has sido muy cuidadoso.<br />

—Después <strong>de</strong> todo lo que hemos compartido, lo único que<br />

quiero es abrazarte y sentirte cerca. Descansa entre mis brazos<br />

sabiendo que te amo. Haremos el amor muy, muy pronto.<br />

Julia se relajó contra su pecho y, en silencio, dio gracias a los<br />

dioses <strong>de</strong> las enormes bañeras, <strong>de</strong> los amantes atractivos y muy<br />

sexies y <strong>de</strong> los baños <strong>de</strong> espuma con aroma a rosas. (No<br />

necesariamente en ese or<strong>de</strong>n.) Luego dio gracias a los dioses <strong>de</strong> las<br />

vírgenes que estaban a punto <strong>de</strong> hacer el amor con sus novios, que<br />

eran unos auténticos dioses <strong>de</strong>l sexo (sin ánimo <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r a los<br />

<strong>de</strong>más dioses) y que le habían regalado la madre <strong>de</strong> todos los<br />

orgasmos. Tres veces.<br />

De madrugada, los amantes <strong>de</strong>l Edén seguían abrazados, piel<br />

contra piel, adormilados y saciados en una cama gran<strong>de</strong> y blanca. La<br />

luz y la oscuridad, la inocencia y la experiencia; se besaban y<br />

acariciaban al calor <strong>de</strong> la aceptación que su amor había creado. <strong>El</strong><br />

ángel oscuro le susurró a su musa palabras en italiano hasta que ésta<br />

se durmió entre sus brazos, más feliz <strong>de</strong> lo que lo había sido nunca,<br />

sintiéndose amada.


Agra<strong>de</strong>cimientos<br />

Estoy en <strong>de</strong>uda con Dorothy L. Sayers, con Charles Williams,<br />

ambos ya fallecidos, con Mark Musa, con mi amiga Katherine Picton y<br />

con The Dante Society of America por su experiencia en La Divina<br />

Comedia <strong>de</strong> Dante Alighieri, que ha servido <strong>de</strong> base documental a mi<br />

trabajo. En esta novela he seguido las normas <strong>de</strong> The Dante Society<br />

para temas como el uso <strong>de</strong> las mayúsculas en nombres <strong>de</strong> lugares<br />

como el Infierno o el Paraíso.<br />

Me he inspirado en las ilustraciones <strong>de</strong> Sandro Botticelli que<br />

presentan a Dante y Beatriz tal como me los he imaginado siempre.<br />

Mientras escribía esta historia, me he encontrado con varios<br />

archivos digitales que me han resultado útiles, como el Digital Dante<br />

Project <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Columbia, Danteworlds, <strong>de</strong> la Universidad<br />

<strong>de</strong> Texas, en Austin, y The World of Dante <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong><br />

Virginia. Estas páginas web les resultarán útiles a los lectores que<br />

quieran profundizar en la vida y la obra <strong>de</strong> Dante. También he visitado<br />

la biblioteca digital Digital Archive para consultar la traducción al inglés<br />

<strong>de</strong> Dante <strong>Gabriel</strong> Rossetti <strong>de</strong> La Vita Nuova, así como el original<br />

italiano que también se cita en este libro.<br />

Estoy también en <strong>de</strong>uda con la universidad y la ciudad <strong>de</strong><br />

Toronto, que sirven <strong>de</strong> marco para esta novela.<br />

Me gustaría darle las gracias a Jennifer, que leyó el primer<br />

borrador <strong>de</strong> esta historia y me ofreció críticas constructivas en cada<br />

etapa <strong>de</strong>l proyecto. Su apoyo y aliento constante han sido muy<br />

valiosos para mí, así como su aguda mirada. También quiero darle las<br />

gracias a Nina por su apoyo técnico, sus aportaciones creativas y su<br />

sabiduría.<br />

Gracias asimismo al personal <strong>de</strong> Omnific, en especial a<br />

<strong>El</strong>izabeth, Lynette, C. J., Kim, Coreen y Amy. Ha sido un placer<br />

trabajar con vosotros.<br />

Me gustaría expresar mi agra<strong>de</strong>cimiento a todas las personas<br />

que leyeron las primeras versiones <strong>de</strong>l manuscrito y ofrecieron<br />

sugerencias, especialmente las musas Tori, Kris y Erika.<br />

Y, por último, quiero darle las gracias a mi familia. Animar<br />

constantemente a un escritor primerizo durante dos años no es tarea<br />

fácil, en especial cuando hay otras priorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las que ocuparse.<br />

Sin su ayuda, este proyecto no habría visto la luz.


S. R.<br />

Cuaresma <strong>de</strong> 2011


La fascinante historia <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong><br />

y Julia continúa en<br />

EL ÉXTASIS DE GABRIEL<br />

Florencia, 1290<br />

<strong>El</strong> poeta soltó la nota, que cayó <strong>de</strong> su mano temblorosa.<br />

Permaneció sentado en silencio durante varios minutos, quieto como<br />

una estatua. De repente, apretó los dientes y se levantó. Recorrió la<br />

casa <strong>de</strong> arriba abajo, sin hacer caso <strong>de</strong> los muebles ni <strong>de</strong> los objetos<br />

que se interponían en su camino; sin hacer caso a los otros habitantes<br />

<strong>de</strong> la casa.<br />

Sólo había una persona a la que <strong>de</strong>seara ver.<br />

Recorrió las calles <strong>de</strong> la ciudad rápidamente, casi a la carrera,<br />

hasta llegar al río. Se asomó al puente, su puente, examinando las<br />

orillas, esperando encontrar algún rastro <strong>de</strong> su amada.<br />

Pero no vio ninguno.<br />

<strong>El</strong>la no iba a volver.<br />

Su amada Beatriz se había ido.

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