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GASTRONOMÍA<br />

DOMINICANA<br />

HISTORIA DEL SABOR CRIOLLO


GASTRONOMÍA<br />

DOMINICANA<br />

HISTORIA DEL SABOR CRIOLLO


COLECCIÓN CULTURAL CODETEL<br />

VOLUMEN IX<br />

GASTRONOMÍA<br />

DOMINICANA<br />

HISTORIA DEL SABOR CRIOLLO<br />

c2007<br />

ISBN 978-99934-862-1-3<br />

FOTOGRAFÍA<br />

Julio González<br />

La Dieta Aborigen Precolombina<br />

Hjalmar Gómez<br />

Itinerario Histórico de la Gastronomía Dominicana<br />

DISEÑO Y PRODUCCIÓN<br />

Lourdes Saleme y Asociados<br />

IMPRESIÓN<br />

Editora Corripio<br />

Santo Domingo, República Dominicana<br />

Diciembre 2007<br />

Los juicios y evaluaciones expuestas en esta obra<br />

son de exclusiva responsabilidad de sus autores.<br />

Codetel no se hace responsable de ninguna apreciación<br />

externada en este libro sobre el tema de referencia.<br />

GASTRONOMÍA<br />

DOMINICANA<br />

HISTORIA DEL SABOR CRIOLLO<br />

MARCIO VELOZ MAGGIOLO<br />

HUGO TOLENTINO DIPP


CONTENIDO PRESENTACIÓN<br />

Página 7<br />

PRESENTACIÓN<br />

Página 13<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

(APUNTES PARA UNA GASTRONOMÍA SILVESTRE)<br />

Marcio Veloz Maggiolo<br />

Página 85<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE<br />

LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

Hugo Tolentino Dipp<br />

Página 353<br />

FUENTES DE LAS FOTOGRAFÍAS<br />

Página 355<br />

SOBRE LOS AUTORES<br />

La presentación de un libro es siempre un motivo de esperanza y regocijo.<br />

De esperanza, porque constituye una nueva evidencia de que existe gente<br />

dispuesta a trabajar en la búsqueda de respuestas a incógnitas que se han<br />

arrastrado a lo largo del tiempo y a compartir con los demás el fruto de sus<br />

pesquisas. De regocijo, porque contribuye al enriquecimiento del acervo<br />

cultural y representa un paso de avance en beneficio del desenvolvimiento<br />

de la colectividad.<br />

El regocijo es en esta ocasión justificadamente mayor. Reposa en nuestras<br />

manos la obra Gastronomía Dominicana. Historia del Sabor Criollo, fruto del<br />

trabajo de dos reconocidos intelectuales: Marcio Veloz Maggiolo y Hugo Tolentino<br />

Dipp, quienes hacen un nuevo y sustancioso aporte a la cultura y a<br />

la gastronomía dominicana. Estamos ante un libro que cautiva y provoca,<br />

tanto por su presentación como por su contenido.<br />

A Brillat-Savarin, autor de la conocida obra Fisiología del Gusto o Meditaciones<br />

de Gastronomía Trascendente, se le atribuye el mérito de haber acuñado<br />

un famosísimo consejo: «Convidar a una persona es encargarse de su bienestar<br />

todo el tiempo que esté en nuestra casa». En esta oportunidad, Codetel<br />

ha asumido esa responsabilidad con la certeza de que va a cumplirla<br />

porque tiene para sus invitados un exquisito menú, cuyo plato principal, un<br />

libro, ha sido cuidadosamente preparado por estos dos extraordinarios chefs,<br />

dos reconocidos escritores dominicanos.<br />

Gastronomía Dominicana. Historia del Sabor Criollo, es una obra que trasciende<br />

los linderos del recetario y se convierte en un viaje a través del tiempo,<br />

en el que recoge, sistematiza e interpreta historias, creaciones y tradiciones<br />

relacionadas con el comer. Así pues, se constituye en un espléndido<br />

compendio de conocimientos y vivencias que contextualiza, salva de olvido<br />

y da a conocer los variados secretos relacionados con los platos dominicanos.<br />

Todo ello confiere a la gastronomía la condición de expresión de la cultura.<br />

Así lo confirma el hecho de que organismos internacionales como la


PRESENTACIÓN<br />

8<br />

UNESCO han incluido los sistemas culinarios en la categoría de «patrimonio<br />

cultural inmaterial».<br />

El ensayo de Veloz Maggiolo lleva por título La Dieta Aborigen Precolombina<br />

(Apuntes para una Gastronomía Silvestre) y se focaliza en la estructura y<br />

evolución de la dieta de los grupos aborígenes durante la etapa precolombina.<br />

Tolentino Dipp presenta un ensayo titulado Itinerario Histórico de la Gastronomía<br />

Dominicana en el que ofrece una visión panorámica de la trayectoria<br />

que ha seguido la gastronomía en la parte Este de la Isla desde el descubrimiento<br />

hasta nuestros días. Estos dos textos van acompañados por una recopilación<br />

de recetas dominicanas realizada por Emil Vega y Paula Vega, incluidas<br />

en el CD anexo, que cubre las bebidas, entradas, sopas, víveres y tubérculos,<br />

arroces y granos, pescados y mariscos, carnes y aves, y postres.<br />

Veloz Maggiolo y Tolentino Dipp asumen la gastronomía desde una perspectiva<br />

dinámica, la de la historia. Se trata de una entidad que a través del<br />

tiempo se va construyendo, definiendo y desarrollando, bajo la influencia de<br />

circunstancias políticas, económicas y sociales que, de manera general, influyen<br />

sobre la realidad y sobre la sociedad, a las que no son ajenas ni la cocina<br />

ni la gastronomía.<br />

La hipótesis central del ensayo de Veloz Maggiolo es que «el uso prehistórico<br />

de los alimentos en las Antillas respondió a técnicas de supervivencia<br />

que van desde el año cuatro mil antes de Cristo hasta la llegada de los<br />

españoles en 1492». En esa misma tesitura, Tolentino Dipp postula que los<br />

hábitos alimenticios de la población se van definiendo y desarrollando como<br />

cocina criolla entre los siglos XVI y XIX cuando la parte Este de la isla<br />

fue abandonada por España y hubo que hacer acopio de cuanto elemento<br />

hubiera disponible para no morir de inanición. Correspondió a las cocineras<br />

esclavas negras preparar exquisitos platos para el amo blanco mediante<br />

la conjugación de elementos nativos con los de la cultura europea y la africana.<br />

Evidentemente, este proceso siguió evolucionando y enriqueciéndose<br />

PRESENTACIÓN<br />

9<br />

en el tiempo, como lo evidencia la asimilación del aporte realizado por otros<br />

grupos de inmigrantes desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX.<br />

La construcción y el fortalecimiento de una visión propia, la de la identidad<br />

nacional, también encuentra sustento en Gastronomía Dominicana.<br />

Historia del Sabor Criollo. Nos referimos a muchas cosas, como son los productos<br />

–por su singularidad y excelencia–, las técnicas que de forma sistemática<br />

se emplean en su elaboración y la idiosincrasia cultural. «Dime lo<br />

que comes y te diré lo que eres», reza una expresión muy conocida. A través<br />

de la valoración de la comida, la gastronomía contribuye a la creación<br />

de un vínculo que nos enorgullece y distingue como dominicanos, al tiempo<br />

que nos provee un recurso para entrelazarnos al mundo circundante.<br />

La costumbre y, ¿por qué negarlo?, la necesidad de comer, trascienden la<br />

estrecha frontera de la alimentación. Contribuyen a la formación y al fortalecimiento<br />

de la imagen nacional, confirmando la madurez de la cocina dominicana,<br />

dando legitimidad social a ciertos repertorios culinarios y potenciando<br />

cocinas regionales como parte del patrimonio cultural que se legará al<br />

mundo y a las nuevas generaciones. La República Dominicana ofrece una diversidad<br />

de platos exquisitos en los que se evidencian de manera preponderante<br />

las influencias taínas, europeas y africanas en una combinación de sabores<br />

rica en matices y condimentaciones. Posicionar adecuadamente la comida<br />

dominicana en el mundo es agregar valor a la marca país.<br />

Esta obra abre una brecha en lo que se refiere al aprovechamiento del<br />

proceso de globalización que vive la humanidad, en la medida en que refuerza<br />

nuestra conciencia sobre la capacidad para buscar soluciones propias y<br />

buenas para la solución de necesidades presentes. Lo hemos hecho en el pasado<br />

y podemos hacerlo ahora.<br />

Por lo general, el proceso de globalización ha sido percibido en una sola<br />

dirección: la de algo que viene desde fuera y nos envuelve, nos arropa. Esa<br />

percepción, aunque correcta, es incompleta, pues existe otra posibilidad: la


PRESENTACIÓN<br />

10<br />

de que algo producido por nosotros envuelva y arrope a los otros. En otras<br />

palabras, aquellas cosas que sabemos hacer y que, además, hacemos bien<br />

pueden constituirse en nuestro aporte para los otros. Este trabajo contribuye<br />

al rescate y a la exhibición orgullosa de tradiciones culinarias del país –en<br />

un contexto caracterizado por la tendencia a la universalización de productos<br />

y a la desaparición de la cocina hogareña– y a hacernos conscientes de<br />

que esta es una oportunidad sumamente atractiva y promisoria en un momento<br />

en que todo sueña con globalizarse.<br />

Gastronomía Dominicana. Historia del Sabor Criollo, mueve a pensar sobre<br />

el potencial de la gastronomía en el fortalecimiento de la oferta turística actual<br />

de la República Dominicana, sustentada fundamentalmente en la calidez<br />

y hospitalidad de la gente, la belleza de las playas y la riqueza del patrimonio<br />

colonial. El buen comer constituye un atractivo turístico cuya incidencia<br />

está exhaustivamente documentada.<br />

El desarrollo de la gastronomía dominicana puede ser, finalmente, un estímulo<br />

para el fortalecimiento del sector agropecuario, en la medida en que<br />

tiene capacidad para incentivar la producción agrícola en general y para la<br />

innovar lo que hoy se conoce como agricultura orgánica. El agro dominicano<br />

está llamado a especializarse en calidad, oportunidad de cosecha, sabores,<br />

colores, olores, texturas, condición orgánica y otras diferencias que demandan<br />

cada vez con mayor claridad los mercados.<br />

Las opciones que saltan a la vista incluyen la creación de una industria a<br />

partir de la comida dominicana; la promoción de nuevos talentos y de la cocina<br />

del futuro; la unión de amas de casa, restaurantes, emprendedores, gastrónomos,<br />

cocineros, mozos, ganaderos, pescadores, productores agrícolas,<br />

instituciones académicas, investigadores, como base y plataforma para la<br />

competitividad en los mercados globales y el desarrollo de un marketing gastronómico.<br />

Iniciativas de este tipo pueden estimular en la República Dominicana el<br />

PRESENTACIÓN<br />

11<br />

desarrollo de la creatividad, el ingenio y la visión de mundo. La gastronomía<br />

como producto tiene capacidad para halar a otras actividades a convertirse<br />

en generadoras de empleo como la agroindustria, los servicios de restaurantes,<br />

el turismo, las exportaciones, etc. y para fortalecer la identidad<br />

nacional, bien que debemos proteger a capa y espada, pues nos puede proyectar<br />

no solo como hacedores de lo cotidiano, sino también como forjadores<br />

del futuro. Sería maravilloso poder hablar de manos dominicanas, recursos<br />

dominicanos, talento dominicano, elaborando productos bien hechos<br />

para el país y para el mundo.<br />

Codetel presenta el noveno título de su Colección Cultural con la esperanza<br />

de que el mismo constituya una contribución al país en un área que<br />

ha sido muy poco trabajada. Su contenido, las fotografías que acompañan<br />

los textos y la magnífica edición que cada año esperan nuestros clientes y relacionados,<br />

auguran a esta nueva obra un sitial de honor en la bibliografía<br />

dominicana.<br />

Para América Móvil es un honor dar continuidad a este aporte a la cultura<br />

dominicana que corrobora la filosofía de nuestra casa matriz y la trayectoria<br />

de nuestra empresa de apoyar el arte y la cultura en su compromiso con<br />

un proyecto de esta naturaleza.<br />

Esperamos, pues, que lo disfruten, que lo lean con fruición. Estamos seguros<br />

de que tendrán un buen provecho, pues, como sentencia el filólogo y escritor<br />

chino Lin Yutang, «nuestras vidas no están en manos de los dioses, sino<br />

en manos de nuestros cocineros».<br />

Oscar R. Peña<br />

Presidente<br />

Santo Domingo, República Dominicana<br />

Diciembre de 2007


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

(APUNTES PARA UNA GASTRONOMÍA SILVESTRE)<br />

MARCIO VELOZ MAGGIOLO


Página anterior:<br />

Areito.<br />

Indios amazónicos<br />

actuales, similares<br />

en costumbres<br />

a nuestros taínos.<br />

INTRODUCCIÓN<br />

La intención de este trabajo no es otra que demostrar que el uso prehis-<br />

tórico de los alimentos en las Antillas respondió a técnicas de supervivencia<br />

que van desde el año 4000 antes de Cristo, hasta la llegada de los españoles<br />

en 1492. Si hacemos el simple cálculo comprobaremos que ya en<br />

1492, hacía casi cinco mil años que la isla de Santo Domingo y otros puntos<br />

antillanos habían sido ocupados por grupos humanos con dietas diferentes,<br />

modos de vida diversos, y maneras de entender las diferencias del medio<br />

ambiente y la alimentación.<br />

Los españoles que ocuparon las Antillas a partir del año 1492, llegaron<br />

a hacer contacto con grupos agricultores más o menos recientes, así como<br />

con antiguos habitantes que eran relictos o formas casi desaparecidas de<br />

los primeros habitantes. En el occidente de la isla de Santo Domingo<br />

hombres y mujeres sin conocimiento de la agricultura, desnudos y con lenguas<br />

diferentes de las habladas por los agricultores que encontró Colón<br />

dan fe de que todavía, al momento de la conquista española, los descendientes<br />

de los pobladores iniciales, permanecían aislados y distanciados de<br />

la sociedad agrícola y de los grupos llamados taínos. Las cartas del conquistador<br />

de Cuba, Diego Velásquez, hablan igualmente de estas sociedades<br />

Babosa de tierra de la<br />

especie «Caracolus»<br />

muy apreciada por los<br />

indios antillanos.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

16<br />

marginales, y Pedro Mártir de Anglería en sus Décadas de Orbe Novo, se<br />

refiere a las lenguas diferenciadas de grupos recolectores que ayudaban con<br />

la pesca y el intercambio a los agricultores del período de contacto en Cuba,<br />

según fuentes de Colón y sus acompañantes. De modo que los sistemas<br />

dietarios de los habitantes precolombinos de Las Antillas y de la isla de<br />

Santo Domingo, se basan, por una parte, y en épocas tempranas iniciales<br />

en la recolección y uso de los productos silvestres, la pesca y la cacería, y<br />

en épocas agrícolas en la recolección, la caza, la pesca, y el desarrollo de<br />

una variada agricultura.<br />

Cuando se habla de siboneyes, y guanahatabeyes en las crónicas y en<br />

la arqueología tradicional, sin dudas que los autores se refieren a sociedades<br />

pre-agrícolas tempranas, formas del pasado antillano que no eran comunes<br />

en el total de las islas al momento de la conquista. En este texto<br />

en vez de hablar de estas formas como elementos étnicos, nos referiremos<br />

primero a estas sociedades iniciales por sus tecnologías y procedencias, en<br />

el entendido de que las mismas fueron las primeras en establecer un modelo<br />

de alimentación que en parte heredarían los grupos de taínos y otras<br />

sociedades agricultoras cuya alimentación estudiamos. Luego estableceremos<br />

las diferencias dietéticas que aparecen en las sociedades agricultoras,<br />

mucho más tardías, algunas de las cuales son las que hacen contacto con<br />

el europeo.<br />

Diversas pictografías<br />

precolombinas con<br />

representación de<br />

animales. Abajo a la<br />

izquierda tres hombres<br />

llevan un animal<br />

colgando de una vara.


Para el indio,<br />

parte de la dieta<br />

provenía de la<br />

naturaleza virgen<br />

LA DIETA «GOURMET»<br />

Vale decir que al estudiar la dieta arqueológica donde es posible hacerlo,<br />

no intentamos demostrar valores gastronómicos del tipo gourmet, aunque en<br />

algunos casos la parte gourmet de la dieta aborigen tardía, período taíno,<br />

pueda extraerse de las crónicas, como he señalado ya antes en mi ensayo titulado<br />

El gourmet precolombino, publicado en mi libro Antropología Portátil,<br />

Banco Central de la República, 2001, donde hago referencia a dietas pocos<br />

conocidas, como la de la ingestión de babosas de tierra cuyas conchas son<br />

encontradas por millares en los yacimientos desde el mismo momento en<br />

que llegan los primeros habitantes a la isla hacia el 4000 antes de Cristo,<br />

hasta el arribo de los europeos.<br />

BRILLANT- SAVARÍN, LA INVENCIÓN DE UN VOCABLO<br />

El concepto de gastronomía tiene muchas aceptaciones desde que su<br />

creador, Jean Anthelme Brillant-Savarin, (1755-1826), lo inventara y definiera,<br />

dándole un sentido burgués. En su conocida obra titulada La fisiología<br />

del gusto. (Phsiologie du goutou, meditations de gastronomie trascendent, 1825)<br />

Brillant-Savarin, imitador de la prosa de Rosseau, y de la de autores como<br />

Buffon, era en el fondo un enciclopedista y basó su «gastrosofía» en los sa-<br />

Caracol de tierra del<br />

género «Polydontes»,<br />

dieta importante<br />

entre los taínos.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

20<br />

bores, llegando a afirmar que «el descubrimiento de un nuevo plato produce<br />

mayor felicidad que el descubrimiento de una nueva estrella». En el caso<br />

de los habitantes precolombinos no tenemos información arqueológica del<br />

sabor, aunque sí podemos considerar, que el mismo fuera un factor fundamental<br />

de la dieta, dadas algunas informaciones de las crónicas españolas y<br />

francesas en las que se hace énfasis en productos de la cacería, la pesca y la<br />

recolección, y de las bebidas.<br />

La gastronomía, sin embargo, pese al contenido gourmet que pueda darle<br />

sentido social, se define como la relación entre cultura y alimentación, aunque<br />

predomine la visión epicúrea que en principio se le diera y aun se da a<br />

la concepción gastronómica. La combinación de fórmulas y recetas, y el desarrollo<br />

de un arte gustativo comprenden hoy la parte más exigente de este<br />

arte. Al tratar de establecer una búsqueda arqueológica, como es el caso de<br />

una parte de este trabajo conjunto, es necesario que nos basemos en datos<br />

de consumo más que en aquellos que pudieran ser fórmulas digestivas. Está<br />

claro que muchas de las informaciones que pueden extraerse de los datos arqueológicos<br />

no alcanzan a definir platos ni formas sofisticadas, ni fórmulas<br />

de preparación de alimentos, lo que sólo se puede colegir con ciertas comparaciones<br />

entre crónicas y hallazgos arqueológicos, puesto que es a partir de<br />

los documentos producidos por los llamados «cronistas de Indias» cuando se<br />

puede definir el uso y manejo de las fórmulas alimenticias pre -coloniales.<br />

Es bajo esa óptica que intentamos el desarrollo de la parte precolombina de<br />

este ensayo. Nos referiremos casi exclusivamente a los hallazgos de restos<br />

alimenticios producto de las investigaciones arqueológicas, por lo que muchas<br />

veces será necesario limitar el texto, puesto que el estudio documental<br />

no entra del todo en nuestro intento.<br />

Para una mejor ilustración del lector es importante decir que en el caso<br />

de la arqueología antillana los residuarios o basureros arqueológicos<br />

proveen la información dietaria que manejamos. Las sociedades recolectoras<br />

y las posteriores sociedades aldeanas, la última de las cuales está representada<br />

por la cultura taína, no produjeron monumentos ni espacios urba-<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

21<br />

nos más allá de poblados en los cuales la basura contiene los restos que los<br />

arqueólogos manejamos.<br />

LAS ANTIGUAS SOCIEDADES ANTILLANAS<br />

Durante muchos años se afirmó que los taínos representaban la sociedad<br />

precolombina de la isla de Santo Domingo y parte de las Antillas. Cuando<br />

se hablaba de «la cultura taína», generalmente la persona no documentada,<br />

daba este nombre a todos los pobladores precolombinos, error que se extiende<br />

hasta nuestros días. El etnólogo sueco Sven Loven, en su obra The Tai-<br />

nian Culture, Goteburg, 1935, generalizó el término, creando una definición<br />

que luego fuera modificada debido a las investigaciones de campo hechas<br />

por la arqueología. Loven llamó «taínos» a todos los habitantes de las Antillas<br />

prehistóricas. Sabemos hoy que es un error pensar que los taínos que<br />

encontrara Colón en su primer viaje hayan sido los únicos habitantes de las<br />

Antillas, y es fundamental entender que existieron poblaciones muy anteriores<br />

y otras simultáneas a las de los taínos, como fueron las de los macorijes<br />

y ciguayos, en las cuales la dieta presenta diferencias ya establecidas que<br />

responden a la diversidad cultural de los grupos.<br />

Dos son las fuentes básicas para entender los usos y la alimentación de los<br />

primeros pueblos antillanos: los restos alimenticios rescatados por la arqueología,<br />

y aquellos restos de los cuales tenemos importantes datos contenidos<br />

en las crónicas de los conquistadores y de los historiadores del período de<br />

contacto hispano-indígena tales como Gonzalo Fernández de Oviedo, Fray<br />

Bartolomé de las Casas, Pedro Mártir de Anglería, el propio Cristóbal Colón<br />

y su hijo Hernando, el médico Diego Álvarez Chanca, y autores tardíos<br />

como Gerolamo Benzoni, y López de Gómara, así como las informaciones<br />

de cartas, memoriales e informes de todos aquellos que de un modo u otro<br />

se refirieron a vida de los pobladores que encontraran los españoles distribuidos<br />

en la geografía de la isla. Por la persistencia de elementos tradicionales<br />

en la vida dominicana, vale señalar que también existen posibles pruebas<br />

que sugieren alimentos que ni la crónica ni la arqueología han señalado.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

22<br />

Algunos, por su uso, parecen pertenecer a un pasado del cual no tenemos<br />

evidencias claras. Se puede solamente sugerir o suponer su posible existencia<br />

en el pasado.<br />

Las crónicas hablan de diferentes modelos de vida, y de formas culturales<br />

disímiles. No hablaban los pobladores antillanos del período de contacto<br />

hispano-indígena una sola lengua o dialecto; las etnias fueron diferentes y<br />

algunas pueden ser identificadas arqueológicamente junto a restos de alimentación,<br />

desechos de la vida cotidiana, como acontece con los macorijes,<br />

ya mencionados y evidentemente representados por las alfarerías llamadas<br />

«meillacoides», y por los propios taínos, cuyas alfarerías están relacionadas<br />

con estilos como el Boca Chica, llamado «chicoide», el primero llamado de<br />

ese modo por haber sido descubierto por vez primera en el sitio Meillac, del<br />

vecino estado de Haití, y el segundo, en el área de Boca Chica, en el sur de<br />

la República Dominicana.<br />

PERSISTENCIA DE ALGUNAS DIETAS<br />

Esto quiere decir que la búsqueda de las dietas de las culturas precolombinas<br />

más allá del presente que se inaugura en 1492, se remite igualmente a<br />

muchas otras sociedades del pasado que no hicieron contacto con el español<br />

y que proveen notable información sobre alimentación y modos de vida,<br />

sociedades que el cronista no conoció, puesto que se desarrollaron mucho<br />

antes de la llegada del europeo. En ocasiones el arqueólogo ha podido<br />

seguir hallazgos de restos alimenticios, mediante análisis de ecosistemas, semillas,<br />

raíces, restos de madera, polen preservado y elementos alimenticios<br />

casi presentes en casi todas las culturas, como si fuesen un denominador común<br />

que se inicia en el año 4000 antes de Cristo y sigue hasta más allá de<br />

los siglos XV y XVI de nuestra era. Se pueden percibir restos alimenticios que<br />

evidencian el uso durante milenios de fuentes similares, así como abandonos<br />

dietéticos, y rechazos en ciertas dietas de una cultura a la otra. Todo ello<br />

coincide con posibles migraciones que comprueban que las islas fueron pobladas<br />

en diversos períodos.<br />

Vértebras de peces<br />

óseos en forma de<br />

collar. La carne del<br />

tiburón y la de otros<br />

peces mayores fue<br />

muy apreciada<br />

por las sociedades<br />

precolombinas.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

23<br />

LA RELACIÓN DE DIETAS Y ESTILOS ALFAREROS<br />

Los arqueólogos también han definido la relación de estas dietas con estilos<br />

alfareros, que acompañan materias primas, patrones de asentamiento<br />

humano, y restos alimenticios en los yacimientos. Las pruebas de radiocarbono<br />

o de Carbono 14, han ayudado notablemente la comprensión del uso<br />

de alimentos en diferentes momentos de las culturas prehispánicas.<br />

Como hemos afirmado, durante mucho tiempo se afirmó y aún algunos<br />

lo afirman debido a la falta de información, que los taínos habrían llegado<br />

a la isla poco antes del llamado «descubrimiento» de América. Es lo<br />

que aprendimos en la escuela del siglo pasado, y es lo que, en ocasiones,<br />

se sigue considerando una verdad. Sin embargo, autores como quien firma<br />

este texto, y como Elpidio Ortega, Renato Rímoli, Fernando Luna<br />

Calderón y equipos del Museo del Hombre Dominicano, como el que laboró<br />

en los años 70 del siglo pasado, confirmaron nuevas vertientes de la<br />

investigación en el Caribe y demostraron que la riqueza «faunística» resulta<br />

parte de una información que antes no se tomaba en cuenta, por lo<br />

que los restos de fauna y flora vinieron a ser punto clave y tardío en la interpretación<br />

de la vida indígena, dentro de la posibilidad de establecer un<br />

modelo de «arqueología social» que la historia tradicional negó o al que<br />

se le dio poca importancia. Vale decir, sin embargo, que entre los historiadores<br />

dominicanos, sólo Roberto Cassá dio paso a los resultados arqueológicos<br />

incorporándolos como datos documentales en varias de sus<br />

obras...<br />

LA DIETA COMO ELEMENTO CULTURAL<br />

Sobre la base de las investigaciones del período precolombino, consideramos<br />

la dieta indígena como un importante elemento cultural, evidenciándose<br />

que la gastronomía es, más que nada, una parte fundamental de la cultura<br />

y una expresión del conocimiento humano, porque en ella se encuentran<br />

contenidos los modos de trabajo, las formas cíclicas de la agricultura y<br />

de la recolección, los gustos por ciertos alimentos y los rechazos de otros, y<br />

fundamentalmente los modelos productivos, que en el caso de la agricultu-


Cuello de tinaja con<br />

rasgos animales.<br />

Cultura taína.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

24<br />

ra, tardía en las Antillas, nos hablan de sistemas de cultivo diferentes y de<br />

formas diversas de explotar el medio ambiente.<br />

Las investigaciones basadas en elementos residuales apuntan hacia una larga<br />

historia del uso del medioambiente y de sus diferencias, así como del aprovechamiento<br />

del entorno proveedor de alimentos. La crónica habla, por ejemplo,<br />

de los grupos ciguayos del noreste de la isla Española y de los macorijes del<br />

noroeste. Estos grupos forman parte, igualmente, de las sociedades llamadas<br />

«de contacto», pero nada se dice de otros grupos como los llamados «saladoides»,<br />

«barrancoides» u «ostionoides», también presentes en la isla de Santo<br />

Domingo y extinguidos o fusionados mucho antes de que la misma fuera visitada<br />

por vez primera por los europeos el 5 de diciembre del año de 1492. La<br />

dieta de estos grupos es previa a la de los taínos, herederos de muchas formas<br />

culturales de esas sociedades anteriores que sólo la arqueología puede registrar.<br />

Vale decir que la dieta y los modelos dietarios de los taínos, últimos habitantes<br />

de la isla, provienen de una tradición milenaria. Las formas agrícolas<br />

llegan a las Antillas hacia el siglo V antes de Cristo, pero ya desde<br />

el cuarto milenio antes de Cristo, grupos de aborígenes pre-agrícolas, pro-<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

25<br />

cedentes de Centroamérica y el oriente de Venezuela, se habían acomodado<br />

a los ecosistemas antillanos, explotando, sin conocimientos agrícolas,<br />

los nichos y zonas que eran cíclicamente importantes, porque contenían<br />

vida aprovechable tanto desde el punto de vista vegetal como animal.<br />

Las primeras dietas en la isla son las de los recolectores, cuyo modo<br />

de vida se basaba en el consumo cíclico y en la explotación de nichos<br />

ecológicos estables, usados en épocas en las que los mismos se enriquecían<br />

de manera natural. Su vida semi- nómada se percibe en los campamentos<br />

en los cuales dejaron restos de alimentación y evidencia del uso<br />

de fauna identificable.<br />

SOCIEDADES TEMPRANAS Y DIETA<br />

Las primeras sociedades en llegar a la isla y acomodarse en las zonas costeras,<br />

penetran la parte occidental de la misma, y cubren parte de la costa suroriental<br />

de Haití y la costa sur de la parte dominicana que incluye la península<br />

de Barahona y sitios de la provincia de Azua, y Pedernales. Los estudios<br />

de estos grupos humanos apuntan hacia un origen centroamericano. Los ar-<br />

Guayo de piedra<br />

volcánica decorado<br />

por cabezas<br />

opuestas de aves.<br />

Se usaba para<br />

rallar la yuca.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

26<br />

tefactos y las dietas de sitios estudiados en la parte dominicana, sugieren que<br />

estas sociedades, las que también incluyen el oriente cubano, provienen de<br />

lugares como Belice, antigua Honduras Británica, donde sociedades con las<br />

mismas características aparecen ya desde el año 9000 antes de Cristo ocupando<br />

zonas costeras y desarrollando una actividad pesquera y cazadora, en donde<br />

el uso de la canoa es fundamental. En el sitio de Monkey Point, Nicaragua,<br />

hacia el 6000 antes de Cristo, sociedades pescadoras dejaron montículos<br />

y acumulaciones de restos donde aparecen millones de conchas de todo<br />

tipo, restos de peces de alta mar como el tiburón, y de animales terrestres de<br />

origen selvático. Son formas de alimentación semejantes a las de Belice. El<br />

tránsito hacia las Antillas ocurre hacia el 4000 antes de Cristo, llegando a<br />

Cuba y Santo Domingo. Ese primer paso está constituido por sociedades que<br />

conocían en principio la pesca de alta mar, y que el llegar a la isla de Santo<br />

Domingo se replegaron cada vez más hacia las costas, generando una dieta rica<br />

en bivalvos marinos, ostras de arenas blandas, y peces litorales. Los arqueólogos<br />

han denominado estos grupos con el nombre de barreroides, y las<br />

fechas para el sur de Haití se centran hacia el 3700 antes de Cristo o antes<br />

según análisis de radicorbono. Sus instrumentos de supervivencia son artefactos<br />

hechos de sílex, roca cristalina capaz de ser convertida en lascas por<br />

golpeo, y materia prima importante para la creación de cuchillos, navajas,<br />

piedras lascadas para cortar maderas, y fundamentalmente puntas bien elaboradas<br />

y grandes, que sirvieron para la caza de iguanas, y posiblemente animales<br />

más grandes como el oso antillano, llamado Parocnus serus, o bien otro ti-<br />

po de ejemplar como lo es el llamado Acratocnus, por la ciencia.<br />

La segunda gran migración temprana proviene de las costas de Venezuela,<br />

y se trata de aborígenes igualmente desconocedores de la agricultura, con métodos<br />

de recolectores y de pesca diferentes a los de los llamados barreroides an-<br />

teriores. Se trata de grupos que pasan de Venezuela a la isla de Trinidad, se<br />

asientan allí hacia el siete mil antes de Cristo, y hacia el 3000 antes de Cristo<br />

emigran hacia las Antillas. Su dominio de las zonas estuarinas, lugares de<br />

aguas lénticas, y de los sitios donde existen manglares, nos hablan de otro mo-<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

27<br />

delo de ocupación para la cual el manglar es un importante almacén de alimentos<br />

y proteínas. El mangle, árbol acuático de raíces aéreas que se desarrolla<br />

generalmente en la desembocadura de grandes ríos tropicales y cuya extensión<br />

es común a las características de salinidad de las zonas estuarinas, constituyó<br />

para estos grupos, llamados banwaroides –por haber sido estudiados por<br />

vez primera en Banwari-Trace, isla de Trinidad,– un elemento clave de la supervivencia.<br />

Los banwaroides se aficionaron al consumo de raíces silvestres, la<br />

pesca de alta mar, la cacería en los estuarios, y el uso de una dieta en la cual<br />

los elementos vivos de los manglares constituyeron parte importante de su<br />

modelo alimenticio. En la isla de Trinidad el modelo usó como alimento monos,<br />

venados y animales selváticos que fueron parte de la fauna desde antes de<br />

que Trinidad se desgajara como isla de la parte continental de Venezuela posiblemente<br />

hacia el 5000 antes de Cristo. Vale señalar que el mangle, principalmente<br />

la especie Rizophora, es lo que puede denominarse un almacén ali-<br />

menticio vivo. En sus raíces se acumulan y crecen muy diversos tipos de ostiones,<br />

y crustáceos, pero igualmente las intrincadas raíces son un refugio de<br />

peces pequeños y medianos, así como de los juveniles de peces grandes que habitan<br />

el lugar y allí se protegen antes de arriesgarse a penetrar las aguas marinas<br />

una vez alcanzada la condición adulta. Sobre las frondas del mangle anidan<br />

diversas aves, incluidas yaguasas, gallaretas, y aves de paso, como las palomas<br />

que conformaban allí nidos en un tráfico desde África, y las palomas locales,<br />

colúmbidas antillanas de varios tipos representadas en la fauna recogida<br />

en los yacimientos antillanos. El manglar es un habitat húmedo, (medioambiente<br />

de humedal), sus fondos son fangosos, cenagosos, lo mismo que<br />

sus playas, lugar de reproducción de cangrejos de varias especies, fundamentalmente<br />

del cangrejo que los dominicanos llaman «paloma de cueva», (Car-<br />

disoma) así como de otras especies y de tortugas marinas de las cuales el llama-<br />

do carey es la más abundante. Las cercanías de plantas de thalasia, yerba marina,<br />

propicia la presencia del manatí antillano, cazado por los recolectores, y<br />

común a la desembocadura de ríos donde el alimento que los manglares generan,<br />

es común. Por lo tanto, había notable diferencia dietética con los anti-


guos barreroides que ocupan la isla desde el 4000 antes de Cristo y los banwa-<br />

roides que arriban a ella hacia el 3000 antes de Cristo, o sea, mil años luego, y<br />

que eran adictos al manglar y a sus productos y estaban orientados hacia la tierra<br />

y el mar como espacio de consecución de alimentos.<br />

Los banwaroides aprovecharon la riqueza de la fauna alojada o dependiente<br />

de los manglares para una explotación intensiva de la cual tenemos evidencias<br />

alimenticias en los grandes «concheros» o acumulaciones de conchas que dejaron<br />

al borde de los ríos y en ciertos abrigos rocosos donde desarrollaron parte<br />

de su vida. Las especies de bivalvos de todo tipo sobrepasan el número de<br />

veinte tipos, concentrados en millones de conchas, entre las cuales sobresalen<br />

los ostiones, que se producen arracimados en las raíces del mangle.<br />

Vale señalar la presencia hacia el 1500 0 2000 antes de Cristo de grupos<br />

ligados al oriente de Venezuela, como lo fueron los de la isla de Cubagua y<br />

Ambiente de<br />

manglar. Zona<br />

importante de<br />

recolección y pesca.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

29<br />

Margarita, denominados manicuaroides El nombre proviene de Manicuare,<br />

lugar donde fueron estudiados por Irving Rouse y J.M. Cruxent (Venezuelan<br />

Archaeology, Yale, 1975) Estos grupos tardíos, especializados en la pesca ma-<br />

rina, poseen una dieta más pobre que los dos grupos anteriores, y parecen<br />

haber pasado a Cuba sin hacer mucha escala en la isla de Santo Domingo,<br />

donde sus evidencias son mínimas.<br />

Los manicuaroides, fueron especialistas en la pesca y recolección marina<br />

fueron comunes en la isla de Cuba, donde sus instrumentos básicamente elaborados<br />

en concha, y el uso del lambí como alimento básico, es una dieta<br />

para tomar en cuenta. Los hallazgos de canoas en lugares cenagosos y de objetos<br />

de madera conservados por el agua y el lodo, justifican el uso de la gubia<br />

de concha común en toda Cuba y casi ausente entre las culturas recolectoras<br />

de la isla de Santo Domingo.<br />

En el sitio de La Isleta, desembocadura del río Higuamo, provincia de San<br />

Pedro de Macorís, hubo evidencias de ocupaciones es este tipo y vale decir<br />

que a juzgar por la mezcla de artefactos y materiales, los habitantes de La Isleta<br />

habían perdido ya hacia el 1200 antes de Cristo sus características instrumentales,<br />

y adoptado formas banwaroides de vida.<br />

Otras migraciones como la de grupos recolectores que usaron mucho de<br />

las plantas silvestres con nuevas características, ya que se asentaron en zonas<br />

de cavernas con aguas freáticas y usaron de la recolección de palmáceas<br />

y de la guáyiga (Zamia) intensivamente, constituyen una importante migra-<br />

ción que posee formas similares a la de los recolectores muy tempranos y elementos<br />

que acercan dichas migraciones al uso de objetos que aparecen luego<br />

en las culturas agrícolas.<br />

Estos grupos, llamados caimitoides, y ligados más que nada a la recolec-<br />

ción terrestre, constituyen hoy lo que los arqueólogos y antropólogos llaman<br />

un «horizonte cultural». Los primeros hallazgos realizados por nosotros<br />

en el sitio El Caimito, en la provincia de San Pedro de Macorís, y<br />

luego en otros lugares como Honduras del Oeste, en la capital dominicana,<br />

lo mismo que en el lugar llamado Musié Pedro, provincia de La Alta


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

30<br />

gracia, abrieron un panorama nuevo en el gusto y en la dieta antillana.<br />

Son estos grupos llamados «caimitoides», los primeros en acrecentar el<br />

consumo masivo de las babosas o caracoles de tierra como alimento básico,<br />

(Caracolus excelens y Polydontes sp.) y en dar consistencia de alimen-<br />

to permanente a la guáyiga (Zamia debilis), como punto clave de su sus-<br />

tento, tema sobre el cual trataremos más tarde, cuando detalladamente<br />

hagamos un recuento del uso de los alimentos en cada fase de ocupación<br />

hasta llegar a las sociedades agrícolas que siglos después culminaron con<br />

la presencia taína.<br />

Los grupos caimitoides fueron igualmente comunes en el oriente y centro<br />

de Cuba, y representan una posible corriente migratoria procedente del norte<br />

de Sudamérica, de residuos de grupos recolectores con conocimiento rudimentario<br />

de la agricultura y la alfarería. Parecen rechazar la fauna de manglar,<br />

la que por lo menos en la isla de Santo Domingo, luego de su uso intensivo<br />

por los banwaroides pasó a formar parte tardía de las ocupaciones<br />

agrícolas ya siglos luego, cuando los primeros agricultores se ubican en la<br />

costa sur de lo que es la República Dominicana.<br />

CULTURA DEFINIDA POR EL POSIBLE ALIMENTO<br />

Aunque hagamos un desvío del tema, puesto que en esta caso hablaremos<br />

de definiciones culturales por la ingesta, y haciendo paréntesis nos referimos<br />

a culturas agricultoras, es importante señalar, que la dieta aborigen y la concentración<br />

de residuos de alimentación de un mismo tipo, llevaron a algunos<br />

arqueólogos, como Froleich Rainey, de la Universidad de Yale, a clasificar<br />

culturas por el tipo de alimentación, como aconteció con los grupos pretaínos<br />

puertorriqueños que en muchos lugares del occidente de la isla centraron<br />

su alimentación fundamentalmente en la captura de cangrejos o<br />

«jueyes», los que dada su frecuencia, posiblemente cíclica, llevaron a Rainey<br />

a llamar «crab culture» a las manifestaciones de los grupos que usaron<br />

de tal alimento en ocasiones como forma básica de sustento. La definición<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

31<br />

de la cultura por la dieta se aprecia en la errática visión que luego se aplicara<br />

a grupos con canibalismo ritual, como los caribes, los cuales no fueron<br />

clasificados por sus elementos culturales como asentamientos, vasijas, y expresiones<br />

cotidianas, sino sobre la idea de que se «alimentaban» de carne<br />

humana. La cultura «caribe», caníbal, fue clasificada por su ingesta ritual y<br />

no por sus expresiones artísticas o productivas, las cuales eran similares a las<br />

de los taínos en muchos aspectos. Sin embargo hoy es posible establecer que<br />

los llamados «caribes», fueron un desprendimiento tardío del tronco lingüístico<br />

arawak o arahuaco, como lo confirmaron los estudios del lingüista Douglas<br />

Taylor, quien confirmó que más del 80 por ciento de los vocablos caribes<br />

conocidos, eran comunes al viejo tronco arawak. En su desarrollo agrícola,<br />

las culturas de los caribes, tenían características muy similares a la de<br />

los ciguayos y la de los taínos, incluyendo aspectos rituales.<br />

Vale la digresión y pasamos nuevamente al estudio clasificatorio de las<br />

primeras sociedades de la isla de Santo Domingo.<br />

CLASIFICACIONES<br />

Para hacer más comprensivo nuestro trabajo, puesto que nuestras páginas<br />

se basan más que nada en la arqueología, haremos una división entre los grupos<br />

pre-agrícolas (4000 A.C. a 200 D.C.) y los posteriores agricultores llegados<br />

igual que algunos grupos tempranos ya mencionados, de la zona nororiental<br />

de Venezuela. (500 A.C. a 1492)<br />

Para esta parte de nuestro trabajo hemos señalado varias «culturas» según<br />

el tiempo y las formas de vida. Las más tempranas serían:<br />

1. La de los barreroides. Culturas costeras, más ligadas a la recolección de<br />

tierra, zonas litorales, y a la pequeña cacería, con uso tardío de los manglares<br />

como espacio recolectivo. (3500 A.C. a 200 D.C.)<br />

2. La de los banwaroides. Culturas costeras con uso de raíces como la za-<br />

mia desde el primer momento de su presencia en la isla, y aprovechamiento<br />

alimenticio de toda la fauna de los manglares: peces, camarones, lisas,<br />

caimanes, tortugas, hicoteas, peces de alta mar, todo tipo de bivalvo con


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

32<br />

preferencia de los ostiones, y uso de caracoles de tierra o babosas en ocasiones.<br />

(3000 A.C. a 200 D.C.)<br />

3. La de los manicuaroides. Culturas centradas en la pesca, y posiblemen-<br />

te en el intercambio de sus productos con otros pobladores. La información<br />

señala que aparte de sus relaciones especializadas de tipo marinero, fueron<br />

recolectores de babosas de tierra, y grandes consumidores de estos animales.<br />

1800 A.C. a ...)<br />

4. La de los caimitoides. Habitantes de zonas cársticas cercanas a las caver-<br />

nas con agua freática... Su dieta incluye perro, iguanas, raíces, caracoles o<br />

babosas de tierra, guáyiga en alto porcentaje, y cacería de jutías más intensivamente<br />

que grupos anteriores. Fragmentos de vasijas han sido encontrados<br />

en cantidades ínfimas, lo que sugiere el uso de las mismas como elementos<br />

para la cocción indirecta, a diferencia de la directa establecida por los<br />

grupos anteriores. La dieta basada en la explotación de la fauna del mangle<br />

es reducida, lo que lleva a pensar en un rechazo a las formas banwaroides y<br />

barreroides de vida.<br />

Estas cuatro culturas, o formas culturales, las más tempranas conocidas,<br />

en la isla de Santo Domingo, no explotan agrícolamente el medio. Es decir<br />

que su dieta está conformada por una recolección muy acentuada, la pesca,<br />

la cacería y fundamentalmente el uso de vegetales silvestres. Aunque los llamados<br />

caimitoides tienen alfarerías simples, las mismas tienden a ser total-<br />

mente utilitarias, nada rituales, y de seguro usadas en la cocción de alimentos<br />

muy sencillos. Se discute si poseen formas agrícolas rudimentarias, ya<br />

que para muchos la presencia de alfarería supone conocimientos agrícolas,<br />

lo que hoy está dudas...<br />

LAS DIETAS, SON DIFERENTES<br />

Como comprobaremos más adelante, el régimen dietético de los primeros<br />

pobladores, someramente descritos, será diferente al de los posteriores<br />

agricultores que comenzarán a llegar a la isla de Santo Domingo a partir de<br />

los siglos IV y V antes de Cristo. La diferencia radica en la producción de ali-<br />

Pictografías indígenas<br />

con fauna diversa.<br />

Cultura taína.<br />

mentos, en la importación de un stock ya establecido continentalmente y en<br />

el tipo de alimento.<br />

La agricultura es un modelo de modificación del medio que se aleja del<br />

proceso de recolección como fuente básica de subsistencia, porque los aborígenes<br />

en vez de apoyarse totalmente en los ciclos naturales, los aprovechan<br />

combinando la producción controlada la que basan en la transformación<br />

del entorno. Así es como los alimentos que entre los grupos iniciales<br />

podrían considerarse fundamentales, pasan a ser complementarios durante<br />

el posterior período agrícola que va desde el siglo V antes de Cristo hasta<br />

1492, cuando predominan las sociedades aldeanas, estables y en su mayoría<br />

sedentarias. A partir del siglo V antes de Cristo, la agricultura es la principal<br />

forma productiva que desde la zona Orinoco-amazónica se extiende hacia<br />

el arco antillano como parte de un sistema de cultivo de raíces y de re-


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

34<br />

colección, basado en el uso fundamental del casabe producto de la manipulación<br />

económica de la yuca amarga (Manihot utilíssima) y de otros rubros<br />

como la yahutía, el lerén, el maíz, la guáyiga, los guáyaros, el mapuey, el maní,<br />

entre muchos otros frutos y alimentos cultivables que penetran el arco<br />

antillano como parte del stock agrícola de los nuevos ocupantes.<br />

El modo de vida aldeano, igualmente, abunda en ciertos tipos de domes-<br />

ticación que ayudan a la dieta, tal como la del perro comestible y las jutías<br />

de cierta especie, como habremos de señalar cuando tratemos los sitios con<br />

pruebas de domesticación como parte del consumo.<br />

PRIMERAS OCUPACIONES AGRÍCOLAS<br />

Las primeras ocupaciones de agricultores vienen desde la costa venezolana<br />

y remontan las islas antillanas llegando a Puerto Rico en el siglo IV antes<br />

de Cristo o quizás en el mismo siglo V antes de Cristo. Los estilos alfareros<br />

apuntan hacia varias formas culturales, pero todas poseen una dieta basada<br />

en el casabe. La muestra de que esta es una dieta fundamental y desconocida<br />

antes, es la presencia de burenes o budares donde se cuece el casabe,<br />

y el porcentaje de este tipo de instrumento, el que permite seguir el uso del<br />

pan indígena y establecer su popularidad, ascenso y descenso, si usamos estadísticas<br />

apropiadas. Es muy posible que plantas como el caimito, la lechosa,<br />

los hicacos, el caimoní, el ausubo y otras, formaran parte de un proceso<br />

de migración desde la zona orinocense hasta la actual Venezuela llegando a<br />

las Antillas, como es el caso de árboles con frutos comestibles como la anacahuita.<br />

En sus estudios botánicos, Alain Lioger informa sobre guayabas locales,<br />

endémicas. (La flora de La Española, Universidad Central del Este)<br />

Existe en la crónica referencia a frutos todavía sin identificar, lo que hace<br />

considerar que el uso silvestre de frutos no informados era mayor del que conocemos.<br />

Varios grupos de emigrantes con agricultura pueden ser considerados<br />

como ocupantes casi simultáneos del arco antillano. Los llamados sa-<br />

ladoides, procedentes del Orinoco medio y apostados ya hacia el año 1000<br />

antes de Cristo en la zona costera venezolana, lo mismo que los llamados ba-<br />

Figura estilizada de un<br />

lagarto. Los lagartos<br />

de varias especies<br />

fueron importantes.<br />

Cultura taína.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

35<br />

rrancoides, cuyas migraciones proceden del sitio Barrancas, en el Orinoco,<br />

asentándose también en la parte costera de Venezuela y las Guayanas, desde<br />

donde inician su paso hacia las Antillas. Estas migraciones, al iniciar<br />

contactos en las Antillas Menores, generan culturas híbridas llamadas «saladoides-barrancoides»,<br />

y ya hacia el siglo III y IV después de Cristo, explotan<br />

la fauna isleña y de alta mar, casi con los mismos métodos de los antiguos<br />

recolectores, para complemento de una rica producción agrícola, lo<br />

que posiblemente asegura contactos entre estos grupos agrícolas e intercambio<br />

con los viejos recolectores mencionados. En la isla de Vieques, Puerto<br />

Rico, las culturas de Sorcé y La Hueca, trabajadas por el arqueólogo Luís<br />

Chanlatte e Ivonne Narganes, parecen ser más que un desprendimiento de<br />

origen costero, un desprendimiento de culturas venezolanas andinas con<br />

trazas culturales parecidas a las de los «saladoides-barrancoides». Con estas<br />

culturas agrícolas se inicia una representación de la fauna en las vasijas de<br />

barro, imágenes a veces propiciatorias que apuntan hacia la consecución de<br />

la abundancia de algunos animales consumibles. Otra migración, importante<br />

para conocer los primeros usos de la fauna y los nichos ecológicos, es la<br />

del sitio El Barrio, en Punta Cana, en la isla de Santo Domingo, donde hemos<br />

fechado un asentamiento que hacia el siglo IV antes de Cristo parece<br />

haber llegado desde Sudamérica con una visión nueva, y que aprovecha intensivamente,<br />

al parecer, el uso de la zamia o guáyiga (Zamia debilis, planta<br />

endémica de la zona) como alimento, tal como mostraremos más adelante<br />

cuando detallemos los residuos faunísticos y polínicos que van desde el 4000<br />

antes de Cristo hasta la llegada de los españoles. Vale, sin embargo apuntar<br />

desde ahora que la guáyiga fue utilizada por grupos recolectores desde antes<br />

del 2000 antes de Cristo y que al parecer los grupos agricultores de siglos<br />

posteriores la utilizaron modificando el viejo patrón pre-agrícola al entrar<br />

en contacto con estos grupos, y en algunos casos, fundirse con ellos o aceptar<br />

de ellos formas alimenticias. El estudio más importante sobre la fauna de<br />

grupos agricultores es, sin dudas, el realizado por Edgar J. Maíz, para un sitio<br />

de la isla de Puerto Rico, y sobre el cual haremos luego el análisis.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

36<br />

Una secuencia resumida de estas sociedades agrícolas puede ser quizás<br />

concretada del siguiente modo:<br />

1. La llegada de sociedades saladoides y barrancoides apreciables en las<br />

Antillas Menores y parte de Puerto Rico, hacia el siglo IV o V antes de Cris-<br />

to, y su arribo tardío a la isla de Santo Domingo, evidenciado por datos obtenidos<br />

en La Caleta de Romana, hacia el siglo III de nuestra era...<br />

2. La llegada a Punta Cana, extremo este de la isla de Santo Domingo, de<br />

grupos diferentes a los saladoides-barrancoides, hacia el siglo IV antes de<br />

Cristo, casi simultáneamente con la llegada de los saladoides-barrancoides a<br />

Puerto Rico y las Antillas Menores. Son las sociedades agrícolas más tempranas<br />

para la isla de Santo Domingo...<br />

3. El desarrollo local en Puerto Rico, y luego en la isla de Santo Domingo<br />

de las culturas híbridas llamadas Cuevas y Ostiones, a partir del siglo VI<br />

después de Cristo.<br />

4. La posible migración de grupos tardíos generadores en la isla de Santo<br />

Domingo de una nueva cultura, la Macorís, oriunda del valle del Cibao y de<br />

la zona de Cutupú, y extendida hacia Haití y Cuba, con alfarerías llamadas<br />

«meillacoides» que se originan también en el valle del Cibao teniendo como<br />

base aspectos de la anterior cultura Ostiones u «ostionoide», y muy posiblemente<br />

de grupos agricultores que se habían asentado Punta Cana, desde<br />

el siglo IV antes de Cristo. Vale señalar que estas alfarerías se relacionan<br />

con grupos de lengua diferente de la llamada taína, dado el hecho de que es<br />

en aquella zona ,costa norte cerca de Haití actual, donde Colón tiene necesidad<br />

de que Fray Román Pané salga en la búsqueda de la lengua general de<br />

la isla, la más hablada, la taína...<br />

5. La posible migración de influencia caribe, ya tardía, hacia la costa nororiental<br />

de la isla de Santo Domingo, donde la presencia ciguaya, revela un<br />

tipo de lengua diferente de la taína, que era la considerada general de la isla.<br />

Esta migración debe ser posterior al siglo X de nuestra era, y es la única<br />

de las de Santo Domingo, en la que es imposible determinar la relación entre<br />

alfarería y lengua, ya que los ciguayos, pese a la información del Diario<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

37<br />

de Colón de que hablaban otro lenguaje, usaban de una alfarería relacionable<br />

con el estilo Boca Chica...<br />

8. La posible presencia desde el siglo IX o X de los grupos taínos, formación<br />

que se asienta en las experiencias de la culturas anteriores, como la «ostionoide»,<br />

y que parece tener influencias de un tardío desprendimiento de culturas<br />

barrancoides venezolanas ligadas a la costa y de un proceso de hibridación cultural<br />

generador de una línea de acción socioeconómica que hacia el siglo XIII<br />

culmina en el cacicazgo, incluidos los grupos macorijes y ciguayos...<br />

Todas estas tendencias culturales, parecen depender de los mismos elementos<br />

alimenticios básicos. El medio ambiente actúa de manera muy severa<br />

sobre ellas. Y se puede señalar que la última expresión, la taína, podría ser<br />

considerada la más adelantada. (Siglo VI a siglo XVI)<br />

LAS INFLUENCIAS<br />

Las influencias del norte de Colombia, la asimilación de una agricultura<br />

como la del llamado montículo agrícola proveniente de los grupos «ostionoides»<br />

de Puerto Rico, o tal vez de los grupos taironas colombianos,<br />

que lo usaron con intensidad, el mejor manejo del medioambiente asimilando<br />

la pesca y la caza a las dietas silvestres, y a veces abandonando cultivos<br />

tradicionales para obtener beneficios de otros, como la zamia o guá-<br />

yiga, parecen demostrar, conjuntamente con los restos dietarios y de polen,<br />

que entre los taínos hubo una formidable concepción de las variantes<br />

dietéticas y modelos de captación que como el uso del barbasco para envenenar<br />

peces, de las nasas de gran tamaño, de las redes, y de los corrales<br />

de pesca en la boca de arroyos y ríos, de la figa, del anzuelo y de otros recursos,<br />

acrecentaron el dominio de la fauna marina, con un sistema de navegación<br />

de alta mar que permitía la captura de animales de tamaño considerable.<br />

Muy posiblemente la domesticación de ciertos animales, como<br />

el perro, la hutía y aves de varios tipos, completaron una dieta local, hogareña,<br />

de gran rendimiento.<br />

Sin embargo, vale decir que en estas sociedades precapitalistas, el ciclo na-


tural fue fundamental. La obtención de alimentos entre los primeros habitantes<br />

pre-agrícolas desde el 4000 antes de Cristo, era el producto de una observación<br />

y de un conocimiento profundo del ecosistema. La de los agricultores<br />

fue más analítica y capaz de mantener la producción de sitios silvestres<br />

protegiendo los mismos de su explotación total. Los lugares no eran explotados<br />

de modo intensivo sino que se permitía la regeneración de los mismos, y<br />

en el caso de los recolectores sin conocimiento agrícola, las bandas nómadas,<br />

pequeñas, de no más de treinta personas, como es común en la Amazonía y<br />

en todo el globo incluyendo sociedades tribales actuales, no tenían capacidad<br />

suficiente para agotar, por ejemplo, el manglar. En muchos casos, por la<br />

ausencia de una permanente forma de asentamiento, los lugares eran explotados<br />

y abandonados para un retorno. La primera forma de producción de alimentos<br />

de los grupos agricultores es el llamado «cultivo de roza», que proce-<br />

Escena de<br />

cacería con arco.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

39<br />

dente de la selva venezolana viaja a las Antillas con todas sus características.<br />

Es lo que el campesino actual llama «tumba», una supervivencia nefasta del<br />

modelo taíno más atrasado. Los miembros del grupo tribal queman el territorio<br />

donde harán su sembradío, siembran sobre las cenizas, explotan el sitio y<br />

lo abandonan años después cuando la fertilidad desciende, repitiendo el proceso<br />

en una agricultura extendida, que en las Antillas se transformará, con el<br />

uso del amontonamiento de tierra y el sembradío con abonos, en intensiva.<br />

El abandono del territorio quemado y cultivado, sin embargo es relativo, pues<br />

durante los años de explotación los aborígenes mantienen la costumbre amazónica<br />

de sembrar frutales, los cuales siguen cosechando luego de haber abandonado<br />

el sitio. El ejemplo de los bosques de jagua, en Altamira, Puerto Plata,<br />

o de los bosques de higüero en el sur de Puerto Rico, podrían ser un ejemplo<br />

de supervivencia como la señalada.<br />

LA VIDA ALDEANA<br />

En el caso de las sociedades agrícolas mencionadas, la vida aldeana tenía<br />

otras características y la producción era controlada. La vida aldeana estaba<br />

confirmada por el modelo clánico, en el cual la familia era fundamental, extendida<br />

o nuclear. La descendencia en la sociedad tribal es una modalidad<br />

de aglutinamiento productivo. En las anteriores sociedades semi-sedentarias,<br />

recolectoras, no existe la organización clánica, ni tribal, y el modelo<br />

apunta hacia un tipo de grupo humano que los antropólogos llaman «sociedad<br />

de bandas», porque no existe sentido de la matrilinealidad que caracteriza<br />

a las sociedades aldeanas, donde las herencias genéticas se perciben al<br />

través de la madre, y donde el uso del terreno, ya culturizado por su transformación<br />

productiva, es parte de la cultura y de la permanencia. De modo<br />

que en las sociedades tribales aldeanas, si bien el medioambiente tenía sus<br />

reglas de supervivencia naturales, el hombre reproducía alimentos por su<br />

cuenta, y la explotación recolectiva era morigerada por la producción agrícola,<br />

aunque no en todos los casos.<br />

En el caso de los agricultores, la presión sobre el medioambiente fue con-


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

40<br />

trolada en parte por la producción local, en la que el conuco, desde el inicio<br />

de las migraciones agrícolas, resultó ser en la mayoría de los asentamientos<br />

humanos, un almacén vivo y natural de las comunidades.<br />

UNA DIETA ESPECIALIZADA<br />

La dieta aborigen tenía, durante el período agrícola de la historia temprana<br />

de la isla, sus características culturales inminentes. La mejor carne para<br />

los caciques, y autoridades tribales, el casabe de pequeña y fina masa (xaba-<br />

xao), para los personajes importantes de la tribu. El almacenaje era una es-<br />

pecialidad de los ayudantes del cacique, la repartición de los alimentos en<br />

caso de crisis era, modelo establecido por la autoridad cacical. Las bebidas<br />

para fiestas y areitos, un modelo controlado. La producción de bebidas espiritosas<br />

de casabe fermentado y maíz también tratado del mismo modo, tenía<br />

ribetes rituales.<br />

La especialización de la dieta, entre la cual debió haber cierta fauna ritual,<br />

o dedicada al uso de importantes sectores de gobierno en el período cacical,<br />

debió considerarse como elemento distintivo. En las sociedades taínas<br />

del siglo XIII al XV, las ofrendas de vasijas con alimentos en el interior dan<br />

cuenta de la importancia que la dieta tenía para los integrantes de la sociedad.<br />

<strong>Parte</strong> de los alimentos terrestres se transformaban en alimentos para el<br />

más allá. Frutas como la guayaba se consideraban rituales, al punto de que<br />

se creía que en los guayabales vivían las opias, o espíritus de los desencarnados,<br />

los que se alimentaban de la misma.<br />

La fauna comestible y la ritual aparecen representadas en la estatuaria indígena,<br />

y en las vasijas, donde además, elementos de la fauna son representados<br />

evocando leyendas donde aparece la figura humana mezclada con formas<br />

animales.<br />

ENTERRAMIENTOS HUMANOS Y REPRESENTACIÓN<br />

En el lugar denominado El Soco, provincia de San Pedro de Macorís, hacia<br />

el siglo XIII de nuestra era, la sociedad cacical usó de ofrendas humanas,<br />

Punta de proyectil de<br />

la Cordillera Central.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

41<br />

como, por ejemplo, la de niños y fetos localizados como parte de un extraño<br />

rito. Dentro de las vasijas se perciben restos de peces y de aves, lo que<br />

posiblemente indica que también alguna flora debió formar parte de las<br />

ofrendas. (Marcio Veloz Maggiolo y Fernando Luna Calderón. El Higuamo<br />

antes de Cristo, inédito)<br />

Entre los llamados «ostionoides», hacia el siglo IX hay evidencias en<br />

cavernas del este de la isla, de enterramientos con huesos humanos pintados<br />

de rojo, quemados y fragmentados adrede, que pudieran sugerir algún<br />

canibalismo ritual común, según lo sugiere Miguel Acosta Saignes, en su<br />

fundamental obra Estudios sobre Etnología Antigua de Venezuela, cuando se-<br />

ñala que más del 80 por ciento de las sociedades selváticas amazónicas<br />

practicaron algún tipo de canibalismo, con variantes que van desde el endocanibalismo,<br />

o sea, la ingestión de restos de familiares para obtener sus<br />

características, hasta el llamado «canibalismo ritual» que fue común a muchos<br />

de los pueblos caribes, y a los axaguas o achaguas venezolanos, de origen<br />

arawak o arahuaco, tronco del que también provenían las sociedades<br />

agrícolas antillanas.<br />

OFRENDAS Y DIETAS SOCIALES<br />

Las ofrendas eran muchas veces el resultado de la posición social de los<br />

individuos. Y en algunos casos como, acontece en El Carril, en la provincia<br />

de Valverde, sociedades como las macorijes, ligadas a la alfarería llamada<br />

«meillacoide», usaron perros como ofrenda en sus enterramientos hacia el<br />

930 de nuestra era, mientras que en el cementerio de La Unión, provincia<br />

de Puerto Plata, los enterramientos poseían como ofrendas pesas de redes, y<br />

abundantes caracoles de los llamados «burgaos» (Cittarium pica) con la casi<br />

total ausencia de vasijas como la única encontrada en sitio, de origen taíno,<br />

evidencia de que se trataba de una cementerio o aldea de pescadores, a los<br />

cuales se les colocaba parte de la dieta común al sitio, ligada con cierto instrumento<br />

de producción como la pesa de red.<br />

El hallazgo en Cabo San Rafael, provincia de La Altagracia, de un collar


de cuatro mil cuentas de colmillos de perro, con algunas obtenidas de colmillos<br />

de foca tropical y de cachalote o ballena, posiblemente ofrenda cacical<br />

y ubicable en el siglo XV, o poco antes, permite suponer la crianza del<br />

perro para fines dietéticos y para uso de su dentadura en una especie de industria<br />

ritual., pero también de la esporádica cacería de focas tropicales<br />

(Monachus tropicalis) y de ballenas de poco tamaño. (Globicephala sp.) Un<br />

simple cálculo permite suponer que fueron sacrificados por lo menos mil<br />

animales para este trabajo, parte de cuyas cuentas están labradas con rostros<br />

antropomorfos. Cuatro mil cuentas decoradas revelan una suma de animales<br />

que alcanza los mil. No sabemos si los mismos fueron sacrificados para<br />

esos fines o si bien el usuario los fue colectando ya decorados como parte de<br />

una recolección, de un uso de estos elementos biológicos como cuentas intercambiables.<br />

Otra posibilidad sería la de la crianza especializada para su<br />

Escena de pesca.<br />

Diorama del Museo del<br />

Hombre Dominicano.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

43<br />

uso dietético y ritual en el caso de extracción de los colmillos, ya que no hay<br />

otro tipo de pieza dental que no sean caninos.<br />

En su trabajo titulado Nuevas citas para mamíferos precolombinos en La His-<br />

paniola (Cuadernos del Cendia, UASD, Vol. CCLIX, No. 5) el paleozoológo do-<br />

minicano Renato Rímoli, hizo la descripción de las características de 32 piezas<br />

analizadas, ya que las demás están dispersas y cuidadas por coleccionistas<br />

nacionales y museos y centros culturales, como la Colección de la Sala<br />

de Arte de la Fundación García Arévalo, el Centro León de la ciudad de<br />

Santiago y el Museo del Hombre Dominicano... En el collar citado, había,<br />

además, piezas dentarias, colmillos, de la foca tropical llamada Monachus<br />

tropicalis, y de un diente de ballena del género globicephala, sin embargo en<br />

las piezas dentarias de la colección del Museo del Hombre Dominicano,<br />

existen dientes de globicéfala pertenecientes al mismo collar, y que son, pa-<br />

recidos a los colmillos de perro.<br />

La foca tropical, encontrada por vez primer por Colón y sus hombres en<br />

islas adyacentes a la de Santo Domingo, fue exterminada en el siglo XIX, ya<br />

que su última descripción, hecha por E. Gray, aparece en un dibujo de<br />

Henry H. Elliot, del ejemplar conservado en el U.S. Nacional Museum, con<br />

la ficha No. 13950. Ejemplares parecidos sobreviven en las costas mejicanas<br />

y del pacífico peruano.<br />

LA REPRESENTACIÓN DE LA DIETA<br />

En algunas de las cavernas dominicanas donde el aborigen del período<br />

agrícola dejó muestras gráficas de su entorno y de sus gustos por la fauna, están<br />

representadas escenas que remiten a la importancia de su dieta. En las<br />

cuevas de Borbón, provincia de Samaná, en las del Infierno, provincia de<br />

Samaná, y las de los lugares del Parque Nacional del Este, como la de José<br />

María, pueden apreciarse pictografías referidas a la fauna y la flora que los<br />

grupos agrícolas, posiblemente taínos, consideraban fundamentales para su<br />

vida común.<br />

En la Cueva del Infierno, Los Haitises, Samaná, la presencia de una fau


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

44<br />

na avícola podría referirse a la necesidad de atracción de fauna usada o que<br />

se consideraba importante para el consumo. Las zancudas, comunes a muchos<br />

lugares antillanos, como el sitio excavado por Edgar Maíz en Hernández<br />

Colón, costa sur de Puerto Rico, parecen ser gráficamente expresado en<br />

la caverna, donde peces como el tiburón están representados, y se percibe la<br />

presencia de aves en busca de alimento. En las cuevas de Borbón, ricas en<br />

información, la cópula de perros, ricamente lograda, habla de la importancia<br />

de este animal como parte de la vida cotidiana, y el arqueólogo se pregunta<br />

si esta escena no está dedicada a la búsqueda de la reproducción de un<br />

animal cuya importancia dietaria y familiar era fundamental para el aborigen.<br />

En la cueva de José María, Parque Nacional del Este, la presencia de<br />

plantas que formaron parte de la subsistencia indígena, esta representada<br />

por el maíz y la guáyiga. De la última se percibe no sólo la raíz profunda de<br />

la misma, sino el follaje, lo mismo que de la planta de maíz. Es común la variedad<br />

de aves acuáticas que son, en verdad, la repetición de un estilo pictográfico<br />

en el cual se detalla con sentido artístico un ámbito común al consumo.<br />

Algunos instrumentos como el cibucán para exprimir la masa de la<br />

yuca y el guayo indígena hecho de madera y piedrecillas incrustadas, comunes<br />

aun a la Amazonia actual, aparecen como una muestra de que parte del<br />

acervo pictográfico tiene que con un arte parcialmente ritual y de otro modo<br />

utilitario y orientado a tareas de producción de alimentos.<br />

Estas simples muestras revelan que el cambio en el concepto dietario fue<br />

fundamental entre los taínos. El primer registro de restos de perro como dieta<br />

aparece en el sitio El Caimito, hacia el 300 antes de Cristo, sociedad recolectora,<br />

y se trata de un molar sin perforación, producto de la dieta del sitio,<br />

en el que babosas de tierra, –caracoles terrestres– constituyen una fauna<br />

importante. Ya hemos dicho que los «camitoides», constituyen una cultura<br />

recolectora fabricante de cerámica, cuyos estudios están siendo completados<br />

en el Oriente de Cuba, porque podrían resultar un horizonte cultural<br />

antillano con contactos en el norte de Colombia, desde posiblemente el siglo<br />

IV ó V antes de Cristo.<br />

Collar hecho de<br />

colmillos de perro.<br />

Cultura taína.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

45<br />

LOS ALIMENTOS RITUALES<br />

Los alimentos rituales son aquellos que pertenecen a una dieta especializada,<br />

y que pueden ser parte de las ofrendas y del uso dietario para fines ceremoniales.<br />

Cultura y dieta fueron elementos claves de la vida taína.<br />

Hemos referido estos datos como un avance de aquellos que desarrollaremos<br />

cuando entremos de lleno en las características culturales de cada grupo.<br />

Lo que vale en esta primera aproximación es la conformación de la idea<br />

de que sólo a partir de la llegada de los grupos agrícolas existe una «ritualización»<br />

y una variación importante del sistema alimenticio de los grupos<br />

precolombinos, pese a que en numerosas ocasiones, las fuentes de obtención<br />

de alimentos coinciden cuando se trata de la explotación del ciclo ecológico.<br />

El estudio conjunto de ciertas alfarerías taínas nos recuerdan la ritualización<br />

de la fauna como un elemento del arte. Las características de esta ritualización<br />

es la conversión de elementos en objetos ceremoniales con representación<br />

de la fusión del animal con el ser humano, proponiendo una<br />

especie de conversión del alimento o el animal mismo, en objeto sostenedor<br />

de la cultura.<br />

Vasija con rana,<br />

uno de los dioses<br />

taínos de las aguas.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

46<br />

DETALLES DE LA DIETA DE LA SOCIEDAD RECOLECTORA<br />

LOS «BARREROIDES». (4000 A.C. A II D.C.)<br />

Al enumerar las sociedades recolectoras que inician su vida antillana en<br />

el cuatro mil antes de Cristo, hemos hecho énfasis en algunas de sus características<br />

básicas. Vale la pena verlas ahora en detalle como dependientes de<br />

la fauna y de la flora, y de los ciclos naturales y no como creadoras de riquezas<br />

dietarias por cuenta propia. Nuestro primer análisis dietario se basará en<br />

resultados, no tan abundantes, de excavaciones arqueológicas llevadas a cabo<br />

en el país durante los años 70 al 90 del siglo pasado.<br />

GASTRONOMÍA DE LOS BARREROIDES<br />

En primer lugar trataremos las dietas de los ocupantes tempranos ligados<br />

a lo que hemos llamado anteriormente grupos de cultura barreroide. En sus<br />

orígenes centroamericanos estos grupos fueron cazadores de grandes animales<br />

continentales, y en la medida en que se adaptaron a las costas de Belice,<br />

y tal vez a las de algunos puntos de Centroamérica no conocidos, fueron conformando<br />

su vida con la creación de procesos cada vez más intensivos de recolección.<br />

Sin embargo, sus instrumentos están logrados para trabajo en madera,<br />

fundamentalmente. Son viejas formas paleolíticas de navajas, puntas,<br />

raspadores y cuchillas, hechas en cristalino sílex. En su tesis doctoral sobre el<br />

sitio de Barrera-Mordán (Tennessee University), el doctor A. Gus Pantel,<br />

demuestra que los «barreroides» usaron en gran medida la madera para hacer<br />

sus viviendas, y posiblemente fueron importantes forjadores de cestería para<br />

el traslado de alimentos. Algunos de los lugares más destacables en los que<br />

aparecen sus restos son Río Pedernales, Cueva Roja, y Jinagosa en la provincia<br />

de Pedernales, así como en Barrera-Mordán, en la provincia de Azua; Ile<br />

a Vache y la Bahía de Puerto Príncipe, en la República de Haití. Evidencias<br />

aisladas están presentes en algunos puntos de la sierra de Neyba y la Cordillera<br />

Central, como también en la península de Barahona, donde los asentamientos<br />

fueron estudiados por Elpidio Ortega y José G. Guerrero, en su obra<br />

(Estudio de cuatro nuevos sitios paleoarcaicos en la isla de Santo Domingo, 1981).<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

47<br />

Como puede notarse, a su llegada desde el norte de Centroamérica, estos grupos<br />

se difundieron hacia el suroeste de la isla y no ocuparon sino tardíamente<br />

las zonas de manglares, y se alimentaron de la pesca, la recolección de especies<br />

marinas como el bivalvo llamado Arca (Arca sp.), y otras especies de<br />

los arrecifes rocosos. Su dispersión fue común igualmente hacia el occidente<br />

de Cuba, donde el sitio Levisa alcanza los 3190 antes de Cristo.<br />

LA TEMPRANA JUTÍA<br />

La abundante presencia de jutías de la especie Isolobodon portorricensis,<br />

constituyó en parte su dieta cárnica fundamental. Los sitios mencionados<br />

son coherentes en cuanto al tipo de dieta. Los restos, machacados y quemados<br />

de este tipo de jutía, hablan de un asado rústico, en el cual la piel<br />

parece haber sido quemada y separada luego de la carne dadas las muestras<br />

de fibras en algunas piezas según comunicación de Fernando Luna Calderón,<br />

(comunicación personal). Sin embargo en su análisis estadístico Renato<br />

Rimoli, sugiere igualmente que algunos restos son en verdad ofrendas,<br />

como en el caso de Cueva Roja, donde está la mayoría de restos alimenticios.<br />

La estadística llevada cabo por Renato Rímoli en este lugar obliga a<br />

pensar en que la cacería indiscriminada de jutías tenía igualmente fines alimenticios.<br />

(Veloz Marcio Maggiolo, Fernando Luna Calderón y Renato Rímoli.<br />

Investigaciones Arqueológicas en la Provincia de Pedernales. UCE. 1979).<br />

Los centenares de huesos son restos de animales de todos los tamaños. En<br />

la dieta del hombre de Pedernales no había realmente una selección de la<br />

cacería de jutías en función de la edad y el tamaño de los animales, ya que<br />

juveniles y adultos conforman los restos alimenticios. El número mínimo<br />

fue de unos 101 animales concentrados en el abrigo rocoso, y tratados culturalmente,<br />

o sea ingeridos, puesto que no existen evidencias de animales<br />

completos, enterrados o bien colocados de manera que puedan ser considerados<br />

piezas ofertorias totales. En todo caso, y como lo sugiere Rímoli, los<br />

fragmentos fueron colocados allí acompañando a los numerosos restos humanos<br />

fragmentarios también que aparecieron en el abrigo rocoso. Muchos


de estos restos humanos se encontraron formando bloques consolidados,<br />

fragmentados y tratados como basura. En su estadística aparecen varias especies<br />

de jutías ya extintas, incluyendo la llamada Isolobodon portorricensis,<br />

pero igualmente restos de las llamadas Hexolobodon phenax, y Heteropsomys<br />

voratus. La Plagiodontia aedium, la única que ha llegado hasta nosotros, apa-<br />

rece igualmente como parte del dietario de Cueva Roja, en Río Pedernales,<br />

fechado hacia el 2590 antes de Cristo, lo que evidencia que muchas de<br />

estas especies fueron cazadas y exterminadas por el hombre. De éstas, algunas<br />

como la Isolobodon portorricensis, endémica de la isla de Santo Domin-<br />

go, a pesar de su nombre, pero común en varias de las Antillas, llegaron a<br />

ser consumidas por el español.<br />

Los huesos largos de aves marinas revelan que en este punto, cercano al<br />

mar, las aves de este tipo fueron usadas como alimento, lo mismo que los can-<br />

La jutía, importante<br />

roedor común en la<br />

dieta precolombina.<br />

Fragmentos de<br />

mandíbulas de<br />

jutías, un alimento<br />

fundamental de las<br />

culturas precolombinas.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

49<br />

grejos de tierra, del género Cardizoma Vale apuntar que acompañando a las<br />

osamentas se recuperaron instrumentos cortantes, lo que hace suponer que en<br />

el lugar se practicaran desollamientos ligados a la alimentación. La Cueva Roja,<br />

no presentaba un solo esqueleto humano en condiciones óptimas. Conjutamente<br />

con los «paquetes» de huesos consolidados se rescataron huesos largos<br />

abiertos longitudinalmente para posiblemente extraer el tuétano.<br />

POSIBLE CANIBALISMO RITUAL<br />

Los restos humanos tenían el mismo trato que los desechos alimenticios<br />

lo que ha hecho suponer la presencia de cierto canibalismo ritual no confirmado.<br />

Vale, en estas condiciones, señalar que durante largo tiempo la negativa<br />

a que hubiese un canibalismo antillano ha sido un elemento muy ligado<br />

a la concepción de que los taínos, en el caso del período final de nuestra<br />

historia antigua, no eran caníbales. Pero resulta interesante que en el caso<br />

de las culturas recolectoras como la barreroide y la banwaroide, parece haber<br />

evidencias de cierto canibalismo, como lo atestiguan huesos humanos de<br />

ambas desde el 2590 al 2050 antes de Cristo y en el sitio barreroide denomi-<br />

nado Cueva Roja, lo mismo que en el banwaroide llamado Hoyo de Toro,<br />

provincia de San Pedro de Macorís; teniendo el primero la presencia de<br />

huesos largos cortados longitudinalmente para extraer el tuétano y el segundo<br />

un hueso con trazas de haber sido modificado por cortes de instrumentos<br />

para separar parte de la carne del mismo luego de su fragmentación. Para nosotros,<br />

son las primeras muestras de posible canibalismo ritual entre grupos<br />

pre-agrícolas. Hoy es casi confirmable desde muy temprano en las Antillas,<br />

la evidencia que Acosta Saignes señala como parte del canibalismo en casi<br />

todas las sociedades amazónicas. En su obra Estudios de Etnología Antigua de<br />

Venezuela, explica las posibles causas del canibalismo inicial como resulta-<br />

do de crisis de alimentos que ritualizan el hecho para justificarlo. Se refiere<br />

a los grupos agrícolas amazónicos, los cuales eran de una y otra manera caníbales,<br />

pero no explica el hecho en grupos pre-agrícolas.<br />

Algunas semillas de origen incierto están representadas en el lugar de


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

50<br />

Cueva Roja, conservadas por la ceniza. La uva de playa, la llamada guanábana<br />

cimarrona, la guásuma son identificables lo que sugiere que no hayan sido<br />

traídas por los navegantes y que fueran ya presentes en la isla al momento<br />

de la llegada de los recolectores. Extrañamente extrañamente, la ausencia<br />

de conchas es notable, lo mismo que la ausencia de caracoles de tierra o babosas,<br />

los que constituyeron para otros grupos recolectores un alimento fundamental.<br />

Consideramos que Cueva Roja podría representar un lugar ritual.<br />

El informe de Fernando Luna Calderón, contenido en Investigaciones Ar-<br />

queológicas en la Provincia de Pedernales, Universidad Central del Este, 1979,<br />

mueve a pensar que el sitio de Cueva Roja fue un vertedero ritual. El lugar<br />

es un abrigo rocoso de menos de un metro de altura y de una profundidad que<br />

no alcanza los dos metros y medio. Allí se aglutinaron restos fragmentarios<br />

de más cien individuos incompletos. No había modo de hacer vida dentro<br />

del abrigo, y por lo tanto, todo cuanto se encontró allí, es producto de un<br />

traslado. Es, en el mejor sentido de la palabra, un residuario. El calcio natural<br />

fusionó numerosos huesos ya partidos y colocados en montones, y en ocasiones,<br />

el rescate de huesos quemados que incluyen vértebras, podría hacer<br />

suponer que los cadáveres eran fragmentados y quemados fuera, para su colocación<br />

posterior en el lugar. Los análisis biológicos permiten señalar que a pesar<br />

de la dieta, los pobladores del lugar sufrieron de importantes patologías<br />

comunes a una alimentación desequilibrada, desarrollándose una anemia común.<br />

Las llamadas «líneas de Harris», con las que el hueso marca las fallas<br />

alimenticias del sujeto en ciertos momentos de su vida, son muy comunes, y<br />

pueden seguirse las fallas alimenticias, dietéticas, de estas poblaciones al través<br />

de su identificación microscópica. Los restos humanos, confundidos con<br />

la posible dieta inicial, revelan infecciones, artritis, cambios osteo-degenerativos,<br />

numerosas fracturas productos de la vida errante, pero también de huesos<br />

débiles, mal alimentados. Esta alimentación cárnica, propiciaba grandes<br />

cantidades de proteína, pero posiblemente la ingestión de carbohidratos no<br />

llegaba a lograr los balances dietéticos necesarios. Las defensas fueron bajas,<br />

y las infecciones numerosas, al punto de que están presentes en muchos hue-<br />

Fragmentos de restos<br />

alimenticios. Jutías.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

51<br />

sos. Una elemento que revela el tipo de dieta altamente cárnica es la presencia<br />

de caries dentales intersticiales, laterales y oclusivas, producto de las fibras<br />

de alimento cárnico remanentes entre las dentaduras. Las evidencias de<br />

carnes crudas, o mal cocidas, o cocidas a medias, mediante asados incompletos,<br />

parecen ser un elemento clave para explicar el fenómeno, ya que en las<br />

sociedades agricultoras se produce otro tipo de caries como es el desgaste<br />

oclusal y lateral, vertical, de la corona de los dientes por masticación de gránulos<br />

de arena contenidos en el casabe rallado o guayado en ralladores y guayos<br />

de piedra que desgastan la dentadura, a veces haciendo desaparecer la corona.<br />

No es este el caso de los barreroides.<br />

No hay dudas de que esta deficiente y desequilibrada alimentación, las in-<br />

fecciones y la indefensión sanitaria mermaron la población temprana «pedernalense»,<br />

puesto que las estadísticas son reveladoras de que la mortandad infantil<br />

superaba el 35%, y que más del 10% de la población tenía crisis al llegar<br />

a la adolescencia, como apunta Luna Calderón en su análisis óseo. Parece<br />

que en la consecución de alimentos silvestres eran los adultos los encargados<br />

del trabajo más fuerte, puesto que son ellos los que presentan un mayor número<br />

de traumatismos. La media de vida de esta población recolectora, en los restos<br />

de Cueva Roja analizados, no llegaba a los 25 años, aunque hay evidencias<br />

de algunos individuos con edades más allá de los cuarenta o cincuenta.<br />

A nuestro juicio Cueva Roja, a diferencia de otros lugares de las culturas<br />

barreroides, no es un sitio típico de ocupación. Parece un lugar especializado<br />

para colocación de ofrendas o desechos constituidos por restos de alimentos,<br />

restos humanos quemados ritualmente, y artefactos relativos a la labor ligada<br />

a este posible ritual, o la costumbre.<br />

CAMBIO DE LUGAR, CAMBIO DE DIETA<br />

Pero no todos los residuarios barreroides se presentan con estas característi-<br />

cas. Si descendemos a las orillas del río Pedernales, cerca del poblado llamado<br />

Mencía, veremos otra dieta barreroide, la relativa a los campamentos y si-<br />

tios de vivienda de estas sociedades. Siendo los mismos habitantes, el cambio


Restos de Parocnus<br />

llamado también «Oso<br />

de la cordillera».<br />

Al parecer extinto<br />

antes de la llegada<br />

de los taínos.<br />

Su carne fue<br />

aprovechada por los<br />

grupos recolectores<br />

hacia el 800<br />

antes de Cristo.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

52<br />

en la dieta es el producto de un cambio de lugar. Este ocupante temprano de<br />

la isla usaba, como en otros casos de recolectores, de lugares diferentes según<br />

fuera la explotación del medio. Lo mismo pasa con el sitio llamado Puerto<br />

Alejandro, trabajado por José Guerrero y Elpidio Ortega y fechado hacia 1800<br />

antes de Cristo. La dieta fundamental de las sociedades barreroides cercanas a<br />

la costa estuvo basada en la recolección de bivalvos, y en especies como las<br />

llamadas Arca, ostras de arena, lo mismo que en el uso de los chitones y acant-<br />

hopleuras, conocidas como cucarachas de mar. Hay restos de cangrejo. La pes-<br />

ca debió ser abundante, pero no aparece bien representada en estos lugares, lo<br />

que sugiere que cada tipo de fauna corresponde a un campamento diferente,<br />

a un sitio de ocupación pasajero, como acontece en otros lugares de culturas<br />

diferentes. La fauna en el sitio de Barrera-Mordán, en la provincia de Azua,<br />

tiene gran relación con la recolección de un tipo de bivalvo llamado «arca»,<br />

el cual era común en las playas arenosas del sur de la isla.<br />

A diferencia del instrumental encontrado en Cueva Roja, en Río Pedernales<br />

se recuperaron pocos morteros de piedra para machacar raíces y semillas.<br />

De mismo modo se recuperaron dos colgantes de barro sin cocer. Los morte-<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

53<br />

ros son reveladores de que la dieta marina, la cacería pequeña, y la dieta mínima<br />

de productos vegetales se complementaron con la de los roedores o jutías.<br />

La presencia de puntas de sílex lanceoladas, es común, y de tamaños diversos.<br />

La zona, rica en iguanas, debió proveer de estas a los lugareños, aunque<br />

la evidencia de iguanas usadas como alimento tampoco es muy determinante.<br />

Vale señalar, sin embargo, que las puntas, bien trabajadas, pueden considerarse<br />

instrumentos para la supervivencia, y que el mar debió ser importante<br />

desde el punto de vista de la consecución de proteínas, ya que son las conchas<br />

marinas el resto de alimentación que presenta mayores acumulaciones.<br />

Para los investigadores el estudio de sitios de ocupación no permanente<br />

tiene el inconveniente de que las acumulaciones de residuos alimenticios<br />

son pocas, y difíciles. La tendencia es la de interpretar los instrumentos productivos,<br />

y tratar de encontrar en ellos alguna respuesta a la vida de las comunidades.<br />

Por tales razones las grandes puntas de sílex, son una respuesta<br />

al hecho desconocido o no comprobado, de la cacería de una fauna que como<br />

la iguana, o los peces de buen tamaño, pudiese conformar una dieta no<br />

encontrada en los sitios.<br />

Vasija taína con<br />

cabeza y extremidades<br />

de hicotea. La hicotea<br />

fue dieta común en<br />

los grupos macorises.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

54<br />

¿EL OSO CORDILLERANO, UNA DIETA<br />

DE LOS BARRERORIDES?<br />

En las Antillas, los osos prehistóricos, llamados «edentados», animales de<br />

gran tamaño, fueron una fauna hoy extinta que llegó a ser utilizada en algunos<br />

lugares, como en la isla de Cuba, donde llegaron a ser una dieta nada<br />

abundante, pero real, para algunos grupos agrícolas. Existen pocas fechas para<br />

este tipo de animal, alguno de los cuales, como el llamado Parocnus, al-<br />

canzaría una estatura mayor a la del hombre y un peso superior a los 200 kilos,<br />

lo mismo que el Mesocnus. En la actualidad los estudios de este tipo de<br />

animal para la isla de Santo Domingo revelan una insistente presencia, y<br />

existen nuevas clasificaciones que no es el momento de señalar, dado el carácter<br />

especializado de los nuevos tipos y reclasificaciones hechas por R.D.<br />

E. MacPhee, Jennifer L. Whitem y Charles A. Woods, quienes en su texto<br />

New Megalonychid Sloths from Quaternary of Hispaniola, American Museum<br />

Novitates, 2000, se refieren por lo menos a 8 sitios en los cuales han sido<br />

encontrados restos de estos edentados.<br />

La presencia de los «edentados» parece haber superado las barreras del tiempo<br />

en muchos lugares, puesto que sus restos han sido encontrados de manera<br />

insistente. Las cavernas antillanas han sido lugares donde estas especies se han<br />

recuperado. En un estudio titulado Tafonomía del Depósito Arqueológico Solapa<br />

del Megalocnus, en el Noroeste de Cuba, los autores cubanos Carlos Arredondo<br />

y Raúl Villavicencio, Revista de Biología, La Habana, 2004, señalan evidencias<br />

cronológicas que parecen corroborar la idea de que estos animales fueron consumidos<br />

por los recolectores cubanos de épocas tempranas.<br />

Hacia comienzos de los años 70 del siglo pasado, el historiador Roberto<br />

Cassá detectó en el sitio de Chinguela, Constanza, Cordillera Central, restos<br />

fragmentarios de edentados pertenecientes a varios animales colocados<br />

en un abrigo rocoso incapaz de contener un animal completo, debido al tamaño<br />

del lugar o del abrigo. La posterior visita al lugar nos permitió establecer<br />

la imposibilidad de que los animales de la especie Parocnus serus, hubie-<br />

sen estado allí por cuenta propia. La fragmentación de muchas de sus par-<br />

Babosa o<br />

caracol de tierra.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

55<br />

tes, conservadas por el frío cordillerano, suponía que los animales hubiesen<br />

sido colocados ya fragmentados, junto a otros restos, en el sitio.<br />

La fecha de 850 antes de Cristo arrojada por parte de los restos facilitados<br />

por el doctor Cassá, apuntaba a que estos animales, como aconteció<br />

en la isla de Cuba, con edentados parecidos, fuesen parte de la dieta<br />

de los barreroides, puesto que las puntas de sílex sin contexto encontradas<br />

en la Cordillera Central, por su tamaño, no sugerían su uso en pequeña<br />

cacería. Hacia el 850 antes de Cristo los barreroides habían penetrado, al<br />

parecer las zonas cordilleranas, y compartían parte del territorio de la isla<br />

de Santo Domingo con los grupos también recolectores llamados ban-<br />

waroides, sobre los que haremos igualmente el comentario en su momen-<br />

to. Las grandes puntas alcanzan a veces los diez centímetros de largo, y<br />

están trabajadas para ser engastadas con la finalidad de ser usadas como<br />

objetos arrojadizos, sin embargo, parecen tener una función múltiple según<br />

las opiniones del arqueólogo A. Gus Pantel, o sea, que pudieran haber<br />

sido utilizadas como cuchillos, navajas y raspadores en momentos en<br />

que se considerase necesario ese uso. Es lo que se denomina artefacto<br />

multifuncional.<br />

LA DIETA DE LOS BANWAROIDES<br />

Las llamadas sociedades bawaroides fueron, a diferencia de las barreroides,<br />

sociedades con un mayor desarrollo y mejor dominio de sus ámbitos y de los<br />

ciclos. Penetraron en el arco antillano casi mil años después de las primeras<br />

migraciones barreroides, las que muy pocas veces usaron del manglar como<br />

punto de consecución de alimentos. Se puede decir que los recolectores ban-<br />

waroides explotaron el manglar de manera intensiva, al punto de ubicar sus<br />

campamentos en montículos artificiales dentro del mismo cuando hubo la<br />

necesidad de hacerlo. Sólo tardíamente comenzaron a mezclarse con las sociedades<br />

anteriores. Si los barreroides parecen heredar las experiencias de so-<br />

ciedades centroamericanas tempranas, los banwaroides las heredan de socie-<br />

dades el oriente venezolano y de la isla de Trinidad. A diferencia de los pri-


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

56<br />

meros habitantes, no tenemos abundante información sobre la conformación<br />

humana, sus enfermedades y sus problemas vitales, pero sí sobre su sistema<br />

de ocupación del medio ambiente que habitaron, donde están claros<br />

los ciclos recolectivos, y la amplia dieta que se presenta en sus sitios de ocupación.<br />

Sin embargo, restos humanos encontrados en el sitio de Banwari-<br />

Trace, junto a una dieta rica en cacería, hablan de una sociedad mejor alimentada<br />

que la de los barreroides. En su punto de origen los banwaroides ini-<br />

ciales, ocuparon la isla de Trinidad desde antes de que la misma existiese como<br />

tal, ya que el nivel del mar separó ese territorio del continente hacia el<br />

6000 antes de Cristo, y los habitantes del mismo siguieron siendo excelentes<br />

cazadores con origen continental, ya que en la nueva isla conservó una<br />

fauna mediana, u superior en tamaño a la antillana. Por lo tanto las migraciones<br />

hacia las Antillas, fenómeno que parece producirse desde el 2500 a<br />

3000 antes de Cristo, estuvieron constituidas por gentes con un mayor dominio<br />

de la tecnología, entre las cuales los alimentos vegetales están evidenciados<br />

por manos de mortero, cónicas, cuadradas y de varios tipos, empleadas<br />

muy posiblemente para hacer papillas.<br />

Una lista de lugares ubicados en las cercanías de los manglares, y concentrados<br />

en gran parte en la costa este de la isla de Santo Domingo, permiten<br />

seguir el desarrollo social de estos grupos. Como en el caso anterior enumeraremos<br />

algunos, y haremos el resumen de sus dietas y modos de consumo de<br />

la sociedad. Vale mencionar los sitios de Hoyo de Toro y El Porvenir, lo mismo<br />

que La Piedra, todos en la provincia de San Pedro de Macorís típicamente<br />

banwaroides. Lo mismo es importante referirse a la Cueva de Berna,<br />

en Boca de Yuma, provincia de la Altagracia, donde las evidencias banwao-<br />

rides pueden seguirse con la gran cantidad de fauna rescatada.<br />

Siguiendo las huellas de sus predecesores del oriente venezolano y de la<br />

isla de Trinidad, los grupos de tendencia banwaroide aprovecharon con enor-<br />

me éxito su entorno. Son importantes consumidores de guáyiga, al parecer<br />

asada para liberar las raíces de la llamada cycacina, principio venenoso que<br />

pudiera desaparecer con el fuego. En la Cueva de Berna los restos alimenti-<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

57<br />

cios se orientan hacia el consumo masivo de crustáceos, donde el cangrejo<br />

llamado por los dominicanos «paloma de cueva», (Cardizoma) es abundan-<br />

te. Los restos carbonizados de la zamia, o guáyiga son reveladores del uso de<br />

la planta como alimento, y son, además, la más antigua presencia física de<br />

la planta en la prehistoria dominicana. El hallazgo de hojas cubiertas de ceniza<br />

hace suponer que la planta era asada. Sabemos que siglos después los<br />

grupos agrícolas de la isla de Santo Domingo utilizaron este alimento transformándolo,<br />

pero no tenemos la evidencia de que fuera de ese modo entre<br />

los recolectores.<br />

La zona de manglares que se extendía desde las desembocaduras de los<br />

ríos Ozama y Haina, en la prehistoria, resultaba ser, para estos grupos oriundos<br />

de la costa venezolana una zona de fácil ocupación. Por lo tanto, desde<br />

su llegada a la isla, pasando por Puerto Rico y algunas de las antillas menores<br />

su lugar de asiento fueron los manglares, y su modelo de vida fue la recolección<br />

de vegetales, y el uso del manglar como un almacén vivo.<br />

El lugar banwroide de mayor importancia, o mejor, el de información<br />

más rica, es El Porvenir, en terrenos del central Cristóbal Colón, a tres kilómetros<br />

al oeste de la desembocadcura del río Higuamo y a unos tres del<br />

mar. La zona era abundante en fauna de los mangles, a juzgar por la gran<br />

cantidad –millones– de ostiones del genero Crassostrea. Se trata de un<br />

campamento revelador de que allí la gente elaboraba sus alimentos y vivía<br />

entre las partes altas de sus propios desechos. Muchas especies de bivalvos<br />

completaban una dieta de orden importante. Muchos de estos bivalvos<br />

tienen sólo nombre científico, por lo que resulta inútil en una obra de orden<br />

divulgativo referirse a los mismos. Algunos, como el llamado «navaja»,<br />

(Solen sp.) son más que abundantes. Vale decir que el manatí, el co-<br />

codrilo americano, la ballena juvenil, la tortuga marina, y huesos de aves<br />

de muy diversos tipos están representados como parte de una fauna, que<br />

igualmente presenta restos de peces de alta mar como el tiburón, jureles y<br />

pargos. Los arqueólogos que trabajaron el lugar en los años 70, Manuel<br />

García Arévalo y Fernando Morbán Laucer, rescataron huesos humanos


Imagen ideal del<br />

tipo de esqueleto<br />

del «Parocnus» u<br />

oso de la cordillera.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

58<br />

fragmentados y cortados longitudinalmente, para una posible extracción<br />

de tuétano, lo que incita a pensar en un canibalismo ritual, que está presente,<br />

de igual modo entre los barreroides. Muchos de esos huesos fueron<br />

antes o luego de hacer sido usados, pintados con ocre rojo o rojizo y abandonados<br />

en el basural como parte de los restos de alimentación, sin que<br />

pudiese encontrarse un solo esqueleto completo. El uso de morteros, manos<br />

de morteros similares a las de Banwari-Trace, en la isla de Trinidad, es<br />

un elemento clave para entender que la dieta de los habitantes banwaroi-<br />

des de El Porvenir, se basaba en un permanente uso de raíces, frutos varios.<br />

El uso de caracoles de tierra (babosas, hoy llamadas escargot) es enorme, lo<br />

que revela que aparte de la recolección del manglar, que incluía ostiones,<br />

y variedades enormes de peces, también la recolección de tierra era fundamental.<br />

El sistema de aprovechamiento de los productos era, sin dudas, el<br />

asado de los mismos sobre un terreno cubierto de ramas muy finas entre las<br />

cuales eran colocados los trozos, todos fragmentarios. Tortugas y jutías<br />

eran colocadas para la cocción sobre las ramazones y allí mismo consumidas.<br />

Restos de peces grandes como las rayas (Aetobatidae), el jurel (Caranx<br />

Garras pertenecientes<br />

al «Parocnus» u<br />

oso de la cordillera.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

59<br />

sp.) y las lisas formaron parte de esta dieta, (Mugil sp). mientras que el<br />

lambí (Strombus gigas) y el burgao (Cittarium pica) fueron una dieta co-<br />

mún.<br />

Pero para completar las actitudes dietarias de estos grupos hay que par-<br />

tir de los hallazgos arqueológicos de los mismos en otras zonas que no son<br />

las del manglar. Sin dudas la dieta de los banwaroides era lograda median-<br />

te cambios de lugar, aprovechando los ciclos naturales. Los hallazgos de<br />

dieta están presentes en las zonas de ocupación donde pasaron en parte<br />

sus momentos de protección humana. La parte este de la isla, a partir de<br />

las zonas cársticas que determinan el ecosistema de cavernas y cursos de<br />

agua subterránea, propiciaron a estos grupos espacios para la vida en común.<br />

En cuanto terminaba la temporada del manglar, o bien los momentos<br />

de explotación del mismo, la explotación marina continuaba, y se<br />

acentuaba la pesca, que como vemos, alcanzaba los ámbitos de alta mar.<br />

Los instrumentos encontrados en los lugares de cavernas son los mismos<br />

que aparecen en los sitios vecinos al manglar. De modo que estos artefactos<br />

eran colocados y dejados en resguardo en cada lugar, para evitar cargar<br />

con ellos.<br />

La ocupación de El Porvenir, comienza con una fase temprana que ha<br />

sido llamada Serrallés, y que tiene fecha de 2000 antes de Cristo, mientras<br />

que la más tardía, El Porvenir como tal, se ubica hacia el 1000 antes<br />

de Cristo.<br />

El modelo sigue siendo el mismo para sitios como Hoyo de Toro, en la<br />

misma provincia de San Pedro de Macorís, la entrada de la Cueva de Las<br />

Maravillas, en el camino de San Pedro de Macorís a La Romana (entrada<br />

actualmente destruida para hacer un paso de concreto a la cueva, desvirtuando<br />

su importancia arqueológica) y el sitio La Piedra, unos cinco kilómetros<br />

al oeste del río Soco. Hoyo de Toro posee fecha de 1960 Antes de<br />

Cristo y la Piedra alrededor de 1800, o sea fechados muy parecidos.<br />

La obtención de raíces, frutos, y el uso de los mismos, puede considerarse<br />

un modelo novedoso en relación con los grupos anteriores, más


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

60<br />

tempranos, del occidente la isla. Pero la pesca de alta mar fue realmente<br />

una actividad que aportó recursos alimenticios de los llamados peces<br />

óseos y cartilaginosos.<br />

En la cueva de Berna, donde además se rescataron enterramientos humanos<br />

tempranos, la presencia de restos de pez loro (Sacaridae sp) es numero-<br />

sa. Pero también están presentes huesos de tortugas marinas, aves de varios<br />

tipos, cuyos huesos largos se relacionan con las que abundan en los manglares,<br />

como son las gallaretas y zancudas de varios tipos. El consumo de iguanas<br />

(Cyclura sp), es permanente. Están presentes huesos de lagartos no iden-<br />

tificados, y la presencia de la recolección terrestre de caracoles o babosas de<br />

tierra está presente desde el 1800 antes de Cristo. Estos «escargots» harán<br />

cada vez más abundantes en la dieta precolombina antillana, siendo, igualmente,<br />

en el oriente de Cuba, alimento fundamental de grupos recolectores<br />

con alfarería, como lo son igualmente y hacia la misma época (del 400 antes<br />

de Cristo en adelante) en los sitios llamados caimitoides, donde en el ca-<br />

so dominicano, los caracoles de tierra vienen a conformar una dieta fundamental<br />

como veremos luego.<br />

Los bivalvos del manglar y los crustáceos pequeños, como los maqueyes,<br />

aparecen como residuo dietético. El llamado burgao (Cittarium pica), un ha-<br />

bitante del litoral rocoso aparece en ocasiones como más importante que los<br />

otros tipos de recolección. Hay cierta preferencia por los bivalvos de playas<br />

arenosas, como la ostra llamada Codakia orbicularis.<br />

En lo relativo a la llamada Cueva de Berna, los cangrejos son una dieta<br />

importante. Las muelas o quelas revelan que los mismos eran asados y desarmados,<br />

y que nunca fueron sancochados, sino colocados sobre el fuego de ramas<br />

secas. La concreción de las capas de ceniza, que alcanzan hasta más de<br />

dos metros de profundidad, permiten suponer que lo mismo que en el sitio<br />

El Porvenir, el sistema de asados era sobre fuego directo.<br />

En cuanto a los cuatro enterramientos aparecidos en Cueva de Berna,<br />

vuelve a presentarse el uso de fuego en la incineración parcial de huesos, en<br />

un fragmento de cráneo que Luna Calderón designa como «enterramiento<br />

Punta de silex<br />

enmagada para<br />

muestra de uso. Año<br />

2600 antes de Cristo.<br />

Punta de proyectil<br />

rebajada para uso en la<br />

cacería y pesca 2000<br />

antes de Cristo.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

61<br />

residual», porque está tratado como basura, en relación otros enterramientos<br />

humanos. Los enterramientos residuales siguientes son los de un fragmento<br />

de hueso humano del esqueleto axial, y una tibia con huellas de descarnaduras.<br />

Estas muestras parecen coincidir con la vieja idea de enterramientos<br />

ligados al canibalismo ritual del que hemos hablado, concepto antes<br />

muy discutido que parece ser aplicable a enterramientos residuales en los<br />

cuales se evidencian huellas de tratamiento que permiten suponer un manejo<br />

del cadáver para fines de este tipo.<br />

La media de vida de esta población es baja a juzgar por la posible edad de<br />

los esqueletos que es de 18 años, 6 años y 2 años, lo que arroja una media de<br />

12 años. Sin embargo la cantidad de huesos no permite hacer un mejor cálculo,<br />

pero se entiende que las esperanzas de vida de estas sociedades, eran pobres,<br />

razones que hemos explicado al comentar los restos humanos de Cueva<br />

Roja. Solo un enterramiento aparece completo, y vale decir que los residuales<br />

son de varias épocas, lo que sugiere que esta modalidad se practicó desde<br />

el 1890 antes de Cristo hasta el 1200 antes, o sea durante 700 años o más.<br />

LA DIETA DE LOS MANICUAROIDES<br />

El grupo más tardío de los recolectores, constituido por pescadores y gen-<br />

te absolutamente ligada al mar, es el de los llamados manicuaroides, oriundo<br />

de Venezuela. Un solo sitio ha sido encontrado con sus típicas formas de usar<br />

la concha como instrumental. La alimentación de estos pescadores se traduce<br />

en una recolección de conchas marinas y en la captura de cangrejos.<br />

El lugar, ya destruido y ubicado en la desembocadura del rió Higuamo, no<br />

se consideraba sino un sitio de acumulación de residuos.<br />

LA NUEVA DIETA PRODUCTO DE LAS HIBRIDACIONES<br />

La explotación del medio ambiente de manera cada vez más intensa se<br />

debió, sin dudas, a una concepción creciente de la mezcla humana que permitió<br />

el intercambio de instrumentos. Las palmáceas son importantes en la<br />

dieta del año 700 antes de Cristo y su uso se extiende hasta la llegada de los


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

62<br />

españoles en 1492. El corozo y muy posiblemente el palmito pasan a ser dieta<br />

permanente en muchos lugares en donde los instrumentos de banwaroides<br />

y barreroides aparecen mezclados, revelando la aceptación de los grupos de<br />

las tecnologías de los vecinos.<br />

En el sitio Batey Negro, costa este de la Española, 650 antes de Cristo, la<br />

riqueza instrumental se mezcla con nuevas modalidades de alimentación. La<br />

guásuma (Guázuma ulmifolia) parece ser una continuidad alimenticia, ya<br />

que su fruto, quemado, parece haber sido usado como alimento en este lugar.<br />

Batey Negro está situado en las cercanías del río Cumayasa, y entre las<br />

palmáceas de uso abundante están la palma real y el corozo. Las semillas de<br />

corozo fragmentarias y las de palma hacen suponer que el corazón de estas<br />

plantas era consumido asado. La presencia de restos de tortuga marina es común.<br />

En Centroamérica palmáceas como el llamado «pejibaye», fueron alimento<br />

fundamental de los grupos indígenas desde la más temprana prehistoria.<br />

Acompaña estas palmáceas, la guáyiga.<br />

El análisis de la dieta de Batey Negro participa de recolección intensiva<br />

de caracoles de tierra, especies que antes no eran fundamentales y que ahora<br />

se incrementan. Las papillas de raíces están sugeridas por guayos de piedra<br />

cuyas formas pasarán muy luego a las sociedades agricultoras que llegarán<br />

a la isla más de mil años luego. Las primeras pesas para redes hechas con<br />

fragmentos de piedra con desgastes laterales explican la pesca de altar mar y<br />

de marea baja como un mecanismo para la consecución más fácil de fauna<br />

marina, representada por peces de alta mar, dentro de los cuales la raya y el<br />

tiburón están presentes. La captación de lambíes, (Strombus gigas) adelanta<br />

hacia la consecución de animales de la zona coralina cercana, en donde<br />

existen especies comestibles que no dejan rastro arqueológico, como son los<br />

pulpos, calamares, langostas y gusanos marinos. Vasos y recipientes de concha<br />

del caracol llamado Cassis tuberosa, lo mismo que morteros y manos de<br />

mortero para machacar raíces y semillas, son signos claros de una culinaria<br />

más rica que las anteriores.<br />

Esta tradición se extiende hacia otros puntos de la isla, incluyendo el lu-<br />

Hojas o navajas<br />

de la roca llamada<br />

sílex. Objetos<br />

cortantes.<br />

Navaja con<br />

muesca para<br />

raspar madera<br />

2000 antes de<br />

Cristo.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

63<br />

gar llamado Couri, en el norte del actual Haití, y en otros puntos de la costa<br />

sureste, como son Sabaneta de Jundólio, donde el manatí y el carey son<br />

importante parte de la dieta, y los caracoles de tierra continúan siendo populares<br />

hacia el 245 antes de Cristo.<br />

LOS RECOLECTORES EN EL VALLE DEL CIBAO<br />

Hacia el año 125 después de Cristo estas sociedades habían penetrado hacia<br />

el valle del Cibao, y fueron estudiadas en sitio de Tavera, donde sin dudas<br />

el instrumental de burenes y metates de piedra, los guayos de granito, y<br />

otras formas ligadas a la recolección de tierra, son, conjuntamente con hachas<br />

y cuchillos para el corte de vegetales, una variante final de este tipo de<br />

ocupación híbrida, cuya representación está ligada a las tecnologías anteriores.<br />

El uso de palmáceas revela que la dieta de este tipo continuó siendo fundamental.<br />

El lugar está ahora debajo de las aguas de la presa, y fue estudiado<br />

por M. Veloz Maggiolo y Elpidio Ortega, con los auspicios de la Universidad<br />

Autónoma de Santo Domingo, y de su entonces rector Rafael Kasse Acta.<br />

EL CAMBIO CULTURAL<br />

La diferencia entre sociedades con alfarería y aquellas que la desconocen<br />

se asienta en la alimentación misma. Las alfarerías permiten la cocción de<br />

alimentos en líquidos, la fermentación de alimentos líquidos, la conservación<br />

de líquidos, el traslado de alimentos de un lugar a otro, el uso del fuego<br />

de maneras diferentes, asado, hervido, ahumado, y con estas posibilidades,<br />

una mejor posición en cuanto a la ocupación de los lugares. La alfarería<br />

nos refiere a lugares de uso permanente o semi-permanente, puesto que<br />

el traslado de artefactos significa una labor ardua en el caso de sociedades<br />

de tipo alfarero. La alfarería, además, es parte de una tecnología en la que<br />

el fuego y la materia prima, o sea el barro, deben ser usados con conocimiento<br />

de las formas que se deben utilizar o que se quieren utilizar. Muchas<br />

sociedades alcanzaron el uso de la cerámica antes que el descubrimiento de<br />

la agricultura.


LAS SOCIEDADES CAIMITOIDES<br />

El sitio denominado El Caimito, posee todas las características de un lugar<br />

de recolectores, pero con alfarería. Ubicado al norte del poblado de Juandólio,<br />

provincia de San Pedro de Macorís, sus recursos dietarios son interesantes.<br />

Vale señalar que sus pobladores no eran cultivadores de yuca, puesto que<br />

los arahuacos posteriores la usaron utilizando el burén para la confección del<br />

casabe. Los habitantes de El Caimito, no conocían el uso del burén, ni eran<br />

cultivadores de las plantas que usaron los agricultores de origen sudamericano.<br />

Para Betty J. Meggers y Clifford Evans, arqueólogos de Smithsonian Institution,<br />

El Caimito podría revelar una migración desde el norte de Colombia,<br />

donde grupos con cerámica y sin conocimiento de la yuca, supervivieron<br />

como recolectores, lo mismo que los habitantes de Musié Pedro en la provincia<br />

de La Altagracia y los de Honduras del Oeste, en el Distrito Nacional.<br />

Este diorama del<br />

Museo del Hombre<br />

Dominicano<br />

representa la<br />

cacería del manatí<br />

2000 años antes<br />

de Cristo.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

65<br />

CARACTERÍSTICAS DIETÉTICAS<br />

Los aborígenes del período que se ha llamado caimitoide basaron su ali-<br />

mentación en la guáyiga o zamia. Los restos de polen de este tipo revelan<br />

que la planta fue un alimento fundamental. Un elemento claro en lo que a<br />

dieta se refiere es el uso de las babosas caracoles de tierra, cuya presencia se<br />

acreciente hasta ser alimento de gran importancia. La presencia de dientes<br />

de perro en el sitio El Caimito plantea por vez primera el uso de este animal<br />

doméstico como alimento esporádico. Los restos producto de los manglares<br />

no son un alimento principal de los caimitoides. Tal dato es revelador de<br />

que posiblemente estos pobladores, los que ocupan la costa sur y el oriente<br />

de la isla de Cuba, proceden de culturas no ligadas al consumo de alimentos<br />

tan comunes a las culturas banwaroides que desde hacía dos mil años pobla-<br />

ban la zona. Un análisis de los restos de alimentación del lugar Musiépedro,<br />

permite señalar estadísticamente la presencia de polen de Zamia en altas<br />

cantidades. Las iguanas constituyeron aquí un importante elemento dietético<br />

al comienzo de la ocupación, que puede ubicarse según pruebas de radiocarbono<br />

hacia el 360 antes de Cristo. La cacería de jutías crece hacia los finales<br />

de la ocupación. Según el informe redactado por el paleo zoólogo Renato<br />

Rímoli (Arqueología de Yuma, República Dominicana. Editora Taller<br />

1976), la pesca de alta mar fue constante, puesto que los peces óseos como<br />

el jurel, el tiburón, y otros, son comunes a la dieta. En los momentos finales<br />

los caimitoides de Musiépedro acrecientan la captura de aves. El rechazo<br />

del cangrejo denominado «paloma de cueva», o sea el Cardizoma tan común<br />

hasta nuestros días parece ser una constante en esta cultura, mientras<br />

que las babosas de tierra (Polydontes y Caracolus) aparecen en cantidades<br />

muy apreciables, tradición que se incrementará luego con los grupos agricultores<br />

y entre los taínos de siglos posteriores.<br />

Sin dudas sitios como Musiépedro y El Caimito conforman lugares de<br />

ocupación del tipo campamento. La gente de estos modelos culturales dependieron<br />

mucho de la recolección terrestre, de la pesca y ubicaron estos<br />

campamentos en lugares donde había importantes recursos acuíferos subte-


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

66<br />

rráneos. En el caso de El Caimito, los abrigos y cuevas pueden tener en sus<br />

partes más profundas venas acuíferas que justifican la necesidad de ubicación<br />

en sus cercanías de estos habitantes.<br />

Un tercer sitio de este tipo es el lugar denominado Honduras del Oeste,<br />

en los farallones de la actual avenida José Contreras. Muy posiblemente el<br />

lugar fue ocupado tempranamente por banwaroides, y reocupado siglos des-<br />

pués por los caimitoides hacia el siglo IV antes de Cristo. En Honduras la de-<br />

pendencia del mar es importante. Iguanas y jutías, son parte de la dieta, pero<br />

hay un acercamiento a las llamadas «cuarachas de mar», las cuales son<br />

habitantes de las zonas rocosas del litoral, como el «burgao», presa fácil para<br />

los recolectores. El uso de la palma y el corozo –posiblemente el palmito–<br />

está en los niveles más tempranos del sitio, que debió ser ocupado hacia el<br />

400 antes de Cristo.<br />

Honduras del Oeste es un abrigo rocoso, y en el mismo aparecen manos<br />

de mortero, morteros, cuentas de caracol, vestigios de sellos de barro, y una<br />

recolección importante de babosas de las ya mencionadas. Vale decir que el<br />

uso de lascas de piedra para raspar pueden sugerir el descortezamiento de raíces<br />

como la guáyiga y otras no identificadas, lo mismo que para descamar peces<br />

de alta mar, presentes allí.<br />

Los caimitoides son importantes conocedores de las corrientes de alta mar,<br />

a juzgar por los restos de peces óseos. Pero sin dudas hasta el momento están<br />

mal representados aunque hay algunos sitios, como el nivel más tardío<br />

de La Piedra, en la provincia de San Pedro de Macorís, reveladores de que<br />

fueron una ocupación ingente, e importante de la que no tenemos, desgraciadamente<br />

restos humanos para un análisis de sus medias de vida y de sus<br />

característica biológicas.<br />

DETALLES DE LA DIETA AGRICULTORA<br />

A diferencia de los grupos recolectores estudiados antes, la dieta de los agricultores<br />

que hacia el siglo V antes de Cristo entran a las Antillas desde la costa<br />

oriental de Venezuela, tal y como lo hemos apuntado en el inicio de este tra-<br />

Navajas de corte<br />

hechas en sílex,<br />

roca cristalina.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

67<br />

bajo, es una dieta cuyo control está dado por la combinación de la recolección<br />

con el dominio de los suelos y del medioambiente. La dieta de una sociedad<br />

«aldeana», concentrada en un lugar firme y sin muchas variables de lugar, obliga<br />

a un uso máximo del terreno como forma económica. En el caso de los agricultores<br />

que proceden de Sudamérica, existe lo que se llama el stock alimenti-<br />

cio. A excepción de árboles como cierto tipo de jobo, (Spondias) y de las uvas<br />

de playa (Coccoloba), la mayoría de las plantas alimenticias y frutales que uti-<br />

lizaron los indios encontrados por Colón en las Antillas, corresponden a una<br />

agricultura amazónica ya desarrollada. No sabemos si la planta llamada guáyaro,<br />

(Rajania sp.) de la cual habla Fray Bartolomé de las Casas como raíz que sir-<br />

vió a los taínos para alimentarse en sus huidas hacia las montañas, era oriunda<br />

de la isla. Otras frutas como las pitahayas, el yagrumo, y la pereskia, últimamente<br />

estudiada, pudieran haber sido endémicas, pero sin dudas, el stock ali-<br />

menticio de los agricultores corresponde a una producción estable.<br />

LA YUCA AMARGA<br />

La primordial presencia de la yuca amarga se debe a su domesticación en<br />

el norte de Colombia hacia el 2000 antes de Cristo, donde los burenes o platijas<br />

de barro para confeccionar casabe se encuentran en sitios tempranos<br />

como los que trabajara el arqueólogo Carlos Angulo, como lo son Malambo<br />

y Rotinet. Sobre los orígenes de este tubérculo hay varias teorías, pero preferimos<br />

acogernos a la idea de Angulo de que la temprana presencia de burenes<br />

en Rotinet, cerca de Barranquilla, con fecha de 2000 antes de Cristo,<br />

supone ya una domesticación en el área del Caribe ribereño.<br />

La yuca pasa a los caños y ríos o afluentes del Orinoco al través de la<br />

navegación y del uso del sistema de cultivo llamado «cultivo de roza», ya<br />

mencionado. Las sociedades aldeanas de la desembocadura del río Orinco<br />

ya conocen desde el año mil antes de Cristo el cultivo, que se dispersa por<br />

toda la costa hasta llegar a los sitios de las Guyanas. Con el conuco, invento<br />

amazónico, entran en juego los frutales. Las sociedades crecen y se<br />

dividen, generando el mismo proceso de tala y quema del bosque, lo que


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

68<br />

permite la segmentación de los grupos cuyos linajes o relaciones se mantienen<br />

a pesar de las segmentaciones. Harroy llama a estas sociedades segmentarias<br />

y de linaje. Por tales razones las dietas se repiten y pasan de grupo<br />

segmentado a grupo segmentado. La dieta, por tanto, es un elemento<br />

cultural que puede seguirse porque no está constituida únicamente por alimentos<br />

recogidos dentro de un ciclo natural. La producción decide el modelo<br />

dietario, no el medio ambiente... La sociedad tribal, a diferencia de<br />

la llamada sociedad de bandas, que representan los recolectores anteriores,<br />

considera que la agricultura es parte de un proceso divino, en el cual dioses<br />

propicios hacen posible la abundancia de alimentación. Los alimentos<br />

fueron inventados gracias a los dioses, y por tale razones los mismos tienen<br />

representaciones importantes. Cada dios tiene encargos que hacen posible<br />

la supervivencia del grupo o de los grupos. La lluvia, los dioses o representaciones<br />

de tubérculos tanto en la alfarería como en la estatuaria, y lo mismo<br />

en pictografías y petroglifos, reflejan la necesidad de un arte ligado al<br />

tipo de producción.<br />

Cada grupo viaja con su stock, con sus semillas, con sus plantas rituales,<br />

como es el caso de la cohoba, planta alucinógena que todavía acompaña a las<br />

sociedades amazónicas actuales. La alimentación se relaciona, de alguna manera,<br />

con la modificación del ecosistema convirtiéndolo en producto y con<br />

los resultados del mismo que ya culturalmente creado, se repite y repiten.<br />

Al llegar a las islas, ya en el siglo IV antes de Cristo, como acontece como<br />

los llamados saladoides, la transformación del ambiente, dado el semi-se-<br />

dentarismo o sedentarismo, tiene que ver con los procesos dietarios. En las<br />

etapas sociales pre-capitalistas, la necesidad alimentaria define con fuerza<br />

las migraciones, y además, estimula la ocupación de los lugares positivos sobre<br />

los que se asienta el grupo humano.<br />

Los análisis de polen permiten seguir la presencia de árboles y de gramíneas<br />

que nos hablan antes que los cronistas de cómo fue aprovechado y variado<br />

el lugar de asentamiento.<br />

Por tales razones, las dietas son parecidas, y el modelo es similar en<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

69<br />

cuanto al uso de plantas ya conocidas. Pero el medio ambiente cambia, y<br />

por lo tanto, en el caso isleño, el perfeccionamiento y las adaptaciones a<br />

una dieta diferente, se consideran una modalidad que enriquece a las sociedades.<br />

Las plantas importadas, y las muchas raíces que son parte de la dieta indígena<br />

parecen haber llegado a las islas en momentos diversos. Otras son<br />

endémicas. Algunas plantas rituales, como la jagua (Genipa), y la bija, (Bi-<br />

xa orellana), debieron ser de las primeras transportadas hacia las islas. Las<br />

razones son claras: en el caso de la jagua, cuyo agradable fruto comestible<br />

es bien conocido, el uso se destinó igualmente a la pintura corporal, y en<br />

el caso de la bija, por igual, aunque sabemos de su actual uso como colorante<br />

culinario y parte del sazón de algunos platos populares, el proceso<br />

del la decoración en telas y en el cuerpo del indígena, tuvo mucho que ver<br />

con ella. Condimentos como los ajíes, no están presentes en los análisis de<br />

polen, aunque ello no deba ser definitorio. Según la crónica era el sazón<br />

aborigen por excelencia. Los ajíes fueron importante condumio de los taínos,<br />

como se sabe.<br />

La sociedad agrícola antillana fue una sociedad en la que los tubérculos<br />

tuvieron una enorme importancia. A diferencia de las sociedades del valle<br />

de México, por ejemplo, o de parte de la zona andina, en las cuales frijoles<br />

y maíz alcanzaron a ser el motivo básico de una agricultura altamente organizada,<br />

en las Antillas aparte de la yuca, el cultivo del aje o batata, así como<br />

el de la yautía, el mapuey, el lerén o lirén, y otros, constituyeron importante<br />

elemento de subsistencia. Para algunos autores las sociedades antillanas<br />

del período agrícola pueden ser consideradas como dependientes básicas<br />

de raíces. En ciertas clasificaciones algunos investigadores han dividido las<br />

sociedades amazónicas y antillanas como «sociedades de los tubérculos», y<br />

las de las zonas altas, el valle de México y parte de Meso América, como<br />

«sociedades el grano». Esta división rigurosamente dietaria, permite entender<br />

por qué la dieta es el más importante fenómeno cultural ligado a la subsistencia.<br />

Somos lo que comemos.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

70<br />

EL MAÍZ: UN PROBLEMA HISTÓRICO<br />

Entre los grupos aborígenes tardíos, como es el caso de los taínos, macori-<br />

jes, y ciguayos, el maíz fue una gramínea de la cual se hizo un uso creciente...<br />

Por lo menos cuatro especies son señaladas por la crónica, y al parecer es más<br />

temprano en la isla de Santo Domingo que en la costa venezolana. La discusión<br />

de si el maíz estaba en las Antillas procedente de Centroamérica, se abre<br />

como un abanico importante, que obliga a repensar la característica ocupación<br />

de los llamados caimitoides, los cuales fueron siempre considerados como<br />

recolectores con uso de alfarería. Pero si tuvieron cultivos esporádicos, ahora<br />

se plantea el proceso como el de grupos proto-agrícolas, con la recolección<br />

como su principal actividad de subsistencia. En la localidad de El Caimito,<br />

hacia el 300 antes de Cristo, los habitantes del sitio consumían maíz. El conteo<br />

de polen en el lugar señala que un 6.1% del polen colectado, pertenece<br />

a plantas de maíz. En Honduras del Oeste, en la actual capital dominicana,<br />

el maíz aparece representado en un 4.9%, y en ambos lugares aparece la guayaba<br />

como alimento. En el primero en un 10.9% y en el segundo en un<br />

10.2%. Sobre el sitio de Musiépedro no hay información de este tipo.<br />

En Cave Rose, Jamaica, aparecieron restos de una tusa de maíz primitivo,<br />

de un grosor similar al del dedo índice de la mano que puede asimilarse el<br />

tipo de maíz Nan Tel, centroamericano. El material, ligado a la tradición os-<br />

tionoide, podría ser considerado como del siglo VIII ó IX de nuestra era. Ello<br />

plantea otro problema frente a la dinámica del maíz como alimento, pues el<br />

Nal Tel no llegó a la costa venezolana, y si aparece en Jamaica hay que pensar<br />

en otro tránsito.<br />

Según muestras de polen aparecen ya en plena época agrícola, las anonas,<br />

o sea guanábana, anón y otros similares, y el propio ají hacia el año 1200 de<br />

nuestra era. En el sitio El Martel, ubicable en la parte más oriental de la isla,<br />

están presentes hacia 1400 el caimito, la guayaba, el tabaco, el corozo, las<br />

palmáceas , el yagrumo, la bija. En el sitio ostionoide de Juan Pedro, poblado<br />

circular trbajado cerca de las costas del río Higuamo, aparece la lechosa hacia<br />

el 900 de nuestra era.<br />

El casabe, la yuca,<br />

el burén, y el<br />

cibucán son parte<br />

de este diorama<br />

donde las mujeres<br />

preparan el<br />

alimento.<br />

LA ZAMIA O GUÁYIGA<br />

Hasta hace muy poco tiempo no se dio gran importancia a la guáyiga como<br />

alimento fundamental de los grupos del este de la isla. El primero en hacer<br />

experimentos con las «raíces» de la guáyiga para intentar reconstruir los<br />

asertos de Fray Bartolomé de las Casas de que este alimento fuera entre los<br />

taínos de la zona más importante que la yuca, fue el biólogo dominicano Ramón<br />

Domínguez. Nosotros continuamos la investigación, iniciada hace más<br />

de veinte años, y conjuntamente con Domínguez pudimos establecer algunas<br />

informaciones básicas para entender la función de este alimento primordial.<br />

Nos vemos constreñidos a volver a la crónica y la descripción que hace<br />

el Padre Las Casas, porque es el único documento que sobre este proceso<br />

existe en el período de contacto hispano-indígena. (Marcio Veloz Maggiolo,<br />

Ramón Domínguez. Notas sobre la Zamia en la prehistoria del Caribe, re-


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

72<br />

vista Investigación para el Desarrollo, Universidad Autónoma de Santo Do-<br />

mingo, No. 1, 1994)<br />

Vale recordar que en casi todas las ocupaciones de la costa este, desde<br />

el 2000 antes de Cristo hasta la llegada del español, la presencia de polen<br />

de este tipo de planta está presente. Durante el período de la cultura<br />

taína, se encuentra en los sitios de El Soco y Martel, lo mismo que en el<br />

sitio «ostionoide» del siglo IX llamado Juanpedro, donde, como hemos dicho,<br />

igualmente aparece el polen de lechosa ya para 800 a 900 de nuestra<br />

era.<br />

La guáyiga no pertenece al stock de la sociedad agricultora de la isla de<br />

Santo Domingo, sino que es un producto natural de la zona cárstica, caliza,<br />

de la parte este, donde se aprovechaba desde el período de los recolectores.<br />

Lo que es diferente entre recolectores y agricultores es el uso de la<br />

misma, y su procesamiento, que consistió en liberar la planta, o más bien<br />

sus raíces de la cicacyn o veneno mortal que posee, modelo que parece tener<br />

sus antecedentes en el del casabe, aunque el resultado fuese diferente.<br />

En ambos casos, la guáyiga y la yuca amarga, despojadas de su veneno,<br />

contribuyeron a la dieta del indio de manera fundamental. No hay evidencias<br />

de que la guáyiga fuera utilizada por los indios de las demás antillas<br />

del modo en lo fuera por los taínos. En Puerto Rico fuentes como la del<br />

padre Fray Iñigo Abad y Lasierra, contribuyen a pensar que la guáyiga<br />

(marunguey en Puerto Rico) pudo haber sido usada por los indios de la isla<br />

pero no hay crónica que respalde esta posibilidad. Sin embargo el sacerdote<br />

describe el uso de la misma en el siglo XVIII con la misma forma de<br />

transformación que era común durante el siglo XVI. (Iñigo Abad y La Sierra,<br />

Historia Geográfica y Civil de la isla de San Juan, 1886. Reimpresión<br />

Universidad de Puerto Rico, 1979). El científico francés Renato de Grossourdy,<br />

en su obra El Médico Botánico Criollo, apunta del mismo modo el<br />

uso del pan de guáyiga hecho de harina de masa ya fermentada y seca, en<br />

la isla de Puerto Rico.<br />

Espátula ritual<br />

taína hecha con una<br />

costilla de manatí.<br />

Los manatíes<br />

fueron la más<br />

voluminosa<br />

cacería taína.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

73<br />

LA TRANSFORMACIÓN DE LA GUÁYIGA EN ALIMENTO<br />

Según Las Casas, la raíz de la guáyiga se rallaba o guayaba, dejando fermentar<br />

la masa, lo que –hoy sabemos actúa contra el veneno– y en cuanto<br />

la misma estaba «hirviente de gusanos» –hoy sabemos que son larvas de la<br />

mosca Hermetia Illucens, llamada Soldier Fly o Mosca Soldado– se hacían<br />

unas tortas amasando «gusanos» y masa, las que colocadas en un burén u<br />

otro objeto para cocción, producían el pan que comían en el este de la isla<br />

los aborígenes. De modo que resultaba una especie de arepa rica en nutrientes,<br />

puesto que las larvas eran la parte proteínica de este pan común a la región<br />

donde la guáyiga era silvestre, o sea toda la costa sur a partir de Baní y<br />

toda la costa noreste y este de la isla.<br />

En 1979 la Dirección Nacional de Parques de San Juan de Puerto Rico<br />

nos ayudó a detectar parte del contenido de este tipo de pan, resultando en<br />

más de un 9% de proteínas, y en un alto contenido de carbohidratos, calcio,<br />

hierro, y otros elementos, lo que constituía un verdadero bolo alimenticio<br />

superior al casabe.<br />

Entre los grupos taínos del río Soco, la guáyiga, según las estadísticas realizadas<br />

a partir de la secuencia del burén para detectar el uso de la yuca, predomina<br />

como alimento luego del años del año 1200 después de Cristo, disminuyendo<br />

la estadística del burén debido a que para hacer pan de guáyiga no es tan necesario<br />

tal instrumental, que aunque no desaparece, revela que poco a poco la<br />

yuca fue cada vez menos importante en aquella parte de isla. Hemos señalado<br />

como en función de un alimento salvaje convertido en elemento nutricio, posiblemente<br />

cambia el curso de la sociedad en el sitio. Si disminuye el cultivo de<br />

yuca, debido a la presencia silvestre y fácil de la recolección de la guayiga, la<br />

población del lugar concentra, como parece denostarlo el rico yacimiento, su<br />

fuerza de trabajo en la recolección del manglar junto al que se ubica. La guáyiga,<br />

porque no necesita de cuido y es un recurso seguro, libera una fuerza de trabajo<br />

que convierte a los habitantes del sitio en parte de una sociedad que puede,<br />

explotando el manglar, arribar a un intercambio de los productos del manglar<br />

antes descritos, incluso por casabe de otras comunidades. Aun retornando


Vasija en forma<br />

de hombre-ave.<br />

Muestra la fusión<br />

mitológica en<br />

las artes tainas.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

74<br />

al ciclo recolectivo que permite el uso de la guáyiga, la sociedad de El Soco<br />

mantiene sus caracterizas culturales y sus alfarerías y objetos son de los más desarrollados<br />

estéticamente, porque el cambio hacia el uso de la planta silvestre<br />

no ha atentado contra la organización social. Por lo tanto, y en este caso, el<br />

cambio de la dieta pudo haber sido positivo para el desarrollo de la sociedad.<br />

Fernando Luna Calderón (manuscrito en nuestro poder) asegura que los<br />

habitantes de El Soco tenían una media de vida superior a la de otros grupos<br />

pre colombinos y atribuye este hecho al consumo de un alimento que<br />

como el bolo de guáyiga poseía nutrientes en gran cantidad. Su aserto se basa<br />

en el hallazgo de más de setenta y cinco esqueletos y restos humanos de<br />

las culturas «ostioniodes», y de la taína. Al parecer los llamados «ostionoides»<br />

conocieron el proceso de transformación de la guáyiga.<br />

LA GUÁYIGA ENTRE LOS GRUPOS MACORIJES<br />

En estudios realizados en La Vega Real, donde aparecen con certidumbre<br />

las primeras ocupaciones macorijes de la isla, hacia el 770 después de Cristo,<br />

la presencia de la zamia revela que el uso como alimento procesado pu-<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

75<br />

do ser anterior a los taínos, y que posiblemente los llamados «meillacoides»<br />

arqueológicamente, y macorijes etnológicamente, usaron del alimento. En<br />

dos puntos como Cutupú, y Río Joba, en las localidades de Río Verde, La<br />

Vega y Gaspar Hernández, sucesivamente, está presente el polen de guáyiga<br />

en menor cantidad que en los sitios del este de la isla, lo que asegura que la<br />

modalidad del uso ha sido un proceso más temprano, y posiblemente obra<br />

de los agricultores ostioniodes, los que procedentes de la isla de Puerto Rico<br />

poseían ya una agricultura avanzada con presencia de montículos agrícolas<br />

en el sur de la isla, y muy cerca de la ciudad de Ponce, en el sitio de Collores.<br />

La fecha podría ser el siglo VII de nuestra era.<br />

BENEFICIOS DEL MONTÍCULO AGRÍCOLA<br />

Los grupos «meillacoides» mejor conocidos como macorijes, aun los de tierra<br />

adentro ubicables en Hatillo Palma, en Las Aguas y Batey Gualterio, al<br />

norte del río Yaque, en la provincia de Montecristi, así como los del sitio denominado<br />

El Carril, provincia de Valverde, hacia el 930 de nuestra era, utilizaron<br />

el montículo agrícola que fue también para los taínos un modelo pro-<br />

Las iguanas,<br />

dieta preferida de<br />

los caciques.<br />

Reproducción de su<br />

hábitat natural.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

76<br />

ductivo importante. Los macorijes eran en verdad poseedores de un amplio espectro<br />

de recolección y pesca. Los análisis de sus sitios tienen poco que envidiar<br />

a la cultura taína, que alcanzaran los españoles al momento del contacto.<br />

En la dieta macorís desde el 800 a 850 después de Cristo, se ha detectado<br />

la presencia de conchas marinas en el valle del Cibao y en las zonas altas<br />

como sucede en Sabaneta de Yásica. Las especies marinas recolectadas<br />

no provienen del manglar, y en casos como la fase llamada Río Joba, en Río<br />

Verde, la recolección marina es tan importante que la de las babosas o caracoles<br />

de tierra, tan comunes en el este de la isla. Algunos restos de fauna del<br />

mangle hablan de explotación a mucha distancia de los lugares de vivienda.<br />

El contacto de las habitantes del valle del Cibao con zonas de captación de<br />

recursos marinos, habla o sugiere una relación de comercio o bien de grupos<br />

que viajaban al litoral en busca de sustento.<br />

La recolección de babosas terrestres fue un complemento, pero nunca un<br />

alimento tan fundamental como en la costa este. Sin embargo este hábito<br />

recolector crece al final de las fases de Río Verde.<br />

Como hemos apuntado antes la pesca fue un punto clave de la cultura<br />

macorís. Se podría decir que fue la más estable de las actividades. Peces de<br />

alta mar y numerosas pesas para redes y hechas de cantos rodados lascados<br />

para atar las cuerdas, concuerdan en la posibilidad de que hubiese una larga<br />

cadena de intercambios dietarios, del mar hacia la costa, o que especialistas<br />

en navegación de alta mar fuesen parte de grupos capaces de suplir la comida<br />

marina de las zonas de ocupación. Fue común el uso como dieta de las diversas<br />

especies de jutías, entre las cuales vale citar la Plagiodontia, única es-<br />

pecie sobreviviente, y la isolobodon.<br />

LA HICOTEA COMO TABÚ Y COMO ALIMENTO<br />

Pese a que el Padre Las Casas al referirse a la hicotea nos da la información<br />

de que los indios consideraban que la misma producía bubas, la afirmación parece<br />

carecer de sentido cuando se trata de los grupos macorijes. Muy posiblemente<br />

la relación más intensa del fraile se produjo con los grupos taínos. El<br />

Polydontes,<br />

babosa de tierra.<br />

Espátula ritual<br />

de madera.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

77<br />

hecho de que taínos y macorijes fueran etnias diferentes, posiblemente es revelador<br />

de que en algunos casos también ciertas dietas fuesen diferentes.<br />

Las evidencias arqueológicas en lugares como Hatillo Palma y sus alrededores,<br />

el Batey Gualterio y Las Aguas, y otros lugares de la llamada Línea<br />

Noroeste, son concluyentes por la presencia como alimento de las hicoteas<br />

de origen fluvial. (Psedumys palustre).<br />

La yuca, es sin dudas, el tubérculo principal. En el caso de El Carril, la<br />

ingesta de perro está presente en una fecha que se acerca del 930 de nuestra<br />

era, y allí es donde está la mayor evidencia de la monticulación agrícola que<br />

igualmente usaron los taínos para la siembra y el cultivo.<br />

DE DIETAS POCO CONOCIDAS<br />

Vale la pena informar sobre la presencia, poco conocida, del bledo o bleo<br />

en la dieta taína. Polen de bledo ha sido encontrado formando parte de la dieta<br />

taína en varios sitios del la región este del país. Es la planta conocida como<br />

amaranto, común a las culturas del valle de México. Entre algunas poblaciones<br />

mayas y aztecas el amaranto fue un importante alimento cuyas inflorescencias<br />

son aprovechadas para hacer panes, dulces y sus tallos, salcochados, son<br />

comunes en algunas zonas de Perú. En nuestras visitas al este, hemos encontrado<br />

verdaderos bosques de bledo y amaranto en la llamada Punta de Bayahibe,<br />

donde todavía hay una importante vegetación silvestre de esta planta.<br />

La cultura taína, el momento de la conquista, cubría todo el territorio de<br />

la isla, con bolsones y zonas en la que a veces convivían los taínos y otros<br />

grupos. Una integración importante se producía, por ejemplo, en el sitio<br />

Bois Neuf, trabajo por José G. Guerrero y otros investigadores. Pero igualmente,<br />

a pocos kilómetros de la desembocadura del Río Bajabonico, grupos<br />

macorijes y taínos compartían el mismo territorio, en un posible proceso de<br />

fusión. En investigaciones realizadas en Perenal, Elpidio Ortega, Fernando<br />

Luna Calderón y quien firma este trabajo, encontramos cerámicas «meillacoides»<br />

y «chicoides», es decir macorijes y taínas en los mismos estratos.<br />

Habrá de recordarse que en la zona había indígenas, los llamados «nihu-


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

78<br />

rici», que dominaban la lengua macorís y la taina, y que sirvieron al cura<br />

fray Ramón Pané cuando fue enviado por Cristóbal Colón para la consecución<br />

de información sobre la «lengua general» de la isla, la que se hablaba<br />

en Magua, cacicazgo de Guarionex.<br />

El manatí, los peces de alta mar tales como el tiburón, la recolección especializada,<br />

la explotación agrícola de diversos tipos, y la posible domesticación<br />

de algunos animales son puntos clave para una permanente captación<br />

proteínica.<br />

Si se pueden sugerir los más importantes alimentos para la cultura taína<br />

habría que hablar de la yuca, propiciadora del casabe, la guáyiga alimento<br />

del sureste de la isla, los caracoles de tierra o babosas, comunes a la más antigua<br />

prehistoria de la isla, y dieta creciente hasta el momento mismo de la<br />

conquista según los datos arqueológicos, las hutías o hutías, las iguanas<br />

Otros elementos claves de la dieta fueron completados con la cacería, la pesca<br />

de río, alta mar, y arrecife; igualmente por la recolección en zonas mangueras,<br />

por el cultivo de raíces intensivo incluso en zonas cársticas donde se<br />

aprovechaban los huecos de la roca para los sembradíos, el sistema de riego<br />

restringido, como en suroeste de la isla, la caza marina de manatíes y tortugas,<br />

la cacería intensiva de jutías, y el consumo de aves.<br />

El uso de nasas, corrales de pesca, redes y barbasco fueron un buen elemento<br />

que contribuyó a la consecución del carbohidrato que acompañó a<br />

las recolecciones de cierta fauna. La evidencia de restos de curí o curío, en<br />

algunos lugares como las cavernas de Samaná, Cueva del Infierno, sugiere<br />

la domesticación de este animal. La posible crianza de iguanas, de fácil reproducción,<br />

no debe descartarse. A este conjunto alimenticio habría que<br />

agregar la domesticación, tan discutida.<br />

LA POSIBLE DOMESTICACIÓN<br />

En trabajos realizados en el sitio de Punta Garza, los análisis de fauna llevados<br />

a cabo por el paleo zoólogo dominicano Renato Rímoli, sugieren que<br />

el género de jutías denominado Isolobodon portorricensis, más pequeña que la<br />

Majador taíno con<br />

efigie de perro<br />

mudo. El perro se<br />

usó como alimento<br />

entre los aborígenes,<br />

y también como<br />

ofrenda ritual.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

79<br />

Plagiodontia aedium, única especie superviviente hoy día, pudo haber sido<br />

criada en lugares dedicados a ello. La especie, uno de los principales alimentos<br />

de la cultura taína en aquel lugar, sólo presenta restos de animales adultos,<br />

lo que evidencia una selección que está lejos de ser parte del sistema de<br />

caza, puesto que en otros lugares tanto los juveniles y los adultos eran igualmente<br />

consumidos. La idea de la jutía domesticable parece ser apoyada por<br />

los estudios hechos en la isla de Cuba por Juan Pose Quincoso, Ricardo Sanpedro<br />

u Miriam Celaya González, (Contribución al estudio de roedores en la<br />

época prehispánica... Estudios Arqueológicos, 1989). Los autores trabajaron<br />

con jutías domesticadas de la especie cubana viviente Capromys pilorides, lla-<br />

mada jutía conga, comparando mediante métodos científicos el desarrollo<br />

óseo de las especies salvajes de las actuales domesticadas, estableciendo la diferencia<br />

entre la mismas, llegando a la conclusión de que la especie salvaje<br />

tiene un peso corporal menor y menores medidas que la criada en cautiverio,<br />

lo que permite revisar los restos de huesos arqueológicos y reconstruyendo tamaño<br />

y peso, establecer la domesticación en base a la muestra.<br />

La especie llamada aquí Curía, conocida como conejillo de indias, y de<br />

nombre científico Cavia porcellus, es un roedor de fácil reproducción y pa-<br />

rece haber llegado por vías de grupos agrícolas a las Antillas como parte del<br />

stock alimenticio. Si se desea saber como actualmente se comen en Perú,<br />

donde la crianza es industrial, habría que señalar dos usos: el de la barbacoa<br />

o asado, y el del salado de la carne para su conservación. Del mismo modo<br />

debieron tratarse jutías y curíos en la dieta del taíno.<br />

La domesticación del llamado perro mudo, está ampliamente informada,<br />

y se sabe por las crónicas que el mismo fue dieta de los españoles en las hambrunas<br />

que al principio de la conquista asolaron las villas. Pero la presencia<br />

de huesos de perro tratados como basura y quemados en varios lugares de la<br />

isla de Santo Domingo, hablan de su uso como alimento indígena en ocasiones<br />

desde el siglo IV antes de Cristo hasta la llegada del conquistador.<br />

Aunque en el caso de los grupos de Punta Garza la selección de adultos<br />

es o parece ser clara, vale pena señalar que las crónicas hablan del uso del


La llamada «Boa de<br />

La Española» sus<br />

restos aparecen en<br />

algunos residuarios<br />

en Cuba. Era<br />

un preciado<br />

alimento indígena.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

80<br />

fuego y los perros para la cacería, sistema que pudiera haber sido implantado<br />

por los españoles, por cuanto el perro que perseguía las jutías pudiera haber<br />

sido integrado a la cacería, tan parecida a la persecución de la liebre en<br />

Europa. La crónica se refiere a que los indios quemaban la sabana y perseguían<br />

las jutías con gozques o perros locales. Dejamos a buen juicio del lector<br />

la afirmación.<br />

Basados en los estudios hechos por Edgar Maíz con la ayuda de personal<br />

de Smithsonian Institution, (El sitio de Hernández Colón, tesis de grado de<br />

Maestría, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2002)<br />

tenemos noticias de la temprana asimilación de la fauna avícola a la vida de<br />

los agricultores antillanos desde el siglo V o VI después de Cristo. Las aves<br />

están representadas de manera permanente, principalmente las palomas y<br />

las tórtolas, lo que hace pensar al arqueólogo en el uso de sitios o criaderos,<br />

ya que la mayoría de especies consumidas son adultas. En más de un 80% de<br />

la dieta indígena cárnica del sitio estudiado por Maíz, las aves constituyen<br />

el principal alimento. Los ánades y diversos tipos de patos también sugieren<br />

crianza. Hasta el momento la crónica no recogió con claridad los datos de<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

81<br />

domesticación de animales por los taínos, aunque sí la manera de cazarlos<br />

en las lagunas usando de una calabaza en la cabeza caminando en los fondos<br />

bajos con solo la calabaza fuera, para llegar al animal y tirándolo por las patas,<br />

ahogarlo. Existe existe un dato preciso en cuanto a los palmípedos, y es<br />

el que trae en su Carta al Cabildo de Sevilla del médico de la armada de Colón<br />

durante el segundo viaje, Diego Álvarez Chanca, quien, señala la presencia<br />

de ánades en las casas de los indígenas de La Española. Su crónica es<br />

clara. Los caimanes fueron consumidos como carne privilegiada. Los lagartos<br />

grandes a los que se refiere son en realidad los cocodrilos, puesto que dice<br />

que los hay de «la gordura de un becerro», de los cuales, según él, hacían<br />

festín los indígenas. En su relación Chanca da cuenta de la fauna que encuentra<br />

a su llegada a Monte Cristi, aunque no de manera tan elocuente que<br />

podamos tener con precisión la identificación de la misma.<br />

Un dato importante, con el que coinciden los indios de las Antillas y<br />

de la isla de Santo Domingo en cuanto a la ingesta, es el que Chanca señala<br />

cuando dice: «comen cuantas culebras, e lagartos é arañas é gusanos<br />

se hallan por el suelo». Ciertamente en la actual Amazonia la ingesta de<br />

La tortuga<br />

marina o carey fue<br />

un gran alimento<br />

precolombino.


LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

82<br />

arañas, lagartos, gusanos, y serpientes es común. De modo que la presencia<br />

en algunos lugares de restos de la especie de lagartija denominada ano-<br />

lis, corrobora la crónica.<br />

LA POSIBLE GEOFAGIA TAÍNA. UNA «DIETA» SIN FUTURO<br />

Se llama «geofagia» al acto de comer tierra. Al parecer en momentos<br />

de crisis los taínos recurrieron al uso de la misma para llenar sus estómagos.<br />

El dato proviene de bolas de tierra, huecas, analizadas en España por<br />

quien escribe este texto, siguiendo el rastro de las descripciones hechas<br />

por varios cronistas para la América colonial, como Alejandro von Humboldt,<br />

Fray Joseph Gumilla, P. Crevaux, Cabeza de Vaca, y el padre Ramón<br />

Bueno, para grupos indígenas del área del rió Orinoco y de parte de la<br />

Amazonia otros lugares.<br />

El 14 de enero de 1967 los arqueólogos dominicanos Luis Chalatte Baik<br />

y Fernando Morbán Laucer , al hacer excavaciones en una caverna cercana<br />

al sitio de Los Paredones, obtuvieron a unos 50 centímetros de profundidad,<br />

ciertas bolas de barro sin cocer. Este hallazgo nos puso en la pista de la posibilidad<br />

de geofagia en la isla de Santo Domingo. Las crónicas de Venezuela<br />

describían bolas similares usadas como ingesta para calmar el hambre en<br />

épocas de crecidas de los ríos. Humboldt señala que el acto de comer tierra<br />

no era alimentarse de tierra, porque las bolas, amasadas con huevos, carne y<br />

otros elementos, eran solo una especie de ayuda para una dieta de crisis. El<br />

padre Joseph Gumilla, en su obra El Orinoco Ilustrado y Defendido, había de-<br />

tallado el hecho de que en ciertas épocas del año, los otomacos del Orinoco<br />

ingerían bolas amasadas con manteca y tierra en descomposición pasadas<br />

por el fuego para endurecerlas En 1848 P. Crevaux, viajero francés describe<br />

el fenómeno para los indios guamo y los rucuyu. Llevadas a España por nosotros<br />

las encontradas por los arqueólogos mencionados, se estableció que<br />

ambas tenían restos de grasa, huevas de peces, dientes de lagartijas pequeñas<br />

y además, impresión de una semilla pequeña. Las bolas fueron fabricadas<br />

cargando su contenido de proteínas, lo que dio a la doctora Josefa Me-<br />

Perfil en cerámica<br />

de la higuaca o<br />

cotorra, común en<br />

la dieta antillana.<br />

LA DIETA ABORIGEN PRECOLOMBINA<br />

83<br />

néndez Amor, de la Cátedra de Micropaloentología de la Universidad de<br />

Madrid la certeza de que «la presencia de los elementos nutritivos citados,<br />

análogos en las dos muestras, no es un hecho casual, sino una incorporación<br />

premeditada de los fabricantes de las bolas analizadas». (Informe de la Dra.<br />

Josefa Menéndez Amor, 1969)<br />

La misma opinión expresó el Doctor Jesús Galván, del Departamento de<br />

Biología Vegetal del Consejo Superior de Investigaciones Científica. (Marcio<br />

Veloz Maggiolo, Arqueología Prehistórica de Santo Domingo. McGraw-<br />

Hill, Singapure, 1972)<br />

El uso de estas bolas, debió ser similar al de los grupos del Orinoco, aun-<br />

que las crónicas no lo informan, dado el hecho de que en ocasiones la presencia<br />

europea rompería con muchas tradiciones y costumbres ancestrales.<br />

A no ser por la descripción de Las Casas sobre el uso de la guáyiga, por ejemplo,<br />

hoy no tendríamos ninguna información sobre el uso indígena de la<br />

misma, el proceso de preparación y la zona en la que fue alimento y dieta<br />

fundamental.<br />

CONCLUSIONES<br />

Las diversas dietas prehistóricas recogidas como parte de la información<br />

arqueológica se completan con trabajos puntuales como el libro de Bernardo<br />

Vega titulado Las Frutas de los Taínos, Fundación Cultural Dominicana,<br />

1998, y con obras como Palabras Indígenas, de Emiliano Tejera, certera en<br />

describir cada fruto, y tipo de cultivo. Las crónicas citadas al comienzo de<br />

este trabajo son un punto clave para entender los alimentos a partir de la<br />

conquista. Nosotros hemos ido a la fuente arqueológica, como punto de partida<br />

para el mejor entendimiento de otras, como las escritas, y las supervivencias<br />

actuales, a partir de donde es posible, realmente, completar un estudio<br />

gastronómico, que como se ve, en parte se enraíza en la más antigua<br />

historia antillana.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

HUGO TOLENTINO DIPP


El arte de la cocina, el de preparar los platos,<br />

dotarlos de un toque o un aroma especial<br />

y hacerlos tan agradables a la vista como al paladar,<br />

suele ser descuidado por los antropólogos<br />

con demasiada frecuencia.<br />

Roger Bastide. El Prójimo y el Extraño<br />

He encontrado que lo mejor y más agradable<br />

es comer y beber, y disfrutar del fruto de tanto trabajar<br />

en este mundo durante la corta vida que Dios nos da,<br />

pues eso es lo que nos ha tocado.<br />

Eclesiastés 5<br />

El placer de la mesa es para todas las edades,<br />

para todas las condiciones, para todos los países<br />

y para todos los días; puede asociarse a todos los placeres,<br />

y se queda el último para consolarnos de la pérdida de los otros.<br />

Brillat Savarín. Fisiología del Gusto o<br />

Meditaciones de Gastronomía Trascendente


Hospitalario, el<br />

caldero de hierro,<br />

ofrece generosamente<br />

sus aromas criollos.<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Placentera encomienda la de emprender el itinerario histórico de la gas-<br />

tronomía dominicana. Zigzagante el rumbo. Incógnitas las acechanzas. Frágiles<br />

las armaduras para el lance ineludible.<br />

Sin embargo, la aventura estimula la osadía.<br />

No quiere esto decir que no existan trabajos apreciables, estudios focalizados<br />

en las distintas influencias que en nuestro recetario han tenido las etnias<br />

entrelazadas en el desarrollo histórico dominicano. Se pueden apreciar<br />

asimismo algunos artículos monográficos en torno a manjares que como el<br />

sancocho, el chivo guisado o las habichuelas con dulce han llegado a encumbrarse<br />

como paradigmas del sortilegio culinario nacional. Esos escritos<br />

son por demás útiles, no sólo por las informaciones que contienen, sino porque<br />

llevan al convencimiento de la necesidad de contar con una visión de<br />

conjunto acerca del proceso que caracteriza la evolución de nuestros hábitos<br />

alimenticios. Esa consideración explica el propósito de emprender un<br />

largo peregrinaje a través de la historia de nuestro país, sendero ineludible<br />

para acercarnos a ese objetivo.<br />

Cinco siglos de circunstancias y sucesos sociales fueron integrando, transformando<br />

y definiendo los elementos básicos de la mesa criolla. Ahora bien,<br />

no llegan a tanto nuestras posibilidades como para pretender hacer de este


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

90<br />

trabajo una historia exhaustiva de la alimentación en Santo Domingo en<br />

cada uno de los momentos relevantes de ese amplio transcurso. Hemos tratado<br />

de encontrar los caminos que desde el fondo de la colonia hasta el día<br />

de hoy orientan la andadura.<br />

No podemos dejar de reconocer que el tiempo dado para lograr ese intento<br />

ha sido presuroso, urgencia que de seguro ha conspirado contra un resultado de<br />

mayor valía. De todos modos, no ha sido ambición nuestra, de ninguna manera,<br />

agotar el tema. Nos hemos conformado con hacer algunas apuntaciones<br />

acerca de la creación de esa excelente gastronomía que es la dominicana.<br />

Puesto que ya hemos mencionado la palabra gastronomía creemos que es<br />

prudente una somera disquisición en torno a los significados que pueden<br />

atribuirse a este concepto. Siendo como lo es una expresión de la cultura general<br />

de las sociedades, su génesis y su constante desarrollo tienen explicación<br />

en múltiples factores.<br />

Además de la naturaleza y su complejidad climática, en esto del comer están<br />

involucradas determinadas tecnologías y ciencias como la historia, la<br />

antropología, la etnología, la arqueología, la economía, la sociología, la sexología,<br />

las creencias religiosas, las supersticiones, las concepciones artísticas<br />

y las científicas. Llega a tanto el estudio y la especulación sobre la noción<br />

gastronomía que en los últimos tiempos ha sido objeto de interpretaciones<br />

funcionalistas, estructuralistas, desarrollistas a partir de la teoría de<br />

las representaciones sociales y el psicoanálisis.<br />

Desde las simples propuestas que quieren circunscribir su definición encerrándola<br />

en una suerte de monopolio de la buena cocina, o de la afición<br />

por ésta, el concepto se aloja de manera ambiciosa en la integridad omnisciente<br />

de la creatividad humana hasta no dejar casi ninguna ciencia ajena a<br />

sus virtudes polivalentes.<br />

Sin embargo, a decir verdad, todo ese razonar en la búsqueda de sus verdaderas<br />

y plurales esencias se resume en el borbotear de la marmita, en esa<br />

síntesis que producen esos alquimistas llamados cocineros o cocineras, creadores<br />

del más grande lenitivo para el alcance de la paz social.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

91<br />

Ahora bien, tenemos dicho y repetido que la gastronomía de los pueblos<br />

es un producto de su cultura. Y al expresarlo, recordamos que no es extraño<br />

oír entre dominicanos algunas abominaciones dirigidas contra la tradición<br />

culinaria nacional por considerarla proveniente de un pueblo que no ha alcanzado<br />

altos niveles de desarrollo. No vamos a abundar en los razonamientos<br />

que se pueden oponer a quienes por tener un concepto muy particular y<br />

generalmente eurocéntrico de lo que es la cultura, la confunden con el desarrollo<br />

histórico o económico.<br />

Tiene razón Pedro Delgado Malagón cuando en su artículo Meditación so-<br />

bre la buena mesa, escribe: «La gran cocina no pertenece imperiosamente a<br />

los privilegiados. Las clases ricas, las naciones ricas, no siempre son las que<br />

mejor comen». Y a seguidas cita este autor a Octavio Paz: «La cocina norteamericana<br />

tradicional es una cocina sin misterios: alimentos simples, nutritivos<br />

y poco condimentados... El placer es una noción (sensación) ausente<br />

de la cocina yanqui tradicional».<br />

Siguiendo el hilo de esa argumentación debemos recordar aquello de Voltaire<br />

sobre la gastronomía en Inglaterra: «...mil religiones y una sola salsa».<br />

Y rememorar igualmente el viejo dicho alusivo a las torturas del Averno:<br />

«En el infierno los cocineros son ingleses».<br />

La creación cultural de un pueblo no es un todo compacto y parejo, puede<br />

muy bien ser grandilocuente en una de sus expresiones y pedestre y chato<br />

en otras de ellas. Son especiales circunstancias, específicas y múltiples en la<br />

trama de las manifestaciones del ser individual y comunitario, las que pueden<br />

favorecer y optimizar determinadas vertientes de ese quehacer histórico.<br />

La llamada decadencia española del siglo XVII se manifestó en el desarrollo<br />

institucional y económico, pero desde las entrañas de esa situación<br />

emergieron Velásquez, Rivera, Zurbarán, Murillo, El Greco, Cervantes,<br />

Quevedo, Lope de Vega, Calderón, Góngora, Baltasar Gracián, Fray Luis<br />

de León, entre otros tantos genios. La elaboración cultural no se produce<br />

al ritmo de un solo compás, son variables sus cadencias y sus resultados, son<br />

una gran sinfonía con sus tonos mayores y menores. Para comprender los


uenos o mediocres o malos hábitos culinarios de un pueblo es obligatorio<br />

dirigir la mirada hacia el pasado en la búsqueda de las causas que otorgan<br />

una u otra calificación.<br />

Es preciso, pues, ponderar los fenómenos que han incidido en la evolución<br />

de la isla de Santo Domingo para conocer las razones que explican la<br />

gestación y el alumbramiento de la cultura gastronómica criolla dominicana.<br />

Cuando Brillat Savarín decidió escribir un libro sobre cocina no se conformó<br />

con hacer un recetario común y corriente, sino que comprendiendo<br />

lo que el tema involucraba en requerimientos, lo presentó bajo el título de<br />

Fisiología del Gusto o Meditaciones de Gastronomía Trascendente.<br />

A los dominicanos no nos ha faltado nuestro Brillat Savarín, lo tenemos<br />

en Julio Vega Batlle, quien subtitula su obra Anadel como La Novela de la<br />

Gastrosofía El término fue escogido «...para expresar la idea de ciencia, es-<br />

Anuncio infalible del<br />

chicharrón crujiente.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

93<br />

tudio profundo, casi filosófico de la necesidad y del placer de comer. Etimológicamente<br />

puede descomponerse en las raíces griegas gáster, que como hemos<br />

dicho equivale a estómago, y sophia, que significa ciencia».<br />

Seguir el rastro de nuestra gastronomía nos obliga a reflexionar sobre los<br />

problemas del hambre y las diferentes formas de alimentación de los distintos<br />

niveles económicos y sociales que han escalonado y estructurado la sociedad<br />

de Santo Domingo.<br />

La dieta de los dominicanos tiene sus apetencias recurrentes, sus lugares<br />

comunes, sus cotidianos ritornelos gastronómicos. Y ha sido en torno a esos<br />

patrocinios que se ha ido creando todo el amplio recetario de la cocina criolla<br />

dominicana.<br />

Existe, pues, un fondo gastronómico común, definidor y exponente de<br />

la peculiaridad de nuestra tradición culinaria. Esto no significa que todos<br />

los dominicanos se alimentan siempre de la misma manera, sino que en todos<br />

los niveles de clases perviven unos gustos, unos hábitos y unas técnicas<br />

culinarias muy semejantes frente a una vastísima pluralidad de platos.<br />

Es decir, recetas que, con más o menos variantes, abarcan toda la geografía<br />

nacional.<br />

Por otra parte, son a todas luces comprobables las especialidades gastronómicas<br />

regionales, aunque tienden a ser de muy generalizada frecuentación,<br />

dada la correlación económica entre todas las zonas del país y la proximidad<br />

que de unas a otras han creado las comunicaciones expeditas. En el transcurso<br />

de este trabajo trataremos de ofrecer específicos ejemplos ilustrativos de<br />

esas particularidades regionales prevalecientes en nuestro país.<br />

Sentadas las premisas de la concepción que encauzará estas páginas, nos<br />

permitiremos resumir el ordenamiento temático que guiará nuestros pasos<br />

en el descubrimiento del transcurrir de la gastronomía dominicana en el<br />

tiempo señalado.<br />

Con perdón del pleonasmo, hemos de comenzar por el comienzo, que no<br />

es otro que el estudio de la documentación que nos informa acerca del encuentro<br />

e intercambio cultural entre el indígena y el español. Es decir, obli-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

94<br />

gado introito, inapelable articulación inaugural que sitúa sus inicios a partir<br />

de 1492, cuando Cristóbal Colón descubrió la isla a la que pondría el nombre<br />

de Española. Y ya luego, poco tiempo después, vendrá a agregarse la presencia<br />

de los africanos. Al compás del tiempo iremos subrayando los aportes<br />

y la actividad de esas tres etnias, así como el prontuario gastronómico<br />

que las relaciones entre ellas irán elaborando tanto en la vida colonial como<br />

más tarde en el devenir republicano. A esto se enhebrarán otras influencias<br />

que, si bien menores, no dejarán de formar parte del ñudo articulado de<br />

la cocina criolla dominicana.<br />

En la gastronomía existen leyes cuyo conocimiento ofrece la posibilidad<br />

de deducir certeras conclusiones. Determinados productos alimenticios<br />

combinados con específicas circunstancias históricas y conocidos niveles<br />

culturales de una sociedad, permiten inferir las razones que explican la aparición<br />

de un singular recetario y de unas particulares técnicas culinarias. En<br />

fin, que si bien no es tarea nuestra la de ofrecer recetas, sí lo es la explicación<br />

de los medios que nos pueden servir para la identificación de los hechos<br />

y coyunturas históricas capaces de propiciar la creación de un trascendente<br />

linaje culinario<br />

El período colonial abarcó de 1492 a 1821, vale decir, trescientos veintinueve<br />

años, en los que contradictorios intereses internos y externos provocaron<br />

la creación de toda una formación social inédita y de una inusitada<br />

proyección cultural<br />

En el último cuarto del siglo XVI, holandeses, ingleses y franceses llegaron<br />

a las costas de Santo Domingo a mercadear clandestinamente sus productos<br />

nacionales por cueros y otras mercancías. El contrabando adquirió<br />

una frecuencia y una importancia tal que todavía hoy día es posible identificar<br />

algunas huellas culinarias de aquel tráfico así como precisos rasgos físicos<br />

en la humanidad variopinta de los dominicanos.<br />

Pero es categórico subrayar que desde el inicio de la colonia hasta su fin,<br />

los mayores influjos en la creación de la cocina criolla lo fueron los españoles<br />

y los africanos. De estos dos, los primeros, por razones obvias, harían los<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

95<br />

más importantes aportes materiales, pero serían las cocineras de origen africano<br />

o criollo, oficiantes del ritual gastronómico, con las posibilidades a su<br />

alcance, su imaginación y las urgencias del apetito comunitario, las que<br />

irían armonizando todo un hábito alimentario.<br />

Años después, la aparición de la cocina francesa en la colonia de Saint<br />

Domingue hizo limitadas y subyacentes prestaciones a la de su vecina colonia<br />

española. Serían los cimarrones de ambas sociedades los que en sus relaciones<br />

mutuas harían contribuciones más sensibles al recetario criollo.<br />

El abandono en que España dejó su colonia a partir de la segunda mitad<br />

del siglo XVI obligó a sus habitantes, digámoslo así, a sancocharse en su propia<br />

salsa, valiéndose de lo que tenían y de lo que podía aparecer para sobrevivir.<br />

Fue en esas circunstancias que la imaginación tuvo que darse alas para<br />

recrear, transformar e inventar los fundamentos de nuestra cocina criolla.<br />

En ese desamparo los criollos de todas las estirpes se vieron emplazados a desembrollar<br />

su destino en un esfuerzo por comprender su definitiva pertenencia<br />

a la tierra nueva. A esa soledad debemos los dominicanos características<br />

propias de nuestra vida material y sicológica. Allí, en ese olvido, el diálogo<br />

de la cocinera con el caldero hospitalario fue ameno y sustancioso, apetitoso<br />

por demás en virtud de la altilocuencia del conversatorio.<br />

La ocupación del territorio dominicano por Haití durante 22 años alentó<br />

ciertas influencias africanas recibidas desde la época colonial e hizo algunos<br />

aportes de su cocina creol, en los que perviven inmanencias de la gastronomía<br />

francesa.<br />

La independencia de 1844 oficializó en términos nacionales lo alcanzado<br />

hasta entonces como sinopsis cultural. A pesar de la difusa soberanía, la cocina<br />

criolla encontró progenie: la dominicana. Y a partir de ese momento,<br />

se ampliaron las relaciones internacionales promoviendo algún intercambio<br />

de conocimientos, incluyendo en ellos los relacionados con el campo de la<br />

gastronomía.<br />

Una de las virtudes del dominicano, que puede ser herencia del cosmopolitismo<br />

circunstancial y aguerrido a que lo obligó el contrabando y las fre-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

96<br />

cuentes mudanzas de nacionalidad, es su temperamento acogedor, generoso,<br />

presto siempre a abrir los brazos y a amadrigar al extranjero. Este rumboso<br />

talante se expresa reiteradamente siempre y cuando no se trate de lesionar<br />

los atributos de su soberanía nacional. Es un hecho que la historia comprueba<br />

que en lo que toca a la gastronomía los dominicanos han recibido siempre<br />

con manifiesta curiosidad las enseñanzas foráneas.<br />

El mundo del siglo XX avanzó vertiginosamente en materia de relaciones<br />

comerciales y de contactos humanos internacionales. Culminaron en él y se<br />

multiplicaron de manera sorprendente los grandes logros y transformaciones<br />

de la Revolución Industrial. A través del turismo, de las emigraciones, de la<br />

radio, el cine, la televisión, el fax, el correo electrónico, hábitos recetas y<br />

técnicas culinarias de todos los países y culturas del planeta se hicieron accesibles<br />

y fáciles de conocer.<br />

Como efecto de esas circunstancias experimentadas por la sociedad dominicana,<br />

a su tradición gastronómica se sumarían, desde fines del siglo XIX y<br />

en buena parte del siglo XX, varias inmigraciones. Trabajadores de las pequeñas<br />

Antillas con sus familias, vendrían al país reclamados por los ingenios<br />

azucareros. Algunos platos de su dieta cotidiana arraigaron en nuestro país.<br />

Árabes, chinos, españoles, italianos y de otras nacionalidades, poseedores<br />

de una gran riqueza gastronómica, arribaron por esos mismos años, enriqueciendo<br />

el recetario nacional y la capacidad gustativa del paladar dominicano.<br />

Dejamos constancia de nuestro agradecimiento a quienes nos prestaron<br />

ayuda en la dificultosa labor de identificación de fuentes bibliográficas provechosas<br />

para la elaboración de este trabajo. Son ellos Margarita Alfonseca,<br />

mi hija Micaela Tolentino de Ortiz, Bernardo Vega Boyrie, Carlos Ortiz Pedroso<br />

y Manuel García Arévalo.<br />

A Enrique de Castro Goico, Eduardo León Asensio y Camilo Lluberes<br />

Henríquez, presentes en el recuerdo fraternal, por su bonhomía y su amor<br />

por lo dominicano, dedicamos estas páginas.<br />

Cocina del campo,<br />

ámbito propicio para<br />

la alquimia culinaria.


El casabe, desde<br />

el indio hasta el<br />

dominicano de hoy,<br />

manjar inalterable.<br />

LOS ORÍGENES: ENCUENTROS<br />

Y DESENCUENTROS GASTRONÓMICOS<br />

En su Historia de las Indias, Bartolomé de las Casas escribe lo siguiente:<br />

«Así que, miércoles, a 5 días de diciembre descubrió el Almirante la isla de<br />

Haití a la cual puso después como luego parecerá la Española». Bautizándola<br />

con ese nombre quiso Cristóbal Colón rendir homenaje a España y, en<br />

particular, a la reina Isabel, principal auspiciadora de lo que algunos han llamado<br />

la gran aventura americana. Esa aventura daría inicio, en toda América,<br />

a la creación de una original dimensión del ser humano y a una valiosa<br />

contribución a la cultura universal. Sujetos principalísimos de ese novedoso<br />

episodio histórico lo serían los habitantes de la que fue ayer la Española<br />

y hoy, tras avatares y luminosos triunfos, República Dominicana.<br />

En la cultura que desde entonces y hasta ahora se ha venido creando y<br />

recreando la gastronomía constituye unas de sus manifestaciones más sobresalientes,<br />

en razón de la pluralidad de sus componentes étnicos y de las<br />

implicaciones de fenómenos sociales que han intervenido en su desarrollo<br />

histórico.<br />

Desde los primeros días del descubrimiento los hábitos culinarios de los<br />

indios comenzaron a ser percibidos por los españoles, pero fue el Almirante<br />

mismo quien más pudo apreciarlos dada su jerarquía y su nivel de conoci-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

100<br />

mientos. De ello y de la opinión que le merecieron los cultivos, los alimentos<br />

elaborados, los frutos y demás productos comestibles de la tierra y el mar<br />

antillano, fue dejando testimonio en sus sucesivos escritos, sobre todo en sus<br />

diarios, a partir del 3 de agosto de 1492, fecha en que desplegó velas hacia<br />

América desde la barra de Saltes.<br />

Aunque obsesionado con la idea de encontrar oro, el Almirante no deja<br />

de observar, día tras día, las costumbres de los indios de la Española y entre<br />

éstas la manera como se sustentaban. La curiosidad del descubridor, no sólo<br />

se debía a las exigencias de su profesión de marino, sino también a criterios<br />

prácticos, pues entendía que entre aquellas gentes tendría que convivir y le<br />

era entonces necesario conocer lo que podían ofrecerle para poder sobrevivir<br />

y tratar de enriquecerse. Muy pronto se percató el Almirante de que en<br />

esta isla, en la tierra y en el mar, en su flora y en su fauna, había una generosa<br />

variedad de especies.<br />

El indio de la Española había alcanzado un nivel de desarrollo que lo situaba<br />

en el neolítico superior; sedentario ya desde hacía tiempo y, por ende,<br />

conocedor de ciertas técnicas que le permitían procurarse alimentos mediante<br />

el cultivo de la tierra, la pesca y la recolección de frutos del mar.<br />

En el primer diario del Almirante, así como en otros escritos, encontraremos<br />

los relatos de los primeros contactos de los españoles con una naturaleza<br />

que muy pronto sería la suya.<br />

El porvenir inmediato de la acción colonizadora obligará a los descubridores<br />

a mantenerse prevaliéndose de los conocimientos y hábitos alimenticios<br />

de los aborígenes. De allí que nos resulte importante el inventario de<br />

todo aquello que a partir de su llegada a esta isla sería parte de su sustento<br />

cotidiano. Desde los primeros momentos los españoles adoptarían las técnicas<br />

de cultivo de determinados productos y las formas en que los indios<br />

los consumían a fin de no perecer en un medio todavía desconocido.<br />

Ya el 6 de diciembre de 1492, desde la cubierta de la Santa María, el Almirante<br />

describía la forma en que se cultivaban los campos de la Española:<br />

«Aquella isla grande parecía altísima tierra, no cerrada con montes, sino ra-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

101<br />

sa como hermosas campiñas, y parece toda labrada, o grande parte della, y<br />

parecían las sementeras como trigo en el mes de mayo en la campiña de<br />

Córdoba» Sin conocerlos todavía, lo que de seguro contemplaba el Almirante<br />

eran cultivos de yuca. El trigo no existía en América, sería en el segundo<br />

viaje del Almirante cuando llegaría a la Española.<br />

Más adelante, el 7 de diciembre, presto a desembarcar, anotaba: «...saltó<br />

una lisa como las de España propia en la barca... los marineros pescaron y<br />

mataron otras y lenguados y otros peces como los de Castilla». Y el 11 de diciembre<br />

precisa: «Pescaron (se refiere a los marineros) muchos pescados como<br />

los de Castilla, albures, salmones, pijotas, gallos, pámpanos, lisas, corvinas,<br />

camarones, y vieron sardinas...».<br />

Desde los primeros días del descubrimiento los peces del litoral fueron incorporados<br />

a la dieta de los colonizadores. Para identificarlos les llamaron,<br />

con acierto o equivocadamente, según el parecido con los que existían en<br />

los mares europeos. Por otra parte, no pocas especies marinas conservarían<br />

los nombres de la lengua taína, tales como carite, dajao, lambí, carey, hicotea,<br />

tiburón, guatapaná, menjúa, jaiba, cojinúa, y tantos otros más. Con esa<br />

dualidad en sus apelativos llegarían a la mesa colonial y permanecerían hasta<br />

el día de hoy en la dominicana.<br />

La primera experiencia gastronómica de los descubridores en la futura Española<br />

tendría lugar en el noroeste de la isla el día 13 de diciembre de 1492.<br />

Deseoso de saber qué cosas de provecho se encontrarían en la isla, Colón escogió<br />

nueve de sus hombres y los envió, guiados por un indio, a penetrar tierra<br />

adentro. Relata el Almirante que una vez convencidos de que los españoles<br />

venían en son de paz los aborígenes «...iban todos a sus casas, y cada<br />

uno les traía de lo que tenía de comer, que es pan de niames, que son unas<br />

raíces como rábanos grandes que nacen, que siembran y nacen y plantan en<br />

todas sus tierras, y es su vida; y hacen dellas pan y cuecen y asan y tienen sabor<br />

propio de castañas. Dábanle pan y pescado de lo que tenían».<br />

Es bien sabido que los «niames» no existían en la isla y que el empleo de<br />

esta palabra se debió a la semejanza que Colón encontró entre los «niames»


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

102<br />

(ñame) y la yuca, ya que no pocas navegaciones le habían llevado hasta la<br />

Guinea, al río del Oro y la fortaleza de San Jorge de los Mina, al servicio de<br />

tratantes de esclavos portugueses, donde conoció el tubérculo. Más tarde<br />

desde África, vendría el ñame a Santo Domingo. Sin saberlo, el Almirante<br />

y sus acompañantes habían comido casabe y yuca hervida, esta última les supo<br />

a castañas.<br />

El domingo 16 de diciembre, el Almirante hace mención de la batata en<br />

estos términos: «Toda esta isla y la de la Tortuga son todas labradas como la<br />

campiña de Córdoba. Tienen sembrado en ellas ajes que son unos ramillos<br />

que plantan, y al pié de ellos nacen unas raíces como zanahorias, que sirven<br />

por pan, y rallan y amasan y hacen pan dellas, y después tornan a plantar el<br />

mismo ramillo en otra parte y torna a dar cuatro o cinco de aquellas raíces,<br />

que son muy sabrosas, propio gusto de castañas». Esta vez se trata de la batata<br />

que, como la yuca, la cultivaban los indios y de la que españoles y luego<br />

los africanos se valdrían de distintas maneras. Pero es bueno aclarar que<br />

no es conocido que los indios hicieran pan de la batata y es entonces lógico<br />

pensar que lo ofrecido fue el tubérculo hervido y casabe, creyendo los es-<br />

Peces de ríos y lagunas. Víveres, desde la<br />

yuca original al<br />

plátano calurosamente<br />

adoptado.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

104<br />

pañoles que el pan que comían se hacía de aquella. Pan de batata sería invento<br />

de la cocina criolla, manjar que todavía hoy propaga su dulzor.<br />

Estaba el Almirante almorzando en su barco cuando se acercó a él, acompañado<br />

de algunos indios, el cacique de las cercanías del Puerto de Paz. Esta<br />

visita sería ocasión para que compartiera su almuerzo, dando de comer al<br />

jefe indio y a sus acompañantes alimentos de la dieta española, en particular<br />

de aquellos que eran indispensables para las largas navegaciones. El suceso<br />

aconteció el 18 de diciembre y cuenta el navegante: «El, así como entró<br />

en la nao, halló que estaba comiendo á la mesa debajo del castillo de popa,<br />

y él a buen andar se vino a sentar a par de mí, y no me quiso dar lugar<br />

que yo me saliese a él ni me levantase de la mesa, salvo que yo comiese. Yo<br />

pensé quel tenía a bien de comer nuestras viandas: mandé luego traerle cosas<br />

quel comiese». Y continúa: «...de las viandas que yo le puse delante tomaba<br />

de cada una tanto como se toma para hacer la salva, y después luego<br />

lo demás enviábalo a los suyos, y comían della, y así, hizo en el beber, que<br />

solamente llegaba á la boca y después así lo daba a los otros...».<br />

No cabe duda que entre los comestibles que el Almirante brindó a los indios<br />

debían encontrarse algunos de estos: galleta de navegación, bizcocho,<br />

miel y tocino, y quién sabe si algunos garbanzos o lentejas o queso de Andalucía.<br />

El hecho es que por esta vez y excepcionalmente, los indios probaron<br />

algunos alimentos españoles.<br />

La generosidad de los aborígenes hacia los recién llegados se manifestaba sobre<br />

todo ofreciéndoles de su comida. El 21 de diciembre les dieron «...pan, que<br />

hacen de niames, a quellos llaman ajes ques muy blanco y bueno...». El mismo<br />

día refiriéndose a las mujeres subraya que eran«...ellas las primeras que venían<br />

a dar gracias al cielo y traer cuanto tenían, en especial cosas de comer, pan de<br />

ajes y gonza avellanada, y de cinco o seis maneras frutas, de las cuales mandó<br />

curar el Almirante para traer a los Reyes». No tenemos noticias de cuales de<br />

las frutas ofrecidas por los indios pudieron llegar a España curadas, pero pudieron<br />

ser varias ya que el procedimiento para preservarlas era rutinario a partir de<br />

la herencia que dejaran en España siete siglos de civilización Al -Andaluz.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

105<br />

El 22 de diciembre volvieron los indios a ofrecer a los españoles «...especial-<br />

mente de su pan y pescado». «...y escribe el Almirante en su diario algo que ha<br />

quedado en el misterio: «...echaban un grano en una escudilla de agua y bébenla,<br />

y decían los indios que consigo traía el Almirante que era sanísima».<br />

Un día después de la pérdida de la Santa María, el 26 de diciembre, el cacique<br />

Guacanagarix invitó al descubridor a un almuerzo. Por la variedad de<br />

los manjares bien puede ser considerado como la primera comida importante<br />

ofrecida a un europeo por un jefe aborigen de América. Consigna el diario<br />

colombino a este respecto: « El Rey comió en la carabela con el Almirante,<br />

y después salió con él en tierra, donde hizo al Almirante mucha honra, y<br />

le dio colación de dos o tres maneras de ajes, y con camarones y caza, y otras<br />

viandas quellos tenían, y de su pan, que llamaban cazavi...».<br />

En verdad que aquello fue comida brindada por todo lo alto, puesto que<br />

a los ajes, que en este caso pudieron no sólo ser batatas sino también yautías<br />

y yucas, se agregaron camarones y aves y «otras viandas quellos tenían». El<br />

menú de Guacanagarix es digno de ser recordado como lo serán otros que<br />

más adelante encontrarán espacio en estas páginas, dedicados también por<br />

caciques indios a altos funcionarios de la colonia.<br />

Como veremos más tarde el casabe sería durante tres siglos el pan común<br />

de la colonia española. En los inicios del descubrimiento este alimento llegaría<br />

a sustituir la galleta de navegación y el bizcocho, ya que en él no se alojaba<br />

el gorgojo y se mantenía incorruptible por muy largo tiempo.<br />

El almuerzo se prolongó buen rato y tras haber sido presentado el Almirante<br />

a los servidores del cacique «...Trujeron ciertas yerbas, con que se fregó<br />

mucho las manos: creyó el Almirante que lo hacía para ablandarles, y<br />

diéronle agua manos». El Almirante quedó sorprendido ante el sofisticado<br />

detalle y de seguro su asombro desdobló cuando, junto a las yerbas aromáticas<br />

y para terminar el aseo, le trajeron un aguamanil, en este caso seguramente<br />

de cerámica, en cuyo hueco el cacique virtió el agua para lavar las<br />

manos de su huésped.<br />

Se podría pensar que además de su deseo de indagar las posibilidades de


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

106<br />

obtener oro, el descubridor le había tomado gusto a la cocina taína, ya que<br />

a pocos días de ese almuerzo, el 30 de diciembre, salió «...á comer á tierra, a<br />

aqueste que se llamaba Guacanagarí...».<br />

El poeta Juan de Castellanos no podía ignorar la suerte que le había tocado<br />

a los aborígenes de la Española por el trato infligido por los colonizadores,<br />

pero no pudo menos que reconocer su obsequiosidad en el poema Elegía<br />

a Varones Ilustres de Indias, escrito en 1589. En labios de los indios pone<br />

el bardo estos versos de bienvenida:<br />

«Si son gentes de buenos pensamientos / A bien es recebilos, si son gratas, /<br />

Si vienen fatigados y hambrientos, / Darémosle comidas bien baratas; / Darémosle<br />

de nuestros alimentos / Guamas, auyamas, yucas y batatas, / Darémosle<br />

cazabis y maíces / Con otros panes hechos de raíces. / Darémosle jutía con ajíes,<br />

/ Darémosles pescados de los ríos, / Darémosle de gruesos manatíes; / Las ollas<br />

y los platos no vacíos; / También guariquinayes y coríes, / De que tenemos llenos<br />

los buhíos, / Y curaremos bien a los que enferman, / Colgándoles hamacas,<br />

en que duerman.<br />

Antes de volver a España, el miércoles 22 de enero, Colón dejó en la Es-<br />

pañola 39 hombres en el llamado Fuerte de la Navidad, construido mayormente<br />

con el salvamento de la Santa María, con propósito bien explícito:<br />

«Todas las mercaderías que los Reyes mandaron comprar para los rescates, que<br />

eran muchos, para que las trocasen y rescatasen por oro...». Y para su mantenimiento<br />

«...déjoles también pan bizcocho para un año y vino...». E igualmente<br />

les entregó «...simientes para sembrar...». Ya antes, el 31 de diciembre,<br />

había expresado Colón su deseo de «Traer ganados y otras cosas...» desde España.<br />

Junto a la construcción del Fuerte de la Navidad, decisión que hacía de<br />

esta isla el centro de los descubrimientos, la entrega de semillas, fue el primer<br />

intento de reproducir alimentos de España en la Española y, por consiguiente,<br />

el hecho inaugural de la agricultura europea en el Nuevo Mundo.<br />

Desgraciadamente, los hombres que permanecieron en la isla no dedicaron<br />

su tiempo a sembrar sino más bien a obligar a los indios a que les buscasen oro<br />

y a tomarles sus mujeres por la fuerza, exigencias que provocaron enfrenta-<br />

Maíz, novedad de la<br />

isla para el descubridor.<br />

mientos y la muerte de todos ellos. En el diario de su segundo viaje el Almirante<br />

relata que los indios le expresaron sus quejas porque los del Fuerte de la<br />

Navidad se apropiaron de sus mujeres: «...uno tenía tres mujeres, otro cuatro...».<br />

Concluye su opinión pensando que los indios dieron muerte a los españoles,<br />

porque «...creemos quel mal que les vino fue de zelos...».<br />

En fecha posterior y en un encuentro con los aborígenes de la costa norte<br />

de la isla, siempre obsequioso de baratijas en su insistente búsqueda de<br />

oro, les ofreció «bizcocho y miel». Esa miel había sido traída desde España,<br />

pero es oportuno anotar que en carta que el Almirante escribiera el 4 de<br />

marzo de 1493 a Luís de Santángel, Escribano de Ración de los Reyes Católicos,<br />

dice de la Española: «... en ella hay primores a maravilla, e hay campañas<br />

grandísimas e hay miel...».<br />

Pero volvamos a la conclusión del primer viaje. El 9 de enero de 1493, ya


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

108<br />

en preparativos para el regreso a España, en las playas de Monte Cristi, los<br />

marinos pescaron varias tortugas, las que comieron tal cual lo hacían los indios.<br />

Dice el Almirante que dichos animales venían a esas playas «a desovar<br />

en tierra». Es muy posible que los españoles aprovecharan el momento para<br />

degustar lo que ha venido a ser para buena parte de los gastrónomos dominicanos<br />

y de otros pueblos de América una exquisitez que a sus virtudes<br />

gustativas se les atribuye también el esperanzador atributo de contribuir a la<br />

exaltación de los ardores hormonales.<br />

Cuatro días después «...envió la barca a tierra en una hermosa playa para<br />

que tomasen de los ajes para comer...». Difícil resulta saber lo que en este<br />

caso eran ajes, pues siendo batatas en sentido estricto, el Almirante hacía<br />

con este nombre mención genérica de tubérculos como la yuca, la yautía, el<br />

mapuey y la propia batata.<br />

El 25 de enero de 1493, de regreso a España, los marineros de la nave de<br />

Colón pescaron «una tonina y un grandísimo tiburón, y dizque lo habían<br />

bien menester porque no tenían ya de comer sino pan y vino y ajes de la india».<br />

Lo cierto y verdadero es que por una u otra razón, desde muy temprano,<br />

los productos de la dieta indígena comenzarían a formar parte de los hábitos<br />

alimenticios de los colonizadores.<br />

La noticia del descubrimiento dada por Colón a los Reyes y a importantes<br />

figuras de la Corte despertó enormes expectativas y gran curiosidad en<br />

España, como en todo el resto de Europa. La aparición de un nuevo mundo<br />

causó maravillamiento, sobre todo por las perspectivas económicas que se<br />

deducían del relato hecho por el Almirante a los monarcas y a la cohorte<br />

que le acompañaba. La estrechez de recursos económicos de la Monarquía<br />

no impidió que se ordenaran los preparativos para un segundo viaje, esta vez<br />

con unas 1200 personas, entre ellas gentes de armas, hijosdalgos ávidos de<br />

fortuna, labradores, obreros, exploradores de minas. Desde el puerto de Cádiz<br />

el Almirante reinició el rumbo el 25 de septiembre de 1493 y dos meses<br />

después, el 25 de noviembre, 17 barcos que integraban la expedición fondeaban<br />

sus anclas frente a Monte Cristi, en la Española.<br />

Yautía blanca, amarilla,<br />

coco, tiene el paladar<br />

amplia escogencia.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

109<br />

Entre otras razones, los acontecimientos del Fuerte de la Navidad, deci-<br />

dieron que el Almirante navegara más hacia el Norte y fundara, en una llanura<br />

con buen puerto, la Villa de la Isabela, nombre atribuido al primer<br />

asentamiento colonial en América para hacer honor a la reina de España.<br />

Toda aquella expedición fue organizada con la finalidad de crear una base<br />

que sirviera para el intercambio, la búsqueda y la explotación de riquezas,<br />

entre las que tenía prioridad el oro. Dice Bartolomé de las Casas en su His-<br />

toria de las Indias, que en las naves llegaron a la Española peones, hidalgos,<br />

gente trabajadora del campo para trabajar, arar y cavar, oficiales, caballeros<br />

y artesanos ...y otras personas principales y algunos de la casa real». Los más<br />

de los viajeros eran asalariados de una empresa creada para allegar beneficios<br />

a los Reyes de España, a algunos altos funcionaros y al Almirante, y tenía<br />

como objetivo primordial trocar con los indios baratijas por oro y explotar<br />

las minas que de ese metal encontraren.<br />

La decisión de hacer de la Española un asiento permanente obligó al Almirante<br />

y a los demás organizadores de este segundo viaje a proveer la expedición<br />

de los mantenimientos necesarios y a traer de España animales y semillas<br />

a fin de que fueran reproducidos en la isla y aseguraran el sustento de<br />

los colonizadores. Para ese propósito además de pan, bizcocho, tocino, lentejas,<br />

garbanzos, trigo, harina, aceite, vinagre, quesos, sal, a la Española llegaron<br />

semillas de hortalizas, de verduras, de granos, gallinas, cerdos, caballos,<br />

ganado vacuno, implementos de trabajo y, lógicamente, campesinos para las<br />

labores agrícolas y personal especializado en el ramo de la minería.<br />

A lo largo de esta exposición y a medida que las crónicas y documentos lo<br />

vayan evidenciando, podremos ir tomando notas de la naturaleza y la variedad<br />

de la alimentación de los colonos. Aunque en su primer viaje el Almirante<br />

se enteró de algunas peculiaridades de la comida de los aborígenes, la idea<br />

predominante entre todos los que llegaron a la Española en este segundo viaje<br />

era la de continuar alimentándose con los productos de su dieta tradicional.<br />

La mayor parte de los inmigrantes eran andaluces y extremeños, gentes<br />

poseedoras de una tradición culinaria identificable a partir de la llegada a Es


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

110<br />

paña de las legiones romanas y más tarde definida ampliamente tras la implantación<br />

de la gastronomía árabe durante siete siglos en casi toda España.<br />

Desde la Córdoba Califal esta influencia se extendería por todo Al-Andaluz<br />

hasta dejar su impronta en la generalidad de la geografía peninsular.<br />

Con sólo mencionar los limones, naranjas, alcachofas, berenjenas, arroz,<br />

caña de azúcar, nueces, pimientas, aceite de oliva, hierbabuena, azafrán, orégano,<br />

judías verdes, lentejas, almendra, fideos, garbanzos como legados de la<br />

cocina árabe a la española resulta suficiente para ilustrar su influjo. A todo<br />

esto habría que agregar un sinnúmero de otros alimentos así como técnicas<br />

para la preparación de incontables manjares. Junto a lo árabe y a la dinámica<br />

cultural de la creación de la cocina española se sumarían los ascendientes<br />

mozárabe, mudéjar, cristiano y judío.<br />

Cocinas de tierra y mar la andaluza y la extremeña, irían imprimiendo su<br />

huella en la isla recién descubierta de forma indeleble, adaptándose a una<br />

realidad que las harían partícipes de una original creación gastronómica.<br />

Será en el transcurso de la vida colonial y ante el influjo de ciertos acontecimientos<br />

como iremos precisando los hechos que determinaron las especificidades<br />

de la cocina del siglo XVI en la isla. Algunas de esas influencias se<br />

perpetuarán siglos tras siglos con sus características primigenias, pero la mayoría<br />

de ellas sería objeto de reinterpretación y reelaboración por las circunstancias<br />

que impondría la nueva realidad histórica. Lo primero a señalar es<br />

que la contribución de indios y españoles a su propio mantenimiento estaría<br />

supeditada a la naturaleza de las relaciones sociales de producción que se establecerían<br />

en la colonia. En cuanto a la adaptación de los paladares a los<br />

gustos de una y otra comunidad, las circunstancias darán la respuesta.<br />

Instalada la colonia, primero en la Isabela y luego en la ciudad de Santo<br />

Domingo, a los ojos de los españoles no escaparon las bondades naturales<br />

de la isla. Aunque la documentación no es pródiga en el detalle del contenido<br />

de cada plato indígena, contamos sin embargo con la descripción de<br />

los productos que constituían la base de la alimentación de los aborígenes<br />

de la Española.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

111<br />

En su obra Viajes de Cristóbal Colón Martín Fernández de Navarrete in-<br />

cluye una carta que escribiera el doctor Diego Álvarez Chanca en el mes de<br />

enero de 1494, dirigida a los miembros del Cabildo de Sevilla. El doctor<br />

Chanca, designado por los Reyes Católicos como Físico de la Armada y Escribano<br />

en las Indias, narra en dicha misiva las experiencias que vivió en el<br />

segundo viaje del Almirante y lo que observó en el paisaje de la Española.<br />

Refiriéndose a los animales de la isla dice el doctor Chanca: «En ella ni en<br />

las otras nunca se ha visto animal de cuatro pies, salvo de algunos perros de<br />

todos los colores, como en nuestra patria: la hechura, como unos gosques<br />

grandes; (gozques eran en España los perros pequeños H.T.D.) de animales<br />

salvajes no hay ». Chanca nombraba de este modo los perros mudos existentes<br />

en la Española, que eran comidos por los indios y al que los españoles llegarían<br />

a tomarle apetitosa afición.<br />

Expresa a seguidas el Escribano de Indias: «Otrosí, hay un animal de color<br />

de conejo é de su pelo, el grandor de un conejo nuevo, el rabo largo, los pies<br />

e manos como de ratón; suben por los árboles; muchos los han comido; dicen<br />

que es muy bueno de comer; hay culebras muchas, no grandes; lagartos,<br />

aunque no muchos, porque los indios hacen tanta fiesta de ellos como haríamos<br />

allá con faisanes; son del tamaño de los de allá, salvo que en la hechura<br />

son diferentes, aunque en una isleta pequeña que está junto con un puerto<br />

que llaman Monte Cristo, donde estuvimos muchos días, vieron muchos días<br />

un lagarto muy grande, que decían sería de gordura de un becerro...». Anotaba<br />

el escribano la existencia de estos animales: la hutía, el quemí, el mohuy,<br />

el cori y el perro mudo, los cuales servían para la alimentación de los indios<br />

y luego de los españoles. Aludía también a la iguana, de la que más adelante<br />

daremos noticias acerca de su consumo por los colonizadores.<br />

Para este tiempo la carestía de los alimentos traídos desde España comenzaba<br />

a ser mortificante. Hablando de la generosidad de los indios escribía el<br />

doctor Chanca: «...todos vienen cargados de ages, que son como nabos, muy<br />

excelente manjar, de los cuales facemos acá muchas maneras de manjares en<br />

cualquier manera; es tanto cordial manjar que nos tiene a todos muy conso-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

112<br />

lados, porque de verdad la vida que se trajo por la mar ha sido la más estrecha<br />

que nunca hombre pasaron...». La cita es además reveladora de que con<br />

los ages, vale decir, con la batata, ya los cocineros españoles se dieron a fantasear<br />

haciendo acopio de su sabiduría culinaria.<br />

Continúa Chanca: «Hay en esta tierra singular pescado mas sano quel de<br />

España. Verdad sea que la tierra no consiente que se guarde de un día para<br />

otro porque es caliente e humida...». Esta frase es explicación suficiente para<br />

comprender el por qué el consumo de pescado fue siempre muy poco en<br />

la isla. Sería siglos más tarde, gracias a los sistemas de refrigeración cuando<br />

esto cambiaría.<br />

Fernández Navarrete considera que esta carta fue escrita a fines de enero<br />

de 1494, fecha en que los españoles, instalados en la Isabela, hacían algunos<br />

cultivos. Dice Chanca al respecto: «Han sembrado hortaliza, la cual es cierto<br />

que crece más en ocho días que en España en veinte».<br />

Describiendo la yuca, la batata, el ají y otros comestibles cuenta el escribano:<br />

«El mantenimiento suyo es por hecho de raíces de una yerba que es<br />

entre árbol é yerba, é el aje de que ya tengo dicho que es como nabos, que<br />

es muy buen mantenimiento; tienen por especia por lo adobar, una especia<br />

que se llama agí (axi o ají) con la cual comen también el pescado, como aves<br />

cuando las pueden haber, que hay infinitas de muchas maneras. Tienen<br />

otrosí unos granos como avellanas, muy buenas de comer. Comen cuantas<br />

culebras e lagartos e arañas e cuantos gusanos se hallan por el suelo; ansí me<br />

parece es mayor su bestialidad que de ninguna bestia del mundo».<br />

Del ají en la isla había dos picantes y uno dulce, el que llamamos gustoso.<br />

Anota el escribano que sazonaban el pescado y las aves con esa especia.<br />

Ni los españoles ni los dominicanos la utilizarían de manera frecuente para<br />

aliñar los peces; sin embargo, no está demás recordar que en algunos lugares<br />

ribereños al mar se condimenta con ají el delicioso «peje con coco». (pescado<br />

con coco) y, además, muy a menudo se le pone a los mariscos. En la<br />

gastronomía criolla el ají tiene preferencia habitual en platos específicos,<br />

como el mondongo (tripas) las patas de cerdo y de de vaca, el pipián (guiso<br />

La bija, para acicalar<br />

y levantar el gusto.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

114<br />

hecho mayormente con las vísceras del chivo o del cerdo) No es difícil advertir<br />

en casas de familia o en restaurantes un preparado de este ardoroso y<br />

estimulante fruto. Lo del pescado y el ají nos lleva a pensar en el aguají, que<br />

al decir de Emiliano Tejera en su obra Indigenismos, es el nombre de un pez.<br />

Aunque existe disidencia en torno al origen del vocablo, no pocos afirman,<br />

entre ellos el autor de este trabajo, que es de origen indo antillano ya que<br />

no pocos argumentos etimológicos apoyan ese criterio.<br />

Volviendo al texto de Chanca y a su comprobación de que sazonaban el<br />

pescado con ají, no es osado pensar que entre los caldos que los indios de la<br />

Española acostumbraban hacer con ajes y con yuca y esa especia uno de ellos<br />

lo fuera el aguají, posiblemente acompañado del pescado del mismo nombre.<br />

Y es que ya luego, con la llegada de las musáceas, el aguají vino a ser un<br />

caldo hecho a base de ajo, con plátano verde asado, cilantro, agua, vinagre,<br />

aceite, malagueta. A esta receta algunas sacerdotisas de la pasión de Lúculo<br />

agregan puerros.<br />

Los granos como de avellanas de que habla Chanca imaginamos que pudieran<br />

ser el maní (cacahuate) o el lerén, de los que hablaremos más adelante.<br />

La mención de las avellanas hecha por Chanca nos sugiere que lo<br />

que el Almirante llamó «gonza avellanada» podría ser, efectivamente, el<br />

maní o el lerén. Consultados los diccionarios de la Lengua Española y el<br />

Crítico Etimológico de la Lengua Castellana, de J. Corominas, en ninguno de<br />

los dos aparece la palabra gonza, siendo «avellanado» la que nos ha permitido<br />

la suposición.<br />

Frente al gusto de los indios por las culebras, lagartos, arañas, gusanos, la<br />

reacción de Chanca fue puramente cultural, en razón de que no estaba entre<br />

los hábitos europeos comer ese tipo de alimentos, más bien se les repudiaba.<br />

A pesar de eso, debió recordar que en España se comían caracoles de<br />

tierra, los que los franceses llaman scargots, así como anguilas y sapos, éstos<br />

últimos, al igual que los caracoles, muy apreciados por los indios.<br />

Hoy día, el mundo tiende a derribar fronteras, los intercambios culturales<br />

favorecen la adopción de costumbres de unos y otros pueblos, no resul-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

115<br />

tando ya tan extraño a los occidentales el comer gusanos, hormigas y cocodrilos.<br />

Igual les sucede a otros habitantes del planeta frente a las sofisticadas<br />

ancas de rana, las cuales, pasadas en harina y salteadas con ajo y perejil y en<br />

buen aceite de oliva son apreciadas como yantar exquisito. Quién sabe si los<br />

dominicanos, no sólo como reivindicación de nuestros ancestrales influencias<br />

culinarias sino también como expresión de curiosidad gastronómica, seremos<br />

capaces de despojarnos de aversiones y rechazos melindrosos, para<br />

adentramos en la renovadora aventura del saboreamiento de esos animalitos,<br />

que al decir del doctor Chanca, los aborígenes de la Española hacían<br />

tanta fiesta de ellos como los españoles con los faisanes.<br />

Tal y como acabamos de ver, desde los primeros inicios del descubrimiento,<br />

salvo alguna excepción ya citada, el español fue bastante curioso y abierto<br />

frente a las costumbres alimenticias de los indios de la Española. Si bien<br />

es cierto que en los primeros años de la colonización y a pesar de ciertos repudios<br />

se encontraron forzados a comer casi todos los alimentos de la dieta<br />

indígena, la verdad es que su paladar se adaptó de tal forma que no tardó en<br />

degustar muchos de ellos con expresiva fruición.<br />

Se puede argumentar con toda propiedad que la transculturación gastronómica<br />

en América comenzó a producirse desde los indios hacia los españoles.<br />

Sería en los años por venir cuando se originaría todo un proceso<br />

de deculturación y aculturación de gran parte de las originalidades históricas<br />

de las etnias presentes como consecuencia de las relaciones de trabajo<br />

predominantes en la colonia y de los medios existentes para la subsistencia.<br />

Esos mismos factores darían nacimiento a una nueva formación<br />

cultural, dentro de la cual la gastronomía sería una de sus manifestaciones<br />

relevantes.<br />

Los productos alimenticios heredados de los indígenas y de los españoles,<br />

con sus influencias árabe, judía, portuguesa, andaluza, extremeña y de otras<br />

regiones de España, formarían parte de alimentación de la isla, aunque la<br />

mayoría sería adaptada a las condiciones de la realidad colonial. Las judías,<br />

nuestras habichuelas, serían en su estructura biológica iguales en América


Batatas, eran los<br />

«ajes», a los que muy<br />

pronto se aficionaron<br />

los descubridores.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

117<br />

que en España, pero su forma de ser elaboradas y consumidas dependería de<br />

las distintas influencias étnicas presentes, de las posibilidades existentes para<br />

su utilización y de los hábitos que se irían creando.<br />

¿Qué nos dicen las noticias acerca de los productos españoles que llegaron<br />

a esta isla en la década de 1493 al 1503? De los que trajo el Almirante en su<br />

segundo viaje ya hemos hablado. Pero lo importante es comprender que muchos<br />

de los que llegarían posteriormente experimentarían transformaciones<br />

hasta hacerlos objetos de un quehacer culinario diferente al de España.<br />

Con el andar del tiempo iremos conociendo cuales productos alimenticios<br />

precisaban los españoles de la colonia y, aunque parezca paradójico, las<br />

consecuencias que la carencia de ellos tendrían en Santo Domingo. La correspondencia<br />

dirigida a la Corte por los funcionarios nos será una fuente<br />

indispensable para poder identificarlos.<br />

Ya instalado en la Isabela y en pleno delirio provocado por su sed de oro,<br />

Colón escribió un Memorial dirigido a los Reyes Católicos en fecha 30 de<br />

enero de 1494, en el que hacía un extenso relato en torno este segundo viaje.<br />

El mensajero utilizado para hacer llegar el documento lo fue Antonio Torres,<br />

designado por el Almirante como Alcalde de la Isabela.<br />

Tras mucho argumentar acerca de su deseo de enviarles oro, el Almirante<br />

expresa a los reyes la importancia de que a los españoles no les falten<br />

mantenimientos, haciendo hincapié en la urgencia que de ellos había en ese<br />

momento. Decía: «La conservación de la sanidad, después de Dios, está que<br />

esta gente sea proveída de los mantenimientos que en España acostumbraba,<br />

porque dellos, ni de otros que viniesen de nuevo, sus Altezas se podían<br />

servir si no están sanos, y esta provisión ha de durar hasta que se haya fecho<br />

cimiento de lo que acá se sembrare e plantare, digo de trigos y cebadas, e viñas,<br />

de lo cual para este año se ha hecho poco, porque no se pudo de antes<br />

tomar asiento, y luego que se tomó adolescieron aquellos poquitos labradores<br />

que acá estaban, los cuales, aunque estovieran sanos, tenían tan pocas<br />

bestias y tan magras y flacas, que poco es lo que pudieran hacer; con todo,<br />

alguna cosa han sembrado, más para probar la tierra, que parece muy mara-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

118<br />

villosa, para que de allí se pueda esperar remedio alguno en nuestras necesidades.<br />

Somos bien ciertos, como la obra lo muestra; que en esta tierra así el<br />

trigo como el vino nacerá muy bien; pero hace de esperar el fruto, el cual si<br />

tal será como muestra la presteza del nacer del trigo y de algunos poquitos<br />

de sarmientos que se pusieron es cierto que non fará mengua el Andalucía<br />

ni Secilia aquí, ni en las cañas de azúcar, según unas poquitas que se pusieron<br />

han prendido...».<br />

La referencia al trigo es tanto más interesante cuanto que no será la primera<br />

vez que se mencionará su siembra y su germinación. Más tarde Bartolomé<br />

de Las Casas hará también mención de este cereal, esperanzado en la<br />

posibilidad de poderlo propagar de forma importante. Los sarmientos, es decir,<br />

las cepas de la vid, se reprodujeron con facilidad, aunque nunca fueron<br />

sembradas en cantidad apreciable. Hoy día, en Neyba, en el Sur del país,<br />

desde hace ya muchos años se produce un mosto bastante agradable y, a nivel<br />

experimental, se ha logrado un vino grueso, de buen cuerpo, que podría<br />

tener porvenir si se mejoran los procedimientos.<br />

De la caña de azúcar ya hablaremos, puesto que la gramínea sería de una<br />

importancia tal como para ser el cultivo más importante durante casi cincuenta<br />

años del siglo XVI y luego continuar con altibajos hasta fines del siglo<br />

XIX, momento éste que recobrará un fuerte impulso hasta llegar a imponerse<br />

definitivamente en el siglo XX.<br />

Las reiteradas menciones que desde su primer viaje hace el Almirante<br />

del vino, nos llevan a pensar que era gran aficionado a los caldos de Baco.<br />

Culpaba Colón a los fabricantes de toneles que no habían previsto que el<br />

vaivén de los barcos hacía que buena parte se perdiera en la travesía de España<br />

a la isla. Explica en este sentido: «...a causa de haberse derramado<br />

mucho vino en este camino del que la flota traía, y esto, según dicen los<br />

más, a culpa de la mala obra que los toneleros ficieron en Sevilla, la mayor<br />

mengua que agora tenemos aquí, o esperamos por esto tener, es de vinos».<br />

Sobre otros mantenimientos decía el descubridor que aunque todavía<br />

contaban con «...bizcocho como trigo con todo es necesario que tam-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

119<br />

bién se envíe alguna cantidad razonable, porque el camino es largo y cada<br />

día no se puede proveer, é asimismo algunas canales, digo tocinos, y otra<br />

cecina que sea mejor que la que habemos traído este camino. De carneros<br />

vivos, y aún antes corderos y cordericas, más hembras que machos, y algunos<br />

becerros y becerras pequeños son menester que cada vez vengan en<br />

cualquier carabela que acá enviare, y algunos asnas y asnos, y yeguas para<br />

trabajo y simiente...».<br />

La cecina de España, que era la carne de vacuno salada, ahumada y curada<br />

tanto en secadores hechos a propósito como al sol, se seguiría enviando desde<br />

España hasta fines de siglo XVI, pero a partir de entonces, con la multiplicación<br />

del ganado en la isla, los pobladores procedieron ellos mismos a elaborar el producto.<br />

Como veremos más tarde, sería también oficio de bucaneros esto de<br />

ahumar la carne a fin de preservarla para beneficio propio y para comerciar con<br />

ella. Por su forma de preparación el tocino soportaba en buen estado la larga<br />

travesía así como bastante tiempo almacenado. El que llegaba de España era<br />

particularmente bueno, de parentela de Huelva, famoso hasta nuestros días.<br />

Más adelante, en el mismo Memorial, Colón pedía que se cargaran dos<br />

carabelas de vino y de trigo, y de las otras cosas «...pasas, azúcar, almendras,<br />

miel e arroz, que debiera venir en gran cantidad...». Productos estos que evidencian<br />

claramente su procedencia del Sur de España. Pasas y almendras así<br />

como turrones perdurarán en esta isla hasta llegar a ser imprescindibles en<br />

la mesa de Navidad de muchos dominicanos.<br />

En cuanto al arroz, originario del Extremo Oriente tan dueño del paladar<br />

nacional dominicano, es bueno subrayar que desde 1493 estuvo presente en<br />

la colonia, a la espera de quien a corto plazo sería su compañera inseparable:<br />

la habichuela roja, traída a la isla desde Centroamérica en el siglo XVI.<br />

A España llegaría la planta del arroz a través de los árabes. Nos dice Massimo<br />

Montanari en su libro El mundo en la cocina, que «en Al Andalus se<br />

adoptó velozmente, dado que ya aparece citado a mediados del siglo X en el<br />

Calendario de Córdoba», cultivándose en el Bajo Guadalquivir, en Valencia<br />

y en Mallorca.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

120<br />

Preocupado el Almirante por la idea de que los reyes pudieran pensar que la<br />

empresa colonizadora no aportaba los beneficios prometidos y consciente de<br />

que el oro de las arenas de los ríos de la Española requería un trabajo que los<br />

colonizadores no estaban dispuestos a hacer, comenzó a proponer la venta de<br />

indios en Europa a título de esclavos a fin de compensar los gastos que iba ocasionando<br />

la colonización. El Almirante hablaba con cruel simpleza, considerando<br />

que para obtener el vino, el arroz, el trigo, las pasas, las almendras, el azúcar<br />

y otros alimentos era preciso hacer contacto con los comerciantes europeos<br />

a fin de que «...cuales cosas se les podrían pagar en esclavos de estos caníbales».<br />

Las intenciones del descubridor contrastaban con la generosa actitud de los indios<br />

ofreciendo de manera desinteresada cuanto tenían. Desgraciadamente, la<br />

propuesta de Colón no tardó en hacerse realidad, ya que sin ninguna tardanza<br />

se comenzaría a vender indios de la España en Europa y, un poco más tarde, se<br />

implantaría la encomienda y la esclavitud, instituciones que en los hechos fueron<br />

semejantes, si bien disímiles en el eufemismo legal. Tan iguales fueron que<br />

muy a corto plazo los indios serían totalmente diezmados.<br />

A fin de dar respuesta a los reclamos del Almirante los Reyes Católicos<br />

ordenaron el aparejamiento de cuatro naves cargadas de todo cuanto el Almirante<br />

había solicitado. Las provisiones enviadas desde España fueron las<br />

que de ahora en adelante tipificarían la naturaleza de los alimentos que servirán<br />

de base, junto a los producidos en la colonia, a los comienzos de la formación<br />

de la cocina criolla.<br />

El 5 de mayo de 1495 los Reyes dieron instrucciones para la elaboración<br />

de un Memorial «...de las cosas que son menester proveer luego para despacho<br />

de cuatro carabelas que vayan para las Indias». El documento deja constancia<br />

de las mercaderías enviadas a la Española. En cuanto a los alimentos<br />

decía: «Primeramente ciento ochenta cahíces de trigo (el cahíz era una medida<br />

de capacidad que en Castilla equivalía a 666 libras H.T.D.); cincuenta<br />

cahíces de cebada, sesenta toneles de vino, el cual ha de ir en jarras, porque<br />

en toneles dizque se pierde, diez toneles de vinagre, seis toneles de aceite, el<br />

cual ha de ir en jarras; seiscientos é cincuenta tocinos, cincuenta quintales<br />

El arroz, tan dueño<br />

del paladar dominicano.<br />

de higo, pescado salado de todas suertes, treinta cahíces de jabas (habas) e<br />

garbanzos, trescientos e sesenta quintales de bizcocho, ganados, cuatro becerros<br />

e dos becerras, cien cabezas de ganado menudo, doscientas gallinas, cien<br />

puercos, los ochenta puercas y veinte puercos, conejos vivos, lo que pareciere<br />

que debe ir. Para menudencias azúcar é almendras é arroz, es menester llevar<br />

cuatro toneles o pipas de sarmientos con su tierra (cepas de vides); arroz<br />

é mijo para sembrar, algunos carneros e vacas..». Y agregaba: «Diez o doce labradores;<br />

hortelanos que vendan lo que hubiere de las huertas al precio que<br />

les fuera puesto; pescadores para pescar, é algunos barcos para pescadores...».<br />

Como hemos dicho antes, en los años por venir los envíos de la Corona<br />

como los de los particulares repetirían estos mismos alimentos. Podría provocar<br />

extrañeza su poca variedad, pero lo cierto es que los Reyes pensaban que<br />

siendo labradores la mayoría de los pobladores lo lógico era que trabajaran en


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

122<br />

el campo produciendo hortalizas y arroz y mijo (que sepamos este último<br />

nunca se cultivó en la Española, H.T.D.) y que se dedicaran a la crianza de<br />

animales. Por otra parte, no eran muy diferentes a éstos los productos básicos<br />

de la alimentación del común en España. Esas directivas serían mayormente<br />

olvidadas. En este momento la fiebre del oro dislocó a los inmigrantes hasta<br />

el punto de hacer de la colonia un verdadero pandemonio de pasiones, ya que<br />

lo producido apenas alcanzaba para el sostenimiento de muy pocos.<br />

Desbordando los objetivos que habían determinado la creación de la colonia,<br />

las ambiciones humanas y los condicionamientos y exigencias de la<br />

naturaleza darían paso a una historia que quebraría en mil pedazos el ordenamiento<br />

de la sociedad indígena. Los Reyes tenían la creencia de que gran<br />

parte de los alimentos enviados a la colonia estaban destinados a ser distribuidos<br />

de manera gratuita a sus empleados, partiendo de la idea que debían<br />

se pagados por la empresa creada mediante las Capitulaciones de Santa Fe,<br />

es decir, por ellos mismos, por Colón, sus familiares y algunos funcionarios.<br />

Sin embargo, las circunstancias se presentaron totalmente adversas a ese<br />

proyecto. La cacería humana emprendida por el Almirante a fin de someter<br />

a los indios para ser vendidos en Europa como esclavos hizo irreconciliables<br />

las relaciones entre las dos comunidades.<br />

Además, comprobando que todo lo prometido por Colón era pura fantasía,<br />

el grueso de los inmigrantes no tardó en expresar su disgusto y su rebeldía.<br />

El problema de la falta de comida agravó la situación. El propio Padre<br />

Bernardo Boil, monje catalán de la Orden de San Jerónimo, designado Vicario<br />

Apostólico por el Papa con la anuencia de los Reyes Católicos, decidió<br />

retornar a España porque, entre otros agravios, Colón había reducido de<br />

forma drástica a él y a sus criados las raciones alimenticias.<br />

Disgustados los Reyes Católicos por el equivocado rumbo que tomaba el<br />

negocio llegaron a la conclusión de que 500 personas eran suficientes para<br />

impulsar el desarrollo de la empresa colonial. Decían los Reyes en una Ordenanza<br />

de 1595: «...porque nos parece que allá está mucha gente que gana<br />

sueldo en mucho trabaxo del llevar los mantenimientos...». Y ordenaban al<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

123<br />

Almirante: «...por eso daréis lugar que se vengan acá todos los otros que hay<br />

de más de las dichas quinientas personas...». Quedaba en claro que los monarcas<br />

estaban enterados de las dificultades que creaba tener que alimentar<br />

a todos los que moraban en la isla, aunque lo que verdaderamente les preocupaba<br />

era el pobre resultado económico obtenido y el desorden imperante<br />

entre los españoles. La Ordenanza sólo fue obedecida por los de mayor nivel<br />

social, no por los «desorejados», como llamaría Las Casas a los revoltosos<br />

del común, puesto que éstos, a falta de pago en su condición de asalariados,<br />

olvidaron sus compromisos y se dedicaron a obligar a los indios a lavar<br />

las arenas de los rios para obtener el oro y para que les dieran de comer.<br />

Frente a tantas ambiciones personales, no resultaba posible dar cumplimiento<br />

a las Capitulaciones de Santa Fe, sobre todo cuando era el propio<br />

Almirante el que más exteriorizaba las suyas, queriendo atribuirse el monopolio<br />

absoluto de la administración de la colonia.<br />

La alimentación de los españoles constituyó un verdadero rompecabezas<br />

para el Almirante, tanto más cuanto que no pocos de los mantenimientos<br />

llegaban desde la metrópoli completamente corrompidos. Las quejas expuestas<br />

en el Memorial que entregara Colón a Antonio Torres con destino<br />

a los Reyes se repetirían incesantemente en documentos posteriores.<br />

Dice Las Casas en su Apologética Historia Sumaria que: «Toda la gente que<br />

en toda esta isla entonces estaba descontenta, en especial la que estaba en<br />

la Isabela, y toda la más por fuerza, por las hambres y enfermedades que padecían,<br />

y uno no se juraba otro juramento sino «así Dios me lleve a Castilla...»:<br />

Y agrega el dominico: «...no tenían otra cosa que comer sino la ración<br />

que les daban de la alhóndiga del Rey, que era una escudilla de trigo<br />

que lo habían de moler en una atahona de mano (y muchos lo comían cocido)<br />

y una tajada de tocino rancioso o de queso podrido, y no se cuantas<br />

habas o garbanzos, vino, como si no lo hubiera en el mundo; y con esto, como<br />

habían venido a sueldo de los reyes, y tenía en ello parte el Almirante,<br />

mandábalos trabajar, hambrientos y flacos y algunos enfermos...».<br />

A tanto llegó el hambre en algunos que, desesperados por aplacarla, ter


El lerén fue comestible<br />

originario de Santo<br />

Domingo. Al conocerlo,<br />

el español lo cultivó<br />

de manera importante,<br />

sobre todo en<br />

el siglo XVII.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

124<br />

minaron por vencer remilgos. Sobre esto cuenta Las Casas refiriéndose a las<br />

culebras: «Y yo he visto comerlas a españoles, con hambre, a principios que<br />

comenzaron a destruir las gentes, vecinos y moradores desta isla, y comer de<br />

la cola donde tienen las culebras y sierpes la ponzoña y no recibir mal alguno».<br />

Casi demás está decir que en no pocos pueblos estos animales son comida<br />

corriente y hasta manjar muy estimable. Y para ser verdaderos, debemos<br />

reconocer que hoy día, uno que otro dominicano, urgido por la misma<br />

necesidad que justificaba a los españoles del siglo XV o por una curiosidad<br />

sin escrúpulos se los zampa tranquilamente.<br />

Para acallar el hambre muchos inmigrantes se instalaron en comunidades<br />

indígenas valiéndose de artimañas, de promesas de protección o metidos en<br />

amoríos con las indias hijas de caciques. Muy temprano en la colonia las jutías,<br />

iguanas, perro mudo, quemí, mohuy, corí, lagartija y culebra tuvieron que<br />

acelerar su agilidad a fin de poder escapar a la voracidad de los neófitos heliogábalos.<br />

Casabe y frutos y tubérculos fueron también objeto de su avidez.<br />

Escribe Las Casas que a los indios les parecía que ese español, el deshorejado,<br />

«...no había nacido sino para comer, y que en su tierra no debían te-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

125<br />

ner mantenimientos, y para salvar las vidas se vinieron a estas islas para se<br />

socorrer, allende de sentirlos por intolerables, terribles, feroces, crueles y de<br />

toda razón ajenos». Y continúa el apóstol de los indios: «...ya habían experimentado<br />

(los indios) que los cristianos eran tan grandes comedores, que<br />

sólo habían venido de sus tierras a comer, y que ninguno era para cavar y<br />

trabajar por sus manos en la tierra...».<br />

Esto del hambre no fue poca cosa, sino una verdadera catástrofe tanto<br />

para los españoles como para los indios. Expresa Fernández de Oviedo que<br />

como respuesta al tratamiento que los conquistadores dieron a los aborígenes<br />

desde los primeros momentos de su estadía en la Española «...acordaron<br />

todos los indios de aquella provincia (se refiere a la Isabela. H.T.D.)<br />

de no sembrar en el tiempo que lo debían hacer, e como no tuvieron maíz,<br />

comiéranse la yuca que son a maneras de pan, y el principal mantenimiento<br />

que acá hay, los cristianos comiéronse sus bastimentos e aquellos acabados,<br />

queriéndose ayudar de los de la tierra, que los indios acostumbraban,<br />

no los tenían para sí ni para ellos. Y desta manera se caían los hombres<br />

muertos de hambre, en aquella cibdad los cristianos; y en la fortaleza<br />

Ñames, originarios<br />

de África en Samaná<br />

han encontrado su<br />

mejor clima.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

126<br />

que es dicha de Sancto Tomás, do estaba el comendador mosén Pedro<br />

Margarite, también por la misma necesidad se le murió la mitad de la gente,<br />

e por toda la tierra estaban los indios muertos a cada parte». Subraya<br />

Fernández de Oviedo que la actitud de los indios había sido tomada a fin<br />

de que los españoles se «...fuesen huyendo por falta de bastimento o que<br />

se muriesen si quedasen».<br />

Y a seguidas el cronista reafirma con acento trágico-cómico: «En este<br />

tiempo de tanta necesidad se comieron los cristianos cuantos perros gozques<br />

había en esta isla, los cuales eran mudos, que no ladraban, e comiéronse<br />

también los que de España habían traído (perros) e comiéronse todas las hutías,<br />

que pudieron haber, e todos los quemís, e otros animales que llaman<br />

mohuy, y todos los otros que llaman coris, que son como gazapos o conejos<br />

pequeños». Y continuaba Fernández de Oviedo: «no solamente dieron fin a<br />

estos cinco géneros de animales de cuatro pies...». sino que «...se dieron a<br />

comer unas sierpes que llaman ivana (iguana)...». «Ni perdonaron lagartos,<br />

lagartijas, ni culebras...». Y termina expresando: «Así que, por vivir, a ninguna<br />

bestia o animal de cuantos he dicho perdonaban; porque cuantos podían<br />

haber, iban al fuego, e cocidos o asados no faltaba a su necesidad apetito<br />

para comer estas cosas tan temerosas a la vista».<br />

Que muchos españoles abandonaran a Colón no se debió exclusivamente<br />

al deseo de escapar de la tiranía impuesta por el Almirante en la administración<br />

de la colonia y al hambre, sino también, a la ambición, desenfrenados<br />

queriendo hacerse ricos rápidamente con el oro existente en las arenas de la<br />

Española. El Almirante era también presa del mismo desvarío y para alcanzar<br />

esos fines sometió a los indios a un trabajo inhumano que, además, del oro<br />

le producía los alimentos. Al decir de Las Casas, ante esta situación no pocos<br />

pueblos serían abandonados por los aborígenes, quienes «...fueron a recogerse<br />

a los montes donde hay ciertas y buenas raíces, que se llaman guayabos,<br />

buenas de comer, y nascen sin sembrarlas, y con la caza de las hutías o conejos<br />

de que estaban los montes y los llanos llenos...».<br />

Ya para fines de 1496 apenas quedaban un poco más de trescientos espa-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

127<br />

ñoles en la isla, la mayor parte había muerto o había regresado a España desalentada<br />

y desengañada por una realidad que contradecía las esperanzas de<br />

alcanzar riqueza con sólo extender la mano. A partir de 1493 los que sobrevivieron<br />

tuvieron que mantenerse con los alimentos de los indios. Es indudable<br />

que esto contribuiría a preservar en la colonia parte de la tradición culinaria<br />

indígena; que si no fue más se debió a la violenta desarticulación de<br />

su cultura y a su rápida desaparición física.<br />

A mediados del 1496 la isla Española era gobernada por Bartolomé Colón<br />

por encontrase su hermano Cristóbal en España tratando de acallar las opiniones<br />

que no pocos de sus adversarios comunicaban a los Reyes Católicos. Con<br />

actitud guerrera, el Adelandato recorría la isla sometiendo los indios a como<br />

diera lugar, las más de las veces a sangre y fuego, imponiendo y exigiendo los<br />

tributos que estaban obligados a pagar en casabe, algodón y otros frutos de la<br />

tierra. A su llegada al cacicazgo de Jaragua en la región occidental de la isla, fue<br />

recibido por el cacique Bohechío y su hermana Anacaona, a quien Las Casas<br />

describe como «...muy notable mujer, muy prudente, muy graciosa y palanciana<br />

en sus hablas, y artes, y meneos, y amicísima de los cristianos; fue también<br />

reina de la Maguana, porque fue mujer del rey Caonabo...».<br />

Tras cumplir con la entrega de los tributos el cacique Bohechío ofreció al<br />

Adelantado un espectáculo que mostraba las facultades marciales de sus súbditos.<br />

Punto seguido fue agasajado con lo que debemos considerar como un<br />

verdadero festín, el cual superaría en mucho el que le fuera ofrecido a su hermano<br />

por el cacique Guacanagarix. Muy probablemente el banquete fue<br />

preparado bajo la dirección de Anacaona, en razón de que había sido ella<br />

quien persuadió a su hermano de la conveniencia de mostrar amistad y obediencia<br />

a los españoles.<br />

Del acontecimiento dan fe algunos escribanos de Indias, pero es el relato<br />

de Pedro Mártir de Anglería en sus Décadas del Nuevo Mundo, el más mere-<br />

cedor de ser reproducido por lo ilustrativo del mismo. Expresa el cronista:<br />

«...además de los impuestos de rigor, habían traído, a fin de captarse la benevolencia<br />

de los nuestros, grandes cantidades de las dos clases de pan de


Ají: tres variedades<br />

encontraron los<br />

españoles en la isla: dos<br />

picantes y uno gustoso.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

128<br />

que usan, a saber: el de raíces y el de trigo (Indudablemente que uno de ellos<br />

no era de trigo, debía ser de yuca, de guáyiga o de maíz. H.T.D.)» y asimismo,<br />

hutías, es decir, conejos isleños, y pescados que habían asado, a fin de<br />

evitar que se pudriesen o corrompiesen; también traían de esas serpientes,<br />

manjar exquisito entre ellos, a las que llamaban iguanas, y que ya hemos descrito<br />

con anterioridad. Tardíamente supieron los nuestros que estos animales<br />

se crían en la isla, y hasta entonces no se habían atrevido a probarlos,<br />

pues su fealdad no sólo les producía horror, sino náuseas. El Adelantado, inducido<br />

por el gracejo de la hermana del cacique, se decidió a probar un bocado;<br />

pero así que el sabor de aquella carne comenzó a acariciar su paladar<br />

y garganta, parecía pedirla a boca llena, y no a mordisquillos ni sólo untándose<br />

los labios; todos, convertidos en glotones a ejemplo suyo, no hablaban<br />

ya de otra cosa sino de la delicadeza de las serpientes, afirmando que tal<br />

manjar es más exquisito que lo son entre nosotros el pavo, (se refiere al pavo<br />

real, pues el pavo guajalote no había llegado a la isla desde América Central.<br />

H.T.D.) el faisán y la perdiz».<br />

Ofrece el cronista la receta que nos descubre la forma en que los indios<br />

Tomates y ajíes llegados<br />

a Santo Domingo desde<br />

Tierra Firme.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

130<br />

cocinaban las iguanas: «...Pero si no se las prepara de un modo determinado<br />

pierden el sabor, como sucede en los pavos y faisanes cuando se les asa<br />

sin manteca en asadores. Abriéndolas desde el gaznate hasta la ingle, lavadas<br />

y mondadas con esmero, y colocadas después en círculo, a modo de serpiente<br />

que durmiese enroscada, dentro de una olla con capacidad sólo para<br />

su cuerpo, la rocían con un poco de agua con pimienta de la isla, (ají) comprímenla<br />

luego y la ponen sobre un fuego suave de cierta leña olorosa que<br />

no produce ningún humo. Del abdomen así destilado se hace un jugo, como<br />

dicen nectáreo, y cuentan que no hay género de viandas comparable a los<br />

huevos de las mismas serpientes, que se digieren por sí solos y fácilmente.<br />

Así cocidas y frescas son delicadísimas; y conservadas durante algunos días<br />

sabrosísimas». Lo de la serpiente debieron ser iguanas y es indudable que<br />

quien le contó al cronista el suceso debió haber sido uno de los felices participantes<br />

de aquella cuchipanda.<br />

El cronista Fernández de Oviedo, designado Alcalde de la fortaleza de<br />

Santo Domingo en 1535, escribe todo un capítulo de su Historia General y<br />

Natural de las Indias, dedicado a la iguana. Afirma el cronista que ya para esa<br />

fecha, desaparecida la comunidad indígena, los habitantes de Santo Domingo<br />

la comían de manera frecuente y que por considerarla perteneciente a las<br />

especies marinas «...usan de él comiendo este animal en los días que no son<br />

de carne, así como viernes é sábado, e la cuaresma, e otros días prohibidos<br />

por la Iglesia».<br />

Las explicaciones del escribano acerca de las virtudes gastronómicas de la<br />

iguana evidencian su personal aprecio por el exótico platillo: «Este animal,<br />

tal cual he dicho, e tan feo e espantable, es muy buen manjar, e mejor que<br />

los conejos de España». Y continúa: «Como los cristianos se mostraron a comer<br />

estos animales, eran entre ellos muy estimados, e al presente lo son, e<br />

no los desechan ni dejan de dar dineros por ello».<br />

Fernández de Oviedo no se conformó con lo dicho, sino que se explayó<br />

con deleite sobre su forma de cocinarlo y lo hizo hasta el límite de ofrecer<br />

substanciosas recetas para un exitoso condumio con carne de iguana. En una<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

131<br />

prueba testimonial de la influencia de las técnicas españolas para guisar los<br />

alimentos indios, el Alcalde nos dice: «Y con todo su mal parecer, digo que<br />

es muy buena vianda cocida o asada, e hanla de cocer e guisar de la misma<br />

manera que una gallina; y con sus especias e un pedazo de tocino y una berza,<br />

no hay más que pedir en este caso para los que conocen este manjar». Y<br />

agrega: «El hígado destos animales, cocido, es buen manjar, e es negro e espeso<br />

e sano e de buena digestión...».<br />

En cuanto a los huevos de la iguana es evidente que el escribano, gastrónomo<br />

curioso, adoptó la receta indígena: «Y como experimentado, quiero<br />

avisar a quien esto leyere en estas partes (si indios faltaren, como faltan),<br />

de la manera e arte que han de tener para guisar los huevos de la iguana,<br />

porque hallarán por verdad, que queriendo hacer una tortilla de los huevos,<br />

o freírlos como dicen estrellados, no se podrá hacer con aceite ni manteca,<br />

porque nunca se cuajarán; más echando agua en lugar de aceite, se cuajan<br />

e guisan».<br />

El apetito por la iguana ha permanecido en el paladar de muchos dominicanos<br />

y, hasta hoy día, como en la época de los indios y de los españoles, tiene<br />

dos causas fundamentales que lo agüijonean: la necesidad en unos y el epicureismo<br />

en otros. Es tradición que los primeros lo hacen de manera vergonzante,<br />

puesto que no pocas veces algunos habitantes del Sur del país se niegan<br />

a admitir que las comen. Los segundos, al igual que Fernández de Oviedo, habiéndole<br />

tomado el gusto al exótico manjar, se regodean ante el placer que les<br />

produce el paladeo del animal «tan feo e espantable», como lo definiera el<br />

cronista, muy a pesar de la veda permanente que prohíbe su captura.<br />

Para 1499 las relaciones entre españoles del bando del Almirante y algunos<br />

funcionarios de la colonia se habían complicado seriamente. Los enemigos<br />

aunaron sus quejas ante los Reyes y apenas siete años y unos meses tras<br />

el descubrimiento, el promotor y autor principal de la hazaña fue a dar con<br />

sus huesos en la cárcel. En el fondo de todo esto lo que realmente fermentaba<br />

eran las ambiciones de unos y otros. Las de Colón eran exorbitantes,<br />

pero no menores que las de aquellos que habiendo llegado a la isla como


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

132<br />

simples asalariados aspiraban a más, sobre todo a poseer indios a fin de poderlos<br />

explotar en la saca del oro. Pero en todas esas apetencias despuntaban<br />

las de los Reyes, decididos a no cumplir con las Capitulaciones de Santa<br />

Fe y ambicionando una mayor participación en las riquezas que ofrecía<br />

aquel prometedor nuevo mundo. Contra el Almirante se sumaban los banqueros<br />

y los comerciantes de Sevilla, deslumbrados frente a las esperanzadoras<br />

oportunidades que se abrían a sus negocios y por el brillo del oro que llegaba<br />

desde la colonia. El sucesor y futuro carcelero del Almirante llegaría a<br />

la isla el 23 de agosto de 1500. Francisco de Bobadilla, Comendador de la<br />

Orden de Calatraba, enviado a la Española como Juez Pesquisidor con la encomienda<br />

de investigar los manejos en la gestión del Almirante, concluyó<br />

sus investigaciones poniéndole grilletes y enviándolo a España.<br />

El nuevo gobernante profundizó la encomienda haciendo nuevos repartimientos<br />

de indios. Preocupado por el problema del mantenimiento, Bobadilla<br />

creó encomiendas para el trabajo agrícola y la crianza de animales, con<br />

lo cual la situación de los españoles mejoró sensiblemente.<br />

A Bobadilla le sucedería un personaje de armas tomar, Nicolás de Ovando,<br />

Comendador de Lares, designado por los Reyes Católicos como Gobernador<br />

de la Española a mediados del 1501, y a quien los Reyes dieron unas<br />

instrucciones en las que un falso paternalismo no podía ocultar el mandato<br />

de someter al indio al trabajo obligatorio.<br />

Ovando llegó a la Española el 15 de abril de 1502, bien dispuesto a hacer<br />

de ella una empresa productiva y a imponer un orden administrativo eficiente.<br />

El Comendador vino acompañado por 2500 hombres, entre los que<br />

se contaban algunos miembros de la pequeña nobleza, caballeros, artesanos<br />

y funcionarios administrativos. A no dudar, la calidad humana de los recién<br />

llegados, en términos de estatus social y en educación, superaba en mucho<br />

a la de sus antecesores.<br />

Comprendiendo que el lavado de oro precisaba de mucho trabajo y de gran<br />

cantidad de indios para ser beneficioso, Ovando decidió constituirse en el campeón<br />

de la Justa Guerra, embozado en la mentira de la incapacidad del abori-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

133<br />

gen para adaptarse a las creencias religiosas de la cristiandad. La cacería de indios<br />

para estos fines abarcó todo el territorio isleño. Cuando Ovando decidió<br />

dirigirse al interior de la isla con el fin de subyugarlos, el cacicazgo de Jaragua<br />

estaba gobernado por Anacaona, pues tras la muerte de Bohechío, había heredado<br />

los poderes de este. Con la experiencia del banquete que se le había ofrecido<br />

a Bartolomé Colón y ante la inminente llegada de Ovando, Anacaona decidió<br />

recibirle con idéntico homenaje. Dice las Casas que al Comendador se le<br />

dio de comer «...la caza de la tierra y del pescado de la mar, que legua y media<br />

o dos de allí distaba, y pan caçabi (esto era lo que ellos alcanzaban), y de todas<br />

las otras cosas que tenían y podían...». No tardó Ovando en reciprocar con gesto<br />

trágico la generosidad de la renombrada cacica.<br />

Como parte del trabajo obligatorio los indios debían cultivar la tierra para<br />

provecho de sus amos. En no pocos relatos de cronistas, y de funcionarios<br />

de la colonia, se describe el trato de que eran objeto, subrayando que entre<br />

las crueldades de encomenderos y esclavistas se destacaba la de mantenerlos<br />

hambrientos. El padre Las Casas describió la dieta de los indios en las minas<br />

de oro en éstos términos: «...la comida que para sufrir tantos y tales trabajo<br />

les daban, era pan caçabi, el cual, puesto que con harta carne y otras cosas<br />

se puedan pasar bien los hombres, pero sin carne o pescado y manjar otro<br />

que le acompañe tiene poca sustancia».<br />

Continúa Las Casas diciendo que era hábito del encomendero matar un<br />

puerco todas las semanas «...y repartía entre los indios a cada uno una tajadilla,<br />

que sería como una nuez, y con aquella, gastándola toda empringando<br />

el caçabi, y con sopear en el caldo, se pasaban...». Y ya luego el cronista describe<br />

una escena aberrante: «...y es verdad, que estando el minero comiendo,<br />

estaban los indios debajo de la mesa, como suelen estar los perros y los<br />

gatos, para en cayéndose el hueso, arrebatallo, el cual chupan primero, y,<br />

después de bien chupado, entre dos piedras lo majaban, y lo de que dél podían<br />

gozar, con el caçabi lo comían...».<br />

Si bien la cita anterior sólo menciona a los indios que trabajaban en la extracción<br />

del oro es preciso puntualizar que los que laboraban en las estancias


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

134<br />

cultivando los productos de la tierra no tuvieron un mejor tratamiento. Dice<br />

el padre Las Casas refiriéndose a éstos: «...los de las estancias, que cavaban y<br />

tenían otros grandes trabajos, en su vida mujeres ni hombres nunca supieron,<br />

después de entregados a los españoles qué cosa fuese carne, más del caçabi y<br />

otras raíces». Se podría pensar que generalmente sólo los dedicados a labores<br />

domésticas, sobre todo en la cocina, tenían acceso a otros alimentos.<br />

El famoso sermón pronunciado el cuarto domingo de Adviento de 1511 por<br />

el dominico Fray Antón de Montesino denunciando la situación en que encomenderos<br />

y esclavistas tenían a los indios, no dejó de aludir a la indigencia en<br />

que vivían: «Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer...».<br />

El nivel de desarrollo de la sociedad aborigen de la Española nos permite<br />

calcular la existencia en ella de unos 600 mil habitantes. Ahora bien, ya para<br />

la década de 1510 al 1520 se puede considerar que las instituciones indígenas<br />

habían desaparecido totalmente. Para llegar a esta conclusión basta<br />

con pensar que el censo hecho por Rodrigo de Alburquerque en 1514 para<br />

proceder a una redistribución total de las encomiendas, ofreció la cifra de<br />

25.303 indios. Y para 1548, dice Fernández de Oviedo que «...no se cree que<br />

hay al presente en este año de mill e quinientos y cuarenta e ocho, quinientos<br />

personas entre chicas e grandes, que sean naturales e de la progenie o estirpe<br />

de aquellos primeros».<br />

Junto a las persecuciones, las guerras, los malos tratamientos, las epidemias,<br />

la falta de alimento fue también causa importantísima del exterminio<br />

de los indios de la Española. Las recomendaciones hechas en 1512 por la<br />

Junta de Burgos, de que se les alimentara de mejor manera dándoles pan,<br />

ajes, ají y carne nunca fueron escuchadas por el gobernador Ovando y por<br />

los encomenderos y esclavistas. No valieron las defensas de los indios hechas<br />

por un sector esclarecido de la monarquía y de la iglesia para evitar que<br />

los indios sucumbieran por el trabajo que se les obligó a realizar.<br />

La carencia de alimentos y las hambrunas de los primeros años dejan como<br />

evidencia certera que la dieta de los españoles en la isla estuvo basada<br />

esencialmente, en los hábitos alimenticios de la comunidad indígena.<br />

Mamón, primo<br />

del anón o chirimoya.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

136<br />

Podemos decir que con todo y el desarrollo material que la colonia experimentó<br />

a partir de 1502 tras la generalización de la encomienda y la esclavitud,<br />

no pocos de los comestibles y recetas de los indios se mantuvieron presentes<br />

en la mesa de los habitantes de la Española. La yuca, el maíz, la batata,<br />

el mapuey, el maní; frutas como el mamey, la jagua, la guanábana, el anón, el<br />

jobo, la lechosa, el caimito, la guayaba, la piña, el hicaco y otras permanecieron<br />

invariables en la alimentación colonial de estos años y quedarían como<br />

herencia definitiva a través de los siglos formando parte del sustrato llamado<br />

a definir la personalidad gastronómica de los habitantes de la isla.<br />

Los panes de yuca, de maíz, de guáyiga, la arepa, la catibía, el guanimo, y<br />

otras derivaciones del recetario de la ingesta indígena se incorporaron de<br />

manera persistente no sólo a la dieta colonial sino que permanecerían en la<br />

cotidianidad de la alimentación criolla dominicana. El pan de guáyiga, por<br />

lo trabajoso de su elaboración, se ha ido olvidando, pero hay quienes lo preparan<br />

todavía. Por ejemplo, en Guayacanes, sección de San Pedro de Macorís,<br />

lo hacen agregándole coco rallado.<br />

Técnicas para el cultivo agrícola y para la pesca y modos de preparar y cocer<br />

los alimentos formarían asimismo parte importante de la manutención<br />

de aquel período sino también más tarde del republicano. El mabí, bebida<br />

hecha a partir de la planta conocida como behuco indio, es también perdurable<br />

herencia taína.<br />

El casabe se continúa elaborando de la misma manera como se hacía en<br />

tiempos de los indios. Sin embargo, todos los casabes no son iguales. Los<br />

producidos actualmente en Villa Mella, en Monción, en Puerto Plata, para<br />

sólo mencionar los más famosos, son disímiles no sólo en la forma sino hasta<br />

en el gusto ofrecen sutilezas diferenciadoras. Entre dos tortas de tamaño<br />

pequeño y mediano se hacen actualmente unos emparedados rellenos de<br />

pasta de maní, el mambá, y otros rellenos de dulce de guayaba.<br />

Orientada la colonia de acuerdo a los intereses de la Corona, el Gobierno<br />

presidido por Nicolás de Ovando puso todo su empeño en el logro de<br />

sustanciosos beneficios. Para desgracia de los indios el propósito se cumplió<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

137<br />

a cabalidad. Los 300 ó 360 supervivientes de los 1200 que acompañaron a<br />

Colón en su segundo viaje representaron el núcleo primario de la influencia<br />

española en la creación cultural de la colonia. No poco les debió a éstos,<br />

en experiencia y enseñanzas el contingente de 2500 pobladores llegados<br />

con Ovando. Y esto así, porque en los nueve años transcurridos entre<br />

1493 y 1502 habían podido sobrevivir al peligro de las enfermedades, las<br />

durezas del clima tropical y las necesidades alimenticias. Y aunque de los<br />

2500 compañeros de Ovando apenas quedaba con vida la mitad, fueron los<br />

conocimientos de los supervivientes del segundo viaje, lo que les permitió<br />

adaptarse al medio y sumar los productos alimenticios de los aborígenes a<br />

su dieta tradicional.<br />

En tiempos de Ovando se multiplicó la extracción del oro de forma extraordinaria<br />

y se produjo un aumento sensible de la población española en<br />

la colonia. la cual estaba radicada tanto en la ciudad de Santo Domingo,<br />

como en las nuevas villas fundadas por el activo Gobernador. El cultivo de<br />

la tierra experimentó un cambio apreciable y un importante crecimiento<br />

del ganado vacuno, caprino, porcino, ovejuno, así como de las aves traídas<br />

a la isla desde el segundo viaje. De América del Sur vendrían alimentos<br />

como la papa y ciertos tipos de frijoles. De México llegaría el tomate y<br />

semillas de ajíes dulces.<br />

Una vez más serán los cronistas, funcionarios y viajeros los que nos hablarán<br />

de los productos y fórmulas culinarias en los años venideros. Resulta<br />

comprensible que el poblador español tuviera preferencias por los alimentos<br />

de su tierra, los cuales, cuando los pudo tener a mano, precederían en su mesa<br />

a los indígenas. Pero no todos los comestibles venidos de España eran capaces<br />

de soportar el largo trayecto ultramarino y resistir a las condiciones<br />

climáticas de la colonia.<br />

Viene a ser Fernández de Oviedo quien en su historia citada nos ofrecerá<br />

más amplios detalles acerca de los hábitos que en materia dietética se fueron<br />

creando en la isla a partir de las posibilidades que ofrecían la naturaleza,<br />

el desarrollo económico de la colonia y el gusto de sus pobladores. A tra-


La jagua, dice<br />

Bartolomé de las<br />

Casas que las indias<br />

la frotaban en su<br />

piel porque les<br />

apretaba las carnes.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

139<br />

vés de este cronista podremos conocer procedimientos y técnicas para sazonar<br />

y cocer los alimentos provenientes de España y los propios de la naturaleza<br />

tropical de Santo Domingo.<br />

La información de Fernández de Oviedo acerca del maíz es buen ejemplo<br />

de esto. Habiéndolo encontrado en la isla por primera vez en América, nos<br />

dice el cronista que los españoles mejoraron su forma de sembrarlo y su productividad<br />

en razón de que «...aran la tierra...»: y «...por otros aparejos mejores,<br />

que usan en la agricultura...». Y en cuanto a su consumo, narra que los<br />

cristianos han dado mucha mejoría a este pan «...cociéndolo en horno a la<br />

manera de España, e es más sabroso e más lindo en la vista». Y agrega el Alcalde<br />

de la Fortaleza de Santo Domingo: «E hácese asaz buen bizcocho dello,<br />

para navegar con ello no muy largo tiempo». Frente a esta cita que nos dice<br />

que los indios consumían el maíz «...en grano o, estando tierno sin tostar, cuasi<br />

seyendo leche...», Carl Ortwin Sauer, en su libro Descubrimiento y domina-<br />

ción española en el Caribe señala que si bien el maíz no era un alimento funda-<br />

mental de los isleños, «...sí era en cierta medida utilizado para hacer pan...».<br />

Y a seguidas cita a Pedro Mártir de Anglería expresando que el cronista ini-<br />

La piña, (ananás) se le<br />

llamó así porque a los<br />

españoles se les pareció<br />

a la fruta del pino.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

140<br />

cia su descripción del maíz diciendo que «...hacen pan de un cierto grano» y<br />

señala que: «...el grano era por dentro blanco como la nieve». Es el mismo<br />

Mártir de Anglería quien en sus Décadas, deja bien sentado el hecho de que<br />

los indios fabricaban pan con maíz. Dice el escribano: «...tienen dos clases de<br />

alimentos sin el cual los demás manjares poco valen: uno de cereales (se refiere<br />

al maíz. H.T.D.) y otra de raíces; el primero se coge dos veces, en el año<br />

y, en ocasiones es tres. No es raro verles recolectar doscientos y más heminos<br />

(medida agraria. H.T.D.) del grano que llaman maíz. El pan de raíces es mejor...».<br />

Es obvio que Mártir de Anglería prefería el casabe al pan de maíz.<br />

En la Apologética, Las Casas también nos habla del maíz expresando que<br />

comerlo crudo o asado, o en forma de potaje con agua «...es muy sabroso...».<br />

Y en su Historia de las Indias el dominico ofrece esta corta receta indígena:<br />

«...hacían del (maíz) cierto potaje, molido y con agua...». Origen de seguro<br />

de la receta del maíz caqueado y, posiblemente, de sus derivaciones de «maíz<br />

pelado», «chenchén», «maíz con leche».<br />

Entre los españoles del siglo XVI el maíz nunca gozó de gran favor, aunque<br />

dado lo económico, fácil y pródigo que resultaba su cultivo les fue de<br />

gran utilidad par darlo de comer a los esclavos africanos en las futuras plantaciones<br />

azucareras. Así lo hace constar Oviedo cuando expresa que el maíz<br />

era «...gran mantenimiento y también lo dan a los negros e indios esclavos<br />

de que los cristianos se sirven».<br />

Sin embargo, andando el tiempo, los criollos de Santo Domingo, blancos,<br />

negros, mulatos y sus descendientes, dieron continuidad a la siembra del<br />

maíz, a fin de servirse de él para la elaboración de no pocos platos que vendrían<br />

a formar parte de la cocina criolla. Mencionar algunos de ellos nos<br />

muestra la capacidad creadora que caracterizaría a los cocineros partiendo<br />

de un solo producto: Maíz salcochado, asado, arepa, pan de maíz, arepitas,<br />

empanadas, maíz pelado con leche, guanimo, pastelón de maíz tierno, buche<br />

de perico, majarete. Es decir, el maíz se instaló, firme y plural en el deleite<br />

gastronómico de los dominicanos.<br />

Es necesario aclarar que todos estos alimentos no aparecieron de la noche<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

141<br />

a la mañana, de ahí la necesidad de seguirles el rastro a través de la historia.<br />

La documentación que hemos encontrado muestra que fueron siendo elaborados<br />

de acuerdo a las posibilidades que ofrecieron las circunstancias. Hacemos<br />

provecho de esto último para subrayar que no siempre resultará posible<br />

situar en un momento preciso la creación de una determinada comida.<br />

Entre los platos que hemos mencionado más arriba se encuentra el guanimo.<br />

La palabra misma nos habla de su procedencia taína, pero es necesario<br />

hacer algunas precisiones. El guanimo es consumido con frecuencia en<br />

algunos lugares de la región del Cibao y pensamos que bien pudo haber sido<br />

el pan de maíz de los indios de Santo Domingo. Sin descartar las coincidencias,<br />

veamos lo que nos dice Oviedo de una receta que los indios del<br />

Continente Americano elaboraban con una técnica muy parecida a la empleada<br />

actualmente en nuestro país para hacer este alimento: «En Tierra Firme<br />

tienen los indios otro uso de ese pan (El cronista llamaba pan a la mazorca.<br />

H.T.D.) y decirlo he aquí, pero no tractar muchas veces ni repetir una<br />

misma cosa; y es de questa manera: las indias, en especial, lo muelen en una<br />

piedra de dos o tres palmos o más o menos...echando agua... e así se hace una<br />

manera de pasta o masa, de la cual toman un bollo de un jeme (quiere decir<br />

que toman un puñado. H.T.D.), el grueso como dos o tres dedos. Y envuélvenle<br />

en una hoja de la misma caña del maíz, u otra semejante, y cuécenlo,<br />

y disque está cocido sacando de la olla o caldera en que se coció en<br />

agua y dejando enfriar un algo, y no del todo».<br />

Otro de los alimentos de la dieta de los indios de Santo Domingo que desde<br />

los inicios mismos de la colonización sedujo el paladar español fue la batata.<br />

Son los ajes de que ya hemos hablado, tubérculo que se cultivaba en<br />

«...haciendas y heredamientos», pero sobre todo, en aquella unidad territorial<br />

productiva que los indios llamaban conuco, la cual ha perdurado en la<br />

tradición agrícola dominicana aunque sin la significación social comunitaria<br />

que tuvo entre los aborígenes.<br />

La batata fue un tubérculo rápidamente adoptado por el paladar de los españoles.<br />

Fernández de Oviedo valoró los ajes con criterio entusiasta al decir


En Santo Domingo,<br />

desde el inicio de<br />

la colonización, los<br />

cítricos se cultivaron<br />

abundantemente.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

143<br />

que eran «...muy buenos, e asados tienen algo mejor sabor, y de la una e de<br />

la otra manera tienen sabor de castañas muy buenas, y es gentil fruta para los<br />

cristianos; porque, como no la comen por principal y ordinario manjar, sino<br />

de cuando en cuando, sabe mejor». A esto agregó el cronista la frase siguiente:<br />

«Asados e con vino, son buenos de noche, sobre mesa; e en la olla son<br />

buenos». La experiencia del cronista al afirmar que los ajes eran buenos «sobre<br />

mesa» lleva a pensar que se tomaban asados como postres. Lo de acompañarlo<br />

con vino hace de Oviedo un sibarita, puesto que todos sabemos que<br />

lo del vino con el postre, sobre todo el vino dulce de la región de Sauternes,<br />

en Francia, o el Oporto, de Portugal, o los caldos dulces españoles, es combinación<br />

dionisíaca. Mártir de Anglería viene a ratificar la identidad de los ajes<br />

cuando los describe como raíces «...del tamaño y forma de nuestros nabos...»,<br />

«...de sabor dulce, semejantes a las castañas todavía tiernas...».<br />

En su descripción de los ajes, Las Casas los consideraba como buenos de<br />

«...comer crudas y asadas y cocidas...». Pero el dominico no se detuvo en esta<br />

simple frase sino que nos encaminó por senderos gastronómicos que ponen<br />

al descubierto los secretos de manjares indígenas incorporados ya al gusto<br />

de la generalidad de los habitantes de la colonia y más tarde a la cocina<br />

dominicana. Expresa el dominico que por ser la batata de delicada naturaleza,<br />

para su cocción. «...hanlas de poner ocho o diez días al sol, rociadas primero<br />

y aún lavadas con una escudilla de salmuera, más agua que sal, y cubiertas<br />

por encima de rara yerba porque no les dé de todo el sol, lo cual hecho,<br />

las que se quieren comer asadas, metidas en el rescoldo del fuego hasta<br />

que ellas estén tiernas, salen enmeladas como si las sacasen de un bote de<br />

conserva». Lo que Las Casas nos ofrece en esta cita viene a ser la tradicional<br />

batata asada, que en la cocina de la isla y a través del tiempo se cuece<br />

arrimándola al fuego, entre la ceniza y la pequeña brasa adormecida. Ahora<br />

bien, lo que del procedimiento indígena no perduró fue lo de ponerlas algunos<br />

días al sol, rociadas con una salmuera y cubiertas de unas hojas que el<br />

propio Las Casas identifica como las propias de la batata o de la vid. Nos parece<br />

que el procedimiento recetario de los indios debiera ganar adeptos


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

144<br />

puesto que no dudamos que al seguir sus pasos se pueda obtener una batata<br />

asada con más realzada embocadura.<br />

El cronista ofrece otra receta más, de origen indígena también, incorporada<br />

a la alimentación colonial como batata sancochada: «Y si las<br />

quieren cocidas hinchan unas ollas de ellas y echan dentro una escudilla<br />

de agua, no para cocellas, sino porque la olla, estando seca en el principio<br />

no se quiebre, y cubren la olla con hojas de la planta dellas, o de vides<br />

o de otras hojas buenas, para que no salga vaho fuera y cociendo así<br />

una, o dos, o tres horas o lo que menester fuere, porque no han menester<br />

mucho tiempo, embébese aquella agua y sale otra tanta miel o almíbar y<br />

todas ellas enmeladas como si fuesen una conserva, pero harto más sabrosa..».<br />

Frente a todas estas precisiones nos vienen a la memoria los variados<br />

dulces de batatas que el arte de la repostería criolla ha ido creando a<br />

través de los tiempos.<br />

A propósito de esto último debemos hacer mención de la paulatina introducción<br />

que se ha venido haciendo en nuestro país de la celebración del día<br />

de Acción de Gracias (Thanskgiving) instituído en los Estados Unidos de<br />

Norteamérica desde el 1621 por los peregrinos del Mayflower. El almuerzo<br />

donde se dan las gracias a Dios tiene como platos principales pavo horneado<br />

y una suerte de pastelón de batata americana. En nuestro país, donde la<br />

celebración va tomando espacio en ciertos niveles sociales, es la batata criolla<br />

la que sirve a los comensales para conmemorar la ocasión.<br />

Otro de los productos que los españoles apreciaron desde sus inicios lo fue<br />

el lerén. Las primeras noticias acerca de su existencia las dió Pedro Mártir,<br />

quien dejó sentado que no sólo fue alimento de los indios sino también de<br />

los españoles. Las Casas da también testimonio de su origen, pero es Fernández<br />

de Oviedo quien ofrece una información más precisa: «Había en esta isla<br />

y ponían los vecinos naturales della otras raíces tan gruesas y redondas como<br />

una chicas pelotas que llamaban lerenes...». Y especifica: «...sabrosas de<br />

comer cocidas y asadas...».<br />

Y agrega: «Liren es una fructa que nasce en una planta que los indios cul-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

145<br />

tivan, e aún al presente algunos de los españoles en sus labranzas de esta Isla<br />

Española, i es hierba o planta que se extiende i echa ramas, como se dijo<br />

de los ages e de las patatas, e debaxo de la tierra echa su fructo que es blanco<br />

e del tamaño de dátiles gruesos (e algo mayores e menores) e tienen una<br />

cáscara mui delgada e cada fructo destos pende o está asido a un vergueta<br />

delgada, de que está colgado de la rama: e aquella vena que le tiene al lirén<br />

es no más gruesa que un alfiler común o delgado. Estos lirenes cuecen los indios<br />

e cuando es tiempo desta fructa hai mucho por las plazas que las sacan<br />

a vender, assi cocidos los lirenes; e quítanle aquella cortezuela de encima<br />

que es mui delgada e más blanda que una cáscara de una castaña e queda de<br />

dentro el lirén blanco y es de buen sabor. No e visto en España ni en otra<br />

parte, fructa de sabor a que compare estos lirenes».<br />

Avanzado el siglo XVI, en 1580, Juan López de Velasco en su Geografía de<br />

la Isla Española, incluida en el primer tomo de las Relaciones Históricas de<br />

Emilio Rodríguez Demorizi, menciona los lerenes entre los productos comestibles<br />

de la isla. Y setenta años después, en 1650, Luis Jerónimo de Alcocer<br />

en la Relación Sumaria del Estado presente de la Isla Española, incluida<br />

en el mismo libro, da testimonio del consumo de «...lerenes y otras legumbres...».<br />

«...se coje lo que basta para los moradores desta ysla...». Es de señalar<br />

el hecho de que el memorialista da a entender, como lo hizo explícitamente<br />

Pedro Mártir, que los lerenes eran consumidos entonces durante todo<br />

el año, cosa que de ser así obligaba a sembrarlos escalonadamente en el<br />

tiempo. Hoy día sólo se ven en época de Navidad, cuando en realidad su<br />

gusto y el aprecio de que gozan deberían acreditarle para una más asidua presencia<br />

en la mesa dominicana, tanto más cuanto que los lerenes se prestan<br />

a una variedad de recetas, pues además de salcochados se pueden degustar<br />

salteados en mantequilla, en puré y asados, esto último lo hacían los aborígenes<br />

de Santo Domingo.<br />

Cultivado por los indios y muy pronto adoptado por los españoles lo fue<br />

el maní, del cual tanto Las Casas como Fernández de Oviedo garantizan que<br />

fue en la isla de Santo Domingo donde por primera vez apareció en Améri


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

146<br />

ca. Dice Las Casas que «Otra fructa tenían (los indios) que sembraban y se<br />

criaba o hacía debajo de la tierra...». Y a seguidas: «...llamábase maní, la última<br />

sílaba aguda, y era tan sabrosa que ni avellanas ni nueces, ni otra fructa<br />

seca de las de Castilla, por sabrosa que fuere, se le podía comparar. Y porque<br />

siempre se comían della mucha por su buen sabor...». El paladar de Fernández<br />

de Oviedo no mostró gran entusiasmo por el gusto del maní, pero<br />

dejó constancia de que era apreciado, aunque subrayando, con indudable<br />

prejuicio, que quienes la comían eran «...algunos hombres bajos, o muchachos,<br />

y esclavos, o gentes que no perdonan su gusto a cosa alguna».<br />

En un artículo escrito en la revista Gastroteca, dirigida por Emil Vega, que<br />

de paso sea dicho es magnífica publicación dominicana de temas gastronómicos,<br />

hemos escrito lo siguiente acerca de los divergentes juicios de Las Casas<br />

y Fernández de Oviedo: «No hay duda de que a través de los siglos el paladar<br />

de Las Casas ha venido siendo plebiscitariamente justificado por la<br />

atención que la humanidad le ha prestado a la sapidez de una de las leguminosas<br />

más cultivadas y consumidas en nuestro planeta: el maní de los taínos».<br />

Este maní, universalmente conocido como cacahuate, nunca dejó de producirse<br />

en Santo Domingo, alcanzando su apogeo con la creación, en los años<br />

cuarenta del siglo XX, de una industria aceitera basada en esta leguminosa y a<br />

la cual se debe que los dominicanos, desde tan temprano como entonces, prefieran<br />

el aceite vegetal a la grasa animal. Del maní ha sido tradición la fabricación<br />

de dulces, existiendo una gran variedad de ellos de consumo frecuente.<br />

Aunque ya hemos mencionado los cuadrúpedos encontrados por los Españoles<br />

en la isla, volvamos de nuevo a los cronistas. Las jutías fueron vistas<br />

y comidas por los españoles como conejos pequeños. Para Las Casas los<br />

quemíes eran los más duros de comer: Sin embargo, los mohuí y los curíes<br />

eran considerados por el dominico «...muy sanos y delicadísimos...»: Luego<br />

de hablar de los perros mudos, también comestibles, anota de las iguanas:<br />

«Dicen los españoles que no hay más sabroso manjar, pero yo digo que les<br />

haga buen provecho, porque nunca la he podido ni asado comer. Cómenla<br />

en viernes por pescado». Así como el cronista era desganado con las igua-<br />

Maní (cacahuate),<br />

alimento de los taínos,<br />

hoy universal.<br />

nas era goloso con lo que él mismo describe como «...ratones chequitos-<br />

...muy sabrosa y muy buena carne...». Al parecer estos ratones chiquitos<br />

eran una variedad de jutía. Explica Fernández de Oviedo: «...gozques domésticos<br />

se hallaron en aquesta isla Española (y en todas las otras islas que<br />

están en este golfo poblados de cristianos), los cuales criaban los indios en<br />

sus casas». Continúa el relato del Alcalde describiendo la variedad en el color<br />

de estos perros y señalando que eran «...mudos, e aunque los apaleasen<br />

ni los matasen, no sabían ladrar».<br />

Narra el Alcalde al respecto: «Los españoles que vinieron con el Almirante<br />

primero, en el segundo viaje que hicieron a esta isla, se comieron todos estos<br />

perros, porque se morían de hambre e no tenían que comer; pero manjar<br />

es para no desecharle los que le tienen en costumbre». Narra entonces su propia<br />

experiencia: «Y a la verdad, de aquel que yo comí, fueron dos o tres boca-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

148<br />

dos, e no pensando que era perro. E llegué donde ciertos amigos comían de<br />

uno muy gordo e muy bien asado e lavado e con ages, e no me supo mal...».<br />

Viéndole los amigos comer el animal «...con buen gusto e aliento:...». le expresaron<br />

que debían llevarse algunos a España. El escribano confiesa la repugnancia<br />

que le sobrecogió al saber que era de la naturaleza de los perros, pero<br />

muy pronto se recuperó de la aversión e hizo este comentario: «...me supo<br />

bien, e que quisiera que me avisasen más tarde». Continúa el cronista en su<br />

relato con esta frase: «El caso es que todos los españoles que lo han probado,<br />

loan este manjar e dicen que les parece no menos bien cabritos».<br />

Cuando Fernández de Oviedo explica que el perro se comía «asado e lardeado<br />

e con ajos...». lo que quiere decir es que si bien los indios lo cocían al<br />

fuego en sus barbacoas y en sus guisos, los españoles le agregaron el lardo y<br />

el ajo, siendo el primero la parte que contiene más grasa del tocino.<br />

De los animales mencionados más arriba sólo se encuentran muy de tiempo<br />

en tiempo y muy raramente los curíes y las jutías. De las tortugas del mar,<br />

las hicoteas, el manatí nos hablan los cronistas dejando en claro que tras la<br />

desaparición de los indios estos animales continuaron siendo comida apetecible<br />

por los habitantes de Santo Domingo.<br />

Relata el Alcalde que cuando mataban las tortugas se comían los huevos<br />

«...son muy buenos...». decía el Alcalde y agregaba: «Son redondos e todo<br />

son yema, sin clara ni cáscara, e tamaños como nueces los mayores...» El escribano<br />

se refería a los huevos todavía no cuajados y encontrados en el vientre<br />

del animal, ya que es bien sabido que cuando estos desovan, sus yemas<br />

vienen envueltas en sus claras y luego en sus cascarones protectores. En lo<br />

que toca a la carne de tortuga expone el Alcalde: «...he comido muchas veces,<br />

y es cosa tan común e notoria, que no hay acá cosa más experimentada<br />

ni más continuamente vista. Son muy buen manjar e sano, e no tan enojoso<br />

al gusto como los otros pescados...». Aunque el Alcalde no nos deja escrita<br />

la forma de cocinar el carey, no es desacierto pensar que los indios, tal<br />

y como lo hacían con otros productos del mar, lo preparaban con ajes y hierbas,<br />

receta a la que seguramente los colonos agregaron aceite y algún trozo<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

149<br />

de tocino o jamón y quien sabe si ajos, cebollas, aceitunas o alcaparras, elementos<br />

de la gastronomía española y fórmula inalterable con la que los dominicanos<br />

guisan este animal cuando lo cuecen en una clandestinidad impunemente<br />

tolerada y de resultados culinarios metafóricos.<br />

Las hicoteas «...o menores Tortugas...» como las llama el escribano, eran<br />

comunes en la dieta colonial «...cada día se venden por esas calles e plazas<br />

de esta ciudad de Santo Domingo, e son sano manjar». La receta para la hicotea,<br />

seguramente no difería de aquella del carey, puesto que todavía hoy<br />

son casi idénticas las formas de aderezar una y otra.<br />

Al igual que los indios, los españoles consumían el tiburón y lo hacían en<br />

forma de guiso. Las Casas expresa que se comían «...como cazón, bien harto<br />

y cubierto de ajos...». Preferían el cazón por ser más tierno y porque, además,<br />

se suponía que por su tamaño todavía no había saboreado carne humana.<br />

Fernández de Oviedo viene a coincidir con el Obispo de Chiapas cuando<br />

expresa que el cocimiento se hacía con ajos, aunque su descripción de cómo<br />

lo preparaban los marinos es más amplia: «Muerto el tiburón, hácenle<br />

lonjas e tasajos delgados, e pónenlos a enjuagar por las cuerdas de las jarcias<br />

de la nave por dos o tres días e más, colgados al aire. Y después se los comen<br />

cocidos o asados e con aquella salsa común de los ajos...». Esta salsa «común<br />

de los ajos», bien podría ser al aioli, que es la mayonesa hecha a base de ese<br />

bulbo. Por su parte, el Alcalde escribe que también lo comían fresco «... e<br />

yo lo he comido de la una y de la otra manera; pero los pequeños, que llaman<br />

haquetas, son mejores». En el tomo primero de su diccionario «Indigenismos»,<br />

Emilio Tejera consigna la palabra haqueta, expresando: «Probablemente<br />

Jaqueta, nombre de los tiburones pequeños». Sin embargo, ésta última<br />

palabra, jaqueta, no aparece en dicha obra como palabra indígena. En<br />

los mataburros de la lengua española que hemos consultado, ni en los etimológicos,<br />

hemos encontrado esta palabra referida al tiburón, sino como sinónimo<br />

de chaqueta. Estamos inclinados a pensar que es palabra taína, aunque<br />

posiblemente deformada. No siendo plato habitual de la mesa dominicana<br />

no pocos lo comen actualmente, cualquiera que sea su tamaño, por


Peces y camarones<br />

del mar isleño.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

151<br />

considerar que no es tanto lo que los escuálidos consumen de nuestra anatomía<br />

como para suponer que el que se pesca ha disfrutado de ese privilegio.<br />

Del manatí nos hablan casi todos los cronistas, aunque quien se explaya<br />

sobre él en una bellísima leyenda es Mártir de Anglería, aunque sin tocar a<br />

sus propiedades alimenticias. Las Casas, en un escueto párrafo, resume esas<br />

virtudes: «No es pescado de escama, sino de cuero como el de las toninas o<br />

atunes, o como de ballenas; el que comiese delante quien no supiese qué era,<br />

en Viernes Santo, creería que comía propia carne, porque así lo parece; es<br />

muy más sabroso y más precioso que ternera, mayormente los que se toman<br />

pequeños, echados en adobo como suele comer la ternera». En esto de «adobo»<br />

Las Casas quería decir que la manera como se cocinaba en Santo Domingo<br />

en este siglo XVI era guisándolo con yerbas, cebollas, ajos, alguna especia<br />

y ya luego aceite o grasa de cerdo y una que otra loncha de jamón o tocino.<br />

Pero fue Fernández de Oviedo quien mayores detalles ofreció sobre la<br />

utilización del manatí en la cocina colonial de inicios y mediados del siglo<br />

XVI. Comienza su descripción sin dejar dudas acerca de su asombro frente<br />

al animal marino y, sobre todo, parcializado de manera definitiva con la te-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

152<br />

sis de que el manatí es un pez: «Manatí es un pescado de lo más notable e<br />

no oídos de cuantos yo he leído o visto». Y en cuanto a sus bondades culinarias<br />

agrega: «Creo yo que es uno de los buenos pescados del mundo y el<br />

que más paresce carne; y en tanta manera parese vaca, viéndole cortado,<br />

que quien no le hubiera visto entero o no lo supiere, mirando una pieza<br />

cortada dél, no sabrá determinarse si es vaca o ternera; y de hecho lo tendrá<br />

por carne, y se engañarán en esto todos los hombres del mundo, porque<br />

asimesmo el sabor es más de carne que de pescado estando fresco. La cecina<br />

e tasajos deste pescado es muy singular e se tiene mucho sin se dañar ni<br />

corromper. Yo lo he llevado desde aquesta cibdad de Santo Domingo de la<br />

isla Española hasta la cibdad de Ávila en España, el año mill e quinientos<br />

e treinta e un años estando allí la Emperatriz, nuestra señora. Y en Castilla<br />

paresce esta cocina que es de la muy buena de Inglaterra cuanto a la vista;<br />

pero cocida, paresce que come hombre muy buen atún o mejor sabor que<br />

de atún es el que tiene».<br />

Cuando el escritor menciona el año de 1531 como el de su viaje a España<br />

llevando consigo la cecina de manatí nos está dando a entender que<br />

escribía estos juicios con posterioridad a esa fecha. Hecho que esto nos<br />

permite comprobar que todavía en ese momento el manatí era plato asiduo<br />

en la dieta colonial, llegando incluso su carne a ser elaborada en forma<br />

de cecina, que es lo mismo que decir salada, seca y hecha tiras Pero su<br />

reiterado epicureismo no se limita a la mención de la receta antes citada,<br />

sino que se recreó en deleites todavía más rebuscados: «Y la cola del, de la<br />

cintura para que he dicho adelante, toda ella hácenla pedazos e tiénenla<br />

cuatro o cinco días más al sol (la cual paresce como nervio toda ella), e<br />

desque está enjuta, quémanla en una sartén, o mejor diciendo, fríenla e sacan<br />

della mucha manteca, en la cual cuasi todo se convierte, quedando<br />

poca cibera o cosa que desechar de ella. Y esta manteca es la mejor que se<br />

sabe para guisar huevos fritos porque aunque sea de días nunca tiene rancio<br />

ni mal sabor...». Es probable que esta receta, con alguna variante como<br />

la del sartén, provenga de la cocina indígena.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

153<br />

Desde siempre el manatí ha sido festín de pescadores y de quienes apre-<br />

cian su carne. Dada la veda permanente que de este animal existe a nivel<br />

mundial es muy ocasional su pesca, pero cuando sucede, es consumido en<br />

forma de guiso con las sazones que ofrezcan las circunstancias y acompañado<br />

de arroz o de plátanos, yucas u otros víveres. Hemos tenido la oportunidad<br />

de verlo cocinar en una pequeña aldea de pescadores en el noroeste del<br />

país y, verdad sea dicha, razón tenía Fernández de Oviedo en cuanto a su excelencia.<br />

El detalle de los huevos fritos en la grasa del manatí es prueba palmaria<br />

de que el Alcalde pertenecía a una categoría de comensal que sobrepasaba<br />

grandemente al engullidor pedestre, puesto que en él se manifestaba<br />

una curiosidad gastronómica renacentista, un prurito persistente por la búsqueda<br />

de nuevas experiencias en el placer de la mesa.<br />

Y es que la polifagia gastronómica de Fernández de Oviedo se aventuraba<br />

en atrevimientos vanguardistas realmente sorprendentes. Por ejemplo,<br />

sin falso pudor, con indudable desafío frente al juicio ajeno que prejuzga, narra<br />

su experiencia con un animal que todavía despierta repugnancia en muchas<br />

personas: «Yo había determinado no hablar en este libro en los sapos<br />

ni en las ranas, e queríalos poner con otros géneros de animales; pero pues<br />

me paresce que ya el manjar de las ranas no se desprecia en España, y ha llegado<br />

hasta la tabla de nuestro gran César, no es razón de que tal título no le<br />

sirva a este animal para que yo le coloque e ponga tras tan excelente pescado<br />

como es el manatí e los otros de quien he hablado».<br />

Y en la búsqueda de refrendarios que les sirvieran de cómplices, con indudable<br />

osadía, acude al propio Carlos V: «...Yo oí decir en la cibdad de Victoria,<br />

año de mill e quinientos veinte e cuatro, un viernes, comiendo con el dicho<br />

gran chanciller el excelente señor don Fernando de Aragón, duque de<br />

Calabria, e trayendo a su mesa un plato de ranas guisadas que había enviado<br />

la semana antes otro plato dellas al Emperador, y que le había dicho que le<br />

habían sabido muy bien...». Y acentúa el Alcalde: «Y muchos años antes las<br />

comí yo en Mantua, e Roma y Nápoles e otras partes de Italia; y públicamente<br />

las venden en las plazas, como manjar sano y de buena digestión e gusto».


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

154<br />

Sobre los sapos de Santo Domingo nos informa: «De aquestas ranas hay<br />

muchas en esta isla Española y en todas las otras partes destas Indias; pero<br />

no las comen en esta isla, porque no lo han acostumbrado». Es obvio que se<br />

refería al desprecio que mostraban los colonos por el sapo, contrarios a los<br />

indios, que no afectaban tantos remilgos frente a la generosidad de la naturaleza<br />

y que, como hemos visto, se satisfacían también con culebras, lagartijas,<br />

arañas a fin de colmar sus necesidades alimenticias. En buena parte del<br />

mundo las ancas de ranas se consideran verdaderas delicadezas. No pocos<br />

restaurantes, especializados en la preparación de este plato, existen en gran<br />

número de países. En el mismo Santo Domingo, en esta ciudad donde el Alcalde<br />

paladeaba con disfrute los «macos» criollos, los llamados «penpen» o<br />

«toros», hay un establecimiento en la zona colonial que las ofrece como especialidad<br />

de la casa. Lo habitual es comer de las ranas las ancas, es decir,<br />

las extremidades traseras, que son las que tienen más carne, pero lugares hay<br />

en nuestro planeta donde las comen enteras.<br />

En su recuento acerca de los peces del mar y de los ríos que servían de alimento<br />

a los habitantes de la colonia, Fernández de Oviedo menciona las li-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

155<br />

zas, jureles, bermejuelas, mojarras guabinas, palometas, biajacas, sábalos, róbalos,<br />

pargos, corvinas, cornudas, pulpos, cazones, sardinas, agujas, lenguados,<br />

salmonetes, almejas. Y añadía: «...mariscos de muchas maneras: langostas,<br />

cangrejos, jaibas, camarones; rayas muchas, y en algunas partes muy<br />

grandes; anguilas, morenas, muchos e muy grandes tiburones, tortugas muy<br />

grandes e otras pequeñas que los indios llaman hicoteas, muchas doradas<br />

(éste es uno de los buenos pescados de la mar), pescados voladores muchos...».<br />

Explica el cronista que el método empleado por los «cristianos» para<br />

atraparlos consistía en la utilización de las cañas de pescar con anzuelos.<br />

El cura Las Casas nos habla de la riqueza de la fauna de los ríos y, sobre<br />

todo, del aprovechamiento que de ella hacían los españoles: «Todos estos<br />

ríos y todos los desta isla están de pescados plenísimos, y por la mayor parte<br />

de los pescados dellos son lizas de las de Castilla, pero muy mejores y más<br />

gruesas y sabrosas y en tamaño mayores...». A propósito de las lizas debemos<br />

decir que desde lo más temprano de la colonia hasta el día de hoy los<br />

habitantes de la isla han venido utilizando, tal y como lo hacían los indios,<br />

los corrales en los ríos y lagunas no sólo para atrapar las lizas sino también<br />

Frutos del mar. Sazonados, les espera<br />

el aceite hirviendo para<br />

hacerlos fritura.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

156<br />

los róbalos y otros peces que en las aguas medianeras entre el río y el mar,<br />

en la rías, abundan.<br />

Las Casas continúa su narración sobre los peces de ríos mencionando a los<br />

dajaos, guabinas, biajacas, langostinos y al mencionar estos últimos, agrega<br />

con toda razón: «...que son camarones muy grandes, muy buenos de comer...».<br />

Y tras hablar de las hicoteas se expansiona en una descripción que manifiesta<br />

que él, por gusto propio, se interesaba en las recetas suculentas: «Hay en los<br />

arroyos también unos cangrejos que sus cuevas tienen dentro del agua, que los<br />

indios llamaban xaibas (jaibas). Estos cangrejos o xaibas tienen dentro, en el<br />

vaso o caparacho, ciertos huevos y cierto caldo que parece cosa guisada con<br />

azafrán y especias, y así tiene el color el sabor de especias, mayormente cuando<br />

están llenas, que es con la luna nueva, porque entonces hanse de comer<br />

asadas, porque cocidas irse bía el caldo y no serían tan buenas».<br />

Todavía hoy los pescadores de jaibas se dedican a buscarlas en luna nueva.<br />

El caldo al cual se refiere Las Casas, es todo el líquido que tienen las jaibas<br />

dentro de su caparazón, que a no pocos les repugna porque consideran<br />

que contiene cierto depósito deleznable, pero que muchos, sin miramientos,<br />

sorben con gran gozo, al igual que lo hacen muchos amantes de los erizos.<br />

Nos dice el Cronista que prefería las jaibas asadas porque cocidas de otro<br />

modo se perdía su caldo. Sin dejar de tomar en cuenta esa opinión debemos<br />

expresar que entre los dominicanos que aprecian las jaibas no existe la costumbre<br />

de asarlas; pero son bien apreciadas en el guiso criollo con ajos, hierbas,<br />

ajíes, tomates, alcaparrado y especias varias. Ciertos galameros criollos<br />

de vocación epicúrea se regalan complementando el mejunje anterior con<br />

un poco de leche de coco, fórmula ésta que permite que las jaibas adquieran<br />

entonces sabores de delirio. Hemos conocido en la Provincia del Seibo personas<br />

que con estos crustáceos y con esta receta nos han encumbrado a esos<br />

niveles de regocijo paladial.<br />

En lo que toca a las aves de la isla, desde los inicios de la colonización sirvieron<br />

de alimento a los españoles. Las Casas y Pedro Mártir nos han dejado<br />

algunas someras descripciones y podemos estar casi seguros de que a las<br />

Cangrejos, aliñados<br />

con coco son manjar<br />

de sibaritas.


palomas y tórtolas y patos que mencionan se pueden sumar las yaguasas, gallaretas<br />

y otras aves más de la fauna originaria de Santo Domingo.<br />

Tanto Fernández de Oviedo como Las Casas y Mártir de Anglería nos<br />

ofrecen reseñas de las hierbas encontradas en la isla. Es lógico suponer que<br />

entre las mencionadas varias de ellas tuvieran utilidad en la cocina indígena<br />

y que, probablemente, los nuevos inmigrantes los adoptaran con idéntico fin<br />

y hasta para aliñar determinados platos con su aprovechamiento. Nombra el<br />

escribano chicoria, verdolaga, albahaca, poleo, poleo montesino, bledos, salvia,<br />

cilantro. Observa Las Casas que: «Cuanto a las yerbas, son inmensas las<br />

que hay en esta isla y de especies diversas, y creo que de gran virtud medicinales...».<br />

Y a continuación relata cómo los indios se valían de algunas de ellas<br />

para curar ciertos males, para su aseo y «para lavar ropa». Debemos pensar<br />

que estas últimas, más que a las escasas vestimentas de los indios, de seguro<br />

Perejil, cilantro,<br />

puerro, traídas las<br />

semillas de España<br />

se multiplicaron en<br />

Santo Domingo.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

159<br />

sirvieron para asear la indumentaria española, por demás copiosa y sobre todo,<br />

sometida a la sudorosa faena conquistadora bajo el riguroso clima.<br />

A pesar de que los cronistas nos hablan de las hierbas en ciertos cocimientos<br />

comestibles y bebidas indígenas no las mencionan por su nombre.<br />

Duda no cabe del consumo de hierbas por los indios, puesto que decía Las<br />

Casas que sometidos a los duros trabajos de las minas «...todo el día sin descansar,<br />

y comiendo sólo hierbas y raíces asadas y cocidas...».<br />

En la cocina criolla, es corriente hacer uso de algunos herbajes endémicos<br />

de Santo Domingo, pero es en la farmacopea popular donde tienen una<br />

mayor preferencia y donde algunos expresan genuina eficacia. Debemos, sin<br />

embargo, subrayar que el bledo, gracias a la influencia y a las enseñanzas alimentarias<br />

de la inmigración árabe, salteado en buen aceite de oliva, un poco<br />

de ajo y espolvoreado con un poco de malagueta, ha encontrado en muchos<br />

dominicanos fieles entusiastas de su originalidad gustativa. De la salvia<br />

podemos decir que existe una variedad ampliamente utilizada así como de<br />

la especie de menta llamada toronjil.<br />

A las hierbas de la isla vendrían a sumarse las introducidas por los españoles.<br />

Casi siempre cuando los cronistas hablan de algunas legumbres y frutas<br />

como las lechugas, las cebollas, las berenjenas, el nabo, la remolacha, las<br />

judías, las acelgas, el apio, los pepinos, las coles, el perejil, el cilantro, la<br />

hierbabuena, el romero, el orégano.<br />

Mártir de Anglería nos informa cómo en Santo Domingo fueron «...multiplicándose<br />

allí las verduras y hortalizas llevadas por los frailes, como melones,<br />

calabazas, cohombros, rábanos, zanahorias y espinacas». Desde los<br />

inicios del descubrimiento las frutas existentes en la isla formaron parte de<br />

los hábitos alimenticios de los descubridores. Ya en páginas anteriores hemos<br />

mencionado buena parte de ellas, pero nos parece interesante dejar testimonio<br />

de la opinión que algunas les merecieron a cronistas y a otros curiosos<br />

de nuestra flora en la época de la colonia.<br />

Entre 1514 y 1516, fechas en las que Pedro Mártir escribió la Segunda y<br />

la Tercera de sus Décadas, los habitantes de Santo Domingo tenían particu-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

160<br />

lar y continuo aprecio por las frutas de la isla. A tenor de las noticias que recibía<br />

en España de boca de conocedores de la colonia, comenta el cronista<br />

que la jagua era «...comestible y de buen sabor...». Tanto Oviedo como Las<br />

Casas nos hablan de la lechosa, cuyo nombre indígena es papaya, y nos describen<br />

el anón (llamado también chirimoya por los dominicanos), la guanábana,<br />

la guayaba, el caimito, dando testimonio de que eran bien estimadas<br />

por los españoles. Frutos como el caimito, le merecieron a Oviedo esta opinión<br />

«...sanas e de buena digestión, y en estas plazas de Santo Domingo se<br />

vende harta della en tiempo que la hay». Es decir, el consumo de esas frutas<br />

era habitual y ya tenían en la ciudad demanda y mercado. De Europa sólo<br />

llegaban frutas secas, de allí que las frescas sólo pudieran ser las que llamamos<br />

criollas o las que como las sandías, los melones y los cítricos habían sido<br />

sembrados en la isla.<br />

Al paso del tiempo, sobre todo a partir de los siglos XIX y XX, muchas de<br />

las frutas endémicas comenzarían a hacerse raras en la mesa dominicana, sobre<br />

todo en las ciudades. Varios factores fueron culpables de esto: la siembra<br />

de ciertos cultivos que exigen pleno sol y, por ende, la tala de árboles frutales,<br />

la emigración del campesino a la ciudad abandonando sus predios y su<br />

producción agrícola, la desaparición de las estancias y conucos que bordeaban<br />

los centros urbanos y lo poco que se pagaba por ellas, cosa ésta que hacía<br />

que no interesara venderlas. Para obtener jobos, ciruelas, mameyes,<br />

anón, hicacos, caimito, guayaba, guanábana, había que ir al campo o tenerlas<br />

sembradas en el patio hogareño o procurarlas por encargo. En estos últimos<br />

años no pocas han reaparecido en los mercados, tal vez porque ya todo<br />

tiene precio rentable y porque son menos costosas que las extranjeras y porque<br />

el intercambio cultural con otros pueblos, mediante viajes y medios de<br />

comunicación, las han ido valorando y convenciendo al paladar dominicano<br />

de que la mayoría son tan sabrosas o más que peras y manzanas.<br />

Ahora bien, la documentación obtenida en obras e informes y cartas<br />

de funcionarios españoles nos explica que en todo el siglo XVI las favoritas<br />

de los españoles lo fueron el mamey y la piña. Describiendo las carac-<br />

Guanábana, fruto de<br />

los taínos, con cuya<br />

pulpa se hace el<br />

delicioso refresco<br />

llamado champola.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

161<br />

terísticas de algunos árboles de Santo Domingo narra Fernández de Oviedo:<br />

«Otro es el mamey que produce un fruto del tamaño de la naranja, cuyo<br />

sabor en nada cede al del más rico melón». Y al ponderar la belleza del<br />

árbol repite el cronista: «...La fructa de este árbol es la mejor que hay en<br />

esta isla Española». E insiste el Alcalde: «...una carnosidad de color leonada,<br />

o cuasi, que pende en amarillo, e sabe a melocotón o duraznos, o es<br />

de mejor sabor...». Las Casas se suma a esta opinión acerca del mamey y<br />

expresa: «...en olor y sabor es fructa de reyes...». Y agrega: «...el olor y sabor<br />

dellos cierto es tal que ninguna fructa se le iguala de todas cuantas habemos<br />

e comemos en Castilla».<br />

De la piña nos ofrece una elocuente descripción: «El invictísimo rey Fernando<br />

confiesa haber comido otro fruto, procedente de las mismas tierras,<br />

escamoso, parecido por su aspecto, forma y color a la piña del pino, pero de<br />

blandura igual a la del melón y superior en sabor a cualquier otro fruto de<br />

huerta, pues no se trata de un árbol, sino de una hierba semejante al cardo<br />

o al acanto. El propio rey le concede la palma». Y agrega: «Los que las han<br />

gustado frescas en su suelo nativo ponderan con admiración su delicadeza».<br />

En la Española se le llamó piña a este fruto porque su forma y color, como<br />

dice el cronista, se parecía «a la piña del pino» Es obvio que antes de conocer<br />

el nombre indígena de la piña, que es ananás, los españoles conocieron<br />

el fruto, bautizándolo tal y como se ha continuado llamando en Santo Domingo<br />

y otras partes del mundo.<br />

Se admira el Cronista una y otra vez de la apariencia de la planta y del<br />

fruto y añade que existen diversas variedades en cuanto a su sabor: «Gustarla<br />

es cosa tan apetitosa e suave, que faltan palabras, en este caso, para dar al<br />

propio su loor en esto; porque ninguna de las otras fructas que he nombrado,<br />

no se pueden con muchos quilates comparar a esta». Anota el Alcalde<br />

que la piña ya era cultivada por los españoles y que precisaba de diez a doce<br />

meses para poder ser cosechada. De la piña escribió Las Casas: «...fruta en<br />

olor y sabor admirable». Girolamo Benzoni, en su obra «Historia del Nuevo<br />

Mundo, escrita a mitad del siglo XVI, nos dice de este fruto: «...a mi como a


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

162<br />

muchos otros, me ha sucedido que, estando enfermo, no podía comer nada<br />

sin esta fructa, la cual en mi opinión, es una de las más apetitosas que hay<br />

en el mundo. Quitando la piel, todo el resto es pulpa. Generalmente tiene<br />

sabor dulce, con una punta de agrio». Y acerca de la guanábana expone: «su<br />

fruto es como un corazón, tiene la piel verde y delgada, con una especie de<br />

escama de pescado, y por dentro es blanco».<br />

Cuando los cronistas escribían esas páginas acerca de los productos comestibles<br />

de la flora y la fauna, los indios habían desaparecido como comunidad.<br />

A mitad del siglo XVI, como lo comprobaba el mismo Fernández de<br />

Oviedo, apenas quedaban unos quinientos. Tras su extinción dejaban un valioso<br />

legado alimenticio. Los españoles se aprovecharían de él manteniendo<br />

la autenticidad de las recetas aborígenes o enriqueciendo sus técnicas y sus<br />

fórmulas para hacer del comer un hábito cada vez más placentero. De esto<br />

se encargarían la cocinera, el cocinero o la ama de casa, partiendo de las posibilidades<br />

a su alcance y, sobre todo, de su sabiduría, imaginación y de las<br />

exigencias del paladar de los habitantes de la colonia.<br />

A esos alimentos de la dieta indígena se sumaron los que desde 1493 y<br />

1502 llegaron en los buques de Colón y luego con el Gobernador Ovando<br />

así como de otras partes de América. Buen número de éstos últimos se adaptaron<br />

tempranamente en la colonia. Será la historia escrita por cronistas,<br />

funcionarios coloniales, vecinos y viajeros la que tendrá que orientarnos en<br />

el conocimiento de la forma en que los habitantes de Santo Domingo los<br />

irían utilizando para ir creando, junto a la herencia taína, una transculturada<br />

producción culinaria.<br />

Lechosa (papaya),<br />

ligera, refrescante,<br />

digestiva. Fruto<br />

endémico de<br />

Santo Domingo.


La rotundidad<br />

criolla: la bandera<br />

nacional. Arroz,<br />

habichuela y carne<br />

guisada. Ya en el<br />

siglo XVI era plato<br />

del común.<br />

EL GRAN MEJUNJE<br />

Fue durante el gobierno de Ovando que la explotación del indio en el la-<br />

vado del oro de las arenas auríferas resultó verdaderamente provechosa no<br />

sólo para los particulares sino personalmente para los reyes y para muchos<br />

funcionarios de la colonia. En el lapso que abarca de1502 a 1509 la ciudad<br />

de Santo Domingo adquirió el perfil de lo que hoy se conoce como zona colonial.<br />

Y a fin de ampliar las posibilidades económicas y tener un control<br />

efectivo de la isla, Ovando fundó 14 villas, distribuidas de manera estratégica,<br />

aprovechando las experiencias ecológicas de las poblaciones indígenas.<br />

Tras la partida de Ovando llegaría a Santo Domingo en calidad de Gobernador,<br />

Segundo Almirante y Virrey de Indias, Diego Colón, hijo del descubridor,<br />

quien había obtenido el cargo por diligencias de su suegro, Hernando de<br />

Toledo, Comendador Mayor de León y hermano de Fadrique de Toledo, Duque<br />

de Alba, ligados ambos a Fernando el Católico por lazos familiares. De todos<br />

modos, y muy a pesar de los esfuerzos desplegados para heredar los favores<br />

que los reyes habían concedido a su padre, el Virrey se aposentó en Santo Domingo<br />

bajo unas condiciones que delataban la decisión de la Monarquía de<br />

no concederle porcentajes excesivos de las riquezas de América. Para velar por<br />

ello la reina Juana designó a Miguel de Pasamonte como Tesorero Real.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

166<br />

En los gobiernos de Bobadilla, Ovando y Diego Colón la colonia experimentó<br />

estabilidad administrativa y bonanza económica, cosas estas que hicieron<br />

que la metrópoli mantuviera una continua comunicación con la colonia.<br />

Los productos alimenticios españoles afluirían de manera más o menos<br />

puntuales. En ese sentido lo que se importaba de España era, principalmente,<br />

aceite, tocino, aceitunas, nueces, frutos secos, trigo, harina, garbanzos,<br />

lentejas, algunos embutidos, vino, arroz, y otros productos que no se<br />

producían en Santo Domingo. En la colonia se cosechaban algunas frutas y<br />

legumbres y hierbas traídas de España. El ganado, de varias razas, comenzaba<br />

a multiplicarse rápidamente. Ya en las primeras décadas del siglo XVI escribía<br />

Las Casas «...los ganados vacunos son aquí en grosura, grandeza y sebo<br />

excesivos...».<br />

A fin de tener una idea clara de lo que podían ser las necesidades alimenticias<br />

de la colonia hay que precisar que para esta época, contando el puñado<br />

de indios que había sobrevivido, los españoles y los esclavos negros, sumaba<br />

unos 30.000 habitantes. A muy corto plazo este número sufriría cambios<br />

enormes, provocados por el atractivo que suscitaba en muchos de sus<br />

habitantes las sonadas riquezas de Tierra Firme, sobre todo las de México y<br />

Perú. Por el momento, y en razón de la prosperidad que los negocios de la<br />

esclavitud, los ingenios y trapiches azucareros creaban, la capital de la colonia<br />

era el centro urbano más importante de América, en el que recalaban<br />

comerciantes y aventureros de toda laya llegados de España.<br />

Alimentar a todos estos habitantes requería no sólo producir internamente<br />

sino mantener una importación sostenida de productos de la metrópoli.<br />

Comerciantes vinculados a la Casa de Contratación, institución que<br />

monopolizaba todos los intercambios comerciales con América, se encargaban<br />

de traer a la isla los mantenimientos necesarios y de exportar los obtenidos<br />

en ella.<br />

Frente a la carencia de datos específicos sobre ese intercambio comercial<br />

con Santo Domingo, ha sido la obra de Aurelio Tanodi Documentos de la Real<br />

Audiencia de Puerto Rico, la que en ese sentido nos ha prestado alguna ayuda<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

167<br />

de manera indirecta, ya que las importaciones de esa colonia vecina eran las<br />

mismas que llegaban a todas las islas pobladas por españoles. La mayoría de los<br />

barcos que en las primeras décadas del siglo XVI venían de España a la isla tocaban<br />

puerto en Santo Domingo y luego pasaban a Puerto Rico.<br />

Escribe Tanodi que: «Como los principales puertos a los cuales se dirigían<br />

en la segunda década del siglo XVI, fueron los de la isla Española, en ellos se<br />

abrían los registros que llevaban los maestres o escribanos de los navíos. Algunos<br />

navíos continuaban el viaje o volvían a España, vía Puerto Rico, llevando<br />

las mercaderías que no descargaron en Santo Domingo». Siendo esto<br />

así, es lógico pensar que lo que se descargaba en Puerto Rico era lo mismo<br />

que se habían llevado a Santo Domigo. En general, lo principal era esto:<br />

sal, aceite, pescados en salmuera, (sardinas, lisas, caballas) aceitunas,<br />

ajos, ajonjolí, alcaparras, almendras, arroz, atún, azafrán, bizcochos, cebollas,<br />

cebollines, habas, harina, jamón, jengibre, lentejas, longaniza, membrillo,<br />

pasas, pescado salado, quesos, rosquetes, rosquillas, semillas, tasajo, tocino,<br />

vinagre, vino, pimienta, nueces, miel, cilantro seco, lentejas, garbanzos,<br />

higos secos.<br />

Esto demuestra que no era tanto lo que llegaba de España como sustento,<br />

puesto que con los alimentos que encontraron los españoles en la isla y con<br />

los animales, frutas, legumbres y granos traídos de España y producidas en la<br />

colonia, no se precisaba de gran cosa para satisfacer las exigencias de una dieta<br />

equilibrada. Lo realmente indispensable para los españoles fue siempre el<br />

vino y la harina. En páginas posteriores podremos ver que los documentos<br />

históricos coincidirán con el inventario tomado de las páginas de Tanodi.<br />

En su Apologética, Las Casas, hablando de la alimentación de los cerdos<br />

con el fruto de la palma real deja testimonio de lo bien que se reproducían:<br />

«...los puercos comen mucho y engordan mucho con ella». La costumbre de<br />

alimentarlos del mismo modo ha continuado hasta nuestros días, incluso a<br />

aquellas razas de reciente importación y a las que también se les da alimentos<br />

preparados.<br />

No fue poca la extrañeza que causó a Pedro Mártir enterarse de que de los


Pepino, de España<br />

a América. Hoy día<br />

se encuentran<br />

distintas especies.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

168<br />

cerdos había en la isla «... multitud increíble, proviniendo de los pocos que<br />

de aquí se llevaron y les dan opíparo banquete.»<br />

Como algo curioso haremos el relato de Las Casas acerca del primer banquete<br />

con carne de cerdo celebrado en América. Describiendo las minas de<br />

oro de Santo Domingo cuenta el dominico que en una de ellas se encontró<br />

«...un monstruoso grano, nunca otro en el universo ni visto ni oído, a lo que<br />

cree, ni tan grande ni tan hermoso, dignísima joya para estar en la recámara<br />

real de Castilla perpetuamente». Agrega el cronista: «Tenía tres palmos<br />

en redondo y cuatro dedos en alto; pesaba 36 libras de oro...» Y testimonia:<br />

«Yo lo vide y, cierto, era cosa digna de ser vista. El día que se halló se cortó<br />

y comió en él un lechón de puerco no muy chico». Este relato lo hemos copiado<br />

de la Apologética Historia Sumaria, pero en su Historia de las Indias,<br />

cuenta el sacerdote que ese grano de oro fue encontrado por una aborigen y<br />

que al llegar el dueño de la mina y verlo «...hicieron fiesta, asando un lechón<br />

o cochino, lo cortaron y comieron de él, loándose que comieron en<br />

plato de oro muy fino, que nunca otro tal lo tuvo algún rey».<br />

De seguro que la vanagloria de los comensales no era menor que la que<br />

Granos al granel, de<br />

América Central y<br />

de España.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

170<br />

experimentó el alma del cerdo sacrificado, porque de haber nacido en una<br />

pocilga vino a morir en cuna de oro. Como el sentimiento humanitario de<br />

Las Casas no perdonaba injusticias, debemos consignar en este episodio la<br />

reacción final que creó en el sacerdote el famoso banquete: «Pero, sin pecado,<br />

podemos presumir que a la triste india que lo descubrió, por hallazgo no<br />

se le dieron de grana ni de seda faldrillas, y ¡ojalá! le hallan dado un solo bocado<br />

del cochino».<br />

Tal vez nada nos describe mejor las especies del ganado traído a la isla que<br />

lo expresado por Fernández de Oviedo algunos años más tarde, cuando ya la<br />

población de Santo Domingo había mermado considerablemente: «...En esta<br />

Cibdad de Santo Domingo no llega a seiscientos vecinos al presente que<br />

es el año de mill e quinientos e cuarenta y ocho en que estamos, e ya tuvo<br />

más vecindad; pero nunca estuvo tan edificada. Y como quier que es poca<br />

población, se matan cada día cuarenta novillas e vacas en la carnescería,<br />

que se pesan, e con la carne del rastro, llegan a cincuenta reses un día con<br />

otro, y vale el arrelde a dos maravedíes; que es cada arrelde dos libras de a<br />

diez y seis onzas. Mátanse e cómense en esta cibdad treinta e treinta e cinco<br />

carneros cada un día, e vale el arrelde a diez e seis miravedíes. Mátanse e<br />

pésanse, al mismo prescio, cada un día, veinte terneras. Mátanse e pésanse<br />

cada día diez e doce puercos, e vale el arrelde a veinte maravedíes. Así que,<br />

son, por todos, ciento e diez e siete cabezas destos cuatro géneros o forma de<br />

ganados, o pocos menos; e aún a veces más de lo ques dicho. Lo cual cantidad<br />

no hay pueblo en España, por grande que sea, en que tanto ganado se<br />

pese. Y como en otras partes la historia lo recuerda, es mucha cantidad la<br />

que del ganado vacuno se mata e alancea en el campo, e se deja perder la<br />

carne, por salvar los cueros para los llevar a España, e por aprovecharse del<br />

sebo». Decía Benzoni sobre este asunto que «Cualquiera puede, con tal que<br />

entregue la piel al dueño, matar cuantas reses necesite para su uso».<br />

Párrafos éstos sin desperdicios para dejar sentado que el hambre entre<br />

habitantes libres de la Española ya era cosa de otro tiempo, pero también<br />

para comprender las razones que llevaban a los dueños del ganado a matar<br />

Chinola. Fruto asiático.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

171<br />

gran cantidad de animales en la ciudad y otro tanto en el campo. Seiscientos<br />

vecinos venían a ser unas 3000 personas, promediando 5 en cada uno<br />

de ellos. Estos vecinos tenían gentes a su servicio, sirvientes, cocineros y<br />

otros. A esto se han de sumar los esclavos, a los cuales, en la época, que era<br />

momento de bonanza, se les daba algo de carne. Es decir que carne no faltaba<br />

en la ciudad de Santo Domingo y mucho menos en el campo. Sin embargo,<br />

no toda estaba destinada a la alimentación, mucha de ella se perdía<br />

porque lo que más interesaba a los dueños de ganado era despojarlo del cuero<br />

y extraerle el sebo para ser exportados a España. Esta práctica era ya premonición<br />

de lo que sería en el porvenir inmediato el mayor negocio de la<br />

isla: el contrabando de pieles y sebo con negociantes franceses, ingleses y<br />

holandeses.<br />

En toda la segunda mitad del siglo XVI el ganado, sobre todo el vacuno,<br />

se había reproducido de manera sorprendente. El escribano nos dice que en<br />

los campos aledaños a la ciudad de Santo Domingo había personas que poseían<br />

«...veinte e veinte e cinco mil cabezas de aqueste ganado, y de aquí para<br />

abajo, de quince a doce e diez mil...». A esto había que agregar «El ganado<br />

que se ha hecho salvaje». y los ganados pertenecientes a «...otras haciendas<br />

y enredamientos del campo de los vecinos de la cibdad e de todas las villas<br />

e poblaciones desta isla...». Fernández de Oviedo insistía en el tema, haciendo<br />

énfasis en la cantidad de animales existentes y en la identidad de<br />

ciertos hacendados propietarios de ellos. Por ejemplo: «Público es que la<br />

viuda mujer que fue de Diego Solano, tiene diez e ocho o veinte mill cabezas<br />

deste ganado; y el obispo de Venezuela, déan desta Santa Iglesia de Santo<br />

Domingo, tiene veinte e cinco mill cabezas, o más..»<br />

En razón de que los cerdos, como hemos visto, se habían propagado enormemente,<br />

los cimarrones, por su agresividad, llegaron a ser un peligro para<br />

los trabajadores de los campos de caña. Además de esto, la cantidad de perros<br />

salvajes que los cerdos atraían redoblaba el problema de la seguridad de<br />

todos los labradores.<br />

Explica el cronista, que por estas razones se frenó un poco su crianza,


aunque no por esto dejaron de reproducirse de manera salvaje para placer<br />

de los monteros, ya existentes en gran número en la colonia, gozadores<br />

de aquel cerdo ibérico, probablemente de Jabugo, de Cartagena,<br />

Campillo o Cumbres Mayores, cuyos jamones son mundialmente famosos.<br />

Sobre este alimento no podemos dejar de recordar lo que gozosamente<br />

y con maestría escribió Camilo José Cela: «Del jamón se goza no<br />

sólo oliéndolo, y gustándolo, sino también mirándolo y mascándolo. No<br />

debe pincharse con la navaja-y menos con el tenedor o el mondadientes<br />

y la herramienta más apropiada para llevárselo a la boca son los dedos,<br />

que para algo los había hecho Dios. El jamón de Jabugo es negro, deleitoso,<br />

glorioso y singular...».<br />

En cuanto a otros animales revela el cronista que «...Cabras se han traído<br />

de España y de las de Cabo Verde e algunos hatos hay deste ganado, e las que<br />

Carne, tocino, tasajo,<br />

en el noroeste de chivo<br />

y en el este de res.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

173<br />

mejor acá prueban son las pequeñas de Guinea e de Cabo Verde...». Resulta<br />

explicable que esas variedades africanas, traídas desde España, se acomodaran<br />

rápidamente al clima tropical y cuya descendencia todavía corretea por<br />

los campos dominicanos con su mirada alerta y de cabriola en cabriola.<br />

Las Casas también escribió acerca de la abundancia del ganado, manifestando<br />

que en la isla había vecinos «...que pasan de quinientos, que tienen a<br />

diez y a veinte y a treinta y a cincuenta y a sesenta mil vacas, tan grandes<br />

que son mayores que búfanos; ovejas no tienen números, y cabras muchas,<br />

y sobre todas las carnes, la infinidad de los puercos y la carne dellos no se<br />

iguala gallinas ni capones con ella». De España llegaron también conejos,<br />

«...blancos e prietos...» reseña Oviedo.<br />

De las aves el cronista menciona las gallinas y los gallos «...De los nuestros<br />

de España...» y anota su buen desarrollo y reproducción, alabando de<br />

paso a los «...muchos e muy hermosos capones...», que vienen a ser los que<br />

corrientemente los dominicanos llamamos manilos, castrados o no. «Hanse<br />

traído muchas palomas duendas...», que son las más apropiadas para ser domesticadas<br />

y «...pavos de los de Castilla... y ansares, y gansos, y ánades». Los<br />

pavos a los que se refería el cronista eran los pajuiles, que en Santo Domingo<br />

se reproducir en gran número en los montes del Sur. En cuanto a los ánades<br />

eran patos de gran tamaño.<br />

Entre las plantas tendría una importancia decisiva la caña de azúcar, introducida<br />

muy temprano en la isla y destinada en materia culinaria, por su<br />

polivalencia, a prosperar de manera definitiva en la alimentación de la isla.<br />

Fue traída a Santo Domingo en el segundo viaje del Almirante, habiéndose<br />

adquirido en las Canarias, donde ya para esa época se producía azúcar en<br />

ingenios y trapiches. Dice Colón en el Memorial que entregó a Jerónimo de<br />

Torres en fecha 30 de enero de 1494 que «... Las cañas de azúcar, según unas<br />

poquitas que se pusieron, han prendido...». Y así fue, la tierra le fue propicia<br />

a la gramínea, puesto que ya a partir de 1505 se tienen noticias de la producción<br />

de azúcar con trapiches.<br />

Frente a la imposibilidad de continuar con la extracción del oro por la


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

174<br />

falta de mano de obra indígena y por lo antieconómico que resultaba emplear<br />

al esclavo africano en esta labor, se dio comienzo a la explotación de<br />

la caña en gran escala para la exportación de azúcar hacia la metrópoli.<br />

El alza de los precios de este producto en Europa, las ventajas que ofrecía la<br />

naturaleza de Santo Domingo para el cultivo de la planta y para la operación<br />

de un ingenio o un trapiche y la necesidad de que la isla tuviera un medio económico<br />

capaz de sustituir al oro, movieron las voluntades de la monarquía española<br />

y de los comerciantes extranjeros, sobre todo de aquellos que estaban<br />

vinculados a la trata de esclavos, hacia la creación de ingenios y trapiches.<br />

Acerca de lo favorable que resultaba la naturaleza de la isla para el cultivo<br />

de la caña de azúcar escribía el Alcalde: «...la tierra e fertilidad della, y<br />

el aparejo grande de las aguas e la dispusición de los muy grandes boscajes<br />

de leña para tan grandes y continuos fuegos, sean tan a propósito como son<br />

para tales haciendas». Y continuaba el cronista: «Pues aquesto del azúcar es<br />

una de las más ricas granjerías que en alguna provincia o reino del mundo<br />

pueda haber y en aquesta isla hay tanta e tan buena...». Y ya luego informa<br />

acerca de la importancia y el emplazamiento de «...veinte ingenios poderosos,<br />

molientes e corrientes, e cuatro trapiches de caballos».<br />

Esto acontecía por los años de la década 1520-1530 y explica Oviedo que<br />

existía «...dispusición para edificar otros muchos...» Y en efecto, en 1520<br />

Frai Luís de Figueroa, de la Orden de los Jerónimos, escribía: «...están puesto<br />

por obra de se hacer cuarenta ingenios mas y mas...». Naturalmente, en<br />

este número ya estaban comprendidos los citados por Oviedo, pero es obvio<br />

que en aquel momento el negocio presentaba perspectivas promisorias.<br />

Las Casas señala la multiplicación de las factorías de azúcar y enfatiza<br />

el hecho de que las facilidades crediticias que obtuvieron algunos colonos<br />

permitieron su desarrollo: «...Por este camino y deste principio se ofrecieron<br />

algunos vecinos a hacer trapiches que muelen las cañas con caballos,<br />

y otros, que tenían y se hallaban con más grueso caudal, pusiéronse a hacer<br />

ingenios poderosos de agua, que muelen más cañas y sacan más azúcar<br />

que tres trapiches...».<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

175<br />

Al resultado cultural de la relación entre indios y españoles se sumaría<br />

desde muy temprano una nueva influencia, una etnia llamada a jugar un papel<br />

estelar en todo el devenir de la creación de la identidad dominicana. Si<br />

bien algunos indios fueron empleados en las labores de la producción del<br />

azúcar, sería la mano de obra africana la destinada a esa faena. Con la presencia<br />

de esos trabajadores la historia de Santo Domingo recibiría otro aporte<br />

en la forja de su compendio cultural y, por ende, en la integración de nuevos<br />

elementos en la conformación de su particularidad gastronómica<br />

El año 1501 marca la presencia de los primeros africanos en Santo Domingo,<br />

aunque no pocas conjeturas consideran acertado pensar que en el segundo<br />

viaje del Almirante vinieron algunos en calidad de esclavos domésticos.<br />

A éstos y a los que llegarían más tarde, en 1502, con Nicolás de Ovando,<br />

se les llamaban ladinos, es decir, aculturados en el ámbito de los patrones<br />

sociales de España, pueblo latino.<br />

Pero sería a partir de 1505, por decisión de Fernando el Católico, cuando<br />

la Casa de Contratación de Sevilla enviaría a Santo Domingo 17 esclavos<br />

procedentes de Guinea. Y tras esta remesa, con el fin de utilizarlos en el<br />

lavado del oro y luego en los ingenios y trapiches, los arribos de esclavos<br />

africanos seguirían hasta el punto de llegar a formar el grupo étnico más amplio<br />

de la sociedad colonial.<br />

Resulta por demás difícil conocer de manera exacta el número de esclavos<br />

existentes en esta isla en las primeras cinco décadas del siglo XVI, tan<br />

tortuoso y enredado devino el negocio de la trata. Los negociantes extranjeros,<br />

sobre todo genoveses, que adquirían licencias reales las renegociaban<br />

frecuentemente en la misma Europa. De esta manera, sin los controles de la<br />

Casa de Contratación, no se podía saber cuantos de los esclavos autorizados<br />

eran realmente traídos o cuantos de los que llegaban permanecían en la isla<br />

o eran llevados a otros lugares de América.<br />

En la obra Santo Domingo en los escritos de Juan Bautista Muñoz, su autor,<br />

Roberto Marte, transcribe una carta del Gobernador López Cerrato de fecha<br />

15 de julio de 1546 en la que éste informa: «Oigo quejarse de que se sacan ne


La caña de azúcar,<br />

tanta historia de<br />

sudor y dulzor.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

177<br />

gros para tierra firme i no hay en eso razón de queja. Aquí viven muchos de<br />

comprar negros boçales, los instruían y venden luego». En la década de 1530<br />

a 1540 eran tantos los esclavos negros que Oviedo llegó a escribir que Santo<br />

Domingo le parecía «...una nueva Guinea...»<br />

La mayor expansión de los ingenios se sitúa entre 1540 a 1550, lapso en<br />

el que existieron unas 30 a 40 fábricas de azúcar, entre ingenios y trapiches.<br />

Cifras éstas que vienen a ser aceptables si se piensa que para el Licenciado<br />

Juan de Echagoian que vivió en Santo Domingo entre 1557 y 1564 en calidad<br />

de Oidor de la Real Audiencia, para esos años existían todavía «...más<br />

de treinta ingenios de azúcar y algunos de ellos son trapiches, que no muelen<br />

la rueda con agua, sino con caballo». Observó Echagoian en su Relación<br />

de la Isla Española, que sumados los esclavos de los ingenios, estancias y los<br />

que trabajaban en la ciudad en servicios domésticos y otros quehaceres<br />

«...serán por todos veinte mil negros...». Otros autores calculan para esta<br />

fecha una cifra cercana a 30.000 y en ella 10.000 mujeres. De este número<br />

los había de distintas regiones del Continente Africano.<br />

Tal y como les sucedió a las mujeres indias, una parte de las esclavas africanas<br />

sería utilizado en labores domésticas al servicio de los amos. Desde ese momento<br />

comenzó la negra a ser la encargada de aprender a elaborar los platos<br />

de la cocina india y de la española, así como a introducir los de su propia tradición<br />

si las posibilidades lo permitían. A partir de esa posición ella sería no<br />

sólo la depositaria de técnicas y sazones de esas tres cocinas, sino, sobre todo,<br />

la gran papisa del imaginario gastronómico destinado a la creación, a la evolución<br />

y a la síntesis de los platos que constituirían la cocina criolla. En la agricultura,<br />

la pesca, la caza, la crianza de animales la mujer africana participó<br />

también de manera directa.<br />

A propósito de su papel en la alimentación, Celsa Albert Batista escribe<br />

en su libro Mujer y Esclavitud: «La mujer va a reconocer en América una se-<br />

rie de alimentos que le son familiares, unos de origen africano y otros asiáticos.<br />

Estos últimos, traídos a través de Africa, debido a que los mismos formaban<br />

parte de la dieta africana. De ahí la notable influencia africana tan-


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

178<br />

to en la dieta alimenticia como en la forma de hacer y usar los alimentos,<br />

como puede constatarse en las Antillas y Tierra Firme americana, donde, el<br />

nombre del alimento y la forma de hacerlo varía, en algunos, al elaborar el<br />

plato alimenticio; pero los ingredientes son los mismos. Esta dinámica cultural<br />

donde la mujer de origen africano juega un papel fundamental, va a ser<br />

transmitida como herencia a la mujer negra criolla y a la mulata».<br />

La presencia Africana en Santo Domingo se expresaría en una doble dimensión:<br />

a través de las manifestaciones de su cultura original y como parte<br />

integral de una sociedad que iba elaborando en un pedregoso y contradictorio<br />

camino su singular destino. Ahora bien, no pasaría mucho tiempo para<br />

que el africano y el español, inmersos en un novedoso marco social, fueran<br />

obligados por las circunstancias a dejar de lado gran parte de su tradición,<br />

involucrados como estaban en un original proceso histórico.<br />

Expresa Moreno Fraginals en su trabajo Aportes Culturales y Decultura-<br />

ción: «...muy poco del arte culinario africano pasa a América. Sin embargo,<br />

en las zonas de influencia de las plantaciones azucareras se desarrolló un<br />

gusto por el dulce, que creó, en las áreas urbanas, una variedad de platos<br />

con base azucarera». Y agrega: «El gusto excesivo por el dulce corrió paralelo<br />

al también excesivo gusto por la sal. Esta fue obra resultante del trabajo<br />

en las plantaciones. Laborando todo el día al sol, o en las altas temperaturas<br />

de la casa de calderas, los esclavos eliminaban todas las sales por la<br />

piel, con la sudoración, y requirieron un suplemento diario del cloruro de<br />

sodio». La cita tiene sus verdades, pero es necesario precisarlas en lo que<br />

toca al arte culinario. Los africanos que llegaron a Santo Domingo eran<br />

gentes de tradición oral, es decir, con costumbres enraizadas en su memoria,<br />

las cuales no podían ser borradas de la noche a la mañana. Como hemos<br />

dicho, las esclavas negras no tardaron en llegar a la isla con el recuerdo<br />

y la experiencia de sus hábitos alimenticios. De sus productos comestibles<br />

se puede decir que en el envoltorio clandestino sólo pudieron llegar a<br />

la isla el maní Congo, granos de guandules, de funde, porque en las condiciones<br />

en que eran instalados en los buques negreros no era posible que pu-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

179<br />

dieran cargar con otra cosa que no fueran semillas. La gallina de Guinea, el<br />

plátano, el ñame, la malagueta y otros productos llegaron por otras manos,<br />

generalmente desde las Canarias, por los inmigrantes de esas islas, sobre todo<br />

en el siglo XVII. Algo que es preciso recordar es que en los barcos negreros<br />

se hacía acopio de alimentos africanos para darles de comer a los esclavos<br />

durante la travesía y es posible que también de esa manera llegaran algunos<br />

otros comestibles.<br />

Sucedió también que no pocos productos que formaban parte de la dieta<br />

africana, como el plátano, se encontraban en Santo Domingo antes de la llegada<br />

de los esclavos y otros, como el maíz, la batata, la yuca, los granos secos,<br />

legumbres, hortalizas, carnes, pescados, por tener semejanzas con algunos del<br />

África, se prestaban a técnicas y fórmulas culinarias de ese Continente.<br />

Con todo y esos aportes, el gran protagonismo de los africanos en esta<br />

materia no les vendrá de sus productos ni del recetario original que pudieron<br />

traer en el recuerdo, sino de su capacidad creadora a partir de las posibilidades<br />

existentes en el medio colonial. En su lucha por sobrevivir, en las<br />

condiciones impuestas por la esclavitud, deculturados, transculturados, formaban<br />

parte importantísima en la aculturación de la identidad que se creaba<br />

en la colonia. La influencia de la cocina africana existe entre nosotros,<br />

pero es mayor, infinitamente mayor la contribución que hizo esta etnia como<br />

parte del proceso creador de la cocina de Santo Domingo. Y fue la cocinera<br />

criolla, mayormente de origen africano, quien tuvo el encargo de reconciliar<br />

y conjugar los distintos paladares, multiplicando sabores, arriesgando<br />

especias, en actitud oficiante de alquimia, magia, arte, ciencia, a fin<br />

de lograr el fiat lux de la gastronomía criolla.<br />

Ahora bien, en esa colonia de ingenios, hatos, estancias y de casas de vecinos,<br />

no todas las mesas eran servidas con igualdad. El amo, el comerciante,<br />

el funcionario, podían alimentarse con todo o casi todo lo que había disponible.<br />

El esclavo dependía de lo que le daba el amo, que de manera irregular<br />

podía ser tasajo, miel de purga, guarapo, plátano, tubérculos, casabe y<br />

de vez en vez alguna otra carne.


Maní congo, llegó del<br />

África como dice<br />

su apellido, y encontró<br />

en América un primo<br />

hermano: el maní<br />

taíno, el cacahuate<br />

hoy universal.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

180<br />

La rebeldía del esclavo africano se manifestaría desde muy temprano en la<br />

isla. En 1522, en un ingenio propiedad de Diego Colón, tuvo lugar la primera<br />

de las tantas que se sucederían en toda la historia colonial. Dice Carlos Esteban<br />

Deive en su obra Los Guerrilleros Negros de Santo Domingo, que el cima-<br />

rronaje no fue sólo uno, sino que hubo un cimarronaje simple, de abandono<br />

momentáneo, en el que la carencia alimenticia jugó un papel determinado,<br />

pero de ninguna manera se puede comparar con el «gran cimarronaje», que es<br />

aquel en que «...bandas de esclavos, generalmente comandadas por un jefe, se<br />

fugan con el objeto de refugiarse en lugares retirados, inextricables embarazosos<br />

y poco accesibles para los perseguidores. En ellos construyen poblados,<br />

siembran, procrean hijos y se protegen militarmente erigiendo un sistema de<br />

vigilancia y defensa contra las cuadrillas y tropas enviadas para capturarlos».<br />

El esclavo decidió liberarse con el fin de evitar los maltratos de la esclavitud<br />

y de tener la posibilidad de hacer su vida a voluntad. Rompiendo la<br />

relación esclavista podía recrear y reafirmar algunos aspectos de su cultura.<br />

En cuanto a su alimentación, el cimarrón produjo y comió lo que en la colonia<br />

se producía y se comía, pero, sin lugar a duda, de mejor manera que<br />

La uva, las cepas de<br />

esta planta llegaron<br />

de España en 1493,<br />

en el segundo viaje<br />

del Almirante.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

182<br />

los esclavos de los ingenios y trapiches. Hablando de la prosperidad de los<br />

ingenios y refiriéndose a la alimentación de los esclavos dice Oviedo: «Y<br />

de las mieles y sobras que del azúcar acá se pierden e se dan a los negros e<br />

trabajadores...». De esas sobras, de lo que quedaba adherido a las resfriaderas<br />

y a los tachos de azúcar heredamos los dominicanos la raspadura, que<br />

durante siglos serviría a gran parte de la población para endulzar el café y<br />

el chocolate campesinos. Esto del hambre de los esclavos lo comprueba<br />

Echagoian en sus Relaciones: «El mantenimiento de estos negros de estancias<br />

y ingenios, y los que están en la ciudad trabajando, y sirviendo a sus<br />

amos...es comer casabi...». Y agrega el Oidor aludiendo a ciertos ingenios:<br />

«...No solamente son muy maltratados en el cuerpo, como es con el mucho<br />

trabajo que tienen, que no duermen de noche, y asimismo no comen, y en<br />

muchos ingenios no les dan casabi, si no es vaca y algunos plátanos, y andan<br />

en cueros los más». Lo de comer vaca se explica por la gran cantidad<br />

de animales que se habían reproducido en la isla.<br />

Explicando lo que a su juicio provocaba la huída del esclavo, el Gobernador<br />

López Cerrato, expresó lo siguiente en carta que escribiera el Emperador<br />

Carlos V en fecha 12 de septiembre de 1544: «He observado que a ninguno<br />

que trata bien sus esclavos se le va ninguno».<br />

En los manieles de cimarrones se cultivaba la yuca, el plátano, la batata,<br />

se criaban aves de corral y se obtenía la carne mediante la cacería de cerdos<br />

y la matanza del ganado salvaje.<br />

A propósito de los cerdos y del ganado vacuno debemos recordar que los<br />

africanos, contrariamente a los indios, conocían los grandes cuadrúpedos y<br />

los sabían cazar y, por consiguiente, tenían costumbre de adobarlos y de cocinarlos<br />

de forma variada, entre otras asándolos en un emparrado parecido<br />

a la barbacoa indígena. De allí que no le pudiera causar extrañeza encontrar<br />

las vacas, los cerdos, las cabras, los ovejos, pues en sus respectivas regiones<br />

existían animales de la misma naturaleza o de la misma especie con los que<br />

elaboraba distintos platos.<br />

Por otra parte, los africanos conocían el aceite vegetal, el arroz, y eran<br />

Producto del trapiche:<br />

la raspadura.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

183<br />

productores, sobre todo en Sierra Leona, de variedades de habichuelas y habas.<br />

En Guinea el ñame y el plátano formaban parte importante de la dieta<br />

cotidiana. En muchos sitios de África la palabra ñame es sinónimo del verbo<br />

comer y en no pocos lugares de habla inglesa, la onomatopeya yam yam<br />

significa deseo de comer. Además de la malagueta, poseían asimismo ciertos<br />

tipos de pimienta y especias picantes.<br />

Entre las formas de cocinar el plátano verde en África una era la de hacer<br />

frituras, y es muy posible que ahí radique el antecedente de los tostones criollos.<br />

En muchas etnias africanas de este fruto se hacía y se hace un puré mezclado<br />

con grasa y hierbas, fórmula de seguro ancestral del mangú, palabra que<br />

utilizó el africano que vino a Santo Domingo para darle nombre a ese manjar.<br />

Con la banana muy madura elaboraban dulces, cosa ésta que también nos<br />

lleva a recordar los plátanos al caldero de la cocina criolla dominicana.<br />

Mofongo y mondongo tienen casta etimológica africana, aunque estamos<br />

inclinados a pensar que son platos de la cocina criolla, si bien pueden tener<br />

un fuerte contenido de esa herencia. Era parte del recetario de sus pueblos<br />

de origen africano envolver los alimentos en hojas y sancocharlos. Se podría<br />

pensar en los pasteles de hojas hechos actualmente de plátanos y de yuca,<br />

muy frecuentes en la mesa dominicana en tiempos navideños. El hecho de<br />

que este plato fuera característico de la Provincia de San Cristóbal, donde<br />

había gran concentración de negros esclavos, refuerza la idea de que su origen<br />

es una reinterpretación de recetas de esa cocina. Durante siglos el funde<br />

y el maní Congo fueron exclusividades agrícola de esa misma región.<br />

Al decir de J. Pablo Morales Payán, J. Richard Ortiz, Julio Cicero y Francisco<br />

Taveras en un acucioso y bien documentado trabajo titulado Digitaria<br />

exilis as a Crop in The Dominican Republic, el funde fue introducido en la is-<br />

la en el siglo XV. La semilla de esta gramínia es pequeñita y existen de ella<br />

varios tipos. El que llegó a Santo Domingo es el de color blanco. Hace más<br />

de medio siglo se consumía bastante en la capital dominicana en forma de<br />

dulce preparado con agua, leche, a veces leche de coco, azúcar, canela y<br />

acompañado de ciruelas en almíbar, pero actualmente es difícil obtenerlo,


La gallina africana, de<br />

la Guinea. Hoy día hay<br />

más de una variedad.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

185<br />

muy a pesar que desde el África misma llegó hasta la isla la fama de sus virtudes<br />

afrodisíacas. Fue tanto así, que bajo instrucciones de Trujillo, quien<br />

era oriundo de San Cristóbal, se hizo un brebaje para la venta a nivel mundial,<br />

el «Pega Palo», siendo uno de sus componentes principales ese producto.<br />

En África el funde está considerado una comida delicada y postinera.<br />

Refiere Jessica B. Harris en su libro The África Cookbook, Tastes of a Con-<br />

tinent que a partir de la técnica de las tres rocas para hacer un fuego, los afri-<br />

canos hervían alimentos, algunos envueltos en hojas de plátanos, opinión<br />

que refuerza lo de los pasteles en hojas. Freían en aceite, asaban la carne y<br />

tubérculos valiéndose de las cenizas calientes. Además, como utensilio de la<br />

técnica culinaria hay que mencionar el pilón, del cual dice Marcio Veloz<br />

Maggiolo en su estudio «La Herencia Africana en la Cultura Dominicana<br />

Actual», que en nuestro país, al igual que en África: «En las zonas rurales es<br />

de tamaño bastante apreciable y el trabajo en él suele efectuarse, como en<br />

diversas zonas en África, fuera de la casa. Quienes manejan el pilón, tanto<br />

aquí como en dichas zonas son las mujeres».<br />

Debemos agregar que el guandul guisado o mezclado con arroz (moro) posiblemente<br />

sean platos de la cocina de los esclavos alzados. Existe una receta<br />

del guandul mezclado con arroz y alguna que otra carne, auyama, verduras,<br />

ajos, cebollas, y agrio de naranja llamado chambre. Es plato hecho con<br />

lo que quedaba, fue comida de pobre, de esclavo en sus inicios.<br />

El cimarronaje comenzó a partir de la década situada entre 1520 y 1530<br />

y llegó a contar con unos 3000 rebeldes, cifra que venía a ser, más o menos,<br />

el diez por ciento de la totalidad de los esclavos existentes en Santo Domingo<br />

y la mitad de los 6000 españoles habitantes de la isla. Cuando los cimarrones<br />

abandonaron los manieles, la cocinera que formaba parte del grupo<br />

rebelde algo nuevo le comunicó en materia gastronómica a la esclava<br />

del ingenio, de la estancia o de la casa de familia, la cual, a su vez, seguramente<br />

le reciprocó con sus experiencias adquiridas en la cocina del ama.<br />

Sin embargo, queremos insistir en la idea de que si bien perduran influencias<br />

inconfundibles de las distintas etnias coincidentes en Santo Domingo,


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

186<br />

la cocina criolla dominicana es más que una suma de ellas, es una creación<br />

original, hazaña que surge de la intimidad de circunstancias y contingencias<br />

privativas de la sociedad colonial y de la vida republicana.<br />

Para llegar a América tuvo el plátano que esperar siglos hasta agotar el recorrido<br />

que desde Asia lo llevó al África Oriental, al África Occidental, a las<br />

Canarias y de ahí, por fin, en 1561, a Santo Domingo, en el curioso equipaje<br />

del cura Tomás Berlanga, de la Orden de los Predicadores. Nos dice Felipe<br />

Fernández Armesto en su libro Historia de la Comida que la tradición «botáni-<br />

ca griega romana remonta sus orígenes a la India. Teofrasto creía que los sabios<br />

se reunían a la sombra del platanero para comer sus frutos. En lo que hoy<br />

denominamos Alta Edad Media ya se cultivaban variedades que se podían<br />

adaptar a casi todos los climas tropicales y subtropicales; crecían en China<br />

Meridional y en muchas regiones africanas, de costa a costa. Incluso se cultivaban<br />

como planta de jardín en la España musulmana, aunque los conquistadores<br />

cristianos no siguieron cultivándolas. Con esta excepción, los primeros<br />

cultivadores europeos de plátano fueron los colonos de las islas Canarias».<br />

Más tarde se traerían a la isla otras variedades de musáceas. Cuenta Mártir<br />

de Anglería del guineo: «crece repentinamente, y una vez adulto produce<br />

de su seno pocos racimos. Cada uno de éstos procrea treinta fructos y a<br />

veces poco más...». Y continúa: «...su pulpa tiene blandura y sabor de la<br />

manteca fresca. La primera vez que se prueba no agrada, pero a los acostumbrados<br />

les sabe muy bien»... El rulo y los diferentes guineos pequeños fueron<br />

llegando sucesivamente unos tras otro. En 1629 Antonio Vásquez de Espinosa<br />

en su Compendio y Descripción de las Indias Occidentales, publicado por<br />

Emilio Rodríguez Demorizi en el primer volumen de las Relaciones Geográfi-<br />

cas de Santo Domingo, escribía acerca de las frutas existentes en las isla:<br />

...plátanos de diferentes suertes que es muy socorrida en todos tiempos y necesidades<br />

por averla todo el año...».<br />

Pero volvamos a Fernández de Oviedo, quien, una vez más, ofrece una<br />

descripción interesante acerca de cómo los españoles comían el plátano:<br />

«Tiene esta fructa una corteza no muy gruesa, pero correosa y fácil de<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

187<br />

romper o desollar, e dentro es todo una médula que paresce un tuétano de<br />

vaca» Y prosigue: «Esta es muy buena fructa... hácense en el sabor, cuando<br />

están curados, muy semejantes a los higos pasos, y aún mejores». Y ya<br />

luego, revela el sibarita: «En el horno asados, sobre una reja u otra cosa<br />

semejante, son muy buena e sabrosa fructa, e paresce un género sobre sí,<br />

como lo es, de una conserva melosa, e de muy buen cordial y suave gusto.<br />

Asimesmo, cociéndolos en la olla con carne, es muy buen manjar; pero<br />

no ha de estar el plátano mucho duro para lo cocer con la carne, ni<br />

muy maduro, ni se ha de echar sino cuando esté la carne cuasi cocida, e<br />

desollado».<br />

Lo más interesante del relato no es que muestra que ya para mediados del<br />

siglo XVI el plátano se consumía asado sino su cocimiento en «la olla con<br />

carne», lo cual podría ser el presagio del sancocho.<br />

El cronista tenía verdadera afición por la cocina, puesto que los detalles<br />

acerca de ciertas reglas apropiadas para la cocción del plátano descubren en<br />

él a alguien que se asomaba muy de cerca al fogón. Recordaremos que ya antes,<br />

en sus relatos sobre ranas e iguanas nos había participado originales recetas<br />

de su inquisidor apetito.<br />

Refiriéndose al guineo agrega el escribano: «Comidos crudos, después que<br />

maduran es muy gentil fructa, y no es menester comer con ella pan ni otra<br />

cosa, y es de excelente sabor, e sana e de gentil digestión: que nunca he oído<br />

decir que hiciese mal a ninguno». E insistía el cronista: «...en las heredades<br />

que en esta isla tienen los vecinos, hoy mucho número incontable destos<br />

plátanos, porque son muy provechosos e se gastan cuantos hay, con la<br />

gente, e aún es muy buena renta para sus dueños».<br />

En casi todos los relatos del siglo XVI escritos por funcionarios dando<br />

cuenta del estado de la isla el plátano, junto al casabe, es mencionado como<br />

mantenimiento fundamental de sus habitantes.<br />

El 9 de septiembre de 1544 llegaron a Santo Domingo unos cincuenta<br />

frailes dominicos con el fin de incrementar, en toda América, la presencia<br />

y la influencia de la Orden a la que pertenecían. En un amplio escri


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

188<br />

to acerca de su viaje y sus primeras experiencias refieren lo siguiente:<br />

«...plátanos son una fruta larga comúnmente de un palmo, algunos menores,<br />

otros mayores, son casi como la muñeca de gordos...». Aunque al<br />

principio de su estadía no les resultó agradable, no tardaron en tomarle<br />

gusto. Y así lo escribieron: «Es una muy gentil fruta cruda azada y en casuela<br />

y guisada y como quiera». La opinión de los dominicos nos hace<br />

pensar que los crudos que probaron eran guineos y que para este tiempo<br />

los plátanos asados en cazuela o sancochados o en una sopa o guisados<br />

eran platos corrientes en la isla.<br />

En el mismo texto hablan de haber comido guayabas y batatas. De éstas<br />

últimas expresan: «...Unas son blancas, otras coloradas, coménse asadas y<br />

cocidas, tienen el sabor en nada diferentes a castañas asadas y cocidas, así<br />

nos supieron bien; el casabi es el pan común de la tierra...». Mencionan, asimismo,<br />

el ají, el cual lo comieron acompañado de casabe.<br />

Cuentan que gracias a una negra horra, vale decir, liberta, pudieron saciar<br />

al hambre, puesto que poco caso les hicieron las autoridades conociendo<br />

las críticas que desde el padre Las Casas, Montesino y otros venían haciendo<br />

los de la Orden de Santo Domingo a los encomenderos y esclavistas.<br />

Junto a la liberta, una dama rica de la colonia, María de Arana, viuda de<br />

Diego Solano, colaboró también en el sustento de los religiosos. De esta experiencia,<br />

dejaron interesantes noticias acerca de algunos de los productos<br />

de la alimentación regular de los habitantes de la colonia y de la dadivosidad<br />

de la negra: «...no paraba de día ni de noche, ya venía cargada de casabi,<br />

ó ya de pescado y de plátanos y de todo lo que podía...».<br />

Por otra parte, la viuda Arana les envió «...pan y vino; aunque al presente<br />

era caro; pero enviónos veinticinco arrobas juntas y terneras y cabritas, carneros,<br />

casabis, pescado, y ya nos enviaba la comida guisada y por guisar...». Y agregan:<br />

«Aquella viuda de Solano en especial nos envió 17 novillas en cecina, tres<br />

terneras, seis carneros, treinta gallinas, cuatro quesos...». De la visita que les hizo<br />

María de Toledo en la Capilla del Rosario dicen «...nos dio la Señora Virreyna<br />

muy bien de comer de muchos y buenos pescados como el día pasado...».<br />

Pastel de hojas, masa<br />

de plátano con relleno<br />

de carne. Delicadeza<br />

de la mesa navideña<br />

dominicana.<br />

Juan de Echagoian, oidor de la Audiencia de Santo Domingo, en el año<br />

1568 envió una «Relación de la Isla Española» a Felipe II, en la que haría<br />

este juicio de valor sobre el gusto del plátano: «...como carne de mermelada...».<br />

Y ya luego explica: «Es mantenimiento principal de aquella tierra;<br />

son más de doscientos mil árboles de estos los que están en la dicha ciudad,<br />

ingenios y estancias». La enumeración de esa siembra la hacía Echagoian refiriéndose<br />

solamente a Santo Domingo, sus ingenios de azúcar y sus estancias,<br />

cosa que autoriza a pensar que en toda la isla el cultivo del plátano era<br />

para esta época muy importante.<br />

La relación de Echagoian no se limitó a hablarnos del consumo del plátano<br />

sino que fue más allá, adentrándose en los problemas que para la alimentación<br />

general de la colonia había creado la matanza indiscriminada de<br />

animales vacunos. En la ciudad de Santo Domingo y en los pueblos de los


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

190<br />

alrededores de los ingenios era donde más se sentía la escasez, en razón de<br />

que una vez que se sacrificaban los animales para aprovechar los cueros y<br />

venderlos de contrabando, la carne se dejaba perder. Otros aspectos vinculados<br />

a la dieta de los habitantes de Santo Domingo también llamaron la<br />

atención de Echagoian, subrayando sobre todo el consumo de carne de cerdo,<br />

de ovejas y de chivos. En cuanto a las aves, hizo mención de la mucha<br />

crianza de palomas y gallinas.<br />

Juan López de Velasco, designado Cosmógrafo y Cronista de Indias en<br />

1571, escribió una Geografía de Indias e incluyó en ella una parte relativa a<br />

Santo Domingo. En lo concerniente a los productos que formaban parte de<br />

la dieta de sus pobladores menciona plátanos, cocos, guayabas, mameyes, piñas,<br />

batatas, lerenes, ñames, auyamas, ajíes, maíz, yuca, frijoles, melones, lechugas,<br />

rábanos, pepinos, berenjenas, naranjos, limones, vacas, puercos,<br />

ovejas, chivos, palomas, patos, gallinas, gallinas de Guinea, cangrejos. De<br />

los animales marinos López de Velasco habla de los que comió: «...guabina,<br />

dajaos, lechambre, sábalo, cazón, icoteas, pargas, lureles, viejas, meros, dorados,<br />

macabis, sardineta, salmonete, lenguado, rodaballo, morena, pulpo,<br />

manatí, tortuga, carey, raya, cangrejo, burgaos, ostión, jaiba, caracol...», Y<br />

agrega el geógrafo: «...y otros muchos.<br />

Esta descripción es sumamente interesante por cuanto contiene un conjunto<br />

de alimentos que constituyen una magnífica síntesis de los productos<br />

indígenas, españoles y africanos existentes en la isla. Lo importante del relato<br />

es que a partir de ellos, y de otros ya mencionados, se puede conocer y<br />

deducir toda una serie de recetas representativas de la evolución de la cocina<br />

criolla .Por ejemplo, la reiterada mención de los frijoles y del arroz, unido<br />

a la abundancia de plátanos y carne en los campos, nos está diciendo que<br />

el alimento nacional por excelencia, «la bandera», o existía ya o no estaba<br />

lejos de aparecer en la mesa del siglo XVI. Y es que sólo de manera excepcional<br />

se puede fijar la fecha precisa de la creación de un determinado plato,<br />

sobre todo cuando no contamos con la documentación capaz de ilustrarnos<br />

con absoluta precisión.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

191<br />

En la lista de productos mencionados por López de Velasco aparece el coco.<br />

Si a los cocos les agregamos la presencia, ya comprobada, de guandules<br />

y de los peces de que nos habla el Cosmógrafo López de Velasco, es lógico<br />

que acuda al pensamiento el moro de guandules con coco y el «peje con coco»<br />

de los samanenses y de otros pueblos de la isla. Alusión que no nos debe<br />

escapar es la que hace del lerén como uno de los tubérculos de consumo<br />

habitual en el siglo XVI.<br />

En las Relaciones Geográficas de Santo Domingo, bajo el título De la Is-<br />

la de Santo Domingo, el historiador Emilio Rodríguez Demorizi recoge un tra-<br />

bajo de Fray Juan González de Mendoza, publicado en Madrid en 1586, en<br />

el que se encuentran algunas noticias relativas a los productos comestibles<br />

de esta isla. Tras hablar del azúcar y el jengibre, narra: «...ay muchos puercos,<br />

cuya carne es tan fina, y tan sabrosa como el carnero de España, y vale<br />

todo por muy poco precio, y cómprase un novillo por ocho reales, y las demás<br />

cosas de la tierra a este respecto, aunque las mercadurías de España valen<br />

caras». La comparación entre el gusto del puerco y del carnero no es<br />

muy feliz, pero, al parecer, González de Mendoza era un apasionado del cordero<br />

y al recordar el deleite que le produjo el cerdo de Santo Domingo no<br />

tuvo más salida para el halago que asimilarlo a su carne favorita. Los apuntes<br />

del fraile continuaban hablando del pan común, «...se llama cazabe...aunque<br />

no es tan bueno como la arina de trigo, pueden pasar con el...».<br />

En el registro hecho hasta ahora de los alimentos de la cocina indígena y<br />

española hemos podido ver cómo los ofrecimientos de la naturaleza tropical,<br />

las relaciones sociales de producción, la prosperidad, la decadencia económica<br />

y las preferencias del paladar se fueron encargando de seleccionar de<br />

la despensa isleña aquellos que constituirían la base del recetario criollo. La<br />

sociedad colonial, exceptuando a algunos dueños de minas, comerciantes y<br />

propietarios de ingenios, vivió en la pobreza. De allí que la mayoría de los<br />

españoles abandonara la isla y se marchara, seducida por el resplandor de los<br />

metales preciosos de México y Perú. Para los finales del siglo XVI el español<br />

que no emigró fue porque no tenía los medios para hacerlo o porque era fun-


Plátanos cortados para<br />

el inicio del proceso de<br />

freir los tostones.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

193<br />

cionario o había procreado familia, a lo mejor mestiza, o estaba atado a la<br />

colonia por alguna otra razón, sobre todo la de haber nacido en ella.<br />

En ese momento la mayor parte de los ingenios había desaparecido, los<br />

que quedaban producían muy poca azúcar, endeudados sus dueños o muy<br />

conscientes de la imposibilidad de exportar el producto por la falta de barcos<br />

que lo transportaran a España. Otras razones de esa decadencia fueron<br />

la escasez y la carestía de esclavos, la caída de los precios del azúcar en el<br />

mercado europeo y el favor de que gozaba en la Casa de Contratación de Sevilla<br />

el azúcar fabricado en Canarias y en otras partes de la metrópoli.<br />

Ahora bien, las constantes quejas dirigidas a la Corona por funcionarios,<br />

sacerdotes, comerciantes y viajeros acerca del perecimiento de la isla eran<br />

ciertas en cuanto a la pobreza de sus pobladores, pero no en lo que concierne<br />

a la alimentación, porque de hambre sólo padecían, en sentido general,<br />

los esclavos de las plantaciones. La mayor parte de las lamentaciones tenían<br />

como objetivo tratar de lograr la libertad de comercio a fin de desligar la isla<br />

del monopolio de la Casa de Contratación y poder encontrarle mercado<br />

a productos como el azúcar, el sebo, y los cueros del ganado vacuno. De ha-<br />

Plátanos al caldero.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

194<br />

ber logrado esto, la historia de la isla hubiese sido otra, difícil de saber si más<br />

o menos traumática.<br />

En 1545 ya eran raros los barcos que llegaban desde España. Un grupo de<br />

vecinos integrantes de la justicia y las milicias, escribía al Emperador expresándole:<br />

«De España ya apenas vienen navíos sino de año en año; por donde<br />

la pipa de harina y mala nos venden a 40 castellanos, la de vino a 50».<br />

En los años sucesivos el problema seguiría agravándose hasta proyectarse<br />

más allá de dos siglos. En 1544, los Oficiales Alvaro Cavallero, Alonso de<br />

Peña y Juan Junco escribieron una carta al Rey con estas reflexiones: «Por<br />

razón de venir naos en flota, ha más de año y medio que no han venido a<br />

esta isla sino 4 naos en esta flota. Si no fuera por unas Caravelas de Canarias<br />

que han traído vino y harinas, pereciéramos, suplicamos se de licencia<br />

general para venir naos sueltas con mantenimientos, sea de Canarias o de<br />

otros puertos de esos Reinos».<br />

El problema del transporte de los productos de la isla hacia España hacía<br />

tiempo que venía socavando la economía azucarera así como la de exportación<br />

de pieles. Muy ocupada estaba la Corona en la búsqueda de metales<br />

preciosos para su ejército, su burocracia y sobre todo, para comprar las mercancías<br />

que por no contar con una industria manufacturera importante debía<br />

adquirir en los países europeos que como Holanda y Francia desarrollaban<br />

un capitalismo cuya producción sobrepasaba su demanda interna.<br />

Lo que España adquiría en esos países para suplir sus carencias y satisfacer<br />

las necesidades de su vasto mundo colonial nunca fue suficiente y, por<br />

esa razón, los alimentos llegaban a América con un precio exorbitante. De<br />

todos modos, sería casi nada o en muchos años nada, lo que Santo Domingo<br />

recibiría de su metrópoli.<br />

Por las fisuras de esa desarticulación se colaría entonces el contrabando,<br />

particularmente en el Caribe español y especialmente en Santo Domingo,<br />

tierra descuidada y, paradójicamente, tierra prometida para el comercio<br />

francés, portugués, ingles y, sobre todo para aquella nación que ostentaba el<br />

galardón de ser la primera en el desarrollo del capitalismo europeo: Holan-<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

195<br />

da. A las costas del Norte y noroeste vinieron los barcos de esas naciones a<br />

trocar de contrabando sus productos por las pieles de vacas, por el sebo, el<br />

jengibre, la madera. A los habitantes de la isla no sólo les resultaba cómodo<br />

comerciar en las costas cercanas a sus haciendas, sino recibir como ganancia<br />

el doble de lo que les pagaban los negociantes vinculados a la Casa de<br />

Contratación las raras veces que atracaba un barco en el puerto de Santo<br />

Domingo, el único autorizado a exportar mercancías a España.<br />

La Corona tenía urgentes necesidades de oro y otras riquezas no existentes<br />

en Santo Domingo. Esa realidad hizo de esta isla una colonia prácticamente<br />

inútil y costosa. A la nostalgia de algunos por el valor que tuvo la isla<br />

como primera capital del Nuevo Mundo y centro patrocinador de grandes<br />

proezas en América, se oponían los implacables intereses mercuriales. El<br />

deseo de la Corona de mantener la isla bajo su soberanía se debía a razones<br />

estratégicas, sobre todo frente a la actividad de sus vecinos europeos burlando<br />

su mare clausum y sus pretendidos derechos de propietaria exclusiva de<br />

toda América.<br />

Al contrabando había que buscarle cura y con todo y lo complicado que<br />

era esto, España encontró el remedio. Desgraciadamente, el que decidió<br />

aplicar en Santo Domingo fue peor que la enfermedad.<br />

Para frenar el intenso contrabando que desde más de 40 años se llevaba<br />

a cabo por las costas de las regiones del norte, del noroeste y parte del sur de<br />

la isla, el Rey español decidió dar cumplimiento a las Cédulas Reales de<br />

1603, mediante las cuales se había decidido despoblar los lugares y poblados<br />

ligados al contrabando a fin de descontinuar con esa práctica. La decisión<br />

de la Corona no era ni más ni menos que arremeter contra los molinos de<br />

viento de la historia.<br />

En razón de que la mayoría de los habitantes de Santo Domingo favorecía<br />

el contrabando y el comercio libre, el gobernador Antonio Osorio tuvo que<br />

ejecutar las órdenes reales de manera brutal con la ayuda de soldados de Puerto<br />

Rico. Como consecuencias del desalojo de los habitantes y de su concentración<br />

en sitios apartados de sus propiedades, se perdieron infinidad de cultivos


agrícolas. De unas 100.000 reses mansas que pastaban en aquellos campos sólo<br />

pudieron ser trasladadas unas 8000, muriendo muchas de estas en la mudanza.<br />

Desde el punto de vista ecológico las despoblaciones provocaron un gran<br />

desequilibrio en toda la isla, reduciendo su geografía total a una tercera parte,<br />

trastocando la vida familiar y social existente en esas regiones y profundizando<br />

la miseria. Un vasto territorio, la mayor parte de la isla, quedó pues, abandonado<br />

a merced de aventureros y de las ambiciones de los Estados deseosos<br />

y necesitados de poseer tierras donde producir materias primas tropicales.<br />

Pero aquí cabe preguntarse ¿Podía España establecer puertos libres en<br />

Santo Domingo o en cualquier parte de América frente al desarrollo capitalista<br />

de naciones como Holanda, Francia e Inglaterra? ¿Acaso esa medida no<br />

hubiese significado poner todo el comercio del Caribe en manos extranjeras<br />

y, subsecuentemente, correr el riesgo de perder poderío en el imperio ame-<br />

Guineos, bananas<br />

pintonas, al parecer en<br />

proceso de devota<br />

maduración.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

197<br />

ricano? Difícil resultaba el problema para España, doloroso para los habitantes<br />

de Santo Domingo.<br />

Blancos, negros, mulatos, todos los lugareños de las regiones despobladas<br />

se opusieron a esa medida, muchos de ellos con las armas en las manos. Antes<br />

que obedecer al rey se sobrepusieron sus intereses, su arraigo a una tierra,<br />

a una descendencia y a unos hábitos que nada tenía que ver con las conveniencias<br />

del Estado español. Para la mayoría de los habitantes de la isla,<br />

la fidelidad a España era ya sólo una excusa necesaria par defenderse de males<br />

mayores, porque para entonces, en este siglo XVII, había germinado en<br />

ellos un profundo sentido de pertenencia propia.<br />

En la obra La Española: Anotaciones Históricas, 1600-1650 Juan Gil Ber-<br />

mejo calcula que la población de Santo Domingo para el año 1606 rondaba<br />

los 16.000 habitantes, entre ellos unos 10.959 esclavos y el resto libres. Ni<br />

el llamado censo de Osorio publicado por Emilio Rodríguez Demorizi en el<br />

segundo tomo de las Relaciones Históricas de Santo Domingo, ni ningún otro<br />

documento, nos hablan de los mestizos o de los mulatos existentes en ese<br />

momento en la isla. Gil Bermejo nos dice que entre esos 16.000 habitantes<br />

la tercera parte estaba integrada por «hombres libres» es decir 5334, de los<br />

cuales más de la mitad avecindados en la capital. La suma de los libres con<br />

los 10.959 esclavos nos da 16.293, que si bien es cercana a los 16.000 calculados<br />

por este autor, ignora sin embargo a los mestizos de indios y españoles<br />

y de éstos y negros.<br />

A pesar de las despoblaciones y de las prohibiciones de habitar los lugares<br />

devastados, buena cantidad de sus pobladores retornó a ellos para tratar<br />

de rehacer sus vidas con el ganado que allí había quedado en estado salvaje<br />

y para renovar sus conucos destruidos. No pocos negros, esclavos y libres y<br />

mulatos harían lo mismo.<br />

Las consecuencias inmediatas de aquel despropósito fueron la escasez de<br />

carne, de sal, de víveres y de casabe. Es decir, una segunda vez el hambre hizo<br />

su aparición en algunos lugares de la colonia, sobre todo en la ciudad de<br />

Santo Domingo. Quienes más padecieron esta situación fueron los esclavos,


Racimo de<br />

cocos «indios».<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

198<br />

alimentados de tal manera que cientos de ellos fueron víctimas de graves intoxicaciones.<br />

Al decir del regidor Rodrigo de los Olivos, la capital necesitaba<br />

unas 100 reses diarias para su alimentación y apenas se consumía algo de<br />

cecina de algunos toros viejos y muy poco cerdo y ovejo.<br />

Lo irónico de la situación fue que las despoblaciones acrecentaron la indiferencia.<br />

El abandono sería mayor, puesto que apenas uno o dos barcos por<br />

año vendrían desde España a la isla y a veces transcurrían hasta tres sin que<br />

ninguno anclara en sus puertos. La soledad en que vivirían sus habitantes<br />

haría del Santo Domingo de inicios del siglo XVIII una sociedad de definido<br />

perfil criollo, vocacionada a esbozar de más en más las características del ser<br />

dominicano. Siendo la gastronomía una de sus expresiones culturales, el sumario<br />

de los productos, técnicas y gustos alimenticios de indios, españoles y<br />

africanos profundizaría su proceso identificario de cocina criolla.<br />

En este siglo XVII se concentrarían los gustos mayores de esa culinaria.<br />

Gastronomía identificable, auténtica, pero a su vez abierta, propensa a enriquecerse<br />

integrando novedades multinacionales a su acervo y asimilándolas<br />

hasta convertirlas igualmente en lugares comunes del comer criollo. La<br />

El coco, tan generoso,<br />

y tan presto a servir<br />

de aliño en múltiples<br />

platos criollos.


ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

200<br />

inmutabilidad de la pobreza durante todo este siglo XVII no podía detener la<br />

síntesis, todo lo contrario, la realidad obligó a enfatizar aún más el enhebramiento<br />

racial y social de Santo Domingo. Por paradójico que pudiera parecer,<br />

la estrechez contribuyó a aguzar la imaginación y el sentido creador de<br />

la ama de casa y, sobre todo, de la cocinera de los siglos por venir. La desatención<br />

de España en que viviría la isla obligó a sus habitantes a indagar todas<br />

las posibilidades que ofrecían los productos alimenticios existentes; el<br />

desafío incitaba a la creación.<br />

La primacía del azúcar había terminado. Tanto la siembra del jengibre como<br />

la crianza de animales le sobrepasarían en importancia. Sería el hato, paradójica<br />

comunidad territorial donde primaba un dueño, el hatero, personaje<br />

llamado a identificar las características predominantes de las relaciones sociales<br />

del sistema colonial de Santo Domingo. Con sus formales distancias, con<br />

sus prejuicios, el cambio drástico de la economía coadyuvó a la creación de niveles<br />

de reconciliación humana y cultural en muchos aspectos. Mientras el ingenio<br />

establecía fronteras prácticamente infranqueables entre amo y esclavo,<br />

el hato y el cultivo agrícola favorecían el avecindamiento y el mestizaje.<br />

Al paso de la primera década tras la despoblación el hambre había prácticamente<br />

desaparecido. Las noticias históricas dan fe de esto. Con muy pocas<br />

excepciones, las circunstancias económicas forzaron a una nivelación<br />

del contenido dietético del conjunto de la sociedad. Yuca, casabe, plátano,<br />

guineo, arroz, frijoles, guandules, carne de vaca, carne de cerdo, gallinas,<br />

guineas, maíz, azúcar, cabras, ovejas, legumbres, hortalizas, frutos, aves, pescados,<br />

yuca, plátano, ñame, yautía, batata, emplazaron la capacidad de creación<br />

del cocinar isleño. Una que otra vez, muy de tiempo en tiempo, llegarían<br />

productos extranjeros como la harina, el aceite, los pescados salados.<br />

Pero a falta de éstos había con qué idear la heterodoxia gastronómica a que<br />

obligaba la situación de desamparo.<br />

En este siglo y en los siguientes no será gran cosa lo que encontraremos<br />

como documentación acerca de la forma en que se cocían los alimentos, pero<br />

la reiterada mención de ellos, unida a las circunstancias sociales existen-<br />

Auyama.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

201<br />

tes, nos permite comprender cómo la cocina dominicana fue evolucionando<br />

y ampliando su ambicioso recetario.<br />

En los Autos y Testimonios tocantes a las cosas del estado de la Isla Españo-<br />

la, hechos por don Antonio Osorio, documento publicado por Rodríguez<br />

Demorizi en el segundo tomo de Relaciones Históricas, de Santo Domingo,<br />

aparece un recuento de las poblaciones de la isla, incluyendo la ciudad de<br />

Santo Domingo. El escribano del documento, Gaspar de Azpichueta, daba<br />

testimonio de que «...en esta dicha ysla ay las ciudades, villas y lugares siguientes:<br />

Pueblos de la Isla Epañola: La ciudad de Santo Domingo; la ciudad<br />

de la Vega; la ciudad de San Antonio de Monte Plata; la villa de Higüey;<br />

la villa de Azua; la ciudad de Santiago; la ciudad de San Joan Baptista<br />

de Vayaguana; la villa de Cotuí; la villa del Zeibo; la villa de Boya». El<br />

testimonio inicia un censo de los ingenios que quedaban desde Santo Domingo<br />

hasta Azua, contando unos 12. Al referirse de manera particular a<br />

Santo Domingo señala la existencia de 89 hatos de vacas y sus estancias de<br />

cabras, de ovejas; 35 de jengibre y «...casabe, maíz y otras cosas». De plátanos,<br />

batatas, yautías ñames, habichuelas, guandules, frutas y verduras había<br />

122 estancias. A seguidas se citan 2 criaderos de cerdos. De Santiago se<br />

mencionan 27 hatos de vacas, 3 de ovejas, 2 de cerdos y 95 de «...casave,<br />

maíz y tavaco». En la Vega eran 11 los hatos de vacas, mientras las estancias<br />

de casave, maíz y otras legumbres llegaban a 15. En San Juan Bautista de Bayaguana<br />

los hatos de vacas sumaban 16, los de casabe y otras legumbres 25.<br />

San Antonio de Monte Plata tenía 12 hatos de vaca, 37 de casabe, maíz «...<br />

y otras siembras...». Boyá contaba con 16 estancias de casabe y de «...otras<br />

cosas...». El Seybo tenía 2 hatos de vaca, y dos de casabe y otros cultivos. La<br />

villa de Azua 12 hatos de vaca y 6 de casabe y otros productos. Cotuí poseía<br />

6 hatos de vacas. Y Monte Plata aparece con 15 hatos de vacas.<br />

Casabe, casabe, pan del país. Esa luna alimentaria llevará al poeta Meso<br />

Mónica a escribir esta coplilla:<br />

No es ningún asunto grave / en el que os vengo a ocupar / pues sólo vengo a<br />

buscar / una torta de casabe. / En lo posible no cabe / el que de tí yo me valga; /


y para que con bien salga, / si tu amistad me remedia, / dame una torta, media,<br />

/ que yo no busco una carga.<br />

Como hemos podido comprobar el censo de Osorio nos ofrece un testi-<br />

monio importante acerca de determinadas fuentes de la dieta básica, las cuales,<br />

junto a los productos antes mencionados, integrarían las materias primas<br />

esenciales de la cocina del siglo XVII.<br />

Con todo y el indudable valor que tiene la enumeración de Azpichueta<br />

hay que recordar que algunos blancos, negros y mulatos libres, no obedecieron<br />

las órdenes de Osorio y permanecieron o retornaron a los lugares despoblados<br />

a fin de preservar lo que les pudo quedar y rehacer sus vidas en ellos.<br />

Es decir, no transcurrió mucho tiempo para que la producción de bienes alimenticios<br />

se activara y pudiera satisfacer las necesidades primarias de sus<br />

más o menos 20.000 habitantes. Hambre, como hemos señalado, la hubo a<br />

El ajo, árabe,<br />

romano, español,<br />

andaluz, dominicano.<br />

Largo el viaje para<br />

llegar a la mesa criolla.<br />

ITINERARIO HISTÓRICO DE LA GASTRONOMÍA DOMINICANA<br />

203<br />

seguidas de las despoblaciones, pero fue algo coyuntural, de un momento,<br />

aunque no pocas veces el tema sería argumento de funcionarios para obtener<br />

un mejor tratamiento económico por parte del gobierno metropolitano.<br />

Es verdad que no había harina para pan y para hostias y es cierto que la mayoría<br />

de los habitantes de la ciudad de Santo Domingo escucharía misa de<br />

noche a fin de no mostrar el mal estado de sus vestidos, pero el asunto tenía<br />

su explicación. La harina debía llegar de España y, además, cuando aparecía<br />

como un milagro, era cara y pocos los que tenían dinero para comprarla. En<br />

cuanto a los vestidos, por lo mismo de no llegar barco de España las telas sólo<br />

se podían obtener mediante el contrabando y aún así escaseaban.<br />

Las lamentaciones por falta de dinero no cesaron, justificadas algunas de<br />

ellas, porque si a las monjas de los conventos y a los curas ni el gobierno español<br />

ni la iglesia local les suplían alimentos, se les creaban dificultades. Pero<br />

esto era excepcional, porque no dudaron unos y otros en enviar a la calle<br />

a sus esclavas para obtener el dinero con qué comprar los productos comestibles.<br />

En cuanto a los curas, en la obra de J. Marino Incháustegui acerca<br />

de las Reales Cédulas y Correspondencia de Gobernadores, en el tomo II, se<br />

encuentra una carta del Arzobispo de Santo Domingo, que demuestra que<br />

había algunos que sabían apañárselas para tener qué comer: «...en el monasterio<br />

de San Francisco está por cabeza fray Alonso de las Casas que fue por<br />

Comisario general y agora se ha elegido por provincial el cual ha estado y<br />

está asimismo muy informado de desonesto y que ha tenido demasiada comunicación<br />

con las monjas de Sta. Clara de su orden entrando muchas veces<br />

en el monasterio y quedándose a comer y tener la siesta en el con otros<br />

frayles los cuales han hecho muchas desonestidades...».<br />

Las monjas de Santa Clara siempre han tenido muy buena fama en su desempeño<br />

en el arte coquinario. En el libro Secretos culinarios de las hermanas<br />

clarisas, cocina Monacal, coordinado por Javier de Sagastizábal, se consignan<br />

recetas como las de berenjena con tomate, albóndigas, arroz con leche, buñuelos,<br />

que a no dudar eran elaboradas por dichas religiosas al tiempo que<br />

transferían a sus cocineras criollas su saber gastrológico.

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