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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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MEMOR IAS<br />

<strong>DE</strong> <strong>LA</strong><br />

ACA<strong>DE</strong>MIA <strong>MEXICANA</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong>


<strong>MEMORIAS</strong><br />

<strong>DE</strong> <strong>LA</strong><br />

ACA<strong>DE</strong>MIA <strong>MEXICANA</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong><br />

TOMO XXXII<br />

[2005]<br />

ACADéMICA<br />

DISCURSOS <strong>DE</strong> INGRESO<br />

HOMENAjES<br />

TRAbAjOS DIvERSOS LEíDOS EN SESIONES ORDINARIAS<br />

TRAbAjO LEíDO EN OTRO fORO<br />

MéXICO, 2010


Academia Mexicana de la Lengua<br />

Memorias de la Academia Mexicana de la Lengua. –<br />

México: Academia Mexicana de la Lengua, 2010<br />

432 pp. : 17 x 23 cm<br />

Tomo XXXII (2005)–<br />

1. Academia Mexicana de la Lengua– Publicaciones periódicas.<br />

2. Español– México– Publicaciones periódicas. 3. Filología mexicana–<br />

Publicaciones periódicas. 4. Filología española– Publicaciones<br />

periódicas. 5. Literatura mexicana– Publicaciones periódicas. I. t.<br />

Dewey 460.6 LC PC4831<br />

La Academia Mexicana de la Lengua se reúne en sesión privada<br />

los segundos y cuartos jueves de cada mes, de 17:30 a 20:00<br />

horas. Los mismos días sesionan su Mesa Directiva, de 9:00<br />

a 11:30 horas, y su Comisión de Lexicografía, de 16:00 a 17:30<br />

horas. La Comisión de Consultas se reúne con periodicidad<br />

semanal, cada jueves, de 12:30 a 14:00 horas. Todas estas<br />

reuniones tienen carácter privado.<br />

Atención al público de lunes a viernes de 9:00 a 14:00 horas.<br />

D. R. © 2010 Academia Mexicana de la Lengua, A. C.<br />

Liverpool 76, 06600 México D.F.<br />

Conmutador: (+52 55) 5208 2526<br />

Fax: (+52 55) 5208 2526, ext. 102<br />

Correo electrónico: academia@academia.org.mx<br />

Sitio electrónico: http//www.academia.org.mx<br />

Esta publicación ha sido<br />

posible gracias al apoyo del<br />

Impreso y hecho en México / Printed in Mexico


ACA<strong>DE</strong>MIA <strong>MEXICANA</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong><br />

[2005]<br />

MESA DIRECTIvA<br />

Director: José G. Moreno de Alba<br />

Director adjunto: Ruy Pérez Tamayo<br />

Director honorario perpetuo: José Luis Martínez<br />

Secretario: Gonzalo Celorio<br />

Censor estatutario: Tarsicio Herrera Zapién<br />

Bibliotecario-archivero: Vicente Quirarte<br />

Tesorero: Jaime Labastida<br />

Miguel León-Portilla<br />

Andrés Henestrosa<br />

Alí Chumacero<br />

Ernesto de la Torre Villar<br />

Salvador Elizondo<br />

Silvio Zavala<br />

José Pascual Buxó<br />

Clementina Díaz y de Ovando<br />

Carlos Montemayor<br />

Arturo Azuela<br />

Leopoldo Solís


José Rogelio Álvarez<br />

Guido Gómez de Silva<br />

Eulalio Ferrer<br />

Ernesto de la Peña<br />

Margit Frenk<br />

Ramón Xirau<br />

Margo Glantz<br />

Enrique Cárdenas de la Peña<br />

Mauricio Beuchot<br />

Gustavo Couttolenc<br />

Elías Trabulse<br />

Julieta Fierro<br />

Elsa Cecilia Frost †<br />

Felipe Garrido<br />

Adolfo Castañón<br />

Diego Valadés<br />

Concepción Company


ACADÉMICA


VIDA ACADÉMICA:<br />

AÑO 2005<br />

Durante el año 2005, la Academia Mexicana de la Lengua celebró 20 sesiones<br />

ordinarias privadas y cinco sesiones públicas solemnes, de las cuales<br />

tres fueron de ingreso y dos conmemorativas. Se nombró un académico<br />

correspondiente; falleció una académica; se presentaron 14 trabajos<br />

en las sesiones ordinarias y algunos más en otros foros; los académicos<br />

recibieron premios y distinciones diversas, y se realizaron múltiples actividades<br />

de todo tipo: los trabajos tanto de la Mesa Directiva como de<br />

la Comisión de Consultas y de la Comisión de Lexicografía fueron muy<br />

intensos, así como los de otras comisiones diversas, y fue muy destacada<br />

la participación de la Academia en las actividades conjuntas de los proyectos<br />

panhispánicos de la Real Academia Española y la Asociación de<br />

Academias de la Lengua Española, así como en las actividades referentes<br />

a la divulgación de sus tareas.<br />

INGRESOS<br />

Adolfo Castañón pronunció su discurso de ingreso el 10 de marzo de<br />

2005 en la antigua sede de Donceles 66. Lo tituló “Trazos para una bibliografía<br />

comentada de Alfonso Reyes, con especial atención a su postergada<br />

antología mexicana: ‘En busca del alma nacional’ ”. Le dio la<br />

bienvenida José Luis Martínez.<br />

Diego Valadés pronunció su discurso de ingreso el 25 de agosto de<br />

2005 en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional en Ciudad Universitaria.<br />

Lo tituló “La lengua del derecho y el derecho de la lengua”. La<br />

respuesta estuvo a cargo de don Miguel León-Portilla.<br />

Concepción Company pronunció su discurso de ingreso el 10 de noviembre<br />

de 2005, también en el Fondo Reservado de la Biblioteca Na-<br />

[11]


12 vIDA ACADéMICA<br />

cional en Ciudad Universitaria. Lo tituló “El siglo XvIII y la identidad<br />

lingüística de México”. Le contestó don José G. Moreno de Alba.<br />

NOMbRAMIENTO <strong>DE</strong> ACADéMICO CORRESpONDIENTE<br />

El año de 2005 únicamente se sumó un académico en calidad de correspondiente<br />

a esta corporación. Se trata de Francisco José Cabrera y Pérez<br />

Salazar, cuyo lugar de residencia es la ciudad de Cuernavaca, Morelos.<br />

Fue nombrado el 27 de octubre de 2005.<br />

fALLECIMIENTO<br />

El 1º de julio, la Academia Mexicana sufrió la irreparable pérdida de<br />

doña Elsa Cecilia Frost, quien apenas el 11 de noviembre anterior había<br />

leído su discurso de ingreso.<br />

SESIONES CONMEMORATIvAS<br />

La Academia Mexicana celebró durante el año 2005 dos sesiones conmemorativas:<br />

una foránea, con motivo del cuarto centenario de la publicación<br />

de la primera parte del Quijote, se celebró el 28 de abril en Guanajuato;<br />

en ella participó el pleno de la Academia e hicieron uso de la<br />

palabra tres académicos: don Tarsicio Herrera Zapién con el texto “Las<br />

aventuras grecorromanas de don Quijote”, doña Margit Frenk con su<br />

trabajo “Don Quijote no se llamaba ‘Alonso Quijano’ ” y don Gonzalo<br />

Celorio con su disertación sobre “El Quijote en la concepción de lo ‘realmaravilloso<br />

americano’ de Alejo Carpentier”.<br />

La segunda, el 27 de octubre, se llevó a cabo en el Centro de Cultura<br />

Casa Lamm. En ella, don Alí Chumacero, don Arturo Azuela, don<br />

Vicente Quirarte y don Felipe Garrido leyeron sendos estudios sobre la<br />

novela Pedro Páramo del académico Juan Rulfo por haberse cumplido 50<br />

años de su publicación.


AñO 2005 13<br />

TRAbAjOS DIvERSOS LEíDOS EN SESIONES ORDINARIAS<br />

Se presentaron 14 trabajos en sesiones plenarias ordinarias. Son los siguientes:<br />

Don Jaime Labastida leyó, el 13 de enero, su trabajo “¿Filosofía o pensamiento<br />

mítico?”<br />

Don Enrique Cárdenas de la Peña presentó, el 27 de enero, en la voz<br />

de don Fausto Zerón Medina, su reseña “Ventura y aventura de un nuevo<br />

libro de Arturo Azuela”.<br />

Don Gustavo Couttolenc leyó, el 10 de febrero, su “Homenaje póstumo<br />

a Gabriel Méndez Plancarte en el centenario de su nacimiento”.<br />

Don Tarsicio Herrera Zapién leyó, el 24 de febrero, el texto “Alfonso<br />

Méndez Plancarte, campeón de los sorjuanistas”. Con esta lectura, la<br />

Academia conmemoró los 50 años del fallecimiento de don Alfonso, que<br />

se cumplieron el 8 de febrero.<br />

Don G. Moreno de Alba presentó, el 14 de abril, su estudio “Habían<br />

varios que... Habemos muchos que...”<br />

El 12 de mayo, don Gonzalo Celorio leyó un texto titulado “Dos poetas<br />

cubanos: Eliseo Diego y Dulce María Loynaz”.<br />

Doña Margo Glantz dio lectura, el 26 de mayo, a un trabajo titulado<br />

“Sor Juana: las curiosas manos de una monja jerónima”.<br />

Doña Julieta Fierro ofreció, el 9 de junio, una conferencia sobre las<br />

contribuciones científicas de Albert Einstein.<br />

Don Vicente Quirarte leyó, el 11 de agosto, un testimonio de homenaje<br />

a don Carlos González Peña.<br />

Don Carlos Montemayor, el 8 de septiembre, dio a conocer su texto<br />

“El anciano en la literatura clásica”.<br />

Doña Margit Frenk leyó, el 22 de septiembre, su análisis “Sobre la<br />

familia léxica de ‘leer’ en los siglos XvI y XvII”.<br />

El 13 de octubre, don Mauricio Beuchot expuso un texto de homenaje<br />

titulado “Antonio Gómez Robledo y la filosofía novohispana”.


14 vIDA ACADéMICA<br />

Don Adolfo Castañón leyó, el 24 de noviembre, un texto dedicado a<br />

Manuel Toussaint, cuyos 50 años de fallecimiento se cumplieron el 22 de<br />

noviembre anterior. Se titula: “Manuel Toussaint o de la bella cosecha<br />

(1880-1955)”.<br />

Finalmente, el 8 de diciembre, don Arturo Azuela ofreció una conferencia<br />

titulada “Las ciencias de la caballería andante en el Quijote”.<br />

TRAbAjO LEíDO EN OTRO fORO<br />

Don José Moreno de Alba presentó la antología Don Quijote en Guanajuato<br />

que se llevó a cabo durante el XV Coloquio Cervantino Internacional,<br />

celebrado en Guanajuato, México, del 18 al 22 de mayo de 2005.<br />

pREMIOS y DISTINCIONES<br />

Durante 2005, a don Miguel León-Portilla se le concedió el Premio<br />

México Unido en sus Valores Culturales; a don Ruy Pérez Tamayo le<br />

fue otorgado el Premio Elías Zurasky; don Eulalio Ferrer recibió la Presea<br />

Miguel Hidalgo y Costilla, el Premio Nacional Especial El Yelmo<br />

de Mambrino, y fue reconocido con el Premio al Bibliófilo por la Feria<br />

Internacional del Libro en Guadalajara; doña Margo Glantz recibió un<br />

doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma Metropolitana; don<br />

Jaime Labastida fue designado presidente de El Colegio de Sinaloa y de<br />

la Asociación Filosófica de México; doña Julieta Fierro recibió el Premio<br />

Máster de Oro; y al académico correspondiente don Sergio Pitol le<br />

fue concedido el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de<br />

Cervantes” correspondiente a 2005, al que fue propuesto como candidato<br />

por la Academia. En julio, don José G. Moreno de Alba fue designado<br />

investigador emérito de la UNAM. En la sesión del 26 de mayo de 2005, el<br />

secretario don Gonzalo Celorio entregó a doña Julieta Fierro la carta en<br />

que se le comunica que fue nombrada académica correspondiente de la<br />

Real Academia Española.


AñO 2005 15<br />

OTRAS ACTIvIDA<strong>DE</strong>S ACADéMICAS<br />

La Mesa Directiva de la Academia Mexicana de la Lengua sesionó en 17<br />

ocasiones.<br />

Su Comisión de Lexicografía tuvo 20 fructíferas sesiones de trabajo.<br />

Se sumó a ella doña Concepción Company, y don Tarsicio Herrera<br />

Zapién sustituyó en la secretaría de esta comisión a don Salvador Díaz<br />

Cíntora.<br />

Se creó la Comisión de Consultas, que se instaló el 27 de enero, compuesta<br />

por don Gonzalo Celorio, como su presidente, don Ruy Pérez<br />

Tamayo, don Felipe Garrido y don Adolfo Castañón, quien funge como<br />

su secretario. Esta llevó a cabo 16 sesiones.<br />

Para estudiar el proyecto de la Cámara de Diputados del H. Congreso<br />

de la Unión de una Ley de la Academia Mexicana de la Lengua, se formó<br />

una comisión especial formada por don Jaime Labastida, don Carlos<br />

Montemayor y don Diego Valadés. Esta llevó a cabo tres sesiones.<br />

El pleno académico designó a don Ruy Pérez Tamayo, don Elías Trabulse,<br />

doña Julieta Fierro y don Diego Valadés para acudir a las sesiones<br />

del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, del que forma parte la<br />

Academia por ministerio de ley.<br />

En representación de la Academia Mexicana de la Lengua, asistió el<br />

director a las siguientes reuniones interacadémicas: en Guatemala, del<br />

13 al 19 de marzo, a la tercera reunión de la comisión interacadémica<br />

para la nueva Gramática; del 11 al 17 de septiembre, en Salamanca, a la<br />

reunión plenaria de directores de academias; del 27 de noviembre al 3 de<br />

diciembre, en Ávila, a la cuarta reunión de la Gramática académica. Por<br />

instrucciones del director, el secretario asistió a la presentación del Diccionario<br />

panhispánico de dudas en Madrid (10 de noviembre). Igualmente,<br />

el director delegó al gerente general, don Fausto Zerón Medina, para<br />

asistir a las reuniones del Comité Consultivo del proyecto del nuevo edificio<br />

de la Biblioteca de México “José Vasconcelos”. El director gestionó<br />

y obtuvo las becas AECI que se concedieron a dos de las especialistas que<br />

apoyan los trabajos de Gramática y Lexicografía en la Academia.


16 vIDA ACADéMICA<br />

Dentro de las actividades de divulgación, en estrecha colaboración<br />

con la Cátedra Alfonso Reyes del Instituto Tecnológico y de Estudios<br />

Superiores de Monterrey, se organizaron dos mesas redondas: el 24 de<br />

febrero, una sobre la poesía y la Academia, en la que participaron (en<br />

el campus Cuernavaca) doña Margit Frenk, don Jaime Labastida y don<br />

Vicente Quirarte; y el 11 de marzo, en el campus Monterrey, otra con el<br />

tema “El español y la industria de la lengua”; en esta segunda mesa intervinieron<br />

don Gonzalo Celorio, don Felipe Garrido y don José G. Moreno<br />

de Alba.<br />

Por otra parte, la Academia Cubana de la Lengua invitó a don José<br />

Pascual Buxó, doña Margo Glantz, don Gonzalo Celorio y don Jaime Labastida<br />

a participar en diversos actos que se organizaron en La Habana.<br />

La Academia se sumó a diversos actos organizados para conmemorar<br />

el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, entre<br />

los que destacan el que tuvo lugar en la Feria del Libro en el Palacio de<br />

Minería y los que se celebraron en el Casino Español de México, y convocó,<br />

junto con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Universidad<br />

Nacional Autónoma de México, al Premio Nacional El Yelmo<br />

de Mambrino para reconocer a quienes tuvieron una participación destacada<br />

en dar a conocer dicha conmemoración a través de los medios de<br />

comunicación. En cuanto a la venta de la edición académica de la obra<br />

de Cervantes, México quedó a la cabeza por el número de ejemplares que<br />

se vendieron en el país, lo cual le fue reconocido a la Mexicana por la Real<br />

Academia con una especial felicitación a la que, con beneplácito, se sumaron<br />

las academias hermanas.<br />

Los académicos han continuado publicando colaboraciones, de modo<br />

ininterrumpido, cada 15 días en el diario Reforma, en la sección “Lengua<br />

Viva”. Además, tanto el director como algunos académicos concedieron<br />

entrevistas a diversos medios de comunicación impresos y electrónicos<br />

con el fin de mantener informado al público respecto de las labores de la<br />

Academia.


AñO 2005 17<br />

Durante 2005 se avanzó en los trabajos de catalogación y clasificación<br />

de la biblioteca, en especial por los libros que se recibieron en donación<br />

del académico Eduardo Luquín y los que de modo regular entregan los<br />

académicos.<br />

La Academia quedó inscrita este año en el Registro Federal de las Organizaciones<br />

de la Sociedad Civil. Por otra parte, celebró un convenio<br />

general marco con la Fundación Biblioteca Virtual “Miguel de Cervantes”,<br />

y negocia la firma de otro semejante con el Ceneval. De igual modo,<br />

recibió la invitación y aceptó apoyar la fundación de la Cátedra Agustín<br />

Yáñez en El Colegio de Jalisco.<br />

Por otra parte, aparecieron en 2005 dos obras de gran importancia que<br />

cristalizan dos de los proyectos panhispánicos emprendidos por la Real<br />

Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española:<br />

el Diccionario panhispánico de dudas (DpD) y el el Diccionario del estudiante;<br />

en ambos proyectos la Academia Mexicana participó activamente,<br />

junto con las 21 academias hermanas. El DpD ha tenido amplia y buena<br />

acogida; se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara,<br />

donde resultó ser el libro con mayor venta de la casa editorial que lo publicó.<br />

La Academia Mexicana renovó este año, con el Anuario 2006, la publicación<br />

de este útil cuadernillo de consulta. Asimismo, este año se concluyó<br />

el texto del Diccionario escolar de la lengua española, obra en su totalidad<br />

de esta corporación, financiada por la Fundación Pro Academia.


DISCURSOS <strong>DE</strong> INGRESO


I<br />

TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA<br />

<strong>DE</strong> ALfONSO REyES, CON ESpECIAL ATENCIÓN<br />

A SU pOSTERGADA ANTOLOGíA <strong>MEXICANA</strong>:<br />

“EN bUSCA <strong>DE</strong>L ALMA NACIONAL” *<br />

[21]<br />

Adolfo CASTAñÓN<br />

A Gabriel Zaid<br />

La Academia tuvo su nacimiento en el seno de la amistad […] la<br />

amistad cunde entre los trabajos de los hombres consagrados a las<br />

letras […]. Los verdaderos amantes de las artes solo pueden ser<br />

amigos. No se puede ponderar hasta qué punto esa amistad suscitada<br />

por la contemplación, la inteligencia y el gusto de las bellas<br />

artes, puede alegrar, consolar y ayudar al hombre a ser dueño de sus<br />

propias ideas. No hay nada más serio y exigente que la alimentación<br />

y la transmisión de la propia alegría intelectual. 1<br />

Distinguidas señoras académicas:<br />

Distinguidos señores académicos:<br />

Alfonso Reyes (1889-1959) es autor de una obra monumental en su extensión,<br />

compleja en sus derivaciones y dueña de un ascendiente que ha<br />

ido creciendo en el espacio y con el tiempo. En este año de 2005 se<br />

conmemoran 100 años de las primeras incursiones de Alfonso Reyes en<br />

* Leído en la sesión pública efectuada el jueves 10 de marzo de 2005.<br />

1 Voltaire, “Discours de M. de Voltaire à sa reception a la Académie Française, prononcé le<br />

lundi 9 mai , 1746”, en Voltaire: Mélanges, París, Gallimard, Col. Pleiade, 1961, pp. 241-252.


22 ADOLfO CASTAñÓN<br />

la letra de molde, 2 50 años del inicio en 1955 de la edición de sus Obras<br />

completas y 130 años de la fundación de esta ilustre Academia. Dentro y<br />

fuera del país, dentro y fuera de las fronteras de la lengua, los estudios<br />

sobre la obra de Alfonso Reyes han ido proliferando y, si se le llegan a<br />

escatimar virtudes en una vertiente, se le vienen a encontrar cualidades<br />

en otra. A pesar de que hace apenas unos años, gracias a la perseverancia<br />

acuciosa de su discípulo don José Luis Martínez, director honorario<br />

perpetuo de esta corporación, se editaron los últimos volúmenes<br />

de sus Obras completas, que constan de 26 tomos y alrededor de 12 500<br />

páginas —un laborioso proceso que duró 38 años—, a pesar de que se<br />

han compilado en dos gruesos tomos sus informes y escritos como enviado<br />

y embajador bajo el título Misión diplomática, 3 a pesar de que ya<br />

se han editado e identificado editorialmente numerosos (alrededor de<br />

unos cincuenta epistolarios, compilados por un batallón de especialistas<br />

—como Fernando Curiel, Claude Fell, Alejandro González Acosta,<br />

Zenaida Gutiérrez-Vega, José Luis Martínez, Leonardo Martínez Carrizales,<br />

Alberto Enríquez Perea, Héctor Perea, Paulette Patout, Anthony<br />

Stanton, Serge Zaïtzeff, entre muchos otros—, y aunque todavía queda<br />

pendiente de editar o reeditar decorosamente cierta parte de su obra<br />

(principalmente el Diario, hasta ahora inédito en su totalidad, pero en el<br />

cual ya se encuentra trabajando un equipo de especialistas provenientes<br />

de diversas instituciones), 4 y si bien quedan por hacer ediciones críticas<br />

2 Las primeras incursiones de Alfonso Reyes en la prensa fueron, según han recordado el propio<br />

Alfonso Reyes y Gabriel Zaid, la publicación de los tres sonetos —La duda— inspirados en<br />

un grupo escultórico del discípulo de Miguel Ángel, Nicola Cordier (1657-1612), conocido como<br />

el Franciosino (Monterrey, 28 de noviembre de 1905), y el Nuevo estribillo (parodia de intención<br />

política al Viejo estribillo de Amado Nervo), en Sucesos. Diario de México (México, 24 de mayo de<br />

1905). Además, en ese mismo periódico publicó el 21 de marzo de 1905, sin firma, un artículo<br />

(“Se prohíbe doblar año”) sobre los reglamentos de exámenes de la Escuela Nacional Preparatoria,<br />

según lo dice él mismo (Obras completas, t. I, p. 349) y según ha documentado también Aureliano<br />

Tapia Méndez en Correspondencia Alfonso Reyes / Ignacio H. Valdés 1904-1942, Monterrey,<br />

México, 2000, p. 114.<br />

3 Reyes, Alfonso, Misión diplomática, 2 tomos, comp. y pról. Víctor Díaz Arciniega, México,<br />

fCE / Secretaría de Relaciones Exteriores, 2001; pp. 824 y 640, respectivamente.<br />

4 Javier Garciadiego, Fernando Curiel, Belem Clark, Alfonso Rangel Guerra, Víctor Díaz Arciniega,<br />

Alberto Enríquez Perea y Adolfo Castañón, bajo la tutela de don José Luis Martínez.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 23<br />

de diversas ediciones y traducciones suyas en prosa o en verso (del Poema<br />

de Mio Cid al El panal rumoroso de Bernard de Mandeville), y más allá<br />

de que falte reunir en un volumen las diversas entrevistas que concedió<br />

(por ejemplo a Emmanuel Carballo, Alfredo Cardona Peña, o a Elena<br />

Poniatowska), cabe decir que a estas alturas se puede tener una visión<br />

cabal y panorámica de esta que es una de las obras más ambiciosas, renovadoras<br />

y complejas de la literatura hispánica e hispanoamericana del<br />

siglo que, apenas hace 50 meses, acaba de pasar.<br />

La obra de Alfonso Reyes es sin duda algo —y algo nuevo— que le<br />

pasó a la lengua española en la primera mitad del siglo XX. La posibilidad<br />

de su sobrevivencia editorial no hubiese podido darse sin la entrega<br />

religiosa en la práctica de Alfonso Reyes a su vocación y luego, a su<br />

muerte, sin la visión de su viuda Manuela Mota, sin la generosa y abierta<br />

constancia de la doctora Alicia Reyes Mota, su nieta y heredera, quien,<br />

siguiendo las pautas trazadas por el propio autor, continuó el proceso de<br />

clasificación, organización y disposición de los caudalosos archivos del<br />

poeta-polígrafo, publicando —entre otras cosas— 36 entregas del Boletín<br />

de la Capilla Alfonsina entre 1965 y 1981, 5 amén de autorizar la edición<br />

de las numerosas correspondencias. Se diría, sin embargo, que la tarea<br />

crítica apenas empieza. Y es que los 26 tomos de este que fue el principal<br />

escritor mexicano en verso y en prosa de la primera mitad del siglo<br />

XX se fueron imprimiendo entre 1955 y 1993, conciliando en general un<br />

criterio cronológico y temático. Primero se editaron 12 volúmenes bajo<br />

el cuidado del propio autor; luego, el erudito nicaragüense Ernesto Mejía<br />

Sánchez (1923-1985) editó nueve, y finalmente su discípulo y amigo José<br />

Luis Martínez concluyó la edición de los cinco finales para alcanzar así<br />

26. Con todo, “el más fino estilista de la prosa española del siglo XX”, al<br />

decir insistente de Jorge Luis Borges, no ha podido ser objeto hasta ahora<br />

de una formulación editorial más armónica y transparente, aunque es<br />

5 Boletín Capilla Alfonsina: Dirección de Alicia Reyes; Consejero: doctor Alfonso Reyes Mota;<br />

Proyecto de Fernando Díaz de León. A partir del número 14 incluye las secciones: Editorial,<br />

Cartas al Boletín, Conmemoración, Noticias, De Viva Voz, Grata Compañía, Marginalia, Entre<br />

Libros, De y Sobre Alfonso Reyes, Astillas, Briznas, Publicaciones Recibidas.


24 ADOLfO CASTAñÓN<br />

indudable la fortuna de un corpus tan vasto, que ha logrado expresarse<br />

en su casi totalidad.<br />

Acaso esta razón pueda explicar la impaciencia o el asombro de algunos<br />

lectores ante una obra inconmensurable; acaso ella sea capaz de dar<br />

cuenta de la proliferación vertiginosa de antologías, analectas y selecciones<br />

que van cundiendo desde los años en que el mismo Alfonso Reyes<br />

vivía hasta, por ejemplo, la Antología temática. Recoge el día escogida por<br />

Alfonso Rangel Guerra (1997), una Ventana inmensa, la antología poética<br />

prologada por Octavio Paz y preparada por Gerardo Deniz, o la serie de<br />

analectas que ya anuncian para este año y los futuros el Instituto Tecnológico<br />

de Monterrey, la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fondo<br />

de Cultura Económica bajo la égida de Carlos Fuentes, para no hablar de<br />

antologías singulares como El cielo no se abre, Semblanza documental de<br />

Alfonso Reyes, preparada por Fernando Curiel. Esta lluvia antológica<br />

de letras alfonsinas, que abarca por ejemplo desde los ensayos filosóficos,<br />

la poesía y la narrativa hasta las viñetas eróticas, 6 traduce la dificultad de<br />

asimilar adecuadamente el vasto corpus, y seguramente continuará en el<br />

futuro hasta que el tiempo vaya redondeándolo en sus diversos cantos<br />

esenciales. Antológica lluvia, por cierto benéfica, pues, gracias a ella, Reyes<br />

es uno de los lectores más leídos y comentados en la calle y en la plaza,<br />

dentro y fuera de la academia universitaria, y gracias a esa lluvia no<br />

se ha roto el hilo de la lectura y la relectura que va acercando al autor al<br />

cauce de la tradición. 7 De hecho, se puede decir que el nombre risueño y<br />

cordial de don Alfonso funciona como un “ábrete-sésamo” que, por todo<br />

el orbe, latino e iberoamericano, franquea puertas y crea filiaciones y<br />

6 Eloy Garza González (selección y prólogo), El erotismo en Alfonso Reyes, Monterrey, México,<br />

Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León, 1991.<br />

7 Entre los estudios y las relecturas recientes cabe anotar, sin ánimo exhaustivo: 1) Leonardo<br />

Martínez Carrizales: La sal de los enfermos. Caída y convalecencia de Alfonso Reyes. París, 1913-1914,<br />

Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León/Consejo para la Cultura de Nuevo León,<br />

126 pp.; 2) Alfonso Reyes: perspectivas críticas (ed. Pol Popovic y Edith Negrín, Monterrey, 2004);<br />

3) Rogelio Arenas Guzmán, Alfonso Reyes y los hados de febrero (México, UNAM / Universidad Autónoma<br />

de Baja California, 2004); 4) Eugenia Houvenaghel, Alfonso Reyes y la historia de América.<br />

La argumentación del ensayo histórico: un análisis retórico (México, fCE, 2003).


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 25<br />

amistades. No otra cosa quieren decir los ocho volúmenes de Páginas<br />

y Más páginas sobre Alfonso Reyes que, bajo la atención compiladora de<br />

Alfonso Rangel Guerra y James Willis Robb, 8 ha realizado El Colegio<br />

Nacional, editor por cierto de una buena parte de los epistolarios. No<br />

otra cosa quieren decir los diversos estudios y discursos que los miembros<br />

de esta Academia Mexicana de la Lengua y de otras academias le<br />

han dedicado.<br />

La arquitectura de dichas Obras completas solo empieza a aclararse hacia<br />

los últimos tomos, cuando se van ordenando los diversos libros de y<br />

sobre creación, teoría literaria, cuestiones helénicas, prosa de ficción y<br />

marginalia —“notitas”, como diría algo desesperado el propio Alfonso<br />

Reyes: “Yo me muero de notitas. Quisiera, en un gran desperezo, organizar<br />

todo”—. 9<br />

Esta situación editorial también es causa de que hasta la fecha y a<br />

pesar de los contados libros sustanciales escritos sobre Alfonso Reyes<br />

—como lo son la Guía para la navegación en los mundos de Alfonso Reyes<br />

de José Luis Martínez; los de Alfonso Rangel Guerra: Las ideas literarias<br />

de Alfonso Reyes (1989); el de Bárbara B. Aponte, Alfonso Reyes and Spain<br />

(1985), misteriosamente todavía no traducido al castellano; el de Ralph<br />

Ellison, Alfonso Reyes y el Brasil (2002); el de Paulette Patout: Alfonso Reyes<br />

y Francia (1978, 1990); la tesis todavía inédita como libro de Alberto<br />

Enríquez Perea: Alfonso Reyes y el nacimiento del Nuevo Estado Brasileño<br />

(1930-1936)— no se cuente aún con una obra crítica, integral y sistemática<br />

digna de la envergadura del autor y capaz de abarcar en un solo cuerpo<br />

sus diversas vidas: la literaria, la política y diplomática, la doméstica y<br />

amorosa, la viajera y errante; para calcar la traza propuesta por Chateaubriand,<br />

otro acaudalado príncipe de la experiencia.<br />

Entretanto, cabe decir que para abordar la obra de este “Erasmo americano”,<br />

como lo llamó Julio Cortázar, en su actual o en futuras for-<br />

8 Páginas sobre Alfonso Reyes, 4 vols., Alfonso Rangel Guerra y James Willis Robb (comps.),<br />

México, El Colegio Nacional, 1995-1997.<br />

9 Citado por Alfonso Rangel Guerra en Las ideas literarias de Alfonso Reyes, México, El Colegio<br />

de México, 1989, 1ra. reimpr., 1993, p. 51.


26 ADOLfO CASTAñÓN<br />

mulaciones editoriales resultará indispensable remitirse a los siguientes<br />

instrumentos: Alfonso Reyes digital. Obras completas y dos epistolarios CD<br />

Rom, publicado por la Fundación Tavera y el Fondo de Cultura Económica<br />

en 2002 10 donde se alojan, digitalizados, los textos íntegros de<br />

los 26 tomos de las Obras completas, editadas por el Fondo de Cultura<br />

Económica, la primera parte del epistolario cruzado por Pedro Henríquez<br />

Ureña y Alfonso Reyes entre 1907 y 1914, el epistolario con Julio<br />

Torri, amén y a más de una introducción extensa y de una bibliografía<br />

exhaustiva de José Luis Martínez y de unos ensayos aproximativos de su<br />

heredera Alicia Reyes y del de la voz.<br />

El disco compacto permite por supuesto hacer calas y búsquedas sistemáticas<br />

en el caudal impreso de las Obras completas y las correspondencias<br />

ahí incluidas, y no puede pasarse por alto su existencia ya que,<br />

más allá de incluir las obras de nuestro gran poeta y humanista (el único<br />

hasta ahora presente en la Biblioteca Andrés Bello de Polígrafos Hispánicos,<br />

dirigida por don Xavier Agenjo Bullón junto con Isidoro de<br />

Sevilla y Marcelino Menéndez y Pelayo), está anunciando con su existencia<br />

misma los albores de una nueva edad editorial y digital. El CD<br />

Rom es heraldo de un cambio radical de paradigma del orden crítico y<br />

libresco solo comparable —como ha señalado Ivan Ilich en En el viñedo<br />

del texto, Etología de la lectura: un comentario al “Didascalicón” de Hugo de<br />

Saint-Victor (1993-2002)— 11 a la revolución editorial que significó para<br />

la cultura del libro la invención de la página con títulos y capítulos y el<br />

advenimiento de la “tecnología” del índice alfabético, entre otros instrumentos,<br />

que trajeron consigo una revolución silenciosa pero de incalculables<br />

efectos en la transmisión del conocimiento libresco y de la<br />

práctica de la lectura individual y colectiva. Contar con dicho género de<br />

herramientas para el mejor conocimiento y trabajo de la memoria lite-<br />

10 Alfonso Reyes, Alfonso Reyes digital. Obras completas y dos epistolarios, México, fCE / Fundación<br />

Mapfre Tavera / Fundación Hernando de Larramendi, 2002, un disco compacto.<br />

11 Ivan Ilich, En el viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al “Didascalicon” de Hugo<br />

de San Víctor, trad. Marta I. González García, revisión del latín Alfonso González, revisión del<br />

inglés José A. López Cerezo, México, fCE, 2002, 210 pp.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 27<br />

raria mexicana abre necesariamente puertas y horizontes que la edición<br />

tradicional artesanal, metálica y mecánica no sabría soslayar, del mismo<br />

modo que la edición en disco compacto de un texto como el del Diario<br />

Histórico de México 1822-1848 de Carlos María de Bustamante, preparado<br />

por Josefina Zoraida Vázquez, revolucionará el conocimiento de la<br />

historia de México durante la Independencia y a principios del siglo XIX.<br />

La aparición de estos disquitos prodigiosos y de lo que los entendidos<br />

nombran hipertexto abre muchas puertas y alienta la fantasía editorial,<br />

como por ejemplo, la de que el día de mañana, con los cimientos que<br />

esta traza digital supone, no solo se editen antologías por así decir “perfectas”<br />

o más metódicas en su respaldo e investigación documental sino<br />

que, más allá, se llegue a publicar algún día el Diccionario de Alfonso Reyes<br />

cuyo modelo ya se tiene, sin ir más lejos en el Dictionnaire de Michel<br />

de Montaigne, 12 publicado hace unos meses.<br />

Las otras aproximaciones sinópticas de las que no sabría prescindir el<br />

estudioso de la vida y la obra de Alfonso Reyes son la semblanza biográfica<br />

escrita por su nieta, Alicia Reyes, que a lo largo de los años se ha<br />

ido reeditando (1976, 1989, 1997, 2000). La ya mencionada Guía para la<br />

navegación de Alfonso Reyes (1992) de José Luis Martínez, 13 donde el crítico<br />

literario desmenuza las vetas que sigue la obra de Reyes en sus diversos<br />

géneros y estaciones. La cuarta es la breve y reveladora vida de Alfonso<br />

Reyes escrita por el historiador mexicano Javier Garciadiego. Esta última,<br />

publicada en una serie de gran tiraje y dirigida al gran público, tiene<br />

menos de 150 páginas (el autor ha tenido tiempo de ser breve); expone y<br />

ordena un aspecto poco trillado. Me refiero al perfil político, civil y público<br />

del creador infatigable de instituciones, a la estampa de Alfonso Reyes<br />

como actor civil, hombre de acción y aun acaso como estadista, según ya<br />

se desprendía de la colección de informes diplomáticos editada hace unos<br />

12 Dictionnaire de Michel de Montaigne, dirección de Philipe Desan, Honoré Champion, París,<br />

2004.<br />

13 José Luis Martínez, Guía para la navegación de Alfonso Reyes, México, Facultad de Filosofía y<br />

Letras, UNAM, Colección Cátedras, 1992, 214 pp.


28 ADOLfO CASTAñÓN<br />

años. 14 Acucioso conocedor de la historia nacional en el periodo de las revoluciones<br />

armadas que sacudieron a México en los albores del siglo y de<br />

la vida universitaria en ese periodo, el autor de Alfonso Reyes, 15 es capaz<br />

de abordarlo desde la perspectiva original de las vastas redes y tramas<br />

políticas que le tocó devanar. En esta vida se enfatiza ya no la revolución<br />

que significó la obra de Alfonso Reyes para la prosa en lengua española<br />

y su papel clave en el proceso de la difusión didáctica de los saberes especializados<br />

—humanísticos o no— (como ha señalado recientemente<br />

el poeta José Emilio Pacheco), 16 sino en las vidriosas decisiones que tuvo<br />

que vencer nuestro escritor, como político, como hijo de un político y<br />

como parte de una familia inevitable y fatalmente, si no fatídicamente,<br />

involucrada en el intermitente orden público y político de México, para<br />

lograr entronizarse como uno de los grandes constructores y arquitectos<br />

institucionales de la cultura mexicana y como uno de los mexicanos eminentes,<br />

como diría Enrique Krauze siguiendo a Lytton Strachey.<br />

Reyes no solo tuvo que superar las circunstancias personales, familiares<br />

y aun nacionales derivadas de la muerte trágica o bochornosa del<br />

general Bernardo Reyes el 9 de febrero de 1913, fecha en que inició la<br />

Decena Trágica, que culminó con el sacrificio del presidente legítimo,<br />

Francisco I. Madero junto a por lo menos 50 000 otros mexicanos; Reyes<br />

además tuvo que resolver en los años posteriores, ya fuera del país y<br />

del sistema, no pocas dificultades prácticas y disipar las ambigüedades<br />

derivadas de la reciente institucionalización mexicana a la que terminaría<br />

sumándose a partir de 1921 —a instancias de José Vasconcelos, entonces<br />

al servicio de Álvaro Obregón—, al tiempo que iba creando una obra<br />

caudalosísima y excepcional por sus virtudes críticas, estéticas y éticas y<br />

que, apenas ahora, gracias al tesón de él mismo, sus herederos, albaceas<br />

14 Alfonso Reyes, Misión diplomática, 2 tomos, comp. y pról. Víctor Díaz Arciniega, México,<br />

fCE / Secretaría de Relaciones Exteriores, Col. Tezontle, 2001; 824 y 640 pp., respectivamente.<br />

15 Javier Garciadiego, Alfonso Reyes, México, Editorial Planeta DeAgostini, 2002, 149 pp. (colección<br />

Grandes Protagonistas de la Historia Mexicana, dirigida por José Manuel Villalpando.)<br />

16 Conferencia magistral sobre Alfonso Reyes dictada en Cuernavaca, Morelos, en el marco<br />

del otorgamiento del doctorado honoris causa a José Emilio Pacheco el día 21 de enero de 2005<br />

por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. (Transcripción de A. C.)


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 29<br />

literarios y estudiosos, podemos apreciar en su panorámica vista. Bajo<br />

estas luces, habría que matizar las fáciles críticas de que aún hoy, por<br />

ejemplo en la pluma del ilustre Mario Vargas Llosa, ha sido objeto Alfonso<br />

Reyes por su vinculación con el poder. 17<br />

Una pregunta que debería hacerse todo editor futuro de la obra de Alfonso<br />

Reyes se refiere a los criterios de ordenación de su obra, y si cabe seguir<br />

—o se han seguido ya, al menos parcialmente— las pautas editoriales<br />

que él mismo manifestó en 1926, mitad en serio, mitad en broma, en<br />

la “Carta a dos amigos” (Genaro Estrada y Enrique Díez-Canedo) a quienes<br />

piensa entonces nombrar albaceas (la irónica realidad haría que sus<br />

amigos fallecieran antes y se le adelantaran en su encuentro con la muerte).<br />

En esa carta, Reyes expresa que es necesario tener en cuenta ciertos<br />

lineamientos editoriales: a) libros “verdaderos que hay que respetar como<br />

están; poemáticos cíclicos”, por ejemplo Visión de Anáhuac, sobre la cual<br />

advierte: “Nadie la toque”; b) obras de agregación casual; c) “verdaderos<br />

libros inéditos”. Luego sugiere: “Muchas otras combinaciones pudieran<br />

intentarse; por ejemplo: agrupar todo lo relativo a México…”; 18 y pone<br />

como ejemplo un título y un proyecto que lo acompañará como tal desde<br />

entonces hasta su muerte: la antología de escritos mexicanos que en 1926<br />

se titulaba: En busca del alma nacional, con un título al gusto de una época<br />

que invocaba a cada paso “el alma” de los diferentes pueblos —desde<br />

el “alma rusa” hasta el “alma portuguesa”—. El proyecto recibiría otros<br />

títulos: el último sería Horizontes mexicanos, como se bautizaría a la selección<br />

que en noviembre de 1959 —según consta en el Diario inédito—<br />

trabaja con el entonces joven editor y escritor Gastón García Cantú. En<br />

busca del alma nacional era el lema de una antología futura y no realizada<br />

en vida por el autor, donde se reunirían sus diversos papeles mexicanos;<br />

es decir, tanto las obras necesarias (Visión de Anáhuac o Ifigenia cruel)<br />

como los papeles de “agregación casual” (por ejemplo —añadiríamos<br />

17 Véase MarioVargas Llosa, “Un hombre de letras”, El País, domingo 20 de febrero de 2005,<br />

pp. 11 y 17.<br />

18 En “Carta a dos amigos”, Obras completas de Alfonso Reyes, tomo IV, pp. 475-482.


30 ADOLfO CASTAñÓN<br />

hoy nosotros— los diversos discursos fúnebres que escribió para ir despidiendo<br />

a sus amigos). El lema En busca del alma nacional no era nuevo.<br />

Reyes lo había expresado ya en la “carta-prólogo” al libro La tierra del<br />

faisán y del venado (1922) del yucateco Antonio Mediz-Bolio (1884-1957).<br />

[…] Un pueblo se salva cuando logra vislumbrar el mensaje que ha traído<br />

al mundo: cuando logra electrizarse hacia un polo, bien sea real o imaginario,<br />

porque de lo real y lo imaginario está tramada la vida. La creación<br />

no es un juego ocioso: todo hecho esconde una secreta elocuencia, y hay<br />

que apretarlo con pasión para que suelte su jugo jeroglífico. ¡En busca del<br />

alma nacional! Esta sería mi constante prédica a la juventud de mi país. Esta<br />

inquietud desinteresada es lo único que puede aprovecharnos y darnos consejos<br />

de conducta política. Yo me niego a aceptar la historia como una mera<br />

superposición de azares mudos. Hay una voz que viene del fondo de nuestros<br />

dolores pasados; hay una invisible ave agorera que canta todavía: tihuic,<br />

tihuic, por encima de nuestro caos de rencores. ¡Quién lograra sorprender la<br />

voz solidaria, el oráculo informulado que viene rodando de siglo en siglo, en<br />

cuyas misteriosas conjugaciones de sonidos y de conceptos todos encontrásemos<br />

el remedio a nuestras disidencias, la respuesta a nuestras preguntas, la<br />

clave de la concordia nacional! 19<br />

(Dejo de lado y entre paréntesis las afinidades entre estas frases de Reyes<br />

escritas en 1922, y algunas de La raza cósmica (1925) de José Vasconcelos.)<br />

Cuatro años después, en 1926, Reyes retoma la expresión como un<br />

lema que acompañaría aquella hipotética analecta que solo realizaría parcialmente<br />

30 años más adelante en el breve libro-manifiesto que abre la<br />

colección “México y lo mexicano”, dirigida por Leopoldo Zea: La X en<br />

la frente (1952), 20 que lleva el título, por cierto, no de un ensayo homónimo<br />

sino de una frase que se encuentra incrustada en el ensayo “La<br />

19 Obras completas de Alfonso Reyes, tomo II, México, fCE, 2ª. reimpr., 1995, pp. 421-422.<br />

20 La serie fue publicada por la Antigua Librería Robredo, animada por Rafael Porrúa Terrazas.<br />

Como dato significativo registro que esta librería para bibliófilos desapareció junto con el<br />

domicilio mismo: la esquina que hacían las calles de Guatemala y Argentina en el Centro. Actualmente,<br />

se descubren ahí las ruinas del Museo del Templo Mayor. Por otra parte, La X en la<br />

frente se titula una antología mexicana de Alfonso Reyes preparada por Stella Mastrangelo para la<br />

Biblioteca del Estudiante Universitario de la UNAM en 1993.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 31<br />

interrogación nacional”, escrito en 1930, astucia editorial que le ha costado<br />

algunos dolores de cabeza a los libreros. Dos años después, en 1932,<br />

Alfonso Reyes se vería forzado a recapitular sus relaciones con la “cuestión<br />

mexicana” en la carta abierta dirigida a Héctor Pérez Martínez “A<br />

vuelta de correo”. Haciéndose eco de unas opiniones de Ermilo Abreu<br />

Gómez, este joven periodista y político había reclamado a Reyes en<br />

un artículo altisonante y vidrioso que no se ocupase suficientemente, ni<br />

en su obra ni en Monterrey. Correo literario de Alfonso Reyes, de México<br />

ni de la literatura mexicana, y que menos se decidiera a tomar partido en<br />

las polémicas guerrillas que entonces, en el sentido militar, divertían a la<br />

república literaria mexicana enfrentando a los escritores del movimiento<br />

conocido como Contemporáneos, contra los autores montados en el discurso<br />

nacionalista y desde luego en sus presupuestos económicos y políticos.<br />

Guillermo Sheridan en México en 1932: La polémica nacionalista ha<br />

reunido más de un centenar de diversas voces para estudiar ese momento<br />

desde un acucioso prólogo que ayuda al lector de hoy a comprender<br />

mejor esa hora lamentablemente perdurable.<br />

En su carta-ensayo “A vuelta de correo”, el hasta entonces pacífico y<br />

salomónico Alfonso Reyes estalla y expone con vigor su punto de vista<br />

sobre esta falsa cuestión que levantaba y aún levanta —bajo diversas<br />

máscaras— polvo y ámpula. El valor crítico del ensayo va más allá de las<br />

circunstancias de aquella fatigada polémica que en realidad venía de<br />

años atrás y en la cual se entrelineaba el supuesto afeminamiento de la literatura<br />

mexicana que ya a Francisco Monterde le había tocado atajar en<br />

1924 para encarecer la condición viril de la literatura mexicana a través<br />

de la obra de Mariano Azuela. El ensayo no solo resulta indispensable<br />

para comprender el proceso por el cual Reyes llega a afirmar un canon<br />

ético y estético de la literatura mexicana y aun hispanoamericana sino<br />

para comprender la economía íntima del quehacer literario de Alfonso<br />

Reyes, quien buscaba alcanzar, por así decir, una forma clásica con sustancia<br />

y experiencia vividas en un país de países tan nuevo y tan viejo<br />

como México.


32 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Desde muy joven, al poeta-polígrafo nacido en Monterrey lo cautivó<br />

el genio magnético de la geografía y el paisaje mexicanos. Uno de sus<br />

primeros ensayos es el que dedica a “Los poemas rústicos de Manuel<br />

José Othón” y que recoge en 1910 en las Conferencias del Ateneo, junto<br />

con los de otros ateneístas como Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos<br />

y Carlos González Peña. El joven Alfonso Reyes admira en Othón<br />

dos actitudes paralelas y complementarias: la adhesión contemplativa a la<br />

naturaleza como fuente de inspiración y devoción íntima y la voluntad<br />

figurativa y escultórica del lenguaje. La descripción del paisaje en Othón<br />

resulta así, a los ojos del joven Reyes, una oportunidad de realización interior<br />

y exterior, ética y estética y aun retórica y religiosa, como si hubiese<br />

leído al poeta chino Wang Wei —bien conocido de Octavio Paz— y<br />

supiera que solo es posible pintar un rayo de luz cuando este se ha creado<br />

previamente en nuestro interior.<br />

Reyes seguirá abundando en esta indagación visionaria de la naturaleza,<br />

acaso influido por las lecturas del romántico Chateaubriand, en el<br />

ambicioso y conciso ensayo “El paisaje en la poesía mexicana del siglo<br />

XIX”. Ahí el poeta-crítico irá contrastando las voces de los poetas y las<br />

tradiciones literarias de que surgen con la experiencia y la intuición, a<br />

la vez geográfica e histórica, de que lo que sucede verdaderamente en la<br />

historia adviene en realidad en la geografía y lo que abre el camino del<br />

autoconocimiento personal, civil y social ha de pasar antes por la exploración<br />

misma de la tierra, los hombres y sus expresiones.<br />

Estos ejemplos permiten tal vez entender por qué a Alfonso Reyes no<br />

le resultaba fácil cumplir aquella cita editorial con la antología mexicana<br />

que venía anunciando desde años atrás —y que alguno de sus amigos,<br />

por ejemplo el Abate González de Mendoza, había pensado hacer con el<br />

título Al servicio de México—. Y es que Reyes, a lo largo de su longevidad<br />

escrita y de sus diversas edades literarias (de 1905 a 1913 en México; de<br />

1914 a 1924 en España; de 1927 a 1938 en Argentina y Brasil; de 1939 a<br />

1959, desde su instalación definitiva en México hasta su muerte), no dejó<br />

nunca de crear un tren de obras en verso y en prosa —poemas, narra-


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 33<br />

ciones, ensayos, viñetas— donde el horizonte de la cultura mexicana se<br />

tiende como una puerta que le permitirá al escritor no solo interrogar<br />

y enriquecer su raigambre nacional y aun continental, sino también y<br />

sobre todo seguir su propio impulso creador y ensayar técnicas, estilos,<br />

modos y aires idóneos para ir expresando el caudal de su vocación multiforme.<br />

México pasó de ser un asunto para transformarse en un método,<br />

en una actitud de la sensibilidad del escritor activo y contemplativo,<br />

fraguada a golpes y a sangre (“¿Qué será de México? —le dice a Pedro<br />

Henríquez Ureña en 1914—. Creo que todos están manchados y que es<br />

irremediable que sigan matándose?”). Una actitud o método que va más<br />

allá de lo accesorio y decorativo y que en cierto modo se le transformaría<br />

—a él, escritor de tiempo y vida completas— en una oración perpetua,<br />

en una plegaria incesante; es decir, en una devoción solo menor a la religiosa<br />

con que asumió la práctica misma de la literatura. Gabriel Zaid,<br />

a quien está dedicado este discurso, ha llamado la atención sobre “Los<br />

poemas religiosos de Alfonso Reyes”, 21 enfatizando la vertiente escéptica<br />

y algo pagana del otro regiomontano ilustre. Años antes, la puertorriqueña<br />

Concha Meléndez 22 en su estudio sobre la poesía de Reyes había señalado<br />

la relación entre el sentido de la soledad y el sentido religioso en sus<br />

poemas. A esas reconstrucciones me permitiría yo añadir o sobreponer<br />

otra: la que buscaría desentrañar en la experiencia literaria de Alfonso<br />

Reyes una devoción o piedad santificadora del lugar y de los genios del<br />

lugar que lo vieron nacer. Acaso no sea casual que, una de las escasas<br />

veces que aflora en la cascada de páginas alfonsinas la palabra Cristo con<br />

una inquietante carga afectiva, sea en el poema que le dedica a su padre<br />

el general Bernardo Reyes. El poema fue escrito casi 20 años después de<br />

su muerte (adviértase, con José Emilio Pacheco, que, a diferencia de la<br />

gran mayoría de los escritores modernos, Reyes no odió sino que adoró a<br />

su padre, sobre todo después de su muerte):<br />

21 Gabriel Zaid, “Ensayos sobre poesía”, Obras 2, México, El Colegio Nacional, pp. 531-540.<br />

22 Concha Meléndez, “Moradas de poesía en Alfonso Reyes”, en Obras completas de Concha<br />

Meléndez, San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueño, 1974, pp. 597-600.


34 ADOLfO CASTAñÓN<br />

† 9 <strong>DE</strong> FEBRERO <strong>DE</strong> 1913 23<br />

¿En qué rincón del tiempo nos aguardas,<br />

desde qué pliegue de la luz nos miras?<br />

¿Adónde estás, varón de siete llagas,<br />

sangre manando en la mitad del día?<br />

Febrero de Caín y de metralla:<br />

humean los cadáveres en pila.<br />

Los estribos y riendas olvidadas<br />

y, Cristo militar, te nos morías…<br />

Desde entonces mi noche tiene voces<br />

huésped mi soledad, gusto mi llanto.<br />

Y si seguí viviendo desde entonces<br />

es porque en mí te llevo, en mí te salvo,<br />

y me hago adelantar como a empellones,<br />

en el afán de poseerte tanto.<br />

[Río de Janeiro, 24 de diciembre de 1932.]<br />

Dos años antes, en 1930, Reyes había escrito la breve Oración del 9 de<br />

febrero que sólo se publicaría póstumamente. Pasada en limpio, en Brasil,<br />

años después de la muerte patética del general, la Oración es, junto con<br />

el poema, una sutil muestra del proceso extremo de mitologización a<br />

que la piedad filial condujo al escritor. La expresión “Cristo militar” es<br />

asombrosa y recuerda un ensayo del propio Reyes escrito en 1919 donde<br />

se habla de “la derrota que hace triunfar: Cristo —no cabe la menor discusión—<br />

fue derrotado militarmente; se entregó sin combatir, que es el<br />

colmo de la derrota”. 24 Pero Bernardo Reyes, no se entregó sin combatir,<br />

sino que buscó la muerte con las armas en la mano, y su comparación<br />

con Cristo suena por lo menos exagerada.<br />

23 Obras completas de Alfonso Reyes. Constancia poética, vol. X, México, fCE, Letras Mexicanas,<br />

1959, 3ª. reimpr., 1996, pp. 146-147<br />

24 Obras completas de Alfonso Reyes, tomo IV, “II. Ensanche de Fronteras”, México, fCE, 1956,<br />

2ª. reimpr., 1995, p. 54.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 35<br />

El poema arrastra como sombra la Oración del 9 de febrero (1930). Esta<br />

“oración” —el título es significativo— la editó en 1969, diez años después<br />

de su defunción y a instancias de doña Manuela Mota, su viuda,<br />

Gastón García Cantú. Ahí Alfonso Reyes explaya las fuentes y rituales<br />

de esa “religión personal”, si se me permite la expresión —algo más parecida<br />

a la de los romanos que a la de los griegos— que partiendo de un<br />

oficio de piedad hacia los antepasados, la parentalia de Ausonio, seguía<br />

las voces de los genios del lugar habitado por los seres queridos y, en<br />

fin, impregnaba la visión del país-paisaje de un inaplazable sentido ético,<br />

crítico y estético. Esa liga pegajosa —la voz es de E. M. Cioran— con<br />

el país no sólo ayuda a entender altos poemas como Visión de Anáhuac,<br />

Ifigenia cruel o Yerbas del Tarahumara, hondos ensayos como A vuelta<br />

de correo o el Discurso por Virgilio, narraciones como “Silueta del indio<br />

Jesús” o “El testimonio de Juan Peña”, sino declaraciones como aquella<br />

que le hace a su amigo y maestro Pedro Henríquez Ureña: “tiemblo cada<br />

vez que recibo una nueva carta de México” o hasta confidencias marginales<br />

como aquella que hace muchos años después en Matrícula 89, 25 a<br />

propósito de ese sarape que como el amor por México le acompañaría<br />

toda su vida y que es, por cierto, muestra de esa maestría prosística que<br />

Borges y Bioy le admiraban:<br />

[…] El poncho que todavía tiendo de sobrecama vino a casa cuando yo<br />

nací, y ha sido objeto mío desde entonces. Acompaña mis fortunas y viajes.<br />

Tan raído se va quedando. Tan calvo está como yo mismo —y de igual humor—.<br />

Suele servirme contra el frío de las excursiones en auto. Me hace de<br />

cama rústica o de mantel improvisado en el campo. Tiene un color de tigre,<br />

dorado y enrojecido a fuego. Le veo como parte de mi epidermis, cónyuge<br />

de mis costumbres. Ni lo quiero ni lo aborrezco: no lo siento ya. Se prepara<br />

a morir conmigo, y así acelera solícitamente su ruina; porque los hombres<br />

nos quemamos más de prisa que nuestras mantas. En él he escondido intentos<br />

y pecados. Por él se dijo: “Debajo de mi manto, al Rey mato”. Él es mi<br />

capa de que hago, cuando quiero, un sayo. Él es mi capa que todo lo tapa.<br />

25 Obras completas de Alfonso Reyes, tomo VIII, México, fCE, 2ª. reimpr., 1996, pp. 351-352.


36 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Él es todo lo que dicen de él los refranes. Y hasta se llama “Poncho”, como<br />

yo mismo en el diminutivo de mi tierra natal.<br />

¿Por qué Alfonso Reyes que tanto se editó y reeditó no hizo la prometida<br />

antología mexicana? La respuesta que traigo es que dicha tarea lo<br />

hubiese obligado de algún modo a una reformulación del propio orden<br />

editorial; no se le ocultaba que la escritura de “una historia de la idea<br />

nacional”, la sistemática indagación en el alma mexicana, que diría José<br />

Luis Martínez, pasaba por una revisión y una historia crítica de sus propias<br />

ideas en torno a México, a la literatura, al deber civil en el cruce con<br />

la deuda vocacional; en fin, pasaba por una autobiografía intelectual que<br />

ciertamente inició con la Historia documental de mis libros (1957) título y<br />

proyecto, por cierto, inspirado en un libro de su querido Alphonse Daudet.<br />

La idea nacional de Alfonso Reyes expresada en los numerosos textos<br />

que dedicó a la historia y la literatura nacionales (alrededor de medio<br />

millar, para decir poco, sin contar los libros de memorias y los ensayos<br />

de índole teórica) practican y van en busca de una idea: la concordia.<br />

Es una idea que lo acompaña desde por lo menos 1922 hasta el final de<br />

sus días. La conciencia individual del dolor personal y social lo lleva de la<br />

mano a la postulación de la reconciliación y la concordia como un ideal<br />

social, cultural y literario. De hecho, Reyes va más allá: se trata de un<br />

ideal que trasciende la ensimismada crucifixión mexicana para abrirse<br />

paso hacia el más amplio y ecuménico horizonte iberoamericano. Se<br />

trata, además, de un ideal risueño pues —como escribió Reyes en “La<br />

sonrisa”, 26 un texto citado por Jaime Torres Bodet en su oración fúnebre<br />

en honor del “hijo menor de la palabra”— cuando “el hombre sonríe:<br />

brota la conciencia. Pues entonces funda la civilización y empieza con<br />

ella la historia”.<br />

Desde que llega a instalarse a México definitivamente en 1939 hasta<br />

su muerte en 1959, Reyes se sabe de regreso de una larga odisea criolla<br />

242.<br />

26 En Obras completas de Alfonso Reyes, tomo III, México, fCE, 1956, 2ª. reimpr., 1995, pp. 237-


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 37<br />

y sufre en carne propia lo que se siente ser “peregrino en su patria”, extranjero<br />

en su propio país, un descastado al que nadie conocía realmente<br />

por su obra y al que se le ha cumplido el sueño de regresar a donde-yano.<br />

Octavio Paz evocando al autor de El gesticulador, Rodolfo Usigli y<br />

su autoexilio voluntario en México, recuerda que “el mismo Reyes en<br />

apariencia tan festejado, decía con frecuencia a todos los que queríamos<br />

oírlo que vivía exiliado en su propia tierra”. 27 Era natural que desde ese<br />

mirador no solo se dedicase a trabajar como hebreo en Egipto editando y<br />

reeditando sus propios libros (inéditos o perdidos y dispersos con diversos<br />

sellos de distintos países) hasta lograr que en 1955 el Fondo de Cultura<br />

Económica le cumpliera —“espontáneamente” y sin que él lo pida al director,<br />

don Arnaldo Orfila Reynal, según deja constancia en el Diario— 28<br />

el sueño de editar sus obras completas. Después de todo, se lo había ganado<br />

a pulso, pues como unos años antes, en 1949, le escribió a Jesús Silva<br />

Herzog, editor de Cuadernos Americanos: “Le doy 1000.00 pesos a quien<br />

me demuestre que ha habido otro autor mexicano que muestre mayor<br />

actividad en todos los siglos de la imprenta en México”. 29<br />

La palabra concordia, que Reyes traía desde siempre a flor de sonrisa<br />

y que trajo, por así decir, debajo de la lengua toda la vida, y que es el<br />

hilo conductor, la sonrisa que hilvana sus páginas mexicanas y helénicas,<br />

cervantinas y gongorinas, brasileñas y críticas, vuelve a sus labios al despedir<br />

al poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, exministro de Relaciones<br />

Exteriores de Rómulo Gallegos, que muere en esta ciudad en 1955.<br />

(México, desde antes de José Martí, siempre ha sabido brindar abrigo<br />

a las diásporas hispanas —americanas o peninsulares—.) Al poeta de<br />

Cumaná, amigo de Federico García Lorca y coterráneo de José Antonio<br />

Ramos Sucre, le toca recibir de Alfonso Reyes este noble elogio póstumo<br />

que sienta sus reales en una poderosa inteligencia de las circunstancias<br />

profundas de la cultura mexicana y, más allá, iberoamericana:<br />

27 Paz, Octavio, Obras completas, “Miscelánea II”, México, fCE, 2ª. ed., 2001, p. 126.<br />

28 1955.<br />

29 Correspondencia Alfonso Reyes / Jesús Silva Herzog, 1939-1959, comp., introd. y notas Alberto<br />

Enríquez Perea, México, El Colegio de México / Colegio de San Luis Potosí, 2001, p. 58.


38 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Cada civilización crea su tipo, su ideal humano: el “héroe” aqueo; el “magnánimo”<br />

ateniense, el Vir bonus romano; el “paladín” medieval; el “hidalgo”<br />

y el “caballero” españoles; en Inglaterra el gentleman; en Francia el honnêtehomme;<br />

en Prusia, el Junker; el “hombre sport” (sentido moral) en Estados<br />

Unidos; y yo creo que, en Hispanoamérica, a pesar de todos los pesares, “el<br />

hombre cordial”. No aquel cuya voluntad “se ha muerto en noche de luna”,<br />

sino aquel cuya alma se desborda como fuente henchida a la más leve solicitación,<br />

al menor pretexto. 30<br />

Si París bien vale una misa —como dizque concedió Enrique IV, el<br />

príncipe amigo de Michel de Montaigne para concluir las guerras de religión<br />

en el siglo XvI—, señoras y señores, Alfonso Reyes —el mejor escritor<br />

mexicano en prosa y en verso de la primera mitad del siglo XX—, el<br />

autor que acuñó esta idea cordial de cultura, el poeta-crítico que sentó las<br />

bases de un canon moderno de la prosa y del verso para las letras mexicanas<br />

e hispanoamericanas, el autor infatigable que supo hacer de la escritura,<br />

al pie de la letra, una oración incesante, una filocalía estética y crítica,<br />

el poeta que supo transmutar sus dolores individuales en una religión a la<br />

vez personal y nacional, a la par nacional y regional, el hombre que tendió<br />

a través de las redes de su correspondencia innumerable un vasto sistema<br />

de vasos comunicantes, creando así una suerte de hidrografía subterránea<br />

del orden cultural iberoamericano, salvando las diferencias entre una cultura<br />

nacional y otra; el soterrado creador de una auténtica misión diplomática,<br />

elevadamente política y no imperial, el teórico de la literatura que<br />

deslindó y quiso poner al día y a la hora el reloj de la crítica en México e<br />

Iberoamérica, el poeta proteico en verso y en prosa, el traductor innumerable,<br />

el Reyes casual que siempre anda jugando a la gran prosa, bien vale<br />

una relectura a fondo, vale las reediciones y las reimpresiones, vale las<br />

copiosas antologías, vale y hace valer el instrumental editor que las tecnologías<br />

ponen a nuestra disposición y vale acaso una cuidadosísima relectura<br />

de lo ya transcrito y publicado. Vale la recomposición editorial de sus<br />

textos de teoría literaria, los trabajos nuevos sobre su poesía, su ficción,<br />

30 Obras completas de Alfonso Reyes, tomo XXII, México, fCE, 1989, p. 554.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 39<br />

su vida y su teatro. Vale la publicación próxima del Diario inédito; vale la<br />

edición organizada de las todavía muchas correspondencias faltantes; vale<br />

eventualmente la reedición en orden cronológico de los epistolarios ya<br />

editados y por editar; 31 vale, en fin, una Visión de México, un antología de<br />

sus escritos mexicanos como la que él mismo soñó a lo largo de su vida 32<br />

y que ha sido como el hilo de Ariadna que en cierto modo ha guiado mis<br />

pasos por los laberintos de la historia de México y de la obra de Alfonso<br />

Reyes hasta permitirme llegar a esta ilustre casa de la lengua y de las palabras<br />

que en adelante será mi asiento. Gracias por concedérmelo.<br />

II<br />

Señoras y señores,<br />

Con alegría y reverencia ingreso a esta noble corporación, fundada en<br />

México en 1870 (a instancias de la Real Academia Española, que fue a su<br />

vez fundada en 1714) por un puñado de mexicanos ilustres, entre los que<br />

31 Tal y como ha sido sugerido por Javier Garciadiego en “Hacia las ‘cartas completas’ de Alfonso<br />

Reyes”, La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, julio de 2003, pp. 17-20.<br />

32 Pero, si se hiciera ahora, ¿qué habría de contener dicha antología mexicana? Incluiría en primer<br />

lugar las memorias, papeles y viñetas autobiográficas diversas sin excluir la Historia documental de<br />

mis libros ni las diversas comunicaciones y mensajes clínicos. Debería integrar el Diario inédito en su<br />

totalidad y una copiosa selección de la correspondencia. Una pieza fundamental de este espacio es la<br />

breve Oración del 9 de febrero y los textos afines de donde se puede desprender el proceso que llevó a<br />

Alfonso Reyes a la configuración de una religión personal. En segundo orden se habrían de incluir<br />

todos los cuentos, poemas y ensayos breves con asunto y —ahí empiezan las dificultades— entonación<br />

“mexicana” (“La mano del comandante Aranda”, “Silueta del indio Jesús”, “Glosas de mi tierra”,<br />

“Cara y cruz del cacto”). En un tercer orden cabría desplegar esa historia de México que Reyes fue<br />

escribiendo a trechos y saltos a lo largo de su vida fértil: Visión de Anáhuac, Letras de Nueva España y<br />

los numerosísimos ensayos, perfiles y semblanzas que escribió sobre momentos y protagonistas en la<br />

historia y las letras de México; habría que acomodar en un apartado todos aquellos textos y discursos<br />

que escribió directa o indirectamente para situar en los calendarios actuales las pegajosas y no siempre<br />

útiles cuestiones nacionales (ahí irían “A vuelta de correo”, “Discurso por Virgilio”, “Marsyas o<br />

el folklore”). Este conjunto monumental de textos —más de 3 000 páginas— debería por supuesto<br />

organizarse y para su mejor inteligencia crítica según progresiones diversas. En parte, salvo el Diario,<br />

esta antología mexicana es la que habría de editar la unesco bajo el título Visión de México en un<br />

futuro próximo, bajo la coordinación editorial del autor de este discurso.


40 ADOLfO CASTAñÓN<br />

se encontraba el entonces presidente de la República, Sebastián Lerdo de<br />

Tejada, don Joaquín García Icazbalceta y don Alejandro Arango y Escandón,<br />

primer propietario de la silla número II que tendré el honor de<br />

ocupar y que resulta en esta genealogía como mi chozno, primer abuelo.<br />

Agradezco a Mauricio Beuchot, Eulalio Ferrer y José Luis Martínez el<br />

haber apoyado mi candidatura para ocupar esta ilustre silla para la cual<br />

el pleno, dirigido por el doctor José G. Moreno de Alba, me eligió desde<br />

noviembre de 2003, según me hizo saber don Salvador Díaz Cíntora,<br />

nuestro recién fallecido secretario.<br />

En esta casa se alojó la Academia Mexicana de la Lengua desde el 15<br />

de febrero de 1975 33 hasta que el 19 de noviembre de 2002 mudó su domicilio<br />

a la flamante residencia situada en la calle de Liverpool, gracias<br />

a la generosidad de don Alejandro Burillo Azcárraga, presidente de la<br />

Fundación Amigos Pro-Academia. Hoy este edificio alberga la Casa del<br />

Lector dependiente de la Editorial Jus (sello tradicional de las Memorias<br />

de esta corporación), a la cual agradezco cumplidamente la posibilidad de<br />

realizar aquí esta sesión solemne.<br />

Vengo a recoger la antorcha y a cuidar el rescoldo que arde en la silla<br />

número II, en la que me han precedido personas tan insignes como don<br />

Francisco Monterde —director durante años de nuestra Academia— y<br />

don Héctor Azar. Tuve la fortuna de conocer y estrechar la mano de los<br />

dos propietarios antecedentes de esta silla, que agradeceré durante mucho<br />

tiempo a ustedes, señoras y señores académicos, haberme asignado.<br />

Por invitación de los poetas David Huerta y Jaime García Terrés, a<br />

principios de 1975 entré a trabajar a la editorial mexicana Fondo de Cultura<br />

Económica; ahí conocí al autor de Moctezuma, el de la silla de oro.<br />

El ilustre Francisco Monterde y García Icazbalceta —que dirigió esta<br />

corporación de 1960 a 1972— era, en el orden aparente, una silueta frá-<br />

33 “El 7 de agosto de 1956 la Academia adquirió en propiedad la casa número 66 de la calle de<br />

Donceles, para establecer en ella su domicilio oficial, y lo inauguró el 15 de febrero de 1957, con<br />

la asistencia de don José Ángel Ceniceros, secretario de Educación Pública, en representación<br />

del señor presidente de la República, don Adolfo Ruiz Cortines” (en Academia Mexicana de la<br />

Lengua, Anuario 2002, México, p. 11).


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 41<br />

gil, de vivaces ojos traviesos. Don Francisco —o don “Panchito”, como<br />

lo llamaban con respeto cariñoso los empleados y secretarias— llegaba<br />

a las 10:00 de la mañana a un escritorio de hierro gris cubierto por un<br />

grueso vidrio. Corregía a lápiz manuscritos de autores o traductores no<br />

tan primerizos. Usaba una corbata impecable y casi idéntica que iba combinando<br />

con un traje gris —siempre otro y siempre el mismo— y unos<br />

lentes azorinescos con aro de oro para el cristal translúcido. Detrás de<br />

su apariencia de duende y de su aire deportivo —joven de 81 años— se<br />

guardaba una de las plumas más finas y memoriosas y uno de los lápices<br />

más afilados y laboriosos de las letras mexicanas contemporáneas. Discreto<br />

fundador de instituciones, creó revistas como Antena (1924), dio<br />

clase amistosa desde la cátedra, la biblioteca, las revistas, los suplementos<br />

literarios y, a través de sus numerosos prólogos, estudios históricos, bibliografías<br />

comentadas, libros de poemas, estampas y cuentos, Monterde,<br />

creador furtivo de un canon de las letras mexicanas, fue hilvanando<br />

el hilo de la tradición en la trama de la nueva ciudad literaria de la que<br />

fue como un guionista o un apuntador discreto que va siguiendo desde la<br />

sombra la evolución de agonistas, coros y comparsas. De niño tomó clases<br />

de dibujo con José María Velasco, y quizá de ahí le quedó el buen ojo<br />

para las cuestiones tipográficas. Su gran pasión fue el teatro, la imaginación<br />

escénica y su historia. Y a través de la aguja argentina del escenario<br />

presente y pasado fue realzando la dignidad del oficio de leer, escribir y<br />

editar con pulcritud, honradez y conocimiento. Me emociona pensar que<br />

sus finas manos dibujantes pudieron estrechar las del espectacular pintor<br />

paisajista, y que todavía yo a mis 23 años pude tomar entre las mías esa<br />

mano limpia que también había estrechado las de Luis G. Urbina, Amado<br />

Nervo, José Juan Tablada, Alfonso Reyes y Héctor Azar. Me emociona<br />

recordar que esgrimió la pluma con inteligencia incisiva a la hora de<br />

participar en la célebre polémica sobre el afeminamiento de la narrativa<br />

en México y afirmar el valor literario de Mariano Azuela. ¿Y quién no<br />

recuerda que Monterde fue uno de los pioneros en el jardín bonsái de<br />

las letras mexicanas con los haikús de su Itinerario-lírico contemplativo


42 ADOLfO CASTAñÓN<br />

publicados en 1923 con prólogo de José Juan Tablada? ¿Y quién no sabe<br />

que fue durante muchos más brazo secular y colaborador benemérito<br />

de la Biblioteca del Estudiante Universitario y activo conferencista en<br />

el Seminario de Cultura Mexicana, bibliotecario emérito, director de la<br />

Imprenta Universitaria y subdirector de la Biblioteca Nacional, o que es<br />

el autor de una delicada obra sobre Gutierre de Cetina y otra sobre Manuel<br />

Gutiérrez Nájera íntimo? Además, fue uno de los animadores más<br />

templados de aquella estribación de la narrativa mexicana, la legendaria y<br />

fabulosa neovirreinal (algo inspirada en los abismos minuciosos del Gaspard<br />

de la nuit de Aloysius Bertrand), que dio como resultado obras de<br />

tradicional arrastre tan distintas y tan ricas como Visionario de la Nueva<br />

España de Genaro Estrada (1921) o El canillitas (1941) de don Artemio<br />

del Valle-Arizpe. Pero esta literatura retrospectiva no podría haberse escrito<br />

sin un agudo sentido del presente del pasado y del presente por<br />

venir: de ahí que Monterde haya sido capaz de descifrar la clave en que<br />

estaba escrita una de las cartas cifradas de Hernán Cortés, como ha recordado<br />

atinadamente don José Luis Martínez en Homenaje a la hazaña<br />

de don Francisco Monterde; de ahí que haya sabido escribir ese delicado<br />

y humanísimo Temor de Hernán Cortés; de ahí que haya compuesto en<br />

1945 Moctezuma, el de la silla de oro —una de sus más perfectas narraciones—<br />

como un “poema cinematográfico”, con el cual no se atreve<br />

todavía ningún director o guionista de cine mexicano, aunque un poeta,<br />

el de la voz, en Recuerdos de Coyoacán (1998), haya tomado de ese libro la<br />

acuciante imagen del cadáver insepulto de Moctezuma a la deriva por los<br />

canales que hoy cruzamos como calles.<br />

El poema mencionado, Recuerdos de Coyoacán, 34 fue escrito en el invierno<br />

de 1997-1998, unos meses antes de que Octavio Paz falleciera y<br />

está dedicado a este poeta mexicano (que ganó en 1990 el primero y hasta<br />

ahora único Premio Nobel Literatura para México) del cual fui colaborador<br />

y seguidor desde 1976, ya en mi calidad de corrector de la revista<br />

34 Adolfo Castañón, Recuerdos de Coyoacán, México, Ditoria, 1997; Madrid, Los Libros de la<br />

Galera Sol, 1999; México, Editorial Verdehalago, 2000).


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 43<br />

Plural, ya como corrector, editor o coordinador editorial de los diversos<br />

libros que el Fondo le publicó a partir de 1975 hasta su muerte: Pasado en<br />

claro (1975), Xavier Villaurrutia en persona y en obra (1978), y en particular<br />

el proyecto de los tres tomos de México en la obra de Octavio Paz (1987),<br />

germinado a partir de una idea de Luis Mario Schneider.<br />

(Yo no sabría entrar a este recinto sin saludar y agradecer las enseñanzas<br />

humanas, técnicas y críticas que recibí en el Fondo de Cultura Económica<br />

a lo largo de los años. Ellas me han ayudado a despertar hasta<br />

donde he podido, y a saber y creer que no hay nada más serio y exigente<br />

que la alimentación de la propia alegría intelectual.)<br />

Al morir Octavio Paz, las palabras me empujaron a escribir otro poema:<br />

Tránsito de Octavio Paz (1998), 35 dedicado a su viuda Marie-José Paz.<br />

Si Recuerdos de Coyoacán fue escrito como una suerte de exorcismo donde<br />

el cantor se ponía en el lugar del poema y dejaba que batallaran libremente<br />

en la arena de la página las sombras de Alfonso Reyes y de<br />

Octavio Paz, Tránsito intentó decir la experiencia de la muerte del poeta<br />

desde la voz de otro poeta, y así el poema se dio como una relectura<br />

mexicana de la elegía fúnebre que W. H. Auden dedicó a la muerte de<br />

W. B. Yeats, donde resuenan los ecos de otras, como la que P. B. Shelley<br />

puso sobre la tumba de John Keats o la que Alfonso Reyes dedicó a<br />

despedir a Manuel José Othón. Cuando concluí el poema yo no sabía a<br />

qué editor presentárselo. Una corazonada me llevó a llamar por teléfono<br />

a Héctor Azar, a la sazón secretario de cultura del gobierno de Puebla.<br />

Azar no dudó un instante, aunque se encontraba en los últimos meses<br />

de su gestión. Gracias a su celo tenaz el libro se publicó pronto y bien.<br />

Aunque conocía a Héctor Azar como un nombre significativo de las letras<br />

mexicanas y en particular del teatro en México, y el Fondo de Cultura<br />

Económica acababa de editar sus Obras: dramaturgia y teoría escénica<br />

35 Adolfo Castañón, Tránsito de Octavio Paz, México, Gobierno del Estado de Puebla, 1998;<br />

Tránsito de Octavio Paz seguido de Recuerdos de Coyoacán, pról. Soledad Loaeza Álvarez, Santo<br />

Domingo (República Dominicana), 1999; Tránsito / The Passing of Octavio Paz, Toronto, Mosaic<br />

Press, 2000.


44 ADOLfO CASTAñÓN<br />

en dos buenos tomos, 36 decidí releerlo como un tácito signo de gratitud<br />

hacia mi editor. Yo sabía, de oídas, por ejemplo, que había sido un extraordinario<br />

animador y director teatral, que allá por 1954 —dos años<br />

después de que yo naciera y cuando él solo tenía 24— había fundado y<br />

dirigido “por nueve años el grupo Piloto de Teatro Estudiantil Universitario,<br />

Teatro en Coapa”. De él saldrían “figuras señeras” como Rosa<br />

Furman, Martha Zavaleta, Miguel Sabido, Juan Ibáñez. En Coapa contó<br />

—como refiere Manuel Alcalá— con la colaboración de María del Carmen<br />

Farías. 37 Esa misma, por cierto, que luego animaría como editora en<br />

el Fondo la exitosa colección La ciencia desde México. Conocía todos esos<br />

antecedentes de Héctor Azar pero no me había adentrado como lector<br />

en sus prodigiosas recreaciones del teatro clásico español, inspiradas en<br />

El Arcipreste de Hita y en la novela picaresca, en El Periquillo Sarmiento<br />

de J. J. Fernández de Lizardi o en La pícara Justina de Francisco López<br />

de Ubeda, piezas todas en las que Azar recrea e imita esas obras clásicas<br />

con gracia y mágico poder de metamorfosis. Esos ejercicios de alta<br />

parodia recuerdan al oído fino los maravillosos divertimentos que Enrique<br />

Díez-Canedo y Alfonso Reyes practicaron en sus Burlas literarias. 38<br />

Tampoco me había aventurado por la selva crítica y jubilosa de Inmaculada,<br />

La Appasionata, o Juegos de Azar, donde Valle-Inclán y Buñuel,<br />

Usigli, Novo y aun Fuentes y Garibay respiran a través de personajes que<br />

dan cuerpo y voz a la comedia mexicana. En estas obras tanto como en<br />

el ambicioso tríptico Diálogos de la clase medium, Azar supo dar nuevo<br />

y divertido aliento al teatro transformando el espacio escénico en un<br />

lugar de encuentro necesario de la sociedad consigo misma. Como un<br />

buen paisajista, Héctor Azar fue recreando con su periscopio satírico y<br />

con las lentes de aumento de sus prodigiosos retablos y farsas, las claves<br />

36 Héctor Azar, Obras: dramaturgia y teoría escénica, 2 tomos, comp. y pról. Pedro Ángel Palou,<br />

México, fCE, 1998, 538 y 455 pp., respectivamente.<br />

37 Manuel Alcalá, “Bienvenida a Héctor Azar”, Memorias de la Academia Mexicana, tomo<br />

XXV, p. 211.<br />

38 Obras completas de Alfonso Reyes, tomo XXIII: Ficciones, México, fCE, 1ª. reimpr., 1994, pp.<br />

249-267.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 45<br />

ocultas del ethos nacional y así sobrellevó con maestría incisiva la siempre<br />

necesaria “indagación del alma mexicana”, para citar nuevamente a José<br />

Luis Martínez. La lealtad de Héctor Azar al teatro y al hecho teatral —se<br />

refleja fielmente en esas caudalosas hojas de vida donde las páginas del<br />

escritor de dramas se alternan con las de editor y funcionario ejemplar;<br />

Azar sabía muy bien que la única manera de hacer vivir en los países<br />

de Hispanoamérica a las empresas culturales es empeñándose en ellas,<br />

poniendo el cuerpo letrado y la cara escrita y leída, afirmando las empresas<br />

e instituciones ya existentes y sembrando otras, trabajando siempre<br />

por la cultura dentro y fuera de las murallas del Estado, arriba, abajo y<br />

alrededor de esos muros invisibles, con dignidad e independencia, con<br />

la sonrisa en la boca pues el desierto de la ignorancia y de la apatía, del<br />

nihilismo y el descuido de la propia herencia crece con cada distracción,<br />

con cada desánimo. De ahí que se haya decidido a fundar una institución<br />

como el CADAC (Centro de Arte Dramático, A. C.).<br />

La última tirada de dados que compartí con Héctor Azar, editor atinado<br />

de La Cabra (1971-1982), la pionera revista dedicada al teatro universitario<br />

y sus asuntos, no pudo ser más afortunada. Andábamos en la<br />

editorial, entonces dirigida por el licenciado Miguel de la Madrid —exmandatario<br />

de la República que un día cambió la planeación económica<br />

por la editorial—, buscando mancuernas de autores actuales —uno vivo<br />

y otro difunto— para una colección de literatura en voz alta grabando<br />

un autor actual que le prestara su voz a otro clásico. Jugábamos con los<br />

nombres de Pablo Neruda, Manuel José Othón, Rubén Darío, Amado<br />

Nervo o Manuel Gutiérrez Nájera, y les íbamos buscando engranes de<br />

tono, timbre o personalidad con las voces de algunos clásicos contemporáneos<br />

como Alí Chumacero, Eduardo Lizalde, Juan Gelman o Jaime<br />

Sabines. Se me ocurrió que podía darse una buena aleación entre los<br />

poemas y cuentos de Manuel Gutiérrez Nájera y la voz versátil de Héctor<br />

Azar, tan bien entrenada para salvar las dificultades de pronunciación<br />

y de variación rítmica. Así que le hablé para proponerle la ocurrencia.<br />

Quién sabe qué carambola estocástica desaté en la mente apasionada de


46 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Héctor Azar pues apenas si terminaba yo de hacerle la propuesta cuando,<br />

en vez de oír una réplica directa, me recetó a flor de labio los 106<br />

versos cristalinos de “La duquesa Job”, en que se reparten las sextetas<br />

ondulantes del poema:<br />

[A Manuel Puga y Acal]<br />

En dulce charla de sobremesa,<br />

mientras devoro fresa tras fresa<br />

y abajo ronca tu perro Bob,<br />

te haré el retrato de la duquesa<br />

que adora a veces el Duque Job.<br />

No es la Condesa de Villasana<br />

Caricatura, ni la poblana<br />

de enagua roja, que Prieto amó;<br />

no es la criadita de pies nudosos,<br />

ni la que sueña con los gomosos<br />

y con los gallos de Micoló.<br />

Mi duquesita, la que me adora,<br />

no tiene humos de gran señora:<br />

es la griseta de Paul de Kock<br />

No baila Boston, y desconoce<br />

de las carreras el alto goce<br />

y los placeres del five o’clock.<br />

Pero ni el sueño de algún poeta,<br />

ni los querubes que vio Jacob,<br />

fueron tan bellos cual la coqueta<br />

de ojitos verdes, rubia griseta<br />

que adora a veces el Duque Job.<br />

Si pisa alfombras, no es en su casa,<br />

si por Plateros alegre pasa<br />

y la saluda Madame Marnat,


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 47<br />

no es sin disputa, porque la vista;<br />

sí porque a casa de otra modista<br />

desde temprano rápida va.<br />

No tiene alhajas mi duquesita<br />

pero es tan guapa y es tan bonita,<br />

y tiene un cuerpo tan v’ lan, tan pschutt;<br />

de tal manera trasciende a Francia<br />

que no la igualan en elegancia<br />

ni las clientes de Hélène Kossuth.<br />

Desde las puertas de la Sorpresa<br />

hasta la esquina del Jockey Club,<br />

no hay española, yankee o francesa,<br />

ni más bonita ni más traviesa<br />

que la duquesa del Duque Job.<br />

¡Cómo resuena su taconeo<br />

en las baldosas! ¡Con qué meneo<br />

luce su talle de tentación!<br />

¿Con qué airecito de aristocracia<br />

mira a los hombres, y con qué gracia<br />

frunce los labios —¡Mimí Pinson!<br />

Si alguien la alcanza, si la requiebra<br />

ella, ligera como una cebra,<br />

sigue camino del almacén;<br />

pero ¡ay del tuno si alarga el brazo!<br />

¡nadie le salva del sombrillazo<br />

que le descarga sobre la sien!<br />

¡No hay en el mundo mujer más linda!<br />

Pie de andaluza, boca de guinda,<br />

Esprit rociado de Veuve Clicquot;<br />

talle de avispa, cutis de ala,<br />

ojos traviesos de colegiala<br />

como los ojos de Louise Théo!


48 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Ágil, nerviosa, blanca, delgada,<br />

media de seda bien restirada,<br />

gola de encaje, corsé de ¡crac!<br />

Nariz pequeña, garbosa, cuca,<br />

y palpitantes sobre la nuca<br />

rizos tan rubios como el coñac.<br />

Sus ojos verdes bailan el tango!<br />

Nada hay más bello que el arremango<br />

provocativo de su nariz!<br />

Por ser tan joven y tan bonita,<br />

Cual mi sedosa blanca gatita,<br />

diera sus pajes la emperatriz.<br />

¡Ah!, ¡tú no has visto cuando se peina,<br />

sobre sus hombros de rosa reina<br />

caer los rizos en profusión!<br />

Tú no has oído qué alegre canta,<br />

mientras sus brazos y su garganta<br />

de fresca espuma cubre el jabón!<br />

¡Y los domingos!... ¡Con qué alegría<br />

oye en su lecho bullir el día<br />

y hasta las nueve quieta se está!<br />

¡Cuál se acurruca la perezosa,<br />

bajo su colcha color de rosa,<br />

mientras a misa la criada va!<br />

La breve cofia de blanco encaje<br />

cubre sus rizos, el limpio traje<br />

aguarda encima del canapé;<br />

altas, lustrosas y pequeñitas,<br />

sus puntas muestran las dos botitas,<br />

abandonadas del catre al pie.<br />

Después, ligera del lecho brinca.<br />

¡Oh, quién la viera cuando se hinca<br />

blanca y esbelta sobre el colchón!


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 49<br />

¿Qué valen junto de tanta gracia<br />

las niñas ricas, la aristocracia,<br />

ni mis amigos de cotillón?<br />

Toco; se viste; me abre; almorzamos;<br />

con apetito los dos tomamos<br />

un par de huevos y un buen beefsteak,<br />

me da botella de rico vino,<br />

y en coche juntos, vamos camino<br />

del pintoresco Chapultepec.<br />

Desde las puertas de la Sorpresa<br />

hasta la esquina de Jockey Club<br />

no hay española, yankee o francesa,<br />

ni más bonita ni más traviesa<br />

que la duquesa del Duque Job. 39<br />

(1884) 40<br />

No me lo esperaba. Nunca nadie me había recitado por teléfono y de<br />

memoria corrida una composición tan extensa. Me costó algún trabajo<br />

deshacerme el nudo en la garganta para expresarle al maestro —ya<br />

no había otra palabra— mi rendida admiración. El desenfado y casual<br />

virtuosismo con el cual me había servido su recreación —de la “poesía<br />

suelta y juguetona”, dixit José Luis Martínez— de Manuel Gutiérrez Nájera,<br />

su memoriosa facultad para apoderarse en un instante del “mundo<br />

cotidiano, frívolo y afrancesado” del poeta que se va soltando el pelo<br />

a la par que su alegre y risueño personaje no solo me dejaron mudo de<br />

admiración sino que desencadenaron en mí una gratitud y una euforia<br />

no exentas de melancolía; una oleada feliz de escalofrío angélico me invadió:<br />

yo no había oído a Héctor Azar declamando como una máquina<br />

al prosista y poeta mexicano, al primer lector de Gérard de Nerval en<br />

39 Manuel Gutiérrez Nájera, El duque Job. En la voz de Héctor Azar, México, fCE, 1999; 1ª. re-<br />

impr., 2002. Cinta y disco compacto.<br />

40 Manuel Gutiérrez Nájera, Obras, est. y antología general José Luis Martínez, México, fCE,<br />

2003, pp. 116-119. (Letras Mexicanas.)


50 ADOLfO CASTAñÓN<br />

México, al que preludió el modernismo de Rubén Darío, Julián del Casal<br />

y José Asunción Silva, al poeta que murió leyendo los marmóreos<br />

Trophées de J. M. Heredia. Gracias a Héctor Azar, mi fantasía me hizo<br />

pensar por un momento que me había rozado el aliento mismo del Duque<br />

Job. ¿Cómo ser digno de tal experiencia? Algunos meses después,<br />

cuando la grabación estuvo lista y el libro grabado se dio de alta (curiosa<br />

expresión nacional que hermana a los hospitales con las editoriales),<br />

pude llamar por teléfono a Héctor Azar, no sin antes haber escuchado<br />

el disco y conmoverme de nuevo con la forma felina en que saltaba instintivamente<br />

de la imitación a la metamorfosis. Unos días después, dejó<br />

el teatro del mundo. Me consolé en secreto pensando que yo no solo<br />

había coronado su fantasía de trovador errante sino que, como editores,<br />

nos había sido dado salvar de la olvidadiza oscuridad, en su aliento, un<br />

eslabón de la lírica trenza. Me consuelo imaginando a Héctor Azar recitándose<br />

en silencio los versos de Manuel Gutiérrez Nájera, o bien los del<br />

Arcipreste de Hita o los de Lope de Vega o los de sor Juana como quien<br />

eleva una plegaria o suelta un bálsamo con el cual va lavando las heridas<br />

de su más íntima piel. Si bien desde siempre había estimado al “Duque<br />

Job”, acaso por ser uno de los poetas que mi propia madre sabía recitar<br />

por fragmentos, el impromtu asombroso de Héctor Azar me llevó a leer<br />

y a releer en verso y en prosa, y a explorar sin desmayo el mágico teclado<br />

de Gutiérrez Nájera. Paralelamente, la obra de Héctor Azar se me transformó<br />

en otra cosa, y desde entonces empecé a leerla con un sentido de<br />

iniciación y consciente de que no hay desperdicio alguno en su creación<br />

teatral y poética ni en sus meditaciones dramáticas pues supo entregarse<br />

al mundo escrito y actuado del teatro y del hecho teatral con el inimitable<br />

desprendimiento amoroso del que sabe “ir y volver y con quedar<br />

partirse” hasta lograr la exactitud del níquel. Espero, desde esta butaca,<br />

ser digno de su cordial memoria.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 51<br />

bIbLIOGRAfíA<br />

Bibliografía directa<br />

Obras completas de Alfonso Reyes, 26 tomos, México, 1955-1993. (Letras Mexicanas.)<br />

Cartilla moral. La X en la frente. Nuestra lengua, México, Asociación Nacional<br />

de Libreros, 1982.<br />

Teatro completo de Alfonso Reyes, Monterrey, Nuevo León, 1989.<br />

Alfonso Reyes. Misión diplomática, 2 tomos, comp. y pról. Víctor Díaz Arciniega,<br />

México, fCE / Secretaría de Relaciones Exteriores, Col. Tezontle, 2001.<br />

Alfonso Reyes digital. Obras completas y dos epistolarios (se incluyen textos de José<br />

Luis Martínez, Alicia Reyes y Adolfo Castañón), México, Fundación<br />

Mapfre Tavera / fCE, Biblioteca Virtual “Andrés Bello de Polígrafos Hispanoamericanos”,<br />

bajo la dirección de Xavier Agenjo Bullón, 2002, un<br />

disco compacto.<br />

Algunos epistolarios y algunas cartas<br />

Alfonsadas. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Rafael Cabrera. 1911-1938,<br />

comp. y notas Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 1994.<br />

“Alfonso Reyes, correspondencia inédita con cuatro escritores tabasqueños”<br />

[Carlos Pellicer, José Gorostiza, Andrés Iduarte y Celestino Gorostiza],<br />

preliminar de Adolfo Caicedo, Cultura Sur, Programa Cultural de las<br />

Fronteras, Conaculta, México, 2, julio-agosto de 1989, pp. 4-11.<br />

Alfonso Reyes/Enrique González Martínez. El tiempo de los patriarcas. Epistolario<br />

(1909-1952), selección, notas e introd. Leonardo Martínez Carrizales,<br />

México, fCE, 2002. (Letras Mexicanas.)<br />

“Alfonso Reyes / Roberto González Retamar. Correspondencia (1951-1959)”,<br />

Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, año 91, núms. 1-2, enero-junio<br />

de 2000, pp. 11-48.<br />

Algo de la experiencia americana. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Germán<br />

Arciniegas, comp. Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 1998.


52 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Ayuda a los republicanos españoles. Correspondencia entre Alfonso Reyes y José Puche.<br />

1939-1940, comp., presentación y notas Alberto Enríquez Perea,<br />

México, El Colegio Nacional, 2004, 104 pp.<br />

Azuela, Mariano, “Correspondencia con A. R.”, en Epistolario y archivo, México,<br />

UNAM, 1969, pp. 29-32.<br />

Borges, Jorge Luis, “Correspondance avec Alfonso Reyes” (trad. Laure Bataillon),<br />

L’Herne, París, 1964, pp. 55-57.<br />

“Carta [de A. R.] al actor Ricardo Fuentes del 12 de marzo de 1957”, Impacto,<br />

México, 17 de diciembre de 1959.<br />

“Carta” (a Fedro Guillén), El Libro y el Pueblo, 42, México, julio de 1968, pp.<br />

21-22.<br />

“Cartas a Ermilo Abreu Gómez” (de G. Estrada, A. Reyes, O. G. Barreda,<br />

etc.), La Palabra y el Hombre, Xalapa, Ver., 43, julio-septiembre de 1967,<br />

pp. 445-452.<br />

Cartas echadas (Correspondencia 1927-1959), Alfonso Reyes / Victoria Ocampo,<br />

ed. y presentación Héctor Perea, México, UAM, 1983.<br />

Cartas madrileñas. Homenaje a Alfonso Reyes, Fernando Curiel, Madrid, Las<br />

Dos Orillas, 1989.<br />

Cortesía norteña. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Artemio de Valle-Arizpe,<br />

comp. Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 1999.<br />

“Carta de Alfonso Reyes a Antonio Caso”, Las Letras Libres, 7, México, julio<br />

de 1999, pp. 22-23 [junto con carta de Martín Luis Guzmán a Antonio<br />

Caso].<br />

Casi oficios. Cartas cruzadas entre Jaime Torres Bodet y Alfonso Reyes, ed. Fernando<br />

Curiel, epíl. Alicia Reyes, México, El Colegio de México / El Colegio<br />

Nacional, 1994.<br />

“Cinco cartas inéditas”, Excélsior, México, suplemento Diorama de la Cultura,<br />

21 de mayo de 1967, pp. 3 y 5 [Carta de AR a Carlos Fuentes sobre su<br />

novela La región más transparente].<br />

Con leal franqueza. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Genaro Estrada, comp.<br />

y notas Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 1992-1994, 3 vols.<br />

(I, 1916-1927, 1992; II, 1927-1930, 1993; III, 1930-1937, 1994).<br />

Contribuciones a la historia de España. Correspondencia Alfonso Reyes/Agustín Millares<br />

Carlo, comp., introd. y notas Alberto Enríquez Perea, México, El<br />

Colegio Nacional, 2005.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 53<br />

Correspondance 1923-1952, Valery Larbaud / Alfonso Reyes, pról. Marcel Bataillon,<br />

introd. y notas Paulette Patout, publicado con la ayuda del Centre<br />

National de la Recherche Scientifique Études Étrangère et Comparée,<br />

París, Librairie Marcel Didier, 1972.<br />

Correspondencia Alfonso Reyes / Jesús Silva Herzog, 1939-1959, comp., introd. y<br />

notas Alberto Enríquez Perea, México, El Colegio de México / Colegio<br />

de San Luis Potosí, 2001.<br />

Correspondencia Alfonso Reyes / Ignacio H. Valdés 19’4-1942, ed. Aureliano Tapia<br />

Méndez, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2000, 292<br />

pp.<br />

Correspondencia Alfonso Reyes y Juan Rejano (1947-1956), comp., introd. y notas<br />

Alberto Enríquez Perea, México, El Colegio Nacinal, 2005.<br />

“Correspondencia de AR”, presentada por Alicia Reyes, “Tikis”, Nivel, México,<br />

2ª. Época, 76, abril de 1969, pp. 12-47. [Selección del epistolario con<br />

Azorín, M. Á. Asturias, R. Menéndez Pidal, R. M. del Valle-Inclán,<br />

J. Ortega y Gasset, E. Díez-Canedo, J. Vasconcelos, Valery Larbaud, J. R.<br />

Jiménez, M. de Unamuno, R. Foulché-Delbosc y A. Alonso.]<br />

Correspondencia Alfonso Reyes / Octavio Paz (1939-1959), ed. Anthony Stanton<br />

y Fundación Octavio Paz, México, Fondo de Cultura Económica, 1998.<br />

Correspondencia I (1907-1914) [Alfonso Reyes / Pedro Henríquez Ureña], ed.<br />

José Luis Martínez, México, fCE, 1986. (Biblioteca Americana.)<br />

De casa a casa. Correspondencia entre Manuel Toussaint y Alfonso Reyes, comp. y<br />

notas Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 1990.<br />

Días de exilio. Correspondencia de Alfonso Reyes / María Zambrano y textos de<br />

María Zambrano sobre Alfonso Reyes, comp., introd. y notas Alberto Enríquez<br />

Perea, México, Taurus, 2005.<br />

Ecrits oubliés-Correspondance José Vasconcelos / Alfonso Reyes, ed. Claude Fell,<br />

México, IfAL, 1976.<br />

El centro del corazón. Correspondencia de Salvador Novo y Alfonso Reyes, ed. Lligany<br />

Lomelí, México, Centro de Investigación del Estudio de Salvador<br />

Novo. [Bibliografía basada en la preparada por José Luis Martínez para<br />

el CD Rom: Alfonso Reyes digital, y revisada por Adolfo Castañón.]<br />

El mar en una nuez. Correspondencia entre Luis Cardoza y Aragón y Alfonso Reyes.<br />

1930-1958, comp., presentación y notas Alberto Enríquez Perea, México,<br />

Conaculta, Breve Fondo Editorial, 2002, pp. 21-94.


54 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Epistolario Alfonso Reyes / José María Chacón, ed. Zenaida Gutiérrez-Vega, Madrid,<br />

Fundación Universitaria Española, 1976.<br />

“Epistolario Julio Torri / Alfonso Reyes”, en Julio Torri, Diálogo de los libros,<br />

comp. Serge I. Zaïtzeff, México, fCE, 1980.<br />

Epistolario íntimo (1906-1946) [Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes], pról.<br />

y recop. Juan Jacobo de Lara, Santo Domingo, UNpHU, 1981-1983, 3 vols.<br />

España en el recuerdo y la esperanza. Alfonso Reyes / Antonio Rodríguez Luna: Correspondencia.<br />

1940-1941, comp., introd. y notas Alberto Enríquez Perea,<br />

Córdoba, Diputación de Córdoba, Delegación de Cultura / El Colegio<br />

de México, 2001, 47 pp. (Biblioteca de Textos Recuperados: Fuentes y<br />

Documentos, 1).<br />

Foulché-Delbosc, Raymond, “Correspondencia con AR”, Ábside, 1955-1957,<br />

núms. XIX, 1 a XXI, 4.<br />

Fronteras conquistadas. Correspondencia Alfonso Reyes / Silvio Zavala, 1937-1958,<br />

comp., introd. y notas Alberto Enríquez Perea, México, El Colegio de<br />

México, 1998. (Colección Testimonios, 3.)<br />

Garciadiego, Javier, “Hacia las ‘cartas completas’ de Alfonso Reyes”, La Gaceta<br />

del Fondo de Cultura Económica, México, julio de 2003.<br />

González de Mendoza, J. M., “Cartas de escritores. Alfonso Reyes”, Novedades<br />

/ México en la Cultura, 5 de julio de 1964, pp. 1, 3, 6.<br />

González Martínez, Enrique, “Correspondencia con AR”, Ábside, 1953-1954,<br />

XVII, 3 a XVIII, 4.<br />

Grito de auxilio. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Juana de Ibarbourou,<br />

comp. Serge I. Zaïtzeff, coordinación editorial Rosa Campos de la Rosa,<br />

México, El Colegio Nacional, 2001.<br />

Guzmán / Reyes, Medias palabras. Correspondencia 1913-1959, ed., pról. (epistolar),<br />

notas y apéndice documental Fernando Curiel, México, UNAM,<br />

1991. (Nueva Biblioteca Mexicana, 104.)<br />

“Inédito. Vuelta a Ítaca. Alfonso Reyes-Antonio Solalinde”, nota de Antonio<br />

Saborit (después de 11 años de ausencia, AR vuelve a México en 1924 y<br />

escribe a su antiguo amigo Solalinde), Lectura, Revista de Libros de El<br />

Nacional, 63, junio de 1990, pp. 2-3.<br />

Inteligencia española en México. Correspondencia Alfonso Reyes / Gustavo Baz (1939-<br />

1958), comp., presentación y notas Alberto Enríquez Perea, Madrid, Fun-


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 55<br />

dación Histórica Tavera, El Colegio de México, 2001. (Documentos Tavera,<br />

14.)<br />

Itinerario filosófico. Correspondencia José Gaos / Alfonso Reyes, 1959/1959, y textos<br />

de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, comp. y notas Alberto Enríquez<br />

Perea, presentación Andrés Lira, México, El Colegio de México,<br />

1999. (Colección Testimonios, 4.)<br />

Jiménez, Juan Ramón, “Carta a AR”, Cuadernos de Juan Ramón Jiménez, Madrid,<br />

Taurus, 1960.<br />

“José Enrique Rodó y AR”, Agón, Montevideo, 1 y 2, julio de 1954, pp. 6-7.<br />

También en JER, Obras completas, ed. E. Rodríguez Monegal, Madrid,<br />

Aguilar, 1957, pp. 1379-1383.<br />

La amistad en el dolor. Correspondencia entre José Vasconcelos y Alfonso Reyes, 1916-<br />

1959, comp. y notas Claude Fell, México, El Colegio Nacional, 1995.<br />

Las cartas madrileñas de Alfonso Reyes a Julio Torri, ed. Serge I. Zaïtzeff, separata<br />

de la Revista Iberoamericana, núms. 135-136, abril-septiembre de 1986.<br />

Lira, Miguel N., Epistolario. Cartas escogidas 1921-1961, comp. Jeanine Gaucher-<br />

Morales y Alfredo O. Morales, Tlaxcala, Gobierno del estado de Tlaxcala,<br />

Universidad Autónoma de Tlaxcala, Consejo Estatal de Cultura, 1991.<br />

Nervo, Amado, “Cartas a AR, 1914-1918”, Obras completas, 2ª. ed., Madrid,<br />

Aguilar, 1956, t. II, pp. 1195-1204.<br />

Odiseos sin reposo, Mariano Picón Salas y Alfonso Reyes (Correspondencia 1927-<br />

1959), comp. Gregory Zambrano, Mérida, Fundación Casa de las Letras<br />

“Mariano Picón Salas”, Consejo Nacional de Cultura, 2001.<br />

Páginas sobre una poesía. Correspondencia Alfonso Reyes / Luis Cernuda. 1932-<br />

1959, comp., introd. y notas Alberto Enríquez Perea, México, Grupo Resistencia,<br />

mayo de 2003, 158 pp.<br />

Pellicer, Carlos / Reyes, Alfonso, Correspondencia 1925-1959, ed. Serge I. Zaïtzeff,<br />

México, Ediciones El Equilibrista, Consejo Nacional para la Cultura<br />

y las Artes, 1997.<br />

Quintero, Jesús (introd. y notas), “Correspondencia A. R.-Enrique Díez-Canedo”,<br />

Sábado / Unomásuno, 701, 9 de marzo de 1991.<br />

Recados entre Alfonso Reyes y Antonio Castro Leal, Serge I. Zaïtzeff, México, El<br />

Colegio Nacional, 1987.<br />

Reyes, Alfonso, Cartas a Celestino Gorostiza [José Gorostiza, Jorge Cuesta, Alfonso<br />

Reyes, Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Gilberto Owen].


56 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Facsímiles manuscritos y mecanuscritos proporcionados por Paloma Gorostiza,<br />

pról. Gabriel Zaid y epílogo Luis Mario Schneider, México, Ediciones<br />

El Equilibrista, 1988.<br />

Reyes, Alfonso, Cartas de La Habana (Epistolario de Alfonso Reyes con Max<br />

Henríquez Ureña, José Antonio Ramos y Jorge Mañach), comp., transcrip.,<br />

pról. y notas Alejandro González Acosta, México, UNAM, 1989.<br />

(Nueva Biblioteca Mexicana, 102.)<br />

Serge I. Zaïtzeff, Xavier Icaza y sus contemporáneos. Epistolarios (contiene 22 cartas<br />

de AR y XI), Xalapa, Universidad Veracruzana, 1995. (Colección UV<br />

Rescate.)<br />

Tan de usted (Epistolario de Gabriela Mistral con Alfonso Reyes), ed. Luis<br />

Vargas Saavedra, Santiago, Hachette, Ediciones Universidad Católica de<br />

Chile, 1990. (Lecturas Escogidas.)<br />

Testimonio de una amistad. Correspondencia Alfonso Reyes / Daniel Cosío Villegas<br />

(1922-1958), comp. y notas Alberto Enríquez Perea, presentación Javier<br />

Garciadiego, México, El Colegio de México, 1999. (Colección Testimonios,<br />

6.)<br />

Una amistad porteña. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Roberto E. Giusti,<br />

comp. Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 2000.<br />

“Una carta de A. R.”, La Nueva Democracia, Nueva York, XXIX, julio de 1949,<br />

p. 15.<br />

“Una carta de AR”, Vida Universitaria, Monterrey, VIII, 460, 13 de enero de<br />

1960, p. 12.<br />

“Una carta póstuma de AR”, La Nueva Democracia, Nueva York, XI-2, abril de<br />

1960, pp. 40-41.<br />

Unamuno, Miguel de, “El escritor mejicano AR y Unamuno”, Cuadernos Hispanoamericanos,<br />

Madrid, 25: 71 (noviembre de 1955, pp. 155-179). Y en el<br />

Archivo de AR, serie F, Documentos I, 1956.<br />

Valender, James, La correspondencia entre Alfonso Reyes y Manuel Altolaguirre<br />

(1926-1941), Boletín de la Fundación Federico García Lorca, año VII,<br />

núms. 13-14, mayo de 1993.<br />

Zaïtzeff, Serge I., “Recados entre Ricardo E. Molinari y Alfonso Reyes”, Literatura<br />

Mexicana, vol. IX, núm. 1, 1998, pp. 219-247.


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 57<br />

Bibliografía indirecta<br />

Martínez Carrizales, Leonardo, La sal de los enfermos. Caída y convalecencia de<br />

Alfonso Reyes. París, 1913-1914, México, Universidad Autónoma de Nuevo<br />

León, Consejo para la Cultura de Nuevo León, 126 pp.<br />

Meléndez, Concha, “Moradas de poesía en Alfonso Reyes”, en Obras completas<br />

de Concha Meléndez, San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueño,<br />

1974, pp. 597-600.<br />

Páginas sobre Alfonso Reyes, 4 vols., Monterrey, México, Universidad de Nuevo<br />

León, edición de homenaje, 1955-1997.<br />

Páginas sobre Alfonso Reyes, comp. Alfonso Rangel Guerra y James Willis Robb,<br />

México, El Colegio Nacional, 1955-1997, 4 vols.<br />

Libro jubilar de Alfonso Reyes, México, UNAM, 1956, 416 pp.<br />

Alcalá, Manuel, El cervantismo de Alfonso Reyes, discurso de ingreso a la Academia<br />

Mexicana, leído el 30 de agosto de 1962; Francisco Monterde, respuesta;<br />

México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 1964; 2ª. ed., 1997, 65 pp.<br />

Presencia de Alfonso Reyes. Homenaje en el X aniversario de su muerte (1959-1969),<br />

México, fCE, 1969, 169 pp.<br />

Alfonso Reyes. Homenaje Nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes,<br />

noviembre de 1981, 111 pp.<br />

Asedio a Alfonso Reyes 1889-1989. En el centenario de su natalicio, México, Instituto<br />

Mexicano del Seguro Social / Universidad Autónoma Metropolitana,<br />

1989, 145 pp.<br />

Martínez, José Luis, Guía para la navegación de Alfonso Reyes, México, Facultad<br />

de Filosofía y Letras, UNAM, Colección Cátedras, 1992, 214 pp.<br />

Rangel Guerra, Alfonso, Las ideas literarias de Alfonso Reyes, México, El Colegio<br />

de México, 1989, 1ª. reimpr., 1993.<br />

Curiel, Fernando, El cielo no se abre. Semblanza documental de Alfonso Reyes,<br />

México, UNAM / El Colegio Nacional, 1995, 244 pp.<br />

Garciadiego, Javier, Alfonso Reyes, México, Editorial Planeta DeAgostini, 2002,<br />

149 pp. (colección Grandes Protagonistas de la Historia Mexicana, dirigida<br />

por José Manuel Villalpando.)<br />

Arenas Monreal, Rogelio, Alfonso Reyes y los hados de febrero, México, UNAM /<br />

Universidad Autónoma de Baja California, selección anual para el Libro<br />

Universitario 2002-2003, 2004, 318 pp.


58 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Houvenaghel, Eugenia, Alfonso Reyes y la historia de América. La argumentación<br />

del ensayo histórico: un análisis retórico, México, fCE, 2003.<br />

Alfonso Reyes: perspectivas críticas. Ensayos inéditos, coord. Pol Popovic y Fidel<br />

Chávez Pérez, Monterrey, México, 2004.<br />

Vargas Llosa, Mario, “Un hombre de letras”, El País, domingo 20 de febrero de<br />

2005, pp. 11 y 17.<br />

Zaid, Gabriel, “Ensayos sobre poesía”, en Obras 2, México, El Colegio Nacional,<br />

pp. 531-540.<br />

Algunas antologías<br />

Dos o tres mundos: cuentos y ensayos, selección y pról. Antonio Castro Leal, México,<br />

Letras de México, 1944.<br />

Antología de Alfonso Reyes, selección y pról. José Luis Martínez, México, SEp /<br />

B. Costa-Amic, 1965. (Pensamiento de América, Segunda Serie, vol. I).<br />

Universidad, política y pueblo, nota preliminar, selección y notas José Emilio<br />

Pacheco, México, UNAM, 1967.<br />

Reyes, Alfonso, Antología: prosa, teatro, poesía, México, fCE, Col. Popular, 4ª.<br />

reimpr., 1985, 168 pp.<br />

Reyes, Alfonso, Antología. Prosa / Teatro / Poesía, advertencia y selección Alí<br />

Chumacero, México, fCE, 1963; 2ª. ed., 1965; 3ª. ed., 1974.<br />

Prosa y poesía, ed. James Willis Robb, Madrid, Ediciones Cátedra, 1975.<br />

Páginas escogidas, selección y pról. Ricardo Ripaldo, La Habana, Casa de las<br />

Américas, 1978. (Literatura Latinoamericana, 86.)<br />

Antología de Alfonso Reyes, introd., y selección Ernesto Mejía Sánchez, breve<br />

biografía Alicia Reyes, México, Promexa Editores, 1979, 286 pp.<br />

Textos. Una antología general, introducción, selección y notas José Luis Martínez,<br />

México, SEp / UNAM, 1981.<br />

Antología general, ed. José Luis Martínez, Madrid, Alianza Editorial, 1986<br />

(nueva edición de la anterior).<br />

Alfonso Reyes y la educación, pról. y selección Claudia Reyes Trigos, México, SEp,<br />

1987. (Biblioteca Pedagógica.)<br />

Material de Lectura, selección y nota introductoria Beatriz Espejo, México,<br />

Coordinación de Difusión Cultural, UNAM, 1988. (El Cuento Contemporáneo,<br />

55.)


TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 59<br />

Alfonso Reyes en El Nacional: Antología Alfonsina (textos de y sobre Alfonso Reyes<br />

publicados en El Nacional), selección Patricia Ortega Ramírez, pról. y<br />

asesoría en la compilación de textos Fernando García Ramírez, México,<br />

El Nacional / Gobierno del estado de Nuevo León, 1989, 96 pp.<br />

Vocación de América (Antología de Alfonso Reyes), pról. y selección Víctor Díaz<br />

Arciniega, estudio “La imagen de América en AR” Rafael Gutiérrez Girardot,<br />

México, fCE, 1989.<br />

Alfonso Reyes, Grecia, Monterrey, Río de Enero, antología Ramón Xirau, México,<br />

El Colegio Nacional, 1989.<br />

España en la obra de Alfonso Reyes. Héctor Perea compilador. México, fCE, Col.<br />

Tezontle, 1990, 708 pp.<br />

Garza González, Eloy (selección y pról.), El erotismo en Alfonso Reyes, Monterrey,<br />

México, Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma de<br />

Nuevo León, 1991.<br />

Una ventana inmensa. Antología poética de Alfonso Reyes, pról. Octavio Paz, selección<br />

y coda Gerardo Deniz, México, Vuelta, 1993. (El Gabinete Literario.)<br />

Alfonso Reyes, La X en la frente, introd. y selección de textos Stella Mastrangelo,<br />

México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 1993, 272 pp.<br />

Reyes, Alfonso, Poemas, Lima, Perú, fCE, Col. Piedra del Sol (Perú), 1997,<br />

82 pp.<br />

Reyes, Alfonso, Recoge el día. Antología temática, 2 tomos, selección, pról. y<br />

notas Alfonso Rangel Guerra, coordinación editorial Rosa Campos de<br />

la Rosa, México, El Colegio Nacional, 1997, 394 y 707 pp., respectivamente.<br />

Reyes, Alfonso, Ensayos sobre la inteligencia americana, introd. y selección Agapito<br />

Maestre, Madrid, Fernández Ciudad, 2002, 172 pp.<br />

Reyes, Alfonso, Algunos ensayos, pról. y selección Emmanuel Carballo, México,<br />

UNAM, Coordinación de Humanidades, 2002, 321 pp.<br />

Maestre, Agapito (introd. y selección), Alfonso Reyes. Ensayos sobre la inteligencia<br />

humana. Antología de textos filosóficos, Madrid, Tecnos (Grupo Anaya),<br />

2002, 172 pp.<br />

Antología de Alfonso Reyes. Visión de Anáhuac / Ifigenia cruel / Cuento / Ensayo /<br />

Poesía, México, fCE, 1963, 13ª. reimpr., 2003, 164 pp.


60 ADOLfO CASTAñÓN<br />

Alfonso Reyes, La experiencia de la lectura, pról. y ed. Alicia Reyes, México,<br />

Scripta! Ediciones a la Carta / Fundación para las Letras Mexicanas,<br />

2004, 322 pp.<br />

Hornedo Rocha, Braulio, ed. y nota preliminar a La Ilíada de Homero (en Cuernavaca)<br />

y otros textos, México, Alicia Reyes / El Colegio Nacional / fCE /<br />

Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2005, 621 pp.


RESPUESTA AL DISCURSO ANTERIOR<br />

I. bIENvENIDA A ADOLfO CASTAñÓN<br />

José Luis MARTíNEZ<br />

Adolfo y yo nos conocimos en 1976, hace 29 años, en el Fondo de Cultura.<br />

Entonces él tenía 24 años, casi la mitad de los 53 que hoy tiene, y<br />

no había publicado ningún libro. Ahora, que comienza a ser académico,<br />

cuenta ya con 33 libros —más de uno por año—, es escritor famoso y<br />

es amigo muy apreciado del señor viejo que soy y que le da la bienvenida<br />

a esta Academia Mexicana de la Lengua, que se ha vuelto ya uno de mis<br />

hábitos.<br />

Sus estudios formales se limitan a la preparatoria y a la licenciatura en<br />

Letras Españolas, pasante sin grado. Es pues, como su servidor, autodidacta.<br />

Sin embargo, en la Unidad Editorial del Fondo de Cultura, en la<br />

que trabajó durante 28 años, y a partir de 1985 como gerente editorial,<br />

ganó con creces su doctorado en letras. En su currículum puede verse<br />

que además de libros, artículos y premios, consigna una novedad: consejos<br />

editoriales, principalmente en 11 revistas, a partir de 1972 y hasta<br />

hoy. Y estas 11 son las principales de estos años: Cave Canes, Plural, La<br />

Gaceta del FCE, Nexos, La Cultura en México, Gradivia, Vuelta, Imagen<br />

Latinoamericana (de Venezuela), Letras Libres, Paréntesis e Istor. Además,<br />

es consejero editorial del Instituto Mora, y, de octubre de 2000 a<br />

enero de 2001, fue editor huésped de la Nouvelle Revue Française, para<br />

hacer un dossier-selección, introducción y notas de literatura mexicana<br />

contemporánea. En fin, ha traducido del inglés, francés y portugués,<br />

obras de Alain Rey, George Steiner, Paul Wienphael, J. J. Rousseau, Pilles<br />

Vigneault, Louis Panabière y de Gil Vicente. De este último, poeta<br />

portugués del siglo XvI, un florido poema picaresco llamado Lamento de<br />

[61]


62 jOSé LUIS MARTíNEZ<br />

María la Parda (Gil Vicente, Lamento de María la Parda, versión libre y<br />

epílogo de Adolfo Castañón, ilustraciones de Roberto Reborca, Editorial<br />

Aldus, México, 2000).<br />

Los libros de Adolfo Castañón<br />

Digo la verdad: hasta antes de esta ocasión, creía que Adolfo era exclusivamente<br />

un buen cronista de libros, por su excelente Arbitrario de la literatura<br />

mexicana, Paseos 1 (1993), y, en algunos casos, creía que ampliaba sus reseñas<br />

de libros en libros como los dedicados a Alfonso Reyes y a Octavio Paz.<br />

Luego descubrí la serie de libros en torno a Montaigne, que me gustaron<br />

mucho. Pero ahora que he recibido la mayor parte de su producción —porque<br />

hay algunos agotados—, sé cuánto ha hecho y en cuántos géneros ha<br />

trabajado.<br />

Para entender las cosas tengo que ordenarlas, lo cual no es fácil en<br />

el presente caso. Por una parte, Adolfo procede por adición, aumentado<br />

y corrigiendo los textos de edición en edición, como en el caso de<br />

los libros sobre Alfonso Reyes; en tres ediciones, Jardi Boldú, Climent,<br />

1968; Tercer Mundo, Bogotá, 1991; El Estudio, UNAM, 1997, cada vez,<br />

corregidos y aumentados, y en la tercera “ampliada y revisada”, lo cual<br />

es normal aunque nos exige tenerlas todas o al menos la última. En segundo<br />

lugar, Adolfo Castañón no sigue la costumbre normal de encargar<br />

al mismo editor las sucesivas ediciones, sino que cada vez los cambia,<br />

como ocurre en las tres de Alfonso Reyes, antes citadas; en El reyezuelo,<br />

que tiene cinco editores; en el Arbitrario, dos; La gruta tiene dos entradas,<br />

dos; los de Montaigne tienen cinco editores; los Recuerdos de Coyoacán,<br />

tres; Tránsito de Octavio Paz, tres, el último, una traducción canadiense<br />

de Toronto; Grano de sal, tres, agotadas todas (pues yo recibí una copia<br />

xerox); América sintaxis, dos; de paso, sugiero que este lleve como subtítulo<br />

Paseos IV; y La campana y el tiempo, dos. Y, en fin, otro problema, las<br />

inclusiones. El jardín de los eunucos (Paseos III) [1998] incluye El mito del<br />

editor y otros ensayos (1993) y Cheque y Carnaval (1983), y debe anunciarse


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 63<br />

que aquí aparece como Dedicatoria el notable discurso que dijo Adolfo<br />

Castañón en honor de su padre, Jesús Castañón Rodríguez, al donar su<br />

biblioteca, en 1992, al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.<br />

A veces prosa (2003) incluye El pabellón de la límpida soledad (1988 y 1992)<br />

y La batalla perdurable (1996); y La campana y el tiempo (Poemas 1973-<br />

2003), en su edición de México (2004), incluye Sombra pido a una fuente<br />

(1994), La otra mano del tañedor y, como novedad, una especie de “Diario<br />

secreto” o libro de horas, en verso, es decir, la obra poética de Adolfo<br />

Castañón, de lo cual voy a citar dos poemas que me gustan:<br />

y<br />

AIRES <strong>DE</strong> COCINA<br />

Unas gotas de agua<br />

un grano de arroz<br />

un ascua de su tamaño<br />

un grano de sal<br />

un brote de soya en germen<br />

una flor de cinco pétalos<br />

una gota de leche<br />

y un rayo de sol<br />

Se muelen los granos<br />

se juntan las gotas<br />

se hace una pasta<br />

y con ella diez rollos<br />

que se envuelven en los pétalos<br />

y se amarran con el sol (p. 69).<br />

REGRESO A CASA<br />

Cuando cruzo la puerta en la mañana<br />

no sé si volveré<br />

si caeré durante el asedio de la ciudad<br />

bajo las sombras de las espadas sedientas


64 jOSé LUIS MARTíNEZ<br />

si no me retendrá el cíclope<br />

con su aliento lapidario<br />

si no volveré en cuatro patas<br />

transformada mi voz en un chillido indeleble y cobarde.<br />

Si no regresaré dando tumbos<br />

todavía embriagado por una canción de progreso y espanto<br />

si no me habrán ungido heredero de un reino impuro.<br />

Todos los días vuelvo a ti<br />

sin saber si reconocerás al pordiosero<br />

si todavía tendré fuerzas<br />

para templar el arco indócil engañosamente dúctil de tu cuerpo<br />

—y darme a conocer.<br />

Si la casa estará ahí<br />

si no llegaré a encontrar mi sudario bajo la almohada.<br />

Todos los días en tu regazo<br />

sueño que me voy, que sueño que regreso y te reconozco<br />

en el mar y en el camino,<br />

que aquella isla es tu corazón.<br />

Todos los días salgo hacia el mundo<br />

templado por la fuerza de ese sueño<br />

y todos los días, milagro, vuelvo a ti (p. 91).<br />

Este libro, La campana y el tiempo, incluye, además, Cielos de Antigua,<br />

El reyezuelo, Recuerdos de Coyoacán, Tránsito de Octavio Paz (1914-1998),<br />

De la batalla perdurable, Había una voz, Cuatro nocturnos, Orden del día,<br />

Museo (“De cómo Castañón viajó a las Galias en busca de ungüento para<br />

su amiga Fabianne Bradu”), Lamento de María la Parda y Miscelánea. Es<br />

uno de los mejores libros de Adolfo.<br />

La selección<br />

¿Entre los treinta y tantos libros de Adolfo Castañón, cuáles prefiero?<br />

Comencemos por enumerarlos por grupos y por orden de aparición:


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 65<br />

1. ensayos varios, 2. Alfonso Reyes, 3. crítica literaria, 4. versos, 5. Montaigne,<br />

6. viajes y 7. cocina. Cada uno de estos siete grupos tiene sus culminaciones.<br />

El de ensayos, los libros de El pabellón de la límpida soledad<br />

y La batalla perdurable, por ensayos como “Lo opaco”, “Los signos de<br />

interrogación”, el sensual “Luna de octubre” y el arreolesco “El asedio”;<br />

el libro sobre Alfonso Reyes: caballero de la voz errante (1997), por sus capítulos<br />

“Ley de Reyes”, “El lugar de Alfonso Reyes en la literatura mexicana”<br />

y “Nueva visita a la poesía de Alfonso Reyes”. En el primero de<br />

estos capítulos escribe:<br />

Al leerle es necesario tener presente esa distancia quizás insalvable que nos<br />

separa de Reyes y que hace de él algo así como el último hombre de la antigüedad,<br />

el último escritor español nacido en México, la encarnación final<br />

del estoico (1997, p. 72).<br />

Como lector, Reyes es un buscador de placer (1997, p. 73).<br />

Los libros que ha escrito Castañón de crítica literaria: Arbitrario de la<br />

literatura mexicana (1993), La gruta tiene dos entradas (1994) y América<br />

sintaxis (2000), tienen por subtítulo Paseos (aunque este último no lo tenga,<br />

y el Paseos III lo lleva El jardín de los eunucos, 1998, que es un misceláneo),<br />

y contienen estudios literarios: de México, el primero; del mundo,<br />

el segundo; y de Latinoamérica, el tercero, con un total de 145 artículos,<br />

más algunos estudios generales. En el “Umbral” de América sintaxis dice<br />

Castañón: “Si Europa es gramática y Asia semántica, América es sintaxis,<br />

es decir relación”; y en el artículo sobre Voltaire (de La gruta tiene<br />

dos entradas) dice: “La suya es una sabiduría hecha de humillaciones propias<br />

y ajenas; iba su palabra a ras de tierra mientras él se dormía en los<br />

brazos de la razón con la sonrisa confiada del niño en el seno”. Y en el<br />

“Umbral” de este mismo libro nos dice que “contiene paseos cuya unidad<br />

es la de las intermitencias críticas de un lector curioso que va de voz<br />

en voz en busca de amistad y afinidad fuera de las fronteras naturales<br />

de su país y continente”. Es pues Adolfo Castañón un crítico que ama la


66 jOSé LUIS MARTíNEZ<br />

literatura y que busca en ella nuevas amistades. Él no es un censor sino<br />

un amigo entusiasta de las letras. Sigamos adelante con el escrutinio de<br />

los libros. Acabamos de curiosear el 3 y sigue el 4, versos.<br />

Ya hemos transcrito dos de sus poemas mejores, a mi gusto, y no<br />

quiero insistir más en este tema. Además de los poemas breves, Adolfo<br />

Castañón ha escrito un repaso de su vida, en versos libres, Recuerdos de<br />

Coyoacán (1997), que quisiera leer con calma porque me parece interesante<br />

y algo extraño en nuestras letras. Y, además de esta autobiografía<br />

en verso, Castañón escribió un año después, en 1998, un extenso poema,<br />

también en versos libres, que tienen algo de versículos, intitulado Tránsito<br />

de Octavio Paz (1914-1998), y que dedicó a su viuda, Marie-José Paz.<br />

Escrito inmediatamente después de la muerte de nuestro poeta, es un<br />

poema emocionante que va recordando el carácter y los grandes hechos<br />

del poeta:<br />

Amaba pirámides y caminos, árboles y arcaduces,<br />

cielos y ciudades de amor, puentes y cántaros<br />

máscaras, murallas, pájaros, palacios lucientes, murió<br />

después de haber cumplido plenamente la realización de sus dones.<br />

.......<br />

Era río de luz sin antes,<br />

Claro errante en el bosque<br />

Limpia cascada aventurera<br />

Soplo de color sobre las aguas<br />

.......<br />

Iba sembrando ascuas tan casualmente,<br />

las ponía como quien no quiere la cosa<br />

en estuches de prosa y verso blanco<br />

soplaba sobre cenizas – volvían gardenia<br />

.......<br />

Llegamos a Montaigne, 5. La mayoría de los aficionados a los Ensayos<br />

de Montaigne nos contentamos con leerlo, y considerar con interés su país,<br />

su castillo, su torre, su casa y las inscripciones en las vigas del techo de su<br />

biblioteca. Las considerábamos, con curiosidad y simpatía, como el esce-


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 67<br />

nario de los Ensayos. Pero Adolfo Castañón hizo algo más: viajó en Francia<br />

hacia Burdeos y de allí hacia Eyquen, al país de Montaigne, y cuando<br />

se compenetró de aquel mundo, escribió, ampliando cada vez las noticias<br />

de estas reliquias. Comenzó en 1995 en los “Cuadernos de Montaigne” y<br />

luego en el libro llamado Por el país de Montaigne, que en la cuarta edición<br />

de Paidós (México, 2000) incluye la bibliografía comentada, la hemerografía,<br />

la “cadena montañesa”, las “sentencias de la torre” y las ilustraciones<br />

posibles. En uno de estos textos (“En la torre de Montaigne”),<br />

Castañón expuso con claridad el pensamiento del autor de los Ensayos:<br />

Montaigne, el filósofo de la sobriedad, el hombre que hizo de sí mismo y<br />

de su obra un antídoto o contraveneno para cualquier clase de borrachera<br />

—religiosa, política, literaria, erótica, intelectual, privada o pública— sin<br />

ceder un ápice, ni al fastidio ni al tedio...<br />

Además de esta edición, que recomiendo, hay otro tomito, Michel de<br />

Montaigne, De la experiencia (UNAM, 2000), que recoge la traducción y<br />

las notas de Constantino Román y Salamero, con un buen comentario<br />

de Castañón. Del singular ensayo de Montaigne reproduzco el siguiente<br />

pasaje:<br />

la costumbre, sin darme cuenta de ello, imprimió tan maravillosamente en<br />

mí su carácter en ciertas cosas que llamo exceso al desviarme; y sin efecto<br />

sensible no puedo dormir durante el día, no tomar nada entre las comidas,<br />

ni desayunar, ni acostarme sino pasado un largo intervalo, como de tres horas,<br />

después de cenar, ni procrear sino antes del sueño, ni de pie, ni soportar<br />

el sudor, ni beber agua pura o vino puro; ni permanecer largo tiempo con<br />

la cabeza descubierta, ni resistir que me afeiten después de comer... (p. 71).<br />

Me detengo un momento en la frase en que dice “ni procrear 1 sino<br />

antes del sueño...” para asociarla a un cuento que solía contar mi viejo<br />

amigo, hoy doliente, Andrés Henestrosa:<br />

1 El texto francés dice: “ny faire des enfants”.


68 jOSé LUIS MARTíNEZ<br />

Un hombre llega a una choza y dice a un niño que está en la puerta: “Quiero<br />

ver a tu padre”. Y el niño contesta: —“No, señor; no lo puede ver”.<br />

—“¿Por qué?” —“Porque mi tata está engendrando”.<br />

La sexta y penúltima sección de los libros de Adolfo Castañón es la<br />

de viajes. Está contenida en un libro llamado Lugares que pasan (México,<br />

Conaculta, 1998), y está agotado. Es un precioso libro. Cada uno de sus<br />

15 capítulos se refiere a una ciudad de América y de Europa, y tratan de<br />

describir el carácter de cada una. El “Diario del Delta”, que narra el viaje<br />

por el delta del río Orinoco en Venezuela, es especialmente interesante<br />

y me recuerda la excursión que hizo por esos rumbos el sabio Alejandro<br />

de Humboldt. “Madrid, Madrid” señala el carácter singular de los<br />

madrileños que adoran su ciudad. “De la soledad a la saudade” incluye<br />

un precioso texto sobre la ciudad de Sintra. Y “Octavio paz: un premio<br />

para Estocolmo” es una excelente crónica del Premio Nobel que recibió<br />

nuestro poeta.<br />

El séptimo y último grupo de los libros de Adolfo Castañón consta<br />

ahora de un solo libro Grano de sal, que ha tenido tres ediciones. La primera<br />

“manuscrita, ilustrada y limitada”, de 1996, que quisiera al menos<br />

conocer; la segunda, de 1999, “corregida y aumentada”, de Breve Fondo<br />

Editorial; y la tercera “nuevamente corregida y aumentada”, de Editorial<br />

Planeta, de 2000, y cuya copia xerox poseo. Sin embargo, destinado a<br />

incluirse en un proyectado Ensayo mexicano contemporáneo, guardo un<br />

recorte, que aprecio mucho, de un precioso ensayo de Adolfo Castañón<br />

que es el origen de sus tres descendientes. Se llama también “Grano de<br />

sal” y se publicó en una revistita de corta vida que publicó el fCE: Azteca,<br />

núm. 32, febrero de 1993. Cuando le conté a Adolfo mi propósito me<br />

dijo que esperara a ver el libro que se originó de este ensayo. El libro, lo<br />

afirmo, es el mejor de los que ha escrito mi amigo, pero sigo guardando<br />

el ensayito inicial para mi antología proyectada.<br />

¿Qué contiene el Grano de sal de Planeta, 2000? Descubre que “las<br />

mujeres comen menos que los hombres y se afilian al vegetarianismo,


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 69<br />

mientras que los hombres prefieren ser carnívoros”. “Lo dulce se alinearía<br />

al bando femenino y lo salado en el masculino.” Hay dos cocinas: “la<br />

diaria imperceptible y la ruidosa de los días de guardar”. “A quienes no<br />

interesa la guerra ni la historia, ni tenemos paladar mesiánico, nos atrae<br />

más la cocina sencilla.” En “la variedad de las escalas elementales la cocina<br />

mexicana es riquísima. Los cimientos de nuestra barroca gastronomía<br />

descansan por ejemplo, sobre la dorada medianía de la quesadilla, la<br />

calidez del hospitalario fideo, la mañosa improvisación del arroz rosa o<br />

anaranjado —¿por qué dirán que es rojo?—, la paciencia de los frijoles<br />

taciturnos, para no hablar de los nopales asados o de las rajas con crema<br />

que incendian el bosque de la memoria...” “¿Y las salsas y los chiles que<br />

planean como serpientes enardecidas sobre todos los sabores y ennoblecen<br />

con su sombra majestuosa hasta la más humilde tortilla enchilada?”<br />

“La gente del altiplano no es muy aficionada al pescado y ve con recelo<br />

los mariscos.” “Si hasta los veracruzanos —lo dice Alfonso Reyes en su<br />

poema sobre esa ciudad— le dan la espalda a la costa y prefieren perder<br />

la mirada en las montañas.” “Los mariscos están bien para el sábado después<br />

de la parranda o para los recién casados ávidos de afrodisíacos.” “El<br />

sueño carnívoro solo se interrumpe unas cuantas veces al año durante<br />

ese efímero despertar religioso, las vigilias de la cuaresma, en el curso del<br />

cual la cocina exorciza los fantasmas del hambre con los platos más sobrecargados,<br />

elaborados a base de marinerías desecadas y salíferas.” “La<br />

comida del mar nos dice domingo y vacaciones: a falta de playa, paella.”<br />

“La cocina es belleza, alusión sensual a los dioses perdidos en la materia.<br />

De ahí que algunos se hayan vuelto filósofos después de un banquete (cf.<br />

Los invitados de Babette, la de Isak Dinesen).” “A la cocina del altiplano le<br />

gustan los secretos, envuelve los bocados en el misterio de la salsa. Más<br />

aún, es una cocina de rellenos, de farsas, de antojos cómicos y breves, de<br />

humorísticos enredos, prólogos de unos platos fuertes y farragosos, tal<br />

vez pensados para desmayar al invasor.” “Barbacoas, cochinitas en pibil,<br />

zacahuiles monumentales donde se arropa al cerdo entero con hojas de<br />

plátano o de papatla, participan de la misma idea fija: sazonar el alimento


70 jOSé LUIS MARTíNEZ<br />

en el vientre de la Tierra.” “México es un país donde la gente come al aire<br />

libre. No porque practiquemos ese arte del boy scout gastronómico sino<br />

porque la sangre o la bolsa nos llevan a comer en los mercados, de pie,<br />

sentados en un banco o en una caja; y consumir antojos en las carpas, en<br />

los puestos, en los tendidos, alrededor de los braseros.” “La voz itacate<br />

cobra todo su cuerpo de munición restauradora y bastimentadora para el<br />

paseo o el viaje.” “Francia cuenta con una variedad de más de doscientos<br />

quesos, México se irrita con un número semejante de chiles.” “Habría que<br />

añadir otra correspondencia [a la cocina francesa]: la de la pausa establecida<br />

a medio banquete por la ingestión súbita de un fuerte: aguardiente,<br />

tequila, mezcal, calvados, que ayudan a vencer la fatiga producida por las<br />

diversas ‘probaditas’ y a aligerar el vientre, pues lo ‘desempanza’ (en México),<br />

haciéndole un hoyo (en Francia), el célebre trou normand mencionado<br />

por Dumas padre en sus Memorias.”<br />

CRÓNICA <strong>DE</strong> UN COMELITÓN: La Granja Albergue de la Bella Dona... se encuentra<br />

cerca de la Costa Bermeja, a unos kilómetros de Le Boulu, en la<br />

Cataluña francesa cuya capital es Perpiñán... En la Bella Dona se come o<br />

cena al estilo medieval o a la usanza del tardío gusto carolingio. El anfitrión<br />

y cocinero es un flaco barbudo con ojos medio verdes de monje que vio a<br />

Dios... ojos pelones que ven pero no miran; ella la dona matrona, rosada y<br />

tímida como una manzana al horno, habla francés con un acento indeciso...<br />

Nuestro menú fue el usual que la Bella Dona brinda a los neófitos y que<br />

gravita en torno a la galita frée con hierbas aromáticas y frutos secos, plato<br />

pantagruélico... el plato preferido de Hughes Capet hecho a base de carne<br />

de cerdo primero asada y dorada y luego guisada en la aromática y afrutada<br />

salsa... Los vinos no se quedan atrás y alrededor de los platos... cursan arroyos<br />

de vino de manzanilla (algo dulce) y de vino de romero (algo cabezón)...<br />

todavía nos quedan por probar —en esta o en la otra mesa— el pollo sazonado<br />

con retoños de bambú, la ternera en leche de almendras y otras carniceras<br />

dulzuras que afrutan las legumbres, confitan las cebollas y curan con<br />

jugos aromáticos las viandas y las presas.<br />

“A sus muchas virtudes, la mexicana añade la de ser una cocina limpia:<br />

no deja restos ni excesivos desperdicios por el solo hecho de que en ella


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 71<br />

el plato es el pan, es decir, la tortilla... los mexicanos, más modestos que<br />

los antiguos romanos, solo nos comemos los platos pero eso nos basta<br />

para encontrar patria donde hay tortillas.” “La raigambre y la estirpe<br />

del invitado se adivinan ‘hasta en la forma de agarrar el taco’, aunque ya<br />

resultan menos claros los protocolos del huarache, el sope y la tostada; y<br />

es precisamente ahí, en el universo de las picadas y las pellizcadas, de las<br />

flautas y las tortas ahogadas donde el talento y la astucia del viandante y<br />

los consejos de los tratadistas en la materia se ponen a prueba.” “Nada<br />

tan invisible y subterráneo como las costumbres, nuestra otra metafísica.<br />

Cuchara y alimento, servilleta y vianda, relleno y plato, la tortilla sugiere<br />

en su pensamiento circular que para el cliente mexicano se da una consagración<br />

feliz, una alianza indudable entre los fines y los medios que hace<br />

del instrumento, indumento”.<br />

Todavía nos falta una comida de jabalí en un restaurante frente al castillo<br />

de Chambord; memorable; el elogio de la siesta y de informar al<br />

menos que la segunda parte de este Grano de sal es un sabroso Cocinero<br />

práctico: recetario formado por un bisabuelo de Adolfo Castañón, en<br />

1883, en San Gabriel.<br />

Y para despedirnos de los libros de Adolfo Castañón me limito a mencionar<br />

al menos dos libros olvidados: El jardín de los eunucos (Paseos III)<br />

(coedición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y el Conaculta,<br />

1998), de la que ya se mencionó que lleva al frente una dedicatoria cariñosa<br />

al bibliófilo don Jesús Castañón, padre de Adolfo, y ahora añado que<br />

el resto del volumen es de ensayos sobre temas editoriales, profesión del<br />

autor. Y el otro libro es uno pequeño pero lleno de inteligencia y de amor,<br />

dedicado al Fulgor de María Zambrano, la filósofa española (México, Ediciones<br />

Sin Nombre / Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2002).<br />

II. EL DISCURSO <strong>DE</strong>L NUEvO ACADéMICO<br />

Antiguo devoto de la personalidad y la obra de Alfonso Reyes, tema del<br />

libro que le dedicó y que es uno de los dos o tres mejores sobre nuestro


72 jOSé LUIS MARTíNEZ<br />

maestro, Adolfo Castañón le dedica también su discurso inaugural en la<br />

Academia Mexicana de la Lengua, al cual puso por título el siguiente:<br />

Trazos para una bibliografía comentada de Alfonso Reyes, con especial<br />

atención a su postergada antología mexicana: En busca del alma nacional,<br />

y está dedicado a nuestro querido ausente, Gabriel Zaid.<br />

Por su bibliografía nos enteramos de que la UNAM lo ha contratado<br />

para realizar y concluir la antología magna de Alfonso Reyes, tema de su<br />

discurso, cuya segunda parte, de acuerdo con el protocolo de esta Academia,<br />

es un recuerdo de sus antecesores en la silla II. De la imponente<br />

nómina de sus antecesores, que menciona, solo se ocupa, con amor, de<br />

los dos últimos que conoció: Francisco Monterde y Héctor Azar.<br />

Adolfo Castañón, por el cúmulo de tus méritos y por tu amor a las<br />

letras, seas bienvenido como miembro de número en la silla II a la Academia<br />

Mexicana de la Lengua. Que sea uno de tus hogares.


<strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong> <strong>DE</strong>L <strong>DE</strong>RECHO<br />

Y EL <strong>DE</strong>RECHO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong>*<br />

Don José G. Moreno de Alba,<br />

director de la Academia Mexicana de la Lengua;<br />

Don José Luis Martínez, director honorario perpetuo;<br />

señoras académicas, señores académicos,<br />

señoras, señores:<br />

[73]<br />

Diego vA<strong>LA</strong>DéS<br />

A lo largo de los años, ya no pocos, he acumulado gratas e inolvidables<br />

deudas de gratitud. Agradecido estoy con quienes me educaron y me enseñaron,<br />

con quienes me dieron su confianza en el afecto y en el trabajo,<br />

con quienes me han dejado cursar, a su lado, la hermosa travesía de la<br />

vida. A este frondoso capítulo de agradecimientos añado, hoy, uno más;<br />

lo expreso a quienes me tenían por admirador y, ahora, también por compañero.<br />

Sentarme a su vera, señores académicos, es una experiencia fascinante.<br />

El día 26 del agosto anterior comencé a asistir a las maravillosas<br />

sesiones quincenales que la Academia celebra. Lo único que ha cambiado<br />

para mí es que antes los admiraba de lejos, y ahora lo hago de cerca.<br />

Su sabiduría, señores, se conoce en el país y afuera; pero su generosidad<br />

no es inferior, y para demostrarla estoy aquí. A quienes he expresado<br />

mi gratitud en ocasiones previas, también he dicho que en su juicio<br />

sobre mí se han equivocado, pero no se los puedo reclamar porque lo<br />

han hecho a mi favor. Lo mismo digo ahora a ustedes, y a los auspiciantes<br />

de este, para mí, tan fasto suceso: doña Clementina Díaz y de Ovando,<br />

don Eulalio Ferrer, don Miguel León-Portilla y don José Pascual<br />

* Leído en la sesión pública del 25 de agosto de 2005.


74 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

Buxó. Todos ustedes son protagonistas excepcionales del quehacer cultural<br />

mexicano, como lo es el erudito escritor a quien no puedo sustituir<br />

pero sí tengo el honor de suceder: don Gabriel Zaid.<br />

Precedieron a don Gabriel cinco eminentes mexicanos. Ignacio Mariscal,<br />

jurista, poeta, forjado en la tormenta de nuestra historia, introdujo<br />

en México el concepto de ministerio público; Enrique Fernández Granados,<br />

cuya “vida serena” y honda sabiduría encomió su sucesor, y de<br />

quien José Emilio Pacheco ha dicho, certeramente, que es uno de “esos<br />

irremplazables poetas sin los cuales habría una oquedad en el conjunto<br />

de nuestra lírica”; Alejandro Quijano, que sabía, como pocos, de los<br />

secretos del derecho y de las honduras de la palabra, y por cuyas virtudes<br />

morales se le reconoció como un “incansable donador de sí mismo”;<br />

Celestino Gorostiza, animador excepcional del teatro nacional y autor<br />

de tramas y dramas profundamente mexicanos, descrito por su sucesor<br />

como “señorial caballero de las letras y la vida”; Antonio Acevedo Escobedo,<br />

“dueño de una prosa donairosa, penetrante y suelta”, según dijo de<br />

él Mauricio Magdaleno.<br />

Soy, como tantos más, lector y admirador de la poesía de Zaid. No<br />

en vano es considerado, con justicia, uno de nuestros grandes poetas.<br />

Tomando versos al azar se puede componer un ramillete que ilustra la<br />

filigrana de su palabra: “vivir deja una estela invisible”; “la luz que va<br />

guardando / las ruinas del olvido”; “revienta el sol / y se derrumba /<br />

por refrescarse en tu alegría”; “el agua se hace pájaros / contra la piedra<br />

azul”; “no soy la voz ni la garganta / sino lo que se canta”. Y así podría<br />

seguir con mi antología personal de Zaid; pero debo recordar que no es<br />

ese el territorio de mi especialidad. Al poderoso ensayista también lo he<br />

seguido con atención y con provecho a lo largo de las décadas.<br />

Como con cualquier otro autor inteligente, se puede o no coincidir;<br />

pero hay características muy particulares en su obra ensayística que hacen<br />

de Gabriel Zaid uno de los más sugerentes pensadores mexicanos<br />

contemporáneos. Es imposible leerlo sin afirmar o negar, sin tomar posición,<br />

sin entender qué tan cuestionable puede ser lo suyo como lo pro-


DISCURSO <strong>DE</strong> INGRESO 75<br />

pio. No se reserva para las medias verdades; dice, de manera directa y<br />

dura, exactamente lo que piensa, lo que sabe, en lo que cree. Su prosa<br />

límpida y sin concesiones es un ejemplo que fascina.<br />

A Zaid no parece haberle preocupado ser considerado parte de una escuela;<br />

tampoco da la impresión de querer tener una propia. Su sentido de<br />

independencia domina una obra llena de ideas, de imágenes, de juicios severos<br />

y de propuestas seductoras. Zaid nunca tendrá lectores indiferentes:<br />

los tendrá que coincidan o que discrepen, pero no que lo ignoren. Sus palabras<br />

hacen mella; sacuden, persuaden o disuaden; no son neutras.<br />

La extensa obra de Zaid arranca, en poesía, con Seguimiento (1964,<br />

luego integrado a Cuestionario). En Cuestionario (1976) también incluyó<br />

Campo nudista (1969) y Práctica mortal (1973). Después aparecieron Sonetos<br />

y canciones (1992) y Reloj de sol (1995).<br />

En otro momento surgen su formidable antología, Ómnibus de poesía<br />

mexicana (1971 y más de 20 ediciones sucesivas), a la que siguieron La<br />

poesía indígena de México (en serbio, 1977), Asamblea de poetas jóvenes de<br />

México (1980) y Los poetas del mundo azteca (en japonés, 1996).<br />

Aunque todo intento de clasificación corre el riesgo de resultar arbitrario,<br />

considero posible agrupar sus ensayos en dos grandes rubros: los<br />

de crítica, y los referidos a la cultura política, económica y literaria. Entre<br />

los primeros se incluyen Ensayos sobre poesía (1993) que, para facilitar su<br />

localización y lectura, incorporan La poesía en la práctica (1985), La máquina<br />

de cantar (1967), Leer poesía (1972) y Tres poetas católicos (1997).<br />

En cuanto al segundo grupo de ensayos, en Crítica del mundo cultural<br />

(1999) incluyó Los demasiados libros (1972) y Cómo leer en bicicleta (1975).<br />

Junto a Los demasiados libros (1988), se convirtieron en clásicos contemporáneos<br />

sus ensayos El progreso improductivo (1979), La economía presidencial<br />

(1987), seguido de La nueva economía presidencial (1994) y Hacen<br />

falta empresarios creadores de empresarios (1995). Fue premonitoria su obra<br />

Adiós al pri (1995).<br />

A esa notable producción suma 10 opúsculos, 11 ediciones de obras, 14<br />

prólogos, 53 capítulos en libros. Sus poemas han sido recogidos en más


76 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

de un centenar de antologías, en 14 países (Alemania, Brasil, Canadá, Colombia,<br />

España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, México,<br />

Portugal, República Checa, Suecia, Venezuela).<br />

La lectura de Gabriel Zaid debe entenderse en su contexto. En medio<br />

de las tradiciones sibilinas, su prosa significó un contrapunto; irrumpió<br />

en un México dominado por el verticalismo e interrumpió la placidez de<br />

la rutina, de la aquiescencia.<br />

En lo apretado de esta circunstancia, no puedo siquiera intentar una<br />

síntesis de las muchas ideas de Zaid; quiero, sin embargo, a manera de<br />

homenaje personal, hacer mía su idea de una ley del libro. Ese proyecto<br />

suyo, detallado, preciso, se inscribe también en el tema general que a<br />

continuación abordaré, el derecho de la lengua. Años atrás, Zaid escribió<br />

sobre la utilidad de una ley del libro. Sus argumentos no reclaman<br />

refuerzo; solo requieren de más voluntades que las retomen. Orientado<br />

por la necesidad de apoyar a los autores, a los lectores y a los editores,<br />

inspirado en su devoción por la cultura y motivado por la convicción de<br />

que una sociedad se transforma cuando lee, Zaid está convencido y convence<br />

de la conveniencia de legislar en esta materia.<br />

La prolífica, erudita e inteligente obra de Zaid ha recibido amplio reconocimiento<br />

nacional e internacional. Venturosamente, es un autor que<br />

sigue en plena producción; de él podemos esperar, y los obtendremos,<br />

nuevos frutos del ingenio, nuevas creaciones que se sumarán a una ya<br />

formidable y ejemplar labor. Su fecundo paso por esta Academia ha dejado<br />

recordaciones admirativas, que recojo y multiplico.<br />

Tengo por la Academia, y por su obra emblemática, el Diccionario de la<br />

lengua española, una veneración generacional. Siempre me ha cautivado<br />

la lectura de diccionarios. Tal vez se trata de un atavismo familiar. Al<br />

mediar el siglo XIX, mi tatarabuelo, por ejemplo, superaba el letargo vespertino,<br />

en nuestro tropical Mazatlán, leyendo y releyendo el Diccionario<br />

de la Real Academia. De él descendieron un tío, Adrián, historiador<br />

regional; otro tío, de igual nombre, gramático y corrector de estilo; uno<br />

más, Edmundo, que literalmente vivía de El Cuento, y mi padre, historia-


DISCURSO <strong>DE</strong> INGRESO 77<br />

dor. Todos se sentían, además, orgullosos de contar entre sus antepasados<br />

a un singular fraile, cuyo nombre llevo, que en el siglo XvI hizo de la<br />

retórica oficio y beneficio.<br />

En cuanto a mí, no hay otra razón que explique la hospitalidad que<br />

me brindan los señores académicos, que mi formación jurídica. Llego,<br />

pues, como un abogado deseoso de participar en el trabajo cotidiano<br />

de esta benemérita institución, procedente de otra institución también<br />

comprometida con el destino de la cultura mexicana. Por formación y<br />

vocación me debo a la Universidad Nacional Autónoma de México. Allí<br />

estudié y, también, me desarrollé profesionalmente; en ella encontré los<br />

paradigmas de mi vida. Orientado por mis maestros, acompañado por<br />

mis colegas, inspirado por mis alumnos, he tenido el privilegio de trabajar<br />

por la causa del derecho, afán perenne de todos los pueblos.<br />

Aunque no soy el único abogado que hoy integra esta Academia, sí soy<br />

el único que solo trabaja temas jurídicos. En su venerable historia son varios<br />

los hombres de derecho que la Academia ha incorporado. Salvador<br />

Azuela, Isidro Fabela, Luis Garrido, Antonio Gómez Robledo, Ignacio<br />

Mariscal, Alfonso Noriega, Alejandro Quijano, Emilio Rabasa ilustran la<br />

amplia nómina de juristas que han formado parte de esta institución.<br />

Advierto la magnitud del compromiso que adquiero ante mis colegas<br />

y, a guisa de juramento, hago promesa formal de empeñar mi esfuerzo<br />

mayor para honrar la responsabilidad cultural que significa compartir, a<br />

su lado, los destinos de esta institución.<br />

Don Miguel León-Portilla ha tenido la generosa disposición de dar<br />

respuesta a estas palabras. Bien sabe don Miguel lo mucho que admiro<br />

su obra, de profunda raíz mexicana, de intenso sentido humano y de<br />

suprema elevación intelectual. A él deben las letras universales ese texto,<br />

ya clásico, que nos ofrece la Visión de los vencidos; pero no son menos<br />

importantes sus hallazgos en torno a la filosofía náhuatl, que entre otras<br />

cosas inclye un cuidadoso análisis del difrasismo in quállotl in yécyotl (lo<br />

que conviene, lo recto), como fundamento de la ética y del derecho prehispánicos<br />

su deslumbrante trabajo sobre Tiempo y realidad en el pensa-


78 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

miento maya; la fascinante sistematización de las Literaturas de Mesoamérica;<br />

la hermosa traducción, con eruditas anotaciones, de Quince poetas<br />

del mundo náhuatl, y “los antiguos libros del Nuevo Mundo”, Códices,<br />

con que el historiador, filólogo y filósofo nos conduce a la intimidad de<br />

nuestro pasado. Estos, y muchos otros estudios, componen su mayúscula<br />

contribución al arte del saber, del decir y del pensar.<br />

Las relaciones entre el derecho y la obra literaria han sido examinadas,<br />

de antiguo, a través de la percepción que de los personajes y de los episodios<br />

jurídicos han tenido novelistas, poetas, dramaturgos y ensayistas. Más<br />

recientemente, apenas va para cuatro décadas, comenzó un nuevo enfoque<br />

en los estudios de derecho y literatura, de los que había trasuntos desde<br />

principios del siglo XX. Esa sistematización procura aplicar los fundamentos<br />

de la teoría literaria al análisis de los textos legales y jurisprudenciales.<br />

No abordaré ninguna de estas dos vertientes en lo que sigue. Me referiré,<br />

en cambio, a otros vínculos existentes entre la palabra y la norma: a la importancia<br />

de los repertorios jurídicos (la lengua del derecho) y a la necesaria<br />

defensa jurídica de las lenguas (el derecho de la lengua).<br />

En el año conmemorativo de otro centenario de su obra imperecedera,<br />

ofrezco a Miguel de Cervantes un testimonio más de rendida admiración.<br />

Las leyes y el gobierno de los hombres no le fueron ajenos; de ahí uno de<br />

los sabios consejos que Don Quijote trasmitió a Sancho, y de paso a legisladores,<br />

gobernantes y abogados: “No hagas muchas pragmáticas (leyes),<br />

y si las hicieres, procura que sean buenas y, sobre todo, que se guarden y<br />

cumplan; que las pragmáticas que no se guardan, lo mismo es que si no lo<br />

fuesen; antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad<br />

para hacerlas no tuvo valor para hacer que se guardasen”.<br />

Las motivaciones de escritores y juristas no son excluyentes. Los creadores<br />

tienen una percepción privilegiada de la realidad. Con frecuencia<br />

hacen ver en ella lo que para muchos pasa inadvertido, o denuncian lo<br />

que otros también advierten pero callan e incluso ocultan. Son, las suyas,


DISCURSO <strong>DE</strong> INGRESO 79<br />

expresiones de fenómenos que cuando no ayudan a rectificar si, al menos,<br />

contribuyen a identificar.<br />

La literatura tiene un doble papel en cuanto a la justicia concierne: el<br />

mismo que corresponde a la relación entre el estímulo y la consecuencia.<br />

La opresión, el abuso, la exacción son las situaciones denunciadas; la<br />

inconformidad, la protesta, la insurrección son las acciones anunciadas.<br />

Esta es, a no dudarlo, una cantera de múltiples y ricas vetas. La obra<br />

literaria relacionada con la justicia, la libertad, los tribunales, los abogados,<br />

los escribanos, los opresores y los libertadores, es un motivo para<br />

largas disertaciones, al que aquí aludo solo para subrayar un punto más<br />

de contacto entre la palabra y el derecho. Es una cuestión a la que, desde<br />

las escuelas de literatura y de derecho, se debe prestar atención. El análisis<br />

literario del derecho, y el análisis jurídico de la literatura, son materias<br />

que convocan al estudio. Incluso en el orden biográfico es posible identificar<br />

cómo han intimado estas dos formas de utilización de la palabra.<br />

A lo largo de los siglos son muchos los abogados escritores, o los escritores<br />

abogados, si así se prefiere. En esta misma Academia hay y ha habido<br />

quienes personifican, brillantemente, esa fecunda dualidad.<br />

<strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong> <strong>DE</strong>L <strong>DE</strong>RECHO<br />

Es frecuente atribuir a los abogados un uso fulleresco del lenguaje. Aunque<br />

en muchos casos esta es rotunda verdad, otros hay en que el abogado<br />

no es comprendido, simplemente porque sus expresiones no corresponden<br />

a las del uso cotidiano. Sin pretender hacer una sociología de la<br />

abogacía mexicana, sí puedo subrayar dos grandes problemas históricos<br />

que mis colegas han padecido: vivir bajo un autoritarismo endémico y<br />

sortear la estrechez de un entorno donde las variantes del analfabetismo<br />

han dificultado que la sociedad conozca sus derechos.<br />

Reza un viejo aforismo que la ignorancia del derecho no excusa su<br />

cumplimento; lo malo es que lo contrario también ocurre: la ignorancia<br />

del derecho sí impide su ejercicio. La paradoja consiste en que nadie pue-


80 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

de alegar, en su provecho, lo que otros sí pueden invocar en su perjuicio.<br />

La norma desconocida no faculta, pero sí obliga.<br />

El derecho es un fenómeno cultural. La cultura jurídica es una de las<br />

claves para que el gobernante sea más recatado y el gobernado menos<br />

encogido. Sin cultura jurídica unos atropellan, hasta sin quererlo, y otros<br />

son atropellados, hasta sin saberlo.<br />

Los elementos disponibles permiten establecer que los primeros listados<br />

de voces fueron elaborados en China y en Mesopotamia, ocho siglos<br />

antes de nuestra era. El léxico de Varrón, en el siglo II a. J. C., incluía<br />

numerosos términos jurídicos, si bien la primera obra especializada de<br />

que se tiene noticia es la de Cayo Aelius Gallus, aunque su texto no llegó<br />

a nosotros. La preocupación lexical estuvo presente en más de 20 juristas<br />

que vivieron entre los siglos I a. J. C. y vI de nuestra era.<br />

La publicación de vocabularios, repertorios y diccionarios fue frecuente<br />

en la Edad Media, pero tendió a expandirse conforme se avanzaba en<br />

el proceso constitutivo del Estado moderno. En el siglo XIv circuló la<br />

obra precursora de la lexicografía jurídica moderna: el Dictionarium iuris<br />

de Alberico de Rosciate, donde ya fusiona el tratamiento de ambos derechos<br />

(utrumque ius): el civil y el canónico. La invención de la imprenta<br />

permitió la multiplicación de ediciones bíblicas, pero también de textos<br />

jurídicos civiles. Los diccionarios comenzaron a menudear.<br />

La función de los léxicos jurídicos presenta hoy nuevas dimensiones.<br />

Si en la antigüedad sirvieron para fijar el derecho, y en la modernidad<br />

para acompañar y atestiguar el desarrollo del Estado, en nuestro tiempo<br />

les están reservados más amplios cometidos. Hasta ahora los léxicos han<br />

sido un instrumento eminentemente profesional. Han servido al que estudia<br />

y a quien profesa el derecho; también a los que circunstancialmente<br />

se interesan por los temas y los problemas jurídicos. Pero el derecho es<br />

un fenómeno cultural, y como tal las comunidades se van viendo atraí-


DISCURSO <strong>DE</strong> INGRESO 81<br />

das por su estudio y comprensión, más allá de lo que pueda significar<br />

una preocupación profesional.<br />

Las palabras del derecho actual no pertenecen al dominio reservado<br />

de los abogados. Una sociedad no llega a ser plural si sus integrantes<br />

ignoran sus derechos y sus deberes. El derecho ha alcanzado elevados<br />

niveles de complejidad y el profesional requiere de instrumentos avanzados<br />

de consulta; pero el derecho también es la colágena de la sociedad,<br />

y los ciudadanos necesitan de medios razonables de información.<br />

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua contiene numerosas<br />

voces y acepciones jurídicas. Aunque algunas puedan ser controvertidas<br />

a la luz de escuelas o métodos determinados, todas suponen un largo<br />

proceso de afinación. El rigor académico no es rigidez; por eso en sucesivas<br />

ediciones se han producido también ajustes significativos. A lo<br />

largo de su historia, la Real Academia ha adoptado tres conceptos de<br />

derecho, más algunas variaciones de estilo.<br />

En nuestro tiempo hay otros instrumentos para difundir las normas,<br />

pero sigue habiendo uno solo para elaborarlas: la palabra. Hay, empero,<br />

un nuevo problema: las palabras de la ley se han multiplicado, a la par<br />

de los procesos que las normas regulan. Entre estos procesos, los más<br />

representativos tienen que ver con el conocimiento científico. El mundo<br />

de nuestro tiempo es el del conocimiento. Por ende, la difusión de las<br />

voces que identifican al derecho actual tiene un efecto muy amplio. A<br />

diferencia de lo que sucedió durante siglos, quien consulte hoy un léxico<br />

jurídico bien elaborado sabrá lo que es un testamento, un contrato o un<br />

delito; pero también lo que es una especie protegida, un acto de inseminación<br />

artificial, un satélite para la transmisión de datos, una mala<br />

práctica médica. El derecho se ha extendido a todas las áreas del conocimiento,<br />

a todos los ámbitos de la actividad intelectual.<br />

No todas las personas pueden acceder a léxicos especializados en las<br />

diferentes disciplinas del conocimiento; pero quienes cuenten con un<br />

léxico jurídico bien estructurado, también dispondrán de un medio para


82 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

advertir el fascinante ritmo de nuestro tiempo. Las palabras del derecho<br />

son un fiel testigo de lo que permanece y de lo que cambia.<br />

EL <strong>DE</strong>RECHO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong><br />

Diversas estimaciones sitúan entre 5 000 y 7 000 el número de lenguas<br />

que se hablan en el mundo. Empero, si las fuentes difieren en cuanto a la<br />

cifra aproximada de las lenguas existentes, se tienen mejor identificadas<br />

las que se encuentran en proceso de extinción. Con algunas variaciones<br />

menores entre las fuentes, se estima que cada dos semanas, en promedio,<br />

muere una lengua. De seguir este ritmo, al terminar el siglo habrán<br />

desaparecido alrededor de 2 500 lenguas. Una merma tan cuantiosa del<br />

patrimonio lingüístico de la humanidad, en solo cien años, es una catástrofe<br />

cultural. Además, desde una perspectiva constitucional, este fenómeno<br />

representa una amenazadora regresión.<br />

Una de las características del constitucionalismo contemporáneo es el<br />

reconocimiento de los derechos culturales y de los derechos de las minorías.<br />

Actualmente, de entre 180 constituciones, solo 22 no contienen<br />

referencia alguna a las lenguas. Dos de estas corresponden a estados de<br />

nuestro hemisferio: Chile y Uruguay. La omisión uruguaya no resulta<br />

significativa, si se tiene en cuenta que en ese país solo están reportadas<br />

dos lenguas, incluido el español, pero sí en Chile, donde en las últimas<br />

décadas se han extinguido dos lenguas, y otras dos de las restantes ya<br />

son habladas por menos de cien personas.<br />

En numerosos casos son las leyes ordinarias las que determinan cuál<br />

es la lengua oficial, por lo que son pocos los estados que carecen por<br />

completo de definiciones legales sobre la materia. Sin embargo, en virtud<br />

de la tendencia, cada vez más pronunciada, en cuanto a tutelar los<br />

derechos de los grupos minoritarios, las constituciones de nuevo cuño<br />

van sumándose a la lista de las que sí se ocupan de la materia.<br />

Sobre ese tema existe una gran variedad de normas que se pueden sistematizar<br />

en tres grandes corrientes: las que establecen como lengua ofi-


DISCURSO <strong>DE</strong> INGRESO 83<br />

cial la que prevalece en el país; las que admiten la diversidad lingüística<br />

pero dejan que cada una se desarrolle de manera más o menos espontánea,<br />

y las que adoptan compromisos estatales en cuanto a la difusión,<br />

preservación y desarrollo de las lenguas minoritarias.<br />

El grupo de constituciones que, además de la diversidad, establece<br />

compromisos para que el Estado adopte medidas positivas en torno a<br />

los derechos lingüísticos, es relativamente reducido, aunque sus aportes<br />

son significativos. En este ámbito sobresalen los países iberoamericanos,<br />

aunque no el nuestro.<br />

España, India, Rusia y Sudáfrica figuran, asimismo, entre los Estados<br />

que han hecho de la diversidad lingüística un paradigma. El carácter<br />

oficial de las lenguas locales, y su naturaleza de patrimonio cultural, es<br />

reconocido por la Constitución española; la rusa autoriza a las repúblicas<br />

federadas para que establezcan libremente sus lenguas oficiales, y además<br />

declara la responsabilidad del Estado nacional en cuanto a promover<br />

el estudio y el desarrollo de las lenguas nativas.<br />

El caso sudafricano merece atención especial, porque, superando incluso<br />

al texto constitucional hindú, contiene el más amplio tratamiento<br />

en vigor en el mundo, con relación a los derechos lingüísticos. Diversas<br />

secciones de la Constitución, adoptada el 8 de mayo de 1996, se ocupan<br />

de esos derechos, y ofrecen un panorama de las considerables implicaciones<br />

que tiene esta nueva vertiente jurídica. En primer término advierte<br />

que las lenguas vernáculas han sido históricamente desdeñadas, y que el<br />

Estado constitucional debe adoptar medidas positivas para elevar el estatus<br />

y promover el uso de esas lenguas. El régimen jurídico de las lenguas<br />

es objeto de protección por parte del Estado nacional, de las provincias<br />

que lo integran y de los municipios.<br />

La posición constitucional sudafricana abre un nuevo horizonte para<br />

los derechos lingüísticos, porque, además de la tutela de las lenguas nativas,<br />

extiende garantías a las cultivadas por otras minorías culturales,<br />

como la alemana, la griega, la portuguesa, la árabe, la hebrea y la hindú.<br />

Más aún, admite que, dentro de las posibilidades del Estado, las mino-


84 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

rías tienen derecho a recibir educación en las instituciones públicas, en<br />

la lengua de su elección. La misma Constitución establece, como organismo<br />

del Estado, la Comisión para la Promoción y la Protección de los<br />

Derechos de las Comunidades Culturales, Religiosas y Lingüísticas.<br />

En el orden internacional, además de la Declaración Universal sobre<br />

Diversidad Cultural, adoptada por la UNESCO en 2001, existen tres grandes<br />

áreas, África, América y Europa, donde diversos instrumentos hacen<br />

referencia a los derechos lingüísticos. Todos los acuerdos regionales<br />

postulan el derecho de las comunidades a la preservación de sus lenguas<br />

originales.<br />

Ahora bien, hemos visto que solo en algunos casos se dispone de instrumentos<br />

constitucionales para proteger las lenguas, y que los acuerdos<br />

internacionales todavía no reconocen el desafío de las que están en<br />

peligro. En el horizonte del tiempo, el reconocimiento progresivo del<br />

multilingüismo tendrá un efecto tutelar para la vida de las lenguas, pero<br />

podrían acortarse los pasos si se emprendieran acciones deliberadamente<br />

encaminadas a alcanzar esta meta.<br />

Dos modalidades jurídicas se antojan recomendables: una, auspiciar<br />

la multiplicación de normas nacionales para considerar a las lenguas vernáculas<br />

como parte del patrimonio cultural, y desplegar en consecuencia<br />

un abanico de acciones encaminadas a su desarrollo. Otra, impulsar<br />

la suscripción de compromisos internacionales, mediante la ampliación<br />

de la Declaración Universal sobre Diversidad Cultural, de la UNESCO,<br />

para conjurar la degradación lingüística de la humanidad. No es menester<br />

ensanchar las burocracias internacionales; bastará con la adopción de<br />

mecanismos que permitan impulsar y coordinar los esfuerzos de las instituciones<br />

nacionales, para generar un nuevo compromiso con la cultura.<br />

Voy a concluir.<br />

El derecho es el conjunto de palabras con poder a las que se atribuye<br />

la función de regular la vida individual y colectiva de las personas; de<br />

ellas depende, en buena medida, la cohesión de la sociedad.


DISCURSO <strong>DE</strong> INGRESO 85<br />

Hay una especie de indefensión que afecta a los colectivos que carecen<br />

de información relevante en materia jurídica. En numerosas naciones la<br />

cultura jurídica se ha ido conformando como un proceso agregado más<br />

o menos espontáneo, de suerte que a través de la literatura, de la prensa,<br />

y más recientemente del cinematógrafo y de los medios electrónicos, el<br />

ciudadano medio se va adentrando en la gama de derechos que le asisten.<br />

El conocimiento instintivo de los derechos se ve complementado por el<br />

ambiente cultural.<br />

Una forma de acelerar ese proceso consiste en auspiciar el conocimiento<br />

de las voces jurídicas. Además de los diccionarios para especialistas,<br />

pueden ser de utilidad vocabularios jurídicos que incluyan voces<br />

históricas, argot y definiciones generales. Es necesario impulsar nuevas<br />

formas de difusión del lenguaje jurídico. La fuerza de las palabras del<br />

derecho debe ser explorada en su más amplia dimensión, y utilizada para<br />

que, a su vez, sirva al derecho de las palabras.<br />

El reporte Ethnologue localiza 290 lenguas en México, entre las que es<br />

inminente la extinción del kiliwa, en Baja California; del matlatzinca, en<br />

el Estado de México; del zapoteco de Mixtepec, y del zoque, en Tabasco.<br />

El panorama de las antiguas lenguas mexicanas es todavía más desolador<br />

allende nuestras fronteras. De la cerca de cien lenguas que llegaron<br />

a ser identificadas en California, actualmente 36 son recordadas por ancianos,<br />

17 tienen menos de cinco hablantes y el resto ha desaparecido,<br />

incluso de la memoria. Este proceso de extinción no ha sido objeto de<br />

nuestra atención.<br />

No podemos asistir, indiferentes, a la muerte o al colapso de las lenguas<br />

propias; tampoco podemos cerrarnos al mundo e ignorar lo que en<br />

otros lugares ocurre o sucederá. Entre nosotros la defensa jurídica de las<br />

lenguas ofrece muchas opciones: adoptar disposiciones constitucionales<br />

para reconocer que el español es la lengua oficial, porque es la lengua común,<br />

y proteger y promover el desarrollo de las lenguas indígenas, como<br />

parte del patrimonio cultural mexicano; modificar, en consecuencia, los<br />

programas escolares, para que la norma no quede en mera declaración;


86 DIEGO vA<strong>LA</strong>DéS<br />

formar a las decenas de filólogos que requiere un país con tan rico patrimonio<br />

lingüístico; instituir un organismo de alto nivel, que responda<br />

de los programas educativos bilingües, de las acciones de extensión que<br />

contribuyan al conocimiento de nuestras lenguas y de la asistencia para<br />

acceder a la justicia en la lengua indígena que cada quien elija.<br />

También en el ámbito de la cooperación internacional tenemos mucho<br />

por hacer, sea construyendo un aparato normativo que complemente al<br />

nacional, sea participando en acciones de preservación del patrimonio<br />

lingüístico en nuestro hemisferio. La comunidad de problemas debe llevarnos<br />

también a compartir experiencias. Necesitamos, en esta materia,<br />

realizar estudios comparativos de acciones encaminadas a la conservación<br />

y al desarrollo de las lenguas vernáculas.<br />

Señoras, señores:<br />

Preservamos especies biológicas, y cumplimos con un deber; preservamos<br />

monumentos históricos y arqueológicos, y cumplimos con otro deber;<br />

pero descuidamos nuestro patrimonio lingüístico, y faltamos a un<br />

deber. En este tema no hay que preocupamos por estar llegando tarde;<br />

no pensemos en el tiempo que ya se fue, pensemos en que el tiempo no<br />

se siga yendo.


RESPUESTA AL DISCURSO ANTERIOR<br />

[87]<br />

Miguel LEÓN-pORTIL<strong>LA</strong><br />

Llega a esta Academia Mexicana de la Lengua nuestro amigo, el jurista<br />

Diego Valadés. Las palabras suyas que acabamos de escuchar, y otras<br />

muchas que en otras ocasiones hemos oído o leído de él, confirman con<br />

creces lo acertado de su elección como académico. Además es él un conocedor<br />

de nuestro idioma, amoroso cultivador de él, que hoy nos enriquece<br />

con una disertación acerca de la lengua del derecho y el derecho<br />

de la lengua.<br />

Ha atendido en ella a lo mucho que, siendo parte integrante del léxico<br />

de nuestro idioma, guarda relación con el orden jurídico en todos sus aspectos<br />

y campos semánticos. Y si esto es lo que pertenece a la lengua del<br />

derecho, en contraparte, en lo que parece un juego de palabras, es decir<br />

en el otro tema, el del derecho de la lengua, ha hecho señalamiento de<br />

aquello que es atributo inalienable de la persona y la sociedad. Me refiero<br />

al derecho a expresarse en todos los contextos de la vida, en nuestro caso<br />

bien sea en español o en los idiomas vernáculos, los de los pueblos indígenas,<br />

que también son nuestros. Su disertación, quiero así entenderlo,<br />

anticipa lo que habrá de ser su labor en esta Academia: ampliar nuestro<br />

saber acerca de la lengua del derecho y propugnar por todo lo que concierne<br />

al derecho de hablar y cultivar la propia lengua.<br />

Luminosa ha sido la carrera académica de Diego Valadés. Oriundo<br />

de Mazatlán, Sinaloa, Diego se formó en la UNAM, así como en la Universidad<br />

Clásica de Lisboa, cursando en ambas la Licenciatura en Derecho.<br />

Años después coronó sus estudios con el doctorado en la misma<br />

disciplina en la Complutense de Madrid. Especializado en Derecho<br />

Constitucional, pero atento también a otras ramas de las ciencias jurídi-


88 MIGUEL LEÓN-pORTIL<strong>LA</strong><br />

cas, ha sido maestro muy estimado y ha publicado y coordinado obras<br />

fundamentales en su campo del saber. Recordaré sólo unas pocas: La<br />

dictadura constitucional en América Latina, primera obra suya publicada<br />

en el Instituto de Investigaciones Jurídicas en 1974. Otro libro, del que<br />

me consta que Diego se mantiene contento de haberlo escrito, con un<br />

prólogo del doctor Héctor Fix Zamudio, es El control del poder, aparecido<br />

en 1987. La lista podría alargarse y deberían citarse otras aportaciones<br />

de las que fue coordinador. Citaré dos que considero fundamentales: la<br />

serie de Constituciones Iberoamericanas, que incluye varios volúmenes, y<br />

la monumental Enciclopedia jurídica de México, coeditada por el Instituto<br />

de Investigaciones Jurídicas y la Editorial Porrúa en 12 volúmenes y ya<br />

con dos ediciones. Esta obra muestra, más que cualquier consideración,<br />

un grande interés por adentrarse en el conocimiento de la teoría y el lenguaje<br />

del derecho.<br />

He calificado de luminosa su carrera académico-administrativa. Y así<br />

lo ha sido. Incluye ella su labor docente en las Facultades de Derecho y<br />

Ciencias Políticas de la UNAM, así como en otras universidades de provincia<br />

y del extranjero. Él, que tuvo maestros tan distinguidos como el<br />

doctor Héctor Fix Zamudio, miembro correspondiente de esta Academia,<br />

ha contado paralelamente con discípulos que son hoy consagrados<br />

docentes e investigadores del derecho.<br />

Diego ha ocupado en su alma mater, la UNAM, puestos tan relevantes<br />

como los de miembro de la Comisión Técnica de Legislación Universitaria,<br />

director general de Difusión Cultural, abogado general, coordinador<br />

de Humanidades y director del Instituto de Investigaciones Jurídicas,<br />

puesto que desempeña desde 1998 hasta el presente.<br />

No obstante tales encargos, que a otros les impedirían proseguir laborando<br />

en la docencia y la investigación, Diego ha confirmado ampliamente<br />

que quien tiene auténtica vocación académica puede compaginar<br />

encargos académico-administrativos con docencia e investigación.<br />

Su copiosa bibliografía da testimonio de ello. Además de sus libros, ha<br />

escrito y publicado más de 180 artículos en revistas especializadas, así


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 89<br />

como otras decenas de aportaciones en periódicos y revistas de divulgación.<br />

A esto hay que sumar múltiples conferencias y participaciones<br />

en congresos en México y en el extranjero. El universitario Valadés con<br />

todos estos merecimientos, a los que se suman premios y otras distinciones,<br />

es persona sencilla y asequible, amante de los viajes, la buena mesa y<br />

la conversación con los amigos.<br />

Lector infatigable, abre su mente a una gran variedad de temas, muchos<br />

relacionados con el derecho pero otros tocantes a la historia, al arte<br />

en todas sus formas, la sociología, la filosofía, y desde luego también a la<br />

problemática contemporánea, la de México y la del mundo.<br />

La carrera luminosa de Diego no se ha limitado al campo de la vida<br />

académica. Ha servido también a México con profesionalismo y honradez<br />

como director general de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Gobernación;<br />

diputado federal; secretario general del Gobierno de Sinaloa;<br />

embajador de México en Guatemala; procurador general de Justicia de la<br />

Nación y ministro de la Suprema Corte de Justicia. Haber desempeñado<br />

estos encargos nunca significó abandono de sus primordiales intereses<br />

académicos. Buena prueba la dio al apartarse del elevado puesto de ministro<br />

de la Suprema Corte de Justicia para entregarse de lleno a la vida<br />

universitaria.<br />

Lo que he evocado de la carrera de Diego Valadés nos ayudará a valorar<br />

mejor la personalidad de nuestro nuevo académico que es, quiero<br />

reiterarlo y consta a cuantos los conocemos, persona cordial, dispuesta<br />

siempre a oír y a ayudar a quienes acuden a él. Ahora atenderé a los que<br />

han sido los dos aspectos centrales del discurso que acabamos de escuchar.<br />

Tras hacer en él cumplido elogio de quienes han ocupado antes la<br />

silla XVI de esta Academia, se ha concentrado en temas que versan por<br />

entero acerca de dos aspectos claves referentes a la lengua.<br />

Tomando como punto de partida una pertinente cita de Miguel de<br />

Cervantes en El Quijote, entra de lleno en el tema de las relaciones de la<br />

creación literaria y la lengua con las preocupaciones asociadas a la justicia,<br />

la equidad, la libertad y el ejercicio del poder. “Los problemas de la


90 MIGUEL LEÓN-pORTIL<strong>LA</strong><br />

justicia”, nos dice, han sido contemplados muchas veces, en forma esclarecedora<br />

desde la perspectiva del escritor, incluyendo por supuesto a los<br />

novelistas.<br />

Dado que el lenguaje del derecho es propio de los abogados, resulta<br />

indispensable fomentar la cultura jurídica. Esto se va logrando con<br />

aportaciones como la incorporación en el Diccionario de la lengua de más<br />

voces concernientes al derecho. De esto se sigue algo muy importante,<br />

y es la colaboración entre filólogos y lingüistas, por una parte, y juristas,<br />

por la otra. Como muestras de aportaciones que pueden considerarse<br />

fruto de ese género de colaboración cita Diego una serie de importantes<br />

léxicos jurídicos, desde los primeros elaborados en Mesopotamia y otros<br />

debidos a letrados romanos y de la Edad Media, hasta llegar al presente.<br />

En él esperamos, por cierto, su participación personal al ofrecernos el<br />

deseado diccionario jurídico mexicano.<br />

El derecho, aquí y en el mundo entero, se relaciona con todas las áreas<br />

del conocimiento y la acción. En la actualidad se acrecienta sobremanera<br />

esa relación. Como lo hace ver nuestro nuevo académico, es ya plenamente<br />

reconocida la íntima relación entre determinados temas biológicos,<br />

clínicos y ecológicos con el orden jurídico. De esto se deriva una<br />

nueva disciplina, el bioderecho, que incluye áreas como la regulación de<br />

la medicina genómica, las neurociencias, la farmacología, las disposiciones<br />

relativas a una muerte digna en casos de enfermos terminales. Y a<br />

todo esto pueden añadirse los derechos de la sociedad a la seguridad<br />

social, que incluyen nuevas formas de medicina, la protección del medio<br />

ambiente, los valores en riesgo de la dignidad humana en un mundo<br />

amenazado por la globalización cultural y un sinfín más de temas. Todos<br />

ellos, al relacionarse con aspectos esenciales de la vida, requieren<br />

la existencia de una normatividad que permita resolver jurídicamente<br />

problemas que antes no parecían guardar relación con la aplicación del<br />

derecho.<br />

Deja ver esto la magnitud enorme de cuanto abarca el tema del cada<br />

vez más rico lenguaje del derecho. Y también la magnitud de la tarea


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 91<br />

que habrán de emprender los juristas que, como Diego Valadés, aceptan<br />

trabajar codo con codo con los lingüistas y filólogos, en particular con<br />

quienes han asumido la responsabilidad de laborar en una academia de<br />

la lengua.<br />

Tratando ya del derecho de la lengua, con pertinente erudición nos<br />

recuerda Diego la actual existencia de más de 5 000 idiomas, y el peligro<br />

en que muchos de ellos están de extinguirse. De esa merma afirma que su<br />

desaparición será una catástrofe cultural. Quiero expresar aquí que coincido<br />

plenamente con él. Aquí, en esta Academia, hay principalmente tres<br />

miembros que estamos luchando por la defensa de las lenguas indígenas<br />

de México. Me refiero a Andrés Henestrosa, cuya lengua materna<br />

es el zapoteco; Carlos Montemayor, que tanto ha hecho en los talleres<br />

literarios que dirige y en los que han participado numerosos indígenas.<br />

El otro defensor de las lenguas vernáculas, debo decir, empleando una<br />

expresión jurídica, es “el de la voz”, o sea yo mismo.<br />

Para iluminar lo que significa el derecho de la lengua, nuestro nuevo<br />

académico atiende a lo que establecen las constituciones de varios países.<br />

También trae a colación la Declaración Universal sobre la Diversidad<br />

Cultural, aprobada por la UNESCO en 2001, que incluye lo tocante a las<br />

lenguas consideradas como parte integrante del patrimonio de la humanidad.<br />

“El derecho a la lengua es de todos”, proclama Diego Valadés. Con<br />

certera expresión, que comparto plenamente, afirma luego que “nuestra<br />

gran cultura nacional es poliédrica, multifacética, heterogénea pero igualitaria”.<br />

Y añade que “la autonomía cultural tendrá que ser reconocida<br />

por el Estado, que le ha de conferir fuerza vinculante y que deberá desarrollar<br />

a la vez acciones para la protección de las lenguas”.<br />

Y, ya para concluir su discurso, formula Diego un señalamiento de<br />

lo que abarca la lengua del derecho y que es no solo el lenguaje jurídico<br />

sino incluso expresiones del argot popular, la jerga legal, la que incluso<br />

adoptan los jóvenes y otros sectores expuestos a veces a la exclusión cultural.<br />

Por ello importa sobremanera impulsar nuevas formas de difusión


92 MIGUEL LEÓN-pORTIL<strong>LA</strong><br />

del lenguaje jurídico para alcanzar que la justicia prevalezca cada vez más<br />

en nuestro país. Por mi parte añadiré, querido amigo y admirado colega,<br />

Diego Valadés, que es, para lograr esto, precisamente que esta Academia<br />

te ha elegido.<br />

Recordaré aquí las palabras que, al ingresar yo a esta Academia, me<br />

dirigió mi recordado y querido maestro Ángel María Garibay K.: “No<br />

venimos a la Academia a dormir sobre los laureles marchitos; venimos y<br />

debemos venir a plantar nuevos árboles y cosechar nuevos frutos”.<br />

Esto es lo que quiero trasmitirte y, si ello significa trabajo, estamos<br />

ciertos de que habrás de acometerlo. Entretanto, aquí y ahora, en nombre<br />

de nuestra Academia vuelvo a darte la bienvenida. Es tuyo el quehacer<br />

en torno a la lengua del derecho y al derecho de la lengua. ¡Enhorabuena,<br />

Diego!


EL SIGLO XVIII<br />

Y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGÜÍSTICA <strong>DE</strong> MÉXICO*<br />

[93]<br />

Concepción COMpANy<br />

Señor director de la Academia Mexicana de la Lengua Española,<br />

don José G. Moreno de Alba<br />

Señor director honorario perpetuo, don José Luis Martínez<br />

Señor director adjunto, don Ruy Pérez Tamayo<br />

Señoras académicas y señores académicos<br />

Señoras y señores:<br />

1. pRESENTACIÓN: HUMANIDA<strong>DE</strong>S E I<strong>DE</strong>NTIDAD<br />

La búsqueda de identidad es consustancial al ser humano. Las preguntas<br />

¿quiénes somos?, ¿cómo somos? y ¿por qué somos de una particular<br />

manera? ocupan sin duda el centro de reflexión de la mayoría de las disciplinas<br />

humanísticas; son el objeto de estudio inmediato de algunas de<br />

ellas, como la filosofía, la historia, la literatura o la filología, y muy posiblemente<br />

esas mismas interrogantes constituyen un telón de fondo en el<br />

quehacer disciplinario cotidiano de algunas ciencias, como la medicina, la<br />

bioquímica o la genética. Subyacente en esas preguntas está el fin último<br />

de conocernos mejor como seres humanos, en nuestras similitudes y diferencias<br />

con los otros, esto es, de tener conciencia de lo propio. La consecución<br />

de ese fin es parte inherente y definitoria de las Humanidades.<br />

El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española en<br />

su vigésima segunda edición define identidad, en sus acepciones 2 y 3,<br />

como, respectivamente, el “Conjunto de rasgos propios de un individuo<br />

* Leído en la sesión pública del 10 de noviembre de 2005.


94 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás” y “Conciencia<br />

que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás”.<br />

Estas dos definiciones guiarán el discurso al que damos ahora comienzo.<br />

Una manera inequívoca de conocer el conjunto de rasgos propios de<br />

una colectividad es observar cómo se expresa y mediante qué rutinas o<br />

hábitos lingüísticos lo hace, o lo ha venido haciendo por siglos, ya que<br />

el uso de las formas lingüísticas está anclado y determinado en gran medida<br />

por la forma de percibir, de sentir y de conocer de los pueblos. No<br />

cabe duda de que la lengua es el sistema que mejor permite acercarse, si<br />

bien nunca de manera directa, a la organización conceptual del ser humano<br />

y a su visión de mundo, y, en efecto, a través del estudio lingüístico<br />

se pueden hacer evidentes, a la vez que matizar, aspectos culturales no<br />

fácilmente aprehensibles a primera vista. La lengua es patrimonio cultural<br />

intangible del ser humano. Otros patrimonios menos intangibles,<br />

como las diversas manifestaciones de las artes plásticas, la música o, por<br />

qué no, la gastronomía, son también testimonio directo de la identidad<br />

de un pueblo.<br />

Un gran intelectual e ilustre mexicano, don Rubén Bonifaz Nuño,<br />

quien ocupara por 34 años la silla v de esta sabia y honorable corporación<br />

—silla que hoy inmerecidamente se me concede, y el adverbio en<br />

este caso tiene pleno contenido, no es un mero efecto retórico—, ha dedicado<br />

toda su vida, desde la palabra grecolatina, desde las artes plásticas<br />

prehispánicas y desde la palabra creativa del poeta, a reflexionar sobre la<br />

identidad de México y a aportar en una vastísima obra interpretaciones<br />

originales e iluminadoras sobre ella. Como traductor de la cultura clásica<br />

grecolatina, como ensayista y hermeneuta de la cultura prehispánica,<br />

como creador poeta, como universitario cabal y como maestro de generaciones,<br />

la obra toda de Rubén Bonifaz Nuño ha estado al servicio de<br />

un mejor conocimiento del México actual, a través de sus raíces y de sus<br />

fundamentos históricos. La palabra es para Bonifaz portadora de identidad<br />

y de placer; ella ha sido su herramienta en su largo caminar filológico<br />

y creativo y ella ha sido también su principal objeto de estudio.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 95<br />

Su obra filológica se centra en dos de las civilizaciones que, junto con<br />

la hispánica, nutren la esencia de la cultura mexicana: el mundo clásico<br />

grecolatino y el mundo prehispánico mesoamericano. Como traductor,<br />

ha vertido al español más de una docena de nuestros antiguos clásicos y<br />

algunos de ellos en varias de sus obras e incluso en sus obras completas:<br />

Virgilio, César, Lucrecio, Catulo, Ovidio, Horacio, Homero, Eurípides y<br />

un largo etcétera. Sus traducciones, siempre acompañadas de largas, sabias<br />

y eruditas introducciones y notas críticas, además de haber merecido<br />

reconocimiento internacional, son empleadas como base de investigación<br />

y como libros de texto en numerosas instituciones de educación superior<br />

de México y del extranjero. Posiblemente, de mayor trascendencia para<br />

la cultura mexicana que sus traducciones mismas es el hecho más que<br />

notable de que el estilo y normativa de traducción de Bonifaz Nuño han<br />

creado una escuela en traducción, la de la literalidad, escuela ya de larga<br />

tradición y con muchos seguidores, en la cual el traductor se propone<br />

conservar el espíritu y el ritmo de la lengua clásica vertidos en la sintaxis<br />

normal de la lengua española para que aflore el espíritu de aquella. Como<br />

ha dicho un estudioso de su obra, y discípulo suyo, Bulmaro Reyes, 1 las<br />

traducciones de Bonifaz Nuño constituyen por sí mismas un ars poetica<br />

en lengua española, cuyo objetivo es, en palabras del propio Bonifaz, “dar<br />

a la máxima elaboración literaria la apariencia del habla común; fingir<br />

la naturalidad mediante el empleo del sumo artificio; concentrar en una<br />

voz muchedumbre de sonidos y significados”. 2 En definitiva, desnudar la<br />

sintaxis para que a través de la lengua española fluya la lengua originaria.<br />

La otra vertiente de investigación filológica de Rubén Bonifaz ha estado<br />

dedicada a la iconografía prehispánica. Sus ensayos constituyen una<br />

mirada original llena de sentido común y son sin duda un fuerte reto<br />

para el diálogo con las concepciones e interpretaciones más tradicionales<br />

del arte prehispánico. Para Bonifaz Nuño —pensemos, por ejemplo, en<br />

1 Del poeta humanista Rubén Bonifaz Nuño, México, Cromocolor, 2005, p. 14.<br />

2 Quinto Horacio Flaco, Sátiras, introd., versión rítmica y notas Rubén Bonifaz Nuño, México,<br />

UNAM, 1993, p. vII. (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana.)


96 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

su interpretación de Tláloc, dios creador y unidad en la diversidad, de<br />

cuádruples y quíntuples formas—, las imágenes plásticas prehispánicas<br />

deben ser observadas e interpretadas desprovistas de la tradición textual<br />

y oral que las ha acompañado por siglos, ya que habitualmente su interpretación<br />

había dependido de los testimonios literarios novohispanos.<br />

La razón, nos dice Bonifaz, es obvia: 3<br />

Por razones evidentes, tales textos o fuentes deben ser considerados dudosos.<br />

Todos ellos son posteriores a la conquista, y contienen datos proporcionados<br />

a los conquistadores —soldados o frailes— o consignados por indios<br />

ya sometidos y aculturados por ellos. En cambio, los monumentos plásticos,<br />

grandes y pequeños, están libres de cualquier sospecha de contaminación.<br />

[...] Me parece evidente que el vencido no está nunca dispuesto a entregar<br />

secretos, aquellos que para él constituyen en mucho la raíz de su existencia.<br />

Es claro a mi entender que existe un paralelismo conceptual y metodológico<br />

entre su acercamiento a los clásicos —desnudar la palabra—<br />

y su acercamiento a la iconografía prehispánica —desnudar las imágenes—.<br />

Los dos quehaceres filológicos participan de una misma actitud<br />

científica en este sabio mexicano, a saber, la capacidad de observar con<br />

mirada virgen el objeto de estudio y el atrevimiento, bastante doloroso<br />

las más de las veces, de caminar sin muletas en la búsqueda de la verdad,<br />

ello con el fin de que los resultados y el posterior diálogo académico<br />

puedan verdaderamente enriquecer el entendimiento de nuestras raíces a<br />

través del entendimiento de los seres humanos que crearon esos objetos,<br />

llámense textos, llámense imágenes. De nuevo las palabras del propio<br />

Bonifaz Nuño son mucho más elocuentes que cualquier posible interpretación<br />

sobre su obra: 4<br />

La base de toda investigación seria consiste en la desconfianza con que ha<br />

de ser visto todo cuanto existe, en palabras o en imágenes, con respecto al<br />

3 Imagen de Tláloc. Hipótesis iconográfica y textual, México, UNAM, 1986, pp. 20-21.<br />

4 Imagen de Tláloc, p. 23.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 97<br />

objeto que se investiga. No es posible encontrar una verdad si no se desconfía<br />

radicalmente de la cultura existente, inclusive la propia.<br />

En Bonifaz Nuño esa mirada virgen ha ido siempre de la mano de una<br />

actitud de humildad explícita ante el objeto de estudio, ya que solo así<br />

quedarán resquicios por donde asomarse de nuevo a él y solo así quedará<br />

abierta la capacidad de seguir aprendiendo. Alumno siempre para poder<br />

ser maestro. Las palabras de Bonifaz en su introducción a las Geórgicas<br />

ayudan a iluminar este punto: 5<br />

Comprendo que mi versión puede ser mejorada en gran manera, pero también<br />

admito que soy incapaz de hacerlo. Lo publico tal cual está, solo porque<br />

la considero fruto de una labor asidua, humilde y honrada.<br />

No sería posible hablar de Rubén Bonifaz Nuño sin mencionar que<br />

ha sido siempre un gran universitario y que a lo largo de casi 70 años de<br />

vida universitaria en la Universidad Nacional Autónoma de México ha<br />

llevado a cabo una importantísima obra fundacional en forma de institutos,<br />

seminarios y colecciones de publicaciones, espacios todos de proyección<br />

nacional e indispensables para alentar la reflexión y el análisis sobre<br />

nuestra cultura e identidad. Pero hoy quiero señalar que tan importante<br />

como haber sido el coordinador de Humanidades por muchos años, haber<br />

dirigido también por años la Dirección General de Publicaciones,<br />

haber creado el Instituto de Investigaciones Filológicas, haber creado el<br />

Seminario de Estudios para la Descolonización de México y haber fundado<br />

y alimentado con sus propias traducciones una de las colecciones<br />

clásicas más extensas e importantes en el mundo, la Bibliotheca Scrip-<br />

5 Publio Virgilio Marón, Geórgicas, introd., versión rítmica y notas Rubén Bonifaz Nuño,<br />

México, UNAM, 1963, p. 23. (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana.) Véase<br />

el artículo de su discípula Patricia Villaseñor, “Una asidua y honrada labor: la obra filológica de<br />

Rubén Bonifaz Nuño”, en A. Vigueras (ed.), Homenaje a Rubén Bonifaz Nuño. Treinta años del Instituto<br />

de Investigaciones Filológicas, México, UNAM, 2005, pp. 139-150, especialmente p. 143, para<br />

que el lector pueda apreciar que esta cita no es un ejemplo aislado en la obra de Bonifaz Nuño,<br />

sino una constante que permea todo su trabajo filológico.


98 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

torum Graecorum et Romanorum Mexicana, es el hecho de que Rubén<br />

Bonifaz, entre tanta actividad de funcionario, no haya abandonado nunca<br />

su compromiso de maestro y formador de futuras generaciones. Y tan<br />

importante o más que ello es, a mi sentir, que Rubén Bonifaz Nuño<br />

logró convertir cada uno de los espacios por él fundados y dirigidos en<br />

una continuidad de nuestra casa, en un verdadero segundo hogar, donde<br />

—literal y metafóricamente— tuvo siempre abiertas las puertas de su<br />

despacho y nos mostró con su ejemplo que la vida afectiva, la vida profesional<br />

y la vida institucional son en realidad una sola. Desde aquí vaya<br />

mi reconocimiento, Rubén, por haber abierto las puertas de Filológicas<br />

para esta becaria hace ya muchos años y por aquel ambiente fantástico<br />

hogareño que teníamos. Sobra decir que no es posible suceder a este profundo<br />

intelectual y ser humano, pero que es un altísimo honor para mí<br />

ocupar esa misma silla y que ello me compromete aún más con este país.<br />

Otros mexicanos académicos ilustres que ocuparon esta silla v en el<br />

siglo pasado aportaron también lo mejor de su pensamiento y de su obra<br />

en la búsqueda de los identificadores de nuestra cultura. Baste mencionar,<br />

por ejemplo, al oaxaqueño José Vasconcelos con su concepción sobre<br />

el mestizaje y la raza cósmica, sobre el hispanoamericanismo de la<br />

cultura mexicana y sobre el valor fundamental de la educación y la cultura<br />

para alcanzar la libertad del espíritu. 6<br />

Hoy hablaremos también de identidad, pero desde la historia de la lengua,<br />

concretamente desde la sintaxis histórica y desde la filología, las disciplinas<br />

que han ocupado mis intereses desde mis tiempos de estudiante<br />

y las que, desde hace ya no pocos años, han constituido mi quehacer<br />

profesional cotidiano. Intentaré exponer a ustedes la serie de razones lingüísticas<br />

e históricas que indican que el siglo XvIII novohispano constituye<br />

un periodo clave en la conformación lingüística de nuestro país. Se<br />

acumula en ese siglo un concentrado importantísimo de microquiebres<br />

funcionales o pequeños cambios, ya sea en forma de incrementos nota-<br />

6 Cf., por ejemplo, los discursos reunidos y editados por Javier Sicilia en José Vasconcelos y el<br />

espíritu de la Universidad, prefacio y selección de textos J. Sicilia, México, UNAM, 2001.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 99<br />

bles de frecuencia de empleo, ya sea en forma de primeras documentaciones,<br />

que sugiere que ese periodo fue un parteaguas gramatical entre<br />

el español peninsular y el mexicano, ya que a lo largo de él tomó carta<br />

de naturaleza, esto es, se volvió parte del habla cotidiana del pueblo, un<br />

buen número de formas de expresión que constituyen caracterizadores<br />

dialectales del español de México hoy en día.<br />

Presentaré en primer lugar, capítulo 2, el concepto de lengua y cambio<br />

lingüístico que conducirá esta exposición, los criterios para establecer<br />

qué es un mexicanismo, así como las construcciones sintácticas y formas<br />

léxicas que se concentran en el siglo XvIII novohispano, con un breve<br />

análisis de cada una. En segundo lugar, capítulo 3, haré una comparación<br />

de cuatro de esas construcciones, dos del sintagma nominal y dos<br />

del sintagma verbal, entre el español mexicano y el español peninsular,<br />

con el fin de mostrar cuáles son los rasgos semánticos y sintácticos que<br />

se ponen de relieve en uno y otro dialecto y que constituyen la causa,<br />

al menos una de las causas, de la identidad lingüística del español de<br />

nuestro país y, por tanto, de la diferenciación dialectal entre esas dos<br />

variedades. En un cuarto y último capítulo intentaré establecer algunos<br />

vínculos entre la historia interna de la lengua española en el XvIII novohispano<br />

y los acontecimientos históricos de México en ese siglo, vínculos<br />

que a mi parecer son claros y, sobre todo, determinantes de la actual<br />

configuración lingüística de México, pero que suelen pasar desapercibidos<br />

en los estudios de gramática histórica.<br />

El corpus en que se basa esta exposición está constituido por documentos<br />

novohispanos no literarios, de carácter coloquial, que pueden<br />

definirse como documentación informal y semiinformal, tales como<br />

cartas privadas, notitas, recados, peticiones e informes de particulares,<br />

así como testimonios de particulares en juicios de carácter no administrativo,<br />

ya que, en conjunto, ellos permiten un mayor acercamiento —en<br />

la medida en que puede hacerlo un texto escrito— a la lengua hablada<br />

en el virreinato de la Nueva España. Integran también el corpus de esta<br />

investigación, aunque en menor medida, algunos materiales hemerográ-


100 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

ficos, tales como las primeras gacetas y periodiquillos que empezaron<br />

a publicarse en México a partir de la segunda década del siglo XvIII. La<br />

documentación está geográficamente circunscrita a la zona del Altiplano<br />

central, y refleja en buena medida la diversidad étnica y social de<br />

los novohispanos de aquella época. Procede esta documentación de seis<br />

fondos: el Archivo General de la Nación, el Archivo General de Indias,<br />

el Archivo Histórico del Distrito Federal, el Archivo Histórico de la Secretaría<br />

de Salubridad y Asistencia, el Fondo Reservado de la Biblioteca<br />

Nacional y el Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional. 7<br />

Es importante insistir en el carácter no literario de los documentos<br />

base del corpus, ya que ellos nos permitirán aproximarnos algo más a<br />

la vida cotidiana de los hombres y mujeres comunes que integraban la<br />

sociedad novohispana. En efecto, en la documentación no literaria, no<br />

obstante estar condicionada por el formato textual del sistema jurídico<br />

y administrativo del virreinato, no existe una conciencia o voluntad folclórica<br />

o costumbrista, por lo cual no aparecerán hipercaracterizados ni<br />

distorsionados los usos lingüísticos más frecuentes, tal como sí suele suceder<br />

en las literaturas costumbristas o casticistas nacionales. Además,<br />

es sabido que la literatura colonial, hasta bien entrado el siglo XIX siguió<br />

modelos peninsulares, por lo que difícilmente deja aflorar las peculiaridades<br />

morfosintácticas americanas, ello aunado al hecho de que en toda<br />

creación literaria existe una reflexividad y revisión por parte del autor<br />

que, por lo regular, inhibe o retrasa el empleo e integración de innovaciones<br />

lingüísticas.<br />

7 Las referencias bibliográficas de los corpus novohispanos son: Concepción Company Company,<br />

Documentos lingüísticos de la Nueva España. Altiplano central, México, UNAM, 1994 (será citado<br />

como dlne); Concepción Company y Chantal Melis, Léxico histórico del español de México. Régimen,<br />

clases funcionales, usos sintácticos, frecuencias y variación gráfica, México, UNAM, 2002 (citado<br />

como lhem); Belem Clark de Lara y Concepción Company Company, Lengua y cultura en el siglo<br />

xviii en México. Materiales para su estudio, en proceso (citado como lcm); Paloma Reyna Vázquez,<br />

Documentación novohispana coloquial del siglo xviii. Transcripción, edición crítica y estudio filológico,<br />

tesis de licenciatura inédita, México, UNAM, 2005 (citado como dnc).


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 101<br />

2. EL SIGLO XvIII y ALGUNOS CARACTERIZADORES DIALECTALES<br />

MEXICANOS<br />

2.1. Cambio lingüístico y el concepto de mexicanismo<br />

Es conveniente definir qué es un cambio gramatical, qué es un mexicanismo<br />

lingüístico y cuáles son los criterios para su identificación antes de<br />

mostrar el concentrado diacrónico de cambios ocurridos en el siglo XvIII<br />

en México.<br />

La esencia de las lenguas es su continuidad, garantizándose con ello<br />

que el sistema sigue operando. Sin embargo, paradójicamente, consustancial<br />

también a ellas es el hecho de que cambian constante e imperceptiblemente.<br />

Un cambio lingüístico es una transformación, un microquiebre<br />

funcional, un pequeño reajuste en un sistema dado que garantiza que<br />

la lengua siga manteniendo su función básica, la comunicación. Cuando<br />

se acumulan varios de esos microquiebres casi imperceptibles en una determinada<br />

zona gramatical o construcción, se produce un cambio diacrónico<br />

o una escisión dialectal, los cuales se manifiestan, las más de<br />

las veces, como alteraciones —incrementos o decrementos— en las frecuencias<br />

relativas de uso de las formas o construcciones ya existentes, o<br />

bien como creación de nuevas construcciones, o bien, más raramente,<br />

como pérdida de formas o construcciones ya existentes. Los cambios<br />

diacrónicos crean un proceso dinámico constante nunca concluido, cuyo<br />

resultado es la variación sincrónica y diatópica, puesto que en cualquier<br />

etapa de lengua coexisten, a veces bajo un mismo exponente formal,<br />

usos innovadores y usos conservadores o etimológicos, a la vez que esa<br />

variación sincrónica y diatópica modela y condiciona la evolución histórica<br />

de las lenguas. En otras palabras, sincronía y diacronía se condicionan<br />

mutuamente. Asimismo, conservación e innovación son inherentes<br />

al funcionamiento de la lengua. Cualquier lengua o dialecto será conservador<br />

en muchos de sus usos, según el principio del cambio lingüístico<br />

de que las lenguas hijas, o dialectos hijos, reflejan en gran medida a la<br />

lengua madre —estabilidad que garantiza que la comunicación siga ope-


102 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

rando generación tras generación—, pero al mismo tiempo será innovador<br />

en otros de sus usos, para garantizar también flexibilidad y adaptabilidad<br />

a nuevas situaciones. Toda lengua supone un balance dinámico<br />

entre innovar y conservar viejas estructuras y expresiones, y como tal se<br />

conforma también la historia del español de México.<br />

En líneas generales, a lo largo de la historia de la lingüística ha habido<br />

dos conceptos del cambio lingüístico: a) una postura que podríamos<br />

llamar tradicional, derivada del estructuralismo, que considera que un<br />

cambio es una descompostura o un desajuste en el sistema, 8 y b) un enfoque<br />

mucho más reciente, que considera que un cambio lingüístico es una<br />

innovación creativa que logra éxito comunicativo, eficiencia comunicativa,<br />

y que garantiza que se preserve la comunicación entre los grupos<br />

sociales y las distintas generaciones. 9 Nosotros adoptaremos esta segunda<br />

posición, ya que, como veremos, todos los cambios tienen una motivación<br />

sintáctica y semántica y conducen a sistemas mejor adaptados a<br />

las nuevas necesidades sociales y culturales de la comunidad lingüística<br />

usuaria del dialecto o variante en cuestión. 10<br />

Operaremos, por tanto, con un concepto dinámico de sistema y uno<br />

de cambio como innovación creativa, ya que solo así se puede conciliar<br />

la estaticidad y acronía que se desprenden de las lenguas como diasistemas<br />

con el hecho esencial de que ellas cambian constantemente, y porque<br />

solo así se da cabida a la ambigüedad, la polisemia, la redundancia,<br />

8 Cf., por ejemplo, Leonard Bloomfield, Language, Chicago, Chicago University Press, 1985<br />

[1933], especialmente los caps. 18 y ss.<br />

9 Cf., por ejemplo, Rudi Keller, “Towards a theory of linguistic change”, en Th. T. Ballmer<br />

(ed.), Linguistic Dynamics. Discourses, Procedures and Evolution, Berlín-Nueva York, Walter de<br />

Gruyter, 1985, pp. 211-238; John Haiman, Natural Syntax. Iconicity and Erosion, Cambridge,<br />

Cambridge University Press, 1985.<br />

10 El cambio fónico escapa ligeramente a una definición de cambio como innovación creativa,<br />

ya que uno de los grandes agentes lingüísticos erosionadores del sistema gramatical es precisamente<br />

el cambio de sonido, por lo cual se aviene mejor con la primera acepción de cambio. Por<br />

ejemplo, una buena parte de las formas lingüísticas puede ser explicada históricamente como<br />

compromisos entre cambios de sonido, que erosionan, desequilibran el sistema y crean irregularidad<br />

morfológica, y, a manera de contrapeso, reajustes gramaticales diversos que permiten recuperar<br />

una relación transparente entre los signos y su valor funcional.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 103<br />

la inestabilidad y las inconsistencias propias de las lenguas naturales, las<br />

cuales son necesarias para que se produzcan cambios lingüísticos, puesto<br />

que a través de ellas se generan permanentemente pequeños reajustes y<br />

microquiebres imperceptibles que terminan incidiendo en la estabilidad<br />

global del sistema.<br />

Un acercamiento de este tipo permite estudiar la variación como<br />

transformación dinámica propiamente y no solo como un cambio cumplido,<br />

resultado de comparar dos sistemas, dos sincronías en sí mismas<br />

cerradas y bien formadas. Dado que la variación dialectal, y en general la<br />

variación lingüística, se manifiesta como dijimos en forma de pequeños<br />

microquiebres dentro de un sistema esencialmente estable, consideramos<br />

que es imprescindible estudiar las frecuencias relativas de uso de las diferentes<br />

distribuciones sintácticas o contextuales de una forma, ya que<br />

ellas son muchas veces el único síntoma de que el sistema se está deslizando<br />

y de que se está produciendo un cambio lingüísticamente relevante<br />

desde el punto de vista dialectal o histórico.<br />

Entenderemos por mexicanismo lingüístico, retomando la definición de<br />

identidad del DRAE expuesta en el capítulo anterior, el conjunto de voces,<br />

formas o construcciones que son caracterizadoras del habla urbana, popular<br />

o culta, o ambas, de este país en la variedad del Altiplano central<br />

—recordemos que de esta zona procede la documentación colonial base<br />

del análisis— y cuyo uso muy frecuente y cotidiano distancia la variante<br />

mexicana respecto del español peninsular, dialecto que hace 500 años se<br />

constituyó en la lengua madre del español americano. 11 Con frecuencia,<br />

los mexicanismos son formas y construcciones compartidos por otras<br />

variedades del español americano, al punto de que pueden constituir un<br />

panamericanismo; tal es el caso, por ejemplo, de la pronominalización<br />

“anómala” eso se los dije.<br />

11 Para fines operativos del análisis deben ser excluidos de esta definición empleos dialectales<br />

rurales aislados así como construcciones empleadas por hablantes bilingües de lengua materna<br />

indígena, resultado del contacto o del aprendizaje deficiente del español.


104 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

En perspectiva sincrónica, resultado del acontecer diacrónico del<br />

español en México, pueden identificarse tres tipos de mexicanismo<br />

lingüístico: 12<br />

1) Formas o construcciones empleadas en el español mexicano inexistentes<br />

en el español peninsular general. Es el caso de la duplicación posesiva su<br />

novia de mi primo, su casa de Juan, su conferencia de usted, con doble mención<br />

del poseedor en el mismo sintagma nominal, bastante productiva<br />

en México desde el siglo XvI, pero que ha desaparecido del español general<br />

peninsular urbano al menos desde el siglo XIX. 13 En la sintaxis es<br />

un tipo de mexicanismo muy poco común en cuanto que son escasísimas<br />

las estructuras no compartidas con el español peninsular general. El<br />

léxico es sin duda el nivel de lengua donde más comúnmente aflora este<br />

tipo de mexicanismo; pensemos, por ejemplo, en los indigenismos de<br />

uso cotidiano solo empleados en el español de México, tales como itacate<br />

o apapachar, entre muchos otros.<br />

2) Construcciones compartidas, en forma y significado, con el español peninsular,<br />

pero que muestran en México una mucho mayor frecuencia de empleo y<br />

generalización. A este rubro pertenece la pronominalización “anómala” de<br />

objetos en la oración bitransitiva: eso ya se los dije a los alumnos, el uniforme<br />

ya se los compré a mis hijos, en lugar de la pronominalización etimológica eso<br />

ya se lo dije a los alumnos, clitización anómala que constituye un rasgo panamericano,<br />

pero que no es exclusivo de este continente ya que lo comparte<br />

el español de Canarias, español atlántico al fin y al cabo, y de otra manera,<br />

12 En esencia los mismos tres criterios son válidos para caracterizar un americanismo sintáctico;<br />

cf. Concepción Company, “Aportaciones teóricas y descriptivas de la sintaxis histórica del<br />

español americano a la sintaxis histórica del español general”, en J. L. Girón y J. J. Bustos (eds.),<br />

Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, Arco Libros, en<br />

prensa. Para una panorámica dialectal del español americano y los problemas que ha suscitado<br />

su caracterización, cf. José G. Moreno de Alba, El español en América, México, fCE, 2001 [1988].<br />

13 Se mantiene en España de manera muy esporádica en áreas rurales, restringida a poseedores<br />

de segunda persona de respeto: su casa de usted(es). Todavía en el español peninsular culto de<br />

inicios del siglo XX se empleaban, como demuestra el epistolario de, nada más y nada menos,<br />

Menéndez Pidal: “su fecunda idea de vd. aparece admirablemente desarrollada” (p. 245), “Mil gracias,<br />

don Hugo, por su estudio sobre el vasco de Sara, que me trae noticias de su salud de usted ”<br />

(p. 254); cf. B. Weiss, “Cartas de Ramón Menéndez Pidal a H. Schuhardt”, Revista de Filología<br />

Románica, 63, 1983, pp. 236-255.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 105<br />

con clitización leísta, el español de Aragón: el cesto ya se les he comprado a<br />

los niños. 14 También es mexicanismo de este segundo tipo el mayor empleo<br />

de los usos concordantes del verbo haber existencial, tanto concordancia de<br />

número con la frase nominal adyacente: han habido problemas últimamente,<br />

van a haber muchas lluvias este año, como, sobre todo, concordancia<br />

de persona: habemos muchos que no lo sabíamos, esta última especialmente<br />

identificadora, al parecer, del dialecto mexicano. Este segundo tipo de<br />

mexicanismo es quizá el más común como caracterizador del español<br />

de México: una fisonomía propia basada en la mayor frecuencia relativa de<br />

uso de una construcción. Los casos de menor frecuencia de una construcción<br />

en México que en España, como sería el escaso uso del leísmo, bien<br />

pudieran también ser considerados mexicanismos de este segundo tipo.<br />

3) Voces y construcciones formalmente compartidas con el español peninsular,<br />

pero que han desarrollado en México valores semánticos propios. Este<br />

tercer tipo de mexicanismo atañe fundamentalmente a estructuras que<br />

involucran preposiciones y cierto tipo de adverbios temporales y locativos,<br />

los cuales con frecuencia muestran en el español de México valores<br />

semánticos diferentes de los usuales en el español peninsular, por lo cual<br />

exhiben en cada una de esas dos variedades una distribución y selección<br />

contextual diferente, y en esta selección diferente reside precisamente su<br />

carácter de mexicanismo sintáctico y no léxico. El significado divergente<br />

de algunos verbos puede ser considerado también mexicanismo de<br />

este tercer tipo. Son mexicanismos de esta clase, por ejemplo, el valor<br />

de límite temporal inicial de la preposición hasta sin concurrencia con<br />

negación: el doctor llega hasta las tres ‘llega a partir de las tres’, los usos<br />

de ciertos cuantificadores temporales adverbiales: siempre no lo voy a hacer<br />

‘definitivamente no lo voy a hacer’, cada que lo veo, me dice lo mismo<br />

‘siempre que lo veo’, recién me di cuenta del problema ‘apenas me di cuenta’.<br />

La resemantización de ciertos verbos, como coger en la acepción de<br />

‘realizar el coito’, pararse ‘ponerse de pie’, etc., entraría también bajo esta<br />

tercera clase de mexicanismo.<br />

14 Samuel Gili Gaya, Curso superior de sintaxis española, Barcelona, Vox, 1970 [1943], p. 234.


106 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

2.2. Mexicanismos léxicos y sintácticos en el siglo xviii<br />

Pasemos, ahora sí, a analizar algunos mexicanismos léxicos y sintácticos<br />

que surgen como primeras documentaciones o cuya frecuencia de empleo<br />

se activa en el siglo XvIII en los corpus analizados. Algunos de los<br />

mexicanismos que se manifiestan con especial fuerza en el último siglo<br />

del virreinato son: notable incremento de indigenismos léxicos, importantísimo<br />

aumento de diminutivos, primera documentación de la resemantización<br />

del verbo coger, primera documentación de las pronominalizaciones<br />

del tipo eso se los dije, proliferación de pronombres posesivos,<br />

incremento significativo de sintagmas posesivos con doble mención del<br />

poseedor, su casa de mi prima, y generalización del pretérito simple a expensas<br />

del pretérito compuesto. El punto de partida es que el paralelismo<br />

cronológico de estos cambios —todos concentrados en el siglo<br />

XvIII; algunos pocos en la primera década del XIX— no puede deberse<br />

al azar o a mera coincidencia, sino que requiere de una explicación, que<br />

creemos que debe ser buscada en la historia social, étnica y económica<br />

de México en ese periodo, explicación respaldada y motivada, sin lugar a<br />

dudas, por el proceso interno, lento y gradual propio de cualquier cambio<br />

lingüístico. Nos detendremos en algunos de ellos en este capítulo;<br />

otros serán tratados en el siguiente.<br />

2.2.1. Cambios en el léxico<br />

1) Indigenismos léxicos. Es bien sabido que el léxico es el nivel más externo<br />

o superficial de la estructura lingüística y que por ello es el nivel más<br />

permeable a ser modificado como consecuencia del contacto lingüístico<br />

derivado del contacto cultural. Es bien sabido también que el léxico de<br />

cualquier lengua constituye un sistema básico de organización conceptual<br />

que refleja de manera bastante directa los aspectos culturales que son relevantes<br />

para una determinada comunidad lingüística. El léxico del español<br />

fue desde luego modificado con la incorporación de voces indígenas,


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 107<br />

como resultado de la necesidad de nombrar la nueva realidad americana<br />

con la que entraron en contacto los primeros españoles arribados a este<br />

continente en el siglo XvI, nueva realidad que supuso una profunda reorganización<br />

conceptual, la cual quedó plasmada en buena medida en el<br />

léxico del español, especialmente en el del español americano.<br />

Para el español general, la mayor incorporación de vocablos indígenas<br />

tuvo lugar, como es lógico, en los momentos de los primeros contactos<br />

del español con las lenguas indígenas insulares y mesoamericanas, esto<br />

es, en el siglo XvI; voces como huracán, canoa, cacao, caimán, cacique, etc.,<br />

aparecen ya documentadas en los testimonios literarios y no literarios de<br />

ese periodo y continúan en uso hasta el día de hoy en cualquiera de sus<br />

dialectos. La integración de indigenismos en el español general decreció<br />

en los siglos coloniales subsecuentes, y es prácticamente nula en el español<br />

actual. 15<br />

Para el español de México, sin embargo, el proceso de incorporación<br />

de indigenismos léxicos no parece haber seguido la misma trayectoria<br />

diacrónica del español general. Contra lo que hubiera sido esperable, en<br />

la documentación colonial novohispana no literaria, el momento de mayor<br />

entrada de nuevas voces procedentes de las lenguas indígenas de adstrato<br />

es el siglo XvIII y no el XvI, a la vez que son los siglos XvII y XvIII<br />

los que reflejan una mayor frecuencia en el empleo recurrente de indigenismos.<br />

La gráfica 1 abajo, ápud Reynoso, 16 muestra de manera clara<br />

que para el español de México la incorporación de indigenismos fue un<br />

proceso gradual y progresivo a lo largo de los tres siglos del virreinato,<br />

pero con incrementos notorios de siglo a siglo, especialmente entre el<br />

XvI y los dos siglos siguientes, con su mayor auge precisamente en el último<br />

siglo novohispano. En el corpus Documentos lingüísticos de la Nueva<br />

España (dlne), base del estudio de Reynoso, la frecuencia de uso de indigenismos<br />

en el siglo XvII se incrementa, como se aprecia en la gráfica,<br />

15 Cf. Humberto López Morales, La aventura del español en América, Madrid, Espasa-Calpe,<br />

1998, cap. 1; también Moreno de Alba, El español en América, pp. 86-87, antes citado.<br />

16 Jeanett Reynoso, “Desarrollos paralelos en el contacto español-lenguas indígenas: indigenismos<br />

léxicos y diminutivos”, Anuario de Lingüística Hispánica, 17-18, 2001-2002, pp. 111-128.


108 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

a más del doble respecto de la del siglo XvI y se mantiene con una muy<br />

elevada frecuencia en el XvIII; y, lo más importante para nuestro análisis,<br />

la frecuencia léxica, esto es, la incorporación de nuevas voces indígenas,<br />

tiene el mayor número de registros en el siglo XvIII. Los dlne arrojan<br />

un total de 391 indigenismos, con 129 entradas léxicas diferentes, de las<br />

cuales 31 corresponden al siglo XvI, 39 al XvII y bastantes más, 59, al<br />

XvIII. Cabe señalar que este corpus tiene un universo de palabras similar<br />

para cada uno de los tres siglos, unas 100 000 por periodo, de manera<br />

que el incremento de indigenismos observable en la gráfica se debe al<br />

comportamiento mismo de la lengua y no a posibles diferencias cuantitativas<br />

en la estructuración del corpus.<br />

Gráfica 1. Indigenismos en el español novohispano. Frecuencia en léxico y en uso<br />

Frecuencia en léxico y en uso<br />

180<br />

160<br />

140<br />

120<br />

100<br />

80<br />

60<br />

40<br />

20<br />

0<br />

GRÁFICA 1<br />

Indigenismos en el español novohispano.<br />

XVI XVII XVIII<br />

FRECUENCIAS EN LÉXICO<br />

FRECUENCIAS EN USO<br />

El proceso de adaptación o integración a la lengua española de esos<br />

indigenismos es también revelador de que en el siglo XvIII las nuevas<br />

voces indígenas ya no eran tan nuevas, sino que estaban perfectamente<br />

adaptadas tanto a la vida cotidiana como a la estructura del español.<br />

Cuando se comparan las estrategias discursivas empleadas en la adaptación<br />

de indigenismos en el siglo XvI y en el XvIII, es posible percatarse<br />

de que en el primer periodo junto al indigenismo aparece con frecuencia


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 109<br />

una explicación o una equivalencia en español, como se muestra en (1a),<br />

mientras que en el último siglo del virreinato los indigenismos suelen<br />

emplearse solos (1b), sin establecer un paralelismo lingüístico con realidad<br />

alguna de la lengua española. Es decir, la paráfrasis explicativa del<br />

primer siglo indica que los indigenismos nombraban una realidad nueva<br />

y ajena y requerían por ello de un apoyo, a manera de traducción, con<br />

los recursos léxicos y gramaticales de la lengua que los tomaba en préstamo;<br />

en cambio, para fines de la Colonia esas voces referían ya a entidades<br />

conocidas, perfectamente acopladas a la vida cotidiana de aquellos<br />

hispanohablantes, y solían, por tanto, emplearse solos. El mecanismo<br />

discursivo de apoyo se emplea únicamente cuando la voz indígena aparece<br />

mencionada por primera vez en la documentación colonial, en las<br />

menciones siguientes aparece ya integrada, sin apoyo discursivo alguno.<br />

Reynoso, 17 al analizar las estrategias de adaptación de indoamericanismos<br />

léxicos, aporta las siguientes cifras: 25% de las voces indígenas de<br />

los dlne se emplea en el español del siglo XvI con un apoyo discursivo,<br />

mientras que solo 11% de los nuevos vocablos, menos de la mitad de<br />

la frecuencia del primer siglo, requiere de tales giros explicativos en el<br />

XvIII. Sin duda, un caracterizador del dialecto mexicano es el empleo en<br />

el léxico cotidiano de palabras de origen indígena no compartidas por<br />

el español general, ni por el peninsular ni por los otros dialectos americanos.<br />

Una buena parte de esos indigenismos del habla cotidiana actual<br />

entraron en el siglo XvIII. Son mexicanismos lingüísticos del tipo 1.<br />

(1) a. y beven vino de España con mejor voluntad que el pulcre, que ellos<br />

tienen por vino, que pareçe un poco a çerveza, aunque no es tal (dlne,<br />

1525, 1.27) 18<br />

17 Los indigenismos léxicos en el español del Altiplano mexicano durante la época colonial, tesis de<br />

licenciatura inédita, México, UNAM, 1994.<br />

18 En los ejemplos, el primer número corresponde al año, el segundo al número de documento<br />

asignado en el corpus en cuestión y el tercero, en caso de corpus ya publicados, a la página. En<br />

los ejemplos procedentes del Léxico histórico del español de México (lhem) solo se consigna el año,<br />

además, claro está, de la entrada léxica.


110 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

vino un señor que se dice el casulçin, el mayor despues del grand<br />

señor Moteçuma (lhem, 1529, s.v. caltzoltzin)<br />

dos barras y maiz y cacao, que son unas almendras que ellos usan por<br />

moneda (lhem, 1555, s.v. cacao)<br />

b. echandole agua y atole caliente y injuriandola sumamente (lhem,<br />

1736, s.v. atole)<br />

le a dado a sus yndios para que se casen siete pesos y medio de derechos,<br />

como es costunbre, para vestuario de ambos, que se compone<br />

de naguas, huepil y paño para la muger, calsones, tilma, coton y<br />

sombrero para él (dlne, 1741, 206.516)<br />

por haver hallado en nuestra casa una ollita también de tepache<br />

(dnc, 1771, 32).<br />

2) Diminutivos. La proliferación de diminutivos ha sido señalada en<br />

un buen número de estudios como un caracterizador dialectal del español<br />

de México y se ha llegado incluso a sugerir como causa de este elevado<br />

empleo la posible influencia de adstrato de las marcas de reverencialidad<br />

del náhuatl y de otras lenguas indígenas mesoamericanas. 19 Frente a<br />

tal “abuso”, el español peninsular castellano parece caracterizarse en este<br />

punto por la “austeridad” con que emplea las marcas de disminución. Se<br />

trataría de un mexicanismo lingüístico del tipo 2.<br />

En perspectiva diacrónica, la trayectoria del diminutivo vuelve a poner<br />

de relieve el último siglo del virreinato como un periodo clave en la<br />

conformación de la identidad lingüística mexicana, ya que es el momento<br />

del español colonial con la mayor documentación de marcas sufijales de<br />

disminución. Como se observa en la gráfica 2, ápud Reynoso, 20 a lo largo<br />

19 Cf. J. Ignacio Dávila Garibi, “Posible influencia del náhuatl en el uso y abuso del diminutivo<br />

en el español de México”, Estudios de Cultura Náhuatl, 1, 1959, pp. 91-94. Para un análisis<br />

del diminutivo en el español actual y, en particular, para una revisión de las diferentes opiniones<br />

en torno a su elevada frecuencia de empleo en México, cf. Jeanett Reynoso, Los diminutivos en<br />

el español. Un estudio de dialectología comparada, tesis de doctorado inédita, México, UNAM, 2001;<br />

para el desarrollo histórico de los diminutivos en el español novohispano, cf. Jeanett Reynoso, Los<br />

diminutivos en el español de México. Estudio histórico, tesis de maestría inédita, México, UNAM, 1997.<br />

20 Los diminutivos en el español de México. Estudio histórico, citado en la nota anterior.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 111<br />

del periodo colonial se produjo un constante incremento en el empleo de<br />

diminutivos con notables quiebres cuantitativos de frecuencia de siglo<br />

a siglo: el XvII triplica la frecuencia léxica y quintuplica la frecuencia de<br />

uso registradas en el siglo previo, a la vez que el siglo XvIII multiplica<br />

con creces tanto el uso de diminutivos cuanto la introducción de nuevas<br />

voces sufijadas diminutivas. Los dlne, base del análisis de Reynoso,<br />

arrojan un total de 322 diminutivos, con 214 entradas léxicas diferentes,<br />

de las cuales 19 corresponden al siglo XvI, 66 al XvII y 129 al XvIII.<br />

Gráfica 2. Diminutivos en el español novohispano. Frecuencia en léxico y en uso<br />

250<br />

200<br />

150<br />

100<br />

50<br />

0<br />

X V I XVII XVIII<br />

FRECUENCIAS EN LÉXICO<br />

FRECUENCIAS EN USO<br />

Los datos procedentes de la literatura popular novohispana del siglo<br />

XvIII confirman que, en efecto, el elevado empleo de diminutivos es un<br />

identificador del español mexicano desde las etapas de conformación<br />

dialectal, y que debía ser explotado ampliamente por la literatura popular<br />

de la época. Por ejemplo, uno de los testimonios irónico-eróticos procedente<br />

del ramo Inquisición en el Archivo General de la Nación, recogido<br />

por Georges Baudot y María Méndez, 21 las Décimas a las prostitutas, que<br />

data de 1782, contiene 96 diminutivos en 92 décimas, con un promedio<br />

21 Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes. Antología de coplas y versos<br />

censurados por la Inquisición de México, México, Siglo XXI Editores, 1997, especialmente pp. 166-<br />

186.


112 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

de un diminutivo cada 48 palabras. 22 En (2) puede verse el impresionante<br />

concentrado de diminutivos empleado por el autor de estas coplas<br />

picarescas.<br />

(2) La Conguito, con su modito / provoca a todo varón, / que es más<br />

chusca que este son, / sí, por cierto, La Conguito. / Por gozar de<br />

su estilito, / los moritos se convocan, / hacen mal, si se provocan,<br />

/ porque no baila esta hembrita, / tan solo una piececita, / al son<br />

baila que le tocan (décima núm. 47).<br />

Tan interesante como el incremento cuantitativo del último siglo virreinal<br />

es la flexibilización cualitativa categorial de la disminución. En<br />

este periodo se empiezan a documentar marcas de diminutivo sufijadas<br />

a bases léxicas categoriales que son poco comunes de ser disminuidas en<br />

otras variedades dialectales hispanohablantes, por ejemplo adverbios de<br />

tiempo y de modo, entre otras razones porque, desde un punto de vista<br />

estricto de semántica denotativa, el tamaño de la base de esos referentes,<br />

el tiempo y el modo, no puede ser objetivamente disminuido. Así,<br />

adverbios de tiempo, ahora: ahorita, de modo, presto: prestito, adjetivos y<br />

pronombres indefinidos, algo: alguito, tanto: tantito, todo: todito, además<br />

de gran cantidad de adjetivos y sustantivos, concretos y abstractos, de los<br />

más diversos campos semánticos pueden emplearse con marcas sufijales<br />

de disminución en el español de México y son, sin duda, un identificador<br />

lingüístico de este país. Un buen número de documentaciones de esas<br />

categorías léxicas innovadoras en cuanto a la sufijación diminutiva se registra<br />

a fines del virreinato y algunos ya desde el siglo precedente. En (3)<br />

se muestran algunos ejemplos de español novohispano con diminutivos<br />

de distintas bases categoriales, y puede verse en ellos el elevado número de<br />

marcas de disminución que aflora también en la prosa no literaria novohispana.<br />

22 El poema completo tiene 920 versos con cinco palabras promedio cada uno, es decir, un<br />

total de 4 600 palabras aproximadamente.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 113<br />

(3) Y que les dixo: “¿cómo os tardasteis tanto que yo de prestito me<br />

confessé?” (dlne, 1621, 86.256)<br />

le dio a ésta unos polbos blancos y un pajarito pintadito, muerto<br />

y amarrado con un listonçito, diçiéndola que aquellos polbos le<br />

echase al dicho hombre en el chocolate y que el pajarito lo traxese<br />

consigo (dnc, 1706, 3)<br />

Yo no sé quién tendra la culpa. Si fueres tú, me la pagaras todita<br />

(dlne, 1790, 258.611)<br />

Yo, a que te llegues y a que estes aqui pegadita, y tú, a retirarte, peloncita,<br />

¿ya me ves bien, hijita mia? ¿Le has dado a tu niño [Jesús]<br />

muchos abrazos y muchos vesos? [...] lo estrechas entre tus pechos. Y<br />

que cuando se retiraba y se ponia a verla, le decia: “vosotras tan prendiditas,<br />

que aunque soys mugeres como las otras, no andais como<br />

ellas que parecen bacas, como ya os haveis acostumbrado a traerlos<br />

[los pechos] ajustaditos y andar ajuntaditas” (dlne, 1797, 261.628).<br />

3) Resemantización del verbo coger. Sin duda, un identificador léxico<br />

del español mexicano es el desplazamiento semántico del verbo<br />

coger, que derivó desde el etimológico colligere ‘reunir con la mano’,<br />

‘juntar’,‘asir’ y ‘comprender’ hacia el sentido sexual de ‘realizar el coito’.<br />

Este desplazamiento tuvo lugar también en algunas otras variedades dialectales<br />

hispanoamericanas, como es el caso del español rioplatense, pero<br />

es totalmente desconocido en el español peninsular, aunque en opinión<br />

de Corominas (s.v. coger) “en el sentido sexual coger es ya antiguo y fue<br />

corriente aun en España”, 23 si bien no aporta ejemplo castellano alguno;<br />

por su parte, el Diccionario de autoridades (s.v. coger), de inicios del XvIII,<br />

1726, no registra la acepción sexual, ni tampoco la recoge Cuervo en<br />

su Diccionario de construcción y régimen (s.v. coger). 24 Parece claro que el<br />

23 Cf. Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, con la colaboración<br />

de J. A. Pascual, Madrid, Gredos, 1980-1984.<br />

24 Real Academia Española, Diccionario de Autoridades. Edición facsímil, Madrid, Gredos, 2002<br />

[1726]; Rufino José Cuervo, Diccionario de construcción y régimen, revisado y completado por el<br />

Instituto Caro y Cuervo, Barcelona, Herder, 1998.


114 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

cambio semántico tuvo lugar mediante un proceso inferencial de base<br />

metonímica, por el cual una acción física realizada con la mano sobre un<br />

objeto particular pasa a predicarse de seres humanos en su totalidad. Se<br />

trata de un mexicanismo lingüístico del tipo 3.<br />

Por razones obvias de pudor, es evidente que es dificilísimo, si no es<br />

que imposible, tener testimonios de esta acepción innovadora en la lengua<br />

escrita. No obstante, en la documentación del español novohispano,<br />

y de nueva cuenta en el siglo XvIII, más concretamente en su segunda<br />

mitad, pueden encontrarse algunas evidencias indirectas, pero muy claras,<br />

de que este verbo tenía ya en la vida cotidiana de fines del virreinato<br />

un significado sexual. Por lo tanto, vuelve a surgir el siglo XvIII como un<br />

momento clave en la configuración de la actual fisonomía del español<br />

mexicano.<br />

Las tres evidencias aparecen ejemplificadas en (4), (5) y (6). La primera<br />

de ellas corresponde a un documento de 1799, a primera vista carente<br />

de interés filológico. Sin embargo, como puede apreciarse en (4), la clave<br />

para percatarnos de este cambio semántico reside en la repetición y el lugar<br />

anómalo de la frase de la mano. En el original, las dos expresiones de<br />

la mano aparecen en letra más pequeña, con tinta más tenue que el resto<br />

del documento, subrayadas e interlineadas: la primera entre cogió y a la<br />

declarante, y sobre esta última palabra, la segunda repetición. No es difícil<br />

imaginarse la situación: el escribano asentó de corrido el testimonio<br />

del joven testigo, pero al releerlo para dárselo a firmar se dio cuenta de<br />

que podría malinterpretarse —esto es, cogió a la declarante ‘tuvo relación<br />

sexual con ella’, no ‘agarró a la declarante’—, por lo cual, para evitar<br />

un grave malentendido, regresa al locus criticus, ciertamente problemático<br />

para el testigo, y con la tinta de la pluma un tanto seca ya hace la aclaración<br />

pertinente asentando dos veces la expresión de la mano sobrescrita<br />

ligeramente por encima de la caja del renglón. Arrepentimiento que<br />

constituye una evidencia filológica indirecta, y preciosa, de que ya a fines<br />

del siglo XvIII —y muy probablemente dos o tres generaciones antes,


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 115<br />

dado el carácter conservador de la lengua escrita— el español de México<br />

había realizado esta innovación semántica.<br />

(4) Y que al instante se apeó dicho muchacho del burro y cojio, de la<br />

mano, a la declarante, de la mano, diciendole que a ónde estaba el<br />

medio que llebaba (dlne, 1799, 272.657).<br />

La segunda evidencia indirecta es el empleo frecuente de los verbos<br />

tomar (5a) y agarrar (5b) a fines del XvIII e inicios del XIX como sustitutos<br />

de coger en contextos sintácticos en los que sin duda la variedad<br />

peninsular castellana emplearía este último verbo, sustitución verbal que<br />

pone de manifiesto que el uso del verbo coger debía ser ya un tabú lingüístico.<br />

(5) a. Siempre que se lo permitia la ocasion se tomavan las manos<br />

(lhem, 1798, s.v. tomar)<br />

El Santo Tribunal hacía mal en tomarse los bienes de los reos<br />

(lhem, 1805, s.v. tomar)<br />

b. alcansó a Nieves de los cavellos, asi a la puerta, por lo que agarró<br />

Apolinario a Domingo (lhem, 1813, s.v. agarrar).<br />

La tercera y última evidencia —bastante menos indirecta que las anteriores—<br />

procede de la literatura popular picaresca de fines del XvIII.<br />

En una décima de 1782, 25 puede entreverse, o ya verse, la nueva acepción<br />

sexual. Se trata de un contexto polisémico, en el que el autor juega con<br />

el doble sentido que ya debía tener el verbo coger, y donde el desplazamiento<br />

de la relación biunívoca entre el significante y el significado hace<br />

posible el albur, tan característico de la cultura mexicana.<br />

(6) ¿qué diré / de mujer de quien me espanto? / [...] / Desde que empezó<br />

tal fue, / y hasta la presente lo es, / que he de decir esta vez, /<br />

25 Cf. Baudot y Méndez, Amores prohibidos, p. 181.


116 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

que más hombres la cogieron, / que indios bárbaros murieron /<br />

cuando conquistó Cortés (décima núm. 59).<br />

Hemos visto, por tanto, tres cambios en tres zonas del léxico de la<br />

lengua española, los tres, característicos del español mexicano y los tres<br />

coinciden cronológicamente en mostrar el siglo XvIII como un periodo<br />

clave en el que afloraron algunos de los rasgos idiosincrásicos del español<br />

de este país. Pasemos ahora a la sintaxis.<br />

2.2.2. Cambios en la sintaxis<br />

4) Pronominalización “anómala” de pronombres objeto en oraciones bitransitivas.<br />

La pronominalización ortodoxa del español, por la cual los clíticos<br />

de objeto directo y objeto indirecto deben concordar con sus referentes en<br />

número y persona —y el directo también en género—, es casi sistemáticamente<br />

alterada en el español mexicano cuando se cumplen dos condiciones:<br />

ambos pronombres aparecen en secuencia inmediatamente antepuestos<br />

o pospuestos al verbo bitransitivo que los rige, y el objeto directo tiene<br />

un referente singular mientras que la referencia del objeto indirecto es<br />

siempre plural, bien segunda persona ustedes, bien tercera persona, ellosellas.<br />

El cambio, como se ve en (7) con datos del siglo XX, consiste en que<br />

el clítico de objeto directo singular exhibe una marca morfológica “anómala”<br />

de plural, que corresponde al referente del clítico dativo, el cual,<br />

dada su invariabilidad morfológica en se, es incapaz de indicar rasgo léxico<br />

o morfológico alguno de su referente. En los ejemplos se señala en cursivas<br />

el nominal que debiera controlar la concordancia singular del clítico<br />

acusativo.<br />

(7) Se los conté a mis hermanas y lo creyeron a pies juntillas (Habla<br />

culta de la Ciudad de México, 143) 26<br />

26 Juan M. Lope Blanch (coord.), El habla de la Ciudad de México (Habla culta). Materiales para<br />

su estudio, México, UNAM, 1971.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 117<br />

En estos días que él no va a pasar la charola [...] Qué bien pero los<br />

empresarios no necesitaron que se las pasara para llenarla a priori<br />

(El Financiero, junio 2000)<br />

¿Dónde está? Dímelo. Te juro que lo mato. —¡No seas ridícula! —<br />

Está bien —aceptó muy tranquila. Se los dije, es mentira. ¡También<br />

él dijo que tenía veinte años [...]! (crea, Gustavo Sáinz, Gazapo). 27<br />

Es una innovación sintáctica compartida por todas las variantes del<br />

español americano, por lo cual puede otorgársele el estatus dialectal de<br />

panamericanismo y en todos esos dialectos constituye ya la pronominalización<br />

estándar, mientras que la clitización conservadora se lo-se la se<br />

encuentra en franco retroceso: en promedio, 92% de pronominalización<br />

innovadora frente a 8% de la conservadora etimológica. 28 Por el contrario,<br />

en el español peninsular castellano es prácticamente desconocida<br />

esta pronominalización, pero se puede llegar a documentar, aunque muy<br />

ocasionalmente. 29<br />

Este americanismo sintáctico muestra una cierta profundidad histórica,<br />

y para el caso de México el siglo XvIII vuelve a ser el momento clave<br />

de la documentación del cambio. Está atestiguado por lo menos desde el<br />

siglo XvI: el Corpus Diacrónico del Español (corde) de la RAE registra un<br />

caso, ejemplificado en (8a); en el siglo XvII es todavía muy esporádico<br />

27 Corpus de Referencia del Español Actual (crea) de la Real Academia Española [en línea]<br />

http://www.rae.es.<br />

28 Cf. Concepción Company, “The interplay between form and meaning in language change.<br />

Grammaticalization of cannibalistic datives in Spanish”, Studies in Language, 22, 3, 1988, pp.<br />

529-565.<br />

29 Héctor Piera y Soledad Varela (“Relaciones entre morfología y sintaxis”, en I. Bosque y V.<br />

Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe y RAE, 1999,<br />

p. 4399) caracterizan este cambio como un fenómeno dialectal común, aunque no especifican el<br />

ámbito geográfico en que opera: “Dialectalmente es posible encontrar la marca de plural del clítico<br />

dativo bajo la forma de un plural en el acusativo”. Por su parte, Rafael Lapesa, Historia de la<br />

lengua española, Madrid, Gredos, 1981, p. 588, ubica la pronominalización se los-se las en el capítulo<br />

correspondiente al español americano. En el Habla culta de Madrid, coordinación de Manuel<br />

Esgueva y Margarita Cantarero, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1981, se<br />

documenta un caso: “hemos vivido en esa libertad. Hemos sabido conseguírselas a ellos porque la<br />

hemos vivido” (muestra 11, p. 187).


118 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

(he podido encontrar un ejemplo (8b), en documentación jurídica procedente<br />

de Ecuador), 30 y a partir de fines del siglo XvIII es ya relativamente<br />

frecuente documentarlo incluso en la literatura. Para México se encuentran<br />

ya testimonios (9) en los periódicos y gacetillas de fines del XvIII e<br />

inicios del XIX. Es de notarse que el ejemplo de (9a) corresponde a la Gazeta<br />

de México, 1795, publicada durante años, y escrita en buena parte por<br />

el cultísimo don José María Alzate, y ello quiere decir que el cambio ya<br />

había tomado carta de naturaleza en los registros elevados de la lengua<br />

novohispana del último siglo del virreinato, al punto de que el cambio se<br />

puede atestiguar también en la literatura de inicios del XIX, como muestra<br />

el ejemplo (9c) procedente del Periquillo sarniento. 31<br />

(8) a. tenían de meter los nuestros sin ser sentidos en Huacacholla y matar<br />

a los de Culúa, entendieron que querían matar a los españoles, o<br />

los engañó quien se los dijo [los: lo dicho anteriormente] (corde,<br />

1538, López de Gómara, Historia de la conquista de México)<br />

b. les hazen daño sin que los dueños de los ganados se los hayan satisfecho<br />

a los vezinos (Ecuador, 1668)<br />

30 Cf. Juan P. Sánchez Méndez, Aproximación histórica al español de Venezuela y Ecuador durante<br />

los siglos xvii y xviii, Valencia, Universitat de València, 1997, p. 173.<br />

31 El cambio debía tener ya estatus de panamericanismo, o casi, a mediados del siglo XIX,<br />

como prueba la crítica de Bello a esta práctica lingüística en su Gramática (§ 946, n. 2): “Pero<br />

cuando es plural [el dativo], se pone en plural el acusativo que sigue, aunque designe un solo<br />

objeto [...]. Es preciso evitar cuidadosamente esta práctica”, reprensión que constituye una señal inequívoca<br />

de que el cambio estaba muy difundido en el español de América ya en época de Bello.<br />

Para fines de ese siglo, esta innovación debía ya constituir la norma en el uso, si atendemos a las<br />

palabras de Rafael Ángel de la Peña en su Gramática teórica y práctica de la lengua castellana, que<br />

data de 1898: “al paso que le, la, lo reproducen una sola persona o cosa, y por lo mismo deben<br />

hallarse en número singular, sin embargo por uso vicioso, muy generalizado, se comete el solecismo<br />

de ponerlos en plural” (§1599) (México, UNAM, 1985) (las cursivas en ambas citas son mías);<br />

obsérvese la expresión muy generalizado. La rapidísima difusión de este cambio, contra la típica<br />

lentitud en la progresión de los procesos sintácticos, solo puede ser explicada, a mi parecer, por<br />

el hecho de que la forma innovadora resultante se los-se las es formalmente idéntica al pronombre<br />

acusativo etimológicamente plural los-las; de ahí que la innovación esté, de alguna manera, camuflada<br />

y pase, por ello, desapercibida, por lo cual se propagó muy rápidamente.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 119<br />

(9) a. todos tres enfermos quedaron en mucha debilidad [...]: seis papeles<br />

[...] con un grano de tártaro emético mixturado, y esto se los daba<br />

por delante en los primeros días (lcm, Gazeta de México, 1795, 57)<br />

b. ordena que vuestra reverencia proceda a recoger el dicho libro del<br />

modo más quieto y prudente [...] Podrá vuestra reverencia examinar<br />

por sí y ante sí a las religiosas que lo han visto[...] y hacer que declaren<br />

lo que contiene el dicho libro, quién se los prestó (AGN, 1816,<br />

Inquisición 1463, exp. 5, f. 62)<br />

c. Después entró el cirujano y sus oficiales, y me curaron en un credo;<br />

pero con tales estrujones y tan poca caridad que a la verdad ni se<br />

los agradecí [el hecho de haber sido curado] (corde, 1802, Fernández<br />

de Lizardi, Periquillo sarniento).<br />

La motivación del cambio tiene un origen multicausal, como sucede<br />

con la mayoría de innovaciones morfosintácticas. El objeto indirecto<br />

está codificado en estas oraciones bitransitivas mediante un pronombre<br />

invariable se que carece de morfología y es, en consecuencia, totalmente<br />

opaco para el número y la persona del referente: se tanto para singular<br />

como para plural, tanto para tercera persona como —más tardíamente<br />

con la creación del pronombre usted(es)— para segunda de cortesía: se<br />

para él-ellos, para ella-ellas, y para usted-ustedes. Se conoce en la gramática<br />

tradicional como se espurio, ya que, como resultado de su evolución, llegó<br />

a ser homónimo del pronombre se, etimológicamente reflexivo, procedente<br />

del latino se.<br />

La invariabilidad del clítico dativo se < illi(s) creó tanto problemas<br />

morfológicos como sintácticos y semánticos. En la morfología, la forma<br />

dativo se es el único pronombre átono de tercera persona que no es<br />

transparente para el número de su referente; todos los demás clíticos de<br />

tercera persona son transparentes en cuanto al número, e incluso el género,<br />

del referente; por lo tanto, el pronombre dativo se sufre aislamiento<br />

paradigmático. En la sintaxis, la homonimia con el reflexivo se genera<br />

una incómoda ambigüedad en la interpretación de ciertas oraciones que


120 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

contienen la secuencia sintagmática se lo(s)-se la(s); por ejemplo, una oración<br />

como Juan se las debe puede tener tanto una lectura reflexiva: Juan<br />

se debe [a sí mismo] unas vacaciones > Juan se las debe, cuanto una lectura<br />

bitransitiva: Juan debe unas vacaciones a sus hijas > Juan se las debe. Finalmente,<br />

existen también problemas semánticos. La secuencia bitransitiva<br />

ortodoxa eso se lo dije a ellos / a ustedes exhibe una situación desequilibrada<br />

también desde el punto de vista semántico, situación que podría ser<br />

calificada de contradictoria: el participante objeto indirecto, pronombre<br />

dativo, ocupa en una jerarquía semántica un estatus mayor que el objeto<br />

directo, ya que aquel es prototípicamente humano, individuado y definido,<br />

mientras que este refiere, por lo regular, a entidades inanimadas; sin<br />

embargo, el participante más importante, dativo, tiene a su disposición<br />

menos morfología —de hecho, carece de morfología— que el participante<br />

semánticamente menos importante, el objeto directo, pronombre<br />

acusativo, que tiene, en cambio, toda la morfología a su servicio. El cambio<br />

aquí analizado solucionó en parte este desequilibrio: el hablante codifica<br />

la entidad más importante asignándole una marcación morfológica<br />

propia, de manera que el dativo abandona su estatus oculto y muestra<br />

su prominencia utilizando al acusativo como huésped morfológico. La<br />

pronominalización se los, se las se comporta como una forma inanalizable,<br />

selos, selas, en la que los hablantes solo reconocen ya una estructura<br />

simple con un solo argumento, el objeto indirecto. 32<br />

La pronominalización innovadora eso se los dije codifica la pluralidad<br />

del objeto indirecto pero codifica también, simultáneamente, el carácter<br />

humano de este argumento; es decir, el morfema -s de se los es una marca<br />

tanto de pluralidad como de animacidad. Prueba de ello es que cuando<br />

el objeto indirecto es inanimado, en el español mexicano no surge<br />

32 Para un análisis diacrónico más extenso, y su relación con otros cambios sintácticos, véase<br />

Concepción Company Company “El objeto indirecto”, en C. Company (dir.), Sintaxis histórica<br />

de la lengua española. Primera parte: la frase verbal, México, fCE / UNAM, 2005, cap. 6. Para la lexicalización<br />

de la secuencia como un solo pronombre selos, selas, cf. George de Mello, “Se los for se<br />

lo in the spoken cultured Spanish of eleven cities”, Hispanic Journal, 13:1, 1992, pp. 165-179, en<br />

particular p. 171.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 121<br />

la pronominalización innovadora, sino que se prefiere emplear un solo<br />

pronombre, el de dativo; en efecto, oraciones como ¿ya les echaste agua a<br />

las macetas?, ¿ya les pusiste agua a los coches? tienen, por lo común, como<br />

respuesta espontánea sí, ya les eché, ya les puse, y no la secuencia con doble<br />

clítico se los eché, se los puse.<br />

5) Proliferación de pronombres posesivos y duplicaciones posesivas. Uno de<br />

los rasgos que de manera más notoria caracteriza la sintaxis del español<br />

de México es la abundancia con que se emplean los pronombres posesivos.<br />

Pues bien, también este identificador dialectal empieza a manifestarse<br />

con una mayor frecuencia a partir del siglo XvIII.<br />

Una variada gama de construcciones posesivas contribuye a esta configuración<br />

de exceso de posesivos. Por una parte, son sintagmas nominales<br />

con duplicación de la referencia del poseedor. Están marcados formalmente<br />

con un posesivo, pero por tener muy próxima la referencia al<br />

poseedor, muchas veces dentro de su misma frase nominal, han debilitado<br />

la fuerza anafórica del pronombre posesivo, además de que producen<br />

una apariencia de redundancia y sobreespecificación posesiva en la sintaxis<br />

del español mexicano, como se ve en los ejemplos de (10), tomados<br />

tanto del español novohispano como de la literatura mexicana del XIX y<br />

del habla espontánea de mexicanos, la mayoría cultos, del siglo XXI. Pueden<br />

ser bien duplicaciones posesivas con mención del poseedor en una<br />

frase prepositiva adnominal pospuesta (10a), bien duplicaciones en un<br />

sintagma posesivo que contiene la segunda mención del poseedor en una<br />

oración adjetiva relativa especificativa (10b), 33 o bien, con cierto tipo de<br />

33 Construcción esta que suele ser consignada como agramatical en algunas gramáticas de<br />

referencia de la lengua española, ya que se suele establecer una incompatibilidad estructural entre<br />

posesivos y oraciones relativas especificativas en el español. Resulta evidente que tal incompatibilidad<br />

no existe en el español mexicano. Cf. Carme Picallo y Gemma Rigau, “El posesivo y las relaciones<br />

posesivas”, en I. Bosque y V. Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española,<br />

Madrid, Espasa-Calpe y RAE, pp. 973-1023, especialmente p. 979. Debe decirse que la construcción<br />

cuenta con una antigua raigambre medieval; es muy común, por ejemplo, en la prosa alfonsí:<br />

“Et Hercules era dante que alli uiuiesse muy nombrado por todas las tierras por sos fechos grandes e<br />

marauillosos que fazie” (General estoria. Segunda parte, 28.11b).


122 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

verbos, fundamentalmente psicológicos, la mención del poseedor aparece<br />

inmediatamente antes en forma de un argumento clítico dativo, en<br />

el papel semántico de experimentante o receptor, y reaparece en el pronombre<br />

posesivo introductor del sustantivo poseído, como en (10c). Las<br />

construcciones de (10a) y (10b) serían mexicanismos del tipo 1; las de<br />

(10c), del tipo 2.<br />

(10) a. una llerba que en la bolsa traía buena para sanar de sus picadas de<br />

ormigas (dnc, 1705, 1)<br />

y que le iba a dar un bocadito y la halló muerta; que luego le abisaron<br />

a Victoriano Hernandes, su hijo de la difunta (dnc, 1781, 44)<br />

Es que yo creo que en esa escena entiendes su importancia de las<br />

imágenes anteriores34 b. que el motivo de no irse a dormir a la casa de su hermano es por<br />

sus trastes que tiene en la pulquería (dnc, 1789, 62)<br />

que primero me quite Dios la vida, que consentir en que se empañe<br />

el honor de mi apellido que me legaron mis padres, y lo transmitiré<br />

aunque pese al mundo entero (Luis G. Inclán, Astucia, 202-<br />

203) 35<br />

pobre guaje, con una sopita de su propio chocolate que le he<br />

dado, se va a quedar a la luna de Valencia (Luis G. Inclán, Astucia,<br />

294)<br />

c. la havía atajado en el camino, y haziéndole fuerza con un quchillo en<br />

la mano, le havía quitado su virginidad (dnc, 1775, 34)<br />

¡Cómo me duelen mis piecitos!, me caminé todo el Centro<br />

Estoy muy contento, le dieron su mención honorífica<br />

Vamos a ponerle su salsita.<br />

34 Los ejemplos carentes de referencia entre paréntesis corresponden a datos de habla espontánea<br />

de español mexicano actual, la gran mayoría de registro culto, recogidos en los últimos<br />

cinco o seis años.<br />

35 Astucia. El jefe de los hermanos de la hoja o los charros contrabandistas de la rama, México, Po-<br />

rrúa, 1996 [1865].


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 123<br />

Otra manifestación de este cambio global es el mucho mayor empleo<br />

de los pronombres posesivos en general, como se aprecia en (11), no necesariamente<br />

en construcciones duplicadas o sobreespecificadas, tanto con<br />

poseedores humanos como no humanos. Suelen en el español de México<br />

aparecer presentadas con posesivo entidades que difícilmente se marcan<br />

con posesivo en el español de otras variedades, por ejemplo, en el peninsular,<br />

y en esos casos el pronombre posesivo parece ser innecesario,<br />

bien porque es obvia la relación posesiva, como sucede con la edad (11a)<br />

—fórmula que, por cierto, es la usual en los obituarios novohispanos del<br />

XvIII—, bien porque se trata de entidades difícilmente poseíbles, como<br />

el tiempo (11b), bien porque en realidad las dos entidades no contraen<br />

una relación de dependencia posesiva, como en (11c), ya que los granitos<br />

de sal no pertenecen propiamente a las migas ni la rebanada pertenece<br />

todavía al potencial comprador. La abundancia de pronombres posesivos<br />

en el español mexicano es tal que, en ocasiones, puede llegar a afectar el<br />

anclaje anafórico usual del español de distancia deíctica mínima entre<br />

poseedor y poseído, como se ve en el ejemplo de (11d) de inicios del siglo<br />

XvIII, ya que en él es el sustantivo locativo ciudad el que controla el anclaje<br />

del posesivo y no el más cercano muger. Son mexicanismos del tipo 2.<br />

(11) a. El 27 falleció a los 63 años de su edad la señora doña María Anna<br />

Gómez de Cervantes (lcm, Gazeta de México, 1734, 14)<br />

b. D. Juan Fernández de Oraz y D. Manuel Rodríguez Pedrozo, quienes,<br />

arreglándose a las órdenes de S. Exc. Ilma., saldrán a su tiempo de<br />

esta capital para el pueblo de Xalapa (lcm, Gazeta de México, 1736, 17)<br />

c. Quando comienzen a dar señales de madurez [las viruelas], se puede<br />

ir dando al enfermo un poco de migas de pan bien cocidas y<br />

con sus granitos de sal (dnc, 1779, 40)<br />

¿Cómo quiere su rebanada, gruesa o delgada?<br />

d. Es indecible el concurso, que el día 30 inundó las anchurosas calles<br />

acostumbradas de esta ciudad, para veer a una muger, que se ajustició<br />

en su plaza principal (lcm, Gazeta de México, 1728, 7).


124 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

La generalización de posesiones de naturaleza léxica abstracta y débil<br />

de (11) junto con la sobreespecificación y proximidad sintagmática<br />

del poseedor, vistas en los ejemplos de (10), produjeron en el español<br />

mexicano —y también en el de otras variedades hispanoamericanas—<br />

un claro debilitamiento anafórico del pronombre posesivo que lo aproximó<br />

funcionalmente a un artículo, con un valor más gramatical, y menos<br />

semántico, de simple actualizador. 36 Aunque todas las construcciones<br />

ejemplificadas en (10) y (11) son arrastres del español medieval, varias<br />

de ellas, como veremos en el siguiente capítulo, realizaron una recategorización<br />

semántica importante respecto de su valor medieval, por lo<br />

cual, más que una retención, creemos que deben ser consideradas una<br />

innovación. 37<br />

El momento clave del cambio, esto es, el inicio de su mayor difusión,<br />

es, de nueva cuenta, el siglo XvIII, con un aumento sostenido en el siglo<br />

XIX y otro incremento importante en el siglo XX; todas las estructuras<br />

posesivas continúan con elevada productividad hasta la fecha. El último<br />

siglo del virreinato vuelve a surgir, por tanto, como un periodo clave en<br />

la configuración de la identidad lingüística de nuestro país. Los datos<br />

proporcionados por Huerta 38 sobre la diacronía del posesivo en México y<br />

España (véase cuadro 1 abajo), sobre un corpus cuantitativamente similar<br />

en ambos dialectos, son más que elocuentes de que la multiplicación<br />

36 Cf. Concepción Company, “Cantidad vs. cualidad en el contacto de lenguas. Una incursión<br />

metodológica en los posesivos redundantes del español americano”, Nueva Revista de Filología<br />

Hispánica, 43: 2, 1995, pp. 305-340. De hecho, la mayor frecuencia de sintagmas posesivos de<br />

anaforicidad débil en países de una fuerte presencia indígena, como Perú o México, ha motivado<br />

una intensa polémica respecto al estatus de préstamo o no de estas construcciones. Para<br />

el posesivo con valor de artículo, cf. Company, “Gramaticalización, debilitamiento semántico y<br />

reanálisis. El posesivo como artículo en la evolución sintáctica del español”, Revista de Filología<br />

Española, 81, 1-2, 2001, pp. 49-87.<br />

37 Cf. C. Company, “Old forms for new concepts. The recategorization of possessive duplicaduplications in Mexican Spanish”, en H. Andersen (ed.), Historical linguistics 1993, Amsterdam, John<br />

Benjamins, 1995, pp. 77-93. No es, por lo tanto, una construcción arcaica, como suele ser calificada,<br />

sino una construcción ciertamente conservadora en la forma, arrastre del español medieval,<br />

pero totalmente innovadora en su semántica; véase más adelante §3.1.1.<br />

38 Norohella Huerta, Diacronía del posesivo en el español. Un proceso de gramaticalización múltiple,<br />

tesis de maestría inédita, México, UNAM, 2004.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 125<br />

de marcas de posesión es, en efecto, un identificador dialectal del español<br />

mexicano. Se puede observar que la variedad mexicana (datos del Altiplano<br />

central) emplea mucho más el posesivo que el español peninsular<br />

castellano en todos los periodos, al punto de que en los siglos XIX y XX<br />

aquella dobla ampliamente a este. Sin duda, el mayor uso de pronombres<br />

posesivos provocó que estos se extendieran en el dialecto mexicano a<br />

todo tipo de poseídos, incluidos los abstractos, y coadyuvó a la abundancia<br />

de frases nominales posesivas duplicadas y sobreespecificadas en el<br />

habla cotidiana del español de México. 39<br />

Cuadro 1. Diacronía de los posesivos en México y España<br />

Español mexicano Español peninsular<br />

XvIII 55% (423/766) 45% (343/766)<br />

XIX 66% (501/759) 34% (258/759)<br />

XX 68% (670/992) 32% (322/992)<br />

6) Mayor empleo del pretérito simple y retraimiento del pretérito perfecto.<br />

El español de México difiere cuantitativa y cualitativamente del español<br />

peninsular castellano en el empleo y valores que asigna al pretérito<br />

perfecto simple y al pretérito perfecto compuesto o antepresente; es<br />

un identificador lingüístico compartido con todos los dialectos hispanoamericanos,<br />

con excepción posiblemente del español de Bolivia, que<br />

hace un uso mayoritario del pretérito perfecto compuesto, tanto para valores<br />

temporales próximos al presente como distantes de él. 40 Se trata de<br />

un mexicanismo sintáctico del tipo 2.<br />

Desde un ángulo cuantitativo, España emplea mucho más el pretérito<br />

perfecto compuesto y mucho menos el pretérito simple; son significati-<br />

39 La construcción ejemplificada en (10a) suele estar estigmatizada, ya que su empleo es mucho<br />

más frecuente en hablantes no cultos, en muchos casos de extracción rural indígena; sin embargo,<br />

surgen también, y con no poca frecuencia, en hablantes cultos en registros cuidados, como<br />

muestran precisamente los ejemplos de (10a).<br />

40 Cf. José G. Moreno de Alba, “Los tiempos pasados del indicativo”, en C. Company (dir.), Sintaxis<br />

histórica de la lengua española. Primera parte: la frase verbal, México, fCE / UNAM, 2005, cap. 1.


126 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

vos los datos de Otálora para el siglo XX: 41 2 160 pretéritos compuestos<br />

frente a 1 056 pretéritos simples (67% frente a 33%), respectivamente,<br />

mientras que el español mexicano hace un uso abrumadoramente mayor<br />

del pretérito simple y, a manera de contrapeso, hace un escaso empleo del<br />

compuesto: 404 pretéritos compuestos frente a 1871 pretéritos simples<br />

(18% frente a 82%), respectivamente, acorde con los datos de Moreno de<br />

Alba. 42<br />

Cualitativamente, el empleo del antepresente en el español de México<br />

es de tipo esencialmente pragmático y aspectualmente imperfectivo, y la<br />

diferencia con el pretérito simple no es temporal sino aspectual-pragmática:<br />

se emplea un pretérito perfecto compuesto cuando desde la perspectiva<br />

del hablante siguen teniendo relevancia presente, o aun futura,<br />

los hechos significados por la forma verbal. Así, un mismo evento pasado<br />

será codificado con un pretérito simple si el hablante mexicano considera<br />

que es un hecho concluido (12a) y (13a), o será codificado con un<br />

pretérito perfecto compuesto (12b) y (13b) si, desde la perspectiva y valoración<br />

del hablante, el fenómeno o sus consecuencias siguen vigentes, o<br />

tiene relevancia en el presente o se puede repetir en el presente o en un<br />

futuro. 43 Volveremos sobre este punto en el siguiente capítulo.<br />

(12) a. Este año llovió mucho [se espera que no siga lloviendo, ya no hay<br />

lluvias]<br />

b. Este año ha llovido mucho [se espera que sigan las lluvias]<br />

(13) a. No se casó [ni se casará, no importa la edad, puede ser joven]<br />

b. No se ha casado [posiblemente todavía se case, no importa la<br />

edad, puede tratarse de una persona mayor].<br />

41 Graciela Otálora, “El perfecto simple y compuesto en el español actual peninsular”, Español<br />

Actual, 16, 1970, pp. 24-28.<br />

42 Valores de las formas verbales en el español de México, México, UNAM, 1978.<br />

43 Cf., entre otros, Fulvia Colombo, El subsistema de los tiempos pasados de indicativo en el español<br />

de México, tesis de maestría inédita, México, UNAM, 2003, y el trabajo de Moreno de Alba,<br />

“Los tiempos pasados del indicativo”, ya citado.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 127<br />

Diacrónicamente, no parece constituir el siglo XvIII un microquiebre<br />

estructural importante para esta zona de la gramática, sino que más bien<br />

se observa a partir del siglo XvI novohispano, acorde con los datos proporcionados<br />

por Moreno de Alba, 44 que toman como base los dlne, un<br />

crecimiento sostenido de pretéritos simples a expensas del pretérito perfecto<br />

compuesto y de otros tiempos para señalar acciones o estados relacionados<br />

con el presente, incluso inmediatez al presente: ¡ya acabé!, ¡ya<br />

estuvo!, para mañana ya acabé, y en el siglo XIX queda más o menos fijado<br />

el sistema de oposiciones del español mexicano actual.<br />

7) Otros identificadores dialectales. Existen otros caracterizadores dialectales<br />

morfosintácticos que contribuyeron a distanciar el dialecto mexicano<br />

del peninsular originario, pero de los que, al momento presente,<br />

carecemos de estudios que nos informen de su trayectoria diacrónica.<br />

Es, sin duda, una importante tarea pendiente en la historia del español<br />

en México.<br />

Algunos de ellos son: la pérdida de todas las formas integrantes del<br />

paradigma pronominal-adjetivo de vosotros y, en consecuencia, la pérdida<br />

de la morfología verbal de segunda persona de plural, cantáis, decís,<br />

paralelas ambas a la generalización de ustedes como única forma de tratamiento<br />

para referir a los interlocutores en plural; el empleo más frecuente<br />

de usted como forma de tratamiento respetuosa; el notable alargamiento<br />

discursivo y mayor complejidad estructural de las construcciones empleadas<br />

para la interacción pragmática con el interlocutor, por ejemplo<br />

la disminución del modo imperativo a expensas del paralelo incremento<br />

de oraciones que son gramaticalmente interrogativas pero pragmáticamente<br />

exhortativas, como se aprecia en (14a), cuyos correspondientes<br />

en el español peninsular castellano serían oraciones exhortativas, casi<br />

siempre averbales, y que contendrían únicamente el referente sustantivo<br />

44 “La oposición pretérito indefinido / pretérito perfecto compuesto en documentos novohispanos<br />

de los siglos XvI-XIX”, en C. García Turza et al. (eds.), Actas del IV Congreso Internacional<br />

de Historia de la Lengua Española, Logroño, Universidad de La Rioja, 1998, pp. 619-629, particularmente<br />

p. 628.


128 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

y la fórmula de cortesía por favor: un poco de salsa, por favor; un vaso de<br />

agua, por favor; 45 el frecuentísimo empleo, ya desde el español colonial,<br />

de pronombres dativos en posiciones no argumentales, dativos éticos, o<br />

de débil argumentalidad, con una rica gama de significados pragmáticos,<br />

como se ejemplifica en (14b), los cuales debieron coadyuvar a la creación<br />

del dativo intensivo mexicano ándale, híjole; la preferencia por codificar<br />

el agente responsable de una acción no como un sujeto, perdí las llaves,<br />

sino como un oblicuo en forma de dativo (14c), o incluso con la desaparición<br />

total del posible agente, es decir sin pronombre átono dativo<br />

alguno en la oración (14d).<br />

(14) a. ¿Lo podría molestar con un poco de salsa, por favor?<br />

Disculpe ¿no sería tan amable de regalarme un vaso de agua?<br />

Si no fuera mucha molestia ¿me podría prestar un cuchillo?<br />

Señor, ¿lo molesto si me regala un poco más de café?<br />

b. Que esta dicha Tereza jure y declare con todo rigor [...], conpeliendomela<br />

a que me dejen perfecto (dlne, 1748, 231.565)<br />

Se arrojó a mi casa dando vozes y golpeandome las puertas (dlne,<br />

1806, 298.696)<br />

Me guarde la ymportante vida de v. m. (dnc, 1791, 69)<br />

Me sacó diez la niña<br />

c. Se me perdieron los lentes<br />

d. Señora, se rompió el jarrón.<br />

El concentrado de aumentos de frecuencia de uso y primeras documentaciones<br />

de cambios que tuvieron lugar en el siglo XvIII novohispano,<br />

vistos en este capítulo, son indicadores de que el último siglo virreinal<br />

fue un momento clave, un verdadero parteaguas en el desarrollo de<br />

las variantes lingüísticas mexicanas. Dado el carácter conservador de la<br />

lengua escrita, incluso de la no literaria, la documentación del cambio no<br />

45 Peticiones corteses que suelen tener un promedio de 10 u 11 palabras en la variante mexicana<br />

frente a cinco o seis en la peninsular.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 129<br />

debe interpretarse como el inicio del fenómeno, sino más bien como que<br />

en los registros menos conservadores de la lengua ese fenómeno estaba<br />

ya muy difundido y generalizado. Por ello, habrá que suponer que una<br />

buena parte de esos identificadores lingüísticos comenzó a ser empleado<br />

en la lengua oral tres o cuatro generaciones antes de las fechas de documentación.<br />

Es decir, las últimas décadas del siglo XvII y las primeras del<br />

XvIII son, a mi entender, el momento central en que la idiosincrasia lingüística<br />

de México tomó carta de naturaleza en la vida cotidiana de los<br />

hombres y mujeres comunes novohispanos.<br />

3. <strong>LA</strong> SEMáNTICA <strong>DE</strong> LOS CARACTERIZADORES LINGüíSTICOS <strong>DE</strong> MéXICO<br />

Dado que una buena parte de los identificadores dialectales mexicanos<br />

analizados en el capítulo anterior es compartida con el español peninsular<br />

castellano, puesto que se trata de diferencias en la frecuencia relativa<br />

de uso de las formas y construcciones y no tanto presencia o ausencia de<br />

tales construcciones, las preguntas obligadas ahora son: ¿en qué radica la<br />

diferencia?, ¿en qué consiste esa mexicanidad lingüística? Intentar contestar<br />

esas interrogantes, aunque sea muy parcialmente, es el objetivo de<br />

este capítulo.<br />

El punto de partida es que la semántica es un nivel esencial de la codificación<br />

sintáctica y la sintaxis es no solo el resultado de la operatividad<br />

de reglas automáticas, sino que es en gran parte resultado de elegir o<br />

poner de relieve ciertos rasgos semánticos y pragmáticos contra otros.<br />

En esta capacidad de elección, ya sea de seleccionar un rasgo semántico<br />

contra otro, ya sea de optar por una estrategia gramatical contra otra, reside<br />

la esencia misma de la variación lingüística, sincrónica y diacrónica,<br />

y en esa libertad de elección reside también la creatividad de la sintaxis.<br />

La semántica de cualquier lengua puede ser definida como el conjunto<br />

de rasgos denotativos y connotativos que le permiten a un hablante identificar<br />

y valorar una entidad dada, es decir, hablar de ella, y a un oyente<br />

comprenderla. Los rasgos semánticos denotativos identifican o ubican


130 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

una entidad, un referente, en un eje espacio-temporal dado, y constituyen<br />

la semántica referencial de una lengua; los rasgos semánticos connotativos<br />

aportan valoraciones sobre ese referente y constituyen, por tanto,<br />

su semántica pragmática o relacional. En resumen, la semántica es un nivel<br />

de lengua complejo integrado por, al menos, dos subconjuntos: semántica<br />

referencial + semántica pragmático-relacional. 46 En un sentido<br />

lato, podría decirse que la primera es más objetiva o externa al hablante,<br />

en cuanto que describe a la entidad per se, mientras que la segunda es<br />

más subjetiva o interna, en cuanto que atiende a la valoración que el hablante<br />

hace de ella.<br />

Los datos del corpus indican que, aunque el español de España y el<br />

español de México comparten en lo esencial una misma sintaxis, se ha<br />

producido entre ellos una escisión dialectal sintáctica debido, en gran<br />

parte, a la selección de diferentes rasgos semánticos para codificar una<br />

misma área nocional funcional; esto es, cada uno de estos dialectos comunica<br />

una “misma” situación desde diferentes perspectivas semánticas,<br />

cristalizándose dos distintas sintaxis, y ello hace que se constituyan<br />

en dialectos diferentes. El español de España y el español de México<br />

gramaticalizaron varias zonas de sus respectivos sistemas siguiendo dos<br />

pautas distintas de hacerlo, las cuales obedecen a una distinta selección<br />

o codificación formal de un mismo sistema semántico: los rasgos semánticos<br />

externos o referenciales el primer dialecto; los rasgos internos,<br />

relacionales o valorativos el segundo.<br />

El español peninsular castellano, como veremos enseguida, gramaticaliza<br />

más las características referenciales de las entidades en juego, esto<br />

es, las propiedades semánticas observables de las entidades, mientras que<br />

el español de México gramaticaliza las valoraciones que el hablante realiza<br />

sobre esas entidades y las relaciones que esas entidades contraen dentro<br />

del discurso. Esto es, el español de España parece haber seguido una<br />

46 Este capítulo reproduce, en lo esencial, con más ejemplos y nueva evidencia cuantitativa,<br />

mi trabajo “Gramaticalización y dialectología comparada. Una isoglosa sintáctico-semántica del<br />

español”, Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 20, 2002, pp. 39-71.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 131<br />

dinámica semántica de tipo referencial; el español de México, en cambio,<br />

siguió una dinámica semántica de tipo pragmático-relacional. En líneas<br />

generales, el español de España muestra en varias y distintas zonas de su<br />

gramática una codificación motivada por los rasgos léxicos referenciales<br />

de las entidades involucradas, tales como el género, el número, el tamaño,<br />

la animacidad, el tiempo, y en general rasgos que o bien permiten<br />

una identificación clara, no ambigua, del referente, o bien ubican el momento<br />

de realización de la predicación. Por el contrario, la sintaxis del<br />

español de México en esas mismas áreas refleja una codificación motivada<br />

por factores que atañen a la capacidad relacional de esas entidades,<br />

tales como, entre otros, la dinamicidad de las entidades en su relación<br />

con el verbo, su grado de afectación a consecuencia de la transitividad<br />

del verbo, su grado de proximidad al dominio de otra entidad, el carácter<br />

aspectual télico o atélico del verbo y de la predicación, y desde luego<br />

también la relevancia pragmática y cultural que el hablante otorga a esa<br />

entidad en un contexto dado o la relevancia y actualidad de la situación<br />

comunicada en cuestión.<br />

La suma de las dos clases de rasgos semánticos, referenciales y pragmático-relacionales,<br />

crea un conjunto semántico cohesionado que caracteriza<br />

a una entidad dada en su uso sintáctico, pero la sintaxis del español<br />

peninsular enfatiza un subconjunto de esos rasgos y debilita u opaca el<br />

otro subconjunto semántico, mientras que la sintaxis del español de México<br />

pone de relieve el otro subconjunto, opacando o debilitando el que<br />

se enfatiza en el dialecto peninsular. Ambos dialectos operan con el mismo<br />

espacio semántico, el del español general, pero cada uno de esos dos<br />

dialectos resalta un subconjunto semántico distinto y construye su gramática<br />

guiado por una distinta selección semántica. Esta diferente puesta<br />

en relieve queda reflejada, como veremos, en una diferente frecuencia<br />

de uso de las formas o construcciones en los dos dialectos estudiados.<br />

En el esquema 1 puede verse representada la distinta selección de rasgos<br />

semánticos para actualizar estas dos gramáticas distintas.


132 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

Esquema 1. Estrategias semánticas del español de México y del español de España<br />

Dialecto 1<br />

(España)<br />

referencialidad<br />

relacionalidad<br />

Relieve referencial<br />

REFERENCIALIDAD<br />

RE<strong>LA</strong>CIONALIDAD<br />

3.1. La semántica de cuatro mexicanismos<br />

Para intentar comprobar el planteamiento que acabamos de exponer, analizaré<br />

cuatro caracterizadores dialectales del español mexicano, tres de<br />

ellos vistos en el capítulo anterior, en los dos dialectos, español del Altiplano<br />

central de México y español peninsular castellano, en una comparación<br />

estricta, cuantitativa y cualitativamente, y en corpus comparables.<br />

Dos son estructuras nominales y dos corresponden a la frase verbal.<br />

3.1.1. Las duplicaciones posesivas<br />

Dialecto 2<br />

(México)<br />

referencialidad<br />

relacionalidad<br />

Relieve pragmático<br />

ESPACIO CATEGORIAL<br />

SEMÁNTICO<br />

ACTUALIZACIÓN <strong>DE</strong>L<br />

SISTEMA<br />

Las construcciones posesivas del tipo su mujer de Juan, su novio de mi<br />

prima tienen dos valores en todas las épocas y textos del español en las<br />

variedades que documentan esta construcción:<br />

a) Duplicación referencial o desambiguadora. En un contexto próximo<br />

hay dos entidades nominales capaces de funcionar como el poseedor de<br />

la entidad poseída, tal como se aprecia en los ejemplos de (15); la presencia<br />

de una duplicación posesiva está motivada por una necesidad de<br />

desambiguar entre los dos posibles poseedores. Dos factores motivan<br />

esta desambiguación; por una parte, la falta de transparencia del pro-


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 133<br />

nombre su(s) en cuanto a rasgos del poseedor, ya que su(s) es invariable<br />

y totalmente opaco en su referencia al poseedor —tanto de él, como de<br />

ella, de ellos o de ellas, de usted o de ustedes—, y, por otra, el hecho de que<br />

la referencia posesiva, debido a esa opacidad, se rige por un principio de<br />

deixis de distancia mínima, y se ancla en español en el constituyente más<br />

próximo a su(s), anafórico o catafórico, capaz de operar como poseedor.<br />

(15) a. Nunca te oí dezir mejor cosa. Mucha sospecha me pone el presto<br />

conceder de aquella señora y venir tan aína en todo su querer de<br />

Celestina (La Celestina, 11.192) 47<br />

b. Pero que él tenía en su tierra del dicho Cacamazin muchas personas<br />

principales que vivían con él y les daba su salario (Cortés,<br />

Cartas, 1.68) 48<br />

c. Nuestro Señor, que lo ordenó ansí, debía ver ser mijor. Puestas todas<br />

las cosas en sus manos, sus deseos de vuestras mercedes y los<br />

mios, pues, todos van guiados para gloria suya (Santa Teresa, Escritos,<br />

Cartas, 6.6b) 49<br />

d. aora no lo ago porque no sé si se dilatará v. y sean los gastos de valde,<br />

y más quando se an aunado con Vernardo, pues ya también dise<br />

no bengan a su casa de v. md. por nada (dnc, 1781, 47)<br />

e. Me pasaron a la sala; ahí estaban las dos hermanas, me parece que<br />

su papá de él, [...] no, su papá, no; las dos hermanas y esa Lolita<br />

que fue mi madrina (Habla culta de la Ciudad de México, 7).<br />

Las duplicaciones posesivas de (15) tienen la función de desambiguar<br />

quién es el poseedor de la entidad poseída; en efecto, si en esos ejemplos<br />

no se especifica el poseedor en su mismo sintagma nominal, se interpretaría,<br />

acorde con el principio de anclaje referencial de distancia mínima,<br />

47 Fernando de Rojas, La Celestina, ed. crítica Dorothy Severin, Madrid, Cátedra, 1987.<br />

48 Hernán Cortés, Cartas y documentos, ed. Mario Hernández Sánchez Barba, México, Porrúa,<br />

1963, pp. 3-202.<br />

49 Escritos de santa Teresa, Cartas, 1-12 (1562-1568), ed. Vicente de la Fuente, Biblioteca de Autores<br />

Españoles, tomo LV, Madrid, Rivadeneira, 1862; reimpr.: Madrid, Atlas-RAE, 1952.


134 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

que la entidad poseída por el clítico su(s) pertenecería a otro poseedor,<br />

los nominales resaltados en cursivas: aquella señora y no Celestina en<br />

(15a), él y no Cacamazin en (15b), Nuestro Señor y no vuestras mercedes<br />

en (15c), Vernardo y no v. md. en (15d) y las dos hermanas y no él en (15e).<br />

Se trata de una duplicación no redundante, sino justificada por el contexto,<br />

motivada por un conflicto en el discurso entre posibles poseedores.<br />

En todos los ejemplos de (15), la presencia pospuesta del poseedor tras la<br />

entidad poseída está justificada, por lo tanto, por la necesidad de aclarar<br />

la referencia del poseedor. Por ello, el parámetro que hemos denominado<br />

referencial o externo guía la aparición de este primer tipo de duplicaciones<br />

posesivas.<br />

b) Duplicación no referencial o no desambiguadora. Este tipo de duplicación<br />

no está guiado por un parámetro referencial, ya que su uso no está<br />

motivado por la necesidad de desambiguar la referencia del poseedor.<br />

Aparece en esta segunda clase un sintagma posesivo duplicado no obstante<br />

que no existen cerca en el discurso otros posibles poseedores de la<br />

entidad poseída. Puede verse en los ejemplos de (16) que se emplea un<br />

poseedor pospuesto aun cuando no existe duda alguna de quién es el poseedor,<br />

ya que ha sido nombrado varias veces antes, como en (16a); y en<br />

muchos ejemplos de esta segunda clase de duplicación la frase nominal<br />

posesiva duplicada ocupa una posición inicial absoluta o casi absoluta<br />

(16b), funcionando el poseedor como la entidad tópico de la que se viene<br />

hablando o escribiendo líneas atrás.<br />

(16) a. ¿Quieres tú hacer creer a éstos lo que los padres predican e dizen?<br />

¡Engañado andas! Que eso que los frayles hazen es su oficio dellos<br />

hazer eso (AGN, 1539, Inquisición, f. 436)<br />

Realmente sí, hoy la maternidad es un problema para las mujeres, la<br />

maternidad entra en conflicto con sus responsabilidades de las<br />

mujeres en este nuevo rol social que les toca ejercer


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 135<br />

b. Su padre de un mi amante, que me tenía tan honrada, vino a<br />

Marsella, donde me tenía para enviarme a Barcelona, y por mis<br />

duelos grandes vino el padre primero (La lozana andaluza, 8.200) 50<br />

Sus papás de Maru viven ahora en Chapultepec.<br />

Las dos clases de duplicación tienen, como vemos, una misma manifestación<br />

formal pero su funcionamiento discursivo obedece a razones<br />

distintas: en un caso depende de la opacidad referencial de su(s) en cuanto<br />

a rasgos del poseedor; en el otro, la ambigüedad referencial no cuenta<br />

para que aparezca una duplicación posesiva.<br />

Lo relevante para sostener que el español de México opera sobre un<br />

parámetro semántico más relacional que el español peninsular, el que<br />

arribó a México en el siglo XvI, es que el dialecto mexicano ha realizado<br />

un cambio importante en la motivación del empleo de una duplicación<br />

posesiva, a saber, ha disminuido las duplicaciones que desambiguan la<br />

referencia del poseedor y ha incrementado notablemente el empleo de<br />

estas expresiones posesivas con fines no desambiguadores. En el cuadro<br />

2, abajo, se comparan las frecuencias de duplicación posesiva en tres<br />

periodos del español, siglos Xv-XvI, tanto textos escritos desde España<br />

como desde la Nueva España, XvIII novohispano y XX mexicano; puede<br />

verse que las frecuencias de duplicaciones desambiguadoras y no desambiguadoras<br />

han ido progresivamente invirtiéndose, al punto de que el<br />

español mexicano actual es una imagen de espejo respecto del que arribó<br />

a la Nueva España a inicios del XvI, ya que se aprecia un incremento<br />

sostenido hacia valores de tipo pragmático. En los siglos Xv-XvI hay un<br />

65% de duplicaciones posesivas motivadas por un conflicto de posibles<br />

poseedores en el contexto próximo, pero en el español del XX solo tenemos<br />

22% de duplicaciones motivadas con ese mismo propósito de desambiguar<br />

la referencia del poseedor, con el siglo XvIII como un puente<br />

hacia el nuevo valor innovador de la duplicación. Es decir, la necesidad<br />

50 Francisco Delicado, Retrato de la Lozana andaluza, ed. crítica Claude Allaigre, Madrid, Cá-<br />

tedra, 1985.


136 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

de aclarar los rasgos referenciales del poseedor sigue siendo una causa<br />

para la aparición de una duplicación posesiva en el español mexicano<br />

actual, como lo era en el temprano español novohispano, pero está ya<br />

sumamente debilitada. En otras palabras, el dialecto mexicano actual<br />

emplea una duplicación con fines comunicativos distintos de la desambiguación<br />

referencial. 51<br />

Cuadro 2. Diacronía de la duplicación posesiva en el español de México:<br />

referencial-desambiguadora frente a no referencial-no desambiguadora<br />

Referencial No referencial<br />

Xv-XvI 65% (103/158) 35% (55/158)<br />

XvIII 42% (32/76) 58% (44/76)<br />

XX 22% (38/169) 78% (131/169)<br />

El cuadro 2 indica que el español de México realizó un cambio semántico<br />

en el valor de las duplicaciones posesivas, que evolucionaron hacia<br />

un valor menos externo, menos referencial y más pragmático-relacional.<br />

El español del siglo XvI cargaba el peso de la duplicación en la opacidad<br />

referencial del pronombre posesivo, y el español mexicano actual, como<br />

se ve en el promedio del siglo XX en el cuadro 2, arriba, no depende de<br />

esa opacidad para posponer un poseedor tras su entidad poseída.<br />

¿Cuál es ese nuevo valor de la duplicación posesiva en el español de<br />

México? Un hablante mexicano emplea una duplicación posesiva cuando<br />

entre poseído y poseedor se establece desde la perspectiva valorativa<br />

del hablante una relación intrínseca o inherente de tipo inalienable. Con<br />

51 Por lo que respecta al español peninsular actual, si bien carecemos de datos comparables ya<br />

que han desaparecido las duplicaciones con poseedor de tercera persona, el hecho de que solo se<br />

conserven esporádicamente en áreas rurales duplicaciones para poseedores de segunda persona<br />

de respeto, su casa de usted(es), apuntaría a una motivación más referencial. Dado que la referencia de<br />

su(s) es usualmente, y etimológicamente, de tercera persona, se hace necesario hacer explícito al<br />

poseedor en el dialecto peninsular cuando el posesivo no tiene esa lectura originaria y puede generarse<br />

una ambigüedad entre el interlocutor, segunda persona, usted(es), y otro posible poseedor;<br />

cf. C. Company, “El costo gramatical de las cortesías en el español americano. Consecuencias<br />

sintácticas de la pérdida de vosotros”, Anuario de Letras, 35, 1997, pp. 167-191.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 137<br />

estas frases posesivas el hablante indica que el poseedor es una entidad<br />

relevante, importante dentro de un determinado discurso, suele ser el<br />

tópico de la conversación, indica también que el poseído se encuentra<br />

muy cercano al dominio del poseedor, que constituye una parte importante<br />

de él y que los dos miembros de la relación posesiva contraen una<br />

relación de inherencia y de proximidad conceptual, como se observa en<br />

los ejemplos de (17), donde los sustantivos poseídos caja ‘ataúd’, vida y<br />

estado de ánimo constituyen conceptos inalienables para los respectivos<br />

poseedores. Cuanto más prominente sea el poseedor dentro de la situación<br />

comunicativa y más estrecha e indispensable la relación y proximidad<br />

conceptual entre poseído y poseedor, más probabilidades habrá de<br />

que se emplee una construcción posesiva duplicada en el español actual<br />

de México. Es decir, el empleo de una duplicación está motivada en este<br />

dialecto por la semántica relacional de poseído y poseedor y por la valoración<br />

que el hablante hace de esa relación, y no por la necesidad de desambiguar<br />

textual o discursivamente la referencia del poseedor, tal como<br />

ocurría en el español llegado a México en el siglo XvI.<br />

(17) Ayúdenos, porque nos falta dinero para su caja [ataúd] de mi<br />

mamá que se acaba de morir aquí en Zaragoza [hospital de Zaragoza]<br />

Se la pasa toda su vida ahí, en la misma empresa haciendo dibujos,<br />

pintando, haciendo proyectos, formando programas. Ésa es su<br />

vida de Ramón. Tiene hermanas casadas, pero él no se ha casado<br />

(Habla culta de la Ciudad de México, 29)<br />

Definitivamente sí; el ciclo hormonal influye en su estado de ánimo<br />

de la mujer; en cambio el hombre no es tan dependiente de las<br />

hormonas.<br />

El nuevo significado adquirido por las duplicaciones posesivas en el<br />

español de México supone un tipo de gramaticalización conocida como


138 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

subjetivización, 52 o modalidad en la gramática tradicional, ya que son<br />

las valoraciones del hablante las que cuentan para la codificación sintáctica<br />

y no tanto el significado léxico de las entidades involucradas en<br />

la relación posesiva ni el conflicto entre posibles poseedores. El cambio<br />

supuso también un desplazamiento del foco de atención en cuanto<br />

al protagonista del discurso: del oyente o lector (duplicación referencial<br />

desambiguadora) hacia el hablante (duplicación no referencial). Responde<br />

este cambio a la tendencia señalada en lingüística histórica de que los<br />

cambios semánticos se deslizan con el transcurso del tiempo hacia motivaciones<br />

más internas o más pragmáticas. 53 El cambio semántico aparece<br />

sintetizado en el esquema 2,<br />

Esquema 2. Diacronía semántica de la duplicación posesiva<br />

Significado referencial Significado no referencial<br />

Significado textual Significado pragmático<br />

Significado más externo Significado más interno<br />

Significado objetivo Significado subjetivo<br />

Protagonista oyente Protagonista hablante<br />

Eje referencial desambiguador Eje relacional valorativo<br />

La abundancia general de marcas de posesión (ejemplos 10c y 11), vista<br />

en el capítulo anterior, es también consecuencia, según creo, de esa<br />

semántica relacional y no referencial preferida por el español de México<br />

para algunas zonas de su gramática. No interesa vincular un referente<br />

con otro ni establecer el dominio real del poseedor respecto de su poseído;<br />

lo que interesa es integrar o vincular solidariamente al oyente en la<br />

escena comunicativa.<br />

52 Cf. Elizabeth C. Traugott y Richard Dasher, Regularity in Semantic Change, Cambridge,<br />

Cambridge University Press, 2001, cap. 2.<br />

53 Cf. Elizabeth C. Traugott: “From propositional to textual and expressive meanings. Some<br />

semantic-pragmatic aspects of grammaticalization”, en W. P. Lehmann y Y. Malkiel (eds.), Perspectives<br />

on Historical Linguistics, Amsterdam, John Benjamins, 1982, pp. 245-272.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 139<br />

3.1.2. Los diminutivos<br />

Desde la lengua madre latina, el diminutivo es una forma altamente polisémica<br />

que puede expresar tanto un valor referencial: la disminución<br />

del tamaño de la base (18), cuanto significados pragmáticos valorativos<br />

de distinta índole, tales como la proximidad afectiva, la ironía, el respeto,<br />

la humildad, el desprecio o la conmiseración (19). Esos dos significados<br />

han convivido por siglos bajo un mismo exponente formal a lo largo de<br />

toda la historia del español. 54 Puede verse en los ejemplos de (18) que en<br />

la disminución referencial suele aparecer en el contexto una referencia de<br />

algún tipo a la entidad base con respecto a la cual opera la disminución<br />

( piedra, mostrador diminuto), mientras que los diminutivos pragmáticorelacionales<br />

carecen de este que podríamos llamar anclaje textual y el<br />

único punto de referencia es el propio hablante, que proyecta con un<br />

diminutivo su actitud hacia lo comunicado.<br />

(18) Sin embargo, la droga siempre les es insuficiente, pues una piedra<br />

[una dosis] se consume en una fumada y, entonces, comenzarán a<br />

buscarse en las bolsas del pantalón, la camisa, en el suelo. Todos<br />

en busca de residuos [...] dirigen la vista a las bolsas, a algún lugar<br />

donde pudieron haber guardado aunque sea una piedrita. Se inclinan<br />

para ver si encuentran un punto blanco en el piso que pudiera<br />

ser fumable (El Financiero, septiembre de 2001)<br />

Se abrió la puerta y entramos. Aquello no era un bar propiamente<br />

dicho, había una especie de vestibulito, un mostrador diminuto,<br />

54 Para la amplia gama de significados pragmáticos y referenciales de los diminutivos en cuatro<br />

variedades del español, tres americanas y castellano, remito al trabajo ya citado de Jeanett Reynoso,<br />

Los diminutivos en el español. Un estudio de dialectología comparada. Véase, por supuesto, el trabajo<br />

clásico de Amado Alonso de 1951, “Noción, emoción, acción y fantasía en los diminutivos”,<br />

recogido en sus Estudios lingüísticos. Temas españoles, Madrid, Gredos, 1974, pp. 161-189. Para<br />

el panorama tipológico del comportamiento semántico de los diminutivos, cf. Daniel Jurafsky,<br />

“Universal tendencies in the semantics of the diminutive”, Language, 72, 3, 1996, pp. 535-538.


140 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

como en algunos restaurantes chinos (Madrid, Grandes, Las edades<br />

de Lulú, 99) 55<br />

(19) siempre que mencionaba en el confesionario alguna parte de la<br />

declarante era con diminutivos, como tu boquita, tus manitas<br />

(lhem, 1797, s.v. boca)<br />

Estimada Marta: devuelvo los platitos con un bocadito de pescado<br />

para que v. md. le guste (lhem, 1805, s.v. bocado)<br />

Comencé a invocar a la virgen de Guadalupe. Ay, qué más te da<br />

—le decía— ayúdanos a meter un gol. A ti no te cuesta nada, y<br />

para nosotros en estos momentos es importantísimo. Mira, cuando<br />

Bernal esté muy cerquita de la portería como que distraes al portero<br />

italiano. Ay, de favorcito haz como que le hablas y verás que en<br />

estos momentos, la pelotita entra y ¡listo! [...] ¡Gooool! [...] ¡Milagro,<br />

milagro!, comencé a gritar como loquita en tanto que daba de brincos<br />

(México, Loaeza, Obsesiones, 38) 56<br />

El caso es que Susana se ha vuelto muy formalita de un tiempo a<br />

esta parte, era la más guarra del curso (Madrid, Grandes, Las edades<br />

de Lulú, 148).<br />

Al igual que ocurría en el área nominal examinada en el apartado anterior,<br />

de nuevo aquí el español de México suele emplear el diminutivo<br />

no por razones de semántica referencial externa, esto es, no suele usarse<br />

el diminutivo para indicar el menor tamaño de la entidad base, sino para<br />

significar diversas valoraciones de tipo pragmático que el hablante proyecta<br />

sobre esas entidades en una determinada situación comunicativa, y,<br />

por el contrario, en el español castellano no predominan los significados<br />

pragmáticos en el empleo de un diminutivo, ya que en esta variedad,<br />

como veremos, el valor referencial de disminución del tamaño del referente<br />

compite, y predomina ligeramente, con los valores no referenciales<br />

o pragmáticos. Esta zona gramatical indica que cada dialecto realiza<br />

55 Almudena Grandes, Las edades de Lulú, Madrid, Narrativa Actual, 1989.<br />

56 Guadalupe Loaeza, Obsesiones, México, Alianza Editorial, 1994.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 141<br />

elecciones semánticas distintas, que cristalizan en variación gramatical;<br />

las dos diferentes elecciones semánticas no parecen estar contrapuestas,<br />

sino que más bien uno de los dialectos: el castellano parece ser no marcado,<br />

o solo lo es ligeramente, en cuanto a la elección de alguno de los<br />

subconjuntos semánticos, y opera con los dos parámetros, referencial y<br />

pragmático-relacional, mientras que el otro dialecto, el mexicano, está<br />

claramente marcado para operar sobre un parámetro relacional. Esto es,<br />

mientras que el español mexicano parece estar polarizado para una semántica<br />

relacional, el español peninsular castellano parece ser indiferente<br />

a un tipo específico de elección, y valores referenciales y relacionales<br />

se complementan para construir ese espacio gramatical en este dialecto.<br />

El cuadro 3, ápud Reynoso, 57 muestra el empleo de diminutivos en<br />

estas dos variedades dialectales en su uso actual en lengua escrita, en un<br />

amplio corpus de lengua narrativa, oral y escrita.<br />

Cuadro 3. Diminutivos según valores semánticos<br />

Valor referencial<br />

tamaño<br />

Valor relacional pragmático<br />

Español peninsular 58% (338/586) 42% (248/586)<br />

Español mexicano 28% (397/1434) 72% (1037/1434)<br />

Puede verse en el cuadro 3 que los dos valores que venimos analizando<br />

como estructuradores de un mismo espacio categorial están activos<br />

en ambos dialectos; sin embargo, las diferentes frecuencias relativas de<br />

uso de un subconjunto semántico con respecto al otro indican que existen<br />

diferentes motivaciones semánticas para que aflore un diminutivo,<br />

distinta motivación que genera de nueva cuenta una escisión dialectal<br />

en la gramática: el español de México casi no emplea marcas de disminución<br />

para significar el menor tamaño de una entidad, es decir, casi<br />

57 Los cuadros relativos a diminutivos proceden de la tesis doctoral de Jeanett Reynoso, Los<br />

diminutivos en el español. Un estudio de dialectología comparada, anteriormente citada.


142 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

no opera el parámetro referencial o externo (solo un 28%), sino que es<br />

una motivación semántica de tipo pragmático valorativo la que motiva<br />

de manera mayoritaria la aparición de un diminutivo en esta variedad<br />

dialectal (72%). Por el contrario, en el español peninsular las frecuencias<br />

de uso están bastante más equilibradas, y se emplean diminutivos tanto<br />

para significar valores referenciales de disminución (58%) cuanto valores<br />

pragmáticos relacionales (42%), si bien el parámetro referencial o absoluto<br />

juega un papel mucho más importante en el dialecto castellano, al<br />

igual que sucedía en la otra área gramatical examinada. Y, en efecto, en<br />

México la gordita siempre será referida en diminutivo, así pese muchísimos<br />

kilos; el muerto es por respeto el muertito; o se dirá por ahí tengo un<br />

terrenito, aun cuando este mida varias hectáreas; o tenemos una dudita,<br />

cuando en realidad no se trata de una verdadera pregunta sino de solicitar<br />

una aclaración al interlocutor.<br />

Es de notarse también que, desde un punto de vista cuantitativo, el<br />

español de México casi dobla al español castellano en usos no referenciales<br />

del diminutivo (72% frente a 42%). Se observa además en el cuadro<br />

3 que en términos absolutos hay diferencias cuantitativas importantes<br />

entre el español de México y el español de España, ya que el primero<br />

emplea bastantes más diminutivos que el segundo, algo más del doble de<br />

usos en el dialecto mexicano (1434 frente a 586) —el análisis está basado<br />

en corpus cuantitativamente similares—, lo cual respalda la caracterización<br />

tradicional, comentada en el capítulo precedente, de que este dialecto<br />

hace un empleo mucho mayor, “abusa” de las marcas de disminución.<br />

Un lugar común de la bibliografía especializada sobre diminutivos, comentado<br />

en el capítulo anterior, es que el abundante empleo de diminutivos<br />

en el español de México se debe a un fenómeno de contacto cultural<br />

y contacto de lenguas; en concreto, a la influencia de adstrato de la lengua<br />

náhuatl y otras lenguas mesoamericanas que hacen uso de marcas de reverencialidad,<br />

las cuales suelen ser traducidas al español por los propios<br />

hablantes indígenas como diminutivos. Sin embargo, el cuadro 4, ápud<br />

Reynoso, indica que este cambio del español de México parece deberse a


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 143<br />

una motivación interna propia, ya que el español hablado por indígenas<br />

está en frecuencias de uso bastante alejado del español urbano de la Ciudad<br />

de México, e incluso se aproxima algo más en el empleo de estos dos<br />

valores, referencial y relacional, al español peninsular castellano.<br />

Cuadro 4. Valores del diminutivo en tres dialectos del español<br />

Valor referencial<br />

tamaño<br />

Valor relacional<br />

pragmático<br />

Español peninsular 58% (338/586) 42% (248/586)<br />

Español indígena 45% (387/856) 55% (469/856)<br />

Español mexicano 28% (397/1434) 72% (1037/1434)<br />

Los datos de las dos zonas de la gramática nominal que acabamos<br />

de examinar permiten adelantar ciertas conclusiones respecto de la relación<br />

entre la lengua y aspectos cognitivos y culturales. Parece indudable<br />

que los distintos comportamientos gramaticales de los dos dialectos estudiados<br />

reflejan visiones de mundo bastante diferentes. El español de<br />

México, al menos en las áreas base del análisis, sugiere que sus hablantes<br />

están más motivados por su propia relación (psicológica, moral, apreciativa,<br />

etc.) con las entidades y con los eventos que por las entidades<br />

mismas; esto es, parecen estar interesados en hablar de cómo ellos ven<br />

la realidad y no en hablar o describir la realidad misma; casi no emplean<br />

esas formas para indicar valores referenciales, sino que podría decirse<br />

que la lengua mexicana se sitúa en un proceso de subjetivización. Por lo<br />

contrario, el comportamiento gramatical del español de España sugiere<br />

en cambio que los hablantes adoptan preferentemente un plano más objetivo<br />

o distante y codifican las entidades atendiendo más a sus propiedades<br />

referenciales que a la relación que los hablantes contraen con ellas<br />

y con el discurso comunicado; es decir, los españoles, a diferencia de los<br />

mexicanos, prefieren describir la escena comunicativa más que aportar<br />

su propia visión y valoración al respecto.


144 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

3.1.3. La ausencia de leísmo referencial<br />

La muy escasa frecuencia de la pronominalización de objetos directos<br />

con clíticos de dativo, le(s), es decir, el escaso empleo de leísmo, ha sido<br />

uno de los rasgos aducidos recurrentemente en todo tipo de estudios<br />

como manifestación del carácter conservador del español en México,<br />

rasgo este compartido por la mayoría de variedades americanas. El leísmo<br />

es, ciertamente, esporádico en el español mexicano, aunque no es<br />

desconocido. Por contraste, el español peninsular de Castilla se muestra<br />

en este aspecto innovador en extremo, ya que ha difundido ampliamente<br />

la pronominalización no etimológica, al punto de que, como se sabe,<br />

para ciertas entidades objeto el uso canónico con clítico acusativo lo(s)la(s)<br />

ha quedado completamente desplazado. Lo relevante, sin embargo,<br />

para mostrar la identidad lingüística del español mexicano, no es tanto la<br />

mayor o menor presencia de leísmo en uno u otro dialecto, sino la diferente<br />

motivación, referencial frente a pragmática-relacional, que subyace<br />

a los usos leístas en cada uno de estos dialectos.<br />

En general, el leísmo se muestra como un fenómeno diacrónica y diatópicamente<br />

complejo en el que intervienen tanto aspectos sintácticos:<br />

el número de participantes en la oración, cuanto léxico-semánticos: características<br />

referenciales de la entidad objeto, particularmente género y<br />

número, y también rasgos semántico-pragmáticos relacionados de manera<br />

global con la predicación y con las relaciones que el objeto directo<br />

contrae con su verbo, tales como, entre otros, el grado de transitividad<br />

del verbo, el grado de afectación del objeto, el grado de agentividad del<br />

sujeto, el carácter aspectual télico o atélico del verbo y otros matices aspectuales<br />

del evento, así como la prominencia y respeto que, desde la<br />

perspectiva del hablante, tenga la entidad dentro de una situación comunicativa<br />

dada. Una estrecha interacción entre la sintaxis, la semántica<br />

léxica y la semántica pragmática parece motivar la codificación de un objeto<br />

directo en forma de dativo, le, o mantener una codificación etimológica<br />

en acusativo lo / la. Este imbricado juego de factores parece haber


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 145<br />

estado presente en todas las etapas del leísmo, incluso desde las primeras<br />

manifestaciones del cambio. 58<br />

Sin embargo, el español castellano y el español mexicano han generado<br />

en esta zona de la gramática una frontera dialectal, guiada, al igual<br />

que los cambios anteriores, por dos pautas distintas de gramaticalización.<br />

Estos dos dialectos difieren notablemente en cuanto a cuáles de los<br />

factores semánticos arriba señalados son los responsables inmediatos de<br />

que aparezca un uso innovador leísta. El leísmo en la variante mexicana<br />

está motivado por factores relacionados con la semántica pragmática de<br />

la oración, tales como el grado de afectación, la valoración y prominencia<br />

del objeto, o el significado aspectual (a)télico, virtual o real del verbo,<br />

mientras que el leísmo en el español peninsular castellano parece que<br />

está más motivado, podríamos decir que de manera casi exclusiva, por<br />

factores semántico-referenciales, como el género y el número, específicamente<br />

la masculinidad y la individuación del objeto directo. Esto es, en<br />

el mismo espacio funcional los dos dialectos hacen un distinta elección<br />

semántica: el castellano focaliza a la entidad per se, atendiendo a sus rasgos<br />

referenciales: masculino y singular, mientras que el español de México<br />

enfatiza las relaciones que la entidad objeto contrae con su verbo y las<br />

valoraciones que sobre ella proyecta el conceptualizador.<br />

Para mostrar estas dos diferentes elecciones semánticas, compararé<br />

la pronominalización de objetos directos en un determinado estado de<br />

lengua de estas dos variedades dialectales, el siglo XvIII, periodo en que,<br />

como vimos, el español mexicano muestra ya una caracterización propia<br />

y la innovación leísta está ya muy difundida en el español de Castilla. Los<br />

datos proceden de los dlne, en el corpus correspondiente a la segunda<br />

58 Para los distintos valores del leísmo y explicaciones a este cambio, cf., entre otros, Marcela<br />

Flores, Leísmo, laísmo y loísmo. Sus orígenes y evolución, tesis de doctorado inédita, México, UNAM,<br />

1998, y “Leísmo, laísmo y loísmo”, en C. Company (dir.), Sintaxis histórica del español. Primera<br />

parte: la frase verbal, México, fCE / UNAM, 2005, cap. 8; Érica C. García, “Frecuencia (relativa) de<br />

uso como síntoma de estrategias etnopragmáticas”, en K. Zimmermann (ed.), Lenguas en contacto<br />

en Hispanoamérica, Madrid-Fránkfort, Iberoamericana-Vervuert, 1995, pp. 51-72; así como el artículo<br />

clásico de Rafael Lapesa, “Sobre los orígenes y evolución del leísmo, laísmo y loísmo”, en<br />

K. Baldinger (ed.), Festschrift W. von Wartburg, Tubinga, Max Niemeyer, 1968, pp. 523-551.


146 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

mitad de ese siglo, y del español castellano representado en el teatro de<br />

Moratín, escrito entre 1790 y 1805. 59 Examinaré en primer lugar la referencialidad<br />

de la entidad objeto directo y en segundo lugar los significados<br />

relacionales.<br />

La comparación en la zona semántica prototípica del leísmo, señalada<br />

en todos los estudios como la más motivadora para una pronominalización<br />

no etimológica, esto es, aquella que pronominaliza entidades<br />

masculinas singulares, cuadros 5 y 6, ápud Flores, 60 nos muestra que el<br />

leísmo mexicano no obedece, u obedece mínimamente, al género y al<br />

grado de individuación léxico-semántica de la entidad pronominalizada<br />

como objeto directo, ya que estos no influyen de manera importante en<br />

la elección de un clítico le para objeto directo. Esos mismos cuadros indican<br />

que en el dialecto peninsular contemporáneo del novohispano las<br />

características referenciales de la entidad pronominalizada sí eran, por<br />

el contrario, decisivas para que aflorara un uso no etimológico leísta. La<br />

frecuencia relativa de uso reflejada en el cuadro 5 indica también que el<br />

leísmo es casi categórico con masculinos singulares en los textos españoles<br />

del XvIII (99%), a la vez que los índices de asociación, odd ratio, del<br />

cuadro 6 nos muestran que género y número tienen pesos diferentes en<br />

el español peninsular: el primero dispara el leísmo mucho más que el segundo,<br />

pero ambos muestran la misma asociación y son de baja incidencia<br />

en el español mexicano novohispano. El balance general que estos<br />

dos cuadros reflejan es que la vinculación a rasgos referenciales del objeto<br />

es muy fuerte en el texto peninsular, 100% de asociación con género<br />

masculino y algo más de 50% con individuación, pero que los rasgos<br />

referenciales del objeto, en cambio, motivan mínimamente la aparición<br />

de un leísmo en el dialecto novohispano contemporáneo del peninsular.<br />

59 Leandro Fernández de Moratín, La comedia nueva y El sí de las niñas, ed. crítica John<br />

Dowling y René Andioc, Madrid, Castalia, 1975.<br />

60 Los datos cuantitativos de leísmo proceden de la tesis doctoral de Marcela Flores, Leísmo,<br />

anteriormente citada.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 147<br />

Cuadro 5. Proporción de leísmo con entidades masculinas singulares<br />

dlne-XvIII 27% (54/199)<br />

MORATíN 99% (95/96)<br />

Cuadro 6. Índices de asociación del leísmo con los rasgos referenciales del objeto<br />

Género masculino Número singular<br />

dlne-XvIII 5.59 5.12<br />

MORATíN 100 50.06<br />

Si atendemos a la entidad objeto no de manera aislada, esto es, no<br />

en sus características referenciales, sino en sus relaciones con los otros<br />

constituyentes de la oración y con la predicación en su totalidad, es posible<br />

percatarse de que el español mexicano y el español peninsular muestran<br />

una muy distinta selección de esas relaciones. En el cuadro 7 que<br />

sigue, ápud Flores, aparecen concentrados los índices de asociación del<br />

leísmo con diversos factores relacionados con la transitividad de la oración.<br />

Puede verse que en el español de México existe una fuerte asociación<br />

entre la clase aspectual del verbo y la aparición de leísmo: este<br />

se presenta con verbos imperfectivos, que implican además un menor<br />

grado de actividad, i. e. verbos de no realización, y que existe una muy<br />

fuerte asociación con la animacidad y agentividad del sujeto de la oración<br />

transitiva. El mismo cuadro nos muestra que, por el contrario, el<br />

leísmo en los textos de Moratín no obedece a los factores semánticos que<br />

hemos venido llamando pragmático-relacionales —solo hay ligera asociación<br />

con la copresencia de un sujeto agentivo—, y que, por lo tanto,<br />

ni la dinámica del evento ni las relaciones del verbo con sus participantes<br />

son decisivas para que aflore una pronominalización innovadora leísta<br />

en el español peninsular del siglo XvIII.


148 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

Cuadro 7. Asociación del leísmo con factores que intervienen en la transitividad<br />

Animacidad<br />

del sujeto<br />

Virtualidad<br />

del evento<br />

Verbo de<br />

no realización<br />

Imperfectividad<br />

del evento<br />

dlne-XvIII 15.8 1.33 10.92 6.8<br />

MORATíN 1.85 0 0 0<br />

Acorde con lo reflejado en los cuadros, puede afirmarse que el español<br />

mexicano y el español peninsular, en su variante castellana, operan<br />

de nuevo en esta zona de la gramática bajo parámetros distintos, relacional<br />

el primero, no relacional el segundo: la semántica asociada a la transitividad<br />

del evento y a la pragmática de la entidad en el dialecto mexicano;<br />

la referencialidad en el dialecto peninsular. Español de México y<br />

español de Castilla generaron dos rutinas gramaticales distintas vía una<br />

diferente puesta en relieve de la semántica de las entidades involucradas:<br />

el primer dialecto gramaticaliza los rasgos que no dependen de las características<br />

observables, externas, referenciales de la entidad objeto, sino<br />

aquellos que están más apegados a la capacidad relacional de la entidad y<br />

a su valoración por parte del conceptualizador. El segundo dialecto pone<br />

énfasis en las características de la entidad de manera absoluta, con una<br />

casi total independencia de sus relaciones con los otros constituyentes de<br />

la oración.<br />

Los ejemplos que siguen muestran las distintas motivaciones del leísmo<br />

en uno y otro dialecto. En (20) se ejemplifica una alternancia común<br />

en el español de México; la diferente pronominalización, lo frente a le,<br />

viene dada por una distinta valoración de la entidad objeto por parte<br />

del narrador: pronominalización leísta (20a) cuando hay mayor distancia<br />

social y respeto entre los interlocutores, no importa si la entidad objeto<br />

directo es masculina o femenina, se suele denominar leísmo de respeto,<br />

pronominalización no leísta (20b), cuando hay mayor proximidad social<br />

o cuando el hablante ocupa una situación jerárquica superior al oyente.<br />

Por su parte, en (21a) el referente ha perdido toda posibilidad de actividad,<br />

está altamente afectado por la transitividad del verbo, es alguien


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 149<br />

socialmente degradado, y, en consecuencia, surge un clítico etimológico<br />

lo; en cambio, en (21b) el referente del clítico objeto aparece conceptualizado<br />

como una persona común, alguien no afectado por la acción del<br />

verbo, el impacto de la transitividad sobre ese objeto es menor y, en consecuencia,<br />

surge un dativo le en el papel de objeto directo. Los ejemplos<br />

de (22) 61 muestran empleos leístas comunes en el español de Castilla;<br />

en ellos son fundamentalmente los rasgos referenciales inherentes de la<br />

entidad en cuestión los que hacen aflorar un uso leísta: el carácter masculino<br />

del referente, ya sea este animado o no, y, en menor grado, la individuación,<br />

apareciendo incluso el clítico dativo con verbos que implican<br />

alta transitividad y alta afectación del objeto, como matar.<br />

(20) a. Maestra, ¿le ayudo con los libros?<br />

Maestro, ¿le ayudo?<br />

Me da mucho gusto saludarle [puede ser hombre o mujer el referente]<br />

Primero que nada, permítame felicitarle [puede ser hombre o mujer<br />

el referente]<br />

b. Lulú, ¿no quiere que la ayude? ya casi llegan los niños de la escuela<br />

(21) a. Lo llamó, lo convenció y aún algo lo abochornó (dlne, 1808,<br />

304.704)<br />

b. Oyó de repente que por detrás le chiflaba un hombre, y volviendo<br />

la cara vio que le llamaba (dlne, 1799, 270.652)<br />

(22) Al niño le llevaron al hospital<br />

El cerdo le sujetamos entre varios y le matan. Después le limpiamos,<br />

le colgamos y le abrimos<br />

El tractor hace tiempo que le vendimos para desguace.<br />

Pasemos al último caracterizador dialectal del español de México para<br />

mostrar que en él también opera la misma dinámica de selección semántica.<br />

61 Inés Fernández-Ordóñez, “Leísmo, laísmo y loísmo”, en I. Bosque y V. Demonte (dirs.),<br />

Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1999, pp. 1317-1398.


150 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

3.1.4. El pretérito perfecto compuesto<br />

El pretérito perfecto compuesto o antepresente es, como ha sido señalado<br />

en numerosos estudios, una forma verbal polisémica, de significación<br />

temporal compleja, que indica la existencia de un lapso indeterminado<br />

en su extensión, por lo que referencialmente invade el pretérito y<br />

el presente, pudiendo proyectarse incluso hacia el futuro, y de una significación<br />

aspectual también compleja, ya que engloba tanto valores perfectivos<br />

cuanto imperfectivos, ambos, a su vez, con una amplia gama<br />

de matices semántico-pragmáticos, tales como imperfectividad actual,<br />

imperfectividad habitual, relevancia presente, perfectividad de pasado<br />

próximo, perfectividad durativa, perfectividad puntual, etcétera.<br />

Cualitativamente, difieren los dos dialectos en cuanto que uno de<br />

ellos, el peninsular, selecciona preferentemente valores temporales para<br />

la significación de esta forma verbal, mientras que el otro, el mexicano,<br />

selecciona valores de tipo aspectual, es decir no temporales. En el español<br />

de Castilla, como señala Moreno de Alba, 62 “la característica principal<br />

del antepresente es su valor temporal, su aproximación al presente<br />

gramatical, [...] si la acción tuvo su perfección en el presente ampliado<br />

aparece el antepresente”, es decir, se trata esencialmente de una forma<br />

que indica un valor temporal: eventos concluidos en un antes próximo al<br />

presente, es decir, ‘antepresente’, como la denominara Bello. 63 En el español<br />

de México, por el contrario, “la diferencia [entre pretérito perfecto<br />

y pretérito simple] es esencialmente aspectual. [...] Si la significación verbal<br />

no se considera como concluida, sino en proceso, es decir si la acción<br />

o serie de acciones, iniciada en el pasado, continúa o puede continuar<br />

en el ahora o en el futuro se usa el antepresente”; 64 es decir, se trata de<br />

una forma que no indica si el evento tuvo lugar próximo o distante del<br />

presente, sino que indica si el evento, desde la perspectiva del hablante,<br />

62 Cf. Valores de las formas verbales, p. 57.<br />

63 Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, con notas de Rufino José<br />

Cuervo, Madrid, Edaf, 1978 [1847].<br />

64 Cf. Moreno de Alba, Valores de las formas verbales, p. 57.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 151<br />

sigue teniendo relevancia en el momento de la enunciación, esto es, son<br />

valores no temporales los aportados por el pretérito perfecto compuesto<br />

en el dialecto mexicano.<br />

Si definimos los valores que indican tiempo como referenciales y los<br />

aspectuales o no temporales como no referenciales o pragmático-relacionales,<br />

es posible observar que también en esta zona de la gramática,<br />

al igual que en las otras áreas analizadas, cada dialecto pone de relieve<br />

valores distintos dentro de un mismo espacio semántico: el español de<br />

España construye su gramática sobre un parámetro referencial, tiempo<br />

inmediato anterior al presente, mientras que el español de México<br />

la construye sobre un parámetro no referencial o más relacional: evento<br />

concluido o no respecto de la perspectiva del hablante.<br />

Lo interesante para la configuración dialectal del español mexicano es<br />

observar cómo ocurrió el cambio y cómo las frecuencias relativas de uso,<br />

diacrónicas y diatópicas, apoyan la naturaleza esencialmente pragmáticorelacional<br />

del español de este país. Si dinamizamos los datos dialectales<br />

del siglo XX (véase más abajo cuadro 9) y los comparamos con el uso<br />

y valor que el pretérito perfecto compuesto tenía en la segunda mitad<br />

del siglo Xv e inicios del XvI —el momento previo a la gran escisión<br />

dialectal del español— es posible percatarse de que cada dialecto gramaticalizó<br />

uno de los valores que estaba en competencia en ese periodo y<br />

debilitó el otro valor. Veamos.<br />

El pretérito perfecto compuesto a fines del siglo Xv e inicios del XvI<br />

tenía cuatro valores: temporal referencial de antepresente, aspectual o no<br />

referencial de pretérito abierto, temporal de pasado pero no en el ámbito<br />

de un presente, y temporal de posterioridad a un presente, 65 pero solo<br />

los dos primeros eran valores básicos en cuanto que, juntos, constituían<br />

algo más del 90% de las frecuencias de uso de esta forma verbal en ese<br />

periodo, tal como se aprecia en el cuadro 8.<br />

65 Cf. Concepción Company, “Sintaxis y valores de los tiempos compuestos en el español<br />

medieval”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 32, 2, 1983, pp. 235-257.


152 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

Cuadro 8. Valores del pretérito perfecto compuesto a fines del siglo xv e inicios del xvi<br />

Antepresente Pretérito abierto Otros<br />

58% (158/272) 35% (94/272) 7% (20/272)<br />

Estos dos valores fundamentales tenían el siguiente significado:<br />

a) Antepresente. Cuando el pretérito perfecto compuesto tiene este<br />

valor, la acción se inicia y se concluye en el pasado, pero este pasado<br />

que marca el límite de la acción está próximo al momento del habla,<br />

tal como se ejemplifica en (23); es un valor fundamentalmente temporal<br />

que hace referencia al presente ampliado dentro del cual ocurre la predicación.<br />

Suele haber indicaciones contextuales (se marcan en cursivas<br />

en los ejemplos) que permiten localizar temporalmente la acción como<br />

próxima al presente, bien un verbo en presente del cual depende el pretérito<br />

compuesto, bien participios absolutos que enmarcan temporalmente<br />

el evento, bien modificadores adverbiales.<br />

(23) Tú, Pármeno, ¿qué te parece de lo que oy ha passado? (La Celestina,<br />

2.133)<br />

más aun porque les toman aquel agua para los molinos que es la<br />

con que regavan sus labranças y sementeras los pobres jndios. [...]<br />

Y lo mesmo ha hecho el licenciado Delgadillo que en el pueblo de<br />

Tacuba ha tomado un çercado grande de huerta (dlne, 1529, 7.79).<br />

b) Pretérito abierto. La acción se inicia en el pasado pero sus efectos,<br />

desde la perspectiva del hablante o narrador, continúan abiertos en el<br />

momento de la enunciación y en algunos casos pueden perdurar en<br />

el futuro, como se ve en los ejemplos de (24). En este segundo significado<br />

la forma verbal conserva parte del valor resultativo de presente que<br />

originariamente tenía el auxiliar latino habere; de ahí que se indiquen<br />

mediante la forma verbal los efectos duraderos del evento en el momento<br />

del habla. Posiblemente, más que de un valor aspectual imperfectivo,<br />

como suele ser identificado en la bibliografía especializada, es más


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 153<br />

adecuado considerarlo como un valor de tipo pragmático-relacional, en<br />

cuanto que el significado de relevancia actual no viene dado tanto por<br />

el valor intrínseco de la forma verbal, sino por la valoración que hace el<br />

conceptualizador, hablante o narrador, respecto de la relevancia del<br />

evento en el momento en que este está siendo enunciado.<br />

(24) aunque ella no me conosce, por lo poco que la serví y por la mudança<br />

que la edad ha hecho (La Celestina, 1.109)<br />

y alli lo sacrificaron a sus ydolos, y de los de más no dexaron hombre<br />

a vida [...] Han puesto, muy catholico señor, tanto dolor y tristeza<br />

en los vasallos de vuestra magestad estas nuevas y muerte del<br />

dicho gobernador y cristianos, que no ha podido ser más (dlne,<br />

1525, 1.25).<br />

Si observamos los efectos diatópicos en el siglo XX de aquella gran<br />

escisión dialectal, cuadro 9, 66 es posible percatarse de que cada dialecto<br />

generó su gramática poniendo de relieve una de las posibilidades del<br />

sistema antiguo y minimizando la otra posibilidad, y, desde luego, esta<br />

especialización modificó profundamente el sistema global de valores del<br />

pretérito perfecto compuesto. De nuevo, en esta zona de la gramática,<br />

al igual que ocurría con las otras tres áreas examinadas, el español peninsular<br />

enfatizó la referencialidad del evento, en este caso la temporalidad<br />

de pasado próximo al presente (84%), y degradó el empleo del valor<br />

pragmático-relacional; por lo contrario, el español de México puso de<br />

relieve el valor aspectual, generalizando valores pragmáticos, aspectualmente<br />

de tipo imperfectivo (96%), y minimizó casi por completo el valor<br />

temporal.<br />

El español de España vuelve a situarse, por tanto, en un plano o ángulo<br />

más objetivo, más referencial, el tiempo per se, para generar una<br />

66 Los datos de México proceden del libro ya citado de Moreno de Alba, Valores de las formas<br />

verbales; los datos de España corresponden a los primeros 300 pretéritos perfectos compuestos<br />

que se registran en el Habla culta de Madrid, corpus anteriormente citado.


154 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

gramaticalización, a la vez que se muestra más flexible en su codificación<br />

ya que no desechó totalmente el otro valor, mientras que el español<br />

mexicano se sitúa de nueva cuenta en un plano más interno, más relacional<br />

o pragmático, a la vez que menos flexible, ya que gramaticalizó la<br />

valoración del hablante sobre el evento e hizo un muy escaso empleo de<br />

la referencialidad temporal del evento mismo.<br />

Cuadro 9. Valores del pretérito perfecto compuesto en el siglo xx<br />

Español peninsular frente a español mexicano<br />

Referencial-temporal Pragmático-aspectual<br />

ESpAñOL pENINSU<strong>LA</strong>R 84% (253/300) 16% (47/300)<br />

ESpAñOL MEXICANO 4% (18/404) 96% (386/404)<br />

Se observa en el cuadro 9 que los hispanohablantes de los dos dialectos<br />

pueden emplear, y de hecho emplean, los dos valores; por ello<br />

son variantes de un mismo español general, pero las frecuencias relativas<br />

de uso indican que siguen pautas de gramaticalización diferentes y<br />

que, en consecuencia, construyen sus respectivas gramáticas sobre ejes<br />

o parámetros muy distintos. Para España, es un ámbito eminentemente<br />

temporal: se emplea el antepresente para indicar que un hecho está<br />

concluido en el presente ampliado; tanto el perfecto compuesto como<br />

el pretérito simple son perfectivos en este dialecto, la diferencia es temporal:<br />

próximo frente a distante, respectivamente, como se ejemplifica<br />

en (25). Para México en cambio el empleo del antepresente es un hecho<br />

esencialmente pragmático y aspectualmente imperfectivo, y la diferencia<br />

con el pretérito simple no es temporal sino de tipo aspectual-pragmático;<br />

en este dialecto se emplea un pretérito perfecto compuesto cuando desde<br />

la perspectiva del hablante siguen teniendo relevancia presente, o aun<br />

futura, los hechos significados por la forma verbal, 67 tal como indican<br />

los ejemplos de (26). Así, una misma situación pasada próxima al presente<br />

—que sería codificada con un pretérito perfecto compuesto en el<br />

67 Cf. al respecto, Moreno de Alba: “Los tiempos pasados del indicativo”, citado en la nota 40.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 155<br />

español peninsular— es codificada con un pretérito simple si el hablante<br />

considera que es un hecho concluido (26a), o será codificada con un<br />

pretérito perfecto compuesto (26b), si desde la perspectiva y valoración<br />

del hablante el fenómeno o sus consecuencias siguen vigentes, o tienen<br />

relevancia en el presente o se pueden repetir en el presente o en un futuro.<br />

Los ejemplos de (27) muestran el carácter aspectual del pretérito<br />

perfecto compuesto en el español de México.<br />

(25) Bueno, cuando has dicho clubs ¿a qué te estabas refiriendo? (Habla<br />

culta de Madrid, 193)<br />

Cuando he llegado esta mañana, me dice: “Ah, pues esta tarde tenemos<br />

un compromiso” (Habla culta de Madrid, 424)<br />

(26) a. Este año llovió mucho [se espera que no siga lloviendo, ya no hay<br />

lluvias]<br />

b. Este año ha llovido mucho [se espera que siga lloviendo]<br />

(27) Y su mamá ¿cómo está? Pues ha estado mala [se entiende que sigue<br />

enferma] (Habla culta de la Ciudad de México, ápud Colombo) 68<br />

Y ese cambio en la evolución de la especie ha dado por resultado<br />

un mayor volumen de cerebro (Habla culta de la Ciudad de México,<br />

ápud Colombo)<br />

He ido muy seguido a Acapulco [...] sí por cuestiones de trabajo.<br />

3.2. Balance de cambios: una escisión dialectal del español<br />

Hemos analizado cuatro distintas zonas de la gramática del español que<br />

tienen un comportamiento similar, a la vez que diferente, según se observe<br />

el español mexicano o el español peninsular, pero vimos que tales<br />

diferencias no radican en la apariencia externa formal de las construcciones,<br />

sino en sutiles diferencias semánticas solo observables a través<br />

de la diferente frecuencia relativa de uso de las formas en uno frente<br />

a en el otro dialecto. Un mismo conjunto de motivaciones semánticas,<br />

68 Cf. El subsistema de los tiempos pasados, ya citado.


156 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

referenciales y pragmático-relacionales, articula un único espacio gramatical<br />

funcional, pero tales motivaciones operan con dinámica diferente<br />

en cada dialecto y generan gramáticas diferentes. En la difusión del cambio<br />

cada dialecto privilegió un subconjunto de esos rasgos, debilitando u<br />

opacando el otro subconjunto, y realizó por tanto una diferente gramaticalización<br />

de ese espacio. Dos puestas en relieve que operan bajo dos<br />

parámetros: referencial o externo en España / relacional-pragmático en<br />

México.<br />

La diferente selección de rasgos semánticos provocó una importante<br />

frontera o distanciamiento dialectal, frontera que debió iniciarse en etapas<br />

inmediatamente previas al fin del virreinato, esto es, en las últimas<br />

décadas del siglo XvII e inicios del XvIII como sugiere la diacronía de los<br />

mexicanismos analizados en el capítulo anterior.<br />

El comportamiento gramatical semejante de posesivos, diminutivos,<br />

leísmo y pretéritos perfectos compuestos al interior de cada uno de los<br />

dialectos parece sugerir que se produjo una gran escisión dialectal, articulada<br />

a partir de la distinta selección de rasgos semánticos para comunicar<br />

una “misma” realidad, es decir, a partir de una diferente explotación<br />

de la semántica y la pragmática.<br />

La gráfica 3 resume los cuatro cambios analizados y permite visualizar<br />

el contraste existente entre los dos dialectos. Puede verse en ella<br />

que efectivamente México y España están contrapuestos en cuanto a la<br />

selección de rasgos semánticos en esas cuatro zonas gramaticales. Se ve<br />

en la gráfica que las dos modalidades dialectales construyen de hecho<br />

una imagen de espejo en esas cuatro áreas: aquella zona puesta de relieve<br />

por un dialecto, la referencialidad (sombreada en gris oscuro) en España,<br />

aparece minimizada por el otro dialecto, el mexicano, que pone sistemáticamente<br />

de relieve una semántica de naturaleza relacional-pragmática<br />

(sombreada en gris claro).<br />

La sistemacidad del contraste entre el español peninsular castellano<br />

y el español mexicano que refleja la gráfica anterior admite, a mi manera<br />

de ver, una lectura en términos de la relación entre lengua y con-


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 157<br />

100<br />

80<br />

60<br />

40<br />

20<br />

0<br />

100<br />

80<br />

60<br />

40<br />

20<br />

0<br />

Gráfica 3. Escisión español peninsular frente a español mexicano<br />

Contraste dialectal generado por diferente selección semántica<br />

España<br />

POSESIVOS DIMINUTIVOS LEÍSMO PRETÉRITO<br />

México<br />

POSESIVOS DIMINUTIVOS LEÍSMO PRETÉRITO<br />

REFERENCIAL<br />

PRAGMÁTICO<br />

REFERENCIAL<br />

PRAGMÁTICO<br />

ceptualización, o, de una manera más general, entre lengua y cultura.<br />

Parece claro que los distintos comportamientos gramaticales de los dos<br />

dialectos estudiados reflejan visiones de mundo bastante diferentes. En<br />

efecto, se observa una consistente preferencia del español peninsular por


158 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

manifestar su gramática —al menos en las áreas base del análisis— expresando<br />

los rasgos externos o referenciales de las entidades, y la misma<br />

consistencia del español mexicano por hablar de las entidades no por sí<br />

mismas sino en cuanto a su capacidad relacional y a las valoraciones que<br />

sobre ellas realizan los hablantes. Es decir, los hablantes mexicanos están<br />

más motivados por su propia relación con las entidades y el mundo,<br />

y por proyectar sus propias valoraciones sobre esas entidades, que por<br />

las entidades mismas, esto es, parecen estar más interesados en hablar<br />

de cómo ellos ven la realidad y no de la realidad misma. Ya hemos dicho<br />

que la lengua mexicana se sitúa con frecuencia en un proceso de subjetivización,<br />

y ello podría ponerse en relación, a mi modo de ver, con el<br />

amplio desarrollo de la cultura barroca en este país, que permea todos<br />

los ámbitos de su vida cotidiana.<br />

El comportamiento gramatical del español de España sugiere, en cambio,<br />

que los hablantes adoptan preferentemente un plano más objetivo o<br />

distante y codifican más las entidades por sus propiedades referenciales<br />

o externas que por la relación que los hablantes contraen con ellas y con<br />

el discurso comunicado; están más interesados en describir el mundo<br />

—por más que esta descripción pueda en sí misma ser subjetiva— y no<br />

tanto en expresar cómo ellos lo perciben y lo valoran.<br />

Merece la pena traer aquí a colación la caracterización lingüística común,<br />

y bastante estereotipada, que realizan los hispanohablantes de cada<br />

uno de estos dialectos respecto del otro grupo. Para los mexicanos, los<br />

castellanos son muy directos y bruscos en su modo de expresión, y, en<br />

contrapartida, para los castellanos, los mexicanos son muy corteses y<br />

dan muchos rodeos para decir algo. La lengua, al menos en las áreas<br />

analizadas, parece respaldar esta recíproca, pero no similar, visión del<br />

otro. La frontalidad y los rodeos son, en buena parte, lingüísticamente<br />

traducibles en términos de, respectivamente, una selección semántica referencial<br />

frente a una relacional-pragmática.<br />

Inicié este discurso tomando como punto de partida la definición del<br />

DRAE de identidad y afirmando que la lengua es el sistema que mejor


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 159<br />

permite acercarse a la organización conceptual del ser humano y a su<br />

forma de percibir, de sentir y de conocer, es decir, a su visión de mundo.<br />

Los datos aquí expuestos, creo, permiten establecer información de interés<br />

respecto de la identidad lingüística de México, esto es, respecto del<br />

“conjunto de rasgos propios [...] de una colectividad que los caracterizan<br />

frente a los demás”. Creo que permiten establecer también vínculos interesantes<br />

respecto de la relación entre la lengua y los diversos aspectos<br />

cognitivos y culturales en cada uno de los dos dialectos analizados.<br />

4. <strong>LA</strong> HISTORIA, COMpAñERA <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>LENGUA</strong>: <strong>LA</strong> HISTORIA EXTERNA<br />

Elio Antonio de Nebrija en el Prólogo a su Gramática, dirigido a la Reina<br />

Católica, apuntaba la famosa frase de que la lengua es compañera del<br />

Imperio; pues bien, hoy me he permitido la licencia de parafrasear esta<br />

idea ya que, esta vez, la historia de México es la que, a mi ver, acompaña<br />

a la historia de la lengua. No puede deberse al azar la convergencia cronológica<br />

de cambios gramaticales y léxicos, y no debe ser fruto de la casualidad<br />

el funcionamiento de una misma semántica en áreas tan distintas<br />

de la gramática. A mi ver, los acontecimientos sociales, culturales y<br />

económicos ocurridos durante el siglo XvIII en este país pueden ayudarnos<br />

a comprender mejor por qué en ese periodo hubo tal concentrado de<br />

cambios lingüísticos y por qué se prefirió una semántica más relacional<br />

y pragmática, y menos referencial o externa, para codificar la gramática.<br />

De los hechos históricos relevantes para la historia de la lengua española<br />

en México, unos atañen a la población indígena y otros conciernen<br />

al efecto ideológico y cultural de las reformas borbónicas en la población<br />

criolla. En cuanto a los primeros, el hecho fundamental es la migración<br />

masiva de indígenas a los núcleos urbanos, motivada por distintas causas;<br />

en cuanto a los segundos, las reformas borbónicas —conducentes a un<br />

mayor control centralizador por parte de la Corona y a la eliminación de<br />

privilegios separadores— hicieron que los novohispanos criollos de la época<br />

tomaran conciencia plena de su distanciamiento respecto de España.


160 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

Examinemos brevemente los primeros. En el siglo XvIII se produjeron<br />

en el Altiplano de México varios fenómenos relacionados que afectaron<br />

profundamente la conformación de la población indígena: eliminación<br />

administrativa de los pueblos de indios y de los cargos oficiales dependientes<br />

de ellos, eliminación total del sistema de repartimientos, notable<br />

aumento demográfico de los indígenas, consecuente escasez en el reparto<br />

de tierras comunales y, en consecuencia, migración masiva de indígenas<br />

a las ciudades; es decir, se produjo la ciudadanización del indígena.<br />

Se ha señalado que durante el siglo XvI la división de la población en<br />

dos repúblicas, de indios o naturales, o pueblos de indios, y de españoles,<br />

condujo a mantener, hasta donde era posible, una continuidad funcional<br />

de las formas de vida prehispánicas y al aislamiento de la población<br />

indígena respecto de la española; los pueblos de indios, sin duda,<br />

constituían un modo de mantener la vida autónoma de los indígenas y<br />

de continuar la estructura social prehispánica, a la vez que se cumplía<br />

con uno de los propósitos de los conquistadores “reunir para controlar<br />

y separar para preservar”. 69 “En más de un sentido —señala García<br />

Martínez— 70 se trataba de formas [las nuevas disposiciones jurídicas] o<br />

instituciones que solo tocaban la superficie de las cosas sin llegar a las<br />

entrañas de los pueblos, donde seguían vigentes normas y prácticas tradicionales<br />

que no incumbían ni afectaban a los españoles”. Por su parte,<br />

las encomiendas y doctrinas, las células habituales de la vida social de<br />

los indígenas en las primeras décadas del virreinato, ayudaron sin duda<br />

a la segregación de indios y españoles. Si a esto añadimos la drástica<br />

disminución de la población indígena durante ese siglo, a raíz de la conquista,<br />

casi del 90%, señalada por todos los historiadores, todo ello nos<br />

69 Manuel Miño Grijalva, El mundo novohispano. Población, ciudades y economía, siglos xvii y<br />

xviii, México, fCE, El Colegio de México y Fideicomiso Historia de las Américas, 2000-2001, p. 41.<br />

70 Bernardo García Martínez, “La creación de Nueva España”, en Historia general de México.<br />

Versión 2000, México, El Colegio de México, 2000, pp. 235-306, esp. pp. 254-255. Cf. también<br />

Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina, vol. 1: América Latina colonial: la América precolombina<br />

y la conquista, Barcelona, Editorial Crítica, 1990 [1984], cap. 7, “Los indios y la conquista<br />

española”, especialmente pp. 190-191.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 161<br />

permite entender por qué, por ejemplo, la frecuencia de indigenismos<br />

léxicos en el primer siglo virreinal es relativamente baja comparada con<br />

la de los siglos subsiguientes.<br />

En la segunda mitad del siglo XvII inicia la recuperación de la población<br />

indígena, que llega a su nivel demográfico más alto a inicios del<br />

XvIII, periodo en que los indígenas componían en las ciudades algo más<br />

del 60% de la población total, mientras que las castas integraban el 20%,<br />

y el resto correspondía a criollos y extranjeros. 71 El crecimiento demográfico<br />

de los indígenas hizo escasear las ya de por sí escasas tierras comunales,<br />

pues se volvieron insuficientes para sostener a la creciente población,<br />

además de que estaban ya mermadas a causa de la usurpación y las<br />

ventas a españoles, y obligó a aquellos a emigrar a los núcleos urbanos y<br />

a emplear su mano de obra en busca de mejores condiciones de vida en la<br />

ciudad. El desplazamiento a las ciudades estuvo motivado también en<br />

gran medida, por una parte, por varias terribles epidemias, sucedidas a<br />

fines del siglo XvII y primera mitad del XvIII, 72 que hacían más vulnerables<br />

a los habitantes de zonas rurales, y, por otra, por el desmantelamiento<br />

definitivo en el siglo XvIII del sistema administrativo colonial inicial<br />

de los pueblos de indios, que acaba con los funcionarios a ellos adscritos<br />

—alcaldes mayores, repartidores y otras autoridades menores—, los cuales<br />

servían de intermediarios entre españoles e indígenas, y que coadyuvaban,<br />

por tanto, a la separación de los dos grupos étnicos. Se eliminan<br />

de manera definitiva en el último siglo virreinal las disposiciones legales<br />

que tendían a separar a los indígenas como un grupo étnico-social con<br />

una jurisdicción particular, eliminación que propició tanto el desplazamiento<br />

de indígenas fuera de sus lugares de origen cuanto la mayor con-<br />

71 Miño, El mundo novohispano, pp. 25-26, 39-40, y Enrique Florescano y Margarita Menegus,<br />

“La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico”, en Historia general de México.<br />

Versión 2000, México, El Colegio de México, 2000, pp. 363-430; especialmente p. 390.<br />

72 Cf. Miño (El mundo novohispano, pp. 28-29) hace hincapié en que las epidemias empujaron<br />

a las gentes a las ciudades y otros núcleos urbanos grandes.


162 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

vivencia de estos con los otros grupos étnico-sociales existentes en la<br />

Nueva España. 73<br />

Se produce por tanto en el siglo XvIII un gran cambio en la configuración<br />

poblacional de las ciudades novohispanas motivado fundamentalmente<br />

por la ciudadanización del indígena, cambio que conllevó a su vez<br />

una participación mucho más directa de este grupo étnico y social, tanto<br />

en los mercados urbanos, como en la vida cotidiana pública, calles y plazas,<br />

de la ciudad, como en la vida privada, en las casas de criollos, cuanto<br />

en el intercambio comercial y racial, alentándose con ello un mayor mestizaje,<br />

étnico, cultural y, por ende, lingüístico. No sería lógico pensar que<br />

la gran afluencia indígena a las ciudades no hubiera incidido en alguna<br />

medida en los usos lingüísticos.<br />

De la separación y el aislamiento de los indígenas en las primeras décadas<br />

de la Colonia, se pasa, a partir de fines del siglo XvI y durante<br />

gran parte del XvII, a una integración débil o minoritaria del indígena en<br />

ámbitos hispanizados, criollos y españoles, a través de las haciendas y los<br />

obrajes, y se llega a una integración, convivencia y mestizaje intensos a<br />

partir de fines del XvII y durante el siglo XvIII. 74 Se puede decir que el último<br />

siglo virreinal constituye, a través de los profundos cambios demográficos<br />

urbanos y las reconformaciones sociales ocurridas, uno de los<br />

73 Cf., entre otros, Florescano y Menegus, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento<br />

económico”, especialmente pp. 368 y 385-386; R. Douglas Cope, “Los ámbitos laborales<br />

urbanos”, en Pilar Gonzalbo (dir.), Historia de la vida cotidiana en México, vol. 2: La ciudad barroca,<br />

coord. A. García Rubial, México, fCE / El Colegio de México, 2005, pp. 407-432, especialmente<br />

pp. 421-422; Miño, El mundo novohispano. Población, ciudades y economía, pp. 144, 360 y<br />

ss., anteriormente citado; Brian Hammett, A Concise History of Mexico, Cambridge, Cambridge<br />

University Press, 1999, pp. 90-95, 110-115; Carmen Yuste, “Autonomía novohispana y reformismo<br />

borbónico”, en C. Yuste (ed.), La diversidad del siglo xviii novohispano. Homenaje a Roberto<br />

Moreno de los Arcos, México, UNAM, 2000, pp. 147-162, y Pedro Pérez Herrero, “Los mercaderes<br />

novohispanos y el reformismo borbónico”, en C. Yuste (ed.), ibídem, 2000, pp. 163-176, especialmente<br />

p. 166.<br />

74 Cope, “Los ámbitos laborales”, pp. 408, 421, citado en la nota anterior; para otros autores,<br />

la integración del indígena en haciendas y obrajes fue un hecho que poco incidió en la configuración<br />

poblacional, frente a su integración urbana que habría sido determinante; cf. Miño, El<br />

mundo novohispano. Población, ciudades y economía, pp. 28, 141-144.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 163<br />

periodos de mayor integración y aculturación recíproca, si no el que más,<br />

de indígenas y españoles durante el virreinato en la convivencia diaria. 75<br />

¿Cuál es la relación de estos cambios de la historia de México con los<br />

cambios lingüísticos internos analizados en los capítulos precedentes?<br />

A mi entender, el gran flujo poblacional indígena a las ciudades en el último<br />

siglo virreinal y las décadas previas inmediatas motivó o activó dos<br />

hechos lingüísticos. Por una parte, el empleo de nuevas voces para nombrar<br />

la realidad —de ahí la mayor incorporación, uso y plena adaptación<br />

de indigenismos léxicos en el siglo XvIII—, así como la convivencia de<br />

hispanismos e indigenismos léxicos para nombrar un mismo referente,<br />

o incluso la sustitución de aquellos por estos, como apapachar, elote,<br />

achichincle, 76 molcajete, tatemar y un largo etcétera (junto a, o en lugar de,<br />

mimar, mazorca, ayudante de algún superior, almirez o mortero, quemar);<br />

y, de hecho, algunos conceptos no tienen propiamente una equivalencia<br />

en lengua española, como es el caso de, entre otros, itacate o comal. Por<br />

otra parte, la renovada mayor presencia indígena en las ciudades motivó<br />

el empleo de codificaciones gramaticales y estrategias comunicativas que<br />

hicieran viable, en una sociedad multiétnica y multicultural, una convivencia<br />

cotidiana respetuosa y exitosa para efectos sociales y laborales,<br />

y para lograrlo se requería de la activación o reactivación de modos de<br />

expresión que funcionaran como atenuadores comunicativos, como es el<br />

caso de los diminutivos, o que, en general, favorecieran una codificación<br />

distanciada, menos directa y menos referencial-externa, como lo sería el<br />

leísmo de respeto, la recategorización semántica de la antigua duplicación<br />

posesiva, el empleo preferentemente aspectual de los pretéritos o<br />

75 Ya otros muchos autores han señalado la importancia del siglo XvIII como un momento clave<br />

en la conformación cultural del México de hoy; por ejemplo, Elias Trabulse en su “Prólogo”<br />

al libro de Baudot y Méndez, Amores prohibidos, señala la segunda mitad de ese siglo como “una<br />

transformación sin precedente de cambios en las costumbres, las ideas y las mentalidades”, p. 9;<br />

cf., también, Reynoso “Desarrollos paralelos en el contacto español-lenguas indígenas”, p. 27, ya<br />

citado.<br />

76 El DRAE (s.v. achichincle) registra también achichinque y achichintle, y considera la voz propia<br />

de México y Centroamérica.


164 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

el alargamiento discursivo de las fórmulas de cortesía, tan característico<br />

de este país. No hay que olvidar, sin embargo, que todo cambio lingüístico,<br />

aún más el morfosintáctico, es un proceso interno, gradual e inconsciente<br />

que requiere de varias generaciones de hablantes para su total<br />

aclimatación en la lengua general, y que, por ello, la convergencia de los<br />

cambios en el XvIII no fue sino el resultado, visible, de un lento desarrollo<br />

secular; desde luego, el proceso de configuración dialectal del español<br />

de México, como el de cualquier otra modalidad, sigue siendo un hecho<br />

dinámico —y al mismo tiempo muy estable— que continúa a la fecha,<br />

mediante pequeños microquiebres funcionales imperceptibles, a la vez<br />

que nuestro dialecto sigue compartiendo con las otras modalidades hispanohablantes<br />

una misma gramática, la del español general.<br />

La gramaticalización de tales estrategias lingüísticas atenuadoras, que<br />

se constituyen como identificadores del español de México, no fue, en<br />

mi opinión, resultado del contacto lingüístico, ni de la interferencia lingüística<br />

ni, mucho menos, fruto de un préstamo lingüístico de las lenguas<br />

mesoamericanas de adstrato, sino que se trató de un proceso de<br />

confluencia cultural y comunicativa 77 que exigió aprovechar al máximo<br />

recursos ya existentes en la lengua española general y otorgó un perfil<br />

más relacional y menos referencial a varias zonas de la gramática del español<br />

mexicano. Ese aprovechamiento innovador estuvo motivado, eso<br />

sí, por la necesidad de convivencia e interacción con seres humanos de<br />

otras lenguas y otras culturas.<br />

Examinemos el segundo hecho histórico, el efecto de las reformas<br />

borbónicas. Ha sido ampliamente señalado por los historiadores 78 que la<br />

77 En los estudios de variación lingüística sincrónica se suelen emplear los conceptos de ‘convergencia<br />

comunicativa’ y ‘convergencia cultural’ para situaciones biculturales o multiculturales<br />

que llevan a reactivar de manera innovadora recursos formales y semánticos ya existentes en una<br />

lengua; cf., por ejemplo, Ricardo Otheguy, “When contact speakers talk, linguistic theory listens”,<br />

en E. Contini-Morava y B. Sussman Goldberg (eds.), Meaning As Explanation. Advances in Lin- Lin-<br />

guistic Sign Theory, Berlín-Nueva York, Mouton de Gruyter, 1995, pp. 213-242.<br />

78 Cf., entre otros, Florescano y Menegus, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento<br />

económico”, ya citado; Felipe Castro Gutiérrez, Nueva ley y nuevo rey. Reformas borbónicas<br />

y rebelión popular en Nueva España, México, El Colegio de Michoacán / UNAM, 1996.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 165<br />

progresiva pérdida de los privilegios económicos y la autonomía de que<br />

gozaban las élites criollas y el control centralizador que ejerció la Corona<br />

sobre el virreinato de la Nueva España, especialmente a mediados del siglo<br />

XvIII y durante toda su segunda mitad, consecuencia de la aplicación<br />

de las reformas borbónicas, fueron un germen importantísimo de la independencia<br />

de este país. Al mismo tiempo, la Audiencia de México adquiere<br />

en ese siglo una autonomía administrativa y una suficiencia jurídica<br />

de que carecía en los siglos precedentes. 79 En la lengua, esa conciencia<br />

de independencia y autonomía debió de tener un paralelo en una mayor<br />

toma de conciencia del distanciamiento cultural e ideológico entre ambos<br />

territorios, la cual debió de ir de la mano, sin lugar a dudas, del desarrollo,<br />

afianzamiento y difusión de usos lingüísticos que ya eran propios<br />

o estaban en germen en la Nueva España; estos, a su vez, generaron una<br />

mayor diferenciación progresiva y una escisión dialectal entre España y<br />

México. Esa conciencia criolla estaba presente ya, como ha sido señalado<br />

en numerosos estudios, desde la segunda mitad del siglo XvII en los intelectuales<br />

y hombres de letras de la Nueva España, quienes hicieron, por<br />

ejemplo, uso de voces indígenas en sus escritos y ponderaron en ellos la<br />

calidad de su patria, además de afirmarse en su origen americano, 80 pero<br />

se manifestó en la vida lingüística cotidiana, esto es, llegó a la lengua<br />

hablada por los hombres y mujeres comunes de todos los días, unas décadas<br />

más tarde, durante el último siglo del virreinato.<br />

79 Un dato filológico interesante que respalda este aspecto histórico es que el Archivo General<br />

de Indias, que, como se sabe, contiene, en esencia, la documentación indiana generada y recibida<br />

en el Consejo de Indias, casi no tiene documentación novohispana de carácter cotidiano coloquial<br />

para el siglo XvIII, y hay que buscarla en los fondos documentales nacionales mexicanos; sí<br />

tiene, en cambio, una rica documentación cotidiana para los dos primeros siglos del virreinato. Lo<br />

anterior es prueba de que en el siglo XvIII los juicios se resolvían por lo regular en la Audiencia, y<br />

no llegaban ya al Consejo.<br />

80 Cf., por ejemplo, entre otros, los trabajos de María Dolores Bravo, “La fiesta pública: su<br />

tiempo y su espacio”, en P. Gonzalbo (dir.), Historia de la vida cotidiana en México, ya citado, vol.<br />

2, pp. 435-460, e “Identidad y mitos criollos en Sigüenza y Góngora”, en María Dolores Bravo,<br />

La excepción y la regla, México, UNAM, 1997, pp. 143-152.


166 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

Los historiadores del español en América han explicado la conformación<br />

del español en este continente como un largo proceso de koineización<br />

o nivelación lingüística, ocurrida sobre todo en el primer siglo<br />

de la conquista, consecuencia de los sucesivos flujos migratorios, de la<br />

diversidad dialectal de los primeros pobladores y de la convivencia de<br />

estos con los habitantes originarios. 81 Pues bien, para el español de México,<br />

los cambios lingüísticos analizados en los capítulos precedentes, y<br />

sobre todo su manifestación en términos de mayor frecuencia de uso<br />

y primeras documentaciones, junto con los acontecimientos históricos,<br />

sugieren que a la koineización lingüística de los orígenes debe añadirse<br />

un segundo periodo de reactivación de esa koiné, el siglo XvIII, en que<br />

se manifiestan nuevos rasgos, nuevas construcciones e innovadores significados<br />

que contribuyeron de manera importante a la actual configuración<br />

e idiosincrasia dialectal de México. En tal renivelación lingüística<br />

confluyeron varias causas concurrentes: la ciudadanización del indígena,<br />

el distanciamiento ideológico y cultural respecto de España por parte de<br />

los criollos y, desde luego, el avance progresivo interno, lento y gradual,<br />

de los cambios lingüísticos que se venían gestando en la lengua novohispana<br />

desde algunas generaciones atrás.<br />

5. AGRA<strong>DE</strong>CIMIENTOS<br />

Este breve recorrido por la historia del español en Mexico no hubiera<br />

sido posible si hombres generosos, una institución generosa y un país<br />

por demás generoso no me hubieran abierto sus brazos y sus puertas<br />

hace ya muchos años y me hubieran acompañado y cobijado a lo largo de<br />

mi recorrido personal mexicano. Debo emplear varias veces el adjetivo<br />

generoso, a riesgo de un texto mal escrito, porque generosidad es lo que<br />

ha caracterizado la relación de este país y su gente para conmigo.<br />

81 Para una revisión de las distintas opiniones vertidas sobre este punto, cf. el cap. 1, “Los orígenes”,<br />

del libro de Moreno de Alba, El español en América, citado con anterioridad.


EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 167<br />

Me congratulo por ser una persona muy afortunada ya que hay muchos<br />

hombres y mujeres a quienes puedo, y debo, darles las gracias. Vaya<br />

mi agradecimiento inicial a tres académicos de la lengua, al finado don<br />

Salvador Díaz Cíntora, a don Gonzalo Celorio y a don Vicente Quirarte,<br />

por la confianza y la generosidad de haber propuesto mi nombre a esta<br />

ilustre y noble corporación. Mayor generosidad todavía hubo en que el<br />

pleno de la Academia Mexicana de la Lengua Española haya respaldado<br />

esa propuesta y haya considerado que mi trabajo puede ser de alguna valía.<br />

Es un gran privilegio para mí sentarme ahora al lado de ellos y poder<br />

aprender de ellos.<br />

La UNAM ha sido siempre una segunda casa generosa que me ha permitido<br />

dedicarme a lo que me gusta —que no es poco— y transmitirlo,<br />

que me ha alentado en el diálogo académico, el crecimiento y las iniciativas.<br />

No es hoy la primera vez que digo que en la UNAM comprendí,<br />

desde mis épocas de estudiante de licenciatura, lo que era un Maestro,<br />

con mayúscula, en el mejor sentido socrático de la palabra. Cuatro me<br />

dejaron especial huella y gratísimos recuerdos de sus clases, dos de ellos<br />

son hoy académicos; doble privilegio para mí estar hoy con ellos en esta<br />

nueva casa: José Moreno de Alba me enseñó gramática del español y la<br />

organización gramatical de la lengua; Margo Glantz me enseñó a entender<br />

la literatura y no simplemente a contar el argumento de las novelas;<br />

con Dolores Bravo aprendí que el mundo colonial novohispano es verdaderamente<br />

fascinante, y Jorge Suárez, un hombre muy sabio y muy<br />

generoso, además de enseñarme lingüística, quiso llevarme de la mano<br />

para mostrarme también los pasos del oficio. Vaya desde aquí mi reconocimiento<br />

y mi gratitud a todos ellos. No puedo dejar de lado en esta mi<br />

querida UNAM a mis alumnos, posiblemente de quienes, y con quienes,<br />

más he aprendido. Algunos de ellos son hoy ya colegas, y amigos, ocupados<br />

también en la historia lingüística de nuestro país. Muchas gracias<br />

por la oportunidad de dialogar y compartir con ellos.<br />

México ha sido el país que generosamente me acogió, pero ha sido,<br />

sobre todo, el país que, nada más y nada menos, me ha dado una familia


168 CONCEpCIÓN COMpANy<br />

y me ha dado también amigos. Para mí, el día de hoy es, por supuesto,<br />

motivo de gran alegría y honor, pero es, por sobre todas las cosas, motivo<br />

de un alto compromiso con este generoso país, el compromiso de<br />

que seguiré siempre trabajando e investigando en los hilos de su historia.


Señores académicos,<br />

señoras y señores:<br />

RESPUESTA AL DISCURSO ANTERIOR<br />

[169]<br />

José G. MORENO <strong>DE</strong> ALbA<br />

Hace no pocos años, tuve el privilegio de conocer, en la Facultad de Filosofía<br />

y Letras de la UNAM, a una jovencita recién llegada de España, particularmente<br />

brillante, que formaba parte del grupo al que yo enseñaba<br />

por entonces gramática española. Concepción Company, así se llamaba<br />

esa alumna, por una parte, muy pronto decidió hacerse orgullosamente<br />

mexicana y, por otro, al paso de los años, después de estudiar, en esa misma<br />

nobilísima Universidad, la maestría y el doctorado en Lingüística, sería<br />

reconocida, muy joven todavía, como una de las más importantes filólogas<br />

del mundo hispánico. En poco tiempo, la doctora Company, aquella<br />

inteligente y dedicada discípula, se convirtió no solo en mi muy respetable<br />

colega, en el Instituto de Investigaciones Filológicas, donde ambos seguimos<br />

trabajando, sino en mi profesora particular, a quien con frecuencia<br />

consulto sobre diversos asuntos, en particular sobre sintaxis histórica del<br />

español, disciplina en la que es una verdadera autoridad. En mi opinión,<br />

pocas experiencias en la vida universitaria resultan más gratas que esta:<br />

una joven estudiante se convierte no solo en admirada colega sino, además,<br />

en excelente amiga. Lejos estaba yo de imaginar, en aquel curso de<br />

gramática, que Concepción, algunos años después, joven aún, pero ya cargada<br />

de méritos, sería llamada a formar parte de esta Academia Mexicana<br />

y que ello coincidiría con mi gestión como director. Por si todo esto fuera<br />

poco, ha tenido la nueva académica la deferencia de pedirme que fuera yo<br />

quien le diera la bienvenida, lo que hago ahora, con sumo placer.


170 jOSé G.MORENO <strong>DE</strong> ALbA<br />

Concepción Company es una filóloga erudita y una excelente profesora,<br />

rara avis, diría yo, pues los sabios, como ella, no siempre tienen la habilidad<br />

y la paciencia necesarias para transmitir conocimientos. La historia<br />

de la lengua y, en particular, el cambio lingüístico a través del tiempo<br />

es la asignatura que desde hace años viene impartiendo, brillantemente,<br />

a estudiantes de lingüística de la Universidad Nacional Autónoma de<br />

México. Añádase a esto que de ninguna manera se limita, como hace la<br />

mayoría de los profesores, a las horas de clase. Los buenos estudiantes<br />

de la profesora Company, solo los buenos, claro está, tienen además el<br />

gran privilegio de ser encaminados por ella hacia la investigación filológica<br />

seria. No los abandona a su suerte; sigue con ellos en grupos de<br />

excelencia que se han venido constituyendo en un verdadero seminario<br />

permanente de Filología Hispánica. Es por todos sus colegas reconocida<br />

la enorme calidad de las tesis de maestría y de doctorado que dirige.<br />

Es una profesora de tiempo completo, jamás se niega a trabajar con sus<br />

estudiantes, con la explicable condición de que ellos estén dispuestos a<br />

tomar verdaderamente en serio sus estudios y sus tareas.<br />

Los buenos profesores universitarios, como doña Concepción, están<br />

convencidos de que no podrán serlo a plenitud si su docencia no va apoyada<br />

por una vida entera dedicada a la investigación. El profesor universitario<br />

responsable no se limita a repetir lo que dicen los manuales, sino<br />

que transmite a sus estudiantes el resultado de sus propias investigaciones.<br />

El buen universitario no solo transmite información, sino que también<br />

aumenta y acrecienta el conocimiento. A ello se debe que la doctora<br />

Company haya recibido hace ya algunos años el Premio que la Universidad<br />

de México entrega a los más destacados académicos jóvenes y que,<br />

también desde hace tiempo, posea el más alto nivel dentro del Sistema<br />

Nacional de Investigadores. En su todavía breve carrera como profesora<br />

universitaria, ha dirigido ya 17 tesis de licenciatura, ocho de maestría y<br />

cinco de doctorado. De estas, ocho han sido premiadas. En proceso tiene<br />

más de diez.


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 171<br />

Los intereses científicos de la doctora Company pueden agruparse en<br />

dos grandes, amplias áreas: la Edad Media y la Filología. Dirige desde<br />

hace tiempo el proyecto Medievalia, en cuyo marco se publica la revista<br />

del mismo nombre, de prestigio internacional, y han visto la luz más de<br />

una veintena de monografías, hoy en día ya indispensables, en los ámbitos<br />

de la lingüística, la literatura y, en general, la cultura medieval.<br />

Creo empero que la más importante aportación científica de nuestra<br />

flamante académica debemos buscarla en sus investigaciones sobre el<br />

cambio lingüístico y, muy particularmente, en la sintaxis histórica de la<br />

lengua española. En 1991, con el sello de la UNAM, publicó como libro su<br />

conocida tesis doctoral (La frase sustantiva en el español medieval. Cuatro<br />

cambios sintácticos), sobre la que mucho se podría decir. Deseo empero<br />

destacar otro de sus libros, de enorme trascendencia y utilidad para los<br />

estudios sobre el español mexicano colonial. Me refiero al que se titula<br />

Documentos lingüísticos de la Nueva España. Altiplano central, también publicado<br />

por la UNAM, en 1994. La inmejorable calidad de la transcripción<br />

paleográfica de estos documentos han convertido el libro en un verdadero<br />

paradigma. El rigor y la precisión filológica de esta edición que,<br />

además, contiene deliciosos textos informales que van del siglo XvI al<br />

XIX han sido reconocidos y apreciados por investigadores de aquí y del<br />

extranjero. Ha editado o coeditado varias obras colectivas muy importantes,<br />

tanto en el ámbito de los estudios medievales cuanto en el de la<br />

gramática histórica del español. Entre estas últimas, deseo mencionar los<br />

volúmenes de la Sintaxis histórica de la lengua española, magna obra que<br />

está a punto de salir de las prensas del Fondo de Cultura Económica y<br />

que, sin duda, vendrá a llenar un vacío en la bibliografía filológica de alta<br />

especialización.<br />

En el momento de escribir estas notas, doña Concepción tenía publicados,<br />

en revistas científicas con estricto arbitraje, poco menos de 40<br />

artículos y, en prensa o en proceso de dictamen, otros 15. Son muchos,<br />

evidentemente. Sin embargo, mejor que su cantidad, yo subrayaría su pareja<br />

y alta calidad científica. De ello pueden dar idea el prestigio de las


172 jOSé G.MORENO <strong>DE</strong> ALbA<br />

revistas y obras colectivas donde han venido apareciendo: la Nueva Revista<br />

de Filología Hispánica, por ejemplo, donde han aparecido varios de<br />

sus trabajos, incluido el primero de sus artículos, publicado en 1983, y<br />

que se titula “Sintaxis y valores de los tiempos compuestos en el español<br />

medieval”. Tómese en cuenta que este ya célebre trabajo fue redactado<br />

por la doctora Company antes de cumplir 30 años de edad, antes de<br />

su examen doctoral e, incluso, antes de obtener el grado de maestría.<br />

Romance Philology, todos lo sabemos, es una de las mejores revistas de filología<br />

del mundo. Varios estudios de nuestra académica han visto ahí la<br />

luz, siendo el primero (“Estructura y evolución de las oraciones completivas<br />

de sustantivo en el español”) de 1989. Otras revistas en las que ha<br />

publicado son: la Revista de Filología Española, el Anuario de Letras, Studies<br />

in Language, Verba (Anuario Galego de Filoloxía), Dicenda (Cuadernos<br />

de Filología Hispánica), Journal of Historical Pragmatics, etcétera.<br />

Ha participado en múltiples congresos internacionales, en varios de<br />

los cuales ha sido invitada a encargarse de ponencias plenarias. Hace<br />

apenas unos días, sea por caso, tuvo a su cargo una de las ponencias<br />

centrales en el congreso de la Asociación de Lingüística y Filología de<br />

América Latina (Monterrey, 17-21 de octubre de 2005). Ha sido profesora<br />

invitada en muchas universidades mexicanas (El Colegio de México,<br />

Universidad de Guanajuato, Universidad de Sonora, Universidad Autónoma<br />

de Aguascalientes, El Colegio de Michoacán) y extranjeras (Universidad<br />

de La Habana, Universidad de Salamanca, Universidad de Buenos<br />

Aires, Universidad Autónoma de Madrid, Universidad de Santiago<br />

de Compostela, Universidad Nacional de Cuyo, Universidad de Málaga,<br />

Universidad Complutense de Madrid, entre otras).<br />

Mucho más podría decir sobre esta gran filóloga. Prefiero empero,<br />

para no fatigar a la paciente audiencia, pasar a comentar, muy brevemente,<br />

el espléndido discurso que acabamos de disfrutar. Comienzo recordando<br />

a ustedes que los manuales de historia de la lengua española<br />

suelen terminar sus explicaciones sobre evolución lingüística en el siglo<br />

XvII, como si en el XvIII ya no hubiera habido modificaciones importan-


RESpUESTA AL DISCURSO ANTERIOR 173<br />

tes en la fonética, la gramática y el vocabulario. Por ejemplo, don Rafael<br />

Lapesa, el más importante historiador de la lengua española, en el capítulo<br />

XIV de su Historia, titulado “El español moderno”, donde atiende<br />

lo relativo al siglo XvIII, explica con su habitual maestría asuntos que<br />

tienen que ver con la fijeza lingüística, con la Academia, con ortografía,<br />

con literatura neoclásica, con la Ilustración, etc., pero nada nos dice a<br />

propósito de la fonética, la gramática y el léxico de esa centuria. Lo primero<br />

que debemos aprender del discurso de la doctora Company es que<br />

durante el siglo XvIII tuvieron lugar importantes cambios lingüísticos,<br />

que deberían estar explicados en los libros de historia de la lengua española.<br />

No solo eso. Como nos explica doña Concepción, pertenecen al siglo<br />

XvIII cambios de suma importancia, varios de los cuales permiten suponer<br />

que es en esa centuria cuando se fortalece, en aspectos y puntos determinados,<br />

la personalidad del español mexicano moderno. Ello resulta<br />

observable tanto en el terreno del léxico cuanto en el de la sintaxis y,<br />

sobre todo, en el de la semántica. Es precisamente en el XvIII cuando hay<br />

un apreciable ascenso en el uso de los indigenismos, de los diminutivos,<br />

de la duplicación posesiva no referencial, etc., como quedó expuesto, con<br />

nítida claridad, en el discurso que acabamos de oír.<br />

Lo dicho hasta aquí habría sido sin duda alguna de gran importancia<br />

para la historia de la lengua española en México. Sin embargo, la nueva<br />

académica va mucho más allá. Aceptando que todos los rasgos explicados<br />

caracterizan al español mexicano, sobre todo por una frecuencia<br />

superior a la que se observa en el español europeo, se pregunta a qué<br />

puede deberse. En esta parte del discurso, en mi opinión, se pasa de<br />

una brillante exposición de hechos lingüísticos a una aún más brillante<br />

explicación de estos. Buen filólogo es el que describe con precisión los<br />

cambios, pero mucho más admirable es el que se arriesga a buscar sus<br />

causas. Concepción Company nos acaba de explicar que, en el fondo de<br />

estos cambios o, si se quiere, de las diferencias de frecuencia —particularmente<br />

en el siglo XvIII— de los fenómenos descritos está el hecho


174 jOSé G.MORENO <strong>DE</strong> ALbA<br />

de que, mientras el español peninsular europeo gramaticaliza más las<br />

entidades lingüísticas que entran en una construcción determinada, el<br />

mexicano gramaticaliza, mejor que las entidades, las valoraciones del hablante<br />

sobre esas entidades: El doble posesivo, sea por caso, en el español<br />

europeo suele tener una función desambiguadora, aclaratoria; por lo<br />

contrario, en el mexicano, no es esta la función predominante, sino que<br />

se emplea para especificar una relación de tipo inalienable.<br />

Esta semántica particular queda aún más evidente en el uso —muy<br />

frecuente a partir del siglo XvIII— de los diminutivos en el español<br />

mexicano. Muchos de ellos no se emplean precisamente para designar<br />

menor tamaño, como sucede en el español general, sino para otro tipo<br />

de valoraciones por parte del hablante: “En México —nos dice la doctora<br />

Company— “la gordita siempre será referida en diminutivo, así pese<br />

muchísimos kilos; el muerto es por respeto el muertito; o se dirá por ahí<br />

tengo un terrenito, aun cuando este mida varias hectáreas...”<br />

Excelente lección esta que nos acaba de dar doña Concepción. Además<br />

de que todos aprendimos de ella muchas cosas de interés, con ella<br />

y con toda su amplísima obra, nos vino a demostrar que la Academia<br />

Mexicana de la Lengua tuvo el gran acierto de invitar a una filóloga de<br />

primer nivel, que mucho la ayudará en sus labores. Me hago voz de todos<br />

mis colegas para darle la más cálida bienvenida. Y, para terminar,<br />

vuelvo al español mexicano para decirle con suma sinceridad y llaneza:<br />

Adelante, esta es su casa.


HOMENAJES


POR EL IV CENTENARIO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> PUBLICACIÓN<br />

<strong>DE</strong> <strong>LA</strong> PRIMERA PARTE <strong>DE</strong>L QUIJOTE<br />

<strong>LA</strong>S AVENTURAS GRECORROMANAS <strong>DE</strong> DON QUIJOTE*<br />

[177]<br />

Tarsicio HERRERA ZApIéN<br />

Quien busca solazarse con las aventuras que, valiéndose de sus saberes<br />

latinos, corre Cervantes al desplegar su vasta novela sobre Don Quijote,<br />

comienza por alarmarse. En efecto, en su prólogo, el novelista refiere<br />

que un amigo letrado le ha aconsejado iniciar su narración citando alguna<br />

frase latina que se sepa, como:<br />

Non bene pro toto libertas venditur auro. 1<br />

Sólido aforismo que interpretamos así:<br />

Por todo el oro del mundo no vendas tu libertad.<br />

Pero, a renglón seguido, el amigo le sugiere a Cervantes: “Y luego, en<br />

el margen, citar a Horacio, o a quien lo dijo”. 2 Y el lector cae en el garlito<br />

* Leído en sesión pública solemne de la AML, celebrada en la Universidad de Guanajuato el 28<br />

de abril del 2005.<br />

1 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. y notas Francisco Rico, presentaciones<br />

Mario Vargas Llosa, Francisco Ayala y Martín de Riquer, estudios sobre “La lengua de Cervantes<br />

y el Quijote” de José Manuel Blecua, Guillermo Rojo, José Antonio Pascual, Margit Frenk y<br />

Claudio Guillén, Madrid, Real Academia Española/Asociación de Academias de la Lengua Española/Alfaguara,<br />

2004, Prólogo, p. 10. (Todas las citas del Quijote proceden de esta edición del<br />

IV Centenario.)<br />

2 Don Quijote, p. 11.


178 TARSICIO HERRERA ZApIéN<br />

de creer que esa frase es de Horacio, príncipe de la lírica. Mas nos llevamos<br />

un chasco, pues la sentencia ni siquiera es del latín áureo de Virgilio<br />

u Horacio; por el contrario, pertenece a una versión medieval de una<br />

fábula de Esopo.<br />

Y el amigo continúa aconsejando a don Miguel:<br />

Si tratáredes del poder de la muerte, acudir luego con:<br />

Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas<br />

Regumque turres. 3<br />

Bien. Ahora ya asesta Cervantes sus primeros mandobles. Lo tendrá<br />

muy presente en el capítulo 58 de la Segunda Parte: “la muerte, que así<br />

acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los<br />

pastores”. 4<br />

(O bien, en mi versión rítmica:<br />

Pálida muerte pega con igual pie insolente<br />

en las chozas de pobres y en torres de potentes.)<br />

Y esta sí es una sentencia de Horacio, aunque ya el amigo no lo declare.<br />

Añade el amigo dos sentencias evangélicas, ambas de san Mateo. La<br />

primera dice: Ego autem dico vobis: diligite inimicos vestros (o sea, “Mas yo<br />

os digo: amad a vuestros enemigos”); y luego: De corde exeunt cogitationes<br />

malae (es decir, “Del corazón salen los malos pensamientos”). 5 Ya ha<br />

asomado aquí la absoluta actitud creyente de Cervantes, con ese “amad a<br />

vuestros enemigos”. Y, de paso, nos enteramos de que la media latinidad<br />

del cristianismo es la que don Miguel maneja con más soltura.<br />

A continuación se observa que el consejero amigo del novelista, así<br />

como mostró su mucha afición a Horacio al adjudicarle una bella frase<br />

que no era suya, hace otro tanto con Catón, pues a él también le adjudica<br />

3 Ídem.<br />

4 Don Quijote, II, 58, p. 989.<br />

5 Don Quijote, Prólogo, p. 11. Cf. MATEO, V, 44 y XV, 19.


<strong>LA</strong>S AvENTURAS GRECORROMANAS <strong>DE</strong> DON qUIjOTE 179<br />

un dístico elegíaco que, en vez de ser suyo, es de Ovidio y se encuentra<br />

en sus elegías Tristes:<br />

Donec eris felix, multos numerabis amicos;<br />

tempora si fuerint nubila, solus eris. 6<br />

(Vierto:<br />

Amigos contarás muchos si eres dichoso<br />

mas en tiempos lluviosos, solo te quedarás.)<br />

Y el consejero, mientras continúa asesorando a Cervantes, sigue exhibiendo<br />

su gran afición al mundo clásico:<br />

Si tratáredes de ladrones, yo os diré la historia de Caco, que la sé de coro; [...]<br />

si de crueles (sc. mujeres), Ovidio os entregará a Medea; si de encantadores<br />

y hechiceras, Homero tiene a Calipso y Virgilio a Circe; si de capitanes valerosos,<br />

el mismo Julio César os prestará a sí mismo en sus Comentarios, y<br />

Plutarco os dará mil Alejandros. 7<br />

Hasta ahí ha hablado el amigo imaginario, que no es sino el mismo<br />

Cervantes, quien ha desplegado aquí la baraja de sus poetas y prosistas<br />

clásicos favoritos, que son los griegos Homero y Plutarco, además de<br />

Aristóteles, a quien luego citará; y los latinos Ovidio, Virgilio, Catón y<br />

César, pues todos ellos irán reapareciendo a lo largo de los 126 capítulos<br />

del Quijote.<br />

CERvANTES ApLICA <strong>LA</strong>S LECCIONES <strong>DE</strong> LOS GRIEGOS<br />

Ahora bien, ¿cómo asimila Cervantes los consejos que imagina le ha<br />

dado un amigo suyo humanista? Pues simplemente citando aquí y allá,<br />

docenas de veces, a los inmortales autores mencionados en el prólogo.<br />

Si comenzamos por los clásicos griegos, Cervantes dice: “se haga para<br />

ello otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario, que<br />

6 Don Quijote, Prólogo, p. 11. Cf. Ovidio, Tr. I, 9, 5-6.<br />

7 Don Quijote, Prólogo, p. 12.


180 TARSICIO HERRERA ZApIéN<br />

la disputó para guardar en ella las obras del poeta Homero”. 8 Y, en otra<br />

parte, don Miguel declara: “los libros de caballerías, de quien nunca se<br />

acordó Aristóteles”. 9<br />

Y vuelve Cervantes a Alejandro Magno, aun por pasos un tanto forzados,<br />

como cuando escribe que la compañía “de la propia mujer es [...]<br />

accidente inseparable, que dura lo que dura la vida: es un lazo que, si una<br />

vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que, si no le corta<br />

la guadaña de la muerte, no hay desatarle”. 10<br />

Y, una vez más, el mismo motivo, cuando dice: “—Si nudo gordiano<br />

cortó el Magno Alejandro, diciendo ‘Tanto monta cortar como desatar’,<br />

y no por eso dejó de ser universal señor de toda la Asia, ni más ni menos<br />

podría suceder ahora en el desencanto de Dulcinea, si yo azotase a Sancho<br />

a pesar suyo”. 11<br />

Hay, por otro lado, un interés por Aristóteles, el cual muestra don<br />

Miguel cuando cita las opiniones del filósofo sobre los vapores calientes<br />

y secos que, al salir del centro de la tierra, daban origen a las estrellas fugaces:<br />

“En esto se cerró más la noche y comenzaron a discurrir muchas<br />

luces por el bosque, bien así como discurren por el cielo las exhalaciones<br />

secas de la tierra que parecen a nuestra vista estrellas que corren”. 12<br />

EL NARRADOR <strong>LA</strong>TINO OvIDIO EN CERvANTES<br />

Pero antes, una nota sobre la prosa latina. Tan solo parafrasearemos el<br />

estilo envolvente con que Cervantes circunda una célebre sentencia de<br />

César: Al “buscar la mujer con quien se quisiese casar[…], le aconsejaría<br />

que mirase más a la fama que a la hacienda, porque la buena mujer no alcanza<br />

la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo, que mucho<br />

8 Don Quijote, I, 6, p. 64.<br />

9 Don Quijote, Prólogo, p. 13.<br />

10 Don Quijote, II, 19, p. 692.<br />

11 Don Quijote, II, 60, p. 1005.<br />

12 Don Quijote, II, 34, p. 819.


<strong>LA</strong>S AvENTURAS GRECORROMANAS <strong>DE</strong> DON qUIjOTE 181<br />

más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas<br />

que las maldades secretas”. 13<br />

Pasando a los poetas, el vate latino favorito de Cervantes es Ovidio.<br />

De él cita una célebre frase cuando escribe: “el poeta natural [...] sin más<br />

estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo: Est<br />

Deus in nobis”(es decir, “Un dios está en nosotros”). 14<br />

Don Miguel toma de Ovidio tramas completas. Así, aunque la novelita<br />

del Curioso impertinente haya sido declarada como ejemplar, al estilo<br />

florentino, su argumento lo sacó Cervantes de las ovidianas Heroidas de<br />

Paris y Helena. 15<br />

Aquí, el protagonista es aquel Anselmo que encomendó al amigo Lotario<br />

el cuidado de su bellísima esposa Camila —ya se sabe que en Cervantes<br />

casi todas las mujeres son bellísimas, comenzando por su imagen<br />

ideal de Dulcinea—. Luego, el amigo raptó a la esposa que se le había<br />

encomendado, al igual que Paris había hecho con Helena en Esparta.<br />

En otra parte, durante las bodas de Camacho el rico, Cervantes maneja<br />

la promesa matrimonial involuntaria que le hace a un pretendiente<br />

la que está por casarse con otro, al igual que Ovidio lo refiere en las<br />

Heroidas de Aconcio y Cidipe. 16 Porque, comenta astutamente don Quijote,<br />

“el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra<br />

es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer<br />

al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por<br />

buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se<br />

desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada”. 17<br />

13 Cf. Don Quijote, II, 22, p. 716. (La frase en cursiva es paráfrasis del famoso dicho atribuido<br />

a Julio César. N. del ed.)<br />

14 Don Quijote, II, 16, p. 667. Cf. OvIDIO, Fast., vI 5.<br />

15 Véase Don Quijote, I, 33-35, pp. 327-374. Cf. OvIDIO, Ep. XvI-XvII.<br />

16 Véase Don Quijote, II, 20-21, pp. 697-707. Cf. OvIDIO, Ep. XX-XXI.<br />

17 Don Quijote, II, 21, p. 713.


182 TARSICIO HERRERA ZApIéN<br />

<strong>LA</strong> INSpIRACIÓN vIRGILIANA EN EL Quijote<br />

Otro poeta favorito de Cervantes es Virgilio. Acompañémoslo en sus<br />

recuerdos virgilianos. Notaremos que don Miguel se complace en usar a<br />

Virgilio como narrador de emotivas aventuras; o bien, como fuente de<br />

juegos de conceptos. Así, por ejemplo, apunta: “Y no le tuviera bueno<br />

Augusto César si consintiera que se pusiera en ejecución lo que el divino<br />

Mantuano dejó en su testamento mandado” 18 (es decir, que se quemara la<br />

Eneida, de la cual moría insatisfecho Virgilio; Augusto, sin titubeos, la<br />

hizo publicar).<br />

En una ocasión, Sancho Panza se quejó de que lo habían manteado, y<br />

entonces don Quijote le aconsejó que olvidara esa burla, pues si el propio<br />

amo no la hubiera olvidado, “hubiera hecho en tu venganza más daño<br />

que el que hicieron los griegos por la robada Helena”. 19 Se refiere, desde<br />

luego, al libro II de la Eneida.<br />

En otro capítulo, Cervantes cuenta que Cardenio cantaba ante Dorotea:<br />

Siguiendo voy una estrella<br />

que desde lejos descubro,<br />

más bella y resplandeciente<br />

que cuantas vio Palinuro. 20<br />

¿Qué hace aquí Palinuro? Solo recordarnos que él era el timonel del<br />

navío de Eneas, en el libro VI de la Eneida.<br />

Y muy buen partido sabe sacar Cervantes de lo que Virgilio ha hecho<br />

decir a Anquises, padre de Eneas, en un consejo memorable:<br />

18 Don Quijote, I, 13, p. 118.<br />

19 Don Quijote, I, 21, p. 191.<br />

20 Don Quijote, I, 53, p. 446.<br />

21 vIRGILIO, Aen. VI, 851-853.<br />

tu, [...] Romane, memento<br />

parcere subiectis et debellare superbos. 21


<strong>LA</strong>S AvENTURAS GRECORROMANAS <strong>DE</strong> DON qUIjOTE 183<br />

[Esto es:<br />

Tú, [...] romano, recuerda<br />

perdonar a sumisos y aplastar a soberbios.]<br />

A este consejo se remite don Miguel cuando, en el castillo del Caballero<br />

del Verde Gabán, dice generoso don Quijote a don Lorenzo que<br />

quisiera “enseñarle cómo se han de perdonar los sujetos y supeditar y<br />

acocear los soberbios”. 22<br />

Empero, Cervantes juega a invertir en broma ese mismo dicho de<br />

Virgilio en otro lugar, cuando hace que Sancho tropiece al decirle a don<br />

Quijote: “¡Oh liberal sobre todos los Alejandros [...]! ¡Oh humilde con<br />

los soberbios y arrogante con los humildes!” Sin embargo, luego rectifica,<br />

y llama a don Quijote “imitador de los buenos, azote de los malos”. 23<br />

Y desde luego que encontramos en el Quijote otras citas del más genuino<br />

y emotivo Virgilio. Así, cuando la condesa Trifaldi dice que había<br />

sido enterrada la reina Maguncia, trae aquí a cuento la queja que Virgilio<br />

expresa al iniciar su relato de la guerra de Troya:<br />

Quis talia fando temperet a lacrimis? 24<br />

[Es decir:<br />

¿Quién, al referir esto, refrenará las lágrimas?]<br />

Luego, en la aventura del Clavileño, don Quijote exhibe su obsesión<br />

por la guerra de Troya, y no permite que le venden los ojos, porque dice:<br />

—Si mal no me acuerdo, yo he leído en Virgilio aquello del Paladión de<br />

Troya, que fue un caballo de madera que los griegos presentaron a la diosa<br />

Palas, el cual iba preñado de caballeros armados, que después fueron la total<br />

ruina de Troya; y, así, será bien ver primero lo que Clavileño trae en su<br />

estómago. 25<br />

22 Don Quijote, II, 18, p. 688.<br />

23 Don Quijote, I, 52, p. 526.<br />

24 Don Quijote, II, 39, p. 846. Cf. Virgilio, Aen. II 6-8.<br />

25 Don Quijote, II, 41, p. 858.


184 TARSICIO HERRERA ZApIéN<br />

Por otra parte, Cervantes tiene siempre en la mente la llegada de<br />

Eneas a Cartago, donde se enlazará con la reina Dido y luego acabará<br />

por abandonarla. Al respecto, hace decir a Altisidora: “En vano sería mi<br />

canto si duerme y no despierta para oírle este nuevo Eneas, que ha llegado<br />

a mis regiones para dejarme escarnida”. 26<br />

En cierto lugar, don Quijote exhibe un sorprendente y muy elogiado<br />

sentido del pudor por respeto a su amada Dulcinea, cuando proclama su<br />

recato a doña Rodríguez, quien se ha deslizado hasta su aposento en el<br />

castillo de los duques:<br />

—A vos y de vos la pido [sc. seguridad]—replicó don Quijote—, porque ni<br />

yo soy de mármol, ni vos de bronce, ni ahora son las diez del día, sino media<br />

noche, y aun un poco más, según imagino, y en una estancia más cerrada y<br />

secreta que lo debió de ser la cueva donde el traidor y atrevido Eneas gozó a<br />

la hermosa y piadosa Dido. 27<br />

Más adelante, la desenvuelta Altisidora le lleva serenata a don Quijote,<br />

cantándole estrofas como estas:<br />

Llévaste dos mil suspiros,<br />

que a ser de fuego pudieran<br />

abrasar a dos mil Troyas<br />

si dos mil Troyas hubiera.<br />

Cruel Vireno, fugitivo Eneas,<br />

Barrabás te acompañe, allá te avengas. 28<br />

Quien se haya paseado a lo largo y ancho del Quijote quedará admirado<br />

de las inacabables aventuras que Cervantes sabía emprender por los<br />

campos del clasicismo, como puede verse en aquel pasaje donde dice que<br />

el creador de libros de caballerías:<br />

26 Don Quijote, II, 44, p. 883.<br />

27 Don Quijote, II, 48, p. 912. Cf. Virgilio, Aen. IV, 116-167.<br />

28 Don Quijote, II, 52, p. 982.


<strong>LA</strong>S AvENTURAS GRECORROMANAS <strong>DE</strong> DON qUIjOTE 185<br />

[p]uede mostrar las astucias de Ulixes, la piedad de Eneas, la valentía de<br />

Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialo,<br />

la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de<br />

Trajano, la fidelidad de Zópiro, la prudencia de Catón. 29<br />

Y, ya hacia el final de la novela, cuando don Quijote vuelve a pasar por<br />

el sitio donde había caído frente al Caballero de la Blanca Luna, él atenúa<br />

el recuerdo de su derrota, remitiéndose al dicho de Virgilio en el décimo<br />

verso del Canto tercero de Eneida: Hic Troia fuit; pues dice: “—¡Aquí<br />

fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas<br />

glorias [...], aquí finalmente cayó mi ventura para jamás levantarse!” 30<br />

Y tanto le obsesiona a Cervantes la caída de Troya y la tragedia de<br />

Dido, que refiere que en una posada encontró don Quijote dos lienzos o<br />

“sargas pintadas”, y<br />

[e]n una dellas estaba pintada [sic] de malísima mano el robo de Elena, cuando<br />

el atrevido huésped se la llevó a Menalao, y en otra estaba la historia de<br />

Dido y de Eneas [...]. Notó en las dos historias que Elena no iba de muy<br />

mala gana, porque se reía a socapa y a lo socarrón, pero la hermosa Dido<br />

mostraba verter lágrimas del tamaño de nueces por los ojos. Viendo lo cual<br />

don Quijote, dijo:<br />

— [...] (sc. si) encontrara a aquestos señores yo, y ni fuera abrasada Troya ni<br />

Cartago destruida, pues con solo que yo matara a Paris se excusaran tantas<br />

desgracias. 31<br />

¿Podríamos haber imaginado que reaccionara así don Quijote ante<br />

estas pinturas? En efecto, declara nada menos que a él le habría gustado<br />

enfrentar al causante de la guerra de Troya y al de la destrucción de<br />

Cartago. Captamos así que don Quijote, en la arrolladora pluma de Cervantes,<br />

declara aspirar a ser actor principal en la Ilíada y en la Eneida, las<br />

epopeyas mayores del mundo clásico.<br />

29 Don Quijote, I, 47, p. 492.<br />

30 Don Quijote, II, 66, p. 1054.<br />

31 Don Quijote, II, 71, p. 1087.


186 TARSICIO HERRERA ZApIéN<br />

Tales son las aventuras grecorromanas de don Quijote.<br />

Menuda sorpresa nos llevamos al ir catando que Cervantes no solo<br />

sabe de libros de caballerías, de Amadís de Gaula, de Tirant lo Blanc y<br />

de Felixmarte de Hircania y de todos sus congéneres, sino que ha consumido<br />

abundantes veladas leyendo a los clásicos: no ya a los griegos<br />

(porque en su tiempo todavía se recordaba el Graecum est. Non legitur,<br />

o sea, “Es griego; no se lee”), pero sí a los de la Roma inmortal, fuente<br />

inagotable de la cultura de Occidente.<br />

DON QUIJOTE NO SE L<strong>LA</strong>MABA “ALONSO QUIJANO”*<br />

Margit fRENk<br />

Entre los muchísimos que han escrito sobre el Quijote, pocos son los que<br />

no han llamado a su protagonista “Alonso Quijano”. Se parte generalmente<br />

de la convicción de que ese era el nombre original del personaje<br />

antes de que enloqueciera, su nombre verdadero. ¿Y lo era realmente<br />

para Cervantes? Conviene que recordemos cómo ocurren las cosas en el<br />

texto mismo de la gran obra. Claudio Guillén ha escrito recientemente<br />

que “Cervantes nos sorprende una y otra vez, incitándonos a examinar<br />

críticamente los más variados temas, convirtiéndolos en problemas”. 1<br />

Este, a mi ver, es uno de ellos.<br />

* Leído en sesión pública solemne de la AML, celebrada en la Universidad de Guanajuato el<br />

28 de abril de 2005; este texto es la primera versión de la ponencia presentada por la autora en<br />

el coloquio “El que a buen árbol se arrima... Horizonte cultural del Quijote”, llevado a cabo en la<br />

Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en mayo de 2005.<br />

1 Claudio Guillén, “Cauces de la novela cervantina: perspectivas y diálogos”, en Miguel de<br />

Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. y notas Francisco Rico, presentaciones Mario Vargas<br />

Llosa, Francisco Ayala y Martín de Riquer, estudios sobre “La lengua de Cervantes y el Quijote”<br />

de José Manuel Blecua, Guillermo Rojo, José Antonio Pascual, Margit Frenk y Claudio Guillén,<br />

Madrid, Real Academia Española/Asociación de Academias de la Lengua Española/Alfaguara,<br />

2004, pp. 1145-1153; la cita, p. 1150.


186 TARSICIO HERRERA ZApIéN<br />

Tales son las aventuras grecorromanas de don Quijote.<br />

Menuda sorpresa nos llevamos al ir catando que Cervantes no solo<br />

sabe de libros de caballerías, de Amadís de Gaula, de Tirant lo Blanc y<br />

de Felixmarte de Hircania y de todos sus congéneres, sino que ha consumido<br />

abundantes veladas leyendo a los clásicos: no ya a los griegos<br />

(porque en su tiempo todavía se recordaba el Graecum est. Non legitur,<br />

o sea, “Es griego; no se lee”), pero sí a los de la Roma inmortal, fuente<br />

inagotable de la cultura de Occidente.<br />

DON QUIJOTE NO SE L<strong>LA</strong>MABA “ALONSO QUIJANO”*<br />

Margit fRENk<br />

Entre los muchísimos que han escrito sobre el Quijote, pocos son los que<br />

no han llamado a su protagonista “Alonso Quijano”. Se parte generalmente<br />

de la convicción de que ese era el nombre original del personaje<br />

antes de que enloqueciera, su nombre verdadero. ¿Y lo era realmente<br />

para Cervantes? Conviene que recordemos cómo ocurren las cosas en el<br />

texto mismo de la gran obra. Claudio Guillén ha escrito recientemente<br />

que “Cervantes nos sorprende una y otra vez, incitándonos a examinar<br />

críticamente los más variados temas, convirtiéndolos en problemas”. 1<br />

Este, a mi ver, es uno de ellos.<br />

* Leído en sesión pública solemne de la AML, celebrada en la Universidad de Guanajuato el<br />

28 de abril de 2005; este texto es la primera versión de la ponencia presentada por la autora en<br />

el coloquio “El que a buen árbol se arrima... Horizonte cultural del Quijote”, llevado a cabo en la<br />

Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en mayo de 2005.<br />

1 Claudio Guillén, “Cauces de la novela cervantina: perspectivas y diálogos”, en Miguel de<br />

Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. y notas Francisco Rico, presentaciones Mario Vargas<br />

Llosa, Francisco Ayala y Martín de Riquer, estudios sobre “La lengua de Cervantes y el Quijote”<br />

de José Manuel Blecua, Guillermo Rojo, José Antonio Pascual, Margit Frenk y Claudio Guillén,<br />

Madrid, Real Academia Española/Asociación de Academias de la Lengua Española/Alfaguara,<br />

2004, pp. 1145-1153; la cita, p. 1150.


DON qUIjOTE NO SE L<strong>LA</strong>MAbA “ALONSO qUIjANO” 187<br />

Todos recordamos lo que dice en el primerísimo capítulo: “Quieren<br />

decir que tenía el sobrenombre de ‘Quijada’, o ‘Quesada’, que en esto<br />

hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por<br />

conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba ‘Quijana’ ”: 2 Quijada,<br />

Quesada o, mejor, Quijana (Quejana, en la primera edición). Un poco<br />

más adelante:<br />

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y<br />

en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar “don<br />

Quijote”; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta<br />

tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar “Quijada”, y no “Quesada”,<br />

como otros quisieron decir. 3<br />

Quijada y no Quesada. ¿Dónde quedó el Quijana (o Quejana) que en el<br />

pasaje anterior el narrador juzgaba tan “verisímil”?<br />

Los demás personajes que aparecen al principio de la obra no conocen<br />

otro apelativo que “Don Quijote”. En el capítulo 5, en cambio, cuando<br />

el labrador vecino se encuentra al hidalgo tendido en el campo, maltrecho<br />

y delirante, exclama: “Señor Quijana”, y el narrador comenta: “que<br />

así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo<br />

sosegado a caballero andante”. 4 Por si quedara alguna duda, poco después<br />

el mismo labrador tratará de convencer a su vecino de que es “el<br />

honrado hidalgo del señor Quijana”. 5<br />

2 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, con la colaboración de<br />

Joaquín Forradellas, estudio preliminar Fernando Lázaro Carreter, 2 vols., Barcelona, Instituto<br />

Cervantes/Crítica, 2.ª ed. rev., 1998 (Biblioteca Clásica, 50), i 1, t. I, pp. 36-37. Todas las citas subsecuentes<br />

proceden de esta edición. (Las cursivas de esta y del resto de las citas son de la autora.<br />

N. del ed.)<br />

En las Notas complementarias a la edición (t. II, pp. 263-264, nota 37.16) se nos dice que en la<br />

prínceps se lee Quejana y que obviamente se trata de una errata, porque “Quijana es la única forma<br />

que reaparece fuera del primer capítulo”. Cf. ídem, el Aparato crítico, t. II, p. 704, col. 2: solo<br />

en la prínceps aparece Quexana, corregido en dos ediciones contemporáneas, y esta coincidencia<br />

“nos asegura que los contemporáneos la veían como una errata obvia”. Por mi parte, no estoy tan<br />

segura de que ello fuera así.<br />

3 Don Quijote, I, 1, t. I, pp. 42-43.<br />

4 Don Quijote, I, 5, t. I, p. 72.<br />

5 Ibídem, p. 73.


188 MARGIT fRENk<br />

Nada se nos dice sobre el nombre original hasta 44 capítulos más adelante,<br />

donde nos topamos nuevamente con el primer apellido citado, o<br />

sea, con Quijada. En un pasaje no irrelevante, 6 don Quijote menciona a<br />

un personaje histórico, Gutierre Quijada, y añade: “de cuya alcurnia yo<br />

desciendo por línea recta de varón”; 7 el narrador no comenta nada al respecto,<br />

y este nombre no vuelve a aparecer en toda la obra.<br />

Nuevo silencio a lo largo del libro. En el ínterin, don Quijote de la<br />

Mancha, sin abandonar este nombre, adopta el de “Caballero de la Triste<br />

Figura”, 8 que le ha puesto Sancho; ya en la Segunda Parte, se lo cambiará<br />

por el de “Caballero de los Leones”, 9 para caer, cerca del final, en el grotesco<br />

de “pastor Quijótiz”. 10<br />

Pero, volviendo al supuesto nombre “real” del personaje, en el último<br />

capítulo —el 74— de la Segunda Parte, nos enteramos de cómo se llama<br />

la que en todo el libro solo había aparecido como “la sobrina”. En su testamento,<br />

el hidalgo ha dejado dicho: “Iten, mando toda mi hacienda [...]<br />

a Antonia Quijana mi sobrina”, e “Iten, es mi voluntad que si Antonia<br />

Quijana mi sobrina”. 11 La balanza parecería inclinarse, entonces, por el<br />

apellido Quijana con el que lo conocía su vecino el labrador. Pero justo<br />

en ese capítulo, al final de la obra, ha aparecido por primera vez el Alonso<br />

Quijano, con un nombre de pila y un apellido cercano, pero no idéntico,<br />

al Quijana.<br />

Don Quijote está a punto de morir. Duerme “de un tirón, como dicen,<br />

más de seis horas” 12 y al despertar se siente transformado. Llegan<br />

sus “buenos amigos”, el cura, el bachiller y el barbero, y don Quijote<br />

les dice: “—Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don<br />

Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me<br />

6 Como parece sugerir Francisco Rico en la nota complementaria 37.16 (cf. supra, nota 2),<br />

cuando dice: “aparte una esporádica mención de Quijada en I, 49, 566”.<br />

7 Don Quijote, I, 49, t. I, p. 566.<br />

8 Don Quijote, I, 29, t. I, pp. 205-206.<br />

9 Don Quijote, II, 17, t. I, p. 768.<br />

10 Don Quijote, II, 67, t. I, p. 1175.<br />

11 Don Quijote, II, 74, t. I, p. 1220.<br />

12 Ibídem, p. 1216.


DON qUIjOTE NO SE L<strong>LA</strong>MAbA “ALONSO qUIjANO” 189<br />

dieron renombre de ‘bueno’”; 13 y más adelante: “Yo fui loco y ya soy cuerdo;<br />

fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso<br />

Quijano el Bueno”. 14 Son importantes ese “ya” y ese “soy agora”. En<br />

ningún momento ha querido Cervantes que su héroe, al morir, afirme,<br />

o insinúe siquiera, que Alonso Quijano fue su nombre antes de enloquecer,<br />

su nombre de “hidalgo sosegado” de aldea; una palabrita antes del<br />

“soy” —un “nuevamente”, un “otra vez”— habría bastado; pero nada.<br />

¿Y qué pasa en el entorno de nuestro héroe moribundo? Han entrado<br />

sus “buenos amigos”. Observa el narrador que cuando los tres le oyeron<br />

decir “ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano”,<br />

“creyeron sin duda que alguna nueva locura le había tomado”. 15 Cosa extraña:<br />

el cura y el barbero lo conocieron antes de que enloqueciera y con el<br />

nombre que entonces debía tener. Si este nombre —como hoy suponen<br />

tantos— era Alonso Quijano, ¿por qué piensan ellos que le ha tomado<br />

una nueva locura?<br />

Nuestro hidalgo pide confesión y, por las palabras tan sensatas que<br />

pronuncia, dice el narrador: “Miráronse unos a otros, admirados de las<br />

razones de don Quijote, y, aunque en duda, le quisieron creer”, sobre<br />

todo cuando luego él añadió otras muchas razones “tan bien dichas, tan<br />

cristianas y con tanto concierto, que del todo les vino a quitar la duda, y<br />

a creer que estaba cuerdo”. 16 Pregunto: ¿acaso a lo largo de su trayectoria<br />

don Quijote, el cuerdo-loco o loco-cuerdo, no ha dejado continuamente<br />

a sus interlocutores admirados con sus “entremetidas razones”, “ya discretas<br />

y ya disparatadas”? 17<br />

Después de la confesión, sale el cura y dice: “—Verdaderamente se<br />

muere y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno”. 18 ¿Cree<br />

el cura, en serio, que ese es su verdadero nombre? En cuanto muere el<br />

13 Ibídem, p. 1217.<br />

14 Ibídem, p. 1220.<br />

15 Ibídem, p. 1218.<br />

16 Ídem.<br />

17 Don Quijote, II, 18, t. I, p. 781.<br />

18 Don Quijote, II, 74, t. I, p. 1218.


190 MARGIT fRENk<br />

personaje, el cura “pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso<br />

Quijano el Bueno, llamado comúnmente ‘don Quijote de la Mancha’ ”,<br />

etc. 19 Los dos nombres debían constar en el acta de defunción. Pero, tercamente,<br />

nosotros seguimos en la duda. Recordamos las veces en que el<br />

cura le ha seguido la corriente a don Quijote, ya para hacerlo volver a su<br />

casa, ya —y simultáneamente— para divertirse a su costa. El cura es el<br />

gran “tracista” de la obra. Recordamos, por ejemplo, cómo en el capítulo<br />

26 de la Primera Parte se le ocurre “un pensamiento muy acomodado al<br />

gusto de don Quijote”, que es, nada menos, disfrazarse de mujer, vestirse<br />

“en hábito de doncella andante”. 20 ¿Qué mucho que, al morir su amigo,<br />

adopte de buena gana el nombre que este dice tener ahora?<br />

Porque hay otro hecho notable : es el cura el único personaje que llama<br />

“Alonso Quijano” al protagonista. Según nos cuenta el narrador, los demás<br />

lo siguen llamando “don Quijote”, como lo hace el propio narrador<br />

cuando cuenta que, tras oír su confesión, los presentes “[m]iráronse unos<br />

a otros, admirados de las razones de don Quijote”, 21 y cuando menciona<br />

sus palabras después de haber “ordenado su alma don Quijote”. 22 Es el<br />

narrador el que relata: “En fin, llegó el último (sc. fin) de don Quijote”, 23<br />

y dice después: “Déjanse de poner aquí los llantos de Sancho, sobrina y<br />

ama de don Quijote”. 24<br />

Más aún, recordemos que, ya al final de la obra, según el narrador, “el<br />

prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma” que advierta a los “presuntuosos<br />

y malandrines historiadores” 25 que pretendan profanarla: “Para mí<br />

sola nació don Quijote, y yo para él”. 26 Si acaso la pluma llega a conocer<br />

al “escritor fingido y tordesillesco”, deberá advertirle: “que deje reposar<br />

19 Ibídem, p. 1221.<br />

20 Don Quijote, I, 26, t. I, p. 298.<br />

21 Don Quijote, II, 74, t. I, p. 1218.<br />

22 Ibídem, p. 1219.<br />

23 Ibídem, p. 1221.<br />

24 Ibídem, p. 1222.<br />

25 Ídem.<br />

26 Ibídem, p. 1223.


DON qUIjOTE NO SE L<strong>LA</strong>MAbA “ALONSO qUIjANO” 191<br />

en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote”. 27 De<br />

don Quijote, no los huesos de ese Alonso Quijano el Bueno que consta en<br />

el acta de defunción. Finalmente, el propio Cide Hamete se jacta de que,<br />

gracias a él, “las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías<br />

[...] por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de<br />

caer del todo sin duda alguna”. 28 Es la última frase de la obra.<br />

Me he estado refiriendo al narrador, cuya voz es presencia importantísima<br />

en el Quijote, de principio a fin. Acabamos de ver cómo el narrador<br />

sigue hablando, repetidas veces, de “don Quijote” cuando este ha<br />

afirmado enfáticamente que ya su nombre es otro. Pero tenemos ante<br />

nosotros, a la vez, al mismo narrador que en el capítulo 2 de la Primera<br />

Parte ha llamado “castillo” a la venta y “damas” y “doncellas” a las rameras,<br />

porque así las denominó el héroe; al mismo narrador que, a lo largo<br />

de las dos partes del libro, no ha parado de imitar a cada paso los modos<br />

de hablar y pensar de los personajes, como metiéndose en su pellejo.<br />

Apenas acaba de contar que Altisidora finge un desmayo y enseguida dice<br />

“volviendo en sí la desmayada Altisidora”, 29 porque para don Quijote<br />

está, en efecto, desmayada. No podemos darle mucho crédito a lo que relata,<br />

porque, además, incurre en constantes contradicciones: después de<br />

afirmar que don Quijote, mordido y arañado por un gato, tarda en sanar<br />

cinco días, nos dice que fueron ocho, y luego que fueron seis, 30 etcétera.<br />

Pues bien, este narrador tan poco confiable imita ahora al cura y comienza<br />

un discurso con las palabras que, en realidad, este acaba de pronunciar:<br />

porque verdaderamente, como alguna vez se ha dicho, en tanto que don<br />

Quijote fue Alonso Quijano el Bueno a secas, y en tanto que fue don Quijote<br />

de la Mancha, fue siempre de apacible condición y de agradable trato, y<br />

27 Ídem.<br />

28 Ídem.<br />

29 Don Quijote, II, 46, t. I, p. 999; 1000.<br />

30 Don Quijote, II, 46, 47 y 48, t. I, pp. 1002-1003, 1013 y 1014.


192 MARGIT fRENk<br />

por esto no solo era bien querido de los de su casa, sino de todos cuantos le<br />

conocían. 31<br />

Es, como tantos otros pasajes del Quijote, un párrafo desconcertante.<br />

Ese “en tanto que don Quijote fue Alonso Quijano el Bueno”, como si<br />

así se hubiera llamado durante muchos años, y no solo en sus últimos<br />

días, es el que más desconcierta; puede haber sido esta frase —junto con<br />

los dos pasajes citados del cura— 32 la que ha llevado a tantos lectores y<br />

críticos a dar al nombre, casi póstumo, diría yo, de Alonso Quijano, la categoría<br />

de nombre original.<br />

Se habla, en efecto, de “recuperación” del nombre. 33 Se habla de “reconversión”;<br />

se habla de “la resurrección, si se quiere, de aquel personaje<br />

del primer capítulo de la [P]rimera parte, que aparece para enloquecer<br />

muy luego”. 34 El excelente cervantista Martín de Riquer sostiene que para<br />

Cervantes “la única solución es restituir el juicio al demente, que al sanar<br />

volverá a ser Alonso Quijano el Bueno”. 35 Y así sucesivamente.<br />

Pero no ha faltado, tampoco, quien se refiera a este nombre como uno<br />

más de los que se adjudican en la novela al hidalgo. Habla Laín Entralgo<br />

(y hace muy poco Felipe Garrido ha escrito aquí, en México, casi lo<br />

mismo) 36 de “un hidalgo manchego del que nunca sabremos si se llamaba<br />

Alonso Quijano, o Quijana, o Quijada, o Quesada”. 37 Y tampoco ha<br />

31 Don Quijote, II, 74, t. I, pp. 1218-1219.<br />

32 Véanse supra notas 18 y 19.<br />

33 En las Notas complementarias de la edición que aquí usamos (t. 2, p. 664, nota 1217.19), se<br />

remite a seis autores que hablan de esa “recuperación”. Creo que son, de hecho, bastantes más.<br />

34 Carlos Horacio Nállim, “Borges y Cervantes. Don Quijote y Alonso Quijano”, NRFH, 40<br />

(1992), pp. 1047-1056; la cita, p. 1050. Borges, por cierto, tiene un poema sobre “El sueño de<br />

Alonso Quijano”, y en su “Análisis del último capítulo del Quijote” (Revista de la Universidad de<br />

Buenos Aires, 1 [1956], p. 31) dice que “es triste que Alonso Quijano vea en la hora de su muerte<br />

que su vida entera ha sido un error y un disparate”.<br />

35 En “Cervantes y el Quijote”, incluido en la edición de Alfaguara antes mencionada (cf. supra,<br />

nota 1), p. LXvIII.<br />

36 Felipe Garrido, “De las ventajas de vivir acompañado”, La Jornada Semanal, núm. 527,<br />

domingo 10 de abril de 2005, p. 5.<br />

37 Pedro Laín Entralgo, “La convivencia entre don Quijote y Sancho Panza”, Cuadernos Hispanoamericanos,<br />

430 (1986), pp. 27-35; la cita, p. 27.


DON qUIjOTE NO SE L<strong>LA</strong>MAbA “ALONSO qUIjANO” 193<br />

faltado quien, como Francisco Rico, reconociendo esa multiplicidad de<br />

nombres, afirme de manera categórica que Alonso Quijano es la solución<br />

“definitivamente adoptada”, la que “queda como definitiva”. 38<br />

Una interpretación a mi ver muy valiosa de esta cuestión, y que, por<br />

quién sabe qué motivos, ha sido silenciada por la crítica, es la que Juan<br />

Bautista Avalle-Arce ha propuesto, ya en 1970: “Conocemos al protagonista,<br />

dice, por una variedad de nombres, después que él se ha inventado<br />

el propio de don Quijote, y se lo ha conferido en acto de autobautismo”.<br />

No son lo mismo, continúa, el Caballero de la Triste Figura, el de los<br />

Leones y el pastor Quijótiz; son “producto de una reorientación vital del<br />

protagonista, que culmina en un último acto de autobautismo cara ya a la<br />

muerte: Alonso Quijano el Bueno”. 39<br />

La idea encontró un amplio desarrollo en el espléndido capítulo “Don<br />

Quijote” que Avalle-Arce y Edward C. Riley escribieron para la Suma<br />

cervantina editada por ambos y publicada en Londres en 1973. Cito solo<br />

un pasaje:<br />

Con dos enérgicos ademanes, el artista se libera a sí mismo (“no quiero”), y<br />

de inmediato a su protagonista (¿Quijada, Quesada, Quijana? ¿O Quijano?)<br />

[...]. Libera, asimismo, al personaje literario, al imposibilitar el usual trazado<br />

de coordenadas deterministas con que se definían protagonistas y mundo<br />

en el Amadís, Lazarillo o Guzmán. 40<br />

38 En el Aparato crítico de la edición aquí utilizada (t. 2, p. 704), y en las Notas complementarias<br />

(t. 2, pp. 263-264, nota 37.16). De aquí podría proceder lo que, con más cautela, afirma<br />

Howard Mancing en The Cervantes Encyclopedia, 2 vols., Westport, Conn., Greenwood Press,<br />

2004, s.v. Alonso Quijano (t. I, p. 18) y s.v. Name of Don Quijote de la Mancha (t. II, pp. 504-505).<br />

En el primer caso, la repetición del nombre de Quijano lo convierte “presumably” en la “definitive<br />

version of his name”; en el segundo, Alonso Quijano “is generally taken to be the definitive<br />

form of his name”. Agradezco estas y otras citas a mi amiga Gabriela Nava.<br />

39 Juan Bautista Avalle-Arce, “Don Quijote, o la vida como obra de arte”, en Nuevos deslindes<br />

cervantinos, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 335-387; la cita, p. 340 (publicado originalmente en Cuadernos<br />

Hispanoamericanos, 242 [1970], pp. 247-280). Cf. del mismo autor, Enciclopedia cervantina,<br />

Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1997, s.v. Quijano el Bueno, Alonso: “Nombre<br />

que se da a sí mismo, en su lecho de muerte, don Quijote”.<br />

40 Suma cervantina, Londres, Tamesis, 1973, p. 48.


194 MARGIT fRENk<br />

Con la misma libertad con la que el protagonista se ha bautizado como<br />

Don Quijote, se bautiza al final como Alonso Quijano el Bueno. Y quiero<br />

mencionar aquí una sugerencia muy interesante de Nieves Rodríguez<br />

sobre este nombre: “Alonso”, como “Aldonza”. Y añado: “Quijano”, con<br />

o, por “Aldonza Lorenzo”. Una vez efectuado el nuevo bautismo, que<br />

primero desconcierta al cura, este le sigue la corriente a su amigo, como<br />

tantas veces lo ha hecho, y es imitado por el ambiguo narrador en un<br />

momento dado, y solo en un momento.<br />

Sorprende que tantos y tantos lectores del Quijote se olviden aquí de<br />

un aspecto fundamental del genial arte que Cervantes ha desplegado en<br />

su obra: el de las continuas ambigüedades, las desconcertantes contradicciones,<br />

las vaguedades, las fluctuaciones constantes, que dan fe de<br />

una realidad insegura, inestable. La realidad en el Quijote va cambiando<br />

de acuerdo con el punto de vista subjetivo del personaje, como bien han<br />

mostrado Américo Castro y Leo Spitzer, pero también va cambiando<br />

porque para Cervantes no hay una verdad, sino varias o muchas.<br />

¿Por qué ese afán por descubrir, como si fuera una novela detectivesca,<br />

el nombre auténtico del protagonista, su nombre previo, supuestamente<br />

“real”? No lo conoceremos nunca, porque Cervantes quiso no<br />

conocerlo y que nosotros no lo conociéramos.<br />

Don Quijote mismo ha tenido cuidado en resolver para nosotros esta<br />

cuestión cuando en el capítulo 17 de la Segunda Parte dice que de allí en<br />

adelante quiere que “se trueque, cambie, vuelva y mude” el nombre de<br />

Caballero de la Triste Figura por el de Caballero de los Leones, y añade:<br />

“en esto sigo la antigua usanza de los andantes caballeros, que se mudaban<br />

los nombres cuando querían o cuando les venía a cuento”. 41 A punto<br />

ya de morir, le importa hacerse de un nuevo nombre, siguiendo precisamente<br />

la usanza de los antiguos caballeros andantes a los que ahora dice<br />

detestar. Y le importa en este momento declararse cuerdo, para tener<br />

una muerte cristiana y ejemplar. Pregunto: ¿podemos estar tan seguros<br />

de que la intención de Cervantes fue que su maravilloso protagonista<br />

41 Don Quijote, II, 17, t. I, p. 768.


DON qUIjOTE NO SE L<strong>LA</strong>MAbA “ALONSO qUIjANO” 195<br />

recuperara de veras la razón, la cordura, al final de su vida? ¿No es esta<br />

otra de las cuestiones que, en palabras de Claudio Guillén, Cervantes<br />

convierte en problemas, incitándonos a examinarlas críticamente?<br />

EL QUIJOTE EN <strong>LA</strong> CONCEPCIÓN<br />

<strong>DE</strong> LO ‘REAL-MARAVILLOSO AMERICANO’<br />

<strong>DE</strong> ALEJO CARPENTIER *<br />

Gonzalo CELORIO<br />

Prodigiosamente fidedignas resultan ciertas frases de Rutilio en Los<br />

trabajos de Persiles y Segismunda, acerca de hombres transformados<br />

en lobos, porque en tiempos de Cervantes se creía en gentes aquejadas<br />

de manía lupina.<br />

ALEjO CARpENTIER, Prólogo de El reino de este mundo<br />

Cuando Bernal Díaz del Castillo relata en su Historia verdadera de la conquista<br />

de la Nueva España la llegada de las huestes cortesianas a México-<br />

Tenochtitlan, no encuentra palabras para describir aquella ciudad lacustre,<br />

cuyo centro ceremonial, asentado en un islote, se unía a los pueblos<br />

ribereños a través de largas y rectilíneas calzadas tendidas sobre una laguna<br />

en la que numerosas piraguas, entre huertos flotantes cultivados de<br />

flores y verduras, trasegaban sus mercaderías. El cronista, entonces, echa<br />

mano de una comparación para dar cuenta de la maravillosa realidad que<br />

sus incrédulos ojos contemplan: “Y desde que vimos tantas ciudades y<br />

villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblazones,<br />

y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos<br />

admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento<br />

que se cuentan en el libro de Amadís”. 1 Al recurrir a este símil, Bernal<br />

* Leído en sesión pública solemne de la AML, celebrada en la Universidad de Guanajuato el 28<br />

de abril de 2005.<br />

1 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Espasa-Calpe<br />

Mexicana, México, 1950, t. I, p. 330.


DON qUIjOTE NO SE L<strong>LA</strong>MAbA “ALONSO qUIjANO” 195<br />

recuperara de veras la razón, la cordura, al final de su vida? ¿No es esta<br />

otra de las cuestiones que, en palabras de Claudio Guillén, Cervantes<br />

convierte en problemas, incitándonos a examinarlas críticamente?<br />

EL QUIJOTE EN <strong>LA</strong> CONCEPCIÓN<br />

<strong>DE</strong> LO ‘REAL-MARAVILLOSO AMERICANO’<br />

<strong>DE</strong> ALEJO CARPENTIER *<br />

Gonzalo CELORIO<br />

Prodigiosamente fidedignas resultan ciertas frases de Rutilio en Los<br />

trabajos de Persiles y Segismunda, acerca de hombres transformados<br />

en lobos, porque en tiempos de Cervantes se creía en gentes aquejadas<br />

de manía lupina.<br />

ALEjO CARpENTIER, Prólogo de El reino de este mundo<br />

Cuando Bernal Díaz del Castillo relata en su Historia verdadera de la conquista<br />

de la Nueva España la llegada de las huestes cortesianas a México-<br />

Tenochtitlan, no encuentra palabras para describir aquella ciudad lacustre,<br />

cuyo centro ceremonial, asentado en un islote, se unía a los pueblos<br />

ribereños a través de largas y rectilíneas calzadas tendidas sobre una laguna<br />

en la que numerosas piraguas, entre huertos flotantes cultivados de<br />

flores y verduras, trasegaban sus mercaderías. El cronista, entonces, echa<br />

mano de una comparación para dar cuenta de la maravillosa realidad que<br />

sus incrédulos ojos contemplan: “Y desde que vimos tantas ciudades y<br />

villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblazones,<br />

y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos<br />

admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento<br />

que se cuentan en el libro de Amadís”. 1 Al recurrir a este símil, Bernal<br />

* Leído en sesión pública solemne de la AML, celebrada en la Universidad de Guanajuato el 28<br />

de abril de 2005.<br />

1 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Espasa-Calpe<br />

Mexicana, México, 1950, t. I, p. 330.


196 GONZALO CELORIO<br />

establece una relación de continuidad entre las fantasiosas novelas de<br />

caballerías y las puntuales crónicas de la conquista.<br />

Los “Amadises de América”, según llamó a los conquistadores Ida<br />

Rodríguez Prampolini en su libro subtitulado La hazaña de Indias como<br />

empresa caballeresca, 2 ciertamente se arrojan al Nuevo Mundo imbuidos<br />

del espíritu aventurero de los Palmerines de Oliva y los Florismartes de<br />

Hircania, y están dispuestos a perecer en pos del país del oro, el reino de las<br />

Amazonas o la fuente de la eterna juventud. Tal espíritu caballeresco,<br />

si bien ahora más signado por la ambición que por la gloria, prevalece a<br />

lo largo de la conquista militar y se mantiene vivo hasta bien entrado el<br />

siglo XvIII. No deja de ser significativo que en 1780, como lo recuerda<br />

Alejo Carpentier, “unos cuerdos españoles, salidos de Angostura, se lanzaran<br />

todavía a la busca de El Dorado, y que, en días de la Revolución<br />

francesa —¡vivan la Razón y el Ser Supremo!—, el compostelano Francisco<br />

Menéndez anduviera por tierras de Patagonia buscando la Ciudad<br />

Encantada de los Césares”. 3<br />

Como ocurre con don Quijote, cuya imaginación caballeresca ve descomunales<br />

gigantes, señoriales castillos o aguerridos ejércitos en donde<br />

solo hay molinos de viento, ventas camineras o apacibles rebaños de<br />

ovejas, los expedicionarios del Nuevo Mundo proyectan sobre la realidad<br />

americana, según lo sustenta Edmundo O’Gorman en su ya clásica obra<br />

La invención de América, 4 la imagen, asaz mítica y fabulosa, que el Viejo<br />

Mundo había construido con respecto al ignoto Occidente a lo largo de<br />

los siglos, desde la Atlántida de Platón y la Última Tule de Séneca hasta<br />

las leyendas utópicas de la Edad Media y las previsiones del Liber de geometria<br />

nova et compendiosa de Ramón Llull.<br />

2 Ida Rodríguez Prampolini, Amadises de América. La hazaña de Indias como empresa caballeresca,<br />

México, Talleres Gráficos de la Nación, 1948.<br />

3 Alejo Carpentier, El reino de este mundo, 2.ª ed., México, Compañía General de Ediciones,<br />

1969, p. 14.<br />

4 Cf. Edmundo O’Gorman, La invención de América: investigación acerca de la estructura histórica<br />

del Nuevo Mundo y del sentido de su devenir, 2.ª ed., México, fCE, 1977.


EL quijote EN LO ‘REAL-MARAvILLOSO AMERICANO’ 197<br />

A diferencia de las novelas de caballerías, las crónicas del descubrimiento<br />

y la conquista no acuden al expediente de la imaginación para<br />

relatar sus propias hazañas y describir el mundo en que estas tienen lugar;<br />

antes bien, se empeñan en narrar con precisión los acontecimientos<br />

de los que sus autores han sido testigos y protagonistas, y en pasar por el<br />

tamiz de la palabra, con la mayor fidelidad posible, la realidad recién conocida.<br />

Sin embargo, el mundo americano inevitablemente es percibido<br />

según un imaginario inveterado del que los cronistas, a pesar de sus intentos<br />

de objetividad, no pueden prescindir. Así, la imaginación no solo<br />

se filtra en sus descripciones y en sus relatos, sino que cobra estatus de<br />

veracidad, para maravilla de ellos mismos y de sus lectores. No en vano,<br />

la palabra maravilla es una de las más utilizadas en sus crónicas, como<br />

queda de manifiesto desde los tempranos tiempos del Diario del descubrimiento<br />

de Cristóbal Colón. A partir de entonces, lo maravilloso cobra<br />

carta de naturaleza en la realidad americana, como lo sostiene, al mediar<br />

el siglo XX, Alejo Carpentier, quien concluye el prólogo a su novela El<br />

reino de este mundo preguntándose: “¿Pero qué es la historia de América<br />

toda sino una crónica de lo real-maravilloso?” 5<br />

En el discurso que pronuncia en el paraninfo de la Universidad de Alcalá<br />

de Henares, al recibir el premio Cervantes en el año de 1978, Alejo<br />

Carpentier reconoce, sin ninguna pretensión de originalidad, que con el<br />

Quijote nace la novela moderna. Habla en ese foro de sus dos más señalados<br />

antecedentes —la novela de caballerías y la novela picaresca— en relación<br />

directa con aquello que en su opinión constituye el rasgo esencial<br />

de la obra cervantina: la imaginación. Si las novelas de caballerías habían<br />

servido de puente entre la ética medieval y el humanismo renacentista,<br />

para los tiempos del Quijote ya habían envejecido; entre otras causas, porque<br />

la fantasiosa imaginación que acusaban se había desvinculado de la<br />

realidad, y sus héroes habían sucumbido “bajo el peso de portentos har-<br />

5 Alejo Carpentier, El reino de este mundo, p. 17.


198 GONZALO CELORIO<br />

to acumulados”. 6 Con la picaresca —invención española, si las hay—, la<br />

novela había incorporado la primera persona al discurso narrativo y había<br />

sustituido los arquetipos heroicos por los individuos de carne y hueso,<br />

pero su exacerbado realismo acabó por desplazar a la imaginación.<br />

Según Carpentier, el Quijote aporta al género una cuarta dimensión, la<br />

dimensión imaginaria que en la novela de caballerías se había vuelto inverosímil<br />

y ajena a las preocupaciones del hombre moderno, y de la que,<br />

por su empeño en dar cuenta de lo circundante y habitual, la novela picaresca<br />

carecía: “Cervantes, con el Quijote, instala la dimensión imaginaria<br />

dentro del hombre, con todas sus implicaciones terribles o magníficas,<br />

destructoras o poéticas, novedosas o inventivas, haciendo de ese nuevo<br />

yo un medio de indagación y conocimiento del hombre, de acuerdo<br />

con una visión de la realidad que pone en ella todo y más aun de lo<br />

que en ella se busca”. 7<br />

Como puede verse, la dimensión imaginaria que Carpentier le atribuye<br />

a la novela de Cervantes no está reñida con la realidad; antes bien<br />

la imaginación es considerada por él como una potencia humana que<br />

permite hacer calas más profundas en la realidad y, en cierto sentido,<br />

modificarla y enriquecerla.<br />

Tal concepción es la que subyace en la tesis de lo real-maravilloso<br />

americano que Carpentier sostiene en el Prólogo a su novela El reino de<br />

este mundo de 1949, según la cual lo maravilloso no se opone a la realidad<br />

sino que es parte consustancial de ella. Para exponer este planteamiento,<br />

conviene recordar algunos aspectos de la biografía del escritor cubano.<br />

En el año de 1927, Carpentier escribe su primera novela, a la que pone<br />

por título ¡Ecué-Yamba-Ó!, voz lucumí que significa ‘¡Alabado sea Dios!’<br />

La redacta en el breve lapso de nueve días en una prisión de La Habana,<br />

donde había sido encarcelado por firmar un manifiesto en contra de la<br />

dictadura de Gerardo Machado. Si bien esa novela intentaba ser moder-<br />

6 Alejo Carpentier, “Cervantes en el alba de hoy”, en La novela latinoamericana en vísperas de<br />

un nuevo siglo y otros ensayos, México, Siglo XXI, 1981, p. 192.<br />

7 Ibídem, p. 194.


EL quijote EN LO ‘REAL-MARAvILLOSO AMERICANO’ 199<br />

na, resultó, como lo reconoce el propio autor, “un intento fallido por el<br />

abuso de metáforas, de símiles mecánicos [...] y por esa falsa concepción<br />

de lo nacional que teníamos entonces los hombres de mi generación”. 8<br />

En efecto, esta obra primeriza no difiere significativamente de la tradición<br />

realista de la novela latinoamericana imperante en aquellos años,<br />

que, a pesar de su franca intención denunciatoria, pocas veces llega a<br />

tocar el fondo de los problemas sociales y con mucha frecuencia se queda<br />

en lo meramente vernáculo, cuando no en lo folclórico o en lo pintoresco.<br />

Una vez liberado, Carpentier se avecina en París, de donde no<br />

regresará a vivir en Cuba hasta 1939, cuando estalla la Segunda Guerra<br />

Mundial. En la capital francesa, entra en comunicación directa con las<br />

vanguardias europeas de entreguerras. Traba amistad con los poetas y<br />

los pintores del surrealismo —Louis Aragon, Tristan Tzara, Paul Eluard,<br />

Georges Sadoul, Benjamin Péret, Giorgio de Chirico, Yves Tanguy, Pablo<br />

Picasso—, a quienes, en su conjunto, considera “la generación más<br />

extraordinaria que había surgido en Francia después del romanticismo”, 9<br />

e incluso es invitado por el propio André Breton a colaborar en la revista<br />

del movimiento que este encabezaba.<br />

Imbuido de las teorías freudianas a propósito de la interpretación de<br />

los sueños, el surrealismo, en concordancia con los manifiestos teóricos<br />

que le dan sustento, se empeña en incorporar a la creación artística el<br />

mundo onírico y lo que Breton llamó “potencias oscuras del alma”, a<br />

través de la escritura automática y el irracionalismo. Seguramente a la luz<br />

de este movimiento, que tiene un sentido más amplio de la realidad que<br />

el santificado por la novela realista y más aún por la naturalista del siglo<br />

XIX, Carpentier, quien, a pesar de su deslumbramiento ante las vanguardias<br />

europeas, sigue pensando obsesivamente en América, se propone<br />

reescribir su primera novela durante los largos meses de 1933. El resul-<br />

8 Alejo Carpentier citado por Araceli García-Carranza, Biobibliografía de Alejo Carpentier, La<br />

Habana, Letras Cubanas, 1984, p. 17.<br />

9 Ibídem, p. 15.


200 GONZALO CELORIO<br />

tado al parecer no satisface sus aspiraciones, y su autor acaba por abjurar<br />

de ella, así sea parcialmente.<br />

En el año de 1943, Carpentier realiza un viaje a Haití, que va a ser<br />

decisivo en la conformación de su pensamiento sobre la cultura y la literatura<br />

latinoamericanas. Recorre los caminos rojos de la meseta central,<br />

visita las ruinas de Sans-Souci; la Citadelle La Ferrière, que había mandado<br />

construir Henri Cristophe, aquel pastelero negro llegado a déspota<br />

ilustrado; la Ciudad del Cabo y el palacio habitado antaño por Paulina<br />

Bonaparte, y descubre, azorado, que en aquel país de las Antillas lo maravilloso<br />

existe en la realidad cotidiana. La fe colectiva que sus habitantes<br />

depositaron en su líder Mackandal los llevó, en tiempos napoleónicos, al<br />

milagro de su liberación, y esa fe, procedente de arcanas mitologías, no<br />

ha perdido su vigencia. Es entonces cuando el escritor se ve llevado a<br />

enfrentar la realidad recién vivida, que califica de maravillosa y hace extensiva<br />

a toda América Latina, con las prácticas surrealistas que, si antes<br />

lo entusiasmaron, ahora lo defraudan.<br />

De esta experiencia vital nacen El reino de este mundo y el prólogo que<br />

le da sustento teórico, en el que el autor expone la que habrá de ser su<br />

poética más persistente: “lo real-maravilloso americano”. La idea que<br />

subyace en ese prólogo, y que Carpentier desarrolla a lo largo de su novela,<br />

es, en síntesis, la siguiente: en América, lo maravilloso forma parte<br />

de la realidad cotidiana, habida cuenta de la fe de sus habitantes en el<br />

milagro, mientras que en Europa, donde los discursos han sustituido a<br />

los mitos, lo maravilloso es invocado de manera artificial y fraudulenta.<br />

Habría que decir que esta idea tiene sus antecedentes en los remotos<br />

tiempos del encuentro de culturas, y obedece a la vieja oposición que,<br />

del Gran Almirante a Hegel, pasando por Amerigo Vespucci, Joseph de<br />

Acosta, el padre Las Casas y Rousseau, le atribuye a las Indias Occidentales<br />

o al Nuevo Mundo los valores de la inocencia, la virginidad<br />

y la abundancia —tierra de la eterna primavera, país del noble salvaje,<br />

generosa cornucopia—, en tanto que caracteriza al Viejo Mundo por su<br />

decadencia y su decrepitud.


EL quijote EN LO ‘REAL-MARAvILLOSO AMERICANO’ 201<br />

Tal concepción se plantea de manera reiterada en la obra ensayística de<br />

Carpentier y anima la escritura de las seis novelas que sucedieron a El reino<br />

de este mundo, a saber: Los pasos perdidos, El Siglo de las Luces, El recurso<br />

del método, Concierto barroco, La consagración de la primavera y El arpa y la<br />

sombra. En todas ellas se presenta, aunque con las variaciones propias de<br />

cada caso, la contraposición de una América mítica y promisoria frente a<br />

una Europa fatigada y exacerbadamente racional. El punto medular del<br />

contraste estriba en las diferentes maneras en que una y otra cultura conciben<br />

lo maravilloso. Según la tesis carpenteriana, en América lo maravilloso<br />

se suscita de manera objetiva en la propia realidad gracias a la fe<br />

colectiva en el milagro, mientras que en Europa es el resultado de la inventiva<br />

personal del escritor y tiene, por tanto, un carácter fantasioso y<br />

necesariamente subjetivo.<br />

En el prólogo de marras, sin embargo, Carpentier hace derivar lo maravilloso<br />

de una alteración inesperada de la realidad, que es percibida por<br />

el creyente en el milagro con un espíritu exaltado, lo que pondría en tela<br />

de juicio precisamente su presunta objetividad. Cabría preguntarse, así<br />

las cosas, si esta condición que Carpentier le adjudica a América es realmente<br />

tan objetiva como el autor sustenta o si, por lo contrario, proviene<br />

de una mirada exógena, en este caso europea, que se posa en nuestra<br />

realidad y, al advertir que no se ajusta a los paradigmas del Viejo Mundo,<br />

la califica de maravillosa, como ocurrió desde los tiempos colombinos.<br />

Al parecer, la obra de Carpentier responde a este segundo supuesto: si<br />

el autor creyera a ciencia cierta que lo maravilloso es parte integral de<br />

la realidad americana y la viera de manera endógena, no la calificaría<br />

de maravillosa sino que la aceptaría simplemente como real y, por consiguiente,<br />

no hablaría de “lo real-maravilloso” sino de realismo a secas.<br />

Aunque su visión sea ineludiblemente europea, Carpentier se esfuerza<br />

por romper la tradición que ha heredado, y su mayor ambición es contar<br />

la historia de América desde América, sin subordinarla a la cronología<br />

o a la causalidad europeas; dar cuenta de sus inéditas cosmogonías, de<br />

la vitalidad de sus mitos y de la significación funcional de sus rituales;


202 GONZALO CELORIO<br />

descubrir, en suma, su realidad maravillosa. En efecto, en El reino de este<br />

mundo hay un manifiesto intento por subvertir la óptica tradicional que<br />

contempla los acontecimientos americanos como un reflejo o como una<br />

consecuencia de lo ocurrido en Europa. Carpentier cuenta la emancipación<br />

de los esclavos de Haití como resultado de la fe que la colectividad<br />

deposita en la supervivencia de su líder Mackandal, a quien ha dotado<br />

de poderes licantrópicos; y no como resultado de la Declaración de los<br />

Derechos del Hombre y del Ciudadano o de la Revolución francesa. Sin<br />

embargo, una es la intención y otro el resultado narrativo, por más que<br />

aquella esté siempre presente en la propia narración. Y es que, a pesar<br />

de sus empeños, Carpentier solo puede ver a través de los anteojos de la<br />

cultura europea; el narrador de la novela en cuestión no participa de la fe<br />

de sus protagonistas. Toma entonces como prodigioso o sobrenatural<br />

un suceso que para los esclavos es, supuesta su fe, regular y verosímil.<br />

Aunque ideológicamente esté de parte de los negros y trate de explicar el<br />

acontecimiento del gran vuelo de Mackandal desde la perspectiva de los<br />

esclavos, la piel del narrador es blanca. Podría pensarse que esta lejanía<br />

con respecto a la fe de los siervos insurrectos redunda en beneficio de<br />

la objetividad de la narración; sin embargo, hay siempre una percepción<br />

exaltada que la debilita. En la sorpresa que al narrador le provoca un<br />

fenómeno que para los personajes no es sorprendente, sino normal y<br />

cotidiano, reside la subjetividad narrativa que inclina la balanza hacia la<br />

idea europea del mundo americano.<br />

Ya que de visión hablamos, cabe preguntarse, en el caso de El reino de<br />

este mundo, quién percibe lo maravilloso y con qué ojos lo percibe: ¿el<br />

testigo presencial que acepta el milagro con los ojos de la fe, o, más bien,<br />

el observador que narra el suceso con los ojos de la razón? En principio,<br />

podría responderse que el primero, ya que Carpentier destaca la necesidad<br />

de la fe para que el milagro se verifique: “Para empezar, la sensación<br />

de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos<br />

no pueden curarse con milagros de santos”, dice. Y añade un ejemplo<br />

cervantino: “ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo, alma


EL quijote EN LO ‘REAL-MARAvILLOSO AMERICANO’ 203<br />

y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco”. 10 Ahora<br />

bien, si, como afirma el escritor, lo maravilloso depende de la fe, en<br />

tanto que por ella el milagro se objetiva a los ojos del creyente, como las<br />

licantropías de Mackandal en el caso de la novela, tal objetividad relega<br />

a un segundo plano su principio prodigioso: los negros contemplan con<br />

indiferencia y no con pasmo la metamorfosis de su líder porque están<br />

convencidos de su inmortalidad; han visto objetivamente, tangiblemente,<br />

cómo, en el momento preciso del sacrificio, un mosquito zumbón<br />

—avatares de Mackandal— ha ido a posarse en la punta del tricornio del<br />

jefe de las tropas. Más se sorprende el narrador, quien, no teniendo la fe<br />

de sus personajes, observa el fenómeno de la fe desde fuera y lo califica de<br />

maravilloso.<br />

Aquí viene a cuento nuevamente don Quijote. Si nuestro caballero andante<br />

ve gigantes donde su escudero solo ve molinos de viento es porque<br />

semejantes enemigos, en los que no cree Sancho, tienen existencia real<br />

para don Quijote; por ello los embiste. Considerarlos maravillosos sería<br />

tanto como poner en entredicho la fuerza de la fe que los objetiva. Don<br />

Quijote no arremete contra fantasmas, qué va, sino contra descomunales<br />

adversarios de carne y hueso. Y es después del ataque, del que tan mal<br />

librado sale, cuando él mismo da una explicación maravillosa al suceso,<br />

aunque ofrecida con toda naturalidad: su enemigo hechicero no ha trocado<br />

los molinos en gigantes, sino los gigantes en molinos, para su escarnio<br />

y desprestigio. Pero el caballero no se sorprende de esta mutación,<br />

si bien la sabe sobrenatural; el sorprendido es Sancho, que no participa<br />

de la fe de su señor. No ha visto a los mentados gigantes ciertamente,<br />

pero sí la vehemencia con que fueron atacados.<br />

Como Sancho, Carpentier se sorprende de todo aquello que rebasa<br />

o contradice los dictados de la razón. Le parece prodigiosa la realidad<br />

americana solo en la medida en que no pasa por el tamiz del pensamiento<br />

cartesiano. Este es, precisamente, el punto de partida de su discurso<br />

paródico, que se despliega, cada vez con mayor intensidad, a lo largo de<br />

10 Alejo Carpentier, El reino de este mundo, p. 11.


204 GONZALO CELORIO<br />

su obra. No obstante profesar que lo maravilloso está en la realidad americana,<br />

su referente es, fundamentalmente, la cultura europea, y América<br />

se presenta, por tanto, como una parodia de Europa.<br />

Hemos dicho que Carpentier pretende contar la historia de América<br />

desde América, pero que inevitablemente la supedita a los paradigmas<br />

europeos, en buena medida porque su narrador no comparte la fe de sus<br />

personajes. Que este se sorprenda de lo que para ellos no es sorprendente<br />

revela de manera inequívoca su condición exógena. Cervantes, en<br />

cambio, no pretende relatar las aventuras de don Quijote desde la óptica<br />

del caballero —o, por lo menos, no exclusivamente desde esa óptica—,<br />

sino que introduce, en concomitancia con las visiones de su ingenioso<br />

hidalgo, la visión del escudero. Ambos puntos de vista se oponen y se<br />

complementan. Pero no solo eso, sino que también se influencian recíprocamente,<br />

con lo que se opera el proceso de quijotización de Sancho<br />

y de sanchificación de don Quijote señalado por Madariaga. 11 Gracias<br />

a esta actitud narrativa incluyente e imparcial, Cervantes logra fusionar<br />

en su obra dos dimensiones en principio antagónicas de la condición<br />

humana: la cordura y la locura, la vigilia y el sueño, el pragmatismo y el<br />

ideal caballeresco, y todas aquellas antinomias que pudieran cobijarse al<br />

amparo de los términos real y maravilloso. Dándoles cabida como entidades<br />

diferentes y opuestas, Miguel de Cervantes acabó por unirlas; Alejo<br />

Carpentier, en cambio, tratando de unirlas, acabó por separarlas, muy a<br />

pesar suyo y muy a pesar de su manifiesta devoción cervantina.<br />

11 Véase Salvador de Madariaga, Guía del lector del Quijote. Ensayo psicológico sobre el Quijote,<br />

Madrid, Espasa-Calpe, 1926; sobre todo, los caps. vII y vIII: “La quijotización de Sancho” y “La<br />

sanchificación de Don Quijote”, respectivamente, pp. 151 ss. (N. del ed.)


CINCUENTA AÑOS <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> PUBLICACIÓN<br />

<strong>DE</strong> <strong>LA</strong> NOVE<strong>LA</strong> PEDRO PÁRAMO<br />

<strong>DE</strong>L ACADÉMICO JUAN RULFO *<br />

[EN HOMENAJE A PEDRO PÁRAMO]<br />

[205]<br />

Alí CHUMACERO<br />

Hace casi 20 años, en enero de 1986, Juan Rulfo, después de haber realizado<br />

una parca pero admirable obra literaria, abandonó el juego de los<br />

vivos para entregarse al ámbito de lo eterno. Frutos de su talento, nos<br />

dejó unos cuantos libros que lo hacen presente siempre y que siempre<br />

defenderán la supervivencia de su nombre en las generaciones futuras.<br />

En su trabajo —hondo, insinuante, lírico— no olvidó nunca, por encima<br />

de anhelos y contratiempos, mostrar su conciencia y su pasión por<br />

el solar nativo. En esas páginas dibuja el amor por la tierra, el apego a las<br />

costumbres que sustentan nuestra conducta y, de manera premeditada y<br />

empeñosa, reanima las estampas de su origen regional. En Jalisco, y muy<br />

particularmente en el Jalisco de los humildes, el Jalisco rural, donde las<br />

tradiciones resuenan como pasos llegados de otras épocas, el gran escritor<br />

descubrió, y nos hizo conocer, un universo que, a pesar de serle afín,<br />

suscitaba contradicciones dentro de su alma.<br />

Sus textos figuran entre los más significativos dentro de las letras que<br />

proyectan algo de nuestro carácter. No me refiero al carácter nacional<br />

ni menos al vigor patrio o a algún tema parecido, sino a los matices, a<br />

los rasgos y a la razón y sinrazón de nuestro espíritu. Porque la prosa de<br />

Juan Rulfo, inmersa a menudo en un ambiente de lucidez poética, no<br />

* Los discursos de este homenaje fueron leídos en la sesión pública celebrada en Casa Lamm<br />

el 27 de octubre de 2005.


206 ALí CHUMACERO<br />

es solo la imagen del espíritu; es el espíritu mismo. Verdad es que no<br />

resultan optimistas sus reflexiones. Con justicia, Ramón Rubín habló<br />

de “literatura del desaliento”. No es otra su intención. Su obra —indica<br />

Mónica Manssur— “es una urdimbre de ecos, piedras que rebotan sin<br />

cesar contra las laderas de un barranco, de manera que las ondas sonoras<br />

se cruzan una y otra vez para crear armonías y disonancias”. Y no menos<br />

preciso fue Rulfo, en una entrevista, de las dos o tres que se animó a<br />

conceder, cuando dijo:<br />

Somos criminales por nacimiento. La presencia de la muerte en Pedro Páramo<br />

no fue accidental. Fue simplemente una consecuencia de la atmósfera de<br />

la obra. Los lugares donde situé Pedro Páramo son una zona casi despoblada<br />

por la revolución cristera. Yo nací en esa zona y esos personajes me quedaron<br />

grabados en la memoria. Cuando una vez volví, me di cuenta de que allí<br />

solo vivía la muerte y había voces vivas que eran las que yo guardaba de mi<br />

infancia.<br />

Esas voces, perdidas en el laberinto de los primeros años, se tornaron<br />

en el misterio de la palabra escrita.<br />

El reconocimiento de tales experiencias al surgir en sus recuerdos revela<br />

un aspecto de la situación social prevaleciente entonces en varias<br />

regiones del país, dominadas por la voluntad de un solo hombre: el cacique.<br />

Pedro Páramo, dueño de honras y haciendas, desde el retiro de su<br />

casa aprovecha los afanes de la tierra y de quienes en ella trabajan. En<br />

semejante escenario, el drama de los hombres y mujeres —siempre a un<br />

paso de la muerte cuando no en la muerte misma— se halla entretejido<br />

en distintos planos temporales donde la imaginación oscila del realismo<br />

a la fantasía y del relato crudo a la desleída evocación.<br />

Pedro Páramo se presenta, con apariencia realista, como la historia de<br />

un cacique, pero en verdad es el relato de un pueblo: de una aldea muerta<br />

en donde todos están muertos. Como una emanación, por sus calles<br />

caminan las ánimas del Purgatorio y el viento hace viajar los ecos de<br />

un tiempo que se ha petrificado. Comala “representa el común deno-


HOMENAjE A pedro páramo 207<br />

minador de los pueblos abandonados a su suerte —señala Carlos Monsiváis—,<br />

con curas cuya debilidad termina arrastrándolos a la guerrilla<br />

reaccionaria, con parejas incestuosas que desafían la reprobación”.<br />

Rulfo crea así un mundo erigido en oscuras preferencias, descrito con<br />

eficacia y llevado por el ímpetu de la fatalidad. El desplome de lo que es<br />

imposible evitar, el cumplimiento del destino, la invariable sucesión de<br />

los acontecimientos acaecen sin otra esperanza que la aceptación. “Si los<br />

personajes que aparecen en los cuentos de El llano en llamas son hombres-sombras,<br />

en Pedro Páramo se convierten en fantasmas”, ha dicho<br />

Emmanuel Carballo. Son personas fuertemente imaginadas pero apenas<br />

en contacto con la realidad. En cierta ocasión Rulfo confesó: “Solo sé<br />

que utilizo más la imaginación que los hechos reales, pues considero que<br />

la realidad tiene límites propios que la mantienen alejada del estilo literario”.<br />

Sabemos que la prosa es el arma de la razón, mientras que la poesía es<br />

solo un reflejo del incendio intuitivo. Pero también sabemos que conducir<br />

la prosa o la poesía hasta sus extremos significa conducirla al recinto<br />

de la ineficacia estética. Esto indica que la prosa debe pervertirse con<br />

el fulgor de la poesía, y esta ha de afirmarse en algunos engaños de la<br />

prosa.<br />

A este respecto, las teorías de Juan Rulfo eran menos evasivas que<br />

sus escritos. Sentía que la autenticidad de lo narrado, lo que le prestaba<br />

impulso, provenía de un arranque de la intuición, de un saber sentir una<br />

realidad y un saber expresarla, porque no intentaba acomodar agradablemente<br />

las palabras sino encontrar la forma decisiva, como una disposición<br />

interna condicionada directamente por la sensibilidad. Y, sobre<br />

todo, escribir era para él una fiesta de los sentidos: tocar, oír, oler, gustar<br />

y ver son el principio elemental de su fuerza creadora. A la vez, su creencia<br />

en el valor independiente del arte nunca se desvirtuó. La literatura<br />

“es una mentira que dice la verdad. Pero hay diferencia importante entre<br />

la mentira y la falsedad. Cuando se falsean los hechos se nota enseguida<br />

lo artificioso de una situación. Pero un libro es una realidad en sí, aun-


208 ALí CHUMACERO<br />

que mienta respecto de otra realidad”. Sobre esa concepción, fundada<br />

en esas ideas, su novela es un descubrimiento, una relación insólita entre<br />

el escritor y aquello que lo rodea. Allí la obra creada se concreta en los<br />

límites de sí misma; es decir, se basta a sí misma y en sí misma reconoce<br />

su validez.<br />

En sus páginas, la magia del arte rulfiano, su presencia inolvidable,<br />

permanecerá constante, firme, mientras perdure la lengua castellana.<br />

I<br />

EN EL CINCUENTENARIO <strong>DE</strong> PEDRO PÁRAMO<br />

<strong>LA</strong>S C<strong>LA</strong>vES <strong>DE</strong> UNA bIOGRAfíA<br />

Arturo AZUE<strong>LA</strong><br />

Este mismo año, a medio siglo de Pedro Páramo, se publicó un texto<br />

fundamental en torno a una etapa de nuestra crítica literaria: La recepción<br />

inicial de Pedro Páramo, del investigador Jorge Zepeda. Este espléndido<br />

trabajo, tal como lo afirma Dietrich Rall en el Prefacio, ratifica no solo la<br />

vigencia de los estudios de recepción, sino la urgencia de seguir examinando<br />

el porvenir de la teoría y sus múltiples aplicaciones posibles. En<br />

Guadalajara, tuve la oportunidad de intervenir en la presentación de este<br />

ambicioso texto —cerca de 400 páginas— indudablemente innovador,<br />

pues ha enriquecido la propuesta metodológica y ha propiciado nuevos<br />

resultados literarios. Pero más allá de argumentos teóricos, el libro de<br />

Zepeda me hizo recordar muchas anécdotas, historias desconocidas, casi<br />

clandestinas, en torno a los avatares de una vida tan compleja como la de<br />

Juan Rulfo.<br />

Lo conocí, allá por el año 60, en una buhardilla de la Zona Rosa,<br />

con los artistas Lázaro Blanco y Alejandro Parodi. Fue una noche de


208 ALí CHUMACERO<br />

que mienta respecto de otra realidad”. Sobre esa concepción, fundada<br />

en esas ideas, su novela es un descubrimiento, una relación insólita entre<br />

el escritor y aquello que lo rodea. Allí la obra creada se concreta en los<br />

límites de sí misma; es decir, se basta a sí misma y en sí misma reconoce<br />

su validez.<br />

En sus páginas, la magia del arte rulfiano, su presencia inolvidable,<br />

permanecerá constante, firme, mientras perdure la lengua castellana.<br />

I<br />

EN EL CINCUENTENARIO <strong>DE</strong> PEDRO PÁRAMO<br />

<strong>LA</strong>S C<strong>LA</strong>vES <strong>DE</strong> UNA bIOGRAfíA<br />

Arturo AZUE<strong>LA</strong><br />

Este mismo año, a medio siglo de Pedro Páramo, se publicó un texto<br />

fundamental en torno a una etapa de nuestra crítica literaria: La recepción<br />

inicial de Pedro Páramo, del investigador Jorge Zepeda. Este espléndido<br />

trabajo, tal como lo afirma Dietrich Rall en el Prefacio, ratifica no solo la<br />

vigencia de los estudios de recepción, sino la urgencia de seguir examinando<br />

el porvenir de la teoría y sus múltiples aplicaciones posibles. En<br />

Guadalajara, tuve la oportunidad de intervenir en la presentación de este<br />

ambicioso texto —cerca de 400 páginas— indudablemente innovador,<br />

pues ha enriquecido la propuesta metodológica y ha propiciado nuevos<br />

resultados literarios. Pero más allá de argumentos teóricos, el libro de<br />

Zepeda me hizo recordar muchas anécdotas, historias desconocidas, casi<br />

clandestinas, en torno a los avatares de una vida tan compleja como la de<br />

Juan Rulfo.<br />

Lo conocí, allá por el año 60, en una buhardilla de la Zona Rosa,<br />

con los artistas Lázaro Blanco y Alejandro Parodi. Fue una noche de


EN EL CINCUENTENARIO <strong>DE</strong> pedro páramo 209<br />

discusiones sobre tal o cual cámara, los ángulos y las perspectivas, los<br />

claroscuros y las mejores lentes. Ya en la madrugada, después de sus largos<br />

silencios, Juan Rulfo nos dio una cátedra del arte de la fotografía en<br />

blanco y negro. Desde entonces, frecuenté la amistad con el creador de<br />

Pedro Páramo, en aquellos tiempos difíciles en que muchos de sus amigos<br />

no reconocían todavía su obra. Solo estaba agradecido con Edmundo<br />

Valadés, el primero y el único, un ojo visionario que nadie ponía en<br />

tela de juicio.<br />

Por Insurgentes Sur, a partir de 1965, en la librería El Ágora, que dirigía<br />

Pepe Taylor —pilar fundamental de las primeras Ferias del Libro<br />

de Minería—, con José Luis González, Tito Monterroso, Fernando Benítez,<br />

Henrique González Casanova, Jaime Sabines, Santiago Genovés,<br />

entre otros, nos reuníamos con Juan Rulfo a platicar de dioses y demonios,<br />

de viejas y nuevas figuras de nuestra cultura y de tantos desfiguros<br />

de los políticos mexicanos. Eran tiempos de represiones y rebeldías, y<br />

Rulfo siempre estuvo presente en la primera línea. Se acercaba el 68.<br />

A lo largo de 25 años, lo escuché con la atención de un lector que no<br />

se cansaba de releer su obra, pero que jamás le hizo preguntas polémicas,<br />

indiscretas, molestas o las muy propias de “espíritus exquisitos”. Al enterarse<br />

de que yo era un músico fracasado y profesor de Matemáticas de<br />

su hija en la preparatoria de Coyoacán, me ofreció el descubrimiento de<br />

afinidades musicales. Su cultura musical tenía raíces clásicas —amante<br />

del barroco, de Vivaldi, de Telemann, de Bach, de Scarlatti— y era un<br />

apasionado de los vanguardistas. En El Ágora, muchas tardes, lo acompañé<br />

a seleccionar discos o casetes sobre los compositores más avanzados<br />

de la música dodecafónica. Poco a poco, me contó que su formación<br />

musical se inició en orfanatos, seminarios, escuelas de instrumentistas y,<br />

en sus tiempos, en el Teatro Degollado de Guadalajara.<br />

Así como hablaba de Hindemith o de Debussy, se detenía en las obras<br />

fundamentales de Stravinsky o de Schöemberg. Como pocos melómanos,<br />

sabía de las partituras de la música concreta y de sus mejores intérpretes.<br />

Jamás he tenido la oportunidad de ver su colección particular


210 ARTURO AZUE<strong>LA</strong><br />

—muy preciada para él—, pero estoy seguro de que nos mostraría una<br />

faceta muy poco estudiada de la cultura de Rulfo.<br />

Al viajar con él de una ribera a otra, en medio de silencios y frases entrecortadas,<br />

de sus Delicados a su agua mineral, Rulfo se apasionaba al<br />

hablar de los escritores nórdicos, sus favoritos, los que lo guiaron hacia<br />

una narrativa sin veladuras y a tocar las depravaciones, la maledicencia,<br />

los desgarramientos y las angustias más profundas del ser humano. Me<br />

regaló una vieja edición de El enano de Par Lagerkvist, obra que se refería<br />

a ese tránsito turbulento de la Edad Media al Renacimiento. Después,<br />

con gran conocimiento, como si fueran sus autores de cabecera, conversaba<br />

de Ian Mail, Hauptmann, Sillanpää y Bjøernson.<br />

En una ocasión, por las Ramblas de Barcelona, antes de un encuentro<br />

con Carlos Barral, me enseñó un libro de Charles Ferdinand Ramuz —Si<br />

el sol no volviera—, que acababa de comprar en una librería de Paseo de<br />

Gracia. Agregó que, durante muchos años, leyó a Ramuz, escritor suizo,<br />

con una obra vinculada con la tierra, con el lenguaje del pueblo y de<br />

personajes de extraños destinos, sin olvidar jamás el tema universal del<br />

destierro. Espanto en la montaña era una de las novelas que más había estudiado<br />

de aquel autor de culto, casi clandestino. Desde luego que todos<br />

estos escritores nórdicos, incluyendo a Selma Lagerlöf y Knut Hamsun,<br />

estaban ligados a su preparación literaria, a una constelación de creadores<br />

que quizá él conocía mejor que nadie en el mundo de nuestra lengua.<br />

Los armarios culturales de Juan Rulfo eran muy sorpresivos y de muy<br />

variada naturaleza. De novelas mexicanas hablaba de Tomóchic, El resplandor,<br />

Los cristeros, Anticipación a la muerte, ¡Vámonos con Pancho Villa!,<br />

El luto humano, Cartucho, Hombres en tempestad y El águila y la serpiente.<br />

Conocía y admiraba a Guimarães Rosa y a José María Arguedas. Un<br />

tema que llevaba en las venas, en los altibajos de la circulación, era el de<br />

la Guerra Cristera. Platicaba de colgados, de la ley fuga, de paredones. La<br />

sufrió en su adolescencia, y por eso mismo aparece en muchas de sus páginas.<br />

Conocía de corridos, de himnos religiosos, de curas y federales, de<br />

los alzados y los perseguidos, y no digamos de autores como Fernando


EN EL CINCUENTENARIO <strong>DE</strong> pedro páramo 211<br />

Robles y José Guadalupe de Anda, hoy olvidados. Pasaba de Los bragados<br />

a Sucedió ayer y de Juan del riel a Desbandada, San Gabriel de Valdivias<br />

y La negra Angustias. El lenguaje del jalisciense lo manejaba mejor que<br />

nadie.<br />

Otra de las obsesiones de Rulfo era la divulgación y la mejor comprensión<br />

de los cronistas de Indias. Muchas veces lo visité en su cubículo<br />

del Instituto Nacional Indigenista. No se cansaba de enseñarme una<br />

edición de la vida y hechos de Nuño de Guzmán, documento sobre la<br />

historia de la Nueva Galicia, con el prólogo y la selección que él mismo<br />

había hecho. Se detenía en Motolinía, Las Casas, Sahagún, y admiraba a<br />

Vasco de Quiroga, Ercilla, Montesinos y el Inca Garcilaso. Él insistía en<br />

los primeros cronistas de Occidente y en las biografías del padre Kino y<br />

de fray Junípero Serra. Recuerdo muy bien sus elogios al libro de Alfredo<br />

López Austin sobre el cuerpo humano en el mundo náhuatl. Estaba<br />

orgulloso del catálogo de las obras que había publicado en el Indigenista.<br />

La vida, desafortunadamente, no le ofreció la oportunidad de enriquecer<br />

ese proyecto que traía en la mente desde sus tiempos de colaborador en<br />

la revista Pan, con Juan José Arreola y Antonio Alatorre. Por cierto que<br />

sería interesante un ensayo —más para un psicoanalista que para un literato—<br />

en torno a la compleja relación de Rulfo con estos dos escritores<br />

de Jalisco. ¿Por qué Rulfo no quiso saber nada de ellos en los últimos<br />

años de su vida?<br />

Inseparables el melómano y el artista de la cámara, el bibliófilo y el<br />

crítico certero, no le gustaban los eruditos ni los cultísimos, los ilustrísimos<br />

versados; era de pocas frases, aislado en sus últimos tiempos pero<br />

siempre con el dardo en la palabra. Faltan todavía muchos estudios sobre<br />

la vida atractiva de Rulfo, su amistad por ejemplo con Efrén Hernández,<br />

Marco Antonio Millán, Fernando Benítez, Salvador Elizondo,<br />

Heraclio Zepeda, Carlos Montemayor, y las historias de las entrevistas<br />

que concedió a escritores de América y España —Daniel Sueiro, Juan<br />

Cruz, Graciela Carminatti, Mempo Giardinelli, Eric Nepomuceno—, y<br />

sus encuentros con Juan Rejano, Alberto Isaac, Luis Buñuel, Daniel Mo-


212 ARTURO AZUE<strong>LA</strong><br />

yano, Carlos Barral, Carlos Blanco Aguinaga, Jorge Ruffinelli y Antonio<br />

di Benedetto.<br />

Los valores universales de la obra de Rulfo son intrínsecos, “no le<br />

vienen de fuera, están dentro”. Por eso mismo, las alabanzas y los vituperios,<br />

a estas alturas, no lo inquietan ni le hacen el menor daño. Su arte<br />

fotográfico, alrededor del mundo, es una de sus claves culturales dignas<br />

de admiración. Apenas estamos en el principio —en “la recepción inicial<br />

de Pedro Páramo”, para dar un ejemplo excepcional—, en el análisis de<br />

una biografía, con sus misterios, sus gavetas desconocidas, sus dones y<br />

sus milagros, al amparo de una cultura extraordinariamente original, ajena<br />

a cartabones y paradigmas preconcebidos.<br />

II<br />

SUSANA SAN jUAN<br />

Uno de los mejores homenajes que podemos rendirle a Juan Rulfo, en<br />

los 50 años de Pedro Páramo, es un acercamiento a sus personajes femeninos.<br />

En esta novela, ya clásica, quizá la de mayor repercusión mundial<br />

del siglo XX mexicano, las mujeres ocupan un lugar esencial, ya como<br />

desposeídas o rencorosas, ya como muertas encargadas de resucitar los<br />

viejos tiempos o entregadas sin reticencia al derecho de pernada.<br />

Desfilan muchas, pero una sola es la protagonista: Susana San Juan.<br />

Entre Dolores, Damiana, Felicitas, Chona, Juliana, Dorotea, Eduviges,<br />

Donis, Justina, es Susana San Juan la mujer esperada, deseada, soñada, la<br />

que se bañaba en el río con Pedro Páramo cuando eran niños.<br />

Lentamente, en una página aquí y otra allá, se va recreando la historia<br />

de una mujer que amaba profundamente el mar. “En el mar solo me sé<br />

bañar desnuda...” Hija de Bartolomé San Juan, minero de la costa, sabe<br />

que ella está en otro mundo.<br />

San Juan, el apellido, es el de “El Precursor”, el de las aguas, el que<br />

bautizó al Señor. El Juan significa ‘hombre de pueblo, buen hombre, un<br />

sencillote’. Y Susana es una mujer célebre por su belleza y castidad. Qui-


EN EL CINCUENTENARIO <strong>DE</strong> pedro páramo 213<br />

zá sin saberlo, como sucede tantas veces, el creador prestó más atención<br />

al nombre musical que a sus originales atributos.<br />

En Comala, en la Media Luna, esa mujer alcanza la celebridad y demuestra<br />

que solo se entregó a un hombre. Después de la pérdida, la razón<br />

se nubla y ella solo ve visiones, “metida siempre en su cuarto, durmiendo<br />

y, cuando no, como si durmiera”. Pedro Páramo, el del pulso<br />

seguro para dar órdenes de matar, no puede ni tocar el cuerpo de Susana,<br />

solo la mira y cuenta los segundos de aquel nuevo sueño.<br />

Tantos años espera, tantos esfuerzos para traerla a la Media Luna, y se<br />

encuentra con una mujer en el delirio, una mujer rebelde, insumisa, en<br />

ese recuerdo perenne, intenso de tantas cosas. Este rechazo al hombre<br />

dominante, al dueño de vidas y haciendas, al último cacique en tierra de<br />

infinitos horizontes, es único en la narrativa universal.<br />

Entrometido el único amor en sus sueños, ella afirma que este mundo<br />

es el infierno, la vida es un pecado, pero afortunadamente hay recuerdos<br />

para recrear su propio cuerpo cuando se sentía a gusto sobre el calor de<br />

la arena, “los brazos abiertos, desdobladas las piernas a la brisa del mar”.<br />

Todavía hermosísima, después de tantos años, tirada entre sus sábanas,<br />

él solo la mira y no imagina que ella está en sus visiones, con aquel otro<br />

hombre, joven, el que la siguió desde el primer día, desnudo también,<br />

“fosforescente al salir del mar”.<br />

Es tan importante la presencia de Susana San Juan que, con todo y revoluciones<br />

—la última es la Cristera—, Pedro Páramo le pierde interés al<br />

mundo, como si la ausencia de entrega de aquella mujer alucinada fuera<br />

el presagio de la decadencia y la desolación en la Media Luna. Es como<br />

la presencia de la venganza de todas las mujeres violadas, engañadas,<br />

golpeadas, sojuzgadas por ese rencor vivo que es Pedro Páramo.<br />

En todo Comala hay fiestas, hay jolgorio por todas partes, al saberse<br />

que Susana San Juan se está muriendo. Ella se aferra al mar: “moja mis<br />

rodillas, mis muslos…”, “entonces me hundo en él, entera…” El erotismo<br />

más refinado nos lo presenta Juan Rulfo a través del delirio infinito<br />

de Susana San Juan. Antes de morir, de sentir el puñal que se hunde en


214 ARTURO AZUE<strong>LA</strong><br />

su cuerpo, todavía nos dice Pedro Páramo: “se me perdían los ojos mirándote…”<br />

<strong>LA</strong> POESÍA <strong>DE</strong> JUAN RULFO<br />

Vicente qUIRARTE<br />

Desde su nombre, breve y arisco, Juan Rulfo sintetiza nuestra accidentada<br />

geografía física y nuestra aún más compleja geografía interior. Evocarlo,<br />

convocarlo, transformarlo, es obligación incuestionable de quien<br />

al leerse en su obra reconoce sus raíces y el llamado de sus propios fantasmas.<br />

La inmediata adhesión a su trabajo nace de nuestro inmediato<br />

reconocimiento de seres y cosas de la tierra que él supo descifrar.<br />

A Pedro Páramo lo vence el imposible amor hacia Susana San Juan.<br />

Juan Rulfo fue vencido por el peso de su obra mayor. Vencido y victorioso,<br />

porque al coro maledicente que se levanta para reprocharle no haber<br />

escrito más, responde el brillo de larga duración de sus dos libros perfectos.<br />

En una sociedad amenazada, cuando no dominada, por la tecnocracia<br />

que ofrece productos concebidos para el fácil consumo y no para<br />

enfrentar la sangre, el sudor y las lágrimas, únicas materias dignas de<br />

convertirse en arte, la obra de Rulfo es uno de los monumentos mayores<br />

del idioma. Como todos aquellos que conmemoran los triunfos de nuestro<br />

ser colectivo, pasamos ante él con una admiración que, para fortuna<br />

suya y nuestra, no interrumpe el diálogo generativo con su escritura.<br />

Inevitable resulta la hipérbole de que su novela es la más perfecta entre<br />

nosotros y que en su libro de cuentos el todo es superior a las partes, y<br />

cada una se estructura como un pequeño universo, poderoso y autónomo,<br />

poblado de estrellas brillantes en su misteriosa estructura. En una de<br />

las escasas intervenciones públicas que el hermetismo rulfiano permitió<br />

hacer a su autor, este refirió que hay tres temas: la vida, la muerte y el


214 ARTURO AZUE<strong>LA</strong><br />

su cuerpo, todavía nos dice Pedro Páramo: “se me perdían los ojos mirándote…”<br />

<strong>LA</strong> POESÍA <strong>DE</strong> JUAN RULFO<br />

Vicente qUIRARTE<br />

Desde su nombre, breve y arisco, Juan Rulfo sintetiza nuestra accidentada<br />

geografía física y nuestra aún más compleja geografía interior. Evocarlo,<br />

convocarlo, transformarlo, es obligación incuestionable de quien<br />

al leerse en su obra reconoce sus raíces y el llamado de sus propios fantasmas.<br />

La inmediata adhesión a su trabajo nace de nuestro inmediato<br />

reconocimiento de seres y cosas de la tierra que él supo descifrar.<br />

A Pedro Páramo lo vence el imposible amor hacia Susana San Juan.<br />

Juan Rulfo fue vencido por el peso de su obra mayor. Vencido y victorioso,<br />

porque al coro maledicente que se levanta para reprocharle no haber<br />

escrito más, responde el brillo de larga duración de sus dos libros perfectos.<br />

En una sociedad amenazada, cuando no dominada, por la tecnocracia<br />

que ofrece productos concebidos para el fácil consumo y no para<br />

enfrentar la sangre, el sudor y las lágrimas, únicas materias dignas de<br />

convertirse en arte, la obra de Rulfo es uno de los monumentos mayores<br />

del idioma. Como todos aquellos que conmemoran los triunfos de nuestro<br />

ser colectivo, pasamos ante él con una admiración que, para fortuna<br />

suya y nuestra, no interrumpe el diálogo generativo con su escritura.<br />

Inevitable resulta la hipérbole de que su novela es la más perfecta entre<br />

nosotros y que en su libro de cuentos el todo es superior a las partes, y<br />

cada una se estructura como un pequeño universo, poderoso y autónomo,<br />

poblado de estrellas brillantes en su misteriosa estructura. En una de<br />

las escasas intervenciones públicas que el hermetismo rulfiano permitió<br />

hacer a su autor, este refirió que hay tres temas: la vida, la muerte y el


<strong>LA</strong> pOESíA <strong>DE</strong> jUAN RULfO 215<br />

amor. La vida, desesperadamente defendida por el sexagenario de “Diles<br />

que no me maten”; la muerte, poderosa y ambigua en los murmullos<br />

que pueblan Pedro Páramo; el amor que, imposible o logrado, es la única<br />

posibilidad de salvación para el cacique que en Susana San Juan tiene su<br />

propio purgatorio y sus contadas visiones del Paraíso. En último caso,<br />

el único y poderoso enigma es el de la muerte, pues todas las demás acciones<br />

que emprendemos están determinadas por el fulgor de ese astro<br />

ennegrecido.<br />

Rulfo es una caja de resonancia de voces nacidas con la sangre, un inventario<br />

de expresiones donde la magia y la realidad se dan la mano para<br />

enfrentar el desamparo. Sus personajes se hallan permanentemente al<br />

borde del abismo y sus hazañas no son las del guerrero o el santo, seres<br />

excepcionales que en su respectivo heroísmo superan a sus semejantes,<br />

sino animales enfrentados a lo que de más humano tienen, esa contradicción<br />

donde la cólera es hermana de la ternura y el amor se afila en el<br />

esmeril de la muerte. Ante la lectura de Rulfo experimentamos un temblor<br />

próximo al enfrentamiento con lo sagrado porque en sus palabras<br />

imantadas, en su sabia elementalidad, hay la misma misteriosa sensación<br />

de grandeza y desamparo, de terror y placer, que provoca entrar en una<br />

catedral, asomarse a un barranco o mirar el chorro seminal de la Vía<br />

Láctea sobre nosotros, una noche cuando sobre la tierra se han apagado<br />

las otras luces.<br />

Desde la primera edición de sus dos obras, Rulfo alcanzó la peligrosa<br />

y resbaladiza definición de escritor clásico. En vida, vio sus letras convertirse<br />

en materia de estudio en universidades y en lectura obligatoria<br />

en escuelas de enseñanza media. Tal reconocimiento no provenía de<br />

hábiles campañas publicitarias, sino de la conciencia colectiva que reconoce<br />

en el escritor y su obra una modificación radical no solo de su<br />

forma de expresión sino en su manera de concebir el mundo. Prueba de<br />

la originalidad de la obra rulfiana es el hecho de que no solo los críticos<br />

sino en primer lugar los escritores notaron el peso de la obra, como lo<br />

señalaron en su momento Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti y


216 vICENTE qUIRARTE<br />

Carlos Fuentes. Llamamos a Rulfo el más clásico de nuestros escritores<br />

modernos, y no existe carga semántica más impositiva para un autor. El<br />

escritor clásico —el que se convierte en modelo de la lengua, en la cabeza<br />

más visible de la tribu— debe sufrir, desde su ingreso en la batalla,<br />

las primeras heridas, el embate de las más fuertes avanzadas. Rulfo nos<br />

enseña a comprender el auténtico sentido de la palabra reconocimiento:<br />

como en el amor, la luz emanada por el objeto antagónico es tan poderosa,<br />

que tardamos en identificar el sujeto en su totalidad. Pedro Páramo<br />

tuvo que pasar por esta prueba de desconcierto inicial antes de convertirse,<br />

como el verdadero amor, en carne y sangre de nuestro patrimonio<br />

espiritual. En tal sentido es digna de mención la reseña escrita por nuestro<br />

poeta Alí Chumacero, quien al indicar las que le parecían debilidades<br />

de la novela, en realidad subrayaba su dimensión poética.<br />

Para bautizar el personaje central de su novela, Juan Rulfo acude al<br />

reino mineral de los sustantivos: Pedro Páramo: la inmovilidad y la permanencia<br />

de la piedra, la devastación de la tierra, la semilla frustrada. En<br />

esta exploración de la tierra estéril, Rulfo continúa una tradición mexicana<br />

y universal que, frente al horizonte de la posguerra, descubre un horizonte<br />

vacío. Al bautizar a su personaje Pedro Páramo, Rulfo se unía al<br />

coro que en un común aullido hallaba una mínima forma de solidaridad:<br />

Páramo es el título de una novela que Rubén Salazar Mallén publica en<br />

1945, el mismo año en que aparece Páramo de sueños de Alí Chumacero.<br />

Unos años antes, la revista Contemporáneos había publicado la traducción<br />

que Enrique Munguía hizo del poema mayor de Eliot bajo el elocuente<br />

título “El Páramo”. Desde su escritorio, Rulfo demostraba que el verdadero<br />

e inalienable derecho del escritor es construir reinos imaginarios,<br />

donde él era campeón sin corona, pero al fin monarca, orquestador de<br />

las pasiones de sus personajes, explorador de la compleja sociedad mexicana<br />

que, sin abandonar sus costumbres feudales, se aventuraba, apasionada<br />

y ciega, en la aventura del siglo XX.<br />

Rulfo desilusiona públicamente a sus lectores, pero en esa desilusión<br />

se halla otra de sus grandes lecciones. Dos veces, cuando el país y la co-


<strong>LA</strong> pOESíA <strong>DE</strong> jUAN RULfO 217<br />

munidad intelectual reconocieron sus méritos, mediante el ingreso del<br />

escritor a la Academia Mexicana y el otorgamiento del Premio Nacional<br />

de Literatura, Rulfo se negó a utilizar esas tribunas para hablar de su<br />

persona o elaborar una poética. En ambos textos se percibe su necesidad<br />

de terminar pronto, de cumplir el ritual sin mayores aspavientos. Sin<br />

embargo, resulta altamente significativo que el lugar que le correspondió<br />

ocupar en la Academia haya sido el que anteriormente tenía el poeta José<br />

Gorostiza. En su breve discurso donde alude al autor de Muerte sin fin, a<br />

cada momento Rulfo menciona las “Notas sobre poesía”, donde seguramente<br />

encontraba semejanzas con sus propias búsquedas.<br />

Acaso una de las características más notables de Pedro Páramo es que<br />

se trata de una novela lírica donde prácticamente no hay adjetivos o, si<br />

los hay, siempre actúan violentando su dominio, exigiendo su sustancia,<br />

como en el caso del “aire azul” o los “oídos muchachos”, que recuerdan<br />

la audacia de López Velarde en metáforas como “la música cintura” o<br />

“los párpados narcóticos”. Mientras hay novelas como Los de abajo que<br />

derivan de la épica, y obras como Al filo del agua que lo hacen de la tragedia,<br />

Pedro Páramo pertenece a la clase de obras que, de acuerdo con<br />

la clasificación de Ralph Freedman, hallan en la poesía su árbol genealógico.<br />

Como recomendaba Ezra Pound, Rulfo escribe con la goma de<br />

borrar. Si Martín Luis Guzmán es entre los prosistas de nuestro siglo el<br />

mejor maestro de puntuación, Rulfo es el más apto verdugo de adjetivos.<br />

Rulfo supo y quiso llevar la exigencia hasta el extremo de que su novela<br />

tuviera la intensidad y el temblor de la poesía y obligarnos a recordar<br />

la frase que Stephane Mallarmé soltaba al leer un texto perfecto: “¿En<br />

verdad existe la prosa?” La respuesta la proporciona Rulfo, no con teorías<br />

sino con la práctica: existe la prosa cuando su cultivador se esfuerza<br />

en otorgarle significados originales, cuando detrás de cada palabra, entre<br />

cada frase y cada párrafo, palpita una carga de profundidad capaz de<br />

conmover el lecho de los mares.<br />

En varios instantes de la historia de la literatura, y no es excepción la<br />

mexicana, el escritor que prueba sus armas en otros géneros explora el


218 vICENTE qUIRARTE<br />

campo minado de la poesía. Los grandes prosistas han tenido, en algún<br />

momento de su proceso creativo, acercamientos apasionados con la poesía:<br />

Veamos el temblor poético y la intensidad emotiva del gran poema en<br />

prosa integrado por las memorias que Pedro Páramo tiene de Susana San<br />

Juan. Nótese la eficacia poética de esta construcción en prosa, tan próxima<br />

a la greguería: “El reloj de la iglesia dio las horas, una tras otra, como si<br />

se hubiera encogido el tiempo”. O esta maldición gitana, donde cada sustantivo<br />

resuena con la fuerza de los latidos del órgano central: “Intentará<br />

darte una puñalada en el corazón, pero te pedirá que tú le enseñes dónde<br />

tienes el corazón”. O este fragmento de Pedro Páramo, una verdadera concentración<br />

de los sentidos cuando Juan Preciado sale a la noche de agosto:<br />

No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo<br />

con las dos manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada<br />

vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para<br />

siempre. Digo para siempre.<br />

Pedro Páramo apuesta por la poesía porque no pone sus cartas a la<br />

belleza fácil ni a las figuras preconcebidamente efectivas. Con su visión<br />

certera de la fotografía y su pasión por el cine, Rulfo se convirtió en un<br />

asceta de las palabras. Mete al idioma en cintura; no lo encorseta, tratando<br />

de ocultar artificiosamente aquello que le sobra, sino lo hace sufrir,<br />

sudar; pule cada palabra hasta que queden “con la sonora oscuridad de<br />

huesos”, como quiere el poeta Francisco Hernández. Poética reticente<br />

la de Rulfo, como si en cada frase se tradujera la retórica de un paisaje<br />

interior.<br />

La obra de Juan Rulfo es tan breve, concisa y compacta como su nombre.<br />

Esas tres características, tan hermanas de aquellas exigidas por el<br />

padre de la literatura moderna, cuestionan el concepto de obra y obligan<br />

a pensar en el de obra-vida acuñado por Alain Borer para explicar el<br />

fenómeno llamado Arthur Rimbaud. Si el silencio de Rimbaud es hermano<br />

del silencio de Rulfo, algo más que esa negativa a escribir los une<br />

en su respectiva aventura terrestre. Las fotografías del joven Rulfo mues-


<strong>LA</strong> pOESíA <strong>DE</strong> jUAN RULfO 219<br />

tran a un muchacho de cabello indomable, delgado y triste, poderoso en<br />

su soledad inexpugnable. Si colocamos alguna de esas imágenes junto a<br />

la famosa fotografía tomada por Carjat al adolescente Rimbaud en 1871,<br />

el parecido físico, el lenguaje corporal, son notables. Las pasiones son,<br />

igualmente, paralelas. Rulfo amaba las caminatas, las alturas, la limpidez<br />

de las imágenes. Escalar la cima era el esfuerzo que sus músculos<br />

y su voluntad le exigían no para ponerse por encima de los demás sino<br />

para sobrepasarse a sí mismo. Rimbaud era amigo de cubrir grandes distancias,<br />

a pie o sobre el lomo de un camello, formas de comunión con<br />

una naturaleza donde no encontraría la paz, pero donde sí habría de hallar<br />

algunos instantes de comunión, que por su intensidad justificaban<br />

la vida. Tanto Rimbaud como Rulfo practicaron la fotografía y, acaso<br />

desconfiados de que otro robara su imagen al manipular el aparato, ellos<br />

mismos hicieron, como señala Fredéric-Yves Jeannet, retratos del artista<br />

como autorretratista, Rulfo en la cima de una montaña de Anáhuac, caballero<br />

de suéter y piolet, Rimbaud con la lujuria del paisaje africano a sus<br />

espaldas, convertido en el otro que defendió en su poesía y en su vida.<br />

La renuncia de Rimbaud a la literatura es más categórica que la de Rulfo,<br />

pero también, como Rulfo, antes de callarse y ofrendarse al silencio,<br />

modificó de una vez y para siempre la escritura y la manera de concebir<br />

el interminable oficio. Rulfo y Rimbaud son autores de dos estocadas<br />

que rasgan el telar de una literatura que necesita de esas violaciones que<br />

solo saben provocar los escritores que nacen cada siglo. Como Rimbaud,<br />

Rulfo modifica nuestros conceptos de escritor y de obra, y asesta un golpe<br />

de gracia al circo de tres pistas que exige de sus actores nuevos y más<br />

sorprendentes actos de malabarismo. “Preferiría no hacerlo.”<br />

Juan Rulfo, al igual que Rimbaud, demuestra con sus actos que el escritor<br />

es el menos intelectual de los trabajadores intelectuales. Puede servirnos<br />

como punto de partida para esta nueva paradoja. Rulfo comenzó<br />

a escribir en los ratos libres que le dejaban sus labores burocráticas<br />

y construyó su obra no para buscar la fama sino para romper el cerco<br />

que atenaza al auténtico creador. Formuló sus historias para demostrar


220 vICENTE qUIRARTE<br />

el triunfo de la imaginación sobre la grisura de los días. Escribió para<br />

comulgar mejor con el silencio, y lo hizo con la misma pasión con que<br />

practicó otras dos formas de salvación o de pérdida: el alpinismo y la<br />

fotografía. Como Pessoa dijo de la poesía, Rulfo podía afirmar del alpinismo<br />

que era su manera de estar solo. El tiempo es el mejor aliado de<br />

los puros y demuestra la solidez de su victoria: como Luis Cernuda, Juan<br />

Carlos Onetti o Ernesto Sábato, Juan Rulfo pertenece a ese linaje que<br />

defiende su individualidad y de tal modo pone en guardia a la especie<br />

contra los señuelos del poder y la fama. Con su obra y su actitud pública,<br />

Rulfo eligió el prestigio del que escribe exclusivamente aquello que desea<br />

y no cede ante los clamores de las furias porque está seguro de que al<br />

hacerlo se convertirá en estatua de sal. Por eso estamos aquí para decirle<br />

gracias y exigir cada vez nuevo fulgor a sus palabras.<br />

UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS<br />

Felipe GARRIDO<br />

Vuelvo a Pedro Páramo, en una lectura de tantas. Desatinadamente repito,<br />

como se repite un mantra, vine a Comala, vine a Comala, vine a Comala<br />

porque me dijeron... Mi primer ejemplar, de Letras Mexicanas, tiene<br />

escrito con lápiz, en la portadilla, mi nombre y un año, 1961. Lo cubren<br />

tantas notas que no sé qué quieren decir. En una de las guardas, con letra<br />

diminuta, anoté ahora 25 de mayo de 2005 y, en seguida, tres horas<br />

con 47 minutos. Es el tiempo que esta vez tardé en leer el libro. Nunca<br />

antes lo había leído así, sin soltarlo, sin más interrupción que subrayar<br />

alguna palabra, poner al margen alguna llamada —tampoco nunca antes<br />

me había interesado saber cuánto tiempo le dedicaba—.<br />

Marco, por ejemplo, un lugar donde dar constancia de lo ordinario, lo<br />

cotidiano, lo común, produce un tétrico sobresalto. Recién llegado a Comala,<br />

Juan Preciado tropieza con una mujer que se cubre con el rebozo:


220 vICENTE qUIRARTE<br />

el triunfo de la imaginación sobre la grisura de los días. Escribió para<br />

comulgar mejor con el silencio, y lo hizo con la misma pasión con que<br />

practicó otras dos formas de salvación o de pérdida: el alpinismo y la<br />

fotografía. Como Pessoa dijo de la poesía, Rulfo podía afirmar del alpinismo<br />

que era su manera de estar solo. El tiempo es el mejor aliado de<br />

los puros y demuestra la solidez de su victoria: como Luis Cernuda, Juan<br />

Carlos Onetti o Ernesto Sábato, Juan Rulfo pertenece a ese linaje que<br />

defiende su individualidad y de tal modo pone en guardia a la especie<br />

contra los señuelos del poder y la fama. Con su obra y su actitud pública,<br />

Rulfo eligió el prestigio del que escribe exclusivamente aquello que desea<br />

y no cede ante los clamores de las furias porque está seguro de que al<br />

hacerlo se convertirá en estatua de sal. Por eso estamos aquí para decirle<br />

gracias y exigir cada vez nuevo fulgor a sus palabras.<br />

UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS<br />

Felipe GARRIDO<br />

Vuelvo a Pedro Páramo, en una lectura de tantas. Desatinadamente repito,<br />

como se repite un mantra, vine a Comala, vine a Comala, vine a Comala<br />

porque me dijeron... Mi primer ejemplar, de Letras Mexicanas, tiene<br />

escrito con lápiz, en la portadilla, mi nombre y un año, 1961. Lo cubren<br />

tantas notas que no sé qué quieren decir. En una de las guardas, con letra<br />

diminuta, anoté ahora 25 de mayo de 2005 y, en seguida, tres horas<br />

con 47 minutos. Es el tiempo que esta vez tardé en leer el libro. Nunca<br />

antes lo había leído así, sin soltarlo, sin más interrupción que subrayar<br />

alguna palabra, poner al margen alguna llamada —tampoco nunca antes<br />

me había interesado saber cuánto tiempo le dedicaba—.<br />

Marco, por ejemplo, un lugar donde dar constancia de lo ordinario, lo<br />

cotidiano, lo común, produce un tétrico sobresalto. Recién llegado a Comala,<br />

Juan Preciado tropieza con una mujer que se cubre con el rebozo:


UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS 221<br />

—¡Buenas noches! —me dijo.<br />

La seguí con la mirada. Le grité:<br />

—¿Dónde vive doña Eduviges?<br />

Y ella señaló con el dedo:<br />

—Allá. La casa que está junto al puente.<br />

Me di cuenta que su voz estaba hecha de hebras humanas, que su boca<br />

tenía dientes y una lengua que se trababa y destrababa al hablar, y que sus<br />

ojos eran como todos los ojos de la gente que vive sobre la tierra.<br />

Unas páginas adelante, confirmo algo que entreví en una lectura anterior.<br />

Al principio de la novela, la abuela de Pedro Páramo, niño todavía,<br />

le ordena:<br />

Sería bueno que fueras a ver a doña Inés Villalpando y le pidieras que nos lo<br />

fiara para octubre. Se lo pagaremos en las cosechas.<br />

Leo un rato después, en uno de los últimos fragmentos:<br />

La madre de Gamaliel Villalpando, doña Inés, barría la calle frente a la tienda<br />

de su hijo, cuando llegó y, por la puerta entornada, se metió Abundio<br />

Martínez.<br />

Antes no lo había visto: la mujer que al final de la novela le vende al<br />

arriero el alcohol que lo emborrachará antes de que acuchille a Damiana<br />

Cisneros —no a Pedro Páramo, como tantas veces hemos dicho; hoy me<br />

doy cuenta— “Deme el otro cuartillo, madre Villa. Y si me lo quiere dar<br />

sobradito, pos ahí es cosa de usté...” es la misma que al comienzo le presta,<br />

a Pedro niño, un cernidor y una podadera, y le fía un gusano para el molino<br />

y un metro de tafeta negra, para hacer el moño que, encimado sobre<br />

el del padre, llora la muerte del abuelo —¿o es al revés?—. Leo adelante:<br />

Se levantó despacio y vio la cara de una mujer recostada contra el marco de<br />

la puerta, oscurecida todavía por la noche, sollozando.<br />

—¿Por qué lloras, mamá? –preguntó; pues en cuanto puso los pies en el<br />

suelo reconoció el rostro de su madre.


222 fELIpE GARRIDO<br />

—Tu padre ha muerto —le dijo.<br />

Y luego, como si se le hubieran soltado los resortes de su pena, se dio<br />

vuelta sobre sí misma una y otra vez, una y otra vez, hasta que unas manos<br />

llegaron hasta sus hombros y lograron detener el rebullir de su cuerpo.<br />

Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Solo un<br />

cielo plomizo, gris, aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz<br />

parda, como si no fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera<br />

llegando el principio de la noche.<br />

Afuera en el patio, los pasos, como de gente que ronda. Ruidos callados.<br />

Y aquí, aquella mujer, de pie en el umbral; su cuerpo impidiendo la llegada<br />

del día; dejando asomar, a través de sus brazos, retazos de cielo, y debajo de<br />

sus pies regueros de luz; una luz asperjada como si el suelo debajo de ella<br />

estuviera anegado en lágrimas. Y después el sollozo. Otra vez el llanto suave<br />

pero agudo, y la pena haciendo retorcer su cuerpo.<br />

—Han matado a tu padre.<br />

—¿Y a ti quién te mató, madre?<br />

En esta última línea, ¿quién habla? ¿Es Pedro Páramo? ¿Es Juan Preciado?<br />

Lo releo convencido de que son los dos, en dos distintos momentos<br />

—para eso y más alcanza el arte de Juan Rulfo—.<br />

Y en este camino abierto a la ambigüedad, ¿qué decir de lo que sigue?<br />

Al llegar a la mitad de la novela, nos enteramos: lo que hemos leído es lo<br />

que Juan Preciado le ha contado a alguien que está enterrado con él:<br />

—Tienes razón, Doroteo. ¿Dices que te llamas Doroteo?<br />

—Da lo mismo. Aunque mi nombre es Dorotea. Pero da lo mismo.<br />

—Es cierto, Dorotea. Me mataron los murmullos.<br />

[…]<br />

—Mejor no hubieras salido de tu tierra. ¿Qué viniste a hacer aquí?<br />

—Ya te lo dije en un principio. Vine a buscar a Pedro Páramo, que según<br />

parece fue mi padre. Me trajo la ilusión.<br />

—¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido. Pagué<br />

con eso la deuda de encontrar a mi hijo, que no fue, por decirlo así, sino<br />

una ilusión más; porque nunca tuve ningún hijo. Ahora que estoy muerta<br />

me he dado tiempo para pensar y enterarme de todo. Ni siquiera el nido<br />

para guardarlo me dio Dios...


UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS 223<br />

“Ni siquiera el nido para guardarlo me dio Dios.” ¿Dorotea o Doroteo?<br />

¿Quién, en la tumba, está acomodado entre los brazos de Juan Preciado?<br />

¿Un hombre que cambió de sexo, que quiso ser mujer, tener un<br />

hijo? En otras lecturas, al seguir a Dorotea la Cuarraca, la contrahecha,<br />

no tenía conciencia de esto. Hoy tomo por buena la respuesta que un<br />

santo le da en el cielo a la propia Dorotea, o a Doroteo, después de hundir<br />

la mano en su estómago “como si la hubiera hundido en un montón<br />

de cera”, para sacar “algo así como una cáscara de nuez: ‘Esto prueba lo<br />

que te demuestra’.”<br />

Y vuelvo, antes de que lo olvide, a la muerte de Damiana Cisneros y<br />

de Pedro Páramo. Abundio Martínez, ya borracho, llega a donde está su<br />

padre, sentado en el equipal:<br />

—Vengo por una ayudita para enterrar a mi muerta.<br />

El sol le llegaba por la espalda. Ese sol recién salido, casi frío, desfigurado<br />

por el polvo de la tierra.<br />

La cara de Pedro Páramo se escondió debajo de las cobijas como si la<br />

escondiera de la luz, mientras que los gritos de Damiana se oían salir más<br />

repetidos, atravesando los campos: “¡Están matando a don Pedro!”<br />

No lo tomemos al pie de la letra. El plural lo prueba: “Están matando”<br />

no es literal; no hay allí varias personas, sino solamente Abundio.<br />

Damiana teme por la vida de Pedro Páramo, y se interpone entre Abundio<br />

y su padre. Sus gritos son de alerta y exasperan al arriero, que no<br />

tiene modo de hacerla callar; finalmente la acuchilla; a ella, no a Pedro<br />

Páramo.<br />

Abundio Martínez oía que aquella mujer gritaba. No sabía qué hacer para<br />

acabar con esos gritos. No les encontraba la punta a sus pensamientos. Sentía<br />

que los gritos de la vieja se debían estar oyendo muy lejos. Quizá hasta<br />

su mujer los estuviera oyendo, porque a él le taladraban las orejas, aunque<br />

no entendía lo que decía. Pensó en su mujer que estaba tendida en el catre,<br />

solita, allá en el patio de su casa, adonde él la había sacado para que se serenara<br />

y no se apestara pronto. La Cuca, que todavía ayer se acostaba con


224 fELIpE GARRIDO<br />

él, bien viva, retozando como una potranca, y que lo mordía y le raspaba la<br />

nariz con su nariz. La que le dio aquel hijito que se les murió apenas nacido,<br />

dizque porque ella estaba incapacitada: el mal de ojo y los fríos y la rescoldera<br />

y no sé cuántos males que tenía su mujer, según le dijo el doctor que<br />

fue a verla ya a última hora, cuando tuvo que vender sus burros para traerlo<br />

hasta acá, por el cobro tan alto que le pidió. Y de nada había servido... La<br />

Cuca, que ahora estaba allí aguantando el relente, con los ojos cerrados, ya<br />

sin poder ver amanecer; ni este sol ni ningún otro.<br />

—¡Ayúdenme!—dijo—. Denme algo.<br />

Pero ni siquiera él se oyó. Los gritos de aquella mujer lo dejaban sordo.<br />

Por el camino de Comala se movieron unos puntitos negros. De pronto<br />

los puntitos se convirtieron en hombres y luego estuvieron aquí, cerca de él.<br />

Damiana Cisneros dejó de gritar. Deshizo su cruz. Ahora se había caído y<br />

abría la boca como si bostezara.<br />

Damiana muerta, con la boca abierta. Rulfo lo dice a su modo, con<br />

claridad suficiente para quien lea con los ojos abiertos. Lo confirma en<br />

seguida:<br />

Los hombres que habían venido la levantaron del suelo y la llevaron al interior<br />

de la casa.<br />

—¿No le ha pasado nada a usted, patrón? —preguntaron.<br />

Apareció la cara de Pedro Páramo que solo movió la cabeza.<br />

Desarmaron a Abundio, que aún tenía el cuchillo lleno de sangre en la<br />

mano[…].<br />

No quisiera buscar ahora más sutilezas, quedarme atrapado en otros<br />

más de esos detalles que nos obligan a la relectura y que han permitido la<br />

obsesiva revisión de cada una de las palabras de Rulfo en el medio siglo<br />

que le hemos dedicado. Hoy quisiera más bien preguntarme cuál es la<br />

impresión, por así decirlo, total, que esta lectura, una de tantas, me deja.<br />

Pienso entonces en ese niño al que Rulfo dedica un buen espacio y<br />

que, sin embargo, tan poco ha llamado la atención de la crítica. El que<br />

llega con la abuela, para ayudarle a desgranar el maíz, pero tiene el cuidado<br />

de hacerlo cuando ya terminaron con la tarea. El que encuentra en


UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS 225<br />

la repisa del Sagrado Corazón 24 centavos y toma 20 y deja cuatro y, enseguida,<br />

cuando su madre le pide unas cafiaspirinas y le dice que hallará<br />

dinero en la maceta del pasillo, toma el peso que hay allí y deja el veinte.<br />

El que abandona su trabajo en el telégrafo porque Rogelio quiere que al<br />

mismo tiempo le cuide al niño mientras él se va a tomar cervezas. “Es<br />

necesario que te resignes”, le dice la abuela en ese momento, y él contesta,<br />

y esto es una definición: “Que se resignen otros, abuela, yo no estoy<br />

para resignaciones”.<br />

“El asunto comenzó —piensa, muchos años después, el padre Rentería—<br />

cuando Pedro Páramo, de cosa baja que era, se alzó a mayor. Fue<br />

creciendo como una mala yerba...” Yo diría que fue cumpliendo un destino,<br />

arrastrado por su sangre.<br />

El padre Rentería le lleva a Pedro Páramo un niño recién nacido:<br />

—Don Pedro, la mamá murió al alumbrarlo. Dijo que era de usted. Aquí lo<br />

tiene.<br />

Y él ni lo dudó, solamente le dijo:<br />

—¿Por qué no se queda con él, padre? Hágalo cura.<br />

—Con la sangre que lleva dentro no quiero tener esa responsabilidad.<br />

—¿De verdad cree usted que tengo mala sangre?<br />

—Realmente sí, don Pedro.<br />

Ahora que vuelvo a Pedro Páramo, me deslumbra la enorme admiración,<br />

la enorme compasión y simpatía de Juan Rulfo por su personaje<br />

—enorme es la única palabra que, en tres ocasiones distintas, usa para<br />

describirlo—. Y siento que la novela es la historia de un niño que ha sufrido<br />

una serie de pérdidas terribles: el asesinato de su padre, la pobreza,<br />

los malos tratos, la humillación, el despojo, y crece, cumpliendo su destino,<br />

según es descrito por uno de sus hijos, como un rencor vivo. Siento<br />

que la novela es, antes que nada, una inmensa apología del poder. De<br />

un poder desbocado, sin barreras, sin concesiones ni compasión: “No<br />

te preocupen los lienzos. No habrá lienzos. La tierra no tiene divisiones.


226 fELIpE GARRIDO<br />

Piénsalo, Fulgor...” Y luego: “¿Cuáles leyes, Fulgor? La ley de ahora en<br />

adelante la vamos a hacer nosotros”.<br />

Arbitrario, astuto, violento, implacable, obsesionado por dominar a<br />

los demás, Pedro Páramo los mantiene vivos; bajo su mando inflexible<br />

Comala huele a alfalfa, a pan, a miel derramada; está rodeada por llanuras<br />

verdes y el horizonte sube y baja “con el viento que mueve las<br />

espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos”. Pedro Páramo<br />

es el padre vivificador, es la imagen de uno de esos dioses terribles que<br />

crearon a sus criaturas para ser adorados y que no vacilan en destruirlas<br />

cuando no cumplen con lo que ellos esperan. El dios de la Biblia con su<br />

diluvio; los dioses mexicas con sus soles cuatro veces sepultados.<br />

Cuando Susana San Juan muere las campanas de Comala comienzan a<br />

doblar, pero la gente no llora; organiza una feria.<br />

La Media Luna estaba sola en silencio. Se caminaba con los pies descalzos; se<br />

hablaba en voz baja. Enterraron a Susana San Juan y pocos en Comala se enteraron.<br />

Allá había feria. Se jugaba a los gallos, se oía la música; los gritos de<br />

los borrachos y de las loterías. Hasta acá llegaba la luz del pueblo, que parecía<br />

una aureola sobre el cielo gris. Porque fueron días grises, tristes para la Media<br />

Lu na. Don Pedro no hablaba. No salía de su cuarto. Juró vengarse de Comala:<br />

—Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre.<br />

Y así lo hizo.<br />

Mientras Pedro Páramo abusó de sus criaturas, les dio vida. Cuando<br />

se siente traicionado y decide cruzarse de brazos, acaba con ellas. Su poder<br />

sería perfecto si no fuera porque ese hombre inflexible y vengativo<br />

vive acosado por el deseo de un amor inalcanzable. Mientras lo sostiene<br />

la esperanza de saber cuál era el mundo de Susana, Pedro Páramo da<br />

vida a Comala —y ese es el otro asunto de la novela—.<br />

Paradójicamente, esa piedra estéril, Pedro Páramo, vive acompañada<br />

por la bendición del agua: “El agua que goteaba de las tejas hacía un<br />

agujero en la arena del patio...” “Por la noche volvió a llover. Se estuvo<br />

oyendo el borbotar del agua durante largo rato...” “Al amanecer, gruesas


UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS 227<br />

gotas de lluvia cayeron sobre la tierra...” “Sobre los campos del valle de<br />

Comala está cayendo la lluvia...” El agua es heraldo de Pedro Páramo<br />

y no es casual que Susana sea Susana San Juan, ni que de niños Pedro y<br />

Susana se hayan bañado juntos en el río, ni que a Susana le guste, ya<br />

casada con Florencio —ese marido del que no puede apartarla la muerte—,<br />

bañarse desnuda en el mar:<br />

Volví yo. Volvería siempre. El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas,<br />

mis muslos; rodea mi cintura con su brazo suave, da vuelta sobre mis<br />

senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me hundo en<br />

él, entera. Me entrego a él en su fuerte batir, en su suave poseer, sin dejar<br />

pedazo.<br />

Como esa Susana acuática, transparente, con ojos de aguamarina, con<br />

labios mojados “como si los hubiera besado el rocío”, que está “encima<br />

de todas las nubes, más, mucho más allá de todo”, hay siempre algo que<br />

en la lectura de Pedro Páramo alcanzamos a entrever y se escapa. Habrá<br />

que volver a esta novela, más allá de todo aniversario, en otras lecturas<br />

como tantas, una y otra vez. Siempre quedan cabos sueltos.


TRABAJOS DIVERSOS<br />

LEÍDOS EN<br />

SESIONES ORDINARIAS


¿FILOSOFÍA O PENSAMIENTO MÍTICO? *<br />

a manera de preludio<br />

Jaime Labastida<br />

Este texto es parte de un cuerpo mayor, una Historia de la filosofía en<br />

México (adviértase que no he escrito una Historia de la filosofía mexicana).<br />

¿Otra historia de la filosofía en México?, se preguntará, tal vez con razón,<br />

el lector que tenga ante sus ojos el texto. Pero, a mi vez, pregunto ¿existe<br />

ya, en verdad, una historia de la filosofía en México? En el caso de que<br />

esto sea cierto, ¿qué debe entenderse por una historia de la filosofía en<br />

México? Toda filosofía escrita o enseñada en México ¿se ha de considerar<br />

filosofía mexicana? No, y por eso llamamos a nuestra historia una<br />

Historia de la filosofía en México y no una Historia de la filosofía mexicana:<br />

se estudiarán en ella varios modos de pensamiento: por lo tanto, el mito<br />

y la teología incluidos. También aquellas formas que influyen en la política<br />

y la educación, en tanto que nos interesa examinar sus vínculos con la<br />

vida social. Pese a todo, debe establecerse una diferencia entre un pensar<br />

simple y un pensar filosófico. ¿Se pueden considerar todas las formas de<br />

pensamiento surgidas en este país como si tuvieran carácter filosófico?<br />

La historia de la filosofía en México que aquí se propone ¿tiene límites<br />

temporales y geográficos? Sí, los tiene.<br />

En relación con el límite geográfico de la historia, se podría decir que<br />

es de suyo evidente, pues abarca el contorno del mapa de México, tal<br />

como hoy existe. Empero, es evidente que la respuesta asume un ca-<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 13 de enero de 2005. Dos versiones previas de este<br />

trabajo se leyeron anteriormente, en el VI Coloquio de Historia de la Filosofía en la Facultad de<br />

Filosofía de la unam, el 14 de octubre de 2003, y en el XII Congreso Nacional de Filosofía de la<br />

Asociación Filosófica de México, en Guadalajara, el 27 de noviembre de 2003.<br />

[231]


232 Jaime labastida<br />

rácter práctico, ya que traslada a toda época posible la situación actual.<br />

España, entonces, ¿dónde queda? La cultura y el mundo occidentales,<br />

presentes a lo largo y lo ancho del territorio y de la historia de México,<br />

¿dónde? Somos occidentales del Extremo Occidente: el habla de la mayoría<br />

nacional posee historia propia, la que viene de la península ibérica<br />

desde hace más de mil años: tiene su raíz en el latín y, por lo tanto, en<br />

el conjunto de las lenguas que ahora llamamos indoeuropeas. No solo<br />

eso: las primeras polémicas filosóficas acerca de la naturaleza del hombre<br />

americano nacen en la España renacentista y las sostienen hombres que<br />

hablan lenguas universales (el latín y el español). Acaso se deba decir,<br />

por eso, que el primer sistema filosófico que se produjo en México (mejor,<br />

en el territorio que fue el de la Nueva España) se vincula a las órdenes<br />

monásticas, al establecimiento de la Universidad Real y Pontificia y a la<br />

primera imprenta. Comprendía una vasta geografía, que iba de México a<br />

la península ibérica y la Europa culta de su tiempo. Es de suyo obvio que<br />

la polémica de sor Juana con el obispo de Puebla se sitúa en torno al texto<br />

de un portugués, el del jesuita Vieyra; que Alonso de la Veracruz era<br />

discípulo de Francisco de Vitoria; que sus textos, publicados en México,<br />

podrían haberlo sido en Madrid: eran parte de la comunidad transcontinental<br />

que hablaba y escribía en latín. Además, la presencia súbita del<br />

hombre americano en la conciencia filosófica y teológica del europeo<br />

suscita problemas de enorme importancia que permiten la formación de<br />

una conciencia universal por la cual se asimila la presencia del Otro. No<br />

se puede entender palabra de la situación de la filosofía, en el primer<br />

siglo de la conquista y la colonización, sin que entremos en relación directa<br />

con la filosofía peninsular. La polémica habida entre Bartolomé de<br />

Las Casas y Ginés de Sepúlveda tiene lugar en la Corte española, en la<br />

ciudad de Valladolid: ¿podría dejarse a un lado? Es insoslayable además<br />

todo cuanto la filosofía y la ciencia deben a la invención de América:<br />

Copérnico escribe De revolutionibus orbium coelestium solo después y en<br />

cierto modo gracias a la gran hazaña colombina, que amplía por sí sola la<br />

dimensión del planeta.


¿filosofía o pensamiento mítico? 233<br />

Por lo que corresponde a los límites temporales de la historia de la<br />

filosofía en México ¿qué decir? Si nos atuviéramos de modo estricto a<br />

los límites políticos de México, nuestra historia debería partir de la Independencia,<br />

cuando el país recibe carta de naturaleza y certificado de autonomía.<br />

Pero, entonces, ¿dónde dejar el periodo colonial? Si se trata de<br />

raíces, estas se prolongan más allá y llegan hasta los pueblos amerindios<br />

clásicos que habitaban el territorio del que ahora consta nuestro país: el<br />

pensamiento de mayas y nahuas debe incorporarse a esta historia. Cierto,<br />

pero ¿de qué modo y bajo qué título? El pensamiento de nahuas y mayas<br />

clásicos ¿es filosofía en sentido estricto? Miguel León-Portilla considera<br />

que sí y, a partir de sus tesis, nadie puede soslayar la discusión con lo que<br />

él postula. El problema no culmina en este punto: la forma de pensamiento<br />

de los pueblos amerindios clásicos ¿está muerta o subsiste matizada<br />

ya por la inclusión de diversos aspectos del pensamiento occidental<br />

en las varias etnias del país? Subsiste, es claro: ¿por dónde empezar, a<br />

dónde llegar? Asunto de límites, como dije. De México a Europa, del<br />

momento actual al mundo mesoamericano clásico; de este a los pueblos<br />

vivos del país. He aquí el propósito de nuestra historia. En relación con<br />

las lenguas de que se trata: del español al latín, del náhuatl y el maya a las<br />

lenguas que ahora hablan nuestros pueblos. Tenemos más preguntas que<br />

respuestas, más dudas que certezas.<br />

Para ser completa, una historia de la filosofía, incluso de la misma<br />

ciencia, debería comenzar por una exposición de la mitología.<br />

James GeorGe frazer<br />

El problema que hoy nos ocupa ha atraído apenas en fecha reciente la<br />

atención de los investigadores de la filosofía en México, de tal suerte<br />

que, podría decirse, la pregunta que interroga por el modo de pensar de<br />

los pueblos mesoamericanos, la pregunta: ¿se trata de filosofía o de pensamiento<br />

mítico? es, en cierto sentido, nueva.<br />

La historia de la literatura en México se iniciaba a partir de los primeros<br />

textos escritos en latín o en español en el territorio que antes fue


234 Jaime labastida<br />

el de la Nueva España, textos que, lo subrayo, en muchos casos asumieron<br />

forma de manuscritos: permanecieron inéditos por varios siglos,<br />

perdidos en los archivos de México y de España. La historia de nuestra<br />

literatura daba inicio con los textos latinos y españoles, pero no con las<br />

palabras nahuas o mayas de los primeros habitantes del territorio (hasta<br />

que no se editó el primer volumen de la Historia de la literatura mexicana,<br />

coordinada por el nahuatlato Georges Baudot y Beatriz Garza Cuarón). 1<br />

Las obras de Joaquín García Icazbalceta, 2 Francisco Pimentel, 3 Carlos<br />

González Peña, 4 Julio Jiménez Rueda, Francisco Monterde 5 y tantos más<br />

fueron así. De igual manera, la historia de la filosofía en México arrancaba<br />

con los filósofos que enseñaron y escribieron en latín, los escolásticos<br />

que llegaron en el siglo xvi a las tierras conquistadas. En tanto que<br />

el primer filósofo que en Nueva España redactó textos filosóficos con<br />

carácter profesional fue Alonso de la Veracruz, 6 con él daba inicio la historia<br />

de la filosofía en México. Pero hoy nos hallamos obligados a des-<br />

1 Georges Baudot y Beatriz Garza Cuarón, Historia de la literatura mexicana, tomo I: Las<br />

literaturas amerindias de México y la literatura en español del siglo xvi, México, Siglo XXI Editores,<br />

1996. Varios ensayos de esta magna obra se dedican a la “Historia de las lenguas indígenas de<br />

México” (Leonardo Manrique), “La lengua maya” (Munro S. Edmonson), “Literatura en náhuatl<br />

clásico y en las variantes de dicha lengua hasta el presente” (Miguel León-Portilla), “La expresión<br />

literaria de los mayas antiguos” (Mercedes de la Garza), “Literatura otomí” (Jacques Soustelle);<br />

además, “Las coplas indígenas de México” (Victoria R. Bricker y Munro S. Edmonson), igual que<br />

las “Crónicas de la conquista” (Carmelo Sáenz de Santa María), “Las crónicas etnográficas de<br />

los evangelizadores franciscanos” (Georges Baudot), así como “El despertar de la lingüística y la<br />

filología mesoamericanas...” (Ascensión H. de León-Portilla).<br />

2 Joaquín García Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo xvi, edición facsimilar de la hecha<br />

en 1886, México, fce, 1954.<br />

3 Francisco Pimentel, Historia crítica de la literatura y de las ciencias, México, Librería de la Enseñanza,<br />

1885; Historia crítica de la poesía en México, México, Secretaría de Fomento, 1892.<br />

4 Carlos González Peña, Historia de la literatura mexicana, México, sep, 1928.<br />

5 Julio Jiménez Rueda, Historia de la literatura mexicana, México, Ediciones Botas, 1928, y<br />

Francisco Monterde, Cultura mexicana. Aspectos literarios, México, Editora Intercontinental, 1946,<br />

cuyo primer ensayo se dedica a Bernardo de Balbuena.<br />

6 De Alonso de la Veracruz hay múltiples ediciones: Investigación filosófico-natural. Los libros<br />

del alma, I y II, introd., versión y notas Oswaldo Robles, México, unam, 1942; Libro de los elencos<br />

sofísticos, versión Mauricio Beuchot, México, unam, 1989; De dominio infidelium et iusto bello, I-II,<br />

introd., trad. y notas Roberto Heredia Correa, México, unam, 2000. Excelente la selección de textos<br />

hecha por Antonio Gómez Robledo, El magisterio filosófico y jurídico de Alonso de la Veracruz,<br />

México, Porrúa, 1984, y la Antología y facetas de su obra, Morelia, Universidad Michoacana, 1992.


¿filosofía o pensamiento mítico? 235<br />

pejar esta pregunta ¿qué clase de pensamiento era el de mayas y mexicas?<br />

¿Religión, filosofía, pensamiento mítico?<br />

Es evidente que los misioneros del siglo xvi que excavaron en ese pensamiento<br />

y que trataron de comprender la mentalidad del hombre mesoamericano<br />

(en primer término, fray Andrés de Olmos y fray Bernardino<br />

de Sahagún), 7 nunca consideraron filosófica a esa forma de pensamiento.<br />

Tenían muy claro su objetivo: combatir a la religión indígena, que<br />

surgía ante sus ojos con el carácter diabólico de la superstición, con el<br />

tinte inequívoco de la superchería, invento del demonio. Si leemos con<br />

atención los textos de esos religiosos, en un arco que va de Andrés de<br />

Olmos a Joseph de Acosta, 8 o sea, del segundo tercio del siglo xvi al fin<br />

de ese mismo siglo, resulta evidente que en todos hallamos la misma intención:<br />

luchar contra la idolatría que ha sumido al conjunto de las gentes<br />

del Nuevo Mundo en pecados nefandos. El combate, que al propio<br />

tiempo permitía la expansión de la palabra evangélica, era la causa única<br />

que podía justificar ante sus ojos la violenta entrada de España en las tierras<br />

americanas, que en principio no les pertenecía, como lo reconoce la<br />

Bula Inter Caetera, del papa Alejandro VI: 9 querían destruir todo signo<br />

de idolatría. Incluso las precisas (y preciosas) investigaciones etnológicas<br />

y teológicas de Olmos y Sahagún van acompañadas, de modo necesario,<br />

de la lucha contra la religión prehispánica, obra, para ellos, del demonio.<br />

Destruir pirámides, derruir ídolos, quemar códices, relegar al olvido<br />

la vieja doctrina, bautizar miles de niños, arrancar de raíz ritos y falsas<br />

creencias de los indios, era una acción que se hallaba en total solidaridad<br />

7 A Fray Andrés de Olmos le atribuye Francisco del Paso y Troncoso (y lo acepta Joaquín<br />

García Icazbalceta) la redacción de un texto, extraordinario por diversos motivos, Historia de los<br />

mexicanos por sus pinturas (en J. García Icazbalceta, Nueva colección de documentos para la historia<br />

de México, 2a. ed., Salvador Chávez Hayhoe, México, 1942); fray Bernardino de Sahagún, Historia<br />

general de las cosas de Nueva España, ed. Ángel María Garibay K., 4 vols., México, Porrúa, 1956. La<br />

edición fundamental de la obra de Sahagún es el Códice florentino (facsimilar en tres volúmenes,<br />

México, Gobierno de la República, 1979).<br />

8 Joseph de Acosta, Historia natural y moral de las Indias (1590), ed. Edmundo O’Gorman,<br />

México, fce, 1962.<br />

9 La obra de José María Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los siglos xvi y xvii<br />

(unam, México, 1951), sigue siendo la obra fundamental de referencia.


236 Jaime labastida<br />

con esta indagación etnológica. Para ellos, se trataba de conocer al enemigo<br />

para combatirlo mejor.<br />

Por lo tanto, el concepto que aparece en el horizonte teórico de los<br />

misioneros es el de religión. En ningún fraile del siglo xvi asoma jamás<br />

la idea de que la forma que asume aquel pensamiento, el náhuatl, pueda<br />

ser algo distinto de una mera desviación del recto pensar teológico, establecido<br />

por la revelación del Cristo. Esto ¿era filosofía? Es obvio que no.<br />

¿Mito o pensamiento mítico? Tampoco: esos conceptos solo aparecen en<br />

la conciencia de los investigadores en el siglo xx, sin duda por la influencia<br />

de la etnología moderna, la mitología comparada y la investigación<br />

de los mitemas básicos de la humanidad, aun cuando, en sus inicios, el<br />

conjunto de estos estudios haya tenido el carácter de una sociología que<br />

comparaba las diversas religiones de una humanidad a la que, no por azar,<br />

se le daba el nombre de “primitiva”. 10<br />

Por lo que toca a Nueva España, fue apenas hacia finales del siglo xvii,<br />

en los trabajos de Carlos de Sigüenza y Góngora, por un lado o, casi un<br />

siglo después, en la obra de Juan José de Eguiara y Eguren y, sobre todo,<br />

en una de las Disertaciones de Francisco Xavier Clavijero; por otro, que el<br />

asunto volvió a cobrar relevancia. ¿Qué clase de pensamiento era el de los<br />

antiguos mexicanos? Si ya había sido zanjada la cuestión de determinar el<br />

carácter humano (o no humano) de los indios; si había sido aceptado que<br />

tenían alma, en el último tercio del siglo xvii y en la segunda mitad del<br />

xviii era preciso saber qué carácter tenía aquella forma de pensar. Pero el<br />

contexto teórico en que se planteó por entonces la discusión fue completamente<br />

distinto, y la atmósfera intelectual en que tuvo lugar la polémica asumió<br />

un carácter diferente. El problema se desplazó del ámbito teológico al<br />

histórico. La religión católica había sido ya, en lo fundamental, consolidada,<br />

en lo material y en lo espiritual. Solo varones de siglos atrás, imbuidos<br />

de la misma actitud que la de los misioneros del siglo xvi (como el jesuita<br />

10 La École Pratique des Hautes Études ha suprimido la expresión “pueblos primitivos”, “culturas<br />

primitivas”, etc., y la ha sustituido por la expresión, que les parece menos ofensiva aunque<br />

se apoye en una negatividad, de “pueblos sin escritura”.


¿filosofía o pensamiento mítico? 237<br />

Eusebio Francisco Kino), iban hacia el desierto del Noroeste novohispano<br />

con objeto de sembrar en él la palabra del Evangelio (he escrito desierto:<br />

en el doble sentido de desierto espiritual y geográfico: en él no vivía aún la<br />

palabra de Dios). 11 A diferencia de Olmos y Sahagún, Sigüenza estudia los<br />

códices mesoamericanos (en general, la cultura náhuatl) como objeto de<br />

un pasado a un tiempo heroico y remoto. Ya no le interesa combatir la antigua<br />

cultura, sino comprenderla de manera recta. Es posible que Sigüenza<br />

cometa errores históricos; que vea a los nahuas como descendientes de las<br />

antiguas tribus de Israel o los egipcios. Sin embargo, no es tal cosa lo decisivo.<br />

Lo que importa destacar es otro hecho: Sigüenza no ve en ellos ni en<br />

su cultura un objeto de idolatría que deba erradicarse. Ve, por el contrario,<br />

en la historia de los príncipes mexicanos, un objeto de estudio, que debe ser<br />

investigado con ojos claros y mente objetiva. 12<br />

Lo propio ocurre en Eguiara y Eguren. Empero, el interés de este se<br />

sitúa en la polémica contra los llamados espíritus fuertes del siglo xviii,<br />

que denigran al continente americano y sus habitantes, como lo ha mostrado<br />

con maestría Antonello Gerbi. 13 La polémica ya adquiere un nuevo<br />

matiz, de orden político y filosófico. Eguiara defenderá a los indígenas de<br />

las calumnias europeas. Se ocupará de su escritura, a su juicio apta para<br />

plasmar el pensamiento abstracto, incluso. 14 Eguiara apoya sus argumentos<br />

en el jesuita Kircher y en Sigüenza, en tanto que, al igual que estos,<br />

compara la escritura de los códices americanos con los jeroglíficos egipcios.<br />

Este problema se desarrolla, pues, desde su inicio, en dos vertien-<br />

11 Carlos de Sigüenza y Góngora sostuvo una polémica, ejemplar por su rigor, contra las tesis,<br />

anacrónicas y obsoletas, del jesuita Eusebio Francisco Kino (véase Libra astronómica y filosófica,<br />

edición de Bernabé Navarro, México, unam, 1959; la primera edición es de 1690). El libro del jesuita<br />

Herbert Eugene Bolton, Los confines de la cristiandad (trad. Felipe Garrido, México, México<br />

Desconocido, 2001), explora los pasos de Kino por el noroeste de México y el sudoeste de los<br />

Estados Unidos, y apenas si hace referencia a la polémica con Sigüenza.<br />

12 De Carlos de Sigüenza y Góngora, hay que ver, sobre todo, su “Theatro de virtudes políticas<br />

que constituyen a un príncipe...”, en Obras históricas, México, Porrúa, 1960.<br />

13 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-1900, trad.<br />

Antonio Alatorre, México, fce, 1960.<br />

14 Juan José de Eguiara y Eguren, Prólogos a la Biblioteca Mexicana, ed. bilingüe Agustín Milla-<br />

res Carlo, México, fce, 1944.


238 Jaime labastida<br />

tes. Por un lado, la que guarda relación con el habla de los mexicanos;<br />

por otro, la que se refiere al posible sistema gráfico de su representación.<br />

¿Qué vínculo hay entre símbolo vocal y símbolo gráfico, entre la imagen<br />

acústica y la imagen plástica? Estos signos, acústicos o plásticos, ¿son<br />

aptos para crear, por sí solos, expresiones filosóficas? A pesar de todo,<br />

aquí el problema surge bajo la forma de la reducción. Es evidente que lo<br />

que hoy conocemos como texto nahuatl fue, en sus orígenes, tan solo<br />

un torrente verbal. El códice tenía carácter único. Olmos y Sahagún no<br />

podían hacer otra cosa que arrancar el himno de su contexto. Al colocar<br />

al informante en una celda monástica y poner ante sus ojos un códice,<br />

desataban la memoria del sacerdote náhuatl: lo que este decía no estaba<br />

fonéticamente escrito y no era un texto: era figura, glifo, que hablaba al<br />

mismo tiempo a los ojos y a los oídos, como dice Humboldt. 15 Los glifos o<br />

los caracteres del códice, hasta sus colores simbólicos, desataban el torrente<br />

verbal del sacerdote. Himno o canto, transcritos al manuscrito de<br />

Sahagún, y que antes habían sido parte sustantiva del ritual (se acompañaban<br />

de la danza y el canto, hasta del sacrificio mismo en algún caso);<br />

el himno, pues, arrancado de su contexto, aquí y ahora se ofrece bajo<br />

forma de otra cosa, digo, un texto, no importa si escrito en náhuatl (con<br />

la grafía que traslitera su fonía al español) o en el propio español (en la<br />

columna en donde Sahagún transcribe e interpreta lo que dice el informante).<br />

En todo caso, lo importante, a mi juicio, es determinar el sujeto<br />

de la enunciación, de qué manera brota su discurso: el sabio náhuatl,<br />

transformado de súbito en informante que conoce la palabra evangélica<br />

(es un latino y se expresa en castilla), al desatar ante el monje español su<br />

torrente verbal ¿pone en duda el saber tradicional? O, por el contrario,<br />

¿sabe que el himno subraya lo que ya se sabe? Antes de ser objeto del análisis<br />

etnográfico católico, el códice formó parte de un complejo ritual (el<br />

sabio náhoa lo sabe). Insisto: el códice mesoamericano no es en su origen<br />

15 Alexander Von Humboldt, Vues des cordillères et monumens des peuples indigènes de l’Amérique,<br />

París, Schoell, 1811 [Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, pról, y<br />

trad. Jaime Labastida, Siglo XXI Editores, México, 1995].


¿filosofía o pensamiento mítico? 239<br />

un texto, como no lo son los quippus incas ni la cuenta del rosario cristiano,<br />

sino que sirven de apoyo para desatar la memoria.<br />

Podemos establecer los matices necesarios, pero en general se ha supuesto<br />

que la filosofía nace en Grecia cuando el discurso de los viejos (o<br />

la sabiduría del oráculo), la verdad que emana de la boca del dios, ha sido<br />

puesta en duda. La expresión conócete a ti mismo (gnwsti te autwon) —ya<br />

sea que esté grabada en el oráculo de Delfos, que la haya dicho Quilón<br />

de Lacedemonia o que se halle impresa en la limpia conciencia de Sócrates—,<br />

la expresión orgullosa de Heráclito (me he consultado a mí mismo<br />

o, en otra versión: me he buscado mí mismo: edizhsamhn emewuton), la<br />

implacable y nunca resuelta indagación sistemática de la verdad que la<br />

diosa le exige al eléata Parménides son etapas que conducen, tal como lo<br />

señala Werner Jaeger, al proceso de progresiva racionalización de la concepción<br />

religiosa del mundo implícita en los mitos. 16 No me interesa destacar si esta<br />

racionalización es producto de las nuevas condiciones sociales de la Hélade,<br />

tema del que se ocupa George Thomson; 17 ni levantar una explicación<br />

sociológica de la filosofía; tampoco preguntar si en el nuevo edificio de<br />

la razón tiene una parte la libre circulación de la moneda. Lo que intento<br />

destacar son hechos inéditos: la amplitud de la escritura fonética y, sobre<br />

todo, la paulatina disolución de la relación consanguínea, el tránsito de la<br />

societas a la civitas, según las tesis de Lewis Morgan. 18 A mi juicio, en tanto<br />

que se disuelve la gens y se pasa del primer plan de gobierno, el genocráti-<br />

16 Werner Jaeger, Paideia: los ideales de la cultura griega, trad. Joaquín Xirau y Wenceslao Roces,<br />

México, fce, 1957, p. 151.<br />

17 George Thomson, Los primeros filósofos, trad. Margo López Cámara y José Luis González,<br />

Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos, México, unam, 1959. Para los efectos de esta<br />

discusión, convendría examinar los libros, ya clásicos, de John Burnet, Early Greek Philosophy, Cleveland<br />

y Nueva York, Meridian Books, 1962 (la primera edición es de 1892); F. M. Cornford, Principium<br />

Sapientiae. A Study of the Origins of Greek Philosophical Thought, Nueva York, Harper and<br />

Row, 1965 (la primera edición es de 1952); H. y H. A. Frankfort, J. A. Wilson, T. Jacobsen y W. A.<br />

Irwin, El pensamiento prefilosófico, trad. Eli de Gortari, México, fce, 1958. En fecha más reciente se<br />

ha editado el libro de G. S. Kirk, J. E. Raven y M. Schofield, Los filósofos presocráticos. Historia crítica<br />

con selección de textos (en griego y en español), trad. Jesús García Fernández, Madrid, Gredos, 1987.<br />

18 Lewis H. Morgan, Ancient Society, ed. Leslie A. White, Cambridge, Harvard University<br />

Press, 1964; véase igualmente Lewis Morgan / Adolph Bandelier, México antiguo, ed. y pról. Jaime<br />

Labastida, México, Siglo XXI Editores, 2ª ed., ampliada, 2004.


240 Jaime labastida<br />

co, a otra forma política de gobierno; o sea, a medida que se abandona el<br />

lazo totémico y el hombre se vincula al suelo, surge, de manera paralela e<br />

inevitable, el individuo que se interroga e interroga; que indaga por sí mismo<br />

y construye el sujeto universal, el gran Otro que postula Heráclito. 19<br />

En la Nueva España, la polémica adquiere todos los matices posibles<br />

y se va a agudizar aún más en Francisco Xavier Clavijero. En sus textos y,<br />

en general, en la conciencia criolla del último tercio del siglo xviii novohispano,<br />

surgirán los temas fundamentales que, al parecer, nos acosan<br />

todavía ahora. En efecto, el conjunto de las Disertaciones de Clavijero<br />

está enderezado, en primer lugar, contra Cornelius de Pauw, al que considera<br />

un espíritu fuerte, ya que no respeta la palabra de Dios ni las Sagradas<br />

Escrituras; en segundo, contra el naturalista más importante del siglo<br />

xviii, al que alaba en extremo, el Conde de Buffon. 20 No omito decir<br />

que Clavijero, que se considera ilustrado, 21 y a quien se estima como uno<br />

de los más altos varones de los jesuitas expulsos —en suma, un claro<br />

ejemplo de los ilustrados novohispanos—, se coloca en el polo opuesto<br />

al de la Ilustración europea. Así, combate a De Pauw y a Buffon no solo<br />

en tanto que denigran al continente americano y sus habitantes, ya que<br />

desconocen la flora y la fauna continentales, sino en tanto que son espíritus<br />

fuertes que desdeñan la suma verdad y no hacen aprecio de lo que se<br />

contiene en las Sagradas Escrituras. 22<br />

19 Remito a mi ensayo “Palabra y silencio”, Espectros del psicoanálisis. Territorios 2, México,<br />

otoño de 2002, en donde examino el famoso fragmento 1, según Bywater, o 50, según Diels.<br />

20 Buffon, Œuvres philosophiques, ed. Jean Piveteau, París, puf, 1954. Pese a todo, debe decirse<br />

que Buffon establece las bases de la teoría de la evolución, en la medida misma en que acentúa<br />

la acción del medio, en este caso el del continente americano, sobre especies e individuos, se trate<br />

de la flora o de la fauna.<br />

21 Gabriel Méndez Plancarte, Humanistas del siglo xviii, México, unam, 1962; tras de él, todos<br />

los investigadores se han limitado a repetir sus tesis (hablo de investigadores como Bernabé Navarro,<br />

Rafael Moreno, Roberto Moreno de los Arcos, et alii).<br />

22 Francisco Xavier Clavijero, Disertaciones, tomo IV de su Historia antigua de México, ed.<br />

Mariano Cuevas, México, Porrúa, 1959, Primera Disertación, 2 (en esa edición, pp. 18 y ss.). Por<br />

otro lado, en sus clases de filosofía moderna, dictadas en el Colegio de San Francisco Xavier, en<br />

Morelia, Clavijero combate, con argumentos lógicos y teológicos, la teoría copernicana y no acepta<br />

las tesis de Galileo o de Newton (Francisco Xavier Clavijero, Introductor de la filosofía moderna<br />

en Valladolid de Michoacán hoy Morelia, Morelia, Universidad Michoacana, 1995).


¿filosofía o pensamiento mítico? 241<br />

Para los efectos de lo que aquí intento mostrar, rescato lo que Clavijero<br />

dice de sí mismo en la Quinta Disertación: De Pauw ha infamado<br />

y menospreciado a las cuatro clases de hombres que existen en América,<br />

a saber, 1. “los americanos propios, llamados vulgarmente indios”;<br />

2. “los europeos, asiáticos y africanos” que se han establecido en aquellos<br />

países; 3. “los hijos o descendientes de estos, llamados por los españoles<br />

criollos, aunque tal nombre se da principalmente a los hijos o<br />

descendientes de europeos, cuya sangre no se ha mezclado con las de los<br />

americanos, asiáticos o africanos”; 4. “las razas mezcladas, llamadas por<br />

los españoles castas”. 23 Así, Clavijero tomará la causa de “los americanos<br />

propios”, en tanto que son “los más injuriados y más indefensos”; y añade:<br />

“si al escribir esta disertación nos moviera alguna pasión o interés,<br />

hubiéramos emprendido más bien la defensa de los criollos, como que<br />

a más de ser mucho más fácil, debía interesarnos más”, pues nosotros,<br />

dice, “somos nacidos de padres españoles y no tenemos ninguna afinidad<br />

o consanguinidad con los indios, ni podemos esperar de su miseria<br />

ninguna recompensa”. 24 La actitud de Clavijero es clara. Si defiende al<br />

indio, ese hombre injuriado y calumniado en extremo, se ponen a salvo<br />

las otras clases de hombres también injuriadas por De Pauw.<br />

Por lo que toca al pensamiento nahuatl, Clavijero cita a De Pauw, para<br />

quien las lenguas americanas no son aptas para expresar conceptos ni<br />

metafísicos ni morales. Expondré, punto por punto, la tesis de Clavijero:<br />

“Es verdad que los mexicanos no tenían voces para explicar los conceptos<br />

de la materia, la sustancia, el accidente y semejantes”, pero es también<br />

“cierto que ninguna lengua de Asia o de Europa tenía tales voces antes<br />

de que los griegos comenzasen a adelgazar” (este es el término que utiliza),<br />

a “abstraer sus ideas y crear nuevos términos para explicarlas”. 25 El<br />

texto es sintomático; no solo revela las preocupaciones más hondas del<br />

jesuita expulso, sino que pone en acto una verdad. Es cierto que ninguna<br />

23 Clavijero, Disertaciones, p. 189.<br />

24 Ibídem, p. 190.<br />

25 Clavijero, Sexta Disertación, “6. La lengua mexicana”, p. 286.


242 Jaime labastida<br />

lengua de Asia o Europa disponía de tales conceptos antes de que los<br />

griegos los inventasen. Por esta causa, dice, los filósofos que escribían en<br />

lengua distinta a la griega o la latina tuvieron necesidad de adoptar las<br />

voces de la filosofía clásica para expresarse. Los mexicanos no se ocupaban<br />

del estudio de la metafísica; empero, su lengua “no es escasa… en<br />

términos significativos de cosas metafísicas y morales”. Por el contrario,<br />

asegura, es “lengua apta para tratar las materias de la metafísica” y hasta<br />

“es difícil de encontrar otra que abunde tanto en nombres abstractos”. 26<br />

Como prueba de esta tesis, Clavijero dice que gracias a que existen tales<br />

voces fue posible exponer, “sin gran dificultad”, en lengua náhuatl, “los<br />

más altos misterios de la religión cristiana”, y acompaña su dicho con<br />

casi 50 palabras del náhuatl. 27 Es verdad, sin duda. La lengua latina, al<br />

inicio escasa en términos filosóficos, creó neologismos y vertió en ellos<br />

los conceptos griegos (sapientia, por ejemplo, tradujo el griego σοφία al<br />

latín, y así le dio un matiz totalmente nuevo, ya que mientras la voz griega<br />

pone el acento en la actividad manual, la palabra latina la pone en el<br />

acto de saborear: la raíz del sustantivo español sabor es la misma que la<br />

del verbo saber. En latín, saber consiste en saborear, en distinguir, a través<br />

de la lengua, las palabras. Según parece, fue Quinto Ennio, a quien se<br />

considera el real fundador de la literatura latina, hombre de tres lenguas<br />

—su osco natal, el griego en el que se educó y el latín en el que habló<br />

desde la primera guerra púnica, y en el que escribió—, quien introdujo<br />

esa innovación, según lo dicen Ernout y Meillet). 28 Creo necesario añadir<br />

que las lenguas no son, por sí mismas, aptas o no para la filosofía; que<br />

no hay lenguas filosóficas en tanto que tales, como lo pretende Martin<br />

Heidegger. En este sentido, quiero recordar que en lengua alemana se<br />

empezó a escribir filosofía solo en el último tercio del siglo xviii; que<br />

antes los filósofos escribían en latín, la lengua culta; que formaban la comunidad<br />

masculina de sabios que se conocían y leían entre sí. Tomás de<br />

26 Clavijero, ibídem, pp. 286-287.<br />

27 Ibídem, pp. 288-289.<br />

28 A. Ernout y A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine. Histoire des mots, París,<br />

Éditions Klincksieck, 1979, bajo la entrada sapio, -is.


¿filosofía o pensamiento mítico? 243<br />

Aquino puede ser italiano, como Isidoro de Sevilla español; pero lo cierto<br />

es que los dos, en tanto que escribían en el latín culto, formaban un<br />

cuerpo aparte. Leibniz escribía en latín y francés, no en alemán: ¿cómo<br />

se le debe considerar? ¿Es filósofo francés, latino o alemán?<br />

Lo que deseo subrayar es que una lengua se vuelve apta para la filosofía<br />

si sus hablantes lo son. En el caso, lo que me interesa es mostrar que<br />

el sujeto de la enunciación filosófica se construye en tanto que se desdobla<br />

en otro, el gran Otro, como ya se advierte en Heráclito, quien dice que<br />

quienes lo oyen no es a él a quien oyen: oyen a logos. Pero ¿qué pueden<br />

oír los que oyen a Heráclito sino la palabra, el logos, digo, la voz, el sonido<br />

que emana de su boca? Heráclito dice que no habla él; que habla logos.<br />

¿Qué significa, en el contexto en que está dicha, esta palabra, logos?<br />

¿La voz que se oye?, ¿la razón que se edifica? Heráclito se ve a sí mismo<br />

como Otro: el que posee la razón, pues la razón es la esencia del lenguaje.<br />

Para Heráclito, el que sabe lo que sabe, lo ha buscado por sí mismo, no<br />

lo ha recibido de la tradición. El sujeto filosófico de la enunciación es un<br />

solitario. Por el contrario, el sujeto mítico de la enunciación reproduce el<br />

saber tradicional: es el transmisor que se limita solo a recoger, sin cambios,<br />

lo que dicen los viejos: el informante náhuatl señala con el índice el<br />

códice y dice: “Aquí está lo que se sabe…”<br />

Tal vez se advierta que me sitúo en una posición diferente a la que asumía<br />

el último Lucien Lévy-Bruhl, o sea, el que redactó los Cuadernos que<br />

precedieron a su muerte, en los años de 1938 y 1939. 29 En ellos, Lévy-Bruhl<br />

retomaba el problema que lo aquejó a lo largo de los últimos 30 años de<br />

su vida, digo, el de la diferencia entre la forma que asume el pensamiento<br />

de los pueblos entonces llamados primitivos y la que asume la conciencia<br />

científica de la época moderna. Lévy-Bruhl dice que existen dos aspectos<br />

centrales en la forma de pensar de estos pueblos (ya ha abandonado<br />

su tesis de pensamiento “prelógico”). Por una parte, en su vida cotidiana,<br />

se desenvuelven “igual que nosotros”; se defienden de los peligros<br />

de la vida diaria y sus habilidades técnicas son “semejantes a las de los<br />

29 Lucien Lévy-Bruhl, Les carnets, pról. Maurice Leenhardt, París, puf, 1949.


244 Jaime labastida<br />

hombres civilizados”. Pero, por otra, ante cualquier acontecimiento extraño,<br />

adoptan una actitud diferente: lo que sucede es físicamente posible,<br />

aunque a nosotros nos parezca lógicamente imposible. Un hombre blanco<br />

puede estar a mil kilómetros de distancia, pero aun cuando el hombre<br />

de pensamiento mítico, el “primitivo”, lo admite, sabe que ha visto a este<br />

mismo hombre blanco arrancando, en sus sueños, plantas de su jardín.<br />

Para él, las dos cosas son posibles, en tanto que para nosotros no. La distinción<br />

hecha por Lévy-Bruhl es correcta; pero no se debe escindir a la<br />

conciencia del hombre de la Edad Mítica en dos. Al revés, se trata de un<br />

pensamiento que posee unidad y coherencia: en la vida cotidiana de<br />

esos hombres actúan al mismo tiempo el pensamiento mítico y la magia.<br />

Cuanto acaece se entiende solo por el mito. El mundo entero está vivo;<br />

la piedra, que para nosotros es inerte, para él posee voluntad: lo sabe así<br />

porque lo dicen los ancianos; él no duda. He aquí el asunto central: desde<br />

Grecia nace una nueva actitud: la duda, la perplejidad, el asombro.<br />

¿Qué se pone en evidencia? En la defensa de Clavijero ¿no existe un evidente<br />

anacronismo? Las palabras nahuas de su lista, en su origen, ¿poseen<br />

la carga semántica que él les atribuye? O, por el contrario, ¿fueron el espejo<br />

oscuro, el envés de un espejo donde los frailes vaciaron conceptos españoles<br />

y latinos? Pregunto, pues, los informantes de Sahagún ¿pensaban como<br />

los filósofos escolásticos? ¿Les preocupaba el mismo problema teórico que<br />

atormentaba a un Tomás de Aquino o a un Alonso de la Veracruz? Insisto:<br />

el campo semántico que las palabras nahuas cubren ¿es el mismo que el de<br />

la escolástica? Teotl, pongo por caso ¿es Dios, en el mismo sentido y con la<br />

misma carga semántica que el Dios cristiano, es decir, único, inteligente,<br />

providente? En el pensamiento mesoamericano ¿acaso no sería preferible<br />

hablar en plural y, por lo mismo, decir múltiples dioses? Los dioses del panteón<br />

nahua se asocian a fuerzas naturales o a sentimientos humanos, igual<br />

que a instancias sociales. Neltiliztli es voz que significa ‘verdad’; 30 pero ¿lo<br />

30 Miguel León-Portilla aporta, al final de su libro La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes<br />

(México, unam, 1959), un glosario de voces nahuas, entre otras neltiliztli, ‘verdad’, derivada de la<br />

raíz nel-huá-yotl, ‘cimiento’ o ‘fundamento’, cualidad de ‘estar firme’, ‘enraizado’.


¿filosofía o pensamiento mítico? 245<br />

es en el sentido griego o en el sentido latino de la correspondencia entre el<br />

sujeto y el objeto, o sea, como el signo de igualdad que nace del verbo ser<br />

(eimi, esse) y se da entre el concepto y el objeto enunciado por él? ¿No se<br />

trata más bien del sentido subjetivo de mi verdad, en tanto que hablo con<br />

sinceridad y me conduzco de acuerdo con lo que dicta mi corazón, de modo<br />

recto? Creo, en cambio, que la voz seliztli, que nos ofrece Clavijero, es una<br />

obvia corrupción tipográfica. Los diccionarios de Molina y de Siméon no<br />

registran la letra s (y sí la ç). 31 Molina y Siméon registran celtiliztli, verdor,<br />

un concepto por completo ajeno del que propone Clavijero (‘esencia’). Así<br />

pueden examinarse otras voces que ofrece, en su breve glosario, el jesuita<br />

expulso. Se trata, en todos los casos, de la traducción del concepto latino o<br />

el español al náhuatl, no a la inversa. Clavijero no examinó la carga semántica<br />

de los conceptos nahuas considerados en ellos mismos.<br />

¿Qué es rescatable, sin embargo, de esta larga argumentación del gran<br />

jesuita expulso? Ya dije que en el siglo xvii novohispano se generó el<br />

conjunto de problemas que aún nos acosa. La defensa del indio, del país<br />

y, en el fondo, del carácter criollo ¿sigue vigente hoy? ¿Acaso no podemos<br />

superar esta negra etapa de nacionalismo estrecho que nos ha<br />

invadido a lo largo de los decenios? ¿Podemos tratar estos asuntos con<br />

objetividad suficiente, sin que nos vaya en ello nuestra existencia? Parece<br />

que no. Sin embargo, aun cuando se corra el riesgo de fracasar, es necesario<br />

intentarlo.<br />

El asunto que ahora nos ocupa adquirió su máximo nivel de concreción<br />

en La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, la tesis con la que Miguel<br />

León-Portilla obtuvo su grado de doctor en la Facultad de Filosofía<br />

y Letras, en el año de 1956. 32 Ese libro marcó un giro de 180 grados en<br />

la investigación que hasta ese momento se realizaba a propósito del pen-<br />

31 Alonso de Molina, Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana, facsímil<br />

de la primera edición de 1571, pról. Miguel León-Portilla, México, Porrúa, 1992, y Rémi Siméon,<br />

Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, trad. Josefina Oliva de Coll, México, Siglo XXI<br />

Editores, 1992. Lo mismo dice Wilhelm Von Humboldt en Worterbuch der Mexicanischen Sprache,<br />

Ferdinand Schöningh, Múnich, Viena y Zurich, 2000.<br />

32 Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes.


246 Jaime labastida<br />

samiento mesoamericano. Partía de la lengua náhuatl, hacía un análisis<br />

semántico de las voces y trataba de esclarecer su carga de significados.<br />

Pregunto, empero, si no será preferible examinar el pensamiento mesoamericano<br />

sobre las bases de las categorías propias de la mitología (no<br />

las de la religión ni las de la filosofía). Hasta hoy, salvo excepciones, los<br />

investigadores han visto la religión maya o la mexica, pero no su mitología.<br />

33 ¿No es preferible examinar el pensamiento clásico de Mesoamérica<br />

con las categorías del mito? Georges Dumézil —que halló la estructura<br />

trifuncional de los pueblos indoeuropeos y la examinó en los Vedas y el<br />

Mahbarata; en Roma; en los osetas del Cáucaso y en las sagas escandinavas—<br />

afirma que no hay por qué no “calificar de filosófica” alguna especulación<br />

del pensamiento hindú. 34 Subrayo este hecho: Dumézil sabe que<br />

el pensamiento de la India es de orden mítico y, a pesar de todo, plantea<br />

la posibilidad de que algunos de sus temas puedan considerarse como<br />

filosóficos: el pensamiento mítico está inmerso en la religión. Es un hecho,<br />

afirma Mircea Eliade, “que la magia no aparece jamás sino asociada<br />

con la religión”, y les otorga el nombre de hierofanías y kratofanías a todas<br />

las manifestaciones de lo sagrado, cualquiera que sea su forma. En<br />

las culturas arcaicas (esas que incorrectamente llamamos de ese modo,<br />

pues ¿qué es lo arcaico?; siempre encontramos un estado anterior de<br />

pensamiento), el mito domina el conjunto de la vida social. Lo que para<br />

nosotros es mera función fisiológica, pongo por caso la nutrición o la<br />

vida erótica, es, en cambio, para el hombre de la Edad Mítica, un acto<br />

sagrado que exige de ceremonias y ritual, si no es que hasta de un sacramento.<br />

Todo rito consiste, por lo tanto, en la reproducción del gesto<br />

arquetípico. Un acto banal e insignificante vincula al hombre con la totalidad<br />

de lo sagrado: el rito coincide con el arquetipo; el espacio profano<br />

queda abolido. El acto fisiológico mismo es rito y ceremonia, ya que<br />

en la mente del hombre de la Edad Mítica opera una lógica simbólica:<br />

33 Así sucede con el libro, ya clásico, de Alfonso Caso, El pueblo del Sol, México, fce, 1953.<br />

34 Mythe et Épopée, I: L’idéologie des trois fonctions dans les épopées des peuples indo-européens,<br />

París, Gallimard, 1968, p. 48.


¿filosofía o pensamiento mítico? 247<br />

todo con lo que interactúa tiene el carácter de un símbolo, siempre. De<br />

allí la estructura, en extremo compleja, de su pensamiento. 35 ¿Acaso no<br />

observamos la misma actitud no solo entre los mayas y mexicas clásicos,<br />

sino en los pueblos amerindios que hoy habitan el territorio (en general,<br />

en todos los amerindios)? Los indios quiché de Guatemala piden perdón<br />

a la planta que matan y siembran en una Tierra consagrada; los tzotziles<br />

de los Altos de Chiapas construyen sus casas de acuerdo con un diseño<br />

simbólico y sagrado que reproduce el dibujo de la superficie terrestre, o<br />

sea, el tlalticpac: su casa imita los cuatro rumbos y el centro: quincunce. 36<br />

Haré una pregunta directa: si en el pensar mítico, la imagen acústica<br />

o plástica, si la palabra no representa lo que hoy se llama cosa sino que<br />

es la cosa misma; si no designa ni significa, sino que es y actúa; si el águila<br />

no es la imagen ni el símbolo del Sol sino el Sol mismo; si las plumas<br />

que preñan a Coatlicue no son el símbolo del agua ni del semen, sino que<br />

son ellas mismas agua y semen, ¿se podrá usar, para captar el pensamiento<br />

mesoamericano, el conjunto de categorías que ha establecido Ernst<br />

Cassirer? 37 ¿Por qué limitar el examen del pensamiento mesoamericano<br />

a su léxico? ¿Acaso no es mejor examinar la morfología de la lengua y el<br />

conjunto ritual en el que esta opera? ¿Será posible indagar por la ley que<br />

actúa en la fuerza mítica, en la que no existe la representación simbólica<br />

del hombre y la naturaleza, sino una fusión directa con ella? El hombre<br />

de la Edad Mítica, al danzar, al cantar un himno; al participar en el ritual<br />

mágico; al poner sobre su rostro la máscara de un dios; al vestirse con<br />

35 Mircea Eliade, Traité d’histoire des religions, pról. Georges Dumézil, París, Payot, 1953, pp.<br />

33-41. Subrayo que Eliade se apoya en los trabajos de Konrad Theodor Preuss, el gran etnólogo<br />

alemán que visitó el Nayar en 1905-1907 e investigó a coras, huicholes y mexicaneros.<br />

36 Elizabeth Burgos, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (México, Siglo<br />

XXI Editores, 1992, pp. 73 ss.); Kazuyasu Ochiai, “Bajo la mirada del Sol portátil”, Johanna Broda<br />

et al., Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica, México, unam, 1999, pp. 203 ss.<br />

37 Ernst Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, tomo II: El pensamiento mítico, trad. Armando<br />

Morones, México, fce, 1972. El primer volumen lo dedica Cassirer al examen de El lenguaje,<br />

mientras que en el tercero se ocupa de la estructura del conocimiento científico bajo el<br />

título de Fenomenología del reconocimiento. No me parece inútil señalar que la mayor parte de las<br />

tesis que Cassirer levanta, a propósito de las leyes que presiden el pensamiento mítico, se apoyan<br />

en las investigaciones realizadas por Konrad Theodor Preuss, que visitó el Nayar, como ya lo dije,<br />

a principios del siglo xx.


248 Jaime labastida<br />

la piel de un sacrificado, sabía de modo oscuro que él mismo era ese dios.<br />

Para el hombre de la Edad Mítica, el universo, que hoy dividimos en materia<br />

inerte y materia orgánica, en un ello y un tú, surge bajo la forma de<br />

una estructura con vida y voluntad propias. Los etnólogos del siglo xix,<br />

que no entendieron del todo esa forma de pensar, la llamaron animista;<br />

Lévy-Bruhl la considera mística. Pero el mundo mítico no está lleno de<br />

almas ni responde a ninguna categoría mística: está lleno de vida: en él<br />

rige la ley por la cual la palabra posee una fuerza brutal, que a un tiempo<br />

mata y da la vida y por la que el hombre mantiene vivo al cosmos. El último<br />

Lévy-Bruhl se autocorrige y dice que el hombre de la Edad Mítica<br />

posee dos actitudes (en la vida cotidiana es racional como lo somos nosotros;<br />

pero, ante hechos “extraños”, asume una posición mágica, como<br />

si fuera un esquizofrénico). No es así. Los hechos de su vida cotidiana<br />

están inmersos en un conjunto orgánico y forman con él un sistema sólido<br />

y articulado. El fuego que ese hombre enciende, la salida del Sol,<br />

el movimiento de los astros, la lluvia y la sequía, se explican para él en el<br />

cuerpo de una doctrina mítica coherente.<br />

Por último, subrayo la necesidad de desechar la teoría vulgar de la evolución.<br />

Las estructuras que el hombre crea en el curso de su historia son<br />

absorbidas y matizadas siempre en un nivel superior. El hombre de la<br />

Edad Mítica hizo hallazgos que duran todavía: él domesticó el fuego, las<br />

plantas y los animales que habitan hoy en nuestras casas: su inteligencia<br />

era tan apta o más que la nuestra. El hombre de la Edad Mítica, en Asia,<br />

Australia, Melanesia, Polinesia, África, Europa, América del Sur o del<br />

Norte, estableció la división nítida entre cultura y naturaleza (entre lo<br />

crudo y lo cocido). Estos hombres, por si lo anterior fuera poco, nos heredaron<br />

los cereales y las legumbres que cultivamos: arroz, trigo, maíz,<br />

avena, calabaza. Nuestros animales domésticos son los mismos que ellos<br />

tuvieron: el perro, la res, el camello, el cerdo, la vicuña, la gallina, el<br />

guajolote, el caballo. En Asia, África, Europa, América, los metales que<br />

ellos dominaron son los mismos que tenemos. Ninguna planta, ningún<br />

animal, desde esa época, se ha añadido al acervo de la cultura. Así, en


¿filosofía o pensamiento mítico? 249<br />

sentido profundo, el pensamiento amerindio subsiste en nuestra vida y<br />

no se puede ver como un fósil cultural ni como mero objeto paleontológico.<br />

La cultura no va de lo simple a lo complejo; es un conjunto articulado.<br />

En ocasiones, cierto estado de cultura es tanto o más complejo<br />

que el posterior. Para explicar el estado de cultura, no bastan el método<br />

cartesiano (el analítico-sintético) ni la teoría vulgar de la evolución, que<br />

supone que la especie nueva sustituye a la anterior, pues, al contrario,<br />

la nueva especie absorbe los estigmas heredados de la que le precedió:<br />

el hombre lleva en su cuerpo gases y minerales, además de toda la vida<br />

vegetal y animal anterior.<br />

El sistema mítico mesoamericano, que formaba un todo por completo<br />

coherente, fue refractado por el pensamiento teológico de los frailes del<br />

siglo xvi. Acercarse ahora a él implica un proceso hermenéutico fino,<br />

que debe tamizar y depurar toda la información existente. Para captarlo,<br />

es necesario acudir a las tesis de etnólogos y filósofos modernos: Mircea<br />

Eliade, Claude Lévi-Strauss, Georges Dumézil, Ernst Cassirer, además<br />

de Edward Tyler, George James Frazer, Lucien Lévy-Bruhl. Los que han<br />

examinado el pensamiento mesoamericano padecen de una enfermedad:<br />

la endogamia teórica. Creen en categorías específicas y no utilizan categorías<br />

universales. Es necesario decir: basta.<br />

a manera de coda<br />

Cabe establecer la diferencia. Por un lado, el problema que nace en Europa,<br />

cuando se cobra conciencia del nuevo mundo y del hombre que habita<br />

en él. Por otro, lo que significa la paulatina aclimatación del pensamiento<br />

filosófico en Nueva España: la lenta formación de un sistema filosófico<br />

para el que se precisa de un lenguaje técnico y codificado y de un aparato<br />

de transmisión del producto filosófico (del lado de la oralidad: las<br />

cátedras de los Colegios de las órdenes monásticas y la Universidad; del<br />

lado de la escritura: la imprenta). No puede entenderse el pensamiento<br />

mesoamericano sin tamizar la ideología de la Europa del Renacimiento y


250 Jaime labastida<br />

la Contrarreforma. En un planeta limitado a tres continentes; en el cosmos<br />

cerrado (no en el universo infinito), cuya historia entera se suponía<br />

conocida en la medida en que ya estaba escrita de modo canónico en<br />

las Sagradas Escrituras, la súbita presencia del mundo que surge como<br />

nuevo (a pesar de mil y una dudas) en Pedro Mártir de Anglería, 38 suscita<br />

un conjunto de problemas inéditos a los que se enfrenta el filósofo<br />

de la España apenas unificada. Por si lo anterior fuera poco, la entrada<br />

violenta de los conquistadores en las tierras americanas, la crueldad y la<br />

explotación a que son sometidos los pueblos amerindios, crean, en pensadores<br />

de gran talla teórica, la reacción moral que turba su conciencia<br />

en medida no vista en ningún otro proceso de conquista y colonización.<br />

Francisco de Vitoria, Bartolomé de Las Casas y Alonso de la Veracruz<br />

levantan dudas filosóficas fundadas.<br />

Al tiempo que Hernán Cortés preparaba en Cuba su viaje a la tierra<br />

firme de América y ascendía hacia México-Tenochtitlan, para luego tomar<br />

la ciudad a sangre y fuego, Martín Lutero clavaba en la puerta de la<br />

Catedral de Wittenberg sus 95 Tesis, y Europa se partía en dos. Fue<br />

la Europa de la Contrarreforma y la Inquisición la que hizo su arribo a la<br />

Nueva España. Mientras Cortés ampliaba el orbe de la cristiandad, esta<br />

se dividía. Esas dudas y esas contradicciones se dan también cita en los<br />

conquistadores y frailes que llegan a esta tierra, apenas incorporada al<br />

régimen político del imperio español.<br />

Estamos en presencia de un doble movimiento. Por un lado, la teoría<br />

que crece aquí; por otro, el impulso que la teoría europea recibe de<br />

América. En no poca medida, la teoría que crece en la Nueva España<br />

es sucedánea de la europea y puede inscribirse en el sistema filosófico que<br />

recorre las dos orillas del Atlántico. Así, las preocupaciones de un fraile<br />

novohispano cobran origen en España, pero las dudas y los problemas<br />

creados aquí repercuten en Europa. No se puede estudiar la teoría novohispana<br />

de modo coherente si se la aísla de lo que sucede en Europa.<br />

38 Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, trad. Agustín Millares Carlo, pról. Edmundo<br />

O’Gorman, México, José Porrúa e Hijos, 1964.


¿filosofía o pensamiento mítico? 251<br />

Esta situación es una constante del desarrollo teórico de México: ambos<br />

continentes retroalimentan su pensamiento y refractan sus formas de<br />

pensar, sin duda, pero esa retroalimentación queda desfasada. Una nueva<br />

corriente filosófica o científica tarda años, si no siglos, en ser admitida<br />

aquí, y existe un abismo entre una teoría moderna y otra autóctona. Por<br />

eso solo hoy somos contemporáneos de todos los hombres, dice Octavio Paz. 39<br />

39 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, fce, 1959, p. 174.


VENTURA Y AVENTURA <strong>DE</strong> UN NUEVO<br />

LIBRO <strong>DE</strong> ARTURO AZUE<strong>LA</strong> *<br />

Enrique cárdenas de la peña<br />

Cuando el 20 de marzo de este año de 2004 leí en Puebla de los Ángeles<br />

mi ensayo Agustín Yánez en la Academia Mexicana de la Lengua, tuve la<br />

suerte de saber que Arturo Azuela iba a acompañarnos durante la ceremonia<br />

donde en tal ciudad se conmemoraba el centenario del nacimiento<br />

de quien escribió Al filo del agua y otros pasajes soberbios de la novelística<br />

no solo mexicana, sino universal. Allí mismo Arturo hizo entrega<br />

de un ejemplar a casi la concurrencia entera, en especial a la viuda de<br />

Agustín, doña Olivia Ramírez, quien con otros familiares más acudieron<br />

al acto.<br />

De entonces acá obra en mi poder el texto Agustín Yáñez en las letras y<br />

en la historia, que he leído con avidez y que, por amable sugerencia suya,<br />

ha creído que en esta ocasión deba compendiar junto con otros comentaristas.<br />

Con fluidez y viveza, como siempre, desde la introducción del<br />

libro, macizo y enjundioso, él mismo lo reseña semejándolo a una “descripción<br />

de voces y paisajes donde también están presentes la filosofía y<br />

la historiografía de su creador literario”. Valora desde luego, con rapidez,<br />

la obra señera de quien con su novela cumbre, tan sui géneris, marca<br />

un parteaguas en nuestras letras, y con su experiencia viva traspasa<br />

las lindes a las cuales nos tenían acostumbrados nuestros prosistas; así,<br />

una medida o un tono de otra magnitud, un espejo encasillado dentro<br />

de un modo diferente de hablar de nuestro México y su provincia, de lugares<br />

recogidos, aparentemente apartados, envueltos por las pasiones de<br />

sus moradores que, casi siempre callados, permanecían aislados con sus<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 27 de enero de 2005.<br />

[253]


254 enrique cárdenas de la peña<br />

angustias y desvelos, sus enamoramientos, ritos y congojas. Surge el contexto<br />

histórico-literario del maestro tan resignado a su propia vida, tan<br />

entregado, tan parpadeante, “el silencioso, el callado, el solitario” según<br />

se nos describiera, en lo físico, dentro de ese “gran cuerpo, robusto hasta<br />

cierto punto, acompañado por su larguinariz, el cabello oscuro, lacio y<br />

abundante, sus gafas de carey caladas desde donde apenas se trasluce una<br />

mirada grave”, y, en lo anímico, “tímido si algunos así lo piensan, severo<br />

y respetuoso para los más, pero franco, incapaz de la mentira o el agravio,<br />

recio como el roble que representa”.<br />

Arturo Azuela recorre nuestra literatura a grandes trancos, desde los<br />

Contemporáneos en adelante, con una sensibilidad muy suya, introspectiva<br />

—¿herencia del abuelo?— haciéndonos comprender cómo en un<br />

momento determinado la ruta vira como si tuviese un escape imprevisto,<br />

azuzada la fragancia de la realidad por un haz de nuevos ejecutantes<br />

que nos acercan más a lo insospechado, desusado o sorprendente, lo no<br />

escondido también, en grupo tan selecto como el que configuran José<br />

Revueltas, Rubén Romero Flores, Francisco Rojas González y Mauricio<br />

Magdaleno, más el remate esencial de Juan José Arreola y Juan Rulfo. Se<br />

nos antoja que, de repente, Agustín enfoca la totalidad de los géneros<br />

literarios, quizá con excepción de la poesía, aunque debemos recapacitar<br />

si consideramos su lenguaje dentro de lo poético, universalista desde luego,<br />

porque encuentra en él la impregnación de un sabor dulce, sensible y<br />

sensual. En Agustín existe una gran inventiva, un andamiaje —según el<br />

autor del texto que exploramos— donde recrea “las características esenciales<br />

de un momento determinado en el pasado nacional”. Solo que no<br />

descuida lo que José Luis Martínez llama “la indagación del alma mexicana”<br />

cuando concentra a personajes tan definidos y definitivos como<br />

Lucas Macías, el filósofo aldeano de Al filo del agua, personaje en verdad<br />

clarividente según Arturo, encajonado entre las protagonistas femeninas,<br />

vulgo mujeres, María y Marta desde luego, que más que figuras o siluetas<br />

son retratos, y no hablados, sino exprimidos hasta la médula de sus<br />

huesos, dentro de la carne del cuerpo y el fluir del espíritu, sin olvidar un


ventura y aventura de un nuevo libro de arturo azuela 255<br />

ápice que no debamos advertir. El ambiente asoma sin que se pierda un<br />

rastro, una pisada, un rechinar de la duela o golpear del ladrillo, un abrir<br />

y cerrar de puertas y ventanas, mientras los apetitos van y vienen y las<br />

individualidades se definen, aunque siempre dejen un algo por descorrer<br />

o adivinar. Nos da la impresión de que desea sondear la conciencia individual<br />

dentro de una sociedad agónica que en desbarajuste trata de no<br />

terminar, y que en su afecto interior busca el recordarnos que el hombre<br />

—nosotros todos— somos la medida de la sociedad.<br />

El libro de Arturo Azuela revisa con suficiente energía la trayectoria<br />

de Agustín, desde cualquier ángulo de su existencia, el que se quiera hallar:<br />

histórico, político, creativo en sí dentro de la educación y el manejo<br />

de hombres, dentro de su aspiración fundamental, no otra sino construir<br />

un México mejor, alejado del miedo y del odio y cercano en extremo a<br />

la comprensión y el amor. Cuando se adentra en sus personajes, Agustín<br />

logra una síntesis psicológica, pudiéramos llamar atormentada, de ellos:<br />

escarba posibilidades y no rehúye ninguna de las que acuden a su alcance.<br />

Y concluye que la vida es dolor constante, duelo sin fin, predestinación<br />

y muerte envueltos en imágenes acumuladas y hasta sentimientos antagónicos.<br />

¿Quién no recuerda los capítulos de las Canicas y el viejo Lucas<br />

Macías tras la primera lectura de Al filo del agua? ¿Quién no los puede<br />

encadenar al México de hoy? Para mí, Arturo —y antes Agustín— nos<br />

sitúa, nos hace pensar en el estatus actual, ese ambiente tan descarnado,<br />

tan inseguro, tan tremendamente caótico, dispuesto a soportar tanta<br />

miseria y tanta maldad, tanta inseguridad y tanta violencia. ¿En qué nos<br />

hemos modificado?<br />

Arturo nos adentra en el análisis de las hechuras de Agustín. Junto<br />

a sus clases de literatura, las de ética cuentan además porque desde el<br />

aula muestra su serena rectitud moral; desde su eterna maestría, consagrado<br />

no solo al saber propio sino al de los demás, nos infunde ánimo;<br />

como divulgador de la cultura, multiforme y versátil, señala por costumbre<br />

el respeto cabal a la vida humana. Nunca le afecta el poder: lo<br />

sobrelleva, y en el instante necesario o preciso lo descarta o despide. Es


256 enrique cárdenas de la peña<br />

ejemplo, como nos lo dijo José Rogelio Álvarez, de una capacidad de<br />

conciencia donde no existe frustración alguna, no obstante haber sufrido<br />

confrontaciones deleznables. Tal vez porque sabe alcanzar las realidades<br />

más profundas de hombres y mujeres mientras su pensamiento camina,<br />

limpio él, por los senderos de la soledad interior y el silencio, equivalente<br />

este a la sombra del ocaso.<br />

No voy a ahondar sobre la fracción final del libro de Arturo, digna<br />

porque complementa su propósito de dar a conocer a Agustín en su<br />

cronología y su bibliografía, ni a mostrar sus andanzas diplomáticas,<br />

muy efectivas por cierto, con José Antonio Pérez Porrúa, o las sesiones<br />

memorables para quienes las vivieron de la tertulia de don Octaviano<br />

Valdés, relacionadas con el mate paraguayo. Prefiero referirme a los encuentros<br />

que el autor agraciado en esta reunión sostuvo en la Academia<br />

Mexicana de la Lengua, porque allí le cupo en suerte el 25 de septiembre<br />

de 1986 heredar el sillón XXX vacante por el deceso muy anterior de<br />

Agustín, acaecido el 17 de enero de 1980. En el discurso de ingreso, titulado<br />

Historia y novela. Cinco ejemplos mexicanos, Arturo hace notar que<br />

nunca imaginó que él viniera a ocupar el sitial inaugurado por Agustín:<br />

con franqueza derrama su emoción señalando que<br />

la honra no podría ser mayor; la sorpresa había desbordado cualquier lindero.<br />

Mi admiración por la obra de Agustín Yáñez arranca desde el fondo<br />

de los tiempos, de primeras lecturas de novelas mexicanos, cuando jamás<br />

imaginé que la vocación literaria me iba a ocupar las mejores horas de mi<br />

vida. Mucho podría decir de Agustín Yánez. Y precisamente con sus novelas<br />

más importantes empezaré este ensayo sobre la importancia de la historia<br />

—concepción, personajes, lenguajes y escenarios— en el trabajo del<br />

narrador. Además de Yánez, hablaré de Mariano Azuela, de Martín Luis<br />

Guzmán, de José Revueltas y de Juan Rulfo.<br />

Hilvanemos un buen rato la prosa admirable de Arturo Azuela en su<br />

discurso al comentar la obra de Agustín, dejando a un lado mucho de lo<br />

expresado por él. Sintámoslo con envidia por su buen decir:


ventura y aventura de un nuevo libro de arturo azuela 257<br />

Entre un desafío y otro, fue del cuento al ensayo literario y de la novela a la<br />

biografía histórica. En su obra narrativa manejó los temas más mexicanos<br />

que, sin olvidar los lenguajes y los procedimientos clásicos, se adentró con<br />

seguridad en la aventura de los vanguardistas y los renovadores. Así como<br />

recreó una y otra vez calles y rincones de Guadalajara, caminó con altivez<br />

por la soledad de las tierras y los pueblos jaliscienses y observó con seguridad,<br />

con la pupila afinada, a los proletarios, a los burócratas y a los intelectuales<br />

de la ciudad de México.<br />

Sus primeras narraciones son como acercamiento “a manera de ejercicios<br />

prologales” de Al filo del agua. En comparación con las novelas de la Revolución<br />

que estaban firmemente tramadas, Al filo del agua representa un<br />

esfuerzo literario más ambicioso. Depende de técnicas novelísticas modernas<br />

para crear el clima emotivo de su pueblo que en términos físicos, es su<br />

ambientación y, en términos humanos, su protagonista colectivo. Al filo del<br />

agua es una novela con un compromiso histórico, con un andamiaje donde<br />

la historia del país juega un papel esencial. Los rumores van y vienen, las<br />

noticias se acumulan. Con la preocupación de Yánez en torno al rescate<br />

histórico de los escenarios, el autor recorre paisajes alrededor del cineasta y<br />

del sicoanalista. En un contrapunto constante va del mundo exterior a las<br />

pasiones humanas, de la descripción del ambiente a los pecados capitales. El<br />

observador de ritos religiosos no se olvida de la relación entre el individuo y<br />

las fuerzas sociales ni tampoco de la importancia del medio geográfico. Con<br />

una gran fidelidad a su propia prosa, al perfeccionamiento de su lenguaje,<br />

camina por los más renovadores procedimientos. Los caminos más secretos<br />

de varios pueblos entre casas con la dignidad de los muros de adobe, sin<br />

árboles ni huertos, sin otras músicas que cuando clamorean las campanas<br />

propicias a doblar por angustias, arrastran a Yáñez hasta la psicología freudiana<br />

en tanto dibuja los perfiles, la interioridad y la confrontación de sus<br />

personajes. No omite jamás los contextos sociales y culturales, yendo más<br />

allá de las apariencias de sus protagonistas. Para él, “la objetividad ya no<br />

depende de captar aspectos centrales de la existencia observable, sino de la<br />

interacción entre diversas visiones subjetivas de la realidad, y del juego entre<br />

el todo y sus partes”.<br />

Don Dionisio, Damián, Rito, María y el viejo Lucas Macías, en Al filo del<br />

agua, dan vida a ese conjunto de individualidades, a ese eslabonado microcosmos<br />

que se manifiesta a través de sus historias agrias, agónicas, con aires<br />

de misterio, de hermetismo o de ávidos deseos. La historia, para Agustín<br />

Yánez, es más compleja que la de sus predecesores: no acepta los ciclos o


258 enrique cárdenas de la peña<br />

espirales. El futuro implícito en la narración está compuesto de una reelaboración<br />

más que de una destrucción completa o de un rechazo al pasado. Él<br />

tiene la capacidad de salir de lo particular, de lo íntimo, lo común y corriente,<br />

y pasar a una identificación general con la condición humana.<br />

Todavía el 12 de junio de 1997, cuando la Academia celebra los 50<br />

años de la publicación de Al filo del agua, la sesión se viste de gala con los<br />

trabajos calurosos, no solo de Arturo Azuela, sino de José Rogelio Álvarez<br />

y José Luis Martínez. De quien nos venimos ocupando, en su escrito<br />

Medio siglo de “Al filo del agua”, explica la extraordinaria musicalidad de<br />

cada frase, cada fragmento de la obra: sus imágenes y sus sentimientos<br />

antagónicos:<br />

frente a los rumores y las risas estaban los llantos y los gritos; junto a la nobleza<br />

de la cantería aparecía la fachada más humilde; arriba del pueblo sin<br />

fiestas se extendía un sol con su ejército de vibraciones.<br />

Comenta entonces los capítulos Las canicas y El viejo Lucas Macías;<br />

interpreta a don Dionisio con sus santas cóleras, las fatigas cuaresmales,<br />

los celos del párroco y las imágenes de los jacobinos tragacuras, en momentos<br />

en que el pueblo está mancillado por los atracos, el crimen, las<br />

vejaciones. Porque en “AI filo del agua podemos vivir, recrear, sufrir, elaborar<br />

los pretéritos y los presentes de miles de pueblos mexicanos, de todos<br />

los Méxicos que hasta ahora existen”; porque allí, “con su pueblo de<br />

gente enclaustrado, de puertas y ventanas absortas, con sus casas llenas<br />

de prejuicios, de sexos contenidos y oraciones sin tregua, texto narrativo<br />

así, que termina con el inicio de la Revolución, Agustín no solo desarrolla<br />

conflictos ciudadanos, sino coyunturas históricas”.<br />

Y hasta aquí. Podemos augurar el éxito merecido de esta aportación<br />

crítico-histórico-literaria de Arturo Azuela, valiosísima dentro de nuestra<br />

narrativa. Lo felicitamos.


HOMENAJE PÓSTUMO A GABRIEL MÉN<strong>DE</strong>Z P<strong>LA</strong>NCARTE<br />

EN EL CENTENARIO <strong>DE</strong> SU NACIMIENTO *<br />

Gustavo couttolenc<br />

Entre las conmemoraciones de la Academia Mexicana de la Lengua para<br />

el año 2005, se encuentra la de los 100 años del nacimiento en Zamora,<br />

Michoacán, de don Gabriel Méndez Plancarte, de feliz memoria.<br />

Al hablar de don Gabriel, lo hago con especial recuerdo, pues fue mi<br />

maestro de Historia de la Filosofía Griega Antigua, de Cosmología y de<br />

alguna otra asignatura en el Seminario Conciliar de México.<br />

Su labor como catedrático fue la de un verdadero formador en la enseñanza<br />

de la filosofía, dándole un sentido distinto del tradicional; le imprimió<br />

un sentido humanista, orientando en estudios monográficos a los<br />

alumnos para despertar aptitudes en orden a la investigación personal y<br />

a la obtención de un criterio universal.<br />

El curriculum vitae de Gabriel Méndez Plancarte, hecho por su hermano<br />

Alfonso, es impresionante por la amplia obra que realizó en los 45<br />

años de vida, breves en verdad.<br />

Impresionante por la fama de los colegios en que realizó sus estudios:<br />

Colegio del Sagrado Corazón de los Jesuitas en Puebla, Colegio Francés<br />

de los Hermanos Maristas en la ciudad de México, Seminario Conciliar de<br />

México, Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, Pontificio Colegio<br />

Pío Latinoamericano y Pontificia Universidad Gregoriana, ambos en<br />

Roma.<br />

Impresionante por los grados académicos obtenidos: “Summa cum<br />

laude” en el doctorado en filosofía y en teología en la Universidad Gregoriana.<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 10 de febrero de 2005.<br />

[259]


260 Gustavo couttolenc<br />

Fue ordenado sacerdote en la misma ciudad de Roma, el 30 de octubre<br />

de 1927.<br />

Impresionante por las cátedras desempeñadas por muchos años, en<br />

el Tridentino Seminario de Zamora, Michoacán, de 1929 a 1932; en el<br />

Seminario Conciliar de México, de 1932 a 1949; en la Escuela Nacional<br />

de Bibliotecarios, de 1946 a 1948; en el Instituto de Cultura de México,<br />

de 1938 a 1940. Profesor visitante en San Antonio, Texas, Estados<br />

Unidos, y en la Universidad Laval de Québec, Canadá; en El Colegio<br />

de México, en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Además de<br />

muchas conferencias en distintos lugares del país y del extranjero.<br />

Impresionante por las sociedades a las que perteneció: Academia<br />

Mexicana de la Lengua (desde 1946), miembro mundador (1942) y, en<br />

varias épocas, secretario, vicepresidente y presidente del Seminario de<br />

Cultura Mexicana, dependiente de la Secretaría de Educación Pública,<br />

individuo de número de la Academia Mexicana de Santa María de Guadalupe,<br />

miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,<br />

miembro fundador de la Sociedad de Estudios Históricos Franciscanos<br />

de México, Distrito Federal, y colaborador del Instituto Panamericano de<br />

Geografía e Historia.<br />

el humanista<br />

Por el dominio del griego y del latín, el humanista se hace capaz de penetrar<br />

en una vasta zona de la cultura humana. Va al pasado como punto<br />

de partida para iluminar el presente y descubrir el porvenir. No es mero<br />

literato, pues, trascendiendo el valor literario, adquiere un rasgo perenne<br />

de principios constitutivos de nuestro ser. El humanista auténtico es el<br />

hombre que, mediante la asimilación de los altos valores de la Antigüedad<br />

precristiana y su síntesis vital con el cristianismo, llegó a realizar en<br />

sí un tipo superior de ‘hombre’ en que la esencia humana logra florecimiento<br />

y plenitud.


homenaJe póstumo a Gabriel méndez plancarte 261<br />

Las lenguas clásicas no son fin sino medio para el genuino humanista,<br />

no meta sino punto de partida que, sin mengua de filial devoción a la<br />

patria, sabe sentirse ciudadano del mundo porque cree en la humanidad;<br />

caída sí, pero redimida por Cristo y sublimada por su gracia a destinos<br />

sobrehumanos y eternos.<br />

Gabriel Méndez Plancarte considera como fundadores de nuestro humanismo<br />

a fray Julián Garcés, don Vasco de Quiroga, fray Bartolomé de<br />

Las Casas, fray Juan de Zumárraga, tanto o más que a los maestros que<br />

salieron de la universidad y de las aulas de los primeros colegios, para<br />

difundir entre nosotros la enseñanza de las lenguas clásicas y el cultivo<br />

de los poetas o de los filósofos grecolatinos. Ha encontrado en ellos<br />

a quienes sembraron esa fértil semilla, destinada a convertirse en rama<br />

frondosa del árbol de nuestra cultura.<br />

Los valores del humanismo renacentista resaltaban la dignidad inviolable<br />

de la persona humana, por el mero hecho de serlo; la especial igualdad<br />

de todos los humanos; el poder civilizador de la cultura; se buscaba<br />

una sociedad que debería acoger en su seno, sin distinción de razas, a<br />

todos los hombres y a todas las naciones. Pero ninguno ha realizado<br />

tan plenamente ese prodigio superior de ilustres desterrados que en la<br />

segunda mitad del siglo xviii maduraron una cultura auténtica y entrañablemente<br />

mexicana:<br />

los humanistas del siGlo xviii<br />

Don Gabriel Méndez Plancarte, investigador incansable, sigue indagando<br />

sobre el humanismo y nos participa sus logros en su libro Humanistas<br />

en el siglo xviii. Los exiliados jesuitas se han señalado al irradiar —desde<br />

Bolonia, Italia, a Europa— el esplendor del humanismo criollo. En ellos<br />

gastaban sus vigilias de infatigable dedicación. ¡Bellísima respuesta de<br />

estos sabios al déspota ilustrado, Carlos III! Se dio a conocer a la patria<br />

distante y el mensaje de México en las artes y en las ciencias. Manifestándose<br />

así que todos ellos, criollos la mayoría y algunos, como Clavijero,


262 Gustavo couttolenc<br />

hijos inmediatos de peninsulares, se sienten mexicanos. De igual modo<br />

lo proclaman en las portadas de sus obras. Más aún, abogan por el mestizaje<br />

para hacer de ambas razas una sola nación. Advierten que la yema<br />

está a punto de gestarse en la Nueva España. Otra característica del grupo<br />

estriba en las culturas indígenas y en el sentir que todo lo mexicano<br />

era digno de ser investigado.<br />

Los nombres que merecen un amoroso recuerdo y la imitación de su<br />

humanismo son:<br />

francisco xavier claviJero nos informa del carácter de los mexicanos,<br />

de la juventud y su educación, de la lengua mexicana, de la oratoria, la poesía,<br />

el teatro y la escultura mexicanos.<br />

francisco xavier aleGre diserta sobre el origen de la autoridad; asimismo,<br />

sobre el comercio de esclavos negros.<br />

andrés cavo relata la vida y pasión de Cuauhtémoc, la defensa de los indios,<br />

“El yugo de los españoles”, “Necesidad del mestizaje”, “La Universidad<br />

de México”, etcétera.<br />

andrés de Guevara y basoazábal aborda temas como “La filosofía y los<br />

filósofos”, “La filosofía moderna”, “La sabiduría griega”, “La juventud y la<br />

filosofía moderna”, “Elogio de Descartes, de Galileo y Bacon”, “Exhortación<br />

al estudio de la filosofía”.<br />

pedro José márquez escribe “El filósofo ciudadano del mundo”, “Cultura<br />

de los antiguos mexicanos”, “Los mexicanos y los griegos”, “Disertación<br />

sobre la belleza”.<br />

manuel fabri presenta “Fragmentos de la biografía de Francisco Xavier<br />

Alegre”.<br />

José luis maneiro aporta “Fragmentos de la vida de Francisco Xavier<br />

Clavijero.<br />

El humanismo ya no se entiende como algo literario solamente sino<br />

como pensamiento que se ocupa del ser humano en todas sus dimensiones,<br />

ninguna excluida. Por ello don Gabriel pone solo a siete del grupo<br />

de jesuitas del siglo xviii, todos ellos prosistas cuyo pensamiento es eminentemente<br />

humano, omitiendo por falta de homogeneidad a los restantes.<br />

Don Gabriel encontró los poemas de Maneiro, uno de los cuales


homenaJe póstumo a Gabriel méndez plancarte 263<br />

tiene que ver con la situación de los desterrados y su tristeza por la patria<br />

añorada. Este poema es la voz que expresa el sufrimiento común y<br />

demanda al Déspota Ilustrado el retorno a su tierra natal. El poema en<br />

cuestión dice:<br />

Tiene la patria no sé qué dulzura<br />

que siempre gira el corazón por ella,<br />

sin hallar otro bien en su amargura<br />

ni en sus viajes ideales otra estrella…<br />

Sepultura, Señor, en patrio suelo<br />

pedimos a tu trono Soberano;<br />

quisiéramos morir bajo aquel cielo<br />

que influyó tanto a nuestro ser humano.<br />

No pedimos, gran Rey, mayor consuelo;<br />

para nosotros todo fuera en vano,<br />

a golpe de trabajo consumidos<br />

en las nieves de Italia encanecidos.<br />

Cedo esta corte soberana,<br />

su trato culto, su gentil nobleza;<br />

cedo palacios, cedo la romana,<br />

decantada sin límites grandeza...<br />

[Porque para las] almas que en Roma viven peregrinas<br />

aun las romanas rosas crían espinas.<br />

Yo cedo por Tacuba, pueblo inmundo, a<br />

Roma, famosa capital del mundo.<br />

No hay tan cerca de México mal suelo,<br />

no hay purgatorio tan vecino al cielo.<br />

Solemos decir que “no hay mal que por bien no venga”. El destierro<br />

amargo de tan ilustres varones hizo posible que Europa conociera a<br />

México.


264 Gustavo couttolenc<br />

el poeta<br />

Gabriel Méndez Plancarte fue creador de belleza. Su primer libro de<br />

poesía se titula Primicias. Contiene poemas de forma, de estrófica y métrica<br />

tradicionales, amén de las aportaciones modernistas: el color, las<br />

palabras latinizantes, etcétera.<br />

Después compuso Odas, de la palabra griega odé, con el significado de<br />

poemas cantados, que se aplicaban en la Antigüedad a obras líricas de di ver-<br />

sa índole. Modernamente designa la composición lírica personal de alguna<br />

extensión y tono elevado, cualquiera que sea su asunto.<br />

A su vez compuso poesía bíblica, sálmica, fundada en la asociación<br />

mental de dos o más conceptos o imágenes que se repiten y que se contraponen<br />

y se completan entre sí, formando una estrofa. Este ritmo se<br />

denomina paralelismo, que puede ser sinonímico, antitético y sintético.<br />

Al respecto publicó dos libros Odas, en las que sobresale la llamada<br />

“Oda Secular Guadalupana” y el llamado “Nuevos Salmos y Odas”; especial<br />

brío y belleza tiene la oda que lleva por nombre “Parens, Magistra<br />

Patria”, dedicada a la liberación de Roma.<br />

En su madurez de esta etapa del humanismo literario llegamos a la<br />

obra cumbre de don Gabriel con su Horacio en México. El autor poseyó<br />

erudición nada común, hasta las raíces del poeta de Venosa, amén<br />

de un conocimiento vastísimo de nuestra literatura colonial y moderna.<br />

Descubre a Horacio no solo en quienes lo han traducido sino en todos<br />

los que de cualquier manera están influidos por él. Capaz de olfatear<br />

cualquier rasgo o detalle que conduzca a Horacio. Señalo sí la enorme<br />

paciencia y el tiempo gastado en su empeño. Obra decisiva en su haber.<br />

Con su trabajo hace perdurar a Horacio, cumple con los vaticinios del<br />

aquel, cuando dijo: “Non omnis moriar” (no moriré del todo), y “Exegi<br />

monumentum aere perennius” (He levantado un monumento más duradero<br />

que el bronce).<br />

Gabriel Méndez Plancarte tiene un humanismo genuino consistente<br />

en respetar al hombre por ser tal, respetar sus derechos, ser solidarios


homenaJe póstumo a Gabriel méndez plancarte 265<br />

para todos, y más con los desvalidos en extremo; es asimismo un humanismo<br />

mexicano, que aprecia y ama los valores autóctonos. Bien caben<br />

aquí las palabras de Terencio: “Hombre soy, nada de lo humano me es<br />

ajeno”. Mucho sirvieron, como aliciente para proclamar y difundir su<br />

profundo humanismo, las palabras que Alfonso Junco escribió: “Conozcámonos,<br />

amemos lo nuestro. Hagamos valer nuestros valores. Suscitémoslos<br />

y corroborémoslos, afirmando nuestra auténtica personalidad.<br />

Pongamos la activa mano en la tarea, con un fulgor en los ojos y un<br />

himno de esperanza en los labios”. Y don Gabriel dice:<br />

Amar a Horacio y amar a México, impulsáronme a emprender esta obra.<br />

Y si ella lograra hacer entrever a un solo espíritu el lejano esplendor de la<br />

clásica y eterna belleza; y lograra llevar a alguien mi convicción íntima de<br />

que Horacio es una de las más hondas y fecundas raíces de nuestra tradición<br />

literaria y que nuestra alma nacional […] es obra de la inmortal cultura<br />

grecolatina, depurada y ennoblecida por el cristianismo, vigorizada y trasfundida<br />

a nosotros por la España materna, daré por bien empleados mis<br />

esfuerzos y por ampliamente recompensadas mis fatigas.<br />

fundación de la revista Ábside<br />

La fundación y dirección de la revista Ábside por don Gabriel durante<br />

13 años cumplidos (mensual durante los cinco primeros y después trimestral,<br />

con un total de 92 números sin interrupción); además, publicó<br />

medio centenar de ensayos con el rubro Bajo el signo de Ábside, que son<br />

de especial interés y belleza. Logró atraer a muchos escritores nacionales<br />

y extranjeros como colaboradores, debido a su amplio criterio y a la libertad<br />

para exponer las maneras de pensar más opuestas; todo ello hizo<br />

de don Gabriel “el principal promotor de un renacimiento de la cultura y<br />

humanismo en México”. No solo con los trabajos que realizó y auspició,<br />

sino también, y acaso en mayor grado, con el ejemplo estimulante y conciliador<br />

de su conducta. Horacio en México y Ábside son los pilares.


266 Gustavo couttolenc<br />

En Ábside, todos hallaron en Gabriel cobijo, amistad, humanismo.<br />

A su muerte, muchos escritores nos dieron su sentir por el sensible fallecimiento,<br />

como Gabriela Mistral, que opinó: “Hombre tan cortés doblaba<br />

la cortesía ajena. Él daba a brazadas la confianza, como quien saca,<br />

estira y entrega una pieza de lienzo entera. Era la suya una confianza de<br />

confesor y de humanista, y todo esto es lo que daba a manos llenas. Los<br />

que hemos quedado atrás de él, siempre nos sabremos un poco provistos,<br />

un algo asistidos, un algo a causa de que lo tuvimos por algunos años”.<br />

No con menor elocuencia escribe Enrique González Martínez:<br />

Quise escribir un poema para el número de Ábside dedicado a la memoria<br />

de Gabriel Méndez Plancarte, pero sufro ahora una hiperestesia frente al<br />

dolor que me impide traducir mi emoción en palabras. Y pocos dolores para<br />

mí tan hondos como la prematura muerte de este joven conductor de espíritus,<br />

poeta inspirado, humanista ilustre y entrañable amigo. Entiendo bien<br />

“que vivir no es necesario”, tampoco es necesario “navegar”; lo que importa<br />

es dejar el tránsito, breve o largo por el mundo y ejemplo perdurable. Y ambas<br />

cosas nos dejó esta preciosa juventud. Nos dejó también el encanto de<br />

su sonrisa, no a flor de labios, sino brotada desde lo más hondo de su vida<br />

interior. Era hombre de paz y no de espada.<br />

Finalmente, y para no alargarme, doy el sentir de Antonio Gómez<br />

Robledo:<br />

Basta leer, hojear, compulsar los escritos del P. Gabriel y se verá que la dimensión<br />

que en ellos sobresale no solo comprende las literaturas clásicas, ni<br />

solo las posteriores, sino las ciencias humanas en general, con la inclusión<br />

preeminente de la Filosofía y de la Teología. Pues así fue el humanismo<br />

del Padre Gabriel, una disposición temperamental del humanismo cristiano<br />

para ver en todo lo positivo. (Lo divino analógico fue quizá en el P. Gabriel<br />

la raíz de su don de comprensión, de su indulgencia y encanto personal.)<br />

¡Cosa difícil es ponderar el duelo de la patria que ha perdido a uno de los<br />

príncipes del humanismo mexicano! Lo difícil, lo imposible es traducir el<br />

duelo propio e íntimo de nosotros sus amigos que, por mucho que el tiempo<br />

cicatrice esta herida, no nos veremos ya jamás como nos vimos antes;


homenaJe póstumo a Gabriel méndez plancarte 267<br />

domingo a domingo en las claras mañanas de Tacubaya, porque en nosotros<br />

estará siempre la ausencia del P. Gabriel, y estaremos siempre añorantes de<br />

su conversación.<br />

Humanistas del siglo xvi son un sublime humanismo, inspirados en los<br />

creadores del humanismo mexicano. Zumárraga, fray Bartolomé de Las<br />

Casas, don Vasco de Quiroga, Julián Garcés, Francisco Cervantes de Salazar,<br />

fray Diego Valadés, influidos a su vez por los grandes humanistas del<br />

Renacimiento: Erasmo de Rotterdam, Juan Luis Vives y Tomás Moro.<br />

He aquí las influencias de los humanistas europeos en los humanistas<br />

mexicanos:<br />

1. fray Julián Garcés, discípulo de Nebrija, pone su latín clásico al servicio<br />

de la libertad de los mismos aborígenes y al reconocimiento de sus<br />

derechos como personas humanas.<br />

2. fray Juan de zumárraGa: Convirtió una página de Erasmo en manifiesto<br />

oficial de la evangelización en México; he hizo que Erasmo mismo<br />

contribuyera impensadamente a la evangelización de nuestro indios con<br />

“Sus remedios para los vicios”.<br />

3. don vasco de quiroGa: Influido por Tomás Moro (Utopía), dictó las<br />

ordenanzas que pone para sus hospitales.<br />

4. fray bartolomé de las casas: Con su obra “Del único modo de atraer<br />

a todos los pueblos a la verdadera religión”.<br />

5. francisco cervantes de salazar: El amor a la sabiduría y la Universidad<br />

de México, “Clima y Naturaleza de la Nueva España”, y “Contenidos<br />

de leyes de los indios”.<br />

7. fray dieGo valadés: “Exhortación de los misioneros a los indios”,<br />

“Defensa del sincero cristianismo de los indios”.<br />

Obras de Gabriel Méndez Plancarte sobre el humanismo mexicano:<br />

El humanismo mexicano<br />

Humanistas del siglo xvi<br />

Humanistas del siglo xviii


268 Gustavo couttolenc<br />

Selva y mármoles es una cronología de Joaquín Arcadio Pagaza, Clearco<br />

Meonio entre los árcades romanos.<br />

Epígrafe latino del doctor don Salvador Castro Pallares<br />

a Gabriel Méndez Plancarte (con mi propia versión)<br />

GABRIEL MÉN<strong>DE</strong>Z P<strong>LA</strong>NCARTE<br />

Sacerdote consagrado a Cristo<br />

excelentísimo maestro<br />

de las Letras, de la Filosofía<br />

y de la Teología<br />

consumido por extremos trabajos<br />

muerto repentinamente<br />

vive para siempre.<br />

Apéndice<br />

Acuarela<br />

(En la Villa Borghese).<br />

En los jardines mudos y yertos<br />

flota un perfume de lirios muertos,<br />

que empapa el viento y el bosque inunda<br />

de una serena melancolía,<br />

y llena el alma de nostalgía,<br />

con su tristeza mansa y profunda.<br />

Un viejo mármol su albor perfila<br />

en la penumbra clara y tranquila,<br />

que en la arboleda vertió la tarde;<br />

y en las columnas del templo griego,<br />

teje bordados de luz y fuego<br />

el sol muriente que apenas arde.


homenaJe póstumo a Gabriel méndez plancarte 269<br />

Mientras los sauces de la ribera<br />

mojan dolientes su cabellera<br />

en el dormido cristal del lago,<br />

dos negros cisnes cruzan las ondas,<br />

rizando airosos espumas blondas<br />

como la barba de algún Rey Mago.<br />

Pétalos rojos de pasionarias<br />

manchan de sangre las araucarias<br />

a cuyo tronco viril se enlazan;<br />

y allá en el fondo, de negras rocas,<br />

como un cortejo de viudas locas,<br />

tristes y austeras, las sombras pasan…<br />

En la infinita comba del cielo,<br />

de las tinieblas rasgando el velo,<br />

tiembla la viva lumbre de Sirio;<br />

mientras la luna callada vierte<br />

sobre la tierra que yace inerte<br />

sus palideces de mustio lirio.<br />

Allá a lo lejos… una campana<br />

sus sollozantes notas desgrana,<br />

… y sus tañidos son de agonía…<br />

Y en las columnas del templo griego<br />

un fugitivo temblor de fuego<br />

dice a los hombres que ha muerto un día! …<br />

Meditación en Chapala<br />

I<br />

SOBRE Chapala en fiesta se desangra el cre-<br />

púsculo y en púrpura viste las oscuras aguas del Lago.<br />

Sobre las azules montañas arde el crepúsculo; y<br />

sus tintes ardientes ensangrientan y enjoyan el Lago.


270 Gustavo couttolenc<br />

El Lago, tremente, es un gran manto cerúleo y vermejo;<br />

como los imperiales paludamentos de los reyes<br />

asirios.<br />

Las puntiagudas torrecillas blancas se yerguen entre<br />

el verdor de los árboles: como dos garzas blancas entre<br />

los juncos perennes.<br />

Y sobre el azul radiante surge y palpita la primera estrella: Vésper y Venus,<br />

[la estrella de la tarde:<br />

Lágrima de luz en la gran pupila del cielo; gotita<br />

diamantina y trémula.<br />

Lágrima que llora la muerte del día; y en la que se<br />

concentra y transfigura todo el llanto del mundo.<br />

¿Por qué, Señor, muere la tarde? ¿Por qué, Dios<br />

mío, muere el hombre?<br />

¿Por qué, Señor, la belleza que muere? ¿Por qué<br />

la hermosura que brilla un momento y se apaga?<br />

Porque Tú solo eres Hermosura sin oriente y sin<br />

ocaso; solo Tú tienes el secreto de la eternidad inmutable:<br />

Sol que no nació y que no perecerá: ¡Sol siempre<br />

fúlgido, igual a Ti mismo!<br />

AQUI, frente al Lago, yo quisiera vivir y morir;<br />

aquí, bajo el ardiente crepúsculo:<br />

II<br />

Lejos de las “urbes tentaculares” donde todo es ruido<br />

y vanidad; lejos del estruendo que hacen los hombres para aturdirse.


homenaJe póstumo a Gabriel méndez plancarte 271<br />

Aquí, donde se puede gozar la vida y pensar en la<br />

muerte; pensar en la muerte sin espanto y con júbilo.<br />

Donde se goza en todas las cosas un reflejo lejano<br />

de la eterna Hermosura: un anticipo fugaz de la visión paradisiaca.<br />

Donde la naturaleza es madre y no madrastra; donde<br />

la cara de Dios sonríe sobre sus hijos.<br />

aquí hubiera vivido fray luis, meJor que en las<br />

claras riberas del Tormes; aquí hubiera vivido y cantado<br />

su áurea “Vida Retirada”;<br />

y hubiera escuchado, por las noches, la rítmica danza<br />

de las constelaciones; de las constelaciones navegantes<br />

en el azul sin mácula.<br />

Aquí hubiera amado reposar para siempre Virgilio, mejor que en la marmórea<br />

Parténope; el dulce y ardiente<br />

Virgilio que cantó la muerte de Dido.<br />

Aquí hubiera podido tener Horacio su riente “villula”<br />

tiburtina; y paladear, con lenta delicia, su Cécu<br />

bo rojeante;<br />

y echar a volar el enjambre alado de sus estrofas alcaicas —y la triunfal cuadriga<br />

de sus sáfico-adónicas.<br />

III<br />

CHAPA<strong>LA</strong>, flor de Jalisco: blanca doncella de<br />

cristal y de gracia.<br />

Solo un día me fue dado contemplar tu hermosura; solo unas horas de tregua<br />

[en mi camino árido.


272 Gustavo couttolenc<br />

¡Con qué deleite me sumergí en tus ondas; y me<br />

abracé a ellas con todos los poros de mi piel sedienta de<br />

frescura!<br />

Así, me imagino, ha de ser el cielo: una lenta inmersión<br />

inacabable en la frescura del Agua,<br />

bajo la caricia del gran Sol vivificante —entre el<br />

esplendor glorioso de un Día sin ocaso…<br />

Mas, para llegar a ese Día, es menester pasar por<br />

el oscuro túnel de la muerte: (¡oh, el trágico “hoyo negro”<br />

de misterio y de sombra!)<br />

(¡El “hoyo negro” en que no se respira ni se oye;<br />

donde mi piel se deshará en ceniza, impotente para vibrar con la caricia<br />

diáfana!)<br />

¡Líbrame, Señor, de las fauces del Abismo! ¡Líbrame,<br />

Señor, de la “muerte segunda”!<br />

¡Y déjame alabarte, franciscanamente, en tus creaturas<br />

bellas; y decirte laudanza por la inabarcable hermosura<br />

del Cosmos!<br />

¡Señor, yo te bendigo porque eres Manantial de hermosura!<br />

¡Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana Chapala!...<br />

Chapala, 13 de octubre de 1946


DON ALFONSO MÉN<strong>DE</strong>Z P<strong>LA</strong>NCARTE,<br />

CAMPEÓN <strong>DE</strong> LOS SORJUANISTAS *<br />

Tarsicio herrera zapién<br />

Don Alfonso había perdido el habla normal hacia sus 30 años, por cierta<br />

extraña afección nerviosa. Antonio Gómez Robledo refiere que en 1937<br />

le sobrevino, si no una afonía, sí una afasia: no perdió la voz, pero sí la<br />

soltura del habla. Ello se debió —decían sus amigos— al esfuerzo extenuante<br />

que puso como profesor, en su cátedra de Teología, para declarar<br />

en conceptos precisos lo que es últimamente inefable. “En la explicación<br />

de la Palabra Increada se le quebró la voz propia”, comentó Gómez Robledo.<br />

1<br />

Sus alumnos levíticos a veces no lo entendían. A uno le dijo:<br />

—Te he estado miando todo el año domido como un lioncito, y te voy a cagar<br />

la mano en el examen.<br />

de la lenGua a la pluma<br />

Desde entonces se concentró en el trabajo de escritorio. Quedó crucificado<br />

a su pluma, como de sí mismo decía Lacordaire. Y en él logró<br />

faenas impresionantes.<br />

Así, publicó los tres tomos de sus fundamentales Poetas novohispanos,<br />

unam, Siglo xvi, 1942; Siglo xvii, 1943; Siglo xviii, 1945.<br />

Su obra cumbre fueron sin duda las Obras completas de sor Juana Inés<br />

de la Cruz, tomo I, 1951; tomo II, 1952; tomo III, 1953; y el IV —póstumo—<br />

a cargo de Alberto G. Salceda, 1957.<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 24 de febrero de 2005.<br />

1 Semblanzas de académicos, México, Academia Mexicana, 1975, p. 172.<br />

[273]


274 tarsicio herrera zapién<br />

Otras sólidas investigaciones eclesiales de Méndez Plancarte son: La devoción<br />

al corazón de Cristo en la Nueva España, México, Buena Prensa, 1951;<br />

y La poesía mística de san Juan de la Cruz, México, Bajo el Signo de Ábside,<br />

1938. Reeditado póstumamente en 1959 como San Juan de la Cruz en México.<br />

Sobre poesía lírica general, don Alfonso editó y prologó sólidamente<br />

las Poesías completas de Amado Nervo, Madrid y México, Editorial Aguilar,<br />

1972. Y realizó hazaña similar con Rubén Darío.<br />

Por si todo ello fuera poco, sus Cuarenta odas selectas de Horacio (unam,<br />

1946) son —decía el mismo Gómez Robledo— “por el ritmo, número<br />

y acento en perfecta semejanza con el original latino, un verdadero prodigio”.<br />

Obra tan sutil, desde luego, que ya había sido olvidada cuando se<br />

quiso reeditar en 1985. No estaba ya en el archivo de la Dirección General<br />

de Publicaciones de la unam. Tuvieron que pedirme fotocopia de mi único<br />

ejemplar. Por cierto que don Alfonso heredó a quien aquí habla la tarea de<br />

traducir con similar versión rítmica las Obras completas de Horacio, de las<br />

cuales ya edité Arte poética y Epístolas (unam, 1970 y 1972). Pero, por extrañas<br />

razones, las Odas, Épodos y Sátiras aún me las han hecho quedar inéditas.<br />

el concurso sobre díaz mirón<br />

El centenario de Díaz Mirón fue en 1953. El gobierno de Veracruz convocó<br />

a un magno certamen con 20 000 pesos de premio. Don Alfonso<br />

participó junto con un centenar de ensayistas.<br />

El premio lo obtuvo Antonio Castro Leal, a pesar de que Méndez<br />

Plancarte ya había publicado rectificaciones a la edición crítica de Díaz<br />

Mirón publicada por el premiado. Admitiendo las evidencias, el galardonado<br />

ya había publicado elogios y citas para Méndez Plancarte.<br />

Por lo pronto, Castro Leal tituló anodinamente su libro Díaz Mirón,<br />

su vida y su obra (Porrúa, 1970), en tanto que Méndez Plancarte denominó<br />

brillantemente el propio: Díaz Mirón, poeta y artífice (Robredo, 1954).<br />

El libro de don Alfonso es en verdad una obra maestra de originalidad<br />

y de saber literario y poético. Guarda bastante diferencia con Castro


alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 275<br />

Leal, quien había escrito que la personalidad de Díaz Mirón era “la del<br />

hombre, la del macho”, recordando la estrofa favorita de los bebedores:<br />

Confórmate, mujer: Hemos venido<br />

a este valle de lágrimas que abate,<br />

tú, como la paloma, para el nido<br />

y yo, como el león, para el combate.<br />

En cambio, Méndez Plancarte sostiene esta tesis original: “en la estricta<br />

delimitación de Artífice genial del Verso y del Verbo, suya es —por<br />

sobre todos— la suma cúspide” (p. 31).<br />

El capítulo de las influencias en Díaz Mirón es tan caudaloso en Méndez<br />

Plancarte, que la genialidad del crítico surge en cada literatura que cita.<br />

Solo de Grecia y de Roma descubre derivaciones en la poesía de Díaz<br />

Mirón, a partir de Tirteo, de Esquilo, de Homero, de Píndaro, de Virgilio,<br />

de Horacio, de Ovidio, de Tibulo, de Suetonio y de Tácito.<br />

Veamos un par de ejemplos de Díaz Mirón ante Horacio.<br />

El Venusino canta:<br />

Y Salvador lo imita:<br />

Feriuntque summos<br />

fulgura montes<br />

[Y hieren a excelsos<br />

montes los rayos (Oda II, 10).]<br />

El rayo que fulmina<br />

todo lo que se empina (A Victor Hugo).<br />

Luego, Horacio canta en su Carmen saeculare:<br />

Siderum regina bicornis audi,<br />

Luna, puellas.


276 tarsicio herrera zapién<br />

A su vez, Salvador le hace eco:<br />

Y digno de pisar bicorne luna.<br />

(El ingenioso hidalgo).<br />

Demos solo otros dos brillantes ejemplos. Don Alfonso ha descubierto<br />

en Victor Hugo las fuentes francesas de dos estrofas célebres.<br />

La primera está en el Duelo por la muerte de su padre, y dice:<br />

Y, ante esta forma en que mi padre ha sido<br />

lloro, por más que la razón me advierta<br />

que un cadáver no es trono demolido<br />

ni roto altar, sino prisión desierta.<br />

Pues Méndez Plancarte ha descubierto su origen en Victor Hugo. El<br />

álbum es Les contemplations; la poesía es La clarté du dehors. Y dice:<br />

O sea:<br />

Passant: cette pierre te cache<br />

la ruine d´une prison.<br />

Paseante: esta piedra te oculta<br />

la ruina de una prisión.<br />

He aquí, en esta ruine d’une prison, de Victor Hugo, la “prisión desierta”,<br />

de Díaz Mirón,<br />

El segundo ejemplo muestra el origen de una estrofa célebre de Díaz<br />

Mirón A Gloria:<br />

Fiado en el instinto que me empuja,<br />

desprecio los peligros que señalas.<br />

“El ave canta aunque la rama cruja,<br />

como que sabe lo que son sus alas”.


alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 277<br />

¿Y por qué escribió Díaz Mirón entre comillas “El ave canta …”?<br />

El padre Alfonso encontró la razón en Les chants du crepuscule, del<br />

mismo Victor Hugo, en la poesía Dans l´église de…<br />

Soyez comme l´oiseae...<br />

qui sent ployer la branche<br />

et qui chante pourtant,<br />

sachant qu´il a des ailes.<br />

[Sed iguales al ave...<br />

que oye crujir la rama<br />

y que canta no obstante,<br />

sabiendo que tiene alas.]<br />

¿Es creíble que un libro con esta serie de geniales hallazgos no haya<br />

recibido ni mención? Parecería que los ilustres jurados, entre los cuales<br />

estaba el propio Alfonso Reyes, ni siquiera hayan abierto la obra maestra<br />

de Méndez Plancarte.<br />

Pero no importa. La admiración y el reconocimiento de la posteridad<br />

ha sido el premio mejor para el zamorano, quien demostró la superioridad<br />

de su obra, editándola de inmediato, mientras que el premiado esperó<br />

¡16 años! para publicarse.<br />

Me cuenta don Gustavo Couttolenc que Méndez Plancarte comentaba<br />

entre amigos: “Pero, ¿quién es el ganador del concurso? Me gustaría siquiera<br />

saber con quién perdí, y conocer su libro premiado”. Pero no era<br />

posible disipar la duda. Porque, mientras Méndez Plancarte se apresuró a<br />

publicar con Robredo en 1954 su libro menospreciado, Castro Leal solo<br />

publicó 16 años después (en 1970) su libro abusivamente premiado.<br />

la noble despedida<br />

La Iglesia había honrado los méritos de don Alfonso, nombrándolo canónigo<br />

honorario de la Basílica de Guadalupe, cuatro meses antes de que<br />

muriera. Nacido en septiembre de 1909, había cumplido ya don Alfonso


278 tarsicio herrera zapién<br />

sus 45 años de rigor hace 50 años, en febrero de 1955, un lustro después<br />

de su hermano Gabriel, quien vivió de enero de 1905 a diciembre del 49.<br />

Le tocaba despedirse.<br />

Su tránsito lo refiere el luminoso verbo de Antonio Gómez Robledo:<br />

A dicho de quienes fueron testigos de su muerte, la apuró con perfecta lucidez<br />

y con gran serenidad y bonhomía. Al acometerle de repente el mal (del<br />

corazón) que en dos horas más lo ultimaría, pidió la extremaunción y se<br />

despidió de sus compañeros con estas palabras:<br />

—Hoy nos predicaron sobre la muerte y, para que mediten ustedes bien,<br />

van a tener muertito.<br />

Después de lo cual expiró en la paz del varón justo que fue del uno al<br />

otro extremo de su vida.<br />

Con toda razón, en el ingreso de don Alfonso Méndez Plancarte a la<br />

Academia Mexicana de la Lengua, le daba la bienvenida don Nemesio<br />

García Naranjo con estas frases:<br />

Don Alfonso viene a remover nuestras ideas, a intensificar nuestros trabajos,<br />

a extender nuestros horizontes y a refinar nuestros ideales.<br />

las obras completas<br />

La obra maestra del hermano de Gabriel, don Alfonso, fallecido hace 50<br />

años, es la edición crítica de la poesía de sor Juana. Hagamos historia.<br />

“Trágica es la disparidad del ruido y las nueces” en la producción sorjuaniana<br />

de Ermilo Abreu Gómez. Eran palmarios los errores de don Ermilo,<br />

y con estas palabras comenzó a refutarlos Alfonso Méndez Plancarte<br />

en su ciclo de artículos alusivos en El Universal, en septiembre del 44.<br />

No se puede estar de acuerdo con Abreu cuando multiplica los errores<br />

inaceptables en las 450 páginas de su enorme Bibliografía y biblioteca de<br />

sor Juana, México, sre, 1934. Pues don Alfonso dedicó al tema 10 sabrosos<br />

artículos que don Octaviano Valdés tiene recopilados en su librito


alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 279<br />

Crítica de críticas sorjuanianas. 2 ¿O alguien podrá estar de acuerdo cuando<br />

don Ermilo intercambia los nombres de Pola Argentaria y de Proba<br />

Falconia, para inventar una inexistente “Proba Argentaria”, que sería<br />

como inventar una “Concha Castellanos” o una Rosario Urquiza”?<br />

Y Abreu, igual que intercambia nombres, también duplica personajes,<br />

como cuando en un capítulo cita a “Diódoro Sículo, historiador”, y en<br />

otro presenta a “Sículo Diódoro, poeta”? O bien, el novelista de Canek<br />

nos da a un autor por otro, como cuando, al anotar las fuentes de sor<br />

Juana, confunde a Natal Conti, autor de una Mitología de 1551, con Jerónimo<br />

Nadal, que sería muy difícil que fuera fuente de sor Juana, pues<br />

vivió dos siglos después de ella.<br />

Cuánta razón tiene nuestro amigo Alfonso Sánchez Arteche al precisar<br />

el lugar que corresponde a Abreu Gómez frente a sor Juana, en el<br />

texto que con excelente humor titula: “El sorjuanismo cítrico de Abreu<br />

Gómez, y el exprimidor crítico de Méndez Plancarte”. 3<br />

Escribe Sánchez Arteche: “Por mucho tiempo había sido el buen don<br />

Ermilo el Atlante que, con más de una veintena de títulos (de libros) a<br />

cuestas, sostuvo sobre sus hombros —de Chac Mool rampante— los<br />

prestigios del sorjuanismo oficial... hasta que llegó la piqueta crítica de<br />

don Alfonso Méndez Plancarte a demoler ese nuevo Coloso de Rodas”.<br />

Por ello, “la agudeza intelectual, la sólida cultura y una buena pizca de<br />

sal ática” de Méndez Plancarte —como dice el mismo crítico— pusieron<br />

en absoluta evidencia la vacuidad de la cultura sorjuaniana que tanto<br />

pregonaba don Ermilo”.<br />

No se trataba ya de cuántos libros había escrito el novelista, sino de<br />

cuántos tropezones había dado en ellos.<br />

Así fue como, solo para refutar a Abreu Gómez, Méndez Plancarte<br />

construyó el citado ciclo de diez nutridos pero jocosos artículos en que<br />

describe la “galería de fantasmas” que Abreu había creído descubrir en la<br />

2 Tacubaya, 1982, reedición, Toluca, imc, 2000.<br />

3 Revista Castálida, Toluca, imc, 2001, p. 75.


280 tarsicio herrera zapién<br />

biblioteca particular de sor Juana, al lado del “coro de ausencias” que en<br />

ella le habían pasado por alto.<br />

Octaviano Valdés ha dotado a nuestras bibliotecas con una joya al editar<br />

ese debate de don Alfonso contra don Ermilo, al lado de su defensa<br />

de la maestría latina de sor Juana frente a la tozudez de Genaro Fernández<br />

MacGregor, quien dudaba de la creatividad latinizante de la Fénix.<br />

Don Genaro no había comprendido que, si sor Juana había sido capaz<br />

de componer dísticos tan magistrales como:<br />

Clarus honor caeli mirantibus additur astris,<br />

delphunim, quondam gloria torva maris,<br />

entonces estaba bromeando al componer una estrofa en latín macarrónico<br />

como esta:<br />

asoman los fantasmas<br />

Ut omnes dicant quod mereor<br />

esse per optimos cascos,<br />

dominus sacristanorum,<br />

monigotorum praelatus.<br />

Varios de los fantasmas que detectó la lupa detectivesca de Méndez Plancarte<br />

son piezas de antología.<br />

Veamos un desliz de Abreu frente al poeta latino Estacio. Como don<br />

Ermilo tiene la ocurrencia de citar a autores grecolatinos con terminaciones<br />

ora españolas, ora griegas, ora latinas —sin entender su diferencia—,<br />

a veces denomina al citado vate latino “Publio Papinus (sic) Statius”<br />

(p. 382) y otras veces le resulta “Statio”. Es entonces cuando Abreu<br />

parece remitirse al Negrito Poeta, y Méndez Plancarte comenta que hasta<br />

podría renovar la rima rica de su conocido epigrama:


alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 281<br />

Por Estacio (y no en latín) /don Ermilo dice “Statio”.<br />

Porque tiene como fin / hacerlo rimar con “patio”.<br />

¡Ah qué don Ermilo! Es, como Ulises, “fértil en tretas”. El título de la<br />

Carta atenagórica (que sabemos significa “digna de que la redacte Atena<br />

Minerva”) se deriva, según la fantasía de don Ermilo, de “Atenagor”<br />

(p. 251), “raíz que —escribe don Alfonso— no sabemos con qué se come”.<br />

Y la galería de fantasmas de la ciclópea Biblioteca sorjuaniana de Abreu,<br />

tiene en su lugar de honor a: “Virgilio anacoreta y otros colmos”.<br />

Leamos a Méndez Plancarte: “Inicia sus ‘desdoblamientos de personalidad’<br />

la más graciosa de estas suertes metapsíquicas, que metamorfosea<br />

a Virgilio en un padre del Yermo de cuatrocientos años después...<br />

(Juana Inés) designó al egregio poeta de La Eneida por su otro nombre,<br />

tan elemental, de Marón, cuando ella escribe:<br />

Bien como se divertían<br />

de más molesto ejercicio,<br />

con un Mosquito, Marón,<br />

y con una Pulga, Ovidio.<br />

Y don Alfonso comenta: “Pero ella no contó, evidentemente, con que<br />

su ‘bibliotecario’ —en vez de Publio Virgilio Marón, allí inconfundible—<br />

no pararía hasta descubrir a otro ‘Marón, anacoreta del siglo iv...<br />

cerca de Tiro’ (p. 371), y lo incluiría, muy serio, en su Biblioteca”.<br />

No acabaríamos nunca de enumerar las largas filas de autores de la<br />

biblioteca de sor Juana que don Ermilo cree encontrar en sus obras, en<br />

su empeño por demostrar su agobiante saber sorjuaniano, que se reducía<br />

a navegar, casi sin brújula cultural, por las enciclopedias de escritores.<br />

Solo nos permitimos señalar que no puede admitirse el ejercicio de la<br />

“biblioteca ficción” tan caro a Borges, como método de investigación<br />

sorjuaniana.<br />

La principal diferencia radica en que, en el caso del bonaerense, el<br />

autor busca chasquear al lector; mientras que, en el caso del yucateco, ha<br />

sido la biblioteca la que ha desorientado al bibliotecario.


282 tarsicio herrera zapién<br />

el coro de ausencias de don ermilo<br />

Señala muy bien el padre Alfonso que los “títulos que aparecen en sus<br />

retratos antiguos”, que Abreu prometió reseñar (p. 334), nos exhiben no<br />

menos de 35 autores que don Ermilo olvidó catalogar, en tanto que andaba<br />

fantaseando que Juana Inés leía al Boccaccio del Decamerón, o al<br />

“impío Maquiavelo”, o que tenía entre sus autores de ‘religión’ nada menos<br />

que a Lutero y a Pelagio, cosa en verdad difícil, pues por entonces<br />

eran libros desaconsejados a los católicos.<br />

Queda, así, en Abreu Gómez, muy exacto el refrán que manejo en este<br />

epigrama:<br />

Cuando Ermilo hace mención<br />

del sorjuanista desván,<br />

ni son todos los que están,<br />

ni están todos los que son.<br />

Demos ahora algunas muestras del “Coro de ausencias” que Méndez<br />

Plancarte descubre en las lagunas que dejó don Ermilo.<br />

Baste comenzar con la Biblia, “el libro que comprende todos los libros”,<br />

como decía la madre Juana Inés. En ella, al lado del “Excelso<br />

Autor” único, se encierran unos 40 autores más (por ejemplo, David,<br />

Salomón, Jeshua Ben Sirac, etc.).<br />

Añádase luego el Breviario, el cual recopila himnos y textos de Venancio<br />

Fortunato, Jacopone da Todi, Tomasso di Celano, y una buena docena de<br />

Padres de la Iglesia. De estos, nos enumera Méndez Plancarte a los santos<br />

que Abreu desconoce: Ambrosio, Anselmo, Atanasio, Beda, Bernardino<br />

de Siena, Bernardo de Claraval, Hilario, Ignacio de Antioquía, Pedro Crisólogo,<br />

Roberto Belarmino y Paulino de Nola (Crítica..., p. 64).<br />

Pero es que, ¿a qué intelectual contemporáneo se le ocurre hojear tales<br />

libros cargados de olor a sacristía? Pues, por ejemplo —respondemos—,<br />

a quien emprende el estudio de las obras de sor Juana.<br />

Por lo demás, en vez de citar en el rubro de ‘religión’ a los “heresiarcas…<br />

malévolos y furiosos” que él anota, don Ermilo podría haber


alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 283<br />

enumerado a Urbano VIII, a san Ildefonso, a santa Gertrudis, a santa<br />

Brígida, a “la monja de Ágreda” y a sor María la Antigua, “mentadas por<br />

sus nombres en solo un párrafo de la Respuesta a Sor Filotea” (Crítica…<br />

citada, pp. 64 ss.).<br />

Luego, el solo Neptuno alegórico enumera otra legión de autores, que<br />

van desde Apolonio de Rodas y Diógenes Laercio, hasta Tácito, Heráclito<br />

y Demócrito. Parece que don Ermilo ni siquiera lo hojeó.<br />

Y también se le escapan a don Ermilo otras series enteras de sabios<br />

antiguos. Así, están ausentes de su Bibliografía Euclides, Galeno y “los<br />

siete sabios de Grecia”; además de Alceo, Corina, Cornelio Galo y hasta<br />

Julio César, en cuanto autor del De bello Gallico y del De bello civili.<br />

¡Vamos! Abreu Gómez olvida citar hasta el Derecho Romano y el Canónico,<br />

el Digesto, las Pandectas, los Concilios y “las Institutas” (Crítica<br />

citada, pp. 65 ss.).<br />

¿Qué más? Don Ermilo no se acuerda de citar ni al propio Don Quijote<br />

que, con el “Clavileño”, trae sor Juana en el romance “Para aquel”.<br />

Y no se dude de que, quien olvidaba datos tan fundamentales del Quijote,<br />

habría estado dispuesto a participar en homenajes a Cervantes como<br />

los que prepara nuestra Facultad para el cuarto centenario de la “novela<br />

de las novelas”. A don Ermilo lo que menos le faltaba era el arrojo.<br />

las consecuencias<br />

Como síntesis, escribe don Alfonso: “Y así hemos reducido a su precisa<br />

expresión (y que los luminosos espíritus de Fernández Ledesma y<br />

de Gutiérrez Hermosillo perdonen la parodia) esta macabra ‘Galería de<br />

fantasmas’ —que suponemos que el cineasta chileno Amenábar titularía<br />

Los otros—, injerta en un clamoroso ‘Coro de ausencias’ ”.<br />

Y aún creía Abreu Gómez haber trazado —fúlgida estela— “un método<br />

para desarrollar los trabajos críticos” (p. 335). Pero observemos que<br />

su ejemplo es por exclusión, como si dijera: “No vayan a hacer lo que yo<br />

hice”.


284 tarsicio herrera zapién<br />

En efecto, quien desee hacer investigación de fuentes documentales<br />

de sor Juana, necesita tener un vasto conocimiento no solo de las literaturas<br />

romances, sino de las clásicas —que Juana Inés tanto amaba—.<br />

Pero, sobre todo, el sorjuanista necesita varios decenios de lecturas eclesiales:<br />

la Biblia, el Breviario, los Padres de la Iglesia y otros maestros del<br />

espíritu.<br />

¿Qué buena investigación podría hacerse sobre Juana Inés sin manejar<br />

los textos de que ella se nutría?<br />

A ello se refiere Cécile Bénnassy cuando escribe que el adecuado editor<br />

de las obras de sor Juana era don Alfonso Méndez Plancarte, pues il<br />

baignait presque (casi estaba empapado) en los mismos estudios que a la<br />

monja jerónima la habían encantado.<br />

Rebus sic stantibus, estando así las cosas, el descubrir las lagunas culturales<br />

propias de Abreu Gómez no fue una labor de destrucción literaria<br />

debida a la pluma de Méndez Plancarte, sino que —al contrario— fue<br />

una brillante campaña detectivesca realizada ante un fraude cultural.<br />

Por lo demás, don Ermilo quitaba o añadía sílabas al azar en los endecasílabos<br />

broncíneos de la Fénix. Si ella escribía: “¿Para qué te vi yo?<br />

¿por qué te quise?”, Abreu corrige defectuosamente: “¿Para qué te vi yo?<br />

¿para qué te quise”. Y escribe en nota: “Verso mal medido”. Naturalmente<br />

que fue mal medido por el editor crítico.<br />

Es un caso similar al de quien demuestre que sor Juana no era lesbiana.<br />

No destruye con ello el capítulo de las erráticas Trampas de la fe de<br />

Paz titulado “Religiosos incendios”, sino que reconstruye la buena fama<br />

de Juana Inés.<br />

Después de leer las refutaciones de Méndez Plancarte, ya nadie volvería<br />

a tomar en serio las ocurrencias de Abreu, cuando escribía puntadas<br />

como esta: “Para ser justa, la Inquisición habría tenido necesidad de quemarla<br />

y de canonizarla al mismo tiempo”. Cuando, en realidad, lo más<br />

que hacía la Inquisición era “remitirlo al brazo secular”. La Inquisición<br />

nunca mandó quemar a nadie; y, además, las canonizaciones le eran ajenas;<br />

siempre le han correspondido a la Congregación de los Santos.


alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 285<br />

La consecuencia que don Alfonso buscaba finalmente la logró. Tras<br />

leer los 10 artículos en que Méndez Plancarte desenmascaró los descuidos<br />

y las ignorancias de Abreu Gómez, el director del Fondo de Cultura<br />

Económica, don Daniel Cosío Villegas, dictaminó que Abreu no estaba<br />

a la altura necesaria para editar las Obras completas de sor Juana. Sin<br />

conocer a don Alfonso Méndez Plancarte más que por sus escritos, le<br />

encomendó la labor monumental en 1946. Se publicó el tomo I en 1951;<br />

el II, en 52; el III, en 53; y el IV —póstumo— en 57, a cargo de Alberto<br />

G. Salceda.<br />

Tal acierto hizo que el propio Octavio Paz, acaparador de premios<br />

literarios, haya declarado que él no habría podido escribir sus Trampas de<br />

la fe sin basarse en la edición crítica de sor Juana realizada por don Alfonso,<br />

a quien, por cierto, siempre se le había negado toda recompensa.<br />

Más bien sucedió que cierto escritor, porque disentía de una única<br />

rima de Juana Inés transcrita por don Alfonso (en el soneto “¿En perseguirme,<br />

mundo, qué interesas?”, en los versos “Poner bellezas en mi<br />

entendimiento, / y no mi entendimiento en las bellezas”), preguntaba en<br />

una sesión pública cuándo se iba a hacer otra edición crítica de la Fénix,<br />

siendo así que Méndez Plancarte ha sido considerado “el mayor de los<br />

sorjuanistas”, pues corrigió cientos de errores en las antologías alusivas<br />

de Abreu.<br />

Así que tuvo razón Sánchez Arteche al sostener que la obra de Méndez<br />

Plancarte “desbarató la mampostería de la ‘piramidal, funesta, de<br />

la tierra nacida sombra’ de la Bibliografía y biblioteca de sor Juana, torpemente<br />

levantada por Abreu. Y es lo que el propio Méndez Plancarte<br />

denominó “un simple y llano caso de higiene pública” en honor de “la<br />

emperatriz de nuestro idioma”.<br />

De esta serie de artículos técnicos y apologéticos consta el librito Crítica<br />

de críticas. Allí se encierra, como en amena novelita, todo un proceso<br />

en defensa de una sor Juana, del todo incomprendida por Abreu Gómez.<br />

La defiende en este librito don Alfonso Méndez Plancarte, que ha sido<br />

considerado “el lector más temible de México”, pues no toleraba ni erro-


286 tarsicio herrera zapién<br />

res métricos, calumnias anticlericales, y es también, según decíamos, “el<br />

más grande de los sorjuanistas” pues, mejor que nadie, ha sabido desfacer<br />

entuertos de quienes envidian la grandeza de la Décima Musa.<br />

Ahora bien, Andrés Henestrosa cuenta una anécdota curiosa sobre los<br />

“tres veces hermanos”.<br />

En una comida del Seminario de Cultura Mexicana, Andrés se sentó<br />

junto a uno de los Méndez Plancarte. Comenzó a decirle que no era justo<br />

que él hubiera tratado tan rudamente a Ermilo, que —aunque el asunto<br />

de las obras de sor Juana era público— las correcciones debía habérselas<br />

hecho en privado, y cosas así. Méndez Plancarte solo lo veía y le sonreía<br />

apacible.<br />

Hasta que, al final de la comida, algún otro escritor fue a despedirse:<br />

—Adiós, Padre Gabriel.<br />

Andrés quedó sorprendido. Don Gabriel le comentó entonces:<br />

—Usted me ha confundido con mi hermano Alfonso. Pero trátelo, y<br />

ustedes acabarán volviéndose amigos.<br />

Así fue, y Andrés se hizo asiduo contertulio del dominical “círculo<br />

del mate” de don Octaviano Valdés, donde pudo tratar a Alfonso Méndez<br />

Plancarte y hacerse amigo suyo.<br />

Por lo demás, Abreu escribió a la muerte de don Alfonso —y nada<br />

menos que en Ábside—: “Yo, en lo personal, le debo noble enseñanza: la<br />

humildad. Con sus palabras aprendí a tocarme el corazón antes de abrir<br />

los labios”.<br />

Esto nos demuestra que ni Méndez Plancarte era un feroz inquisidor,<br />

ni Abreu Gómez era un hereje contumaz.<br />

Ambos eran hombres de su tiempo, pero hombres no dominados por<br />

la pasión, sino por la sensibilidad y el intelecto.<br />

Tal fue Alfonso Méndez Plancarte, el mayor de nuestros horacianos,<br />

de nuestros diazmironianos y de nuestros sorjuanistas, hermano de don<br />

Gabriel, fundador de Ábside, poeta y traductor señero.<br />

Ambos fueron “tres veces hermanos”: sanguine, sacerdotio, studiis: en<br />

la sangre, en el sacerdocio y en las humanidades.


1<br />

HABÍAN VARIOS QUE... HABEMOS MUCHOS QUE… *<br />

José G. moreno de alba<br />

Entre las acepciones de haber que el Diccionario académico (edición de<br />

2001) reconoce, hay dos en las que este verbo funciona como impersonal<br />

o, más precisamente, como terciopersonal y, por ende, se conjuga solo en<br />

la tercera persona del singular de los diversos tiempos. En la quinta de<br />

estas acepciones se explican enunciados del tipo hubo una hecatombe y se<br />

nos dice que en ellos haber significa ‘ocurrir, acaecer, acontecer’ (‘ocurrió<br />

una hecatombe’). Creo que también funciona como terciopersonal<br />

en la acepción 9, aunque no se señale expresamente, con el sentido de<br />

‘hallarse o existir real o figuradamente’, como en el siguiente ejemplo del<br />

mismo diccionario: hay hombres sin caridad (‘existen’).<br />

Es relativamente frecuente el fenómeno de convertir, en los enunciados<br />

con haber impersonal, el objeto en sujeto, haciéndolo concordar indebidamente<br />

con el verbo. En pocas palabras: en enunciados del tipo de<br />

hay naranjas, la gramática explica que el sujeto es tácito e indeterminado,<br />

el verbo es el transitivo haber y el sustantivo naranjas es el objeto directo<br />

del verbo hay. Para el presente de indicativo existe una forma impersonal<br />

exclusiva (hay), diferente de la forma personal (ha). Ello impide cualquier<br />

tipo de error, trátese de objetos singulares o plurales (hay una naranja,<br />

hay muchas naranjas: no cambia la forma hay). El problema se presenta<br />

en los demás tiempos de la conjugación, cuando la forma impersonal<br />

de haber (tercera persona de singular) viene a ser la misma que la forma<br />

personal (había, hubo, habrá, habría, haya, hubiera…). Cuando el objeto<br />

es singular, no hay problema, pues se emplea siempre la forma ortodoxa<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 14 de abril de 2005.<br />

[287]


288 José G. moreno de alba<br />

(había una naranja). Sin embargo cuando el objeto es plural, no faltan<br />

en textos escritos y orales hablantes que, por no ver en el sustantivo un<br />

objeto sino un sujeto, pluralizan el verbo (*habían muchas naranjas, *hubieron<br />

problemas, etc.). 1<br />

Esta interpretación, que ve en el argumento de haber (con significado<br />

existencial) un objeto directo, ha sido la tradicional en los manuales de<br />

gramática. Véanse algunas citas: 1) “El de más uso entre los verbos impersonales<br />

es haber, aplicado a significar indirectamente la existencia de<br />

una cosa, que se pone en acusativo: Hubo fiestas; Hay animales de maravillosos<br />

instintos, frases que no se refieren jamás a un sujeto expreso” (Bello<br />

y Cuervo, 1960, § 781). 2) “El significado de existencia, en el verbo haber,<br />

proviene sin duda de la fusión de frases sinónimas: Hubo guerras en<br />

España nace de Fueron guerras en España + España hubo (tuvo) guerras”<br />

(Cuervo, 1939, § 378). 3) “Los verbos haber, hacer y ser, en su uso unipersonal,<br />

adoptan construcciones de tipo impersonal, como las de los verbos<br />

que expresan fenómenos de la naturaleza. Ejemplos: hubo fiestas […],<br />

donde las palabras fiestas […] son complemento directo o atributo de los<br />

verbos respectivos” (Gili Gaya, 1964, § 62). 4) “El verbo haber es siempre<br />

impersonal salvo en su uso como auxiliar y en construcciones como<br />

habérselas con alguien. Se emplea solo en la tercera persona del singular;<br />

sin embargo, no deja de aumentar el uso del plural […]. El habla culta<br />

en Castilla y en casi toda la península mantiene el singular. El elemento<br />

nominal pasa a ser por tanto el complemento directo que puede ser integrable<br />

(lo había, lo hay)” (Alcina y Blecua, 1975, 890-891).<br />

Ahora bien, si se acepta que la forma ortodoxa es el empleo invariable<br />

de haber en singular, es necesario aclarar que las formas heterodoxas<br />

pueden llevarse a otros extremos. Cada día es más fácil oír y leer enunciados<br />

como el siguiente: *habemos varios que pensamos de otra manera.<br />

1 Transcribo a continuación ejemplos de algunos dialectos americanos, tomados de Kany<br />

(1969: 255 y ss.): 1) “En muchas partes, y en diversas épocas de la historia, han habido momentos<br />

cuando los hombres…” (Perú). 2) “En el frente agrario habían problemas adicionales” (Chile).<br />

3) “En cuatro meses ha habido más muertos que durante los dos años que hubieron de Romero”<br />

(El Salvador).


habían varios que… habemos muchos que 289<br />

Aquí no solo se pluraliza indebidamente el verbo, sino que además pierde<br />

su naturaleza impersonal para convertirse en la forma correspondiente<br />

a la primera persona del plural. La causa de esta curiosa construcción<br />

es evidente: el hablante tiene la necesidad de incluirse a sí mismo como<br />

sujeto del verbo (que en realidad es objeto). Para ello acude a una forma<br />

personal del verbo haber que satisface esa necesidad: en nosotros queda<br />

incluido el que habla más otros. Habida cuenta del carácter impersonal de<br />

haber, es obvio que resulta imposible señalar cualquier persona gramatical,<br />

ya no digamos el que, además, esa persona sea precisamente nosotros.<br />

Se supone que, en la norma culta, la idea de ese hablante (de incluirse<br />

junto con otros) se expresa por medio de otro verbo y de otra construcción<br />

(somos varios los que pensamos de otra manera, por ejemplo). 2 Particularmente<br />

interesante resulta, en hablas madrileñas, la expresión de haber<br />

(‘existir’) en segunda persona del plural: En la fiesta habéis veintisiete personas<br />

(ejemplo tomado de Fernández y Táboas, 1999, 1758). 3<br />

Por otra parte, conviene observar la peculiar forma verbal que adopta<br />

el verbo haber cuando indebidamente se le atribuye el falso sujeto nosotros.<br />

El latín habemus generó, en español, dos formas: hemos y habemos.<br />

En la primera (hemos) se produjo la eliminación de la vocal inicial y de<br />

la b sonora: h(ab)emos > hemos. En la otra se conserva casi inalterada<br />

la forma latina: habemus > habemos. Al paso del tiempo, el verbo haber<br />

fue perdiendo su significado de ‘tener’ y pasó a emplearse, predominantemente,<br />

como auxiliar de los tiempos compuestos (he cantado, habrás<br />

escrito…). La forma habemos, de primera del plural, se empleó mientras<br />

el verbo conservó su sentido de ‘tener’ (habemos dinero = tenemos dinero).<br />

Cuando dejó de usarse haber como ‘tener’, desapareció también la<br />

forma habemos. Hoy, en los tiempos compuestos, solo empleamos hemos<br />

2 Fernández y Táboas (1999: 1758) proporcionan ejemplos de este empleo de habemos, tomados<br />

del habla espontánea de Sevilla (1) y Málaga (2): 1) Debíamos haber cinco mil personas en la<br />

manifestación; 2) Creo que aquí habemos unos 18.<br />

3 Obviamente, una concordancia así resulta imposible en dialectos como el mexicano o, en<br />

general, el americano, porque no se cuenta en el paradigma de la conjugación con las segundas<br />

personas de plural. Sin embargo, me parece que tampoco se da —o al menos no la he oído ni la<br />

he visto escrita— la concordancia con la tercera del plural (con significado de ustedes).


290 José G. moreno de alba<br />

(hemos cantado, hemos venido…). Por tanto, puede decirse que hace siglos<br />

que desapareció del español la forma habemos. No deja por ello de ser<br />

particularmente interesante que los hablantes del español moderno hayan<br />

recuperado, resucitado podría decirse, esa forma extinta (habemos)<br />

para construir enunciados como los ya explicados (habemos varios que<br />

no pensamos así), dejando la forma hemos para los tiempos compuestos,<br />

donde no interviene la forma habemos. Algunos lingüistas explican el<br />

concepto de pauta General como la totalidad de hábitos lingüísticos<br />

de los hablantes de una lengua en un momento determinado. Podemos,<br />

por tanto, decir que la forma habemos estuvo por una época dentro de la<br />

pauta general de la lengua española; en seguida quedó fuera de esa pauta<br />

por mucho tiempo y, recientemente, ha vuelto a entrar a ella, con una<br />

función muy particular. 4<br />

Es necesario empero aclarar que el sintagma nominal que acompaña<br />

al verbo haber, con valor existencial, presenta características funcionales<br />

que lo hacen diferente de los demás objetos directos de otros verbos<br />

transitivos. Fernández y Táboas (1999, 1754 y ss.), a quienes sigo en este<br />

punto, exponen, entre otros, los siguientes argumentos: 1) esas estructuras<br />

no pasivizan como las transitivas en general: es agramatical la construcción<br />

*árboles grandes son habidos en este bosque; 2) el haber impersonal<br />

solo admite argumentos indefinidos: *hay el libro (por hay un libro);<br />

3) al argumento de persona de haber, en estos casos, no precede nunca<br />

la preposición a: *en esa casa hay a tres individuos; 4) la significación de<br />

haber está ligada por lo general a una localización. A ello se debe que a<br />

una pregunta como ¿cuántos alumnos había en el aula?, pueda responderse<br />

Solo estaban Juan y Pedro. 5 Puede proponerse, por tanto, que el locativo<br />

funciona en estos casos como sujeto lógico, dado que de él se está predicando<br />

la existencia de algo.<br />

4 “En la primera persona del plural, además, aparece la forma regular habemos y no la irregular<br />

hemos” (Fernández y Táboas, 1999, 1758).<br />

5 “[…] en muchas lenguas aparece sistemáticamente un elemento locativo con los verbos<br />

existenciales […]: a) There is a man in the room. b) C’e un uomo nella stanza. c) Il y a un homme<br />

dans la chambre. d) Hay un hombre en la habitación” (Fernández y Táboas, 1999, 1756).


habían varios que… habemos muchos que 291<br />

Por otra parte, en la quinta acepción —en el Diccionario académico<br />

(2001)— se asignan a haber los significados de ‘ocurrir, acaecer, acontecer’.<br />

En efecto, eso significa el verbo en el enunciado hubo un accidente<br />

(‘ocurrió un accidente’). Sin embargo en ocurrió un accidente el verbo es<br />

intransitivo (no tiene objeto directo) y un accidente es el sujeto de ocurrir.<br />

En plural diríamos ocurrieron varios accidentes, donde al pluralizar<br />

el sujeto (varios accidentes) tenemos que pluralizar también el verbo (ocurrieron).<br />

Ello es posible porque el verbo ocurrir no es impersonal, es decir<br />

puede tener sujetos determinados. Por lo contrario, la sintaxis de los<br />

enunciados con haber (impersonal) es muy diferente: por una parte, no<br />

puede haber allí sujetos expresos (ni singulares ni plurales) y, por otra,<br />

debe haber siempre un objeto directo (singular o plural); además, claro<br />

está, el verbo (transitivo) va invariablemente en tercera persona singular.<br />

El presentar en la definición como sinónimo de haber (verbo transitivo)<br />

un verbo intransitivo (ocurrir) parece autorizar construcciones del tipo<br />

de *hubieron problemas (si se dice ocurrieron problemas, también puede<br />

decirse hubieron problemas). María Moliner (en su Diccionario de uso del<br />

español), aunque explica ese peculiar significado de haber a la manera de<br />

la Academia, hace las indispensables precisiones que aquella omite: “Se<br />

usa como terciopersonal con el significado de ‘existir, ser tenido o estar,<br />

celebrarse u ocurrir’, siempre en singular aunque el nombre sea plural”<br />

(s. v. haber).<br />

2<br />

Trataré en seguida de responder la siguiente pregunta: ¿cuándo y dónde<br />

comenzó a emplearse ese curioso habemos con sentido de ‘existir’? Para<br />

ello me basaré en los resultados de una consulta que hice a los voluminosos<br />

corpus de textos del español actual (crea) e histórico (corde), de España<br />

y de los países americanos, que contiene la página electrónica de la<br />

Real Academia Española (www.rae.es).


292 José G. moreno de alba<br />

a) Habemos frente a hemos<br />

La forma habemos, como auxiliar del perfecto compuesto (habemos cantado)<br />

o de la perífrasis haber de más infinitivo (habemos de cantar) o con<br />

el significado de ‘tener’ (habemos una casa), bastante usual en los siglos<br />

xv y xvi, fue perdiendo vitalidad durante los siglos xvii al xx. La forma<br />

hemos (para el perfecto compuesto: hemos cantado), que desde un principio<br />

alternó con habemos, fue imponiéndose en la misma medida en que<br />

habemos iba perdiendo fuerza, a tal grado que en el español de hoy, aunque<br />

todavía puede oírse o leerse algún habemos cantado, es excepcional y<br />

limitado a ciertas hablas rurales; la forma normal, en todo el mundo hispánico,<br />

es hemos (hemos cantado). Obsérvense las cifras siguientes, que<br />

obtuve de la consulta del corde:<br />

Cuadro 1<br />

Habemos (ocurrencias) Hemos (ocurrencias)<br />

Siglo xvii 648 (20 %) 2 600 (80 %)<br />

Siglo xviii 25 (6 %) 1 030 (94 %)<br />

Siglo xix 40 (0.5 %) 8 762 (99.5 %)<br />

1900-1970 142 (1 %) 14 170 (99 %)<br />

Ahora bien, por lo que respecta al español contemporáneo (1970-<br />

2003), después de consultar el crea, encontré lo que sigue:<br />

Cuadro 2<br />

Habemos (ocurrencias) Hemos (ocurrencias)<br />

1970-2003 59 (0.2 %) 33 277 (99.8 %)<br />

b) Habemos con el significado de ‘existir’ (habemos varios que…).<br />

Los 25 casos de habemos correspondientes al siglo xviii (véase cuadro 1)<br />

corresponden al empleo de haber como auxiliar del perfecto compuesto,


habían varios que… habemos muchos que 293<br />

como por ejemplo “[…] del estado infeliz que han tenido los pueblos que<br />

habemos visitado”. En cuanto a las 40 ocurrencias de habemos en el siglo<br />

xix, en 18 de ellas es auxiliar del perfecto compuesto (“a este señor lo<br />

habemos dejao con[…]”); en 10 es auxiliar de la perífrasis haber de más infinitivo<br />

(“riendo lo que habemos de llorar”); en siete tiene valor de ‘tener’<br />

en la construcción fija haber menester (‘tener necesidad’), como en “nos<br />

da energía física y moral cuando habemos menester de ella”; y en las cinco<br />

restantes equivale a ‘tener’ (“vaya, recomendaciones habemos —observó<br />

Garrote riendo[…]”). Como se ve, de conformidad con los datos procedentes<br />

del corpus de la Academia, hasta el siglo xix parece que no se<br />

empleaba la forma habemos con el significado de ‘existimos’.<br />

Ahora bien, al analizar con más detalle los casos de habemos en los periodos<br />

1900-1970 y 1970-2003, es decir en el siglo xx y los primeros años<br />

del xxi, encuentro lo siguiente:<br />

Cuadro 3<br />

Habemos con valor de ‘existir’ Habemos con otros valores<br />

1900-1970 10 (7 %) 127 (93 %)<br />

1970-2003 25 (42 %) 34 (58 %)<br />

Puede pensarse que habemos, con valor de ‘existir’, por una parte, comienza<br />

a emplearse en el siglo xx y, por otra, parece que estamos ante un<br />

fenómeno en crecimiento: el porcentaje de habemos (‘existir’), 42 %, en el<br />

segundo periodo (1970-2003), es seis veces superior al observado en el primero<br />

(1900-1970), que es apenas del 7%. Habría que considerar, además,<br />

que no pocos casos de habemos (por hemos), en los textos, o son erratas<br />

(habemos por habernos, sea por caso) o, aun cuando aparecen en textos<br />

del siglo xx, pueden ser citas de obras anteriores (del siglo xvi, por ejemplo).<br />

Si quitamos esos casos, el porcentaje de habemos (‘existir’) aumenta<br />

considerablemente. Ejemplos de habemos (‘existir’) de la primera etapa:<br />

“esto no es Rionegro, donde sí habemos muchos blancos”, “sí, en mi país<br />

hay, perdón, habemos muchos licenciados”. A la segunda etapa perte-


294 José G. moreno de alba<br />

necen los siguientes textos: “en cambio, habemos otros que hablamos y<br />

escribimos por música”; “en Colombia hay o habemos veinte y pico de<br />

millones de habitantes”; “tenemos en México escasez de líderes, los que<br />

habemos somos combatidos por múltiples intereses”; “hay mucha, mucha<br />

gente católico, habemos mucha gente católica, que creemos […]”. En el<br />

siguiente cuadro anoto los países donde se registraron los casos de habemos<br />

(‘existir’):<br />

Cuadro 4<br />

Habemos (‘existir’)<br />

1900-1970 1970-2003<br />

Colombia 5 1<br />

Guatemala 2 —<br />

México — 11<br />

Venezuela 3 7<br />

España — 2<br />

Chile — 2<br />

Costa Rica — 1<br />

Argentina — 1<br />

totales 10 25<br />

Varios de estos casos pertenecen a la lengua oral. Los que corresponden<br />

a lengua escrita aparecen o bien en la prensa o bien en autores (Asturias,<br />

Gallegos, Fuentes) que, en los parlamentos de sus personajes, pretenden<br />

imitar la lengua hablada. En resumen: se trata de un fenómeno<br />

propio de la lengua hablada o de la escrita informal, de origen relativamente<br />

reciente, y característico del español de algunos países americanos,<br />

entre los cuales parecen destacarse México y Venezuela. 6<br />

biblioGrafía<br />

alcina franch, Juan, y José Manuel blecua, 1975, Gramática española, Barcelona,<br />

Ariel.<br />

6 De ninguna manera quiero decir que habemos (por ‘somos’ o ‘existimos’) sea privativo de<br />

estos países. Lo que no deja de ser significativo es que esos son los que aparecen en el crea y<br />

en el corde. Por lo que toca a España, he transcrito, arriba (nota 2), ejemplos de lengua oral (de<br />

Sevilla y Málaga) tomados de Fernández y Táboas, 1999.


habían varios que… habemos muchos que 295<br />

bello, Andrés, y Rufino J. cuervo, 1960, Gramática de la lengua castellana,<br />

sexta edición, Buenos Aires, Sopena.<br />

cuervo, Rufino José, 1939, Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano con<br />

frecuente referencia al de los países de Hispano-América, Bogotá, El Gráfico.<br />

fernández soriano, Olga, y Susana táboas baylín, 1999, “Construcciones<br />

impersonales no reflejas”, en Gramática descriptiva de la lengua española,<br />

dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte, Madrid, Espasa, vol. 2,<br />

1723-1778.<br />

Gili Gaya, Samuel, 1964, Curso superior de sintaxis española, 9ª. ed., Barcelona,<br />

Bibliograf.<br />

Kany, Charles E., 1969, Sintaxis hispanoamericana, Madrid, Gredos.


eliseo dieGo<br />

DOS POETAS CUBANOS:<br />

ELISEO DIEGO Y DULCE MARÍA LOYNAZ *<br />

Gonzalo celorio<br />

Cuando Eliseo Diego recibió en la ciudad de Guadalajara el premio<br />

“Juan Rulfo” a finales de 1993, leyó un texto agradecido y testamentario<br />

en el que pedía que, de morir en México, lo sepultaran cerca del escritor<br />

mexicano que tanto sabía de la conversación con los difuntos:<br />

Hay dos lugares cruciales en la vida de un hombre. El lugar donde nace y<br />

aquel en que debe esperar a que le caiga encima toda la enormidad del tiempo.<br />

Nací yo en Cuba, y en Cuba desearía acabar. Pero si por azar me tocase<br />

hacerlo en esta tierra de México a la que tanto amo por tantas razones, ponedme,<br />

hermanos y hermanas, cerca de donde está Juan Rulfo. Porque él,<br />

que sabía mucho de estas cosas, afirma que los muertos cuando están solos<br />

platican muy a gusto entre ellos y cuentan cosas; se cuentan sus historias.<br />

Al poco tiempo, como lo había intuido —¿o decidido?—, Eliseo Diego<br />

murió en la ciudad de México. Su petición, tal vez solo retórica, no<br />

fue atendida, y sus restos mortales fueron trasladados a su isla natal, donde<br />

reposan muy cerca de los de Lezama Lima en el cementerio Colón.<br />

El día de su muerte dejó escrito un poema titulado Olmeca, en el que<br />

manifiesta su última alegría:<br />

Es cierto que estoy muerto y que ustedes me miran y<br />

están vivos.<br />

Pero yo estoy muerto de risa.<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 12 de mayo de 2005.<br />

[297]


298 Gonzalo celorio<br />

La gracia y el regocijo que campean por ese poema me hacen pensar<br />

que pudo burlar a la muerte, como Rulfo, que tanto vivió con ella, y que<br />

independientemente del lugar que ocupan sus cuerpos, Eliseo Diego y<br />

Juan Rulfo “se cuentan sus cosas, sus penas, sus alegrías, todo”.<br />

Como lector de poesía pero sobre todo en su aromática y sabrosa tarea<br />

de traductor de la lengua inglesa —porque para él traducir un poema<br />

era cosa de sabores y de aromas—, Eliseo Diego supo conversar con los<br />

difuntos:<br />

No solo son nuestros amigos aquellos a quienes vemos casi a diario, o en un<br />

de cuando en cuando que es el siempre de toda una vida. Si la amistad, más<br />

que presencia es compañía, también lo serán aquellos otros con quienes jamás<br />

pudimos conversar porque nos separan abismos de tiempo inexorable.<br />

Así, con ese nombre quevediano, Conversación con los difuntos, tituló<br />

la antología de sus traducciones, que aparecen precedidas, en cada caso,<br />

de una nota cálida a propósito del autor y de las dificultades de su arte,<br />

siempre vacilante entre la fidelidad al original y la belleza que debe alcanzar<br />

en la lengua a la que se vierte. Alguien dijo, no sin maliciosa<br />

misoginia, que la traducción de la poesía era como las mujeres: entre más<br />

bellas, más infieles.<br />

Precisamente acababa de ser publicado ese libro en México por El<br />

Equilibrista, editorial así llamada en homenaje a uno de sus poemas,<br />

cuando Hernán Lara Zavala y yo lo visitamos en La Habana una tarde<br />

apacible de febrero de 1992. Vivía entonces en el Vedado, en los bajos de<br />

un edificio de la antigua avenida de Los Presidentes, con Bella, su mujer,<br />

su hija Fefé —hermana gemela de Lichi— y quizá con alguien más, pues<br />

en el vestíbulo se fueron sobreponiendo, con sonoridad muchacha, varias<br />

bicicletas a lo largo de la tarde. Habíamos comprado dos botellas de<br />

whisky, una para él y otra para que la compartiera con nosotros durante<br />

nuestra visita, que se prolongó hasta el anochecer. La casa de los Diego,<br />

como lo cuenta Lichi, siempre estuvo abierta a todo mundo, quizá en<br />

herencia de la costumbre de la casa paterna de Bella García Marruz, la


dos poetas cubanos 299<br />

mujer del Eliseo: “Músicos, poetas, trapecistas, ginecólogos apasionados,<br />

barítonos, tenores, dibujantes, escultores, empresarios de circo, cinéfilos,<br />

buscavidas, artistas de vodevil y hasta un campeón de charlestón en patines<br />

animaban un universo familiar donde no había cabida para el eclipse<br />

de la tristeza o la borrasca de la desilusión”. Así que el poeta nos recibió<br />

con una amabilidad acostumbrada por generaciones a la recepción, mas<br />

no por ello rutinaria. Yo había conocido a Eliseo Diego desde el primer<br />

viaje que hice a La Habana en el 74 y lo había vuelto a ver en México,<br />

cuando vino, invitado por Difusión Cultural de la unam, a impartir un<br />

cursillo en la Facultad de Filosofía y Letras, pero esta fue la primera<br />

vez que conversé con él en la intimidad de su propio espacio y al margen<br />

de la vida protocolaria, a la que era tan esquivo. Lo recordaba más<br />

corpulento y más sonoro. Quizá el tiempo, que era su única posesión al<br />

final de la vida, lo había enjutado un poco. O tal vez era la cercanía con<br />

la que lo trataba por primera vez la que me lo presentaba más pequeño.<br />

Su voz, apagada por el tabaco y por una respiración dificultosa, ahora<br />

concordaba más con las tonalidades serenas y pausadas de su poesía. La<br />

inteligencia, la ironía, el whisky le abrillantaban la mirada, que a veces se<br />

perdía entre las volutas del humo de la pipa y los recuerdos. Habló largamente<br />

de la poesía de lengua inglesa —Marvell, Blanco White, Chesterton,<br />

Yeats— con la sencillez de quien, gracias al ejercicio del difícil arte<br />

de la traducción, viene de regreso de sus complejidades. Bella fumaba y<br />

leía sentada al escritorio que se encontraba en la misma sala de la casa,<br />

Fefé entraba y salía de la habitación con discreción de ángel y nosotros<br />

conversábamos y tomábamos whisky como si fuéramos parte de la familia,<br />

mientras los muchachos saludaban y se despedían sucesivamente sin<br />

alterar la tranquilidad de la tarde.<br />

Al final, cuando empezaba a anochecer, Eliseo le pidió a Fefé que trajera<br />

el juego de mesa que él mismo había inventado y construido cuando<br />

niño. Era un tablero de cartoncillo sobre el que había dibujado, en<br />

colores antaño distintivos y ahora igualados por el tiempo, las figuras<br />

de guerreros pertenecientes a dos bandos enemigos. Durante un rato,


300 Gonzalo celorio<br />

animados por el whisky, jugamos a la guerra en la santa paz de la vida<br />

doméstica.<br />

No me sorprende que Lichi se refiera a su padre, aun por escrito, con<br />

el simple nombre de papá.<br />

Si el poema Olmeca, con el que puso punto final a su escritura, denota<br />

la pareja alegría de vivir y de morir, su testamento poético nos deja todo<br />

el tiempo para recordarlo y para quererlo:<br />

dulce maría loynaz<br />

no poseyendo más<br />

entre cielo y tierra que<br />

mi memoria, que este tiempo;<br />

decido hacer mi testamento.<br />

Es<br />

este: les dejo<br />

el tiempo, todo el tiempo.<br />

Una tarde de febrero de 1995, Hernán y yo tuvimos el privilegio de visitarla<br />

en su emblemática casa de la calle 19 del Vedado, que hace esquina<br />

con E, una calle originalmente llamada de los Baños, que es de las más<br />

literarias de La Habana, pues en ella habían vivido Eliseo Diego (E y<br />

21), Alejo Carpentier (E y 11) y seguía viviendo, apartada del mundo,<br />

Dulce María Loynaz (E y 19).<br />

Nuestro pasaporte era una pequeña antología de la poesía de Dulce<br />

María Loynaz que Hernán y yo habíamos editado en el año 91, por<br />

iniciativa de Alejandro González Acosta, académico cubano avecindado<br />

en México, quien obtuvo el permiso de la autora para publicarla, hizo la<br />

selección de los poemas y redactó la nota introductoria. Ese fue el primer<br />

libro de la escritora cubana que salió a la luz en México. Su mérito<br />

editorial consistía en que se había publicado con anterioridad a que Dulce<br />

María recibiera de manos del rey Juan Carlos I de España, en 1992,


dos poetas cubanos 301<br />

el Premio Cervantes —mayor galardón de la lengua española, otorgado<br />

antes que a ella a Alejo Carpentier y después a Guillermo Cabrera Infante—.<br />

A partir de esa fecha, se multiplicaron las ediciones de las obras de<br />

la autora, que solo así pudo salir del anonimato casi total que tenía fuera<br />

de Cuba y aun dentro de su patria.<br />

Dulce María, al principio, tenía reticencias para publicar en México<br />

esa pequeña antología de la serie “Material de Lectura” de la unam. En<br />

una de las cartas que le dirigió a González Acosta y que este publicó<br />

póstumamente, le dice sin ambages: “Respecto a lo que me propone sobre<br />

incluir mi obra en esa colección —un poema que no sea muy extenso,<br />

Últimos días de una casa, Carta de amor, etc.— le agradezco su interés,<br />

pero preferiría que no incluyese ninguno. Ese país me ha ignorado año<br />

tras año y, para los que faltan, bien puede seguir ignorándome”. Sin embargo,<br />

una vez publicado el librito, Dulce María matiza su comentario y<br />

le echa la culpa de la falta de difusión de sus obras en el extranjero a las<br />

autoridades culturales cubanas, que tuvieron que esperar a que recibiera<br />

el Premio Cervantes para publicarla en Cuba: “Por supuesto, me agrada<br />

la noticia que me da sobre la publicación de obras mías en esa Universidad<br />

Nacional. México es un país donde mi palabra no ha tenido mucho<br />

eco, no por falta de sensibilidad de sus moradores, sino por otra cosa de<br />

aquí, que la han, seguramente, desviado”.<br />

Si en La Habana parece que el tiempo se ha detenido desde 1959, la<br />

casa de Dulce María Loynaz, una isla dentro de la isla, es un reducto de<br />

los tiempos anteriores a la revolución. Una casona señorial, como la mayoría<br />

de las que sobreviven en el Vedado, con verja de hierro, jardín delantero,<br />

portal cercado por balaustradas y espacioso y fresco recibidor.<br />

La maleza había cubierto las rejas y desde la calle no se alcanzaba a<br />

ver casi nada de la mansión. Llegamos a la hora convenida con la sobrina<br />

de la escritora, que la cuidaba y atendía. La casa no contaba con timbre<br />

ni aldabón, así que tuvimos que acudir, no sin vergüenza, a la práctica<br />

habanera de gritar para anunciar nuestra llegada. Inmediatamente se<br />

oyeron los ladridos de los perros, que salieron a recibirnos antes de que


302 Gonzalo celorio<br />

la sobrina se apersonara en la puerta. Eran perros plebeyos, que contrastaban<br />

notablemente con la aristocracia de la casona del Vedado. Pasamos<br />

al recibidor. Piso de mármol, candiles de cristal, cortinajes, tibores chinos,<br />

candelabros de bronce y figuras de porcelana sobre las mesas, bodegones<br />

flamencos en las paredes, mecedoras de bejuco y un gran sillón de<br />

tapiz floreado con garras de león a manera de patas y carpetas de encaje<br />

de Bruselas en los brazos y el espaldar. La sobrina se ausentó por unos<br />

momentos, y a la comitiva canina que nos recibió en la puerta de la calle<br />

se sumaron otros perros del mismo linaje callejero, que nos husmeaban<br />

sin dar tregua a la excitación que nuestra visita les provocaba.<br />

Al cabo de un rato, hizo su aparición Dulce María Loynaz, acompañada<br />

de su sobrina. Tenía a la sazón 93 años. Vestía un batón azul<br />

y calzaba, sobre unas medias de un blanco inmaculado, unos zapatos<br />

negros que se hubieran antojado masculinos a no ser por sus dimensiones<br />

diminutas. Se apoyaba en un bastón y tenía puestos unos anteojos<br />

redondos de carey que al parecer de muy poco le servían. Prácticamente<br />

estaba ciega. Sus manos, blanquísimas y muy delgadas, se correspondían<br />

con una cabellera rala y totalmente blanca que se recogía en un chongo<br />

de abuelita. Nos ofreció las mecedoras y ella se sentó en el sillón, con el<br />

bastón en el regazo. Los perros se arremolinaron a su derredor y alguno<br />

de ellos se orinó tranquilamente a los pies de la poeta, sin que ella se<br />

inmutara. Pidió disculpas por su ceguera y muy pronto identificó nuestras<br />

respectivas voces para dirigirse a cada uno de nosotros de manera<br />

diferenciada.<br />

Me impresionó su deslumbrante lucidez. Con palabras comedidas y<br />

en perfecta ilación, agradeció nuestra visita, la caja de bombones que le<br />

llevábamos de regalo, y la publicación de otro libro suyo, Fe de vida, que<br />

habíamos coeditado con la Editorial Letras de Cuba.<br />

Fe de vida es una biografía de su esposo, Pablo Álvarez de Cañas, un<br />

destacado cronista de sociales de los tiempos anteriores a la revolución.<br />

En él, Dulce María cuenta, efectivamente, la vida de su marido, pero<br />

también es una autobiografía indirecta, que le permite decir de sí misma


dos poetas cubanos 303<br />

lo que quiere y al mismo tiempo ocultar lo que no desea que se sepa de<br />

su propia vida. En todo caso, es una riquísima historia de la sociedad y<br />

de la cultura habaneras de la primera mitad del siglo xx, centrada en los<br />

opulentos rituales de la aristocracia criolla. También habla de su familia,<br />

una de las más conspicuas de la isla. Su padre, el general Enrique Loynaz<br />

del Castillo, fue combatiente en la guerra de independencia, y escribió<br />

un himno a la patria que según me dicen aun se entona en las escuelas<br />

y en algunas ceremonias oficiales. Ya anciana, Dulce María compiló los<br />

escritos del general y los dio a la imprenta bajo el título de Memorias de<br />

la guerra, libro que tuvo que esperar mucho tiempo para ver la luz, como<br />

ella misma le confiesa, no sin amargura, a González Acosta al quejarse<br />

de que sus propias obras no se editan en Cuba: “La misma obra de mi<br />

padre, bien escrita y útil a la historia del país, aún sigue engavetada al<br />

cabo de once años de entregada”. Sus hermanos, Carlos Manuel, Enrique<br />

y Flor, también eran poetas y, a diferencia de Dulce María, que al<br />

parecer fue la única cuerda de la familia, llevaban una vida iconoclasta,<br />

concordante con el espíritu de las vanguardias europeas de entreguerras:<br />

entre otras extravagancias suyas, se cuenta que alteraban radicalmente<br />

los horarios convencionales, pues vivían de noche y dormían de día,<br />

como ciertos personajes de Alejo Carpentier. Dicen que en ellos se inspiró<br />

el novelista para escribir El siglo de las luces. Federico García Lorca<br />

trabó amistad con los hermanos Loynaz en sus visitas a La Habana y a la<br />

casa familiar llegaban poetas de renombre internacional, como Gabriela<br />

Mistral o Juan Ramón Jiménez, quien pasó buena parte de la guerra civil<br />

española en Cuba.<br />

Al triunfo de la revolución, Dulce María Loynaz, que durante su juventud<br />

había viajado por todo el mundo —Siria, Egipto, Turquía, Europa,<br />

Estados Unidos, Sudamérica—, no dejó su país natal, como lo hicieron<br />

muchos de su clase y condición, entre ellos, familiares cercanos y su propio<br />

esposo, Pablo Álvarez de Cañas. Nara Araujo, entendida como nadie<br />

en la obra de Loynaz y persona muy cercana a la escritora, cuenta que un<br />

poeta de dimensión nacional y de la vieja militancia en la izquierda, del


304 Gonzalo celorio<br />

que no da el nombre, había comentado que Dulce María debía marcharse<br />

de Cuba pues en el nuevo orden de cosas, la vieja y solitaria aristócrata<br />

no tenía cabida. Cuando ella se enteró de tal desiderátum político, dijo,<br />

categórica: “Que se vayan ellos, yo llegué primero”. Ciertamente, ella había<br />

llegado antes. Nació en 1902, el mismo año en que se instaura la República<br />

de Cuba y que se construyen las primeras casas del Vedado, del<br />

que ella quizá haya sido la mayor conocedora, aunque lamentablemente<br />

la ceguera no le permitió escribir, como se lo había propuesto, la historia<br />

de ese reparto de La Habana. Por fortuna, nos dejó, al respecto, muchos<br />

testimonios vívidos en su libro Fe de vida.<br />

Dulce María Loynaz fue la directora de la Academia Cubana de la<br />

Lengua y en condiciones muy adversas después de la revolución, sin presupuesto<br />

y sin sede propia, mantuvo la institución en vilo y abrió su casa<br />

al concurso de los académicos. Esa tarde de nuestra visita, nos condujo al<br />

salón donde tenían lugar las sesiones. Pasamos por un corredor presidido<br />

por una gigantesca águila de bronce, flanqueada por dos pedestales<br />

de mármol sobre los cuales se asentaban las figuras de Fernando de<br />

Aragón e Isabel de Castilla, reina esta a la que Dulce María dedicó un<br />

estudio que la hizo acreedora al premio de periodismo que con su nombre<br />

otorga España. También había obtenido en ese país la Cruz de Alfonso<br />

X el Sabio. En Cuba, muy tardíamente, el gobierno revolucionario<br />

le otorgó el Premio Nacional y la Distinción por la Cultura Nacional, y la<br />

Universidad de La Habana le confirió el doctorado honoris causa en una<br />

ceremonia, por cierto, muy engorrosa para ella, como le confesó a Nara<br />

Araujo, porque se celebró a las tres de la tarde, que es la hora sagrada de<br />

la siesta.<br />

Pasamos al salón de sesiones de la Academia y lo que más me llamó la<br />

atención fue un piano de cola, cubierto por un mantón de Manila, en el<br />

que de seguro García Lorca había tocado arrebatadamente sus composiciones<br />

populares.<br />

No recuerdo los temas de la conversación que sostuvimos con Dulce<br />

María Loynaz aquella tarde, pero sí las cualidades de sus palabras, que


dos poetas cubanos 305<br />

revelaban el raro equilibrio entre la firmeza y la bondad, la inteligencia<br />

y la sencillez, la reciedumbre y la dulzura de esta mujer de otro tiempo,<br />

que había decidido permanecer en Cuba a pesar del cambio radical que<br />

con la revolución se había operado en el país. Nara Araujo también cuenta<br />

que en alguna ocasión un periodista le preguntó sobre su tenacidad de<br />

permanecer en Cuba, y ella, con palabras lapidarias, le respondió: “La<br />

hija de un general del Ejército Libertador muere en su patria”. En Cuba,<br />

en La Habana, en su casona del Vedado, en su cama, murió poco tiempo<br />

después de nuestra visita.<br />

Descanse en paz. En Cuba.


<strong>LA</strong>S CURIOSAS MANOS <strong>DE</strong> UNA MONJA JERÓNIMA *<br />

Margo Glantz<br />

Debo confesar, que cada vez que debo escribir sobre la poesía de sor<br />

Juana, me parece que ya me es imposible escribir una línea más sobre mi<br />

adorada monja, y que, aunque adorada, empiezo a aborrecerla, y la sola<br />

idea de emprender la tarea, es decir, poner manos a la obra y escribir sobre<br />

ella, me es literalmente imposible.<br />

¿Poner manos a la obra, me digo, de repente, deteniéndome? Y en mi<br />

obsesión por el fragmento y la admiración que tengo hacia los escritores<br />

que lo practican, como a menudo (también) lo practico yo, me decidí, de<br />

nuevo entusiasmada, a narrar la historia de mi obsesión o inclinación,<br />

como decía la jerónima, la de rozar apenas un fragmento del cuerpo delineado<br />

por sor Juana en su poesía, ese fragmento corporal sin el cual<br />

no hubiese podido ni siquiera escribirla, porque como dice Barthes, “el<br />

cuerpo es el objeto más imaginario de todos los objetos imaginarios”.<br />

labores de mano blanca<br />

Elogiándola, el escribano Pedro Muñoz de Castro, del cual ahora sabemos<br />

que tuvo una estrecha relación con sor Juana, dice en su Defensa del<br />

Sermón del Mandato, recientemente descubierto por José Antonio Rodríguez<br />

Garrido en la Biblioteca Nacional de Perú, donde se documenta,<br />

con otros escritos, la feroz polémica que tuvo lugar contra la monja después<br />

de publicada la Carta Atenagórica por el obispo de Puebla, Manuel<br />

Fernández de Santa Cruz:<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 26 de mayo de 2005.<br />

[307]


308 marGo Glantz<br />

Mujer de quien, no menos que de las obras de su entendimiento, me he admirado<br />

de las de sus curiosas manos. ¡Qué labores!, ¡Qué cortados! ¡Qué prolijidad!<br />

¡Qué aseo! ¡Qué delgadeza! Para todo sirve el entendimiento (f. 3r). 1<br />

No menos entusiasmado, el padre Calleja comenta en su ya casi trillada<br />

Aprobación, publicada en el tercer tomo de sus Obras completas, Fama<br />

y obras póstumas: “Y al fin, en dos años aprendió a leer, a escribir, contar<br />

y todas las menudencias curiosas de labor blanca; estas, con tal esmero<br />

que hubieran sido su heredad si hubiese habido menester que fuesen su<br />

tarea”. 2<br />

Y cuando en el mismo texto se relata el archiconocido episodio del<br />

galeón real y las 40 chalupas, donde sor Juana demuestra su saber ante<br />

los innumerables sabios de la corte del virrey de Mancera, Calleja concluye:<br />

“El lector lo discurra por sí, que yo solo puedo afirmar que de tanto<br />

triunfo quedó Juana Inés (así me lo escribió, preguntada) con la poca satisfacción<br />

de sí, que si en la Maestra hubiera labrado con más curiosidad<br />

el filete de una vainica”. 3<br />

Dignos de reflexión son asimismo unos versos de la Elegía anónima<br />

atribuida a Calleja, aparecida en la Fama de 1700:<br />

Aun es fruto moral el de sus flores:<br />

sus canciones, sonetos y romances<br />

que, mandada, escribía en varios lances<br />

muestran en su ajustada consonancia,<br />

sin vaivenes tasados los balances.<br />

¿Más que os diré de ciencias de importancia?<br />

Artes y teología y escritura<br />

sabía sin maestros ni arrogancia. 4<br />

1 José Antonio Rodríguez Garrido, La carta Atenagórica de sor Juana. Textos inéditos de una<br />

polémica, México, unam, 2004, p. 37.<br />

2 Fama y obras póstumas, México, unam, 1995, facs., f. [7].<br />

3 Ápud Fama, f. [22].<br />

4 Ibídem, f. 112.


las curiosas manos de una monJa Jerónima 309<br />

Versos que reiteran las diferentes habilidades de la monja integrándolas<br />

sin distinción dentro de la misma categoría de excelencia, ya se<br />

trate de poesía, de ciencias sofisticadas o de simples labores de mano.<br />

Calleja concluye, “De Carranza y Pacheco las lecciones / mostró saber<br />

no menos que si puntos / de cadeneta fuesen sus acciones...”, 5 es decir,<br />

que como ella decía, tanto monta hacer versos como sofisticadas operaciones<br />

mentales de cosmografía, matemáticas, teología o deshilado. Cabría<br />

agregar aquí que Jerónimo de Carranza y Luis Pacheco de Narváez<br />

fueron especialistas en artes marciales, labores de manos en ese tiempo<br />

practicadas solamente por varones. 6<br />

Y es obvio que esa excelencia no existiría si no existiesen las manos<br />

que, en las pinturas donde la retratan, son blancas, regordetas, con graciosos<br />

hoyuelos, apenas sonrosadas, mientras sujetan con elegancia una<br />

pluma o abren con delicadeza un libro, manos semejantes a las de su<br />

amada Fili, descritas en la Décima 132, “cándidas manos en que / el cetro<br />

de amor se ve”. 7<br />

la mano de diestra a diestra...<br />

Con las manos se pinta, se borda, se corta, se sostienen las cosas, se golpea,<br />

se muele, se martilla, se cocina, se enhebra, se deshila, se degüella,<br />

se flagela, se mendiga, se hila fino; actos todos que sor Juana describe<br />

en su poesía, actos concretos, válidos en sí mismos en su utilidad y su<br />

gestualidad primarias o utilizados como metáforas de gradaciones y sutileza<br />

muy diversas; actos manuales, actos mecánicos, en apariencia simples<br />

pero organizados siguiendo reglas específicas que exigen una gran<br />

sabiduría y destreza para convertirse en un arte o artes diversas, configu-<br />

5 Ibídem, f. 113.<br />

6 Cf. Francisco de la Maza, Sor Juana Inés de la Cruz ante la historia, Biografías antiguas. La<br />

Fama de 1700 (noticias de 1667 a 1892), México, unam, 1980, p. 121.<br />

7 Obras completas, I, p. 261.


310 marGo Glantz<br />

radas como artes marciales, de jardinería, de cetrería, de gastronomía, de<br />

caligrafía, relojería, contaduría, costura o tejido.<br />

Como bien sabemos, la caligrafía es una práctica manual también dominada<br />

por un conjunto de reglas y de gestos precisos, que colocan a<br />

quien la practica —o la practicaba— en la posición de escribir o por<br />

lo menos dibujar: alguien, por ejemplo, sor Juana, sentado frente a una<br />

mesa, toma la pluma, la afila y la introduce en el tintero antes de trazar<br />

con esmero caracteres diversos, para convertirlos en las palabras de un<br />

poema o en las de un mensaje o en ambas cosas a la vez. El trazo de esas<br />

palabras es tan elaborado como las labores de mano que tanto apreció el<br />

contador Pedro Muñoz de Castro, amigo y, en cierta forma, defensor de<br />

la jerónima; en efecto, la caligrafía de sor Juana destaca sobre la de las<br />

demás monjas de su convento. La prueba, el documento notarial reproducido<br />

en el libro que Rodríguez Garrido escribió sobre la polémica alrededor<br />

de la publicación de la Atenagórica por el obispo de Santa Cruz.<br />

Documento burocrático donde nuestra Décima Musa estampa en su calidad<br />

de contadora del convento de San Jerónimo su firma cuidadosa,<br />

precisa, elegante, cuyos rasgos perfectamente delineados contrastan con<br />

la caligrafía torpe, débil, rudimentaria o inexistente de sus compañeras<br />

de claustro; debajo, la firma de su admirador, el escribano que en unos<br />

versos le da la mano: “De escribano a contadora, / la mano de diestra<br />

a diestra, / él con su fe y esperanza, / ella con razón y...” 8 Un romance<br />

encabeza la edición de 1690 de su poesía, publicada primero con el nombre<br />

de Inundación Castálida; en él describe el ritual de componer versos,<br />

distinto apenas en su gestualidad del acto de introducir la aguja en una<br />

tela para bordarla o deshilarla y organizar figuras:<br />

Bien pudiera yo decirte<br />

por disculpa, que no ha dado<br />

lugar para corregirlos<br />

la prisa de los traslados,<br />

que van de diversas letras<br />

8 Rodríguez Garrido, La carta Atenagórica, p. 36.


las curiosas manos de una monJa Jerónima 311<br />

y que algunas, de muchachos,<br />

matan de suerte el sentido<br />

que es cadáver el vocablo;<br />

y que cuando los he hecho,<br />

ha sido en el corto espacio<br />

que ferian al ocio las<br />

precisiones de mi estado;<br />

que tengo poca salud<br />

y continuos embarazos,<br />

tales, que aun diciendo esto,<br />

llevo la pluma trotando. 9<br />

Curioso dato: escribir versos, labor eminentemente manual, supone<br />

una ruptura de las actividades consideradas como productivas; por<br />

ejemplo, su trabajo como contadora, cuya ejecución exige asimismo que<br />

trote la pluma, y sin embargo no ocupa un lugar en ese espacio inerte,<br />

pecaminoso y breve que supone el tiempo de ocio. También digna de<br />

mencionarse es la constancia admirable con que en la descripción de sus<br />

labores de mano, introduce subrepticiamente pero de manera definitiva<br />

un fragmento de la historia de su vida, en este caso, su poca salud y el<br />

escaso tiempo del que dispone para realizar lo que más le importa, por lo<br />

que “Nocturna, más no funesta, / de noche mi pluma escribe”. 10<br />

hilar fino<br />

En el romance dedicado a fray Payo de Ribera, analizado con perfección<br />

por José Pascual Buxó, las labores de mano ocupan un lugar primordial<br />

como metáfora de la escritura: “¡Oh, qué linda copla hurtara, / para enhebrar<br />

aquí el hilo, / si no hubierais Vos, Señor, / a Pantaleón leído!”; 11<br />

en efecto, reiteran la complicidad entre los miembros de la Ciudad Letra-<br />

9 Sor Juana, Obras completas, fce, t. I, p. 4.<br />

10 Ibídem, p. 44.<br />

11 Ibídem, p. 33.


312 marGo Glantz<br />

da y subrayan su pertenencia a una misma tradición. Metáfora cortesana,<br />

abre paso a un arquetipo profundamente enraizado en la mitología griega<br />

donde la muerte se define como la simple y repentina interrupción de<br />

un acto manual: las clásicas tejedoras de la mitología clásica detienen su<br />

cotidiana labor, definitivamente femenina:<br />

Los instrumentos vitales<br />

cesaban ya en su ejercicio;<br />

ocioso el copo en Laquesis,<br />

el huso en Cloto baldío.<br />

Atropos sola, inminente,<br />

con el golpe ejecutivo,<br />

del frágil humano estambre<br />

cercenaba el débil hilo.<br />

De aquella fatal tijera,<br />

sonaban a mis oídos,<br />

opuestamente hermanados<br />

los inexorables filos. 12<br />

Las visiones infernales a las que el alma se ve librada en su paso obligado<br />

por el Leteo, presidido por Cancerbero, reviven, y sus fantasmas<br />

retoman la actividad manual: el verdugo castiga a los pecadores; para<br />

ello utiliza sus instrumentos habituales, el cordel y los cuchillos, los que,<br />

aunados a la guadaña y a las tijeras, propios de las labores agrícolas y domésticas,<br />

intensifican el significado emblemático de la muerte.<br />

el Golpe eJecutivo<br />

Para ejercer su autoridad y sancionar su investidura, Payo de Ribera —a<br />

quien sor Juana suplica le administre el sacramento de la confirmación—<br />

debe apoyarse en los implementos que a su vez también a él lo confirman<br />

como tal, es decir, como arzobispo. Su figura es realzada y habili-<br />

12 R 1, 1 33-4.


las curiosas manos de una monJa Jerónima 313<br />

tada como la de los santos por sus atributos emblemáticos, en este caso,<br />

los del pastor, atributos a los que, significativamente, sor Juana agrega la<br />

pluma, la del funcionario-virrey (Cándido pastor sagrado, / a cuyo divino<br />

pulso, / Cayado, Bastón y Pluma / deben soberano influjo). 13<br />

Engrandecido, el arzobispo “empuña sus cargos” al ejercer su oficio,<br />

un oficio que, para significarse, precisa de un acto teatral, aunque a primera<br />

vista nos parezca más bien un gesto vulgar: para confirmar a sus<br />

ovejas, el pastor les propina un fuerte golpe con la mano:<br />

Y así, Señor no os enoje,<br />

humildemente os suplico<br />

me asentéis muy bien la mano;<br />

mirad que lo necesito.<br />

Sacudidme un bofetón<br />

de esos sagrados armiños,<br />

que me resuene en el alma<br />

la gracia de su sonido. 14<br />

Y no está de más recordar, como explica el Tesoro de la lengua castellana<br />

de Covarruvias que “recibir un bofetón es infamia, pero el que da el<br />

obispo al confirmado significa la tolerancia y paciencia que ha de tener en<br />

padecer por Cristo persecuciones, afrentas y finalmente la muerte” . Y que<br />

en el Diccionario de autoridades se nos recuerda que un bofetón es un aparato<br />

mecánico, es decir, “una tramoya que se forma siempre en un lado de<br />

la fachada para ir al medio: la que se funda sobre un gorrón o quicio como<br />

de puerta, y tiene el mismo movimiento que una puerta […]”.<br />

de mano en mano<br />

La poesía de sor Juana suele ser de circunstancia. Varios de sus romances<br />

son epistolares y a veces acompañan un regalo o los versos mismos<br />

13 R 12, 39.<br />

14 Ibídem, 37.


314 marGo Glantz<br />

actúan como una ofrenda. Como respuesta a la petición de la marquesa<br />

de la Laguna para que le envíe un Cuaderno de Música, sor Juana elabora<br />

un romance que Méndez Plancarte ha catalogado con el número<br />

21; habla de un tratado donde intentaba elaborar un nuevo manual para<br />

beneficio de quienes deseaban aprender música con mayor facilidad. Su<br />

escritura responde a un mandato, y por ello es considerado como un<br />

tributo, es decir, se le exige un pago por algo que ha recibido, aunque<br />

se trate solamente de mercedes, claro, pero mercedes regias, con lo que<br />

el acto más simple cambia; recaudo —es decir el recado o mensaje que la<br />

virreina le manda para que ella responda a su pedido—, como se lee en<br />

Autoridades, “es la acción de recaudar y vale lo mismo que recado”, y<br />

para que lo entendamos mejor pone un ejemplo que me cae como anillo<br />

al dedo: ‘El siervo de Dios… mandó a la tornera que fuese a la enfermería<br />

y dijese de su parte a las enfermas que él les mandaba que no tuvieren<br />

más calentura, y la tornera fue a las monjas con su recaudo…’ ”<br />

Sor Juana se disculpa por enviar solamente un simulacro versificado<br />

y no el Tratado prometido que se supone existía, pero aquí solo aparece<br />

como metatexto o, mejor, como el fantasma de un texto.<br />

En él, explica la monja, si mal no me acuerdo,<br />

me parece que decía<br />

que es una línea espiral,<br />

no un círculo, la Armonía;<br />

y por razón de su forma<br />

revuelta sobre sí misma,<br />

lo intitulé Caracol,<br />

porque esa revuelta hacía.<br />

Pero esta está tan informe,<br />

que no solo es cosa indigna<br />

de vuestras manos, mas juzgo<br />

que aun le desechan las mías.<br />

Por esto no os lo remito;<br />

mas como el Cielo permita<br />

mi salud más alientos


las curiosas manos de una monJa Jerónima 315<br />

y algún espacio a mi vida,<br />

yo procuraré enmendarle,<br />

porque teniendo la dicha<br />

de ponerse a vuestros pies,<br />

me cause gloriosa envidia.<br />

Versos cargados de sentido, primero un dibujo que sor Juana misma<br />

descalifica, petición de benevolencia y falsa modestia obligadas de la cortesanía,<br />

asimismo un trazo sobre el papel, un dibujo que busca encontrar<br />

su forma, la de un arte armonizado que puede codificar un aprendizaje,<br />

además, un gesto en donde las manos que se encargan de llevar y traer<br />

los mensajes pueden rozarse, aunque de inmediato esa cercanía se diluya<br />

y se traslade a los pies como signo de respeto y obediencia. Un trazo autobiográfico:<br />

la intensidad de su vida cotidiana, el poco espacio que sus<br />

labores y su salud le conceden a otras actividades que, como antes dije,<br />

entrarían dentro del territorio sospechoso del ocio.<br />

¿Se tratará entonces de una carta de amor?<br />

Barthes explica en sus Fragmentos sobre el discurso amoroso que, como<br />

objeto y como figura, la carta se dirige a una dialéctica particular, la de la<br />

carta de amor, a la vez vacía (porque codificada) y expresiva (porque va<br />

cargada de la intención de significar el deseo):<br />

Daros las Pascuas, señora,<br />

es mi gusto y es mi deuda:<br />

El gusto, de parte mía;<br />

y la deuda, de la vuestra.<br />

Y así, pese a quien pesare,<br />

escribo, que es cosa recia,<br />

no importando que haya a quien<br />

le pese lo que no pesa.<br />

Y bien mirado, señora,<br />

decid, ¿no es impertinencia<br />

querer pasar malos días<br />

porque yo os dé Buenas Noches?<br />

Si yo he de daros las Pascuas,


316 marGo Glantz<br />

sobrescribir la mano<br />

¿qué viene a importar que sea<br />

en verso o en prosa, o<br />

con estas palabras o aquellas? 15<br />

Otra de las misiones encomendadas a sor Juana por la condesa de Paredes<br />

es escribirle un mensaje versificado —un romance— a la duquesa de<br />

Aveyro. Georgina Sabat asegura, y ella lo ha estudiado muy bien, que fue<br />

probablemente la más instruida de las mujeres en su entorno: “Conocía<br />

varias lenguas, griego, latín, italiano, inglés y castellano, además del portugués;<br />

pertenecía a una rancia familia noble oriunda de Portugal… María<br />

Luisa Manrique de Lara estaba emparentada con María de Guadalupe<br />

de Lancaster y Cárdenas, a través de la madre de esta”. 16<br />

Si tomamos al pie de la letra los elogios que la monja le dedica, podríamos<br />

decir que simplemente se contempla en un espejo: hipérbolica mirada,<br />

comparable solamente a la que sus contemporáneos lanzan sobre la<br />

monja, oigamos al peruano conde de la Granja:<br />

Comparemos con sor Juana:<br />

A vos, mexicana musa,<br />

que en ese sagrado aprisco<br />

del convento hacéis Parnaso,<br />

del Parnaso Paraíso... 17<br />

Presidenta del Parnaso,<br />

cuyos medidos compases<br />

hacen señal a las musas<br />

a que entonen o que pausen. 18<br />

15 Ibídem, pp. 33-34.<br />

16 “Mujeres nobles en el entorno de sor Juana”, en Sara Poot, coord., Y diversa de mí misma<br />

entre vuestras plumas ando, México, Colmex, 1993, p. 15.<br />

17 Ibídem, p. 148.<br />

18 Ibídem, p. 101.


las curiosas manos de una monJa Jerónima 317<br />

Lo menciono de paso, aunque es un asunto muy digno de considerarse;<br />

quiero indagar solamente sobre los oficios de la mano, la mano<br />

en cuanto su relación con la producción material de la escritura, y quizá<br />

descifrar algunas de sus figuras. Sor Juana empieza así su romance:<br />

Grande duquesa de Aveyro,<br />

cuyas soberanas partes<br />

informa cavando el bronce,<br />

publica esculpido el jaspe. 19<br />

Se trata, obviamente, de un tópico repetitivo que los cortesanos conjugan<br />

cuando hablan de los poderosos. Los instrumentos de la escritura<br />

a los que sor Juana alude constantemente, la tinta, el tintero y el papel<br />

con los que siempre se vale “a secas” y que le sirven para formular sus<br />

mensajes, se metaforizan y la pluma acaba convirtiéndose en buril y el<br />

papel en metal. Pero, como siempre, la monja va más lejos impulsada por<br />

su deseo de vencer la tiranía de lo que la retórica y la cortesanía estipulan;<br />

regresa entonces a su humilde oficio y practica en su más prístina<br />

concreción ese laborioso trabajo escriturario cuyas implicaciones sin embargo<br />

son enormes:<br />

19 Ibídem, p. 100.<br />

Yo, pues, con esto movida<br />

de un impulso dominante,<br />

de resistir imposible<br />

y de ejecutar no fácil,<br />

con pluma en tinta, no en cera,<br />

en alas de papel frágil<br />

las ondas del mar no temo,<br />

las pompas piso del aire<br />

y venciendo la distancia<br />

(porque suele a lo más grave<br />

la gloria de un pensamiento<br />

dar dotes de agilidades),<br />

a la dichosa región


318 marGo Glantz<br />

llego, donde las señales<br />

de vuestras plantas me avisan<br />

que allí mis labios estampe. 20<br />

Los “cobardes rasgos” de su caligrafía, así como la clausura, la que<br />

la encierra “debajo de treinta llaves”, lo “hecho a mano” se trasciende y<br />

engendra alas, como en el Sueño.<br />

Y para subrayar lo dicho, acudo de nuevo a sor Juana, ya no a su poesía<br />

sino a la también muy manoseada Respuesta a sor Filotea:<br />

Es verdad que esto digo de la parte práctica en la que la tienen, pues claro<br />

está que mientras se mueve la pluma descansa el compás y mientras se toca<br />

el arpa sosiega el órgano, et sic de caeteris, porque como es menester mucho<br />

uso corporal para adquirir hábito, nunca le puede tener perfecto quien se<br />

reparte en varios ejercicios, pero en lo formal y especulativo sucede lo contrario,<br />

y quisiera yo persuadir a todos con mi experiencia a que no solo no<br />

estorban, pero se ayudan dando luz y abriendo caminos las unas para las<br />

otras, por variaciones y ocultos engarces… 21<br />

mano sobre mano<br />

De la hermosa proporción que la marquesa de la Laguna adquiere en<br />

el famoso romance decasílabo en esdrújulos, podemos deducir que sus<br />

partes, las de la condesa, configuran un todo. Sin embargo me limito,<br />

como lo he hecho hasta ahora en este texto, a las manos, descritas con<br />

gran sensualidad por su colorido y materialidad, casi tropical, y al mismo<br />

tiempo con un grande temor que distancia y congela:<br />

20 Ibídem, p. 103.<br />

21 Ibídem, p. 450.<br />

22 Ibídem, p. 173.<br />

Dátiles de alabastro tus dedos<br />

fértiles de tus dos palmas brotan,<br />

frígidos si los ojos los miran,<br />

cálidos si las almas los tocan. 22


las curiosas manos de una monJa Jerónima 319<br />

“El lenguaje es una piel —dice Roland Barthes en Fragments d’un discours<br />

amoureux—: 23 rozo con mi lenguaje al otro. Como si tuviese palabras<br />

a manera de dedos, o de dedos en la punta de las palabras. Mi<br />

lenguaje tiembla de deseo…”, y agrega: “Hablar amorosamente es…<br />

practicar un contacto sin orgasmo”.<br />

Me detengo, hago descansar la pluma o aparto mis dedos del teclado, y,<br />

como el conde de la Granja, incapacitado por el asombro que la genialidad<br />

de la monja le provoca, hago callar a las musas y pongo, ociosa, mi<br />

mano sobre mi otra mano.<br />

23 París, 1977, p. 87.


EINSTEIN PARA MAESTROS *<br />

Julieta fierro<br />

El 2005 ha sido declarado año internacional de la física. El motivo lo<br />

podemos encontrar si retrocedemos un siglo en el tiempo y llegamos al<br />

año en que Albert Einstein, con la publicación de tan solo cinco artículos,<br />

revolucionó la ciencia. Debido a que la obra de este genio será tema<br />

obligado a lo largo de este año, en el presente texto se expondrán sus<br />

más importantes contribuciones al acervo intelectual de la humanidad, y<br />

se explicarán algunos conceptos sencillos de su obra, de manera que se<br />

pueda contestar preguntas y satisfacer nuestra curiosidad al respecto.<br />

Puesto que las teorías de Einstein se refieren a conceptos poco intuitivos,<br />

se tiene la idea de que son incomprensibles. En mi opinión, el hecho<br />

de que algunas de sus propuestas nos resulten oscuras o sorprendentes<br />

no significa que no se puedan, al menos, conocer.<br />

A continuación haremos un breve repaso de su biografía, y en seguida<br />

revisaremos las observaciones y teorías que surgieron a partir de las propuestas<br />

de Einstein publicadas desde 1905 y hasta su muerte en 1955.<br />

la vida de einstein<br />

Albert Einstein nació en Ulm, Alemania, el 14 de marzo de 1879. Antes<br />

cumplir dos años, su familia se trasladó a Múnich, donde permaneció<br />

hasta 1895, pero ese año los otros miembros de la familia tuvieron que<br />

trasladarse a Italia después del hundimiento de la compañía eléctrica de<br />

su padre en Múnich, y dejaron a Albert en Múnich para que terminara<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 9 de junio de 2005. Fue publicado, previamente a<br />

su lectura, en El Correo del Maestro, núm. 104, enero de 2005; edición electrónica: http://www.<br />

correodelmaestro.com/anteriores/2005/2005.htm<br />

[321]


322 Julieta fierro<br />

Figura 1. Albert Einstein (1879-1955).<br />

http://www.einstein-website.de/images/AE-Princeton-um1950.jpg<br />

el año escolar, pero él, muy pronto, decidió abandonar la escuela y fue a<br />

reunirse con su familia, aunque aún le faltaban tres años para terminar<br />

su educación media. El colegio no lo motivaba; era excelente en matemáticas<br />

y física, pero no se interesaba por las otras materias. Así, a la<br />

edad de 16 años, Albert tuvo la oportunidad de conocer la gran tradición<br />

cultural italiana; admirar las obras de Miguel Ángel, que le impactaron<br />

profundamente, y recorrer Italia pensando y estudiando por su cuenta.<br />

Durante este periodo empezó a contemplar los efectos del movimiento<br />

a la velocidad de la luz, un rompecabezas cuya resolución cambiaría para<br />

siempre la física y la cosmología.<br />

En Italia tuvo toda la libertad que quería y gozó por un tiempo de su<br />

vida, pero su padre lo obligó a pensar en ir a la universidad. Regresó a<br />

Múnich y luego se trasladó a Zúrich, en Suiza, para continuar sus estudios.<br />

En esta última ciudad no pudo ingresar a la universidad porque no<br />

había completado sus estudios secundarios. Decidió entonces incorporarse<br />

al Instituto Politécnico de Zúrich, donde logró estudiar física y matemáticas<br />

con Heinrich Weber y Hermann Minkowski. Fue condiscípulo


einstein para maestros 323<br />

de Marcel Grossmann, que llegó a ser su gran amigo. Pero en la nación<br />

helvética, los caminos que tuvo que recorrer Albert Einstein no fueron<br />

fáciles. Llegó a conocer el hambre, la segregación académica —por no<br />

ser suizo—. Ahí mismo se casó después con una joven matemática croata,<br />

Mileva Maric, luego de haber terminado sus estudios, en el año 1900,<br />

y de haber obtenido la nacionalidad suiza.<br />

Con la graduación llegó el final de la asignación que le pasaba su familia,<br />

y Einstein tuvo que buscar trabajo. Sin recomendaciones —más<br />

tarde recordó que “no estaba en buenas relaciones con ninguno de sus<br />

anteriores maestros”—, no pudo encontrar ningún trabajo permanente y<br />

tuvo que arreglárselas de maestro para dar clases particulares o a tiempo<br />

parcial. Después de dos años de empleos esporádicos, Einstein se volvió<br />

a encontrar con Marcel Grossmann, a quien había conocido en sus tiempos<br />

de estudiante en Zúrich. Grossmann estaba enseñando matemáticas.<br />

A través de sus contactos familiares, Grossmann consiguió para Einstein<br />

un puesto como experto técnico de tercera clase en la Oficina de<br />

Patentes suiza en Berna.<br />

Trabajando ahí, Einstein pudo escamotear algún tiempo en su trabajo,<br />

gracias al dominio que había logrado en las funciones que desempeñaba,<br />

y dedicarlo para sus propios estudios sobre temas tales como las propiedades<br />

físicas de la luz. Por las noches trabajaba en ciencias o invitaba a algunos<br />

amigos a su apartamento para hablar de física, filosofía y literatura.<br />

Estas reuniones solían ser animadas y ruidosas y duraban hasta altas horas<br />

de la noche, ante la irritación de sus vecinos. Aunque Einstein era esencialmente<br />

un solitario, la oportunidad de desarrollar ideas y probarlas sobre<br />

los agudos intelectos de sus amigos era valiosísima. Empezó a publicar los<br />

resultados de sus investigaciones en uno de los principales diarios científicos,<br />

y centró sus intuitivos análisis en las implicaciones de una cuestión<br />

que lo había intrigado años antes: ¿Cómo sería cabalgar en un rayo de luz?<br />

A la temprana edad de 26 años, Einstein publicó cuatro trabajos científicos.<br />

En uno postula los cuanta de luz, para explicar el efecto fotoeléctrico.<br />

El segundo trabajo era acerca del movimiento browniano. Sin duda


324 Julieta fierro<br />

el trabajo más importante fue el titulado “Acerca de la electrodinámica<br />

de los cuerpos en movimiento”, donde expone la relatividad especial. En<br />

él plantea dos postulados que tienen inmensas consecuencias:<br />

1) Todos los observadores que se mueven entre sí con velocidad constante<br />

son equivalentes en lo que a las leyes de la física se refiere. Este es el principio<br />

de relatividad, que excluye la noción de espacios y tiempos absolutos.<br />

2) La velocidad de la luz en el vacío es la misma para todos los observadores:<br />

299 792 kilómetros por segundo, y es independiente del movimiento<br />

relativo entre la fuente de luz y el observador. Este postulado<br />

explica el resultado negativo del experimento de Michelson y Morley.<br />

En esos primeros años, Einstein plantea su famosa relación E = mc 2 , el<br />

producto de la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz da la energía<br />

asociada a una masa m. Masa y energía son dos formas equivalentes.<br />

Esto produjo una revolución en nuestra comprensión de la física del Sol<br />

y las estrellas, y constituye la base de la energía nuclear.<br />

Hacia 1909, Einstein fue nombrado profesor del Instituto Politécnico<br />

de Zúrich. Su actividad docente más adelante la desarrolló también en<br />

Praga y Berlín. Einstein trabajó afanosamente en la posible generalización<br />

de su teoría de la relatividad. En 1911, formuló el principio de equivalencia<br />

entre un movimiento acelerado y un campo gravitacional.<br />

Separado de su primera mujer, con la cual tuvo dos hijos varones, en<br />

1915 contrajo matrimonio con su prima Elsa Einstein, que también era<br />

separada y con dos hijas. Un año después, en 1916, dio a conocer su teoría<br />

general de la relatividad, en un periodo pleno de vivacidad y alegría. Escribió<br />

a uno de sus amigos: “En el curso de este último mes he vencido<br />

el periodo más excitante de mi vida y el más fructífero”. En la relatividad<br />

general, geometriza la gravitación. Una masa deforma el espacio-tiempo a<br />

su alrededor, y Einstein proporciona las matemáticas que permiten calcular<br />

punto por punto la “geometría” en la vecindad de una masa.<br />

Pese a basarse en una concepción eminentemente de matemática abstracta,<br />

la relatividad general tenía un gran número de aplicaciones concretas.<br />

Por un lado, explicaba una desconcertante discrepancia en la órbita


einstein para maestros 325<br />

de Mercurio, el planeta más interior del sistema solar. El perihelio del planeta<br />

—el punto en el que está más cerca del Sol— avanzaba cada año en<br />

una cantidad significativamente más grande que la predicha por las leyes<br />

de Newton. En sus esfuerzos por explicar la diferencia, los astrónomos<br />

habían especulado durante algún tiempo en la existencia de un pequeño<br />

planeta que orbitara entre Mercurio y el Sol. Einstein demostró que ese<br />

cuerpo era innecesario. Su nueva teoría de la gravedad explicaba completamente<br />

el misterio de la órbita de Mercurio como una consecuencia del<br />

espacio intensamente curvado en las inmediaciones del Sol.<br />

El éxito de esta primera aplicación de la teoría a la observación complació<br />

enormemente a Einstein: “Estuve fuera de mí por el éxtasis durante<br />

días”, escribió a un amigo. La hazaña impresionó también a sus<br />

colegas científicos, pero después de todo era una explicación a hechos ya<br />

conocidos.<br />

La primera comprobación empírica de la teoría de la relatividad ocurrió<br />

cuando las mediciones hechas durante el eclipse total de Sol de 1919<br />

demostraron que sus cálculos sobre la curvatura de la luz en presencia<br />

de un campo gravitatorio eran exactos. Cuando se dieron a conocer los<br />

resultados en la Royal Society de Londres, su presidente expresó emocionadamente:<br />

“No se trata en este caso del descubrimiento de una isla<br />

alejada del mundo, sino de todo un nuevo continente de nuevas ideas<br />

científicas. Es el más grande descubrimiento concerniente a la gravitación<br />

que se haya hecho después de que Newton enunció sus principios”.<br />

Pero junto con la gloria también se hizo presente el dolor. En poco<br />

tiempo había perdido a su hijo Eduardo y fallecían dos de sus hijas: Ilsa<br />

y la que había tenido con su primera esposa.<br />

Albert Einstein fue galardonado con el Premio Nobel de Física en el<br />

año 1921 por sus investigaciones sobre el efecto fotoeléctrico y sus grandes<br />

aportaciones en el terreno de la física teórica.<br />

Desde comienzos de los años treinta, y con el advenimiento en Alemania<br />

del nazismo, su vida se llenó de continuos viajes obligados para<br />

protegerse del régimen gobernante alemán, del que era un decidido opo-


326 Julieta fierro<br />

sitor. Vivió en Coq, Bélgica, accediendo a una invitación de los reyes.<br />

Estuvo asimismo en Francia y Gran Bretaña, y finalmente echó raíces<br />

en los Estados Unidos y, a partir de 1933, se estableció en Princeton.<br />

Allí falleció en 1936 su segunda esposa. En 1940, obtuvo la nacionalidad<br />

norteamericana y, hasta su muerte, acaecida el 18 de abril de 1955. Einstein<br />

trabajó por integrar en una misma teoría las cuatro fuerzas de la naturaleza:<br />

gravedad, electromagnetismo, y las subatómicas fuerte y débil,<br />

las cuales comúnmente reconocemos como “fuerzas de campo”.<br />

Einstein escribió numerosos artículos de divulgación para revistas<br />

científicas, dio conferencias que transcribieron, y algunos libros. Los títulos<br />

más destacados son: Electrodinámica de los cuerpos en movimiento;<br />

Fundamentos de la teoría de la relatividad general; Sobre la teoría del campo<br />

unificado; Mis ideas y opiniones; La física, aventura del pensamiento, esta última,<br />

escrita en colaboración con Leopold Infeld.<br />

Einstein fue un gran científico, y su preeminencia permanece hasta<br />

ahora sin contrapesos. Genial, tuvo la misma intuición física de Newton,<br />

pero con un carácter simpático; fue un visionario como Kepler, pero<br />

siempre supo mantenerse aterrizado sobre la Tierra. Recibió en vida, al<br />

igual que Newton, todos los honores, y el respeto que un genio tan excepcional<br />

merece.<br />

la capilaridad<br />

El primer artículo que escribió Einstein fue sobre la capilaridad. Si tomas<br />

una planta con nervaduras gruesas como el apio y lo observas, notarás<br />

que por allí sube el agua y los nutrientes desde la raíz hasta las hojas.<br />

El motivo por el cual sube la savia es el siguiente. La planta evapora<br />

agua a través de las hojas, esto produce un vacío en el extremo superior<br />

de las nervaduras, lo cual induce un efecto de succión, como el de una<br />

aspiradora, que hace que se eleve el agua de la parte inferior de la planta.<br />

Algunos floristas usan esta propiedad para colorear las flores. Así, le po-


einstein para maestros 327<br />

nen pintura de color azul a las rosas blancas, y estas terminan teniendo<br />

tal coloración.<br />

A Einstein le preocupaba la estructura atómica de la materia y las propiedades<br />

de la tensión superficial, es decir, la especie de piel que se forma<br />

sobre el agua, donde incluso se pueden posar los mosquitos. La tensión<br />

superficial es como un elástico que ayuda a que suba el agua por las nervaduras<br />

de las plantas.<br />

Para el gran investigador fue un orgullo ver publicado su primer artículo,<br />

y eso le dio esperanza de que pronto sería contratado por alguna<br />

universidad.<br />

el tamaño de las moléculas<br />

Cuando se observa a través del microscopio alguna partícula de gran tamaño<br />

suspendida en el agua, como el polen, se detecta que se mueve con<br />

una trayectoria aleatoria. El motivo es que las moléculas más pequeñas,<br />

en este caso las del agua, se desplazan en todas direcciones. Este movimiento<br />

se debe a lo que se conoce como su energía térmica; entre mayor<br />

sea la temperatura del agua, las moléculas invisibles que la constituyen se<br />

desplazan a mayor velocidad. Si las moléculas de agua chocan contra el<br />

polen, lo mueven en distintas direcciones.<br />

Einstein conocía este movimiento del polen, que había observado Robert<br />

Brown 50 años antes. En su época no se sabía que había moléculas<br />

grandes y pequeñas, ni que se agitaban; era solo una conjetura. Albert<br />

Einstein observó cómo caía el azúcar en su taza de café; esto le sirvió<br />

de inspiración para calcular con qué fuerza impactan las minúsculas<br />

moléculas de agua sobre el inmenso polen para lograr desplazarlo. Por<br />

supuesto, para nosotros el polen es microscópico. Einstein hizo los cálculos<br />

que describen el impacto de las moléculas de agua sobre el polen, y<br />

los publicó; con esto obtuvo su grado de doctor en física.


328 Julieta fierro<br />

Figura 2. Una partícula de polen suspendida en agua<br />

sigue una trayectoria al azar.<br />

Como resumen de esta sección, cabe notar que Einstein predijo teóricamente<br />

que sí debe haber átomos, y además que se puede emplear la<br />

estadística en física con excelentes resultados.<br />

Cuando se abre una botella de perfume en un extremo de una recámara,<br />

el olor tarda cierto tiempo en llegar al otro extremo, aun cuando<br />

las moléculas de aire se desplazan a 500 kilómetros por hora. Es decir,<br />

deberíamos percibir el olor casi de manera instantánea. El motivo es que<br />

a las moléculas de perfume les sucede lo mismo que a las de polen: el<br />

aire las mueve de un lugar a otro, y deben seguir un movimiento de zigzag<br />

hasta llegar a nuestra nariz.<br />

el efecto fotoeléctrico<br />

El doctor Einstein retomó la idea esbozada por Planck de que la luz se<br />

podía imaginar como paquetes de energía. Llegó a la conclusión de que<br />

estos paquetes —llamados fotones— transmiten energía a los electrones<br />

de los átomos, y así logran arrancarlos del átomo.


einstein para maestros 329<br />

Esta idea ha resultado muy útil en las aplicaciones de la física a la vida<br />

diaria. Por ejemplo, en un elevador es muy molesto que la puerta se cierre<br />

antes de que uno termine de entrar. Por eso existe un dispositivo que<br />

emite un haz de luz; si uno lo interrumpe con alguna parte del cuerpo u<br />

otro objeto, la puerta se mantiene abierta.<br />

El sensor de los elevadores funciona de la siguiente manera: un haz de<br />

luz, formado por fotones, sale de una de las paredes del elevador y desprende<br />

electrones de los átomos de una placa, que se encuentra del otro<br />

lado. Estos electrones en forma de electricidad dan la señal para cerrar la<br />

puerta. Si interrumpimos el haz de luz, se interrumpe la señal de cerrar<br />

la puerta, y esta se abre.<br />

Figura 3. a) La puerta de un elevador permanece cerrada si un haz luminoso ilumina<br />

una placa metálica que a su vez emite electrones produciendo electricidad. b) Si el<br />

haz se interrumpe cesa el flujo de electrones y la puerta se abre.<br />

a b<br />

el rayo láser<br />

Un rayo láser es un haz de luz de un solo color que viaja sin dispersarse.<br />

En general, una fuente de luz envía rayos en todas direcciones, como<br />

una estrella o un foco. Incluso la punta de una nariz envía haces en to-


330 Julieta fierro<br />

das direcciones; este es el motivo por el cual varias personas localizadas<br />

en distintos sitios la pueden observar.<br />

Un foco común produce luz de todos colores; esto se puede constatar<br />

acercándole un disco compacto, sobre el cual se puede ver un arco iris.<br />

El filamento de un foco produce luz porque los electrones de sus átomos<br />

se acercan a sus núcleos y emiten fotones.<br />

Figura 4. a) En general, los átomos producen fotones de luz de varios colores que<br />

viajan en diferentes direcciones. b) Un rayo láser surge de una fuente de luz que emite<br />

fotones del mismo color que viajan en la misma dirección.<br />

a<br />

b<br />

Los estudios realizados por Albert Einstein condujeron a la producción<br />

de rayos láser comerciales que ahora se utilizan, entre otras cosas,<br />

para leer los discos compactos, para hacer suturas en sitios tan delicados<br />

como la retina del fondo del ojo y para fabricar apuntadores.<br />

Un rayo láser funciona cuando los electrones que emiten luz lo hacen<br />

en sincronía. Es decir, cuando estando todos a la misma distancia


einstein para maestros 331<br />

del núcleo se acercan al él y producen fotones del mismo color. De esta<br />

manera generan un haz monocromático (de un solo color) que viaja en la<br />

misma dirección. En cambio, en los focos se produce luz de varios colores<br />

que viaja en todas direcciones.<br />

Figura 5. a) Un rayo láser funciona porque todos los fotones que producen los<br />

átomos que contiene emiten luz de la misma frecuencia en la misma dirección. b) En<br />

general, los átomos de cualquier sustancia emiten fotones en todas direcciones.<br />

la curvatura del espacio<br />

Antes de que contribuyera Einstein con sus teorías a la ciencia, los investigadores<br />

pensaban que las ideas de Newton sobre la gravedad eran las


332 Julieta fierro<br />

correctas; es decir, que unos cuerpos atraían a otros dependiendo de su<br />

masa y de la distancia que los separa. Así, la Tierra atrae a las pelotas, y<br />

por eso se caen.<br />

Einstein propuso una alternativa. Para que se comprenda, basta con<br />

lanzar una pelota con distinta fuerza y en diferentes direcciones. La pelota<br />

sigue invariablemente una trayectoria curva. Lo que propuso Einstein<br />

es que el espacio está curveado y que cada vez que uno lanza una<br />

pelota esta sigue la trayectoria marcada por el espacio-tiempo. Es decir,<br />

en lugar de suponer que unos objetos atraen a otros, propuso que el espacio<br />

se altera cerca de los objetos; se curva. La curvatura dependerá<br />

de qué tan masivo sea el objeto. Lejos del objeto, la curvatura se vuelve<br />

imperceptible; es decir, disminuye con la distancia.<br />

Figura 6. Si lanzamos una pelota, esta seguirá una trayectoria curva.<br />

Esta visión alterna a la gravedad ha probado ser más general que las<br />

ideas de Newton. En la época anterior a Einstein se pensaba que los<br />

rayos de luz viajaban en línea recta, como lo dicta la vida común. Sin<br />

embargo Albert Einstein propuso que los rayos de luz deberían seguir la<br />

curvatura del espacio-tiempo, como cuando pasan cerca del Sol. En 1919<br />

hubo un eclipse de Sol, y se comprobó que las posiciones de las estrellas<br />

proyectadas cerca del disco solar se habían modificado. Es decir, el Sol<br />

había alterado el espacio de su cercanía, y por lo tanto los rayos de luz, en<br />

lugar de viajar en línea recta, se habían desplazado a lo largo de curvas.


einstein para maestros 333<br />

Figura 7. Durante los eclipses de Sol podemos observar las estrellas cercanas a él.<br />

Antes se pensaba que la luz de las estrellas viajaba en línea recta. Einstein predijo que<br />

su luz se plegaría al pasar cerca del Sol, lo cual se comprobó durante el eclipse total de<br />

Sol de 1919.<br />

a<br />

b<br />

la propaGación instantánea<br />

Cuando Newton describió la ley de la gravitación universal supuso que<br />

la atracción entre dos cuerpos era instantánea. Es decir que un cuerpo<br />

detectaría la gravedad de otro independientemente de su distancia, de<br />

inmediato.<br />

Para que se comprenda la contribución de Einstein supongamos lo siguiente:<br />

dos jóvenes interactúan entre sí lanzándose una pelota. El tiempo


334 Julieta fierro<br />

que la pelota toma en pasar de uno a otro es distinto de cero, o sea que<br />

le toma cierto tiempo al segundo recibir el mensaje de la interacción: la<br />

llegada de la pelota. Si el compañero está más lejos, la pelota tarda más en<br />

alcanzarlo.<br />

Einstein llegó a la conclusión de que la gravitación no actuaba de manera<br />

instantánea, y por consiguiente había que repensar la ley de atracción<br />

universal para incluir este efecto.<br />

Ahora se piensa que la gravedad viaja en ondas por el espacio a la velocidad<br />

de la luz. Así, la atracción gravitacional de unos cuerpos celestes<br />

sobre otros toma cierto tiempo en recorrer la distancia que los separa.<br />

vemos a las estrellas como fueron<br />

Una característica de la ciencia es la información. En el caso de la astronomía,<br />

esta se obtiene mediante el análisis de la radiación que nos<br />

llega de los astros. Los rayos X, los ultravioleta, la luz visible o las ondas<br />

de radio viajan a la velocidad de luz, que es de 300 000 kilómetros por<br />

segundo. Los rayos X, los ultravioleta, la luz visible o las ondas de radio<br />

viajan a la velocidad de luz, que es de 300 000 kilómetros por segundo.<br />

Aunque a nosotros nos parece una velocidad inmensa, los astros están<br />

tan alejados que para los astrónomos esta velocidad resulta muy baja.<br />

Así, si observamos a Saturno su radiación tardará más de una hora en<br />

llegar a nosotros, y ni se diga de alguna galaxia cuya luz toma miles de<br />

millones de años recorrer la distancia que nos separa de ella. En otras<br />

palabras, siempre vemos a los objetos celestes como fueron en el pasado.<br />

En este sentido, el único presente del universo que podemos medir es el<br />

de los objetos cercanos, si queremos estudiar a alguna galaxia tal como<br />

es el día de hoy, tendríamos que esperar millones de años. Además, el<br />

cosmos se está expandiendo, por lo que la luz tardará más en llegar hasta<br />

nosotros que si estuviera quieto. El único presente al que tenemos acceso<br />

es el que tenemos aquí.


einstein para maestros 335<br />

Dicho de otro modo, cuando vemos una estrella, ya no está donde<br />

aparenta; seguramente cambió de lugar; tampoco debe ser igual; pudo<br />

haber muerto mientras su luz llegaba hasta nosotros.<br />

la equivalencia entre la electricidad y el maGnetismo<br />

Antes de 1905 se pensaba que la electricidad y el magnetismo eran fenómenos<br />

distintos. Se creía que era una propiedad inherente de algunos<br />

metales ferrosos funcionar como imanes; es decir, atraer partículas de<br />

hierro, y que la electricidad era el desplazamiento de electrones a lo largo<br />

de un conductor. Sin embargo, existían experimentos que mostraban<br />

que se podía producir un imán temporal al hacer circular una corriente<br />

eléctrica por un alambre. Este proceso se usa en la industria para desplazar<br />

chatarra; se equipa a una grúa con un electroimán que al acercarse<br />

a metales los atrae y los levanta; el operador los suelta cuando aprieta el<br />

botón que evita que siga circulando corriente por el electroimán.<br />

Einstein propuso que, en realidad, la electricidad y el magnetismo son<br />

dos manifestaciones del mismo fenómeno.<br />

En cada átomo los electrones circulan en torno del núcleo produciendo<br />

un imán diminuto. Cuando los átomos están orientados en todas<br />

direcciones, como en nuestro cuerpo, no se nota la presencia de estos<br />

imanes invisibles. En cambio, dentro de un imán la mayoría de los electrones<br />

de los átomos circulan en la misma dirección; por este motivo<br />

producen la imantación. Los minúsculos imanes suman sus fuerzas. En<br />

un electroimán se orientan por medio de una corriente eléctrica los átomos<br />

del metal de tal manera que los electrones circulen en la misma dirección<br />

y todos juntos produzcan una imantación detectable. Cuando se<br />

apaga la corriente eléctrica, los electrones vuelven a circular en cualquier<br />

dirección y el metal deja de estar imantado.


336 Julieta fierro<br />

Figura 8. a) En un metal, los átomos están orientados en todas direcciones,<br />

y sus electrones se mueven en todos sentidos. b) En un imán,<br />

todos los electrones que producen la imantación se desplazan en la misma<br />

dirección en torno del núcleo; todos los átomos están todos orientados<br />

en la misma dirección.<br />

a<br />

b<br />

la constancia de la velocidad de la luz<br />

Parte de la dificultad para comprender las ideas propuestas por Albert<br />

Einstein es que no corresponden al sentido común. Un ejemplo de esto<br />

es la constancia de la velocidad de la luz. Estamos acostumbrados a medir<br />

la velocidad de algún cuerpo que se desplaza respecto de nosotros.<br />

La velocidad que medimos depende de nuestra velocidad. Pongamos el<br />

siguiente ejemplo: si vamos sentados en un vagón de metro y sostenemos<br />

una bolsa de tamales, esta se mantendrá quieta respecto de nosotros, in-


einstein para maestros 337<br />

dependientemente de la velocidad del vagón. En cambio, si vemos pasar<br />

un vagón en el que otra persona sostiene la bolsa. concluiremos que se<br />

mueve a la misma velocidad del vagón.<br />

Una característica fascinante de la naturaleza es que la luz se porta<br />

de manera muy distinta a la bolsa de tamales. Siempre que midamos, su<br />

velocidad será la misma, independientemente de la velocidad a la que nos<br />

desplacemos nosotros. Es decir que, si nos acercamos al Sol y medimos<br />

la velocidad de uno de sus rayos, obtendremos 300 000 kilómetros por<br />

segundo, y si nos alejamos obtendremos el mismo resultado. Cabe notar<br />

que la Tierra en su trayectoria se mueve a 30 kilómetros por segundo<br />

en torno de nuestra estrella, y nos permite hacer este experimento. La<br />

velocidad de la Tierra es tan grande que moviéndonos así de rápido recorreríamos<br />

tres veces el perímetro terrestre en una hora; la velocidad de la<br />

luz es mucho mayor, y recorre esta distancia en fracciones de segundo.<br />

el espacio-tiempo<br />

Como vimos en la sección anterior, la velocidad de la luz es constante,<br />

independientemente de quién la mida y a qué velocidad se desplace.<br />

Por definición, velocidad es igual a distancia entre tiempo; esto significa<br />

que ambas cantidades tienen que estar íntimamente relacionadas,<br />

si su cociente siempre debe dar un número constante. Puesto de manera<br />

matemática:<br />

velocidad = distancia / tiempo.<br />

Si la velocidad es la de la luz y es constante, significa que si varía<br />

cualquiera de los dos miembros de la fracción distancia / tiempo, necesariamente<br />

tiene que variar el otro tiempo o distancia; de otra manera, la<br />

fracción no daría una constante:<br />

distancia / tiempo = constante.


338 Julieta fierro<br />

Los físicos se refieren a esta propiedad de la dependencia del espacio y<br />

del tiempo como el espacio-tiempo.<br />

Puesto que la constancia de la velocidad de la luz tiene como consecuencia<br />

que el tiempo es una dimensión más, vivimos en un universo de<br />

cuatro dimensiones, tres espaciales (alto, ancho, largo) y una temporal.<br />

la relatividad del tiempo<br />

Una de las características más fascinantes de las ideas de Einstein es el<br />

hecho de que el tiempo fluye de manera distinta para diferentes observadores.<br />

Si hubiera un observador quieto en algún sitio y observara a otro que<br />

se desplaza a velocidades cercanas a la de la luz, notaría que el tiempo<br />

pasa más lento para este último. Esto no significa que la persona que se<br />

mueve a miles de kilómetros por segundo tenga tiempo de hacer más<br />

cosas; para él la vida sigue normal; sin embargo, al regresar a la Tierra<br />

el observado tal vez se sorprendería de que allí las personas parecerían<br />

haber envejecido más deprisa que él.<br />

Este hecho se ha probado de múltiples maneras. Una de las más recientes<br />

proviene de los satélites de posicionamiento global. Estos instrumentos<br />

permiten conocer la ubicación de una persona en cualquier sitio<br />

de la Tierra; los hay portátiles, y algunos automóviles y veleros los tienen<br />

integrados. Resulta que en los satélites que se mueven más despacio, el<br />

tiempo corre más lento y, por este efecto, los responsables de enviar las<br />

señales a los usuarios deben corregirlas para garantizar que el usuario<br />

reciba datos tomados al mismo tiempo por todos los satélites.<br />

la equivalencia entre materia y enerGía<br />

Probablemente todos hemos visto la siguiente ecuación:<br />

E = mc 2


einstein para maestros 339<br />

Esta ecuación significa que la energía, representada por E, es igual a<br />

la masa, m. La c 2 significa velocidad de la luz al cuadrado, pero, como<br />

vimos antes, esta es una constante; en otras palabras, la importancia de<br />

la ecuación radica en la equivalencia entre la masa y la energía.<br />

Esto nos parece extraño, ya que en la vida diaria una persona no se<br />

transforma repentinamente en haces de luz, ni estos en tortillas. Sin embargo,<br />

en el interior de las estrellas esto es justo lo que sucede. El Sol<br />

transforma cada segundo miles de toneladas de materia en energía, y<br />

por eso brilla. Nuestra estrella posee tal cantidad de materia, que brillará<br />

otros 4 500 millones de años con la misma intensidad con que lo hizo la<br />

primera mitad de su existencia.<br />

Nuestro universo se originó durante un evento que se conoce como<br />

la Gran Explosión. Hace 14 000 millones de años hubo una liberación<br />

de energía que se convirtió parcialmente en la materia que forma todo lo<br />

que está en el cosmos.<br />

Figura 9. Las estrellas brillan porque en su interior se llevan a cabo reacciones<br />

termonucleares que transforman materia en energía. En esta figura se muestra un<br />

eclipse de nuestra estrella, el Sol.


340 Julieta fierro<br />

la unificación<br />

Como vimos en el caso de la electricidad y el magnetismo, puede haber<br />

efectos diversos que sean distintas manifestaciones de lo mismo. Si con<br />

los ojos cerrados escuchamos a un perro, lo olemos o tocamos su pelaje,<br />

notaremos sensaciones muy distintas; todas corresponden a lo mismo:<br />

un perro.<br />

Figura 10. No es igual ver a un perro que olerlo; sin embargo<br />

ambas experiencias corresponden a la yoidad del perro.<br />

Así como Einstein propuso que la electricidad y el magnetismo eran<br />

la misma interpretación de un solo fenómeno, pensó que todas las leyes<br />

de la física eran distintas manifestaciones de lo mismo.<br />

Contrariamente a lo que algunas personas imaginan, la ciencia desea<br />

simplificar. Lo que buscan los investigadores son expresiones sencillas y<br />

elegantes que expliquen varios fenómenos. Lo que sucede en ocasiones<br />

es que emplean el lenguaje de las matemáticas que para algunas personas<br />

resulta tan complicado como el chino siendo que este no debe ser tan<br />

difícil, pues lo dominan miles de millones de personas.<br />

Así, Einstein pasó los últimos años de su vida buscando una sola teoría<br />

para explicar la gravedad y el funcionamiento de las partículas subatómicas,<br />

pero no tuvo éxito. Sin embargo, existen grupos de físicos en<br />

todo el mundo que tratan de lograrlo. Este es uno de los grandes legados<br />

de Einstein.


CARLOS GONZÁLEZ PEÑA<br />

Vicente quirarte<br />

La noche del viernes 21 de agosto de 1931, en el paraninfo de la Universidad<br />

Nacional, donde una década atrás había sido velado el cuerpo del<br />

poeta Ramón López Velarde, Carlos González Peña ingresó a la Academia<br />

Mexicana de la Lengua. Ocupaba la silla que había dejado vacante<br />

don Emilio Rabasa. El título de su discurso fue “Luis G. Inclán en la<br />

novela mexicana”. La respuesta estuvo a cargo de don Victoriano Salado<br />

Álvarez.<br />

El nuevo miembro llegaba a la Academia con la publicación de cuatro<br />

novelas, su imprescindible Historia de la literatura mexicana y una vocación<br />

orientada fundamentalmente hacia la creación y la educación. En su<br />

solidez, ponderación y armonía, su texto sobre el autor de Astucia, novela<br />

fundamental de nuestro siglo xix, mantenía fidelidad a la tradición que<br />

se había impuesto titular su conferencia del Ateneo de Juventud, del cual<br />

fue miembro fundador, “El Pensador Mexicano y su tiempo”. Años después<br />

de su ingreso a la Academia, en 1948, fue el primer escritor mexicano<br />

en hacerse acreedor al Premio Nacional de Literatura, el cual recibió<br />

de manos del presidente Miguel Alemán.<br />

Los tres hitos anteriormente mencionados en la vida y la obra de Carlos<br />

González Peña son suficientes para trazar la trayectora pública de<br />

alguien que dedicó su energía a las letras como instrumento de personal<br />

desafío pero también como medio para educar y transformar. Sin embargo,<br />

¿cómo trazar un retrato más íntimo y cercano de nuestro compañero<br />

que hace medio siglo fue al encuentro del alma y su máscara, para utilizar<br />

el título de una de sus obras? Su nombre permanece en la más vasta memoria<br />

lectora gracias a su heroica Historia de la literatura mexicana, desde<br />

una niña llamada Margit Frenk, que en la secundaria fue testigo del mal<br />

[341]


342 vicente quirarte<br />

genio y el buen talento del profesor González Peña hasta quien esto escribe,<br />

que pudo armar sus bisoñas clases de literatura para los alumnos<br />

de la extinta Preparatoria Popular en la calle de Liverpool gracias a esa<br />

cartografía donde, más que una sucesión de autores y obras, su autor nos<br />

enseña que las letras son una aventura del alma. Me atrevo a afirmar que<br />

fue gracias a ese libro, que conocí y expropié entre los de mi padre, donde<br />

se despertó mi vocación para estudiar y traducir las numerosas vetas,<br />

abismos, desilusiones y sorpresas que depara esa mina llamada literatura<br />

mexicana. A él debemos además otro libro titulado Gente mía, donde<br />

con penetración, creatividad y frescura hace retratos literarios de sus<br />

contemporáneos. No he podido localizar, por desgracia, ningún texto<br />

análogo cuyo personaje sea González Peña, donde aparezca como el ser<br />

humano y sensible que fue, como se desprende de algunos de sus textos<br />

más personales, particularmente sus relatos de viaje y sus recuerdos de<br />

infancia, recogidos en el volumen El patio bajo la luna.<br />

Carlos González Peña llegó al fin de su aventura terrestre el 1º. de<br />

agosto de 1955, unos días después de haber llegado al año 70 de su edad.<br />

Había nacido el 7 de julio de 1885 en Lagos de Moreno, Jalisco, ilustre<br />

cuna de varones de armas y de letras: Pedro Moreno, Agustín Rivera,<br />

Francisco González León, Mariano Azuela. Cuando en 1967 el Centro<br />

de Estudios Literarios de nuestra Universidad publica la primera edición de<br />

su Diccionario de escritores mexicanos, resulta lamentable y notoria la ausencia<br />

de nuestro escritor. En la nueva edición de dicha obra, en el volumen<br />

III, aparecida en 1993, su entrada ocupa ocho de sus páginas, aunque<br />

finaliza con este juicio tan lapidario como indeciso: “De sus obras<br />

didácticas, es muy conocida su Historia de la literatura mexicana que, no<br />

obstante sus omisiones, errores y lugares comunes, sigue siendo la obra<br />

de historiografía literaria de consulta obligada”. En 1987, Emmanuel<br />

Carballo recopila y prologa textos dispersos de González Peña bajo el<br />

título Novelas y novelistas mexicanos, y en 1989 Christopher Domínguez,<br />

en su Antología de la narrativa mexicana del siglo xx, hace un juicio más<br />

afortunado y preciso de nuestro autor, al llamarlo “el más joven de los


carlos González peña 343<br />

novelistas porfiristas de la Revolución” y resaltar las bondades de su estilo.<br />

En el imaginario heroico del Ateneo de la Juventud, en el cual, de<br />

acuerdo con José Vasconcelos, Alfonso Reyes es “el hijo de Fausto y la<br />

Belleza clásica, apto en todo noble ejercicio del alma”; Antonio Caso,<br />

“constructor de rumbos mentales y liberador de espíritus”; Martín Luis<br />

Guzmán, “espíritu claro y vigoroso que pronto habrá de definirse con<br />

inconfundible relieve”; Julio Torri, “humorista hondo y extraño vidente”;<br />

Carlos González Peña, en la novela “reina solo entre los jóvenes”. Por su<br />

parte, Alfonso Reyes, en su texto Pasado inmediato, apunta, con precisión<br />

y sabiduría: “los géneros se mezclaban un tanto y la invención pura<br />

padecía. Apenas la novela tradicional tenía un campeón en Carlos González<br />

Peña, trabajador infatigable”. Los juicios de Reyes y Vasconcelos<br />

contribuyen a formarnos una idea del lugar ocupado por González Peña<br />

en ese momento en que el discurso de las letras se afianza en medio del<br />

discurso de las armas. Las novelas de González Peña son contemporáneas<br />

en el tiempo, pero diferentes en su poética, a un libro tan innovador<br />

y extraño como Ensayos y poemas de Torri, de 1917. Como advierte José<br />

Luis Martínez, en González Peña, como en Genaro Fernández MacGregor,<br />

Luis Castillo Ledón o Alfonso Cravioto, “se aprecia… enlace con<br />

el pasado inmediato del que continúan algunas tendencias novelescas o<br />

poéticas, no sin mostrar, en su rigor intelectual, en su curiosidad estética<br />

o en su atención nacional, las marcas ateneístas”. ¿Cuáles son esas<br />

señales que marcan la personalidad y los escritos de González Peña? Por<br />

fortuna, debemos a él un texto sobre Antonio Caso, escrito con motivo<br />

de sus bodas de plata académicas, y donde González Peña enumera las<br />

que a su juicio fueron las características de su generación.<br />

Desde muy joven, González Peña había publicado en 1905 La noche,<br />

a la cual siguió, en 1907, La chiquilla y en 1909, La musa bohemia. Tras<br />

el estallido de la Revolución, en 1919, aparece La fuga de la quimera. Al<br />

juzgar globalmente la obra narrativa de González Peña, Alfonso de Alba<br />

lo llama el Daudet mexicano, nutrido tanto en la crudeza de Emile Zola


344 vicente quirarte<br />

como en el costumbrismo de Vicente Blasco Ibáñez. Las obras de González<br />

Peña transcurren parcialmente en el campo —ecos de su natal Lagos<br />

de Moreno— pero mayoritariamente en una ciudad de México que<br />

experimenta el fin de un siglo y el surgimiento de una nueva centuria.<br />

Por su corte naturalista y el destino fatal de su personaje, La chiquilla<br />

ocupa un sitio notable dentro del universo de personajes femeninos donde<br />

se hallan la Remedios de La rumba de Ángel de Campo y la Santa<br />

de Federico Gamboa. De su primera época me interesa resaltar La<br />

musa bohemia, por la lectura simbólica y plural que permite hacer de<br />

su autor y de su tiempo. El protagonista, Mauricio Villaescusa, es un<br />

joven escritor que se debate entre la fidelidad tanto a la poesía como a<br />

la pasión amorosa que experimenta por la mujer con la cual vive en San<br />

Ángel, y el poder que le promete el prestigio del periodismo y la política,<br />

concentrados en la capital. Menosprecio de corte y alabanza de aldea.<br />

Posteriormente, el personaje será vencido por la tentación y castigado.<br />

Tres años antes había aparecido Claudio Oronoz, donde Rubén M. Campos<br />

sintetiza las características del héroe modernista, neurótico, abúlico,<br />

buscador de nuevas sensaciones. Villaescusa, en cambio, es un artista<br />

consciente de que la única posibilidad de hacer creación permanente es<br />

el trabajo y la disciplina. Una lectura simbólica de La musa bohemia nos<br />

permite interpretarla como un cambio de mentalidad entre modernistas<br />

y ateneístas y sobre la categoría de escritor que González Peña defendía.<br />

En La musa bohemia, en el trayecto de una excursión a Xochimilco, uno<br />

de los personajes dice:<br />

Me explico… tu desdén por el periodismo. No fue hecho para nosotros semejante<br />

yugo. Lo que no entiendo es tu afán de vencer sin trabajo. Persiste,<br />

Mauricio; sé tenaz. No hallas formas porque no las buscas; no encuentras<br />

originalidad porque, guiado por la monomanía de perseguir en espacios<br />

imaginarios, fuera de las conocidas rutas, te apartas de la vida. Busca tu<br />

obra ahí, en la vida, en la vida vulgar, corriente y ordinaria, y estoy cierto de<br />

que la encontrarás.


carlos González peña 345<br />

En el párrafo anterior se encuentran contenidas, además, varias de las<br />

contradicciones enfrentadas por el escritor puro, que dedica gran parte<br />

de su tiempo al periodismo. Con La fuga de la quimera concluye el ciclo<br />

novelístico de Carlos González Peña. Es una obra situada en el tiempo<br />

y el espacio de la Revolución. Los personajes y situaciones tienen como<br />

telón de fondo ese escenario dramático e intenso. El ilustre Mauricio<br />

Magdaleno lamentaba que su colega no hubiera continuado por esta senda.<br />

Sin embargo, González Peña demostró que su pluma era capaz de<br />

enfrentar con éxito nuevos desafíos, inclusive en géneros antes no practicados<br />

por él. En 1918 recibió la invitación, junto con otros periodistas<br />

mexicanos, para hacer un viaje a los Estados Unidos. Viaje doblemente<br />

interesante, pues el vecino país había entrado recientemente en la Guerra<br />

Mundial. No es hiperbólico afirmar que La vida tumultuosa es uno de los<br />

mejores libros de viaje escritos por un mexicano. La capacidad de observación<br />

del novelista, la disciplina y el rigor del Ateneo y el espíritu crítico<br />

pero abierto del viajero dan como resultado un libro ágil y dinámico,<br />

una filosofía del nomadismo y una visión objetiva de los Estados Unidos<br />

en un momento crucial de su historia y la del mundo. Viajes posteriores<br />

a Londres y París aparecieron en un nuevo libro. Las numerosas crónicas<br />

por él escritas —sustituyó nada menos que a Luis G. Urbina en su<br />

columna de El Mundo— fueron reunidas en libros que, en su mayoría,<br />

denotan la pérdida de la vigencia en la página periódica. Sin embargo, las<br />

contenidas en el volumen titulado Entre el polvo del camino constituyen<br />

un magnífico viaje, de ida y regreso, a paisajes de nuestra Tierra Caliente.<br />

El cronista presente ofrece sus inmediatas impresiones pero las entreteje<br />

con erudición pretérita, siempre con naturalidad y favoreciendo el estilo<br />

sobre la información erudita y farragosa.<br />

En 1928 aparece la primera edición de la Historia de la literatura mexicana.<br />

Es un año particularmente intenso en la vida intelectual de México.<br />

Jorge Cuesta firma la provocadora y polémica Antología de la poesía<br />

mexicana moderna y el Teatro de Ulises y la revista Contemporáneos buscan<br />

lo mexicano en lo universal. Es una época de valoración y cuestiona-


346 vicente quirarte<br />

miento de los principios fundamentales tanto de nuestro quehacer como<br />

de nuestra identidad. Con su libro como caballo de guerra, González<br />

Peña libra una heroica y ejemplar batalla, como lo demuestran las sucesivas<br />

ediciones y su actual subsistencia en la no menos heroica Colección<br />

Sepan Cuantos de Editorial Porrúa. En 1943 fue traducida al inglés por<br />

Gusta Barfield Nance y Florence Johnston Dunstan, y publicada por la<br />

Southern Methodist University Press de Dallas.<br />

El escaso trato de los lectores actuales —iniciados y profanos— con<br />

la obra integral de Carlos González Peña revive la pregunta de qué es un<br />

escritor. En el más exigente sentido del término, quien, tras dominar las<br />

leyes de su oficio, lo ejerce con plena conciencia tanto del conocimiento<br />

y asimilación de su tradición como de la manera en que su personal capacidad<br />

la enfrenta. Nuestro académico perteneció generacionalmente<br />

a un grupo que hacía suya la paradójica y aguda división establecida por<br />

Remy de Gourmont entre los escritores que escriben y aquellos que no<br />

lo hacen. Ya no el “escribo y vivo” de los románticos, sino el pienso y<br />

luego, si es imprescindible, escribo. De ahí la pertinencia de la cita de<br />

José Vasconcelos en Ulises criollo: “—Bueno, y tú, ¿qué escribes, qué<br />

haces? —Yo, pienso”. Al emprender una nueva y personal lectura tanto<br />

de escritores puramente mexicanos como de aquellos que escribieron en<br />

México o sobre México, González Peña desarrolla uno de los principios<br />

fundamentales del Ateneo: ir hacia las fuentes originales, en lugar de repetir<br />

y, lo que es más peligroso e imperdonable, deformar juicios ligeros<br />

emitidos por otros.<br />

Con todo y haber sido una obra encargada por la Secretaría de Educación<br />

Pública, encabezada por Manuel Puig Cassauranc, la Historia de<br />

la literatura mexicana jamás peca de superficial ni de complaciente. No<br />

perdamos de vista que para un trabajo de semejante naturaleza se requiere<br />

gusto literario, capacidad sistematizadora y vocación cartográfica. Se<br />

trata no solamente de elegir las mejores palabras de la tribu sino de hacer<br />

un mapa donde tanto experimentados como novatos navegantes hallen<br />

el lenguaje que sin perder el rigor crítico contenga la transparencia de


carlos González peña 347<br />

la invitación al viaje. Para llevar a cabo semejante propósito, González<br />

Peña tiene a su favor, entre otros dones, una extraordinaria capacidad<br />

de síntesis, que lo lleva, con precisión y brillantez aforística, a construir<br />

figuras de pensamiento que en unas cuantas líneas expresan un juicio<br />

sobre una corriente, arrojan luz sobre un autor o descubren una obra que<br />

nadie había tomado en cuenta. Resulta estimulante el experimento de<br />

leer su Historia de la literatura comenzado por el final, el capítulo titulado<br />

“Nuestros días”, que da comienzo con el estallido de la Revolución<br />

y concluye con la naciente generación agrupada alrededor de la revista<br />

Contemporáneos. En sucesivas ediciones de la obra, González Peña llevó<br />

a cabo adiciones y correcciones, y tuvo la fortuna de ver que su esfuerzo<br />

personal por difundir la literatura mexicana era continuado por instituciones<br />

como la Universidad Nacional en su colección Biblioteca del<br />

Estudiante Universitario o el Fondo de Cultura Económica en su serie<br />

Letras Mexicanas.<br />

Desde su conferencia “El Pensador Mexicano y su tiempo”, que,<br />

como antes se dijo, le otorgó su bautismo de fuego en las filas ateneístas,<br />

valerosamente combatió el lugar común que, al papel pionero de Fernández<br />

de Lizardi en la narrativa hispanoamericana, asignaba su inmediata<br />

calidad literaria. Con penetración y honestidad, a lo largo de su conferencia<br />

nuestro autor lanzó juicios que, ese año tan significativo en que se<br />

ensalzaba a los héroes y el pensamiento de nuestra Independencia, deben<br />

haber sido considerados anatemas:<br />

He hablado, señores, del patriota y del periodista, y tiempo es ya de llegar<br />

a la que considero como la parte más espinosa y ardua de esta conferencia:<br />

voy a referirme a Fernández de Lizardi novelador. La mistificación ha durado<br />

un siglo, y no es injusticia derribarla. Me llamaréis ¡iconoclasta! ¡Acepto<br />

el nombre! Cuatro generaciones han callado o disfrazado la verdad, y la verdad<br />

debe decirse: el Pensador fue un mal novelista que no merece el destino<br />

de los inmortales por su valor intrínseco, por su representación literaria en<br />

el arte nuestro… Su importancia es tan solo histórica: ha sido un precursor<br />

y un rebelde. Trajo consigo al campo de las letras un género nuevo, desconocido<br />

casi y no cultivado en aquel entonces: la novela, en contraposición a


348 vicente quirarte<br />

la poesía artificial e insincera, conceptuosa y neoclásica que infestara el país<br />

desde mediados del siglo xviii. Sustituyó las decoraciones de trapo de los<br />

poemas pastoriles [con] los cuadros de la vida miserable y ruda del México<br />

colonial; los decires retorcidos y pobres de los poetas [con] el habla burda<br />

y casi bárbara de la plebe; las huecas comedias de Clorilas y Filenos [con]<br />

las brutales escenas extraídas de la realidad. Fue, en efecto, Fernández de<br />

Lizardi nuestro primer novelador y nuestro primer realista; el que inició el<br />

estudio de [nuestras] costumbres.<br />

Emmanuel Carballo afirma que Carlos González Peña fue un ateneísta<br />

de segunda fila. Fernando Curiel revindica esta posición desde una<br />

perspectiva estrictamente militar. En lugar del brillo inmediato, apostó<br />

a la larga duración, a la tarea menos notoria, pero eficaz y necesaria, del<br />

educador y el estudioso. Desde esa trinchera nunca dejó de construir<br />

ni de crear. Así lo demuestran sus otras obras didácticas, el Manual de<br />

gramática castellana, donde adopta los principios de Andrés Bello, y antologías<br />

como El jardín de las letras y Florilegio de cuentos. No solo fue<br />

un ateneísta sino, para utilizar otra idea de Fernando Curiel, nunca dejó<br />

de cultivar el ateneísmo, no como un dogma impuesto sino como un<br />

espíritu que otorgaba rigor y flexibilidad, apertura y conocimiento. Profesor<br />

de la Escuela Nacional Preparatoria, eligió un recinto universitario<br />

para hacer su ingreso formal a esta Academia, y fue su censor estatutario<br />

hasta el fin de sus días. Las palabras con las cuales agradeció el otorgamiento<br />

del Premio Nacional de Literatura podrían sonar, en otro, a retórica<br />

vacía. En él, son una vocación de fe en una tarea solo interrumpida<br />

por la muerte: “Amemos a las letras; devolvamos, en calor de simpatía,<br />

lo que en belleza nos dan. Enorgullezcámonos de su grandeza y de su<br />

gloria, contribuyendo a acentuarlas, pues que ello redunda en grandeza y<br />

gloria de la patria”.


EL ANCIANO EN <strong>LA</strong> LITERATURA CLÁSICA *<br />

Carlos montemayor<br />

Para los griegos, el hombre fue siempre mortal. Para el primer escritor<br />

bíblico, no. En la Biblia la mortalidad deriva del pecado. En ella, los<br />

muchos años de vida de un hombre, por acercarlo más a la dimensión de<br />

su anterior inmortalidad, eran una bendición, no una maldición, y acaso<br />

por ello según los relatos bíblicos las primeras generaciones vivieron<br />

centenares de años. Después, a la tierra prometida se aparejó la promesa<br />

de la descendencia y la no menos alarmante de la prolongada vejez. No<br />

en vano se usa esta expresión para referirse a Dios mismo: el Anciano de<br />

días. La vejez, que deriva del pecado, pues, fue al mismo tiempo, paradójicamente,<br />

señal de bendición por el recuerdo o sombra de la pasada<br />

inmortalidad.<br />

Entre los griegos, por el contrario, la vejez y la muerte fueron constantes<br />

de la naturaleza humana. Cuando los hombres aspiraban a la inmortalidad<br />

llegaban a desearla por sí misma, olvidando que los dioses<br />

también poseían una juventud o una madurez inmortal. Es decir, en los<br />

dioses se descubría la condición eterna de una etapa de la vida, sea la<br />

infancia, en el caso de Eros; la juventud, en el caso de Afrodita; o la madurez,<br />

en el caso de Zeus. Los dioses no eran inmortales llanamente; en<br />

ellos contemplamos la eternidad de una edad.<br />

Significativo resulta, por ello, que a algunos dioses grecorromanos se<br />

les haya representado como ancianos, particularmente a Carón, el barquero<br />

que conducía las almas de los muertos por el Aqueronte. Su vejez<br />

acaso resaltaba la condición de los mortales que, al final de sus días,<br />

llegaban a él también envejecidos. Virgilio vio a Carón con una barba<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 8 de septiembre de 2005.<br />

[349]


350 carlos montemayor<br />

abundante y desordenada, ya canosa, y en un verso magnífico de la<br />

Eneida (VI, 304) explicó: Jam senior, sed cruda deo viridisque senectus, que<br />

Rubén Bonifaz Nuño tradujo así: “ya viejo, mas para el dios es la senectud<br />

fresca y verde”. Virgilio empleó para calificar y describir la vejez de<br />

Carón dos voces: cruda, ‘verde’, ‘precoz’, ‘naciente’, ‘vigoroso’, y viridis,<br />

‘verde’, ‘fresco’, ‘fuerte’, ‘nuevo’, ‘reciente’. En parte sinónimos, como un<br />

eco de lo inmaduro y nuevo, Virgilio habla de la vejez del dios a través<br />

de esas voces como si hablara de un verde fruto, de una inicial estación de<br />

la vida.<br />

Hesíodo llamó “Anciano” al padre de las Nereidas, a Nereo, hijo de<br />

Ponto, porque solo tenía pensamientos justos y benignos. En su Teogonía,<br />

propuso además que la vejez no era precisamente el resultado de la<br />

prolongación de la vida humana, sino una fuerza anterior, una fuerza del<br />

mundo. Quince versos dedicó Hesíodo a enlistar a los hijos de la Noche<br />

(Teogonía, 211-225). En un primer grupo mencionó a la Muerte, a un<br />

Ángel letal llamado Ker, y al Destino. En otro grupo ubicó al Sueño, a<br />

los Ensueños, a Momo, personificación de un dios acusador, al Dolor<br />

y a las Hespérides. Un tercer grupo lo constituyeron las Parcas, que determinaban<br />

para cada ser humano el pasado, presente y futuro. En otro<br />

grupo reunió al Engaño y a la Discordia y a dos entidades más con un<br />

rasgo común: la ambivalencia de una naturaleza que no es total o visiblemente<br />

dañina. La primera, Némesis, divinidad que velaba por el orden y<br />

la justicia, pero que asimismo castigaba sin concesiones toda alteración<br />

del orden del mundo, en particular la causada por la arrogancia que llamaron<br />

los griegos hybris y que fue, según Aristóteles, el motivo principal<br />

de las tragedias griegas. La segunda entidad fue Filotes, término que significa<br />

‘amistad’, ‘amor’, ‘compañerismo’, pero también amor carnal; dado<br />

el contexto de los hijos de la Noche, debemos entender que este Amor<br />

puede producir un padecimiento, no un goce, una pasión tenebrosa, no<br />

liberadora; su ambivalencia se aviene perfectamente con el doble valor<br />

de Némesis y, por supuesto, con el del Engaño y la Discordia. Con este<br />

grupo de hermanos nació la Vejez, que también participa del bien y del


el anciano en la literatura clásica 351<br />

mal: por un lado, la bondad de una larga vida; por otro, el debilitamiento<br />

atroz que consume. Este doble valor de la vejez, su paradoja, esta limitación<br />

a la gloria de la vida humana, la ejemplificaron los antiguos con dos<br />

historias: la de Titonos y la de la Sibila de Cumas.<br />

La historia del primero se narra en el Himno a Afrodita, uno de los<br />

más bellos poemas del compendio conocido como Himnos homéricos.<br />

Ahí Afrodita ilustra con el amor de la Aurora el terror que por la vejez<br />

sienten los inmortales. La Aurora se enamoró perdidamente del apuesto<br />

Titonos, y por ello le rogó a Zeus que lo hiciera inmortal. El dios accedió<br />

a la súplica, pero por tanta pasión la diosa olvidó pedir también para él<br />

la juventud eterna. Cuando a Titonos le brotaron las primeras canas, la<br />

Aurora se alejó para siempre. Titonos fue colocado en una alcoba para<br />

que eternamente envejeciera. Con el tiempo, solo llegó a escucharse su<br />

voz, prendida a un abismo inmortal.<br />

Ovidio narró la historia de la Sibila de Cumas en sus Metamorfosis<br />

(XIV, 130-153). El dios Apolo en vano la requirió de amores hasta que<br />

le prometió concederle el deseo que ella pidiera; tendida en la playa, la<br />

doncella tomó un puñado de arena y le rogó vivir tantos años cuantos<br />

granos de arena le mostraba en la mano. Mil años cupieron en el puño<br />

de la virgen de Cumas. Emocionada por la promesa del dios, olvidó, sin<br />

embargo, pedirle a Apolo la juventud para esos mil años de vida. Setecientos<br />

años después, Eneas la encontró, según relata Ovidio, y ella confesó<br />

melancólica, dulcemente, que aún le faltaban vivir tres siglos más,<br />

que se tornaría cada vez más pequeña, tanto que nadie la reconocería, ni<br />

siquiera el dios que llegó a amarla, y que solo por la voz sería escuchada,<br />

que la voz le dejarían los hados. El final de su historia la leemos en el Satiricón<br />

(XLVIII) de Petronio, cuando Trimalción afirma haberla visto ya<br />

muy empequeñecida por la vejez; se hallaba dentro de una botellita que<br />

colgaba; los niños se acercaban a jugar con ella y le preguntaban “¿Qué<br />

quieres?”, y ella respondía “Quiero morir”.<br />

Esta respuesta de la Sibila es quizás una de las enseñanzas más claras<br />

de la antigüedad clásica sobre la vejez: a saber, que ayuda a morir, que


352 carlos montemayor<br />

ayuda a desear la muerte; que es el estado humano en que se aprecia<br />

por qué la vida ha sido nuestra; por qué la vida debe dejarse con la voluntad<br />

de morir, con la aceptación de abandonarla. No siempre esto es<br />

resultado de una reflexión filosófica, moral o íntima, pues destaca más<br />

el terror a la vejez que la comprensión de nuestra condición mortal. En<br />

su juventud, la Sibila deseó vivir mil años; en su vejez, deseó morir. Esta<br />

ambivalencia del alma humana resulta, pues, de ambas edades: en una,<br />

porque creemos comprenderlo, deseamos vivir; en otra, porque creemos<br />

comprenderlo, deseamos morir.<br />

Al recordar el destino de Titonos, el poeta Mimnermo consideró a la<br />

vejez “más terrible que la amarga muerte”, pues viejo ya “ni siquiera el padre<br />

es honrado ni amado por los hijos”. En algún momento pidió: “Quieran<br />

los dioses que sin enfermedades y sin amargas penas / a los sesenta<br />

años me toque el tiempo de morir”. Sin embargo, en una larga tradición<br />

literaria el anciano es defendido por dioses y héroes, y en ocasiones, también,<br />

es el único que persuade o doblega a un joven héroe. En la Iliada,<br />

por ejemplo, se ultraja al anciano sacerdote de Apolo, Crises, al que Agamemnón<br />

ordena abandonar el campamento; Apolo se venga provocando<br />

la mortandad. Es decir, el ultraje a un anciano provoca la ira de un dios.<br />

Otros notables hay en la Iliada, como Fénix, el preceptor de Aquiles, y<br />

Néstor, el más viejo de los capitanes aqueos, siempre en el consejo de los<br />

ejércitos opinando con cordura y justicia, y reconocido así por todos. Pero<br />

la principal figura es el anciano Príamo, padre de Héctor, ante el cual<br />

llora Aquiles, y por cuyo encuentro alcanza las dimensiones propias de<br />

cualquier hombre. Para que le sea entregado el cadáver de su hijo Héctor,<br />

Príamo llega con ricos presentes a la tienda de Aquiles; el anciano abraza<br />

las rodillas del guerrero y le besa las manos terribles, homicidas. Traduzco<br />

así ese paisaje admirable (XXIV, 486-487; 490-492; 501-508):<br />

“Acuérdate de tu padre, oh Aquiles, semejante a los dioses.<br />

Acuérdate que con los mismos años que yo pisa también el<br />

funesto suelo de la vejez...<br />

pero al menos él escucha que tú aún vives


el anciano en la literatura clásica 353<br />

y así alegra su corazón, cada día confiado en que alguna vez<br />

mirará a su amado hijo regresar de la tierra de Ilión...<br />

Pero yo vengo ahora por el cadáver del mío a las naves de<br />

los aqueos,<br />

a salvarlo con cuantioso rescate.<br />

respeta a los dioses, Aquiles, y compadéceme,<br />

recordando a tu padre: merezco más compasión que él,<br />

puesto que me he atrevido a lo que ningún otro mortal sobre<br />

la tierra:<br />

llevar a mis labios la mano del hombre que mató a mis hijos”.<br />

Así habló, y en Aquiles nació el deseo de llorar por su padre,<br />

y cogió la mano del anciano y la apartó suavemente…<br />

Príamo recuperó el cadáver de Héctor, que, después de lavado y ungido,<br />

el mismo Aquiles llevó en brazos hasta la carroza.<br />

Una leyenda proveniente de Frigia, que registró Ovidio en las Metamorfosis<br />

(VIII, 620-724), refiere también la religiosidad en los ancianos.<br />

Zeus y Hermes recorrieron aquella región para comprobar la hospitalidad<br />

humana, fingiendo ser peregrinos. La anciana Baucis y su esposo<br />

Filemón fueron los únicos que recibieron hospitalariamente a los dioses<br />

y compartieron con ellos miel y fruta en una humilde mesa. Los dioses,<br />

agradecidos por el trato de los ancianos, les dieron a conocer su identidad;<br />

salieron de la choza y ascendieron con ellos a lo alto de una colina.<br />

Al volverse, los ancianos pudieron ver que en lugar del pueblo había<br />

ahora un lago habitado por garzas y solo su choza quedaba en pie sobre<br />

las aguas; al poco rato la vieron transformarse en un templo de altas<br />

columnas, con muros y pisos de mármol. Los dioses permanecieron un<br />

instante más con ellos, para concederles su mayor deseo. El anciano reflexionó<br />

y pidió que les concedieran servir como guardianes del templo<br />

y que ninguno de ellos se viera en el amargo trance de preparar las exequias<br />

del otro. Habló así Filemón (VIII, 707-710):<br />

Esse sacerdotes delubraque vestra tueri<br />

Poscimus et, quoniam concordes egimus annos,


354 carlos montemayor<br />

Auferat hora duos eadem, ne coniugis umquam<br />

Busta meae videam, neu sim tumulandus ab illa.<br />

Que Bonifaz Nuño tradujo así:<br />

Ser sacerdotes y conservar vuestros templos<br />

Pedimos, y, pues que concordes pasamos los años,<br />

Nos lleve a los dos la misma hora; de mi cónyuge nunca<br />

Vea las hogueras, ni deba ser sepultado por ella.<br />

Los dioses accedieron. Al cabo de varios años, doblegados por el<br />

peso de la vejez, sentados en el prado del templo, una mañana se fueron<br />

cubriendo de abundante follaje y comenzaron a transformarse en un roble<br />

y en un tilo. Cuenta Ovidio que los ancianos se miraban con dulzura<br />

mientras las ramas los cubrían y, según la traducción de Bonifaz Nuño,<br />

Y ya sobre los gemelos rostros creciendo el follaje,<br />

mutuos, mientras fue lícito, devolvíanse dichos, y: “Adiós,<br />

oh cónyuge”, a un tiempo dijeron; a un tiempo cubrió las ocultas<br />

bocas el ramaje…<br />

La transformación de ninfas, dioses y hombres en árboles o en flores<br />

fue un tema recurrente en la literatura griega. El tema llegó a los escritores<br />

medievales, cuyo más célebre caso fue quizás el de Tristán e Isolda:<br />

el símbolo del amor en amantes que tras la muerte siguen unidos. En el<br />

caso de Filemón y Baucis, resalta la leyenda por la avanzada edad de los<br />

protagonistas. Es quizás el primer caso literario donde la vejez y el amor<br />

no son opuestos, no son excluyentes.<br />

Pero el mayor atributo de la vejez fue la reflexión, la experiencia, el reconocimiento<br />

a la sabiduría. Así lo expresan muchos ejemplos literarios.<br />

El anciano parece poseer una visión más completa del destino humano;<br />

a él se le revela, en el espacio, en el universo de la ancianidad, la verdadera<br />

dimensión del hombre; no solo se pondera la vida, sino, en la mayoría<br />

de los casos, también comienza a comprenderse y desearse su fin.


el anciano en la literatura clásica 355<br />

Cicerón escribió en sus últimos años el pequeño y hermoso tratado<br />

De la vejez, donde analiza las principales objeciones y temores que se<br />

anteponen a esa edad. Ahí consigna la célebre respuesta de Gorgias de<br />

Leontino, que a los 107 años de edad trabajaba arduamente en su estudio;<br />

cuando le preguntaron por qué aún deseaba trabajar siendo tan viejo,<br />

contestó (V, 13): “Es que nada tengo en contra de la vejez”.<br />

Pero posiblemente las mejores páginas sobre la vejez fueron escritas<br />

por Séneca, tanto en su tratado De la brevedad de la vida, como en sus<br />

Epístolas a Lucilio. Su reflexión suena a experiencia de la vida, a vivencia,<br />

a comprensión cotidiana. No parece un filósofo, sino un hombre, un anciano<br />

humano. Leyéndolo, uno siente que la vejez es la oportunidad de<br />

reflexionar en la muerte, de entenderla, de esperarla. Pero, también, que<br />

la muerte no es privativa del viejo, sino del niño, del joven, del adulto<br />

(Epístola, XXVI, 7):<br />

Iuvenior es; quid refert?… Incertum est, quo loco te mors expectet; itaque<br />

tu illam omni loco expecta.<br />

[¿Eres joven? ¿Qué importa?… Es incierto el lugar en que te espera la muerte;<br />

así que espérala en todo lugar…]<br />

Aquel que ha llegado a la vejez, a quien no lo truncó la muerte en edades<br />

anteriores, llega a un lugar admirable desde el cual dispone de una<br />

oportunidad de conocimiento de la que no todos gozan. Séneca aconseja,<br />

por ello, acogerse con gozo a la senectud (Epístola, XII, 4-5):<br />

Complectamur illam et amemus; plena est voluptatis, si illa scias uti…Quod<br />

in se iucundissimum omnis voluptas habet, in finem sui differt. Iucundissima<br />

est aetas deuexa iam, non tamen praeceps.<br />

[Abracémonos a ella y amémosla: llena está de placer, si la sabes usar… En<br />

todo placer lo más agradable es lo que está al final. Gratísima es la edad que<br />

ya declina, pero que aún no se precipita…]


356 carlos montemayor<br />

La reflexión que acude al hombre con la vejez suele ser la de la muerte,<br />

pero (Epístola, XXXVI, 9):<br />

egregia res est mortem condiscere. Supervacuum forsitan putas id discere,<br />

quod semel utendum est. Hoc est ipsum, quare meditari debeamus; semper<br />

discendum est, quod an sciamus, experiri non possumus.<br />

[magnífica cosa es aprender a morir. Quizás pienses que es superfluo aprender<br />

lo que ha de hacerse una vez. Por esto mismo debemos meditar en ello;<br />

siempre hemos de aprender lo que no podemos volver a experimentar cuando<br />

ya lo sepamos].<br />

La vejez le permitió a Séneca encontrar dos grandes secretos y verdades<br />

humanas; la primera que (Epístola, I, 2):<br />

Quicquid aetatis retro est, mors tenet.<br />

[Todo lo que de nuestra vida quedó atrás, lo tiene la muerte.]<br />

La segunda que, pese a la más prolongada vejez, pese a la mayor abundancia<br />

de días (Epístola, XII, 6),<br />

Deinde nemo tam senex est, ut improbe unum diem speret.<br />

[Nadie es tan viejo que se torne indigno por querer contemplar el siguiente<br />

día.]<br />

Palabras que él mismo escribió participando acaso de esa misma esperanza.


SOBRE <strong>LA</strong> FAMILIA LÉXICA<br />

<strong>DE</strong> ‘LEER’ EN LOS SIGLOS XVI Y XVII *<br />

Margit frenK<br />

El lenguaje es tan abrumadoramente oral que de los muchos miles de<br />

lenguas —posiblemente decenas de miles— que se han hablado en el<br />

curso de la historia humana, solo unas 106 han practicado la escritura en<br />

una medida suficiente como para haber producido literatura, pero la mayoría<br />

de ellas nunca se han puesto por escrito. De las más o menos 3 000<br />

lenguas habladas que existen hoy, solo unas 78 poseen literatura, según<br />

nos dice Walter Ong. 1<br />

En su libro ya clásico, este jesuita norteamericano ha estudiado admirablemente<br />

los contrastes existentes entre las culturas dotadas de escritura<br />

—que son poquísimas, como hemos visto— y las abundantes culturas<br />

orales, que nunca han tenido escritura, culturas que él llama “de oralidad<br />

primaria”. La cultura oral vive en un presente siempre presente, en el hic<br />

et nunc. Por eso, también —y esto nos interesa especialmente aquí—, las<br />

palabras solo tienen el sentido que les da el contexto humano preciso en<br />

que aparecen. “Por supuesto —dice Ong— las culturas orales no tienen<br />

diccionarios”, y, además, no les interesan las definiciones. “El sentido de<br />

cada palabra es controlado… por las situaciones de la vida real en que<br />

se usa, aquí y ahora”. El hábitat de las palabras no consiste, como en el<br />

diccionario, en otras palabras, “sino que incluye ademanes, inflecciones<br />

vocales, expresiones faciales y todo el entorno humano existencial en el<br />

cual se da siempre la palabra real, la palabra hablada”. 2<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 22 de septiembre de 2005.<br />

1 Véase Walter J. Ong, Orality and Literacy. The Technologizing of the Word, Nueva York,<br />

Methuen, 1982, p. 7.<br />

2 Ibídem, p. 47.<br />

[357]


358 marGit frenK<br />

En cambio, la cultura escrita, ya manuscrita (quirográfica) ya impresa<br />

(tipográfica), aportó a la humanidad formas de pensamiento, de conocimiento<br />

y de expresión que no son posibles en una cultura totalmente<br />

oral. Gracias a ella surgieron las ciencias, la historia, la filosofía; todas las<br />

modalidades del pensamiento abstracto y analítico, toda organización de<br />

las ideas y de su expresión.<br />

El paso de la cultura oral a la escrita tuvo que darse, por fuerza, de<br />

manera muy gradual. Como bien dijo Walter Ong, “la mente no posee en<br />

un principio recursos propiamente quirográficos”, 3 o sea, que tuvo que<br />

írselos creando, descubriendo una a una las inmensas posibilidades que<br />

ofrecía esa nueva manera de pensar y de expresarse, que, evidentemente,<br />

correspondió en un principio a una necesidad ya existente. Por otra<br />

parte, la cultura oral, que en Occidente había marcado a la humanidad<br />

durante siglos, se resistió otros tantos a desaparecer, y de hecho no ha<br />

desaparecido hasta nuestros días. Ha tenido y tiene muchas maneras de<br />

manifestarse y de contrarrestar —o, si se quiere, complementar— la hegemonía<br />

de la cultura escrita.<br />

Una de esas maneras, quizá la más persistente en la historia de la cultura<br />

occidental, ha sido la trasmisión de los textos escritos a través de<br />

la voz. 4 Desde la Antigüedad y a lo largo de la Edad Media, los textos<br />

se difundían predominantemente por medio de la lectura en voz alta,<br />

cuando no por medio de la memorización y la recitación ante grupos de<br />

oyentes. En la Edad Media abundan los testimonios sobre la costumbre<br />

generalizada de leer en voz alta.<br />

¿Y después? No han faltado quienes afirman categóricamente que esta<br />

costumbre cambió con el advenimiento de la imprenta. David Riesman<br />

dijo que la imprenta “creó al lector silencioso y compulsivo”. Pues no, no<br />

fue así; fue un proceso multisecular, que se prolongó hasta comienzos<br />

del siglo xix, según sabemos hoy. Porque hoy sabemos mucho más so-<br />

3 Ibídem, p. 26.<br />

4 Me permito remitir a mi libro Entre la voz y el silencio. (La lectura en tiempos de Cervantes), 2ª<br />

ed., México, fce, 2005.


sobre la familia léxica de ‘leer’ en los siGlos xvi y xvii 359<br />

bre esto que hace todavía 30 años, gracias a una serie de estudios sobre<br />

la oralidad y la escritura. Pero parece que estos estudios todavía no han<br />

pasado al dominio público. Y estamos tan condicionados por la cultura<br />

escrita, somos tan “escritocéntricos”, que muchas veces nos cuesta trabajo<br />

comprender el funcionamiento mental de un analfabeta o imaginar<br />

épocas y lugares donde predominaba el sonido de las palabras sobre su<br />

representación gráfica, para no hablar de aquellos en que toda comunicación<br />

era exclusivamente oral. Del mismo modo, el paso de la lectura en<br />

voz alta a la lectura en silencio no podía sino prolongarse durante siglos.<br />

Es bonito lo que a este propósito ha dicho Erik Havelock:<br />

Suponer que, después de un millón de años, la vista de un artefacto físico<br />

—un escrito— podía sustituir súbitamente el hábito, biológicamente programado,<br />

de responder a los mensajes acústicos, esto es, que el leer podía<br />

reemplazar el oír, de manera automática y fácil, sin ajustes profundos y artificiales<br />

del organismo humano, es darles la espalda a las lecciones evolucionistas.<br />

5<br />

Por algo, en español el verbo leer significó fundamentalmente, durante<br />

mucho tiempo, ‘leer en voz alta’; así lo define todavía en 1611 el Tesoro<br />

de Covarrubias: leer es “pronunciar con palabras lo que por letras está<br />

escrito”. Ya en el xviii el Diccionario de autoridades dirá: “Pronunciar lo<br />

que está escrito o repasarlo con los ojos”, y la última etapa nos la da el<br />

“Pequeño Larousse”, que se olvida de la pronunciación: “Recorrer con la<br />

vista lo escrito o impreso para enterarse de ello”.<br />

Los tratados de ortografía que en gran número se publicaron en España<br />

durante los siglos xvi y xvii son, de hecho, tratados de pronunciación,<br />

que enseñan a leer correctamente en voz alta al lector (que no era<br />

sino el intermediario entre el libro y su público). En esos tratados encontramos<br />

cosas verdaderamente muy curiosas. Se nos dice, por ejemplo,<br />

que el “lector” “en un mesmo tiempo deve leer a lo menos dos palabras<br />

del todo differentes: la primera, con la lengua, y con los ojos la siguiente,<br />

5 Véase ibídem, p. 40, nota 46.


360 marGit frenK<br />

[…] para que luego la lengua passe a ella, sabiendo ya como deve leerla”. 6<br />

O se nos dice: “tengamos […] por mejor el escribir como pide el pronunciar<br />

[…], pues se escribe para que se pronuncie lo que se halla escrito”. 7<br />

El aspecto predominantemente oral/auditivo de la lectura traía consigo<br />

una concepción más amplia y más compleja que la actual del fenómeno<br />

de la lectura, concepción que, por lo pronto, queda de manifiesto<br />

cuando se examinan los contextos en que se nos presenta el verbo leer<br />

y se observan sus variaciones semánticas. Estas variaciones casi nunca<br />

aparecen registradas en los diccionarios, ni siquiera en el de Autoridades,<br />

tan sensible a los diversos matices de las palabras, y lo mismo cabe decir<br />

de otros verbos que iremos examinando aquí. 8<br />

Ya lo hemos visto: comúnmente, leer, a secas, era ‘pronunciar lo leído’;<br />

cuando se quería aludir a una lectura silenciosa, se decía, por ejemplo,<br />

“leer para sí”, “leer en secreto”. La tercera jornada de La verdad sospechosa<br />

de Juan Ruiz de Alarcón es una bonita prueba de ello. Lucrecia, según la<br />

acotación, “saca un papel y ábrele y lee en secreto”; poco después Jacinta<br />

le dice: “lee baxo, que darás / mal exemplo”, y Lucrecia: “No me oyrás;<br />

/ toma, y lee para ti”. Enseguida, dice la acotación que: “Lee Jacinta”,<br />

lo cual implica una lectura en voz alta, puesto que el texto reproduce las<br />

palabras contenidas en el “papel”.<br />

Por otra parte, en el Quijote, que es una verdadera mina para observaciones<br />

sobre la lectura, se dice (I, 32) que los segadores entretienen el<br />

tiempo “leyendo” libros de caballerías. Sin embargo, los campesinos no<br />

saben leer; lo que hacen es escuchar a uno que sí sabe y que les lee en voz<br />

alta. Para este sentido de leer como ‘escuchar lo que otro lee en voz alta’,<br />

tenemos más ejemplos.<br />

Durante la Edad Media y los siglos subsiguientes, como vimos, también<br />

quienes leían a solas, para sí mismos, lo hacían muchas veces pronunciando<br />

las palabras. O sea, que, de una manera u otra, la gente leía<br />

6 Ibídem, pp. 91-92.<br />

7 Ibídem, p. 92.<br />

8 Para todo lo que sigue, cf. ibídem, capítulo IV, “Ver, oír, leer…”


sobre la familia léxica de ‘leer’ en los siGlos xvi y xvii 361<br />

escuchando el texto; por eso, como sostiene un autor, “legere significa<br />

a la vez audire”. Hay que recordar a Dante (Inferno, XXII, 118); “O tu,<br />

che leggi, udirai nuovo ludo…” Tan estrecha asociación de la vista con<br />

el oído condujo también al frecuente uso, inverso, del verbo oír con el<br />

sentido de ‘leer’.<br />

Pero no ganamos para sorpresas. La lectura estaba estrechamente asociada<br />

a otras manifestaciones que implicaban la elocución de un texto,<br />

pero sin la presencia física de ese texto; en otras palabras, a la recitación,<br />

previa memorización. El verbo leer podía ser sinónimo de lo que hoy<br />

llamamos recitar, recitar de memoria. A fines del siglo xvi la Inquisición<br />

procesó a un morisco llamado Román Ramírez, que sabía de memoria<br />

libros de caballerías enteros, porque juzgó, la Inquisición, que para hacerlo<br />

debía tener trato directo con el demonio. Un testigo afirmó: “leerá<br />

tres meses sin tener papel ni cosa delante”. 9 En esos documentos inquisitoriales<br />

aparece reiteradamente leer con el mismo sentido, y también leer<br />

de memoria: “este testigo ha oído muchas vezes leer al dicho Román Ramírez<br />

libros de cauallerías e capítulos dellos que le han pedido que lea,<br />

y el dicho Román Ramírez lee de memoria…” 10 En la Dorotea de Lope<br />

de Vega Julio ha recitado de memoria unos versos, y Fernando lo elogia:<br />

“Con tanta acción has leído, Julio, essos versos, que…” (libro iii, 1). Tal<br />

sentido de legere, verdaderamente exótico para nosotros, existió en toda<br />

Europa antes y después de Gutenberg.<br />

El hecho, en realidad, no resulta tan difícil de explicar. Por grande que<br />

fuera la importancia de la escritura, y más tarde, de la letra impresa, se<br />

diría que en la mentalidad de entonces todavía no existía una gran diferencia<br />

entre la lectura de un texto registrado en el papel y la de uno guardado<br />

en la memoria. Es como la música: en un concierto no nos importa<br />

mucho si el instrumentista toca de memoria o con la partitura delante.<br />

Esta especie de igualación entre la escritura y el registro en la memoria<br />

traía consigo otro fenómeno que nos resulta extraño: hoy pro-<br />

9 Ibídem, p. 103.<br />

10 Loc. cit.


362 marGit frenK<br />

curamos ser fieles al texto escrito, cuando lo leemos en voz alta o lo<br />

citamos de memoria. No era así antes: los textos solían variar en cada<br />

lectura, en cada recitación. Más que sobre los textos, el peso recaía sobre<br />

su performance ante un público, en un lugar y un momento específicos,<br />

y las adaptaciones del texto a las circunstancias de ese momento, junto<br />

con otras variaciones debidas al olvido o al gusto, estaban a la orden del<br />

día. Esto se ve clarísimo en mucha de la poesía del Siglo de Oro español,<br />

pues en las varias versiones que se conservan de un soneto, un romance,<br />

unas décimas, por ejemplo, suelen proliferar las variantes, a veces casi<br />

tanto como en las canciones de la tradición oral.<br />

Recapitulando: Son, pues, cuatro las acepciones que, desde nuestro<br />

punto de vista actual, tenía el verbo leer todavía en el siglo xvii: 1) el<br />

sentido mayoritario de ‘leer en voz alta’; 2) el muy frecuente de ‘recitar<br />

de memoria’; 3) el de ‘oír’; 4) el aún poco frecuente de ‘leer en silencio’.<br />

El ámbito semántico del verbo leer daba cabida a fenómenos que para<br />

nosotros pertenecen a otros campos, como la audición y la memoria. Lo<br />

mismo ocurría, desde luego, con los sustantivos correspondientes.<br />

Era grande la importancia social del lector, que no constituía, como<br />

hoy, una persona que casi simpre lee para sí misma y solo con los ojos,<br />

sino un individuo que leía en voz alta ante un grupo de personas, actuando<br />

como puente entre el texto y los oyentes. La palabra lector designaba<br />

en general al que leía en voz alta; así, en el siglo xvi se nos dice que<br />

si no se enseña al niño a pronunciar bien el latín, “quedará siempre mal<br />

lector”. En la Francia del siglo xvi el poeta Ronsard prologa la edición<br />

de un poema épico suyo diciendo: “Solo te suplicaré, lector, que pronuncies<br />

bien mis versos”. 11<br />

Pero la palabra lector designaba, además al receptor mismo de esas<br />

“lecturas”, al oyente o conjunto de oyentes. El “Prólogo al lector” de<br />

muchos impresos tiene en mente a un oyente. Si dudamos, basta con ver<br />

un romance del siglo xvii que dice: “letor curioso, oye y calla”.<br />

11 Ibídem, p. 96, nota 17.


sobre la familia léxica de ‘leer’ en los siGlos xvi y xvii 363<br />

Otros verbos, además de leer, se usaron en la Edad Media y los siglos<br />

xvi y xvii para designar indistintamente las dos maneras de vocalizar un<br />

texto, a base de un papel manuscrito o impreso y a base de la memoria.<br />

Tomemos el propio verbo recitar. Significaba lo mismo que hoy, o sea,<br />

repetir de memoria. Pero además recitar quería decir ‘leer en voz alta’,<br />

con un texto delante. Para diferenciar este último sentido del otro, algunos<br />

decían recitar en papel.<br />

Ahora bien, recitar tenía también otro sentido, que nos desconcierta<br />

aún más, porque no implica ni la presencia ni la existencia de un texto,<br />

sino que se refiere a un hecho de realidad: recitar podía ser sinónimo de<br />

‘contar un suceso’. “Oh, tú, escudero mío —dice don Quijote a Sancho<br />

en Sierra Morena (I, 25)—, toma bien en la memoria lo que aquí me<br />

verás hacer, para que lo cuentes y recites a la causa total de todo ello”.<br />

O sea, que un suceso era comparable a un texto, y viceversa: nuevo elemento<br />

para contrastar nuestra concepción moderna del texto con la que<br />

se tenía hace algunos siglos.<br />

No nos extrañe, pues, que el verbo referir no significara solo, como<br />

hoy, ‘relatar un suceso’, sino que podía aludir a la recitación de un texto<br />

escrito y memorizado; así, en Juan Rufo leemos: “refería un romance<br />

cierto poeta, y llegando a un verso que decía…”, y también: “oyendo referir<br />

una fábula de Ovidio, donde dice que…” En dos de sus acepciones<br />

eran, pues, sinónimos recitar y referir.<br />

Otro caso notable es decir, verbo que, pese a la variedad actual de sus<br />

usos, ha reducido bastante su ámbito semántico. También en Sierra Morena,<br />

don Quijote le comenta a Sancho que quiere leerle la carta que le ha<br />

escrito a Dulcinea, “porque la tomase de memoria”, y Sancho contesta:<br />

“Dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla” (I, 25), o<br />

sea, ‘léamela’. Pero luego el cura y Sansón Carrasco le pedirán a Sancho<br />

“que dijese la carta otras dos veces”, o sea, que la recitase de memoria.<br />

Ahí están, una vez más, los dos sentidos más frecuentes de leer: ‘enunciar<br />

oralmente con o sin un texto delante’. Aparte de ello, decir se usaba<br />

también, y muy a menudo, con el sentido de ‘cantar’ (“digamos otra letra


364 marGit frenK<br />

y tono nuevo”). Y decir podía significar también ‘componer versos’. Observo<br />

de pasada, una vez más, que, de todos esos sentidos de decir, solo<br />

uno, el que conocemos hoy como sentido básico, figura en el Diccionario<br />

de autoridades.<br />

Pero decir nos depara aún otra sorpresa: se usaba abundantemente con<br />

el sentido de ‘escribir’, ‘poner letras en un papel’. Así, vemos en la gramática<br />

de Villalón (siglo xvi): “el sonido de la pronunciación le enseñará<br />

con qué letra deba escriuir: dirá [= ‘escribirá’] jarro y no xarro; … dirá<br />

xabón y no jabón”, etc. En su Ortografía, Mateo Alemán se refiere a la<br />

manera como los italianos y los portugueses escriben el sonido de la eñe:<br />

los toscanos “dizen degno, ognuno”; los portugueses “dizen ingenho”.<br />

El verbo decir podía aplicarse a la escritura porque, evidentemente,<br />

la escritura estaba tan anclada en la experiencia auditiva como la lectura<br />

misma. Es obvio que quien escribe sabiendo que va a ser leído de viva<br />

voz tiene su sensibilidad sintonizada con las sonoridades del habla, reproduce<br />

mentalmente los sonidos de lo que va escribiendo. Cabría afirmar<br />

que hoy tendemos a “escribir en silencio”, mientras que en el siglo<br />

xvii todavía “se escribía en voz alta”, que había una oralidad implícita<br />

en la escritura; esta todavía se decía. Por eso, alguna vez, encontramos el<br />

verbo escribir con el sentido, precisamente, de ‘decir, recitar’.<br />

Es fácil imaginar las confusiones que podían surgir por la ambigüedad<br />

del verbo decir; así se entiende que surgieran expresiones como “decir<br />

escribiendo” y “decir y escribir”, usadas por Cervantes en el Quijote,<br />

ambas, al parecer, con el sentido de ‘poner por escrito’: cuenta la princesa<br />

Micomicona (I, 30) que su padre “dejó dicho y escrito en letras caldeas<br />

o griegas, que yo no las sé leer...”; y en la Segunda Parte: “aquí exclamó<br />

Benengeli y escribiendo dijo: ‘¡oh, pobreza, pobreza...!’ ” (II, 44).<br />

Si la escritura “se decía”, igualmente “se hablaba”. Selecciono algunos<br />

ejemplos de los muchos que podrían citarse, sobre el uso de hablar con<br />

el sentido de ‘escribir’. De la Ortografía de Alejo Venegas: “que viendo<br />

quán mal hablaba aquel libro, sacaremos aviso para saber cómo nosotros<br />

no es bien que hablemos”. Un siglo después, Quevedo, al arremeter con-


sobre la familia léxica de ‘leer’ en los siGlos xvi y xvii 365<br />

tra el estilo gongorino, dirá que “quien habla [o sea, escribe] lo que otros<br />

no entienden primero confiesa que no entiende lo que habla”.<br />

Como ocurría con el verbo decir, a veces, para evitar confusiones, la<br />

gente usaba expresiones como “hablar por letras” o “hablar con la pluma”;<br />

o bien, “hablar en escrito”, frente a “hablar en voz”. Pero generalmente,<br />

como hemos visto, ni esta ni otras ambigüedades de las palabras<br />

referentes a la enunciación parecen haber preocupado a los contemporáneos.<br />

Ellos sabían muy bien que se encontraban en un terreno movedizo<br />

y circulaban por él a sus anchas. Todo era posible en aquel tiempo, en el<br />

que incluso cabía “recitar por escrito”.<br />

Así, al menos tres verbos que hoy se destinan a la elocución vocal<br />

—decir, hablar, recitar— podían usarse antaño para referirse a la escritura.<br />

De los dos primeros usos quedan reliquias hoy, puesto que afirmamos<br />

que un libro “habla” de tal cosa o que un artículo “dice” tal otra.<br />

Hemos visto que la complejidad mencionada al principio va muchísimo<br />

más allá de las varias acepciones que tenía el verbo leer. Hemos visto<br />

asociarse por distintas vías a otros verbos —recitar, referir, decir, hablar—<br />

y surgir una intrincada red de significantes y significados. Lo que<br />

en nuestro tiempo son conceptos aislados, separados unos de otros, en<br />

los siglos anteriores, cuando todavía, y abundantemente, la gente leía en<br />

voz alta y repetía textos de memoria, se conjuntaban en un solo ámbito.<br />

Es nuestra época, “escritocéntrica” y limitada por la hegemonía de la lectura<br />

silenciosa, la que ha venido a especializar las designaciones, creando<br />

fronteras que no existían y escindiendo un terreno antes unitario.<br />

Al abarcar la audición y la memoria y al hermanarse con recitar, referir,<br />

decir, hablar, el verbo leer no fue sino uno de los términos usados para<br />

designar ese fenómeno múltiple (para nosotros) que podría resumirse<br />

como “la enunciación (y recepción) de un texto”, o, especificando más:<br />

“la enunciación y recepción de un texto, escrito o no, memorizado o leído,<br />

ya en silencio, ya en voz alta”.<br />

Al irse imponiendo la lectura en silencio e ir desapareciendo la multitud<br />

de asociaciones entrelazadas que hemos tratado de desenmarañar


366 marGit frenK<br />

aquí, fue el verbo leer el que ganó la partida, acaso por haber sido el más<br />

usado desde la Antigüedad y por ser el único empleado para designar la<br />

lectura silenciosa. Quizá respiremos con alivio por habernos quedado,<br />

tras todas aquellas peripecias, con solo esa palabrita entrañable: leer.


introducción<br />

ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO<br />

Y <strong>LA</strong> FILOSOFÍA NOVOHISPANA *<br />

Mauricio beuchot<br />

En las siguientes líneas deseo presentar la obra novohispanista de don<br />

Antonio Gómez Robledo, ilustre tapatío, con ánimo de que sea un homenaje<br />

a su labor. Fue uno de los que más se dedicó a los estudios filosóficos<br />

novohispanos, y también los impulsó, ya que los incluyó en su labor<br />

docente, no solamente de investigación, y con ello atrajo a muchos que<br />

se interesaron en estos temas, y que continuaran con dichos estudios. Él<br />

mismo tradujo, comentó y analizó a varios autores novohispanos, sobre<br />

todo a fray Alonso de la Veracruz y a Francisco Xavier Clavijero; pero<br />

también a otros autores conectados con ellos, como Francisco de Vitoria.<br />

Primero hablaré de su perfil biobibliográfico general, para después<br />

subrayar lo que toca al ámbito de la filosofía novohispana. Luego trataré<br />

de señalar un poco más a fondo su trabajo sobre fray Alonso y, finalmente,<br />

haré una evaluación global de su trabajo.<br />

vida y obra<br />

Antonio Gómez Robledo fue oriundo de Guadalajara, Jalisco, donde nació<br />

en 1908. Estudió humanidades en el colegio jesuítico, y derecho en<br />

la Universidad de Guadalajara. De sus maestros jesuitas, como él mismo<br />

dice, aprendió “el sentido de la filosofía perenne”. 1 De sus maestros de<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 13 de octubre de 2005.<br />

1 A. Gómez Robledo, “Vita et opera”, en él mismo, Oratio Doctoralis. Últimos escritos, Guadalajara,<br />

El Colegio de Jalisco, 1994, p. 23.<br />

[367]


368 mauricio beuchot<br />

jurisprudencia de ese tiempo aprendió el respeto por el derecho natural. 2<br />

Pasó a estudiar filosofía en la ciudad de México, en cuya Universidad<br />

Nacional Autónoma se doctoró. En esta capital se dedicó igualmente<br />

al derecho internacional, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, así<br />

como al servicio diplomático.<br />

Desde pronto se entregó al estudio filosófico, pues se inició como<br />

profesor de Introducción a la Filosofía en la Escuela Nacional Preparatoria<br />

(1939-1943). En la Facultad de Filosofía y Letras de la unam impartió<br />

la cátedra de Filosofía Griega, Filosofía de los Valores y Filosofía de la<br />

Religión. Fue jefe del Departamento de Humanidades y profesor de filosofía<br />

en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey<br />

(1947-1948). Dos veces fue director interino del Centro de Estudios Filosóficos<br />

de la unam (1946 y 1954), después Instituto de Investigaciones<br />

Filosóficas. En este último fue investigador desde 1984 hasta su muerte,<br />

acaecida en 1994. Ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua en 1956,<br />

y al Colegio Nacional en 1961.<br />

labor novohispanista<br />

Trabajó, pues, Gómez Robledo sobre varios temas, principalmente Sócrates,<br />

Platón y Aristóteles, del que tradujo varias obras. También sobre<br />

san Agustín, santo Tomás, Dante, Maquiavelo, Pascal, Bergson y Edith<br />

Stein. Abordó la filosofía del derecho y la ética con gran profundidad.<br />

Pero, como lo que nos interesa aquí es su contribución a los estudios<br />

sobre la Colonia, de su vasta producción, solamente señalaremos la que<br />

2 De esto dice Gómez Robledo: “A partir de mi último libro, Meditación sobre la justicia, empecé<br />

a trabajar sobre el derecho natural, que remite a un segundo orden más allá del derecho<br />

positivo, ya sea que se le conciba en la antigua concepción teológica o en la nueva concepción<br />

racionalista; un segundo orden frente a la tiranía y la arbitrariedad del déspota. El gran renacimiento<br />

del derecho natural vino después de la Segunda Guerra Mundial, como respuesta a las<br />

atrocidades de los nazis, empezando por el genocidio en los campos de exterminio. Es un tema<br />

apasionante en la historia del derecho” (“Entrevista con el doctor Antonio Gómez Robledo”,<br />

en Antonio Gómez Robledo. Imagen y obra escogida, México, unam / cesu, 1984, p. 10 [Colección<br />

México y la unam, 46]).


antonio Gómez robledo y la filosofía novohispana 369<br />

tiene que ver con los estudios novohispanos y alguno más, que ya de por<br />

sí tienen un buen número.<br />

De entre sus traducciones, cabe indicar la que hizo del latín de la obra<br />

De dominio infidelium et iusto bello, de fray Alonso de la Veracruz, así<br />

como varias de sus dubiae, en A. Gómez Robledo, El magisterio filosófico<br />

y jurídico de Alonso de la Veracruz (México, Porrúa, 1984). También es de<br />

considerar la excelente introducción que puso a su edición de las relecciones<br />

de Francisco de Vitoria, a quien siempre consideró asociado a la polémica<br />

del Nuevo Mundo, y que usó mucho para entender a los teóricos<br />

novohispanos que se proclamaron a favor o en contra de ella (F. de Vitoria,<br />

Relecciones del Estado, de los indios y del derecho de la guerra, México,<br />

Porrúa, 1974).<br />

De entre sus libros, los más relacionados con la temática que nos interesa<br />

son los siguientes: Política de Vitoria (México, unam, 1940); y La<br />

filosofía en el Brasil (México, unam, 1946), en la dedica una buena parte a<br />

la época colonial.<br />

De sus artículos, son relevantes para estos temas: “Vitoria y nosotros”<br />

(Letras de México, 32, 1938); “Recordación de Vitoria” (Cuadernos Americanos,<br />

V, 6, 1946); “Vitoria, comentador de Santo Tomás” (Filosofía y<br />

Letras, XII, 23, 1946); y, además, lo es el “Estudio preliminar” a F. de<br />

Vitoria, Relecciones (México, Porrúa, de 1974).<br />

fray alonso en la perspectiva de Gómez robledo<br />

Antonio Gómez Robledo tuvo como uno de sus autores favoritos a fray<br />

Alonso de la Veracruz. Sobre todo se centró en sus doctrinas filosóficojurídicas,<br />

contenidas en un grupo de obras rescatadas por E. J. Burrus y<br />

publicadas en 1968. Gómez Robledo estudia de manera fundamental la<br />

Relectio de dominio infidelium de Alonso. Lo hace en la antología de trabajos<br />

de fray Alonso que tradujo para la Editorial Porrúa, en la colección<br />

Sepan Cuantos, de 1984.


370 mauricio beuchot<br />

Primero hace una biografía y una presentación de las ideas filosóficas<br />

del agustino. Particularmente importante es la exposición que hace de la<br />

Physica Speculatio de fray Alonso, con especial atención a su parte dedicada<br />

al III libro, De anima. Oswaldo Robles lo había dejado sin traducir,<br />

y Gómez Robledo hace un resumen muy útil. Solo dejan un poco que<br />

desear los apartados dedicados a la obra lógica del agustino, a saber, lo<br />

tocante a la Recognitio Summularum y a la Dialectica Resolutio.<br />

Gómez Robledo tradujo la Relectio de dominio infidelium et iusto bello de<br />

fray Alonso, dentro de la antología que hizo de trabajos suyos jurídicos, filosóficos<br />

y teológicos. Era una traducción límpida, con el estilo tan clásico<br />

que lo caracterizaba, cosa que hizo decir a Roberto Heredia que don Antonio<br />

“tenía un sentido de la cláusula que en muy pocos se ha visto”.<br />

Él nos ha legado esos textos en su pulcra traducción. Solo cabe decir<br />

que, como era ya muy mayor cuando la hizo, se saltó algunas líneas del<br />

texto, pues se ve que ya no le ayudaban mucho sus cansados ojos. Nos<br />

hizo además el beneficio de una erudita y bien expuesta introducción.<br />

En ella nos explica el contexto cultural de fray Alonso, los autores que<br />

se debatían en esas polémicas acerca del poder omnímodo del papa, y el<br />

poder omnímodo del emperador, cosas ambas que él negaba, en seguimiento<br />

de Francisco de Vitoria, cuyas clases había atendido, en la Universidad<br />

de Salamanca. De manera que fray Alonso continúa esa tradición<br />

salmantina en México.<br />

Don Antonio Gómez Robledo compara las resoluciones de Veracruz<br />

con las de otros contemporáneos, como el famoso “Doctor Navarro”<br />

(Miguel de Ulúrrum), que sí aceptaba el poder omnímodo del pontífice<br />

y del imperio. Veracruz, según nos lo hace ver Gómez Robledo, supera<br />

esas tesis cesaropapistas y asume una postura que ya preludia la democracia.<br />

No se olvide que su maestro Vitoria fue uno de los teóricos que<br />

negaron el origen divino de la autoridad de los gobernantes, y ponían al<br />

pueblo como el que la confería (ciertamente de parte de Dios). Es ya la<br />

gran ruptura con las ideas políticas anteriores.


antonio Gómez robledo y la filosofía novohispana 371<br />

Por lo que hace, pues, a la Relectio de dominio infidelium, Gómez Robledo<br />

hace una acertada comparación de fray Alonso con Vitoria en cuanto<br />

a la fuerza doctrinal, y en cuanto a la fuerza retórica. Asevera que no fue<br />

menos apasionado defensor del indio que Las Casas, por más que su actividad<br />

no haya sido tan notoria como la del obispo de Chiapas. Veracruz<br />

recoge lo mejor de la doctrina escolástica, a través de Vitoria, su maestro.<br />

Al igual que él, piensa que la soberanía procede del pueblo, y que el gobernante<br />

se convierte en un dictador o bien por el modo como subió al<br />

poder (tyrannus ab origine o a titulo) o bien por el modo de gobernar o regir<br />

(tyrannus a regimine). Por cualquiera de los dos motivos, el gobernante<br />

injusto se hace merecedor de ser derrocado. También niega Veracruz los<br />

siervos por naturaleza, por lo cual el dominio sobre los indios solo puede<br />

justificarse —al igual que para Las Casas— por la voluntad popular de<br />

ellos mismos, y no pueden quitárseles sus tierras ni sus bienes, ya que la<br />

infidelidad no quita el derecho de dominio o posesión.<br />

Veracruz sigue también a Vitoria en la exigencia de que se dé doctrina<br />

a los indígenas, hayan sido estos recibidos legítimamente o no por los<br />

encomenderos. Sostiene decididamente que los indios eran los legítimos<br />

dueños de esas tierras, y no perdían ese dominio por la infidelidad, que<br />

en ellos no era pecado, porque más bien era ignorancia invencible. Pero,<br />

además, ni aun por el pecado se pierde el dominio. Wiclef había dicho<br />

que por el pecado mortal se perdía el dominio de las cosas, pero la escuela<br />

tomista de Salamanca combatió eso. Lo que resultaba claro era que<br />

los indios eran legítimos dueños, y su dominio les fue quitado injustamente.<br />

Veracruz no admite, en contra de Miguel de Ulzúrrum, el dominio<br />

universal del emperador, ni, en contra del Ostiense, el del papa. Por<br />

eso a los indios les fue quitado su imperio ilícitamente. Sin embargo, de<br />

manera desconcertante —como lo señala Gómez Robledo—, Veracruz<br />

admite que el papa puede comisionar al emperador como señor de todo<br />

el orbe para el bien espiritual, o puede darle alguna parte del mundo<br />

con el fin de que la haga evangelizar. Aquí fray Alonso está de hecho<br />

acudiendo a la nefasta doctrina del poder temporal indirecto de la Iglesia.


372 mauricio beuchot<br />

Gómez Robledo critica acertadamente esta tesis; pues, aunque el mismo<br />

Vitoria la defendió, el derecho a predicar el evangelio se unió a la<br />

violencia. Sin embargo, esa necesidad de predicar no daba derecho de<br />

conquistar a los infieles. Esta conquista es ilícita, tanto para Vitoria como<br />

para Veracruz. Inclusive, el papa y el emperador solo pueden disponer de<br />

la jurisdicción, y no de la propiedad, de las tierras. Además, las Indias no<br />

eran colonias, sino otros reinos o provincias, como lo establecieron las<br />

leyes de Indias. (Esta cláusula será después esgrimida por los próceres de<br />

la Independencia, como fray Servando Teresa de Mier.)<br />

También critica Gómez Robledo un título que fray Alonso considera<br />

legítimo, y es el poder dar a los nuevos cristianos, esto es, a los indios<br />

que se convertían, un monarca que los ayudara a prosperar en la fe. De<br />

manera igualmente acertada, Gómez Robledo dice que eso es abusivo,<br />

pues solo se podría intervenir para defender a los que eran masacrados<br />

por ser cristianos (cosa que tiene mucho que ver con el derecho y hasta<br />

con la obligación de intervenir en la defensa de los derechos humanos<br />

en otros pueblos), pero no sencillamente deponer al monarca legalmente<br />

constituido como tal con el argumento de que se impondrá otro que<br />

ayude y promueva la fe cristiana en esas tierras.<br />

Esto nos habla de un juicio muy ponderado y bien formado por parte<br />

de Gómez Robledo. Con sus dotes de jurista y filósofo, que le hicieron<br />

ser uno de los mejores internacionalistas que ha tenido México, y un<br />

eminente iusfilósofo, se manifiesta muy serio y crítico con los autores<br />

que estudiaba, por más que les profesara una simpatía notable, como le<br />

ocurría con fray Alonso de la Veracruz. (A tal punto, que uno de los hijos<br />

de Antonio Gómez Robledo se llama Alonso.) Don Antonio resalta<br />

los méritos de fray Alonso, pero no deja de señalar también los desaciertos,<br />

o los lugares donde pone en peligro la justicia. Nos muestra un juicio<br />

ponderado y equitativo, que critica positiva o negativamente, según<br />

la verdad de las cosas.


antonio Gómez robledo y la filosofía novohispana 373<br />

conclusión<br />

Como se ve, don Antonio Gómez Robledo fue un benemérito de la investigación<br />

novohispanista. Realizó muchos estudios en ese campo, y<br />

promovió su investigación, suscitando numerosos investigadores que,<br />

alentados y ayudados por él, elaboraron tesis y después se dedicaron de<br />

manera más expresa a ese ámbito de la investigación filosófica en México.<br />

Participó en grupos de investigadores, y formó nuevos investigadores,<br />

lo cual es igualmente importante y meritorio.<br />

De manera individual, él realizó traducciones, compiló antologías, escribió<br />

monografías, redactó artículos, dio clases sobre el tema, y con todo<br />

ello viene a ser uno de los que más han impulsado nuestros estudios. En<br />

todos estos productos se ve la calidad del investigador experimentado,<br />

que de una manera señera domina los métodos y las técnicas de la investigación,<br />

pero que, además y sobre todo, tiene una virtus investigativa<br />

arraigada profundamente en su propio ser.<br />

Quiero terminar mi exposición con un recuerdo personal. En 1984<br />

don Antonio llegó a verme a mi cubículo del Instituto de Investigaciones<br />

Filosóficas, y me dijo: “Vengo a trabajar con usted”, es decir, en el<br />

grupo que estábamos formando en Filosóficas, con Walter Redmond,<br />

Alejandro Herrera y Laura Benítez. Yo le dije que tenía que lograr que<br />

el director del Instituto lo contratara. “Traigo una orden del rector”, me<br />

dijo sencillamente. Se me olvidaba que era un patriarca de la Academia<br />

Mexicana, que ya había sido embajador en Italia y en Grecia, y que contaba<br />

con numerosísimas distinciones. Lo recuerdo, a la distancia, con<br />

singular aprecio.


MANUEL TOUSSAINT O <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> BEL<strong>LA</strong> COSECHA<br />

(1890-1955) *<br />

Adolfo castañón<br />

A Clementina Díaz y de Ovando<br />

La Catedral de México (1948) es, al decir de José Luis Martínez, en su memoria<br />

titulada Bibliofilia (Fondo de Cultura Económica, México, 2004),<br />

“el libro más hermoso que se haya publicado en México”. También uno<br />

de los más costosos, según consigna Salvador Novo en La vida en México<br />

en el período presidencial de Manuel Ávila Camacho, en su apunte del<br />

7 de septiembre de 1944: “La monografía sobre la Catedral, preparada<br />

por Manuel Toussaint, se halla ya en prensa para una edición limitada<br />

a mil ejemplares, ya todos suscritos, al precio de mil quinientos pesos<br />

cada uno, lo que dejará una utilidad de un millón de pesos, deducido un<br />

costo de medio millón por una edición que va a imprimirse en papel de<br />

lino lavable, y a empastarse en cuero con repujado de un kilo de plata<br />

labrada”. 1<br />

La “Advertencia a la primera edición” es elocuente de la magnitud<br />

con que se realizó este monumento tipográfico:<br />

Este libro se presenta en la forma suntuosa y rica que podrá ver el lector<br />

porque pretende —y esperamos, quienes hemos intervenido en su organización<br />

y fin, haberlo obtenido ampliamente— allegar fondos para edificar el<br />

Museo Religioso de la Catedral en que serán exhibidos todos los tesoros de<br />

dicho templo y de otros, que han podido ser coleccionados a costa de mucho<br />

trabajo y mucha vigilancia, para admiración de los pósteros.<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 24 de noviembre de 2005.<br />

1 Salvador Novo, La vida en México en el período presidencial de Manuel Ávila Camacho, México,<br />

Empresas Editoriales, 1965, p. 222.<br />

[375]


376 adolfo castañón<br />

El autor de la iniciativa del presente libro fue el señor licenciado don<br />

José Luisce, que supo captar la idea que otras personas habían formado para<br />

realizar un libro completo acerca del gran templo, y encauzarla en un plan<br />

superlativo con el fin que persigue. Diversas circunstancias impidieron la<br />

realización de la obra, a pesar del propicio ambiente que acogió la iniciativa,<br />

hasta que la H. Comisión Diocesana de Orden y Decoro reconoció como<br />

suya la idea y procuró los medios necesarios para llevarla a cabo como algo<br />

muy noble y necesario. La Comisión y los colaboradores de la obra estiman<br />

el esfuerzo realizado por el señor Luisce como inicial y esperan poder llevarlo<br />

a cabo, a pesar de las dificultades que, pasados los años, se han concitado.<br />

El fin benéfico de esta edición impone las cantidades elevadas que se<br />

pagan por cada ejemplar. No es el precio de la obra; es la medida de la cooperación<br />

que cada uno puede aportar para el fin grandioso que se propone<br />

la publicación. Por eso no puede decirse que vale tanto más cuanto. Se agradece<br />

a cada uno lo que ha podido aportar para la construcción del Museo<br />

y este libro viene a ser como un reconocimiento vivo y permanente de esa<br />

cooperación. Las personas que compran un ejemplar adquieren, a la vez, un<br />

vínculo de gratitud por su desinterés al cooperar en tamaña empresa. Tal<br />

es la índole especial de esta obra, cuyos dirigentes no han pensado nunca<br />

hacerla un objeto de lucro. Los colaboradores de ella son los primeros en sacrificarse<br />

en tan magna tarea porque piensan, ellos primero que nadie, en el<br />

fin extraordinario que se proponen. Cada parte del nuevo monumento debería<br />

llevar inscrito el nombre de quienes, con su cooperación económica,<br />

han permitido edificarlo y de los autores del libro.<br />

Si esta empresa se realiza como todos esperamos y deseamos, será el primer<br />

monumento levantado a la cultura de México por cooperación particular,<br />

y los que en él hayan intervenido tendrán la gloria de haber colaborado<br />

en una obra de gran significación que enaltece el pasado de México en lo<br />

que de más noble y puro puede tener: el arte religioso. La imaginación y<br />

poder creador del hombre puestos al servicio del Ser Supremo. Todo será en<br />

alabanza Suya.<br />

Libro majestuoso, La Catedral de México y el Sagrario Metropolitano, recuerda<br />

por sus dimensiones a los libros de coro de iglesias medievales, y<br />

para leerlo se impone un facistol. Obra de culto, objeto legendario, le fue<br />

prestado, solo unos días, como si fuese de visita a don José Luis Martínez,


manuel toussaint o de la bella cosecha 377<br />

por el escultor Fernando González Gortazar, hijo de Jesús González Gallo,<br />

prominente gobernador de Jalisco (1947-1953) y secretario particular<br />

del presidente Manuel Ávila Camacho, a quien el arzobispo de México<br />

Luis María Martínez (1881-1956), miembro por cierto de esta Academia,<br />

le había dedicado un ejemplar en reconocimiento a su condición de benefactor<br />

de esa edición, según se cuenta en la citada Bibliofilia.<br />

Aunque hay una edición enriquecida con nuevas notas, realizada por<br />

la editorial Porrúa en 1973, y una reimpresión realizada en 1992, no se<br />

puede comparar con la suntuosa edición original que “mide 47 × 34.5 ×<br />

7 cm mientras que la nueva edición es de 35 × 23.5 × 4.5” (dato de José<br />

Luis Martínez, en su Bibliofilia.)<br />

La primera edición fue encargada por la Comisión Diocesana de Orden<br />

y Decoro y “tiene tipos de fina piel marrón o café con broches de<br />

plata” que, cuenta don José Luis, arañaron la mesa en que se instaló para<br />

“curiosear ampliamente el libro”. Si el edificio de la Catedral de México<br />

es una obra colectiva realizada a lo largo de tres siglos por varias generaciones<br />

sucesivas de arquitectos, artesanos, bordadores, carpinteros<br />

y ensambladores, escritores de libros de coro, escultores, fundidores de<br />

campanas, herreros, latoneros y cobreros, organeros, pintores y plateros<br />

que respondían a diversas escuelas y estilos. También es una obra plural<br />

en su realización, La Catedral de México y el Sagrario Metropolitano. Su<br />

historia, su tesoro y su arte, si bien fue concebida por un solo autor e investigador,<br />

don Manuel Toussaint, vale la pena destacar la colaboración de<br />

“los fotógrafos: Luis Márquez, José Lladó y Guillermo Kahlo, y, en colores,<br />

Berthold von Stetten”, la del dibujante Tomás Montero Torres, la<br />

de los fotograbadores y la del grabador Tostado, la del impresor Policolor<br />

y la del encuadernador Fernando L. Valencia. “En el colofón se dice que<br />

el libro se acabó de imprimir el 31 de agosto de 1948, bajo la dirección<br />

del doctor Ricardo Amador por los tipógrafos Pedro Alonso Pérez y Ricardo<br />

Amador, Jr. La primera edición consta de xxxix [39] + 377, es<br />

decir 416 páginas “y no se registra el tiro”. “La segunda edición de 1973<br />

se hizo en este mismo año y consta de 3000 ejemplares. Hay también


378 adolfo castañón<br />

una reimpresión de 1992 de 2 000 ejemplares. La Catedral de México y el<br />

Sagrario Metropolitano tiene uno de los epígrafes más apropiados y hermosos<br />

2 —“muy del estilo de don Manuel Toussaint” advierte José Luis<br />

Martínez—:<br />

Señor,<br />

He amado la hermosura de tu casa<br />

Y el lugar donde reside tu gloria.<br />

[Salmos, XXV.]<br />

Por cierto, en la edición de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera<br />

la cita aparece en el Salmo XXVI, 8, y dice:<br />

Jehová, la habitación de<br />

tu casa he amado,<br />

Y el lugar de la<br />

morada de tu gloria.<br />

Este libro complejo no solo es una historia de las sucesivas etapas<br />

de la construcción de nuestra Catedral —desde fray Juan de Zumárraga<br />

hasta la traza de Claudio de Arciniega en 1567—. En cierto modo, como<br />

si fuese un delta de la memoria, el libro concentra, explaya y documenta<br />

la historia de la Iglesia en México, la historia de las artes en la Colonia<br />

y la de la Colonia misma. Escrita por un gran investigador e historiador<br />

con alma de poeta e ingenio prosista, La Catedral de México tiene varios<br />

momentos memorables. El primero corresponde al inicio de la “Introducción”,<br />

una de las páginas más límpidas de la prosa mexicana contemporánea.<br />

Escuchemos a Manuel Toussaint:<br />

2 Esta segunda edición fue completada por Gonzalo Obregón, discípulo de Manuel Toussaint,<br />

con los materiales dejados por éste.


manuel toussaint o de la bella cosecha 379<br />

“Las catedrales imponen el sentimiento de la confianza, de la seguridad,<br />

de la paz; ¿cómo? Por la armonía.” 3 Así se expresa uno de los más grandes<br />

artistas de nuestra época: Rodin.<br />

Sus palabras sugieren un mundo de ideas acerca de estas grandes creaciones.<br />

La catedral y la confianza. La confianza surge de un monumento que<br />

acoge con la más amplia de las benevolencias, que nos brinda en sus naves<br />

anchurosas la tranquilidad, el reposo, el bienestar que solo pueden conseguirse<br />

cuando las obras humanas han logrado equipararse a las grandes<br />

obras de Dios. La seguridad nos tranquiliza por la fuerza que esos edificios<br />

implican en su construcción titánica que parece obra de siglos, que nos imaginamos<br />

producto de esfuerzos de gigante. El poder destructor de los años,<br />

sumándose a la furia que a veces enloquece a los hombres, no han podido<br />

derribar estas enormes construcciones del esfuerzo humano; por eso nos<br />

sugieren seguridad absoluta. La Paz. Encontramos en la Catedral la expresión<br />

máxima de la paz porque el magno monumento se abre para recibirnos<br />

siempre con su espíritu de bondad, de misericordia ante nuestras flaquezas,<br />

de reconciliación con los principios del bien. La Catedral, santuario máximo de<br />

Dios, no puede albergar sino paz. La paz, ese don de las almas privilegiadas<br />

que han sabido equilibrar en sí mismos la vida externa, mundanal y pasajera,<br />

con la esperanza de una vida sin límite, sin asechanzas, sin dolores. Dice<br />

Rodin que estas ideas surgen por la armonía. Es que la armonía es el principio<br />

fundamental de toda arquitectura, así sea en las obras más arcaicas y<br />

primitivas, como en las más moderadas y audaces. La armonía debe imperar<br />

como Ley en todo monumento arquitectónico digno de ser así llamado.<br />

La armonía de la Catedral se encuentra en su plano sobriamente trazado,<br />

en forma de cruz inscrita en un rectángulo y limitado por capillas en la<br />

periferia [...]. El equilibrio entre las partes y el todo, el engace que llamaban<br />

los viejos arquitectos; la armonía entre esas mismas partes, sostenida por las<br />

sabias proporciones, produce ese sentimiento de reposo espiritual que hace<br />

del momento la creación más intensa y más fecunda de toda la arquitectura<br />

eclesiástica. 4<br />

Hasta aquí la primera cita de Manuel Toussaint.<br />

3 Augusto Rodin, Les Cathedrals de France, p. 1.<br />

4 Manuel Toussaint, La Catedral de México y el Sagrario Metropolitano. Su historia, su tesoro, su<br />

arte, México, Porrúa, 1992, pp. xxxiii y xxxiv.


380 adolfo castañón<br />

La segunda cita corresponde al inicio del capítulo sobre “El tesoro de<br />

la Catedral de México”. En esas frases se puede vislumbrar raigambre intensamente<br />

poética que inclinaba a Manuel Toussaint hacia una emotiva<br />

disposición para la historia del arte; dice así:<br />

Grata cosa es sumergirse en viejos inventarios de alhajas. Las joyas de oro<br />

y de plata finamente cinceladas, la pedrería, los diamantes, las perlas, los<br />

brocados, los damascos pasan por nuestras manos como si nos hubiésemos<br />

convertido de pronto en uno de esos sultanes de oriente que vivían en mundos<br />

de ensueño que en nuestros tiempos actuales solo encontramos reproducidos<br />

ficticiamente en una escena de ballet o en los engañosos interiores<br />

de una película cinematográfica.<br />

Podemos, a Dios gracias, reseñar los Tesoros que ha poseído nuestra Catedral,<br />

con más detalle y minucia que muchos otros aspectos del gran Templo.<br />

Ello se debe a los inventarios que se han conservado […]. El primer<br />

venerable papel, que provoca deseos de besarlo, es el inventario hecho el<br />

29 de octubre de 1541 por el provisor del señor Zumárraga […] quien visitó<br />

la capilla de los curas […] y describe las losas que halló y que constituían el<br />

tesoro del viejo Templo. Bien pobre era esa catedral si la comparamos en sus<br />

riquezas con las que poseía más tarde el templo metropolitano. 5<br />

Me he demorado en la transcripción de estas citas no solo para dar<br />

satisfacción a mi alma de copista amanuense. Lo he hecho también y sobre<br />

todo para dar la idea de la palabra de este maestro e intentar expresar<br />

que, del mismo modo que una catedral irradia un sentimiento anchuroso<br />

en virtud de su condición titánica y de su armonía, la monografía que<br />

cuenta la historia de la Catedral significó para Toussaint años de “investigación,<br />

desvelos y búsqueda”, “años de paciente desciframiento de los<br />

expedientes coloniales, tanto del Archivo Catedralicio como del de Protocolo”.<br />

Es una monografía casi definitiva y sin duda gigantesca, y por<br />

ello también el libro inspira un sentimiento profundo de consuelo y serenidad<br />

pues en cierto modo representa un esfuerzo de salvación no solo<br />

de un edificio central sino de toda una edad de la cultura y el arte flo-<br />

5 Ibídem, p. 171.


manuel toussaint o de la bella cosecha 381<br />

reciente en México durante la Colonia; una obra cuyo “venerable papel<br />

[…] provoca deseos de besarlo” por la limpieza de su piadoso oficio.<br />

Alfonso Reyes, amigo de toda la vida y de muchas cartas y caminos<br />

cruzados con Manuel Toussaint, lo dijo mejor en su poema:<br />

La catedral reconstruye<br />

como haciéndola de nuevo;<br />

pide a la ciudad vetusta<br />

sus actas de nacimiento;<br />

de cinceles y pinceles<br />

nos va dictando el secreto,<br />

y es mago que un mundo evoca<br />

y lo saca del sombrero. 6<br />

Obra de muchos años que coronó un amplio conjunto de estudios sobre<br />

arte colonial escritos por el autor, La Catedral de México y el Sagrario<br />

Metropolitano, publicado en 1948, remonta sus antecedentes en la vida<br />

de Toussaint al año de 1917, fecha en que apareció en forma anónima<br />

un libro suyo sobre la Catedral en la serie Monografías mexicanas de arte,<br />

editadas por la entonces Inspección General de Monumentos Coloniales.<br />

Luego de ese trabajo, Toussaint daría a la luz siete años después,<br />

en 1924, por invitación del Doctor Atl el tomo II de la serie Iglesias de<br />

México, publicado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público entre<br />

1924 y 1927. Este volumen mereció la Medalla de Oro de la Exposición<br />

Internacional de Sevilla de 1929, cuando Toussaint todavía no cumplía<br />

40 años. En la monografía de 1924 ya se dibujaban las dos piezas del método<br />

que emplearía a lo largo no solo de la monografía sobre La Catedral<br />

de México y el Sagrario Metropolitano, sino también en otros libros como<br />

Pintura colonial en México, Arte colonial mexicano y Paseos coloniales. A las<br />

acuciosas y exhaustivas investigaciones aptas para proponer nuevas tesis<br />

6 Alfonso Reyes, “A Margarita y Manuel Toussaint” en sus Bodas de Plata, Cortesía, en Constancia<br />

poética, Obras completas, tomo X, pp. 305-306.


382 adolfo castañón<br />

y orientaciones se suma corrección, enmienda y disolución de errores y<br />

prejuicios inveterados.<br />

La inclinación de Manuel Toussaint hacia la cultura y el arte de la Colonia<br />

se remite a su temprana juventud, a los años de fundación de la Sociedad<br />

Hispánica de México creada por él y sus amigos Antonio Castro<br />

Leal, Alberto Vázquez del Mercado —“los Castro”, los “Castriperros” o<br />

la “Castriperricia”, como les decía con cariñosa burla Pedro Henríquez<br />

Ureña en sus cartas a Alfonso Reyes—, y que contaba con la participación<br />

facultativa de Julio Torri, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes y el<br />

ya mencionado maestro dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien por<br />

cierto se expresa sobre Toussaint invariablemente en términos elogiosos<br />

recalcando la superioridad de sus lecturas (Dante, Walter Pater, Gabriel<br />

Rossetti) sobre las de sus coetáneos y resaltando la relación entre su misantropía,<br />

su ingenio y su facilidad para escribir: “[…]Manuel Toussaint<br />

que resulta el más escribidor sin duda por ser el más retraído, ingenioso<br />

y misantrópico” (Carta 86 de Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes<br />

22-VI-1914. En Correspondencia 1907-1914 A.366).<br />

Desde aquellos años, Pedro Henríquez Ureña registra la presencia de<br />

ese joven explorador de archivos y bibliotecas, apto para organizar y prologar<br />

a sus veintitantos años una antología de las Cien mejores poesías líricas<br />

mexicanas (1914). Siempre dispuesto a participar en revistas, escribir<br />

prólogos y escoger páginas para la editorial Cvltvra con autores como<br />

sor Juana Inés de la Cruz, Diego José Abad, fray Manuel de Navarrete,<br />

Luis G. Inclán, el general Vicente Riva Palacio, Agustín R. Cuenca, Luis<br />

G. Urbina, Genaro Estrada, Enrique González Martínez, el cubano Heredia,<br />

residente en México, y el periodismo en los albores de la Independencia,<br />

es decir entre 1821 y 1835, tareas literarias emprendidas al tiempo<br />

que escribe poemas y cuentos e inicia su carrera como historiador y<br />

crítico de arte.<br />

Pocas obras como la múltiple y rica de don Manuel Toussaint y Ritter<br />

(1890-1955) han suscitado tanta estima y admiración literaria, intelectual<br />

y humana. Poeta, crítico de letras y de arte, ensayista, historiador, in-


manuel toussaint o de la bella cosecha 383<br />

vestigador del pasado mexicano y americano (El arte mudéjar), cronista<br />

de viajes, prologuista, editor —por ejemplo, de la Revista México Moderno—,<br />

traductor (del célebre libro de Silvestre Baxter, Spanish Colonial<br />

Architecture in Mexico, que ayudó a traducir, revisar, prologar y anotar,<br />

en la versión condensada de la edición original inglesa en 10 volúmenes<br />

Arquitectura hispano-colonial en México, edición limitada a 50 ejemplares<br />

publicada en 1934), fundador de instituciones como el laboratorio de<br />

Historia del Arte que daría nacimiento al Instituto de Investigaciones<br />

Estéticas de la unam (del que sería director desde su fundación hasta<br />

su muerte en Nueva York, acaecida en 1955, hace medio siglo), escritor<br />

delicioso de cartas, hombre pulcro y elegante, fotógrafo, dibujante, coleccionista,<br />

explorador, organizador de excursiones didácticas, hombre<br />

ameno y convivial, escritor de un libro maravilloso para niños, viajero<br />

entre tierras y papeles, hombre de gusto infalible y de ponderado juicio,<br />

en cierto modo predestinado para hacer crítica e historia del arte, Manuel<br />

Toussaint compartió con un puñado de autores de su edad la pasión<br />

por la historia del virreinato y de la Colonia, pero a diferencia de Genaro<br />

Estrada, Francisco Monterde o de Artemio del Valle-Arizpe, todos ellos<br />

amigos suyos, exponentes de la corriente colonialista, Toussaint se inclinó<br />

instintivamente hacia los terrenos, entonces casi vírgenes en México,<br />

de la historia del arte hasta lograr poner, como dice don Luis González,<br />

en lo más alto del candelero la microhistoria del arte, aclimatada en<br />

México por él. No solo creó el Instituto de Investigaciones Estéticas y<br />

sus célebres Anales, junto con sus colegas y alumnos destacados como<br />

Justino Fernández, Francisco de la Maza o Clementina Díaz de Ovando,<br />

sino que practicó la enseñanza en sus libros y clases, impartidas tanto en<br />

la Universidad Nacional Autónoma de México como en El Colegio de<br />

México —donde tuvo como discípulos a historiadores como Luis González—.<br />

Gestó y alumbró una escuela mexicana de historia del arte, un<br />

conjunto abierto de reglas, procedimientos y criterios para formular y organizar<br />

adecuadamente los ingentes acervos dispersos que corresponden


384 adolfo castañón<br />

a este periodo que de no ser por trabajos como los de Toussaint hubiesen<br />

sido desconocidos hasta su eventual desaparición.<br />

La conciencia que tenía don Manuel Toussaint de la interrelación<br />

existente entre la vida del arte y la de la poesía y las letras se manifiesta<br />

con vivacidad en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la<br />

Lengua a propósito de la atribución de la “Epístola Moral a Fabio” a un<br />

famoso autor (Andrés Fernández de Andrada) de quien encontró rastros<br />

en la historia de la Nueva España. Su discurso fue publicado en el tomo<br />

XV (México, 1956) de las Memorias de nuestra Academia Mexicana de la<br />

Lengua, en las páginas 125 a 136, y se reproduce en el tomo Obra literaria,<br />

más adelante comentado.<br />

El nacimiento de la historia y la crítica del arte colonial mexicano<br />

tuvo en Manuel Toussaint a un maestro de poderosa influencia que supo<br />

descubrir nuevos datos y fuentes documentales, revelar obras artísticas<br />

olvidadas o ignoradas, esclarecer atribuciones inciertas en pinturas, esculturas<br />

y obras arquitectónicas de la época colonial, al mismo tiempo<br />

que fijaba criterios de valoración estética todavía vigentes y establecía escuelas<br />

y secuelas dando orgánica unidad a la historia de las artes durante<br />

el virreinato… todo esto con elegancia y buen humor, pluma minuciosa<br />

leve y fina. Los tres monumentales volúmenes que dedicó a La pintura<br />

colonial en México, a los Paseos Coloniales y al Arte Colonial en México, sumados<br />

a la asombrosa y a veces inexpugnable monografía sobre La Catedral<br />

de México, constituyen un punto de referencia para quien se interese<br />

en estas cuestiones en particular y en la historia de México en general.<br />

En su alocución sobre don Manuel pronunciada en El Colegio Nacional<br />

—del cual fue Toussaint, por cierto, uno de los miembros fundadores—<br />

con motivo del centenario de su natalicio, el arquitecto mexicano Teodoro<br />

González de León hace ver que Toussaint y Ritter fue el interlocutor<br />

implícito y explícito de tres grandes tratadistas contemporáneos de la<br />

historia y la arquitectura colonial mexicana: George Kubler, autor de Arquitectura<br />

mexicana del siglo xvi (edición original en 1948 y traducción<br />

al español por el fce en 1983), y John Mac Andrew, autor de las Iglesias


manuel toussaint o de la bella cosecha 385<br />

abiertas del siglo xvi (edición original de 1965, y todavía no traducido<br />

al español); este último es autor además de un libro admirable sobre la<br />

arquitectura veneciana del Renacimiento temprano, tema que sospecho<br />

caro a Toussaint.<br />

Los dos libros —señala Teodoro González de León—, el de Kubler y el de<br />

Mac Andrew, están dedicados a Toussaint. En los dos es el autor del cual se<br />

hacen más listas. Hay capítulos en que se siente que están dialogando con<br />

Toussaint, se comprueba que fue no solo el compañero de viajes —John<br />

Mac Andrew dedica su libro al “inolvidable amigo con el que vi por primera<br />

vez la mayor parte de los movimientos que aquí analizo”—, sino el suscitador<br />

de ideas y de formas de ver. Es seguramente Toussaint el que les revela<br />

la originalidad de las tipologías nuevas […]; cuando estos dos investigadores<br />

llegan —uno en los treinta y otro en los cuarenta—, él ya ha preparado el<br />

terreno…<br />

El tercer autor sobre el cual influiría Manuel Toussaint es el eminente<br />

Robert Ricard, historiador admirable de La conquista espiritual de México:<br />

“El capítulo de las capillas abiertas —advierte González de León— es<br />

un franco diálogo con Toussaint”.<br />

Pero don Manuel era demasiado curioso e inquieto como para confinarse<br />

en un tema por más que lo dominara a cabalidad. Se le reconoce<br />

como especialista en la historia del arte colonial y son célebres las excursiones<br />

que organizaba a diversas partes de la República para resucitar<br />

ante sus alumnos tanto los monumentos como la vida material y espiritual<br />

que los rodeaba. Se sabe menos su dominio de la historia del arte<br />

prehispánico, al igual que se ignoran sus investigaciones sobre el arte del<br />

siglo xix. Va precisamente en este sentido la señal que hace Beatriz de<br />

la Fuente al recordar que los primeros capítulos del libro Pintura colonial<br />

no hubiesen podido ser escritos sin un conocimiento íntimo y profundo<br />

tanto de los textos de los cronistas como de los códices y de la literatura<br />

indígena accesible entonces. No es posible referirse aquí con amplitud<br />

al ensayo “La pintura prehispánica en la obra de Manuel Toussaint”, escrito<br />

por la doctora De la Fuente, pero cito al menos unas líneas: “Así,


386 adolfo castañón<br />

[Toussaint] con las herramientas propias del oficio de historiar el arte,<br />

abordó problemas que a la fecha continúan siendo inquietud principal<br />

entre los estudiosos: precisar las técnicas pictóricas, definir los rasgos de<br />

los estilos y, el de mayor complejidad, comprender los significadores”.<br />

Otro ejemplo del interés de Toussaint por el pasado indígena es su<br />

libro La conquista de Pánuco (editado por El Colegio Nacional en 1948, al<br />

cuidado de José Luis Martínez). Este meticuloso trabajo de investigación<br />

fue realizado para concursar y obtener un puesto vacante de historiador<br />

en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. La convocatoria,<br />

que obviamente ganó Toussaint, pedía “Una historia de la conquista de<br />

la Huasteca”, pero nuestro autor con cierta astucia literaria nombró la<br />

obra La conquista de Pánuco en virtud de que este “fue el núcleo más importante<br />

de esa región”. Se trata de una bien plantada microhistoria, que<br />

supo documentar en fuentes primarias la conquista, la primera evangelización,<br />

las encomiendas, la historia eclesiástica, amén de presentar un<br />

ensayo introductorio de la geografía, antropología, etnología de la región.<br />

Publicada en 1948, la obra está escrita con la pluma del historiador<br />

apasionado por la verdad. Entre las diversas noticias que sabe dar cabe<br />

recordar la evocación del hermano Diego Ramírez —una especie de fray<br />

Bartolomé de Las Casas—, que murió actuando con escasísimos recursos<br />

en defensa de los indígenas el 1º de septiembre de 1555, hace 450<br />

años.<br />

Su interés por el mundo aborigen en contacto con el mundo español<br />

se despliega además en El estudio histórico, urbanístico y bibliográfico de la<br />

ciudad de México de los siglos xvi y xvii, realizado conjuntamente con Justino<br />

Fernández en 1938 para el Congreso Internacional de la Planificación<br />

y de la Habitación. Uno de los capítulos de ese trabajo está dedicado<br />

al famoso “Plano de Papel Maguey”. Toussaint y Fernández demostraron<br />

que ese plano no representaba a la ciudad sino —“solo a una fracción de<br />

los barrios del noroeste”—. Gracias a una fotografía aérea, según cuenta<br />

González de León, se llegó a la “comprobación irrebatible del estudio<br />

de Toussaint”, que solo podía sustentarse en un conocimiento profun-


manuel toussaint o de la bella cosecha 387<br />

do de documentos de aquella época que James Lockhardt ha llamado<br />

de los nahuas después de la Conquista. También sobre el arte del siglo<br />

xix Toussaint escribió una interesante monografía, Saturnino Herrán y su<br />

obra, obra acuciosa de crítica pictórica, y, años más tarde —en 1934—,<br />

para conmemorar el centenario de la Fundación de la Biblioteca Nacional<br />

de México, redactó el jugoso ensayo La litografía en México en el siglo<br />

xix, para acompañar los 60 facsímiles que componen dicha obra.<br />

Su interés por el arte llega desde luego al siglo xx. Recuérdese la breve<br />

semblanza que leyó con motivo del fallecimiento del pintor José Clemente<br />

Orozco en 1949:<br />

Orozco —expresó finalmente— no es religioso ni místico… Parece más<br />

bien un agnóstico dotado de gran potencia creadora que construye él mismo<br />

sus ideas y sus teorías y las resuelve y expresa plásticamente.<br />

Sobre todas estas características humanas aparece en Orozco la característica<br />

fundamental de su obra: la angustia. No es pasiva ni contemplativa: su<br />

angustia es, podemos decir, creadora. Se duele del mal, pero busca el bien.<br />

Manuel Toussaint murió a los 65 años dejando varios libros inéditos<br />

como sus memorables ensayos sobre Taxco y Oaxaca (hermanos de sus<br />

libros sobre Pátzcuaro, Tlaxcala y San Miguel de Allende), que siguen<br />

reeditándose, o esa reunión de poemas y versos titulada Ventana matutina,<br />

que dejó lista para su publicación, en una composición tipográfica<br />

realizada por él mismo en su casa (“Alabada sea la artesanía”, como dice<br />

el ex libris de Tomás Segovia, otro poeta-tipógrafo). Ventana matutina se<br />

publicó póstumamente, con una página de Alfonso Reyes.<br />

Hombre-museo y museógrafo, amigo de las gracias y de las musas.<br />

Toussaint siempre escribió versos y poemas, como demuestra el tomo<br />

Manuel Toussaint. Obra literaria, prologado, reunido, anotado y fichado<br />

por el laborioso y llorado Luis Mario Schneider.


388 adolfo castañón<br />

Obra literaria, de Manuel Toussaint, incluye, por supuesto, ese libro<br />

póstumo: Ventana matutina, y la “noticia” firmada por Alfonso Reyes<br />

que acompañó su primera edición de 50 ejemplares:<br />

Este libro póstumo de Manuel Toussaint quedó compuesto por sus manos<br />

y en su imprenta particular, a manera de prenda íntima que sin duda él destinaba<br />

a sus amigos más cercanos, de la página 3 a la 51, o sea los trece pliegos<br />

de que consta el material poético. También dejó dibujados y preparados<br />

para la impresión los clisés que ilustran el libro. Se añade el prólogo que<br />

redacto para el caso. Doña Margarita Latapí Vda. de Toussaint, compañera<br />

de nuestro inolvidable Manuel, que tan cerca supo acompañarlo siempre en<br />

sus “fortunas y adversidades”, ha tenido la piadosa idea de recoger estas páginas,<br />

las cuales nos llegan hoy entre las emociones del más puro recuerdo.<br />

Quien ha de vivir siempre en los anales de la cultura mexicana, habita ya,<br />

con nueva vida imperecedera, en el corazón de quienes lo admiramos y lo<br />

queremos; es decir, de cuantos tuvimos la suerte de tratarlo y de conocerlo.<br />

Este libro nos permite apreciar y recordar al Manuel poeta, no revelado<br />

del todo, aunque sí presentido entre sus páginas de humanista, historiador<br />

del arte, crítico, ensayista y cuentista: “todo bella cosecha”.<br />

alfonso reyes<br />

Pero, además del prólogo y de los 15 poemas de que consta Ventana<br />

matutina, el tomo incluye otros 80 poemas no coleccionados y escritos<br />

en diversas fechas, composiciones que confirman ese presentimiento esbozado<br />

por Alfonso Reyes en el sentido de que el poeta se adivina y<br />

asoma “entre sus páginas de humanista, historiador del arte, crítico, ensayista<br />

y cuentista: ‘Todo bella cosecha’ ”.<br />

Además del centenar de poemas mencionados y de la introducción<br />

razonada de Luis Mario Schneider, la Obra literaria incluye un tramo<br />

dedicado a la narrativa que, aparte de algunos textos menores, presenta<br />

el relato para niños Las aventuras de Pipiolo en el Bosque de Chapultepec,<br />

publicado en 1954, un año antes de morir, con el seudónimo de Santos<br />

Caballero, traducción literal de sus dos apellidos. Libro ingenioso y excepcional,<br />

hermano del Peter Pan de Barrie —alguna vez traducido por


manuel toussaint o de la bella cosecha 389<br />

Pedro Henríquez Ureña— y de un Alice in Wonderland que sorpresivamente<br />

muestra la pasión por la técnica que tenía nuestro autor. También<br />

incluye esta Obra literaria los famosos Diarios de Viaje, género en que<br />

Manuel Toussaint destacó, así como los diversos prólogos y ensayos que<br />

publicó a lo largo de su vida, desde la rigurosa introducción a Las cien<br />

mejores poesías mexicanas, o el ensayo sobre sor Juana Inés de la Cruz,<br />

hasta la emotiva noticia cineraria, que Toussaint escribió en 1937 con<br />

motivo del fallecimiento del bibliófilo y coleccionista Genaro Estrada,<br />

con quien lo unieron profundas afinidades.<br />

Dice nuestro autor en esa elocuente página, donde despide al amigo<br />

querido y compañero de aventuras arqueológicas:<br />

Genaro Estrada ha muerto. La cultura mexicana ha recibido un duro golpe.<br />

Entre los múltiples aspectos que presenta la vida de este hombre de acción,<br />

cuya obra se ramifica a todos los campos, acaso el más noble, por haber llegado<br />

a la cima donde los intereses constituyen en sí mismos, prez y honra,<br />

es el de bibliófilo y coleccionista.<br />

Porque el bibliófilo representa la categoría suprema del hombre de letras.<br />

El bibliófilo, en el sentido noble de la palabra, es el hombre que llega a amar<br />

el libro con pasión depurada.<br />

Él se ha despojado hasta del utilitarismo del libro en su contenido didáctico,<br />

y lo considera una joya, la más preciosa que haya producido el esfuerzo<br />

humano. No es egoísta porque no desea que los libros solo sean para los pocos;<br />

quiere que haya muchos libros, infinitos libros y, entre esa muchedumbre,<br />

unos cuantos escogidos y bellamente impresos para su propio deleite.<br />

El verdadero bibliófilo llega a amar el libro en su forma externa, porque<br />

su espíritu está ya saturado de lo que dicen los libros, porque ha leído ya<br />

todos los libros.<br />

El nombre de Genaro Estrada se asocia a todas las empresas que en<br />

México ha cultivado esta religión. 7<br />

La muerte de Genaro Estada, cómplice de andanzas y curiosidades de<br />

coleccionista, fue para Toussaint una pérdida insoluble. ¿No es cierto que<br />

7 Manuel Toussaint, “Genaro Estrada. Bibliófilo y coleccionista”, en Manuel Toussaint, Obra<br />

literaria, pról., bibliogr., recop. y notas L. M. Schneider.


390 adolfo castañón<br />

al inicio de la novela de Estrada Visionario de la Nueva España se brinda<br />

un retrato humorístico y afectuoso del joven Tousssaint? ¿No es cierto<br />

que Toussaint tomó el título de sus Paseos coloniales de una reseña crítica<br />

del argentino Ricardo E. Molinari (publicada en la revista Martín Fierro,<br />

junio 10-julio 10 de 1927), donde, al interrogar la deliciosa novela de Estrada<br />

hacía figurar entre los libros de la biblioteca del protagonista, Pero<br />

Galín, precisamente uno titulado así y que Toussaint adoptó en homenaje<br />

a la novela de su amigo? Genaro Estrada era un hombre de acción,<br />

como dice el propio Toussaint. Pero parte de esa acción tenía, como la de<br />

su amigo, un ánimo de salvación. Salvación de las obras de arte. Según<br />

cuenta Antonio Castro Leal en el texto de homenaje en su fallecimiento<br />

“Manuel Toussaint no aceptó nunca, ni por un momento, que hubiera<br />

la menor justificación para sacrificar una obra de arte a un interés puramente<br />

material. Para él, ya desde entonces, el arte era un valor espiritual<br />

permanente, muy superior a cualquier ventaja económica: ¿valdría la pena<br />

perder toda memoria del Quijote, o de la Divina Comedia, o de los dramas<br />

de Shakespeare para obtener 400 millones de dólares al año?” 8<br />

Recuerdo estos razonamientos de Antonio Castro Leal para rememorar<br />

que Toussaint ocupó en algún momento la Dirección de Monumentos<br />

Coloniales, cargo que le dejó no pocas amarguras, pues —como dice<br />

Castro Leal— “En ese puesto se fracasa siempre porque los enemigos<br />

de los monumentos coloniales son muy poderosos”, y son capaces de<br />

derribar claustros e iglesias con el mayor sigilo y, por así decir, “con martillo<br />

de terciopelo”. Con puesto o sin puesto, Toussaint sabía interceder<br />

por los monumentos coloniales sentenciados a la destrucción. Aunque<br />

escribiera, telegrafiara, fuera a entrevistar a funcionarios y gobernadores,<br />

aunque amenazara, explicara y suplicara, casi nunca tenía éxito. Al<br />

final de sus días, logró salvar una parte de la muy interesante Casa del<br />

Deán en la ciudad de Puebla, luego de conmover a la opinión y lograr<br />

movilizar incluso a los estudiantes. A su acérrima vigilancia se debe que<br />

8 Antonio Castro Leal, “Homenaje al Dr. Manuel Toussaint”, sesión solemne de El Colegio<br />

Nacional, del viernes 13 de julio de 1956.


manuel toussaint o de la bella cosecha 391<br />

todavía exista en San Ángel la Plaza del Carmen, que estuvo amenazada<br />

de destrucción alguna vez pues se pretendía ampliar las vías de comunicación.<br />

Como amenazó con renunciar a su puesto de director del Instituto<br />

de Investigaciones Estéticas y ayunar con escándalo, dicha plaza logró<br />

salvarse, del mismo modo que, por su influencia entre las autoridades<br />

eclesiásticas y civiles, logró que se demoliera el anacrónico y estorboso<br />

“ciprés” interpuesto ante el Altar de los Reyes en la Catedral de México.<br />

Prueba de que Manuel Toussaint no era un conservador a ultranza.<br />

Autor de más de 30 libros y de por lo menos 250 colaboraciones en<br />

libros de diversos autores, fue defensor del patrimonio artístico nacional,<br />

fundador y animador de entidades como el Instituto de Investigaciones<br />

Estéticas, devoto de la historia de México y de la historia del arte; “En<br />

lo que hace al arte colonial de México, es Toussaint el maestro insuperado”,<br />

dijo José Vaconcelos, de quien Toussaint había sido secretario particular<br />

en los años decisivos de la Secretaría de Educación Pública. Manuel<br />

Toussaint ante todo o detrás de todo, poeta y amigo del arte. Solo<br />

alguien como él pudo sentir con tanta hondura la pérdida de un alma<br />

hermana. Así expresa el autor de La Catedral de México, su dolor por la<br />

partida prematura de Xavier Villaurrutia, aquel amigo y condiscípulo en<br />

las aulas abiertas de la educación estética:<br />

EXISTENCIALISMO<br />

mis manos se acarician una a la otra<br />

como si fueran de distintas gentes.<br />

Mis pies huyeron llevándose quién sabe a quién,<br />

quién sabe a dónde.<br />

Mis ojos, vueltos hacia mí, me miran estupefactos<br />

como si no me conocieran.<br />

Mi lengua clama con voz que no es la mía.


392 adolfo castañón<br />

Mi mente escapó a los campos de locura,<br />

dejándome el cráneo vacío.<br />

Solo tú, corazón sempiterno,<br />

con tu rudo golpearme sobre el pecho<br />

—corazón, corazón, corazón—,<br />

me das la conciencia de que existo,<br />

puesto que sufro.<br />

biblioGrafía de manuel toussaint<br />

Bibliografía directa<br />

25 de diciembre de 1950<br />

(día en que murió Villaurrutia).<br />

Manuel Toussaint, Las cien mejores poesías líricas mexicanas, en colaboración con<br />

Antonio Castro Leal y Alberto Vázquez del Mercado, México, Porrúa<br />

Hermanos, 1914, 148 pp.<br />

Saturnino Herrán y su obra, México, Ediciones México Moderno, 1920, 36 pp.<br />

La arquitectura hispano-colonial en México, Silvestre Baxter (Spanish colonial Architecture<br />

in Mexico), introd. y notas Silvestre Baxter, que ayudó a traducir<br />

y revisar, México, s.p.i., 1934, 219 pp.<br />

La litografía en México en el siglo xix, 60 facsímiles de las mejores obras con un<br />

texto de Manuel Toussaint, Estudios Neolitho, M. Quesada B., México,<br />

unam, 1934. Ediciones facsimilares de la Biblioteca Nacional de México.<br />

La conquista de Pánuco, México, El Colegio Nacional, 1948, 325 pp.<br />

La Catedral de México y el Sagrario Metropolitano, su historia, su tesoro, su arte,<br />

México, 1948; 3a. ed. México, Porrúa, 1992, 377 pp. (con hermosas ilustraciones<br />

y documentos).<br />

“La epístola moral de Fabio”, discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la<br />

Lengua. Memorias de la Academia Mexicana de la Lengua, Correspondiente<br />

a la Española, México, Jus, 1956, pp. 125-135.


manuel toussaint o de la bella cosecha 393<br />

Arte colonial en México, México, Imprenta Universitaria, unam, 1962, 303 pp.<br />

+ 449 ilustraciones.<br />

Pintura colonial de México, México, Imprenta Universitaria, unam, 1965, 305<br />

pp. + 415 ilustraciones.<br />

Paseos coloniales, México, Porrúa, 1983, 177 pp. + 276 ilustraciones.<br />

Obra literaria, 3a ed., pról., bibliogr., recop. y notas Luis Mario Schneider,<br />

México, unam, 1992, 579 pp.<br />

Su proyección en la historia del arte mexicano (Coloquio Internacional Extraordinario),<br />

México, Instituto de Investigaciones Estéticas, unam, 1992, 356 pp.<br />

Artes de México, 1955-1975, 181, año XX, 88 pp.<br />

Bibliografía indirecta<br />

Martínez, José Luis, Bibliofilia, México, fce, 2004.<br />

Novo, Salvador, La vida en México en el periodo presidencial de Manuel Ávila Camacho,<br />

México, Empresas Editoriales, 1965, pp. 221-223.<br />

Reyes, Alfonso, “A Margarita y Manuel Toussaint en sus Bodas de Plata”, Cortesía<br />

en Constancia poética, Obras completas, tomo X, 3a reimpr., México,<br />

fce, 1996, pp. 305-306.


<strong>LA</strong>S CIENCIAS <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> CABALLERÍA ANDANTE<br />

EN EL QUIJOTE *<br />

Arturo azuela<br />

Las aventuras de don Miguel de Cervantes, viajero empedernido, sus<br />

fracasos, sus amargas experiencias, sus conocimientos de la vida, acompañan<br />

siempre las correrías del Ingenioso Hidalgo, y así como pasa de<br />

las llamadas de atención al escudero: “¡Tente, ladrón, malandrín, follón.<br />

Estaba durmiendo y soñando que estaba en batalla con el gigante”, jamás<br />

pierde el sentido del humor y nos habla sin remilgos: “Ahora te<br />

digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España. Dime,<br />

ladrón, vagamundo, ¿no me acabaste de decir ahora […] que la cabeza<br />

que entiendo que corté a un gigante era la puta que te parió…?”<br />

Hijo de un humilde cirujano, bautizado en Alcalá de Henares, Cervantes<br />

viajó por la Península Ibérica y muy joven marchó a Italia; este<br />

creador de las Novelas ejemplares, este príncipe de los ingenios españoles,<br />

en las cosas sucedidas al invencible caballero, en labios de su personaje,<br />

como un consejo esencial, don Quijote de la Mancha le dice de frente a<br />

su escudero: “Mal cristiano eres, Sancho […], porque nunca olvidas la<br />

injuria que una vez te han hecho”.<br />

En la primera década del siglo xvii —la primera parte del Quijote se<br />

publicó en 1605—, ante la mirada de astrólogos y filósofos de la naturaleza,<br />

el mundo se había transformado. Años antes, Miguel de Cervantes<br />

intentó viajar a América, y su petición fue rechazada; se le dijo<br />

que “buscase por aquí”, “donde se le hiciese merced”. Poco a poco, los<br />

navegantes españoles y portugueses iban perdiendo la soberanía de<br />

los océanos. Para ese entonces, el mar era uno y solo uno, pues las aguas<br />

* Leído en la sesión ordinaria celebrada el 8 de diciembre de 2005.<br />

[395]


396 arturo azuela<br />

se comunicaban de un confín a otro y se reconocía la existencia del<br />

Océano Universal. También el descubrimiento del mar era un signo de la<br />

época. Cervantes no perdía su espíritu de aventura y quería conocer muchos<br />

mundos. Por los conocimientos de su padre, ya sabía de la fábrica<br />

del cuerpo humano, en aquellos tiempos en que el álgebra de los árabes<br />

se integraba a líneas y curvas, a parábolas y circunferencias. Los sabios,<br />

entre sospechas y repudios, entre abjuraciones y apostasías, ya sostenían<br />

que la Tierra no era el centro del universo y que de la mecánica del cosmos<br />

se pasaba a la mecánica terrestre. Pero todavía eran buenos tiempos<br />

para los “dueños” de las ciencias ocultas, los cuales se aprovechaban de<br />

esos “charcos hediondos” de la alquimia y la astrología.<br />

Don Quijote de la Mancha, al darnos lecciones de vida —de vida<br />

pura—, al ir de escenas imaginativas, al fin realidades en la cabeza del<br />

héroe, a los campos de la antigua Castilla, a las ventas y los alcázares<br />

de su redención, nos va dando de un párrafo a otro “las cosas extravagantes”<br />

de un tiempo preciso. Al escapismo del protagonista se suman<br />

observaciones, experiencias de impertinentes, discursos de amores o de<br />

armas y letras. Y entre acciones y reprimendas, consejos y charadas, se<br />

pueden entresacar algunas reflexiones sobre la llamada “ciencia de los<br />

caballeros andantes”, conocimientos superiores, de acuerdo con nuestro<br />

héroe literario, argumentos y saberes que todavía no se separan tajantemente<br />

de las llamadas ciencias ocultas. Entre dichos populares, consejas<br />

o refranes, sentencias o aforismos, aparece la observación más precisa, el<br />

dato revelador, una aproximación más o menos objetiva a los elementos<br />

de la naturaleza.<br />

A fines del siglo xvi, las fronteras de los conocimientos científicos son<br />

imprecisas; se entrecruzan los campos, se superponen la superchería y<br />

las causas y efectos de fenómenos naturales. La astrología es la negación<br />

del libre albedrío, pero al mismo tiempo es la lectura de mapas celestes,<br />

la lenta matematización de los recorridos de los astros vagabundos. La<br />

alquimia es el fuego y la esperanza, es el trabajo y el elixir de la existencia,<br />

es la lucha incansable para encontrar el retorno a la eterna juventud,


las ciencias de la caballería andante 397<br />

pero también es clasificación, observación, experimentación, inducción<br />

y deducción. Y el estudio del cuerpo humano también va buscando nuevos<br />

caminos. Por aquel entonces, hablar de las estrellas es insistir en el<br />

destino de los seres humanos, y la descripción de un jarabe, de un aceite,<br />

de una pócima, está vinculada a la presencia de buenos o malos espíritus.<br />

Y lo mismo podríamos decir de la numerología, la quiromancia<br />

y la oniromancia. De una u otra manera, la magia, la superstición, la<br />

superchería, la preocupación por las ánimas, entre tantos aspectos de las<br />

ciencias ocultas, están presentes en el habla popular.<br />

Don Miguel de Cervantes, recreador de mundos —en sus venas corría<br />

el tiempo de la esperanza—, conocía como pocos esos lenguajes de<br />

“tantos sucesos dignos de saberse y de contarse”. Por eso precisamente,<br />

el Ingenioso Hidalgo habla una y otra vez del vuelo de la favorable<br />

fortuna, de los endemoniados instrumentos y de las almas santas que<br />

subieron vivas. Al insistir en el cielo que la gloria da, en los beneficios de<br />

los astros, en el cielo que nos “ordena de tal manera”, o en “las estrellas<br />

y soles que acompañan el cielo que vuestra merced trae consigo”, Cervantes<br />

recoge esas creencias relacionadas con el ánima del cosmos, las<br />

influencias que recibimos de los astros en la vida cotidiana. Su gran personaje,<br />

ese “señor de armas y lugares”, va y viene de los encantamientos<br />

al “mal influjo del paso de las estrellas”, al aparecimiento de su ánima<br />

“ante Dios como ella parece a mi albarda, y no jaez”, a la reverencia de las<br />

sombras y a los demonios que habitan en un castillo. No se olvida de<br />

“ese recelo de no alcanzar desde la tierra el cielo” ni del “sabio encantador<br />

que lo desencantase”. Y pone en tela de juicio esos conocimientos, al<br />

decirnos “pero haga el cielo”; hasta los encantadores son médicos; cuidado,<br />

pues el Diablo es un grandísimo bellaco, y alejémonos de “toda esa<br />

nigromancia que supo su primer inventor Zoroastes”.<br />

Del principio al final, entre ensoñaciones e influjos estelares, de un<br />

capítulo a otro, del narrador omnisciente al diálogo de sus protagonistas,<br />

entre evasiones y supercherías, don Miguel de Cervantes nos va entregando<br />

los sabios conocimientos de la caballería andante. Por aquí y por


398 arturo azuela<br />

allá, el trivium y el quadrivium se van integrando. En esos tiempos de<br />

la expansión de Europa, de las guerras de religión, de la Reforma y la<br />

Contrarreforma, durante el surgimiento de los piratas y el tropel de los<br />

barcos negreros por el Atlántico hacia los litorales del Nuevo Mundo,<br />

ya cuando Cervantes sabía que jamás se embarcaría hacia las tierras de<br />

América, con las aplicaciones de la nueva ciencia —la mecánica universal—,<br />

se pregunta en el Quijote sobre las ciencias que ha oído, y el Ingenioso<br />

Hidalgo contesta con galanura: “la de la caballería andante, que es<br />

tan buena como la de la Poesía, y aún dos deditos más”.<br />

En la Segunda Parte, en las páginas dedicadas a “cosas extravagantes”,<br />

añade, sin la menor duda, que esa ciencia de la caballería “encierra<br />

en sí todas las ciencias del mundo”; el caballero, si en verdad es andante,<br />

debe ser un jurisperito y un teólogo, un médico, un conocedor de la<br />

herbolaria, un astrólogo y un matemático. Al hablar de las ciencias de<br />

la “fábrica” del cuerpo humano, hace hincapié en la flora y la fauna, pero<br />

sobre todo en las “complexiones” y en el herbario que debe acompañar<br />

a las buenas faenas del estómago. De acuerdo con las costumbres de la<br />

época, vincula a la ciencia de los símbolos y las figuras con el estudio<br />

de la predestinación a través de los cielos, ese juego tan atractivo de las<br />

matemáticas y la astrología.<br />

Llama la atención esa distancia: “esos dos deditos más” en que ubica<br />

la ciencia de la caballería andante por encima ni más ni menos que de la<br />

Poesía. Por tanto, el caballero andante debe ser el más sabio de todos los<br />

sabios, no solo entendido en cosas extravagantes, consejero, curioso impertinente<br />

y gran gozador de graciosas aventuras. También deberá estar<br />

al tanto, como pocos, de las leyes humanas, de estudios profundos en<br />

torno al Creador —el Dios trino y uno— y un sabio en las decisiones<br />

prácticas en materia de justicia. Y, para redondear estos múltiples saberes,<br />

deberá ser un médico sapientísimo.<br />

Pero, sobre todas las cosas, este caballero don Quijote es “mantenedor<br />

de la verdad, aunque le cueste la vida en defenderla”. La palabra ciencia<br />

se maneja con mucha flexibilidad; en aquellos tiempos no solo es cono-


las ciencias de la caballería andante 399<br />

cimiento, sino saber y erudición; es también habilidad, maestría, aptitud,<br />

arte, facultad. El caballero va, pues, del estudio de los cielos —estrellas,<br />

soles, astros vagabundos—, del ánima del cosmos a unas matemáticas, hacia<br />

fines del siglo xvi, que desarrollan el álgebra y dan a conocer después<br />

de tantos siglos la geometría euclidiana y los nuevos estudios de las figuras<br />

cónicas. Aquel Pitágoras que insistió en que todo es número, signo,<br />

cantidad, medida, se va haciendo realidad en los entornos cotidianos. El<br />

pitagorismo celeste tendrá una profunda influencia en el nacimiento de la<br />

ciencia moderna. Por eso es fundamental, aunque parezca algo peregrino,<br />

la importancia que tienen las matemáticas para el Caballero de la Triste<br />

Figura. Es una muestra extraordinaria de los conocimientos de Cervantes,<br />

hombre de cultura renacentista, viajero en Nápoles y la Toscana, prisionero<br />

de piratas moros, cautivo en Argel, y, antes de escribir su obra magna,<br />

alcabalero y recaudador de contribuciones por pueblos de Andalucía.<br />

Por otra parte, también es de llamar la atención el tratamiento que<br />

da Cervantes a la herbolaria. Al insistir en las “ciencias” de la caballería,<br />

don Quijote siempre señala la importancia de tubérculos y plantas,<br />

de medicinas “puras” para el buen trabajo de la “oficina del cuerpo”, el<br />

estómago, ese pobre lugar tantas veces destrozado por esos “bálsamos<br />

santísimos”; por eso hay que buscar “esa comida limpia, abundante y<br />

sabrosa” para levantar después “los manteles y dar gracias a Dios y agua<br />

a las manos”. Habla con transparencia de las yerbas medicinales que dan<br />

sosiego al cuerpo y a la mente, y del aprendizaje para curar nuestras propias<br />

heridas.<br />

En el castillo del Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda,<br />

don Quijote le replica al hijo de aquel, don Lorenzo, quien no tenía noticia<br />

de la ciencia de la Caballería Andante:<br />

el que la profesa ha de ser jurisperito y saber las leyes de la justicia distributiva<br />

y conmutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene;<br />

ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y<br />

distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico, y principalmente<br />

herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos


400 arturo azuela<br />

las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero<br />

andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo,<br />

para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche y en<br />

qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas,<br />

porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando aparte<br />

que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales […].<br />

Más tarde, antes de pasar a la mesa, don Lorenzo le dice a su padre:<br />

“él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos”.<br />

Para completar el trivium y el quadrivium, “todas las ciencias del mundo”,<br />

ese conocimiento que encierra en sí las ciencias de la caballería andante,<br />

falta la música. Para entonces, en Italia, el padre de Galileo Galilei<br />

había completado la escritura musical —las claves, los sostenidos, los bemoles,<br />

las corcheas, los calderones y tantos otros elementos de las partituras—<br />

y muy pronto las orquestas de cuerdas serán la admiración de<br />

las cortes europeas. En el “discurso de los amores de la enamorada Altisidora”,<br />

don Quijote insiste una noche en que se le ponga una noche un<br />

laúd en su aposento, que la música lo acompañe, vibre, juegue un papel<br />

determinante en los momentos supremos. “Don Quijote quiere darnos<br />

música”, dice Cervantes en los labios de Altisidora con cierta “retranca”,<br />

al referirse a los escarceos de esta, pues insiste en que él la consolará lo<br />

mejor que pudiere, “que en los principios amorosos los desengaños prestos<br />

suelen ser remedios calificados”. Después le hicieron una burla más<br />

“dañosa que risueña”, pues tuvo que enfrentarse a unos malignos encantadores,<br />

una “canalla hechiceresca”, ni más ni menos que a un montón de<br />

gatos. Lucha que le costó “cinco días de encerramiento y de cama”. En el<br />

escenario, en aquel aposento, quedó sola la vihuela, lista para templarla,<br />

recorrer sus trastes y cantar el romance que él mismo había compuesto.<br />

En las páginas de El Ingenioso Hidalgo, al menor pretexto, la música<br />

se hace presente: el arpa de Altisidora, el laúd entre sábanas de Holanda,<br />

la vihuela en el aposento del Duque, los cantos de las doncellas en<br />

las ventanas de las rejas de una estancia. Es una época de invenciones<br />

musicales, creación y perfeccionamiento de instrumentos, de maderas


las ciencias de la caballería andante 401<br />

pintadas y barnizadas como de jaspe. Por algo nuestro héroe literario<br />

habla de una vihuela “para acompañar algunas estancias del Ariosto”.<br />

En Cremona, en los primeros lustros del siglo xvii, la familia de Nicola<br />

Amati preparaba las más delicadas maderas y los mejores barnices para<br />

la futura construcción de violines y violas, de violonchelos y violas da<br />

gamba. Tiempo después, los estradivarius y las guarnerius serían los descendientes,<br />

en aquellos talleres de laudería, de los más apreciados amati.<br />

La nueva armonía, las anticipaciones del estro armónico, también ingresaban<br />

a la modernidad.<br />

Aunque de menos importancia, así lo indicaban aquellos tiempos, en<br />

el Quijote también aparece una ciencia oculta aún más peligrosa que la<br />

astrología. Se trata de los hacedores del fuego, de aquella alquimia dueña<br />

de tantos secretos: los “únicos poseedores” del proceso para transformar<br />

los troncos viles en metales nobles, del conocimiento del elíxir de la existencia,<br />

las aguas de la eterna juventud y el perfeccionamiento del cuerpo<br />

humano a través del trabajo alquímico. Por ejemplo, en la Segunda Parte,<br />

en el capítulo lxii, el de la cabeza encantada, después de tender la vista<br />

por todas partes: “vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecioles<br />

espaciosísimo y largo”, “el mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro”,<br />

en unas cuantas palabras, con la sabiduría de aquellos que defendían la<br />

dependencia de todos los fenómenos naturales, Cervantes nos dice: “así<br />

como el fuego no puede estar escondido y encerrado, la virtud no puede<br />

dejar de ser conocida”. En el mismo capítulo, se le dice a don Quijote:<br />

“Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella y el norte<br />

de toda la caballería andante” y, además, entre las músicas que alegraban<br />

el oído al son de chirimías y atabales, ruido de cascabeles, allá el mar y<br />

las galeras que estaban en la playa, también sonaban clarines y trompetas<br />

que llenaban el aire de suaves y belicosos acentos.<br />

Más adelante, después de la música de viento, señales astrológicas y<br />

observaciones del fuego —huidizo, imposible de ocultarse—, Cervantes<br />

nos describe una imprenta: “vio tirar en una parte, corregir en otra,<br />

componer en esta, enmendar en aquella, y, finalmente, toda aquella má-


402 arturo azuela<br />

quina que en las emprentas grandes se muestra”. En página posterior,<br />

cosa curiosa para un oído mexicano, se habla de la piñata, palabra toscana.<br />

Don Quijote pregunta a un traductor y este le contesta: “¿Cómo la<br />

había de traducir […] sino diciendo olla?” En párrafos espléndidos, después<br />

de lamentar la situación de tantos “ingenios arrinconados”, “¡Qué<br />

de virtudes menospreciadas!”, nos habla de “la luz del alma”, pues “son<br />

menester infinitas luces para tantos desalumbrados”. En muchos aspectos<br />

—las ciencias de la caballería andante es uno de ellos—, el Quijote<br />

tiene ricos testimonios en torno a ese tránsito, esa tierra firme hacia la<br />

modernidad, hacia el pensamiento crítico y la duda permanente. En octubre<br />

de 1615, al terminar Cervantes la dedicatoria de la Segunda Parte<br />

del Quijote, afirma que el Ingenioso Hidalgo, lanza en astillero, adarga<br />

antigua, seco de carnes y de complexión recia, “como caballero andante<br />

ha de morir”, cuando los observadores de los cielos y estudiosos de la<br />

anatomía, la circulación de la sangre y la herbolaria iban abandonando<br />

esa charca pestilente, inmunda, oscura, de conocimientos tales como las<br />

ciencias antiguas conocidas como la astrología y la alquimia, sin faltar la<br />

numerología y la quiromancia, cuando ya los nombres de Galileo y de<br />

Kepler andaban entre las polémicas de los sabios de los más renombrados<br />

recintos universitarios. Poco a poco, a pesar de la intromisión del<br />

Santo Oficio, las academias salían de las tinieblas, para, al fin, aceptar la<br />

construcción de un universo geométrico, heliocéntrico, una Tierra esférica<br />

que estaba en un lugar secundario respecto al Sol.<br />

Antes de llegar a la lectura del testamento, al final de la vida del caballero<br />

andante, en el capítulo lxvi, el que trata de “lo que verá el que lo<br />

leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer”, se habla con libertad del libre<br />

albedrío. Primero, Sancho insiste en que “Fortuna es una mujer borracha,<br />

antojadiza, y, sobre todo, ciega”, y entonces don Quijote interviene<br />

para declarar sin ambages que “no hay fortuna en el mundo, ni las cosas<br />

que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular<br />

providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que<br />

cada uno es artífice de su ventura. Yo lo he sido de la mía, pero no con la<br />

prudencia necesaria…”


las ciencias de la caballería andante 403<br />

En este renglón, no sabemos si lo hace con premeditación, Cervantes<br />

toca un tema profundamente delicado en aquellos años de hogueras,<br />

de quemados vivos, de acusaciones por tentaciones del Demonio, hechicería,<br />

liberalidad mal entendida, indiscretas locuras y caminos pecaminosos.<br />

Medio siglo antes, los protestantes habían iniciado sus cismas<br />

por muchas regiones de Europa occidental. Toda España se confulaba<br />

contra “esas ovejas descarriadas” y las abominaba, pero no faltaban los<br />

herejes que predicaban en Sevilla o Valladolid y querían expedir libros<br />

de propaganda hacia las Indias. Desde luego que con férreas voluntades,<br />

la cristiandad del Mediterráneo permaneció fiel al culto de los santos y<br />

también al culto mariano y a las directrices de la Basílica de San Pedro,<br />

al Vaticano; esa cristiandad le fue fiel hasta en sus mismas supersticiones.<br />

Por eso la Inquisición llegó a ser popular en esa lucha contra los demonios<br />

de la Reforma, contra esos movimientos luteranos de más allá de<br />

los Pirineos y de los Alpes. Quizá Cervantes, al escribir sobre esa providencia<br />

de los cielos —“cada uno es artífice de su propia ventura”—,<br />

es consciente de que España está lejos de aquellos albedríos de los que<br />

hablaban los discípulos de Lutero y de Calvino. Una vez más, él da un<br />

paso adelante, pues muestra su concepción del mundo con un pie firme<br />

en los siglos venideros.<br />

En ocasiones, el Ingenioso Hidalgo se burla y no confía en los licenciados<br />

de instituciones ilustres. Al salir de Barcelona, en los últimos capítulos,<br />

en labios de un labrador, Cervantes dice: “Yo apostaré que si van<br />

a estudiar a Salamanca, que a un tris han de venir a ser alcaldes de corte.<br />

Que todo es burla, sino estudiar y más estudiar, y tener favor y ventura;<br />

y cuando menos se piensa el hombre, se halla con una vara en la mano o<br />

con una mitra en la cabeza”. Reafirma una y otra vez los conocimientos<br />

superiores de la caballería andante e insiste en que su personaje puede<br />

perder la honra, pero jamás la virtud de cumplir su palabra. La obligación<br />

de un objetivo preciso, el mandato de la palabra, está más allá del<br />

honor, de la honra famosa del siglo xvi.


404 arturo azuela<br />

Más adelante, como celebrando su obra, ya enemigo de Amadís de<br />

Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, cuando ya está a punto<br />

de escarmentar en cabeza propia, nos dice simplemente: “¡Esto está de<br />

molde!” El personaje va regresando a la realidad y muy lejos queda aquel<br />

final feliz de la Primera Parte, a costa de su sudor, después de afirmar:<br />

“Oh flor de la caballería, que con solo un garrotazo acabaste la carrera<br />

de tus bien gastados años”, y de aquel mal influjo de las estrellas, cuando<br />

leemos con cierta nostalgia que<br />

Reposa aquí Dulcinea,<br />

y, aunque de carnes rolliza,<br />

la volvió en polvo y ceniza<br />

la muerte espantable y fea.<br />

Al final, al no quedar solo con el escapismo y la utopía, la locura de<br />

los molinos de viento o una quimera que se aleje de los sueños más humanos,<br />

ha roto muchos límites y se dice que fue “el espantajo y el coco<br />

del mundo”, pero que reconoce “que nunca había leído en ningún libro<br />

de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho<br />

tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote”. Nuestro gran autor<br />

juega con el doble, y también con aquel otro, con el apócrifo, o, de<br />

otra manera, con el que soy y no soy, con el que fui y ahora no reconozco,<br />

y en contra de “aquel otro autor que la resucitase falsamente y hiciese<br />

inacabables historias de sus hazañas”, para, al fin, pasar de este presente<br />

y morir naturalmente, ya listos los epitafios de su sepultura. Había llegado<br />

lo irremediable, a pesar de lo que dijo Sancho Panza: “No se muera<br />

vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años,<br />

porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse<br />

morir sin más ni más…”<br />

Finalmente, para satisfacer la vanidad de poetas y científicos, de amantes<br />

de la transmutación de los elementos y de las metamorfosis de la palabra,<br />

Cervantes vincula la Poesía —por cierto que en todo el texto la escribe<br />

con mayúscula— ni más ni menos que con la alquimia, esa ciencia ocul-


las ciencias de la caballería andante 405<br />

ta en la que se arroparon tantos herejes y cismáticos, ese mundo secreto,<br />

intrincado, de “hacedores” del fuego y de profundos creyentes en la salvación<br />

a través del trabajo. Antecedentes de la química y la medicina, de<br />

la herbolaria y la homeopatía, de la instrumentación en los laboratorios, la<br />

alquimia hunde sus raíces en tiempos muy antiguos, siempre en busca<br />

de metales purísimos, nobles, y transmitiendo, de una generación a otra,<br />

la creencia fundamental de la naturaleza como experimentadora de sí<br />

misma.<br />

En el capítulo sobre lo que le sucedió a don Quijote con un discreto<br />

Caballero de la Mancha, después de las noticias del Señor de los Espejos<br />

y del encuentro con un algebrista con quien se curó un desgraciado,<br />

Cervantes nos habla, largo y tendido, sobre “la milagrosa ciencia de la<br />

Poesía”. El Ingenioso Hidalgo nos dice: “La Poesía […], a mi parecer, es<br />

como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a<br />

quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas,<br />

que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y<br />

todas se han de autorizar con ella…”<br />

Y renglones más adelante, para nuestra sorpresa, afirma con claridad:<br />

“Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la<br />

volverá en oro purísimo de inestimable precio”. Así, sin más, Cervantes<br />

nos quiere hacer olvidar aquellos “dos falangines” de más en que la ciencia<br />

de la caballería andante está por encima de la Poesía. La cita agrega, en la<br />

siguiente página, que “el natural poeta que se ayudare del arte será mucho<br />

mejor y se aventajará al poeta que solo por saber el arte quisiere serlo”.<br />

Antes de llegar, por ahora, a un punto final de un tema infinito —las<br />

ciencias de la caballería andante—, leemos con deleite: “mezcladas la naturaleza<br />

y el arte, y el arte con la naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta”.<br />

Mis parabienes a los poetas, ¡que reciban todos los beneficios del cielo!, ¡y<br />

ahora pongámonos en paz!, ¡sean buenas estas filosofías!, y que siempre<br />

encuentren estrellas y soles en ese estro misterioso que la providencia les<br />

ha otorgado.


TRABAJO LEÍDO EN OTRO FORO


PRESENTACIÓN <strong>DE</strong> DON QUIJOTE EN GUANAJUATO *<br />

José G. moreno de alba<br />

En mi opinión, presentar una antología es siempre más difícil que opinar<br />

sobre el libro de un solo autor. Lo que suele hacerse en esos casos es una<br />

de dos: o se pergeña un resumen brevísimo, de unas cuantas líneas, de<br />

cada una de las colaboraciones, o se eligen solo algunas pocas para poder<br />

extenderse en ellas un poco más. Lo primero es poco útil; lo segundo,<br />

casi siempre, injusto. El hermoso libro que hoy presentamos contiene,<br />

además de las preciosas fotografías —tanto de la ciudad de Guanajuato<br />

cuanto de obras plásticas con tema quijotesco, pertenecientes todas al<br />

Museo Iconográfico del Quijote de esta ciudad—, textos muy importantes<br />

sobre El Quijote y sobre Cervantes. Me habría gustado referirme,<br />

sobre todo, a los autores ya fallecidos, de varios de los cuales tuve el<br />

privilegio de su amistad. Es el caso de don Manuel Alcalá, hombre sabio<br />

y caballeroso, de enorme erudición y breve obra escrita. Esa brevedad<br />

hace aún más valioso su delicioso texto “Quién es don Quijote”,<br />

primero de esta antología. Recomiendo vivamente su lectura. Sucede lo<br />

mismo con el de don Fernando Lázaro Carreter, filólogo de primera línea,<br />

fallecido hace poco. El texto de quien fue ilustre director de la Real<br />

Academia Española (“La prosa de El Quijote”) es un excelente ejemplo<br />

de la crítica que incorpora todo lo útil —que es mucho— de las modernas<br />

tendencias estructuralistas y formalizadoras sin abandonar jamás el<br />

sólido discurso de la crítica tradicional erudita. No solo estos, sino todos<br />

* El título completo de la antología es Don Quijote en Guanajuato en el cuarto aniversario de la<br />

edición príncipe: Antología del Coloquio Cervantino Internacional, Imágenes del Museo Iconográfico del<br />

Quijote (México, Museo Iconográfico del Quijote, 2005). La presentación se llevó a cabo durante<br />

el XV Coloquio Cervantino Internacional, celebrado en Guanajuato, México, del 18 al 22 de<br />

mayo de 2005.<br />

[409]


410 José moreno de alba<br />

los demás capítulos del libro son excelentes. La selección está muy bien<br />

hecha. Difícil habrá sido la tarea, si se considera que tuvieron que espigarse<br />

estas colaboraciones en los miles de páginas que conforman los 15<br />

volúmenes correspondientes a sendos congresos cervantinos.<br />

Estoy seguro de que los autores de esos espléndidos textos me autorizarán<br />

a dedicar los siguientes minutos a una persona que no es autora<br />

de capítulo alguno del libro y del que —seguramente atendiendo a su<br />

discreción y su modestia— solo se hacen en él algunas menciones en el<br />

prólogo. Se trata sin embargo del motor, del alma de estos hoy célebres<br />

encuentros cervantinos. Todos habrán adivinado que estoy hablando de<br />

don Eulalio Ferrer. No solo la preparación e impresión del libro que hoy<br />

se presenta, sino la organización detallada de todos y cada uno de los<br />

15 congresos internacionales y, obviamente, su financiamiento, pudieron<br />

llevarse a cabo porque así lo quiso y así lo ejecutó este hombre singular.<br />

Don Eulalio me honra con su amistad desde hace muchos años.<br />

Me llama cariñosamente “padrino”, por una parte, porque junto con<br />

dos académicos ya fallecidos —el ya mencionado don Manuel Alcalá y<br />

don Porfirio Martínez Peñalosa— propuse su nombre para la Academia<br />

Mexicana de la Lengua; y, por otra, porque me cupo la honra, cuando<br />

ingresó como académico de número, de darle, en nombre de todos los<br />

académicos, la bienvenida. Ello sucedió el 26 de febrero de 1993.<br />

En aquella ocasión decía yo que hablar de don Eulalio es algo a la vez<br />

fácil y difícil. Difícil porque no puede uno mejorar elogios que le han<br />

prodigado personas de gran valía —desde Vasconcelos hasta Octavio<br />

Paz— y fácil porque son muchas y muy interesantes sus facetas intelectuales.<br />

En mi discurso de 1993 expliqué que bien podría dedicar mis palabras<br />

a don Eulalio publicista, o empresario, o mecenas, o cervantista…<br />

Como era explicable, si estaba yo dándole la bienvenida a la Academia,<br />

preferí hablar de don Eulalio Ferrer escritor. Hoy sería todavía más fácil<br />

referirme a su obra escrita, porque es ahora más abundante que en aquel<br />

no tan remoto 1993. Ya entonces era autor de importantes libros; ahora,<br />

su bibliografía es aún más impresionante. Les recomiendo, de su obra


presentación de don quijote en guanajuato 411<br />

reciente, dos textos formidables, ambos publicados por el Fondo de Cultura<br />

Económica: Los lenguajes del color (1999) y El lenguaje de la inmortalidad.<br />

Pompas fúnebres (2003).<br />

Esta mañana, aquí en Guanajuato, presentando esta bella antología<br />

de textos cervantinos, quiero decir algo sobre la relación de don Eulalio<br />

con El Quijote. Con El Quijote, digo, y no precisamente con Cervantes.<br />

No sé por qué tengo la impresión de que don Eulalio es un apasionado<br />

de ese libro y, sobre todo, de ese personaje. Claro que también sabe<br />

mucho de Cervantes, es cierto que también ha impulsado un Centro de<br />

Estudios Cervantinos, aquí en Guanajuato; pero, insisto, creo que don<br />

Eulalio quiere más a la criatura, al hijo, al caballero de la triste figura,<br />

más que al padre, más que al mismo don Miguel. Debo decir asimismo<br />

que esto es lo mejor que puede pasarle a un escritor, que sean sus personajes<br />

los que anden por el mundo, en la boca, en el corazón de la gente.<br />

Por ello, me limitaré a recordar, muy brevemente, algunos datos de esta<br />

ya antigua relación amistosa entre don Eulalio y don Quijote.<br />

Recordar, por ejemplo, que corría el año de 1939, cuando —después<br />

de que en un gesto de moderno san Martín Caballero, el joven Eulalio, de<br />

apenas 18 años, en la placita de Banyuls, le regala al poeta Antonio Machado<br />

y a su madre su capote militar— llega al campo de concentración<br />

de Argèles-sur-Mer, donde pasará varios dolorosos meses rumiando la<br />

humillante derrota republicana. Fue allí donde tuvo lugar aquel célebre<br />

canje de un paquete de cigarrillos, apreciadísimos en el campo de concentración,<br />

por una maltrecha edición de El Quijote, libro que nuestro<br />

hoy académico leería una y otra vez y seguiría leyendo, ahora ya en las<br />

más lujosas y exclusivas ediciones, hasta nuestros días.<br />

Asimismo es necesario traer a la mente, aquí en Guanajuato, y ahora,<br />

cuando presentamos esta importante antología cervantina, que, ya en<br />

nuestro país, en cuanto tuvo don Eulalio forma de hacerlo, comenzó<br />

a adquirir obras de arte con el tema del caballero de la Mancha y de su<br />

sagaz escudero. Nacía así una de las más originales pinacotecas de México<br />

o de cualquier otra parte, con obras de los más importantes artistas de


412 José moreno de alba<br />

aquí y del extranjero. Alguno de ustedes podrá pensar que se trataba<br />

simplemente de engalanar los muros de su casa, que era en definitiva<br />

solo una manera culta y refinada de invertir dinero. Pues no: la idea de<br />

don Eulalio era formar un verdadero museo iconográfico de don Quijote<br />

para entregarlo, íntegro, al pueblo de México. Decidió donarlo en<br />

cuanto tuviera reunida ya una importante colección. Nada lo habría impedido,<br />

y no habría dejado de ser un acto de gran generosidad, disfrutar<br />

las obras durante su vida y dejarlas como herencia. Pues no, hace ya<br />

muchos años que el país tiene, en esta señorial ciudad de Guanajuato,<br />

el Museo Iconográfico del Quijote, donado en su totalidad por Eulalio<br />

Ferrer e inaugurado, en 1987, de la manera más solemne, por sus amigos,<br />

el presidente de España y el presidente de México. Faltaban varios años<br />

para que yo fuera su padrino en la Academia; pero ya venía siendo, desde<br />

tiempo atrás, su amigo. Por ello fui uno de los afortunados invitados a<br />

aquel acto inolvidable.<br />

¡Qué alegría estar otra vez aquí, en el Museo, esta mañana, después de<br />

18 años, acompañando a don Eulalio en esta celebración! Mucho tiene<br />

que ver, por cierto, el Museo Iconográfico del Quijote con la hermosa<br />

edición que estamos presentando. La antología cuenta con 32 ponencias<br />

y un prólogo, es decir 33 textos de mediana extensión, además de<br />

las palabras del gobernador de Guanajuato y del rector de la Universidad<br />

de Guanajuato. Pues bien, son precisamente 33 también las excelentes<br />

reproducciones de sendas obras plásticas pertenecientes todas a este<br />

entrañable Museo. Si los críticos literarios son todos de muy alto nivel,<br />

lo son también los artistas considerados en el libro. No puedo mencionar<br />

a todos, como tampoco mencioné a los autores de los textos. Doy<br />

ejemplos solo de artistas ya desaparecidos —como también lo hice con<br />

aquellos— cuya obra sobre el Quijote atesora el Museo y reproduce este<br />

libro. Están, entre otros —repito, de los ya fallecidos—, Carlos Mérida,<br />

Francisco Corzas, Elvira Gascón, Rafael Coronel, Leonardo Nierman,<br />

Alberto Gironella, Alfredo Zalce, Jesús Reyes Ferreira, José Chávez Morado…<br />

Un verdadero lujo.


presentación de don quijote en guanajuato 413<br />

Volvamos a don Eulalio. En 1987, dijimos, se inaugura el Museo Iconográfico<br />

del Quijote, con una excelente colección de pintura y escultura,<br />

toda ella adquirida, reunida y donada por don Eulalio. Después de esa<br />

fecha, no vaya a creerse que ahí quedó su aportación. No. Son decenas y<br />

decenas las obras que de entonces a la fecha sigue entregando al Museo.<br />

Eso tampoco le basta. Hace más de 15 años se empeñó en organizar,<br />

año con año, un coloquio cervantino, aquí, en Guanajuato, de donde<br />

es Hijo Predilecto. Ese encuentro anual ya es hoy toda una institución<br />

académica. Son ya 15 los volúmenes publicados con las intervenciones<br />

de estudiosos de México y del extranjero. Hoy celebramos la publicación<br />

de una antología que reúne más de 30 de estas ponencias. Tampoco esto es<br />

suficiente. Hace poco me enteré de que, no contento con todo lo anterior,<br />

don Eulalio donó su excelente biblioteca cervantina para que fuera la sólida<br />

base sobre la que se constituyera —con la participación del Gobierno<br />

del estado de Guanajuato y de la Universidad de Guanajuato, además obviamente<br />

del propio don Eulalio— un Centro de Estudios Cervantinos,<br />

que es hoy una realidad, precisamente aquí, como anexo del Museo Iconográfico<br />

del Quijote, y que es ya, además, desde el año pasado, sede de la<br />

Red Cervantina Mundial.<br />

Termino ofreciendo nuevamente disculpas a los autores de los textos<br />

por no haberme referido a ellos con mayor amplitud. Sin embargo, estoy<br />

casi seguro de que, si ellos hubieran presentado el libro, habrían hecho lo<br />

mismo que yo: reconocer públicamente, con verdadero agradecimiento,<br />

la interminable, entusiasta e inteligente generosidad de don Eulalio Ferrer,<br />

Quijote Mayor de nuestros tiempos. Dios lo conserve muchos años,<br />

que buena falta hacen, para nuestra descuidada educación nacional, personas<br />

como él. Muchas gracias.


Abad, Diego José: 382<br />

Abreu Gómez, Ermilo: 31, 52, 278, 279,<br />

280, 281, 282, 284, 285, 286<br />

Acevedo Escobedo, Antonio: 74<br />

Acosta, Joseph de: 200, 235, 235n<br />

Agenjo Bullón, Xavier: 26, 51<br />

Agustín, san: 368<br />

Alarcón y Mendoza, Juan Ruiz de: 360<br />

Alatorre, Antonio: 211, 237n<br />

Alba, Alfonso de: 343<br />

Alcalá, Manuel: 44, 44n, 57, 409, 410<br />

Alceo: 283<br />

Alcina Franch, Juan: 288, 294<br />

Alegre, Francisco Xavier: 262<br />

Alejandro Magno: 179, 180, 183n, 185<br />

Alejandro VI: 235<br />

Alemán, Mateo: 364<br />

Alemán, Miguel: 341<br />

Alighieri, Dante (véase Dante Alighieri)<br />

Allaigre, Claude: 135n<br />

Alonso, A.: 53<br />

Altolaguirre, Manuel: 56<br />

Álvarez de Cañas, Pedro: 302, 303<br />

Álvarez, José Rogelio: 8, 256, 258<br />

Alzate, José María: 118<br />

Amador, Ricardo: 377<br />

Amador, Ricardo, jr.: 377<br />

Amati, Nicola: 401<br />

Ambrosio, san: 282<br />

Anda, José Guadalupe de: 211<br />

Andioc, René: 146n<br />

Anglería, Pedro Mártir de: 250, 250n<br />

Anselmo, san: 282<br />

Antigua, sor María la: 283<br />

ÍNDICE ONOMÁSTICO<br />

[415]<br />

Aponte, Bárbara B.: 25<br />

Aquino, santo Tomás de: 242, 243, 244<br />

Aragón, Louis: 199<br />

Arango y Escandón, Alejandro: 40<br />

Araujo, Nara: 303, 304, 305<br />

Arcadio Pagaza, Joaquín: 268<br />

Arciniega, Claudio de: 378<br />

Arciniegas, Germán: 51<br />

Arcipreste de Hita: 50<br />

Arenas Guzmán, Rogelio: 24n<br />

Arenas Monreal, Rogelio: 57<br />

Arguedas, José María: 210<br />

Ariosto: 401<br />

Aristóteles: 179, 180, 350, 368<br />

Arreola, Juan José: 211, 254<br />

Asturias, Miguel Ángel: 53, 294<br />

Atanasio, san: 282<br />

Augusto, César: 182<br />

Avalle-Arce, Juan Bautista: 193, 193n<br />

Aveyro, duquesa de: 316, 317<br />

Ávila Camacho, Manuel: 375, 375n,<br />

377, 393<br />

Ayala, Francisco: 177n, 186n<br />

Azar, Héctor: 40, 41, 43, 44, 44n, 45,<br />

46, 49n, 50, 72<br />

Azorín: 53<br />

Azuela, Arturo: 7, 12, 13, 14, 208, 253-<br />

256, 258, 395<br />

Azuela, Mariano: 31, 41, 52, 256, 342<br />

Azuela, Salvador: 77<br />

Bach, Juan Sebastián: 209<br />

Balbuena, Bernardo de: 234n<br />

Baldinger, K.: 145n


416 índice onomástico<br />

Ballmer, T.: 102n<br />

Bandelier, Adolph: 239n<br />

Barral, Carlos: 210, 212<br />

Barreda, Octavio G.: 52<br />

Barrie, sir James Matthew: 388<br />

Barthes, Roland: 307, 315, 319<br />

Bataillon, Laure: 52<br />

Bataillon, Marcel: 53<br />

Baudot, Georges: 111, 115n, 163n, 234,<br />

234n<br />

Baxter, Silvestre: 383, 392<br />

Baz, Gustavo: 54<br />

Beda, san: 282<br />

Belarmino, san Roberto: 282<br />

Bello, Andrés: 26, 51, 118n, 150, 288,<br />

295, 348<br />

Benedetto, Antonio di: 212<br />

Benítez, Fernando: 209, 211<br />

Benítez, Laura: 373<br />

Benjamins, John: 124n, 138n<br />

Bénnassy, Cécile: 284<br />

Bergson, Henri: 368<br />

Bernardino de Siena, san: 282<br />

Bernardo de Claraval, san: 282<br />

Bertrand, Aloysius: 42<br />

Bethel, Leslie: 160n<br />

Beuchot, Mauricio: 8, 13, 40, 234n, 367<br />

Bjøernson, Bjørnstjerne: 210<br />

Blanco Aguinaga, Carlos: 212<br />

Blanco White, José María Blanco y<br />

Crespo, llamado: 299<br />

Blanco, Andrés Eloy: 37<br />

Blanco, Lázaro: 208<br />

Blasco Ibáñez, Vicente: 344<br />

Blecua, José Manuel: 177n, 186n, 288,<br />

294<br />

Bloomfield, Leonard: 102n<br />

Boldú, Jardi: 62<br />

Bolton, Herbert Eugene: 237n<br />

Bonaparte, Paulina: 200<br />

Bonifaz Nuño, Rubén: 94, 95, 95n, 96,<br />

97, 97n, 98, 350, 354<br />

Borer, Alain: 218<br />

Borges, Jorge Luis: 23, 35, 52, 192n, 281<br />

Bosque, Ignacio: 117n, 121n, 149n, 295<br />

Bravo, María Dolores: 165n, 167<br />

Breton, André: 199<br />

Bricker, Victoria R.: 234n<br />

Brígida, santa: 283<br />

Broda, Johanna: 247n<br />

Brown, Robert: 327<br />

Buffon, Georges Louis Leclerc, conde<br />

de: 240, 240n<br />

Buñuel, Luis: 44, 211<br />

Burgos, Elizabeth: 247n<br />

Burillo Azcárraga, Alejandro: 40<br />

Burnet, John: 239n<br />

Burrus, E. J.: 369<br />

Bustamante, Carlos María de: 27<br />

Bustos, J. J.: 104n<br />

Buxó, José Pascual (véase Pascual Buxó,<br />

José)<br />

Bywater, I.: 240n<br />

Cabrera Infante, Guillermo: 301<br />

Cabrera y Pérez Salazar, Francisco José:<br />

12<br />

Cabrera, Rafael: 51<br />

Caicedo, Adolfo: 51<br />

Calleja, padre: 308, 309<br />

Calvino: 403<br />

Campo, Ángel de: 344<br />

Campos de la Rosa, Rosa: 54, 59<br />

Campos, Rubén M.: 344<br />

Cantarero, Margarita: 117n<br />

Capet, Hughes: 70<br />

Carballo, Emmanuel: 23, 59, 207, 342,<br />

348


índice onomástico 417<br />

Cárdenas de la Peña, Enrique: 8, 13, 253<br />

Cardona Peña, Alfredo: 23<br />

Cardoza y Aragón, Luis: 53<br />

Carjat (fotógrafo): 219<br />

Carlos III: 261<br />

Carminatti, Graciela: 211<br />

Carpentier, Alejo: 12, 195, 196, 196n,<br />

197, 197n, 198, 198n, 199, 199n,<br />

200, 201, 202, 203, 203n, 204,<br />

300, 301, 303<br />

Carranza, Jerónimo de: 309<br />

Casal, Julián del: 50<br />

Casares, Bioy: 35<br />

Caso, Alfonso: 246n<br />

Caso, Antonio: 52, 343<br />

Cassirer, Ernst: 247, 247n, 249<br />

Castañón, Adolfo: 8, 11, 14, 15, 21, 22n,<br />

42n, 43n, 51, 53, 61, 62, 63, 64,<br />

65, 66, 67, 68, 71, 72, 375<br />

Castañón Rodríguez, Jesús: 63, 71<br />

Castillo Ledón, Luis: 343<br />

Castro, Américo: 194<br />

Castro Gutiérrez, Felipe: 164<br />

Castro Leal, Antonio: 55, 58, 274, 275,<br />

277, 382, 390, 390n, 392<br />

Castro Pallares, Salvador: 268<br />

Catón: 178, 179, 185<br />

Catulo: 95<br />

Cavo, Andrés: 262<br />

Cayo Aelius Gallus: 80<br />

Celano, Tomasso di: 282<br />

Celorio, Gonzalo: 7, 12, 13, 14, 16, 167,<br />

195, 297<br />

Ceniceros, José Ángel: 40n<br />

Cernuda, Juan: 220<br />

Cernuda, Luis: 55<br />

Cervantes, Miguel de: 14, 16, 17, 78, 89,<br />

177, 177n, 178, 179, 180, 181, 182,<br />

183n, 184, 186, 186n, 187n, 189,<br />

192, 192n, 194, 198, 204, 283,<br />

358n, 364, 395, 396, 397, 398,<br />

399, 400, 401, 402, 403, 404,<br />

405, 409, 411<br />

Cervantes de Salazar, Francisco: 267<br />

César: 95, 185<br />

Champion, Honoré: 27n<br />

Chateaubriand, François René, vizconde<br />

de: 25, 32<br />

Chávez Morado, José: 412<br />

Chávez Pérez, Fidel: 58<br />

Chesterton, Gilbert K.: 299<br />

Chirico, Giorgio de: 199<br />

Chumacero, Alí: 7, 12, 45, 58, 216<br />

Cicerón, Marco Tulio: 355<br />

Cioran, E. M.: 35<br />

Clark de Lara, Belem: 22n, 100n<br />

Clavijero, Francisco Xavier: 236, 240,<br />

240n, 241, 241n, 242n, 244, 245,<br />

261, 262, 367<br />

Clearco Meonio: 268<br />

Colombo, Fulvia: 126n, 155<br />

Colón, Cristóbal: 197<br />

Company, Concepción: 8, 11, 15, 93,<br />

100n, 104n, 117n, 120n, 124n,<br />

125n, 136n, 145n, 151n, 169, 170,<br />

171, 172, 173, 174<br />

Contini-Morava, E.: 164<br />

Cope, R. Douglas: 162n<br />

Copérnico, Nicolás: 232, 240n<br />

Corina: 283<br />

Cornelio Galo: 283<br />

Corominas, Joan: 113n<br />

Coronel, Rafael: 412<br />

Cortázar, Julio: 25<br />

Cortés, Hernán: 42, 133, 133n, 250<br />

Corzas, Francisco: 412<br />

Cosío Villegas, Daniel: 56, 285<br />

Couttolenc, Gustavo: 8, 13, 259, 277


418 índice onomástico<br />

Covarrubias, Sebastián de: 313, 359<br />

Cravioto, Alfonso: 343<br />

Cristophe, Henri: 200<br />

Cruz, Juan: 211<br />

Cruz, san Juan de la: 274<br />

Cruz, sor Juana Inés de la: 13, 50, 232,<br />

273, 278, 279, 280, 281, 282, 284,<br />

285, 286, 307, 308, 308n, 309,<br />

309n, 310, 311n, 312, 313, 314,<br />

315, 316, 316n, 317, 318, 382, 389<br />

Cuenca, Agustín R.: 382<br />

Cuervo, Rufino José: 113n, 150n, 288,<br />

295<br />

Cuesta, Jorge: 345<br />

Cuevas, Mariano: 240n<br />

Curiel, Fernando: 22, 22n, 24, 52, 54,<br />

57, 348<br />

Dante Alighieri: 361, 368, 382<br />

Darío, Rubén: 45, 50, 179, 274<br />

Dasher, Richard: 138n<br />

Daudet, Alphonse: 343<br />

Dávila Garibi, J. Ignacio: 110n<br />

Debussy, Claude: 209<br />

Delicado, Francisco: 135n<br />

Demócrito: 283<br />

Demonte, Violeta: 117n, 121n, 149n, 295<br />

Deniz, Gerardo: 24, 59<br />

Desan, Philipe: 27n<br />

Díaz Arciniega, Víctor: 22n, 28n, 51, 59<br />

Díaz Cíntora, Salvador: 15, 40, 167<br />

Díaz de León, Fernando: 23n<br />

Díaz del Castillo, Bernal: 195, 195n<br />

Díaz Mirón, Salvador: 274, 275, 276,<br />

277<br />

Díaz y de Ovando, Clementina: 7, 73,<br />

375, 383<br />

Didier, Marcel: 53<br />

Diego, Eliseo: 297, 298, 299, 300<br />

Diego, Eliseo Alberto (Lichi) (véase<br />

Eliseo Alberto)<br />

Diego, Fefé: 298<br />

Diels, H.: 240n<br />

Díez-Canedo, Enrique: 29, 44, 53, 55<br />

Dinesen, Isak: 69<br />

Diógenes Laercio: 283<br />

Doctor Atl: 381<br />

Doctor Navarro (véase Ulzúrrum,<br />

Miguel de)<br />

Domínguez, Christopher: 342<br />

Dowling, John: 146n<br />

Dumas, Alexandre: 70<br />

Dumézil, Georges: 246, 247n, 249<br />

Dunstan, Florence Johnston: 346<br />

Edmonson, Munro S.: 234n<br />

Eguiara y Eguren, Juan José de: 236,<br />

237, 237n<br />

Einstein, Albert: 321, 322, 323, 324,<br />

325, 326, 327, 328, 330, 331, 332,<br />

333, 334, 336, 338, 340<br />

Einstein, Eduardo: 325<br />

Einstein, Elsa: 324<br />

Einstein, Ilsa: 325<br />

Eliade, Mircea: 246, 247n, 249<br />

Eliot, Thomas Steams: 216<br />

Eliseo Alberto: 298, 300<br />

Elizondo, Salvador: 7, 211<br />

Ellison, Ralph: 25<br />

Eluard, Paul: 199<br />

Enrique IV: 38<br />

Enríquez Perea, Alberto: 22, 25, 37n,<br />

52, 53, 54, 55, 56<br />

Erasmo: 25<br />

Ercilla, Alonso de: 211<br />

Ernout, A.: 242, 242n<br />

Esgueva, Manuel: 117n<br />

Esopo: 178


índice onomástico 419<br />

Espejo, Beatriz: 58<br />

Esquilo: 275<br />

Estacio: 280, 281<br />

Estrada, Genaro: 29, 42, 52, 382, 383,<br />

389, 389n, 390<br />

Eurípides: 95<br />

Fabela, Isidro: 77<br />

Fabio: 384, 392<br />

Fabri, Manuel: 262<br />

Farías, María del Carmen: 44<br />

Fell, Claude: 22, 53, 55<br />

Fénix: 352<br />

Fernández, Justino: 383, 386<br />

Fernández de Andrada, Andrés: 384<br />

Fernández de Lizardi, José Joaquín: 44,<br />

119, 347, 348<br />

Fernández de Moratín, Leandro: 146n<br />

Fernández de Oraz, Juan: 123<br />

Fernández de Santa Cruz, obispo Manuel:<br />

307, 310<br />

Fernández Granados, Enrique: 74<br />

Fernández Ledesma, Enrique: 283<br />

Fernández MacGregor, Genaro: 343,<br />

280<br />

Fernández Soriano, Olga: 289, 289n,<br />

290, 290n, 294n, 295<br />

Fernández-Ordóñez, Inés: 149n<br />

Fernando de Aragón: 304<br />

Ferrer, Eulalio: 8, 14, 40, 73, 410, 411,<br />

412, 413<br />

Fierro, Julieta: 8, 13, 14, 15, 321<br />

Fix Zamudio, Héctor: 88<br />

Flores, Marcela: 145n, 146, 146n, 147<br />

Florescano, Enrique: 161n, 162n, 164<br />

Forradellas, Joaquín: 187n<br />

Fortunato, Venancio: 282<br />

Foulché-Delbosc, Raymond: 53, 54<br />

Frankfort, H. A.: 239n<br />

Frazer, James George: 233<br />

Freedman, Ralph: 217<br />

Frenk, Margit: 8, 13, 16, 177n, 186,<br />

186n, 341, 357<br />

Frost, Elsa Cecilia: 8, 12<br />

Fuente, Beatriz de la: 385<br />

Fuente, Vicente de la: 133n<br />

Fuentes, Carlos: 24, 44, 52, 216, 294<br />

Fuentes, Ricardo: 52<br />

Furman, Rosa: 44<br />

Galileo: 240n, 400, 402<br />

Gallegos Rocafull, José María: 235n<br />

Gallegos, Rómulo: 37, 294<br />

Gamboa, Federico: 344<br />

Gaos, José: 55<br />

Garcés, fray Julián: 261, 267<br />

García, Érica C.: 145n<br />

García Cantú, Gastón: 29, 35<br />

García Fernández, Jesús: 239n<br />

García Icazbalceta, Joaquín: 40, 234,<br />

234n, 235n<br />

García Lorca, Federico: 37, 56, 303, 304<br />

García Márquez, Gabriel: 215<br />

García Marruz, Bella: 298, 299<br />

García Martínez, Bernardo: 160, 160n<br />

García Naranjo, Nemesio: 278<br />

García Ramírez, Fernando: 59<br />

García Rubial, Antonio: 162n<br />

García Terrés, Jaime: 40<br />

García Turza, Claudio: 127n<br />

Garciadiego, Javier: 22n, 27, 28n, 39n,<br />

54, 56, 57<br />

Garcilaso: 211<br />

Garibay, Ángel María: 92, 235n<br />

Garibay, Ricardo: 44<br />

Garrido, Felipe: 8, 12, 15, 16, 192, 192n,<br />

220, 237n<br />

Garrido, Luis: 77


420 índice onomástico<br />

Garza Cuarón, Beatriz: 234, 234n<br />

Garza González, Eloy: 24n, 59<br />

Garza, Mercedes de la: 234n<br />

Gascón, Elvira: 412<br />

Gaucher-Morales, Jeanine: 55<br />

Gelman, Juan: 45<br />

Genovés, Santiago: 209<br />

Gerbi, Antonello: 237, 237n<br />

Gertrudis, santa: 283<br />

Giardinelli, Mempo: 211<br />

Gili Gaya, Samuel: 105n, 288, 295<br />

Girón, J. L.: 104n<br />

Gironella, Alberto: 412<br />

Giusti, Roberto E.: 56<br />

Glantz, Margo: 8, 13, 14, 16, 167, 307<br />

Gómez de Cervantes, María Anna: 123<br />

Gómez de Silva, Guido: 8<br />

Gómez Robledo, Alonso: 372<br />

Gómez Robledo, Antonio: 13, 77, 234n,<br />

266, 273, 274, 278, 367, 367n,<br />

368, 368n, 369, 370, 371, 372, 373<br />

Gonzalbo, Pilar: 162n, 165n<br />

González, José Luis: 209, 239n<br />

González, Luis: 383<br />

González Acosta, Alejandro: 22, 56,<br />

300, 301, 303<br />

González Casanova, Henrique: 209<br />

González de León, Teodoro: 384, 385,<br />

386<br />

González de Mendoza, José María: 54<br />

González Gallo, Jesús: 377<br />

González García, Marta I.: 26n<br />

González Gortazar, Fernando: 377<br />

González León, Francisco: 342<br />

González Martínez, Enrique: 51, 54,<br />

266, 382<br />

González Peña, Carlos: 32, 234, 234n,<br />

341, 342, 343, 344, 345, 346,<br />

347, 348<br />

González Retamar, Roberto: 51<br />

Gorgias de Leontino: 355<br />

Gorostiza, Celestino: 51, 55, 74<br />

Gorostiza, José: 51, 217<br />

Gorostiza, Paloma: 56<br />

Gortari, Eli de: 239n<br />

Gourmont, Remy de: 346<br />

Grandes, Almudena: 140, 140n<br />

Granja, conde de la: 316, 319<br />

Grossmann, Marcel: 323<br />

Gruyter, Walter de: 102n<br />

Guevara, Andrés de: 262<br />

Guillén, Claudio: 177n, 186, 186n, 195<br />

Guillén, Federico: 52<br />

Gutenberg, Johannes Gensfleish, llamado:<br />

361<br />

Gutiérrez Girador, Rafael: 59<br />

Gutiérrez Hermosillo, Alfonso: 283<br />

Gutiérrez Nájera, Manuel: 42, 45, 49,<br />

49n, 50<br />

Gutiérrez-Vega, Zenaida: 22, 54<br />

Guzmán, Martín Luis: 52, 54, 217, 256,<br />

343, 382<br />

Guzmán, Nuño de: 211<br />

Hachette, Santiago: 56<br />

Haiman, John: 102n<br />

Hammett, Brian: 162n<br />

Hamsun, Knut: 210<br />

Hauptmann: 210<br />

Havelock, Erik: 359<br />

Hegel, Friedrich: 200<br />

Heidegger, Martin: 242<br />

Henestrosa, Andrés: 7, 67, 91, 286<br />

Henríquez Ureña, Max: 56<br />

Henríquez Ureña, Pedro: 26, 32, 33, 35,<br />

53, 54, 382, 389<br />

Heráclito: 239, 240, 243, 283<br />

Heredia Correa, Roberto: 234n, 370


índice onomástico 421<br />

Heredia, José María: 50, 382<br />

Hernández Sánchez Barba, Mario: 133n<br />

Hernández Triviño, Ascensión: 234n<br />

Hernández, Efrén: 211<br />

Hernández, Francisco: 218<br />

Herrán, Saturnino: 387, 392<br />

Herrera Zapién, Tarsicio: 7, 12, 13, 15,<br />

177, 273<br />

Herrera, Alejandro: 373<br />

Hesíodo: 350<br />

Hidalgo y Costilla, Miguel: 14<br />

Hilario, san: 282<br />

Hindemith: 209<br />

Homero: 95, 179, 180, 275<br />

Horacio: 95, 95n, 178, 264, 265, 274,<br />

275, 286<br />

Hornedo Rocha, Braulio: 60<br />

Houvenaghel, Eugenia: 24n, 58<br />

Huerta, David: 40<br />

Huerta, Norohella: 124, 124n<br />

Humboldt, Alexander von: 68, 238,<br />

238n<br />

Humboldt, Wilhelm von: 245n<br />

Ibáñez, Juan: 44<br />

Ibarbourou, Juana de: 54<br />

Icaza, Xavier: 56<br />

Iduarte, Andrés: 51<br />

Ignacio de Antioquía, san: 282<br />

Ildefonso, san: 283<br />

Ilich, Ivan: 26, 26n<br />

Inclán, Luis G.: 122, 341, 382<br />

Infeld, Leopold: 326<br />

Irwin, W. A.: 239n<br />

Isaac, Alberto: 211<br />

Isabel de Castilla: 304<br />

Jacobsen, T.: 239n<br />

Jaeger, Werner: 239, 239n<br />

James Frazer, George: 249<br />

Jeannet, Fredéric-Yves: 219<br />

Jiménez Rueda, Julio: 234, 234n<br />

Jiménez, Juan Ramón: 53, 55, 303<br />

Juan Carlos I: 300<br />

Julio César: 179, 180, 181n, 185, 283<br />

Junco, Alfonso: 265<br />

Jurafsky, Daniel: 139n<br />

Kahlo, Guillermo: 377<br />

Kany, Charles: 288n, 295<br />

Keats, John: 43<br />

Keller, Rudi: 102n<br />

Kepler, Johannes: 326, 402<br />

Kino, Eusebio Francisco: 211, 237, 237n<br />

Kircher, Athanasius: 237<br />

Kirk, G. S.: 239n<br />

Kock, Paul de: 46<br />

Kossuth, Hélène: 47<br />

Krauze, Enrique: 28<br />

Kubler, George: 384, 385<br />

Labastida, Jaime: 7, 13, 14, 16, 231,<br />

238n, 239n<br />

Lacedemonia, Quilón de: 239<br />

Lacordaire, Henri: 273<br />

Lagerkvist, Par: 210<br />

Lagerlöf, Selma: 210<br />

Laguna, marquesa de la: 314, 318<br />

Laín Entralgo, Pedro: 192n<br />

Lancaster y Cárdenas, María Guadalupe<br />

de: 316<br />

Lapesa, Rafael: 145n, 117n, 173<br />

Lara Zavala, Hernán: 298, 300<br />

Lara, Juan Jacobo de: 54<br />

Larbaud, Valery: 53<br />

Las Casas, fray Bartolomé de: 200, 211,<br />

232, 250, 261, 267, 371, 386<br />

Lázaro Carreter, Fernando: 187n, 409


422 índice onomástico<br />

Leenhardt, Maurice: 243n<br />

Lehmann, W. P.: 138n<br />

Leibniz, Gottfried Wilhelm: 243<br />

León, fray Luis de: 269<br />

León-Portilla, Miguel: 7, 11, 14, 73, 77,<br />

87, 233, 234n, 244n, 245, 245n<br />

Lerdo de Tejada, Sebastián: 40<br />

Lévi-Strauss, Claude: 249<br />

Lévy-Bruhl, Lucien: 243, 243n, 244,<br />

248, 249<br />

Lezama Lima, José: 297<br />

Lichi (véase Eliseo Alberto)<br />

Lira, Andrés: 55<br />

Lira, Miguel N.: 55<br />

Lizalde, Eduardo: 45<br />

Lladó, José: 377<br />

Llull, Ramón: 196<br />

Loaeza Álvarez, Soledad: 43n<br />

Loaeza, Guadalupe: 140, 140n<br />

Lockhardt, James: 387<br />

Lope Blanch, Juan M.: 116<br />

Lope de Vega (véase Vega y Carpio, Félix<br />

Lope de)<br />

López Austin, Alfredo: 211<br />

López Cámara, Margo: 239n<br />

López Cerezo, José A.: 26n<br />

López de Gómara, Francisco: 118<br />

López de Úbeda, Francisco: 44<br />

López Morales, Humberto: 107<br />

López Velarde, Ramón: 217, 341<br />

Loynaz, Carlos Manuel: 303<br />

Loynaz, Dulce María: 297, 300, 301,<br />

302, 303, 304, 305<br />

Loynaz, Enrique: 303<br />

Loynaz, Flor: 303<br />

Loynaz del Castillo, Enrique: 303<br />

Lucrecio: 95<br />

Luisce, José: 376<br />

Luquín, Eduardo: 17<br />

Lutero, Martín: 250, 403<br />

Mac Andrew, John: 384, 385<br />

Machado, Antonio: 411<br />

Machado, Gerardo: 198<br />

Mackandal: 200, 202, 203<br />

Madariaga, Salvador de: 204, 204n<br />

Madero, Francisco I.: 28<br />

Madrid, Miguel de la: 45<br />

Maestre, Agapito: 59<br />

Magdaleno, Mauricio: 74, 254, 259, 345<br />

Mail, Ian: 210<br />

Malkiel, Yakov: 138n<br />

Mallarmé, Stephane: 217<br />

Mañach, Jorge: 56<br />

Mancera, virrey de: 308<br />

Mancing, Howard: 193n<br />

Mandeville, Bernard de: 23<br />

Maneiro, José Luis: 262<br />

Manrique de Lara, María Luisa: 316<br />

Manrique, Leonardo: 234n<br />

Mansour, Mónica: 206<br />

Maquiavelo, Nicolás: 368<br />

Maric, Mileva: 323<br />

Mariscal, Ignacio: 74, 77<br />

Márquez, Luis: 377<br />

Márquez, Pedro José: 262<br />

Martí, José: 37, 51<br />

Martín Caballero, san: 411<br />

Martínez, José Luis: 7, 11, 22, 22n, 23,<br />

25, 26, 27n, 36, 40, 45, 49, 49n,<br />

51, 53, 57, 58, 61, 73, 93, 254, 258,<br />

343, 375, 376, 377, 378, 386, 393<br />

Martínez, Luis María: 377<br />

Martínez Carrizales, Leonardo: 22,<br />

24n, 51, 57<br />

Martínez Peñalosa, Porfirio: 410Marvell,<br />

Andrew: 299<br />

Mastrangelo, Stella: 30n, 59


índice onomástico 423<br />

Mateo, san: 178, 178n<br />

Maza, Francisco de la: 309n, 383<br />

Meillet, A.: 242, 242n<br />

Mejía Sánchez, Ernesto: 23, 58<br />

Meléndez, Concha: 33, 33n, 57<br />

Melis, Chantal: 100n<br />

Mello, George de: 120n<br />

Méndez, María: 111, 115n, 163n<br />

Méndez Plancarte, Alfonso: 13, 259,<br />

273, 274, 275, 276, 277, 278, 279,<br />

280, 281, 282, 284, 285, 286, 314<br />

Méndez Plancarte, Gabriel: 13, 240n,<br />

259, 261, 262, 264, 265, 266, 267,<br />

268, 269, 278, 286<br />

Menegus, Margarita: 161n, 162n, 164<br />

Menéndez, Francisco: 196<br />

Menéndez Pidal, Ramón: 53, 104n<br />

Menéndez y Pelayo, Marcelino: 26<br />

Mérida, Carlos: 412<br />

Michelson, Albert Abraham: 324<br />

Mier, fray Servando Teresa de: 372<br />

Miguel Ángel: 322<br />

Millán, Marco Antonio: 211<br />

Millares Carlo, Agustín: 52, 237n, 250n<br />

Mimnermo (poeta): 352<br />

Minkowski, Hermann: 322<br />

Miño Grijalva, Manuel: 160n, 161n, 162n<br />

Mistral, Gabriela: 56, 266, 303<br />

Moctezuma Ilhuicamina: 40, 42, 110<br />

Molina, Alonso de: 245, 245n<br />

Molinari, Ricardo E.: 56, 390<br />

Monsiváis, Carlos: 207<br />

Montaigne, Michel Eyquem de: 27, 27n,<br />

38, 62, 65, 66, 67<br />

Montemayor, Carlos: 7, 13, 15, 91, 211,<br />

349<br />

Monterde, Francisco: 31, 40, 41, 42, 57,<br />

72, 234, 234n, 383<br />

Montero Torres, Tomás: 377<br />

Monterroso, Tito: 209<br />

Montesinos, fray Antonio de: 211<br />

Morales, Alfredo O.: 55<br />

Moreno, Pedro: 342<br />

Moreno, Rafael: 240n<br />

Moreno Cora, Silvestre: 14<br />

Moreno de Alba, José G.: 7, 12, 13, 14,<br />

16, 40, 73, 93, 104n, 107, 125n,<br />

126, 126n, 127, 150, 150n, 153n,<br />

154n, 166n, 167, 169, 287, 409<br />

Moreno de los Arcos, Roberto: 162n,<br />

240n<br />

Morgan, Lewis H.: 239, 239n<br />

Morley, Edward: 324<br />

Moro, Tomás: 267<br />

Morones, Armando: 247n<br />

Mota, Manuela: 23, 35<br />

Motolinía: 211<br />

Moyano, Daniel: 211, 212<br />

Munguía, Enrique: 216<br />

Muñoz de Castro, Pedro: 307, 310<br />

Murillo, Gerardo (véase Doctor Atl)<br />

Nadal, Jerónimo: 279<br />

Nállim, Carlos Horacio: 192n<br />

Nance, Gusta Barfield: 346<br />

Nava, Gabriela: 193n<br />

Navarrete, fray Manuel de: 382<br />

Navarro, Bernabé: 237n, 240n<br />

Nebrija, Antonio de: 159<br />

Negrín, Edith: 24n<br />

Nepomuceno, Eric: 211<br />

Neruda, Pablo: 45<br />

Nerval, Gérard de: 49<br />

Nervo, Amado: 22n, 41, 45, 55, 274<br />

Néstor: 352<br />

Newton, Isaac: 240n, 325, 326, 331,<br />

332, 333<br />

Niemeyer, Max: 145n


424 índice onomástico<br />

Nierman, Leonardo: 412<br />

Noriega, Alfonso: 77<br />

Novo, Salvador: 44, 53, 375, 375n, 393<br />

Obregón, Álvaro: 28<br />

Obregón, Gonzalo: 378n<br />

Ocampo, Victoria: 52<br />

Ochiai, Kazuyasu: 247n<br />

O’Gorman, Edmundo: 196, 196n,<br />

235n, 250n<br />

Oliva de Coll, Josefina: 245n<br />

Olmos, fray Andrés de: 235, 235n, 237,<br />

238<br />

Onetti, Juan Carlos: 215, 220<br />

Ong, Walter: 357, 357n, 358<br />

Orfila Reynal, Arnaldo: 37<br />

Orozco, José Clemente: 387<br />

Ortega Ramírez, Patricia: 59<br />

Ortega y Gasset, José: 53<br />

Ostiense, el: 371<br />

Otálora, Graciela: 126, 126n<br />

Otheguy, Ricardo: 164<br />

Othón, Manuel José: 32, 43, 45<br />

Ovidio: 95, 179, 180, 181, 181n, 275,<br />

281, 351, 353, 354, 363<br />

Owen, Gilberto: 55<br />

Pacheco de Narváez, Luis: 309<br />

Pacheco, José Emilio: 28, 28n, 33, 58,<br />

74<br />

Palou, Pedro Ángel: 44n<br />

Panabiére, Louis: 61<br />

Paredes, condesa de: 316<br />

Parodi, Alejandro: 208<br />

Pascal, Blas: 368<br />

Pascual, José Antonio: 113n, 177n, 186n<br />

Pascual Buxó, José: 7, 16, 73-74, 311<br />

Paso y Troncoso, Francisco del: 235n<br />

Pater, Walter: 382<br />

Patout, Paulette: 22, 25, 53<br />

Paulino de Nola, san: 282<br />

Pauw, Cornelius de: 240, 241<br />

Paz, Marie-José: 43, 66<br />

Paz, Octavio: 32, 37, 37n, 42, 43, 43n,<br />

53, 59, 62, 66, 68, 251, 284, 285,<br />

410<br />

Pedro Crisólogo, san: 282<br />

Pellicer, Carlos: 51, 55<br />

Peña, Ernesto de la: 8<br />

Peña, Juan: 35<br />

Peña, Rafael Ángel de la: 118n<br />

Perea, Héctor: 52, 59<br />

Péret, Benjamin: 199<br />

Pérez, Pedro Alonso: 377<br />

Pérez Herrero, Pedro: 162n<br />

Pérez Martínez, Héctor: 31<br />

Pérez Porrúa, José Antonio: 256<br />

Pérez Tamayo, Ruy: 7, 14, 15, 93<br />

Pessoa, Fernando: 220<br />

Petronio: 351<br />

Picallo, Carme: 121n<br />

Picasso, Pablo: 199<br />

Picón Salas, Mariano: 55<br />

Piera, Héctor: 117n<br />

Pimentel, Francisco: 234, 234n<br />

Píndaro: 275<br />

Pitágoras: 399<br />

Pitol, Sergio: 14<br />

Piveteau, Jean: 240n<br />

Planck, Max: 328<br />

Platón: 196, 368<br />

Plutarco: 179<br />

Poniatovska, Elena: 23<br />

Poot, Sara: 316n<br />

Popovic, Pol: 58<br />

Porrúa, José: 250n<br />

Pound, Ezra: 217<br />

Preuss, Konrad Theodor: 247n


índice onomástico 425<br />

Príamo: 352, 353<br />

Prieto, Guillermo: 46<br />

Publio Virgilio Marón (véase Virgilio)<br />

Puig Cassauranc, Manuel: 346<br />

Quevedo y Villegas, Francisco de: 364<br />

Quijano, Alejandro: 74, 77<br />

Quinto Ennio: 242<br />

Quirarte, Vicente: 7, 12, 13, 16, 167,<br />

214, 341<br />

Quiroga, Vasco de: 211, 261, 267<br />

Rabasa, Emilio: 77, 341<br />

Rall, Dietrich: 208<br />

Ramírez, Diego: 386<br />

Ramírez, Olivia: 253<br />

Ramírez, Román: 361<br />

Ramos Sucre, José Antonio: 37, 56<br />

Ramuz, Charles Ferdinand: 210<br />

Rangel Guerra, Alfonso: 22n, 24, 25,<br />

25n, 57, 59<br />

Raven, J. E.: 239n<br />

Reborca, Roberto: 62<br />

Redmond, Walter: 373<br />

Rejano, Juan: 53, 211<br />

Revueltas, José: 254, 256<br />

Rey, Alain: 61<br />

Reyes, Bernardo: 28, 33, 34<br />

Reyes, Bulmaro: 95<br />

Reyes Ferreira, Jesús: 412<br />

Reyes Mota, Alicia: 23, 23n, 26, 27, 51,<br />

53, 58, 60<br />

Reyes Trigos, Claudia: 58<br />

Reyes, Alfonso: 11, 16, 21, 22, 22n, 23,<br />

23n, 24, 24n, 25, 25n, 26, 26n, 27,<br />

27n, 28, 28n, 29, 29n, 30, 30n, 31,<br />

32, 33, 33n, 34, 34n, 35, 35n, 36,<br />

36n, 37, 37n, 38, 39, 39n, 41, 43,<br />

44, 44n, 51, 52, 53, 54, 55, 57, 58,<br />

59, 62, 65, 69, 71, 72, 277, 343,<br />

381, 381n, 382, 387, 388, 393<br />

Reyna Vázquez, Paloma: 101<br />

Reyna, Casiodoro de: 378<br />

Reynoso, Jeanett: 107, 109, 110n, 111,<br />

139n, 141, 141n, 142, 163n<br />

Ribera, fray Payo de: 311, 312<br />

Ricard, Robert: 385<br />

Rico, Francisco: 186n, 187n, 188n, 193<br />

Riesman, David: 358<br />

Rigau, Gemma: 121n<br />

Riley, Edward C.: 193<br />

Rimbaud, Arthur: 218, 219<br />

Ripaldo, Ricardo: 58<br />

Riquer, Martín de: 177n, 186n, 192<br />

Riva Palacio, Vicente: 382<br />

Rivera, Agustín: 342<br />

Robles, Fernando: 210, 211<br />

Robles, Oswaldo: 234n, 370<br />

Roces, Wenceslao: 239n<br />

Rodas, Apolonio de: 283<br />

Rodin, Augusto: 379, 379n<br />

Rodó, José Enrique: 55<br />

Rodríguez, Nieves: 194<br />

Rodríguez Garrido, José Antonio: 307,<br />

308n, 310, 310n<br />

Rodríguez Luna, Antonio: 54<br />

Rodríguez Monegal, Emir.: 55<br />

Rodríguez Pedrozo, Manuel: 123<br />

Rodríguez Prampolini, Ida: 196, 196n<br />

Rojas González, Francisco: 254<br />

Rojas, Fernando de: 133n<br />

Rojo, Guillermo: 177n, 186n<br />

Romero Flores, Rubén: 254<br />

Ronsard, Pierre de: 362<br />

Rosa, Guimarães: 210<br />

Rosciate, Alberico de: 81<br />

Rossetti, Gabriel: 382<br />

Rotterdam, Erasmo de: 267


426 índice onomástico<br />

Rousseau, Jean-Jacques: 61, 200<br />

Rubín, Ramón: 206<br />

Ruffinelli, Jorge: 212<br />

Rufo, Juan: 363<br />

Ruiz Cortines, Adolfo: 40n<br />

Ruiz de Alarcón y Mendoza, Juan (véase<br />

Alarcón y Mendoza, Juan Ruiz de)<br />

Rulfo, Juan: 12, 205, 206, 207, 208,<br />

209, 210, 211, 212, 213, 214, 215,<br />

216, 217, 218, 219, 220, 222, 224,<br />

225, 254, 256, 297, 298<br />

Sabat, Georgina: 316<br />

Sábato, Ernesto: 220<br />

Sabido, Miguel: 44<br />

Sabines, Jaime: 45, 209<br />

Saborit, Antonio: 54<br />

Sadoul, Georges: 199<br />

Sáenz de Santa María, Carmelo: 234n<br />

Sahagún, fray Bernardino de: 211, 235,<br />

235n, 237, 238<br />

Saint-Victor, Hugo de: 26, 26n<br />

Sáinz, Gustavo: 117<br />

Salado Álvarez, Victoriano: 341<br />

Salazar Mallén, Rubén: 216<br />

Salceda, Alberto G.: 273, 285<br />

Sánchez Arteche, Alfonso: 279, 285<br />

Sánchez Méndez, Juan P.: 118n<br />

Santos Caballero (seudónimo de Manuel<br />

Toussaint): 388<br />

Scarlatti: 209<br />

Schneider, Luis Mario: 43, 56, 387, 388,<br />

389n, 393<br />

Schoell, F.: 238n<br />

Schönberg, Arnold: 209<br />

Schofield, M.: 239n<br />

Schöningh, Ferdinand: 245n<br />

Schuhardt, Hugo.: 105<br />

Segovia, Tomás: 387<br />

Séneca: 196, 355, 356<br />

Sepúlveda, Ginés de: 232<br />

Serra, fray Junípero: 211<br />

Severin, Dorothy: 133n<br />

Sevilla, Isidoro de: 26, 243<br />

Shakespeare, Willliam: 390<br />

Shelley, Percy Bysshe: 43<br />

Sheridan, Guillermo: 31<br />

Sicilia, Javier: 98n<br />

Sigüenza y Góngora, Carlos de: 165n,<br />

236, 237, 237n<br />

Sillanpää, Frans Eemil: 210<br />

Silva Herzog, Jesús: 37, 37n, 53<br />

Silva, José Asunción: 50<br />

Siméon, Remi de: 245, 245n<br />

Sócrates: 239, 368<br />

Solalinde, Antonio: 54<br />

Solís, Leopoldo: 7<br />

Soustelle, Jacques: 234n<br />

Spitzer, Leo: 194<br />

Stanton, Anthony: 22, 53<br />

Stein, Edith: 368<br />

Steiner, George: 61<br />

Stetten, Berthold von: 377<br />

Strachey, Lytton: 28<br />

Stravinsky, Ígor: 209<br />

Suárez, Jorge: 167<br />

Sueiro, Daniel: 211<br />

Suetonio: 275<br />

Sussman Goldberg, B.: 164<br />

Tablada, José Juan: 41<br />

Táboas Baylín, Susana: 289, 289n, 290,<br />

290n, 294n, 295<br />

Tácito: 275, 283<br />

Tanguy, Yves: 199<br />

Tapia Méndez, Aureliano: 22n, 53<br />

Taylor, José: 209<br />

Telemann, Georg Philipp: 209


índice onomástico 427<br />

Terencio: 265<br />

Teresa, santa: 133, 133n<br />

Théo, Louise: 47<br />

Thomson, George: 239, 239n<br />

Tibulo: 275<br />

Tirteo: 275<br />

Todi, Jacopone da: 282<br />

Tomás, santo: 368, 369<br />

Torre Villar, Ernesto de la: 7<br />

Torres Bodet, Jaime: 36, 52, 55<br />

Torri, Julio: 26, 54, 55, 343, 382<br />

Tostado (grabador): 377<br />

Toussaint, Manuel: 14, 53, 375, 377,<br />

378, 378n, 379, 379n, 380, 381,<br />

381n, 382, 383, 384, 385, 386,<br />

387, 388, 389, 389n, 390, 390n,<br />

391, 392, 393<br />

Toussaint, Margarita Latapí de: 381n,<br />

388, 393<br />

Trabulse, Elías: 8, 15, 163n<br />

Trajano: 185<br />

Traugott, Elizabeth C.: 138n<br />

Typer, Edward: 249<br />

Tzara, Tristan: 199<br />

Ulzúrrum, Miguel de (Doctor Navarro):<br />

370, 371<br />

Unamuno, Miguel de: 53, 56<br />

Urbano VIII: 283<br />

Urbina, Luis G.: 41, 345, 382<br />

Usigli, Rodolfo: 37, 44<br />

Valadés, Diego: 8, 11, 15, 73, 87, 88, 89,<br />

90, 91, 92<br />

Valadés, Edmundo: 209<br />

Valadés, fray Diego: 267<br />

Valdés, Ignacio H.: 53<br />

Valdés, Octaviano: 256, 278, 280, 286<br />

Valencia, Fernando L.: 377<br />

Valender, James: 56<br />

Valera, Cipriano de: 378<br />

Valle Inclán, J. del: 53<br />

Valle-Inclán, Ramón María del: 44<br />

Valle-Arizpe, Artemio del: 42, 52, 383<br />

Varela, Soledad: 117n<br />

Vargas Llosa, Mario: 29, 29n, 58, 177n,<br />

186n<br />

Vargas Saavedra, Luis: 56<br />

Varrón: 80<br />

Vasconcelos, José: 28, 30, 32, 53, 55, 98,<br />

98n, 343, 346, 391, 410<br />

Vázquez del Mercado, Alberto: 382,<br />

392<br />

Vázquez, Josefina Zoraida: 27<br />

Vega y Carpio, Félix Lope de: 50, 361<br />

Velasco, José María: 41<br />

Venegas, Alejo: 364<br />

Veracruz, fray Alonso de la: 232, 234,<br />

234n, 244, 250, 367, 369, 370,<br />

371, 372<br />

Vespucci, Amerigo: 200<br />

Vicente, Gil: 61, 62<br />

Victor Hugo: 275, 276, 277<br />

Vieyra, Antonio: 232<br />

Vigneault, Pilles: 61<br />

Vigueras, Alejandra: 97n<br />

Villalón, Cristóbal de: 364<br />

Villalpando, José Manuel: 28n, 57<br />

Villaseñor, Patricia: 97n<br />

Villaurrutia, Xavier: 43, 391, 392<br />

Virgilio: 39n, 95, 97n, 178, 179, 182,<br />

182n, 183n, 184n, 275, 281, 349,<br />

350<br />

Vitoria, Francisco de: 232, 250, 367,<br />

369, 370, 371, 372<br />

Vivaldi: 209<br />

Vives, Juan Luis: 267<br />

Voltaire: 21n, 65


428 índice onomástico<br />

Weber, Heinrich: 322<br />

Wei, Wang: 32<br />

Weiss, B.: 104n<br />

White, Leslie A.: 239n<br />

Wiclef, John: 371<br />

Wiemphael, Paul: 61<br />

Willis Robb, James: 25, 25n, 57, 58<br />

Wilson, J. A.: 239n<br />

Xirau, Joaquín: 239n<br />

Xirau, Ramón: 8, 59<br />

Yáñez, Agustín: 17, 253, 255, 256, 257,<br />

258<br />

Yeats, William Butler: 43, 299<br />

Yuste, Carmen: 162n<br />

Zaid, Gabriel: 22n, 33, 33n, 56, 58, 72,<br />

74, 75, 76<br />

Zaïtzeff, Serge I.: 22, 51, 52, 53, 54, 55,<br />

56<br />

Zalce, Alfredo: 412<br />

Zambrano, Gregory: 55<br />

Zambrano, María: 53, 71<br />

Zavala, Silvio: 7, 54<br />

Zavaleta, Martha: 44<br />

Zea, Leopoldo: 30<br />

Zepeda, Heraclio: 211<br />

Zepeda, Jorge: 208<br />

Zerón Medina, Fausto: 13, 15<br />

Zimmermann, K.: 145n<br />

Zola, Emile: 343<br />

Zópiro: 185<br />

Zoroastes: 397<br />

Zumárraga, fray Juan de: 261, 267, 378,<br />

380<br />

Zurasky, Elías: 14


índice General<br />

Académica<br />

Vida académica: año 2005 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11<br />

Ingresos, 11; Nombramiento de académico correspondiente, 12; Fallecimiento,<br />

12; Sesiones conmemorativas, 12; Trabajos diversos leídos en sesiones ordinarias,<br />

13; Trabajo leído en otro foro, 14; Premios y distinciones, 14; Otras actividades<br />

académicas, 15<br />

Adolfo castañón<br />

Discursos de ingreso<br />

Trazos para una bibliografía comentada de Alfonso Reyes, con especial atención<br />

a su postergada antología mexicana:“En busca del alma nacional” . . . . . . . 21<br />

José Luis martínez<br />

Respuesta al discurso anterior. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61<br />

Diego valadés<br />

La lengua del derecho y el derecho de la lengua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73<br />

Miguel león-portilla<br />

Respuesta al discurso anterior. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87<br />

Concepción company<br />

El siglo xviii y la identidad lingüística de México . . . . . . . . . . . . . . . . . 93<br />

José G. moreno de alba<br />

Respuesta al discurso anterior. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169<br />

Tarsicio herrera zapién<br />

Homenajes<br />

Por el IV centenario de la publicación<br />

de la Primera Parte del Quijote<br />

Las aventuras grecorromanas de don Quijote . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177<br />

[429]


430 índice<br />

Margit frenK<br />

Don Quijote no se llamaba “Alonso Quijano” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186<br />

Gonzalo celorio<br />

El Quijote en la concepción de lo ‘real-maravilloso americano’ de Alejo<br />

Carpentier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195<br />

Alí chumacero<br />

Cincuenta años de la publicación de la novela Pedro Páramo<br />

del académico Juan Rulfo<br />

[En homenaje a Pedro Páramo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205<br />

Arturo azuela<br />

En el cincuentenario de Pedro Páramo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208<br />

Vicente quirarte<br />

La poesía de Juan Rulfo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214<br />

Felipe Garrido<br />

Una lectura de tantas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220<br />

Trabajos diversos leídos en sesiones ordinarias<br />

Jaime labastida<br />

¿Filosofía o pensamiento mítico? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231<br />

Enrique cárdenas de la peña<br />

Ventura y aventura de un nuevo libro de Arturo Azuela . . . . . . . . . . . . . 253<br />

Gustavo couttolenc<br />

Homenaje póstumo a Gabriel Méndez Plancarte . . . . . . . . . . . . . . . . . 259<br />

Tarsicio herrera zapién<br />

Don Alfonso Méndez Plancarte, campeón de los sorjuanistas. . . . . . . . . . . 273<br />

José G. moreno de alba<br />

Habían varios que... Habemos muchos que… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287


índice 431<br />

Gonzalo celorio<br />

Dos poetas cubanos: Eliseo Diego y Dulce María Loynaz . . . . . . . . . . . . . 297<br />

Margo Glantz<br />

Las curiosas manos de una monja jerónima. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307<br />

Julieta fierro<br />

Einstein para maestros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321<br />

Vicente quirarte<br />

Carlos González Peña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341<br />

Carlos montemayor<br />

El anciano en la literatura clásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349<br />

Margit frenK<br />

Sobre la familia léxica de ‘ leer’ en los siglos xvi y xvii. . . . . . . . . . . . . . . 357<br />

Mauricio beuchot<br />

Antonio Gómez Robledo y la filosofía novohispana . . . . . . . . . . . . . . . . 367<br />

Adolfo castañón<br />

Manuel Toussaint o de la bella cosecha (1890-1955). . . . . . . . . . . . . . . . 375<br />

Arturo azuela<br />

Las ciencias de la caballería andante en el Quijote . . . . . . . . . . . . . . 395<br />

José G. moreno de alba<br />

Trabajo leído en otro foro<br />

Presentación de Don Quijote en Guanajuato . . . . . . . . . . . . . . . . 409<br />

índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415


Memorias de la Academia Mexicana de la Lengua<br />

Tomo XXXII [2005]<br />

Se terminó de imprimir en Ediciones del Lirio, S.A. de C.V.<br />

en el mes de mayo de 2010. En su composición, levantada por<br />

Gustavo Peñalosa Castro, se utilizaron los tipos de la familia<br />

Garamond en 9:13, 11:14, 12:15, 14:18 y 18:20 puntos.<br />

La edición, en tipo de papel Cromos ahuesado de 90 g,<br />

consta de 200 ejemplares y estuvo al cuidado<br />

de Maribel Madero, con la colaboración<br />

de Gustavo Peñalosa Castro<br />

y Fernando Pouliot.

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