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Vida del escudero Marcos de Obregón Vicente Espinel

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1<br />

<strong>Vida</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong><br />

<strong>Vicente</strong> <strong>Espinel</strong><br />

- I -<br />

LA nueva edición <strong>de</strong> las Relaciones <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

maestro VICENTE ESPINEL, que, ilustrada por el lápiz <strong>de</strong> Pellicer y el buril <strong>de</strong> París.<br />

Martín, Carretero y Pannemáker, ofrece hoy al público curioso la empresa que saca a luz en<br />

Barcelona la Biblioteca apellidada ARTES Y LETRAS, ocupa el número onceno en el<br />

or<strong>de</strong>n cronológico <strong>de</strong> las que <strong>de</strong> esta obra, también inmortal española se han hecho hasta<br />

ahora en castellano <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los felices días <strong>de</strong> su ingenioso autor. La primera, la más clásica<br />

<strong>de</strong> todas por el lujo y tono <strong>de</strong> sus formas tipográficas, fue la <strong>de</strong> Juan <strong>de</strong> la Cuesta, dada en<br />

Madrid a la estampa a principios <strong>de</strong> 1618. Es libro tan perfecto que ni una sola errata halla<br />

en sus páginas el más prolijo corrector. Juan <strong>de</strong> la Cuesta, al final <strong>de</strong> la Segunda parte <strong>de</strong><br />

las comedias, <strong>de</strong> Lope <strong>de</strong> Vega Carpio, publicada en el mismo año, y en nota relativa al<br />

auto <strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo <strong>de</strong> Castilla, prohibiendo introducir en el reino las ediciones fraudulentas<br />

<strong>de</strong> los libros castellanos que. al punto que en Madrid aparecían, eran reimpresos en la<br />

capital <strong>de</strong> Cataluña, en la <strong>de</strong> Aragón y aun en Navarra, hizo constar que por esta sola<br />

licencia había dado al autor cien escudos <strong>de</strong> oro: precio por aquel tiempo <strong>de</strong>sconocido para<br />

una obra <strong>de</strong> imaginación. El acuerdo <strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo no evitó que en el mismo ano se hicieran<br />

en Barcelona otras dos ediciones <strong><strong>de</strong>l</strong> libro <strong>de</strong> autor a la sazón tan famoso; las <strong>de</strong> Jerónimo<br />

Margarit y Sebastián <strong>de</strong> Cormellas: patentizando <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo modo la inmensa reputación<br />

literaria que ESPINEL, disfrutaba por Europa la traducción francesa que Vital <strong>de</strong><br />

Audiguier, señor <strong>de</strong> la Menor, en Povergue, se apresuró a arrojar en París a las prensas <strong>de</strong><br />

Petitpas, el mismo año <strong>de</strong> 1618, según Brunet (1) . No terminó el siglo XVII sin otras dos<br />

distintas ediciones castellanas: la cuarta, que Pedro Gómez <strong>de</strong> Pastrana costeó en Sevilla en<br />

1641, y la quinta, <strong>de</strong>dicada en Madrid por el impresor Gregorio Rodríguez en 1657, al Sr.<br />

D. Juan Bautista Berardo, Tesorero general <strong><strong>de</strong>l</strong> Real Consejo <strong>de</strong> las Indias.


2<br />

Rivera Valenzuela en los Diálogos <strong>de</strong> memorias eruditas para la historia <strong>de</strong> Ronda, no<br />

sólo manifestó que en su concepto se habían agotado ya hasta su tiempo doce ediciones<br />

españolas <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, sino recordó haber oído a su padre D. Bartolomé, cuya<br />

vida corrió <strong>de</strong> 1685 a 1746, que en su primera edad todos los niños llevaban este libro a las<br />

escuelas (2) . Confieso no haber sido tan feliz como el autor referido en el numeroso hallazgo<br />

<strong>de</strong> tan profusas ediciones; y aunque a la segunda parte <strong>de</strong> lo que Rivera afirma, conspira a<br />

dar cierta probabilidad <strong>de</strong> certeza la circunstancia <strong>de</strong> ser muchos los ejemplares antiguos,<br />

principalmente <strong>de</strong> la edición <strong>de</strong> Juan <strong>de</strong> la Cuesta, encontrados con rótulos manuscritos que<br />

acreditan haber pertenecido a personas que al poseerlos se hallaban recibiendo alguna<br />

instrucción, con todo ni las tiradas por aquel tiempo eran tan abundantes, ni las ediciones<br />

tan repetidas, que se brindasen a aceptar lo propuesto por Rivera Valenzuela como artículo<br />

<strong>de</strong> fe. En la Biblioteca Nacional <strong>de</strong> Madrid consta un ejemplar que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

pertenecido a Jerónimo <strong>de</strong> Salazar en el siglo XVII, era en 29 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1743<br />

propiedad <strong>de</strong> Enrique Ruiz paje <strong>de</strong> S. M. Otro que posee en su rica colección el librero<br />

Murillo, en esta corte, lleva también el reclamo manuscrito <strong>de</strong> su dueño, <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo oficio<br />

que el anterior. No obstante manténgome en mi opinión, en la cual me corrobora el hecho<br />

<strong>de</strong> que durante todo el siglo XVIII, el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> no fue reimpreso sino una sola<br />

vez, en Madrid, en 1744 (3) .<br />

Des<strong>de</strong> la séptima edición inclusive, todas las restantes son <strong><strong>de</strong>l</strong> presente siglo. Abrió la<br />

marcha en 1804 la salida en Madrid <strong>de</strong> las oficinas <strong>de</strong> D. Mateo Repullés, cuando con<br />

motivo <strong>de</strong> las Observaciones sobre el Gil Blas presentadas a la Aca<strong>de</strong>mia francesa por el<br />

español Llorente (4) , discutiose con cierto calor por toda Europa y aun por el lado <strong>de</strong> la<br />

América <strong><strong>de</strong>l</strong> Norte (5) acerca <strong>de</strong> la originalidad <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> Mr. Lesage y <strong>de</strong> los plagios<br />

hechos por el escritor transpirenaico a las <strong>de</strong> ESPINEL. Sobre esta edición, que circuló<br />

mucho por aquel tiempo, se empeñó el Sargento Mayor Algernon Langton en su traducción<br />

inglesa, publicada en Londres en 1816 (6) , y el erudito Ludwig Tieck en la alemana, que<br />

apareció en Breslau en 1827. La octava española es la <strong>de</strong> 1851 y está contenida en el tomo<br />

XVIII <strong>de</strong> la Biblioteca <strong>de</strong> Autores Españoles <strong>de</strong> D. Manuel Riva<strong>de</strong>neyra, habiendo sido en<br />

él coleccionada por el diligente académico D. Cayetano Rosell juntamente con el Quijote<br />

<strong>de</strong> Avellaneda, El Español Gerardo y la Fortuna varia <strong><strong>de</strong>l</strong> soldado Píndaro, <strong>de</strong> Céspe<strong>de</strong>s y<br />

Meneses, Los tres maridos burlados, <strong>de</strong> Tirso <strong>de</strong> Molina, y El donado hablador <strong>de</strong>


3<br />

Jerónimo <strong>de</strong> Alcalá. Finalmente los editores <strong>de</strong> las Obras, en prosa, festivas y satíricas <strong>de</strong><br />

los más eminentes ingenios españoles, publicaron en las máquinas <strong>de</strong> Narciso Ramírez, en<br />

Barcelona, en 1863, otra vez más la producción <strong>de</strong> VICENTE ESPINEL, y aun otra<br />

últimamente en Madrid, en 1868, la empresa <strong>de</strong> la Biblioteca escogida, titulada Tesoro <strong>de</strong><br />

autores españoles, con prólogo y biografía <strong>de</strong> D. Juan Cuesta Ckerner. -Tales son las diez<br />

ediciones españolas <strong>de</strong> las Relaciones <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, y aun<br />

las tres extranjeras, que conozco y prece<strong>de</strong>n a la actual.<br />

- II -<br />

Los elogios <strong>de</strong> este libro han sido siempre idénticos; pues cuantos antes y <strong>de</strong>spués, y<br />

<strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> España se han ocupado <strong>de</strong> él, le han reconocido una misma importancia<br />

en nuestra bella literatura <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo <strong>de</strong> oro bajo el cetro <strong>de</strong> los Austrias. Los primeros en<br />

encomiarlo fueron los contemporáneos <strong><strong>de</strong>l</strong> autor, aunque el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> fue <strong>de</strong> las<br />

pocas producciones literarias que se dieron a luz en el siglo XVII sin prece<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong><br />

versos laudatorios, como entonces estaba al uso, sin duda para que los prosélitos <strong>de</strong><br />

ultratumba que aun dos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte conservara Cervantes, el cual se había<br />

mofado en las entradas <strong><strong>de</strong>l</strong> Quijotes <strong>de</strong> aquella obsequiosa costumbre <strong>de</strong> ESPINEL<br />

bastábase a sí misma para su propio crédito. No obstante, al censurarla <strong>de</strong> oficio, si el abad<br />

<strong>de</strong> San Bernardo, observando que tenía doctrina moral y pintaba con <strong><strong>de</strong>l</strong>eite, auguraba sería<br />

libro <strong>de</strong> mucho provecho y gusto, y el vicario y moralidad y entretenimiento, Fray<br />

Hortensio Félix Paravicino, que también la graduó po or<strong>de</strong>n <strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo, no titubeó en<br />

<strong>de</strong>clarar explícitamente que «<strong>de</strong> los libros <strong>de</strong> este género, que parece <strong>de</strong> entretenimiento<br />

común, el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, es el que con más razón <strong>de</strong>be ser impreso, por tener el<br />

provecho tan cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong>eite, que sin perjudicar enseña y sin divertir entretiene.» En<br />

cuanto al estilo, la invención, el gusto <strong>de</strong> las cosas y la moralidad que <strong>de</strong>duce <strong>de</strong> ellas, el<br />

reverendo fraile trinitario calzado, natural <strong>de</strong> Madrid, aunque hijo <strong><strong>de</strong>l</strong> milanés D. Mucio,<br />

tesorero general <strong>de</strong> aquel Estado, entendía argüir bien la pluma que los había escrito «tan


4<br />

justamente celebrada en todas las naciones.» A mí, a lo menos, <strong>de</strong> los libros <strong>de</strong> este<br />

argumento me parece la mejor cosa que nuestra lengua tendrá.» (7)<br />

Bien que en el Índice expurgatorio <strong>de</strong> 1667 se mandas tachar y se tachara, en efecto, un<br />

breve pasaje perteneciente a la Relación tercera, Descanso quince, <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>,<br />

(8) la opinión sobre las excelencia <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> VICENTE ESPINEL perseveró conforme<br />

durante todo el siglo XVII. En ella insistió, entre otros, el canónigo magistral <strong>de</strong> la santa<br />

Iglesia <strong>de</strong> Barcelona D. Luis Pujol, cuando el obispo <strong>de</strong> aquella diócesis, D. Luis Sanz, le<br />

dio comisión <strong>de</strong> examinarla <strong>de</strong> nuevo para las reimpresiones <strong>de</strong> Margarit y <strong>de</strong> Cormellas. A<br />

Pujol pareció este libro «lleno <strong>de</strong> mucha gravedad <strong>de</strong> sentencias, con apacibles cuentos para<br />

un honesto y provechoso entretenimiento.» La escrupulosa estrechez <strong>de</strong> miras <strong>de</strong> la<br />

comisión eclesiástica encargada <strong><strong>de</strong>l</strong> Índice expurgatorio nos es hoy, bien conocida, y a<br />

ningún autor ha dañado a la larga el peso <strong>de</strong> sus censuras. A Miguel <strong>de</strong> Cervantes se le<br />

mandó borrar <strong><strong>de</strong>l</strong> capítulo XXXVI <strong>de</strong> la segunda parte <strong><strong>de</strong>l</strong> Quijote, la sencilla proposición<br />

<strong>de</strong> que, las «las obras <strong>de</strong> caridad que se hacen flojamente, no tienen mérito, ni vales<br />

nada.» En el Índice 1667 aparecen prohibidas las ediciones <strong><strong>de</strong>l</strong> Lazarillo <strong>de</strong> Tormes,<br />

anteriores a 1573, la Letanía Moral <strong>de</strong> Andrés <strong>de</strong> Claramonte, la Cárcel <strong>de</strong> amor <strong>de</strong> Diego<br />

<strong>de</strong> San Pedro, todas las obras <strong>de</strong> Fernán Pérez <strong>de</strong> la Oliva la traducción castellana <strong>de</strong> los<br />

Triunfos <strong>de</strong> Petrarca, toda la edición <strong>de</strong> la Historia Pontificial <strong>de</strong> Gonzalo <strong>de</strong> Illescas, hecha<br />

en 1573, el libro <strong>de</strong> la Veneración <strong>de</strong> Miser Gaspar Gil Polo, las novelas <strong>de</strong> Boccaccio, el<br />

tratado manuscrito <strong><strong>de</strong>l</strong> P. Juan <strong>de</strong> Mariana titulado De regimine societatis, el Ramillete <strong>de</strong><br />

flores divinas <strong>de</strong> Fray Pedro <strong>de</strong> Padilla y otras obras semejantes; a más <strong><strong>de</strong>l</strong> inmenso<br />

catálogo <strong>de</strong> las que se acordó cercenar. Por último en el ejemplar <strong>de</strong> las Rimas <strong>de</strong><br />

ESPINEL, que, habiendo pertenecido al erudito Bölh <strong>de</strong> Faber, poseyó la Biblioteca<br />

Nacional <strong>de</strong> Madrid, don<strong>de</strong> fue por mí examinado hacia 1865, y que ha <strong>de</strong>saparecido<br />

<strong>de</strong>spués, se encontraba al fó1 105 una nota manuscrita, letra <strong>de</strong> últimos <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo XVI, en<br />

que a la cabeza <strong>de</strong> la epístola al marqués <strong>de</strong> Peñafiel, se leía: « Vedado por la Inquisición y<br />

<strong>de</strong>scomunión a quien lo leyere.» Y sin embargo, examinada aquella poesía, nada se<br />

encuentra en ella, como no se encuentra nada en el pasaje <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Obregón</strong> que fue tachado, que<br />

repugne a la religión, y a las costumbres, ni que veje la fama <strong><strong>de</strong>l</strong> poeta.


5<br />

El editor anónimo <strong>de</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, en 1804 , se propuso un doble objeto con la<br />

reproducción que llevó a cabo, procurando a la vez refrigerar en nuestro público la afición y<br />

el gusto hacia las obras <strong>de</strong> lo que po<strong>de</strong>mos llamar en la literatura española nuestra<br />

antigüedad clásica. Nuestra literatura venía estando plagada, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacia un siglo, <strong>de</strong><br />

traducciones francesas. Volver por los fueros <strong><strong>de</strong>l</strong> idioma patrio, tan humillado y maltrecho<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto tiempo en que la esterilidad y el vasallaje literario nacional habían<br />

reducido nuestra capacidad a la mera tarea <strong>de</strong> importar al castellano todos los productos,<br />

buenos o malos, <strong>de</strong> otra literatura exótica, aunque a la sazón tan en boga, y <strong>de</strong>tener el<br />

torrente <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as ahora frívolas, ahora <strong>de</strong>pravadas, o cuando menos peligrosas, que por<br />

este medio se nos ingerían, pervirtiendo así los sentimientos puros y las costumbres sanas,<br />

como la imaginación por la inercia aletargada y, el habla por los extranjerismos<br />

corrompida, eran los dos dignos móviles <strong>de</strong> aquella publicación. «Reúne este libro en mi<br />

enten<strong>de</strong>r, -el editor a este respecto <strong>de</strong>cía, -las circunstancias <strong><strong>de</strong>l</strong> precepto <strong>de</strong> Horacio, que es<br />

mezclar dulzura con utilidad, y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> contener graves sentencias <strong>de</strong> la mejor doctrina,<br />

expresadas con gracia y elegancia y con aquella pureza <strong>de</strong> lenguaje y castidad <strong>de</strong><br />

conceptos, que él mismo recomienda, es un <strong>de</strong>chado <strong>de</strong> la vida humana para todas las<br />

situaciones en que podamos hallarnos con ejemplos curiosos <strong>de</strong> sus propios sucesos y <strong>de</strong><br />

sus contemporáneos.»<br />

La crítica sobre la obra <strong>de</strong> ESPINEL, aunque sin salir nunca <strong><strong>de</strong>l</strong> terreno <strong>de</strong> la retórica y<br />

<strong>de</strong> la moral, no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> tener sus progresos, como lo testifican las consi<strong>de</strong>raciones<br />

hechas sobre el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> por el Sr. Rosell en la edición <strong>de</strong> Riva<strong>de</strong>neyra y, aun<br />

por el Sr. Cuesta Ckerner en la <strong>de</strong> 1868. Rosell compara el plan <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Obregón</strong>, con el<br />

Lazarillo <strong>de</strong> Tormes y el <strong><strong>de</strong>l</strong> Guzmán <strong>de</strong> Alfarache, y encuentra su acción más completa<br />

que la <strong><strong>de</strong>l</strong> primero y más nutrida y rápida que la <strong><strong>de</strong>l</strong> segundo. Sin embargo, para este<br />

analista el mayor mérito está en que, corriendo la narración <strong>de</strong> la fábula inventada por<br />

ESPINEL sobre los sucesos <strong>de</strong> su propia vida, hasta el punto <strong>de</strong> que los más la confun<strong>de</strong>n<br />

con una autobiografía, pudiera hacer abundar en ella los brillantes recursos <strong>de</strong> la<br />

imaginación y <strong><strong>de</strong>l</strong> ingenio, y lograra revestir con los insinuantes atractivos <strong>de</strong> la poesía la<br />

materialidad prosaica <strong>de</strong> una existencia real. Por otra parte Rosell conviene con todos los<br />

críticos en que «el Escu<strong>de</strong>ro <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> es una obra magistralmente escrita, llena<br />

<strong>de</strong> sabias máximas y advertencias morales, que aunque muy repetidas, gracias a su


6<br />

oportunidad y, a la manera ingeniosa con que están amenizadas, se reciben y escuchan con<br />

agrado. El lenguaje, aña<strong>de</strong> el académico analista, es puro y sencillo, y en las escenas que se<br />

<strong>de</strong>scriben no se advierte, como en otros escritores, el empeño <strong>de</strong> apurar ciertas situaciones<br />

peligrosas: lo cual, unido a un plan hábilmente dispuesto, y a una acción animada. que<br />

camina sin entorpecimiento justifica los elogios que en todos tiempos se han hecho <strong>de</strong> esta<br />

composición.»<br />

La opinión <strong>de</strong> los comentaristas <strong>de</strong> ESPINEL, sobre el mérito <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>,<br />

casi es menos importante que la <strong>de</strong> los que estudiándole en horizonte más amplio, en el <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

<strong>de</strong>senvolvimiento histórico <strong>de</strong> la literatura nacional, y relacionando con éste al autor y su<br />

obra, han tenido que darles <strong>de</strong>ntro <strong><strong>de</strong>l</strong> vasto cuadro el verda<strong>de</strong>ro término y relieve que a<br />

uno y a otra correspon<strong>de</strong>. Pue<strong>de</strong> a la cabeza <strong>de</strong> estos ponerse el discreto Gil y Zárate, el<br />

cual colocando la obra <strong>de</strong> VICENTE ESPINEL entre las novelas picarescas y <strong>de</strong><br />

costumbres, no encontró otra <strong>de</strong> este género que se le a<strong><strong>de</strong>l</strong>antase en mérito, sino el<br />

Lazarillo <strong>de</strong> Tormes, siendo muy superior a esta misma y a todas las <strong>de</strong>más, en que el<br />

<strong>Obregón</strong> ofrece menos truhanadas <strong>de</strong> las que constituyen la especialidad característica <strong>de</strong><br />

este linaje <strong>de</strong> libros; en que abunda en buena moral, y en que a veces el autor introduce a su<br />

público en una sociedad más escogida que la que presta su escenario al mismo Lazarillo, al<br />

Guzmán <strong>de</strong> Alfarache al Gran Tacaño y las <strong>de</strong>más producciones <strong>de</strong> esta índole. Gil y<br />

Zárate halla a<strong>de</strong>más amenizada la narración <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> con cuentos y<br />

novelitas agradables, siendo su estilo puro, natural, fácil y correcto, sin resabios <strong>de</strong><br />

afectación ni mal gusto, por lo que aprecia a ESPINEL por uno <strong>de</strong> nuestros primeros<br />

prosistas (9) . El norte-americano Ticknor <strong>de</strong>dicó también al autor y a la obra noticia bastante<br />

individual, tanto por el mérito <strong>de</strong> uno y otra, cuanto por la gran<strong>de</strong> atención que confiesa<br />

llamó a los contemporáneos <strong>de</strong> ESPINEL la aparición <strong>de</strong> su escrito. La síntesis <strong>de</strong> su juicio<br />

pue<strong>de</strong>, sin embargo, con<strong>de</strong>nsarse en los siguientes conceptos: -«Contiene el <strong>Obregón</strong>, dice,<br />

bastantes reflexiones morales, cansadas y fastidiosas, aunque bien escritas, lo cual hace que<br />

la narración <strong>de</strong> los engaños, malda<strong>de</strong>s y picardías <strong><strong>de</strong>l</strong> héroe resalte más: pero aunque<br />

inferior al Guzmán <strong>de</strong> Alfarache y al Lazarillo en dicción y estilo, les aventaja en acción y<br />

movimiento; los sucesos marchan con mayor rapi<strong>de</strong>z y terminan <strong>de</strong> un modo más regular y<br />

acertado (10) .» En otra historia literaria <strong>de</strong> España, su autor, Eugenio Baret, profesor <strong>de</strong><br />

literaturas extranjeras en la facultad <strong>de</strong> letras <strong>de</strong> Clermont-Ferrand. consi<strong>de</strong>ra las


7<br />

Relaciones <strong>de</strong> la vida y aventuras <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> como obra superior a<br />

las <strong>de</strong> Hurtado <strong>de</strong> Mendoza, Alemán y Vélez <strong>de</strong> Guevara en el género picaresco, pues halla<br />

en las <strong>de</strong> ESPINEL más plan, más arte, mayor <strong>de</strong>cencia y mayor <strong>de</strong>cencia y mayor gusto<br />

literario que en las <strong>de</strong> sus competidores (11) . Por último los escritores alemanes, que habían<br />

seguido las impresiones <strong>de</strong> Pouterweck (12) , habiendo modificado sus juicios <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los<br />

trabajos <strong>de</strong> Tieck, <strong>de</strong> Malsburg y otros, han rectificado algunos <strong>de</strong> los errores en que hasta<br />

llegó a incurrir en su Lexicon el sabio y concienzudo Ebert, y haciendo justicia al mérito <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

autor español, han proclamado el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> por una <strong>de</strong> las más bellas<br />

producciones <strong>de</strong> la literatura española, aunque se hayan señalado algunos <strong>de</strong> sus lunares.<br />

Entran en este número la forma <strong>de</strong>sigual con que, en sentir <strong>de</strong> Tieck, la obra está escrita; la<br />

conclusión que no correspon<strong>de</strong> a las esperanzas que el principio suscita, y finalmente el<br />

prurito que el autor muestra en convertir cada episodio <strong>de</strong> su novela en artículo <strong>de</strong> moral, a<br />

fin <strong>de</strong> evitar que le público crea que el escritor no se cuida sino <strong>de</strong> divertir a las gentes.<br />

- III -<br />

Los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> que trata la crítica alemana, principalmente el último, nacían <strong>de</strong> la<br />

propia condición <strong>de</strong> toda nuestra literatura <strong>de</strong> aquel siglo. Bajo el cetro <strong>de</strong> Felipe II en que<br />

floreció el genio, todo en la sociedad española estaba predispuesto al or<strong>de</strong>n, bajo el rudo<br />

principio <strong>de</strong> la disciplina, que es el carácter más relevante <strong><strong>de</strong>l</strong> progreso y <strong>de</strong> la educación<br />

pública <strong>de</strong> la autoridad y <strong>de</strong> la subordinación, que estrechan los vínculos <strong>de</strong> la nacionalidad.<br />

Dominaba en la literatura Horacio, que era la autoridad clásica, la autoridad tradicional, la<br />

autoridad <strong>de</strong> los antiguos; para las investigaciones <strong>de</strong> la moral y <strong>de</strong> la metafísica, reinaba la<br />

autoridad <strong>de</strong> los textos sagrados, <strong>de</strong> la Escritura y <strong>de</strong> los Santos Padres; para la política, el<br />

rey. No era solamente la Inquisición la que imponía trabas a las licencias <strong>de</strong> la imaginación<br />

y <strong><strong>de</strong>l</strong> pensamiento, sino el sentido público, las costumbres generales que prohibían a la<br />

mente humana dilatarse en aquellos asuntos que no se podrán nunca examinar sin peligro.<br />

Sin embargo, no promovían quejas semejantes limitaciones, que se respetaban sin<br />

esfuerzos, tanto más cuanto que no por eso faltaba a la fantasía y aun a la reflexión seria y<br />

madura, extenso campo don<strong>de</strong> vaciar sus obras, como lo justifican las <strong>de</strong> nuestros filósofos


8<br />

y místicos, juristas e historiadores, médicos y matemáticos, novelistas y poetas. ¿No es, por<br />

ventura, completo en todas sus partes el cuadro <strong>de</strong> nuestro movimiento intelectual en la<br />

monarquía <strong>de</strong> Felipe II? Aquella literatura, diametralmente opuesta en sus ten<strong>de</strong>ncias y<br />

caracteres a la <strong><strong>de</strong>l</strong> día, era propia <strong>de</strong> una sociedad sana y tranquila y <strong>de</strong> unos escritores<br />

probos e ingenuos, que no proponiéndose por tema constante <strong>de</strong> sus producciones hacer la<br />

felicidad pública, ni dirigir los gobiernos y los pueblo, como hoy acontece en el libro, en el<br />

teatro, en la cátedra, en el foro, se contentaba únicamente con <strong><strong>de</strong>l</strong>eitar sin corromper.<br />

¿Llena este objeto la donosa narración <strong>de</strong> las Aventuras <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>?<br />

La opinión unánime <strong>de</strong> los críticos, que <strong>de</strong>jó apuntada, elocuentemente lo acredita.<br />

Pellicer en la <strong>Vida</strong> <strong>de</strong> Cervantes ha querido encontrar el origen <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong><br />

en un movimiento <strong>de</strong> emulación <strong><strong>de</strong>l</strong> anciano maestro hacia el genio divino <strong><strong>de</strong>l</strong> autor<br />

inmortal <strong><strong>de</strong>l</strong> Quijote. Preciso es confesar que el diligente biógrafo no ha dado pruebas<br />

bastantes <strong>de</strong> lo que aseveraba, sino meras conjeturas que bien pudieran estrellarse en la<br />

noción que tenemos <strong>de</strong> la amistad y el respeto recíproco que envida uno y otro se<br />

profesaban. En el Canto <strong>de</strong> Calíope, en el Viaje y en la Adjunta al Farnaso no sólo había<br />

Cervantes celebrado el raro estilo en que ESPINEL llevaba el cetro, y su envidiable<br />

capacidad y a con la pluma, ya con la lira, sino que haciendo mérito <strong>de</strong> los viejos afectos<br />

que con él le unían, en la Adjunta cariñoso exclamaba: -«Al famoso ESPINEL dará vuesa<br />

merced mis encomiendas, como a uno <strong>de</strong> los más antiguos y verda<strong>de</strong>ros amigos que yo<br />

tengo.» -A su vez VICENTE ESPINEL en la Casa <strong>de</strong> la Memoria, le había rendido análogo<br />

tributo. reconociendo que ni la <strong>de</strong>sgracia, ni el mar, ni el cautiverio pudieron evitar al vuelo<br />

colosal <strong>de</strong> Cervantes tocar las altas cimas <strong>de</strong> la gloria. Por otra parte. en las realida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

vida, los dos simultáneamente confluían a la protección misericordiosa <strong><strong>de</strong>l</strong> car<strong>de</strong>nal<br />

arzobispo <strong>de</strong> Toledo, D. Bernardo <strong>de</strong> Sandoval y Rojas, <strong>de</strong> quien Salas Barbadillo en la<br />

<strong>de</strong>dicatoria <strong>de</strong> La Estafeta <strong><strong>de</strong>l</strong> dios Momo <strong>de</strong>scubrió recibían uno y otro pensión continua<br />

«para que pasasen su vejez con menos incomodidad.» ¿Es presumible siquiera que<br />

ESPINEL pretendiera aquel favor por el camino <strong>de</strong> una envidiosa rivalidad, como Pellicer<br />

<strong>de</strong>ja entrever en la alusión a los <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>s pedigüeños y habladores <strong>de</strong> que en la <strong>de</strong>dicatoria<br />

al prelado hablaba cuando <strong>de</strong>cía: -«No será <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> el primer <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong><br />

hablador que ha visto V. S. Ilma., ni el primero que con humildad se ha postrado a besar el<br />

pie <strong>de</strong> quien tan bien sabe dar la mano para levantar caídos?» Por Zoilo que ESPINEL


9<br />

fuese, y en que CERVANTES lo estimara, lícito es creer que, Pellicer necesitó una gran<br />

fuerza <strong>de</strong> sutil suspicacia para notar la malicia en las palabras apuntadas, y mucho más para<br />

sorpren<strong>de</strong>r una alusión <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> al <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> Sancho Panza. ¡Eran<br />

muy distintos <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>s! A<strong>de</strong>más cuando ESPINEL ponía su <strong>de</strong>dicatoria a los pies <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

car<strong>de</strong>nal Sandoval, hacía tiempo que acerca <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Zoilo inválido, Lope <strong>de</strong> Vega ya había<br />

escrito al Duque <strong>de</strong> Sesa, su Mecenas: -«Merece ESPINEL que V. E. le honre por hombre<br />

ingenioso en el verso latino y castellano, fuera <strong>de</strong> haber sido único en la música; que su<br />

condición ya no será áspera, pues la que más lo ha sido en el mundo, se templa con los años<br />

o se disminuye con la flaqueza.»<br />

ESPINEL fue el primero en <strong>de</strong>scubrir lealmente el fin que se había propuesto para<br />

escribir su <strong>Obregón</strong>: -« El intento mío, dice, fue ver si acertaría escribir en prosa algo que<br />

aprovechase a mi república, <strong><strong>de</strong>l</strong>eitando y enseñando siguiendo aquel consejo <strong>de</strong> mi maestro<br />

Horacio; porque han salido algunos libros <strong>de</strong> hombres doctísimos en letras y opinión, que la<br />

abrazan tanto con sola la doctrina que no <strong>de</strong>jan lugar por don<strong>de</strong> pueda el ingenio alentarse y<br />

recibir gusto, y otros tan enfrascados en parecerles que <strong><strong>de</strong>l</strong>eitan con burlas y cuentos<br />

entremesiles, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlos leído, revuelto, aechado y aun cernido, son tan fútiles<br />

y vanos, que no <strong>de</strong>jan otra cosa <strong>de</strong> sustancia ni provecho para el lector, ni <strong>de</strong> fama y<br />

opinión para sus autores.» Por si esto no es bastante, ESPINEL aña<strong>de</strong>: -«Yo querría en lo<br />

que he escrito que nadie se contentare con leer la corteza, porque no hay en todo mi<br />

<strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> hoja que no lleve objeto particular, fuera <strong>de</strong> lo que suena.» -Difícil es apreciar,<br />

con tres-siglos <strong>de</strong> distancia por medio y una absoluta carencia <strong>de</strong> toda historia literaria, todo<br />

lo que mediante esta advertencia haya en el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> <strong>de</strong> circunstancial, local y<br />

a<strong>de</strong>cuado a la época en que se dio a la estampa. La crítica no pue<strong>de</strong> ya apreciarlo,<br />

<strong>de</strong>sprovista <strong>de</strong> los necesarios antece<strong>de</strong>ntes, sino en lo que la obra <strong>de</strong> ESPINEL, tiene <strong>de</strong><br />

universal, <strong>de</strong> perenne, <strong>de</strong> eterno. Reducirla al estrecho círculo <strong>de</strong> las circunstancias en que<br />

apareció, no es ya posible, cuando con bizarro empuje ha logrado dominar los límites <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

tiempo, abrirse paso en a atención <strong>de</strong> otras generaciones, y difundirse hasta romper las<br />

barreras <strong>de</strong> los idiomas extraños. Es preciso, pues, consi<strong>de</strong>rarla, y así los analistas<br />

prece<strong>de</strong>ntes la han consi<strong>de</strong>rado, como monumento <strong>de</strong> una literatura universal.


10<br />

¿Y quien duda que llena todas sus condiciones <strong>de</strong> una manera brillante? No es el<br />

<strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> una novela mo<strong>de</strong>rna que analiza, sino una narración por exceso<br />

subjetiva, en que el autor haciendo el protagonista, aunque con supuesto nombre, <strong>de</strong>sarrolla<br />

la trama in<strong>de</strong>clinable <strong>de</strong> una existencia real luchando con la naturaleza, con la sociedad y<br />

los obstáculos civiles. En vano será buscar en ella esa variedad <strong>de</strong> caracteres que el arte<br />

agrupa con maña, no como los produce la naturaleza; en vano las agitaciones <strong>de</strong> la pasión<br />

que la musa trágica <strong><strong>de</strong>l</strong> drama exalta y acumula para producir los cuadros <strong>de</strong> negra tristeza<br />

que dan a la vida un tinte patético <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación y romanticismo: ni siquiera el autor se<br />

propone sistematizar la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> manera que persiguiendo sin <strong>de</strong>scanso y bajo todas las<br />

formas a una misma víctima, resulte la existencia sometida al <strong>de</strong>spótico yugo <strong>de</strong> una ley<br />

fatal eterna e inexorable. El <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> es un tipo común, que en medio<br />

<strong>de</strong> la sociedad tradicional antigua se a<strong><strong>de</strong>l</strong>anta a la figura <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre <strong>de</strong> nuestras<br />

<strong>de</strong>mocracias mo<strong>de</strong>rnas, don<strong>de</strong> los triunfos sobre las adversida<strong>de</strong>s contingentes <strong>de</strong> la vida<br />

real se gradúan por los triunfos que sobre cada individuo alcanza su propia voluntad, su<br />

propio albedrío, sin necesidad <strong>de</strong> sacarle <strong>de</strong> otra escena que <strong>de</strong> la ordinaria en que la<br />

existencia se <strong>de</strong>senvuelve, ni <strong>de</strong> hacerle remontar con plumas <strong>de</strong> Ícaro a las cimas <strong>de</strong><br />

mitológicos heroísmos. Gira. pues el interés <strong>de</strong> la obra entre la observación constante <strong>de</strong> la<br />

vida y la lección fecunda <strong>de</strong> la experiencia: no estudia al hombre como <strong>de</strong>be estudiarle<br />

quien se propone dictar preceptos; tien<strong>de</strong> en su fondo y en su forma a una continua<br />

perfección, hasta hacer <strong>de</strong>sear la paz <strong>de</strong> una existencia laboriosa, mo<strong>de</strong>sta y solitaria; <strong>de</strong><br />

este modo, siendo una narración, aunque ingeniosa, siempre sencilla, hallándose sus<br />

episodios todos solícitamente sometidos a la enérgica ley <strong>de</strong> la realidad, pasma y asombra<br />

la portentosa flexibilidad <strong>de</strong> un talento que ha sabido bordar <strong>de</strong> pensamientos profundos las<br />

fruslerías pueriles <strong><strong>de</strong>l</strong> estudiante sin libros, las trivialida<strong>de</strong>s inocentes <strong><strong>de</strong>l</strong> calavera sin<br />

aventuras, las empresas solitarias <strong><strong>de</strong>l</strong> soldado sin batallas y los egoísmos sin objeto <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

corazón sin hogar y <strong><strong>de</strong>l</strong> espíritu sin familia. ESPINEL quiso en el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong><br />

realizar una obra superior a los ensayos brillantes <strong>de</strong> su juventud, y no pue<strong>de</strong> negársele la<br />

categoría <strong>de</strong> un talento original. Por eso cuando algunos creyeron pudiera incurrir en el<br />

hastío <strong>de</strong> tantas insípidas producciones, como diariamente acometían los serviles imitadores<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Lazarillo <strong>de</strong> Tormes y <strong><strong>de</strong>l</strong> Guzmán <strong>de</strong> Alfarache, viósole elevarse con propio vuelo<br />

sobre el nivel <strong>de</strong> sus rivales, y la crítica <strong>de</strong> su siglo, representada por la voz pujante <strong><strong>de</strong>l</strong>


11<br />

reverendo Padre Maestro Fray Hortensio Félix Paravicino, <strong>de</strong>claró, como antes he<br />

consignado, que <strong>de</strong> los libros <strong>de</strong> este argumento, las Relaciones <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong><br />

<strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> son la mejor cosa que nuestra lengua tendrá. Esta opinión persevera<br />

insistente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres siglos, y en ella estriba la secreta razón <strong>de</strong> por qué se ha<br />

propagado por uno y otro continente, se ha traducido al francés, al inglés, al alemán y se<br />

han multiplicado hasta aquí y aun se multiplican hoy día sus ediciones.<br />

- IV -<br />

Bajo otro aspecto ha sido consi<strong>de</strong>rado también este libro, cuya importancia no <strong>de</strong>clina<br />

como probable autobiografía <strong>de</strong> ESPINEL, sobre le cual la biografía hasta ahora no ha<br />

prodigado sino atroces temerida<strong>de</strong>s. Los primeros errores que se cometieron en este punto<br />

los inspiró el celo excesivo <strong><strong>de</strong>l</strong> buen <strong>de</strong>seo. Casi a fines <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo último la vida <strong>de</strong><br />

ESPINEL era absolutamente <strong>de</strong>sconocida hasta por sus más entusiastas admiradores. No se<br />

tenía ningún dato seguro sobre el lugar ni la fecha <strong>de</strong> su nacimiento. Se ignoraba dón<strong>de</strong>, en<br />

qué año, <strong>de</strong> qué edad, en cuál grado <strong>de</strong> la fortuna había muerto; todo el resto <strong>de</strong> su vida se<br />

ocultaba en el misterio. Una frase <strong>de</strong> Lope <strong>de</strong> Vega en el Laurel <strong>de</strong> Apolo le hizo concebir<br />

nonagenario y pobre. Un ron<strong>de</strong>ño distinguido, Cristóbal <strong>de</strong> Salazar Mardones, secretario<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo <strong>de</strong> Italia en la sección <strong>de</strong> Sicilia, no había podido hacerse en 1642 <strong>de</strong> un<br />

ejemplar <strong>de</strong> las Rimas, impresas en 1591. Nicolás Antonio, en su Bibliotheca Hispana<br />

nova, equivocó en diez años la fecha <strong>de</strong> su fallecimiento. Otro ron<strong>de</strong>ño antes citado, Rivera<br />

y Valenzuela, en 1766, fue cómplice <strong>de</strong> don Cristóbal <strong>de</strong> Medina Con<strong>de</strong> en retrasar otros<br />

seis años la <strong>de</strong> su venida al mundo, y a la vez propagó una porción <strong>de</strong> datos no menos<br />

inciertos, que sin embargo se tomaron <strong>de</strong>spués por base <strong>de</strong> la biografía. Tratando <strong>de</strong> trazarla<br />

López <strong>de</strong> Sedano en 1770, en el tercer tomo <strong><strong>de</strong>l</strong> Parnaso Español, poco dijo, y eso poco<br />

plagado <strong>de</strong> inexactitu<strong>de</strong>s, por osar <strong>de</strong>ducir ad libitum los datos históricos <strong>de</strong> ESPINEL <strong>de</strong> la<br />

lectura poco meditada <strong>de</strong> sus obras poéticas. Mas crasos errores, y con no menos buena<br />

intención divulgó <strong>de</strong> 1787 a 1799 López <strong>de</strong> la Torre Ayllon y Gallo, primero en su<br />

correspon<strong>de</strong>ncia con el presbítero <strong>de</strong> Fonda, don Jacinto José <strong>de</strong> Cabrera y Rivas, y <strong>de</strong>spués


12<br />

con el bosquejo biográfico que insertó en la Colección <strong>de</strong> españoles ilustres, pretendiendo<br />

formar también el pe<strong>de</strong>stal <strong>de</strong> la figura <strong><strong>de</strong>l</strong> escritor sobre las revelaciones literales <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

<strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> surgió y se arraigó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que esta era la auto-biografía<br />

antedicha. Entre tanto los historiadores y los críticos así propios como extraños tomando<br />

por puntuales las noticias autorizadas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> publicaciones casi oficiales, extendieron la<br />

fábula como noción <strong>de</strong> la verdad tocante a la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> poeta, y fábula es cuanto acerca <strong>de</strong><br />

ellas se lee en Sedano y Burgos, Quintana y Gil y Zárate, Silvela y Castro, entre los<br />

nacionales, y en Sismondi, Buvterweck, Ticknor, Tieck, Algernon Bangton, Baret,<br />

Michaud, Weiss, Bouillet, Höffer y por último en todos los Diccionarios biográficos, entre<br />

los extranjeros.<br />

No puedo hacer aquí in extenso el trabajo documental que reservo para más propicias<br />

circunstancias: permítaseme, sin embargo, diseñar un simple bosquejo <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

maestro VICENTE ESPINEL sobre la fe <strong>de</strong> mis investigaciones <strong>de</strong> veinte años y <strong>de</strong> los<br />

documentos reunidos por mi constancia y diligencia. El nombre <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar <strong>de</strong> su nacimiento<br />

Ronda, él lo acreditó en las portadas <strong>de</strong> sus libros. en 1as canciones a su patria y en las<br />

referencias directas <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Obregón</strong> a su persona. En el libro II <strong>de</strong> bautismos <strong>de</strong> la parroquial<br />

<strong>de</strong> Santa Cecilia, al folio 36 vuelto, consta la fe <strong>de</strong> su bautismo en 28 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1550,<br />

siendo sus padres Francisco Gómez y Juana Martín. Jacinto <strong>Espinel</strong> Adorno, en El premio<br />

<strong>de</strong> la constancia o pastores <strong>de</strong> Sierra Bermeja, testifica que esta fue <strong>de</strong> familia <strong>de</strong><br />

conquistadores. E1 mismo VICENTE ESPINEL hace al primero oriundo <strong>de</strong> las montañas<br />

<strong>de</strong> las Asturias <strong>de</strong> Santillana, y aña<strong>de</strong> que aunque con alguna hacienda la perdió en<br />

negocios infortunados. También dice él mismo que su primera instrucción la recibió en<br />

Ronda, en las aulas <strong><strong>de</strong>l</strong> bachiller <strong>de</strong> la gramática Juan Cansino. el cual le enseñó a traducir<br />

no mal un epigrama latino y a componer otro y con esto un poco <strong>de</strong> música y saber callar<br />

ya estuvo dispuesto en las primeras moceda<strong>de</strong>s para que su padre, tratando <strong>de</strong> sacar fruto<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> talento que precozmente revelara pusiérale al cinto una espada <strong>de</strong> Bilbao, en la maleta<br />

un ferreruelo <strong>de</strong> ventidoceno <strong>de</strong> veinte ducados, y con su bendición y lo que pudo, que no<br />

<strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser mucho, enviárale con un arriero a Salamanca, don<strong>de</strong> se hiciera famoso en los<br />

estudios. La salida <strong>de</strong> ESPINEL, <strong>de</strong> Ronda para la Universidad maestra, coincidió con el<br />

segundo levantamiento <strong>de</strong> los moriscos <strong>de</strong> la sierra <strong>de</strong> Istan y los alistamientos y la leva <strong>de</strong><br />

hombres, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los 18 hasta los 30 años, que juntó para calmarlo el duque <strong>de</strong> Arcos, don


13<br />

Rodrigo Ponce <strong>de</strong> León; <strong>de</strong> este <strong>de</strong>ber sólo estaban exentas las gentes <strong>de</strong> iglesia y los<br />

estudiantes.<br />

La aparición <strong><strong>de</strong>l</strong> nuevo escolar en Salamanca la acreditan los libros <strong>de</strong> matrícula<br />

correspondientes a los cursos <strong>de</strong> 1570 a 1571 y <strong>de</strong> 1571 a 1572, en los cuales se registra<br />

inscrito en la facultad <strong>de</strong> Artes. Las notas que obtuviera se han perdido con los libros <strong>de</strong><br />

pruebas en don<strong>de</strong> constasen. En los <strong>de</strong> grados no se encuentra su nombre. En las<br />

inscripciones <strong>de</strong> matrículas se le nombra: VICENTE MARTÍNEZ ESPINEL, natural <strong>de</strong><br />

Ronda, diócesis <strong>de</strong> Málaga. En el <strong>Obregón</strong> no se da ciertamente ESPINEL, aires <strong>de</strong><br />

opulento ni aun <strong>de</strong> a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado en sus estudios en la Universidad. Acerca <strong>de</strong> estos él mismo<br />

dice en el <strong>de</strong>scanso XII <strong>de</strong> su primer relación:-«Yo confieso <strong>de</strong> mí, que la inquietud natural<br />

mía, junta con la poca ayuda que tuve, me quebraron las fuerzas <strong>de</strong> la voluntad para trabajar<br />

tanto como fuera razón.» Respecto a los medios <strong>de</strong> su vida, aña<strong>de</strong> en el mismo lugar:<br />

«Estábamos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esto, tres compañeros en el barrio <strong>de</strong> San <strong>Vicente</strong>, tan abundantes<br />

<strong>de</strong> necesidad, que el menos <strong>de</strong>samparado <strong>de</strong> las armas reales era yo, por ciertas lecciones <strong>de</strong><br />

cantar que yo daba; y aun las daba. porque se pagaban tan mal que antes eran dadas que<br />

pagadas. y aun dadas al diablo.» Aun así tuvo en 1572 que interrumpir los estudios, a<br />

consecuencia <strong>de</strong> haber cerrado y dispersado la Universidad el corregidor don Enrique <strong>de</strong><br />

Bolaños, por los disturbios y encuentros <strong>de</strong> estudiantes que promovieron los bandos<br />

formados a causa <strong>de</strong> la prisión y proceso <strong><strong>de</strong>l</strong> sabio maestro Fray Luis <strong>de</strong> León. Tenía a la<br />

sazón ESPINEL veintidos años, y emprendió a la apostólica, como él mismo dice, aquella<br />

peregrinación hacia Ronda, su patria, visitando y <strong>de</strong>teniéndose en Madrid y en Toledo,<br />

recibiendo en Ciudad Real los regalos y socorros <strong>de</strong> la monja doña Ana Carrillo, señora<br />

muy principal <strong>de</strong> los Villaseñores <strong>de</strong> Murcia y <strong>de</strong> los Maldonados <strong>de</strong> Salamanca, y tocando<br />

y <strong>de</strong>scansando en varios lugares ricos en Andalucía.<br />

Pocos meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> ESPINEL al hogar paterno, unos parientes <strong>de</strong><br />

estos, algo hacendados, Bartolomé Martínez Labrasola y Catalina Martínez, cónyuges, y la<br />

última hermana <strong>de</strong> Juana Martín, se resolvieron a fundar capellanía <strong>de</strong> una parte <strong>de</strong> sus<br />

bienes, «nombrando por primer capellán a su sobrino VICENTE MARTÍNEZ ESPINEL,<br />

hijo <strong>de</strong> Francisco Gómez, porque es mancebo virtuoso que la servirá muy bien,» según<br />

textualmente reza la escritura <strong>de</strong> fundación, cuya copia tengo a la vista, y que fue otorgada


14<br />

ante el escribano público Juan Gil Acedo en 3 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong>1572. Consistían los bienes <strong>de</strong><br />

esta fundación en unas casas que los Martínez Labrasolas poseían en Ronda, barrio <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Mercadillo, arrabal <strong>de</strong> la Puente y calle <strong>de</strong> las Peñas, con expresión <strong>de</strong> ser once moradas<br />

lindando unas con otras y en unas viñas <strong>de</strong> cuatro aranzadas <strong><strong>de</strong>l</strong> pago <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo<br />

Mercadillo, cerca <strong>de</strong> la torrecilla <strong>de</strong> la <strong>de</strong>hesa. Tenían estos bienes un gravamen censual <strong>de</strong><br />

30.000 maravedís <strong>de</strong> principal en favor <strong>de</strong> don Pedro Ponce <strong>de</strong> León, <strong>de</strong> la casa ducal <strong>de</strong><br />

Arcos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> imponer al capellán ciertas obligaciones <strong>de</strong> su ministerio, se <strong>de</strong>terminó<br />

el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la sucesión en ellos, <strong>de</strong>biendo recaer en el convento y religiosos <strong>de</strong> la Merced,<br />

cuando concluyeran estos llamamientos, como en efecto se acabaron en 1666. Influyó en<br />

1572 en todas estas disposiciones un religioso <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> cautivos, montañés <strong>de</strong><br />

origen, como el padre <strong>de</strong> ESPINEL, hombre en su siglo <strong>de</strong> sumos respetos así por sus<br />

gran<strong>de</strong>s dotes personales, como por su mucho influjo y el <strong>de</strong> sus parientes en la corte <strong>de</strong><br />

Felipe II, y que frecuentemente hacía largas resi<strong>de</strong>ncias en el convento <strong>de</strong> Ronda, situado a<br />

la sazón en el lugar aún llamado la cruz <strong>de</strong> San Jorge, bien próximo por cierto a las<br />

moradas en don<strong>de</strong> ESPINEL <strong>de</strong>bió nacer y su familia habitar. Llamábase este religioso<br />

Fray Rodrigo <strong>de</strong> Arce, y ESPINEL en sus Rimas le <strong>de</strong>dicó luego una <strong>de</strong> sus más bellas<br />

canciones. En las re<strong>de</strong>nciones <strong>de</strong> África tenía una inmensa reputación, y a Ronda trajo<br />

convertido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Argel al hijo <strong>de</strong> Bocazan-bey, que tomó en la pila el nombre <strong>de</strong> don<br />

Diego <strong>de</strong> Arce, y que disfrutó <strong>de</strong> por vida una pensión que le señaló el rey Felipe II, según<br />

refieren Fray Alonso Remon y Bernardo <strong>de</strong> Vargas, cronistas <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n a que Fray<br />

Rodrigo perteneció.<br />

Tal vez el favor <strong>de</strong> éste colmó <strong>de</strong> valiosas recomendaciones a ESPINEL en su segunda<br />

expedición a Salamanca. Aunque el poeta <strong>de</strong>clara que esta vez pasó tres o cuatro anos (sólo<br />

fueron dos) en esta ciudad, y <strong>de</strong> que se le dio una plaza en los ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> San Pelayo,<br />

hallándose <strong>de</strong> escolares en este colegio el que luego fue obispo <strong>de</strong> Valladolid, don Juan<br />

Vigil <strong>de</strong> Quiñones, y el consejero <strong>de</strong> la Inquisición don Juan <strong>de</strong> Llanos y Valdés, la<br />

circunstancia <strong>de</strong> no aparecer más el nombre <strong><strong>de</strong>l</strong> poeta ni en las matrículas <strong>de</strong> la Universidad<br />

ni en los registros <strong>de</strong> San Pelayo, hace sospechar sobre la condición <strong>de</strong> la plaza que en este<br />

coleio se le dio, <strong>de</strong> seguro más humil<strong>de</strong> que la posesión <strong>de</strong> una beca. Sin embargo, si hemos<br />

<strong>de</strong> creer a Lope <strong>de</strong> Vega en el Papel sobre 1a nueva poesía, <strong>de</strong> esta época datan las<br />

relaciones <strong>de</strong> amistad y compañerismo que ESPINEL mantuvo toda su vida con el marqués


15<br />

<strong>de</strong> Tarifa. primogénito <strong><strong>de</strong>l</strong> duque <strong>de</strong> Alcalá <strong>de</strong> los Gazules, con otros títulos y gran<strong>de</strong>s,<br />

como los Alba y los Girones, con Pedro <strong>de</strong> Padilla, caballero <strong><strong>de</strong>l</strong> hábito <strong>de</strong> Santiago, con<br />

Luis Gálvez <strong>de</strong> Montalvo, que lo era <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> Jerusalén, con don Luis <strong>de</strong><br />

Vargas Manrique, con los Argensolas, con Pedro Liñán <strong>de</strong> Riaza, con Pedro Lainez, con<br />

Marco Antonio <strong>de</strong> la Vega, con el doctor Garay y últimamente con el joven don Luis <strong>de</strong><br />

Góngora y Argote, recién llegado <strong>de</strong> Córdoba. De estos, los que no presumían <strong>de</strong><br />

caballeros, tenianse por hidalgos <strong>de</strong> renta y caudal, aunque estudiantes y poetas todos. ¿Fue<br />

que con ellos solamente lo introdujo su superioridad en la poesía, o su habilidad, que Lope<br />

llamó repetidas veces única, en la música y el canto? Estas faculta<strong>de</strong>s le abrieron la casa <strong>de</strong><br />

doña Agustina <strong>de</strong> Torres, en la cual, un López Maldonado, en la Elegía <strong>de</strong> su muerte, se<br />

reunían los más famosos músicos <strong>de</strong> la ciudad, el gran Matute, el celebrado Lara, el divino<br />

Julio, Castilla y otros.<br />

- V -<br />

La ambición y el amor sacáronle <strong>de</strong> Salamanca a vida más activa. Por or<strong>de</strong>n <strong><strong>de</strong>l</strong> rey<br />

Felipe II formábase en el otoño <strong>de</strong> 1574 armada <strong>de</strong> más <strong>de</strong> trescientas velas y veinte mil<br />

hombres en el puerto <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r. Por capitán general <strong>de</strong> ella iba el más intrépido marino<br />

que a la sazón tenía España. Pero Menén<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Avilés, el famoso a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado <strong>de</strong> la Florida.<br />

Su misión permanecía secreta y reservada; bien que todo el mundo creyera fuese la primera<br />

invencible <strong>de</strong> Felipe II contra Isabel <strong>de</strong> Inglaterra. Era el almirante don Diego Maldonado,<br />

caballero <strong>de</strong> bonísimo gusto, <strong>de</strong> los <strong>de</strong> esta casa en Salamanca y algo pariente <strong>de</strong> linda<br />

moza que acaso a la sazón ESPINEL platónicamente cortejaba. Por todos estos<br />

merecimientos diose al novel estudiante alférez la ban<strong>de</strong>ra <strong><strong>de</strong>l</strong> segundo capitán. Mas<br />

aquella escuadra portentosa no llegó a cumplir su <strong>de</strong>stino. La peste la asedió en el mismo<br />

puerto, <strong>de</strong>struyéndola sus hombre, y entre otros cabos que murieron, hizo la muerte presa<br />

también <strong><strong>de</strong>l</strong> bizarro caudillo que había <strong>de</strong> mandarla. Un viento <strong>de</strong> dispersión sopló por los<br />

escasos restos <strong>de</strong> los que habían quedado, y ESPINEL, aunque convaleciente <strong>de</strong> unas<br />

fiebres malignas, cedió a la inquieta condición <strong>de</strong> su carácter, no tornando la vuelta hacia


16<br />

Salamanca, sino escapando por Laredo y Portugalete a la capital <strong>de</strong> Vizcaya; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bilbao<br />

a Vitoria, don<strong>de</strong> lo hospedó y mimó, un gran caballero y amigo suyo, don Felipe <strong>de</strong><br />

Lezcano; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Álava a Navarra, por visitar al con<strong>de</strong>stable <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Alba, <strong>de</strong> la cual ya<br />

comenzaba a recibir protección, <strong>de</strong> allí a Zaragoza, don<strong>de</strong> le obsequiaron los Argensolas y<br />

otros ingenios amigos, durante su larga estancia en la capital <strong>de</strong> Aragón, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

trafagado toda la Rioja, y visitado a Burgos, vino a recaer en Valladolid y en el escu<strong>de</strong>raje<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> egregio con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Lemos, don Pedro <strong>de</strong> Castro, gran amigo <strong>de</strong> la gente alegre <strong>de</strong> bizarro<br />

ingenio.<br />

Cerca <strong>de</strong> cuatro años consumiéronse, en esta vida, que a aquel robusto amparo tal vez se<br />

hubiera prolongado, sin la ocasión <strong>de</strong> la infortunada empresa <strong><strong>de</strong>l</strong> rey D. Sebastián <strong>de</strong><br />

Portugal a África, adon<strong>de</strong> fueron 5000 españoles en las 50 galeras con que le auxilió el rey<br />

Felipe II a quien Lemos a su llamamiento acudió presuroso para servirle. «Víneme <strong>de</strong><br />

Valladolid a Madrid dice el mismo ESPINEL y siguiendo la variedad <strong>de</strong> mi condición y la<br />

opinión <strong>de</strong> todos, fuime a Sevilla con intención <strong>de</strong> pasar a Italia ya que no pudiese llegar a<br />

tiempo <strong>de</strong> embarcarme para África.» En efecto, no llegó; quedóse en Sevilla al abrigo <strong>de</strong><br />

ilustres camaradas, y en el largo año que residió en la ciudad <strong><strong>de</strong>l</strong> Guadalquivir hizo <strong>de</strong> su<br />

vida una continua tempestad <strong>de</strong> <strong>de</strong>svanecimientos juveniles. Arrastró su musa por el lodo<br />

<strong>de</strong> la obscenidad y <strong><strong>de</strong>l</strong> sarcasmo; su vivo ingenio y sus músicas habilida<strong>de</strong>s disipáronse<br />

entre los lupanares <strong>de</strong> Baco y Venus, púsose espada al flanco; echole <strong>de</strong> valiente; suscitó<br />

pen<strong>de</strong>ncias; anduvo a cuchilladas y al ojo <strong>de</strong> la justicia y, como él mismo dice, comenzó a<br />

alear más <strong>de</strong> lo que le estaba bien, y aun tanto que el marqués <strong>de</strong> la Algaba, D. Luis <strong>de</strong><br />

Guzmán que le amparaba, llegó a mostrarse reacio en su refugio, viéndole empeñado en<br />

tales causas que tuvo que tomar sagrado tal vez para evitar mayores inconsi<strong>de</strong>raciones. No<br />

por eso faltáronle amigos: por tal se le <strong>de</strong>claró un joven príncipe, tan gallardo <strong>de</strong> presencia,<br />

como amable <strong>de</strong> carácter, que vino por aquel tiempo a Sevilla a visitar a su tío el arzobispo<br />

D. Cristóbal <strong>de</strong> Rojas y Sandoval: llamábase él D. Francisco Gómez <strong>de</strong> Sandoval: llevaba<br />

por título el <strong>de</strong> marqués <strong>de</strong> Denia, y estaba <strong>de</strong>stinado a representar en la política y el<br />

gobierno <strong>de</strong> España el papel más importante, bajo el <strong>de</strong> Duque <strong>de</strong> Lerma con el que<br />

reconoce la historia al po<strong>de</strong>rosa valido <strong><strong>de</strong>l</strong> rey Felipe III. Influía en la borrascosa conducta<br />

<strong>de</strong> ESPINEL por aquel tiempo la fiebre <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>specho a causa <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sengaño sufrido en<br />

aquellos amores puros, juveniles, risueños que comenzara, en salamanca, y Denia


17<br />

<strong>de</strong>scendió a mitigar aquel violento estado, favoreciendo a ESPINEL en sus necesida<strong>de</strong>s y<br />

allanándole los obstáculos para alejarle <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar <strong>de</strong> los combates <strong>de</strong> su espíritu, haciendo<br />

<strong>de</strong>scubrir ante su mente aventurera los poéticos horizontes <strong>de</strong> Italia, sonrosados con la<br />

compañía y el favor inmediato <strong><strong>de</strong>l</strong> Duque <strong>de</strong> Medina-Sidonia, D. Alonso Pérez <strong>de</strong> Guzmán,<br />

a quien acababa <strong>de</strong> darse el gobierno <strong>de</strong> Milán, para don<strong>de</strong> él ya disponía el envío <strong>de</strong><br />

ajuares y criados en un galeón arragocés (13) , que se hacía a la vela para el golfo <strong>de</strong> Génova.<br />

Surge, durante esta navegación, una cuestión histórica, que hasta ahora ningún biógrafo<br />

se ha atrevido a abordar para darle una explicación <strong>de</strong>finitiva. ESPINEL, refiriendo los<br />

azares <strong>de</strong> aquel viaje, dice que habiéndose refugiado el galeón a la isla Cabrera y habiendo<br />

saltado alguna gente a tierra en busca <strong>de</strong> agua, fue con otros sorprendido por unos piratas<br />

africanos que los llevaron cautivos a Argel: narra luego prolijamente la vida y las<br />

vicisitu<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> cautiverio, y por último, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mil lances novelescos la manera como<br />

preso el galeón <strong>de</strong> su amo cerca <strong>de</strong> las aguas <strong>de</strong> Mallorca por las galeras <strong>de</strong> Génova que<br />

gobernaba el Sr. Marcelo Doria, fue primero maltratado teniéndole por renegado también,<br />

luego reconocido por Francisco <strong>de</strong> la Peña, uno <strong>de</strong> los músicos <strong>de</strong> a bordo, presentado al<br />

general más tar<strong>de</strong>, y remediado y conducido a Génova, a casa <strong><strong>de</strong>l</strong> embajador Julio Espínola,<br />

que él había tratado como amigo en Valladolid, y que juntamente con Marcelo Doria, le<br />

proveyó <strong>de</strong> dinero y cabalgadura par que se trasladase a Milán. O hay que aceptar como<br />

cierto en el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> este episodio autobiográfico <strong>de</strong> ESPINEL, o hay que<br />

negarlos todos. En ninguno el autor pone entre él y el lector mayor número <strong>de</strong> testimonios<br />

vivos: él cita las personas con abundancia, y es uno <strong>de</strong> los pasajes en que casi <strong>de</strong>scubre que<br />

el nombre <strong>de</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, adoptado para el protagonista <strong>de</strong> su obra, no es sino el<br />

pseudónimo bajo el que oculta el suyo verda<strong>de</strong>ro. La glosa <strong>de</strong> las octavas cantadas a bordo<br />

y a cuya música suspiró, son <strong>de</strong> las más conocidas <strong>de</strong> sus canciones; él dice a<strong>de</strong>más:<br />

cantaron unas octavas mías. Peña lo <strong>de</strong>nunció <strong>de</strong>spués al general como autor <strong>de</strong> la letra y<br />

<strong>de</strong> la sonata. Y cuando el general le preguntó: ¿Cómo os llamáis? Y él le respondió:<br />

<strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>; Peña se apresuró a rectificar diciendo: -FULANO (es <strong>de</strong>cir ESPINEL)<br />

es su verda<strong>de</strong>ro nombre, que por venir tan mal parado <strong>de</strong>be <strong>de</strong> disfrazarlo.<br />

Cotejando los hechos en que ESPINEL refiere haber intervenido con las fechas <strong>de</strong> estos<br />

acontecimientos históricos, preciso es confesar que existe una perfecta, absoluta


18<br />

correspon<strong>de</strong>ncia sin que jamás se le sorprenda en el menor <strong>de</strong>sliz: <strong>de</strong> modo que lo que narra<br />

lo cuenta. no como el contemporáneo que recuerda lo que ha oído, sino como el testigo que<br />

tiene presente y muy presente hasta el menor <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> lo que ha visto a fines <strong>de</strong> 1578, en<br />

efecto, <strong>de</strong>sembarcó en Génova; por Alejandría <strong>de</strong> la Palla, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> era gobernador D.<br />

Rodrigo <strong>de</strong> Toledo pasó a Milán, don<strong>de</strong> esta ve no se <strong>de</strong>tuvo, continuando su marcha a<br />

Flan<strong>de</strong>s, y yendo a parar al ejército que mandado por Alejandro Farnesio, príncipe <strong>de</strong><br />

Parma, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> D. Juan <strong>de</strong> Austria, disponíase a dar el asalto general <strong>de</strong><br />

Maestrich, uno <strong>de</strong> los hechos <strong>de</strong> armas más grandiosos <strong>de</strong> aquella época militar. Allí<br />

encontró a D. Hernando <strong>de</strong> Toledo, el tío, y a D. Pedro <strong>de</strong> Toledo, marqués <strong>de</strong> Villafranca,<br />

en quienes, como en todos los <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Alba, la amistad a ESPINEL era cosa como <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

hogar o <strong>de</strong> la sangre; allí al ingenuo caballero D. Alonso Martínez <strong>de</strong> Leiva, a quien el mar<br />

<strong>de</strong> Irlanda en 1588 abrió la tumba, al más dulce prodigio <strong>de</strong> las musas; allí, por último, a<br />

aquel bizarro príncipe Octavio <strong>de</strong> Gonzaga, casado con D.ª Sicilia <strong>de</strong> Médicis, en cuya<br />

morada en Milán y Mántua el poeta <strong>de</strong> Ronda habría <strong>de</strong> hallar luego la hospitalidad más<br />

noble y la protección más espléndida. Con solo repasar el libro <strong>de</strong> las Rimas se viene en<br />

conocimiento <strong>de</strong> lo que fueron estos príncipes para ESPINEL. A D. Hernando <strong>de</strong> Toledo, el<br />

tío, <strong>de</strong>dicada está aquella Égloga sublime, resumen <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> sus amores con doña<br />

Antonia <strong>de</strong> Calatayud (14) , en Salamanca y Sevilla; en las dos Canciones a los jóvenes<br />

consortes Gonzaga y Médicis, <strong>de</strong> la casa ducal <strong>de</strong> Mantua, se expresa la abundante felicidad<br />

que aquellos ilustres magnates <strong>de</strong>rramaron con su favor en el alma <strong>de</strong> ESPINEL. Des<strong>de</strong> la<br />

rendida fortaleza <strong><strong>de</strong>l</strong> Brabante el poeta siguió a Octavio <strong>de</strong> Gonzaga en la vuelta para<br />

Milán, y aquí el generoso príncipe, con ocasión <strong>de</strong> la muerte y los funerales <strong>de</strong> la reina<br />

doña Ana <strong>de</strong> Austria, que en la capital <strong>de</strong> Lombardía se lloró con soberbias exequias,<br />

colmole <strong>de</strong> honor, haciendo que a ESPINEL se le <strong>de</strong>signase para las leyendas en verso<br />

castellano y latino que habían <strong>de</strong> adornar el túmulo levantado en la incomparable catedral<br />

para la fúnebre solemnidad en que él mismo celebró <strong>de</strong>spués haber oído la palabra<br />

inspirada <strong><strong>de</strong>l</strong> santo arzobispo, Carlos Borromeo, en el elogio póstumo <strong>de</strong> tal reina. También<br />

los versos castellanos que entonces ESPINEL compuso forman parte <strong>de</strong> sus Rimas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

folio 100 al 103.<br />

Aunque en los tres años, próximamente, que residió el poeta en Lombardía, quéjase <strong>de</strong><br />

no haber disfrutado salud, ni <strong>de</strong> haber hecho en ellos cosa alguna literaria <strong>de</strong> importancia


19<br />

«por lo poco que entre soldados se ejecutan los actos <strong><strong>de</strong>l</strong> ingenio,» casi todas las<br />

composiciones que escogió <strong>de</strong>spués para coleccionarlas, fueron escritas en Italia.<br />

Concurrieron allí diversas naciones <strong>de</strong> franceses, alemanes, italianos y españoles, él mismo<br />

confiesa que hubo <strong>de</strong> escoger el latín para enten<strong>de</strong>rse. Por último, en el Descanso V, <strong>de</strong> la<br />

Relación III, dice que en Milán concurría a casa <strong>de</strong> D. Antonio <strong>de</strong> Londoño, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

aquel magistrado (15) , muy sabio en las artes filarmónicas, en cuya morada había siempre<br />

junta así <strong>de</strong> excelentísimos músicos, como <strong>de</strong> voces y habilida<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> se hacía mención<br />

<strong>de</strong> todos los hombres eminentes <strong>de</strong> la facultad. «Tañían, aña<strong>de</strong> ESPINEL, vihuelas <strong>de</strong> arco<br />

con gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>streza, tecla, arpa, vihuela <strong>de</strong> mano por excelentísimos varones en toda clase<br />

<strong>de</strong> instrumentos.» Todo estos revela que la permanencia <strong>de</strong> VICENTE ESPINEL en Italia,<br />

lejos <strong>de</strong> ser perdida, fuele muy provechosa, pues allí pudo perfeccionarse y perfeccionó <strong>de</strong><br />

hecho sus faculta<strong>de</strong>s, como se notará más a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, cuando en ellas veámosle encontrar el<br />

más sólido refugio <strong>de</strong> su vida. No <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> luchar, sobre todo con la escasez, que fue el<br />

torcedor perpetuo <strong>de</strong> sus gustos mientras vivió; y en su propio testamento, hecho cerca <strong>de</strong><br />

medio siglo más tar<strong>de</strong>, todavía <strong>de</strong>bía acordarse <strong>de</strong> los apuros que pasó en Milán, cuando<br />

dictaba al escribano Juan Serrano: -«Item, <strong>de</strong>claró que <strong>de</strong>bo en la ciudad <strong>de</strong> Milán, en<br />

Lombardía, veinte ducados a un merca<strong>de</strong>r que se llama Ludovico Mato <strong>de</strong> Recto, <strong>de</strong> un<br />

ferreruelo <strong>de</strong> gorgueran que me vendió habrá tiempo <strong>de</strong> treinta y seis años, los cuales<br />

quiero que se le paguen, y si fuese muerto a sus here<strong>de</strong>ros, y caso que no los haya el señor<br />

Maestro Franco se los diga <strong>de</strong> misas para sus almas.»<br />

Cansado <strong>de</strong> la vida militar, puesta la vista en el porvenir y viéndose en el promedio <strong>de</strong> la<br />

vida sin puerto <strong>de</strong> salvación para la vejez, trató <strong>de</strong> regresar a España, mas no sin visitar a<br />

Pavía, Turín, Venecia y otras ciuda<strong>de</strong>s italianas <strong>de</strong> gran fama. D. Hernando <strong>de</strong> Toledo, el<br />

tío, le tomó luego muy alegremente en Saona en sus galeras hasta <strong>de</strong>sembarcarle en<br />

Barcelona. Pasó a Madrid, don<strong>de</strong> muchos le conocieron en 1584 y a poco tomó la<br />

resolución <strong>de</strong> volver a Andalucía, <strong>de</strong>cidido ya a echar la llave al ardor juvenil y a recogerse<br />

al amparo <strong>de</strong> aquella carrera en la que todavía le brindaba algún <strong>de</strong>scanso la próvida<br />

fundación <strong>de</strong> 1572.


20<br />

- VI -<br />

Todos los actos eficaces <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre y <strong><strong>de</strong>l</strong> poeta comienzan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta época.<br />

De sus mal pergeñados apuntes y papeles, y <strong><strong>de</strong>l</strong> rico arsenal <strong>de</strong> su memoria, procuró<br />

entresacar aquellas obrillas líricas <strong>de</strong> la juventud, que formaban el bello ramillete <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

ingenio y <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón en la risueña edad <strong>de</strong> sus alegres moceda<strong>de</strong>s. Enviándolas a la<br />

censura <strong>de</strong> D. Alonso <strong>de</strong> Ercilla, que confesaba ser <strong>de</strong> los mejores versos líricos que el<br />

había visto (16) , <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera página <strong>de</strong>claró ESPINEL el objeto que se proponía al<br />

intentar publicarlos, con aquel bello soneto, que le sirvió <strong>de</strong> introducción y es sin duda uno<br />

<strong>de</strong> los mejores que hay escritos en castellano.<br />

Dice así:<br />

Estas son las reliquias, fuego y hielo,<br />

con que lloré y can é mi pena y gloria,<br />

que pudieran ¡oh España! la memoria<br />

levantar <strong>de</strong> tus hechos hasta el cielo.<br />

Llevóme un juvenil, furioso vuelo<br />

por una senda <strong>de</strong> mi mal notoria,<br />

hasta que, puesto en medio <strong>de</strong> la historia,<br />

abrí la vista, y ví mi amargo duelo.<br />

Mas retiréme a tiempo <strong><strong>de</strong>l</strong> funesto<br />

y estrecho paso, dó se llora y ar<strong>de</strong>,<br />

ya casi en medio <strong>de</strong> las llamas puesto:<br />

Que, aunque me llame la ocasión cobar<strong>de</strong>,<br />

más vale, errando, arrepentirse presto,<br />

que conocer los <strong>de</strong>sengaños tar<strong>de</strong>.<br />

Tal vez a su regreso <strong>de</strong> Italia, ESPINEL había ya perdido sus padres en Ronda. Ello es<br />

que al volver a Andalucía no se dirigió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego a la ciudad que le vio nacer, sino a<br />

Málaga, a echarse en brazos <strong>de</strong> su antiguo amigo y camarada don Francisco Pacheco <strong>de</strong><br />

Córdoba, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1575 ocupaba la mitra <strong>de</strong> esta diócesis y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Málaga por la costa <strong>de</strong>


21<br />

Marbella, a la Sauceda <strong>de</strong> Ronda en una <strong>de</strong> cuyas pequeñas poblaciones <strong>de</strong> la propiedad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

duque <strong>de</strong> Arcos, Casares, a la orilla <strong>de</strong>recha <strong><strong>de</strong>l</strong> Guadiaro. residía aquel Pedro Ximenez <strong>de</strong><br />

<strong>Espinel</strong> hermano <strong>de</strong> Juana Martín, madre <strong><strong>de</strong>l</strong> poeta <strong>de</strong> quien éste hace la <strong>de</strong>scripcion,<br />

presentándolo como el hombre perfecto <strong>de</strong> la filosofía natural en la sencillez <strong>de</strong> su trato, en<br />

la templanza <strong>de</strong> sus costumbres, en la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> su consejo y, en la mo<strong>de</strong>stia y rectitud<br />

<strong>de</strong> su sano discurso. Ciertamente aquellas dos visitas fueron para nuestro protagonista <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mayor interés, pues por los hechos posteriores resulta como indudable que si con la primera<br />

se allanó el camino para su ingreso al sacerdocio, con la segunda <strong>de</strong>bieron removerse<br />

cualesquiera clase <strong>de</strong> obstáculos que para el disfrute <strong>de</strong> la <strong>de</strong>samparada capellanía hubieran<br />

surgido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1572. No obstante es <strong>de</strong> presumir que, conocidas sus intenciones en Ronda<br />

por las emulaciones y envidias que en el país natal levanta siempre toda capacidad que sabe<br />

elevarse sobre el nivel común, se trató <strong>de</strong> suscitarle inconvenientes, cuyas asperezas<br />

ESPINEL procuró limar mediante aquella Cancion a su patria, unos <strong>de</strong> los poemas más<br />

ardientes que brotaron <strong>de</strong> su lira, y en que humil<strong>de</strong>, mo<strong>de</strong>sto, postrado, pidió a su cuna<br />

nuevo amoroso regazo y a sus compatricios benevolencia y protección. También se duda <strong>de</strong><br />

que nunca las obtuviera, pues por aquel tiempo dirigió a su nuevo Mecenas, el obispo <strong>de</strong><br />

Málaga, Pacheco <strong>de</strong> Córdoba, la enérgica Epístola, don<strong>de</strong> sin <strong>de</strong>clinar nada <strong>de</strong> las licencias<br />

<strong>de</strong> su juventud, apostrofaba a sus enemigos y con<strong>de</strong>naba la ruindad <strong>de</strong> las pasiones que<br />

contra él concitaban, con el vigor y la elocuencia propias <strong>de</strong> su pluma varonil abandonada a<br />

los arrebatos <strong>de</strong> su altivo corazón. He aquí algunos <strong>de</strong> estos robustos tercetos:<br />

Bien sé, que yendo la razón <strong><strong>de</strong>l</strong>ante,<br />

<strong>de</strong> virtuoso no merezco el nombre,<br />

mas que <strong>de</strong> docto y sabio un ignorante;<br />

Bien sé que no soy ángel, sino un hombre,<br />

y no quizá <strong>de</strong> inclinación tan buena<br />

que <strong>de</strong> Florencia y <strong>de</strong> Turín se asombre.<br />

Tuve en la juventud, <strong>de</strong> abrojos llena,<br />

virtu<strong>de</strong>s pocas, abundantes vicios,<br />

que me amenazan con ardiente pena.<br />

De la templanza traspasé los quicios:


22<br />

De Baco y Ceres ocupé el regazo;<br />

Y en Chipre hice alegres sacrificios.<br />

De mal sufrido tuve mi pedazo;<br />

y al mal<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> la figura muda<br />

levanté contra el cielo rostro y brazo.<br />

Acostumbré con libertad <strong>de</strong>snuda,<br />

<strong>de</strong>cir mi parecer al más pintado<br />

en torpe estilo o con razon aguda;<br />

Algo fui maldiciente y confiado;<br />

Juez severo; en alabar remiso;<br />

A todos los extremos inclinado;<br />

Tal vez Gorgonio fui, tal vez Narciso;<br />

Y para no cansaros ni cansarme,<br />

<strong>de</strong>jé el humor correr por don<strong>de</strong> quiso.<br />

Yo lo confieso: pue<strong>de</strong>n con<strong>de</strong>narme<br />

por mi dicho, mejor que por mi dicha.<br />

Que ni quiero, ni quieren perdonarme...<br />

Tras esta confesion leal e ingenua, aunque valiente, el poeta revuelve, como quien <strong>de</strong> su<br />

superioridad tenía tan hecha la conciencia, contra sus <strong>de</strong>tractores, y así los apostrofa:<br />

¿De qué le sirve aquel andar compuesto<br />

al virtuoso, trafagando el mundo,<br />

a mil peligros y borrascas puesto;<br />

andar surcando el ancho mar profundo,<br />

seis <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> la muerte, en pino y brea,<br />

sujeto al soplo <strong>de</strong> Eolo furibundo;<br />

atravesar <strong>de</strong> la biforme y fea<br />

Scila y Caribdis el estrecho seno,<br />

por ver el monte dó llegar <strong>de</strong>sea;<br />

si un torreznero, <strong>de</strong> malicias lleno,


23<br />

y <strong>de</strong> cecina y nabo el tosco pancho,<br />

<strong>de</strong> ciencia falto y <strong>de</strong> virtud ajeno,<br />

se ha <strong>de</strong> poner repantigado y ancho<br />

a escudriñar las cosas reservadas<br />

en su estrecha pocilga y bajo rancho?<br />

Oscuras sabandijas levantadas<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> polvo <strong>de</strong> la paja, y <strong>de</strong> la escoria<br />

<strong>de</strong> las putrefacciones engendradas!<br />

¿Podréis meter la mar en una noria<br />

tener el viento en un costal atado;<br />

cubrir el sol, privarnos <strong>de</strong> su gloria?<br />

Ni más ni menos estará encerrado<br />

en vuestro pecho aquel profundo abismo<br />

<strong>de</strong> la virtud, a pocos reservado.<br />

Entre la discreción y el barbarismo<br />

¿Qué parentesco dais? ¿Qué <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia<br />

entre la ciencia y vuestro ingenio mismo?<br />

Entre la necedad y la pru<strong>de</strong>ncia<br />

¿Qué símbolos halláis: que a tanto llega<br />

<strong>de</strong> un atrevido pecho la insolencia?<br />

¡Oh carcoma infernal! ¡Oh envidia ciega,<br />

rabioso cáncer que en el alma imprime<br />

gota coral que al corazón se pega!<br />

Envidia es ocasión que no se estime<br />

al virtuoso, y que le <strong>de</strong>n <strong>de</strong> codo,<br />

y que, olvidado, a la pared se arrime.<br />

Envidia es ocasión, en cierto modo,<br />

que no esté puesto en el lugar más alto,<br />

quien vos sabeis, y sabe el mundo todo...


24<br />

En medio <strong>de</strong> estas adversida<strong>de</strong>s, tal vez inesperadas, ESPINEL completó sus estudios <strong>de</strong><br />

moral en Ronda, y llegó <strong>de</strong> una en otra a todas las ór<strong>de</strong>nes <strong><strong>de</strong>l</strong> sacerdocio en Málaga. Es<br />

lástima que en los archivos <strong>de</strong> aquella mitra el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y el saqueo hayan hecho total<br />

estrago <strong>de</strong> muchos papeles interesantes para la historia, pues contra la <strong>de</strong>saparición absoluta<br />

<strong>de</strong> todos los que conciernen al registro <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> aquel tienipo han tenido que<br />

estrellarse los esfuerzos <strong>de</strong> mi querido hermano el licenciado don Leonardo Pérez <strong>de</strong><br />

Guzmán, mi colaborador asiduo con su inteligencia, su saber y sus recursos en las<br />

investigaciones sobre ESPINEL, y a quien yo di el encargo <strong>de</strong> buscar el modo <strong>de</strong><br />

puntualizar las fechas que a esta parte <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> nuestro protagonista correspon<strong>de</strong>n. Este<br />

silencio <strong>de</strong> los documentos textuales por fortuna no se prolonga; pues el Archivo general <strong>de</strong><br />

Simancas, ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1587 nos suministra nuevos instrumentos diplomáticos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer<br />

cargo eclesiástico que <strong>de</strong>semepeñó ESPINEL. Fue éste un medio beneficio en Ronda el<br />

cual hasta aquí se había atribuido también el favor <strong><strong>de</strong>l</strong> obispo Pacheco, cuando este prelado<br />

se hallaba ya en posesión <strong>de</strong> la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> Córdoba, estando vacante la <strong>de</strong> Málaga como se<br />

advierte por el siguiente documento que traslado íntegro. Dice así:<br />

A SU MAGESTAD<br />

Del Dean y cabildo <strong>de</strong> la Yg1esia <strong>de</strong> Malága: 4 <strong>de</strong> Mayo 1587.<br />

a VIZENTE SPINEL.<br />

Nominacion <strong>de</strong> medio beneficio <strong>de</strong> Ronda,<br />

«Señor: en la yglesia <strong>de</strong> la çiudad <strong>de</strong> Ronda está vaco vn medio benefiçio, por ascension<br />

que dél hizo a vn beneficio entero en la misma yglesia el bachiller Joan Reynaldos; para el<br />

qual se pusieron edictos, y <strong>de</strong> las personas que se oppusieron al dicho beneficio se hizo<br />

exámen <strong>de</strong> la çiençia, vida y costumbres y limpieça, como V. Mag. d por sus çedulas tiene<br />

or<strong>de</strong>nado y mandado, y juntos en nuestro cabildo, se<strong>de</strong> vacante, llamados para la eleccion<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> dicho beneficio: en el primer lugar, por la mayor parte, salió nombrado VICENTE<br />

ESPINEL, vezino <strong>de</strong> dicha ciudad <strong>de</strong> Ronda: es clérigo presuítero, buen latino y buen<br />

cantor <strong>de</strong> canto llano y <strong>de</strong> canto e órgano. -En el segundo lugar salió nombrado, por la<br />

mayor parte <strong>de</strong> los Capitulares, GONÇALO GIL GINETE, beneficiado <strong><strong>de</strong>l</strong> burgo, vezino<br />

asimisino <strong>de</strong> la dicha ciudad <strong>de</strong> Ronda: es clérigo, presuítero; dió buena quenta <strong>de</strong> la<br />

gramática y <strong>de</strong> sacramentos; canta con buena voz. -En el Tercero lugar salió nombrado, por


25<br />

la mayor parte <strong>de</strong> los Capitulares, BARTOLOMÉ XIMENEZ, clérigo presuítero, vezino<br />

asimismo <strong>de</strong> la dicha çiudad <strong>de</strong> Ronda y benefiçiado <strong>de</strong> Villaluenga: Tiene Tres cursos <strong>de</strong><br />

Cánones; canta medianamente. -Todos estos tres así nombrados tienen buena opinión <strong>de</strong><br />

vida y costumbres y son limpios christianos viejos. Vuestra Magestad hará mercéd á<br />

aquella su Yglesia que con breuedad se prouea este beneficio por la falta que en ella ay <strong>de</strong><br />

ministros. Dios guar<strong>de</strong> la cathólica persona <strong>de</strong> Vuestra Magestad, <strong>de</strong> Málaga a quatro <strong>de</strong><br />

Mayo <strong>de</strong> 1587 años. -EL LICENCIADO DON BARTOLOMÉ ABRIO, <strong>de</strong>an. -Su rúbrica.<br />

-DIEGO FERNÁNDEZ, racionero. -Su rúbrica. -Por el Dean y Cabildo <strong>de</strong> la Santa yglesia<br />

<strong>de</strong> Málaga, FRANCISCO PIÑOSO BARRANTES, secretario. -Su rúbrica. -Al márgen hay<br />

un <strong>de</strong>creto que dice: -Dese al primero. -Hay una rúbrica (17) .»<br />

Insoportable <strong>de</strong>bió ser para ESPINEL la monótona vida <strong>de</strong> Ronda, bien que por aquel<br />

tiempo se hubieran calmado algo las tempesta<strong>de</strong>s que la envidia le levantó a su vuelta. Así<br />

al menos lo corroboran la Epístola, <strong>de</strong>dicatoria <strong>de</strong> sus Rimas a su joven alumno don<br />

Antonio Álvarez <strong>de</strong> Beaumont y Toledo, duque <strong>de</strong> Alba y <strong>de</strong> Huéscar, su amigo y su<br />

Mecenas; otra Epístola que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Granada escribió también a su no menos estrecho<br />

camarada don Juan Tellez Girón, marqués <strong>de</strong> Peñafiel, primogénito <strong>de</strong> don Pedro Girón,<br />

tercer duque <strong>de</strong> Osuna tan afecto a poetas como el anterior, y a quien Juan <strong>de</strong> la Cueva <strong>de</strong><br />

Gazoza, Luis Barahona <strong>de</strong> Soto y otros ingenios, <strong>de</strong>dicaron obras inmortales. Por último<br />

hay, otra tercera carta <strong>de</strong> ESPINEL, en tercetos al doctor Luis <strong>de</strong> Castilla, mayordomo <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

joven duque <strong>de</strong> Alba, en el mismo sentido que las dirigidas a los dos mencionados egregios<br />

magnates. ESPINEL probablemente pasó a Granada a fines <strong><strong>de</strong>l</strong> año <strong>de</strong> 1589, con ánimo <strong>de</strong><br />

tomar el grado <strong>de</strong> bachiller en artes, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces va junto a su nombre en algunos<br />

documentos públicos. En su Epístola al marqués <strong>de</strong> Peñafiel <strong>de</strong>scribe con minuciosidad<br />

pasmosa <strong>de</strong> brillantes <strong>de</strong>talles el incendio <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> un polvorista en Granada, junto a la<br />

iglesia <strong>de</strong> San Pedro y San Pablo y cuyo fuego propagándose en breve llevó su horrible<br />

estrago hasta el palacio árabe, cuyos <strong>de</strong>strozos reconoció en 18 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1590, <strong>de</strong><br />

or<strong>de</strong>n <strong><strong>de</strong>l</strong> alcai<strong>de</strong> <strong>de</strong> la Alhambra don Miguel Ponce <strong>de</strong> León, el aparejador <strong>de</strong> las obras<br />

reales <strong><strong>de</strong>l</strong> alcázar. Juan <strong>de</strong> Vega.<br />

Todas estas tres cartas están llenas <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento y <strong>de</strong> tristeza, y sobre todo <strong><strong>de</strong>l</strong> hastío <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

suelo patrio. A Peñafiel ESPINEL le escribía:


26<br />

La <strong>de</strong>stemplanza <strong>de</strong> este invierno frío,<br />

y entre estos riscos el levante y cierzo<br />

encogerán al más lozano brío.<br />

Estoy cual sapo o soterrado escuerzo,<br />

cual el lagarto o rígida culebra<br />

la cerviz corva, sin valor, ni esfuerzo.<br />

Voy a escribir y el brazo se me quiebra:<br />

si quiero asir el hilo antiguo roto,<br />

Tiembla la mano al enhilar la hebra.<br />

Ya, gallardo marqués, estoy remoto<br />

<strong>de</strong> mí: que la inclemencia <strong>de</strong> este cielo<br />

tiene el ingenio remontado y boto.<br />

Dicen algunos que antes este suelo<br />

por la extrañeza <strong>de</strong> estos altos riscos<br />

dará ocasión bastante al dios <strong>de</strong> Delo.<br />

¡Mirad qué gusto ofrecerán lentiscos,<br />

Chaparros y torcidas cornicabras<br />

entre enconosos, fieros basiliscos!<br />

Que aquí todo el lenguaje y las palabras<br />

es cochinos, bellota, ovejas, roña;<br />

cultivar huertas y or<strong>de</strong>ñar las cabras;<br />

si crece el pan; si el alcacel retoña;<br />

si Abbu-Hassen promete viento o lluvia<br />

y todo el resto es vértigo y ponzoña...<br />

Entretanto, procurando mejorar <strong>de</strong> posición. y habiendo quedado vacante en Santa María<br />

la Mayor un beneficio <strong>de</strong> los enteros, por muerte <strong><strong>de</strong>l</strong> bachiller Alonso Gómez, su último<br />

poseedor, aspiró a él presentándose en Coin a las oposiciones ante el obispo <strong>de</strong> Málaga, D.<br />

García <strong>de</strong> Haro, que sucedió a su favorecedor Pacheco. A 4 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1591 se elevó la<br />

propuesta <strong><strong>de</strong>l</strong> prelado a la resolución <strong><strong>de</strong>l</strong> Rey. Ocupaba el primer lugar en la terna Alonso<br />

Domínguez, bachiller en cánones por Osuna y beneficiado <strong>de</strong> Marbella, el cual antes había


27<br />

sido durante once años cura y vicario <strong>de</strong> Ronda. Otro beneficiado <strong>de</strong> Santa Cecilia que<br />

también había <strong>de</strong>sempeñado los curatos <strong>de</strong> Júzcar, Farajan Cortes, Jimera. y el <strong><strong>de</strong>l</strong> Espíritu<br />

Santo en la ciudad natal. Juan Pérez iba en el segundo, y en el tercero ESPINEL, sin más<br />

títulos que el <strong>de</strong> bachiller en artes, el <strong>de</strong> su medio beneficio en la iglesia <strong>de</strong> Santa María, su<br />

conocimiento en el latín y en el contrapunto y su <strong>de</strong>streza en canto, ansi llano, como <strong>de</strong><br />

órgano. Esta vez el bachiller Domínguez fue más afortunado, y ESPINEL, que acababa <strong>de</strong><br />

publicar sus Rimas no se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Málaga hasta Madrid. No fue estéril su viaje. Había<br />

en Ronda un Hospital Real llamado <strong>de</strong> Santa Bárbara fundado y dotado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo <strong>de</strong><br />

la reconquista por los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel. Disfrutaba<br />

pingüe renta con los acrecentamientos que <strong>de</strong>spués se le habían ido agregando, y tenía un<br />

capellan <strong>de</strong> nombramiento real y con consignación no escasa para los ministerios<br />

espirituales. El licenciado Francisco Díaz Gil había sido el primero en este oficio que sirvió<br />

por espacio <strong>de</strong> más <strong>de</strong> treinta años <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1520, en que el emperador Carlos V organizó<br />

aquella fundación. Sucedióle hasta edad muy avanzada el licenciado Pedro Díaz Cansino, y<br />

a su muerte ocurrida en la primavera <strong>de</strong> 1591 la ciudad nombró capellán interino entretanto<br />

que S. M. resolvía. No se allanó a aprobar esto el obispo <strong>de</strong> Málaga, y en tal disputa<br />

ESPINEL presentándose en Madrid, obtuvo que en él se resolviese la cuestión. Mal sentó<br />

en la ciudad su nombramiento; pero él quiso salvar el conflicto quedándose personalmente<br />

en Madrid a caza <strong>de</strong> pretensiones mas ventajosas y nombró para el Hospital Real <strong>de</strong> Ronda<br />

sustituto en el licenciado Gabriel Espinosa <strong>de</strong> los Mossos, beneficiado <strong>de</strong> la Mavor y<br />

Comisario <strong><strong>de</strong>l</strong> Santo Oficio. Des<strong>de</strong> entonces comenzó en Ronda una nueva y cruda guerra<br />

contra ESPINEL, <strong>de</strong> quien se pretendía nada menos que renunciara el cargo. En 12 <strong>de</strong><br />

enero <strong>de</strong> 1594 la ciudad elevó un papel al Rey, en el cual le exponía que el Hospital se<br />

hallaba abandonado, que el beneficiado VICENTE ESPINEL, a quien dio el Rey su<br />

capellanía, «está en essa corte y no la a ydo ni ha a servir <strong>de</strong> que a auido algunos<br />

ynconvenientes» y por último solicitaba mandase «al dicho UIÇENTE ESPINEL la baya a<br />

seruir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> vn mes, don<strong>de</strong> no que V. mag. d man<strong>de</strong> nombrar otro capellán, pues no es<br />

justo que los pobres pa<strong>de</strong>zcan por no querer y a cabo <strong>de</strong> tanto tiempo.» Por cédula <strong>de</strong> S. M.<br />

mandose a ESPINEL fuera a residir su <strong>de</strong>stino: pero él halló medio <strong>de</strong> excusarlo<br />

presentando en 28 <strong>de</strong> abril instancia acompañada <strong>de</strong> una información <strong>de</strong> médicos hecha<br />

ante el vicario <strong>de</strong> Madrid, Alonso Serrano, canónigo <strong>de</strong> Toledo en la cual el doctor


28<br />

Maximiliano <strong>de</strong> Céspe<strong>de</strong>s y el licenciado Baltasar <strong>de</strong> León <strong>de</strong>clararon que, a causa <strong><strong>de</strong>l</strong> mal<br />

<strong>de</strong> orina y carnosidad que ESPINEL pa<strong>de</strong>cía a ponerse en camino sin curarse, quedaba su<br />

vida en peligro. A pesar <strong>de</strong> todo, no fue posible prolongar mucho tiempo este estado y al<br />

cabo, en la primavera <strong>de</strong> 1595, hizo el poeta su cuarta y último expedición a su patria,<br />

¿Volvió verda<strong>de</strong>ramente en ella a los <strong>de</strong>senfrenos <strong>de</strong> su juventud? ¿Fueron todo armas<br />

<strong>de</strong> enemistad y venganza contra él? En 1596 por gestiones <strong>de</strong> Ronda se le quitó el medio<br />

beneficio <strong>de</strong> Santa y luego se redactó en su daño una información sobre su vida y<br />

costumbres <strong>de</strong>sarregladas que el corregidor <strong>de</strong> Ronda, Alonso <strong>de</strong> Espinosa Cal<strong>de</strong>rón, elevó<br />

al Rey en 24 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1597. Habiendo sido remitida <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Felipe II al vicario <strong>de</strong><br />

aquella ciudad se ha perdido este documento y no consta por lo tanto en la copiosa<br />

colección diplomática <strong>de</strong> Simancas. Sería curioso verlo. Lo que consta en cambio son<br />

ciertas cartas <strong><strong>de</strong>l</strong> corregidor citado y <strong>de</strong> la ciudad en pleno, fechas <strong>de</strong> 24 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1<br />

597 y <strong>de</strong> 18 y 27 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1598, con las sentidas quejas que las produjeron. Espinosa<br />

Cal<strong>de</strong>rón acusó a ESPINEL <strong>de</strong> que con la renta <strong><strong>de</strong>l</strong> Hospital «lo pasa muy bien, sin que en<br />

ninguna cosa se ocupe en el servicio <strong>de</strong> V. mag. d como fundador dél, ni en munchas cosas a<br />

questá obligado <strong><strong>de</strong>l</strong> seruicio <strong>de</strong> dios, nuestro senor;... y apurando al capellan lo haga, se<br />

escusa con <strong>de</strong>zir no está obligado ni á otra cosa alguna, ni lo haze mas <strong>de</strong> tirar la rrenta.»<br />

No tuvo efecto este aviso, y entonces se escribió otro en que se agravaban los cargos y, se<br />

<strong>de</strong>cía: -«a el presente sirue el dicho ospital VIÇENTE ESPINEL. Este capellan es hombre<br />

<strong>de</strong> tales costumbres, trato y manera <strong>de</strong> bibir, que paresce por la ynformacion que va con<br />

esta por sus vicios y culpas y excessos y neglixençias y cobdiçia, conviene al seruicio <strong>de</strong><br />

dios. nuestro señor, y <strong>de</strong> Vuestra Mag. d que se sirua Vuestra mag. d <strong>de</strong> mandar proueer<br />

rremedio, mandando nombrar otro capellan qual convenga, porque con rreprehencion ni<br />

castigo enten<strong>de</strong>mos no podrá auer rremedio contra lo ques condiçion propia y costumbres<br />

antiguas.» A esta representación, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la <strong><strong>de</strong>l</strong> corregidor, acompañaban las firmas <strong>de</strong><br />

los caballeros regidores Diego Ximenez Bustos, Don Bartolomé <strong>de</strong> Villalón, Rodrigo<br />

Espinosa <strong>de</strong> la Rua, Martín González Gil, D. Gutierre <strong>de</strong> Escalante y D. Gaspar Vázquez <strong>de</strong><br />

Mondragón. No obstante el castigo para ESPINEL no <strong>de</strong>bió ser muy duro pues se satisfizo<br />

con nombrar un nuevo sustituto, que lo fue hasta su muerte en la persona <strong><strong>de</strong>l</strong> beneficiado<br />

José Ruiz Parra. Y en volverse él a la corte a su vida brillante <strong>de</strong> las letras y <strong><strong>de</strong>l</strong> arte que<br />

profesaba.


29<br />

- VII -<br />

A 13 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> aquel año <strong>de</strong> 1598 murió en el Escorial el rey Felipe II y no fue<br />

antes llegar a Ronda la noticia. que disponer su vuelta a la corte el inquieto capellán <strong>de</strong><br />

Santa Bárbara. Al principio <strong>de</strong> 1590 entró en Madrid y para mayo <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo año ya se le<br />

había dado colocación permanente en uno <strong>de</strong> los cargos que más podían halagar la i<strong>de</strong>a que<br />

él mismo tenía <strong>de</strong> sus propias habilida<strong>de</strong>s. La facultad y los conocimientos musicales <strong>de</strong><br />

ESPINEL, y su invención <strong>de</strong> la quinta cuerda <strong>de</strong> la guitarra española, más bien han sido<br />

consi<strong>de</strong>rados hasta aquí, como adorno <strong>de</strong> su persona y perfección <strong>de</strong> su ingenio, que como<br />

progresos positivos en una profesión, que a él le valió en vida tanta dignidad como el<br />

sacerdocio. El papel que en el arte divino ha representado siempre la guitarra no ha sido por<br />

otra parte, el más a<strong>de</strong>cuado para conce<strong>de</strong>r importancia a los a<strong><strong>de</strong>l</strong>antos reflejados sobre este<br />

instrumento. Sin embargo en el acto I, escena 8.ª <strong>de</strong> la Dorotea hace Lope <strong>de</strong> Vega <strong>de</strong>cir a<br />

Gerarda: -«A peso <strong>de</strong> oro avía<strong>de</strong>s vos <strong>de</strong> comprar un hombrón <strong>de</strong> hecho y <strong>de</strong> pelo en pecho,<br />

que la <strong>de</strong>sapasionase <strong>de</strong> estsos sonetos y <strong>de</strong> estas nuevas décimas o espinelas que se usan;<br />

perdóneselo Dios a VICENTE ESPINEL, que nos trujo esta novedad y las cinco cuerdas<br />

<strong>de</strong> la guitarra con que ya se van olvidando los instrumentos nobles.»<br />

El doctor Cristóbal Suarez <strong>de</strong> Figueroa en su Plaza universal <strong>de</strong> todas las ciencias en<br />

1615, llamó a ESPINEL, autor <strong>de</strong> las sonadas y cantar <strong>de</strong> sala, al tratar <strong>de</strong> los tañedores<br />

insignes <strong>de</strong> guitarra como Benavente, Palomares, Juan Blas <strong>de</strong> Castro y otros. El portugués<br />

Nicolas Doyzi <strong>de</strong> Velasco, músico <strong>de</strong> S. M. y <strong><strong>de</strong>l</strong> Sr. Infante Car<strong>de</strong>nal D. Fernando, en su<br />

Nuevo modo <strong>de</strong> cifra para tañer la guitarra que publicó en 1630 en Nápoles, hallándose al<br />

servicio <strong><strong>de</strong>l</strong> virrey duque <strong>de</strong> Medina <strong>de</strong> las Torres, dijo que en Italia, en Francia y las <strong>de</strong>más<br />

naciones llevaba la guitarra el nombre <strong>de</strong> española, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ESPINEL, a quien conoció<br />

en Madrid, la aumentó la quinta cuerda, a que llamamos prima, con lo que quedó tan<br />

perfecta como el órgano, el clavicordio, el arpa, el laúd o la tiorba, y aun más abundante<br />

que estos instrumentos. De la misma invención <strong>de</strong> ESPINEL <strong>de</strong>dujo la perfección que la<br />

otorga el licenciado Gaspar Sanz en su Instrucción <strong>de</strong> música sobre la guitarra española,


30<br />

que publicó en 1674 en Zaragoza y <strong>de</strong>dicó a D. Juan José <strong>de</strong> Austria, el bastardo <strong>de</strong> Felipe<br />

IV. El mismo Lope <strong>de</strong> Vega, apenas nombra una sola vez a ESPINEL en alguna <strong>de</strong> sus<br />

obras, y lo nombra en muchas, sin celebrar al músico tanto como al poeta. En su <strong>de</strong>dicatoria<br />

<strong>de</strong> El caballero <strong>de</strong> Illescas dice a ESPINEL que el bello arte no olvidará jamás, en los<br />

instrumentos el arte y dulzura <strong>de</strong> «vuesa merced.» En la <strong>de</strong>dicatoria <strong>de</strong> La viuda<br />

valenciana, a D.ª Marta <strong>de</strong> Nevares. haciendo encomios <strong>de</strong> las bellas prendas que<br />

adornaban a esta señora, dijo Lope <strong>de</strong> Vega también: «si toma en las manos un instrumento,<br />

a su divina voz e incomparable <strong>de</strong>streza el padre <strong>de</strong> la música, VICENTE ESPINEL, se<br />

suspendiera atónito.» Que esta era opinión común entre los contemporáneos no es preciso<br />

acreditarlo con los pasajes <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> que a ello se refieren: basta registrar los<br />

libros dogmáticos o rituales <strong>de</strong> la música <strong>de</strong> aquel tiempo, y muchos son los que entre sus<br />

prece<strong>de</strong>ncias contienen la autorizada firma <strong>de</strong> ESPINEL, en el catálogo <strong>de</strong> sus censuras.<br />

Sabido es que estas no se confiaban sino a personas competentes en lo que habían <strong>de</strong><br />

examinar. Sirvan <strong>de</strong> ejemplo los Tres cuerpos <strong>de</strong> música, compuestos por Juan Gil <strong>de</strong><br />

Esquivel Barahona racionero y maestro <strong>de</strong> capilla <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Ciudad Rodrigo, los<br />

cuales son misas, magnificat, himnos, salmos y motetes y otras cosas tocantes al culto<br />

divino todo conforme al rezo nuevo que por mandado <strong><strong>de</strong>l</strong> Sr. D. Martín <strong>de</strong> Córdoba,<br />

presi<strong>de</strong>nte <strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo <strong>de</strong> la santa Cruzada aprobó ESPINEL en diciembre <strong>de</strong> 1611<br />

hallando en ellos «muy apacible consonancia y gentil artificio y música <strong>de</strong> muy buena casta<br />

así en lo práctico, como en lo teórico.»<br />

Sería un error creer que ESPINEL no sacara el <strong>de</strong>bido provecho <strong>de</strong> esta tan educada<br />

capacidad que poseía: así se le vio en 1599, salir <strong>de</strong> Madrid para Alcalá <strong>de</strong> Henares en cuya<br />

Universidad se graduó aquel año <strong>de</strong> Maestro en artes, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la regia aca<strong>de</strong>mia fundada<br />

por el car<strong>de</strong>nal Ximenez <strong>de</strong> Cisneros, dirigirse a la Capilla <strong><strong>de</strong>l</strong> obispo <strong>de</strong> Plasencia, cuyo<br />

protector D. Fadrique <strong>de</strong> Vargas Manrique le tenía reservado una plaza <strong>de</strong> capellán con<br />

30.000 mrs. Anuales <strong>de</strong> emolumentos y 12.000 más como Maestro <strong>de</strong> la linda capilla <strong>de</strong><br />

música <strong>de</strong> que estaba dotada aquella fundación y por enseñar a los seizes. Nada más curioso<br />

que registrar en los libros <strong>de</strong> cuentas <strong>de</strong> aquel tiempo las partidas otorgadas a ESPINEL por<br />

gastos <strong>de</strong> su ministerio en la capilla <strong><strong>de</strong>l</strong> obispo. En el libro II <strong>de</strong> dichas cuentas, a la primera<br />

vista que por ellas se pasa en las <strong>de</strong> 1599, al fól. 29 vto. se tropieza con esta partida: «Item,<br />

dá por <strong>de</strong>scargo (el capellán mayor licenciado Alonso Hernan<strong>de</strong>z) 46 rs. que pagó por un


31<br />

libro <strong>de</strong> las Magníficas, para la dicha capilla, como pareció por certificación <strong><strong>de</strong>l</strong> maestro <strong>de</strong><br />

capilla ESPINEL.» -En las <strong>de</strong> 1601, al fól. 45 vto. También se le aprobó al mayordomo y<br />

capellán, Juan <strong>de</strong> Arganda, el siguiente capítulo: «Item: se le reciben y pasan en cuenta 3 rs.<br />

<strong>de</strong> una mano <strong>de</strong> papel que dio al Maestro ESPINEL para los villancicos.» En la capilla <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

obispo VICENTE ESPINEL perseveró hasta el término <strong>de</strong> sus días, y aunque algunos<br />

meses antes <strong>de</strong> su muerte ascendió por antigüedad al cargo <strong>de</strong> capellán mayor, que era el<br />

último grado <strong>de</strong> los que en ella se obtenían, nunca <strong>de</strong>jó el <strong>de</strong> maestro <strong>de</strong> la <strong>de</strong> música, pues<br />

todavía en las cuentas <strong>de</strong> 1622 y <strong>de</strong> 1623, se hallan capítulos como los siguientes: -1622-<br />

«Recíbense en cuenta al dicho mayordomo (Gabriel <strong><strong>de</strong>l</strong> Espinar) 8000 mrs. por tantos que<br />

pagó al maestro ESPINEL, maestro <strong>de</strong> capilla, <strong>de</strong> su salario <strong>de</strong> ocho meses.» -1623- «Mas<br />

se le pasan en cuenta al dicho 4000 mrs. por tantos que pagó al maestro ESPINEL,<br />

«maestro <strong>de</strong> capilla, <strong><strong>de</strong>l</strong> salario <strong>de</strong> cuatro meses.» -¿No son estas noticias tan auténticas, un<br />

solemne mentís contra los que hasta aquí han venido sosteniendo que, pobre e imbele pasó<br />

ESPINEL el resto <strong>de</strong> sus días, recogido en el asilo eclesiástico <strong>de</strong> santa Catalina <strong>de</strong> los<br />

Donados, que no era sino un Hospicio? Pero con esta ligereza está sostenido en España por<br />

los hombres más serios y <strong>de</strong> reputacion más voluminosa, todo lo que hasta aquí está escrito<br />

en materia <strong>de</strong> biografía y <strong>de</strong> historia.<br />

La época más brillante <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> ESPINEL, es la que corre por todo este tiempo<br />

hasta el término <strong>de</strong> sus días. Cervantes le llamaba amigo; Lope <strong>de</strong> Vega maestro, como en<br />

nuestro siglo Espronceda, Ventura <strong>de</strong> la Vega, Pezuela, Pardo, Escosura daban este mismo<br />

nombre al venerable Lista. Apenas había solemnidad literaria que ESPINEL no graduara<br />

con su presencia, ni producción <strong>de</strong> ingenio <strong>de</strong> aquella edad que no se ufanara con su<br />

censura. Cuando al estilo <strong>de</strong> Italia se importaron a España las Aca<strong>de</strong>mias Poéticas bajo la<br />

proteccion <strong>de</strong> los Príncipes y Gran<strong>de</strong>s, la <strong>de</strong> Madrid y su protector D. Félix Arias Girón, <strong>de</strong><br />

la casa condal <strong>de</strong> Puñonrostro, según Lope <strong>de</strong> Vega en su Laurel <strong>de</strong> Apolo, laurearon con<br />

gran<strong>de</strong> aplauso <strong>de</strong> señores e ingenios a VICENTE ESPINEL, único poeta latino y<br />

castellano <strong>de</strong> estos tiempos. Fundóse en 1608 bajo la protección <strong><strong>de</strong>l</strong> duque <strong>de</strong> Lerma, el<br />

po<strong>de</strong>roso favorito <strong>de</strong> Felipe III, la Esclavonia <strong><strong>de</strong>l</strong> Santísimo Sacramento, que no era sino<br />

una gran comunidad <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s y gentes <strong>de</strong> letras, parecida a lo que ahora es un partido<br />

político, y en la que Lerma se apoyaba para sostenerse en el po<strong>de</strong>r, y a ella fue la autoridad<br />

<strong>de</strong> nombre <strong>de</strong> VICENTE ESPINEL, entre los <strong>de</strong> la flor <strong>de</strong> la aristocracia <strong>de</strong> la sangre y <strong>de</strong>


32<br />

las letras por aquel tiempo. Se canonizó san Isidro, patrón <strong>de</strong> Madrid, cuyo suceso fue un<br />

gran acto <strong>de</strong> la política <strong>de</strong> aquel tiempo, y a sus justas y certámenes llevó ESPINEL el<br />

óbolo <strong>de</strong> sus versos, no por la codicia <strong><strong>de</strong>l</strong> premio, sino por tributo <strong>de</strong> altos respetos. Toda<br />

Sevilla leyó en 1609 en manos <strong>de</strong> Rodrigo Caro una carta <strong>de</strong> Juan Melio <strong>de</strong> Sandoval en<br />

que le <strong>de</strong>cía: -«El discurso <strong>de</strong> vuesa merced sobre la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> la poesía tiene el señor<br />

con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Lemos con noticia <strong>de</strong> su dueño, y ha parecido muy bien; como al maestro<br />

VICENTE ESPINEL la Canción a las ruinas <strong>de</strong> Itálica, que yo se la mostré en la calle<br />

Mayor <strong>de</strong> Madrid, y leyéndola dijo, antes que le dijéramos cuya era: -Este es ingenio<br />

andaluz. -Díjele que sí y el nombre. ¡Bien pue<strong>de</strong> vuesa merced creer es buena, pues ha sido<br />

graduada por tan gran censurante.»<br />

No prodigó ESPINEL entonces, ni nunca, los elogios <strong>de</strong> su pluma, para las prece<strong>de</strong>ncias<br />

<strong>de</strong> libros, aunque tampoco por esto <strong>de</strong>be creerse fue tacaño <strong>de</strong> su ingenio en las aras <strong>de</strong> la<br />

amistad. El primer libro que en 1586 se autorizó con sus versos laudatorios, fue el<br />

Cancionero <strong>de</strong> López Maldonado. Después escribió en 1599 un epigrama latino para la<br />

primera edición <strong><strong>de</strong>l</strong> Guzmán <strong>de</strong> Alfarache, <strong>de</strong> Mateo Alemán. En 1599 también, habiendo<br />

hallado en Madrid un antiguo camarada <strong>de</strong> las moceda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Sevilla 1 D. Antonio <strong>de</strong><br />

Saavedra Guzmán, que a la sazón imprimía su Peregrino Indiano, diole unos sonetos <strong>de</strong><br />

alabanza. Con otra poesía para las prece<strong>de</strong>ncias <strong><strong>de</strong>l</strong> Modo <strong>de</strong> pelear a la gineta, obsequió<br />

en 1605 a D. Simón <strong>de</strong> Villalobos y Benavi<strong>de</strong>s, su amigo en Bélgica. y con otra, en 1610, al<br />

capitán Gaspar <strong>de</strong> Villagrá, que entonces publicó su Historia <strong>de</strong> Nueva Méjico. Favores<br />

idénticos hizo en 1616, 1619 y 1622 respectivamente, a Céspe<strong>de</strong>s y Meneses para su<br />

Español Gerardo, al padre Fray Hernando Camargo, fraile agustino, para su Muerte <strong>de</strong><br />

Dios por vida <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre y a Gabriel Pérez <strong>de</strong> Barrio Angulo para el Secretario <strong>de</strong><br />

Señores. Gabriel Laso <strong>de</strong> la Vega, cuando publicó en 1601 en Zaragoza los Elogios en loor<br />

<strong>de</strong> los tres famosos varones D. Jaime <strong>de</strong> Aragón, D. Fernando Cortés y D. Álvaro <strong>de</strong><br />

Bazán, no pidió nuevas obras al númen <strong>de</strong> ESPINEL, pero tomó <strong>de</strong> su poema titulado Casa<br />

<strong>de</strong> la Memoria los elogios que el poeta había hecho <strong>de</strong> Bazán y Cortés. Si el antequerano<br />

Pedro <strong>de</strong> Espinosa proyectaba sus Flores <strong>de</strong> Poetas ilustres <strong>de</strong> España, tributario hacía a su<br />

casi paisano <strong>de</strong> su interesante Antología: <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo modo que Fray Diego <strong>de</strong> san José<br />

cuando en 1615 <strong>de</strong>scribió las fiestas a la beatificación <strong>de</strong> santa Teresa <strong>de</strong> Jesus. y el<br />

licenciado D. Pedro <strong>de</strong> Herrera al celebrar la reedificación <strong><strong>de</strong>l</strong> santo Sagrario <strong>de</strong> Toledo por


33<br />

el car<strong>de</strong>nal arzobispo Sandoval y Rojas, cuyas fiestas y regocijos se celebraron con tan<br />

espléndido aparato.<br />

Lo mismo se solicitaban sus censuras y aprobaciones. El primero en reclamarlas era el<br />

mismo Lope <strong>de</strong> Vega. En 1615 apareció la Sexta parte <strong>de</strong> sus Comedias, y ESPINEL en su<br />

aprobación un año antes, <strong>de</strong>cía solamente que aquel libro era muy digno <strong>de</strong> imprimirse,<br />

para que todos gozaran <strong>de</strong> sus excelentísimos versos y conceptos. Vino en 1617 la parte<br />

séptima, y aquí fue ya más expresivo. contestando puntualmente a los tres extremos que la<br />

censura <strong>de</strong>bía abrazar. -«Cuanto a lo primero, <strong>de</strong>cía, no hallo mal sonante ni cosa que<br />

ofenda a la religión y buenas costumbres. Cuanto a lo segundo tienen lenguaje muy<br />

cortesano puro y honesto: las personas guardan la propiedad <strong><strong>de</strong>l</strong> arte; <strong>de</strong> manera que ni el<br />

señor se humilla al modo inferior <strong><strong>de</strong>l</strong> criado, ni la matrona a la condición <strong>de</strong> la sierva, y<br />

todo con pensamientos y conceptos ajustados a la materia <strong>de</strong> que se trata. Cuanto a lo<br />

tercero, si pue<strong>de</strong>n imprimirse, digo, que si hay permisión y es lícito representarse con los<br />

adornos, palabras y talle <strong>de</strong> una mujer hermosa y <strong>de</strong> un galán bien puesto y mejor hablado;<br />

¿por qué no lo será que cada uno en su rincón pueda leerlas, don<strong>de</strong> solo el pensamiento es<br />

el juez, sin los movimientos y acciones que alegran a los oyentes? ¿Dón<strong>de</strong> es más po<strong>de</strong>rosa<br />

la vista que el oído? Signia irritant animos <strong>de</strong>missa per aures: quam quae sunt oculis<br />

subjecta fi<strong><strong>de</strong>l</strong>ibus.» Otra vez en 1617 volvió el Consejo Real a encomendarle el exámen <strong>de</strong><br />

la Docena parte <strong><strong>de</strong>l</strong>as Comedias <strong>de</strong> Lope, y otra vez él las elogiaba, en lugar <strong>de</strong><br />

censurarlas, y escribía: --«y porque en esta obra campea la elocuencia española y el vuelo<br />

gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> la retórica y poesía <strong>de</strong> su insigne autor, la cual ya acompañada con mucha<br />

erudición <strong>de</strong> lectura y varia, es bien que se imprima, para que los veni<strong>de</strong>ros escritores<br />

tengan que imitar y los presentes que apren<strong>de</strong>r.» Para poner cima a la opinión que<br />

ESPINEL tenía <strong>de</strong> Lope, hay que leer todavía la censura <strong><strong>de</strong>l</strong> primero a la Décima quinta<br />

parte <strong>de</strong> las Comedias <strong><strong>de</strong>l</strong> segundo, en 1620. He aquí las palabras <strong>de</strong> ESPINEL: --«Deleita<br />

y suspen<strong>de</strong>, dice con la elegancia, suavidad y pureza <strong><strong>de</strong>l</strong> verso; enseña y regala con la<br />

abundancia <strong>de</strong> sentencias morales, edifica con la honestidad y admira con la multitud<br />

nunca vista. Es mi parecer, y <strong>de</strong> toda la república, que será bien recibido que se imprima<br />

esto y cuanto <strong>de</strong> sus manos saliere.» De 1620 a 1622 todavía ESPINEL tuvo <strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo la<br />

comisión <strong>de</strong> examinar cuatro partes más <strong>de</strong> estas comedias, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la décima sexta a la<br />

décima nona inclusive. Y por si esto no fuera bastante, también en 1622 se le encargaron


34<br />

las <strong>de</strong> don Juan Ruiz <strong>de</strong> Alarcón <strong>de</strong> las que aplaudió el gentil estilo y los conceptos<br />

honestos y agudos.<br />

Otras obras <strong>de</strong> diversa índole antes y aun <strong>de</strong>spués, hasta 1621. vinieron con este objeto a<br />

sus manos; mas por no parecer cansado, solamente citaré la Patrona <strong>de</strong> Madrid restituida,<br />

poema <strong>de</strong> Alonso Jerónimo <strong>de</strong> Salas Barbadillo, impreso en la misma Historia <strong>de</strong> la Nueva<br />

Méjico <strong><strong>de</strong>l</strong> capitán Gaspar <strong>de</strong> Villagrá, en 1610; La Filomena <strong>de</strong> Lope <strong>de</strong> Vega, <strong>de</strong> 1621;<br />

las Prosas y versos <strong><strong>de</strong>l</strong> Pastor <strong>de</strong> Cleonarda, <strong>de</strong> Miguel Botello <strong>de</strong> Carvalho, y El mejor<br />

príncipe Trajano Augusto <strong>de</strong>1 licenciado don Francisco <strong>de</strong> Barreda, <strong>de</strong> 1622, y finalmente<br />

las Novelas amorosas, <strong>de</strong> José <strong>de</strong> Camerino. y las Divinas y humanas flores, <strong>de</strong> Faria y<br />

Sousa, <strong>de</strong> 1623. Ni es probable que sus dolencias, cada vez más agudas, por la gota que<br />

pa<strong>de</strong>cía, le <strong>de</strong>jaran ya en lo corto que le quedó <strong>de</strong> vida volver a emplearse en ningun género<br />

<strong>de</strong> tareas <strong><strong>de</strong>l</strong> ingenio, <strong><strong>de</strong>l</strong> juicio o <strong>de</strong> la erudición. Céspe<strong>de</strong>s y Meneses en la introducción a<br />

la Fortuna varia <strong><strong>de</strong>l</strong> soldado Píndaro, dice: «era el rigor <strong><strong>de</strong>l</strong> más airado y proceloso<br />

invierno que vio nuestro siglo en España, últimos y primeros días <strong>de</strong> los años <strong>de</strong> 1623 y<br />

1624: memorias prodigiosas a la posteridad, pues nunca ro<strong>de</strong>aron nuestra península tan<br />

continuas perdurables nieves.» Si la edad y los pa<strong>de</strong>cimientos no vencieran ya por esta<br />

época a ESPINEL, ellas bastaran para agotar la salud, en una naturaleza, toda fogosa, a<br />

quien dañaban extremadamente las humeda<strong>de</strong>s y los fríos. ESPINEL no pudo resistir la<br />

cru<strong>de</strong>za <strong>de</strong> aquel invierno. Ro<strong>de</strong>ado en su lecho <strong>de</strong> muerte por perennes amigos, el primero<br />

<strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1024. Otorgó su testamento ante Juan Serrano, hallándose presente el padre<br />

Fray Felipe <strong>de</strong> Madrigal, <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Santo Domingo, Juan Ruiz Aragonés, Francisco<br />

Sotomayor, Custodio Sohotes y Martín López. Dejó por albaceas y testamentarios al<br />

maestro Franco Alonso, cura <strong>de</strong> San Andrés y al licenciado Jerónimo Martínez, capellán <strong>de</strong><br />

la capilla <strong><strong>de</strong>l</strong> obispo <strong>de</strong> Plasencia <strong>de</strong> que ESPINEL era presi<strong>de</strong>nte. Instituyó su here<strong>de</strong>ro a<br />

su sobrino Jacinto <strong>Espinel</strong> Adorno, que residía en Ronda. Entregóse <strong>de</strong>spués a los cuidados<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> alma, y el día 4 <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo mes <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1624 entregó al Criador su espíritu en su<br />

habitacion <strong>de</strong> la mencionada capilla, siendo enterrado el cuerpo en la bóveda <strong>de</strong> San<br />

Andrés, para cuya fábrica <strong>de</strong> sepultura consignó en el testamento cuatro ducados.


35<br />

- VIII -<br />

¿Termina verda<strong>de</strong>ramente con la muerte la biografía <strong>de</strong> VICENTE ESPINEL? No hay<br />

escritor español sobre cuyas obras más se haya discutido. Todo el siglo XVII permaneció<br />

ESPINEL en el más profundo olvido, sobre todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que con la muerte <strong>de</strong> Lope <strong>de</strong> Vega<br />

Carpio y <strong>de</strong> don Francisco Gomez <strong>de</strong> Quevedo <strong>de</strong>saparecieron también sus dos últimos<br />

amigos. Des<strong>de</strong> el primer tercio <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo XVIII volvió a estar otra vez ESPINEL en moda,<br />

pero <strong>de</strong> la manera más <strong>de</strong>sagradable que pue<strong>de</strong>n ponerse a la polémica <strong><strong>de</strong>l</strong> día las obras y el<br />

ingenio <strong>de</strong> un autor. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la invención <strong>de</strong> la quinta cuerda <strong>de</strong> la guitarra, <strong>de</strong>biase a<br />

nuestro poeta la <strong>de</strong> una nueva combinación métrica y rítmica en nuestra poesía,<br />

combinación <strong>de</strong> tal llaneza y flexibilidad <strong>de</strong> estructura, que muy luego fue aceptada por<br />

todos nuestros poetas, inundando el Parnaso con las composiciones escritas en el nuevo<br />

metro. Llamóse este, décima o espinela, <strong>de</strong> su inventor ESPINEL, como los versos sáficos<br />

<strong>de</strong> Safo (18) . Aunque esta verdad no admitía réplica y todo el mundo la sabia, la erudición<br />

pedante, esa que no se entretiene sino en fatuas fruslerías y que no se para en <strong>de</strong>slustrar<br />

glorias, con tal <strong>de</strong> hacer enten<strong>de</strong>r que el que hace <strong>de</strong> ella su profesión posee la quinta<br />

esencia <strong>de</strong> la más sutil sabiduría, trato <strong>de</strong> arrebatar este pareo honor a la memoria <strong><strong>de</strong>l</strong> poeta<br />

pretendiendo sostener que las estrofas <strong>de</strong> diez versos octosílabos eran conocidas y usadas<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho antes que ESPINEL viniese al mundo. No era así enteramente: antes <strong>de</strong><br />

ESPINEL se componían estas estrofas con la reunión <strong>de</strong> dos quintillas completamente<br />

distintas entre sí, en la segunda <strong>de</strong> las cuales se pareaban in<strong>de</strong>clinablemente los consonantes<br />

<strong>de</strong> los dos primeros versos. Cualquiera <strong>de</strong> los poetas <strong>de</strong> casi todo el siglo XVI nos ofrece<br />

abundantes ejemplos <strong>de</strong> este género <strong>de</strong> composicion. El mismo Miguel <strong>de</strong> Cervantes<br />

Saavedra coetáneo <strong>de</strong> ESPINEL, la prodigó bastante antes <strong>de</strong> conocer la invención <strong>de</strong> su<br />

docto amigo; y he aquí cómo las construía, según se encuentran entre los versos laudatorios<br />

que prece<strong>de</strong>n al antes referido Canncionero <strong>de</strong> López Maldonado.<br />

Bien donado sale al mundo<br />

este libro, dó se encierra<br />

la paz <strong>de</strong> amor y la guerra<br />

y aquel fruto sin segundo


36<br />

<strong>de</strong> la castellana tierra,-<br />

que, aunque la dá Maldonado,<br />

va tan rico y bien donado<br />

<strong>de</strong> ciencia y <strong>de</strong> discrecion;<br />

Que me afirmo en la razon<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que es bien-donado.<br />

El sentimiento amoroso<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> pecho más encendido<br />

en fuego <strong>de</strong> amor, y herido<br />

<strong>de</strong> su dardo ponzoñoso<br />

y en la lid suya cogido<br />

el temor y la esperanza<br />

con que el bien y el mal se alcanza<br />

en las empresas <strong>de</strong> amor<br />

aquí muestra su valor,<br />

su buena o su mala andanza...<br />

Cito la composición que conozco más perfecta y que más se acerca a la estructura <strong>de</strong> la<br />

décima inventada por ESPINEL, por lo mismo que la diferencia que entre una y otra<br />

combinación métrica existe, es tan fácil <strong>de</strong> observar. La décima <strong>de</strong> ESPINEL constituye<br />

una composición tan perfecta como el soneto, sin sus pretensiones heroicas, por cuya razón<br />

ha sido siempre preferida a éste para expresar un pensamiento completo, aunque más<br />

sencillo que el que al soneto correspon<strong>de</strong>. La décima se compone <strong>de</strong> dos estrofas <strong>de</strong> cuatro<br />

versos octosílabos cada una conconsonantes <strong><strong>de</strong>l</strong> primero con cuarto, y <strong><strong>de</strong>l</strong> segundo con<br />

tercero, entre las que se introducen otros dos versos octosílabos auxiliares <strong><strong>de</strong>l</strong> pensamiento<br />

para ligar entre sí la tesis y la conclusión: los consonantes <strong>de</strong> estos dos auxiliares se ligan el<br />

primero con el cuarto y el segundo con el séptimo. La tesis <strong>de</strong> la composición, en la<br />

décima, se presenta y <strong>de</strong>senvuelve en la primera redondilla; el silogismo para la prueba <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

pensamiento se establece en los dos versos posteriores. y la segunda cuarteta completa con<br />

perfección el raciocinio poético. Esto no era lo conocido ni practicado antes <strong>de</strong> ESPINEL,


37<br />

aparte <strong><strong>de</strong>l</strong> elemento armónico en la rima <strong>de</strong> su nueva composición. ESPINEL sólo nos <strong>de</strong>jó<br />

un mo<strong><strong>de</strong>l</strong>o <strong>de</strong> su obra: aquellos versos que comienzan así:<br />

No hay bien que <strong><strong>de</strong>l</strong> mal me guar<strong>de</strong><br />

temeroso y encogido,<br />

<strong>de</strong> sin razon ofendido,<br />

y <strong>de</strong> ofendido cobar<strong>de</strong>.<br />

Y aunque mi queja ya es tar<strong>de</strong>,<br />

y razon me la <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>,<br />

más en mi daño se encien<strong>de</strong>:<br />

Que voy contra quien me agravia,<br />

como el perro, que con rábia<br />

a su propio dueño ofen<strong>de</strong>.<br />

Ya esta suerte que empeora,<br />

se vió tan en las estrellas,<br />

que formó <strong>de</strong> mi querellas,<br />

<strong>de</strong> quien yo las formo ahora.<br />

Y es tal la falta, señora,<br />

De este bien, que <strong>de</strong> pensallo<br />

confuso y triste me hallo,<br />

que si por vos me preguntan<br />

los que mi daño barruntan<br />

<strong>de</strong> pura vergüenza callo...<br />

¡Lástima gran<strong>de</strong> que un nombre tan ilustre como el <strong>de</strong> D. Gregorio Mayans y Ciscar<br />

fuese el que se distinguiera más en esta clase <strong>de</strong> acérrima oposición al mérito <strong>de</strong> esta<br />

invención!<br />

No había <strong>de</strong> estar, sin embargo, solo entre los impugnadores <strong>de</strong> las obras <strong><strong>de</strong>l</strong> infortunado<br />

poeta <strong>de</strong> Ronda. Al fin <strong>de</strong> las Rimas, impresas en 1591, ESPINEL, que presumía <strong>de</strong> gran<br />

latino y <strong>de</strong> buen discípulo <strong>de</strong> Horacio, había publicado una traducción <strong>de</strong> la Epístola a los<br />

Pisones, <strong>de</strong>dicada a D. Pedro Manrique <strong>de</strong> Castilla, <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> los Vargas, que fueron


38<br />

siempre tan favorecedores suyos Era la primera traducción <strong><strong>de</strong>l</strong> Arte Poética <strong>de</strong> Horacio que<br />

se hacía en castellano y una también <strong>de</strong> las primeras en las lenguas neolatinas.<br />

Comentaristas <strong><strong>de</strong>l</strong> preceptista <strong><strong>de</strong>l</strong> Lacio los había a centenares <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> España;<br />

pero estos comentarios estaban escritos en latín bárbaro mo<strong>de</strong>rno y abundaban más en<br />

audacias pedantescas que en sabia doctrina para la mejor inteligencia <strong><strong>de</strong>l</strong> texto. Por último,<br />

todos los datos que resultan <strong><strong>de</strong>l</strong> examen <strong>de</strong> la traduccion <strong>de</strong> ESPINEL y sobre todo el <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>fectuosa versificación castellana, inducen a sospechar que esta fue ensayo <strong>de</strong> sus<br />

primeros aleteos poéticos, probablemente practicado en las mismas escuelas ron<strong>de</strong>ñas <strong>de</strong><br />

Juan Cansino, antes <strong>de</strong> visitar por vez primera las celebradas aulas <strong>de</strong> Salamanca. Ni en<br />

bien ni en mal se había ocupado la crítica <strong>de</strong> esta producción, ciertamente la menos<br />

pretenciosa <strong>de</strong> ESPINEL, cuando proyectando D. Juan José López Sedano comenzar la<br />

publicación <strong>de</strong> su Parnaso Español en 1768, ocurriósele encabezar su obra con la<br />

producción poética <strong><strong>de</strong>l</strong> Arte <strong>de</strong> Horacio, hecha por nuestro poeta. Verda<strong>de</strong>ramente ningún<br />

editor que publica un libro, empieza por <strong>de</strong>sacreditarlo; antes bien lo encomia y prepara a<br />

fin <strong>de</strong> que obtenga el favor <strong><strong>de</strong>l</strong> público. Esto hizo López Sedano con aquella obrilla, y esto<br />

bastó para alborotar los nervios al famoso D. Tomás Iriarte, que no tardó en abrir en las<br />

Gacetas <strong>de</strong> la época la polémica más <strong>de</strong>scomunal contra la traducción, contra el editor,<br />

contra ESPINEL y contra el Parnaso. El secreto <strong>de</strong> esta contienda estaba en que Iriarte,<br />

valiéndose <strong>de</strong> un inmenso catálogo <strong>de</strong> traductores y comentaristas, principalmente<br />

franceses, posteriores al poeta <strong>de</strong> Ronda, los más mo<strong>de</strong>rnos y aun casi mo<strong>de</strong>rnísimos, había<br />

emprendido una nueva traducción <strong><strong>de</strong>l</strong> Arte poética en verso castellano, y él como<br />

apasionado autor, la creía la mejor cosa que se había hecho en el mundo. Por otra parte con<br />

la discusión arrebatada, casi escandalosa, lograba llamar y aun interesar la opinión hacia su<br />

nueva obra.<br />

La traducción <strong>de</strong> Iriarte no oscureció la <strong>de</strong> ESPINEL, aunque el nombre <strong>de</strong> éste fue<br />

objeto <strong>de</strong> toda dase <strong>de</strong> irreverencias, y el migajón <strong>de</strong> la disputa se contiene en varios<br />

folletos <strong>de</strong> la época, <strong>de</strong> estéril y cansada lectura. La primera impugnación <strong>de</strong> Iriarte se halla<br />

en el tomo IV <strong>de</strong> la Colección <strong>de</strong> obras en verso y Prosa <strong>de</strong> D. Tomás Iriarte, (Madrid:<br />

impr. <strong>de</strong> Benito Cano: 1777). Contestó López <strong>de</strong> Sedano en las Notas al tomo IX y último<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Parnaso Español, (Madrid: impr. <strong>de</strong> D. Antonio <strong>de</strong> Sancha: 1778, Pág xlvj a liv).<br />

Replicó nuevamente Iriarte en el tomo VI <strong>de</strong> sus obras (1783) con un largo folleto titulado:


39<br />

«Don<strong>de</strong> las dan las toman, diálogo joco-serio sobre la traducción <strong><strong>de</strong>l</strong> Arte Poética <strong>de</strong><br />

Horacio y sobre la impugnación que <strong>de</strong> aquella obra publicó D. Juan José López <strong>de</strong> Sedano<br />

al fin <strong><strong>de</strong>l</strong> tomo IX <strong><strong>de</strong>l</strong> Parnaso Español, «y finalmente en dos volúmenes en octavo y bajo<br />

el pseudónimo <strong><strong>de</strong>l</strong> doctor D. Juan María Chavero y Eslava, vecino <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Ronda,<br />

dio López <strong>de</strong> Sedano en 1785 a las prensas <strong>de</strong> D. Félix <strong>de</strong> Casas y Martínez, en Málaga sus<br />

«Coloquios <strong>de</strong> la Espina entre D. Tirso Espinosa, natural <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Ronda y un<br />

amanuense natural <strong>de</strong> la villa <strong><strong>de</strong>l</strong> Espinar, sobre la traducción <strong>de</strong> la Poética <strong>de</strong> Horacio<br />

hecha por el licenciado VICENTE ESPINEL y otras espinas y flores <strong><strong>de</strong>l</strong> Parnaso Español.<br />

«La disputa fue cansada, larga y fatigosa, y aquí no queda más espacio que para dar la<br />

noticia ya apuntada.<br />

Lo mismo casi tengo que hacer con la cuestion más importante que suscita el nombre <strong>de</strong><br />

ESPINEL, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la larga y honda polémica <strong>de</strong> carácter nacional a que han dado<br />

ocasión los raptos verificados en sus obras por el novelista francés Mr. Alain Rene Le Sage<br />

y la publicación <strong><strong>de</strong>l</strong> Gil Blas <strong>de</strong> Santillana. Dos acusaciones casi simultáneas cayeron en el<br />

siglo último sobre el autor francés poco escrupuloso, que ha usurpado a la fama española<br />

una <strong>de</strong> esas reputaciones, que en la esfera intelectual los frívolos escritores <strong>de</strong> Francia<br />

<strong>de</strong>ben con suma frecuencia a los robos que practican sobre las literaturas extranjeras. La<br />

primera <strong>de</strong> estas <strong>de</strong>nuncias se hizo en la misma Francia, por uno <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> más<br />

verda<strong>de</strong>ro mérito propio que aquel país ha producido: por el mismo Mr. Voltaire, el cual<br />

<strong>de</strong>scribiendo el siglo <strong>de</strong> Luis XIV, al llegar a la figura, poco noble por sus escritos <strong>de</strong> Mr.<br />

Le Sage, y al referirse a su novela <strong><strong>de</strong>l</strong> Gil Blas, que por aquel tiempo alborotaba a la<br />

opinión <strong>de</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> su país, <strong>de</strong>cía textualmente:-«il est entiérement pris du roman<br />

espagnol intitulé LA VIDAD DEL ESCUDIERO DOM MARCOS D' OBREGO (19) .»<br />

Cuidaron los franceses, solícitos guardadores <strong><strong>de</strong>l</strong> honor patrio, <strong>de</strong> tener velada esta<br />

acusación <strong>de</strong> Voltaire la cual no <strong>de</strong>muestra ciertamente la ligereza que le han atribuido<br />

<strong>de</strong>spués en su juicio los escritores que por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r el prestigio <strong>de</strong> la literatura nacional se<br />

han puesto <strong><strong>de</strong>l</strong> lado <strong><strong>de</strong>l</strong> plagiario, sino por el contrario, que aunque Voltaire no se había<br />

<strong>de</strong>tenido en hacer un prolijo cotejo capítulo por capítulo entre la obra <strong>de</strong> ESPINEL, y la <strong>de</strong><br />

LE SAGE, ni una ni otra le eran <strong>de</strong>sconocidas, aun que guardaba bien frescas y puntuales<br />

reminiscencias <strong>de</strong> las dos.


40<br />

En 1787 apareció en Madrid bajo el pseudónimo <strong>de</strong> D. Joaquín Fe<strong>de</strong>rico Is~salps<br />

anagrama <strong><strong>de</strong>l</strong> nombre <strong><strong>de</strong>l</strong> P. Jesuita José Francisco <strong>de</strong> Isla, una traducción española <strong>de</strong> la<br />

obra <strong>de</strong> Le Sage, que ya había recorrido el mundo, hallando por todas partes aplausos e<br />

imitadores, con el título <strong>de</strong> Aventuras <strong>de</strong> Gil Blas <strong>de</strong> Santillana, robadas a España, y<br />

adoptadas en Francia por Mr. Le Sige: restituidas a su Patria y a su lengua nativa por un<br />

español celoso que no sufre se burlen <strong>de</strong> su nación. En su Conversación preliminar el P.<br />

Isla no atribuía a ESPINEL la paternidad <strong>de</strong> la obra; pero sostenía que había sido sacada <strong>de</strong><br />

original español. Por último, sin tener conocimiento <strong>de</strong> las obras, ni mucho menos <strong>de</strong> los<br />

juicios <strong>de</strong> Voltaire, el diligente vicario <strong>de</strong> Ronda, secretario que había sido <strong><strong>de</strong>l</strong> obispo <strong>de</strong><br />

Málaga, D. Jacinto José <strong>de</strong> Cabrera y Rivas, hombre frenéticamente entusiasta <strong><strong>de</strong>l</strong> autor <strong>de</strong><br />

<strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, mantuvo <strong>de</strong> 1793 hasta 1819 frecuente trato literario con Don José<br />

Lopez <strong>de</strong> la Torre Ayllon y Gallo, con el que sostenía que el autor verda<strong>de</strong>ro <strong><strong>de</strong>l</strong> Gil Blas<br />

era VICENTE ESPINEL, en corroboración <strong>de</strong> lo cual le trasladaba repetidos pasajes <strong>de</strong><br />

aquella obra y su correspon<strong>de</strong>ncia idéntica con otros <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, para que se<br />

viera la verdad <strong>de</strong> lo que aseveraba. No había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> causar impresión por Europa las<br />

indicaciones <strong><strong>de</strong>l</strong> P. Isla a las que se unieron otros trabajos publicados en París por el<br />

escritor español don Juan Antonio Llorente. Entonces a titulo <strong>de</strong> abogado <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la<br />

nación francesa, como él mismo se <strong>de</strong>cía, salió a la palestra el con<strong>de</strong> Francisco <strong>de</strong><br />

Neufchateau, miembro <strong><strong>de</strong>l</strong> instituto <strong>de</strong> Francia y, Ministro <strong><strong>de</strong>l</strong> Interior que había sido, ante<br />

cuyo adversario elevando Llorente nuevas Observaciones críticas al seno <strong>de</strong> la misma<br />

Aca<strong>de</strong>mia francesa, generalizó la erudita discusión, logrando tomaran parte en ella los<br />

literatos <strong>de</strong> todas las naciones. En esta cuestión, aunque literaria, <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo modo que en<br />

todas cuantas afectan a España, harto visiblemente se han dibujado en el campo <strong>de</strong> la<br />

contienda las simpatías históricas y tradicionales. Quiso hacer la crítica británica alianza<br />

con la <strong>de</strong> Francia, y Walter Scott, hallándose en la cima d e su crédito, <strong>de</strong>claró sin examen,<br />

que Le Sage era un escritor completamente original; M. Everet norte-americano aspiró a<br />

poner la cuestión en la balanza <strong>de</strong> la justicia; el alemán Ludwig Tieck aplicó a su censura<br />

todos los recursos <strong>de</strong> un análisis concienzudo y <strong>de</strong>mostró que en el Gil Blas todo eran<br />

raptos <strong>de</strong> la literatura española, a excepción <strong><strong>de</strong>l</strong> estilo ligero, irónico y gracioso <strong><strong>de</strong>l</strong> escritor<br />

francés. Después <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> Llorente, España no ha vuelto a <strong>de</strong>cir una palabra, y en<br />

tal estado se hallaría el asunto si los escritores franceses viéndose horriblemente cogidos en


41<br />

el doble lazo <strong><strong>de</strong>l</strong> análisis y <strong>de</strong> la crítica, no se hubieran resuelto espontáneamente a<br />

transigir. Todos los pasajes hurtados a la novela y a la comedia española por Mr. Le Sage,<br />

están, ya perfectamente <strong>de</strong>slindados. Gran parte <strong>de</strong> ellos, en efecto, correspon<strong>de</strong>n a las<br />

Relaciones <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> Escu<strong>de</strong>ro <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> maestro VICENTE ESPINEL,<br />

como Voltaire con gran firmeza <strong>de</strong> penetración y <strong>de</strong> criterio aseveró: <strong>de</strong> modo que la<br />

ligereza sólo ha estado en aquellos escritores que sin examen negaran lo que tan fácilmente<br />

había <strong>de</strong> corroborar <strong>de</strong>spués el más leve trabajo <strong>de</strong> comparación. Mr Baret en estudios<br />

especiales sobre este asunto fija en diez los lugares <strong><strong>de</strong>l</strong> Gil Blas en que el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Obregón</strong> fue traducido por Le Sage; pero en esto no ha hecho sino seguir servilmente lo<br />

apuntado por el alemán Tieck el cual <strong>de</strong>clara en el prólogo <strong>de</strong> su traducción <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong><br />

ESPINEL, que por la pérdida <strong>de</strong> algunos papeles don<strong>de</strong> conservaba sus apuntes, no ha<br />

podido puntualizar todas sus observaciones <strong>de</strong> la manera que lo había hecho en la i<strong>de</strong>a <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

prefacio <strong>de</strong> Gil Blas don<strong>de</strong> se ha tomado la anécdota <strong>de</strong> los estudiantes <strong>de</strong> la introducción<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> en la historia <strong><strong>de</strong>l</strong> barbero Diego <strong>de</strong> la Fuente, en la aventura <strong>de</strong> la<br />

cortesana Camila; en la <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> los ladrones; en la <strong>de</strong> los amores <strong><strong>de</strong>l</strong> barbero con D.ª<br />

Margelina, etc. Con esto se ha dado por concluido el pleito.<br />

Ciertamente se me tachará <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar aquí la cuestión incompleta, cuando ningún lugar<br />

parece más oportuno para dilucidarla. No pue<strong>de</strong> ser así, sin embargo; trabajos <strong>de</strong> esta índole<br />

para ser completos <strong>de</strong>mandan el auxilio <strong>de</strong> largos textos, y necesitaría para un cómodo<br />

<strong>de</strong>senvolvimiento <strong>de</strong> los estudios que tengo practicados, un tomo <strong>de</strong> mayores proporciones<br />

que la suma <strong>de</strong> todo el actual. No es, sin embargo, obligación que <strong>de</strong>clino, y me reservo<br />

llenarla, como antes dije, en coyuntura mejor. Entre tanto no puedo menos <strong>de</strong> sentirme<br />

lisonjeado en haber sido el primero en bosquejar aquí, como ya queda bosquejado, el rápido<br />

cuadro <strong>de</strong> una vida bastante ignorada hasta ahora por nuestros hombres <strong>de</strong> letras, y que <strong>de</strong><br />

todas maneras resulta siempre interesante. Autores que como VICENTE ESPINEL, tienen<br />

la honra <strong>de</strong> que sus obras periódicamente se reproduzcan y frecuentemente promuevan<br />

polémicas como las que <strong>de</strong>jo reseñadas, son siempre primeras figuras en el vasto teatro <strong>de</strong><br />

la literatura brillante <strong>de</strong> su nación. Sus producciones nunca pali<strong>de</strong>cen: y en todo momento<br />

en que se impriman <strong>de</strong> nuevo, su aparición será oportuna. Las ediciones <strong><strong>de</strong>l</strong> Gil Blas <strong>de</strong><br />

Santillana no podrían fácilmente enumerarse. Todos los idiomas cultos <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo han<br />

vertido <strong><strong>de</strong>l</strong> trances esta novela, y el lápiz y el buril harto se han ensayado en trazar los


42<br />

pintorescos cuadros <strong>de</strong> sus variados episodios. Nunca alcanzará, sin embargo, esta obra<br />

francesa el rango <strong>de</strong> la inmortal española <strong>de</strong> MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. La<br />

razón es obvia: el brillante ingenio español <strong><strong>de</strong>l</strong> siglo <strong>de</strong> Felipe II fue el creador sublime <strong>de</strong><br />

un libro que perpetuamente hablará al corazón y a la mente <strong>de</strong> todas las generaciones, <strong>de</strong><br />

todos los hombres, <strong>de</strong> todos los pueblos. El Gil Blas <strong>de</strong> Santillana, aunque en círculo más<br />

estrecho, pues esta <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> i<strong>de</strong>alidad, será también un libro universal; pero no su<br />

pretendido autor, pues suprimidos diversos ingenios españoles, <strong>de</strong> quienes tomó las<br />

diversas partes <strong>de</strong> su obra, y muy principalmente VICENTE ESPINEL que en el <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Obregón</strong> le proporcionó los mejores materiales, queda <strong>de</strong> todo punto suprimido, como<br />

Voltaire pretendía, el carácter buscón y plagiario <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>cantado Le Sage.<br />

Juan Pérez <strong>de</strong> Guzmán.<br />

Madrid 5 <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1881.<br />

MUCHOS días, y algunos meses y años estuve dudoso si echaría en el corro a este pobre<br />

Escu<strong>de</strong>ro, <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> partes y lleno <strong>de</strong> trabajos, que la confianza y la <strong>de</strong>sconfianza me<br />

hacían una muy trabada e interior guerra. La confianza llena <strong>de</strong> errores, la <strong>de</strong>sconfianza<br />

encogida <strong>de</strong> terrores; aquella muy presuntuosa, y estotra muy abatida; aquella<br />

<strong>de</strong>svaneciendo el celebro, y ésta <strong>de</strong>sjarretando las fuerzas; y así me <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> poner por<br />

medio a la humildad, que no solamente es tan acepta a los ojos <strong>de</strong> Dios, pero a los <strong>de</strong> los<br />

más ásperos jueces <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. Comuniquélas con el Licenciado Tribaldos <strong>de</strong> Toledo, muy<br />

gran poeta latino y español, docto en la lengua griega y latina, y, en las ordinarias hombre<br />

<strong>de</strong> consumada verdad; y con el maestro fray Hortensio Félix Paravesin, doctísimo en letras<br />

divinas y humanas, muy gran poeta y orador; y alguna parte <strong>de</strong> ello con el Padre Juan Luis<br />

<strong>de</strong> la Cerda, cuyas letras, virtud y verdad están muy conocidas y loadas; y con el divino<br />

ingenio <strong>de</strong> Lope <strong>de</strong> Vega, que como él se rindió a sujetar sus versos a mi corrección en su<br />

mocedad, yo en mi vejez me rendí a pasar por su censura y parecer; con Domingo Ortiz,<br />

secretario <strong><strong>de</strong>l</strong> Supremo Consejo <strong>de</strong> Aragón, hombre <strong>de</strong> excelente ingenio y notable juicio;<br />

con Pedro Mantuano, mozo <strong>de</strong> mucha virtud, y versado en mucha lección <strong>de</strong> autores graves<br />

que me pusieron más ánimo que yo tenia; y no sólo me sujeté a su censura, pero a la <strong>de</strong>


43<br />

todos cuantos encontraren alguna cosa digna <strong>de</strong> reprehensión, suplico me adviertan <strong>de</strong> ella,<br />

que seré humil<strong>de</strong> en recibilla. El intento mío fué ver si acertaría a escribir en prosa algo que<br />

aprovechase a mi república, <strong><strong>de</strong>l</strong>eitando y enseñando, siguiendo aquel consejo <strong>de</strong> mi maestro<br />

Horacio, porque han salido algunos libros <strong>de</strong> hombres doctísimos en letras y en opinión,<br />

que le abrazan tanto con sola la doctrina, que no <strong>de</strong>jan lugar don<strong>de</strong> pueda el ingenio<br />

alentarse y recibir gusto: y otros tan enfrascados en parecerles que <strong><strong>de</strong>l</strong>eitan con burlas y<br />

cuentos entremesiles, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlos leído, revuelto, aechado y aún cernido, son<br />

tan fútiles y vanos, que no <strong>de</strong>jan cosa <strong>de</strong> sustancia ni provecho para el lector, ni <strong>de</strong> fama y<br />

opinión para sus autores. El padre maestro Fonseca escribió divinamente <strong><strong>de</strong>l</strong> amor <strong>de</strong> Dios,<br />

y con ser materia tan alta, tiene muchas cosas don<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> el ingenio espaciarse y vagarse<br />

con <strong><strong>de</strong>l</strong>eite y gusto, que ni siempre se ha <strong>de</strong> ir con el rigor <strong>de</strong> la doctrina, ni siempre se ha<br />

<strong>de</strong> caminar con la flojedad <strong><strong>de</strong>l</strong> entretenimiento: lugar tiene la moralidad para el <strong><strong>de</strong>l</strong>eite, y,<br />

espacio el <strong><strong>de</strong>l</strong>eite para la doctrina; que la virtud (mirada cerca) tiene gran<strong>de</strong>s gustos para<br />

quien la quiere; y el <strong><strong>de</strong>l</strong>eite y entretenimiento dan mucha ocasión para consi<strong>de</strong>rar el fin <strong>de</strong><br />

las cosas.<br />

En tanto que no tuve <strong>de</strong>terminación (así por la persecución <strong>de</strong> la gota, como por la<br />

<strong>de</strong>sconfianza mía) para sacar al teatro público mi Escu<strong>de</strong>ro, un caballero amigo me pidió<br />

unos cua<strong>de</strong>rnillos <strong>de</strong> él, y llegando a la noticia <strong>de</strong> cierto gentilhombre (á quien yo no<br />

conozco) aquella novela <strong>de</strong> la tumba <strong>de</strong> San Ginés, pareciéndole que no había <strong>de</strong> salir a luz,<br />

la contó por suya, diciendo y afirmando que a él le había sucedido; que hay algunos<br />

espíritus tan fuera <strong>de</strong> la estimación suya, que se arrojan a entretener a quien los oye, con lo<br />

que se ha <strong>de</strong> averiguar no ser suyo.<br />

Si a alguno se le asentare bien tratar <strong>de</strong> personas vivas, y, alegar con sujetos conocidos y<br />

presentes, digo que yo he alcanzado la monarquía <strong>de</strong> España tan llena y abundante <strong>de</strong><br />

gallardos espíritus en armas y letras, que no creo que la Romana los tuvo mayores, y me<br />

arrojo a <strong>de</strong>cir que ni tantos ni tan gran<strong>de</strong>s. Y no quiero tratar <strong>de</strong> las cosas que los españoles<br />

han hecho en Flan<strong>de</strong>s tan superiores a las antiguas, como escribió Luis <strong>de</strong> Cabrera en su<br />

Perfecto Príncipe, sino <strong>de</strong> los que nuestros ojos han visto cada día y nuestras manos han<br />

tocado, como los que hizo Don Pedro Enríquez, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Fuentes, con tan increíble ánimo;<br />

la toma y saco <strong>de</strong> Amiens, que escribió en sus Comentarios don Diego <strong>de</strong> Villalobos, don<strong>de</strong>


44<br />

fue valeroso Capitán <strong>de</strong> lanzas e infantería, que con un carro <strong>de</strong> heno y, un costal <strong>de</strong> nueces,<br />

seis capitanes tomaron una ciudad tan gran<strong>de</strong>, plataforma y amparo <strong>de</strong> toda Francia; la<br />

felicidad y <strong>de</strong>terminación con que acu<strong>de</strong>n al servicio <strong>de</strong> su rey los españoles, poniendo sus<br />

vidas a peligro <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlas, como se vio ahora en lo <strong>de</strong> la Mamora, que anduvieron<br />

nadando toda la noche, no hallando bajel ni tierra don<strong>de</strong> ampararse, sobrepujando con valor<br />

a su fortuna, cosas que no se vieron en la Monarquía romana. ¿Qué autores antiguos<br />

excedieron a los que ha engendrado España en los pocos años que ha estado libre <strong>de</strong><br />

guerras? ¿Qué oradores fueron mayores que Don Fernando Carrillo, Don Francisco <strong>de</strong> la<br />

Cueva, el Licenciado Berrio, y otros que con excelentísimos y levantados conceptos<br />

persua<strong>de</strong>n a la verdad <strong>de</strong> sus partes? De no leer los autores muertos, ni advertir los vivos los<br />

secretos que llevan encerrados en lo que profesan, nace no darles el aplauso que merecen;<br />

que no es sólo la corteza lo que se <strong>de</strong>be mirar, sino pasar con los ojos <strong>de</strong> la consi<strong>de</strong>ración<br />

más a<strong>de</strong>ntro. Ni por ser los autores más antiguos son mejores, ni por ser más mo<strong>de</strong>rnos son<br />

<strong>de</strong> menos provecho y estimación. Quien se contenta con sola la corteza, no, saca fruto <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

trabajo <strong><strong>de</strong>l</strong> autor; mas quien lo advierte con los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, saca milagroso fruto.<br />

Dos estudiantes iban a Salamanca <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Antequera, uno muy <strong>de</strong>scuidado, otro muy<br />

curioso: uno muy enemigo <strong>de</strong> trabajar y saber, y otro muy vigilante escudriñador <strong>de</strong> la<br />

lengua latina; y aunque muy diferentes en todas las cosas, en una eran iguales, que ambos<br />

eran pobres. Caminando una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano por aquellos llanos y vegas, pereciendo <strong>de</strong><br />

sed, llegaron a un pozo, don<strong>de</strong> habiendo refrescado, vieron una pequeña piedra, escrita en<br />

letras góticas ya medio borradas por la antigüedad, y por los pies <strong>de</strong> las bestias, que<br />

pasaban y bebían, que <strong>de</strong>cían dos veces: Conditur unio, conditur unio. El que sabía poco,<br />

dijo: ¿Para qué esculpió dos veces una cosa este borracho? (que es <strong>de</strong> ignorantes ser<br />

arrojadizos). El otro calló, que no se contentó con la corteza, y dijo: Cansado estoy, y temo<br />

la sed; no quiero cansarme más esta tar<strong>de</strong>. Pues quedaos como poltrón, dijo el otro.<br />

Quedóse, y habiendo visto las letras, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber limpiado la piedra, y <strong>de</strong>scortezado el<br />

entendimiento, dijo: Unio quiere <strong>de</strong>cir unión, y unio quiere <strong>de</strong>cir perla preciosísima; quiero<br />

ver qué secreto hay aquí, y apalancando lo mejor que pudo, alzó la piedra, don<strong>de</strong> halló la<br />

unión <strong><strong>de</strong>l</strong> amor <strong>de</strong> los dos enamorados <strong>de</strong> Antequera, y en el cuello <strong>de</strong> ella una perla más<br />

gruesa que una nuez, con un collar que le valió 4,000 escudos: tornó a poner la piedra y<br />

echó por otro camino.


45<br />

Algo prolijo, pero importante es el cuento, para que sepan cómo se han <strong>de</strong> leer los<br />

autores, porque ni los tiempos son unos, ni las eda<strong>de</strong>s están firmes. Yo querría en lo que he<br />

escrito que nadie se contentase con leer la corteza, porque no hay en todo mi Escu<strong>de</strong>ro hoja<br />

que no lleve objeto particular, fuera <strong>de</strong> lo que suena. Y no solamente ahora lo hago; sino<br />

por inclinación natural en los <strong>de</strong>rramamientos <strong>de</strong> la juventud lo hice en burlas y veras; edad<br />

que me pesa en el alma que haya pasado por mí, y plegue a Dios, que lleguen los<br />

arrepentimientos a las culpas.<br />

Relación primera <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Obregón</strong><br />

ESTE largo discurso <strong>de</strong> mi vida, o breve relación <strong>de</strong> mis trabajos, que para instrucción<br />

<strong>de</strong> la juventud, y no para aprobación <strong>de</strong> mi vejez, he propuesto manifestar a los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo, aunque el principal blanco a que va inclinado es aligerar por algún espacio, con<br />

alivio y gusto, la carga que, con justos intentos, oprime los hombros <strong>de</strong> V. S. L., lleva<br />

también encerrado algún secreto, no <strong>de</strong> poca sustancia para el propósito que siempre he<br />

tenido, y tengo, <strong>de</strong> mostrar en mis infortunios y adversida<strong>de</strong>s cuánto importa a los<br />

<strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>s pobres, o poco hacendados, saber romper por las dificulta<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y<br />

oponer el pecho a los peligros <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo y <strong>de</strong> la fortuna, para conservar con honra y<br />

reputación un don tan precioso como el <strong>de</strong> la vida, que nos concedió la divina Majestad<br />

para rendirle gracias y admirarnos, contemplando y alabando este or<strong>de</strong>n maravilloso <strong>de</strong><br />

cielos y elementos, los cursos ciertos e innumerables <strong>de</strong> las estrellas, la generación y<br />

producción <strong>de</strong> las cosas, para venir en verda<strong>de</strong>ro conocimiento <strong><strong>de</strong>l</strong> universal Fabricador <strong>de</strong><br />

todas ellas. Y aunque me coge este intento en los postreros tercios <strong>de</strong> la vida, como a<br />

hombre que por viejo y cansado se le hizo merced <strong>de</strong> darle una plaza tan honrada, como la<br />

<strong>de</strong> Santa Catalina <strong>de</strong> los Donados <strong>de</strong> esta Real villa <strong>de</strong> Madrid (don<strong>de</strong> paso lo mejor que<br />

puedo), en los intervalos que la gota me concediere, iré prosiguiendo mi discurso,<br />

guardando siempre brevedad y honestidad: que en lo primero cumpliré con mi condición y


46<br />

inclinación natural, y en lo segundo con la obligación que tienen todos aquellos a quien<br />

Dios hizo merced <strong>de</strong> recibir el agua <strong><strong>de</strong>l</strong> bautismo, Religión que tanta limpieza, honestidad y<br />

pureza ha profesado, profesa, y profesará <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su principio y medio, hasta el último fin <strong>de</strong><br />

esta máquina elemental. Y con el ayuda <strong>de</strong> Dios procuraré que el estilo sea tan acomodado<br />

a los gustos generales, y tan poco cansado a los particulares, que ni se <strong>de</strong>je por pesado, ni se<br />

con<strong>de</strong>ne por ridículo. Y así en cuanto mis fuerzas bastaren proce<strong>de</strong>ré <strong><strong>de</strong>l</strong>eitando al lector,<br />

juntamente con enseñarle, imitando en esto a la próvida naturaleza, que antes que produzca<br />

el fruto que cría para mantenimiento y conservación <strong><strong>de</strong>l</strong> individuo, muestra un ver<strong>de</strong><br />

apacible a la vista, y luego una flor que le regala el olfato: y al fruto le da color, olor, y<br />

sabor, para aficionar al gusto que se coma, y tome <strong>de</strong> él aquel sustento que le alienta y<br />

recrea, para la duración y perpetuidad <strong>de</strong> su especie. o haré como los gran<strong>de</strong>s médicos, que<br />

no luego que llegan al enfermo le martirizan con la violencia <strong><strong>de</strong>l</strong> ruibarbo, ni con otras<br />

medicinas arrebatadas, sino primero disponen el humor con la blandura y suavidad <strong>de</strong> los<br />

jarabes, para <strong>de</strong>spués aplicar la purga, que ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar el sujeto limpio y libre <strong>de</strong> la<br />

corrupción que le aquejaba. Y si bien son muy trilladas estas comparaciones <strong>de</strong> los<br />

médicos, y las medicinas pue<strong>de</strong>n traerse muy bien entre manos, por ser fáciles ¿inteligibles,<br />

y más yo, que por la excelente gracia que tengo <strong>de</strong> curar por ensalmos puedo usar <strong>de</strong> ellos<br />

como uso <strong><strong>de</strong>l</strong> oficio con tanta aprobación y opinión <strong>de</strong> todo el pueblo, que me ha valido<br />

tanto el buen puesto en que estoy junto con traer unas cuentas muy gruesas, unos guantes<br />

<strong>de</strong> nutria, y unos antojos que parecen más <strong>de</strong> caballo que <strong>de</strong> hombre, y otras cosas que<br />

autorizan mi persona, que estoy tan acreditado, que toda la gente ordinaria <strong>de</strong> esta Corte, y<br />

<strong>de</strong> los pueblos circunvecinos acu<strong>de</strong>n a mi con criaturas enfermas <strong>de</strong> mal <strong>de</strong> ojo, con<br />

doncellas opiladas, o con heridas <strong>de</strong> cabeza, y <strong>de</strong> otras partes <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, y con otras mil<br />

enfermeda<strong>de</strong>s, con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> cobrar salud; pero curo con tal dulzura, suavidad y ventura,<br />

que <strong>de</strong> cuantos vienen a mis manos no se mueren mas <strong>de</strong> la mitad, que es en lo que estriba<br />

mi buena opinión: porque estos no hablan palabra, y los que sanan dicen, mil alabanzas <strong>de</strong><br />

mi, aunque quedan perdigados para la recaída, que todos vuelan sin remedio. Mas la gente<br />

que más bendiciones me echa es la que curo <strong>de</strong> la vista corporal, porque como todos la<br />

mayor parte son pobres y necesitados, con la fuerza <strong>de</strong> cierta confección que yo sé hacer <strong>de</strong><br />

atútia, y car<strong>de</strong>nillo y otros simples, y con la gracia <strong>de</strong> mis manos, a cinco o seis veces que<br />

vienen a ellas los <strong>de</strong>jo con oficio, con que ganan la vida muy honradamente, alabando a


47<br />

Dios y a sus Santos con muchas oraciones <strong>de</strong>votas, que apren<strong>de</strong>n sin po<strong>de</strong>rlas leer.<br />

Descanso I<br />

ESTANDO pocos días ha con los ojos altos y humil<strong>de</strong>s al cielo, el rostro sereno y grave, las<br />

manos sobre un muy blanco lenzuelo en los oídos <strong><strong>de</strong>l</strong> enfermo y pronunciando con mucho<br />

silencio las palabras <strong><strong>de</strong>l</strong> ensalmo, pasó cierto cortesano, y dijo: No puedo sufrir los<br />

embelecos <strong>de</strong> estos embusteros: yo callé, y proseguí con mi acostumbrada compostura la<br />

medicinal oración, y en acabándola me dijo mi compañero: ¿No oísteis cómo os llamó<br />

aquel gentil hombre <strong>de</strong> embustero? Él no habló conmigo, dije yo, y <strong>de</strong> lo que a mí no se me<br />

dice <strong>de</strong>rechamente no tengo obligación <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r, ni hacer caso; y <strong>de</strong>seo persuadir esto<br />

a los que por la poca experiencia, o por la condición alterada y presta que naturalmente<br />

tienen, se dan por sentidos <strong>de</strong> las ignorantes liberta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> quien no tiene atrevimiento para<br />

<strong>de</strong>cirlas <strong>de</strong>scubiertamente, que ni llevan or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> agravio, ni arguyen ánimo, ni valor en<br />

quien las dice: ella es ignorancia gran<strong>de</strong>, introducida <strong>de</strong> gente que trae siempre la honra y la<br />

vida en las manos: que no tengo yo <strong>de</strong> persuadirme a que pues no me hablan libremente me<br />

ofen<strong>de</strong>n, aunque tengan intención <strong>de</strong> hacerlo: que los tiros que estos hacen son como los <strong>de</strong><br />

una escopeta cargada <strong>de</strong> pólvora y vacía <strong>de</strong> bala, que con el ruido espantan la caza, y no<br />

hacen otra cosa. Los agravios no se han <strong>de</strong> recibir si no van muy <strong>de</strong>scubiertos, y aun <strong>de</strong> esto<br />

se ha <strong>de</strong> quitar cuanto fuere posible, <strong>de</strong>sapasionándose, y haciendo reflexión en si lo son o<br />

no, como discretísimamente lo hizo Don Gabriel Zapata, gran caballero y cortesano, y <strong>de</strong><br />

excelentísimo gusto, que envíandole un billete <strong>de</strong> <strong>de</strong>safío a las seis <strong>de</strong> la mañana cierto<br />

caballero con quien había tenido palabras la noche antes, y habiéndole <strong>de</strong>spertado sus<br />

criados por parecerles negocio grave, en leyendo el billete dijo al que le traía: <strong>de</strong>cidle a<br />

vuestro amo que digo yo, que para cosas que me importan <strong>de</strong> mucho gusto no me suelo<br />

levantar hasta las doce <strong><strong>de</strong>l</strong> día, ¿que por qué quiere que para matarme me levante tan <strong>de</strong><br />

mañana? Y volviéndose <strong><strong>de</strong>l</strong> otro lado se tornó a dormir y aunque <strong>de</strong>spués cumplió con su<br />

obligación, como tan gran caballero, se tuvo aquella respuesta por muy discreta.<br />

Don Fernando <strong>de</strong> Toledo, el tío (que por discretísimas travesuras que hizo le llamaron el<br />

pícaro), viniendo <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> había sido valeroso soldado y Maestro <strong>de</strong> campo,<br />

<strong>de</strong>sembarcándose <strong>de</strong> una salva en Barcelona, muy cercado <strong>de</strong> Capitanes, dijo uno <strong>de</strong> dos


48<br />

pícaros que estaban en la playa, en voz que él lo pudiese oír: Este es D. Fernando el pícaro.<br />

Dijo don Fernando, volviendo a él: ¿En qué lo echaste <strong>de</strong> ver? Respondió el pícaro: Hasta<br />

aquí en lo que oía <strong>de</strong>cir, y ahora en que no os habéis corrido <strong>de</strong> ello. Dijo don Fernando<br />

muerto <strong>de</strong> risa: Harta honra me haces, pues me tienes por cabeza <strong>de</strong> tan honrada profesión<br />

como la tuya. Así que aun <strong>de</strong> aquellas injurias que <strong>de</strong>rechamente vienen a ofen<strong>de</strong>rnos,<br />

habemos <strong>de</strong> procurar por los mismos filos hacer triaca <strong><strong>de</strong>l</strong> veneno, gusto <strong><strong>de</strong>l</strong> disgusto,<br />

donaire <strong>de</strong> la pesadumbre, y risa <strong>de</strong> la ofensa. Que pues procura un hombre enten<strong>de</strong>r por<br />

don<strong>de</strong> camina una espada, los círculos y medios, la fortaleza y flaqueza, la ofensa y la<br />

<strong>de</strong>fensa, y lo ejercita con grandísima perseverancia hasta hacerse muy diestro para que no<br />

le maten o hieran, ¿por qué no se ejercitará en lo que estorba a venir a tan miserable estado,<br />

que es la paciencia? Que puesta la colera en su punto, y vistas dos espadas <strong>de</strong>snudas, una<br />

con otra han <strong>de</strong> herir, o huir; cosa que por tan infame se ha tenido siempre en todas las<br />

naciones <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo; y si con mucho menos trabajo y ejercicio se pue<strong>de</strong> hacer un hombre<br />

diestro en la paciencia, que es quien refrena los ímpetus bestiales <strong>de</strong> la cólera, la potencia<br />

<strong>de</strong> los po<strong>de</strong>rosos, la braveza <strong>de</strong> los valientes, la <strong>de</strong>scortesía <strong>de</strong> los soberbios ignorantes, y<br />

ataja otros mil inconvenientes, ¿por qué no se procurará esto por no llegar a lo otro? En<br />

Italia dicen que la paciencia es manjar <strong>de</strong> poltrones. Mas esto se entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> una paciencia<br />

viciosa, que el que la profesa por comer, beber y holgar, sufre cosas indignas <strong>de</strong> imaginar<br />

entre hombres. Aquí se trata <strong>de</strong> la paciencia que acicala y afina las virtu<strong>de</strong>s, y la que<br />

asegura la vida, la quietud <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo, y la paz <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo; y la que enseña a que no se tenga<br />

por injuria la que no lo es ni lleva modo <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rse estimar por tal: que en solo el uso <strong>de</strong><br />

esta divina virtud se apren<strong>de</strong> cómo se han <strong>de</strong> rechazar los agravios paliados, cómo se han<br />

<strong>de</strong> resistir los <strong>de</strong>scubiertos, qué caso se <strong>de</strong>be hacer <strong>de</strong> los que se dicen en ausencia, que es<br />

otro yerro notable que anda <strong>de</strong>rramado entre la gente que ni sabe sufrir, ni lo quiere<br />

apren<strong>de</strong>r, que así se ofen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> un agravio encañado por arcaduces, como <strong>de</strong> una cuchillada<br />

en el rostro, como si hubiese alguno en el mundo (por justo que sea) que tenga las ausencias<br />

sin alguna calumnia. Y porque la materia <strong>de</strong> suyo es algo pesada, quiero aligerarla con<br />

<strong>de</strong>cir lo que me pasó sirviendo al más <strong>de</strong>sazonado colérico <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo: porque tras <strong>de</strong><br />

muchos infortunios que toda mi vida he sufrido, me vine a hallar <strong>de</strong>sacomodado al cabo <strong>de</strong><br />

mi vejez; <strong>de</strong> manera, que porque no me prendiesen por vagamundo, hube <strong>de</strong><br />

encomendarme a un amigo mio, Cantor <strong>de</strong> la Capilla <strong><strong>de</strong>l</strong> Obispo (que estos todo lo


49<br />

conocen, sino es a sí propios) y él me acomodó por <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> y ayo <strong>de</strong> un médico y su<br />

mujer, tan semejante el uno al otro en la vanidad <strong>de</strong> valentía y hermosura, que no les quedó<br />

que repartir en los vecinos, con los cuales me pasaron lances harto dignos <strong>de</strong> saberse.<br />

Descanso II<br />

LLAMÁBASE el Doctor L Sagredo, hombre mozo, <strong>de</strong> muy gentil disposición, algo<br />

locuaz, y aun loco, más colérico y fácil <strong>de</strong> enojarse que gozque <strong>de</strong> pana<strong>de</strong>ro, presuntuoso y<br />

estimador <strong>de</strong> su persona, y (para que n o se echasen a per<strong>de</strong>r dos casas, sino una) casado<br />

con una mujer <strong>de</strong> su misma condición, moza, y muy hermosa, alta <strong>de</strong> cuerpo, cogida <strong>de</strong><br />

cintura, <strong><strong>de</strong>l</strong>gada y no flaca, <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> espaldas, el movimiento con mucho donaire, ojos<br />

negros y gran<strong>de</strong>s, pestaña larga, cabello castaño, que tiraba un poco a rubio, briosa, Y no<br />

muy poco soberbia, vana y presuntuosa.<br />

Llevóme a su casa el buen Doctor, y lo primero que encontré fué una mula muy flaca en<br />

una caballeriza, tan ajustada con ella, que si tuviera alas no pudiera caber <strong>de</strong>ntro. Subimos<br />

una escalerilla, y representóseme luego la sala don<strong>de</strong> estaba la señora Doña Mergelina <strong>de</strong><br />

Aybar, que así se llamaba, a quien yo miré <strong>de</strong> muy buena gana, que aunque viejo incapaz<br />

<strong>de</strong> semejantes apetitos, por razón y por edad, la miré como a hermosa, que a todos ojos es<br />

la hermosura agradable. Dijo el Doctor: Veis aquí a quien habéis <strong>de</strong> servir, que es mi mujer.<br />

Yo le dije: Por cierto bien merece tan gentil dama a tal galán. Ella respondió, como mujer<br />

hermosa ignorante, o por mejor <strong>de</strong>cir, preguntó: ¿Quién os mete a vos en eso? Señora, dije<br />

yo, advierta vuesa merced que cuando la llamé gentil no quise <strong>de</strong>cir que no era cristiana,<br />

sino que tenía muy gentil talle y cuerpo. Que bien os entendí, dijo ella, sino que no quiero<br />

que nadie se me atreva a <strong>de</strong>cirme requiebros. Es la honra <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, dijo el Doctor,<br />

servidla con gusto y cuidado, que yo os lo pagaré muy bien. Miré la casa muy <strong>de</strong> espacio,<br />

aunque se podía ver muy <strong>de</strong> presto, porque no vi en toda ella sino es un espejo muy gran<strong>de</strong><br />

en un poyo muy pequeño <strong>de</strong> una ventana, y unas redomillas que lo acompañaban, con un<br />

cofrecillo pequeñuelo: y mirando a un rincón, vi a un montante, con ciertas espadas <strong>de</strong><br />

esgrima, dagas, y espadas blancas, una ro<strong><strong>de</strong>l</strong>a, y broquel. Díjome el Doctor: ¿Qué os parece


50<br />

<strong>de</strong> mi recámara? Miradla bien, que en Alcalá era temida aquella espada. No miraba, dije yo,<br />

sino a don<strong>de</strong> estaban los libros, que soy aficionado a ellos. Estos son, dijo, mis Galenos y<br />

mis Avicenas, que por la negra y la blanca nadie me igualó en Alcalá; y que no se meneó<br />

contra mí hombre <strong>de</strong> noche que no fuese lastimado <strong>de</strong> mis manos. Luego vuesa merced,<br />

dije yo, más aprendió a matar que a sanar. Yo aprendí, respondió él, lo que los <strong>de</strong>más<br />

médicos; y por haber poco que vine <strong>de</strong> mis estudios no me he reparado <strong>de</strong> libros, que bien<br />

parece en los profesores <strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s tener cada uno los <strong>de</strong> la suya. Pero <strong>de</strong>jemos eso, y<br />

llevad a vuestra ama a Misa, que es ya tar<strong>de</strong>. Púsose su manto mi señora Doña Mergelina, y<br />

llevéla, o acompañéla hasta S. Andrés, que vivían en la Morería vieja, y en el camino<br />

(como es costumbre) muchos <strong>de</strong> los que la topaban le <strong>de</strong>cían alguna cosa <strong>de</strong> su buen talle y<br />

rostro: a lo cual ella respondía tan aceleradamente que todos iban disgustados <strong>de</strong> sus<br />

respuestas. Yo le <strong>de</strong>cía: Mire, señora, que ya que no responda bien, a lo menos tiene<br />

obligación <strong>de</strong> callar como mujer principal, que en el silencio no pue<strong>de</strong> haber que notar.<br />

No soy yo mujer, <strong>de</strong>cía ella, a quien nadie ha <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el respeto. Si alguno le <strong>de</strong>cía que<br />

era muy hermosa, ella le <strong>de</strong>cía: Y él hermoso maja<strong>de</strong>ro. Díjole un día un mozalbillo, no <strong>de</strong><br />

mal talle: Así se me tornen las pulgas en la cama; al cual muy <strong>de</strong> propósito respondió: Debe<br />

dormir en alguna zahúrda <strong>de</strong> lechón. Era tan <strong>de</strong>scortés y sacudida, que todos lo iban <strong>de</strong> sus<br />

respuestas, y ella lo quedaba <strong>de</strong> mis reprehensiones. a cierto clérigo <strong>de</strong> San Andrés,<br />

pequeño <strong>de</strong> cuerpo y gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> ánimo, conocido mio, que yendo muy pulido con una<br />

sobrepelliz muy blanca, porque le dijo que no se saliese <strong>de</strong> casa a hacer el oficio <strong>de</strong> la<br />

muerte, le replicó. También habla el escarabajo hinchado, que con aquel sacudimiento tenía<br />

mucho donaire y gusto en cualquiera materia. Yo, entre muchas veces que la reprendí su<br />

vanidad, me arrojé una a <strong>de</strong>cirle todo lo que me pareció, que aunque ella estaba confiada en<br />

su buen parecer, quise ver si podía enmendarla con el mio, y le dije: Vuesa merced usa <strong>de</strong><br />

su hermosura lo peor <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo; porque pudiendo ser querida y loada <strong>de</strong> cuantos andan en<br />

él, quiere ser aborrecida <strong>de</strong> todos: quien dice hermosura, dice apacibilidad, dulzura,<br />

suavidad <strong>de</strong> condición y trato, y mezclándola con soberbia y <strong>de</strong>sapacibilidad, se viene a<br />

convertir en odio lo que había <strong>de</strong> ser amor: que don tan excelente como la hermosura,<br />

concedido por merced <strong>de</strong> Dios, es razón que tenga alguna correspon<strong>de</strong>ncia con el ánimo,<br />

que si no parece lo uno a lo otro, arguye mal entendimiento, o poco agra<strong>de</strong>cimiento a la<br />

merced que Dios hace a quien lo da. Hermosura con mala condición, es una fuente


51<br />

clarísima que tiene por guarda una víbora, y es sobrescrito y carta <strong>de</strong> recomendación, que<br />

en abriéndola tiene un <strong>de</strong>monio <strong>de</strong>ntro. ¿Hay en el mundo quien quiera ser aborrecido?<br />

¿Hay quien quiera ser estimado en poco? No por cierto. Pues quien tiene consigo porque le<br />

amen y estimen, ¿por qué quiere que le aborrezcan y menosprecien? ¿Es por fuerza que la<br />

hermosura ha <strong>de</strong> estar acompañada con vanidad, <strong>de</strong>sdorada con ignorancia, y conservada<br />

con locura? ¿Por qué cuando se mira vuesa merced al espejo no procura que lo interior se<br />

parezca al exterior? Pues adviértole que suele el tiempo, y aun Dios, castigar <strong>de</strong> manera las<br />

vanida<strong>de</strong>s, que los montes se allanan, y las torres vienen al suelo. ¿Cuántas hermosuras se<br />

han visto y ven cada día en esta máquina o ejemplo <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo rendidas a mil <strong>de</strong>sdichas y<br />

calamida<strong>de</strong>s, por faltarles el gobierno y cordura? Que aunque la hermosura, el tiempo que<br />

dura, es querida y estimada, en marchitándose no le queda otra prenda sino las que granjeó,<br />

y el crédito y amista<strong>de</strong>s que a fuerza <strong>de</strong> buen término conquistó, cuando estaba en su fuerza<br />

y vigor. Y es el mundo <strong>de</strong> tan baja condición, que a nadie acaricia por lo que tuvo, sino por<br />

lo que tiene. ¿Qué hermosura se ha visto que no se estrague con el tiempo? ¿Qué vanidad<br />

que no venga a dar en mil bajíos? ¿Qué estimación propia que no pa<strong>de</strong>zca mil azares?<br />

Cierto, que fuera bien que como hay para las mujeres maestros <strong>de</strong> danzar y bailar, los<br />

hubiese también <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengaño, y que como se enseña el movimiento <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, se<br />

enseñase la constancia <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo. Yo digo, y aun aconsejo a vuesa merced, lo que como<br />

hombre <strong>de</strong> experiencia me parece que es razón, y lleva camino. Mire no la castigue su<br />

presunción y <strong>de</strong>masiada estimación <strong>de</strong> su persona. Estas y otras muchas cosas le dije, y<br />

<strong>de</strong>cía cada día; pero ella se estuvo siempre en sus trece, y quien no admite consejo para<br />

escarmentar en cabeza ajena, serále forzoso escarmentar en la suya, por seguir las<br />

inclinaciones propias, como sucedió a la señora Doña Mergelina, teniendo las suyas por<br />

ley, y al tiempo por verdugo <strong>de</strong> ellas, <strong>de</strong>sta manera.<br />

Venía casi todas las noches a visitarme un mocito barbero, conocido mio, que tenía<br />

bonita voz y garganta: traía consigo una guitarra con que sentado al umbral <strong>de</strong> la puerta,<br />

cantaba algunas tonadillas, a que yo llevaba un mal contrabajo; pero bien concertada (que<br />

no hay dos voces que si entonan y cantan verdad, no parezcan bien), <strong>de</strong> manera, que con el<br />

concierto y la voz <strong><strong>de</strong>l</strong> mozo, que era razonable, juntábamos la vecindad a oír nuestra<br />

armonía. El mozuelo tañía siempre la guitarra, no tanto para mostrar que lo sabía, como por<br />

rascarse con el movimiento las muñecas <strong>de</strong> las manos, que tenía llenas <strong>de</strong> una sarna


52<br />

perruna. Mi ama se ponía siempre a escuchar la música en el corredorcillo, y el Doctor,<br />

como venía cansado <strong>de</strong> hacer sus visitas (aunque tenía pocas), no reparaba en la música, ni<br />

en el cuidado con que su mujer se ponía a oírla. Como el mozuelo era continuo todas las<br />

noches en venir a cantar, si alguna faltaba, mi ama lo echaba <strong>de</strong> menos, y preguntaba por él,<br />

con alguna <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> gustar <strong>de</strong> su voz. Vino a parecerle tan bien el cantar, que<br />

cuando el mozuelo subía un punto <strong>de</strong> voz, ella bajaba otro <strong>de</strong> gravedad, hasta llegar a los<br />

umbrales <strong>de</strong> la puerta para oírle más cerca las consonancias; que la música instrumental <strong>de</strong><br />

sala, tanto más tiene <strong>de</strong> dulzura y suavidad, cuanto menos <strong>de</strong> vocería y ruido, que como el<br />

juez que es el oído, está muy cerca, percibe mejor y mas atentamente las especies que envía<br />

al alma, formadas con el plauso <strong>de</strong> la media voz. El mozuelo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> venir cinco o seis<br />

noches, por no sé qué remedio que tomaba para curarse, y en las cosas que son muy<br />

ordinarias, en faltando, hacen mucha falta: y así mi ama cada noche preguntaba por él. Yo<br />

le respondí, más por cortesía que por falta que le hiciese: Señora, este mozuelo es oficial <strong>de</strong><br />

un barbero, y como sirve no pue<strong>de</strong> siempre estar <strong>de</strong>socupado: fuera <strong>de</strong> que ahora se está<br />

curando un poquillo <strong>de</strong> sarna que tiene. ¿Qué hacéis, dijo ella, <strong>de</strong> aniquilarle y disminuirle,<br />

mozuelo barbero? sarna, pues a fe que no falta quien con todas esas que vos le poneis, le<br />

quiera bien. Bien pue<strong>de</strong> ser, dije yo, que el pobrecillo es humil<strong>de</strong> y fácil para lo que le<br />

quieren mandar; y cierto que muchas veces le guardo yo <strong>de</strong> mi ración un bocadillo que<br />

cene, porque no todas veces ha cenado. En verdad, dijo ella, que a tan buena obra os ayu<strong>de</strong><br />

yo: y <strong>de</strong> allí a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante siempre le tenía guardado un regalillo todas las noches que venía: una<br />

<strong>de</strong> las cuales entró quejándose, porque <strong>de</strong> una ventana le habían arrojado no sé qué<br />

<strong>de</strong>sapacible a las narices: a las quejas suyas salió mi ama al corredor; y bajó al patio,<br />

estándose limpiando el mozuelo, y, con gran<strong>de</strong> piedad le ayudó a limpiar, y sahumó con<br />

una pastilla, echando mil maldiciones a quien tal le había parado.<br />

Fuese el mozuelo con su trabajo, sintiéndolo la señora Doña Mergelina, tan llena <strong>de</strong><br />

cólera como <strong>de</strong> piedad, y con harta más <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> lo que yo quisiera, loando la<br />

paciencia <strong><strong>de</strong>l</strong> mozuelo, y agravando la culpa <strong>de</strong> quien le había salpicado con tanto extremo,<br />

que me obligó a preguntarle por qué lo sentía tanto, siendo sucedido inadvertidamente y sin<br />

malicia. a que me respondió: ¿No queréis que sienta ofensa hecha a un cor<strong>de</strong>rillo como<br />

este? ¿Á una paloma sin hiel, a un mocito tan humil<strong>de</strong> y apacible, que aun quejarse no sabe<br />

<strong>de</strong> una cosa tan mal hecha? Cierto que quisiera ser hombre en este punto para vengarle, y


53<br />

luego mujer para regalarle y acariciarle. Señora, le dije yo, ¿qué novedad es esta? ¿Qué<br />

mudanza <strong>de</strong> rigor en blandura? ¿De cuándo acá piadosa? ¿De cuándo acá sensible? ¿De<br />

cuándo acá blanda y amorosa? Des<strong>de</strong> que vos, respondió ella, vinisteis a mi casa, que<br />

trujisteis este veneno envuelto en una guitarra, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me reprehendisteis mis <strong>de</strong>s<strong>de</strong>nes,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que viendo mi bronca y áspera condición, quise ver si podía quedar en un medio<br />

lícito y honesto, y he venido <strong>de</strong> un extremo a otro: <strong>de</strong> áspera y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa, a mansa y<br />

amorosa: <strong>de</strong> <strong>de</strong>samorada y tibia, a tierna <strong>de</strong> corazón: <strong>de</strong> sacudida y soberbia, a humil<strong>de</strong> y<br />

apacible: <strong>de</strong> altiva y <strong>de</strong>svanecida, a rendida y sujeta. ¡O pobre <strong>de</strong> mí, dije yo, que ahora me<br />

quedaba por llevar una carga tan pesada como esta! ¿Qué culpa puedo yo tener en sus<br />

acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> vuesa merced, o qué parte en sus inclinaciones? ¿Hay quien sea superior en<br />

volunta<strong>de</strong>s ajenas? ¿Hay quien pueda ser profeta en las cosas que han <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r a los<br />

gustos y apetitos? Pero pues por mí comenzó la culpa, por mí se atajará el daño, porque no<br />

venga a ser mayor con hacer que él no vuelva más a esta casa, o irme yo a otra: que si con<br />

la ocasión creció lo que yo no pu<strong>de</strong> pensar, con atajarla tornarán las cosas a su principio.<br />

No lo digo, dijo ella, por tanto, padre <strong>de</strong> mi alma, que la culpa yo la tengo, si hay culpa en<br />

los actos <strong>de</strong> voluntad: no os enojéis por mis inadvertencias, que estoy en tiempo <strong>de</strong> hacer y<br />

<strong>de</strong>cir muchas: antes os admirad <strong>de</strong> las pocas que vere<strong>de</strong>s y oyére<strong>de</strong>s en mí; ni hagáis lo que<br />

habéis dicho, si queréis mi vida, como queréis mi honra: porque estoy en tiempo, que con<br />

poca más contradicción, haré algún borrón que tizne mi reputación, y la <strong>de</strong>je más negra que<br />

mi ventura; no estoy para que me <strong>de</strong>samparéis, ni para admitir reprehensión, sino para pedir<br />

socorro y ayuda. Bien me <strong>de</strong>caídas vos que mi presunción y vanidad habían <strong>de</strong> caer <strong>de</strong> su<br />

trono; cuanto me podéis repetir y traer a la memoria, yo lo doy por dicho, y lo confieso<br />

favorecedme, y no me <strong>de</strong>samparéis en esta ocasión y no me matéis con <strong>de</strong>cir que os iréis<br />

<strong>de</strong>sta casa. Y con esto y otras cosas que dijo, lloró tan tiernamente, cubriendo el rostro con<br />

un lienzo, que por poco fuera menester quien nos consolara a entrambos; y si fué gran<strong>de</strong> la<br />

reprehensión que le dí por soberbia, mayor fué el consuelo que le dí por afligida: mas<br />

animándome en lo que era más razón, acudiendo a mi obligación, a su consuelo y honra <strong>de</strong><br />

su casa, le dije, con la mayor <strong>de</strong>mostración que pu<strong>de</strong>: ¿Es posible que en tan extraordinaria<br />

condición ha podido caber tanta mudanza, y que por ojos tan llenos <strong>de</strong> hermosura y<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>nes hayan salido tan piadosas lágrimas, y que por mejillas tan recatadas haya corrido<br />

un licor tan precioso, que siendo bastante a enternecer las entrañas <strong>de</strong> Dios, se haya


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<strong>de</strong>rramado y echado a mal por un miserable hombre? ¿Y ya que se había <strong>de</strong> precipitar y<br />

arrojarse, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> sí propia, no hiciera elección <strong>de</strong> una persona <strong>de</strong> muchas partes y<br />

merecimientos? Ya que se rinda quien no podía ser rendida, ¿había <strong>de</strong> ser una sabandija tan<br />

<strong>de</strong>sventurada? Que se rinda la hermosura a la fealdad, la limpieza a la inmundicia y<br />

asquerosidad, no sé qué me diga <strong>de</strong> tal elección, y tan abominable gusto. ¡O cuán<br />

engañados, dijo ella, están los hombres en pensar que las mujeres se enamoran por<br />

elección, ni por gentileza <strong>de</strong> cuerpo, o hermosura <strong>de</strong> rostro, ni por más o menos partes,<br />

gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> linaje, soberbia <strong>de</strong> estado, abundancia <strong>de</strong> riqueza (trato <strong>de</strong> lo que<br />

verda<strong>de</strong>ramente es amor); pues para que se <strong>de</strong>sengañen, sepan, que en las mujeres el amor<br />

es una voluntad continuada, que <strong>de</strong> la vista crece, y con la comunicación se cría y conserva,<br />

sin hacer elección <strong>de</strong> este ni <strong>de</strong> aquel, y la que no se guardare <strong>de</strong> esto, caerá sin duda: <strong>de</strong><br />

esta continuación ha nacido mi llama, y con ella se ha criado, hasta ser tan gran<strong>de</strong>, que me<br />

tiene ciegos los ojos para ver otra cosa, y las orejas cerradas para admitir reprehensión, y la<br />

voluntad incapaz <strong>de</strong> recibir otro sello. Y cuanto más lo <strong>de</strong>shacéis y aniquiláis, tanto más se<br />

encien<strong>de</strong> la voluntad y el <strong>de</strong>seo. ¿Por ventura los barberos son <strong>de</strong> diferente metal que los<br />

<strong>de</strong>más hombres, para que aniquiléis un oficio que tanta merced hace a los hombres en<br />

tornarlos <strong>de</strong> viejos a mozos? ¿Llamáisle sarnoso por unas rascadurillas que tiene en las<br />

muñecas, que parecen hojas <strong>de</strong> clavel? ¿No echáis <strong>de</strong> ver aquella honestidad <strong>de</strong> rostro? ¿La<br />

humildad <strong>de</strong> sus ojos? ¿La gracia con que mueve aquella voz y garganta? No me le<br />

<strong>de</strong>shagáis, ni reprehendáis mi gusto, que no está para contra<strong>de</strong>cirlo ni rechazarlo. ¡Ojalá,<br />

dije yo, fuera pelota, que yo la echara y rechazara! Pero pues ha llegado a tan estrecho paso,<br />

haré con vuesa merced lo que con mis amigos, que es, en la elección aconsejarles lo mejor<br />

que sé, y en la <strong>de</strong>terminación ayudarles lo mejor que puedo. Díjele esto por no<br />

<strong>de</strong>sconsolarla, hasta que poco a poco fuese perdiendo el cariño, que pudiera traer la ofensa<br />

<strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> su marido, y con esto me aparté aquella noche <strong>de</strong> ella, espantándome <strong>de</strong> ver<br />

cuán po<strong>de</strong>rosa es la comunicación, y consi<strong>de</strong>rando cuán mal hacen los hombres que don<strong>de</strong><br />

tienen prendas que les duela, consienten visitas ordinarias, o comunicaciones que duren: y<br />

cuánto peor hacen los padres que dan a sus hijas maestros <strong>de</strong> danzar, o tañer, cantar o<br />

bailar; si han <strong>de</strong> faltar un punto <strong>de</strong> su presencia, y aun es menos daño que no lo sepan: que<br />

si han <strong>de</strong> ser casadas, bástales dar gusto a sus maridos, criar sus hijos y gobernar su casa: y<br />

si han <strong>de</strong> ser monjas, apréndanlo en el monasterio; que la razón <strong>de</strong> estar algunas


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disgustadas, quizás es por haber ya tenido fuera comunicaciones <strong>de</strong> <strong>de</strong>vociones, que por<br />

honestas que sean, son <strong>de</strong> hombres y mujeres, sujetos al común or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> naturaleza.<br />

Descanso III<br />

El día siguiente vino el mozuelo más temprano <strong>de</strong> lo que solía, puesto un cuello al uso,<br />

como hombre que se veía favorecido <strong>de</strong> tan gallarda mujer. Sucedió que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres o<br />

cuatro días vinieron a llamar al doctor Sagredo, su marido y mi amo, para ir a curar un<br />

caballero extranjero que estaba enfermo en Carabanchel, ofreciéndole mucho interés por la<br />

cura <strong>de</strong> que él recibió mucho contento por el provecho, y ella mucho más por el gusto.<br />

Cogió su mula y lacayo, y un braco, que siempre le acompañaba, y a las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong><br />

dió con su persona en Carabanchel. Ella, visto la buena ocasión, hízome a<strong>de</strong>rezar <strong>de</strong> cenar<br />

lo mejor que fué posible, regalándome con palabras, y prometiéndome obras, no<br />

entendiendo que yo le estorbaría la ejecución <strong>de</strong> su mal intento: vino el mozuelo al<br />

anochecer, y comenzando a cantar como solía, ella le dijo que no era lícito, ni parecía bien<br />

a la vecindad, estando su marido ausente, cantar a la puerta, y así mandó que entrase mas<br />

a<strong>de</strong>ntro. Mandó sentar al mozuelo a la mesa, <strong>de</strong>seando que la cena fuese breve, porque la<br />

noche fuese larga; pero apenas se comenzó la cena cuando entró el braco haciendo mil<br />

fiestas a su ama con las narices y la cola. El doctor viene, dijo ella, <strong>de</strong>sdichada <strong>de</strong> mí, ¿qué<br />

haremos, que no pue<strong>de</strong> estar lejos, pues ha llegado el perro? Yo cogí al mozuelo, y púsele<br />

en un rincón <strong>de</strong> la sala, cubriéndolo con una tabla, que había <strong>de</strong> ser estante para los libros,<br />

<strong>de</strong> suerte que no se podía parecer cuando entró el doctor por la puerta, diciendo: ¿Hay<br />

bellaquería semejante, que envíen a llamar a un hombre como yo, y por otra parte llamen a<br />

otro médico? Vive Dios, si en años atrás me cogieran, que no se habían <strong>de</strong> burlar conmigo.<br />

¿Pues <strong>de</strong> eso tenéis pena, dijo ella, marido mío? ¿No vale más dormir en vuestra cama y en<br />

vuestra quietud, que <strong>de</strong>svelaros en velar un enfermo? ¿Qué hijos tenéis que os pidan pan?<br />

Vengáis muy en hora buena, que aunque pensé tener diferente noche, con todo eso me dió<br />

el espíritu que había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r esto, y así os tuve, por si o por no, a<strong>de</strong>rezada la cena. ¡Hay<br />

tal mujer en el mundo! dijo el doctor; ya me habéis quitado todo el enojo que traía. Váyanse<br />

con el diablo ellos y sus dineros, que más aprecio veros contenta, que cuanto interés hay en<br />

la tierra. ¿Cuántos engaños, dije yo entre mí, hay <strong>de</strong> estos en el mundo, y cuántas a fuerza


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<strong>de</strong> artificios y bondad fingida se hacen cabezas <strong>de</strong> sus casas, que merecen tenerlas quitadas<br />

<strong>de</strong> los hombros? Apeose <strong>de</strong> la rucia el doctor, y el lacayo púsola en razón, y fuese a su<br />

posada con su mujer, que le daban ración y quitación. Sentose el doctor a cenar muy sin<br />

enojo, loando mucho el cuidado <strong>de</strong> su mujer. El diablo <strong><strong>de</strong>l</strong> braco, que por la fuerza que<br />

estos animalejos tienen en el olfato, no hacía sino oler la tabla que encubría al mozuelo,<br />

rascando y gruñendo <strong>de</strong> manera que el doctor lo echó <strong>de</strong> ver, y preguntó ¿qué había <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> la tabla? Yo <strong>de</strong> presto respondí: Creo que está allí un cuarto <strong>de</strong> carne. Tornó el braco a<br />

gruñir, y aun ladrar algo más alto: mi amo lo miró con más cuidado que hasta allí; yo eché<br />

<strong>de</strong> ver el daño que había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r si no se remediaba, y conociendo la condición <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

doctor dí en una buena advertencia, que fué <strong>de</strong>cir que iba por unas aceitunas sevillanas, <strong>de</strong><br />

que eran muy, amigos, y estúveme al pie <strong>de</strong> la escalerilla esperando su <strong>de</strong>terminación: el<br />

braco no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> rascar y ladrar, tanto que mi amo dijo que quería ver por qué<br />

perseveraba tanto el perro en ladrar. Entonces yo púseme en la puerta, y comencé a dar<br />

voces diciendo: Señor, que me quitan la capa; señor doctor Sagredo, que me capean<br />

ladrones. Él con su acostumbrada cólera y natural presteza se levantó corriendo, y <strong>de</strong><br />

camino arrebató una espada, poniéndose <strong>de</strong> dos saltos en la puerta, y preguntando por los<br />

ladrones; yo le respondí, que como oyeron nombrar al doctor Sagredo echaron a huir por la<br />

calle arriba como un rayo. Él fué luego en seguimiento suyo, y ella echó al mozuelo <strong>de</strong> casa<br />

sin capa y sin sombrero, poniendo el cuarto <strong>de</strong> carne <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la tabla, como ya le había<br />

dado la advertencia. Hasta aquí había caminado el negocio; mas el mozuelo iba turbado,<br />

lleno <strong>de</strong> miedo y temblor, que no pudo llegar a la puerta <strong>de</strong> la calle tan presto que no topase<br />

mi amo con él a la vuelta. Aquí fué menester valernos <strong>de</strong> la presteza en remediar este<br />

segundo daño, que tenía más evi<strong>de</strong>ncia que el primero, y así antes que él preguntase cosa,<br />

le dije: también han capeado y querido matar a este pobre mocito, y por esto se coló aquí<br />

<strong>de</strong>ntro huyendo, que <strong>de</strong> temor no osa ir a su casa: mire vuesa merced qué lástima tan<br />

gran<strong>de</strong>; y como es muy <strong>de</strong> coléricos la piedad, túvola mi amo <strong><strong>de</strong>l</strong> mozuelo, y dijo: No<br />

tengáis miedo, que en casa <strong><strong>de</strong>l</strong> doctor Sagredo estáis, don<strong>de</strong> nadie os osará ofen<strong>de</strong>r.<br />

Ofen<strong>de</strong>r, dije yo; en oyendo nombrar al doctor Sagredo les nacieron alas en los pies. Yo os<br />

aseguro, dijo el doctor, que si los alcanzara, que os había <strong>de</strong> vengar a vos y a mi <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong><br />

<strong>de</strong> manera que para siempre no capearan más. Mi ama, que estaba hasta allí turbada y<br />

temblando en el corredor, como vió tan presto reparado el daño, y vuelta en piedad la que


57<br />

había <strong>de</strong> ser sangrienta cólera, ayudó a la compasión <strong><strong>de</strong>l</strong> marido <strong>de</strong> muy buena gana,<br />

diciendo: ¿Hay lástima como esta? No <strong>de</strong>jéis ir a ese pobre mozo, bástenle los tragos en<br />

que se ha visto, no le maten esos ladrones. No le <strong>de</strong>jaré, dijo el doctor, hasta que le<br />

acompañe. ¿Y cómo sucedió esto, gentil hombre? Iba, señor, respondió el mozo, a hacer<br />

una sangría por Juan <strong>de</strong> Vergara, mi amo, a cierta señora <strong><strong>de</strong>l</strong> tobillo, y con harto gusto; pero<br />

como no duerme este ángel <strong>de</strong> los pies aguileños, sucedió lo que vuesa merced ha visto.<br />

Que no faltará ocasión para hacerla, dijo la señora, sosiéguese ahora, hermano, que en casa<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> doctor Sagredo está. Subíos acá, dijo el doctor, que en cenando yo os llevaré a vuestra<br />

casa. El braco, aunque salió a los ladrones imaginados, no por el ruido <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> tornar a la<br />

tema <strong>de</strong> su tabla, y si antes la había rascado por el mozuelo, entonces lo hacía por la<br />

tentación <strong>de</strong> sus narices contra la carne: mi amo, como vió perseverar al braco, fué a la<br />

tabla, y halló el cuarto <strong>de</strong> carne <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la tabla, con que se sosegó, loando mucho el<br />

aliento <strong>de</strong> su perro. Ella, aunque se había librado <strong>de</strong> esos trances, todavía, durando en su<br />

intento, me dió a enten<strong>de</strong>r que no <strong>de</strong>jase ir al mozuelo, que era lo que yo más aborrecía.<br />

Cenaron, y el que primero había sido cabecera <strong>de</strong> mesa, <strong>de</strong>spués comió en la mano como<br />

gavilán, y no como gal en la mesa, que la fuerza pue<strong>de</strong> más que el gusto. En cenando quiso<br />

el doctor llevarlo a su casa, y aunque yo le ayudé, mi ama dijo que no quería que fuese a<br />

ponerse en riesgo <strong>de</strong> topar con los capeadores, especialmente habiendo <strong>de</strong> pasar por el<br />

pasadizo <strong>de</strong> San Andrés, don<strong>de</strong> suele haber tantos capeadores retraídos. Y aunque esto,<br />

dijo, para vuestro ánimo es poco, será para mí <strong>de</strong> mucho daño, porque estoy en sospecha <strong>de</strong><br />

preñada, y podría suce<strong>de</strong>rme algún acci<strong>de</strong>nte o susto que pusiese mi vida en cuidado, que<br />

ese mocito podrá dormir con el <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>, que es conocido suyo, y por la mañana irse a su<br />

casa. Alto, dijo el doctor, pues vos gustáis <strong>de</strong> eso, sea en hora buena, yo me quiero acostar,<br />

que estoy un poco cansado. Fuéronse a la cama juntos (que siempre llevaba la mujer por<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong>ante), aunque como ella vivía con diferentes pensamientos, no dió lugar al sueño hasta<br />

que dió en una traza endiablada, que le costó pesadumbre y le pudiera costar la vida. La<br />

sala era tan pequeña que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi cama a la suya no había cuatro pasos, y cualquiera<br />

movimiento que se hacía en la una se sentía en la otra; y así no le pareció bien lo que por<br />

aquí podía intentar. La mula era <strong>de</strong> manera inquieta que en viéndose suelta alborotaba toda<br />

la vecindad antes que pudiesen cogerla. Pareciole a la señora doña Mergelina que<br />

<strong>de</strong>satándola podría volver a la cama antes que su marido <strong>de</strong>spertase para ir a ponerla en


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razón, y en el espacio que se había <strong>de</strong> gastar en cogerla y trabarla, le tendría ella para<br />

<strong>de</strong>strabar su persona. Y como las mujeres son fáciles en sus <strong>de</strong>terminaciones en sintiendo al<br />

marido dormido, levantose paso a paso <strong>de</strong> la cama, y yendo a la caballeriza <strong>de</strong>sató la mula,<br />

entendiendo que pudiera volver a la cama antes que la mula hiciese ruido y el marido<br />

<strong>de</strong>spertase, con que tendría lugar para ejecutar su intento. Pero parece que la mula y él se<br />

concertaron; la mula en salir presto <strong>de</strong> la caballeriza haciendo ruido con los pies, y él<br />

sentirlo tan presto que se levantó en un instante <strong>de</strong> la cama, dando al diablo a la mula y a<br />

quien se la había vendido; y si no se entrara la mujer en la caballeriza, topara con ella el<br />

marido. Él cogió una muy gentil vara <strong>de</strong> membrillo, y pegole a la mula, que huyendo a su<br />

estrecha caballeriza, apenas cupiera; por la huéspeda que halló <strong>de</strong>ntro. Ella no tuvo don<strong>de</strong><br />

encubrirse por la estrecheza sino con la misma mula, <strong>de</strong> suerte que alcanzó, como la vara<br />

era cimbreña, gran parte <strong>de</strong> los muchos varazos que le dió con los tercios postreros en<br />

aquellas blancas y regaladas carnes. Yo estaba en la escalera como si aguardara al verdugo<br />

que me echara <strong>de</strong> ella, turbado y sin consejo, porque veía lo que pasaba y sin po<strong>de</strong>r<br />

remediarlo. El braco, sintiendo el ruido, y oliendo carne nueva en mi cama, comenzó a<br />

darle buenos mordiscones al mozuelo y a ladrarle, <strong>de</strong> suerte que la mujer en manos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

marido, y el mozuelo en los dientes <strong><strong>de</strong>l</strong> braco, pagaron lo que aun no habían cometido. Yo<br />

viendo la ejecución <strong>de</strong> su cólera, sin saber lo que hacía, le dije: Mire vuesa merced lo que<br />

hace, que cuantos palos da en la mula los da en el rostro <strong>de</strong> mi señora, que la quiere <strong>de</strong><br />

manera por andar vuesa merced en ella, que no consiente que la toque el sol. Agra<strong>de</strong>ced,<br />

señora mula, lo que me han dicho <strong>de</strong> vuestra ama, que hasta la mañana os estuviera<br />

pegando. ¿Hay con qué trabar esta mula? Yo respondí: En ese corralillo hallará vuesa<br />

merced una soguilla, que yo estoy con un dolorcillo <strong>de</strong> ijada, y no me atrevo a salir. Así<br />

como fué por ella, púseme a la puerta, haciendo pala a la señora, y subiose a su cama<br />

callando, aunque lastimada. Yo (como siempre procuré que no llegase la ofensa a<br />

ejecución), aunque no iba con mucho gusto para ello; en saliendo el doctor le tomé la<br />

soguilla, y envielo a la cama. Trabé la mula, y subime a reposar a la mía, don<strong>de</strong> hallé al<br />

mozuelo quejándose <strong><strong>de</strong>l</strong> braco, y a ella en la suya llorando tiernamente; y preguntándole el<br />

marido la causa, respondió muy enojada: Vuestras cóleras y arrebatamientos, que como tan<br />

<strong>de</strong> repente os alborotastes, y yo estaba en lo mejor <strong><strong>de</strong>l</strong> sueño, sobresaltada y <strong>de</strong>spavorida,<br />

caí <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cama, y dí con el rostro en mil baratijas que estaban aquí, con que me he


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lastimado muy bien. Sosegola el marido lo mejor que pudo, y pudo muy bien, porque las<br />

mujeres honradas cuando tropiezan y no caen en el yerro, caen en la cuenta, que habiendo<br />

<strong>de</strong> ser muy estrecha, es <strong>de</strong> perdones, y como vió que a tres va la vencida, y ella lo quedó<br />

saliendo mal <strong>de</strong> ellas, no quiso probar la cuarta. Al mozuelo con los peligros y los dientes<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> braco se le quitó el poco amor y <strong>de</strong>svanecimiento como con la mano.<br />

Descanso IV<br />

Como toda la noche hasta allí había sido tan inquieta C y llena <strong>de</strong> disgustos,<br />

pesadumbres y alteraciones, efectos propios <strong>de</strong> semejantes <strong>de</strong>vaneos, fundados en<br />

<strong>de</strong>shonor, ofensa y pecado, lo que hasta la mañana quedaba, se durmió tan profundamente,<br />

que siendo yo <strong>de</strong> poquísimo sueño, no <strong>de</strong>sperté hasta que por la mañana dieron golpes a la<br />

puerta, llamando al doctor para cierta visita muy necesaria. Alcé el rostro y vi que el sol<br />

visitaba ya mi aposento, que en mi vida le mire <strong>de</strong> más mala gana, y llamé al lastimado<br />

mozuelo, que más parecía embelesado que dormido, y hallándolo con <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> no<br />

tornar a las burlas pasadas, le dije: Pues el mayor peligro queda por pasar, si no vivís con<br />

cuidado y recato, que aunque es verdad que vos actualmente no habéis hecho ofensa en esta<br />

casa, y los <strong>de</strong>seos, ya que manchan la conciencia, no estragan la honra, con todo eso, para<br />

la reputación <strong>de</strong> ella y seguridad vuestra, importa guardar el secreto, que como muchacho<br />

<strong>de</strong> poca experiencia podia<strong>de</strong>s revelar pareciendoos que son lances muy dignos <strong>de</strong> saberse, y<br />

que diciéndolos por cifras no se enten<strong>de</strong>rían, que es un engaño en que caen todos los<br />

habladores. pues adviértoos que no os va menos que la vida en saber callar, o la muerte en<br />

querer hablar. Ningún <strong><strong>de</strong>l</strong>ito se ha cometido por callar, y por hablar se cometen cada día<br />

muchos: el hablar es <strong>de</strong> todos los hombres, y el callar <strong>de</strong> solos los discretos: yo creo que<br />

cuantas muertes se hacen sin saber los autores, nacen <strong>de</strong> ofensas <strong>de</strong> la lengua: guardar el<br />

secreto es virtud, y al que no le guarda por virtuoso, le hacen que le guar<strong>de</strong> por peligroso: el<br />

callar a tiempo es muy alabado, porque lo contrario es muy aborrecido: hablar lo que se ha


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<strong>de</strong> callar, nos precipita en el peligro y en la muerte, y lo contrario asegura el daño, y<br />

preserva la vida y quietud. Nadie se ha visto reventar por guardar el secreto, ni ahogado por<br />

tragar lo que va a <strong>de</strong>cir: las abejas pican a su gusto; pero <strong>de</strong>jan el aguijón y la vida, ¿y a los<br />

que dicen el secreto que les importa callar, les suce<strong>de</strong> lo mismo? y en resolución el callar es<br />

excelentísima virtud, y tan estimada entre los hombres, que <strong>de</strong> la suerte que se admiran <strong>de</strong><br />

ver hablar bien a un papagayo que no lo sabía, se admiran <strong>de</strong> ver callar bien a un hombre<br />

que sabe hablar. Y para no cansaros más, si no calláre<strong>de</strong>s porque es razón, callareis por el<br />

peligro en que os poneis, tratando <strong>de</strong> la honra <strong>de</strong> un hombre tan valiente como el Doctor.<br />

Con estas, y otras muchas cosas que le dije, lo envié a su casa con más temor que amor, o<br />

más temeroso que enamorado. El Doctor se vistió tan <strong>de</strong> priesa que no tuvo lugar <strong>de</strong> mirar<br />

el señalado rostro <strong>de</strong> su mujer, que lo primero que hizo antes <strong>de</strong> vestirse, y sin aguardar a<br />

poner los pies en las mulillas, fué a mirarse al espejo; y viéndose el sobrescrito con algunos<br />

borrones, lo sintió <strong>de</strong> manera, que en muchos días no se quitó <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro un rebozo (que<br />

como era tan apacible y suave) parecía más que le traía por gala, que por necesidad. En<br />

estando para po<strong>de</strong>rla hablar me llegué a don<strong>de</strong> estaba a<strong>de</strong>rezándose el temeroso rostro, y<br />

lastimándome <strong>de</strong> los muchos car<strong>de</strong>nales que le alcance a ver (que en personas muy blancas,<br />

<strong>de</strong> cualquier acci<strong>de</strong>nte se hacen) le dije, con la mayor blandura que pu<strong>de</strong>, y supe: ¿Que le<br />

parece <strong>de</strong> su buena ventura? Que tal lo ha sido, pues en cuantas veces la ha probado, la ha<br />

guardado <strong>de</strong> que los pensamientos no viniesen a la ejecución <strong>de</strong> las obras, para que su<br />

honra (ya que ha estado para <strong>de</strong>speñarse) quedase salva en un aprieto tan gran<strong>de</strong>, que<br />

arrojándose con tan <strong>de</strong>terminada voluntad, le ha puesto tantos impedimentos para la caída,<br />

y tantas ayudas para el arrepentimiento. ¿Si cayera en un río muy hondo, y saliera sin<br />

mojarse la ropa, no lo tuviera a milagro, y cosa nunca vista ¿Si se arrojara entre mil espadas<br />

<strong>de</strong>snudas sin salir herida, no le parecería obra <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Dios? Pues crea, y tenga por<br />

cierto, que ha sido tanta evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la misericordia divina, usada con vuesa merced con su<br />

marido, pues <strong>de</strong> su misma voluntad ha librado: que la más po<strong>de</strong>rosa fuerza que hay con<br />

nosotros es la voluntad propia, ella nos rin<strong>de</strong>, y hace al entendimiento tan esclavo que no le<br />

<strong>de</strong>ja libertad para conocer la razón, o a lo menos para volver por ella; pues la voluntad<br />

<strong>de</strong>pravada rindió un pecho tan libre: ella misma con el arrepentimiento y la razón le han <strong>de</strong><br />

volver a su libertad. El arrepentirse, y volver sobre sí, es <strong>de</strong> ánimos valerosos: el<br />

escarmiento nos hace recatados, como la <strong>de</strong>terminación arrojadizos. Cuando la voluntad


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nos arroja con atrevimiento, el mal suceso lo remedia con temor: mejor es arrepentirse<br />

temprano, que llorar tar<strong>de</strong>. Un mal principio arrojado, mejora el medio. Y asegura el fin:<br />

mas vale, consi<strong>de</strong>rando este mal suceso, <strong>de</strong>tenerse, que perseverando, esperar que se mejore<br />

¡Dichoso aquel a quien le viene el escarmiento antes que el daño! Los malos intentos al<br />

principio errados, engendran recato para los veni<strong>de</strong>ros: quien no yerra no tiene <strong>de</strong> qué<br />

enmendarse, mas quien yerra tiene en qué mejorarse: que Dios juzgó por mejor que hubiese<br />

males, porque les siguiesen los arrepentimientos, que tener el mundo sin ellos; que más<br />

gran<strong>de</strong>za suya es sacar <strong>de</strong> los males bienes, que conservar el mundo sin males. ¡Ojalá<br />

cuantos males se cometen, tuviesen tan ruines principios como este! que los males serían<br />

menores por el escarmiento. Vuesa merced vuelva en sí, estimando su hermosura,<br />

igualmente con su honra, que este daño tengo yo atajado, y le atajaré más a todas estas<br />

cosas que yo le <strong>de</strong>cía, estuvo <strong>de</strong>stilando unas lágrimas tan honestas y vergonzosas por las<br />

rosadas mejillas, que enternecieran al más tirano ejecutor <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. Mas alzando el<br />

temeroso rostro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse enjugado con un lienzo la humedad que lo había<br />

bañado, con voz un poco baja, me dijo lo siguiente: Quisiera que fuera posible sacarme el<br />

corazón, y ponerle en vuestras manos para que se viera el efecto que ha hecho en él vuestra<br />

justa reprehensión, y fuera para mí algún <strong>de</strong>scuento <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>sdichas, si me creyéra<strong>de</strong>s<br />

como os he creído, no sólo para admitir el consejo, sino para obe<strong>de</strong>cerlo, y ponerlo en<br />

ejecución: que quien oye <strong>de</strong> buena gana, enmendarase si quiere.<br />

No digo que totalmente estoy fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> caso, que como estos acci<strong>de</strong>ntes tienen su asiento<br />

en el alma, no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sampararla tan presto; pero como el amor y <strong>de</strong>samor nunca paran<br />

en el medio, porque en el modo <strong>de</strong> engañarse van por una misma senda, así yo voy pasando<br />

<strong>de</strong> un extremo a otro: porque <strong>de</strong>spués que me vi acar<strong>de</strong>nalada, y lastimado el rostro por<br />

quien tanta honra me hace todo el mundo, se me ha revestido un odio mortal contra quien<br />

ha sido la causa <strong>de</strong> ello. Fuera <strong>de</strong> lo que esta noche, en lo poco que mis ojos <strong>de</strong>scansaron,<br />

soñé que estando cogiendo una hermosa y olorosa manzana <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo árbol, al tiempo que<br />

con los <strong>de</strong>dos la apreté, salió <strong>de</strong> ella mucho humo, y una culebra tan gran<strong>de</strong>, que me dió dos<br />

vueltas al cuerpo por la parte <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón, y me apretaba tanto, que pensé morir: y como<br />

ninguno <strong>de</strong> los circunstantes se atreviese a quitármela, un hombre anciano llegó y la mató<br />

con sola su saliva, echada en la cabeza <strong>de</strong> la culebra, y que al punto cayó muerta <strong>de</strong>jándome<br />

libre, y <strong>de</strong>spierta <strong><strong>de</strong>l</strong> sueño. Y haciendo reflexión sobre él, a pocas vueltas le dí alcance, <strong>de</strong>


62<br />

modo, que con los malos principios, y la buena consi<strong>de</strong>ración vine a cobrar mi honra y<br />

vida, y a tener mi corazón en el extremo <strong>de</strong> odio, que tenía <strong>de</strong> amor por vuestros buenos y<br />

saludables consejos. Por don<strong>de</strong>, si hasta aquí habéis sido mi <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>, <strong>de</strong> aquí a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante<br />

seáis mi padre y consejero: y si alguna cosa habéis visto en mí, que sea en vuestros ojos<br />

agradable, por ella os pido y ruego que no me <strong>de</strong>jéis ni <strong>de</strong>samparéis en esta ocasión, ni en<br />

todo el restante que os queda <strong>de</strong> vida, que el amor que yo tengo a vuestra persona, es tan<br />

gran<strong>de</strong> como el cuidado que vos habéis tenido con mi honra: el <strong>de</strong>sengaño me ha cogido<br />

antes que el gusto me asalariase; aunque la voluntad se dobló, la honra quedó en pie. Si el<br />

consentimiento fuera obra, yo confesara mi flaqueza por infamia: quien tiene aliento para<br />

asirse tropezando, también lo tendrá para levantarse cayendo: quien se arrepiente cerca está<br />

<strong>de</strong> la enmienda: ni me <strong>de</strong>sanimo por tierna ni me acobardo por <strong>de</strong>rribada. Si esta en mi<br />

quien pudo <strong>de</strong>rribarme ¿por qué no lo estará para levantarme? Sin consejo me rendí, pero<br />

con él tengo <strong>de</strong> librarme. Si me <strong>de</strong>jé llevar sin persuasión ajena, ¿por qué no volveré en mí<br />

por la vuestra? Para caer fuí sola, y para levantarme somos vos y yo: más agra<strong>de</strong>ce el<br />

enfermo la medicina que le cura, que no el consejo que le preserva. ¿No admití primero<br />

vuestro saludable consejo, y ahora me rindo al cautiverio <strong>de</strong> vuestra medicina? Al enfermo<br />

que no se ayuda, no le aprovechan los remedios: mas al que se esfuerza y vuelve en sí, todo<br />

le ayuda y alienta. La caridad ha <strong>de</strong> comenzar <strong>de</strong> sí propia. Si yo no me quiero a mi bien,<br />

¿qué importa que me quiera quien no esta en mí? Si yo aborrezco la salud, en vano trabaja<br />

quien me la procura. Mas si yo <strong>de</strong>seo convalecer, la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong> camino tengo andado. Quien<br />

obe<strong>de</strong>ce al consejo, acertar <strong>de</strong>sea: y quien no replica a la reprehensión, no está lejos <strong>de</strong><br />

convertirse. Cuando la culebra <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> el pellejo, renovarle quiere: no hay más cierta señal<br />

para venir el fruto, que caerse la flor; ni mayores muestras <strong>de</strong> arrepentimiento, que<br />

aborrecer el daño, y conocer el <strong>de</strong>sengaño. Yo lo conozco, padre <strong>de</strong> mi alma, y estoy con<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> levantarme, y <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> no tornar a caer: ayudadme con vuestro consejo y<br />

consuelo, para que vuelva en mí, cobre lo perdido, y remedie lo pasado, me anime en lo<br />

presente, y arme para lo veni<strong>de</strong>ro. Altas iba a <strong>de</strong>cir la hermosa escarmentada, sino que por<br />

llamar el marido a la puerta fué necesario <strong>de</strong>jar la mas que apacible disculpa, o enmienda.<br />

Entró el Doctor, y ella se fingió <strong>de</strong> la enojada, cubriéndose el lastimado, aunque bello<br />

rostro, haciendo algunos melindres fingidos, para que la <strong>de</strong>senojase, que amándola tan<br />

tiernamente, fácil era el hacerlo. Viole el rostro, y sintiolo mucho más que ella y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>


63<br />

haberse blandamente disculpado, le dijo: Amiga, sacaos un poco <strong>de</strong> sangre. ¿Para que dije<br />

yo, se ha <strong>de</strong> sangrar? Respondió el Doctor: Por la caída. Pues cayó, pregunté yo, <strong>de</strong> la torre<br />

<strong>de</strong> San Salvador, para que se saque la sangre? Sabéis poco, dijo el Doctor, que <strong>de</strong> aquella<br />

contusión <strong><strong>de</strong>l</strong> lapso que habiéndose removido las partes hipocóndricas y renes, podría<br />

sobrevenir un profluvium sanguinis irreparable, y <strong><strong>de</strong>l</strong> livor <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro quedar una cicatriz<br />

perpetua. Y luego, dije yo, vendrá el arturo meridional a circunferencia metafísica <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

vegetativo corporal, y evacuarse la sangre <strong><strong>de</strong>l</strong> hepate. ¿Qué <strong>de</strong>cís, dijo el Doctor, que no os<br />

entiendo? ¿No me entien<strong>de</strong>? dije yo; pues menos entien<strong>de</strong> su mujer a vuesa mercé, que para<br />

<strong>de</strong>cir que <strong><strong>de</strong>l</strong> golpe <strong>de</strong> la caída pue<strong>de</strong> venir algún flujo <strong>de</strong> sangre, y, quedar señal en el<br />

rostro, se han <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir tantas pedanterías, contusión, lapso, hipocóndrios, profluvio, cicatriz,<br />

livor. Póngase un poco <strong>de</strong> bálsamo o ungüento blanco o zumo <strong>de</strong> hojas <strong>de</strong> rábano, y ríase<br />

<strong>de</strong> lo <strong>de</strong>más. Y aun creo que es lo mejor, dijo ella riendo, mas es lo peor que se me ha<br />

quitado la gana <strong><strong>de</strong>l</strong> comer. Poneos, dijo el Doctor, unos absintios en la boca <strong><strong>de</strong>l</strong> ventrículo,<br />

y echaos un clistel; que con esto y una fricación en las partes inferiores, junto con la<br />

exoneración <strong><strong>de</strong>l</strong> ventrículo cesará todo eso. Otra vez dije yo: ¿Que no se podría acabar con<br />

los médicos mozos que hablen en un lenguaje que no los entiendan? Pues qué, ¿queréis vos,<br />

dijo el Doctor, que hablen los hombres doctos como los ignorantes? Cuanto a la substancia,<br />

dije yo, no por cierto; pero cuanto al lenguaje, ¿por qué no hablarán como los entiendan? Al<br />

con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Lemos, Don Pedro <strong>de</strong> Castro, el <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s fuerzas, yendo a visitar su estado a<br />

Galicia. como era tan gran<strong>de</strong> y grueso, y muy bebedor <strong>de</strong> agua, <strong><strong>de</strong>l</strong> cansancio <strong><strong>de</strong>l</strong> camino le<br />

dió una enfermedad que los médicos llaman hemorrois: y como no iba preparado <strong>de</strong><br />

médico, díjole Diego <strong>de</strong> Osma: Aquí hay uno que <strong>de</strong>sea tomar el pulso a V. S. días ha. Pues<br />

llamadle, dijo el Con<strong>de</strong>; llamáronle, y el buen hombre que supo la enfermedad fué muy<br />

reparado <strong>de</strong> retórica medicinal, pareciéndole que por allí entraría en la voluntad <strong><strong>de</strong>l</strong> Con<strong>de</strong>:<br />

y vistiéndose una ropa muy raída entre azul y negra, y una sortija que parecía remate <strong>de</strong><br />

asador, entró por la sala don<strong>de</strong> estaba el Con<strong>de</strong> diciendo: Beso las manos a S. S., y el<br />

Con<strong>de</strong>: Vengáis en hora buena, Doctor. Prosiguió el Médico: Dícenme que su señoría está<br />

malo <strong><strong>de</strong>l</strong> orificio. El Con<strong>de</strong>, que tenía extremado gusto <strong>de</strong> bueno, conociole luego, y<br />

preguntole Doctor, ¿qué quiere <strong>de</strong>cir orificio, platero <strong>de</strong> oro, o qué? Señor, dijo el Doctor;<br />

orificio, es aquella parte por don<strong>de</strong> se inundan, exoneran y expelen las inmundicias<br />

interiores que restan <strong>de</strong> la <strong>de</strong>cocción <strong><strong>de</strong>l</strong> mantenimiento, Declaraos más, Doctor, que no os


64<br />

entiendo, dijo el Con<strong>de</strong>: y el Médico: Señor, orificio se dice <strong>de</strong> os, oris, y facio facis, quasi<br />

os faciens; porque como tenemos una boca general por don<strong>de</strong> entra el mantenimiento,<br />

tenemos otra por don<strong>de</strong> sale el residuo. El Con<strong>de</strong>, aunque enfermo, pereciendo <strong>de</strong> risa, le<br />

dijo: Pues este <strong>de</strong> este modo se llama en castellano (nombrándolo por su nombre): andad,<br />

que no sois buen médico, que lo echáis todo en retórica vana. De manera, que por don<strong>de</strong><br />

pensó acreditarse con el Con<strong>de</strong>, se echó a per<strong>de</strong>r: él se fué corrido, y el Con<strong>de</strong> quedó <strong>de</strong><br />

manera riendo que hacía temblar la cama, y aun la sala: yo creo cierto que es alivio para los<br />

enfermos que el médico hable en lenguaje que le entiendan, para no poner en cuidado al<br />

paciente. Tienen, fuera <strong>de</strong> esto, obligación <strong>de</strong> ser dulces y afables, <strong>de</strong> semblante alegre, y <strong>de</strong><br />

palabras amorosas: es bien que les digan algunos donaires y cuentecillos breves, con que<br />

los alegren: sean corteses, limpios y olorosos: acaricien tanto al enfermo, que parezca que<br />

sola aquella visita es la que le da cuidado: miren si tiene bien hecha la cama, con aseo y<br />

limpieza, y hagan lo que el Doctor Luis <strong><strong>de</strong>l</strong> Valle, que a todos juntamente con hacerles<br />

sacramentar, los alienta con darles buenas esperanzas <strong>de</strong> salud; que hay algunos tan<br />

ignorantes en la buena policía y trato que sin estar una persona enferma, por encarecer su<br />

trabajo y subir su ganancia, dicen al enfermo que está peligroso, para que lo esté <strong>de</strong> veras: y<br />

es bien, que pues se tienen por ministros <strong>de</strong> naturaleza, lo sean en todo. No digo mil<br />

<strong>de</strong>scuidos que hay en el conocimiento <strong>de</strong> las enfermeda<strong>de</strong>s, y en la aplicación <strong>de</strong> las<br />

medicinas, Es muy <strong>de</strong> médicos viejos, dijo mi amo, andar tan <strong>de</strong> espacio como vos queréis,<br />

y en mirar esas niñerías: ya los neotóricos vamos por otro camino, que para lo que es curar<br />

tenemos el método purgar y sangrar, con algunos remedios empíricos, <strong>de</strong> que nos valemos.<br />

Y aun por eso, dije yo, huyo <strong>de</strong> curarme con médicos mozos; porque un amigo mío, que lo<br />

era en edad y en experiencia, muy gentil estudiante, habiéndose acreditado conmigo con<br />

ciertos aforismos <strong>de</strong> Hipócrates, que sabía <strong>de</strong> memoria, traídos en buena ocasión, y<br />

pronunciados a lo melindroso, me entregué en sus manos la primera vez que me dió la gota,<br />

<strong>de</strong> las cuales salí con veinte y dos sudores y unciones, y me las estuviera dando hasta ahora,<br />

si yo propio no me hallara el pulso con interca<strong>de</strong>ncias; y con <strong>de</strong>cir que habíamos errado la<br />

cura (como si yo también la hubiera errado) me <strong>de</strong>jó, y se apartó <strong>de</strong> mí confuso y corrido:<br />

mas yo, con la recia complexión que tengo, y con gobernarme bien, en convaleciendo me<br />

encontré con él en la plazuela <strong><strong>de</strong>l</strong> Ángel cara a cara, la suya <strong>de</strong> color <strong>de</strong> pimiento, y la mía<br />

<strong>de</strong> gualda, y me hube con él <strong>de</strong> manera que salió <strong>de</strong> mi lengua peor que yo <strong>de</strong> sus manos.


65<br />

Los gran<strong>de</strong>s médicos que yo he conocido y conozco, en llegando al enfermo procuran con<br />

gran cuidado saber el origen, causa y estado <strong>de</strong> la enfermedad, y el humor predominante <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

paciente, para no curar al colérico como al flemático, y al sanguino como al melancólico; y<br />

aun si es posible (aunque no hay ciencia <strong>de</strong> particulares) saber la calidad oculta <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

enfermo, y <strong>de</strong> esta manera se acierta la cura, y se acreditan los médicos. No he visto en mi<br />

vida, dijo el Doctor, <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> tan licenciado. Pues más tengo <strong>de</strong> licencioso, dije yo, porque<br />

en viendo una verdad <strong>de</strong>samparada, me arrojo en su ayuda con la vida y el alma. ¿Qué<br />

sabéis vos <strong>de</strong> interca<strong>de</strong>ncias? dijo el Doctor; ¿qué señales tenéis <strong>de</strong> gota, pues os habéis<br />

escapado <strong>de</strong> lo uno, y no pa<strong>de</strong>céis <strong>de</strong> lo otro? Las interca<strong>de</strong>ncias, respondí yo, otras veces<br />

las he tenido, que me he visto con enfermeda<strong>de</strong>s apretadas; pero no me he <strong>de</strong>sanimado,<br />

antes a un médico mozo, y muy galán, que me curó en Málaga, le animé, porque se turbó<br />

hallándomelas en el pulso (que en esto yo fuí médico y él paciente); y aunque me digan que<br />

es calidad propia <strong>de</strong> mi pulso, ellas tienen todas las partes <strong>de</strong> interca<strong>de</strong>ncias. Y habiéndome<br />

escapado <strong>de</strong> esta ar<strong>de</strong>ntísima fiebre, <strong>de</strong> que me curé con un cántaro <strong>de</strong> agua fría que me<br />

eché a los pechos, me quedaron unas grandísimas ventosida<strong>de</strong>s, para lo cual me dió un<br />

remedio tu<strong>de</strong>sco, que si yo le guardara hicieran tanta burla <strong>de</strong> mí los muchachos como yo<br />

hice <strong>de</strong> él; porque a un hombre colérico, y nacido en región cálida, le mandó que en toda su<br />

vida no bebiese gota <strong>de</strong> agua, y <strong>de</strong> la gota me preservo con un consejo <strong>de</strong> Cicerón, que dice,<br />

que la verda<strong>de</strong>ra salud consiste en usar <strong>de</strong> los mantenimientos que aprovechan, y huir <strong>de</strong> los<br />

que nos dañan: no uso <strong>de</strong> mantenimientos húmedos, no bebo entre comida y comida, no<br />

ceno, bebo agua y no vino, hago todas las mañanas una fricación antes <strong>de</strong> levantarme <strong>de</strong> la<br />

cama con gran<strong>de</strong> vehemencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cabeza, discurriendo por todos los miembros hasta<br />

los pies, y cuando me siento cargado hago un vómito; con esto, y la templanza en otras<br />

cosas, me preservo <strong>de</strong> la gota. Perdóneme V. S. I. si le canso con estas niñerías que me<br />

pasaron con este médico, que las digo porque quizá encontrará con ellas alguno a quien<br />

aprovechen. Díjome el Doctor entonces: Por vuestra vida que me digáis ¿si habéis<br />

estudiado, y a dón<strong>de</strong>, que procedéis con tan buena gracia en todo, que me habéis aficionado<br />

<strong>de</strong> manera, que si fuera un gran príncipe no os apartara <strong>de</strong> mi lado un punto? Lo mismo,<br />

dijo ella, os ruego yo, padre <strong>de</strong> mi vida, y así os la dé Dios muy larga, que nos <strong>de</strong>is cuenta<br />

<strong>de</strong> vuestra vida, que vos procedéis <strong>de</strong> modo que sera grandísimo entretenimiento al Doctor<br />

por el entendimiento, y a mí por la voluntad. Contar <strong>de</strong>sdichas, dije yo, no es bueno para


66<br />

muchas veces: acordarse <strong>de</strong> infelicida<strong>de</strong>s el que está caído pue<strong>de</strong> traerlo a <strong>de</strong>sesperación.<br />

Una diferencia hay entre la prosperidad y la adversidad, que la memoria <strong>de</strong> las <strong>de</strong>sdichas en<br />

la adversidad entristece mas; pero en la prosperidad aumenta el gusto. No se le ha <strong>de</strong> pedir<br />

al que todavía está en miserias, que cuente las que ha pasado; porque es renovarle la llaga<br />

que ya se iba cerrando, con traerle a la memoria lo que <strong>de</strong>sea olvidar. El que se ha escapado<br />

<strong>de</strong> la tormenta no se contenta con solo verse fuera <strong>de</strong> ella, sino con besar la tierra; pero el<br />

que está todavía pa<strong>de</strong>ciendo el naufragio solamente se acuerda <strong>de</strong> lo presente, que solicita<br />

el remedio; porque aunque yo tengo condición <strong>de</strong> pobre, tengo ánimo <strong>de</strong> rico, y si no me<br />

<strong>de</strong>sanimo por caído, no tengo <strong>de</strong> qué animarme por levantado; y no son mis trabajos para<br />

contados muchas veces.<br />

Descanso V<br />

MAS como la privación pue<strong>de</strong> tanto con las mujeres, por el mismo caso que yo rehusaba,<br />

mi ama procuraba más que lo dijese, que como tenía pecho noble, y le parecía que la tenía<br />

obligada en alguna manera, sacaba fuerzas <strong>de</strong> flaqueza, y buscaba modos cómo darme a<br />

enten<strong>de</strong>r que estaba <strong>de</strong> mí agra<strong>de</strong>cidísima. Que esta diferencia hace un pecho liso y<br />

sencillo, a uno <strong>de</strong> mala raza y cosecha, que el bueno aun el bien imaginado agra<strong>de</strong>ce, mas<br />

el bronco y <strong>de</strong>sabrido, no solamente no agra<strong>de</strong>ce, pero busca modos cómo <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cer el<br />

bien recibido: pero cuanto más mi ama se esforzaba por dar a enten<strong>de</strong>r su agra<strong>de</strong>cimiento,<br />

tanto más me ofendía yo en que pensase en que había hecho algo en servirla, que el saber<br />

flaquezas ajenas, que o todos las cometemos, o estamos naturalmente dispuestos a ello, no<br />

ha <strong>de</strong> ser parte para estimar en menos a aquellos <strong>de</strong> quien las sabemos: saber el secreto<br />

ajeno o es acaso, o por confianza que hacen <strong>de</strong> nosotros: si es acaso, la misma naturaleza<br />

nos enseña que pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r lo mismo por nosotros; y si es por confianza, ya entra en<br />

guardarle la reputación <strong><strong>de</strong>l</strong> que lo sabe. Encubrir faltas ajenas es <strong>de</strong> ángeles, y <strong>de</strong>scubrirlas<br />

es <strong>de</strong> perros que ladran cuando más dañan. Querer saber secretos ajenos, nace <strong>de</strong> pechos sin<br />

merecimientos, que lo que no pue<strong>de</strong>n merecer por sí, quieren merecerlo a costa ajena: quien<br />

quiere saber faltas ajenas, quiere estar mal con todo el mundo, y que se publiquen las suyas.<br />

¡Dichosos aquellos a cuya noticia no han llegado las faltas ajenas, que ni ofen<strong>de</strong>rán, ni


67<br />

serán ofendidos! Hay algunos ánimos tan fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> or<strong>de</strong>n natural, que les parece que han<br />

alcanzado una gran joya, cuando saben alguna falta <strong>de</strong> su prójimo: pues no se persuada a<br />

enten<strong>de</strong>r quien tiene tan abominable costumbre, que no hay contratretas para semejantes<br />

<strong>de</strong>safueros, que todos traen el castigo por sombra; y no hay mala intención que no tenga su<br />

semejante, o peor. Un fraile, aunque no muy docto, bien intencionado, preguntando en un<br />

escrutinio si sabía faltas, o <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> sus compañeros, respondió que no, porque si las<br />

había oído, o no había reparado en ellas, o las había <strong>de</strong>jado olvidar, y si venían por relación,<br />

no las había oído, o no las había creído. Y otro, habiendo <strong>de</strong>sacreditado a todos los<br />

compañeros, por acreditarse a sí en el escrutinio, salió más culpado que todos. Este almacén<br />

<strong>de</strong> palabras he traído, para <strong>de</strong>cir el recelo que mi ama <strong>de</strong>bía tener, pareciéndole que podía<br />

revelar su secreto, o que a lo menos lo quería tener, como dicen, el pie sobre el pescuezo, y<br />

así, prosiguiendo en su intento, dijo, que por buen término y trato, quisiera perpetuarme en<br />

su casa, para tenerme en lugar <strong>de</strong> padre. queriéndome casar con una parienta suya, doncella,<br />

y <strong>de</strong> muy buena gracia, y <strong>de</strong> poca edad; y <strong>de</strong>clarándose con su marido y conmigo,<br />

encareciendo la bondad y virtud <strong>de</strong> la moza, y cuan bien me estaría para el regalo <strong>de</strong> mi<br />

vejez casarme con ella, yo le dije: Señora, no haré eso por todas las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo,<br />

porque quien se casa viejo presto da el pellejo; y riéndose ella, proseguí diciendo, que en<br />

Italia traen un refrancete a este modo, que el que casa viejo tiene el mal <strong><strong>de</strong>l</strong> cabrito, o que<br />

se muere presto, o viene a ser cabrón. ¡Jesús! dijo mi ama, ¿pues eso ha <strong>de</strong> imaginar un<br />

hombre tan honrado como vos? Señora. dije yo, lo que veo, y he visto siempre es que al<br />

viejo que se casa con moza, todos los miembros <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo se le van consumiendo, sino es<br />

la frente, que le crece más. Las mozas son alegres <strong>de</strong> corazón, y regocijadas en compañía,<br />

andan siempre jugando y saltando como ciervas, y los maridos como ciervos, siendo viejos.<br />

No es tan perseguida la liebre <strong>de</strong> los galgos, como la mujer <strong><strong>de</strong>l</strong> viejo <strong>de</strong> los paseantes: no<br />

hay mozo en todo el lugar que no sea su pariente, ni vieja reza<strong>de</strong>ra que no sea su conocida:<br />

en todas las iglesias tiene <strong>de</strong>vociones, o por huir <strong><strong>de</strong>l</strong> marido, o por visitar las comadres: si<br />

es pobre el marido, se anda quejando <strong>de</strong> él: si es rico, a pocas vueltas le <strong>de</strong>ja como el<br />

invierno a la cornicabra, con solo el fruto en la frente. He rehusado en mi mocedad tomar<br />

esa carga sobre mis hombros, ¿y la había <strong>de</strong> tomar ahora sobre mi cabeza? Dios me guar<strong>de</strong><br />

mi juicio, bien me estoy solo: ya me sé gobernar con la soledad, no quiero entrar en nuevos<br />

cuidados, a fuera consejos vanos. a todo esto el doctor estaba pereciendo <strong>de</strong> risa, y su mujer


68<br />

pensando en la réplica que había <strong>de</strong> hacer; y así con muy gran donaire y <strong>de</strong>senvoltura, dijo<br />

a su marido, y a mí: Cada día vemos cosas nuevas, bien es vivir para experimentar<br />

condiciones: el primer viejo sois que he visto y oído <strong>de</strong>cir, que haya rehusado casamiento<br />

<strong>de</strong> niña; todos apetecen la compañía <strong>de</strong> sangre nueva, para conservación <strong>de</strong> la suya: los<br />

árboles vicios, con un enjerto nuevo los remozan: a las plantas, porque no se hielen, les<br />

ponen abrigo: la palma, si no tiene junta a sí su compañera, no lleva fruta: la soledad ¿qué<br />

bien pue<strong>de</strong> traer sino melancolía, y aun <strong>de</strong>sesperación? Todos los animales racionales y<br />

brutos apetecen la compañía. No seáis como aquel bestial filósofo, que habiéndole<br />

preguntado cuál era buena edad para casarse, respondió, que cuando era mozo, era<br />

temprano, y cuando viejo, tar<strong>de</strong>. Mirad, que fuera <strong>de</strong> ser para mi gran<strong>de</strong> gusto, para vuestra<br />

comodidad es bien vivir con abrigo. Yo confieso, le dije, que tan elegantes razones, dichas<br />

con tanta gracia y estilo, persuadirán a cualquiera que no estuviera con tanta experiencia <strong>de</strong><br />

las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y tan hecho a la soledad como yo; pero verda<strong>de</strong>s tan apuradas, no<br />

admiten persuasiones retóricas, porque casarse un viejo con una muchacha, si ella es como<br />

<strong>de</strong>be ser, es <strong>de</strong>jar hijos huérfanos y pobres, y en pocos años venir a ser entrambos <strong>de</strong> una<br />

misma edad, porque naturaleza va siempre tras su conservación, y el vicio conserva la suya,<br />

consumiendo la juventud <strong>de</strong> la pobre muchacha; y si no es <strong>de</strong> esta suerte, tiene puestos los<br />

ojos en lo que ha <strong>de</strong> heredar, y la voluntad e intención en el marido que ha <strong>de</strong> escoger. Mas,<br />

¿qué tal pareciera yo con mis blancas canas junto a una niña rubia y blanca, bien puesta y<br />

hermosa, que cuando alzara los ojos a mirarme el copete lo viera más liso que el carcañal,<br />

las entradas como el colodrillo <strong>de</strong> la ocasión, la barba más crespa y cana que la <strong><strong>de</strong>l</strong> Cid?<br />

Eso no os dé pena, dijo ella, que Juan <strong>de</strong> Vergara tiene una tinta tan negra y fina, que a<br />

cuantos hombres y, mujeres entran en su casa con canas los pone <strong>de</strong> manera que a la salida<br />

no los conocen. Ni aun ellos propios se conocen a sí mismos, dije yo, con un engaño como<br />

ese, y creo cierto, que nace esta flaqueza <strong>de</strong> no conocer nuestra hechura, porque disfrazar y<br />

entretener las canas, no sé <strong>de</strong> que sirve, sino <strong>de</strong> una ocupación <strong>de</strong> zurradores, que no<br />

rehúsan traer las manos como ébano <strong>de</strong> Portugal. Y realmente los que lo hacen tienen tanta<br />

ventura que a nadie engañan sino a si solos, porque todos lo saben, <strong>de</strong> modo, que les aña<strong>de</strong>n<br />

muchos mas años <strong>de</strong> los que tienen; y ellos no se <strong>de</strong>sengañan, hasta que por alguna<br />

enfermedad <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> teñirse, y se hallan cuando se miran la barba, como Urraca ahorcada.<br />

Pues si la tinta no acierta a ser <strong><strong>de</strong>l</strong> color <strong>de</strong> la barba, que es muy ordinario, en dándoles el


69<br />

sol, hace visos como el arco <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo. Si con el teñir se reparara la flaqueza <strong>de</strong> la vista, se<br />

supliera la falta <strong>de</strong> los dientes, se cobrara la fuerza <strong>de</strong> piernas y brazos, o se entretuvieran<br />

los años para engañar la muerte, todos lo hiciéramos; pero hace la muerte con los teñidos,<br />

como la zorra con el asno <strong>de</strong> Cumas, que se vistió una piel <strong>de</strong> león para espantar a los<br />

animales y pacer con seguridad: mas la zorra, viéndole andar tan <strong>de</strong>spacio, mirole las patas,<br />

y dijo: asno sois vos. Así la muerte mira los teñidos, y les dice: viejo sois vos. Tiñase quien<br />

quisiere, que yo tengo por mejor lo claro que lo obscuro, el día que la noche, lo blanco que<br />

lo negro. Más quiero parecer paloma que no cuervo, más hermoso es el marfil que el ébano.<br />

Si como las barbas que pasan <strong>de</strong> negras a blancas, pasaran <strong>de</strong> blancas a negras, ¿cuánto mas<br />

odiosas fueran por el color tapetado? En fin, la plata es más alegre que el ébano: ¿no<br />

bastaba casado, sino tiznado? Andad, dijo mi ama, que con eso se disimulan algunos años,<br />

y sin eso no se pue<strong>de</strong>n negar, Aunque los hombres <strong>de</strong> bien, dije yo, jamás han <strong>de</strong> mentir, en<br />

todas las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo pue<strong>de</strong> aprovechar una mentira, si no es en los años y en el juego;<br />

porque ni los años pue<strong>de</strong>n ser menos por negarlos, ni la ganancia se ha <strong>de</strong> quitar por<br />

confesarla. Pero volviendo a nuestro propósito, que el matrimonio es cosa santísima no se<br />

pue<strong>de</strong> negar, ni yo lo niego, que el no apetecerlo yo nace <strong>de</strong> la incapacidad mía, y no <strong>de</strong> la<br />

excelencia suya; apetézcalo quien está en edad y disposición para ello con la igualdad que<br />

la misma naturaleza pi<strong>de</strong>, que ni sean ambos niños ni ambos viejos, ni el viejo y ella niña,<br />

ni ella vieja ni él niño. Sobre lo cual hay diversas opiniones entre filósofos, y la más cierta<br />

es que el varón sea mayor que la mujer diez o doce años; pero que tenga yo cincuenta años,<br />

y mi señora mujer quince o diez y seis, es como querer que un contrabajo y un tiple canten<br />

una misma voz, que por fuerza han <strong>de</strong> ir apartados ocho puntos el uno <strong><strong>de</strong>l</strong> otro. ¿Pues nunca<br />

habéis sido enamorado? dijo mi ama. Y tanto, dije yo, que he compuesto coplas y tenido<br />

pen<strong>de</strong>ncias, que la mocedad está llena <strong>de</strong> mil inconsi<strong>de</strong>raciones y disparates. No lo serán,<br />

dijo ella, que los hombres <strong>de</strong> buen discurso sazonan las cosas diferentemente, que los<br />

<strong>de</strong>más. Reniego, dije yo, <strong>de</strong> ejercicio que ha <strong>de</strong> traer a un hombre hecho lechuza,<br />

guardando cimenterios, sufriendo fríos y serenos, incomodida<strong>de</strong>s y peligros tan ordinarios<br />

como suce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> noche, y aun cosas dignas <strong>de</strong> callar. El que anda <strong>de</strong> noche ve los daños<br />

ajenos, y no conoce los suyos, consume presto la mocedad, y se <strong>de</strong>sacredita para la vejez:<br />

vense <strong>de</strong> noche cosas que se juzgan por malas, no siéndolo; ¡qué <strong>de</strong> temores y espantos<br />

cuentan los que pasean <strong>de</strong> noche, que vistos <strong>de</strong> día nos provocarían a risa! Acuérdome, que


70<br />

teniendo cierto requiebro al barrio <strong>de</strong> San Ginés, con otro juicio tal como el mío era<br />

entonces, martes <strong>de</strong> carnestolendas por la tar<strong>de</strong> me envió a <strong>de</strong>cir la señora que le llevase<br />

algo bueno para <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> la carne, que en estos días hay libertad para pedirlo, y aun<br />

para negarlo; pero por usar <strong>de</strong> fineza, por ser la primera cosa que hacía en su servicio, vendí<br />

ciertas cosillas, que me hicieron harta falta, y en acabándose la grita <strong>de</strong> jeringas y<br />

naranjazos, y el martirio perruno, causado <strong>de</strong> las mazas, (<strong>de</strong> quien sin saber por qué, huyen<br />

hasta reventar) dí conmigo en un tabernáculo <strong>de</strong> la gula, don<strong>de</strong> henchí un paño <strong>de</strong> manos dé<br />

una empanada, un par <strong>de</strong> perdices, un conejo y frutillas <strong>de</strong> sartén, y atándolo muy bien,<br />

caminé a darlo por una ventana a más <strong>de</strong> las once <strong>de</strong> la noche; y como el día siguiente, por<br />

ser miércoles <strong>de</strong> ceniza, era día <strong>de</strong> mucha recolección, aunque todo el pasado había sido<br />

alegría para los muchachos y trabajos para los perros, había silencio general; <strong>de</strong> suerte, que<br />

aunque yo iba bien cargado, no me podía ver nadie: llegando a la plazuela <strong>de</strong> San Ginés<br />

sentí que venía la ronda, y retiréme <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> aquel cobertizo, don<strong>de</strong> suele haber una tumba<br />

para los aniversarios y exequias, y antes que pudiesen llegar a mí los <strong>de</strong> la ronda, metí el<br />

paño <strong>de</strong> manos, atado como estaba, por un agujero gran<strong>de</strong> que tenía la tumba por la parte <strong>de</strong><br />

abajo, y sacando un rosario, que siempre traigo conmigo, comencé a fingir que rezaba.<br />

Llegó la ronda y pensando que fuese algún retraído asieron <strong>de</strong> mí, preguntando qué hacia<br />

allí. Llegó el alcal<strong>de</strong>, y visto el rosario y poca turbación, que importa mucho en cualquier<br />

ocasión no perturbarse el ánimo, dijo que me <strong>de</strong>jasen, y me recogiese: hice que me iba, y<br />

trasponiendo la ronda torné por mi paño <strong>de</strong> manos y cena a la negra tumba, don<strong>de</strong> lo había<br />

<strong>de</strong>jado, y aunque con un poco <strong>de</strong> temor por la hora y la soledad, alargué la mano y brazo<br />

todo lo que pu<strong>de</strong> alcanzar, y no topé con el paño ni con lo que estaba en él: <strong>de</strong> lo cual quedé<br />

temblando y helado; y es <strong>de</strong> creer que me causaría horrible miedo una cosa tan espantosa en<br />

un cimenterio, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> una tumba, a más, <strong>de</strong> las once <strong>de</strong> la noche, y con tan gran silencio,<br />

que parecía se había acabado el mundo; pues junto con esto, sentí <strong>de</strong>ntro en la tumba tan<br />

gran ruido <strong>de</strong> hierro, que se me representaron mil ca<strong>de</strong>nas, y otras tantas ánimas,<br />

pa<strong>de</strong>ciendo su purgatorio en aquel mismo lugar. Fué tanta mi turbación y <strong>de</strong>satiento, que se<br />

me olvidó el amor y la cena, y quisiera hallarme mil leguas <strong>de</strong> allí; pero lo mejor que pu<strong>de</strong>,<br />

o lo menos mal que acerté, volví las espaldas, y fuime poco a poco, arrimándome a la<br />

pared, pareciéndome que iba tras mi un ejército <strong>de</strong> difuntos: pues yendo con esta turbación<br />

me sentí por <strong>de</strong>trás tirar <strong>de</strong> la capa, <strong>de</strong>sanimándome <strong>de</strong> manera que di un golpazo con mi


71<br />

persona en el suelo, y con los hocicos en la guarnición <strong>de</strong> la espada; volví a mirar si era<br />

algún cadáver <strong>de</strong>scarnado, y no vi otra cosa sino mi capa asida al calvario que está en<br />

aquella pared; con esto respiré un poco, y fuí cobrando aliento, y <strong>de</strong>scansando el temor <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

clavo y <strong>de</strong> la capa; pero no el <strong>de</strong> la tumba.<br />

Senteme, y miré alre<strong>de</strong>dor a ver si había cosa que pudiese acompañar, y <strong>de</strong>scansé,<br />

porque estaba tan cansado que lo hube menester, que no lo estuviera mas si hubiera andado<br />

cien leguas por los altos y bajos <strong>de</strong> Sierra Morena. Hice reflexión sobre lo pasado,<br />

consi<strong>de</strong>rando qué cuenta daría yo <strong>de</strong> mí el día siguiente, contando lo que había sucedido,<br />

sin haber visto cosa que fuese <strong>de</strong> momento; porque <strong>de</strong>cir un terror tan horrible sin haber<br />

averiguado el fundamento, era <strong>de</strong>sacreditarme y quedar en fama <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong> o mentiroso:<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> contarlo era quedar en opinión <strong>de</strong> miserable con la señora Daifa, habiendo gastado<br />

lo que no tenía sin <strong>de</strong>cir el fin que tuvo. Por otra parte veía que si fuera algún difunto no<br />

tenía necesidad <strong>de</strong> mi pobre cena, pues hombre no podía estar tan abreviado que no topara<br />

con él cuando extendí el brazo. Al fin hice mi cuenta <strong>de</strong> esta manera: Si es <strong>de</strong>monio,<br />

mostrándole la señal <strong>de</strong> la cruz huirá; si es ánima, sabré si pi<strong>de</strong> algunos sufragios; y si es<br />

hombre, tan buenas manos y espada tengo como él, y con esta resolución fuime<br />

animosamente a la tumba, <strong>de</strong>senvainé la espada y ro<strong>de</strong>ando la capa al brazo, dije con muy<br />

gentil <strong>de</strong>terminación: yo te conjuro, y mando <strong>de</strong> parte <strong><strong>de</strong>l</strong> cura <strong>de</strong> esta iglesia, que si eres<br />

cosa mala te salgas <strong>de</strong> este lugar sagrado, y si eres ánima que anclas en pena, que me<br />

reveles qué quieres, o qué has menester (y el ruido <strong><strong>de</strong>l</strong> hierro con mi conjuro andaba más<br />

agudo): una y dos, y tres veces te lo digo y torno a <strong>de</strong>cir; pero cuanto más le <strong>de</strong>cía, tantos<br />

más golpes <strong>de</strong> hierro sonaban en la tumba que me hacían temblar. Visto que mi conjuro no<br />

era válido, y que si <strong>de</strong>jaba enfriar la <strong>de</strong>terminación que tenía, tornaría el temor a<br />

<strong>de</strong>sanimarme, púseme la espada entre los dientes, y con ambas manos así <strong>de</strong> la tumba por el<br />

agujero <strong>de</strong> abajo, y en alzándola salió corriendo por entre mis piernas un perrazo negro, con<br />

un cencerro atado a la cola, que huyendo <strong>de</strong> los muchachos se había recogido a <strong>de</strong>scansar a<br />

sagrado; y como <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber reposado olió la comida, retirola para sí, y sacó el vientre<br />

<strong>de</strong> mal año; pero con el gran<strong>de</strong> y no pensado ruido que hizo saliendo, fué tanto mi espanto,<br />

que como él fué huyendo por una parte, yo fuera por otra, sino por un espinillazo que al<br />

salir me dió con el cencerro, <strong>de</strong> que no me pu<strong>de</strong> menear tan presto; pero fué tanta la pasión<br />

<strong>de</strong> risa que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> quitado el dolor me dió, que siempre que me acuerdo <strong>de</strong> ello, aunque


72<br />

sea a solas y por la calle, no puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> dar alguna <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> ello. fué menester<br />

que el Doctor y su mujer acabasen <strong>de</strong> reír, para proseguir el intento para que truje el cuento;<br />

y habiéndolo solemnizado, les dije: No se podrá creer lo que yo me holgué <strong>de</strong> averiguar<br />

aquella duda que en tanta confusión me había <strong>de</strong> poner, para contar lo que había visto, por<br />

don<strong>de</strong> pusiera mal nombre a aquel lugar, como lo han hecho otros muchos, que por no<br />

averiguar los temores o las causas <strong>de</strong> ellos, <strong>de</strong>sacreditan mil lugares, y quedan<br />

<strong>de</strong>sacreditados por temerosos y espantables sin haber causa para ello, más <strong>de</strong> haber visto<br />

alguna extraordinaria cosa, y sin averiguarla van a contar mil <strong>de</strong>slumbramientos y<br />

disparates. Uno dijo, que había visto un caballo lleno <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas y <strong>de</strong>scabezado, y era una<br />

bestia que venía <strong><strong>de</strong>l</strong> prado a su casa, con las trabas <strong>de</strong> hierro.<br />

Son infinitos los disparates que en esto se dicen; <strong>de</strong> manera, que no hay población,<br />

don<strong>de</strong> no haya un lugar <strong>de</strong>sacreditado por temeroso, y ninguno, si no es burlando o<br />

haciendo donaire, dice la verdad. En Ronda hay un paso temeroso <strong>de</strong>spués que se subió <strong>de</strong><br />

noche una mona en un tejado, que con la maza y ca<strong>de</strong>na atoró, o encalló en una canal, y<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí echaba tejas a cuantos pasaban, y todo es <strong>de</strong> esta manera. Solas dos cosas hallo<br />

yo que pue<strong>de</strong>n hacer mal <strong>de</strong> noche, que son los hombres y los serenos, que los unos pue<strong>de</strong>n<br />

quitar la vida y los otros la vista.<br />

Descanso VI<br />

AL tiempo que me iba hallando mejor con el Doctor Sagredo, y mi señora Doña<br />

Mergelina <strong>de</strong> Aybar, por el amor que me tenían, como mi suerte ha sido siempre variable,<br />

hecha y acostumbrada a mudanzas <strong>de</strong> fortuna, y ejercitada en ellas toda mi vida, vinieron a<br />

llamar <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong> Castilla la Vieja al doctor Sagredo con un gran salario, el cual no<br />

pudo rehusar por haberlo menester, y para ejercitar lo que había estudiado, que ni la<br />

gran<strong>de</strong>za <strong><strong>de</strong>l</strong> ingenio, ni el continuo estudio hacen a un hombre docto, si le falta<br />

experiencia, que es la que sazona los documentos <strong>de</strong> las escuelas, sosiega las bachillerías<br />

que hacen al ingenio confiado por las filoterias <strong>de</strong> la dialéctica, que realmente no po<strong>de</strong>mos


73<br />

<strong>de</strong>cir que tenemos entero conocimiento <strong>de</strong> la ciencia hasta que conocemos los efectos <strong>de</strong> las<br />

causas que enseña la experiencia, que con ella se comienza a saber la verdad. Más sabe un<br />

experimentado sin letras, que un letrado sin experiencia, la cual faltaba al Doctor Sagredo,<br />

y así le estuvo bien aceptar aquel partido por esto, y por repararse <strong>de</strong> las cosas necesarias<br />

para la conservación <strong>de</strong> la vida humana. Aceptado el partido, pidiéronme con toda la fuerza<br />

posible que me fuese con ellos, lo cual yo hiciera, si no fuera que no me atreví a los fríos <strong>de</strong><br />

Castilla la Vieja, que estando un hombre en los postreros tercios <strong>de</strong> la vida, no se ha <strong>de</strong><br />

atrever a hacer lo que hace en la mocedad. El frío es enemigo <strong>de</strong> la naturaleza, y aunque<br />

uno muera <strong>de</strong> ar<strong>de</strong>ntísimas fiebres, al fin queda frío. Las acciones <strong><strong>de</strong>l</strong> viejo son tardas por la<br />

falta <strong>de</strong> calor como la mocedad es cálida y húmeda, la vejez es fría y seca; por falta <strong>de</strong> calor<br />

viene la vejez, y por esto han <strong>de</strong> huir los viejos <strong>de</strong> regiones frías, como yo lo hice, que me<br />

quedé <strong>de</strong>sacomodado por no ir a don<strong>de</strong> me acabase el frío en breve tiempo. Fuéronse, y<br />

quedéme solo y sin arrimo que me pudiese valer, que los que <strong>de</strong>jan pasar los ver<strong>de</strong>s años<br />

sin acordarse <strong>de</strong> la vejez, han <strong>de</strong> sufrir estos y otros mayores daños y trabajos. Nadie se<br />

prometa esperanzas <strong>de</strong> vida, ni piense que sin diligencia pue<strong>de</strong> asegurarla, que hay tan poco<br />

<strong>de</strong> la mocedad a la vejez, como <strong>de</strong> la vejez a la muerte; no pue<strong>de</strong> creerlo sino quien ha<br />

entregado sus años a la dilación <strong>de</strong> las esperanzas. Cada día que se pasa en ociosidad, es<br />

uno menos en la vida, y muchos en la costumbre que se va haciendo. Siendo estudiante en<br />

Salamanca el Licenciado Alonso Rodríguez Navarro, varón <strong>de</strong> singular pru<strong>de</strong>ncia e<br />

ingenio, le hallé una noche durmiendo sobre un libro, y diciéndole que mirase lo que hacía,<br />

que se quemaba las pestañas, respondió, que apelaría para el tiempo que le diese otras; pero<br />

que si perdía el tiempo, no tenía para quien apelar sino para el arrepentimiento. Al mismo,<br />

preguntandole por que camino había venido a ser tan bien quisto en su ciudad, que es<br />

Murcia, respondió, que haciendo placer, y disimulando <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cimientos, pero que nunca<br />

llegaron a engendrar en su pecho arrepentimientos <strong>de</strong> haber hecho el bien: que los hombres<br />

<strong>de</strong> bien no han <strong>de</strong> hacer cosas <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>ban arrepentir; y si el arrepentimiento viene<br />

tar<strong>de</strong>, y es bien recibido, aprovecha para el reparo <strong>de</strong> la vida, que como el arrepentimiento<br />

sigue a los daños sucedidos por propia culpa, viene acompañado con asomos <strong>de</strong> virtud,<br />

nacida <strong><strong>de</strong>l</strong> escarmiento y ayudado <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia. Mas no hay arrepentimiento que venga<br />

tar<strong>de</strong> como sea bien recibido.


74<br />

Cuatro efectos suelen resultar <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo mal gastado y peor pasado; <strong>de</strong>jamiento <strong>de</strong> sí<br />

propio, <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> cobrar lo perdido, confusión vergonzosa, y arrepentimiento<br />

voluntario estos dos postreros arguyen buen ánimo, y estar cercanos a la enmienda; pero<br />

entién<strong>de</strong>se, que como el yerro fué con tiempo, el arrepentimiento no ha <strong>de</strong> ser sin tiempo:<br />

que si el mucho tiempo se pasó presto, el poco se pasará volando, y llegará tar<strong>de</strong> el<br />

arrepentimiento, como el tiempo que se pasa al <strong>de</strong>scuido con gusto no se cuenta por horas,<br />

como el que se pasa trabajando, no se echa <strong>de</strong> ver hasta que es pasado. Yo que<strong>de</strong> solo y<br />

pobre, y para reparo <strong>de</strong> mis necesida<strong>de</strong>s, me topó mi suerte con cierto hidalgo que se había<br />

retirado a vivir a una al<strong>de</strong>a, y había venido a buscar un maestro o ayo para dos niños que<br />

tenía <strong>de</strong> poca edad, y preguntándome si quería criárselos, le respondí, que criar niños era<br />

oficio <strong>de</strong> amas, y no <strong>de</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>s: riose, y dijo: Buen gusto tenéis, a fe <strong>de</strong> caballero que<br />

habéis <strong>de</strong> ir conmigo: ¿no os hallareis bien en mi casa? Yo respondí Ahora si, pero <strong>de</strong>spués<br />

no sé. ¿Por qué? preguntó el hidalgo. Porque hasta tomar el tiento a las cosas, dije yo, no se<br />

pue<strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r afirmativamente; y no se ha <strong>de</strong> preguntar a los criados si quieren servir,<br />

sino, si saben servir, que el querer servir arguye necesidad, y saber servir, habilidad y<br />

experiencia en el ministerio que los quieren; y <strong>de</strong> aquí nace, que muchos criados, a pocos<br />

días <strong>de</strong> servicio, o se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n, o los <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n, porque entraron a servir por necesidad, y no<br />

por habilidad, como también en algunos estudiantes perdidos, que en viéndose rematados,<br />

entran en religión tan llenos <strong>de</strong> necedad como <strong>de</strong> necesidad, y a pocos lances, o <strong>de</strong>samparan<br />

el hábito, o el hábito los <strong>de</strong>sampara. Primero se ha <strong>de</strong> inquirir y escudriñar si es bueno y<br />

suficiente el criado para el cargo que le quieren dar, que no si tienen voluntad <strong>de</strong> servir:<br />

porque <strong>de</strong> tener criados ociosos, y que no saben acudir al oficio para que fueron recibidos,<br />

fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> gasto impertinente, se siguen otros mayores inconvenientes. Aunque cierto<br />

Príncipe <strong>de</strong> estos reinos, diciéndole un mayordomo suyo que reformase su casa, porque<br />

tenía muchos criados impertinentes, respondió: El impertinente sois vos, que los valdíos me<br />

agra<strong>de</strong>cen y honran; y esotros, pagándoles, les parece que me hacen mucha merced en<br />

servirme, y el que no obliga con buenas obras, ni es amado, ni ama, y en las buenas se<br />

parece un hombre a Dios. Paréceme, dijo el hidalgo, que quien sabe eso, sabrá también<br />

servir en lo que le mandaren, especialmente que mi hijo el mayor os podrá hacer bien en<br />

algún tiempo, que tiene acción, y expectativa a un mayorazgo <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> su madre, que<br />

ahora posee su abuela; y <strong><strong>de</strong>l</strong> hijo mayor, a quien le viene, no tiene sino dos nietecillos


75<br />

enfermizos; y muriendo ellos y su padre, queda mi hijo por here<strong>de</strong>ro. Eso es, dije yo, como<br />

el que <strong>de</strong>seando hartarse <strong>de</strong> dátiles, fué a Berbería por una planta <strong>de</strong> palma y compró un<br />

pedazo <strong>de</strong> tierra en que la plantó, y está esperando todavía que dé el fruto; así yo tengo <strong>de</strong><br />

esperar a tres vidas, estando la mía en los últimos tercios, para la poca merced que se<br />

aguarda <strong>de</strong> quien aún no tiene esperanza, que como ella vive entre la seguridad y el temor,<br />

es necesario que tenga larga vida quien se sustenta <strong>de</strong> ella que no hay cosa que más la vaya<br />

consumiendo que una esperanza muy dilatada; y es <strong>de</strong> creer, que el que se va a pasar la<br />

suya entre robles y jarales, ni la tiene muy cerca, ni muy cierta, que por no martirizarme<br />

con ellos ni verme en los tragos en que ponen a quien los sigue, he tenido por mejor y más<br />

seguro abrazarme con la pobreza que abrazarme con la esperanza. Esa, dijo el hidalgo, es la<br />

cuenta <strong>de</strong> los perdidos, que por no esperar ni sufrir, quieren ser pobres toda la vida. ¿Y qué<br />

mayor pobreza, dije yo, que andar bebiendo los vientos, echando trazas, acortando la vida y<br />

apresurando la muerte, viviendo sin gusto, con aquella insaciable hambre y perpetua sed <strong>de</strong><br />

buscar hacienda y honra? Que la riqueza, o viene por diligencia buscada, o por herencia<br />

poseída, o por antojo <strong>de</strong> la fortuna prestada: si por diligencia, no da lugar a otra cosa <strong>de</strong><br />

Virtud; y si por herencia, ordinariamente se posee acompañada <strong>de</strong> vicios y envidiada <strong>de</strong><br />

parientes; si por antojo o arrojamiento <strong>de</strong> la fortuna, hace al hombre olvidarse <strong>de</strong> lo que<br />

antes era, y <strong>de</strong> cualquier manera que sea, todos en la muerte se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mala gana <strong>de</strong> la<br />

hacienda y <strong>de</strong> las honras que por ella les hacían. Una diferencia hallo en la muerte <strong><strong>de</strong>l</strong> rico<br />

y la <strong><strong>de</strong>l</strong> pobre, que el rico a todos los <strong>de</strong>ja quejosos, y el pobre piadosos.<br />

Descanso VII<br />

PARECE, dijo el hidalgo, que nos habemos apartado <strong>de</strong> mi principal intento, que es la<br />

crianza y doctrina <strong>de</strong> mis hijos, en que consiste salir industriados en virtud, valor,<br />

estimación y cortesía, que son cosas que han <strong>de</strong> resplan<strong>de</strong>cer en los hombres nobles y<br />

principales. Acerca <strong>de</strong> la materia <strong>de</strong> criar los hijos, hay tantas cosas que advertir, y tantas<br />

que observar, que aun <strong>de</strong> los propios padres que los engendraron, no se pue<strong>de</strong> muchas<br />

veces confirmar la doctrina que ellos han menester; porque las costumbres corrompidas o<br />

mal arraigadas en el principio <strong>de</strong> los padres, <strong>de</strong>struyen los sucesores <strong>de</strong> las casas nobles y


76<br />

ordinarias. Si los antecesores saben los hijos que fueron cazadores, los hijos quieren serlo;<br />

si fueron valientes, hacen lo mismo; si se <strong>de</strong>jaron llevar <strong>de</strong> algún vicio que los hijos lo<br />

sepan, siguen el mismo camino; y para corregir y enmendar vicios heredados <strong>de</strong> sus<br />

mayores, casi es menester, y aun necesario, que no conozcan a los padres, que sería lo más<br />

acertado sepultar las memorias <strong>de</strong> algunos linajes, que por ellos se van imitando lo que<br />

oyeron <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> sus mayores, que más valiera que no lo oyeran para que no lo imitaran. Y<br />

<strong>de</strong> aquí nace que suban unos en virtud y merecimientos, no habiendo a quien imitar en su<br />

linaje por la educación valerosa que se imprimió en los ver<strong>de</strong>s años, y otros bajen al mismo<br />

centro <strong>de</strong> la flaqueza y miseria humana, <strong>de</strong>generando <strong>de</strong> la virtud heredada, o por la<br />

imitación adulterada <strong>de</strong> los ascendientes, o por la <strong>de</strong>pravada doctrina, impresa y sembrada<br />

en los tiernos años, que es tan po<strong>de</strong>rosa, que <strong>de</strong> una yerba tan humil<strong>de</strong> como la achicoria, se<br />

viene por la crianza a hacer una hortaliza tan excelente, como la escarola, y <strong>de</strong> un ciprés tan<br />

eminente y alto, por sembrarlo o plantarlo en una maceta o tiesto, se hace un arbolito enano<br />

y miserable, por no haberlo ayudado con buena educación. Si a los animales <strong>de</strong> su<br />

naturaleza bravos, nacidos en incultos montes y breñas, como son jabalíes, lobos y otros<br />

semejantes, los crían y regalan entre gentes, vienen a ser mansos y comunicables; y si a los<br />

domésticos los <strong>de</strong>jan con libertad irse a los montes y criarse sin ver gente, vienen a ser tan<br />

feroces como las mismas naturales fieras. En tiempo <strong><strong>de</strong>l</strong> potentísimo Rey Felipe III anduvo<br />

una loba en los patios <strong>de</strong> los Consejos, y jugaban los pajes con ella; y si le hacían mal, se<br />

amparaba con llegarse a las piernas <strong>de</strong> un hombre. Yo la vi echarse a los pies <strong>de</strong> las<br />

criaturas, y porque no la tuviesen miedo, se arrojaba a sus pies. Y en tiempo <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

pru<strong>de</strong>ntísimo Felipe II en Gibraltar, se fué un lechón al monte, que está sobre la ciudad, y<br />

vino a ser tan fiero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cuatro o cinco años que anduvo libre en el monte, que a<br />

cuantos perros le echaban para matarle los <strong>de</strong>stripaba: que es tan po<strong>de</strong>rosa crianza que hace<br />

<strong>de</strong> lo malo bueno, y <strong>de</strong> lo bueno mejor: <strong>de</strong> lo inculto y montaraz, urbano y manso; y por el<br />

contrario, <strong>de</strong> lo tratable y sujeto, intratable y feroz. Bien sé, dijo el hidalgo, que es<br />

importantísimo el cuidado <strong>de</strong> criar bien los hijos, porque <strong>de</strong> ahí viene la vida y honra suya,<br />

y la quietud y <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> sus padres, que como han <strong>de</strong> conservar en ellos su mismo ser y<br />

especie, al paso que los aman, <strong>de</strong>sean su proce<strong>de</strong>r y término, y la imitación <strong>de</strong> sus<br />

progenitores. Sabemos que dijo aquel Rey <strong>de</strong> Macedonia, que tenía por tan gran merced <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

cielo haber nacido su hijo en tiempo <strong>de</strong> Aristóteles, para que fuese su maestro, como tener


77<br />

quien le sucediese en el Reino. De tal suerte, dije yo, han <strong>de</strong> ser los maestros o ayos, que<br />

con la aprobación <strong>de</strong> su vida y costumbres enseñen más que con los preceptos morales,<br />

llenos <strong>de</strong> superflua vanidad; que muchas veces enseña más el maestro por acreditarse a sí, y<br />

por mostrar jactancia, que por mostrar virtud, y fundamentar el discípulo en valor, bondad y<br />

humildad: la doctrina llena <strong>de</strong> este <strong>de</strong>seo santo a acertar el camino <strong>de</strong> la verdad, al buen<br />

natural perfecciona, y a la mala inclinación corrige. Al hijo <strong><strong>de</strong>l</strong> caballero hánsele <strong>de</strong> enseñar<br />

con las letras juntamente virtu<strong>de</strong>s, que refieran aquellas <strong><strong>de</strong>l</strong> origen que trae la antigüedad <strong>de</strong><br />

sus pasados, humildad con valor, y estimación sin <strong>de</strong>svanecimiento, cortesía con el<br />

superior, amistad con el igual, llaneza y bondad con el inferior, gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> ánimo para las<br />

cosas arduas y difíciles <strong>de</strong> cometer, <strong>de</strong>sprecio voluntario <strong>de</strong> las que no pue<strong>de</strong>n aumentar sus<br />

merecimientos. La zorra un tiempo puso escuela <strong>de</strong> enseñar a cazar, y como el lobo se<br />

hallaba viejo, y sin presas, rogole que le enseñase un hijo, que le parecía que había <strong>de</strong> ser<br />

valeroso para mantenerlo a él y a su madre en su vejez; la zorra hallando en que vengarse<br />

<strong>de</strong> los agravios que el lobo le había hecho, con mucha presteza y buen gusto recibió el<br />

pupilo. Lo primero que hizo, fué apartarle <strong>de</strong> sus atrevidas inclinaciones, que eran <strong>de</strong><br />

acometer a reses gran<strong>de</strong>s, y enseñarle las raposerías que ella solía usar por su natural<br />

instinto; y diose tan buena maña, que en menos <strong>de</strong> un año el lobillo salió grandísimo<br />

cazador <strong>de</strong> gallinas. Envióselo al padre por muy hábil y diestro en el oficio: holgose el<br />

padre y la madre pensando que tenían un hijo que había <strong>de</strong> asolar la campiña <strong>de</strong> ganado.<br />

Enviáronle a buscar la vida para matar la hambre que habían pa<strong>de</strong>cido; y habiendo tardado<br />

día y medio volvió con una gallina, y muchos mordiscones y palos que le habían dado.<br />

Viendo el lobo la mala doctrina que había aprendido, dijo: Al fin nadie pue<strong>de</strong> enseñar lo<br />

que no sabe. Dejéme engañar <strong>de</strong> la zorra, por no trabajar con mi hijo, porque la poltronería<br />

hace buen rostro a la mentira, y hame salido a los ojos, lo que no miró con los <strong>de</strong> la<br />

consi<strong>de</strong>ración. Hijo, andad acá, y mostrándole unas ternerillas cerca <strong>de</strong> un cortijo, le dijo:<br />

Aquella es la caza que habéis <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r y cazar. Apenas acabó <strong>de</strong> mostrárselas, cuando<br />

inconsi<strong>de</strong>radamente cerró con ellas, porque las madres, que ya los habían olido, en un<br />

momento pusieron los hijos en medio, y todas puestas en muela, hicieron trincheras <strong>de</strong> sus<br />

cuernos, y el pobre lobillo, que pensó llevar presa, quedó preso, porque le recibieron con<br />

las picas o picos <strong>de</strong> su herramienta, y lo echaron tan alto, que cuando cayó, no fué para<br />

levantarse más: el padre que con su ancianidad no pudo vengar la muerte <strong>de</strong> su hijo, se


78<br />

volvió a su guarida, diciendo: La mala doctrina no tiene medicina: costumbres <strong>de</strong> mal<br />

maestro sacan hijo siniestro. De aquí quedaron los odios para siempre confirmados entre la<br />

zorra y el lobo; y así ella no va a buscar la vida sino adon<strong>de</strong> el lobo no se atreve, que es a<br />

las poblaciones, porque allí no pue<strong>de</strong>n encontrarse. Mucho gustara, dijo el hidalgo, ya que<br />

habéis traído tan a propósito el cuento, que alargásemos un poco más la materia, para que<br />

averigüemos cómo se podría elegir el maestro, que ha <strong>de</strong> ser el guión <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo y alma <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

hijo ajeno, que ha <strong>de</strong> criar con más cuidado que si fuera suyo, y enseñarle para conseguir el<br />

verda<strong>de</strong>ro camino, que le guíe a la perfección <strong>de</strong> caballero cristiano, que <strong>de</strong> caballero<br />

solamente ya tenemos entendido el modo que todos siguen. Este modo <strong>de</strong> caballero, dije<br />

yo, está muy cargado <strong>de</strong> obligaciones, por la significación que trae consigo, <strong>de</strong> que podrá<br />

ser tratar <strong>de</strong>spués, si el tiempo nos diere lugar; porque ni la materia quiere brevedad, ni yo<br />

tengo espacio para ser largo; y alargando la que tenemos comenzada, digo, que la primera y<br />

principal parte que ha <strong>de</strong> tener el que ha <strong>de</strong> ser maestro <strong>de</strong> algún Príncipe, o gran caballero,<br />

es que tenga experiencia, con madurez <strong>de</strong> edad, que por lo menos tenga los aceros <strong>de</strong> la<br />

juventud gastados: edad en que con dificultad pue<strong>de</strong> ser sabio y pru<strong>de</strong>nte un hombre, por<br />

faltar el tiempo que nos hace previstos y recatados. Mas si fuere mozo, sea tal, que le<br />

alaben los viejos experimentados en ciencia y bondad, aunque la mocedad es tan sujeta a<br />

varieda<strong>de</strong>s, impaciencias, furores y otros inconvenientes arrebatados, que si no es con<br />

mucho valor y entereza <strong>de</strong> virtud experimentada y conocida, tendría por mejor elegir para<br />

maestro un viejo cansado <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y con buena opinión, que a un mozo que va entrando<br />

en él y con buenas esperanzas, que al fin se tiene la seguridad que basta, y <strong>de</strong> este la<br />

confianza que pue<strong>de</strong> mudarse. Ha <strong>de</strong> ser el maestro lleno <strong>de</strong> mansedumbre, con gravedad,<br />

para que juntamente le amen y estimen, y haga el mismo efecto en el discípulo, no<br />

perdiéndole un punto <strong>de</strong> su vista: si no fuere los ratos diputados para el gusto <strong>de</strong> sus padres,<br />

o cuando el niño le tuviere con sus iguales: y en el entretenimiento se halle presente el<br />

maestro, alentándole y mostrándole el modo con que se ha <strong>de</strong> haber en el pasatiempo, no<br />

haciendo lo que yo vi hacer a un pedante, maestro <strong>de</strong> un gran caballero, niño <strong>de</strong> muy<br />

gallardo entendimiento, hijo <strong>de</strong> un gran Príncipe, que habiendo concertado con otros sus<br />

iguales en edad y calidad un juego <strong>de</strong> gallos, día <strong>de</strong> carnestolendas, salió también el bárbaro<br />

pedante con su capisayo o armas <strong>de</strong> guadamacil sobre la sotana, con más barbas que<br />

Esculapio, diciendo a los niños: Destrorsum heus sinistrorsum, y <strong>de</strong>senvainando su alfanje


79<br />

<strong>de</strong> aro <strong>de</strong> cedazo, <strong>de</strong>scolorido todo el rostro, iba con tanta furia contra el gallo, como si<br />

fuera contra Morato Arráez, diciendo a gran<strong>de</strong>s voces: Non te peto, piscem peto, cur me<br />

fugis, galle? <strong>de</strong> la cual pedantería él quedó muy ufano y contento, y los que le oyeron<br />

llenos <strong>de</strong> risa y burla. Yo me llegué, y le dije: Mire, señor Licenciado, que por tener poca<br />

memoria los gallos se les olvida el latín. El respondió muy <strong>de</strong> presto: Numquam dicerunt,<br />

nisi rocantes excitare. Este con mil impertinentes bachillerías, llenas <strong>de</strong> ignorancias<br />

gramaticales, <strong>de</strong>jó al caballero estragado su buen natural: diéronle otro maestro cuerdo,<br />

poco o nada hablador, mo<strong>de</strong>sto y <strong>de</strong> buena compostura, y en pocos días enmendó los<br />

borrones que el otro le había enseñado, y con muchas reglas mal sabidas, y peor enseñadas,<br />

y a veces repetidas le había estragado, y este otro con pocas y muy calladas lo reparó.<br />

Parecieron a dos hermanos, el uno muy colérico, y el otro muy reposado y lleno <strong>de</strong><br />

santimonia, que ganaban la vida con un pollino: el colérico le daba mil voces y palos, y el<br />

jumento no por eso hacía más movimiento que antes. El reposado no le <strong>de</strong>cía más que:<br />

Arre, válgate Jesús, y hincábale un aguijón <strong>de</strong> un geme por las ancas, con que le hacía<br />

volar. La mo<strong>de</strong>stia <strong><strong>de</strong>l</strong> maestro, y las otras partes buenas, se imprimen, y son como espejo<br />

en que su mira el discípulo, y la impru<strong>de</strong>ncia y poco valor es causa <strong>de</strong> menosprecio para<br />

con el maestro, y <strong>de</strong> incapaz para con los <strong>de</strong>más: y así, lo que había <strong>de</strong> ser doctrina viene a<br />

ser pasatiempo, y si se pasa no pue<strong>de</strong> cobrarle, y en este poco se le pue<strong>de</strong> enseñar con<br />

brevedad la lengua latina, sin cargarle <strong>de</strong> preceptos que los mismos maestros, o no los<br />

saben, o los han olvidado, <strong>de</strong> suerte, que en sabiendo <strong>de</strong>clinar y conjugar, les lean libros<br />

importantes, así para la lengua latina, como para las costumbres, y todo lo <strong>de</strong>más tengo por<br />

tiempo mal gastado; porque las diferencias o propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nombres y verbos se pue<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>clarar en los libros que se fueren leyendo, sin hacer lo que los cirujanos, que <strong>de</strong>tienen la<br />

cura porque dura la ganancia: que en esto realmente son culpados los maestros <strong>de</strong> lenguas<br />

que se apren<strong>de</strong>n por las reglas, porque faltaron los que las hablan: porque las ordinarias<br />

fácilmente se apren<strong>de</strong>n con oírlas a los que las hablan, y los que las apren<strong>de</strong>n para saberlas<br />

y no para enseñarlas, con que entiendan el libro que les leyeren, sabrán mas que sus<br />

maestros: y volviendo al ejemplo <strong>de</strong> la zorra, sea el maestro <strong>de</strong> buen nacimiento o crianza,<br />

templado, vergonzoso, verda<strong>de</strong>ro, secreto, humil<strong>de</strong>, con valor, callado, no lisonjero, ni<br />

hablador, que como dicho tengo, enseñe más con la vida y costumbres que con las palabras,<br />

o a lo menos que se parezca lo uno a lo otro, para que no le abata al discípulo los


80<br />

pensamientos bien heredados a presas mal arraigadas, por la ignorante doctrina, que la<br />

virtud ha <strong>de</strong> crecer con el discípulo, <strong>de</strong> manera, que con enseñarle mo<strong>de</strong>stia, no le enseñan<br />

encogimiento que le <strong>de</strong>sjarrete el valor <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo con que nació. La educación <strong>de</strong> los<br />

caballeros ha <strong>de</strong> ser como la <strong>de</strong> los halcones, que el halcón que se cría encerrado no sale<br />

con aquella fineza y aliento con que sale el que se cría don<strong>de</strong> le dé el aire, como le criaban<br />

sus padres. Hase <strong>de</strong> criar el halcón en lugar alto, en don<strong>de</strong> gozando <strong>de</strong> la pureza <strong><strong>de</strong>l</strong> aire,<br />

pueda ver las aves, a quien <strong>de</strong>spués se ha <strong>de</strong> abatir. El que se cría encerrado, fuera <strong>de</strong> ser<br />

más tardío en el oficio para que le crían, no sale con aquel coraje y <strong>de</strong>terminación que el<br />

otro que se crió al aire. Así el caballero que se ha <strong>de</strong> criar para imitar la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus<br />

progenitores (aunque se críe lleno <strong>de</strong> virtud y mo<strong>de</strong>stia), aquel recogimiento no ha <strong>de</strong> ser<br />

encogimiento <strong>de</strong> ánimo, sino, como arriba dije, ha <strong>de</strong> tener valor con humildad; estimación<br />

sin <strong>de</strong>svanecimiento; cortesía y circunspección en todos sus actos; <strong>de</strong> suerte, que no le falte<br />

cosa para cabal señor; que eso quiere <strong>de</strong>cir caballero, compuesto <strong>de</strong> esta voz, cabal y hero,<br />

que en latín quiere <strong>de</strong>cir, señor. Así, que caballero es cabal hero, o cabal señor, que no le<br />

falta cosa para serlo, y digan otros lo que quisieren, que la filosofía cristiana nos da lugar y<br />

licencia para dar sentido que tenga olor <strong>de</strong> virtud. Mucha satisfacción y gusto, dijo el<br />

hidalgo, he recibido con el buen discurso que habéis hecho: satisfacción en la doctrina, que<br />

realmente va encaminada a la verdad cristiana, y gusto <strong>de</strong> las ignorancias <strong>de</strong> aquel pedante.<br />

Mas cuanto a la <strong>de</strong>rivación <strong>de</strong> caballero, es muy sabido que se dice <strong>de</strong> caballo, porque<br />

sustentan caballo, y andan a caballo, y pelean a caballo. Si por esa razón fuera, dije yo,<br />

también se llamara caballero el playero o arriero que trae caballos <strong>de</strong> la mar, y también se<br />

dice el que va en un jumento o acémila, que va caballero, que realmente no es caballo, y<br />

parece que en esa opinión es impropio. También, dijo el hidalgo, llamaron eques al<br />

caballero, <strong>de</strong> esta palabra equus, que quiere <strong>de</strong>cir caballo. Tampoco, dije yo, concedo lo<br />

uno como lo otro; porque los Romanos siempre dieron los nombres a las cosas, que<br />

significasen la misma obra para que las criaban. Como a los cónsules les dieron este<br />

nombre <strong>de</strong> Cónsulo, que quiere <strong>de</strong>cir aconsejar, y mirar por el bien <strong>de</strong> la República. Y así al<br />

caballero, no creo que le dieron el nombre <strong>de</strong> eques por caballo, sino <strong>de</strong> aequus, aequua,,<br />

aequum, por cosa igual, cabal y justa, como tiene obligación <strong>de</strong> serlo quien ha <strong>de</strong> ser cabeza<br />

y mo<strong><strong>de</strong>l</strong>o <strong>de</strong> las costumbres que han <strong>de</strong> imitar los miembros inferiores <strong>de</strong> la República,<br />

aunque realmente se van <strong>de</strong>slizando algunos <strong>de</strong> sus obligaciones, quizá entendiendo que el


81<br />

caballero quiere <strong>de</strong>cir alcabalero <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res, sacándolo <strong>de</strong> su propia significación, y<br />

<strong>de</strong> la entereza y firmeza que ha <strong>de</strong> guardar en todas sus acciones, que por eso al baluarte le<br />

llaman caballero, porque ha <strong>de</strong> estar siempre firme, e inmutable a la fuerza <strong>de</strong> los<br />

contrarios, y al ímpetu <strong>de</strong> la artillería, como el caballero lo ha <strong>de</strong> estar a resistir las<br />

injusticias y agravios que se hacen a los inferiores y oprimidos, y haciendo al contrario van<br />

contra su calidad, y contra las obligaciones que heredaron <strong>de</strong> sus pasados.<br />

Descanso VIII<br />

TODA esta plática o conversación pasó estando este hidalgo y yo echados <strong>de</strong> pechos<br />

sobre el guardalado <strong>de</strong> la puente Segoviana, mirando hacia la Casa <strong>de</strong> Campo, por don<strong>de</strong><br />

vimos asomar un buen atajo <strong>de</strong> vacas que nos interrumpió la conversación, y viéndolas, le<br />

dije: Aquellas vacas han <strong>de</strong> pasar por esta puente más apiñadas y más apriesa que vienen<br />

por aquella parte, por eso no aguar<strong>de</strong>mos aquí el ímpetu con que han <strong>de</strong> pasar. No temáis,<br />

dijo el hidalgo, que os guardaré a vos, y a mí. Guár<strong>de</strong>se a sí, le dije yo, que a mí aquella<br />

pared que baja <strong>de</strong> la puente al río me guardará, porque yo no me entiendo con gente que no<br />

habla, ni sé reñir con quien trae armas dobles en la frente. Fuera <strong>de</strong> lo que dicen: Dios me<br />

libre <strong>de</strong> bellacos en cuadrilla. Hase <strong>de</strong> reñir, con uno que si le digo teneos allá me entienda;<br />

reñir con un animal bruto es dar ocasión que se ría quien lo mira, y cuando salga bien <strong>de</strong><br />

ello, no he hecho nada. No se ha <strong>de</strong> poner un hombre en peligro que no le importa mucho;<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse <strong><strong>de</strong>l</strong> peligro, es <strong>de</strong> hombres, y ponerse en él es <strong>de</strong> brutos. El temor es guarda <strong>de</strong><br />

la vida, Y la temeridad es correo <strong>de</strong> la muerte. ¿Qué honra o provecho se pue<strong>de</strong> sacar <strong>de</strong><br />

matar un buey, cuando se haga por ventura, sino tener que pagar a su dueño? Si yo puedo<br />

estar seguro, ¿por qué tengo <strong>de</strong> poner mi seguridad en peligro? Con todo esto que yo dije,<br />

él se quedó haciendo piernas, y yo con las mías me puse lo más presto que pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />

esquina. Venía por la puente <strong><strong>de</strong>l</strong>ante una mula con dos cueros <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> San Martín, y un


82<br />

negro atasajado en medio <strong>de</strong> ellos, y aunque venía un poco apriesa <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> los bueyes,<br />

con el ímpetu que venían, por la priesa que los vaqueros le dieron, cogieron a la mula en<br />

medio al tiempo que llegaron a emparejar con mi negro hidalgo; la mula era maliciosa, y<br />

como se vió cercada <strong>de</strong> cuernos, comenzó a tirar puñadas y coces, <strong>de</strong> manera que arrojó al<br />

negro y a los dos cueros encima <strong>de</strong> la herramienta <strong>de</strong> un novillejo harto alegre, y que<br />

comenzando a usar <strong>de</strong> sus armas, arrojó el un cuero por la puente al río en medio <strong>de</strong><br />

muchas lavan<strong>de</strong>ras. El hidalgo, por librar al negro, y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse a sí, puso mano a su<br />

espada, y afirmándose contra el novillo le tiró una estocada uñas abajo, con que hizo al otro<br />

cuero dos claraboyas que alegraron harto a la gente lacayuna; pero no fué tan <strong>de</strong> bal<strong>de</strong>, que<br />

no le trujese por <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, asido por las cuchilladas <strong>de</strong> las calzas, que <strong>de</strong> puro manidas, no<br />

pudiendo resistir a la violencia <strong>de</strong> los cuernos, se rindieron, y él quedó arrimado al<br />

guardalado <strong>de</strong> la puente, con algunos chichoncillos en la cabeza, diciendo: Si trujera las<br />

nuevas, buen lance había hecho. En pasando la manada, que fué en un instante, acudieron<br />

los gentiles hombres guiones <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong> a caballo, y acometiendo por los orificios <strong>de</strong> los<br />

ijares al cuerpo sin aliento, en un instante le <strong>de</strong>jaron sin gota <strong>de</strong> sangre.<br />

Las lavan<strong>de</strong>ras acudieron al que había caído en el río, cada una con su jarrillo, que<br />

llevando uno en las tripas y otro en la mano, le <strong>de</strong>jaron la boca al aire, y el señor cuero<br />

callar; al negro medio <strong>de</strong>slomado le pusieron sobre la mula, no sé lo que fué <strong>de</strong> él. Yo acudí<br />

a mi hidalgo, no a darle en cara el no haber seguido mi consejo, sino a limpiarle y<br />

consolarle, diciendo, que lo había hecho muy como valiente hidalgo: que es yerro al<br />

afligido y corrido reprehen<strong>de</strong>rle lo que no tiene remedio: con la reciente pesadumbre a<br />

nadie se ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: bien os <strong>de</strong>cía yo; que en el daño hecho es mala la corrección temprana:<br />

al que está compungido <strong>de</strong> su daño, no se ha <strong>de</strong> dar en cara lo que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> hacer, que él se<br />

tiene consigo la penitencia <strong>de</strong> su yerro; y en semejantes sucesos el empacho y vergüenza<br />

son castigos <strong>de</strong> la confianza. Él se puso muy hueco <strong><strong>de</strong>l</strong> consuelo que yo le di en alabarle <strong>de</strong><br />

su disparate aunque se le echó <strong>de</strong> ver la confusión que tenía en el rostro. Con todo eso me<br />

agra<strong>de</strong>ció lo que le dije, y para alegrarlo le mostré el estrago que los lacayos hacían en el<br />

cuero, y la alegría <strong>de</strong> las lavan<strong>de</strong>ras, que le echaban mil bendiciones al novillo, rogando a<br />

Dios que cada día sucediese lo mismo. Y en habiendo ellos y ellas concluido con <strong>de</strong>jar los<br />

pellejos sin alma, se tornaron a su costumbre antigua. Los lacayos a <strong>de</strong>cir mal <strong>de</strong> sus amos<br />

y <strong><strong>de</strong>l</strong> gobierno <strong>de</strong> la República, y las lavan<strong>de</strong>ras a murmurar <strong>de</strong> doncellas y religiosos.


83<br />

¡Lastimosa cosa, que pasando toda la vida en pobreza, trabajo y miseria, con que pue<strong>de</strong>n<br />

ganar a Dios la voluntad, vengan a hallar alivio y <strong>de</strong>scanso en los brazos <strong>de</strong> la<br />

murmuración! Que es tan poco humil<strong>de</strong> nuestra naturaleza, que ordinariamente la pobreza<br />

se rin<strong>de</strong> a la envidia, como si el arrepentimiento <strong>de</strong> las partes suspendiese <strong>de</strong> sola la<br />

diligencia humana, sin or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la voluntad divina, y que se aborrezca por cosa infame, lo<br />

que tanto amó el Autor <strong>de</strong> la vida.<br />

Los pobres son piadosos para otros pobres; pero no para los ricos, y si consi<strong>de</strong>rasen con<br />

los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, cuánto mas cargados <strong>de</strong> obligaciones y cuidados están los ricos que los<br />

pobres, sin duda no trocarían su suerte por la <strong><strong>de</strong>l</strong> rico; que al rico todos procuran <strong>de</strong>rribarle,<br />

y al pobre nadie le tiene envidia: y con todo eso su mayor consuelo es murmurar <strong><strong>de</strong>l</strong> que<br />

ven acrecentado o en mejor estado que el suyo; pero <strong>de</strong>jemos ahora a los lacayos gobernar<br />

el mundo, y a las lavan<strong>de</strong>ras aniquilar y <strong>de</strong>shacer lo mejor que hay en él. El hidalgo, aunque<br />

algo <strong>de</strong>sabrido <strong><strong>de</strong>l</strong> suceso, con gran<strong>de</strong>s veras me comenzó a persuadir que fuese con él, yo a<br />

consi<strong>de</strong>rar si me estaba bien; porque cuanto a lo primero yo echaba <strong>de</strong> ver que el andar<br />

vagamundo y ocioso era cosa perniciosa para conservar la reputación y sustentar la vida,<br />

que aunque es así que la ocupación cansa el cuerpo, y la ociosidad fatiga el espíritu, y el<br />

que trabaja piensa en lo que hace <strong>de</strong> bien, y el ocioso en lo que pue<strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> mal; gracia<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> cielo es menester para que el ocioso se ocupe en cosas <strong>de</strong> virtud, y mucha fuerza <strong>de</strong><br />

mala inclinación, para que el ocupado se ejercite en el vicio. Muchas veces oí <strong>de</strong>cir al<br />

Doctor Cetina, gran juez, que aborrecía las ocupaciones <strong>de</strong> su oficio, por no saber faltas<br />

ajenas, y por otra parte las <strong>de</strong>seaba por no estar ocioso. Cuanto a lo segundo, consi<strong>de</strong>raba<br />

que no era cordura salir <strong>de</strong> Madrid, a don<strong>de</strong> todo sobra, por ir a una al<strong>de</strong>a, don<strong>de</strong> todo falta;<br />

que en las gran<strong>de</strong>s Repúblicas el que es conocido, aunque anochezca sin dineros, sabe que<br />

el día siguiente no ha <strong>de</strong> morir <strong>de</strong> hambre. En los pueblos pequeños en faltando lo propio,<br />

no hay esperanza <strong>de</strong> lo ajeno: el perro que no es <strong>de</strong> muchas bodas siempre anda flaco. Si el<br />

conejo tiene dos puertas en su vivar, pue<strong>de</strong> salvarse; pero si no tiene más <strong>de</strong> una, luego es<br />

cazado. El hombre que no sabe nadar, en un charco se ahoga: pero el que sabe entrar y salir<br />

en la mar, no se anega. Lo tercero, veía tan inclinado al buen hidalgo a llevarme consigo; y<br />

a mí tan agra<strong>de</strong>cido a quien me quiere bien, que no sabía negárselo, que el agra<strong>de</strong>cer el<br />

amor y las buenas obras es <strong>de</strong> pechos nobles, y la ingratitud <strong>de</strong> tiranos: el que no agra<strong>de</strong>ce<br />

no merece tener amigos: nada tienen los hombres que no sea recibido, y así <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestro


84<br />

nacimiento habemos <strong>de</strong> comenzar a agra<strong>de</strong>cer. Tras <strong>de</strong> todo esto consi<strong>de</strong>ré mi estado, y la<br />

obligación natural que tengo a mí propio. El buen hidalgo era no muy rico, y <strong>de</strong> sus<br />

acciones <strong>de</strong>scubría estrecheza <strong>de</strong> corazón; no parecía liberal; pobreza y miseria en un<br />

sujeto, aunque son para en uno, no quiero que sean para mí; yo naturalmente soy enemigo<br />

<strong>de</strong> la escasez, y aun creo que la misma naturaleza le aborrece, siendo como es pródiga en<br />

dar; y a este hidalgo se le echaba <strong>de</strong> ver, que no era escaso por pobre, sino por inclinación:<br />

pero con todo eso me aventuré a no negarle lo que me pedía. Fuime con él a casa <strong>de</strong> cierto<br />

titulo, con quien profesaba parentesco o amistad; porque él tenía necesidad <strong>de</strong> algún regalo,<br />

por las burlas que le habían pasado con el novillo, y en entrando dijo a un <strong>de</strong>spensero <strong>de</strong> la<br />

casa que me regalase: él entendió sin duda que no me regalase, y así lo hizo; <strong>de</strong> manera,<br />

que <strong>de</strong> pura dicta casi se me vino a juntar el pecho con el espinazo. Era ya tar<strong>de</strong>, y<br />

mostróme el dicho <strong>de</strong>spensero un tinelo don<strong>de</strong> comían los criados más importantes <strong>de</strong> la<br />

casa, como son gentiles-hombres y pajes. Llegose la hora <strong>de</strong> cenar, y el tinelo estaba más<br />

escuro que la última cubierta <strong><strong>de</strong>l</strong> navío. Entró cierto galancete, aunque no alto <strong>de</strong> cuerpo, <strong>de</strong><br />

razonable talle, trigueño <strong>de</strong> rostro, ceja arqueada, casi <strong>de</strong> hechura <strong>de</strong> mariposa <strong>de</strong> seda,<br />

buena expedición <strong>de</strong> lengua, pocos conceptos y muchas palabras, más lleno <strong>de</strong> hambre que<br />

<strong>de</strong> hidalguía: y como vió tan lóbrego el aposento, dijo: Ola, trae aquí velas. Vino un pícaro,<br />

con más andrajos que un molino <strong>de</strong> papel, con un cabo <strong>de</strong> vela portuguesa, e hincola en un<br />

agujero <strong>de</strong> la misma mesa tinelar, que si no tuviera nudo la ma<strong>de</strong>ra, la hincara en la pared.<br />

Pusieron en ella unos manteles <strong>de</strong>svirados, que parecían <strong><strong>de</strong>l</strong>antal <strong>de</strong> zurrador. Sacó aquel<br />

galán una servilleta <strong>de</strong> la faltriquera, no más limpia, pero más agujereada que cubierta <strong>de</strong><br />

salva<strong>de</strong>ra, y por gran cosa dijo: Más ha <strong>de</strong> veinte años que la tengo conmigo, lo uno por no<br />

ensuciarme con estos manteles; lo otro, porque me la dió cierta señora, que no quiero <strong>de</strong>cir<br />

más. Pusiéronles a cada uno un rábano, cuyas hojas fueron la ensalada, y el rábano el sello<br />

estomatical. Yo les dije que estaban seguros <strong>de</strong> la fatigosa pasión <strong>de</strong> orina, así por el uso <strong>de</strong><br />

las hojas, como por la templanza en la comida, que no les dieron a cenar, sino unos bofes<br />

salpimentados con hollín y salpimiento. Respondió aquel entonadillo: Siempre en casa <strong>de</strong><br />

mis padres oí alabar esta virtud <strong>de</strong> la templanza, y por haberme criado con ella, soy<br />

templado en todas mis acciones. Si no es en hablar, dijo otro gentil-hombre. Prosiguió, que<br />

los hidalgos tan honrados y bien nacidos como yo, no se han <strong>de</strong> enseñar a ser glotones, que<br />

no saben en lo que se han <strong>de</strong> ver, en paz o en guerra.


85<br />

No se halla que mi padre comiese más <strong>de</strong> una vez al día, y con mucha templanza, (si no<br />

era cuando le convidaba el Duque <strong>de</strong> Alba, gran<strong>de</strong> amigo suyo, que entonces comía más<br />

que cuantos había en la mesa), era muy gran cortesano, tan discreto y <strong>de</strong>cidor, que<br />

entretenía solo a una sala <strong>de</strong> gente, pero con todo eso nos <strong>de</strong>jó muy pobres. No me espanto<br />

<strong>de</strong> esto, dije yo, que el caudal eran palabras y la resulta sería viento: que cuando el hablar<br />

no se acompaña con el hacer, como se queda en la primera parte, nunca se ve el fruto <strong>de</strong> la<br />

segunda. La dulzura y gracia <strong>de</strong> la lengua satisface tanto a su dueño, que todo se va en<br />

vanagloria para sí, y <strong>de</strong>tracción para los <strong>de</strong>más. Y en resolución, la lengua es la más cierta<br />

señal <strong>de</strong> lo interior <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, que la mucha locuacidad no <strong>de</strong>ja cosa en ella que no eche<br />

fuera. a todo esto, yo esperaba mi cena, que según se tardaba, me parecía que servía ya en<br />

palacio. Asomó mi <strong>de</strong>spensero con un platillo <strong>de</strong> mondongo, más frío que las gracias <strong>de</strong><br />

Mari Ángela. Tomélo y <strong>de</strong>spedacélo, que no había con qué cortarlo; y al olor que subió <strong>de</strong><br />

tripa mal lavada, dijo aquel hablador: En viendo este género <strong>de</strong> comida, siento un olor<br />

ambarino que me consuela el alma, porque lo comíamos siempre en mi al<strong>de</strong>a hecho con las<br />

manos <strong>de</strong> una hermana mía, que si no fuera por unos cabellos más rubios que el oro, que se<br />

le caían encima, lo podía comer un ermitaño. a mí me olió <strong>de</strong> manera, que <strong>de</strong>seaba que el<br />

pícaro me lo quitara <strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, y convidéle a aquel hidalgo con él, diciendo que había<br />

cenado; él lo probó y aprobó, y alabando el picante <strong>de</strong> la pimienta y cebolla, y la limpieza<br />

<strong>de</strong> las manos que lo habían hecho, se acabó junto con el cabo <strong>de</strong> vela. Comenzó este a<br />

<strong>de</strong>cir: Pícaro, trae aquí velas. ¿Cuáles velas? preguntó el pícaro, váyase a pasear, y <strong>de</strong>je las<br />

velas. a fe <strong>de</strong> hidalgo, dijo aquel gentil-hombre, que os tengo <strong>de</strong> hacer quitar la ración. Eso<br />

fuera, dijo el pícaro, si me la hubieran dado, pero la que no se ha dado, mal se pue<strong>de</strong> quitar,<br />

que como sabe, ha más <strong>de</strong> cuatro meses que no se da ración en esta casa. Oh villano, dijo el<br />

otro, <strong>de</strong>shonra buenos; ¿y tal has <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir? Los mal nacidos como éste infaman las casas <strong>de</strong><br />

los señores, que no saben tener paciencia ni sufrir un mal día; luego echan las faltas en la<br />

cara; no se contentan con el respeto que les tienen por servir a quien sirven; mal calláre<strong>de</strong>s<br />

vos lo que yo he callado, y sufriéra<strong>de</strong>s lo que yo he sufrido, y hubiéra<strong>de</strong>s hecho lo que yo<br />

he hecho, supliendo sus faltas, gastando mi hacienda, prestando mi dinero, y diciendo<br />

muchas mentiras por disculpar sus <strong>de</strong>scuidos. Los bien nacidos tienen consi<strong>de</strong>ración a las<br />

muchas obligaciones <strong>de</strong> los señores: si hoy no tienen, mañana les sobra y pagan junto lo<br />

que no dan por menudo. Señor, dijo el pícaro, yo no tengo las inteligencias que vuesa


86<br />

merced que se va a las casas <strong>de</strong> juego. Atajole <strong>de</strong> presto el gentil-hombre, diciendo: Es<br />

verdad que yo juego <strong>de</strong> ordinario, que aún no ha más <strong>de</strong> esta tar<strong>de</strong>, que gané dinero y<br />

ciertas joyuelas y una ca<strong>de</strong>nilla <strong>de</strong> oro. ¿Pues cómo no tiene para velas? dijo el pícaro.<br />

Porque di, respondió, todo el dinero <strong>de</strong> barato. No es mucho, dijo el pícaro, si es verdad<br />

esto, que <strong>de</strong> cuantas veces lo recibe le dé una. ¿Yo, pícaro? dijo el mozalvillo. Como su<br />

padre, respondió el pícaro. Mi padre, dijo el galán, tomábalo, porque se lo daban y lo<br />

merecía. Y vuesa merced, dijo el pícaro, porque lo pi<strong>de</strong> y no lo merece. a toda esta<br />

pen<strong>de</strong>ncia, y otra que se había trabado entre dos pajes, sobre la antigüedad <strong><strong>de</strong>l</strong> asiento,<br />

estaba a oscuras el lóbrego tinelo, y yo espantado dije al mozuelo que callase y tuviese<br />

respeto, que a los que tienen oficio superior en casa <strong>de</strong> los señores, no se les habían <strong>de</strong><br />

atrever <strong>de</strong> aquella manera. Déjelo vuesa merced, dijo otro gentil-hombre, que si el pícaro<br />

habla, por todos habla: que si jugando sentencia una causa que no sea en su favor, luego<br />

dice que lo hace porque le <strong>de</strong>n barato. Fuera <strong>de</strong> ser el que nos ponga a todos en mal con el<br />

señor, congraciador general, y celebrador y reidor <strong>de</strong> lo que el señor dice, arcaduz <strong>de</strong> la<br />

oreja, manantial <strong>de</strong> chismes, estafeta <strong>de</strong> lo que no pasa en todo el mundo. Si dice algo, él lo<br />

celebra y quiere que se lo celebren todos: si otro dice o hace algo bueno, lo procura <strong>de</strong>rribar<br />

y <strong>de</strong>shacer; si malo, a pura risa lo persigue, y si alguno le parece que se le va entrando al<br />

señor en la voluntad, por mil caminos le <strong>de</strong>scompone. Estas y otras muchas cosas le dije yo<br />

<strong>de</strong> mi persona a la suya con cinco palmos <strong>de</strong> espada. Cuando yo esperaba una gran<strong>de</strong><br />

pen<strong>de</strong>ncia, el habladorcillo dió una carcajada <strong>de</strong> risa, con que el otro se indignó mucho<br />

más, y dijo: ¿Luego no es verdad lo que digo? Y el otro con una risa falsa le dijo: Eso y<br />

mucho más es verdad: y vuesa merced sabe poco <strong>de</strong> palacio, que aquí el doblez y la ficción<br />

están en su lugar: no hay verdad, sino lisonja y mentira, y el que no la trata no pue<strong>de</strong> valer<br />

en palacio. Des<strong>de</strong> que nací me crié en él, y aunque mi padre me avisaba <strong>de</strong> esto mismo,<br />

nunca le vi medrar, sino cuando <strong>de</strong>cía mal <strong>de</strong> algún ausente, que como sea dicho con<br />

donaire. como él lo <strong>de</strong>cía, alegra el ánimo, endulza el oído, atrae la voluntad, y saca risa <strong>de</strong><br />

los pechos melancólicos. Y llevárase el diablo, dije yo, a quien lo dice, y a quien escucha, y<br />

a quien incita a que se diga, y a quien tiene tan ruin opinión, y a quien lo consiente,<br />

pudiéndolo estorbar que no se diga. Y querer nadie hacer ley <strong>de</strong> su mala condición y<br />

costumbre en las cosas <strong>de</strong> palacio, es yerro notable y digno <strong>de</strong> castigo, que todos estos son<br />

actos que tienen su principal <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia y origen <strong>de</strong> la antiquísima casa <strong>de</strong> la envidia.


87<br />

Pasión infame, engendrada en pechos que piensan que el bien ajeno ha <strong>de</strong> redundar en daño<br />

suyo, <strong>de</strong>snudos <strong>de</strong> partes y merecimientos, la cual envidia es la más perniciosa <strong>de</strong> todas;<br />

porque como tiene su fundamento en un pesar <strong><strong>de</strong>l</strong> bien ajeno, todo el tiempo que dura en<br />

aquel la prosperidad, dura en este la malicia, y sin tasa ni elección, porque el mismo en<br />

quien se halla tan abominable inclinación, en todo se opone al menor, porque no se iguale,<br />

y al igual, porque no le <strong>de</strong>je atrás, y al mayor, porque no le sujete. ¡Qué templado está a lo<br />

viejo! dijo el hablador. ¡Y qué <strong>de</strong>stemplado está él a lo mo<strong>de</strong>rno! dije yo. Y prosiguió<br />

diciendo: ¿Entre los religiosos y religiosas, pue<strong>de</strong> negarme que no son muy ordinarias las<br />

envidias sobre las elecciones <strong>de</strong> superiores, y oficios? Cuando las haya, que pocas veces las<br />

hay, dije yo, al fin son sobre cosas honradas, <strong>de</strong> mucha calidad e importancia para su<br />

Religión, y cada uno sigue el bando que mas le parece conveniente para cosas <strong>de</strong> tanta<br />

substancia: pero en palacio, ¿sobre qué es la envidia, sino sobre unas calzas viejas que<br />

<strong>de</strong>sechó el señor por más que viejas? ¿o sobre hacerse secretario <strong>de</strong> lo que es público en la<br />

boca <strong>de</strong> todos? Pues quiero que entiendan los habladores y zizañeros <strong>de</strong> palacio, que ya con<br />

su argentería falsa pue<strong>de</strong>n traer enlabiado al señor, en tanto que por la tierna edad se <strong>de</strong>ja<br />

llevar <strong>de</strong> congraciadores, que al fin son <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> sangres alimentadas con virtud y<br />

valor <strong>de</strong> ánimo, y han <strong>de</strong> caer en la cuenta mejor que en el yerro, y conocer lo que es bien y<br />

mal, y premiarlo conforme a la intención con que ha corrido. Preguntó aquel gentil-hombre:<br />

¿Pues no ha <strong>de</strong> tener el Príncipe criados, que por la reputación <strong><strong>de</strong>l</strong> señor sepan cumplir <strong>de</strong><br />

palabra con los merca<strong>de</strong>res, y entretener los acreedores a quien <strong>de</strong>ben? Eso, dije yo, es lo<br />

que menos importa a los señores, porque los tales criados no mienten por entretener las<br />

trampas <strong>de</strong> los señores, sino por dilatar las que ellos hicieron a vueltas <strong>de</strong> ellos. Mas<br />

pregunto, ¿es forzoso que por estar un hombre ocioso y vicioso, ha <strong>de</strong> servir toda la vida,<br />

sujeto a las costumbres envejecidas <strong>de</strong> los que no preten<strong>de</strong>n más <strong>de</strong> vivir y morir, y por<br />

levantarse tar<strong>de</strong> y ejercitar la poltronería, han <strong>de</strong> estar todo el día arrimados a la pared,<br />

como ánima <strong>de</strong> gigantón en puerta <strong>de</strong> taberna? Bien sé que no han <strong>de</strong> ser todos soldados, ni<br />

todos estudiantes, oficiales y sacerdotes, que servirse tienen las gentes <strong>de</strong> las gentes y los<br />

Príncipes <strong>de</strong> los hombres que sean hombres, que no profesan la adulación por comer y<br />

holgar. Estudien, lean, aprendan algo <strong>de</strong> virtud, que no ha <strong>de</strong> ser todo congraciarse con el<br />

señor, <strong>de</strong>rribando al uno, <strong>de</strong>sacreditando al otro, y amenazando a aquél, y enfadando a<br />

todos. Sobre cosas que no tienen más calidad, ni cantidad, que comer y pasearse, y a la


88<br />

vejez contar historias, que ni las vieron, ni las leyeron, ni aun quizá las oyeron, que la<br />

necesidad los hace inventores. Ya se me iba <strong>de</strong>satando el frenillo contra la vida <strong>de</strong> palacio,<br />

como el estómago estaba <strong>de</strong>socupado y las partes orgánicas obraban más <strong>de</strong>senvueltamente,<br />

cuando entraron hachas encendidas, alumbrando toda la casa, que sirvió la visita <strong>de</strong> que por<br />

una saetía entrase la luz a la mesa <strong>de</strong> los doce pajes, y acudiendo cada uno a sus<br />

obligaciones, quedé tan solo, que pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>samparar las mías en el tinelo, y <strong>de</strong>slicéme lo más<br />

calladamente que pu<strong>de</strong> sin <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> nadie, ni hablar palabra, volviendo <strong>de</strong> cuando en<br />

cuando el rostro atrás, por ver si me seguían por la cosa que había hecho en el regalo<br />

mondonguil, que no comí, ni comiera, y en verme libre <strong>de</strong> aquel carnero <strong>de</strong> huesos mondos,<br />

entendí que me había escapado <strong>de</strong> alguna mazmorra <strong>de</strong> Argel. Fuime a mi posadilla, que<br />

aunque pequeña, me hallé con una docena <strong>de</strong> amigos que me restituyeron mi libertad, que<br />

los libros hacen libre a quien los quiere bien. Con ellos me consolé <strong>de</strong> la prisión que se me<br />

aparejaba, y satisfice el hambre con un pedazo <strong>de</strong> pan conservado en una servilleta, y a la<br />

dicta con un capitulo que encontré en alabanza <strong><strong>de</strong>l</strong> ayuno. ¡Oh libros, fieles consejeros,<br />

amigos sin adulación, <strong>de</strong>spertadores <strong><strong>de</strong>l</strong> entendimiento, maestros <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, gobernadores<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, guiones para bien vivir y centinelas para bien morir! ¿Cuantos hombres <strong>de</strong><br />

obscuro suelo habéis levantado a las cumbres más altas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo? ¿Y cuántos habéis<br />

subido hasta las sillas <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo? ¡Ola libros, consuelo <strong>de</strong> mi alma, alivio <strong>de</strong> mis trabajos, en<br />

vuestra santa doctrina me encomiendo! Reposa aquella noche muy poco, porque como el<br />

sueño, que se dió para <strong>de</strong>scanso <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, se hace <strong>de</strong> vapores cálidos y húmedos que<br />

suben <strong><strong>de</strong>l</strong> estómago, y manjar al cerebro, y yo estaba casi en ayunas, fué tan poco mi sueño,<br />

que a las seis <strong>de</strong> la mañana estaba ya vestido. Santigüéme, y encomendándome al Autor <strong>de</strong><br />

la vida, fuime a un humilla<strong>de</strong>ro <strong><strong>de</strong>l</strong> bendito Ángel <strong>de</strong> la Guarda, que está <strong>de</strong> la otra parte <strong>de</strong><br />

la puente Segoviana. El día amaneció claro, y el sol gran<strong>de</strong>, y <strong>de</strong> color amarillazo. Fuera <strong>de</strong><br />

esto en un rebaño <strong>de</strong> ovejas que encontré cerca <strong>de</strong> la puente vi que los carneros se topaban<br />

unos con otros, y <strong>de</strong> cuando en cuando alzaban los ojos al cielo; eché <strong>de</strong> ver la tempestad<br />

que amenazaba al día y dime prisa para volver pronto. Fui a rezar, y en acabando llegó el<br />

ermitaño a mí, que me pareció ser hombre <strong>de</strong> buen discurso, y me dijo: No hará tan buen<br />

día como hizo el <strong><strong>de</strong>l</strong> bienaventurado San Isidro, si se halló vuesa merced aquí. Si me hallé<br />

dije yo, y he conocido las mismas señales <strong><strong>de</strong>l</strong> mal tiempo, por don<strong>de</strong> este día no se parecerá<br />

al otro. Cierto, dijo el ermitaño, que miré <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este alto, y se me representó con la mucha


89<br />

cantidad que había <strong>de</strong> coches y carros, una hermosa flota <strong>de</strong> navíos <strong>de</strong> alto bordo, que me<br />

trujo a la memoria algunas que he visto en España y fuera <strong>de</strong> ella. En el mismo concepto,<br />

dije yo, estuve aquel día que venía con un poco <strong>de</strong> gota, con el espacio y remanso que<br />

requiere tal enfermedad, y me acordé <strong>de</strong> la armada <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r, que tan hermosa<br />

apariencia tuvo, y tan mal se logró. Llegando al medio <strong>de</strong> la puente me llamaron para subir<br />

en un coche dos caballeros <strong><strong>de</strong>l</strong> hábito eclesiástico, <strong>de</strong> muy gallardos entendimientos,<br />

acompañados <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia y bondad. Subí, y apenas estuve en el coche, cuando se<br />

alborotaron los caballos por una superchería que usó un hombre <strong>de</strong> a caballo con un hidalgo<br />

<strong>de</strong> a pie, <strong>de</strong> muy buena suerte, sobre haber sido estorbo para no hablar a su comodidad con<br />

una cuadrilla <strong>de</strong> cien mujeres que ocupaban un coche ajeno, que en cogiéndole prestado<br />

cabe <strong>de</strong>ntro todo un linaje y toda una vecindad. Alborotada la flota carrozal, llegose cerca<br />

<strong>de</strong> nosotros el autor <strong>de</strong> la pesadumbre, muy ufano <strong>de</strong> lo que había hecho. Díjole uno <strong>de</strong><br />

aquellos dos caballeros, Bernardo <strong>de</strong> Oviedo: Si fuera licito a los hombres hacer todo lo que<br />

pue<strong>de</strong>n, no se fuera vuesa merced riendo <strong>de</strong> la sinrazón que ha hecho. Respondió el otro:<br />

Vuesa merced no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> saber qué cosa es ser enamorado. a lo menos, dijo Bernardo, sé<br />

que el amor no enseña a hacer cosas ruines. Pasó acaso por allí el Maestro Franco con su<br />

mula, y dijo el agresor: No se <strong>de</strong>sconsuele vuesa merced, que por lo menos ha granjeado la<br />

voluntad <strong>de</strong> doce mujeres, que con esa hazaña y doce pasteles <strong>de</strong> costa, irán a <strong>de</strong>cir que<br />

vuesa merced es un Alejandro y un Escipión. ¿Huélganse conmigo, dijo el valiente? Pues<br />

vive Dios que si no fueran clérigos había <strong>de</strong> pasar el negocio a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante. Pues por eso, dijo el<br />

Maestro Franco, lo hizo Dios mejor, que sin quedar vuesa merced <strong>de</strong>scomulgado nos ha<br />

dado harta materia para reír.<br />

A todo esto estaba muy colérico cierto gentil hombre que iba allí, <strong>de</strong> buena conversación<br />

y poca substancia, y dijo: ¿Es posible que ha tenido aquel hidalgo paciencia para no<br />

vengarse <strong>de</strong> su agravio, aunque le hicieran pedazos? ¿De cuál agravio? dijo Bernardo. Él<br />

anduvo muy bien en no hacer diligencia don<strong>de</strong> no había <strong>de</strong> aprovechar, y los agravios que<br />

no caen sobre materia, no tocan a la honra, ni aun a la ropa, si bien perturban el ánimo.<br />

Jugando suelen <strong>de</strong>cir mil disparates los que pier<strong>de</strong>n, como <strong>de</strong>cir: cualquiera que se huelga<br />

que pierda, miente, y es un cornudo. Hase <strong>de</strong> reír <strong>de</strong> esto, porque nadie dió materia para la<br />

<strong>de</strong>smentida, y llamase materia la ocasión <strong>de</strong> agravio hecho con palabras, o con obras, sobre<br />

que caiga la venganza. Si dándole a un jumento <strong>de</strong> varazos, le alcanzan a dar a un hombre,


90<br />

o si jugando al mallo o a los trucos le aciertan a dar un palo, no tiene <strong>de</strong> que sentirse,<br />

porque aquel agravio no cayó sobre materia, y la paciencia en semejantes casos arguye<br />

mucho valor <strong>de</strong> ánimo. Ea, señor, dijo el otro, que la paciencia en tan notorias injurias<br />

<strong>de</strong>scubre pocos hígados en quien ordinariamente la tiene. Por tres cosas, dijo Luis <strong>de</strong><br />

Oviedo, tiene un hombre paciencia notable, o por no enten<strong>de</strong>r bien las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, o<br />

por templanza natural <strong>de</strong> condición, o por virtud adquirida <strong>de</strong> muchos actos; y el que sin<br />

estas tres cosas sufre injurias que no pue<strong>de</strong> remediar, manifiesta invencible ánimo para<br />

ellas, y menosprecio para quien las hace. Al tiempo que acababa esta conversación con el<br />

ermitaño, vi todo el cielo revuelto y turbado, fuime a <strong>de</strong>spedir para irme, y él me <strong>de</strong>tuvo<br />

diciendo, que antes que acabase <strong>de</strong> pasar la puente me cogería la borrasca: <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco<br />

espacio fué tan gran<strong>de</strong> la tempestad <strong>de</strong> truenos, relámpagos y rayos, que la creciente en<br />

menos <strong>de</strong> media hora casi vino a cubrir los ojos <strong>de</strong> la puente, y fué forzoso cerrar las<br />

puertas <strong><strong>de</strong>l</strong> humilla<strong>de</strong>ro, que combatidas <strong><strong>de</strong>l</strong> aire, hicieron mucho en no rendirse a su<br />

violencia. Mejor está vuesa merced aquí, dijo el ermitaño, que no en el camino. Qué mejor,<br />

dije yo, que estando en la casa <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> nuestras almas y cuerpos, criado para<br />

eso <strong>de</strong> la inefable bondad <strong><strong>de</strong>l</strong> Eterno Padre; más bien guardados estamos que fuera <strong>de</strong> ella.<br />

Guarda a quien no solamente la heredad <strong>de</strong> Dios reverencia y conoce: pero aun la<br />

antigüedad, ciega <strong>de</strong> la lumbre <strong>de</strong> Fe, tuvo gran<strong>de</strong> veneración, <strong>de</strong>dicándole templos, y<br />

levantándole altares en nombre <strong><strong>de</strong>l</strong> genio, que así llamaban los antiguos al benditísimo<br />

Ángel Custodio. ¡Jesús, y qué continuos e inciviles truenos! ¡qué gruesa piedra! ¡qué<br />

perseverancia tan gran<strong>de</strong>! Des<strong>de</strong> que yo vine a Castilla, nunca entendí que fuera tan sujeta a<br />

tempesta<strong>de</strong>s tan <strong>de</strong>satadas como las que muchas veces he visto, que en mi tierra, por ser<br />

llena <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s montañas muy altas y sujetas a la fuerza <strong>de</strong> los vientos, no es tan <strong>de</strong><br />

admirar que se vean estos tan arrebatados turbiones, mezclados con vientos y granizo. ¿De<br />

dón<strong>de</strong> es vuesa merced? dijo el ermitaño. Yo, señor, respondí, soy <strong>de</strong> Ronda, ciudad puesta<br />

sobre muy altos riscos y peñas tajadas, muy combatida <strong>de</strong> ordinario <strong>de</strong> ponientes y levantes<br />

furiosos; <strong>de</strong> manera que si fueran los edificios como estos, se los levaran tormentas. Nunca<br />

he sabido hasta ahora, dijo el ermitaño, <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> fuese vuesa merced, aunque le conocí en<br />

Sevilla, y le comuniqué en Flan<strong>de</strong>s y en Italia. Miréle con cuidado, y haciendo reflección,<br />

conocíle, que había sido soldado don<strong>de</strong> dijo; holgueme, y abracélo, y supe <strong>de</strong> él que se<br />

había retirado a la soledad <strong>de</strong> los montes algunos años a servir a Dios, y por haber


91<br />

enfermado se vino a poblado, o cerca <strong>de</strong> él, a pasarla vida cremítica, dándole a Dios lo que<br />

le quedaba. Aunque la furia <strong><strong>de</strong>l</strong> argavieso no duró más <strong>de</strong> una hora, el agua que tras él se<br />

siguió duró sin cesar hasta el día siguiente, con furia <strong>de</strong> vientos <strong>de</strong>shechos. El buen<br />

ermitaño se halló con carbón, encendió un brasero, e hízome quedar a comer con él, <strong>de</strong> lo<br />

que Dios le había enviado por mano <strong>de</strong> gente muy <strong>de</strong>vota, <strong>de</strong> que hay mucha abundancia en<br />

Madrid.<br />

Descanso IX<br />

CERRADAS las puertas <strong><strong>de</strong>l</strong> humilla<strong>de</strong>ro, para <strong>de</strong>fensa <strong><strong>de</strong>l</strong> viento, y encendido el carbón<br />

para la <strong><strong>de</strong>l</strong> frío, estaba el lugar abrigado y apacible, que el armonía que el aire hace con el<br />

ruido <strong>de</strong> las canales produce una consonancia agradable para las orejas y no para el cuerpo,<br />

que en esto se diferencia el oído <strong><strong>de</strong>l</strong> tacto, que hay cosas que tocadas son, buenas, y oídas<br />

son malas, y al contrario. Comimos, y encerrados todo el día con la oscuridad, la noche y<br />

día fueron todo noche. Tornó el ermitaño a repetir su primera pregunta, y como estábamos<br />

ociosos, y encerrados, sin tener otra ocupación, tratamos <strong>de</strong> lo que se nos ofreció.<br />

Preguntome dón<strong>de</strong> había estudiado, y cómo me había divertido tanto por el mundo, siendo<br />

<strong>de</strong> una ciudad tan apartada <strong><strong>de</strong>l</strong> concurso ordinario, y que para la cortedad <strong>de</strong> la vida humana<br />

tiene bastantes y sobrados regalos para pasar con alguna quietud. Yo le respondí a todo lo<br />

que me preguntó: Aunque aquellos altos riscos y peñas levantadas, por la falta <strong>de</strong> la<br />

comunicación, <strong>de</strong>spertadora <strong>de</strong> la ociosidad, y engendradora <strong>de</strong> amista<strong>de</strong>s, no son muy<br />

conocidos; con todo eso cría tan gallardos espíritus, que ellos mismos apetecen la<br />

comunicación <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s y Universida<strong>de</strong>s, que purifican los ingenios, y los<br />

hinchen <strong>de</strong> doctrina, por don<strong>de</strong> hay vivos en este tiempo varones, con cuya salud se alegra,<br />

con tanta aprobación <strong>de</strong> hombres doctos, que no tienen necesidad <strong>de</strong> la mía. Tuvimos allí<br />

un gran maestro <strong>de</strong> gramática, llamado Juan Causino, no <strong>de</strong> los que dicen ahora<br />

Preceptores, sino <strong>de</strong> aquellos a quien la antigüedad dió nombre <strong>de</strong> gramáticos, que sabían


92<br />

generalmente <strong>de</strong> todas las ciencias, doctísimo en las humanas letras, virtuoso en las<br />

costumbres, <strong>de</strong>chado que obligaba a que se las imitasen, las cuales enseñó juntamente con<br />

la lengua latina, en que hacía muy elegantes versos. Era naturalmente manco <strong>de</strong> ambas<br />

manos; pero <strong>de</strong> los más respetados y temidos a fuerza <strong>de</strong> virtud propia; lo cual granjeó con<br />

enseñar silencio más que hablar, porque <strong>de</strong>cía él muchas veces que el hablar era para las<br />

ocasiones forzosas, y el callar para siempre. De esto, y la lengua latina, si no fuí <strong>de</strong> los<br />

mejores discípulos, tampoco fuí <strong>de</strong> los peores.<br />

Estando yo razonablemente instruido en la lengua latina, <strong>de</strong> manera que sabía enten<strong>de</strong>r<br />

un epigrama y componer otro, y adornado con un poco <strong>de</strong> música, (que siempre han tenido<br />

entre sí algún parentesco estas dos faculta<strong>de</strong>s), por la inquietud natural que siempre tengo y<br />

he tenido, quise ir a don<strong>de</strong> pudiese apren<strong>de</strong>r alguna cosa que me adornase y perfeccionase<br />

el natural talento que Dios y naturaleza me habían concedido. Mi padre, viendo mi <strong>de</strong>seo e<br />

inclinación, no me hizo resistencia, antes me habló a su modo con la sencillez que por allá<br />

se usa, diciendo: Hijo, mi costilla no alcanza a más <strong>de</strong> lo que he hecho, id a buscar vuestra<br />

ventura, Dios os guíe y haga hombre <strong>de</strong> bien; y con esto me echó su bendición, y me dió lo<br />

que pudo, y una espada <strong>de</strong> Bilbao, que pesaba mas que yo, que en todo el camino no me<br />

sirvió sino <strong>de</strong> estorbo. Partime para Córdoba, aunque llegué entero, que es don<strong>de</strong> acu<strong>de</strong> el<br />

arriero <strong>de</strong> Salamanca, y allí vienen <strong>de</strong> toda aquella comarca los estudiantes que quieren<br />

encaminarse para la dicha Universidad. Fuime al mesón <strong><strong>de</strong>l</strong> Potro, don<strong>de</strong> el dicho arriero<br />

tenía posada, holgueme <strong>de</strong> ver a Córdoba la llana, como muchacho inclinado a trafagar el<br />

mundo. Fuime luego a ver la Iglesia mayor, por oír la música, don<strong>de</strong> me di a conocer a<br />

algunas personas, así por acompañar a mi soledad, como por tratar gente <strong>de</strong> quien po<strong>de</strong>r<br />

apren<strong>de</strong>r; que realmente con la poca experiencia y haberme apartado poco había <strong>de</strong> mis<br />

padres y hermanos, acto que engendra encogimiento en los más gallardos espíritus, viendo<br />

que en aquella ausencia era forzoso, y que la fortuna nos acomete en cobardía, animéme lo<br />

mejor que pu<strong>de</strong>, diciendo: la pobreza me sacó, o por mejor <strong>de</strong>cir, me echó <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> mis<br />

padres, ¿qué cuenta daría yo <strong>de</strong> mí si me tornase a ella? Si los pobres no se alientan y<br />

animan a si propios, ¿quién los ha <strong>de</strong> animar y alentar? Y si los ricos acometen las<br />

dificulta<strong>de</strong>s, los pobres ¿por qué no acometerán las dificulta<strong>de</strong>s, y aun los imposibles, si es<br />

posible? Enternézcome con la memoria <strong>de</strong> mis hermanos; pero esta se ha <strong>de</strong> olvidar con el<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rles hacer bien; y si no pudiere, a lo menos habré hecho <strong>de</strong> mi parte lo posible


93<br />

y obligatorio. No se vienen las cosas sin trabajo; quien no se anima <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>, se queda en<br />

los principios <strong>de</strong> la dificultad; si no hago más que mis vecinos, tan ignorante me quedaré<br />

como ellos; ánimo, que Dios me ha <strong>de</strong> ayudar. Fuime a mi posada, o a la <strong><strong>de</strong>l</strong> mesón <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Potro, y púseme a comer lo que yo pu<strong>de</strong>, que era día <strong>de</strong> pescado: en sentándome a la mesa,<br />

llegose cerca <strong>de</strong> mí un gran marchante, que los hay en Córdoba muy finos, que <strong>de</strong>bía ser<br />

vagamundo, y me oyó hablar en la Iglesia mayor, o el diablo hablaba en él, y díjome: Señor<br />

soldado, bien pensará vuesa merced que no le han conocido, pues sepa que está su fama por<br />

acá esparcida muchos días ha. Yo soy un poco vano, y no poco: creímelo, y le dije: Vuesa<br />

merced ¿conóceme? Y él me respondió: De nombre y fama muchos días ha, y diciendo esto<br />

sentose junto a mí, y me dijo: Vuesa merced se llama N. y es gran latino, poeta y músico:<br />

<strong>de</strong>svanecime mucho y convidélo si quería comer: él no se hizo <strong>de</strong> rogar y echó mano <strong>de</strong> un<br />

par <strong>de</strong> huevos y unos peces y comiolos; yo pedí más, y él dijo: Señora huéspeda (porque no<br />

posaba en aquella posada) no sabe vuesa merced lo que tiene en su casa; sepa que es el mas<br />

hábil mozo que hay en toda la Andalucía: a mí diome más vanidad, y yo a él más comida, y<br />

dijo: Como en esta ciudad se crían siempre tan buenos ingenios, tienen noticia <strong>de</strong> todos los<br />

que hay buenos en toda esta comarca. ¿Vuesa merced no bebe vino? No señor, respondí yo.<br />

Hace mal, dijo él, porque es ya un hombrecito, y para caminos y ventas, don<strong>de</strong> suele haber<br />

malas aguas, importa beber vino, fuera <strong>de</strong> ir vuesa merced a Salamanca, tierra frigidísima,<br />

don<strong>de</strong> un jarro <strong>de</strong> agua suele corromper a un hombre: el vino templado con agua da<br />

esfuerzo al corazón, color al rostro, quita la melancolía, alivia en el camino, da coraje al<br />

más cobar<strong>de</strong>, templa al hígado, y hace olvidar todos los pesares: tanto me dijo <strong><strong>de</strong>l</strong> vino, que<br />

me hizo traer <strong>de</strong> lo fino media azumbre, que él bebiese, que yo no me atreví. Bebió el buen<br />

hombre, y tornó a mis alabanzas, y yo a oírlas <strong>de</strong> muy buena voluntad, y al sabor <strong>de</strong> ellas a<br />

traer más comida, tornó a beber y a convidar a otros tan <strong>de</strong>sengañados como él diciendo<br />

que yo era un Alejandro, y mirando hacía mí, dijo: No me harto <strong>de</strong> ver a vuesa merced, que<br />

vuesa merced es N. Aquí está un hidalgo, tan amigo <strong>de</strong> hombres <strong>de</strong> ingenio, que dará por<br />

ver en su casa a vuesa merced doscientos ducados.<br />

Ya yo no cabía en mí <strong>de</strong> hinchado con tantas alabanzas, y acabando <strong>de</strong> comer, le<br />

pregunté quién era aquel caballero. Él dijo: Vamos a su casa, que quiero poner a vuesa<br />

merced con él. Fuimos, y siguiéndole aquellos amigos suyos, y <strong><strong>de</strong>l</strong> vino, y yendo por el<br />

barrio <strong>de</strong> San Pedro, topamos en una casa gran<strong>de</strong> un hombre ciego, que parecía hombre


94<br />

principal, y riéndose el bellacón, me dijo: Este es el hidalgo que dará doscientos ducados<br />

por ver a vuesa merced. Yo corrido <strong>de</strong> la burla le dije: Y aun por veros a vos en la horca los<br />

diera yo <strong>de</strong> muy buena gana. Ellos se fueron y yo quedé muy colérico y medio afrentado<br />

con la burla, aunque dijo verdad, que el ciego bien diera por verme cuanto tenia. Esta fué la<br />

primera baza <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>sengaños, y el principio <strong>de</strong> conocer que no se ha <strong>de</strong> fiar nadie <strong>de</strong><br />

palabras lisonjeras, que traen el castigo al pie <strong>de</strong> la obra. ¡De qué podía yo envanecerme,<br />

pues no tenía virtud adquirida en que fundar mi vanidad! La poca edad está llena <strong>de</strong> mil<br />

<strong>de</strong>sconciertos y <strong>de</strong>salumbramientos; los que poco saben fácilmente se <strong>de</strong>jan llevar <strong>de</strong> la<br />

adulación. Yo me <strong>de</strong>jé engañar con aquello que <strong>de</strong>seaba hubiera en mí, pero no es <strong>de</strong><br />

espantar que un hombre sencillo y sin experiencia sea engañado <strong>de</strong> un cauteloso; mas será<br />

digno <strong>de</strong> castigo si se <strong>de</strong>ja engañar segunda vez. No tenía <strong>de</strong> qué correrme por lo hecho,<br />

sino <strong>de</strong> qué apren<strong>de</strong>r para a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante a <strong>de</strong>sapasionarme <strong>de</strong> las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo; pero al fin me<br />

lastimó la burla <strong>de</strong> manera, que no siendo amigo <strong>de</strong> venganzas, quise probar la mano. a ver<br />

si sabría dar una traza para que me la pagase aquel burlador. Había otros estudiantes<br />

esperando al mismo arriero, híceme camarada con ellos, y comenzamos a pasear juntos. Yo<br />

me quité el vestido <strong>de</strong> camino y me vestí una sotanilla y ferreruelo negro <strong>de</strong> muy gentil<br />

ventidoseno <strong>de</strong> Segovia, y trújelo <strong>de</strong> manera, que los estudiantes lo conociesen bien, y<br />

luego me torné a poner <strong>de</strong> camino. El bellaco <strong><strong>de</strong>l</strong> burlador vino a la tar<strong>de</strong>, riéndose mucho,<br />

y yo más, porque no entendiese que me había corrido; díjele: que quería por mi amigo a<br />

hombre <strong>de</strong> tan buen gusto, y entre los dos y sus amigos reímos el disimulo con que había<br />

comido y hablado. Él tenía conocimiento, no muy sencillo, en una casa don<strong>de</strong> se daba <strong>de</strong><br />

comer razonablemente, y a precio convenible, y así me dijo, que quería que comiese yo allí<br />

siempre, porque nos harían cortesía; yo le dije: Si haré, con tal que vuesa merced coma<br />

conmigo, pero estoy esperando un merca<strong>de</strong>r que acu<strong>de</strong> a las ferias <strong>de</strong> Ronda, para quien<br />

traigo una libranza <strong>de</strong> cien ducados, y hasta que él venga, no lo puedo pasar muy bien. No<br />

le dé a vuesa merced pena, dijo él, pensando que tenía lance, que yo haré que le fíen cuanto<br />

quisiere. Eso no, dije yo, que tiemblo <strong>de</strong> tratar <strong>de</strong> fiar, ni ser fiado, que por ahí se perdió mi<br />

padre. Yo le daré a vuesa merced una muy gentil prenda sobre que nos fíen, hasta que<br />

venga este merca<strong>de</strong>r. Sea en hora buena, dijo el buen hombre. Fuime a mi casa, y doblando<br />

muy bien aquel ferreruelo <strong>de</strong> ventidoseno, llaméle a solas, <strong>de</strong> que él se holgó mucho, y<br />

díselo para que le llevase por prenda; yendo yo con él, vísele dar, y comenzamos a comer


95<br />

sobre él, el bellacón y los dos estudiantes, y yo estuve siempre alerta, que no pudiese entrar<br />

sin mí a la casa don<strong>de</strong> comíamos, porque no me hiciese alguna treta, como lo tenía<br />

pensado, que <strong>de</strong> la mía no tenía sospecha. Vino el arriero <strong>de</strong> Salamanca, y tratamos <strong>de</strong><br />

irnos. El redomazo, como no pudo hacer treta con el cuidado que yo tenia, a lo menos<br />

pidiole a la buena mujer una docena <strong>de</strong> reales sobre el ferreruelo, porque dijo que quería ir<br />

fuera: no pudo <strong>de</strong>círselo sin que yo lo entendiese; díjele: Pues se va fuera vuesa merced,<br />

dígale a esa señora que si yo viniere por el ferreruelo con el dinero, me lo dé. Y así lo hizo,<br />

que su intención era <strong>de</strong>saparecerse hasta que se hubiese ido el arriero, y quedarse con la<br />

prenda. Desapareciose, y yo fuí a un juez, y le dije con gran sentimiento, y palabras que<br />

pudieran moverle, que como había sido estudiante, era fácil el persuadirle, quejándome:<br />

Señor, yo soy estudiante, y estoy <strong>de</strong> camino para Salamanca; habiendo quince días que<br />

estoy aquí esperando al arriero, hanme hurtado un ferreruelo que me llegó a veinte ducados,<br />

tengo noticia que está en cierta casa, suplico a vuesa merced porque no me <strong>de</strong>savíe <strong>de</strong> ir<br />

con el arriero, pues sabe vuesa merced, como tan gran estudiante y letrado, en qué caen<br />

estas cosas, me man<strong>de</strong> con justicia restituir el ferreruelo, que el que lo hurtó guardó al<br />

punto crudo, porque me faltase tiempo para cobrarlo, y gozar más <strong>de</strong> su bellaquería. No le<br />

valdrá, dijo el juez, que a semejantes trazas se yo acudir con justicia y diligencia. ¡Qué<br />

gran<strong>de</strong> maldad que a un pobre estudiante, que quizá no llevaba otra cosa con que honrarse<br />

en Salamanca, le querían <strong>de</strong>saviar quedándose con su hacienda hurtada! Dió luego a un<br />

alguacil y escribano comisión para que hiciese la diligencia. Yo repartí entre los dos ocho<br />

reales, con que se les encendió el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> cumplir con lo mandado por el juez. Fuí con los<br />

dos estudiantes a la buena mujer, Dios me lo perdone, y <strong>de</strong>jando a la puerta el escribano y<br />

alguacil, díjele que me sacase el ferreruelo. Sacolo, viéronlo los estudiantes, y conocieron<br />

ser el mio. Entraron el alguacil y escribano, y tomados los testigos, la mujer dijo: que no<br />

quería dar el ferruelo, sino a quien se lo había empeñado, que era un conocido suyo,<br />

hombre muy honrado. El escribano se hizo <strong>de</strong>positario <strong>de</strong> él, y en llegando al juez con la<br />

información, mandó entregarme mi ferreruelo, dando mandamiento <strong>de</strong> prisión contra el<br />

bellaconazo, que si antes no parecía por lo que quería hacer, <strong>de</strong>spués no pareció por lo que<br />

quería hacer con él. Fuimonos con el arriero, y habiendo comido a costa suya, lo <strong>de</strong>jamos<br />

en este trance, con que reímos todo el camino. No alabo yo el haber hecho esta pesada<br />

burla, que al fin fué venganza, cosa indigna <strong>de</strong> un valeroso pecho, y que realmente en esta


96<br />

edad no la hiciera: ero quien hace mal a quien no se lo merece, ¿qué espera sino venganza y<br />

castigo? Estos hombres vagamundos y ociosos, que se quieren sustentar y alimentar <strong>de</strong><br />

sangre ajena, merecen que toda la república sea su fiscal y verdugo.<br />

El ocioso siempre piensa en hacer mal, o en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse <strong><strong>de</strong>l</strong> que ha hecho, y en no<br />

pensando en esto, está triste y melancólico. La melancolía facilísimamente acomete a los<br />

holgazanes. ¡Qué contento queda uno <strong>de</strong> estos cuando ha puesto en ejecución una maldad, y<br />

qué presto vuelve a estar en su mala intención! La misma vida que trae el ocioso, lo trae<br />

arrastrando: por más infelice tengo a un hombre ocioso, que a un enfermo; porque éste tiene<br />

esperanza <strong>de</strong> salud, y la procura con todos los medios posibles; mas los ociosos y<br />

vagamundos nunca <strong>de</strong>sean salir <strong>de</strong> su mal estado: como el que está en galeras muchos años<br />

no se halla fuera <strong>de</strong> aquella miseria, así el ocioso, en ocupándolo, no se halla fuera <strong>de</strong> su<br />

ruin vida. ¡Qué disgustos pasa cuando juega y pier<strong>de</strong>! ¡Qué <strong>de</strong>sesperación siente cuando ve<br />

a los virtuosos bien puestos! ¡Qué carcoma infernal le acomete cuando se ve incapaz <strong>de</strong><br />

merecer lo que el otro alcanza! Dios nos libre <strong>de</strong> tan abominable vicio, origen y principio<br />

<strong>de</strong> pobreza, poca estimación, olvido <strong>de</strong> la honra y ofensa <strong>de</strong> la Majestad <strong>de</strong> Dios.<br />

Descanso X<br />

FUIMOS caminando con el arriero la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong> camino al pie <strong>de</strong> la letra, y la otra como<br />

tercios <strong>de</strong> pescado cuando al arriero se le antojaba; que era mozo resuelto, <strong>de</strong> condición<br />

<strong>de</strong>sapacible, enseñado a per<strong>de</strong>r el respeto a los estudiantes novatos, y así nos quiso hacer<br />

una burla en un pueblo pequeño, y en parte la hizo; lo uno por llevar sus mulos<br />

<strong>de</strong>scansados, y lo otro porque pensó quedándose solo <strong>de</strong>rribar la fortaleza <strong>de</strong> una mujercita<br />

<strong>de</strong> buena gracia que iba en nuestra compañía, <strong>de</strong>stituyéndola <strong><strong>de</strong>l</strong> arrimo y apoyo que<br />

llevaba con cierto oficial que se había <strong>de</strong> casar con ella. Fingió que le habían hurtado un<br />

zurrón <strong>de</strong> dineros, y que la justicia venía a pren<strong>de</strong>rnos a todos para darnos tormento hasta<br />

avariguar quién lo tenia: y junto con esto juró que nos había <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar en la cárcel, y caminar<br />

con los mulos lo que pudiese, que para muchachos sin experiencia, cualquiera temor <strong>de</strong>


97<br />

estos bastaba: creímoslo como si fuera verdad averiguada, y encareciólo <strong>de</strong> manera que nos<br />

hizo andar toda aquella noche, tras lo que habíamos caminado el día antes, cinco o seis<br />

leguas, y no caminando, sino huyendo por <strong>de</strong>hesas y montañas fuera <strong>de</strong> camino, sin guía<br />

que nos pudiese alumbrar por don<strong>de</strong> íbamos; y él se quedó riendo, importunando con<br />

requiebros y mal lenguaje a la pobre mujer sola y sin <strong>de</strong>fensa, pero no le sucedió como<br />

pensaba, porque el ruido que él había hecho había sido por medio <strong>de</strong> un alguacilejo amigo<br />

suyo: y la mujer como valerosa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse <strong>de</strong>fendido <strong>de</strong> la violencia, que con ella<br />

quiso usar, tuvo modo como escabullirse <strong>de</strong> él, y yéndose al Alcal<strong>de</strong>, le dijo con grandísima<br />

acción <strong>de</strong> palabra y sentimiento, que aquel arriero había hecho una estratagema y maraña<br />

muy perniciosa, por aprovecharse <strong>de</strong> ella y quitarle el remedio que consigo traía: Creyolo el<br />

buen hombre, así por conocer la <strong>de</strong>svergüenza y mal trato <strong><strong>de</strong>l</strong> arriero, como por atajar el<br />

daño, que a la pobre mujer le podía suce<strong>de</strong>r; y afeándole este caso y la inhumanidad que<br />

había usado con los estudiantes, le mandó que diese fianzas, que llevaría muy regalada a la<br />

mujer, sin hacerle agravio ni ofensa, y que no le castigaba muy gravemente por no <strong>de</strong>saviar<br />

la jornada a los estudiantes: y amonestole, que mirase cómo procedía, porque le castigaría<br />

con todo rigor, sin tener respeto a cosa alguna, si por el camino iba haciendo insolencias. y<br />

mandole con esto que se aviase muy <strong>de</strong> mañana para recoger a los cansados y hambrientos<br />

estudiantes. ¡oh arrieros, impía gente y sin caridad! ¡crueles contra su misma naturaleza!<br />

No conocen a nadie más <strong>de</strong> en cuanto le están quitando el dinero. Y así los castiga Dios,<br />

porque tienen muchas Posadas y pocos amigos. Todos los géneros <strong>de</strong> gente aman la Piedad,<br />

si no son estos. El día que no hacen alguna burla a los caminantes, no están en sí. Tratan<br />

con bestias, y así se van convirtiendo en su naturaleza. No se ha visto que llevando bestias<br />

vacías aliviasen <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo y cansancio <strong><strong>de</strong>l</strong> camino a algún miserable; parece que les falta<br />

el uso <strong>de</strong> la razón natural como a este, que no pudiera uno <strong>de</strong> ley contraria usar con<br />

nosotros más exorbitante bellaquería que hacernos huir <strong>de</strong> noche, cansados <strong>de</strong> haber<br />

caminado el día antes, sin más ocasión que cometer dos enormes malda<strong>de</strong>s. Ibamos<br />

huyendo, y por no ser sentidos, y en tropa, dividímonos cada cual por don<strong>de</strong> mejor le<br />

pareció. Yo seguí una medvereda, que estaba bien cubierta <strong>de</strong> árboles; hice cuanto pu<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

mi parte por no quedarme más atrás <strong>de</strong> los otros, pero mi cansancio era <strong>de</strong> modo que en<br />

poco espacio a ninguno <strong>de</strong> todos sentía. Puse el oído en la tierra, que <strong>de</strong> este modo se oyen<br />

mejor los pasos aunque estén algo lejos: no sentí cosa que me hiciese compañía.


98<br />

Traspúseme un poco, y luego díme priesa a andar, volviéndome hacia atrás, pensando que<br />

iba a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, y así cuanto más andaba y me apresuraba, menos esperanza tenía <strong>de</strong> alcanzar<br />

los compañeros: hacia las espaldas me parecía que oía perros ladrar algo lejos, que como<br />

los compañeros iban apriesa alteraban estos animalejos. Como no estaba ejercitado en<br />

caminos, y el día antes se había trabajado en eso, el sueño, como <strong>de</strong>scanso general <strong>de</strong> todos<br />

los miembros, solicitaba sus horas diputadas, y no pudiendo ya más conmigo, rendime al<br />

cansancio y al sueño. Topéme con un alcornoque, bien ancho <strong>de</strong> tronco, y por una parte<br />

<strong>de</strong>scorchado, <strong>de</strong> suerte que formaba un arrimo a modo <strong>de</strong> alacena, don<strong>de</strong> pu<strong>de</strong> arrimar y<br />

reclinar las molidas espaldas. Dejéme dormir; pero como no se duerme bien sentado, caíme<br />

<strong>de</strong> lado como una cosa muerta. Desperté a cabo <strong>de</strong> un rato, porque parecía que me andaban<br />

hormigas por el rostro, limpiélas con la mano y volvíme <strong><strong>de</strong>l</strong> otro lado: torné a recordar,<br />

porque sentí lo mismo; pero como el cansancio era tanto, y el sueño tan profundo, aunque<br />

algo temeroso <strong>de</strong> la soledad en que me veía, <strong>de</strong>jéme caer tercera vez en el mismo lugar. No<br />

mucho <strong>de</strong>spués, aunque el sueño no mi<strong>de</strong> el tiempo, <strong>de</strong>sperté a una tristísima y cansada voz<br />

<strong>de</strong> un ¡ay! que al parecer salía <strong>de</strong> las entrañas <strong>de</strong> la tierra, que hizo en las mías tal armonía,<br />

que por poco me faltara el aliento y la vida: mas teniendo la respiración, así por el temor<br />

como por tornar a escuchar con atención la dolorosa voz, sentí otra más cerca <strong>de</strong> mí, que<br />

como había unas matas un poco altas, no veía el instrumento <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salía.<br />

Ya yo estaba casi para espirar, o para hacer alguna flaqueza indigna <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong><br />

pecho, cuando muy cerca <strong>de</strong> mí, tanto que veía el bulto, sonó tercera vez la voz diciendo:<br />

¡Ay <strong>de</strong> mí, más infelice y sola que cuantas pa<strong>de</strong>cen cautiverio, servidumbre en las<br />

mazmorras <strong>de</strong> crueles e inclementes moros! ¡ay <strong>de</strong> mí, la más <strong>de</strong>sventurada que las que han<br />

visto <strong>de</strong>spedazar sus hijos en su presencia! ¡ay, más sin remedio y consuelo que las ya<br />

con<strong>de</strong>nadas por sentencia <strong>de</strong> rigoroso juez! ¡Oh sitio maldito, árbol <strong>de</strong>scomulgado, testigo<br />

<strong>de</strong> dos muertes, por quien yo diera mil vidas, si las tuviera! ¿Qué exequias hará quien <strong>de</strong>sea<br />

morir sin ellas, siendo homicida <strong>de</strong> sí propia? ¿Con qué llanto podré entregarme a la rabiosa<br />

muerte que tanto huye <strong>de</strong> mi? ¿Cuántos días y noches vengo a ver si puedo acompañar<br />

estos <strong>de</strong>spedazados miembros? Yo me levanté.. y estando ella junto a mí sin hacer<br />

movimiento, y yo temblando, me dijo: ¿Eres acaso sombra que vienes enviada <strong>de</strong> la región<br />

<strong>de</strong> los muertos a llevarme a la compañía <strong>de</strong> mi esposo y <strong>de</strong> mi amigo? Si eres <strong>de</strong> allá, ya<br />

sabes que en este mismo lugar adon<strong>de</strong> estás, mi amante dió la muerte a mi esposo sin


99<br />

consentimiento mio, por gozarme a solas y con libertad, y que en ese mismo árbol el<br />

amante, que me había quedado para consuelo, pagó la culpa <strong>de</strong> su <strong><strong>de</strong>l</strong>ito. Veslo ahí sobre ti<br />

colgado, siendo mantenimiento <strong>de</strong> aves y animales. Yo, escandalizado, alcé el rostro, y vi,<br />

porque ya comenzaba a amanecer, a aquel cuyos gusanos andaban por mi rostro, cuando yo<br />

pensaba que eran hormigas: y confieso que con el horrendo espectáculo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperada<br />

mujer, y con el hendiente espantajo <strong><strong>de</strong>l</strong> árbol, si no hubiera luz, me cayera muerto, cortado<br />

y sin fuerzas; mas para no hacerlo, me ayudó el oír los cencerros y campanillas <strong>de</strong> la recua<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> arriero, que ya salía <strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo, porque como arriba dije, pensando que iba <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, me<br />

iba hacia atrás, y a él le hicieron salir más <strong>de</strong> mañana que solía, porque fuese a recoger los<br />

engañados estudiantes. Y prosiguiendo la miserable mujer, dijo: Y si eres cosa <strong>de</strong> este<br />

mundo, huye <strong>de</strong> este execrable lugar, y déjame proseguir mis acostumbradas exequias,<br />

<strong>de</strong>sesperado mantenimiento con que me <strong>de</strong>sayuno todas las mañanas: y bien pudo dudar la<br />

irremediable mujer si yo era fantasma o visión horrible <strong>de</strong> los olvidados sepulcros; porque<br />

el temor me había chupado los carrillos, alargando el rostro y teñido el color <strong>de</strong> rojo en<br />

pajizo: la falta <strong><strong>de</strong>l</strong> sueño me tenía hundidos los ojos a lo último <strong><strong>de</strong>l</strong> colodrillo: el hambre<br />

prolongado el pescuezo vara y media, y el cansancio <strong>de</strong>sjarretado piernas y brazos, el<br />

ferreruelo tenía hecho turbante sobre la cabeza: miren qué figura para no juzgarme por <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

otro mundo, y no digo lo <strong>de</strong>más por mi honra. No pu<strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r palabra, ni ofrecerle<br />

ningún favor, porque para mí le había menester. No acertaba a apartarme <strong>de</strong> aquella más<br />

que horrible mujer, <strong>de</strong> ojos encarnizados y hundidos, nariz prolongada, rostro arrugado y<br />

hambriento, dientes amarillos, labios negros, barba aguzada, el cuello que parecía lengua <strong>de</strong><br />

vaca: torcíase las manos que parecían dos manojos <strong>de</strong> culebras, y todo lo <strong>de</strong>más a esta<br />

traza. El temor me tenía trabado el entendimiento, y el entendimiento las <strong>de</strong>más acciones<br />

que podían aprovecharme para partirme <strong>de</strong> ella; pero alentándome lo mejor que pu<strong>de</strong>, y<br />

pu<strong>de</strong> muy mal, fuí moviendo los pies como toro <strong>de</strong>sjarretado, maldiciendo la soledad, y a<br />

quien quiere andar sin compañía; consi<strong>de</strong>rando qué bien pue<strong>de</strong> traer, si no es estas cosas y<br />

otras peores; ¿qué temores no trae? ¿que imaginaciones no engendra? ¿qué males no causa?<br />

¿qué <strong>de</strong>sesperaciones no ofrece? Los que tienen aborrecida la vida, buscan la soledad para<br />

acabarla <strong>de</strong> presto. Quien huye la compañía, no quiere ser aconsejado en su mal. ¿Hay más<br />

apacible cosa que la compañía? ¿ni más odiosa que la soledad? ¿cuántas <strong>de</strong>sdichas, cuántos<br />

robos, cuántas muertes suce<strong>de</strong>n cada día por ir sin compañía? ¿cuántas venganzas se ponen


100<br />

en ejecución, que no se pondrían sino por la soledad? Al solo nadie le va la mano en el mal,<br />

ni le ayuda en el bien. ¡Ay <strong><strong>de</strong>l</strong> solo que si cae, no hay quien le ayu<strong>de</strong> a levantar! Án<strong>de</strong>se<br />

quien quiera solo, que la soledad sólo es buena para Santos o para poetas, que los unos<br />

tratan con Dios, que los acompaña, y los otros con su imaginación, que los <strong>de</strong>svanece.<br />

Descanso XI<br />

CON estas solitarias consi<strong>de</strong>raciones llegué al camino, don<strong>de</strong> viéndome el arriero, con<br />

más blandas palabras que solía, paró la recua, y con cortesía y afabilidad me dijo que<br />

subiese, doliéndose mucho <strong>de</strong> la mala noche que habíamos pa<strong>de</strong>cido. Y aun si bien lo<br />

supiéra<strong>de</strong>s, dije yo, y preguntando a la mujer que venía con él, qué novedad era aquella,<br />

respondió lo referido. Los <strong>de</strong>más, con el marido <strong>de</strong> la buena mujer, hallámonos ya hartos <strong>de</strong><br />

dormir y comer: yo, aunque me preguntaron cómo me había quedado atrás, no respondí<br />

más <strong>de</strong> que había errado el camino. Del cuento sucedido no les dije palabra; lo uno por<br />

pensar que pudiera haber sido ilusión <strong><strong>de</strong>l</strong> enemigo <strong><strong>de</strong>l</strong> género humano, lo otro porque las<br />

cosas tan extraordinarias hacen diferentes efectos en los que las oyen, y el más cierto es<br />

reírse y dar matraca a quien las cuenta. Las cosas en que pue<strong>de</strong> ponerse duda no se han <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir sino a los muy particulares amigos, o los discretos, que las reciben como ellas son. No<br />

todos tienen capacidad para oír cosas graves. Verda<strong>de</strong>s que pue<strong>de</strong>n escandalizar y alborotar<br />

los pechos, cuando no es necesario, no se han <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir. Yo reventaba por hablar; pero<br />

consi<strong>de</strong>raba que me ponía a peligro <strong>de</strong> no ser creído. Más vale callar que dar ocasión <strong>de</strong><br />

incredulidad o murmuración. La admiración da ocasión al silencio, y <strong>de</strong> esta vez quise ver<br />

si podía enseñarme a callar. Fuimos nuestro camino sin suce<strong>de</strong>r cosa notable, yo callando, y<br />

los <strong>de</strong>más preguntándome la causa: yo respondía no más <strong>de</strong> que era condición natural mía:<br />

pero en todo el camino no se apartó <strong>de</strong> mi imaginación la mujer, el árbol, la fruta, y la cama<br />

llena <strong>de</strong> gusanos, hasta que llegamos a Salamanca, don<strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> aquella<br />

Universidad hizo que me olvidase <strong>de</strong> todo lo pasado. Alegróse mi alma <strong>de</strong> ver que los ojos<br />

gozasen lo que tenían los oídos y los <strong>de</strong>seos llenos <strong>de</strong> la soberbia fama <strong>de</strong> aquellas<br />

aca<strong>de</strong>mias que han puesto silencio a cuantas ha habido en el mundo. Vi aquellas cuatro<br />

columnas sobre quien estriba el gobierno universal <strong>de</strong> toda la Europa, las bases que


101<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n la verdad católica. Vi al Padre Mancio, cuyo nombre estaba y está esparcido en<br />

todo lo <strong>de</strong>scubierto, y otros excelentísimos sujetos, con cuya doctrina se conservan las<br />

faculta<strong>de</strong>s en su fuerza y vigor. Vi al Abad Salinas, el ciego, el más docto varón en música<br />

especulativa que ha conocido la antigüedad, no solamente en el género diatónico y<br />

cromático, sino también en el armónico, <strong>de</strong> quien tan poca noticia se tiene hoy, a quien<br />

<strong>de</strong>spués sucedió en el mismo lugar Bernardo Clavijo, doctísimo en enten<strong>de</strong>r y obrar, hoy<br />

organista <strong>de</strong> Felipe Tercero. En comenzando a beber <strong><strong>de</strong>l</strong> agua <strong>de</strong> Tormes, frigidísima, y a<br />

comer <strong>de</strong> aquel regalado pan, me cuajé <strong>de</strong> sarna, como les suce<strong>de</strong> a todos los buenos<br />

comedores, <strong>de</strong> manera que estudiando una noche la lección <strong>de</strong> súmulas me comencé a<br />

rascar los muslos al sabor <strong>de</strong> unos carboncillos que tenía encendidos en un tiesto <strong>de</strong><br />

cántaro, y cuando volví en mí los hallé tan <strong>de</strong>sollados, que con el agua que <strong>de</strong>stilaban me<br />

quedé hecho un alquitara, y por quince días me negaron la obediencia respeto daño y en<br />

que ordinariamente caen los principiantes en Salamanca, porque como el pan es blanco,<br />

can<strong>de</strong>al y bien sazonado, y el agua <strong><strong>de</strong>l</strong>gada y fría, sin consi<strong>de</strong>ración comen y beben, hasta<br />

cargarse unos <strong>de</strong> la perruna, y otros <strong>de</strong> la gruesa, y así es menester que los que comienzan<br />

nuevos en Salamanca, lo uno por la frialdad y sutileza <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, y lo otro porque los<br />

estudiantes van hechos al regalo <strong>de</strong> sus casas, y <strong>de</strong> sus padres y tierras, y con la poca edad<br />

se recibe más fácilmente el daño; fuera <strong>de</strong> que entrando con este cuidado, la templanza es la<br />

que conserva la salud y aviva el ingenio.<br />

Los repletos <strong>de</strong> comida y bebida están incapaces <strong>de</strong> acudir a cosas <strong>de</strong> entendimiento y<br />

pru<strong>de</strong>ncia, y realmente la templanza da más gusto a los mantenimientos <strong><strong>de</strong>l</strong> que estos en sí<br />

tienen, y con ella se templa la lujuria en los mozos; pero yo me hube tan <strong>de</strong>stempladamente<br />

con el pan y agua <strong>de</strong> Salamanca, que por la Natividad <strong>de</strong> nuestro Re<strong>de</strong>ntor me dieron unas<br />

grandísimas calenturas; llamé al doctor Medina, Catedrático <strong>de</strong> Prima, doctísimo <strong>de</strong> aquella<br />

Universidad, y lo primero que hizo fué mandar que me quitasen el agua. Yo le dije que<br />

mirase que era colérico, y muy encendido <strong>de</strong> sangre, y él me respondió, como si dijera una<br />

gran hazaña suya: Ya saben que el doctor Medina quita el agua a los enfermos. Creció la<br />

calentura, y no el remedio: comenzó a darme unos cordiales, que no aprovecharon cosa,<br />

porque la salud <strong>de</strong> los coléricos con calenturas solo consiste en darles agua fría a sus<br />

tiempos, y sangrías mo<strong>de</strong>radas, y consistiendo la salud mía en no negarme el agua, no me la<br />

<strong>de</strong>jaron en todo el aposento. Diéronme unos baños con veinte sucieda<strong>de</strong>s, y <strong>de</strong>járonse allí


102<br />

una artesilla en que me los habían dado: yo me vi tan impaciente, y tan acosado <strong>de</strong> la sed,<br />

que me levanté como pu<strong>de</strong> a buscar agua, y como no la hallé, pegué con la artesilla <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

agua, que estaba fría como un hielo, y a dos golpes que bebí, la <strong>de</strong>jé en el asiento, y la<br />

panza come vela latina con el viento en popa; pero duró poco, porque <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un ochavo<br />

<strong>de</strong> hora comenzó el estómago a basquear, y arrojó tanta cantidad <strong>de</strong> bocanadas, que <strong>de</strong><br />

vacía la barriga, la doblaba como alforja un lado sobre otro. Vino a la mañana el Doctor, y<br />

vió el artesilla más llena que la <strong>de</strong>jó, porque en ella misma <strong>de</strong>scargó el nublado.<br />

Preguntome cómo me hallaba, respondile que muerto <strong>de</strong> hambre. Miró el pulso, y hallole<br />

sin calentura: admirose <strong>de</strong> ver la mudanza, y dijo: ¡Oh milagroso baño! No se ha inventado<br />

tal medicina en el mundo: no le he dado a hombre que no le haga notable provecho.<br />

Habranle tomado, dije, como yo. Este baño, dijo el Doctor, alienta y refresca, confortando<br />

las partes interiores. ¿Y cómo se le da vuesa merced, dije yo, a los <strong>de</strong>más? Tibio, respondió<br />

él, y bañando todo el cuerpo por <strong>de</strong> fuera. Pues désele, dije yo, frío, y bebido, que así lo<br />

tomé yo, y les aprovechará mucho más, y contele el caso; dijo: rectum ab errore,<br />

repitiéndolo cuatro o cinco veces, y haciéndose cruces se fué, y me <strong>de</strong>jó sano. Hay médicos<br />

tan crueles, que a un pobre enfermo colérico fogoso le <strong>de</strong>jan que se le abrase el hígado, y se<br />

le sequen los huesos; pareciéndoles que negándole el agua acabarán más presto con la<br />

enfermedad y el enfermo. Aquel refrán que dicen: al que es <strong>de</strong> vida, el agua le es medicina,<br />

se ha <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> esta manera, que aquel <strong>de</strong>bida es participio: <strong>de</strong> manera, que al que es<br />

<strong>de</strong>bida el agua, y al que se le <strong>de</strong>be el agua, a este le es medicina, que no al otro. Y siendo<br />

así, ¿a quién se le <strong>de</strong>be más que a un colérico con calenturas? Y esa otra significación<br />

ordinaria la tengo por burla y modo <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> gracia. En Ronda conocí un tejero, que<br />

había cuarenta y cuatro años que no probaba gota <strong>de</strong> agua, que <strong>de</strong>cía por donaire que él no<br />

había <strong>de</strong> beber licor don<strong>de</strong> se ensuciaban las ranas. Vino una vez con tanta sed y cansancio,<br />

que para quitarla bebió un jarro <strong>de</strong> agua fría, que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> veinte y cuatro horas le puse<br />

como el barro con quien trataba a este no se le <strong>de</strong>bía el agua. Lo uno por no estar<br />

acostumbrado a ella, lo otro porque su estómago no era <strong>de</strong> hombre colérico, y al que es<br />

<strong>de</strong>bida el agua le es medicina.<br />

Descanso XII


103<br />

Si los trabajos y necesida<strong>de</strong>s que los estudiantes pasan no los llevase la buena edad en<br />

que los coge, no había vida para sufrir tantas miserias y <strong>de</strong>scomodida<strong>de</strong>s como se pasan<br />

ordinariamente; pero con ser en la puericia y adolescencia, edad tan quitada <strong>de</strong> cuidados y<br />

sentimientos, se hace gusto <strong><strong>de</strong>l</strong> acíbar, risa y pasatiempo <strong>de</strong> la necesidad, con que se va<br />

pasando aquel espacio en que se sazona e hinche <strong>de</strong> doctrina el entendimiento, que con la<br />

esperanza <strong><strong>de</strong>l</strong> premio todo se hace sufrible. Ninguno hay que no se prometa gran<strong>de</strong>s cosas<br />

en los primeros años, que en comenzando a gustar o disgustarse <strong>de</strong> la mala<br />

correspon<strong>de</strong>ncia, por la tardanza <strong>de</strong> los arrieros, o <strong><strong>de</strong>l</strong> olvido <strong>de</strong> los padres y parientes, por<br />

la mayor parte se encogen y <strong>de</strong>saniman, especialmente aquellos que por ser pobres no<br />

tienen quien les acuda con lo necesario, o parte <strong>de</strong> ello; que cierto <strong>de</strong>sjarreta mucho la<br />

necesidad al que con buenos pensamientos comienza los estudios. La falta <strong>de</strong><br />

mantenimientos, el carecer <strong>de</strong> libros, la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z, la poca estimación que consigo traen<br />

estas cosas, tiene muchos y gran<strong>de</strong>s ingenios acobardados, arrinconados, y aun distraídos<br />

por la privación <strong>de</strong> sus esperanzas mal logradas. Yo confieso <strong>de</strong> mí, que la inquietud<br />

natural mía, junta con la poca ayuda que tuve, me quebraron las fuerzas <strong>de</strong> la voluntad, para<br />

trabajar tanto como fuera razón. Y como en esta edad los alientos <strong>de</strong> la mocedad están tan<br />

dispuestos para el mantenimiento, nunca se ve un hombre harto. Acuérdome, que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber comido la ración <strong><strong>de</strong>l</strong> pupilaje <strong>de</strong> Gálvez, me comí seis pasteles <strong>de</strong> a ocho en una<br />

pastelería excelentísima, que había en el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro. Miren qué alientos estos para las<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Salamanca. Estábamos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esto tres compañeros en el barrio <strong>de</strong> San<br />

<strong>Vicente</strong> tan abundantes <strong>de</strong> necesidad, que el menos <strong>de</strong>samparado <strong>de</strong> las armas reales era yo,<br />

por ciertas lecciones <strong>de</strong> cantar que yo daba; y aun las daba, porque se pagaban tan mal, que<br />

antes eran dadas que pagadas; y aun dadas al diablo. Consolábamonos con la igualdad <strong>de</strong> la<br />

provisión, y aunque parezcan niñerías, indignas <strong>de</strong> este lugar y aun <strong>de</strong> acordarse y tratarse,<br />

tengo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir alguna para que no se <strong>de</strong>sanimen los que se vieren con ingenio y pobreza, y<br />

con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> saber; que haciendo gusto <strong>de</strong> la necesidad, pue<strong>de</strong> llevarse la penuria que <strong>de</strong><br />

ordinario se pasa en los estudios: ver pasar a otros mayores trabajos, disminuye la fuerza <strong>de</strong><br />

los nuestros. Miserias y necesida<strong>de</strong>s ajenas (aunque sean contadas para ejemplo) en parte<br />

consuela a los afligidos, ¿Qué trabajos pue<strong>de</strong> tener un estudiante, que no los haya mucho<br />

mayores? El trabajo y necesidad que toca a muchos, y muchos le llevan, se hace sufrible,<br />

aligera y alivia las cargas <strong>de</strong> todos. Cuanto más, que el que con buen ánimo acomete al


104<br />

trabajo, la mitad tiene hecho, y al fin los valerosos ánimos atropellan las forzosas<br />

necesida<strong>de</strong>s. Dígolo, porque las que pasaron mis compañeros y yo fueron <strong>de</strong> manera, que<br />

pudieran consolar a los estudiantes más llenos <strong>de</strong> miserias <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y entre otras contaré<br />

una que pue<strong>de</strong> servir <strong>de</strong> risa y <strong>de</strong> consuelo. Hallámonos una noche, entre otras muchas, tan<br />

rematados <strong>de</strong> dineros y paciencia, que nos salimos <strong>de</strong> casa medio <strong>de</strong>sesperados sin cenar,<br />

sin luz para alumbrarnos, sin lumbre para calentarnos, haciendo un frío que en echando el<br />

agua en la calle, se tornaba cristal. Yo fuí en casa <strong>de</strong> cierto discípulo, y diome un par <strong>de</strong><br />

huevos y un panecillo: vine muy contento a casa, y hallé a mis compañeros temblando <strong>de</strong><br />

frío y muertos <strong>de</strong> hambre (como dicen los muchachos), que no osaban <strong>de</strong>senvolver un poco<br />

<strong>de</strong> rescoldo que se había guardado para su menester. Dije lo que traía, salieron a buscar<br />

algunas serojas para avivar el rescoldo; vinieron presto muy contentos, por haberse hallado<br />

un leño bien largo, pusiéronlo al poco rescoldo que había quedado, y soplamos cuanto<br />

pudimos todos tres, y el leño no se quería encen<strong>de</strong>r: tornarnos a soplar una y otra vez; pero<br />

quedándose el leño sin encen<strong>de</strong>r, se hinchó el aposento <strong>de</strong> un humo muy hediondo.<br />

Eché un papel en el rescoldo para que diera luz en el aposento, y en encendiéndose,<br />

<strong>de</strong>scubrió, que el leño era un muy <strong>de</strong>scarnado zancarrón <strong>de</strong> un mulo, que por poco nos<br />

hiciera reventar <strong>de</strong> asco; y si antes no cenamos por no tener qué, <strong>de</strong>spués no cenamos por<br />

eso, y por la náusea <strong>de</strong> nuestros estómagos, que hubo alguno que purgó por dos partes lo<br />

que no había comido, ni cenado, hasta echar sangre por la boca, y el que lo trujo quiso<br />

cortarse la mano. Bien confieso que no son estas cosas para contarse; pero como sean para<br />

consuelo <strong>de</strong> afligidos, y mi principal intento sea enseñar a tener paciencia, a sufrir trabajos,<br />

y a pa<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>sventuras, pue<strong>de</strong> llevarse con lo <strong>de</strong>más que no cuento. Todo lo que se<br />

escribe, para doctrina nuestra se escribe, y aunque sea <strong>de</strong> cosas humil<strong>de</strong>s, se ha <strong>de</strong> recibir<br />

para el efecto que se dice. Y habemos <strong>de</strong> pensar, que ni en los ejemplos <strong>de</strong> cosas gran<strong>de</strong>s<br />

hay siempre provecho, ni que en las pequeñas falta doctrina. Tan bien se reciben las fábulas<br />

<strong>de</strong> Hisopo, como las estratagemas <strong>de</strong> Cornelio Tácito. Más gusto se halla en un higo que en<br />

una calabaza: así conté una niñería como esta; porque para <strong>de</strong>cir necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> estudiante,<br />

que son <strong>de</strong> hambre, <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y mal pasar, también las historias ejemplos han <strong>de</strong> ser <strong>de</strong><br />

pobreza, para consolar a quien la pa<strong>de</strong>ce. No paró aquí la mala ventura <strong>de</strong> aquella noche,<br />

porque estando a la puerta <strong>de</strong> la calle, por no po<strong>de</strong>r sufrir el pestilencial olor <strong><strong>de</strong>l</strong> leño mular,<br />

pasó rondando el Corregidor (que al presente era D. Enrique <strong>de</strong> Bolaños, muy gran


105<br />

caballero, cortés, y <strong>de</strong> muy buen gusto), y nos dijo: ¿Qué gente? Yo me quité el sombrero,<br />

y <strong>de</strong>scubrí el rostro, y haciendo una gran reverencia, respondí: Estudiantes somos, que<br />

nuestra misma casa nos ha echado en la calle. Mis compañeros se estuvieron con sus<br />

sombreros y ceba<strong>de</strong>ras, sin hacer cortesía a la justicia. Indignose el Corregidor, y dijo:<br />

Llevad presos a esos <strong>de</strong>svergonzados. Ellos, como ignorantes, dijeron: Si nos llevaren<br />

presos, nos soltarán un pie a la francesa; y asiéronlos, y lleváronlos por la calle <strong>de</strong> Santa<br />

Ana abajo: yo con la mayor humildad que pu<strong>de</strong>, le dije: Suplico a vuesa merced se sirva <strong>de</strong><br />

no llevar a la cárcel a estos miserables, que si vuesa merced supiese cómo están, no los<br />

culparía. Tengo <strong>de</strong> ver, dijo el Corregidor, si puedo enseñar buena crianza a algunos<br />

estudiantes. a estos, dije yo, con dalles <strong>de</strong> cenar, y quitalles el frío, los hará vuesa merced<br />

más corteses que a un indio mejicano; y junto con esto (viendo que me escuchaba <strong>de</strong> buena<br />

gana) le conté lo pasado <strong>de</strong> los huevos y <strong>de</strong> la humarada que procedió <strong><strong>de</strong>l</strong> sacrificio<br />

acemilar. Riose <strong><strong>de</strong>l</strong> cuento (que tenía mucha apacibilidad), y a costa <strong>de</strong> ciertas espadas que<br />

había quitado a ciertos escolares vagamundos, les hinchó el vientre <strong>de</strong> pasteles y marrana, y<br />

<strong>de</strong> lo <strong>de</strong> la tabernilla, y a mi me hizo mucha merced <strong>de</strong> allí a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante. Díjeles a mis<br />

compañeros amigos: Muy mal anduvisteis con el Corregidor. ¿Por qué? preguntaron ellos,<br />

¿es nuestro juez? Respondí yo: Porque a las personas constituidas en dignidad, sean o no<br />

sean superiores nuestros, tenemos obligación <strong>de</strong> tratarlos con reverencia y cortesía: y no<br />

solo a estos, sino a todos los más po<strong>de</strong>rosos, o por oficios, o por nobleza, o por hacienda,<br />

porque siéndoles bien criados y humil<strong>de</strong>s, en cierta forma los igualamos con nosotros, y<br />

haciendo al contrario, nos damos por enemigos <strong>de</strong> los que nos pue<strong>de</strong>n agraviar muy a su<br />

salvo. Dios crió el mundo con estos grados <strong>de</strong> superioridad, que en el cielo hay unos<br />

Angeles superiores a otros, y en el mundo se van imitando estas mismos grados <strong>de</strong><br />

personas, para que los inferiores obe<strong>de</strong>zcamos a los superiores. Y ya que no seamos<br />

capaces <strong>de</strong> conocernos a nosotros propios, seámoslo <strong>de</strong> conocer a quien pue<strong>de</strong>, vale y tiene<br />

más que nosotros. Esta humildad y cortesía es forzosa para conservar la quietud y asegurar<br />

la vida. Es muy gran yerro querer ajustar nuestras fuerzas con las <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>rosos, usar <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

rigor <strong>de</strong> nuestra condición con quien es mas cierto el per<strong>de</strong>r que el ganar. La humildad con<br />

los po<strong>de</strong>rosos, es el fundamento <strong>de</strong> la paz, y la soberbia la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> nuestro sosiego,<br />

que al fin pue<strong>de</strong>n todo lo que quieren en la República. En esta vida pasé tres o cuatro años,<br />

hasta que se me dió una plaza en el colegio <strong>de</strong> San Pelayo, estando entonces allí el Sr. D.


106<br />

Juan <strong>de</strong> Llanos <strong>de</strong> Valdés, que cuando esto se escribe es <strong><strong>de</strong>l</strong> Consejo Supremo <strong>de</strong> la<br />

Inquisición, en compañía <strong>de</strong> sus hermanos, tan gran<strong>de</strong>s estudiantes como caballeros, y el<br />

señor Vigil <strong>de</strong> Quiñones, que a fuerza <strong>de</strong> virtud y merecimientos es ahora Obispo <strong>de</strong><br />

Valladolid; don<strong>de</strong> teníamos conclusiones todos los sábados, y pudiera yo aprovecharme, si<br />

la necesidad <strong>de</strong> mis padres, y el <strong>de</strong>seo que yo tenía <strong>de</strong> servirles, no me sacara con una carta<br />

suya para ir a heredar cierta hacienda, <strong>de</strong> que un pariente me quería hacer donación, o<br />

capellanía.<br />

Descanso XIII<br />

SALÍ <strong>de</strong> Salamanca sin dinero que bastara para <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser peón, y como era fuerza el<br />

serlo, acordándome <strong>de</strong> la poca población que había en Sierra Moreda, por aquella parte <strong>de</strong><br />

la Hinojosa, que había quince leguas sin poblado, y por no <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver a Madrid, y a<br />

Toledo, vine por esta máquina, pasé por Toledo y Ciudad Real, don<strong>de</strong> una monja muy<br />

virtuosa y principal, llamada Doña Ana Carrillo, me regaló y ayudó para el camino.<br />

Saliendo <strong>de</strong> Ciudad Real me encontró con un mozo <strong>de</strong> muy buen talle, que parecía<br />

extranjero: fuimos caminando hacia Almodóvar <strong><strong>de</strong>l</strong> Campo, y topamos con dos gentiles<br />

hombres en el camino, que llevaban entre los dos un muy gallardo macho, remudando a<br />

veces <strong>de</strong> cuando en cuando. Trabamos conversación con ellos, y parece que se inclinaron a<br />

no <strong>de</strong>jarnos atrás. Colegí <strong>de</strong> su modo <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r, que serian lengua <strong>de</strong> dos merca<strong>de</strong>res, que<br />

iban a la feria <strong>de</strong> Ronda con muy gentil dinero, que a mi me dio gusto por ser aquel mi<br />

viaje. No me pareció bien, y con gran cuidado les miré a las manos, y las bocas. Entramos<br />

en una misma posada, y como yo llevaba tragada la malicia, y andaba sobre aviso, no<br />

hablaban palabra que fingiéndome dormido no se la entendiese. El uno <strong>de</strong> ellos no hacía<br />

sino entrar y salir en la posada, hasta que ya topó con la <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res. En<br />

amaneciendo cogió el uno <strong>de</strong> ellos una cabalgadura, y se partió <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, llevando para cierto<br />

efecto una graciosísima sortija (que no pudieron dar la traza, sin que yo la oyese). Fuese


107<br />

aquel <strong><strong>de</strong>l</strong>antero, como criado, y quedóse esotro como señor. Muy por la mañana a<strong>de</strong>rezó su<br />

macho, y estuvo con mucho cuidado aguardando a que pasasen los merca<strong>de</strong>res: en pasando,<br />

hízose encontradizo con ellos, y preguntoles con gran<strong>de</strong> comedimiento, adón<strong>de</strong> caminaban,<br />

y respondiéndole ellos, que a la feria <strong>de</strong> Ronda, hizo gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> holgarse,<br />

diciendo: Mejor me ha sucedido que pensaba, en haberme encontrado con tan principal<br />

compañía; porque voy a la misma feria, a comprar un atajuelo <strong>de</strong> doscientas o trescientas<br />

vacas, y por no haber andado este camino, a lo menos <strong>de</strong> las Ventas Nuevas a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, iba<br />

con algún recelo <strong>de</strong> mil daños, que suelen suce<strong>de</strong>r a los que llevan dinerillo, y habiendo<br />

encontrado con vuesas merce<strong>de</strong>s, iré muy consolado, así por la buena compañía, como<br />

porque vuesas merce<strong>de</strong>s me encaminarán allá, pues tienen más inteligencia que yo para lo<br />

que voy a comprar. Ellos le ofrecieron <strong>de</strong> ayudarle, y hacerle amistad en la feria, por ser<br />

muy conocidos en la ciudad. Estos dos bellacones, que iban en seguimiento <strong>de</strong> los<br />

merca<strong>de</strong>res, a lo que <strong>de</strong>spués entendí, eran <strong>de</strong> un género <strong>de</strong> fulleros, que entre ellos llaman<br />

donilleros: fueron riendo por el camino, porque el fullerazo era gran<strong>de</strong> hablador, y les iba<br />

diciendo cuentos, con que los entretenía con mucha gracia y donaire. Yo por no per<strong>de</strong>rlos<br />

hasta ver el fin, andaba lo más que podía asiéndome <strong>de</strong> cuando en cuando al estrilo, o al<br />

trancado <strong><strong>de</strong>l</strong> macho, que como dije que iba a la feria <strong>de</strong> Ronda, y era natural <strong>de</strong> ella, los<br />

merca<strong>de</strong>res me animaban y esperaban a ratos. Llegando cerca <strong>de</strong> cierta venta, que la mitad<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> año está <strong>de</strong>samparada, puesta en una la<strong>de</strong>ra a mano <strong>de</strong>recha como subimos, el fullero<br />

sacó <strong>de</strong> la faltriquera ciertos mostachones, que por la mucha especie, llaman la sed a tiro <strong>de</strong><br />

arcabuz, y dió a cada merca<strong>de</strong>r uno, y como era por el mes <strong>de</strong> Mayo cuando llegaron a<br />

emparejar con la venta, que estaba medio caída y sin gente, iban ya pereciendo <strong>de</strong> sed, dijo<br />

el fullero: Aquí <strong>de</strong>ntro hay una fuentecita muy fresca, entremos a cumplir con los<br />

mostachones; y si vuesas merce<strong>de</strong>s quieren, aquí llevo una bota <strong>de</strong> muy gentil vino <strong>de</strong><br />

Ciudad Real, con que po<strong>de</strong>mos hacer satisfacción al llamamiento. Apeáronse, y entró el<br />

fullero primero en la venta, llegó a la fuente, y siguiéndole los merca<strong>de</strong>res, bajose a beber,<br />

y dijo con gran<strong>de</strong> admiración: ¡Ay! ¿qué es esto que me hallo aquí? Y alzó la sortija que el<br />

ladrón <strong>de</strong> su compañero había <strong>de</strong>jado en la fuente. ¡Oh qué graciosa sortija! dijeron los<br />

merca<strong>de</strong>res; sin duda que algún caballero se la quitó para lavarse las manos, y se la <strong>de</strong>jó<br />

olvidada: cada cual se holgara <strong>de</strong> habérsela hallado. Todos tres, dijo el bellaco <strong><strong>de</strong>l</strong> fullero,<br />

la hallamos, y <strong>de</strong> todos tres ha <strong>de</strong> ser. ¿Pues qué haremos <strong>de</strong> ella? dijo un merca<strong>de</strong>r. Echarla


108<br />

a una quínola, dijo el fullero, en llegando a la venta, y a quien Dios se la diere, San Pedro se<br />

la bendiga. Bien dice vuesa merced, dijeron los merca<strong>de</strong>res, y a fe que si la gana cualquiera<br />

<strong>de</strong> los dos, se ha <strong>de</strong> emplear muy bien; pero cierto la sortijuela era <strong>de</strong> mucha codicia,<br />

porque alre<strong>de</strong>dor tenía doce diamantes, aunque pequeños, muy finos, y en lugar <strong>de</strong> piedra<br />

un rubí <strong>de</strong> hechura <strong>de</strong> corazón, que a cualquiera aficionara, labrado todo con mil donaires.<br />

Fueron todos muy codiciosos <strong>de</strong> ella, tratando por todo el camino los merca<strong>de</strong>res <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

<strong>de</strong>scuido <strong><strong>de</strong>l</strong> que la había perdido, y el bellacón <strong><strong>de</strong>l</strong> cuidado <strong><strong>de</strong>l</strong> que la había <strong>de</strong>jado,<br />

haciendo mil monerías con ella, para ponerles más codicia. Llegaron a Ventas Nuevas, y no<br />

parando en la primera, llegaron a la segunda, por hallarse más cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> puerto. Apeáronse,<br />

y el bellacón sacó la bota <strong>de</strong> vino añejo <strong>de</strong> Ciudad Real, <strong>de</strong> más hojas que un Calepino, <strong>de</strong><br />

que bebieron <strong>de</strong> muy buena gana. En comiendo un bocado <strong>de</strong> prisa, por codicia que cada<br />

uno tenía <strong>de</strong> la sortija, que les estaba haciendo <strong><strong>de</strong>l</strong> ojo, con el bocado en la boca,<br />

preguntaron al huésped, ¿si tenía unos naipes para echar una rifa? Dijo que no, y el ladrón<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> compañero, haciéndose bobo, dijo: Yo llevo aquí unas no sé cuántas barajas que me<br />

encomendaron en mi pueblo, y por las muchas que allá se levantan sobre ellas, no las llevo<br />

<strong>de</strong> muy buena gana. Si sus merce<strong>de</strong>s me las pagan, yo se las daré. Mostrad acá, dijo el<br />

fullero, que estos señores y yo os las pagaremos muy bien. Dioles una baraja hecha a su<br />

modo, y como el licor <strong>de</strong> Ciudad Real se arrima tanto al corazón, y humea para el cerebro,<br />

alegráronse, y con mucho gusto echaron la rifa a cuatro quínolas. El fullero les <strong>de</strong>jó llegar a<br />

cada uno a tres sin haber tomado ninguna para sí, y en dos pasantes que echó, una <strong>de</strong> su<br />

mano, y otra <strong><strong>de</strong>l</strong> que tenía al lado, hizo las cuatro, y arrebató la sortija, haciendo gran<strong>de</strong>s<br />

algazaras con ella. Picáronse <strong>de</strong> esto, y dijeron: juguemos dineros. El fullero, con cierta<br />

socarronería, negando al principio, dijo, que no quería poner en peligro su dinero o las<br />

vacas que se habían <strong>de</strong> comprar <strong>de</strong> él: pero al fin, persuadido, jugó; teniendo más gana él<br />

que los otros, que con palabras que tenía hechas a propósito, los iba haciendo picar. Pedía<br />

que les diesen <strong>de</strong> beber <strong>de</strong> la olorosa bota que estaba metida en parte fresca, y en<br />

calentándose las orejas echaban doblas como granizo; <strong>de</strong> suerte, que se estuvieron toda la<br />

tar<strong>de</strong> jugando, una vez ganando el fullero, y otra <strong>de</strong>jando ganar a los merca<strong>de</strong>res, por<br />

disimular la fullería, y quejándose a veces, <strong>de</strong>cía: Vuesas merce<strong>de</strong>s me han <strong>de</strong> ganar aquí<br />

esta tar<strong>de</strong> cuatro o cinco mil escudos, según estoy <strong>de</strong> picado.


109<br />

Al tiempo que entramos en la venta el mocito y yo nos dijeron, que allí no se daba<br />

posada a gente que no traía cabalgaduras. Recibimos con humildad la notificación, y<br />

paramonos a <strong>de</strong>scansar un poco. Mi compañero afligido preguntó: ¿Pues qué habemos <strong>de</strong><br />

hacer para esperar el fin y suceso <strong>de</strong> esta gran<strong>de</strong> aventura? Yo le respondí: Dejadme, que<br />

yo conjuraré a la ventera, <strong>de</strong> manera que no nos eche <strong>de</strong> la venta. ¿Pues es en<strong>de</strong>moniada,<br />

dijo él, o bruja? a lo menos, dije yo, parécelo; pero no digo yo, sino con el conjuro general<br />

<strong>de</strong> las mujeres. ¿Cuál es? preguntó el otro. Ahora lo veréis, dije yo. Lleguéme a la ventera,<br />

que era una mujer coja y mal tallada: tenía las narices tan romas, que si se reía, quedaba sin<br />

ellas: los ojos parecían <strong>de</strong> capirote <strong>de</strong> disciplinante: echaba un tufo <strong>de</strong> ajos y vino por unos<br />

dientes entresacados y pardos, bastante a ahuyentar todas las víboras <strong>de</strong> Sierra Morena; las<br />

manos parecían manojos <strong>de</strong> patatas; solo tenía que notar la limpieza, que parecía haber<br />

salido <strong><strong>de</strong>l</strong> naufragio <strong>de</strong> los Con<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Carrión: con todo esto me llegué a ella, y la dije:<br />

¿Qué <strong>de</strong>sdicha fue la que trujo a estas soleda<strong>de</strong>s a una mujer <strong>de</strong> tan buena gracia como<br />

vuesa merced? ¡Qué <strong>de</strong>spacio está, dijo ella, el señor estudiante! No es cierto, dije yo, sino<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto que llegué aquí, puse los ojos en vuesa merced, para consolarme <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

cansancio <strong><strong>de</strong>l</strong> camino. No haga burla, dijo ella, <strong>de</strong> las mal vestidas. Yo no hago tal, sino que<br />

me parece vuesa merced muy hermosa. Hermosa, dijo ella, como gata lagañosa. Pareciome<br />

que ya iba creyendo, y díjele: Pues miren con qué gracia y donaire respon<strong>de</strong>. Cierto que es<br />

igual el rostro con la habla, y todo es con mucho gusto. Y como Deo gracias, dijo ella: si<br />

conociera a una hermana mía que tengo, tabernera en las ventas <strong>de</strong> Alcolea, dijera eso <strong>de</strong><br />

veras: que por solo oírla echar pullas, van a beber a su casa cuantos pasan. ¿Y vuesa<br />

merced, dije yo, cómo no se acerca hacia Córdoba? Porque, señor, dijo ella, unas tienen<br />

ventura, y otras tienen ventrada. ¿Pues es posible, dije yo, que no ha habido quien saque a<br />

vuesa merced <strong>de</strong> tan mal oficio? Y respondió ella: Estáse la carne en el garabato por falta<br />

<strong>de</strong> gato. Pues a fe dije yo, que si me hallara en disposición que había <strong>de</strong> hacerlo; porque me<br />

da lástima ver entre estos riscos y montañas a una mujer <strong>de</strong> tan buenas prendas. Pues calle<br />

vuesa merced, dijo ella, que mi marido y yo les habemos <strong>de</strong> quitar el dinero a estos que<br />

quedaron con él, y por la mañana haremos lo que nos pareciere; y si acaso mi marido<br />

volviere a <strong>de</strong>cir a la noche que se salgan <strong>de</strong> la venta, váyanse por la puerta trasera <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

corral, que yo se la <strong>de</strong>jaré abierta. Fuese, y mi compañero me preguntó: ¿Qué es <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

conjuro? ¿Qué mayor conjuro queréis, dije yo, que haber llamado hermosa a una bestia, que


110<br />

parecía panza <strong>de</strong> vaca, con su zumaque y menudillos? Conjuro es este, dijo, que pue<strong>de</strong><br />

servir <strong>de</strong> malilla en todo el mundo. En tanto que pasamos esta conversación se llegó la<br />

noche, y la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res; porque con las trampas que el fullero iba<br />

haciendo, y con los tragos <strong>de</strong> cuando en cuando <strong>de</strong> Ciudad Real, los fue chupando la plata y<br />

oro, y los zurrones en que tenían el dinero. Los merca<strong>de</strong>res quedaron dados al diablo, y<br />

maldiciendo la venta, y a quien a ella los había traído, se volvieron a dormir a la que habían<br />

<strong>de</strong>jado atrás, con intención <strong>de</strong> volverse a Toledo. El huésped, que no era lerdo, entendió<br />

muy bien la bellaquería: yo estaba para reventar por lo que había oído la noche antes, y por<br />

lo que había visto entonces. Estuve <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong> revelarles la maldad; porque<br />

volviéndose los merca<strong>de</strong>res, me faltaba el bien que me habían prometido hacer por el<br />

camino; pero consi<strong>de</strong>ré, que <strong>de</strong>cir el secreto que estaba tan en duda, era <strong>de</strong>sacreditar a los<br />

fulleros, y a mi ponerme en peligro; que no siendo una cosa sabida, tenemos obligación <strong>de</strong><br />

callarla con secreto natural. La seguridad consiste en el silencio, y en estas ocasiones y<br />

otras semejantes hase <strong>de</strong> advertir el peligro <strong>de</strong> ambas partes. Yo callé contra mi voluntad, y<br />

el ventero que era un bellaco redomado, disimuló y calló como yo y el otro. Los señores<br />

fulleros quedaron muy contentos; pero fueron tan miserables que no dieron barato a nadie,<br />

por don<strong>de</strong> se aumentó en el ventero el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hurtarles la ganancia, y en mí <strong>de</strong> volvérsela<br />

a sus dueños. El ventero que realmente lo sintió, les dio a enten<strong>de</strong>r que recibió mucho gusto<br />

en ver los merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong>spojados; y haciéndoles gran<strong>de</strong>s zalamerías, les dió un aposento<br />

que tenía a<strong>de</strong>rezado para los merca<strong>de</strong>res, don<strong>de</strong> estaba un arcaz muy gran<strong>de</strong> con tres llaves,<br />

que les dió para guardar su dinero y ropa. Era el arcaz <strong>de</strong> una ma<strong>de</strong>ra muy maciza y <strong>de</strong><br />

tablas gruesas, que hacía pared con la caballeriza, que me puso en cuidado, imaginando qué<br />

traza podría tener para hurtarles el dinero <strong>de</strong> un arcaz cerrado con tres llaves, y por ningún<br />

camino podía moverse <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba. Habló con la mujer <strong>de</strong> secreto, mirando con<br />

cuidado si los veían hablar. En cenando muy solemnemente los fulleros, habiendo hecho el<br />

pancho <strong>de</strong> perdices y vino <strong>de</strong> Ciudad Real, se atrancaron en su aposento, y se cerraron <strong>de</strong><br />

manera que no podía entrarles una bruja. En siendo una hora <strong>de</strong> la noche, o poco menos, el<br />

ventero dijo: Los que tienen cabalgaduras salgan <strong>de</strong> la venta, que ya que no hay arrieros,<br />

queremos dormir sin cuidados. Salimos aquel mocito y yo, y dando vuelta por las espaldas<br />

<strong>de</strong> la venta, hallamos abierta la puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> corral, y entramos en el pajar. Yo andaba<br />

pensando con cuidado cómo diablos, o con qué modo o traza podían hacer tiro a los


111<br />

fulleros. Veía que en el aposento no podían entrar, por estar muy bien encerrados, y el arcaz<br />

muy bien guardado. Traer salteadores para el efecto no era negocio seguro, sino muy<br />

peligroso; entrar y matarlos no podían, porque eran menos que ellos; pues querer minar el<br />

aposento con pólvora era para todos peligroso. Y no pu<strong>de</strong> dar en el modo, hasta que entre<br />

once y doce, estando ellos durmiendo el mejor sueño, vinieron el ventero y la ventera muy<br />

paso entre paso, alumbrando ella con un cabo <strong>de</strong> vela: el marido comenzó a <strong>de</strong>sviar con<br />

mucho silencio un gran montón <strong>de</strong> estiércol que estaba en la caballeriza arrimado al<br />

aposento <strong>de</strong> los fulleros.<br />

A pocas vueltas se <strong>de</strong>scubrió la tabla <strong><strong>de</strong>l</strong> arcaz, que servía <strong>de</strong> pared al aposento. Miré<br />

con gran cuidado, y vi que la tabla <strong><strong>de</strong>l</strong> arcaz estaba por la parte <strong>de</strong> arriba asida con tres o<br />

cuatro goznes, y por la parte <strong>de</strong> abajo con dos tornillos, cada uno en su esquina. Quitó el<br />

ventero los tornillos, y en quitándolos, mandó a la mujer que llevase <strong>de</strong> allí la vela, porque<br />

no entrase la luz en el aposento: ella la llevó, y yo fuí muy poco a poco al ventero, al<br />

tiempo que tenía la tabla alzada y los zurrones en las manos, y con voz muy baja, o por<br />

mejor <strong>de</strong>cir, entre dientes, le dije: Dad acá esos zurrones, y tornad a poner los tornillos; él<br />

me los dió, pensando que era su mujer, y salime con ellos y con mi compañero por la puerta<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> corral, que mientras tornaba a poner el montón <strong>de</strong> estiércol hubo lugar para todo; y<br />

anduvimos un ratillo apriesa hacía atrás, cada uno con su zurrón, no por el camino real, sino<br />

por un lado a la parte <strong>de</strong> arriba, con todo el silencio posible. Ya estábamos casi frontero <strong>de</strong><br />

la otra venta, adon<strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res se habían vuelto a dormir, y nos sentamos a <strong>de</strong>scansar<br />

un poco, que el recelo y temor aumentan el cansancio. Yo le dije al compañero: ¿Qué<br />

pensáis que traemos aquí? nuestra total <strong>de</strong>strucción, porque a ninguna parte po<strong>de</strong>mos llegar<br />

don<strong>de</strong> no nos pidan muy estrecha cuenta <strong>de</strong> este dinero, que como él <strong>de</strong> suyo es goloso y<br />

codicioso, o por la parte que le pue<strong>de</strong> caber, o por congraciarse, cualquiera dará noticia a la<br />

justicia <strong>de</strong> dos mozos caminantes <strong>de</strong> a pie cansados y hambrientos, y con dos zurrones <strong>de</strong><br />

moneda, y el tormento será forzoso, no dando buena cuenta <strong>de</strong> lo que se pregunta; pues<br />

escon<strong>de</strong>rlo para volver por él, tampoco atinaremos nosotros, como los <strong>de</strong>más; y andar<br />

mucho por aquí dará sospecha <strong>de</strong> algún daño, y el menos que nos pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r es caer en<br />

manos <strong>de</strong> los ladrones, que nos quiten el dinero y la vida: ponerse a peligro por ganar<br />

dineros, muchos lo hacen; pero poner en peligro la vida, honra y dinero, ningún hombre <strong>de</strong><br />

juicio lo ha <strong>de</strong> hacer: y así mi principal intento fue volver este dinero a sus dueños, para


112<br />

tener tanta parte en él como ellos, sin peligro <strong>de</strong> las vidas, y sin daño <strong>de</strong> las conciencias; y<br />

aquí viene bien: quien hurta al ladrón, etc. Esta y otras muchas cosas le dije para<br />

<strong>de</strong>sarraigarle cierta golosina que se le había pegado, que como lo llevaba a cuestas, había<br />

contraído no sé qué parentesco con la sangre <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón: pero al fin le pareció muy bien.<br />

Fuimos a la venta, y aunque era muy <strong>de</strong> madrugada, dimos golpes a la puerta, diciendo que<br />

veníamos con un <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> mucha importancia para unos señores merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> Toledo<br />

que estaban <strong>de</strong>ntro. Ellos lo oyeron, y hicieron al ventero que abriese. Encendió luz, y<br />

entramos en el aposento cargados, y sin hablarles palabra arrojamos los gatos sobre una<br />

mesa, que si fueran <strong>de</strong> Algalia no regalaran tanto las narices como estos regalaron las<br />

orejas. ¿Qué es esto? dijeron los merca<strong>de</strong>res. Su dinero, respondí yo, que ha vuelto a César<br />

lo que era suyo. Contámosles el caso, y díjeles que antes que en la otra venta se levantasen,<br />

pasásemos el puerto. De buena ventura mía, venían mulas <strong>de</strong> retorno hacia Sevilla. Los<br />

merca<strong>de</strong>res alegres y agra<strong>de</strong>cidísimos <strong><strong>de</strong>l</strong> caso, para mí y para el otro mozo tomaron dos<br />

mulas, y caminando pasamos el puerto sin que lo sintiesen en las ventas. Encumbramos el<br />

puerto, y bajamos a otra que está en lo más bajo, no mal proveída, adon<strong>de</strong> estuvimos todo<br />

el día <strong>de</strong>scansando y durmiendo, por el poco sueño y mucha pesadumbre que les había<br />

causado la pérdida <strong>de</strong> su dinero: y a la tar<strong>de</strong> supimos que el ventero (como martirizando a<br />

su mujer, no supo cosa <strong><strong>de</strong>l</strong> hurto, porque no osó <strong>de</strong>cir que nos había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>ntro)<br />

sospechando que los fulleros le habían hecho la treta que él no entendió, fue a dar aviso a la<br />

Hermandad, <strong>de</strong> la vida y trato <strong>de</strong> aquellos hombres, y cómo tenían dos zurrones <strong>de</strong> dinero<br />

mal ganado, y vino la Hermandad, y como no halló los dineros, ni los zurrones que el<br />

ventero había dicho en el arcaz, a él por <strong>de</strong>satinado o loco o porque había cargado<br />

<strong>de</strong>masiado, y a los fulleros por gente sospechosa que tan tar<strong>de</strong> se estaban en la venta, y a la<br />

mujer por suspensa y callada, que no supo dar razón <strong>de</strong> sí, les hicieron pagar las costas sin<br />

averiguar el secreto. Holgamonos mucho con el suceso, <strong>de</strong> manera que los merca<strong>de</strong>res lo<br />

querían oír por momentos, que según pareció, hallaron más dinero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los zurrones<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> que habían <strong>de</strong>jado: y con donaire <strong>de</strong>cía el uno <strong>de</strong> ellos: No quiera Dios que yo lleve<br />

dinero ajeno en mi po<strong>de</strong>r, gástese por el camino en perdices y conejos, que no quiero tener<br />

que restituir; y así se hizo con beneplácito <strong>de</strong> todos. Yo consi<strong>de</strong>ré a solas conmigo, y aun lo<br />

comuniqué con uno <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res, cuán mal se logra lo mal ganado, y cuánto peor se<br />

goza lo adquirido con juegos <strong>de</strong> ventaja, don<strong>de</strong> se aventura la reputación, sin asegurar la


113<br />

ganancia, que está sujeta a cuantos la ven, y a cuantos lo imaginan, y a los ausentes, a quien<br />

toca la distribución <strong>de</strong> la estafa, que tasadamente les queda para consumir en los<br />

tabernáculos <strong>de</strong> la gula, fiestas <strong>de</strong> Baco y sacrificios <strong>de</strong> Venus, sin aprovechar la sumisión y<br />

cortesía fingida para engañar al que quieren <strong>de</strong>sollar, o al que ya tienen <strong>de</strong>sollado; que si<br />

bien quisiesen los hombres sencillos advertir a las cautelas, enredos y marañas <strong>de</strong> estos<br />

apacibles lobos, echarían <strong>de</strong> ver que una cortesía sin tiempo, una amistad sin sazón ni<br />

conocimiento, un comedimiento no acostumbrado, unas ceremonias no <strong>de</strong>bidas, traen<br />

consigo más daño que provecho para aquel con quien se usan: porque si son los hombres <strong>de</strong><br />

tan ruin condición que aun a la cortesía <strong>de</strong>bida acu<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mala gana a quien tienen<br />

obligación, ¿por qué no se ha <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r que la novedad <strong>de</strong> cortesías extraordinarias traen<br />

consigo algún secreto, especialmente no teniendo partes por don<strong>de</strong> se le <strong>de</strong>ban? Los<br />

fulleros tienen también su materia <strong>de</strong> estado, porque, o engañan por si o por amigos, que<br />

tienen señalados y diputados para el efecto: casas <strong>de</strong> posadas, o mesones, don<strong>de</strong> les dan el<br />

soplo <strong>de</strong> la gente nueva a quien pue<strong>de</strong>n acometer.<br />

Tienen también su libro <strong>de</strong> caja o <strong>de</strong> memoria <strong>de</strong> todos aquellos que acu<strong>de</strong>n a favorecer<br />

su ministerio en todos los pueblos gran<strong>de</strong>s o pequeños, porque es oficio corriente por toda<br />

España, y en las poblaciones <strong>de</strong> importancia tienen correspon<strong>de</strong>ncia y avisos <strong>de</strong> las zorras<br />

comadres, para chupar la sangre a los cor<strong>de</strong>ros inocentes. Y aunque son tan gran<strong>de</strong>s los<br />

sainetes <strong>de</strong> estos cautelosos culebrones, para chupar la sangre <strong>de</strong> los que ven inclinados al<br />

juego, que no pue<strong>de</strong>n reducirse a regla cierta, ni guardarse <strong>de</strong> sus trampas, con todo eso<br />

digo, que todo lo que fuere artificio apacible y no usado, se ha <strong>de</strong> temer aun <strong>de</strong> los mismos<br />

amigos en materia <strong>de</strong> juego, porque se ven<strong>de</strong>n unos a otros. Cuando convida a jugar un<br />

conocido a otro, llevándole a parte no sabida, vaya con cuidado, sea en público o en<br />

secreto; y me parece que no será malo este refrancillo para este propósito: Si bien me<br />

quieres, trátame como sueles. Caminamos con todo el gusto que pudimos mis merca<strong>de</strong>res y<br />

yo, buscando por el camino ocasiones en que tenerlo: llegamos a la Conquista, que es un<br />

pueblecito que se comenzaba entonces, un domingo por la mañana: entramos a oír misa,<br />

que la estaba diciendo un clérigo que pronunciaba la lengua latina como gallego. La misa<br />

era <strong>de</strong> Requiem, porque habían enterrado aquella mañana un pobre, y ayudábale un<br />

sacristán, que sobre un sayo pardo muy rozagante traía una sobrepelliz <strong>de</strong> cañamazo.<br />

Acabada la misa, diciendo el responso sobre la sepultura, acabo el clérigo diciendo:


114<br />

Requiescat in pace, alleluja, alleluja. El sacristán le respondió con muchos pasos <strong>de</strong><br />

garganta: Amen, alleluja, alleluja. Lleguéme al buen hombre, y díjele: Mire, padre, que en<br />

misa <strong>de</strong> Requiem no hay alleluja. Respondiome muy confiadamente: Arre allá, señor<br />

estudiante; ¿no ve que es entre Pascua y Pascua? Fuimonos cayendo <strong>de</strong> risa por todo el<br />

camino.<br />

Descanso XIV<br />

COMO el camino, por bueno que sea, siempre trae consigo un género <strong>de</strong> soledad,<br />

porque ordinariamente se camina o por necesidad, o por negocios forzosos, que ocupan la<br />

memoria y distraen el gusto, procurábamos tenerle en todas las cosas que encontrábamos.<br />

Los mozos <strong>de</strong> mula acudían a su costumbre, uno a echar pullas, otro a hacer burlas a los<br />

caminantes, otro a cantar romances viejos, cual sea su salud: nosotros <strong>de</strong> lo que se ofrecía a<br />

la vista. Encontramos un pastor que pasaba su ganado <strong>de</strong> un distrito a otro, pereciendo <strong>de</strong><br />

sed él y los perros; que en Sierra-Morena por mayo y por todo el verano, aunque <strong>de</strong> noche<br />

hace fresco, <strong>de</strong> día se encien<strong>de</strong>n los árboles <strong>de</strong> calor: y era tan ignorante el buen hombre,<br />

que teniendo sed llevaba los perros atados porque no se le perdiesen. Preguntonos si<br />

sabíamos dón<strong>de</strong> hubiese agua; yo le respondí: ¿Pues llevando perros, preguntáis esto?<br />

<strong>de</strong>satadlos, que ellos hallarán presto el agua. ¿Y es eso así? dijo un merca<strong>de</strong>r. Es cosa muy<br />

sabida, dije yo, y muchas veces experimentada. Y dije al pastor: Desatad los perros, o el<br />

uno <strong>de</strong> ellos, y ponedle un cor<strong><strong>de</strong>l</strong>illo largo, con que lo vais siguiendo, que él hallará fuente,<br />

arroyo o laguna: y así lo hizo el pastor; <strong>de</strong> suerte, que dándole larga con el cor<strong><strong>de</strong>l</strong>, rompió<br />

por una la<strong>de</strong>ra alzando el hocico, y se fue hacia una espesura <strong>de</strong>recho, que había al pie <strong>de</strong><br />

una peña, don<strong>de</strong> halló agua, que refrescó al pastor y satisfizo al ganado. Y contareles a<br />

vuesas merce<strong>de</strong>s lo que me contó en Ronda un caballero <strong>de</strong> muy gentil entendimiento, que<br />

se llama Juan <strong>de</strong> Luzón, muy experimentado en letras humanas y divinas. Hay dos


115<br />

pueblecillos en Sierra <strong>de</strong> Ronda, entre otros muchos, uno llamado Balastar, y el otro (si<br />

bien me acuerdo) Chucar, entre los cuales andando un cabrero moro apacentando su<br />

ganado, apretándole la sed, y no hallando agua, ni señal don<strong>de</strong> pudiese haberla,<br />

<strong>de</strong>spareciósele un perro, y a cabo <strong>de</strong> rato vino mojado todo y muy contento, coleando al<br />

amo, y haciéndole muy gran<strong>de</strong>s fiestas. Espantado <strong>de</strong> aquello el cabrero, le dio muy bien <strong>de</strong><br />

comer y lo ató, aguardando a que le tornase a aquejar la sed, diligentísima <strong>de</strong>spertadora <strong>de</strong><br />

la pereza. Atole un cor<strong><strong>de</strong>l</strong>ejo largo, y <strong>de</strong>jóle ir, y siguiéndole el amo, fue saltando matas y<br />

peñas, rasgándose las manos y el rostro; y siguiole con todas estas dificulta<strong>de</strong>s, hasta que<br />

entre unas gran<strong>de</strong>s espesuras, se coló por la boca <strong>de</strong> una cueva, que por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> altos<br />

riscos estaba naturalmente hecha, con algunos resquicios, que le daban la luz que había<br />

menester. En medio <strong>de</strong> la cueva nacía un clarísimo arroyo, que se dividía en dos partes:<br />

bebió el moro, e hinchó su zaque; y admirado <strong>de</strong> la novedad dió en una traza, a su parecer<br />

buena, que <strong>de</strong>spués le costó la vida; y fue, que atajó con unas piedras el un arroyo <strong>de</strong><br />

aquellos, echando todo el agua por una parte, para ver al día siguiente don<strong>de</strong> iba a parar.<br />

Fuese a su ganado, y averiguo el día siguiente que había faltado el agua en Chucar. El moro<br />

que sabía el secreto, fuese al pueblo diciendo, que si se lo pagaban bien les daría su agua, y<br />

otra tanta más, y contó el caso como había sucedido. El poco tiempo que les había faltado<br />

el agua los necesitó <strong>de</strong> manera que le dieron doscientos ducados porque les diese su agua y<br />

la <strong><strong>de</strong>l</strong> otro pueblo. En recibiendo su dinero fue a la cueva, y soltó el agua por aquella parte.<br />

Viéndose con su agua tan crecida, conociendo la inconstancia y codicia <strong><strong>de</strong>l</strong> cabrero, antes<br />

que los <strong>de</strong> Balastar le corrompiesen con esperanza <strong>de</strong> mayor interés, acordaron darle<br />

garrote, quedándose con el agua toda, y el moro sin vida, sin que hasta hoy se haya sabido<br />

en qué parte está el secreto: y hoy se echa <strong>de</strong> ver señal <strong>de</strong> que algún tiempo corrió por allí<br />

agua, por las guijas y piedras que lo manifiestan. Halló aquella encubierta cueva el aliento<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> perro, leal amigo y fiel compañero, <strong>de</strong>scubridor <strong>de</strong> enemigos <strong>de</strong> sus amos. Extraña<br />

fuerza <strong>de</strong> aliento, dijo un merca<strong>de</strong>r, que siendo el agua un elemento sin olor, la venga a<br />

<strong>de</strong>scubrir un perro con solo alzar el rostro al aire, principal movedor y embajador <strong><strong>de</strong>l</strong> olfato.<br />

Que son las calida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los perros y las excelencias que hay en ellos muy dignas <strong>de</strong><br />

admiración, no por los cuentos que se dicen <strong>de</strong> ellos, ni haciendo caso <strong>de</strong> historias<br />

atrasadas, sino por lo que vemos y experimentamos cada día. ¡Qué fi<strong><strong>de</strong>l</strong>idad! ¡qué amor!<br />

¡qué conocimiento!


116<br />

A lo menos, dije yo, tienen dos admirables virtu<strong>de</strong>s, si se pue<strong>de</strong> dar este nombre en<br />

ellos, que si los hombres las tuviesen tan sentadas en el alma como ellos en su natural<br />

inclinación, vivirían en perpetua paz, que son humildad y agra<strong>de</strong>cimiento. ¡Oh, bien<br />

notado! dijo el merca<strong>de</strong>r: ¡oh que gallarda consi<strong>de</strong>ración! Del bienaventurado San<br />

Francisco, que fue hijo <strong>de</strong> un merca<strong>de</strong>r, se dice que alababa mucho la humildad <strong>de</strong> los<br />

perros, <strong>de</strong>seando imitarlos en esto, por la mucha que tuvo nuestro Maestro y Re<strong>de</strong>ntor<br />

Jesucristo. Pues en agra<strong>de</strong>cimiento, dije yo, fuera <strong>de</strong> lo que la ley natural nos enseña, lo<br />

tenemos por precepto suyo que enviando sus santísimos discípulos a predicar por el mundo<br />

les mandó que en agra<strong>de</strong>cimiento <strong><strong>de</strong>l</strong> bien que les hiciesen en sus posadas curasen los<br />

enfermos que en ellas hubiese. ¿Pues hay, dijo el merca<strong>de</strong>r, quien <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>zca, o quien no<br />

sepa agra<strong>de</strong>cer el bien que le hacen? ¿Hay quien no le parezca que no satisface el beneficio<br />

recibido? ¿Quién ha <strong>de</strong> carecer <strong>de</strong> tan admirable virtud? Yo creo, respondí, que nadie, si no<br />

son los avarientos y los soberbios, que son dos géneros <strong>de</strong> gente pestilencial en la<br />

República; los unos, porque no saben usar <strong>de</strong> caridad, y los otros porque siempre van contra<br />

ella. Y pues se ha ofrecido materia tan excelente y divina virtud, como es el<br />

agra<strong>de</strong>cimiento, en tanto que llegamos a Adamuz tengo <strong>de</strong> referir un caso digno <strong>de</strong> saberse,<br />

que le pasó al autor <strong>de</strong> este libro viniendo <strong>de</strong> Salamanca, que no hay vida <strong>de</strong> hombre<br />

ninguno <strong>de</strong> cuantos andan por el mundo <strong>de</strong> quien no se pueda escribir una gran<strong>de</strong> historia, y<br />

habrá para ella bastante materia. En una dispersión que hubo <strong>de</strong> estudiantes en Salamanca,<br />

por cierto encuentro que tuvo el Corregidor D. Enrique <strong>de</strong> Bolaños con la Universidad, y no<br />

con ella, sino con los estudiantes, gente briosa, y fácil <strong>de</strong> moverse para cualquiera<br />

alteración; como se quedó la ciudad sin estudiantes, el autor también se fue a su tierra como<br />

los <strong>de</strong>más, que las vacaciones estaban ya muy cerca, tiempo <strong>de</strong>seado para <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> los<br />

estudiantes. La necesidad suya era tanta, que trilló el camino a la apostólica. Llegó un día al<br />

anochecer a las ventas <strong>de</strong> Murga, y no queriéndole dar posada, por el poco provecho que<br />

había <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar en ellas, pasó; a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante solo, y cantando por hacerse compañía, que la voz<br />

humana tiene propiedad maravillosa para acompañar a quien no lleva dineros que le puedan<br />

quitar. Salieron cuatro hombres con cuatro ballestas, y preguntáronle <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> venia. Él<br />

respondió que <strong>de</strong> Salamanca. ¿Y a quién <strong>de</strong>ja atrás? preguntaron ellos; y él respondió:<br />

Antes todos me <strong>de</strong>jan a mí, porque ando poco. Pues ¿cómo no se quedó en las ventas?<br />

preguntaron. Y él respondió: Porque como no llevo dineros, ni cabalgadura que les pudiera


117<br />

<strong>de</strong>jar provecho, me dieron voces que me saliese <strong>de</strong> la venta, y yo las voy dando a Dios<br />

porque me acompañe, y juzgue la crueldad <strong>de</strong> estos venteros. a lo cual dijo el más pequeño<br />

<strong>de</strong> los ballesteros o ballesteadores: Preguntamos esto, señor estudiante, por ver si queda<br />

atrás quien nos pueda comprar caza, <strong>de</strong> que tenemos mucha abundancia, y pocos<br />

compradores. Y volviéndose a los compañeros, dijo: Gran lástima me ha dado el mal trato y<br />

crueldad <strong>de</strong> que estos venteros usan con la gente <strong>de</strong> a pie, y más la necesidad que he visto<br />

en este estudiante. Llevémosle a nuestro alojamiento, que algún tiempo nos valdrá con Dios<br />

esta caridad. Harto mejor, dijo uno, será matarlo (<strong>de</strong>spués lo supe) porque no diga que nos<br />

ha encontrado, y espante los caminantes. Al fin el mozuelo dió y tomó con ellos hasta que<br />

lo llevaron consigo, porque les pareció que era lo más sano para su negocio. Mostrose el<br />

mozuelo muy compasivo, que si bien las ruines compañías hacen prevaricar una buena<br />

inclinación, tal vez naturaleza da una sofrenada, para recordación <strong><strong>de</strong>l</strong> primer natural, que<br />

por más que se olvi<strong>de</strong>, <strong>de</strong> cuando en cuando torna a su primer principio. Fuese con ellos, o<br />

por mejor <strong>de</strong>cir, se lo llevaron por unas espesuras, escurida<strong>de</strong>s y escondrijos, llenos <strong>de</strong><br />

revueltas y dificulta<strong>de</strong>s, que como ya era <strong>de</strong> noche y sonaba en unas profundida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>speñándose el agua, y la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> viento sacudía los árboles con gran furia, y al<br />

estudiante el temor le hacía <strong>de</strong> las matas hombres armados que le iban a <strong>de</strong>speñar en<br />

aquella infernal hondura, iba con gran <strong>de</strong>voción mirando al cielo, y tropezando en la tierra;<br />

pero con muy buen ánimo, hablando sin muestras <strong>de</strong> temor. Llegaron al fin a su habitación,<br />

que parecía más <strong>de</strong> zorras que <strong>de</strong> hombres, y <strong>de</strong>senvolviendo mucha cantidad <strong>de</strong> brasa, que<br />

parecía ser <strong>de</strong> muy buena leña <strong>de</strong> encina, encendieron, para alumbrarse, unas rajuelas <strong>de</strong><br />

tea, que les daba la luz bastante que habían menester para toda la noche. La cena fue muy<br />

buenos tasajos <strong>de</strong> venado, si no eran quizá <strong>de</strong> algún pobre caminante. Él no sabía fiestas<br />

que hacerles, diciéndoles cuentos, entreteniéndolos con historias, alabándoles el vivir en<br />

aquella soledad apartados <strong><strong>de</strong>l</strong> bullicio <strong>de</strong> la gente. Decíales que el ejercicio <strong>de</strong> la caza era <strong>de</strong><br />

caballeros y gran<strong>de</strong>s señores, y que sin duda <strong>de</strong>scendían <strong>de</strong> alguna buena sangre, pues se<br />

inclinaban a él. Si algún disparate se les caía, se lo alababa y solemnizaba por muy gran<br />

cosa. Al uno <strong>de</strong>cía que tenía buen rostro, al otro que plantaba bien los pies, al otro que tenía<br />

buen ingenio, al otro que hablaba con mucha discreción; que en semejantes conflictos la<br />

humildad mezclada con la apacibilidad y distracción, a los pechos que <strong>de</strong> suyo son fieros, y<br />

aun <strong>de</strong> fieras, los vuelven mansos y amigables. La necesidad en los peligros hace sacar


118<br />

fuerzas <strong>de</strong> flaqueza; y con gente <strong>de</strong> aquella traza el temor engendra sospecha, y el ánimo<br />

arguye sencillez. Turbarse don<strong>de</strong> (aunque se teme el daño) no estamos en él, es apresurarlo<br />

si ha <strong>de</strong> venir; y ponerlo en duda y sospecha si no se temía. Él se hubo tan bien con los<br />

cazadores <strong>de</strong> gatos muertos y rellenos, que le regalaron y dieron <strong>de</strong> cenar, y dos zamarros<br />

en que durmiese, y antes que amaneciese, porque no saliese con luz, le dieron <strong>de</strong> almorzar,<br />

y sacándolo al camino aquel mozuelo, el menor <strong>de</strong> los cuatro, le fue diciendo el peligro en<br />

que se habría visto si no fuera por él: y en pago le rogaba no dijese a nadie lo que le había<br />

sucedido: <strong>de</strong>spidiose <strong>de</strong> él, y fue su camino, volviendo atrás muchas veces la cabeza, que<br />

aun le parecía que no estaba muy seguro <strong>de</strong> ellos. Si encontraba algún caminante, le <strong>de</strong>cía<br />

que no fuese por aquel camino, porque le había seguido una grandísima sierpe, que no<br />

osaba <strong>de</strong>cir otra cosa, pareciéndole que estaban oyéndolo. Al fin, para abreviar el cuento,<br />

habiendo peregrinado por España y fuera <strong>de</strong> ella más <strong>de</strong> veinte años, redújose al estado que<br />

Dios le tenía señalado; fuese a su tierra, que es Ronda, hízose sacerdote, sirviendo una<br />

capellanía <strong>de</strong> que le hizo merced Felipe II, sapientísimo Rey <strong>de</strong> España. <strong>de</strong>spués <strong><strong>de</strong>l</strong> suceso<br />

<strong>de</strong> los salteadores, veinte y dos y veinte y tres años, vinieron en busca <strong>de</strong> tres ladrones<br />

famosos, trayendo lengua <strong>de</strong> ellos, que estaban en Ronda, que para hurtar tenían esta<br />

astucia. Las mujeres vendían buhonería (que todos eran casados), entraban en las casas a<br />

ven<strong>de</strong>r su merca<strong>de</strong>ría, mirabanlas bien, y daban al punto a sus maridos <strong>de</strong> las señas <strong>de</strong> toda<br />

la casa, y a la mañana amanecía robada. Llegó a Ronda este soplo, dieron con ellos en la<br />

cárcel por la or<strong>de</strong>n <strong><strong>de</strong>l</strong> licenciado Morquecho <strong>de</strong> Miranda, que al presente hacia oficio <strong>de</strong><br />

Corregidor, siendo Alcal<strong>de</strong> mayor. Y por abreviar el cuento, dioles tormento, y confesaron<br />

<strong>de</strong> plano: pidiole al autor que los confesase, y en entrando representósele la presencia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

uno <strong>de</strong> ellos, que le hizo cosquillas en el alma; y reparando en el sentimiento que había<br />

tenido, halló que era el que le había dado la vida en Sierra-Morena: buscando traza cómo<br />

agra<strong>de</strong>cer el bien que le había hecho, y pareciéndole que estaba el negocio muy a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante<br />

para rogar por un hombre convencido por su confesión, fuese al juez, y díjole que si hacía<br />

justicia <strong>de</strong> aquel, perdía una gran<strong>de</strong> ocasión secreta. El juez dispuso <strong>de</strong> los otros dos y <strong>de</strong>jó<br />

aquel, para que <strong>de</strong>scubriese una gran máquina que el confesor le había dicho, y apretándolo<br />

<strong>de</strong>spués a que hiciese con el <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente que lo confesase, le respondió: Señor, martirizado<br />

<strong>de</strong> la piedad, y movido <strong><strong>de</strong>l</strong> agra<strong>de</strong>cimiento, fingí a vuesa merced lo que sabe: este hombre<br />

me libró <strong>de</strong> la muerte, ha venido a mis manos, querría pagarle el bien que me hizo, y a los


119<br />

jueces tan bien los acompaña la misericordia como la justicia: suplico a vuesa merced por<br />

las entrañas <strong>de</strong> Dios que se compa<strong>de</strong>zca <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo <strong>de</strong> un hombre tan piadoso como este.<br />

Respondió: Estoy pensando cómo satisfacer a vuestra <strong>de</strong>manda y a mi reputación, y al bien<br />

<strong>de</strong> ese hombre, que por piadoso lo merece: él no está ratificado, y en las cosas criminales<br />

tenemos ley <strong><strong>de</strong>l</strong> Reino que nos da licencia para po<strong>de</strong>r conmutar la pena <strong>de</strong> muerte en<br />

galeras; yo os siento tan ansiado por agra<strong>de</strong>cer el bien que os hizo, que quiero<br />

aprovecharme <strong>de</strong> esta ley, pues no hay parte, y echarlo a galeras don<strong>de</strong> purgue su pecado.<br />

Hincose <strong>de</strong> rodillas, agra<strong>de</strong>ciendo a Dios y al juez tan piadosa causa: llevó la nueva al casi<br />

muerto preso, que respiró, volvió en sí como <strong>de</strong> la muerte a la vida, y el autor quedó<br />

contentísimo <strong>de</strong> haber mostrado su agra<strong>de</strong>cimiento en tan apretada ocasión, que siempre las<br />

buenas obras tienen guardado su premio en este y en el otro mundo. ¡Extraño suceso, y<br />

digno <strong>de</strong> memoria! (dijeron los merca<strong>de</strong>res ): ¡qué santa cosa es hacer bien! ¡qué cierto la<br />

buena obra es la prisión <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón noble! ¡qué buen fruto coge quien siembra buenas<br />

obras! Que como el vestido cubre el cuerpo, las buenas obras son coberturas <strong><strong>de</strong>l</strong> alma. ¡Que<br />

contento quedaría ese hombre cuando hizo este bien! Como queda sabroso el brazo cuando<br />

acierta un tiro, así lo queda el alma cuando hace una buena obra. En esta conversación, el<br />

acabarse el cuento y <strong>de</strong>scubrir a Adamuz, fue a un mismo tiempo; lugar apacible, puesto en<br />

el principio o fin <strong>de</strong> Sierra-Morena, en jurisdicción <strong><strong>de</strong>l</strong> Marqués <strong><strong>de</strong>l</strong> Carpio; y al mismo<br />

tiempo se <strong>de</strong>scubrieron aquellos fértiles campos <strong>de</strong> Andalucía, tan celebrada <strong>de</strong> la<br />

antigüedad por los Campos Elíseos, reposo <strong>de</strong> las almas bienaventuradas. Posamos y<br />

reposamos aquella noche en Adamuz.<br />

Descanso XV<br />

EL día siguiente, por ciertos respetos, me fue forzoso (por llegar primero a Málaga que a<br />

Ronda), apartarme <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res, tomando la vía <strong><strong>de</strong>l</strong> Carpio; y ellos lo hicieron tan<br />

bien conmigo, que me dieron uno <strong>de</strong> los machos en que iban y dineros, fiando <strong>de</strong> mí que se<br />

lo llevaría a la feria a buen tiempo, y ellos se fueron con las mulas <strong>de</strong> retorno en que yo


120<br />

había venido hasta allí; el macho era endiablado, que ni se <strong>de</strong>jaba herrar, ni poner la silla, y<br />

por momentos se echaba con la carga, aunque con la compañía había disimulado algo <strong>de</strong> su<br />

malicia, y así en saliendo <strong><strong>de</strong>l</strong> lugar, por verse solo y por sus ruines resabios, en el primer<br />

revolca<strong>de</strong>ro se arrojó, cogiéndome una pierna <strong>de</strong>bajo, <strong>de</strong> suerte que si yo no me echara al<br />

mismo tiempo <strong><strong>de</strong>l</strong> otro lado, recibiera mucho daño; pero con esta precaución pu<strong>de</strong><br />

levantarme, y llevándolo <strong><strong>de</strong>l</strong> diestro muy contra su voluntad un ratillo, se me quitó el dolor,<br />

sin entrar el frío que pudiera, si no hiciera aquella diligencia. Eché <strong>de</strong> ver la ruin compañía<br />

que llevaba con mi cabalgadura; pero por si otra vez se echaba, cogí un garrote para usar <strong>de</strong><br />

un remedio que había oído <strong>de</strong>cir a un viejo, que como la experiencia los ha enseñado, saben<br />

más que los mozos, y para semejantes actos, que no son <strong>de</strong> muchos lances, cerrados los<br />

ojos se pue<strong>de</strong> seguir su parecer. Fuí con gran cuidado para otra vez que se quisiese echar, y<br />

en sintiéndolo que iba a caer, dile con el garrote entre ceja y ceja con tal furia, que cayendo<br />

le vi volver lo blanco <strong>de</strong> los ojos, bien arrepentido <strong>de</strong> haberlo hecho, porque realmente<br />

pensé que lo había muerto; pero sacando <strong>de</strong> presto pan, y mojándolo en vino, díselo, y<br />

tornó en sí tan castigado, que nunca más se echó, a lo menos llevándome a mí encima,<br />

aunque topó arenales don<strong>de</strong> pudiera hacerlo. Fuí mi camino, y en llegando a un bosquecillo<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Carpio, aunque pequeño, abundantísimo <strong>de</strong> conejos y otras trazas, en la ribera <strong>de</strong><br />

Guadalquivir, apeéme a cierta necesidad natural y forzosa, y antes que la comenzase<br />

espantose el macho, dió a huir por el ruido que hizo un culebrón y una zorra que salieron <strong>de</strong><br />

un zarzal y matas muy espesas que había junto al camino, que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar ambos en una<br />

cueva, que la culebra con ningún animal hace amistad sino con la zorra. Ella dió por una<br />

parte, y la culebra tras el macho, que como supe <strong>de</strong>spués, a cuantos pasaban acosaba,<br />

porque habían muerto su compañía: arrojéle una piedra, no pensando que sucediera lo que<br />

sucedió, que como la piedra iba por el aire, corrió más que la culebra, y diola en el<br />

espinazo, <strong>de</strong> que volvió con tal furia contra mí, que si no me pusiera <strong>de</strong> la otra parte <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

camino, <strong>de</strong>jando en medio mucha arena, lo pasara mal, que como no se podía aprovechar <strong>de</strong><br />

las conchillas que le sirven <strong>de</strong> pies en la arena, como en lo duro y liso, no se atrevió<br />

atravesar el camino; pero cuanto yo más corría por la una banda, ella corría por la otra, con<br />

mas <strong>de</strong> una vara <strong>de</strong> cuello alzado <strong>de</strong> la tierra, vibrando la lengua muy apriesa, y haciendo<br />

cinco o seis <strong>de</strong> ella.


121<br />

Iba yo <strong>de</strong> manera, que ya no sentía la falta <strong><strong>de</strong>l</strong> macho, sino la persecución <strong>de</strong> la culebra,<br />

que me tenía sin aliento, lleno <strong>de</strong> sudor y cansancio. Los silbos no eran formados ni agudos,<br />

sino bajos y continuados, casi al modo que pronunciamos acá las XX. Llegué a una parte<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> camino, a don<strong>de</strong> había piedras para tirarle. Paréme, así por <strong>de</strong>scansar, como por<br />

aprovecharme <strong>de</strong> las piedras; pero ella viendo mi temor, quiso pasar por la arena para<br />

acometerme, por don<strong>de</strong> tuve yo esperanza <strong>de</strong> librarme <strong>de</strong> ella; porque en entrando no pudo<br />

aprovecharse <strong>de</strong> las conchuelas, ni moverse sino muy poco: animándome lo mejor que<br />

pu<strong>de</strong>, le tiré tantas piedras, que casi la vine a enterrar en ellas, y acertándole con una,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberle escupido muchas veces hacia la cabeza (que es veneno contra ellas) la<br />

acerté con una piedra media vara más arriba <strong>de</strong> la cola, don<strong>de</strong> tiene el principal<br />

movimiento, <strong>de</strong> que no pudo menearse más, y acudiendo con otras muchas, le majé la<br />

cabeza, y me senté a <strong>de</strong>scansar. Pasaron por allí dos hombres que iban camino <strong>de</strong> Adamuz,<br />

y me contaron lo que arriba dije. Midieronla, y tenía diez pies <strong>de</strong> largo, y <strong>de</strong> grueso más<br />

que muñeca ordinaria. Abrieronla, y hallaronle <strong>de</strong>ntro dos muy gentiles gazapos, que estas<br />

serpientes son muy voraces y poco bebedoras, aunque pasan mucho tiempo sin<br />

mantenimiento; y así hacen tar<strong>de</strong> la digestión, que en el poco movimiento que ella hacía<br />

bien se echaba <strong>de</strong> ver que estaba pesada. Consi<strong>de</strong>ré en el rato que estuve <strong>de</strong>scansando, qué<br />

<strong>de</strong> cosas hay en el mundo que contrastan la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre. Que hasta un animal sin pies<br />

ni alas le persigue, y le comenzó a perseguir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su principio antes que otro animal<br />

ninguno, o porque no piense el hombre que se le dió el dominio y jurisdicción en la tierra<br />

sin pensión ni trabajo, o porque con la razón sepa distinguir lo malo <strong>de</strong> lo bueno, y<br />

guardarse <strong>de</strong> lo que le pue<strong>de</strong> dañar; mediante la cual razón conoce y sabe conocer el<br />

mantenimiento provechoso, y <strong>de</strong>sechar el nocivo. Huir <strong>de</strong> los animales bravos, y servirse <strong>de</strong><br />

los mansos; pero los feroces y dañosos avisan <strong><strong>de</strong>l</strong> mal que pue<strong>de</strong>n hacer, o con las uñas, o<br />

con los cuernos, o con los dientes, o con los picos. ¡Mas que un animal sin pies, sin uñas,<br />

sin cuernos como éste sea tan horrendo y abominable, que atemorice con solo mirarle!<br />

Or<strong>de</strong>nación fue <strong>de</strong> Dios, para sujetar la soberbia <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre y <strong>de</strong>sjarretársela con la misma<br />

inmundicia y asquerosidad <strong>de</strong> la hez <strong>de</strong> la tierra, que aun muerta la veía, y me daba horror;<br />

y confieso <strong>de</strong> mí, que siempre que veo semejantes sabandijas, engendran en mi nuevo<br />

temor y espanto; ¿pero qué no espantará ver, que una cosa que parece cerbatana o varal, <strong>de</strong><br />

su propio movimiento corre tanto como un caballo?¿Y que con hincar la cabeza en el suelo,


122<br />

dé tan gran<strong>de</strong> golpe a un hombre que lo <strong>de</strong>rribe y aun lo mate, acometiendo a traición que<br />

no cara a cara? ¿Que sea tan astuto, que se <strong>de</strong>snu<strong>de</strong> el hábito viejo y se vista <strong>de</strong> nuevo?<br />

¿que se cure la ceguera <strong>de</strong> sus ojos causada <strong>de</strong> las humeda<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> invierno con refregarse en<br />

el hinojo la primavera? Son tan contrarios a todos los <strong>de</strong>más animales, que con ninguno<br />

hacen amistad, sino con la zorra, o porque ambas habitan siempre en cuevas <strong>de</strong> tierra y<br />

piedra, o por buscar abrigo en el pelo <strong>de</strong> la zorra. Hasta aquí había estado el ermitaño<br />

callando, y aquí pareciole preguntar, como hombre que había estado en soleda<strong>de</strong>s y entre<br />

ásperas montañas, huyendo el concurso <strong>de</strong> la gente, viviendo y conversando con animales<br />

brutos, ¿cuál era la razón porque estas sabandijas sean tan espantables, como son culebras,<br />

lagartos, sapos, escuerzos, áspi<strong>de</strong>s, víboras, y otras semejantes que suelen verse?<br />

Respondile: Lo primero, que todas las cosas que no vemos y tratamos <strong>de</strong> ordinario, traen<br />

consigo este género <strong>de</strong> admiración. Lo segundo, que por tener tanto <strong>de</strong> los dos elementos<br />

graves, que son agua y tierra, y tan poco <strong>de</strong> los elementos leves, que son aire y fuego, que<br />

casi no tienen parentesco ni semejanza con el hombre; porque éste tiene <strong>de</strong> lo espiritual, en<br />

que se parece a los Angeles, y <strong>de</strong> lo corporal, en que se parece a los animales brutos; y<br />

estos en aquella parte terrestre, húmeda y fría, tienen semejanza con las sabandijas, y estas<br />

consigo solas, y con las entrañas <strong>de</strong> la tierra. Lo tercero y último, porque todos los animales<br />

que no pue<strong>de</strong>n engendrar <strong>de</strong> la putrefacción <strong>de</strong> la tierra, sin generación <strong>de</strong> su semejante, ni<br />

pue<strong>de</strong>n ser para el servicio, ni para el gusto <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre, a quien Dios les manda que<br />

obe<strong>de</strong>zcan, y ellos mismos huyen <strong>de</strong> su presencia, como <strong>de</strong> señor a quien aborrecen, por la<br />

superioridad y dominio que tienen sobre todas, o por la antipatía natural. Y esto, baste,<br />

porque la pérdida <strong>de</strong> mi macho me da pena y cuidado, y priesa que lo busque. Ya que hube<br />

<strong>de</strong>scansado y limpiadome el sudor <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro, que lo <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro no pu<strong>de</strong>, fuí buscando mi<br />

macho, o por mejor <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res, por toda la orilla y ribera <strong><strong>de</strong>l</strong> Guadalquivir,<br />

sin topar a persona que me supiese dar rastro ni nuevas <strong>de</strong> él yendo, como iba, cargado, con<br />

ferreruelo, espada, cojín y alforjas, que todo los echó por alto, sino es la silla, que la llevaba<br />

en la barriga; <strong>de</strong> suerte, que yo me cargué <strong>de</strong> todo lo que el macho se <strong>de</strong>scargó, y mucho<br />

más me cargaban las matracas que me daban los que me topaban hecho caballo <strong>de</strong><br />

postillón, que por no <strong>de</strong>jarlo lo sufría todo. Paréme a <strong>de</strong>scansar un ratillo, antes que pasase<br />

el río, don<strong>de</strong> vi tanta abundancia <strong>de</strong> conejos, que estaban más espesos a la orilla <strong><strong>de</strong>l</strong> río, que<br />

liendres en jubón <strong>de</strong> arriero, que en todo el día no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> venir a beber muchas manadas


123<br />

<strong>de</strong> ellos. Pasé <strong>de</strong> la otra parte <strong><strong>de</strong>l</strong> río, y entréme a <strong>de</strong>scansar a un mesón que está antes <strong>de</strong><br />

llegar al pueblo, don<strong>de</strong> tampoco me supieron dar nueva <strong>de</strong> mi negro macho, aunque<br />

prometí hallazgo, haciendo diligencias con las guardas <strong><strong>de</strong>l</strong> bosque. Refresquéme lo mejor<br />

que pu<strong>de</strong> <strong>de</strong> mantenimiento y bebida, con la templanza que el cansancio pedia. Púseme a la<br />

puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> mesón, para ver si pasaba el macho o persona que <strong>de</strong> él me diese nuevas. Miré<br />

aquel pedazo <strong>de</strong> tierra en el tiempo que allí estuve, que en fertilidad e influencia <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo,<br />

hermosura <strong>de</strong> tierra y agua, no he visto cosa mejor en toda la Europa, y para encarecerla <strong>de</strong><br />

una vez, es tierra que da cuatro frutos al año, sembrándola y cultivándola con regadío <strong>de</strong><br />

una aceña, con tres ruedas, que la baña abundantísimamente, don<strong>de</strong> algunos años <strong>de</strong>spués<br />

pasó en presencia mía una <strong>de</strong>sgracia muy digna <strong>de</strong> contarse; para que se vea cuánta<br />

obligación tienen los hijos <strong>de</strong> seguir el consejo <strong>de</strong> los padres, aunque les parezca que<br />

repugna a su opinión. Y fue, que siendo Marqués <strong><strong>de</strong>l</strong> Carpio Don Luis <strong>de</strong> Haro, caballero<br />

muy digno <strong>de</strong> este nombre, y muy gallardo <strong>de</strong> persona, y adornado <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s y partes muy<br />

dignas <strong>de</strong> estimar, vinieron allí ma<strong>de</strong>reros <strong>de</strong> la sierra <strong>de</strong> Segura con algunos millares <strong>de</strong><br />

vigas muy gruesas; y dando el Marqués licencia y lugar para que las pasasen, alzaron la<br />

puente <strong>de</strong> la pesquera, para que toda el agua se recogiese a un <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ro o profundidad,<br />

por don<strong>de</strong> los ma<strong>de</strong>ros habían <strong>de</strong> pasar. Los gancheros eran todos mozos, <strong>de</strong> muy gentiles<br />

personas fuertes <strong>de</strong> brazos, y ligeros <strong>de</strong> pies y piernas, gran<strong>de</strong>s nadadores y sufridores <strong>de</strong><br />

aguas, fríos y trabajos. Quisieron hacer al Marqués una fiesta <strong>de</strong> gansos, poniéndolos atados<br />

entre los dos ma<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la pesquera, y como iba el ma<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>speñándose, por<br />

la violencia <strong><strong>de</strong>l</strong> gran<strong>de</strong> cuerpo <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, puesto el ganchero sobre el ma<strong>de</strong>ro hacia la cabeza<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> ganso, y tirando <strong><strong>de</strong>l</strong> pescuezo, se <strong>de</strong>slizaba <strong>de</strong> la mano y caía en la profundidad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

agua, saliendo lejos <strong>de</strong> allí nadando, en que pasaron cosas <strong>de</strong> mucho gusto y risa, aunque no<br />

sin peligro <strong>de</strong> quien la causaba, que siempre las caídas son <strong>de</strong> gusto para quien las ve, pero<br />

no para quien las da, especialmente en ejercicios tan poco usados como este.<br />

Entre estos gancheros venía un mozo recio, <strong>de</strong> muy gentil talle, alto <strong>de</strong> cuerpo, rubio, y<br />

bien hecho <strong>de</strong> miembros, gran<strong>de</strong> hacedor <strong>de</strong> su persona, y que entre todos los <strong>de</strong>más era<br />

conocido y respetado como por <strong>de</strong> tal opinión, y por gran<strong>de</strong>s fuerzas para cualquier ejercito<br />

<strong>de</strong> hombres. Este pidió licencia a su padre, que venía en compañía <strong>de</strong> los otros, para ir a<br />

quitar el pescuezo a un ganso que estaba recién puesto, la cual el padre le negó, que los<br />

padres, o por tener más experiencia que los hijos, o por ser hechura suya y conocer sus


124<br />

inclinaciones, o por haberlos criado, y conocer <strong>de</strong> qué pie cojean, o por el amor entrañable<br />

que les tienen, son algo profetas <strong>de</strong> los bienes o males <strong>de</strong> los hijos; y así este por ningún<br />

camino consintió que <strong>de</strong> su voluntad fuese el hijo a la fiesta; pero diciendo él que no quería<br />

que lo tuviese por menos hombre que a los <strong>de</strong>más, con importunaciones alcanzó <strong>de</strong> su<br />

padre que lo <strong>de</strong>jase ir, aunque <strong>de</strong> muy mala gana. Y reprehendiéndole algunos porque lo<br />

hacía tan forzado, respondió en presencia mía unas palabras llenas <strong>de</strong> gran sentimiento y<br />

dolor diciendo: No sabe nadie lo que es aventurar un hijo criado, y solo. El mozo fue<br />

gallardísimamente, teniendo todos los ojos puestos en él, que en asiendo el cuello <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

ganso, que él pensaba con facilidad arrancar con la fuerza gran<strong>de</strong> que hizo, estúvose casi<br />

colgado <strong>de</strong> las manos hasta que el ma<strong>de</strong>ro llegaba ya al cabo, en cuyo remate o cabeza,<br />

<strong>de</strong>slizándosele la mano, cayó, y dió <strong>de</strong> cerebro, sumergiéndose en el profundo <strong><strong>de</strong>l</strong> charco,<br />

sin que mas pareciese hasta el día siguiente, con gran<strong>de</strong> espanto y compasión <strong>de</strong> todos los<br />

circunstantes, quedando el padre, que lo estaba mirando, en éxtasis. Todos los gancheros<br />

nadando le buscaron, y lo hallaron al día siguiente, que pareció en cierta manera castigo <strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>sobediencia que tuvo al mandamiento <strong><strong>de</strong>l</strong> padre, y ejemplo para cuantos le vieron. Fue<br />

contra el precepto y consejo paternal, <strong><strong>de</strong>l</strong> cual tienen necesidad todos los que <strong>de</strong>sean<br />

acertar. Pasó este caso en este mismo lugar, y en presencia <strong><strong>de</strong>l</strong> marqués D. Luis <strong>de</strong> Haro, y<br />

<strong>de</strong> su hijo el marqués D. Diego López <strong>de</strong> Haro, que cuando esto se escribe están vivos, y<br />

más mozos que el autor, en cuya compañía se halló presente a este infelice suceso. Y<br />

porque no habrá lugar <strong>de</strong> contarlo a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, se dice aquí, por encargar a los hijos que<br />

aunque les parezca que saben más que los padres, en razón <strong>de</strong> la superioridad que Dios les<br />

dió sobre ellos, y representando la persona <strong><strong>de</strong>l</strong> verda<strong>de</strong>ro Padre, los han <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer y<br />

respetar, y creer que en cuanto a las costumbres morales saben más que ellos; porque con<br />

esto se merece con el universal Padre <strong>de</strong> todas las criaturas. Y volviendo al estado presente,<br />

y la pena que me daba la falta <strong>de</strong> mi macho, aquella tar<strong>de</strong> no pu<strong>de</strong> saber <strong>de</strong> él, y así me<br />

quedé aquella noche en el mesón, sin esperanza <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rlo hallar.<br />

Descanso XVI


125<br />

AMANECIÓ el sol el día siguiente con unos rayos entre ver<strong>de</strong>s y cetrinos, señal <strong>de</strong><br />

agua, y yo sin macho, ni esperanza <strong>de</strong> hallarlo. Fuime al pueblo a las nueve, o a las diez, y<br />

vi que unos gitanos estaban vendiendo un macho, muy hechas las crines y el trenzado <strong>de</strong><br />

atrás, con su enjalma y <strong>de</strong>más a<strong>de</strong>rezos, encareciendo la mansedumbre y el paso con mil<br />

embelecos <strong>de</strong> palabras. Hacia el gitano mil gerigonzas sobre el macho, <strong>de</strong> manera que tenía<br />

ya muchos golosos que le querían comprar. Lleguéme cerca, y vi que era <strong><strong>de</strong>l</strong> color <strong><strong>de</strong>l</strong> mio;<br />

pero <strong>de</strong>sconocido en verlo tan manso, seguro, remozado <strong>de</strong> crines y cola. Vi que se <strong>de</strong>jaba<br />

tocar a todas las partes <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo sin alterarse, y así no me atreví a pensar que pudiera ser<br />

el mio, Alzábanle los pies y manos, dándole palmadas en el pecho y en las ancas, estando él<br />

con mucha: paciencia y mansedumbre: yo estaba <strong>de</strong>sconfiado <strong>de</strong> que pudiera ser el mío,<br />

pero fuime por un lado disimuladamente, y púseme <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> él, aunque <strong>de</strong>trás <strong><strong>de</strong>l</strong> gitano,<br />

y en viéndome amusgó las orejas, por el conocimiento, o por el temor que me tenia.<br />

Espantéme <strong>de</strong> ver su tan súbita y no esperada mudanza, y vi que realmente era mi macho:<br />

mas no pu<strong>de</strong> imaginar cómo le podía cobrar sin dar testigos o evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> cómo era mío; y<br />

así no me arrojé a <strong>de</strong>cir que era hurtado, y <strong>de</strong>cía entre mi; ¿es posible que sean estos gitanos<br />

tan gran<strong>de</strong>s embusteros que en menos <strong>de</strong> veinte y cuatro horas hayan hecho este macho <strong>de</strong><br />

enjalma, y le hayan disfrazado <strong>de</strong> manera que me ha puesto en duda el conocimiento <strong>de</strong> él,<br />

y que lo hayan hecho más manso que una oveja, siendo peor que un tigre, y que no tenga yo<br />

modo para cobrarlo manifestando mi justicia? Pero <strong>de</strong>túveme un poco, y lleguéme con los<br />

<strong>de</strong>más a ver el macho, y alabándole, pregunté si era gallego. Respondió el gitano: Vuesa<br />

merced, ceñor, a fe que sabe mucho <strong>de</strong> bestiaz, y ha conocido bien la bondad <strong>de</strong> loz<br />

mejorez cuatro piez que hay en toda Andalucía. No ez gallego, mi ceñor, cino <strong>de</strong> Illezcaz,<br />

que allí lo truqué por un cuartago cordovez, y aquí traigo el teztimonio. Será levantado, dije<br />

yo entre mí, y junto con esto lo mostró. Ofrecióseme traza para cobrarlo fácilmente, y<br />

lleguéme a un hidalgo, a quien vi que todos respetaban, que era <strong>de</strong> los antiguos criados <strong>de</strong><br />

aquella casa, llamado Angulo, y le dije: Señor, este macho me han hurtado esos gitanos, y<br />

aunque trae enjalma, es <strong>de</strong> silla; y aunque parece que traen testimonio, es falso. a lo cual me<br />

dijo el hidalgo: Mire, señor estudiante, que conocemos este gitano <strong>de</strong> mucho tiempo acá, y<br />

nos ha tratado siempre verdad. Pues ahora, respondí yo, no la trata, y haciendo vuesa<br />

merced las diligencias que yo le suplicaré, se verá con evi<strong>de</strong>ncia la verdad que tengo dicha;


126<br />

y vuesa merced está inclinado a comprarlo porque le parece manso, siendo peor que un<br />

<strong>de</strong>monio.<br />

Pues ¿pue<strong>de</strong> ser fingida, preguntó el hidalgo, aquella mansedumbre y bondad? Sí señor,<br />

respondí yo, porque lo han emborrachado; y no hay bestia tan feroz ni maliciosa que<br />

echándole <strong>de</strong> grado o por fuerza una azumbre <strong>de</strong> vino en las tripas, no se amanse más que<br />

una oveja: y por esto haga vuesa merced lo que yo le suplicaré, y saldrá <strong>de</strong> este engaño,<br />

viendo que el macho es malicioso, y que es mío. Y lo primero digo a vuesa merced que se<br />

lo llegue a comprar, y dígale esto y esto, hablándole algo al oído, e infomándole <strong>de</strong> todo lo<br />

conveniente. Fuese el hidalgo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bien informado, al gitano, y mirando el macho, le<br />

dijo: Yo estoy muy contento <strong>de</strong> esta bestia, y la comprara si tuviera silla y freno, porque<br />

tengo <strong>de</strong> hacer un viaje muy largo. El gitano se holgó mucho <strong>de</strong> ello, y trajo la silla y el<br />

freno, diciendo que era el mejor caminador <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y que por pensar que para el campo<br />

se ven<strong>de</strong>ría más presto, le había puesto la enjalma. En viendo el hidalgo la silla y el freno,<br />

halló que conformaba con las señas que yo le había dado, y haciendo lo que yo le había<br />

dicho al oído, llevólo a su casa, asegurando a los gitanos que lo quería probar; y távolo<br />

hasta tanto que se gastaron los humos <strong><strong>de</strong>l</strong> vino encerrado en su casa. Hecho esto llamó al<br />

gitano, y díjole que subiese en el macho y caminase un cuarto <strong>de</strong> hora fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo.<br />

Subió, aunque era muy suelto, con mucha dificultad, por la poca seguridad <strong><strong>de</strong>l</strong> macho, que<br />

gastada la suavidad <strong><strong>de</strong>l</strong> vino, tornó a su ruin natural, y caminando como un viento, en<br />

saliendo <strong>de</strong> las casas, con la misma furia que llevaba dió consigo y con el gitano en tierra, y<br />

cogiéndole una pierna <strong>de</strong>bajo, se revolcó <strong>de</strong> manera, que fue bien necesaria la ligereza <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

gitano para que no se la quebrase. Acudió aquel hidalgo <strong>de</strong>sengañado ya <strong>de</strong> la bellaquería,<br />

y le dijo riéndose: ¿Qué <strong>de</strong>sgracia es esta, Maldonado? Señor, dijo el gitano, como está<br />

holgado, y mal herrado, se echa con la carga. Y riéndose más el hidalgo, dijo: Pues alzadle<br />

los pies, veamos si ha menester herradura. Alzóle un pie y diole una patada en el carrillo<br />

izquierdo, con que le <strong>de</strong>jó señalada la herradura y los clavos: díjole el hidalgo; Mal se<br />

conoce lo que no se ha criado, hermano Maldonado; si vos hubiéra<strong>de</strong>s tratado y conocido<br />

esta bestia, ni os engañára<strong>de</strong>s, ni nos engañára<strong>de</strong>s. En lo ajeno dura poco la posesión:<br />

iba<strong>de</strong>s con aquel refrán: quien no te conoce te compre. ¿Por qué pensába<strong>de</strong>s que os<br />

preguntó el dueño si era gallego, sino porque como tal os había <strong>de</strong> dar la coz que os dió?<br />

Vos queria<strong>de</strong>s herrarlo; ¿mas él no os herró a vos? ¿cogiste ayer el macho, y quería<strong>de</strong>s hoy


127<br />

ven<strong>de</strong>rlo? Huélgome <strong>de</strong> saber que también sois nigromántico, pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ayer habéis<br />

venido <strong>de</strong> Illescas. Señor, dijo el gitano, yo hice como gitano, y su merced ha <strong>de</strong> sufrir<br />

como caballero; bien eché <strong>de</strong> ver que este señor sabía <strong>de</strong> bestias. Descubierto el hurto con<br />

la evi<strong>de</strong>ncia posible, me dieron mi macho, y me avié camino <strong>de</strong> Málaga, pasando por<br />

Lucena, don<strong>de</strong> llegando un poco tar<strong>de</strong>, reposé y comí un bocado, y pensando llegar aquella<br />

noche a Benamejí, cuyo camino yo no sabia, partime con la relación que me dieron. Las<br />

leguas son más largas <strong>de</strong> lo que yo me pensaba; el camino estaba lleno <strong>de</strong> lodo, porque la<br />

noche antes había llovido muy bien. Yo por priesa que me dí con mi macho, me anocheció<br />

una legua antes <strong>de</strong> llegar a un riachuelo que está entre Lucena y Benamejí. Halléme<br />

confuso, por ser la noche oscura, y caminar sin guía, sin encontrar a quien preguntar por el<br />

camino, que era domingo en la noche, cuando todos los labradores están en sus casas, Al<br />

fin poco a poco, muchas veces tropezando, y algunas cayendo, llegué al río, y en pasando<br />

no hallé camino por la otra parte, por una costumbre que tienen los labradores en aquella<br />

tierra, que es para <strong>de</strong>sviar los caminantes, para que no les entren por el sembrado, cavar por<br />

aquella parte por don<strong>de</strong> suelen hacer senda los caminantes. Salió <strong><strong>de</strong>l</strong> río mi macho lo mejor<br />

que pudo, y echó a mano <strong>de</strong>recha por un cerro que tenía muchas sendas <strong>de</strong> ovejas, o <strong>de</strong><br />

cabras. Llegó a lo más alto que pudo, y estaba tan empinado el cerrillo, que en acabándose<br />

la senda ni pu<strong>de</strong> ir a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, ni volver atrás. Vime en un gran peligro, porque si quería bajar<br />

con el pie <strong>de</strong>recho, había <strong>de</strong> rodar por la sierra abajo hasta llegar a un arroyo salado, don<strong>de</strong><br />

cuando bien librara llegara la cabeza llena <strong>de</strong> chichones. Roguele al macho con mucha<br />

humildad que me hiciese la merced <strong>de</strong> estarse quedo mientras bajaba al revés; pero al<br />

tiempo que le mandé que volviese por la sendilla que había subido, él iba tan cansado que<br />

se echó, y echándose, como el cerro estaba tan empinado rodó hasta el arroyo salado; yo<br />

volví por la senda, hasta llegar al arroyo, y fuí a mi <strong>de</strong>sdichado macho, y lo que pu<strong>de</strong>,<br />

ayudéle a levantar, que estaba tan molido que fue menester animarle con sopa en vino, y<br />

llevándole <strong><strong>de</strong>l</strong> diestro lo más poco a poco que pu<strong>de</strong>, fuí consi<strong>de</strong>rando que todo aquello me<br />

sucedía por no haber tenido respeto a la fiesta, caminando y haciendo el viaje que se<br />

pudiera hacer otro día; que al fin como las fiestas son para dar gracias a Dios y no para<br />

hacer jornadas, no pue<strong>de</strong> haber quietud para hablar con Dios <strong>de</strong>spacio. Que trabajando en<br />

los días que la Iglesia tiene <strong>de</strong>dicados para Dios, no solamente no aumenta el provecho,<br />

pero por mil caminos viene el daño, como me sucedió esta noche, que yendo con mi macho


128<br />

a mano izquierda por una la<strong>de</strong>ra arriba, yendo yo por la parte <strong>de</strong> abajo por animarlo,<br />

<strong>de</strong>slizó, y cogiome <strong>de</strong>bajo aunque no fue mucho el daño, porque pu<strong>de</strong> fácilmente salir, y<br />

dándole sopa en vino pudo subir hasta que <strong>de</strong>scubrí en lo alto <strong><strong>de</strong>l</strong> cerro un cortijo, don<strong>de</strong><br />

me llegué con toda la humildad <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo; y aunque di muchos golpes no me respondían,<br />

porque había mucha gente, que se había juntado allí aquella noche por ser día <strong>de</strong> fiesta.<br />

Al fin, dí tantos golpes, que me respondió un mozo, y diciéndole con la necesidad que<br />

venia, respondiome que me fuese en hora buena; y tornando a llamar, acudió el aperador<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> cortijo, que en todas sus acciones pareció ser muy hombre <strong>de</strong> bien, y abriéndome la<br />

puerta acudió a mi necesidad y al cansancio <strong>de</strong> mi macho, y díjome: Perdone vuesa merced,<br />

que por estar dando voces sobre una serilla <strong>de</strong> higos que estos mozos me habían hurtado, no<br />

pu<strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r tan presto. Pues si no es más <strong>de</strong> por eso, dije yo, no le dé pena, que yo le<br />

diré quién se la hurtó. Ángel será vuesa merced, respondió él, y no hombre, si me dice eso.<br />

Déjeme reposar, dije yo, y se lo diré. Descansé un rato, y mi macho cenó lo mejor que<br />

pudo; yo cené un muy gentil gazpacho, que cosa más sabrosa no he visto en mi vida, que<br />

tanto tienen las comidas <strong>de</strong> bueno, cuanto el estómago tiene <strong>de</strong> hambre y <strong>de</strong> necesidad.<br />

Fuera <strong>de</strong> que el aceite <strong>de</strong> aquella tierra y el vino y vinagre es <strong>de</strong> lo mejor que hay en toda la<br />

Europa. Habiendo cenado, y estando todos los mozos alre<strong>de</strong>dor, le dije al aperador: Este<br />

dornajo en que habemos cenado ha <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir el hurto <strong>de</strong> los higos. Dijo uno entre<br />

dientes: aun sería el diablo la venida <strong><strong>de</strong>l</strong> estudiante. Pedile al buen hombre un poco <strong>de</strong><br />

aceite y almagre, y sin que los mozos lo viesen unté el suelo <strong><strong>de</strong>l</strong> dornajo con una mezcla<br />

que hice <strong><strong>de</strong>l</strong> aceite y almagre, y pedile un cencerro <strong>de</strong> las vacas, y poniéndolo <strong>de</strong>bajo <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

dornajo dije, con voz que lo oyeron todos, habiendo puesto el dornajo más a<strong>de</strong>ntro, don<strong>de</strong><br />

estaba el pajar: Pasen todos uno a uno, y <strong>de</strong>n una palmada en el suelo <strong><strong>de</strong>l</strong> dornajo, y en<br />

pasando el que hurtó los higos sonará el cencerro. Fueron todos uno a uno, y dio cada uno<br />

su palmada en la almagre, y no sonó el cencerro que es lo que todos esperaban. Llaméles a<br />

todos, y díjeles que abriesen las palmas <strong>de</strong> las manos, las cuales tenían todos enalmagradas,<br />

si no era él uno <strong>de</strong> ellos; y así les dije a todos: Este gentil hombre hurtó los higos, que<br />

porque el cencerro no sonase no osó poner la mano en el dornajo. Él se puso colorado como<br />

un escaramujo, y los <strong>de</strong>más estuvieron toda la noche reventando <strong>de</strong> risa y dándole matraca,<br />

y el aperador muy agra<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> haber hallado sus higos, y yo muy contento <strong><strong>de</strong>l</strong> buen


129<br />

acogimiento: y por el buen hospedaje <strong>de</strong>jéle dos cuchillos damasquinos, con que por poco<br />

le corta las orejas al ladrón <strong>de</strong> los higos.<br />

Descanso XVII<br />

HABIENDO <strong>de</strong>scansado aquella noche lo que parecía que bastaba para los trabajos <strong>de</strong><br />

mi macho, fuí a rogarle que se animase, y gruñendo alzó la pata, y al mismo tiempo díle un<br />

palo, con que se le acordó el trabajo pasado. Sosegose luego, y echéle la silla; caminé a<br />

Benamejí, que estaba muy cerca, y aunque quise pasar sin que me viese pasar el señor<br />

Benamejí, el bellaco <strong><strong>de</strong>l</strong> macho se arrojó en su casa, y fue forzoso <strong>de</strong>scansar allí un rato. Al<br />

fin, por abreviar el cuento, llegue a Málaga, o por mejor <strong>de</strong>cir, paréme a vista <strong>de</strong> ella en un<br />

alto que llaman la cuesta <strong>de</strong> Zambara. Fue tan gran<strong>de</strong> el consuelo que recibí <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong><br />

ella, y la fragancia que traía el viento, regalándose por aquellas maravillosas huertas<br />

cubiertas <strong>de</strong> todas especies <strong>de</strong> naranjos y limoneros y llenas <strong>de</strong> azahar todo el año, que me<br />

pareció ver un pedazo <strong>de</strong> paraíso, porque no hay en toda la redon<strong>de</strong>z <strong>de</strong> aquel horizonte<br />

cosa que no <strong><strong>de</strong>l</strong>eite los cinco sentidos. Los ojos se entretienen con la vista <strong>de</strong> mar y tierra,<br />

llena <strong>de</strong> tanta diversidad <strong>de</strong> árboles hermosísimos como se hallan en todas las partes que<br />

producen semejantes plantas; con la vista <strong><strong>de</strong>l</strong> sitio y edificios, así <strong>de</strong> casas particulares<br />

como <strong>de</strong> templos excelentísimos, especialmente la iglesia mayor, que no se conoce más<br />

alegre templo en todo lo <strong>de</strong>scubierto a los oídos <strong><strong>de</strong>l</strong>eita con gran<strong>de</strong> admiración la<br />

abundancia <strong>de</strong> los pajarillos, que imitandose unos a otros, no cesan en todo el día y la noche<br />

su dulcísima armonía, con un arte sin arte, que como no tienen consonancia ni disonancia,<br />

es una confusión dulcísima que mueve a contemplación <strong><strong>de</strong>l</strong> universal hacedor <strong>de</strong> todas las<br />

cosas. Los mantenimientos abundantes y substanciosos para el gusto y la salud. El <strong>de</strong> la<br />

gente muy apacible, afable y cortesano, y todo es <strong>de</strong> manera que se pudiera hacer un gran<strong>de</strong><br />

libro <strong>de</strong> las excelencias <strong>de</strong> Málaga, y no es mi intento reparar en esto. Negocié a lo que<br />

venía en aquella santa iglesia, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se pue<strong>de</strong>n sacar muchos sujetos para obispos y<br />

oidores, y para gobernar el mundo, entre los cuales hallé un prebendado amigo mío,


130<br />

hombre bien nacido, <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s y superiores partes, muy digno <strong>de</strong> estimarse, apasionado,<br />

porque sin razón le ofendían las ausencias, hombres que por ningún camino podían correr<br />

parejas con él. Que <strong>de</strong> la misma manera que la envidia no se halla ni se cría sino en pechos<br />

olvidados <strong>de</strong> la buena educación y partes, así acomete siempre a los que las poseen, y<br />

resplan<strong>de</strong>cen en actos <strong>de</strong> ciencia y virtud. Que les parece que reconocer superioridad y<br />

ventaja a quien se la tiene es per<strong>de</strong>r el <strong>de</strong>recho que tienen a la <strong>de</strong>scortesía, a quien se crían<br />

subordinados, por falta <strong>de</strong> buen entendimiento y sobra <strong>de</strong> mala voluntad. Quejabase que<br />

habiendo hecho gran<strong>de</strong>s bienes a un hombre que siempre había tenido pocos o ningunos, y<br />

habiéndole librado <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> que él por ningún camino tuviera trazas ni modo para<br />

librarse, no solo no le agra<strong>de</strong>cía, pero buscaba caminos por don<strong>de</strong> pudiese escurecer las<br />

buenas obras recibidas. Vilo con <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> volver la hoja, y vengarse <strong>de</strong> él por la<br />

mejor vía que pudiese; pero atajéle con advertirle que arrepentirse <strong><strong>de</strong>l</strong> bien que había hecho<br />

no cabe en ánimos nobles.<br />

Pues hacer mal, dije, al quien hiciste bien, arguye poca firmeza y constancia en el valor<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo. Vengaros por tribunales es yerro notable, porque nunca las ofensas manchan,<br />

hasta que lleguen a tan miserable estado; especialmente que si vos me <strong>de</strong>cís que es hombre<br />

<strong>de</strong>sadornado <strong>de</strong> partes heredadas o adquiridas, ¿qué agra<strong>de</strong>cimiento os ha <strong>de</strong> tener a vos, si<br />

no agra<strong>de</strong>ce a Dios haberle puesto en el estado que no merecía, ni pensó merecer? Y<br />

preguntoos, ¿quién hizo mal, él o vos? Respondiome: Claro está que él. Pues enójese él,<br />

dije yo, que hizo tan gran maldad, como no agra<strong>de</strong>cer; que vos que no hicisteis mal, no<br />

tenéis <strong>de</strong> qué sentiros, sino <strong>de</strong> que estar muy contento. Y no queráis <strong>de</strong>smerecer con Dios la<br />

buena obra que hicisteis. Consolose <strong>de</strong> manera que si había sido mi amigo hasta allí, por<br />

este consejo creció mucho más la amistad. Y realmente, la quietud <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo no admite<br />

alteraciones advenedizas <strong>de</strong> pechos, e intenciones, en quien se asienta mal la paz y<br />

tranquilidad <strong><strong>de</strong>l</strong> alma. Hanse <strong>de</strong> huir semejantes recuentros, por el mejor medio que fuere<br />

posible; y si es forzosa la comunicación, como suce<strong>de</strong> en comunida<strong>de</strong>s, usar <strong>de</strong> ella en solo<br />

aquello que no pue<strong>de</strong> excusarse, llevando siempre por guía la justicia y la verdad, <strong>de</strong><br />

manera, que los que viven con cuidado <strong>de</strong> hallar en qué tropezar, se corran y confundan; y<br />

cuando no sucediere como se <strong>de</strong>sea y como sería razón, a lo menos quedará muy seguro en<br />

su conciencia y <strong>de</strong>sapasionado quien así lo hubiere hecho. Que el hombre constante, y <strong>de</strong><br />

ánimo quieto, a si propio se ha <strong>de</strong> temer y guardarse <strong>de</strong> sí más que <strong>de</strong> los contrarios. Si le


131<br />

ofen<strong>de</strong>n con razón, calle por si propio, y enmién<strong>de</strong>se <strong>de</strong> la culpa; si le murmuraren sin ella,<br />

consuélese, viendo que está libre <strong>de</strong> calumnia. De suerte, que por todos caminos, el silencio<br />

es refugio y acogida <strong>de</strong> los agravios con malicia. Pero tornando a lo primero, ¿por qué<br />

pensáis, le dije, que dicen ordinariamente: nunca falta un Gil que me persiga? que no dicen<br />

un don Francisco, ni un don Pedro, sino un Gil, es porque nunca son perseguidores; sino<br />

hombres bajos como Gil Manzano, Gil Pérez; ni para verdugos y comitres buscan, sino<br />

hombres infames y bajos, enemigos <strong>de</strong> piedad, bestias crueles, sin respeto ni vergüenza,<br />

inclinados a perseguir a la gente que ven levantarse en actos <strong>de</strong> virtud, como este miserable<br />

<strong>de</strong> quien os quejáis. De estos la comunicación por ningún camino es buena, porque no son<br />

capaces <strong>de</strong> hacer bien, ni pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hacer mal; lo cual se ataja, no conociéndolos para<br />

que no lo hagan. Pues suele pasar, dijo, por cerca <strong>de</strong> mí, sin quitarme el sombrero. Eso, dije<br />

yo, o será por <strong>de</strong>scuido, o por <strong>de</strong>scortesía. Si por <strong>de</strong>scortesía, enójese como tengo dicho<br />

consigo propio, porque ha hecho mal, y no os enojéis vos por los pecados <strong><strong>de</strong>l</strong> otro, que fue<br />

<strong>de</strong>scortés y mal criado. Que vos no os habéis <strong>de</strong> alterar, no habiendo cometido culpa: y si se<br />

hace por <strong>de</strong>scuidado, consigo trae la disculpa; porque los que caen en esta inadvertencia, no<br />

po<strong>de</strong>mos juzgar si van pensativos, u ocupados por imaginaciones <strong>de</strong> negocios que pue<strong>de</strong>n<br />

suce<strong>de</strong>r por muchas cosas, e inculpados, <strong>de</strong> que no po<strong>de</strong>mos ser jueces, no tener ciencia, ni<br />

razón <strong>de</strong> sentirnos y alterarnos. Y en esto <strong>de</strong> las cortesías, no tenemos <strong>de</strong> qué enfadarnos.<br />

Lo uno, porque el no usarla con nosotros, no es por culpa nuestra. Lo otro, porque quien da,<br />

no da más <strong>de</strong> lo que tiene, y quien no tiene cortesía, no es mucho que no la dé, y la regla<br />

general es, que en ninguna manera habemos <strong>de</strong> tomar fastidio <strong>de</strong> lo que no suce<strong>de</strong> por culpa<br />

nuestra, que los <strong>de</strong>scorteses su castigo tienen acerca <strong>de</strong> quien los conoce.<br />

Descanso XVIII<br />

SALIENDO <strong>de</strong> Málaga, me paré entre aquellos naranjos y limoneros, cuya fragancia <strong>de</strong><br />

olor con gran suavidad conforta el corazón; y púseme a mirar y consi<strong>de</strong>rar la excelencia <strong>de</strong><br />

aquella población que así por la influencia <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo, como por el sitio <strong>de</strong> la tierra, exce<strong>de</strong> a<br />

todas las <strong>de</strong> Europa en aquella cantidad que su distrito abraza. Y estando en esta


132<br />

contemplación, vi venir hacia mi una cosa que parecía hombre sobre una mula hablando<br />

entre sí a solas, con un movimiento <strong>de</strong> brazos, meneo <strong>de</strong> rostro y alteración <strong>de</strong> voz, como si<br />

fuera hablando con alguna docena <strong>de</strong> caminantes. Volví la rienda a mi macho, picándole<br />

con toda la priesa posible, antes que pudiese llegar a mí, porque le conocí la enfermedad;<br />

que para huir <strong>de</strong> un hablador <strong>de</strong> estos querría tener, no solamente pies <strong>de</strong> galgo, sino alas <strong>de</strong><br />

paloma: y si ellos supiesen cuán odiosos son a cuantos los oyen, huirían <strong>de</strong> sí propios. Que<br />

la locuacidad, fuera <strong>de</strong> ser enfadosa y cansada, <strong>de</strong>scubre fácilmente la flaqueza <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

entendimiento, suena como vaso vacío <strong>de</strong> substancia, y manifiesta la poca pru<strong>de</strong>ncia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

sujeto, y tiene tan buena gracia con las gentes, que jamás son creídos en cosas que digan,<br />

porque aunque sea verdad, va tan <strong>de</strong>rramada, ahogada y <strong>de</strong>sconocida entre tantas palabras,<br />

como el olor <strong>de</strong> una rosa entre muchas matas <strong>de</strong> ruda: son estos habladores como el<br />

helecho, que ni da flor ni fruta: son el raudal <strong>de</strong> un molino, que a todos los <strong>de</strong>ja sordos y<br />

siempre él está corriendo. No hay toro suelto en el coso que tanto me haga huir como un<br />

palabrero <strong>de</strong> estos, y en resolución no hay buen rato en ellos sino cuando duermen, como<br />

me sucedió en este, que por mucha priesa que me di a huir, me alcanzó y saludó como el<br />

verdugo por las espaldas, y apenas le hube respondido, cuando me preguntó adón<strong>de</strong> iba, y<br />

<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> era a lo primero le respondí, mas a lo segundo no me dió lugar a que le<br />

respondiese, y prosiguiendo me dijo: Pregunto <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> es vuesa merced porque yo soy <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

reino <strong>de</strong> Murcia, aunque mis padres fueron montañeses, <strong>de</strong> un linaje que llaman los<br />

Collados. a lo menos no callados: miréle mientras iba hartándose <strong>de</strong> hablar (si pudo ser)<br />

que tenía razonable cuerpo y talle, aunque era con un gran <strong>de</strong>fecto que era zurdo, y quería<br />

parecer <strong>de</strong>recho. Que aunque la fealdad <strong><strong>de</strong>l</strong> zurdo es gran<strong>de</strong>, tengo por peor la <strong><strong>de</strong>l</strong> que<br />

disfraza, o quiere disfrazar la falta natural, porque arguye doblez y artificio en lo interior <strong>de</strong><br />

la condición; y siendo este género <strong>de</strong> hombres tan conocidos por este <strong>de</strong>fecto, como los<br />

eunucos por el <strong>de</strong> las barbas, así quieren persuadir a que no lo son, como estotros a que no<br />

han llegado a edad <strong>de</strong> barbar, y los unos y los otros con querer negarlo, o disimularlo, dan a<br />

enten<strong>de</strong>r cuán gran<strong>de</strong> falta es, pues la niegan.<br />

Este buen hombre, jugando <strong>de</strong> una y otra mano, y arqueando las cejas, que tenía<br />

gran<strong>de</strong>s, con dos rayas entre ellas profundas, ojos aunque no pequeños, cerrados siempre<br />

que hablaba, como si con los ojos se oyera, y todo el rostro acabronado, quiero <strong>de</strong>cir, libre,<br />

alto y <strong>de</strong>svergonzado; dijo mil disparates, a que yo nunca estuve atento, porque le conocí


133<br />

luego. Contó valentías suyas, a las cuales yo estuve tan atento, como a todo lo <strong>de</strong>más, <strong>de</strong><br />

suerte que nunca me dió lugar para respon<strong>de</strong>rle a lo que me había preguntado, hasta que<br />

habiendo andado dos leguas, como <strong>de</strong> tanto hablar había gastado la humedad <strong><strong>de</strong>l</strong> celebro,<br />

labios y lengua, en una venta que llaman <strong><strong>de</strong>l</strong> Pilarejo, pidió un jarro <strong>de</strong> agua, y en<br />

comenzando a beber le respondí a su pregunta, diciendo: De Ronda. Quitose el jarro <strong>de</strong> la<br />

boca, y díjome: Huélgome porque voy hacia allá <strong>de</strong> llevar tan buena compañía. Tomó el<br />

jarro a la boca, y mientras acabó <strong>de</strong> beber, le dije: Antes es la peor <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, porque no<br />

hablaré palabra en todo el camino. ¿Esa virtud <strong><strong>de</strong>l</strong> silencio, dijo, tiene vuesa merced? Será<br />

pru<strong>de</strong>nte y estimado <strong>de</strong> todo el mundo, que <strong><strong>de</strong>l</strong> poco hablar se conoce la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los<br />

sabios, que es una virtud con que un hombre asegura los daños que por su causa sola<br />

pue<strong>de</strong>n venir. Yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar: cuando dan tormento a alguno si no habla ni<br />

confiesa, lo tienen por valeroso, por haber callado lo que le había <strong>de</strong> dañar. En un banquete,<br />

los callados comen más y mejor que los otros, y hablan menos, porque oveja que bala<br />

bocado pier<strong>de</strong>, aunque yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar. El sueño tan importante para la salud y<br />

vida, ha <strong>de</strong> ser con silencio. Cuando uno está escondido, como suele suce<strong>de</strong>r, en casa ajena,<br />

por callar se salva, aunque se le salga algún estornudo. Que el silencio es virtud sin trabajo,<br />

que no es menester cansarse con libros para callar. El callado está notando lo que los otros<br />

hablan, para echárselo <strong>de</strong>spués en cara. Yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar. Con estos disparates y<br />

otros tan materiales, iba alabando el silencio, y cansándome a mí y prosiguiendo con su<br />

inclinación, dijo: Yo no soy amigo <strong>de</strong> hablar, sino por entretener en el camino a vuesa<br />

merced, que me parece hombre principal, voy aliviando el cansancio. Yo busqué mil<br />

invenciones para librarme <strong>de</strong> él, y seguir mi camino a solas: pero no fue posible <strong>de</strong>jarlo, y<br />

al fin le dije: Señor, yo tengo necesidad <strong>de</strong> apartarme a la mano izquierda, y pasar este río,<br />

porque tengo qué hacer en Coin. ¿Pues por tan <strong>de</strong>sconversable me tiene vuesa merced, dijo<br />

él, que no le había <strong>de</strong> acompañar? El prosiguió, y como no salió bien lo primero, fuime<br />

divirtiendo con los ruiseñores, que nos daban música por el camino, admirandome <strong>de</strong> ver<br />

con cuánto cuidado se van poniendo <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> los hombres para que oigan la melodía <strong>de</strong><br />

su canto, a veces llevando el canto llano con la quietud <strong><strong>de</strong>l</strong> tenor, y luego con la<br />

disminución <strong><strong>de</strong>l</strong> tiple, convidando al contrabajo a que haga el fundamento, sobre que van<br />

las voces saliendo a veces sin pensar con el, contralto. Concierto no imitado <strong>de</strong> los<br />

hombres, sino enseñado a los hombres, a quien sirven con gran cuidado <strong>de</strong> darles gusto,


134<br />

pues en la orilla <strong>de</strong> aquel río, y en cualquiera parte que los haya, tanto con más excelencia<br />

usan <strong>de</strong> su armonía, cuanto más cerca se hallan <strong>de</strong> los hombres. Con esto pu<strong>de</strong> disimular, y<br />

sufrir algún tanto la gotera y continuación <strong>de</strong> este impertinente hablador, hasta que<br />

llegamos a una venta, don<strong>de</strong> fue forzoso comer. En acabando yo me hice enfermo, por<br />

quedarme sin el, mas él dijo: juntos salimos <strong>de</strong> Málaga, juntos habemos <strong>de</strong> llegar a Ronda;<br />

que como yo callaba y él hablaba cuanto quería, le parecí bien para compañía. Vime<br />

cansado, atajado y molido; porque aunque confieso <strong>de</strong> mi que se usar <strong>de</strong> la paciencia en<br />

muchas cosas, sé que no la tengo para oír hablar mucho y prolijamente, y así me <strong>de</strong>terminé<br />

a usar <strong><strong>de</strong>l</strong> remedio contra los habladores, que es hablar más que ellos. En acabando <strong>de</strong><br />

comer el buen hombre, extendiendo los brazos con un gran bostezo, comenzó a <strong>de</strong>cir: Por<br />

aquí pasó el Rey Don Fernando y su gente, cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ganada Ronda vino sobre<br />

Málaga, y habiéndole faltado recursos, por los muchos gastos que se le habían recrecido, y<br />

por haber acosado a los pueblos circunvecinos con los continuos reencuentros, trazas y<br />

estratagemas <strong>de</strong> que había usado por ganar a Ronda, estuvieron dos o tres días los soldados<br />

sin recibir mantenimiento, por don<strong>de</strong> pensaron perecer <strong>de</strong> hambre. Yo le atajé con gran<br />

furia, diciendo: Y aun yo me acuerdo, que lo oí contar a mi bisabuelo, que había traído <strong>de</strong><br />

la campiña <strong>de</strong> los pueblos circunvecinos <strong>de</strong> cristianos <strong>de</strong> Ronda una gran manada <strong>de</strong><br />

ganado <strong>de</strong> cerda, <strong>de</strong> que ahora hay más abundancia que en toda España, para<br />

mantenimiento <strong><strong>de</strong>l</strong> real: como se hubiese acabado ya todo el ganado vacuno, y quedasen<br />

algunos cochinos, mandó el Rey Católico que le guardasen una docena <strong>de</strong> ellos, y que por<br />

ningún camino tocasen a ellos, por ser gran<strong>de</strong>s y largos, para casta. Como los soldados,<br />

gente sin paciencia, se veían perecer <strong>de</strong> hambre, y la provisión que esperaban se tardaba,<br />

aunque estaban atrincherados, y cercados <strong>de</strong> enemigos <strong>de</strong> toda la Hoya <strong>de</strong> Málaga, don<strong>de</strong><br />

por fuerza habían <strong>de</strong> vivir con recato; vieron dos o tres camaradas que se habían<br />

<strong>de</strong>smandado los puercos hacia la espesura <strong>de</strong> estos árboles, por la ribera <strong><strong>de</strong>l</strong> río, que como<br />

llevaban seguridad y salvoconducto, nadie tocaba a ellos. Acudió un arcabucero <strong>de</strong> la<br />

camarada, y por entre las ramas le encerró dos balas en el cuerpo a un cochino <strong>de</strong> aquellos.<br />

¡Arma, dijeron todos, arma, enemigos, arma! Púsose todo el real en arma; los soldados<br />

arrastraron el puerco hacia su tienda, y metieronlo entre la ropa <strong>de</strong> un baúl. Acudieron a<br />

todas las partes por don<strong>de</strong> se podía temer flaqueza o peligro, porque en semejantes<br />

ocasiones ninguno sino los centinelas pue<strong>de</strong> disparar un arcabuz; y como hallaron


135<br />

seguridad, mandose que se hiciese pesquisa por un sargento mayor adón<strong>de</strong> y por qué se<br />

había disparado el arcabuz: echose <strong>de</strong> ver que había sido por la muerte <strong><strong>de</strong>l</strong> cochino. Los tres<br />

soldados con los pies borraron el rastro <strong>de</strong> la sangre, y envolviéndole entre sus vestidos y<br />

camisas, lo encerraron en el suelo <strong><strong>de</strong>l</strong> baúl, que le sirvió <strong>de</strong> sepulcro hasta que llegó el<br />

sargento mayor, e informándose <strong>de</strong> tienda en tienda. Llegando a la <strong>de</strong> los soldados,<br />

negando ellos lo <strong><strong>de</strong>l</strong> cochino, llegó el sargento mayor a mirar <strong>de</strong>trás <strong><strong>de</strong>l</strong> baúl, y en<br />

meneándolo, el cochino <strong>de</strong> lo entrañable <strong>de</strong> las tripas en contrabajo dió un profundo<br />

gruñido, porque no era muerto, y secundó con otro más recio.<br />

El sargento mayor, que se enteró <strong><strong>de</strong>l</strong> caso, y pa<strong>de</strong>cía tanta hambre como ellos, mirolos<br />

sin hablar palabra. Ellos erizado el cabello, temblándoles las manos, y confuso el rostro,<br />

cuando entendieron que los había <strong>de</strong> ahorcar, o hacer otro castigo muy grave, el sargento<br />

mayor, poniendo el <strong>de</strong>do en la boca, les dijo: Envíenme mi parte, y comamos todos. Con<br />

mucha disimulación tomó a su pesquisa <strong>de</strong> tienda en tienda, y cuando llegó a la suya, halló<br />

entre unos trapos sucios la parte <strong><strong>de</strong>l</strong> cochino, que le pareció que había venido <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo.<br />

Entonces dijo el hablador: Pues a proposito <strong>de</strong> esto contaré: y al momento atajéle con <strong>de</strong>cir.<br />

Pues no paró aquí, ni he contado la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong> cuento, y diciendo mil disparates, semejantes<br />

a los pasados, lo rendí <strong>de</strong> manera que cogió su mula y se fue camino <strong>de</strong> Alora sin<br />

<strong>de</strong>spedirse, y yo me quedé en la venta <strong>de</strong> Don Sancho, <strong>de</strong>scansando <strong>de</strong> lo mucho que había<br />

hablado y había sufrido hablar, que con ser el medio con que se entien<strong>de</strong>n los hombres unos<br />

con otros, la <strong>de</strong>masía <strong>de</strong>struye el buen fin para que fue concedido a los hombres, y no a los<br />

<strong>de</strong>más animales; la comunicación <strong><strong>de</strong>l</strong> hablar, y la dulzura <strong>de</strong> la lengua que tantas<br />

excelencias tiene, y que ella es el intérprete <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, satisfactoria a lo que le preguntan,<br />

exhortadora al bien, consoladora en el mal, relatora fiel <strong>de</strong> las sentencias, medianera en las<br />

amista<strong>de</strong>s, agradable para el oído, en la soledad compañera, <strong>de</strong>clamadora para persuadir, y<br />

voz para comunicarnos. Dejo otros muchos provechos, que aunque son materiales, son muy<br />

necesarios, como es traer la lengua el mantenimiento <strong>de</strong> una parte a otra, para que si está<br />

muy caliente se temple, y si está frío se caliente, y baje al estómago, <strong>de</strong> manera que lo<br />

abrace bien. Mas, ¿qué asquerosa y babosa fuera la boca, si no hubiera lengua que recogiera<br />

la saliva que sin licencia se <strong>de</strong>stila <strong><strong>de</strong>l</strong> celebro, y sube <strong><strong>de</strong>l</strong> estómago? ¿Como si pudiera<br />

arrancar la flema <strong><strong>de</strong>l</strong> pecho si no ayudara la lengua? ¿Quién negará la gracia que tiene para<br />

pedir, y la <strong>de</strong>sgracia para <strong>de</strong>spedir? Maravillosas propieda<strong>de</strong>s tiene para lo material.


136<br />

Descanso XIX<br />

PERO ¿quien, o cómo podrá <strong>de</strong>cir las calida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la lengua, aunque ella propia tuviese<br />

su libre albedrío sin tener <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> otra parte, para hablar <strong>de</strong> sí? Dicen algunos que<br />

es <strong>de</strong> hechura <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> lanza, y engañanse, porque ni es tan ancha por lo ancho, ni tan<br />

puntiaguda por el remate. a mi me parece que tiene hechura <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> culebra: y quien<br />

quisiere advertir en ello, véala mirándose a un espejo, y hallará lo que digo: verá el fácil<br />

movimiento que tiene, más, veloz que todos los <strong>de</strong>más miembros <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, como <strong>de</strong> su<br />

movimiento propio se alarga y se encoge, se angosta y ensancha, con que ligereza sube a lo<br />

alto <strong>de</strong> la boca, y baja a lo bajo, y se mueve al un labio y al otro, cómo sale afuera, y vuelve<br />

a<strong>de</strong>ntro, sin ver con qué se alarga, ni dón<strong>de</strong> se encoge: y mirándola con todos estos<br />

acci<strong>de</strong>ntes parece víbora que está a la boca <strong>de</strong> su cueva para salir o no salir. Y en fin sale,<br />

teniendo en su guarda y <strong>de</strong>fensa los dos adarves <strong>de</strong> dientes y labios, que le estorban la<br />

libertad <strong><strong>de</strong>l</strong> hablar, pero no por eso <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> hablar cuanto le mandan, y algunas veces<br />

mucho más <strong>de</strong> lo que le mandan. Vicio infame, y que ordinariamente se halla en gente muy<br />

humil<strong>de</strong>, como pesca<strong>de</strong>ras y lavan<strong>de</strong>ras; y si son hombres, son semejantes en nacimiento y<br />

costumbres, que si pensasen cuánto importa para la quietud <strong>de</strong> la vida y seguridad <strong>de</strong> la<br />

muerte, antes querrían ser mudos que hablar tanto y tan mal. Mil veces he pensado por qué<br />

llaman a estos <strong>de</strong>slenguados, teniendo tan larga la lengua. Y <strong>de</strong>jadas otras razones, digo que<br />

como hablan tanto, y tan mal, parece que han <strong>de</strong> tener la lengua gastada y consumida <strong>de</strong><br />

hablar; y por eso les llaman <strong>de</strong>slenguados, siendo lenguados, y aun acedías, pues tantas<br />

engendran en quien los sufre. Y dije que parece la lengua cabeza <strong>de</strong> culebra, porque tan<br />

dispuesta se halla para picar o mor<strong>de</strong>r, como para alabar o persuadir. Mas ¡cuán dulce cosa<br />

es <strong>de</strong>cir bien! ¡Qué <strong>de</strong> amigos se granjean por ello, y qué <strong>de</strong> enemigos por lo contrario! En<br />

cuantas pesadumbres suce<strong>de</strong>n en el mundo habría templanza y mo<strong>de</strong>ración, si la hubiese en<br />

la lengua, que por ella se traban cuantas pen<strong>de</strong>ncias suce<strong>de</strong>n en las comunida<strong>de</strong>s o cabildos.<br />

¡Qué fácil cosa es conce<strong>de</strong>r una verdad, y qué dificultoso contra<strong>de</strong>cirla! Pues al fin no se ha<br />

<strong>de</strong> dar razón conveniente para <strong>de</strong>rribarla. El contra<strong>de</strong>cir la verdad, por salir (como dicen)


137<br />

cada uno con la suya, bien se echa <strong>de</strong> ver que es estimarla en poco, y su misma reputación.<br />

Que aunque por algunos respetos le <strong>de</strong>jan salir con su intención, al fin todos echan <strong>de</strong> ver la<br />

vanidad que sustentaba, y él queda corrido y arrepentido; y a todos los que se aprovechan<br />

mal <strong>de</strong> la lengua les viene luego el pesar al pie <strong>de</strong> la obra. Tristes <strong>de</strong> aquellos que ponen su<br />

justicia en la confianza <strong>de</strong> su ruin lengua, que si por ese camino la alcanzan, toda la vida<br />

pasan con escrúpulo, y la muerte sin restitución (quizá me engaño). Todas las heridas que<br />

un hombre da con el brazo paran allí don<strong>de</strong> se recibe el daño. Si ofen<strong>de</strong> con la pisada no<br />

pasa <strong>de</strong> allí el daño. Pero la herida que hace la lengua (como dice el doctísimo Pedro <strong>de</strong><br />

Valencia) va cundiendo y extendiéndose <strong>de</strong> la misma manera que el movimiento que hace<br />

una piedra en un charco <strong>de</strong> agua, que a todas partes se va extendiendo, o como la voz que<br />

se da al aire, que a todas partes corre, y va creciendo, que la palabra una vez echada no sabe<br />

volverse a su dueño, ni es señor <strong>de</strong> lo que pudo retener en si y lo <strong>de</strong>jó ir. Llaman satírico <strong>de</strong><br />

pocos años a esta parte al que tiene ruin lengua; mas impropiamente, que no tiene lo uno<br />

parentesco con lo otro: porque las sátiras no nacen <strong>de</strong> la ponzoña <strong>de</strong> la lengua, sino <strong><strong>de</strong>l</strong> celo<br />

<strong>de</strong> reprehen<strong>de</strong>r un vicio, que por ser insensible él en sí, se reprehen<strong>de</strong> en quien lo tiene.<br />

Mas la hambre y sed <strong>de</strong> la ruin lengua no tiene discurso como el que compone la sátira; y si<br />

lo tuviese, o espacio para pensar los inconvenientes, no se arrojaría tan fácilmente contra la<br />

honra <strong><strong>de</strong>l</strong> prójimo. Aquel filósofo que preguntándole cuál era el animal más ponzoñoso en<br />

la mor<strong>de</strong>dura, respondió que <strong>de</strong> los bravos el maldiciente, y <strong>de</strong> los mansos el lisonjero, no<br />

<strong>de</strong>claró cuál se llama verda<strong>de</strong>ramente lisonjera, que realmente la lisonja es una mentira<br />

dicha con blandura en alabanza <strong><strong>de</strong>l</strong> presente: como si a un hombre ignorante le llamasen<br />

sabio, o a la mujer fea la llamasen hermosa.<br />

Esta es realmente adulación y conocida lisonja, y es gran<strong>de</strong> maldad <strong>de</strong>cirla, y mayor<br />

ignorancia consentirla; pero no se llamará lisonja a la mujer que es medianamente hermosa<br />

y parece bien, llamarla muy hermosa, ni al hombre que tiene razonable talle, <strong>de</strong>cirle que es<br />

gentil hombre; ni lo será al que canta a gusto <strong>de</strong> quien lo oye, <strong>de</strong>cirle que es un Orfeo, ni al<br />

que es muy razonable poeta <strong>de</strong>cirle que es un Horacio, que algo se ha <strong>de</strong> añadir para que los<br />

ánimos se alienten a pasar a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante con los actos <strong>de</strong> virtud; porque si la honra es el premio<br />

<strong>de</strong> la virtud (como lo es) ¿cómo sabrá el virtuoso la opinión que tiene en el pueblo si no se<br />

lo dicen en su cara, y le animan para que prosiga en merecer mas y más cada día? Así que<br />

<strong>de</strong>cirle bien <strong>de</strong> si propio al que tiene en qué fundarlo no es lisonja, sino <strong>de</strong>jarlo sabroso para


138<br />

que no cese en su buen propósito; y el que lo dice, sabiéndolo <strong>de</strong>cir, se acredita <strong>de</strong> afable, y<br />

<strong>de</strong> juez que conoce lo que se <strong>de</strong>be a las buenas partes. ¿Quién será tan inhumano que tenga<br />

por lisonja <strong>de</strong>cirle a Lope <strong>de</strong> Vega que no ha habido en la antigüedad más excelente ingenio<br />

por el camino que ha seguido? ¿Ni tan bruto que porque el otro sabe echar cuatro pullas con<br />

donaire, diga que es gran poeta? Todos estos son oficios <strong>de</strong> la lengua, que si es como la <strong>de</strong><br />

aquel hablador, todo lo <strong>de</strong>struye y todo lo daña, así solapando el mal, como <strong>de</strong>sacreditado<br />

el bien; porque en la <strong>de</strong>masía es imposible caber los actos <strong>de</strong> justicia, y más si el hablar<br />

mucho cabe en una mujer ignorante y hermosa, que para un hombre <strong>de</strong> recogimiento y<br />

estudio hace más ruido y ocupa más en una casa que un corral <strong>de</strong> doscientas gallinas. El<br />

hablar mucho está lleno <strong>de</strong> mil inconvenientes, y pocos habladores o ningunos he visto<br />

enmendados; porque cuanto más viven y duran, crece más la licencia <strong><strong>de</strong>l</strong> hablar y el<br />

parecerles que lo pue<strong>de</strong>n hacer. El hablar con mo<strong>de</strong>ración regala el oído, cría voluntad y<br />

amor en quien lo oye, y hace una armonía en el oyente, que no hay cuatro voces<br />

concertadas que así lo suspendan. Mas, ¿qué fuera <strong>de</strong> la música <strong>de</strong> voces si no hubiera<br />

lengua que pronunciara las silabas y formara los puntos? Parecieran los músicos vacas en<br />

acequias, o azudas en procesión. Y aunque yo use mal <strong><strong>de</strong>l</strong> precepto que doy en hablar poco,<br />

no puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nar un género <strong>de</strong> gentes que en comenzando a hablar son como<br />

rueda <strong>de</strong> cohetes, que hasta que ha <strong>de</strong>spedido toda la pólvora no para. Son <strong>de</strong>scorteses si no<br />

oyen lo que les respon<strong>de</strong>n, y se hacen odiosos a todo el mundo. Hase <strong>de</strong> hablar lo necesario<br />

respondiendo y dando lugar a que se responda con silencio justo, o ajustado con la<br />

conversación, si pudiere ser con agu<strong>de</strong>za y donaire, si no a lo menos con cordura,<br />

mo<strong>de</strong>ración y aplauso, no pensando que se lo han <strong>de</strong> hablar todo. Como divinamente hace<br />

Doña Ana <strong>de</strong> Zuazo, que usa <strong>de</strong> la lengua para cantar y hablar con gracia, concedida <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

cielo para milagro <strong>de</strong> la tierra. o como Doña María Carrión, que si no fuera con tantas<br />

ventajas hermosa, con sola la cordura y gracia <strong>de</strong> su lengua pudiera ser estimada en el<br />

mundo. No quiero traer en consecuencia <strong>de</strong> esto a los gran<strong>de</strong>s oradores, como es el Maestro<br />

Santiago Pico <strong>de</strong> Oro, al Padre Fray Gregorio <strong>de</strong> Pedrosa, al Padre Fray Plácido Tosantos, y<br />

el Maestro Hortensio, divino ingenio, el Padre Salablanca, tan semejante en la vida a la<br />

excelencia <strong>de</strong> sus palabras, y otros excelentísimos sujetos, que parece que hablan con<br />

lenguas <strong>de</strong> ángeles más que <strong>de</strong> hombres. Pero para reprehen<strong>de</strong>r el mucho hablar he yo<br />

hablado <strong>de</strong>masiado, por persuadir a quien tiene esta falta que se reforme en ella. Aquella


139<br />

noche <strong>de</strong>scansé en un pueblo que está cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> camino que llaman Cazarabonela,<br />

abundantísimo <strong>de</strong> naranjas y limones, con muchas aguas y frescuras, aunque al pie <strong>de</strong> muy<br />

altas peñas.<br />

Descanso XX<br />

POR la mañana tomé el camino por entre aquellas asperezas <strong>de</strong> riscos y árboles muy<br />

espesos, don<strong>de</strong> vi una extrañeza entre muchas que hay en todo aquel distrito, que, nacía <strong>de</strong><br />

una peña un gran caño <strong>de</strong> agua, que salía con mucha furia hacia afuera, como si fuera hecho<br />

a mano, mirando al oriente, muy templada, más caliente que fría, y en volviendo la punta<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> peñasco salía otro caño correspondiente a éste, muy helado, que miraba al poniente; en<br />

lo primero el romero florido, y a dos pasos aun sin hojas, y todo cuanto hay por ahí es <strong>de</strong><br />

esta manera. Unas zarzas sin hojas, y otras con moras ver<strong>de</strong>s, y poco a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante con moras<br />

negras. Todo cuanto mira a Málaga muy <strong>de</strong> primavera, y cuanto mira a Ronda muy <strong>de</strong><br />

invierno, y así es todo el camino. Por entre aquellos árboles muy lleno el camino <strong>de</strong><br />

manantiales y aguas, que se <strong>de</strong>speñan <strong>de</strong> aquellas altísimas breñas y sierras, por entre muy<br />

espesas encinas, lentiscos y robles; y como solo imaginando en las extrañas cosas que la<br />

naturaleza cría, cuando sin pensar di con una transmigración <strong>de</strong> gitanos, en un arroyo que<br />

llaman <strong>de</strong> las Doncellas, que me hiciera volver atrás si no me hubieran visto, porque se me<br />

representó luego las muertes que sucedían entonces por los caminos, hechas por gitanos y<br />

moriscos; como el camino era poco usado, y yo me vi solo y sin esperanza <strong>de</strong> que pudiera<br />

pasar gente que me acompañara, con el mejor ánimo que pu<strong>de</strong>, al mismo tiempo que ellos<br />

me comenzaron a pedir limosna, les dije: Esté en hora buena la gente. Ellos estaban<br />

bebiendo agua, y yo les convidé con vino, y alarguéles una bota <strong>de</strong> Pedro Jiménez <strong>de</strong><br />

Málaga, y el pan que traía, con que se holgaron; pero no cesaron <strong>de</strong> hablar y pedir más y<br />

más. Yo tengo costumbre, y cualquiera que caminare solo la <strong>de</strong>be tener, <strong>de</strong> trocar en el<br />

pueblo la plata á oro que ha menester para el espacio que hay <strong>de</strong> un pueblo a otro, porque es<br />

peligrosísimo sacar oro o plata en las ventas, o por el camino, y trayendo en la faltriquera<br />

menudos, saqué un puñado, con que les dí y repartí limosna (que nunca la dí <strong>de</strong> mejor gana<br />

en toda mi vida) a cada uno como me pareció. Las gitanas iban <strong>de</strong> dos en dos, en unas<br />

yeguas y cuartagos muy flacos; los muchachos <strong>de</strong> tres en tres, y <strong>de</strong> cuatro en cuatro, en


140<br />

unos jumentos cojos y mancos. Los bellacones <strong>de</strong> los gitanos a pie, sueltos como un viento,<br />

y entonces me parecieron muy altos y membrudos, que el temor hace las cosas mayores <strong>de</strong><br />

lo que son; el camino es estrecho y peligroso, lleno <strong>de</strong> raíces <strong>de</strong> los árboles, muchos y muy<br />

espesos, y el macho tropezaba cuanto podía; dabanle los gitanos palmadas en las ancas, y a<br />

mí me pareció que me las querían dar en el alma; porque yo iba por lo más bajo y angosto,<br />

y los gitanos por los lados superiores a mí, por veredillas enredadas con mil matas <strong>de</strong><br />

chaparros y lentiscos, que cada momento me parecía que me iban ya a pegar; y en medio <strong>de</strong><br />

esta turbación y miedo, yendo mirando con cuidado a los lados, moviendo los ojos, sin<br />

mover el rostro, llegó un gitano <strong>de</strong> improviso, y asió <strong><strong>de</strong>l</strong> freno y la barbada <strong><strong>de</strong>l</strong> macho, y<br />

queriéndome yo arrojar en el suelo dijo el bellaco <strong><strong>de</strong>l</strong> gitano: Ya ha cerrado, mi ceñor.<br />

Cerrada, dije yo entre mí, tengas la puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo, ladrón, que tal susto me has dado,<br />

Preguntaron si lo quería trocar, y habiéndome atribulado <strong><strong>de</strong>l</strong> trago pasado, y <strong>de</strong> lo que podía<br />

suce<strong>de</strong>r; mas consi<strong>de</strong>rando que su <strong>de</strong>seo era <strong>de</strong> hurtar, y que no podía echarlos <strong>de</strong> mi sino<br />

con esperanzas <strong>de</strong> mayor ganancia, con el mejor semblante que pu<strong>de</strong>, saqué más menudos,<br />

y repartiéndolos entre ellos, dije: Por cierto, hermanos, sí hiciera <strong>de</strong> muy buena gana, pero<br />

<strong>de</strong>jo atrás un amigo mío merca<strong>de</strong>r, que se le ha cansado un macho en que trae una carga <strong>de</strong><br />

moneda, y voy al pueblo a buscar una bestia para traerla. En oyendo <strong>de</strong>cir merca<strong>de</strong>r solo,<br />

macho cansado, carga <strong>de</strong> moneda, dijeron: Vaya su merced en hora buena, que en Ronda le<br />

serviremos la limosna que nos ha hecho. Piqué al macho, y le hice caminar por aquellas<br />

breñas más <strong>de</strong> lo que él quisiera. Ellos quedaron hablando en su lenguaje <strong>de</strong> jerigonza, y<br />

<strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> esperar o acechar al merca<strong>de</strong>r para pedirle limosna, como suelen, que si no<br />

usara <strong>de</strong> esta estratagema, yo lo pasara mal. Sabe Dios cuántas veces me pesó <strong>de</strong> haber<br />

<strong>de</strong>jado la compañía <strong><strong>de</strong>l</strong> hablador, cuando hablara mucho y me enfadara, mas al fin no me<br />

pusiera en el peligro en que estuve. Que realmente para caminar por enfadosa que sea la<br />

compañía tiene más <strong>de</strong> bueno que <strong>de</strong> malo, y aunque sea muy ruin, la pue<strong>de</strong> hacer buena el<br />

buen compañero, no comunicándole cosas que no sean muy justas. Y para tratar <strong>de</strong> lo que<br />

se ofrece a la vista, por el camino es buena cualquiera compañía. Que bien nos dió a<br />

enten<strong>de</strong>r Dios esta verdad cuando acompañó un brazo con otro,


141<br />

una pierna con otra, ojos y oídos, y los <strong>de</strong>más miembros <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo humano, que todos son<br />

doblados sino la lengua, para que sepa el hombre que ha <strong>de</strong> oír mucho y hablar poco. Iba<br />

volviendo el rostro atrás, para ver si me seguían los gitanos, que como eran muchos, podían<br />

seguirme unos y quedarse otros; pero la misma codicia que cebó a los unos <strong>de</strong>tuvo a los<br />

otros, y así me <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> seguir. Llegué al pueblo más cansado que llegara si no fuera por<br />

miedo <strong>de</strong> los gitanos. <strong>de</strong>spués vi en Sevilla castigar por ladrón a uno <strong>de</strong> los gitanos, y una<br />

<strong>de</strong> las gitanas por hechicera en Madrid; pero <strong>de</strong>spués que estuve sosegado y sin alteración,<br />

se me representó en aquellos gitanos la huida <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Israel <strong>de</strong> Egipto. Iban unos<br />

gitanillos <strong>de</strong>snudos, otros con un coleto acuchillado, o con un sayo roto sobre la carne: otro<br />

ensayándose en el juego <strong>de</strong> la corregüela. Las gitanas, una muy bien vestida, con muchas<br />

patenas y ajorcas <strong>de</strong> plata, y las otras medio vestidas y <strong>de</strong>snudas, y cortadas las faldas por<br />

vergonzoso lugar: llevaban una docena <strong>de</strong> jumentillos cojos y ciegos, pero ligeros y agudos<br />

como el viento, que los hacían caminar más que podían. Dios me ofreció y <strong>de</strong>paró aquella<br />

estratagema, porque los gitanos eran tantos que bastaban para saquear un pueblo <strong>de</strong> cien<br />

casas. Reposé y comí en aquel pueblo, y a la noche llegué a Ronda, don<strong>de</strong> hallé a mis<br />

merca<strong>de</strong>res muy <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> verme y muy a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante en su trato. Lo que allí me pasó no es<br />

<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración, porque en una feria tan caudalosa son tantos los enredos, trazas, hurtos y<br />

embelecos que pasan, que para cada uno es menester una historia. Yo no iba a tratar ni a<br />

contratar, sino a negocios <strong>de</strong> mis estudios, y visitar mis parientes; pero serviles a los<br />

merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> gozquecillo, para mostrarles algunas cosas muy notables y dignas <strong>de</strong> ver que<br />

tiene aquella ciudad, así por naturaleza, como por artificio, como es el edificio famoso <strong>de</strong> la<br />

mina por don<strong>de</strong> se proveía <strong>de</strong> agua siempre que estaba cercada <strong>de</strong> contrarios.<br />

Esta ciudad fue reedificada <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> Munda, que ahora llaman Ronda la vieja:<br />

ciudad don<strong>de</strong> tan apretado se vió César <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Pompeyo, que confiesa él mismo<br />

que siempre peleó por vencer, y allí por no ser vencido. Está edificada sobre un risco tan<br />

alto, que yo doy fe que haciendo sol en la ciudad, en la profundidad, que está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella<br />

misma, entre dos peñas tajadas, estaba lloviendo en unos molinos y batanes, que sirven a la<br />

ciudad, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> subían los hombres mojados; y preguntándoles <strong>de</strong> qué, respondían que<br />

llovía muy bien entre los dos riscos que divi<strong>de</strong>n la ciudad <strong><strong>de</strong>l</strong> arrabal. Dígolo a fin <strong>de</strong> que<br />

cuando esta ciudad se edificó, por la falta que había <strong>de</strong> fuentes arriba les fue forzoso hacer<br />

una mina, rompiendo por el mismo risco hasta el río, que no hay en toda ella cosa que no


142<br />

sea <strong>de</strong> la misma dureza <strong>de</strong> la piedra, en que hay cuatrocientos escalones, poco más o<br />

menos, por don<strong>de</strong> bajaban por agua los míseros esclavos cautivos, en el cual trabajo morían<br />

algunos; y se tiene por tradición antigua que una cruz que yo he visto al medio <strong>de</strong> la<br />

escalera, la hizo un cristiano, que <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo trabajo reventó, con la uña <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>do pulgar, tan<br />

honda, que fuera menester más que punta <strong>de</strong> daga para hacerla. Es <strong>de</strong> la misma gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />

rayas que un Cristo que está en la iglesia antigua <strong>de</strong> Córdoba, hecho por manos <strong>de</strong> otro<br />

santo cautivo, y con el mismo trabajo. Algunos han dicho que tan insigne obra no pudo ser<br />

hecha sino <strong>de</strong> romanos. Pero hay en contrario una piedra gran<strong>de</strong> que está en el fundamento<br />

<strong>de</strong> la torre que llaman <strong><strong>de</strong>l</strong> homenaje, que está escrita <strong>de</strong> letras latinas, y están vueltas hacia<br />

abajo, que si supieran leerlas no la pusieran al revés. Fuera <strong>de</strong> que las calles son todas<br />

angostas, y las casas, que se heredaron <strong>de</strong> la antigüedad bajas, muy fuera <strong>de</strong> la costumbre<br />

<strong>de</strong> los romanos y españoles. Sea como fuere, el edificio <strong>de</strong> la mina es hecho con mucho<br />

trabajo y cuidado, y <strong>de</strong> las más memorables obras que hay <strong>de</strong> la antigüedad en España; y<br />

que esta ciudad fuese edificada <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> Munda, en mil piedras que allí hay se echa<br />

<strong>de</strong> ver, y en algunos ídolos que hay, entre los cuales son excelentes dos que hay <strong>de</strong> muy<br />

maltratados, <strong>de</strong> alabastro en las casas <strong>de</strong> don Rodrigo <strong>de</strong> Ovalle, en que ahora vive,<br />

heredadas <strong>de</strong> sus padres y abuelos a quien yo conocí: y aunque yo no hago oficio <strong>de</strong><br />

historiador, no puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> paso, que engañado Ambrosio <strong>de</strong> Morales por la<br />

semejanza <strong><strong>de</strong>l</strong> nombre, dijo que Munda había sido un lugarcillo edificado a la falda <strong>de</strong><br />

Sierrabermeja, que se llama Munda, que si hubiera visto esta tierra no lo dijera. Porque a lo<br />

que dice Paulo Hircio que hay <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Osuna a Munda, concierta esta verdad, y con estar<br />

vivo hoy el coliseo gran<strong>de</strong>, y que muestra haber sido colonia <strong>de</strong> romanos, que yo vi años <strong>de</strong><br />

ochenta y seis junto con esto me acuerdo que oí <strong>de</strong>cir a Juan Luzón, caballero <strong>de</strong> muy gentil<br />

entendimiento y buenas letras, y un hidalgo, nieto e hijo <strong>de</strong> conquistadores, que se llamaba<br />

Cár<strong>de</strong>nas, que en un cortijo suyo que está en el mismo sitio <strong>de</strong> Munda, arando unos<br />

gañanes, hallaron una piedra en que estaban estas letras: Munda Imperatore Sabino. junto<br />

con esto le oí <strong>de</strong>cir a mis abuelos, que eran hijos <strong>de</strong> conquistadores, y tuvieron<br />

repartimiento <strong>de</strong> los Reyes Católicos. Y esto digo, porque como se van acabando los que lo<br />

saben, que<strong>de</strong> esta verdad asentada para la posteridad. Tiene aquella ciudad naturalmente<br />

cosas que se pue<strong>de</strong>n ir a ver, por monstruosas <strong>de</strong> muchas leguas, por la extrañeza <strong>de</strong><br />

aquellas altas peñas y riscos. Es abundantísima <strong>de</strong> todo lo necesario para la vida, y así salen


143<br />

pocos hombres <strong>de</strong> ella para ver el mundo; pero los que salen, así para soldados como para<br />

otras profesiones, prueban muy bien en cualquiera ministerio, y porque no haga oficio <strong>de</strong><br />

historiador, paso fácilmente por estas verda<strong>de</strong>s. Yo mostré a los merca<strong>de</strong>res lo que pu<strong>de</strong>, y<br />

los <strong>de</strong>jé con intento <strong>de</strong> ir a las Indias occi<strong>de</strong>ntales.<br />

Descanso XXI<br />

YO negocié a lo que iba, y vine a Salamanca, don<strong>de</strong> estuve hasta que se hizo una<br />

armada en Santan<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> fue general Pedro Melén<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Avilés, a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado <strong>de</strong> la<br />

Florida, muy gran marinero, que por ser para navegar se la encomendaron. Yo con el <strong>de</strong>seo<br />

que tenía <strong>de</strong> ver mundo <strong>de</strong>samparé los estudios, y me acogí en compañía <strong>de</strong> un amigo<br />

capitán, que iba haciendo gente para la dicha armada, que quien viera la gente que se juntó<br />

en ella <strong>de</strong> Andalucía y Castilla, juzgara que para todo el mundo bastaba: pero como la<br />

mano <strong>de</strong> Dios lo gobierna todo, y sin su incomprehensible voluntad, ni el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los<br />

reyes, ni el valor <strong>de</strong> los generales, ni la furia <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s soldados es bastante para<br />

<strong>de</strong>rribar la flaqueza <strong>de</strong> un miserable hombre, tuvo infelicísimo fin aquel po<strong>de</strong>roso ejército:<br />

no en batalla, porque no llegó a ese punto, sino que se cundió una enfermedad en los<br />

soldados, <strong>de</strong> que casi todos murieron sin salir <strong><strong>de</strong>l</strong> puerto. Embarcose lucidísima gente moza<br />

y robusta, con muy gran<strong>de</strong>s esperanzas que el gallardo brio les prometía. Yo me embarqué<br />

en una zabra con la compañía en que fuí, aunque con diferente capitán, porque hubo<br />

reformación, y <strong>de</strong> este segundo fuí yo alférez en armada, <strong>de</strong> quien se dijo: Desdichada la<br />

madre que no tuvo hijo alférez. Era almirante don Diego Maldonado, caballero <strong>de</strong> bonísimo<br />

gusto, en cuya gracia yo caí, y en su <strong>de</strong>sgracia nunca, por cuyo respeto me dió su ban<strong>de</strong>ra el<br />

segundo capitán. Diéronme unas tercianas dobles que andaban fuera y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la mar; y<br />

como nunca las cosas, por poco prosperas que sean, se poseen sin envidia, dió en tenerla <strong>de</strong><br />

mí un hidalguete <strong>de</strong> la misma compañía que traía ocho o diez camaradas que procuraban<br />

con gran<strong>de</strong>s veras <strong>de</strong>rribarme <strong><strong>de</strong>l</strong> oficio <strong>de</strong> alférez; pero cuanto más ellos ocasiones me<br />

daban para su intento, tanto más me apartaba yo <strong>de</strong> tomarlas; porque puesto un hombre en<br />

ellas, mal sabe resistirse, y no hay remedio tan excelente para huir los males, como no<br />

aceptar el envite <strong>de</strong> las ocasiones, particularmente en la edad robusta que yo entonces tenia,


144<br />

que aunque no era muy mozo, era muy colérico, y la enfermedad me hacia andar<br />

<strong>de</strong>sgraciado. Por apartarme <strong>de</strong> este hidalguete me estuve en tierra algunos días sin entrar en<br />

el navío, que todo esto se ha <strong>de</strong> hacer por evitar pesadumbres: y una huéspeda mía me<br />

curaba las calenturas con darme a beber vino <strong>de</strong> Rivadavia con suciedad <strong>de</strong> ratones, que los<br />

enfermos todo lo creen, como vaya en or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> darles salud. Como yo era fogoso, más se<br />

encendían las calenturas, y más se encendía el odio <strong><strong>de</strong>l</strong> envidioso; <strong>de</strong> suerte que por su<br />

causa me mandaron que fuese al navío: hicelo, y aun estando con mi calentura; y como él<br />

estaba puesto en su malicia, <strong>de</strong>terminó con sus camaradas, con quien el pobre gastaba lo<br />

poco que tenía muy bien, <strong>de</strong> darme la ocasión a manos llenas. Yo sabía nadar, y él no; fue<br />

tanta la ocasión, que me obligó a respon<strong>de</strong>r: estando él y sus camaradas al bordo <strong><strong>de</strong>l</strong> navío,<br />

me <strong>de</strong>smintió. Ofrecióseme <strong>de</strong> improviso si le daba un bofetón, que me ponía en peligro<br />

que los camaradas me diesen <strong>de</strong> puñaladas; y así, sin hablar palabra, me abracé con él, y me<br />

arrojé en la mar, y dándole cuatro coces don<strong>de</strong> los camaradas no podían ayudarle, echélo a<br />

fondo, y dando dos braceadas, asime al bordo <strong>de</strong> la chalupa. El pobre, habiendo tragado<br />

algunos cuartillos <strong>de</strong> agua, salió hacia arriba; y lo primero que encontró con que asirse fue<br />

una pierna mía, que agarró tan fuertemente, que con muchas coces que le dí con la otra, no<br />

fue posible hacer que la soltase. Los bellacones, en cuyo favor y ánimo él se había fundado<br />

para atreverse, en lugar <strong>de</strong> favorecerle a él y a mí, estaban al bordo <strong><strong>de</strong>l</strong> navío pereciendo <strong>de</strong><br />

risa <strong>de</strong> verlo asido <strong>de</strong> mi pierna, y a mí asido <strong>de</strong> la chalupa. Yo dí voces a los marineros,<br />

porque él no podía hablar, que echasen un cabo: echaronle y bajaron dos <strong>de</strong> ellos, y como si<br />

fuéramos dos atunes, dieron con nosotros en la chalupa, aunque a mí solo me estorbaba<br />

para salir no <strong>de</strong>jar el otro mi pierna; pero él, como se vió en elemento que no conocía, salió<br />

medio ahogado: subidos arriba le dieron al otro ciertas coces en la barriga, con que vomitó<br />

el agua mala, y yo me enjugué <strong>de</strong> la que había cogido en el vestido: <strong>de</strong> suerte, que para la<br />

vida le aprovechó más al pobre una pierna <strong><strong>de</strong>l</strong> enemigo, que doce brazos <strong>de</strong> sus amigos;<br />

que or<strong>de</strong>na el cielo <strong>de</strong> manera las cosas, que las amista<strong>de</strong>s y favores fundados en malos<br />

intentos, no aprovechen para el mal fin. Nadie se fíe en lo que no fuere suyo, que es fácil el<br />

prometer ayuda y dudoso darla, que cada uno en la ocasión mira su daño, y no la obligación<br />

en que le pusieron. Dabale osadía el <strong>de</strong>sprecio mío con el favor <strong>de</strong> los otros, y en ese<br />

mismo <strong>de</strong>sprecio halló la vida que por el favor tuvo en duda. Yo con mi <strong>de</strong>terminación<br />

<strong>de</strong>shice mi agravio, ahuyenté la calentura y di que reír a toda la armada. En confianza <strong>de</strong>


145<br />

ajeno favor nadie se atreva a hacer cosas mal hechas. Supolo el a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado, que rió mucho<br />

<strong>de</strong> ello. Vino a vernos el almirante por saber que había sido conmigo la pesadumbre, y<br />

diciendo con grandísima gracia: Estas amista<strong>de</strong>s pasadas por agua y hechas por Neptuno,<br />

yo como almirante las confirmo; y pues saben, señores soldados, que <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ra no<br />

hay agravio, al que lo hiciere se le darán tres tratos <strong>de</strong> cuerda, y al que lo sufriere le tendrán<br />

por muy honrado soldado, consi<strong>de</strong>rado y cuerdo. Regaló al medio muerto <strong>de</strong> temor, y a mi<br />

me llevó a comer consigo, diciendo mis disparates a cuantos encontraba <strong>de</strong> la armada, que<br />

fue tan <strong>de</strong>sdichada, que <strong>de</strong> casi veinte mil soldados que se embarcaron muy gallardos, solo<br />

trescientos quedaron <strong>de</strong> provecho, que llevó el capitán Vanegas a don<strong>de</strong> le mandaron, que<br />

no bastó la diligencia <strong><strong>de</strong>l</strong> con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Olivares, excelentísimo ministro, capaz para gobernar<br />

un mundo, discreto, sagaz y sabio en todas materias. Murió allí el a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado, y otros<br />

gran<strong>de</strong>s ministros <strong>de</strong> S. M., con que aquella gran máquina se acabó <strong>de</strong> <strong>de</strong>shacer. Yo disparé<br />

como los <strong>de</strong>más que quedaron a reparar la salud con la convalecencia: que realmente todos<br />

los que no murieron cayeron enfermos: y entendiose que se hizo algún daño en los<br />

mantenimientos. Salí <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r, y tomé mi <strong>de</strong>rrota por Laredo y Portugalete: llegué a<br />

Bilbao, don<strong>de</strong> me siguió mi fortuna, como suele. Aunque no iba muy recio ni convalecido,<br />

llevaba algunas galillas <strong>de</strong> soldado; y como aquella armada había dado tan gran<strong>de</strong> tronido,<br />

todos gustaban <strong>de</strong> ver soldados <strong>de</strong> ella. Las mujeres particularmente como más noveleras,<br />

salían a ver cualquiera soldado que venia.<br />

Estando en una Iglesia <strong>de</strong> Bilbao, puso los ojos en mí una vizcaína muy hermosa, que<br />

las hay en extremo <strong>de</strong> lindísimos rostros; yo correspondí <strong>de</strong> manera, que antes que saliese,<br />

dijo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hablado un gran rato, y dado y tomado sobre cierta inclinación que<br />

tenía que venir a Castilla, que pasase aquella noche por su casa, y que hiciese una seña. Yo<br />

la dije, que señas ordinarias son muy sospechosas, y así, que en oyendo el ruido <strong>de</strong> un gato,<br />

se pusiese a la ventana, que yo seria. Tuvele en cuidado, y a las doce <strong>de</strong> la noche, cuando<br />

me pareció que no había gente, fuí arrimado a una pared que hacia sombra, y con mucho,<br />

silencio me puse en un rinconcillo que estaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su ventana, don<strong>de</strong> por la sombra no<br />

podía ser visto, y entonces hice la seña gatuna, a cuyo ruido se alborotaron los perros, y un<br />

jumento soltó su contralto. Andaba <strong>de</strong> la otra parte un hombre también haciendo hora, y<br />

como oyó al gato y los perros, estando yo muy atento a la ventana a ver si se asomaba,<br />

cogió una piedra, y dijo en vascuence: Valga el diablo los gatos, que han venido a alborotar


146<br />

los perros, y jugando <strong><strong>de</strong>l</strong> brazo y piedra, tiró a bulto don<strong>de</strong> había oído el gato, y diome en<br />

estas costillas una pedrada, pensando espantar el gato. Callé, y llevé lo mejor que pu<strong>de</strong> mi<br />

dolor, con que me quitó la atención <strong>de</strong> la ventana, y aun el amor <strong>de</strong> la moza, porque me<br />

acordé que Dios lo había permitido por el poco respeto que había tenido en la Iglesia,<br />

concertando en ella lo que había <strong>de</strong> ser ofensa suya; que en los lugares sagrados el temor y<br />

la vergüenza han <strong>de</strong> ser freno para no hacer semejantes atrevimientos; que si los templos<br />

son para ofrecer a Dios sacrificios y pedirle merce<strong>de</strong>s, ¿cómo las conce<strong>de</strong>rá, teniéndole<br />

poco respeto en su casa? Y quien no tiene temor y respeto en semejantes lugares, arguye<br />

ánimo <strong>de</strong>svergonzado; porque el temor <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre viene a redundar en honra <strong>de</strong> Dios, y<br />

quien no lo tuviere, tampoco vendrá a tener fortaleza. Nadie siga mujeres en la Iglesia; pues<br />

hay harto espacio para verlas fuera, que se han visto muy gran<strong>de</strong>s castigos en hombres que<br />

no han tenido respeto a los templos, y muy gran<strong>de</strong>s merce<strong>de</strong>s en quien ha temblado <strong>de</strong><br />

hacer <strong>de</strong>scortesías en ellos; y no solamente en la verda<strong>de</strong>ra religión, pero aun en el culto <strong>de</strong><br />

los falsos dioses ha permitido el verda<strong>de</strong>ro muy gran<strong>de</strong>s males en los tales; porque ya que<br />

engañados <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>monio piensan que van acertados, son sacrílegos <strong>de</strong> lo que tienen por<br />

bueno. Retiréme por el mal suceso, y porque las cosas que se han comunicado poco no dan<br />

mucha pesadumbre en <strong>de</strong>jarlas; pero como ella tenía gana <strong>de</strong> venir a Castilla, tuvo modo<br />

para enviarme a <strong>de</strong>cir con una amiga suya, tan cerrada en la lengua castellana, como yo en<br />

la vizcaína, que ya que no quería pasar por su casa para hablarla, me fuese a la salida <strong>de</strong><br />

Bilbao para Vitoria, que allí me hablaría. Y los hombres que en pueblos no conocidos, y <strong>de</strong><br />

cuyas costumbres no tienen noticia, se atreven a hacer su voluntad, merecen verse en el<br />

peligro en que yo me vi. No hay confianza que no esté sujeta a algún peligro: y es gran<strong>de</strong><br />

ignorancia tenerla en lo que no se tiene experiencia. Quien dice en Castilla vizcaíno, dice<br />

hombre sencillo, intencionado; pero yo creo que Bilbao, como cabeza <strong>de</strong> reino, y frontera o<br />

costa, tiene y cría algunos sujetos vagamundos, que tienen algo <strong>de</strong> bellaquería <strong>de</strong><br />

Valladolid y aun <strong>de</strong> Sevilla.<br />

Yo fuí al puesto un poco tar<strong>de</strong>, y hallé a la señora vizcaína con una amiga o compañera<br />

suya: fuimonos hablando, y a ratos ella cantando en vascuence, porque la otra no sabía una<br />

palabra en castellano, y con la materia que ella iba tratando <strong>de</strong> su ida a Castilla,<br />

divertimonos <strong>de</strong> manera que anocheció algo lejos <strong>de</strong> la ciudad. Volvimonos, y llegando a<br />

un molino, encontramos cuatro hombres perdidos que salían <strong>de</strong> una taberna, no <strong>de</strong> sidra,


147<br />

sino <strong>de</strong> muy gentil vino, que las hay por aquellos molinos arriba. Y viendo con un<br />

castellano dos vizcaínas, gobernáronse por sus cabezas, como estaban entonces, pusieronse<br />

dos <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong> un lado, y dos <strong>de</strong> otro, y puesta mano a sus espadas, me comenzaron a<br />

acuchillar: yo no fuí señor <strong>de</strong> mí, porque <strong>de</strong> la una parte estaba un cerro bien alto, y <strong>de</strong> la<br />

otra una pared bien alta, que bajaba a un caz <strong>de</strong> un molino.<br />

Las vizcaínas huyeron, y yo hice todo cuanto fue posible por cogerlos <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, por<br />

verme con ellos mejor: pero los bellacos eran matantes, y sabían cómo se había <strong>de</strong> hacer<br />

una bellaquería. Yo, visto que por fuerza había <strong>de</strong> peligrar. no pudiendo tomar la <strong><strong>de</strong>l</strong>antera,<br />

ni subir por el cerro, ni por los lados, arremetí con los dos para cogerles la <strong><strong>de</strong>l</strong>antera, y al<br />

mismo tiempo todos juntos cerraron conmigo, y me arrojaron en el caz <strong>de</strong> aquel molino, y<br />

fue tan cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> ro<strong>de</strong>zno; que la corriente furiosa <strong><strong>de</strong>l</strong> agua me llevaba a hacer pedazos, si<br />

no me asiera e una estaca o ma<strong>de</strong>rilla que estaba hincada, aunque poco fuerte, cerca <strong>de</strong> la<br />

puerta que atajaba el agua para que fuese al ro<strong>de</strong>zno; pero era tan cerca <strong>de</strong> él, y la estaca<br />

poco fuerte, que se doblaba con el peso, y yo me iba acercando más a perdición; los<br />

bellacos se fueron siguiendo las mujeres en viéndome caído abajo, y como los peligros<br />

imprevistos carecen <strong>de</strong> consejo, yo no le tenía para valerme: la estaca se iba rindiendo, y yo<br />

llegándome hacia el ro<strong>de</strong>zno. Volví el rostro hacia el lado izquierdo, y vi un arbolillo<br />

pequeño, que se criaba <strong>de</strong> la humedad <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, que pensé que tuviera más fuerza que la<br />

estaca, mas no tenía fortaleza. Por que la corriente no hiciese su oficio, fuí cobrando<br />

espíritu, <strong>de</strong>jé la mano <strong>de</strong>recha en la estaca, y alargué la izquierda al arbolillo, y pu<strong>de</strong> asirlo<br />

<strong>de</strong> una rama. Repartido el peso entra las dos, aunque no podía resistir a la inmensa furia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

agua, por estar casi llegando con los pies al ro<strong>de</strong>zno, pu<strong>de</strong> mejor sostenerme, pero no<br />

volver arriba, hasta que sacando la pierna izquierda, que estaba más arrimada a aquel lado<br />

que al <strong>de</strong>recho, topé en la paredilla con una piedra, en que pu<strong>de</strong> estribar muy bien, y<br />

haciendo fuerza con ella, ayudándome <strong>de</strong> la <strong>de</strong> los brazos, mejoréme, hasta po<strong>de</strong>r asir el<br />

ma<strong>de</strong>ro, en que estaba asida la puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sagua<strong>de</strong>ro, y encomendándolo a la mano<br />

izquierda, saqué con la <strong>de</strong>recha la daga, y metiendo el brazo <strong>de</strong>bajo <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, apalanqué con<br />

la daga, y alcé la puerta tanto que se coló la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, y segundando, como pu<strong>de</strong>, con<br />

toda la mano <strong>de</strong>recha, la levanté <strong>de</strong> manera, que con la misma furia que iba al ro<strong>de</strong>zno, todo<br />

el agua se <strong>de</strong>speñó por su natural corriente, con que yo pu<strong>de</strong> valerme <strong>de</strong> mis pies, y subir<br />

por toda la acequia, asiéndome a las estacas que ayudaban a la presa <strong><strong>de</strong>l</strong> molino, y como el


148<br />

que ha resucitado <strong>de</strong> muerte a vida, sin capa y espada ni sombrero, iba mirando si era yo el<br />

que se había visto en tan evi<strong>de</strong>nte peligro; iba corriendo por aquellos molinos abajo, como<br />

el que se había soltado <strong>de</strong> la cárcel, por llegar presto don<strong>de</strong> me alentase y mudase el<br />

vestido, porque no se me entrase aquella humedad <strong>de</strong> la ropa en las entrañas. Los que me<br />

encontraban me hablaban en vascuence, <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> preguntar si estaba loco, yo no respondía<br />

palabra, por no me poner a resfriar.<br />

Cuando llegué a mi posada llevaba la muñeca <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha más gorda que el<br />

muslo, <strong><strong>de</strong>l</strong> golpe que había dado. Estúveme en la cama ocho o diez días, restaurando la<br />

batería que había hecho en mí el espanto <strong>de</strong> la ya tragada muerte, que fue el mayor peligro<br />

<strong>de</strong> los que yo he pasado, por ser con quien no sabe hablar, sino hacer y callar. Admiréme <strong>de</strong><br />

ver que entre gente que tanta bondad y sencillez profesan, se criasen tan gran<strong>de</strong>s traidores,<br />

sin piedad, justicia y razón. En el tiempo que estuve en la cama me tomaba cuenta a mí<br />

propio, diciendo: Señor <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, ¿<strong>de</strong> cuándo acá tan <strong>de</strong>scompuesto y valiente?<br />

¿qué tiene que ver estudio con bravezas? Muy bien guardáis las reglas <strong>de</strong> vivir, ¿qué os<br />

enseñó vuestro padre? ¿no os acordáis que el primer precepto que os dió fue que en todas<br />

las acciones humanas tomáse<strong>de</strong>s el pulso a las cosas antes que las acometiése<strong>de</strong>s? y en el<br />

segundo, que si las acometía<strong>de</strong>s, miráse<strong>de</strong>s si podía redundar en ofensa ajena? y el tercero,<br />

que con vos mismo consultáse<strong>de</strong>s el fin que pue<strong>de</strong>n tener los buenos o malos principios?<br />

Muy bien os aprovecháis <strong>de</strong> ellos: ¿mas qué bien parece pasar <strong>de</strong> estudiante a soldado,<br />

profesiones tan honradas, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> soldado a molinero, y no a molinero sino a molido?<br />

¡Qué poca pena le diera al bellaco <strong><strong>de</strong>l</strong> ro<strong>de</strong>zno hacerse verdugo y <strong>de</strong>scuartizarme!<br />

Tentabame mis piernas y mis brazos, y como los hallaba, aunque cansados, buenos, daba<br />

mil gracias al bendito ángel <strong>de</strong> la guarda, que él por su bondad es la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los<br />

hombres, que la nuestra no basta para librarnos <strong>de</strong> los trabajos y adversida<strong>de</strong>s: pero bastara<br />

para no ponernos en ellos; sino que se adquiere esta divina virtud tan tar<strong>de</strong>, y con tanta<br />

experiencia <strong>de</strong> trabajos y vejez, que cuando les viene a los hombres parece que ya no la han<br />

<strong>de</strong> menester: y la juventud está tan llena <strong>de</strong> varieda<strong>de</strong>s y mudanzas naturalmente, que<br />

apetece más arrojarse a la fortuna y suerte, que obe<strong>de</strong>cerá la Provi<strong>de</strong>ncia. Y confieso, que la<br />

poca que yo tuve, me trajo a punto <strong>de</strong> perecer miserablemente, don<strong>de</strong> había <strong>de</strong> ser manjar,<br />

aun no <strong>de</strong> peces, sino <strong>de</strong> gusarapos, si no era que los perros <strong><strong>de</strong>l</strong> molino querían hacer algún<br />

banquete antes que viniera a noticia <strong><strong>de</strong>l</strong> amo. Yo pasé mi trabajo lo mejor que pu<strong>de</strong>, y pu<strong>de</strong>


149<br />

muy mal, porque en la solda<strong>de</strong>sca no había mucho dinero, aunque se hacen en ella los<br />

hombres experimentados para estimar la paz, y animosos para ejercitar la guerra.<br />

Descanso XXII<br />

SALÍ <strong>de</strong> Vizcaya, echándola mil bendiciones, lo más presto que pu<strong>de</strong> por llegar a<br />

Vitoria, don<strong>de</strong> hallé un gran caballero amigo mío que se llamaba D. Felipe Lezcano, y él<br />

me hospedó y regaló <strong>de</strong> manera que pu<strong>de</strong> repararme <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo pasado: y por no <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

verlo todo fuí <strong>de</strong> allí a Navarra, siendo Con<strong>de</strong>stable <strong>de</strong> ella un hijo <strong><strong>de</strong>l</strong> gran Duque <strong>de</strong> Alba<br />

D. Fernando <strong>de</strong> Toledo; pero con gran cuidado <strong>de</strong> no arrojarme a cosa que no fuese muy<br />

bien pensada; porque como en cada reino, ciudad y pueblo hay diversas costumbres, el que<br />

no las sabe, con vivir bien y quietamente cumple con la obligación natural; y con aquel<br />

primer documento que me dió la aflicción <strong><strong>de</strong>l</strong> molino, procure valerme siempre, sino era<br />

cuando me olvidaba <strong>de</strong> él, que como mozo tropezaba <strong>de</strong> cuando en cuando, principalmente<br />

en aquellas cosas que sola la edad pue<strong>de</strong> madurar. Cuanto más que, es tan po<strong>de</strong>roso el hacer<br />

costumbre en las cosas, que ellas mismas se facilitan con el uso: y cuando no repugnan a la<br />

razón, no se han <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar si no pi<strong>de</strong> otra cosa la fuerza. Al fin me valí por Navarra y Aragón<br />

<strong>de</strong> manera que adquirí muchos amigos. Y en llegando a Zaragoza, ciudad y cabeza <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

antiguo reino <strong>de</strong> Aragón, que entonces no tenía tan buena fama como mereciera, hallé<br />

tantos amigos, y tan buenos, que más parecí natural que forastero en el amor que me tenían;<br />

pero yo fuí siempre con cuidado <strong>de</strong> no mirar a ventana, que son celosísimos los <strong>de</strong> aquel<br />

reino, ni tomar pesadumbre con nadie, ni asir <strong>de</strong> palabras <strong>de</strong> poca importancia, que es <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> se traban las enemista<strong>de</strong>s y odios. Honróme en su casa por el tiempo que allí estuve<br />

un gran Príncipe muy amigo <strong>de</strong> música, y <strong>de</strong> todos actos <strong>de</strong> ingenio y virtud, honrándome y<br />

acudiéndome a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> naturaleza; y fue tanto el favor que me hizo, que me<br />

divertí más <strong>de</strong> lo que fuera razón, en juegos, que hasta entonces no había dado en ellos, que<br />

fue bastante para distraerme, y dar en aquel vicio que me trajo más inquieto. Que como en<br />

palacio la ociosidad es tanta, y el ejercicio en letras y uso <strong>de</strong> las ciencias tan poco<br />

favorecido, dí en lo que todos daban. Vicio contra caridad, lleno <strong>de</strong> ira insolente en el que<br />

gana, y <strong>de</strong> humildad forzosa en el que pier<strong>de</strong>, y que arrastra <strong>de</strong> manera a quien lo sigue, que<br />

no le <strong>de</strong>ja voluntad para otra cosa. Cuál antepone el juego a la honra; cuál <strong>de</strong>ja mujer e<br />

hijos perecer <strong>de</strong> hambre, y estos son daños muy ordinarios; que hay muchos que ni se


150<br />

pue<strong>de</strong>n ni se sufren <strong>de</strong>cir. Un hidalgo <strong>de</strong> muy buen entendimiento se vió tan lleno <strong>de</strong><br />

trampas por el juego, y tan sujeto a la costumbre, y convertido ya el uso en naturaleza, que<br />

reprehendiéndole su misma madre, y rogándole que <strong>de</strong>jase el juego, y ella le alargaría toda<br />

su hacienda, que no era poca, respondió, que estaba como hombre que tiene atravesada una<br />

daga, que vive mientras la tiene, y en sacándola muere, y que en quitándole el juego se<br />

había <strong>de</strong> morir. Pero es tanta la golosina <strong><strong>de</strong>l</strong> que gana, y tan gran<strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación <strong><strong>de</strong>l</strong> que<br />

pier<strong>de</strong>, que ni el uno reposa hasta per<strong>de</strong>rse, ni el otro vive hasta <strong>de</strong>squitarse. El uno se<br />

inquieta con la ganancia, el otro se ahoga con la esperanza <strong>de</strong> ganar, y ambos fácilmente<br />

mudan <strong>de</strong> estado; pero no duran en él <strong>de</strong> costumbre, ni se pue<strong>de</strong> creer el odio infernal que<br />

tiene el que pier<strong>de</strong> con el que le gana, aunque más y más disimule, que parece que en aquel<br />

punto le falta el conocimiento <strong>de</strong> la primera causa, nacido <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>rse vengar <strong>de</strong> su<br />

enemigo: quien quisiere meter cizaña entre dos gran<strong>de</strong>s amigos, haga que jueguen el uno<br />

contra el otro, que no ha menester más fuerza el diablo para hacerles gran<strong>de</strong>s enemigos; tal<br />

es la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> odio que se cobra en el juego: ¡qué <strong>de</strong> muertes infames hechas con<br />

supercherías y traiciones, robos y mentiras nacen <strong><strong>de</strong>l</strong> juego! No quiero que se me<br />

representen las cosas que he visto suce<strong>de</strong>r en el juego y por el juego, sólo quiero <strong>de</strong>cir, que<br />

es tan po<strong>de</strong>roso que un hombre que trata <strong>de</strong> recogimiento, o por escribir, o por leer, o por<br />

otros actos <strong>de</strong> virtud, si juega una vez y pier<strong>de</strong>, ha menester ayuda <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo para tornar a<br />

añudar el hilo por don<strong>de</strong> lo había quebrado. Yo me divertí en esta materia, y la dí a<br />

enten<strong>de</strong>r a amigos que trataban este infame ejercicio, con uno <strong>de</strong> los cuales me pasó una<br />

cosa muy vergonzosa para mí, y <strong>de</strong> risa para quien lo supo. Fue, que una noche me pidió<br />

que le acompañase porque iba a hablar con cierta persona, y quiso llevarme para que le<br />

guardase la suya. Yo me puse como <strong>de</strong> noche con una espada y broquel, unos calzones o<br />

zaragüelles <strong>de</strong> lienzo, un capotillo <strong>de</strong> dos faldas, y otras cosas <strong>de</strong> disfraz, con que fuimos<br />

adon<strong>de</strong> me llevó, que era una casa don<strong>de</strong> había un poyo a la puerta. Dió las once el reloj, y<br />

<strong>de</strong>spués las doce, que era la hora que tenía aplazada, y díjome que lo esperase sentado en<br />

aquel poyo, que luego saldría. Senteme bien rellanado, y musitando entre dientes comencé<br />

a entretener el sueño lo mejor que podía, que ya era hora <strong>de</strong> ello. El día siguiente era día<br />

solemnísimo <strong>de</strong> los Apóstoles: oí las dos y luego las tres, que el buen hombre no podía<br />

salir, porque hubo estorbo para ello; yo me caía <strong>de</strong> sueño, di en pasearme y en rezar,<br />

entendiendo que aprovecharía para no dormirme, siendo cosa que más concilia el sueño <strong>de</strong>


151<br />

cuantas hay en el mundo. Torné a sentarme, porque me cansaba <strong>de</strong> tanto pasear, y como<br />

había digerido ya la cena gran rato había, por más que me refregaba los ojos con saliva, no<br />

pu<strong>de</strong> valerme hasta que no sé cómo ni <strong>de</strong> qué manera, sin querer, me quedé dormido sobre<br />

el poyo, adon<strong>de</strong> estuve, hasta que tañendo a Misa mayor el día siguiente, con el ruido <strong>de</strong> las<br />

campanas <strong>de</strong> la fiesta y <strong>de</strong> la mucha gente, pasando unas señoras por allí, dijeron: ¡Qué bien<br />

lo ronca el cochino! y mandaron a un <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> que me <strong>de</strong>spertase. Despertome, y alzando<br />

los ojos con un gran bostezo vi el sol en medio <strong>de</strong> la calle, y oyendo la armonía <strong>de</strong> las<br />

campanas, arrebocéme un capotillo que llevaba, y di a correr no hacia mi posada, sino hacia<br />

la placeta <strong>de</strong> Médicis, siguiéndome más <strong>de</strong> trescientos perros; y a la vuelta <strong>de</strong> una esquina<br />

topé con un ciego que llevaba una docena <strong>de</strong> huevos en el seno, y al mismo compás que le<br />

topé volvió el báculo, y alcanzome en el hombro izquierdo, y como le <strong>de</strong>stilaba lo amarillo<br />

<strong>de</strong> la tortilla, <strong>de</strong>cían que le había quebrado la hiel en el cuerpo, y ya que con mi huida<br />

llegaba cerca <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong> me había <strong>de</strong> acoger, con la priesa que llevaba y la que me<br />

daban los perros tropecé, y tendime a la puerta <strong>de</strong> esta señora, tan buena <strong>de</strong> nacimiento, que<br />

habiéndole yo enviado dos perdices para que se regalase con ellas; las echó en una<br />

necesaria, porque venían lar<strong>de</strong>adas con tocino.<br />

Parece que con estas menu<strong>de</strong>ncias se <strong>de</strong>sautoriza la intención que se lleva en este<br />

discurso; pero mirando bien, para eso mismo lleva mucha substancia, que aquí no se<br />

escriben hazañas <strong>de</strong> príncipes y generales valerosos, sino la vida <strong>de</strong> un pobre <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> que<br />

ha <strong>de</strong> pasar por estas cosas y otras semejantes, Y por reprehen<strong>de</strong>r una inadvertencia tan<br />

gran<strong>de</strong> como la que hizo aquel amigo y la que hice yo. Llevar compañía <strong>de</strong> noche quien va<br />

a cosa hecha, tengolo por yerro; porque si va adon<strong>de</strong> no tiene peligro, no ha menester llevar<br />

testigo <strong>de</strong> sus moceda<strong>de</strong>s; y si va con sospecha <strong>de</strong> algún peligro, claro está que no ha <strong>de</strong><br />

querer infamar una casa, y por fuerza se ha <strong>de</strong> retirar; y para huir más <strong>de</strong>sembarazado,<br />

mejor va solo que acompañado, porque al fin no lleva consigo quien diga que huyó. Y<br />

aunque es lo más sano y seguro no hacerlo, si se hiciere sea a solas, no acompañado, porque<br />

las amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hombre se acaban, y luego se revelan los secretos. Pues la fineza que yo<br />

usé en esperarle y guardarle el cuerpo, ¿quién dirá que no fue disparate? Pasaban dos horas,<br />

y acercándose el día, ¿qué necesidad tenía yo <strong>de</strong> ponerme a pa<strong>de</strong>cer tormento <strong>de</strong> sueño?<br />

¿Qué fortaleza <strong>de</strong> Rey me había mandado que guardase, sino la que era <strong>de</strong> un hombre<br />

perdido, para ponerme a peligro, <strong>de</strong>más <strong>de</strong> la vergüenza que pasé? Cuando se ha <strong>de</strong> poner


152<br />

un hombre a tan gran<strong>de</strong>s riesgos, ha <strong>de</strong> ser por conocer un evi<strong>de</strong>nte peligro en alguna<br />

persona <strong>de</strong> vida o <strong>de</strong> honra, o por obe<strong>de</strong>cer el mandamiento <strong>de</strong> algún gran príncipe o<br />

república. Pero que me ponga yo a los sucesos <strong>de</strong> fortuna por quien está muy contento, sin<br />

tener más cuidado <strong>de</strong> mi cuerpo que <strong>de</strong> su alma, tengolo por fineza impertinente. ¿Qué<br />

honra o hacienda perdiera yo cuando me fuera a tomar el reposo y <strong>de</strong>scanso que naturaleza<br />

pi<strong>de</strong> para su conservación? Si me culpara en haberlo <strong>de</strong>jado, le peguntara yo si lo <strong>de</strong>jaba en<br />

alguna mazmorra, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> lo podía sacar con la mano, o si me <strong>de</strong>jó él a mí en mi lecho<br />

reposado, o si quedaba entre enemigos <strong>de</strong> la fe como quedaba entre enemigos <strong>de</strong> guardarla.<br />

Siempre oí <strong>de</strong>cir que el que fuere compañero en los trabajos también lo ha <strong>de</strong> ser en los<br />

gustos; pero aquí la parte <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo era para mí, y la <strong><strong>de</strong>l</strong> gusto para él. La conclusión es,<br />

que tengo por yerro llevar compañía en semejantes jornadas, y por mucho mayor<br />

acompañar a nadie en ellas, que si llama la compañía por pusilánime, lleva la vida jugada el<br />

que le acompaña, porque a la primera ocasión huye, y lo <strong>de</strong>ja en manos <strong>de</strong> enemigos que él<br />

no tenía ni temía. Y mire cada uno, si le sucediere, que es participante <strong><strong>de</strong>l</strong> daño que el otro<br />

hiciere en ofensa ajena. Yo me reparé <strong>de</strong> vestido y <strong>de</strong> sueño, aunque había dormido lo<br />

bastante para un hombre <strong>de</strong> bien, en aquella misma casa don<strong>de</strong> llegué, y a don<strong>de</strong> hallé un<br />

vecino suyo muy lleno <strong>de</strong> melancolía, y tanta, que me vió dar con mi persona en el suelo,<br />

con la espada a una parte y el broquel a otra; no conocí en él acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> risa, como en<br />

cuantos me vieron caer, que una caída es ocasionada para mucho disgusto <strong>de</strong> quien la da, y<br />

mucha risa <strong>de</strong> quien la ve. Con todo se llegó este buen hombre estando ya puesto <strong>de</strong> rúa en<br />

casa <strong>de</strong> aquella mujer, amiga <strong><strong>de</strong>l</strong> tocino; y pareciéndole que yo estaba disgustado, llegó<br />

como a consolarse conmigo, diciéndome que todos los hombres <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo pa<strong>de</strong>cen<br />

trabajos, y que él estaba tan <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ellos como todos cuantos vivían en él. Yo le<br />

pregunté, qué eran sus males que tan triste lo traían, porque siempre he sido compasivo; y<br />

él me respondió en una palabra: Celos. ¿Ese mal tiene? le dije yo; no quiero preguntarle si<br />

son averiguados, o si es sospecha: pero quiero <strong>de</strong>cirle que es enfermedad <strong>de</strong> mozos <strong>de</strong> poca<br />

experiencia, que si la tuviesen, sabrían que los mismos tienen unos <strong>de</strong> los otros. Y si<br />

advirtiesen que el otro <strong>de</strong> quien yo los tengo anda rabiando <strong>de</strong> ellos por mí, consolaríame<br />

con su daño y con verle pa<strong>de</strong>cer, y consumirse con un perpetuo <strong>de</strong>sasosiego. ¿Qué mayor<br />

consuelo puedo tener yo que ver a mis enemigos pa<strong>de</strong>cer, y reírme <strong>de</strong> ellos? Porque pensar<br />

que una mujer divertida en estos tratos se ha <strong>de</strong> contentar con lo que uno le da, es pensar


153<br />

que un fullero ha <strong>de</strong> andar bien puesto con sola la ganancia que hace a un cuitado. Los<br />

celos tienen al diablo en el cuerpo <strong><strong>de</strong>l</strong> que los tiene, y parece que lo trae consigo, pues a<br />

nadie hacen mal sino a quien los mantiene, y cuanto más se callan más crecen. Su remedio<br />

está en tan ruin fundamento, que con averiguar la verdad, o se mueren, o se halla ocasión<br />

para per<strong>de</strong>rlos, poco a poco, apartándose <strong>de</strong> quien los causa. Yo aseguro que son más <strong>de</strong><br />

cuatro los celosos, sin saber unos <strong>de</strong> otros en esa misma ocasión, y crea que se usa esto. Si<br />

son celos <strong>de</strong> la mujer propia, es agravio que se le hace, que la más baja mujer <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo<br />

estima en más la sombra <strong>de</strong> su marido que a todo lo restante <strong>de</strong> él.<br />

Un príncipe <strong>de</strong> esta ciudad dijo muy bien quién son los celos, y materia tan odiosa no se<br />

ha <strong>de</strong> traer a la memoria, sino consolarse con lo que tengo dicho <strong>de</strong> ver que pa<strong>de</strong>cen por mí<br />

lo que yo pa<strong>de</strong>zco por otros: que han venido las mujeres a tan infeliz estado, que han<br />

privado a su misma naturaleza <strong><strong>de</strong>l</strong> gusto que ella les concedió, porque lo han puesto en solo<br />

hurtar y robar las haciendas, fingiendo querer a los que <strong>de</strong>sean <strong>de</strong>sollar, por solo igualarse<br />

en galas a las que <strong>de</strong> su nacimiento por herencia <strong>de</strong> patrimonio nacieron nobles y honradas,<br />

ricas y principales, que les parece no ha <strong>de</strong> haber diferencia y <strong>de</strong>sigualdad en la tierra <strong>de</strong><br />

mujeres a mujeres, como en el cielo la hay <strong>de</strong> ángeles a ángeles. He mezclado <strong>de</strong> esta<br />

materia con esotra, porque <strong>de</strong> la perdición <strong>de</strong> esto viene la comunicación <strong>de</strong> muchos, para<br />

que todos an<strong>de</strong>n celosos: y con tener cada una su docena <strong>de</strong> ángeles <strong>de</strong> guarda, pasan por<br />

moneda corriente y honrada. Despedí al buen hombre algo consolado, y fuime a mi posada,<br />

y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> pocos días me fuí a Valladolid, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto a Búrgos y toda la Rioja.<br />

Provincia fértil, <strong>de</strong> bonísimo temperamento, y que parece en algo al Andalucía.<br />

Descanso XXIII<br />

EN Valladolid serví al Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Lemos, D. Pedro <strong>de</strong> Castro, el <strong>de</strong> la gran fuerza,<br />

caballero <strong>de</strong> excelentísimo gusto y bondad muy suya, sin la heredada que era y es, cuando<br />

menos, <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> los jueces <strong>de</strong> Castilla, Nuño Rasura y Laín Calvo,<br />

junta con la <strong>de</strong> los Reyes <strong>de</strong> Portugal. Entré en su gracia, e hice muy poco, porque tenía el<br />

Con<strong>de</strong> un pechazo tan generoso, manso Y apacible, que con poca diligencia se entraba en


154<br />

las entrañas <strong>de</strong> quien le quería. Con todo no me hallé muy bien a los principios, porque me<br />

faltaba lo que es menester para servir en palacio, que es <strong>de</strong>cir con gracia una lisonja,<br />

salpimentar una mentira, traer con blandura y artificio un servil chisme, fingir amista<strong>de</strong>s,<br />

disimular odios, que caben mal estas cosas en los pechos ingenuos y libres. Dejo aparte el<br />

rigor y majestad <strong>de</strong> los porteros. que ordinariamente tienen una gravedad más seca que sus<br />

personas, y ellos lo son tanto como sus palabras.<br />

Aunque eché <strong>de</strong> ver, que lo que más importa es, que en presencia <strong><strong>de</strong>l</strong> señor el criado<br />

tenga el rostro alegre, y en las cosas que le mandan, y aunque no se las man<strong>de</strong>n, será<br />

menester ser diligente y solicito, y cumplir cada uno puntualmente con su ministerio. En lo<br />

primero, que es traer el rostro alegre, mal lo pue<strong>de</strong> hacer un melancólico; pero para esto hay<br />

un remedio, que es no ponerse <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong><strong>de</strong>l</strong> señor, sino cuando estuviere el criado <strong>de</strong> buen<br />

humor: que la alegría <strong>de</strong> los criados, fuera <strong>de</strong> hacer su negocio, ayuda a vivir al señor, y si<br />

no la muestra, piensa que está disgustado en su servicio, y así durará poco con él. Aunque<br />

este príncipe mostraba tan buen pecho con sus criados, que él mismo los obligaba a andar<br />

muy contentos, y servirle con muy apacible semblante: porque haciendo todo lo que podía<br />

tenía obligación <strong>de</strong> hacer, los honraba don<strong>de</strong> quiera que se hallaba. Y siempre en esta<br />

antiquísima casa han llevado y llevan esta gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> ánimo y cortesía, como se ha<br />

parecido y parece en el que ahora lo posee D. Pedro <strong>de</strong> Castro, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño tierno<br />

<strong>de</strong>scubrió tanta excelencia <strong>de</strong> ingenio y valor, acompañado <strong>de</strong> ingenuas virtu<strong>de</strong>s, que<br />

habiéndolo, puesto su Rey en los más preeminentes oficios y cargos que provee la<br />

monarquía <strong>de</strong> España, ha sacado milagroso fruto a su reputación, siendo muy grato a su<br />

Rey, muy amado <strong>de</strong> las gentes subordinadas a su gobierno, y muy loado <strong>de</strong> las naciones<br />

extranjeras. Estando en esta casa y en Valladolid, se <strong>de</strong>scubrió aquel gran cometa, tantos<br />

años antes pronosticado por los gran<strong>de</strong>s astrólogos, amenazando a la cabeza <strong>de</strong> Portugal.<br />

Hubo tan gran<strong>de</strong>s juicios sobre ella, y algunos tan impertinentes, que dieron harto que reír,<br />

entre los cuales hubo uno que <strong>de</strong>cía, que las cosas gran<strong>de</strong>s habían <strong>de</strong> <strong>de</strong>screcer, y las<br />

pequeñas habían <strong>de</strong> crecer: llegó este juicio al <strong>de</strong> un hombrecico pequeño, que también en<br />

esto lo era, que estaba muy mal contento <strong>de</strong> verse con tan aparrada presencia, que trayendo,<br />

unos pantuflos <strong>de</strong> cinco o seis corchos, aun no podía lucir entre la gente. Andaba siempre<br />

pulido y bien puesto, enamorado y bien hablado, y aun hablador no sin afectación. En las<br />

conversaciones procuraba, no que sus conceptos llegasen a igualarse con los otros, sino que


155<br />

sus hombros se ajustasen con los <strong>de</strong> la rueda, y como no podía ser, pensando que era la<br />

culpa <strong>de</strong> las agujetas, meneaba un lado y otro, hasta que crujían todas. Pues como llegó a su<br />

noticia la interpretación <strong><strong>de</strong>l</strong> cometa, que las cosas pequeñas han <strong>de</strong> crecer, se le encajó que<br />

se <strong>de</strong>cía por él. Que fácilmente nos persuadimos a creer lo que <strong>de</strong>seamos, aunque sea tan<br />

gran disparate como este. Dijeronle que yo era nigromántico, y que si yo quería, podía<br />

hacerle dos o tres <strong>de</strong>dos o mas: pero que había <strong>de</strong> ser muy secreto, porque no se supiese que<br />

yo sabía tal arte diabólica. Pasando por la plaza, haciendo mil escu<strong>de</strong>rajes con los <strong>de</strong>más<br />

gentiles-hombres <strong>de</strong> casa, me señalaron con el <strong>de</strong>do, para que me conociese. Sin haberme<br />

avisado los que le tornaban loco, se llegó a mí con una retórica bien pensada, ofreciéndome<br />

amistad y hacienda y favor para toda la vida, y el fin <strong>de</strong> todo fue <strong>de</strong>cir: Ya vuesa merced ve<br />

el agravio que naturaleza hizo a un hombre <strong>de</strong> mis partes, en dar a tan altos pensamientos<br />

tan pequeño cuerpo: yo sé que si vuesa merced quiere, pue<strong>de</strong> suplir esta falta, con que<br />

tendrá un esclavo para siempre jamás. Eso, dije yo, solo Dios pue<strong>de</strong> hacerlo, que es<br />

superior a la naturaleza, y si vuesa merced quiere crecer por los pies, póngase más corchos<br />

<strong>de</strong> los que trae; y si <strong><strong>de</strong>l</strong> pecho arriba, con ahorcarlo, crecerá tres o cuatro <strong>de</strong>dos. Oh señor,<br />

dijo él, ya venía informado que vuesa merced no me había <strong>de</strong> negar este bien, por amor <strong>de</strong><br />

mí que se disponga a ello, y en lo <strong>de</strong>más corte por don<strong>de</strong> quisiere. Veíalo tan rematado en<br />

su disparate, que lo hube <strong>de</strong> reducir a la obra <strong>de</strong> naturaleza, diciéndole: Señor, vos vais tras<br />

<strong>de</strong> un imposible, que no solamente no es hace<strong>de</strong>ro, pero os tendrán por loco cuantos<br />

supieren que dais en ese error. Las obras <strong>de</strong> naturaleza son tan consumadas, que no sufren<br />

enmienda: nada hace en vano, todo va fundado en razón, ni hay superfluo en ella, ni falta en<br />

lo necesario; es naturaleza como un juez, que <strong>de</strong>spués que ha dado la sentencia, no pue<strong>de</strong><br />

alterarla, ni mudarla, ni es señor ya <strong>de</strong> aquel caso, sino es que apelen para otro superior.<br />

En formando naturaleza sus obras con las calida<strong>de</strong>s que les da, ya no es señora <strong>de</strong> la<br />

obra que hizo, sino que Dios, como superior, quiera mudarlas; si hace gran<strong>de</strong>, gran<strong>de</strong> se ha<br />

<strong>de</strong> quedar; si chico, chico se ha <strong>de</strong> quedar; si monstruo, así ha <strong>de</strong> permanecer. Ni hay para<br />

qué cansarse nadie pensando imposibles. a esto replicó diciendo: ¿Pues no es más<br />

dificultoso hacerse un hombre invisible, y hay quien lo hace? No es, dije yo, sino<br />

facilísimo, que con ponerse un hombre <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una tapia, queda invisible, o<br />

encubriéndose con una nube. Y vos os haréis invisible con solo poner <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> vos un<br />

mosquito. Gentil consuelo, dijo, he hallado, en quien pensé tener todo lo que he <strong>de</strong>seado


156<br />

toda mi vida. ¿Qué consuelo ha <strong>de</strong> hallar, dije, quien quiere ir contra las obras <strong>de</strong> la misma<br />

naturaleza, que es la que nos representa la voluntad <strong><strong>de</strong>l</strong> primer movedor y autor <strong>de</strong> todas las<br />

cosas? Que aunque crió a todos los hombres iguales, no fue en los actos exteriores, sino en<br />

la razón <strong><strong>de</strong>l</strong> alma. Y esta es la que hace al hombre superior a todos los <strong>de</strong>más animales, que<br />

no el ser gran<strong>de</strong> o pequeño. Si naturaleza os hubiera criado <strong>de</strong>sigual <strong>de</strong> miembros, como<br />

habiéndoos dado esa <strong>de</strong> gozque, tener unos brazos <strong>de</strong> gigante, o en esa carilla <strong>de</strong><br />

mandrágora os hubiera puesto unas narices trastuladas, pudiéra<strong>de</strong>s os quejar, pero no<br />

enmendar. Mas al fin, si sois pequeño, sois tan bien hecho y tan igual <strong>de</strong> miembros, como<br />

que tenéis las orejas mayores que los pies: y quien tiene andada la mitad para una <strong>de</strong> las<br />

más importantes virtu<strong>de</strong>s que resplan<strong>de</strong>cen en los hombres, ¿por qué ha buscar quien le<br />

haga crecer? ¿Qué virtud? preguntó él. La humildad, respondí yo, que para alcanzar tan<br />

divina virtud, tenéis andada la parte <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, que parece que estáis siempre <strong>de</strong> rodillas, y<br />

con humillar el ánimo, la tendréis alcanzada toda. Si naciéra<strong>de</strong>s en tiempo <strong>de</strong> los gentiles,<br />

que se usaban transformaciones, la naturaleza enojada con vos, por no contentaros con ella,<br />

y por soberbia, os hubiera transformado en renacuajo, por humillar la soberbia <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo, y<br />

cercenar la cantidad <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo. a todo cuanto le dije calló, y dijo por último: Aténgome a<br />

la significación <strong>de</strong> la cometa, que dice, que los pequeños han <strong>de</strong> crecer, y los gran<strong>de</strong>s han<br />

<strong>de</strong> disminuirse; pero ya que vuesa merced se ha holgado dándome matraca, obligación tiene<br />

<strong>de</strong> ponerme en estado, que no me la <strong>de</strong>n otros: que quien sabe <strong>de</strong>cir lo uno, sabrá hacer lo<br />

otro, y eso <strong>de</strong> ser humil<strong>de</strong>, guár<strong><strong>de</strong>l</strong>o para sí, que yo tengo porque estimarme en mucho, que<br />

soy hijo-dalgo <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> mi abuela, que antes que se casase con mi abuelo, había sido<br />

casada con un hidalgo muy honrado, y tiene hoy la ejecutoria <strong>de</strong> él guardada y a buen<br />

recaudo. ¿De suerte, dije yo, que <strong>de</strong> ahí os viene la vanidad, y no querer ser humil<strong>de</strong>?<br />

Seréis como los que lucen y se arreglan con hacienda ajena. Ahora digo que no me espanto<br />

que seas soberbio, teniendo mucha razón <strong>de</strong> ser humil<strong>de</strong>, y rendiros a la humildad, virtud<br />

que jamas tuvo émulos ni envidiosos: que todas las partes que adornan a un hombre,<br />

pa<strong>de</strong>cen esta mala ventura, sino es la humildad y la pobreza, tan aborrecida <strong>de</strong> los hombres,<br />

y tan amada <strong><strong>de</strong>l</strong> Autor <strong>de</strong> la vida: pero si la humildad nace <strong><strong>de</strong>l</strong> conocimiento <strong>de</strong> sí propio, y<br />

esto os falta a vos, ¿por qué habéis <strong>de</strong> ser humil<strong>de</strong>? Yo no vine, me dijo, a oír virtu<strong>de</strong>s, sino<br />

a probar encantamientos o cosas sobrenaturales para conseguir mi intento. Fuese el buen<br />

hombre, y luego llegaron a mí cuatro amigos <strong>de</strong> buen gusto y no poca malicia, preguntando


157<br />

si había venido a mis manos con aquella <strong>de</strong>manda: respondíles que sí, y que lo había<br />

<strong>de</strong>sengañado <strong>de</strong> aquel disparate y <strong>de</strong>slumbramiento tan gran<strong>de</strong>. Por vida vuestra, dijeron,<br />

que le hagamos una burla, porque es tan gran loco, que se persua<strong>de</strong> a que pueda crecer y le<br />

sacaremos una muy gentil merienda riéndonos un rato a costa suya. Eso, respondí yo, no lo<br />

haré por todas las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, porque burlas <strong>de</strong> que pue<strong>de</strong> resultar escándalo general y<br />

daño particular, ni son lícitas, ni se permite por camino alguno. Sabed, dijeron, que es la<br />

misma avaricia y miseria, y habemos dado en esto por hacerle gastar, que lo sentirá en el<br />

alma. Si esa condición tiene, dije yo, no le sacarán <strong>de</strong> ella aunque le hagan llegar a la<br />

Giralda, que los avarientos y los borrachos nunca se ven hartos <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>sean, ni apagan<br />

la sed que traen. Acuérdome que por hacerle gastar a un hombre ciertos maleantes, se<br />

pusieron a trechos, diciéndole que estaba enfermo, <strong>de</strong> suerte que cuando llegó al último ya<br />

lo estaba <strong>de</strong> veras, por el caso que había hecho la imaginación; y fue menester llevarle a su<br />

casa medio muerto, y <strong>de</strong> quererle hacer burla tan pesada, nació el arrepentimiento tardío<br />

para todos ellos y grave daño para el paciente. Y en este caso sería mayor, cuanto es más<br />

imposible la obra, que para persuadir una cosa tan contra la misma naturaleza, se han <strong>de</strong><br />

hacer gran<strong>de</strong>s embelecos, y no pue<strong>de</strong>n ser sin gran<strong>de</strong> daño <strong><strong>de</strong>l</strong> pobre ratón, que ni ve su<br />

cuerpo ni conoce su ignorancia.<br />

Porfiaron todavía que le hiciésemos un engaño que pareciese cosa <strong>de</strong> encantamiento.<br />

Cuando eso se hiciese, pregunté yo, ¿quién quedará más confuso, él en recibir este engaño,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubierta la verdad, o yo en haber sido autor <strong>de</strong> él? En todas las cosas se ha <strong>de</strong><br />

consi<strong>de</strong>rar el fin que pueda tener, y esa ficción y engaño no pue<strong>de</strong> estar mucho encubierta:<br />

y para mí tengo por mejor y más seguro el estado <strong><strong>de</strong>l</strong> engañado, que la seguridad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

engañador: porque al fin, lo uno arguye sencillez y buen pecho, y lo otro mentira y maldad<br />

profunda. Yo no puedo tragar una mentira ni engaño, porque se arremete a <strong>de</strong>sdorar la<br />

opinión <strong>de</strong> quien se tiene por hombre <strong>de</strong> bien. Las burlas han <strong>de</strong> ser pocas y sin daño <strong>de</strong><br />

tercero, y tales, que el mismo contra quien se hacen guste <strong>de</strong> ellas. No sabemos la<br />

capacidad <strong>de</strong> cada uno, que la burla lleva<strong>de</strong>ra para uno, será para otro muy pesada; y las<br />

burlas no se han <strong>de</strong> juzgar por malas o peores <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> quien las hace, sino <strong>de</strong> parte <strong>de</strong><br />

quien las recibe: y si él las tomare bien, serán <strong>de</strong> sufrir; y si las tomare pesadamente, serán<br />

pesadísimas. Dabanle matraca a cierto or<strong>de</strong>nante por una necedad que había dicho, y<br />

cuando estuvo harto <strong>de</strong> sufrir, dijo: Que quería que pecase mortalmente quien más se la


158<br />

diese. Que <strong>de</strong> burlas pesadas vemos cada día resultar agravios que no se pensaron. Este<br />

miserable no tiene talento para llevar una burla tan pesada como esta que por fuerza lo ha<br />

<strong>de</strong> ser. Yo me tengo <strong>de</strong> oponer en eso, porque iría contra mi propia opinión, que es justo y<br />

mal hecho: y no me espantaré <strong><strong>de</strong>l</strong> que se <strong>de</strong>ja engañar por lo que <strong>de</strong>sea, pero espantaríame<br />

<strong>de</strong> quien le quisiere engañar, sin esperar <strong>de</strong> ello más gusto que hacer mal. Fueronse, y al fin<br />

le hicieron una burla muy pesada. dándome a mí por autor <strong>de</strong> ella. Pusieronle en estrecho<br />

<strong>de</strong> ayunar tres días con cuatro onzas <strong>de</strong> pan y dos <strong>de</strong> pasas y almendras, y dos tragos <strong>de</strong><br />

agua, y primero le tomaron la medida <strong>de</strong> su cuerpo en una pared muy blanca, poniendo para<br />

señal <strong>de</strong> su altura un clavito pequeño o tachuela. Hizo su dicta, unas hermanas suyas le<br />

fregaban los brazos y piernas todas las noches y mañanas, por consejo <strong>de</strong> los maleantes:<br />

preguntabanle las pobres <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cansadas: ¿Hermano, para qué hace esto? Y él las<br />

respondía: Bárbaras, no os entremetáis en las cosas <strong>de</strong> los hombres. Todos estos tres días <strong>de</strong><br />

la dicta y las fricaciones, se subía a una azotea en amaneciendo, y se ponía hacia el<br />

nacimiento <strong><strong>de</strong>l</strong> sol, haciendo ciertas señales que le habían mandado contra las nieblas <strong>de</strong><br />

Valladolid, que él hizo muy puntualmente como todo lo <strong>de</strong>más. Cumplidos los tres días, y<br />

lleno el celebro <strong>de</strong> nieblas, vino a los bellacones con tanta cara como una calavera <strong>de</strong><br />

mandrágora, que como estaba tan chupado y flaco, parecía más alto. Fue uno <strong>de</strong> ellos a la<br />

pared blanca don<strong>de</strong> se había metido, y mudó el clavito dos <strong>de</strong>dos más abajo, y tapó el<br />

agujero con un poco <strong>de</strong> cera blanda, que era en la cerería recién hecha, blanca y muy lisa.<br />

Enviáronle a medirse, y como topó con el colodrillo en el clavito, quedó fuera <strong>de</strong> si <strong>de</strong><br />

contento, entendiendo que él había crecido lo que el clavo había bajado. Vino con la boca<br />

llena <strong>de</strong> risa, que parecía mico <strong>de</strong>sollado, y fuese a echar a los pies <strong>de</strong> quien le había hecho<br />

crecer: ellos le dijeron que callase, porque sino se <strong>de</strong>screcería lo crecido, y que lo<br />

dificultoso quedaba por hacer. Él dijo que aunque fuera bajar al infierno, lo haría por no<br />

<strong>de</strong>screcer. Pues no es menos, dijeron ellos, y aquella noche le mandaron que entre las once<br />

y las doce <strong>de</strong> la noche entrase en cierto aposento por un callejón muy estrecho, que estaba<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> unas casas lóbregas y obscuras, solo y sin luz, y que allí le dirían lo que había <strong>de</strong><br />

hacer. Él se turbó todo con la dificultad que le pusieron, pero al fin dijo, con todo el miedo<br />

posible: Sí haré, sí haré. Fuese a la noche entrando por su callejón, espeluzado el cabello,<br />

cortado <strong>de</strong> brazos y piernas, sin oír perro ni gato que le pudiese hacer compañía, y en<br />

llegando al aposento, salieron por las cuatro esquinas <strong>de</strong>bajo la cama cuatro carátulas <strong>de</strong>


159<br />

<strong>de</strong>monios, con cuatro can<strong><strong>de</strong>l</strong>illas en la boca, que con el temor que había concebido, se le<br />

representó el infierno todo; porque todos los hombres muy crédulos son también temerosos;<br />

y como se fueron alzando los <strong>de</strong>monios, él se fue quedando, y sin saber <strong>de</strong> sí, ni po<strong>de</strong>r<br />

moverse <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba, cayó en el suelo, dándole tan gran corrupción, que no se le<br />

pareció haber tenido dieta, que la cólera había <strong>de</strong>sbaratado cuanto las almendras y pasas<br />

hablan <strong>de</strong>tenido. Él caído, y ellos turbados y aun arrepentidos, no supieron que hacer, sino<br />

<strong>de</strong>jarlo y acogerse. El volvió a cabo <strong>de</strong> rato en sí, y hallose revolcado en su sangre, <strong>de</strong> que<br />

anduvo muy corrido, y <strong>de</strong> manera enfermo, que fue menester <strong>de</strong> veras valerse <strong>de</strong> las pasas y<br />

almendras para no morirse, y ellos anduvieron escondidos y ausentes. Yo me sangré en<br />

salud, refiriéndole el cuento al Con<strong>de</strong>, que le solemnizó mucho con su buen gusto, y tomó a<br />

su cargo las amista<strong>de</strong>s, contando lo pasado a cuantos entraban en su casa. Sosegose el<br />

negocio con la autoridad <strong>de</strong> un tan gran príncipe, aunque ellos anduvieron hartos días<br />

inquietos: porque el hombrecito se quejó a todo el mundo, y a quien podía castigar la burla.<br />

Yo los cogí cuando hubo oportunidad, y les dí a enten<strong>de</strong>r con la verdad, cuánto importa no<br />

hacer mal, tanto en burlas como en veras, que <strong>de</strong> haberle dado la vaya sobre su ruin talle y<br />

cuerpo, vino a buscar tan pesado remedio, que nadie quiere oír faltas, y por más que se<br />

hagan sufridores y finjan risa, no hay a quien no le pese en el alma oír mal <strong>de</strong> sí propio: y<br />

tanto más, cuanto más parece verdad lo que se dice: que aun cuando no lo es ni lo parece,<br />

se le abrasa el corazón a quien se dice, ora sea por dar pesadumbre, o sea por chisme, <strong>de</strong><br />

que era tan enemigo este príncipe, que en trayéndole alguna novedad <strong>de</strong> palacio, llamaba a<br />

aquel <strong>de</strong> quien se <strong>de</strong>cía, y <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong><strong>de</strong>l</strong> parlero se lo reprehendía: si se encogía <strong>de</strong> hombros el<br />

otro negándole, <strong>de</strong>cía el Con<strong>de</strong>: Pues veis aquí a fulano que me lo dijo: y así andaban todos<br />

ajustados con la lengua y con el Con<strong>de</strong>.<br />

Descanso XXIV<br />

Y porque no habrá otra ocasión en que contarlo, digo que era Príncipe tan enemigo <strong>de</strong><br />

chismes y parlerías, que en presencia mía vino cierto congraciador a <strong>de</strong>cirle, que estaba<br />

tratando mal <strong>de</strong> su persona un hidalgo <strong>de</strong> Valladolid: y encareciendo mucho esta insolencia,


160<br />

le preguntó el Con<strong>de</strong>: ¿Y vos qué hicisteis? Yo, dijo el buen hombre, vine luego a avisar a<br />

V. Excelencia, porque al pie <strong>de</strong> la obra le enviase el castigo que merecen ofensas hechas a<br />

tan gran<strong>de</strong> señor. Vos tenéis razón, dijo el Con<strong>de</strong>; ola, dadle a este gentilhombre una<br />

libranza <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong> palos muy bien dados. Pues a mí, ¿por qué? dijo el buen<br />

hombre. No son para vos, respondió el Con<strong>de</strong>, sino para que los llevéis al que dijo mal <strong>de</strong><br />

mí: porque como me trujisteis lo que yo no sabia, le llevéis a él lo que no sabe. Y dijo a un<br />

paje: Bermú<strong>de</strong>z, corre y dí a fulano, que cuando hubiere <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir mal <strong>de</strong> mí, no sea <strong><strong>de</strong>l</strong>ante<br />

<strong>de</strong> tan ruin gente que me lo venga a <strong>de</strong>cir luego, y que para castigo suyo basta que sepa él<br />

que yo lo sé. Ambos quedaron muy bien pagados, como merecían, que aunque no se dió la<br />

libranza, quedó el pobre espantado <strong>de</strong> la merced. El ermitaño a todo comenzó a dar<br />

cabezadas y bostezar muy a menudo, como hombre que está <strong>de</strong> mala gana en locutorio <strong>de</strong><br />

monjas, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida todo había sido hablar al son <strong>de</strong> las canales, que<br />

aunque pocas, con el ruido y fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> aire, hacían su figura <strong>de</strong> manera, que se echó <strong>de</strong> ver<br />

que había música para toda la noche. Cenamos lo que tenía el buen hombre, que por poco<br />

que fue, ayudó para reposar y darle al sueño bastante lugar, no solamente para hacer la<br />

digestión, pero para soñar disparates, conforme a lo que se había cenado, y al tiempo<br />

borrascoso que hacia, que realmente, aunque más an<strong>de</strong>n <strong>de</strong>svaneciéndose y buscando<br />

interpretaciones <strong>de</strong> los sueños algunos amigos <strong>de</strong> adivinación, ellos andan conforme a los<br />

tiempos y a los mantenimientos, y obe<strong>de</strong>ciendo al humor predominante, que es lo más<br />

ordinario; es gran<strong>de</strong> ignorancia ponerse a interpretar lo que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> humores calientes o<br />

fríos, húmedos o secos. Y si alguna cosa sucediere, que sea verdad en los sueños, o sera<br />

acaso o representación <strong>de</strong> Angeles buenos o malos; y no hay para que divertirnos en probar<br />

la verdad <strong>de</strong> esto, que tan manifiesta y clara la conocemos.<br />

Relación segunda <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Obregón</strong>


161<br />

AUNQUE amanecía el día con acabarse la furia <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, que toda la noche había<br />

combatido la ermita o humilla<strong>de</strong>ro, era tanta la abundancia que el río había recogido, que<br />

sobrepujando la puente, ni <strong>de</strong> la una parte ni <strong>de</strong> la otra se podía pasar, ni pasaron, hasta que<br />

se fue avadando el día siguiente. Yo quisiera irme, por parecerme que ya el ermitaño estaba<br />

harto <strong>de</strong> oírme hablar relaciones <strong>de</strong> mi vida; y como yo naturalmente, ni soy inclinado a<br />

hablar, ni oír hablar mucho, pareciome que el <strong>de</strong>masiado sueño <strong><strong>de</strong>l</strong> ermitaño nacía <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

enfado <strong>de</strong> oírme: y como los habladores, gente sin memoria <strong>de</strong> lo que está por venir, son<br />

para mí tan odiosos, no quería caer en la culpa que reprehendo, que los que tienen esta falta,<br />

aunque por sobra <strong>de</strong> palabras sin sustancia, son ordinariamente cizañeros, congraciadores,<br />

chismosos, que a trueque o fin <strong>de</strong> hablar no reparan en falso o verda<strong>de</strong>ro, ni saben<br />

distinguir la mentira <strong>de</strong> la verdad, y <strong>de</strong> la misma manera que lo dicen lo <strong>de</strong>sdicen; amigos<br />

<strong>de</strong> averiguar un chisme, y <strong>de</strong> traer y <strong>de</strong> llevar a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante su opinión, soldando un yerro con<br />

otros ciento, y el menor daño que hacen es ser gran<strong>de</strong>s aduladores: no se asientan ni<br />

reposan en cosa con la facilidad que proce<strong>de</strong>n, ni temen caer en falta, ni cobrar mala<br />

opinión, que realmente he visto que a este vicio le siguen otros muy peores. Huyendo yo <strong>de</strong><br />

no caer en fama <strong>de</strong> hablador me quise <strong>de</strong>spedir <strong><strong>de</strong>l</strong> ermitaño, si bien el tiempo aun no daba<br />

lugar para ello; pero él me porfió que no le <strong>de</strong>jase solo, por una gran<strong>de</strong> melancolía que le<br />

había dado un sueño aquella noche, que afirmativamente <strong>de</strong>cía: que estando más dispierto<br />

que dormido, le había hablado un muerto, en cuya muerte se había hallado en Italia. Reime,<br />

y lo mejor que pu<strong>de</strong> procuré <strong>de</strong>shacerle aquella imaginación. Preguntóme <strong>de</strong> qué me reía.<br />

Ríome, respondí, <strong>de</strong> que la aprehensión <strong>de</strong> los sueños sea tan po<strong>de</strong>rosa con algunas<br />

personas, que les parece que es verdad lo que sueñan, cosa tan reprobada por el mismo Dios<br />

en muchos lugares <strong><strong>de</strong>l</strong> Testamento viejo, y recibido en el nuevo, siendo todo vanidad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

celebro, y ahora <strong>de</strong> la melancolía que ha causado la esperanza <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo; que junta con el<br />

poco y no buen mantenimiento, causara ese efecto y otros más ridículos. Digo, respondió el<br />

ermitaño, que aun ahora me parece que le tengo presente. Reime mucho más que antes;<br />

replicome: ¿Luego no suelen venir los muertos a hablar con los vivos? No por cierto,<br />

respondí yo, sino cuando por algún negocio <strong>de</strong> mucha importancia les da Dios licencia para<br />

ello, como en aquel caso tan estupendo y digno <strong>de</strong> saberse que le pasó al Marqués <strong>de</strong> las<br />

Navas que habló con un muerto a quien él había quitado la vida; pero vino a cosas que le<br />

importaban para la quietud y reposo <strong>de</strong> su alma. Es caso que todos los que vemos en los


162<br />

libros antiguos no tienen tan asentada verdad como este, reservando aquellos <strong>de</strong> que las<br />

divinas letras hacen mención, porque pasó en nuestros días, y a un tan gran caballero, y tan<br />

amigo <strong>de</strong> verdad, y en presencia <strong>de</strong> testigos, que hay algunos vivos ahora, que ni a él, ni a<br />

ellos, aun siendo verdad, les importa nada confesarlo. ¿Á cuál Marqués? preguntó el<br />

ermitaño. Al que es ahora vivo. respondí yo, D. Pedro <strong>de</strong> Ávila. Si no se cansa vuesa<br />

merced, dijo el buen hombre, y aunque se canse, cuéntelo cómo pasó, que cosa tan<br />

espantosa y <strong>de</strong> nuestros días es bien que todos lo sepan. Bien divulgada está, dije yo; pero<br />

por que no se que<strong>de</strong> en el sepulcro con el muerto es bien <strong>de</strong>cirla, y hacer particular<br />

memoria <strong>de</strong> cosa que tanta apariencia tiene <strong>de</strong> verdad; y no me afirmara en ella, si no la<br />

hubiera oído <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> un tan gran caballero como el mismo Marqués, y a su hermano<br />

el señor D. Enrique <strong>de</strong> Guzmán, Marqués <strong>de</strong> Pobar, gentil hombre <strong>de</strong> la Cámara <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

potentísimo Rey D. Felipe III <strong>de</strong> las Españas, en cuyo palacio nunca ha hallado lugar la<br />

adulación ni mentira, El caso fue <strong>de</strong> esta manera:<br />

Estando el Marqués preso por mandado <strong>de</strong> su Rey en San Martín <strong>de</strong> Madrid, monasterio<br />

<strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> San Benito, y visitándole sus amigos gran<strong>de</strong>s caballeros, muchas veces o<br />

siempre se quedaban <strong>de</strong> noche acompañándole, particularmente el Sr. D. Enrique, Marqués<br />

<strong>de</strong> Pobar, su hermano, y el Sr. D. Felipe <strong>de</strong> Córdoba, hijo <strong><strong>de</strong>l</strong> Sr. D. Diego <strong>de</strong> Córdoba,<br />

Caballerizo mayor <strong>de</strong> Felipe II, y una noche, entre muchas, dioles gana <strong>de</strong> irse a pasear al<br />

Marqués y a D. Felipe: fueron hacia el barrio <strong>de</strong> Lavapiés, y estando hablando por una<br />

ventana, dijo el Marqués: Esperadme aquí, que voy a aquella callejuela a cierta necesidad<br />

natural; halló en ella dos hombres en las dos esquinas, que no le <strong>de</strong>jaron pasar. El Marqués<br />

dijo: Vuesas merce<strong>de</strong>s sepan que voy con esta necesidad, y fue a pasar contra su gusto.<br />

Arrojóle uno <strong>de</strong> ellos una estocada, y el Marqués otra a él propio; cada uno pensó que<br />

<strong>de</strong>jaba muerto al otro. Con el mismo movimiento que le sacó el Marqués la espada, que<br />

tenía la guarnición en el pecho, le dió al otro una cuchillada, con que le abrió la cabeza.<br />

Quedaronse los dos que no pudieron moverse; el <strong>de</strong> la estocada muerto, aunque en pie, el<br />

<strong>de</strong> la herida fuera <strong>de</strong> sí. Fuese el Marqués y llamó a D. Felipe, y fueronse a San Martín.<br />

Estando allá, pareciéndole que dormir sin averiguar bien lo que había pasado era yerro,<br />

contóselo, y los dos <strong>de</strong>terminaron <strong>de</strong> ir. Fue el Marqués con ellos, que no quiso que fuesen<br />

sin él, y hallaron alborotado el barrio, diciendo que habían muerto allí dos hombres.<br />

Volvieronse sin hallar en el sitio don<strong>de</strong> había pasado otra cosa sino dos lienzos


163<br />

ensangrentados. El que había quedado con la herida fuese a Toledo, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí envió a<br />

saber si el Marqués era muerto, que lo había conocido cuando le dió la estocada, y<br />

curándose lo mejor que pudo, vino a morir <strong>de</strong> la herida: hizo testamento antes, y como supo<br />

que el Marqués no había recibido daño, porque la estocada había sido al soslayo, <strong>de</strong>jolo por<br />

su testamentario. Supo el Marqués esto por relación <strong>de</strong> un Religioso que se lo vino a <strong>de</strong>cir<br />

quién era el que lo <strong>de</strong>jaba por testamentario. Dentro <strong>de</strong> cinco o seis días, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto<br />

este hombre, estando el Marqués acostado en su cama, y D. Enrique su hermano, y D.<br />

Felipe <strong>de</strong> Córdoba en el mismo aposento en otra cama, cerrada la puerta para dormir,<br />

llegaron y le quitaron la ropa <strong>de</strong> la misma cama. El Marqués dijo: Quitaos allá, D. Enrique,<br />

y respondió la persona que era con una voz ronca y llena <strong>de</strong> horror: No es D. Enrique.<br />

Escandalizado el Marqués se levantó muy <strong>de</strong> priesa, y <strong>de</strong>senvainando la espada que tenía a<br />

la cabecera, tiró tantas cuchilladas, que preguntó D. Felipe: ¿Qué era aquello? El Marqués<br />

mi hermano es, respondió D. Enrique, que anda a cuchilladas con un muerto. Él dió cuantas<br />

pudo, hasta que se cansó, sin topar en cosa, sino algunas en las pare<strong>de</strong>s.<br />

Abrió la puerta, y tornó a verlo fuera, y con la misma priesa fue dando cuchilladas, hasta<br />

que llegó a un rincón don<strong>de</strong> había oscuridad, y entonces dijo la sombra: Basta, señor<br />

Marqués, basta, y véngase conmigo, que le tengo que <strong>de</strong>cir. El Marqués le siguió, y a él los<br />

dos caballeros, su hermano, y D. Felipe. Bajole abajo, y diciendo el Marqués qué le quería,<br />

respondió, que mandase los <strong>de</strong>jasen solos, que no podía hablar <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> testigos. Él,<br />

aunque <strong>de</strong> mala gana, les dijo que se quedasen; mas ellos no quisieron. Al fin la sombra se<br />

entró en cierta bóveda don<strong>de</strong> había huesos <strong>de</strong> muertos: entró el Marqués tras <strong>de</strong> ella, y en<br />

pisando los huesos le fue discurriendo por los suyos tan gran<strong>de</strong> temor, que le fue forzoso<br />

salir fuera a respirar y cobrar aliento, lo cual hizo por tres veces. Lo que le quería, y pudo el<br />

Marqués con la turbación percibir, era que en pago <strong>de</strong> la muerte que le había dado, le<br />

hiciese aquel bien <strong>de</strong> cumplir lo que en su testamento <strong>de</strong>jaba, que era una restitución, y<br />

poner una hija suya en estado. Hubo en esto dares y tomares entre el Marqués y la sombra,<br />

según dijeron los testigos. Y confiesa el Marqués, que siendo tan hermoso <strong>de</strong> rostro, blanco<br />

y rojo, como sus hermanos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta noche quedó como está ahora, sin ningún color y<br />

quebrantado el mismo rostro. Dice que le vino a hablar otras veces, y que antes que le viese<br />

le daba un frío y temblor, que no podía sustentarse. Al fin cumplió lo que le pidió, y nunca<br />

más le apareció. Si fue el mismo espíritu suyo, o <strong><strong>de</strong>l</strong> ángel <strong>de</strong> su guarda, o ángel bueno o


164<br />

malo, dispútenlo los señores teólogos, que para mi bástame el haberlo oído <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> un<br />

tan gran caballero como el Marqués y D. Enrique su hermano, para tener el caso por más<br />

cierto; y que por cosas tan particulares, que importan la salvación <strong>de</strong> un alma, suele el<br />

Señor <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo y tierra dar licencia para semejantes negocios, que no son estas <strong>de</strong> las cosas<br />

que algunos autores gentiles dicen, <strong>de</strong> llamar las almas para hacerles preguntas, como hacía<br />

Empedocles y Apion Gramático, que llamó la sombra <strong>de</strong> Homero, y no osó <strong>de</strong>cir lo que<br />

había respondido, que estas eran artes <strong>de</strong> la necromancia, <strong>de</strong> que dice Cicerón, que fingían<br />

cuerpos <strong>de</strong> aquellos que ya estaban quemados, y les daban alguna forma o figura; porque el<br />

espíritu por sí era incapaz <strong>de</strong> ser visto, que todas eran artes <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>monio, y acudía a lo que<br />

le pedían como po<strong>de</strong>roso, permitiéndoselo Dios, que sin esta permisión no podía hacerlo. Y<br />

que el venir <strong>de</strong> las almas <strong>de</strong> los muertos con dispensación <strong>de</strong> Dios, no se pue<strong>de</strong> negar haber<br />

sucedido algunas veces; no porque an<strong>de</strong>n vagando por el mundo, que sus lugares tienen<br />

señalados, o en el cielo o en el infierno, o en el purgatorio. Y si he sido prolijo en este<br />

cuento contra mi condición y estilo, es porque cosas tan graves se han <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con la<br />

sencillez y llaneza con que pasaron, sin dorarlo ni <strong>de</strong>sdorarlo. Admiración me ha puesto el<br />

caso, dijo el ermitaño, y estoy <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong> apartarme <strong>de</strong> soledad, que aunque he pasado<br />

algún tiempo en ella, no he visto cosa que me perturbe, y aun con todo eso me he retirado<br />

<strong>de</strong> la soledad hacia el poblado, por los temores que pasaba entre los altos riscos <strong>de</strong> Sierra-<br />

Morena: pero <strong>de</strong>jemos ya esta materia, y volvamos a proseguir lo comenzado; que con la<br />

dulzura <strong><strong>de</strong>l</strong> estilo y gracia <strong><strong>de</strong>l</strong> contarlo, se olvidará la melancolía <strong><strong>de</strong>l</strong> sueño y <strong>de</strong> la verdad<br />

referida. Luego se fue a Sevilla, don<strong>de</strong> ahora vive muy recogido.<br />

Descanso I<br />

TORNANDO <strong>de</strong> nuevo a coser o a anudar la conversación pasada, sentamonos al brasero,<br />

prosiguiendo mi comenzada relación, porque el ermitaño, hombre <strong>de</strong> muy buen discurso,<br />

me importunó <strong>de</strong> manera, que se echo <strong>de</strong> ver que gustaba mucho <strong>de</strong> oír los trances <strong>de</strong> mi<br />

vida, y mostrando mucha atención, que es lo que da nuevo ánimo a las conversaciones,<br />

proseguí lo que la noche antes había <strong>de</strong>jado por el sueño <strong><strong>de</strong>l</strong> ermitaño, y comencelo <strong>de</strong> muy


165<br />

buena gana, porque <strong>de</strong> la misma manera que quita el gusto <strong>de</strong> hablar la <strong>de</strong>scortesía <strong>de</strong> que<br />

algunos ignorantes usan, en atajar lo que un hombre va diciendo, por encajar un disparate<br />

que se les ofrece fuera <strong>de</strong> propósito, así la atención da fuerzas y espíritu al que habla para<br />

no cesar en su materia; yerro en que he visto caer a muchas personas, muy reprehensible en<br />

quien le tiene, porque arguye poco gusto o mal entendimiento. El que no quiere oír lo que<br />

otro habla, bien pue<strong>de</strong> apartarse y dar lugar a que oiga quien tiene gusto; que hay algunos<br />

<strong>de</strong> tan extraordinaria condición y natural, que, o por <strong>de</strong>slucir lo que otro habla, o por no<br />

enten<strong>de</strong>rlo, que es lo más cierto, procuran atajarlo con poca razón y menos cortesía. El<br />

premio <strong><strong>de</strong>l</strong> que dice bien, es la atención que se le presta, y aunque no sea muy limado, es<br />

gran <strong>de</strong>scortesía no dar aplauso a lo que dice, que al fin procura que parezca bien, y dice lo<br />

mejor que pue<strong>de</strong> y sabe. Hay un género <strong>de</strong> gentes que hablan con interca<strong>de</strong>ncia, careciendo<br />

<strong>de</strong> hebra y caudal para la materia que se trata: que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberles respondido, aunque<br />

se haya mudado el primer motivo, acu<strong>de</strong>n con lo que se les ofrece fuera <strong>de</strong> la intención que<br />

se lleva: este es un disparate y una inadvertencia que hace muy odioso al que la usa, y <strong>de</strong><br />

quien se <strong>de</strong>be huir la conversación, porque son estorbo al que habla y a los que oyen: y<br />

cuando va con malicia <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdorar al que dice, que todo esto pue<strong>de</strong> la envidia, es una<br />

malicia sin disculpa y merecedora <strong>de</strong> cualquier mala correspon<strong>de</strong>ncia, que no se halla sino<br />

en hombres <strong>de</strong> poca substancia, así en ingenio, como en letras. Y extién<strong>de</strong>se a tanto, que<br />

aun en los libros que se imprimen, no rehuye la infame y mal nacida envidia, <strong>de</strong> usar <strong>de</strong><br />

liberta<strong>de</strong>s muy conocidas. Los libros que se han <strong>de</strong> dar a la estampa, han <strong>de</strong> llevar doctrina<br />

y gusto que enseñen y <strong><strong>de</strong>l</strong>eiten, y los que no tienen talento para esto, ya que no lo alcanzan,<br />

no se <strong>de</strong>slicen a echar pullas, con ofensa <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> opinión, o no escriban; que no<br />

ha <strong>de</strong> ser todo danza <strong>de</strong> espadas, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hechas no queda fruto ni memoria <strong>de</strong> cosa<br />

que se pegue al alma. Han <strong>de</strong> llevar los libros que se dan a la estampa, mucha pureza y<br />

castidad <strong>de</strong> lenguaje; pureza en la elección <strong>de</strong> las palabras, y honestidad <strong>de</strong> conceptos, y<br />

castidad en no mezclar bastardías que salen <strong>de</strong> la materia, como maledicencias o<br />

<strong>de</strong>sestimación <strong>de</strong> lo que otros hacen, especialmente cuando son contra quien sabe <strong>de</strong>cir, y<br />

sabe qué <strong>de</strong>cir; y tan mal dichas, que van señalando con el <strong>de</strong>do, con que <strong>de</strong>scubren su<br />

ignorancia, y <strong>de</strong>sacreditan sus escritos, y manifiestan su envidia, y <strong>de</strong>claran su malicia.<br />

Tornando a la materia <strong><strong>de</strong>l</strong> hablar, digo que en las conversaciones hase <strong>de</strong> dar lugar a que<br />

hable el que habla, y él ha <strong>de</strong> ser tan remirado, que no se <strong>de</strong>rrame, ni divierta, ni quiera


166<br />

hablárselo todo, que ha <strong>de</strong> dar lugar a la respuesta. Yo, como iba historiando mi vida, no<br />

advertí que podría el ermitaño cansarse <strong>de</strong> oírme hablar tan diversamente: pero sucedióme<br />

bien, que no solamente no se cansó, pero tornó a importunarme que prosiguiese en mi<br />

principal intento, que para eso me lo había rogado al principio, y tornando a hablar con él,<br />

proseguí diciendo.<br />

Descanso II<br />

LUEGO que por el pronóstico y significación <strong>de</strong> aquel cometa, o por lo que la Majestad <strong>de</strong><br />

Dios sabe y fue servido, murió el Rey Don Sebastián <strong>de</strong> Portugal, en aquella tan memorable<br />

batalla, don<strong>de</strong> se hallaron tres Reyes, y murieron todos tres, como sucedió al Car<strong>de</strong>nal Don<br />

Enrique, tío <strong>de</strong> Felipe II y lo llamó a la sucesión <strong><strong>de</strong>l</strong> Reino toda Castilla y Andalucía, se<br />

movió a ir sirviendo a su Rey con el amor y obediencia, que siempre España ha tenido a sus<br />

legítimos Reyes. Vineme <strong>de</strong> Valladolid a Madrid, y siguiendo la variedad <strong>de</strong> mi condición<br />

y la opinión <strong>de</strong> todos, fuime a Sevilla con intención <strong>de</strong> pasar a Italia, ya que no pudiese<br />

llegar a tiempo <strong>de</strong> embarcarme para África. Estuve gozando <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> aquella<br />

ciudad, llena <strong>de</strong> mil excelencias, tesorera y repartidora <strong>de</strong> la inmensa riqueza que envía el<br />

mar Océano, sin la que <strong>de</strong>ja para sí en sus profundas arenas escondida para siempre.<br />

Sosegadas, o por mejor <strong>de</strong>cir, reducidas a mejor forma las cosas <strong>de</strong> Portugal, quedéme en<br />

Sevilla por algún tiempo, don<strong>de</strong> entre muchas cosas que me sucedieron, fue una dar en la<br />

valentía; que había entonces, y aun creo que ahora hay, una especie <strong>de</strong> gentes, que ni<br />

parecen cristianos, ni moros, ni gentiles; sino su religión es adorar en la diosa valentía,<br />

porque les parece que estando en esta cofradía, los tendrán y respetarán por valientes, no<br />

cuanto a serlo, sino cuanto a parecerlo. Sucedióme pasando por la calle <strong>de</strong> Génova, topar<br />

con uno <strong>de</strong> estos, encontrándome con él, <strong>de</strong> suerte que por pasar yo por lo limpio le hice<br />

pasar por el lodo, volviose a mí, y con gran superioridad me dijo: Señor marquesote, ¿no<br />

mira cómo va? Yo le dije: Perdone vuesa merced, que no lo hacía a sabiendas. Él replicó:<br />

Pues si lo hiciera a sabiendas, ¿no había <strong>de</strong> estar ya amortajado? Yo no llevaba espada, que<br />

iba como estudiante, profesión <strong>de</strong> que siempre héme preciado, y así usé <strong>de</strong> toda la humildad


167<br />

posible, y él <strong>de</strong> toda la soberbia que tienen los <strong>de</strong> su profesión. Díjele: No fue tan grave el<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong>ito, que merezca tan gran castigo como ese. Díjome entonces: No <strong>de</strong>be <strong>de</strong> saber el<br />

morlaco con quién se ha encontrado; pues estése quedo, que no quiero darle mas castigo <strong>de</strong><br />

ponerle cuarenta <strong>de</strong>dos en los carrillos, que por mi cuenta venían a ser ocho bofetadas;<br />

esperéle, y viniendo alzadas las manos para ejecutar el castigo, usé <strong>de</strong> una treta que siempre<br />

me ha salido bien. Y fue, que como venía tan atento a su negocio, yo hice el mio; y<br />

asiéndole la espada por la guarnición, con toda la presteza posible se la saqué <strong>de</strong> la vaina,<br />

con el mismo movimiento le puse los cinco <strong>de</strong>dos en la cara, y con la guarnición le herí en<br />

el carrillo izquierdo.<br />

Él que se vió <strong>de</strong>sarmado, dió a correr hacia gradas, y unos jubeteros comenzaron a <strong>de</strong>cir:<br />

Víctor, víctor al escolar; pero dijeronme: Váyase <strong>de</strong> aquí, que este va a llamar retraídos, y<br />

volverán presto. Fuime hacía San Francisco, y el bellacón entró muy <strong>de</strong>scolorido, sin<br />

espada, en el corral <strong>de</strong> los naranjos, la capa arrastrando, la cara llena <strong>de</strong> sangre, y<br />

preguntándole qué había sido, respondió, que lo cercaron treinta hombres, y abrazándose<br />

con él, le sacaron la espada, y habiéndole herido, a bocados se libró <strong>de</strong> ellos, y le había<br />

sacado las narices a uno <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong> un bocado, y que iba por una espada y ro<strong><strong>de</strong>l</strong>a para<br />

hacerlos pedazos a todos. Acudieron a don<strong>de</strong> había pasado el ruido, y todos los oficiales<br />

hablaron en favor mio, a lo cual dijo uno que iba entre ellos, hombre <strong>de</strong> menos que mediana<br />

estatura, zurdo y dobladillo <strong>de</strong> cuerpo a quien todos pareció que respetaban: Bien está, ese<br />

hombrecillo <strong>de</strong>be <strong>de</strong> tener buen hígado y así es menester hacerlos amigos, porque el herido<br />

lo es <strong>de</strong> todos los honrados <strong>de</strong> la cofradía, y antes <strong>de</strong> dos horas estará con los muchos si lo<br />

saben: llamen a ese pobrete. Llamaronme unos oficiales, y trajeron al otro, que para que<br />

quisiese ser amigo, fue menester llevarlos todos a la taberna <strong>de</strong> Pinto, y gastar una hanega<br />

<strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Cazalla: todos a una voz dijeron: Buen hijo es; bien merece entrar en la cofradía.<br />

Descanso III<br />

PASADO esto, como el bellacón quedó mal contento buscó traza cómo vengarse, y hallola<br />

muy buena. Como yo entré nuevo, y tenía poca experiencia <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> Sevilla,


168<br />

recatéme poco, que en las repúblicas tan gran<strong>de</strong>s es menester entrar con tiento, y el que no<br />

tiene conocimiento ni experiencia <strong>de</strong> ellas, hase <strong>de</strong> valer <strong>de</strong> quien tenga para no hallarse<br />

atajado. Púseme espada, y en las obligaciones en que se pone quien la ciñe, que con el<br />

<strong>de</strong>svanecimiento <strong>de</strong> la valentía, y con haber dado en poeta y músico, que cualquiera <strong>de</strong> las<br />

tres bastaba para <strong>de</strong>rribar otro juicio mejor que el mío, comencé a alear más <strong>de</strong> lo que me<br />

estaba, y a tenerme por paseante y gran ventanero, y enamorar cuantas encontraba: <strong>de</strong><br />

manera, que no había portugués más azucarado que yo, por don<strong>de</strong> halló mi contrario<br />

flaqueza en mi con la <strong>de</strong> una dama <strong>de</strong> buen talle, en cuya casa él entraba y era señor<br />

absoluto. Andando yo en la brama entre aquellos árboles <strong>de</strong> la alameda, Senteme llamar <strong>de</strong><br />

una cierva, y acudiendo al bramido me dijo: ¿Es posible, señor galán, que tan al <strong>de</strong>scuido<br />

viva vuesarcé, que no ha echado <strong>de</strong> ver que le miran con más cuidado que el ordinario?<br />

Miréle el rostro y talle, y aunque le tenía extremado <strong>de</strong> bueno, con todo lo creí, porque yo<br />

estaba tan <strong>de</strong>svanecido, que por este camino creyera cualquier favor que se me diera,<br />

Prosiguió diciendo: ¡Que haya venido yo a tiempo que no mire la calidad <strong>de</strong> mi persona ni<br />

autoridad <strong>de</strong> mi marido! ¡oh mal hayan los ojos que no se recatan, y mal hayan los pies que<br />

salen <strong>de</strong> los umbrales <strong>de</strong> su casa para ver sus <strong>de</strong>sdichas! ¡que haya entregado mi libertad a<br />

quien no se la estimará! ¡que mire yo a quien ni me conoce ni conozco, y que haya <strong>de</strong> rogar<br />

a quien jamás admitió ruegos <strong>de</strong> nadie! Más quiero morir, que no rendirme a quien quizá se<br />

reirá y <strong>de</strong>spreciará mis prendas. Y con eso fingió unas lágrimas tan tiernas, que me sacó <strong>de</strong><br />

juicio. Y en habiendo hecho su embeleco, me <strong>de</strong>jó y volvió las espaldas con grandísimo<br />

donaire y garbo. Yo quedé helado y abrasado <strong>de</strong> su presteza en irse, y <strong>de</strong> sus palabras en<br />

rendirme. La criada me dijo: Buena tiene vuesa merced a mi señora, que estas eran sus<br />

melancolías; <strong>de</strong> aquí nacen sus malas condiciones, que no hay quien en casa se averigüe<br />

con ella. Sígala vuesa merced, y recátese no le vea su marido, que es un caballero muy<br />

principal, y no poco celoso, aunque jamás ha visto en mí señora ocasión para serlo. Seguila<br />

espantado, y contento <strong>de</strong> parecerme que merecería yo mucho: estimándome interiormente<br />

en harto más <strong>de</strong> lo que fuera razón. Entré en su casa, que era en una calle angosta que iba a<br />

dar a la calle <strong>de</strong> las Armas, y luego me favoreció haciendo ventana: y advirtiome que no<br />

diese muchos bordos, que ella me avisaría <strong>de</strong> lo que había <strong>de</strong> hacer. Anduve algunos días<br />

en pretensión, pareciendo que por su estimación no quería rendirse luego. ¡Oh engaños <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo, y qué fácilmente cree un hombre las cosas que van encaminadas a su gusto o a su


169<br />

provecho! Si mirásemos y tanteásemos lo que mira a nuestro bien, como lo que mira a<br />

nuestro mal, no caeríamos en tantos daños y <strong>de</strong>sventuras como suce<strong>de</strong>n. En la apariencia<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> gusto nos arrojamos con la esperanza <strong><strong>de</strong>l</strong> bien, y en el mal no nos recatamos, siendo tan<br />

peligroso o dudoso el fin <strong>de</strong> lo uno como <strong>de</strong> lo otro. Más seguros vamos por el camino <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

daño que yertos por el <strong><strong>de</strong>l</strong> provecho; porque lo uno nos pone en recato, y lo otro en<br />

<strong>de</strong>scuido. En el uno pue<strong>de</strong> haber engaño, y en el otro está el <strong>de</strong>sengaño claro, como me<br />

sucedió, que creyendo el engaño <strong>de</strong> aquella mujer, me vi en gran<strong>de</strong> peligro; ¿pero a quién<br />

no engañara un rostro hermoso y un talle gallardo con palabras dulces y ojos bachilleres?<br />

Al fin yo perseveré hasta que me envió a <strong>de</strong>cir con un papel amorosísimo que me llegase<br />

allá aquella noche. Púseme lo más galán que pu<strong>de</strong>, cogí mi espada y una linterna gran<strong>de</strong>,<br />

que podía servir <strong>de</strong> broquel, y fuime <strong>de</strong>recho a su casa sin consi<strong>de</strong>rar otra cosa más que<br />

obe<strong>de</strong>cer al gusto; hallé la puerta y sus brazos abiertos, recibióme con todas las caricias que<br />

yo podía <strong>de</strong>sear <strong>de</strong> actos exteriores y sencillos, y palabras dobladas: cerró la puerta, luego<br />

al punto llamaron a ella. Ella sin preguntar quién llamaba, dijo: Amigo, mi marido llama,<br />

entraos en esta bo<strong>de</strong>guilla, que luego se tornará a ir. Entréme con mi linterna encendida:<br />

cerraron la puerta <strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>guilla con cerrojo, y <strong>de</strong>jaronme muy bien cerrado. El<br />

aposentillo estaba casi todo lleno <strong>de</strong> sarmientos y chamiza seca; había un pozo, que<br />

respondía a lo alto, con su cubo colgado: púseme a escuchar lo que hablaban, porque <strong>de</strong><br />

haber cerrado la puerta sospeché no bien; preguntole la señora al marido fingido: Ya tengo<br />

cerrado a este hombre, ¿qué se ha <strong>de</strong> hacer? Él respondió, aunque paso, en voz que le pu<strong>de</strong><br />

conocer que era mi contrario: Abrasarlo o ahogarlo en el pozo, que este es el que me sacó la<br />

espada <strong>de</strong> la vaina. Luego se me representó la traza para salir salvo <strong>de</strong> su cautela; que el<br />

peligro, <strong>de</strong>scubridor <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s secretos, y el temor <strong>de</strong> la muerte levantan la imaginación a<br />

cosas nunca pensadas: tapé con una tabla el brocal <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo: y <strong>de</strong> aquella chamiza y<br />

sarmientos secos llegué cantidad a la puerta <strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>guilla, y con la linterna, que aun no<br />

había apagado, encendilos. La puertecilla estaba tan seca, que comenzó a ar<strong>de</strong>r con la<br />

ayuda <strong>de</strong> la leña, saliendo muchas llamaradas <strong>de</strong> la chamiza por <strong>de</strong>bajo la puerta -metime<br />

en el cubo <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo, y asime a la soga muy bien, que como estaba tapado el pozo iba seguro<br />

yo. Comenzó. toda la gente a dar voces: Fuego, fuego, agua, saquen agua <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo; tiraron<br />

<strong>de</strong> la soga para sacar agua, y como pesaba el cubo <strong>de</strong>masiadamente, por estar yo <strong>de</strong>ntro,<br />

llegaronse muchos vecinos a tirar <strong>de</strong> la soga, y tanto y con tanta fuerza tiraron, que al fin


170<br />

me subieron arriba. Asime muy bien al brocal <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo, yo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar con el rostro<br />

pálido <strong>de</strong> la turbación, y con esto y hacerles un gesto <strong>de</strong> abominable <strong>de</strong>monio, <strong>de</strong>smayaron<br />

todos, diciendo que era un diablo lo que sacaron <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo. Acabé <strong>de</strong> salir, y escabullime<br />

entre la gente lo mejor que pu<strong>de</strong>, y pu<strong>de</strong> muy bien, porque como estaban turbados no me<br />

echaron <strong>de</strong> ver, <strong>de</strong>jándoles la casa encendida, y llevando mi persona libre, que vine a hallar<br />

la vida don<strong>de</strong> era tan fácil el per<strong>de</strong>rla; como en un pozo, y encerrado en tanta estrecheza,<br />

como en una bo<strong>de</strong>guilla llena <strong>de</strong> curianas.<br />

Descanso IV<br />

Mi enemigo tomó para vengarse <strong>de</strong> mí por instrumento una mujer hermosa, que al fin todas<br />

tienen fuerza natural para mover corazones, tan bien como criaturas con afición y lágrimas;<br />

pero como nacieron para llorar, saben enternecer. Maldiga Dios sus <strong>de</strong>terminaciones, que<br />

tan resueltas son para ejecutar cuanto se les pone en la testa, que por el mismo caso que no<br />

lo pue<strong>de</strong>n con fuerza, lo hacen con astucia y embeleco. Tienen tan gran<strong>de</strong> fuerza en <strong>de</strong>cir lo<br />

que quieren, y nosotros tanta flaqueza en creerlas, que parece que para eso solo nacimos.<br />

Muchas he visto <strong>de</strong> muy justificada vida, pero aun en estas he hallado <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

condiciones: y conocido algunas muy honradas <strong>de</strong> sus personas, que lo son por solo <strong>de</strong>cir<br />

mal <strong>de</strong> las que tienen alguna flaqueza. Y en resolución, pocas hay que se escapen <strong>de</strong> algún<br />

azar. Libréme <strong><strong>de</strong>l</strong> daño que pudiera suce<strong>de</strong>r, o en que ya me vi, pero no <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> un<br />

alguacil que se había llegado al ruido, y como me vió ir corriendo, asiome; mas yo con<br />

mucha presteza le dije: ¿Qué hace vuesa merced? ¿quiere que muramos ambos a las manos<br />

<strong>de</strong> ese <strong>de</strong>monio que está en esta casa? Huya y póngase en salvo, que viene matando a<br />

cuantos encuentra. Él me soltó y dió a correr, porque como había oído <strong>de</strong>cir el <strong>de</strong>monio <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

pozo, como yo se lo afirmé, se confirmó en ello. Yo no paré hasta llegar a tomar <strong>de</strong>scanso a<br />

la sombra <strong>de</strong> dos amigos, Hércules y César, que están en dos altísimas columnas, a la<br />

entrada <strong><strong>de</strong>l</strong> alameda que hizo aquel gran caballero D. Francisco Zapata, Con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Barajas,<br />

que tantas <strong>de</strong>shizo en Sevilla. Pero no acabaron aquí las <strong>de</strong> aquella noche, que estando<br />

<strong>de</strong>scansando, sentí a las espaldas <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> la Garbancera, en un malvar muy alto que


171<br />

allí se hace, un ruido muy gran<strong>de</strong>, moviéndose las malvas sin ver quién las movía, que por<br />

ser <strong>de</strong> noche y estar solo en el lugar muy sujeto a melancolía, me causó alguna: mas<br />

llegándome cerca con la espada <strong>de</strong>senvainada, no vi cosa sino el movimiento <strong>de</strong> las malvas,<br />

y algún ruido entre unas piedras que había en el malvar, hasta que salieron fuera luchando<br />

una culebra y un gato: la culebra procurando ceñir al gato por el cuerpo, y el gato puesto<br />

sobre los pies, e hiriendo a la culebra con las uñas por entre las conchuelas, que duró algún<br />

espacio: pero la culebra no pudiendo resistir las uñas <strong><strong>de</strong>l</strong> gato, se tornó a sus malvas, y el<br />

gato como diestro, dando un salto le cogió la <strong><strong>de</strong>l</strong>antera, y con el mismo movimiento,<br />

mascándole la cabeza, retirose antes que la culebra le diese con todo el cuerpo; y lo hiciera<br />

si no se retirara, porque con el golpe dió en unas piedras con la parte <strong><strong>de</strong>l</strong> lomo, a don<strong>de</strong><br />

tiene la fuerza, <strong>de</strong> que no pudo más moverse, y llegando el gato la acabó <strong>de</strong> matar. Diome<br />

que consi<strong>de</strong>rar la <strong>de</strong>streza <strong><strong>de</strong>l</strong> gato, viendo cuán cierta tiene la herida más que los <strong>de</strong>más<br />

animales, por don<strong>de</strong> yo fuí aficionado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí a los gatos, habiendo sido siempre<br />

enemigo que <strong>de</strong> ellos, porque aunque no tienen tanto conocimiento ni amor como los<br />

perros, son <strong>de</strong> gran seguridad contra las sabandijas que se aparecen en las casas. Yo me fuí<br />

a reposar aquella noche, admirado y corrido <strong><strong>de</strong>l</strong> doblez que tan pesadamente uso conmigo<br />

aquella mi enamorada, que lo sea <strong><strong>de</strong>l</strong> diablo: y no <strong><strong>de</strong>l</strong> que salió <strong><strong>de</strong>l</strong> pozo; que la<br />

apacibilidad que promete el rostro <strong>de</strong> una mujer hermosa sea capaz <strong>de</strong> tan pesado engaño, y<br />

que con tanta facilidad se rin<strong>de</strong> a un mal consejo, es cosa que aun no acabo <strong>de</strong> creerla. Que<br />

se apia<strong>de</strong> un hombre a unas lágrimas <strong>de</strong> una mujer, es mucha nobleza; pero que ella las<br />

finja por mal fin, parece abominación. Rendirse a la hermosura es cosa natural; pero<br />

rendirse la hermosura al engaño es contra razón, y aun contra naturaleza. Y un ánimo como<br />

el <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre, que hace cara a un ejército entero, se rinda a una mujer, que huye <strong>de</strong> un<br />

ratón, es cosa que espanta. Dios me libre <strong>de</strong> sus revueltas, y me guar<strong>de</strong> <strong>de</strong> sus dobleces, que<br />

aun sin gusto suelen tenerlos, por dar a enten<strong>de</strong>r que son queridas y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosas; que las<br />

aman y que no las estiman; que las regalan, y que ellas hacen burla <strong>de</strong> quien las sirve.<br />

Descanso V


172<br />

YO no quedé tan seguro <strong>de</strong> lo pasado que no me fuera necesario vivir con mucho cuidado<br />

<strong>de</strong> las tretas <strong>de</strong> aquel valiente, porque si antes estaba sentido <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> la tajante hoja,<br />

<strong>de</strong>spués lo estuvo <strong>de</strong> haber salido tan a su costa la burla que pensó hacerme. Yo, para más<br />

seguridad mía, acudí a favorecerme <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> un gran caballero que está junto a<br />

Omnium Sanctorum, en la feria, que en todas mis travesuras y sucesos me fue amparo y<br />

refugio. Enviome a <strong>de</strong>safiar el valiente con un valiente amigo suyo. Estando yo en la dicha<br />

casa <strong><strong>de</strong>l</strong> señor Marques <strong>de</strong> Algaba, don Luis <strong>de</strong> Guzmán y sus criados, que tenía muchos y<br />

muy honrados, me quitaron <strong>de</strong> la obligación, por ser mis amigos, que por la <strong>de</strong>scortesía <strong>de</strong><br />

haber perdido el respeto a la casa le enviaron a la suya sin narices, <strong>de</strong>jando la espada,<br />

broquel y daga para merienda <strong>de</strong> los mozos <strong>de</strong> cocina. Hizo <strong>de</strong> manera el malsín, mal fin le<br />

dé su suerte, que vino a saber un alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> la justicia, gran<strong>de</strong> enemigo mío, si estaba<br />

engañado Dios lo sabe, que yo había pegado fuego a la casa <strong>de</strong> su daifa, que por andar<br />

celoso injustamente <strong>de</strong> mí, por momentos me llevaba preso, y aunque yo procuro siempre<br />

vencerle en cortesía, y quitarle la ocasión que lo traía con pecho vengativo, como <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

tener el animo poco noble, no hacía caso <strong><strong>de</strong>l</strong> buen término y humildad <strong>de</strong> que yo usaba con<br />

él, que los ánimos poco levantados en viéndose superiores a su enemigo procuran vengarse<br />

como pue<strong>de</strong>n, sin mirar si les esta bien o mal. Mas los valerosos ánimos, con ser señores <strong>de</strong><br />

la venganza, tienen por gran<strong>de</strong>za no hacer caso <strong>de</strong> ella. Este que digo, en viendo que pudo<br />

satisfacer a su bárbaro apetito, con la relación que le dió mi enemigo, luego puso por obra<br />

la ejecución <strong>de</strong> sus malas entrañas, haciendo corchete y explorador a la misma parte, que<br />

tuvo harto cuidado <strong>de</strong> seguirme los pasos, <strong>de</strong> modo que yo lo vine a saber por medio <strong>de</strong><br />

amigos suyos y míos. Sabido esto, que el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> la justicia habiendo incriminado el<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong>ito, diciendo que era incendiario, como hombre que no tenía más <strong>de</strong> una oreja, y esa<br />

inficionada, no admitió advertencia ni consejo que se le daba. Dijo que me había <strong>de</strong> sacar<br />

<strong>de</strong> la iglesia en cualquiera que me hallase, porque el <strong><strong>de</strong>l</strong>ito <strong>de</strong> incendiario era muy grave.<br />

No lo hiciera el que ahora está en el mismo oficio, que es justísimo juez, cristiano y<br />

discreto, y <strong>de</strong> gran consi<strong>de</strong>ración en cuanto dice y hace, no precipitado, ni arrojadizo, sino<br />

muy templado y consi<strong>de</strong>rado en todas sus acciones, Justino <strong>de</strong> Chayes, que hay algunos<br />

jueces, aunque pocos, que no quieren <strong>de</strong>jar <strong><strong>de</strong>l</strong>ito para el tribunal <strong>de</strong> Dios, que parece que<br />

los elige el <strong>de</strong>monio para hacer por manos <strong>de</strong> ellos lo que no pue<strong>de</strong> por las suyas, que se las<br />

tiene Dios atadas. En sabiendo que este juez andaba conmigo tan tirano, mudéme <strong>de</strong> traje


173<br />

con un vestido viejo y malo, para andar disfrazado: yo le traía junto a su persona una espía<br />

que me avisase <strong>de</strong> todo, porque yo no me apartaba <strong>de</strong> Omnium Sanctorum, don<strong>de</strong> el<br />

sacristán era mi amigo, con quien había tratado lo que había <strong>de</strong> hacer si viniese a sacarme.<br />

Vino a avisarme <strong>de</strong> esto el amigo, y que para esta empresa traía consigo al Toledanillo,<br />

corchete endiablado, y yo juré que le había <strong>de</strong> hacer una burla, que me había <strong>de</strong> llevar<br />

acuestas a mi casa. Luego pareció venir con tanta priesa, que por poco no pudiera ejecutar<br />

mi traza. Dí al sacristán capa, ropilla y espada, quedándome en un jubón viejo y sucio, y<br />

atándome a la cabeza un lienzo muy roto y ensangrentado, echéme entre unos pobres muy<br />

asquerosos que estaban a la puerta pidiendo limosna: llegó muy furioso a buscarme en la<br />

iglesia; el sacristán cerró la iglesia antes que llegase, y juró, y con verdad, que no había en<br />

toda ella retraído, ni otra gente, sino aquellos pobres, que a nadie <strong>de</strong>jaban oír misa, y que si<br />

quería sacar algún retraído, él se lo daría en las manos, echándolos <strong>de</strong> allí. Luego él<br />

comenzó a echarlos, diciéndoles: Vosotros algunos <strong><strong>de</strong>l</strong>incuentazos <strong>de</strong>béis <strong>de</strong> ser. Y a mí,<br />

porque dijo el sacristán que estaba tullido, y que no podía menearme, le dijo al Toledanillo<br />

que me llevase <strong>de</strong> allí, habiendole dicho el sacristán que yo tenía mucho dinero <strong>de</strong> que se<br />

podía aprovechar, con que le puso codicia <strong>de</strong> llevarme a cuestas. Mientras que su amo<br />

andaba revolviendo los altares y coro, y esteras <strong>de</strong> la sacristía, yo le iba diciendo: En<br />

verdad, señor, que me huelgo que no entráse<strong>de</strong>s allá, porque aquel hombre que van a sacar<br />

tiene jurado <strong>de</strong> mataros, que sabiendo que sois muy hombre, él lo es tanto que tiene ya dos<br />

corchetes en sal, y lo mismo hará <strong>de</strong> vos si os coge: Bien voy aquí <strong>de</strong> esa manera, dijo el<br />

Toledanillo; y yo: Daos priesa antes que envíe por vos el teniente, y él lo hizo <strong>de</strong> muy<br />

buena gana, porque esta gente, o porque no, les va nada en ello, o porque quieren guardar<br />

su vida huyen <strong>de</strong> semejantes peligros.<br />

El amo, como no halló la presa que buscaba, y porque el sacristán le dijo que se la daría<br />

pacíficamente, no llamó al Toledanillo. Él me llevó paseando por toda la alameda, y el<br />

barrio <strong><strong>de</strong>l</strong> Duque, hasta la calle <strong>de</strong> San Eloy, don<strong>de</strong> era mi posada; yo animábale diciendo<br />

que fuera <strong>de</strong> que se lo había <strong>de</strong> pagar muy bien, hacía una obra <strong>de</strong> misericordia. Venían dos<br />

conocidos míos tras él pereciendo <strong>de</strong> risa, y él no osaba preguntarles <strong>de</strong> qué se reían, hasta<br />

que llegando a don<strong>de</strong> le pareció que ya estaba fuera <strong>de</strong> peligro, preguntoles. ¿De qué se ríen<br />

voarce<strong>de</strong>s? Ellos le respondieron sonriendo: De la carga que lleváis, que es el que iba<strong>de</strong>s a<br />

sacar <strong>de</strong> la iglesia. Él sobresaltado, soltome luego en el suelo, y yo encarándome a él, le


174<br />

dije: Pues qué, ¿pensaba el ladrón, que había <strong>de</strong> cogerme el dinero? Agra<strong>de</strong>zca que no le<br />

visité las tripas por el pescuezo cuando me traía acuestas hecho San Cristóbal. En este<br />

tiempo andaba el señor juez riñendo con el sacristán porque le diese el retraído. Él dijo: Yo<br />

ya cumplí mi palabra con dárselo al Toledanillo, que lo llevó acuestas. Rieronse tanto los<br />

circunstantes con la burla hecha al Toledanillo, por ser tan bravo corchete, que se olvidó el<br />

enojo <strong>de</strong> juez por lo que alcanzaba <strong>de</strong> la burla viendo la que se había hecho a su corchete: y<br />

él por no dar a enten<strong>de</strong>r su corrimiento disimuló, por la parte que le tocaba. Esto es para<br />

que los ministros <strong>de</strong> justicia entiendan, que ni todo ha <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r como ellos quieren, ni los<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong>incuentes lo han <strong>de</strong> remitir todo a las manos, como suelen en Sevilla, ni hacer<br />

resistencias, que si una vez suce<strong>de</strong> bien, treinta les suce<strong>de</strong> mal. Los jueces nunca pierdan el<br />

respeto a los templos, porque les suce<strong>de</strong> lo que a los perros que andan buscando la vida,<br />

que si muchas veces comen, alguna los vienen a coger entre puertas. Debe proce<strong>de</strong>r el juez<br />

con los <strong><strong>de</strong>l</strong>incuentes <strong>de</strong> manera que no parezca que la justicia y venganza se conforman<br />

para un fin, que se ha <strong>de</strong> averiguar las verda<strong>de</strong>s oyendo ambas partes: ni ha <strong>de</strong> creer, que<br />

uno es malo porque se lo diga quien no es bueno juez apasionado no lo ha <strong>de</strong> ser en su<br />

negocio propio, porque la pasión hace mayores los <strong><strong>de</strong>l</strong>itos <strong><strong>de</strong>l</strong> enemigo. Como es<br />

dificultoso juzgar por malo aquello que nos <strong><strong>de</strong>l</strong>eita, así es imposible juzgar por bueno lo<br />

que aborrecemos: que mal podrá guardar la autoridad <strong>de</strong> la ley quien quiere hacerla <strong>de</strong> su<br />

condición en odio o en amor. Muy confuso se halla un juez cuando le apelan la sentencia<br />

que dió con pasión, no siendo ya señor <strong>de</strong> ella. Los <strong><strong>de</strong>l</strong>incuentes han <strong>de</strong> usar <strong>de</strong> todos los<br />

medios humanos y divinos antes que hacer una resistencia, y quien la hace en confianza <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

favor que tiene, merece que le falte cuando lo ha menester, como suce<strong>de</strong>. No pue<strong>de</strong> haber<br />

causa, si no es por salvar la vida, que obligue a un hombre a tan bárbaro <strong><strong>de</strong>l</strong>ito, que no se<br />

halla sino en hombres <strong>de</strong>sconfiados <strong>de</strong> la vida y honra. La humildad con los ministros <strong>de</strong><br />

justicia arguye valor y ánimo noble, en que consiste el fundamento <strong>de</strong> la paz y concordia. Y<br />

si a los tales que se persua<strong>de</strong> a que son po<strong>de</strong>rosos para cuanto quieren, los tratamos con<br />

soberbia, ¿cómo podremos conservarnos con ellos? Huir <strong>de</strong> ellos cuando nos siguen, no es<br />

falta <strong>de</strong> ánimo, sino reconocimiento <strong>de</strong> superioridad: y el que <strong>de</strong> ellos es bien consi<strong>de</strong>rado,<br />

huélgase <strong>de</strong> ver que el <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente le tiene respeto, en huir o en retraerse, sin querer<br />

perseguirle ni apretarle más <strong>de</strong> lo que es justicia y razón. Yo no pu<strong>de</strong> hacer buen amigo <strong>de</strong><br />

este hombre, y así me <strong>de</strong>terminé, por no resistirme ni huir, <strong>de</strong> hacerle esta burla que se tuvo


175<br />

por acertada, tanto como reída, con que él me <strong>de</strong>jó, y el otro se sosegó en perseguirme. Yo<br />

para aquietarme <strong>de</strong> toda, <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> arrimarme a algún favor po<strong>de</strong>roso, en cuya sombra<br />

pudiera <strong>de</strong>scansar. Andaba entonces en Sevilla un gran Príncipe, <strong>de</strong> gallardísimo talle, muy<br />

gentil hombre <strong>de</strong> cuerpo, hermoso <strong>de</strong> rostro, con gran mansedumbre <strong>de</strong> condición y<br />

consumada bondad, más <strong>de</strong> ángel que <strong>de</strong> hombre, amiguísimo <strong>de</strong> hacer bien, amado y<br />

admirado en aquella república, por estas y otras muchas partes que en su persona<br />

resplan<strong>de</strong>cían: sobrino <strong><strong>de</strong>l</strong> arzobispo que entonces era en Sevilla, que era Marques <strong>de</strong><br />

Denia. Yo me <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> buscar modo como entrar en la gracia <strong>de</strong> este Príncipe, y<br />

comunicándolo con cierto amigo, le dije: No es posible, sino que este gran señor me ha <strong>de</strong><br />

recibir en su favor y gracia. ¿En qué lo echáis <strong>de</strong> ver? dijo mi amigo. Y respondí yo: En que<br />

yo le soy gran<strong>de</strong>mente apasionado, y perpetuo historiador <strong>de</strong> sus admirables virtu<strong>de</strong>s: y no<br />

es posible sino que la constelación que me obliga a este excesivo amor a él, le incline a<br />

serme agra<strong>de</strong>cido. Sucedióme como yo me lo tenía imaginado, porque estando en el corral<br />

<strong>de</strong> los naranjos, y pasando por allí este gran Príncipe, me <strong>de</strong>terminé a hablarle lo más<br />

cortésmente que yo pu<strong>de</strong> y supe. Paró el coche, y oyome con entrañas piadosísimas,<br />

haciéndome la merced que yo <strong>de</strong>seaba, y mandándome que le viese. Recibido en su gracia,<br />

no me sucedió cosa mal en Sevilla, ni mis émulos tuvieron brio ni atrevimiento más contra<br />

mí; que el favor <strong>de</strong> los Príncipes y gran<strong>de</strong>s señores es po<strong>de</strong>roso para vivir con quietud en la<br />

República, quien quiere ampararse <strong>de</strong> su valor y reclinarse a su sombra. Y es cordura el<br />

hacerlo, aunque no sea más <strong>de</strong> por imitar sus nativas costumbres, que exce<strong>de</strong>n con gran<br />

ventaja a las <strong>de</strong> la gente ordinaria; que como en las plantas, las más bien cultivadas dan<br />

mejor y más abundante fruto, así entre los hombres, los más bien instruidos dan mayor y<br />

más claro ejemplo <strong>de</strong> la vida y costumbres, como son los príncipes y señores, criados <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

su niñez en costumbres loables, no <strong>de</strong>rramados entre la ignorancia <strong><strong>de</strong>l</strong> libre vulgo; que entre<br />

los caballeros está, y se usa la verda<strong>de</strong>ra cortesía: <strong>de</strong> ellos se apren<strong>de</strong> el buen trato y la<br />

crianza con lo que se <strong>de</strong>be dar a cada uno; en ellos se halla la discreta disimulación y<br />

paciencia, y cuando ha lugar el per<strong>de</strong>rla, que como tratan siempre con gente que sabe todos<br />

saben. Los que huyen el trato <strong>de</strong> los caballeros, no pue<strong>de</strong>n entrarse en la verda<strong>de</strong>ra nobleza<br />

que consiste en, la práctica y no en la teórica, y con ella se apren<strong>de</strong> el respeto que se les ha<br />

<strong>de</strong> tener, para tratar con la nobleza ignorada <strong>de</strong> todo el vulgo.


176<br />

Descanso VI<br />

ESTUVE en Sevilla algún tiempo viviendo <strong>de</strong> noche y <strong>de</strong> día inquieto con pen<strong>de</strong>ncias y<br />

enemista<strong>de</strong>s, efectos <strong>de</strong> la ociosidad, raíz <strong>de</strong> los vicios, y sepulcro <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s. Torné en<br />

mí, y halléme atrás <strong>de</strong> lo que había profesado, que en la ociosidad no solamente se olvida lo<br />

trabajado, pero se hace un durísimo hábito para volver a ello. El que pier<strong>de</strong> caminando la<br />

verda<strong>de</strong>ra senda, cuanto más se aleja, tanto más dificultosamente vuelve a cobrarla: el que<br />

hace costumbre en la ociosidad, tar<strong>de</strong> o nunca olvida los resabios que <strong>de</strong> ella se siguen. En<br />

cuatro cosas gasta la vida el ocioso, en dormir sin tiempo, en comer sin razón, en solicitar<br />

quietas, en murmurar <strong>de</strong> todos. Llórame el corazón gotas <strong>de</strong> sangre cuando veo prendas <strong>de</strong><br />

valerosos capitanes y <strong>de</strong> doctísimos varones rendidas a un vicio tan poltron como la<br />

ociosidad: quéjase el ocioso <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sdicha, y murmura <strong>de</strong> la dicha <strong><strong>de</strong>l</strong> que con gran<br />

diligencia ha vencido la fuerza <strong>de</strong> su fortuna: tiene envidia <strong>de</strong> lo que él pudiera haber<br />

granjeado con ella. El ocioso ni come con gusto, ni duerme con quietud, ni <strong>de</strong>scansa con<br />

reposo, que la flojedad viene a ser verdugo y azote <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>jamiento y pereza <strong><strong>de</strong>l</strong> ocioso.<br />

Determiné <strong>de</strong> apartarme <strong>de</strong> este vicio poltron que en Sevilla me arrastraba, y para esto tuve<br />

modo <strong>de</strong> pasar a Italia en servicio <strong><strong>de</strong>l</strong> duque <strong>de</strong> Medina-Sidonia, que en un galeón aragonés<br />

enviaba mucha parte <strong>de</strong> sus criados a Milán. Alcanzada esta buena gracia, <strong>de</strong>túveme en<br />

Sevilla hasta que fue tiempo <strong>de</strong> partir. En este espacio, vinieron algunos portugueses, <strong>de</strong> los<br />

que en África se habían hallado en aquel <strong>de</strong>sdichado conflicto <strong><strong>de</strong>l</strong> rey Sebastián, muchos <strong>de</strong><br />

los cuales rescató Felipe II. Trabé amistad con algunos <strong>de</strong> ellos, y como tienen tanta<br />

presteza en las agu<strong>de</strong>zas <strong><strong>de</strong>l</strong> ingenio, pasé con ellos bonísimos ratos. Estaba un caballero<br />

portugués, amigo mío, haciéndose la barba con un mal oficial, que con mala mano y peor<br />

navaja le rapaba, <strong>de</strong> manera que le llevaba los cueros <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro. Alzó el suyo el portugués,<br />

y le dijo: Señor barbero, si <strong>de</strong>sfolla<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>sfolla<strong>de</strong>s dulcemente; mais si rapa<strong>de</strong>s, rapa<strong>de</strong>s<br />

muito mal. Estando un amigo mío y yo a la puerta <strong>de</strong> una Iglesia, que se llama Omnium<br />

Sanctorum, pasó un caballero portugués, con seis pajes y dos lacayos muy bien vestidos a<br />

la castellana, y quitándose la gorra a la Iglesia, quitámosela nosotros a él usando <strong>de</strong><br />

cortesía. Volvió como afrentado, y me dijo: Ollai, senhor castillano, non vos tirei a vos a


177<br />

barreta, se naon a o Santísimo Sacramento. Dije yo: Pues yo se la quité a vuesa merced.<br />

Compungido <strong>de</strong> esta respuesta dijo el portugués: Ainda vos a tire a vos, sennor castillano.<br />

Venía por la calle <strong><strong>de</strong>l</strong> Atambor un portugués con un castellano, y como el portugués iba<br />

enamorando las ventanas, no vió un hoyo don<strong>de</strong> metió los pies y se tendió <strong>de</strong> bruces. Dijo<br />

el castellano: Dios te ayu<strong>de</strong>; y respondió el portugués: Ja naon po<strong>de</strong>. Estando jugando tres<br />

castellanos con un portugués a las primeras, los engañó agudísimamente, que habiéndole<br />

dado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> quinoleada la baraja cincuenta y cinco, dijo con <strong>de</strong>sprecio <strong><strong>de</strong>l</strong> naipe entre<br />

sí, como lo pudiesen oír: Os anhos <strong>de</strong> Mafoma. Los <strong>de</strong>más, que estaban bien puestos, y lo<br />

vieron pasar, embidaron su resto: él quiso, y echando el uno cincuenta, y los <strong>de</strong>más lo que<br />

tenían, arrojó el portugués sus cincuenta y cinco puntos, y arrebatoles el resto; dijo el uno<br />

<strong>de</strong> ellos: ¿Cómo dijo vuesa merced que tenía los <strong>de</strong> Mahoma, que son cuarenta y ocho años,<br />

si tenía cincuenta y cinco? Respondió el portugués: Eu cu<strong>de</strong>i, que Mafoma era mas vello.<br />

(Yo pensé que Mahoma era más viejo.) Otros excelentísimos cuentos y agu<strong>de</strong>zas pudiera<br />

traer, que por evitar prolijidad los <strong>de</strong>jo. Vino en este tiempo una grandísima peste en<br />

Sevilla; y mandose por materia <strong>de</strong> estado que matasen todos los perros y gatos, por que no<br />

llevasen el daño <strong>de</strong> una casa a otra. Yo, procurando asentar mi vida, fuime a Sanlúcar a<br />

casa <strong><strong>de</strong>l</strong> duque <strong>de</strong> Medina-Sidonia, y navegando por el río fue tanta la abundancia <strong>de</strong> gatos<br />

y perros que había ahogados en todas aquellas quince leguas, que algunas veces fue<br />

necesario <strong>de</strong>tener el barco, o echarlo por otra parte.<br />

Descanso VII<br />

EMBARCÁMONOS en Sanlúcar, no con mucho tiempo. Pasamos a vista <strong>de</strong> Gibraltar por<br />

el estrecho, que lo era tanto por alguna parte, que con la mano parecía po<strong>de</strong>rse alcanzar la<br />

una y otra parte. Vimos el Calpe tan memorable por la antigüedad, y más memorable por el<br />

hachero o atalaya que entonces tenia, y muchos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan increíble y perspicaz<br />

vista, que en todo el tiempo que él tuvo aquel oficio, la Costa <strong>de</strong> Andalucía no ha recibido<br />

daño <strong>de</strong> las fronteras <strong>de</strong> Tetuán, porque en armando las galeotas en África, las veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el


178<br />

Peñón, y avisaba con los hachos o humadas. Yo soy testigo, que estando una vez en el<br />

Peñón algunos caballeros <strong>de</strong> Ronda y <strong>de</strong> Gibraltar, dijo Martín López, que así se llamaba el<br />

hachero: Mañana al anochecer habrá rebato: porque se están armando galeotas en el río <strong>de</strong><br />

Tetúan; que son mas <strong>de</strong> veinte leguas, y yo creo que por mucho que se encarezcan las cosas<br />

que hizo con la vista <strong>de</strong> Lince, que fue hombre y no animal como algunos piensan, no<br />

sobrepujaron a las <strong>de</strong> Martín López; realmente lo temían más los corsarios, que al socorro<br />

que contra ellos venia. Quiero <strong>de</strong> paso <strong>de</strong>clarar una opinión que anda <strong>de</strong>rramada entre la<br />

gente, poco aficionada a leer y engañada en pensar, que lo que llaman columnas <strong>de</strong><br />

Hércules, sean algunas que él mismo puso en el estrecho <strong>de</strong> Gibraltar. Con otro mayor<br />

<strong>de</strong>slumbramiento, que dicen ser las que mandó poner en la alameda <strong>de</strong> Sevilla D. Francisco<br />

Zapata, primer con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Barajas; pero la verdad es que estas dos columnas, son la una el<br />

Peñón <strong>de</strong> Gibraltar, tan alto, que se disminuyen a la vista los bajeles <strong>de</strong> alto bordo que<br />

pasan por allí. La otra columna es otro cerro muy alto en África, correspondientes el uno al<br />

otro. Dicelo así Pomponio Mela <strong>de</strong> Situ orbis. Volviendo al proposito, digo, que pasamos a<br />

la vista <strong>de</strong> Marbella, Málaga, Cartagena y Alicante, hasta que engolfándonos llegamos a las<br />

islas Baleares, don<strong>de</strong> no fuimos recibidos por la ruin fama que había <strong>de</strong> peste en poniente;<br />

<strong>de</strong> manera, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Mallorca nos asestaron tres o cuatro piezas. Faltonos viento, y<br />

anduvimos dando bordos en aquella costa, hasta que vimos encen<strong>de</strong>r quince hachas, que<br />

nos pusieron en mucho cuidado, porque como en Argel se cundió la fama <strong>de</strong> la riqueza que<br />

llevaba el galeón <strong>de</strong> un tan gran<strong>de</strong> príncipe, salieron en corso quince galeotas a buscarnos,<br />

que hicieron mucho daño a toda la costa, y lo pudieran hacer en nosotros, si el viento les<br />

favoreciera, permitiéndolo Dios. Con el aviso que nos dieron <strong>de</strong> las atalayas, engolfamonos,<br />

fortificando las obras muertas, y las <strong>de</strong>más partes que tenían necesidad, con sacas <strong>de</strong> lana y<br />

otras cosas que para el propósito se llevaron. Repartieronse los lugares y puestos como les<br />

pareció a los capitanes y soldados vicios que el galeón llevaba. Puestos en or<strong>de</strong>n<br />

aguardamos las galeotas, que ya se venían <strong>de</strong>scubriendo con el suyo <strong>de</strong> media luna, que<br />

como al galeón le faltaba el viento, y ellos venían valerosamente batiendo los remos,<br />

llegaron tan cerca que nos podíamos cañonear.<br />

Estando ya con <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> morir o echarlas a fondo, disparó nuestro galeón dos<br />

piezas tan venturosas, que <strong>de</strong>sparecieron una <strong>de</strong> las quince galeotas, y en el mismo punto<br />

nos vino un viento en popa tan <strong>de</strong>satado que en un instante las perdimos <strong>de</strong> vista. Esforzose


179<br />

el viento tan <strong>de</strong>masiadamente, que nos quebré el árbol <strong>de</strong> la mesana; rompiendo las velas y<br />

jarcias <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>más con tanta furia, que nos puso en menos <strong>de</strong> doce horas sobre la ciudad <strong>de</strong><br />

Frigus en Francia; y sobreviniendo otro viento contrario por proa anduvimos perdidos,<br />

volviendo hacía atrás con la misma priesa que habíamos caminado. El galeón era muy gran<br />

velero y fuerte, bastante para no per<strong>de</strong>rnos, y con solo el trinquete <strong>de</strong> proa pudimos<br />

van<strong>de</strong>arnos, con la gran fortaleza <strong><strong>de</strong>l</strong> galeón. Y al tercero día <strong>de</strong> la borrasca comenzó la<br />

popa a <strong>de</strong>sencajarse y a crujir, a modo <strong>de</strong> persona que se queja. Con esto comenzaron a<br />

<strong>de</strong>smayar los marineros, <strong>de</strong>terminados <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarnos y entrarse <strong>de</strong> secreto en el barcón que<br />

venía amarrado a la popa. Pero siendo sentidos <strong>de</strong> los soldados, que no venían marcados, se<br />

lo estorbaron. Viendo el peligro, todos <strong>de</strong>terminamos <strong>de</strong> confesarnos y encomendarnos a<br />

Dios: pero llegando a hacerlo con dos frailes que venían en el galeón, estaban tan<br />

marcados, que nos daban con el vómito en las barbas y pecho, y como las ondas inclinaban<br />

el navío a una parte y a otra, caían los <strong>de</strong> una banda sobre los <strong>de</strong> la otra, y luego aquellos<br />

sobre estos otros. Andaba una mona saltando <strong>de</strong> jarcia en jarcia, y <strong>de</strong> árbol en árbol,<br />

hablando en su lenguaje, hasta que pasando una furiosísima ola por encima <strong><strong>de</strong>l</strong> navío se la<br />

llevó, y nos <strong>de</strong>jó a todos bien refrescados. Anduvo la pobre mona pidiendo socorro muy<br />

gran<strong>de</strong> rato sobre el agua, que al fin se la tragó. Llevaban los marineros un papagayo muy<br />

enjaulado en la gavia, que iba diciendo siempre: ¿Cómo estás, loro? como cautivo, perro,<br />

perro, perro; que nunca con más verdad lo dijo, que entonces. Apartonos Dios <strong>de</strong> resulta<br />

segunda vez junto a Mallorca a una isleta que llaman la Cabrera, y al revolver <strong>de</strong> una punta,<br />

yendo ya un poco consolados, nos arrojaron unas montañas <strong>de</strong> agua otra vez en alta mar,<br />

don<strong>de</strong> tornamos <strong>de</strong> nuevo a pa<strong>de</strong>cer la misma tormenta. Algunos <strong>de</strong> los marineros cargaron<br />

<strong>de</strong>masiadamente, y echaronse junto al fogón <strong><strong>de</strong>l</strong> navío por sosegar un poco: sopló tan recio<br />

el viento que les echó fuego encima, que tenían muy guardado, que a unos se les entró en la<br />

carne, y a otros les abrasó las barbas y rostro, quitándoles el sueño y adormecimiento <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

vino. Yo me vi en peligro <strong>de</strong> morir, porque el tiempo que quebró el árbol <strong>de</strong> la mesana, por<br />

temor <strong><strong>de</strong>l</strong> viento habíamos atado, mis camaradas y yo, el trasportín al árbol y cuando se<br />

quebró arrojó el trasportín en alto, y a cada uno por su parte. Yo quedé asido al bor<strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

galeón, colgado <strong>de</strong> las manos por la parte <strong>de</strong> afuera, y si no me socorrieran presto, me fuera<br />

al profundo <strong><strong>de</strong>l</strong> agua: y si se rompiera cuatro <strong>de</strong>dos más abajo, con la coz nos echara hasta<br />

las nubes. Marearonse los marineros, o la mayor parte <strong>de</strong> ellos. Estábamos sin gobierno,


180<br />

aunque venía entre ellos un contramaestre muy alentado, con una barbaza que le llegaba,<br />

hasta la cinta, <strong>de</strong> que se preciaba mucho, y subiendo por las jarcias hacia la gavia, a poner<br />

en cobro su papagayo, con la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> viento se le <strong>de</strong>snudó la barbaza, que llevaba cogida,<br />

y asiéndose a un cor<strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong> aquellos <strong>de</strong> las jarcias, quedó colgado <strong>de</strong> ella, como Absalón <strong>de</strong><br />

los cabellos. Pero asiéndose, como gran marinero, al entena, lo sumergió tres veces por un<br />

lado por la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong> navío, y pereciera si otro marinero no subiera por las mismas jarcias y<br />

le cortara la barbaza, que <strong>de</strong>jándola anudada don<strong>de</strong> se había asido, y ayudándole, bajó vivo,<br />

aunque muy corrido <strong>de</strong> verse sin su barba. Tornamos a proejar lo mejor que fue posible,<br />

quejándose siempre la popa, y al fin tomamos el puerto <strong>de</strong> la Cabrera, isleta <strong>de</strong>spoblada, sin<br />

habitadores, ni comunicada sino es <strong>de</strong> Mallorca cuando traen mantenimientos para cuatro o<br />

cinco personas que guardan aquel castillo fuerte y alto mas porque no ocupen aquella isla<br />

los turcos, que por la necesidad que hay <strong>de</strong> él. Había estado marcado todo este tiempo el<br />

mayordomo o contador que gobernaba los criados <strong><strong>de</strong>l</strong> Duque, y volviendo en sí, fue luego a<br />

visitar lo que venía a su cargo, y hallando <strong>de</strong> menos ciertos pilones <strong>de</strong> azúcar, como no<br />

parecieron, dijo: Yo sabré presto quién los comió, si están comidos; y fue así, porque el día<br />

siguiente comenzaron a dar a la banda todos, que no se daban mano a vaciar lo que habían<br />

henchido, que como habían metido tan abundantemente <strong><strong>de</strong>l</strong> azúcar, les corrompió el vientre<br />

en tanto extremo, que en quince días no volvieron en su primera figura. Al contramaestre<br />

no le vimos el rostro en muchos días, por verse <strong>de</strong>samparado <strong>de</strong> la barbaza, que <strong>de</strong>be ser en<br />

Grecia <strong>de</strong> mucha calidad una cola <strong>de</strong> frisón en la cara <strong>de</strong> un hombre. Al fin nos recibieron<br />

en aquella isleta, que por falta <strong>de</strong> comunicación no sabían que veníamos <strong>de</strong> tierra apestada,<br />

y aunque lo supieran nos recibieran por ver gente que los tenían por fuerza sin ver ni hablar<br />

sino con aquellas sordas olas que están siempre batiendo los peñascos don<strong>de</strong> esta el castillo<br />

edificado. Detuvimonos allí quince o veinte días, o más, haciendo árboles, reparando<br />

jarcias, remendando velas, pa<strong>de</strong>ciendo calor entre mayo y junio, sin saber en toda la isleta<br />

don<strong>de</strong> valerse contra la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> calor, ni fuente don<strong>de</strong> refrescarnos, sino el aljibe o<br />

cisterna <strong>de</strong> don<strong>de</strong> bebían los pobres encerrados. Esta isleta es <strong>de</strong> seis o siete leguas en<br />

circuito, toda <strong>de</strong> piedras, muy poca tierra, y esa sin árboles, sino unas matillas que no suben<br />

arriba <strong>de</strong> la cintura. Hay unas lagartijas gran<strong>de</strong>s y negras, que no huyen <strong>de</strong> la gente, aves<br />

muy pocas, porque como no hay agua don<strong>de</strong> refrescarse no paran allí.


181<br />

Descanso VIII<br />

COMO el calor era tan gran<strong>de</strong>, y yo he sido siempre fogoso, llamé a un amigo, y<br />

fuimonos saltando <strong>de</strong> peña en peña por buscar algún lugar que, o por ver<strong>de</strong> o por húmedo,<br />

nos pudiese alentar y aliviar <strong>de</strong> la navegación y trabajo pasado, <strong>de</strong> que salimos muy<br />

necesitados. Yendo saltando <strong>de</strong> una peña en otra, espantados <strong>de</strong> ver tan avarienta a la<br />

naturaleza en tener aquel sitio con tan cansada sequedad, trajo una bocanada <strong>de</strong> aire tan<br />

celestial olor <strong>de</strong> madres-selvas, que pareció que lo enviaba Dios para refrigerio y consuelo<br />

<strong>de</strong> nuestro cansancio. Volví el rostro hacia la parte <strong>de</strong> oriente <strong>de</strong> don<strong>de</strong> venía la fragancia, y<br />

vi en medio <strong>de</strong> aquellas continuas peñas una frescura milagrosa <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y florida, porque<br />

se vieron <strong>de</strong> lejos las flores <strong>de</strong> la madre-selva, tan gran<strong>de</strong>s, apacibles y olorosas como las<br />

que hay en toda Andalucía. Llegamos, saltando <strong>de</strong> piedra en piedra como cabras, y<br />

hallamos una cueva en cuya boca se criaban aquellas cordiales matas <strong>de</strong> celestial olor. Y<br />

aunque era <strong>de</strong> entrada angosta, alla abajo se extendía con mucho espacio, <strong>de</strong>stilando <strong>de</strong> lo<br />

alto <strong>de</strong> la cueva por muchas partes una agua tan suave y fría, que nos obligó a enviar al<br />

galeón por sogas para bajar a recrearnos en ella. Bajamos, aunque con dificultad, y<br />

hallamos abajo una estancia muy apacible y fresca, porque <strong><strong>de</strong>l</strong> agua que se <strong>de</strong>stilaba se<br />

formaban diversas cosas, y hacían a naturaleza perfectísima con la variedad <strong>de</strong> tan extrañas<br />

figuras: había órganos, figuras <strong>de</strong> patriarcas, conejos y otras diversas cosas, que con la<br />

continuación <strong>de</strong> caer el agua se iban formando a maravilla: <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>stilación se venía a<br />

juntar un arroyuelo, que entre muy menuda y rubia arena convidaba a beber <strong>de</strong> él, lo cual<br />

hicimos con grandísimo gusto. El sitio era <strong>de</strong> gran <strong><strong>de</strong>l</strong>eite, porque si mirábamos arriba,<br />

veíamos la boca <strong>de</strong> la cueva cubierta <strong>de</strong> las flores <strong>de</strong> madre-selva que se <strong>de</strong>scolgaban hacia<br />

abajo, esparciendo en la cueva una fragancia <strong>de</strong> más que humano olor. Si mirábamos abajo<br />

el sitio don<strong>de</strong> estábamos, veíamos el agua fresca, y aun fría, y el suelo con asientos don<strong>de</strong><br />

podíamos <strong>de</strong>scansar en tiempo <strong>de</strong> tan excesivo calor, con espacio para pasearnos. Enviamos<br />

por nuestra comida y una guitarra, con que nos entretuvimos con grandísimo contento,<br />

cantando y tañendo, como los hijos <strong>de</strong> Israel en su <strong>de</strong>stierro. Fuimonos a la noche a dormir<br />

al castillo, aunque siempre quedaba guarda en el galeón. Dijimos al castellano cómo


182<br />

habíamos hallado aquella cueva, que era un hombre <strong>de</strong> horrible aspecto, ojos encarnizados,<br />

pocas palabras y sin risa, que dijeron haber sido cabeza <strong>de</strong> bandoleros, y por esto lo tenían<br />

en aquel castillo siendo guarda <strong>de</strong> él. Y respondiéndonos en lenguaje catalán muy cerrado:<br />

Mirad por vosotros, que también los turcos saben esa cueva: no fue parte esta advertencia<br />

para que <strong>de</strong>jásemos <strong>de</strong> ir cada día a visitar aquella regalada habitación, comiendo y<br />

sesteando en ella. Hicimoslo diez o doce días arreo. Habiendo un día comido, y estando<br />

sesteando, vimos asomar por la boca <strong>de</strong> la cueva bonetes colorados y alquiceles blancos;<br />

pusímonos en pie, y al mismo punto que nos vieron, <strong>de</strong> que venían <strong>de</strong>scuidados, dijo uno en<br />

lengua castellana, muy clara y bien pronunciada: Rendíos, perros. Quedaron mis<br />

compañeros absortos <strong>de</strong> ver en lengua castellana bonetes turcos; dijo el uno: Gente <strong>de</strong><br />

nuestro galeón <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser, que nos quieren burlar. Habló otro turco, y dijo: Rendí presto,<br />

que turco estar. Pusieron los tres compañeros mano a las espadas queriéndose <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r. Yo<br />

les dije: ¿De qué sirve esa <strong>de</strong>fensa, si nos pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jar aquí anegados a pura piedra, cuanto<br />

más con las escopetas que vemos? Y a ellos les dije: Yo me rindo al que habló español, y<br />

todos a todos; y vuesas merce<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong>n bajar a refrescarse, o sino subirémosles agua, pues<br />

somos sus esclavos. Dijo el turco español: No es menester, que ya bajamos. Rogamos a<br />

Dios interiormente que lo supiesen en el galeón, obe<strong>de</strong>ciendo a nuestra fortuna. Mis<br />

compañeros muy tristes, y yo muy en el caso, porque en todas las <strong>de</strong>sdichas que a los<br />

hombres suce<strong>de</strong>n no hay remedio más importante que la paciencia. Yo, aunque la tenia,<br />

fingiendo buen semblante, sentía lo que pue<strong>de</strong> sentir el que habiendo sido siempre libre<br />

entraba en esclavitud. La fortuna se ha <strong>de</strong> vencer con buen ánimo: no hay más infeliz<br />

hombre que el que siempre ha sido dichoso, porque siente las <strong>de</strong>sdichas con mayor<br />

aflicción. Decíales a mis compañeros que para estimar el bien era menester experimentar<br />

algún mal, y llevar este trabajo con paciencia para que fuese menor. Púseme a recibir con<br />

buen semblante a los turcos que iban bajando, y en llegando al que hablaba español, con<br />

mayor sumisión y humildad, llamándole caballero principal, dándole a enten<strong>de</strong>r que lo<br />

había conocido: <strong>de</strong> que él holgó mucho, y dijo a los turcos sus compañeros, que yo le<br />

conocía por noble y principal, porque él, como <strong>de</strong>spués supe, era <strong>de</strong> los moriscos más<br />

estimados <strong><strong>de</strong>l</strong> reino <strong>de</strong> Valencia, que se había ido a renegar, llevando muy gentil pella <strong>de</strong><br />

plata y oro. Viendo que aprovechaba la lisonja <strong>de</strong> haberle llamado caballero y noble,<br />

proseguí diciéndole más y más vanida<strong>de</strong>s, porque él venía por cabo <strong>de</strong> dos galeotas suyas,


183<br />

que <strong>de</strong> las quince habían quedado por falta <strong>de</strong> temporal, escondidas en tina caleta, adon<strong>de</strong><br />

aquel mismo día nos llevaron maniatados, sin tener remedio por entonces, y zongorrando<br />

con la guitarra, apartome mi amo, y dijo <strong>de</strong> secreto: Prosigue en lo que has comenzado, que<br />

yo soy cabo <strong>de</strong> estas galeotas, y a mi me aprovechará para la reputación, y a ti dará buen<br />

tratamiento. Hicelo con mucho cuidado, diciendo, como el que no lo oyese, que era <strong>de</strong> muy<br />

principales parientes, nobles Y caballeros. Fue tan poca nuestra suerte, que les vino luego<br />

buen tiempo, y volviendo las proas hacia Argel, iban navegando con viento en popa sin<br />

tocar a los remos. Quitaronnos el traje español, y nos vistieron como miserables galeotes, y<br />

echados al remo los <strong>de</strong>más compañeros, a mí me <strong>de</strong>jó el cabo para su servicio. Por no ir<br />

callados con el manso viento que nos guiaba, me preguntó mi amo cómo me llamaba, quién<br />

era, y qué profesión u oficio tenía a lo primero le dije, que yo me llamaba <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Obregón</strong>, hijo <strong>de</strong> montañeses <strong><strong>de</strong>l</strong> valle <strong>de</strong> Cayon.<br />

Los <strong>de</strong>más por ir ocupados en oír cantar a un turquillo, que lo hacía graciosamente, no<br />

pudieron oír lo que tratábamos: y así le pregunté, antes <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>rle, si era cristiano o<br />

hijo <strong>de</strong> cristianos, porque su persona y talle, y la hermosura <strong>de</strong> un mocito hijo suyo, daban<br />

muestras <strong>de</strong> ser españoles. Él me respondió <strong>de</strong> muy buena gana; lo uno, porque la tenía que<br />

tratar con cristianos, lo otro, porque los <strong>de</strong>más iban muy atentos al musiquillo, y así me<br />

dijo, que era bautizado, hijo <strong>de</strong> padres cristianos, y que su venida en Argel no fue por estar<br />

mal con la religión, que bien sabía que era la verda<strong>de</strong>ra, en quien se había <strong>de</strong> salvar las<br />

almas, sino que yo, dijo, nací con ánimo y espíritu <strong>de</strong> español, y no pu<strong>de</strong> sufrir los agravios<br />

que cada día recibía <strong>de</strong> gente muy inferior a mi persona, las supercherías que usaban con mi<br />

persona, con mi hacienda, que no era poca, siendo yo <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> muy antiguos<br />

cristianos, como los <strong>de</strong>más, que también se han pasado y pasan cada día, no solamente <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

reino <strong>de</strong> Valencia, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> yo soy, sino <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong> Granada y <strong>de</strong> toda España. Lastimabame<br />

mucho, como los <strong>de</strong>más, <strong>de</strong> no ser recibido a las dignida<strong>de</strong>s y oficios <strong>de</strong> Magistrados y <strong>de</strong><br />

honras superiores, y ver que durase aquella infamia para siempre, y que para <strong>de</strong>shacer esta<br />

injuria, no bastase tener obras exteriores e interiores <strong>de</strong> cristiano. Que un hombre, que ni<br />

por nacimiento, ni por partes heredadas o adquiridas, se levantaba <strong><strong>de</strong>l</strong> suelo dos <strong>de</strong>dos, se<br />

atreviese a llamar con nombres infames a un hombre muy cristiano y muy caballero. Y<br />

sobre todo ver cuán lejos estaba el remedio <strong>de</strong> todas estas cosas. ¿Qué me podrás tú <strong>de</strong>cir a<br />

esto? Lo uno, respondí yo, que la Iglesia ha consi<strong>de</strong>rado eso con mucho acuerdo; y lo otro


184<br />

quien tiene fe <strong><strong>de</strong>l</strong> bautismo, no se ha <strong>de</strong> rendir ni acobardar por ningún acci<strong>de</strong>nte y trabajo<br />

que le venga para apartarse <strong>de</strong> ella. Todo esto te confieso, dijo el turco, pero ¿qué paciencia<br />

humana podrá sufrir que un hombre bajo, sin partes ni nacimiento, que por ser muy obscuro<br />

su linaje, se ha olvidado en la república su principio, y se ha perdido la memoria <strong>de</strong> sus<br />

pasados, se <strong>de</strong>svanezca, haciéndose superior a los hombres <strong>de</strong> mayores increcimientos y<br />

partes que las suyas? De esas cosas, respondí yo, como Dios es el verda<strong>de</strong>ro juez, ya que<br />

consienta el agravio aquí, no negará el premio allá, si pue<strong>de</strong> haber agravio, no digo en los<br />

estatutos pasados en las cosas <strong>de</strong> la Iglesia, que eso va muy justificado, sino en la intención<br />

dañada <strong><strong>de</strong>l</strong> que quiere infamar a los que ve que se van levantando y creciendo en las cosas,<br />

superiores y <strong>de</strong> mayor estimación. Ellos, dijo el moro, como ni pue<strong>de</strong>n llegar a igualar a los<br />

<strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong>s merecimientos, tomando ocasión <strong>de</strong> prevaricar los estatutos con su mala<br />

intención, no para fortificarlos, ni para servir a Dios ni a la Iglesia, sino para preciarse <strong>de</strong><br />

cartas viejas como dicen: y pareciéndoles que es una gran<strong>de</strong> hazaña levantar un testimonio,<br />

<strong>de</strong>rraman una fama que lleva la envidia <strong>de</strong> lengua en lengua, hasta echar por el suelo<br />

aquello que va más encumbrado; que como su origen fue siempre tan obscuro, que no se<br />

vió sujeto en el que lo ennobleciese, y a la pobreza nadie le tiene envidia, quedanse sin<br />

saber qué son, teniéndolos por cristianos viejos, por no ser conocidos, ni tener noticia que<br />

tal gente hubiese en el mundo. La Iglesia, dije yo, no hace los estatutos para que se quite la<br />

honra a los prójimos, sino para servirse la religión lo mejor que sea posible, conservándola<br />

en virtud y bondad conocida. Íbame a replicar mi amo, pero <strong>de</strong>jando el turquillo <strong>de</strong> cantar,<br />

díjome que callase, y tornome a preguntar lo primero: respondile a todo con brevedad,<br />

diciendo: Yo soy montañés <strong>de</strong> junto a Santan<strong>de</strong>r, <strong><strong>de</strong>l</strong> valle <strong>de</strong> Cay, aunque nací en<br />

Andalucía; llamome <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, no tengo oficio; porque en España los hidalgos no<br />

lo apren<strong>de</strong>n, que más quieren pa<strong>de</strong>cer necesida<strong>de</strong>s o servir, que ser oficiales, que la nobleza<br />

<strong>de</strong> las montañas fue ganada por armas, y conservada con servicios hechos a los Reyes, y no<br />

se han <strong>de</strong> manchar con hacer oficios bajos, que allá con lo poco que tienen se sustentan<br />

paseando lo peor que pue<strong>de</strong>n, conservando las leyes <strong>de</strong> hidalguía, que es andar rotos y<br />

<strong>de</strong>scosidos, con guantes y calzas atacadas. Yo haré, dijo mi amo, que sepáis oficio muy<br />

bien. Y respondió un compañero <strong>de</strong> los míos que estaba al remo: Eso a lo menos no lo haré<br />

yo, ni se ha <strong>de</strong>cir en España que un hidalgo <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> los Mantillas usó oficio en Argel.<br />

Pues, perro, dijo mi amo, estás al remo y tratas <strong>de</strong> vanida<strong>de</strong>s? Dadle a ese hidalgo cincuenta


185<br />

palos. Suplico a vuesa merced, dije yo, perdone su ignorancia y <strong>de</strong>svanecimiento, que ni él<br />

sabe más, ni es hidalgo, ni tiene más <strong>de</strong> ello que aquella estimación, no cuanto a hacer las<br />

obras <strong>de</strong> tal, sino cuanto a <strong>de</strong>cir que lo es por comer sin trabajar. Y no es el primer<br />

vagamundo que ha habido en aquella casa, si es <strong>de</strong> ella; y a él le dije: Pues, bárbaro,<br />

¿estamos en tiempo y estado que podamos rehusar lo que nos mandaren? Ahora es cuando<br />

hemos <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ser humil<strong>de</strong>s, que la obediencia nos ata la voluntad al gusto ajeno. La<br />

voluntad subordinada no pue<strong>de</strong> tener elección. En el, punto que un hombre pier<strong>de</strong> la<br />

libertad, no es señor <strong>de</strong> sus acciones. Solo un remedio pue<strong>de</strong> haber para ser un poco libre,<br />

que es ejercitar la paciencia y humildad, y no esperar a hacer por fuerza lo que por fuerza se<br />

ha <strong>de</strong> hacer. Si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no se comienza a hacer hábito en la paciencia, haremoslo en el<br />

castigo. Que el obe<strong>de</strong>cer al superior, es hacerlo esclavo nuestro. Como la humildad<br />

engendra amor, así la soberbia engendra odio. La estimación <strong><strong>de</strong>l</strong> esclavo ha <strong>de</strong> nacer <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

gusto <strong><strong>de</strong>l</strong> señor, y esta se adquiere con apacible humildad. Aquí somos esclavos, y si nos<br />

humilláremos a cumplir con nuestra obligación, nos tratarán como a libres, y no como a<br />

esclavos. ¡Oh qué bien habláis! dijo nuestro amo, y cómo he gustado <strong>de</strong> encontrar contigo<br />

para que seas maestro <strong>de</strong> mi hijo, que hasta que encontrase un cristiano como tú no se lo he<br />

dado, porque por acá no hay quien sepa la doctrina, que entre cristianos se enseña a los <strong>de</strong><br />

poca edad. Por cierto, dije yo, él es tan bella criatura, que quisiera yo valer y saber mucho,<br />

para hacerle gran<strong>de</strong> hombre, pero fáltale una cosa para ser tan hermoso y gallardo.<br />

Estuvieron atentos a esto los <strong>de</strong>más moros, y preguntó el padre: ¿Pues qué le falta?<br />

Respondí yo: Lo que sobra a vuesa merced. ¿Qué me sobra a mí? dijo el padre. El<br />

bautismo, respondí yo, que no lo ha menester.<br />

Fué a arrebatar un garrote para pegarme, y al mismo compás arrebaté yo al muchacho<br />

para reparar con él. Cayósele el palo <strong>de</strong> las manos, con que rieron todos, y al padre se le<br />

templó el enojo que pudiera tener <strong>de</strong>scargando el palo en su hijo. Fingiose muy <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

enojado, por cumplir con los compañeros o soldados, que realmente lo tenían por gran<strong>de</strong><br />

observador <strong>de</strong> la religión perruna o turquesa. Aunque yo lo sentí, en lo poco que le<br />

comuniqué, inclinado a tornarse a la verdad católica. ¿Por qué, dijo, pensáis vosotros que<br />

vine yo <strong>de</strong> España a Argel sino para <strong>de</strong>struir todas estas costas, como lo he hecho siempre<br />

que he podido, y tengo <strong>de</strong> hacer mucho más mal <strong>de</strong> lo que he hecho? Como lo sintieron<br />

enojado quisieron echarme al remo; y él dijo: Dejadlo, que cada uno tiene obligación <strong>de</strong>


186<br />

volver por su religión, y este cuando sea turco hará lo mismo que hace ahora. Sí haré, dije<br />

yo, pero no siendo moro, y para sosegar más su enojo mandome que tomase la guitarra que<br />

sacamos <strong>de</strong> la cueva: hicelo acordándome <strong><strong>de</strong>l</strong> cantar <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Israel cuando iban en su<br />

cautiverio. Fueron con el viento en popa mientras yo cantaba en mi guitarra, muy alegres,<br />

sin alteración <strong><strong>de</strong>l</strong> mar, ni estorbo <strong>de</strong> enemigos, hasta que <strong>de</strong>scubrieron las torres por la costa<br />

<strong>de</strong> Argel, y luego la ciudad, que como los tenían perdidos, hicieron gran<strong>de</strong>s alegrías en<br />

viendo que eran las galeotas <strong><strong>de</strong>l</strong> renegado. Llegaron al puerto, y fue tan gran<strong>de</strong> el<br />

recibimiento por verle venir, y venir con presa, que le hicieron gran<strong>de</strong>s algazaras, tocaron<br />

trompetas y jabebas, otros instrumentos que usan más para confusión y bulla que para<br />

apacibilidad <strong>de</strong> los oídos. Salieronle a recibir su mujer y una hija, muy española en el talle<br />

y garbo, blanca y rubia, con bellos ojos ver<strong>de</strong>s, que realmente parecía más nacida en<br />

Francia, que criada en Argel: algo aguileña, el rostro alegre y muy apacible, y en todas las<br />

<strong>de</strong>más partes muy hermosa. El renegado, que era hombre cuerdo, enseñaba a todos sus<br />

hijos la lengua española, en la cual le habló la hija con alguna terneza <strong>de</strong> lágrimas, que<br />

corrían por las rosadas mejillas, que como les habían dado malas nuevas, el gozo le sacó<br />

aquellas lágrimas <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón. Yo les hice una humillación muy gran<strong>de</strong>, primero a la hija<br />

que a la madre, que naturaleza me inclinó a ella con gran<strong>de</strong> violencia; díjele a mi amo: Yo,<br />

señor, tengo por muy venturosa mi prisión, pues junto con haber topado con tan gran<strong>de</strong><br />

caballero, me ha traído a ser esclavo <strong>de</strong> tal hija y mujer, que más parecen ángeles que<br />

criaturas <strong><strong>de</strong>l</strong> suelo. ¡Ay! padre mío, dijo la doncella, y qué corteses son los españoles!<br />

Pue<strong>de</strong>n, dijo el padre, enseñar cortesía a todas las naciones <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo: y este esclavo es en<br />

mayor grado, porque es noble, hijodalgo montañés, y muy discreto. Y cómo lo parece, dijo<br />

la hija; pues ¿por qué lo trae con tan mal traje? Hágale vuesa merced que se vista a la<br />

española. Todo se hará, hija mía, respondió el padre; reposemos ahora el cansancio <strong>de</strong> la<br />

mar, ya que habemos venido libres y salvos.<br />

Descanso IX<br />

HALLÉ un agradable albergue en hija y madre; pero mucho mas en la hija, porque<br />

como había oído <strong>de</strong>cir a su padre muchos bienes <strong>de</strong> España y los habitadores <strong>de</strong> ella,


187<br />

naturaleza la llevaba por este camino. Regalabame mas que a los <strong>de</strong>más esclavos; pero<br />

servía con más gusto que ellos, así por lo que había visto, como porque no iba <strong>de</strong> mala gana<br />

a Argel, por ver un hermano mio que estaba cautivo en él; y fuí venturoso en que antes que<br />

preguntase por él supe que había incitado a otros esclavos para que tomando un barco,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber muerto a sus amos, se arrojasen a la fortuna, o por mejor <strong>de</strong>cir, a la<br />

voluntad <strong>de</strong> Dios, y no atreviéndose los <strong>de</strong>más, él puso en ejecución su intento, y sucediole<br />

tan bien, que vino a España, y <strong>de</strong>spués murió sobre Jatelet, que si supieran ser mi hermano,<br />

quizá yo lo pasara mal. Yo serví a mis amos con el mayor gusto y diligencia que podía, y<br />

mi servicio les era más grato que el <strong>de</strong> los otros cautivos, porque hacia <strong>de</strong> la necesidad<br />

virtud: y como al principio les gané la voluntad, con facilidad los conservé <strong>de</strong>spués:<br />

tratabalos con mucho respeto y cortesía, martirizando mi voluntad, y forzándola a lo que no<br />

era inclinado, que es a servir; que a los hombres naturalmente libres el tiempo y la<br />

necesidad les enseña lo que han <strong>de</strong> hacer. Sufría más <strong>de</strong> lo que mi condición me enseñaba,<br />

que el rendirse al la fuerza yo creo que es <strong>de</strong> ánimos valerosos y nobles. Poco valor y<br />

menos pru<strong>de</strong>ncia tiene el que no sabe obe<strong>de</strong>cer al tiempo. Servir bien quien por fuerza ha<br />

<strong>de</strong> servir, es ganarle la fortuna por la mano; y obe<strong>de</strong>cer mal al superior, es poner en duda el<br />

gusto y la vida. Y al fin vive con seguridad quien hace lo que pue<strong>de</strong> sirviendo. Aunque yo<br />

me vía regalado <strong>de</strong> mis amos, no por eso <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> repartir el favor con los <strong>de</strong>más cautivos,<br />

y ellos conmigo su trabajo; y para sosegar la envidia se han <strong>de</strong> hacer estas diligencias y<br />

otras mayores. Que no hay gente que más se gobierne por ella que esclavos, perseguidores<br />

<strong>de</strong> sus iguales, y solapadores <strong>de</strong> la honra y hacienda <strong>de</strong> sus dueños. Pocos he visto <strong>de</strong> los<br />

que han pasado por este miserable estado, que no tengan algún resabio infame.<br />

Junto con el buen tratamiento que se me hacia, eché <strong>de</strong> ver en mi ama la doncella, que<br />

siempre que pasaba por don<strong>de</strong> pudiese verla hacia cambio en el color <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro y en el<br />

movimiento <strong>de</strong> las manos, que parecía alguna vez que tocaba tecla. Al principio atribuílo a<br />

la mucha honestidad suya; pero con su perseverancia, y con la experiencia que yo tenía <strong>de</strong><br />

semejantes acci<strong>de</strong>ntes, que no era poca, le conocí la enfermedad. Mandábame un millón <strong>de</strong><br />

cosas cada día, que ni a ella tocaba el mandarlas, ni a mí el hacerlas; pero yo confieso que<br />

me holgaba en el alma <strong>de</strong> servirla y <strong>de</strong> que me mandase muchas más: todas cuantas niñerías<br />

venían a mis manos, o yo hacia, venían a parar en las suyas, diciendo que eran <strong>de</strong> España;<br />

tanto que una vez, parándosele el rostro como una amapola, me dijo, que cuando no hubiera


188<br />

venido <strong>de</strong> España otra cosa sino quien se las daba, bastaba para ella; y luego echó a correr,<br />

y se escondió. Yo con estos favores enternecíame <strong>de</strong>masiadamente; pero miré el estado en<br />

que me vía, y que habiendo <strong>de</strong> buscar la libertad <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo iba perdiendo la <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, y que<br />

el menor daño que me podía suce<strong>de</strong>r era quedarme por yerno en casa, volvía sobre mi, y me<br />

reprehendía conmigo a solas; pero cuanto más me contra<strong>de</strong>cía hallaba en mí menos<br />

resistencia. Y el remedio <strong>de</strong> estas pasiones mas consiste en <strong>de</strong>jarlas estar que en<br />

escarbarlas, buscando el olvido o camino para él. Echaba <strong>de</strong> ver que al tiempo que estas<br />

pasiones entran en un hombre le arrebatan <strong>de</strong> modo que le <strong>de</strong>jan incapaz para otra cosa. Y<br />

aunque me persuadía a que por entretenerme podía llevar aquella dulce carga, la<br />

experiencia me había enseñado que el amor es rey, que en dándole posesión se alza con la<br />

fortaleza; pero hacíame contradicción en mi propio pensar cómo podía ser <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cido<br />

quien siempre se preció <strong>de</strong> lo contrario. Aunque para esto se me ponía por <strong><strong>de</strong>l</strong>ante la<br />

sospecha que podían tener los padres si vían alguna <strong>de</strong>mostración <strong>de</strong> buena<br />

correspon<strong>de</strong>ncia; apartabame <strong>de</strong> esto estar entre enemigos <strong>de</strong> la nación y <strong>de</strong> la fe; el acudir<br />

mal al amor que el padre me mostraba, que me había entregado su hija para que la<br />

enseñase, y sobre todo, y más que todo, no ser ella bautizada. Resolvíme al fin <strong>de</strong> que<br />

aunque me abrasase no había <strong>de</strong> mirarla con cuidado. La pobre doncella que sintió novedad<br />

en mí, llevólo con mucha melancolía <strong>de</strong> corazón, abatimiento <strong>de</strong> ojos, arcaduces y<br />

lumbreras <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, color mudado <strong>de</strong> rostro, suspensión en las palabras y encogimiento en<br />

el trato. Preguntabanle qué tenia. Y respondía que era enfermedad que ni la había tenido, ni<br />

conocido, ni sabía <strong>de</strong>cir qué fuese. Preguntabanle si quería alguna cosa. Respondía que era<br />

imposible lo que <strong>de</strong>seaba, que era solamente ver a España, y esto entre risa y tristeza, vino a<br />

ser melancolía <strong>de</strong> manera que hizo cama contra su voluntad, porque no podía ser visitada <strong>de</strong><br />

quien ella quería, ni entraban allá sino es las mujeres solamente, y aquellos eunucos, gente<br />

vigilantísima, que como sea para quitar el gusto, sirven con gran cuidado, que estas<br />

doncellitas no tienen experiencia <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, ni saben gobernar sus pasiones y apetitos. En<br />

faltándoles aquello que miran con buenos ojos y mejor voluntad, les parece que les ha<br />

faltado el cielo y tierra, y se rin<strong>de</strong>n a cualquier borrón por satisfacer a las ansias que<br />

pa<strong>de</strong>cen. Y así las que usan <strong>de</strong> ser miradas, es lo más sano o casarlas, o quitarles la ocasión<br />

<strong>de</strong> ver y ser vistas: más impresión hace la pasión en la sangre nueva que en los pechos que<br />

se han <strong>de</strong> guardar. a los sembrados, si cuando están granados les falta el agua, no les hace


189<br />

mucha falta; pero si les falta cuando están tiernos, luego se marchitan y paran amarillos; y<br />

todas las cosas naturales van por este camino. Las doncellas ignorantes <strong>de</strong> querer y olvidar,<br />

con cualquiera disfavor se marchitan, como hizo esta doncellita a quien yo quería más <strong>de</strong> lo<br />

que ella pensaba.<br />

Descanso X<br />

AL fin comenzaron a curar <strong>de</strong> melancolía a esta doncellita, aplicándole mil<br />

medicamentos que la echaban a per<strong>de</strong>r, que como era tan amable por su hermosura y<br />

condición, súpose en todo Argel su enfermedad con mucho sentimiento <strong>de</strong> todos. Yo<br />

sabiendo la causa <strong>de</strong> su melancolía, tan bien como <strong>de</strong> mi pena y disimulación, pensando<br />

cómo podría verla y consolarla, propuse entre mí que había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle amores en presencia<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> padre y <strong>de</strong> la madre sin que lo sintiesen, y que ellos me habían <strong>de</strong> llevar para el mismo<br />

efecto. Y con esta seguridad dije a mi amo que yo había aprendido en España <strong>de</strong> un gran<br />

varón unas palabras que dichas al oído sanaban cualquiera melancolía por profunda que<br />

fuese; pero que se habían <strong>de</strong> recibir con gran<strong>de</strong> fe, y <strong>de</strong>cirse al oído, sin que nadie las oyese<br />

sino sola la persona paciente. El padre me dijo: Sana mi hija, y sea como fuere. La madre<br />

con las mismas ansias y <strong>de</strong>seo me pidió que luego se las dijese. Entré adon<strong>de</strong> las mujeres<br />

estaban acompañando la enferma lo más limpio y aseado que pu<strong>de</strong>, que la limpieza y<br />

curiosidad ayuda siempre a engendrar amor; y entrando el padre y la madre la dijeron: Hija,<br />

ten, buen ánimo, y mucha fe con las palabras, que aquí viene <strong>Obregón</strong> a curarte <strong>de</strong> tu<br />

melancolía. Y mandando que todos se apartasen, yo me llegué con mucho respeto y cortesía<br />

al oído <strong>de</strong> la paciente, diciéndole el siguiente ensalmo: Señora mía, la disimulación <strong>de</strong> estos<br />

días no ha sido a causa <strong>de</strong> olvido, ni por tibieza <strong>de</strong> voluntad, sino recato y estimación <strong>de</strong><br />

vuestra honra, que más os quiero que la vida que me sustenta; y con esto apartéme <strong>de</strong> ella:<br />

y luego con un donaire celestial abrió aquellos divinos ojos, con que alentó los corazones<br />

<strong>de</strong> todos los circunstantes, diciendo: ¿Es posible que tan po<strong>de</strong>rosas palabras son las <strong>de</strong><br />

España? porque había seis días que no se le habían oído otras tantas. Pero todo esto vino a<br />

resultar en disgusto mío, porque a la fama <strong>de</strong> la cura, que se había divulgado, otras


190<br />

melancólicas <strong>de</strong> diversos acci<strong>de</strong>ntes quisieron que las curase, sin saber yo cómo lo podría<br />

hacer, ni el origen <strong>de</strong> sus enfermeda<strong>de</strong>s, más <strong>de</strong> lo dicho. Holgaronse todos, y alabaron la<br />

fuerza <strong>de</strong> las palabras, la cortesía y humildad con que yo las había dicho. La doncelluela<br />

quiso levantarse luego por la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> ensalmo, pero yo dije: Ya vuesa merced ha<br />

comenzado a convalecer, y no es bien que tan presto se gobierne como sana; estése queda,<br />

que yo volveré a <strong>de</strong>cir estas palabras y otras <strong>de</strong> mayor excelencia cuando vuesa merced<br />

fuere servida, y el señor diere licencia. Así lo hice muchas veces hasta que se levantó, y a<br />

mi un testimonio, que fue <strong>de</strong>cir que tenía gracia <strong>de</strong> curar melancolía. Holgaronse <strong>de</strong> verla<br />

sana, y yo mucho más que todos, como aquel que la amaba tiernamente. En ese mismo<br />

tiempo había estado enferma <strong>de</strong> melancolía una señora principal, moza y muy hermosa,<br />

casada con un caballero muy po<strong>de</strong>roso en el pueblo. Y habiendo estado enferma vino a<br />

quedar con tan gran<strong>de</strong> melancolía que a nadie quería ver ni hablar. Pues como llegó a oídos<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> marido la salud que había cobrado la hija <strong>de</strong> mi amo, enviole a <strong>de</strong>cir que le llevase allá<br />

aquel esclavo que curaba <strong>de</strong> melancolía. Mi amo por darle gusto me dijo: De buena ventura<br />

has <strong>de</strong> ser, porque me ha enviado a <strong>de</strong>cir fulano, que es caballero <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s partes, que<br />

vale mucho en Argel, y con el gran Turco, que te lleve a curar a su mujer <strong>de</strong> melancolía,<br />

que por ser gallarda y hermosa te holgarás <strong>de</strong> verla. Oh señor, dije yo, no me man<strong>de</strong> vuesa<br />

merced eso, que si una vez lo hice fue por ver a vuesa merced apasionado por la<br />

enfermedad <strong>de</strong> su hija; y bien sabe cuán mal se recibe por acá lo que se dice y hace en<br />

virtud <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra religión. Es por fuerza, dijo, el hacerlo, que importa mucho tenerlo<br />

grato. Señor, dije yo, vuesa merced me excuse con él, que no con todas personas hacen las<br />

palabras un mismo efecto, que es necesario tener con ellas tanta fe como tuvo su hija <strong>de</strong><br />

vuesa merced, y esta señora no la ha <strong>de</strong> tener. Trajele otras muchas causas excusándome,<br />

por ver sí podía escaparme. Él fue a hablar al caballero por disculparme, y cuanto más me<br />

excusaba, tanto más porfiaba en ello, hasta que dijo, si no quería ir, que me llevase<br />

arrastrando a palos. Pobre <strong>de</strong> mí, dije yo, ¿quién me hizo cirujano o médico <strong>de</strong><br />

melancolías? ¿qué sé yo <strong>de</strong> recetas y <strong>de</strong> ensalmos? ¿cómo podré salir ahora <strong>de</strong> este trance<br />

tan riguroso? que o ella ha <strong>de</strong> quedar sin melancolía, o yo tengo <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cerla toda mi vida.<br />

Decirle amores como a la otra, ni yo podré, ni ella me los enten<strong>de</strong>rá, ni su enfermedad es <strong>de</strong><br />

este género: pues <strong>de</strong>cirle al oído cosas <strong>de</strong> santos y <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra religión será doblarle<br />

más la enfermedad, y a mi los palos, aunque Dios es po<strong>de</strong>roso para hacer pan <strong>de</strong> las


191<br />

piedras, y <strong>de</strong> los paganos cristianos. Al fin me resolví con un gentil ánimo, llevando a mi<br />

amo por lengua, y él a mí por escorzonera. Y para más acertar la cura cogí <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

saltambarca una guitarra; procurando con todas las fuerzas posibles salir con la cura, y para<br />

esto poner todos los medios necesarios, y así entrando con muy <strong>de</strong>senvuelto semblante,<br />

a<strong><strong>de</strong>l</strong>antándome, le dije: Vuesa merced, señora, sin duda sanará, porque las palabras que yo<br />

digo solamente son para curar a las muy hermosas, y vuesa merced es hermosísima. Tengo<br />

esperanza que saldrá bien con la salud, y yo con la cura. Recibió bien este ensalmo, que es<br />

eficacísimo con las mujeres. Y luego le dije: Tenga vuesa merced gran<strong>de</strong> fe en las palabras,<br />

y póngase en la imaginación que ya ha ahuyentado el mal. Hícele estar con gran fe suya, y<br />

suspensión <strong>de</strong> todos: llegándome a ella, que estaba con la imaginación muy en el caso,<br />

dijela al oído un grandísimo disparate que aprendí oyendo artes en Salamanca, y fue:<br />

Barbara Cælarent darii ferio Baralipton,<br />

Cælantes dabitis fapesmo frisesomorum.<br />

Y luego sacando la guitarra le canté mil disparates, que ni ella los entendía, ni yo se los<br />

<strong>de</strong>claraba. Fue tanta la fuerza <strong>de</strong> imaginativa suya, que antes que <strong>de</strong> allí me saliese quedó<br />

riendo, y rogándome que volviese allá muchas veces, y que le diese aquellas palabras<br />

escritas en su lengua; yo di gracias a Dios <strong>de</strong> verme libre <strong>de</strong> este trance, y busqué modo<br />

para no curar más. Pero como había cobrado fama, si algunas veces acudían, fingía que me<br />

daba mal <strong>de</strong> corazón, y así me escapaba. Mas réstame por <strong>de</strong>cir los celos que tuvo mi ama<br />

la moza, que pensando le había dicho a la otra las mismas palabras que a ella, estaba<br />

llorando celos; apacigüéla en pudiéndola hablar, que como era doncella <strong>de</strong> pocos años y<br />

menos experiencia, todo lo creía: y queriéndola yo con todo el extremo <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, me<br />

pesaba que mis cosas le diesen un mínimo disgusto. Díjele un día que sus padres estaban<br />

fuera <strong>de</strong> casa, con la confianza que <strong>de</strong> mí hacían, y habiéndome dicho que podía hablar<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> las criadas, porque no entendían la lengua: Señora mía, ¿qué <strong>de</strong>sdicha nuestra, y<br />

buena suerte mía hizo que siendo vos un ángel en hermosura, en años tierna y en cordura y<br />

madurez muy pru<strong>de</strong>nte, hayáis entregado vuestro gusto y voluntad a un hombre cargado <strong>de</strong><br />

años, <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> partes y merecimientos? Que siendo digna <strong>de</strong> lo mejor y mas granado <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo, no recuséis <strong>de</strong> recibir en vuestro servicio a un hombre rendido y subordinado a<br />

cuantos daños la fortuna le quisiere hacer? Que una sabandija arrojada en la furia <strong><strong>de</strong>l</strong> mar


192<br />

maltratado <strong>de</strong> golpes <strong>de</strong> fortuna, en mísera esclavitud, haya hallado tan soberano albergue<br />

en vuestro sencillo pecho? Que el blanco don<strong>de</strong> todos tienen puestos los ojos y las entrañas<br />

haya recibido en las suyas a quien se contentara con ser perpetuamente su esclavo? Que por<br />

supuesto que nunca en mí ha habido imaginación <strong>de</strong> llegar a manchar a vuestra castidad, ni<br />

el <strong>de</strong>seo se exten<strong>de</strong>rá a tal, con tan gran<strong>de</strong>s y no merecidos favores me levanto a pensar que<br />

soy algo, no siendo capaz <strong>de</strong> que vuestros ojos se humillen a mirar mi persona. Encendido<br />

el rostro en un finísimo carmín, temblando las manos y encogiendo el cuerpo con la fuerza<br />

<strong>de</strong> la honestidad, me respondió <strong>de</strong> esta manera: a lo primero os digo, señor mio, que no sé<br />

respon<strong>de</strong>r, porque ello se vino sin cuidado, ni elección, ni saber por qué, ni cómo. a lo<br />

segundo, que no haber mirado en lo que por acá me podía estar bien, digo, que <strong>de</strong>spués que<br />

supe <strong>de</strong> mi padre haber sido bautizada, luego aborrecí lo que por esta parte me podía venir.<br />

Y si yo fuese tan dichosa que viniese a ser cristiana, no <strong>de</strong>searía más <strong>de</strong> esto, y lo que tengo<br />

presente; y sacando un lienzo como para limpiarse el rostro, se lo cubrió como<br />

reprehendiéndose <strong>de</strong> haber respondido con libertad. Quedole como la azucena entre las<br />

rosas, y yo mudo con solamente mirar y contemplar aquella honestidad enamorada los<br />

efectos que hacía tan fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> ordinario. Recogime porque sentí venir por la calle sus<br />

padres, y tomando mi guitarra canté: «¡Ay bien logrados pensamientos míos!» Holgáronse<br />

mis amos <strong>de</strong> hallarme cantando, que como él tenía en el corazón las cosas <strong>de</strong> España, se<br />

regalaba con oír canciones españolas. Eché <strong>de</strong> ver <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> la doncella, y <strong>de</strong> otros<br />

acci<strong>de</strong>ntes, que yo había sentido lo que yo me traía entre ojos, que me iban regalando para<br />

here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la hija y <strong>de</strong> las galeotas. Yo daba lección al hijo, y lo instruía lo mejor que<br />

podía en las costumbres cristianas, que el padre no lo rehusaba, aunque armaba contra<br />

cristianos, haciendo grandísimos daños en las costas <strong>de</strong> España y en las islas Baleares. Con<br />

esta ocasión gozaba algunos ratos <strong>de</strong> buena conversación con la hija, y con mucha cortesía<br />

y miramiento, sin que pudiese notarse cosa que no fuese muy honesta y limpia. Mas como<br />

estas cosas nunca se gozan y poseen sin azares y contradicciones, se entró el diablo en el<br />

corazón <strong>de</strong> una vieja, cautiva <strong>de</strong> muchos años, entresacada <strong>de</strong> dientes, <strong>de</strong> mala catadura,<br />

gran<strong>de</strong> boca, labio caído a manera <strong>de</strong> oveja, muelas pocas, o ningunas, lagrimales llenos <strong>de</strong><br />

alhorre, y contrahecha <strong>de</strong> cuerpo, y tan mal acondicionada que se andaba siempre quejando<br />

<strong>de</strong> los amos, diciendo que la mataban <strong>de</strong> hambre; y porque yo no la regalaba, y no le daba<br />

lo que no tenia, dió en poner mal nombre a la sencillez <strong>de</strong> la doncella, y la cortesía con que


193<br />

yo la trataba, por don<strong>de</strong> los padres la pusieron silencio en hablarme con harta reclusión y<br />

aprieto: que le pareció a aquella maldita vieja, que congraciándose con los amos por este<br />

camino, pasaría mejor vida que hasta entonces; pero no nos sucedió como pensaba, porque<br />

como el amor es tan gran<strong>de</strong> escudriñador <strong>de</strong> secretos, a pocos lances di alcance al chisme<br />

<strong>de</strong> la esclava, y al momento hice que lo supiese la hija, que como era tan querida <strong>de</strong> sus<br />

padres creyeron cuanto dijo contra ella, <strong>de</strong> manera que nunca más entró don<strong>de</strong> estaban las<br />

mujeres, ni comió ni bebió a gusto en el tiempo que yo estuve allí; justo pago <strong><strong>de</strong>l</strong> chisme. Y<br />

si todos los que lo llevan fuesen mal recibidos, y peor pagados, vivirían las gentes en más<br />

paz y quietud. Que si los chismosos supiesen cuál <strong>de</strong>jan aquel a quien llevan la parlería,<br />

mas querrían ser entonces mudos que habladores; y los que los oyen, si quieren estar en el<br />

caso, bien echarán <strong>de</strong> ver que no la traen por bien que quieren al que la oye, sino por querer<br />

mal a aquel <strong>de</strong> quien la dicen, y por vengar sus odios por manos ajenas. El chisme es un<br />

congraciamento, engendrado en pechos ruines, que da pesadumbre al que le oye, y<br />

<strong>de</strong>sacredita al que lo trae. a todas las gentes <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo es justo guardarles secreto, sino es<br />

al chismoso. a tres personas ofen<strong>de</strong> el chisme, al que lo dice, a quien se dice y <strong>de</strong> quien se<br />

dice. Este lastimó a los padres, e hizo a la vieja odiosa, y atormentó a la pobre doncella, y a<br />

mi me privó por entonces <strong><strong>de</strong>l</strong> regalo que me hacían, y la estimación con que me trataban. El<br />

renegado era hombre cuerdo, y aunque usó con la hija <strong>de</strong> aquel rigor conmigo disimuló sin<br />

darme a enten<strong>de</strong>r cosa <strong>de</strong> su enojo, hasta enterarse <strong>de</strong> la verdad <strong><strong>de</strong>l</strong> caso; pero hizo que me<br />

bajase a servicios viles, como era traer agua, y otras cosas semejantes, más por ver mi<br />

sentimiento o humildad que por que perseverase en ello. Yo que le entendí muy bien, hice<br />

con grandísimo gusto y llaneza cuantas cosas me mandaba, malas o buenas, procurando <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>svelarlo <strong><strong>de</strong>l</strong> cuidado con que vivía; que para <strong>de</strong>sarraigar <strong><strong>de</strong>l</strong> pecho una sospecha que se<br />

arremete a la honra, es menester usar <strong>de</strong> mil estratagemas, que ni lo parezcan ni se aparten<br />

mucho <strong>de</strong> la verdad. Mudar <strong>de</strong> alegría en el semblante, es novedad que se echa <strong>de</strong> ver.<br />

Hacer más servicios <strong>de</strong> los ordinarios, dan ocasión <strong>de</strong> averiguar la sospecha. El medio que<br />

se ha <strong>de</strong> guardar, con sola humildad y paciencia se adquiere, y aún ese no ha <strong>de</strong> exce<strong>de</strong>r el<br />

trato ordinario. Hice todo cuanto se me mandaba, sin diferencia <strong><strong>de</strong>l</strong> gusto y pesadumbre con<br />

que antes lo haría. Iba con mucha humildad por agua a una fuente que llaman <strong><strong>de</strong>l</strong> Babason,<br />

agua muy <strong><strong>de</strong>l</strong>gada y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> estimación en aquella ciudad, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se proveen<br />

grandísima cantidad <strong>de</strong> jardines, viñas, y olivares <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> provecho y recreación.


194<br />

Contome un turco, estando allí, que no se sabe <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> nace ni por dón<strong>de</strong> viene aquella<br />

agua, porque habiéndola traído <strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> aquellos montes y sierras dos turcos y dos<br />

cautivos con inmenso riesgo, el Rey o Virrey que entonces era les pagó su trabajo con<br />

darles garrote, porque en ningún tiempo revelasen el secreto con que pudieran quitarles el<br />

agua que provechosa es a la ciudad; que sitiada una fuerza, el mayor daño que pue<strong>de</strong>n<br />

recibir para que se rinda o se tome, es quitarle el agua. Y viven con tanto recato, que<br />

cualquiera Virrey procura saber alguna nueva invención, para mayor fortificación <strong>de</strong> su<br />

ciudad: en tanto extremo, que el viernes, cuando van a sus mezquitas, <strong>de</strong>jan encerradas las<br />

mujeres y los esclavos con gran seguridad <strong>de</strong> traición, porque sólo los hombres van al<br />

templo, <strong>de</strong>jando bien cerradas sus casas y seguras sus mujeres. Y parece con sola esta<br />

relación que sería muy fácil hablar a la doncella estando encerrada por <strong>de</strong>fuera, y entrando<br />

los cautivos a servir a las mujeres, también encerradas. Pero no es así, porque ellos van tan<br />

<strong>de</strong>scuidados <strong>de</strong> daño secreto o público, <strong>de</strong>jando tan fuerte guarda para la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> sus<br />

casas, que aunque el <strong>de</strong>monio pudiese dar lugar a la ejecución <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>seo, sería más fácil<br />

saquear toda la ciudad que hacer traición en una casa particular. Porque <strong>de</strong>jan por guarda un<br />

genero <strong>de</strong> hombres, que ni lo son para ese efecto, ni lo parecen en el rostro, que, o por<br />

preciarse <strong>de</strong> fi<strong><strong>de</strong>l</strong>ísimos, o porque otros no hagan, lo que aunque no se parece se viene a<br />

parecer, <strong>de</strong> que ellos están privados, son tan vigilantes en la guarda <strong>de</strong> lo que se les<br />

encomienda, que por ningún camino admiten <strong>de</strong>scuido ni engaños. Y aunque quisiera<br />

valerme <strong>de</strong> él, por tener ya noticia y conocimiento <strong>de</strong> la invencible entereza <strong>de</strong> estos<br />

monstruos artificiales, no quise ponerme en probarlo, antes el mismo eunuco o<br />

guardadamas me reprehendía porque no quería entrar a don<strong>de</strong> las mujeres estaban, como<br />

persona que ya estaba avisada <strong><strong>de</strong>l</strong> caso; a que yo le respondía, que yo no había <strong>de</strong> hacer lo<br />

que no se usaba en mi tierra, ni se permitía que los hombres se mezclasen con las mujeres.<br />

Y en resolución, yo me goberné con tanta fineza con esta espía, que no hallaron en qué<br />

tropezar, que era lo que mi amo <strong>de</strong>seaba; y el eunuco, por la mala condición que tenia,<br />

estuvo siempre bien conmigo, que este género <strong>de</strong> gentes está en la república muy infamado<br />

<strong>de</strong> mal intencionado, no sé si con razón, porque la libertad <strong>de</strong> que usan en no disimular<br />

cosa, antes creo que les queda <strong>de</strong> ser siempre niños, más que ser mal intencionados. Esto se<br />

entien<strong>de</strong> acerca <strong>de</strong> los que no profesan la música, que en los que la profesan he visto<br />

muchos cuerdos y muy virtuosos, como fue Primo, racionero <strong>de</strong> Toledo; y como es Luis


195<br />

Onguero, capellán <strong>de</strong> Su Majestad, y otros <strong>de</strong> este modo y traza, que por evitar prolijidad<br />

callo.<br />

Descanso XI<br />

MUY contento mi amo <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong> su hija, y satisfecho <strong>de</strong> mi fi<strong><strong>de</strong>l</strong>idad tornaron las<br />

cosas a su principio, y yo a la reputación y estimación en que me solían tener. La<br />

doncelluela realmente andaba un poco melancólica, la madre muy arrepentida <strong>de</strong> verla<br />

disgustada, <strong>de</strong> manera que la hija se retiraba <strong>de</strong> ella, haciéndose <strong>de</strong> la enojada y regalona.<br />

La madre andaba pensando cómo darle gusto, buscando modos para alegrarla y <strong>de</strong>senojarla,<br />

porque andaba con un ceñuelo que a todos nos traía suspensos, a mi <strong>de</strong> amor, y a los <strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong> temor no enfermase <strong>de</strong> aquella pesadumbre. Al fin, como procuraban volverla a su gusto<br />

y tenerla alegre, dijo la madre a mi amo que me mandase <strong>de</strong>cirle aquellas palabras contra la<br />

melancolía, que no hallaba con qué alegrarla, sino con ellas. Mandómelo, y yole dije: Sin<br />

duda esta tristeza <strong>de</strong>be <strong>de</strong> nacer <strong>de</strong> algún enojo, y así será menester <strong>de</strong>círselo muchas veces,<br />

para <strong>de</strong>sarraigarle <strong><strong>de</strong>l</strong> pecho la ocasión <strong>de</strong> su mal, haciéndole algunas preguntas, con que<br />

respondiendo ella se sazonase mejor su pena. Y así fue, que me <strong>de</strong>jaron un gran<strong>de</strong> rato<br />

hablar con ella, y <strong>de</strong>cirle el ensalmo primero y otros mejores, a que ella respondía muy a<br />

propósito, quedando muy contenta <strong>de</strong> haberla dicho que la verda<strong>de</strong>ra salud y contento y<br />

gusto <strong><strong>de</strong>l</strong> alma le había <strong>de</strong> venir <strong><strong>de</strong>l</strong> agua <strong><strong>de</strong>l</strong> bautismo, que su padre había <strong>de</strong>spreciado. Y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bien instruida en esto me aparté <strong>de</strong> su persona, habiendo hablado, y ella<br />

respondido, media hora. Alegrose la madre <strong>de</strong> lo que veía, rogome que le enseñase aquel<br />

ensalmo, a que yo le respondí: Señora, estas palabras no las pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir sino quien hubiere<br />

estado en el estrecho <strong>de</strong> Gibraltar, en las islas <strong>de</strong> Riatan, en las columnas <strong>de</strong> Hércules, y en<br />

el Mongibelo <strong>de</strong> Sicilia, en la sima <strong>de</strong> Cabra, en la mina <strong>de</strong> Ronda y en el corral <strong>de</strong> la<br />

Pacheca, que <strong>de</strong> otra manera se verán visiones infernales que atemorizan a cualquiera<br />

persona.<br />

Dije estos y otros muchos disparates, con que se le quitó la gana <strong>de</strong> saber el ensalmo.<br />

Yo, aunque tenía con esto algún entretenimiento, al fin andaba como hombre sin libertad en


196<br />

miserable esclavitud, entre enemigos <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra religión, y sin esperanzas <strong>de</strong> libertad,<br />

por don<strong>de</strong> el amor se iba aumentando en la doncella y menguando en mí: como pasión que<br />

quiere pechos, y ánimos vagabundos y ociosos, <strong>de</strong>socupados <strong>de</strong> todo trabajo y virtud; ¿pues<br />

qué efecto pue<strong>de</strong> hacer un amor holgazán en una alma trabajadora? ¿qué gusto pue<strong>de</strong> tener<br />

quien vive sin él? ¿cómo pue<strong>de</strong> hacer a su dama terrero, quien lo está hecho a los golpes <strong>de</strong><br />

la fortuna? ¿cómo saldrán dulzuras <strong>de</strong> la boca por don<strong>de</strong> tantos tragos <strong>de</strong> amargura entran?<br />

Al fin, el amor quiere ser solo, y que acudan a él solo mozos, sin obligaciones, sin<br />

pru<strong>de</strong>ncia y sin necesidad, y aun en estos es vicio, y distraimiento para la quietud <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

cuerpo y <strong><strong>de</strong>l</strong> alma. Cuanto más en un hombre subordinado a tantos trabajos, mirado <strong>de</strong><br />

tantos ojos, temeroso por tantos testigos. Yo andaba muy triste, aunque muy servicial a mi<br />

amo y a todas sus cosas, con tanta solicitud y amor que iban las obligaciones cada día<br />

creciendo con el amor <strong>de</strong> mis amos; pero pesábale <strong>de</strong> verme andar triste y sin gusto, que<br />

aunque no se parecía en el servicio echábase <strong>de</strong> ver en el rostro. Y así, llegándose el día <strong>de</strong><br />

San Juan <strong>de</strong> junio cuando los moros, o por imitación <strong>de</strong> los cristianos, o por mil yerros que<br />

en aquella secta se profesan, hacen grandísimas <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> alegría, con invenciones<br />

nuevas a caballo y a pie, me dijo el renegado: Ven conmigo, no como esclavo, sino como<br />

amigo, que quiero que con libertad te alegres en estas fiestas que hoy se hacen al profeta<br />

Alí, que vosotros llamáis San Juan Bautista, para que te diviertas viendo tan excelentes<br />

jinetes, tantas libreas, marlotas <strong>de</strong> seda hechas un ascua <strong>de</strong> oro, turbantes, cimitarras,<br />

gallardos hombres <strong>de</strong> a caballo vibrando las lanzas con los brazos <strong>de</strong>snudos y alheñados:<br />

mira la bizarría <strong>de</strong> las damas, tan adornadas <strong>de</strong> vestidos y pedrerías, cómo favorecen con<br />

mucha honestidad a los galanes, haciendo ventana, dándoles mangas y otros favores: mira<br />

las cuadrillas <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s caballeros, que llevando por guía a su Virrey, adornando toda la<br />

ribera, así <strong><strong>de</strong>l</strong> mar como <strong>de</strong> los ríos, cuán gallardamente juegan <strong>de</strong> lanzas, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

arrojadas, con cuánta ligereza las cogen <strong><strong>de</strong>l</strong> suelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el caballo a todo esto yo estaba<br />

reventando con lágrimas, sin po<strong>de</strong>rme contener ni disimular la pena y sentimiento que<br />

aquellas fiestas me causaban a que volviendo los ojos mi amo, y viéndome <strong>de</strong>shecho en<br />

lágrimas me dijo: Pues en el tiempo don<strong>de</strong> todo el mundo se alegra, no solamente entre<br />

moros, sino en toda la cristiandad, y en una mañana don<strong>de</strong> todos se salen <strong>de</strong> juicio por la<br />

abundancia <strong>de</strong> alegría, ¿estás limpiando lágrimas? Cuando parece que el mismo cielo da<br />

nuevas muestras <strong>de</strong> regocijo, ¿lo celebras tú con llanto? ¿Qué ves aquí que te pueda


197<br />

disgustar, o que no te pueda dar mucho contento? La fiesta, respondí yo, es milagrosa <strong>de</strong><br />

buena, y tan en extremo grado, que por alegrísima me hace acordar <strong>de</strong> muchas que he visto<br />

en la corte <strong><strong>de</strong>l</strong> mayor monarca <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, Rey <strong>de</strong> España. Acuérdome <strong>de</strong> la riqueza y<br />

bizarría, <strong>de</strong> las galas y vestidos, <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>nas y joyas que esta mañana resplan<strong>de</strong>cen en tan<br />

gran<strong>de</strong>s príncipes y caballeros. Acuérdome <strong>de</strong> ver salir a un duque <strong>de</strong> Pastrana una mañana<br />

como esta a caballo, con un semblante más <strong>de</strong> ángel que <strong>de</strong> hombre, elevado en la silla, que<br />

parecía centauro, haciendo mil gallardías, y enamorando a cuantas personas le miraban: <strong>de</strong><br />

aquel, gran cortesano don Juan Gaviria, cansando caballos, arrastrando galas, haciendo<br />

cosas <strong>de</strong> muy valiente y alentado caballero. De una prenda suya que en tiernos años ha<br />

subido a la cumbre <strong>de</strong> lo que se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sear, en razón <strong>de</strong> andar a caballo. De un don Luis<br />

<strong>de</strong> Guzmán, marqués <strong><strong>de</strong>l</strong> Algaba, que hacía temblar las plazas a don<strong>de</strong> se encontraba con la<br />

furia <strong>de</strong>senfrenada <strong>de</strong> los bramantes toros De su tío el marqués <strong>de</strong> Ardales don Juan <strong>de</strong><br />

Guzmán ejemplo <strong>de</strong> la braveza y gallardía <strong>de</strong> toda caballería. De un tan gran príncipe como<br />

don Pedro <strong>de</strong> Médicis, que con un garruchón en las manos o tomaba un toro, o lo rendía.<br />

Del con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Villamediana don Juan <strong>de</strong> Tasis, padre e hijo, que entre los dos hacían<br />

pedazos un toro a cuchilladas. De tanto número <strong>de</strong> caballeros mozos que admiran con el<br />

atrevimiento, vencen con la presteza, enamoran con la cortesía, que como tras <strong>de</strong> esta<br />

mañana se sigue otro día la fiesta <strong>de</strong> los toros, acuerdome <strong>de</strong> todo en confuso. Fiesta que<br />

ninguna nación sino la española ha ejercitado, ni ejercita, porque todos tienen por excesiva<br />

temeridad atreverse a un animal tan feroz que ofendido se arroja contra mil hombres, contra<br />

caballos y lanzas, y garrochones, y cuanto más lastimado tanto más furioso. Que nunca la<br />

antigüedad tuvo fiesta <strong>de</strong> tanto peligro como este; y son animosos y atrevidos los españoles,<br />

que aun heridos <strong><strong>de</strong>l</strong> toro se tornan al peligro tan manifiesto, así peones como jinetes. Si<br />

hubiese <strong>de</strong> contar las hazañas que en semejantes fiestas he visto, y traer a la memoria los<br />

ingenuos caballeros que igualan en todo a los nombrados, así en valor como en calidad,<br />

sería obscurecer esta fiesta, y cuantas en el mundo se hacen. Díjome aquí el ermitaño:<br />

¿Pues cómo no hace vuesa merced mención <strong>de</strong> la que hizo en Valladolid don Felipe el<br />

amado en el nacimiento <strong><strong>de</strong>l</strong> príncipe nuestro señor? Respondí yo: Porque no había <strong>de</strong> contar<br />

yo en profecía lo que aun no había pasado: pero esa fuera la más alegre y rica que los<br />

mortales han visto, y don<strong>de</strong> se muestra la gran<strong>de</strong>za y prosperidad <strong>de</strong> la monarquía española.<br />

Que si el otro emperador vicioso hacia cubrir con las limaduras <strong>de</strong> oro el suelo que pisaba,


198<br />

saliendo <strong>de</strong> su palacio con el oro que salió aquel día en la plaza, la podía cubrir toda como<br />

con cargas <strong>de</strong> arena. Y si para engran<strong>de</strong>cer la braveza <strong>de</strong> Roma, dicen que en la batalla <strong>de</strong><br />

Canas, en la Pulla, se hincheron tres moyos <strong>de</strong> las sortijas <strong>de</strong> los nobles, con las ca<strong>de</strong>nas,<br />

sortijas y botones <strong>de</strong> aquel día se podían llenar treinta fanegas, esto sin lo que quedaba en<br />

las casas particulares guardado. Estuvieron aquel día todos los embajadores <strong>de</strong> los reyes y<br />

repúblicas esperando la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> España, y la flor y valor <strong>de</strong> la caballería que los <strong>de</strong>jó<br />

suspensos, y en éxtasis <strong>de</strong> ver la gallardía con que se jugó <strong>de</strong> los garrochones, revolviendo<br />

los caballos, que aunque herir a espaldas vueltas es mucha gala, como lo usan en otras<br />

naciones en cazas <strong>de</strong> leones y otros animales, este día hubo quien esperó en la misma<br />

puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> toril, cuando con más furia y velocidad sale el toro, y le mató cara a cara con el<br />

garrochón, que fue don Pedro <strong>de</strong> Barros; y aunque esto tiene mucha parte <strong>de</strong> atrevimiento y<br />

ventura, también la tiene <strong>de</strong> conocimiento y arte, que enseña la experiencia con gentil<br />

discurso. Al fin estas fiestas admiraron a los embajadores y al mundo: pero mucho mas ver<br />

a un rey mozo, don Felipe III el amado, siendo cabeza <strong>de</strong> su cuadrilla, guiar con tan gran<strong>de</strong><br />

sazón, cordura y valor, y enmendar muchas veces los juegos <strong>de</strong> cañas que los muy<br />

experimentados caballeros erraban: porque fue tanta la abundancia <strong>de</strong> caballos y cuadrillas,<br />

que no pudieron caber en la plaza, y con esta confusión algunas veces se <strong>de</strong>scuidaban en el<br />

juego, que con la anciana pru<strong>de</strong>ncia <strong><strong>de</strong>l</strong> mozo rey se tornaba a la primera perfección, que<br />

cierto parecía ir guiado <strong>de</strong> los ángeles; porque al fin fue el mejor hombre <strong>de</strong> a caballo que<br />

aquel día se mostró en la plaza. <strong>de</strong>spués acá se han cultivado gran<strong>de</strong>s caballeros muy mozos<br />

y muy acertados, como don Diego <strong>de</strong> Silva, caballero <strong>de</strong> mucho valor, presteza y donaire,<br />

atrevidísimo con el garrochón en las manos, y su valeroso hermano don Francisco <strong>de</strong> Silva,<br />

que pocos días ha sirviendo a su rey, murió como valentísimo soldado, y con él muchas<br />

virtu<strong>de</strong>s que le adornaban. El con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cantillana, que con grandísimo aliento <strong>de</strong>rriba<br />

muerto a un toro con el garrochón, don Cristóbal <strong>de</strong> Gaviria, excelentísimo caballero, y<br />

otros muchos que por no salir <strong>de</strong> mi propósito callo. Proseguimos en ver en la fiesta <strong>de</strong> los<br />

turcos y moros algunos muy gran<strong>de</strong>s jinetes; pero no tan gran<strong>de</strong>s como don Luis <strong>de</strong> Godoy,<br />

ni como don Jorge Morejón, alcai<strong>de</strong> <strong>de</strong> Ronda, ni como el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Olivares mozo. Pero<br />

fue la fiesta alegrísima, que como gente que no ha <strong>de</strong> tener otra gloria sino la presente, la<br />

gozan con toda la libertad que se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sear.


199<br />

Últimamente vi a mis amas, ya que la fiesta se iba acabando, que me pesó en el alma, no<br />

por verlas tar<strong>de</strong>, que la doncellita estaba hecha ojos, no hacia la fiesta, sino hacia su padre,<br />

que viéndole a él me veía a mí. No pu<strong>de</strong> negar a la naturaleza el vigor y aliento que <strong>de</strong><br />

semejantes encuentros recibe. Hice <strong><strong>de</strong>l</strong> ignorante en su vista, y dije a mi amo que nos<br />

fuésemos, sabiendo lo que me había <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r, como lo hizo, diciendo: Esperemos a mi<br />

mujer e hija para acompañarlas. Bajaron <strong>de</strong> una ventana don<strong>de</strong> estaban, y fuimos<br />

acompañándolas, la hija temblándole las manos, y mudando el color <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro, hablando<br />

con interca<strong>de</strong>ncias. Díjole el padre: Ves aquí tu médico, háblale, y agradécele la salud que<br />

suele darte. Preguntóme la madre ¿qué me había parecido la fiesta? Hasta que vi a mis<br />

señoras, respondí, no vi cosa, que aunque eran buenas, me lo pareciese, porque la gracia,<br />

hermosura y talle <strong>de</strong> mi señora y <strong>de</strong> su hija, yo no la veo en Argel. Riose el padre, y ellas<br />

quedaron muy contentas, que teniendo por este camino contenta a la madre, <strong>de</strong> buena gana<br />

me <strong>de</strong>jaba hablar con la hija. Pidiome la doncella un rosario en que iba rezando, díselo, y en<br />

pudiendo hablarla, le dije para qué era el rosario, y que si verda<strong>de</strong>ramente entregaba su<br />

voluntad a la Virgen, le abriría camino ancho y fácil para llegar a tanto bien como recibir la<br />

gracia <strong><strong>de</strong>l</strong> santo bautismo, que la doncella con gran<strong>de</strong>s ansias <strong>de</strong>seaba, y que le había yo <strong>de</strong><br />

pedir cuenta <strong>de</strong> aquel rosario, que le guardase muy bien, y le rezase cada día; y así lo<br />

prometió hacer.<br />

Descanso XII<br />

EN este tiempo sucedió un notable, y no usado hurto, <strong><strong>de</strong>l</strong>ito castigadísimo entre aquella<br />

gente, <strong>de</strong> que se escandalizó toda la ciudad, y causó mucha turbación, por ser hecho al Rey<br />

o Virrey, y <strong>de</strong> moneda que tenía guardada para enviar al gran Señor. Y habiéndose hecho<br />

gran<strong>de</strong>s diligencias, por ningún camino se pudo sospechar ni imaginar quién pudiese ser el<br />

autor, aunque un gran privado <strong><strong>de</strong>l</strong> Rey prometía grandísima cantidad <strong>de</strong> dineros, exenciones<br />

y liberta<strong>de</strong>s a quien lo <strong>de</strong>scubriese. Diose traza que <strong>de</strong> secreto y sin alboroto se fuesen<br />

escalando todas las casas, sin <strong>de</strong>jar salir a nadie <strong>de</strong> la ciudad, y no aprovechando cosa, me<br />

dijo mi amo: Si supieses algún secreto para <strong>de</strong>scubrir este hurto, diciéndote quién lo hizo,<br />

sin que fuese por relación <strong>de</strong> ningún hombre, yo te daría libertad y dinero. ¿Ha <strong>de</strong> faltar,


200<br />

dije yo, modo para eso, con una carta echadiza, sin firma o con ella? Esto es lo que voy<br />

obviando, dijo mi amo, porque yendo con firma matarán a quien la diere o la firmare; y si<br />

va sin firma atormentarán a todo el pueblo para averiguar cuya es la letra, porque cualquier<br />

aviso ha <strong>de</strong> llegar primero a las manos <strong><strong>de</strong>l</strong> ladrón que a otra ninguna, porque es el mismo<br />

privado suyo; y si lo <strong>de</strong>scubre algún hombre libre le darán garrote, y si esclavo le<br />

quemarán. Las premisas que yo tengo para esta verdad son gran<strong>de</strong>s, y el conocimiento <strong>de</strong> la<br />

parte y <strong>de</strong> su crueldad es <strong>de</strong> muchos años, que aquí más tiemblan <strong>de</strong> Hazén su privado que<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Rey; y así cualquiera modo <strong>de</strong> los ordinarios causará grandísimo daño en <strong>de</strong>scubrirlo. Y<br />

pues siendo este el mayor enemigo que yo tengo, y aun toda la república, no lo <strong>de</strong>scubro, ni<br />

quiero que tú lo <strong>de</strong>scubras; muy excesivos daños se han <strong>de</strong> seguir <strong>de</strong> ello. Pues déjeme<br />

vuesa merced, dije yo, que ya tengo traza para vengar a vuesa merced y <strong>de</strong>scubrir el hurto<br />

sin que nadie pa<strong>de</strong>zca, y <strong>de</strong>je <strong>de</strong> hacerlo como yo quisiere, con darme licencia para hacerlo<br />

a mi modo. Diomela, y tomando un tordo escogido, con todas las partes que ha <strong>de</strong> tener<br />

para buen hablador, encerrelo en un aposento en su jaula, don<strong>de</strong> no pudiese oír pájaros que<br />

le perturbasen, y toda una noche y el día le estuve enseñando a <strong>de</strong>cir: Fulano hurtó el<br />

dinero: fulano hurtó el dinero. Dime tan buena maña, y él tenía tan buen natural, que <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> quince días, en teniendo hambre, para pedir <strong>de</strong> comer <strong>de</strong>cía: Fulano hurtó el dinero. De<br />

suerte se servía <strong>de</strong> lo que le había enseñado para todas sus hambres, o sed, que se había<br />

olvidado <strong>de</strong> su canto natural. Aseguréme bien otros ocho días para que el tordo se asentase<br />

bien en lo aprendido, y yo en la traza que llevaba or<strong>de</strong>nada, que fue importantísima para<br />

librar a mas <strong>de</strong> cien hombres que tenían presos sobre el hurto, inocentes <strong>de</strong> la maldad, y<br />

entre ellos a muchos cautivos españoles e italianos, y <strong>de</strong> otras naciones. Y así viendo que<br />

mi tordo había <strong>de</strong> ser libertador <strong>de</strong> tantos cristianos presos, un viernes que había <strong>de</strong> ir el<br />

Rey a la mezquita, soltelo, y dile libertad para que él la diese a los otros presos. Subióse a la<br />

torre con otros muchos tordos, y entre las algarabías <strong>de</strong> los otros, él comenzó muy apriesa a<br />

<strong>de</strong>cir: Hazén hurtó el dinero, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo todo el día muy apriesa, como se veía en la<br />

libertad que <strong>de</strong>seaba. Fue a oídos <strong><strong>de</strong>l</strong> Rey lo que en la torre <strong>de</strong>cía el tordo. Espantose, y<br />

cuando vino la hora <strong>de</strong> llegar a la mezquita, la primera cosa que oyó fue el nuevo canto <strong>de</strong><br />

mi tordo, que muy a menudo <strong>de</strong>cía: Hazén hurtó el dinero; Hazén hurtó el dinero. Asentose<br />

luego que pues había sido tan secreto, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> tener algo <strong>de</strong> verdad, que como son<br />

agoreros en gran manera, se le puso en los cascos que el gran Mahoma había enviado algún


201<br />

espíritu <strong>de</strong> los que tiene junto a si a <strong>de</strong>clarar aquel caso, por que no pa<strong>de</strong>ciesen tantos<br />

inocentes; pero por no arrojarse sin consejo a la averiguación <strong><strong>de</strong>l</strong> caso, llamó ciertos<br />

agoreros o astrólogos, que ya sabían lo que se había cundido <strong><strong>de</strong>l</strong> tordo, y apretoles a que le<br />

dijesen lo que sentían. Echaron su juicio, y vino también con el <strong><strong>de</strong>l</strong> tordo, que prendió a su<br />

privado, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber confesado en la tortura, y hallado todo el dinero, privó al<br />

privado <strong>de</strong> su privanza, <strong>de</strong>spareciéndolo con mucha aceptación y gusto en toda la ciudad,<br />

que estaba mal con él, no porque supiese mal que a nadie hubiese hecho, que hasta esta<br />

maldad no se supo su malicia, sino por parecerles que todos los rigores que con ellos usaba<br />

el Virrey eran por consejo <strong><strong>de</strong>l</strong> privado, que esta miseria pa<strong>de</strong>cen los que están en lugares<br />

supremos, que la envidia, o los <strong>de</strong>rriba, o los <strong>de</strong>sacredita, siendo así que los verda<strong>de</strong>ros<br />

privados en llegando a la gran<strong>de</strong>za que <strong>de</strong>sean, con el amor y favor <strong>de</strong> sus reyes, luego<br />

acu<strong>de</strong>n a la conservación <strong>de</strong> lo que han alcanzado con acreditarse haciendo bien a la<br />

república. Si bien en las gran<strong>de</strong>s monarquías no pue<strong>de</strong> dilatarse fácilmente esta verdad<br />

hasta que llegue a los que pue<strong>de</strong>n ser jueces <strong>de</strong> ello, para que la manifiesten sin que<br />

cualquiera se atreva a buscar autor a los daños o inconvenientes que o por pecados <strong>de</strong> los<br />

hombres, o por juicios <strong>de</strong> Dios secretos a nuestra capacidad suce<strong>de</strong>n en la república. Un<br />

mo<strong>de</strong>rno estadista, alegando otros antiguos, dice que el príncipe no se ha <strong>de</strong> dar en presa a<br />

su privado, que es no hacer tanto caso <strong>de</strong> él que le fíe su conciencia y sus acciones.<br />

Doctrina contra la misma naturaleza, porque si cualquiera hombre particular naturalmente<br />

<strong>de</strong>sea, y tiene un amigo con quien, amándole, <strong>de</strong>scanse y le <strong>de</strong>scargue <strong>de</strong> algunos cuidados<br />

por la comunicación, ¿por qué ha <strong>de</strong> estar el príncipe privado <strong>de</strong> este bien que los <strong>de</strong>más<br />

tienen? El príncipe valeroso, pru<strong>de</strong>nte y justo necesariamente ha <strong>de</strong> tener junto a sí privados<br />

<strong>de</strong> irreprensible vida; porque si no lo fueren, o los apartará <strong>de</strong> sí, o le mancharán su buena<br />

reputación; pero que sea conocidamente, y con general aplauso recibida la opinión <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

príncipe por santa y justa, y que busquen en el privado qué reprehen<strong>de</strong>r, tengolo por <strong>de</strong><br />

ánimos mal contentos, y aun mal intencionados, y que se reciba a mal que el privado crezca<br />

y medre en bienes y haciendas que los otros no pue<strong>de</strong>n alcanzar.<br />

Considérese que en tan opulenta monarquía como la <strong>de</strong> España, <strong>de</strong> las migajas que se<br />

<strong>de</strong>sperdician <strong>de</strong> la mesa <strong><strong>de</strong>l</strong> príncipe sobra no solamente para aumentar casas ya<br />

comenzadas y gran<strong>de</strong>s, pero para levantarlas <strong>de</strong> muy profundas miserias a lugares altísimos.<br />

Los gran<strong>de</strong>s monarcas, reyes y príncipes nacen subordinados al común or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la


202<br />

naturaleza, y sujetos a las pasiones <strong>de</strong> amar y aborrecer, y han <strong>de</strong> tener amigos a quien<br />

naturalmente se inclinen, que las estrellas son po<strong>de</strong>rosas para inclinar a un amigo más que a<br />

otro, que cuando estas amista<strong>de</strong>s van por la sola elección, no tienen aquella sazón y gusto<br />

que las otras: y siendo superiores los príncipes, como lo son, no han <strong>de</strong> elegir el privado a<br />

gusto ajeno, sino al suyo, y siéndolo, también lo será al gusto <strong>de</strong> los vasallos, cuyo bien<br />

pen<strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> gusto bien or<strong>de</strong>nado <strong><strong>de</strong>l</strong> príncipe: y este se ha <strong>de</strong> seguir sin quebrarse la cabeza<br />

en con<strong>de</strong>nar al uno ni al otro, ni juzgar si es malo o bueno, siendo la norma por don<strong>de</strong> se<br />

han <strong>de</strong> regular los actos <strong>de</strong> la justicia, el gobierno <strong>de</strong> la república y la merced <strong>de</strong> los<br />

vasallos, el premio <strong>de</strong> los buenos y el castigo <strong>de</strong> los malos. Cuanto más que, pues tienen<br />

dos ángeles <strong>de</strong> guarda, y el corazón <strong><strong>de</strong>l</strong> rey está en la mano <strong><strong>de</strong>l</strong> Señor, es <strong>de</strong> creer que los<br />

inclinarán al bien público y paz general. Que las cosas que la ocasión ofrece <strong>de</strong> sucesos <strong>de</strong><br />

fortuna no vienen ni tienen <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la voluntad y administración <strong><strong>de</strong>l</strong> privado, sino<br />

<strong>de</strong> los movedores <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo, que son las causas segundas a quien la primera tiene dado su<br />

po<strong>de</strong>r general, si no es cuando en su tribunal se or<strong>de</strong>na otra cosa. Bueno es que me confiese<br />

un hombre mal asentado peor sentido <strong><strong>de</strong>l</strong> buen modo <strong>de</strong> juzgar que comunicó treinta o<br />

cuarenta años y al que, lo por sus méritos, o por sus diligencias, o por su ventura, llegó a ser<br />

privado, y que habiéndolo alabado <strong>de</strong> virtuoso, apacible y discreto amigo <strong>de</strong> hacer bien, en<br />

viéndole privado, cuando más bien pue<strong>de</strong> ejecutar su inclinación, vuelve la hoja a <strong>de</strong>sdorar<br />

lo que antes doraba y adoraba y venido a averiguar en qué funda su <strong>de</strong>sestimación, o por<br />

mejor <strong>de</strong>cir, su poca constancia en la amistad que antes le tenia, no sabrá respon<strong>de</strong>r, sino<br />

que es una especie <strong>de</strong> envidia fundada en el bien ajeno, o porque no le reparte con él, o<br />

porque le pesa que lo tenga, o por mal entendimiento y peor voluntad. Los privados <strong>de</strong> los<br />

gran<strong>de</strong>s monarcas no pue<strong>de</strong>n tener la memoria <strong>de</strong> todos los conocidos, basta que la tengan<br />

<strong>de</strong> los que hacen diligencia para ello, que los que son <strong>de</strong> mi condición no tienen razón <strong>de</strong><br />

quejarse <strong><strong>de</strong>l</strong> privado, pues ha <strong>de</strong> nacer su bien <strong>de</strong> su cuidado y diligencia; y no teniéndola,<br />

es la queja injustísima. Hay dos géneros <strong>de</strong> privados; unos que <strong>de</strong> principios humil<strong>de</strong>s<br />

subieron a merecer entrarse en la voluntad <strong>de</strong> su príncipe, y estos quieren todo el bien para<br />

sí. Otros que siendo gran<strong>de</strong>s señores han sido muy aceptos y muy queridos <strong>de</strong> su rey, y<br />

estos como nacieron príncipes quieren repartir el bien con todos. Pero los unos y los otros<br />

se han <strong>de</strong> haber con su rey como la yedra con el árbol a quien se ase, que aunque siempre<br />

sube abrazada con él sin jamás <strong>de</strong>jarle, con todo eso nunca le estorba el fruto que


203<br />

naturalmente lleva: y así lo hacen los privados que comenzaron por gran<strong>de</strong>s señores, que<br />

nunca le estorban al príncipe las acciones a que le obliga el lugar en que Dios le puso. Por<br />

don<strong>de</strong> yo creo, y por las razones dichas juzgo que parece que no se podrá engañar el rey en<br />

la elección <strong><strong>de</strong>l</strong> privado, pero podría engañarse el privado en la elección <strong>de</strong> los que le<br />

propusiere a su rey por capaces para la administración <strong>de</strong> los cargos o gobiernos, por estar<br />

en su noticia por tales no siéndolo, engaño en que como hombre se pue<strong>de</strong> caer, y así le<br />

importa para la conservación <strong>de</strong> su crédito y reputación vivir con cuidado, informándose <strong>de</strong><br />

los que pue<strong>de</strong>n ser jueces <strong>de</strong> ello, para que si la elección no saliere tan acertada como se<br />

<strong>de</strong>sea, a lo menos se entienda que no fue acaso, ni por amistad o antojo. Pero tornando a lo<br />

primero, digo, que es terrible caso que quieran los estadistas privar al príncipe <strong>de</strong> tan<br />

gran<strong>de</strong> gusto como es la amistad <strong><strong>de</strong>l</strong> privado, a quien el príncipe naturalmente se inclina,<br />

siendo así que la voluntad está siempre obrando, y tiene un blanco adon<strong>de</strong> mira más que a<br />

otro, en todos los hombres <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y adon<strong>de</strong> halla <strong>de</strong>scanso y alivio.<br />

Descanso XIII<br />

OFRECE la ocasión algunas veces cosas que divierten <strong><strong>de</strong>l</strong> intento principal, como me ha<br />

sucedido en este paréntesis, <strong>de</strong>jando mi historia y tratando cosas que no son <strong>de</strong> mi<br />

profesión, mas <strong>de</strong> conforme naturaleza las dicta y ofrece. Habiendo sucedido en mi buena<br />

suerte salir con lo que se pretendía por el lenguaje <strong>de</strong> mi tordo, mi amo cumplió su palabra<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cumplido el Virrey la suya; y admirándose <strong><strong>de</strong>l</strong> secreto y pru<strong>de</strong>ncia con<br />

que el renegado se hubo en aquel caso, por don<strong>de</strong> excusó el daño <strong>de</strong> tanta gente como había<br />

presa, que si no fuera por la sagacidad suya pereciera él primero, si no fuera por aquel<br />

camino, y muchos <strong>de</strong> los presos sin culpa. Él me dió libertad con mucha voluntad, aunque<br />

contra la <strong>de</strong> su hija, que ya la vi muy inclinada a la verda<strong>de</strong>ra religión, y al hermano, a<br />

quien yo había persuadido la misma verdad, <strong>de</strong> manera que ambos a dos tenían <strong>de</strong>seo <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

bautismo; aunque el padre no se daba por entendido, si lo sospechaba, porque aunque<br />

callaba, sin duda lo <strong>de</strong>seaba. Llamábase el muchacho Mustafá, y la hermana Alima, aunque<br />

<strong>de</strong>spués que yo la pu<strong>de</strong> comunicar y encaminarla a la verdad católica se llamó María. Tuve<br />

lugar <strong>de</strong> hablar con ella a solas con mucho gusto, pero no en cosas lascivas, que nunca tuve


204<br />

intento <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>rla; y por último la aseguré viniendo a España, que por todos los caminos<br />

posibles la avisaría <strong>de</strong> mi estado, y la advertiría <strong>de</strong> lo que le convenía hacer para ser<br />

cristiana como <strong>de</strong>seaba, que enterneciéndose más con su intento principal que conmigo<br />

<strong>de</strong>stiló algunas lágrimas <strong>de</strong> piedad cristiana, y <strong>de</strong> rendida al amor honesto, con que siendo<br />

la última vez que la hablé, me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> su presencia para lo que era comunicarla más, y<br />

ella besando muchas veces el rosario que yo le había dado, dijo, que le guardaría para<br />

siempre. Díjome <strong>de</strong>spués mi amo con muchas muestras <strong>de</strong> amor: <strong>Obregón</strong>, yo no puedo<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> cumplir la palabra que te dí, por haberlo tú merecido, y por la obligación que tengo<br />

<strong>de</strong> ser español, y por las reliquias que me quedaron <strong><strong>de</strong>l</strong> bautismo (y miró alre<strong>de</strong>dor a ver si<br />

le escuchaba alguien) que tan en las entrañas tengo, que ninguno <strong>de</strong> cuantos ves en todo<br />

Argel (<strong>de</strong> los moros hablo) te guardara fe ni palabra, ni te agra<strong>de</strong>ciera lo hecho. Y si el rey<br />

<strong>de</strong> Argel me agra<strong>de</strong>ció y cumplió la promesa que había hecho a quien <strong>de</strong>scubriese el hurto,<br />

es porque es hijo <strong>de</strong> padres cristianos, don<strong>de</strong> la verdad y la palabra inviolable se guardan. Y<br />

por acá esta bárbara nación dice que el guardar la palabra es <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>res, y no <strong>de</strong><br />

caballeros. Y aunque yo te la cumplo, hagolo contra mi voluntad, porque al fin estando tú<br />

aquí tenía con quien <strong>de</strong>scansar en las cosas que no pue<strong>de</strong>n comunicarse. Pero ya que es<br />

fuerza y tú estás inclinado a no estar en Argel, como yo tenía trazado, yo mismo te quiero<br />

llevar a España en mis galeotas, y <strong>de</strong>jarte don<strong>de</strong> puedas con libertad acudir a tu religión.<br />

Ahora es el tiempo propio, en que salen todos en corso; yo habré <strong>de</strong> ir <strong>de</strong>shermanado <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>más, por <strong>de</strong>jarte en alguna <strong>de</strong> las islas más cercanas a España, que más a poniente no<br />

osaré porque me traen muy sobre ojo por toda la costa, don<strong>de</strong> he hecho algunos daños muy<br />

notables: y si el galeón en que venias no tuviera ventura en venirle buen viento, todos<br />

venia<strong>de</strong>s acá. Aprestose mi amo para hacer su viaje, llevando algunos turcos muy valientes<br />

consigo, y muy acostumbrados a ser piratas; y escogiendo buen tiempo, puso la proa hacía<br />

las islas Baleares, <strong>de</strong>jando en las orillas a su mujer e hija muy llorosas, la una<br />

encomendándolo al gran profeta Mahoma, y la otra llamando muy a voces y muy<br />

<strong>de</strong>sconsolada a la Virgen María, que como no había cerca quien pudiese reprehen<strong>de</strong>rla, lo<br />

<strong>de</strong>cía como lo sentía. Yo iba volviendo los ojos a la ciudad, rogando a Dios que algún<br />

tiempo pudiese tornar a ella siendo <strong>de</strong> cristianos, que como yo <strong>de</strong>jaba lo mejor <strong>de</strong> mi<br />

persona en ella, iba, aunque libre, doliéndome <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar entre aquella canalla una prenda que<br />

se pudiera <strong>de</strong>sempeñar con la sangre <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón, pues <strong>de</strong>seaba aprovecharse <strong>de</strong> la <strong>de</strong>


205<br />

Cristo, que aunque la supe <strong>de</strong>jar muy satisfecha y confiada <strong>de</strong> mi voluntad, llevaba entre mí<br />

una batalla que no me <strong>de</strong>jaba acudir a otra cosa sino al pensamiento que me aquejaba por<br />

cruel y <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cido, me martirizaba por ausente, y me acusaba <strong>de</strong>jar un alma cristiana<br />

entre cuerpos moros; pero no sé qué confianza me aseguraba que la había <strong>de</strong> volver a ver<br />

cristiana. Al fin caminamos con felicísimo viento; y como mi amo me vía volver el rostro a<br />

la ciudad, <strong>de</strong>cíame: <strong>Obregón</strong>, paréceme que vas mirando a Argel y echándola maldiciones<br />

por verla tan llena <strong>de</strong> cristianos cautivos, y por eso la llamas ladronera o cueva <strong>de</strong> ladrones<br />

a esta ciudad, pues asegurote que no es el mayor daño el que los corsarios hacen, que al fin<br />

van con su riesgo, y alguna vez van por lana y no vuelven trasquilados, ni por trasquilar.<br />

Que el mayor daño es que por ver que son en Argel bien recibidos, muchos <strong>de</strong> su voluntad<br />

se vienen <strong>de</strong> todas las fronteras <strong>de</strong> África con sus arcabuces, o por necesidad <strong>de</strong> libertad, o<br />

por la falta <strong>de</strong> regalos, o por ser mal inclinados y tener el aparejo tan fácil, que es lastimosa<br />

cosa ver que por la ocasión dicha está llena esta ciudad <strong>de</strong> cristianos <strong>de</strong> poniente y <strong>de</strong><br />

levante; que aunque voy a hacer mal por mi provecho, no puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sentir el daño <strong>de</strong><br />

la sangre bautizada que me tiene trabado el corazón. Otras veces, dije yo, he sentido a<br />

vuesa merced enternecerse en esta materia, como a hombre piadoso <strong>de</strong> corazón y <strong>de</strong> noble<br />

sangre; pero no le veo con mudanza <strong>de</strong> religión, ni con propósito <strong>de</strong> volverse a la inviolable<br />

fe <strong>de</strong> San Pedro que profesaron sus pasados. No quiero, respondió mi amo, <strong>de</strong>cirte que el<br />

amor <strong>de</strong> la hacienda, la hidalguía <strong>de</strong> la libertad, ni la fuerza <strong>de</strong> mujer e hijos, ni los muchos<br />

daños que en mi propia patria he hecho me divierten <strong>de</strong> ello, sino preguntarte, si alguna vez<br />

me has visto curioso en saber qué doctrina enseñabas a mis hijos que por aquí verás cómo<br />

<strong>de</strong>be estar mi fe en mi pecho. Y asegurote que <strong>de</strong> cuantos renegados has visto muy<br />

po<strong>de</strong>rosos, ricos <strong>de</strong> esclavos y hacienda, ninguno <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> saber que va engañado; que la<br />

libertad que tienen tan gran<strong>de</strong>, y las honras y haciendas, en que son preferidos a los <strong>de</strong>más<br />

turcos y moros, los <strong>de</strong>tienen, siendo señores, y mandando lo que quieren, y a quien quieren;<br />

pero saben bien la verdad. Y para prueba <strong>de</strong> esto en tanto que el tiempo refresca en nuestro<br />

favor, te quiero contar lo que sucedió poco tiempo ha en Argel.<br />

Hay aquí un turco muy po<strong>de</strong>roso en hacienda, y abundante en esclavos, venturoso en la<br />

mar, y experimentado en la tierra, llamado Mami Reis, es hombre <strong>de</strong> gentil <strong>de</strong>terminación,<br />

<strong>de</strong> buen talle, liberal y bien quisto. Yendo este en corso por la costa <strong>de</strong> Valencia anduvo<br />

algunos días sin po<strong>de</strong>r encontrar presa en el agua, hasta tanto que los mantenimientos le


206<br />

faltaron; vista la necesidad saltaron en tierra él y sus compañeros con mucho riesgo y<br />

peligro <strong>de</strong> sus personas, porque encendiendo hachas por toda la costa los inquietaron <strong>de</strong><br />

modo que se tornaron al agua, disparando algunas piezas contra la gente <strong><strong>de</strong>l</strong> socorro. Con la<br />

priesa que llevaban se <strong>de</strong>jaron en tierra al señor <strong>de</strong> la galeota y a otro soldado amigo suyo<br />

muy valiente, que viéndose perdidos se entraron en un molino, don<strong>de</strong> hallaron solamente<br />

una doncella hermosísima, que <strong>de</strong> turbada no pudo huir con las <strong>de</strong>más gentes.<br />

Amenazaronla porque no diese voces, y en viendo la costa quieta hicieron la seña que<br />

tenían hacia las galeotas, y en viendo la primera noche vinieron al molino, y antes que<br />

tornase la gente <strong><strong>de</strong>l</strong> rebato cogieron al capitán y su compañero, llevándolos a su galeota<br />

juntamente con la cautiva doncella. La hermosura <strong>de</strong> ella era <strong>de</strong> manera que dijeron, y con<br />

verdad, que tal joya <strong>de</strong> talle y rostro no se había jamás visto en Argel. El capitán, dueño <strong>de</strong><br />

las galeotas, dijo que estimaba en más aquella presa que si hubiera saqueado a toda<br />

Valencia. Ella iba acongojadísima y llorosa, y él diciéndola que no fuese <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cida a su<br />

buena fortuna, pues iba a ser señora <strong>de</strong> toda aquella hacienda y otra mayor y <strong>de</strong> más<br />

importancia, y no a ser esclava como pensaba. Pero la hermosura y apacibilidad <strong><strong>de</strong>l</strong> rostro,<br />

acompañada con una mansa gravedad, era <strong>de</strong> modo que se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que siendo <strong>de</strong> noche<br />

dió luz a toda la galeota, a quien todos se rindieron y humillaron como a cosa divina,<br />

admirándose que Valencia criase tan soberanas prendas. Fuela consolando por toda la<br />

navegación, que el turco sabe hablar un poco la lengua española, y es hombre <strong>de</strong> muy<br />

buena suerte y talle, muy venturoso en cuantas empresas ha acometido, muy rico en tierras,<br />

joyas y dineros, muy acepto a la voluntad <strong>de</strong> todos los reyes <strong>de</strong> Argel. Para abreviar, fuese a<br />

<strong>de</strong>sembarcar, no a la ciudad, sino a una heredad suya <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> recreación <strong>de</strong> viñas y<br />

jardines muy regalados. Ella que se vió tan obe<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> esclavos y amigos <strong><strong>de</strong>l</strong> turco,<br />

parece que se fue ablandando y <strong>de</strong>jando la tristeza que le había causado el cautiverio. Vino<br />

andando el tiempo a querer bien a su amo, y a casarse con él, <strong>de</strong>jando su religión verda<strong>de</strong>ra<br />

por la <strong><strong>de</strong>l</strong> marido, en que vivió con grandísimo gusto seis años o siete, querida, servida,<br />

regalada, llena <strong>de</strong> joyas y perlas, y muy olvidada <strong>de</strong> haber sido cristiana. Por cuya<br />

contemplación se hicieron y hacían cada día alegrísimas fiestas <strong>de</strong> cañas y otras<br />

invenciones, porque su condición se parecía mucho a su cara, y la cara se aventajaba a<br />

todas las <strong>de</strong> Argel, <strong>de</strong> manera, que si no se casara luego con ella, se la quitaran para<br />

enviarla al gran Turco. Pues viviendo con toda esta idolatría, siendo su gusto la norma con


207<br />

que todos vivían, había allí un esclavo <strong>de</strong> Menorca, hombre <strong>de</strong> suerte, que como los <strong>de</strong>más<br />

comunicaba con ella: vino su rescate, y el buen hombre fuese a <strong>de</strong>spedir <strong>de</strong> ella, y<br />

preguntóle en qué lugar había <strong>de</strong> residir él se lo dijo, y ella le mandó que viviese con<br />

cuidado para lo que sucediese. Él, que no era lerdo, la entendió, y yéndose a Menorca, vivió<br />

con él todo el tiempo, que pasó, hasta que tuvo ella modo como escribirle una carta a<br />

Menorca, en que le <strong>de</strong>cía que viniese con un bergantín, bien puesto, a la heredad <strong>de</strong> su<br />

marido, a media noche para tal día. Como llegó el tiempo en que todos salen <strong>de</strong> Argel en<br />

corso, su marido armó sus galeotas con trescientos esclavos, muy hombres <strong>de</strong> hechos,<br />

llevando vestidos a la española, y fue a su ventura, azotando las olas con mucha gallardía,<br />

mirándolo su mujer, y dándole mil favores <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una torre <strong>de</strong> su propia casa. El tiempo era<br />

muy caluroso, y el día que tenía concertado en la carta se acercaba. Fingióse muy afligida<br />

<strong>de</strong> la ausencia y <strong><strong>de</strong>l</strong> calor, y dijo a sus esclavos y gente que se quería ir a consolar a su<br />

heredad y jardines, y llevó consigo, como para estar muchos días, algunos cofres, don<strong>de</strong><br />

iban vestidos, joyas y dineros y toda la riqueza <strong>de</strong> oro y plata que había en su casa, don<strong>de</strong><br />

estuvo algunos días regalándose a sí y a sus esclavos y mujeres, que si antes la querían<br />

mucho, entonces la adoraban. Llegó la noche que tenía concertada sin haberse <strong>de</strong>scubierto a<br />

nadie, con tan gran<strong>de</strong> sagacidad y secreto, que ni aun por el pensamiento se pudiera<br />

imaginar su <strong>de</strong>terminación, y puesta a una ventana aguardó hasta las doce <strong>de</strong> la noche, sin<br />

dormir ni pegar sus ojos, que vió un bulto que venía <strong>de</strong> hacia la mar: hizo la seña que estaba<br />

concertada por la carta, y acudiendo bien a ella el hidalgo, dijo: Ea, que aquí está el<br />

bergantín. Entonces la <strong>de</strong>terminada señora habló con toda la brevedad que pudo a sus<br />

esclavos, diciendo: Hermanos y amigos, comprados con la sangre <strong>de</strong> Jesucristo; mi<br />

<strong>de</strong>terminación es esta, el que quisiere libertad y vivir como cristiano, sígame hasta España.<br />

Respondió por todos un gran soldado cautivo, natural <strong>de</strong> Málaga: Señora, todos estamos<br />

<strong>de</strong>terminados <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer vuestro mandamiento; pero mirad el peligro en que os ponéis y<br />

nos ponéis, que ya las torres dan aviso, y en amaneciendo cuajarán la mar <strong>de</strong> galeotas, y nos<br />

darán caza sin duda. a que ella respondió: Quien me puso esto en el corazón me guiará a<br />

salvamento; y cuando no suceda, más quiero ser manjar <strong>de</strong> horribles monstruos marinos en<br />

los profundos abismos <strong>de</strong> las profundas cavernas <strong><strong>de</strong>l</strong> mar, muriendo cristiana, que ser reina<br />

<strong>de</strong> Argel contra la religión, que profesaron nuestros pasados. Y sirviendo la hermosísima<br />

mujer <strong>de</strong> valeroso capitán, alentó a sus esclavos <strong>de</strong> manera que en un instante llevaron al


208<br />

bergantín los cofres y riquezas, <strong>de</strong>jando muertos a puñaladas a una negra y a dos turquillos<br />

que daban voces juntos los esclavos, que ya no lo eran, con los que venían en el bergantín,<br />

todos hombres honrados y <strong>de</strong> gran pecho, se confortaron <strong>de</strong> manera unos a otros, que el<br />

bergantín volaba con la fuerza <strong>de</strong> los remos y el viento que ayudaba.<br />

En sabiéndose el caso en Argel, que fue luego, echaron tras ellos cuarenta o cincuenta<br />

galeotas, llevando cada cual su centinela en la gavia y en la entena, que entendieron dar<br />

luego con el bergantín; más parece que Dios o lo guió o lo hizo invisible; pues fuera <strong>de</strong> la<br />

diligencia dicha, su marido Mami Reís andaba por las islas, y ni los unos ni los otros dieron<br />

con el bergantín, hasta que al amanecer se hallaron entre las dos galeotas <strong>de</strong> su marido, que<br />

para la tierra a<strong>de</strong>ntro llevaba su gente vestida a la española. Ella con gran presteza y<br />

sagacidad mandó que los <strong>de</strong>más que iban en el bergantín con los esclavos se pusiesen como<br />

turcos, para que pudiesen huir dando a enten<strong>de</strong>r que huían <strong>de</strong> españoles fue gallarda y<br />

astuta la advertencia, porque viendo Mami Reís que huían <strong>de</strong> él se holgó, diciendo: Sin<br />

duda parecemos españoles, pues aquel bergantín <strong>de</strong> turcos se huye <strong>de</strong> nosotros, y con<br />

gran<strong>de</strong> risa celebraron la huida <strong><strong>de</strong>l</strong> bergantín, que con esta traza se libraron, y llegaron a<br />

España, don<strong>de</strong> está muy rica y contenta, haciendo gran<strong>de</strong>s limosnas <strong>de</strong> la hacienda <strong>de</strong> su<br />

marido: y aunque en Argel sucedió otro caso semejante a este, fue con más po<strong>de</strong>r y menos<br />

circunstancias. Ya sabes a que propósito te he contado este caso, sucedido poco tiempo ha,<br />

y sin duda yo creo que ninguno hay que no tenga estampada en el corazón la primera<br />

religión que profesó, digo <strong>de</strong> los bautizados, si bien esta mujer mostró más que todos aquel<br />

pecho varonil, y <strong>de</strong>terminación cristiana. No me espanto, dije yo, que esa señora haya<br />

tenido tan gran<strong>de</strong> valor en su <strong>de</strong>terminación, que es propio <strong>de</strong> mujeres poner por obra lo<br />

que se les pone en la testa, ni que haya vencido en atrevimiento a los hombres, ni <strong>de</strong> que<br />

tuviese traza para ejecutar su intento, que todo eso es creíble en su natural inclinación. Lo<br />

que me admira es que haya tenido capacidad para guardar el secreto tanto tiempo, que es<br />

mas dificultoso en las mujeres guardar el secreto que guardar la castidad; porque ninguna se<br />

escapa <strong>de</strong> tener una amiga con quien comunica lo pasado, presente y veni<strong>de</strong>ro. Que lo otro<br />

no fue más <strong>de</strong> encajársele en la cabeza que lo había <strong>de</strong> hacer, porque carecía <strong><strong>de</strong>l</strong> discurso<br />

que había menester un caso tan arduo, importante y peligroso, que se atrevía a su marido, a<br />

los corsarios y a todo Argel, a todas las olas y borrascas <strong><strong>de</strong>l</strong> mar Mediterráneo, a las bestias<br />

marinas jamás vistas, ni conocidas en su elemento, ni fuera <strong>de</strong> él, y todo esto no fue tan


209<br />

gran<strong>de</strong> hazaña como no revelar todo el secreto que tanto importaba. Todo eso, dijo mi amo,<br />

es verdad, pero una cosa me hace más contradicción, y es: ¿Cómo esa, siendo doncella, no<br />

tuvo valor para huir <strong><strong>de</strong>l</strong> molino con las <strong>de</strong>más cuando la cautivaron, y lo tuvo <strong>de</strong>spués para<br />

empren<strong>de</strong>r un hecho tan heroico? A eso, dije yo, es fácil la respuesta, porque cuando esa<br />

señora era doncella, con la frialdad natural que todas ordinariamente tienen, la trabó el<br />

temor los miembros y venas <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, <strong>de</strong> manera que no pudo huir, ni aun moverse <strong>de</strong> su<br />

lugar: pero <strong>de</strong>spués que se casó, y la abrigó la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> calor <strong><strong>de</strong>l</strong> marido, mejoró su<br />

naturaleza, y cobró espíritu para acometer esa empresa tan difícil. Y <strong>de</strong> todas las mujeres <strong>de</strong><br />

quien se hace mención en la antigüedad no se sabe que fuesen doncellas, ni aun se pue<strong>de</strong><br />

creer. ¿Pues las Amazonas, preguntó mi amo, no se dice que fuesen doncellas? Señor no,<br />

respondí yo, ni en tanto que lo eran salían a las batallas, sino ejercitándose, no en ocio, ni<br />

en lanificio, sino en cazas <strong>de</strong> fieras, en andar a caballo, usando <strong>de</strong> la lanza, arco y saeta; y<br />

para hacerse más fieras, se mantenían <strong>de</strong> tortugas y lagartos: y en siendo <strong>de</strong> edad para ello<br />

se mezclaban con los varones circunvecinos: y si <strong><strong>de</strong>l</strong> concúbito parían hijo varón, o le<br />

mataban, o le mancaban <strong>de</strong> manera que no quedase para ejercicio <strong>de</strong> hombre; y si parían<br />

hembra, porque no fuese impedimento para tirar al arco, le sacaban o cortaban el pecho<br />

diestro, que eso quiere <strong>de</strong>cir Amazonas, Id est, sine ubere, sin teta; pero ninguna <strong>de</strong> ellas<br />

por sí sola hizo tan gran<strong>de</strong> hazaña como esta valenciana.<br />

Descanso XIV<br />

COMO los esclavos y compañeros iban dormitando, tuvimos lugar y espacio mi amo y<br />

yo para tratar esta materia y otras, con que se venció el sueño. Habiendo reposado un tanto,<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos horas <strong>de</strong>scubrimos las islas Baleares, Mallorca y Menorca, Ibiza, y otras islas<br />

pequeñas; pero no nos acercamos a Mallorca, por el cuidado con que aquella isla vive,<br />

hasta ser <strong>de</strong> noche: y aunque aguardamos a esto, fue menester apresurarnos, porque si bien<br />

se parecieron presto, había bien que trabajar para llegar a ellas. Acercámonos a Mallorca<br />

por mejor, y para él fue peor, porque al <strong>de</strong>spuntar <strong>de</strong> un risco estaba en él una centinela que<br />

dió aviso a las galeras <strong>de</strong> Génova, que andaban por coger a mi amo, y aunque se acercaba la


210<br />

noche, comenzaron a batir los remos con gran<strong>de</strong> furia hacia nosotros. Mi amo viéndose<br />

perdido pasóse a la otra galeota, llevando consigo la más granada gente que traía en ambas,<br />

y diome a mí cargo <strong>de</strong> mirar por la que me <strong>de</strong>jaba con poca gente, confiándose que<br />

hablando yo español podría respon<strong>de</strong>r a propósito, y tener algún remedio la galeota. De<br />

suerte, que me <strong>de</strong>jó por estorbo para que hiciesen la presa en mí, y se pudiese librar.<br />

Sucedióle como él lo había pensado, porque como hombre astuto y muy práctico en toda la<br />

costa, no se hizo a la mar, sino a la isla, que como era casi <strong>de</strong> noche, <strong>de</strong> caleta en caleta se<br />

fue escondiendo, y en obscureciendo se hizo a la mar y se escapó. La galeota en que yo<br />

había quedado, como no llevaba gente que bogase, sino muy poca, y la más ruin, fuese<br />

quedando tanto, que las galeras pudieron tirar una pieza para que nos rindiéramos.<br />

Parámonos, y en llegando cerca yo, muy alentadamente, y en bien claro español, dije:<br />

Rendidos somos. Pues a vos buscamos, dijeron las galeras, llamándome por mil nombres<br />

infames, que realmente como la galeota era aquella en que siempre andaba mi amo, y hablé<br />

tan claro español, me tuvieron por el renegado. Echaron al remo todos los turcos, canalla<br />

que hallaron conmigo, y a mi pensando que habían dado con lo que buscaban, me<br />

maniataron para llevarme a Génova y hacer en mí un gran castigo. Decíame el capitán <strong>de</strong> la<br />

capitana: Quante volte habete seampato la vita, can renegato, a<strong>de</strong>so non scamparate, se<br />

non impiccato? Señor, dije, mire V. S. que yo no soy el renegado que V. S. piensa, sino un<br />

pobre español esclavo suyo. Por la <strong>de</strong>fensa cargaron sobre mí tantos palos que me<br />

obligaron a <strong>de</strong>cir: Dicen que Génova es monte sin leña; pero harta ha habido para mí ahora.<br />

Riéronse dos músicos españoles que traía el general en su galera <strong>de</strong> mi respuesta, y más <strong>de</strong><br />

la paciencia con que lo llevé: uno <strong>de</strong> los cuales conocía yo muy bien, y entre ellos, por lo<br />

que les <strong>de</strong>claró uno <strong>de</strong> los músicos, también hubo alguna risa. Yo me arrimé a un rincón<br />

maniatado, y dando gracias a Dios que tantas veces me veía ejercitado en trabajos y<br />

miserias; que las <strong>de</strong>sdichas nos traen a la memoria las misericordias <strong>de</strong> Dios, y no los<br />

pecados por que las merecemos; que si quisiésemos advertir cuánto mayores son que los<br />

trabajos que Dios nos envía, nos consolaríamos, y no nos quejaríamos <strong>de</strong> los instrumentos<br />

que Dios toma para castigarnos, que son sus invenciones tan secretas y tan gran<strong>de</strong>s que nos<br />

ponen en cuidado <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar por don<strong>de</strong> nos vino el daño, y no por don<strong>de</strong> lo teníamos<br />

merecido, y es tan piadoso en el castigo, que no quiere infamarnos por lo que merecemos,<br />

sino darnos en que merecer por lo que sufrimos, y llevar en paciencia lo que no habemos


211<br />

pecado, que su misericordia a todo esto se extien<strong>de</strong>, que nos ejercita en lo que no pecamos<br />

para <strong>de</strong>scuento <strong>de</strong> lo que merecemos en lo que pecamos, y luego echarnos la culpa a<br />

aquellos por cuya mano viene el justo castigo <strong>de</strong> Dios, que con lo que no habemos hecho<br />

nos castigó lo que habemos hecho, por estimar en tanto nuestra honra que no quiere muchas<br />

veces castigarnos por los mismos filos que nos matan interiormente, porque no nos<br />

<strong>de</strong>sconsolemos, ni lo tengamos por ejecutor cruel. Acuérdome yo ahora <strong>de</strong> las <strong>de</strong>sventuras<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño me han seguido, y no me acuerdo <strong>de</strong> los <strong><strong>de</strong>l</strong>itos <strong>de</strong> mi juventud. Viéneme a<br />

la memoria cuanto bien he hecho a algunos hombres en esta vida, y que por estos mismos<br />

han venido muchos males, porque Dios toma semejantes instrumentos para confusión y<br />

castigo <strong>de</strong> pecados cometidos con ignorancia o con malicia. Yo estoy ahora en fama <strong>de</strong><br />

renegado, y maniatado, agraviado injustamente por un astuto y endiablado hombre, precito<br />

y <strong>de</strong>scomulgado; y si quiero volver los ojos atrás veo que merezco estos y otros mayores<br />

castigos <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Dios. a esto llegó un bellaco <strong>de</strong> un cómitre, y dándome con un<br />

rebenque, me dijo: ¿Qué habla el perro entre dientes? Callé porque no segundase. El señor<br />

Marcelo Doria, que era general y movido a misericordia, dijo que hasta averiguar quién era<br />

no me tratasen mal. Yo como vi la puerta abierta a la piedad, dije: Suplico a vuestra<br />

excelencia, pues la <strong>de</strong>fensa natural es concedida a todos, se me conceda a mí, que yo sé que<br />

en sabiendo vuestra excelencia lo que soy, no solamente no pa<strong>de</strong>ceré en manos <strong>de</strong> un tan<br />

gran príncipe, pero espero en Dios que me tiene <strong>de</strong> honrar más que merezco. Yo daré en<br />

Génova, y aun en esta galera, testigos que me conocieron en la corte <strong><strong>de</strong>l</strong> rey Católico en el<br />

tiempo que este renegado andaba haciendo mal en todas estas costas, y sera uno <strong>de</strong> ellos el<br />

señor Julio Espinola, el embajador. Hízome <strong>de</strong>satar, y habló conmigo, preguntándome todo<br />

lo que <strong>de</strong>seaba saber <strong><strong>de</strong>l</strong> renegado: yo le dije la astucia con que se había escapado, con que<br />

satisfice algo <strong>de</strong> mi persona, y puso mucha culpa a los que no siguieron la empresa.<br />

Tornéme a mi rinconcillo, aunque no maniatado, y púseme en cluquillas, las dos manos en<br />

el rostro, y los codos en las rodillas, porque no me conociese el músico, pensando en mil<br />

cosas. Yendo navegando hacia Génova, viendo que ya se habría dado noticia en Argel que<br />

las galeras <strong>de</strong> Génova corrían la costa, pasamos el golfo <strong>de</strong> León con una poca <strong>de</strong> borrasca,<br />

y habiéndolo atravesado <strong>de</strong> punta a punta, mandó el general a los músicos que cantasen, y<br />

tomando sus guitarras, lo primero que cantaron fue unas octavas mías que se glosaban:<br />

El bien dudoso, el mal seguro y cierto.


212<br />

Comenzó el tiple, que se llamaba Francisco <strong>de</strong> la Peña, a hacer excelentísimos pasages<br />

<strong>de</strong> garganta, que como la sonata era grave había lugar para hacerlos, y yo a dar un suspiro a<br />

cada cláusula que hacían. Cantaron todas las octavas, y al último pie que dijeron:<br />

El bien dudoso, el mal seguro y cierto,<br />

ya no pu<strong>de</strong> contenerme, y con un movimiento natural inconsi<strong>de</strong>radamente, dije: Todavía<br />

me dura esa <strong>de</strong>sdicha. Como fue en alta voz, miró el Peña, que por venir yo tan disfrazado<br />

<strong>de</strong> cara y <strong>de</strong> vestido, y por ser él corto <strong>de</strong> vista, no me había conocido antes, y en viéndome,<br />

sin po<strong>de</strong>r hablar palabra, hume<strong>de</strong>cidos los ojos, me abrazó, y fue al general, diciendo: ¿Á<br />

quién piensa V. E. que traemos aquí? ¿Á quién? preguntó el general. Al autor, dijo Peña, <strong>de</strong><br />

esta letra y sonata, y <strong>de</strong> cuanto le habemos cantado a V. E. ¿Qué <strong>de</strong>cís? Llamadle acá.<br />

Lleguéme con arta vergüenza, pero con animo alentado, y preguntóme el general: ¿Cómo<br />

os llamáis? <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, respondí yo: el Peña, hombre que siempre profesó verdad<br />

y virtud, llegó al general y le dijo: Fulano es su propio nombre, que por venir tan mal<br />

parado <strong>de</strong>be <strong>de</strong> disfrazarlo. Espantóse el general <strong>de</strong> ver un hombre <strong>de</strong> quien tenía tanta<br />

noticia en tan humil<strong>de</strong> traje, y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> tantos trabajos y tan injustamente maniatado.<br />

Preguntóme la causa <strong>de</strong> ello, y yo con mucha paciencia y humildad le conté todo lo<br />

sucedido, porque el galeón <strong><strong>de</strong>l</strong> Duque <strong>de</strong> Medina había parado en el Final. Hízome mucha<br />

merced, particularmente trastejándome <strong>de</strong> vestidos. Y en llegando a Génova visité a julio<br />

Espinola el embajador, cuya amistad yo había profesado en la corte <strong>de</strong> España, que<br />

certificado Marcelo Doria <strong>de</strong> esta verdad, ambos me hicieron merced <strong>de</strong> acomodarme <strong>de</strong><br />

dinero y cabalgadura para Milán; pero primero quise ver aquella república tan rica <strong>de</strong><br />

dineros y antigüedad, <strong>de</strong> nobles y antiquísimas casas, <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> emperadores y<br />

gran<strong>de</strong>s señores, y <strong>de</strong> la mayor nobleza <strong>de</strong> Italia; como son Dorias, Espinolas, Adornos, <strong>de</strong><br />

cuya notabilísima familia hay un ramo en Jerez <strong>de</strong> la Frontera, emparentado con gran<strong>de</strong>s<br />

caballeros españoles, y señalado con el hábito <strong>de</strong> Calatrava y las <strong>de</strong>más ór<strong>de</strong>nes, como don<br />

Agustín Adorno, caballero tan virtuoso como principal. Y como mi intento no era parar allí,<br />

dispúseme para proseguir mi viaje a Milán, para don<strong>de</strong> había salido <strong>de</strong> España,


213<br />

Relación tercera <strong>de</strong> la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Obregón</strong><br />

YO, que <strong>de</strong> cautivo, esclavo y maltratado, an presto me vi con dineros y bien puesto <strong>de</strong><br />

vestidos, <strong>de</strong>seaba ya ar<strong>de</strong>ntísimamente llegar a don<strong>de</strong> mis amigos me viesen libre, y<br />

supiesen los trabajos y favores <strong>de</strong> que la fortuna había usado conmigo. Y así en habiendo<br />

visto la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> aquella república, y tomado el <strong>de</strong>scanso que tan gran<strong>de</strong> cansancio<br />

pedia, cogí mi cabalgadura y Victorino, o mozo <strong>de</strong> mulas, y aviándome para Milán, subí<br />

por aquellas montañas <strong>de</strong> Génova, tan ásperas y encumbradas como las <strong>de</strong> Ronda. Y en<br />

habiendo pasado por San Pedro <strong>de</strong> Arenas, ya que anochecía, fue tan gran<strong>de</strong> la piedra y<br />

agua que nos cogió, que perdimos el camino en parte don<strong>de</strong> fuera fácil el <strong>de</strong>speñarnos hasta<br />

los profundos ríos, crecidos con la gran<strong>de</strong> avenida, yendo a dar a la furia <strong><strong>de</strong>l</strong> mar; porque<br />

los arroyos que se juntaron <strong>de</strong> la tormenta <strong><strong>de</strong>l</strong> granizo y agua eran bastantes para mucho<br />

más que esto. No veíamos luz sino por los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> caballo que nos guiaban, que es la peor<br />

bestia para caminar, <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, que en Italia se camina con ellos. Y con la poca gana que<br />

llevaba se arrimaba a cualquier árbol que topábamos, o se arrojaba por don<strong>de</strong> se le<br />

antojaba. De suerte que yo me apeé, y en unos árboles que tenían gran<strong>de</strong>s troncos y muchas<br />

ramas, trabadas unas con otras, nos arrimamos hasta esperar que, o la tempestad cesase o<br />

viésemos alguna claridad o luz que nos guiase a salvamento. El Victorino, aunque práctico<br />

en la tierra, estaba tan turbado, que había perdido los memoriales, y yo las esperanzas <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r movernos <strong>de</strong> allí hasta la mañana. Corría el agua <strong>de</strong> nosotros por la carne como <strong>de</strong><br />

cueros <strong>de</strong> curtidura grandísimo rato con este trabajo; pero no pudimos gozar <strong>de</strong> la sombra<br />

<strong>de</strong> los acopados árboles, porque corría más agua <strong>de</strong> ellos que <strong>de</strong> nosotros, que todo lo<br />

rendía el tiempo insufrible y borrascoso. Estando en esta suspensión <strong>de</strong> ánimo congojoso,<br />

oímos <strong>de</strong>cir cerca <strong>de</strong> nosotros: Guarda la vita. Como tan cerca sonó, miré por entre las<br />

ramas, y vi que a las espaldas <strong>de</strong> los árboles parecía una luz que salía <strong>de</strong> tres casas, don<strong>de</strong> el<br />

caballo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber posado otras veces, y aunque por malos pasos, nos había guiado allí.<br />

El espacio era poco, y en un instante corriendo nos pusimos en las casas, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salieron


214<br />

con gran<strong>de</strong> cuidado a ofrecernos alojamiento: y don<strong>de</strong> no pensamos hallar agua, hallamos<br />

muy gentiles capones, que todas las naciones extranjeras hacen esta ventaja a España en las<br />

posadas y regalo <strong>de</strong> los caminantes. Cenamos muy bien: yo pedí un jarro <strong>de</strong> agua, y<br />

trujéronmela <strong>de</strong> una fuente que nacía junto a las mismas casas, caliente baheando, hícela<br />

poner a una ventana, que aunque el tiempo no estaba tan frío, la borrasca y granizo lo había<br />

trocado, y en un instante se enfrió, y aun heló el jarro <strong>de</strong> agua. Bebilo, y el huésped trajo<br />

allí <strong>de</strong> las otras casas dos testigos, y viéndome beber otro jarro <strong>de</strong> agua fría, les dijo:<br />

Señores, para esto os he traído, porque si este señor español muriere <strong>de</strong> estos jarros <strong>de</strong> agua<br />

fría, no digan que yo le he muerto. Reíme, juzgando que lo <strong>de</strong>cía por aborrecer el agua, o<br />

por amar el vino, y no fue sino por la razón que el hostalero dijo <strong>de</strong>spués. Pregunté como<br />

nuevo en Italia, por qué razón quería que no bebiese agua quien casi siempre la había<br />

bebido y bebía. Respondió que las aguas <strong>de</strong> España eran más <strong><strong>de</strong>l</strong>gadas y <strong>de</strong> más fácil<br />

digestión que las <strong>de</strong> Italia, que tienen más humedad. Y es <strong>de</strong> creer que, pues gente <strong>de</strong> tan<br />

gentil discurso como la italiana no osa beberla sola, halla en ella algún daño. Yo conocí un<br />

caballero italiano, que cuando vino a España no había bebido gota <strong>de</strong> agua, y estando en<br />

España no bebió gota <strong>de</strong> vino, que las aguas, ora sean <strong>de</strong> río, ora <strong>de</strong> fuente, toman la calidad<br />

buena o mala <strong>de</strong> la tierra o minerales por don<strong>de</strong> pasan. Las <strong>de</strong> España, por ser esta<br />

provincia tan favorecida <strong><strong>de</strong>l</strong> sol, y consumir las humeda<strong>de</strong>s con tanta violencia, son<br />

bonísimas, fuera <strong>de</strong> que ordinariamente pasan por minerales <strong>de</strong> oro, como se parece en las d<br />

e Sierra-Bermeja, que la misma sierra está <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo color, y son excelentísimas; o pasan<br />

por minerales <strong>de</strong> plata, que son bonísimas, como las <strong>de</strong> Sierra-Morena, que se verifica en<br />

las <strong>de</strong> Guadalcanal; o por minerales <strong>de</strong> hierro, como es en Vizcaya, que son saludables. Y<br />

en resolución, no hay agua en España que sea mala, sea <strong>de</strong> fuente o sea <strong>de</strong> río, que <strong>de</strong><br />

lagunas y lagos, o encharcadas, ni las hay ni las beben: antes parece que para mayor<br />

gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> la misericordia <strong>de</strong> Dios, una laguna <strong>de</strong> más <strong>de</strong> una legua, que está cerca <strong>de</strong><br />

Antequera, que todos los años se hace sal, tiene junto a si la mejor y más sana agua que se<br />

conoce en lo <strong>de</strong>scubierto, que se llama la fuente <strong>de</strong> la Piedra, porque la <strong>de</strong>shace. Y en<br />

Ronda, otra fuentecilla, que llaman <strong>de</strong> las Monjas, que nace mirando al Oriente, y en un<br />

cerro, en bebiéndola luego <strong>de</strong>shace la piedra, y en el mismo día salen las arenas, y <strong>de</strong> esta<br />

se pue<strong>de</strong> escribir un grandísimo volumen. Pero lo que el hostalero me dijo fue tan verdad,<br />

que en todo el tiempo que estuve en Lombardía, que fueron más <strong>de</strong> tres años, ni tuve salud,


215<br />

ni me faltó dolor <strong>de</strong> cabeza perpetuo, por el agua que bebía. Y verificose el día siguiente,<br />

que yendo caminando, en todos los charquillos que se habían hecho <strong><strong>de</strong>l</strong> gran<strong>de</strong> turbión <strong>de</strong><br />

agua había animalejos, como sapillos, renacuajos y otras sabandijas, engendradas en tan<br />

poco espacio, que es causa <strong>de</strong> la mucha humedad maliciosa <strong><strong>de</strong>l</strong> terruño. Y en aquellos fosos<br />

<strong>de</strong> Milán se ven unas bolas <strong>de</strong> culebras en mucha cantidad, engendradas <strong>de</strong> la bascosidad y<br />

putrefacción <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, y la humedad gruesa <strong>de</strong> la misma tierra.<br />

Descanso I<br />

PERO ya, <strong>de</strong>jando esta materia, fuimos caminando por el Ginovesado mi mozo <strong>de</strong> mulas<br />

y yo, hasta que topamos con unos labradores, que preguntados por dón<strong>de</strong> tomaríamos el<br />

camino, que habíamos errado la noche antes, nos dijeron un disparate para engañarnos, y<br />

que anduviésemos perdidos más tiempo. El mozo entendió la burla, y dijo que nos<br />

engañaban. Pero yo, no tornándolo por burla, <strong>de</strong>shonrélos en mal lenguaje italiano, y ellos<br />

que eran muchos, cargáronse <strong>de</strong> piedras; yo me apeé, y di una cuchillada a uno: el mozo<br />

cogió su caballo, y <strong>de</strong>jome entre ellos, que como era <strong>de</strong> su nación no quiso ser testigo <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

caso, y ellos cargaron sobre mí, porque <strong>de</strong>slicé y caí en el suelo, y maniatándome, dieron<br />

conmigo en el lugar más cercano que era muy gran<strong>de</strong> y muy poblado. Representaron la<br />

sangre <strong><strong>de</strong>l</strong> herido, y echáronme una ca<strong>de</strong>na y grillos muy pesada. Esta vez no me quise<br />

quejar <strong>de</strong> mi mucha <strong>de</strong>sdicha, sino <strong>de</strong> mi poca consi<strong>de</strong>ración que estando en tierra no<br />

conocida, quise hacer lo que no hiciera en la mía: que los españoles en estando fuera <strong>de</strong> su<br />

natural se persua<strong>de</strong>n a enten<strong>de</strong>r que son señores absolutos. Yo que no tenía <strong>de</strong> quien, ni a<br />

quién quejarme, volví contra mí las piedras que los contrarios podían tirarme: vime cargado<br />

<strong>de</strong> los hierros que no tuve en Argel, siendo enemigos <strong>de</strong> la fe y <strong>de</strong> los que la profesan, sin<br />

po<strong>de</strong>r volver los ojos a quien me mirase <strong>de</strong> buena gana. Que por la misma razón que<br />

pensamos ser señores <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, somos aborrecidos <strong>de</strong> todos. Quien va a tierras ajenas<br />

tiene obligación <strong>de</strong> entrar en ellas con gran<strong>de</strong> tiento, que ni las leyes son las mismas, ni las


216<br />

costumbres semejantes, ni las amista<strong>de</strong>s se guardan don<strong>de</strong> no hay conocimiento. Y es<br />

averiguada cosa que aunque los reinos y repúblicas se guar<strong>de</strong>n el respeto y amistad que<br />

profesan entre sí, no corre lo mismo en los particulares, que ordinariamente se <strong>de</strong>sdoran, y<br />

tienen enemista<strong>de</strong>s unos con otros: y tanto más, cuanto más se ven, sin razón o con ella,<br />

supeditados. Eché <strong>de</strong> ver que la paciencia es virtud corriente para todas las cosas <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo, pero más para tratar con gentes no comunicadas. Tiene el forastero necesidad <strong>de</strong> ser<br />

muy afable y comedido con crianza, y ha <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho en las cosas, que don<strong>de</strong><br />

está no sabe si son buenas o malas: con semblante alegre, cólera enfrenada, viene<br />

fácilmente en el conocimiento <strong>de</strong> lo que ignoramos en las tierras cuyas costumbres no han<br />

venido a nuestra noticia. Yo me vi afligidísimo, sin ver a quién po<strong>de</strong>r dar parte <strong>de</strong> mis<br />

trabajos. Llamabanme <strong>de</strong> marrano muy cerca <strong>de</strong> mí, y la más honrada sentencia era que me<br />

habían <strong>de</strong> dar garrote <strong>de</strong> secreto. El carcelero parecía hombre corriente, pero no hallaba por<br />

don<strong>de</strong> entrarle para consolarme con él. Estuve pensando qué modo tendría, y acor<strong>de</strong>me que<br />

esta nación es codiciosa sobremanera, y que por allí podría echar algún cartabón para mi<br />

remedio. Llevaba en la faldriquera algunos escudos que saqué <strong>de</strong> Génova. Andaban allí dos<br />

niños <strong><strong>de</strong>l</strong> carcelero muy graciosos, y acordándome cuán buen rostro muestran los padres a<br />

quien hace bien a sus hijos, di a cada niño un escudo: aquí abrió los ojos el padre<br />

agra<strong>de</strong>ciéndolo mucho, y aun muchísimo, que me dió buena esperanza <strong>de</strong> salir con lo que<br />

había pensado. Díjome: V. S. <strong>de</strong>be ser muy rico. ¿En qué lo echáis <strong>de</strong> ver? pregunté yo. En<br />

la liberalidad, respondió, con que habéis dado a esos niños moneda que aun los hombres<br />

mal conocernos por acá. Pues si esto estimáis siendo tan poco, ¿qué haréis cuando sepáis lo<br />

<strong>de</strong>más? y sacando dineros, díselos a él, y díjele: Porque me parecéis hombre <strong>de</strong> buen<br />

discurso os quiero <strong>de</strong>cir quién soy, que <strong>de</strong> esta niñería no tenéis que hacer caso. Yo he<br />

alcanzado lo que todos los filósofos andan buscando y no acaban <strong>de</strong> dar con ello, pero<br />

primero me habéis <strong>de</strong> hacer juramento <strong>de</strong> en ningún tiempo <strong>de</strong>scubrirme. Él lo hizo<br />

solemnísimamente, y con gran<strong>de</strong>s ansias me preguntó, qué era lo que quería <strong>de</strong>cirle, y le<br />

respondí: Sé hacer la piedra filosofal que convierte el hierro en oro, y con esto nunca me<br />

falta lo que he menester: pero no he osado comunicarlo con nadie en Génova, porque la<br />

república no me estorbase mi viaje, que lo hicieran sin duda, porque como esta divina<br />

invención es tan apetecida y <strong>de</strong>seada <strong>de</strong> todos, todos andan tras <strong>de</strong> ella: y si saben alguno<br />

que lo sabe, o los reyes o las repúblicas los <strong>de</strong>tienen contra su voluntad, por que ejercite el


217<br />

arte para ellos a su costa, que en habiendo mucha cantidad <strong>de</strong> oro en el mundo, era<br />

estimado en poco. Señor, dijo el carcelero, muchas veces he oído tratar <strong>de</strong> esa materia; pero<br />

nunca he visto ni oído <strong>de</strong>cir que lo haya nadie alcanzado en nuestros tiempos, que aunque<br />

V. S. me ve en este oficio, que por estar quieto y mantener mis hijos ejercito, ya he estado<br />

en España sirviendo a un embajador <strong>de</strong> Génova, y por lo dicho me recogí a este pueblo<br />

don<strong>de</strong> nací. Huélgome <strong>de</strong> eso, dije yo, porque siendo, como sois, discreto, y habiendo oído<br />

tratar <strong>de</strong> la materia, daréis crédito a lo que veréis con vuestros ojos. Si yo pudiese, dijo,<br />

apren<strong>de</strong>r eso, sería un valiente hombre, que mandarla a todo mi lugar, y enviaría libre a V.<br />

S. adon<strong>de</strong> fuese servido a lo primero, dije yo, os respondo que consiste el hacerlo en dar un<br />

punto que es menester gran cuidado para acertarlo, y así no me atrevo a enseñároslo; pero<br />

<strong>de</strong>jareos con tanto oro, que no hayáis menester a nadie vos ni vuestros hijos. Y a lo<br />

segundo, que no quiero que hagáis por mi cosa que en algún tiempo pueda haceros daño,<br />

que la misma arte química me dará modo para librarme, y esto os lo enseñaré<br />

facilísimamente, que lo veréis aunque estéis ciego, como sin culpa vuestra y sin<br />

consentimiento vuestro me libro, y vos quedáis sin calumnia, y con riqueza y gusto.<br />

Echose a mis pies con gran<strong>de</strong>s ceremonias, quitándome la ca<strong>de</strong>na y grillos,<br />

contra<strong>de</strong>ciéndoselo yo con gran<strong>de</strong>s veras, y pensando a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante toda la noche, para más<br />

asegurado en la materia, por hacer mejor mi negocio, le dije: Sabed que el no haber<br />

acertado a dar el punto a la transmutación <strong>de</strong> los metales nace <strong>de</strong> no haber entendido a los<br />

gran<strong>de</strong>s filósofos que tratan esta materia sutilísimamente, como son Arnaldo <strong>de</strong> Villanueva,<br />

Raimundo Lulio, y Gebot, moro <strong>de</strong> nación, y otros muchos autores, que la escriben en<br />

cifras, por no hacerlas comunes a los ignorantes, que yo por enterarme en la verdad <strong>de</strong> ello<br />

he pasado a Fez en África, a Constantinopla y Alemania, y con la comunicación <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s<br />

filósofos he venido a <strong>de</strong>scubrir la verdad, que consiste en reducir a la primera materia un<br />

metal tan intratable y recio como el hierro, que puesto en aquel principio suyo, y en aquella<br />

simiente <strong>de</strong> que fue hecho, aplicándole las mismas cosas y los mismos simples que la<br />

naturaleza aplica al oro, cuando se forma o se va formando, viene a transformarse en la<br />

misma substancia <strong>de</strong> él. Que <strong>de</strong> la propia manera que todas las criaturas van imitando, en<br />

cuanto les es posible, a la más perfecta <strong>de</strong> su género, así el hierro y los <strong>de</strong>más metales van<br />

imitando a la más perfecta <strong>de</strong> ellas que es el oro, y dándole tales cualida<strong>de</strong>s que la<br />

naturaleza con la generación <strong><strong>de</strong>l</strong> padre universal, que es el sol, viene a mudar su naturaleza


218<br />

en la <strong><strong>de</strong>l</strong> oro, y esto se hace mediante ciertas sales fortísimas y corrosivas, mirando los<br />

aspectos <strong>de</strong> los planetas, en que yo estoy muy diestro y enterado. Y para que veáis alguna<br />

semejanza que os persuada <strong>de</strong> esta verdad, <strong>de</strong>jad esta noche un callo <strong>de</strong> herradura que haya<br />

sido muy pisado y lleno <strong><strong>de</strong>l</strong> orín que recibe en los muladares, y hecho pedacicos muy<br />

menudos, o limándolo, ponedlo en una redoma con fuego lento, en muy fuerte vinagre, y<br />

veréis lo que resulte. Hízolo puntualmente, y diome en que reposase aquella noche muy a<br />

mi gusto, don<strong>de</strong> pensé muy bien la traza que llevaba or<strong>de</strong>nada para librarme <strong>de</strong> la prisión.<br />

Descanso II<br />

A la mañana vino el carcelero muy contento, diciendo que <strong>de</strong>scubría que se iba el hierro<br />

convirtiendo en un color rubio, como <strong>de</strong> oro, que la codicia lo iba llevando a la perdición.<br />

Ahí conoceréis, dije yo, que os voy tratando verdad; dile dineros para que me trajese ciertas<br />

cosas, o ciertos simples corrosivos y venenosos, que no los digo porque mi intento no es<br />

enseñar a hacer mal, y con otras cosas que les junté hice unos polvos que muchas veces<br />

rociaba con agua fuerte, y enjugándose, tornaba a rociarlos, quedando con un color rubio<br />

muy apacible. Hechos los polvos, y confeccionados como yo los había menester, a dos<br />

bellacones que estaban sentenciados a galeras les dije: Las galeras están en Génova, que es<br />

acercarse vuestro martirio; si os atrevéis a ponerme en una noche en tierra <strong><strong>de</strong>l</strong> Rey, yo os<br />

sacaré <strong>de</strong> aquí con mucho silencio, y sin ruido <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro ni <strong>de</strong> fuera. Ellos respondieron con<br />

gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>terminación: Y aun a los hombros sacaremos a V. S. y antes que amanezca estará<br />

entre soldados españoles. Pues estad, les dije, mañana en la noche atentos, y en viéndome<br />

con las llaves en la mano acudid a vuestro remedio y el mío. Alegráronse los pobres, y con<br />

gran<strong>de</strong>s ansias <strong>de</strong>seaban ya que llegase la hora. Por la mañana dije al carcelero que trajese<br />

unos crisoles, y cuantos callos <strong>de</strong> herradura pudiese hallar, que todos los había <strong>de</strong> convertir<br />

en oro, y que a la noche cuando toda la cárcel estuviese en silencio encendiese lumbre <strong>de</strong><br />

carbón, sin que hubiese ningún testigo que nos pudiese <strong>de</strong>nunciar. Él lo tuvo tan en cuidado<br />

que no <strong>de</strong>jó herrador, ni muladar que no anduviese, y en llegando la noche me mostró<br />

tantos callos <strong>de</strong> herradura, que vendidos a libras podían aprovecharle mucho; encerró su


219<br />

gente, y los <strong>de</strong>más presos, y los dos que me habían <strong>de</strong> ayudar se hicieron dormidos:<br />

encendió su brasero, y puesto en silencio todo, saqué mis polvos y mostréselos, y<br />

parecieronle <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo oro. Pues mirad, le dije, qué cordial olor tienen, y echéselos en la<br />

mano, él los llegó a oler, y yo con mucha presteza le di una palmada en la parte baja <strong>de</strong> la<br />

mano, y saltaron en los ojos, cayendo él <strong>de</strong> la otra parte sin sentido, ni sin po<strong>de</strong>r hablar;<br />

cogile las llaves, y los bellacones que vieron el caso acudieron luego: abriles las puertas<br />

quedándose el pobre hombre sin sentido, y sin que nadie nos viese salimos <strong>de</strong> la cárcel y<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo, y a la mañana habiendo pasado arboledas, sierras y barrancos dificultosos, me<br />

hallé en Alejandría <strong>de</strong> la Palla entre soldados españoles, que metían la guarda a don<br />

Rodrigo <strong>de</strong> Toledo, gobernador <strong>de</strong> ella a los buenos galeotes les pareció que les había<br />

venido <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo la libertad, y fueronse a buscar su vida. Yo me holgué en el alma <strong>de</strong> haber<br />

salido bien con mi intento, que aunque fue a costa <strong><strong>de</strong>l</strong> pobre carcelero, por la libertad todo<br />

se pue<strong>de</strong> hacer. Yo fuí esta vez como el <strong>de</strong>monio, que tienta a los hombres por la parte que<br />

más flaca siente en ellos: que él por la codicia, y yo por la libertad nos concertamos muy<br />

bien, que es tan superior la codicia en los pechos adon<strong>de</strong> se halla, que son muchos, que los<br />

rin<strong>de</strong> a cualquier flaqueza. Los bienes que por merecimientos, ruegos y comodida<strong>de</strong>s no se<br />

alcanzan, en acometiéndoles por la codicia se rin<strong>de</strong>n al gusto <strong>de</strong> ambas partes: los males<br />

que por violencia y estratagemas no se pue<strong>de</strong>n hacer, en mostrando la codicia su amarillo<br />

rostro se ablanda la dureza <strong>de</strong> los pechos <strong>de</strong> hierro. ¡Qué <strong>de</strong> fortalezas se han rendido, qué<br />

<strong>de</strong> lealta<strong>de</strong>s se han quebrantado, qué <strong>de</strong> clausuras se han rompido, qué <strong>de</strong> castida<strong>de</strong>s se han<br />

corrompido, acometidas por la codicia! Todos los vicios que a los hombres traen<br />

arrastrados <strong>de</strong>jan alguna consi<strong>de</strong>ración para lo veni<strong>de</strong>ro, sino la lujuria y la codicia, que<br />

cogen y ciegan todas las potencias <strong><strong>de</strong>l</strong> discurso; más fácil es <strong>de</strong> enfrenar la furia <strong>de</strong> un loco<br />

por castigo, que reducir a razón la sed <strong>de</strong> un codicioso por consejo. Son los codiciosos<br />

como la esponja, que aunque chupa toda el agua <strong>de</strong> que es capaz, ni está harta, ni se<br />

aprovecha <strong>de</strong> ella, y son tan furiosos en sus actos como la culebra hambrienta, que a todo<br />

acomete aunque sea un sapo que la hinche <strong>de</strong> ponzoña, que ni miran si es lícito o contra<br />

razón, que como sea engordar a todo acometen, y creo es así, que tienen el castigo por<br />

sombra <strong>de</strong> su <strong>de</strong>satinada hambre. Como este miserable <strong>de</strong> carcelero, que por don<strong>de</strong> pensó<br />

ver su casa llena <strong>de</strong> oro quedó sin ojos para verlo. Dios mire por los codiciosos, y los<br />

reduzca a la medicina que conserva la vida y aquieta la conciencia.


220<br />

Descanso III<br />

PARTIME para Milán an, temiendo por el gran <strong>de</strong>seo que llevaba <strong>de</strong> llegar, alguna<br />

<strong>de</strong>sgracia, que los <strong>de</strong>sdichados han <strong>de</strong> vivir siempre con cuidado <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> y suele<br />

suce<strong>de</strong>r. Hay un río que pasa por la ciudad <strong>de</strong> Alejandría, que se llama Eltanar, don<strong>de</strong> vi<br />

unas aceñas movedizas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, que <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> tener en el fundamento algunas ruedas<br />

para moverse, que no reparé en preguntarlo porque no hacia a mi proposito, y habiendo<br />

esperado el barco para pasar el Po, río caudalosísimo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse sorbido el Eltanar<br />

en tramos en él con unas pobres peregrinas, y al medio <strong><strong>de</strong>l</strong> río sucedió, que por la corriente<br />

<strong>de</strong> Eltanar venía una aceña o molino <strong>de</strong> aquellos, que le <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber faltado el<br />

fundamento, y encontrose <strong>de</strong> manera con nuestro barco que dió con él patas arriba.<br />

El caballo, como son atrevidas estas bestias para cortar el agua, se arrojó a ella, yo me<br />

así luego <strong>de</strong> la cola, y las peregrinas <strong>de</strong> mí, y el Venturino <strong>de</strong> la postrera <strong>de</strong> ellas, y cayendo<br />

y levantando, y a veces topando con los pies en la arena, llegamos a la orilla, don<strong>de</strong> el<br />

caballo nos roció por la puerta falsa que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> venir acebadado pero no por eso me<br />

<strong>de</strong>sasí hasta verme ya pisar las orillas. Hallamos allí que habían pasado en otro barco<br />

algunas gentes <strong>de</strong> diversas naciones, franceses, alemanes, italianos y españoles, y para<br />

enten<strong>de</strong>rnos hablamos todos en latín; pero era la pronunciación tan diversa la una <strong>de</strong> la otra,<br />

que hablando en muy gentil lenguaje latino no nos entendíamos los unos a los otros, que me<br />

dio mucho que pensar que aun en una misma lengua, y que corre por toda Europa, dure el<br />

castigo <strong>de</strong> la torre <strong>de</strong> Babilonia. Llegamos a Pavía, insigne universidad; regalome el<br />

castellano, que era entonces, aunque como mi <strong>de</strong>seo me llevaba a Milán an, no paré hasta<br />

verme en aquella maravillosa población don<strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong>s santos ha habido, y continúan<br />

siempre los prelados <strong>de</strong> aquel excelentísimo templo. El que entonces lo gobernaba era el<br />

santísimo car<strong>de</strong>nal Carlos Borromeo, que ahora dicen San Carlos, que fue su vida <strong>de</strong><br />

manera que a pocos anos <strong>de</strong> su muerte le canonizaron. Llegué a tiempo que se celebraron<br />

las exequias <strong>de</strong> la santísima reina doña Ana <strong>de</strong> Austria, y habiendo buscado a quien<br />

cometer la traza, historias y versos <strong>de</strong> la vida ejemplar <strong>de</strong> tan gran señora, pudiendo<br />

cometerles a muy gran<strong>de</strong>s ingenios, tuvo por bien el magistrado <strong>de</strong> Milán <strong>de</strong> cometerlas Al


221<br />

autor <strong>de</strong> este libro, no por mejor, sino por más <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> servir a su rey, y <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r en<br />

cosas tan graves y <strong>de</strong> tan graves ingenios, y ofreciéndoles, y dando noticia <strong>de</strong> Aníbal <strong>de</strong><br />

Tolentino, excelentísimo sujeto, que lo hiciera mejor que otro en toda la Europa: al fin por<br />

más cercano le mandaron al autor que la hiciese. Oíle un sermón en estas exequias al<br />

bienaventurado San Carlos, que fue como su vida. Hallé a mis amigos muy contentos, y<br />

admirados <strong>de</strong> la brevedad con que había conseguido libertad, y <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> saber cómo había<br />

sucedido, me forzaban a que lo contase, y refiriese una y muchas veces; que realmente los<br />

trabajos contados en la prosperidad, o habiendo salido <strong>de</strong> ellos tienen su gusto particular,<br />

que las <strong>de</strong>sventuras todo lo que tienen <strong>de</strong> males presentes tienen <strong>de</strong> bienes pasados; son los<br />

trabajos como las servas o nísperos, que cuando están en su fuerza son ásperos al gusto,<br />

pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasada su sazón, lo que tenían <strong>de</strong> ásperos tienen <strong>de</strong> suaves podridos; son<br />

como el que se va anegando en un río, que va siempre sacando la cabeza y haciendo todas<br />

las diligencias posibles para escaparse, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> salido bebe <strong>de</strong> aquella misma agua<br />

que le quiso ahogar. Espina el erizo <strong>de</strong> la avellana, pero <strong>de</strong>spués se halla gusto en<br />

rumiándola. Holgué gran<strong>de</strong>mente <strong>de</strong> ver la gran<strong>de</strong>za, fertilidad y abundancia <strong>de</strong> Milán, que<br />

en esto creo que pocas ciuda<strong>de</strong>s se le igualan en la Europa, aunque la mucha humedad que<br />

tiene, o por aquellos cuatro ríos hechos a mano, por don<strong>de</strong> le entra tanta abundancia <strong>de</strong><br />

provisión, o por ser el sitio naturalmente húmedo, yo me hallé siempre con grandísimos<br />

dolores <strong>de</strong> cabeza, que aunque yo nací sujeto a ellos, en esta república los sentí mayores.<br />

Que siempre me han perseguido tres cosas: ignorancia, envidia y corrimientos; pero los <strong>de</strong><br />

aquí me duraron hasta volver a España. Pasé en Milán tres años, como hombre que está en<br />

la cama, contando las vigas <strong><strong>de</strong>l</strong> techo trescientas veces, sin hacer cosa que importase, lo uno<br />

por estar siempre indispuesto, lo otro por lo poco que entre soldados se ejercitan los actos<br />

<strong>de</strong> ingenio. Diome gana <strong>de</strong> ver a Turín, y por mis pecados fue por el mes <strong>de</strong> diciembre,<br />

tiempo en que no hay caminos, sino ríos en lugar <strong>de</strong> ellos, que como hacia buen tiempo<br />

cuando salí, engañéme, pensando que fuera todo <strong>de</strong> aquella manera; y en llegando a<br />

Bufalores, comenzó a <strong>de</strong>sgajarse el cielo, no con lluvia, sino con acequias <strong>de</strong> agua tan<br />

continua que se perdió el tiento a los caminos.<br />

Llegué a Turín, y por haber experimentado los arroyos a la venida, estuveme dos meses<br />

allí, en compañía <strong>de</strong> otro español; pero fueron tan gran<strong>de</strong>s las nieblas que se topaban los<br />

hombres por la calle sin verse, nacidas <strong>de</strong> la vecindad, según dicen allí, <strong><strong>de</strong>l</strong> Po, que pasa por


222<br />

junto a la ciudad: fuera <strong>de</strong> que por medio <strong>de</strong> ella van muchos arroyos <strong>de</strong> agua. Mas veo que<br />

en España Guadalquivir pasa por Sevilla, más caudaloso que el Po y algunas veces tan<br />

crecido, que baña a la mayor parte <strong>de</strong> la ciudad, y todo el campo <strong>de</strong> Tablada está hecho un<br />

mar navegable, y no he visto tales nieblas. Y Granada tiene dos ríos que la bañan, y muchos<br />

más arroyos por las calles, y no parece esta escuridad o niebla: pero <strong>de</strong>jando esto posamos<br />

el otro español y yo en una hostería, don<strong>de</strong> me vi en el mayor peligro, y en la mejor ocasión<br />

<strong>de</strong> ser dichosísimo que he tenido ni tendré en mi vida. Que estando comiendo mucha gente,<br />

esperando mi compañero y yo que acabasen para sentarnos, un viejo <strong>de</strong> hasta cincuenta<br />

años <strong>de</strong> edad, <strong>de</strong> propósito dió en tratar <strong>de</strong> la religión nueva, <strong>de</strong> la religión reformada,<br />

repitiendo esto muchas veces: y aunque era natural <strong>de</strong> Ginebra, hablaba en buen italiano,<br />

que por ver españoles le pareció alzar la voz más <strong>de</strong> lo que había menester. Y tras <strong>de</strong> un<br />

brindis y otro <strong>de</strong>cían herejías muy dignas <strong>de</strong> gente llena <strong>de</strong> vino. Mi compañero <strong>de</strong>cíame<br />

que callase, y ellos brindando por la salud <strong>de</strong> sus fautores, tornaban una vez y otra a <strong>de</strong>cir<br />

<strong>de</strong> la religión nueva y <strong>de</strong> la religión reformada, <strong>de</strong> suerte que me obligaron a preguntar qué<br />

religión era aquella, y quién la había reformado. Respondieronme que era la religión <strong>de</strong><br />

Jesucristo, y que la había reformado Martín Lutero y Juan Calvino. Antes <strong>de</strong> oír más<br />

palabras les dije: Buena andaría la religión reformada por dos tan gran<strong>de</strong>s herejes.<br />

Alborotose la hostería, y cargaron tantas cuchilladas sobre mí y sobre el otro español, que si<br />

no cogemos una escalera nos hacen pedazos. La huéspeda atajó el negocio con <strong>de</strong>cirles que<br />

mirasen lo que hacían, que estábamos <strong>de</strong>positados allí por el Duque. Sosegose el alboroto,<br />

porque hasta entonces aun no habían negado la obediencia al Duque <strong>de</strong> Saboya, aunque la<br />

tenían negada a la Iglesia romana. En sosegándose el rumor me dijo aquel viejo: ¿Por qué<br />

llamáis herejes a dos varones tan santos y que tanta gente llevaron tras su opinión?<br />

Respondí yo: ¿Por qué llamáis vosotros santos y reformadores <strong>de</strong> la religión <strong>de</strong> Jesucristo a<br />

dos hombres que en todo y por todo, en vida y costumbres fueron contra la doctrina <strong>de</strong><br />

Jesucristo y <strong>de</strong> sus Evangelios, que fueron hombres libres, viciosos, <strong>de</strong>slenguados,<br />

embusteros, engañadores, alborotadores <strong>de</strong> las repúblicas, enemigos <strong>de</strong> la general quietud?<br />

Quiso tornarse a alborotar el viejo, y como le habían puesto por <strong><strong>de</strong>l</strong>ante el temor y respeto<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Duque, cesó con <strong>de</strong>cir: Muchos son los llamados y pocos los escogidos, y esos somos<br />

nosotros. Respondile yo: Mejor dijéra<strong>de</strong>s, muchos son los escogidos y pocos los llamados,<br />

porque no vienen a manos <strong><strong>de</strong>l</strong> Papa. ¡Extraño caso! que hay gentes tan fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> or<strong>de</strong>n


223<br />

natural, que por sola libertad y poltronería se <strong>de</strong>svíen <strong>de</strong> la misma verdad que interiormente<br />

saben y conocen. Y que tengan hombres po<strong>de</strong>rosos que favorezcan sus errores, <strong>de</strong> suerte<br />

que unos y otros siguen su mal intento. Los po<strong>de</strong>rosos con <strong>de</strong>cir que siguen doctrina <strong>de</strong><br />

hombres sabios, y los otros con <strong>de</strong>cir que tienen arrimo en príncipes po<strong>de</strong>rosos, como si<br />

fuese disculpa para la ejecución <strong>de</strong> tantos vicios y abominaciones como cometen a sombra<br />

<strong>de</strong> la libertad con que sus maestros les hacen vivir, en cuyas arrastradas opiniones hay cosas<br />

tan ridículas que se echa <strong>de</strong> ver que adre<strong>de</strong> quieren errar.<br />

Descanso IV<br />

VOLVIME <strong>de</strong> Turín a Milán, porque aunque tuve intento <strong>de</strong> pasar a Flan<strong>de</strong>s no hallé<br />

comodidad, fuera <strong>de</strong> saber que la gente <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s venía marchando hacia Lombardía, y<br />

por haber estado ya en Flan<strong>de</strong>s con la misma gente en el asalto general <strong>de</strong> Maestric don<strong>de</strong><br />

me sucedió una cosa muy graciosa, que pudiera ser muy <strong>de</strong>sgraciada y fue: que en el saco<br />

<strong>de</strong> la ciudad cogí al más lucido cuartago <strong>de</strong> todos los que había en una casa principal, y<br />

subiendo sobre él en cerro, como en tiempo <strong>de</strong> bulla no se miran mucho las cosas, al tiempo<br />

que salía <strong>de</strong> la ciudad iban tras mí más <strong>de</strong> trescientos cuartagos, porque la que yo había<br />

tomado era una yegua sazonada, y si no me arrojo <strong>de</strong> ella al suelo me dieran muchas<br />

manotadas los galanes que la seguían.<br />

Al fin volví hacia Milán, porque el compañero pasó hacia Flan<strong>de</strong>s, y buscando en qué<br />

caminar topé con una carroza, don<strong>de</strong> por fuerza hube <strong>de</strong> ir, en compañía <strong>de</strong> cuatro<br />

ginebreses, tan gran<strong>de</strong>s herejes como los otros. Determinando <strong>de</strong> callar a cualquier cosa que<br />

oyese <strong>de</strong>cir, por don<strong>de</strong> les granjeé la voluntad <strong>de</strong> manera, que siendo muy enemigos <strong>de</strong><br />

españoles, me regalaron por todo el camino, diciéndome mil veces que era muy buen<br />

compañero, que realmente, como no les traten <strong>de</strong> religión son sencillos, y gente afable para<br />

tratar, y muy amigos <strong>de</strong> dar gusto. Fueronme festejando por el camino, y entre dos brazos<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Tesino se apartaron hacia unas arboledas y sierra, don<strong>de</strong> dijeron que iban a ver un<br />

gran<strong>de</strong> nigromántico para preguntarle ciertos secretos <strong>de</strong> mucha importancia. Yo, como era


224<br />

mozo, y amigo <strong>de</strong> noveda<strong>de</strong>s, holguéme por ver aquella que tanto lo era para mí.<br />

Anduvimos un rato por aquella arboleda hasta llegar al pie <strong>de</strong> la sierra, don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>scubrió<br />

una boca <strong>de</strong> cueva con una puerta <strong>de</strong> tosca ma<strong>de</strong>ra, cerrada por <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro. Llamaron, y<br />

respondieron <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro con una voz crespa, baja, y con un género <strong>de</strong> gravedad. Abriose la<br />

puerta y representose la figura <strong><strong>de</strong>l</strong> nigromántico con una ropa <strong>de</strong> color pardo, con muchas<br />

manchas, mapas pintados en ella, culebras, signos celestes, un bonete en la cabeza largo, y<br />

aforrado en pellejo <strong>de</strong> lobo, y otras cosas que hacían su persona horrible, como también lo<br />

era el lugar y casa don<strong>de</strong> habitaba. Hablaron aquellos caballeros <strong>de</strong> Ginebra, informándole<br />

<strong>de</strong> su venida, y como certificados <strong>de</strong> su gran fama venían a consultarle un negocio grave. Él<br />

aunque en el principio comenzó a negárselo, al fin acabaron con él con ruegos y presentes<br />

que le dieron, que lo ablandan todo, a que se inclinase a admitir su petición. Mientras<br />

hablaban con él, yo miré el cuerpo <strong>de</strong> la cueva, que estaba llena <strong>de</strong> cosas que ponían temor<br />

y espanto, corno era cabezas <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios, <strong>de</strong> leones y tigres, faunos y centauros, y otras<br />

cosas <strong>de</strong> este modo, para poner horror a los que entrasen, unas pintadas y otras <strong>de</strong> bulto,<br />

con que daba a enten<strong>de</strong>r que tenía trato y amistad con algún <strong>de</strong>monio. Habloles muy gran<br />

rato, diciéndoles <strong>de</strong> su gran po<strong>de</strong>r, y mostró muchas joyas <strong>de</strong> diversas gentes y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s<br />

señores, que le habían dado por los muchos secretos que les había revelado. Llegados al<br />

caso, como yo miraba más al artificio con que tenía adornada su cueva, preguntoles cómo<br />

no llegaba yo a la conversación. Respondieron ellos que era español. Díjoles el<br />

nigromántico: No quisiera mostrar mis secretos <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> españoles, porque son incrédulos<br />

y agudos <strong>de</strong> ingenio. a lo cual respondieron ellos: Bien podéis hacer en su presencia<br />

cualquiera cosa, porque aunque español, es hombre <strong>de</strong> bien y buen compañero. Resolviose<br />

a hacerlo, y llamó a un ayudante tan fiero y espantable, que me pareció que era algún<br />

<strong>de</strong>monio. Entramos más a<strong>de</strong>ntro, don<strong>de</strong> tenía el familiar, que era un aposentillo más oscuro<br />

que el cuerpo <strong>de</strong> la casa, que estaba cercado con unas barandillas, y <strong>de</strong>ntro estaba uno como<br />

facistol, y sobre él un gran<strong>de</strong> globo <strong>de</strong> vidrio con un abecedario <strong>de</strong> letras gran<strong>de</strong>s escrito al<br />

re<strong>de</strong>dor, y en medio <strong><strong>de</strong>l</strong> globo puesto el familiar, que era un hombrecito <strong>de</strong> color <strong>de</strong> hierro,<br />

con el brazo <strong>de</strong>recho levantado en <strong>de</strong>recho hacia las letras, que todo realmente ponía<br />

espanto. Habló con el familiar con una arenga muy larga, proponiéndole la antigua amistad<br />

que habían profesado tantos años, para obligarle a que con facilidad respondiese a lo que le<br />

quería preguntar; y poniendose unos guantes muy anchos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> puesta la <strong>de</strong>manda,


225<br />

alzó la mano <strong>de</strong>recha, diciéndole: Ea, presto. El familiar se resolvió, y señaló una letra.<br />

Quitose el guante el nigromántico, y escribió aquella letra que había señalado el familiar.<br />

Tornó a ponerse el guante, y alzando la mano otra vez, le dijo: A<strong><strong>de</strong>l</strong>ante. El familiar<br />

moviose, señalando otra letra, y <strong>de</strong> esta manera fue preguntándole hasta haber escrito diez o<br />

doce letras, en que iba respondiendo a la pregunta muy a gusto <strong>de</strong> los ginebreses. Yo como<br />

eché <strong>de</strong> ver que para escribir cualquiera letra se quitaba el guante, diciendo qué podía ser; y<br />

aunque sospeché que se habían <strong>de</strong> alborotar todos, <strong>de</strong>terminadamente yendo a señalar otra<br />

vez con el guante, se lo arrebaté por el <strong>de</strong>do <strong>de</strong>mostrador, y hallando una dureza muy<br />

gran<strong>de</strong> en el <strong>de</strong>do, primero le pregunté al nigromántico: ¿Esta no es calamita o piedra<br />

imán? Quedó suspenso y corrido, y volviéndose a los otros, les dijo: Bien <strong>de</strong>cía yo, que los<br />

españoles eran agudos, y que no quería hacer cosa <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> ellos. El secreto <strong><strong>de</strong>l</strong> caso era,<br />

que aquel familiarillo era hecho <strong>de</strong> alguna cosa muy ligera, y el bracillo era <strong>de</strong> acero tocado<br />

a aquella piedra imán que era tan fina como el nigromante diestro en señalar la letra que<br />

había menester, con que atraía al familiar corriendo a mostrarla. Quedaron los ginebreses<br />

admirados, así <strong>de</strong> la sutileza con que aquél engañaba a las gentes, como <strong>de</strong> la mía en haber<br />

conocido su embeleco. Y aunque los sentí al principio pesarosos <strong>de</strong> que no hubiese<br />

cumplido el pronóstico con la respuesta <strong><strong>de</strong>l</strong> familiar, que ellos tenían por <strong>de</strong>monio, <strong>de</strong>spués<br />

tuvieron en mucho el <strong>de</strong>sengaño, y rogoles el nigromante que me pidiesen que no le<br />

<strong>de</strong>scornase la flor, porque con aquello ganaba su vida sin hacer mal a nadie, y tenía<br />

reputación <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> hombre. La invención cierto era ingeniosísima, muy conforme a la<br />

filosofía natural, y podía sufrirse como por juego <strong>de</strong> masecoral: pero cosas tan repugnantes<br />

a la verdad y <strong><strong>de</strong>l</strong> trato común engaños tan conocidos, no es razón que permanezcan, ni se<br />

permitan. Fuimonos, <strong>de</strong>jando muy <strong>de</strong>sconsolado al embustero, y escandalizados los<br />

ginebreses <strong><strong>de</strong>l</strong> caso me reprehendieron el haberlo afrentado, y <strong>de</strong>sanimadolo para proseguir<br />

en su embeleco. Yo les dije:¿No os habéis holgado <strong>de</strong> ver este secreto <strong>de</strong>scubierto?<br />

Respondieronme que sí. Yo les dije: Pues <strong>de</strong> la misma manera se holgarán todos los que lo<br />

supieren, porque menos importa quedar éste sin opinión y sin oficio, que permitir un<br />

engaño tan extendido y pernicioso corno este. Y yo, para <strong>de</strong>cir la verdad, siempre he estado<br />

y estoy mal con estas gentes, como son: nigrománticos, judiciarios, y otros semejantes:<br />

aunque estos judiciarios tengo por los peores, por estar más bien recibidos en la república, y<br />

<strong>de</strong>cir menos verdad. Que aunque los que tratan <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra astrología <strong>de</strong> movimientos,


226<br />

estos son doctos que saben las matemáticas con fundamento, como es Clavijo Romano, el<br />

doctor Arias <strong>de</strong> Loyola y el doctor Sedillo, españoles, gran<strong>de</strong>s varones <strong>de</strong> su facultad; que<br />

esos otros son embusteros, gente <strong>de</strong> poca substancia, <strong>de</strong> que podía traer muchos cuentos,<br />

porque <strong>de</strong> cien cosas que dicen yerran las noventa, y cuando aciertan alguna, es por yerro.<br />

Valense <strong>de</strong> mujercillas que les vienen a preguntar, como gitanas, la buena ventura, y al fin<br />

es gente ridícula, que acaban tan miserablemente como los alquimistas, porque quieren dar<br />

alcance a los secretos que Dios tiene reservados para sí. En estas conversaciones y otras<br />

semejantes llegamos a Bufalora, pueblo <strong><strong>de</strong>l</strong> Estado <strong>de</strong> Milán, don<strong>de</strong> los ginebreses se<br />

apartaron y yo proseguí mi viaje.<br />

Descanso V<br />

VUELTO a Milán, como aquella república es tan abundante <strong>de</strong> todas las cosas, es lo<br />

también <strong>de</strong> hombres muy doctos en las buenas letras y en el ejercicio <strong>de</strong> la música, en que<br />

era muy sabio don Antonio <strong>de</strong> Londoña, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> aquel magistrado, en cuya casa había<br />

siempre junta <strong>de</strong> excelentísimos músicos, como <strong>de</strong> voces y habilida<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> se hacía<br />

mención <strong>de</strong> todos los hombres eminentes en la facultad. Tañíanse vihuelas <strong>de</strong> arco con<br />

gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>streza, tecla, arpa, vihuela <strong>de</strong> mano, por excelentísimos hombres en todos los<br />

instrumentos. Movíanse cuestiones acerca <strong><strong>de</strong>l</strong> uso <strong>de</strong> esta ciencia, pero no se ponía en el<br />

extremo. que estos días se ha puesto en casa <strong><strong>de</strong>l</strong> maestro, Clavijo, don<strong>de</strong> ha habido juntas<br />

<strong>de</strong> lo más granado y purificado <strong>de</strong> este divino aunque mal premiado ejercicio. Juntábanse<br />

en el jardín <strong>de</strong> su casa el licenciado Gaspar <strong>de</strong> Torres, que en la verdad <strong>de</strong> herir la cuerda<br />

con aire y ciencia, acompañando la vihuela con gallardísimos pasajes <strong>de</strong> voz y garganta,<br />

llegó al extremo que se pue<strong>de</strong> llegar. Y otros muchos sujetos muy dignos <strong>de</strong> hacer mención<br />

<strong>de</strong> ellos. Pero llegado a oír al mismo maestro Clavijo en la tecla, a su hija doña Bernardina<br />

en el arpa, y a Lucas <strong>de</strong> Matos en la vihuela <strong>de</strong> siete ór<strong>de</strong>nes, imitándose los unos a los<br />

otros con gravísimos y no usados movimientos, es lo mejor que yo he oído en mi vida. Pero<br />

la niña, que ahora es monja en Santo Domingo el Real, es monstruo <strong>de</strong> naturaleza en la


227<br />

tecla y arpa. Mas volviendo a lo dicho, un día acabando <strong>de</strong> cantar y tañer, y quedando todos<br />

suspensos, preguntó uno, que cómo la música no hacía ahora el mismo efecto que solía<br />

hacer antiguamente, suspendiendo los ánimos, y convirtiéndolos a transformarse, en los<br />

mismos conceptos que iban cantando, como fue lo <strong>de</strong> Alejandro Magno, que estándole<br />

cantando las guerras <strong>de</strong> Troya, con gran<strong>de</strong> ímpetu se levantó, y puso mano a su espada,<br />

echando cuchilladas al aire, como si se hallara en ella presente. Dije yo a esto: Lo mismo se<br />

pue<strong>de</strong> hacer ahora y se hace. Replicome, diciendo: Que <strong>de</strong>spués que se perdió el género<br />

enarmónico no se podía hacer. Dije yo: Con el género enarmónico me parece que era<br />

imposible hacerse, porque como la excelencia <strong>de</strong> ese género consiste en la división <strong>de</strong><br />

semitonos y diesis, no pue<strong>de</strong> la voz humana obe<strong>de</strong>cer a tantos semitonos y diesis como<br />

aquel género tiene. Y así aquel príncipe <strong>de</strong> la música, el abad Salinas, que lo resucitó<br />

solamente, lo <strong>de</strong>jó en un instrumento <strong>de</strong> tecla, pareciéndole que la voz humana con gran<br />

trabajo y dificultad podía obe<strong>de</strong>cerlo. Yo le vi tañer el instrumento <strong>de</strong> tecla que <strong>de</strong>jó en<br />

Salamanca, en que hacía milagros con las manos, pero no le vi reducirlo a que voces<br />

humanas lo ejecutasen, habiendo en el coro <strong>de</strong> Salamanca en aquel tiempo gran<strong>de</strong>s cantores<br />

<strong>de</strong> voces y habilidad, y siendo maestro aquel gran compositor Juan Navarro. Y que se<br />

pueda hacer y se hace con el género diatónico y cromático, como haya las mismas<br />

circunstancias y requisitos que el caso quiere, suce<strong>de</strong>rá cada día lo mismo. Y en las sonatas<br />

españolas, que tan divino aire y novedad tienen, se ve cada día ese milagro. Los requisitos<br />

son que la letra tenga conceptos excelentes y muy agudos, como el lenguaje <strong>de</strong> la misma<br />

casta. Lo segundo, que la música sea tan hija <strong>de</strong> los mismos conceptos, que los vaya<br />

<strong>de</strong>sentrañando. Lo tercero es, que quien la canta tenga espíritu y disposición, aire y<br />

gallardía para ejecutarlo. Lo cuarto, que el que la oye tenga el ánimo y gusto dispuesto para<br />

aquella materia. Que <strong>de</strong> esta manera hará la música milagros. Yo soy testigo que estando<br />

cantando dos músicos con gran<strong>de</strong> excelencia una noche una canción que dice:<br />

Rompe las venas <strong><strong>de</strong>l</strong> ardiente pecho,<br />

fue tanta la pasión y acci<strong>de</strong>nte que le dio a un caballero que los había llevado a cantar, que<br />

estando la señora a la ventana, y muy <strong>de</strong> secreto, sacó la daga y dijo: Veis aquí el<br />

instrumento, rompedme el pecho y las entrañas; quedando admirados músicos y autor <strong>de</strong> la<br />

letra y sonata, porque concurrieron allí todos los requisitos necesarios para hacer aquel


228<br />

efecto. No les pareció mal a los presentes, porque todos eran doctísimos en la facultad. En<br />

estos y otros ejercicios se pasaba la vida entre poetas <strong>de</strong> poesía, y entre soldados <strong>de</strong> armas,<br />

don<strong>de</strong> se ejercitaba no solamente la pica y arcabuz, sino también el juego <strong>de</strong> la espada y<br />

daga, broquel y ro<strong><strong>de</strong>l</strong>a, que había valerosos hombres diestros y animosos, don<strong>de</strong> se hacía<br />

mucha mención <strong>de</strong> Carranza, aunque hubo quien daba la ventaja a don Luis Pacheco <strong>de</strong><br />

Narváez. Porque en la verda<strong>de</strong>ra filosofía y matemática <strong>de</strong> este arte, y en la <strong>de</strong>mostración<br />

para la ejecución <strong>de</strong> las heridas, exce<strong>de</strong> a los pasados y presentes. En estos y otros<br />

ejercicios loables se pasa la vida en Lombardía, aunque yo traía siempre tan quebrada la<br />

salud, por causa <strong>de</strong> las muchas humeda<strong>de</strong>s, que <strong>de</strong>terminé volverme a España <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber visto a Venecia, y hubo buena ocasión, porque entonces iba la infantería y caballería<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Estado <strong>de</strong> Milán a recibir a la señora Emperatriz a tierra <strong>de</strong> los venecianos, para traerla<br />

a embarcar a Génova. Salió aquella gallardísima gente <strong><strong>de</strong>l</strong> Estado hasta llegar a Crema,<br />

don<strong>de</strong> recibieron a la Cesárea Majestad como a tan gran señora se <strong>de</strong>bía. En llegando allí<br />

para proseguir mí intento, pasé <strong>de</strong> la otra parte <strong><strong>de</strong>l</strong> río en la cabalgadura que hasta allí había<br />

traído <strong>de</strong> bal<strong>de</strong>, diciéndole al mozo <strong>de</strong> mulas que yo le pagaría el resto <strong><strong>de</strong>l</strong> camino hasta<br />

llegar a Venecia; pero él lo hizo tan bien, que en la primera posada me <strong>de</strong>jó plantado sin<br />

hablar palabra, que era un pueblecillo pequeño, don<strong>de</strong> no hallé cabalgadura, ni aun persona<br />

que me respondiese palabra buena, por ser español, y por ir en traje <strong>de</strong> soldado: <strong>de</strong> manera<br />

que ni la humildad, ni el término apacible, ni la paciencia, me aprovecharon para <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ir<br />

a pie y sin compañía, por tierra no conocida, y madrastra <strong>de</strong> españoles. Iba caminando por<br />

unos llanos, y aun <strong>de</strong> mala gana me <strong>de</strong>cían si erraba el camino. Y habiendo andado todo el<br />

día bien <strong>de</strong>sconsolado, sin saber dón<strong>de</strong> había <strong>de</strong> ir a parar, ya que se ponía el sol, vi venir<br />

atravesando el camino un caballero con un halcón en la mano, y como me vio, parose en el<br />

camino hasta que pudiese emparejar con él, que estuve buen rato, porque iba <strong>de</strong>speado,<br />

tanto como triste y afligido. En llegando a él, mostrando alguna compasión, me preguntó si<br />

era soldado, respondile que sí, y díjome que estaba lejos <strong>de</strong> allí el alojamiento don<strong>de</strong> yo<br />

podía llegar aquella noche; que le siguiese hasta una casería suya, don<strong>de</strong> me albergaría<br />

hasta la mañana. Seguile, aunque con alguna sospecha, pero acordándome que la gente<br />

principal siempre es acompañada <strong>de</strong> buen término, verdad y misericordia, quitóseme el<br />

recelo que podía tener con otra compañía.


229<br />

Descanso VI<br />

ENTRAMOS por unos jardines muy gran<strong>de</strong>s que estaban cerca <strong>de</strong> su casería, aunque<br />

mal cultivados y llenos <strong>de</strong> yerba que la misma naturaleza criaba acaso, llegamos a la<br />

casería, don<strong>de</strong> salieron a recibirle unos criados llenos <strong>de</strong> silencio y melancolía. Entramos en<br />

una casa, aunque <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> edificio, muy <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada <strong>de</strong> cosa que pudiese dar gusto, sino<br />

con unas colgaduras negras y viejas, los sirvientes mustios, mudos y callados, y todo lo <strong>de</strong><br />

la casa lleno <strong>de</strong> luto y tristeza. Yo estaba suspenso y embelesado <strong>de</strong> ver un aplauso tan<br />

lleno <strong>de</strong> horror y <strong>de</strong>sconsuelo, y no seguro, sino sospechoso <strong>de</strong> algún daño mío. El<br />

caballero tenía un semblante <strong>de</strong> hombre que traía quebradas las alas <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón, y no<br />

mandaba cosa a los criados <strong>de</strong> palabra, sino con solo el semblante, aunque furioso,<br />

macilento. llamome a cenar, <strong>de</strong> que yo tenía muy gentil gana; como dije, estaba algo<br />

sospechoso, por mi poca suerte, <strong>de</strong> alguna novedad. Cené con tanto silencio como el<br />

caballero que estaba frontero <strong>de</strong> mí, que nunca más bien me supo el callar, porque saqué el<br />

vientre <strong>de</strong> mal año a costa <strong>de</strong> la suspensión con que el caballero cenó. Yo no osaba<br />

preguntarle cosa, porque el verda<strong>de</strong>ro camino para conservarse los hombres es<br />

transformarse en el humor <strong>de</strong> aquellos con quien tratan, y como no po<strong>de</strong>mos saber los<br />

secretos <strong><strong>de</strong>l</strong> corazón ajeno, habemos <strong>de</strong> aguardar a que por alguna parte rompa el silencio;<br />

que es yerro escudriñar las cosas <strong>de</strong> que no nos dan parte, especialmente con personas<br />

po<strong>de</strong>rosas, cuya voluntad se gobierna con el po<strong>de</strong>r y el apetito. Al fin acabada la cena, y<br />

echados <strong>de</strong> allí los criados, con una voz baja, que parecía salirle <strong>de</strong> las entrañas, me dijo <strong>de</strong><br />

esta manera: ¡Dichosos aquellos que nacen sin obligaciones, porque pasarán con suerte<br />

mala o buena, sin darles cuidado mirar por las ajenas y <strong>de</strong>svelarse en pensar qué dirán <strong>de</strong> la<br />

suya! El pobre soldado en cumpliendo con hacer lo que le toca se va a <strong>de</strong>scansar a su lecho.<br />

El oficial y todos los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> este género en habiendo acabado su ministerio hallan<br />

<strong>de</strong>scanso en la ociosidad. Mas ¡ay <strong>de</strong> aquel que mirado <strong>de</strong> muchos ojos, respetado <strong>de</strong><br />

muchas gentes, rendido al parecer <strong>de</strong> muchos juicios, sujeto al murmurar <strong>de</strong> muchas<br />

lenguas, no pue<strong>de</strong> acudir a la sombra <strong>de</strong> sus obligaciones! Yo he querido, señor soldado,<br />

<strong>de</strong>scansar con vos en daros parte <strong>de</strong> mis lamentables <strong>de</strong>sdichas, no porque me faltara con


230<br />

quien <strong>de</strong>scansar, sino porque las <strong>de</strong>sventuras no se han <strong>de</strong> comunicar con testigos tan<br />

cercanos que cada día puedan renovarlas. Que hace mal pecho y cría mala intención<br />

representarse a los ojos el testigo <strong>de</strong> los daños propios. Y aseguroos que ninguno <strong>de</strong> estos<br />

sirvientes sabe la causa <strong>de</strong> mis infelicida<strong>de</strong>s, que aunque los veis andar tan amedrentados,<br />

no saben más <strong>de</strong> lo que leen en el sobre escrito <strong>de</strong> mi rostro. Yo soy un caballero que tengo<br />

algunos vasallos y hacienda para po<strong>de</strong>r pasar y vivir con <strong>de</strong>scanso, si la hacienda lo pue<strong>de</strong><br />

dar, con las obligaciones que trae consigo: nací inclinado, no a las cortes ni bullicio<br />

popular, que culpa la vida y entretiene el tiempo, sino a la soledad, usando ejercicios <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

campo, como es la agricultura, huertas y jardines, pesca y caza <strong>de</strong> montería y volatería, en<br />

que he gastado algunos años y toda mi renta con mucho gusto, y algunas buenas obras<br />

usadas con caminantes. Pasé mucha parte <strong>de</strong> mi juventud sin matrimonio, teniéndolo por<br />

pesada carga y ocupación excesiva para la ejecución <strong>de</strong> mis ejercicios; pero como las<br />

mudanzas en el mundo son forzosas, y el cielo tiene dispuestas nuestras vidas con diversos<br />

acci<strong>de</strong>ntes, <strong>de</strong> bien en mal, y <strong>de</strong> mal en peor, o al contrario; sucedió un día que yendo a<br />

caza con un halcón en una mano y un corazón en otra para cebarlo, me arrebataron el mio<br />

<strong>de</strong> improviso, <strong>de</strong>jandome en él una i<strong>de</strong>a que ni se ha borrado, ni se borrará para siempre<br />

jamás. fue <strong>de</strong> esta manera, que pasando a la vista <strong>de</strong> Crema salió por un callejón <strong>de</strong> unas<br />

huertas uno <strong>de</strong> los más bellos rostros, y <strong>de</strong> mayor majestad que en persona mortal jamás se<br />

ha visto: quise seguirla, y al mismo punto se tornó a encerrar en las huertas. Yo admirado<br />

<strong>de</strong> tan extraordinaria y no vista belleza, informéme con gran cuidado <strong>de</strong> su estado,<br />

nacimiento y bondad, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> averiguado todo, hallé que era doncella honesta, hija <strong>de</strong><br />

muy humil<strong>de</strong>s padres. pareciome que no sería dificultoso el rendirla a fuerza <strong>de</strong> presentes,<br />

promesas y dádivas, que suelen rendir a las peñas más encumbradas. Visitéla por medio <strong>de</strong><br />

algunas señoras, que no rehúsan <strong>de</strong> usar <strong>de</strong> este ministerio para acudir a hacer amista<strong>de</strong>s a<br />

quien las obliga con regalos. Íbanse en una carroza en achaque <strong>de</strong> ver las huertas, y con<br />

darle muchas baterías, nunca pudieron darle asalto a la fuerza <strong>de</strong> su honesta castidad. Vine<br />

a extremo que no pudiendo sufrir la violencia <strong>de</strong> mi estrella me fui en la carroza con las<br />

dueñas, en su mismo traje, que en las barbas, había poca diferencia <strong>de</strong> mí a ellas, por ser<br />

mozo y lampiño, y fue para acabarme <strong>de</strong> matar. Porque en viéndome en la compañía <strong>de</strong><br />

ellas y cerca <strong>de</strong> su persona, <strong>de</strong> nuevo me abrasé con el encanto <strong>de</strong> sus dulcísimas palabras,<br />

pronunciadas en mi favor, en que dijo: Quien trae tal dueña consigo, tan apacible y


231<br />

hermosa, otras fuerzas sabrán conquistar <strong>de</strong> más excelencia que esta triste y humil<strong>de</strong><br />

sabandija. Estas palabras, y ver en aquel pobre traje tanta limpieza y aseo, tanta gallardía<br />

acompañada <strong>de</strong> vergonzosa gravedad, con esta tan honrada resistencia, con otras mil cosas<br />

que en ella resplan<strong>de</strong>cían, me forzaron a acudir al último remedio, que fue pedirla para mi<br />

esposa, y para atajar discursos <strong>de</strong> historia tan lamentable, recibilla por mi mujer, y<br />

Recogime con ella a esta casería, don<strong>de</strong> viví con ella con tanto amor y gusto <strong>de</strong> su parte y<br />

<strong>de</strong> la mía, que no sufría una hora <strong>de</strong> división.<br />

El día que iba a cazar, a la vuelta la hallaba llorosa, y con unas ansias y <strong>de</strong>sconsuelos<br />

que me regalaba el alma, y me obligaban <strong>de</strong> nuevo a quererla como cosa divina: seis años<br />

que pasé en este gusto, bien pudieran ser envidiados <strong>de</strong> todos los pasados y presentes; que<br />

fueron tales, que solo un <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> un pecho bajo y mal nacido pudiera atajar<br />

tan bien fundados principios. Estaba cerca <strong>de</strong> aquí un hombrecico, aunque sin calidad, <strong>de</strong><br />

buenas partes, no consumadas, sino apuntadas, porque sabía un poco <strong>de</strong> música, y otro poco<br />

<strong>de</strong> poesía: preciábase <strong>de</strong> ser hombre <strong>de</strong> hecho, y en el pueblo don<strong>de</strong> vivía no era estimado,<br />

ni hacían caso <strong>de</strong> su persona. Trujele para guarda <strong>de</strong> la mía, y para comunicación <strong>de</strong><br />

algunos ratos <strong>de</strong>socupados en que me hacía compañía. Adornéle <strong>de</strong> vestidos, dábale mi<br />

mesa, era el segundo poseedor <strong>de</strong> mi hacienda, y en resolución levantéle <strong><strong>de</strong>l</strong> polvo <strong>de</strong> la<br />

tierra a ser hombre principal, igual con mi persona: antes y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansado, siempre<br />

que yo iba a caza iba en un rocín conmigo, y si se cansaba, tornabase a la casería; esto era<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cansado, en el cual tiempo él tenía lugar <strong>de</strong> hablar con mi esposa, <strong>de</strong> que yo<br />

jamás tuve sospecha, porque él era un hombre pequeño <strong>de</strong> cuerpo, falto <strong>de</strong> facciones,<br />

dientes anchos, manos gruesas, falto <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s morales, inclinado a la <strong>de</strong>tracción y cizaña;<br />

aunque <strong>de</strong>spués no le <strong>de</strong>jaba volverse <strong>de</strong> la caza hasta que yo tornase, más por cumplir con<br />

el mundo que por mala satisfacción que <strong>de</strong> él tuviese <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta privación, apareciase<br />

todas las noches que yo venía una fantasma en los jardines que alborotaba los perros y<br />

espantaba a los criados. Yo, aunque venía cansado, levantábame a mirar todos los rincones<br />

<strong>de</strong> los jardines antes <strong>de</strong> volver a mi cama, por si topaba la fantasma. Y en saliendo <strong>de</strong> mi<br />

cama, mi esposa se encerraba por <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro. Duró esta fantasma muchos días y algunos<br />

meses, pero notaba que los pocos días que me <strong>de</strong>jaba en la caza no había fantasma a la<br />

noche, ni yo podía imaginar dón<strong>de</strong> se recogía, hasta que una noche, habiendo venido <strong>de</strong><br />

cazar, le dije a un criado que se estuviese a la puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> jardín, y tuviese gran cuenta con


232<br />

aquella visión. Encerreme en mi aposento con mi esposa, esperando si tornaba como las<br />

<strong>de</strong>más noches, cuando comenzaron los perros a hacerse pedazos ladrando, porque la<br />

fantasma era tan gran<strong>de</strong> que llegaba a la ventana y tejados: levantéme con toda la priesa que<br />

pu<strong>de</strong>, y encontrando al criado que había <strong>de</strong>jado a la puerta <strong><strong>de</strong>l</strong> jardín, me dijo: No se canse<br />

vuesa merced, que la fantasma es Cornelio, su gran privado, que hace este embeleco porque<br />

mientras vuesa merced sale, él está con mi señora haciendo traición a vuesa merced; el<br />

cómo, y por dón<strong>de</strong> entra yo no lo sé si no es que algún <strong>de</strong>monio le ayu<strong>de</strong>; pero sé que es<br />

verdad, y ha muchos días que pasa. fue tan encendido el furor que se me esparció por las<br />

entrañas, que arrebatándole por el cuello <strong><strong>de</strong>l</strong> jubón le di <strong>de</strong> puñaladas, diciéndole: Porque<br />

no lo digáis a otro, y porque a mí me lo <strong>de</strong>cís <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hecho; echéle en una bo<strong>de</strong>guilla, y<br />

cerré la puerta con la llave maestra <strong>de</strong> la casa y <strong><strong>de</strong>l</strong> jardín, y sosegándome contra mi<br />

condición, abrasado el pecho y las entrañas <strong>de</strong> celos y <strong>de</strong>shonra fuime paso entre paso para<br />

llegar más quieto: llamé a la puerta don<strong>de</strong> estaba mi esposa, y mostrando mucho temor,<br />

preguntó si era yo La fantasma; al fin en conociéndome abrió la puerta, y viéndome<br />

mudado el color, que por más que disimulé me lo conoció, me dijo: Señor mío, ¿qué<br />

mudanza, <strong>de</strong> rostro es esa? Maldiga Dios la fantasma y quien la inventó, que tan inquieto os<br />

trae y me trae. Disimulé lo mejor que pu<strong>de</strong>, diciendo que era nada, y acostándome en mi<br />

cama, ella con sus acostumbradas caricias procuró aquietarme, con que yo puse en duda su<br />

dueño y el mio. Dormí poco y mal con la batalla sangrienta que traía en mi pecho.<br />

Levantéme en siendo <strong>de</strong> día, llamé los criados <strong>de</strong> caza, y a Cornelio, con el mejor<br />

semblante que pu<strong>de</strong>: fuimos al campo, y en todo el día no hallé cosa <strong>de</strong> volatería para las<br />

aves, ni caza para los perros. Túvelo por mal agüero, y allá a la tar<strong>de</strong> el traidor <strong>de</strong> Cornelio<br />

fingiose malo, por tornarse a la casería; enviele, y mandéle que dijese a mi esposa que tenía<br />

una garza echada tres leguas <strong>de</strong> allí, y no podía aquella noche iría a acompañar; pero que en<br />

amaneciendo había <strong>de</strong> dar sobre la garza. Él fue muy contento con este recado, y yo quedé<br />

con una gran<strong>de</strong> máquina <strong>de</strong> pensamientos sobre la <strong>de</strong>terminación que había <strong>de</strong> tomar.<br />

Descanso VII


233<br />

SIENDO ya bien tar<strong>de</strong>, que quería anochecer, envié los criados a parar la garza, y siendo<br />

<strong>de</strong> noche, víneme con todo el silencio que pu<strong>de</strong> a la casería, y entrando por una puerta falsa<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> jardín con la llave maestra, fuime <strong>de</strong>recho al aposento <strong>de</strong> Cornelio, y abriéndolo, no lo<br />

hallé <strong>de</strong>ntro, sino el aposento con luz encendida. Tomé la luz, y fui por una sala que estaba<br />

pegada a su aposento, buscándole si parecía por allí: anduve toda la sala, y fui al remate <strong>de</strong><br />

ella, que iba a dar a otra sala baja en cuyo alto estaba la estancia mía y <strong>de</strong> mi esposa: vi una<br />

escalera arrimada a la pared que llegaba hasta mi estancia, y en el remate <strong>de</strong> la escalera<br />

abierto un boquerón por don<strong>de</strong> cabía un hombre muy bien, que estaba tapado con un lienzo<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Ticiano, <strong><strong>de</strong>l</strong> adulterio <strong>de</strong> Venus y Marte. Hasta entonces no había creído mi daño.<br />

Aparté la escalera <strong>de</strong> allí con intención que no tuviese por don<strong>de</strong> bajar, y como un trueno<br />

acudí a mi estancia, y llamando para cogerlos <strong>de</strong>scuidados, mi esposa me vino a abrir la<br />

puerta, y él fue muy <strong>de</strong> priesa a poner los pies en la escalera, y poniéndolos en el aire, dio<br />

con su persona abajo, quebrándose ambas piernas por las rodillas. Torné a cerrar la puerta<br />

<strong>de</strong> mi estancia, y fui a recibir al caído, que iba arrastrando con las manos como toro español<br />

<strong>de</strong>sjarretadas las piernas, y díjele: Ah traidor, ingrato a los bienes recibidos, este es el pago<br />

que llevan los falsos <strong>de</strong>sconocidos; y arrimándolo a un ma<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la escalera, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haberle dado muchas puñaladas, le di garrote, y con la misma furia subiendo a dar <strong>de</strong><br />

puñaladas a mi esposa, se me cayó la daga <strong>de</strong> las manos, y todas cuantas veces intenté<br />

hacerlo me hallé incapaz <strong>de</strong> mover el brazo para herir aquel cuerpo que tan superior había<br />

sido a mis fuerzas. Al fin bajéla abajo, y poniéndola junto a su amante, ya que no pu<strong>de</strong><br />

hacerla otro daño, maniatéla <strong>de</strong> pies y manos, y a él saquéle el corazón, y púselo entre los<br />

dos para que ella viese todos los días el corazón don<strong>de</strong> tan a su gusto había vivido. Y al otro<br />

criado muerto lo traje arrastrando, y le dije: Veis aquí el testigo <strong>de</strong> vuestro <strong><strong>de</strong>l</strong>ito. Torné a<br />

quererla matar, y se me tornaron a <strong>de</strong>sjarretar los brazos, y al fin <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> matarla con<br />

hambre y sed, dándole cada día media libra <strong>de</strong> pan, y muy poca agua. Hoy hace quince días<br />

que no ha visto luz, ni oído palabra <strong>de</strong> mi boca, ni ella me la ha hablado, con darle yo esa<br />

miseria con mis propias manos. Y a mí no me parecen quince días, sino quince mil años, y<br />

en cada día he pasado quince mil muertes. Este es el miserable estado en que me hallo,<br />

<strong>de</strong>samparado <strong>de</strong> todo aquello que me pue<strong>de</strong> dar consuelo, y tan rematado, que quisiera que<br />

Dios me hubiera hecho un hombre <strong>de</strong>sechado <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> obligaciones, para<br />

irme don<strong>de</strong> jamás hubiesen habitado gentes. Y pues os he hecho y dado parte <strong>de</strong> lo que


234<br />

nadie sabrá <strong>de</strong> mi boca, también quiero que veáis por vuestros ojos lo que tiene tan sin luz a<br />

los míos, y tan sin esperanza <strong>de</strong> volverla a ver. Y tomando una vela con un can<strong><strong>de</strong>l</strong>ero me<br />

dijo que le siguiese, y pasando por un pedazo <strong>de</strong> jardín, abrió la puerta don<strong>de</strong> estaban<br />

encerradas todas sus <strong>de</strong>sdichas. Representóseme luego uno <strong>de</strong> los más horrendos<br />

espectáculos que los ojos humanos han visto. Un hombre arrastrado con muchas puñaladas<br />

en el cuerpo, otro <strong>de</strong>spedazado, por el costado abierto, y el corazón puesto en un escalón,<br />

junto a uno <strong>de</strong> los más bellos rostros que naturaleza ha criado. Y para mayor ocasión <strong>de</strong><br />

dolor sucedió, que en abriendo la puerta se entraron tras él algunos perros, que en viendo a<br />

la <strong>de</strong>sdichada <strong>de</strong> su esposa llegaron a lamerle las manos y rostro, y hacerle tantas caricias<br />

que a mí se me enternecieron los ojos y al marido las entrañas y el alma. Viendo la ocasión<br />

<strong>de</strong> su terneza, le dije: Señor, yo no os he hablado palabra, ni replicado cosa que me habéis<br />

dicho, por no haber visto en vuestra pasión puerta abierta, ni por haberme vos dado<br />

licencia. Pues ahora, dijo el caballero, os la doy para que digáis todo cuanto os pareciere. Y<br />

<strong>de</strong>sechado todo el temor por su terneza, le dije estas palabras. Vos, señor, me habéis<br />

confesado que la primera i<strong>de</strong>a que se os entró en el alma <strong><strong>de</strong>l</strong> amor <strong>de</strong> vuestra esposa, ni se<br />

ha borrado ni se borrará para siempre jamás. También me habéis dicho que este negocio,<br />

falso o verda<strong>de</strong>ro, nadie lo ha sabido sino estos dos que ya no pue<strong>de</strong>n publicarlo, y la honra<br />

o infamia <strong>de</strong> los hombres no consiste en lo que ellos saben <strong>de</strong> sí propios, sino en lo que el<br />

vulgo sabe y dice; porque si lo que los hombres saben <strong>de</strong> sí mismos entendiesen que lo sabe<br />

el mundo como ellos lo saben, muchos o todos se irían adon<strong>de</strong> gentes no los viesen. Vos<br />

habéis atajado con la muerte <strong>de</strong> estos lo que se podría <strong>de</strong>cir. Tenéis a vuestra esposa viva, y<br />

quizás sin culpa, pues en cuantas veces la habéis querido matar no habéis podido. No os<br />

digo más sino que miréis la terneza que han causado las caricias y blandura que estos perros<br />

están usando con ella. Antes que el marido respondiese palabra, ella alentándose, y sacando<br />

una voz cansada <strong><strong>de</strong>l</strong> profundo pecho, como si saliera <strong>de</strong> algún sepulcro, dijo: Señor<br />

soldado, no gastéis palabras en vano, porque ni yo estoy para vivir, ni por cuanto, cubre el<br />

sol querría tornar a ver su luz. Pero por si alguna vez espantado <strong>de</strong> tan horrible caso os<br />

viniere a la memoria el referirlo, sepáis la verdad, porque ni con<strong>de</strong>néis la crueldad <strong>de</strong> mi<br />

esposo, ni divulguéis la infamia que yo merezco. Estos dos hombres han merecido<br />

justamente las muertes recibidas. Aquel arrastrado, porque dijo lo que no vio, ni pudo ver.<br />

Y este <strong>de</strong>spedazado no por lo que hizo, sino por lo que intentó hacer como traidor,


235<br />

<strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cido al mucho bien que mi esposo y señor le había hecho, que procedió con tantas<br />

diligencias que yo entendí que tenía pacto con algún <strong>de</strong>monio, porque le veía en mi propia<br />

estancia sin saber por dón<strong>de</strong> había entrado, mas <strong>de</strong> que lo vi salir por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> una tabla <strong>de</strong><br />

pintura, y preguntándole qué quería, me respondía: que venía a entretenerme por la<br />

ausencia <strong>de</strong> mi esposo y señor. Yo no le dije palabra mala por sus pretensiones: lo uno,<br />

porque yo jamás la he dicho a nadie; lo otro, porque <strong>de</strong>spués que vio mi entereza no dijo<br />

más palabra <strong>de</strong>shonesta. Y, si me culpare mi esposo y señor porque no le avisé <strong>de</strong> ello, diré<br />

que aun viéndole con enojos muy livianos me <strong>de</strong>spulsaba hasta verle fuera <strong>de</strong> ellos, cuanto<br />

más <strong>de</strong>cirle una cosa que tan al alma le había <strong>de</strong> llegar, y no tenía reino, ni imperio el<br />

mundo por quien yo manchase mi honra y el lecho <strong>de</strong> mi esposo y señor: y por la Piedad<br />

que en vos he conocido, y por la verdad que os he dicho, os suplico que le roguéis que no<br />

me alargue la vida, sino que me abrevie la muerte, para que vaya presto a presentar este<br />

martirio en la presencia <strong>de</strong> Dios.<br />

Des<strong>de</strong> el punto que comenzó a hablar la <strong>de</strong>sdichada, tanto como hermosa, fueron tantas<br />

las lágrimas que <strong>de</strong>rramó el marido, que viendo la ocasión, le dije: ¿Qué os parece <strong>de</strong> esto,<br />

señor caballero? a lo cual sollozando me respondió: Que <strong>de</strong> la misma manera que os di<br />

licencia para hablar, os la doy para que hagáis lo que os pareciere que me está bien. Al<br />

punto cogí mi daga y corté las ligaduras <strong>de</strong> aquellos hermosos, aunque <strong>de</strong>bilitados<br />

miembros, que lo estaban tanto, que sin po<strong>de</strong>r tenerse, se cayó sobre mi pecho, y <strong>de</strong>spués se<br />

asentó en el suelo, como a <strong>de</strong>scansar <strong><strong>de</strong>l</strong> gran martirio que había pasado. El marido se<br />

arrojó <strong>de</strong> rodillas ante ella, y besándole las manos y pies le dijo: Esposa y señora mía, pues<br />

no tengo que perdonaros, os pido perdón con toda humildad <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. No pudo<br />

respon<strong>de</strong>r, porque con el <strong>de</strong>scanso le dio un <strong>de</strong>smayo, tal que yo entendí que quedaba<br />

muerta, y levantándose el marido con mucha priesa, trujo muchas cosas confortativas, con<br />

que la que había quedado como azucena volvió en un instante a estar como una rosa, que<br />

abriendo unos suavísimos ojos zarcos y ver<strong>de</strong>s, dijo al marido: ¿Por qué señor mío, me<br />

habéis querido tornar a esta <strong>de</strong>sdichada vida? Porque no se acabase la mía, respondió él; y<br />

cogiéndola entre los dos la llevamos a su estancia, don<strong>de</strong> fueron tan gran<strong>de</strong>s los regalos y<br />

beneficios que se le hicieron, que al fin la reservaron <strong>de</strong> la muerte. De todo esto que aquella<br />

noche pasó, ningun criado fue testigo. A la mañana le pedí licencia para irme, para seguir<br />

mi viaje; no me <strong>de</strong>jó ir en veinte días, que lo hube bien menester para el cansancio <strong><strong>de</strong>l</strong>


236<br />

camino, y para el horror que había concebido <strong>de</strong> tan triste historia y espantoso espectáculo.<br />

Que <strong>de</strong> arrebatarse <strong>de</strong> su pasión, sin hacer reflexión en consi<strong>de</strong>rar si pudiera ser falso, hizo<br />

aquellos homicidios, y llevaba camino <strong>de</strong> acabar con la inocente e inculpable mujer, con<br />

que viviera inquietísimo, si viviera, y ella quedara infamada <strong>de</strong> lo que no había cometido;<br />

que el caballero se engañase con tantas apariencias <strong>de</strong> verdad, lastimado <strong>de</strong> la honra y <strong>de</strong><br />

los celos, raíz <strong>de</strong> tantos y tan exorbitantes males, no es maravilla; pero que sea tanta la<br />

insistencia o pertinacia <strong>de</strong> un pecho doblado y lleno <strong>de</strong> cautelas, que por llevar su intención<br />

al cabo, lo que había <strong>de</strong> gastar con inquietud, lo gaste en estratagema, trazas y bullicios, en<br />

ofen<strong>de</strong>r la honra ajena, y poner en peligro su vida, cosa es que espanta, que parecen estos<br />

hombres cautelosos hechos <strong>de</strong> diferente masa que los otros. Mas parece que anduvo muy<br />

arrebatado en dar puñaladas al que le dio la nueva, y que pudiera con aquella revelación<br />

averiguar la verdad sin precipitarse. Mas la misma naturaleza, que la razón, le llevó a hacer<br />

aquel castigo justo por muchas causas. La primera y principal, porque es maldad <strong>de</strong><br />

perversa intención, y entendimiento corrupto, y <strong>de</strong> conciencia <strong>de</strong>rramada, <strong>de</strong>cir un hombre<br />

las faltas ajenas <strong>de</strong> que no ha sido testigo. Lo otro, porque dar malas nuevas a nadie <strong>de</strong> lo<br />

que le ha <strong>de</strong> pesar, parece que es tener gusto <strong>de</strong> los males <strong><strong>de</strong>l</strong> amigo a quien lo dice. Lo<br />

tercero, porque chismosos y congraciadores con su cizaña tienen <strong>de</strong>struida la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo. Hay también que notar aquí el gran sufrimiento <strong>de</strong> aquella tan hermosa como<br />

agraviada mujer, que cuantos golpes le dio la fortuna, viendose ya a la puerta <strong>de</strong> la muerte,<br />

ni perdió la paciencia a sus <strong>de</strong>sdichas, ni el respeto a su marido. Ojalá todas supiesen<br />

cuánto les importa saber tenerla para conservar la paz <strong>de</strong> su casa y el amor <strong>de</strong> sus maridos:<br />

que les parece que es menos honra no dar tantas voces como ellos siendo más po<strong>de</strong>rosos.<br />

Yo había quedado tan escandalizado y sin gusto <strong>de</strong> lo que había oído y visto, que aunque<br />

me rogaron encarecidísimamente que me quedase allí por toda la vida, o por algún tiempo,<br />

no pudo acabarse conmigo: pero neguéselo dándoles a enten<strong>de</strong>r que iba muy contento <strong>de</strong> la<br />

obligación en que me había echado, loando mucho al caballero el valor que había mostrado<br />

en reparar su honra, y a ella la entereza y conservación <strong>de</strong> su reputación. Dentro <strong>de</strong> los días<br />

que allí estuve eché <strong>de</strong> ver la razón que tenía el marido <strong>de</strong> estar muy enamorado <strong>de</strong> aquel<br />

apacible y divino semblante, tan lleno <strong>de</strong> gravedad honesta, que cierto en la hermosura <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

rostro, gallardía <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, mansedumbre <strong>de</strong> condición y suavidad <strong>de</strong> costumbres, era un<br />

retrato <strong>de</strong> doña Antonia <strong>de</strong> Calatayud. Yo para asegurarme <strong><strong>de</strong>l</strong> todo <strong><strong>de</strong>l</strong> temor que pudiera


237<br />

haber concebido, y <strong>de</strong>jarlos gustosos, les dí palabra <strong>de</strong> volver a su servicio, o a su casa en<br />

acabando mis negocios en Venecia, y con esta condición me <strong>de</strong>jaron ir, que como yo tenía<br />

algún temor <strong>de</strong> algún daño <strong>de</strong> su parte, ellos lo tenían <strong>de</strong> mí porque no revelase lo que había<br />

visto; que todo este artificio han menester los que son testigos <strong>de</strong> daños ajenos, y no les ha<br />

<strong>de</strong> parecer que son señores <strong>de</strong> las personas cuyos secretos saben. Que se ven gran<strong>de</strong>s daños<br />

y se han visto en esta máquina sobre las personas que han revelado secretos, Al fin yo me<br />

<strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> ellos con mucho beneplácito suyo, y regalo que me hicieron. Cogí mi camino<br />

encomendándome a Dios, espantado <strong>de</strong> tan nuevo suceso, y lleno <strong>de</strong> tantas <strong>de</strong>sdichas; pero<br />

muy contento <strong>de</strong> verme libre <strong>de</strong> tan intrincado laberinto, y loando mucho en mí la honra y<br />

estimación <strong>de</strong> las mujeres italianas principales, y el recato con que se guardan y las<br />

guardan. Habiame apartado ya cosa <strong>de</strong> una milla <strong>de</strong> los jardines, volviendo atrás muchas<br />

veces la cabeza hasta que los perdí <strong>de</strong> vista, que me pareció que estaba ya cien leguas <strong>de</strong><br />

ellos; cuando vi venir dos hombres a caballo a toda priesa hacia mí; miré si en todo aquel<br />

llano había alguna población o casa adon<strong>de</strong> recogerme y ampararme, y vime tan solo, que<br />

no pu<strong>de</strong> tener recurso para huir, porque yo entendí realmente que ellos se habían<br />

arrepentido en <strong>de</strong>jarme venir, habiendo sido testigo <strong>de</strong> todo lo pasado. Yo comencé a llamar<br />

a Dios en mi favor, porque cuanto más andaban los caballos más crecía mi temor. Al fin ya<br />

que llegaron cerca <strong>de</strong> mí, pareciome esperar su <strong>de</strong>terminación. Llegaron con el peor<br />

término <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y dijeron: Téngase, señor soldado. Yo respondí: Tenido soy para lo que<br />

vuesas merce<strong>de</strong>s mandaren.<br />

Eran dos hombres con dos escopetas, y unos cuchillazos <strong>de</strong> monte con que <strong>de</strong>sollaban<br />

los animales; las caras tostadas, las palabras <strong>de</strong>sapacibles, como dichas a español que iba<br />

solo, y a pie. Porque preguntandoles qué era lo que mandaban, respondieron con el peor<br />

modo <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo: No le mandamos nada, que atrás viene quien se lo mandará; con que me<br />

hicieron temblar y confirmar mi temor. Pero señores, les dije, ¿qué ofensa hice yo al señor<br />

Aurelio, para que <strong>de</strong> este modo me traten? Él se lo dirá, respondieron. Yo dije: Déjenme<br />

seguir mi camino, señores. Y dijo el uno: Estése quedo, sino arrojarele dos balas en el<br />

cuerpo. Yo eché <strong>de</strong> ver que no se podían llevar por humildad, y hice una cuenta entre mí: si<br />

estos vienen a matarme poco ha <strong>de</strong> aprovecharme la humildad, porque aquí no hay segundo<br />

lance para la disimulación; y si no vienen a matarme, no quiero que me tengan por cobar<strong>de</strong>.<br />

Y así en diciendo <strong>de</strong> las dos balas, poniendo mano a la espada <strong>de</strong> él, dije: Pues si me tirare,


238<br />

aciérteme; sino por vida <strong><strong>de</strong>l</strong> rey <strong>de</strong> España que les tengo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sjarretar los caballos, y hacer<br />

pedazos las personas. Bravata <strong>de</strong> español, dijo el uno <strong>de</strong> ellos. En esto llegaba ya el<br />

caballero en un gentil portante, y como vio la espada <strong>de</strong>senvainada, preguntando qué era, le<br />

respondí: No sé yo en qué se pue<strong>de</strong> fundar una cosa tan injusta como querer dar la muerte a<br />

quien ha querido dar la vida. No entiendo ese lenguaje, dijo el caballero. Los criados se<br />

sangraron en salud, diciendo: Señor, como nos enviasteis a <strong>de</strong>tenerlo, que él quería pasar<br />

a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, entonces le amenazamos con una pistola, y él a nosotros con <strong>de</strong>cir que nos haría<br />

pedazos a nosotros y a los caballos a lo cual respondió el caballero: Yo no os envié a<br />

<strong>de</strong>tenerlo para hacerle mal, sino para hacerle bien, que no me espanto que a dos hombres<br />

que yendo a caballo, y bien puestos queriendo tratar mal a un hombre <strong>de</strong> a pie, solo y<br />

honrado, se les atreva a eso y a mucho más. Apeaos vos <strong><strong>de</strong>l</strong> caballo, y dadle esa escopeta al<br />

soldado español, y suba en el caballo, y acompañadle hasta Venecia; y si os enviare luego,<br />

volveos, y sino esperadle, y díjome a mí: Señor soldado, la confusión, causada por mis<br />

trabajos, hizo que me <strong>de</strong>scuidase <strong>de</strong> mi obligación, y mi esposa con su angélica condición,<br />

enamorada <strong>de</strong> vuestra piedad y olvidada <strong>de</strong> mi rigor, os envía en esta bolsita cien escudos<br />

para vuestro camino, y esta joya <strong>de</strong> su misma persona, que es una cruz <strong>de</strong> oro, esmeraldas y<br />

rubíes; y queda con esperanza <strong>de</strong> tornar a ver quien reparó tanto <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong> sangre.<br />

Arrojéme a sus pies, agra<strong>de</strong>ciéndole tanto bien y honra, y subí en mi caballo, llevado por el<br />

mozo <strong>de</strong> mulas que me había querido matar. Llegué a Venecia tan rico, a mi parecer, que la<br />

podía comprar toda. Díjele a mi mozo <strong>de</strong> mulas que me llevase a una muy gentil posada,<br />

como práctico en la ciudad, y entrando en ella, no vi la hora <strong>de</strong> echarlo <strong>de</strong> mí, porque yo lo<br />

traía <strong>de</strong> tan buena gana conmigo como él venía: reposé aquella noche, y a la mañana<br />

<strong>de</strong>spedilo.<br />

Descanso VIII<br />

MIRÉ con gran<strong>de</strong> admiración la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> aquella república, que siendo tan rica y <strong>de</strong><br />

tanta estimación, que se persua<strong>de</strong>n a que tienen más razón <strong>de</strong> <strong>de</strong>svanecerse que todas las<br />

naciones <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, no lo parecen en el trato <strong>de</strong> sus personas, porque andan tan


239<br />

<strong>de</strong>sautorizados, que quien no los conociere, no los estimará en lo que son. Y para la<br />

vanidad suya pasó un cuento gracioso entre un noble veneciano y un portugués, gente<br />

idólatra <strong>de</strong> sí propia, que no estima en nada el resto <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo; y fue, que yendo yo a pasar<br />

por una puentecilla pequeña, que llaman <strong><strong>de</strong>l</strong> Bragadin, me <strong>de</strong>tuve, porque venía un<br />

magnífico <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí; túvele respeto, porque ellos quieren que se le tengan; y <strong>de</strong> la otra<br />

parte <strong>de</strong> la puente venía un portugués, <strong>de</strong> razonable talle, mirando hacia el horizonte, con<br />

unos guantes <strong>de</strong> nutria en las manos, y unas botas arrugadas en las piernas, muy tieso; <strong>de</strong><br />

suerte, que llegando al medio <strong>de</strong> la puentecilla el magnífico entendió que el portugués le<br />

hiciera la cortesía que era <strong>de</strong> razón por estar en su tierra, y el portugués quería lo mismo<br />

estando en el agua. Sucedió, que llegando al medio <strong>de</strong> la puente ambos con mucha majestad<br />

chocaron: y por no caer en el agua, el portugués apretó, y el magnífico no osó la<strong>de</strong>ar;<br />

cayeron los dos, el magnífico <strong>de</strong> espaldas, que era <strong><strong>de</strong>l</strong>gado <strong>de</strong> piernas, y el portugués <strong>de</strong><br />

pechos, que por poco no dieron ambos en la mar. Levantose el portugués <strong>de</strong> presto,<br />

limpiose el polvo con los guantes <strong>de</strong> nutria, y el magnífico las calzas <strong>de</strong> lacre, limpiándose<br />

las espaldas; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> limpios paráronse a mirar el uno al otro, y habiéndose estado un<br />

rato suspenso, dijo el magnífico al portugués: ¿É vu sabi che mi sono veneciano, gentil<br />

huomo patricio? Y el portugués al mismo tono respondió, o preguntó: ¿É vos sabe<strong>de</strong>s que<br />

eu saon portugues fidalgo evorense? El veneciano con mucho <strong>de</strong>sprecio le dijo: An<strong>de</strong> el<br />

bor<strong><strong>de</strong>l</strong>, beco cornuto. Y el portugués, dando con el pie, le respondió: Tiraivos la, patife. fue<br />

cada uno su camino, volviendo el rostro atrás; el magnífico, señalando con el <strong>de</strong>do al<br />

portugués, diciendo con mucha risa: No va il, pazzon. Y el portugués al mismo modo,<br />

<strong>de</strong>cía: Ollay, o parvo. De suerte, que yo no pu<strong>de</strong> averiguar cuál fue más fantástico y loco <strong>de</strong><br />

los dos, aunque está la presunción por el portugués, por haberse atrevido en tierra ajena, y<br />

don<strong>de</strong> tan poco amados son los españoles; que alabando a los venecianos su ciudad dicen,<br />

que no hay en ella calor ni frío, lodo ni polvo, moscas, ni aun mosquitos, pulgas ni piojos,<br />

ni aun españoles. Son tan estadistas, que para lo que aman y han menester, no hay<br />

encarecimiento en el mundo <strong>de</strong> que no usen: y para lo que aborrecen no hay palabras tan<br />

obscenas <strong>de</strong> que no se aprovechen.<br />

Llegó un noble <strong>de</strong> aquellos a comprar un poco <strong>de</strong> pescado, y con gran<strong>de</strong>s caricias y<br />

amores le preguntó el pescador, sin conocerlo, cómo estaba su mujer e hijos; y a él le dijo<br />

que era muy hombre <strong>de</strong> bien; pero en no queriendo darle el pescado al precio que él quería,


240<br />

le dijo que era un cornudo, y su mujer: una putana, y sus hijos unos bardajes. Vi otras cosas<br />

allí muy <strong>de</strong> notar, en razón a la superioridad que les parece que pue<strong>de</strong>n tener por su<br />

antigüedad y gobierno. Fuime a mi posada a la hora <strong>de</strong> comer y apenas hube llegado<br />

cuando, habiendo comenzado la comida, me dijeron que me buscaba una señora principal<br />

en una silla, diciendo: ¿Dón<strong>de</strong> está aquí un soldado español? Vi que no había otro sino yo,<br />

levantéme, y fui a ver lo que me mandaba; vi salir una mujer <strong>de</strong> la silla, <strong>de</strong> muy gentil talle<br />

y muy hermosa, y no menos bien a<strong>de</strong>rezada, que con muy gran<strong>de</strong>s caricias, palabras dulces<br />

y regaladas, me dio la bien venida, <strong>de</strong> que yo quedé dudoso y confuso, entendiendo que<br />

realmente me hablaba por otro, y así le dije: Señora, no me hallo digno <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> y<br />

autorizada visita como esta; suplícoos que advirtáis bien si soy a quien buscáis. Ella<br />

respondió con alegre semblante, echándome los brazos al cuello: Señor soldado, bien sé a<br />

quién busco, y a quién he hallado. Yo soy la señora Camila, hermana <strong><strong>de</strong>l</strong> señor Aurelio, <strong>de</strong><br />

cuyas manos recibí anoche una carta, en que me manda que os hospe<strong>de</strong> y regale, no como<br />

segunda persona, sino como a la suya misma, todo el tiempo que gustáre<strong>de</strong>s estar en<br />

Venecia. Yo respondí: Bien creo que <strong>de</strong> un tal, excelente caballero me ha <strong>de</strong> venir todo el<br />

bien <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, y comenzando por tan gallarda y discreta señora, habrá <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r todo<br />

bien. Ea, pues, dijo ella, seguidme, que aunque toda esta mañana no he podido dar con<br />

vuestra posada <strong>de</strong>jé mandado en la mía que os tuviesen a<strong>de</strong>rezada la comida, como para tal<br />

persona. Y rehusándolo yo, por tener ya hecho el gasto, dijo: que había <strong>de</strong> hacer por fuerza<br />

el mandamiento <strong>de</strong> su hermano: y así pagando lo que <strong>de</strong>bía en la hostería me llevó consigo,<br />

no dudando yo en lo que <strong>de</strong>cía; pero fui imaginando si acaso sería traza <strong>de</strong> su hermano,<br />

para ejecutar en Venecia lo que no había hecho en su casería. Mas ella me llevó con tanta<br />

blandura y amor a su casa, que se me quitó cualquiera imaginación y sospecha. Entramos<br />

en una sala muy bien a<strong>de</strong>rezada, don<strong>de</strong> hallé puesta la mesa con muchos y muy escogidos<br />

mantenimientos, en que me entregué tan <strong>de</strong> buena gana como lo había menester; porque<br />

fuera <strong>de</strong> ser muy a gusto la comida, la partía y repartía la señora Camila con aquellas<br />

argentadas manos, no cesando <strong>de</strong> encarecer la voluntad y fuerza con que el señor Aurelio,<br />

su hermano, se lo había mandado. <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido sacó una carta firmada <strong>de</strong><br />

Aurelio, en que <strong>de</strong>cía estas palabras: «Con cuidado me <strong>de</strong>jó un soldado español, huésped<br />

mío, cuyas acciones <strong>de</strong>scubrían ser hombre principal; no le regalé como quisiera, si bien<br />

vuestra hermana y mi esposa le envió al camino una bolsilla <strong>de</strong> ámbar con cien escudos, y


241<br />

<strong>de</strong> su persona una cruz <strong>de</strong> oro, rubíes y esmeraldas, que no pudo más por ahora: buscadle,<br />

dándole el hospedaje y regalos que a mi propia persona, sin <strong>de</strong>jarle gastar cosa alguna en<br />

todo el tiempo que estuviere en Venecia; y si hubiere <strong>de</strong> volver acá, dadle lo necesario para<br />

el camino. «Yo, con las señas <strong>de</strong> la carta, acabé <strong>de</strong> enterarme en creer que era verdad<br />

cuanto la señora Camila me <strong>de</strong>cía, y los regalos recibidos y los que había <strong>de</strong> recibir eran por<br />

cuenta <strong>de</strong> aquel gran caballero Aurelio. Díjome luego que trujese mi ropa o maleta a su<br />

casa; porque en todo el tiempo que estuviese en Venecia ni había <strong>de</strong> comer ni dormir fuera<br />

<strong>de</strong> ella, ni gastar sino a su costa. Halléme obligadísimo, y díjele, que yo no había traído<br />

maleta, ni otra prenda, sino a mi persona gentil; y ella mandó a una criada que me trujese<br />

un cofrecillo pequeño para darmele. Trújolo, que era labrado con toda la curiosidad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

mundo: dio me la llave <strong>de</strong> él, y dijo que echase allí mis papeles y los guardase, porque en<br />

Venecia había mucho peligro <strong>de</strong> ladrones: holguéme <strong>de</strong> ver el cofrecillo, y encerré <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> él mis papeles y dineros, y la joya, que ella se holgó mucho <strong>de</strong> ver, y le dio mil besos por<br />

haber sido <strong>de</strong> su cuñado, a quien ella dijo que quería infinito. Eché la llave al cofrecito, y<br />

roguéle que lo guardase. Ella dijo, que mejor estaría en mi po<strong>de</strong>r, por si quería sacar<br />

dineros, aunque no los había menester mientras estuviese en Venecia. Yo le respondí, que<br />

para haberlos menester o no, mejor estaban en su po<strong>de</strong>r que en el mío. Y al fin porfiando,<br />

aunque ella lo excusó, le hice que me le guardase. A la noche me tuvo muy gentil cena,<br />

autorizándola con su gallarda presencia, que realmente era muy hermosa. Pasé aquella<br />

noche muy contento, por haber comido a costa <strong>de</strong> una tan gentil dama.<br />

Descanso IX<br />

EN amaneciendo vino a visitarme, preguntándome cómo me había hallado, y si había<br />

menester alguna cosa la pidiese con libertad, porque ella iba a hacer una visita a una gran<br />

señora, y que si ella no tornaba a comer sus criados y criadas me regalarían. No vino a<br />

comer, ni en todo el día pareció. Esperé hasta la noche: tampoco vino. No <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> tener<br />

alguna pesadumbre, dando y tomando en si podía por algún camino ser traza o cautela;


242<br />

porque ella me había dicho que en Venecia no me fiase <strong>de</strong> ninguna mujer, por principal que<br />

me pareciese, porque me habían <strong>de</strong> engañar; pero consi<strong>de</strong>rando que aquellas señas <strong>de</strong><br />

aquella carta por ningun camino podían saberlas sino <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo Aurelio, me sosegué. Por<br />

la mañana, como no me visitó a la hora que el día antes, ni mucho <strong>de</strong>spués, pregunté a una<br />

sirvienta <strong>de</strong> la casa si era levantada la señora Camila, y respondiome que no había tal mujer<br />

en aquella casa. Repliquéle, y tornome a respon<strong>de</strong>r lo mismo. Pero otro sirviente, que <strong>de</strong>bía<br />

<strong>de</strong> estar hablado, acudió, y preguntóme que le quería, que estaba en cierta visita <strong>de</strong> una<br />

señora enferma. Fingí que me sosegaba con eso, y preguntándole al otro sirviente a solas si<br />

era aquella casa suya, me respondió que no sabía más <strong>de</strong> que había alquilado aquella sala<br />

para un gran caballero español. Callé, y fuime a la primera posada a preguntar si conocían<br />

aquella señora que me había venido a buscar, o si sabían dón<strong>de</strong> vivía, y respondionle uno<br />

muy presto: Quien os podrá <strong>de</strong>cir su casa mejor que nadie es el que vino aquí con vos, que<br />

es con quien enviasteis el caballo, porque él venía con ella mostrándole vuestro<br />

alojamiento; y esa que vos tenéis por gran señora es una ramera que vive <strong>de</strong> hacer estafas y<br />

engaños. Sin replicar más palabras me salí <strong>de</strong>sesperado <strong>de</strong> verme <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> mis dineros,<br />

joyas y papeles con la bellaquería <strong><strong>de</strong>l</strong> que había venido conmigo, que le había dado las<br />

señas <strong>de</strong> lo que traía, por don<strong>de</strong> fingió la carta que me mostró: pero visto que ella misma<br />

me había avisado <strong><strong>de</strong>l</strong> engaño que me había <strong>de</strong> hacer, reportéme, y fui a ver si podía reparar<br />

el daño a la posada don<strong>de</strong> ella me había llevado. Y preguntándole al mozo que había vuelto<br />

por ella si había venido la señora Camila, me respondió: Señor, aquí vino ahora, y como no<br />

os halló se tornó a la enferma, pero mirad si la queréis algo, que yo la iré a llamar. Quiérela,<br />

respondí yo, para que me dé unos papeles en que están las señas <strong>de</strong> mi persona, porque<br />

tengo aquí una póliza <strong>de</strong> doscientos escudos que cobrar <strong>de</strong> un cambio, y sin este papel que<br />

digo no se pue<strong>de</strong>n cobrar. Dijo el sirviente: Pues yo iré en un instante a avisarle <strong>de</strong> eso.<br />

Mientras él iba yo fingí la póliza con las señas que en el pasaporte que traía <strong>de</strong> Milán<br />

venían. Apenas acabé <strong>de</strong> escribir la póliza, cuando vino mi señora doña Camila <strong>de</strong>salada,<br />

pensando coger los doscientos escudos con todos los <strong>de</strong>más: y es <strong>de</strong> creer que habría visto<br />

ya papel <strong>de</strong> las señas él, pues estaba en su po<strong>de</strong>r, y tendría otra llave <strong><strong>de</strong>l</strong> cofrecito. Díjole<br />

mi recado, y saqué la póliza <strong><strong>de</strong>l</strong> seno, y en mostrándosela envió a una criada por el<br />

cofrecillo; torné <strong>de</strong> muerto a vivo, y díjele a la señora que me buscase un caballero a quien<br />

diese po<strong>de</strong>r para cobrar aquella póliza, porque no quería que el embajador <strong>de</strong> España me la


243<br />

viese, porque me conocía. Ella me trujo luego un rufianazo suyo, muy bien puesto, diciendo<br />

que era un caballero muy principal. Díjele que trujese un escribano para darle el po<strong>de</strong>r; y la<br />

señora Camila, por más favorecerme, dijo que quería que fuese <strong>de</strong> su mano. Fueron por él,<br />

y entretanto yo cogí mi cofrecillo, y fui a buscar un barco en que acogerme. Dejélo<br />

concertado, y volví a la posada, don<strong>de</strong> hallé a la señora, y al rufo, y al escribano; diles el<br />

po<strong>de</strong>r y la póliza, y el papel <strong>de</strong> las señas, con que quedaron muy contentos, y yo mucho<br />

más: y porque ya era <strong>de</strong> noche, les supliqué que se cobrasen muy <strong>de</strong> mañana aquellos<br />

doscientos escudos, porque quería hacer un gran servicio a la señora Camila. Fui a pagar al<br />

escribano, y no me lo consintió. Fueronse, y yo torné a suplicarles que fuese luego por la<br />

mañana la cobranza con mucho encarecimiento: diéronme la palabra que a las ocho estaría<br />

cobrado.<br />

Al salir <strong>de</strong> la calle asoméme, para en saliendo ellos salir también yo. Volvió el gayan la<br />

cabeza, riéndose <strong>de</strong> la burla que me hacía, y como me vieron, torné <strong>de</strong> nuevo a<br />

encomendarles la brevedad <strong>de</strong> la cobranza, <strong>de</strong> que ellos se rieron mucho, como antes le<br />

había dado el cofrecillo con sencillez, creyeron que todo fuera así. En trasponiendo la calle<br />

cogí mi cofrecillo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la capa, y fuime a mi embarcación; no había andado treinta<br />

pasos cuando me encontró aquel sirviente que andaba en favor <strong>de</strong> la señora Camila, y<br />

preguntándome que a dón<strong>de</strong> iba con tal priesa, respondile que iba a llevar aquel cofrecillo a<br />

la señora, que se acababa <strong>de</strong> apartar <strong>de</strong> mí por aquella calle abajo, y señaléle una calle por<br />

don<strong>de</strong>, aunque anduviera toda la noche, no toparía con ella. Dijo: Pues yo iré a avisarla <strong>de</strong><br />

ello, vuélvase a la posada. Él fue por su calle, y yo <strong>de</strong>recho al barco que me estaba<br />

aguardando, con tan buenos alientos, que amanecimos treinta leguas <strong>de</strong> Venecia, y<br />

contando a los pasajeros algo <strong>de</strong> lo que me había pasado, dieron en quién podía ser por el<br />

modo <strong><strong>de</strong>l</strong> engaño y el artificio <strong>de</strong> que usó; pero cuando supieron que había gastado en<br />

regalarme su dinero, holgaron <strong>de</strong> saberlo para publicarlo en Venecia. No supe si echaría la<br />

culpa a mi facilidad en creer, o la fuerza <strong>de</strong> su engaño en <strong>de</strong>cir, porque aunque es verdad<br />

que es dificultoso librarse <strong>de</strong> una cautela engendrada <strong>de</strong> una verdad clara y evi<strong>de</strong>nte, con<br />

todo eso arguye liviandad el arrojarse luego a creerla; pero es tan po<strong>de</strong>roso el embeleco <strong>de</strong><br />

una mujer hermosa y bien hablada, que con menos circunstancias me pudiera engañar. La<br />

facilidad en creer es <strong>de</strong> pechos sencillos, pero sin experiencia, especialmente si la<br />

persuasión va encaminada a provecho nuestro, que en tal caso fácilmente nos <strong>de</strong>jamos


244<br />

engañar. Yo me vi rematado y perdido, no sintiendo tanto el agravio <strong>de</strong> la persona como la<br />

falta <strong><strong>de</strong>l</strong> dinero, que tanta me había <strong>de</strong> hacer; y así no fue el ingenio quien me dio la traza,<br />

sino la necesidad, por verme, pobre y en tierra ajena, y que ningún camino lícito y fácil<br />

podía <strong>de</strong>shacer mi agravio, sino por otro engaño semejante o peor. Mas Dios me libre <strong>de</strong><br />

una mentira con tantas apariencias <strong>de</strong> verdad, que es menester ayuda <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo para<br />

conocerla, y no rendirse a darle crédito. Aunque mirándolo bien, ¿qué conocimiento, o qué<br />

prendas <strong>de</strong> amistad o amor habían precedido entre aquella mujer y yo para que tan<br />

fácilmente gastase conmigo su hacienda, y para que yo me persuadiese a que había<br />

sencillez en aquel trato? La resolución <strong>de</strong> esto es, que yo tengo por sospechosos<br />

ofrecimientos y caricias <strong>de</strong> gente no conocida. Y es yerro sujetarse a obligaciones cuyo<br />

principio no tiene fundamento; y así es lo más cierto en semejantes ofrecimientos agra<strong>de</strong>cer<br />

sin aceptar, que el mayor contrario que un engaño tiene es no rechazarlo con darlo a<br />

enten<strong>de</strong>r, sino en entendiéndolo, echarlo a buena parte, que el trato apacible señorea todo lo<br />

que quiere. Y dos cosas hallo que granjean la voluntad general y encubren las faltas <strong>de</strong><br />

quien las usa, que son cortesía y liberalidad, que ser un hombre pródigo <strong>de</strong> buenas cortesías<br />

y palabras amorosas, y no miserable <strong>de</strong> su hacienda, siempre engendra buena sangre y<br />

mucho amor en los que le tratan.<br />

Descanso X<br />

YO no me arrojé tanto a la navegación por saber qué viaje había <strong>de</strong> llevar, como por<br />

huir <strong>de</strong> aquella embustera y su traga sangre: y así me fue forzoso, alargar mi viaje más <strong>de</strong> lo<br />

que convenía para disponer mi camino para don<strong>de</strong> mejor me estuviera. Topéme entre los<br />

pasajeros uno que dijo que iba huyendo porque le habían levantado un testimonio muy<br />

pesado, y que había puesto agua en medio en tanto que o se averiguaba la verdad, o se<br />

<strong>de</strong>shacía el mal nombre que había cobrado. Tengo, le dije, por yerro notable volver el rostro<br />

y <strong>de</strong>jar las espaldas que reciban los agravios y heridas, cuyos golpes han <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar<br />

car<strong>de</strong>nales irreparables. Que en tanto que parece la presencia <strong><strong>de</strong>l</strong> agraviado, cada uno<br />

quiere más poner duda en el caso, que no arrojarse a manchar la reputación ajena. Y para la


245<br />

averiguación <strong>de</strong> los <strong><strong>de</strong>l</strong>itos, el mayor y más evi<strong>de</strong>nte testigo es huir el rostro. En poco<br />

estima su opinión quien no teme las heridas <strong>de</strong> la lengua ausente. No hay hombre tan<br />

ajustado que no tenga algún émulo, y por no dar lugar a las asechanzas <strong>de</strong> este no se ha <strong>de</strong><br />

apartar <strong>de</strong> su vista que los mal intencionados <strong>de</strong> cualquiera átomo toman ocasión para<br />

empozoñar las intenciones <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, contra quien <strong>de</strong>sean ver fuera <strong>de</strong> él. Con estas y<br />

otras cosas que le dije le persuadí a que se volviese a Venecia, que me importó algo; porque<br />

<strong>de</strong>sembarcando en el primer pueblo que vimos, por ir costeando, me hallé cerca <strong>de</strong><br />

Lombardía, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> yo tomé la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Génova, y él la <strong>de</strong> Venecia, que por el buen<br />

consejo <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>ar más <strong>de</strong> doscientas leguas que hay por agua <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Venecia a Génova,<br />

adon<strong>de</strong> pensé hallar a D. Fernando <strong>de</strong> Toledo, el tío; pero habiendo pasado a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, me di<br />

aquella noche, aunque borrascosa, tan buena priesa, que le alcancé en Saona al tiempo que<br />

se quería partir. fui recibido alegremente, que lo había muy bien menester por la melancolía<br />

que traía conmigo, nacida <strong>de</strong> una perpetua enfermedad <strong>de</strong> corrimientos, que siempre me<br />

han traído corrido, a las partes hipocondríacas. Venimos la vuelta <strong>de</strong> España, <strong>de</strong>jando a la<br />

mano <strong>de</strong>recha la costa <strong><strong>de</strong>l</strong> Piamonte y Francia, poco seguro entonces por las compañías que<br />

andaban <strong>de</strong> gente perdida, gobernada por su antojo y voluntad, fuera <strong>de</strong> la <strong>de</strong> su rey. No<br />

tomábamos puerto para lo necesario sino en las riberas que más cómodas parecían para<br />

asentar el rancho, <strong>de</strong>jando a buen recaudo once falúas en que veníamos. Comíamos, y<br />

buscábamos agua y leña.<br />

Yo había sacado <strong>de</strong> Génova una bota <strong>de</strong> diez azumbres <strong>de</strong> muy gentil vino griego, que<br />

me hizo gran compañía y amistad hasta llegar a las pomas <strong>de</strong> Marsella, que son unos<br />

montones muy altos y pelados, sin yerba, ni cosa ver<strong>de</strong>, estériles <strong>de</strong> árboles, y <strong>de</strong> todo lo<br />

<strong>de</strong>más que pue<strong>de</strong> dar gusto a la vista. Pues llegando a este paso, porque no fuese sin trabajo<br />

la jornada, siendo mi falúa la postrera, encalló muy cerca <strong>de</strong> estas pomas, en una que <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

bati<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> las olas tenía hecho un poyo o bancal bien largo. Así como encalló dijo el<br />

arráez: Perdidos somos. Yo como sabía nadar, y vi cerca don<strong>de</strong> podía ampararme, quiteme,<br />

y arrojé una saltambarca que traía, y púseme al cuello como tahalí la bota, que ya llevaba<br />

poca substancia, y a cuatro o seis brazas llegué al poyo <strong>de</strong> la poma; entretanto <strong>de</strong>sencalló la<br />

falúa, y fueronse los marineros no haciendo más caso <strong>de</strong> mi que <strong>de</strong> un atún: y aunque les di<br />

voces, o no las oyeron por el ruido <strong>de</strong> las olas, o no las quisieron oír por no ir contra su<br />

natural costumbre, que es ser impíos, sin amor y cortesía, tan fuera <strong>de</strong> lo que es humanidad


246<br />

como bestias marinas ajenas <strong>de</strong> caridad. Yo me hallé perdido y sin esperanza <strong>de</strong> consuelo,<br />

sino era <strong>de</strong> Dios y <strong><strong>de</strong>l</strong> ángel bendito <strong>de</strong> la guarda; consi<strong>de</strong>rando que había <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> mí sino<br />

era que acaso pasaba por allí algún bajel o barco que me socorriera en tan apretada<br />

necesidad. Estuve <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las ocho <strong>de</strong> la mañana hasta las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> esperando si pasaba<br />

quien me pudiera socorrer, teniendo confianza que aquel gran caballero se había <strong>de</strong><br />

compa<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> mi trabajo; pero los marineros fueron tan crueles bestias que le dijeron que<br />

me había ahogado. Yo <strong>de</strong> cuando en cuando me alentaba con mi bota, hasta tomar<br />

<strong>de</strong>terminación en lo que había <strong>de</strong> hacer. Resolvíme <strong>de</strong> entregarme a la tiranía <strong><strong>de</strong>l</strong> mar,<br />

bestia insaciable y fiera cruel, y para esto <strong>de</strong>snudéme <strong>de</strong> un coleto <strong>de</strong> muy gentil cordobán,<br />

y con la punta <strong>de</strong> la daga, y dos docenas <strong>de</strong> agujetas que traigo siempre que camino, cogilo<br />

por la <strong><strong>de</strong>l</strong>antera, falda, brahones y cuello tan estrechamente, que pu<strong>de</strong> hincharlo sin que el<br />

viento se saliese. Vacié la bota <strong><strong>de</strong>l</strong> santo licor que había quedado, y hinchándola muy bien,<br />

hizo contrapeso al coleto. Hice la misma diligencia con las botas enceradas, que asidas <strong>de</strong><br />

las ligas, ayudaban también a sustentar. Descalcéme los valones, porque el agua se había <strong>de</strong><br />

colar por las faltriqueras, y quedéme con solo el jubón y camisa, porque siendo <strong>de</strong> gamuza<br />

no se rendiría tan presto a la humedad. Y puesto <strong>de</strong> esta manera, y acordándome que los<br />

caminos guiados por Dios son los acertados, le dije <strong>de</strong> esta manera: Inmenso Dios,<br />

principio, medio y fin sin fin <strong>de</strong> todas las cosas visibles e invisibles, en cuya majestad viven<br />

y se conservan los ángeles y los hombres, universal fabricador <strong>de</strong> cielos y elementos, a ti<br />

que tantas maravillas has usado en este con tus criaturas, y que al bienaventurado<br />

Raymundo, estribando en solo su manto, por tantas leguas <strong>de</strong> agua guiaste a salvamento, y<br />

en este mismo lugar a los marineros que se iban tragando las indomables olas, con solo un<br />

ruego <strong>de</strong> tu siervo Francisco <strong>de</strong> Paula, aquietándolas, libraste <strong>de</strong> la muerte que ya tenían<br />

tragada: por el nacimiento, muerte y resurrección <strong>de</strong> tu sacrificado Hijo, Re<strong>de</strong>ntor nuestro,<br />

te suplico que no permitas que yo muera fuera <strong>de</strong> mi elemento. Y luego dije al santo ángel<br />

<strong>de</strong> mi guarda: Ángel mío, a quien Dios puso para guarda <strong>de</strong> este cuerpo y alma, suplícote<br />

por el que te crió y me crió, que me guíes y ampares en este trabajo. Y dichas estas<br />

palabras, y asido muy bien <strong>de</strong> mi barco, me arrojé con muy gentil brazo sobre el coleto y la<br />

bota, comenzando a usar <strong>de</strong> mis cuatro remos valerosísimamente, no <strong>de</strong> manera que me<br />

cansase, porque como llevaba el barco <strong>de</strong> viento, iba braceando poco a poco <strong>de</strong> modo que<br />

no se rindiese la fuerza al cansancio. No osaba imaginar en la profundidad <strong>de</strong> agua que


247<br />

llevaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mí, por no <strong>de</strong>salentarme, ni osaba pararme, porque bien sabía yo que<br />

mientras el cuerpo hace movimiento no le acometen los hambrientos animales marinos: y si<br />

alguna vez sentía flaqueza en los remos, tendíalos sobre el agua: fiando lo <strong>de</strong>más <strong><strong>de</strong>l</strong> barco,<br />

que alguna vez me consolaba con la fragancia que salía <strong>de</strong> la bota, que iba muy cerca <strong>de</strong> las<br />

narices: comenzaba a rezar, pero <strong>de</strong>jábalo, porque me faltaba la respiración, que para<br />

semejante conflicto es muy necesaria. Anduve una hora, ya <strong>de</strong>scansando, ya navegando,<br />

hasta que comenzó a refrescar un viento que venía <strong>de</strong> África, y me traía hacia la tierra, que<br />

me era forzoso resistirlo, porque no diese conmigo en una poma <strong>de</strong> las que tengo dichas, y<br />

me hiciese pedazos. Pero estando en este último peligro <strong>de</strong>scubrí una caleta, con que respiré<br />

con nuevo aliento, y caminando o navegando hacia ella, el mismo viento meridional me<br />

ayudó milagrosamente. Ya que llegaba tan cerca que <strong>de</strong>scubrí muy bien toda la caleta, vi a<br />

la orilla <strong>de</strong> ella un hombre merendando, que me dio nueva fuerza con verle, y que comía.<br />

Pero <strong>de</strong> la misma manera que yo me alegré y esforcé con verle, él se espantó <strong>de</strong> mí,<br />

entendiendo que fuese alguna ballena o monstruo marino. Vino una ola tan gran<strong>de</strong>, que me<br />

llevó tan cerca <strong>de</strong> la caleta que hice pie y al mismo punto el hombre espantado echó a huir a<br />

la tierra a<strong>de</strong>ntro. Y un lebrel que con él estaba saltó al agua contra mí, y lo pasara mal si no<br />

fuera por la daga, que siempre me acompañó, porque picándole con ella saltó en tierra, y<br />

fuese huyendo tras su amo. En las caletas siempre está sosegada el agua, y como yo hacía<br />

pie salí a tierra, hinqué las rodillas ambas en ella, dando gracias a la primera causa: pero<br />

puestos los ojos en la merienda que el otro había <strong>de</strong>jado, miréme con mi bota y coleto,<br />

cosidos con el jubón y las botas enceradas, que también hacían su figura, y no me espanté<br />

que me tuviera por cosa mala. Arremetí con un pedazo <strong>de</strong> pan y otro <strong>de</strong> queso, que había<br />

<strong>de</strong>jado con un jarro <strong>de</strong> vino, y sacando el vientre <strong>de</strong> mal año, juraré que en mi vida comí<br />

cosa que más bien me supiese. Pero estando con el jarro en la boca, vinieron diez o doce<br />

hombres, cum fustibus et armis, que los había movido el huidor, a matar la ballena, y como<br />

no la hallaron, preguntáronle al buen hombre que dón<strong>de</strong> estaba, y a mí si la había visto. Él<br />

quedó confuso, yo respondí en italiano, que no osé en español, que allí no había llegado<br />

ballena, ni otra cosa que pudiese parecerlo, sino yo <strong><strong>de</strong>l</strong> modo queme veían, y que aquel<br />

hombre había huido por <strong>de</strong>jarme la merienda. Riéronse <strong>de</strong> él, diéronle matraca, llamándole<br />

borracho y otras cosas en lengua francesa, con que rieron harto, y a mí me tuvieron lástima<br />

<strong>de</strong> verme tan mojado y <strong>de</strong>snudo. En el mismo tiempo venía una falúa con doce remos, por


248<br />

mandado <strong><strong>de</strong>l</strong> maestre <strong>de</strong> campo a buscarme, porque les dijo que había <strong>de</strong> ahorcar al arráez<br />

si no me llevaban vivo o muerto.<br />

Hiceles señas con la bota, que era la mayor que yo podía dar para mi conocimiento y su<br />

gusto, y luego dieron la vuelta a la caleta, adon<strong>de</strong> me hallaron puesto el sol, más afligido<br />

que perro manteado, temblando y encogido. Echáronme en la falúa, todos admirados <strong>de</strong><br />

verme vivo habiendo pasado tal trabajo en tantos años <strong>de</strong> edad, que ya tenía cerca <strong>de</strong><br />

cincuenta. Lleváronme a Marsella, don<strong>de</strong> aquel gran caballero, amado y conocido <strong>de</strong> todo<br />

el mundo, me acarició y regaló, aunque como aquel trabajo me cogió en años crecidos,<br />

siempre me duró, y todos los inviernos me resiento <strong>de</strong> aquella humedad y frialdad. Parecí<br />

yo en esto a un escarabajo que estando en compañía <strong>de</strong> un caracol, recogido por miedo <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

agua, confiado en sus afillas se <strong>de</strong>terminó <strong>de</strong> volar a buscar lo enjuto, y levantándose, dijo<br />

el caracol: Allá lo veréis, y le dio una gota gruesa, y lo arrojó en el arroyo <strong>de</strong> la creciente:<br />

confiando yo en que sabia nadar y los otros no, arrojéme al charco <strong>de</strong> los atunes, como dice<br />

D. Luis <strong>de</strong> Góngora me pudiera suce<strong>de</strong>r lo que al escarabajo, si Dios no lo remediara, que<br />

para una bestia tan cruel y <strong>de</strong>sleal como el mar no aprovecha saber nadar: que echarse un<br />

hombre en el mar es echarse un mosquito en la laguna Urbion. Los animales <strong>de</strong> la tierra<br />

están enseñados a tratar con un elemento fiel, amigable, suave y apacible, que don<strong>de</strong> quiera<br />

da acogida, y sustenta al cansado pero el mar ingrato, tragador <strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> la tierra,<br />

sepultura perpetua <strong>de</strong> lo que en él se escon<strong>de</strong>, que se sale a la tierra a ver si pue<strong>de</strong> llevarse<br />

a<strong>de</strong>ntro lo que está en la orilla; hambriento animal <strong>de</strong> todo lo que pue<strong>de</strong> alcanzar, asolador<br />

<strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s, islas y montañas, envidioso enemigo <strong>de</strong> la quietud, verdugo <strong>de</strong> vivos y<br />

<strong>de</strong>spreciador <strong>de</strong> muertos, y tan avariento que estando lleno <strong>de</strong> agua y <strong>de</strong> peces mueren en él<br />

<strong>de</strong> sed y <strong>de</strong> hambre, ¿qué pue<strong>de</strong> hacer, sino <strong>de</strong>struir a quien <strong>de</strong> él se fiare? y así parece que<br />

con sola la mano <strong>de</strong> Dios pue<strong>de</strong> hacerse lo que estos días pasados sucedió en la toma <strong>de</strong> la<br />

Mámora a don Lorenzo y al capitán Juan Gutiérrez; a éste que nadando, y sin ayuda, y con<br />

muchos años acuestas, quitó a cinco moros un barco en que iban; y a D. Lorenzo, que<br />

habiendo nadado toda la noche, azotado <strong>de</strong> las levantadas olas, llegando al barco don<strong>de</strong><br />

pudiera <strong>de</strong>scansar <strong>de</strong> tan inmenso trabajo, alentándose con fuerzas sobrenaturales, dijo: que<br />

no quería entrar en el barco porque recogiesen a otros que venían atrás más necesitados que<br />

él, y pasó a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante. Caso es pocas veces o ninguna visto. Yo llevé: mi trabajo, y una<br />

reprehensión por el atrevimiento, porque la confianza me pudo costar la vida que yo


249<br />

realmente por mostrar que sabía nadar y que tenía animo <strong>de</strong>svanecido para atreverme, fue<br />

causa <strong>de</strong> arrojarme tan sin consi<strong>de</strong>ración, aunque <strong>de</strong> las cosas tan arrebatadas da poco lugar<br />

el discurso; pero mejor fuera aguardar la fortuna <strong>de</strong> todos que anticiparme con la mía, que<br />

tan poco favorable me ha sido, que cuando la vanidad engendra el atrevimiento ha <strong>de</strong> ser en<br />

los que tienen experiencia en su buena fortuna; ¿pero <strong>de</strong> qué importancia me podía ser a mí<br />

cobrar fama <strong>de</strong> nadador, no siendo renacuajo ni <strong><strong>de</strong>l</strong>fín, ni habiendo <strong>de</strong> ser marinero? ella<br />

fue vanidad, temeridad y disparate.<br />

Descanso XI<br />

LLEGAMOS a España, <strong>de</strong>sembarcamos en Barcelona, ciudad hermosa en tierra y en<br />

mar, abundante <strong>de</strong> mantenimiento y regalos, que con oír hablar en lengua española parecían<br />

suaves y substanciosos: y aunque los vecinos tienen nombre <strong>de</strong> ser un poco ásperos, vi que<br />

a quien proce<strong>de</strong> bien le son apacibles, liberales, acariciadores <strong>de</strong> los forasteros, que en<br />

todas las repúblicas <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo quieren que el forastero con el buen proce<strong>de</strong>r obligue a la<br />

amistad. Si el que no es natural parece humil<strong>de</strong>, y vive sin perjuicio <strong>de</strong> los naturales, tiene<br />

granjeada la voluntad <strong>de</strong> todos porque junto su buen término con la soledad que pa<strong>de</strong>ce,<br />

engendra piedad y amor en los pechos naturales. Todos los animales <strong>de</strong> una misma especie<br />

se llevan bien unos con otros, aunque no sean conocidos, sino son los hombres y los perros,<br />

que teniendo mil buenas propieda<strong>de</strong>s con que suelen admirar, tienen esta propiedad<br />

bajísima, que todos muer<strong>de</strong>n al pobre forastero y le matan si pue<strong>de</strong>n. Y esto mismo corre<br />

por los hombres si el advenedizo no es como <strong>de</strong>be ser, entrando en jurisdicción ajena; y lo<br />

que más ofen<strong>de</strong> a los naturales es solicitarles las mujeres, que en lo que más se ha <strong>de</strong><br />

remirar el huésped es en esto, que basta teniendo agrado para llevarse los ojos <strong>de</strong> la<br />

voluntad <strong>de</strong> todos tras <strong>de</strong> sí. Muchos se quejan <strong>de</strong> pueblos don<strong>de</strong> han estado fuera <strong>de</strong> su<br />

patria, mas no dicen la ocasión que dieron para ello: alaban sus tierras <strong>de</strong> madres <strong>de</strong><br />

forasteros, y no miran por qué camino les han obligado para tratarlos bien. Yo sé <strong>de</strong>cir, que


250<br />

en toda la Corona <strong>de</strong> Aragón hallé padre y madre, y en Andalucía gran<strong>de</strong>s amigos, si no son<br />

<strong>de</strong> la gente perdida, que solamente tratan <strong>de</strong> hacer mal: estos en todo el mundo son<br />

enemigos <strong>de</strong> la quietud, revoltosos, inquietos, levantados y soberbios, enemigos <strong><strong>de</strong>l</strong> amor y<br />

la paz. Mucho me divierto para llegar a Madrid que tan <strong>de</strong>seado lo tenía. Llegué y hallé<br />

muchos amigos <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> verme: hice asiento con un gran príncipe muy amigo <strong>de</strong> música<br />

y poesía, que aunque siempre huí <strong><strong>de</strong>l</strong> escu<strong>de</strong>raje, me fue forzoso acudir a él. Entré en su<br />

gracia muy <strong>de</strong> improviso, fui muy privado y favorecido suyo, y como yo venía harto <strong>de</strong><br />

pasar trabajos, viéndome con <strong>de</strong>masiado regalo acometiome la poltronería, y engordé tanto,<br />

que comenzó la gota a martirizarme. Di en tener pajarillos, y entre ellos en regalar a uno<br />

muy superior a los <strong>de</strong>más en su armonía, aunque su consonancia muy concertada. Hacíale<br />

abrigar en mi aposento <strong>de</strong> noche, don<strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas sentí toda la noche crujir cañamones,<br />

contra la costumbre <strong>de</strong> los pájaros. En amaneciendo fui a mirar mi pájaro, y hallé en<br />

compañía suya un ratoncillo, que <strong>de</strong> lo mucho que había metido <strong>de</strong> los cañamones hizo<br />

tanta barriga, que no pudo tornar a salir. Dije entre mí: Este ratoncillo, por haber comido<br />

tanto, ha buscado su muerte. Yo voy por el mismo camino, que si un ratón con sola una<br />

noche <strong>de</strong> regalo ha engordado tanto, yo que todos los días como y ceno mucho, y muy<br />

regaladamente, ¿qué fin pienso tener sino la enfermedad, que he cogido, y alguna apoplejía,<br />

que me acabe presto?<br />

Quitéme las cenas, que con esto y el ejercicio me he conservado, que realmente esto <strong>de</strong><br />

comer a costa ajena engorda <strong>de</strong>masiadamente, porque se come sin miedo, y quien no se va<br />

a la mano en esto está muy peligroso para una enfermedad. Han <strong>de</strong> comer los hombres<br />

mantenimiento <strong>de</strong> que sus estómagos sean capaces, porque si no, o será forzoso vomitar la<br />

comida, o poner en peligro la vida, como la perdió el ratón. Fuera <strong>de</strong> que los <strong>de</strong>más<br />

miembros <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo tienen envidia al estómago, porque todos han <strong>de</strong> trabajar para que él<br />

solo engor<strong>de</strong>, cuando si no pue<strong>de</strong>n llevarlo acuestas le <strong>de</strong>jan caer, y dan con él en la<br />

sepultura. Yo vi que iba camino <strong>de</strong> esto, y retiréme a comer poco, y cenar nada, que aunque<br />

al principio se lleve mal, con la costumbre se pue<strong>de</strong> alcanzar todo. Miren los que engordan


251<br />

mucho el peligro en que se ponen, que ni la edad es siempre una, ni los mantenimientos <strong>de</strong><br />

una calidad, ni los que los dan <strong>de</strong> una misma intención, ni el tiempo corre <strong>de</strong> la misma<br />

manera. El que nació gordo, que siempre sea gordo no es maravilla, que ya están enseñados<br />

sus miembros a sufrirle y traerle acuestas; pero el que nace flaco y <strong><strong>de</strong>l</strong>gado, y en breve<br />

engorda, en sospecha pone su duración y su vida. Como puse enmienda en mi comer y<br />

beber <strong>de</strong> noche, fuese consumiendo la gordura un poco, y yo sintiéndome más ágil para<br />

cualquiera cosa. Que ciertamente la poltronería manca y tulle los hombres. Con esto me<br />

torné inquieto que fue causa que el príncipe a quien servía, con la ayuda <strong>de</strong> los<br />

congraciadores, se entibió en favorecerme, y yo con servirle, que los señores son hombres<br />

sujetos no solo a las estrellas, pero también a sus pasiones y apetitos; y cuanto más<br />

superiores son, tanto más presto se cansan <strong>de</strong> las acciones <strong>de</strong> sus criados, que quien los<br />

sirve es necesario que renuncie su voluntad, y se ajuste con la <strong><strong>de</strong>l</strong> príncipe; y es razón que<br />

quien se dispone a servir sacrifique su gusto a quien le da su hacienda, porque todos<br />

quieren ser bien servidos, aunque he visto muchos señores <strong>de</strong> tan piadosa condición, que<br />

llevan con mucho valor y paciencia los <strong>de</strong>scuidos <strong>de</strong> los criados; pero lo contrario es lo más<br />

ordinario.<br />

Descanso XII<br />

CON este poco caso que mi amo hacía <strong>de</strong> mí tenía libertad para pasearme <strong>de</strong> noche, no<br />

para cosas ilícitas, porque ni yo tenía edad para eso, ni mis trabajos me habían <strong>de</strong>jado tan<br />

holgado que pudiese acudir a cosas <strong>de</strong> mal ejemplo, ni es razón que en ninguna edad se<br />

hagan, sino a tomar un poco el fresco, que las noches <strong>de</strong> verano en Madrid son para esto<br />

aparejadas. Íbamos todas las noches con amigos, con nuestros rosarios rezando; no hacia el<br />

Prado, por huir el mucho concurso <strong>de</strong> la gente, sino a calles solas, que por mucho que lo<br />

sean, siempre hay la gente que basta para compañía. Alejámonos una noche hasta llegar<br />

cerca <strong>de</strong> Leganitos; díjome mi amigo: Parad aquí, que vais cansado, al fin sois ya viejo.<br />

Piquéme, y díjele: Queréis que corramos una apuesta, y veremos quien está más viejo?<br />

Riose, y dijo que sí. Pusímonos en or<strong>de</strong>n para la carrera, y aun en esta sencillez halló el


252<br />

<strong>de</strong>monio en qué perseguirme. Estaba un mozo a la puerta <strong>de</strong> su casa, que así lo entendimos,<br />

y dímosle que nos tuviese las capas y las espadas en tanto que pasábamos la carrera: apenas<br />

comenzamos a correr cuando dijo una mujer: ¡Ay que me han muerto! por una gran<br />

cuchillada que le dieron en el rostro, y apenas dio ella el grito cuando se aparecieron dos o<br />

tres alguaciles, y como íbamos corriendo asieron <strong>de</strong> mí, que iba <strong><strong>de</strong>l</strong>antero en la carrera, y<br />

luego <strong><strong>de</strong>l</strong> otro, que hay muchos tribunales en Madrid, y en cada uno más varas que días<br />

tiene el año, y con cada vara cinco o seis vagamundos, que han <strong>de</strong> comer y beber y vestir <strong>de</strong><br />

su ministerio. Asiéronnos como a hombres que iban huyendo por <strong><strong>de</strong>l</strong>ito. Pidiéronnos las<br />

espadas, señalamos la casa don<strong>de</strong> las <strong>de</strong>jamos, el mozo se había acogido con ellas y las<br />

capas, porque no vivía allí. Como nos cogieron en la mentira, que no habíamos dicho,<br />

lleváronnos a la mujer herida, y con el coraje que tenía <strong>de</strong> su agravio, dijo que quien se la<br />

había dado echó a huir: y como nosotros íbamos corriendo, aunque no huyendo, asentóseles<br />

a los alguaciles que sin duda éramos nosotros. Lleváronnos a la cárcel <strong>de</strong> la villa sin<br />

espadas ni capas, don<strong>de</strong> yo entré con toda la vergüenza <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, que no la tuve para<br />

<strong>de</strong>safiar al otro con mis años, y la tuve para entrar en la cárcel sin capa. El alboroto fue<br />

mucho, el <strong><strong>de</strong>l</strong>ito sonó malísimamente; porque dos hombres, no niños, ni <strong>de</strong> la primera<br />

tijera, acometieron una hazaña como aquella contra una mujer miserable. Y el mismo que<br />

lo había hecho, como <strong>de</strong>spués con buenos indicios averigüé, vino tras nosotros; y los<br />

alguaciles, que si fueran como <strong>de</strong>ben, no se precipitaran a hacer un borrón tan infame, y si<br />

pusieran los ojos en la justicia, y no en el provecho, averiguaran el caso, como a ellos les<br />

valiera algo la prisión, y a mí no me pusieran en mal nombre. Si ellos tuvieran<br />

consi<strong>de</strong>ración, miraran que dos hombres que iban sin capas, sin espadas, sin sombrero, sin<br />

daga, ni cuchillo, ni otra cosa ofensiva, corriendo parejas, no habían <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> su casa para<br />

una cosa como aquella tan <strong>de</strong>sapercibidos, no pareciendo en toda la calle instrumento con<br />

que se pudiera haber hecho. No preguntaron palabra a nadie en toda la calle para averiguar<br />

la verdad, como lo hacen siempre. Y dado que los alguaciles quisieran justificar la causa, la<br />

priesa que les daban los ayudantes no les <strong>de</strong>jaran hacer cosa buena, por no hacer novedad<br />

en su costumbre. Al fin nos echaron grillos, y fue la causa el teniente, que informado <strong>de</strong> los<br />

alguaciles como quisieron, vino a la cárcel con intento <strong>de</strong> darnos la tortura; mas como oyó<br />

las razones que arriba dije, y como apartándonos halló que concertábamos en el dicho,<br />

estuvo perplejo, y no se <strong>de</strong>terminó a cosa. Echáronnos grillos, que estuvimos dos o tres días


253<br />

con ellos. Fuese siguiendo la causa, y como no se halló el <strong><strong>de</strong>l</strong>incuente, por el indicio <strong>de</strong> ir<br />

corriendo cuando se dio la cuchillada, nos olvidamos allá tres meses; echáronnos en un<br />

calabozo, don<strong>de</strong> estaba un preso antiguo, bermejo, <strong>de</strong> mala digestión, con unos bigotazos<br />

que le llegaban a las orejas, con que se preciaba mucho, porque eran tan gordos y fornidos,<br />

que parecían cabos <strong>de</strong> cirio amarillo. Éste tenía <strong>de</strong> suerte supeditada la cárcel, que no se<br />

hacía entre los presos más <strong>de</strong> lo que él quería. La gente menuda temblaba <strong>de</strong> él, y le servían<br />

con mucha puntualidad, y otros no osaban hacer un mandado, porque él no gustaba <strong>de</strong> ello,<br />

y si lo hacían, torciéndose el bigote, <strong>de</strong>cía: Pues por vida <strong><strong>de</strong>l</strong> rey, si me enojo, que al pícaro<br />

y a ellos les <strong>de</strong> mil palos. De manera que el rato que estaba fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> calabozo no se podía<br />

vivir, que realmente era marcial, y ocasionadísimo para que se perdieran todos con él.<br />

Estuvo dos o tres días enfermo, y no saliendo <strong><strong>de</strong>l</strong> calabozo, gozamos <strong>de</strong> paz y quietud, que<br />

todos se holgaban <strong>de</strong> ello, mas en saliendo tornó a su ruin costumbre. Yo me vi tan<br />

rematado, que <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> hacer que en muchos días no saliese <strong><strong>de</strong>l</strong> calabozo, y<br />

comunicándolo con mi compañero, dijo: Mirad lo que hacéis, no sea la prisión más larga <strong>de</strong><br />

lo que pensamos. Y preguntándome cómo había <strong>de</strong> hacer para que no saliese fuera,<br />

respondile: Cortándole un bigote. No os pongáis en ese peligro, dijo él, por amor <strong>de</strong> Dios.<br />

Yo no os pido, le dije, consejo, sino ayuda. Él tenía costumbre siempre, <strong>de</strong> dormir boca<br />

arriba soplando, por no estragar la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sus bigotes. Hice amolar muy bien unas<br />

tijeras largas, y <strong>de</strong>jélo acostar a él y a todos los <strong>de</strong>más <strong><strong>de</strong>l</strong> calabozo antes que nosotros, que<br />

nos traía tan sujetos, que en acostándose no se había <strong>de</strong> mover nadie. Cogí al primer sueño<br />

las tijeras, y alumbrándome mi compañero, dile una gentil tijerada, con tanta sutileza, que<br />

le llevó todo el bigote, y él no <strong>de</strong>spertó, y <strong>de</strong> todos los presos nadie lo sintió sino mi<br />

compañero, que le dio tanta tentación <strong>de</strong> risa, que por poco reventara que, como le quedó el<br />

otro tan gran<strong>de</strong>, parecía toro <strong>de</strong> Hércules con un cuerno menos. Dormimos aquella noche, y<br />

yo me hice el enfermo, quejándome <strong>de</strong> la mala cama; pero levantéme casi junto a él, o<br />

primero, con mi rosario en la mano rezando, por verle cómo llevaba el negocio. En<br />

subiendo arriba, miraronle todos espantados, sin <strong>de</strong>cirle palabra; pero él dijo en saliendo:<br />

Hola, pícaros, dad acá aguamanos. Vino un pícaro con un jarro cal<strong>de</strong>resco, echole agua, y<br />

lavose las manos. Luego acudió al rostro, y levantándolo, tomó el bigote intacto con la<br />

mano <strong>de</strong>recha, luego volvió a tomar agua, y fue a asir al otro con la izquierda cuatro o cinco<br />

veces, y como se halló sin él, fue tan gran<strong>de</strong> su coraje, que sin hablar palabra metió el otro


254<br />

bigote en la boca, y se lo comió, entrándose en el calabozo. Yo dije, como él lo pudiese oír:<br />

Eso ha sido muy gran bellaquería, la mayor <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, el que a un hombre tan honrado<br />

hayan ofendido en lo que más se miraba y estimaba.<br />

Estas y otras cosas le dije, con que le pu<strong>de</strong> quitar la sospecha que pudiera tener <strong>de</strong> mí;<br />

pero mirando lo que es razón, digo, que un hombre que está en superior grado, se estime y<br />

haga respetar, vaya en hora buena; mas que un <strong>de</strong>sdichado que está en medio <strong>de</strong> su<br />

infelicidad, en el cieno <strong>de</strong> la tierra que es la cárcel, siendo soberbio, merece que una<br />

hormiga se le atreva. ¿Qué tiene que ver prisión con soberbia? ¿necesidad con valentía?<br />

¿hambre con <strong>de</strong>svanecimiento? La cárcel se hizo para sujetar cóleras y malas condiciones,<br />

y no para inventar agravios; aunque hay algunos bárbaros tan remontados, que o por<br />

<strong>de</strong>sesperación, o porque los tengan por valientes, siendo acá unas ovejas, se hacen en la<br />

prisión leones, en lugar a don<strong>de</strong> con mayor humildad y ansias <strong>de</strong> corazón se ha <strong>de</strong> clamar a<br />

la misericordia, sea justa o injusta la prisión. Él se acabó <strong>de</strong> quitar la barba azafranada. Y<br />

como una <strong>de</strong>sdicha sigue a otra, en este trabajo le llamaron a visita para ver su negocio.<br />

Dijo un procurador: Está en el noviciado, que se ha entrado fraile motilón. Tráiganle, dijo el<br />

teniente. Subió por fuerza, y con toda la vergüenza y humildad <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, porque <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

tener la valentía en los bigotes, como Sansón en el cabello. Así como entró, fue la risa en la<br />

sala tan gran<strong>de</strong>, que el teniente le dijo: Bien parecéis así, y bien habéis hecho, porque no<br />

tengan que rapar en las galeras a que él respondió: Vuesa merced habla como juez, que<br />

nadie se me atreviera a <strong>de</strong>cir eso. Leyéronle su causa, que era sobre haber dado una<br />

puñalada a una miserable en la casa pública, <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> diez o doce testigos, y<br />

nombrándolos, dijo el agresor: Mire vuesa merced ¿qué testigos son los que juran contra un<br />

hombre tan principal como yo? cuatro corchetes y cuatro sellencas. Dijo el teniente: ¿Pues<br />

queria<strong>de</strong>s que estuviesen para testigos en esa casa el prior <strong>de</strong> Atocha, o algún fraile<br />

<strong>de</strong>scalzo? No argüís bien. Tornáronle a encerrar en el calabozo, y <strong>de</strong> allí a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante le<br />

llamaban el padre fray Rapado. A nosotros nos echaron libres, pero gastados. No quiero yo<br />

alabar lo que hice, porque bien sé que no se han <strong>de</strong> hacer males, aunque <strong>de</strong> ellos resulten<br />

bienes; pero también sé que es menester que perezca uno, porque no perezcan todos. Quitar<br />

<strong>de</strong> entre nosotros a quien nos escandaliza, permitido es. El que se estima estímese, mas no<br />

ha <strong>de</strong> ser con superioridad impertinente: los fanfarrones con tiranía tienen a todo el mundo<br />

por contrario. Los hombres ocasionados a los muy humil<strong>de</strong>s, hacen salir con reveses que no


255<br />

pensamos. Yo he visto siempre que estos habladores soberbios, que quieren supeditará<br />

otros, en hablándoles recio un hombre callado y llano, se rin<strong>de</strong>n a callar. Que son como las<br />

ruedas <strong><strong>de</strong>l</strong> coche, que mientras van por piedras, van haciendo ruido, mas en llegando a lo<br />

llano, luego van con mucho silencio. A este <strong>de</strong>satinado <strong>de</strong>svanecido fue necesario por algún<br />

camino humillarlo, y ninguno pudo ser más a propósito, que privarlo <strong>de</strong> tan inmenso<br />

cuidado, como traía con aquellos rabos <strong>de</strong> zorro.<br />

Descanso XIII<br />

SALIMOS <strong>de</strong> la cárcel al cabo <strong>de</strong> tres meses, porque dimos muy gentiles <strong>de</strong>scargos; pero<br />

tan gastados, que no teníamos tras que parar, porque para po<strong>de</strong>r caminar al día siguiente, yo<br />

fui a ven<strong>de</strong>r unas botas escu<strong>de</strong>riles, y mi compañero una maleta ratonada, que es muy <strong>de</strong><br />

<strong>escu<strong>de</strong>ro</strong>s, por no tener un cofre, guardar los pedazos <strong>de</strong> pan en semejantes alacenas,<br />

receptáculo <strong>de</strong> ratones. Estando vendiendo nuestras prendas, envió Dios a un hidalgo muy<br />

bien puesto, y doliéndose mucho <strong><strong>de</strong>l</strong> testimonio que nos habían levantado, dijo: Que cierto<br />

gran caballero que había sabido nuestra <strong>de</strong>sgracia, le enviaba a que supiese lo que se había<br />

gastado en nuestra prisión, y que movido por entrañas <strong>de</strong> misericordia, le había dado en<br />

doblones lo que dijésemos que nos había hecho <strong>de</strong> daño. Yo Conocíle, pero antes <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>clararme, le dije: Señor, esta obra <strong>de</strong> Dios viene, que sabe nuestra necesidad, que es<br />

tanta, que ven<strong>de</strong>mos nuestro ajuar para comer hoy. Lo que nos cuesta serán cien escudos,<br />

poco más o menos; y en diciendo esto, sacó cincuenta doblones, y nos los dio. En viéndolos<br />

en mi mano, le dije: Esto es cuanto a la costa, pero cuanto al gusto que vuesa merced<br />

recibió <strong>de</strong> la venganza, y el disgusto que nosotros pasamos, ¿qué satisfacción pue<strong>de</strong> haber?<br />

Que bien le conocí aquella noche que nos fue siguiendo hasta la cárcel. Respondió<br />

cuerdamente: El pren<strong>de</strong>ros fue <strong>de</strong>sdicha vuestra el pagar es obligación mía. Como yo nos<br />

os di la <strong>de</strong>sdicha, no puedo satisfacerla; y si todos los <strong>de</strong>sdichados tuviesen recurso a<br />

satisfacción, no serían <strong>de</strong>sdichados. Yo como no tuve ventura para no pa<strong>de</strong>cer, tengo


256<br />

piedad para compa<strong>de</strong>cerme; otro pudiera ser que no mirara lo uno ni lo otro. Muchas<br />

<strong>de</strong>sdichas suce<strong>de</strong>n a los hombres por secretos juicios <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> que no po<strong>de</strong>mos pedirle<br />

cuenta. Las <strong>de</strong>sdichas no están en nuestra mano, ni estuvo en la mano mía hacer que<br />

fuese<strong>de</strong>s aquella noche corriendo, que eso fue voluntad vuestra. Y os sé <strong>de</strong>cir, que me pesó<br />

en el alma <strong><strong>de</strong>l</strong> hecho, no por la cuchillada, sino por vuestro trabajo. La <strong>de</strong>sdicha fue, que la<br />

cara <strong>de</strong> la otra, y la carrera <strong>de</strong> vuestros pies cayeron en un día: habéis sido tan pru<strong>de</strong>nte en<br />

esta <strong>de</strong>sdicha, que os he tenido envidia; que quien se acuerda pacientemente en la<br />

adversidad, es señor <strong>de</strong> sus acciones, y las <strong>de</strong>sdichas le acometen con temor. Y si como<br />

puedo satisfaceros el daño, pudiera poneros la fortuna <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> vuestros pies, yo os hiciera<br />

felicísimos, pero ya que en esto no lo fuisteis, fuisteislo en cortar el bigote al otro, saliendo<br />

bien <strong>de</strong> ello. Que como vos, por discurso bueno habéis echado <strong>de</strong> ver mi travesura, yo por<br />

vuestro disimulo conocí la vuestra. Aunque el hidalgo habló tan bien, yo estaba contento y<br />

alborozado con ver en mis manos aquel metal tan semejante a la luz <strong><strong>de</strong>l</strong> sol, que no supe<br />

replicarle, sino agra<strong>de</strong>cerle y estimar su cordura, igual con su piedad. Yo me hallé tan harto<br />

<strong>de</strong> trabajos y <strong>de</strong>sventuras, que <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la corte <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber andado algunos<br />

días <strong>de</strong> mala ventura, sirviendo <strong><strong>de</strong>l</strong> escu<strong>de</strong>raje, que tan forzoso me ha sido, aborreciéndolo<br />

como a una culebra.<br />

Fuime a <strong>de</strong>spedir <strong>de</strong> un caballero amigo, que no había visto muchos días hacía, y<br />

hallándole muy melancólico y <strong>de</strong>sgraciado, le pregunté qué tenía. Respondióme, que ni<br />

podía dormir, ni comer, ni tomar <strong>de</strong>scanso en cosa. Pues si hacéis, dije, lo que yo os<br />

enseñaré, sanaréis <strong>de</strong> todas estas tres cosas. ¿Cómo si lo haré, respondió, aunque cueste<br />

todo mi mayorazgo? Pues levantaos mañana en amaneciendo, que yo os llevaré don<strong>de</strong><br />

cojáis una yerba que os sane <strong>de</strong> todos esos males. Levantóse e hícele levantar <strong>de</strong> mañana, y<br />

mandó poner el coche: yo le dije, que no haría la yerba provecho sino iba a pie, y <strong>de</strong>jando<br />

el coche lo llevé hacia San Bernardino, convento <strong>de</strong> los Recoletos Franciscanos, diciendo,<br />

que estaba la yerba allí, y que la había <strong>de</strong> coger con sus manos. Hícele andar <strong>de</strong> manera que<br />

iba carleando como po<strong>de</strong>nco con sed, y tanto, que <strong>de</strong> cansado se sentó en el camino.<br />

Preguntéle si <strong>de</strong>scansaba. Respondió que sí. Pues sabéis por qué habéis <strong>de</strong>scansado, porque<br />

os cansasteis: y en las sillas <strong>de</strong> vuestra casa no <strong>de</strong>scansáis, porque no os cansáis . Hicele<br />

llegar a San Bernardino, y volver a su casa a pie con muy buena gana <strong>de</strong> comer. Comió y<br />

bebió con gana, y luego se acostó, y durmió muy bien. Díjele luego: Quien no se cansa, no


257<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar; y quien no tiene hambre, no pue<strong>de</strong> comer; quien no tiene falta <strong>de</strong> sueño,<br />

no pue<strong>de</strong> dormir, no se queje quien no hace ejercicio <strong>de</strong> males y enfermeda<strong>de</strong>s que te<br />

vengan, que la poltronería es el mayor enemigo que tiene el cuerpo humano. El ejercicio a<br />

pie restaura los daños causados <strong>de</strong> la ociosidad. Los caballos más ejercitados son <strong>de</strong> más<br />

dura y brio. El pescado <strong><strong>de</strong>l</strong> mar Océano, es mejor que <strong><strong>de</strong>l</strong> Mediterráneo, porque está más<br />

azotado por aquellas cavernas hondas <strong>de</strong> las olas más continuas y furiosas: los hombres<br />

trabajados están más enjutos, y para más que los holgados; y así son todas las cosas, que un<br />

hombre que trabaja más que otro es más po<strong>de</strong>roso, entien<strong>de</strong>se con igual capacidad. Holgose<br />

mucho, y <strong>de</strong> allí en a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante dio en hacer ejercicio a pie por la mañana y por la tar<strong>de</strong>, con<br />

que se halló muy bien y con muy entera salud, y agra<strong>de</strong>ciome la estratagema <strong>de</strong> que usé<br />

para quitarle <strong>de</strong> la ociosidad que le tenía impedido, sin gusto y sin salud, e hízome un<br />

gran<strong>de</strong> regalo. Anduve por Madrid algunos días, don<strong>de</strong> fui ayo y <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong> doctor<br />

Sagredo, y su mujer doña Mergelina <strong>de</strong> Aybar, hasta que los <strong>de</strong>jé o me <strong>de</strong>jaron.<br />

Descanso XIV<br />

ACABADA mi última relación Y el ermitaño, dando gran<strong>de</strong>s muestras <strong>de</strong> admirarse <strong>de</strong><br />

lo que había oído, dijo que ya se podía pasar por la puente, quizá cansado <strong>de</strong> haber<br />

escuchado tanto tiempo: <strong>de</strong>spedime <strong>de</strong> él, y pasando la puente, vi tantos árboles arrancados<br />

<strong>de</strong> raíz, como había traído Manzanares; algunas ballenas <strong>de</strong>stripadas, <strong>de</strong> las que solían<br />

alancear, muchos animales ahogados, otros muchos mirando aquellos, admirándose <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

diluvio y tempestad tan arrebatada y repentina. Todas las huertas anegadas, las isletas<br />

cubiertas <strong>de</strong> arbolillos, que casi había llegado hasta la ermita <strong>de</strong> San Isidro Labrador, y con<br />

la arena y árboles hechas algunas represas, que hasta ahora <strong>de</strong>jaron el río dividido por<br />

muchas partes.<br />

Determiné <strong>de</strong> quitarme <strong>de</strong> tanto ruido como el <strong>de</strong> la corte, y buscar quietud en tierra más<br />

templada que es Castilla, yéndome al Andalucía, don<strong>de</strong> los gentiles pusieron la quietud <strong>de</strong><br />

las almas bienaventuradas, a su modo <strong>de</strong> creer, diciendo, que en pasando el río Leteo, que<br />

aun todavía conserva el nombre <strong>de</strong> Guadalete, se olvidaban <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> la tierra, y todo<br />

lo <strong>de</strong>más pasado; que la excelencia <strong><strong>de</strong>l</strong> temple, abundancia <strong>de</strong> regalos, apacibilidad <strong>de</strong> cielo<br />

y tierra, les hizo dar en este error, que los más templados son más aparejados para la


258<br />

conservación <strong>de</strong> los viejos, y como me hallé con dinerillo, compré una mula, que me la<br />

dieron barata, por tener esparavanes en los pies, y un ojo pasado por agua; pero caminaba<br />

razonablemente, con que fui mi camino encomendándome a Dios y al bendito ángel <strong>de</strong> la<br />

guarda. Iba solo, porque por no caminar a gusto ajeno, se pue<strong>de</strong> un hombre ir a pie, que es<br />

cansada cosa haber <strong>de</strong> parar yo don<strong>de</strong> el otro quisiere, y no cuando yo fuere cansado, o se<br />

me antojare parar. Al fin, como me vi con dinero, quise caminar a mi modo. Hacia muy<br />

gran<strong>de</strong> calor, y habiendo salido muy <strong>de</strong> mañana para hacer medio día en la venta <strong>de</strong><br />

Darazutan, fue tan excesivo el fuego que entró con el día, saliendo <strong>de</strong> aquellas matas unas<br />

exhalaciones abochornadas, que me abrasaban el rostro, y me quedara mil veces si hallara<br />

lugar aparejado para ello. Vi la venta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, aunque se parece poco por los chaparros<br />

y arbolillos que la encubren; me parecía que al mismo paso que yo llevaba, ella se alejaba<br />

<strong>de</strong> mis ojos, y la sed se me aumentaba en la boca: no creí que pudiera llegar a ella, hasta<br />

que oí música <strong>de</strong> guitarras y voces que salían <strong>de</strong> la misma venta: Ahora, dije, no me puedo<br />

engañar, y entrando, hallé mucha gente que iba y venía, haciendo medio día. Alenteme con<br />

ver una tinaja <strong>de</strong> agua, <strong>de</strong> que siempre he sido muy apasionado: refresqué, y páseme a oír la<br />

música, que siendo ella <strong>de</strong> suyo manjar tan sabroso al oído, es <strong>de</strong> creer que en aquella<br />

soledad, llena <strong>de</strong> matas y apartada <strong>de</strong> poblado, parecería mucho mejor su melodía que en<br />

los palacios reales, don<strong>de</strong> hay otras cosas que entretienen. Como el calor estaba en su<br />

punto, y la venta muy llena <strong>de</strong> gente, fue menester la suspensión que la música pone para<br />

po<strong>de</strong>r llevar la fiesta con algún <strong>de</strong>scanso; que esta facultad, no solamente alienta el sentido<br />

exterior, pero aun las pasiones <strong><strong>de</strong>l</strong> alma mitiga y suspen<strong>de</strong>; y es tan señora, que no a todos<br />

se da por gran<strong>de</strong>s ingenios que tengan, sino a aquellos a quien naturaleza cría con<br />

inclinación aplicada para ello; pero los que nacen con ella, son aptos para todas las <strong>de</strong>más<br />

ciencias, y así habían <strong>de</strong> enseñar a los niños esta facultad primero que otra, por dos razones;<br />

la una, porque <strong>de</strong>scubran el talento que tienen, la otra, por ocuparlos en cosa tan virtuosa,<br />

que arrebata todas las acciones <strong>de</strong> los niños con su dulzura.<br />

Aunque un autor mo<strong>de</strong>rno inadvertidamente dice que los griegos no enseñaban a los<br />

mozos el primer tono, como si no fuera el más grave que muchos <strong>de</strong> los otros, fue por<br />

ignorar la facultad, que quiso <strong>de</strong>cir que no les enseñaban música lasciva, que como por el<br />

oído entran en el alma las especies, si es honesta y grave, la suben a la contemplación <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Sumo Hacedor: si es <strong>de</strong>shonesta con <strong>de</strong>masiada alegría, la ponen en pensamientos lascivos.


259<br />

Y es tan juez el oído <strong>de</strong> esta facultad, que me acuerdo que un mozo que cantaba con mucha<br />

alegría, vino a ensor<strong>de</strong>cer, y pidiéndole <strong>de</strong>spués que cantase, teniendo la voz tan buena<br />

como <strong>de</strong> antes, hacía tan gran<strong>de</strong>s disparates, que se reían todos <strong>de</strong> oírle cantar, que<br />

realmente el oído es la clavija <strong>de</strong> la voz humana. Estos músicos cantaron con tanta gracia,<br />

que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido, se pasó la siesta alegremente. Sacó uno <strong>de</strong> ellos un<br />

<strong>de</strong>mostrador para ver qué hora era, encareciendo mucho la invención <strong>de</strong> los relojes, al cual<br />

dije, que lo mismo que él había hecho con el <strong>de</strong>mostrador, se podía hacer con hincar una<br />

paja o un palillo en el suelo, mirando los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> sombra que hacia; y con una vasija <strong>de</strong><br />

agua, faltando el sol, haciéndole un muy sutil agujerito, y señalando las horas con lo que va<br />

menguando, y otras invenciones que se pue<strong>de</strong>n hacer. Pasóse lo <strong>de</strong>más que restaba para<br />

caminar en alabar cada uno su profesión, y las invenciones a que más está inclinado,<br />

tomando ocasión <strong>de</strong> la invención <strong>de</strong> los relojes. Tratose <strong>de</strong> la astrología, <strong>de</strong> la música, <strong>de</strong> la<br />

invención <strong>de</strong> la memoria artificial, porque se halló un caballero, oidor <strong>de</strong> Sevilla, que hacía<br />

milagros con ella. Dijo un <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> viejo que estaba en un rincón espulgándose: Todas<br />

cuantas invenciones han dicho vuesas merce<strong>de</strong>s no tienen que ver con la invención <strong>de</strong> la<br />

aguja. Riéronse todos, y él, corrido, con mucha cólera dijo: Si no les parece que es así,<br />

háganme merced <strong>de</strong> echar un remiendo con un pedazo <strong>de</strong> astrología. A lo cual dijo el<br />

licenciado Villaseñor: Cada uno alaba aquello <strong>de</strong> que se halla más capaz: este señor<br />

<strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> esta materia, porque usa más <strong><strong>de</strong>l</strong> ministerio <strong><strong>de</strong>l</strong> agujero. Yo no<br />

soy sastre, respondió, sino un <strong>escu<strong>de</strong>ro</strong> tan calificado y tan antiguo, que todos mis<br />

antepasados, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Nuño Rasura y Laín Calvo, han servido a los con<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Lemos. Y si<br />

ahora voy a pie, es porque tengo mis caballos dándoles ver<strong>de</strong> en las puentes <strong>de</strong> Eume. Y<br />

con esto echó sobre la guarnición <strong>de</strong> la espada unas calzas viejas, y poniéndoselas al<br />

hombro, cogió las <strong><strong>de</strong>l</strong> martillado. Bien es, dije yo, que cada uno se precie <strong>de</strong> lo que profesó.<br />

Que en Madrid había un verdugo, que mostrándole a un muchacho suyo, en una horca que<br />

tenía en su casa, cómo ahorcaría a un hombre suavemente, y no pegándosele al muchacho<br />

la profesión, y aborreciéndola, le dijo el verdugo: ¡Oh! llévete el diablo, que no te se pue<strong>de</strong><br />

pegar cosa buena; pues yo te pondré con un zapatero y mor<strong>de</strong>rás el zumaque. Ya que nos<br />

queríamos partir dijo el oidor: Cierto, que me dijeron ayer que buscaba cabalgadura para<br />

venir este camino <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, hombre <strong>de</strong> buen gusto y partes, a quien yo <strong>de</strong>seo<br />

conocer. Así es, dije yo, yo le vi buscar en que venir. ¿Conócelo vuesa merced? preguntó el


260<br />

oidor D. Hernando <strong>de</strong> Villaseñor. Yo respondí: Sí señor y es gran<strong>de</strong> amigo mío. Subimos a<br />

caballo o a mula, y fueme preguntando si sabia algunas cosas <strong><strong>de</strong>l</strong> Sr. <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>.<br />

Yo le dije unas redondillas muy nuevas, tanto que no habían pasado <strong>de</strong> mis manos a<br />

segunda persona, y en oyéndolas <strong>de</strong>spacio, me las repitió luego el oidor <strong>de</strong> memoria. Él se<br />

admiró <strong>de</strong> las coplas, y yo mucho más <strong>de</strong> su memoria. Fuile diciendo muchas cosas, y él<br />

refiriéndomelas luego. Confesóme que era memoria artificial, pero que para apren<strong>de</strong>rla era<br />

necesario tenerla muy buena, que sin la natural se aprendía con mucho trabajo y dificultad.<br />

Yo le dije: Por cierto la memoria es cosa que parece divina, pues las cosas pasadas las tiene<br />

presentes, pero yo la tengo por verdugo <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong>sdichados, porque siempre les<br />

está representando los malos sucesos, los agravios pasados, las <strong>de</strong>sdichas presentes, las<br />

sospechas <strong>de</strong> lo veni<strong>de</strong>ro y la <strong>de</strong>sconfianza que tienen en todas las cosas; y siendo la vida,<br />

como es, breve, se les abrevia más con la continua representación <strong>de</strong> las infelicida<strong>de</strong>s: y así,<br />

a estos tales, mejor les sería el arte <strong>de</strong> olvidar que el <strong>de</strong> acordarse. ¿Cuántas vidas habrá<br />

costado la memoria <strong>de</strong> las ofensas, que sí no se acordaran no se vengaran? ¿cuántos<br />

borrones se han hallado en muchas mujeres por la memoria <strong>de</strong> los favores y disfavores?<br />

Tener buena memoria natural es excelentísima cosa; pero gastar el tiempo en buscar dos o<br />

tres mil lugares, pudiéndolo gastar en actos <strong>de</strong> entendimiento, no lo tengo por muy<br />

acertado, porque para la memoria sirve la estampa, las imágenes, los colosos, estatuas,<br />

escrituras, edificios, piedras, señales <strong>de</strong> peñascos, ríos, fuentes, árboles y otras cosas sin<br />

número; y para el entendimiento sola la naturaleza lo da y lo enriquece con la lección <strong>de</strong> los<br />

autores graves y comunicación <strong>de</strong> amigos doctos. He visto muchos autores que escriben <strong>de</strong><br />

esta memoria artificial, y no he visto <strong>de</strong> estos obras en que se hayan esmerado y <strong>de</strong>jado por<br />

ellas nombres <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s ingenios, que aunque Cicerón, Quintiliano y Aristóteles tocan<br />

algo <strong>de</strong> esta materia; pero no hacen libros <strong>de</strong> ella, como cosa inferior al entendimiento. Y<br />

así D. Lorenzo Ramírez <strong>de</strong> Prado, caballero muy docto en las buenas letras, así <strong>de</strong> poesía<br />

como <strong>de</strong> filosofía, tiene muy sujeta la memoria artificial que hace milagros con ella; pero<br />

no por principal objeto, sino por curiosidad, porque a quien le sobran tantas partes, no le<br />

faltase esta. Y la historia que cuentan <strong>de</strong> aquel gran poeta lírico Simóni<strong>de</strong>s, que habiendo<br />

caído una casa sobre muchos convidados, y estando <strong>de</strong> suerte <strong>de</strong>sfigurados que nadie los<br />

conoció, él dijo en qué lugar estaba cada uno, nombrándoles por sus nombres. Yo entiendo<br />

que fue acto <strong>de</strong> memoria natural y no artificial, porque un hombre que iba a comer y


261<br />

brindar al banquete con la libertad que entonces se usaba, no se había <strong>de</strong> parar muy<br />

<strong>de</strong>spacio a poner imágenes y figuras en lugares imaginados, naturales y artificiales, ni<br />

acordarse cargando la imaginación <strong>de</strong> más carga <strong>de</strong> la que el vino les ponía en tiempo que<br />

tan pocos aguados se usaban, y habiendo sido aquel mismo día, yo creo que sin artificio se<br />

hizo.<br />

El autor <strong>de</strong> este libro, habiendo salido <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> sus padres niño estudiante, volviendo<br />

con canas a ella, conoció y nombró por sus nombres a todos los que había <strong>de</strong>jado niños,<br />

hallándolos con barbas y canas, y ningun nombre ni costumbres <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> cuantos<br />

venían admirados <strong>de</strong> verle. ¿Y no se dice por cosa <strong>de</strong> admiración, que Cinea embajador <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

rey Pirro, en dos días que estuvo en Roma, conoció y nombró por sus nombres a todos los<br />

moradores <strong><strong>de</strong>l</strong>la? Mitridates, rey <strong><strong>de</strong>l</strong> Ponto, negociaba con veinte y dos naciones que tenía<br />

sujetas en el propio lenguaje <strong>de</strong> ellas. Julio César en un mismo tiempo leía, escribía, dictaba<br />

y oía cosas importantísimas, y por eso se hace particular mención <strong><strong>de</strong>l</strong>las, que hombres<br />

ordinarios hay algunos que hacen milagros con la memoria natural. En Gibraltar había un<br />

conocedor <strong>de</strong> D. Francisco <strong>de</strong> Ahumada Mendoza, llamado Alonso Mateos, que a treinta<br />

mil vacas que había en la Sauceda, las conocía a ellas y a sus dueños, y las nombraba por<br />

sus nombres, dando a cada uno la que era suya. Y a todos los bandoleros que venían <strong>de</strong><br />

diversas partes, <strong>de</strong> una vez los conocía y sabía los nombres. Todo esto he traído para que no<br />

parezca memoria artificial la <strong>de</strong> Simóni<strong>de</strong>s, y para que sepan que con solo ejercitarla se<br />

aumenta y crece, como se ve en estos conocedores, que siendo hombres toscos, muchos<br />

hacen lo mismo que el dicho. Y en Madrid anda un gentil hombre, llamado D. Luis<br />

Ramírez, que cualquiera comedia que ve representar, va a su casa y la escribe toda, sin<br />

faltarle letra, ni errar verso: pero hay diversas maneras <strong>de</strong> memoria, unas que se acuerdan<br />

<strong>de</strong> las palabras, y otras que se acuerdan <strong>de</strong> las cosas; como es Pedro Mantuano, que <strong>de</strong><br />

infinitas historias que ha leído, no solamente no se le han olvidado, pero en cualquiera<br />

tiempo que le pidan, o que se ofrezca tratar <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong> ellas, las tiene tan presentes como<br />

cuando las iba leyendo, y los nombres propios contenidos en ellas; y <strong>de</strong> los versos todos los<br />

que va segunda no se le olvida ninguno a todo esto el oidor estuvo callando y loando<br />

mucho la que yo había mostrado; y así dijo, que la artificial, más era para una ostentación,<br />

que para estar siempre cansándose en ella y con ella. Y tornando a mis alabanzas, sin<br />

conocerme, dijo que <strong>de</strong>seaba mucho conocer a <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, lo uno porque eran


262<br />

vecinos en los pueblos, porque él era <strong>de</strong> Cañete la Real, y <strong>Obregón</strong> natural <strong>de</strong> Ronda: y<br />

preguntóme qué traza <strong>de</strong> hombre tenía, qué trato, y qué proce<strong>de</strong>r; y le respondí: La<br />

proporción y traza <strong>de</strong> su persona es <strong>de</strong> la misma manera que la mía, y el trato y proce<strong>de</strong>r el<br />

mismo que el mío, que como somos tan gran<strong>de</strong>s amigos, yo le sigo a él y él a mí. Por cierto<br />

si él tiene, dijo el oidor, semejanza a la apacibilidad que vos habéis mostrado, con mucha<br />

razón tiene el nombre que le da el mundo. El oidor por todo el camino me fue regalando: <strong>de</strong><br />

manera, que <strong>de</strong>scubrió la nobleza heredada y adquirida en aquel viaje, en su ánimo, bondad<br />

y liberalidad. Íbamos por toda Sierra-Morena, mirando cosas entreordinarias, que como es<br />

tan gran<strong>de</strong>, ancha y larga, que atraviesa a toda España, Francia e Italia, hasta que se va a<br />

entrar en la mar por la canal <strong>de</strong> Constantinopla, aunque con diversos nombres, había mucho<br />

que ver y notar en ella. Topamos en un arenalillo una culebra con dos cabezas, <strong>de</strong> que se<br />

admiró el oidor, diciendo que lo había oído <strong>de</strong>cir, y hasta entonces no lo había creído. Ni<br />

aun ahora lo creo, dije yo, que un cuerpo tenga dos cabezas: y noté que no se movía bien, ni<br />

huía <strong>de</strong> las bestias. Díjele a un mozo <strong>de</strong> mulas que le diese con la vara, y él lo hizo así; y en<br />

dándole vomitó un sapón que había ya tragado, hasta la cabeza que estaba por tragar, con<br />

que se <strong>de</strong>shizo el engaño que <strong>de</strong>ben tener muchos. Así <strong>de</strong>ben ser, dijo el oidor, muchas<br />

cosas que nos dicen que nunca las vemos, como es lo <strong>de</strong> la salamandra. Yo estaba, le dije,<br />

incrédulo en eso, hasta que a dos personas <strong>de</strong> crédito y bondad les oí <strong>de</strong>cir que junto a<br />

Cuenca, en un pueblecito que se dice Alcantuz, habiéndose caído un horno <strong>de</strong> vidrio,<br />

hallaron pegada al mismo mortero don<strong>de</strong> baten las llamas <strong><strong>de</strong>l</strong> fuego una salamandra y por<br />

ser persona <strong>de</strong> crédito lo creí, y no se han engañado los que lo traen siempre por<br />

comparación.<br />

Descanso XV<br />

Como el hombre naturalmente es animal sociable, que apetece la compañía, el oidor se<br />

halló tan bien con la mía, que no se sufrió un punto <strong>de</strong> división en todo el camino que<br />

pudimos ir juntos. Tenía y tiene muy gallardo entendimiento, con que movía <strong>de</strong> lo que se<br />

ofrecía a la vista muy gentiles cuestiones, a que yo le respondía lo mejor que pu<strong>de</strong> y supe.


263<br />

Y si algún hombre <strong>de</strong> traza se nos juntaba <strong>de</strong> su misma profesión, le sacaba preguntas, o<br />

daba ocasión que se las hiciesen; a que respondía gallardamente. Pegósenos un clérigo <strong>de</strong><br />

un pueblecillo <strong>de</strong> por allí cerca, y yendo caminando, iba rezando sus horas en voz que lo<br />

pudiesen oír los alcornoques y robles, <strong>de</strong> suerte que nos interrumpía la conversación, y él<br />

cumplía mal con su obligación. Preguntóle el oidor: ¿No se podría <strong>de</strong>jar eso para la noche,<br />

para que se hiciese con el silencio y <strong>de</strong>voción que se requiere? Oh señor, respondió el<br />

clérigo, dionos la Iglesia esta pensión, que aun caminando hemos <strong>de</strong> rezar: ¿por qué no<br />

or<strong>de</strong>nará que yendo un clérigo cansado, y pensando en sus negocios y en el fin que han <strong>de</strong><br />

tener, no rezara caminando? Respondió el oidor: Porque la Iglesia no cría a los clérigos<br />

para correos, sino para rezadores. Bien respondido está, dijo el clérigo. Y quedó con esto<br />

muy satisfecho: topamos un muchacho medio rapado, que por andar no tanto como las<br />

cabalgaduras, en alcanzándole preguntó el oidor: ¿A dón<strong>de</strong> vas, mozo? Él respondió: a la<br />

vejez. Oidor: No digo sino ¿qué camino llevas? Muchacho: El camino me lleva a mí, que<br />

yo no lo llevo a él. Oidor: ¿De qué tierra eres? Muchacho: De Santa María <strong>de</strong> todo el<br />

mundo. Oidor: No te digo sino ¿en qué tierra naciste? Muchacho: Yo no nací en ninguna<br />

tierra, sino en un pajar. Oidor: Bien juegas <strong><strong>de</strong>l</strong> vocablo. Muchacho: Pues siempre pierdo<br />

por bien que juego. Oidor: Este muchacho no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser parido como los otros.<br />

Muchacho: No, porque nunca me he empreñado. Oidor: Quiero <strong>de</strong>cir, pues no dices dón<strong>de</strong><br />

naciste, no <strong>de</strong>biste salir <strong>de</strong> madre. Muchacho: ¿Pues soy yo río para salir <strong>de</strong> madre? Oidor:<br />

a fe que no tenéis la lengua muy ruda. Muchacho: Si fuera ruda no la trujera tan cerca <strong>de</strong> las<br />

narices. Oidor: ¿Tienes padre? Muchacho: Antes por no tener muchos vengo huyendo,<br />

porque me metieron fraile, y había tantos padres, que no podía sufrirlos. Oidor: ¿Y es mejor<br />

andar como correo? Muchacho: Por huir <strong>de</strong> la correa bien pue<strong>de</strong> ser un hombre correo.<br />

Reímonos mucho con el muchacho, y en llegando cerca <strong>de</strong> una ventilla que está junto a un<br />

arroyo algo profundo, entre dos cerros, nos dijo el mozo <strong>de</strong> mulas: Aquí hemos <strong>de</strong> parar,<br />

porque nos darán buen recaudo, y la ventera es muy hermosa y aseada, y si pasamos<br />

a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante hemos <strong>de</strong> caminar <strong>de</strong> noche más <strong>de</strong> tres horas. Él hizo fuerza, prometiéndonos<br />

camas, que a lo que pareció, la ventera era su conocida más <strong>de</strong> lo que fuera razón. Entramos<br />

en la venta, y luego se presentó la huéspeda muy boquifruncida, vestida <strong>de</strong> un colorado<br />

oscuro, y una ropa encima <strong>de</strong> lienzo blanco, llena <strong>de</strong> picaduras, y preguntóme el mozo <strong>de</strong><br />

mulas: ¿Qué le parece a vuesa merced? Yo le respondí: Paréceme asadura con redaño. Y


264<br />

dijo el oidor: Está vestida <strong>de</strong> virgen y mártir. Bien dice vuesa merced, dije yo, mas está la<br />

castidad por <strong>de</strong>fuera, y lo mártir por <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, y como hay muchas matas por aquí, está<br />

muy rota la castidad. Cada uno habla como quien es, dijo la ventera. Volví la hoja, porque<br />

la vi corrida <strong><strong>de</strong>l</strong> apodo, y el mozo <strong>de</strong> mulas enojado; y le dije: La verdad es que vuesa<br />

merced está muy <strong>de</strong>seada y hermosa, que tiene cara, no para aquí, sino para estar muy bien<br />

empleada. Quedó muy contenta, que era fácil <strong>de</strong> condición, y saconos muy buenas perdices,<br />

conque cenamos. Ella muy contenta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberle dicho que lo hacía como cortesana,<br />

nos dijo: Camas habrá para vuesas merce<strong>de</strong>s, aunque para el friecillo que por aquí hace hay<br />

pocas mantas. Dijo el muchacho frailesco: De esas no faltarán, que con las que ha echado el<br />

mozo <strong>de</strong> mulas se pue<strong>de</strong> abrigar Burgos y Segovia. No se burle conmigo, dijo el mozo <strong>de</strong><br />

mulas, que le haré ver estrellas a mediodía. ¿Pues sois vos la Epifanía? dijo el muchacho.<br />

Respondiole el otro: Soy la puta que os parió. Y aun por eso, dijo el muchacho, salí tan<br />

gran<strong>de</strong> bellaco.<br />

Dijéronse muy graciosas cosas el muchacho y el mozo <strong>de</strong> mulas, con que se pasó buen<br />

rato. El oidor preguntó al muchacho: Di por tu vida, ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> eres? Yo, señor, respondió<br />

soy andaluz <strong>de</strong> junto a Úbeda, <strong>de</strong> un pueblo que se llama la Torre Pero Gil, inclinado a<br />

travesuras; y como por ser pequeño el pueblo no podía ejecutarlas, hurté a mi padre cuatro<br />

reales, y fuime a Úbeda, don<strong>de</strong> mirando las casas <strong>de</strong> Cobos estaban jugando turrón, y con la<br />

codicia <strong><strong>de</strong>l</strong> comerlo púseme a jugar los cuatro reales, y habiéndolos perdido, sin probar el<br />

turrón, arriméme a un poste <strong>de</strong> aquellos soportales, que están allí cerca, y estúveme hasta<br />

que ya era <strong>de</strong> noche <strong>de</strong>sconsoladísimo; llegó un viejo, preguntóme: ¿Qué hacéis aquí, gentil<br />

hombre? Respondí: Tengo este poste que no se caiga, ¿por qué lo pregunta? Porque si no<br />

tenéis, dijo, don<strong>de</strong> dormir, allí hay un banco <strong>de</strong> un tundidor, y os podéis acostar en aquella<br />

borra. Y esa borra, dije yo, ¿podrá borrar mis borrones y <strong>de</strong>sdichas? ¿Pues tan temprano os<br />

quejáis <strong>de</strong> ella? dijo el buen hombre. ¿No quiere que me queje, respondí yo, si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

salí <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> mi padre todo ha sido infelicida<strong>de</strong>s? ¿De dón<strong>de</strong> sois? preguntó. De muchas<br />

leguas <strong>de</strong> aquí, respondí yo. Mirad, hijo, dijo; para los hombres se hicieron los trabajos, y<br />

quien no tiene ánimo para resistirlos, en ellos perece; que comenzando tan temprano a<br />

sentirlos se os harán más fáciles cuando seáis hombre: los que se andan ovachones no<br />

tienen experiencia <strong>de</strong> cosas, y así nunca estiman el bien, que el trabajo habilita a un<br />

hombre, y le hace capaz para todas las cosas: yo salí <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> mis padres <strong>de</strong> vuestra edad,


265<br />

y por mi virtud he llegado a tener un oficio muy honrado <strong>de</strong> almotacén <strong>de</strong> esta ciudad. Bien<br />

a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante ha pasado, dije yo, no se <strong>de</strong>shaga <strong>de</strong> él; pero quien no tiene blanca, ¿cómo podrá<br />

pasar tan a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante? Si sois <strong>de</strong> tantas leguas, dijo, como <strong>de</strong>cís, no es maravilla haber gastado,<br />

y pasado trabajos. ¿Dón<strong>de</strong> es vuestra tierra? En la Torre Pero Gil, respondí; riose, y díjele:<br />

¿Parécele que para contar trabajos es poco tiempo? Así como salí, que fue <strong>de</strong> noche, me<br />

colé en una viña don<strong>de</strong> metí tanta uva llena <strong>de</strong> rocío, que si no buscara por don<strong>de</strong> salir,<br />

reventara, y no pudiera llegar a Úbeda, y ya que llegué con este trabajo me sucedió jugar<br />

cuatro reales que traía, y quedarme sin dineros y con hambre y mucha sed, sin posada y<br />

cama. Pues id, dijo, allí, y la hallaréis. Fui, y acomodando la borra, tendime sobre ella;<br />

parece que <strong>de</strong>scansé un poco, y a media noche fue tan gran<strong>de</strong> la mudanza <strong>de</strong> la serenidad en<br />

borrasca y viento, que pensé no llegar a la mañana, porque el aire furioso entraba en el<br />

banco, haciendo polvo <strong>de</strong> la borra para los ojos, y charco <strong>de</strong> agua para todo el cuerpo: y<br />

sobre todo, los cochinos que andaban paseándose y buscando la vida por aquellas calles,<br />

acudieron a los bancos <strong>de</strong> los tundidores a repararse <strong>de</strong> la tempestad, y pensando que estaba<br />

solo el mío, entraron gruñendo una docena <strong>de</strong> ellos, hocicando en la borra, que aínas me<br />

borraran toda la cara; pero sufrilos y halaguélos, por el abrigo que me causaban, y aunque<br />

con ofensa <strong>de</strong> las dos ventanas, llegué a la mañana, no muy limpio ni oloroso, pero con<br />

algunos palos, porque el mozo <strong><strong>de</strong>l</strong> tundidor antes <strong>de</strong> amanecer llegó a echar los cochinos<br />

con una varilla <strong>de</strong> fresno <strong>de</strong> tres <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> gordo, y pensando que daba en ellos, pegaba<br />

también en mis espaldas, con que se me quitó el sueño y la pereza. Pasé mi trabajo, aunque<br />

él no se me pasó, porque siempre iba <strong>de</strong> mal en peor, que adon<strong>de</strong> quiera que iba, o me<br />

buscaba el mal, o yo lo buscaba a él: que los muchachos mal inclinados, en tanto son<br />

buenos, en cuanto la fuerza les hace que no sean malos. Fuime <strong>de</strong> Úbeda a Córdoba, don<strong>de</strong><br />

topé un fraile mozo que iba a estudiar a Alcalá, y diciéndome si quería acompañarle, le dije:<br />

Que <strong>de</strong> muy buena gana, porque comía y bebía muy bien <strong>de</strong> limosna, que por los pueblos y<br />

ventas le daban. Agradole tanto mi bachillería, que me alabó mucho en un monasterio <strong>de</strong> su<br />

or<strong>de</strong>n, don<strong>de</strong> me dieron el hábito con mucho gusto. La tentación <strong>de</strong> hambre que pasan los<br />

novicios, aunque la oía <strong>de</strong>cir, no la creía hasta que la experimenté, que cuando acabábamos<br />

<strong>de</strong> comer, cogíale al refitolero un panecillo para comer entre día, pero a la segunda vez que<br />

lo hice me lo cogieron, tratándome mal. Usé una traza muy buena, que hinqué cinco o seis<br />

clavos por la parte <strong>de</strong> abajo en las tablas <strong>de</strong> mi cama, y en cogiendo el panecillo iba


266<br />

corriendo y espetábale en un clavo <strong>de</strong> aquellos; venían tras <strong>de</strong> mí, y como no lo hallaban,<br />

echaban la culpa a otro.<br />

Pasé <strong>de</strong> esta manera algunos días, con que almorzaba y merendaba a mi gusto, y otros<br />

por mi culpa lo pa<strong>de</strong>cían: y estuviera hasta hoy secreto, si no fuera por una travesura que<br />

hice contra el maestro <strong>de</strong> novicios, que habiéndole enviado un tabaque o canastillo <strong>de</strong> unas<br />

tortas hermosísimas <strong>de</strong> bizcochos, le cogí dos envolviendo la cabeza, y fingiendo que iba a<br />

otra cosa, fui en un instante y espeté las en los clavos: volví muy mesurado, púseme a leer,<br />

echó menos las tortas y fue <strong>de</strong> presto a mi cama: mirome todo el cuerpo y los librillos, y no<br />

hallando lo que buscaba, quiso ver si estaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama, metiendo la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

cuerpo, y al fin dijo: Aquí no hay nada, vamos a otra parte: estaba yo ya muy seguro y muy<br />

contento; pero al tiempo que fue a sacar la cabeza <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama, topó con el<br />

colodrillo en un clavo <strong>de</strong> aquellos, y como se lastimó, miró lo que era, y halló en los clavos<br />

sus tortas y mis panecillos. Asiéronme, poniéndome el cuerpo como tablilla <strong>de</strong> pintor; mire<br />

vuesa merced si es mejor la correa que el correo. Dejáronme aquella noche, a su parecer,<br />

que no podría volver sobre mí; pero yo cogí mi hatillo, y aviándome hacia el camino,<br />

enviaron tras mi dos mozos que servían al monasterio como donados, y por saber la tierra<br />

mejor que yo, cogiéronme la <strong><strong>de</strong>l</strong>antera tan <strong>de</strong> mañana, que cuando salí los vi <strong>de</strong> lejos<br />

puestos en lugar que no tenía remedio sino que me habían <strong>de</strong> coger, pero como la necesidad<br />

es tan gran<strong>de</strong> trazadora <strong>de</strong> remedios, halló en un colmenar que estaba junto al camino; y así<br />

como los vi entreme en el colmenar, <strong>de</strong>rribando más <strong>de</strong> veinte colmenas, y poniéndome<br />

entre ellas, sin hacer movimiento poco ni mucho, porque las abejas lo acometen sino a<br />

quien lo hace, y entrando ellos a acometer, las abejas, por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su jurisdicción, los<br />

recibieron con sus armas al tiempo <strong><strong>de</strong>l</strong> asalto <strong>de</strong> las murallas, y como ellos se <strong>de</strong>fendieron<br />

con las manos, cuanto más jugaban <strong>de</strong> ellas, tanto mayor número <strong>de</strong> abejas acudía.<br />

Alborotado el ejército y puesto en arma, <strong>de</strong>sampararon las tiendas <strong>de</strong> la retaguardia, y<br />

viniendo a socorrer la vanguardia, fue tan gran<strong>de</strong> el concurso, que les hacían sombra a los<br />

pobres verdugos. Yo, vista la batalla que, por mí se había trabado, y viendo la seguridad<br />

con que podía escabullirme, con el mayor silencio que pu<strong>de</strong>, me salía gatas <strong><strong>de</strong>l</strong> real por<br />

entre unas jaras, que para encubrirme estaban más espesas que las abejas para mis<br />

contrarios, que entrándoseles por las muñecas y pescuezo, no les daban lugar a la <strong>de</strong>fensa.<br />

Aunque lo primero que hicieron fue cargar tan increíble número a la frente y ojos, que un


267<br />

momento los cegaron <strong>de</strong> manera que cuando quisieron salir ya no acertaron, ni veían por<br />

dón<strong>de</strong>. Acudió el dueño <strong><strong>de</strong>l</strong> colmenar a sosegar sus soldados, armado con sus armas<br />

<strong>de</strong>fensivas, y halló <strong>de</strong> suerte a los miserables mozos, aporreados y llenos <strong>de</strong> chichones, que<br />

en lugar <strong>de</strong> reñirles el daño hecho en su real, hubo <strong>de</strong> sacarlos muy lejos <strong>de</strong> la gente<br />

alterada y colérica, porque no los acabasen <strong>de</strong> matar. Seis días ha que vengo huyendo <strong>de</strong> los<br />

azotes que me habían <strong>de</strong> pegar si me cogieran. Entretuvo el muchacho toda la gente <strong>de</strong> la<br />

venta con sus sucesos con gusto y risa. Yo le dije: Al fin hallaste misericordia en las abejas,<br />

que haber sido sin daño <strong>de</strong> tercero, fuera el más feliz suceso <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo: pero como<br />

tenemos más obligación a nosotros propios naturalmente que a los otros, buscamos remedio<br />

para nuestros daños en los ajenos, aunque ha <strong>de</strong> procurar un hombre su bien sin mal <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

prójimo, porque lo <strong>de</strong>más es contra caridad. Dijo el muchacho: Sea como fuere, que<br />

siempre oí <strong>de</strong>cir que tiene un hombre obligación <strong>de</strong> guardarse a sí propio: que un cor<strong>de</strong>ro<br />

mató a un lobo por huir <strong>de</strong> él en una trampa que había puesto el pastor muy encubierta <strong>de</strong><br />

yerba, con una culebra muerta puesta encima. Vio el lobo que venía muy <strong>de</strong>terminado a<br />

cogerlo, y corriendo el cor<strong>de</strong>ro hacia don<strong>de</strong> estaba su pastor, cuando llegó a la trampa, vio<br />

la culebra, y espantose <strong>de</strong> ella, dio en la trampa, y quebrose las piernas. Y si un cor<strong>de</strong>ro<br />

sabe <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse con daño ajeno, ¿por qué no lo hará un hombre? Con esto se fue cada uno a<br />

su cama, espantados <strong>de</strong> la bachillería <strong><strong>de</strong>l</strong> muchacho.<br />

Descanso XVI<br />

SALIMOS <strong>de</strong> la venta, y aunque gustáramos llevar al muchacho con nosotros, él andaba<br />

tan poco, que el oidor le dio dineros para que se fuese a su espacio. Ya que había salido a<br />

puerto <strong>de</strong> claridad o <strong>de</strong> seguridad, y admirándome <strong>de</strong> la diversidad <strong>de</strong> los ingenios, dije:<br />

Cuán pocas esperanzas se pue<strong>de</strong>n tener <strong>de</strong> estos muchachos que muestran en sus principios<br />

agu<strong>de</strong>za y bachillería, que no les queda profundidad para las cosas <strong>de</strong> veras y <strong>de</strong> substancia!<br />

El entendimiento capaz <strong>de</strong> las cosas, nunca anda vacilando ni variando en cosas <strong>de</strong> poco<br />

momento: que a los principios, para conmigo, da mayores esperanzas el que comienza más<br />

callado que no el que <strong>de</strong>scubre con locuacidad todo cuanto tiene en el alma. Que siendo el


268<br />

entendimiento la más principal parte <strong>de</strong> ella, y no siendo ella habladora, tampoco lo será el<br />

buen entendimiento. Cuando un hombre está ya sazonado, y habilitado el ingenio en las<br />

veras, y con la experiencia, bien enterado en la verdad, que sea locuaz, tiene caudal para<br />

serlo; pero que no teniendo esta capacidad bien fundada sea hablador y atrevido, ni creo en<br />

él, ni en quien hiciere mucho caso <strong>de</strong> él: pero con todo eso, estos que hablan mucho son<br />

para la soledad <strong><strong>de</strong>l</strong> camino <strong>de</strong> provecho, porque si los oyen entretienen, y si no los oyen,<br />

dan lugar a que mientras hablan piense cada uno en su negocio. El oidor disputó un rato<br />

muy doctamente <strong><strong>de</strong>l</strong> entendimiento, la memoria y la imaginativa, que no es para este lugar,<br />

y todo el camino me fue preguntando por cosas <strong>de</strong> <strong>Marcos</strong> <strong>Obregón</strong> con gran<strong>de</strong> afición.<br />

Llegamos a Córdoba, don<strong>de</strong> fue forzoso el apartarnos, y me rogó encarecidamente al<br />

separarnos que le dijese el <strong>de</strong>seo que tenía <strong>de</strong> conocerlo, y que si algún tiempo fuese a<br />

Sevilla, fuese <strong>de</strong>recho a su casa. Y con esto llegando a la puente <strong><strong>de</strong>l</strong> Guadalquivir,<br />

dividímonos cada uno por su camino, y en habiéndonos apartado cosa <strong>de</strong> cien pasos, yo le<br />

dije recio, que lo pudiese oír: Señor oidor, yo soy <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>; y picando con toda<br />

la priesa posible, cogí el camino <strong>de</strong> Málaga o <strong>de</strong> Gibraltar, que a uno <strong>de</strong> estos lugares era<br />

mi viaje. El oidor quiso volver a llamarme, y como yo me di priesa, fue diciendo a sus<br />

criados: No en bal<strong>de</strong> me hallaba yo tan bien con la compañía <strong>de</strong> este hombre, que cierto le<br />

he cobrado un amor, sin saber quien era, que haría cualquiera cosa por él. Yo me avíe a una<br />

<strong>de</strong> estas ciuda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> cuya templanza yo tenía satisfacción que para la vejez son apacibles,<br />

por el poco frío que hace en ellas; y por la variedad que tienen consigo los puertos <strong>de</strong> mar,<br />

por la cercanía y correspon<strong>de</strong>ncia que tienen con África, fuera <strong>de</strong> tener lugares acomodados<br />

para la soledad. Llegué a Málaga en tiempo que había llegado el mismo día el bergantín <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Peñón, <strong>de</strong> que era capitán Juan <strong>de</strong> Loja, muy valiente soldado, que había recibido y dado<br />

muchas heridas a moros y turcos, y traía una presa muy apacible. Fuile a ver por ser muy<br />

amigo mío, y dándonos los parabienes cada uno <strong>de</strong> la venida <strong><strong>de</strong>l</strong> otro, me dijo que había<br />

topado con un barco muy trabajado <strong>de</strong> una borrasca, y había cogido en él una doncella turca<br />

y un gentil hombre, que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser hermanos, ella muy hermosa, y el mozo <strong>de</strong> gallardo<br />

talle y algo españolados, tanto que se habían espantado por ser nacidos en África, e hijos <strong>de</strong><br />

infieles. Roguéle que me los mostrase, por tenerles muy guardados, para hacer un presente<br />

<strong>de</strong> ellos. Él me dijo: Antes, pues habéis estado en Argel, quiero que sin veros los oigáis<br />

hablar, por ver si tratan verdad. Entró don<strong>de</strong> estaban, quedándome yo a la puerta, y díjoles:


269<br />

Contadme la verdad <strong>de</strong> vuestra historia, ya que es forzoso vuestro cautiverio, para que<br />

conforme a esto os haga el tratamiento que merecen vuestras personas. Estaba el mozo muy<br />

triste, y la doncella <strong>de</strong>shecha en lágrimas, suspiros y sollozos consolándolos su amo, el<br />

mozo dijo <strong>de</strong> esta manera: Que la privación <strong>de</strong> la preciosa libertad nos traiga tristes y<br />

afligidos, la misma naturaleza lo pi<strong>de</strong>; que carezcamos <strong>de</strong> nuestra tierra, padres y regalos<br />

que poseímos, por fuerza se ha <strong>de</strong> sentir; que <strong>de</strong>jásemos hacienda, esclavos y gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />

nuestra voluntad, soledad es causa; pero que no consigamos el intento a que venimos, nos<br />

arranca el corazón <strong><strong>de</strong>l</strong> pecho.<br />

Mi hermana y yo, que lo somos cierto, nacimos en Argel, somos hijos <strong>de</strong> un español que<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> reino <strong>de</strong> Valencia se pasó a Argel. Casose con nuestra madre, que es turca <strong>de</strong> nación. Es<br />

nuestro padre corsario que trae por la mar dos galeotas suyas, con que ha hecho mucho mal<br />

a cristianos. Entre los cautivos que robó en España, vino uno a quien nuestro padre nos dio<br />

para maestro <strong>de</strong> la lengua y letras españolas, que como nos encarecía tanto las cosas <strong>de</strong> su<br />

tierra, nos encendía en amor y <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>ber y haber lo que tanto estimaba. este esclavo<br />

español se dio tan buena priesa en la doctrina que nos enseñó, que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> pocos días<br />

teníamos aborrecida la que habíamos mamado en la leche, y abrazada en el corazón la <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

bautismo. Si yo nombraba a Jesús, mi hermana a su madre María: no teníamos otra<br />

comunicación sino esta. Hicimos voto en voz <strong>de</strong> vivir y morir en la religión cristiana.<br />

Dionos palabra este esclavo <strong>de</strong> buscar modo cómo nos bautizásemos. Han pasado ocho<br />

años que fue a su tierra, y al cabo <strong>de</strong> estos nos dijeron que en saliendo <strong>de</strong> Argel lo habían<br />

cautivado las galeras <strong>de</strong> Génova, y le habían muerto entendiendo que era nuestro padre.<br />

Desconfiados ya <strong>de</strong> su aviso o venida, <strong>de</strong>terminamos <strong>de</strong> buscar por otra parte remedio. En<br />

este tiempo, como ya mi hermana tenía edad para tomar estado, y yo era el mayorazgo <strong>de</strong><br />

aquella hacienda, concertó nuestro padre con un turco muy rico, que tenía hijo e hija <strong>de</strong><br />

nuestra edad, <strong>de</strong> trocar y casar hijo con hija, e hija con hijo, y había sido este <strong>de</strong>seo general<br />

en todo Argel, porque aunque tenía mi hermana y yo libertad con riqueza, nunca nos vio<br />

nadie con resabios <strong>de</strong> tales, que si bien éramos estimados, ella por su mucha hermosura, y<br />

yo por sucesión <strong>de</strong> mi hacienda, nunca nos empeció que olvidásemos la libertad cristiana<br />

que nos enseñó nuestro maestro, y por brevedad <strong>de</strong> nuestras <strong>de</strong>sdichas, viendo tan cerca<br />

nuestros casamientos por don<strong>de</strong> habíamos <strong>de</strong> borrar <strong>de</strong> nuestra alma los ardientes <strong>de</strong>seos<br />

que conservábamos en el pecho; mi hermana y yo aguardamos a que nuestro padre hiciese


270<br />

una jornada hacia levante para traer alguna presa con que enriquecer más nuestro nuevo<br />

estado, y en echando las galeotas al agua, nos fuimos a una heredad, y comunicando el caso<br />

con cuatro esclavos españoles, dos turcos, y seis italianos prácticos en toda la costa <strong>de</strong><br />

España, y estando mi madre segura y <strong>de</strong>scuidada, por estar mi hermana en mi compañía,<br />

cogimos al anochecer un barco, y con todo el silencio <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, batiendo los remos<br />

fuertemente, nos dimos tan buena priesa, que al amanecer <strong>de</strong>scubrimos la costa <strong>de</strong><br />

Valencia; pero yendo con esta buena suerte, nos vino un viento <strong>de</strong> hacia levante que nos<br />

hizo bajar la vela, y nos echó hacia poniente con tanta furia, que no fuimos señores <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

barco, porque venían sobre nosotros tan levantados montes y breñas <strong>de</strong> agua, que mil veces<br />

nos vimos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las olas sumergidos; y como yo y mis criados llevábamos el cuidado<br />

puesto más en salvar a mi hermana que a nosotros propios, una vez esperando un peñasco<br />

<strong>de</strong> agua que venía a tragarnos, tendiose ella <strong>de</strong> bruces sobre el suelo <strong><strong>de</strong>l</strong> barco, y a cuatro<br />

que se pusieron a resistir la fuerza por que no llegase a ella, se les sorbió la ola, y nunca<br />

más parecieron. Rendímonos a lo que el cielo or<strong>de</strong>nase <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber atado a mi<br />

hermana, <strong>de</strong> suerte que no se la llevasen las olas aunque pa<strong>de</strong>ciese naufragios el barco, y a<br />

los que llevaban los remos en las manos, se los arrancó <strong>de</strong> ellas el soberbio viento,<br />

<strong>de</strong>jándoles los brazos mancos. Yo, visto que solo Dios podía socorrernos, mandéles que no<br />

hiciesen <strong>de</strong>fensa, porque el barco sobre aquellas po<strong>de</strong>rosas olas, andaba como cáscara <strong>de</strong><br />

nuez, siempre encima, aunque una vez, viendo que se volvía boca arriba, yo me abracé con<br />

mi hermana, que me valió la vida, porque a los <strong>de</strong>más que iban sueltos los voló, sino fueron<br />

a dos que se asieron a los dos bor<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> barco. Vino a sosegarse un poco el viento, pero las<br />

olas movidas <strong><strong>de</strong>l</strong> levante inexorable quedaron por dos días en su fuerza, andando sin<br />

gobierno cinco o seis días, sin po<strong>de</strong>r comer lo poco que nos había quedado: como no tenía<br />

remos, ni quien los gobernase, acor<strong>de</strong>me que aquel nuestro ayo o esclavo nos dijo, que los<br />

que se encomendaban a Dios, tomando el sagrado bautismo, habían <strong>de</strong> pasar los trabajos<br />

con mucha paciencia y esperanza; y consolámonos con esto. Mi hermana vuelta en sí<br />

comenzó con muchas veras a rezar en un rosario que le había <strong>de</strong>jado <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>,<br />

que así se llamaba nuestro maestro, y en esto <strong>de</strong>scubrimos vuestro barco, no con intento <strong>de</strong><br />

ponernos en <strong>de</strong>fensa, que aquellos dos turcos que vuestro valeroso brazo mató, los traíamos<br />

ya con celo <strong>de</strong> bautizarse: llegamos a tierra <strong>de</strong> cristianos, don<strong>de</strong> suplicamos a Dios nos dé<br />

paciencia y nos cumpla nuestro <strong>de</strong>seo. Acabó su razonamiento, y la hermana no el llanto


271<br />

que había comenzado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong><strong>de</strong>l</strong> cuento. El capitán, piadoso y enternecido, les<br />

dijo: Si lo que habéis contado con tanta terneza es verdad, yo os daré libertad y todas las<br />

joyas que tengo vuestras, y les dijo: ¿Conoceréis a <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong> si lo veis?<br />

Respondió la doncella: ¿Cómo lo hemos <strong>de</strong> ver si es muerto? Dijo el capitán: Salid afuera,<br />

y mirad si es alguno <strong>de</strong> los hombres que están ahí. Alborotáronse confusos entre esperanza<br />

y temor, y la doncella con mayor turbación, porque el amor hizo memoria <strong>de</strong> lo pasado, y la<br />

religión le facilitó su ardiente <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver a quien los había enseñado; salieron afuera, y en<br />

viéndome se arrojaron a mis pies, llamándome padre, maestro y señor; quedé en éxtasis por<br />

algún espacio sin po<strong>de</strong>r hacer otra acción sino admirarme, afirmando que cuanto habían<br />

contado era verdad: en sosegándome <strong>de</strong> la súbita alteración, lloré tiernamente con ellos, que<br />

también el contento tiene sus lágrimas piadosas, como el pesar congojosas: el capitán quedó<br />

espantado <strong><strong>de</strong>l</strong> caso, y habiéndoles consolado con sus palabras y mi presencia, les dijo: No<br />

quiera Dios que yo cautive a cristianos; libertad tenéis, y vuestras joyas, <strong>de</strong> que yo he sido<br />

no poseedor, sino <strong>de</strong>positario veislas aquí (entre las cuales vi un rosario que yo le había<br />

dado a la doncella), usad <strong>de</strong> la libertad cristiana, pues tan venturosos habéis sido en llegar a<br />

ejecutar vuestro soberano intento. La alegría que yo sentí en ver aquellas dos prendas, que<br />

en mis trabajos y cautiverio me alentaron y consolaron, me volvió, si se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, a la<br />

mocedad pasada: que el pecho con alegría entretiene la vida; y la alegría fundada en bien,<br />

engendra paz en el alma. Hablé gran<strong>de</strong>s ratos con ellos <strong>de</strong> mis trabajos y sus consuelos, que<br />

siendo pasados, bien pue<strong>de</strong>n traerse a la memoria, pues causan, a la medida <strong><strong>de</strong>l</strong> pasado mal,<br />

la presente alegría. Los virtuosos mozos cobraron tanta en verme, que se les borró <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

rostro la tristeza <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo pasado. Dimos or<strong>de</strong>n en su vida con ayudarles a cumplir lo que<br />

tanto <strong>de</strong>seaban; y fue la mudanza <strong>de</strong> sus acciones exteriores tan conocida, que nos dio<br />

ejemplo <strong>de</strong> vida a todos. Aviáronse a Valencia a conocer los parientes <strong>de</strong> su padre, don<strong>de</strong><br />

vivieron con tanto consuelo <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, que tuve nueva que acabaron sus vidas con gran<strong>de</strong><br />

ejemplo <strong>de</strong> virtud cristiana.<br />

Descanso XVII


272<br />

PARECIOME que para la quietud que yo <strong>de</strong>seaba, el bullicio <strong>de</strong> Málaga, y las ocasiones<br />

<strong>de</strong> la tierra y mar, con el apacible trato <strong>de</strong> la gente, siendo yo conocido en ella, no se podía<br />

hallar a la medida <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>seo, y la ejecución <strong><strong>de</strong>l</strong> intento principal; fuime a la Sauceda <strong>de</strong><br />

Ronda, don<strong>de</strong> hay lugares y soleda<strong>de</strong>s tan remotas, que pue<strong>de</strong> un hombre vivir muchos<br />

años sin ser visto ni encontrado si él no quiere. Púsome en camino un buen hombre, y<br />

porque no pasase sin trabajo, llegando a la Sabinilla, se <strong>de</strong>sembarcaron dos bergantines <strong>de</strong><br />

turcos, saltaron en tierra, y cogieron pescadores y vaqueros, cuantos hallaron por allí;<br />

porque aunque habían hecho ahumadas, no las echamos <strong>de</strong> ver hasta que dimos en manos<br />

<strong>de</strong> los moros, que nos maniataron y llevaron a los bergantines; pero <strong>de</strong> verse tan señores <strong>de</strong><br />

la tierra, <strong>de</strong>scuidáronse, hinchando las panzas <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> lo que hallaron en una hacienda <strong>de</strong><br />

pesca; <strong>de</strong> manera que todos, o la mayor parte se emborracharon; dan sobre ellos la gente <strong>de</strong><br />

Estepona y Casares, y los <strong>de</strong>más que vivían cerca viniendo al rebato, cautivando y<br />

matando, se escaparon muy pocos. Los que estábamos en los bergantines maniatados,<br />

pedimos a los guardas, que si querían vivir nos <strong>de</strong>satasen y echasen en tierra lo cual<br />

hicieron, y les valió para po<strong>de</strong>rse aviar, porque <strong>de</strong>satando a un vaquero con los dientes,<br />

hombre <strong>de</strong> fuerza y ánimo, cogió un remo como si fuera una vara <strong>de</strong> medir, y jugando <strong>de</strong> él,<br />

hizo que nos <strong>de</strong>satasen a todos y nos echasen en tierra. Afligime <strong>de</strong> nuevo, acordándome <strong>de</strong><br />

mis trabajos <strong>de</strong> mar y tierra, que aunque han sido muchos, siempre hallé piedad y<br />

misericordia en ellos, como en este, que viéndome un hombre anciano en edad, aunque<br />

robusto y fuerte en las acciones <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong> valor, vecino <strong>de</strong> la villa <strong>de</strong> Casares, que<br />

<strong>de</strong>cían ser un Abraham en piedad, porque su casa y hacienda era siempre para hospedar<br />

peregrinos y caminantes; llegose a mí, y dijo: Aunque siempre la piedad me llama a<br />

semejantes cosas, ahora parece que me hace más fuerza que otras veces, viéndoos afligido y<br />

con edad; idos conmigo a mi casa, que aunque es pobre <strong>de</strong> hacienda, es abundantísima <strong>de</strong><br />

voluntad, y nadie hay en ella que no se incline a piedad tan entrañablemente como yo: no<br />

solamente mi mujer e hijos, pero criados y esclavos, que tanto tiene el hospedaje <strong>de</strong> bueno,<br />

cuanto tiene <strong>de</strong> concordia en el amor <strong>de</strong> todos. ¿Cómo es el nombre, pregunté yo, <strong>de</strong> quien<br />

tanta piedad usa conmigo? que fuera <strong>de</strong> la caridad, que tanto resplan<strong>de</strong>ce en vuestra<br />

persona, hay en mí otra fuerza superior que me abrasa el pecho en amaros. Yo, respondió,<br />

soy un hombre no conocido por partes que en mí resplan<strong>de</strong>zcan, contento con el estado en<br />

que Dios me puso, pobre bien intencionado, sin envidia al bien ajeno, ni <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>zas


273<br />

que suelen estimarse; trato con los mayores con sencillez y humildad, con los iguales como<br />

hermano, con todos los sujetos como padre. Alegrome cuando hallo mis vaquillas cabales,<br />

castro mis colmenas, hablando con las abejas como si fueran personas que me entendiesen;<br />

no me pongo a juzgar lo que otros hacen, porque todo me parece bueno; si oigo <strong>de</strong>cir mal<br />

<strong>de</strong> una persona, mudo conversación en materia que les pueda divertir; hago el bien que<br />

puedo con lo poco que tengo, que es más <strong>de</strong> lo que yo merezco, que con esto paso una vida<br />

quieta, y sin enemista<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>struyen la vida. Dichoso vos, dije yo, que sin andar<br />

contemporizando las pompas y soberbias <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, habéis alcanzado lo que todos <strong>de</strong>sean<br />

poseer. ¿Pues cómo habéis caminado a tan quieta vida? Respondió: No <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> lo<br />

propio, no envidio lo ajeno, no confío en lo dudoso, no reparo en recibir lo que viene sin<br />

alteración <strong>de</strong> ánimo. Quien tal estado alcanza, dije yo, bien es que publique su nombre. No<br />

es mi nombre, dijo, <strong>de</strong> los conocidos por el mundo, sino a la manera <strong>de</strong> mi persona,<br />

llámome Pedro Jiménez <strong>Espinel</strong>. Diome una aldabada en el corazón, pero sosegueme,<br />

prosiguiendo en la conversación para entretener el camino hasta llegar al lugar; y<br />

preguntele: ¿Y con esa vida tan segura tenéis alguna pesadumbre que os inquiete? Por Dios,<br />

señor, respondió, si no es cuando no hallo la hacienda bien hecha, o la comida por a<strong>de</strong>rezar,<br />

no tengo pesadumbre, y esa con leer el Memorial <strong>de</strong> la vida cristiana <strong>de</strong> fray Luis <strong>de</strong><br />

Granada, se me quita como por la mano. ¡Cuántos filósofos, dije yo, han procurado esa<br />

sencillez y no la poseyeron con cuantas observaciones han tenido en los preceptos <strong>de</strong> la<br />

filosofía moral y natural! No me espanto, dijo el buen hombre, que como la mucha ciencia<br />

engendra en los hombres algún <strong>de</strong>svanecimiento, sin humildad no se pue<strong>de</strong> alcanzar esta<br />

vida, que como yo soy ignorante, abracéme <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi niñez con la virtud <strong>de</strong> paciencia y<br />

humildad que conocí en mis padres, y héme hallado bien con ella; pero pues habéis andado<br />

por el mundo, podrá ser que hayáis conocido por allá un sobrino mío que ha muchos años<br />

no sabemos <strong>de</strong> él, que según nos han dicho, anda en Italia, y a cuantos hospedo en mi casa,<br />

fuera <strong>de</strong> ser la obra buena, en parte lo hago por saber <strong>de</strong> mi sobrino. ¿Cómo se llama?<br />

pregunté, y respondiome con mi propio nombre. Si le conozco, dije, y es el mayor amigo<br />

que tengo en el mundo. Él es vivo, y está en España, y bien cerca <strong>de</strong> aquí; don<strong>de</strong> sin andar<br />

mucho le podréis ver y hablar. Holguéme en el alma <strong>de</strong> conocer mi sangre, y tan bien<br />

fundada en las virtu<strong>de</strong>s morales cristianas, que pudiera yo imitarle si fuera tan puesto en la<br />

verdad <strong>de</strong> las cosas como era razon. Él se holgó <strong>de</strong> las nuevas que le di, aunque por


274<br />

entonces no me di a conocer hasta que hube mudado estado. Que realmente la carne y<br />

sangre, y tan cercana como esa, tiene algo <strong>de</strong> estorbo para la ejecución <strong>de</strong> los intentos<br />

buenos que apetecen soledad. De todos los valerosos hombres en religión tenemos noticia<br />

que han huido a los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> parientes y amigos que pue<strong>de</strong>n ser<br />

impedimento para los buenos fines. Los actos <strong><strong>de</strong>l</strong> alma en la soledad están más<br />

<strong>de</strong>sembarazados y libres. Obras <strong>de</strong> ingenio no quieren compañía. El vicio tiene menos<br />

fuerza cuando las ocasiones son menos. Las más excelentes obras <strong>de</strong> varones señalados se<br />

han fraguado en las soleda<strong>de</strong>s. Y quien quisiere a<strong><strong>de</strong>l</strong>antarse en cosas <strong>de</strong> virtud, ora sea en<br />

ejercitarla, ora sea en escribir <strong>de</strong> ella, se hallará más fácil y pronto para semejantes<br />

acciones. Y aunque la soledad por si no es buena, no está solo quien tiene a Dios por<br />

compañero.<br />

Descanso XVIII<br />

Y para cortar razones, llegué a la Sauceda, don<strong>de</strong> lo primero que encontré fueron tres<br />

vaqueros con muy largas escopetas, que me dijeron: Apéese <strong><strong>de</strong>l</strong> macho. Yo les repliqué:<br />

Mejor me hallo a caballo que a pie. Pues si tan bien se halla, dijeron ellos, cómprenoslo.<br />

Eso sería, dije yo, quedar sin macho y sin los dineros que no tengo. ¿Quién son vuesas<br />

merce<strong>de</strong>s, que me ven<strong>de</strong>n el macho que yo compré en Madrid? Después lo sabrá,<br />

respondieron, y ahora apéese. Cierto, dije yo, que me huelgo, porque no he visto más mala<br />

bestia en mi vida, maliciosa, ciega y llena <strong>de</strong> esparavanes, y con más años acuestas que una<br />

palma vieja, tropieza cada momento, y se arroja en el suelo sin pedir licencia; solo una cosa<br />

tiene buena, que si le ponen un alcalí <strong>de</strong> cebada no se moverá hasta tener sed. Pues con<br />

todas estas faltas lo queremos, dijeron. Al fin me bajé <strong>de</strong> ella, y rindiéndoles las<br />

faldriqueras, como no hallaron substancia en ellas, dijeron que habían <strong>de</strong> <strong>de</strong>sollar al macho,<br />

y meterme en el pellejo si no les daba dineros. ¿Pues soy yo cofre, les dije, que me quieren<br />

aforrar <strong><strong>de</strong>l</strong> pellejo <strong><strong>de</strong>l</strong> macho? ¿O quieren abrigarme por el frío que me ha causado el temor<br />

<strong>de</strong> ver las escopetas? Con el buen ánimo que conocieron en mí, se <strong>de</strong>senconaron <strong><strong>de</strong>l</strong> ruin<br />

que ellos tenían; y porque al mismo tiempo venían otros cinco o seis furiosos por asir a un


275<br />

hombre que se <strong>de</strong>fendía <strong>de</strong> ellos valerosamente, dando y recibiendo heridas, a los cuales<br />

mandó su caudillo que no le matasen, porque tan valiente hombre sería bueno para su<br />

compañía; mas él, con valeroso pecho, dijo que no quería sino que le matasen si pudiesen.<br />

¿Por qué? preguntó su cabeza, aquietándoles y sosegando a él. Porque a quien tal <strong>de</strong>sdicha<br />

como a mí le ha sucedido, no ha menester vivir. Miré al hombre, y pareciéndome que era el<br />

doctor Sagredo, a quien yo había comunicado en Madrid, aunque con traje diferente,<br />

porque él era médico, y allí venía como soldado <strong>de</strong>sgarrado, pero siempre hombre muy <strong>de</strong><br />

hecho, y así no me <strong>de</strong>terminé en que fuese él mismo. Sosegáronse, y él con gran<strong>de</strong>s ansias<br />

reprehendía la piedad <strong>de</strong> los salteadores porque no le mataron, y con ardientes suspiros<br />

clamaba al cielo, diciendo: ¡Oh rigores <strong>de</strong> las estrellas, <strong>de</strong>sdichas entrañables solamente<br />

mías, mudanzas <strong>de</strong> fortuna, planetas verdugos <strong>de</strong> mi quietud y sosiego, que habiéndome<br />

librado <strong>de</strong> tan inmensos peligros por mares y tierras no conocidas, me viniese a tragar la<br />

furia <strong><strong>de</strong>l</strong> mar mi dulce compañía, mi regalada esposa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme seguido y<br />

acompañado en tan importunos trabajos, y que fuese yo tan para poco que no me arrojase<br />

en las levantadas olas para acompañar en la muerte a quien me acompañó en la vida! Tantas<br />

ternezas dijo, que movió a compasión a la más mala canalla que había en el mundo en aquel<br />

tiempo, que en hábito <strong>de</strong> vaqueros andaban trescientos hombres robando y salteando a<br />

quien no se <strong>de</strong>fendía, y matando a quien se <strong>de</strong>fendía. Juntáronse a consejo cosa <strong>de</strong> ciento<br />

que se hallaron allí con el caudillo, para tratar <strong>de</strong> cierta sospecha que traían <strong>de</strong> que Su<br />

majestad quería remediar aquel fuego que se iba encendiendo con tan exorbitantes daños<br />

como se <strong>de</strong>scubrían en toda la Andalucía a cada momento, y juntamente sentenciar qué<br />

habían <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> muchos que tenían en cuevas presos. Y entretanto nos pusieron al docto<br />

Sagredo y a mí con otros dos en una cueva, fácil para entrar, y para salir imposible, aunque<br />

tenía bastante claridad, que por entre la espesura <strong>de</strong> los encumbrados árboles entraba en la<br />

cueva. Y viéndome en aquella aflicción, por no estar en triste silencio, le pregunté: Señor,<br />

ya que estamos en un trabajo, y pa<strong>de</strong>ciendo un mismo agravio, os suplico me digáis si sois<br />

el doctor Sagredo, Alborotose, y replicome: ¿Quién sois vos que me lo preguntáis, y dón<strong>de</strong><br />

me conocisteis? Yo soy, le respondí, <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>. No lo acabé <strong>de</strong> pronunciar,<br />

cuando echándome los brazos al cuello, me dijo: ¡Ay padre <strong>de</strong> mi alma! ya murió vuestra<br />

querida y regalada; ya murió mi amada esposa; ya murió doña Mergelina <strong>de</strong> Aybar; ya<br />

murió todo mi bien y mi compañía. Ya no soy el doctor Sagredo, sino una sombra <strong><strong>de</strong>l</strong> que


276<br />

solía, hasta que llegue la disolución <strong>de</strong> este miserable cuerpo. ¡Ay mi consejero leal, y cuán<br />

mal me aproyeché <strong>de</strong> vuestra doctrina para verme ahora en la soledad que me aflige y<br />

atormenta que el inmenso Dios, tras tantos infortunios, sea servido <strong>de</strong> ponerme en esta<br />

mazmorra con vuestra compañía para que muera con algún alivio y refrigerio, que <strong>de</strong>spués<br />

que <strong>de</strong> ella me aparté, se apartó <strong>de</strong> mí todo lo que podía estarme bien! ¿Pues cómo y<br />

cuándo, dije yo, y dón<strong>de</strong> murió aquella prenda tan amada vuestra, y alabada por su<br />

hermosura <strong>de</strong> todo el mundo? Ninguna fuerza pudiera haber tan gran<strong>de</strong> para mí en lo<br />

<strong>de</strong>scubierto como la vuestra para contar <strong>de</strong>sdichas, y que tanto me atormentan la memoria.<br />

Pero pues no sabemos el fin que nos está guardado en esta esquiva prisión, y estando tan<br />

cierto que renovar mis <strong>de</strong>sventuras a quien las ha <strong>de</strong> sentir, y no burlarse <strong>de</strong> ellas, pue<strong>de</strong><br />

aligerar tan pesada carga, tornaré el principio <strong>de</strong> lo que lo fue <strong>de</strong> mi total ruina.<br />

Descanso XIX<br />

LUEGO que, por mi <strong>de</strong>sgracia, salí <strong>de</strong> aquella reina <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, Madrid, o madre<br />

universal, en el primer pueblo a don<strong>de</strong> llegué vi tocar cajas que hacían gente por mandado<br />

<strong>de</strong> Felipe II, para ir a <strong>de</strong>scubrir el estrecho <strong>de</strong> Magallanes; y como yo nací más inclinado a<br />

las armas que a los libros, di con ellos a un lado; y con el ánimo alterado, arrimándome a un<br />

capitán amigo mío, eché mi caudal en armas y en vestidos <strong>de</strong> soldado, que no le parecieron<br />

mal a doña Mergelina, que con ver que ella gustaba <strong>de</strong> ello me incliné más a seguir aquel<br />

modo <strong>de</strong> vida, llevándola en mi compañía, por quererlo ella, y por <strong>de</strong>searlo yo, que muchos<br />

hombres casados fueron a la misma jornada, porque la intención <strong>de</strong> Su Majestad era poblar<br />

aquel estrecho <strong>de</strong> vasallos suyos, y pluguiera a Dios me lo estorbara, que yo tenía mi<br />

voluntad tan subordinada a la suya, que sin su beneplácito no me arrojara tan<br />

inconsi<strong>de</strong>radamente a profesión tan llena <strong>de</strong> miserias y necesida<strong>de</strong>s. Embarcámonos en<br />

Sanlúcar, que voy abreviando, y llegando al golfo <strong>de</strong> las Yeguas fue tan <strong>de</strong>satada y terrible<br />

la tormenta que nos sobrevino, que por poco no quedara tabla en que salvarnos; pero por la<br />

pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Diego Flores <strong>de</strong> Valdés, general <strong>de</strong> la flota, volviendo las espaldas a la


277<br />

tormenta, tornamos a invernar a Cádiz primera vez, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salimos, y con gran<strong>de</strong>s<br />

incomodida<strong>de</strong>s llegamos a la costa <strong><strong>de</strong>l</strong> Brasil, invernando segunda vez en San Sebastián, a<br />

la boca <strong><strong>de</strong>l</strong> río Ganero, muy ancho y extendido puerto. Estuvimos allí algún espacio,<br />

admirándonos <strong>de</strong> ver aquellos indios <strong>de</strong>snudos, y tanta abundancia <strong>de</strong> ellos, que bastara<br />

para poblar otro mundo. Solían <strong>de</strong>saparecerse algunos <strong>de</strong> ellos, sin saber qué se hacían, y<br />

un valeroso mancebo, mestizo portugués e indio, <strong>de</strong>terminose <strong>de</strong> buscar el fin <strong>de</strong> tantas<br />

personas como faltaban, y embrazando una ro<strong><strong>de</strong>l</strong>a <strong>de</strong> punta <strong>de</strong> diamante, y una muy gentil<br />

espada, se fue por la orilla <strong><strong>de</strong>l</strong> ancho mar: vio <strong>de</strong> lejos un monstruo marino que estaba<br />

esperando algún indio para cogerle, y que llegando cerca, puesto en pies el monstruo,<br />

porque antes estaba <strong>de</strong> rodillas, era tan gran<strong>de</strong>, que el portugués no le llegaba al medio<br />

cuerpo, y cuando el monstruo le vio cerca, cerró con él pensando llevarle a<strong>de</strong>ntro, como<br />

hacía con los <strong>de</strong>más. Pero el valeroso mozo, poniendo la ro<strong><strong>de</strong>l</strong>a a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante, y jugando la<br />

espada, <strong>de</strong>fendiose lo mejor que pudo, aunque las conchas <strong>de</strong> la bestia marina eran tan<br />

duras que no le pudo herir por alguna parte. Los golpes que el monstruo le daba eran tan<br />

pesados que no los osaba esperar, hasta que dio en ponerle <strong><strong>de</strong>l</strong>ante la punta <strong><strong>de</strong>l</strong> diamante,<br />

apuntando a las coyunturas <strong>de</strong> los brazos, por don<strong>de</strong> el monstruo recibió tanto daño que se<br />

iba <strong>de</strong>sangrando: y habiendo durado esta pesca gran<strong>de</strong> rato, al fin cayeron ambos muertos.<br />

Fueron a buscar al animoso mozo, y hallaron uno caído a una parte, y otro a otra. El capitán<br />

Juan Gutiérrez <strong>de</strong> Sama y yo vimos el cuerpo <strong><strong>de</strong>l</strong> espantable monstruo, y otros muchos<br />

españoles, con gran<strong>de</strong> admiración. El mar por allí tiene muchos bajíos y muchas islas; en<br />

una <strong>de</strong> ellas vimos una serpiente <strong>de</strong> las que por acá nos pintan para espantarnos, que tenía el<br />

hocico a manera <strong>de</strong> galgo, largo, y con muchos dientes agudísimos: alas gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> carne,<br />

como las <strong>de</strong> los murciélagos, el cuerpo y pecho gran<strong>de</strong>s, la cola como una viga pequeña<br />

enroscada, dos pies, o manos con uñas, el aspecto terrible. Encaramos cuatro escopetas<br />

hacia ella, porque estaba en una fuente que por el remanente íbamos a buscar para beber.<br />

Yo fui <strong>de</strong> parecer que cuando la matásemos ella mataría a alguno <strong>de</strong> nosotros, y así la<br />

<strong>de</strong>jamos, porque ella en viéndonos se entró por la espesura <strong><strong>de</strong>l</strong> monte, <strong>de</strong>jando un rastro<br />

muy ancho como <strong>de</strong> una viga. Mas como no me importaba, ni importa para mi discurso, no<br />

digo muchas monstruosida<strong>de</strong>s que vimos. Seguimos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí el camino o viaje <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

estrecho, por el mes <strong>de</strong> enero y febrero, cuando allá comienza el verano, con muchos<br />

vientos contrarios, oponiéndonos a recias corrientes, que o por cerros altísimos, y canales


278<br />

que hay <strong>de</strong>bajo <strong><strong>de</strong>l</strong> agua, o por vientos furiosos que la mueven, nos hacían tantas<br />

contradicciones, que muchas naos pa<strong>de</strong>cieron tormentas, y algunas naufragio, sin po<strong>de</strong>rse<br />

socorrer unas a otras. Entre las que pa<strong>de</strong>cieron naufragio fue la que llevaba mi esposa y a<br />

mí, que aunque soltaron pieza, o no nos oyeron, o no pudieron socorrernos, sino fue una<br />

que iba a vista <strong>de</strong> la nuestra, que compa<strong>de</strong>cidos los marineros, contra su costumbre, <strong>de</strong><br />

nosotros, acudieron a tan buen tiempo que pudo salvarse la ropa y las personas antes que<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> todo se hundiese. Los soldados y marineros, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse anegado nuestro navío,<br />

y pasado al otro, acudieron a regalar a la mal malograda <strong>de</strong> mi esposa, que aunque era tan<br />

varonil, el temor <strong>de</strong> la tragada muerte la tenía turbada, y así fue parecer <strong>de</strong> todos que no<br />

siguiésemos la armada hasta ver que la gente hubiese respirado <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo pasado.<br />

Descubriose una isla <strong>de</strong>spoblada, adon<strong>de</strong> con algún trabajo pudimos arribar. Reparámonos<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> cansancio y trabajo, hicimos agua, que la hallamos muy buena, y algunas frutillas con<br />

que nos refrescamos, y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince días nos hicimos a la vela siguiendo la flota, que<br />

no pudimos alcanzar. Llegamos a vista <strong><strong>de</strong>l</strong> estrecho, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber andado perdidos<br />

mucho tiempo. Descubriéronse gran<strong>de</strong>s y altas sierras, con muchos árboles frutales, y<br />

infinita caza, según supimos <strong>de</strong> pobladores que <strong>de</strong>jó allí la armada, aunque ni saltamos en<br />

tierra, ni nuestra cabeza lo consintió por volver a seguir la flota.<br />

Descanso XX<br />

ESTANDO esperando viento para volver la proa, vimos venir muchísimas aves en<br />

aquella parte <strong><strong>de</strong>l</strong> estrecho, don<strong>de</strong> había unos hombrezuelos pequeños <strong>de</strong> estatura, porque en<br />

la otra son altísimos y membrudos, que casi las aves se señorean <strong>de</strong> la tierra, <strong>de</strong> manera que<br />

los hombrecitos huían <strong>de</strong> ellas; nos vino un viento tan po<strong>de</strong>roso, que nos hizo pasar el<br />

estrecho sin po<strong>de</strong>rle resistir, con gran<strong>de</strong>s daños <strong><strong>de</strong>l</strong> navío, porque siendo la orilla muy llena<br />

<strong>de</strong> bajíos, íbamos casi arrastrando por la arena las áncoras, fuera <strong>de</strong> no estar el estrecho<br />

llano como el <strong>de</strong> Gibraltar, sino haciendo combas y senos, y topando en las áncoras que<br />

había <strong>de</strong>jado la arena por allí. La presteza <strong><strong>de</strong>l</strong> viento fue tanta y tan sin pensar, que no<br />

tuvieron los marineros traza para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r al navío. Pasamos <strong>de</strong> la otra parte con todos


279<br />

estos peligros <strong>de</strong> golpes que el navío daba, y duró tanto, que nos rompió las velas mayores,<br />

aunque las <strong>de</strong>más se amainaron, <strong>de</strong>jaron el trinquete <strong>de</strong> proa para que la inmensa furia <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

aire nos llevase adon<strong>de</strong> quisiese, sin po<strong>de</strong>r dar bordo ni ver lugar adon<strong>de</strong> pudiésemos tener<br />

recurso ni socorro. Al fin anduvimos seis meses perdidos, faltando ya todo lo necesario<br />

para conservar la vida, arrojados y sacudidos <strong>de</strong> las olas por tan inmensos mares, <strong>de</strong> nadie<br />

conocidos y navegados, perdida la esperanza y el gobierno sin saber hacia dón<strong>de</strong><br />

caminábamos, dispuestos cada día para ser manjar <strong>de</strong> monstruos espantables, fuera <strong>de</strong><br />

nuestro elemento, y acabadas ya comida y bebida, <strong>de</strong> suerte que no había quedado cuero <strong>de</strong><br />

maleta que no hubiese sido dulcísimo mantenimiento <strong>de</strong> su dueño, si se las <strong>de</strong>jaban comer a<br />

solas, con un temor horrible, <strong>de</strong> imaginar la sepultura que teníamos abierta en las no<br />

habitadas cavernas <strong><strong>de</strong>l</strong> profundo mar, o en las hambrientas entrañas <strong>de</strong> sus indomables<br />

bestias. Creyendo que ya todo el mundo hubiese tornado a ser agua otra vez por el diluvio<br />

general, comenzaron todos a <strong>de</strong>cir en un grito: ¡Tierra, tierra, tierra! porque <strong>de</strong>scubrimos<br />

una isla <strong>de</strong> tan altos riscos cercada, y ellos adornados <strong>de</strong> tan levantados árboles, que parecía<br />

alguna cosa encantada, y apenas la <strong>de</strong>scubrimos, cuando en un instante se <strong>de</strong>sapareció, no<br />

por arte mágica sino por la fuerza <strong>de</strong> una corriente que nos arrebató el navío contra nuestra<br />

voluntad, sin ser po<strong>de</strong>rosos para resistirlo, hasta que la misma corriente nos echó a un lado,<br />

entre unos remolinos tan furiosos, que tuvimos por cierto que se tragara el navío, y a<br />

nosotros con él; pero volviendo en sí los marineros, y no habiendo perdido el tiento don<strong>de</strong><br />

se <strong>de</strong>scubrió la isla, parecioles que dando bordos con el trinquete, llevando siempre a vista<br />

la corriente, sin acercarnos a ella, podíamos tornar a cobrar la isla; pero yo fui <strong>de</strong> opinión y<br />

parecer que amainasen el trinquete, y con los dos barcos que iban amarrados en la popa,<br />

llevásemos el navío a jorro; porque si la corriente arrebatase uno <strong>de</strong> los barcos, sería fácil<br />

<strong>de</strong> volver al navío; mas si arrebatase el navío, tornaríamos a per<strong>de</strong>r el tiento, y aun las<br />

vidas; y encomendándonos todos al bendito ángel <strong>de</strong> la guarda, con grandísimas plegarias y<br />

oraciones, y bogando los barcos aquellos que más robustos o menos flacos habían quedado<br />

por la falta <strong>de</strong> los mantenimientos, remudando <strong>de</strong> cuando en cuando porque todos se<br />

alentasen con la esperanza <strong>de</strong> ir a buscar tierra, pusimos en la guía o en lo más alto <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

árbol mayor un hombre muy bien atado que fuese <strong>de</strong>scubriendo con gran<strong>de</strong> vigilancia, y<br />

avisando lo que pareciese que se <strong>de</strong>scubría; y al cabo <strong>de</strong> dos días al punto que ya nos<br />

parecía que habíamos perdido el camino <strong>de</strong> nuestra salud, tornarnos a ver aquellas altísimas


280<br />

y tajadas peñas, más empinadas que el Calpe <strong>de</strong> Gibraltar, pero llenas <strong>de</strong> tan próceros y<br />

vistosos ramos, que alentó <strong>de</strong> manera a todos mis compañeros, que fue menester quitarles<br />

los remos <strong>de</strong> las manos, porque con las ansias y encendidos <strong>de</strong>seos que tenían <strong>de</strong> llegar a<br />

tierra, por poco dieran otra vez con el navío en la corriente, y con las personas en la última<br />

miseria <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación. Pero dándoles una gran<strong>de</strong> voz, les dije: Compañeros, ya que Dios<br />

os ofrece, tras <strong>de</strong> tantas <strong>de</strong>sventuras, hambres y trabajos, ocasión en que se conozca cuánto<br />

pue<strong>de</strong> la industria junta con el valor <strong>de</strong> los pechos, que tanto tiempo han estado firmes,<br />

siendo terreno <strong>de</strong> increíbles golpes <strong>de</strong> fortuna, si ahora nos faltase la cordura y sufrimiento<br />

para con pru<strong>de</strong>ncia consi<strong>de</strong>rar cuánto más cercanos estamos <strong>de</strong> la muerte que en todo el<br />

tiempo que nos ha traído la fortuna jugando con nuestras vidas, no sería ya culpa suya, sino<br />

nuestra, precipitamos en tan evi<strong>de</strong>nte peligro como el que hemos tocado con las manos y<br />

visto con los ojos. Y siguiendo mi parecer en lo que tanto nos importaba, fuimos<br />

acercándonos a la isla con tanto tiento, que aunque diéramos en la corriente con alguno <strong>de</strong><br />

los barcos, con la mucha atención que todos los marineros <strong>de</strong> conocimiento llevaban, no se<br />

recibiera daño que no fuera fácil <strong>de</strong> reparar. Caminamos tanto y tan atentamente, que<br />

veníamos a hallarnos menos <strong>de</strong> media legua <strong>de</strong> la isla, y muy cercanos a la corriente, que al<br />

parecer <strong>de</strong> los más experimentados, comenzaba sobre la isla muy poco trecho, y se extendía<br />

por ambos lados, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>jaba la entrada imposible y la isla inaccesible, como le<br />

dimos el nombre. Y aunque la corriente no era tan extendida como en lo que por nuestro<br />

daño habíamos visto, era mucho más furiosa, por ser en aquella parte más angosta.<br />

Al fin, estando suspensos, y sin consejo sobre lo que se había <strong>de</strong> hacer, yo dije<br />

resueltamente: ¿Allí hay tierra y riscos? pues aquí ha <strong>de</strong> haber lo uno y lo otro. Y<br />

<strong>de</strong>terminadamente hice arrojar el áncora, y a poco trecho aferró <strong>de</strong> suerte, que todos<br />

quedamos muy contentos y con esperanza <strong>de</strong> salvamento. Hecho esto, pedí todos los cabos,<br />

sogas y maromas, <strong>de</strong> que había abundancia, también como <strong>de</strong> pólvora, porque no se había<br />

ofrecido lance en que gastar lo uno y lo otro, y atadas fuertemente una soga con otra vino a<br />

ser tanta la cantidad, que podía el barco llegar a la isla, y echando en él cincuenta<br />

compañeros, y los más fuertes que me pareció, con sus arcabuces, frascos y frasquillos,<br />

bien llenos <strong>de</strong> pólvora, y yo por cabo <strong>de</strong> ellos, aviando en el navío, que aunque nos<br />

arrebatase la corriente, fuesen dándonos cabo, y alargando con mucho tiento las maromas,<br />

hasta ver en qué parábamos; nos <strong>de</strong>jamos llegar, guiándonos el bendito ángel <strong>de</strong> la guarda,


281<br />

y arrebatándonos la corriente, sin recibir el barco otra alteración, sino ir con mucha furia. a<br />

poco trecho nos hallamos en un abrigo, o seno que hacía la isla por aquella parte, tan<br />

sosegado, que si era grandísima la furia <strong>de</strong> la corriente, no era menos mansa y quieta la<br />

playa o puerto adon<strong>de</strong> nos arrojó. Con este infeliz, y no pensado suceso, fuimos bogando,<br />

arrimados al levantado risco para buscar alguna entrada, y luego vimos a la puerta que<br />

hacia el encorvado abrigo, un ídolo <strong>de</strong> espantable gran<strong>de</strong>za, y más admirable hechura, y <strong>de</strong><br />

novedad nunca vista ni imaginada: por su gran<strong>de</strong>za era como <strong>de</strong> una torre <strong>de</strong> las ordinarias;<br />

sustentábase sobre dos pies tan gran<strong>de</strong>s, como lo había menester la arquitectura <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo:<br />

tenía un solo brazo que le salía <strong>de</strong> ambos hombros, y éste tan largo, que le pasaba <strong>de</strong> la<br />

rodilla gran trecho: en la mano tenía un sol o rayos <strong>de</strong> él, la cabeza proporcionada con lo<br />

<strong>de</strong>más, con solo un ojo, <strong>de</strong> cuyo párpado bajo le salía la nariz con sola una ventana: una<br />

oreja sola, y esa en el colodrillo: tenía la boca abierta, con dos dientes muy agudos, que<br />

parecía amenazar con ellos: una barba salida hacia fuera con cerdas muy gruesas: cabello<br />

poco y <strong>de</strong>scompuesto. Pero aunque pudiera espantarnos esta visión para no pasar a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante,<br />

como íbamos buscando la vida, y se había <strong>de</strong> hallar en tierra, caminamos hacia el ídolo, por<br />

don<strong>de</strong> estaba la pequeña entrada para la isla, <strong>de</strong> nadie jamás vista ni comunicada, y al punto<br />

que llegamos el barco a la entrada, salieron los dos altísimos gigantes, <strong>de</strong> la misma hechura<br />

que tengo pintado el ídolo, y cogiendo el barco cada uno <strong>de</strong> su lado, fue tanto el espanto<br />

nuestro y la violencia suya, que sin po<strong>de</strong>rnos valer, nos vaciaron en una cueva que estaba al<br />

pie <strong><strong>de</strong>l</strong> ídolo: y a un pobre compañero que tuvo ánimo para disparar el arcabuz, cogió un<br />

gigante <strong>de</strong> aquellos, ciñéndolo con la mano por medio <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, y lo arrojó tan lejos, que<br />

le vimos ir por encima <strong><strong>de</strong>l</strong> agua gran<strong>de</strong> trecho, hasta que cayó en el mar. Yo tuve<br />

advertencia <strong>de</strong> amarrar el barco a un tronco <strong>de</strong> un árbol que estaba cerca <strong>de</strong> la entrada, antes<br />

que llegásemos a ella, que <strong>de</strong>spués nos fue <strong>de</strong> mucha importancia, no previniendo el daño<br />

que nos había <strong>de</strong> venir, sino porque el barco no se fuese hacia la corriente.<br />

Descanso XXI<br />

Los gigantes, así como nos echaron en la cueva, taparon la boca, <strong>de</strong>jando caer un<br />

troncón <strong>de</strong> un árbol, que estaba en la puente superior pendiendo, a manera <strong>de</strong> puerta


282<br />

levadiza, que hizo con el encaje y golpe temblar, no solo la cueva y el ídolo; pero por un<br />

resquicio o ventana que salía a la mar, la violencia <strong><strong>de</strong>l</strong> viento movido levantó tan gran<strong>de</strong>s<br />

olas en ella que sentimos nuestro barco dar muy gran<strong>de</strong>s golpes, por la gran<strong>de</strong>za y<br />

pesadumbre suya, porque no creo que me engaño en <strong>de</strong>cir que tenía el tronco treinta varas<br />

<strong>de</strong> circunferencia, y <strong>de</strong> alto más <strong>de</strong> sesenta; era <strong>de</strong> una materia tan maciza y pesada como la<br />

más dura piedra <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo. Los gigantes con el gran servicio que habían hecho a su ídolo,<br />

comenzaron a bailar y danzar, y hacer sones <strong>de</strong>scompuestos y <strong>de</strong>sconcertados en unos<br />

tamboriles roncos y melancólicos, que más parecía ruido hecho en bóveda, que son para<br />

bailar. En tanto que ellos estaban atentos a sus juegos, y entretenidos a costa <strong>de</strong> nuestras<br />

vidas, nosotros llorábamos la <strong>de</strong>sventura nuestra y la fuerza <strong><strong>de</strong>l</strong> hado que con tal violencia<br />

nos había tratado y traído a punto que ya que nos parecía haber hallado algún alivio a tan<br />

continuos e incesables trabajos, nos había puesto a morir <strong>de</strong> hambre y sed entre cuerpos<br />

muertos, <strong>de</strong> los que sacrificaban a su insaciable ídolo; pero como no se ha <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el<br />

camino en cualquiera adversidad, sí los trabajos son la piedra <strong>de</strong> toque <strong><strong>de</strong>l</strong> valor y <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

ingenio, luego se me representó el modo <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rnos valer en tan apretado paso, adon<strong>de</strong> el<br />

ánimo, el ingenio y la presteza habían <strong>de</strong> concurrir juntos en un instante. Y como estaban<br />

contentos y divertidos en sus fiestas, y realmente era gente sencilla, y les pareció que con<br />

aquel lance y con tenernos encerrados en tan obscura sepultura, no habría más memoria <strong>de</strong><br />

nosotros; pudimos, aunque con trabajo, venir a la ejecución <strong>de</strong> mi intento, que fue <strong>de</strong> este<br />

modo: Tomé las cuerdas que me parecieron necesarias, y con los huesos blancos <strong>de</strong><br />

aquellos muertos que había más <strong>de</strong>scarnados, tomando los más pequeños, hice una escala<br />

con que pudiésemos llegar al resquicio que tengo dicho, que no pudo hacerse sin mucha<br />

dificultad, porque como todo era peña viva, no dio lugar a que se pudiesen hacer agujeros<br />

para subir a poner la escala; mas como la necesidad es tan gran<strong>de</strong> maestra, y no iba menos<br />

que la vida en hallar modo para poner la escala, tomé un hueso <strong>de</strong> un espinazo bien<br />

<strong>de</strong>scarnado, por el agujero metí una cuerda, y juntando los dos cabos que se quedaban<br />

<strong>de</strong>bajo, con la mayor fuerza que se pudo probamos todos a tirar el hueso hacia la ventana o<br />

resquicio, criado en las montañas <strong>de</strong> Ronda, tuvo tan buen modo, traza y fuerza, que acertó<br />

a colar el hueso por el resquicio, <strong>de</strong> manera que quedó atravesado o encallado; entonces<br />

atando la escala a un cabo <strong>de</strong> aquellos, y tirando por el otro, llegó la escala a lo alto, y<br />

teniendo mis compañeros <strong><strong>de</strong>l</strong> cabo que había quedado abajo, yo subí con mucho tiento por


283<br />

la escala, y la aseguré <strong>de</strong> manera, que todos pudimos subir al resquicio y bajar al barco.<br />

Hallada esta ingeniosa traza, tomé la pólvora <strong>de</strong> todos los frasquillos, y mientras mis<br />

compañeros subían y bajaban al barco, hice una mina <strong>de</strong>bajo los pies <strong><strong>de</strong>l</strong> ídolo, que había<br />

muchos huesos don<strong>de</strong> hacerla, y <strong>de</strong>jándola bien tapada, con menos <strong>de</strong> un palmo <strong>de</strong> cuerda<br />

encendida, subime por la escala y salté en el barco, y <strong>de</strong>sviándonos con los remos adon<strong>de</strong><br />

no nos pudiera el daño alcanzar, apenas nos pusimos a mirar lo que pasaba, cuando dio la<br />

mina tan espantable trueno que alborotó las aguas, y resonó el ruido por la mayor parte <strong>de</strong><br />

la isla, y el ídolo dió tan increíble caída sobre los danzantes, que hizo pedazos docena y<br />

media <strong>de</strong> ellos. Los <strong>de</strong>más viendo que aquel en quien tenían confianza, les había muerto los<br />

compañeros, dieron a huir, metiéndose la isla a<strong>de</strong>ntro, y <strong>de</strong>jando <strong>de</strong>samparado todo el sitio<br />

que nosotros habíamos menester; entramos <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong>jando el barco bien amarrado, y todos<br />

a un tiempo nos arrojamos y besamos la tierra, dando inmensas gracias al Fabricador <strong>de</strong> ella<br />

por habernos <strong>de</strong>jado pisar nuestro elemento. Y aunque nos espantó el estrago que había<br />

hecho el ídolo, y nos pudiera <strong>de</strong>tener el espectáculo que teníamos <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> los ojos,<br />

viendo cubierto el suelo <strong>de</strong> aquellos exorbitantes monstruos, como vimos la tierra<br />

escombrada <strong>de</strong> ellos, y la hambre y sed hallaron en que ejercitar su oficio, arremetimos a<br />

unos árboles frutales excelentísimos, y a una alegrísima fuente que nacía al pie <strong>de</strong> un<br />

peñasco, muy cercada <strong>de</strong> ojos más claros que los <strong>de</strong> la cara. Yo fui a la mano a los<br />

compañeros, estorbándoles que no encharcasen en fruta y agua, porque no se corrompiesen,<br />

y lo que buscábamos para la vida, nos acarrease la muerte: y mirando a un lado y otro,<br />

vimos un gigante <strong>de</strong> aquellos sobre quien había caído el ídolo, vivo, pero quebrado, y las<br />

piernas <strong>de</strong> suerte que no podía menearse, y haciéndole señas que nos dijese dón<strong>de</strong> había<br />

mantenimiento, nos señaló con la nariz, que no podía con otra cosa, una cueva que tenía la<br />

entrada llena <strong>de</strong> árboles muy ver<strong>de</strong>s y muy espesos, tanto que la hacían dificultosa, a lo<br />

menos para los naturales, que para nosotros no, y supimos <strong>de</strong>spués, que nadie podía entrar<br />

allí sino cuando se hubiesen <strong>de</strong> sacar mantenimientos para la república o el común, so pena<br />

<strong>de</strong> no comer <strong>de</strong> ellos en cierta cantidad <strong>de</strong> tiempo. Al fin, entramos en la cueva muy ancha<br />

y clara por <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro y con muchos apartamientos, don<strong>de</strong> había cecinas <strong>de</strong> pescado y carne<br />

suavísimas, muchos tasajos bien curados, y una fruta más gorda y más sabrosa que<br />

avellanas, <strong>de</strong> que usaban en lugar <strong>de</strong> pan, y otros muchos mantenimientos <strong>de</strong> que cargamos<br />

el barco, y hinchendo una docena <strong>de</strong> cueros <strong>de</strong> agua dulce y fría, enviamos a los


284<br />

compañeros que ya nos tenían por muertos, con que todos se alentaron comiendo y<br />

bebiendo <strong><strong>de</strong>l</strong> mantenimiento y agua fría dulcísima, y tornaron dando or<strong>de</strong>n, que <strong>de</strong>jando en<br />

el navío alguna guarda para las mujeres <strong>de</strong> los que ya habían estado en la isla, los <strong>de</strong>más en<br />

los barcos viniesen a ella, usando siempre <strong>de</strong> los cabos y sogas, que <strong>de</strong> otro modo no podía<br />

ser; y bien llenos los estómagos <strong>de</strong> comida, y los frascos <strong>de</strong> pólvora y cuerdas, se pasaron a<br />

nuestra compañía.<br />

Descanso XXII<br />

INTERRUMPIERON la relación que iba dando el doctor Sagredo unos portugueses que<br />

venían <strong>de</strong> la Ven<strong>de</strong>ja con cuatro cargas <strong>de</strong> lienzo, por una senda, a su parecer, segura <strong>de</strong> los<br />

salteadores, por ser muy nueva; y como ellos la sabían mejor que los portugueses, dieron<br />

con ellos a la boca <strong>de</strong> nuestra cueva; <strong>de</strong> manera, que turbados <strong><strong>de</strong>l</strong> no pensado encuentro, se<br />

arrodillaron, diciendo: Por as chagas <strong>de</strong> Deus naon nos mata<strong>de</strong>s como a patifes, nen<br />

tome<strong>de</strong>s venganza en nosas patuvisadas, que fez a santa Forneira a os castelhanos.<br />

Sosegaos, mentecatos, dijo el caudillo, que no queremos sino que nos vendáis el lienzo a<br />

como os ha costado. De muito boa vounta<strong>de</strong>, dijeron ellos, y sacando el libro <strong>de</strong> caja, don<strong>de</strong><br />

venían escritos los precios, cada salteador pidió lo que había menester; y mandando el<br />

caudillo que pagasen el dinero antes <strong>de</strong> tomar el caudillo que pagasen el dinero antes <strong>de</strong><br />

tomar el lienzo, <strong>de</strong> que yo me admiré, que usase <strong>de</strong> tanta piedad con los portugueses.<br />

Tomaron su dinero, y <strong>de</strong>senfar<strong><strong>de</strong>l</strong>ando para medir el lienzo, y tomando la vara para medir,<br />

dijo el caudillo a los portugueses: Aquí tenemos nuestro contraste y medida, como<br />

república libre; y no medimos con las varas que por allá se usan, sino con las que acá<br />

tenemos; y pidiendo la vara para medir el lienzo, le trujeron una pica <strong>de</strong> veinte y cinco<br />

palmos, con que ellos midieron, y dieron a cada uno las varas que habían pedido, que les<br />

<strong>de</strong>bió <strong>de</strong> salir a cuartillo por vara, con que ellos quedaron riéndose y contentos, y los<br />

portugueses callaron, y se fueron <strong>de</strong>scargados <strong><strong>de</strong>l</strong> peso que traían. Reímonos nosotros, sino<br />

fue el doctor Sagredo que prosiguió su cuento, diciendo: Antes que la fortuna diese vuelta a<br />

la rueda <strong>de</strong> nuestra prosperidad, nos dimos tan buena maña, que <strong>de</strong>jamos con el saco la


285<br />

cueva casi vacía, nuestro navío lleno, no solo <strong>de</strong> frutas secas y frescas, pero <strong>de</strong> mucho<br />

pescado seco, carne, cecina y muchas botas <strong>de</strong> agua, y otros licores que bebían aquellos<br />

gigantes <strong>de</strong> mucho gusto y substancia; pero no fue tan seguro que a los fines no nos<br />

sobresaltasen los gigantes, porque como hallamos la tierra sin contradicción, y el cansancio<br />

y trabajo <strong>de</strong> la mar pedían reposo en tierra, tomámoslo <strong>de</strong> manera, que nos dormimos en los<br />

<strong>de</strong>scansos frescos <strong>de</strong> aquella cueva, que ella era <strong>de</strong> manera apacible por las salas y<br />

remansos que tenía llenos <strong>de</strong> comida, y a trechos unas fuentecillas heladas, que aunque<br />

estuviéramos muy <strong>de</strong>scansados, nos obligara a sentar allí nuestros tabernáculos. Duramos<br />

dos días en este regalo y fresco, hasta que al tercero, estando hasta como entre las doce y la<br />

una sesteando, sentimos tan gran ruido y alboroto <strong>de</strong> gente y tamboriles, que recordamos<br />

todos, diciendo: Arma, arma, porque venía toda la isla llena <strong>de</strong> gigantes sobre nosotros, y<br />

acudiendo a los arcabuces, no hallamos cuerda encendida, ni fuego en que encen<strong>de</strong>rla, ni<br />

hombre que hubiese sacado <strong><strong>de</strong>l</strong> navío pe<strong>de</strong>rnal, eslabón y yesca; comenzaron a <strong>de</strong>cir:<br />

Perdidos somos; pero yo, antes que el temor tornase posesión <strong>de</strong> los corazones con la<br />

imposibilidad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa por verse encerrados, y no po<strong>de</strong>rse aprovechar <strong>de</strong> los arcabuces<br />

di or<strong>de</strong>n que la mayor parte <strong>de</strong> ellos quitasen <strong>de</strong> aquellos ma<strong>de</strong>ros que dividían un<br />

apartamiento <strong>de</strong> otro, y lo pusiesen a manera <strong>de</strong> trampa, en que tropezasen; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber rompido la dificultad <strong>de</strong> los árboles, que como arriba dije, hacían la entrada muy<br />

dificultosa a los gigantes, y los <strong>de</strong>más tomamos unos palos muy secos, cada uno dos, que<br />

eran unos <strong>de</strong> moral, y otros <strong>de</strong> yedra, y <strong>de</strong> cañaleja, o como más a mano se hallaban, y<br />

fregando el uno con el otros fuertemente, a poco espacio vinieron a humear, sacando<br />

lumbre, y nosotros a encen<strong>de</strong>r las cuerdas y aprovecharnos <strong>de</strong> los arcabuces, y tuvimos<br />

<strong>de</strong>masiado tiempo para todo, porque su intento no fue venir sobre nosotros, que ya nos<br />

tenían por más que muertos, sino a ver el estrago que su ídolo había hecho, que los que<br />

habían escapado <strong>de</strong> él habían ido a dar cuenta a su gobernador, que llamaban todos<br />

Hazmur, y trayéndolo con mucha majestad sobre cuatro muy gran<strong>de</strong>s vigas, en una silla<br />

hecha <strong>de</strong> mimbres a manera <strong>de</strong> cesto, le mostraron hecho pedazos a aquel en quien<br />

adoraban, y los que él con su caída había <strong>de</strong>spedazado y <strong>de</strong>stripado, y no supiera que<br />

estábamos allí, si el mismo gigante, <strong>de</strong>rrengado, que nos mostró la cueva, no se lo dijera, lo<br />

cual sabido, arremetieron a la boca <strong>de</strong> la cueva, tirando peñascos, <strong>de</strong>sgajando y arrancando<br />

<strong>de</strong> los árboles que les estorbaban a la entrada, aunque el que llegaba primero, o tropezaba y


286<br />

caía en las trampas, o los <strong>de</strong>rribábamos con las balas, porque aunque hubo opiniones que<br />

les tirásemos a el ojo que tenían solo, porque sin él no podían atinar a la boca <strong>de</strong> la cueva,<br />

la mía fue, que cebando los arcabuces con dos balas, se les tirase a las piernas, porque el<br />

tiro <strong><strong>de</strong>l</strong> ojo no era tan cierto como estotro, y todos caían, sirviéndonos <strong>de</strong> saetera y<br />

trinchera, así los ma<strong>de</strong>ros que habíamos puesto, como los árboles espesos que estaban a la<br />

entrada, y aunque las muchas piedras o peñas que arrojaban pudieran hacer gran daño en<br />

nosotros, como perdían la fuerza <strong>de</strong> los árboles, cuando llegaban a las trampas hacían muy<br />

poco, o ninguno; fueles tan mal, que admirado su gobernador <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> novedad,<br />

mandó que se retirasen <strong><strong>de</strong>l</strong> mal que hacían y que recibían <strong>de</strong> la cueva, pareciéndole que,<br />

pues el ídolo había caído con tan gran<strong>de</strong> espanto, y los que tenían por muertos herían a los<br />

vivos, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber alguna fuerza superior que causaba tan gran<strong>de</strong> daño en ellos. Al punto<br />

obe<strong>de</strong>cieron y se sosegaron con caída <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> ellos, y ningun daño nuestro, y<br />

haciendo <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> paz y <strong>de</strong> amistad, el gobernador, mirando al cielo y alzando<br />

hacia él la mano, nos dio seguro que podíamos manifestarnos libremente, y estar sin recelo<br />

hablándole y dando razón <strong>de</strong> quién éramos y <strong>de</strong> nuestra venida allí, y fue el mejor tiempo<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> mundo, porque si más tardaran, se nos acabara la munición, y con gran<strong>de</strong> ánimo salimos<br />

muy en or<strong>de</strong>n hechas tres hileras, y las cajas sonando en sus puestos con gentil<br />

correspon<strong>de</strong>ncia y aire. Fue tanto el gusto <strong>de</strong> aquella sencilla gente, a lo menos <strong>de</strong> los que<br />

no estaban heridos, que en oyendo el son y or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las cajas, se les cayeron las duras<br />

armas <strong>de</strong> las manos, mirando con admiración gran<strong>de</strong> y alegría a su señor, que siempre se<br />

había estado en la silla en hombros <strong>de</strong> los que le habían traído acuestas, y él quedó como<br />

suspenso y admirado <strong>de</strong> ver en tan pequeña gente dos brazos y dos piernas, y las <strong>de</strong>más<br />

partes <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo dobladas, y mucho más <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo y traza con que procedíamos; y<br />

haciendo alto en la boca <strong>de</strong> la cueva, nos paramos a ver aquella espantosa gente llena <strong>de</strong><br />

pieles <strong>de</strong> animales, y <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> muchos colores, y la gravedad <strong>de</strong> su gobernador,<br />

respetado, temido y obe<strong>de</strong>cido en sus mandamientos. Habiendo consi<strong>de</strong>rado el modo con<br />

que podíamos hablar en nuestra <strong>de</strong>fensa con las señas más naturales y semejantes a la<br />

verdad que pudimos <strong>de</strong>clarar lo que sentíamos; <strong>de</strong>jadas prolijida<strong>de</strong>s y señas, y las <strong>de</strong>más<br />

dificulta<strong>de</strong>s que por entonces se allanaron, el gobernador nos preguntó tres cosas: si éramos<br />

hijos <strong>de</strong> la mar; y si lo éramos, cómo éramos tan pequeños; y siendo tan pequeños, cómo<br />

habíamos osado entrar entre gente tan gran<strong>de</strong> como la suya. A lo primero respondimos que


287<br />

no éramos hijos <strong>de</strong> la mar, sino <strong><strong>de</strong>l</strong> Dios verda<strong>de</strong>ro, superior al suyo, y como tal los había<br />

castigado, porque viniendo maltratados <strong><strong>de</strong>l</strong> mar a pedirle hospedaje, nos habían querido<br />

matar. A lo <strong>de</strong>más respondimos que la gran<strong>de</strong>za no consiste en la altura <strong><strong>de</strong>l</strong> cuerpo, sino en<br />

la virtud y valor <strong><strong>de</strong>l</strong> ánimo, y con él osamos entrar en su tierra y pasar todas las aguas <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

furioso mar; y que los hijos <strong><strong>de</strong>l</strong> Dios, fabricador <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo y <strong>de</strong> la tierra, no temían los<br />

peligros que les podían suce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> los hombres, especialmente si no adoraban<br />

aquel que era Señor universal sobre todas las dignida<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo y <strong>de</strong> la tierra, y Criador<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> mismo sol a quien ellos adoraban. Aquí mudó la conversación, como oyó <strong>de</strong>cir que el<br />

sol tenía superior, y preguntó a qué fin había sido nuestra venida. Respondimos la verdad,<br />

refiriendo algunos <strong>de</strong> nuestros trabajos, y acordándole la obligación que tenían unas<br />

criaturas a otras, en razón <strong>de</strong> ser hijos <strong>de</strong> Dios, a socorrerse y ampararse en las necesida<strong>de</strong>s<br />

y <strong>de</strong>sventuras, y que esto le pedíamos como a hombre que tenía lugar supremo, y le había<br />

puesto Dios para juzgar las causas <strong>de</strong> premio y <strong>de</strong> castigo. Dio muestras <strong>de</strong> admirarse <strong>de</strong><br />

nuestra respuesta, y la suya fue que le había parecido muy bien lo que habíamos dicho; pero<br />

que él no podía, sin avisar al rey <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> novedad, recibirnos y ampararnos,<br />

porque tenía pena <strong>de</strong> la vida si lo contrario hiciese; y suplicándole nos concediese licencia<br />

para enviar al navío cuatro compañeros, que para todos, ni la quiso dar, ni nosotros<br />

<strong>de</strong>samparar la puerta <strong>de</strong> la cueva, diciendo que iba por mantenimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong> nuestra<br />

tierra, y con la mayor diligencia que pudieron entraron en el barco, haciendo señas al navío<br />

que tirase <strong>de</strong> los cabos. Entre tanto el gobernador <strong>de</strong>spachó un correo al rey <strong>de</strong> la isla a<br />

darle noticia <strong>de</strong> lo que pasaba.<br />

El correo era un perro <strong>de</strong> que usaban para las diligencias importantes, que metiéndole en<br />

la boca un cañuto atravesado, y <strong>de</strong>ntro unas hojas <strong>de</strong> árbol muy anchas con las cifras <strong>de</strong> lo<br />

que avisaban, bien arrolladas las hojas, las ponían en el cañuto, y al perro le ponían un<br />

barboquejo bien apretado para que no se le cayese el cañuto, ni se parase a comer y beber;<br />

<strong>de</strong> suerte que solo le quedaba la boca libre para carlear o resollar, y no para otra cosa, y en<br />

teniéndolo bien puesto, le <strong>de</strong>spachaban con cuatro palos, con que lo hacían llegar más<br />

presto a su querencia, que <strong>de</strong>bían ser cuatro leguas; y en viéndolo venir le salían a recibir al<br />

camino, y regalándolo con comida y bebida, hachan con otro perro lo mismo; <strong>de</strong> manera<br />

que la estafeta podía caminar cien leguas cada día; pero tenía pena <strong>de</strong> sacrificarle al ídolo el<br />

que le estorbase el viaje al perro, o le estorbase que no llegase a su manida, o mansión, o


288<br />

<strong>de</strong>scansare don<strong>de</strong> había siempre perros <strong>de</strong> las ventas más vecinas, a quien trataban mal,<br />

porque volviesen con más amor a sus querencias. Mientras mis compañeros fueron al<br />

navío, el gobernador mandó que no les <strong>de</strong>jasen entrar en la cueva sin ver lo que llevaban, ni<br />

a nosotros salir <strong>de</strong> ella; con pena que si alguno saliese le matasen, y estaba nuestro remedio<br />

en la venida <strong>de</strong> los compañeros, porque habían ido por pólvora y balas, que nos había<br />

quedado muy poco <strong>de</strong> ambas cosas, lo cual aseguraron con mandar el gobernador que no se<br />

quitasen seis guardas <strong>de</strong> junto a la boca <strong>de</strong> la cueva <strong>de</strong> noche, porque <strong>de</strong> día todos lo podían<br />

ver. Fuenos forzoso cuando los compañeros venían, <strong>de</strong>cirles que se tornasen al barco, hasta<br />

que diésemos traza para que pudiesen entrar, y pensando cómo quitaríamos las guardas <strong>de</strong><br />

noche, díjele, que en oyendo algún movimiento o ruido, entrasen con toda la priesa que<br />

pudiesen; y para esto <strong>de</strong> día, cuando las guardas se quitaron <strong>de</strong> su puesto, estando la gente<br />

<strong>de</strong>scuidada, <strong>de</strong>rramé por el suelo, don<strong>de</strong> se sentaban, pólvora revuelta con algunas chinas<br />

menudas, e hice <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí hasta nuestro puesto, una reguerita <strong>de</strong> la misma pólvora. En<br />

llegando la noche, se pusieron las seis guardas en su lugar, y estando los unos sentados y<br />

los otros tendidos sin calzones, porque no los usaban, dimos fuego a la reguerita, y llegando<br />

en un instante a la pólvora que tenían <strong>de</strong>bajo, les abrasó aquella parte <strong>de</strong> manera, que con<br />

las chinas y la pólvora, muchos días no se podían sentar. Ellos y los <strong>de</strong>más, con su<br />

sencillez, entendieron que el fuego había salido <strong>de</strong> la tierra, y fueron todos temerosos y<br />

admirados a contarlo a su gobernador, y entonces los compañeros con otros dos que habían<br />

quedado en el navío, entraron con mucha priesa, trayendo seis costalillos <strong>de</strong> pólvora y<br />

balas, con que nos animamos y pusimos en <strong>de</strong>fensa para lo que nos pudiera suce<strong>de</strong>r.<br />

Pasamos la noche con cuidado, haciendo centinelas, y atrincherándonos <strong>de</strong> nuevo con los<br />

ma<strong>de</strong>ros; pero como ellos no entendieron que el daño era <strong>de</strong> la parte <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, no hicieron<br />

diligencia con nosotros. A la mañana, al tiempo que el sol salía, se pusieron todos<br />

mirándolo, y con una música <strong>de</strong> aullidos y cañas, le hicieron la salva con muy pocas<br />

palabras y muchas veces repetidas.


289<br />

Descanso XXIII<br />

VOLVIÓ el perro o correo con su cañuto en la boca, en que venía escrito con sus señas<br />

que no nos <strong>de</strong>jasen en la isla, porque gente que tenía los miembros doblados también<br />

tendrían la intención doblada: y para la conservación <strong>de</strong> la paz que siempre habían<br />

profesado, no podían sustentarla si forasteros se apo<strong>de</strong>raban <strong>de</strong> su tierra, que si en su<br />

república había alguna alteración, teniendo quien les acudiese sería el daño mayor. Que en<br />

tanto se conserva la paz, en cuanto los inquietos no tienen quien los favorezca, y que no<br />

habiendo obediencia <strong>de</strong> los inferiores a los superiores no pue<strong>de</strong> haber paz. Que si los<br />

alborotadores <strong>de</strong> ella no tuviesen quien se les allegase, vivirían en quietud y sosiego. Que<br />

los animales <strong>de</strong> una misma especie tienen paz unos con otros; pero si son <strong>de</strong> diferente<br />

especie, nunca tienen paz, y así haríamos nosotros con ellos. Que lo que habían siempre<br />

guardado para sí, sin comunicación ajena, no era bien que forasteros entrasen a gozarlo.<br />

Que no podía haber buena amistad con gente <strong>de</strong> diversas costumbres para vivir en paz. Y<br />

que habiéndose <strong>de</strong> administrar justicia con igualdad, habíamos <strong>de</strong> ser tan favorecidos como<br />

los naturales, y luego entrarían las enemista<strong>de</strong>s a inquietar la paz. Así mandaba que no nos<br />

admitiesen en la isla, pero que nos <strong>de</strong>jasen ir con seguridad. Esta respuesta nos la dieron<br />

para la salida, pero con tanta priesa que no nos consintieron estar medio día en la isla.<br />

Salimos con más priesa <strong>de</strong> la que nos dieron, adivinando lo que nos había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r;<br />

porque apenas estuvimos en el barco cuando entraron en su cueva, y como la hallaron sin<br />

mantenimientos, acudieron a la orilla <strong><strong>de</strong>l</strong> mar, arrojando piedras y peñascos sobre nosotros,<br />

tan espesos, que si el barco no fuera tirado y ayudado <strong><strong>de</strong>l</strong> navío, nos hundieran mil veces.<br />

Llegamos, y hallé a mi esposa y a las <strong>de</strong>más mujeres <strong><strong>de</strong>l</strong> navío tan <strong>de</strong>seosas <strong>de</strong> vernos como<br />

si hubiera muchos años que estábamos ausentes. Y sosegados en nuestro navío como los<br />

marineros se habían refrescado, no habían estado ociosos, hallámosles velas remendadas,<br />

jarcias, y obras muertas reducidas a mejor estado, y todo cuanto era necesario reparado, y<br />

con el viento que a los marineros les pareció salimos <strong>de</strong> aquella isla inaccesible, y con el<br />

mantenimiento que bastó para dar una vuelta al mundo, que para no ser prolijo, al cabo <strong>de</strong><br />

un año, con hartos trabajos, nos vinimos a hallar cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> estrecho <strong>de</strong> Gibraltar, don<strong>de</strong> fue<br />

mi mayor <strong>de</strong>sdicha y <strong>de</strong>sventura; porque como nuestro navío venía maltratado <strong>de</strong> tan<br />

continuos movimientos y trabajos como había sufrido, llegó un navío <strong>de</strong> infieles, y a vista


290<br />

<strong>de</strong> Gibraltar nos cañonearon a su salvo, <strong>de</strong> suerte que nos hubimos <strong>de</strong> rendir, y matando<br />

algunos <strong>de</strong> los compañeros, lo primero que hicieron fue entrar <strong>de</strong>ntro y llevarse a mi esposa<br />

y un pajecillo que nos servía, con otras mujeres <strong>de</strong> los compañeros, y como fue a vista <strong>de</strong><br />

Gibraltar, y la gente tiene valor y piedad, acudieron con toda la presteza posible a nuestro<br />

socorro en diez o doce barcos, llevando por cabeza a don Juan Serrano y don Francisco su<br />

hermano, que dio una cuchillada a un valeroso caudillo, como la <strong>de</strong> don Félix Arias, que le<br />

cortó el casco <strong>de</strong> hierro y le abrió la cabeza, <strong>de</strong> que cayó muerto en el agua, que nos<br />

importó la vida; pero a mi esposa la muerte, porque los enemigos se retiraron <strong><strong>de</strong>l</strong> daño que<br />

nos iban haciendo, recogiéndose a su navío con las mujeres. El que había robado a doña<br />

Mergelina, enamorado <strong>de</strong> su hermosura, quiso forzarla, y huyendo <strong>de</strong> él, <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> mis<br />

ojos, asiose con las jarcias y cayó en la mar, sin ser socorrida <strong>de</strong> los herejes. Llegó la noche,<br />

y la gente <strong>de</strong> Gibraltar, llenos <strong>de</strong> piedad y misericordia, nos echaron en tierra, y nos<br />

albergaron con regalados alojamientos en casa <strong>de</strong> don Francisco Ahumada y Mendoza, y<br />

estos tornaron a ver si podían <strong>de</strong>struir aquellos enemigos <strong>de</strong> la fe y <strong>de</strong> la corona <strong>de</strong> España.<br />

Partime ayer <strong>de</strong> Gibraltar, <strong>de</strong>seando más la muerte que la vida, aunque no tan <strong>de</strong> espacio<br />

como va ésta. Acabó su relación el doctor Sagredo, y haciendo las exequias <strong>de</strong> su mujer con<br />

lágrimas, los dos que estaban con nosotros quisieron consolarle, ayudándole a llevar su<br />

pena muy pesadamente, porque querían por fuerza que se alegrase; ignorancia <strong>de</strong> gente que<br />

sabe poco, que mucho más se consuela un <strong>de</strong>sconsolado en <strong>de</strong>cirle que tiene razón <strong>de</strong><br />

estarlo, que no con querer que con la reciente pasión muestre contento; que quieren forzar<br />

al paciente a que dance y baile el cuerpo, teniéndolo casi sin alma, con razones bárbaras y<br />

consuelos tan pesados como ellos, que es corno hacer que un río, vuelva su corriente atrás.<br />

Las aflicciones <strong>de</strong> los atribulados y tristes se han. <strong>de</strong> aligerar con darles a enten<strong>de</strong>r con el<br />

semblante, que les alcanza parte <strong>de</strong> su tristeza, que les sobra la ocasión para estar tristes,<br />

que teniendo quien los ayu<strong>de</strong> a sentir, ya que <strong><strong>de</strong>l</strong> todo no se consuelen, a lo menos vase<br />

templando la pasión. A dos géneros <strong>de</strong> gente no tengo por acertado que se oponga nadie,<br />

siendo fresco el acci<strong>de</strong>nte, a los coléricos y a los tristes, que es venir a ser muy mayor el<br />

daño en ambas personas. A un cierto juez, no muy sabio, acabando <strong>de</strong> cenar se le antojó <strong>de</strong><br />

azotar a un hombre honrado, y habiendo mandado encen<strong>de</strong>r hachas para la fiesta, como la<br />

ciudad se alterase, y diesen voces sobre el caso, él se encendía más, <strong>de</strong> modo que llamó al<br />

verdugo con gran <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> hacerlo, por la contradicción que le hacían. Estando ya


291<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> todo perdido llegó un hombre <strong>de</strong> buen discurso, y dijo: Bueno es que teniendo tanta<br />

razón el señor corregidor, le vayan a la mano. Castíguelo vuesa merced, que todos se<br />

holgarán <strong>de</strong> ello; pero porque estos no le pongan en la resi<strong>de</strong>ncia esta <strong>de</strong>terminación, llame<br />

vuesa merced un escribano, y haga un poco <strong>de</strong> información. Satisfízole al juez esto, y al<br />

segundo testigo que tomó se le fue la pasión y alteración <strong><strong>de</strong>l</strong> celebro, que estas dos pasiones<br />

no admiten contradicción, sino templanza.<br />

Descanso XXIV<br />

COMO los vaqueros o bandoleros andaban con la sospecha dicha, ni querían soltar a los<br />

que tenían en cuevas, ni <strong>de</strong>jar pasar a los que iban siguiendo su viaje, porque no hallasen<br />

testigos tan cercanos, pareciéndoles que no tenían bien averiguados sus <strong><strong>de</strong>l</strong>itos. Hallaron un<br />

pajecico muy hermoso, que venía solo, y habiéndolo asido cerca <strong>de</strong> nuestra cueva, le<br />

quisieron atormentar porque dijese con quién venía y por qué se había a<strong><strong>de</strong>l</strong>antado <strong>de</strong> la<br />

compañía, creyendo que lo habían echado para <strong>de</strong>scubrir tierra, y que los amos serían, o<br />

gente rica, o que viniesen a hacerles daño, que <strong>de</strong>spués no pudieron excusar. Negando el<br />

paje lo que le pedían, le mandaron que se <strong>de</strong>snudase, para forzarle a confesar la verdad. Él,<br />

con mucha <strong>de</strong>senvoltura y gracia, les preguntó quién era el caudillo o cabeza <strong>de</strong> aquella<br />

compañía. Díjole Roque Amador, que así se llamaba: Yo soy; ¿por qué lo preguntáis ?<br />

Pregúntolo, dijo el paje, porque tengo tan gran<strong>de</strong>s informaciones <strong>de</strong> vuestra justicia y<br />

gobierno, que no habéis jamás hecho injuria a quien os trata verdad, y con esta confianza os<br />

diré quién soy. Como aquellos bandoleros o vaqueros tenían aquella Sauceda por <strong>de</strong>fensa y<br />

sagrado, vivían como gente que no habían <strong>de</strong> morir, sujetos a todos los vicios <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo,<br />

rapiñas, homicidios, hurtos, lujurias, juegos, insultos gravísimos; y como por ser gran<strong>de</strong>,<br />

que tiene aquella <strong>de</strong>hesa diez y seis leguas <strong>de</strong> travesía, y por algunas partes tan espesa <strong>de</strong><br />

árboles y matas, que se pier<strong>de</strong>n los animales por no acertar a sus habitaciones, no tenían<br />

temor <strong>de</strong> Dios ni <strong>de</strong> la justicia, andaban sin or<strong>de</strong>n y razón, y cada uno siguiendo su antojo,<br />

si no era cuando se juntaban a repartir los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> los pobres caminantes, que entonces<br />

había mucha cuenta y razón. Llegó un bellaconazo en camisa y zaragüelles, <strong>de</strong>spués que


292<br />

había jugado lo <strong>de</strong>más, y renegando <strong>de</strong> su suerte, con mucha furia hizo suspen<strong>de</strong>r el<br />

tormento <strong><strong>de</strong>l</strong> paje, diciendo: ¡Maldiga Dios a quien inventó el juego y a quien me enseñó a<br />

jugar! ¡Que unas manos que saben <strong>de</strong>rribar un toro, no sepan hacer una suerte! Mas <strong>de</strong>ben<br />

estar <strong>de</strong>scomulgadas, pues echan contra mí treinta pintas en favor <strong>de</strong> un medio gallina, o<br />

medio liebre. ¿Hay alguien que se quiera matar conmigo? ¿Hay algún diablo con sus pies<br />

<strong>de</strong> águila que se me ponga <strong><strong>de</strong>l</strong>ante, para que ya que no me ayu<strong>de</strong> a jugar, me ayu<strong>de</strong> a<br />

matar? ¡Que no llegue blanca a mis garras que no me la agarren luego! ¡Ni me basta usar <strong>de</strong><br />

trampas, ni aprovecharme <strong>de</strong> fullerías, para que no vaya todo con el diablo! ¡Voto a tal, que<br />

tengo <strong>de</strong> ir a jugarme a las galeras! Quizá por aquí, o me llevará el diablo, o tendré más<br />

ventura. Mas alzábame con la zurda siempre que yo tomaba el naipe, que tengo hechos mil<br />

juramentos <strong>de</strong> nunca parar a momo, y me los pone siempre el diablo <strong><strong>de</strong>l</strong>ante. Y con el<br />

barato que yo le di ha entrado en vuelta para <strong>de</strong>sollarme cerrado; mas púsose al lado otro<br />

tan gran<strong>de</strong> gallina como él, que <strong>de</strong>sea siempre que yo pierda. ¿De qué se ríen? ¿Soy yo<br />

algún cornudo? Mienten cuantos se ríen. Ríense, dijo el caudillo, <strong>de</strong> los disparates que<br />

<strong>de</strong>cís. Callad, y pues sabéis que sois <strong>de</strong>sgraciado, no juguéis ni digáis blasfemias, que os<br />

haré dar tres tratos <strong>de</strong> cuerda. Harto mejor será, dijo él, darme tres escudos para probar la<br />

mano y dar <strong>de</strong> comer a mi moza, que le he jugado cuanto trujo a mi po<strong>de</strong>r. Vicio<br />

en<strong>de</strong>moniado, más que todos los que ejercitan los hombres, que el jugador nunca está<br />

quieto: si pier<strong>de</strong>, por <strong>de</strong>squitarse; si gana, por ganar más. Este acarrea la infamia, la poca<br />

estimación <strong>de</strong> la buena reputación, la miseria que pa<strong>de</strong>cen mujer e hijos, ser miserable en lo<br />

necesario por guardar el dinero para el juego, y envejecerse en él más presto <strong>de</strong> lo que había<br />

<strong>de</strong> ser; y cuando mucho granjea, es alcanzar que los tahures conocidos vayan a jugar a su<br />

casa, don<strong>de</strong>, si los pue<strong>de</strong> acarrear, sufre <strong>de</strong>svergüenzas <strong>de</strong> tonos que le abrasan el alma: que<br />

como la mayor parte <strong>de</strong> ellos son hombres sin obligaciones, se arrojan a <strong>de</strong>cir cualquiera<br />

libertad, y en no sufriéndolas por callar, no vuelven a darle el provecho; pero son tan<br />

gran<strong>de</strong>s poltrones los que dan en esto (trato <strong>de</strong> la gente ordinaria, y que por comer y beber<br />

viciosamente echan la honra a las espaldas), que los caballeros y los que tienen renta y<br />

hacienda segura, el tiempo que han <strong>de</strong> estar ociosos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cumplido con sus<br />

obligaciones jueguen, no es culpable, porque evitan cosas <strong>de</strong> más daño y escándalo; pero el<br />

que tiene cuatro reales para mantener su casa juegue ciento, ¿cómo se pue<strong>de</strong> llevar sin que<br />

lo paguen las joyas y vestidos <strong>de</strong> la pobre mujer, y la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y el hambre <strong>de</strong> sus hijos. y


293<br />

dar en otras cosas peores como este <strong>de</strong>sventurado. aborrecido aun <strong>de</strong> aquellos que le<br />

acompañaban en sus <strong><strong>de</strong>l</strong>itos, robos, homicidios y fuerzas?<br />

Acabó éste sus quejas, y llegándose la noche, con que se <strong>de</strong>jó por entonces la<br />

averiguación <strong><strong>de</strong>l</strong> paje, le pusieron en un apartamiento <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nuestra cueva, porque no<br />

fuese a dar soplo a los que pensaban venir con él, mandándonos que no hablásemos con él<br />

palabra, ni le aconsejásemos cosa, so pena que nos matarían. El paje estuvo toda la noche<br />

suspirando, y si alguna vez se dormía recordaba con grandísimas ansias, y nosotros no<br />

teníamos osadía para preguntarle <strong>de</strong> qué se quejaba, o qué tenía. Como ellos andaban <strong>de</strong><br />

paso sobre la sospecha, que no les importaba menos que la vida, recogíanse <strong>de</strong> noche<br />

adon<strong>de</strong> no los pudiesen hallar, que había bien don<strong>de</strong> hacerlo y <strong>de</strong> cualquiera ruido <strong>de</strong><br />

personas o animales se recelaban y recataban. En amaneciendo fueron a visitar las cuevas,<br />

don<strong>de</strong> tenían presos o recogidos a los pasajeros, y viniendo a la nuestra nos hallaron como<br />

nos habían <strong>de</strong>jado, sin haber hablado palabra con el paje, a quien llamaron primero que a<br />

nadie, queriéndole apretar a que dijese lo que le habían preguntado. El paje con mucha<br />

cortesía y donaire, dijo: Sr. Roque Amador, ayer pregunté cuál era la cabeza y caudillo <strong>de</strong><br />

esta compañía, porque siéndolo vos, tendría mi partido seguro, por el buen nombre que<br />

tenéis. Que no es hazaña para vos, atormentar una sabandija tan sola y miserable como yo,<br />

ni manchar vuestra opinión, empleando vuestro valor en lo que más os pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sdorar, que<br />

aumentar vuestro nombre. Si rigiendo y gobernando gente tan <strong>de</strong>sgobernada, cobrastéis la<br />

fama que tenéis en toda la Andalucía, ¿qué parecería ahora, si aniquilaseis este crédito, con<br />

abatiros a una presa tan humil<strong>de</strong> un águila tan valerosa? Más gloria es conservar la ya<br />

adquirida y granjeada con valor propio, que no ponerse en duda, y aventurar lo que ya es<br />

vuestro. Vos os habéis preciado siempre <strong>de</strong> justicia y verdad con misericordia, no será justo<br />

ahora que conmigo solo os falte. Estábamos en la cueva muy atentos, oyendo la retórica<br />

con que el paje hablaba: y el Roque Amador, movido <strong>de</strong> las buenas palabras <strong><strong>de</strong>l</strong> paje,<br />

asegurole que no recibiría daño ninguno diciendo la verdad. Yo estaba confuso, porque me<br />

parecía conocer la voz y habla <strong><strong>de</strong>l</strong> paje; pero no di en quién pudiese ser. Habiendo hablado<br />

con aquella blandura Roque, dijo el paje: Pues si alguna compasión ha llegado a vuestro<br />

piadoso pecho <strong>de</strong> mi tristeza y soledad, dadme palabra por vos y por vuestros compañeros<br />

<strong>de</strong> guardar, como naturalmente <strong>de</strong>béis, mi persona sin agravio ni en secreto, ni en público a<br />

esto dijo aquel picaronazo: Ea, sor paje, <strong>de</strong>snú<strong>de</strong>se, que aquí no enten<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> rotrónicas


294<br />

ni ataugias, sino <strong>de</strong> meter un poco <strong>de</strong> plomo en el cuerpo <strong>de</strong> quien no trae dineros. Dijo el<br />

paje con donaire: Si es tan pesado como vos, el diablo podrá digerirlo, que ya yo me<br />

acuerdo haberos visto a vos o a otro que se os parecía asaeteado en Sierra-Morena. Riose<br />

Roque, y le dijo: óyete, bestia, que el paje habla muy bien: y a vos os digo, gentil hombre,<br />

que os doy palabra, por mí y por mis compañeros no solamente <strong>de</strong> no agraviaros, mas <strong>de</strong><br />

favoreceros y ayudaros en todo lo posible. Pues con esa confianza, respondió el paje,<br />

hablaré como con un pecho lleno <strong>de</strong> valor, misericordia y verdad. Y estando nosotros muy<br />

atentos a lo que pasaba, habló el paje <strong>de</strong> esta manera: Si yo no me consolara con saber que<br />

no soy la primera persona que ha pa<strong>de</strong>cido <strong>de</strong>sventuras y trabajos, y <strong>de</strong>sgracias sin gracia,<br />

con la que resplan<strong>de</strong>ce en vos, me animara en contar mis <strong>de</strong>sdichas: pero como la fortuna<br />

tiene siempre cuidado <strong>de</strong> señalar caídos y <strong>de</strong>rribar levantados, no siendo yo la primera que<br />

ha sufrido sus encuentros y mudanzas, me animo a hablar con libertad. Sabed que yo no soy<br />

hombre, sino mujer <strong>de</strong>sventurada, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber seguido a mi marido por tierra y<br />

mar, con increíbles daños <strong>de</strong> hacienda y persona, y habiendo navegado hasta todo lo<br />

<strong>de</strong>scubierto y mucho más, pa<strong>de</strong>ciendo gran<strong>de</strong>s naufragios por regiones no conocidas, por<br />

misericordias que Dios usó con nosotros, nos venimos a hallar en el estrecho <strong>de</strong> Gibraltar,<br />

don<strong>de</strong> viendo nuestra salvación cierta a vista <strong>de</strong> tierra, bien <strong>de</strong>seada, nos acometió un navío<br />

<strong>de</strong> infieles, viniendo el nuestro <strong>de</strong>smantelado y casi sin gente, y los mantenimientos tan<br />

gastados, que a su salvo cogieron las mujeres, asiéndome a mí primero y a un pajecillo que<br />

me servía, matando a todos los que se <strong>de</strong>fendieron, ya mi marido con ellos. El capitán <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

navío, enamorado <strong>de</strong> mí, quiso por buenas palabras inclinarme a su gusto, y a que ofendiese<br />

la pureza y castidad que <strong>de</strong>bía a mi muerto esposo: no le respondí mal, por que no quisiese<br />

usar <strong>de</strong> la fuerza, que sin <strong>de</strong>fensa podía. Yo, llamando al paje <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> cubierta le puse<br />

mis vestidos, y vestime los suyos, que son los que traigo puestos tenía el muchacho muy<br />

buen rostro, y en saliendo fuera quiso el capitán acometerle, pensando que fuese yo, pero<br />

dando a huir el paje con los vestidos y las jarcias <strong><strong>de</strong>l</strong> navío, enfrascándose cayó en la mar, y<br />

hundiéndose luego no pareció más. Sobre la <strong>de</strong>sdicha <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong> mi marido y la<br />

pérdida <strong><strong>de</strong>l</strong> paje, yo me había tiznado el rostro, porque se quedase con la fe <strong>de</strong> lo que había<br />

visto, y no me conociese.<br />

La piadosa gente <strong>de</strong> Gibraltar, con el valor que siempre ha profesado, acudieron a<br />

nuestra <strong>de</strong>fensa, y habiendo estado en ella dos días con sus noches, no se apartaron hasta


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rendirlos y dar libertad a los que habían prendido, y queriendo hacer lo mismo <strong>de</strong> ellos,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tenernos en los barcos, diciéndoles que se diesen a prisión, para traerlos a la<br />

ciudad, dieron fuego al navío, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí abrasados bajaron <strong>de</strong>rechos al infierno. En<br />

Gibraltar, informándome <strong><strong>de</strong>l</strong> camino que había <strong>de</strong> llevar para Madrid, me dijeron que había<br />

<strong>de</strong> pasar por la Sauceda, y llegando a Ronda me encaminarían en él. Estábamos los cuatro,<br />

y particularmente el doctor Sagredo y yo, como atónitos, y sospechando que fuese sueño o<br />

ilusión <strong>de</strong> algún encantamiento, ni <strong>de</strong>terminados <strong>de</strong> creerlo, ni resueltos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconfiar en la<br />

verdad. El Roque Amador, con gran piedad <strong>de</strong> lágrimas que al fin <strong>de</strong> su cuento <strong>de</strong>rramó la<br />

bella mujer, la consoló y ofreció encaminarla con mucha seguridad, y darle dinero para su<br />

viaje, preguntándole cómo se llamaba, porque historia tan extraña no se quedase sin<br />

memoria ella respondió, diciéndole la verdad como en todo: Llámome doña Mergelina <strong>de</strong><br />

Aybar, y el malogrado <strong>de</strong> mi marido, que no era soldado sino maestro, se llamaba el doctor<br />

Sagredo. El doctor Sagredo que se oyó nombrar <strong>de</strong> su mujer, medio ahogándose con la<br />

súbita alteración y gusto, dijo: Vivo es, y en su compañía dormisteis esta noche. Roque<br />

Amador, espantado <strong><strong>de</strong>l</strong> caso, mandó sacar los que estábamos en la cueva, y preguntándole<br />

cuál era <strong>de</strong> aquellos el que había hablado. Ella retirándose atrás, como espantada,<br />

respondió: Si no es alguna sombra fantástica <strong>de</strong> causas superiores, éste es mi marido, y éste<br />

es <strong>Marcos</strong> <strong>de</strong> <strong>Obregón</strong>, a quien tuve por mi padre y consejero en Madrid. Pues todos tres os<br />

podéis ir en buen hora, y aunque no sea dinero ganado en buena guerra, veis aquí parto con<br />

los tres algo <strong>de</strong> lo que a otros se les ha cogido, que el haber <strong>de</strong>tenido a todos estos presos,<br />

no ha sido por hacerles mal, sino porque nuestros contrarios no se encontrasen con ellos, y<br />

aviándonos a todos los <strong>de</strong>más, y rogándonos que no dijesen <strong>de</strong> haberlos encontrado. Doña<br />

Mergelina con muestras <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento, dijo al caudillo: No tengo con que<br />

serviros el bien que <strong>de</strong> vuestras manos me ha venido, sino con <strong>de</strong>ciros lo que oí en<br />

Gibraltar, a quien no os quiere mal; que el licenciado Valladares trae or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dar gran<br />

premio, y perdonar cualesquiera <strong><strong>de</strong>l</strong>itos a quien os entregare en sus manos: y junto con esto<br />

vinieron a ella los pregones y bandos que mandó echar aquel gran juez: con que juntando a<br />

cabildo a sus compañeros, les hizo una gran<strong>de</strong> oración, que tenía entendimiento para ello, y<br />

la conclusión fue que todos pensasen aquella noche lo que podían hacer para su <strong>de</strong>fensa,<br />

tomando el consejo que mejor pareciese. Fueron a sus alojamientos, y mientras ellos<br />

pensaban aquella noche lo que les había encargado el Roque Amador, como astuto se


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acogió a Gibraltar, y en el barco <strong>de</strong> la vez se pasó en África, <strong>de</strong>jándolos a todos suspensos y<br />

engañados. Como quedaron sin cabeza y sin gobierno dispararon, huyendo por diversas<br />

partes, cesando los insultos que antes hacían; aunque prendió con gran<strong>de</strong>s astucias el juez a<br />

doscientos <strong>de</strong> ellos, <strong>de</strong> que hizo ejemplar justicia: nosotros venimos seguros a Madrid sin<br />

tropezón ninguno, pareciéndome, como es verdad, que en ella hay gente que profesa tanta<br />

virtud, que quien la imitare hará mucho.<br />

Descanso último, y Epílogo<br />

YA cansado <strong>de</strong> tantos golpes <strong>de</strong> fortuna, por mar y por tierra, y viendo lo poco que me<br />

había durado la mocedad, <strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> asegurar la vida y prevenir la muerte, que es el<br />

para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> todas las cosas; que si esta es buena, corrige y suelda todos los <strong>de</strong>scuidos<br />

cometidos en la juventud. Escribila en lenguaje fácil y claro, por no poner en cuidado al<br />

lector para enten<strong>de</strong>rlo. Dijo muy bien el maestro Valdivieso, con la gallardía y claridad <strong>de</strong><br />

su ingenio, a un poeta que se precia <strong>de</strong> escribir muy obscuro; que si el fin <strong>de</strong> la historia y<br />

poesía es <strong><strong>de</strong>l</strong>eitar enseñando, y enseñar <strong><strong>de</strong>l</strong>eitando, ¿cómo pue<strong>de</strong> enseñar y <strong><strong>de</strong>l</strong>eitar lo que<br />

no se entien<strong>de</strong>, o a lo menos ha <strong>de</strong> poner en mucho cuidado al lector para enten<strong>de</strong>rlo?<br />

Si se hallaren algunas inadvertencias, atribúyase a mi poca erudición, y no a mi buen<br />

<strong>de</strong>seo, que advirtiéndome <strong>de</strong> ellas, con mucha humildad recibiré la corrección <strong>de</strong> cualquiera<br />

que con buena intención me quisiere enmendar, que quien ha querido enseñar a tener<br />

paciencia, mal cumpliría con sus preceptos si le faltase para oír y recibir la corrección<br />

fraternal, que sin ella, ni opusiera el pecho a las olas y cruelda<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> furioso tri<strong>de</strong>nte, ni<br />

ablandara la inclemencia <strong>de</strong> los salteadores, ni redujera a buen término los impíos y<br />

continuos trabajos <strong>de</strong> la esclavitud, ni atrajera a mi favor la gran<strong>de</strong>za elevada <strong>de</strong> los<br />

po<strong>de</strong>rosos, ni gozara <strong>de</strong> la gran cortesía <strong>de</strong> los príncipes, ni sujetara a tantos y tan inmensos<br />

torbellinos como trae consigo la fragilidad humana, sin la divina virtud <strong>de</strong> la paciencia: que<br />

cuando no haya hecho otro efecto en mí sino librarme <strong><strong>de</strong>l</strong> pernicioso vicio <strong>de</strong> la ociosidad,<br />

que tan extendida he visto por todos los estados <strong>de</strong> los hombres, me bastara tener y haber


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sacado gran fruto <strong>de</strong> mis trabajos: y si la juventud advirtiese bien los hijos que va criando la<br />

ociosidad, tomando ejemplo en los daños ajenos, ni rehusarían los peligros <strong>de</strong> la<br />

solda<strong>de</strong>sca, ni vendrían a miserable servidumbre, ni se sujetarían a las necesida<strong>de</strong>s que ven<br />

pa<strong>de</strong>cer y traer arrastrados a varones <strong>de</strong> buenos nacimientos, rendidos, a mil bajezas, que<br />

pudieran remediar a su salvo con buen tiempo: <strong>de</strong> criar los hijos consintiéndolos andar<br />

ociosos, vienen los padres a ver exorbitantes <strong><strong>de</strong>l</strong>itos que no pue<strong>de</strong>n remediarse sino con<br />

mucha infamia, o con mas hacienda <strong>de</strong> la que poseen. La ocupación es la gran<strong>de</strong> maestra <strong>de</strong><br />

la paciencia, virtud en que habíamos <strong>de</strong> estar siempre pensando con gran<strong>de</strong> vigilancia para<br />

resistir las tentaciones que nos atormentan <strong>de</strong>ntro y fuera. Al fin con ella se alcanzan todas<br />

las cosas <strong>de</strong> que los hombres son capaces. Que aunque haya calidad, bienes temporales y<br />

abundancia <strong>de</strong> humanos favores, sin esta virtud no se pue<strong>de</strong> llegar al colmo <strong>de</strong> lo que se<br />

<strong>de</strong>sea: y si a la paciencia se allega la perseverancia, todo lo facilita y todo lo enseña: al<br />

pobre, a que pase su vida con quietud y mejore su estado: al rico, a que conserve lo<br />

adquirido sin apetecer lo ajeno al gran caballero, a que no se contente con la sangre que <strong>de</strong><br />

sus pasados heredó sino pasar a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante: al pródigo, a que se ajuste con lo que tiene y pue<strong>de</strong><br />

tener: al miserable y avariento, a que entienda que no nació para sí solo: al valiente y<br />

arrojadizo, a que refrene los ímpetus que tanto mal acarrean: al cobar<strong>de</strong>, a que se tenga por<br />

virtud en él lo que es falta <strong>de</strong> ánimo: al que se ve en trabajo, a que los lleve con aliento y<br />

suavidad. ¿Qué no hace la virtud <strong>de</strong> la paciencia? ¿Qué furias <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo no sujeta ¿qué<br />

premios no alcanza? Pero si un flemático sabe airarse y ejecutar con vehemencia los<br />

ímpetus <strong>de</strong> la cólera, ¿por qué un colérico no sabrá templarse y perseverar en los actos, <strong>de</strong><br />

paciencia? Tenemos ejemplos presentes y vivos <strong>de</strong> esta verdad muchos, y para imitar. Mas<br />

con uno solo se verá lo que pue<strong>de</strong> la excelente virtud <strong>de</strong> la paciencia. ¿Quién pensara que<br />

<strong>de</strong> tan gran cólera, con sangre, riqueza y juventud, como la que tuvo en sus primeros años<br />

el duque <strong>de</strong> Osuna D. Pedro Girón, vinieran tan admirables virtu<strong>de</strong>s como las que tienen<br />

espantado el mundo? ¡Que habiendo sido un furioso rayo <strong>de</strong> cólera, impacientísimo en los<br />

tiernos años <strong>de</strong> su mocedad, sujetase con gran<strong>de</strong> paciencia su robusta condición a servir en<br />

Flan<strong>de</strong>s con tantas ventajas que templase la furia <strong>de</strong> los amotinados, y pusiese su valeroso<br />

pecho a recibir los mosquetazos con que querían escalar y saquear su casa! ¿Qué paciencia<br />

no tuvo, con templanza y justicia, gobernando a Sicilia? ¿Y qué valor, sin ella, bastara para<br />

la ejecución <strong>de</strong> sus soberanos intentos, echando por mar y tierra tan po<strong>de</strong>rosas armadas, que


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ha entrenado la potencia <strong>de</strong> los turcos, haciendo temblar a los <strong>de</strong>más enemigos, con que ha<br />

sido amado y temido <strong>de</strong> las gentes a quien ha gobernado y gobierna? Preguntando D.<br />

Francisco <strong>de</strong> Quevedo, caballero <strong>de</strong> gallardísimo entendimiento, cómo se hacía respetar con<br />

tanta mansedumbre a este gran príncipe, respondió que con la paciencia, que aunque en la<br />

gente humil<strong>de</strong> y ordinaria engendra algún menosprecio, en los príncipes y gobernadores<br />

engendra temor, amor y respeto; pero esto qué<strong>de</strong>se para gran<strong>de</strong>s historias, que no pue<strong>de</strong><br />

caber en tan pequeño discurso. Jorge <strong>de</strong> Tobar, a quien yo conocí en sus primeros años por<br />

hombre que tuvo bríos y valor para en cosas honradas per<strong>de</strong>r la paciencia, con ella misma<br />

adquirió gran<strong>de</strong>s virtu<strong>de</strong>s morales, que le pusieron en lugares dignos <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> sujeto<br />

como ha parecido, usando <strong>de</strong> gran verdad, valor y entereza en los actos <strong>de</strong> la justicia<br />

distributiva; pero ¿qué excelencias no se hallaran en la divina virtud <strong>de</strong> la paciencia? ¡Oh<br />

virtud venida <strong><strong>de</strong>l</strong> cielo! Dios nos la dé por su misericordia, y a mí para que, imitando la<br />

virtud <strong>de</strong> mis compañeros en este recogimiento, sepa asegurar la vida y prevenir la muerte.<br />

Y para la ejecución <strong><strong>de</strong>l</strong> buen intento, si yo supiera aprovecharme <strong>de</strong> él, me puso Dios por<br />

vecina a una tan gran<strong>de</strong> señora como doña Juana <strong>de</strong> Córdoba Aragón y Córdoba, duquesa<br />

<strong>de</strong> Sesa, cuya virtud cristiana, valor propio y heredado, y cortesía general pue<strong>de</strong> servir <strong>de</strong><br />

norma y <strong>de</strong>chado a cualquiera que <strong>de</strong>seare perfección cristiana, en cuya disciplina se<br />

criaron tales hijos como D. Luis Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Córdoba, duque <strong>de</strong> Sesa, caballero adornado<br />

<strong>de</strong> muy superiores partes, muy dado a la lección <strong>de</strong> las buenas letras, gran favorecedor <strong>de</strong><br />

ellas y <strong>de</strong> los que las profesan.<br />

Fin.

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