la crítica pionera del diccionario académico: el manuscrito sobre las ...

LA CRÍTICA PIONERA DEL DICCIONARIO 

ACADÉMICO: EL MANUSCRITO SOBRE LAS 

VOCES MURCIANAS (1888) DE E. SAAVEDRA 

El objeto de este trabajo se centra fundamentalmente en la edición 

y el estudio de un manuscrito cuyo contenido parece no 

ser conocido hasta la fecha dado que en la bibliografía especializada 

no figura referencia alguna al texto 1 . Su publicación, 

por tanto, puede contribuir, creemos, a perfilar un poco más la 

historia de la lexicografía española y, en concreto, la incipiente 

crítica al diccionario académico que comienza a desarrollarse 

en el siglo XIX. El texto, catalogado con la signatura 3-C-23 

en la biblioteca de la Real Academia Española, está firmado en 

1888 por Eulogio Saavedra y lleva por título "Lista de las voces 

que se emplean en el lenguage común de este reino de Murcia". 

No se trata, como pudiera parecer por su encabezamiento, 

de un simple vocabulario regional. La "Lista" fue concebida 

por su autor como un estudio crítico y como una propuesta de 

enmienda de la duodécima edición, de 1884, del Diccionario 

de la RAE (DRAE). En cualquier caso, tanto si se considera de 

un modo —repertorio autónomo de murcianismos— como 

de otro —estudio sobre los regionalismos del DRAE— el texto de 

E. Saavedra presenta el notable interés de ser el primero realizado 

en su género. Pero antes de abordar la descripción del 

manuscrito propiamente dicha y su repercusión en el DRAE, el 

1 El manuscrito de E. Saavedra no aparece mencionado ni siquiera en 

los tratados más específicos que se refieren a algunos precedentes fechados, 

incluso, en años anteriores al del manuscrito 3-C-23. Por ejemplo, el apartado 

dedicado a los trabajos lexicográficos sobre el dialecto murciano incluido 

por J. GARCÍA SORIANO en los preliminares de su Vocabulario del dialecto murciano 

(C. Bermejo, Madrid, 1932; reimp. por la Editora Regional de Murcia 

en 1980). Tampoco se cita el manuscrito en la reciente monografía de J. MU 

ÑOZ GARRIGÓS y J. PERONA, "Los vocabularios murcianos", en Vocabularios dialectales. 

Revisión crítica y perspectivas, ed. I. Ahumada, Universidad, Jaén, 1996. 

NRFH, XLVII (1999), núm. 2, 329-361

330 JOSÉ LUIS ALIAGA NRFH, XL VII 

trabajo de Saavedra representa una buena oportunidad para 

exponer algunas consideraciones preliminares a propósito de 

su vinculación con una tradición de la lexicografía hispánica 

fecunda en trabajos de naturaleza similar. 

EL FRÁGIL CUESTIONAMIENTO DE LA PLURALIDAD GEOLINGÜÍSTICA 

TRANSMITIDA POR EL "DRAE" 

Hemos afirmado en otro lugar que los estudios sobre los regionalismos 

de los diccionarios —y, en concreto, sobre los incluidos 

en el diccionario académico— constituye una de las propiedades 

distintivas de la metalexicografía española 2 , la cual se halla 

condicionada, a su vez, por los rasgos que han singularizado 

históricamente a la lexicografía hispánica frente a las de su 

entorno cultural. Estos son, entre otros, el dominio que, casi en 

régimen de monopolio, ha ejercido el DRAE entre los diccionarios 

de lengua y la atención prestada en él, desde sus inicios, 

al léxico considerado dialectal o regional. Esta situación ha venido 

acompañada, en el plano lexicográfico, por la publicación 

de multitud de vocabularios regionales en España y en América, 

confeccionados con el objetivo de complementar al DRAE y 

orientados por el deseo tenaz de enmendar la información geolingüística 

que proporciona el repertorio académico 3 . 

2 Cf. J. L. ALIAGA, "Veinticinco años de teoría lexicográfica. Sobre el Elude 

linguistique el sémiotique de J. Rey-Debo ve", Studium. Revista de Humanidades. 

Homenaje al profesor Antonio Gargallo Moya, Facultad de Humanidades y 

Ciencias Sociales, Teruel, 1997, p. 25. En este mismo trabajo nos hicimos eco 

de las diferentes posturas existentes sobre el término metalexicografía y sobre 

el objeto de estudio de ésta entendida como teoría de la lexicografía. Aunque 

participamos de las ideas que L. F. LARA ha expuesto en varias ocasiones a 

propósito de esta cuestión (véase, por ejemplo, su Teoría del diccionario mono- 

Ifshgüe, El Colegio de México, México, 1997, pp. 17-19) hacemos uso del término 

metalexicografía para referirnos, entre otras cuestiones, a la historia y a 

la crítica de los diccionarios debido a la aceptación que ha alcanzado ya la 

citada denominación, sobre todo en las investigaciones europeas. 

3 Entre los varios trabajos que presentan un estado de la cuestión sobre 

los repertorios de regionalismos del español pueden consultarse los de G. 

HAENSCH, "DOS siglos de lexicografía del español de América: lo que se ha 

hecho y lo que queda por hacer", en Unidad y variación léxica del español de 

América, eds. G. Wotjak y K. Zimmermann, Vervuert, Frankfurt, 1994, pp. 39- 

81 y M. ALVAR EZQUERRA, "LOS regionalismos en los diccionarios y vocabularios 

regionales", Lenguas peninsulares y proyección hispánica, ed. M. Alvar 

López, Fundación Fiedrich Ebert-ICI, Madrid, 1986, pp. 175-197. Para una

NRJ'IL XLVIÍ LA CRÍTICA PIONERA DEL DICCIONARIO ACADÉMICO 331 

La reiteración con que se ha acometido la tarea de elaborar 

vocabularios de regionalismos y la profusión de estudios críticos 

sobre el DRAE centrados en este mismo punto pone de manifiesto 

que la presentación que la lexicografía académica ha ofrecido 

de la diversidad espacial del español se ha considerado insistente 

y abiertamente insatisfactoria. Sin embargo, estos esfuerzos, 

prácticos y teóricos, volcados hacia el DRAE —y casi sólo 

hacia el DRAE— representan al mismo tiempo, de forma paradójica, 

una muestra de aceptación del statu quo de la lexicografía 

hispánica. Y ello porque la mayor parte de los trabajos 

aludidos se ha apoyado, implícita o explícitamente, en una premisa 

que dista mucho de ser admisible. A saber, que el vocabulario 

no marcado en el DRAE es, efectivamente, el léxico general 

del español y que, en relación con este español general, el aspecto 

más objetable de la práctica lexicográfica académica reside 

en la tardanza con que se nutre de neologismos. Incluso muchos 

de los trabajos más recientes que han intentado poner de 

relieve la debilidad de las informaciones dialectales del DRAE 

confrontándolas con los resultados sistemáticos de la lingüística 

no han cuestionado el alcance de la representatividad geográfica 

y normativa del léxico no marcado en el repertorio de 

la Real Academia Española. 

Por otro lado, no faltan autores que se muestran sorprendidos 

por la casi nula incidencia de todos estos estudios y vocabularios 

sobre la práctica lexicográfica académica. A este respecto 

parece haberse olvidado, en ocasiones, que el DRAE es un repertorio 

con pasado, rehecho sólo en aspectos parciales sobre un 

modelo que, en lo esencial, sigue siendo el del Diccionario de Autoridades 

(1726-1739) —o, si se prefiere, el de la primera edición 

sin autoridades, de 1780— y que, en consecuencia, no tolera 

bien una reestructuración en función de las exigencias científicas 

actuales. Y tampoco se ha considerado suficientemente, 

creemos, lo que podríamos denominar lógica interna de la institución 

académica: su modo de hacer lexicografía no ha previsto, 

hasta la fecha, el aporte de colaboraciones externas —con independencia 

de su rigor— como parte del mecanismo regular 

para la revisión del diccionario. 

revisión crítica de los estudios metalexicográficos sobre los regionalismos del 

español puede verse J. L. ALIAGA, "Diatopic labelling in Spanish lexicography: 

A critical revision and new perspectives", CLex, 1999, num. 69 (en prensa).

332 JOSÉ LUIS ALIAGA NRFH, XLVII 

Sin necesidad de recurrir a ejemplos recientes resulta ilustrativo 

el caso de J. Borao quien publica su Diccionario de voces 

aragonesas en 1859 con el objetivo primordial de ser útil a la 

RAE, al igual que había ocurrido en 1836 con el Ensayo de un 

diccionario aragonés-castellano de M. Peralta, al que Borao intenta 

superar 4 . Sin embargo no fue hasta la decimoquinta edición 

del DRAE (1925) cuando la corporación decidió aprovechar, 

aunque con extremada cautela, el repertorio de Borao. Al erudito 

aragonés no le pasó inadvertido el nulo interés que su obra 

despertó entre los académicos de su época y en la segunda edición 

de su diccionario (1884) introdujo una nota en la que 

mostraba su decepción ante la indiferencia de la Academia por 

las voces aragonesas: "poco ha mejorado ésta [la Academia] esa 

parte de su obra, en los ciento cincuenta años que ha tenido 

para estudiarla, y no obstante el auxilio que nosotros le hemos 

ofrecido con la primera edición de nuestro Diccionario, publicada 

en 1859, la cual pudo aprovechar para la última del suyo, 

que es de 1869" 5 . 

Estas líneas no pretenden ser sino una muy concisa llamada 

de atención sobre un problema harto complejo del que no nos 

podemos ocupar en este trabajo. Sólo hemos querido poner de 

relieve que, si bien ha sido una constante la conciencia crítica 

respecto del modo en que nuestra lexicografía ha tratado los 

regionalismos, sólo una pequeña parte de las investigaciones ha 

cuestionado realmente el tratamiento lexicográfico de la diversidad 

geolingüística del español, punto de vista este último que 

exige un planteamiento crítico, que ha faltado en general, 

sobre el registro del español general en los diccionarios. Por 

ello, la publicación del manuscrito de E. Saavedra, como primer 

testimonio conocido de la línea predominante de trabajos 

metalexicográficos que hemos comentado, es una buena oca- 

4 El acta de la sesión académica del 22 de septiembre de 1859 da fe de 

que Borao envió personalmente a la RAE su Diccionario. En ella puede leerse 

la siguiente comunicación: "Del Diccionario de voces aragonesas que ha 

compuesto el sr. D. Jerónimo Borao recibió con aprecio la Academia un 

ejemplar remitido por el autor" (Archivo de la RAE, Actas, libro 23, 22-9- 

1859). Conviene precisar que, si bien cabe considerar a Peralta y a Borao 

como precedentes de Eulogio Saavedra en la evaluación de los regionalismos 

peninsulares del DRAE, Saavedra es el primero en confeccionar un trabajo 

específicamente pensado para la revisión del diccionario académico. 

Ello explica en parte que, a diferencia de los dos autores aragoneses, Saa- - 

vedra no publicara su texto. 

5 Cf. J. BORAO, Diccionario de voces aragonesas, Zaragoza, 1884, p. 143, nota.

NRFH, XLVII LA CRÍTICA PIONERA DEL DICCIONARIO ACADÉMICO 333 

sión para sumarse a la redefinición de la lexicografía hispánica en 

los términos en que L. F. Lara la ha formulado recientemente 6 . 

Por lo que respecta al tratamiento que la Real Academia 

Española vaya a otorgar a la diversidad geográfica del español 

en la vigésima segunda edición del DRAE —prevista para el año 

2000— no parece que deba esperarse ningún tipo de ruptura 

con el pasado. Por un lado, la Asociación de Academias de la 

Lengua Española prepara desde hace tiempo un Gran Diccionario 

de Americanismos, complementario del DRAE, que bebe en 

la tradición de la lexicografía diferencial y subordinada que ha 

caracterizado históricamente al español de América 7 . Por otro 

lado, la nueva planta del DRAE con la que trabaja la Academia 

desde 1997 —esto es, los nuevos criterios de elaboración del diccionario— 

no introduce novedades significativas en este punto: 

mantiene esencialmente inalterados el número y el tipo de marcas 

geográficas, el orden de éstas en la microestructura (primero 

las de España) y los criterios de aceptación de voces 

dialectales. En definitiva, conserva esencialmente inalterada la 

concepción eurocentrista del español. 

EL ESTUDIO SOBRE LOS REGIONALISMOS MURCIANOS DEL "DRAE" 

DE E. SAAVEDRA 

No nos consta que E. Saavedra publicara obra alguna ni hemos 

podido obtener ningún dato de su biografía salvo el referido a 

su localidad de residencia, Lorca (provincia de Murcia) que figura 

en la carta de presentación del manuscrito incluida en 

nuestra edición. Parece tratarse, pues, de uno de tantos ciudadanos 

anónimos que con frecuencia dirigen a la Academia, sintiéndose 

partícipes de su labor, no pocas observaciones y sugerencias 

8 . Pero la tarea de Saavedra plasmada en el manuscrito 

que aquí editamos no se reduce a una advertencia aislada sobre 

6 Cf. "Por una redefinición de la lexicografía hispánica", NRFH, 44 

(1996), 345-364. 

7 Cf. H. LÓPEZ MORALES, "Rasgos generales", en Manual de dialectología hispánica. 

El español de América, dir. M. Alvar, Ariel, Barcelona, 1996, pp. 19-27. 

8 Puede consultarse, a este respecto, el trabajo de G. SALVADOR, "El diccionario 

y la gente", en Jornadas de filología. Francisco Marsá, Universität, Barcelona, 

1990, pp. 193-207. Desde el mes de octubre de 1998 la Academia 

cuenta con una página web desde la que los particulares pueden comunicar 

sugerencias o formular consultas ortográficas y gramaticales.

334 JOSÉ LUIS ALIAGA NRFH, XIA li 

tal o cual voz como puedan ser la mayor parte de las observaciones 

aludidas. Antes bien, está configurada como un trabajo 

de las mismas características y, salvando las distancias, del mismo 

rigor que los estudios sobre los dialectalismos del diccionario 

académico surgidos desde el nacimiento de la metalexicografía 

tal como se entiende hoy 9 . 

El texto carece, lógicamente, de preliminares dedicados a 

consideraciones teóricas o metodológicas que, por lo demás, se 

echan de menos en no pocos de los estudios más recientes de 

tema similar. Por otro lado, la fuente de datos para Saavedra no 

es otra que la observación personal del habla oral. Así pues, sólo 

la carta de presentación que encabeza el manuscrito aporta 

algunos indicios sobre las ideas lingüísticas del autor. Su contenido 

deja entrever que Saavedra se muestra consciente, por 

ejemplo, del notable valor lingüístico-etimológico y etnográfico 

de los regionalismos, valor que sólo recientemente, tras la publicación 

de los primeros atlas lingüísticos de la Península ibérica, 

ha sido sistematizado y relacionado con la práctica lexicográfica 

10 . Asimismo, Saavedra funda el interés de su vocabulario en 

el provecho que de él puedan obtener los hablantes no nativos 

de la región, desconocedores por lo general de las peculiaridades 

léxicas dialectales que forman parte de la norma de uso 

de la zona. Por lo demás, la motivación de la obra de Saavedra 

hay que buscarla —según expone en la mencionada carta-— en 

la solicitud de colaboración que la Academia insertó en la "Advertencia" 

del diccionario de 1884 ("...siempre recibió y recibirá 

la Academia con íntimo júbilo el amparo de los entendidos 

y del público en general"). 

Y lo cierto es que, aparte del texto de Saavedra, la duodécima 

edición del DRAE (1884) fue objeto de numerosas observaciones 

publicadas 11 , hasta el punto de llegar a ser la más 

9 Sobre las obras precursoras de la teoría lexicográfica actual véase el 

trabajo de F. J. HAUSMANN, "Pour une histoire de la métal exicographie", 

Wörterbücher. Dictionaries. Dictionnaires. Ein internationales Handbuch zur Lexikographie, 

eds. F. J. Husmann et al, W. de Gruyter, Berlin-New York, 1989,1.1, 

pp. 216-224. 

1 0 Cf. J. FERNÁNDEZ-SEVILLA, Problemas de lexicografía actual, Instituto Caro 

y Cuervo, Bogotá, 1974, pp. 81-113 y M. ALVAR, "Atlas lingüísticos y diccionarios", 

LEA, 4 (1982), 253-323. 

11 Cf., por ejemplo, las siguientes: F. RODRÍGUEZ MARÍN, De Academiae cae- 

cuate, reparos al nuevo Diccionario de la Academia, Madrid, 1887; F. COMMELERÁN, 

El Diccionario de la Lengua Castellana por la Real Academia Española, Pérez 

Dubrull, Madrid, 1887; A. DE VALBUENA, La fe de erratas del nuevo Diccionario de

NIÜ'TL XLVII LA CRÍTICA PIONERA DEL DICCIONARIO ACADÉMICO 335 

comentada —y reprobada— de todo el siglo XIX. Pero todo hace 

pensar que la demanda de cooperación de la Academia difundida 

en los preliminares del diccionario de 1884 no iba más allá 

de una formulación retórica ya que la corporación archivó 

durante décadas el texto de Saavedra (al menos, no hizo uso de 

él hasta bien entrado el siglo xx, como veremos). Tampoco 

parece que los intereses académicos de la época fueran los más 

favorables para que el manuscrito de Saavedra gozara de una 

acogida más entusiasta. Se da la circunstancia de que la duodécima 

edición del DRAE y la siguiente, de 1899, destacan por 

alcanzar el punto más bajo, cuantitativa y cualitativamente 

hablando, en la apreciable despreocupación por el léxico regional 

que trasluce el diccionario durante todo el siglo xix (sobre 

todo desde la sexta edición, de 1822) 12 . 

En el aspecto puramente material, el manuscrito se compone 

de cuarenta y un folios. De ellos, treinta y ocho, numerados 

con cifras arábigas, contienen el cuerpo del vocabulario y están 

precedidos por la carta de presentación y por la portada en la 

que figura el título —numeradas ambas con cifras romanas— y 

una cubierta, sin numerar, que repite el título de la portada 

y que probablemente fue añadida por la Academia para asegurar 

la conservación del texto. Resulta digno de destacar el 

hecho de que Saavedra divida el manuscrito en cuatro apartados 

que se corresponden con las distintas situaciones que 

el autor considera a propósito de la relación entre las voces 

murcianas y el diccionario académico. Con ello Saavedra está 

prefigurando la estructura de los estudios lexicográficos contemporáneos 

sobre los regionalismos de los diccionarios. En el 

texto se examina un total de cuatrocientas cincuenta y siete vo- 

la Academia, Madrid, 1887, 2 ts.; B. RIVODÓ, Voces nuevas en la lengua castella 

na. Glosario de voces, frases y acepciones usuales y que no constan en el Diccionario 

de la Academia (12 a ed.), Paris, 1889; M. AIRIÁN y SALAS, La crítica del Diccio 

nario de la Academia, Teruel, 1887. 

12 Esta observación está sustentada en el estudio de la evolución del corpus 

de voces aragonesas en el DRAE que, como es sabido, constituye el más 

numeroso de entre las voces con marca geográfica en el diccionario de la 

Academia. Quizá convenga aclarar que el examen de la trayectoria completa 

del DRAE impide interpretar lo que hemos considerado despreocupación 

como el resultado de algún planteamiento novedoso sobre el léxico del espa 

ñol. Cf. J. L. ALIAGA, Aspectos de lexicografía española. El léxico aragonés en las ediciones 

del diccionario académico, Institución "Fernando el Católico", Zaragoza, 

1999 (en prensa).


ees. De ellas cuatrocientas veinte pertenecen a la primera parte, 

que ocupa la porción más extensa del texto (ff. 1 a 34) y contiene 

un conjunto léxico dialectal murciano (voces y acepciones) 

cuya entrada en el DRAE propone Saavedra. Asimismo, 

forman parte de este apartado las voces que, aun contando con 

una entrada o acepción en el diccionario académico, carecen 

de la marca regional murciana que aconseja Saavedra. El segundo 

apartado (ff. 35 y 36) consta de catorce artículos que encierran 

algunas enmiendas a la microestructura de voces marcadas 

como murcianas en el DRAE de 1884. En la tercera sección (f. 37) 

se mencionan trece entradas de esta misma edición del DRAE 

que poseen una indicación de uso regional a la que debe sumarse, 

ajuicio de Saavedra, la murciana. Finalmente, en un cuarto 

apartado (f. 38) se citan diez vocablos del DRAE con una marca 

murciana cuya supresión propugna el autor del manuscrito. 

Las voces de cada uno de los cuatro apartados están ordenadas 

alfabéticamente (con la ch y la // como letras independientes) 

. En cuanto transcripción gráfica del texto hemos 

preferido mantener todas las peculiaridades que presenta el 

manuscrito. Así pues, pueden apreciarse en él algunos usos gráficos 

que desde el punto de vista normativo podrían estimarse 

como errores, considerando incluso la ortografía oficial vigente 

en la época. Sin embargo, apenas hemos apreciado irregularidades 

en la ordenación de las entradas en el interior de cada 

letra. Además, el texto está redactado con sumo cuidado, sin 

enmiendas ni tachaduras y haciendo uso, con el objeto de discriminar 

informaciones, de diversos recursos gráficos, a imitación 

de los convencionalismos de los textos lexicográficos impresos. 

Todo ello hace pensar en el manuscrito como fruto de una elaboración 

meditada y consciente, es decir como redacción definitiva 

de unos materiales acopiados originalmente de modo 

distinto (en pliegos, en fichas, etc.). A pesar de ello, en el primer 

apartado (ff. 1 a 34) Saavedra reserva un espacio en blanco 

al final de cada letra para poder introducir los datos que 

hubiera podido reunir una vez iniciada la redacción del texto. 

No parece que fuera así ya que en ese lugar no figura ninguna 

entrada que rompa la ordenación alfabética. 

Únicamente en la primera parte (ff. 1 a 34) y en la segunda 

(ff. 35 y 36) pueden hallarse entradas redactadas en forma de 

artículos de diccionario mediante el uso de las técnicas y las 

convenciones lexicográficas usuales. En las otras dos partes del 

manuscrito se proponen enmiendas que no requieren la redac-


ción de artículos completos. Desde el punto de vista semántico, 

los núcleos temáticos que aglutinan la mayor parte del vocabulario 

pertenecen al ámbito de la vida cotidiana del mundo 

rural: la naturaleza (animales, vegetación, árboles, frutos, tareas 

del campo...), el ser humano (cuerpo, movimientos, acciones, 

enfermedades...), la vivienda (partes y objetos de la casa), etc. 

En cuanto a la presentación de los artículos, es preciso insistir 

en la voluntad de Saavedra de distinguir las distintas informaciones 

recurriendo a variadas grafías y trazos de letra —rasgos 

que se respetan en esta edición— con el objeto de facilitar al 

máximo el aprovechamiento de los materiales por parte de la 

Academia. Así, el vocablo de la entrada está caligrafiado con trazo 

grueso y con un tipo de letra mayor que el utilizado para el 

resto del artículo. Con letra de menor tamaño, aunque asimismo 

con trazo grueso, Saavedra transcribe las unidades fraseológicas 

que constituyen una subentrada, las escasas etimologías 

que aventura y las definiciones sinonímicas. La categoría gramatical, 

las definiciones perifrásticas, las sinonímicas múltiples, 

además de otros comentarios esporádicos, aparecen con un trazo 

de letra fina y cursiva. Finalmente, las marcas de registro 

están redactadas con letra fina y redonda 13 . 

Lo señalado hasta ahora proporciona ya una idea aproximada 

de la riqueza de informaciones que componen los artículos 

del manuscrito y del notable manejo —poco común en la 

época— de la redacción lexicográfica por parte de Saavedra. 

Desde este último punto de vista, su vocabulario se muestra como 

un texto lexicográfico sensiblemente más evolucionado, más 

moderno si se prefiere, que los de sus predecesores M. Peralta y 

13 Las definiciones sinonímicas simples transcritas con trazo grueso son, 

en realidad, reproducciones de entradas del DRAE cuyo contenido definitorio 

en éste coincide con el del vocablo-entrada del manuscrito cuya introducción 

en el diccionario académico propone Saavedra. Sólo las definiciones 

sinonímicas simples que no remiten al DRAE, como las de bartola, jalar, llampear, 

llampo y ñora presentan el mismo tipo de letra que las definiciones perifrásticas. 

En el caso de las entradas apencary atochada la letra fina cursiva con 

que transcribe las equivalencias en el DRAE (arrostrary caballón, respectivamente) 

debe atribuirse a un descuido involuntario ya que, a continuación, 

Saavedra indica el número de acepción del DRAE al que se refiere en cada 

caso. La referencia a las acepciones del DRAE se precisa también en ciertas 

definiciones perifrásticas cuando incluyen alguna palabra polisémica que 

conviene puntualizar, como en los artículos mantorna y picola entre otros: 

"mantorna f. La segunda reja (3 a acepción) que se da en una barbechera"; 

"picola f. Especie de pico (3- acepción) pequeño que tiene un uso especial".


J. Borao (véase nota 4). Aunque preferimos considerar el manuscrito 

de Saavedra como un estudio crítico sobre el DRAE 

antes que, simplemente, como un glosario de murcianismos, la 

organización del texto permite examinarlo con más detalle, con 

las salvedades necesarias, en función de los componentes y 

estructuras habituales de los diccionarios. 

A la macroestructura nos hemos referido parcialmente más 

arriba (número de entradas, partes del texto, ordenación alfabética 

del material y núcleos temáticos a los que se refiere el 

léxico acopiado). Cabe añadir ahora algunas precisiones. La 

mayoría de los vocablos-entrada pertenece a las categorías sustantiva 

y verbal. Escasean los adjetivos y aparecen algunas unidades 

fraseológicas y lexías complejas lematizadas, aunque la 

mayor parte de éstas figura en la microestructura. Los vocablosentrada 

se presentan, por lo general, con la neutralización de 

las marcas gramaticales con que suelen lematizarse en los diccionarios. 

No obstante, algunos sustantivos con moción numérica 

figuran en su forma plural debido, con toda probabilidad, 

a su escaso uso en singular —aunque no se advierta de ello— por 

remitir a realidades consideradas generalmente de forma múltiple 

(alatones, alcazabas, arreboleras, asperillas, bolas y bolicas, cernederas, 

gallegas, golfos, hierros, llandas, minchirones, moragas, 

pasos, pelados, torradas, vergas). Por otra parte, dejando de lado las 

entradas dobles debidas a la moción de género (campero, a; chepado, 

a; chino, a; doblero, a; garranchoso, a; jabato, a; panocho, a; platero, 

a; rabotero, a; salsero, a; señor, a) recoge Saavedra bajo una misma 

entrada formas léxicas que, con el mismo contenido, presentan 

alguna discrepancia fónica o morfológica (chaparra o chaparro, chisclo 

o chiscle, chorreada y chorreón, enroñar y enrunar, escandalina y 

escandalizo, harpily jarpil, morra y morrón, piola y piula). 

En lo que se refiere a la microestructura, hay que apuntar que 

los artículos de las dos primeras partes del manuscrito pueden 

clasificarse en dos grandes grupos: el de los artículos que incluyen 

una definición directa y el de los que remiten a una definición 

del DRAE mediante la mención de una entrada de éste en 

la microestructura, con distinta grafía, según se ha comentado 

más arriba, y con indicación de la acepción concreta del DRAE 

en su caso. Véanse cuatro ejemplos, dos del primer tipo y dos del 

segundo: 

aporrecear v. a. Llamar á una puerta con golpes violentos y repetidos.


magencar ver. a. Cavar la tierra someramente sin profundizar 

mucho. 

cascarrar ver. a. Cascar, 1- acepción. U.t.c.r. 

naya f. Meseta ó rellano de escalera. 

Como se aprecia en los ejemplos anteriores, Saavedra hace 

uso, casi sistemáticamente, de abreviaturas que señalan la categoría 

gramatical y de las relativas a los cambios de categoría verbal, 

de transitivo a reflexivo ("U.t.c.r.") y nominal, de adjetivo 

a sustantivo ("U.t.c.s."). No faltan otras, más esporádicas como 

Fig. para indicar las transiciones semánticas en los artículos polisémicos, 

como en los siguientes ejemplos: 

despatarragarse ver. rec. (Familiar) Colocarse estando de pié con 

las piernas muy abiertas. Fig. Ponerse en lo firme. Salir por lo 

alto en un trato á ajuste. 

repropiarse ver. Contenerse, afirmarse el que tropieza ó resbala y 

va á caer. Fig. Contenerse en un arrebato de ira ú obcecación. 

El deseo de precisión a la hora de informar sobre la estimación 

social de los murcianismos es una de las cualidades más 

apreciables del manuscrito. Las marcas de uso figuran casi siempre 

sin abreviar, entre paréntesis y en un lugar fijo del artículo 

(entre la categoría gramatical y la definición). Así, por ejemplo, 

Saavedra circunscribe a los niveles subestándar de lengua el 

ámbito de empleo de numerosas voces. Pueden hallarse setenta 

y una voces o acepciones con la indicación de uso familiar y 

doce con la de vulgar. Esporádicamente, el autor da cuenta de 

otras limitaciones en el empleo de ciertas voces sobre las que 

emite un juicio de frecuencia de uso (barzoque, oripié, percanzar); 

que estima propias del lenguaje de la agricultura (saque) o de la 

minería (anchuron) o que adscribe a una situación comunicativa 

en que predomina un tono despectivo (arrufaldarse, palabrotada) 

. La siguiente muestra presenta algunas de las informaciones 

de uso mencionadas que, en ocasiones, se combinan en un mismo 

artículo: 

barzoque m. (Familiar) Diantre; demontre. Anda que te lleve Barzoque, 

es frase muy usada por aquí. 

desforrinchar ver. n. (Familiar) Reventar, estallar con ímpetu en 

sentido material ó figurado. Usase también como recíproco. 

timple m. (Vulgar) Tiple, guitarra pequeña de voces agudas.


saque m. (Familiar) Salida. Buscar el saque a un negocio; no tiene 

saque. En agricultura, el sitio de la salida del agua en una acequia 

ó brazal común. 

De todo lo dicho se deduce ya que, a pesar de no tratarse de 

un texto pensado para su publicación, la microestructura de los 

artículos presenta un notable grado de normalización. Sin embargo, 

a nuestro juicio, el aspecto que mejor revela las excelentes 

cualidades de Saavedra para la lexicografía reside en la confección 

de las definiciones. Dejando aparte los artículos que conscientemente 

remiten al DRÁE, el lexicógrafo murciano muestra 

una marcada preferencia por las definiciones de tipo perifrástico, 

circunstancia que adquiere aquí cierta relevancia. Téngase 

en cuenta que la lexicografía dedicada al inventario de regionalismos 

(incluida la lexicografía general) ha relegado a un plano 

de importancia menor la presentación del significado de 

aquéllos y ha recurrido con excesiva frecuencia al expediente 

de remitir al sinónimo de la variedad de referencia (la lengua 

general o, mejor, la lengua no marcada en el DRAE). Por ello, 

la inclinación de Saavedra por las definiciones perifrásticas avala 

nuestra valoración anterior sobre la modernidad lexicográfica 

del manuscrito y se relaciona con las ideas expresadas en la 

carta de presentación en las que Saavedra explica el enfoque 

práctico con que concibe su labor ("la esplicación [de los regionalismos] 

es indispensable para los que viajan por la región en 

que se emplean..."). 

LA REPERCUSIÓN EN EL "DRAE" DEL ESTUDIO DE E. SAAVEDRA 

El origen de las voces marcadas como murcianismos en el diccionario 

académico es relativamente bien conocido. Las voces 

murcianas destinadas a su inclusión en el Diccionario de Autoridades 

fueron remitidas desde Murcia a la Real Academia Española 

por Victoriano Alcázar, sobrino de Bartolomé Alcázar, 

miembro fundador de la Academia 14 . Según el recuento de A. 

1 4 Cf. Archivo de la Real Academia Española, Actas, libro I, 13-5-1714, 20-5- 

1714 y 3-12-1716. Las dos primeras fechas corresponden a las sesiones académicas 

en las que se dio cuenta de los envíos de las voces pertenecientes a 

las letras a y b, respectivamente. La tercera fecha se refiere al envío del resto 

de voces. Después de esa última fecha, las actas de las sesiones académi-


Salvador, ascienden a ciento sesenta y siete las localizaciones 

regionales murcianas presentes en el primer diccionario académico 

15 . Por su parte, J. García Soriano reseña brevemente la 

suerte de los murcianismos en el DRAE hasta la 14- edición 

(1914), momento en el que habían quedado reducidos a unos 

ciento veinticinco. El incremento de voces regionales que inundó 

la 15- edición del repertorio académico (1925) alcanzó también 

a las voces y acepciones murcianas que aumentaron hasta 

la cifra de doscientas ochenta, aproximadamente. Este cvrpusYidi 

experimentado alguna variación en las entregas posteriores del 

DRAE ya que son trescientas ochenta y dos las localizaciones 

murcianas en la 21- edición (1992) 16 . 

De lo anterior se deduce que, al igual que ocurrió con la 

tarea de Peralta y Borao, la Academia se desentendió del trabajo 

de Saavedra durante varias décadas, ya que las voces murcianas 

apenas experimentaron modificaciones de las ediciones 

13 a (1899) y 14* (1914) del DRAE. No obstante, la aludida indiferencia 

no estaba relacionada con un juicio negativo de la Academia 

sobre las propuestas del autor murciano o, al menos, no 

condicionó la actuación de la siguiente generación de académicos, 

como se verá. Así, de las ciento cincuenta y ocho nuevas 

voces y acepciones murcianas de la 15- (1925), sólo dieciocho 

se pueden leer en las páginas del manuscrito de Saavedra (abuzarse, 

arrufaldarse, capacear, capaza, capuzón, carral, cascaruja, cejo, 

desperfollar, falsa, golfo, infautillo, jetazo, molla, ñora'guindilla', panocho, 

salsear y salsero). Sin embargo, las apreciables discrepancias 

entre la información que facilita Saavedra a propósito de 

tales voces y la que figura en el DRAE no permite afirmar con 

seguridad que el manuscrito sirviera de fuente para la mayoría 

de ellas. Por lo que respecta a las treinta y siete enmiendas propuestas 

por el autor murciano en los apartados segundo, tercas 

ya no mencionarán, durante los siglos xvm y xix, colaboración alguna 

proveniente de la región murciana. 

1 5 Cf. A. SALVADOR, "Las localizaciones geográficas en el Diccionario de 

Autoridades', LEA, 7 (1985), p. 127. 

16 En el recuento se han desechado las referencias a la región murciana 

que no tenían carácter lingüístico. Cf. Real Academia Española, Diccionario 

de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid, 1995 (ed. en CD-ROM). 

También puede verse la compilación extraída de la misma fuente por parte 

de J. MUÑOZ GARRIGÓS y J. PERONA, Murcianismos. Términos murcianos incluidos 

en el Diccionario de la Real Academia, Publicación monográfica del Diario 

16, Murcia, 1995, núm. 3.


cero y cuarto de su estudio, sólo tres (fosca, mampirlan y vargano) 

parecen haberse materializado en el diccionario entre 1899 

(13 a ed.) y 1925 (15 a ed.). 

Pero es necesario abordar el examen de las ediciones posteriores 

a la de 1925 para poner de manifiesto unos hábitos lexicográficos 

que, no por resultar poco comprensibles, han sido 

menos frecuentes en el devenir del diccionario académico. Para 

ello conviene tener presente que la obra de conjunto más solvente, 

todavía hoy, sobre el léxico regional murciano, la de J. 

García Soriano, fue publicada en 1932, varios años antes, por lo 

tanto, de la aparición de la 16- edición del DRAE (1936-39). Además, 

el Vocabulario del dialecto murciano fue premiado en concurso 

público por la Real Academia Española. Sin embargo, la cuidada 

y copiosa información de los tres mil quinientos artículos 

que García Soriano puso a disposición de la Academia no fue 

obstáculo para que ésta rescatara, precisamente a partir de ese 

momento, el contenido del ya remoto manuscrito de E. Saavedra, 

el cual pasó a nutrir las columnas del DRAE de forma mucho 

menos equívoca que la que es posible certificar para la 

edición de 1925. 

Aparte de voces como amorgonaro garigola, cuya localización 

murciana puede deberse tanto a Saavedra como a García Soriano, 

que presentan datos semejantes al respecto, encontramos 

un conjunto de informaciones que procede, sin asomo de duda, 

del manuscrito de 1888. Se trata, en primer lugar, de aquellas 

palabras o informaciones sobre el uso regional murciano 

propuestas por Saavedra que no figuran en la obra de García 

Soriano y que aparecen en el DRAE a partir de su 16- edición 

(amasadera, cerchear, pichona, plantonar, platero y pósete). Obsérvese 

la coincidencia de los siguientes artículos: 

pichona f. Un juego de naipes de azar, usado entre la gente vulgar. 

[Saavedra] 

pichona. 2. Mure. Juego de naipes usado entre gente del pueblo. 

[DRAE 1936 o ss.] 

platero, a adj. Que se aplica á los asnos cuyo color es gris plateado. 

U.t.c.s. [Saavedra] 

platero. 3. adj. Mure. Se dice de los asnos cuyo color es gris plateado. 

Ú.t.c.s. [DRAE 1936 o ss.] 

pósete m. Destilador ó pié de jarra. [Saavedra] 

pósete. 1. m. Mure. Destilador o pie de jarra. [DRAE 1936 o ss.]


Pero resulta todavía más significativa si cabe, la presencia en 

el DRAE posterior a 1936 de informaciones que, encontrándose 

en el repertorio de García Soriano, son tomadas por la Academia 

del estudio de Saavedra (gachasmigas, nispolero, pereta, peretero, 

piñuelo, timple, zarangollo y zofra) 17 . Compárense los testimonios 

que disponemos a continuación por orden cronológico (Saavedra, 

García Soriano y DRAE de 1936-39 o posterior) : 

gachasmigas f. Especie de migas (6- acepción) hechas con harina 

en vez de pan desmenuzado. [Saavedra] 

gachasmigas. f. pl. Migas que se hacen con harina de maíz, 

pimentón, cebolla, aceite y agua. [García Soriano] 

gachasmigas f. pl. Mure. Especie de migas hechas con harina en 

vez de pan desmenuzado. [DRAE 1936 o ss.] 

pereta f. Clase de pera pequeñita y temprana. [Saavedra] 

pereta. f. Variedad de pera de tamaño muy pequeño, que en las 

ramas forman racimos. Se las llama también peretas de la reina, 

y en Castilla "peras de San Juan", por ser a fines de junio la 

época de su cosecha. [García Soriano] 

pereta f. Mure. Clase de pera pequeñita y temprana. [DRAE 1936 

o ss.] 

zarangollo m. Fritada de calabaza, cebolla y tomate a los que suelen 

añadirse otros adherentes. [Saavedra] 

zarangollo. m. Pisto. [García Soriano] 

zarangollo Mure. Fritada de calabaza, cebolla y tomate a los que 

suelen añadirse otros ingredientes. [DRAE 1936 o ss.] 

VALORACIÓN FINAL 

El manuscrito de 1888 de Eulogio Saavedra puede ser considerado, 

en una primera aproximación, como una venerable pieza 

desconocida de la lexicografía española, lo cual ya justificaría 

con creces la atención que le hemos dedicado aquí. Pero la "Lista 

de las voces que se emplean en el lenguage común de este 

reino de Murcia" presenta, al menos, otros dos puntos de interés 

que le otorgan, a nuestro juicio, un valor singular. Representa, 

por un lado, el anticipo decimonónico del sueño 

perseguido sin éxito por los estudios metalexicográficos de fina- 

17 El análisis de la evolución interna del diccionario académico proporciona 

numerosos ejemplos de prácticas lexicográficas similares a la descrita 

aquí. Cf. nuestro trabajo citado en nota 12.


les del siglo xx: el deseo de intervenir de forma efectiva en la 

peculiar presentación del español que viene sancionando históricamente 

la Academia. Por otro lado, la "Lista" se nos revela 

como una nueva piedra de toque con la que seguir desconstruyendo 

la práctica lexicográfica académica, favorecida, quizá 

como ninguna otra de su entorno, por los mitos que muchos 

usuarios atribuyen al diccionario. 

APÉNDICE 

JOSÉ LUIS ALIAGA 

Universidad de Zaragoza 

LISTA DE LAS VOCES QUE SE EMPLEAN EN EL LENGUAJE COMÚN DE 

ESTE REINO DE MURCIA, POR D. EULOGIO SAAVEDRA 

[f. Ir] A la Real Academia Española 

Alentado por la generosa invitación/ que al terminar la Advertencia que encabeza/ 

la última y excelente edición del Diccionario/ dirige al público en general 

esa ilustre Corpo-/ración, me atrevo á ofrecerle respetuosamente/ la adjunta 

lista de voces que se emplean en el lengua-/ge común de este reino de Murcia./ 

Aun que es humilde la materia,/ no deja de ofrecer interés, pues los 

provincia-/lismos además de formar parte integrante/ del caudal de nuestro 

idioma, suelen con-/servar curiosas muestras del origen etimológi-/co de 

las voces, ó rastros de su estructura an-/tigua y de usos y costumbres que ya 

pa-/saron; sobre todo su esplicación es indispen-/sable para los que viajan 

por la región/ en que se emplean, ó tienen negocios en ella,/ para los funcionarios 

públicos que pasan/ á la misma, sino han de incurrir en errores/ 

lamentables como con frecuencia sucede, y/ para todos los que dicen conocer 

á fondo/ y en detalle la lengua patria./ 

Por eso la Academia da cabida/ en su Diccionario á las voces provinciales 

de/ los reinos en que se dividió nuestra monarquía./ Quizá no todas las contenidas 

en la adjunta/ [f. Iv] lista tengan este carácter puramente local/ pero 

nosotros nos hemos ceñido sencilla-/mente á anotar lo que oíamos hablar 

en/ este país, dejando á la jurisdicción aca-/démica, única competente, la 

convenien-/te calificación de las voces./ 

Juzgaré ampliamente recompen-/sado mi modesto é imperfecto trabajo 

si la Real Academia se digna admitirlo,/ por si de algo puede servirle en sus 

estu-/dios habituales para las sucesivas edicio-/nes del Diccionario nacional, 

obra grandiosa pero lenta y difícil, si ha de a! /canzar la perfección por 

todos deseada./ 

Lorca 30 de Noviembre de 1888/ 

[firma] Eulogio Saavedra/


[f. Ilr] Lista de las voces que se emplean en el lenguage común de este reino 

de Murcia 

[f. 1] Voces usadas en el lenguage común de este reino de Murcia, que no 

se encuentran en la última edición del Diccionario de la Real Academia 

Española 

A 

abusión f. (Vulgar) Superstición, falsa creencia ó preocupación en la acepción 

3- del Diccionario. 

abuzar Echarse de bruces, especialmente para beber agua en los ríos ó charcos. 

U.t.c.r. 

aceña f. Noria de riego. 

acibatar ver. a. (Familiar) También se dice aciguatar. Apercollar, acogotar, 

entrecoger á alguno y castigarlo duramente, 

airazo m. Ventarrón, 

alatonero m. Almez, 

alatones m. Almezas, fruto del almez, 

alazor m. Azor. 

alcazabas f. Cañas secas del maiz. 

aldaba morisca f. Aldaba, en la 2 a acepción del Diccionario, que sugeta y 

asegura la puerta ó ventana donde se coloca por medio de un gancho 

movible. 

alcancil m. Alcancil, alcachofa. 

almaina f. Almádana, almádena, almádina./[f. 2] 

amasadera f. Cuezo ó artesilla en que amasan el yeso los albañiles. 

amorgonar ver. a. Amugronar. 

amposta f. Sitio en descampado donde poder resguardarse del viento u ocultarse 

con un objeto determinado. 

ampostarse ver. r. Resguardarse en descampado de la lluvia ó viento al abrigo 

de un árbol, peña, tapia ú otro accidente del terreno. Ocultarse en 

la misma forma para esperar en acecho ú otro fin. 

anchuron m. Sitio despejado de edificios, de arboles, de malezas 8c. En minería 

socabon ó espacio ancho en las galerías subterráneas. 

anchoa f. Pez marino salado ó sin salar. 

angeo m. Clase de lienzo usado antiguamente. Usóla Gongora en aquellos 

versos: Descosed y desnudad/ las tocas de angeo rudo. 

anieblarse ver. r. Secarse la fruta antes de madurar por efecto de las nieblas 

ú otras causas admosfericas, 

apabilarse ver. r. (Familiar) Aterrorizarse, pasmarse, quedarse sin acción por 

efecto del miedo. 

apartador m. Utensilio de cocina donde se colocan las vasijas que se sacan 

del fuego muy calientes, 

apencar v. a. (Familiar) Arrostrar, 2 a acepción. 

aporrecear v. a. Llamar á una puerta con golpes violentos y repetidos, 

aporrecearse recp. Magullarse la fruta al cogerla con palos ó al caer al suelo, 

armador m. Jubón de trage mugeril./[f. 3]

346 JOSÉ LUIS ALIAGA NRFH, XIAli 

aro m. Equivale a "boca" en la frase familiar echar por el aro, manducar, 

comer. 

arranarse recp. (Familiar) Caer al suelo con las piernas y brazos estendidos 

como una rana. 

arrear v. n. Caminar de prisa. La voz arrea que el Diccionario califica de interjección 

para "meter prisa", es el imperativo de este verbo, según aquí se 

usa familiarmente. 

arreboleras f. Arreboles en el cielo. 

arrichante adj. (Familiar) Ufano, hinchado, valentón. 

arrufaldarse r. (Familiar) Airarse, encolerizarse; usase mas bien en sentido 

de burla y menosprecio. 

artes m. Eslabón, pedernal y yesca para encender fuego. Utensilios ó herramientas 

de cualquier oficio. 

artos m. Planta silvestre espinosa, distinta de la cambronera que seca se usa 

para reforzar bardas ó setos muertos. Científicamente Paliurus australis. 

artillejos m. La constelación de Orion. Salir el sol por los Artillejos. Frase 

que se aplica a una cosa disparatada, imposible de suceder. 

asignado m. El acólito ó monacillo adscrito á una parroquia ó iglesia. 

aspearse v. r. Estropearse los pies de andar demasiado. 

asperillas f. Sitio en un camino cubierto de losas naturales que forman piso 

áspero y desagradable. 

atochada f. Caballón en su 3- acepción ó malecón que se forma con capas 

alternadas de tierras y matas de atocha. 

atragillado m. El bancal o terreno allanado con la trailla. 

atragillar.- Traillar. 

averio m. Conjunto de animales de tiro ó de labor./[f. 4] 

avilanejo m. Gavilán, ave. 

azabaron m. (También se dice acibarón). La caña ó tallo elevado que para florecer 

produce la azabara (que también se llama aqui acibara). 

B 

bacon m. Cada uno de los dos trozos de tocino en que se divide la canal de 

un cerdo al descuartizarlo, 

baldosa f. Enlosado que se coloca en las aceras de las calles para comodidad 

de los transeúntes, 

balea f. Escobón rústico para limpiar el grano y barrer las eras, 

balear ver. a. Limpiar ó barrer con las balea, 

baleo ni. Ruedo grande de pleita (en la 4 a acepción). 

barda f. Seto. Barda viva. Seto vivo, 

bardiza f. Barda ó seto bajo y poco fuerte, 

bartola f. (Familiar) La panza. Llenar la bartola: comer./[f. 5] 

barzoque m. (Familiar) Diantre; demontre. Anda que te lleve Barzoque, es 

frase muy usada por aquí, 

blanco m. Embutido de cerdo, especial, y de agradable sabor, 

bodega f. Sótano, cueva; toda habitación subterránea en las casas, 

bolas y bolicas f. Guindillas; pimientos redondos menudos, 

bollo m. Pan de harina de maiz ó panizo; algunas veces se amasa en forma 

de torta delgada y se cuece en el hogar sobre losas de pizarra.


boquera f. Cauce artificial para el aprovechamiento de aguas pluviales en las 

tierras de secano, 

boria f. Niebla, bruma. 

borrar ver. n. Removerse las plantas para brotar. 

borrón m. Botón que se forma en las plantas para indicar el brote al comenzar 

á moverse la savia. 

botihinchado, a adj. fam. Hinchado como una bota por enfermedad ó por 

grosura. 

botijón m. Especie de botija común en el pais, de boca estrecha y pitón para 

beber. 

bozo m. Bozal para los animales. 

broceria f. (De broza) Cualquier clase de comida de poca sustancia y alimento. 

bronchera f. Rotura ó agugero grande que se hace en ropa, mueble, pared &-. 

burrucho m. Pollino, en la 1- acepción del Diccionario./[f. 6] 

C 

cabo padre m. Verraco. 

cachulero m. Especie de cesto cerrado formado de esparto para llevar ó 

encerrar caracoles, 

cagarrache m. Cierto pájaro pequeño. 

calabazón m. Calabaza seca y variada que sirve para encerrar vino, aceite y 

otros usos. 

calado sust. m. La labor agugereada o calada en papel, tela, madera, metal 8c-. 

calvario m. Santuario construido de ordinario en una altura cerca de las 

poblaciones, donde terminan los pasos ó estaciones del Via crucis. 

campero, a adj. fam. Se usa en la frase Estar ó andar campero que se aplica 

al que anda suelto, poco unido á toda autoridad y sugeción. 

campo m. Las tierras de secano en contraposición a huerta que significa las 

de regadio. 

cantarano m. Mueble antiguo que tiene de cómoda y de papelera. 

cantimplora f. Frasco de viage ó caza para llevar aguardiente ú otro licor. 

cantusear v. (Familiar) Canturrear o canturriar. 

cañahez f. Cañaheja. 

caño m. Fuente pública, abrevadero. 

cañota f. Planta de sitios pantanosos, especie de caña silvestre ó carrizo, 

capacear ver. n. Conducir tierra ú otros materiales en capazos ó espuertas, 

capaza f. Esportilla ó capacha. 

capuzar ver. n. Meter la cabeza en el agua. Usa-/ [f. 7] se también como reciproco. 

(Mas conforme con Su raiz etimológica caput). 

capuzón m. Acción y efecto de capuzar, 

caracola f. Toda concha marina univalba. 

caracoles! Interjección familiar, 

caracha f. Careta y también mascaron. 

carachera adj. (Familiar) Se aplica á la muger coqueta que hace cara á 

muchos.


caravaqueño, a Natural de Caravaca. U.t.c.s. Perteneciente á esta ciudad 

(¿Por que no he de poner el gentilicio de esta ciudad ya que no el de 

otras villas antiguas, populares é importantes de este reino de Murcia 

omitidas en el Diccionario?). 

carral f. Carraco. Estar hecho un carral, se dice familiarmente de la persona 

muy vieja y achacosa. 

carrasca f. La encina común. (Así se llama generalmente en este pais). 

carretón m. Carretilla. 

carrizo m. La caña común cuando es delgada y fina, 

cascarrar ver. a. Cascar, I a acepción. U.t.c.r. 

cascaruja f. Cascajo, 2 a acepción, 

cavernera f. Colorín ó jilguero. 

cejo m. Tajo en un monte ó quebrada de terreno. Refrán: Si tu mugerse empeña 

en que te tires de un cejo abajo, ruégale á Dios que esté bajo. Fig: Todo lo que 

forma un corte ó tajo. Así se dice un cejo de agua. 

cepo m. Un pie ó planta de vid. 

cercha f. La corvadura que forma la madera cerchada, 

cerchar ver. recp. Encorvarse las maderas por efecto/ [f. 8] del peso, humedad 

ú otras causas. 

cernederas f. Especie de marco de madera en el que se coloca el cedazo para 

cerner la harina dentro de la artesa, 

cetra f. Acetre (mas conforme con su etimologia sistula). 

cimbrar ver. a. Cubrir con bóveda. 

cimbre m. Bóveda de ladrillo y también la habitación cubierta por dicha 

bóveda. 

coció m. Vasija grande de barro ancha de boca y estrecha por su base para 

colar la ropa. 

cocón m. Hoyo ó cavidad que forma el agua en un cauce, donde queda 

depositada después de seco este, 

colador m. Especie de zaranda para cribar los granos. 

colaña f. Madero poco grueso y labrado en escuadra de longitud indeterminada. 

colar ver. a. Crivar los granos con el colador. 

comilona f. (Familiar) Comida muy abundante y también francachela, 

condolerse ver. rp. Sufrir en cualquier sitio del cuerpo una sensación desagradable 

que no llega á dolor formal, 

condolimiento m. Redolor; la sensación de condolerse, 

conduerma f. (Vulgar) Reconcomio. 

conrear ver. a. Manejar ó gobernar la casa, hacienda, aperos 8c-. Usase también 

como recíproco. 

conreo m. Manejo ó gobierno de la casa, hacienda, aperos 8c-. 

copero. Copete (8 a acepción). Así se dice persona de alto capero. Y tomar copero 

por adquirir proporciones, tomar incremento y elevarse una co-/ [f. 

9] sa o persona. 

corona de rey f. Girasol (I a acepción). 

correntilla f. Correndilla. Frase: Andar á correntillas: "ir de prisa en un 

asunto". 

correr burro Frase familiar. Perderse un obgeto, desaparecer por haber sido 

sustraido.


corvilla f. Especie de hoz construida a propósito para segar la yerba á flor de 

tierra. 

corvillon m. Instrumento que sirve para cortar o rajar madera ú otros obgetos 

análogos. 

coscoletas (Ir ó llevar a) A cuestas ó sobre los hombros de otra persona (por 

que solo á personas se aplica). Lo mismo da á cuestas que á coscoletas: 

Refrán equivalente al de lo mismo da á cuestas que al hombro. 

covadura f. Coyuntura del cuerpo humano ó del de los animales. Fig. Covadura 

de un negocio: "el punto ó medio mas favorable para resolverlo". 

criadilla f. Patata; la planta y el bulbo. 

cucala f. Ave de la familia de los cuervos, con el pico rojo; habita en las montañas 

y es común en las de este reino de Murcia. Su nombre cientifico 

Corada vulgar. 

cuco m. Ave de la familia de los buhos; habita en los arboles corpulentos en 

los que al caer las tardes de verano se oye su grito agudo y monótono. 

Su nombre cientifico Escopo. 

curro, a adj. Majo, 2 a acepción. 

cutimaña Bicho ó insecto asqueroso y repugnante./[f. 10] 

Ch 

chamada f. (Familiar) Indisposición, disgusto o pesar, especialmente si no 

es de grande importancia, 

chanchas marranerías.- Chancharra. Mancharra. 

chaparra ó chaparro.- Coscoja, 

chaparral m. Coscojal, 

chapetón m. Chaparrón, 

chapina f. Toda clase de concha de mar. 

chapineta f. Conchita de mar. 

charrada f. (Familiar) Conversación larga y amistosa, 

charrador m. (Familiar) El que habla mucho é indiscretamente, 

chairar v. (Familiar) Charlar, hablar mucho, 

cherro m. (Vulgar) Becerro. 

chepado, a adj. (Familiar) Corcovado, a. (El Diccionario trae la voz chepa). 

chino, a m. y f. (Familiar) Cerdo, cerda. 

chipilin, na adj. (Familiar) Chiquitín. Principalmente se aplica á los niños. 

U.t.c.s. 

chirle m. (Familiar) Tajo ó cuchillada. 

chisclo ó chiscle m. (Familiar) Sonido de voz agudo y desentonado, 

chispeo m. Llovizna, lluvia ligera. 

chorrada f. Chorro pequeño. Se aplica al exceso de líquido que se da gratuitamente 

y de botijuela en la venta de vino y otros caldos, 

chorreada y chorreón m. Chorreadura. 

chulla f. Raja ó pequeña lonja que se arranca del bacalao, carne, tocino 

&*./[£ 11] 

chuscarrar ver. a. Chamuscar. Tostar con exceso un asado ó frito.


D 

demasiarse ver. rec. Excederse, propasarse de palabra ó de obra. 

desforrinchar ver. n. (Familiar) Reventar, estallar con ímpetu en sentido 

material ó figurado. Usase también como recíproco. 

desmestar ver. a. Entresacar, coordinar y arreglar obgetos ó negocios confundidos 

y enredados. 

desmesto m. Acción y efecto de desmestar. 

desparejo, a, adj. Desigual; lo que no está parejo. 

despatarragarse ver. rec. (Familiar) Colocarse estando de pié con las piernas 

muy abiertas. Fig. Ponerse en lo firme. Salir por lo alto en un trato 

á ajuste. 

desperfollar ver. a. Quitar ó arrancar la perfolla del maiz ú otros frutos, 

desperfollo m. La operación de arrancar la perfolla á las panochas del maiz. 

despicazar v. a. Despizcar. 

destilador m. Especie de vasija ó recipiente para dar asiento á las jarras ó 

alcarrazas, y en el que á la vez se recoje el agua que aquellas destilan. 

doblero, a adj. Recio, fuerte ó resistente. Se/ [f. 12] aplica á obgetos de suyo 

delgados como el hilo, hojas de cuchillo, telas 8c-. 

E 

echado á perder Frase familiar que se aplica á la persona que padece algún 

malestar ó indisposición ligera de salud, 

empentar ver. a. (Familiar) Arremeter con ímpetu, 

emperador m. Pez espada. 

emperchar ver. a. Atacar ó acometer á una persona, obgeto ó negocio con 

intención de rematarlos. 

encanarse ver. recip. En los trompos ó peonzas dar vueltas con tal rapidez 

que no se nota el movimiento y parece se quedan parados. En sentido 

figurado se aplica familiarmente á la risa ó llanto excesivos que dejan 

como paralizada la persona que rie ó llora, ó á una locuocidad extraordinaria 

y continuada. 

encobanar ver. a. Colocar y arreglar en el coció ó cuevano la ropa que se va 

á colar. 

endañarse ver. rec. Enconarse las heridas pequeñas, ó los granos, pústulas 8c-. 

enfullinarse v. r. (Familiar) Amoscarse, enfadarse. 

engato m. (Familiar) Engaño ó trampa en el juego. (De aquí engatar, engatado 

y engatusado que tiene el Diccionario). 

enrobinado, a (Familiar) Figurado: Débil, en-/ [f. 13]fermizo, raquítico. 

enrobinarse ver. rec. Criar robin los obgetos de hierro ó metal. 

enroñar y enrunar ver. a. Cubrir las avenidas las tierras de arenas y guijarros. 

U.t.c.r. 

ensabanado m. Persona que sale de noche cubierta de sábanas ó capuces 

para asustar haciendo la fantasma. 

ensobinarse ver. rec. Asobinarse (Familiar) (Parece preferible la P construcción 

á la 2-). 

entrada f. Portal ó zaguán de una casa.

NRFH, XLVH LA CRÍTICA PIONERA DEL DICCIONARIO ACADÉMICO 351 

entrapizarse rec. Entraparse. 

enviscarse rec. Ensuciarse con alguna cosa. Usase también en sentido figurado. 

escabillar v. act. Escardar con el escabillo. 

escabillo m. Especie de escardillo (1- acepción). 

escandalina y escandalizo (Familiar) Escándalo ó alboroto, principalmente 

si es de mucho ruido y poca importancia, 

esclafar v. a. Escalfar, 

escupinajo m. Escupitajo. 

escurridor m. Boquete formado a propósito en los cauces ó en las tierras de 

regadio para que escurran por él las aguas sobrantes, 

espulsador m. Zorro en la 6- acepción, 

espuma f. Azucarillo./ [f. 14] 

F 

falsa f. Cámara, desván, granero. 

fandango m. (Figurado y familiar) Alegría, bulla. Lio, confusión, pendencia. 

Asunto embrollado y difícil, 

fileta f. Viga pequeña ó de menores dimensiones que las ordinarias, 

filete m. Cuerda delgada de esparto retorcido. 

flor f. Grano de panizo que se abre al tostarlo al fuego y se come con un 

poco de aceite y sal. Panizo de flores: el que sirve para este efecto, 

fogarata f. Fogata. 

fulero, a adj. Chapucero, falso, de mal gusto, 

fullir ver. n. Hacer fullerías en el juego. 

G 

gachapazo m. Costalazo, zarpazo, zaparrazo. 

gachasmigas f. Especie de migas (6- acepción) hechas con harina en vez de 

pan desmenuzado, 

gafarron m. Chamaris. 

gallegas f. Zarcillos. (Rustico). 

ganchos m. Especie de rastrillo pequeño de hierro con tres ó cuatro púas 

que usan/ [f. 15] los labradores, 

gañan m. En este pais solo se aplica esta palabra al que conduce ó gobierna 

un par de vacuno. Si es de muías se llama mulero. 

garba f. Manojo. 

garigola f. Especie de cesto donde llevan los cazadores los hurones amaestrados 

para cazar los conejos dentro de sus madrigueras, 

garranchazo m. Herida hecha con un garrancho. 

garrancho m. Espina gruesa ó punta leñosa en las ramas de un árbol ó en 

maderas. 

garranchos©, a adj. Lo que tiene garranchos, 

garulla f. Barullo.


gazpachon, na adj. (Familiar) Se aplica á los muchachos fuertes, sanos y rollizos. 

U.t.c.s. 

glorieta f. Plaza ó sitio en el interior de una población adornado con arboles 

y jardinillos. 

golfos m. Goznes de un sistema especial que permiten quitar y poner las 

puertas ó ventanas á donde se aplican, 

graja f. Urraca. 

gr andaría f. Magnitud, tamaño, 

guaraño m. Guaran ó garañón. 

guarda rural m. El encargado de la custodia de un campo ó partido rural, 

guardiania f. El cargo de guarda ó guardián y su ejercicio, 

gurguruja m. (Familiar) Susurro ó reunión de muchas personas que hablan 

á la vez. 

gurufalla f. (Familiar) Manjar de poca sustancia y alimento. Usase también 

en plural./[f. 16] 

gurullos m. Pedacitos cilindricos que se forman de masa para guisarlos. El 

guiso que se hace con ellos. 

H 

haldeta f. Faldeta ó halda corta en las prendas de vestir. 

harpil yjarpil m. Cesto grande y de mallas anchas, fabricado de esparto que 

se hace para conducir la paja. 

hampar y yampar (Familiar) ver. que se usa en la frase estar yampando de 

hambre, para espresar una extrema miseria ó un hambre vehemente. 

heredamiento m. El conjunto de las aguas que riegan un pago ó demarcación; 

el de las tierras regables y el de los dueños ó usuarios de tales 

aguas. 

hierros m. Trébedes. 

horno m. Casa ó establecimiento público donde se cuece el pan que amasan 

los particulares. 

hormiguilla f. La sensación que produce el hormiguear (I a acepción) en el 

cuerpo humano. Aquí se dice siento hormiguilla en esta mano./[í. 17] 

hosguear el dia frase. Romper el alba, despuntar el dia. 

hurgareño m. Hurgón, ó vara larga para remover y avivar la calda de los 

hornos. 

husaño m. Especie de huso grande sin muescas que sirve para retorcer el hilo. 

infantino m. Infante de coro, en las Iglesias mayores. 

j 

I 

jabato, a m. y f. (Familiar) Se dice mal jabato ó mala jabata a la persona de 

mala Índole é inclinaciones.

NRFH, XLVII LA CPJTICA PIONERA DEL DICCIONARIO ACADÉMICO 353 

jalar v. a. (Familiar) Comer, 

jaluza f. Hambre viva, 

janglonm. Cencerrón./[f. 18] 

jarrero m. Especie de anaquel con aberturas circulares, construido especialmente 

para colocar las jarras en dichas aberturas, 

jetazo m. (Familiar) Bofetón, guantada, 

juguescaf. (Familiar) Bronca, juego, alboroto, retozo, 

juma f. La hoja del pino. 

L 

labor f. Hacienda de campo ó secano, 

labraduria f. Labranza. 

lapo m. (Familiar) Bofetón ó golpe. (Conforme con su etimol[og]ia alapa). 

lastar ver. Padecer, sufir molestias, gastos ó vejaciones ordinariamente como 

consecuencia de faltas cometidas, 

laston m. Yerba campestre, especie de vallico, 

lecha f. Pez marino grueso y de buena carne, 

leñazo m. (Vulgar) Garrotazo. 

losar m. Sitio abundante en losas naturales./[f. 19]. 

Ll 

llamadera f. Aguijada (P acepción), 

llampear ver. (Vulgar) Relampaguear, 

llampo m. (Vulgar) Relámpago. 

llandas f. Cajas de lata ó hierro para cocer al horno viandas ú obgetos de 

repostería. 

liando m. Voz del perro entre ladrido y ahullido que la usa comunmente 

cuando levanta y persigue caza, 

llatir v. n. Ladrar los perros de este modo. 

llovido m. La cantidad de lluvia que cae seguidamente. Así se dice: llovido largo 

ó corto; Este mes van ya tres llovidos; Este año á los sementeros les ha hecho 

falta un llovido. 

M 

ma (Común de dos) Voz que la gente del campo, en algunos distritos de este 

reino, antepone al nombre de las personas ancianas: el ma Antón, la ma 

Josefa. Equivale á tío en la 3 a acepción. 

macoca f. Breva seca al sol para comerla. 

maderacion f. El maderamen de un edificio./ [f. 20] 

magenca f. Cava somera á poca profundidad. 

magencar ver. a. Cavar la tierra someramente sin profundizar mucho, 

majo, a adj. sust. (Vulgar) Querido, da.


malear (ver. n. familiar) Andar delicado de salud. Se usa en la frase Viene 

maleando, está male[a]ndo, 8c. 

manezuela f. Badila del brasero, 

manillaf. Manija (3 a acepción). 

manto m (Figurado) Equivale á capa; así se dice manto de agua, de nieve, de 

flores 8c~. Plural- Capas de albardin ó atocha en la[s] cubiertas de las 

barracas. 

mantorna f. La segunda reja (3- acepción) que se da en una barbechera. 

mantornar ver. a. Labrar las tierras por segunda vez, cruzando la labor primera 

(para lo cual se torna la mano y de aquí la voz). 

margual m. (Se dice también marguan y maural). Ruedo en la 4 a acepción 

y también aventada en su 4 a acepción. 

maula f. Maza en la 7 a acepción. 

mayoral m. Persona encargada del cuidado de la hacienda en una casa particular 

á las órdenes del dueño. 

mazacote adj. Equivale á pesado y se aplica lo mismo á una persona, un discurso, 

á un edificio, 8c~. 

medias f. Trato de cultivo en que el dueño pone la finca y alguno de los gastos/[f. 

21] de explotación y el colono los restantes, partiendo entre 

ambos los productos por igual. La parte de frutos correspondiente á 

cada uno de los contratantes. 

merced f. Terreno realengo ó comunal que ha pasado al dominio privado 

mediante un canon ó graciosamente. 

minchirones m. Habas cocidas que se comen en seco. 

molla f. La parte suave y blanda de cualquier cosa. Tierra molla: la que es 

blanda, suave y sin piedras, 

mojar ver. Sopar. 

mona f. Cierto juego de naipes, en el que hay una carta non, que es la mona, 

y el que se queda con ella pierde, 

monda f. La acción y efecto de mondar. (Aquí se dice, por ejemplo, monda 

costosa, tiempo de la monda, ya se hizo la monda). 

monicaco m. (Familiar) Hominicaco, 

moragas f. Granos de trigo asados cuando tierno, 

morgón m. Mugrón. 

morra f. y morrón m. Peñasco saliente en la cima de una montaña, 

mortaja f. La cantidad de especias de toda clase que para el aderezo de un 

cerdo se necesita en las matanzas./ [f. 22] 

N 

naya f. Meseta ó rellano de escalera, 

nispolero f. Nispero. 

novatada f. Acción propia del novato en un colegio ú otra corporación, ó 

que se egerce sobre él abusando de su inesperiencia. 

nube f. Nubada, tempestad, nublado. Nube de piedra: Tempestad de granizo 

y piedra. 

nublo m. Nube pequeña y suelta.


Ñ 

ñora f. (Rustico) Noria. (Id.) Pimientos pequeños redondos ó guindillas. 

O 

ogañazo adv. (Rustico) Este año presente, en contraposición de antañazo. 

olleta f. Olla pequeña./[f. 23] 

oripié m. Base, estribo ó tendido de una sierra ó montaña. (¿Se habrá formado 

esta palabra del griego oros "monte" y el latino pesf Aquí es de uso 

común). 

P 

pajar rn. Especie de almear para conservar la paja á la intemperie, 

pajuza f. Pajuz. 

pala f. Higuera chumba. Cada una de las hojas de la planta, 

palabrotada f. (Familiar) Palabra vana, recia, descompuesta. Usase en sentido 

despreciativo, 

palar m. Sitio plantado de palas ó higueras chumbas, 

palera f. Así se llama también la pala ó higuera chumba, 

panocho, a m. y f. Persona tosca é inculta. 

parada f. Caballón de tierra y broza que al tiempo de regar se forma en las 

acequias para atajar el agua y dirijirla convenientemente, 

pareta f. Pared pequeña. 

parranda f. Baile popular de pais. La música y canto con que se baila. / [f. 24] 

partido m. Trato entre el dueño y el colono de una finca, según el cual este 

hace todo[s] los gastos de cultivo, y el primero se reserva una parte fija 

de los productos en especie, que es variable. (Así hay partido del sexto, del 

quinto, del cuarto &-). La parte de fruto correspondiente al dueño, 

parvada f. Parva, en la 2~ acepción. 

pasos m. Las estaciones del Via-crucis. Andar ó rezar los pasos: Rezar el Viacrucis. 

pecho m. Repecho ó pendiente suave en las tierras de labor, 

pegote m. Adicción ó intercalación violenta y sin armonía con la obra literaria 

ó artística en que se introduce, 

pelados m. (Familiar) Los niños ó muchachos de corta edad, 

pelanchin m. (Familiar) Pelantrín, hombre de escasos ó ningunos haberes, 

pelagartar m. Terreno ingrato y difícil para el cultivo que solo cria piedras, 

pendón f. Ramera. 

pendonear ver. n. (Familiar) Darse las mugeres á la mala vida. 

percanzar ver. anticuado que se usa aun en este pais por la gente rústica con 

otras muchas palabras de la misma especie, de que esta se pone como 

ejemplo. 

pereta f. Clase de pera pequeñita y temprana, 

peretero m. El árbol que produce las peretas.


perigallo m. Escalera de mano con pie para/ [f. 25] asegurarla, de forma rústica 

y sirve en los campos para talar los arboles, coger los frutos y otros 

usos. 

pernera f. (Rústica) Piedra de chispa ó pedernal para encender lumbre, 

perola f. Especie de perol mas pequeño que el ordinario, 

picola f. Especie de pico (3 a acepción) pequeño que tiene un uso especial, 

pichona f. Un juego de naipes de azar, usado entre la gente vulgar, 

pinada f. Pinar. 

pinatar m. Plantio de piños nuevos. 

pinato m. Pino joven que no ha llegado á su completo desarrollo, 

pinocha f. Ramaje del pino, con su hoja, separado del árbol. (A la hoja del 

árbol se le llama juma). 

pihuelo m. Granillo ó simiente de la uva que se separa al pisarla, y de otros 

frutos análogos, 

piola y piula f. Triquitraque. 

piolar v. Pipiar los pollos ó pajaritos. (Gongora dice Pióla cual gorrión/ cacareóla 

cual gallo...). 

plantón m. Árbol nuevo, especialmente el olivo, 

plantonar m. Plantio de olivos nuevos. 

platero, a adj. Que se aplica á los asnos cuyo color es gris plateado. U.t.c.s. 

pollizo m. Árbol nuevo. 

poquitico, a ad. Que se aplica á la persona pusilánime, apocada, que es de 

poquito. Usase también como sustantivo, 

portal m. Umbral (I a acepción) en las puertas de las/[f. 26] casas ó de las 

habitaciones, 

pósete m. Destilador ó pié de jarra. 

potrear v. (Familiar) Cansar, moler, aburrir con pesadeces, 

pozalero m. Tonelero. 

primaveral adj. Propio de la primavera o perteneciente á ella. 

propio m. Peón que se manda expresamente y ganando horas con alguna 

carta ó noticia de interés. Ir de propio: Caminar en esta forma. (Figurado) 

Se dice del que anda muy de prisa. Finca ó propiedad, especialmente 

si es de importancia. 

punchazo m. Punzada. 

Q 

quejicon adj. Quejicoso. 

quinario m. Ejercicio religioso que se hace en cinco dias como el quinario de 

la pasión. 

quinción f. (Rustico) Disputa ó pendencia/ [f. 27]. 

R 

rabotero, a adj. De carácter agrio y agresivo; que hace ó dice rabotadas, 

rafalí adj. Que se aplica á cierta clase de carne en su espendición. 

ramalazo m. Ramal, en su cuarta acepción aplicado á las tempestades. (Aquí 

se dice un ramalazo de agua, un ramalazo de granizo &-).


rambla f. Torrentera ó lecho ancho y profundo, seco de ordinario y cubierto 

de arena, por donde fluyen las aguas de lluvia. 

ramblada f. La avenida ó caudal de agua que corre por una rambla y á veces 

produce inundaciones de importancia. 

ramblizo m. Rambla pequeña, de escasas avenidas. 

rasera f. Instrumento de cocina que sirve para revolver los fritos, raer las sartenes 

y artesas y para otros usos, 

recancanilla f. Retaila, estrivillo largo y cansado, 

regle m. Reglón de albañiles. 

regomello m. (Familiar) Reparo, escrúpulo ó desazón interior en hacer ó 

decir una cosa. 

rejón m. Reja pequeña (2 a acepción) y embutida en la pared, 

remanente ad. (Vulgar) Proveniente ó procedente. 

remijón m. Saquilada. Corta porción de molienda en la 2 a acepción. A remijones 

fr. fam. En veces, en pequeñas cantidades./ [f. 28] 

remojón m. Mojada, mojadura; por acción y efecto de mojar y mojarse. Darse 

un remojón fra. fam. Bañarse. Agua con aceite, sal y vinagre en que 

se sopa pan, de que hace uso la gente del campo como alimento ligero 

y refrigerante. 

remostron m. (Fam.) Emboltorio ó bulto formado por ropas en desorden. 

rento En la frase a rento equivale a "en arrendamiento". 

repropiarse ver. Contenerse, afirmarse el que tropieza ó resbala y va á caer. 

Fig. Contenerse en un arrebato de ira ú obcecación. 

requejo m. Baile anticuado, que tomó su nombre del célebre bailarín murciano 

Requejo que reformó el bolero. 

rescullar y rescullir ver. Resbalar. 

rescullon m. Resbalón. 

resentirse v. rec. Sentir en cualquier parte del cuerpo dolor ligero ó la desazón 

que queda cuando este termina. (Aun se resiente de sus heridas; se 

resiente del golpe 8c~). 

resultida f. (De resultará resaltar) Estremecimiento fuerte del cuerpo ó rebote 

nervioso ocasionado por un susto ó por otra conmoción cualquiera. 

retestin m. Olor particular desagradable que por exceso de fuego adquiere 

un guisado ó cualquier cosa que se cuece. 

retestinar verb. Adquirir ó tomar dicho defecto y mal olor. (U.t.c.r.). / [f. 29] 

retijar ver. Retesar. 

rocador m. Caña larga con una especie de rocador en un extremo y sirve para 

coger fruta y otros usos. 

rodaja f. En obgetos comestibles equivale a rueda, 4 a acepción. Circulo de 

cuero, fieltro ú otra materia análoga que se aplica algunas veces entre 

las ruedas de una máquina para evitar el roce ó ajustar el movimiento. 

rollo m. Rosquilla, 2 a acepción. A pico de rollo: fr. fin. que se emplea para 

expresar una alimentación escogida y regalona. 

rosco m. Especie de rosquilla, aun que no siempre tienen la forma de estas. 

(Roscony rosquete parecen derivados mas bien de rosco que de rosca). 

roya adj. Roja. Se aplica especialmente á la tierra de este color. 

roza f. Labor que se hace en las minas al descubierto en forma de zanja mas 

ó menos profunda. Trabajara, roza abierta: A cielo descubierto formando 

zanja.


ruche m. Asno pequeño. Quedarse a ruche: frase fam. Quedarse pobre, perder 

su fortuna. 

rustidera f. (De rostir, ant. asar) Especie de cacerola ó tartera por lo común 

de cobre estañado que se emplea para hacer en ella los asados al horno./[f. 

30] 

S 

sacar el sain á alguno fr. fam. Chupar, esquilmar, agotar su sustancia, intereses, 

trabajo, 

sal de lobo f. Cuarcita. 

salsear (fam.) Oliscar (2 a acepción) Entrometerse inoportunamente en 

cosas ó asuntos, 

salsero, a m. y f. El que salsea. 

saque m. (Familiar) Salida. Buscar el saque a un negocio; no tiene saque. En agricultura, 

el sitio de la salida del agua en una acequia ó brazal común, 

señor, a m. y f. (Vulgar) El suegro, la suegra, 

sipia f. Herraj, orujo. 

sobreacequiero m. El encargado del cuidado ó gobierno de una acequia, 

solana f. La vertiente que mira al medio dia en una montaña, 

sopicaldo m. Caldo con sopas muy claras, 

surtidero m. Puertecita de escape ó comunicación./[f. 31] 

T 

tabla de pan f. Tablero construido á proposito para llevar á cocer los panes 

al horno. 

tajo m. Cuadrilla de jornaleros ó trabajadores especialmente albañiles. 

talábante m. El embozo de una capa. Hacer una cosa tiras y talaba[n] tes. fr. 

fam. Destrozarla, repartirla en fracciones insignificantes. 

tambanillo m. Tinglado que se construye á la ligera para resguardarse del sol 

en las eras y otros descampados y también para guardar los frutos desde 

lo alto. 

tapenera f. Alcaparra, planta. 

tardión m. (Familiar) Retardo ó retraso, especialmente en llover, 

taquilla f. El sitio donde se expenden los billetes para el teatro ú otras diversiones. 

taquillero m. Expendedor de dichos billetes. 

telo m. Tela, 7 a acepción. Coagulo tenue que se forma en la superficie de 

algún liquido. 

tendida f. Mantel de lana de colores que usa para comer la gente ordinaria, 

tendido m. Tela de lana fabricada expresamente para abrigar los panes en 

masa. 

tenor m. Guitarra mediana de son de tenor, 

testarazo m. (faml?) Testarada. 

tierra en las frases siguientes: tierra blanca, la que no tiene arbolado; tierra 

de boquera, la de secano/ [f. 32] que disfruta del beneficio de avenidas; 

tierra de gotera, la que no goza de otra agua que la del cielo.


timple m. (Vulgar) Tiple, guitarra pequeña de voces agudas. 

tinglado m. Tablado ó cobertizo que se improvisa á la ligera y de consiguiente 

de poca resistencia. Descomponer el tinglado: fr. fam. por descomponer 

ó desbaratar un negocio. 

tormo m. Terrón de tierra, especialmente los que se forman al labrar o 

cavar. 

torradas f. Parrandas; música y baile popular, 

torreta f. Torre o mirador en las casas particulares, 

tragilla f. Trabilla. 

traspol m. Piso de una habitación formado únicamente con yeso enlucido, 

trenque m. Portillo que abre el agua en una acequia ó bancal, 

trigarral m. (Familiar) Sementero de trigo que esta espeso y lozano. 

umbría f. La vertiente que mira al norte en una montaña./[f. 33] 

vergas f. (Rústico) Zarcillos. 

U 

V 

Z 

zagal, a m. y f. (Rústico) Niño ó muchacho antes de la adolescencia. 

zafero m. Palanganero. 

zafran m. Azafrán. 

zamarrazo m. (Familiar) Trastazo. 

zaranda f. Pequeña criba de hoja de lata que se usa en las cocinas para limpiar 

el arroz y otras semillas. 

zarangollo m. Fritada de calabaza, cebolla y tomate a los que suelen añadirse 

otros adherentes. 

zargallote, a m. y f. Tagarote. Hombre ó muger fornidos y corpulentos. 

zimboba f. (Vulgar) Zamboa. 

zofra f. Correa ancha que sostiene las varas de un carro sobre el sillín de la 

caballería. 

zonga f. (Familiar) Hacer zonga. Hacer novillos. 

zorollo, a adj. Que se aplica á los frutos que no han llegado á su sazón com 

pleta. Así se/ [f. 34] dice trigo zorollo, cebada zorolla, fruta zorolla. 

zunzún m. (Familiar) Runrún, rumor, 

zunzunearse ver. Susurrarse, 2* acepción. 

[f. 35] Voces usadas en el lenguage común de este reino de Murcia, que se 

encuentran en el Diccionario con este carácter y se ha creído necesario 

corregir ó enmendar


alporchon Es voz que únicamente se usa en Lorca y se aplica no solo al edificio 

donde se subasta el agua para regar las tierras, sino también al acto 

de dicha subasta. 

bardomera Generalmente se dice baldomera, aunque algunos rústicos pronuncia 

bardomera, por corrupción de la / en r, común en España en esta 

clase de gente. 

barraca f. Vivienda rústica usada en varios pueblos de la provincia de Murcia, 

especialmente en la huerta de la capital, de planta cuadrilonga, 

armazón de madera y cañizos, las paredes de adobes o cañas rebozadas 

con barro ó yeso y la cubierta de atocha ó albardin elevada en el centro 

en forma de tejado á dos aguas. 

barracón m. Barraca construida mas á la ligera y ordinariamente mas pequeña 

que las comunes y destinada generalmente á vivienda de los animales. 

a bonico adv. Quedo (2 a , 3 a y 4 a acepción). 

cachulera f. Habitación mezquina, sucia y retirada. 

caracol chupalandero ó chupadero m. El de tamaño/ [f. 36] menor que el 

ordinario que se come chupándolo, 

enrastrar v. a. Colocar en rastras o sartas los capullos de seda, ajos, cebollas, 

pimientos & a . 

escaldufar v. a. Escaldar ligeramente. Chamuscar, 

fosca f. Bosque ó malezas enmarañadas. 

mampirlan m. Listón de madera que en las escaleras de yeso y loseta ordinaria 

se coloca en la arista que forman los escalones. 

perfolla f. La hoja que cubre en varias capas o folículos el fruto del maiz, 

cebolla, ajo y otras plantas, este seca o verde. (Esta voz de uso general 

aquí ajusta exactamente á su raiz etimológica Perifolla). Paja de maiz. 

quijero m. Cada uno de los dos malecones ó caballones de tierra que forman 

la caja de una acequia ó brazal. 

tápana f. (Tápena es como generalmente se dice) y su aplicación mas común 

es al alcaparrón. 

[f. 37] Voces usadas en el lenguage común de este reino de Murcia que el 

Diccionario califica de provinciales de otros reinos, y que lo son también 

de este 

Arag. Brazal. 

Arag. Caracola (El caracol terrestre de concha prolongada, bulimus) 

Anda!. Coco (percal) 

Andal. Cuartero. 

Andal. Curdo. 

Arag. Mechero. 

Andal. Raspinegro. 

Andal. Regelear. 

Andal. Regeleo. 

Andal. Sesada. 

Arag. Silleta (por jamuga) 

Arag. y Nav. Uva (por racimo de uvas) 

Arag. Canalera (por canalón)


[f. 38] Voces que suenan en el Diccionario como provinciales de Murcia y 

no se usan en este reino; al menos en el dia 

Algevena 

Brote 

Burengue 

Capolar 

Carricoche (Por carro de la basura) 

Cisca Por carrizo (Hay una planta que llaman sisea, distinta del carrizo). 

Mantillón 

Mojada (Como se usa mojar por sopar, una mojada equivale á un pedazo de 

pan sopado en caldo). 

Várgano 

Matacandil (Langosta de mar)

la crítica pionera del diccionario académico: el manuscrito sobre las ...

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