038

724 100 44
                                    

Luego de una hora hablando con el psiquiatra Oh acerca de cómo ha ido mi vida estos últimos días y cómo me he sentido, me he dirigido al centro comercial en busca de lo que podría ser un regalo adecuado para KyungRi, debido a que su cumpleaños se encuentra casi a la vuelta de la esquina al igual que mi primera paga. Tras ver un par de tiendas y considerar algunas cosas, he ido a parar directo a casa de Chen como lo acordamos la noche anterior a través de mensajes de texto. Y mientras que NaYoon se haya ocupada arreglando aquel problema que surgió en su vida amorosa, yo me encuentro siendo envuelta en un tierno, y algo efusivo, abrazo por parte de JongDae tras haber llegado a su hogar temblando como un cachorrito. Porque a pesar de que me he abrigado como se debe antes de salir de mi hogar para no agarrar un resfriado indeseable, no he podido evitar que tanto mis manos como pies, se terminen enfriando gracias a las bajas temperaturas que atacan a Seúl durante estos meses.

— ¡Dios! ¡Tienes las manos heladísimas!

Sin decir nada más, envuelve mis extremidades entre las suyas para frotarlas y exhalar sobre ellas un poco, todo con intenciones de ayudarme a recuperar el calor que he perdido en el trayecto hasta aquí. El efecto que busca provocar en mi sistema parece ser demasiado tardado para él, por lo que, al final, termina besándolas para luego internarse a su departamento conmigo siguiéndolo de cerca.

— Te prepararé algo de té para que entres en calor — avisa, dejándome en medio de la sala para que me ponga cómoda mientras lo veo dirigirse a la cocina. — Pudiste haberme llamado y hubiera ido por ti — se queja con el entrecejo arrugado, mirándome de manera desaprobatoria al haber rechazado, en más de una ocasión, sus servicios gratuitos como taxista.

Me deshago de mi abrigo, bufanda y gorro con paciencia, dejando todo ordenado en una esquina del sofá para que no estorben.

— No era necesario, además, tras salir de la consulta fui a ver un par de tiendas en busca de un regalo para KyungRi.

— ¿Por qué no me dijiste? Te podría haber acompañado — dice, mirándome con lo que parece ser una mezcla de tristeza e indignación.

Me encojo de hombros, quitándole importancia al asunto porque no tengo una razón más grande que el hecho de que quería ir sola y probar que tan fuerte se vuelve mi ansiedad ahora, que el tratamiento parece ir viento en popa. No es que no disfrute de estar y salir con él o mis amigas, pero también, sé muy bien que no siempre voy a poder depender de ellos para enfrentar el mundo exterior y hacer todas las cosas que debo hacer. Además, estar a solas conmigo misma es algo de lo que siempre he disfrutado y a veces necesito tomarme ese tiempo.

Camino hasta él a pasos lentos, rompiendo la pequeña distancia.

— No quería molestarte, además, aunque hayas ido por mí, de igual manera tendría mis manos, pies y nariz heladas.

Poso mis manos en su cuello descubierto, tomándolo por sorpresa, y sonrío con maldad al recibir la reacción que esperaba de su parte ante mi repentino contacto. Se queja y retuerce como un completo exagerado, haciéndome reír. Coge mis muñecas con rapidez y las aleja de su cálida anatomía, tensando los dientes en una divertida mueca de la que me permito disfrutar.

— Te quiero... Pero no me toques mientras tengas las manos así de heladas, que me da frío.

— Me dueles, JongDae — digo con fingido dolor, intentando zafarme de su agarre pero fallando enormemente cuando él aumenta un poco la fuerza y tira de mí hacia su cuerpo.

— La sinceridad siempre duele, bonita — susurra sobre mis labios, liberando una de mis manos para dedicarle una tierna caricia a mi rostro con las yemas de sus dedos.

— Lo sé... — murmuro, perdiéndome en la infinidad de sus ojos y permitiendo que pose sus suaves labios sobre los míos en un beso que he estado esperando desde que ingresé a su hogar.

ANDROFOBIA » KIM JONGDAE ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora