Capítulo 10

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—¿Alguien quiere decirme cómo vamos a entrar?

Los quince estamos a las orillas del bosque ocultándonos de los ojos de cientos de ángeles que cuidan el abrigadero.

Hay un tronco de árbol tirado, y no tardamos ni un momento en echarnos al suelo y mirar desde este punto.

Estoy muy decidida, pienso sacar a Jason de aquí, y si es posible también a Lily. Sin embargo las cosas se tornan un poco complicadas, pues aquí afuera hay más seguridad de la que supongo hay allá arriba.

—¿Ya los viste? — oigo que pregunta Luzbel, sin embargo no estoy segura que sea a mí —. El brazalete que llevan, con eso se identifican.

—Bueno, necesito a dos humanos para quitárselos, elígelos — contesta otro, pero no quiero ni voltearme a mirarlo.

—De acuerdo — acepta removiéndose de mi lado —. Necesito a dos valientes que quieran ayudar.

—Vamos — pide Kate dándome un ligero golpecito con el codo.

—¿Por qué carajo me tocó una amiga loca? — susurro aceptando su petición.

—Ustedes no — se queja Rafael.

—Tu cállate, nadie puso condiciones — contesto en susurros.

—Está bien, será mejor que sean ellas, llamarán más su atención — contesta el primero, que está en medio de Luzbel y Rafael.

—Te juro que si algo les pasa van a rodar cabezas — sentencia Luzbel.

—Eso suena bien, Gabriel. Luzbel terminaría matando a medio abrigadero solo — contesta otro que está a unos ángeles más hacia la derecha.

—No des ideas, Miguel, sabes que los dos se lo toman muy en serio — pide otro mas, pero no alcanzo a ver en donde está.

—¿Quieren darse prisa? No estamos para andar perdiendo el tiempo — se queja mi amiga irritada.

—Bien — acepta el que creo es Gabriel al tiempo que se para —. Vengan.

Kate es la primera en pararse, yo le sigo, pero Luzbel me sostiene del brazo antes de que pueda alzarme un poco.

—Uno: no hagas tonterías. Dos: haz exactamente lo que te diga Gabriel sin importar nada. 

—No pasa nada, estaré bien — le aseguro.

Termino de ponerme de pie y sigo a Gabriel junto con mi amiga. Caminamos alejándonos un poco de los demás, pero sin salir o exponernos demasiado fuera del bosque.

—Escuchen — pide parándose y volteando a vernos —. Esto es muy fácil, van a salir a la calle, y van a caminar como si nada al lado contrario al abrigadero, ellos van a notarlas en seguida, así que vendrán e intentarán llevárselas.

—¿Y luego? — pegunto.

—Ustedes solo encárguense de llamar la atención de algunos, lo demás es asunto nuestro.

—Vale — acepta Kate —. ¿Hacemos algo en especial o sólo caminamos?

—Hagan algo de ruido, pero no demasiado, no quiero que salgan medio ejercito por ustedes.

—De acuerdo — acepto.

—Y otra cosa — inquiere antes de irse —. Procuren estar más cerca del bosque, si pueden correr para que las sigan mejor.

Luego de asentir nos separamos, Gabriel vuelve con los demás y nosotras caminamos unos metros más antes de empezar a salir por completo.

—De ser comandantes a ser carnada — comenta mientras va caminando despreocupada, como si estuviera dando un paseo en el mundo de antes.

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