04

1.7K 262 386
                                    

— ¡Te digo que mis sueños tienen algo extraño! Mira, mira esto...

— Gerard, tú igual me resultas súper atractivo pero en serio, no es necesario que te desvistas acá. Estoy trabajando.

Gerard puso los ojos en blanco y terminó de quitarse la chaqueta para luego poder alzar el brazo de su camiseta, la cicatriz rosada seguía ahí, como si un fierro caliente hubiese sido presionado contra su brazo herido. Estaba ahí, y el día anterior no había estado ahí, incluso Bert sabía que sus brazos estaban totalmente sanos veinticuatro horas atrás, entonces, ¿Por qué demonios no le creía?

Sus ojos entre cerrados, su boca levemente abierta y esa mueca de preocupación era exactamente la misma reacción que había tenido su hermano esa mañana. Sólo que Mikey había propuesto llamar a su madre quien a esa hora estaba rumbo al trabajo, pero Gerard se había negado diciendo que posiblemente no era nada importante y que durante el día se iría.

Mikey había pensado que Gerard estaba haciéndose daño a sí mismo, lo sabía. Y creía que Bert estaba pensando exactamente lo mismo.

— Yo no me hice esto, Bert... y si me lo hubiese hecho estaría, no lo sé, sangrando o infectado o algo así. ¡Es totalmente nuevo! Ayer no tenía esto.

— Pero debe haber alguna respuesta lógica —propuso Bert—. Estoy seguro que está herida no es el resultado de un sable de luz...

— Las balas se parecían, pero no eran sables. Eran pistolas de rayos laser o algo así —replicó Gerard, acomodando sus ropas nuevamente.

— Bien, está herida no la creó una de esas armas que dices tú. Es sólo una quemadura, y de seguro lleva siglos ahí pero como has visto demasiadas películas y has leído demasiados cómics tu cabecita se está... trastornando.

— ¿Crees que estoy loco? —exclamó Gerard.

— No, no —se apresuró Bert, meneando ambas manos frente a su rostro—. Más bien estás cansado. Cansadísimo. Y ahora debes ir a casa y debes dormir... por favor, sin esos sueños raros. Consigue algunas Clonazepam, unas dos o tres píldoras te prometen un hermoso y largo sueño sin... sueños. Es lo que necesitas, amigo mío.

— ¿Drogarme?

— ¡No! Descansar. Hazme caso, duerme un poco y mañana estarás tan fresco como una margarita —Bert le guiñó un ojo, con esa típica sonrisa suya en la cual Gerard no sabía si estaba recibiendo un extraordinario consejo de un buen amigo o estaba siendo víctima de una burla. De todos modos asintió, acomodó su chaqueta y se colgó la mochila al hombro.

— Hasta mañana, Bert.

Y se marchó a casa.

Había cerrado los ojos cerca de las once de la noche, pero cuando los abrió, era de día. Por algunas rendijas ocultas a simple vista entraba luz natural, la suficiente como para distinguir las siluetas de los muebles que lo rodeaban. Seguía en esa especie de enfermería, y estaba todo en total silencio. Se puso de pie y miró entorno a sí, claramente estaba solo ahí, así que no se sintió avergonzado cuando acomodó sus ropas, ordenó su cabello y abrió la puerta del lugar. Para su sorpresa no tenía seguro. Y afuera se encontró con diversos ruidos que en un primer momento le desconcertaron.

Esas paredes tenían alguna particularidad, porque el color no se colaba a través de ellas. Anotó mentalmente preguntarle a alguien con respecto a eso, pero por el momento tenía un asunto más importante. Y era encontrar a alguien.

— Tú debes ser el muchacho que encontraron ayer —una voz femenina habló a sus espaldas. Gerard se giró para encontrar a una mujer morena, con cabello negro, ojos almendrados y labios rojísimos. Vestía un atuendo similar al de los hombres que lo habían encontrado la noche anterior, sólo que el de ella era apegado a su femenina figura. Sus largas piernas estaban coronadas por unas pesadas y sucias botas que le llegaban casi hasta la rodilla.

tales from (i)reality • frerardWhere stories live. Discover now