Cine

Cómo 'Solo en casa' se convirtió en la película a la que no nos cansamos de volver cada Navidad

La cinta, protagonizada por Macaulay Culkin y dirigida por Chris Columbus, cumple treinta años
'Solo en casa' Macaulay Culkin películas Navidad aniversario
'Solo en casa' Macaulay Culkin películas Navidad aniversarioLFI/Cordon Press

Hay una triada de películas que aquellos nacidos en los años 80 asocian con la Navidad. La familia Addams, Gremlins y Solo en casa. Cada una es muy diferente de las otras dos, pero todas se cocinaron con una receta similar: la fuerza de la familia, el valor de la amistad y la reivindicación del hogar como lugar seguro. Mucho antes de que las historias plagadas de efectos digitales tomaran las salas de cine en estas fechas, estuvieron otras que sentaron las pautas a la hora de hacer cine familiar.  El 21 de diciembre de 1990 llegaba a las salas Solo en casa, la historia de Kevin McCallister, un niño que se quedaba solo, lejos de una familia bastante insoportable, durante las fiestas. Un largometraje que supuso la puesta en escena del sueño de muchos niños que solo querían vivir sin vigilancia y sin mayores a los que aguantar.

Parece que el problema recurrente de no llevarse demasiado bien con suegros o cuñados solo afecta a las personas en edad adulta, pero el protagonista de Solo en casa ya puso sobre la mesa la versión infantil del mismo. Ni el mejor de los chavales se lleva bien con una tía besucona a la que solo ve durante una semana al año, ni tampoco soporta al tío que compara sus calificaciones escolares con los de sus propios hijos, los odiados primos. 

Catherine O'Hara y Macaulay Culkin, como Kate y Kevin, en una escena de ‘Solo en casa’

United Archives/Cordon Press

Solo en casa cuenta con ternura la historia un miembro de una familia realmente numerosa que se tiene que enfrentar a unas navidades en soledad. A los que no hay que perder de vista entre todos los personajes son a Kevin, el protagonista de la película, y a Kate, su madre. El primero vivirá la vida loca cuando su familia salga apresuradamente, después de haberse quedados dormidos, en un transfer camino al aeropuerto para coger un vuelo a París, donde esperan estar hasta Nochevieja, dejándolo a él solo en una imponente casa con jardín en un suburbio de Chicago. La segunda, carcomida por la culpa de haberse olvidado de un hijo sin darse cuenta hasta bien entrado su vuelo de vacaciones, tendrá que ingeniárselas para volver y reencontrarse con su chiquitín.

Kevin está feliz de haber perdido de vista a una familia que le había recordado justo la noche anterior del olvido cosas como que nadie lo quiere o que es un poco repelente, que lo es, pero eso se descubre más adelante en la película. Se dedicará a hacer cosas de mayores: a afeitarse sin tener barba –y a improvisar uno de los gritos más recordados del cine–, a pedir pizza a domicilio –solo de queso, por supuesto–, a hacer ver a una cajera de supermercado que la higiene dental es muy importante y a enfrentarse a dos ladrones que patrullan su barrio para robar en las mansiones vacías por las vacaciones.

Macaulay Culkin y Joe Pesci, como Kevin y Harry, en una escena de ‘Solo en casa’

Cordon Press 

La película es de aventuras, de las que gustan a todos. Hay un inicio apresurado y chispeante, un puente en el que el espectador disfruta como un niño de la buena fortuna de Kevin, un conflicto cuando los cacos entran en escena y un final apoteósico en el que nada sale mal, como es previsible desde un primer momento, pues esta es una historia para ser disfrutada, a poder ser, en Navidad. La película no hubiera funcionado sin Macaulay Culkin en el papel protagonista, un rol que se escribió específicamente para él después de que el guionista lo viera – y trabajara con él – en Solos con nuestros tío, una película estrenada en 1989. El actor fue el niño de oro del cine en los primeros 90, aunque unos padres algo avariciosos y una industria que quería exprimirlo hasta las últimas consecuencias casi acabaron con él. Tampoco hubiera podido funcionar sin Catherine O'Hara en el papel de Kate. La expresiva actriz, a la que el gran público ya había adorado en Bitelchús, era la idónea para dejar escenas para la posteridad como aquella con ese “¡Kevin!” que lanza a grito pelado en el avión cuando empieza a enumerar, inquieta, lo que podría haber olvidado antes de salir de casa.

Joe Pesci es en la cinta Harry y Daniel Stern es Marv. Ellos son los ladrones y su química con el pequeño protagonista funciona a la perfección, aunque Pesci en un primer momento tuvo dudas sobre si participar o no en la película. A fin de cuentas, el intérprete se alzaba con el premio Oscar por su papel en Goodfellas unos meses antes del estreno de Solo en casa y podía presumir de haber trabajado en Toro salvaje, Érase una vez en América o Arma Letal 2. Su imagen de tipo duro cambiaría al trabajaren Solo en casa, pero esto fue algo que permitió que el público viera otras facetas del intérprete. Es más, su costumbre de soltar tacos sin parar en el set de rodaje hizo que los encargados de velar por los niños que por allí corrían sin parar lo convencieran para que los cambiara por palabras más amables. Así que el cambio no fue solo en su carrera, fue también personal.

Una escena de ‘Solo en casa’

LFI/Cordon Press

Chris Columbus fue el encargado de dirigir la película, con un guion de John Hughes –responsable de comedias de los 80 tan celebradas como El club de los cinco o La chica de rosa– y música de John Williams. Este trío consiguió enganchar a la audiencia y recaudar más de 400 millones de euros en los cines. Una cantidad de hace treinta años que haría languidecer las que amasan a día de hoy títulos de Disney o Marvel. Por supuesto, y como suele ser habitual con títulos que años más tarde han conseguido posicionarse como películas de culto, la cinta tuvo críticas más que tibias tras su lanzamiento. Los Globos de Oro llegaron a nominarla en la categoría de Mejor comedia, son los premios que mejor conectan con el sentir popular, y Williams fue nominado en los Oscar por la partitura que es imposible dejar de escuchar cuando a uno se le mete en la cabeza.

La película funciona porque apela directamente a los sentimientos de cualquier niño. Pocos son los que se han llevado de perlas con sus hermanos, todos han saltado en la cama de sus padres cuando nadie los veía y ninguno ha puesto buena cara cuando le han dejado delante un plato de verdura para cenar. Los chavales siempre han querido aparentar más edad de la que tenían, entrar en los cuartos que tenían la puerta cerrada, hacer, en definitiva, lo que hacían los adultos. Pero también han sufrido cuando han pasado más tiempo de la cuenta sin poder ver a mamá. Todo ello es lo que está reflejado en Solo en casa, el abanico de emociones por el que un niño –y todo el mundo lo ha sido– pasaría en una situación a priori tan apasionante y divertida para alguien pequeño. Y funciona tan bien como el engranaje de un reloj. Divierte, asusta y hasta emociona cuando tiene que hacerlo.

La aceptación de Solo en casa fue tal que se convirtió en una suerte de franquicia. Un par de años más tarde, en 1992, se repetía la misma historia en su secuela. Kevin se perdía en el aeropuerto y cogía un avión a Nueva York, en vez de a Florida con su familia. Allí alternaría con Donald Trump en el hotel Plaza, lugar que pagaría con la tarjeta de crédito de su padre (otro sueño hecho realidad para cualquier chaval). Esta fue la última cinta con el elenco protagonista conocido, aunque hubo otras tres que nacieron para televisión con un reparto diferente. Macaulay Culkin ya era toda una estrella infantil y se puedo permitir rechazar el papel, del que ya estaba aburrido. En 1994 trabajaría en la última historia en la que explotaría su cara de niño angelical, Niño rico, volviendo al cine casi una década después ya como adulto con Party Monster, esa revisión de la historia de los club kids de Nueva York, que obsesionó a la generación electroclash de principios de los 2000, que dejaba clarísimo que Culkin no tenía interés alguno en ser un actor adulto.