ENTREVISTA

Alberto García-Alix: “Como buen español, tengo un gran sentido trágico de la vida”

El fotógrafo leonés, una de las lentes de mayor prestigio internacional, protagoniza una muestra titulada ‘Mi tiempo y su futuro’ en la galería madrileña de Albarrán Bourdais. Una cita que coincide con la publicación de un volumen gráfico que recoge imágenes realizadas por él entre 1975 y 1981
Alberto GarcíaAlix
‘El padrastro de la urraca’ (2005). Autorretrato de Alberto García-Alix.

Aunque con la edad se pierden reflejos y se gana en sensatez, Alberto García-Alix (León, 1956) sigue siendo aún hoy el irredento aficionado al motociclismo que siempre fue, participando incluso en carreras de motos por ocio, como la que a mediados de mayo le llevó a competir en un circuito de tierra en su ciudad natal. “No sé conducir un coche. Las motos han sido todo un karma. Me hacen la vida más leve, más divertida, más adrenalínica”, comenta el artista, mientras procede a detallar las características de su flota: una Triumph de competición, una Derbi antigua de carreras y tres Harleys. “Hace poco fui a Ibiza y me llovió desde Requena a Denia. Dos horas y media bajo el agua, a mi edad, se pasa miedo. Dices: ‘Bueno, la neumonía que me voy a pillar…’. Eso sí, cuando llegué me sentía un campeón”, confiesa entre risas en una charla que tiene lugar en la galería de Albarrán Bourdais (Barquillo, 13. Madrid), donde se puede visitar hasta el 22 de julio la muestra Mi tiempo y su futuro.

La exposición está articulada en torno a tres salas en las que, abordando temáticas vinculadas a lo social, la naturaleza y el arte de retratar –una de sus predilecciones–, el creador ha rescatado un conjunto de imágenes de su archivo, asociando algunas de ellas por parejas para crear una dialéctica entre distintas épocas creativas. “El retrato es siempre un enfrentamiento, un ejercicio tenso, que me parece fascinante. Yo lo vivo como una mirada frontal. Me siento un púgil. Por ejemplo, a la gente que posa riendo en las fotos, la odio. Como buen español, tengo un gran sentido trágico de la vida”, ríe. Una mención especial merece la serie Fantasías del Prado (2018-2021), en las que García-Alix parte de la riqueza de la colección de la pinacoteca para crear composiciones de múltiple exposición cargadas de un simbolismo lírico.

‘Último suspiro’ (2020).Alberto García-Alix

“La fotografía se ha convertido en un camino de ida y vuelta”, reflexiona sobre el concepto de la muestra. “Cuando empecé, mi idea de la fotografía era la del cazador con la escopeta y el tigre abajo, muerto. Muy naturista. Es decir, lo que hay tiene que verse. Pero esa idea, lógicamente cambia, evoluciona. Dejó de tener para mí ese sentido para convertirse más en un espacio donde inventarme. En soledad o con cualquier elemento. Con la edad que tengo ya, y más de 45 años de profesión [por su objetivo han pasado personalidades de la talla de Camarón, Almodóvar, Alaska o Rossy de Palma], lo que me fascina es el diálogo que me obliga a entablar con lo que veo. Terminas por mirarte a ti mismo. Una manera de ser es una manera de ver y una manera de ver es una manera de ser. Esa, para mí, es la gran premisa de la autoría. Entiendo mis vértigos, mis miedos, mis tensiones. Siempre están. Siempre. Me gusta que las fotos huelan. Y duelan”.

Son tres, argumenta, los pilares que hacen que no haya perdido nunca las ganas de confrontar el mundo a través de la lente. “Si todavía sigo haciendo fotos es, primero, por la poesía. La poesía de la vida y la poesía de la imagen. Luego, por la curiosidad. Siempre he sido una persona de curiosidad permanentemente insatisfecha. Y tercero, por mi alma infantil, juguetona, que no es lo mismo que el infantilismo. Esas premisas son las que me arman para volver a coger la cámara”. Aunque, en ocasiones, ‘coger la cámara’ implica navegar instantes de profunda dureza emocional. “Mira, me viene una amiga. Tiene un cáncer estomacal terrible. Y tiene una oportunidad en una operación salvaje y quiere que, antes de lo que tenga que pasar, le haga un retrato. Qué difícil se hace mirar por el objetivo a la cara de alguien en esta situación. Qué momento”.

Una de las señas de identidad del trabajo de Alberto García-Alix es la crudeza y la candente cercanía con los que documentó la revolución generacional en las calles de Madrid que trajeron consigo los albores democráticos. ¿Fue la Movida un fenómeno social tangible o ha sido más una especie de fantasía narrativa creada intencionadamente a posteriori? “La Movida ha sido denostada por todos los que la envidian. No había un manifiesto artístico, con lo cual, no era un movimiento como tal. Lo que vino a ser fue una eclosión juvenil. Que tiene un antecedente en la cultura underground. Yo, desde los 18 años, estaba en la calle, haciendo cómics y vendiendo prensa marginal en El Rastro. Lo que me gustaba era el rock ‘n’ roll clásico. La mayoría de la Movida me parecía muy 'pop'. En aquella época, la política, no era como ahora que es un enemigo, sino que estaba de nuestro lado. Hubo una permisividad honesta y estimulante”, explica García-Alix, cuyo temprano legado se reúne ahora en el volumen titulado Archivo nómada (Cabeza de chorlito), un libro con más de dos mil fotografías en blanco y negro realizadas entre 1975 y 1981.

“Me siento un privilegiado, he tenido mucha suerte –valora–. Mis fotos se ven en todo el mundo, tienen un peso. Creo que estuve en el sitio adecuado, en el momento adecuado y con el talento necesario. Cuando empecé yo no era fotógrafo. No lo fui hasta mediados de los ochenta. Eso sí, aunque fuera un yonqui, exponía en Londres. Mi trabajo se conoció antes fuera que aquí. Soy Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, vengo ahora de exponer en París con una de las grandes galerías internacionales. No, bien. A mí todo eso, realmente... Tengo otros egos. Divertirme, el acelerador, la fotografía”, explica el retratista, al que también se destacó con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2019.

La referencia a sus largos años de idilio con las drogas no es una figura extraña en el discurso de García-Alix. “Ya no consumo, pero no tengo ningún problema en hablar de ello, tengo una mirada lúcida sobre el tema. Yo he probado todo –éxtasis, MDA–, pero, sobre todo, alcohol y heroína. Es un tema del que la gente, en general, no conoce nada y habla sin saber. Los convencionalismos morales y sus mentiras me revientan. Las drogas actuales son mil veces peores que la heroína. Cuando acaba el colocón de las nuevas sustancias de diseño, la depresión es infinita. Es un diálogo muy complejo”, ahonda.

Dos de las fotografías incluidas en la muestra ‘Mi tiempo y su futuro’.Carolina Balcázar y Ana López Feito

La última pregunta, sobre si lleva en la actualidad una existencia disciplinada en aras de la longevidad, es su favorita de toda la charla. “Qué buena pregunta. ¡Bingo! Sí. Hace diez meses, el médico me dijo que tenía un principio de diabetes. Que si no dejaba el azúcar y no hacía ejercicio, eso iba mal. Me quité el chocolate, era capaz de comerme una tableta entera, y me puse a hacer deporte. Sobre todo, por un asunto: llegó a ser un monotema cuando conduzco la moto por carretera pensar cuánto tiempo me queda sobre las dos ruedas. ¿Qué le pido a la vida? Cinco años más de moto”. Cuando ya no haya moto, ¿será el principio del fin? “No. Ya he empezado a estar en esa edad que yo llamo ‘de las renuncias’. Por eso quiero mantenerme fuerte, porque quiero seguir bailando”.

libros duelo
11 libros imprescindibles sobre el duelo
Gallery10 Fotos
Ver fotos