Publicidad

Espiritualidad
Jueves 03 de mayo de 2018 - 12:00 PM

Para qué navegar en vidas ajenas

Es preciso dejar de ser tan chismosos y respetar los espacios de los demás. Una de las reglas de la sana convivencia tiene que ver con el respeto.

Compartir
Imprimir
Comentarios

Compartir

Hay gente a la que le fascina ‘navegar’ en los asuntos ajenos. En nuestros vecindarios, por citar solo un ejemplo, más de uno conjuga el verbo ‘husmear’ con una sorprendente facilidad.

¿Por qué pasa eso?

¡Por físico morbo! Y todo el mundo sabe qué es eso, así pocos admitan que ‘naufragan’ en un ‘mar de chismes’.

En el diccionario el significado de la palabra ‘morbo’ hace alusión a una ‘enfermedad’ que se da en términos físicos y especialmente en las áreas morales.

En cada uno de nosotros está esa peligrosa atracción hacia lo malvado y lo ‘picante’.

Es una profunda fascinación por la impúdica contemplación de lo que no nos compete.

Lo más atractivo, a la hora del morbo, está en esa enigmática atracción por lo dañino y por lo prohibido. ¡Eso es lamentable!

La pornografía, los crudos registros de accidentes, las imágenes que dan cuenta de infidelidades y, en general, las situaciones en los que los demás ‘quedan en evidencia’ resultan insaciables para muchos.

Cada escena de esas se devora con un apetito voraz.

Hay que admitirlo: el morbo está por doquier y parece que hace parte de nuestra condición humana.

Lo peor es que el morbo invade nuestra vida cotidiana y ocupa el espacio que le podríamos dar a la preservación de los valores e incluso al cultivo de nuestros ideales.

Y es de manera precisa por eso que usted, yo y todos en general deberíamos mermarle a esa curiosidad mal intencionada de escudriñar las vidas ajenas.

Entre menos nos entrometamos en las situaciones embarazosas en las que suele meterse la gente, más serena y apacible será nuestra convivencia.

Eso de querer ver más de lo permitido desdibuja nuestro espíritu.

Al recargarnos de tantas bajezas, nutrimos nuestros pensamientos de cosas negativas y empezamos a sentir la constante necesidad de fisgonear en otras vidas, al punto incluso de perder el pudor.

Husmear los actos inusuales o extravagantes de los demás no es sano y terminamos arrastrados por situaciones oscuras que no nos ayudan a crecer.

No les estoy hablando de ser mojigatos; de eso no se tratan estas líneas.

El asunto es de respeto, de sana convivencia y sobre todo de conservar en nuestro actuar una gota de decoro.

Además, el uso y el abuso a la hora de consumir toda esa basura que nos rodea; en lugar de sumar nos resta.

Lo anterior sin contar que distorsionamos nuestra realidad, afectamos nuestra conducta y terminamos ‘tocando fondo’.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí y únase a nuestro canal de Whastapp acá.

Publicado por EUCLIDES KILÔ ARDILA

Publicidad

Publicidad

Tendencias

Publicidad

Publicidad

Noticias del día

Publicidad