Los cereales

Ya en enero se empezaba a preparar la tierra; a partir del mes de abril o mayo se terciaba para sembrar en octubre o noviembre. Se segaba a mano. Cada segador iba en su surco. Lo segado, se ataba en gavillas. Después de la siega se acarreaba en los carros hasta la era.

Acarreando la miés (años 50)

Ya en la era, se hacían las "hacinas" intentando evitar que éstas se calaran si llovía. Después le llegaba el turno a la "trilla". Previamente se había limpiado la era de piedras y cantos. Esta faena se conocía como rulear la era; para ello se utilizaba un rulo (gran piedra con forma troncocónica, que facilitaba el dar vueltas a la era) y se usaba paja y agua para conseguir un buen suelo.
   
Para trillar lo segado, se extendía la mies y con ayuda del trillo o la trilla (tirados por mulas) se iba dando vueltas a la era. De vez en cuando se le daba vuelta a la parva, y una vez que estaba "recortá" se ablentaba. Este proceso debía hacerse con el aire a favor y con la mies recogida en un caballón.
   
Una vez ablentado, se cribaba el grano para quitar las granzas y piedras. Finalmente, y con la ayuda de la media fanega y los costales, se envasaba el grano y se llevaba a la casa (normalmente se guardaba en la cámara). La paja, guardada en el pajar, se utilizaba para alimentar las caballerías; las granzas se usaban para las gallinas.

Las lentejas

El mejor momento del día: el almuerzo

En la recolección de las lentejas se seguía un proceso exactamente igual que con los cereales, exceptuando que la siega de cereales se modernizó hace ya muchos años utilizando las cosechadoras en lugar de las hoces, los tractores en lugar de las mulas, los sequeros en vez de las eras y lo almacenes en lugar de las cámaras. Esto contribuyó a que las faenas de la siega quedaran reducidas a unos pocos días hacia finales de junio en lugar de estar en la era hasta pasado San Lorenzo.

La última faena que, relativamente, seguía todo el proceso, era la cosecha de las lentejas. También se modernizó con el uso del tractor, pero mantenía la esencia del proceso: recogida manual, acarreo en el remolque, trilla en la era, ablentado de la parva, criba del grano y envasado en los costales.

 

El Azafrán

La flor del azafrán

El azafrán es una especia que se obtiene a partir de los estigmas de la flor del Crocus Sativus, conocida vulgarmente como Rosa del azafrán. Esta flor es una planta de la familia de las Iridáceas y se caracteriza por tener una flor color lila destacando el color rojo de los estigmas y el amarillo de los estambres. La flor es estéril, ya que se trata de un híbrido que se ha ido manteniendo a lo largo de los siglos debido a lo apreciado de sus estigmas. Cada flor tiene tres estigmas de azafrán (las hebras) que están unidas en la base por el estilo. Los estigmas tienen forma de trompeta alargada, color rojo intenso que va decolorando hasta el amarillo en el estilo. Sus orígenes son confusos, parece que procede de Oriente. Su cultivo era conocido en Asia Menor en épocas anteriores a Cristo. En Egipto era empleado por los faraones como esencia aromática y seductora, y para realizar abluciones en los templos y lugares sagrados.

En la Grecia el azafrán era muy apreciado por sus propiedades aromáticas y cromáticas. Se utilizaba como remedio para conciliar el sueño, para realizar baños perfumados y como afrodisíaco. Los Arabes utilizaban el azafrán en medicina por sus propiedades anestésicas y antiespamódicas. Ellos lo introdujeron en España en el s. X. En la Edad Media tuvo gran auge en Gran Bretaña. Durante el Renacimiento Venecia destacó como el más importante centro comercial del azafrán. Ya entonces, el azafrán valía más que su propio peso en oro, e incluso hoy sigue siendo la especia más cara del mundo.

Actualmente es el llamado "oro rojo" de La Mancha. Su cultivo se encuentra hoy en declive, pero sigue formando parte de la cultura culinaria de distintas regiones del mundo.

Hasta hace unos pocos años aún podían verse en el campo los azafranares, dando un matiz morado a los amaneceres, un color muy peculiar proporcionado por la rosa del azafrán.

También en el azafranar se seguía un proceso cíclico con unas faenas específicas para cada época del año: se preparaba la tierra, se cavaba y se hacían las "hilás". Se ponían los bulbos (cebollas) con el "chucho" hacia arriba. Luego se echaba la basura y se tapaba. 

El primer año los azafranares no suelen producir flores. El segundo, y durante dos o tres años más, está en su mejor momento de producción. Las "cebollas" se reproducen anualmente. Al cabo de los años se producía una degeneración y había que "arrancar" el azafranar. Para esta operación, llevada a cabo en primavera, se hacía un surco por debajo de donde estaban las cebollas, quedando en la superficie y pudiéndose así recogerlas fácilmente a mano. En casa se seleccionaban las mejores, se limpiaban (este proceso era "desfarfollar" o limpiar la farfolla) y se secaban en espera de volver a plantarlas de nuevo. El ciclo vuelve así a comenzar. Generalmente una familia solía tener dos o tres azafranares de distintas edades de forma que cada año alguno de ellos estuviera activo. Los azafranares "de dos" y "de tres" estaban en su momento óptimo. Azafranares "de cinco" o más estaban en declive y era muy raro que no fuera arrancados. En los trabajos de un azafranar siempre se ha preferido que el arado fuese tirado por una mula.

La rosa se cogía para finales de octubre-primeros de noviembre, soportando grandes madrugones y frías mañanas. Después se "sacaba" la rosa en la casa. Luego se tostaba el azafrán, que solía hacerse en un cedazo muy fino. Se tostaba con brasas de forma muy lenta y una vez tostado, se envolvía entre sábanas y se guardaba en un sitio seco, normalmente baúles. "Sacar rosa" era todo un acto social. En los días de mayor producción (estaba el famoso día del "manto"), familiares y amigos acudían para echar una mano, porque la rosa del azafrán es una flor delicada y cuando pasa un día sin sacarla, la deshidratación hace difícil la faena ya que los pistilos  se quiebran.

En estos días era cuando se comían los primeros rollos de mosto y cuando los niños íbamos a por las "amolaeras".

 

El esparto
En contraste con la escasez de árboles en la vegetación de nuestra comarca, las plantas herbáceas y arbustivas son más abundantes. Una de ellas es el esparto. El nombre científico del esparto es stipa tenacissima. Pertenece a la familia de las gramíneas, es decir, es pariente del trigo y la cebada. Su porte es el de una hierba perenne, muy robusta, densamente cespitosa (capaz de formar tapiz herbáceo) de 30 a 80 cm., verde amarillenta, con rebrotes estériles que presentan dos prolongaciones lineares, lanoso, plumosas de 2,5 a 3 cm. que sobrepasan la garganta de la vaina. Sus hojas son rígidas, correosas y rizadas, con el extremo punzante, planas en tiempo húmedo, enrolladas en tiempo seco, con lígula muy corta y ciliada (cubierta de numerosos pelos cortos). Las flores son espiguillas con arista de 4 a 6 cm., que se agrupan para formar una panícula (racimo de racimos), en forma de penacho, denso en el extremo de un largo pedúnculo (tallo). Florece en los meses de febrero a junio. Los frutos son secos, monospermos (con una sola semilla). Su hábitat son paisajes áridos de clima seco, de suelos pedregosos y rocosos, suelos esteparios, con gran proporción de cal y de sales magnésicas, sólidas y potásicas..Requiere climas soleados porque la planta se desarrolla mal a la sombra. Aguanta un clima duro con inviernos fríos y veranos calurosos.

Antiguamente era una planta de gran utilidad. Hoy en día la goma y el plástico la han sustituido con ventaja. Sin embargo, todavía quedan en los pueblos personas mayores que de vez en cuando siguen utilizando el esparto en trabajos de pura artesanía.

El esparto comienza a ser aprovechable a los doce o quince años. Durante los tres primeros años de la vida de la planta es delicada, se resiente de los fríos excesivos y de las solaneras. 

Cultivo: puede criarse por siembra, por plantación o de forma natural. En nuestro pueblo se aprovechaba el esparto de los cerros, aunque esto también requería un mantenimiento, como, por ejemplo, prender fuego a las atochas una vez que el esparto ha sido arrancado, de forma que las cepas vuelvan a rebrotar. También se escardaban las atochas.

Recolección: la mejor época para su recolección era de julio a octubre, preferentemente cuando ya estaba "curao". En el mes de abril el esparto mueve, es decir, empieza a echar la vareta y después sale la espiga. En la recolección se usaba una indumentaria especial: los hombres llevaban unas "antimparas" de lona, las mujeres doble saya. La herramienta empleada es la cogedera o manil (una especie de clavo de acero o trozo de madera de 20-30 cm longitud por 2 a 3 de diámetro). Se agarraba al esparto por las puntas y se arrollaba al palo con una vuelta; después se ayudaban con la arrancadera para poder hacer más fuerza y tirando hacia arriba se arrancaba el esparto. Se ataba en manojos, y con varios manojos se hacía un haz. Con varios haces se hacía una carga. Para evitar pinchazos en las manos se golpeaban  los extremos del esparto con una vara.

Elaboración: después de ser arrancado se oreaba al sol durante unos 20-25 días, perdiendo peso y adquiriendo su color dorado característico. Era fundamental que mientras se secaba el esparto, no lloviera, porque entonces el esparto podía podrirse; y tampoco debía pasarse de seco, porque perdía el color. Una vez seco se guardaba y se procedía al machacado o picado del esparto: se cogía un manojo de esparto y se golpeaba con una maza, dando vueltas al manojo para que así estuviera suave y no cortase las manos al trabajarlo.

Algunas muestras de productos con esparto

El esparto machacado tenía muchas aplicaciones: para hacer una gran variedad de cuerdas (cordeles, vencejos, sogas, acarreaderas, etc) así como serones, capachos, espuertas, pleita (bandas de esparto trenzado), agüerillas (para llevar el botijo colgado en el carro), los baleos (de forma circular y servían para tener los pies calientes mientras se estaba cerca de la lumbre), las esteras (se ponían en los pisos de las habitaciones durante el invierno, ya que el esparto no permite que pase el frío ni la humedad del suelo, y en las entradas de las casas, a modo de felpudo), las queseras (utilizadas por los pastores para hacer el queso).
También se hacían una especie de mandilillos para los machos que impedían cubrir a las hembras, bozales para perros, escriños (para llevar la harina o para la masa), paneras (para guardar el pan), escobas bastas, etc.