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(Valladolid, 1920 – 2010)

 

La magnitud de la obra narrativa de Miguel Delibes no tiene parangón en su obra ensayística y, sin embargo, ha cultivado regularmente tres campos que bien pueden considerarse dentro del amplio territorio del ensayo: el artículo de opinión, la crónica de viajes y el libro de caza. El periodista que ingresa en 1944 en El Norte de Castilla no es aún el novelista que obtendrá el premio Nadal en 1947 con una novela sombría y aún imperfecta, La sombra del ciprés es alargada, ni menos el autor maduro de una obra maestra como El camino (1950). Mientras crecía como novelista también lo hacía en el mundo del periodismo: en 1952 asumió la subdirección de El Norte de Castilla y seis años después, la dirección. Para entonces ya había publicado su primer libro de viajes, Un novelista descubre América (1956), producto de un viaje a Chile, invitado por el Círculo de Periodistas de Santiago, en 1954. En los cincuenta, una serie de excelentes novelas (Mi idolatrado hijo Sisí, Diario de un cazador, Diario de un emigrante, La hoja roja) y volúmenes de cuentos (La partida y Siestas con viento sur) lo convierten en un escritor de primer rango cuya querencia temática tiende a la vida campera y el paisaje castellano. Pero la década de los sesenta supone cambios decisivos en su trayectoria literaria y periodística.

 

Con Las ratas (1962) aflora la denuncia agria de la pobreza en el medio rural de la España franquista, una denuncia que venía realizando desde el periódico que dirigía y que, debido a un enfrentamiento con Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, dejó de dirigir en 1963. Ese año publica su segundo libro de viajes, Europa: parada y fonda, y se estrena en el ensayo cinegético —que cultivará en abundancia— con La caza de la perdiz roja, al que siguió El libro de la caza menor (1964).

 

Como resultado de diversos viajes por Estados Unidos y Europa, Delibes publicará USA y yo (1966) y La primavera de Praga (1968). El primero aparece el mismo año que su novela Cinco horas con Mario y ofrece una imagen muy perceptiva del imperio americano. Pero su primera recopilación de artículos sale en 1968 bajo el título Vivir al día y en ella hay textos que se remontan hasta 1953. Tendrán que pasar catorce años para que vuelva a compilar sus artículos, ahora en El otro fútbol (1982), aunque el volumen que encierra más interés es La censura de prensa en los años 40 y otros ensayos (1985).

 

Tras el experimento narrativo Parábola del náufrago (1969), Delibes parece optar por una escritura no novelesca y en los primeros años setenta publica varios títulos sobre su pasión, la caza: Con la escopeta al hombro (1970), La caza de patos y otras acuáticas (1971), La caza en España (1972) y Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (1977), a los que añade también ese año Mis amigas las truchas. Se trata de un espléndido conjunto de ensayos cinegéticos en los que tiene mucho peso el componente narrativo y donde Delibes da rienda suelta no solo a su pasión de cazador sino también a su ecologismo avant la lettre. Su inquietud por la conservación de la naturaleza va a ser, precisamente, el tema que elija cuando, en 1975, ingrese en la Real Academia. Su discurso de ingreso, El sentido del progreso desde mi obra, se publicará en 1979 como Un mundo que agoniza, ensayo fundamental para entender la visión del mundo del autor. A sus libros cinegéticos aún añadirá en 1981 Las perdices del domingo y, ya en los años noventa, El último coto (1992) y El fin de la perdiz roja silvestre (1995).

 

En 1990 publica el conjunto de artículos y ensayos Pegar la hebra, donde se propone «entablar conversación, exponer coloquialmente algunos de los temas que me inquietan» y que abarcan desde el aborto, el fútbol o la gastronomía hasta la censura, el cine o la diferencia entre «novela divertida y novela interesante». En esta década Delibes parece experimentar un rebrote de energías creativas y, además de Señora de rojo sobre fondo gris, una rememoración novelesca de su esposa Ángeles, fallecida diecisiete años antes, publica Diario de un jubilado (1995) y su última obra maestra, El hereje (1998). Entre una y otra novela había vuelto a componer un tomo de ensayos misceláneos con el título de He dicho (1996). Y todavía en 2004 aparece una colección de apuntes ensayísticos sobre la narrativa de posguerra: España 1936-1950: Muerte y resurrección de la novela, que contiene piezas de inverosímil penetración, como la semblanza de Rafael Sánchez Ferlosio. Su último ensayo, La tierra herida (2005), es, en realidad, una luminosa conversación con su hijo Miguel Delibes de Castro en torno al daño infligido por el hombre a la naturaleza.

 

JG y DRdM

 

Son muy recomendables los libros de conversaciones de César Alonso de los Ríos, Conversaciones con Miguel Delibes (Destino, Barcelona, 1993), y Javier Goñi, Cinco horas con Miguel Delibes (Anjana, Madrid, 1985). Para un acercamiento al mundo delibiano, Ramón García Domínguez, El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca (Destino, Barcelona, 2005), y la «Introducción» que el propio Ramón García pone al primer tomo de las Obras completas que dirige (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007, pp. XIX-LVIII); véase asimismo el prólogo de Hans Jörg Neuschäfer al vol. vii, Recuerdos y viajes (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007, pp. XIII-XXXI). Mantienen el interés Francisco Umbral, Miguel Delibes (Epesa, Madrid, 1970), y Emilio Salcedo, Miguel Delibes (Junta de Castilla y León, Valladolid, 1986). Entre la crítica no ceñida exclusivamente a la obra narrativa, Cristóbal Cuevas, ed., Miguel Delibes. El escritor, la obra y el lector (Anthropos, Barcelona, 1992); Pilar Celma, Miguel Delibes: homenaje académico y literario (Universidad de Valladolid, 2003).