Tánger en una calle: Rue de la Kasbah

La ciudad empieza aquí

Tánger, Marruecos

Alamy

Detrás de la puerta de la Kasbah no pasa el tiempo. Hay calles donde solo se escucha el silencio, los pájaros a primera hora de la mañana o algún que otro niño corriendo divertido. Sin embargo, una vez cruzado el arco que la separa de la Medina (la zona más nueva del casco de la ciudad) , las calles son un hervidero de transeúntes locales que se apresuran a terminar sus compras antes de que caiga el sol, comercian desde sus tiendas o hablan por el móvil mientras recorren con paso decidido los ensortijados callejones de esta multicultural urbe.

La kasbah, que servía de alcazaba en el siglo X (la parte más antigua de Tánger) y la Medina están conectadas por la Rue de la Kasbah, que desemboca en Rue de l’Italie (nombrada así por su población italiana de principios de siglo) . Pasearla es una de las mejores formas de sumergirse en la cultura tangerina y descubrir unos cuantos tesoros que no suelen aparecer en las guías de viaje.

Nuestro recorrido despierta los cinco sentidos y los pone a prueba continuamente (aquí no se puede elegir, se usan todos desde que uno se levanta hasta que se acuesta) . Empezamos por el cruce que une la Rue d’ltalie, una de las arterias más vivas y transitadas de la Medina, con la Kasbah.

Comienza en la Plaza del 9 de abril (que, en este caso, funcionaría de "Roma", porque todos los caminos de la ciudad conducen a ella) y termina aquí, en la intersección donde se cruzan el antiguo Cine Alcázar (que aun conserva su luminoso) y el Café Colón. La terraza de este último la ocupan, la mayoría del tiempo, hombres tomando café y fumando (si es por la mañana) u hombres y turistas tomando té si es por la tarde. Este regusto auténtico de toldo sesentero y mesa de metacrilato, da paso a un sinfín de bazares, peluquerías y tiendas de dátiles (uno de los ingredientes básicos en la cocina árabe) .

Instagram content

This content can also be viewed on the site it originates from.

Se trata de un orden dentro del desorden que, según avanzamos por la cada vez más empinada cuesta, se va disipando para salpicar unos cuantos locales a un lado y al otro de la calle que llaman nuestra atención. El olor a almendra (otra materia prima de la repostería marroquí gracias a su excedente nacional) y a azúcar tostado es el primero, y proviene de la Patisserie Rouas, donde se pueden degustar los famosos “cuernos de gacela” o la chebakia, uno de los dulces más típicos de la zona. Probamos uno de cada y nos los llevamos en cajas.

Con el apetito contento por el momento, damos rienda suelta a nuestra curiosidad en algunas de los talleres de artesanía que se suceden a mano izquierda, desde cerámica local (los azulejos marroquíes también están entre los más codiciados) hasta piezas de cuero o madera. Todo, desde el mismo lugar, se fabrica o se arregla.

Nuestra vista también se maravilla al ver la amalgama de objetos que se acumulan en algunas de las tiendas de la parte superior de la calle, que se unen a los de los comerciantes y niños que, durante el día, venden desde gorros tradicionales hasta carteras, aunque también algunos bienes de lo más insospechado.

En esta variedad nos sorprende la sobriedad de Les Singulier, en el número 49 de Rue de la Kasbah. Este sobrio atelier vende desde ropa y accesorios diseñados a mano (ojo a las camisetas y totes de Rock Du Tanger , que están creando tendencia) hasta lámparas, fotografías, cuadros de cerámica y otras piezas contemporáneas de fabricación marroquí.

Instagram content

This content can also be viewed on the site it originates from.

Cuando el hambre aprieta (dicen que hasta el aire en esta ciudad despierta el apetito) , buscamos con cuidado la entrada del Café À L’Anglaise . Situado en el número 37, este pequeño restaurante ocupa la estancia principal de una vivienda y está regentado por una madre y una hija que hacen las delicias del más exquisito paladar.

Ofrecen tajine de pollo con limón, pescado a la brasa y el famoso cuscús de pollo o vegetal, además de otros platos como la quiche de verduras o las tapas marroquíes, y son tan sabrosos que hacen que recalar allí más de una vez sea casi una obligación. Además, sus asequibles precios -a menos de cinco euros el plato- hacen que sea una recomendadísima opción de cocina casera en la ciudad.

Después de un tradicional té con menta (aquí, tamaño mojito) , apetece descansar. Así que cruzamos la puerta de la Kasbah y bajamos unas pequeñas escaleras donde, nada más doblar la esquina, un pórtico de madera de estilo mozárabe nos dará la bienvenida a uno de los secretos mejores guardados de la ciudad y también seguramente la mejor cama en la que hayas dormido jamás: ** La Maison Blanche **. Son nueve habitaciones únicas que aúnan, de forma exquisita, todo el encanto de la tradición y el lujo de la modernidad juntos. Tánger empieza aquí.

Los atardeceres tangerinos son únicos

La Maison Blanche

Ver más artículos

Tánger-Tetuán, el nuevo trending topic del viajero visionario

Marruecos empieza por Tánger

Asilah, la ciudad azul del norte de Marruecos

48 horas en Marrakech: colores, aromas y atardeceres a ritmo de time lapse