Los Gobbins, una ruta épica por los acantilados de Irlanda del Norte

Prepárate para recorrer frondosos bosques, lagunas, castillos y pueblos entrañables

Un camino inolvidable

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A la isla Esmeralda le completa su rompecabezas esa pieza clave en la esquina superior derecha que representa Irlanda del Norte. No es un fragmento grande en tamaño, pero sí lo es en historia y belleza. Lo ocupan frondosos bosques, acantilados, castillos de película, pueblos entrañables y ciudades con carácter. Un buen ejemplo de su magna naturaleza es la ruta costera de la Calzada del Gigante, de más de 190 kilómetros, que discurre por el Condado de Antrim y se extiende entre Belfast y Derry-Londonderry.

El itinerario por la Calzada del Gigante hay que tomárselo con calma, gozando de lo espectacular del paisaje: esta curva, aquella pradera, el acantilado rematado por un faro, o los pueblecitos costeros dentro de los Glenns del Condado de Antrim, como Glenarm, Carnlough, Cushendall, Cushendun o Ballintoy. Todos forman una cautivadora postal cuyo dramatismo se agudiza al llegar al sendero de los Gobbins , en Islandmagee (condado de Antrim) , a 32 kilómetros de Belfast.

DOS CASAS DE TÉ

El proyecto de la zigzagueante senda por los acantilados de la península de Islandmagee nació gracias a la iniciativa de Berkeley Deane Wise. El ingeniero ferroviario de The Northern Counties Railaway quiso atraer público a esta hermoso, pero escondido lugar de Irlanda, y para ello construyó en 1902 el genuino puente tubular. Así, logró poner al alcance de todos el disfrute de una naturaleza espectacular que, de otra forma, hubiera quedado relegada a unos pocos y aventurados observadores.

El famoso puente tubular de Wise

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Dos casas de té, a cada cual con vistas más asombrosas del coloso escenario, hicieron las veces de hostal, club social, restaurante y, por supuesto, de tea rooms entonces. Su historia, y la de los entresijos que se dieron en la construcción de los Gobbins se cuentan en Green Pastures, un volumen que se encuentra en el Centro de Visitantes.

En él, la dueña de una de las casas de té, Margaret McBride, narra deliciosamente su infancia en los Gobbins de 1900, “cuando la gente vivía más tranquila y más despacio”, según su propias palabras. En la novela, cuenta las cuitas de la competencia y las anécdotas de la rivalidad entre las dos casas de té al borde de los acantilados, cuyas ruinas testimonian los años eduardianos del principio de las obras.

La apertura de " El dramático paseo costero ", como, acertadamente, se le ha denominado, no solo abrió la posibilidad de contemplar un magnifico escenario caminando por las aguas; también supuso una gran oportunidad para biólogos y botánicos, que descubrieron la riqueza de la biodiversidad del lugar. Sonada fue la excursión del 27 de septiembre de 1903, cuando más de 100 miembros del Club Naturalista de Belfast, bajo la dirección de su vicepresidente William Fennell, recorrieron los Gobbins.

A pesar de que miles de personas los visitaron en los principios del siglo XX, la dicha no duró mucho, y debido a los problemas financieros de los años 30 y a la explosión de la Segunda Guerra Mundial, los Gobbins se clausuraron. Más tarde, en 1951 disfrutaron de una breve apertura, para cerrar de nuevo en 1954, relegándose al olvido.

Así fue hasta que, finalmente, el Larne Borough Council, tras cuatro años de restauración, los reabrió al público en agosto de 2015. Desde entonces, se han establecido como tour guiado a través de magnificentes puentes, plataformas, túneles, escaleras y cuevas.

Los Gobbins estuvieron clausurados un tiempo

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CAMINANDO POR EL MAR DE IRLANDA.

La excursión de tres kilómetros y con una duración de tres horas comienza, al igual que antaño, en un enclave estrecho de círculo abierto entre la roca por donde asoma el mar, el llamado Wise Eye en honor a su fundador.

Pasada la primera curva, cuerdas, escaleras y vigas de metal salpican los abismos, dando forma a los 15 nuevos puentes y a las seis galerías que se han añadido a la obra original, incluido el nuevo tubular, que oscila diez metros sobre el mar, sustituyendo al genuino de Deane Wise.

El Mar de Irlanda se presenta en todo su esplendor reservando en cada recoveco del camino alguna sorpresa, como las lagunas de agua esmeralda escondidas entre cuevas, formando un acuario natural por donde transcurre el puente colgante, o los túneles que, si bien ciegan la vista a la entrada, la iluminan al salir ofreciendo otra abrupta panorámica del batir de las olas bajo uno de los cuatro puentes de 30 metros que rodean los Gobbins.

Caminando por el mar

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En el camino encontramos también un tramo de costa de basalto de roca sedimentaria que habla de períodos que se remontan al Triásico y Jurásico. De hecho, se halló un fósil de ictiosauro en la cercana Larne , que data de hace millones de años, cuando esa zona de Irlanda estaba sumergida bajo un mar cálido y poco profundo. Los helechos y hierbas adornan el camino como lo hac e la charla de la guía que, ágil como una ardilla, simpática y preparada , le da sentido a cada roca, pájaro y puente.

El gorjeo de la única colonia de frailecillos de Irlanda del Norte, de los cormoranes, araos y alcas; el graznido de las gaviotas e incluso, a veces, el gañido del halcón peregrino, acompañan la excursión, tomando posesión de lo que consideran suyo. Llegan las nubes o brilla el sol, arrecia el viento o llueve, y cada fenómeno atmosférico trae una perspectiva distinta del fausto escenario, cuyas miras, con buen tiempo y desde la plataforma que asoma del precipicio, alcanzan la costa escocesa.