Montilla, una escapada (con vinos) de otra galaxia

En Córdoba se esconde la estirpe de una piedra preciosa bebible: el Amontillado, nacido en este pueblo en el siglo XVIII (y que me perdone Jerez, pero al César lo que es del César).

Bienvenidos a la tierra del buen vino: Montilla

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Si el maestro del relato gótico, Edgar Allan Poe (autor de El barril de amontillado ) hubiera puesto los pies sobre el terruño de la uva Pedro Ximénez, no solo se hubiera tomado unas cuantas de copas de este vino poético y misterioso con algún paisano. Hubiera celebrado cada rayo de sol sobre la Sierra de Montilla.

Y finalmente, se hubiera marcado una ruta tabernera por este pedacito de tierra de casitas blancas. Así que si eres amante de los buenos vinos, **ponte un temazo de Lole y Manuel como ' Romero verde' **, coge carretera y manta y a cantar a grito pelado eso de: “¡vente a los campos, niño, bajo la luz del sol!” para ir entrando en situación.

Viñedos por doquier

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Porque Montilla y el Amontillado tienen muchas cosas en común. Los dos sorprenden. Bajo su apariencia sencilla y campera revelan, después de un trago lento, un tipo de sabiduría que solo da la tierra, y que pare personajes genuinos más allá de sus apariencias.

En este currículum de celebrities añejas de la ciudad, hay nativos e hijos adoptivos. Está, por ejemplo, Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, quien derrotó al último rey nazarí de Granada y del que Isabel La Católica estuvo siempre platónicamente enamorada. Su castillo (o más bien, lo que queda de él) preside la ciudad desde la parte más alta.

O el maestro de maestros, Juan de Ávila, cuyo peso intelectual fue clave en la Europa del Renacimiento y que recibía a místicos en busca de consejo de la talla de Teresa de Jesús e Ignacio de Loyola. Y también aquí vivió el Inca Garcilaso durante treinta años, hijo de una princesa inca y de un soldado español, un personaje singular y único, nacido en Cuzco , que se atrevió a abordar la cultura inca bajo el prisma occidental.

Sus mejores obras las escribió desde la casa de su tío, que mantiene la atmósfera colonial del siglo XVI, la época dorada de Montilla.

Un paraíso vinícola

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También la habitaron brujas como Las Camachas, a quien Cervantes inmortalizó en el Coloquio de los Perros, o bandoleros como José María El Tempranillo, que correteaban por la ondulante sierra, a la que ahora llaman la Toscana cordobesa, robándole a los ricos para dárselo a los pobres. Dicen que de chiquillo este Robin Hood andaluz trabajó muy duro en la vendimia.

Con el elixir de esta tierra como guía espiritual, te proponemos una serie de visitas que se hacen mucho más divertidas con estas recomendaciones : 1. Tomar un vino entre una y otra. 2. Buena compañía ante todo, 3. Empapar los vinos siempre con tapa. 4. Hacerlo en el siguiente orden: vino de tinaja (o joven) , vino fino, vino oloroso y coronar con el amontillado.

CALLEJEAR, BEBER Y CHARLAR

Expertos en darse a la “charla menuílla”, aquí, en cualquier esquina y desde bien temprano podrás darle a la sin hueso. A las 8 de la mañana ya hay mucha vida en las calles, en el mercado, en las panaderías artesanas y en las tahonas (prueba sus hojaldres) …

Pero antes de zambullirte en este ajetreo matutino del fin de semana, date una vuelta por el Paseo de Cervantes para conocer las extrañas poses y piruetas de su colonia de gatos protegida. A esa hora andurrean los felinos entre las fuentes y las altas palmeras como si fueran animales salvajes de la sabana africana.

Después, ponte en marcha hacia la parte más alta del pueblo, el castillo del Gran Capitán, donde nació en 1453 y estuvo hasta los 12 años el hombre por el que Isabel La Católica bebía los vientos. El rey Fernando El Católico ordenó derribar el castillo ante la chulería de los Señores de Aguilar.

Pero en el siglo XVIII, el Duque de Medinaceli construyó el granero, que es lo único que queda, sobre sus ruinas. Junto al castillo, vigila el pueblo la Parroquia de Santiago, el epicentro de uno de los campanarios cuyas campanas oirás tañir durante tu estancia.

Dando un paseo por las callejuelas a las espaldas de la parroquia, te adentras por el tradicional barrio de La Escuchuela, de casitas blancas. El mirador al final de la calle Escuchuela, o las vistas de la parroquia desde la calle de la Iglesia dan para detenerse y hacerse la foto.

Iglesia de Montilla

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Antes de tomarnos la primera copa, bajamos en dirección a la Casa del Inca , un lugar fundamental para entender a esta figura que vivió aquí entre 1561 y 1591 donde escribió sus famosos Comentarios Reales. Aquí hay otra oficina de turismo (la primera está en el castillo) . Podrán contarte detalles de la vida de este mestizo legendario.

Y cuando te quieras dar cuenta, habrá llegado la hora perfecta para tomarse la primera copa en una taberna muy de barrio, el típico bar de la esquina repleto siempre de parroquianos: el Bar Ciriaco. Paredes alicatadas y una barra sencilla son suficientes para calentar motores, charlar un rato, tomarse una copa, e ir cantando bajito bajando la cuesta hasta nuestra siguiente parada.

La Casa de San Juan de Ávila fue uno de los centros de espiritualidad del Siglo de Oro. La visita es una especie de salto en el tiempo al siglo XVI. Pero es necesario reservar con antelación la cita (en la oficina de turismo) ya que no abre todos los días y lo hace a petición del público.

Eso sí, solo par ti. Después, cuesta abajo por la calle San Luis, otra parada es el Convento de Santa Clara: “La joya”. Fundado en 1517 por el primer Marqués de Priego, en él terminó ingresando su hija como monja y después su viuda, la Condesa de Feria.

La portada gótico plateresca que te espera tras pasar el portón de madera, en un patio empedrado con pozo, está atribuida al primer Hernán Ruiz y da una idea del valor del conjunto. El interior del convento es recogido y tiene un retablo espectacular y varias imágenes de Pedro de Mena.

Unas monjitas de clausura (la mayoría keniatas) te harán la visita por el interior del convento plagado de obras de arte (previa cita) . Si pasas por aquí los miércoles, uno de los días que venden dulces a través del antiguo torno, podrás probar las deliciosas yemas de Santa Clara que salen de su obrador.

Museo del Pintor Garnelo

Montilla Turismo

En el exterior, la fachada del convento se funde con el Arco de Santa Clara : uno de esos rincones del pueblo mágicos cientos de veces pintado. Al pasar el arco, el Palacio de los Duques de Medinaceli es ese imponente edificio hoy en venta, que espera caerse a pedazos o que lo compre algún visionario hotelero.

En esta explanada conocida como Llano de Palacio, bajo los plátanos de sombra, tomamos la siguiente copa, en **la terraza del Bar Carrasquilla **. Picoteo de cocina local de buenísima calidad y todo hecho con mucho cariño.

Hay que probarlo todo pero si buscas lo típico, flamenquines, rabo de toro o crispines, que no falten. Déjate aconsejar por Antonio y su equipo.

SOBREMESA, RISAS Y MÁS VINO

Después de comer subimos de nuevo, esta vez en dirección a la plaza principal del pueblo, la Plaza de la Rosa, que tuvo mejores épocas. Después de su remodelación quedó algo galáctica y poco genuina.

Plaza de la Rosa

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A pesar de todo, es un lugar animado con terrazas, y rodeada por una ermita, un teatro restaurado del 1917 y el edificio de La Tercia, unas viviendas que construiría el séptimo Conde de la Cortina, Francisco de Alvear y Gómez en los años veinte y cuya fachada (que también necesita un arreglito) podemos admirar mientras tomamos otra copita en la terraza de la Taberna de Los Barriles. Aquí también podrás picar algo.

Con campanillas ya en el alma, y charlando hasta por los codos, enfilaremos la calle principal, La Corredera, peatonal y tranquila, pasando por delante de la Basílica de San Juan de Ávila (aquí yacen sus restos y es lugar de peregrinación) .

La Casa de las Aguas es nuestro siguiente destino, donde se encuentra el Museo del pintor Garnelo , maestro de genios como Picasso. Una colección de 180 obras entre las que hallarás algunos descubrimientos interesantes.

En la planta alta, una fundación, la de la Biblioteca Manuel Ruiz Luque, fue cedida por este vecino de Montilla con más 30.000 volúmenes entre los que se encuentran numerosas rarezas.

Rematemos este pequeño atracón de arte con un buen atracón de dulces en la pintoresca Pastelería de Manuel Aguilar , en la calle principal, a dos pasos.

Tejas de almendra con praliné de Alfajor

Facebook Pastelería Manuel Aguilar

Esta pastelería puede presumir de conservarse prácticamente igual (recetas incluidas) desde 1886. Entre sus top ten: el pastelón, los alfajores, las tejas con praliné o los polvos de almendra.

¿Una última copa antes del aperitivo? La Tata Antigua , en la calle principal, unos metros más adelante, un rinconcito perfecto con terraza para ver a la montillanía pasar.

LA NOCHE: CENAS CON VINO

Cuando el ritmo empieza a ralentizarse y las verdades empiezan a salir por esa boca (In vino veritas, decían los romanos) es hora de tomarse un respiro y reposar. Cenar sin prisas, tranquilamente, tomando un aperitivo acompañado de un Amontillado en una de las tabernas más antiguas.

Pregunta con qué maridarlo en El Bolero , una opción informal y cálida con un pequeño patio, que es un plus. En la carta la cocina local está muy bien representada y el servicio es familiar e impecable. Si te quedas con ganas de más taberneo, la cercana La Chiva es otra opción más que recomendable, también con patio, y en cuyas paredes y atmósfera encontrarás pedacitos de la historia de Montilla.

Pero si buscas un restaurante con solera, donde cenar a mesa y mantel, Las Camachas. Está ubicado a las afueras (a un agradable paseo de 20 minutos sembrado de bares) . El restaurante, con terraza y salón con chimenea, tiene fama de servir las mejores alcachofas al Montilla (que casan a la perfección con un amontillado) y su bodega está bien nutrida.

Si buscas un concepto más moderno, ** Los Lagares está especializado en arroces** por si apetece salir un poco del sota, caballo, rey.

Especializado en arroces

Taberna Los Lagares

LAGARES, BODEGAS Y MUCHO MÁS

Una cata dirigida en **Alvear, la bodega más antigua de Andalucía (1729) ** después de pasear entre sus botas de roble y probar algunos de sus vinos más emblemáticos es una experiencia imperdible. Una forma genuina de hacer enoturismo en Montilla es visitar un par de lagares en la sierra.

Perdidos entre viñedos y olivos, estas haciendas familiares fabrican el vino de sus propios viñedos y cada una tiene su filosofía.

Entre nuestros favoritos, el Lagar Cañada Navarro (ideal para visitar a la puesta de sol y cenar bajo las estrellas entre viñedos : contacta con Santiago y organiza tu visita) ; Lagar Blanco (para probar sus vinos de autor con vistas al valle) o el Lagar La Primilla (donde comerte un buen perol -de arroz- regándolo con más vino de su cosecha. Pídele a Charo que te dé a probar sus gachas de mosto, un postre típico que es una delicatessen en extinción) .

Y si el mundo del aceite también te atrae, el desayuno molinero y la visita al Molino Juan Colín, una finca dedicada al cultivo de olivares, también en la sierra, es otro plan que combina terruño y producto.

Para experiencias más exclusivas y diseñadas a medida, la agencia Just Explore está especializada en Montilla, en la sierra, en las paseras, los lagares, el aceite… “Full Montilla experience”.

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DÓNDE DORMIR

Si la idea es ponerte fino de fino, el hotel boutique Lujo Pobre es lo más acertado porque no hay que salir del pueblo. Está en la calle Ancha, un lugar con resonancia ‘semanasantera’, cerca de tabernas afamadas. Esta casa de los años treinta cuenta con tres habitaciones y todas las comodidades.

Nuestra favorita, ** la suite Amontillado .** Pero si buscas una experiencia más rústica, y te parece romántico perderte por la sierra, en una de las lomas de la campiña está la Casa Rural Cuesta Blanca , con tres habitaciones y un ambiente acogedor.

Otra opción también rural, pero en dirección hacia Córdoba (no en la sierra) es la Finca Buytrón , con ocho habitaciones que ofrecen la experiencia de vivir en el campo a la montillana.

Suite amontillado de Lujo Pobre

Lujo Pobre

DÓNDE COMPRAR

Cada bodega, cada lagar, cada cooperativa como ** La Unión o La Aurora venden sus productos y también aceites.**

Además de estas posibilidades, uno de los lugares más afamados de venta de vinos es la tienda de Eladia Durán, una vinoteca en la que podrás preguntar y conocer de primera mano los vinos de Montilla.

Además, está al lado del Barril de Oro , que es otro buen lugar, por cierto, para tomar una copa (y otra tapa) .

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