Guadalest, el pueblo más bonito de Alicante

Considerado como el pueblo más visitado de la provincia de Alicante, El Castell de Guadalest es una fantasía rocosa que conquista por su estética, pero seduce por su historia.
Los pueblos ms bonitos de la Comunidad Valenciana Guadalest.
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Cuentan que para la producción de la película Enredados, el equipo de Disney se inspiró en escenarios como el Monte Saint-Michel de Normandía (Francia) y los castillos del este de Alemania. Sin embargo, algo nos hace pensar que uno de los técnicos cogió un vuelo a Alicante y metió algún easter egg en el resultado final tras sucumbir al encanto del campanario de Guadalest (o Castell de Guadalest, en valenciano).

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Obviamente, esta leyenda es falsa, pero es que el pueblo más bonito de Alicante es digno de película. Asomarse a este municipio de la comarca de La Marina Baja y situado a 21 km de la famosa Benidorm supone hacerlo a un micromundo vertical donde los recuerdos de la historia flotan entre palmeras, naranjos y su fascinante embalse.

Es imposible no sucumbir al encanto del campanario de Guadalest.

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ÉRASE UNA VEZ EN ALICANTE

De todas las culturas que han poblado nuestro país, la musulmana desarrolló un especial interés por las alturas, desde los alminares de sus mezquitas hasta ciudades-palacio como Medina Azahara, en Córdoba. En el caso del interior alicantino, fue el caudillo árabe Al-Azraq quien se encargó de desplegar los diferentes sistemas de vigilancia aprovechando las afiladas rocas para controlar todo el Valle de Guadalest en el siglo XIII.

Tras la reconquista, el conjunto fue donado en feudo a la familia Sarriá y, en 1335, anexado a la corona. Para el año 1609, la expulsión de los moriscos marcó el final de una tensa convivencia y el posterior abandono de la población durante décadas. En 1953, comenzó la construcción del embalse de Guadalest, y en 1974, el pueblo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico. Cronología de un relato que hoy incita a dejarse llevar por sus cumbres y serendipias.

El fascinante embalse de Guadalest.

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Rodeado por las sierras de Xortà y Serrella al norte y la sierra Aitana al sur, Guadalest se divide en dos zonas: el entramado medieval, a 595 metros de altura; y el barrio de El Arrabal, más moderno y construido a los pies del cerro. Ambos conjuntos están conectados por un túnel que supone un baile entre el presente y el pasado, el real y el mágico.

A medida que ascendemos por las escaleras de piedra se revelan las tiendas de souvenirs –no olvidemos que Guadalest es uno de los grandes tótems turísticos de la Costa Blanca– hasta ascender poco a poco por los diferentes vestigios que juegan con las nubes. Ahí tenemos la antigua prisión besando los cimientos del actual ayuntamiento, o los restos de la muralla original en torno a la torre árabe de La Alcozaiba

Unos escalones más y se descubre el campanario de la iglesia parroquial, casi suspendido en el acantilado; o el punto de mayor altura: el castillo de San José (o Sant Josep), conquistado por Jaime I y fortificado durante el reinado de Pedro IV. Highlights envueltos por viviendas encaladas, ovillos de pinos y el azul del embalse que espía desde cada rincón, como un antiguo vigía que siempre estuvo ahí.

En Guadalest también aguardan sorprendentes museos.

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También en las viviendas del casco antiguo encontramos algunos de los museos más importantes del pueblo, entre ellos el Museo Municipal Casa Orduña, vivienda que perteneció a la familia Orduña, de origen vasco e instalada en Guadalest gracias a sus enlaces con los Cardona, Almirantes de Aragón. Desde este museo se puede acceder a la Torre de Sant Josep, o bien continuar la visita hacia otros obligados como el Museo Etnológico, enclavado en la propia roca, o los curiosos museos de Microminiaturas y de Vehículos Históricos, toda una rareza.

En Guadalest existen numerosas opciones para comer, aunque mi personal recomendación la encontrarás al salir del barrio de El Arrabal, en el Restaurante Xorta, con especialidades como el osobuco o su deliciosa olleta de blat –plato típico que combina diferentes legumbres, ideal para los días más fríos–. Todo ello en un establecimiento de encanto rústico con vistas a los cultivos de cítricos y palmeras que evocan la antigua agricultura morisca y las ganas de seguir descubriendo una zona llena de posibilidades.

Las vistas de Guadalest impresionan hasta al más incrédulo.

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HASTA EL HORIZONTE Y MÁS ALLÁ

Guadalest puede ser descubierta en una mañana, motivo por el que siempre podemos añadir más paradas a la visita. Si preferimos quedarnos en el interior, una buena opción consiste en alcanzar el pueblo de Benimantell (1,7 km) y el área recreativa de su famosa Fuente del Molino (Font del Molí), o realizar una ruta de senderismo por los pueblos de la Sierra de Aitana, entre ellos Penáguila (24,1 km) o Alcoleja (22 km), desconocidas maravillas rurales de la provincia. Otro enclave ideal para realizar una excursión es el Castell de Castells (o Castellet de Serrella), un conjunto de antiguas ruinas de un castillo de origen musulmán situado a 15 km de Guadalest.

Los amantes litorales no os aburriréis si decidís poner rumbo al horizonte: a 21 km encontramos el Manhattan levantino, a.k.a Benidorm. ¿Qué falta por decir de la ciudad de los rascacielos y bares senior? El pueblo de Finestrat (26,7 km), uno de los preferidos por los antiguos piratas berberiscos, con su castillo fortificado y sus casas colgantes; o el encanto mediterráneo de Altea (21,6 km), pueblo de artistas donde cada rincón revela una nueva buganvilla, una puerta azul, una callejuela blanca que conduce a un verano eterno.

Próximo destino desbloqueado. 

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Y si prefieres sumergirte en la naturaleza, solo tienes que conducir hasta la población de El Albir, entre Altea y Benidorm, para descubrir una de sus postales más bellas: el Faro del Albir, cuyo sendero de 5 km (ida y vuelta) invita a perderse hasta descubrir a lo lejos este icono de las montañas del Parque Natural de la Sierra Helada

El Faro del Albir se despliega en Punta Bombarda, junto a las ruinas de la Torre Bombarda, y ofrece unas vistas únicas de la Bahía de Altea y el mítico Peñón de Ifach, en Calpe, a lo lejos. Una suave caminata que podemos realizar al atardecer, momento ideal para girarnos a la vuelta y comprobar a lo lejos la luz de un faro que recuerda a una estrella caída en las montañas.

Porque en la comarca de La Marina Baja parecen verse largas melenas rubias a ras de un campanario y las sombras de viejos espíritus flotan por calles de blanco encalado. Aquí todos los encantos parecen confabular para escribir nuevos cuentos mediterráneos.

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