La abubilla, el ave más elegante de la viña

30 Marzo 2023
Abubilla

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)
 

Los paseos primaverales por el campo, y muy especialmente por el entorno de los viñedos, pueden depararnos la posibilidad de observar a una de las aves más bellas de la fauna ibérica: la abubilla, a la que los ornitólogos clasifican con el nombre científico de Upupa epops. Un nombre que, como veremos más adelante, está directamente vinculado con las notas de su peculiar canto.

De aspecto compacto y cuerpo alargado cuando están posadas, miden 27 centímetros de altura, tienen una envergadura de 48 centímetros y pesan alrededor de 60 gramos. Se trata pues de un ave de tamaño mediano y silueta inconfundible, caracterizada por la gran cresta retráctil que luce en la cabeza y que normalmente mantiene recogida, como si fuera una larga coleta trasera. Una especie de moño alargado que, en cambio, se convierte en un espectacular abanico de plumas anaranjadas, bellamente acabadas en topos negros, cuando lo despliega de forma ostensible en situaciones de alerta. 

En esos momentos, con la impresionante corona de largas plumas extendida sobre su cabeza, la abubilla parece un ave del paraíso, un pájaro exótico que nadie asociaría a nuestros viñedos, olivares o dehesas, donde sin embargo tiene su hábitat autóctono.   

 

 

Abubilla
Ejemplar de abubilla. Fotografía: Ana Mínguez

 


El plumaje del dorso es pardo rosado desde el cuello hasta los hombros, para convertirse, como si se tratase de un gran escote trasero, en un elegante manto de plumas listeadas de blanco y negro, con un fuerte contraste entre ambos tonos. Una capa que sigue descendiendo por la espalda hasta la cola, que también es de color negro con una última y ancha banda blanca. 

Junto al singular diseño del dorso, parecido al que lucen las cebras, destaca su alargado cuello, y su asombroso pico, uno de los más curiosos de entre todas las aves del campo mediterráneo: de color negro, muy largo y afinado, ligeramente curvado hacia abajo. 

Otro de los rasgos característicos que hacen inconfundible a la abubilla es su pauta de vuelo: muy bajo, lento y pausado. Vuela de forma distraída, como si fuera una pequeña cometa que meciera el viento, con un amplio batir de alas. Además, al extenderlas luce con todo esplendor el elegante diseño de su plumaje: a franjas blancas y negras, acabado en la cola con esa franja blanca que actúa como un auténtico semáforo. Durante la época de celo describe sorprendentes piruetas volando en pareja. 

Pero por si todo eso fuera poco, las abubillas emiten un característico reclamo (Upu-put, pu-pu-put) que permiten identificarlas a la primera y desde la lejanía. Ese tono, esa forma de cantar, es precisamente la que observó el naturalista Linneo al adjudicarles el nombre latino (Upupa) con el que clasificó a la especie.

 

 

Ave Abubilla
Ave abubilla. Fotografía: Ana Mínguez


Aunque cada vez son más los ejemplares que pasan todo el año en nuestros campos, excepto en la franja del cantábrico donde no se suelen dar citas, las abubillas son aves estivales que migran a finales de verano a sus cuarteles de invierno, situados en el África subsahariana. 

Se trata de una especie característica del bosque mediterráneo, común en encinares y pinedas litorales rodeados de campos de cultivo, dónde se alimenta de pequeños invertebrados que rebusca por el suelo clavando su largo y curvado pico. Anida en los agujeros de los árboles y oquedades rocosas.

Suele poner más de media docena de huevos que son incubados, solo por la hembra, durante dos o tres semanas. Una vez eclosionados, también es la hembra la encargada de recoger las presas que le trae el macho, básicamente larvas y gusanos, y dar de comer a los pollos.

La última de las curiosidades de esta sorprendente y curiosa especie tiene que ver con el olor que desprenden. El dicho popular “huele peor que un nido de abubillas” hace referencia al fétido olor que desprenden sus nidos, pues los padres tienen la costumbre de acumular sus excrementos a la entrada del agujero para que el mal olor ahuyente a los depredadores.

Asimismo, las hembras segregan una sustancia aceitosa, con un olor muy desagradable, que utilizan como singular ‘perfume’ para resultar un bocado digamos que ‘poco apetitoso’ ante la proximidad de posibles depredadores.