Aceptar es necesario para vivir una vida saludable y feliz. Es importante que cultivemos la capacidad de decir “sí” a lo que nos sucede porque no es posible decirle “no”. Tendemos al control, a que todo ocurra como planeamos; cuando esto no es así, nos resistimos y sufrimos. Resistirnos a lo inevitable puede provocarnos bloqueos que nos impidan avanzar.

Cultivar una actitud de aceptación implica vivir en el “ahora”, sin juzgar lo que nos está sucediendo, sin ponerle etiquetas. Cuando aceptamos lo que nos ocurre puede que seamos conscientes del dolor, pero no nos bloqueamos; surge en nosotros la capacidad de emprender la acción necesaria para cambiar.

Aceptar no es resignarse. Mientras la aceptación es activa y transformadora, la resignación nos lleva a una actitud de conformidad que no busca opciones. Cuando aceptamos no nos estancamos en el sufrimiento. Seguimos adelante dejando atrás el dolor y el miedo.