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GARCIA HOREHO
Y SUS ASESINOS
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OBSEQUIADA
QUITO ECUADOR
Editorial Ecuatoriana
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Ó R G A O DA C H E F I A
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E. como grandes podem também ser os pecados dos
!iomens cuja ferocidade acontece imitar os irracionais,
nao menos grandes foram os seus assassines, requinta
dos na covardia e na perversidade. Abraçados a essas
misérias humanas, também éles entraram na Historia,
para desempenharem o papel que lhes competiu, de
exemplos do que há de mais indigno do homem.
Dizer Civilizaçâo é o mesmo que dizer Cristianismo,
porque nao há sem éste urna civilizaçâo auténtica. E,
sendo assim, é Garcia Moreno m ártir nao só no sentido
cívico, senáo também e especialmente no sentido religio
so, cristáo.
E, para dizé-lo como SABE, aquí está o Dr. Wilfri-
do Loor corn a chave dos segredos que envolveram a tra-
gédia garciana. Sem éste livro, náo se poderia compre-
ender essa tragédia, que se transformou em gloria para
o Equador. Porque urna Naçao é tanto mais miserável
quanto menos valores humanos possui ou tern possuido.
E, se vier a possuir um só ' desses expoentes em sumo
grau, sobrepujará toda a medianidade reunida.
Éste denso e precioso livro, esvreveu-o Wilfrido Loor
corn a competencia e a segurança de mestre consumado.
Está o seu nome indissolúvelmente unido ao de Garcia
Itforeno, pela sua permanente actualidade. Cumpre que
soja periódicamente reeditado, para edificaçâo e liçâo
das geraçôes que se sucederem no tempo e no espaço. .
Cremos profundamente que a mocidade idealista
que ama a virtude, que respeita a verdade, que cultua o
valor e que aspira a ser, um dia, elemento útil à socie-
dade, de qualquer naçao que seja, encontrará realmente
ueste livro informativo c formativo o ideário do “mais
beb» tipo de dignidade humana”.
Hermes DI CIERO
W I ■ li-I H J *
SUCURSAL EN MEXICO
AVEN ID A M O R E L O S 37-210
TEL. 12-91-81
MEXICO. D F.
Junio 29 de 1955·
S r. Dr.
W U frido L oor.
C asilla 2347.
Q uito, E cu ad o r.
E stim ad o co leg a y am ig o :
H a c e d o s d ía s lle g a ro n a m i p o d e r d o s e je m p la re s d e su lib ro
“G a rc ía M o ren o y s u s ase sin o s” q u e u s te d tu v o la a m a b ilid a d d e re m itirm e ,
lo cu al ag rad ezco y a p re c io en to d o lo q u e vale.
D r. A l i ó l e . .» l ’c n · / V i'/caiiio
m querido w&ffide i
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PTasideníée Cfonctitueloaal de 4a
BRASIL
Juicios históricos
tragedia garciana. Sin este libro nada se podría com prender de aquella t r a
gedia que se tran sfo rm a en gloria p a ra el E cuador. U na nación vale p o r los
valores hum anos que tien e o ha tenido; si llega a te n e r algunos de estos v a
lores en sumo grado, icon ellos sobrepujará a la m ediocridad en su con
junto.
E ste denso y precioso libro del Dr. W ilfrido Loor está escrito con la com
petencia y seguridad de m aestro consum ado. P o r su perm an en te actualidad
q u ed ará unido al nom bre d e G arcía M oreno, y conviene qu e periódicam en
te se lo reedite p a ra edificación y lección de las generaciones que se suce
den en él tiem po y en el espacio.
Creem os sinceram ente que la ju v en tu d idealista qu e am a la virtu d , qu e
respeta la verdad, que cultiva el v alor y que aspira á se r u n día elem ento
ú til a la sociedad de cualquier nación en co n trará en este libro, realm ente
inform ativo y form ativo, el ideal d el m ás bello tip o de dignidad hum ana.
Hermes Di Ciero
COLOMBIA
R evista Jav erian a. Bogotá. Tomo XLVI. Ju lio a N oviem bre 1956. Pág.
93. Revista de libros.
W ilfrido Loor no tem e decir la verdad an te las deform aciones que ha
sufrido la h istoria en su patria, Ecuador. Así lo hizo en su biografía dé
Eloy A lfaro. Y ahora lo hace en este libro al p resen tar la fig u ra egregia
de G abriel G arcía M oreno en contraposición a la de sus asesinos. E¡n u n
capítulo introducido realza el acendrado catolicism o de G arcía Móremo,
ÿ él progreso d e su p a tria d u ra n te su presidencia. Siguen las biografías
de sus asesinos: M anuel Polanco, el prom otor m ás activo del crim en, joven
de sociedad, pero descreído, pagado d e sí m ism o y falso; A belardo M onca-
yo, ex -jesuíta, clerófobo, prem iado du ran te el gobierno de A lfaro con el
m inisterio de gobierno, en el que desfoga su odio a la Iglesia y hace d ecir
a los m ism os liberales: “tie n e el dem onio en él cuerpo, y no duerm e si no
ha hecho o in tentado h a ce r algún daño al pró jim o ” (M. J . C alle); R ober
to A ndrade, am oral, tra id o r a su p a tria; M anuel Cornejo Astorga, quien
m uere fusilado, arrepentido de su crim en; él m ayor G regorio Cam puzano
y el C om andante Francisco Sánchez, fusilado este últim o m ás ta rd e por
los alfaristas, y F austo Lem os Rayo, de R oldanülo (Colom bia), la pesadilla
de los indios del Ñapo y el autor m aterial del asesinato. E nSeapítulo a p a r
te exam ina la fam osa frase de J u a n M ontalvo: “m i pluma· lo m a tó ” , p a ra
concluir que fu e u n a fan farro n ad a del conocido escritor. CuahdoN apareció
su folleto “La dictadura p e rp etu a ”, ya estaba tram ad o el p lan de asesina
to y no conocieron tal escrito, n i Cam puzano, n i Sánchez, y M oncayo y
Polanco se c reían dem asiado p a ra d e ja rse in flu ir p o r folletos de lite ra
tu ra barata. L a últim a p a rte del libro está consagrada al re la to del crim en,
y a la com plicidad de la m asonería en él. L oor se h a docum entado am
pliam ente p a ra escribir esta obra. Conoce no sólo el proceso judicial se
guido a los asesinos y num erosos docum entos de los archivos, sino la co
piosa lite ratu ra sobre el crim en del 6 de agosto de 1875.
J. M. P.
— 7 —
Ecuador
Catolicismo. Año XXIX. G uayaquil. Num. 1483. Mayo 22 de 1955, Pág. 13.
1 :
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cum ento este como instinto que sabe d istinguir cual es la pieza de valor,
y cual sim ple desahogo de la p a s ió n ... Felicitam os al D r. Loor p or su t r a
b ajo que viene a lle n a r una laguna en nuestro acervo histórico. Las 240 p á
ginas d e apretada docum entación que nos ofrece se leen con sostenido in
teré s y revelan m uchos aspectos aún desconocidos de todo este dram a san
griento. B uscando la verdad, rectificarem os el juicio, condenarem os al m al
vado y harem os justicia al inocente.
Justo Paa
MEXICO
El p rim e r ' m érito d e este libro es el d e ser la historia com pleta del ase
sinato y m u e rte d e G arcía M oreno, con la vida y m ilagros de cada u n o de
los que en él tom aron p a rte y del fin que les cupo, y el segundo el de es
ta r todo él fundado en docum entos oficiales y libros d e p rim era m ano.
Plegue a Dios que este libro sirva para d a r im pulso a esa causa.
Venezuela
LA REVOLUCION DE 1869
El prim ero de m ayo. El prim ero de m ayo de 1859 m arca lina fecha c ru
cial en la h istoria ecuatoriana, q u e da fin a un régim en y nacim iento a
otro, por la m ano vigorosa tie G arcía M oreno que in troduce en la política
elem entos de m oralidad y catolicism o y nuevos m irajes de u nidad nacional,
no en form a violenta sino poco a poco a medidla que se va consolidando el
Gobierno, hasta llegar a la Constitución d e 1869, la m ás católica n o sólo del
Ecuador, sin o del m undo en el siglo XIX. Al m alentendido p atronato, v ig en
te desde 1824 en que form ábam os p a rte de la G ran Colombia, sucede el Con
cordato. Al regalism o que usurpa p ara el César lo qu e es de Dios, sucede la
arm onía y coordinación d e los P oderes civil y espiritual, d en tro de sus le
gítim as atribuciones e independencia, que d a al C ésar lo q u e es del César
y a Dios lo que es de Dios. La influencia de las logias m asónicas, q u é h a
blan insolentem ente por boca de P edro M oncayo en la legislatura de 1857,
es sustituida p o r la saludable influencia d e la Iglesia, A u n a república sin
cohesión que c re é asentarse sobre el pacto de tre s departam entos, Quito,
G uayaquil y Cuenca, sucede una república u n itaria, dividida en provincias,
dem ocrática en él verdadero sentido de la palabra, que lleva sus re p re se n
tan tes a las C ám aras legislativas proporciónalm ente al censo de su p obla
ción. Al analfabetism o ÿ desorganización d e la instrucción pública, bajo
U rbina y Robles, sucede la enseñanza gratuita, catódica y 'Obligatoria; la
p rim aria q u e corre, principalm ente, a cargo de los h ijo svde La Salle, la se
cundaria a cargo de los h ijos de S a n Ignacio y la Superior que está re p re
sentada p o r los sabios de la Politécnica, jesuítas tam b ién en su m ayor p arte,
honra n o sólo d el E cuador sino de Am érica. A los tauras, soldados en su
gran m ayoría negros o m ulatos, q u é e ran el te rro r de las fam ilias, p o r su
conducta depravada, sus robos y violaciones, reem plazan u n ejército y u n a
policía respetuosos del derecho de todo ciudadano, garan tía d e los hogares
y bendición de los puèblos. Al agio y al eaos que p erm itía él abuso y e n ri
quecim iento ilícito de los detentadores del poder público, sustituye la h o
nestidad. en él m anejo de los dineros fiscales; la desorganización de la h a
cienda pública m u ere p a ra d ar paso a u n sistem a de recaudación, gastos,
contabilidad y trib u n a les que p erm iten vigilarlo todo. T ras un a legislación
inconexa, que n i sabe dónde va ni qué garantiza, que se enreda en trám ite s
m as p ara ev itar la justicia que p a ra darla, viene u n Código Civil, obra de
Andrés Bello y u n Código P enal, obra d e G arcía M oreno, y vienen sobre
todo, jueces que son garan tía de acierto, pues a unque el procedim iento ca
m ina aún sobre ro d aje anticuado, es con todo garantía' de probidad. Al
abandono d e los territo rio s orientales en m anos de blancos que explotan a
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los indios y los lanzan al salvajism o, a la vida e rra n te de las selvas, suce
d e n las m isiones d e los jesu ítas que am paran esas pobres alm as, bajo n o r
m as de bien y de justicia y las to rn a n en m iem bros útiles de la Iglesia y de
la P a tria : desaparece el com erciante que hace u n m odus vivendi del frau d e
y surge el sacerdote que obra al im pulso de la caridad, qu e es am or. El
concubinato se. extingue, se restringen las em briagueces, y se ponen en su
lu g a r el m atrim onio y la sobriedad. Y po r encim a de ese orden, p a ra g u a r
d a rlo y protegerlo, una justicia inflexible que no p erm ite transgresiones,
q u e castiga con la cárcel y en casos graves au n con la vida a quienes se
niegan a vivir bajo las norm as de esta sociedad y E stadó cristianos, que en
definitiva son las norm as de la ley n a tu ra l grabada en lo m ás íntim o de la
conciencia del hom bre.
El 17 de enero de 1869
El nuevo orden
Después de expresár los m otivos por los cuales se lanzó al m ovim iento
revolucionario del 16 de enero, explica así la c lausura de la universidad:
La Constitución garciana
Se la dicta "e n nom bre de Dios, uno y trino, autor, legislador y conser
v ado r del universo” . Así expresados con claridad los á trib u to s divinos, no
h a y la m enor duda d e qu e se tra ta del Dios verdadero, del que adoran los
cristianos que m ilitan bajo las banderas d e la unidad y catolicidad de Pedro,
que recibió de Cristo el p o d er de apacen tar ovejas y cqrderos; del Dios que
se ve con la luz de la fe, y no de ese dios falso de los racionalistas, conce
bido por el liberalism o y encerrado dentro de los lím ites de la pobre razón
hum ana: u n dios finito que no es Dios, y que no tie n e m ás atrib u to s qu e los
q u e el ho m b re qu iere darle.
bitantes, sin to lerarse o tra ni p erm itirse la vecindad del que no profese la
Católica R om ana” .
Esta C onstitución aprobada p o r la Asam blea fue tam bién aprobada, (ca
so único en la R epública) por el pueblo en plebiscito som etido al sufragio
popular, por 13.640 vqtos afirm ativos co n tra 514 negativos, según escrutinio
practicado po r la C orte Suprem a en 27 de jun io (1869). » .
El P residente electo
"Ju ro , dice, por Dios N uestro Señor y estos santos Evangelios desem peñar
fielm ente el cargo de P residente de la R epública, pro fesar y p ro teg e r la r e
ligión católica, apostólica, rom ana, conservar la integ rid ad e independencia
del Estado, g u ard ar y h acer gu ard ar la Constitución y las leyes. Si así lo
hiciere, Dios m e ayude y sea en m i defensa; y si no, El y la P a tria m e lo
dem anden”.
he escuchado con singular com placencia los tiernos y afectuosos sentim ien
tos que m e guarda el Sum o Pontífice, y de los cuales ta n ta s m uestras m e
ha d a d o ... dignaos m an ifestarle la sincera gratitu d del últim o y m ás h u
m ilde de ssu hijos. . . ( y decidle, que n o so tro s)... en vez de p ro fa n a r los
tem plos y saquear los altares, en nom bre de una lib ertad m entida, com a
tan ta s veces lo ha hecho la sacrilega lib e rtad de la licencia (procuram os)
que nuestra S anta R eligión Católica, rotas las tra b a s (patronato herético,
liberalism o, m asonería \ qu e antes im pedían su acción benéfica, difunda en
nuestros pueblos la luz, la verdad y la v id a”.
II
Texto de la protesta
“Al firm a r esta pro testa p o r orden expresa del E xcelentísim o P re si
d e n te de la República, el infrascrito hace votos al Cielo, a fin de que S. M.
el rey V íctor M anuel re p a re noblem ente el efecto deplorable de una cegue
d a d pasajera, antes que el trono de sus ilustres antepasados sea ta l vez re
ducido a cenizas por el fuego vengador de revoluciones sangrientas.
Tres días después de haberse ssucrito esta protesta, G arcía M oreno es
cribe (21 de enero de 1871) a J u a n L eón M era en A m bato;
“Creo que todos los católicos acogerán la p rotesta con la sim patía que
inspira el cum plim iento resuelto de u n deber, y del m ás grande de n u e s
tro s deberes; y espero que los m asones vuelvan a regalarm e los herm osos
dictados con que no cesan de calum niarm e. P e ro idichoso yo si así sucede!
B eati estis, etc. B ienaventurados los que padecen persecución por la ju s
tic ia!” (1)
R epercusión m undial
(1) P alab ras sem ejantes se leen en carta al I>r. R afael B orja. Cuenca.
Cartas de G arcía Moreno, tomo IV, Pág. 236. '
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En las colum nas del periodism o católico de todo el orbe, G arcía M oreno
pasa a ocupar el p rim e r plano e n tre los defensores de la Fe. Se habla de
él con entusiasm o y se lo recu erd a con g ra titu d p o r el valor y energía dé
la protesta, como Jefe de un Estado, en representación de su pueblo.
intereses y de sus odios. Dios nos bendice y nos protege de u n m odo evi
dente, y la R epública avanza de día en día a despecho de sus enem igos’*.
Poco im portó, en verdád, el silencio de los grandes. Los pequeños de la
tie rra , grandes a n te Dios, se levantaron en m asa p a ra aplaudir a G arcía
M oreno. Los católicos de Viena al felicitarle, decían: “Jam ás u n crim en ta n
inicuo se h a com etido con m ay o r audacia a la faz de los que tie n e n el deber
d e re p rim irlo ’’. Y de todas p artes llueven felicitaciones como éstas q u e tra e
E l B ien Público de Bélgica: “La protesta, Emo. Sr. G arcía M oreno, h a rá la
h o n ra e te rn a de v uestra nación, y el Dios que sabe e x altar a los débiles y
a b a tir a los poderosos sabrá recom pensar este m agnífico ejem plo dado a E s
tados tan pusilánim es como grandes’’ (1).
Y esta recom pensa vino como Dios sabe d arla a los que m ucho am a: la
m u e rte del hom bre justo a m ano de m alvados, él 6 de agosto de 1875.
Su Santidad Pío IX
cristiana inflexible, con caridad hacia los crim inales, pero tam bién p ara con
las víctim as. Destaca el m ensaje que la tran q u ilid ad pública es com pleta:
“confío dice, en la protección del Cielo p a ra responder,, como respondo, del
orden y de la paz de la R epública”. R elata brevísim am ente dos conatos de
revolución, el de ju lio 'd e 1871, dirigido como se cree p o r la m asonería de
Panam á, en que fracasan los Alfaro p o r falta de apoyo del pueblo de Mon-
tecristi, y el de 15 de diciem bre de 1869. en Cuenca, conectado con el ase
sinato del P resid en te d e la República de Quito, en que m ueren en el cadal
so tres de los principales responsables (26 de diciem bre) y a quienes G arcía
M oreno se niega a indultar. A otros dos condenados tam bién a m uerte, D ie
go Pim entel y M anuel Cornejo Cevallos, les conm uta la pena, por prisión al
prim ero y destierro al segundo.
Se re fie re a las m isiones orientales en que los indios son som etidos a la
civilización a excepción de una trib u , la de los jíbaros. E xpone cómo las
ren tas públicas h a n aum entado, sin nuevos im puestos y “sin h ab erse em pe
ñado el porvenir de la República con em préstitos extranjeros, n i con o pera
ciones ruinosas”. R elata cómo se ha extinguido g ra n p a rte de la deuda in
te rn a y se ha saneado la m oneda, y los gastos que se h a n hecho en in s
trucción pública, caminos, puentes, edificios, establecim ientos de b en efi
cencia.
— 28 —
este m undo, cuando el c o rre r de los años y los ánim os serenados ponen al
descubierto la justicia de su causa y la perfidia de sus adversarios. Pío IX
p a ra fortificar la fe de G arcía M oreno le m anda el santo cuerpo de San tJr-
cisino. ^
m
EL CONSTRUCTOR
1873. Han pasado ya cuatro años desde qu e G arcía M oreno se hiciera c ar
go de la Presidencia de la República. La insuficiencia de* la Constitución y
de las leyes que le ató las m anos en la prim era adm inistración p a ra im pe
d irle hacer un gobierno m ás eficaz ya no existía. Aquel paito rusoniano, que
es dogma del liberalism o clásico, teórico y libresco, del hom bre bueno y de
la autoridad mala, cuyos poderes era necesario, lim ita r en la m ayor m edi
da posible, era ya problem a político del pasado. A hora gobernaba según el
concepto cristiano, de que la autoridad viene de Dios y se la h a establecido
para ayudar al hom bre caído a cum plir sus destinos en sociedad. Con las
m anos libres puede hacer ya el bien del pueblo, sin estorbos n i trabas, no
obstante cierto grupo católico-liberal de Cuenca, que vive en las nubes, de
espaldas a la realidad, haciéndole oposición en toda form a posible. P ero
inútilm ente. La Constitución y las leyes le perm iten, ahora sí, go b ern ar bien,
y para ello, m antener con m ano fé rre a el orden y la paz. L a e stru ctu ra
cristiana del Estado y la arm onía de los poderes eclesiástico y civil facilitan
su obra creadora. En esta obra se m uestra G arcía M oreno un constructor
form idable im pulsando el progreso de la República y haciéndole en m enos
de un lustro m ayores beneficios de los q u e se le hizo en m ás de m edio siglo.
Sus adversarios le tildarán de fanático, de cruel, de tirano, hasta de sed u c
tor de m ujeres. ¿Qué im porta? "La calum nia nada respeta, dice, pues no
respetó la virtud purísim a del Hijo de Dios". (1)
P o r lo dem ás, la tira n ía, que fue el m ayor pecado de que le acusó, q u e
dó convertida en som bra, en nada, cuando veinte años m ás ta rd e E loy Ai-
faro tom ó el poder, y jactándose d e que venía a d e stru ir la teocracia (18 de
de enero de 1895), priv ó al pueblo de todas sus libertades y lo tra tó con ta l
fu ro r y sevicia, que u n 28 de enero de 1912 lo asesinaban y a rra stra b a n su
cadáver por las calles de Quito. T ragedia en que se m anifestó ta n to despre
cio tjel pueblo a A lfaro como el que A lfaro h ab ía tenido al pueblo.
Su m ensaje
Instrucción P ública
odio contra la gente adinerada, sino el deseo de que .los grandes diesen buen
ejem pló a los pequeños, y que éstos viesen en la autoridad el deseo de h a ce r
cum plir la ley sin d ejarse influenciar dé los poderosos: no quería, como se
dice vulgarm ente, “q u e la ju sticia fuese sólo p ara los de poncho” .
C ree que, así como sin la enseñanza p rim a ria son inútiles los esfuerzos
que se hacen p a r a la secundaria, del m ismo modo no es posible la enseñan
za superior y técn ica sin la base de buenos colegios y escuelas. Con este fin
como base para la enseñanza secundaria, funda escuelas p a ra niños d iri
gidas por H erm anos de las Escuelas C ristianas. Y en lo que m ira a la ense
ñanza superior, su m ás grande gloria es la E scuela P olitécnica con sabios
que fueron en A m érica los m ejores de su tiem po, y que sólo fu e posible
traerlo s por la persecución religiosa de B ism arck en A lem ania, contra je
suítas, capuchinos, r edentoristas, órdenes religiosas y catolicism o en ge-
neral.
— 32 —
“Respóndannos los ilum inados, los declam adores, los pueblos y los p a
d re s de fa m ilia ... En la enseñanza secundaría em pleaba el G obierno de
G arcía M oreno 20.000 pesos anuales (más de dos m illones de sucres en el
valo r adquisitivo de la m oneda en la actualidad) y la au toridad eclesiásti
ca 12.000; y 110 profesores, la m ayor p a rte europeos m uy com petentés . y
m u y afam ados, prom ovían la cultura intelectual de m ás de m il jóvenes
abriendo a nuestros ingenios nuevas y b rilla n te carreras, que debíán d a r
a la nación todo el esplendor de u n país verdaderam ente civilizado y culto.
¿Qué hicim os de la Politécnica? ¿Qué de esas lu m b reras de las ciencias n a
tu rales que honraban a n u estra p atria? ¿Qué de esos gabinetes de física, de
zoología, de botánica,· de m ineralogía? ¿Cuál es la su erte de nuestros cole
gios? Respondan las capitales de provincia. Hoy de nuestros pobres y m al
desorganizados colegios se levanta un a nube de abogados y m édicos” .
El tirano bueno
padres -de fam ilia, p a r diversos m edios; coercitivos o no, a que envíen a sus,
hijos a la escuela; crea nuevos obispados, los auxilia m oral y económ ica
m ente; tra e del ex tra n je ro sacerdotes qpe atien d an a parro q u ias populosas
sin párrocos, como la de Portoviejo; introduce nuevas com unidades religio
sas' con fines de enseñanza o de beneficencia; construye conventos; se p reo
cupa de las m isionés Orientales en donde, dice en el m ensaje “las escuelas
fundadas por el celo apostólico de los infatigables hijos de la Com pañía
prep aran para esas com arcas, ricas pero salvajes, días de luz y prosperi
dad” . E n lu g ar de la universidad suprim ida instala la P olitécnica e n 3 de oc
tu b re de 1870, en obedecim iento al decreto dé la Convención del año a n te
rio r q u e así lo ordenaba. ¿Levanta el O bservatorio Astronóm ico, cuyo edifi
cio concluye en 1874, y lo arregla con instrum entos fabricados en M unich.
P o r contrato de 6 de abril de 1870 inicia la construcción del ferro carril que
u n irá G uayaquil a Quito. Inicia la construcción de una cárcel modelo como
es el Panóptico, etc.
Y todo esto lo hace con poquísim os dineros fiscales, como por arte de
encantam iento, sin explotar el tra b a jo ajeno, con gran espíritu de justicia.
En el m ensaje pide aum ento de dotación y sueldos a em pleados su b a lte r
nos que cree m al retribuidos, y en carta al G obernador de Im babura, 23 de
abril de 1873, escribe: “Es deb er de justicia pagar a los peones su jo rn a l/. ,
ninguno puede ser obligado a tra b a ja r g ratu itam en te en ninguna obra p ú
blica; eso de lla m ar voluntarios a los infelices que van a tra b a ja r gratis ca
reciendo d e pan, es u n a burla sangrienta, u n delito que clam a venganza al :
Cieio, u n atentado q u e ninguna au toridad puede com eter y q u e yo no debo
to le r a r ... Si se em plea la fuerza pública p ara com eter una iniquidad, to
do ciudadano tiene derecho a re sistir y defenderse p o r m edio de las ar-
Moralidad y justicia
, Este tira n o bueho creía que los crím enes se acrecientan cuando se lee
otorga im punidad. C ontra la libertad, aun p ara él m al y p ara los pillos, p ro
clam ada como u n derecho por el liberalism o, creía que lo cristiano era pro
clam ar la lib e rtad sólo p ara el bien y p a ra los buenos: el m al, a lo sumo
p uede m erecer en casos excepcionales, tolerancia. Dios to lera el m al, pero
no le otorga derechos.
— (
(1) Gálvez, Vida de G arcía Moreno, pág. 370, edición de 1942 en Buenos
Aires.
— 34 —
. IV
Catolicismo integ.al
El óbolo al P a p a
S. S. P ío IX y el m ensaje
S u Santidad Pío IX a quien G arcía M oreno rem itió copia del m ensaje
aun antes de qu e el Congreso nada resolviese, contestó una carta m uy afec
tuosa que no hem os podido obtener, pero a la que el m ism o G arcía M oreno
hace referencia en com unicación al Dr. R afael B orja (1) de 28 de octubre
de 1873. Además, oficialm ente, en latín, dirigió el siguiente oficio, cuya t r a
ducción castellana dice:
G arcía M oreno agradeció esta com unicación oficialm ente p o r m edio del
M inisterio :de Relaciones E xteriores; y en carta privada a E uropa; al G eneral
Francisco J. Salazar, de 17 d e diciem bre de 1873, le dice: “E n m i contestación
le doy a su S antidad la consoladora noticia de q u e el Congreso aceptó todas
las indicaciones q u e le di en favor de la Religión, y coronó la obra dedican
do el E cuador al Divino Corazón de Je sú s” . (2)
Periodism o católico
“El Pensam iento E spañol”, en u n artículo que titu la El Estado sin Dios,
después de algunas consideraciones sobre esta valiosa profesión de fe de u n
gobernante al dirigirse a las cám aras legislativas, escribe: “P o r lo m ismo que
este ejem plo es único en el m undo; p o r lo m ism o q u e lo da el G obierno do
ún a república (m uy m al vistas en su tiem po p o r là im piedad que las solía ca
ra cteriz ar en E uropa); por lo m ismo que el E cuador es un E stado pequeño,
sin un po d er ex traordinario y ta n rico en herm osas instituciones y en bienes
ta r m oral y m aterial, como pobre en ejércitos, escuadras y tesoros, fu n d am en
to capital del progreso m aterial de los pueblos m odernos, és digno de m edi
tación y aplauso el gran acto político dél G eneral P resid en te del E cua
dor". (1)
Xa vida del siglo y como sím bolo del am or divino en obras artísticas de es
cu ltura y pintura.
LOS JESUITAS
Todo parece perdido. P ero G arcía M oreno no pierd e las esperanzas, y di
ce a los desconsolados jesuítas: “dentro de diez años cantarem os Te Deum
por vuestro reto m o ".
Coré el año 1873. E n u n tem plo de A lem ania, católicos piadosos rin d en
culto al Sagrado Corazón. El G obierno de Bism arck* g ra n m aestre de la m a
sonería, juzga este culto idolátrico, cierra el tem plo y persigue a los católicos.
%
— 41 —
“Ud. es hom bre, le dice, y como hom bre m ortal m añana d ejará la tierra,
¿cuál será entonces la suerte del Ecuador? V. E. suele decir: no hay hom bre
necesario en el m undo. Dios no m u ere.'D éjenos pues entregados como pueblo,
como nación, a ese Dios verdadero, objeto constante d e sus hum ildes a dora
ciones: reconozca el Ecuador al Divino Corazón de Jesucristo, como a su
eterno y absoluto soberano y p ro tec to r”.
tan ta s gentes; que haciéndolo así, Dios e n prem io; “a b rirá las alas de su p r o - .
tección sobre nosotros, y apartando sus ojos com pasivos de n u estras m iserias,
se com placerá ta n sólo en aquello q u e de n u estra p a rte rep arase en algún m o
do sus u ltra jes y volviese p o r su ho n ra y gloria” * (1)
Considerando
2) Que con grande anhelo desean, por lo m ismo, alcanzar de Dios esta
gracia especial para la República, estando íntim am ente persuadidos que la
conseguirán si, postrados con hum ildad, ofrecen la Nación al Santísim o y
Amorosísimo Corazón de Jesús, ·
D ecretan:
A rt. 1.) ,E1 terc er Concilio provincial quitense ofrece y consagra solem
nem ente la R epública del E cuador al Sacratísim o Corazón de Jesús; y con la
fe, hum ildad e instancias que le son posibles, le ruega que sea, desde hoy p a
ra siem pre, el P ro te cto r de ella, su guía y am parador, a fin de que nunca
jam ás se a p arte de la Fe Católica, apostólica, rom ana y de que sus m orado
res conform en sus costum bres con esta Fe, única que puede hacerles dicho
sos en el tiem po y en la eternidad;
A rt. 3.) Los Obispos p ro cu rarán que, en las iglesias catedrales y p a rro
quiales, se establezcan cofradías del Sacratísim o Corazón de Jesús, a fin de
que el m ayor núm ero de ecuatorianos le am en y le h onren con todo fervor;
;]
I
— 43 —
Considerando:
Decretan:
Art. 29—iSe declara fiesta cívica con asistencia de prim era clase, la del
Santísim o Corazón de Jesús que se celebrará en todas las catedrales de la
República por los prelados diocesanos, con la m ayor solem nidad posible.
A rt. 49—E n el fro n tis de cada uno de los altares expresados én el a rtíc u
lo anterior, se colocará una lápida costeada por las ren tas nacionales, en la
cual se escribirá el presente D ecreto.
— 44 —
Tanto M onseñor Checa como los dem ás prelados accedieron a los deseos
de G arcía Moreno, y en el últim o día de diciem bre de 1873 se alzó en todos
los tem plos y capillas de la República, la voz oficial del G obierno, secunda-
— 45 —
. · Según el decreto del concilio provincial quítense esta cerem onia debía
te n e r lu g ar en la cuaresm a de 1874. P a ra darle m ayor solem nidad, y que
correspondiese al fin que el Concilio y el Congreso se proponían, G arcía
M oreno m anda a tra b a ja r, bajo sus indicaciones, p o r el p in to r R afael Salas,
a quien había m andado a Rom a a perfeccionarse en el a rte de la p in tu ra , u n
gran cuadro del Corazón de Jesús, como Rey gobernando sobre el m undo,
especialm ente sobre el Ecuador, su pueblo, con el cetro en la m ano derécha,
el globo te rre s tre en la izquierda, tú n ic a blanca sím bolo de pureza, m anto
de p ú rp u ra símbolo de su autoridad soberana, y su corazón divino herido
por la lanza y trasform ado el sol, uno de cuyos rayos ilum inaba en la línea
ecuatorial al pueblo que a E l po r e n ítro y ^ i n reservas se le había e n tre
gado, por el decreto de consagración.
T erm inadas las num erosos com uniones y expuesto el Santísim o, el m is
mo González Calixto lee el Acto de consagración, coreado po r G arcía Mo
reno, m agistrados y el pueblo, m ediante hojas volantes en que se hallaba
im preso y que h abían sido rep artid as de antem ano p ara que nadie lo ig
norase. Este acto, que hoy se suele re p etir con frecuencia en nuestras igle
sias, con el Santísim o expuesto, dice así:
— 46 —
“Este es, Señor, vuèstro pueblo: siem pre Jesús mío, os reconocerá por
su Bios; no volverá sus ojos a otra estrella qu e a esa de am or y m isericor
dia, que brilla en m edio de vuestro pecho, san tu ario de la D ivinidad, airea
de vuestro Corazón. M irad ¡Dios nuestro! gentes y naciones poderosas tra s
pasan con m uy agudos dardos el dulcísim o seno de v u estra m isericordia;
nuestros enem igos insultan nuestra fe y se b u rlan de n u estras esperanzas
porque las hem os puesto en Vos; y sin em bargo, este vuestro pueblo, su J e
fe, sus legisladores, sus pontífices consuelan a vuestro Vicario, enjugan las
lágrim as de la Iglesia y, confundiendo la im piedad y apostasia del m undo,
co rren a perderse en el océano de am or y caridad que les descubre vuestro
suavísim o corazón.
“Sea, pues, Dios nuestro, sea vuestro Corazón el faro lum inoso de n u e s
tr a fe, el áncora segura de nu estras esperanzas, el em blem a de n u e stras
banderas, el escudo im penetrable de n uestra flaqueza, la au ro ra herm osa de
u n a paz im perturbable, el vínculo estrecho de una concordia santa, la n u
b e que fecunde nuestros campos, el sol que alum bre nuestros horizontes, la
vena, en fin, riquísim a de la prosperidad y abundancia que necesitam os
p a ra lev a n ta r tem plos y altares, donde brille con eternos y pacíficos re s
plandores su santa y m agnífica gloria. Y pues nos consagram os y en tre g a
m os sin reserv a a vuestro D ivino Corazón, m ultiplicad sin fin los años de
n u e stra paz religiosa, d esterrad de los confines de la P a tria la im piedad y
corrupción, la calam idad y la m iseria. D icte nuestras leyes v uestra fe; go
biern e nuestros trib u n ales vuestra justicia; sostengan y dirijan a nuestros
jefes vu e stra clem encia y fortaleza; perfeccione a nuestros sacerdotes v u es
t r a sabiduría, santidad y celo; convierta a todos los h ijos del E cuador v u es
t r a gracia y corónelos en la eternidad vuestra gloria, para que todos los p u e
blos y naciones de la tie rra, contem plando con santa envidia la v erdadera
dicha y v e n tu ra del nuestro, se acojan a su vez a vuestro am ante corazón
y derram en el sueño tranquilo de la paz que ofrece al m undo esa fu en te
p u ra y sím bolo perfecto de am or y caridad. A m én” .
C om pletam ente feliz debe llam arse, V enerable H erm ano, la Nación cuya
autoridad civil está unida con ta n estrecho lazo a la sagrada, que am bas no
se dirigen sino a la consecución del bien com ún. U n ejem plo de esta feli
cidad y, por cierto, rarísim o en la actual p e rtu rb a ció n de todas las cosas;
tenem os a la vista en esa República; en ella se ve que su religiosísim o P re -
sideñte y el Congreso N acional veneran a la Iglesia, respetan sus derechos
•y le devuelven los que se le habían quitado; y, al m ismo tiem po, se o b ser
va que en ella florece la tran q u ilid ad nacida del orden; que la prosperidad
del pueblo se halla en m agnífico estado y que todo conspira a su felicidad.
T al vez la Divina Providencia ha querido p oner a la vista de las naciones
este dechado, a m anera de un faro, p a ra que p o r fin vuelvan en sí y vean
cuál es el cam ino que deben seguir p ara alcanzar aquella felicidad que ta n
to anhelan, y que ellas rechazan o hacen im posible con sus u to p ía s frívolas
Im agen que presidió la consagración del (Ecuador al Corazón de Jesús,
en m arzo de 1874.
Pío IX.
VI
EL TRABAJADOR INCANSABLE
Responsabilidad en el Gobierno
Llevando la cruz
El constructor
Ein el cam ino de Ib arra al Pailón trab a ja b a tam b ién incansablem ente, no
sólo desde la S ierra sino tam bién desde la Costa, (3) con contrariedades qu e
n a cían de los mismos ibarreños, descontentos p orque la construcción de ese
cam ino les privaba del trab a jo de sus peones en obras particulares. Al re s
pecto escribe al G obernador de Im babura: “Ud sabe m ejor que nadie la
g u erra universal que en esa provincia hicieron casi todos al cam ino de Es
m eraldas. B ueno es que la provincia conozca que sin ese cam ino será devo
ra d a φογ la m iseria” . (5)
El libro de Kem pis que llevaba siem pre consigo estaba escrito en fra n
cés, se lo obsequió el Sr. José M aría Lasso en 24 de setiem bre de 1860, con
m otivo de la victoria de G uayaquil, fue sacado de su bolsillo después del
atentado crim inal contra su vida, de 6 de agosto de 1875, y su viuda señora
M ariana del A lcázar de G arcía Moreno lo obsequió al R. P. Julio M atovelle;
tiene 10 cms. de largo, 6 de ancho, 1 cm. de alto, p asta de cuero, filo dorado
y 192 páginas que en algunas p artes llevan aun las huellas de que su dueño
las usó m ucho y las regó con sus lágrim as. E n este librito, al final h a y tres
hojas en blanco, y en la del centro se h allan escritos varios propósitos, de
puño y letra de G arcía M oreno, ocho en la prim era carilla y once en la se
gunda, m uchos de ellos no lo suficientem ente claros, porque no eran p a
ra el público sino resum en de preceptos e ideas de su dueño p ara el gobier
no de sí mismo.
“Como nada se puede hacer sin la gracia divina h e de oir todos los días
la santa misa, he de rezar el rosario y lee r el Kem pis. No rezaré sentado en
'BANCO Dü LA REPUBLICA
BIBLIOTECA LUÍS-ÁNGEL ARANGO
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— 52
la cama, a m enos que estuviese enferm o o tu v ie se algún grave m otivo p a
ra hacerlo.
“He d e m editar en la noche y dos veces al dia sobre las postrim erías:
m uerte, juicio, infierno y gloria. Ein las dudas y tentaciones m e he de p re
g u n tar: ¿qué pensaré sobre esto en la h ora de la m uerte?
“H aré actos de hum ildad. D esearé que d u re n las hum illaciones sin m e
recerlas. ¿Soy acaso m ejor que los demás? M e h e de a legrar de que censu
re n mis actos y he de contener los m ovim ientos de ira. R efren aré m i habla,
el trato áspero y m i vista. No he de decir n ad a m alo de m is enemigos, y
de mis amigos todo lo bueno. Cuando se m e o c u rra decir algo m alo del p ró
jim o, dirém elo prim ero a m í mismo. He de re fre n a r la lengua y no ha b la ré
de mi m ismo sino p ara exponer m is defectos o. m alas acciones.
“Con prudencia he de evitar fam iliaridades inocentes” .
C ristianizando a su pueblo
D eterm ina hasta lo que se debe rezar en los cuarteles. Desea que el m a
trim onio cristiano im pere en la República, y que sean puras las costumbres.
P ersigue con este fin como delincuentes a los concubinarios y m ilitares
viciosos (6), procurando no h a ce r uso de la fuerza sino en caso extremo*
pues es su deseo y su m andato que prim ero se les amoneste a que se ca
sen (7). C ree q u e la propagación de la vida, fuera del m atrimonio cristiano,
a tra e sobre los pueblos la m aldición de Dios, con m ayor razón si está de
por m edio el escándalo y el abandono de la m ujer legítim a. P o r eso ordena
qué salga de Vinces u n doctor Teodom iro Quevedo y que vuelva a Lata-
cunga, en donde tie n e abandonada su m ujer; y al pedir la nóm ina de los
concubinarios de Pueblqviejo, escribe: “debemos conservar la moral y ser
justos, sin re p a ra r m ás que e n cum plim iento de nuestros deberes”. (8).
sin casa donde vivir; (1) en 1874 no puede ir a Cuenca, porque carece com
pletam ente d e recursos p ara el viaje; (2) y en 1875 no tien e u n real en el
sino sólo deudas (3). No obstante es un gran adm inistrador de bienes p ri
vados, como lo dem uestra su c arta de 17 de m arzo de 1875 a Carlos y Ju a n
A guirre' (4).
E tapa final
Sí, dichoso él que iba a m orir por la Fe. Dios le debía esa m uerte, e s
cribe uno de sus biógrafos; pero dichosa tam b ién la P atria, porque la R e
ligión, la m oral, la instrucción pública cristiana y la prosperidad pública
contarían en lo sucesivo con u n nuevo apóstol y m agistrado que le dedicó
la vida entera a su servicio hasta m orir in odium fide por el puñal y la
bala de perversos.
(4) E sta carta y las referentes sobre la vida en la Com pañía de Jesús es
tá n tom adas del archivo de los ÎPP. Jesu ítas en Quito, gracias a la gentileza
del R. P. José Jo an em que las hizo llegar a n u estras m anos.
(5) D efensa docum entada del G eneral Francisco Ja v ie r Salazar, por F. I.
S. Quito. Im p ren ta del Gobierno. 1887.
— 61 —
IV
(11) D eclaración de R oberto Donoso, a fjs. 143 del sum ario civil contra
los asesinos, en el archivo de la Corte Suprem a.
— 66 —
(12) EL Espectador.
(13) A nécdotas de m i Vida, pág. 191.
(14) Seis de Agosto, p o r R oberto A ndrade, pág. 226.
(15) El E cuador de 1825 a 1875, pág. 331, edición de 1906.
(16) H istoria de la R epública del Ecuador, po r J. L. R., tom o II, edición
d e 1925, pág. 605.
(17) G abriel G arcía M oreno y el E cuador de su tiem po, edición de 1941,
pág. 417.
sus malos negocias, y sobre todo por su mala conducta. Ha
biendo entrado en un convento con la esperanza de que la
Comunidad le pagaría sus deudas, afectó por de pronto
grandes aires de virtud, que no le impidieron luego mere-,
cer ser expulsado. Acosó (con solicitudes económicas) al
Presidente de la República de quien antes había sido apa
sionado servidor; pero 1*0 habiendo podido conseguir los
favores que de él solicitaba, le juró odio implacable” (18).
Cierto fue este odio implacable, pero no el motivo que
se alega.
VI
Polanco en el libre ejercicio de la profesión de aboga
do, con buena clientela, astucia innegable y ancha concien
cia, tenía lo necesario para la vida, y se podía permitir has
ta dar dinero a Gregorio Campuzanó para que fuese a pre
parar la revuelta a Guayaquil (19). Su odio a García More
no no era de base económica como dice el P. Berthe y J. L.
R., porque desde 1872 habían desaparecido sus apuros fi
nancieros; tampoco era de origen familiar como afirman
otros, sin prueba alguna, sino político-religioso. Polanco era;
de los liberales de la escuela enciclopedista, estilo Juan
MontalvQ, que afectaban virtud natural y hasta catolicis
mo en el rincón d$ la alcoba, pero que odiaban el influjo de
la Iglesia en el Gobierno de los pueblos. No deseaba apare
cer como impío o hereje, pero lo era en realidad, por su vi
da y sus ideas.
En mayo de 1874, en una hoja suelta exhibe la candi
datura a la Presidencia de la República, del Dr. Antonio
Borrero, liberal católico; pero como comprendiese que no
era posible el triunfo de su candidato en los comicios popu
lares, frente a García Moreno, concibe la idea de eliminar
a éste, aun por medio del crimen, del escenario político.
El Art. 43 de la Ley de Elecciones decía que de seis en
(18) G arcía M oreno, por el P. B erthe, tom o II. Edición española de 1892.
Pág. 364.
(19) Segunda instancia del Consejo verbal por el asesinato de G arcía M o
reno. Fjs. 146.
I
— 68 —
(20) D eclaración de M anuel C ornejo a fjs. 121 del sum ario civil.
(21) D eclaración de Cornejo, a fjs. 146 del sum ario. Seis de Agosto, po r
Roberto A ndrade, pág. 82.
(22) Defensa de Polanco, pág. 174.
— 69 —
VII
(23) D eclaración del m ism o Polanco, a fjs. 10 del sum ario por a lte ra
ción del orden público.
(24) ¡Mi p rim era palabra.
\
— 70 —
— 72 —
ABELARDO MONCAYO
I
— 76 —
— 78 —
III
— 85 —
ria Juana Terrazas (18). Y Andrade, evidentemente, tenía
razón de saberlo.
La Terrazas estaba tan orgullo sa de su intervencióu
en el crimen del 6 de agosto, que dijo a Ortega: “yo lo· hice
todo, con estas polleras y éste cuerpo que se lo han dé co
mer los gusanos” (19). Andrade, entusiasmado por tan va
liosa cooperación, comenta el suceso así: “Una mujer es en
todo caso digna de respeto; qué no diremos cuando ha ma
nifestado amor a la Patria y lo ha comprobado con perseve
rancia y bizarría, aunque no haya sido después de todo in
maculada en sus costumbres” (20).
El incidente de la Terrazas ,y el elogio anterior mues
tra la poca moralidad1de los asesinos, que lo confirma, ade
más, la declaración en el proceso de una analfabeta, menor
de 21 años, Eufemia Rubio, quien no se ruboriza de decir
ante los jueces: “Yo dormía unas veces con Moncayo y'
otras con Andrade, Cornejo era también mi amigo íntimo.
No recuerdo con quien dormí la noche anterior al 6 de
Agosto, pero es posible que con Andrade” (21). Es posible
que con Moncayo, rectificamos nosotros, porque Andrade
pasó la noche corí Cornejo en el barrio de San Juan, en ca
sa de un sacerdote Henríquez, según lo refiere en su libro,
Seis de Agosto.
V
A pesar de testimonios tan incontrovertibles, Polarico
escribe: “Moncayo era un joven de talento, ilustrado y de
intachable conducta” (22). Seguramente el asesino enten
día por intachable conducta el vivir alejado de la moral
cristiana. Moncayo de su parte definía la virtud así: “tela
agujereada por la polilla de las preocupaciones, buena pa
ra el uso de los pazcuatos aristotélicos” (23). Conforme a
este criterio de Andrade y Moncayo sobre moral y virtud,
los liberales suelen hacerse lenguas de la conducta inta
chable de Moncayo y de la honradez y pulcritud de su vida.
(1) A fojas 9 vta. del libro de bautizo d e San R afael de Bolívar, que
va d e 1849 a 1861 se halla la siguiente p artid a: “E n veintisiete de octubre
del año del Señor de m il ochocientos cincuenta bauticé puse óleo y crism a
a R oberto A m ador (nacido ayer), hijo de los señores R afael A ndrade y A le
g ría Rodríguez mis feligreses. F ueron padrinos los ciudadanos Ju liá n A n d ra
de y Francisca N arváez de esta feligresía: saben sus obligaciones y el p a re n
tesco que contraen. F r. M ariano N egrete.
(2) Seis de Agosto, pág. 65.
(3) A puntes biográficos de G arcía ¡Moreno, p o r P ablo H errera. Pág. 93,
edición de 1921.
(4) Boceto de G arcía M oreno, por Aparicio O rtega. Pág. 18.
(5) Seis de Agosto. Pág. 317.
— 93 —
— 100 —
de Campuzano y Cornejo, y los proyectos de captura ba to
dos los asesinos, lo que les obliga cambiar de escondrijos.
El panorama político no cambia. Polanco sigue preso;
Sánchez ni piensa en pronunciamientos de cuarteles y has
ta es conducido a la cárcel por sospechoso. Los boletines y
hojas sueltas condenando el crimen inundan lá ciudad, al
extremo que, escribe Andrade: “no hay monaguillo o coci
nero de frailes que no se cree con derecho a entregar a los
asesinos a la excecración universal” (31).
No hay pues Otro remedio que la fuga, y Andrade sale de
Quito, a principios de setiembre, disfrazado de mujer y en
compañía de señoras (32). Se refugia por algunos días en
la hacienda de un señor Carrera, cerca de Cayambe. De
aquí se traslada a Otavalo, a una propiedad donde residía
su familia, pero como la persecución continuase tiene que
buscar hospedaje en casa de un doctor Luis Miranda.
Es en esta casa del Dr. Miranda es donde viene a verle
desde Quito, Dn. Víctor Gangotena y le dice que debe sa
lir del Ecuador, si no quiere exponerse a morir en el cadal
so, que él se compromete a dejarle en la frontera. Y sale
con él, en altas horas de la noche del 22 de setiembre, por
Ambi hacia el Chota, y a las once del día siguiente llegan
a una hacienda del mismo señor Gangotena, cerca de Mira,
en un ramal de la cordillera occidental. En la caída de la
tarde están en el páramo de Chiles donde duerme. En la
mañana siguiente trepan un gran espacio de páramo, pa
san la frontera y van a hospedarse en Cumbal, pueblo ya
perteneciente a Colombia. Es el 25 de setiembre. Entre los
que le reciben está el coronel Rafael Arellano, quien poco
después lo lleva a Ipiales a presentarlo a Montalvo (33).
Este al verlo le dice: “estaba muy infamado ese pueblo (el
ecuatoriano), pero ustedes lo han salvado” (34). Matar a
un gobernante católico, por gentes tan depravadas como
los asesinos era la salvación del Ecuador, según el libera
lismo de la época.
Andrade se queda en Ipiales hasta la subida de Burre
ro en que viene a Imbabura con la esperanza de gozar no
(31) Seis de Agosto, pág. 306.
(32) Seis de Agosto, pág. 317.
(33) Seis de Agosto, pág. 327.
(34) Seis de Agosto, pág. 327.
101 —
sólo de impunidad', sino de honores por su hazaña y de los
privilegios que traen los cargos y dineros públicos, al ser
vicio de unas pocas personas. Montalvo también abandona
Ipiales con la idea de venir a gobernar a su pupilo a quien, ,
él creía, lo había hecho presidente. Pero los dos se equi-
vocan. Borrero jura la Constitución de 1869 y se niega a
convocar una Constitución para destruirla. Andrade escri
be: “Montalvo esforzóse en desatar a Borrero de los lazos
de la bandería conventual (sin conseguirlo)... no nos per
siguió ni un día, pero no se acordó que nos debía la altura.
Antes de ser Presidente dijo en un discurso la siguiente fra
se digna de la historia: “El 6 de Agosto reasumió el pueblo
su soberanía”. Ya en la Presidencia nos mandó a decir que
el Congreso galardonaría nuestra hazaña, pero nosotros
trabajábamos por derrocarlo del Poder” (35).
Borrero cae sin gloria. Sin valor para entregarse a sus
adversarios francamente anticatólicos o a sus amigos fran
camente católicos, el 8 de setiembre (1876) se ve traiciona
do en Guayaquil por un militar, Ignacio Veintimilla, que
en diciembre triunfa con Urbina en Gälte y guarda poco
después a Borrero en la cárcel. Entre los vencedores está
Eloy Alfaro que en Quito manda a llamar a Moncayo y An
drade. Este acude al llamamiento pero cuando llega, Alfaro
ha salido ya d'e la ciudad.
Con Veintimilla, asesinos y liberales cÆen haber toma
do las estrellas con la mano. Andrade, en julio de 1877, es
elegido diputado por Esmeraldas con Pedro Moncayo, Juan
Montalvo, Miguel Riofrío y Manuel Cornejo Cevallos, pero
ninguno de los cinco concurre al Congreso, porque Veinti
milla, como Borrero tampoco tiene valor para entregar la
administración pública y el Gobierno en mano de los asesi
nos de García Moreno, de los admiradores de éstos o de
gentes poseídas de furor anticatólico. Después del envene
namiento de Monseñor Checa, de la abolición del concorda
to y persecución a Monseñor Andrade, destierro de Monse
ñor Massiá, muerte misteriosa de Monseñor Lizarzaburu
y otros muchos actos de furor sectario, Veintimilla cree
del caso ser más tolerante y hace las paces con la Iglesia,
Andrade lo ataca por la prensa, es tomado preso en Ibarra,
B A N C O DE LA REPUBLICA
BIBLIOTECA LUiS-ANCEL ARANGO
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— 102 —
VI
’ Andrade ingresa al panóptico el 31 de octubre (1894),
pero el 26 de agosto del año siguiente, con motivo del triun
fo del liberalismo en los campos de Gatazo es puesto en li
bertad por el Jefe civil y militar de Pichincha, Dr. Belisa-
rio Albán Mestanza, declarando que los jueces habían ce
sado en sus funciones. Andrade va a Latacunga a congra
tularse por el triunfo de Eloy Alfaro, y éste, que acababa
de llegar con su tropa a la caída de la tarde, abraza emo
cionado al asesino diciendo: “el día ha sido completo”; era
el abrazo d'el hombre que se jactaba de venir a destruir la
teocracia, con el hombre que se jactaba de haber destrui
do a García Moreno: así se unían el odio a Dios y el odio
a García Moreno con la pretensión de borrar del Ecuador a
Dios y a García Moreno. ¡Insensatos! Olvidaban las pala
bras del gobernante cristiano: Dios no muere.
Ya en el Poder Alfaro coloca al jactancioso asesino co
mo Director de la Casa de Artes de Portoviejo, que tenía el
— 107 —
La historia posterior de Roberto Andrade es muy co
nocida. La furia liberal antialf arista de 1912 que llega al po
der con Plaza le obliga ir a Lima donde permanece hasta
1917; en este año vuelve a Quito y se queda en esta ciudad
hasta 1920, reside en Nueva York hasta 1923, está en La-
Habana en 1927 donde inspira la biografía de Agrámente
•contra García Moreno considerándose a éste como enfermo.
Es senador en 1930; el General Enriquez le otorga una pen
sión vitalicia y muere en Guayaquil, en la Clínica Alcívar,
de neumonía, el 31 de octubre de 1938 a las 6 y media de la
tarde, a la edad de 88 años y 63 del asesinato. Muere pobre,
el Estado le costea los funerales' y se vela su cadáver en la
Universidad. La inhumación se verifica al día siguiente a
las cinco de la tarde en el cementerio común. Hablan sobre
sus despojos mortales, en elogio de su vida dedicada por en
tero al liberalismo, Carlos Rolando, Carlos Alberto Flores,
Federico Coello y. Joaquín Gallegos Lara. El Gobernador
présidé el desfile mortuorio y entre los que llevan las cin
tas que cuelgan del ataúd se halla el Dr. Carlos Alberto
Arroyo del Río, que poco después sería Presidente de la
República. Los tres hijos del fallecido Mariano, Roberto y
Gastón hijos de madre peruana, desprecian la patria de su
padre, el Ecuador, y se hacen ciudadanos estado-unidenses.
— 108 —
A ROBERTO ANDRADE
I
Le irritaba de César la grandeza,
la mente excelsa, el corazón gigante,
y aquel afán de gloria, delirante
que exigua le mostró toda proeza.
Pero adora de Claudio la vileza,
la torpe obstinación, la fe inconstante,
el hábito mendaz y la rapante
garra, que cuanto toca hace su presa.
Para el uno el regaño del felino,
el odio oculto, la asechanza oscura,
y por fin el puñal del asesino . ..
Para el otro el amor y la ternura
que muestra a su Señor, siervo ladino:
¡oh qué Bruto tan bruto el de Imbabura!
II
De bruto ha descendido a sicofanta,
de Quijote del crimen a escudero:
y es de verlo, espumando su puchero
saciar a dos carrillos la carpanta...
Mas, su desmaña escuderil es tanta,
tan risible y tan ruin su caballero,
que en el mundo no queda ya ventero
que les deba el reposo de la manta.
De Sancho ha de bajar a echacuervos.
en casa de las hembras del partido,
si así lo quiere Eloy, Dios de sus siervos.
¡Pobre Bruto mostrenco! Todo ha sido
y todo puede se r ... y aun echa verbos
en su jerga insolente de bandido.
— 109 —
III
¿Que vive de sus hados satisfecho,
y .es'timbre de su historia su delito?
Miente Bruto y remiente: no es un mito
que en su conciencia, hay jueces en acecho,
De su jactancia estúpida a despecho
sin poderlo evitar, ostenta escrito
sobre la negra frente de precito·
el fallo inexorable del Derecho.
Y nada importa que el verdugo tarde
en cumplir su misión, ni que haga alarde
de su efímero triunfo la nequicia;
que un día el crimen bajará del solio,
ganará la Virtud el Capitolio,
y tendrá horca y cuchillo la Justicia.
IV
Formados le tenía tres jemales,
pero veo que el cuarto es aún urgente;
pues no cabe que un ogro delincuente
expíe en cruz sus crímenes brutales.
Clavarlo en el más ruin de los bardales
de la pública vía es más corriente,
puesto en equis el cuerpo impenitente,
invertido cabeza y calcañales
sirva allí de espectáculo al viajero,
de escarmiento al matón, al chulo bravo,
al lenguaraz infame y cizañero:
¿No era esa lá condena del esclavo?
Pues si un esclavo es él aunque altanero,
complete este suplicio este ,otro clavo.
V
¡Punto final!. . . Mas pongo a la manera
■de rótulo en tan negra podredumbre
— 110 —
algo que a la azorada muchedumbre
el caso ignominioso le refiera.
No era un Bruto, un Harmodio, ni siquiera
un John Booth pasadero. Odió la .lumbre;
vivió a trueque de un pan en servidumbre;
hubo en él del reptil y de la fiera.
En la lengua de Ferry y de Lombroso,
fue más bien un mattoides, un cretino,
un impulsivo amante y peligroso.
Arrastróle hacia el crimen su destino,
vivió del odio sin probar reposo,
y es esta su apoteosis de asesino.
VI
(Leyendo su carta a Alfaro)
He visto su retrato verdadero
en esa carta mísera y doliente:
es él, es el escarnio de la gente
exhibido a la faz del mundo entero!
Triste era contemplarle de escudero
de un manchego más torpe que demente,
pero es el colmo verle humildemente
convertido de Sancho en pordiosero.
¡Puede aun el crimen simular grandeza!
¡Sicario hay, que no inclina la cabeza
ante el Cielo, ante el Juez ni ante el verdugo!
Mas ¡oh mengua de altivos malhechores!
el más Bruto de nuestros matadores
se postra ante un bausah por un mendrugo.
VII
(Cota de malla)
Robur illi et aestriplex__ ¡Venusiano
te ha robado un jayán la hermosa idea
— Ill —
114 —
Cornejo juega un papel bastante secundario en el cri
men en comparación de Polanco que lo planea con un año
de anticipación; de Moncayo que no .se detiene en los me
dios para su fin y de Andrade que cree el asesinato es una
proeza gloriosa que lo elevará a la categaría de Bruto o de
Harmodio. De más nobles sentimientos que los tres, Corne
jo estima, al menos en sus comienzos, que se debe derrocar
a García Moreno, pero no matarlo en una emboscada oscu
ra en que el mismo asesino se convierte en juez. Entra en
la conspiración a fines de mayo o comienzos de junio cuan
do ya los planes para el crimen están terminados y sólo se
busca la oportunidad para ejecutarlo. Los primeros que me
hablaron d'e la revolución, dice Cornejo, fueron Moncayo y
Andrade (11), aquel hizo saber a éste el proyecto de Polan
co y lo llevó a casa del último, lo presentó al hermano Co
ronel José Antonio Polanco con quien hablaron de cuatro
a cinco de la tarde, unas tres semanas antes del crimen (12).
Arreglado el proyecto entre Andrade y Moncayo se con
quistó a Cornejo y éste dice: “unos quince días antes del 6
de agosto, me encontré con Andrade que leía un folleto ve
nido de Panamá (La 'Dictadura Perpetua) y me aseguró que
había un plan de asesinar a García Moreno, sin proyecto re
volucionario, y que los comprometidos eran Rayo, C'ampu-
zano y otros. Le contesté,que no estaba bien que un joven
inteligente y de honor pasase a la historia manchado con
un crimen, que García Moreno había manifestado cualida
des superiores a los demás presidentes y que su asesinato
no traería sino los malos resultados que trajo el de Lin
coln a los Estados Unidos” (13).
Andrade no insistió. Cornejo, después de todo no recha
zaba la revolución ni el derrocamiento de García Moreno,
sino el asesinato. Pero con Polanco y Moncayo traza planes
para matar a García Moreno y un testigo declara haber en
contrado o lois tres, en casa de Andrade tratando del asun
to (14). Pasados algunos días, Moncayo y Andrade asegu
ran a Cornejo que está ya comprometida para ,1a revolución
la artillería volante que hace la guarnición en Quito; que
si con el apoyo de la artillería se promoviere algún tumulto
— 116 —
— 118 —
(28) G abriel M oncayo en el sum ario por alteración del orden público,
fojas 10.
(29) Sum ario por alteración del orden público, fojas 40.
(30) Seis de Agosto, pág. 219.
(31) E n tre las calles G arcía M oreno y Sucre donde hoy. se levanta el
Banco C entral.
(32) J . F. M artínez, fojas 61 vta
*
— 119 —
drade refiere otras bromas de Cornejo con el Mandatario,
aunque revistiéndolas de detalles falsos y dándoles un co
lorido y una interpretación de que carecen (33).
Frecuentemente se lo ve a Cornejo en las puertas de la
iglesia de Santo Domingo, y en la mañana del seis de agosto
anda por la ciudad' con sombrero de fieltro de copa alta
(34) como si estuviera de gran fiesta, sombrero que lo cam
bia posteriormente con uno de paja que es el que usa en el
momento del crimen. Durante éste, dice el P. Berthe, Gar
cía Moreno fija los ojos en él, como pidiéndole socorro, des
pués del primer machetazo de Rayo, y contesta... dándole
un tiro (35). ¡Infeliz! Las malas compañías y los malos li
bros le habían llevado al abismo de atentar contra la vida
de su amigo. Su nombre iría unido, al de García Moreno
como el de Judas a Jesús, pero un Judas con el arrepenti
miento de Pedro.
En el proceso Cornejo afirma que quiso defender a
García Moreno, que en este intento fue herido por Rayo en
la mano (36). Que viendo que nadie acudía en auxilio de
los conspiradores (para apresar a García Moreno sin nece
sidad de matarlo), como había ofrecido el doctor Polanco,
disparó su revólver precipitadamente (37), como es de su
ponerlo contra el Mandatario.
Rayo da los últimos machetazos a García Moreno con
furia verdaderamente infernal. Cornejo lo ve sin atrever
se a intervenir disparando de nuevo su revólver. , Cuando
Rayo fuga hacia la pila, en el centro de la plaza, va tras él
(38), pero se lo adelanta y desviando un poco la ruta sigue
hacia la esquina contraria de la plaza, por donde vive Ze-
laya (39), el Ministro del Perú en el Ecuador tenido en el
pueblo por masón (40). ¿Qué hay?—le- pregunta Polancö.—
Mataron a García Moreno,— le contesta—. No dice, “le ma
tamos” sin duda por temor a los allí presentes, que no pa-
(33) Seis de Agosto, po r R. A ndrade, pág. 63.
(34) A ugusto C achet en el sum ario por alteración del orden público,
fojas 38 vta.
(35) G arcíá M oreno, por el P. B erthe, tom o XI, pág. 385 de la tra d u c
ción castellana.
(36) Confesión, fojas 91 vta.
(37) Confesión en el juicio m ilitar en Defensa de Polanco, pág. 77.
(38) Nicolás G uevara, fojas 39.
(39) Hoy F undación P érez Pallares, e n tre V enezuela y Chile.
(40) O bservación 12 del Sr. A urelio Espinosa Coronel al P. M oner.
ί
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— 121 —
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Π
Ante el fracaso de Guayaquil, Campuzano quiere reti
rarse del complot, pero Polanco lo atrae de nuevo dicién-
dole que iba a reunir en Quito a los conjurados para el
ataque a los cuarteles, y que si él se ponía al frente de los
conjurados el nuevo Gobierno le pagaría los gastos y per
juicios que redamaba por una suma superior a los veinte
mil pesos.
Seducido por la oferta, Campuzano intenta comprome
ter al Subteniente José Ma. Solis para la toma del cuartel
de Artillería, que debía efectuarse, mediante la traición
dentro de las propias filas, en el momento en que los solda
dos abandonasen el edificio para salir a “formación”.
—Usted es un soldado de mérito, dice Campuzano a
Solís, no obstante está postergado a tanta gente inepta.
Solís no se muestra violento, escucha con agrado la
conversación, pero no se deja seducir por el canto de sire
na y denuncia el hecho al Director de Policía, Jorge Villa-
vicencio y éste se vale de un agente secreto, que finge odio
al Gobierno y se ofrece para cualquier movimiento subver
sivo. Campuzano cae en la trampa, y lleva al supuesto com-
t
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, — 143 —
IV.
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' *
lo moral se lo pinta como de temperamento ardiente, im
pulsivo, predispuesto a la discordia: disgusta y riñe con los
compañeros ante la más ligera contradicción, lo que obliga
-a los maestros a castigarlo con frecuencia por díscolo y pen
denciero. Injuria y maltrata por cualquier motivo a perso
nas pacíficas e indefensas.
A los quince años, en 1851, en la época conocida en Co
lombia con el nombre “del perrero”, cuando hordas salvajes
recorren él valle del Cauca cometiendo tropelías, Lemos Ra
yo se arma para defender a su padre del peligro de ser fla
gelado por esas hordas, pero se comporta aún más cruel
que éstas y para que no lo maten tiene que abandonar la
población dejando tras sí huellas y fama de suma perversi
dad.
En 1854 el General Meló derrota a Obando y se procla
ma dictador. Para combatirlo los roldanillenses—gente bra
va que en 1846 se prestaron a venir al Ecuador para defen
derlo de la pretendida invasión de Flores—-se enrolan bajo
el mando del Comandante Francisco García.. Entre los enro
lados está Faustino Rayo, pero como a García le derrotan,
Rayo a duras penas puede salvar la vida y fuga con algunos
compañeros a Palmira. Se lo asciende a Alférez, se junta a
los legitimistas y ataca a los dictatoriales en Cartago: la
suerte le sonríe esta vez y queda entre los vencedores. ¡Ay
de los vencidos! puede exclamar. La victoria lo lleva a ejer
cer actos extremos de venganza: heridos o prisioneros que
caen en sus manos pueden no contar con la vida: asesina a
cuantos adversarios puede y corre como energúmeno por las
calles manchado con la sangre de sus víctimas. Intenta ma
tar hasta a los heridos o prisioneros que se refugian en una
ambulancia, pero se lo impiden los propios compañeros de la
guardia legitimista. Al increpársele por tan poca noble con
ducta contesta que tiene que vengar la sangre de sus pa
rientes caídos en la lid.
En 1855 pretende robar a la madrastra un cofre de jo
yas que le había obsequiado el marido, José María Lemos,
el día de sus bodas. Descubierta la tentativa tiene que huir
por temor y vergüenza de su padre, de ánimo no muy pací
fico como para permitir sin tomar represalias actos delic
tuosos como el referido. Fugitivo de la casa paterna se radi
ca en Cali donde abre un tailler de talabartería (3).
(3) Véase La P a tria , -diario de Quito, de 8 de enero de 1944.
¡
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— 161 —
Emo. Señor:
Después de siete meses de permanencia en la provin
cia del Ñapo, a donde fui destinado por la Santa Sede en ca
lidad de Vicario Apostólico, he tenido necesidad de regre
sar a esta capital por varios arreglos relativos a la misión.
A mi llegada al pueblo de Papallacta, he sabido que el
señor Capitán Faustino Rayo regresa a la provincia de
Oriente en calidad dé Comisario de policía. No puedo Emo.
Señor, mirar con indiferencia que el señor Rayo vaya in
vestido de autoridad, porque durante su permanencia en los
pueblos de la misión, ha sido el obstáculo mayor para los
trabajos apostólicos de los misioneros, y por los abusos que
comete con los infelices indios a quienes hostiliza de la ma
nera más cruel. Tan luego como toqué en la provincia, a
pesar de no hallarse el señor Rayo investido de ningún car
go civil ni político, al siguiente día de mi llegada al pueblo
de Ñapo, ordenó a la población que se retirara a sus tambos
poniendo en licencia al pueblo aun antes de que escuchara
ni una sola palabra de boca del misionero: esta conducta ha
observado en cuantos pueblos ha tocado, llegando al extre
mo de vejar a uno de los misioneros en el pueblo de Aguano
por no haber permitido que los indios se ausentaran confor
me a las órdenes que el señor Rayo había dado a los Cura
cas y demás empleados del pueblo. Además para hacer las
ventas de sus efectos discrecionalmente, ha procurado, en
cuanto ha estado a sus alcances, desprestigiar a los misione
ros manifestándose él como autoridad suprema, ingiriéndo-
se aun en el nombramiento de los empleados de la doctrina.
!
— 163 —
— 164 —
(10) Estos datos están generalm ente tom ados de la num erosa correspon
dencia de los padres jesu ítas Am brosio Fonseca y M anuel Guzm án, desde el
O riente a su S uperior en Quito, Francisco Ja v ie r H ernáez o al V isitador de
la Orden, P. A gustín Delgado Delgado, en el archivo de la Orden.
V
/
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- ¿75 -
— 176 —
(28) G arcía M oreno, por el P. Góm ez Ju rad o , iS. J., pág. 92.
(29) Luis Fernando O rtega, a fjs. 24 del sum ario p o r alteración del o r
den público.
(30) F rancisco Flores a fjs. 16 del sum ario po r alteración del orden p ú
blico.
(31) F*js. 18, 25 vta., 28 y 37 del sum ario por alteración del orden pú b li-
co.
(32) Fjs. 16 y 34 del sum ario p o r alteración del orden público.
— 178 —
(33) G abriel M iranda, fjs. 52 del sum ario por alteración del orden p ú
blico.
(34) Confesión de G regorio Cam puzano a fjs. 22 del sum ario por a lte
ración d el orden público.
(35) Fojas 53 y 57 del sum ario po r alteración del orden público.
(36) E n el M inisterio de Relaciones E xteriores del E cuador está la re
lación de este suceso.
(37) Seis de Agosto po r R oberto A ndrade, pág. 117.
(38) E l Debate, d iario de Quito de 6 de agosto de 1934.
(39) Defensa del Dr. M anuel Polanco, pág. 193.
!
— 179 —
— 18Ö —
los tiempos del Presidente Ruiz de Castilla lo arrastra de
los pies por las calles «hasta las afueras de la ciudad, a ori
llas del río Machángara (46). Lo que en parte confirma el
P. Moner diciendo, que el cadáver de Rayo le echaron un
dogal al cuello y lo arrastraron por las calles hasta que no
quedó de él chispa de carne adherida a los huesos (47), en
lo que hay exageración como dice el señor Aurelio Espinosa
Coronel (48).
La señora Mercedes Suárez relata el suceso así: ^El ca
dáver del desgraciado Rayo estuvo tendido en la esquina
hasta las seis de la noche en que lo llevaron arrastrando al
cementerio de San Diego; dicen que estaba muy negro y
féo, y es de advertir que Rayo era un blanco” (49) ; lo que
corrobora José Gabriel Moncayo al afirmar, que “vió muer
to a Rayo, cuya vista lo estremeció por su deformidad”
(49a.)
En el informe que diera el Gobierno se dice que a las
cinco de la tarde fue arrastrado por los pies hasta el ce
menterio de San Diego (50), y en otras fuentes se afirma
que sólo se lo arrastró hasta el arco de la reina, frente al
convento de Carmelitas que fue casa de Santa Mariana de
Jesús, y no por el pueblo enfurecido sino por los indios
zámbizas que tenía el cuidado del aseo de las calles.
Si se toma en cuenta que después del asesinato el cuar
tel ocupó la plaza, calles y lugares contiguos con tropas y
cañones, por lo menos una cuadra en contorno, para impe
dir cualquier alteración del orden público, y que al lugar
en que cayó Rayo sólo se permitió al pueblo llegar en los
primeros momentos, fácilmente se comprenderá que no fue
posible que algún soldado o persona caritativa levantase el
cadáver y que éste quedó tendido en la calle varias horas
hasta que vino la calma y la tropa fue retirada.
— 181 —
El P. Berthe afirma que el cadáver fue pisoteado y que
se le encontraron en los bolsillos talones contra el Banco
del Perú, que “probaron a todos que la venerable y virtuos
sa masonería, a semejanza de la sinagoga de los judíos no
prescinde de los treinta dineros para los Judas a quienes
emplea” (51).
En parecida forma se expresa González Suárez, quien,
además, al referirse al terrible juicio de Dios, dice en la
oración fúnebre que pronunciara en Cuenca el 25 de agosto
de 1875:
“El hombre, que fuera, no diremos criminal, sino más
bien tan desgraciado, que recibiera precio por derramar la
sangre del Presidente de la República, cuando meditaba,
tal vez, disfrutar tranquilo del premio de su bárbaro hecho,
fue arrebatado de repente a la eternidad, para dar cuenta a
Dios de su pecado, dejándonos en la terrible incertidumbre
de su suerte eterna... ¡Terrible justicia del Omnipotente!
¡Misterios de la predestinación! ¡Aquel, que diera muerte,
comparece antes que la víctima delante de la tremenda y
adorable Majestad de Dios!...
Entre los que profanaron el cadáver de Rayo estuvo
un cuñado de García Moreno, Ignacio Alcázar, de quien di
ce Roberto Andrade que echando una nube de improperios
disparó varios tiros sobre el cadáver y fue llamado desde
entonces mata-muertos. En cambio cuando murió parece
que fue enterrado vivo, alguien para robar profanó la tum
ba, el supuesto cadáver abrazó al ladrón y los dos queda
ron muertos de susto. De vivo fue mata-muertos y de muer
to mata-vivos (52).
Desde luego no faltaron tampoco admiradores del ase
sino. Del proceso aparece que como en el barrio de San Se
bastián, de Quito, mucha gente se alegrase de la muerte de
Rayo, uno de los vecinos, Mariano Vega, dijo que nadie se
debía alegrar de que a Rayo se lo hubiese^ hasta pateado
después de muerto, que al contrario merecía buen epitafio
(53). Y el mismo P. Berthe refiere que algunos jóvenes qui-
Primeros años
I '
— 184 —
— 185 —
S e d e s t ile r ía
Juan Montalvo
T o m ad o d el lib r o M o n ta lv o y G arcía M oreno, p o r R o b e rto A n d ra d e , ed ició n
de 1925, en Im p. La R efo rm a, Guayaquil.
— 189 — .
“El Istm o de P an am á está viendo pasar desde tiem po inm em orial esas
m angas de fantasm as tenebrosos que van a oscurecer el Ecuador, frailes de
uno y otro sexo, jesuítas repelidos de todo el m undo, carlistas trash u m a n
t e s ... G arcía M oreno hace juzgar a los ex tra n je ro s p o r herejes, y a otros
les echan a palos de sus p u e b lo s ... Es G arcía M oreno el jesuíta, hom bre
sin p a tria . . . ” '
— 192 —
enorm es: cabeza, pies y m anos de gigante. Cuando algún geólogo averigua
dor, rebuscando en provecho de las ciencias las ru in as de Quito, después de
algunos siglos, halle sus restos fósiles, ha de com poner con ellos lin m asto
donte. Frisa con los sesenta años nuestro hidalgo el día. de hoy; por la p a r
te que m enos, se vive sus tre in ta m ás; y ¿hem os d e esp erar a que se m u era ? ”
“Los hom bres a quienes la civilización rep ele (los jesuítas) hallan su p a
raíso en el Bcuàdor, que n a tu ra lm e n te será m ás civilizado que E uropa y
que to d a A m érica. . . ”
Comentarnos
rar que esta paz sea turbada por los demagogos en nombre
de las llamadas por la Iglesia, libertades de perdición, li
bertad de los perversos para oprimir a los hombres de bien.
Para Montalvo ser fanático no tiene otra significación
que ser católico práctico. Llama fanatismo al culto externo,
al ejercicio de. la liturgia romana. En este sentido el Go
bierno de García Moreno es de mucho fanatismo, pero fal
sifica así la verdadera significación del vocablo, este fa
natismo no es crimen, sino laudable virtud cristiana.
Guando un magistrado no permite la introducción de li
bros prohibidos por la Iglesia no comete un crimen sino que
cumple un deber. García Moreno es sin disputa el hom
bre más ilustrado de cuantos Presidentes ha tenido el Ecua
dor. Sólo un ignorante, un necio o una persona con odio
morboso a la Religión puede no reconocerlo. Y esta ilustra
ción no era sólo de Gabinete, sino práctica, para difundirla
en el pueblo, como lo. están diciendo la Politécnica, el Ob
servatorio Astronómico, los colegios y escuelas en gran nú
mero y mejor calidad. El! examen de libros prohibidos co
rría a cargo de personas muy competentes en la materia a
ellas confiada. Ÿ no es verdad que el severo Presidente fue
se maniquí de legos, frailes y obispos. Si éstos no iban por
la línea recta se quejaba a Roma y en ocasiones hasta con
celo poco prudente, en frasesí no muy comedidas. Pocas per
sonas se hallan no sólo en el Ecuador, sino en el mundo, de
tan indiscutible y recia personalidad, cómo García Moreno.
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BANCO DE L A REPUBLICA
BIBLIOTECA LUIS-ANGEL ARANGO
CATALOGACION
tura barata, que a Cornejo no lo comprometieron con La
Dictadura Perpetua sino cón palabras de Andrade y Mqn-
cayo, que Rayo, Campuzano y Sánchez de seguro que ni
por el forro conocieron el folleto, fácilmente se concluirá
que la publicación de Montalvo no fue sino un poco más de
leña arrojada al fuego que ya ardía.
En cuanto, a la conexión de Montalvo con los asesinos
antes del crimen creemos que no la hubo. De haber exis
tido esta conexión Andrade la habría referido con escán
dalo y todos sus pormenores en su libelo “El 6 de. Agosta”, y
no sólo no la refiere sino que al hablar después del asesi
nato de su llegada a Ipiales, dice que Arellano lo condujo
donde residía Montalvo (16), lo que manifiesta que no co
nocía dicha habitación. Moncayo en Aclaraciones afirma
que fué a conocer a Montalvo en Ipiales, en 1870, apenas sa
lió de la Compañía de Jesús o como él se expresa cuando
recobró su libertad (17). Polanco y Cornejo guardan silen
cio en sus relaciones con Montalvo. Hay además algo que
no conviene olvidar. La Dictadura Perpetua entra al Ecua
dor en noviembre de 1874, en el mismo año salen folletos a
refutarla y en febrero del año siguiente se ocupan de ella
los periódicos de Guayaquil. Entre tanto los asesinos, según
Cornejo la leen en julio y según Andrade en mayo. ¿Sería
explicable este retardo de haber habido alguna conexión
entre Montalvo y los asesinos?
A nuestro juicio La Dictadura Perpetua antes que fo
lleto para lectura de los ecuatorianos fue publicada con el
deseo de que la lean los extranjeros: los gobiernos de Co
lombia y el Perú en manos de la masonería y los liberales
masónicos de amibas naciones en las fronteras con el Ecua
dor con el fin d!e hacer un sondeo, de si era posible procu
rar una invasión o ayuda que derrocase al régimen garcia-
no. Era pueril que al pueblo del Ecuador se lo pretendiese
lanzar a la revolución con mentiras tan descomunales como
la existencia de 20.000 jesuítas, García Moreno friendo se
sos de muchachas seducidas, el cuento de que había ham
bre en las clases populares, y la insensatez de que era una
cosa mala, que provocaba el hazme reir.de las naciones el
haberse consagrado la República al Sagrado Corazón.
— 203 —
U lt im o s la ñ o s die M o n t a lv o
— 204 —
LA MASONERIA
Dos políticas
El masón Guillermo I de Alemania, se presentaba co
mo el perseguidor de la Iglesia. De él dice Su Santidad Pío
IX en 7 de agosto de 1873: “que todas las medidas que ha
tomado desde hace algún tiempo tienden a destruir el ca
tolicismo” (1). García Moreno, que practicaba un catolicis
mo integral en su vida particular y pública, presentándose
como mediador de paz en las familias (2) y laborando para
que desapareciese de las costumbres el concubinato, la
prostitución, el adulterio, la embriaguez y otras lacras so
ciales, que la civilización de su tiempo catalogaba hasta co
mo símbolo de progreso, tenía que defender su política cris
tiana que iba contra los modernos postulados de libertad
para el vicio y odio a Dios y a su Iglesia. Con este fin había
convertido a El Nacional en defensor de su política en el
terreno de la prensa, con esa vehemencia, claridad e intre
pidez muy propias de su carácter. Trata de los deberes de
los católicos en política (3) deshaciendo aquel sofisma libe
ral de crear un abismo de separación entre la Iglesia y el
Estado. Dice que el libertinaje no es libertad, la impiedad
rio es ilustración, la corrupción de costumbres no trae la
felicidad del pueblo (4). El liberalismo está condenado por
la Iglesia en todas sus formas, como una herejía, no sólo
por Pío IX sino por pontífices anteriores, y la publicación
del Sylabus está mostrando que la-Iglesia'sabe defender la
verdad1234y no tiene miedo a las ideas (5). Publica un largo
discurso del P. Ramiiére poniendo al descubierto la perver
sidad de la tenebrosa masonería (6) y los ardides de que se
vale para ocultar ante las multitudes su odio a Cristo y su
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(47) M i p r im a ra p a la b ra .
(48) A p u n te s d e G a rc ía M o ren o , p o r el D r. P a b lo H e rre ra , p á g . 91, e d i
ció n d e 1921.
1
— 220 —
(54) Id e m a n te r io r. '
(55) R e v ista fra n c is c a n a de B a rc e lo n a N9 87, d e m arzo d e 1880.
EN LA MANANA DEL SEIS DE AGOSTO
(8) A ugusto Cachet, fjs. 66. N icanor Q uintana fjs. 69 y José Ma. Man-
cheno, fjs. 72.
(9) D eclaración de M anuel Pallares, a fjs. 57 del suario.
(10) G abriel M oncayo a fjs. 40 del sum ario por alteración del orden p ú
blico.
(11) Seis de Agosto, pág. 110.
(12) Seis de Agosto, pág. 109.
— 226
— 228 —
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cano hay en la Biblioteca de los PP. Jesuítas de Cotocollao. Nosotros ta m
bién conservam os una copia.
-Γ- 229 —
— 230 —
sos precedentes (de la época del liberal Urbina) son en el
país bien conocidos. El Ministerio de Hacienda os referirá
las condiciones razonables que el Gobierno ha ofrecido y no
fueron aceptadas, a pesar de la enorme ganancia que hacían
los espieculadores que ocupan hoy el lugar de los acreedores
antiguos. Si estas condiciones merecieren vuestra aproba
ción, debéis autorizar al Poder Ejecutivo para negociar con
arreglo a ellas de una manera definitiva”.
V ig ila n c ia *e in q u ie t u d d e los a s e s in o s
— 233 —
qué no salía ,a presenciar los exámenes diel fin del curso es-
colar de la escuela de niñas de Santo Domingo, a pocos pa
sos de su casa? Vigilar la enseñanza primaria de los niños
y las niñas había sido una de sus constantes preocupacio
nes. ¿Por qué no lo hacía ahora? ¿Por qué dejafoá pasar las
horas sin ir a l'a oficina de Palacio?
Se hallaba de guardia en la casa presidencial el edecán,
Coronel Francisco Javier Martínez. Cornejo (Manuel) no
tenía suficiente confianza con él para averiguarle sobre la
hora de salida del Presidente, y es probable que tampoco lo
supiera. Quien debería saber algo es el Jefe de la Policía,
Jorge Villavicencio. Pregunta Cornejo por él al edecán y
le contesta que no llega aún (16). No llega y son ya las on
ce del día. Quiere ponerse al habla con los conjurados, pe
ro en ese momento no están allí. Aprovecha entonces el
tiempo libre y va a casa de Manuel Gómez a solicitarle un
préstamo de 300 o 3.000 pesos; no se puede precisar la suma
(17), ni si fue entregada o no; sólo consta que Gómez al ser
requerido el préstamo por Cornejo dijo “bueno”, y que am
bos cortaron la conversación al acercarse personas indis
cretas que pudieran escucharlas. Para el infeliz asesino la
duda era espantosa: si triunfaba sería considerado héroe
después del crimen, pero si el triunfador era el Gobierno
lo perseguirían como a cualquier asesino para quitarle la
vida en el cadalso, como en realidad aconteció. Manuel Gó
mez, que formaba seguramente, parte del complot, tenía
que proveerle del dinero necesario para la fuga, para salir
del Ecuador si fracasaba en el criminal intento de asesinar
al primer magistrado o no se producía la revolución, como
lo esperaba según promesas del Dr. Polanco y del Coronel
Francisco Sánchez.
Andrade y Moncayo no están menos intranquilos que
Cornejo. Después de haber almorzado en los lugares que
indicamos anteriormente y de haber tomado sus copitas pa
ra tomar valor, se sitúan en el Arco de la Reina, a unas
doscientas varas de la casa de García Moreno hacia el cerro
del Pichincha y permanecen allí media hora (18) vigilando
al Presidente, que para ir al Congreso bien podía pasar por
— 234 —
— 235 —
— 242 —
— 244 —
taremos el terreno, combatiendo en nueva cruzada (como
la de 1860) por la santa causa; Dios será nuestro impenetra
ble escudo, y si sucumbimos, nada másrapetecible y glorio
so para un católico: nuestra recompensa será eterna” (31).
El P. Berthe afirma también que García Moreno quiso
hacer uso del revólver, pero que no pudo cumplir su deseo
por tener abrochada la levita (32), desde que salió de casa
de su suegra, por temor a una pulmonía, según ya dijimos.
Respetables son los testimonios aducidos, pero de los
testigos presenciales del suceso, o de referencias a ellos, no
hay el menor indicio que lo confirme, ni de parte de los
partidarios ni de los enemigos. La verdad es que el Presi
dente llevaba el arma en el bolsillo del chaleco, y pudo sa
carla como lo dice Agramonte, que escribió bajo la inspira
ción y datos suministrados en Cuba personalmente por Ro
berto Andrade: “García Moreno, dice, tuvo tiempo suficien
te para despojar a Andrade de su revólver y aun para usar
el suyo” (33).
La afirmación de que García Moreno se hallaba en ca
pacidad1dé desarmar a Roberto Andrade, uno de los cuatro
de la pandilla, es un valioso reconocimiento a su indiscuti
ble valor; y del proceso aparece con evidencia, según la na
rración que acabamos de hacer, que tuvo tiempo para desa
brocharse la levita y disparar su arma. ¿Por qué no lo hizo?
¿Fue turbación? Imposible creerlo en un hombre de su
temple, que aun en estos críticos instantes conserva su se
renidad e impone terror a los bandidos. ¿Fue el voluntario
sacrificio de su vida? Así lo creen muchois, y dan motivo a
presumirlo, la cristianísima carta dé Su Santidad Pío IX,
él mensaje al Congreso en que pide perdón por sus faltas,
y las mismas palabras ante el Consejo de Estado: “si su
cumbimos nada mlás apetecible y glorioso para un católico”.
¿Pero acaso García Moreno, autoridad suprema en el
Gobierno, en conciencia, como gobernante católico podía no
El edecán
(34) José Ma. Vásquez, fjs. 30. M anuel P allares, fjs. 57.
(35) El 6 de Agosto, p o r Eloy P roaño y Vega, pág. 19.
(36) M anuel Baca, fjs. 80 vta., en el sum ario común, y fjs. 60 en el de
alteración d el o rd en público.
(37) E l D ebate de Quito, de 6 de agosto de 1934.
(38) M anuel Baca, fjs. 80.
— 246 —
* * *
— 247 —
(47) D aniel Cortés, fjs. 48 vta. del sum ario com ún, y fjs. 53 del sum a
rio por alteración del orden público.
(48) Rafael Bedoya, fjs. 42.
(49) Seis de Agosto, por R. A ndrade, pág. 120.
- r 249 —
El pobre pueblo
El sitio en donde cayó García Moreno estaba junto a la
tienda de Margarita Carrera (59), que era una mujer mo
rena, vendedora de chicha de quinua, y cuyo establecimien
to era por este motivo muy frecuentado por Rayo, Campu-
zano y los otros asesinos. Esta mujer, dentro de su tienda,
oye el alboroto, las voces airadas, los tiros en la parte su
perior del portal, pero, anciana ya, no se da cuenta de lo
que realmente ocurre, y supone que se trata de una riña
cualquiera, pues el revólver no er a como hoy arma bastan
te rara en la ciudad. Los disparos se hacían con bastante
frecuencia en cualquier bulla callejera. La compra de esta
arma podía hacérsela en cualquier establecimiento de la
ciudad, sin licencia y sin el control que posteriormente han
establecido los Gobiernos.
(54) A lejandro .Çevallos, fjs. 84 vta. José M osquera, fjs. 77 vta. N icanor
Q uintana, ^js. 69. Angela Sagú, fjs. 55.
(55) Emilio Baca, fjs. 51.
(56) Vicente M ontero, fjs. 66 del sum ario por alteración del orden p ú
blico.
(57) Seis de Agosto, p o r R. A ndrade, pág. 121.
(58) Baniea Cortés, fjs. vta. del sum ario p o r alteración del orden p ú
blico.
(59) A ntonio M ontiel, fjs. 38. Rafael M urillo, fjs. 40 vta.
— 251
(60) (M argarita C arrera, fjs. 58, del sum ario por alteración del orden pú
blico.
(61) Angela Sagú, fjs. 55 vta.
(62) A ntonio M artínez, fjs. 32.
(63) V icente (Montero, fjs. 66, del sum ario por alteración del orden pú
blico.
(64) Seis d e Agosto, p o r R. A ndrade, pág. 121.
(65) El Foro N9 40.
B A N C O DE LA REPUBLICA
BIBLIOTECA LUIS-ANGEL ARANGO
CATALOGACION ___________ _____
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— 260 —
Auxilio religioso
Ignacia Sánchez, mujer de José Mosquera, que estaba
tomando chicha en la tienda de Margarita Carrera, al ver
caer a García Moreno del pretil gravemente herido, corre
como buena cristiana a buscar un sacerdote para que lo
confiese y le administre los últimos auxilios religiosos. Lo
pide a gritos entrando primero a la iglesia del Sagrario y
luego a la Catedral, ÿ sólo cesa en su demanda, cuando al
gunas personas le informan que ha ido ya el sacristán a
buscarlo. El sacerdote acude con presteza, pero la pobre
mujer no se halla con fuerzas para regresar donde está he
rido el Presidente y se queda llorando y rezando en la mis
ma iglesia Catedral, ante el Santísimo Sacramento Expues
to en la santa custodia a la veneración de los fieles (129).
El sacerdote que acude a prestar los auxilios religiosos
era Mosén 'Pero o señor Pedro en catalán, que parece se ha
llaba de tránsito en Quito y se hospeda en el convento de
los Padres franciscanos, según lo refiere el P. Moner. Ape
nas llega donde está García Moreno, hace retirar a los cir
cunstantes (130) e inclinándose ante él, le dice: “perdone a
sus enemigos. Jesús le ampare y le favorezca”, y otras ex
presiones propias para estos casos. García Moreno entre
abre los ojos como dando señal ide asentir el perdón. “Esta
ba vivo y soplaba”, dice un testigo presencial (131).
Concurren luego otros sacerdotes (132), entre ellos el
Dr. Vicente Pástor, canónigo (133), y el Dr. Arsenio An
drade, que sería más tarde Vicario Capitular de Quito a la
muerte de Monseñor Checa, después obispo de Riobamba,
y en ambas prelacias, impertérrito defensor de la Religión,
y perseguido a sol y sombra por el liberalismo.
El cónsul de Bélgica y Eljoy Pitaafto
El cónsul de Bélgica, Monsieur Emilio Deville, moja su
pañuelo en la sangre del mártir para conservarlo como re-
ft\ Λ.
....(^ .. CX#·«*
Fotografía tom ada p o r el señor José M aría Pérez, el m ismo día 6 de agosto
de 1875, pocos m om entos después de la m uerte. O riginal: P. P. Jesu ítas de
Cotocollao.
— 263 —
— 265 —
N o h a y rfe v o liu c ió n
V ι>·
ίf
«,
( 1) M anuel M aría V alverde, íjs. 28, del sum ario por alteración del orden
público.
— 268 —
(9) H ércules Cristiano, por Severo Góm ez Ju ra d o S. J., págs. 148 y 149.
— 273 —
(10) Idem anterior, págs. 150 y 151; la narración no la hem os tom ado
textualm ente, en el deseo de acortarla.
— 274 —
(11) M onografías Históricas, por el Dr. Ju lio T obar Donosa, pág. 312.
(12) E l Nacional, de p rim ero de setiem bre de 1875.
(13) Seis de Agosto, p o r R oberto A ndrade, pág. 315.
(14) B oletín núm ero 15.
— 275 —
(15) R afael E ncalada, fjs. 19 y A ugusto Figueroa, fjs. 20 dél sum ario
p o r alteración del orden público.
(16) C ircular d e 25 d e agosto de 1875.
(17) D arío B uitrón, fjs. 87.
(18) A paricio O rtega, fjs. 62 del sum ario p o r alteración del orden p ú
blico.
Aunque por pioco tiempo ingresan a la cárcel, Marcos
Espinel, Gabriel Moneado, N. de la Torre, Belisario Peña, el
poeta Rafael Quevedoi, Manuel y Agustín Hurtado y otros.
A Agustín Yerovi se ílo confina en Quito y en su casa. A
Manuel C'uvi se lo Confina también" en Quito. A Marcos Es
pinel en su (hacienda de Tumbaco. A Rafael Arízaga se lo
saca de la cárcel con garantía y se lió confina en Alangasí,
aunque posteriormente por enfermedad se le suspende el
confinamiento. Én Peguchi se registra la hacienda de Ma
nuel Jijón en busca de algunos de lois asesinos que se pre
sumían se hallaban refugiados en ese lugar.
Es curioso que muchos de los reducidos a prisión como
comprometidios en el crimen fueron ardientes y hasta faná
ticos partidarios de García Moreno, y continuaron siéndolo
hasta su muerte no obstante los vejámenes de que se les hi-
zi víctimas. En cambio muchos enemigos de García Moreno
no fueron molestados y tuvieron (probablemente participa
ción en el crimen: Manuel Gómez de la Torre, Rafael Por
tilla, Felipe Bueno, Manuel Ma. Bueno, Juan Elias Borja,
Comandante Hipólito Moncaÿo, Víctor Gangotena y otros
de que hace mención Roberto Andrade. El mismo Manuel
Ascásubi, cuñ'adó de García Moreno se queja de oscuros pro
cedimientos, en cartas que se conservan, y afirma que des
pués de la resolución que hizo de procurar rectificación en
los procedimientos, Javier León y Javier Salazar comenza
ron a huirle (19).
Algo no muy Claro tuvo que haber en esto de querer
hallar participación en el crimen, en ardientes partidarios
de García Mireno y dejar en libertad a gentes verdadera
mente sospechosas. Y no tiene suficiente explicación, que
el secretario Navas sie niegue a recibir ciertas declaracio
nes (20); que no se persiga a todos los sindicados (21); que
se pase por alto muchas afirmaciones de Cornejo, que se
trate a cuerpo de rey a iSánchez; se omita cuanto compro
mete a la clase militar según Campuzano y Cornejo, y so
bre todo la muerte apresurada de Rayo, las garantías que
tuvo quien lo mató, y hasta la locura de Javier León, de
que hubo sospechas fue provocada intencionalmente para
detener averiguaciones y revelación de ciertos secretos.
279 —
E l E je c u t iv o
E L S E N A D O Y C A M A R A D E D IP U T A D O S
D e l E c u a d o r , R e u n id o s e n C o n g re so ,
CONSIDERANDO:
Que el Excmo. Sr. Dr. Gabriel García Moreno por su
distinguida linteligencia, vasta ilustración y nobilísimas vir
tudes, ocupó el primer puesto entre los más preclaros hijos
del Ecuador;
Que consagró su vida y las altas y raras dotes de su es
píritu y corazón a la regeneración y engrandecimiento de la
República, fundando las instituciones sociales en la firme
base de los principios católicos;
Que, ilustre entre los grandes hombres, arrostró con
frente serena y pecho magnánimo las tempestades de la di
famación, de la calumnia y del sarcasmo impío, y supo dar
al mundo el más noble ejemplo de fortaleza y perseveran-
/■
— 282 —
DECRETAN:
— 283 —
“El 6 de agosto fue para García Moreno día de- gran mi
sericordia. Pero el crimen se ha cometido. ¡Señor!, no lo
imputéis al Ecuador: los asesinos no tienen patria: sus ma
nos asalariadas como la de Judas negociaron la sangre del
Justo... Y ya que habéis aceptado el holocausto de su in
molación, dadnos por ese holocausto lo que tanta falta nos
hace, hombres de buena voluntad. Suscitad, Señor, en vues
tro pueblo hombres semejantes al que hemos perdido, que
285 —
— 286 —
— 289 —
— 290 —
Otros testàmionios
Uto franciscano, residente en el Ecuador, decía en 4 de
abril de 1877, ¡que desde que desapareció García Moreno
había huido el ¡bienestar de la República, que las logias ma
sónicas que prepararon y llevaron a cabo· su asesinato, eje
cutado con una barbaridad que deshonraría a los salvajes
de la selva, (han estado organizando una revolución que
ttiunfó en setiembre de 1876 (29).
Otro franciscano, Fr. Francisco Ma. Compte, escribe en
setiembre Ide 1879, que conoció personalmente a García Mo
reno; lo llama mártir y héroe de la Religión (30).
González Caliste, arzobispo de Quito, en el panegírico
que pronunciara en 26 de junio llama mártir de la Fe a
García Moreno y también a Monseñor Checa.
La Voz del Clero, en editorial de este mismo nombre,
en 18 de setiembre de 1875, por lo mismo a raíz del asesi
nato, decía: “García Moreno fue el defensor de los derechos
de Dios. ¡Y unos desdichados hicieron picadillo la cabeza
del más franco, leal y denodado defensor de la divinidad!...
¿Por qué (desdichados) no visteis que iba a quedar expues
ta la República a perderse en esa Babilonia qué llaman li
beralismo,'sin Dios, sin esperanza, sin consuelo? ¡Qué es
cándalo! ¡Qué escándalo para las presentes y para las ge
neraciones venideras”.
Senadores y diputados ¡del Ecuador al dirigirse, en 14
de diciembre de 1876 al Sumo Pontífice ofreciéndole fide
lidad del Estado a las normas de la Iglesia dan a García Mo
reno el título de mártir y afirman que su espíritu dichoso
al pie del trono de Dios noi podré olvidarse de los ecuatoria
nos.
En general el clero y los católicos no inficionados de li
beralismo proclamaron y proclaman a García Moreno de
fensor de la Fe y mártir; y como si esto no· fuera bastante
los diarios masónicos lo confirman con sus odios y calum
nias:
L a v o z d e l p o n t if ic a d o
EPILOGO
Después de este breve examen de la vida y muerte de
García Moreno es muy comprensible el siguiente auto dic
tado por el Emo. S'r. Cardenal Dr. Carlos María de la To
rre.:
Auto arzobispal
“Graves y prudentes varones, muy versados en sagra
da teología, y que con especial cuidado y diligencia, han es
tudiado, dentro y fuera de la República, la muerte del Sr.
Dr, D'n. Gabriel García Moreno, y la causa que la motivó,
han creído descubrir en éstas las notas esenciales y carac
terísticas de verdadero martirio.
Paréceles que la muerte de San Canuto, San Wences
lao, Santo Tomás de Cantorbery, de los católicos ingleses
sacrificados en los aciagos días de Enrique VIII e Isabel,
guarda perfecta consonancia y analogía con la del Presi
dente ecuatoriano; y que, si el fallo infalible de la Iglesia
ha condecorado a aquéllos con la aureola del martirio, bien
podría ceñir con ella la frente de é¡ste.
Tal juicio, nada despreciable por cierto, y el interés
que no sólo sencillos y piadosos fieles, pero hasta conspi
cuos miembros del Colegio Cardenalicio han manifestado
por que, dentro del marco canónico, se haga lo posible, por
qüe sea colocado en los altares el integérrimo Magistrado
que no, obstante la incredulidad y apostasia de su siglo, hi
zo gala de su Fe, de su inquebrantable adhesión a la Igle
sia y al Vicario de Cristo, y de su íntimo convencimiento,
manifestado con incesantes y sobrehumanos esfuerzos de
que sólo será feliz un pueblo que en sus costumbres, sus le
yes y su Constitución, reconozca la soberanía de Cristo: nos
han movido a dar los primeros pasos, para el esclarecimien
to de punto tan importante. ¡Cuánta gloria daríamos a
Dios; de qué nuevo esplendor se vestiría la Iglesia; y qué
honra inmarcesible redundaría a nuestra Patria, si con in
falible labio declarara el Pontífice Romano que García Mo
reno fue y debe apellidarse Mártir dé Cristo!
Nadie ignora las prolijas y delicadísimas diligencias
que han de practicarse, antes que la Iglesia, comprobadas,
E l c a d á v e r de G arcía M oren o em b alsam ad o e n la c e le b ra c ió n d e las h o n
ras fú n e b re s d e la C a te d ra l M e tro p o lita n a , el 9 d e agosto de 1875.
E m in en tísim o se ñ o r C a rd e n a l D r. C arlos M a ría d e la T o rre , A rzobispo
d e Q uito, q u e p o r au to de d ic ie m b re d e 1939 o rd e n ó in ic ia r la s p rim e ra s d i-
lig en sias can ó n icas p a ra e le v a r a los a lta re s al D r. G a b rie l G a rc ía M oreno.
— 297 —
— 298 —
ritu Santo; oído el parecer de nuestro promotor Fiscal; te
merosos de incurrir en la indignación divina, si por ventu
ra oponemos alguna resistencia a los designios que acaso
tenga Dios sobre el alma privilegiada de aquél de quien di
jo Pío IX que “(había· caído víctima de su Fe y de su caridad
cristiana”, y León XIII, que “sucumbió por la Iglesia a ma
nos de los ■imjpío.s”, y el Congreso de 1875, que “vertió su
sangre por la santa causa de la Religión, de la Moral, del
Orden, de la Paz y del Progreso”; en cumplimiento de lo
ordenado por la ¡Sagrada Congregación de Ritos en el docu
mento ya citado, tenemos por bien constituir la Comisión
Histórica, que tendrá por fin recoger todos los documentos
históricos relativos a la muerte y causa que la motivó, o la
fama antigua de martirio del Sr. Dr. Dn. Gabriel García
Moreno, muerta acribillado de «heridas, en la Plaza de la
Independencia de Quito, el Primer Viernes, 6 de Agosto· de
1875.
Esta Comisión se compondrá del Rvdmo. Sr. Juan de
Dios Navas, Canónigo Magistral de nuestra Iglesia Metro
politana, y Archivero de nuestra Curia Eclesiástica; del
Rvdmo. P. Joel Monroy, Provincial de la Orden de la Mer
ced; y del Rvdo. P. José Le Gouhir de la Compañía de Je
sús”.
Dado en Quito, a 20 de Diciembre de 1939.
f C a r lo s M a r ía ,
Arzobispo de Quito.
A n g e l H u m b e frt o J á c o m e M .,
Secretario (34).
ORACION
Como los tres miembros de la comisión histórica han -,
fallecido la causa ha quedado en suspenso, en espera de que
se hagan nuevos nombramientos; pero el mismo señor Car
denal y los obispos de Guayaquil, Riobamba, Loja, Ambato
y Méndez han aprobado la siguiente oración pidiendo a
Dios conceda a García Moreno el honor de ser elevado al
honor de los altares.
Oración laprobadia por líos Excelentísimos Señores Arzobispo de
Quito, y Obispos die Guayaquil, Riobamiba, Loja, Ambato
y Méndez:
i
INDICES
r
INDICE ALFABETICO
— 304 —
C arrera M argarita 132-238- 250-251- 253 Cornejo Astorga Rafael 79-155- 173-200-
> -258-262. 264-275. '
C arrera se ñ o r 100. Cornejo Cevallos Manuel 26-101. 1
C arrión Jerónim o 16-185-186. Cornejo Manuel I. 127.
C arrión G utiérrez José M aría 57. Cornejo Rafael 112.
C arrión (los) 57. Corpus 217.
C arrión M anuel Dr. 57. Cortés Daniel 219-241- 242-246 a 248-
C arrión M ariano (Sargento) 295 a 261. 250.
C arrión M ercedes 57. Corte Suprema 62 a 64-72-103.
C arrión y R odríguez 259. Corte Suprema federal (Colombia) 178.
Casares Carlos 43-61. Correa José Antonio 148.
Caspicara 365. Corvaia Fortunato 184.
C astelar M anuel (párroco) 57. Crespo José Félix 143.
Castillo A rsenio 288. Cristo 18-28-31- 51-58- 76-77- 94-96- 149
Cayo 192. -.188-192- 193-196- 199-205 a 207- 217-
César (Julio) 108-116- 123-144- 153-207 222-226- 271- 278-296.
-213-215. Cristo Rey 199.
Cevallos A lejandro 250-253. Cruz 263.
Oevalllos P edro José 43-145. Cruz Felipe 175.
Cirineo 49. Cuesta Vicente 117-246-273-283.
Cisneros V icente Dr. 60. Cueva Agustín 63.
Claudio (em perador rom ano) 108. Cueva Aquileo 69.
Clínica A lcívar 107. Cueva Mariano Dr. 32.
Coello Federico 107. Cuqunichi Angel 171.
Colegio C ardenalicio 296. Cuvi Manuel 276.
Colegios (véase al final de este índice)
Collins & Cía 238.
Com pte Francisco Ma. (Fr.) 223-290 CH
Com unidades religiosas (al final de es
te índice) Checa y Barba Ignacio 27-28-43 a 47-
Concejo de Quito 63. 49-61- 262-272- 273-286.
Concilio Ecum énico 271. dhecaise José María 74.
Concilio Vaticano I 21-24. Chenaluisa Francisco Antonio 122.
Concilio Vaticano I I 200. Chiriboga Juan 270.
Concordato 20-25-34-101.
C onferencia de San Vicente de Paul
178-179. J>
Congreso (Ecuador) 227-228- 255-281.
Condillac 76.
Consejo d e Estado 222-243-244. Damaré Bernardino 126-214.
Consejo de Instrucción Pública 62-106. Darquea Elíseo (Coronel) 135-138.
Constantino 288. Dávila Rafael 122. '
Corazón de Jesús o Sagrado Corázóri Dávila Luis Robalino 155.
12-28-37 a. 45-46- 164-192- 199-202-226- David 286.
271-272-294. Débora 121.
Corazones* de Jesús y de María o Sa De la Torre N. 276.
grados Corazones 39-215. Delgado Agustín S. J. 48-78- 167- 168-
Cornejo Astorga Federico 79-155- 173- 170.
200-264- 275. Delgado Rafael 116.
Cornejo Astorga Manuel 6 a 8-16- 65-68 Destruge Juan Bautista 169.
a 76-72- 79-84 a 87-100- 112-115 a 125- Deville Eipilio 263-269.
127-133- 134-142- 144-146 a 149-151 a Diablo 96.
156-173- 174-200 a 202- 214- 224-225- Díaz Camacho de Sierra J u a n S. J.
233 a 238-240-242- 243- 245-247 a 249- 39.
251 a 253-256- 275-276. Di Ciero Hermes 6.
— 306 —
A C
Cádiz 214.
Aconcagua 104. Cala-calí 275.
Aguano 162-163-166-171. Cali 158.
Alangasí 276. C alvario 49.
A lausí 34. Callao 103-104.
A lem ania 31 -40-105-195-206-207-2X4-220 C anelos 165-166.
a 222. C aracas 22-207.
A m azonas 168. C aracol 128.
A m bato 16-22-30H53-55-129-133-183-188- C archi (provincia) 89-92.
210-287-299. C artago 159.
Am bi 100. C artagena 207.
A m érica 5-12-15-24-31-38-40-105-192-205- C auca 159-160.
208-220-280-293. C ayam be 100-155-210.
A m érica del S ur 195. Coca 166.
A m érica española 12-13-37-285. Colom bia 6-24-30-40-95-100 a 103-121-
A m érica hispana 191. 158-159-161-177 a 179-186-202-208-228-
A ntiguo C ontinente 22. 229-246-269.
A ntisana 11. Colom bia antigua 93.
A rchidona 165 a 167-170-171. Colombia 158-208.
A rgentina 24. Conocoto 122.
A tenas 121. Conrogal 60.
A tlántico 211. Costa 50-59-156.
A tuntaqui 74. C ptacachi 156.
Avila 166. ' Cotoeollao 60-133-271.
Azuay 49-63-246. ; Cotopaxi (provincia) 31-128-133.
Cotopaxi (volcán) 57.
Cristal 32.
B ! C uarantum 160.
C uaspud 160-189-190-248.
B abahoyo 16-55-56-59. Cuba 174-207-244.
Babilonia 290. Cuenca 15-22-23-26-28-32-47-50-55-68-76-
B ahía 32-50. 78-79-91-117- 164-166-209-274- ' 275-279-
B años 165-183-185. 286-289.
Barbacoas 187. C um bal 100.
B arcelona 45-215-223-290. C uraray 165-166.
Bélgica 22-24-195-220-269.
Bodegas 142. CH
Bogotá 6-103-104-153-207.
B olívar (antiguo P u n ta l San Rafael de) C hanchos (los) 160.
92. C hile 22-24-127.
Bolívar (provincia) 51. C hiles (páram o de) 100.
Bolivia 21-208. Chillo 155.
B rasil 5-6-209. Chillos (los) 121-141.
B ruselas 208-220. Chimbo 32-51.
Buenos A ires 33-56-207. Chim borazo (provincia) 29-31-270.
B urropotrero 123. C hota 100.
— 318 —
I N
Ib a rra 45-50-53-69-74-101. Ñapo 6-52-161 a 166-170 a 173-176-177-
Ichubam ba 68. 209-221.
— 319 —
Nápoles 191. R
N aranjal 32.
Nicea 36. Riobam ba 40-41-76-78-89-91-164-217-232-
N ueva G ranada 40-58-160-269. 262-273-285 a 287-299.
Nueva Y ork 107-188. Rióver^ 102.
Nuevo M undo 192. R ocafuerte 134.
N um ancia 70. Roldanillo (San Sebastián de) 6-158.
Roma 21 a 25-28-37-40-45-47-93-161-184-
O 185-190 a 193-196-215-222-291-299.
Rucu Pichincha 237.
O riente 12-37-53-89-161-162-165-167-169-
171 a 174-231.
Otavalo 88-90-100. S
P Sangolquí 122.
San José de Sumaco 166.
Pacífico (costa del) 95. San Ju a n (pueblo del Oriente) 166.
P alm ira 159. San Miguel (de los Colorados o Peripa)
P a n a m á 26-103-104-114-187-189-195-201- 50.
208. San Pedro d e Roma 37.
P apallacta 162-165. S anta Elena 230.
P a r ís 23-191-204-220-221. S anta Rosa (hacienda de) 160.
Pasochoa 121-122-124-151-184-187. Santa Rosa (Oriente) 166.
Pastaza 163. Santiago (Chile) 23-248.
Pasto (San J u a n B autista de) 74-75-103. Santo Domingo (Antillas) 207.
P a y amino 166. Santo Domingo de los Colorados 32-50-
Peguchi 276. 102-219.
P enitenciaría 231. Sarayacu 166.
P e rú 17-24-89-95-103-106-117-119-169-177 Sao» Paulo. Brasil 5.
-184-186 -189-202-208-214 -215-256-269- Sierra 50-51.
275-292. Sud Am érica 192.
P erucho 214 a 216. Suiza 184.
P iam onte 22. Sumaco 166.
P ianna 25-27. Sumo 166.
Pichincha (m onte) .50-178-233.
P ichincha (provincia) 31-104-231.
P in tag 141. T
P iu ra 209.
Portoviejo 33-53-104-126-214-274-287. Tabatinga 169.
P ru sia 207. Tena 166-170-171.
P uebloviejo 53. Tenguel 128.
P u n á 32. Tesorería de Hacienda (lugar de la)
P u n ta l 92. 243-246.
Toachi 50-231.
Q Toledo 23.
Tulcán 53-160-189-203-248-275-279-288.
Quito 3-7-15-18-20 a 22-26-28-29-32-33- Tumbaco 276.
35-39 a 50-53 a 61-63-66-68-70-72 a 74 Tum bucu 57.
-77 a 79-86-88 a 92-98-100 a 102-104- T unhuragua (provincia) 31-273-286.
107-115 a 117-121 a 123-128 a 130-132-
133-135-137-151-157-159 a 162-164 a 175
-177 a 179-181-183-185-190-192-197-200- U
201-204-205-209 a 212-214-219-222-226-
228-230-235-245 a 247-262-269-274 a 277 Ucayali 165.
-283-286-290-293-298-299. U ruguay 24.
— 320 —
V Y
Y aguaehi 184-229-283.
Venezuela 71. Yagüi 64.
Vesubio 184. Y urim aguas 169.
Viejo Mundo 35-199.
Viena 24. Z
Vinces 51-53.
Z arum a 105-164.
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INDICE GENERAL
P á g in a s
El hijo fiel de la Iglesia
Catolicismo integral 34
El óbolo al Papa 35
S jS. P ío IX y el mensaje 36
Periodismo Católico 38
La Consagración die la. República al Sagrado Corazón
de Jesús
El culto al Corazón de Jesús en el reino de Quito 39
Los jesuítas 40
El P. Proaño y García Moreno 40
Los decretos de consagración 42
Acción de gracias a Dios 44
La ceremonia de consagración 45
Palabras de Pío IX 46
El trabajador incansable
Responsabilidad del Gobierno 47
Llevando la cruz 48
El constructor 49
Imitación de Cristo por Kempis 51
Cristianizando a su pueblo 52
Elecciones presidenciales de 1875 54
Etapa final 55
Dr. Manuel Polanco (57-73)
I Primeros años 57
II El jesuíta 59
III Contrariedades y estudios 61
IV Organiza el asesinato 63
V Descripción de Polanco 65
VI Deslealtad y falsía 67
VII Muerte 69
VIII Soneto a Rayo 73
Abelardo Moneayo (74-91)
I De jesuíta 74
II Abandona su convento * 77
— 323
P á g in a s
P á g in a s
P á g in a s
Indices
— 326 —
ILUSTRACIONES