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CRITERIOS DE CORRECCIÓN LINGÜÍSTICA

No siempre hablamos bien, pues a menudo equivocamos palabras, usamos


pronombres incorrectamente. Hablar bien o hablar mal es saber o no saber
usar la lengua adecuada a cada situación, a cada contexto, a cada interlocutor.

A continuación, se exponen 3 criterios de corrección de la lengua.

a) Gramaticalidad y agramaticalidad

Una comunicación lingüística posee gramaticalidad cuando su construcción


sintáctica respeta las leyes gramaticales de la lengua. Por el contrario, será
considerado agramaticalidad cuando la comunicación lingüística no sea fiel a
dichas leyes gramaticales.

Gramaticalidad o agramaticalidad son conceptos que hacen referencia a la


cohesión del sistema, estrictamente restringidas a las leyes de funcionamiento
sistemático.

Por ejemplo, sería considerado gramaticalidad una frase como esta, en la que
podemos diferenciar fácilmente sus partes gramaticales:

“Los niños jugaban a la pelota delante de la casa.”

Y sería considerado como agramaticalidad:

“la casa delante a los niños de jugaba las pelotas.”

b) La ambigüedad

La ambigüedad lingüística hace referencia a la gran diversidad semántica que


existe, y está íntimamente relacionada con la gramaticalidad, en cuanto que
una oración puede ser correcta gramaticalmente, pero puede que no lo sea
semánticamente.

Hay que ser consciente de que la lengua está constantemente en cambio, y


que no existe un uso generalizado de una forma “nueva”; cada uno defiende su
postura, por lo cual, dependerá del conjunto de hablantes la evolución con
estas palabras. De este modo, muchas de las aparentes incorrecciones son
cambios en marcha, como puede ser la actual desaparición de la “d” en
terminaciones como “ado”. Esto degenera en una tendencia a la
generalización, para evitar estas dificultades que el hablante no sabe muy
bien cómo solucionar.

Una persona no puede, por mucho que quiera y mande, cambiar


arbitrariamente y a su antojo el significado de las palabras. Muchas veces, lo
que decimos y lo que queremos decir no coinciden en algunos casos. Por
ejemplo, la palabra “quizá” no tiene el mismo significado en boca de un político
que en la de una dama. Para saber qué significado se le está impartiendo hay
que observar quién es el interlocutor, y cuál es la pregunta o petición que ha
dado lugar a esa respuesta, en este caso, el quizá. Con esto deducimos que la
única forma real de poder saber el significado es el contexto en el que se da.

De todo ello se concluye que la idea de que la lengua en la comunicación


funciona como un código no es adecuada, pues no hay una correspondencia
biunívoca constante entre representaciones fonológicas y sus interpretaciones,
aunque esto no constituye un obstáculo para la comunicación. Hemos sido
capaces de crear y usar constantemente unos mecanismos que contextualicen
toda la comunicación, que le aporte un sentido, mediante la deducción de lo
que quisieron decir a partir de las palabras que dijeron.

Muchas veces, nos encontramos ante el problema de que las afirmaciones


presentan solo una faceta de la realidad, por lo que son verdades a medias.
Semánticamente pueden ser equivalentes, pero no pueden ser sustituidas en
todos los contextos y situaciones. Por ejemplo:

Juan ama a María


A María la ama Juan
Juan a María la ama

Si fueran totalmente equivalentes deberían poder intercambiarse en todos los


contextos, pero esto no es así debido al orden de palabras de cada oración.
Hay una parte de la información que se presenta como información establecida,
mientras que la otra parte se introduce como información nueva. La
interpretación concreta de un 17 enunciado en una situación no podrá ser
objeto del análisis semántico, ya que para determinarlo es necesario hacer
intervenir elementos extralingüísticos.

Para evitar esta ambigüedad, y conseguir una información plena, hay que tener
conocimiento de quién es el emisor o destinatario, y cuáles son las
circunstancias en las que se da esa comunicación.

c) Aceptabilidad o inaceptabilidad

Entendemos aceptabilidad o inaceptabilidad como su posibilidad o


imposibilidad de uso. Es un problema de la coherencia, por lo que puede ser
gradual, en un grado de acomodación más o menos aceptable. Las oraciones
varían su aceptabilidad según el orden de las palabras, dependiendo en gran
medida de la situación comunicativa y del contexto en el que aparezca, como
bien se ha visto anteriormente, en el ejemplo de:

María y Juan que aparecía en la ambigüedad.

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