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Berrinches: Aprende a dialogar y no cedas al chantaje

EDUCACIÓN SCOLOGÍA

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Decálogo

Algunas recomendaciones para evitar que los berrinches de compliquen:

1 No hagas tú también un berrinche. Sé tú quien conserva la cordura a pesar de la falta de cordura temporal de tu hijo.

2 No le grites, no compitas en volumen, tono e intensidad.

3 No trates de razonar con él, por el momento no escucha, está bloqueado momentáneamente a todo intento de comunicación.

4 No le pegues, eso solo empeorará el berrinche.

5 No lo remedes o te burles de él, se puede poner frenético.

6 Permite que termine su berrinche, solo intervén físicamente si intenta golpear a otros o destruir cosas que no le pertenecen.

7 Si la situación es embarazosa o muy molesta para otras personas, puedes salir del lugar con el niño en brazos (no arrastrándolo) y esperar a que acabe el berrinche.

8 Si se le va el aire, ten en mente que una persona puede permanecer sin respirar aproximadamente un minuto sin sufrir ningún daño, por lo que te conviene esperar a que se le pase, de lo contrario, habrá encontrado una forma de chantaje asustándote.

9 Cuando el berrinche se desata como consecuencia de no haberle dado algo que deseaba, no cometas el error de concedérselo para acallar el berrinche.

10 Una vez que la situación se calme, debes sostener con él una breve plática, tranquila pero firme, en la que le dejes claro que los berrinches no son el camino para lograr lo que desea.

Fuente: Disciplina inteligente, Vidal Schmill

¿Por qué tu hijo hace lo que le viene en gana? ¿Por qué se tira al suelo y hace un escandaloso berrinche para obtener lo que quiere? ¿Por qué no actúa correctamente si no obtiene algo a cambio? Tal vez como papá o mamá estás haciendo algo que ha provocado esas actitudes.

Vidal Schmill, pedagogo especialista en desarrollo humano, recuerda que antes una mirada fulminante era suficiente para que el niño obedeciera de inmediato y un sermón podía funcionar para el adolescente, pero hoy esas estrategias están descontinuadas.

Las cachetadas y las nalgadas también eran muy frecuentes en las generaciones pasadas, menciona Josefa Horno, una activista española que ha colaborado en programas para prevenir la violencia contra la infancia para Save the Children y Unicef, y los papás las utilizaban como parte del proceso de educación.

“Los golpes les enseñan a los niños que la gente que les quiere tiene derecho a pegarles. De ahí surgen frases como: ‘le pego porque le quiero y para hacerle un hombre de bien’. También transmiten que las personas que tienen autoridad, como sus padres, pueden abusar de ellos.

“Y finalmente les enseñan a legitimar la violencia como una forma de resolver los conflictos”, explica.

El castigo físico, agrega, también fractura la relación padre-hijo, produce daño físico y emocional y afecta la autoestima de los niños.

Schmill considera que una mamá no da una nalgada porque considere que sea la mejor forma de educar a su hijo, sino porque se ve sobrepasada por la situación si no se establecieron límites desde el principio.

“No necesariamente es porque crean que la nalgada funciona sino porque ya se sienten impotentes de hacer otra cosa y eso sucede porque no entraron a tiempo a corregir, a poner límites, a hablar, a establecer contacto visual.

Al no establecer límites claros, señala el fundador del Liceo de la Familia, el niño sigue y sigue para probar qué tan en serio es lo que le dices o si cederás a sus exigencias.

Los límites se establecen desde muy pequeños, advierte el pedagogo.

Cuando un niño empieza a gatear, por ejemplo, hay espacios en los que no podrá estar, por lo que el papá debe tomarlo y decirle: “Aquí no”, y llevarlo a un lugar donde pueda moverse libremente.

En la etapa preescolar es cuando aparecen los berrinches, explica, y es crucial que los papás jamás cedan ante una rabieta porque se puede convertir en una forma de chantaje para obtener algo o para no comportarse como es debido.

Demostrarles que los comportamientos inadecuados tienen como consecuencia la pérdida de privilegios y derechos es indispensable, recomienda.

“Si están viendo juntos la televisión y uno le pega al otro porque quiere ver otro canal o quiere un espacio más grande del sillón, tú debes poner un límite claro que deben respetar porque si no perderán un privilegio.

“’Como pateaste a tu hermano cuando estaban viendo la tele entonces ya no puedes ver la tele y tampoco puedes jugar con tu hermano’”, ejemplifica.

Educar o amaestrar

Schmill sostiene que el sistema de premios y castigos funciona para amaestrar a las mascotas pero no para educar a los niños.

Advierte que los premios propician personas irresponsables y con una doble moral.

Si intentas reforzar conductas adecuadas con premios, entonces tu hijo se comportará adecuadamente pero no porque le importe lo que tratas de inculcarle sino porque le vas a dar algo a cambio.

“Si continuas ofreciéndole una suma de dinero a tu hijo ‘por cada 10 de calificación’ en la escuela, no te extrañe si luego te exige más por pasar de año, y cuando no quieras o no puedas recompensarlo, él pensará que no tiene por qué sacar buenas calificaciones, ya que tú no estás haciendo tu parte”, ejemplifica.

Por otro lado, el pedagogo no está en contra de reconocer las conductas positivas, de hecho propone utilizar el reconocimiento verbal, felicitarlo, decirle algo alentador, no pasar por alto que el niño está haciendo algo que se considera adecuado.

Los regalos tampoco están prohibidos, señala, si el pequeño hizo algo que te ha hecho sentir orgulloso y quieres reconocérselo dándole un regalo o llevándolo a comer a su restaurante favorito, está bien, pero el regalo debe surgir después de la conducta, debe ser algo que el niño no esperaba.

En la otra cara de la moneda están los castigos que, de acuerdo con el especialista, no funcionan porque normalmente no están relacionados con la falta, son desproporcionados (excesivos o demasiado leves) y en lugar de resarcir el daño están orientados a causar dolor físico o emocional.

En lugar de castigar, Schmill propone establecer consecuencias oportunas, vinculadas con la falta, que sean proporcionales y que estén orientadas a reparar o resarcir.

“Un castigo por lo general está desvinculado de la falta, como quitarle el futbol porque reprobó, ¿eso qué tiene que ver? Si reprobó tiene que estudiar más, tiene que hacer la tarea a conciencia, tiene que poner más atención, tiene que dedicar más horas a repasar, esas sí son consecuencias relacionadas”, explica.

Para evitar armar un escándalo porque algo no tiene gran importancia o pasar por alto una conducta grave, el especialista sugiere clasificar las faltas en leves, intermedias, graves y extraordinarias; y dependiendo de eso determinar qué privilegios y derechos perderá el niño como consecuencia de su falta.

El tercer paso para corregir las conductas es la reparación, la cual consiste en tratar de que las cosas estén como antes de ser afectadas, así como el resarcimiento, que tiene que ver con hacer algo bueno por la persona o área que afectó.

La instrucción correcta

Gaudencio Rodríguez, psicólogo clínico, señala en su libro “Cero golpes” que los niños no tienen la disposición permanente para obedecer y cooperar simplemente porque son personas, no robots.

Cuando un niño no sigue instrucciones, señala, puede ser porque no está dispuesto, porque está cansado, porque está entretenido en alguna actividad que le apasiona o porque simplemente no desea cooperar, lo que es un ejercicio de su libertad incipiente.

Sin embargo, el hecho de que un niño no obedezca puede deberse a que la instrucción que le estamos dando no es la correcta.

“Aunque a los adultos nos parezca que se están haciendo los chistosos, que se están burlando o que nos quieren ver la cara, en ocasiones lo que en realidad sucede es que las instrucciones son inadecuadas.

“Los niños tienen un pensamiento concreto y egocéntrico, una memoria inmediata y una capacidad de atención limitada, por eso se toman al pie de la letra los enunciados”, agrega.

Instrucción inadecuada: ¿Cuántas veces tengo que decirte que recojas este mugrero?

Instrucción adecuada: Tiende tu cama y limpia el piso de tu cuarto en este momento, por favor.

Instrucción inadecuada: Si hubieras recogido rápido la sala, tus amigos no estarían allá afuera esperándote.

Instrucción adecuada: Pon en su lugar los juguetes que tiraste en la sala y entonces podrás salir con tus amigos

Instrucción inadecuada: Échale un ojo a la olla

Instrucción adecuada: Por favor bájale el fuego a la olla que está en la estufa cuando hierva.