El poeta Miguel Hernández desayunaba pena con pena y pena. Cuando escribió esto aún tenía una vida aparentemente feliz, después de años bajo esta dieta las cosas fueron poniéndose peor. El final llegó cuando enfermo de tuberculosis murió en una cárcel tras perder la guerra.

Los que seguimos las noticias desayunamos, almorzamos y cenamos, al igual que el poeta siempre lo mismo: corrupción.

La corrupción que trasciende es la de alto standing, la de cargos importantes o la de empresarios potentes, o sea con poder. Esa corrupción de primera categoría es causa y consecuencia de otras más pequeñas que diariamente suceden por doquier. El engaño, la ocultación, la violencia de cualquier clase, el fraude y otros tipos de comportamientos incívicos son comunes en todos los ámbitos. También es común el caso contrario, personas cumplidoras de los deberes sociales. Son temerosas de la ley, no solo eso, tienen conciencia social

Las cosas que ocurren en el mundo afecta el ánimo de la personas concienciadas, pero pocas veces les impulsa a hacer nada, los problemas perduran y el desencanto. Otras intentan algo y se suman a las protestas. Los activistas de cualquier causa, mientras creen que su acción sirve, hallan consuelo, la mayoría de las veces solo sirve para eso. La lucha es inútil y la frustración surge .

El ser humano ha de convivir con sus principios éticos pero es un error ser víctima de ellos. Un filosofo dijo que la moral que impide ser feliz es una mala moral. ¿Resulta entonces que los inmorales son más felices?

Frecuentemente sí, he ahí el mayor error de la ética de muchos, que no es útil y  dificulta ser feliz. Si todos tuviéramos buenos principios y comportamientos acordes el mundo sería mejor, de acuerdo. El hecho real es que se castiga el civismo, las cosas son como son y para cambiarlas no sirven monsergas.

Si además, la conciencia social dificulta la felicidad no solo es inútil sino también es perversa. Se predica con el ejemplo y si los inmorales son más felices que tú, su moralidad es mejor que la tuya. Se debe cambiar de moral o impedir la felicidad de los inmorales.

Todas las sociedades tienen unos principios morales. Todas tienen normas o leyes. La dictadura más atroz y la democracia más permisiva tienen herramientas para castigar y reprimir; lo hacen bajo una justificación moral. La sociedad en la que quienes violan las normas son más exitosos que los cumplidores se destruye. Los principios que sustentan la moral social cambian con la historia y cuando dejan de ser aceptables o útiles se sustituyen por otros.

Generalmente se escucha decir a los padres que lo que desean para sus hijos es que sean felices. Si el sentido de la vida es ser felices como dicen los padres a sus hijos, no conviene que el que siempre cumple siempre pierda.

 

  • Ilustración: Ruleta Rusa