Veronica Lake, la trágica historia de la actriz que fue víctima de su peinado

Su 'peek-a-boo bang' fue tan imitado que hasta el gobierno tuvo que tomar medidas. 

Veronica Lake con el peinado que la hizo famosa.

© Cordon Press

Poco amiga de la discrección, contó a sus amigos que su mejor amante había sido el millonario Aristoteles Onassis y también que utilizaba el sexo para conseguir mejoras en los contratos. "Mi productor se sube al avión a las 7 en punto, a las 8 lo tendré en la cama y para las 9 tendré todo lo que quiero ".

Su nombre, “Peek-a-boo bang”, significa algo así como “mirar tras la mirilla” y lo hemos visto mil veces porque las divas de Hollywood lo adoran. Consiste en llevar la raya a un lado y parte del pelo por detrás de la oreja mientras la otra parte cae por encima de los hombros tan cerca del ojo que llega a taparlo. La melena puede ser más o menos larga y las ondas menos o más pronunciadas, pero el resultado es el mismo: un aura de misterio, un aviso de peligro, un plus de glamour.

Celebridades como Nicole Kidman, Blake Lively o Jessica Chastain lo lucen sobre las alfombras rojas cuando quieren recordarnos que forman parte de la industria que inventa nuestros sueños, pero su copyright pertenece a otra diva, diminuta, bellísima, efímera y maldita, como tantas estrellas de Hollywood dorado: Veronica Lake.

Constance Frances Marie Ockelman nació el 14 de noviembre de 1922 en Brooklyn, Nueva York. El fallecimiento de su padre en un accidente laboral cuando tan sólo tenía nueve años la devastó para siempre, su madre rehízo su vida, pero ella nunca superó esa ausencia. Su errático comportamiento provocó que fuese expulsada de dos colegios y, según afirmó su madre en Peekaboo de Jeff Lenburg, en la adolescencia fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide. La interpretación, por la que no tenía ningún interés, surgió como una manera de atajar sus problemas de comportamiento.

En 1938 la familia se instaló en California donde la pequeña continuó sus estudios de interpretación y empezó a realizar pequeños trabajos como extra. Su extraordinaria belleza hizo que no pasase desapercibida. Tras un breve papel en una película intrascendente de Anne Shirley, Paramount le ofreció un contrato y puso su máquina publicitaria a su servicio. El primer paso: renombrarla. Un productor, impresionado por el color de sus ojos, afirmó que eran “como un profundo lago azul”. Adiós Constance Frances Marie Ockelman, Veronica Lake acababa de nacer.

Antes de rodar su primera película como protagonista ya había aparecido en la portada de Life y era "la estrella más excitante del año", el runrún sobre una mujer misteriosa de belleza excepcional recorría el país. Paramount había convertido a una niña problemática de Brooklyn en la vampiresa sexy que iba a subir la temperatura del cine negro.

Como tantas buenas ideas el ‘peek-a-boo’ de Lake, su marca registrada, surgió por casualidad, como ella misma relata en su autobiografía. “Durante la prueba de cámara de Vuelo de águilas mi cabello no dejaba de caer sobre mi ojo. Pensé que había arruinado mis posibilidades para el papel. Pero al productor Arthur Hornblow le pareció genial. Él tenía experiencia y sabía que ese peinado era algo de lo que la gente hablaría.”. Y acertó.

En plena Segunda Guerra Mundial su imagen se convirtió en un símbolo. Ahí fuera estaba la muerte, pero también la libertad, el sexo, la vida. Los soldados guardaban su foto en el petate e incluso bautizaron una pequeña isla volcánica del Pacífico con su nombre; las mujeres imitaban su peinado, en masa, Estados Unidos se llenó de costa a costa de cíclopes de melena ondulada. Tal fue el furor por el 'peek-a-boo' que ** el gobierno se vio obligado a intervenir.**

Cuesta creer que no sea una noticia inventada, pero lo cierto es que el furor por el mechón de Lake provocó tantos accidentes laborales que el Departamento de Guerra de los Estados Unidos solicitó ayuda a Paramount. Las melenas de las patrioticas trabajadoras de las fábricas de armamento acababan enganchadas en los taladros, la falta de visión ocasionaba negligencias, se decía que la propia Lake se incendiaba el cabello cuando fumaba. El término fashion victim cobraba un nuevo sentido. ** Las autoridades querían a Rosie la Remachadora no a Jessica Rabbit.** Paramount, voluntariosa, acató las órdenes y Lake grabó un anuncio delirante. Y se cortó el pelo para disminuir los dramáticos efectos de su peek-a-boo. Su carrrera nunca se repuso, El público quería el misterio, el peligro y el glamour.

Pero si el gobierno no era fan de Lake, el público la amaba. Su papel en la maravillosa Los viajes de Sullivan la encumbró, Me casé con una bruja, origen de la serie Embrujada, confirmó su romance con la taquilla y en La dalia azul dejó claro que su talento era muy superior al que ella misma se suponía. "Podrías poner todo mi talento delante de tu ojo izquierdo y seguirías sin tener problemas de visión", declaró.

Probablemente la mayoría de sus compañeros estuviesen de acuerdo con esa afirmación. El escritor Raymond Chandler, guionista en La dalia azul, le llamaba “Moronica” Lake (moronic es imbécil en inglés) ; Fredric March no sólo criticaba su falta de inteligencia, también su comportamiento, y cambiaba el título de I married a witch por I married a bitch; ante la perspectiva de volver a trabajar con ella, Joel McCRea, su compañero en Los viajes de Sullivan, declaró "La vida es demasiado corta para dos películas con Veronica Lake". Cuando perdió a su bebé ninguna de las personas contactadas por Paramount quiso enviarle flores. En Hollywood todos se referían a ella como "La zorra".

Sólo contaba con el apoyo de su compañero Alan Ladd con el que rodó siete películas. Ladd, uno de los actores más taquilleros de la época, tenía la opción de escoger a su estrella femenina y ella era la única mujer en Hollywood más bajita que él. El escaso tamaño del galán, 1,65cm., le obligaba a grabar sus escenas subido a una caja o con su partenaire en una zanja. Trabajar con Veronica era mucho más sencillo. Y además ambos compartían la misma afición, sumergirse en alcohol para olvidar los problemas.

Veronica Lake en 1940.

© Cordon Press

Su número de películas fue escaso, apenas 30 títulos, pero otra lista, la de sus amantes fue interminable. Por su casa de Manderville Canyon desfilaron decenas de conquistas: Gary Cooper, Clark Gable, Howard Hughes, Victor Mature, Jean Negulesco, Bob Hope, ** John F. Kennedy, el playboy Porfirio Rubirosa y hasta un jovencísimo Marlon Brando** recién llegado a la industria que trató de impresionarla con sus andanzas sexuales en el Village neoyorquino y se encontró con una experimentadísima compañera de cama que disfrutaba con las orgías de sexo y alcohol tanto como él.

Pero también dio muchas calabazas. Rechazó un cheque de 100.00 dólares que el excéntrico magnate neoyorkino Tommy Manville le ofrecía a cambio de casarse con él y evitó a otro titán del sexo y el alcohol, Errol Flynn, que trató en vano de conquistarla durante años.

Poco amiga de la discrección, contó a sus amigos que su mejor amante había sido el millonario Aristoteles Onassis y también que utilizaba el sexo para conseguir mejoras en los contratos. "Mi productor se sube al avión a las 7 en punto, a las 8 lo tendré en la cama y para las 9 tendré todo lo que quiero ". Lástima que no podamos conocer su opinión sobre el movimiento #metoo.

Su vida personal era un desastre. Se casó a los diecisiete años con el director artístico John S. Detlie con el que tuvo una hija, cuando se quedó embarazada por segunda vez provocó un aborto deliberadamente. El bebé murió siete días después de su nacimiento. Su esposo, y medio Hollywood, sabían que el hijo no era suyo. Poco después pidió el divorcio y batalló en los tribunales por la custodia de su hija a pesar de su desinterés por la maternidad. El alcohol ya ocupaba la parte más importante de su vida, pero era una estrella y ganó el juicio.

Se volvió a casar por segunda vez con el director André de Toth con quien dilapidó todo su dinero y de cuya unión nacieron un niño y una niña. Tras ocho años llegó un nuevo divorcio. De Toth siempre tuvo palabras afectuosas para ella, "No quería ser actriz" escribió en su autobiografía Fragments, "** Yo veía como se iba hundiendo y no podía hacer nada. Drogas y alcohol, alcohol y drogas, en eso se gastaba todo el dinero.** Se convirtió en una persona en la que no se podía confiar cuando antes era toda una profesional. Esa era su tragedia". Para su ex marido todos sus problemas habían sido ocasionados por una madre demasiado ambiciosa que obligó a su hija a introducirse en un mundo que detestaba. "Ella habría sido feliz en un rancho".

La madre de Lake volvió a su vida tras el divorcio de De Toth para demandarla por abandono. Un golpe demasiado duro para una mujer demasiado frágil que veía como el público, su afecto más fiel, le daba la espalda harto de tantos escándalos y rechazando la nueva imagen de Lake ya sin su característico look. En 1948 Paramount rescindió su contrato y Lake se refugió en la televisión y en producciones de escaso valor que eran vapuleadas por la crítica.

Hubo un tercer y un cuarto y brevísimo matrimonio y más alcohol y detenciones por escándalo público. Sus problemas mentales se agravaron y acabó ingresada en un centro psiquiátrico, creía que el FBI controlaba su vida. Los tabloides se frotaban las manos. Su salud se debilitó por el alcoholismo y acabó llevando la vida anónima que siempre había deseado. ** Trabajó en una tienda de ropa y en el bar de un hotel de Nueva York donde fue reconocida por un periodista del New York Post.** La noticia de su decadencia impactó a Marlon Brando que le hizo llegar un cheque de 1000 dólares, pero ella, orgullosa, nunca lo cobró, prefirió enmarcarlo para que lo viesen todos sus amigos.

El trágico devenir del gran mito erótico de los años cuarenta le proporcionó un repunte de fama que aprovechó para escribir su biografía y rodar esa demencial película de serie Z que todas las divas tienen en su haber. Flesh Feast fue un fracaso y volvió a arruinarse.

El 7 de julio de 1973 fallecía por complicaciones derivadas del abuso de alcohol. Tenía tan sólo 50 años. Ni su madre ni sus hijos acudieron al funeral.

"Nunca deseé ser una estrella, nunca me lo tomé en serio. No podía vivir, no podía soportarlo, odiaba ser algo que, en realidad, no era. De haberme quedado en Hollywood habría terminado como Alan Ladd, muerta y enterrada. Aquella ciudad de ratas lo mató y sé que también me habría matado a mí, escribió en 1969 en su autobiografía. Su amigo Alan Ladd había muerto un lustro antes, a los cincuenta años.

Su legado cinematográfico, infravalorado, como el de tantas bellezas de Hollywood, ha quedado sepultado por su poderosa imagen. Cuando Kim Bassinger aparece por primera vez en L.A. Confidential nadie tiene que explicarle al espectador que sus proxenetas la han convertido en un trasunto de Veronica Lake, cuando el pelo de Jessica Rabbit cae seductoramente sobre su ojo todos sabemos en quién se ha inspirado el dibujante, cuando Jennifer López intenta simular cierto refinamiento, o al menos todo el que es capaz, en la alfombra roja sabemos qué foto le ha enseñado a su peluquero. El paso de la chica que miraba por la mirilla por Hollywood fue efímero, su influencia será eterna.

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