Alejandro Amenábar: "Cuando cuento una historia quiero que me apasione, y si no la encuentro, prefiero estarme calladito"

El director estrena la serie 'La fortuna', basada en una novela gráfica de Paco Roca, y con cuyo protagonista se siente más que identificado.

Alejandro Amenábar

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Desde que debutó en 1996 con Tesis, Alejandro Amenábar ha dirigido solo seis películas. Entre proyecto y proyecto suele pasar unos cuatro años sin rodar. El director no tiene reparos en admitir que esa tardanza se debe exclusivamente a una falta de creatividad. “No tengo prisa porque no tengo una familia que mantener. Cuando cuento una historia quiero que me apasione y, si no encuentro esa historia, prefiero estarme calladito”, explica. El público respalda esta actitud: todas sus películas han sido éxitos de taquilla. Esta vez regresa antes de lo previsto. Solo han pasado dos años desde Mientras dure la guerra y el jueves 30 estrena La fortuna, una miniserie de seis episodios para Movistar + basada en una novela gráfica de Paco Roca. ¿Qué tiene esta historia de aventuras para haberle motivado tanto?

“Para mí era muy fácil identificarme con este chaval y contar su historia porque hay algo de él que está en el principio de mi carrera” señala. Amenábar conoció al valenciano Paco Roca, autor del cómic de culto Arrugas, y mientras se comían una paella en Valencia charlaron sobre El tesoro del cisne negro, un cómic de aventuras que Roca había escrito junto a Guillermo Corral. Cuando llevaba la mitad, el director ya había decidido que quería adaptarlo.

El protagonista de La fortuna es Álex Ventura (Álvaro Mel). Su primer trabajo como becario en el ministerio de Cultura lo lleva a enfrentarse a una corporación estadounidense en pugna por un tesoro que históricamente le pertenece al Estado español. El chaval sabe que el proyecto le viene grande, que no tiene la experiencia necesaria, pero su espíritu intrépido lo empuja a lanzarse al rescate del tesoro. Ahí es donde el director conectó con el personaje. “Yo también me encontré muy joven con una gran responsabilidad, como era hacer una película, y di el salto a Estados Unidos por temas de promoción y co-producción [en 2000, Amenábar rodó Los otros con Nicole Kidman mientras su entonces esposo, Tom Cruise, producía y protagonizaba un remake de Abre los ojos]. Tuve que librar esas pequeñas batallitas de ajedrez que a veces se dan en el mundo del cine”, recuerda. Por eso quiso permitirse el guiño de renombrar al héroe Alejandro. “Y luego, según va creciendo y madurando, se convierte en Álex”.

El enfrentamiento que se da en la serie entre el gobierno español (que defiende que el tesoro debe estar en un museo) y la empresa privada estadounidense (que pretende enriquecerse con él) podría leerse como una alegoría sobre la relación de Amenábar y Hollywood. El cineasta asegura que no se lo ha planteado, pero no descarta que su subconsciente haya participado en esa idea. “No quería hacer una hagiografía de lo español o lo europeo, como si aquí fuésemos defensores de los valores mientras que allí solo piensan en el dinero. Pero es verdad que, en mi experiencia, allí se cuantifica todo en números. La primera vez que conocí a los hermanos Weinstein [en 2015 la empresa de Harvey Weinstein distribuyó Regresión en el mercado norteamericano] me dijeron que a ellos la taquilla no les importaba, que les daba igual, pero lo primero que vi al entrar en su despacho fue un cartel con las cifras de recaudación de sus últimas películas. Sí que es verdad que a veces se mercantiliza todo y hay una crítica en la serie que viene a decir que un tesoro no es solo un montón de monedas, sino que tiene otro valor que hay que proteger”.

Lo que Amenábar pretendía celebrar con La fortuna es, básicamente, a la buena gente. Así lo subraya la campaña promocional de la serie y así lo defiende el director. De hecho, el corazón de la serie está formado por uno de los colectivos más demonizados de este país: los funcionarios. La fortuna les da un voto de confianza a las instituciones. “Yo debo de ser un ingenuo que todavía confía en la humanidad, en las instituciones y en la gente que está en esas instituciones” insiste el director, “La serie apela a lo bueno que hay en nosotros. Esto ya estaba en [el cómic]: un tesoro, un pirata que se lo lleva, un chaval que quiere recuperarlo. Pero se convirtió en una razón de ser durante la pandemia, cuando lo estábamos pasando tan mal y se demostró que lamentablemente la situación no sacaba lo mejor de nosotros sino lo peor”.

Este mensaje queda retratado en el alegato final del abogado del Estado español, interpretado por Clark Peters (actor de The Wire y Treme). “Él, que lleva muchos años fuera de Estados Unidos, me hablaba de la América en la que él creía. Ese discurso se convirtió en una reivindicación de valores que pueden parecer muy románticos pero me parece que hay que defender más que nunca”, concluye Amenábar.

Uno de los mantras de los personajes es que en España, un país sin petróleo, la cultura es nuestro petróleo. No hay peor villano en La fortuna que aquel que no la respeta. Los héroes de esta aventura tienen como estandarte que el aprecio por el legado nacional, por la preservación de su historia y por contribuir a la identidad nacional. A esa expresión tan poética de “hacer país”. Amenábar lleva haciéndolo, de un modo u otro, desde su debut con Tesis hace 25 años, pero parece que como contador de historias la cuestión nacional le preocupa más últimamente: tanto en Mientras dure la guerra como en La fortuna, con un romance entre un chaval de derechas y una mujer de izquierdas, las últimas obras de Amenábar proponen acercar posturas justo cuando la sociedad española se muestra más polarizada que nunca. Los protagonistas del romance en cuestión son Álex (Álvaro Mel) y Lucía (Ana Polvorosa), un joven idealista y una mujer realista, un creyente y una atea que acaban acercando posturas porque encuentran algo que les importa a los dos.

Mientras dure la guerra no era una película sobre lo que dijo Unamuno en el paraninfo, era una película sobre España. De hecho el cartel era esa bandera, ese símbolo nacional que tanto conflicto ocasiona en cuanto se muestra. Quería indagar sobre aquello y saber de dónde venía”, aclara. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que en La fortuna las cosas se llamen por su nombre. Se habla de “progres” y “conservadores”, hay algún llavero con el escudo de España y se reconoce que está ambientada en la burocracia española, pero también se mencionan ideologías peligrosas en abstracto: “Esos cabrones, sean quienes sean” o “Los mismos siguen intentando meternos miedo”.

Amenábar hace esfuerzos en su día a día por salir de su burbuja política y se ha encontrado con muchas historias de amor entre personas con ideas opuestas, lo cual le anima a “reivindicar esa convivencia” no solo en calidad de artista sino de ciudadano. “No me gustaría ir haciendo de Pepito Grillo ni animar a la gente a lo que debería hacer” advierte, “Pero lo cierto es que no me costó mucho engarzar en esa relación de amor una divergencia política. Forma parte de mi vida. Lo veo constantemente, en la sociedad, en Madrid, en Barcelona, donde sea. A poco que te mezcles con la gente te encuentras personas con diferentes ideas”.