Pedro Almodóvar: “Madonna tiene su parte oscura, pero también posee esta otra parte luminosa y generosa”

Nunca han coincidido en un rodaje, pero la cantante y el director siempre se han llevado bien. Pedro Almodóvar conversa con Ianko López sobre su relación con la reina del pop mientras juntos repasan la carrera cinematográfica de la diva y los personajes que la podrían haber convertido en una chica Almodóvar.
Pedro Almodóvar
Pedro AlmodóvarLuigi & Iango

La foto que acompaña a esta entrevista se ha tomado en Madrid, en ausencia de Madonna. “Hace tiempo que no la veo”, dice Pedro. “Pero siempre me he entendido bien con ella, y no creo que eso haya cambiado si me encuentro con ella mañana”. Lo que resulta asombroso es que Madonna y Almodóvar nunca hayan trabajado juntos, a pesar de todo lo que los une. Y, sin embargo, hubo un momento en el que estuvo a punto de ocurrir. Fue cuando él preparaba The Paperboy, la adaptación de la novela de Pete Dexter que iba a suponer su primer rodaje en inglés, un film noir ambientado en el viscoso entorno de los pantanos de Florida. “Llegué a tener mi adaptación cinematográfica, pero al final me eché para atrás por el miedo que me daban los humedales donde había que rodar”, recuerda ahora. La película acabaría haciéndola, unos años más tarde, el director Lee Daniels, con un resultado que Almodóvar considera “muy mediocre” y con Nicole Kidman como actriz principal. “Yo le habría dado a Madonna ese personaje, una white trash enamorada de un condenado a muerte”, asegura Pedro.

Puede que esa fuera la ocasión en que las dos estrellas estuvieron más cerca de coincidir en un rodaje, aunque desde luego no la única en que ese encuentro habría tenido sentido. La carrera en el cine de Madonna incluye éxitos comerciales como Dick Tracy (1990) o Evita (1996) —por la que ganó un Globo de Oro—, y también una joya casi desconocida con Abel Ferrara, Juego peligroso (1993). Pero, con la perspectiva que otorga el tiempo, sobre todo ha llegado el momento de reivindicar una de sus primeras películas, Buscando a Susan desesperadamente (1985), comedia de personalidades intercambiadas llena de encanto, libre y trepidante, beneficiada por la química que irradiaba el dúo formado por Madonna y Rosanna Arquette. Por sus temas y puesta en escena es, además, una obra muy almodovariana. El propio Pedro parece estar de acuerdo con esta idea: “Recuerdo que conocí a su directora, Susan Seidelman, que despuntaba en el cine independiente neoyorquino. Y me encantaron las dos, directora y película. En efecto, me identifico mucho con la trama, que me recordaba a Céline y Julie van en barco, de Jacques Rivette, y también pertenece al mismo universo que Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) o Laberinto de pasiones (1982). Tanto Madonna como Rosanna Arquette estaban deliciosas".  

Quizá incorporarse al grupo de las llamadas chicas Almodóvar –codo a codo con Penélope Cruz, Victoria Abril, Carmen Maura, Rossy de Palma o Marisa Paredes— habría supuesto para Madonna la oportunidad definitiva para demostrar su talento como actriz. Hay, a lo largo de la filmografía del director español, unos cuantos personajes en los que ella no habría desentonado, si Pedro no hubiera mantenido el principio inamovible de rodar casi siempre en su país y en su lengua materna. Desde Bom, la joven cantante punk aficionada a ejercitar el sadismo con amas de casa en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, su primer largometraje; hasta Marina Osorio, la actriz extoxicómana secuestrada por un fan con complejo de redentor en ¡Átame! (1989); o Agrado, la prostituta que se revela como un animal escénico gracias a un monólogo improvisado en un teatro en Todo sobre mi madre (1999). Pero hay dos papeles que parecen cortados exactamente a la medida de sus capacidades, y al mismo tiempo le habrían permitido ponerlas a prueba. “Habría estado perfecta en ellos”, confirma ahora Pedro.

Penélope Cruz, Madonna y Pedro Almodóvar (Getty).

Patrick McMullan/Getty Images

El primero es Sexilia, la protagonista de Laberinto de pasiones, una miniestrella del pop que trata de resolver su complejo de Edipo y otros traumas infantiles debatiéndose entre los excesos y la purpurina de la movida madrileña y el amor que le ofrece un príncipe heredero del Medio Oriente. Y el segundo es Yolanda Bel, la femme fatale de Entre tinieblas (1983), un papel que ponía al día (en clave eighties) los personajes que medio siglo antes había encarnado Marlene Dietrich para Josef von Sternberg. Con ambas películas, Madonna habría podido desplegar su indudable carisma, tanto en las escenas dramáticas como en las cómicas, y también en una amplia variedad de números musicales. De Entre tinieblas suele decirse que Almodóvar, descontento con el trabajo de su actriz principal, acabó desviando el protagonismo hacia el coro de monjas que acogían a Yolanda en su convento para mujeres descarriadas, por lo que la historia original de trágicas obsesiones amorosas mutó hacia una comedia irreverente que también miraba de soslayo al cine de Douglas Sirk y Fassbinder. Cuando se presentó fuera de concurso en el Festival de Venecia de 1983, originó un enorme revuelo por su mezcla de religión, drogas y lesbianismo. Como es sabido, la propia Madonna realizaría después un uso controvertido de la imaginería religiosa en el videoclip de su éxito Like a Prayer (1989), con similares resultados. Convertida en una de las películas menos recordadas de la carrera de Almodóvar, Entre tinieblas es, sin embargo, una de las más valientes y sentidas, se ha expuesto en museos como el Reina Sofía y condensa muchas de las claves de su cine posterior.

Pero Almodóvar y Madonna aún no se habían conocido cuando se hicieron esas películas y la posibilidad de rodar juntos parecía bastante remota. El encuentro no llegaría hasta 1989, al día siguiente de la ceremonia de los Oscar en la que por primera vez un filme de Pedro —Mujeres al borde de un ataque de nervios— había sido nominado como mejor película de habla no inglesa, premio que finalmente ganó Pelle el conquistador, de Bille August. Ese día Madonna lo llamó personalmente para invitarlo a visitar el rodaje de Dick Tracy, la cinta que estaba rodando con su pareja de aquel momento, Warren Beatty. Pedro, que acababa de asomar la cabeza del underground del cine español y aún no se había convertido en el autor mundialmente adulado que hoy conocemos (o estaba solo en camino), entró en estado de shock: “Imagínate, me quedé mudo. No me lo podía creer. Para mí su llamada fue como el regalo que me había negado la Academia la noche antes. Por otra parte, asistir a aquel rodaje fue como un sueño. Vittorio Storaro, el director de fotografía, estaba experimentando con la imagen para acercarla al cómic, y pude ver algunas secuencias con Al Pacino y Dustin Hoffman, casi irreconocibles pero impresionantes como actores. Beatty me trató como si yo fuera George Cukor, me hizo sentarme en su silla de director y ver a través del combo lo que ocurría en el set. Y después Madonna me enseñó los estudios. Fue una experiencia maravillosa y me trataron de un modo al que yo no estaba acostumbrado. Madonna tiene su parte oscura, pero también esta otra parte luminosa y generosa. Conmigo lo fue en ese momento". 

Un año después, en Madrid, Pedro organizó una fiesta en honor de Madonna y ella se presentó con un equipo de filmación para rodar parte de lo que acabaría siendo En la cama con Madonna (Alek Keshishian, 1991), el documental sobre su gira Blonde Ambition World Tour que se convertiría en un referente en su género. Las imágenes de la película daban la impresión de que Madonna estaba más interesada en seducir al Antonio Banderas pre-Hollywood que en hacer valer su potencial interpretativo ante Almodóvar. Pero ella, como siempre, sabía perfectamente lo que hacía: por aquel entonces ya estaba asegurándose el papel principal de Evita, la adaptación al cine del musical de Andrew Lloyd Webber sobre la vida de Eva Perón, así que es muy probable que su objetivo fuera encontrar coprotagonista. Y lo consiguió. Tras muchas vicisitudes, la película acabaría rodándose seis años más tarde, con ella y Antonio Banderas al frente del reparto. “Creo que en Evita, Madonna cantó y actuó maravillosamente”, concluye Pedro.

Pregunto a Pedro por sus próximos proyectos, más allá del cortometraje Extraña forma de vida, un wéstern gay que ha rodado en Madrid con Ethan Hawke y Pedro Pascal y que espera estrenar en el próximo Festival de Cannes. Pero él prefiere no avanzar nada por el momento. Ni una palabra sobre las películas que el pasado diciembre mencionó en el pódcast de Dua Lipa, una que rodaría en inglés y en los Estados Unidos y otra en español, basada en la canción Amarga Navidad, interpretada por la cantante mexicana Chavela Vargas, otro de sus referentes. “En el futuro no sé qué haré, ni siquiera conmigo mismo”, concluye. “Tengo un montón de ideas y de primeros borradores de ellas, y me está costando elegir”.