Abdicar o no abdicar, esa es la cuestión: las claves del escenario hipotético tras el diagnóstico de cáncer de Carlos III

El reciente diagnóstico de cáncer de su majestad nos recuerda que la familia real es tan vulnerable como cualquiera a la enfermedad (si bien dispone de muchos más medios para tratarla).

Carlos III y Guillermo, el príncipe heredero de la corona.

Max Mumby/Indigo/Getty Images

Si algo ha demostrado el reciente diagnóstico de cáncer de Carlos III es que la familia real es tan susceptible como cualquier otra de padecer graves problemas de salud. Y, por si fuera poco, estos no se limitan al rey: Kate Middleton tardará meses en recuperarse de su reciente cirugía abdominal y Sarah Ferguson ha sido diagnosticada de cáncer de piel, todo ello sumado a la reciente operación de próstata del monarca. Todos estos contratiempos nos recuerdan que la salud es lo más importante y que sin ella no pueden desempeñar su papel.

La transparencia del rey en lo que a su salud se refiere ha sido objeto de numerosos elogios en todo el mundo. Al fin y al cabo, visibilizarla ayuda a humanizar a una familia que, hasta ahora, había manejado sus complicaciones de salud en la más absoluta de las discreciones, en aras de una apariencia de compostura y estricto cumplimiento de su deber. De hecho, la vulnerabilidad, antaño una debilidad fatal para cualquier líder (y más un monarca), podría ser el arma secreta involuntaria de la familia real.

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Dadas las últimas comunicaciones desde palacio, que nos informa de que Carlos III se está sometiendo a un tratamiento para el cáncer descubierto durante una operación de próstata no relacionada con el mismo, resulta comprensible que se especule sobre el futuro de la familia real. Desde Buckingham aseguran que el monarca planea retomar sus obligaciones lo antes posible, si bien cuenta con Camilla, la princesa Ana y el príncipe Guillermo para asumir todos los compromisos a los que su majestad no podrá acudir mientras recibe su tratamiento.

Camilla, Carlos III, el príncipe Guillermo, Carlos III y Kate Middleton en una recepción diplomática celebrada en diciembre de 2023.

Chris Jackson/Getty Images

La reina Camilla y la princesa Ana ya han demostrado ser unas sustitutas de lo más populares y eficientes a la hora de tomar el testigo de Carlos, Kate y Guillermo cuando no han estado disponibles. ¿Pero qué sucedería en caso de que la situación se empeorara? Cabe asumir que desde palacio se plantearía la posibilidad de la abdicación, un concepto históricamente impopular en Reino Unido. ¿Pero qué sucedería en caso de ser así?

Los príncipes de Gales.

Pool / Getty Images

Basta con volver la vista a otras monarquías europeas para comprobar que algunas abdicaciones han salido muy bien en nuestro entorno. Como la más reciente de ellas, la de Margarita de Dinamarca, que la anunció en su discurso de Año Nuevo retransmitido en la televisión danesa. Su hijo Federico y Mary de Dinamarca han ascendido al trono con una gran acogida por parte de todo el país, lo cual supone un excelente ejemplo de lo que podría ser una abdicación sin incidentes.

Pero no todas son así de sencillas: Juan Carlos, el rey emérito, renunció al trono en 2014 tras una serie de escándalos y controversias. Alberto de Bélgica lo hizo en 2013, alegando problemas de salud. No obstante, la revelación de una aventura amorosa y su hija ilegítima, la princesa Delphine de Bélgica, ha dado pie a considerar que su abdicación tuvo más que ver con un deseo de apaciguar el posible escándalo que con una auténtica preocupación por su salud.

El reinado de Eduardo VIII duró menos de un año.

Michael Ochs Archives/Getty Images

Volviendo a Reino Unido, eso sí, la sombra de la “abdicación” parece ir siempre acompañada de polémica. Mientras que la reina madre Margarita de Dinamarca, de 83 años, optó por racionalizar el declive de salud por su avanzada edad, el Reino Unido dispone de menos ejemplos positivos. La última vez que se abdicó en la familia real británica fue en 1936, cuando Eduardo VIII renunció a la corona, que pasó a su hermano menor, Jorge VI. El reinado de Eduardo VIII duró menos de un año hasta que abdicó para contraer matrimonio con Willis Simpson. Socialite, estadounidense y divorciada, no se consideraba en aquel entonces una esposa apropiada para el rey, pero Eduardo, desde entonces duque de Windsor, antepuso sus sentimientos a la patria y la corona, una decisión que supuso un escándalo y desató la furia de toda una nación, además de inspirar el rechazo de su familia. Su hermano menor, Jorge VI, tuvo que ascender entonces al trono, lo cual arrastró a la joven Isabel II a su papel de princesa heredera de la corona.

El príncipe Guillermo tocando la corona de San Eduardo durante la coronación de Carlos III, el 6 de mayo de 2023.

WPA Pool/Getty Images

Pese a sus connotaciones negativas tras lo sucedido con su tío abuelo, existe la posibilidad de que Carlos III tenga que contemplar esta opción si su salud no le permitiese cumplir con sus obligaciones. Eso sí, de ser ese el caso, las circunstancias no podrían distar más de las que rodearon a la abdicación de Eduardo VIII: Carlos ha cumplido de manera ejemplar con sus obligaciones como príncipe de Gales durante la mayor parte de sus 75 años de vida. El Acta de Regencia de 1937 se promulgó precisamente para establecer unas directrices en caso de que una enfermedad, ya fuese física o mental, impida gobernar al monarca. También introdujo como medida la figura del Consejero de Estado, cargo que ostenta un grupo de personas que podrían asumir temporalmente sus funciones en caso de indisposición provisional: a saber, la reina Camilla, Andrés de York, el príncipe Guillermo, el príncipe Harry y Beatriz de York. No obstante, tras los escándalos que rodean la vida personal de Andrés, parece más que improbable (aunque no conste así de manera oficial) que no podrá ejercer dicho cargo, ya que no es un miembro de la familia real en activo. Tampoco lo es el príncipe Harry tras la renuncia a sus obligaciones reales y su traslado a Estados Unidos, por lo que se da por hecho que únicamente podrán ocupar su lugar la princesa Ana y Eduardo de Edimburgo. Dado que el príncipe Guillermo es mayor de edad y heredero directo del trono, el Acta de Regencia lo señala como el claro heredero. Así, no cabe duda de que, pese a contar con la ayuda de sus tíos y su madrastra, el peso de esa futura responsabilidad se estará haciendo notar especialmente en estos días.

Artículo original publicado por Tatler. Accede aquí.