Anita Ekberg, el mito de La Dolce Vita que fue amante de Gianni Agnelli y murió casi en la indigencia

En el aniversario del estreno de la obra maestra de Fellini, repasamos la fascinante vida de una actriz que conquistó a Frank Sinatra, Tyrone Power y Errol Flynn, además de Agnelli, y que murió sola y casi en la pobreza.
Anita Ekberg el mito de La Dolce Vita que fue amante de Gianni Agnelli y murió casi en la indigencia
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Se cumplen 63 años del estreno mundial de La dolce vita, 63 años desde que en 1960 los espectadores italianos vieron por primera vez a Anita Ekberg con aquel icónico vestido negro animando a Marcello Mastroianni a bañarse con ella en las aguas de la Fontana di Trevi.

A partir de ahí, Ekberg se hizo inmortal, aunque la obra maestra de Federico Fellini no fue ni mucho menos su primera película, ni el director italiano fue el principal responsable de su éxito.

“¿Por qué dice la gente que Fellini me descubrió?”, le preguntó la actriz al periodista Michael Sautner, que la entrevistó para Entertainment Weekly en 1999. “Yo estaba ya en el cine antes de Fellini, por eso él me buscó. Y me quiso aún más cuando me vio conduciendo como una loca por Roma en mi Mercedes 300 SL descapotable, con mi melena al viento… Conducía tan rápido que, cuando llovía, la lluvia no me tocaba. Nunca me mojaba”

Kerstin Anita Marianne Ekberg (Malmö, Suecia, 1931 - Roma, Italia, 2015), más allá de su personaje de Sylvia en La dolce vita tuvo una vida tan fascinante como triste fue su final. La sexta de ocho hermanos, la sueca empezó a hacer sus pinitos como modelo siendo adolescente y se presentó a su primer gran concurso de belleza, el de Miss Malmö, con 19 años, animada por su madre.

Arrasó, y lo mismo hizo en el de Miss Suecia, por lo que con 20 años recién cumplidos ya estaba volando por primera vez con dirección a Estados Unidos para participar en Miss Universo. No ganó, pero quedó entre las seis finalistas y causó una gran impresión.

Ekberg, en 1955LFI/Photoshot / Cordon Press

Hasta la revista Life le dedicó un reportaje fotográfico y un artículo en el que, además de describir cómo le estaba robando la atención a las contendientes norteamericanas, le daba consejos sobre lo que debía hacer para triunfar en América: rebajar su cintura 10 cm, trabajar sus poses y mejorar su inglés.

A Ekberg no le hizo mucha falta seguir esas recomendaciones. Su espontaneidad y belleza fueron suficientes para que Universal Studios le ofreciera un contrato que dio a pie a breves apariciones en sus primeras producciones en Hollywood, todas estrenadas en 1953: The Mississippi Gambler (un western protagonizado por Tyrone Power), Abbott y Costello van a Marte (una de las disparatadas películas del famoso dúo cómico en la que interpretó a una mujer de Venus), Take Me to Town (dirigida por el gran Douglas Sirk) y La espada de Damasco (con Rock Hudson).

Ekberg abrazó con ganas su nueva vida en la meca del cine, aunque por entonces, con 22 años, mostraba más interés por la vida más allá del celuloide. Ella misma admitió años más tarde que se sintió muy mimada por el star system y que no se aplicó lo suficiente al principio para buscar papeles más grandes. 

LFI/Avalon.red / Cordon Press

Su gran belleza también fue un obstáculo para ser tomada en serio, como ella misma admitió en aquella entrevista con Entertainment Weekly: “Cuando naces guapa, te puede ayudar a empezar en el negocio, pero luego se convierte en un handicap”.

La Universal no le renovó el contrato después de que no hiciera ademán siquiera de presentarse a las clases de actuación (prefería montar a caballo por Hollywood Hills), pero entonces ya tenía suficiente estatus para mantenerse en la meca del cine gracias a sus constantes apariciones en la prensa amarillista. 

Razones había para ello, porque mantuvo breves romances con algunas de las grandes figuras del momento, como Frank Sinatra, Tyrone Power, Yul Brynner o Errol Flynn, y accedía a posar de manera provocativa para publicaciones para Playboy (entraba incluso en el juego de simular roturas de vestido durante sus apariciones públicas para acaparar más titulares).

Hasta Bob Hope la reclutó para una de sus famosas giras al extranjero para animar a las tropas estadounidenses, algo que captó la atención de John Wayne, quien le ofreció un contrato con su productora, Batjac Productions.

Era el ecuador de los años 50 y a Ekberg le llegó primero una buena oportunidad en la televisión con en el intento que hizo Warner Brothers de resucitar Casablanca en formato serie. Fue un fracaso, pero le quedaba la bala de John Wayne, quien movió hilos para que tuviera su primer papel verdaderamente destacado en Callejón sangriento (1955), protagonizada por él en el rol de un marino mercante que trasladaba refugiados chinos a Hong Kong. Ekberg, con toda su porte sueca, interpretó a una refugiada china, pero el Hollywood de entonces era muy distinto y en lugar de defenestrarla, le dieron el Globo de Oro a la nueva estrella del año (el equivalente a actriz revelación) en 1956.

Con su Globo de OroLFI/Avalon.red / Cordon Press

Esta vez sí aprovechó el empujón y, amparada por Paramount Pictures, que la empezó a vender como “la Marilyn Monroe de Paramount”, apareció en dos vehículos para Jerry Lewis y Dean Martin, que eran muy populares en aquel momento: Artistas y modelos (1955) y Loco por Anita (1956).

De mayor prestigio fue su siguiente papel en Guerra y paz (1956), para la que viajó por primera vez a Roma para participar en el rodaje junto a Audrey Hepburn y Mel Ferrer. Ese mismo año, la mítica y extinta RKO Pictures le dio su rol más prominente hasta el momento en Regreso de la eternidad (ella era la máxima protagonista en el cartel, en el que aparecía escrito “Ooooh, esa Ekberg” en el mismo tamaño que el título del filme), compartiendo reparto con Robert Ryan y Rod Steiger.

1956 fue un año clave para Ekberg en muchos aspectos, incluido el personal, ya que tuvo tiempo asimismo para casarse con el actor británico Anthony Steel, famoso por su participación en películas bélicas inglesas como The Wooden Horse (1950).

Con su primer marido Anthony Steel, en lo Oscar de 1958Cordon Press

No fue sin embargo un matrimonio bien avenido desde el principio y los paparazzi documentaron varias de las peleas de la pareja en público. Steel protagonizó también varios escándalos al ser arrestado en dos ocasiones por conducir ebrio, pero sí influyó en Ekberg para que esta trabajara cada vez más en Europa. En ello tuvo que ver también su acuerdo con la Warwick Pictures de Albert Broccoli, quien luego se convertiría en el famoso productor de las películas de James Bond y que le permitió rodar Zarak (1956) junto a Victor Mature en Gran Bretaña.

Volvió a Hollywood para compartir cartel con su entonces marido y Sterling Hayden en el western Valerie (1957), para luego coincidir de nuevo con Bob Hope en El embrujo de París (1958), rodada en la capital de Francia.

En 1959 viajó a Roma para formar parte del péplum Bajo el signo de Roma y ya no se movió de allí, porque justo después le llegó La Dolce Vita, que la convirtió definitivamente en un icono internacional y cambió su carrera. Para bien y para mal, porque según admitió al Sun Herald, “las cosas se volvieron algo aburridas para mí después de La Dolce Vita, porque cada productor o director de Italia, Inglaterra o América quería que recrease el mismo papel: el de una estrella de cine americana que viaja a Italia”.

Ekberg fijó a partir de entonces su residencia en capital italiana, ciudad que no abandonó hasta su muerte, algo que acabó dinamitando definitivamente su matrimonio. Un desencantado Steel, cuya carrera iba en claro declive (en parte porque los papeles que le hicieron popular empezaron a escasear), anunció en 1961 que se divorciaba de la sueca y que dejaba Italia para volver a Inglaterra. Años después, en 1969, contó al Daily Mail que fue un gran error trasladarse a Roma, porque “no se puede abandonar un país en el que eres una gran estrella y luego regresar. Perdí todo, incluso la camisa”.

Ekberg sin embargo estaba en alza, lo que le permitía compaginar grandes producciones europeas, como Los Mongoles (1961) junto a Jack Palance, con filmes de prestigio, como Boccaccio '70 (1962), apareciendo en el segmento dirigido por Fellini (los otros tres corrieron a cargo de Vittorio De Sica, Mario Monicelli y Luchino Visconti).

El director de La Dolce Vita volvió a contar con ella para I clowns (1972) e Intervista (1987), donde se interpretaba a sí misma y que supuso su reunión con Marcello Mastroianni, en un momento en el que ya le llegaban pocos papeles de interés.

Lo cierto es que desde aquel momento álgido a principios de los 60, la carrera de Ekberg comenzó a decaer. Quizá hubiera tenido más continuidad en la cumbre si se hubiera convertido en la primera chica Bond en 007 contra el Dr. No (1962), algo que Broccoli consideró seriamente antes de ofrecerle el papel a la entonces desconocida Ursula Andress, que era cinco años más joven que la sueca.

Frank Sinatra, Ursula Andress, Anita Ekberg y Dean Martin en 1963 Cordon Press

El productor prefirió utilizar a Ekberg para El amo de la selva (1963), de nuevo con Bob Hope. Curiosamente, la actriz coincidió luego con Andress (además de con Frank Sinatra y Dean Martin) en su última gran producción en Hollywood, el western Cuatro tíos de Texas (1963).

En 1979Cordon Press

Después de aquello, desarrolló prácticamente el resto de su carrera en Europa. Sin dejar casi nunca de trabajar, pero participando en muy pocas películas reseñables. De hecho, a partir de los años 70 prácticamente se entregó por completo a las producciones de serie b.

Junto a su segundo marido, Rik Van Nutter LFI/Photoshot / Cordon Press

En 1963 se volvió a casar con Rik Van Nutter, un actor estadounidense con una trayectoria bastante discreta (lo más notorio es su papel en Operación Trueno, la entrega de James Bond de 1965), con el que llegó a vivir brevemente en España. Su matrimonio duró 12 años, hasta 1975, y al igual que en el primero, no tuvieron hijos. 

Con Gianni AgnelliGetty Images

Siempre se ha dicho que su gran amor fue Gianni Agnelli, el gran capo de la Fiat con el que mantuvo un idilio mientras él estaba casado (los paparazzi llegaron a capturar una famosa foto de ambos a altas horas de la madrugada saliendo de un hotel en Roma). “El fue el único gran amor de mi amarga ‘dolce vita", confesó a La Reppublica en 2010. “Era maravilloso, un italiano de los que ya no quedan, el hombre que una chica como yo quería tener: inteligente, activo, irónico”.

Los últimos años de Ekberg fueron verdaderamente tristes: lo peor de su calvario comenzó en 2011, cuando se rompió la cadera tras ser empujada accidentalmente por su perro, un dogo alemán. Pasó más de tres meses en el hospital, tiempo que unos ladrones aprovecharon para desvalijar su villa italiana, llevándose casi todas sus joyas y muebles. Lo poco que le quedó lo devoró luego un incendio.

En una de sus últimas apariciones públicas en el Festival de Roma de 2010UPI /Landov / Cordon Press

Tenía 80 años y tuvo que pedir asistencia al Estado italiano y a la Fundación Fellini para no quedarse en la indigencia. Llegó al final de sus días recluida en un geriátrico y sin recibir visitas, hasta morir en 2015. Sus cenizas reposan en su tierra de nacimiento, en Suecia, el país que apenas volvió a pisar después de cumplir 20 años. “No sé si existen el cielo o el infierno, pero estoy seguro que el segundo es más divertido”, llegó a decir alguna vez.

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