Cine

La entrevista de GQ a Luis Tosar sobre la bondad en el cine, el diálogo generacional y la inutilidad de perder el tiempo odiando

El actor gallego acaba de estrenar 'Intemperie', un western ambientado en la España eterna que le permite probar nuevos registros de su aparentemente inagotable catálogo interpretativo. "Hemos construido una sociedad un poco extraña", nos dice Tosar, "en la que parece que el canallismo es mucho más interesante que la bondad o la dignidad".
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Luis Tosar.Samuel de Roman/Getty Images

2019 ha sido un año interesante para Luis Tosar. Escuchamos su voz en la estupenda (y a reivindicar) 'El increíble finde menguante', pero sólo fue un aperitivo para el hat-trick que se nos vino encima en la temporada otoñal: 'Quien a hierro mata', 'Ventajas de viajar en tren' e 'Intemperie', tres proyectos atrevidos, inusuales y, cada uno a su manera, muy a contracorriente de pautas industriales. Por si fuera poco, acaba de ser padre: este verano, él y María Luisa Mayol dieron la bienvenida a su segundo bebé, una hija.

Con esto queremos decir que Tosar es, qué duda cabe, un hombre ocupado. Sin embargo, ha podido hacernos un hueco para hablar de su último estreno, 'Intemperie', adaptación de la novela homónima de Jesús Carrasco y, en manos de Benito Zambrano, aproximación en clave de western a las heridas aún no cicatrizadas de una España cruel, vengativa y asfixiante. Pero el personaje Luis Tosar no participa de ese ambiente, sino que, por una vez, él es luz de esperanza al final del túnel.

GQ: ¿Qué cualidades viste en tu taciturno personaje en 'Intemperie'? ¿Cómo lo entendiste cuando llegó a ti?

LUIS TOSAR: Vi en él varias cosas. Una de ellas me remitía a una película que siempre me ha gustado mucho: 'Las aventuras de Jeremiah Johnson' (1972), que fue de mis primeras experiencias como espectador. La vi muy joven, con 13 ó 14 años, pero recuerdo lo mucho que me impactó y cómo despertó un interés por la figura de Robert Redford, por el tipo de proyectos que abordaba, que me duró unos cuantos años. Hay una serie de elementos en 'Jeremiah Johnson' que vi reflejados perfectamente en esta historia.

GQ: ¿Leíste antes el guión o la novela de Jesús Carrasco?

LT: Leí primero el guión y luego la novela. No pude leerla en su momento, así que aproveché que me había llegado la adaptación de los hermanos Remón y el propio Benito Zambrano para recuperar el libro y, de alguna manera, poder descubrirlo a través de ella. Es un sistema que me funciona bien, porque elimina esa sensación que uno tiene a veces cuando lee un material literario y, al ver la adaptación, descubre que faltan cosas... Normal, porque es muy difícil comprimir todo lo que se puede crear en una novela tan atmosférica como es 'Intemperie'. Pero creo que el guión hizo un magnífico trabajo a la hora de traducirla al lenguaje del cine.

GQ: ¿Cómo fue ese proceso inverso del que hablas en el caso de este personaje?

LT: Me aportó alguna información que me faltaba para terminar de construirlo en mi cabeza. También me ayudó a recrear por completo la historia, ya que en este caso era oro puro todo lo que ahí se narraba. Es, creo, una novela de espacios abiertos, lo cual es muy evocador.

GQ: De ahí la conexión con Jeremiah Johnson, el hombre de las montañas... Sólo que, en tu caso, es un hombre de los desiertos.

LT: Eso es. Siempre me ha llamado la atención este mundo de gente que se va hacia lo salvaje, casi siempre intentando escapar de algo, aunque por el camino acaben encontrándose a sí mismos. Lo quieran o no. Me gustaba tener la oportunidad de hacer algo así en una película. Y otra de las cualidades que vi en el guión y en el personaje fue la oportunidad de trabajar mucho sobre la idea de un hombre que intenta dejar un legado mínimamente esperanzador en una persona muy joven, como es el niño al que interpreta Jaime López en la película. Alguien con toda la vida por delante, pero que se encuentra por primera vez con valores como la bondad o la dignidad gracias a su huída hacia adelante.

GQ: Esos valores no existen en el mundo que abandona el niño cuando escapa hacia un mañana mejor. ¿En qué medida te parece que existen en nuestro mundo?

LT: Por desgracia, no creo que sean muy frecuentes. Hemos construido una sociedad un poco extraña, en la que parece que el canallismo es mucho más interesante que esas cualidades de las que estamos hablando. Da la casualidad de que yo soy papá desde hace relativamente poco tiempo (su primer hijo nació en 2018), así que estos temas son ahora mucho más importantes para mí que hace unos años. Antes también lo eran, claro, pero ahora han adquirido otra magnitud: siento una responsabilidad permanente con el futuro de mis hijos, con lo que yo pueda llegar a transmitirles.

GQ: ¿Tenías ganas, entonces, de hacer un personaje tan luminoso como el de 'Intemperie', uno de esos héroes de ficción capaces de inspirar a los espectadores jóvenes que se acerquen a la película?

LT: ¡Y ojalá se acerquen muchos, sí! (Risas) Sí, la verdad es que llevaba tiempo buscando un personaje bueno. Siempre he hecho muchos malos, aunque fuesen malos con matices, con dobleces y muchas debilidades. Algunos de ellos eran villanos desde la vulnerabilidad, desde el dolor, pero no es el caso de 'Intemperie'. Este es un hombre que ha canalizado el dolor de otra manera, que toma la decisión personal de emprender un camino en el que no quiere tener nada que ver con la violencia. Solamente la vuelve a ejercer cuando cree que hay algo por lo que merece la pena ejercerla.

Una historia de violencia: Tosar y Jaime López en plena 'Intemperie'.

GQ: En el fondo, está intentando redimir su pasado, en lugar de prolongar sus errores también en el presente.

LT: Ten en cuenta que es un hombre que ha estado sometido toda su vida a una estructura social y militar, lo cual le ha obligado a luchar por cosas que eran absurdas. O que él ha descubierto finalmente que eran absurdas, luego no quiere hacerlo otra vez. Sin embargo, lo interesante de su conflicto es que la vida lo acaba poniendo ante una situación en la que, sí, quizá sólo por una última vez acabe mereciendo la pena volver a luchar. Es algo que me recordaba a westerns clásicos, o igual no tan clásicos, como 'El jinete pálido' (1985) o 'Sin perdón' (1992), en los que Clint Eastwood interpreta a hombres con un pasado muy oscuro que vuelven a dar el paso hacia la fuerza bruta, pero en esta ocasión por algo que sí merece ser defendido.

GQ: ¿Las heridas abiertas de este hombre con pasado marcado por la violencia son también las de su propio país? ¿Quizá por eso 'Intemperie' no especifica el tiempo ni el lugar donde transcurre?

LT: Sí, sin duda. Los años de la guerra y la posguerra han sido unas décadas muy determinantes en la historia de nuestro país. Probablemente también en la historia del mundo, pero concretamente en España no hemos muy capaces todavía de superarlas. La propuesta de la abstracción espacio-temporal viene de ahí, e incide en la idea de que aún sigue de alguna manera siendo ese tiempo. Hasta que las heridas no sanen, hasta que no superemos todo eso, seguiremos allí. Es algo muy presente en 'Intemperie': el odio, malgastar tu vida odiando. Es algo en lo que seguimos empecinados... Si no se pone freno a la rueda, la rueda sigue girando.

GQ: ¿Y va mutando con los tiempos, de alguna manera?

LT: Sí, porque es algo muy, muy fácil de transmitir, mucho más que el amor o la bondad. Ahora, por ejemplo, tenemos una sociedad tecnológica en la que es muy sencillo odiar, y además hacerlo de una manera muy extensa, muy impersonal. A través de las redes sociales, podemos emplear el tiempo en odiar a gente a la que no conocemos de nada, pero a la que la estamos haciendo mucho daño de igual manera. Y es algo de lo que no somos tan conscientes, porque es posible que la velocidad a la que hemos evolucionado tecnológicamente sea mucho mayor que nuestra evolución emocional.

GQ: ¿Piensas entonces que la asepsia tecnológica dificulta o restringe la empatía?

LT: Seguimos siendo la misma pequeña comunidad que éramos hace millones de años, en el sentido de que somos capaces de sentir empatía por nuestro entorno más cercano, pero no así por gente que vive a 10.000 kilómetros de distancia. Podemos tener la información, llegar hasta allí, pero aún no somos capaces de ponernos en su lugar. Y la gente puede morir de hambre, puede ser bombardeada, puede ahogarse en el mar... Sí, nos deja un poco consternados, pero no acaba de mover el motor interno de nuestra personalidad, no tanto como para hacer algo al respecto. Es uno poco siniestro, pero es el mundo que hemos creado: un mundo lleno de fronteras que todavía no somos capaces de superar.

GQ: Los protagonistas de 'Intemperie', en cambio, son dos personas que sí logran superar esas barreras y acaban viéndose reflejados el uno en el otro. ¿Te ocurre lo mismo cuando trabajas con actores o actrices infantiles? ¿Sientes que les estás enseñando algo a ellos, pero que tú también aprendes?

LT: Sí, aunque no sé si aprendes o refrescas. Hay algo muy curioso que se da cuando actúas con críos: ves que ellos se enfrentan al trabajo de una manera completamente honesta. Es una especie de sinceridad brutal con todo lo que hacen, a todos los niveles. Incluso a nivel racional, porque sus preguntas te hacen cuestionarte cosas que dabas por sentadas. "¡Joder, es cierto! ¡Si esto es tan sencillo como eso!" (Risas) Descubres que no hay que comerse tanto la cabeza, que a veces complicas demasiado tu profesión sin tener por qué. Y luego Jaime es un súper-actor, vamos. Tiene una capacidad emocional muy salvaje, muy bestia. Era espectacular verlo haciendo las cosas que hace, porque me daba la sensación de que ha nacido para la interpretación.

GQ: ¿Echas de menos más diálogo entre generaciones en otros ámbitos?

LT: Claramente es un bien a la baja ahora mismo. Creo que nos hemos desconectado mucho de nuestros mayores. En las comunidades antiguas había una cosa que se llamaba "consejo de ancianos", pero... ¿hoy quién le va a preguntar a un mayor su opinión sobre un tema determinado? Tengo la sensación de que ahora no nos interesa nada. Y, sin embargo, la voz de la experiencia debería ser un valor muy presente, porque ellos han visto cómo las cosas se han reproducido antes, tienen ese conocimiento que a nosotros nos falta. Una vez más, es producto de una desconexión general, en la que muchas veces la gente mayor no tiene siquiera una manera de acceder a la conversación tecnológica. Pero, con todo, asistimos cada día a las manifestaciones masivas de gente que pelea por un pacto de pensiones, luego los mayores al final son los que más se están movilizando. Seguramente porque le vieron las orejas al lobo mucho antes que nosotros.

GQ: ¿Qué sentisteis al rodar esta suerte de western en unos paisajes naturales tan impresionantes como los que se ven en la película?

LT: Fue una sensación dura, pero bonita. 'Intemperie' fue un rodaje muy físico, con un entorno que te ayudaba muchísimo a la hora de colocarte en lo que tiene que ser. Cuando estás pasando un calor infernal por el día y un frío terrible por las noches, hay una parte de tu interpretación de la que te despreocupas (Risas). O sea, llegábamos a morder literalmente el polvo... Todo eso creo que acaba imprimiéndole carácter al resultado final, sobre todo a la hora de plasmar esos elementos de western que queríamos rescatar desde el principio. Pero, si me preguntas por algo que no voy a echar nada de menos, te diré que los grillos. ¡Son la razón por la que quizá no me dé mucha prisa en buscar otro rodaje parecido a este!

GQ: ¿Cómo se vive una concatenación de estrenos tan estimulante como la que acabas de tener, en la que dos consagrados como Zambrano y Paco Plaza se dan la mano con el debut de Aritz Moreno?

LT: Bueno, como actor siempre intentas alejarte que tu próximo personaje se aleje siempre lo máximo posible del anterior, pero evidentemente no siempre se consigue. Uno busca lo que puede y encuentra un poco lo que cuadra en cada momento. Pero lo cierto es que con 'Quien a hierro mata', 'Ventajas' y esta 'Intemperie' sí he tenido esta suerte. A nivel de estrenos, claro, porque los rodajes fueron en tiempos muy diferentes y, para mí, no existe esa sensación de haber saltado de una a la hora, sino todo lo contrario. Lo que pasa es que luego coinciden en cartelera y lo acabas viendo de ese modo.

GQ: ¿Con alguna tuviste dudas, o la sensación de que era un riesgo demasiado grande?

LT: Hm, con 'Quien a hierro mata' yo tuve un momento de duda grande, bastante grande. Me parecía un guión absolutamente maravilloso, pero no tenía muy claro que yo quisiera hacer esa película en un momento de mi vida en que acababa de ser padre... Era un poco el viaje contrario a 'Intemperie': ir desde la esperanza de una vida nueva vida a un mundo turbio y moralmente oscuro que no sabía si estaba preparado para afrontar en ese momento de mi vida. Lo que pasa es que, en el fondo, las dos historias reflejan para mí lo más bonito de esta profesión, que es la posibilidad de investigar otras vidas, de meterte en recovecos del ser humano que quizá no explores en tu día a día. Así que pasó el tiempo y cada vez me fue apeteciendo más 'Quien a hierro mata', sobre todo por ese ansia de investigación que forma parte de este negocio. Intentar averiguar qué le pasa al ser humano.

GQ: La última pregunta trataba sobre tus últimos descubrimientos como espectador, pero me acabo de dar cuenta de...

LT: ¡No tengo tiempo! (Risas) Ahora mismo lo único que veo son vídeos infantiles con mis hijos, que son los dos muy pequeños. Cuando no estoy rodando, estoy viendo dibujos con ellos. Esa es mi vida ahora como espectador.

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