Arquitectura

La vida secreta del EDIFICIO ESPAÑA

Fue durante mucho tiempo paradigma de modernidad en la cerrada España del siglo XX. Su derribo podría haber sido también una muestra clara de la obcecada España de principios del siglo XXI.
Carlos Copertone

El que sigue siendo uno de los pocos rascacielos construidos en una estructura completa de hormigón armado se revistió sin embargo con un lenguaje menos atrevido.

A veces es peligroso recurrir a la etimología, pero muchas otras resulta clarificador. Monumento deriva del vocablo latino monumentum, aquello que está hecho para recordar. Lo que empezó aplicándose sólo a aquellas construcciones conmemorativas (estatuas, obeliscos…) se ha acabado utilizando para designar a cualquier bien de valor histórico-artístico.

Al final de la madrileña Gran Vía, enfrentado a una gran plaza que permite disfrutar de sus enormes dimensiones, se mantiene un edificio, el Edificio España, vacío tras poco más de 60 años de existencia, del que muchas veces se pone en tela de juicio su interés o su valor.

Proyectado sólo nueve años después de que acabara la Guerra Civil (aunque se terminara en 1953), la construcción del que fue en su momento el edificio de hormigón armado más alto de Europa respondía a la necesidad de crear un imponente símbolo de modernidad que acabara con la imagen de un país sumido en una interminable posguerra.

El volumen aterrazado que también se decora.

Carlos Copertone

Sus creadores, los hermanos Otamendi Machimbarrena, proyectaron un edificio de grandes proporciones que respondía a la moda de los “ciudades verticales” que se extendió por Europa a mediados del siglo XX, influencia clara de la Escuela de Chicago.

La Escuela de Chicago fue una de las primeras manifestaciones de modernidad: nuevas mezclas de usos, nuevas tendencias artísticas y uso de los adelantos técnicos (climatización y ascensores). El rascacielos, esa ciudad vertical que podía garantizar todo lo necesario a sus habitantes, se convertía además en un icono urbano, un punto de referencia espacial.

La imponente presencia al estilo clásico de los rascacielos americanos.

Cordon Press

El Edificio España nació con esa intención de emblema. En sus 25 plantas, el Edificio contenía todo tipo de usos, viviendas, oficinas, galerías comerciales, bares cosmopolitas y hasta un lujoso hotel, el mítico Hotel Plaza, facilitando así una rica mezcla de usos de la vida contemporánea así como una convivencia entre la vida pública y privada. El que sigue siendo uno de los pocos rascacielos construidos en una estructura completa de hormigón armado se revistió sin embargo con un lenguaje menos atrevido. Ejecutada en un estilo nacionalista de ladrillo y aplacados, con una profusamente decorada portada neobarroca, su fachada es un reflejo claro lo que ocurría en aquel momento en el país: una ola de conservadurismo feroz que empañaba cualquier atisbo de modernidad.

Decoración neobarroca que empaña la modernidad del edificio.

Cordon Press

Pocos años después, los mismos técnicos, Julián y Joaquín Otamendi proyectaron el edificio vecino, la Torre de Madrid, que, construido siguiendo el Estilo Internacional, sí seguía los dictados del momento. La suma de ambos sigue siendo, sin duda, uno de los distintivos de Madrid, de una época y, por lo tanto, de todo el país.

Desde el año 2007, el edificio ha sufrido varios incidentes, un inicio de rehabilitación paralizado por la crisis, varias ventas sucesivas... Pero el hecho más grave de todos es su descatalogación parcial. Entre los años 2014 y 2015, con una motivación simplemente económica asociada a una operación inmobiliaria, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid aceptaron la rebaja de la reducción del nivel de protección, quedando desprotegida la estructura (un ejemplo único, recordemos) y la fachada trasera. Sin tener en cuenta las increíbles dificultades técnicas de esa operación de desmantelamiento (tendría que quedar en pie una fachada de ladrillo y aplacado de piedra de más de 100 m de altura), lo que es evidente es que los valores artísticos del monumento se producen en todo su volumen como conjunto, que no hay diferencias de tratamiento entre sus fachadas que pueda justificar ese fachadismo a modo de descomunal decorado de cine. Eso sin tener en cuenta, además, que la fachada trasera, es la más rica de todas, con un interesante juego de volúmenes expresionista que no existe en el resto del edificio. Y sin contar además que el derribo de su estructura haría desaparecer la interesante y rica decoración de sus interiores que había llegado casi perfecta hasta nuestros días.

La interesante fachada trasera, actualmente desprotegida.

Carlos Copertone

El anterior propietario incluso propuso su demolición “piedra a piedra” y su posterior reconstrucción. No hacen falta muchos conocimientos técnicos para saber que una fachada de ladrillo y aplacado no se puede despiezar para volver a levantar.

Afortunadamente, las últimas noticias nos hablan de un último propietario que, sensatamente, no pretende demoler el edificio, sino rehabilitarlo. Aquella modificación del plan general que rebajaba la protección del Edificio España (que ha sido recurrida) puede que finalmente no sirva para nada.

Y decimos afortunadamente porque, además de los evidentes valores emotivos y sentimentales del edificio, de ser un reflejo de un momento histórico (monumentum, que sirve para recordar… ¿No es símbolo de otro régimen la Casa del Fascio de Terragni? ¿O Tempelhof?), la propuesta de derribo de una construcción de este tamaño y en ese estado de conservación es un auténtico despropósito desde el punto de vista de la eficiencia y la sostenibilidad.