A pesar de lo que dicen, es un mundo asfixiante.
La vida real de los “consagrados a Dios”, se mueve en un mundo asfixiado y asfixiante que lleva al “abandonismo”, bien por la huida física de ese mundo bien por el desinterés fáctico de tal modo impersonal de existir.
Demos una oportunidad a la duda: este mundo no es asfixiante para todos. Hay quienes lo viven a gusto y otros, aún a disgusto, lo disfrutan.
No podría ser de otra manera si consideramos los factores que priman en la incardinación a dicha vida y en la relación que asumen dentro de un grupo social cerrado, "claustral".
toman como signos de vocación y de elección divina lo que, la mayor parte de las veces, son conflictos madurativos reprimidos;
se obligan a aceptar imposiciones, reglas y normas que necesariamente conducen a la neurosis;
asumen una religiosidad basada en la exteriorización de comportamientos reglamentados;
enajenan el sentimiento personal en aras de la organización colectiva;
su vida es más bien una vivencia repetitiva de actos y ritos que poco a poco van despojándose de contenido hasta llegar a la aversión;
esterilidad de las relaciones humanas por la imposición de una vida colectiva basada en un ideal abstracto, sobrenatural, que no se concreta más que en el rito;
juramentos y promesas de fidelidad a una normativa fijada de antemano dentro de la cual se ha de mover el individuo, que lleva a la despersonalización del sujeto;
deformación de las pulsiones naturales con la consiguiente explotación de la persona en pro de la organización;
formación de estructuras reactivas psicopatológicas, no sólo en el carácter sino también en el orden somático;
eterna y continua confusión entre resultados y fines, basada en disociar el consciente del inconsciente, la voluntad de sus motivos, la conducta de la actitud.
Lógicamente no lo pueden decir y menos en páginas que buscan la "salud pública".