La Gran Ramera. Apocalipsis 17

La Gran Ramera (=Prostituta) forma con las dos bestias, de las que ya hemos tratado, la Trinidad Satánica, es decir, la expresión de un mundo dominado por el poder político/militar (primera bestia), ideológico (segunda bestia) y económico/civil (prostituta). Nunca se había trazado en el mundo un análisis más duro y certera de la realidad.

En sentido estricto, para el Apocalipsis, la Gran Ramera es Roma (el imperio económico/civil, la ciudad divinizada), que cabalga a lomos de la primera bestia y se deja divinizar y adorar por la segunda.


La prostituta es la Ciudad/Cultura que vive a costa de los pobres (que bebe la sangre de los mártires de las historis, de todos los que mueren de hambre mientras ellas vive en pura gloria maldita).

La Prostituta era entoces Roma, la gran Madre, ciudad divina, Diosa encarnada. Pues bien, ella es para Juan una vulgar y poderosa prostituta que se vende a las dos Bestias y que vive a consta de ellas.

En aquel tiempo el signo de la Gran Ramera era claro para los lectores cristianos. Pero la tradición posterior ha seguido cavilando en torno a esta figura, buscando interpretaciones distintas de su poder (y de su reinado).

a) Muchos Santos Padres relacionan a la Prostituta con la Iglesia, llamándola Santa y Pecadora (como los profetas habían condenado a Israel/Jerusalén, ciudad santa y prostitutas). La Iglesia es para ellos la Casta Meretrix, como ha estudiado, por ejemplo, H. Urs von Balthasar, teólogo “oficioso” de Juan Pablo II.


b) Lutero, llevado por su polémica anti-papista, llamó a la Iglesia de Roma la Gran Prostituta. Es evidente que sus acusaciones, que han de entenderse desde el clima de disputa de su tiempo, no se pueden tomar al pie de la letra, pero tienen un fondo que debe valorarse.

c) Aquí no quiero retomar este motivo en línea histórica ni dogmática, sino sólo comentar los textos básicos del Apocalipsis, donde la Prostituta (Roma, ciudad de la economía mundial) aparece como prostituta de las dos bestias.

Para nosotros, éste es un tema de especulación teórica. Para Juan, profeta del Apocalipsis, era un tema en el que estaba en juego su vida. Llamar “gran prostituta” a Roma era un crimen de lesa majestad, de manera que podrían matarle si descubrían que el libro era suyo.

Buen día a todos. Por favor, las mujeres recuerden que la gran Prostituta es inseparable de las dos bestias masculinas.


1. Dos avisos previos

a)Un lector me ha dicho que un teólogo afirmaba que el Apocalipsis contenía los “ delirios de un anciano”. Puede ser, pero esos “delirios” tienen un sentido y una lógica mayor que la gran filosofía de su tiempo y que gran parte de la teología actual. Además “se aprende” a entenderlos, lo mismo que se aprende la escritura china (una de las máximas conquistas de la cultura humana), que un amigo mío definía como simples garabatos.

b) Otros lectores dicen que el Apocalipsis no interesa, que no tiene valor… No les interesará a ellos, y lo entiendo (porque escuece). Pero quien diga que el Apocalipsis (o la apocalíptica) es secundaria para el cristianismo destruye todo el cristianismo, porque apocalíptico fue Jesús de Nazaret, lo mismo que Pablo y Marcos… El tema está en que el apocalipsis (la apocalíptica) se aprende también (exige un mínimo de esfuerzo), como todo lenguaje distinto… Ya Machado afirmaba que algunos (ayer dominadores) desprecian cuanto ignoran.


2) Introducción. El signo de la prostituta.

En el Apocalipsis la prostitución tiene un sentido básicamente figurado y así aparece vinculada a la tendencia eclesial de Jezabel y de los nicolaítas, que según el Apocalipsis (cf. Ap 2, 14.20: tema de lo sidolocitos), quieren aprovecharse de la “comida” de Roma. La prostitución condenada aquí no es una relación sexual de tipo privado, más o menos desordenada, sino la obra de la prostituta o pornê (cf. Ap 17-18), que separa a los creyentes de Dios, oponiéndose a está la fidelidad de Jesús, que se expresa en forma de confianza con Dios o entre personas (Ap 1, 5; 19, 11; cf. 2, 10.13.19; 13, 10; 17, 14).

Según la tradición israelita, los ídolos prostituyen, pues representan un amor que se compra y vende. Eso es lo que Juan ha visto y condenado en Roma (que es pornê o ramera) y en aquellos que la aceptan: Roma es prostitución universal, engaño personificado, estado (= ciudad, estructura política) que vive de la sangre de los otros (cf. 17, 6; 18, 24). Los que defienden la prostitución en las iglesias (Ap 2, 14.20) aplican dentro de ellas el estilo de vida de Roma.

El tema de fondo de la Gran Ramera es éste: para comer “hay que venderse”. Los que se venden se prostituyen, comercian con la Gran Prostituta… Viven de la sangre de los pobres.

3. La gran prostituta, la ramera oficial

No es una “putita” de barrio (como las que ayer presenté en la imagen), es la Gran Señora, la Ciudad Imperial (el emperador y su corte, el rey y sus ministros…, una economía/ciudad que vive de los pobres…). Desde ese fondo, el profeta Juan ha concebido el pecado de la humanidad en términos de prostitución universal.

Ésta es la Prostituta: El pecado del Dragón y de las Bestias se encarna en Babel (Roma), ciudad ramera que se vende a los reyes y pueblos de la tierra, para sacar ganancia de ellos, bebiendo (derramando) la sangre de los mártires del Cristo y de todos los asesinados de la tierra (cf. 17, 1-5.15; 18, 3.9. 24; 19, 2). Las mismas Bestias y Reyes que la han utilizado acabarán matándola, en juicio de talión intrahistórico (17, 15-18), que Juan (cf. 18, 1-19, 8) interpreta como signo de salvación universal. Ella aparece así en el centro del Apocalipsis:

«Y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano una copa de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito: ¡Misterio! Babilonia la grande, madre de los prostitutos y de las abominaciones de la tierra» (Ap 17, 3-5).

El autor del Apocalipsis no ha inventado esta figura (ni la destrucción de Babilonia, que aparece, por ejemplo, en Jer 51), pero la ha recreado a partir de su experiencia de Jesús y de las comunidades cristianas, amenazadas por el imperio romano. Esta mujer-prostituta ha de verse en oposición a la mujer-madre amenazada (Ap 12, 1-2) y a la novia-ciudad de la plenitud final (Ap 19, 7; 21, 2.9).

3 Los signos de la prostituta.

(a) Vestidos y adornos. Está vestida de púrpura y escarlata (17, 4), colores de realeza/riqueza y sacerdocio sacrificial (cf. Ex 26, 1.4.31.36; 28; Num 4, 7-8; Lev 14; 19, 6 etc.), como diosa y sacerdotisa falsa. Está adornada de oro, piedras preciosas y margaritas (17, 4), que son signo de lujo (honor del mundo) y de poder (cf. Jerusalén celeste: 21, 19-21) vinculado al sumo sacerdote (Ex 28, 17-20; 39, 10-12) o rey divinizado (anti-divino) de Ez 28, 13.

Por vestido y ornamentos, ella es la expresión de una sacralidad invertida, diosa del poder hecho opresión. Allí donde los aduladores cantan su grandeza (¡es diosa!) ha visto Juan su prostitución. Pocas veces ha existido en la historia universal una crítica más honda de la satanización política: el mundo admira a Roma y celebra su paz (hecha de riqueza y de un tipo de justicia) como signo de Dios; Juan la condena como servidora de la Bestia.

(b) Su signo distintivo es una copa (poterion, vaso para beber). Normalmente, la mujer aparece como vientre y pechos: fecundidad primera, ánfora de vida y leche para sus hijos; así suele mostrarse la Madre Diosa de oriente, venerada en Éfeso como Artemisa de pechos abundantes. Pero la mujer de Ap 17 no es seno gozoso ni maternidad generadora sino copa de misterio embriagante y sanguinario.

Pues bien, la copa de esta mujer está llena de las abominaciones e impurezas de su Prostitución... (17, 4): contiene lo que ella ofrece a sus amantes y lo que recibe de ellos, especialmente la sangre que les chupa, la sangre de todos los pobres y mártires. En su falsa ley de sexo y libación sagrada. Ella es la figura del “comercio” mundial montado sobre la Bestia, es la historia del Poder que aplasta a los pobres para elevarse. El misterio de Jesús se expresa en el pan compartido y la copa de vino hecho vida entregada por los demás. El misterio de la Prostituta es, en cambio, copa de engaño que mata.

(c) La prostituta y la bestia. La Gran Ramera lleva escrito en su frente un nombre que dice ¡Misterio! (17, 5); así quiere presentarse como revelación escatológica de Dios. Esta mujer promete algo que nunca puede dar. Ella es lo contrario a Dios, una humanidad que vive del engaño, destruyendo a los demás y realizando su anti-eucaristía; parece diosa, expresión del culto supremo del imperio, montada sobre la bestia, como icono o imagen que todos deben adorar (aceptar, venerar) si quieren vivir (comprar y comer) en el imperio (cf. Ap 13, 14-18). Es sólo humanidad de muerte y así cabalga sobre la Bestia escarlata llena de blasfemia (17, 3).

Por sí misma no puede dominar la tierra. Necesita unirse a la Bestia que ya tenía a su servicio un primer lacayo, la 2ª Bestia o Mal Profeta, que engaña a todos con milagros falsos (perversión ideológica) y falsa comida (perversión económica). Esta mujer es el segundo lacayo de la Bestia: es Ciudad perversa que todo lo destruye, dando a los humanos la droga de su mentira insaciable. ¿Quién domina a quién? Es difícil saberlo, pues todos tienden a engañar y dominarse.

Es evidente que la Ciudad utiliza a la Bestia: monta sobre ella para hacerse prostituta universal. Pero, al mismo tiempo, la Bestia se vale de la Prostituta para dominar a las naciones de la tierra; ella, la Bestia, se servía ya del Mal Profeta, pero necesita más; ella debe ofrecer sobre su grupa la más alta de todas las promesas, una mujer de gloria y muerte, de misterio y destrucción humana.

(Seguirá)
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