El Adopcionismo. La controversia en los textos (III)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Carta de Elipando a los obispos de Francia (2)

Después de variadas referencias a la Biblia y a los Padres, vuelve a expresar Elipando su voluntad firme de no desviarse de sus huellas sino de seguir con diligencia sus preceptos. En consecuencia, "en el único y mismo Hijo de Dios y del hombre, hay una sola persona y dos naturalezas plenas y perfectas de Dios y del hombre, del Señor y del siervo, visible e invisible" (J. Gil, CSM, pág. 86). Como vemos, pues, a pesar de lo que sus adversarios juzgan ilógico e inconsecuente, Elipando considera básica su fe en una sola persona de Cristo: "En el Verbo entendemos al Hijo verdadero de Dios; en la carne reconocemos al hijo verdadero del hombre, y al conjunto de ambos como una sola persona, Hijo de Dios y del hombre, unidos por el don de una gracia inefable" (J. Gil, CSM, pág. 87). Glosando después la frase del principio del evangelio de Juan 1, 1 ("Y el Verbo era Dios"), dice: "Al ser, por lo tanto, el Hijo único de Dios no adoptivo por generación, no por gracia sino por naturaleza, para ser también pleno en la forma de siervo, fue hecho también por adopción y por gracia hijo del hombre" (J. Gil, CSM, págs. 87-88).

Después de varias citas de Vicente de Lerín, repite la misma doctrina con parecidas palabras. Las citas que acaba de hacer tienen la finalidad de que se vea lo que Elipando cree. A saber: "que el unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre fuera del tiempo, lo es no por adopción, sino por generación, no por gracia, sino por naturaleza. Pero al final de los tiempos, al tomar de la Virgen la carne para la salvación del género humano en la forma de siervo, fue, según el Apóstol, primogénito entre otros hermanos en una sola y única persona de Dios y hombre, no por generación, sino por adopción, no por naturaleza, sino por gracia, en la forma por la que es igual a la madre, no en la forma por la que es igual al Padre". Como podemos observar, Elipando saca mucho juego para la defensa de sus tesis del texto tantas veces citado de Flp 2, 6-7. La razón, para él, es definitiva: En la "forma de siervo es siervo y por lo tanto adoptivo, mientras que en el forma de Señor, es Señor del siervo" (J. Gil, CSM, pág. 88). Es como si equiparara la adopción a la calidad de siervo, y siervo fuera lo mismo que adoptivo. Pues para que Dios lo exaltara y le diera un nombre sobre todo nombre, antes tuvo Cristo que anonadarse o vaciarse (exinaniuit) y humillarse hasta la muerte.

A continuación, se extiende Elipando en consideraciones y glosas a textos bíblicos que abundan en las servidumbres y humillaciones del Siervo de Dios. ¿Qué tiene de malo hablar de la adopción del Hijo de Dios cuando se le llama "un poco menos que los ángeles" (Sal 8, 6), "gusano y no hombre, oprobio de los hombres y desprecio de la plebe" (Sal 21, 7), "leproso" (Is 53, 2-4), "siervo"? (Cf. los denominados "Cánticos del Siervo" en Isaías: Is 42, 1-7; 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13-53, 12; Flp 2, 6-8.) ¿Es que acaso es más humillante defender la adopción que la servidumbre? ¿Llamar adoptivo es más vergonzoso que llamar siervo? Del Hijo de Dios se dicen múltiples vilezas por la salvación de los hombres. Elipando no comprende la repugnancia que sienten sus adversarios contra la palabra "adopción" y la calidad de Cristo como hijo adoptivo de Dios.

Una cuarta repetición de la fórmula "creemos y confesamos" introduce la teología sobre el Hijo de Dios. El Hijo unigénito es, entre otras cosas, sin adopción. Pero nació como primogénito del seno de María "quedando vacía la divinidad (deitate exinanita) por la adopción de la carne" (J. Gil, CSM, pág. 89). Pretende demostrarlo con textos bíblicos de los considerados como mesiánicos. Así son, por ejemplo, los pasajes de Sal 44, 8; 88, 27-28; Miq 6, 7; Eclo 36, 14; Cf. el texto ya citado de Rom 8, 29.

Vuelve luego sobre los testimonios patrísticos, con especial atención a los toledanos. Elipando insiste en que no comprende el rechazo que muchos experimentan a llamar adoptivo al Hijo de Dios en cuanto hombre, como él dice "en la forma de siervo". Negar la adopción en Cristo le parece equivalente a negar su humanidad, opinión en la que una vez más se extralimita Elipando, como se extralimitan los que afirman que Elipando niega la unidad de persona en Cristo porque defiende que en cuanto hombre es hijo adoptivo de Dios. Pero el tono y el estado de la polémica llevan a estas incongruencias a las que no se hubiera llegado por los caminos de la lógica, sino que se llegó por los del apasionamiento. Al menos, como hemos podido comprobar, ni Elipando niega la unidad de persona en Cristo, ni sus adversarios ponen en duda su humanidad.

Elipando prosigue la carta abundando en la presunta inconsecuencia de considerar actitud blasfema el llamar a Cristo adoptivo, cuando las Escrituras le dan títulos como león, oveja, víctima, sacrificio, holocausto, príncipe, vara, flor, raíz, juez, rey, etc. Si estas denominaciones no nos escandalizan, con menor razón debe producir escándalo el que se le llame adoptivo. Lo que no dice Elipando es dónde habla la Escritura de Cristo llamándole Hijo adoptivo de Dios. En cambio, vuelve a las invectivas contra Beato del que cuenta anécdotas que dejan en mal lugar la sanidad mental del liebanense.

El escrito continúa con toda una serie de anatemas ("anatematizamos") dirigidos contra Bonoso, Sabelio, Arrio, Maniqueo, Beato y Eterio. De todos expone las correspondientes herejías. Pero al llegar a Beato y a Eterio, los califica muy negativamente y les atribuye como herejía que enseñan que "el Hijo de Dios según la forma de la servidumbre humana nunca tuvo la adopción de la carne" (J. Gil, CSM, págs. 92-93), fórmula, repito, que podría tener sentido ortodoxo si "adopción" se toma con el significado de "asunción" (assumptio), pero que en Elipando parece ser equivalente a que Cristo era hijo adoptivo de Dios en cuanto hombre.

Termina la carta recomendando con el apoyo de textos bíblicos cuidado y prudencia a la hora de emitir un juicio definitivo, recomendación dirigida también a Carlomagno, "el príncipe glorioso". Y todo ello para que en la Iglesia reinen la paz y la unidad. Si algo no les convence, Elipando ofrece abierta su mente y pronto su corazón para aceptar los "rayos de la verdad".

Apoyos documentales de la Carta a los obispos de Francia

1) Argumentos de la Sagrada Escritura

Los dos lugares más citados en la controversia son los primeros usados en esta carta: "Yo y el Padre somos una sola cosa", para probar la divinidad de Cristo; "el Padre es mayor que yo" es el texto clave para demostrar la filiación adoptiva. Esta misma creencia se deriva, para Elipando, de Lc 2, 40: "El niño crecía y se robustecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él". Si crecía, pues, si la gracia de Dios estaba con él, es porque como humano era un ser necesitado. El texto de Jn 1, 14 -"Vimos su gloria como la gloria del unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad"- podría ser válido para los dos bandos en disputa. El que Juan diga que "tenemos un abogado" da a Elipando la ocasión de comparar el "adoptado" de san Agustín con el "abogado" de Juan, quien "también intercede por nosotros" (1 Jn 2, 1). En la controversia tiene importancia el texto de Pablo que afirma: Dios "los predestinó a hacerse conformes a la imagen de su Hijo, de modo que él sea primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8, 29). Como ya dijimos, ser conformes (symmórphous) a su Hijo de modo que él pueda ser primogénito de otros hermanos vale a Elipando para defender la categoría de adoptivo en Cristo, dado que entre Cristo y los demás hombres no habría diferencia esencial sino de grado. Otros textos en los que se habla de hermanos o compañeros (Sal 21, 23; 44, 3; Is 11, 2-3) pertenecen al AT y a perspectivas diferentes. Los vaticinios se basan en esperanzas mesiánicas que admiten interpretaciones en los dos sentidos de la controversia, si bien Elipando los interpreta en el sentido de sus personales intereses.

Con un simple tamen, pasa a otra clase de textos en donde ve directamente al Unigénito de Dios Padre (J. Gil, CSM, pág. 85). Son textos en los que se aprecia una cierta transcendencia del personaje en cuestión (Sal 109, 3; 44, 2; Is 45, 23; Eclo 24, 5; Prov 8, 30; cf. 8, 25. 27. 29), porque el Padre lo engendra "antes de la aurora", porque de su corazón brota una Palabra buena (el Verbo), porque de su boca sale una Palabra justa, porque existía antes que las demás criaturas, antes que el lucero de la mañana, antes que los collados...

Vuelve de nuevo al "primogénito y adoptivo" con el texto clásico del profetismo prometido en Dt 18, 15. 18. Salta a los pasajes del bautismo y de la Transfiguración de Jesús: "Éste es mi Hijo amado" (Mt 3, 17; 17, 5). Es digno de tenerse en cuenta que la escena del bautismo en Lc 3, 22 en la forma occidental del año 150 circa, está atestiguada por Justino y Clemente Alejandrino con varias versiones latinas y el Codex Bezae D, ofrece la lectura: "Tú eres mi Hijo único, yo te he engendrado hoy". Regresa Elipando al AT, a las palabras del Salmo: "Él me invocará diciendo: Tú eres mi Padre, mi Dios..." (Sal 88, 27-30), o a aquellas en que tras decir "Tú eres mi Hijo", se añade en el texto: "Pídeme y te daré las gentes como herencia" (Sal 2, 8). Pasa también por Isaías: "Iré delante de ti", "... allanaré los montes... para que sepas que yo soy el Señor tu Dios" (Is 45, 2-3). En Miqueas distingue el "primogénito" según la humanidad y "el fruto de mi vientre" según la divinidad (Miq 6, 7). Cuando Dios habla a David sobre su primogénito, habla del hombre a quien suscitará para "que se siente sobre el trono de Israel" (2 Re (LXX) 7, 12-14). Y en el libro del hijo de Sirac, se refiere igualmente al hombre que intercede por su pueblo (Ecclo 36, 14). En cambio, en el principio de la carta a los hebreos, el autor habla a la vez de la divinidad y de la humanidad de Cristo. Pues si dice que lo constituyó heredero de todas las cosas, también afirma: "Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy" y "adórenlo todos sus ángeles" (Heb 1, 1-6).

Saludos ordiales. Gonzalo del Cerro
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