Aventura del Caballero del Bosque o de los Espejos



Texto ilustrado por Gustave Doré: "En esto, volvió en sí el de los Espejos; lo cual visto por don Quijote, le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y le dijo:

—Muerto sois, caballero, si no confesáis que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia"

El Q.II.14.57-58.

Ver infra.

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La mejor manera de provocar a don Quijote, para que asuma su autodefensa caballeresca, es pretender, ninguneándolo, que ya se ha vencido al verdadero don Quijote, con lo cual éste se encuentra en la obligación de tener que reafirmar su propia verdad identitaria contra su flagrante falsificación. Es lo que hace el Caballero de los Espejos, como si ya fuera el prologuista del apócrifo de Avellaneda.

La respuesta que da don Quijote, al escuchar las señas que da el Caballero de los Espejos del caballero que él ha vencido, es comparable en belleza al rayo de luz del sol que penetra por la claraboya de una cúpula autodescubriéndola:

«Habéis de saber que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir que le tengo en lugar de mi persona», II.14.8.


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bosqu-: bosque: 68: [Caballero del Bosque: 12; el del Bosque: 28]

bosque (doc. 1490, del cat. o del oc. bòsc, 874, ◊ del fránquico *boscos o *busc, el cual puede venir del gr. bóskos) m. 'monte de árboles' ^ 'sitio poblado de árboles': «En lengua gótica busche; es monte espeso de arboleda y maleza adonde se acogen las fieras por estar encubiertas. Es nombre francés, de bois, lignum, nemus, y de allí bouschet, diminutivo de donde nosotros dijimos bosque.», Cov. 231.b.1.

• Con frecuencia es lugar de refugio y descanso en los LC: Amadís y Oriana «Assí anduvieron tres leguas, hasta entrar en un bosque muy espesso de árboles que cabe una villa cuanto una legua estava. A Oriana prendió gran sueño, como quien no havía dormido ninguna cosa la noche passada.», AdG, p. 573.

|| Caballero del Bosque 1: Una sola vez se llama así a Cardenio, siendo aún el loco de Sierra Morena:

« El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle, y remirarle y tornarle a mirar de arriba abajo», I.24.4.

• Antes se había llamado caballero del bosque a ® Valdovinos, I.5.1.

|| Caballero del Bosque 2: Polionomasia: Caballero de la Selva :: Caballero de los Espejos :: Sansón Carrasco. Por esta equivalencia de nombres, claramente establecida como identidad de la persona en II.12-II.15, el narrador quiere advertirnos de que este caballero que ahora es vencido por don Quijote será más tarde su vencedor, aunque lo será con otro nombre, que será el de Caballero de la Blanca Luna, según el refrán: «Venzió el venzido al venzedor.», Corr. 518.a.:

«el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiese mover un solo dedo del lugar donde había hecho estanco de su carrera», II.14.42.

Epígrafe de II.12: De la estraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el bravo Caballero de los Espejos.

Epígrafe de II.13:Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos.

Epígrafe de II.14: Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque.

Epígrafe de II.15: Donde se cuenta y da noticia de quién era el Caballero de los Espejos y su escudero. ® Caballero de los Espejos

|•| Escudero del Caballero del Bosque; ® Cecial: Tomé Cecial

cecial (doc. 1330, quizá deriv. en -al de un adjetivo lat. vg. *siccidus, deriv. a su vez de siccus 'seco') adj. y s. «Pescado, cuasi ciercial, porque está curado al aire, y el que mejor lo cura es el cierzo.», Cov.397.b.51. Refrán: «Peskado zezial, ni haze bien ni mal.», Corr. 466.b.

|| Tomé Cecial: Escudero del Caballero de los Espejos. El apellido, o quizá apodo, Cecial alude humorísticamente al nombre que suele darse a la merluza y a otros pescados hechos ® cecina. También recuerda la moraleja del refrán citado.

• El narrador lo presenta poniéndolo en relación con Sancho. Es una manera de preparar la aventura del Caballero de los Espejos:

«Aceptólo Carrasco, y ofreciósele por escudero Tomé Cecial, compadre y vecino de Sancho Panza, hombre alegre y de lucios cascos.», II.15.3.

• Sancho Panza, al reconocer al narigudo escudero del Caballero de los Espejos, proclama: «¿Este no es Tomé Cecial, mi vecino y mi compadre?», II.15.55.

• Un poco más adelante, el mismo Sancho dice que Tomé Cecial vive en su pueblo pared por medio con él: «pared en medio de mi misma casa», II.16.4.

• Para que no haya dudas sobre la naturaleza cómica de todo el episodio, se inserta en la aventura del Caballero de los Espejos un pequeño entremés burlesco, cuyos personajes son los dos escuderos de ambos caballeros, que toman como asunto de su diálogo la fidelidad de Sancho Panza a don Quijote y la tentación de su regreso a la aldea, poniéndole como plazo la llegada a Zaragoza.

Sobre el fondo de las quejas escuderiles de ambos, aunque atenuadas por el buen comer y el buen vino, reaparece el tema monomaniático de la ínsula prometida a Sancho, condimentado con sus proyectos condesiles para su hija Sanchica. Cabe recordar aquí que incluso después de renunciar a su gobierno, Sancho ansiará para sí mismo el título de conde:

«Yo, que dejé con el gobierno los deseos de ser más gobernador, no dejé la gana de ser conde, que jamás tendrá efecto si vuesa merced deja de ser rey, dejando el ejercicio de su caballería; y así, vienen a volverse en humo mis esperanzas.», II.65.7.

• Sorprende al lector que la doble anagnórisis del vencido Caballero del Bosque, alias de los Espejos, y de su escudero bosqueril no sea el auténtico desenlace de la aventura, sino que tanto don Quijote como el propio Sancho se cierren a la evidencia, considerando que, por obra de los encantadores, el escudero bosqueril tiene la apariencia de Tomé Cecial y el Caballero del Bosque la del del bachiller Sansón Carrasco:

«Ayudóle a levantar don Quijote y Tomé Cecial su escudero, del cual no apartaba los ojos Sancho, preguntándole cosas cuyas respuestas le daban manifiestas señales de que verdaderamente era el Tomé Cecial que decía; mas la aprehensión que en Sancho había hecho lo que su amo dijo de que los encantadores habían mudado la figura del Caballero de los Espejos en la del bachiller Carrasco no le dejaba dar crédito a la verdad que con los ojos estaba mirando. Finalmente, se quedaron con este engaño amo y mozo», II.14.62.

• Parece evidente que un tal grado de miopía, por no decir de ceguera, tiene como finalidad el hacer verosímiles todas las aventuras siguientes cuyo resorte será el encantamiento.

cecina (doc. ±1250; de la misma época es el adj. carne cecina; probablemente de un lat. vg. caro *siccina, derivado de siccus 'seco') f. 'carne salada, enjuta y seca al aire, al sol o al humo'. • El gobernador Sancho Panza, hambriento, recuerda con nostalgia sus platos preferidos: «acostumbrado a cabra, a vaca, a tocino, a cecina, a nabos y a cebollas», II.49.4.

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|| Caballero de los Espejos: Polionomasia: Caballero del Bosque :: de la Selva :: de los Espejos :: de la Blanca Luna.

• El vistoso traje del caballero desconocido de II.12-II.15 y la nariz falsa de su escudero recuerdan los disfraces y máscaras de las fiestas de Carnaval (Marasso). Disfraces y máscaras, al servicio de una burla, sintonizan perfectamente con el tema de la comedia y los comediantes que estaba desarrollando don Quijote con Sancho, como epílogo de la aventura de las Cortes de la Muerte, en el momento de la entrada en escena del Caballero de los Espejos. El mismo tema sirve así de preámbulo para esta aventura burlesca.

En un segundo plano de la memoria diegética se perfila todavía la reciente visita de don Quijote al Toboso, que ha tenido como consecuencia el supuesto encantamiento de Dulcinea o del propio don Quijote, cuyo cometido será ahora el pelear por ella con otro caballero en batalla singular.

• La mejor manera de provocar a don Quijote, para que asuma su autodefensa caballeresca, es pretender, ninguneándolo, que ya se ha vencido al verdadero don Quijote, con lo cual éste se encuentra en la obligación de tener que reafirmar su propia verdad identitaria contra su flagrante falsificación. Es lo que hace el Caballero de los Espejos, como si ya fuera el prologuista del apócrifo de Avellaneda.

La respuesta que da don Quijote, al escuchar las señas que da el Caballero de los Espejos del caballero que él ha vencido, es comparable en belleza al rayo de luz del sol que penetra por la claraboya de una cúpula autodescubriéndola:

«Habéis de saber que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir que le tengo en lugar de mi persona», II.14.8.

• Es frecuente en las ficciones caballerescas el combate entre dos caballeros que no se conocen, pero que luego resulta que son amigos. Las notas de Clemencín señalan los puntos de contacto entre la parodia de Cervantes y diversos episodios andantescos, (Murillo).

• En II.12-II.15 es motivo paródico utilizado para revitalizar a DQ tras el golpe del encantamiento de Dulcinea (E. Urbina).

• «Desde el punto de vista narrativo la aventura con el Caballero de los Espejos es ejemplo de la relación causal entre la parodia burlesca, lo grotesco y la ironía como principios y fines narrativos de Cervantes: de la parodia del motivo del combate como prueba se pasa a lo burlesco / grotesco del tratamiento de la situación y de allí a la ironía final de los efectos y consecuencias de la aventura.

El encuentro y aventura con el Caballero de los Espejos representa una situación límite y una afortunada victoria que encaja perfectamente con las necesidades presentes de DQ y los requisitos futuros de su ficción. En lugar del punto final de su existencia como caballero, el combate será el principio de su nuevo ser revitalizado y de la regeneración de su ficción.», E. Urbina, en Rico 1998 b, p. 138-139.

|| Caballero de los Leones o del León: sobrenombre que tuvieron varios héroes andantescos, entre ellos Amadís de Gaula. Así quiere don Quijote que se le llame tras haber concluido la aventura de los leones, II.17.59. ® leones

|| Caballero del Bosque ® Bosque

|| Caballero del Febo… Amadís de Gaula: Se mencionan así, en I.1, los protagonistas de los dos libros de caballerías más leídos en España en tiempos de Cervantes y a ambos se les concede un juicio favorable en I.6. El caballero del Febo es uno de los dos hermanos y protagonistas de Espejo de Principes y Cavalleros. En el qual se cuentan los inmortales hechos del Cauallero del Febo y de su hermano Rosicler, hijos del grande Emperador Trebacio..., por Diego Ortúñez de Calahorra, Zaragoza, 1555. Hubo continuaciones: 1581, 1587, 1589.

|| Caballero del Verde Gabán: ® Miranda: don Diego de Miranda

|| caballero en: 'sin apearse de' µ 'firme en su actitud' «caballero en su dañada y primera intención», II.45.11.

|| caballero… no lo son los pobres: Mientras que el hidalgo lo era simplemente por linaje, el caballero, para serlo y para mantener su estado, debía tener rentas suficientes, lo cual implicaba que no podía ser pobre.

• La sobrina reprocha a don Quijote el que diga «que es caballero, no lo siendo, porque aunque lo puedan ser los hidalgos, no lo son los pobres...!», II.6.

|| «Caballero, si a Francia ides»: II.26.13. • Versos del romance n.° 377: Caballero, si a Francia ides, / por Gaiferos preguntade; / decidle que la su esposa / se le envía a encomendare", etc.

|| caballero…verdadero: 'veraz'; don Quijote de la Mancha se mide con el Caballero de la Blanca Luna: «don Quijote respondió que como no le pidiese cosa que fuese en perjuicio de Dulcinea, todo lo demás cumpliría como caballero puntual y verdadero.», II.64.20.

|| caballero y cristiano: Zoraida organiza su evasión en la desconfianza, ya que atribuye al Cautivo este sentimiento generalizándolo, al mismo tiempo que confiesa que no se fía de los cristianos, si no son además caballeros.

•: «Si no te fías de nadie que vaya por la barca, rescátate tú y ve; que yo sé que volverás mejor que otro, pues eres caballero y cristiano.», I.40.18. Ahora bien, para ella el único caballero del Baño es el Cautivo: «muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú», I.40.15.

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Texto ilustrado por Gustave Doré:

"En esto, volvió en sí el de los Espejos; lo cual visto por don Quijote, le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y le dijo:
—Muerto sois, caballero, si no confesáis que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia"

El Q.II.14.57-58.

Comentario de la edición ilustrada francesa:

[Tome II. Seconde partie. Fig. en bandeau du chap XIV : Duel entre Don Quichotte et le chevalier des "Miroirs".]

Contexto diégetico del texto ilustrado por Gustave Doré:

Acción de los paisanos de Don Quijote III:
Aventura del Caballero del Bosque o de los espejos.

Capítulo Catorce. Donde se prosigue la aventura de Caballero del Bosque.

26. Don Quijote miró a su contendor y hallóle ya puesta y calada la celada, de modo que no le pudo ver el rostro; pero notó que era hombre membrudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traía una sobrevista o casaca, de una tela, al parecer, de oro finísimo, sembradas por ella muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos, que le hacían en grandísima manera galán y vistoso; volábanle sobre la celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas; la lanza, que tenía arrimada a un árbol, era grandísima y gruesa, y de un hierro acerado de más de un palmo.
27. Todo lo miró y todo lo notó don Quijote, y juzgó de lo visto y mirado que el ya dicho caballero debía de ser de grandes fuerzas; pero no por eso temió, como Sancho Panza; antes con gentil denuedo dijo al Caballero de los Espejos:
28. —Si la mucha gana de pelear, señor caballero, no os gasta la cortesía, por ella os pido que alcéis la visera un poco, porque yo vea si la gallardía de vuestro rostro responde a la de vuestra disposición.
29. —O vencido o vencedor que salgáis desta empresa, señor caballero—respondió el de los Espejos—, os quedará tiempo y espacio demasiado para verme; y si ahora no satisfago a vuestro deseo, es por parecerme que hago notable agravio a la hermosa Casildea de Vandalia en dilatar el tiempo que tardare en alzarme la visera, sin haceros confesar lo que ya sabéis que pretendo.
30. —Pues en tanto que subimos a caballo—dijo don Quijote—, bien podéis decirme si soy yo aquel don Quijote que dijistes haber vencido.
31. —A eso vos respondemos—dijo el de los Espejos— que parecéis, como se parece un huevo a otro, al mismo caballero que yo vencí; pero según vos decís que le persiguen encantadores, no osaré afirmar si sois el contenido o no.
32. —Eso me basta a mí—respondió don Quijote—para que crea vuestro engaño; empero, para sacaros dél de todo punto, vengan nuestros caballos; que en menos tiempo que el que tardárades en alzaros la visera, si Dios, si mi señora y mi brazo me valen, veré yo vuestro rostro, y vos veréis que no soy yo el vencido don Quijote que pensáis.
33. Con esto, acortando razones, subieron a caballo, y don Quijote volvió las riendas a Rocinante para tomar lo que convenía del campo, para volver a encontrar a su contrario, y lo mesmo hizo el de los Espejos. Pero no se había apartado don Quijote veinte pasos, cuando se oyó llamar del de los Espejos, y partiendo los dos el camino, el de los Espejos le dijo:
34. —Advertid, señor caballero, que la condición de nuestra batalla es que el vencido, como otra vez he dicho, ha de quedar a discreción del vencedor.
35. —Ya la sé—respondió don Quijote—; con tal que lo que se le impusiere y mandare al vencido han de ser cosas que no salgan de los límites de la caballería.
36. —Así se entiende—respondió el de los Espejos.
37. Ofreciéronsele en esto a la vista de don Quijote las estrañas narices del escudero, y no se admiró menos de verlas que Sancho; tanto, que le juzgó por algún monstro, o por hombre nuevo y de aquellos que no se usan en el mundo. Sancho, que vio partir a su amo para tomar carrera, no quiso quedar solo con el narigudo, temiendo que con solo un pasagonzalo con aquellas narices en las suyas sería acabada la pendencia suya, quedando del golpe, o del miedo, tendido en el suelo, y fuese tras su amo, asido a una acción de Rocinante; y cuando le pareció que ya era tiempo que volviese, le dijo:
38. —Suplico a vuesa merced, señor mío, que antes que vuelva a encontrarse me ayude a subir sobre aquel alcornoque, de donde podré ver más a mi sabor, mejor que desde el suelo, el gallardo encuentro que vuesa merced ha de hacer con este caballero.
39. —Antes creo, Sancho —dijo don Quijote—, que te quieres encaramar y subir en andamio por ver sin peligro los toros.
40. —La verdad que diga—respondió Sancho—, las desaforadas narices de aquel escudero me tienen atónito y lleno de espanto, y no me atrevo a estar junto a él.
41. —Ellas son tales—dijo don Quijote—, que a no ser yo quien soy, también me asombraran; y así, ven: ayudarte he a subir donde dices.
42. En lo que se detuvo don Quijote en que Sancho subiese en el alcornoque, tomó el de los Espejos del campo lo que le pareció necesario; y creyendo que lo mismo habría hecho don Quijote, sin esperar son de trompeta ni otra señal que los avisase, volvió las riendas a su caballo—que no era más ligero ni de mejor parecer que Rocinante—, y a todo su correr, que era un mediano trote, iba a encontrar a su enemigo; pero viéndole ocupado en la subida de Sancho, detuvo las riendas y paróse en la mitad de la carrera, de lo que el caballo quedó agradecidísimo, a causa que ya no podía moverse. Don Quijote, que le pareció que ya su enemigo venía volando, arrimó reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de Rocinante, y le hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que esta sola vez se conoció haber corrido algo; porque todas las demás siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llegó donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiese mover un solo dedo del lugar donde había hecho estanco de su carrera.
43. En esta buena sazón y coyuntura halló don Quijote a su contrario embarazado con su caballo y ocupado con su lanza, que nunca, o no acertó, o no tuvo lugar de ponerla en ristre. Don Quijote, que no miraba en estos inconvenientes, a salvamano y sin peligro alguno encontró al de los Espejos, con tanta fuerza, que mal de su grado le hizo venir al suelo por las ancas del caballo, dando tal caída, que, sin mover pie ni mano, dio señales de que estaba muerto.
44. Apenas le vio caído Sancho, cuando se deslizó del alcornoque y a toda priesa vino donde su señor estaba; el cual, apeándose de Rocinante, fue sobre el de los Espejos, y quitándole las lazadas del yelmo para ver si era muerto y para que le diese el aire, si acaso estaba vivo, y vio... ¿Quién podrá decir lo que vio, sin causar admiración, maravilla y espanto a los que lo oyeren? Vio, dice la historia, el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto, la misma fisonomía, la mesma efigie, la pespetiva mesma del bachiller Sansón Carrasco; y así como la vio, en altas voces dijo:
45. —¡Acude, Sancho, y mira lo que has de ver y no lo has creer! ¡Aguija, hijo, y advierte lo que puede la magia, lo que pueden los hechiceros y los encantadores!
46. Llegó Sancho, y como vio el rostro del bachiller Carrasco, comenzó a hacerse mil cruces y a santiguarse otras tantas. En todo esto no daba muestras de estar vivo el derribado caballero, y Sancho dijo a don Quijote:
47. —Soy de parecer, señor mío, que, por sí o por no, vuesa merced hinque y meta la espada por la boca a este que parece el bachiller Sansón Carrasco; quizá matará en él a alguno de sus enemigos los encantadores.
48. —No dices mal—dijo don Quijote—; porque de los enemigos, los menos.
49. Y sacando la espada para poner en efecto el aviso y consejo de Sancho, llegó el escudero del de los Espejos, ya sin narices que tan feo le habían hecho, y a grandes voces dijo:
50. —Mire vuesa merced lo que hace, señor don Quijote; que ese que tiene a los pies es el bachiller Sansón Carrasco su amigo, y yo soy su escudero.
51. Y viéndole Sancho sin aquella fealdad primera, le dijo:
52. —¿Y las narices? A lo que él respondió:
53. —Aquí las tengo, en la faldriquera.
54. Y echando mano a la derecha, sacó unas narices de pasta y barniz, de máscara, de la manifatura que quedan delineadas. Y mirándole más y más Sancho, con voz admirativa y grande, dijo:
55. —¡Santa María, y valme! ¿Este no es Tomé Cecial, mi vecino y mi compadre?
56. —Y ¡cómo si lo soy!—respondió el ya desnarigado escudero—. Tomé Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os diré los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aquí venido; y en tanto, pedid y suplicad al señor vuestro amo que no toque, maltrate, hiera ni mate al caballero de los Espejos, que a sus pies tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado, el bachiller Sansón Carrasco, nuestro compatrioto.
57. En esto, volvió en sí el de los Espejos; lo cual visto por don Quijote, le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y le dijo:
58. —Muerto sois, caballero, si no confesáis que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia; y demás de esto habéis de prometer, si de esta contienda y caída quedárades con vida, de ir a la ciudad del Toboso y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos lo que más en voluntad le viniere; y si os dejare en la vuestra, asimismo habéis de volver a buscarme, que el rastro de mis hazañas os servirá de guía que os traiga donde yo estuviere, y a decirme lo que con ella hubiéredes pasado; condiciones que, conforme a las que pusimos antes de nuestra batalla, no salen de los términos de la andante caballería.
59. —Confieso—dijo el caído caballero—que vale más el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea del Toboso que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea y prometo de ir y volver de su presencia a la vuestra, y daros entera y particular cuenta de lo que me pedís.
...
El Q.II.14.26-59.

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Fuentes:

Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005.

Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo, Textos originales de 1605 y 1615, Skynet, 2005.

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