Ignacio Agramonte: aniversario 150 de su caída en combate

Ignacio Agramonte: aniversario 150 de su caída en combate

Ignacio Agramonte y Loynaz sólo contaba con 31 años de edad y poco más de cuatro años de guerra, cuando cayó en combate el 11 de mayo de 1873 en los campos de Jimaguayú.

Como uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años, había organizado la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzaría grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas. Desde su primer combate en Acción de Bonilla, hasta el último, ascendió hasta convertirse en un consumado estratega y jefe militar.

Fue la caída del Bayardo de Camagüey, como también se le denominaba, un duro revés para el movimiento independentista cubano. Pero su obra quedaba allí, en una tropa guerrera y organizada, la cual hizo exclamar al Generalísimo Máximo Gómez al hacerse cargo de su mando: “Su presencia se refleja en todo. Pocos pueden, como yo, apreciar la pérdida que ha sufrido la Revolución”.

Después de haber sido herido gravemente en la sien con un disparo a corta distancia en la batalla de los campos de Jimaguayú, a 38 kilómetros de su ciudad natal, perdía la vida en el mejor momento y plenitud de sus dotes militares e intelectuales El Mayor, como lo denominaban con respeto sus subordinados.

Cayó peleando al frente de sus hombres con el habitual derroche de valor con que había logrado que, con solo pronunciar su nombre, se estremeciera el enemigo y enardeciera de arrebato patriótico a las tropas que mandaba.

Y allí quedó inerte su cuerpo entre la hierba, sin poder ser rescatado por las fuerzas mambisas, hasta que las tropas españolas regresaron al lugar y ocuparon sus restos mortales. Ya sobre las cuatro de la tarde de ese propio día 11 de mayo, fueron incinerados y sus cenizas desaparecidas, con el propósito de no dejar rastros que perpetuaran el tributo, ante la fuerza arrolladora de su ejemplo, de su brazo y de sus ideas.

Muerto en plena juventud, aquel primer soldado pasó por la vida de manera fulgurante y sin tacha. Es un referente real y legendario al mismo tiempo, que siempre convida a meditar sobre las virtudes, a veces inimaginables, de los héroes destacados en edades muy tempranas.

Cada día, desde su ejemplo vivo, palpable y concreto, Agramonte nos llama al combate por la preservación de la independencia que él contribuyó a conquistar desde la manigua redentora. Hay muchísimas razones para tenerlo cerca y hacernos acompañar de su impronta.

Para los combatientes de hoy, Agramonte representa la más alta fuente de inspiración. “Organizar y disciplinar al ejército -había expresado- es prepararle para la victoria”.

Él enseñó a los cubanos muchas cosas, pero sobre todo hoy se recuerda la firmeza de estas palabras por su extraordinaria vigencia: «Aquí ha habido muchas dificultades que vencer… pero… ninguno de los que se quedaron firmes en el campo, vacila; nuestras tropas, cada día más aguerridas… entran alegres en el combate«.

Ana Rosa Perdomo Sangermés