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¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla?

La responsabilidad afectiva es una forma de comportamiento que pivota en torno a los conceptos de respeto, equilibrio y cuidado mutuo ofreciendo herramientas que refuerzan los vínculos afectivos sanos evitando derivas tóxicas.

Cuando establecemos relaciones interpersonales íntimas se generan vínculos emocionales que suponen satisfacciones y apegos, pero también dilemas y conflictos. La responsabilidad afectiva es una forma de comportamiento que pivota en torno a los conceptos de respeto, equilibrio y cuidado mutuo ofreciendo herramientas que evitan las derivas tóxicas y refuerzan los vínculos afectivos sanos. 

¿Qué es la responsabilidad afectiva? 

¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla?
¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla? Fuente: Unsplash

El origen del concepto de responsabilidad afectiva como forma de comportamiento en las relaciones interpersonales, especialmente en los vínculos sentimentales, pero también en las relaciones familiares, amistosas o incluso laborales, retoma conceptos clásicos y los sintetiza en torno a la reflexión sobre el concepto de poliamor.

Es a partir partir de la década de los 80 cuando psicólogas e intelectuales como Deborah Anapol, Dossie Easton o Janet Hardy abanderan la responsabilidad afectiva.

Se trata de abordar la realidad del poliamor y las relaciones abiertas desde una óptica ética. Frente a la idea de que la comunidad polígama no tenía valores y se comportaba de forma irresponsable y narcisista en sus relaciones, surge el término responsabilidad afectiva como una forma de comportamiento dentro de la “no monogamia ética”

¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla?
¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla? Fuente: Pexels

En los últimos tiempos y al calor de una nueva reivindicación de otras formas de relaciones afectivo sexuales más allá de la monogamia tradicional, la responsabilidad afectiva ha vuelto al primer plano, aportando prudencia y reflexión a la forma en la que nos relacionamos de forma íntima con otras personas. 

En este sentido, e independientemente del tipo de relación en el que nos hallamos embarcado o el amor que busquemos, la responsabilidad afectiva consiste en hacernos cargo de nuestros actos y sentimientos y su impacto en los demás, así como de tener consideración hacia los sentimientos del otro tratando de comprender también la naturaleza de sus actos: un cuidado y respeto mutuo a través de la comunicación y la empatía que fundamentaría una relación íntima sana y honesta

¿Cómo trabajar la responsabilidad afectiva? 

¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla?
¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla? Fuente: Unsplash

Como hemos indicado, la responsabilidad afectiva no es un rasgo de la personalidad, sino una forma de comportarse y, como tal, puede aprenderse y desarrollarse. Ser responsable desde un punto de vista afectivo supone acudir a nuestra inteligencia emocional de cara a manejar tanto nuestras emociones como empatizar con las del otro a través de la aplicación de diferentes acciones y actitudes. 

Comunicación sincera y honesta 

Dicen que en el amor y en la guerra todo vale. Aunque en la práctica sea así más veces de la que nos gustaría, el amor no es una batalla emocional entre dos personas. Al contrario, debe ser el cuidado mutuo para la búsqueda de armonía. Y esta solo se logra a través de una comunicación honesta y siempre bidireccional. No se trata tampoco de soltar lastre el primer día, sino de evitar los engaños y los peligrosos juegos emocionales que, a menudo, envenenan una relación hasta transformarla en tóxica.

Evitar sufrimientos innecesarios 

Es evidente que cuando arranca una relación no siempre están claras las intenciones ni las expectativas. A menudo los sentimientos cambian, aumentando o disminuyendo el amor y el cariño a medida que las dos personas se conocen. Cuando estos sentimientos divergen de forma considerable, es importante intervenir antes de que una de las dos personas se sienta engañada. Aunque duela, hay que ser claros antes de que sea tarde y el dolor sea aún mayor. 

Trazar límites 

En este sentido, y si las dos personas están de acuerdo, una buena manera de establecer una relación sana y honesta es poner límites en la misma. Y, por supuesto, luego no rebasarlos porque estaríamos rompiendo el acuerdo. Llegado ese punto, no debemos ocultar la realidad ni engañar a la otra persona. 

Validar al otro 

Uno de los aspectos que refuerza de forma decisiva la responsabilidad afectiva es la validación recíproca de los sentimientos. Ninguna persona es más importante que la otra en una relación. Por lo tanto, sus emociones tampoco deben ser más relevantes. Validar las emociones del otro supone encontrar el equilibrio que garantiza una relación íntima sana.  

Asumir el conflicto 

Ser responsable afectivamente supone también asumir que en una relación no todo va a ser pasión y romance, fiesta y algarabía. Asumir con serenidad el conflicto inherente a cualquier relación es el único camino para comprometerse en la consolidación de la misma. Por el contrario, huir ante el eco del primer tambor de guerra impide una interacción y un conocimiento profundos de otras realidades al margen de la nuestra, conduciendo al aislamiento en nuestra torre de marfil emocional.  


No obstante, tampoco es aconsejable afrontar una relación íntima a la defensiva, temerosos ante al surgimiento del primer conflicto. Ya llegará y nos pondrá a prueba: no nos pongamos la venda antes de la herida desde el minuto 1 y disfrutemos del momento. 

Evitar el exceso de racionalización 

Pareja
Pareja

Así como dejarse guiar exclusivamente por el impulso emocional en una relación es una pésima estrategia que suele tener dolorosas consecuencias, racionalizar cada paso que damos en una relación puede ser exasperante para las dos partes.

No olvidemos que hablamos de sentimientos y emociones que, a menudo, escapan a una reflexión racional. Encontrar un punto de equilibrio entre emoción y razonamiento impedirá que nuestras relaciones terminen pareciéndose a un sesudo manual de psicología. O lo que es peor: a una frívola antología de mantras de autoayuda en Instagram.  

Los tortuosos caminos de la irresponsabilidad afectiva 

¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla?
¿Qué es la responsabilidad afectiva y cómo trabajarla? Fuente: Pexels

Dicen que nos encontramos en una sociedad cada vez más narcisista y egocéntrica marcada por la urgencia y la fragilidad de las relaciones afectivas. Conocemos a más gente que nunca, pero entendemos a menos gente que nunca.

En una sociedad líquida, como diría el sociólogo Zygmunt Bauman, no hay tiempo que perder, y lo último que queremos es malgastar nuestro valioso tiempo con la “persona equivocada”. 

“En una vida de continua emergencia, las relaciones (virtuales) superan fácilmente lo real (…) están provistas de las teclas de ‘suprimir’ y ‘spam’ que protegen de las pesadas consecuencias (sobre todo, la pérdida de tiempo) de la interacción en profundidad”.  

Zygmunt Bauman

Solo hay que echar un vistazo a los famosos programas de citas que ponen en televisión para inferir que, para abrir la puerta de nuestro corazón, exigimos una larga lista de requisitos. Es uno de los mayores peligros de la ideología consumista, considerar a las personas como objetos con una serie de especificaciones que usar cuando estas sean atractivas y que tirar cuando nos prometan una nueva edición más avanzada.  

En este contexto surgen numerosos comportamientos irresponsables a nivel afectivo como pueden ser el ghosting —poner pies en polvorosa al primer eco de un tambor de guerra—, el gaslighting —el abuso, sometimiento y dominio de una persona sobre otra en una relación — o el zombieing —un juego de trileros a nivel emocional que consiste en el consabido “ahora sí, ahora no”—, todos los cuales enturbian diversas relaciones afectivas dejando un reguero de cadáveres emocionales.  


Invalidar las opiniones del otro, solo tomando en consideración tus sentimientos y obviando los de los demás, evitar el conflicto huyendo a las primeras de cambio, romper permanentemente los acuerdos afectivos, esperar que los demás adivinen tus sentimientos, y establecer una comunicación basada en engaños, medias verdades y fantasías termina por convertir los vínculos afectivos en relaciones tóxicas para las dos partes. 

Pero a riesgo de tener que empezar a salir de casa acompañados de un psicoterapeuta (y un abogado) cada vez que quedemos con alguien, diremos que, a fin de cuentas, la responsabilidad afectiva sintetiza dos conceptos tan antiguos como la rueda: el respeto y el equilibrio. Pero, como la rueda, tan válidos como el primer día.



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