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Un silencio abrumador impresionó al primer astronauta que paseó en el espacio

EFE

"Lo que más me impresionó fue el silencio, un silencio absoluto, abrumador. Sentía como me latía el corazón, mi respiración forzada y, desde muy lejos, una voz que decía: ¡Atención, la primera persona ha salido al espacio abierto!".

Alexei Leonov, de 73 años, recuerda con todo detalle la mañana del 18 de marzo de 1965, cuando, a bordo de la nave rusa Voshtok II, marcó un hito en la historia al convertirse en el primer cosmonauta que realizó un paseo espacial, en plena Guerra Fría entre Estados Unidos (EEUU) y la antigua Unión Soviética (URSS).

Leonov fue elegido entre otros veinte cosmonautas para encabezar, junto a Pavel Beliaev, esta pionera y arriesgada misión, pues nadie antes había tenido una experiencia similar, pese a que los estadounidenses también pensaban efectuar una salida al espacio abierto y esperaban ser los primeros en hacerlo.

Los rusos, sin embargo, ganaron la partida en esta carrera sideral y el 18 de marzo de 1965, hace ya 42 años, la nave Voshtok II despegó de la estepa rusa rumbo al cosmos.

"No puedo daros ninguna instrucción porque es la primera vez que se hace esto. Sólo os pido que no tengáis prisa y que nos tengáis bien informados. Que el viento solar os sople de espalda", fueron las palabras que el jefe de la misión dirigió a los cosmonautas poco antes de despegar, según recuerda Leonov en una entrevista con Efe.

La nave Voshtok II se encontraba a unos 500 kilómetros de la Tierra, sobre el Mar Caspio, cuando Leonov abrió la escotilla de la nave y salió, enfundado en una escafandra especial, al espacio abierto.

"Al abrir la escotilla vi un cielo lleno de estrellas brillantes y la Tierra completamente redonda. Toda Europa estaba debajo de mí. Había mucho silencio, un silencio absoluto, todo estaba muy quieto. Tenía una sensación muy rara, imposible de imaginar", explica Leonov, cuyo paseo espacial duró unos doce minutos, hasta que al sobrevolar Siberia recibió la orden de regresar a la nave.

Pese a estar preparados profesional, física y psicológicamente para afrontar hasta 3.000 situaciones de emergencia, nadie previó los problemas a los que los astronautas tuvieron que hacer frente.

Para Leonov, los aprietos empezaron cuando su escafandra se infló en las condiciones de vacío hasta el punto que le era totalmente imposible acceder a la nave de cabeza, como tenía previsto.

"Sólo tenía una opción, y era bajar la presión dentro de la escafandra, con el peligro de que el nitrógeno de la sangre empezara a hervir. Pero no tenía alternativa", señala Leonov, que finalmente logró entrar a la cabina. Eso sí, accediendo primero con los pies.

El regreso a la Tierra tampoco fue sencillo, ya que el sistema automático de comandancia de descenso se estropeó y Leonov y Beliaev tuvieron que orientar manualmente la nave, elegir el lugar de aterrizaje y encender los motores de descenso en el momento preciso.

"Al final lo conseguimos, sólo que en vez de aterrizar en Kazajistán, como estaba previsto, acabamos en Siberia, en un lugar desconocido de los montes Urales en el que nadie había estado hasta entonces. Tardaron tres días en venir a buscarnos y sacarnos de allí. Fue el 22 de marzo del 1965", comenta Leonov.

Lo cierto es que, una semana antes de llevar a cabo esta misión, la URSS envió al espacio una nave sin piloto similar a la Voshtok II que acabó explotando durante su descenso a la Tierra.

Los responsables de la misión se plantearon la posibilidad de retrasar el viaje unos nueve meses, hasta disponer de una nueva nave, aunque los astronautas decidieron proseguir con el plan.

No había que perder tiempo. Estados Unidos estaba al acecho y sólo el primero ganaría un sitio en la historia.

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