Cinco siglos de desahucios
El problema del acceso a la vivienda está documentado desde la antigua Roma y ha sido utilizado con diferentes fines a lo largo de la historia. Actualmente, se considera una de las principales causas de pobreza y desigualdad.
Los no privilegiados vivían hacinados en bloques a cambio de un alquiler exagerado, lo que convertía estos edificios de viviendas en una suculenta inversión para la élite adinerada. Lejos de ser un reflejo de la sociedad actual, esta descripción corresponde a la Roma de hace 2.000 años, donde la desigualdad era rampante.
Etimológicamente, desahucio procede del verbo ahuciar (dar confianza o crédito) y quiere decir «quitar las esperanzas». La palabra está documentada desde el siglo XIV. Según la ONU, los desahucios no son un efecto colateral inevitable de los procesos de urbanización sino el resultado de la intervención humana.
Para el antropólogo Stefano Portelli, el desahucio es una herramienta de conquista que siempre ha existido y está asociada al control de la población. El momento decisivo se produjo con el nacimiento de la burguesía: «En la Inglaterra del siglo XVII se privatizan los espacios comunales y se produce una desposesión brutal de tierras, casas y pueblos que provoca que una masa de gente se tire a las ciudades dispuesta a todo para sobrevivir».
Vaciar los centros urbanos
A mediados del siglo XIX, la acumulación de población desposeída y las primeras revueltas genera en la burguesía un «pánico moral» que dará lugar a grandes transformaciones urbanas hechas a golpes de desalojo judicial. De París a Barcelona, «se esponjaron y vaciaron los centros históricos donde iban a parar los inmigrantes y se crearon barrios periféricos». A partir de entonces la dinámica será la misma: «Tensión, respuesta en forma de reformas urbanas destructivas y desplazamiento de personas que responden reapropiándose los espacios».
Para Portelli, que pasó años estudiando la demolición de las casas baratas del barrio de Bon Pastor de Barcelona, el caso más flagrante de estas políticas fue el de Estados Unidos. Tras la Segunda Guerra Mundial, se inyectaron una inmensa cantidad de recursos públicos en la renovación de los centros de las ciudades y «miles de personas fueron desahuciadas y amontonadas en cualquier parte».
Los desplazamientos forzados afectaron sobre todo a la comunidad afroamericana, «que aún se estaba recuperando del trauma de la esclavitud». El resultado de estas políticas fue «una cultura de periferias, alienación e individualismo» que llega hasta hoy.
Los procesos de desalojo de la vivienda habitual están atravesados por la clase social, el género y el origen étnico y los niños son quienes más sufren las consecuencias. En el cuadro titulado Evicted 1887, el pintor Blandford Fletcher reproduce la escena del lanzamiento de una mujer viuda y su hija en Steventon, una localidad inglesa cercana a Oxford. En aque
«Tras la segunda guerra mundial, en Estados Unidos miles de personas fueron desahuciadas y amontonadas en cualquier parte» STEFANO PORTELLI ANTROPÓLOGO
«Franco intervino el mercado y controló las rentas de una manera no muy distinta a la de ahora» FCO.CABRILLO CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA
«Tenemos que dejar de ver la propiedad como la única forma de acceder a la vivienda y pensar otras alternativas» ZAÍDA MUXÍ ARQUITECTA Y URBANISTA
lla época, la escena se repetía en millones de hogares a uno y otro lado del océano Atlántico.
134 años después, la expresión digna pero apesadumbrada de la madre y la mirada directa y llena de preguntas de la niña siguen impactando emocionalmente en el espectador, igual que ahora lo hacen algunas imágenes de desahucios que se viralizan a través de las redes sociales.
Uno de estos lanzamientos tuvo lugar en octubre pasado en el barrio de Ciutat Meridiana, donde una familia con tres hijos fue expulsada de su hogar cuando ya oscurecía, en pleno estado de alarma por la pandemia y entre fuertes medidas de seguridad. Las imágenes de los niños alejándose de su casa con las mochilas escolares causaron tal conmoción que la entidad bancaria propietaria del piso rectificó y les devolvió las llaves. La imagen de los Mossos d’Esquadra aún se resiente de aquel episodio.
La tipología de los desahucios ha variado a lo largo de la historia y, tras la crisis hipotecaria, dominan los lanzamientos de inquilinos que no pueden asumir el alza de precios o que han ocupado pisos vacíos de grandes tenedores a falta de otra alternativa. También los argumentos de los jueces varían según el lugar y el momento histórico. «La vivienda es a la vez una necesidad esencial y un instrumento formidable de opresión», afirmaba un juez del Tribunal Supremo de Argentina en 1922.
En plena elaboración de la nueva ley de vivienda, de momento el Tribunal Constitucional ha anulado la ampliación de la ley antidesahucios catalana por cuestiones de forma y ha admitido a trámite el recurso contra la ley que regula los alquileres en Catalunya, ambas fruto de la presión de los activistas.
La tensión entre el derecho ilimitado a la propiedad privada y la función social que la Constitución le atribuye a la vivienda genera opiniones encontradas: «Si no hubiera desahucios, simplemente no habría alquileres -afirma el catedrático de Económica Aplicada
Francisco Cabrillo-. En España las familias han invertido en pisos para los hijos y si se entiende que cuando el inquilino no pueda pagar alegará necesidad y no pasará nada se dejarán de alquilar».
Cabrillo cuestiona que la entrada en juego de las sociedades de inversión inmobiliaria y los fondos buitre generen más desahucios, pero sí ve una relación entre la oferta turística y la escasez de vivienda. Sin embargo, recuerda que ha habido épocas de «mayor escasez» y apunta a los años 50: «¿Qué hizo el gobierno de Franco? Intervenir el mercado y controlar las rentas de manera no muy distinta a como se hace ahora. Por eso España se convirtió en el país europeo con menos oferta de alquiler».
El economista admite que hay un desajuste del mercado porque los salarios no están en consonancia con las rentas en las grandes ciudades, pero considera que la regulación de alquileres acabará reduciendo más la oferta y subiendo los precios. La solución pasa por incentivar la iniciativa privada para construir viviendas y aumentar las ayudas al alquiler.
Desde el urbanismo feminista, la arquitecta Zaida Muxí, autora de Mujeres, casas y ciudades, rescata experiencias históricas de viviendas para mujeres con espacios comunes, que han derivado en los actuales modelos de covivienda, donde la propiedad es colectiva. «La vivienda no es el problema de una persona a quien no le ha ido bien en la vida, es un asunto colectivo -afirma-. Tenemos que dejar de pensar en la propiedad como la única forma de acceder a la vivienda y pensar otras alternativas».
En las últimas décadas, el enfoque está cambiando y los desahucios han pasado de verse como una consecuencia de la pobreza a ser considerados como una causa. El derecho a la vivienda también se incluye en el concepto más amplio del derecho a la ciudad que, más allá de un techo, incluye el derecho colectivo a transformar la ciudad según los anhelos de la mayoría de la ciudadanía.